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HR HR1 MT PDF
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Capítulo Nueve
Sinopsis
Leandro Christopoulos miró a su primo mayor con una vaga diversión en los
ojos, que eran del mismo tono azul oscuro que los de Derek. Ambos eran también
altos, de pelo oscuro, piel olivácea y aspecto robusto, todas características típicas de
su herencia griega.
Derek se sonrojó.
Derek era uno de los solteros más deseables de su país, vástago de una
dinastía política y heredero de un imperio mercantil griego. ¿Por qué habría de
atarse a sí mismo tan pronto en la vida? ¿Acaso Derek era lo suficientemente tonto
para creer que lo que tenía era amor verdadero en lugar del resultado de una fuerte
compatibilidad y atracción sexual?
—Sé por qué estás aquí. Tu madre le ha dicho a mis padres, quiénes me
dijeron a mí. No soy del tipo que se entrometa así que descansa tranquilo que no
intentaré ordenarte de ningún modo. Sin embargo, también pido que respetes la
mayoría de las reglas, ya que no me gustaría que la universidad tenga alguna clase
de desagradable reputación que pudiera estar vinculada a nuestro nombre.
—¿Una novia?
Una sexy sonrisa destelló en sus labios, pero no llegó a los ojos de Leandro,
convirtiéndolo en un hombre guapo pero frío.
—No creo que exista alguna chica que rechazaría todo lo que tengo que
ofrecer —no estaba jactándose sólo decía la verdad. Había estado recibiendo
proposiciones de mujeres extremadamente hermosas que le doblaban la edad
cuando él apenas había tenido trece años.
—Creo que me quedaré aquí un rato, tal vez coma algo o algo así antes de
regresar a mi habitación. ¿Sigue en pie lo de esta noche?
—Así es. Así que vas a tragarte cada maldita cucharada, y después vas a
decirle que te gustó —Derek sonrió mostrando los dientes. Decía cada palabra en
serio. No iba a dejar que nada ni nadie molestara a la mujer que amaba de ningún
modo.
Se atragantó.
—Un día, vas a encontrar otra chica a la que vas a amar más que a tu moto. Y
entonces voy a ser yo quién se ría de ti…
Leandro esbozó una sonrisa torcida.
Roberta “Bobby” Granger iba de regreso a su mesa cuando se dio cuenta con
retraso de que ya no era su mesa. ¿Qué demonios?
Se apuró a su mesa tan pronto como pudo sin derramar los contenidos de su
bandeja. Su ánimo no había sido bueno para comenzar, considerando el mensaje de
texto que recibió temprano en la mañana. Y después esto.
Cuando él siguió sin darse vuelta, ella se aclaró la garganta y habló más
fuerte:
—¡Disculpe!
Dos veces.
Tres veces.
¿En serio era posible para alguien ser así de guapo? No parecía justo.
Cabello negro medianoche y piel olivácea que hablaban de una herencia
mediterránea al igual que unos apasionados ojos azules enmarcados con largas
pestañas negras por las que ella hubiera matado personalmente. Iba vestido con
una simple camiseta blanca y un par de jeans desgastados, y tenía lo que parecía
ser el tatuaje de un grifo alrededor del brazo.
¡Guapo… y maleducado!
—Disculpa —dijo de nuevo, esta vez entre dientes apretados. Sus brazos
estaban comenzando a dolerle por el peso de la bandeja también, haciendo que
estuviera más enojada.
—DISCULPA.
La vio más detenidamente esta vez. Cabello castaño rojizo que casi lo tenía
resoplando. Típico. Deslumbrantes ojos verdes y un rostro ovalado que estaba
sonrojado de ira. Su mirada descendió. Blusa de talla grande, abrochada hasta
arriba –camisa de novio era como su hermana menor la describió, si recordaba
correctamente- junto con unos jeans regulares y flats.
—Estás en mi asiento.
Bobby jadeó, incapaz de creer que alguien tan guapo pudiera ser tan
¡ímbecil! Pero debería haberlo sospechado, pensó, rechinando los dientes. La gente
guapa siempre era así. En serio debería haberlo sabido.
Siguiendo su mirada, Leandro vio que era verdad que había dejado un libro
en la mesa, algo que no había notado porque había estado demasiado distraído con
sus pensamientos. Leandro raramente se equivocaba, y el hecho de que ahora lo
estaba no sentaba bien con él en absoluto.
Dijo bruscamente:
Si este tipo se ponía furioso y destrozaba todo a su paso como Hulk, estaba
segura de que ella sería su primera víctima.
Indicó la mesa.
—Toda tuya.
Leandro dio un paso al frente, la tomó de la nuca y cerró sus labios en los de
ella.
Leandro pensaba seducirla, pero con lo que no contaba era con ser seducido
en respuesta. La boca de ella era una mezcla única de dulce y picante, su química
sexual combustible en su calor explosivo. Así de cerca, él estuvo súbita y
explícitamente consciente de su suavidad, su femenino aroma, y cuando su polla se
elevó, las bolas doliendo de necesidad, Leandro se apartó abruptamente.
—Te he visto, mégaira. ¿Todo ese ruido era para que te notara, no es cierto?
T ras darse palmadas en la espalda de cada uno como saludo, Derek dijo
secamente:
Leandro simplemente asintió, no deseando que Derek supiera que una parte
de él creía que Dios se llevaría a su padre como un castigo hacia Leandro.
—Por cierto, ¿quién era la chica? —Derek quería distraer a su primo menor,
la oscura apariencia en el rostro de Leandro haciéndole fácil adivinar cuáles eran
los pensamientos del otro hombre. No se molestó en decirle a Leandro que él no
tenía la culpa de lo que había sucedido. Eso era algo que Leandro tenía que
aprender por sí mismo.
—Ah —la madre de Leandro, Elena, era la mujer más dulce del mundo, dócil
y sumisa, una perfecta esposa para un griego tradicional. Había causado
inadvertidamente que Leandro tuviera algún tipo de expectativas irreales de las
mujeres de hoy.
—Nunca nadie había sido tan grosero conmigo —le contó rígidamente
Leandro. En Grecia, todos, hombres o mujeres, lo habían tratado con el más
profundo respeto, casi llegando a la adoración. Él era después de todo un
Christopoulos, y más que eso, él era el hijo de Orion Christopoulos, uno de los
políticos más grandes de la historia. Si alguien tenía el poder de reinventar la
política de Grecia y erradicar la corrupción de su sistema, ese sería su padre.
Una edecán los condujo a la fila del frente, y quitó las etiquetas que
indicaban dónde estaban sus asientos.
—Por favor díganme si hay algo más que necesiten —dijo cálidamente
mientras les entregaba las copias de sus programas a los hombres Christopoulos.
Esperen a que las chicas se enteren de esto, pensó ella con emoción para sí misma.
No tenía esperanzas con Derek Christopoulos, sólo alguien viviendo bajo una roca
no sabría de lo mucho que amaba a su prometida. Pero el otro Christopoulos era un
caso completamente diferente.
—Quizás llegue a oídos de mi padre. La única chica que voy a follar mientras
estoy aquí es mi novia.
Derek suspiró.
—Estás loco.
—Su posición en las encuestas sufrió por mi culpa, y el modo más rápido de
redimirme ante el ojo público es dejarlos saber que he cambiado. No más carreras
clandestinas, no más mujeres, no más nada excepto lo que hacen los chicos buenos
—Leandro volteó el programa para que pudiera ver la lista de premiados al reverso
gravados en letras doradas—. Esto, quienquiera que sea que ganó el primer lugar,
es el tipo de chica que necesito.
Maldición.
Christopoulos entusiasmada.
Así que por eso la mujer mayor se aferraba a su brazo con tanta fuerza, se
dio cuenta Bobby con una mueca. Aun así, ella trató de apartarse. El asimiento se
apretó. Bobby suspiró.
—Sabes que te adoro, tía Sam, pero esto tiene que parar. No estoy buscando
un novio.
—Debieras.
—¡Por supuesto!
—¿Lo sabe?
—Oh, vamos, no te enojes con ella. Sabes que ambas sólo estamos
preocupadas por ti —Samantha apretó el brazo de la chica más joven
cariñosamente—. El problema contigo es que dejas que el pasado te afecte
demasiado.
—Tía Sam, tengo confianza como mujer. Sólo que no estoy tan ciega como lo
estaba en el pasado acerca de quién soy realmente —ahora, ella entendía
perfectamente que no era del tipo que la mayoría de los hombres consideran
atractiva. Era demasiado pálida, demasiado curvilínea, y demasiado inteligente
para su propio bien.
Samantha de repente parecía frágil, pero su voz era fuerte cuando le dijo a
Bobby:
Bobby gimió.
—Sólo haz esto por mí por favor, Bobby. Sólo sé amable con él y no dejes que
tus prejuicios se muestren. Prometo que te divertirás con él.
—¿Carreras de caballos?
Bobby suspiró.
—Esto se está poniendo peor, tía Sam. Realmente deberías parar antes de
que esto se vuelva embarazoso para todos nosotros. Soy una nerd y él compite en
carreras de motocicletas. ¿Cómo en el mundo crees que vamos a llevarnos bien? "
—Como el fuego cuando se encuentra con fuego — contestó una voz oscura.
La mandíbula de Bobby cayó ante la respuesta inesperada, pero antes de que
pudiera averiguar quién era, casi chocó con una pared de músculos duros como
piedras.
—¡Leandro!
—¿Tú?
Casi como si les hubieran dado una señal, la orquesta que tocaba en el
escenario comenzó una nueva canción, y Leandro contestó tomando su mano y
llevándola a la pista de baile.
—¡Diviértanse!
—Suéltame.
—¿Hablas en serio?
—Sí —y su polla se levantó, como para reafirmar lo serio que era. La reacción
instantánea de su cuerpo hacia su proximidad y la mención de su beso requirió que
Leandro pusiera renuentemente un poco de distancia entre ellos. Este no era el
lugar ni el momento adecuado para que Roberta Granger se diera cuenta de lo
mucho que lo excitaba –por qué razón, ni Leandro lo sabía.
—¿En serio?
Ella se sonrojó. Tenía razón en ese aspecto, pero ella no quería admitirlo.
Ella replicó:
Él la besó.
Ella abrió la boca para gritar, pero tonta de ella, se olvidó de que era la única
cosa que nunca debería haber hecho.
Sus labios eran suaves y firmes a la vez, exigentes y suaves, la forma en que
se movía no dejando nunca alguna duda en su mente agitada de que él estaba en
control.
—Me alegro de que ustedes dos se lleven tan bien, pero están comenzando a
hacer una escena, niños. ¿Creen que podrían continuar esto en un lugar más
privado?
Y cuando lo hicieron…
Ella tuvo el más fuerte impulso de darle una bofetada por alguna razón.
Sabía que era injusto sentir como si él se hubiera aprovechado de ella. Él podría
haberlo hecho al principio, pero al final ella le había devuelto el beso. Aun así, tenía
esa extraña necesidad de golpearlo y su mano en realidad comenzó a moverse.
—¿No tiene ningún tipo de vergüenza? Ella lo está provocando para que la
bese de nuevo.
Sus ojos cerrados con fuerza por la humillación. Era el pasado otra vez.
Capítulo Cuatro
La pregunta fue hecha con una voz inexpresiva, pero Samantha no se dejó
engañar. Su sobrino se preocupaba más de lo que quería dejar ver, y el hecho de
que lo estuviera ocultando era muy interesante.
—¿Pero ella parecía estar bien? —Era posible que él se hubiera permitido
dejarse llevar demasiado antes, admitió para sí mismo a regañadientes. Pero en su
defensa, no lo había hecho deliberadamente de ninguna manera. No había tratado
de avergonzarla, y sin embargo de alguna manera lo había hecho de todos modos.
Samantha preguntó:
El beso de ayer había sido fenomenal, pero el beso de esta noche había sido...
revelador.
Le dijo una simple verdad: Roberta Granger era el tipo de chica que sólo
dormía con un chico del cual ella pensara estar enamorada. Si él la hacía su novia
falsa, sólo terminaría en dolor, y no habría nada falso en ello.
Espero que puedas encontrarle una chica que lo haga darse cuenta de que
uno no tiene que ser perfecto para ser amado, le había dicho Elena Christopoulos a
Samantha cuando la había llamado anoche. Leandro ha estado muy alterado por
el infarto de su padre, y se culpa a sí mismo por eso. No me ha dicho nada pero sé
que va a hacer algo drástico, algo que él piensa que haría un hijo perfecto.
—Ella lo superará.
—No estoy en posición de decir algo, pero ella pasó un muy mal momento en
la preparatoria. Eso la hizo más vulnerable de lo que parece a... los rumores.
—Tiene que ver con un chico, ¿verdad?
Leandro llamó a la puerta varias veces, y cuando nadie contestó, trató con la
perilla y la encontró sin pestillo. Apretó los labios con irritación. ¿Qué clase de
idiota dejaba su puerta de hotel sin pestillo? ¿La estúpida chica no se daba cuenta
de lo peligroso que era eso? Este podría ser un hotel de primera clase, pero aun así
cualquier cosa podía pasar.
—¿Roberta?
El nombre sonaba extraño en sus labios. No le sentó bien llamar a una mujer
por el nombre de un hombre, y de alguna manera Roberta simplemente no le
sentaba bien. Lo intentó de nuevo.
—¿Bobby? —Su sangre saltó en el momento en que lo dijo en voz alta, como
si reconociera a la apasionada chica detrás del nombre.
Con el ceño fruncido, cruzó el salón y trató con la primera puerta a la que
llegó, que de nuevo estaba sin pestillo. Resultó ser un dormitorio, pero también
estaba desocupado. Frunció el ceño. ¿Dónde diablos estaba? ¿Se había ido?
Desnuda.
Leandro aspiró, y el sonido, aunque apenas audible, hizo que Bobby
levantara la vista bruscamente, su rostro palideciendo cuando se dio cuenta de que
no estaba sola. Un segundo completo pasó antes de que ella pareciera darse cuenta
de lo peor de su situación, y dejó escapar un grito de consternación.
—¡Fuera! —Sus manos volaron en pánico sobre ella, tratando de cubrir todo,
pero fallando.
Era el cuerpo de una mujer, del tipo con el que él pensaba que sólo podía
soñar. Incontables mujeres habían estado a su cama, pero ninguna de ellas había
sido así de gloriosamente curvilínea, la visión de ella dejando a Leandro
completamente excitado.
Había venido aquí decidido a arreglar las cosas con ella y luego salir de su
vida para siempre. Había estado decidido a no hacerla su novia falsa, a sabiendas
de que ella no sería adecuada para ello. Pero esto…
Era irresistible.
Su agarre sobre sus brazos sólo se apretó, sus forcejeos de alguna manera
sólo poniéndolo más excitado. Nunca había forzado a una mujer a la cama –nunca
había tenido ninguna razón para hacerlo. Pero en este momento, no había nada que
deseara más que dominar a Roberta Granger, para que se diera cuenta de que él era
un hombre y que era suficientemente fuerte para dominarla.
—¡Entonces suéltame!
Él bajó la vista hacia ella -todo el camino hasta sus pechos, sus
gloriosamente desnudos y llenos pechos. Estaban tan deliciosamente bien
formados y redondos que se preguntó si cabrían en sus manos. La idea de que no lo
hicieran lo tuvo tragando con fuerza, su lujuria amenazando con deshacerse de lo
poco de su auto-control que había sido capaz de mantener.
Una mirada hambrienta había tocado su cara, y cuando Bobby se dio cuenta
de lo que estaba mirando fijamente, no pudo evitar ponerse rígida.
Sus pechos, con sus erguidas puntas rosas, rozaron su pecho cuando ella se
enderezó, y el contacto los hizo reaccionar a ambos como si hubieran sido
alcanzados por un rayo.
Ella se puso rígida de nuevo, algo de ese sonido recordándole a Bobby que
este hombre era más peligroso que cualquier otro hombre que conocía. Estaba tan
fuera de su alcance que era terriblemente ridículo, y sin embargo, aquí estaba ella,
desnuda en sus brazos.
Esta vez, no fue demasiado orgullosa como para suplicar. Era la única
manera de salvarse a sí misma, para evitar que su vida cambiara. Ella sabía eso sin
que él dijera una palabra, el conocimiento más intuitivo que empírico.
Oh, Dios.
Ella trató de aferrarse a su cordura, sus manos moviéndose hacia arriba para
empujar contra sus hombros. Quería apartarlo de un empujón pero no pudo.
—Por favor…
Ella se detuvo.
Chupando.
Con fuerza.
Sus ojos se cerraron. Su cabeza cayó hacia atrás. Sus labios se separaron en
un gemido silencioso.
Era demasiado.
Pero no. No lo hacían. Porque eran chicas que de verdad eran pesadas y
chicos que realmente eran gilipollas estúpidos. Como este par esperando burlarse
de ella.
—No lo estoy.
La miraron boquiabiertos.
—Está bien, lo estoy. Sólo estaba siendo sarcástica dado que estaban
preguntando algo obvio —señaló el asiento vacío frente a ella—. Nadie está aquí en
la mesa conmigo, así que por supuesto que estoy sola. ¿A menos que no sepan qué
significa estar sola?
—¿Lo hago?
Blaine fue el más listo esta vez, dándole un codazo a Valerie cuando
permanecía estupefacta.
Valerie espetó:
—Tienes una piel bastante dura, ¿no es cierto? Después de dejar que todo el
mundo supiera que eres una zorra, ¿todavía puedes mostrar tu cara en público?
Las palabras aguijonearon, pero Bobby tenía suficiente práctica para fingir
que no era así. El orgullo la había salvado en su preparatoria, y continuaba siendo
su salvavidas incluso en la universidad. Se obligó a sí misma a encogerse de
hombros.
Leandro espero a que sus agentes de seguridad los dejaran solos, sus
guardias mezclándose de nuevo con la oscuridad mientras se sentaban. El maître
había querido darles la mejor mesa de la casa, pero Leandro había optado en su
lugar por la más privada.
—Si ella no fuera tan fuerte, habría sido un infierno. Cuando te fuiste sin
decir nada, la gente comenzó a especular el motivo. Valerie, la chica con la que
Bobby tuvo una… pelea en la preparatoria, se aseguró que todos sacaran las
conclusiones equivocadas. Cuando aparecieron las imágenes de ti festejando en
Grecia…
Había estado listo para sufrir las consecuencias de la decisión que su orgullo
lo había obligado a tomar, pero para lo que Leandro no había estado preparado era
para el hecho de que Bobby también había sufrido las consecuencias.
Cada palabra dejaba a Leandro enfermo. Dos besos… sólo dos malditos
besos y había prácticamente arruinado la vida de Roberta Granger.
Las palabras golpearon duro a Leandro porque una vez, había pensado lo
contrario.
—No es el tipo de chica que se merezca que jueguen con ella, Leandro.
—¡Bobby!
Bobby hizo una mueca. Realmente debería recordar que no servía para nada
intercambiar insultos con Samantha Christopoulos. Era difícil ser sarcástica
cuando la otra persona era tan maravillosamente… directa. Comenzó.
—Si este va a ser otro de tus intentos de convencerme de que necesito darle
otra oportunidad a tu sobrino…
—Oh, cariño, para nada —Samantha curvó el brazo alrededor del de la joven
y, dándoles la vuelta, regresó al comedor principal del restaurante.
—Das miedo.
—Lo sé.
—No dije que no fuera sobre él. Sólo dije que no necesitaba convencerte —
miró hacia el balcón y cuando Bobby siguió su mirada, fue entonces cuando… lo vio.
Por supuesto que trató de escapar después de eso, pero por supuesto que no
pudo. Samantha era tan fuerte que Bobby tuvo que preguntarse si en lugar de
implantes de silicona, Samantha había hecho que el doctor Beverly Hills le diera
inyecciones de esteroides. ¿Cómo podía una mujer mayor ser tan condenadamente
fuerte?
—Sí, claro que lo harás, cariño. Él en verdad tiene algo importante que
decirte, y estoy segura de que después de eso ya no vas a estar enojada con él.
—Lo dudo.
Samantha se río.
—Puedo ver que se las harás pasar canutas a mi sobrino cuando estén juntos.
—¿Juntos?
Samantha parpadeó ante la última palabra. Esa era la palabra griega para
arpía, pero del modo en que Leandro lo dijo, la palabra sonaba mucho como a una
palabra cariñosa. Esto se estaba poniendo cada vez más interesante. Había visto
crecer a este joven y nunca lo había escuchado referirse a otra mujer de otro modo
más que su nombre. Siempre había sido un machote, y uno muy arrogante.
Bobby se dijo a sí misma que no debería morder la carnada. Que iba a tomar
el nivel superior…
Se aclaró la garganta.
Le murmuró a su tía:
—Esa es una muy buena idea. Creo que es mejor si cenamos en mi casa en su
lugar.
—Pero incluso mientras no quieres todo eso, ¿de algún modo quieres
besarme?
—¿Qué puedo decir? Soy tan indiscriminada con tú cuando se trata de besar.
¿Indiscriminada?
—No estoy de humor para juegos, Bobby. ¡Dime a lo que te refieres! —apretó
y soltó sus puños, haciendo lo imposible por combatir el deseo de sacarle las
respuestas a sacudidas. Dio. Si se refería a lo que pensaba que se refería, entonces
correría sangre.
Sus dientes rechinaron juntos mientras los recuerdos de las últimas dos
semanas la asaltaban. Oh, si tan sólo pudiera abofetearlo. Él era tan imbécil. La
había besado dos veces, la había visto desnuda, y la había succionado –a ella- a eso,
y después desapareció sin decir nada o siquiera un maldito mensaje. Si no fuera por
los periódicos, ¡ni siquiera habría sabido en dónde estaba!
—Estás loco. Absolutamente loco, ¿y sabes por qué pienso eso? —no esperó a
que le contestara, tan decidida a sacar todas sus emociones acumuladas en su
pecho—. Estás loco por creer que después de verte festejando con una chica
diferente cada noche, ¿en verdad crees que voy a dejarte entrar en mi vida de
nuevo?
—Tal vez estás acostumbrado a salir con chicas que se tragan todo lo que
tienes que decir. Tal vez crees que soy tan fea y gorda que voy a estar patéticamente
agradecida por tu atención. Pero no lo estoy. No soy ese tipo de chica. Puede que
esté estúpidamente atraída hacia ti y que no pueda pensar cada vez que me besas,
pero no significa nada. ¡Creo que eres una mierda!
Él sabía que ella no había dicho nada que no mereciera ser dicho, pero
Leandro no estaba acostumbrado a tal reprimenda y su propio temperamento se
alzó en su defensa.
Su mandíbula se endureció.
—Eres tan condenadamente infantil. Estoy tratando de disculparme…
—Mi padre ha estado en el hospital por varias semanas ahora, y cuando tía
Samantha tocó a la puerta esa noche, era porque tenía una llamada de mi madre
diciéndome que tenía que regresar a casa. Mi padre tuvo otro infarto, uno mucho
peor esta vez, y por un momento no supimos si sobreviviría o no.
—Lo siento.
—Eso explica todas esas fotografías de ti cada noche —ella en efecto se había
preguntado el por qué había un montón de fotos más de las usuales en las últimas
dos semanas, y todas ellas habían sido sorprendentemente claras, como si hubiera
sido prácticamente fotografiado de cerca.
Asintió.
—Bobby…
Sacudió la cabeza.
Carraspeó.
—Bobby…
—Está bien —le dijo sin mirarlo—. Ahora lo entiendo completamente. Verás,
investigué todo sobre ti. Tía Samantha me dijo que corres motos, pero no me
quedaba claro qué tan célebre corredor de motos eras hasta que vi todos esos
recortes de periódico sobre tus victorias.
—Déjame explicarte…
—No es así.
El modo en que la estaba mirando le dijo a Bobby que él estaba tan al tanto
del hecho como ella, y que él, también, lo encontró significativo.
El conocimiento la hizo tragar y enderezar los hombros al mismo tiempo. No
tenía dudas de que Leandro Christopoulos era ferozmente inteligente, y sabía que
sólo sería cuestión de tiempo antes de que él se diera cuenta del por qué el hecho de
que lo había llamado por su nombre era muy revelador.
Bueno, no quería estar ahí cuando sucediera y él se diera cuenta del gran
fraude que era ella.
—Todo lo que estoy diciendo es que no quiero que me veas como un reto
porque no necesito ese tipo de complicación en mi vida. Ya te divertiste. Bien por ti.
¿Pero podemos dejarlo hasta ahí, por favor? No creo que sea una buena idea que
estemos en la vida del otro.
Capítulo Siete
Leandro no habló, pero ella ya lo esperaba. Al igual que los otros niños en el
clan, Priscilla había pasado los veranos de su infancia en Grecia e incluso en esos
días, Leandro había sido muy malhumorado. Un momento era amigable y al
siguiente algo pasaba que lo hacía distante, casi grosero.
—¿Me estás escuchando? —preguntó finalmente cuando seguía sin decir una
palabra. De hecho, apenas había dicho algo en todo el tiempo en que habían estado
en el restaurante.
Él dijo sinceramente:
—Porque eres una tonta –una adorable tonta, eso sí, pero una tonta.
—¿Lo ves?
—Puede que sea más tonta que la mayoría, pero estoy lejos de ser estúpida.
Tengo sangre Christopoulos corriendo por mis venas también, sabes —movió el
dedo frente a él—. Si de verdad te gusta Roberta Granger…
—¿Por qué habría de hacerlo cuando ni siquiera sé por cuál posición se está
postulando tío Orion?
—Buen punto —sólo era otra señal de que claramente estaba perdiendo la
cabeza. Cinco días. Habían pasado cinco días desde la última vez que había visto a
Bobby, y aquí estaba él, comportándose como un enfermo de amor. Despierta,
imbécil, se dijo furiosamente a sí mismo. Había desperdiciado suficiente tiempo
pensando en lo que podría haber tenido con Bobby, y no tuvo. Necesitaba
encontrar una mujer para reemplazarla y seguir con sus planes para regresar a las
buenas gracias del público.
Él se sonrojó.
—¿Y? —no veía a dónde iba todo esto. Después de todo, Priscilla era amiga
de todos. Ella era uno de esas extrañas mujeres que no poseía una gota de maldad
en su cuerpo, eligiendo deliberadamente dejar que los insultos destinados a
lastimarla le pasaran sobre la cabeza en su lugar.
—Ahora sé que estás bromeando. Bobby no es del tipo que hace yoga.
—Lo es cuando se enteró de que el yoga podría ayudar a los niños sordos con
problemas de manejo de la ira.
—Sigue.
—Y hablamos de chicos.
Ahora no estaba tan seguro de querer escuchar a su prima.
—Y me dijo tímidamente que el tipo de chico que quería era alguien sencillo,
alguien ordinario como ella que pasara montones de tiempo con ella, la hiciera
sentir hermosa y sexy incluso si claramente no lo era, y… —hizo una pausa,
tratando de recordar el resto de lo que Bobby había dicho después de eso—. Oh, y
quiere a alguien listo. Del tipo con el que podría hablar de libros.
Preguntó escéptico.
—Soy una tonta, ¿recuerdas? Claro que ella iba a contarme todo. Los tontos
no apuñalamos por la espalda.
Pasó un momento antes de que los labios de Leandro esbozaran una reacia
sonrisa.
—¡Oh, eso no es nada! Los besos no van a robar su corazón, y eso es lo que
quieres, ¿cierto? —lo miró con una astucia poco común—. Y es por tío Orion, ¿no es
verdad?
Asintió reacio.
—¿Qué cosa?
—Entonces usa unos sin prescripción. El punto aquí es hacerte más humano,
menos billonario, y más como un nerd accidentalmente sexy.
—¿Accidentalmente sexy?
—¿Entonces la segunda cosa? ¿Qué es? —una parte de él no podía creer que
realmente le estaba pidiendo consejo a Priscilla. Ella era una chica encantadora,
pero no había forma de negar que también era tan inteligente como una tabla.
—Dile a Bobby que estás enamorado de ella —dijo finalmente—. Me dijo que
nunca se iría a la cama con nadie del que no estuviera enamorada, y dado que dudo
que puedas sobrevivir siendo su novio sin tener sexo, bueno, eso es lo que tienes
que hacer.
Se sentía como algo aterradoramente fácil de hacer, y eso fue lo que hizo que
Leandro se sintiera preocupado.
Capítulo Ocho
L eandro hizo todo lo posible por ignorar las miradas dirigidas a él cuando
entró en la biblioteca usando su nuevo par de lentes falsos. Era un sábado por la
mañana y el lugar estaba vacío a excepción de algunos estudiantes y el personal de
la biblioteca. Todos ellos estaban mirándole, haciendo que Leandro se sintiera
ridículamente tímido. Era malditamente irónico, el modo en que tenía los nervios
de acero cuando se trataba de carreras clandestinas, y sin embargo la perspectiva
de que Bobby lo viera así le daba una sensación de inquietud.
Se ajustó las gafas mientras comenzaba a caminar entre las estanterías, con
su mirada ausente vagando entre las pilas de libros que recubrían cada estantería.
Todavía le costaba creer que hubiera tomado la sugerencia de Priscilla y comprado
las gafas.
—¿Leandro?
Era ella.
Casi se las quitó pero se contuvo de hacerlo metiendo sus manos en los
bolsillos.
Era la primera vez que la veía en más de una semana, y sus ojos devoraron
cada centímetro de ella con avidez. Bobby tenía su habitual combinación de camisa
grande y jeans, y con su mirada puesta en ella, todo en lo que podía pensar era en
desgarrar su camisa y poner sus manos sobre sus generosos pechos.
Cuando ella no habló, su tensión creció y se preguntó si era porque estaba
tratando de encontrar la manera más amable de decirle que se veía como la mierda.
Se sonrojó al pensarlo.
Mirando hacia Leandro, pudo ver la cautela en su mirada y su corazón se
ablandó al darse cuenta de una cosa.
Cuando Leandro se ajustó las gafas por tercera vez en los últimos cinco
minutos, el corazón de Bobby dio un vuelco. Esa era una señal de inquietud, de
nerviosismo —emociones que hacían a uno vulnerable, y que ella nunca habría
pensado aplicables a Leandro Christopoulos.
—Lo siento. Me acabo de dar cuenta de que te juzgué mal y que nunca te dejé
explicarte en realidad.
Las palabras sorprendieron a Leandro. ¡Nunca hubiera soñado con que ella
le pediría perdón tan de repente!
Él dijo cuidadosamente:
—No te culpo por pensar las mismas cosas que otros probablemente habrían
pensado.
—No lo hagas —Bobby se sintió aún más miserable por las amables palabras
de Leandro—. Sé cuándo soy yo quien lo estropeó, y esta vez sí metí la pata, así que
lo siento. Me equivoqué al suponer tantas cosas, como que me veías sólo como un
reto y que en realidad no te importaba cómo me sentía mientras estabas fuera.
Pensé que deliberadamente me mantenías en la oscuridad porque
inconscientemente querías enseñarme quién era el jefe entre nosotros.
—Sé que no me merezco esto después de actuar como una perra engreída
contigo, pero quiero ser honesta. Quiero que sepas que quiero ser tu… amiga. Así
que... ¿amigos?
Leandro estaba haciendo todo lo posible para contener su lengua. ¿Todo esto
sólo porque llevaba un estúpido par de gafas?
Su toque era calor magnificado mil veces, y ella hizo todo lo que pudo para
no temblar. Pero no sirvió de nada. Y por la forma en que su agarre se apretó
alrededor de su mano, Bobby sabía que Leandro era completamente consciente de
cómo la afectaba su contacto.
—Bien. Ella te está esperando. Está en su oficina, sólo ve recto por el pasillo
y es la última puerta a tu izquierda.
Leandro parpadeó.
¿Había olvidado que tenía que pasar? ¿Qué otra cosa se suponía que haría si
estaba aquí para visitar a Bobby?
—Cierra la puerta por mí, ¿quieres? Tengo que volver con los niños —ella se
alejó y desapareció por la esquina. Hubo un montón de lamentos y Leandro se
estremeció ante el sonido, sabiendo que lo que fuera que había causado que Bobby
pospusiera su cita, sin duda era de proporciones críticas.
—Adelante.
—Eso.
—Así que, ¿tienes que estar aquí en caso de que necesiten una mano extra?
—Y para mantener las cosas en calma y hacerlos creer que tienen un líder
aquí.
—Tú eres su líder y por lo que puedo ver, lo estás haciendo más que bien
luchando por la causa de esta fundación.
—Gracias por decir eso. Es… un gran elogio, viniendo de ti —se mordió el
labio, deseando poder decirle todas las otras cosas que quería, pero se sentía tan
estúpidamente tímida para hacerlo.
—Me encantaría.
—Tenía dieciséis años cuando mis padres me hicieron parte del comité, y
créeme, las señoras mayores no me querían. Ellas hicieron todo lo posible por
bloquear mi membrecía, pensando que era la chica póster para Nueva Jersey
Shore.
Él le dijo de frente:
—Oh, sí. Siempre olvido eso. Pero entiendes lo que quiero decir, ¿no? Bueno,
el primer día que llegué aquí y estaba vestida así, uno de los miembros de la junta
me confundió con uno de los ayudantes y me puso a ayudar al lechero a llevar las
cajas de leche a la cocina. Estaban horrorizados cuando se enteraron de lo que
había pasado, pero a mí me pareció hilarante. Cinco meses después de eso, me
dieron esta oficina —dijo con orgullo—. Quiero ser muy práctica y estar tan cerca de
los niños como sea posible.
—¿Y los niños? ¿Cómo los encuentras? —Él estaba realmente interesado en
escuchar lo que tenía que decir, pero más que eso, quería observar el expresivo
1Jersey Shore: es un reality show que se estrenó en MTV el 3 de diciembre de 2009 en Estados
Unidos. El programa sigue la vida de ocho participantes que convivirán en la costa de Jersey en el
Estado de Nueva Jersey, Estados Unidos.
rostro de Bobby mientras hablaba de la fundación. Era tan apasionada al respecto,
y sólo tenía dieciocho años.
—Lo de siempre. El gobierno nos los manda, pero también hemos regado la
voz en la calle y por eso, tenemos una tasa mayor de gente que viene sola de lo
habitual.
—Los mayores, sí. Y a veces, los propios padres los traen aquí. Otras veces,
las parroquias locales nos dicen acerca de niños sordos siendo maltratados o
descuidados en otros orfanatos y negociamos para que sean entregados a nuestro
cuidado.
—Apruebo eso.
—Pensé que lo harías —ella se dio cuenta entonces de que había estado
hablando todo el tiempo y sus mejillas se pusieron rojas. ¡Caramba! Debía pensar
que era una chica muy egocéntrica—. Siento estar hablando sin parar —dijo,
tímida.
—Sólo cuando dices algo que es demasiado bueno para ser verdad.
—Es porque quiero ser como tú cuando sea grande —su risa causó que su
estómago diera volteretas, y Bobby supo que se estaba sonrojando de nuevo. Era
extraña la forma en que a Leandro no parecía importarle lo sarcástica o franca que
era…
Algo debió de haberse mostrado en su rostro sobre los recuerdos que Bobby
repentinamente estaba tratando de no recordar porque Leandro preguntó:
—¿Qué pasa?
—Nada.
Él no dudó.
—Arpía.
Un segundo completo pasó antes de que ella se diera cuenta que no estaba
bromeando.
—¡Leandro!
Mientras ella tomaba su servilleta y secaba sus labios con toquecitos, él dijo
en voz baja:
—¿Y?
—Tú dímelo.
—Es sólo un nombre —ella trató de sonar sarcástica, pero terminó sonando
tan condenadamente femenina y débil. Para nada como la chica dura que todo el
mundo pensaba que era.
—Puedes negarlo todo lo que quieras, pero tengo la sensación de que estoy
en lo correcto al pensar que no sólo llamas a cualquier hombre por su nombre —
cuando sus ojos se abrieron como platos, Leandro supo que estaba en lo cierto y
sonrió con profunda satisfacción—. Eso es bueno. Sólo puedes llamarme por mi
nombre, a nadie más.
Bobby frunció los labios. Ella había aprendido la lección. No iba a entrar en
una discusión de esa naturaleza con él de nuevo. Él sólo acabaría besándola.
El aspecto fruncido en su rostro estaba más allá de lo adorable. Hizo que
Leandro quisiera borrarlo de sus labios con un beso y convertirlo en otra cosa. Su
polla reaccionó ante la idea y se acomodó en su asiento, tratando de ponerse
cómodo.
Pero antes de que cualquiera de ellos pudiera hablar de nuevo, alguien llamó
a la puerta.
—Lo siento mucho. Pero tengo que ir y… —las manos de él se situaron sobre
sus hombros, haciéndola girarse.
Y entonces la besó.
¿Qué sentido tenía? Era obvio para cualquiera que ella estaba loca por
Leandro Christopoulos. Sus manos subieron y se entrelazaron en torno a su cuello
mientras le devolvía el beso, su cabeza dando vueltas con los abrasadores
sentimientos de pasión que asaltaron sus sentidos. Su cuerpo estaba en llamas
cuando las manos de Leandro vagaron mientras la besaba, y sin darse cuenta dejó
escapar un grito ahogado cuando sintió sus manos subiendo para agarrar sus
pechos.
Sus manos eran grandes, pero sus pechos eran sólo un poquitito más llenos,
y el hecho de que no pudiera cubrirlos completamente tenía a Leandro tan duro y
excitado. Sabía que si no ponía fin a esto estaría follándola en ese momento y allí
mismo, y al diablo con todo el mundo esperándola para tomar el mando.
Leandro sabía que tenía que dejarla ir en este mismo instante. Era la única
manera de contenerse a sí mismo y no desnudarla y ponerla en posición horizontal.
Pero antes de hacer eso, tenía que hacer una última cosa, sólo una probada más…
Oh, Dios.
—Umm, sí, yo… ya v-voy —Leandro no dejó de chupar, pero pudo sentir sus
labios estirándose… en una sonrisa. ¡Cretino!
—¿Segura que vas a venir?
Una pausa.
—¡Elvira!
—¡ELVIRA!
—Cállate.
Él la besó con fuerza y después, se inclinó para apretar sus pechos y besar
sus pezones con ternura, uno por uno, antes de poner su ropa en orden. Bobby
trató de no dejar que su decepción se mostrara mientras alcanzaba a cubrirse
completamente en cuestión de segundos.
—Yo, umm…
Él la besó otra vez, con más pasión en esta ocasión, su lengua empujando
audazmente, recordándole el sabor del que no podía tener suficiente.
no estar ansiosa mientras esperaba a Leandro. Tenía muchas razones para estar
nerviosa, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo por ignorarlas todas. Una
pequeña e irritante parte de Bobby todavía dudaba de Leandro, pensando que era
demasiado bueno para ser verdad. Ya había sido víctima del cruel juego de un
hombre con sus emociones una vez. ¿Se estaba apuntando para el mismo dolor de
nuevo?
—¿Vas a una cita caliente? —Se mofó Valerie—. ¿Tal vez te las arreglaste
para reservar con un hombre viejo y pervertido por un trabajo esta noche?
—Nena, esta perra está diciendo que tienes una boca sucia —Blaine puso los
ojos en blanco—. Sólo muestra lo malditamente aburrida que es. Me encanta tu
boca sucia.
—¿No pueden, chicos, sólo seguir adelante? —A veces, le parecía que Valerie
se había despertado un día con ganas de odiar a otra persona y había elegido al azar
a Bobby, que ni siquiera estaba en la misma escuela que ella—. Esto ya no es la
preparatoria, Valerie. Ya estamos en la universidad, por amor de Dios…
Bobby ni siquiera podía juntar la más pequeña cantidad de ira al oír las
palabras de la otra chica.
Cuando abrió los ojos, todo lo que podía ver era la esbelta espalda dura de
un hombre.
Leandro.
—Oh, eso es encantador —dijo con una voz cantarina—. Están jugando
contigo de nuevo, Booooobby. ¿No lo ves? Te lo está explicando a ti, sólo a ti,
porque tiene tu número. Los muchachos guapos pueden conseguir que te tragues
cualquier cosa…
—¡No! ¡Quiero enseñarle a esa perra una lección! ¡Ella necesita saber que
nunca va a ser feliz! ¡No se merece ser feliz! Se llevó a mi amor lejos de mí. Es por
eso que le enseñé a amarte, para que pudieras dejarla y hacerla sentir mi dolor.
A pesar de que Leandro sabía que no había manera de que Valerie pudiera
saber qué tan ciertas eran sus palabras, estaban cerca de la verdad y luchó por
evitar que su culpa se mostrara. Mientras Blaine se alejaba, Leandro permaneció
ahí parado de espaldas a Bobby.
Estaba tan tenso, notó Bobby con el ceño fruncido. Ella retorció su muñeca
y sus dedos la liberaron, permitiéndole a Bobby dar la vuelta para que pudiera ver
su expresión.
Ella contuvo el aliento cuando vio los ojos de Leandro ampliarse de manera
casi imperceptible.
—Bueno, tal vez ¿caliente motera nerdy de cacería debido a los lentes? —
Cuando él no dijo nada, ella dijo nerviosamente—: ¿Leandro?
Él simplemente dijo:
—Lo digo en serio —Y así era. Sólo cuando estuvo seguro de que tenía sus
emociones, y más importante su culpabilidad, bajo control, Leandro se acercó para
ajustarle cuidadosamente el par de gafas en su nariz—. No sabía que usabas gafas...
también —Agregó la última palabra con retraso, y el sentimiento de culpa se alzó de
nuevo en su interior.
Una expresión culpable cruzó su rostro.
—Trato de no usarlas en público. Sólo me hacen ver más estúpida. Pero hace
un rato, rompí accidentalmente mis lentes de contacto. Así que... realmente no
tengo opción esta noche —Bobby deliberadamente no explicó que había estado tan
nerviosa por esta noche que no se había dado cuenta de que había arrancado la
película endeble de su lente de contacto hasta que fue demasiado tarde.
—No tienes que preocuparte de nada. Te ves hermosa con o sin ellos.
Así que Priscilla tenía razón. Bobby Granger tenía un fetiche por los
hombres con gafas. Leandro se prometió a sí mismo en el acto prohibir que cada
hombre a su servicio con menos de cuarenta años de edad usara un par de gafas.
—Te prometo que sólo me las pondré para ti —dijo con total honestidad. Ella
era, después de todo, la única razón por la que las llevaba.
Allí estaba su oportunidad para retractarse, para hacer las cosas menos peor.
Pero él sólo no podía.
Dile a Bobby que estás enamorado de ella. Las palabras de Priscila hicieron
eco en su mente.
Se apresuró a decir:
—¿Qué sucede?
—Estamos bien.
—Dudo que sea tan mundano como eso entre ustedes dos. Por ejemplo, lo
escuché decirte mégaira.
—¿Entiendes griego?
—Todos somos griegos. Bueno, yo soy medio griego, pero la mayoría de los
otros chicos aquí son 100% griegos.
Sonrió.
—Todas las chicas que conozco con las que Leandro ha salido han tenido el
vocabulario limitado —imitó—: “Sí, Leandro. Lo que quieras, Leandro. Oh,
Leandro.”
Ella sonrió.
El sonido de la risa de Kellion, que había sido la segunda en tan poco tiempo,
tuvo a Leandro frunciendo el ceño mientras miraba a Bobby. Confiaba en Kellion,
pero Kellion era también el mayor coqueto en su club.
—Estás celoso —comentó con diversión Helios, el dirigente del club. Alto y
con la piel olivácea como Leandro, era el único hombre en el club que tenía el pelo
dorado en vez de oscuro. Les gustaba provocarlo diciéndole “Sr. Rayo de Sol” a
pesar de que sabían que el temperamento de Helios era más como un eclipse solar
que cualquier otra cosa.
Leandro se sonrojó.
—No lo estoy. Sólo me preocupa que pueda decirle a Bobby algo sobre mí
que es mejor que no sepa —incómodo con hablar de Bobby, cambió de tema—.
Gracias de nuevo por el apoyo de tu familia a la candidatura de mi padre.
—Sabes que siempre estaremos apoyándote —Leandro sabía que era todo lo
que Helios diría sobre el tema. El otro hombre, aunque no tan irascible como él
tendía a ser, era aún más voluble, sus maneras silenciosas escondían una cualidad
despiadada que pocos vislumbraban.
Una leve mueca torció la cara de Helios que, Leandro reconoció con
diversión, era casi tan bonita como una chica si no fuera por los extremadamente
duros ángulos de sus mejillas y mandíbula. Leandro sabía que Helios también
estaba recordando el día en que se llevaron a cabo los exámenes para vacantes en
su club. M.J. había sido la última en ser entrevistada; y quien espetó que era
porque estaba enamorada de un miembro del club que estaba solicitando un puesto,
cualquier posición.
—Nunca vamos a hablar de esto otra vez tampoco —se detuvo, luego añadió
de mala gana—: No en público al menos —Helios se dio cuenta en ese momento de
que sí necesitaba a alguien con quien hablar de la maldita mocosa, aunque sólo
fuera para que pudiera escuchar a alguien decirle que estaba a punto de hacer el
ridículo. M.J. y él no tenían nada en común. Peor aún, M.J. estaba aterrada de las
motocicletas. Eso era normalmente un gran bajón para Helios, pero en el caso de
M.J., sólo le irritaba. ¿Qué demonios era tan aterrador acerca de las motocicletas?
No eran más que motos.
—Entendido.
Helios miró a la chica que Leandro había traído con él. Dos podían jugar a
este juego, pensó.
—¿Y qué hay de tu encantadora Bobby? ¿Estás listo para que el mundo
entero fantasee con ella en el momento en que descubran su conexión contigo?
—¿Ella realmente significa algo para ti, entonces? Admito que estaba
escéptico cuando me enteré de que estabas saliendo con una chica de tu escuela y
que ella no era... tu tipo habitual.
—Las encuestas allá en casa muestran que tu padre poco a poco va ganando
el favor del público de nuevo. Los medios de comunicación locales también han
estado siguiendo fielmente tu "cortejo" de Bobby. Les encanta que fue elegida
Filántropo del Año, y aunque ella es tan rica como cualquier persona aquí, no actúa
como tal. Ellos piensan en ella como una posible princesa en defensa de los pobres.
¿Ella lo sabe?
—No.
Allí estaba el beso que estaba esperando, pero antes de que pudiera pensar
en lo que significaba, el beso ya había terminado, y Leandro levantaba la cabeza
para decirle en voz baja:
—No quiero que te sientas presionada a devolverme las palabras. Sólo quiero
que sepas que te encuentro hermosa en todos los sentidos.
Capítulo Doce
L a multitud era salvaje e incontrolable, un monstruo que consistía en
4Es una actividad en la cual una persona se lanza desde una altura, generalmente cientos de metros,
con uno de los puntos de la cuerda elástica atada a su cuerpo o tobillo, y el otro extremo sujetado al
punto de partida del salto.
—¿Quieres cogerlo coqueteando con otras chicas? —Había sido la principal
sospecha de Kellion, pero la manera en la que Bobby le parpadeó le dijo a Kellion
que el pensamiento ni siquiera se le había ocurrido, dejándolo aún más perplejo.
—Él no va a coquetear con otras chicas —porque él me ama, quería añadir
Bobby, pero no lo hizo.
—¿Estás tan segura?
—Absolutamente —pero ella todavía contuvo el aliento de todos modos
cuando el anfitrión finalmente dijo el nombre de Leandro y las chicas en la
multitud enloquecieron. Estaba vestido completamente en cuero negro, haciéndolo
ver tan sexy-fantástico que tenía a Bobby jadeando junto con las otras.
Kellion sonrió y tomó una foto de ella.
Ella oyó el chasquido de su teléfono.
—¡Kellion!
—Lo siento.
Bobby lo fulminó con la mirada.
—Borra eso…
—Se está subiendo a su moto ahora —dijo Kellion, distrayéndola.
Funcionó.
Su cabeza rápidamente giró de nuevo hacia el frente. Ciertamente Leandro
estaba montándose en su motocicleta, y había encendido el motor, la multitud
rugió su aprobación mientras su motocicleta rugía. La marca de su motocicleta era
algo que no reconoció, pero incluso con el poco conocimiento que tenía sobre
motos, Bobby instintivamente supo que la de Leandro era una máquina de ensueño.
Era grande y negra, y había algo en su elegancia y poder que hacía que la moto
pareciera como si fuera un diseño hecho a medida para adaptarse a la complexión
de Leandro.
Él se inclinó, acelerando el motor de nuevo, y la multitud rugió con él.
Y entonces él estaba volando.
Bobby gritó, con el corazón acelerado mientras Leandro y su moto subían
por la rampa a toda velocidad antes de elevarse. El tiempo se detuvo para todos los
demás mientras Leandro y su moto estaban en el aire, y nadie hizo el menor ruido
mientras Leandro intentaba un giro de 360 grados…
…y lo hizo con gracia y sin esfuerzo. Su aterrizaje fue silenciosamente
perfecto, con Leandro de cara a la multitud cuando su moto tocó el suelo.
Leandro bajó lentamente de su moto, las chicas volviéndose locas mientras
se ponía de pie firmemente y lentamente se quitaba el casco.
Ella observó maravillada con la boca seca, su corazón todavía acelerado,
incapaz de creer que alguien tan deslumbrante bueno había dicho que la amaba.
Y entonces sus ojos la encontraron.
Una vez, ella había estado hablando con una chica que le había preguntado
sobre el amor. Y Bobby, recién salida del corazón roto por la crueldad de Blaine,
había dicho todo lo que tenía en su corazón, sabiendo que todas las chicas de su
clase de yoga, la mayoría de las cuales sabían lo que había pasado entre Valerie y
ella, estaban escuchando. Había dicho las palabras desafiantemente, deseando que
todos supieran que a pesar de que había sido humillada, no iba a dejar que Blaine y
Valerie ganaran de nuevo al permitirse estar amargada.
El hombre me imagino en mi mente es alguien común y corriente como yo.
Tal vez está usando gafas, tal vez no es tan guapo, pero es la forma en que me
ama lo que es extraordinario. No importa cuántas personas haya en una
habitación. Él sabe cuándo estoy allí y me encontrará de inmediato, porque soy su
corazón y siempre tienes que saber de dónde vienen los latidos de tu corazón.
Lágrimas nublaron su mirada pero Bobby parpadeó para borrarlas,
necesitando saber que no estaba imaginando cosas, que Leandro sí la había
encontrado.
Una sonrisa curvó lentamente sus labios. Hola.
Las lágrimas cayeron mientras ella articulaba, Hola.
Iba a ponerse a llorar en cualquier momento. No quería, pero no podía
evitarlo. El corazón le latía con tanta fuerza que era un milagro que no hubiera
salido de su pecho.
Bobby vio preocupación brevemente cruzar el rostro de Leandro y ella sabía
que él se había dado cuenta de lo cerca que estaba de perder el control.
Y luego…
Sus ojos se abrieron como platos.
Leandro le mandó un beso.
Gritos estallaron de las mujeres de la multitud, pero Bobby terminó
estallando en risas. Era la cosa más sentimentaloide que él podría haber hecho,
algo que Leandro Christopoulos como el mundo lo conocía nunca hubiera hecho,
pero lo había hecho. Lo había hecho a pesar de que estaba bastante segura de que él
lo consideraría la cosa menos varonil que él había hecho en su vida. Lo había
hecho… por ella.
Capítulo Trece
Bobby: No tenía una cita con Kellion. Le pedí que me acompañara para
que yo pudiera babear sobre tu asombrosidad.
Bobby: ¡No! Confía en mí, tengo cosas que hacer esta noche, ¿de
acuerdo? Pero nos veremos mañana. Lo prometo.
Leandro: Será mejor que tengas una buena explicación para esto
mañana.
Tragó saliva. Una parte de ella la instaba a regresar y olvidarse de ello, pero
Bobby sabía que si hacía eso, nunca encontraría el valor para hacerlo de
nuevo. Bobby desató su gabardina tan silenciosamente como pudo y la dejó caer al
piso alfombrado.
Bobby tenía una rodilla sobre la cama, inclinándose sobre él, sus pechos
colgando sobre su cabeza. Vergüenza aguda estaba pintada en su rostro.
—Sorpresa.
No podía creerlo.
—¿Eres tú realmente?
Cuando chupó más fuerte, su cuerpo se derritió y cayó sobre él con un grito
ahogado. Él volvió a gemir con aún mayor placer, sus manos cerrándose
automáticamente en su cintura mientras la levantaba ligeramente en el aire para
poder apartar las mantas a patadas.
Ella le sonrió, una sonrisa tonta por la que la mayoría de la gente habría
estado sorprendida de ver en alguien tan duro como Bobby.
—¿Seduciéndote?
La respuesta era tan jodidamente sexy y Leandro tuvo que besarla, su lengua
sin hacer movimientos preliminares. Simplemente entró, reclamando su
posesión. Las manos de ella se posaron en sus hombros, los dedos apretando duro
mientras él la besaba más profundamente. Sus senos aplastados contra su pecho,
sus erguidos pezones rozándose contra los de él.
Él dijo bruscamente:
—Esto es más que una maldita sorpresa. Esto es... la mejor sorpresa que he
tenido.
—¿Y si te digo que yo te... te amo? ¿Qué tipo de sorpresa sería esa?
Las palabras lo congelaron, y el aspecto vulnerable en la cara de Bobby hizo
que su pecho se apretara.
—¿De verdad me amas? —preguntó porque no podía creer que incluso con
las cosas de mierda que había hecho en su vida, todavía fuera bendecido con tener
a alguien tan puro e inocente como Bobby.
Las emociones en su voz lo conmovieron más que nada. Hablaba de que sus
temores no eran diferentes a los suyos. Tenía miedo de amarlo, pero ella lo había
superado porque quería tomar un riesgo... con él.
Su boca y sus manos estaban por todas partes, besando cada centímetro de
su cuerpo desnudo hasta que ella sólo podía sollozar su nombre. Sus dedos
incitaron expertamente a sus pezones a erguirse aún más hasta que perforaron su
lengua cuando los chupó de nuevo. Chupó largo y duro cada pezón, y de vez en
cuando los mordía con fuerza, como si obtuviera placer en la forma en que ella
gritaba.
—Estos son todos míos, Bobby. Sólo míos. Nadie puede ver nunca cuán
gloriosamente redondos son tus pechos.
—Son grandes…
—Sí, son grandes —Su voz vibró con satisfacción sexual—. Ni siquiera caben
en mis manos.
—Pero es verdad, y sé que los hombres me envidian por ser dueño de estos —
se inclinó para acariciar con su rostro el valle entre sus pechos—. Míos,
Bobby. Míos.
Ella sólo podía estar de acuerdo, gimiendo:
—Sí, tuyos.
—¡Leandro!
—Por favor... por favor... detente… —ella no iba a sobrevivir a esto. Era
imposible sobrevivir a esta clase de agonía, la forma en que su lengua se sentía
como una pequeña pero poderosamente intensa fuerza de calor que seguía
apuñalando su núcleo, empujando dentro y fuera y dejándola sin aliento e inquieta.
—Pero… —Su voz se apagó cuando lo vio lamiéndose los labios, como si
quisiera más de su orgasmo. Ver eso hizo que su cuerpo palpitara de nuevo.
Él dijo intensamente:
—Creo que eso es inevitable a veces, por lo que no va a ser tu culpa si eso
pasa —quería decir más pero no pudo, gimiendo en su lugar cuando él comenzó a
acariciar sus pliegues. Su núcleo latía con fuerza, la carne aún sensible después del
primer orgasmo que había experimentado.
Él se echó a reír.
—Dios, Leandro... —se sentía tan llena y tierna, y la sensación era tan
maravillosamente dolorosa que no quería que terminara.
—Entonces estamos haciendo las cosas bien —él no la dejó hablar más,
sabiendo que era hora de darle otro orgasmo. Chupó sus pezones y alcanzó su
clítoris con la otra mano.
Lo único que sabía era que quería más de este placer. Dolía, sí, pero de una
manera tan, tan buena que ella sabía que sería adicta a ello para siempre. Gimió en
protesta cuando él sacó sus dedos, pero cuando se dio cuenta de que estaba
cerniéndose sobre ella y sosteniendo su polla con la mano, Bobby se quedó en
silencio, tensa y excitada al mismo tiempo.
Leandro gruñó:
—L-lo i-int... —No podía apartar su mirada de lo que estaba pasando, y ella
contuvo el aliento cuando Leandro comenzó a empujar más adentro. Oh, Dios... se
sentía tan llena... era demasiado grande... ¿realmente encajaría? No se sentía como
si fuera a hacerlo.
—¿Bobby?
Él empujó.
—Leandro —susurró. Ella temblaba tanto en sus brazos. No podía creer que
él estuviera dentro suyo. Esta vez no eran sus dedos, no era su lengua, sino su polla
dentro de ella, y oh, Dios, no sabía qué hacer. Las sensaciones eran demasiado
confusas, el dolor mareándola y dejándola sin aliento.
—Mírame.
—Sí.
—Leandro, ¿realmente…?
Él empujó de nuevo, con más fuerza esta vez, y toda su longitud entró en
ella.
—Ya no es…
Empezó a moverse.
—Oh, Dios —ella se aferró a él, y él lo tomó como su señal para moverse a un
ritmo más rápido pero constante, asegurándose de que se mantenía en control para
poder darle tanto tiempo como fuera posible para adaptarse a su polla. Sus uñas
iban a dejar marcas ensangrentadas en su espalda por la forma en que lo estaba
agarrando, pero Leandro sabía que iba a llevar las marcas con orgullo. Eran la
prueba de que él había sido el único capaz de hacer que la dura Bobby Granger se
desmoronara de placer.
—Leandro.
Bang, bang, bang. La cama chocaba con fuerza contra la pared con cada
poderoso empuje de su polla.
Golpe, golpe, golpe. El sonido de sus cuerpos mojados uniéndose con cada
embestida sólo enfatizaba el sabor prohibido de su relación sexual, susurrándoles
que era posible que el ruido que estaban haciendo fuera suficiente para despertar a
todos en el dormitorio.
Oh. Dios, ¿podrían? ¿Podrían los demás oírlos, y sabrían que era ella?
La idea de que pudieran oírlos; y que supieran que era a ella a quien Leandro
Christopoulos estaba follando, era tan escandalosamente sexual que la empujó
sobre el borde.
—¡Leandro!
Cuando ella se rompió en sus brazos con un agudo grito, Leandro perdió
todo vestigio de control, empujando dentro y fuera de ella, sus caderas bombeando
furiosamente. Y entonces él se estaba corriendo, su semilla saliendo de él mientras
rugía su liberación.
Él le susurró:
Ella susurró:
Y de alguna manera, al hacerlo, ella lo había hecho más real, había hecho las
palabras más desgarradoramente preciosas. En ese momento, Leandro supo que lo
que había comenzado como una farsa era ahora la verdad. Él sí la amaba y no sabía
cómo sobreviviría si ella lo dejaba.
Capítulo Catorce
—N o puedes hablar en serio —Bobby balbuceó las palabras entre sus
—Lo siento si te cogí en un mal momento, pero verás estoy en esta nueva
clase...
—Así que sólo quería preguntar, ahora que todo parece ir bien con el tío
Orion, ¿está bien si aclaro las cosas? Verás, según mi profesor de Espiritualidad
New Age5, necesito limpiarme y purificar mi conciencia...
—Lo que sea que creas que es mejor —dijo él, su atención enfocada en su
mayoría en leer las noticias de su país natal. Pasó a la página siguiente en su iPad, y
más buenas noticias le esperaban. Su padre se estaba recuperando bien de acuerdo
con las noticias, y el heredero de su padre, que era Leandro, lo estaba haciendo
5Abarca un sin fin de expresiones llamadas "espirituales" que van desde la lectura del aura, la
conversación con los cristales de cuarzo, Cienciología, repetición de mantras llamados "sagrados",
hermandades blancas, invocaciones en masa, meditación trascendental, planes cósmicos,
peregrinajes a la India, conversión al budismo, meditaciones y canalizaciones en grupo, panteísmo
místico, el retorno de lo "maya", etc.
aparentemente bien en el extranjero. La aprobación pública de su relación con
Bobby estaba en un punto alto. La mayoría de las veces, lo creían indigno del
apellido Christopoulos.
Sean había sido su primer y único profesor de idioma de señas, y había sido
uno muy estricto, sin comunicarse con ella de cualquier otra manera que por
señales, obligando a Bobby a comprobar su diccionario de idioma de señas por
cada palabra que interpretaba.
Ella le contó todo, incluso las cosas que ella había tratado de ocultarle en el
pasado porque entonces él había estado demasiado vulnerable. Hacerle saber
acerca de sus problemas lo habría lastimado aún más.
—¿Valerie Martin?
—Sí. ¿Por qué? ¿La conoces? —Ella estaba alarmada cuando Sean palideció
aún más ante su confirmación—. ¿Qué pasa? —Ella hizo señales mientras hablaba,
sintiendo que Sean estaba tan perturbado en ese momento que podría no ser capaz
de leer sus labios de manera adecuada.
—Es debido a mí —dijo él sombríamente—. Soy yo el que ella piensa que tú
robaste.
—¿Tú?
—Ella debe habernos visto juntos todo el tiempo y porque nadie sabe de
nosotros… —Sus manos se movieron, una señal que Bobby sabía que era
aproximadamente equivalente a “maldita y condenada mierda.”
—Hola, mégaira.
—¿L-Leandro?
—¿T-Tú me engañaste?
Él gritó en respuesta.
Ella se tambaleó hacia atrás ante sus palabras, y se habría caído si no fuera
por el otro hombre estando ahí para atraparla.
—No la toques —Leandro arremetió antes de que pudiera detenerse, pero las
palabras ni siquiera parecían ser registradas, cada movimiento del otro hombre
hablaba de una fiera actitud protectora hacia Bobby.
El corazón de él casi se rompió por lo que eso significaba. Por eso era que
ella se sentía tan cercana a los niños sordos entonces.
No.
—Bobby.
Ella se volvió hacia él, y fue entonces cuando Leandro vio que estaba
sosteniendo su teléfono.
Y el corazón de Leandro cayó con él, sabiendo que había una buena
probabilidad de que su corazón no se recuperaría nunca de ver el dolor que le había
causado Bobby.
Acerca del Autora
Lita Malu_12
Traducción
Corrección
Sitahiri Viqijb
Malu_12 *Celemg*
Revisión Final
Sitahiri
Diseño
PrisAlvS
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