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El sistema educativo se ha tenido que adaptar a una enseñanza a distancia dado el Estado de
Emergencia. Se estima que son alrededor de 8 millones de escolares quienes
están estudiando de manera remota.
La conectividad es una herramienta que tiene el sistema educativo; sin embargo, también es
un problema en un país donde la brecha digital es grande. Según el INEI, solo el 39,3% de
hogares peruanos tiene acceso a internet, pero en áreas rurales esto disminuye a un 4,8%.
presenciales no están libres de fraude y que la mejor forma de evitar el fraude es recurrir al
diseño de pruebas que huyan de lo memorístico, incorporando reflexiones o desarrollos o
resoluciones fáciles de parametrizar y en las que el uso de materiales de referencia e incluso
cierto nivel de colaboración sea permisible. Cuando estos tipos de pruebas no sean factibles,
la recomendación, más allá de las pruebas orales, viene de la mano del diseño de pruebas de
evaluación que combinen aleatoriedad de las preguntas con un uso adecuado del tiempo de
resolución, para que se llegue a un equilibrio la minimización de prácticas incorrectas con
unas condiciones adecuadas para que los estudiantes puedan resolver la prueba sin
menoscabo de sus derechos.
El escenario que vivimos actualmente nos desafía a pensar en cómo humanizar la educación a
pesar del distanciamiento físico y la incertidumbre que significa experimentar una pandemia.
Las cifras reflejan que una de las prioridades actuales para las y los docentes es el bienestar del
estudiantado, más allá de los contenidos y, por otro lado, dan cuenta de que la carga laboral,
lejos de disminuir al no estar con clases presenciales, ha aumentado, generando estrés,
preocupación y ansiedad. Un tema en este contexto que no puede quedar fuera de la reflexión,
entonces, es qué ocurre con las evaluaciones y cómo hacerlo, considerando los efectos que
produce en quienes participan de los procesos pedagógicos, como también desde la cantidad de
trabajo que esto implica.
cómo implementar la evaluación online en tiempos del coronavirus. Por justicia y equidad,
debemos intentar que nuestros alumnos sean evaluados correctamente.
Sin embargo, los problemas de integridad y ética se ponen en tela de juicio. Muchos son los
videos que circulan por las redes sociales estos días en los que alumnos “aventajados” enseñan a
otros sobre cómo saber las respuestas correctas en un cuestionario a través de su código fuente.
O qué aplicaciones existen para resolver cualquier problema matemático. O cómo hacer un
ensayo de forma casi automática, con sólo meter unas palabras claves.
Ante esta nueva realidad, se nos plantea un aspecto que, a pesar de la evolución de la enseñanza
hacia las competencias en vez de hacia el contenido del conocimiento, no ha quedado resuelto
aún: ¿estamos dando clases para desarrollar competencias y luego medimos contenidos a través
de exámenes tradicionales?
Muchos son los profesores que dudamos de la evaluación online: ¿será el alumno quién
realmente haga el examen? ¿será un alumno de cursos superiores? ¿una academia por encargo
previo pago? ¿copiará? ¿realmente habremos evaluado lo que el alumno ha aprendido? ¿servirá
para algo?
Hacer un examen online es complejo. Los profesores estamos teniendo que adaptarnos, también
en tiempo récord, aprendiendo a hacer cuestionarios online, ideando formatos de preguntas tipo
test o de reflexión, etc. Además, se han preparado adendas a las fichas docentes para adaptar los
criterios de evaluación a la metodología online.
Pero, no somos policías, y no disponemos de sistemas de próctoring al carecer de regulación
que podría vulnerar los derechos de imagen de los alumnos. Los exámenes de definiciones o
conceptos podrán copiarse y pegarse. Los ejercicios de cálculos podrán ser realizados
automáticamente. Por lo tanto, tendremos que repensar el formato del examen y basarnos más
en competencias que en la mera repetición de conceptos memorísticos.
No tendrá sentido que el alumno se haga experto en el famoso “copipeis”. Quizás el
coronovirus, como muchos pronostican, nos traerá una nueva forma de valorar las cosas. Hará
que veamos la realidad de manera diferente y no tiene por qué ser peor. Los cambios –unas
veces planificados y otras no- siempre son buenos.