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Comunicación e Discapacidades

ISBN-13 978-84-690-4140-6

MARITA IGLESIAS PADRÓN

La importancia de ser mujer


Una reflexión desde la diversidad funcional

The importance of being women


A reflection from functional diversity

Resumo: Las mujeres con diversidad funcional (discapacidad) han venido siendo
un colectivo en situación de exclusión social olvidado tanto por las políticas diri-
gidas a la erradicación de la discriminación por razón de discapacidad como por
las que se dirigen a promover la igualdad entre hombres y mujeres. La causa de
la exclusión social de la mujer con diversidad funcional se debe buscar en los va-
lores masculinos dominantes en las sociedades capitalistas. Su discriminación be-
be de las mismas fuentes que la discriminación que sufren las mujeres en gene-
ral, pero, además, se ve incrementado el peso de la losa de la marginación cuan-
do se le suma el factor discapacidad. Se habla de doble discriminación en el bi-
nomio mujer/discapacidad, pero también de múltiple discriminación porque a
esos dos factores se le añaden otros como la etnia, la opción sexual, el lugar de
residencia, etc., que vienen a aumentar la opresión sobre la misma persona.

Palabras-clave: mujer; diversidad funcional; discriminación múltiple; género; vi-


da independiente; violencia.

Abstract: Women with functional diversity (disability) have always been a group
in situation of social exclusion. They have been forgotten not only by those poli-
cies addressed to the eradication of discrimination, but also by those that try to
promote the equality between men and women. The roots of the social exclusion
of the woman with functional diversity must be looked for in the dominant mas-
culine values in the capitalist societies. Its discrimination drinks of the same
sources that the discrimination that undergoes women in general. But it beco-
mes heavier and heavier when the phenomenon of disability is added to it. It is
called then “double discrimination”, but also “multiple discrimination” when
other factors such as ethnicity, sexual orientation, place of residence, etc. are
added to it. It increases the oppression on the same person.

Keywords: woman; functional diversity; multiple discrimination; gender; inde-


pendehnt living; violence.
222 Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer

En el título que da pie a mi intervención, aparece, de forma sinteti-


zada, la representación social de un grupo de personas muy concreto. Si
hablamos de forma genérica, parece que ese mensaje está claro. Si solo
tenemos en cuenta el resultado final de una serie de circunstancias que
se dan a la vez y sobre una misma persona, si no descendemos al nivel
de las palabras y los conceptos que éstas encierran, parece un mensaje
claro con el que podríamos estar conformes.
Sin embargo, y compartiendo la máxima de que el lenguaje confor-
ma nuestro pensamiento y por lo tanto nuestra forma de interpretar y
actuar en el mundo, me gustaría comenzar haciendo ese viaje a la ter-
minología con la intención de contribuir a una mejor comprensión de
una situación que es altamente compleja y muchas veces confusa.
Y se preguntarán ¿por qué?, si el mensaje está claro, si parece que sí
se sabe de qué estamos hablando… Pero me permito dudar y les pediría
que lo hicieran también. La utilización de algunas de las palabras que
forman la frase del título encierran conceptos no suficientemente preci-
sos y eso puede conducir a percepciones erróneas de una realidad in-
cuestionable. Al ser así, se puede transmitir un mensaje claro, mejor
dicho, comprensible, en su estructura superficial, pero difícilmente lo
será en su estructura profunda, aquella que el cerebro realmente inter-
preta y sobreentiende aunque no sea dicha.
Es evidente que somos mujeres, aunque desde siempre, en gran me-
dida y de forma consciente, se nos haya negado o infravalorado nuestra
condición sexuada. Sin embargo, no está tan claro que “padezcamos una
discapacidad” porque eso sería tanto como asumir que, por el hecho de
desplazarme de forma diferente, padezco un problema y que es mi pro-
blema el que la sociedad, benévolamente, intenta, en ocasiones, y co-
mo puede, resolverlo.
En el Foro de Vida Independiente, al que pertenezco, se ha elabora-
do un documento que cobra día a día más fuerza y en el que propone-
mos un nuevo término que nace, por primera vez, desde la propia co-
munidad de individuos que lo define. Es el de hombres y mujeres con
diversidad funcional (Romañach; Lobato, 2005). Esta nueva denomina-
ción “no tiene nada que ver con la enfermedad, la deficiencia, la paráli-
sis, el retraso, etc. Toda esta terminología viene derivada de la tradi-
cional visión del modelo médico de la diversidad funcional, en la que se
presenta a la persona diferente como una persona biológicamente im-
perfecta que hay que rehabilitar y “arreglar” para restaurar unos teóri-
cos patrones de “normalidad” que nunca han existido, que no existen y
que en el futuro es poco probable que existan….”.
Esta visión médico rehabilitadora de la diversidad funcional está
siendo reemplazada desde hace años, lentamente, bien es verdad, por
Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer 223

considerarla obsoleta, ineficaz e injusta. Ese reemplazo viene de la ma-


no del denominado modelo social de la discapacidad que considera que
ésta surge, no porque se tenga un “déficit” físico, sensorial o intelec-
tual que impida usar y disfrutar los mismos espacios y derechos que el
resto de las personas, sino que nace cuando la sociedad no sabe dar res-
puesta eficaz a las demandas de esas mismas personas.
Pero tampoco parece que esté teniendo éxito esta forma de explicar
el fenómeno de la discapacidad. Quizá la estrategia con la que se está
trasladando no sea la apropiada. El mensaje que transmite no está siendo
el adecuado ya que es evidente que la sociedad sigue considerándonos un
grupo aparte y diferente, un grupo que tiene un problema y difícilmente
reconocerá que el problema no está en ese grupo sino en la forma en que
esa sociedad se ha conformado, construido y diseñado y en cómo ha inte-
riorizado estereotipos y modelos que han excluido a aquellos individuos
que no responden a ellos. Esos modelos nacen de la necesidad de una so-
ciedad clasista, racista y machista que busca estructurarse de tal modo
que pueda organizarse en capas, en clases, en grupos, entre los que ha
decidido que estén también “los discapacitados”.
Evidentemente, las mujeres y hombres con diversidad funcional so-
mos diferentes porque hacemos muchas cosas de otro modo a como las
hacen los hombres y mujeres -¿y quién no es diferente hablando en es-
tos términos?-, pero el sistema social imperante necesita codificar y
simplificar esa diferencia, necesita que la representación de este u otro
grupo discriminado en la sociedad sea fácilmente reconocible e identifi-
cable. Busca así, dotar de características únicas, homogéneas y de fácil
comprensión a todos aquellos grupos que considera diferentes. Una for-
ma de simplificar la discapacidad fue no dotándola de sexo con lo que
evitaba tener que hacer planteamientos de género en sus intervenciones
y porque eso sería secundario ante un problema mayor: la discapacidad.
Pues bien, en un intento por huir de esa percepción y de esa culpa
que se nos otorga tanto en una visión como en la otra, el término hom-
bres y mujeres con diversidad funcional aporta “un lugar intermedio que
no obvie la realidad”, tiene un carácter positivo y más que ser una defi-
nición exclusiva, abarca a casi todas y cada una de las personas que ha-
bitan este planeta.
En este caso que nos ocupa, puedo decir que estamos hablando de mu-
jeres con diversidad funcional física, sensorial, intelectual, mental, por
considerar que ese es el término que mejor las identifica, que es una de-
nominación positiva y que no debería apartarme, por definición, del resto
de los individuos de la sociedad. Evitaré utilizar el término “discapacita-
das” o “personas con discapacidad” por considerar, en contraposición, que
es, cuando menos, una denominación negativa, excluyente y asexuada.
224 Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer

¿Dónde surge entonces “el problema de la discriminación” en la di-


versidad funcional? En el momento en el que esas mujeres y hombres,
para hacer desde las cosas más cotidianas hasta las más específicas
(como cualquiera de los aquí presentes) se encuentran barreras insalva-
bles, o salvables con excesivo esfuerzo, puestas por otros hombres y
mujeres que han decidido aplicar la estadística y obrar por mayoría ab-
soluta marginando a aquellos que no formen parte de esa mayoría pero
que son tan diversos funcionales como ellos. Esa es la discriminación. Y
la discriminación es única. Se está o no discriminado en función de una
serie de criterios objetivos que incluso variarán dependiendo de la cul-
tura, de la época, de la política, etc. que en cada lugar y momento
exista, por lo tanto, no es algo estático, es una construcción social en
un espacio y tiempo y tan diversa como lo es el ser humano o las socie-
dades que forman este planeta.
Las mujeres con diversidad funcional estamos discriminadas y esa
discriminación está determinada por el hecho de ser mujeres, ser diver-
sas funcionalmente, ser blancas, o negras, o musulmanas, o lesbianas, o
viejas, etc. porque por el mero hecho de tener esa condición, se las ex-
cluye y margina de la educación, el trabajo, los bienes y servicios, etc.
No es tan relevante la cantidad de la discriminación que padecemos
sino la calidad de esa discriminación. Así, el término discriminación doble
es erróneo porque confluyen siempre más factores que el hecho de ser
mujer y…otra cosa más. O al menos no es suficientemente claro y preciso.
Tampoco creo que lo sea la discriminación múltiple, aunque se acerca, no
es tampoco exacto. Hablaría de discriminación sin más, aunque bien es
verdad que cuando se encuentran casos de personas discriminadas, esa
discriminación será con toda seguridad, múltiple o mas bien simultánea
porque confluyen diversas circunstancias a la vez. Estas circunstancias va-
riarán en su capacidad de influencia para hacer de ese hombre o mujer un
hombre o mujer discriminado o discriminada, pero es el conjunto de todas
ellas que hacen que la discriminación sea algo único, ni múltiple ni dual,
único. No algo que se puede multiplicar o sumar.
Esta forma de entender la discriminación nos lleva a analizarla po-
niendo el acento en el contexto social, en la respuesta de la sociedad
ante los grupos que considera discriminados y no nos lleva a analizarla
poniendo el acento sobre las peculiaridades de la persona discriminada.
Considerarlo así, contribuye a avanzar en la búsqueda de soluciones al
mismo tiempo que, bien es verdad, incrementa la complejidad.
Considerar el fenómeno de la discriminación desde una perspectiva
contextual tiene varias ventajas: no encasilla rígidamente a la persona y
la mete en el cajón de los discapacitados o los inmigrantes o los homo-
sexuales, es decir, no analiza la discriminación SOLO por razón de ser
Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer 225

una persona con diversidad funcional, sino por ser además mujer, quizá
también por ser morena y por vivir en el medio rural. Es difícil saber
cuál de estas circunstancias pesa más en mi porción de discriminación,
dependerá de cómo yo lo viva en cada momento y de cómo lo vivan los
demás en la relación conmigo y las circunstancias de la vida a las que
me enfrente. Estas circunstancias se dan al mismo tiempo. No entender-
lo así, me hace sentir un poco como cuando me preguntaban de peque-
ña “y tú ¿a quién quieres más, a papá o a mamá?”, pues aparte de ser
una pregunta cruel, me sumía en la confusión y me llevaba a no contes-
tar, a no saber qué decir, porque la verdad no lo sabía, creo que nadie
podría contestar con claridad o con justicia a esa pregunta porque tam-
poco tiene mucho sentido: algunas veces quería más a papá y otras a
mamá, pero no era relevante. Pues ahora me preguntan mucho “Y tú,
¿cómo te sientes más discriminada como mujer o como discapacitada?”
Y me sumo en esa misma confusión que tenía de pequeña: no lo sé. Al-
gunas veces como mujer y otras como una persona con diversidad fun-
cional y otras como una mujer con diversidad funcional, no es relevan-
te. Lo que sí es relevante es de qué manera el sistema social en el que
vivo, me discrimina y cómo vivo yo las consecuencias de esa discrimina-
ción. No es demasiado difícil establecer las causas de la discriminación
de individuos y grupos en una sociedad capitalista y segregadora, pero
quizá sea más difícil saber el porqué se es discriminada en cada caso,
por ejemplo en el acceso a un puesto de trabajo: si por mujer o por ser
una mujer con diversidad funcional; o si se le ha vetado la entrada en
un restaurante por ser una mujer con diversidad funcional o por ser mu-
sulmana. Lo que sí es relevante es que la discriminación que provoca el
sistema es cada vez más sutil, más sistemática, más institucionalizada y
más difícil de atajar.
En este estado de cosas, una de las consecuencias de la discrimina-
ción que soportan las mujeres es que las debilita, física y mentalmente,
y las convierte en mujeres fácilmente abordables, manipulables y go-
bernables. Por supuesto que una autopercepción así conduce en la ma-
yoría de los casos a un sentimiento de inferioridad y falta de respeto pa-
ra sí misma en el que es muy fácil que se instale el abuso y la violencia.
Se convierten en seres vulnerables, pero no tanto por su debilidad físi-
ca, sino vulnerables por no poder ejercitar sus derechos, vulnerables
también por su falta de poder y capacidad de gestionar sus vidas. De ahí
que en aquellos lugares donde ese desequilibro de fuerzas es más rotun-
do y evidente como son las instituciones residenciales, sea donde el
porcentaje de abusos y actos violentos es mayor. Cuanto más desposeí-
das de poder, más proclives a sufrir violencia y maltrato a lo largo de
sus vidas.
226 Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer

Son muchos y diversos los estudios en todo el mundo sobre la inci-


dencia y características de la violencia contra las mujeres con diversi-
dad funcional. Se dan en ellos muchas cifras que tienen un denominador
común: la incidencia de la violencia contra estas mujeres es de tres a
cinco veces más frecuente que en las mujeres en general. No es solo
más numerosa en incidencia sino que más diversa en su manifestación.
Hablamos de violencia sexual, de violencia doméstica, pero también de
violencia institucional, de esterilización no consentida, aborto no con-
sentido, explotación médica, humillación, abuso de medicación, aisla-
miento social, abandono físico, negligencia y acoso.
En España no tenemos estadísticas oficiales ni estudios suficiente-
mente amplios como para atreverme a dar datos, pero todas aquellas
personas con diversidad funcional y aquellas que de un modo u otro tie-
nen relación con ellas saben, fruto de su experiencia, de qué estamos
hablando cuando hablamos de violencia contra las mujeres con diversi-
dad funcional.
Algunas de las preguntas que surgen entonces es, si eso es así, ¿por
qué la sociedad no lo sabe? ¿Por qué la comunidad científica no lo inves-
tiga? ¿Por qué las asociaciones no lo tienen dentro de sus prioridades?
¿Por qué los políticos lo ignoran cuando planifican planes de prevención
de la violencia contra las mujeres? ¿Por qué no hay denuncias? ¿Por qué
no se cuentan los casos en las estadísticas de víctimas de la violencia?
Solo tengo algunas respuestas: porque somos seres sin identidad so-
cial, un grupo fuera de la sociedad que no entra dentro de sus planes
salvo los específicamente dirigidos a ese grupo. No contamos porque
“somos otra cosa”. Es como cuando se dice “hay 2.000.000 de parados
en España”, imposible que estén incluyendo ahí al 1.000.000 de parados
que supone la población con algún tipo de diversidad funcional porque si
no, tendría que haber 3.000.000. Porque tradicionalmente ha sido un
colectivo en situación de exclusión social olvidado tanto por las políticas
dirigidas a la erradicación de la discriminación por razón de discapaci-
dad como por las que se dirigen a promover la igualdad entre hombres y
mujeres.
La causa de la exclusión social de la mujer, y paradójicamente tam-
bién la del hombre, con diversidad funcional se debe buscar en los valo-
res masculinos dominantes en las sociedades capitalistas. Su discrimina-
ción bebe de las mismas fuentes que la discriminación que sufren las
mujeres en general, pero, además, se ve incrementado el peso de la lo-
sa de la marginación cuando se le suma el factor diversidad funcional.
Las mujeres, además, tenemos que enfrentarnos a la infravaloración
familiar y en las relaciones sociales, al desprestigio social por no cum-
plir con los modelos femeninos, a nuestro maltratador, a nuestras seme-
Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer 227

jantes -las mujeres en general-, a nosotras mismas…, pero sobre todo,


enfrentarnos en situación de desigualdad frente a una ideología y cultu-
ra dominante, patriarcal, machista y despiadada que asume la diversi-
dad humana, siempre que la pueda mantener bajo control.
Otro de los elementos que posiblemente han contribuido a no hacer
visible esta situación es el hecho de que a la hora de analizar las causas
de la existencia de la violencia contra las mujeres no se haya tenido
muy en cuenta la relación que hay entre violencia y exclusión y se haya
centrado más en la violencia doméstica o sexual. Para las mujeres con
diversidad funcional el sexismo y la discriminación componen la realidad
y condicionan la manera de funcionar, interactuar con el mundo.
Se ha hablado mucho en el área el feminismo sobre la segunda y la
tercera ola y lo que supuso para la liberación de las mujeres y la igual-
dad, sin embargo cuando le hablamos a ese feminismo de la clase no-
blanca, no-occidental, no-media, no-hetero, mujeres con diversidad
funcional, creamos automáticamente un contexto donde esos otros tipos
de mujeres permanecen en los aledaños del discurso feminista. De esa
manera, esos otros tipos de mujeres se convierten automáticamente en
seres necesitados de recursos extra, formación extra, apoyo extra, ex-
traordinariamente extra, como asegurándose de que permanezcan si-
lenciosas y exteriores al diálogo feminista. En realidad se nos saca del
discurso y reivindicación feminista y se nos traslada, como híbrido ini-
dentificable, al discurso asistencialista de los servicios sociales.
Sin embargo, si se reconoce que las mujeres con diversidad funcional,
con respecto a las demás mujeres, parten de una posición social diferen-
te, y si se reconoce también que algunas de las circunstancias de nuestra
discriminación son en parte diferentes a las que viven el resto de las mu-
jeres, las medidas que se emprendan para atajar y eliminar esa situación
de opresión no pueden ser, en muchos casos, las mismas, pero no por ello
deben de ser consideradas como medidas “extra” que nos aparten del res-
to de las mujeres o de ser siquiera consideradas como tales.
Desde que en 1997 comenzamos en mi asociación a indagar en este
tema y realizamos las primeras publicaciones, creo que se ha ganado te-
rreno al desconocimiento y tanto la sociedad en general como específi-
camente las propias mujeres con diversidad funcional comienzan a re-
conocer y reconocerse como sujetos de malos tratos. Sin embargo, me
gustaría plantear aquí una serie de preguntas que pueden servir como
objeto de debate: ¿creen ustedes que la evolución de la visibilidad de la
existencia de la violencia contra las mujeres y la puesta en marcha de
medidas es pareja a la visibilidad de la violencia ejercida contra muje-
res con diversidad funcional? ¿creen, las mujeres con diversidad funcio-
nal, que esas medidas les afectan?; ¿estamos siendo valoradas en esas
228 Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer

estadísticas?; ¿estamos siendo objeto de atención por parte de esos ser-


vicios?; ¿estamos denunciando situaciones de malos tratos?; ¿alguien sa-
be lo que ocurre a muchas mujeres con diversidad funcional en institu-
ciones?; ¿se sabe identificar situaciones de violencia ejercida contra mu-
jeres con diversidad funcional?; ¿se sabe cuándo una mujer con diversi-
dad funcional está sufriendo malos tratos?; ¿están recibiendo esos servi-
cios de atención a la mujer a mujeres con diversidad funcional?; ¿si los
recibieran o recibieron sabrían o supieron lo que hacer?.
Seguramente no nos sea posible responder a muchas de estas pre-
guntas porque nos falta información que es muy difícil de recabar cuan-
do se desconoce la existencia de una circunstancia como puede ser esta.
Como dije anteriormente, manejamos los datos de bastantes estudios e
informes de proyectos realizados en diferentes países y de carácter pun-
tual, además de la casuística derivada de la experiencia de mujeres víc-
timas de violencia y de aquellas personas que por su trabajo han estado
en contacto con profesionales, asociaciones, servicios de asistencia,
etc. pero nos falta el acceso a muchos puntos de información, analizar y
organizar esa información para poder extraer resultados que nos permi-
tan responder a esas y otras preguntas. También se debe de tener en
cuenta, que la mayor parte de estos estudios y de la investigación reali-
zada se ha hecho entre la población de mujeres y hombres con diversidad
funcional intelectual que es la que más sufre situaciones de violencia y
acoso y que no siempre se pueden extrapolar los datos porque las circuns-
tancias son en gran número diferentes, pero ellos han abierto el camino y
sentado precedente. Uno de esos estudios, realizado en 1999 por Mencap,
en el Reino Unido, destacó la incidencia de la violencia en la comunidad
contra hombres y mujeres con diversidad intelectual. Comprobaron que
casi 9 de 10 de esas personas habían sido acosadas en el último año, gene-
ralmente en un lugar público. 1 de cada 3 había sido acosada a diario o
semanalmente y 1 de cada 4 lo había sido en el autobús.
En otro estudio sueco (Strand; Benzeim; Saveman, 2004) realizado
en 2004, se constató que entre 122 miembros del personal de varias ca-
sa hogar, el 14% había utilizado la violencia en el año anterior. Los actos
violentos parecían ser aceptados como parte natural del cuidado diario
de las personas adultas con diversidad funcional intelectual. Una de las
conclusiones finales también fue que había una carencia significativa de
investigación sobre el trato que los hombres y mujeres con diversidad
funcional intelectual recibían de estos servicios centrándose más en la
violencia contra el personal por parte de los usuarios del servicio.
Podría hacer referencia a otros muchos estudios y literatura sobre el
tema, pero me gustaría reclamar, una vez más, mayor indagación e in-
vestigación en nuestro país, más medios en manos de los y las profesio-
Marita Iglesias Padrón, La importancia de ser mujer 229

nales y en manos de las mujeres, porque a estas alturas tendríamos que


poder hablar de la realidad en España y estar actuando en consecuen-
cia. Pero a estas alturas casi nadie niega ya que la violencia contra las
mujeres y hombres con diversidad funcional existe, que es más elevada
en las mujeres con respecto a los hombres y con respecto a las mujeres
en general. Que esa violencia es más reiterada y se ve agravada cuando se
ejerce contra mujeres que además de ser diferentes en su forma de vivir,
reúnen una serie de factores que se dan de forma simultánea como la
edad, la condición social, el color de piel, la religión, etc. que las con-
vierten en mujeres fácilmente abordables desde la mente del abusador.
Sin embargo, tanto el género como la diversidad funcional son cons-
trucciones sociales basadas y generadas por una ideología imperante en
nuestra sociedad, pero como tales construcciones sociales, pueden ser
moldeables y transformadas en otras con otros valores y simbología. Ahí
se vislumbran las claves para empezar a romper la situación actual,
dando lugar a otra donde hallemos nuevos equilibrios entre valores y
respeto a la diferencia.

BIBLIOGRAFÍA

Romañach, J.; Lobato, M. (2005). Diversidad funcional, nuevo término para la


lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano. Foro de Vida Independi-
ente.
Strand M.L.; Benzeim E.; Saveman B.I. (2004). Violence in the care of adult
persons with intellectual disabilities. Journal of Clinical Nursing, n.º 13, pp.
506-514.
Mencap (1999). Living in Fear: The need to combat bullying of people with a
learning disability.

Marita Iglesias Padrón es miembro de la Asociación Iniciativas y Estudios


Sociales, ocupando el puesto de Responsable de gestión de progra-
mas y centrando su actividad de cuestiones de violencia, género e
igualdad de oportunidades. Asimismo, desarrolla su actividad profe-
sional en la consultoría Grupo INSO, y es miembro del Foro de Vida
Independiente. Formó parte del equipo de expertas creado por el
Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales para el diseño y puesta en
marcha del I Plan de Acción para las Mujeres con Discapacidad
(2005-2006). E-mail: marita@asoc-ies.org

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