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Libro de lecciones, nivel 4:

La vida—
Conocer y experimentar la vida divina
CONTENIDO

El conocimiento de la vida divina

1. La vida divina y eterna


2. La vida es Dios mismo
3. Tres vidas y cuatro leyes
4. La ley de vida y la luz de vida
5. El crecimiento de la vida divina

Las experiencias de la vida divina

6. Experimentar la vida divina


7. El sentir y la comunión de la vida divina
8. La consagración
9. Preservar todo nuestro ser para la vida divina
10. Obedecer la enseñanza de la unción
11. Ser llenos del Espíritu Santo

Hacer a un lado lo que estorba el crecimiento de la vida

12. Terminar con el pasado


13. Resolver el problema de los pecados
14. Deshacernos del mundo
15. Quebrantar la carne y el yo
16. Hacer frente a nuestra constitución natural, al individualismo y a la división

Lo producido por la vida divina

17. Dos clases de fruto producidas por la vida divina


18. Edificar el Cuerpo de Cristo en unidad
19. Reinar en vida, la recompensa del reino y la Nueva Jerusalén

Mantener diariamente la vida divina

20. Mantener un espíritu fuerte invocando el nombre del Señor y orando


21. Enriquecidos con la Palabra orando, leyendo, estudiando y memorizando
22. Hablar la palabra de Cristo para permanecer en la vida divina
23. Llevar una vida cristiana normal
24. Llevar una vida normal de la iglesia
INTRODUCCION AL LIBRO DE LECCIONES

Acerca de los libros de lecciones

Este libro forma parte de una serie de lecciones orientadas a enseñar la verdad
específicamente a estudiantes de secundaria y preparatoria en nuestras “escuelas de la
verdad”. Los libros pueden variar en cuanto a estilo y formato, debido a que fueron
escritos durante un período de varios años.

Acerca de este libro de lecciones

Este es el cuarto libro de dicha serie. Todas las lecciones están basadas en escritos
recopilados de los hermanos Watchman Nee y Witness Lee, aunque no fueron revisados
por ellos.

En los libros anteriores, hemos tratado los temas de la salvación completa que Dios nos
otorga, el Dios Triuno y la Persona y obra de Cristo, y los dos Espíritus: el Espíritu
divino y nuestro espíritu humano. El tema del presente volumen es la vida divina, la cual
es la esencia intrínseca de todo lo que se revela en la Biblia. La salvación completa sólo
puede llevarse a cabo por medio de la vida divina y en la esfera de la misma. Nuestro
Dios, el Dios Triuno, es viviente y desea impartirse a nosotros en la Persona de Cristo,
quien es nuestra vida. La relación que existe entre el Espíritu Santo y nuestro espíritu
humano está absolutamente relacionada con la vida divina y está completamente en la
esfera de la vida divina. Por lo tanto, la vida divina es un factor crucial en lo que se
refiere a la economía de Dios. Esa vida divina y eterna la debemos conocer completa y
minuciosamente, así como experimentarla a cabalidad.

Debemos dar alabanzas al Señor porque El ha realizado una maravillosa redención


mediante Su muerte en la cruz, donde puso fin a todo lo negativo. Ahora, nuestra
responsabilidad es ésta: experimentar al Espíritu vivificante en nuestro espíritu de tal
modo que todo lo que El realizó, obtuvo y logró nos sea aplicado y hecho real. Podemos
experimentar esto basándonos en el lavamiento efectuado por Su preciosa sangre. Las
lecciones en las que nos ocupamos de cómo eliminar todo lo negativo, están diseñadas
para ayudarnos a tener una experiencia cotidiana que sea tanto rica como estable.
Esperamos que todas las lecciones sean estudiadas de una manera viviente, con mucha
oración y ejercicio del espíritu, puesto que esto es la clave de experimentar al Espíritu
vivificante con todas Sus riquezas. Si así lo hacemos, podemos tener la seguridad de que
obtendremos un disfrute rico y diario de la vida divina en Cristo y de que, día a día,
creceremos hasta alcanzar la plena madurez como hijos de Dios de modo que
edificaremos el Cuerpo de Cristo como miembros activos del mismo. Que el Señor nos
dé Su gracia a todos nosotros que nos hemos consagrado a Su propósito eterno.
Estructura de las lecciones

El título de cada lección establece el tema que se tratará en ella. Los versículos que
aparecen en la lectura bíblica se pueden leer u orar-leer. El bosquejo provee una visión
general de cada lección y es muy provechoso leerlo antes de empezar la lección. El texto
de la lección sigue la estructura del bosquejo. Las citas que aparecen entre corchetes [ ]
son citas textuales tomadas de las publicaciones de los hermanos Watchman Nee y
Witness Lee. Las preguntas al final de cada lección tienen el propósito de ayudar al
alumno a entender y asimilar la lección. Además, se incluye una lista de libros con su
autor, casa publicadora y número de página de todo el material citado. Finalmente, se
provee otra lista de libros como referencia adicional para los diferentes temas de cada
lección. El nombre “Nee” se refiere al hermano Watchman Nee, y el nombre “Lee”, al
hermano Witness Lee. Las siglas “LSM” significan Living Stream Ministry.

Versiones usadas para las citas bíblicas

Las citas bíblicas del Antiguo Testamento fueron tomadas del Texto Revisado o de la
versión Reina Valera 1960, y para los versículos del Nuevo Testamento, se usó la Versión
Recobro.

La actitud apropiada para estudiar la Biblia con la ayuda del libro de


lecciones

El libro de lecciones no reemplaza la Biblia; más bien, se basa en ella. Este libro es
simplemente una serie de lecciones basadas en la Biblia, que nos ayuda en el estudio de
la misma. No lo use como fuente de autoridad para respaldar las verdades o enseñanzas
bíblicas. Antes bien, debe utilizar la propia Biblia como el único fundamento, es decir,
que debe citar específicamente el libro, capítulo y versículo bíblico que apoyan lo que se
afirma. También debe adiestrarse en cómo combinar los versículos afines relacionados
con el tema. Invierta el tiempo necesario para conocer la Palabra de Dios y citarla con
certeza.

La manera de estudiar la Biblia usando el libro de lecciones

La esencia de la Palabra de Dios es el Espíritu; por ende, siempre que acudamos a ella
debemos usar nuestro espíritu, y la mejor manera de hacerlo es orar. Debemos orar
antes, durante y después de estudiar el libro de lecciones. También es importante tener
comunión con otros mientras estudiamos. No es suficiente leer para uno mismo sin
tener comunión con otros creyentes. La comunión del Cuerpo es necesaria y nos ayuda a
obtener la visión celestial.
Sugerencias para efectuar la escuela de la verdad

Se sugiere que la escuela de la verdad tenga una duración de seis semanas. Cada semana
podía dividirse en cuatro días y en cada día se podrían asignar tres horas de estudio, lo
cual daría un total de veinticuatro días, con tres horas cada día. Esto proveerá suficiente
tiempo para orar, preparar las lecciones y tener comunión. Recomendamos que cada
estudiante desarrolle el hábito de escribir profecías basadas en cada una de las
lecciones, y que profetice, es decir, que hable de parte de Cristo, que proclame a Cristo
cuando habla a los demás. Cada estudiante debe esforzarse por experimentar individual
y corporativamente lo que vaya aprendiendo.

Hemos orado y continuaremos orando por ustedes, para que disfruten de la Escuela de
la Verdad, avancen en el pleno conocimiento de la verdad y sean edificados en su
localidad. ¡Amén!

Junio de 1990
Paul Hon
Pleasant Hill, California
 

Lección uno

LA VIDA DIVINA Y ETERNA

Lectura bíblica

1 Jn. 5:12; Jn. 3:36, 16; 1 Co. 15:45; Ef. 4:16b

Bosquejo

I. Tres palabras griegas que significan vida


II. Únicamente la vida de Dios es verdadera vida
A. La vida de Dios es divina
B. La vida de Dios es eterna
C. La vida de Dios es indestructible
III. Tenemos esta vida y podemos experimentarla diariamente
A. Experimentar esta vida
B. Lo que esta vida produce
C. Mantener esta vida

Texto

I. TRES PALABRAS GRIEGAS QUE SIGNIFICAN VIDA

Existen tres palabras griegas que significan vida. La primera palabra es zoé, que alude a
la vida de Dios, la cual es divina, eterna, increada e indestructible. Todo hombre puede
recibir esta vida en su espíritu, el cual fue creado por Dios. La segunda palabra es
psujé, que se refiere a la vida del alma, la cual fue creada por Dios. La tercera, es bíos,
que es la vida física del hombre, también creada por Dios. Una persona salva posee estas
tres clases de vida; en cambio, un incrédulo sólo tiene psujé y bíos.

II. UNICAMENTE LA VIDA


DE DIOS ES VERDADERA VIDA

Aunque existen tres clases de vida para el hombre, en realidad, sólo la vida de Dios es
verdaderamente vida. Las otras dos clases de vida: psujé y bíos, son simplemente la
vida creada, la cual es frágil y temporal. Sólo la vida de Dios es divina, eterna e
indestructible. Dicha vida ya existía antes de todas las cosas y permanecerá aún después
de que todas las cosas dejen de existir.
[En 1 Juan 5:12 leemos: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de
Dios no tiene la vida”. Juan 3:36 también dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que no obedece al Hijo no verá la vida”. Estos dos versículos de la Biblia afirman
que si un hombre no tiene la vida de Dios, no tiene vida. Esto muestra que a los ojos de
Dios, sólo Su vida es verdadera vida. Aparte de ella, ninguna otra clase de vida puede
considerarse verdadera vida. Únicamente la vida de Dios es divina y eterna.]

A. La vida de Dios es divina

Sólo la vida zoé es divina; no así la vida psujé ni la bíos. [¿Qué significa la palabra
“divina”? Significa ser de Dios, tener Su naturaleza divina, la cual lo trasciende todo y es
distinta a todo. Únicamente Dios es verdadero Dios, sólo El posee la naturaleza de Dios
y sólo El lo trasciende todo y es distinto a todo; por consiguiente, sólo El es divino. La
vida de Dios es Dios mismo (más adelante desarrollaremos este tema), y por ende, posee
la naturaleza divina.] Por lo tanto, sólo la vida de Dios es divina; cuando tenemos esta
vida, tenemos la persona divina de Dios.

B. La vida de Dios es eterna

Esta vida es eterna; por eso, numerosos versículos contienen el término “vida eterna”
(Jn. 3:15-16). [¿Qué significa eterno? Significa increado, es decir, que no tiene principio
ni fin, que existe por sí mismo y para siempre, y que su esencia es inmutable. Dios es el
único ser que no fue creado, sólo El existe “de eternidad a eternidad” (Sal. 90:2, heb.), es
decir, que no tiene principio ni fin.]

Es incorrecto interpretar que el adjetivo “eterna” en estos versículos únicamente califica


algo como siendo perpetuo o interminable; esto, incluso, ha hecho que muchos
interpreten la expresión: “vida eterna” como refiriéndose a la perpetuación de la vida
original del hombre (la que sufrió los efectos de la caída). En realidad, [la palabra
“eterna”, además de designar aquello que es interminable e infinito, denota también
cierta calidad de eterno, refiriéndose, por tanto, a lo que es perfecto y completo por
naturaleza, sin falta alguna ni defecto. Esta palabra da énfasis a la naturaleza eterna de
la vida divina, la vida del Dios eterno. Esta vida es también eterna con respecto a su
esfera. Por lo tanto, la palabra “eterna” alude a tres elementos: tiempo, espacio y
calidad. En cuanto a tiempo, esta vida durará para siempre. En cuanto a espacio o
esfera, esta vida es vasta e ilimitada. Y en cuanto a calidad, la vida eterna es perfecta y
completa, sin defecto ni falta alguna. La esfera o extensión de la vida eterna comprende
todo el universo. La vida eterna es tan vasta que abarca toda la esfera de vida. Todo lo
que se halla en la esfera de la vida está incluido en la vida eterna.]

C. La vida de Dios es indestructible


Esta vida también es indestructible. La vida de Dios, en Cristo Jesús, pasó a través de
treinta y tres años y medio de sufrimientos y maltratos en la tierra. Esta vida entró, pasó
y salió de la muerte; y después de haber pasado por la muerte, la cual aniquila a toda
persona, esta vida resucitó y ascendió al lugar más alto del universo. Esta vida no sólo es
indestructible, sino también victoriosa, prevaleciente y gloriosa. Y esta vida está ahora
en nosotros. ¡Aleluya!

III. TENEMOS ESTA VIDA Y PODEMOS


EXPERIMENTARLA DIARIAMENTE

Aunque esta vida es divina y eterna, ha venido a la humanidad en el tiempo. Vino por
medio de Jesucristo para ser nuestra vida. El Señor dijo en Juan 10:l0b: “Yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Por causa de nuestros
pecados, El tuvo que morir para obtener nuestra redención. Luego, en resurrección,
llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para impartir vida a los que creemos.
Desde entonces, los creyentes tenemos Su vida, y podemos experimentarla diariamente.

A. Experimentar esta vida

La regeneración es la primera experiencia que tenemos de Su vida. Cuando escuchamos


el evangelio y creímos en el Señor, el Espíritu vivificante nos engendró, regenerándonos
en nuestro espíritu con la vida de Dios. Este es un hecho crucial que nos afecta.
Debemos tener presente este hecho y nunca olvidarlo. Desde ese momento en adelante,
tenemos la vida divina, eterna e indestructible. Ahora podemos llevar una vida según los
requisitos de Dios y cumplir Su propósito, debido a que Su vida nos capacita para ello.
La vida del alma y la carne pecaminosa nos causan problemas a diario, pero la vida
divina nos hace vencer y expresar a Dios diariamente. Debemos experimentar esta vida
cada día, a fin de que pueda crecer en nosotros hasta alcanzar la madurez.

B. Lo que esta vida produce

La vida de Dios no entra en nosotros sólo para permanecer allí; sino también para
producir la vida cristiana, que es piadosa, es decir, que expresa lo que Dios es, y tiene la
victoria sobre el pecado, el mundo, la carne, el yo, la vida natural y el individualismo.
Esta vida, según Juan 15, también lleva fruto, o sea, es infundida en otros por medio de
la predicación del evangelio. Como resultado, la iglesia, en conformidad con el propósito
y norma de Dios, será edificada. Finalmente, esta vida producirá la Nueva Jerusalén, la
cual es la mezcla del Dios Triuno procesado y el hombre tripartito escogido, redimido,
regenerado y transformado. La Nueva Jerusalén estará en la esfera de la vida, estará
llena de vida y expresará la vida por toda la eternidad. ¡Aleluya!
C. Mantener esta vida

Ya que esta vida es tan maravillosa y crucial para nosotros los creyentes, debemos
esforzarnos por cuidarla y preservarla a cualquier precio. Debemos dejar todo aquello
que nos impida crecer en esta vida. También necesitamos ejercitarnos en todas las
prácticas vitales tales como: invocar el nombre del Señor, leer la Palabra, orar, orar-leer,
alabar, tener comunión, etc. Cuando practicamos esto, disfrutaremos esta vida día tras
día, desde la mañana hasta la noche. Si experimentamos esta vida en nuestro vivir
cotidiano, esto nos dará la fuerza para vencer toda situación negativa que se nos
presenta en la escuela y en el hogar, y nos hará estudiantes e hijos apropiados. No
necesitamos esperar hasta que maduremos o hasta que el Señor regrese para
experimentar esta vida. Podemos crecer hoy al ocuparnos de esta vida. De este modo,
cumpliremos el propósito eterno de Dios, que es la edificación de Su iglesia (Ef. 4:16b).

Preguntas:

1. ¿Cuáles son las tres palabras griegas que denotan vida, y cuáles son sus significados?
2. ¿En qué sentido es la vida de Dios eterna? ¿Cuáles son sus tres características?
3. ¿Por qué únicamente la vida de Dios es verdadera vida?
4. Busque uno o dos versículos que se refieran a cada clase de vida.
5. Cite versículos que digan cómo podemos experimentar esta vida y crecer en ella.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. Versión Recobro, 1 Jn. 1:2, nota 3; Jn. 10:11, nota 1; Ro. 5:17, nota 3; He. 7:16, nota
1; 1 P. 1:3, nota 4.
2. El conocimiento de la vida, págs. 9-10.
3. Estudio-vida de Hebreos, págs. 416-419.
4. Life-study of First John [Estudio-vida de 1 Juan], págs. 33-34.
Lección dos

LA VIDA ES DIOS MISMO


Lectura bíblica

Jn. 14:6; 1 Ti. 3:16; Jn. 1:4; 10:10; Col. 3:4;


Jn. 6:63; 2 Co. 3:6; 1 Co. 15:45; Ro. 8:2

Bosquejo

I. La vida es Dios mismo


II. La vida es Cristo
III. La vida es el Espíritu Santo
IV. La vida es Dios el Padre en el Hijo como Espíritu que fluye en nosotros

Texto

I. LA VIDA ES DIOS MISMO

Como resultado de la regeneración tenemos la vida de Dios, y debemos agradecerle y


alabarlo por habernos dado Su vida. Sin embargo, debemos profundizar más en este
asunto para comprender mejor dicha vida, y para que nuestra experiencia de ella,
además de ser adecuada, sea enriquecida. Debemos darnos cuenta de que esta vida
divina no es simplemente algo de Dios, o algo dado por Dios, sino que es Dios mismo.

[En Juan 14:6 el Señor Jesús dijo que El es la vida. Después de declarar esto, desde el
versículo 7 hasta el 11, dio a conocer a los discípulos que El y Dios eran uno (y al afirmar
esto, el propio Dios era quien hablaba en El). Jesús es Dios hecho carne, Dios en la carne
(Jn. 1:1, 14; 1 Ti. 3:16). Cuando El declara que El es la vida, es Dios mismo quien lo dice.
Por consiguiente, Sus palabras muestran que la vida es, verdaderamente, Dios mismo.

Estrictamente hablando, cuando recibimos vida, no sólo recibimos la vida de Dios, sino
a Dios mismo como vida. Dios no solamente nos dio Su vida, sino que El mismo vino a
nosotros para ser nuestra vida. Ya que Dios mismo es la vida, Su vida es Su propio ser.

Entonces, ¿qué es la vida? Es Dios mismo. ¿Y qué significa tener esta vida? Implica
tener al propio Dios. ¿Qué quiere decir expresar esta vida en nuestro diario vivir?
Significa expresar y vivir a Dios mismo. La verdadera vida y Dios mismo no difieren en
lo más mínimo. Si fuera así, ella no podría realmente llamarse vida. Debemos entender
esto claramente. No es suficiente saber que tenemos la vida; además, debemos entender
que esta vida, que está en nosotros, es Dios mismo. Tampoco es suficiente saber que
debemos experimentar esta vida; más bien, debemos darnos cuenta de que la vida que
debemos expresar en nuestro diario vivir, es Dios mismo.]

Dios es amor y luz, El es santo y justo. Cuando tenemos a Dios como nuestra vida, Dios
mismo llega a ser nuestra vida, y lo podemos expresar como amor, luz, santidad y
justicia. Cuando tenemos a Dios como nuestra vida, no odiamos a nuestros enemigos;
más bien, los amamos (Mt. 5:44). No andamos en tinieblas ni practicamos cosas ocultas
ni vergonzosas (2 Co. 4:2), sino que andamos en la luz, así como El está en luz (1 Jn.
1:7). No somos mundanos, sino santos; estamos separados del mundo y llenos de la
naturaleza santa de Dios (2 P. 1:4; 1 Ts. 5:23). No somos injustos, sino que somos la
propia justicia de Dios (2 Co. 5:21). Esto es maravilloso. Dios puede ser vida en nosotros
a fin de que seamos todo lo que Dios es.

II. LA VIDA ES CRISTO

Dios es la vida, y esto es maravilloso. Pero, ¿cómo es posible que pecadores caídos como nosotros
podamos tocar a Dios y recibirlo como vida? Dios hizo esto posible, al venir a nosotros en Su Hijo
Jesucristo. La Biblia revela que Dios se hizo carne en Cristo (Jn. 1:1, 14). Ya que Cristo es Dios
(He. 1:8), El tiene la vida de Dios (Jn. 1:4); por tanto, El también es la vida (1 Jn. 5:12). El Señor
declaró varias veces que El es la vida (Jn. 11:25; 14:6), y que vino a esta tierra para que nosotros
tuviéramos vida (Jn. 10:10). Por consiguiente, los que hemos creído en El y le hemos recibido, lo
tenemos como nuestra vida (Col. 3:4).

[Así como la vida es Dios mismo, así también la vida es Cristo. Y del mismo modo que al tener la
vida, tenemos a Dios mismo, así también, al tener esta vida tenemos a Cristo. Ya que
experimentar Su vida significa experimentarle a Él, así también, experimentar esta vida también
es experimentar a Cristo. Así, igual que la vida divina no difiere en lo más mínimo de Dios,
tampoco difiere en nada de Cristo. Si la más leve desviación de Dios nos aleja de la vida, esta
misma desviación también nos aleja de Cristo. Esto se debe a que Cristo es Dios mismo como
vida. Por medio de Cristo y en Cristo, Dios se manifiesta en nosotros como vida. En conclusión,
Cristo es la vida divina, y esta vida es Cristo.]

Sin Cristo, no tenemos a Dios ni tampoco tenemos vida (Ef. 2:12; 1 Jn. 5:12). Al recibir a Cristo,
recibimos a Dios como vida. Entonces, todas las riquezas de Dios, las cuales están en Cristo,
vienen a ser nuestras, para que las disfrutemos diariamente.

III. LA VIDA ES EL ESPIRITU SANTO

Después de ver que Cristo, la corporificación y manifestación de Dios, es la vida,


podemos preguntarnos ¿Dónde está Cristo hoy y cómo podemos tener contacto con Él y
recibirle como vida?
[Aunque Cristo es la vida, es difícil que El directamente nos imparta vida. ¿Quién es el
que nos imparte vida? Es el Espíritu el que da vida (Jn. 6:63; 2 Co. 3:6). Ciertamente
Cristo es la vida, pero es el Espíritu quien nos imparte a Cristo como vida. Aunque
Cristo es vida, sin el Espíritu, El no podría impartirse a nosotros como tal. Únicamente
al ser el Espíritu, Cristo puede impartirse en nosotros como vida. En el presente, este
Cristo procesado es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). No debemos olvidar que Cristo
es Dios mismo, Jehová el Salvador, Dios con nosotros. Cristo es el propio Dios. Pero este
Cristo, una vez que fue procesado, se hizo el Espíritu vivificante. Ahora podemos
disfrutar plenamente a Cristo como tal Espíritu.

En Juan 14:6, después de que el Señor Jesús declaró que El es la vida, dio a conocer a
Sus discípulos que no sólo El y Dios eran uno (vs. 7-11), sino que el Espíritu Santo y El
también lo eran (vs. 16-20). En los versículos 16 y 17, el Señor hizo alusión al Espíritu
Santo al hablar de Él en tercera persona, pero en el versículo 18 cambió de la tercera
persona a la primera al decir: “Vengo a vosotros”. Este cambio de persona implica que el
Señor estaba revelando que Aquel de quien hablaba en los versículos 16 y 17, o sea, el
Espíritu Santo, era El mismo. En los versículos del 7 al 11, el Señor manifestó que El era
la corporificación de Dios, es decir, que El está en Dios, y Dios está en El. Por ende, el
hecho de que El sea vida significa que Dios mismo es vida. Además, en los versículos del
16 al 20, El reveló que el Espíritu Santo es Su misma corporificación, Su otra forma; y
que cuando Su presencia física nos deja, este Espíritu de realidad, quien es El mismo en
otra forma, la del Consolador, entra en nosotros y mora con nosotros. Este Espíritu que
vive en nosotros y mora con nosotros es Su misma persona, Su propio ser, que vive en
nosotros como vida, para que podamos vivir. Por lo tanto, estos dos pasajes muestran
que debido a que Dios está en El y que El es el Espíritu Santo, El mismo es la vida. Dios
está en El cómo vida, y El es el Espíritu Santo como vida.]

En 1 Corintios 15:45 dice que “el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. El postrer
Adán es el Señor Jesús, quien fue crucificado para terminar con la raza adámica caída.
En Su resurrección, El llegó a ser el Espíritu vivificante; así que, todo lo que Cristo ha
recibido del Padre, está ahora en el Espíritu. Este Espíritu se llama el Espíritu de vida en
Romanos 8:2. Como tal, El puede liberarnos de la ley del pecado y de la muerte.
Además, El es también vida en nuestro espíritu, quiere ser vida en nuestra mente y
desea incluso impartir vida en nuestros cuerpos mortales (Ro. 8:10, 6, 11).

[Mediante el Espíritu obtenemos vida, somos salvos, reinamos en vida, andamos en


novedad de vida y somos santificados en la vida divina. El Espíritu es el medio por el
cual logramos todo esto. La vida pertenece al Espíritu, y el Espíritu es el Espíritu de
vida. Estos dos son realmente uno. Es imposible separar la vida y el Espíritu, ni tampoco
podemos separar el Espíritu de la vida. El propio Señor Jesús declaró: “Las palabras que
Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). En este versículo el Señor Jesús une
el Espíritu y la vida. Si tenemos al Espíritu, tenemos vida; pero si no tenemos al
Espíritu, tampoco tenemos vida. Si andamos en el Espíritu, andamos en la vida, pero si
no andamos en el espíritu, tampoco andamos en novedad de vida. Por consiguiente, el
Espíritu es el medio por el cual experimentamos la vida divina, eterna e increada.]

IV. LA VIDA ES DIOS EL PADRE EN EL HIJO


COMO ESPIRITU QUE FLUYE EN NOSOTROS

[En resumen, la vida es el Dios Triuno. Sin embargo, para nosotros esta vida no es el
Dios Triuno que está en los cielos, sino el Dios Triuno que fluye a nosotros. Este fluir del
Dios Triuno indica que Su contenido, que es El mismo, primero fluyó a través de Cristo,
y luego fluyó como Espíritu para que lo recibiéramos como vida. Así que, cuando
tocamos a Dios en Cristo, quien es el Espíritu, tocamos la vida misma, porque la vida es
Dios en Cristo, quien es el Espíritu.]

El Padre es la fuente de la vida; el Hijo es el caudal de esta vida, y el Espíritu es el fluir


de vida. La vida es el fluir del Padre en el Hijo como Espíritu. El fluye en nosotros para
ser nuestra vida y nuestro suministro de vida. La vida también es este Dios Triuno
procesado que fluye hacia nosotros con todas las riquezas divinas, que consisten de todo
lo que El logró, experimentó y adquirió con miras a eliminar todas las cosas negativas en
nosotros y llenarnos de El mismo. Finalmente, esta vida es el Dios Triuno procesado que
fluye de nosotros para expresar a Dios mediante nuestro vivir diario, para llevar fruto
por medio de la predicación del evangelio, y para edificar la iglesia, el Cuerpo de Cristo,
que tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén.

Preguntas

1. Cuando una persona recibe la vida de Dios, ¿qué es lo que recibe?


2. ¿Por qué se le llama al Espíritu Santo, el Espíritu de vida?
3. Mencione uno o dos versículos que revelen que el Espíritu es vida.
4. Mencione uno o dos versículos que afirmen que Cristo es nuestra vida.
5. Describe cómo la vida, que es Dios el Padre en el Hijo como Espíritu, fluye en nosotros.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. Versión Recobro, 1 Jn. 1:5, nota 3; 1 Jn. 1:7, nota 4.


2. El conocimiento de la vida, págs. 14-18.
3. Estudio-vida de Romanos, págs. 191, 183.
 

Lección tres
TRES VIDAS Y CUATRO LEYES

Lectura bíblica

Gn. 2:7; Ro. 5:12, 19; Jn. 3:15;


Ro. 8:3; 7:15-16, 22, 24; 8:2, 4, 6, 13

Bosquejo

I. El hombre tiene tres clases de vida


A. La vida humana creada, en el alma
B. La vida maligna de Satanás, en la carne
C. La vida divina y eterna de Dios, en el espíritu
II. Cuatro leyes relacionadas con el hombre
A. La ley de Dios, fuera del hombre
B. La ley del bien, en la mente
C. La ley del pecado, en la carne
D. La ley del Espíritu de vida, en el espíritu
III. Experimentar las tres vidas y las cuatro leyes

Texto

I. EL HOMBRE TIENE TRES CLASES DE VIDA

Para entender más acerca de la vida divina y de cómo experimentarla, debemos conocer
las tres clases de vida que hay en el hombre. Ciertamente el hombre es muy complejo.
Los animales tienen un solo tipo de vida, pero nosotros tenemos tres. Esto prueba
rotundamente que el hombre no es un animal. El ser humano está constituido de tres
partes: cuerpo, alma y espíritu. A cada una de ellas le corresponde un determinado tipo
de vida.

A. La vida humana creada, en el alma

La vida que está en el alma del hombre es la vida humana creada. Esta vida fue
depositada en el hombre cuando Dios lo creó. [Cuando Dios formó al hombre del polvo
de la tierra, sopló en él el aliento de vida y “fue el hombre un ser [alma, heb.] viviente”
(Gn. 2:7). Esto significa que la vida humana que el hombre obtuvo cuando fue creado, se
halla en el alma.]
El alma consta de tres partes: la mente, que es el órgano para pensar; la parte emotiva,
que nos permite amar u odiar; y la voluntad, que nos capacita para tomar decisiones.
Dios creó el alma en el hombre con el fin de que éste lo exprese.

B. La vida maligna de Satanás, en la carne

La intención de Dios al crear al hombre fue que éste lo expresara. Para lograr esto, Dios
tiene que entrar al espíritu del hombre para ser su vida. La vida de Dios está
representada por el árbol de la vida (Gn. 2:9). Antes de que el hombre recibiera a Dios
en su espíritu, fue engañado por Satanás y así recibió la vida maligna en su cuerpo (Gn.
3:1-6). Tal vida satánica está representada por el árbol del conocimiento del bien y del
mal (Gn. 2:9).

[En aquel día, Adán, habiendo sido engañado por Satanás, comió del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Desde entonces, la vida satánica entró en el hombre,
causando su corrupción. Así que, además de su propia vida original, creada por Dios, el
hombre recibió la vida caída de Satanás.

Cuando Adán pecó y cayó, no sólo ofendió a Dios al actuar de una manera pecaminosa,
sino que, peor aún, él mismo fue envenenado por Satanás, lo cual causó que la vida del
hombre se contaminara y corrompiera.]

Romanos 5:12 dice que “el pecado (la vida maligna de Satanás) entró en el mundo por
medio de un hombre (Adán)”. De esta manera, todos los hombres fueron constituidos
pecadores (Ro. 5:19). Ahora el hombre peca debido a que es un pecador, y está
completamente bajo la condenación de Dios (Ro. 5:16).

C. La vida divina y eterna de Dios, en el espíritu

¡Alabado sea el Señor porque no todo está perdido! A pesar de que la condición del
hombre se volvió tan miserable, Dios es lo suficientemente sabio y poderoso para
salvarlo. Por tanto, Dios en el Hijo se hizo carne, esto es, un hombre genuino (Jn. 1:1, 14;
He. 2:14a), cuyo nombre es Jesús (Mt. 1:21). El llevó una vida humana perfecta y sin
pecado (He. 4:15). Luego, fue a la cruz y murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), y en la
cruz dio muerte a la vida maligna de Satanás que estaba en nosotros (Jn. 3:14; He.
2:14b). Ahora, todos los que creímos en El, hemos recibido Su vida divina y eterna en
nuestro espíritu (Jn. 3:15).

Por medio del pecado que Adán cometió en el huerto del Edén, Satanás inyectó su vida
maligna en la carne. Pero mediante el acto de justicia de Cristo, nosotros los que hemos
creído, estamos bajo la justificación de vida (Ro. 5:18). Ya no estamos bajo condenación,
sino bajo la vida. A pesar de que fuimos dañados por la vida maligna de Satanás, ahora
somos salvos en la vida divina y eterna de Dios (Ro. 5:10b).

[Damos gracias al Señor porque la vida que nosotros los salvos tenemos hoy día no se
limita a la vida humana y la vida satánica; más bien ya tenemos también la vida de Dios.
Así como Satanás, por medio de su sedición, inyectó su vida corrupta en nosotros, lo
cual nos unió a él, nos derrotó, e hizo que poseyéramos todas las características
malignas de su naturaleza, así también Dios, al librarnos, introdujo Su vida en nosotros,
lo cual nos une a Él, nos recobra, y hace que poseamos toda la bondad divina de Su
naturaleza. Así que, tanto en la caída como en la salvación el asunto crucial es la vida
que se recibe.]

La vida que nosotros los salvos tenemos es más compleja que la de los incrédulos,
porque ellos solamente tienen dos clases de vidas, pero nosotros tenemos tres: la vida
del hombre, la de Satanás y la de Dios. Los creyentes somos como un huerto del Edén en
miniatura, porque tenemos dentro de nosotros los mismos tres elementos que estaban
en el huerto. Diariamente tenemos que elegir entre disfrutar y vivir por la vida divina y
eterna de Dios en nuestro espíritu, o vivir por la vida de Satanás en nuestra carne. Cada
vez que escogemos vivir por la vida divina y eterna, experimentamos dicha vida y
crecemos en ella. ¡Jóvenes, elijan la vida!

II. CUATRO LEYES RELACIONADAS CON EL HOMBRE

Somos más complejos de lo que imaginamos. Pues además de las tres clases de vida que
tenemos como creyentes, estamos regidos por cuatro leyes que operan en nosotros.
[Cada una de las tres vidas que poseemos, tiene una ley. Por lo tanto, no sólo existen tres
tipos de vida en nosotros, sino también tres leyes que pertenecen a estas tres vidas. Y
además de estas tres leyes que hay en nosotros, tenemos una cuarta ley, la ley de Dios, la
cual se halla fuera de nosotros. Por consiguiente, por dentro y por fuera, se hallan un
total de cuatro leyes. Esto es lo que revela Romanos 7 y 8.] Excepto por la ley de Dios
que está fuera de nosotros, las tres leyes que hay en nuestro interior no son ordenanzas,
sino principios que operan y funcionan automáticamente en estas vidas distintas.

A. La ley de Dios, fuera del hombre

[La ley de Dios, escrita en tablas de piedra, fue dada por Dios a los hombres por medio
de Moisés durante los tiempos del Antiguo Testamento. Esta es una ley que se encuentra
fuera de nosotros. La ley de Dios se compone de Sus estatutos, y su naturaleza es santa,
justa y buena. Esta ley, al hallarse fuera de nosotros, nos permite saber lo que Dios
condena y lo que justifica; también demanda que rechacemos lo que Dios condena y que
hagamos lo que El justifica, a fin de que seamos conformados a los estatutos divinos, los
cuales son santos, justos y buenos.] A pesar de que la ley de Dios es buena, no tiene
poder para ayudarnos a ser también buenos, debido a que está debilitada por causa de
nuestra carne de pecado (Ro. 8:3). Por medio de la ley podemos conocer lo que Dios es y
lo que El desea; sin embargo, no estamos capacitados para cumplirla.

B. La ley del bien, en la mente

[La ley del bien, que se encuentra en nuestra mente, procede de la vida humana creada
por Dios, la cual es buena por naturaleza, y corresponde fielmente a la naturaleza de la
ley de Dios, la cual está fuera de nosotros. Esta ley externa crea en nosotros, es decir, en
nuestra mente, el deseo de hacer el bien. Especialmente cuando la ley de Dios, la cual
está fuera de nosotros, exige que seamos buenos, la ley del bien nos da el deseo de hacer
el bien.]

La ley del bien desea practicar lo que corresponde a la ley de Dios (Ro. 7:15), está de
acuerdo con la ley de Dios (Ro. 7:16) y se deleita en dicha ley (Ro. 7:22). Sin embargo,
cuando la ley del bien trata de hacer el bien, la ley del pecado, que mora en la carne, se
rebela contra ella (Ro. 7:11, 23). De manera que, la ley del bien es ineficaz para hacer el
bien y así cumplir con las exigencias de la ley de Dios.

C. La ley del pecado, en la carne

[La ley del pecado, que mora en los miembros, proviene de la vida caída y maligna de
Satanás. Ya hemos dicho que debido a que Adán cayó por haber pecado, es decir, por
haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de Satanás
entró en el hombre. En esta vida satánica está contenida la ley del mal, es decir, la ley
del pecado que mora en los miembros. Puesto que la vida de Satanás es maligna, la ley
que proviene de su vida espontáneamente hace que el hombre peque y haga el mal.]

Esta ley es más poderosa que la ley del bien que mora en nuestra mente. Aunque nos
esforcemos por hacer el bien, no podemos cumplir la ley de Dios (Ro. 7:17-23). Por lo
tanto, necesitamos ser salvos y liberados de la esclavitud de la ley del pecado (Ro. 7:24).

D. La ley del Espíritu


de vida, en el espíritu

¡Alabado sea el Señor porque El vino para que tuviéramos vida (Jn. 10:10)! Por Su vida
somos salvos (Ro. 5:10b). “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la
ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). [La ley del Espíritu de vida proviene del
Espíritu de vida que está en nuestro espíritu, y de la vida increada y divina de Dios.
Cuando recibimos al Señor y fuimos salvos, el Espíritu de Dios, junto con la vida de
Dios, entró en nuestro espíritu y se mezcló con éste, para ser en nosotros el Espíritu de
vida. En la vida de este Espíritu se halla una ley que es la ley del Espíritu de vida, es
decir, la ley de vida.]

III. EXPERIMENTAR LAS TRES VIDAS


Y LAS CUATRO LEYES

Al creer en el Señor y al recibir Su vida en nuestro espíritu, obtenemos la vida más


poderosa junto con la ley más elevada del universo. Esta vida es divina, eterna e
indestructible; no tiene falta ni defecto alguno. A pesar de que la ley del pecado en
nuestra carne puede derrotar a la ley del bien en nuestra mente, podemos poner nuestra
mente en el espíritu y obtener vida y paz (Ro. 8:6). Así, “por el Espíritu” podemos “hacer
morir los hábitos del cuerpo” (Ro. 8:13). ¡Aleluya! Ya no tenemos por qué seguir siendo
creyentes débiles. Pues “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”
(Ro. 8: l). Cada día, desde la mañana hasta la noche, podemos estar llenos del Espíritu y
vivir por el Espíritu para derrotar la vida maligna de Satanás que está en nuestra carne.
Con esto tenemos la realidad de que “el justo requisito de la ley se cumpla en nosotros”
(Ro. 8:4). ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto es maravilloso!

Preguntas

1. Mencione las tres partes del hombre y la clase de vida que corresponde a cada una de
ellas.
2. En Romanos 7 y 8 se mencionan cuatro leyes, busque un versículo que se relacione con
cada una de ellas.
3. ¿Cuál es la ley que tiene la vida más alta y el poder más elevado, la cual nos capacita para
llevar una vida cristiana victoriosa?
4. Comparta una experiencia acerca de cómo la ley del Espíritu de vida opera en usted.
5. Busque dos versículos que hablen acerca de las partes del hombre.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. El conocimiento de la vida, págs. 97, 99-101, 103-104, 106-108.


 

Lección cuatro
LA LEY DE VIDA Y LA LUZ DE VIDA

Lectura bíblica

Ro. 8:2; He. 8:10; 10:16; Jer. 31:33;


Ez. 36:23-28; Ro. 8:29; Fil. 2:8; Jn. 1:4; 8:12;
Sal. 36:9; 119:105, 130; 2 Co. 4:6; 3:16

Bosquejo

I. La ley de vida
A. La definición de la ley de vida
B. La función de la ley de vida
C. El deseo de Dios se cumple por la ley de vida
II. La luz de vida
A. La vida proviene de la luz
B. La luz está en la Palabra de Dios
C. La luz es el sentir interior de vida
D. La manera de ser iluminados

Texto

I. LA LEY DE VIDA

A pesar de que en la última lección hablamos acerca de la ley de vida, necesitamos


dedicar más tiempo a este tema, ya que es crucial en nuestra experiencia de la vida
divina. Si no tenemos un entendimiento claro acerca de la ley de vida, es posible que, sin
el poder de vida, intentemos ser buenos cristianos, o que decidamos no hacer nada,
esperando que Dios lo haga todo por nosotros.

A. La definición de la ley de vida

El término “la ley del Espíritu de vida”, presentado en Romanos 8:2, es usado
únicamente en este pasaje de la Biblia. Sin embargo, el concepto se revela en otros
versículos, tales como Hebreos 8:10 y 10:16, Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:25-28. La ley
de vida en nosotros comenzó a operar cuando fuimos regenerados. La regeneración
consiste en que recibamos la vida de Dios en nuestro espíritu, la cual conlleva la ley de
vida.
[Una ley es un reglamento natural, una norma constante e inmutable. La ley que opera
en una vida es la característica natural o función innata y automática de esta clase de
vida. Cuanto más elevada sea esta vida, más alta será su correspondiente ley. De aquí
que, la ley de la vida divina es la característica natural, la función innata y automática de
la vida de Dios, y puesto que esta vida es la más elevada, su ley es la más alta. Esta ley de
vida tan elevada es la función u operación de la vida divina. Dicha función u operación
es innata, espontánea, natural y automática.

Cualquier tipo de vida, ya sea vegetal, animal, humana o divina, posee una función.
Todo lo que no tiene una función, en realidad no es vida. Tomemos el ejemplo de un
árbol de durazno. Su función es florecer y producir duraznos. Del mismo modo, un
perro posee la habilidad de ladrar, y un gato, la de atrapar ratones. Cada vida tiene una
función automática e innata, y dicha función es la ley de esa vida. En tanto un árbol de
durazno tenga vida, ciertamente producirá duraznos. No es necesario que el agricultor le
enseñe cómo hacerlo, diciéndole: “Pequeño árbol de durazno, mi deseo es que
produzcas duraznos. Eso es lo que quiero que hagas”. Si el árbol de durazno pudiera
hablar, diría: “Caballero, váyase a su casa a descansar. No es necesario que me enseñe lo
que debo hacer. ¿Acaso no sabe que mi propia vida posee la ley que produce duraznos?
Hay una ley en mi vida que me impide producir otro tipo de fruto. Esta ley me hace
producir duraznos, justamente el fruto que usted desea”. De la misma manera, un gato
atrapa ratones, porque en su vida está la ley que lo hace atrapar ratones, y un perro
ladra, porque en su vida está la ley de ladrar. ¿Qué es la ley de vida? Es la función innata
y automática de la vida divina. Esta vida es viviente, activa y dinámica. Siempre está
activa y opera conforme a la ley automática de la vida.]

Debemos recordar que esta vida, igual que esta ley, es una persona: el propio Dios
Triuno. [La ley del Espíritu de vida es precisamente el Dios Triuno que está en nosotros
funcionando, operando, moviéndose y ungiéndonos. El es nuestra ley de vida.]

B. La función de la ley de vida

La ley de vida no está en nosotros para regularnos y decirnos cómo comportarnos. Al


contrario, su función principal es liberarnos de la ley del pecado y de la muerte (Ro. 8:2)
y conformarnos a la imagen de Cristo (Ro. 8:29) para que podamos expresar a Dios y
todo lo que El es en nuestra vida cotidiana. Puesto que la ley del pecado diariamente nos
asedia, necesitamos que la ley de vida nos libre y nos salve. Antes de que creyéramos en
el Señor, no había manera de que fuéramos liberados de la ley del pecado, pues cuanto
más nos esforzábamos por no pecar, más activa se volvía la ley del pecado. Pero ahora
que somos creyentes, la ley de vida nos libera de la ley del pecado en la proporción en
que activemos nuestro espíritu. Una función de la ley de vida es dar fin a las cosas
negativas. Por el lado positivo, la ley de vida nos amolda o conforma a la imagen de
Cristo, quien es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). A medida que nos volvemos a
nuestro espíritu diariamente, el Espíritu de Dios transforma nuestro ser. Tal vez antes
hayamos sido rebeldes con nuestros padres, pero el Cristo que mora en nosotros no es
rebelde hacia Su Padre (Fil. 2:8). Cuando nos demos cuenta de nuestra rebeldía,
debemos arrepentirnos ante el Señor a fin de obtener Su perdón. Luego, debemos
continuar en una actitud de oración y debemos permanecer en nuestro espíritu.
Entonces, la ley de vida espontáneamente trabajará en nosotros, impartiendo los
elementos de Cristo, uno de los cuales es la sumisión, en nuestro ser. Esta operación nos
transformará a Su imagen.

C. El deseo de Dios se
cumple por la ley de vida

La ley de vida es un regalo maravilloso que hemos recibido de Dios nuestro Padre. Esta
ley produce en nosotros todo lo que Dios desea.

[Dios no es solamente nuestro Dios, sino también nuestro Padre. El desea ser nuestro
Dios según la ley de vida. Por otra parte, nosotros no somos solamente criaturas de
Dios, sino también Sus hijos. Por lo tanto, El desea que seamos Su pueblo, conforme a la
ley de vida. El no sólo desea ser nuestro Dios según la ley externa de la letra, sino
también nuestro Padre, conforme a la ley de vida en nuestro interior. La observancia de
la ley externa de la letra no puede satisfacer el deseo de Dios. Podemos agradarlo
solamente si vivimos de acuerdo con la ley de vida en nuestro interior. El no sólo desea
que seamos Sus criaturas, carentes de Su vida, sino que también seamos Sus hijos,
aquellos que poseen Su vida. Así que, El quiere que seamos Su pueblo, conforme a la ley
de vida, o sea, que vivamos conforme a la ley de vida en nuestro interior y no según la
ley externa de la letra. La relación que exista entre Él y nosotros debe ser una relación en
la ley de vida. La letra de la ley sólo trae la muerte, pero la ley de vida trae la vida, y
solamente ésta puede satisfacer el deseo divino.]

Alabado sea el Señor porque hemos nacido de nuevo, hemos experimentado un


nacimiento divino. Este nuevo nacimiento no trae consigo debilidad o defecto alguno, ya
que, en él, únicamente existe la vida divina con la naturaleza divina, y la ley divina que
nos moldea y conforma a la imagen de Cristo. Sin embargo, este proceso de formación
requiere que crezcamos en vida, porque la ley de vida opera en la misma medida en que
la vida crece. Esta ley opera en el mismo grado en que la vida crece, pues su función
principal no es regularnos ni corregirnos, sino moldearnos y conformarnos a la imagen
del Primogénito Hijo de Dios. Finalmente, mediante la función de la ley de vida,
llegaremos a ser hijos de Dios maduros, y de esta manera El obtendrá Su expresión
universal y corporativa.

II. LA LUZ DE VIDA

En Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Y en Juan
8:12 Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida”. Vemos que la luz está estrechamente relacionada con
la vida.

A. La vida proviene de la luz

[La Biblia entera revela que la vida proviene del resplandor de la luz. Cuando la luz
brilla, se produce la vida. Donde hay luz, existe vida. La cantidad de vida está en
proporción directa con la cantidad de luz. En Génesis 1 y 2 se narra que antes de que
Dios iniciara Su obra de recobro, la tierra se encontraba vacía y en tinieblas, lo cual
significa que estaba llena de muerte, pues la oscuridad es el símbolo de la muerte. Así
que, el primer paso en la obra de Dios fue enviar la luz. Cuando vino la luz, ésta acabó
con la muerte, que era el producto de la oscuridad, y comenzó a producir vida. Por
consiguiente, la vida viene de la luz, es decir, que proviene de la luz.

Existe una línea de vida a través de toda la Biblia, y la luz va juntamente con esta vida.
Donde hay luz, hay vida. Este es un principio importante en la Biblia. Salmos 36:9 dice:
“Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz vemos la luz”. Esto también
indica la relación que existe entre la vida y la luz. La vida siempre sigue a la luz y
solamente la luz puede producir la vida.]

B. La luz está en la Palabra de Dios

[Hemos dicho que la vida reside en la luz, pero ¿dónde reside la luz? En la Biblia vemos
que la luz reside en la Palabra de Dios. Esto también es un principio bíblico de suma
importancia. Salmos 119:105 dice: “Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi
camino”. Y el versículo 130 añade: “La exposición de Tus palabras alumbra”. Estos
versículos muestran que la luz reside en la Palabra de Dios. Cuando tomamos la Palabra
de Dios, obtenemos la luz. Carecemos de luz porque no acudimos a la Palabra.

La Palabra que mencionamos aquí no es la palabra escrita de la Biblia, sino la palabra


que el Espíritu Santo habla en nuestro interior. La Biblia es la Palabra escrita de Dios;
esto es cien por ciento correcto. Pero las simples letras impresas no poseen el poder de
la luz resplandeciente, por lo cual no pueden iluminarnos. Sin embargo, cuando el
Espíritu Santo nos revela la palabra de la Biblia de una manera nueva, abriéndola y
haciéndola viva para nosotros, entonces la Palabra nos infunde el poder de la luz
resplandeciente y se convierte en nuestra luz.]

C. La luz es el sentir de vida interior

En la antigua creación, Dios dispuso que la luz alumbrara externamente, pero en la


nueva creación, Dios mismo resplandece en nuestros corazones (2 Co. 4:6). La luz a la
que nos referimos no es la luz fuera de nosotros, sino Dios como luz, que brilla en
nuestro ser. Esta luz es el sentir de vida que experimentamos como creyentes.

Lo que somos en nosotros mismos es muy distinto a lo que El es. El ama, y nosotros
odiamos. El es santo, y nosotros somos mundanos, El es justo, y nosotros somos
injustos. Ante El, somos puestos en evidencia, debido a lo que somos, pues somos
completamente lo opuesto a lo que El es. Sabemos esto por el sentir interior de vida. Por
ejemplo, cuando criticamos a un hermano o bromeamos sin consideración, no es el
Señor quien hace esto, sino la ley del pecado en nuestra carne. Entonces sentimos de
inmediato que hemos hecho mal. Este sentir no es otra cosa que la luz, el sentir de vida
interior. ¿Qué debemos hacer cuando esto ocurre? Lo que debemos hacer es decir: “Oh,
Señor Jesús, perdóname. Eso que dije no provino de Ti. Lléname de Tu persona”. En
cuanto oramos en concordancia con lo que la luz nos hizo ver; el Señor nos perdona, nos
limpia y crece en nosotros, a fin de conformarnos a la imagen de Cristo.

D. La manera de ser iluminados

Primero, debemos anhelar ser iluminados por Dios. Dios está en nosotros, y El siempre
está brillando. Si no hacemos caso a la luz o si nos negamos a aceptar su veredicto, es
evidente que no anhelamos ser iluminados. Sin embargo, si deseamos la luz, la
aceptaremos y la recibiremos y, como resultado, seremos iluminados.

Segundo, debemos abrir nuestro ser al Señor y volvernos a Él. En 2 Corintios 3:16 se nos
dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Cuando invocamos
Su nombre, oramos o leemos Su Palabra, nos estamos volviendo al Señor y, sin duda, El
nos alumbrará. Pero cuando nuestro corazón se distrae con otras cosas; nos internamos
en la oscuridad y es probable que, lejos de expresar al Señor, lleguemos incluso a hacer
cosas en contra de Él.

Tercero, debemos aceptar el veredicto de la luz. Cuanto más argüimos en su contra, más
permanecemos en tinieblas, y el sentir de muerte se extiende. Si el Señor le redarguye a
usted por haber discutido con su madre, no debe argumentar que fue ella quien le
provocó. Simplemente confiese en concordancia con la luz recibida, y el Señor le
perdonará y crecerá en usted.
Si aprendemos a experimentar la vida por medio de la luz, creceremos en Cristo en
todas las cosas, y Dios será expresado a través de nosotros.

Preguntas

1. Defina brevemente qué es la ley de vida.


2. Explique las funciones de la ley de vida.
3. ¿Cuál es la función de la luz?
4. Busque versículos adicionales que hablen acerca de la vida y la luz.
5. ¿Cómo podemos experimentar la vida por medio de la luz? ¿Puede proveer una
experiencia personal relacionada con este hecho?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. Estudio-vida de Hebreos, págs. 450-451, 453-454.


2. Perfecting Training [Entrenamiento para perfeccionar a los creyentes], pág. 373.
3. El conocimiento de la vida, págs. 219, 221, 223.
 

Lección cinco
EL CRECIMIENTO DE LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Gn. 2:9; 1 Co. 8:1; 13:2; Ef. 3:19; 4:13;


Ro. 8:6; 2 Co. 4:16

Bosquejo

I. ¿En qué no consiste el crecimiento de la vida divina?


A. Mejorar nuestro comportamiento
B. Adquirir más conocimiento
II. ¿En qué consiste el crecimiento de la vida divina?
A. El aumento del elemento divino
B. El aumento de la estatura de Cristo
C. La expansión de los dominios del Espíritu Santo
D. La disminución del elemento humano
III. La manera de crecer en la vida divina

Texto

La vida cristiana está integralmente vinculada a la vida divina. Ser regenerados consiste
en recibir la vida de Dios en nuestro espíritu. Desde ese momento, debemos crecer en
vida diariamente hasta alcanzar la plena madurez de la vida divina. Debido a que éste es
un proceso diario que nos toma toda la vida, es menester que ahora pongamos toda
nuestra atención en este asunto tan crucial. Primero, debemos ver qué es lo que las
personas generalmente confunden con el crecimiento de la vida divina; segundo,
necesitamos conocer el verdadero significado del crecimiento de la vida divina; y
tercero, debemos saber cómo podemos crecer en la vida divina.

I. ¿EN QUE NO CONSISTE EL CRECIMIENTO


DE LA VIDA DIVINA?

A. Mejorar nuestro comportamiento

Aunque necesitamos mejorar nuestro comportamiento, esto no proviene


necesariamente de la vida divina. [Mejorar nuestro comportamiento implica cambiar
nuestra conducta, de mala a buena, de perversa a virtuosa. Por ejemplo, una persona
que era muy orgullosa, puede volverse muy humilde. Acostumbraba odiar a otros; ahora
puede amarlos. Además tenía muy mal carácter y fácilmente se enojaba, ahora ha
mejorado su temperamento, de modo que ya no se irrita tan rápidamente. Todo esto
puede considerarse como una mejora en el comportamiento. Pero, si el comportamiento
de una persona mejora, ¿podemos decir que en esto consiste el crecimiento de la vida
divina? ¡No!] ¿Por qué? [Porque así como el mal no es la vida, tampoco lo es el bien. Por
eso vemos en la Biblia que el bien y el mal no son dos árboles, sino uno solo, y que la
vida pertenece a otro árbol, pues pertenece a otra esfera, a otro reino (Gn. 2:9). Por
consiguiente, una persona puede mejorar su comportamiento considerablemente por su
propia determinación y esfuerzo, y aun así, seguir siendo inmadura y débil en la vida de
Dios. Esto se debe a que su mejoramiento es totalmente ajen o a la vida divina; ya que es
solamente el resultado de su propio esfuerzo, y no del crecimiento de la vida divina en
ella. Su progreso no es producto del crecimiento de la vida divina. Por consiguiente, el
crecimiento de la vida no consiste en mejorar el comportamiento.] Casi todas las
religiones, las enseñanzas éticas, y aun la psiquiatría, tratan de ayudar a las personas a
mejorar su comportamiento. Únicamente Cristo entra en nosotros para ser nuestra vida.

B. Adquirir más conocimiento

Aunque es cierto que necesitamos conocer más del Señor en Su Palabra; sin embargo,
dicho conocimiento no necesariamente proviene de la vida. [Aunque un creyente
experimenta cierto crecimiento al adquirir conocimiento espiritual escuchando
mensajes de la Palabra de Dios, conociendo más verdades, entendiendo mejor la Biblia y
comprendiendo más términos espirituales, el crecimiento de la vida no consiste en esto.
La adquisición de tal conocimiento solamente hace que su mente se desarrolle, que se
haga más versado, y que su comprensión y habilidad intelectual se incremente. Pues,
esto no significa que el Espíritu Santo le haya dado más revelación interior, ni que la
vida haya ganado más terreno en su ser, haciéndolo crecer en el conocimiento verdadero
y en la experiencia de Cristo como vida. Antes bien, sólo es un aumento de
conocimiento, lo cual causa que el hombre se envanezca (1 Co. 8:1). Este tipo de
conocimiento no tiene ningún valor delante de Dios (1 Co. 13:2) y no tiene nada que ver
con la vida. Por lo tanto, el crecimiento de la vida no es el simple aumento de
conocimiento.]

II. ¿EN QUE CONSISTE EL CRECIMIENTO


DE LA VIDA DIVINA?

A. El aumento del elemento divino

[Adquirir más del elemento de Dios significa que Dios mismo se mezcla más con
nosotros, es decir, que obtenemos más de Dios, y que El viene a ser nuestro elemento
mismo. Hemos dicho que la vida es el propio Dios, y que experimentar esta vida es
experimentar a Dios mismo; por lo tanto, el crecimiento de la vida divina es el
incremento del elemento de Dios en nosotros, hasta que todo lo que pertenece a la
Deidad sea forjado plenamente en nosotros y nos llene hasta la medida de toda la
plenitud de Dios (Ef. 3:19).]

B. El aumento de la estatura de Cristo

[Mientras que la vida es Dios mismo, Dios, al ser nuestra vida, es Cristo; y es por eso que
la Biblia dice que Cristo es nuestra vida. Podemos decir que cuando somos regenerados,
Cristo nace nuevamente dentro de nosotros para ser nuestra vida. Pero cuando
recibimos la vida inicialmente, ésta aún es muy incipiente e inmadura, lo cual significa
que al inicio de nuestra vida cristiana, la estatura de Cristo en nosotros aún es muy
pequeña. Pero al amar más a Cristo, al buscarlo y al permitirle que El viva y se extienda
dentro de nosotros, ganamos más de Él, y la estatura de Cristo aumenta gradualmente
en nuestro ser. En esto consiste el crecimiento de la vida divina. Ya que esta vida es
Cristo que vive en nosotros, el crecimiento de esta vida es el aumento de la estatura de
Cristo en nuestro ser.]

C. La expansión de los
dominios del Espíritu Santo

[Hemos mencionado que la vida no es solamente Dios, sino también Cristo, pero
podemos también decir que la vida es el Espíritu Santo. Podemos decir que
experimentar vida es experimentar al Espíritu Santo; por lo tanto, crecer en la vida
divina también significa permitir que el Espíritu Santo expanda Sus dominios en
nuestro ser. Cuando cooperamos con el Espíritu Santo para que Su obra avance en
nosotros, y cuando obedecemos diligentemente lo que nos enseña interiormente como
unción, entonces El podrá extenderse libremente en nosotros, y de esta manera la vida
interior crecerá sin restricción dentro de nuestro ser. Por lo tanto, el crecimiento de la
vida significa también que el Espíritu Santo expande Sus dominios en nuestro ser.]

D. La disminución del elemento humano

[Los tres puntos anteriores revelan que sólo cuando el elemento de Dios y la estatura de
Cristo aumentan en un creyente, y cuando el dominio del Espíritu Santo se extiende en
él, entonces la vida divina ha crecido en él. Los tres aspectos anteriores los
contemplamos desde la perspectiva divina. Ahora analizaremos el crecimiento desde la
perspectiva de nuestra experiencia humana. En este sentido, el crecimiento de la vida
divina significa, primero, la disminución del elemento humano. La disminución del
elemento humano en el hombre es la disminución de Adán, la vieja creación, lo cual
también indica que el sabor humano y natural que nos caracteriza, va menguando,
mientras que el sabor divino va aumentando. Si el creyente realmente ha crecido en
vida, su lenguaje, su comportamiento, su vivir y laborar, deberán dar la impresión de
que no provienen de sí mismo, sino de Dios; que no son fruto de su propia sabiduría,
sino que responden a la gracia de Dios. Por lo tanto, todas estas expresiones humanas
no tendrán el sabor del hombre, sino el de Dios, lo cual indicará que el elemento
humano ha disminuido y el elemento de Dios ha incrementado. Por consiguiente, el
crecimiento de la vida divina no sólo es el incremento del elemento de Dios, sino
también la disminución del elemento del hombre.]

III. LA MANERA DE CRECER EN LA VIDA DIVINA

Después de haber visto que el crecimiento de la vida divina es el aumento de Dios y la


disminución de nuestro “yo”, tenemos que averiguar cómo podemos crecer en vida. En
realidad, esto no es muy difícil, pues sólo requiere nuestro ejercicio persistente.
Principalmente, necesitamos ser llenos del Espíritu cada día, invocando al Señor
constantemente, orando, arrepintiéndonos y confesando nuestros pecados ante el
Señor, leyendo y orando-leyendo la Palabra, proclamando y cantando los himnos, dando
gracias y alabando al Señor por todas las cosas, teniendo comunión con los hermanos,
predicando el evangelio, y profetizando en las reuniones. Además, necesitamos vivir por
el Espíritu, mantenernos en la comunión de vida y obedecer la enseñanza de la unción
estando en casa, en la escuela y cuando estamos con nuestros amigos. Por último,
debemos huir de las cosas negativas y vencer por el Espíritu todo lo que impida el
crecimiento de la vida divina, como por ejemplo: nuestra vieja manera de vivir, los
pecados, las pasiones juveniles, la corrupción, la impiedad, el mundo, los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida, la carne misma, el yo, las
opiniones, las críticas, las murmuraciones, los razonamientos, la vida del alma, el
individualismo y las disensiones.

En conclusión, la manera en que podemos crecer en la vida divina es ser llenos del
Espíritu cada día y vivir por el Espíritu todo el día para vencer todo aquello que estorba
el crecimiento de esta vida.
Preguntas

1. ¿De qué manera podemos ser llenos del Señor?


2. Mencione varios ejemplos de la Biblia que muestren cómo el creyente puede crecer en la
vida.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM.

1. El conocimiento de la vida, págs. 191-200.


 

Lección seis
EXPERIMENTAR LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Fil. 2:12-16; Ro. 8:9-11; 13, 26; Jer. 17:9; 13:23;


Jn. 3:3-6, 16:8; 1:12-13; 2 Co. 15:17; 1 Co. 6:17

Bosquejo

I. ¿Qué significa experimentar la vida divina?


A. Experimentar a Dios
B. Experimentar a Cristo
C. Experimentar al Espíritu
II. Nuestra primera experiencia de la vida: la regeneración
A. ¿Por qué es necesaria la regeneración?
B. ¿Qué es la regeneración?
C. ¿Cómo se lleva a cabo la regeneración?
D. Los resultados de la regeneración

Texto

I. ¿QUE SIGNIFICA EXPERIMENTAR LA VIDA DIVINA?

Ahora que tenemos cierto conocimiento básico de lo que es la vida divina, tenemos que
seguir adelante para ver cómo podemos experimentarla. Todo lo que la Biblia dice
acerca de la vida tiene como fin que sea parte de nuestra experiencia hoy. Tenemos que
descubrir qué es la vida y cómo experimentarla. Si carecemos de experiencias acordes
con lo que la Palabra revela, debemos volver a estudiarla y luego, orar pidiendo tales
experiencias. El Señor nos concederá todas las experiencias de la vida divina que
necesitamos, siempre y cuando las procuremos.

A. Experimentar a Dios

Primero debemos preguntarnos, ¿qué significa experimentar la vida divina? [Hemos


visto que la vida es Dios mismo. En efecto, el Dios que fluye en nosotros y que recibimos
y experimentamos es esta vida. Una experiencia de vida es aquella en la que Dios y el
hombre se compenetran. Por ejemplo, cuando oramos, tenemos comunión con Dios, El
nos alumbra y por ende, reconocemos nuestras faltas y las confesamos ante Dios. No es
que nosotros mismos detectemos nuestra propias faltas, sino que, cuando nos
acercamos a Dios, El viene a encontrarse con nosotros y, como resultado, podemos ver
nuestra condición. Dios es luz; así que, cuando estamos con El, en Su luz, podemos ver
nuestros defectos. Entonces, espontáneamente se los confesamos a Dios y le rogamos
que nos limpie con la sangre de Cristo. Como consecuencia de esto, experimentamos
cómo Dios fluye a través de nosotros y nosotros a través de Él. Esto hace que
experimentemos a Dios y, por eso, es una experiencia de la vida divina.

Toda experiencia de vida proviene de Dios y responde a Su obrar en nosotros. Es por


ello que estas experiencias hacen que toquemos a Dios y lo experimentemos. Así pues,
todo este tipo de experiencias pondrán de manifiesto la vida divina. (Fil. 2:13-16).]

B. Experimentar a Cristo

[Cristo es Dios manifestado y corporificado; El es el Dios que experimentamos. Por lo


tanto, las experiencias que tenemos de Dios son también experiencias que tenemos de
Cristo y en El.

Experimentar a Cristo es permitirle que viva en nosotros y a través de nosotros; es


tomar a Cristo como nuestra vida y así vivir por El. En otras palabras, experimentar a
Cristo significa que la totalidad de nuestra vida diaria y nuestras acciones son Cristo
mismo que vive y actúa a través de nosotros.

C. Experimentar al Espíritu

[Tal como Cristo es la corporificación de Dios, el Espíritu Santo es la corporificación de


Cristo. Dios está en Cristo como vida y Cristo, como vida, es el Espíritu Santo.
Experimentamos a Dios en Cristo, y el Cristo que experimentamos es el Espíritu Santo.
Así que, cuando experimentamos la vida divina, experimentamos a Dios y a Cristo y;
además, experimentamos al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo de vida es quien causa que experimentemos al Cristo que mora en
nosotros, y también hace que experimentemos el poder de resurrección de Dios en
Cristo (Ro. 8:9-11). Además, es el Espíritu Santo de vida quien nos guía a hacer morir las
obras malignas del cuerpo, y es este Espíritu Santo de vida quien ora en nosotros (Ro.
8:13, 26). Todas nuestras experiencias de vida, sean profundas o superficiales, son
producidas por el Espíritu Santo; por lo tanto, en realidad son del Espíritu Santo de
vida.]
II. NUESTRA PRIMERA EXPERIENCIA
DE LA VIDA: LA REGENERACIÓN

[Hemos visto lo que es la vida, y lo que significa experimentarla. Ahora hablemos de la


primera experiencia de esta vida: la regeneración. La regeneración es el primer paso en
nuestra experiencia de la vida de Dios; por consiguiente, viene a ser nuestra primera
experiencia de la vida de Dios. Esta experiencia es fundamental y sumamente
importante, así que la estudiaremos desde varias perspectivas. Primero veamos:]

A . ¿ p o r q u é e s n e c e s a r i a l a r e g en e r a c i ón ?
[¿Por qué necesitamos ser regenerados? Hay dos razones. El primer motivo y el más
básico es que la regeración es necesaria porque nuestra vida se ha corrompido y se ha
vuelto maligna (Jer. 17:9; Ro. 7:18), y su condición no puede ser cambiada, de mala a
buena (Jer. 13:23). Esta es la explicación que solemos dar para nuestras necesidad de
ser regenerados. Debido a que nuestra vida es (1) corrupta y maligna, y (2) no puede
mejorarse, necesitamos ser regenerados. Los sabios del pasado y del presente han
apoyado la doctrina de la superación personal para mejorar al hombre. Pero la salvación
que se Dios efectúa no corrige ni mejora al hombre, sino que lo regenera, puesto que
nuestra vida humana es corrupta; y o se hará buena aunque sea mejorada. Esta es la
primera razón porque necesitamos ser regenerados.

En segundo lugar, existe otra razón porque necesitamos ser regenerados y esta es más
elevada. Cuando fuimos creados, únicamente obtuvimos la vida creada, pero no
adquirimos la vida increada de Dios. Dios tiene el propósito de que nosotros los
seres humanos obtengamos Su vida increada y que seamos transformados a Su
imagen, a fin de que seamos tal como El es. Por lo tanto, aun si nuestra vida
humana no se hubiese corrompido, necesitaríamos ser regenerados.

El propósito de Dios al crear al hombre no era simplemente obtener un hombre


bueno, sino obtener un Dios-hombre, uno que poseyera la vida y naturaleza de Dios
y que fuera semejante a Él. Si Dios hubiera deseado que el hombre sólo fuera
bueno, y si el hombre tampoco hubiera caído ni se hubiese corrompido, entonces no
sería necesaria la regeneración. Pero el deseo de Dios no es que el hombre sea
simplemente bueno, sino mucho más que eso, El quiere obtener un Dios-hombre,
alguien que sea como El. Por lo tanto, incluso un hombre bueno necesita ser regenerado.
No debiéramos considerar esta segunda razón con ligereza. Por el contrario, es
algo muy significativo. ¡Cuán maravilloso es que el propósito de la regeneración
consiste en que obtengamos la vida de Dios y que seamos como El! Es cierto que somos
corruptos y malignos y que no podemos ser mejorados; pero aun si pudiéramos ser
absolutamente buenos, o si pudiéramos mejorarnos hasta volvernos perfectos,
necesitaríamos ser regenerados a fin de poseer la vida de Dios.]
B. ¿Qué es la regeneración?
[Según las Escrituras, ser regenerado significa nacer del Espíritu (Jn. 3:3-6).
Anteriormente nuestro espíritu estaba muerto, pero en el momento en que
creímos, el Espíritu de Dios entró en nuestro espíritu, y así nuestro espíritu
obtuvo la vida de Dios y fue vivificado. De esta manera, además de nuestro primer
nacimiento natural, el Espíritu de Dios nos hizo nacer de nuevo. En breve, ser
regenerado significa volver a nacer, esto es, nacer de Dios (Jn. 1:13); en otras palabras,
significa que, además de nuestra vida humana la cual habíamos recibido
originalmente, obtenemos la vida de Dios.
Ser regenerado significa nacer de nuevo. ¿Por qué usamos el término "nacer de
nuevo"? Porque originalmente nacimos de nuestros padres; pero ahora nacemos de
nuevo, esta vez, de
Dios; por eso, a esta experiencia se le llama nacer de nuevo. Al nacer de nuestros padres
obtuvimos la vida humana, mientras que al nacer de Dios obtenemos la vida
divina. Por consiguiente, aquellos que hemos sido regenerados, además de la vida
humana, tenemos la vida de Dios.] Por lo tanto, un cristiano no es aquel que nace en
una familia cristiana, ni uno que vive en un así llamado "país cristiano", sino
alguien que ha sido regenerado en su espíritu por la vida de Dios.

C. ¿Cómo se lleva a cabo la regeneración?


[¿Cómo puede el hombre ser regenerado? En breve, el Espíritu de Dios entra en el
espíritu del hombre y le imparte la vida de Dios; ésta es la manera en que el hombre
es regenerado.
¿Cómo puede el Espíritu de Dios entrar al espíritu del hombre? Cuando el
hombre escucha el evangelio o lee las Escrituras, el Espíritu de Dios opera en él y
causa que él reconozca que ha pecado y que es corrupto; entonces, el hombre es
convencido de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8). Cuando ve que es
pecador, se da cuenta de su corrupción y está dispuesto a arrepentirse, entonces el
Espíritu de Dios le hace ver que el Señor Jesús es su Salvador, y que El murió en la
cruz y derramó Su sangre para remisión de pecados. En ese momento, cree
espontáneamente en el Señor y le recibe como su Salvador. Una vez que el hombre
recibe al Señor como su Salvador, el Espíritu de Dios entra en su espíritu e infunde la
vida de Dios en él, regenerándolo.
Así que, hablando desde la perspectiva del Espíritu de Dios, somos
regenerados tan pronto como el Espíritu de Dios entra en nuestro espíritu e imparte
la vida de Dios en él. Pero desde nuestra perspectiva, somos regenerados, lo cual
significa que además de la vida humana que ya poseemos, obtenemos la vida
de Dios, debido a que nos arrepentimos, creemos y aceptamos al Señor como nuestro
Salvador.]
D. Los resultados de la regeneración
[Los resultados o logros de la regeneración se pueden resumir en tres aspectos:
1) La regeneración hace que los hombres sean hechos hijos de Dios. Ya que la
regeneración implica nacer de Dios, espontáneamente hace de los hombres
hijos de Dios (Jn. 1:12, 13) y los introduce a una nueva relación orgánica con
Dios.
2) La regeneración hace que los hombres lleguen a ser una nueva creación. Esta
nueva creación contiene los elementos de Dios. Todo lo que contiene los
elementos de Dios, es la nueva creación. En la vieja creación, no se halla el
elemento de Dios. Por naturaleza, nosotros los seres humanos no tenemos los
elementos de Dios; por lo tanto, somos la vieja creación. Pero en el momento
en que el elemento de Dios se añade a nosotros, llegamos a ser la nueva creación. La
regeneración nos trae la vida de Dios y Su elemento mismo, haciéndonos así
una nueva creación (2 Co. 5:17). Esta nueva creación es la cristalización de la
mezcla de Dios con el hombre y es lo más maravilloso que hay en todo el
universo, ya que tiene tanto el elemento humano como el divino, es tanto hombre
como Dios, y se parece al hombre y a Dios.
3) Además, la regeneración hace que el hombre se una a Dios, y ambos lleguen a
ser uno. No sólo logra que el hombre obtenga la vida y los elementos de Dios, sino
también, que se una con Dios como uno solo. Mediante la regeneración, Dios el
Espíritu entra en el espíritu del hombre y une al hombre consigo mismo en un solo
espíritu (1 Co. 6:17). Así, Dios hace que el hombre tenga la relación más profunda
que pudiera tener con El, es decir, que sea uno con El.
En conclusión, la regeneración ocurre en nosotros cuando el Espíritu Santo,
mediante nuestra fe en el Señor, infunde la vida de Dios en nuestro espíritu y nos
hace nacer de Dios, o sea, nos hace hijos de Dios, y nos une con Dios en la nueva
creación, en la cual llegamos a ser uno con El.]
Una vez que hemos sido regenerados, tenemos que proseguir y experimentar
cada día la vida de Dios que ha sido depositada en nosotros, hasta alcanzar la
plena madurez en esta vida.

Preguntas

1. ¿Cuál es la definición de la experiencia de vida? ¿Ha tenido usted semejante


experiencia? Si es así, descríbala.
2. ¿Cuál es la primera experiencia de vida? Mencione dos razones por las que esta
experiencia es necesaria.
3. Describa brevemente lo que significa para usted ser regenerado.
4. Explique cómo somos regenerados.
5. ¿Cuáles son los tres resultados de la regeneración?
6. ¿Ha guiado usted a alguna persona a ser regenerada al predicarle el evangelio?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. El conocimiento de la vida, págs. 19-31.


Lección siete

EL SENTIR Y LA COMUNION DE LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Ro. 8:6; Ef. 4:19; 2 Co. 13:14; Fil. 2:1;


1 Jn. 1:1-7; 2:27

Bosquejo

I. El sentir de la vida divina


A. Su base bíblica
B. Su origen
C. Su función
II. La comunión de la vida divina
A. La fuente de la comunión de la vida divina
B. El medio por el cual disfrutamos la comunión de vida
C. El significado de la comunión de vida
D. Debemos cuidar la comunión de la vida divina
E. La función de la comunión de la vida divina
F. El ciclo de la vida divina

Texto

I. EL SENTIR DE LA VIDA DIVINA

Toda clase de vida posee sentidos. Cuando nace un bebé, inmediatamente, los sentidos
de su vida humana empiezan a funcionar. Aunque sus sentidos no estén plenamente
desarrollados, el niño comienza a ejercitar y desarrollar estos sentidos, tales como el
tacto, el oído, la vista, etc.

Asimismo nosotros, una vez que somos regenerados, poseemos el sentir de la vida
divina, al cual llamamos el sentir de vida. Este sentir es simplemente el sentir del
espíritu. Por medio de este sentir sabemos que somos salvos. La experiencia de la vida
divina está íntimamente relacionada con el hecho de conocer este sentir, desarrollarlo y
vivir en concordancia con el mismo.

A. Su base bíblica

[Aunque la Biblia no usa explícitamente la expresión “el sentir de la vida”, en realidad sí


trata este tema. Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero
la mente puesta en el espíritu es vida y paz”. Este versículo claramente hace alusión al
sentir de la vida divina, porque la paz que se menciona aquí es algo del cual uno puede
estar consciente. Esta paz no proviene del medio circundante, sino de la condición
interna; por lo tanto, ciertamente es un asunto relacionado con lo que uno puede sentir
o percibir. Ya que la paz que se menciona aquí es algo que se siente, también la muerte y
la vida que se mencionan en este pasaje son algo que se puede sentir.]

Percibimos el sentir de muerte por haber prestado atención a la carne, mientras que
percibimos el sentir de vida y paz por haber atendido al espíritu. Cuando vivimos en el
espíritu, le hacemos caso y atendemos a su sentir, nos sentimos fuertes y satisfechos
interiormente; también nos sentimos llenos de vida, radiantes, cómodos y tranquilos.
Por ejemplo, si el Espíritu Santo produce un sentir en usted, y le presta atención y lo
obedece, esto hará que se sienta fuerte y satisfecho interiormente; y al mismo tiempo se
sentirá lleno de vida, radiante, cómodo y tranquilo. De esta manera, tendrá un sentir de
vida y paz, porque presta atención al espíritu.

[El segundo pasaje de la Escritura relacionado con el sentir de vida es Efesios 4:19,
donde dice que los gentiles “después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la
lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Esto revela que el motivo por
el cual las personas de este mundo cometen pecados y perversidades voluntariamente,
es porque han desechado toda sensibilidad. Cuando un hombre peca y comete
perversidades, no podemos decir que carece de sentir alguno; más bien, los hace a un
lado. Mientras más peque y cometa perversidades, más tendrá que hacer caso omiso de
su conciencia. Por lo tanto, podemos decir que un hombre maligno y perverso carece de
sentimientos, mientras que una persona buena y bondadosa es rica en éstos.

Ahora bien, ¿quién tendrá un sentir interior más fuerte? ¿Un cristiano o un gentil? Sin
duda alguna, nuestros sentimientos son mucho más intensos que los de los gentiles,
porque además de los sentimientos que comúnmente ellos tienen, nosotros poseemos
un sentir de vida interior, que ellos no tienen. Por lo tanto, si nosotros pecamos y
hacemos perversidades, se debe a que nos hemos esforzado mucho más que ellos por
hacer a un lado nuestros sentimientos. Por esta razón, la Escritura nos exhorta a no
desechar nuestros sentimientos como lo hacen los gentiles. Así, la Escritura nos insta a
tomar en cuenta nuestro sentir interior. Por supuesto, esto se refiere a prestar atención
al sentir de la vida divina.

Más aún, casi todas las epístolas de los apóstoles contienen palabras de bendición y
salutación, en las cuales se mencionan la gracia y la paz. La gracia es Dios obtenido por
nosotros y la paz es la sensación que resulta de esta experiencia. La gracia es Dios
mismo obtenido por nosotros para ser nuestra vida y nuestro deleite. Esta gracia en
nosotros produce paz y nos da cierta tranquilidad en nuestro ser interior. Cuando los
apóstoles les deseaban paz a los creyentes, en realidad ellos querían que tuvieran la paz
interior, la cual brota del sentir de la vida divina. El sentir interior de paz equivale al
sentir de la vida divina. Por eso, los apóstoles expresaban su deseo de que los creyentes
tuvieran el sentir interior de paz, que prestaran atención al sentir interior de la vida
divina.]

B. Su origen

[¿De dónde proviene este sentir de la vida? ¿De qué se produce? Proviene de todo lo que
obtuvimos mediante la regeneración, es decir, brota de la vida de Dios, de la ley de vida,
del Espíritu Santo, de Cristo y de Dios. La vida de Dios, la ley de vida, el Espíritu Santo,
Cristo y Dios generan una serie de sentimientos internos; a este sentimiento interno es
al que llamamos el sentir de la vida divina.

Toda clase de vida tiene sentimientos que le son inherentes y cuanto más elevada sea
esta vida, más agudos serán estos sentimientos. La vida de Dios es la vida más poderosa;
por lo tanto, cuando esta vida está en nosotros, no sólo genera cierto sentir, sino que
además es un sentimiento muy poderoso.

El Espíritu Santo como ungüento nos unge y se mueve en nosotros; Cristo vive
activamente en nosotros; y Dios lleva a cabo Su obra en nosotros. Los tres de la Deidad
actúan en nosotros de una manera muy activa. No están quietos ni estáticos; por lo
tanto, producen sentimientos en nosotros.]

C. Su función

[Entonces, ¿cuál es la función de este sentir de la vida divina? Su función es revelarnos


nuestra condición en cuanto a la vida. ¿Estamos viviendo en la vida natural o somos
guiados por la vida del Espíritu? ¿Estamos viviendo en la carne o en el espíritu? Esto es
lo que el sentir de vida nos revela continuamente, y por eso nos ha sido dado. Por lo
tanto, el sentir de vida nos guía y examina. Si obedecemos este sentir de vida, estaremos
siguiendo la dirección que Dios nos da y al mismo tiempo, se nos verificará en qué esfera
nos movemos.

El sentir de la muerte nos permite saber que no estamos viviendo en el espíritu sino en
la carne. El sentir de la muerte produce debilidad, vacío, depresión, oscuridad y dolor.
Cuando tenemos tales sentimientos, sabemos que el sentir de la vida en nosotros nos
está indicando que algo no está bien, que no estamos viviendo en el espíritu, sino en la
carne.]
El sentir de la vida divina [nos da sentimientos de vida y paz, en otras palabras, nos hace
sentir fuertes, satisfechos, vivientes, resplandecientes y cómodos. Cuando nos sentimos
de esta manera, esto constituye una prueba interna de que estamos bien ante Dios y que
estamos viviendo en el espíritu. La vida y la paz son sentimientos positivos que el sentir
de vida produce en nosotros interiormente, confirmando de esta manera que nuestra
condición en vida es normal.]

¿Qué debemos hacer cuando tenemos el sentir de la muerte? Simplemente


arrepentirnos, esto es, volvernos al Señor, invocando Su nombre. También debemos
confesar nuestras faltas, lo que equivale a estar de acuerdo con El en cuanto a nuestra
condición. Entonces, El nos perdonará y seremos lavados por Su sangre. Como
resultado recuperaremos nuestra sensación de vida y paz. Dios nos ha provisto del sentir
de la vida para facilitarnos la experiencia de la misma. ¡Cuán bueno y fácil es
experimentar la vida divina siguiendo el sentir de la vida!

II. LA COMUNION DE LA VIDA DIVINA

[Examinemos ahora la comunión de la vida divina, que está íntimamente ligada al sentir
de la vida divina.]

A. La fuente de la comunión de la vida divina

[¿De qué proviene la comunión de vida? En 1 Juan 1:2-3 dice: “(Los apóstoles) os
anunciamos (a los creyentes) la vida eterna... para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con Su
Hijo Jesucristo”. Estos versículos muestran que los apóstoles nos predicaron “la vida
eterna” para que pudiéramos tener “comunión”. La vida eterna es la vida de Dios, y
cuando esta vida entra en nosotros, nos capacita para tener comunión. Ya que esta
comunión proviene de la vida de Dios, se le llama la comunión de vida. La vida de Dios,
por lo tanto, es la fuente de tal comunión.]

B. El medio por el cual


disfrutamos la comunión de vida

[La vida de Dios reside en el Espíritu Santo de Dios, y es mediante este Espíritu que la
vida de Dios entra en nosotros y vive en nosotros. Por lo tanto, la comunión que la vida
de Dios nos trae, se obtiene mediante el Espíritu Santo de Dios, aunque proviene de la
vida misma de Dios. Es por eso que la Biblia también llama a esta comunión “la
comunión del Espíritu Santo” (2 Co. 13:14). Por consiguiente, si deseamos tener la
comunión de la vida divina, no sólo tenemos que poseer esta vida, sino que también
debemos vivir en el Espíritu Santo de Dios. La vida de Dios es la fuente de la comunión
de vida, y el Espíritu Santo de Dios es el medio por el cual tenemos la comunión de
vida.]

C. El significado de la comunión de la vida divina

“Comunión” [significa participación mutua, común participación. La comunión es el


producto de la vida eterna, y en realidad es el fluir de la vida eterna en todos los
creyentes, quienes han recibido, y ahora poseen, la vida divina. Esta comunión es
llevada a cabo por el Espíritu en nuestro espíritu regenerado. Por lo tanto, se le llama “la
comunión del Espíritu Santo” (2 Co. 13:14) y “la comunión de (nuestro) espíritu” (Fil.
2:1). En la comunión de la vida eterna, nosotros los creyentes participamos de todo lo
que el Padre y el Hijo son, y de todo lo que han hecho por nosotros, es decir, disfrutamos
el amor del Padre y la gracia del Hijo por virtud de la comunión del Espíritu (2 Co.
13:14).]

Esta vida [surgió de Dios como un fluir y entró en miles de santos, incluyéndonos a
nosotros. Esta vida que fluye, procede de Dios, y pasa a través de Dios así como a través
de miles de santos, incluyéndonos a nosotros, haciendo que tengamos comunión con
Dios y con miles de santos.]

[La comunión de vida también es el fluir de vida. Este fluir de vida no está separado de
la vida misma, sino que es la comunión de dicho fluir. Esta comunión requiere que
andemos y vivamos continuamente obedeciendo y cediendo a ella. En cualquier
momento que no obedecemos ni cedemos a ella, la vida deja de fluir. Entonces, la
comunión entre Dios y nosotros se interrumpe, y la comunión entre nosotros y los
santos, también.

En 1 Juan 1:6 leemos: “Si decimos que tenemos comunión con El y andamos en
tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Tener comunión con Dios es tener un
contacto íntimo y viviente con El, en el fluir de la vida divina, conforme a la unción del
Espíritu en nuestro espíritu (2:27). Esto nos mantiene en la participación y disfrute de la
luz divina y el amor divino.]

D. Debemos cuidar la comunión de la vida divina

[Es crucial que nos demos cuenta de que la relación en vida entre los creyentes y Dios, es
inquebrantable. Sin embargo, la comunión con El sí puede ser interrumpida. Lo primero
es incondicional; lo segundo es condicional. Una vez que somos regenerados, somos
hijos de Dios y obtenemos una relación en vida con nuestro Padre celestial. Nuestra
relación con Dios tiene como base la propia vida divina y es establecida una vez y para
siempre. Por lo tanto, la relación en vida con Dios es incondicional e inquebrantable.
Pero, nuestra comunión con Dios sí requiere ciertas condiciones y puede resquebrajarse
o fluctuar.] Por lo tanto, debemos cuidarla y preservarla. Siempre que percibimos que la
comunión ha sido interrumpida, tenemos que arrepentimos y confesar, a fin de
restaurarla.

E. La función de la comunión de la vida divina

[¿Cuál es la función o la utilidad de la comunión de vida? Ella nos suministra todo lo


que se halla en la vida de Dios, todo lo que está en Dios. La plenitud de Dios nos es
suministrada por medio de la comunión de la vida. Cuanto más permitimos que su fluir
corra en nosotros, más de la plenitud de Dios se nos provee interiormente. Tal
suministro de vida se asemeja tanto a la circulación de la sangre, la cual es el suministro
para nuestro cuerpo, como a la corriente de electricidad, la cual es el suministro para las
lámparas.

El sentir de la vida divina nos revela si estamos viviendo de acuerdo con Dios o no.
Además, la comunión de vida nos suministra continuamente todo lo que pertenece a la
vida. Cada vez que se interrumpe el suministro de vida, la comunión de vida se
interrumpe también. Si vivimos continuamente en la comunión de vida, el suministro de
vida nos llegará también continuamente y sin cesar.] Tal suministro nos ayuda a llevar
una vida cristiana normal.

F. El ciclo de la vida divina

En 1 Juan 1:1-7 vemos [el ciclo de la vida espiritual, el cual consta de cuatro elementos
cruciales: la vida eterna, la comunión de la vida eterna, la luz divina y la sangre de Jesús
el Hijo de Dios. La vida eterna trae la comunión de la vida divina, la comunión de la vida
externa trae la luz divina y la luz divina incrementa nuestra necesidad de la sangre de
Jesús el Hijo de Dios] para que podamos tener más vida eterna. Cuanto más
disfrutamos de la vida eterna, más participamos de su comunión. Cuanta más comunión
de la vida divina disfrutamos, más luz divina obtenemos. [Cuanta más luz divina
recibimos, más somos lavados por la sangre de Jesús. Tal ciclo nos hace avanzar en el
crecimiento de la vida divina hasta alcanzar la madurez.] De este modo, obtenemos todo
lo que necesitamos para experimentar la vida, para crecer en esta vida y para madurar
en vida. ¡Aleluya!

Preguntas

1. ¿Cómo se revela el sentir de vida en Romanos 8:6? ¿Ha tenido tal experiencia hoy?
2. Conforme a Efesios 4:19, ¿cuál es el resultado de desechar nuestro sentir interior de
vida?
3. ¿Puede el medio ambiente afectar nuestra paz interior? Explique.
4. Nombre algunos sentimientos producidos por el sentir de vida y el sentir de muerte.
5. ¿Cuál es la función del sentir de vida?
6. ¿Cuál es la fuente de la comunión de vida? ¿La ha disfrutado hoy?
7. ¿Qué puede causar que la comunión de vida se interrumpa?
8. Use 1 Juan 1:1-7 para explicar el ciclo de nuestra vida espiritual.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y LSM

1. El conocimiento de la vida, págs. 51-60, 61-65.


2. Versión Recobro, 1 Jn. 1:3, nota 3; 1 Jn. 1:7, nota 3.
3. Life-study of First John [Estudio-vida de 1 Juan], págs. 57-58.
 

Lección ocho
LA CONSAGRACION

Lectura bíblica

2 Ti. 4:7-8; 1 Co. 6:20; 1 P. 1:18-19; Gá. 4:5; 2 Co. 5:14-15; Ro. 12:1; Lv. 3:5, 11

Bosquejo

I. La base de la consagración
II. El motivo de la consagración: el amor de Dios
III. El significado de la consagración: ser un sacrificio
IV. El propósito de la consagración: laborar para Dios
V. El resultado de la consagración: renunciar a nuestro futuro

Texto

Para experimentar al Señor, debemos consagrarnos a Él, pues el crecimiento en vida


requiere un largo proceso. Desde la etapa inicial en que somos regenerados, hasta la
etapa en que alcanzamos la madurez, tenemos que enfrentarnos a muchas situaciones
adversas. Si no entendemos debidamente lo que es la consagración y nunca nos
consagramos, no podremos terminar la carrera tal como lo hizo el apóstol Pablo (2 Ti.
4:7-8). De ser así, cuando se nos presente la oportunidad de correr la carrera, tal vez
huyamos de las situaciones adversas en lugar de permitir que la vida divina crezca en
nosotros. Por lo tanto, tenemos que consagrarnos apropiadamente para proseguir la
carrera y crecer adecuadamente.

[Bajo condiciones normales, estas dos experiencias —la salvación y la consagración— se


relacionan estrechamente. Una persona salva debe ser una persona consagrada. Una vez
que somos salvos, debemos consagrarnos al Señor, pues ser salvos sin consagrarse es
una condición anormal. Nuestra predicación del evangelio debe ser tan eficaz que no
sólo hace que las personas reciban al Señor, sino que también consigue que se consagren
a El inmediatamente una vez salvas.]

I. LA BASE DE LA CONSAGRACION

[¿En qué nos basamos para consagrarnos a Dios? ¿Sobre cuál base Dios requiere que
nos consagremos a Él? En todo lo que hacemos, necesitamos una base sobre la cual
actuar. Por ejemplo, cuando nos mudamos a una casa y vivimos en ella, es porque la
hemos alquilado o comprado pagando cierto precio, o sea, el alquiler o compra
constituye la base que nos permite habitar aquel edificio. Nuestro Dios es recto, o sea,
actúa de manera legal y razonable. Todos Sus hechos son legales y tienen una base. El
nunca obtiene algo en el universo sin pagar un precio, ni jamás exige algo de nosotros
sin tener una base. De modo que, para que Dios demande que nos consagremos a Él,
debe basarse en algo. Así que, con respecto a la consagración, El tiene una base muy
sólida, la cual consiste en que El ha pagado un precio por nosotros, es decir, que nos ha
comprado. Por lo tanto, puede exigir que nos consagremos a Él.

En 1 Corintios 6:20 dice: “Habéis sido comprados por precio”. Nuestra consagración se
basa en esta compra que Dios ha efectuado. El nos ha comprado con nada menos que la
sangre preciosa derramada por Su Hijo amado en la cruz (1 P. 1:19). Esta preciosa
sangre fue el precio que Dios pagó para comprarnos, a fin de que podamos pertenecerle.
Gálatas 4:5 dice: “Para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la filiación”. Debido a que nos convertimos en pecadores, fuimos puestos
bajo la ley de Dios y quedamos recluidos y guardados bajo dicha ley. Por consiguiente, si
Dios quería liberarnos de Su justa ley, tenía que pagar el precio necesario para satisfacer
los requisitos de esta ley. Este precio fue la sangre preciosa derramada por Su Hijo.
Antes pertenecíamos a la ley, pero ahora pertenecemos a Dios. El derecho de propiedad
sobre nosotros ha sido transferido de la ley, a Dios. Es sobre la base de esta
transferencia de derechos, que Dios demanda que nos consagremos a El.]

Si entendiéramos claramente este derecho de propiedad, nos consagraríamos a Dios


inmediata y continuamente. Nunca nos atreveríamos a pensar, hablar ni hacer nada que
no proviniera de la vida divina. Renovaríamos nuestra consagración cada mañana y
cada día. Nuestra consagración no debe depender de nuestro estado de ánimo, sino del
hecho de que Dios nos ha comprado. [Cada vez que algún evento hace que discutamos
con Dios, debemos postrarnos delante de Él y decir: “Señor, yo soy el esclavo que Tú
compraste. Tú me compraste legítimamente y te pertenezco. Aquí y ahora, reconozco Tu
derecho sobre mí. Aun en este asunto, reconozco que Tú eres el Señor y te permito
decidir por mí”. Cada vez que intentamos apartarnos de nuestra consagración, debemos
entender que estamos tomando una posición de rebeldía parecida a la de Onésimo, el
esclavo que huyó de su amo Filemón.]

Puede ser que muchos de nosotros seamos esclavos fugitivos. Tenemos que
arrepentirnos ante el Señor ahora mismo, y consagrarnos a El nuevamente, o quizás por
primera vez. Si hacemos esto, inmediatamente experimentaremos vida y creceremos.
II. EL MOTIVO DE LA CONSAGRACION:
EL AMOR DE DIOS

[El motivo de la consagración tiene que ver con nuestro corazón. Para tener una buena
consagración, no sólo necesitamos entender la base de ésta, sino también el motivo. Si
Dios hubiese comprado objetos inanimados, como una silla o un vestido, El podría
usarlas directamente según le placiera. Pero lo que Dios ha redimido son personas vivas,
con mente, afectos y voluntad. Aunque Dios desea que vivamos para El, tal vez nosotros
no estemos dispuestos a ello. A pesar de que Dios tiene el derecho legal y la base para
poseernos, es posible que no deseemos que lo haga. Por tanto, cuando Dios quiere que
nos consagremos a Él, le es necesario conmover nuestro corazón. Tiene que motivarnos
con Su amor de modo que estemos dispuestos a consagrarnos a Él.

En 2 Corintios 5:14-15 dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe (la palabra
‘constriñe’ en el original conlleva el significado de torrentes de agua)... y por todos
murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y
fue resucitado”. En otras palabras, estos versículos nos dicen que el amor que Cristo
manifestó al morir, es como torrentes de aguas para nosotros, los cuales nos compelen
más allá de nuestro control a consagramos a Dios y a vivir para El.]

En el capítulo dos de Apocalipsis, Jesús dijo que la iglesia en Efeso había dejado su
primer amor. Ella necesitaba arrepentirse. ¿Estamos nosotros locamente enamorados
de Jesús? ¿Es El nuestro primer y mejor amor? ¡Oh Señor Jesús! Si también hemos
dejado nuestro primer amor, necesitamos volvernos a Aquel que nos amó primero.
Necesitamos arrepentirnos y amarle solamente a Él.

[Cuando el amor del Señor nos conmueva y nos demos cuenta de lo precioso que El es,
entonces nos consagraremos absolutamente a El.] Si El no nos conmueve con Su amor,
la consagración es algo amargo; de hecho, es casi imposible. La seguridad de nuestra
consagración depende de su base; pero la vitalidad y dulzura de nuestra consagración
depende de cuán poderoso es el motivo que nos impulsa a consagrarnos, y ese motivo es
el amor de Dios.

III. EL SIGNIFICADO DE LA CONSAGRACION:


SER UN SACRIFICIO

[Entonces, ¿qué es la consagración? ¿Cuál es su significado? Romanos 12:1 dice: “Así


que hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos
en sacrificio vivo”. Este versículo muestra que el significado de la consagración es que
nos convirtamos en un “sacrificio”. ¿Qué es un sacrificio? La Escritura nos muestra que
cada vez que algo es apartado de su posición y uso original, y es puesto en el altar de
Dios, dedicado específicamente para El, eso se convierte en un sacrificio.] Una vaca se
usaba para arar la tierra, pero después de ser sacrificada, se quemaba como olor grato a
Dios, y se convertía en comida para satisfacer a Dios (Lv. 3:5, 11).

[Debido a que el significado de la consagración es que nos ofrezcamos a Dios en


sacrificio vivo para Su satisfacción, debemos hacernos la siguiente pregunta: Desde que
nos consagramos inicialmente a Él, ¿cuánto de nuestro vivir y experiencias demuestran
que verdaderamente nos hemos puesto sobre el altar para ser un sacrificio dedicado a
Dios? ¿Estamos dispuestos a ser el alimento de Dios, para que El sea satisfecho? La
consagración verdadera nunca es impuesta por Dios, sino que proviene de nuestra
propia voluntad. Dios no toma nada por la fuerza; todo debe ser ofrecido
voluntariamente por los hombres. De igual manera, tenemos que consagrarnos
voluntariamente; somos nosotros quienes de buena gana nos ponemos en el altar y no
nos atrevemos a movernos de allí. Puede ser que otros se muevan libremente, pero
nosotros no nos atrevemos a actuar a la ligera. Tal vez otros calculen y escojan entre lo
dulce y lo amargo, pero cuando nosotros nos encontramos en dificultades, no nos
atrevemos a intentar huir. Otros pueden razonar y argumentar con Dios, pero nosotros
no osamos decir ni una palabra. Otros evaden la voluntad de Dios y evitan las
correspondientes ataduras y limitaciones, mas nosotros preferimos ser restringidos por
Su voluntad y permanecer aprisionados en Su mano. Todo esto se debe a que nos hemos
ofrecido a Dios y nos hemos puesto en el altar. Somos un pueblo consagrado. Debemos
decirle a Dios continuamente: “Oh Dios, no tengo alternativa; me he consagrado a Ti;
estoy en Tus manos”.] Sólo así podremos experimentar la vida divina y su crecimiento.

IV. EL PROPOSITO DE LA CONSAGRACION:


LABORAR PARA DIOS

[Ya que el significado de la consagración es convertirse en un sacrificio, lo que se ofrece


es enteramente para Dios. Entonces, el propósito de la consagración es que seamos
utilizados por Dios, que laboremos para El. Pero, para poder laborar para Dios, primero
tenemos que permitirle obrar en nosotros. Sólo aquellos que le permiten a Dios obrar en
ellos, son aptos para laborar para El. Laboramos para Dios en la medida en que le
permitimos a El obrar en nosotros.

Cuando se inmolaban los bueyes y carneros y se ofrecían a Dios en holocausto, era


necesario que primero Dios operara en ellos exhaustivamente, esto es, que los
consumiera con fuego para hacerlos agradables y aceptables para El. Si el fuego no los
hubiera consumido totalmente, habrían quedado crudos y malolientes, y por ende, no
habrían sido aceptables ni agradables para Dios. Hoy, nuestra consagración es igual a
esto. Ya nos hemos ofrecido a Dios; sin embargo, si primero no permitimos que Dios
haga Su obra en nosotros, sino que salimos directamente a trabajar para El y servirle,
ese trabajo y ese servicio estarán “crudos”, sin preparación y malolientes. Por
consiguiente, jamás podrán ser aceptados por Dios y, mucho menos, satisfacerle.]

Por lo tanto, primero tenemos que consagrarnos para que Dios trabaje en nosotros.
Entonces Su vida fluirá y crecerá en nuestro ser, y de esta manera nos preparará para
laborar con miras a cumplir Su propósito eterno.

V. EL RESULTADO DE LA CONSAGRACION:
RENUNCIAR A NUESTRO FUTURO

Una persona verdaderamente consagrada es alguien que ha roto sus lazos con el mundo
y se ha atado a Dios. Para él, su todo es Dios, su esperanza y su futuro dependen
absolutamente de Dios. Es alguien cuya vida diaria tiene como propósito tener contacto
con Dios, disfrutarle y ser lleno de El hasta rebosar. Es alguien que se entristece cuando
no se logra lo que Dios desea, y se alegra cuando se realizan los deseos de Él. Tal clase de
persona está completamente ocupada con Dios, de modo que toma para sí los
pensamientos, deseos y objetivos de Dios y hace a un lado los suyos. Ya que está
consciente de que su lugar es el altar, su futuro es ser cenizas para Dios.

[Este acto de renunciar a nuestro futuro no es un acto a regañadientes que realizamos


después de que por alguna razón las esperanzas que teníamos para el futuro fueron
demolidas; más bien, es una entrega voluntaria anterior a cualquier evento semejante.
No se trata de esperar hasta que uno fracase en su negocio, y sólo entonces decide
abandonarlo. Tampoco se trata de esperar hasta que uno pierda su trabajo, o que no
pueda entrar a la universidad, o que fracase en obtener un doctorado, y sólo entonces, se
renuncia a estos proyectos. No se trata de este tipo de “renuncia”. Antes bien, cuando
hablamos de renunciar a nuestro futuro, queremos decir que cuando se nos presenta
una oportunidad prometedora para algún negocio, o cuando se nos ofrece un empleo
excelente, o tenemos la oportunidad de obtener un doctorado, voluntariamente
renunciamos a ello por causa del Señor. Esto es verdaderamente renunciar a nuestro
futuro. Aunque se nos ofrezca toda la gloria de Egipto, hemos de decir: “Adiós. Tengo
que ir a Canaán”.]

Esto no significa que no cumplamos con nuestras responsabilidades como seres


humanos en la tierra. Sin embargo, no debemos ser distraídos ni atados por las cosas
terrenales. Debemos estudiar mucho y sacar el título académico más elevado posible.
Tenemos que realizar bien nuestro trabajo y progresar. Pero nuestro futuro depende
absolutamente de Dios, no de un grado universitario ni de un ascenso que pudiéramos
obtener. En el momento en que descubrimos que nuestro corazón se inclina por otras
cosas que no son Dios mismo, sabemos que necesitamos una nueva consagración, que
nuevamente necesitamos convertirnos en cenizas para Dios.

Conclusión

[Cuando nos consagramos por primera vez, nuestra experiencia es similar a un embrión
en el vientre de una mujer, en el cual no se distingue la oreja, el ojo, la boca ni la nariz. A
medida que crecemos en la vida divina, los cinco puntos arriba mencionados, los cuales
se relacionan con la experiencia de la consagración, poco a poco se irán formando en
nosotros. Entonces con certeza sentiremos que Dios nos compró y que todos nuestros
derechos le pertenecen a Él. Seremos prisioneros de Su amor, porque Su amor conmovió
nuestro corazón. Así, nos convertiremos en un verdadero sacrificio puesto sobre el altar
para el disfrute y satisfacción de Dios. Dios le habrá culminado Su obra en nosotros, y
entonces seremos capaces de laborar para El. Nuestro futuro será un puñado de cenizas.
No nos quedará ningún modo de escapar de la voluntad de Dios, y El mismo será
nuestro futuro y nuestro camino. En esta etapa, la experiencia de nuestra consagración
habrá madurado. Que todos nosotros, por la gracia del Señor, sigamos adelante juntos.]

Preguntas

1. ¿A qué equivale la consagración y por qué es necesaria?


2. ¿Cuál es la base de la consagración? ¿Qué más debemos hacer para consagrarnos a Dios?
3. Explique el significado de la consagración conforme al tipo del holocausto en el Antiguo
Testamento.
4. ¿Es usted una ofrenda voluntaria? ¿Lo dice sinceramente?
5. ¿Qué debe suceder primero, antes de que podamos laborar para Dios?
6. Mencione dos ejemplos de personas del Nuevo Testamento que llevaron vidas
consagradas.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 27-48.


 

PRESERVAR TODO NUESTRO


SER PARA LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

1 TS. 4:4; 1 Co. 12:3; 1 Ts. 5:16-19; 2 Co. 7: 1;


Hch. 24:16; 1 Jn. 1:7-9; Ap. 12:10-11;
Ro. 6:6; 2 Ti. 2:22

Bosquejo

I. Preservar nuestro espíritu para la vida divina


A. Ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios
B. Mantener viviente nuestro espíritu
C. Guardar nuestro espíritu para que no sea contaminado
D. Resolver cualquier ofensa en nuestra conciencia para mantenernos vivientes
II. Descongestionar las arterias de nuestro corazón psicológico
A. En cuanto a la mente
B. En cuanto a la voluntad
C. En cuanto a la parte emotiva
III. Preservar nuestro cuerpo

Texto

¡Aleluya! Hemos sido salvos y regenerados; la ley de vida y la luz de la vida están en
nosotros; tenemos el sentir interno de la vida divina y hemos sido introducidos en la
comunión de esta vida; Dios nos compró para Su satisfacción, y por causa de Su amor,
hemos consagrado todo nuestro ser a Él. Al parecer ya tenemos todo lo que necesitamos
y hemos hecho todo lo que se tiene que hacer; sin embargo, hay todavía muchas
experiencias por vivir en nuestra vida cristiana. Tal vez lo hayamos obtenido todo, pero
ahora necesitamos que todas estas cosas pasen a formar parte de nuestra experiencia
diaria, una por una, de modo que crezcamos en la vida divina hasta la madurez plena.

En esta lección, aprenderemos cómo preservar todo nuestro ser —espíritu, alma y
cuerpo— para llegar a ser personas constituidas de la vida divina. [Por causa de la caída
nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu murió.
Sin embargo Dios, en Su obra de plena salvación, está salvando todo nuestro ser,
haciéndolo absolutamente completo y perfecto. Para esto Dios está preservando nuestro
ser, al no permitir que nuestro espíritu sea contaminado con ningún elemento de la
muerte (He. 9:14), que nuestra alma siga siendo natural y parte de la vieja creación (Mt.
16:24-26), ni que nuestro cuerpo sea arruinado por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). Esta
obra de preservación y santificación detallada nos ayuda a llevar una vida santa con el
propósito y finalidad de que maduremos plenamente para poder presentarnos ante el
Señor en Su parusía (Su segunda venida)].

I. PRESERVAR NUESTRO ESPIRITU PARA LA VIDA DIVINA

Ejercitar nuestro espíritu para tocar a Dios

[Nuestro espíritu se compone de tres partes: la conciencia, la comunión y la intuición.


Nuestro espíritu es, principalmente, el medio por el cual tenemos comunión con Dios.
Cuando tenemos comunión con Dios, tenemos contacto con El. Este contacto nos da
espontáneamente un sentir de Dios, una consciencia o percepción de Él. La intuición
denota aquella sensación directa, aquella percepción consciente de algo, que proviene de
Dios. A través de la intuición se nos hace saber cuando estamos correctos o equivocados.
Si estamos equivocados, seremos condenados por nuestra conciencia, pero si estamos
correctos, seremos justificados por ella. Nuestra conciencia, por lo tanto, nos acusa y
condena, o nos excusa y justifica. La manera de preservar nuestro espíritu es, en primer
lugar, ejercitarlo para tener comunión con Dios. Si no ejercitamos nuestro espíritu de
esta manera, permaneceremos en una condición de muerte.

Cada vez que nosotros los cristianos vamos a una reunión de la iglesia, necesitamos
participar activamente en ella. Debemos orar, alabar o dar una palabra de testimonio.
Esto es ejercitar nuestro espíritu y no dejar que permanezca inactivo o en una condición
de muerte. Lamentablemente muchos santos no preservan su espíritu al ejercitarlo así;
al contrario, dejan que su espíritu permanezca pasivo e inerte, como que dejaron su
espíritu en la tumba]. Y usted, ¿está su espíritu ahora mismo en una tumba? ¡Oh, Señor
Jesús! En 1 Corintios 12:3 dice que “nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el
Espíritu Santo”. Invoque al Señor para que ejercite su espíritu y sea vivificado.

B. Mantener viviente nuestro espíritu

El apóstol Pablo dijo: [“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo,
porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros. No apaguéis al
Espíritu” (1 Ts. 5:16-19). Regocijarnos, orar y dar gracias equivale a ejercitar nuestro
espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, hacemos que se vivifique.
Ejercitar el espíritu para mantenerlo viviente es la primera de las maneras en que
podemos resguardarlo.
Por causa de la caída, nuestro espíritu ha entrado en una condición de muerte. Nuestro
espíritu, por lo tanto, debe vencer esta condición. El espíritu de un incrédulo está
absolutamente muerto. La mayoría de las personas que nos rodean, sea en la escuela, en
el trabajo o en el vecindario, están completamente muertas en sus espíritus. ¿Ha sido
usted santificado, separado de la condición de muerte espiritual?] Nosotros debemos
luchar para rescatar nuestro ser de aquella condición ejerciendo nuestro espíritu.
“¡Alabad a Jehová, invocad Su nombre! Haced célebres en los pueblos Sus obras,
recordad que Su nombre es engrandecido” (Is. 12:4). Cuando hacemos esto nosotros
[sacamos nuestro espíritu de su condición de muerte y cooperamos con el Dios Triuno,
quien está operando para santificarnos. El desea separarnos de todos aquellos cuyos
espíritus están muertos. Debido a que hemos sido regenerados, tenemos que ser
diferentes. Necesitamos mostrar que nuestro espíritu está viviente, esto es, que no está
en condiciones de muerte. Así que nuestro espíritu debe regocijarse, orar y dar gracias al
Señor.]

C. Guardar nuestro espíritu


para que no sea contaminado

[Otra manera de preservar nuestro espíritu se presenta en 2 Corintios 7:1. En este


versículo Pablo dice: “Puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.
Este versículo indica que debemos abstenernos de toda contaminación de carne y de
espíritu. Necesitamos permanecer lejos de todo aquello que contamina nuestro espíritu.
Esta es la razón por la que debemos evitar mirar cosas malignas, tales como fotos
inmundas. Tales fotos no sólo contaminan nuestros ojos, sino que también contaminan
nuestro espíritu. Como resultado, no podrá orar hasta que primero le pida al Señor que
lo limpie de toda contaminación.]

D. Resolver cualquier ofensa en nuestra conciencia para mantenernos


vivientes

Aunque tratamos de resguardar nuestro espíritu, muchas veces somos afectados por la
muerte y la contaminación que impera nuestro alrededor. Nuestra conciencia, la parte
más notable de nuestro espíritu, se sentirá perturbada. Estos sentimientos nos indican
que tenemos un problema con Dios, que la comunión en la vida divina ha sido
interrumpida. Es posible que aunque hayamos intentado ejercitar nuestro espíritu, no
obtengamos ningún alivio. Para que la comunión se restablezca y disfrutemos de nuevo
la vida divina, debemos resolver toda ofensa que haya en nuestra conciencia hasta que
no quede ninguna (Hch. 24:16). Esto se cumple cuando nos arrepentimos y confesamos
nuestros pecados (1 Jn. 1:7-9) hasta que la comunión en la vida divina sea restaurada y
recobremos la paz interior.
[Podemos clasificar estos sentimientos de la conciencia en tres categorías: la primera es
el sentimiento que tenemos hacia el pecado. Si hemos pecado ante Dios o ante el
hombre, la conciencia inmediatamente percibirá condenación. La segunda categoría es
el sentimiento que tenemos hacia el mundo. Si amamos otras cosas o estamos ocupados
con otras cosas aparte de Dios, la conciencia también nos comunicará un sentimiento de
condenación.] La tercera categoría es el [sentimiento que tenemos respecto a cualquier
otra cosa que no sea pecado o del mundo. Por ejemplo, el descuido y la falta de rigor en
nuestra vida diaria no son cosas pecaminosas ni mundanas, pero aún así, nuestra
conciencia se siente perturbada por ellas. Si alguien deja tirada por todos los lados ropa
y otras cosas, dejando el cuarto en desorden, la conciencia le reprimirá.]

[Todas estas categorías de sentimientos que nuestra conciencia genera, son producto de
las ofensas que hemos cometido, ya sean ofensas contra Dios o pecados en contra del
hombre, los cuales hemos cometido a propósito, con ciertos motivos, palabras o
acciones. Por lo tanto, estos sentimientos pueden considerarse como sentimientos de
ofensa. En sí mismo, este sentimiento de ofensa perjudica seriamente nuestra condición
espiritual. Cuando este sentimiento agobia nuestra conciencia, nuestra comunión con
Dios será obstaculizada, y nuestra condición espiritual decaerá. Por lo tanto, siempre
que un cristiano tenga este sentimiento de ofensa que afecta su conciencia, debe ir
inmediatamente al Señor para confesar su pecado y reclamar el lavamiento de la sangre
preciosa. Algunas veces también es necesario ir ante los hombres para resolver el
problema. Entonces el sentimiento de ofensa se desvanecerá, y la conciencia será
liberada del mismo. Por consiguiente, resolver los problemas de la conciencia, hará que,
por un lado, nuestra conciencia adquiera agudeza y sensibilidad en su capacidad
perceptiva y por otro lado, se sentirá segura, en paz y libre de toda ofensa.

La sangre del Señor es la única arma que podemos usar para vencer las acusaciones y
ataques de Satanás. Apocalipsis 12:10-11 nos dice que Satanás nos acusa delante de
nuestro Dios día y noche, pero que podemos vencerlo por medio de la sangre del
Cordero. En 1 Juan 1:7 y 9 nos dice que si confesamos nuestros pecados, Dios perdonará
nuestros pecados, y la sangre del Señor nos limpiará de toda injusticia.]

Así que, cada vez que confesamos en conformidad con el sentimiento de nuestra
conciencia, estaremos libres de condenación, y debemos tener la sensación de vida y
paz. Si la condenación persiste, simplemente debemos declarar ante Satanás que él tiene
que irse, porque Dios nos ha perdonado según Su palabra. ¡Aleluya! Dios es recto y
justo; El nos perdona y nos lava de nuestros pecados tan pronto confesamos los mismos.
Mientras estamos diciendo: “Oh Señor, perdóname”, El ya nos ha perdonado.
Después que somos salvos, el sentimiento de nuestra conciencia aumenta a medida que
la vida divina crece en nosotros. En la medida en que esta vida crece, el sentir de nuestra
conciencia también crece. Mientras más crece la vida divina en nosotros, más rico y
agudo es el sentimiento de nuestra conciencia. El crecimiento en vida afecta el sentir de
nuestra conciencia, y el sentir de nuestra conciencia ayuda el crecimiento en vida. Estos
dos, en una relación recíproca de causa y efecto, nos llevan hacia adelante en el sendero
de la vida.

II. DESCONGESTIONAR LAS ARTERIAS


DE NUESTRO CORAZÓN PSICOLÓGICO

[Nuestro corazón psicológico tiene tres arterias principales. Estas arterias son también
las tres partes del alma: la mente, la voluntad y la parte emotiva. Es importante conocer
de una manera práctica cómo mantener estas arterias descongestionadas. La manera de
hacerlo es realizar una confesión exhaustiva y cabal ante el Señor. Por experiencia he
aprendido que necesitamos permanecer un largo período de tiempo delante del Señor
confesando nuestros defectos, fracasos, derrotas, errores, maldades y pecados.]

A. En cuanto a la mente

[Podemos empezar confesando toda inmundicia y pecado que ocupa nuestra mente y
pensamientos. La arteria de nuestra mente se puede comparar con un conducto
obstruido con lodo, que necesita ser limpiado para permitir el libre curso del agua. Al
confesar nuestros pensamientos uno por uno, estaremos removiendo toda obstrucción
de dicha arteria. Cuando confesamos así, debemos reconocer delante del Señor cuán
natural es nuestro conocimiento respecto a muchos asuntos.] Puede ser que nuestro
conocimiento del Señor, de la iglesia, de los santos y de nuestros padres sea conforme a
nuestro concepto natural y no conforme al Espíritu ni a la palabra de Dios. Necesitamos
confesar al Señor y decir: “Señor, perdóname. Aunque te amo, mi entendimiento sobre
muchas cosas es todavía natural. Libérame”. [Esto ejemplifica la clase de confesión que
debemos hacer con respecto a nuestra mente.]

B. En cuanto a la voluntad

[¿Qué hay con respecto a nuestra voluntad? Si al respecto vamos al Señor, El nos
expondrá completa y detalladamente al punto que tendremos la impresión de estar
siendo examinados bajo un microscopio divino, pues, los gérmenes que anidan en
nuestra voluntad saldrán a luz uno por uno. En particular, nos daremos cuenta de lo
rebeldes que somos y lo poco que entendemos lo que significa ser sumisos al Señor.
Necesitamos confesar uno por uno los gérmenes de rebelión que abriga nuestra
voluntad. Es posible que el Señor le muestre que hace muchos años usted estaba
equivocado en cierto asunto, y luego quizás El prosiga a mostrarle en qué erró al tratar
con cierto hermano o hermana. Cada vez que le sea revelado algo, necesitará confesar.
Debe agradecer al Señor que está siendo expuesto bajo Su luz. Al confesar todo lo que el
Señor expone en cuanto a nuestra voluntad, descongestionamos la arteria de nuestra
voluntad.]

C. En cuanto a la parte emotiva

[La arteria de nuestra facultad emotiva también necesita ser descongestionada. Darnos
cuenta de la seriedad del problema que tenemos con respecto a nuestras emociones hará
que nos sintamos profundamente afligidos. Tal vez desfallezcamos y nos sintamos
sumamente avergonzados ante el descubrimiento de nuestra verdadera condición
emocional. Nos daremos cuenta de que en muchas ocasiones odiamos lo que
debiéramos amar, y amamos lo que debiéramos odiar. Al penetrar en la luz del
santuario, veremos que nuestra parte emotiva constituye el aspecto más horrendo de
nuestro ser porque no la usamos apropiadamente. Tanto nuestro gozo como nuestra
tristeza pueden ser naturales. Mientras el Señor nos expone, quizás nos sintamos
avergonzados por la manera en que hemos expresado gozo y tristeza, y porque éstas han
tenido a menudo características naturales y carnales, incluso fueron la carne misma.
Con razón nuestro corazón psicológico no funciona normalmente.

Si tomamos el tiempo necesario para quitar todo lo que obstruye las tres arterias
principales de nuestro corazón psicológico, percibiremos que todo nuestro ser habrá
sido vivificado. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva estarán en una condición sana.
Todo el “lodo” en estas “zanjas” habrá sido removido.]

III. PRESERVAR NUESTRO CUERPO

[Para preservar nuestro cuerpo, debemos llevar una vida que nunca obedezca al viejo
hombre ni a nuestra alma. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con Él para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que
no sirvamos más al pecado como esclavos”. Si no vivimos conforme al viejo hombre, el
cuerpo de pecado será anulado. Esto significa que el cuerpo de pecado no tendrá función
alguna, estará “desempleado”. Pero si vivimos de acuerdo al alma, usaremos nuestro
cuerpo para servir al viejo hombre. Por tanto, lo primero que necesitamos para
preservar nuestro cuerpo es dejar de vivir conforme a nuestra alma.

En segundo lugar, si queremos preservar nuestro cuerpo, debemos guardarnos de


involucrar nuestros miembros en cualquier actividad pecaminosa. Por ejemplo,
debemos guardar nuestros ojos de contemplar imágenes malignas y debemos guardar
nuestros oídos de escuchar cualquier cosa impura. Mucho de lo que se transmite por la
radio nos contamina. Son muchos los santos que han dado testimonio de no poder
soportar las conversaciones malignas que se oyen en la escuela o en el trabajo. Muchas
personas del mundo son capaces de sostener conversaciones inmundas sin tener el
menor sentimiento de vergüenza. Así que necesitamos guardar nuestro cuerpo de ver y
escuchar cosas que lo contaminarán y lo arruinarán. Esto es preservar nuestro cuerpo en
santidad.

Pablo nos demuestra la importancia de preservar nuestro cuerpo de esta manera al


presentarnos en el capítulo cuatro (de 1 Tesalonicenses) el mandato de que nos
abstengamos de fornicación. Abstenernos de fornicación es preservar nuestro vaso,
nuestro cuerpo, en santificación y en honor. Así que, para preservar nuestro cuerpo, no
debemos presentar nuestros miembros a lo que es pecaminoso.]

[El mundo de hoy está lleno de contaminación e inmundicia, lo cual hace que nos es
muy difícil preservar nuestro cuerpo; por todos los lados nos encontramos con
elementos contaminantes.] Los jóvenes no deben probar, ni siquiera acercarse a nada
que los contamine. Si huyen (2 Ti. 2:22) de tal contaminación, entonces podrá crecer en
vida con otros que invocan al Señor. Mientras vivamos en esta tierra, necesitamos
preservar nuestro cuerpo.

En conclusión, debemos preservar nuestro espíritu, alma y cuerpo ejercitando nuestro


espíritu, confesando nuestros defectos y pecados, y manteniéndonos lejos de todo lo que
contamine. De esta manera, en vez de ser atrofiados en nuestro crecimiento,
experimentaremos la vida divina y el crecimiento de la misma. ¡Que el Señor sea
misericordioso con nosotros para recordarnos diariamente que debemos resguardar
nuestros cuerpos para la vida divina!

Preguntas

1. ¿Cuáles son las tres partes de nuestro espíritu?


2. ¿Cuál es la función principal de nuestro espíritu?
3. ¿Alguna vez ha sido condenado por su conciencia? ¿Cuándo y respecto a qué?
4. Busque varios versículos en la Biblia que demuestren que nuestro espíritu tiene tres
partes.
5. ¿Qué es nuestro corazón psicológico?
6. Describa según su experiencia, qué obstruye más las arterias de su corazón psicológico.

Citas tomadas de las publicaciones de Lee y LSM

1. Life-study of First Thessalonians [Estudio-vida de 1 Tesalonicenses], págs. 204-


214.
2. La experiencia de vida, págs. 106-110, 115, 118.
Lección diez
OBEDECER LA ENSEÑANZA DE LA UNCION

Lectura bíblica

1 Jn. 2:20, 27; Jn. 1:1, 14; 1 Co. 15:45;


Ex. 30:23-25; Ro. 8:2, 4, 6, 13

Bosquejo

I. El significado de la unción
A. El Espíritu Santo
B. El tipo del Antiguo Testamento
C. El Espíritu Santo se mueve en nosotros para santificarnos
II. La unción y el propósito de la salvación
III. La unción y la comunión de la vida divina
IV. La unción y la aplicación de la sangre
V. Conocer la enseñanza de la unción
A. La unción
B. El entendimiento de la mente
C. El sentir de la conciencia
VI. Obedecer la enseñanza de la unción
A. Andar conforme al espíritu
B. Vivir en la comunión
C. Vivir en la presencia de Dios
D. El resultado

Texto

Obedecer la enseñanza de la unción es la experiencia central y más crucial de nuestra


vida cristiana. Esta lección se relaciona, por el lado negativo, con todos los tratos
disciplinarios que experimentamos y, por el lado positivo, con la edificación. [Por lo
tanto, nuestra obediencia a la unción es la clave del crecimiento en vida. Si deseamos
seguir al Señor en el camino de vida, debemos tener un conocimiento y una experiencia
cabal de esta lección.]

I. EL SIGNIFICADO DE LA UNCION

[¿Cuál es el significado de la unción? Podemos entender esto por el término mismo y


por su origen en la Biblia. Primeramente, veamos lo que significa el término mismo. En
el idioma original, el griego, la unción que se menciona en 1 Juan 2:27 no es un
sustantivo, sino un verbo, que implica cierta clase de acción o movimiento. No es un
ungüento en un estado reposado, quieto e inactivo, sino un ungüento en estado de
movimiento y actividad, que implica la acción de ungir. Entonces, ¿a qué se refiere la
unción?] Todos los estudiantes de la Biblia están de acuerdo con que la unción se refiere
al mover del Espíritu Santo y que el ungüento del Antiguo Testamento es un tipo del
Espíritu Santo.

A. El Espíritu Santo

¿Quién es el Espíritu Santo? Muchas personas piensan incorrectamente que el Espíritu


Santo es un poder o una fuerza dada por Dios para hacer algo sobrenatural, o a veces
cosas espantosas ¡No! El Espíritu Santo es la máxima consumación del Dios Triuno
procesado. El Dios eterno está corporificado en la Palabra eterna (Jn. 1:1). Esta Palabra
eterna es el propio Dios, quien se hizo carne y fue llamado Cristo Jesús (Jn. 1:4). Como
hombre genuino este Dios completo llevó una vida humana perfecta (2 Co. 5:21; He.
4:15). El fue a la cruz para eliminar todas las cosas negativas del universo (He. 2:14) y
para liberar Su vida e impartirla a todo Su pueblo redimido y escogido (Jn. 12:24). En
resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), es decir, el Espíritu Santo.
Así que, cuando hablamos del Espíritu Santo, estamos hablando del Dios Triuno
¾Padre, Hijo y Espíritu¾ que pasó por un proceso para consumarse como el Espíritu.

B. El tipo del Antiguo Testamento

El Espíritu Santo es tipificado por el ungüento compuesto descrito en el Antiguo


Testamento. Éxodo 30:23-25 describe de qué está hecho el ungüento compuesto. Este
ungüento está compuesto de cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia, las cuales
son agregadas a un hin de aceite de oliva. La mirra es una especia dulce que se usaba en
los funerales. Así que, tipifica la dulce muerte del Señor. La canela tiene ciertas
propiedades curativas; por ende, representa la eficacia de la muerte de Cristo. El cálamo
es una caña que crece muy alta en lugares fangosos; así que, debe de significar la
resurrección del Señor. Finalmente, la casia, la última especia, repele los insectos y
especialmente las serpientes; por eso, representa el poder de la resurrección.

Ya que el ungüento compuesto mencionado en el Antiguo Testamento tipifica al Espíritu


Santo, podemos llamar a este Espíritu, el Espíritu compuesto. Con el Espíritu
compuesto tenemos la dulce muerte del Señor. La eficacia de Su muerte siempre mata
todos los elementos negativos que se hallan en nuestro ser (Ro. 8:13). Este Espíritu
también nos imparte Su resurrección, con la vida y su poder. Por medio de tal poder de
resurrección podemos vencer a todos nuestros enemigos, especialmente a Satanás, la
serpiente. ¡Aleluya! Y no sólo esto, sino que el Espíritu también imparte en nosotros
todo lo que Dios es —amor, luz, santidad, rectitud, etc. — juntamente con todo lo que
Dios tiene, ha obtenido y ha logrado. ¡Qué maravilloso Espíritu mora en nosotros!

C. El Espíritu Santo se mueve en nosotros para santificarnos

Ya que el Espíritu es una persona viviente, siempre se está moviendo. Es por eso que en
el capítulo dos de 1 Juan, El no sólo es llamado el ungüento, sino la unción. Nosotros,
por naturaleza, no somos santos, pero El sí lo es. Así que, El se mueve en nosotros para
santificarnos, esto es, para separarnos de las cosas mundanas y comunes, a fin de que
seamos llenos de la naturaleza santa de Dios. El mata en nosotros todo lo que no es de
Dios ni para Dios. Luego, nos añade todo lo que Dios es. Por lo tanto, seguir la
enseñanza de la unción es crucial para nuestra experiencia y crecimiento en vida.

II. LA UNCION Y EL PROPOSITO DE LA SALVACION

El propósito central de la obra salvadora de Dios es que El se forje a Sí mismo en los seres
humanos hasta ser uno con ellos, formando una sola entidad. Del mismo modo, el trabajo de la
unción es ungirnos con Dios mismo, para que seamos mezclados con Dios y hechos uno con El.
Así que, en términos prácticos, el propósito de la salvación se logra a través de la unción. Si no hay
unción, el propósito de la salvación no puede cumplirse. Por lo tanto, la unción es un factor muy
significativo en la salvación.

Cuando el Dios Triuno entró en nosotros como Espíritu Santo, se mezcló con nosotros. De esta
manera, el propósito de la salvación, es decir, la mezcla de Dios con el hombre, es llevada a cabo
en nosotros de una manera práctica.

Sin embargo, la obra de Dios de mezclarse con el hombre no se logra instantáneamente. Desde
que fuimos regenerados y el Espíritu Santo entró en nosotros, esta mezcla ha estado avanzando
continuamente. A lo largo de la vida de un creyente, la obra del Espíritu Santo en él tiene como fin
consumar la mezcla de Dios con el hombre.

¿Cómo lleva a cabo el Espíritu Santo esta mezcla en nosotros? Lo hace al ungirnos como
ungüento. Hemos dicho que el mover del Espíritu Santo representa la unción misma. El no está
inmóvil en nosotros, sino que siempre está en movimiento y es muy activo. Este mover y
actividad es un aspecto de la unción, que nos unge cada vez más con Dios. Por lo tanto, cuanto
más nos unge el Espíritu Santo, más se mezcla Dios con nosotros.

III. LA UNCION Y LA COMUNION DE LA VIDA DIVINA

[Existe una relación muy estrecha entre la unción y la comunión de vida. La comunión
de vida es el fluir de la vida divina, o sea, el fluir de Dios conjuntamente con todos los
que poseen Su vida. La unción es la mezcla que ocurre entre Dios y todos los que le
pertenecen. El propósito del fluir de la vida es que Dios mismo fluya en nuestro ser,
mientras que el propósito de la unción es ungirnos con Dios. Estos son dos aspectos de
una misma cosa; ambos están íntimamente vinculados y es difícil separarlos.

Veamos ahora por qué decimos que la unción y la comunión de vida son dos aspectos de
una misma cosa. Sabemos que Dios es vida y que Dios es el Espíritu. Como vida, El fluye
en nosotros sin cesar, lo cual es la comunión de vida. Y como Espíritu, El se mueve en
nosotros continuamente, lo cual constituye la unción. Sin embargo, la vida y el Espíritu
son inseparables, porque el Espíritu incluye la vida, y la vida está en el Espíritu. La vida
es el contenido del Espíritu, y el Espíritu es la realidad de la vida. Estos dos conforman
el Espíritu de vida (Ro. 8:2), el cual es dos en uno y es indivisible. Así que, la comunión
de vida y la unción son inseparables, ya que son dos aspectos de una misma entidad.]

IV. LA UNCION Y LA APLICACION DE LA SANGRE

[La unción y la aplicación de la sangre también están estrechamente relacionadas. El propósito de


la unción es ungirnos interiormente con Dios para que tengamos comunión con El y ambos
seamos mezclados y unidos.] El Nuevo Testamento, con respecto a mantener la comunión,
menciona la sangre rociada y la aplicación de la unción. La sangre es rociada con el fin de
limpiarnos de todo lo negativo, mientras que la unción del ungüento nos unta con los elementos
de Dios y aun con Dios mismo. Esto es semejante a pintar muebles; pues al pintar, la pintura se
adhiere al mueble. Cuando el Espíritu viene al hombre, es Dios mismo quien viene; cuando se
mueve en el hombre y lo unge, Dios se forja en el hombre.

Por lo tanto, en cuanto a lo negativo, la sangre nos limpia de todo lo que no debemos poseer y en
cuanto a lo positivo, la unción nos unge con todo lo que debemos poseer. Lo que no debemos
tener son los pecados y lo que sí debemos tener es a Dios mismo. Por la continua limpieza de la
sangre y la unción del ungüento, mantenemos nuestra unión con Dios.

[Cuanto más apliquemos la sangre y permitamos que ésta nos lave continuamente, más
experimentaremos la unción y más sentiremos la presencia viviente de Dios y Su mover; así,
tendremos comunión con Dios. Por lo tanto, la unción y la aplicación de la sangre son también
inseparables.]

V. CONOCER LA ENSEÑANZA DE LA UNCION

A. La unción

[La enseñanza de la unción viene de la unción misma y es el resultado espontáneo de ser


ungidos. Cuando la unción se mueve en nosotros, por un lado, nos unge con Dios, y por
otro, nos revela la intención de Dios. Por lo tanto, la enseñanza de la unción tiene dos
aspectos: primero, a través de la unción ganamos más de Dios, más elementos divinos;
en segundo lugar, a través de la enseñanza conocemos Su intención y vivimos en El.

De estos dos aspectos, lo esencial y primordial es tener a Dios mismo; y lo secundario,


conocer Su intención. Cada vez que experimentamos la unción, primeramente ganamos
más de Dios, o sea, más de Sus elementos; lo cual produce un resultado, a saber:
llegamos a conocer la voluntad Dios. Es imposible conocer Su voluntad sin tenerlo a Él.
Por lo tanto, la enseñanza de la unción es una función subordinada a la unción misma.]

B. El entendimiento de la mente

[Aunque la enseñanza de la unción viene de la unción misma, la enseñanza y la unción


ocupan diferentes partes en nuestro ser. La unción se halla en nuestro espíritu, mientras
que la enseñanza de la unción tiene lugar en nuestra mente. ¿Por qué la unción se
encuentra en nuestro espíritu? Porque el Espíritu Santo mora en nuestro espíritu; por lo
tanto, la unción que emana del mover del Espíritu Santo está indiscutiblemente en
nuestro espíritu. Cuando nuestro espíritu es motivado por el Espíritu Santo, llegamos a
estar conscientes de ello. Tal consciencia es el sentir de la unción. En tal caso, si nuestra
mente ha sido instruida al respecto, podremos interpretar este sentir de nuestro
espíritu. Podremos entender su significado y así obtener la enseñanza que emana de la
unción. Por lo tanto, la enseñanza de la unción está en nuestra mente y depende
totalmente del entendimiento de nuestra mente. De manera que, si deseamos seguir la
enseñanza de la unción, debemos no sólo tener una sensibilidad aguda en nuestro
espíritu, sino también una mente ejercitada y espiritual. Obtener tal mente incluye: la
renovación de la mente, el ejercicio de nuestra comprensión en asuntos espirituales y la
acumulación de conocimiento espiritual. Esto requiere que amemos más al Señor, que
busquemos experiencias espirituales, que vivamos en comunión, que estudiemos la
Biblia, que leamos libros espirituales y que escuchemos los mensajes que se nos
ministran. Si hacemos esto, nuestra mente recibirá revelación espiritual y será rica en
conocimiento; y así será capaz de comprender el significado de la unción que está en
nuestro espíritu. Como resultado de ello, comprenderemos la enseñanza de la unción.]

Sin un conocimiento cabal de la Palabra, seremos incapaces de entender lo que la


unción nos enseña. En el recobro del Señor, cada santo debe ser edificado con el pleno
conocimiento de la Biblia. Gradualmente irá desarrollando su habilidad para entender e
interpretar las cosas espirituales. Esto permitirá que la unción nos hable.
C. El sentir de la conciencia

[Hemos dicho que el sentir normal de la conciencia proviene del Espíritu Santo, quien
está en nuestro espíritu, y que pasa a través de nuestra mente para iluminarnos. Esta
iluminación es también un aspecto de la unción del Espíritu Santo en su calidad de
ungüento. Por lo tanto, el sentir de la conciencia y la enseñanza de la unción provienen
del sentir de la unción. La unción, después de haber pasado a través de la intuición del
espíritu y de haber sido entendida por la mente, llega a ser la enseñanza de la unción;
pero después de pasar a través de la conciencia y ser entendida por la mente, viene a ser
el sentir de la conciencia; ésta es la relación que guardan entre sí.

Sin embargo, hay ciertas diferencias entre la enseñanza de la unción y el sentir de la


conciencia. Primero, la conciencia es un órgano que sirve para diferenciar lo correcto de
lo incorrecto. El sentir de la conciencia, que se deriva de la unción, está limitado a lo
correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Pero la enseñanza de la unción, la cual viene
por medio de la unción y es percibida directamente en nuestro espíritu, está
relacionada, en cuanto a su alcance, con Dios mismo. Va más allá de lo correcto y lo
incorrecto y atañe directamente a la voluntad de Dios. Si sólo nos preocupamos por el
sentir de la conciencia, únicamente llegaremos a ser cristianos correctos e
irreprensibles. Pero debemos ir más allá, y vivir en la enseñanza de la unción, entonces
podremos tocar la mente de Dios y vivir en El.]

VI. OBEDECER LA ENSEÑANZA DE LA UNCION

[Con respecto a la enseñanza de la unción, al Espíritu Santo le corresponde la tarea de


ungirnos, y a nosotros, simplemente, la de obedecer. Si no obedecemos, es difícil que
experimentemos lo que tratamos en esta lección.]

A. Andar conforme al espíritu

[Si deseamos andar conforme al espíritu, necesitamos saber qué es la enseñanza de la


unción y cuál es el sentir que proviene del mover del Espíritu Santo en nuestro ser
interior. Necesitamos conocer y vivir percibiendo este sentir. Solamente por este sentir
podemos andar conforme al espíritu. Seguir al Señor significa seguir al Espíritu, lo cual,
hablando específicamente, significa obedecer la enseñanza de la unción. No estamos
siguiendo a un Señor objetivo y externo, sino a un Señor que es subjetivo para nosotros
y que vive en nosotros. El resplandor de Su rostro y Su propia manifestación es la
unción, mientras que la voluntad que El revela a la luz de Su rostro es la enseñanza de
esta unción. Si obedecemos tal enseñanza, estaremos obedeciendo al Señor. Si seguimos
dicha enseñanza, estaremos siguiendo al Señor mismo.]
B. Vivir en comunión

[Ya que la vida está en el Espíritu Santo, la comunión de vida se lleva a cabo a través del
movimiento, o sea, de la unción del Espíritu Santo. Cada aplicación del ungüento nos
unge con el Señor por dentro y también nos introduce más en la persona del Señor; así
que, esto crea un fluir de vida entre el Señor y nosotros. Por lo tanto, cuando
experimentamos la unción, también disfrutamos de la comunión de vida.

Si nuestra comunión con el Señor se limita solamente a nuestro tiempo de oración en


privado o a nuestra vigilia matutina, esta comunión sigue siendo aún muy superficial.
Necesitamos vivir en comunión con El a cada momento y permanecer en un estrecho
contacto con el Señor, aun cuando estemos muy ocupados; entonces nuestra comunión
será más profunda. A fin de vivir en comunión, debemos vivir en la unción y percibirla
constantemente. Vivir en la unción es obedecer la enseñanza de la unción. Si la
obedecemos siempre, podemos experimentar constantemente la unción y vivir en
comunión. De otra manera, no podremos experimentar la unción ni permanecer en
comunión.]

C. Vivir en la presencia de Dios

[Conforme a la verdad, Dios ha estado siempre con nosotros desde el día en que fuimos
salvos. Su presencia nunca nos abandonó ni la podremos perder. Esta presencia es el
propio Espíritu Santo. El Espíritu Santo en nosotros es la presencia misma de Dios. Por
lo tanto, esta presencia no es ni un determinado objeto ni un cierto estado de ánimo,
sino una Persona. Esta Persona es el Espíritu Santo, cuya presencia en nosotros es la
presencia de Dios. Desde el día en que fuimos salvos, esta presencia nunca se ha
desvanecido.

Sin embargo, conforme a nuestra experiencia, no estamos siempre conscientes de Su


presencia. Algunas veces, parece que Su presencia ha desaparecido y que hemos perdido
la luz de Su rostro. Todo depende de la unción, ya que sin la unción, la presencia de Dios
no puede hacerse real en nosotros y no podemos sentir la luz de Su rostro. Junto con la
unción vienen la realidad de Su presencia y la capacidad de percibir luz de Su rostro. Por
lo tanto, mediante la unción podemos experimentar la presencia de Dios de una manera
práctica.]

D. El resultado

[Ya que la unción es vital para experimentar la presencia de Dios, requerimos obedecer
la enseñanza para así poder experimentar más esta unción. Entonces podemos vivir en
todo tiempo y en todo lugar en la presencia de Dios, viviendo a la luz de Su rostro y
tocando Su presencia en todo momento. De este modo, experimentaremos la realidad
del himno que dice:

Yo el velo crucé ya,


Siempre aquí la gloria está
¡Hoy yo vivo en la presencia
de mi Rey!

Cuando el hombre pasa a través del velo de la carne y vive en la presencia de Dios, entra
en el Lugar Santísimo y vive en el espíritu, teniendo comunión con Dios cara a cara. Es
en ese momento que nuestra experiencia espiritual alcanza el nivel más elevado.

En conclusión, la clave para toda nuestra vida espiritual es la unción. Continuamente


debemos tocar la unción y obedecer su enseñanza. Cuando vivimos en la enseñanza de la
unción, entonces andamos conforme al espíritu, esto es, vivimos en la comunión del
Señor y en la presencia de Dios. Si en algún momento perdemos la enseñanza de la
unción, y nos falta la dirección del Espíritu Santo, nuestra comunión con el Señor cesa, y
perdemos la luz del rostro de Dios; como consecuencia de ello, no tenemos manera
alguna de vivir en Su presencia. Por lo tanto, la enseñanza de la unción es
verdaderamente el centro de toda experiencia espiritual y es también una parte
maravillosa de la salvación que Dios nos da. ¡Prestémosle más atención y
experimentémosla más!]

Preguntas

1. ¿Cuál es el significado de la palabra “unción”?


2. Describa el proceso a través del cual el Espíritu se formó.
3. Mencione los ingredientes del ungüento en Éxodo 30 y explique lo que ellos representan.
4. ¿Cuál es el propósito central de la salvación? ¿Cómo es la unción un factor?
5. ¿Cuál es la relación entre la unción y la aplicación de la sangre?
6. ¿Qué es la enseñanza de la unción?
7. ¿Cuáles son las dos cosas que necesitamos para seguir la enseñanza de la unción?
8. ¿Qué diferencia hay entre el sentir de la conciencia y la enseñanza de la unción?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 133-163.


 

Lección once
SER LLENOS DEL ESPIRITU SANTO

Lectura bíblica

Ro. 5:5; 1 Co. 15:45; Jn. 14:16-17; 20:19-22;


Hch. 13:52; Lc. 24:49; Hch. 1:4-5, 8; 2:1-4;
1 Co. 12:13, 3; Ro. 10:12-13; Hch. 2:38;
1 Jn. 1:7-9; Ef. 5:18b-19a

Bosquejo

I. La necesidad de ser llenos del Espíritu Santo


II. ¿Quién es el Espíritu Santo?
III. Los dos aspectos del Espíritu Santo
A. El aspecto esencial, el cual imparte vida
B. El aspecto económico, el cual confiere poder
IV. Ser llenos interiormente del Espíritu para obtener vida
V. Ser llenos exteriormente del Espíritu para recibir poder
VI. La manera de ser llenos del Espíritu Santo
VII. Las manifestaciones de ser llenos del Espíritu Santo

Texto

I. LA NECESIDAD DE SER
LLENOS DEL ESPIRITU SANTO

En las diez lecciones anteriores hemos compartido cierto conocimiento básico en cuanto
a la vida divina y también ciertas experiencias básicas necesarias para el desarrollo de
esta vida. En todo esto usted debe de haber notado un factor común: el Espíritu. La vida
por excelencia, la verdadera vida, es la vida zoé, la cual es divina, eterna e
indestructible. Aparte del Espíritu, no tenemos la vida zoé. Dios es la vida, pero sin el
Espíritu, el Dios inaccesible no puede ser nuestra vida. Cristo también es la vida, pero
sin el Espíritu, el Cristo entronizado en los cielos tampoco puede ser nuestra vida. Sin el
Espíritu, Dios no podría fluir en nosotros para ser nuestra vida, ni tampoco tendríamos
vida en nuestro espíritu humano. Sin el Espíritu no tendríamos la ley de vida en
nosotros, y por ende no podríamos ser librados de la ley del pecado y de la muerte. Sin el
Espíritu, no tendríamos luz y viviríamos en tinieblas. Sin el Espíritu, quien nos añade
los elementos divinos, tampoco podríamos crecer en vida. Incluso el inicio de nuestra
vida cristiana, la regeneración, no es otra cosa que la entrada del Espíritu a nuestro
espíritu humano. El sentir del Espíritu equivale a nuestro sentir de vida, y el fluir del
Espíritu en nosotros constituye la comunión de vida. Aunque entendamos claramente
que necesitamos consagrarnos al Señor, quien nos compró, el verdadero motivo de
nuestra consagración —el propio amor de Dios— ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu (Ro. 5:5). En conclusión, el poder que preserva todo nuestro
ser, es el Espíritu.

Por consiguiente, debemos ser llenos del Espíritu Santo diariamente y en todo
momento, desde el día de nuestra regeneración hasta el día de nuestro arrebatamiento,
desde nuestra juventud hasta nuestra vejez. Ya sea que estemos en victoria o en derrota,
animados o desanimados, alegres o tristes, necesitamos ser llenos del Espíritu. Sólo así
tendremos el poder, la fuerza y la autoridad para vencer todo lo que obstaculiza el
crecimiento de la vida divina. Ser llenos del Espíritu es fundamental para nuestra vida
cristiana; es normal en nuestro diario vivir; es indispensable para ganar experiencias de
la vida divina; y es crucial para crecer en esta vida. Es un milagro que el hombre pueda
ser lleno de Dios, aún así, ser lleno de Dios es, en realidad, una condición normal del
cristiano; en efecto, es tan normal como la regeneración. Por lo tanto, ser llenos del
Espíritu es una condición milagrosamente normal e indispensable para avanzar en el
Señor.

II. ¿QUIEN ES EL ESPIRITU SANTO?

El Espíritu Santo es el propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso. ¿Por qué Dios ha
pasado por tal proceso? Porque El tiene un plan, una economía. [Dios administra Su
plan conforme a Su economía. El primer paso que El realizó fue crear al hombre. Pero
cuando este hombre cayó, Dios tuvo que dar el segundo paso, la redención. Su obra
redentora tiene que ver con el Padre, el Hijo y el Espíritu. En la eternidad, el Padre
concibió, diseñó y previó todo lo necesario conforme a Su plan. En el transcurso del
tiempo, en la plenitud del tiempo, el Hijo vino y se hizo un hombre, vistiéndose de la
carne humana, la cual poseía la naturaleza y la semejanza del hombre, y vivió entre los
seres humanos por treinta y tres años y medio. En Su cuerpo humano, con la forma y
naturaleza humanas, El trabajó, predicó, hizo milagros y dispuso que Sus discípulos
vivieran y anduvieran con Él durante tres años y medio. Después, fue a la cruz,
dispuesto a internarse en el ámbito de la muerte y pasar por ella. El Señor, en Su carne
entró en el sepulcro, pero en Su espíritu y Su alma se internó en el Hades y se quedó allí
por un período de tres días. Al estar en el Hades, se exhibió a los principados de la
muerte, para mostrarles que la muerte no podía retenerle, pues El la había vencido, y
luego resucitó de entre los muertos. El se internó en el ámbito de la muerte por Sí
mismo, y de la misma manera salió de allí por Sí mismo. En resurrección fue
transfigurado de la semejanza de la carne, a la semejanza del Espíritu. Así que, en
resurrección, llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este Espíritu vivificante es la
máxima consumación del Dios Triuno.]

A. El aspecto esencial, el cual imparte vida

El Espíritu tiene dos aspectos, el esencial y el económico. La palabra “esencial” se aplica


a lo que constituye la esencia de algo; por tanto, denota lo que es necesario a la
constitución y esencia de la vida. Con respecto al aspecto esencial, el Espíritu entra en
nosotros, impartiéndonos la esencia divina para que sea nuestra vida y suministro de
vida. Este aspecto posibilita que vivamos y nos conduzcamos en Dios, para poder
expresarlo. Dios creó al hombre con el fin de que recibiera Su vida y le expresara. El
aspecto esencial del Espíritu lleva a cabo este fin.

B. El aspecto económico, el cual confiere poder

La palabra “económico” aquí se usa en relación a una economía; esto es, indica lo que se
necesita para llevar a cabo la administración doméstica de Dios; por lo tanto, tiene que
ver con el poder y la obra. Con respecto al aspecto económico, el Espíritu nos reviste con
poder a fin de que llevemos a cabo la obra de Dios, la cual consiste en predicar el
evangelio, pastorear a los nuevos creyentes, perfeccionar a los santos y edificar la iglesia.
El hombre fue redimido y regenerado para que sea colaborador de Cristo en la
edificación de la iglesia conforme a la economía de Dios. Este aspecto del Espíritu nos
capacita para realizar esto.

IV. SER LLENOS INTERIORMENTE


DEL ESPIRITU PARA OBTENER VIDA

En Juan 14:16-17 Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador... el


Espíritu de realidad... y estará en vosotros”. En Juan 16:7, El añadió: “Os conviene que
Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; más, si me voy, os
lo enviaré”. Antes de morir, el Señor prometió a los preocupados discípulos que le era
necesario ir a la cruz para que el Espíritu de realidad fuera enviado. El Espíritu de
realidad había de entrar en los discípulos para impartirles todas las realidades divinas
del Padre y del Hijo. Esto se cumplió en el día de la resurrección conforme a Juan 20:19-
22: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana... vino Jesús, y
puesto de pie en medio... sopló en ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Al respirar,
los discípulos recibieron al Espíritu de realidad, el cual les impartía vida y era el
suministro de vida para ellos, pues el Espíritu es el Espíritu vivificante.
Vemos que también en Hechos, los discípulos experimentaban el ser llenos
interiormente del Espíritu. Hechos 13:52 dice: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y
del Espíritu Santo”. La palabra griega usada aquí es pleróo que significa ser lleno
interiormente hasta la plenitud. Al ser llenos interiormente del Espíritu,
experimentamos gozo, que es uno de los frutos del Espíritu (Gá. 5:22-23).

V. SER LLENOS EXTERIORMENTE


DEL ESPIRITU PARA RECIBIR PODER

En Lucas 24:49 el Señor Jesús dijo: “He aquí Yo envío la promesa de Mi Padre sobre
vosotros... hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”, y en Hechos 1:4-8, también
dijo: “...sino que esperasen la promesa del Padre... pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. En ambos casos, el Señor hizo referencia al
Espíritu de poder que El había prometido después de Su resurrección y antes de Su
ascensión. Aunque los discípulos ya habían recibido al Espíritu Santo como vida y
suministro de vida, aún necesitaban recibir el poder del Espíritu Santo que los
capacitaría para llevar a cabo la obra de Dios. A fin de predicar el evangelio, les era
necesario atar al diablo y desatar a los pecadores, adquirir denuedo y recibir varias
manifestaciones de los dones del Espíritu. Por lo tanto, debían esperar hasta que fuesen
investidos de poder por medio del bautismo del Espíritu Santo.

Esto se cumplió en el día de Pentecostés conforme a Hechos 2:1-4: “Al cumplirse, pues,
el día de Pentecostés... fueron todos llenos del Espíritu Santo”. La palabra griega usada
aquí para “llenos” es plétho que significa llenar exteriormente. En Pentecostés ellos
fueron equipados para cumplir Su comisión al ser llenos exteriormente, es decir, al ser
investidos desde lo alto. Entonces inmediatamente pudieron predicar el evangelio con
denuedo y poder. Todos necesitamos esta clase de experiencia diaria en la vida de
iglesia.

VI. LA MANERA DE SER LLENOS DEL ESPIRITU SANTO

¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo? Según el concepto incorrecto de muchos
cristianos, ser lleno del Espíritu es una experiencia muy especial y difícil de obtener.
Muchos piensan que es necesario orar y pedirle al Padre que les conceda esta
experiencia especial. Otros ayunan y oran durante días. Algunas veces, cuando creen
que ya lo recibieron, hacen cosas extrañas, fingiendo que son manifestaciones del
Espíritu, tales como hablar en lenguas, rodar por el piso, llorar y gritar audiblemente,
etc.

Primeramente, debemos entender que el día en que fuimos regenerados recibimos al


Espíritu, según podemos ver en Hechos 2:38: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don
del Espíritu Santo”. En 1 Corintios 12:13 también se dice que fuimos bautizados en un
mismo Espíritu. Por consiguiente, después de ser regenerados, no necesitamos pedirle
al Padre que nos dé el Espíritu, pues ya lo hemos recibido.

¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu?

Somos llenos del Espíritu al invocar al Señor. Invocar el nombre del Señor es la manera
más fácil y rápida de ser llenos del Espíritu. En 1 Corintios 12:3 dice: “Nadie puede
decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Cuando invocamos al Señor, estamos
en el Espíritu. Cuanto más invocamos, más obtenemos al Espíritu. El Espíritu es como el
aire, y el invocar es como respirar. Mientras más invocamos al Señor, más nos llenamos
de Él. Invóquele hasta que sea lleno. El Señor es rico para con todos los que le invocan.
El nos salvará de nosotros mismos cuando le invoquemos (Ro. 10:12-13). Invoque Su
nombre todos los días, e incluso durante todo el día.

Podemos ser llenos del Espíritu mediante el arrepentimiento y la confesión. Quizás


tengamos pecados que aún no hemos confesado. Podríamos haber sido rebeldes con
nuestros padres, criticado a algún hermano en la iglesia, tomado cosas ajenas, haber
dicho palabras ofensivas para herir a otros, robado algo de una tienda, tenido alguna
relación inapropiada con alguien del sexo opuesto o haber hecho otras cosas similares.
Como resultado de ello, hemos afectado nuestra conciencia, las arterias de nuestro
corazón psicológico están obstruidas, nuestro ser se ha contaminado y nuestra
comunión con Dios se ha interrumpido. ¿Cómo podríamos entonces ser llenos del
Espíritu? ¡Oh, Señor Jesús! ¡Sálvanos! Si invocamos al Señor, oramos, volvemos nuestro
corazón al Señor y confesamos nuestros pecados a medida que El nos los va mostrando,
entonces espontáneamente seremos llenos del Espíritu Santo. A esto nos referimos
cuando hablamos de ejercitar el espíritu.

También podemos ser llenos del Espíritu al orar en unanimidad. Tal vez ésta sea nuestra
mayor carencia. Vemos que en la historia de la iglesia, la primera vez que los discípulos
fueron bautizados en el Espíritu Santo fue en Hechos uno y dos, después de haber orado
unánimes por diez días. Desde ese entonces, cada vez que hay unanimidad al orar, el
Espíritu es derramado sobre nosotros.

Además, podemos ser llenos por medio de la fe. Necesitamos creer la palabra que afirma
que, si nos arrepentimos y confesamos, El Señor nos perdonará y nos limpiará,
recibiremos al Espíritu y la comunión (el fluir del Espíritu) será restaurada (Hch. 2:38; 1
Jn. 1:7-9).
También, podemos ser llenos del Espíritu al hablar. Esta es una manera de ser llenos del
Espíritu y, a la vez, es el resultado de ser llenos del Espíritu (Ef. 5:18b-19a; Hch. 2:38;
4:31). Una vez que nos arrepentimos y confesamos nuestras faltas, debemos ejercitar
nuestra fe y hablar. Podemos hablarle al Señor, a nosotros mismos, al diablo, a otros, y
aun al gato, al perro y a la mesa. Háblele a cualquier persona o cosa. Descubriremos que
mientras más hablemos de esta manera, más llenos del Espíritu seremos, y más fe y
denuedo poseeremos. Cuanto más salgamos resueltamente a predicar el evangelio, más
el Espíritu nos llenará; entonces, llevaremos con nosotros el amor de Dios, la autoridad
de Cristo y el poder del Espíritu Santo. Muchos serán salvos a través de nosotros, y
bautizaremos a un gran número de ellos. De este modo realizaremos la obra de Dios
para el cumplimiento de Su economía por el poder del Espíritu.

VII. LAS MANIFESTACIONES


DE SER LLENOS DEL ESPIRITU SANTO

¿Cuáles son las manifestaciones que denotan haber sido llenos del Espíritu Santo? y
¿cómo sabemos que hemos sido llenos? [Ya que el Espíritu Santo que está en nosotros
es el Espíritu de vida, y ya que al ser llenos del Espíritu Santo interiormente maduramos
en la vida divina, la manifestación de ser llenos interiormente del Espíritu Santo debe
ser una expresión de vida abundante y desbordante, la cual fluye como ríos de agua viva
desde nuestro ser interior (Jn. 7:38-39)]. Gálatas 5:22-23 dice que nosotros también
tenemos amor, gozo, paz, etc., que son nuestras condiciones y virtudes internas. De
acuerdo con Hechos 4:31, poseemos denuedo, poder y autoridad para hablar la Palabra
de Dios al predicar el evangelio y al profetizar en las reuniones. La Biblia menciona más
de veinte manifestaciones diferentes que son el resultado de ser llenos del Espíritu
Santo.

¿Ha experimentado usted algunas de estas manifestaciones? Debemos ejercitar nuestro


espíritu confesando, volviendo nuestro corazón al Señor, consagrándonos a Él, creyendo
en Su palabra que asegura que podemos ser llenos del Espíritu, hablando la palabra de
Dios con denuedo, y permaneciendo en nuestro espíritu al invocar Su nombre y al orar
sin cesar. Si nunca experimentamos el ser llenos del Espíritu, todo lo que aprendemos
será meras doctrinas, y todos los tratos disciplinarios que mencionaremos en las
próximas lecciones, serán simples rituales religiosos o ascetismo. Pero si tenemos la
experiencia de ser llenos del Espíritu, podremos disfrutar todo lo que la Biblia revela.
Entonces la disciplina que recibimos de Dios nos llevará a ser llenos más y más de la
vida divina y a experimentarla más intensamente, lo cual producirá el crecimiento en la
vida divina. Queridos hermanos y hermanas, es fácil ser llenos del Espíritu; así que,
diariamente y todo el día debemos dedicarnos a ser llenos de este Espíritu hasta que
seamos arrebatados por El. ¡Aleluya! ¡Qué maravillosa es la vida cristiana!
Preguntas

1. ¿Por qué debemos ser llenos del Espíritu?


2. ¿Cuáles son los dos aspectos del Espíritu?
3. ¿Qué beneficio recibimos cuando somos llenos del Espíritu Santo esencialmente?
4. ¿Cómo somos llenos exteriormente del Espíritu?
5. Comparta una experiencia en cuanto a ser lleno exteriormente del Espíritu.
6. Haga una lista de versículos que hablan de cada aspecto de ser llenos del Espíritu.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. Words of Training for the New Way [Palabras de entrenamiento necesarias


para la nueva manera], tomo 1, págs. 85-86.
2. Lecciones de vida, págs. 54, 63.
 

Lección doce
TERMINAR CON EL PASADO

Lectura bíblica

2 Co. 5:17; Lc. 19:1-10; Hch. 19:18-19; Ro. 8:5-6

Bosquejo

I. La base bíblica para terminar con el pasado


II. Aquello con lo cual debemos terminar
A. Lo injusto
B. Lo impropio
C. Lo maligno e impuro
D. La antigua manera de vivir
III. El fundamento en base al cual damos fin a nuestro pasado
IV. ¿A qué extremo debemos llegar para dar fin a nuestro pasado?

Texto

En las próximas lecciones consideraremos todo aquello que obstaculiza el crecimiento


de la vida divina en nosotros. Si, por el Espíritu, nos enfrentamos a tales obstáculos,
entonces experimentaremos más vida y crecimiento. Por un lado, el sentir de la vida
divina en nosotros nos advierte de la existencia de tales obstáculos. Por otro,
necesitamos la ayuda de la Palabra y del ministerio de la misma para reconocerlos. Ya
sea que nos hayamos dado cuenta de la existencia de tales obstáculos por medio de
nuestro sentir interno o por medio de la Palabra externa a nosotros, eliminar estos
obstáculos equivale a experimentar la vida divina, lo cual dará por resultado que nos
sintamos llenos de vida y paz y que la vida divina crezca más en nosotros. Esta debe ser
nuestra experiencia diaria. Lo primero que debemos hacer es terminar con nuestro
pasado junto con nuestra antigua manera de vivir.

I. LA BASE BIBLICA PARA TERMINAR CON EL PASADO

[No existe una enseñanza específica en las Escrituras acerca de la necesidad de dar fin a
nuestro pasado, pero vemos dos ejemplos muy claros acerca de ello: uno de ellos se
encuentra en Lucas 19:1-10, donde vemos la historia de cómo Zaqueo puso fin a su
pasado después de haber sido salvo; y el otro ejemplo se halla en Hechos 19:18-19,
donde se presenta el relato de cómo los efesios terminaron con su pasado luego de haber
sido salvos.

En Lucas 19 vemos que en el momento en que Zaqueo fue salvo, comprendió que había
extorsionado a muchos en el pasado y que, por lo tanto, era un hombre injusto; también
se dio cuenta de que amaba el dinero y que hasta ese día se había conducido como un
avaro. Por eso, le dijo al Señor que si había tomado algo de alguien de una manera
fraudulenta, voluntariamente lo restituiría cuadruplicado. Además, estaba dispuesto a
dar la mitad de sus bienes a los pobres. Esta fue la manera en que él terminó con su
pasado. Hechos 19 relata que muchos de los santos de Efeso, después de que Pablo los
llevó a la salvación, fueron a él confesando y dando cuenta de sus hechos y que muchos
de buena gana trajeron sus libros de hechicería y los quemaron delante del pueblo.

El precio de los libros que fueron incinerados ascendió a cincuenta mil piezas de plata.
Ya que cada pieza de plata era aproximadamente un día de salario, podemos ver que
estos libros les costaron mucho dinero.] Fue así como ellos dieron fin a su pasado.

II. AQUELLO CON LO CUAL DEBEMOS TERMINAR

[¿Cuáles son los aspectos de nuestro pasado con los que debemos terminar una vez que
hemos sido salvos? ¿Qué es aquello con lo cual debemos terminar y de lo cual nos
debemos deshacer? Podemos clasificar la totalidad de estos asuntos en cuatro categorías
diferentes: 1) lo injusto, 2) lo impropio, 3) lo maligno e impuro, y 4) la antigua manera
de vivir. Después de que hayamos sido salvos es necesario que nos deshagamos de todo
esto y que les demos fin]. Es posible que incluso después de haber sido salvos hagamos
aún estas cosas, en tal caso, debemos aplicar el mismo principio, el cual es válido en
ambas instancias.

A. Lo injusto

[La palabra “injusto” se refiere a algo que no es recto, que no es legal. Todo lo que hemos
obtenido en el pasado por medios injustos e ilegales; ya sea robar, estafar, tomar por la
fuerza, meternos en lo que pertenece a otros, quedarnos con cosas que otros han
perdido, no devolver cosas prestadas, y tener relaciones ilegítimas y tratos injustos hacia
los demás; a todo este tipo de cosas injustas debemos ponerles fin.]

B. Lo impropio

[Las palabras “impropio” e “injusto” tienen significados parecidos; no obstante, se


tratan de dos aspectos distintos. El calificativo “injusto” denota que el método por el
cual se ha obtenido algo, o la relación que un objeto tiene con cierto asunto, es indebido
o ilegal. El calificativo “impropio” denota que la naturaleza de cierta acción o asunto en
el que nos involucramos, es impropia o indecente. Por ejemplo, los artículos usados para
juegos de azar y para embriagarse pueden comprarse por medios legales, pero debido a
que los juegos de azar y la bebida son impropios e indecentes, la naturaleza de dichos
artículos es también impropia e indecente. Además, fumar o leer novelas obscenas no
pueden considerarse como actos injustos, pero ciertamente son prácticas inmorales e
impropias. Así pues, además de dar fin a lo injusto, debemos también dar fin a todo lo
que sea impropio en nuestras vidas.]

C. Lo maligno e impuro

[Lo maligno e impuro es todo aquello que se relaciona con la idolatría, como por
ejemplo, ídolos e imágenes, ropa que lleva la imagen del dragón, escritos de religiones
mundanas, objetos impuros tales como libros de horóscopos, amuletos, etc. También se
refiere a prácticas malignas e impuras, tales como adorar ídolos, adorar a los
antepasados, adivinación, leer el futuro, etc. Dios aborrece todo esto más que lo que sea
mencionado bajo las dos primeras categorías. Estas cosas son ciertamente intolerables
para la vida divina que está en nosotros, la cual es santa y pura. Así que, con mayor
razón, todas estas cosas deben ser erradicadas totalmente de nosotros.]

D. La antigua manera de vivir

[Al hablar de la antigua manera de vivir nos referimos a la forma en que solíamos vivir
antes de ser salvos. Al ser salvos, no sólo debemos dar fin a todo lo injusto, impropio,
maligno e impuro, sino también a nuestra antigua manera de vivir, y debemos tener un
nuevo comienzo.

Entonces, ¿qué significa para nosotros terminar con nuestra antigua manera de vivir e
iniciar una nueva vida? No significa que una persona, después de ser salva y regenerada,
debe cambiar de oficio, o debe abandonar la escuela, abandonar su negocio,
desentenderse de su familia, e irse a predicar. Dar fin a la antigua manera de vivir
significa que una persona regenerada puede continuar con su profesión original,
siempre y cuando ésta sea apropiada, pero que su gusto ya no es el mismo, y su estado
de ánimo y sentir hacia su ocupación anterior también ha cambiado. No importa cuál
haya sido el trabajo de una persona antes de ser regenerada, su gusto, su estado de
ánimo y su sentir estaban inclinados hacia el mundo y totalmente centrados en lograr
algo en él. Cuanto más trabajaba, más apreciaba su trabajo y más profundamente se
involucraba en él. Pero después de la regeneración, al entrar la vida de Dios en dicha
persona, lo que le gustaba se ha vuelto insípido, sus antiguas inclinaciones y
preferencias han cambiado y hasta sus sentimientos han cambiado. Incluso tiene un
gusto distinto por sus alimentos, su ropa y sus necesidades cotidianas. En este sentido,
su antigua manera de vivir ha llegado a su fin, y su antigua vida ha terminado.]

Puede ser que muchos de los jóvenes que se reúnen con nosotros hayan sido salvos a
una edad muy temprana; y por ello, tal vez no hayan experimentado muchas de las cosas
que los impíos practican. Aún así, la antigua manera de vivir está siempre
acechándonos, esperando la oportunidad de poder ejercer su influencia bajo el disfraz
de la presión de grupo, en cosas tales como: bromear con el afán de herir los
sentimientos de otros, decir palabras ofensivas e insultantes, usar palabras de jerga,
participar en ciertas conversaciones y comportamientos que involucran relaciones entre
ambos sexos, vestirse a la moda, escuchar música que incite la carne, mirar con
desprecio a los estudiantes más dedicados, manifestar actitudes que denotan rebeldía
contra las personas en autoridad, etc. Debemos estar alertas para no ser afectados por
esta antigua manera de vivir de las personas mundanas. Y debemos desarrollar una
nueva manera de vivir, una manera de vivir en el espíritu.

[Aunque poner fin a la antigua manera de vivir es una experiencia preliminar del
cristiano; no obstante, tiene un efecto profundo sobre su futuro andar con el Señor.
Cuando nuestra antigua manera de vivir termine, nuestra ambición e interés por el
mundo sufrirá un cambio, nuestra evaluación y puntos de vista respecto de las personas
y todos los asuntos humanos experimentarán una transformación, y nuestro propósito
en la vida ya no será el mismo. Así pues, huimos de toda ansiedad, dejamos atrás todas
nuestras cargas y corremos la carrera que tenemos por delante en el camino del Señor.]

III. EL FUNDAMENTO EN BASE AL CUAL


TERMINAMOS CON NUESTRO PASADO

[El fundamento en el cual nos basamos para terminar con nuestro pasado no es el de
demandas o reglamentos externos, sino el del sentir interior de la vida divina. Los
cuatro aspectos ya mencionados, los cuales tenemos que resolver, sólo nos ayudan a
reconocer ciertos principios. Estos principios no son reglamentos que nos exigen a que
demos fin a tales aspectos de nuestro pasado. Cuando, en la práctica, damos fin a
nuestro pasado, en realidad es el sentir de la vida divina el que determina a qué
debemos poner fin. Por consiguiente, terminamos con nuestro pasado basándonos en el
sentir de la vida divina.

Todas las religiones del mundo se fundan en diversos preceptos religiosos. Sus
seguidores viven y se comportan de acuerdo con tales preceptos o reglas. Pero la
salvación que el Señor efectúa no es así. Al salvarnos mediante la regeneración del
Espíritu Santo, el Señor nos da una nueva vida. Al tener tal vida nueva, podemos vivir y
comportarnos en la presencia de Dios, siendo guiados por el sentir de esta nueva vida.
Este es el principio que rige nuestro vivir como cristianos. El hecho de que terminamos
con el pasado también está basada en este principio. Cuando una persona es regenerada
y obtiene la vida de Dios, esta vida se mueve en ella, dándole el sentir de que ha
cometido muchos actos injustos, impropios y perversos en su pasado, y que tales
asuntos, junto con su antigua manera de vivir, son incompatibles con su estado actual de
cristiano. De modo que comienza a dar fin a su pasado, según se lo indica el sentir
interior.

Los ejemplos de Zaqueo y de los cristianos de Efeso, quienes pusieron fin a su pasado,
nos muestran que ni el Señor Jesús ni el apóstol Pablo enseñaron expresamente el
asunto de resolver el pasado. No dieron ninguna regla que dijera lo que tenemos que
hacer para terminar con nuestro pasado. El “fin” de Zaqueo y de los cristianos de Efeso
se debió a que una vez que la salvación del Señor vino a ellos y la vida del Señor entró en
ellos, tuvieron un fuerte sentir hacia las cosas injustas e impuras que habían cometido
en su pasado y hacia su antigua manera de vivir, que los llevó a dar fin a todo aquello. El
hecho que ellos dieron “fin” a su pasado demuestra que no lo hicieron basados en reglas
ni enseñanzas externas, sino en el sentir interior de la vida divina.

Puesto que la práctica de poner fin a nuestro pasado se basa en el sentir interno de la
vida divina, debemos asirnos a este principio cuando guiamos a otros a terminar con su
pasado. No debemos imponer ninguna regla externa para enseñarles que deben dar fin a
esto o a lo otro; más bien, hemos de procurar despertar en ellos el sentir interno de la
vida divina, y conducirlos a obedecer ese sentir. Primero debemos ayudarles a que se
den cuenta de que la vida de Dios está en ellos y a que conozcan el sentir de esta vida.
Luego, con la ayuda del ministerio de la Palabra, de la literatura espiritual y de los
testimonios de otros santos respecto a terminar con el pasado, hemos de despertar
también en ellos algún sentimiento o, tal vez, una sensación profunda respecto a cuáles
asuntos de su pasado necesitan ser finiquitados. Una vez que se despierta en ellos este
sentir y se hace más agudo, podemos dirigirlos a que den fin a su vida pasada, de
acuerdo con su propio sentir. Esta forma de terminar con el pasado está de acuerdo con
el principio de la salvación que el Señor efectúa en nosotros y es capaz de ayudar a otros
a crecer en vida.]

IV. ¿A QUE EXTREMO DEBEMOS LLEGAR


PARA DAR FIN A NUESTRO PASADO?

[¿A qué extremo debemos llegar para dar fin a las cosas del pasado? Con respecto a este
asunto, ¿a qué grado debemos llegar? El grado de esto se muestra en Romanos 8:6 con
las expresiones “vida y paz”.
Ya hemos visto que la práctica de terminar con nuestro pasado tiene como fundamento
el sentir interno de la vida divina. Este sentir es generado en nosotros mediante la
unción del Espíritu Santo en nuestro interior. Puesto que hemos dado fin a nuestro
pasado basándonos en tal sentir, el procedimiento es el mismo que se menciona en
Romanos 8:5-6, a saber: seguir al Espíritu o poner la mente en el Espíritu. El resultado,
naturalmente, será el mismo: “vida y paz”. Así que, la vida y la paz determinarán a qué
extremo debemos llegar para ponerle fin a nuestro pasado de manera concluyente.]

Preguntas

1. ¿Cuáles son las cuatro categorías que representan aquello a lo cual debemos poner fin?
2. ¿En qué nos basamos para poner fin al pasado? ¿Cómo debemos conducir a otros para
que también pongan fin a su pasado?
3. ¿Hasta qué extremo debemos llegar para dar fin a nuestro pasado?
4. Mencione un ejemplo en la Biblia de una persona que dio fin a su pasado.
5. Comparta una experiencia que haya tenido con respecto a esta práctica.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 15-24.


2. Estudio-vida de Hechos, pág. 434.
 

Lección trece
RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS PECADOS

Lectura bíblica

Mt. 5:23-26; 1 Jn. 1:9; Pr. 28:13;


Lc. 19:8; Lv. 5:14-16

Bosquejo

I. La base bíblica
II. Aquello que requiere resolución
III. El fundamento en base al cual resolvemos el problema de los pecados
IV. El extremo al cual debemos llegar al intentar resolver el problema de los pecados
V. La práctica de resolver el problema de los pecados
VI. La resolución de los pecados y la vida espiritual

Texto

[Cuando hablamos de resolver el problema del pecado nos referimos al proceso de


seguir la dirección del Espíritu Santo a fin de eliminar todo lo que impide el crecimiento
de la vida divina en nosotros. Cuanto más pasamos por este proceso, más crecerá la vida
de Dios en nosotros. Cuanto más crezca la vida de Dios en nosotros, más
experimentaremos este proceso. No podemos separar ambos aspectos, pues son dos
facetas de una misma realidad. Por lo tanto, estar bajo la disciplina del Señor es
extremadamente importante para nuestra experiencia de la vida divina. Podemos decir
que en esto consiste una gran parte de nuestra experiencia de la vida divina.]

[De entre todos los obstáculos que tienen que ser enfrentados, los pecados son los más
grotescos, dañinos y evidentes. Después de habernos consagrado, el primer obstáculo
que debemos resolver son los pecados. Resolver los pecados es la primera lección en
nuestra experiencia con respecto a los tratos disciplinarios que recibimos de parte de
Dios.]

I. LA BASE BIBLICA

[Los siguientes pasajes establecen la base bíblica para la resolución del problema de los
pecados:
Mateo 5:23-26: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda ante el altar, y allí te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y
ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte a
buenas con tu adversario cuanto antes, mientras estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil y seas echado en la cárcel. De cierto te
digo: De ningún modo saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante”. En este
pasaje, “reconcíliate” y “ponte de acuerdo” se refieren a la acción que debemos tomar
con respecto a nuestras relaciones con otros.

En 1 Juan 1:9 leemos: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. Aquí “confesamos”
alude a la resolución de los pecados.

Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y
se aparta alcanzará misericordia”. De nuevo aquí, las expresiones “confiesa” y “se
aparta” hablan de acciones tomadas al traer a cuenta nuestros pecados.

En los pasajes citados, vemos cómo debemos resolver el problema de los pecados: en
cuanto a los hombres, debemos reconciliarnos y concordar con ellos; con relación a
Dios, debemos confesar nuestros pecados; y con respecto al pecado, debemos
apartarnos de éste. Dichas maneras de traer a cuenta nuestros pecados representan
aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de resolver el problema de los
pecados.]

II. AQUELLO QUE REQUIERE RESOLUCION

[Los pecados mismos son exactamente aquello que requiere resolución. Existen dos
aspectos con respecto al pecado: la naturaleza del pecado interiormente y la acción del
pecado exteriormente. Al referirse a la naturaleza del pecado que mora en nosotros, se
usa la forma singular, mientras que al referirse a la acción del pecado fuera de nosotros,
se usa la forma plural. En su forma singular, esta expresión se refiere a la vida de
Satanás en nosotros, con la cual no tenemos forma de tratar, pues cuanto más nos
enfrentamos a él, más vida cobra. Por tanto, cuando afirmamos que debemos resolver el
problema de los pecados, queremos decir que debemos traer a cuenta los pecados que
cometemos, los pecados que se manifiestan en nuestra conducta externa.]

III. EL FUNDAMENTO EN BASE AL CUAL


RESOLVEMOS EL PROBLEMA DE LOS PECADOS

[Nuestro objetivo al resolver el problema de los pecados, es confesar todos los pecados
que hayamos cometido. Sin embargo, al llevarlo a cabo, Dios no requiere que
confesemos todos los pecados en un solo acto, sino sólo los pecados que reconocemos
mientras tenemos comunión con El. Por consiguiente, el fundamento en base al cual
resolvemos el problema de los pecados es la consciencia que tenemos de ellos al pasar
tiempo en comunión con Dios.

Podemos dejar a un lado por algún tiempo los pecados de los que no estamos
conscientes, hasta que llegue el momento en que en la comunión con Dios nos conduzca
a estar conscientes de ellos. En la práctica, ocuparse del problema de los pecados no es
una ordenanza dictada por la ley, sino un requisito para tener comunión.] Cada vez que
nuestra comunión con Dios es obstruida por los pecados que no han sido confesados,
nuestra experiencia espiritual y nuestro crecimiento en vida se volverá anormal. Por lo
tanto, al tener comunión con el Señor, debemos confesar nuestros pecados tan pronto
como El los ponga en evidencia. Entonces tendremos vida y paz continuamente.

IV. EL EXTREMO AL CUAL DEBEMOS


LLEGAR AL INTENTAR RESOLVER
EL PROBLEMA DE LOS PECADOS

[Los límites al proceso de resolver los pecados son similares a los que usamos para
poner fin al pasado, es decir, la vida y la paz. Cuando intentamos resolver el problema
de nuestros pecados, debemos perseverar en ello hasta que tengamos vida y paz
interiormente. Si obedecemos a nuestra conciencia al confesar nuestros pecados, nos
sentiremos interiormente satisfechos, fortalecidos, refrescados y avivados; también nos
sentiremos gozosos, tranquilos, cómodos y seguros. Nuestro espíritu estará fuerte y
viviente, y nuestra comunión con el Señor estará libre de impedimentos. Nuestras
oraciones liberarán la carga del Señor y tendrán autoridad, y lo que digamos tendrá
fuerza y poder. Todas estas sensaciones y experiencias conforman una condición de vida
y paz. Esto determina el límite al que debemos llegar cuando confesamos nuestros
pecados además del resultado que debemos obtener después de nuestra confesión. En
suma, lo que hemos dicho en este capítulo con respecto a nuestra confesión exhaustiva
de los pecados implica que debemos perseverar en ello hasta que tengamos vida y paz.]

V. LA PRÁCTICA DE RESOLVER EL PROBLEMA


DE LOS PECADOS

[¿Qué debemos hacer cuando hemos pecado? Si hemos ofendido a Dios, debemos
resolver este asunto delante de Él y pedirle perdón. Si pecamos contra el hombre,
también debemos confesarlo ante él pidiéndole perdón. Si nuestras acciones
pecaminosas en contra de nuestro prójimo es sólo de índole moral, bastará con
confesarlas y pedir disculpas ante él. Pero si además causa algún perjuicio monetario o
le priva de ganancias, entonces debemos pagar la cantidad que le debemos. Este acto de
pedir perdón y restituir cualquier pérdida se aplica no sólo a los pecados cometidos
después de ser salvos, sino también a aquellos pecados cometidos antes de haber sido
salvos. Debemos resolver los pecados uno por uno conforme a los dictámenes de nuestra
conciencia interior. Resolver los pecados de manera adecuada ante los hombres forma la
parte principal del proceso de traer a cuenta nuestros pecados, y debemos poner
atención en practicarlo.

Todo pecado que cometemos, al ser conocido por otros (independientemente que les
haya causado daño o no), resulta en una condición de discordia entre nosotros y ellos.
Por ejemplo: si agraviamos o maldecimos a otra persona, por un lado, tenemos una
cuenta de pecado ante Dios, y por otro, hemos dado una mala impresión a la persona
que ofendimos y también a cualquier otra persona que haya estado presente. Por
consiguiente, nos será difícil disfrutar la armonía que teníamos anteriormente. Así que,
si al recibir la iluminación de Dios, llegamos a estar conscientes de ello, tenemos, por un
lado, que confesarlo ante Dios y pedir Su perdón, y por otro, tenemos que ir a las
personas afectadas, esto es, a la persona que hemos injuriado y a cualquier otra persona
que hubiera presenciado el hecho, para disculparnos con ellos y asumir la
responsabilidad debida por lo que dijimos. Al hacer esto, la mala impresión que hemos
creado será erradicada, y podremos vivir en armonía con ellos como antes. Erradicar
toda situación de discordia tiene que ver con nuestra relación con otros, pero poseer una
conciencia limpia, libre de ofensa, está relacionado con nosotros mismos.

Si el pecado que hemos cometido involucra cosas materiales o ganancias, debemos hacer
restitución. Cuando devolvemos lo que hemos tomado, debemos pagar de acuerdo al
valor original, y añadir un poco más para compensar la pérdida. En el Antiguo
Testamento, en Levítico 5, se indica que un quinto debe ser añadido. En el Nuevo
Testamento tenemos el ejemplo de Zaqueo (Lucas 19), quien les devolvió cuadruplicado
a aquellos a los que había defraudado. Estas no son leyes ni ordenanzas, sino principios
y ejemplos que muestran que cada vez que hagamos restitución, debemos añadir una
cantidad adicional al valor original.]

VI. LA RESOLUCION DE LOS PECADOS


Y LA VIDA ESPIRITUAL

[Puesto que confesar nuestros pecados está estrechamente ligado a nuestra vida
espiritual, debemos esforzarnos por poner esta lección en práctica continuamente. A
pesar de que esta experiencia no es tan profunda, con todo, nadie puede ser tan
espiritual como para decir que no tiene necesidad de traer a cuenta sus pecados. Es
difícil graduarse de esta lección. Por lo tanto, no sólo debemos preguntarnos si hemos
tenido esta experiencia anteriormente, sino que también debemos preguntarnos si
estamos viviendo tal experiencia ahora mismo. No sólo tenemos que lavarnos la cara,
sino que debemos hacerlo todos los días. Si nos lavamos la cara hace tres años y desde
entonces no lo hemos vuelto a hacer, ¡seguramente tenemos un rostro espantoso! De
igual manera, a diario necesitamos confesar nuestros pecados, a menos que no
cometamos pecados diariamente.]

Tenemos que llevar una cuenta actualizada ante el Señor en relación a nuestros pecados.
Cuando El nos muestre nuestros pecados, debemos confesarlos (concordar con El),
entonces El nos perdonará y limpiará, nuestra comunión con El será restaurada,
recibiremos vida, seremos llenos del Espíritu y creceremos en vida. Esto es maravilloso.
¿Por qué argumentar con Él? De esta forma obtenemos todo lo que Dios es. Su elemento
se incrementará en nosotros, y nuestro elemento humano natural disminuirá. ¡Qué
manera de crecer en vida! ¡Qué salvación tan completa! ¡Alabado sea el Señor!

Preguntas

1. ¿Cuál es la diferencia entre el pecado y los pecados?


2. ¿Cuál es la base para hacer frente a los pecados?
3. ¿Hasta qué grado debemos traer a cuenta los pecados y confesarlos?
4. ¿Cuándo perdona Dios nuestros pecados?
5. Enumere cinco versículos que muestren cómo debemos resolver de manera práctica el
problema de nuestros pecados.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 49-66.


 

Lección catorce
DESHACERNOS DEL MUNDO

Lectura bíblica

1 Jn. 5:4; Gn. 2:9; 4:14, 16, 20-22; Jac. 4:4;


1 Jn. 2:15-16; 1 P. 3:20-21; 1 Co. 10:1-2; Ro. 8:6

Bosquejo

I. La diferencia que existe entre el pecado y el mundo


II. La formación del mundo
A. La necesidad del hombre
B. Una civilización sin Dios
C. El sistema de Satanás
III. La definición del mundo
IV. El contenido del sistema satánico
V. Liberados del mundo por medio del bautismo
VI. Aquello que requiere resolución con respecto al mundo
VII. El fundamento en base al cual nos deshacemos del mundo
VIII. El extremo al cual debemos llegar al intentar deshacernos del mundo
IX. La práctica de deshacernos del mundo
A. No amar al mundo
B. Vencer al mundo por el espíritu regenerado

Texto

Saber qué es el mundo y cómo deshacernos de su sistema es muy importante en el inicio


de nuestra vida cristiana; por lo tanto, debemos estudiarlo cuidadosamente.

I. LA DIFERENCIA QUE EXISTE


ENTRE EL PECADO Y EL MUNDO

La contaminación del pecado y la del mundo son distintas. [La contaminación del
pecado es feroz, grotesca y repugnante, mientras que la contaminación del mundo es
más civilizada y refinada, frecuentemente atractiva para los hombres. La contaminación
del pecado es como una salpicadura de lodo o de tinta negra en una camisa blanca. En
cambio, la contaminación del mundo es como un hermoso y colorido diseño impreso en
una camisa blanca.] [El mundo aparenta ser mejor que el pecado, pero en cuanto a
pureza, ambos contaminan igualmente y debemos separarnos de los dos. En efecto, el
daño que causan el pecado y el mundo en el hombre difieren enormemente: el pecado
contamina al hombre, mientras que el mundo no sólo lo contamina, sino que también lo
posee. Es mucho más grave ser poseído por el mundo que ser contaminado por el
pecado.]

[El pecado es el paso inicial, rudimentario y superficial en la caída del hombre, pero el
mundo es el paso final, grave y trascendente de la caída. Muchos sólo le dan importancia
a la victoria sobre el pecado, pero la Biblia le da aún más importancia al hecho de vencer
el mundo (1 Jn. 5:4). Es imprescindible para el creyente vencer el mundo. Si deseamos
crecer en vida y que el Señor nos posea completamente, tenemos que hacer todo lo
posible por separarnos del mundo esclavizante.]

II. LA FORMACION DEL MUNDO

A. La necesidad del hombre

La Biblia [divide las necesidades del hombre en tres categorías principales: provisión,
protección y placer. Para mantener su existencia, el hombre no sólo necesita provisiones
tales como ropa, comida, etc., sino también protección, y alguna forma de diversión para
obtener felicidad. Todas las necesidades del ser humano están incluidas en estas tres
categorías.

Antes de la caída, Dios era responsable de satisfacer estas tres necesidades básicas del
hombre. Primero, antes de que el hombre fuera creado, Dios hizo provisión para todas
las necesidades de la vida humana. Cuando Adán estaba en el huerto del Edén, Dios le
proveyó toda clase de frutas y vegetales, así como agua, aire, luz solar y un lugar donde
albergarse.

Segundo, al principio la protección del hombre era también la responsabilidad de Dios.


Hoy, el hombre ejerce su propia protección y defensa, pero al principio, Dios mismo era
su defensa y protección. Cuando el hombre está bajo el cuidado de Dios, él está libre de
todo ataque o peligro.

Tercero, la satisfacción del hombre era también la responsabilidad de Dios. Algunas


personas piensan que tener diversión es pecaminosa, pero este concepto es erróneo. La
felicidad es esencial para la vida humana, y ésta se encuentra en la diversión. “Y Jehová
Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Gn. 2:9).
Todos los árboles del huerto del Edén no sólo producían fruto para comer, sino que
también eran agradables y deleitosos a la vista, pues hacía al hombre feliz. Dios no sólo
preparó un ambiente agradable, sino que El mismo era el gozo del hombre. Cuando el
hombre tiene a Dios como su disfrute, el gozo del hombre es completo.
En el principio Dios proveyó y suplió todo lo necesario para que estas tres grandes
necesidades del hombre —el sustento, la protección y la diversión— fueran satisfechas.]

B. Una civilización sin Dios

[El hombre cayó al pecar y fue expulsado del huerto del Edén. Como consecuencia, su
relación con Dios se volvió anormal. Sin embargo, Dios, con miras a la redención del
hombre, le preparó un abrigo de pieles, permitiéndole así permanecer en Su presencia.
Hasta aquí, el hombre no había perdido completamente a Dios. Sin embargo, en el
tiempo de Caín, el hombre cayó aún más en pecado. Caín le dijo a Dios: “He aquí me
echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé” (Gn. 4:14). “Salió, pues, Caín de
delante de Jehová” (v. 16). De este modo, el hombre abandonó la presencia de Dios
completamente y perdió su comunión con Dios.

Al perder su comunión con Dios, el hombre, obviamente, perdió el sustento, la


protección y el placer que Dios le proveía. Cuando perdió el cuidado que Dios le rendía
para su subsistencia, primeramente le entró temor por la falta de sustento, protección y
diversión. En otras palabras, tuvo temor de llevar una vida de escasez, peligro y hastío.
Por consiguiente, para afrontar las necesidades de la vida y para poder sobrevivir, el
hombre usó su propia fuerza y concibió sus propios medios de sustento, defensa y
diversión. Desde ese momento, el hombre creó una civilización sin Dios.

Génesis 4 revela esta situación claramente. Después de la caída de Caín, él procreó a los
fundadores de una civilización autosuficiente, que prescindía de la ayuda de Dios para
satisfacer estas tres necesidades primordiales del hombre. Estos fundadores fueron los
tres hijos de Lamec: Jabal, Jubal y Tubal-caín. Jabal fue el padre de los que habitaban
en tiendas y criaban ganado. Las tiendas y el ganado proveen para la subsistencia del
hombre, y por lo tanto, pertenecen a la categoría de las provisiones. Jubal, el segundo
hijo, fue el padre de todos los que tocaban el arpa y la flauta. Tocar el arpa y la flauta se
relaciona con el placer, así que estas actividades pertenecen a la categoría de la
diversión. Tubal-caín, el tercer hijo, fue el artífice de todo instrumento de bronce y
hierro; estos instrumentos se crearon con el propósito de defenderse, por lo tanto,
pertenecen a la categoría de la protección. Debido a que estos tres importantes inventos
se originaron en ese tiempo, la humanidad no tuvo más necesidad de Dios, pues el
hombre procuraba satisfacer por sí mismo su necesidad de sustento, protección y
diversión. Esta fue la civilización que se produjo una vez que el linaje humano hubo
perdido su comunión con Dios, originándose así el estilo de vida creado por el hombre:
una vida sin Dios.]

C. El sistema de Satanás
[Cuando la humanidad comenzó a llevar una vida sin Dios, Satanás inmediatamente se
disfrazó y utilizó los inventos humanos como medios para poseer al hombre. El hizo que
el hombre invirtiera todos sus esfuerzos en conseguir alimento y vestido para su propio
sustento, que inventara armas para defenderse y que diseñara formas de diversión para
entretenerse.]

[Al principio, las diversas ocupaciones en que se envolvió el hombre buscando satisfacer
sus necesidades parecían actividades triviales, aisladas y espontáneas. Pero después,
Satanás las organizó y creó un mundo sistematizado, enredando de ese modo a la
humanidad en un sistema cada vez más complejo.]

[Por consiguiente, la formación del mundo consta de cinco pasos. Primero, el hombre
abandonó a Dios. Segundo, nació en el hombre el temor y la desesperación por causa de
sus necesidades. Tercero, desarrolló un estilo de vida carente de Dios. Cuarto, Satanás
se disfrazó y utilizó las propias necesidades del hombre. Quinto, Satanás organizó las
maneras en que el hombre abastecía sus necesidades para formar un sistema. Mediante
estos cinco pasos, el mundo quedó finalmente formado.]

III. LA DEFINICION DEL MUNDO

En 1 Juan 2:15 leemos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. La palabra griega traducida
mundo, es kósmos, y tiene más de un significado. [En Mateo 25:34, Juan 17:5, Hechos
17:24, Efesios 1:4 y Apocalipsis 13:8, denota un universo material como un sistema
creado por Dios. En Juan 1:29, 3:16 y Romanos 5:12, denota la humanidad caída, a la
cual Satanás corrompió y usurpó para que los humanos fueran los componentes de su
sistema mundial maligno. En 1 Pedro 3:3 denota adorno u ornamento. Aquí, como en
Juan 15:19; 17:14 y en Jacobo 4:4, denota un orden, una forma establecida, un arreglo,
por lo tanto, un sistema ordenado (establecido por Satanás, el adversario de Dios) y no
la tierra. Dios creó al hombre para que viviese en la tierra con miras al cumplimiento de
Su propósito. Pero Su enemigo, Satanás, a fin de usurpar al hombre creado por Dios,
estableció en la tierra un sistema mundial opuesto a Dios al sistematizar a los hombres
usando la religión, la cultura, la educación, la industria, el comercio, el entretenimiento,
etc., valiéndose de la naturaleza caída de los hombres, de sus concupiscencias, placeres,
pasatiempos, y aun del exceso con que atienden a las cosas necesarias para su
subsistencia, tales como el alimento, la ropa, la vivienda y el transporte.]

IV. EL CONTENIDO DEL SISTEMA SATANICO

[Hemos visto que el mundo presentado en 1 Juan 2:15 denota un sistema que se opone a
Dios, un sistema maligno y satánico compuesto de las cosas que Dios había creado.
Satanás usó estas cosas para formar su sistema. Sin embargo, las cosas creadas por Dios
no son el contenido mismo del satánico sistema mundial.] Entonces, ¿cuál es el
contenido de este sistema satánico?

[En 1 Juan 2:16 dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la
carne, la concupiscencia de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre,
sino del mundo”.

Estos tres constituyen el sistema satánico: La concupiscencia de la carne se refiere al


apetito insaciable del cuerpo; la concupiscencia de los ojos, al apetito del alma, lo cual es
estimulado por lo que vemos; y la vanagloria de la vida, tiene que ver con el orgullo, la
jactancia, la confianza, la seguridad y la exhibición vana de las cosas materiales de la
vida presente.]

[Podemos usar la posesión de un automóvil para ilustrar la diferencia que existe entre lo
que Satanás usa para formar su sistema, y el verdadero contenido de ese sistema. ¿Cómo
puede el enemigo utilizar un automóvil para formar su sistema maligno? El automóvil
en sí no es el problema, ni tampoco forma parte del contenido del sistema satánico. El
problema está en la concupiscencia de la carne, en la concupiscencia de los ojos y, en
particular, en la vanagloria de la vida presente. Si no fuera por la vanagloria del hombre,
un automóvil no podría convertirse en un problema. Sin embargo, muchos desean
comprar un automóvil caro sólo para presumirse. En este caso, se valen del automóvil
que conducen para su propia vanagloria. En la actualidad, el automóvil es una necesidad
del hombre. Así que, el problema no está en el automóvil, sino en la concupiscencia de
los ojos y en la vanagloria de la vida. Cuando usted ve cierto tipo de automóvil, quizás
desee tenerlo. Algunos pueden pensar día y noche en determinado automóvil. El
automóvil no es el problema, las personas son el problema. El problema no es que
necesiten un automóvil; más bien, el problema reside en la concupiscencia de la carne,
en la concupiscencia de los ojos y en la vanagloria de la vida.]

V. LIBERADOS DEL MUNDO POR MEDIO DEL BAUTISMO

[Mediante el bautismo somos liberados del mundo a través del agua. La familia de Noé
fue salva por medio del diluvio que destruyó el mundo, y de este modo fue librada del
mundo corrupto. Los israelitas fueron salvos por medio de las aguas del Mar Rojo que
ahogaron al ejército egipcio; de esta manera fueron librados del mundo egipcio que los
gobernaba. El bautismo está tipificado por estos dos eventos en los que se pasaron por
las aguas de la muerte (1 P. 3:20-21; 1 Co. 10:1-2). El bautismo por inmersión nos libera
del mundo. Por lo tanto, cuando un creyente ha sido bautizado, ha pasado tanto por el
diluvio como por el Mar Rojo. Y el hecho de que haya emergido de las aguas, nos da a
entender que ha sido separado del mundo.]
VI. AQUELLO QUE REQUIERE
RESOLUCION CON RESPECTO AL MUNDO

[El mundo, en nuestra vida diaria, consiste en las personas, las actividades y las cosas
que usurpan el lugar de Dios en nosotros. Por eso, tenemos que hacer frente a estas
cosas.

¿Cómo sabemos qué es lo que nos usurpa y cómo determinamos esto? En primer lugar,
tenemos que ver si hay cosas que exceden nuestras verdaderas necesidades diarias.
Podemos decir que todo lo que excede nuestras necesidades básicas, usurpa el lugar de
Dios y nos posee; por ende, tal cosa tiene que ser juzgada. Nuestra existencia depende
de ciertas personas, actividades y cosas, tales como nuestros padres, esposo, esposa,
familia, ropa, comida, vivienda, transporte, ocupación, etc., los cuales son
indispensables para nuestra existencia. Si estas cosas contribuyen a una vida que es
dedicada a Dios, tales cosas no conforman nuestro mundo. Pero si estas personas,
actividades o cosas exceden a nuestras necesidades diarias, entonces, vienen a ser
nuestro mundo. Por ejemplo, el vestido como necesidad primordial no es mundano,
pero si uno presta mucha atención al atavío y a los adornos, o si malgasta el dinero por
el afán de seguir la moda, entonces está excediendo el límite de sus necesidades básicas.
En consecuencia, tales excesos llegan a ser su mundo. Otro ejemplo sería los lentes.
Cuando son usados para corregir la vista defectuosa, no son mundanos, pero muchos los
usan para estar a la moda, entonces, esto ya no es una necesidad, sino que constituye el
mundo que ellos aman.

¿Cuál es la norma que debe regular nuestras necesidades diarias con relación a las
personas, actividades y cosas? En la Biblia no se menciona ninguna norma específica
que gobierne estos asuntos.] [Así que, nosotros mismos, al orar buscando conocer la
mente de Dios, debemos imponernos la norma por la cual determinamos cuáles son
nuestras necesidades diarias. No podemos comparar nuestra norma personal con la de
otros, ni exigir que otros estén de acuerdo con nuestro punto de vista o con nuestro
sentir. Además, nuestros propios tratos delante de Dios también deben concordar con la
norma de nuestro diario vivir ante El. No debemos ir más allá ni tampoco quedarnos
cortos.]

[Desde la perspectiva divina, existe cierta regla de medida en cuanto al mundo. Esta
regla es Dios mismo. Así como medimos el pecado conforme a la ley de Dios, también
debemos medir nuestra relación con el mundo según Dios. La norma que seguimos en
cuanto al trato que tenemos con el mundo se basa en Dios. Si Dios está ausente en
nuestra vida, no podremos percibir qué es el mundo. Dios y el mundo se oponen el uno
al otro. Dondequiera que esté el mundo, allí no estará Dios; y donde esté Dios, no estará
el mundo].

VII. EL FUNDAMENTO EN BASE


AL CUAL NOS DESHACEMOS DEL MUNDO

[La base para hacer frente al mundo es la misma que para hacer frente al pecado.
Depende del sentir de la vida divina que obtenemos en nuestra comunión con Dios. Dios
no pide que nos separemos inmediatamente de todo lo profano y de todas las cosas que
nos usurpan, sino que quiere que nos deshagamos de las cosas que consideramos
profanas y que nos usurpan. En la práctica, puede ser que haya cien cosas profanas en
nosotros, pero durante nuestra comunión con Dios sólo estamos conscientes, quizás, de
diez. Entonces, Dios sólo nos hace que seamos responsables de estas diez; y no de las
noventa restantes. No es sino hasta que hayamos alcanzado cierto grado de comunión
en vida que podremos percibir las noventa restantes, y tratar con ellas.]

[Hay dos factores que influyen decisivamente en nuestro sentir interior hacia el mundo:
nuestro amor hacia Dios y nuestro crecimiento espiritual en la vida divina. Hemos dicho
que Dios mismo es la norma en que nos basamos para deshacernos del mundo. Si
estamos lejos de Dios, no estaremos conscientes de nuestra condición mundana. Pero
una vez que nos acercamos a Él, descubriremos muchas cosas mundanas en nosotros.
Sólo aquellos que aman a Dios desean acercarse más a Él. Por lo tanto, si deseamos
deshacernos del mundo, debemos primero amar a Dios.]

[Nuestro sentir interior hacia el mundo también depende de nuestro crecimiento


espiritual. Cuanto más avancemos en la vida espiritual y en el conocimiento de Dios,
discerniremos el mundo con mayor profundidad. Este discernimiento es el sentir
interior que tenemos hacia el mundo, y constituye la base para tratar con el sistema
mundial. El grado de nuestro crecimiento espiritual siempre es proporcional al grado en
que nos hemos separado del mundo.]

VIII. EL EXTREMO AL CUAL DEBEMOS LLEGAR


AL INTENTAR DESHACERNOS DEL MUNDO

[Los extremos a los cuales llegamos para separarnos del mundo están determinados por
la “vida y paz” (Ro. 8:6) que tengamos. Siempre que decidamos separarnos de aquel
aspecto del mundo del cual estamos conscientes, debemos hacerlo hasta que tengamos
paz y vida interiormente. Ya que estas decisiones dependen del sentir de vida que deriva
de la comunión con Dios, en realidad son experiencias de la vida divina. Adoptar esta
posición frente al mundo de esta manera hace que experimentemos vida y nos sintamos
frescos, radiantes, satisfechos, fuertes, gozosos y en paz. En otras palabras, debemos
separarnos del mundo a tal punto que tengamos vida y paz].

IX. LA PRÁCTICA DE DESHACERNOS DEL MUNDO

A. No amar el mundo

[En 1 Juan 2:15 se nos manda que no amemos al mundo ni las cosas que están en el
mundo. Nos dice que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros. No
amar al mundo es la base para vencer al maligno. Si amamos al mundo aunque sea sólo
un poco, le estamos dando al maligno terreno para que nos venza y nos subyugue.] Cada
vez que abrimos nuestro ser al mundo, al sistema de Satanás que es contrario a Dios,
perdemos la batalla contra él.]

B. Vencer al mundo por


el espíritu regenerado

[Conforme a 1 Juan 5:4, todo lo que es nacido de Dios vence al mundo.] En este
versículo “todo” se refiere al espíritu humano. [Por lo tanto, el espíritu humano
regenerado es el que vence al mundo. En cuanto a vencer al mundo, no debemos confiar
en nuestra propia habilidad o esfuerzo. Nuestro espíritu tiene la capacidad de vencer a
Satanás y al mundo, o sea, al sistema maligno. Pero por nosotros mismos no podemos
vencer. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, permanecemos en nuestro espíritu y
andamos conforme a él, descubriremos que nuestro espíritu tiene la capacidad,
mediante la vida divina, de vencer a todas las cosas negativas. Es por eso que
necesitamos ejercitar nuestro espíritu para tener comunión con el Señor y orar
buscando disfrutarle. Necesitamos también ejercitar nuestro espíritu al invocar el
nombre del Señor y al orar-leer la Palabra. Este ejercicio estimula la habilidad de
nuestro espíritu para vencer al mundo.

La vida divina en nuestro espíritu es la que tiene la capacidad de vencer al mundo


maligno y satánico. Estamos rodeados de tentaciones. ¿Cómo entonces podemos
vencer? La vida divina en nuestro espíritu puede vencer a la tentación. Tenemos que ver
que nuestro espíritu está mezclado con la vida divina y que es el órgano capaz de vencer
al mundo.]

Fuimos creados por Dios, redimidos por Cristo y regenerados por el Espíritu; por lo
tanto nosotros somos sólo para El. Pertenecemos a Dios; por consiguiente, debemos ser
poseídos y ocupados únicamente por El. Tenemos que deshacernos de cualquier cosa del
mundo que nos usurpe. Experimentamos vida y crecemos en vida a medida que
renunciamos al mundo. El Espíritu es la fuente de estos tratos disciplinarios y El los
lleva a cabo con miras a que crezcamos en la vida hasta alcanzar la madurez en vida.

Preguntas

1. Explique la diferencia que hay entre el pecado y el mundo.


2. ¿Cómo se relacionan las tres categorías de las necesidades del hombre con la formación
del mundo?
3. ¿Cuáles son los cinco pasos que hicieron posible la formación del mundo?
4. Defina el mundo conforme a 1 Juan 2:15.
5. ¿Cuál es el contenido del mundo? Discuta cada elemento brevemente.
6. ¿Cómo podemos librarnos del mundo?
7. ¿De qué elementos consiste el mundo en relación con nuestra vida diaria?
8. ¿Qué norma usamos para medir la influencia del mundo en nosotros? ¿Cómo puede
diferir esta norma entre un creyente y otro?
9. Mencione los dos factores que influyen en nuestros sentimientos hacia el mundo.
10. ¿Cómo podemos vencer prácticamente al mundo?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y de LSM

1. La experiencia de vida, págs. 67-96.


2. Versión Recobro, 1 Jn. 2:15, nota 2.
3. Life-study of First John [Estudio-vida de 1 Juan], págs. 172, 174-175, 320.
 

Lección quince
QUEBRANTAR LA CARNE Y EL YO

Lectura bíblica

Ro. 7:23 Gá. 5:19-21; Fil. 3:3-6; Ex. 30:31-32; Ro. 8:8; Gá. 2:20; Ro. 6:6; Gá. 5:24;
Ro. 8:13; Mt. 16:21-25

Bosquejo

I. La definición de la carne
A. El cuerpo corrupto
B. La totalidad del hombre caído
C. El aspecto bondadoso del hombre
II. La posición que tiene la carne ante Dios
A. Dios no puede mezclarse con la carne
B. Dios y la carne no pueden existir juntos
C. Dios ha determinado erradicar la carne
D. La conclusión de la Biblia acerca de la carne
III. El quebrantamiento de la carne
A. El hecho objetivo
B. La experiencia subjetiva: por el Espíritu
IV. La definición del yo
A. El yo es la vida del alma
B. El daño causado por el yo
V. La negación del yo
A. El hecho objetivo
B. La experiencia subjetiva
C. Tomar la cruz
VI. La aplicación práctica de negarnos al yo
A. En la comunión del Espíritu Santo
B. Permitir que el Espíritu Santo nos aplique la crucifixión de Cristo

Texto

El pecado es terrible y el mundo es avasallador, pero los dos son elementos externos.
Necesitamos profundizar más para ver cómo podemos experimentar la vida de una
manera profunda, y así solucionar el problema de la carne y el yo. La mayoría de los
habitantes de este mundo no son cristianos. Se dice que Estados Unidos es una nación
cristiana, ya que casi la mitad de su población profesa ser cristiana. No obstante, la gran
mayoría de ellos ni siquiera ha sido regenerada, es decir, ellos no han recibido la vida de
Dios. De aquellos que sí han sido regenerados, muchos viven aún en el pecado. Los
creyentes más maduros se apartan del pecado, pero son muy pocos los que no están
poseídos por el mundo. En el recobro del Señor los creyentes hablan de la necesidad de
resolver el problema de nuestro yo y de nuestra carne, el cual es un aspecto más
profundo de la experiencia de la vida divina. En esta lección tan breve no podemos
desarrollar adecuadamente ambos temas. Así que, sólo obtendremos un entendimiento
básico. Uno debe leer el libro La experiencia de vida para obtener más detalles al
respecto.

I. LA DEFINICION DE LA CARNE

[En la Biblia podemos encontrar por lo menos tres definiciones acerca de la carne:]

A. El cuerpo corrupto

[En la Biblia, la carne se define primero como el cuerpo corrupto. Nuestro cuerpo fue
creado por Dios, pero la carne es algo corrupto. Dios no creó la carne; únicamente creó
el cuerpo. Sin embargo, Satanás se infiltró en los miembros de este cuerpo. Romanos
7:23 dice claramente que la ley del pecado está en los miembros de nuestro cuerpo.
Cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, ese fruto
entró en los miembros de su cuerpo. Así que, aunque ciertamente el cuerpo fue creado
por Dios, el pecado, que es la personificación de Satanás mismo, entró en el hombre,
inyectándose en su cuerpo. Desde entonces el cuerpo del hombre creado por Dios se
corrompió y se arruinó. Así, el cuerpo corrupto y arruinado se convirtió en la carne.]

B. La totalidad del hombre caído

[La carne no alude al cuerpo caído y corrupto del hombre; más bien, se refiere a la
totalidad del hombre caído. Por consiguiente, la carne es la máxima expresión del
hombre tripartito caído. Por lo tanto, en este sentido la carne incluye el cuerpo, el alma y
el espíritu del hombre. Si examinamos las obras de la carne enumeradas en Gálatas
5:19-21, descubriremos que algunas de éstas, como fornicación, inmundicia, lascivia y
borracheras, tienen que ver con la concupiscencia del cuerpo corrupto; y otras, como las
enemistades, contiendas, iras y las divisiones, se relacionan con el alma caída; y aún
otras, tales como la idolatría y las hechicerías, están relacionadas con el espíritu que ha
caído en una condición de muerte. Esto muestra que las tres partes de nuestro ser caído
están involucradas con la carne maligna. Así que, en el libro de Gálatas, la carne denota
el ser caído del hombre en su totalidad. En este sentido, la carne no es solamente una
parte del hombre caído, sino que incluye la totalidad del hombre tripartito caído.]
C. El aspecto bondadoso del hombre

[Cuando mencionamos la carne, solemos pensar que la carne es corrupta y maligna, tal
como se menciona en Gálatas 5:19-21. Pero la Biblia nos muestra que la carne también
tiene un aspecto bondadoso. La carne bondadosa desea hacer el bien, adorar y servir a
Dios. En Filipenses 3:3-6 Pablo indica que había algunos que adoraban a Dios en la
carne, y se jactaban en la carne. La carne mencionada en estos versículos,
indudablemente se refiere a la carne en su aspecto bondadoso, porque por ella el
hombre adora a Dios y a través de ella se jacta.

¿Por qué decimos que existe un lado bueno del hombre, o sea, de la carne? Porque a
pesar de que el hombre cayó tan bajo, todavía tiene un elemento bueno que fue
originalmente creado por Dios. Por lo tanto, a menudo deseamos hacer el bien y servir a
Dios. Pero, a pesar de esto, el hombre o la carne en su aspecto bondadoso, es débil y no
tiene poder; así que no es capaz de hacer ni lo uno ni lo otro. Ante los ojos de Dios, el
hombre caído está controlado por la carne, y ha venido a ser completamente carne. Así,
todo lo que se origina en nosotros, sea bueno o malo, proviene de la carne y no puede
agradar a Dios. Por eso, no sólo son carnales nuestro mal carácter, nuestro rencor o
cualquier otra actitud nuestra que va en contra de Dios, sino que también nuestra
gentileza, nuestro amor y aun el servicio que surge de nosotros y se rinde a Dios. Todo lo
que se origina en nosotros, sea bueno o malo, es de la carne. Tenemos que conocer lo
que es la carne hasta tal grado; entonces conoceremos verdaderamente su significado.]

II. LA POSICION QUE TIENE LA CARNE ANTE DIOS

[¿Cuál es la posición que tiene la carne ante Dios? ¿Qué actitud guarda Dios hacia la
carne? Este asunto está claramente definido en muchos pasajes de la Biblia; sin
embargo, aquí sólo nos queda lugar para mencionar los pasajes más importantes.]

A. Dios no puede mezclarse con la carne

[En Éxodo 30:32 dice: “Sobre carne de hombre no será derramado (el aceite de la santa
unción)”. El aceite de la santa unción tipifica al Espíritu Santo, el cual es Dios mismo.
En consecuencia, la declaración de que el aceite de la santa unción no sería derramado
sobre la carne del hombre, muestra que Dios no puede mezclarse ni unirse con la carne.]

B. Dios y la carne no pueden existir juntos

[Éxodo 17:14 y 16 declaran: “Y Jehová dijo a Moisés... raeré del todo la memoria de
Amalec de debajo del cielo... Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en
generación”.] [Los israelitas, como descendientes de Jacob, tipifican parte de nuestro
ser interior que ha sido regenerada y escogida, la cual es el nuevo hombre en nuestro
espíritu que pertenece a Cristo. Los amalecitas, como descendientes de Esaú, tipifican la
parte de nuestro ser que es natural y caída, esto es, el viejo hombre en la carne, que
pertenece a Adán. Esaú y Jacob eran gemelos, pero sus descendientes, los amalecitas y
los israelitas, eran enemigos entre sí y no se toleraban el uno al otro. Del mismo modo,
nuestro viejo hombre carnal está muy cercano a nuestro nuevo hombre espiritual; los
dos son enemigos entre sí y no pueden ser uno. El hecho de que Dios tuviera guerra con
Amalec, muestra cuánto aborrece Dios la carne, y cómo desea exterminarla. Si la carne
no es exterminada y no le hacemos frente, nuestra vida espiritual no podrá crecer. Estos
dos no pueden armonizar ni coexistir.]

C. Dios ha determinado erradicar la carne

[En el Antiguo Testamento, Dios realizó algo específico para expresar Su actitud hacia la
carne: estableció la circuncisión. El primer hombre a quien Dios mandó circuncidarse
fue Abraham (Gn. 17). Dios prometió a Abraham que sus descendientes serían como las
estrellas de los cielos y como la arena del mar. Pero debido a que Dios se demoraba en
cumplir Su promesa, Abraham tomó a Agar por esposa, y ésta dio a luz a Ismael. Así
que, Abraham usó la fuerza de su carne para cumplir la promesa de Dios, lo cual no
agradó y por trece años Dios se ocultó a los ojos de Abraham. Posteriormente, cuando
Abraham tenía noventa y nueve años de edad, Dios se le apareció otra vez (Gn. 16:15; 17:
l). En esa ocasión Dios le mandó que Abraham y todos los suyos fuesen circuncidados.
Esto significa que Dios quería que la carne fuera erradicada, a fin de que en lo sucesivo,
ellos no le sirvieran más en la carne.]

D. La conclusión de la Biblia acerca de la carne

[Romanos 8:8 dice: “Y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. La Biblia
habla mucho acerca de la carne, y en este pasaje afirma que la carne no puede agradar a
Dios. Si el hombre pertenece a la carne, se ocupa de la carne y vive por la carne, nada de
lo que haga, sea bueno o malo, puede agradar a Dios.] ¿Y qué de usted? ¿Quiere agradar
a Dios? Si es así, tiene que vivir en el espíritu y permitir que la carne sea quebrantada.

III. EL QUEBRANTAMIENTO DE LA CARNE

[Todo lo que pertenece a nuestro ser, debido a que es carne, tiene que llegar a su fin.
Pero ¿cómo podemos poner fin a la carne? Discutiremos esto según dos aspectos: el
hecho objetivo y la experiencia subjetiva.]
A. El hecho objetivo

[El hecho objetivo de hacer frente a la carne se relaciona completamente con Cristo.
Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Y por otra parte Romanos
6:6 afirma: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”. Estos dos pasajes
muestran claramente que cuando Cristo fue clavado en la cruz, nosotros fuimos
crucificados juntamente con El. Nuestro ser carnal ha sido anulado en la cruz de Cristo.]
[El hecho de que fuimos crucificados con Cristo sirve como base para que la carne sea
quebrantada. Si nunca hubiéramos sido crucificados con Cristo, no podríamos renunciar
la carne. Así que, permitir que la carne sea quebrantada tiene como fin experimentar el
hecho de que ya morimos con Cristo.]

B. La experiencia subjetiva: por el Espíritu

Gálatas 5:24 dice: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y concupiscencias”. Y Romanos 8:13 añade: “Porque si vivís conforme a la
carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo,
viviréis”. Aunque en términos objetivos, ya fuimos crucificados, debemos experimentar
la realidad de esto en nuestro espíritu, al igual que con todas las realidades espirituales.
El Espíritu Santo es el Espíritu de realidad. Este Espíritu es capaz de hacer que todos los
hechos objetivos que Cristo ha efectuado nos sean reales cada día. Si descubrimos que
tenemos un apetito carnal por algo o alguien, inmediatamente necesitamos invocar al
Señor y orar: “Señor perdóname. Eso provino de la concupiscencia de la carne, y por lo
tanto, no te agrada. Tú quieres erradicar todo ello, y yo también lo quiero. Señor, me
vuelvo a Ti ahora mismo. Líbrame de mi carne”. Si usted ora de esta manera, estará
ejercitando su espíritu para crucificar la carne y hacerla morir. Esta práctica es algo muy
simple pero eficaz. No debemos pensar: “Debo esperar hasta que crezca en vida,
entonces automáticamente haré morir la carne por el Espíritu”. No. La manera de crecer
en vida es ejercitar nuestro espíritu para hacer morir la carne.

IV. LA DEFINICION DEL YO

Después de haber examinado el tema de cómo resolver el problema de la carne,


debemos proseguir y ver que también necesitamos solucionar otro problema, nuestro
yo. Solucionar este problema nos lleva a otro nivel más profundo y permite que la vida
divina crezca más en nosotros. Debemos recordar que el crecimiento de la vida divina en
nosotros implica que Dios crece en nosotros y que nosotros menguamos. Negar al yo
significa que el yo mengua.
A. El yo es la vida del alma

¿Qué es el yo? [El yo es simplemente la vida del alma, la cual se manifiesta


principalmente en los pensamientos y opiniones humanas. Podemos ver esto en la
Biblia, donde el yo se menciona claramente.]

En Mateo 16:21-25 Jesús habló del hecho de que iba a la cruz a morir y que resucitaba
en el tercer día. Tanto la crucifixión como la resurrección tenían como fin llevar a cabo
la redención y edificar la iglesia conforme a la voluntad de Dios. Pero Pedro tenía una
opinión diferente, y después de que lo expresó, el Señor lo reprendió y dijo: “¡Quítate de
delante de Mí Satanás!”. Luego Jesús prosiguió y dijo: “Si alguno quiere venir en pos de
Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame... el que la pierda [la vida de su alma]
por causa de Mí, la hallará”. Para el Señor, el yo es simplemente la vida del alma, la
expresión del yo es la opinión, la cual a su vez es una expresión de Satanás. Pedro estaba
preocupado por la seguridad del Señor. Pero en su preocupación, no tomó en cuenta la
voluntad de Dios; en cambio, permitió que Satanás se expresara a través de él. Por lo
tanto, el Señor lo reprendió llamándole Satanás.

B. El daño causado por el yo

[Una persona que está centrada en el yo, siempre causa muchos problemas a la iglesia.
Las numerosas divisiones que existen hoy en el cristianismo no sólo se deben a que el
hombre es pecaminoso y mundano, sino, y principalmente, a su yo.] A través de la
historia, lo que más ha dañado a la iglesia no ha sido la persecución u otras calamidades,
sino el yo. Martín Lutero dijo una vez que aunque temía al papa, temía aún más al papa
que tenía en su corazón, refiriéndose a su yo. Ninguna cosa daña ni perjudica más la
edificación de la iglesia que el yo. El yo es la corporificación del alma, la cual se expresa
a través de la mente. Por lo tanto, el yo, el alma y la mente son tres en uno. Detrás de
estos tres se halla Satanás, quien manipula al yo con la finalidad de perjudicar la vida de
la iglesia. Debemos prestar atención a esta palabra con respecto a nuestro propio caso.

Una persona que no es salva, vive en el pecado. Un cristiano que no ama al Señor, se
halla en el mundo. Pero aun cuando amamos al Señor y nos preocupamos por la iglesia,
podemos expresar opiniones que la dañen. Esto no significa que no debamos decir nada
en la iglesia. Necesitamos orar para estar en el espíritu. Luego, no debemos insistir en
nuestro propio punto de vista, sino que siempre debemos hablar en el temor del Señor y
estar dispuesto a ser corregido.
V. LA NEGACION DEL YO

[¿Cómo podemos negarnos al yo? Es decir, ¿cómo podemos resolver el problema del yo?
La Biblia dice simplemente que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, pero no
dice específicamente que nuestro yo fuese crucificado juntamente con el Señor. A pesar
de eso, al igual que para quebrantar la carne, la manera de negarnos al yo es la cruz. Al
considerar este asunto, lo dividiremos en el hecho objetivo y la experiencia subjetiva.]

A. El hecho objetivo

[El hecho objetivo de poner fin al yo, al igual que dejar que la carne sea quebrantada,
descansa en Cristo, es decir, en el hecho de que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con El. Esto se debe a que el yo es parte de la expresión del viejo hombre.
Puesto que para Dios, el problema del viejo hombre ya ha sido resuelto; el problema del
yo, al cual pertenece al viejo hombre, también ha sido resuelto. Por lo tanto, por el lado
objetivo, el hecho fundamental es que nuestro viejo hombre ha sido crucificado.]

B. La experiencia subjetiva

[La experiencia subjetiva de negarnos al yo es exactamente como quebrantar la carne, a


saber: se lleva a cabo por medio del Espíritu Santo. Si reconocemos que nuestro viejo
hombre fue crucificado, entonces, en nuestro diario vivir, cada vez que nos demos
cuenta de que estamos expresando nuestras propias ideas u opiniones, debemos
permitir que el Espíritu Santo aplique la muerte de la cruz a estas ideas y opiniones,
para darles muerte.]

C. Tomar la cruz

[Hoy, en el cristianismo caído, muchas verdades han sido mal entendidas. La verdad en
cuanto a tomar la cruz es una de éstas. Muchos interpretan mal el hecho de tomar la
cruz, y lo confunden con el sufrimiento. Ese es un concepto erróneo que hemos
heredado del catolicismo romano. Debemos darnos cuenta de que el énfasis de la verdad
de la cruz no es el sufrimiento, sino la muerte. Cuando una persona va a la cruz, no va
allí principalmente para sufrir, sino para morir. Hoy en día cuando decimos
fusilamiento, entendemos que eso significa muerte. De la misma manera, en los tiempos
del Señor Jesús, cuando se mencionaba la cruz, lo que el hombre entendía con ello era
muerte.]

Si sufrimos, esto significa que aún no hemos tomado la cruz. Recuerde que en el
ungüento compuesto había mirra, que representa la dulzura de la muerte de Cristo.
Cuando ejercitamos nuestro espíritu para poner nuestro yo en la cruz, no debemos
experimentar sufrimiento; más bien, debemos disfrutar Su dulce muerte, la cual es
eficaz para dar fin a nuestro yo. Además de esto, Su poder de resurrección ha de operar
en nosotros a fin de capacitarnos para seguirlo.

VI. LA APLICACION PRÁCTICA DE NEGARNOS AL YO

A. En la comunión del Espíritu Santo

[Es primeramente en la comunión del Espíritu Santo que llevamos a la práctica la


negación del yo. Aunque entendemos la crucifixión del viejo hombre y sabemos que las
opiniones son la expresión del yo, si no vivimos en la comunión del Espíritu Santo, esto
no es más que una doctrina vacía que no conduce a ninguna experiencia práctica. Si no
vivimos en la comunión del Espíritu Santo e intentamos poner fin al yo por nuestra
propia cuenta, asumimos una actitud semejante a los arduos esfuerzos que practican los
budistas, los hindúes y los moralistas chinos; siendo ninguno de estos esfuerzos
experiencias espirituales. Únicamente el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, el
Espíritu de realidad. Por tanto, si deseamos tener la experiencia de negarnos a nuestro
yo, el requisito básico es que vivamos en la comunión del Espíritu Santo.]

B. Permitir que el Espíritu Santo


nos aplique la crucifixión de Cristo

[Si vivimos en la comunión del Espíritu Santo y disfrutamos al Espíritu Santo, tenemos
que permitir que El aplique la crucifixión de Cristo a todo nuestro vivir y acciones. Al
hacer esto cooperamos con el Espíritu Santo. Cuando permitimos que el Espíritu Santo
realice Su obra en nosotros, estamos cooperando con El. Así, por un lado, aplicamos la
crucifixión de Cristo por medio del Espíritu Santo, y por otro, permitimos que el
Espíritu Santo nos aplique la crucifixión de Cristo. Por una parte, ésta es nuestra obra, y
por otra, es también la obra del Espíritu Santo, ya que es imposible separar una de la
otra si estamos en la comunión del Espíritu Santo. Al cooperar de esta manera, vivimos
en Romanos 8, o sea en la ley del Espíritu de vida, dando muerte, por medio del Espíritu
Santo, a toda expresión del viejo hombre.

Si uno ama a Dios, tiene una voluntad dócil y está dispuesto a cooperar con el Espíritu
Santo, El lo introducirá cada vez más profundamente en la experiencia de la cruz, y dará
fin a su yo definitivamente.] Mediante estas experiencias, la vida de Dios crecerá en
nosotros. El elemento de Dios aumentará en nosotros, y nuestro elemento humano
disminuirá.
Preguntas

1. Mencione tres definiciones de la carne que se encuentren en la Biblia.


2. Describa brevemente cuál es la actitud de Dios hacia la carne.
3. ¿En qué hecho nos basamos para dejar que la carne sea quebrantada?
4. ¿Qué es lo que nos capacita para aplicar la cruz de Cristo a nuestra carne?
5. Conforme a Mateo 16, demuestre que el yo equivale a la vida del alma.
6. ¿Cómo revela Mateo 16 la relación entre el yo, la opinión y Satanás?
7. ¿Cuál ha sido el elemento más dañino para la edificación de la iglesia a través de los
siglos?
8. ¿Cuál es la interpretación apropiada de tomar la cruz? ¿Ha sido ésta su interpretación?
9. ¿Por medio de qué podemos experimentar prácticamente la anulación de nuestro yo?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 205-213, 233, 237, 241-243, 245-246.


 

Lección dieciséis
HACER FRENTE A NUESTRA
CONSTITUCION NATURAL, AL
INDIVIDUALISMO Y A LA DIVISION

Lectura bíblica

Gn. 28:20-22; Hch. 7:22; Ef. 1:22-23;


5:23b, 25b; 4:16; 1 Co. 1:13; 12:20-21, 25

Bosquejo

I. La constitución natural del hombre


A. Una definición
B. Quebrantar nuestra constitución natural
II. El individualismo
A. Una definición
B. Quebrantar el individualismo
III. La división
A. Una definición
B. La división daña el Cuerpo de Cristo

Texto

I. LA CONSTITUCION NATURAL DEL HOMBRE

A. Una definición

Quebrantar nuestra constitución natural es una experiencia más profunda. Tal vez usted
se pregunte: “¿Qué es la constitución natural?” [La palabra “constitución” según se
utiliza aquí, significa “el conjunto de las facultades físicas y mentales del hombre”. En la
Biblia no encontramos la expresión “constitución natural”, y rara vez la mencionan los
cristianos; no obstante, sí existe tal cosa en nuestra experiencia. La constitución natural
es una característica del hombre que vive centrado en el alma y es una expresión
predominante del vivir del viejo hombre, en el cual se ve la habilidad, la capacidad, la
sabiduría, el ingenio, las maquinaciones y las destrezas humanas.]

En el Antiguo Testamento Jacob es un buen ejemplo al respecto. [Ciertamente, era muy


apto, ingenioso, sagaz, diestro y estaba lleno de maquinaciones. Por lo tanto, era
extremadamente fuerte en su constitución natural.
La constitución natural de Jacob fue expresada aun antes de su nacimiento. Estando
aún en el vientre de su madre, se asió fuertemente del calcañar de Esaú, luchando con
éste por nacer primero. Posteriormente, cuando creció, ideó astutamente la forma de
llevar la ventaja usando la intriga para engañar a Esaú y robarle la primogenitura. Así,
urdiendo una hábil artimaña, obtuvo de su padre la bendición reservada para el
primogénito. Cuando dejó su hogar y vagó sin rumbo fijo, Dios se le apareció en Bet-el y
le prometió que lo bendeciría; allí también usó su habilidad y negoció con Dios. El dijo:
“Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para
comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios.
Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el
diezmo apartaré para ti” (Gn. 28:20-22). Dios le había prometido bendecirlo
incondicionalmente; sin embargo, él regateó con Dios sobre ciertas condiciones. ¡Esto
muestra cuán astuto y sagaz era Jacob!

La razón por la cual Jacob era tan astuto por naturaleza, residía en la fuerza de su
constitución natural. A causa de esto, durante toda su vida Dios estaba trabajando en su
constitución natural. Las aflicciones, sufrimientos y problemas que le sobrevinieron,
tenían como fin quebrantar su constitución natural. La crisis de su vida ocurrió cuando
Dios tocó el tendón de su muslo en Peniel. Finalmente, en Génesis 35, Dios le pidió a
Jacob que fuera a Bet-el y edificara allí un altar para El, quien se le había aparecido
cuando huía de la presencia de su hermano. Desde aquel momento, Jacob dejó todas sus
maquinaciones y su hombre natural fue quebrantado ante Dios. Toda su habilidad,
astucia, inteligencia y destreza, evidentemente desaparecieron, cesaron. Así, su ser fue
cambiado completamente.]

B. Quebrantar nuestra constitución natural

[La carne, el yo y nuestra constitución natural son la expresión del viejo hombre. Por lo
tanto, el principio bajo el cual permitimos que ellos sean quebrantados es el mismo: por
un lado, tenemos el hecho objetivo, y por otro, necesitamos la experiencia subjetiva. El
hecho objetivo es que Cristo ya ha crucificado nuestro viejo hombre, mientras que la
experiencia subjetiva, es la aplicación de la muerte de Cristo a nosotros, la cual es
efectuada por el Espíritu Santo. Al aplicar esta experiencia a la carne, anulamos la carne;
si la aplicamos a nuestra propia opinión, anulamos el yo; y si la aplicamos a nuestra
habilidad y capacidad naturales, anulamos nuestra constitución natural.]

No debemos pensar que ya no es necesario estudiar porque Dios quiere tocar nuestras
habilidades naturales. Aunque ciertamente Dios quiere trabajar en ellas, como quiera
debemos educarnos y adiestrarnos en cada área de nuestra vida humana. Tal vez usted
se pregunte: ¿Por qué? Porque Dios quiere vasos que le contengan, le expresen, le sirvan
y que, junto con El, edifiquen Su iglesia. Si alguien no aprende a leer, ¿cómo podrá el
Señor mostrarle Su revelación a través de Su palabra santa? Si alguien no aprende a
escribir, no podrá redactar un folleto del evangelio. Por consiguiente, necesitamos
educarnos, cuanto más, mejor.

[En Hechos 7:22 dice: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era
poderoso en sus palabras y obras”. Bajo el arreglo soberano de Dios, Moisés aprendió
toda la sabiduría de los egipcios mientras vivió en el palacio real como el hijo de la hija
de Faraón. Mediante esta educación egipcia, llegó a ser una persona muy culta y obtuvo
la educación más elevada del mundo.] [No piense que Dios usará la energía y fuerza
naturales de usted para cumplir Su propósito. Si deseamos que Dios nos use, debemos
ocuparnos sólo de Él y de Sus intereses y al mismo tiempo dejar a un lado nuestras
fuerzas naturales.] [Dios tomó los primeros cuarenta años de la vida de Moisés para
formar un hombre que era fuerte en su vida natural y luego usó otros cuarenta años para
despojarle de toda su habilidad natural.] De esta manera, Dios perfeccionó a Moisés.

El principio es el mismo para nosotros hoy en día. Tenemos que esforzarnos por
aprender todo lo que es útil, aun sabiendo que Dios quebrantará todas nuestras
habilidades naturales para luego usarnos después. Los jóvenes deben aspirar a obtener
las mejores calificaciones y el grado más elevado, pero no deben aferrarse a tales cosas
ni depender de ellas.

II. EL INDIVIDUALISMO

A. Una definición

La intención de Dios no es tener muchos hijos individuales, sino obtener el Cuerpo de


Cristo. Individualmente, podemos crecer en vida y expresar al Señor en nuestro diario
vivir, pero esto no es la plenitud de Cristo. Efesios 1:22-23 dice: “La iglesia, la cual es Su
Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Los cristianos individuales no
son la plenitud de Cristo; pero la iglesia sí es la plenitud de Cristo. Efesios 3:18-19 dice:
“Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la altura y la profundidad... para que seáis llenos hasta la medida de toda la
plenitud de Dios”. De nuevo, individualmente no podemos comprender las dimensiones
de Cristo, ni somos capaces de ser la plenitud de Dios, pero corporativamente sí lo
podemos hacer. Por un lado, el Señor murió por cada uno de nosotros, pero por otro, El
murió por el Cuerpo (Ef. 5:25b). A muchos creyentes les gusta decir que Jesucristo es
nuestro Salvador personal. Esto es correcto, pero no es totalmente completo, porque El
es también el Salvador del Cuerpo (Ef. 5:23b). El Señor no sólo nos salvó como
individuos, sino también como miembros del Cuerpo y para el Cuerpo.
Cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, se
independizó de Dios. La Biblia también dice que los hombres se independizaron unos de
otros. Esta naturaleza independiente está arraigada en nosotros y nos hace ser
individualistas. Aun cuando leemos la Biblia, nos gusta leerla a nuestra manera, y si los
demás no quieren hacerlo según nuestro gusto, preferimos leerla solos, o simplemente
no leerla. Hacemos lo mismo cuando servimos al Señor. Hoy muchos cristianos sirven al
Señor, pero lo hacen independientemente. ¿Por qué sucede esto? Por nuestro
individualismo. Debido a nuestro individualismo, el Cuerpo de Cristo no puede ser
edificado. Tenemos que ser salvos del individualismo por el bien del Cuerpo de Cristo, y
sólo la vida divina puede hacerlo.

B. Quebrantar el individualismo

Debido a que el individualismo es una consecuencia de la caída del hombre y es parte


del viejo hombre, la manera de quebrantarlo es la misma que se mencionó
anteriormente. La razón por la cual muchos cristianos no tocan este problema es porque
no han visto el Cuerpo de Cristo ni han visto lo maligno que es el individualismo.
Debemos orar pidiéndole al Señor que nos revele el Cuerpo y ponga en evidencia
nuestras conversaciones, pensamientos y acciones individualistas. Tan pronto como
descubrimos cualquier rasgo de individualismo, debemos orar: “Oh Señor Jesús,
perdóname por mis maneras individualistas. Soy muy independiente. Señor, me
arrepiento. Límpiame y lléname con Tu Espíritu. Quiero ser edificado con otros para ser
Tu Cuerpo y expresar Tu plenitud”. Si usted ora de esta manera, estará dando muerte a
su individualismo; estará limpiándose, estará llenándose del Espíritu y estará creciendo
en la vida divina. Cada vez que la luz del Señor brille sobre usted, no argumente, sino
arrepiéntase, confiese y ore. El Espíritu operará en usted para quebrantar su
individualismo.

[Cuando el Señor nos pone en evidencia, El tiene la oportunidad de vivir en nosotros.


Así que, no culpen a la iglesia ni culpen al Señor. Al contrario, deberían decir: “Señor,
cuánto te agradezco por esta situación. Amo la iglesia, no porque ella sea perfecta, sino
porque me pone en evidencia. Señor, ponme sobre el altar y toca mi mente, mi parte
emotiva y mi voluntad, para que Tú puedas vivir en mí”. En tanto que El mora en
nosotros, nos salva. Su vida salvadora obra en nosotros sólo cuando le damos la
oportunidad de vivir en nosotros. Entonces la vida divina nos salva de ser
individualistas. Al ser salvos en Su vida, llegamos a ser el Cuerpo y miembros los unos
de los otros. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que veamos nuestra gran
necesidad de ser salvos en Su vida, del individualismo, con miras a la edificación del
Cuerpo!]
III. LA DIVISION

A. Una definición

En nuestra constitución natural existe un elemento faccioso. Antes de ser salvos,


probablemente no nos dábamos cuenta de que tal elemento existía en nuestro ser, pero
ahora vemos claramente que en nuestra vida natural tenemos la tendencia de causar
divisiones, lo cual es peor que ser naturales o individualistas. Si alguien es
individualista, preferirá que le dejen en paz, pues no querrá que le molesten ni que
interfieran con él. Simplemente querrá ser lo que él es. Pero ser faccioso es causar
división de manera activa. En contraste con los individualistas, los que causan división
son muy activos para formar bandos. Ellos tienen contacto con los santos con el
propósito de dividirlos. Incluso, pueden viajar de un lugar a otro con la mera intención
de causar divisiones.]

B. La división daña el Cuerpo de Cristo

Una de las principales estrategias de Satanás contra el Cuerpo de Cristo es la división.


Piense qué sucedería si su mano se separara de su brazo, sus pies de sus piernas y sus
extremidades de su cuerpo. ¿Qué clase de cuerpo tendrá usted? Sin duda, estaría
muerto. Podemos aplicar el mismo principio al Cuerpo de Cristo. Todos los miembros
reciben el suministro de vida directamente de la Cabeza, que es Cristo, e indirectamente
a través de los miembros, mediante la comunión del Espíritu Santo. Por lo tanto, como
miembros del Cuerpo de Cristo debemos esforzarnos por mantener la comunión en
unidad y no permitir que haya ninguna división. Esto edificaría el Cuerpo en amor (Ef.
4:16). El Señor Jesús dijo en Mateo 16:18: “Edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades
no prevalecerán contra ella”. Cuando estamos edificados, somos fuertes y victoriosos.
Pero cuando estamos divididos, nos debilitamos y somos derrotados.

¿Ha actuado alguna vez de una manera facciosa? ¿Ha hablado en contra de otro santo
alguna vez? ¿Ha tenido pensamientos sectarios? Incluso si escucha a alguien que es
faccioso, causa división. ¿Ha escuchado alguna vez a alguien hablar en contra de un
anciano o en contra del ministerio que lo introdujo a usted en la economía
neotestamentaria? Debemos rechazar tal hablar y huir de él. Y si nosotros mismos
hemos sido facciosos, tenemos que arrepentirnos ante el Señor y ante aquellos de
quienes hemos hablado negativamente. O aun si tan sólo lo hemos pensado, aunque no
hayamos verbalizado tales cosas, debemos arrepentirnos ante el Señor, y con eso será
suficiente. Si hemos escuchado a otros hablar de cosas facciosas, también debemos
arrepentirnos ante el Señor y decirle al que pronunció tales cosas que ni el Señor ni
nosotros estamos de acuerdo con su hablar faccioso. Debemos encarar cualquier
división entre nosotros, a fin de ser plenamente maduros en Cristo y ser edificados en el
Cuerpo de Cristo y así llegar a ser la plenitud de Dios.

Preguntas

1. ¿Qué queremos decir con la expresión “la constitución natural”?


2. ¿Por qué Dios desea quebrantar nuestra “constitución natural”?
3. ¿Cuál es la raíz del individualismo?
4. ¿Cuál es la diferencia entre el individualismo y la división?
5. ¿Ha sido faccioso con sus padres u otros santos?
6. Mencione nombres de personas de la Biblia que causaron división o que tenían una
fuerte constitución natural.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 257-265.


2. Estudio-vida de Éxodo, págs. 29-31.
3. Estudio-vida de Romanos, págs. 566-567.
 

Lección diecisiete
DOS CLASES DE FRUTO
PRODUCIDAS POR LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Gn. 1:26; 2:8-9; Ap. 2:7; 22:1-2; 2 P. 1:1, 3, 8-11;


Gá. 5:16, 22-23; Jn. 15:5, 16.

Bosquejo

I. La vida divina produce fruto


II. El fruto de las virtudes del creyente
III. El fruto de las personas salvas, regeneradas con la vida divina
IV. Llevar dos clases de fruto para obtener una rica y abundante entrada en el reino venidero

Texto

I. LA VIDA DIVINA PRODUCE FRUTO

Si hemos entendido las lecciones anteriores y las aplicamos debidamente, obtendremos


muchas experiencias de la vida divina y mucho crecimiento en vida. Muchos aseguran
que están en la vida, pero ¿están realmente en ella? ¿La experimentan todos los días?
¿Han madurado en ella? ¿Cómo puede determinar si usted u otras personas están llenas
de vida? No queremos que nadie sea engañado con respecto a este asunto, y mucho
menos que se engañe a sí mismo.

Toda clase de vida da fruto. Si usted siembra un manzano, seguramente cosechará


manzanas. Asimismo, un árbol de pera producirá peras. Toda especie produce fruto
según el poder vital que tiene intrínsecamente y según su forma específica. ¿Qué
sabemos de la vida de Dios? Conforme a las primeras dieciséis lecciones, la vida de Dios
es Dios mismo. Dicha vida es divina, eterna e indestructible. En todo el universo es la
vida más elevada y maravillosa. Por lo tanto, esta vida deberá producir un fruto eterno,
divino e indestructible, que es el fruto más elevado y maravilloso. ¿Es ésta su
experiencia?

En esta lección [veremos las dos clases de fruto que provienen de la vida divina.
Conforme a la revelación de las Escrituras, existe un principio divino que Dios ha
establecido como Su plan, Su economía. Este plan consiste en que Dios se imparta en
nosotros, los seres humanos, a fin de vivir en nosotros y ser nuestra vida. Esta vida
divina es una vida fructífera que produce dos clases de fruto. La intención de Dios con
respecto al hombre se revela en los primeros dos capítulos de Génesis. Dios creó al
hombre a Su imagen con la intención de que éste fuera un vaso que lo contuviera y lo
expresara (1:26). Dios mismo deseaba ser el contenido del hombre. En Génesis 2 El
puso al hombre frente al árbol de la vida porque deseaba entrar en él para ser su vida
(vs. 8-9). Este árbol de vida, único en su género, el cual vemos al principio de la Biblia,
también aparece en la conclusión de ésta, en Apocalipsis 22. Dicho árbol representa al
propio Dios como vida para nosotros.]

[En Apocalipsis 2:7 el Señor dijo: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el
cual está en el Paraíso de Dios”. Conforme al libro de Apocalipsis, el Paraíso de Dios que
se menciona en Apocalipsis 2:7 es la Nueva Jerusalén (3:12; 21:2, 10; 22:1-2, 14, 19), de
la cual la iglesia es un anticipo hoy. Hoy el Paraíso de Dios es la iglesia y mañana será la
Nueva Jerusalén. Actualmente somos la iglesia, y en el futuro la iglesia será la Nueva
Jerusalén. La vida de iglesia hoy es el paraíso de Dios. En la vida de iglesia, saboreamos
algo que nos indica que estamos en el paraíso de Dios. Puede ser que a veces discutamos
o hablemos negativamente; pero cuando nos reunimos a cantar, alabar y orar, tenemos
la sensación de estar en el paraíso. A veces estando en las reuniones nos hallamos en
una especie de éxtasis. En dichas reuniones, cuando veo los rostros los santos, veo
sonrisas en casi todos rostros. Esto se debe a que nos alegra estar en el paraíso de Dios.
El mundo en que vivimos es un lugar terrible. Hasta los incrédulos también afirman lo
mismo. En la sociedad humana de hoy, en ningún lado se prueba el sabor del paraíso;
por el contrario, en todo lugar se percibe el sabor del infierno. Pero cuando estamos en
la vida de iglesia, estamos en el paraíso. ¡Encontramos el paraíso de Dios en las iglesias
locales! Estar en la vida de iglesia es vivir en el paraíso. Finalmente, tanto en la era
venidera como en la eternidad futura, la consumación de la vida de iglesia será la Nueva
Jerusalén. En la Nueva Jerusalén se halla el árbol de la vida que crece junto al río del
agua de vida para que comamos y bebamos. Este será nuestro disfrute por la eternidad.
Incluso hoy tenemos el privilegio de comer del árbol de la vida y de beber “de la fuente
inagotable” (véase Himnos, #155). En la vida de iglesia, estamos en el paraíso de Dios
disfrutando a Cristo como el árbol de la vida.

Hoy en día, Cristo como corporificación de Dios es nuestro árbol de vida, el cual está
creciendo en nosotros. El Señor Jesús nos contó una parábola acerca de un sembrador
que salió a sembrar la semilla (Mr. 4:1-20). El es tanto el sembrador como la semilla de
vida. El se siembra a Sí mismo como la semilla de vida en nosotros, quienes somos la
tierra en la que Cristo está siendo cultivado. El día en que fuimos regenerados, Cristo se
sembró en nuestro ser. Nuestro propio ser es la tierra donde Cristo se ha sembrado y
está siendo cultivado. Hemos recibido la ubérrima vida divina, la cual está
desarrollándose en nosotros. Así pues, nuestra responsabilidad es cultivar a Cristo.]

II. EL FRUTO DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS

[Conforme a la Biblia y según nuestra experiencia, los frutos producidos por la vida
divina pueden clasificarse en dos categorías. En 2 Pedro 1 y en Gálatas 5 vemos la
primera categoría, la de las virtudes cristianas. En 2 Pedro 1:1 se afirma que a todos se
nos ha asignado “una fe igualmente preciosa”.] [Dios, quien se nos entregó para ser
nuestra porción, está en nosotros como nuestra fe. Entonces, si ponemos toda diligencia
en desarrollar en nuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento,
dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la
piedad afecto fraternal; y en el afecto fraternal, amor; llegaremos a tener a Dios mismo,
quien es la sustancia del amor divino. El resultado de que la fe como la simiente de vida
crezca dentro de nosotros hasta alcanzar su desarrollo pleno, es que Dios y nosotros
llegaremos a ser una sola entidad. Así, la divinidad se mezcla con la humanidad para
constituirnos Dios-hombres.

Todas las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son una especie de fruto (2 P. 1:8). Si
expresamos estas virtudes día tras día, seremos muy fructíferos. Día tras día, en nuestro
diario andar, debemos llevar tal fruto. De otro modo, otros no podrán ver la fe, la virtud,
el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el amor fraternal ni el amor
divino en nosotros, y como resultado seremos estériles en cuanto a estas virtudes. Si
tomamos a Cristo como nuestra vida, día tras día llevaremos el fruto de las virtudes
cristianas. Las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son, en realidad, los atributos de
Dios. Dios es fe, es amor y es todas nuestras virtudes cristianas. Los atributos o
características de Dios llegan a ser nuestro suministro en las diferentes áreas de nuestra
vida. Cuando estos atributos son expresados en nuestro diario andar, llegan a ser
nuestras virtudes. Estas virtudes cristianas están imbuidas de los atributos divinos. Por
lo tanto, las virtudes cristianas son los atributos divinos que se expresan en nuestras
virtudes humanas, las cuales constituyen la expresión final, el fruto, que nuestro
carácter ha de exhibir.

Gálatas 5 es otra porción de la Palabra que nos habla de esta clase de fruto. El versículo
16 dice que tenemos que andar por el Espíritu y así no satisfaremos los deseos de la
carne. Durante todo el día el Espíritu y la carne llevan una lucha entre sí. Si andamos
por el Espíritu, obtendremos el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, longanimidad,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (vs. 22-23). Por tanto,
también las virtudes divinas son el fruto del Espíritu.
En Gálatas 5 Pablo toca el mismo tema que Pedro trató en su segunda epístola, pero
desde otro punto de vista. En 2 Pedro el poder divino, es decir, el poder de la vida
divina, nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (1:3). Este
poder divino es el propio Dios, el Ser divino, la vida divina. Cada clase de vida tiene su
propio poder. Dios es divino, y por ende, Su vida es divina. El es todopoderoso y ahora
El está dentro de nosotros como nuestra vida. En Gálatas 5 Pablo no menciona nada del
poder de la vida divina, sino que nos remite al Espíritu Santo mismo. El declara que es
por medio del Espíritu que podemos producir el fruto de las virtudes cristianas.

Por un lado, el poder de la vida divina nos da la energía necesaria para generar todas las
hermosas expresiones de esta vida, las cuales llamamos virtudes. Por otro, es por medio
del Espíritu Santo que producimos fruto espiritual. De hecho, el Espíritu Santo es el
poder de la vida divina, el poder divino. El Espíritu Santo es una Persona, mientras que
el poder divino es una especie de energía. En realidad, esta Persona es la energía misma.
Debemos andar por el Espíritu Santo, por esta Persona, y cuando lo hacemos, El llega a
ser nuestra energía, el poder divino. Cuando tomamos un buen desayuno, tal desayuno
se convierte en nuestra energía, la cual nos vigoriza durante todo el día, dándonos la
fuerza para actuar. Los creyentes tenemos la energía divina en nosotros, la cual nos
vigoriza durante todo el día. En realidad, esta energía es una Persona, el Dios Triuno
consumado quien mora en nosotros como el Espíritu que lo es todo. Por medio de esta
Persona, nuestra vida manifiesta muchas virtudes, las cuales son el fruto que
producimos a diario.]

III. EL FRUTO DE LAS PERSONAS SALVAS,


REGENERADAS CON LA VIDA DIVINA

[Si somos aquellos creyentes que producen el fruto de las virtudes cristianas,
generaremos también la segunda categoría de fruto, la cual se menciona en Juan 15. El
Señor dijo que El es la vid y que nosotros somos los pámpanos (v. 5). Los pámpanos de
la vid no sólo llevan el fruto de las virtudes cristianas, pues el fruto producido en Juan 15
son las personas salvas, las que han sido regeneradas con la vida divina por medio de la
impartición de los pámpanos (v. 16b). Esto está comprobado por el hecho de que, quien
lleve fruto, debe “ir” (v. 16a). Para producir el fruto de virtudes en el ámbito ético y
moral, no necesitamos ir a ningún lado, pero para producir el fruto de personas que son
regeneradas al impartirles la vida divina, sí se requiere que salgamos a ponernos en
contacto con ellas. Los cristianos debemos llevar tanto el fruto de las virtudes, como el
fruto de las personas regeneradas.

Si en un huerto hay un árbol que no produce fruto, el agricultor seguramente querrá


cortarlo. No existe belleza en un árbol frutal que no lleva fruto. ¿Cómo se vería un
pámpano sin uvas? Un pámpano lleno de racimos de uvas ciertamente se ve hermoso.
No sólo debemos llevar el fruto de las virtudes, las cuales expresan la belleza de la vida
divina, sino también el fruto de personas vivientes.

Si un creyente no lleva la primera categoría de fruto, esto es, el fruto de las virtudes, su
predicación del evangelio no tendrá impacto, a pesar del método que use. Para que
nuestra predicación prevalezca, tenemos que llevar el fruto de las virtudes. Debemos
vivir por el poder divino que está en nosotros y andar conforme a la Persona del Espíritu
Santo. Debemos vivir teniendo a Cristo como nuestra vida y conducirnos teniendo al
Espíritu Santo como nuestro compañero, a fin de llevar el fruto de las virtudes en
abundancia. Entonces, cuando hablemos Cristo en nuestra predicación del evangelio,
produciremos la segunda categoría de fruto, el fruto de las personas salvas. Si todo el día
usted vive conforme a la carne y a la vida natural, por la tarde usted será como una
“llanta desinflada” y no tendrá la posición ante el enemigo de Dios para poder predicar
el evangelio. Pero si usted toma a Cristo como vida para su vivir diario y anda por el
Espíritu, ciertamente su vida estará llena de virtudes, llena de expresiones hermosas.
Entonces, cuando tenga contacto con los pecadores, los demonios le temerán. Es por eso
que los apóstoles eran tan prevalecientes en la predicación del evangelio. La palabra de
los apóstoles tenía peso. Es posible que esas mismas expresiones, proferidas por
nosotros, resulten débiles y vanas. Por tanto, tenemos que ser personas que lleven el
fruto de las virtudes cristianas, las cuales son la expresión misma de los atributos
divinos. Así, seremos aptos y estaremos llenos de poder al hablar impartiendo a Cristo.
Las palabras que salgan de nuestra boca llevarán el poder que salva a la gente. En
conclusión, la predicación del evangelio depende de la persona, no del método que se
use. Si no somos las personas apropiadas, no importa qué método utilicemos, porque
será vano.]

IV. LLEVAR DOS CLASES DE FRUTO


PARA OBTENER UNA RICA Y ABUNDANTE
ENTRADA EN EL REINO VENIDERO

[Necesitamos levantarnos y tener un nuevo comienzo. Debemos olvidarnos del pasado,


mirar al Señor y decirle: “Señor Jesús, aquí estoy. Deseo tener un nuevo comienzo.
Quiero olvidarme del pasado, incluso la historia de mi vida cristiana y la de mi vida en la
iglesia. Señor, reconozco que Tú eres el poder divino que está en mí, infundiéndome
vigor todo el día. Señor, como Espíritu Tú eres mi compañero y vives conmigo. Quiero
vivir por Ti y andar contigo. Quiero olvidarme de todo lo que está relacionado con el
árbol del conocimiento del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto, del sí y del no.
Deseo tener contigo un comienzo limpio, puro y nuevo”. Necesitamos un comienzo
divino así. Debemos tomar a Cristo como el poder divino que nos vigoriza
interiormente, y como el Espíritu vivificante, quien es nuestro compañero, con el cual
debemos andar todo el día. Entonces llevaremos el fruto de las virtudes, expresando los
atributos divinos y estando llenos de poder, vigorizados y aptos para hablar ministrando
a Cristo como el evangelio. Entonces nuestras palabras serán poderosas y tendrán peso.
Semana tras semana produciremos el fruto de las personas salvas, además del fruto de
nuestras virtudes. No sólo llevaremos el fruto de los atributos de Dios como nuestras
virtudes, sino también el fruto de personas salvas, el cual será añadido a nuestras
virtudes. Estaremos llenos de ambas clases de fruto, el de las virtudes y el de las
personas salvas que permanecen. Necesitamos llevar fruto de estas dos categorías, para
que se nos otorgue una rica y abundante entrada en el reino venidero. En una escuela
son muchos los estudiantes que se gradúan, pero sólo unos cuantos reciben un premio o
galardón. Si en esta época somos fieles en llevar estas dos clases de fruto, tendremos una
vida de iglesia renovada en esta era, y en la era venidera del reino disfrutaremos al
Señor como nuestra recompensa.]

Preguntas

1. La vida es activa y viviente. Cuando usted fue salvo, recibió la vida de Dios. Explique
brevemente cuál es el primer propósito y resultado de la vida que Dios ha depositado en
usted.
2. Escriba las citas bíblicas que hablan de las dos clases de fruto que la vida divina produce.
3. ¿Ha experimentado el crecimiento de la vida divina? ¿Ha experimentado las virtudes de
la vida divina en su vida?
4. ¿Ha compartido acerca del Señor recientemente con alguien? ¿Fue salva esta persona a
través de su predicación?
5. Explique brevemente por qué debemos llevar fruto.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. Nuestra urgente necesidad: Espíritu y vida, págs. 31-40.


 

Lección dieciocho
EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO EN UNIDAD

Lectura bíblica

Jn. 1:12; 1 Co. 12:27; Mt. 7:17-18; Jn. 14:6; 15:16;


Mt. 28:19; 1 P. 2:2; Ef. 4:3, 11-12a

Bosquejo

I. La vida divina produce la edificación del Cuerpo de Cristo


II. El Cuerpo de Cristo es un organismo, y no una organización
III. La manera de edificar el Cuerpo de Cristo
A. La predicación del evangelio
B. El crecimiento en vida
C. Guardar la unidad del Espíritu
D. Perfeccionar a los santos
E. El funcionamiento de los santos perfeccionados

Texto

I. LA VIDA DIVINA PRODUCE LA


EDIFICACION DEL CUERPO DE CRISTO

El segundo resultado que la vida divina produce es la edificación del Cuerpo de Cristo.
Cuando por primera vez creímos en el Señor, recibimos la vida de Dios en nuestro
espíritu. Por un lado, fuimos hechos hijos de Dios (Jn. 1: 12); por otro, llegamos a ser
miembros del Cuerpo de Cristo (1 Co. 12:27). Como hijos de Dios, individualmente,
necesitamos crecer en vida y producir las dos categorías de fruto en nuestro diario vivir.
Pero como miembros del Cuerpo de Cristo, necesitamos ser constituidos con Cristo
como nuestra vida, y ser edificados en unidad, a fin de que, corporativamente,
lleguemos a ser la plenitud de Dios. Por lo tanto, el Cuerpo de Cristo, la iglesia, no es
una organización humana, sino un organismo, un cuerpo orgánico. Sin estos dos
resultados no habría evidencia alguna de nuestra experiencia y crecimiento en vida.
Estos dos resultados vienen a ser la manifestación de la vida que está en nosotros.

Los jóvenes deben entender esto claramente. Muchos dicen que disfrutan al Señor y han
crecido en El; sin embargo, ¿qué evidencia externa tienen que comprueba lo que
afirman? Nuestra prueba está en los dos resultados que la vida divina produce. ¿Cómo
es su vida diaria? ¿Es propia de quienes están el mundo o corresponde a Cristo? ¿Sigue
siendo su carácter superficial y descuidado o han experimentado ellos cierta
transformación? ¿Han ganado algunos amigos y familiares para el Señor o siguen siendo
estériles? ¿Están siendo edificados con los santos por medio de la comunión y la
oración, o sólo hay murmuraciones, razonamientos, quejas y disensiones? No se trata
simplemente de lo que uno dice, sino de que uno produzca los dos resultados de la vida
divina. Todo árbol se conoce por sus frutos (Mt. 7:17-18). El mal árbol da malos frutos,
pero el buen árbol, produce buenos frutos. Una persona que vive en sí misma no puede
producir los frutos de la vida divina. Sólo una persona llena de la vida divina producirá
tales frutos.

II. EL CUERPO DE CRISTO ES UN


ORGANISMO, Y NO UNA ORGANIZACIÓN

El Cuerpo de Cristo, la iglesia, no es una organización sino un organismo que el Dios


Triuno produjo al impartirse como vida en nosotros. [Muy pocos cristianos a través de
las generaciones han entendido esto. Podemos pensar que la iglesia es sólo un conjunto
o una agrupación de creyentes, una clase de entidad colectiva u organización, pero esto
es absolutamente erróneo. El concepto de que la iglesia es una organización ha llevado a
los cristianos a través de los siglos a mucha confusión, a equivocaciones y a un estado de
engaño. Nuestra carga hoy es señalar, conforme a la revelación pura y divina del Nuevo
Testamento, y en especial, conforme al libro de Efesios, que la iglesia como organismo,
el Cuerpo de Cristo, es el resultado, el fruto orgánico, que se genera como producto de la
impartición de la Trinidad Divina en nosotros.]

[Una mesa de madera es una organización de diversos pedazos de madera, pero el


cuerpo de una persona viviente es algo orgánico. Un robot es una organización de
materiales sin vida; en cambio, una persona viviente es un organismo. La iglesia debe
ser un organismo, y no una organización. Fue la enseñanza de Ignacio, en el segundo
siglo, la que dio base para que la iglesia aceptara el concepto de organización.] [El
cristianismo de hoy se encuentra bajo la influencia de ese concepto, el de las jerarquías,
el cual la ha corrompido. La enseñanza, la práctica y el concepto de las jerarquías han
arrastrado a muchos cristianos, apartándolos del organismo de la iglesia, llevándolos a
que edifiquen una organización.]

[Cada aspecto de la iglesia debe ser orgánico, pues la iglesia es el producto de la


Trinidad viviente. La Biblia declara que la corporificación de Dios, la persona de Cristo,
es vida. Cristo mismo dijo en el Evangelio de Juan que El es la vida (Jn. 14:6). Cristo no
es una entidad organizada, sino que El, como corporificación del Dios Triuno, es la
totalidad de la vida eterna y divina. La totalidad de la vida, esto es, el Dios Triuno
viviente, produce un solo resultado: el Cuerpo de Cristo. Ya que el Dios Triuno es la
totalidad de la vida, el Cuerpo de Cristo es totalmente un asunto de vida. Debemos
poner todo lo que no sea vida bajo nuestros pies. No nos gusta la jerarquía porque, en su
totalidad, está en la esfera de la organización y no tiene nada que ver con el Cuerpo
orgánico de Cristo.]

Por ser el Cuerpo de Cristo, no podemos ser independientes los unos de los otros, pues
esto denotaría carencia de vida. [En la economía de Dios y en el Cuerpo de Cristo,
“independencia” es una palabra diabólica. Los creyentes nunca debemos ser
independientes. No debemos ser independientes ni de Dios ni de los demás creyentes. Si
nos independizamos, no podremos avanzar en la vida cristiana.] Ninguna iglesia local,
ningún santo, ningún anciano ni servidor debe ser independiente el uno del otro. La
vida de Dios en nosotros cuida de esta unidad entre los miembros. Cualquier
independencia y división representa escasez de vida divina en nosotros; así que, la
independencia no procede de la vida divina ni es parte del Cuerpo orgánico de Cristo.

III. LA MANERA DE EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO

A. La predicación del evangelio

Lo primero que debemos hacer para edificar el Cuerpo de Cristo es predicar el evangelio.
Una de las definiciones de la vida es: la vida es Dios el Padre en el Hijo como el Espíritu
que fluye en nosotros, a través de nosotros y desde nosotros. Por eso, antes de que el
Señor fuera crucificado, encargó a Sus discípulos a que llevaran fruto (Jn. 15:16), y
después de Su resurrección, El comisionó a Sus discípulos a que fueran e hicieran
discípulos a las naciones (Mt. 28:19). A medida que disfrutamos la vida divina, la
experimentamos y crecemos en ella, tiene que producirse la predicación del evangelio
como resultado. Esto, a su vez, dará por resultado que más miembros sean añadidos al
Cuerpo de Cristo. Nuestra ciudad está llena de personas que todavía no han sido salvas;
en contraste, ¿cuántas personas hay en la iglesia? El número de personas que están en la
iglesia es muy pequeño comparado con las multitudes que nos rodean. ¿Cuántos
estudiantes hay en tu escuela, y cuántos están en la iglesia? Debemos predicar el
evangelio a nuestros amigos, familiares y vecinos para que sean traídos al Señor y a Su
Cuerpo. Sin la predicación del evangelio, nadie sería salvo. Y sin personas que sean
salvas, la iglesia no tendría muchos miembros. Por lo tanto, lo primero que debemos
hacer es predicar el evangelio para traer pecadores al arrepentimiento, lo que dará por
resultado más miembros para el Cuerpo de Cristo.

B. El crecimiento en vida

Tanto nosotros como los miembros que acaban de ser salvos, necesitamos crecer en la
vida divina para edificar el Cuerpo de Cristo (1 P. 2:2). Ya que el Cuerpo no es una
organización, el número de miembros que lo componen no tiene mayor significado.
Necesitamos más miembros que disfruten la vida divina, la experimenten y crezcan en
ella, sean llenos de la misma y estén constituidos de ella. Es menester que el crecimiento
en números apareje con el crecimiento en la vida divina. Por lo tanto, debemos crecer al
poner en práctica todo lo que vimos en las lecciones anteriores, y ayudar a los nuevos a
hacer lo mismo. Las principales prácticas, o hábitos de vida, son: 1) invocar al Señor y
orar para que nuestro espíritu regenerado se mantenga fuerte; 2) orar-leer, leer,
estudiar y memorizar la Palabra de Dios para ser equipados con la verdad; 3) vivir cada
día guiados por el sentir de vida en nuestro espíritu; 4) ser llenos del Espíritu a diario y
durante todo el día confesando nuestros pecados y haciendo a un lado todo
impedimento espiritual; 5) predicar el evangelio; 6) asistir a las reuniones en las casas,
en grupos pequeños y con toda la iglesia para profetizar y testificar. Por medio de estas
prácticas, usted y los nuevos creyentes crecerán en la vida divina y serán miembros
apropiados del Cuerpo de Cristo.

C. Guardar la unidad del Espíritu

Efesios 4:3 dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Sin la unidad, no hay manera de edificar el Cuerpo de Cristo; así que, todos debemos ser
diligentes en guardar la unidad del Espíritu. Esta unidad es del Espíritu. Ya que tenemos
al Espíritu, tenemos la unidad del Espíritu. No es necesario orar para guardar la unidad
del Espíritu; más bien, lo que tenemos que hacer es ejercitar nuestro espíritu para
mantenerla. Algunas veces puede ser que queramos decir algo en contra de las
decisiones tomadas por los ancianos, contestar con insolencia a nuestros padres o
murmurar sobre algún hermano o hermana en la iglesia. Todo esto sólo divide el
Cuerpo. Debemos volvernos a nuestro espíritu y abandonar estas cosas para que
podamos mantener la unidad del Espíritu. Esta es la manera de edificar la iglesia. El
hablar negativo sólo destruye; pero el Espíritu edifica. Una persona que no vive en el
espíritu, no está en unidad. Pero una persona llena de vida, siempre estará en el espíritu
y en unidad.

D. Perfeccionar a los santos

Efesios 4:11-12a dice: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a
otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos”. Hay algunas personas en el Cuerpo de Cristo que son dones para el Cuerpo.
Estas personas tienen funciones especiales con las cuales han de perfeccionar a los
santos. Perfeccionar aquí significa nutrir, adiestrar y capacitar. Cuando un niño nace,
puede ser que traiga consigo todas las facultades para tocar el piano, pero si no es
adiestrado, nunca tocará bien. El adiestramiento es necesario para que los seres
humanos desarrollen sus habilidades. De la misma manera, el creyente es regenerado
con la vida divina, eterna e indestructible. Pero, para que esta vida edifique el Cuerpo de
Cristo, se necesita cierto adiestramiento con respecto a predicar el evangelio, nutrir a
otros, enseñar la verdad, hablar por Dios y edificar el Cuerpo de Cristo. ¿Ha sido usted
adiestrado? Todos necesitamos que los miembros dotados nos adiestren, de modo que
edifiquemos el Cuerpo de Cristo.

E. El funcionamiento de los santos perfeccionados

Todos los santos son necesarios para edificar al Cuerpo de Cristo. Aunque hay algunos
especialmente dotados en el Cuerpo, ellos no edifican el Cuerpo directamente. Ellos sólo
pueden edificar el Cuerpo indirectamente al perfeccionar a los santos. Por lo tanto, los
santos perfeccionados deben funcionar conforme a la medida en que han sido
perfeccionados para edificar el Cuerpo de Cristo. ¿Sabe usted cómo orar? Si sabe, debe
orar para edificar el Cuerpo. ¿Sabe usted predicar el evangelio? Si no sabe, necesita ser
adiestrado, porque todos nosotros debemos predicar el evangelio. Pero si usted sabe
cómo predicar el evangelio, entonces debe ejercer su función y predicarlo. Lo que no
sepa, debe aprenderlo. Pero en todo lo que sepa, debe ejercer su función según le
corresponde. Es por medio de su función que el Cuerpo será edificado.

Si usted quiere que el Cuerpo sea edificado, debe perfeccionar a otros en aquello en que
usted ha sido perfeccionado. Por ejemplo, si usted ha sido adiestrado en la predicación
del evangelio, puede a su vez adiestrar a los más jóvenes a predicar. Entonces usted se
convertirá en un pequeño maestro que pastorea, es decir, un pequeño don para el
Cuerpo. Si usted ha sido adiestrado en orar-leer, ciertamente puede adiestrar a un nuevo
creyente en esta práctica; así, usted se convertirá en un pequeño maestro que pastorea.
Si usted ha aprendido a componer una profecía durante la semana y a profetizar en la
reunión del día del Señor, entonces podrá ayudar a alguien que sea tímido mostrándole
cómo usted ora, lee, recibe la luz y redacta una profecía y profetiza en la reunión.
Aquellos que usted ha ayudado vendrán a ser los miembros perfeccionados y ejercitarán
su función para edificar el Cuerpo de Cristo. Cuanto más sean perfeccionados los santos
y cuanto más ejerzan su función, más se edificará el Cuerpo de Cristo. Si usted ejerce su
función y perfecciona a otros con miras a edificar el Cuerpo de Cristo, entonces usted
será un pequeño apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro. Así, al crecer en vida,
tanto espiritual como físicamente, llegará a ser un apóstol, profeta, evangelista, pastor y
maestro en plena madurez.

En resumen, los resultados, o frutos, que la vida divina produce, son el fruto de las
virtudes, el fruto de las personas salvas y la edificación del Cuerpo de Cristo en unidad.

Preguntas
1. Mencione cuál es el segundo resultado producido por la vida de Dios. Busque algunos
versículos de la Biblia que revelen esto. ¿Corresponde esto a su experiencia actual?
2. Usando un versículo de la Biblia, explique qué es la iglesia.
3. ¿Cuál es una de las cosas que Dios más aborrece, la cual debemos poner bajo nuestros
pies?
4. Dé un resumen de las cinco maneras de edificar el Cuerpo de Cristo.
5. ¿Ha experimentado o practicado alguna de las anteriores? Si no lo ha hecho, ¿sabe por
qué? Si lo ha hecho, ¿puede describirnos sus experiencias?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. El Cuerpo de Cristo, págs. 17-20.


 

Lección diecinueve
REINAR EN VIDA, LA RECOMPENSA
DEL REINO Y LA NUEVA JERUSALEN

Lectura bíblica

Gn. 1:26; Fil. 3:11, 21; Mt. 25:10, 12, 21, 23, 30;
1 Co. 3:15; Ap. 2:26; 20:4; 22:12; Ef. 5:25-27;
Ap. 21:10-11, 23; 22:1-2, 5

Bosquejo

I. Reinar en vida
II. La recompensa del reino
III. La Nueva Jerusalén
A. Una ciudad de vida
B. Una ciudad sometida a la autoridad de Dios
C. Una ciudad de comunión
D. Una ciudad de luz
E. Una ciudad que produce fruto
F. Una ciudad de unidad
G. Una ciudad de bendición
H. Una ciudad de hombres transformados
I. Una ciudad que expresa a Dios
J. Una ciudad que ejerce el señorío de Dios

Texto

I. REINAR EN VIDA

El reinar en vida es otro de los resultados que la vida divina produce y que podemos
experimentar en esta era. [En términos sencillos, reinar es ejercer la autoridad de Dios,
o sea, es gobernar todas las cosas y, en particular, poner fin a Su enemigo. Hemos
mencionado en el pasado que en la creación del hombre Dios tenía una doble intención
y deseo. Por un lado, Dios deseaba que el hombre tuviera Su imagen para que le
expresara. Por otro, Dios quería que el hombre le representara con Su autoridad, a fin
de derrotar a Su enemigo. Por lo tanto, cuando Dios creó al hombre, por una parte lo
creó a Su imagen y conforme a Su semejanza para que el hombre fuera como Él, y por
otra, hizo que el hombre señorease “en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26).
Esto quiere decir que Dios le dio autoridad al hombre para que reinara por El.]

[Así, desde el punto de vista de la autoridad, la meta final de la salvación de Dios es que
reinemos. Esta es la cumbre de nuestra experiencia espiritual. En lo que a Dios se
refiere, si El no nos hubiera salvado al grado de que pudiéramos reinar por El en la
esfera celestial, la meta de Su salvación no se habría cumplido plenamente. Además,
aunque este asunto de reinar no se realizará completamente sino hasta que vengan el
reino y la eternidad futura, hoy Dios desea que comencemos a reinar en la tierra. En
cuanto a nosotros, si algún cristiano todavía no ha tenido la experiencia de reinar por
Dios, aún no ha llegado al nivel máximo. Todo creyente que haya alcanzado este nivel,
no sólo habrá sido librado del pecado, habrá vencido al mundo y dejado que su carne y
su constitución natural sean quebrantadas, habrá sido lleno del Espíritu Santo y estará
sentado en la esfera celestial, sino que también estará reinando con Cristo sobre todas
las cosas. Ya sea en la obra de Dios, en la vida de iglesia, en la vida familiar o en
cualquier situación que tal creyente encuentre en su vida cotidiana, podrá reinar y regir
sobre aquello que Dios quiere que él gobierne. Es necesario que haya tal clase de
personas, aquellas que Dios ha obtenido para que, a través de ellas, la autoridad de Dios
sea ejercida y el reino de Dios venga a la tierra.]

A menudo, nos enfrentamos con situaciones malignas en nuestra escuela, vecindario,


ciudad, país y en el mundo, y quizás nos sintamos tristes por ello, pensando que nada se
puede hacer al respecto. Pero esto no es así; Dios nos ha dado Su autoridad para regir
sobre la tierra, y debemos ejercer dicha autoridad. Si seguimos viviendo en nosotros
mismos y no en la vida de Dios, no podremos ni siquiera reinar sobre nosotros mismos.
Nuestro espíritu estará embotado y débil. Pero si experimentamos vida y crecemos cada
día, entonces nuestro espíritu será fuerte. En tal caso, podremos orar contra todas las
cosas negativas que suceden a nuestro alrededor. Ataremos al enemigo en nuestra
escuela; pues él es quien está destruyendo a tantos jóvenes por medio de las drogas, el
alcohol, la violencia, la fornicación, la rebelión, la ociosidad y la mundanalidad.
Entonces, oraremos pidiendo que nuestros amigos sean salvos mediante el bautismo en
el Cuerpo de Cristo a fin de que sean librados de estas cosas degradantes, pecaminosas y
malignas, y nos será imposible estar ociosos viendo cómo ellos perecen. Tenemos que
ejercer la autoridad que Dios nos ha dado para regir sobre toda situación, comenzando
desde hoy mismo. Este es el tercer resultado que la vida divina produce.

II. LA RECOMPENSA DEL REINO

Si experimentamos vida y crecimiento en vida, lo cual nos llevará a producir fruto, a


edificar el Cuerpo de Cristo y a reinar en vida, nos habremos preparado para la venida
del Señor. Entonces, a Su tiempo, El regresará para comenzar el reino milenario. Todos
los que hayan madurado en vida y le hayan servido al Señor fielmente, edificando Su
Cuerpo y reinando, recibirán una recompensa. Pero aquellos que no hayan madurado y
que hayan sido infieles en su servicio al Señor, serán castigados. La recompensa será
gloriosa, y el castigo, severo. La recompensa es el disfrute anticipado de la Nueva
Jerusalén. Esto incluye la superresurrección de entre los muertos (Fil. 3:11), la
transfiguración del cuerpo de humillación al cuerpo de la gloria Suya (Fil. 3:21), las
bodas del Cordero (Mt. 25:10), reinar sobre muchas cosas, el gozo del Señor (Mt. 25:21,
23), tener autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26) y reinar con Cristo mil años (Ap.
20:4). Con respecto al castigo, éste incluye perder todas estas cosas, no ser conocido por
el Señor (Mt. 25:12), ser echado a las tinieblas de afuera donde habrá el llanto y el crujir
de dientes (Mt. 25:30), y el que la obra de tal creyente sea consumida por el fuego, y que
sufra pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego (1 Co. 3:15).
La recompensa originalmente era la porción común de todos los creyentes; sin embargo,
debido a la degradación de los cristianos, el reino milenario se convirtió en una
recompensa sólo para aquellos que sean fieles al propósito eterno de Dios y venzan la
degradación, logrando ser totalmente maduros en la vida divina. Por lo tanto, como
cristianos jóvenes, debemos aspirar a obtener la recompensa del reino siendo cristianos
normales, experimentando vida diariamente para crecer en vida hasta alcanzar la
madurez, produciendo el fruto de las virtudes y el fruto de las personas salvas,
edificando el Cuerpo de Cristo y reinando en vida por Dios. Entonces, cuando el Señor
regrese, obtendremos la recompensa (Ap. 22:12).

III. LA NUEVA JERUSALEN

La Nueva Jerusalén será el producto final de la vida divina, la máxima consumación del
crecimiento de la vida divina, eterna e indestructible del pueblo Dios, el cual habrá sido
escogido, redimido y regenerado. Esta ciudad será la mezcla del Dios Triuno procesado
con el hombre tripartito transformado. No es una ciudad física como muchos creen, sino
una ciudad espiritual. Es la madurez total de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, Su novia
(Ap. 21:2; Ef. 5:25-27). “Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la
ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y
su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe,
diáfana como el cristal” (Ap. 21:10-11). “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna
que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara” (Ap.
21:23). “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el
árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol
son para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:1-2). El trono de Dios y del Cordero está en
la cima y en el centro de la ciudad. De él fluye el Espíritu como el río de agua de vida en
medio de la calle de oro. “No habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara,
ni de luz del sol porque el Señor Dios los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos” (Ap. 22:5).

A. Una ciudad de vida

La Nueva Jerusalén es una ciudad de vida, en la cual hay un río de agua de vida y el
árbol de la vida. No es la ciudad del conocimiento. El árbol del conocimiento se ha
desvanecido; allí sólo está el árbol de la vida creciendo en medio del río de agua de vida.
Es totalmente una ciudad de la vida zoé, esto es, de la vida divina.

B. Una ciudad sometida a la autoridad de Dios

La Nueva Jerusalén es una ciudad sometida a la autoridad de Dios. El trono de Dios y


del Cordero está en la cima y en el centro de la ciudad. Este trono representa la
autoridad del que se sienta en él, así, el trono de Dios y del Cordero representa la
autoridad del propio Dios Triuno. En la Nueva Jerusalén no existe rebelión alguna,
porque todos están en completa sujeción al Dios Triuno.

C. Una ciudad de comunión

La Nueva Jerusalén es la ciudad de la comunión. La comunión es el Espíritu que fluye.


Donde el Espíritu fluye, hay comunión. El río de agua de vida que sale del trono de Dios
es el fluir del Espíritu. El río es la comunión del Espíritu por la cual Dios y el Cordero, el
Padre y el Hijo, llegan a nosotros.

D. Una ciudad de luz

La Nueva Jerusalén es la ciudad de la luz. Dios es la luz y el Cordero es la lámpara. El


Dios Triuno brilla en esta ciudad, y todo habitante de esta ciudad vive y camina bajo la
luz de vida de Dios. Esta luz alumbra, dirige y guía a sus pobladores. No hay oscuridad
alguna en esta ciudad.

E. Una ciudad que produce fruto

La Nueva Jerusalén es una ciudad que produce fruto. El árbol de la vida produce doce
frutos. El árbol de la vida es un árbol muy fructífero. No produce sólo un fruto, sino
doce, dando cada mes su fruto. Esto indica vida en abundancia.

F. Una ciudad de unidad


La Nueva Jerusalén es la ciudad de la unidad. Aunque tiene doce puertas, sólo hay una
calle, un río, un árbol, un trono y una naturaleza, la de oro (la naturaleza divina). Las
personas que vienen de diferentes naciones, tribus y lenguas de todos los confines de la
tierra entran en la ciudad y allí sólo encuentran unidad. Todos los trasfondos, culturas y
diferencias son desechadas por la unidad. Allí no hay división, confusión ni separación.
Sólo hay unidad.

G. Una ciudad de bendición

La Nueva Jerusalén es la ciudad de bendición. En ella está la bendición triple del Dios
Triuno. Disfrutamos al Dios creador, al Cordero redentor y al Espíritu que regenera.

H. Una ciudad de hombres transformados

La Nueva Jerusalén es la ciudad de hombres transformados. El hombre fue hecho de


barro. Pero, después de ser regenerado y transformado, se convierte en una piedra
preciosa, como una piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Originalmente el hombre
era opaco; pero aquí el hombre es diáfano como el cristal, debido a la obra de
transformación que el Espíritu realiza por medio de Su comunión.

I. Una ciudad que expresa a Dios

La Nueva Jerusalén es la ciudad que expresa a Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Aquel que
está sentado en el trono tiene la apariencia de jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén
tiene también la apariencia de una piedra de jaspe. El pueblo de Dios ha crecido en vida
hasta alcanzar la plena madurez; por lo tanto, tiene la expresión de Dios.

J. Una ciudad que ejerce el señorío de Dios

La Nueva Jerusalén es la ciudad que ejerce el señorío de Dios. No solamente Dios reina
en Su trono, sino que también todo el pueblo de Dios reina en vida.

Esta ciudad es el cumplimiento del propósito eterno de Dios realizado mediante Su


economía. Al impartirse el Dios Triuno procesado como vida a Su pueblo escogido,
creado, caído, redimido y regenerado, ellos se mezclaron con El y fueron transformados
a Su misma imagen. En la unidad, ellos expresan todo lo que El es en vida, reinan con Él
y para El sobre todo el universo por la eternidad. ¡Amén! ¡Aleluya! Esta es la máxima
consumación de la experiencia de vida y del crecimiento en la vida divina. ¡Nos
regocijamos en que éste sea nuestro destino eterno!
Preguntas

1. ¿Cuál fue el doble propósito que Dios tenía al crear al hombre?


2. Como cristianos, ¿a cuál nivel necesitamos alcanzar? En su experiencia, ¿ha alcanzado
usted este nivel? Si es así, dé un ejemplo; si no, ore al Señor por Su misericordia y gracia
para que lo pueda alcanzar.
3. Haga un resumen de los tres resultados que la vida divina produce.
4. Haga dos listas:
5. a) una que incluye todos los puntos relacionados a la recompensa para los cristianos
vencedores;
6. b) otra que incluye todos los puntos relacionados al castigo de los cristianos derrotados.
Memorice un versículo que corresponda a los puntos clave en cada lista.
7. ¿Cuál es el resultado final y máximo de la vida? ¿Cuáles son sus constituyentes?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. La experiencia de vida, págs. 365-367.


 

Lección veinte
MANTENER UN ESPIRITU
FUERTE INVOCANDO EL
NOMBRE DEL SEÑOR Y ORANDO

Lectura bíblica

Hch. 2:21; Ro. 10:12-13; Hch. 9:14; 22:16; 2 Ti. 2:22;


1 Co. 1:2; Sal. 116:2, 4, 13, 17; Is. 12:2-4, 6;
1 Ts. 5:17; 1 Jn. 1:7-9; Mt. 18:18-19; Jn. 15:16

Bosquejo

I. La necesidad de tener un espíritu fuerte


II. Invocar el nombre del Señor
A. Invocar Su nombre en el Antiguo Testamento
B. Una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento
C. El propósito de invocar Su nombre
D. La manera de invocar Su nombre
E. La necesidad de mantener esta práctica
III. Orar para tener contacto con Dios, para disfrutarlo y para tener comunión con El
IV. Orar para ejercer la autoridad de Dios con miras a Su propósito eterno

Texto

En estas cinco lecciones restantes nos ocuparemos de los temas concernientes al


mantenimiento y cuidado de la vida divina en nuestro vivir diario y en la vida de iglesia.
No es suficiente conocer acerca de la vida divina y saber cómo experimentarla, también
necesitamos saber cómo cuidar de esta vida que está en nosotros.

I. LA NECESIDAD DE TENER UN ESPIRITU FUERTE

Lo primero que necesitamos para mantener el nivel de la vida divina en nosotros es


tener un espíritu fuerte. Cuando fuimos salvos, nuestro espíritu fue regenerado por el
Espíritu Santo de Dios. En ese momento, recibimos a Dios en nosotros como vida.
Nuestro espíritu, el cual estaba en una condición de muerte, fue vivificado. ¡Aleluya!
Desde ese momento, requerimos un espíritu fuerte a fin de mantener un nivel de vida
saludable. Muchos cristianos no cuidan de su espíritu. Por consiguiente, éste ha venido a
ser como una “llanta desinflada” sin ningún sentir de vida ni dirección de parte de la
unción. Así que, ellos pecan y practican cosas mundanas sin sentir vergüenza alguna,
porque su espíritu es muy débil. Una vez que somos salvos, debemos ejercitar nuestro
espíritu cada día, para mantenerlo fuerte.

II. INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR

Invocar el nombre del Señor es la manera más fácil, rápida y práctica de ejercitar y tocar
nuestro espíritu para mantenerlo fuerte. Comenzamos nuestra vida cristiana invocando:
“Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hch. 2:21).
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando
Su nombre” (Hch. 22:16). ¡Que invoquemos continuamente Su nombre para ser salvos!
(Ro. 10:13).

A. Invocar Su nombre en el Antiguo Testamento

[La práctica de invocar al Señor comenzó en la tercera generación del linaje humano,
con Enós, el hijo de Set (Gn. 4:26), y la historia de esta práctica continúa a través de
toda la Biblia, con Abraham (Gn. 12:8), Isaac (Gn. 26:25), Moisés (Dt. 4:7), Job (Job
12:4), Jabes (1 Cr. 4:10), Sansón (Jue. 16:28), Samuel (1 S. 12:18), David (2 S. 22:4),
Jonás (Jon. 1:6), Elías (1 R. 18:24) y Jeremías (Lm. 3:55). Los santos del Antiguo
Testamento no sólo invocaron al Señor, sino que además profetizaron que otros también
invocarían Su nombre (Jl. 2:32; Sof. 3:9; Zac. 13:9). Aunque muchos están
familiarizados con la profecía de Joel respecto al Espíritu Santo, pocos han prestado
atención al hecho de que invocar el nombre del Señor es un requisito para recibir al
Espíritu Santo que ha sido derramado. Por una parte, Joel profetizó que Dios
derramaría Su Espíritu; por otra, profetizó que las personas invocarían el nombre del
Señor. Esta profecía se cumplió en el día de Pentecostés (Hch. 2:17a, 21). Para que Dios
se derrame sobre nosotros, es necesario que cooperemos invocándole.]

B. Una práctica de los creyentes


del Nuevo Testamento

[Invocar el nombre del Señor fue una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento
desde el día de Pentecostés (Hch. 2:21). Mientras Esteban estaba siendo apedreado, él
invocaba el nombre del Señor (Hch. 7:59). Los creyentes del Nuevo Testamento
invocaban al Señor constantemente (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2; 2 Ti. 2:22). Saulo de
Tarso recibió autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que
invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14). Esto indica que los primeros santos
invocaban incesantemente a Jesús. El hecho de que invocaran el nombre del Señor era
una señal o marca de que eran cristianos. Si llegamos a invocar el nombre del Señor de
esta manera, esta práctica nos marcará como creyentes.
En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dio mucho énfasis al asunto de invocar al
Señor. El dijo: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo Señor es
Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: Todo aquel que
invoque el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:12-13). Pablo también habló de invocar
al Señor en 1 Corintios, cuando escribió las palabras: “Con todos los que en cualquier
lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co.
1:2). Más aún, en 2 Timoteo le dijo a Timoteo que siguiera las cosas espirituales con los
que de corazón puro invocaban al Señor (2 Ti. 2:22). En todos estos versículos vemos
que en el primer siglo los cristianos practicaban diariamente el invocar el nombre del
Señor. Así que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, como también en los primeros
días de la era de la iglesia, los santos invocaban el nombre del Señor. ¡Cuán lamentable
es que la mayoría de los cristianos lo haya descuidado durante tanto tiempo! Creemos
que hoy el Señor quiere recobrar el invocar Su nombre y hacer que lo practiquemos de
nuevo, para que así disfrutemos las riquezas de Su vida.]

C. El propósito de invocar Su nombre

[¿Por qué necesitamos invocar el nombre del Señor? El hombre necesita invocar el
nombre del Señor para ser salvo (Ro. 10:13). Orar en silencio sí ayuda a las personas a
ser salvas, pero no de una manera tan rica. Pero invocar en voz alta, les ayuda a ser
salvos de una forma más rica y más completa. Por eso, debemos animar a las personas a
que abran su ser e invoquen el nombre del Señor Jesús. El salmo 116 dice que podemos
participar de la salvación del Señor al invocarle: “Tomaré la copa de la salvación, e
invocaré el nombre de Jehová” (v. 13). En este salmo, se menciona cuatro veces el
invocar al Señor (vs. 2, 4, 13, 17). Como vimos anteriormente, la manera de sacar agua
de los pozos de la salvación es invocar el nombre del Señor (Is. 12:2-4). Hay muchos
cristianos que nunca han invocado al Señor. Si usted nunca le ha invocado ni ha gritado
ante el Señor, es dudoso que le haya disfrutado de una manera rica. “Invocad Su
nombre... Clama y grita de júbilo...” (Is. 12:4, 6). Pruebe esto, grite ante El. Si usted
nunca ha gritado lo que el Señor es para usted, pruébelo. Cuanto más grite: “¡Oh, Señor
Jesús, eres tan rico para mí!”, más liberado será de su yo y más lleno estará del Señor.
Miles de santos han sido liberados y enriquecidos al invocar el nombre del Señor.]

En este momento, sería bueno que usted pare de leer e invoque el nombre del Señor en
voz alta, por lo menos durante cinco minutos, para que experimente lo rico que El es
para con todos los que le invocan. Si lo hace, fortalecerá su espíritu.

D. La manera de invocar Su nombre

[¿Cómo debemos invocar al Señor? Debemos invocarle de corazón puro (2 Ti. 2:22).
Nuestro corazón, el cual es la fuente de donde proviene nuestro invocar, debe ser puro,
sin buscar otra cosa excepto al Señor mismo. También debemos invocar con labios
puros (Sof. 3:9). Debemos vigilar lo que decimos, pues nada contamina tanto nuestros
labios como hablar indebidamente. Si nuestros labios son impuros, por causa de haber
hablado indebidamente, nos será difícil invocar al Señor. Además de un corazón puro y
unos labios puros, requerimos abrir nuestra boca (Sal. 81:10). Necesitamos abrir
ampliamente nuestra boca para invocar al Señor. Más aún, necesitamos invocar al Señor
corporativamente, como Su Cuerpo. En 2 Timoteo 2:22 dice: “Huye de las pasiones
juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan
al Señor”. Necesitamos reunirnos con el propósito de invocar el nombre del Señor.
Salmos 88:9 dice: “Te he llamado, oh Jehová, cada día”. Así, debiéramos invocar
diariamente Su nombre. Además, Salmos 116:2 dice: “...por tanto, le invocaré en todos
mis días”. Mientras que vivamos, debemos invocar el nombre del Señor.]

E. La necesidad de mantener esta práctica

[Invocar el nombre del Señor no es simplemente una doctrina; es una práctica de vida.
Necesitamos practicarlo diariamente y a cada momento. Nunca deberíamos detener
nuestra respiración espiritual. Esperamos que muchos más del pueblo del Señor,
especialmente los nuevos creyentes, comiencen a ponerlo en práctica. Hoy en día
muchos cristianos han descubierto que pueden conocer al Señor y ser introducidos en el
poder de Su resurrección, que pueden experimentar Su salvación espontánea y andar en
unidad con El, al invocar Su nombre. En cualquier situación, en cualquier momento,
simplemente invoque: “¡Señor Jesús, oh Señor Jesús!” Si lo practica, descubrirá que ésta
es una manera maravillosa de disfrutar de las riquezas del Señor.] Por medio de esta
práctica tan placentera, nuestro espíritu será fortalecido de modo que experimentamos
la vida divina cada día. Y el resultado será que creceremos en vida.

III. ORAR PARA TENER CONTACTO CON DIOS, PARA


DISFRUTARLO Y PARA TENER COMUNION CON EL

La oración fortalece nuestro espíritu, porque a través de la oración tenemos contacto


con Dios, lo disfrutamos, y tenemos comunión con El. [El verdadero significado de la
oración es tener contacto con Dios en nuestro espíritu y absorber a Dios mismo. La
oración es el contacto del espíritu humano con el Espíritu de Dios durante el cual el
hombre inhala a Dios mismo. Por tanto, el énfasis en la oración no reside en pedir cosas
a Dios, sino en tener contacto con Él y absorberle.] En 1 Tesalonicenses 5:17 leemos:
“Orad sin cesar”. Orar es respirar el aire celestial. Cuando alguien deja de respirar,
muere físicamente. De igual manera, cuando dejamos de respirar el aire espiritual,
nuestro espíritu cae en una condición de muerte. Necesitamos respirar al Espíritu para
mantener nuestro espíritu vivo y sano. Invocar es una forma de oración muy breve;
siempre que oremos, debemos mezclar nuestras oraciones con la práctica de invocar el
nombre del Señor.

La mayor parte del tiempo preferimos hablar o hacer cualquier otra cosa en lugar de
orar; por consiguiente, muchas veces nuestro espíritu carece de fortaleza. Necesitamos
orar para tener contacto con nuestro Dios viviente. Ya que El es viviente y es el Espíritu
vivificante, siempre que oramos, recibimos vida y nuestro espíritu es fortalecido. Esto
disipa cualquier sensación de muerte en nosotros. Si nos sentimos tristes, deprimidos,
oprimidos y confundidos, necesitamos orar. La oración hace que disfrutemos la vida. El
sentir de la vida divina nos levantará de nuestra horrible fosa. Esta clase de oración nos
mantendrá en la comunión del Espíritu Santo. A veces, mientras estamos orando para
disfrutar al Señor, es posible que El nos haga recordar nuestros pecados pasados.
Entonces, debemos confesar dichos pecados para mantener nuestra comunión con El (1
Jn. 1:7-9). Así que, debemos orar siempre para llevar una vida cristiana apropiada y
para experimentar en nuestro espíritu la vida divina, eterna e indestructible. Ahora es
un buen momento para orar por cinco minutos, disfrutar al Señor, y así absorber a Dios
mismo en nuestro ser.

IV. ORAR PARA EJERCER LA AUTORIDAD DE DIOS


CON MIRAS A SU PROPOSITO ETERNO

La oración que ofrecemos a Dios para tener contacto con El, disfrutarle y tener
comunión con El, se convertirá en una oración dirigida al cumplimiento del propósito
eterno de Dios. A medida que usted disfruta a Dios en oración, es posible que el Señor le
recuerde de que un amigo suyo aún no ha sido salvo, y que su destino eterno es el lago
de fuego. Así que, debe orar por su salvación, pidiéndole al Señor que prepare el corazón
de su amigo para que pueda escuchar el evangelio. También usted puede pedir que el
Señor ate al enemigo, a fin de que su amigo sea liberado y reciba la salvación de Dios.
Después de orar, necesita ir a predicarle el evangelio y debe continuar orando por él
mientras que está en camino y mientras que le está predicando. Si su amigo sigue
desinteresado, entonces debe orar de nuevo por él e ir otra vez a visitarlo. Esto es ejercer
la autoridad que el Señor le dio a la iglesia para atar y desatar (Mt. 8:18-19). En
ocasiones es mejor orar con sus compañeros. Al Señor le gusta contestar este tipo de
oraciones (Jn. 15:16). Muchos de nosotros tenemos experiencias de este tipo de oración,
pero todavía necesitamos más práctica. Al orar de esta manera, nuestro espíritu será
fortalecido y la economía eterna de Dios será llevado a cabo por medio de nosotros.
Invocar el nombre del Señor y orar son maneras excelentes de crecer en vida.
Preguntas

1. ¿Cuáles son las dos maneras más sencillas de mantener nuestra comunión con Dios?
2. ¿Cuándo fue la primera vez que se invocó al Señor en la Biblia?
3. Enumere los beneficios que recibimos al invocar Su nombre; mencione un versículo para
cada uno.
4. ¿Cuál es el verdadero significado de la oración?

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. Invocar el nombre del Señor, págs. 2-12.


2. Lecciones de vida, pág. 25.
 

Lección veintiuno
ENRIQUECIDOS CON LA PALABRA
ORANDO, LEYENDO, ESTUDIANDO Y MEMORIZANDO

Lectura bíblica

Jn. 1:1, 14; 6:63; 1 P. 1:23; 2:2; Mt. 4:4; Jer. 15:16;
Job 23:12b; Ef. 6:17-18a; Col. 3:16;
Ec. 12:1; Sal. 119:11

Bosquejo

I. La importancia de la Palabra de Dios para el creyente


II. La esencia de la Palabra de Dios: ser vida para el creyente
III. La función de la Palabra de Dios: dar vida al creyente
A. Regenera al hombre
B. Es la leche espiritual del creyente
C. Es el pan de vida para el creyente
IV. Usar nuestro espíritu y nuestras facultades mentales para recibir el Espíritu y la vida que
se trasmiten en la Palabra de Dios
A. Al orar-leer
B. Al leer
C. Al estudiar
D. Al memorizar

Texto

I. LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA
DE DIOS PARA EL CREYENTE

[Después de ser salvos, debemos conocer la Biblia para crecer espiritualmente. Por dos
mil años los cristianos han reconocido un solo hecho, que nadie puede conocer bien al
Señor sin conocer la Biblia.

La herencia espiritual que Dios nos ha dado incluye, por un lado, al Espíritu Santo
invisible, y por otro, la Santa Biblia visible. Por un lado, el Espíritu está dentro de
nosotros; por otro, la Escritura está fuera de nosotros. Un cristiano apropiado debe ser
equilibrado con respecto a estos dos elementos. Si sólo tenemos al Espíritu Santo por
dentro, pero no tenemos la Escritura por fuera, fácilmente nos equivocaremos. Por otro
parte, si sólo tenemos la Escritura por fuera, pero no tenemos al Espíritu Santo por
dentro, estaremos muertos, sin vida ni vitalidad alguna.

El creyente es como un tren, el cual necesita tanto de la fuerza interna que lo impulsa,
como de los rieles por fuera que lo llevan. Al contar con estos dos elementos, el interior y
el exterior, el tren puede moverse y avanzar muy bien. Esto es exactamente lo que
ocurre con el Espíritu Santo por dentro y las Santas Escrituras por fuera. Si usted
interiormente está lleno del Espíritu Santo y exteriormente conoce la Biblia, entonces
será un cristiano viviente y estable así como también activo y exacto.]

II. LA ESENCIA DE LA PALABRA DE DIOS:


SER VIDA PARA EL CREYENTE

[La mayoría de los cristianos saben que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero muchos no conocen
la esencia misma de la palabra santa que se trasmite en la Biblia. Todo lo que es sólido posee un
elemento y una esencia. Debemos considerar cuál es la esencia de la palabra del Señor. La palabra
santa, la cual ha sido hablada por Dios a través de las generaciones, es la corporificación misma
del Dios Triuno. Esto se basa en Juan 1: 1 y 14. El versículo 1 afirma categóricamente que la
Palabra, el Verbo santo, es Dios mismo. La palabra hablada a través de las generaciones, es en
esencia Dios mismo. La Palabra es Dios mismo, no en persona sino en esencia. Esto quiere decir
simplemente que la Palabra contiene a Dios. Ciertamente Dios es Espíritu, y un espíritu es
misterioso e invisible. Pero la Palabra está escrita, en blanco y negro, de manera tangible, visible y
sólida. Por tanto, la Palabra es la corporificación del Dios misterioso e invisible. Aunque Dios es
invisible y misterioso, la Palabra no lo es. La Palabra, la cual es sólida y visible, contiene al propio
Dios. Además, la Palabra define, explica y expresa a Dios mismo.]

[El capítulo uno del Evangelio de Juan declara que la Palabra era Dios mismo corporificado en
Jesús. Cuando Jesús habla la Palabra, lo que El habla es espíritu y vida. El Señor Jesús dijo en
Juan 6:63: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Hoy la Palabra es el
Espíritu y la vida.] [Si nos acercamos a la Biblia únicamente con nuestra mente, este libro será
para nosotros simplemente letras. Pero cuando acudimos a cualquier pasaje de la Biblia con
nuestro espíritu, tal porción de la Biblia se convierte en espíritu y vida para nosotros.]

III. LA FUNCION DE LA PALABRA DE DIOS:


DAR VIDA AL CREYENTE

A. Regenera al hombre

La primera función de la Biblia en nosotros es hacer que seamos regenerados (1 P. 1:23).


La Biblia es la palabra del Dios viviente, y como tal, contiene la vida del Dios viviente.
Cuando recibimos la palabra de las Escrituras por fe, ella entra en nosotros como
semilla de vida, sembrando la vida de Dios dentro de nuestro ser; de este modo,
obtenemos la vida de Dios y somos regenerados.]

B. Es la leche espiritual del creyente

[Al principio, cuando somos salvos, no tenemos una comprensión adecuada acerca de
las cosas espirituales. Algunas porciones de las Escrituras son como leche que nos puede
alimentar y hacer crecer en nuestra vida espiritual (1 P. 2:2). Por consiguiente, un
creyente recién regenerado debe anhelar la palabra de la Biblia; el nuevo creyente debe
ser como un bebé recién nacido que anhela la leche de la palabra dada sin engaño. De
otro modo, no podrá desarrollarse en su vida espiritual y seguirá siendo un niño en
Cristo (1 Co. 3:1-2).]

C. Es el pan de vida para el creyente

[Las Escrituras también son nuestro pan de vida espiritual (Mt. 4:4). Tal como nuestra
vida física requiere comida, así también nuestra vida espiritual necesita alimento. Sólo
la palabra de la Biblia puede proveer este alimento. Si queremos ser vivientes y fuertes
ante Dios, no debemos depender sólo de pan, sino de toda palabra, esto es, la palabra de
la Biblia, la cual procede de la boca de Dios. Debemos tomar la Palabra de Dios como
nuestro alimento y comerla (Jer. 15:16); inclusive deberíamos considerar la palabra de la
Biblia más importante que nuestra comida (Job 23:12b); de otro modo, nuestra vida
espiritual no podrá crecer. Debemos ejercitar nuestras facultades al recibir la palabra de
la Biblia, para así entender aquellas palabras que sean difíciles de interpretar; es decir,
como creyentes maduros, debemos aprender a tomar el alimento sólido (He. 5:13-14).
De otra forma, nuestra vida espiritual será muy débil.

IV. USAR NUESTRO ESPIRITU


Y NUESTRAS FACULTADES MENTALES
PARA RECIBIR EL ESPIRITU Y LA VIDA
QUE SE TRASMITEN EN LA PALABRA DE DIOS

En 1 Pedro 2:2 se nos dice que podemos crecer por medio de la leche espiritual de la
palabra dada sin engaño. La expresión “de la palabra” en griego es logikós. [Esta
misma expresión, traducida “racional” en Romanos 12:1, es un adjetivo que se deriva del
sustantivo lógos, la palabra; por ende, “de la palabra”; es decir, relativo a la mente, (en
contraste con el cuerpo), al raciocinio, y por consiguiente, racional, lógica, razonable. La
leche de la palabra no es leche para el cuerpo, sino para el alma, para el ser interior. Esta
leche es trasmitida por la Palabra de Dios para nutrir a nuestro hombre interior por
medio del entendimiento de nuestra mente racional, y es asimilada mediante nuestras
facultades mentales.] [Aunque la leche nutritiva de la palabra alimenta el alma a través
de la mente, finalmente nutre nuestro espíritu, haciendo que seamos espirituales y no
personas centradas en el alma; además nos hace aptos para ser edificados como la casa
espiritual de Dios.]

[El Señor indicó que, a fin de dar vida, El llegaría a ser el Espíritu. Luego declaró que las
palabras que El habla son espíritu y son vida. Esto significa que Sus palabras habladas
contienen el Espíritu de vida. El es ahora el Espíritu vivificante en resurrección, y Sus
palabras contienen el Espíritu. Cuando recibimos Sus palabras ejercitando nuestro
espíritu, obtenemos al Espíritu mismo, quien es vida.] [La Escritura contiene y
comunica a Dios como Espíritu. Por tanto, El Espíritu es la esencia y substancia mismas
de la Escritura. Tal como el fósforo es la substancia esencial de los cerillos, si queremos
obtener el fuego divino, debemos encender el Espíritu de la Escritura usando nuestro
espíritu.]

A. Al orar-leer

Orar-leer es la mejor manera de recibir el Espíritu y la vida contenidas en la Palabra de


Dios. Cuando usted lea la Palabra de Dios, no lea sólo con su mente. Debe usar también
su espíritu al invocar y orar. Efesios 6:17 y 18a dice: “Y recibid... la espada del Espíritu,
el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el
espíritu”. Cuando lee la Palabra de Dios, puede ser que alguna palabra en particular lo
toque; si es así, inmediatamente convierta tal palabra en oración. Supongamos que está
leyendo los versículos antes mencionados. Usted podría orar: “Oh Señor, estoy aquí para
recibir la espada del Espíritu. Oh Señor Jesús, Tú eres el Espíritu mismo; quiero
recibirte. El Espíritu es la Palabra de Dios, Señor. Mientras oro-leo Tu palabra, recibo
Tu Espíritu. ¡Aleluya! Estoy orando en mi espíritu para recibirte a través de Tu palabra”.
Si usted ora de esta forma, será vigorizado por el Espíritu y la vida, y el fuego divino se
mantendrá ardiente en su espíritu.

B. Al leer

También necesitamos leer la Biblia de principio a fin. Tome una decisión delante del
Señor de cuánto leerá cada día. Si diariamente lee tres capítulos del Antiguo Testamento
y uno del Nuevo Testamento, le tomará alrededor de un año terminar toda la Biblia. Y si
lee un capítulo del Nuevo Testamento todos los días, le tomará nueve meses leer todo el
Nuevo Testamento. Es necesario establecer una meta para la lectura de la Biblia, y
llevarla a cabo fielmente. A medida que lee, ore tomando los versículos que más le
toquen, escriba lo que le sea revelado y luego compártalo con los que le rodean.
Compártalo con sus padres, hermanos, compañeros y amigos.
C. Al estudiar

Debe también usar la mente al estudiar la Palabra de Dios. Debe permitir que la Palabra
de Cristo llene su mente, y que more ricamente en usted (Col. 3:16). Mientras estudie,
debe pensar; y mientras piensa, debe orar y disfrutar. Esta práctica le ayudará a recibir
la leche de la palabra mediante sus facultades mentales y nutrirá su espíritu. También se
puede estudiar un solo libro de la Biblia, tal como Juan o Romanos, con la ayuda de las
notas y las referencias en la Versión Recobro, y usar los mensajes del estudio-vida
correspondiente. Gracias al Señor, contamos con la Versión Recobro y con los mensajes
de los estudios-vida para cada libro del Nuevo Testamento. Así, puede usted estudiar
cualquier libro del Nuevo Testamento con la ayuda de las publicaciones, las cuales son
muy útiles. Además, puede estudiar los libros de lecciones diseñados para jóvenes de la
escuela secundaria y la preparatoria. También se pueden estudiar las Lecciones de vida y
las Lecciones de la verdad. Existen muchas maneras para estudiar la Palabra. Tenga
comunión con sus padres, servidores y ancianos en cuanto a la mejor manera de
estudiar la Palabra de Dios.

D. Al memorizar

También debe memorizar la Palabra de Dios. La mayoría de los santos descuida esta
práctica, pero memorizar la Palabra de Dios es muy útil. ¿Alguna vez ha sentido que
cuando usted predica el evangelio le hace falta la Palabra de Dios? Puede ser que no
sepa qué decir al predicarle a un amigo. Si memoriza un versículo por día, en tres años,
habrá memorizado más de mil versículos. De esta manera no tendrá qué preocuparse de
qué hablar o cómo encontrar los versículos que desea citar. Indudablemente, los jóvenes
deben memorizar versículos. Lo que se memoriza en la juventud, nunca se olvida. Podrá
citar esos versículos por el resto de su vida. Nuestra mente se llena de demasiadas cosas
a medida que envejecemos. Eclesiastés 12: 1 dice: “Acuérdate de tu Creador en los días
de tu juventud”. Una de las mejores formas de recordar al Señor es memorizar Su
Palabra. Salmos 119:11 dice: “En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar
contra Ti”. Lo que usted guarde en su corazón (principalmente en su mente) le ayudará
a mantenerse apartado del pecado y a ser formado según el deseo de Dios.

En conclusión, debemos usar nuestro espíritu y nuestra mente para acudir diariamente
a la Palabra de Dios, a fin de recibir el Espíritu y la vida y ser enriquecidos. Entonces
tendremos un espíritu fuerte, experimentaremos la vida y creceremos en vida hasta
alcanzar la plena madurez.
Preguntas

1. ¿Por qué es tan importante para el creyente conocer la Biblia?


2. ¿Cuál es la esencia de la Palabra de Dios?
3. ¿Cómo la Palabra llega a ser Espíritu y vida en nosotros? ¿Ha recibido hoy la Palabra
como Espíritu y vida?
4. Explique brevemente los cuatro pasos por los cuales usamos nuestro espíritu y nuestras
facultades mentales a fin de recibir el Espíritu y la vida de la Palabra.
5. Elabore para sí mismo una meta anual, con un plan que lo lleve a dar estos cuatro pasos.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. Lecciones de la verdad, nivel uno, tomo uno, págs. 6, 9-11.


2. La manera bíblica de reunirse y servir, págs. 189, 191.
3. Versión Recobro, 1 P. 2:2, nota 2; 2:5, nota 4; Jn. 6:63, nota 3; 2 Ti. 3:16, nota 2.
 

Lección veintidós
HABLAR LA PALABRA DE CRISTO
PARA PERMANECER EN LA VIDA DIVINA

Lectura bíblica

Hch. 5:20; Jn. 15:2, 6; Ef. 5:4; Col. 3:8; Ef. 4:29;
1 Co. 12:2, 3; Ef. 5:18-19; 2 Co. 4:13; Ro. 10:14, 17;
1 Co. 14:26, 4-5, 12, 31

Bosquejo

I. Ser canales de la vida divina


II. Creados con la facultad de hablar para impartir Cristo
III. Hablar para impartir vida
IV. Hablar en el Espíritu Santo
V. Hablar por el espíritu de fe
VI. Hablar en todo tiempo y en todo lugar a todas las personas
VII. Hablar en las reuniones

Texto

I. SER CANALES DE LA VIDA DIVINA

Una vez que nuestro espíritu regenerado es fortalecido al invocar el nombre del Señor y
al orar para tener contacto con Dios, disfrutarle, tener comunión con El y absorberle en
nuestro ser, y para atar al enemigo y desatar a las personas y las situaciones con miras a
la economía de Dios; una vez que hemos sido enriquecidos y equipados con la Palabra al
orar-leer, al leer, al estudiar y al memorizar, necesitamos aprender a hablar la palabra
de Cristo en el espíritu. En lecciones anteriores hemos visto que la vida es Dios el Padre
en Cristo Jesús el Hijo quien, como Espíritu que fluye, entra en nosotros, actúa en
nosotros y sale fluyendo de nosotros a otros. Recibimos a Dios mismo como vida al
invocar, al orar y al asirnos de la Palabra. Al hablar la palabra de Cristo, permitimos que
Dios fluya a través de nosotros y salga de nosotros para ser vida a otros. De esta manera
somos verdaderos canales de vida para la economía de Dios. En Hechos 5:20 se nos
exhorta a ir “y hablar al pueblo todas las palabras de esta vida”. Por un lado, debemos
estar abiertos para poder recibir del Señor a través de Su Palabra, y por otro, debemos
impartir al Señor mediante nuestras palabras. Llevar fruto, es decir, ganar personas
para el Señor, consiste en recibir el suministro de vida del Señor al permanecer en El y
en impartir Su vida al predicar el evangelio a nuestros amigos. Si no hablamos, nos
estancaremos como el mar muerto. Por lo tanto, en Juan 15, después de que el Señor
mandó a Sus discípulos a que llevaran fruto, les advirtió que serían cortados del disfrute
de la vida si no permanecían en El y si no daban fruto (vs. 2, 6). Debemos, fielmente,
disfrutar a Dios como vida e impartirlo como vida a los que nos rodean.

II. CREADOS CON LA FACULTAD


DE HABLAR PARA IMPARTIR CRISTO

Dios nos creó con órganos maravillosos que nos permiten hablar e impartir a Dios como
vida en otros. [Al crearnos, Dios nos dio cuerdas vocales, una lengua, labios y dientes
con el fin de que pudiéramos ser llenos de Cristo, quien es la palabra de Dios. Cuando
Cristo como palabra de Dios nos llena, hablamos; proclamamos a Cristo en idiomas
como el chino, el inglés, el griego o el hebreo, pero no con palabras disparatadas sin
sentido alguno. Impartimos Cristo en nuestra lengua materna, o en nuestro segundo
idioma, y todo lo que hablamos se centra en una Persona única y maravillosa, Cristo.]
No debemos usar estos órganos creados por Dios para hablar palabras necias, para
contar chistes groseros ni proferir palabras obscenas (Ef. 5:4; Col. 3:8). Efesios 4:29
dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para
edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. Debemos usar la
facultad para hablar con que fuimos creados para proclamar las palabras de Cristo, a fin
de ministrar vida a los demás, con miras a que sean edificados en el Cuerpo de Cristo.

III. HABLAR PARA IMPARTIR VIDA

[No es solamente para el beneficio personal] que uno sea lleno en el espíritu con la
Palabra, sino que es para suministrar vida a otros, es para producir algo. Todo ser
humano fue hecho por Dios para propagarse, para engendrar descendientes. ¡Por lo
tanto, todos debemos tener hijos! Los creyentes tenemos que aprender cómo producir
vida en otros, cómo impartirles lo que nosotros mismos hemos recibido en nuestro ser.
Esto es reproducirnos, es producir, es decir, es hacer nacer creyentes nuevos a través de
nuestras palabras. En conclusión, hablar es producir, es impartir y dar vida a otros.]

IV. HABLAR EN EL ESPIRITU SANTO

[En 1 Corintios 12 Pablo menciona el asunto de hablar en las reuniones. En el versículo 2


él les recuerda a los corintios: “Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba
llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos”. La adoración de ídolos mudos los
había convertido en gente muda. Ya que el objeto de su adoración era un ídolo mudo, tal
adoración los hizo gente muda. Pero cuando Pablo les escribía, los hermanos corintios
ya eran diferentes, no adoraban más a los ídolos mudos, sino al Dios viviente, el Dios
que habla. Este Dios es precisamente el Espíritu que habla, el Espíritu de Dios, quien
también es llamado el Espíritu Santo. Por lo tanto, en el versículo tres, Pablo dice:
“Nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir:
¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”.]

Debido a nuestro bagaje cultural, a la tradición del cristianismo y a nuestros viejos


hábitos, no hablamos por Cristo. Posiblemente hablamos de muchas cosas, pero no
tenemos el hábito de hablar la palabra de Cristo en el Espíritu Santo. Somos como los
ídolos mudos que tienen boca pero no pueden hablar. Necesitamos un cambio radical.
Tenemos que arrepentirnos ante el Señor, ejercitar nuestro espíritu y proclamar con
denuedo la palabra de Cristo que hemos recibido. Esta es la manera de estar en el
Espíritu Santo. Ya que El es viviente y habla, cuando nosotros hablamos Su palabra, Su
Espíritu nos llena interiormente (Ef. 5:18-19), y espontáneamente estamos en el Espíritu
Santo. Con respecto a la vida divina, el ser llenos interiormente es imprescindible. Estar
en el Espíritu Santo implica que estamos vestidos económicamente con el Espíritu Santo
de poder, para el avance de la economía de Dios. Por lo tanto, cuando hablamos la
palabra de Cristo, tenemos la autoridad y el poder para vencer al maligno.

V. HABLAR POR EL ESPIRITU DE FE

En 2 Corintios 4:13 dice: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está


escrito: ‘Creí por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también
hablamos’”. [Hablar por el espíritu de fe en nuestra vida práctica es un asunto crucial.
Esta es una expresión muy particular usada sólo una vez en toda la Biblia. El espíritu de
fe es una mezcla del Espíritu Santo con nuestro espíritu. La expresión “el espíritu de fe”
pone “espíritu” en aposición con “fe”. La fe es del espíritu. Por lo tanto, el espíritu de fe
es la fe misma. Así, nuestra fe es simplemente el espíritu mezclado. Más aún, la fe viene
por el oír, y el oír viene por la predicación de la Palabra (Ro. 10:14, 17). Es por eso que
debemos sumergirnos en la Palabra. Cuanto más nos empapemos de ella, más fe
tendremos, y dicha fe es el espíritu. Es por este espíritu que usted puede hablar la
Palabra, la cual es la fuente de su fe. Esto constituye un ciclo: la Palabra produce la fe, la
fe es el espíritu y por este espíritu hablamos la Palabra. Nuestro hablar vendrá a ser una
fuente de fe para otros. Entonces, la fe de ellos será el espíritu por el cual ellos también
hablarán.]

Cuando les hablemos a nuestros amigos, debemos ejercitar nuestro espíritu de fe para
impartirles fe, la cual es el espíritu, que es la vida impartida en ellos. Puede ser que al
principio de la conversación ellos no tengan fe. Pero al oír la palabra de Cristo proferida
por nuestra boca, la fe será generada en ellos. Romanos 10 dice que este tipo de hablar
coloca la palabra de fe en la boca de nuestros amigos y en sus corazones. Así pues,
mientras cumplamos en hablarles, no tenemos que preocuparnos si nuestros amigos
creen o no; nosotros simplemente hablamos por el espíritu de fe para impartirles la
capacidad de creer, es decir, la fe. Su respuesta a nuestro hablar en el espíritu de fe será
su fe. Por consiguiente, su salvación no dependerá de ellos, sino de nuestro hablar.

VI. HABLAR EN TODO TIEMPO Y EN


TODO LUGAR A TODAS LAS PERSONAS

Ya que nuestro Dios es el Dios viviente, El habla. El habla todo el tiempo, porque tiene
mucho que decir. Cuanto más estamos en el espíritu y somos enriquecidos con la
palabra de Dios, más nosotros deseamos hablar. De hecho, debemos hablar en todo
tiempo y en todo lugar a todas las personas. Todo el tiempo que tenemos es para
proclamar a Cristo. Desde la mañana hasta la noche podemos proclamar a Cristo y
debemos hacerlo. Cualquier lugar es bueno para este hablar. No debemos estar
restringidos sólo al local de reunión. Podemos hablar tanto en las reuniones, en camino
a la reunión y de regreso, en la casa, en la escuela, en camino hacia la escuela y de
regreso de ella, en los parques, etc. Cualquier lugar es nuestro lugar de reunión para
hablar. Podemos hablar a cada persona que vemos cada día. Todos necesitan oír la
palabra de Cristo. Hable a sus padres, y a sus hermanos y hermanas. Las palabras que
les habla vienen a ser para ellos comunión de parte del Dios Triuno. Debe hablarles a
sus amigos incrédulos, para que ellos puedan recibir el evangelio de Dios. Lo que les
habla ministrará a Cristo como vida a los oyentes y hará que usted disfrute al Señor
como la vida y así crecerá en vida.

VII. HABLAR EN LAS REUNIONES

[Todos debemos dedicar todo nuestro ser a cultivar el hábito de hablar en las reuniones
(1 Co. 14:26, 4-5, 12, 3l). Debemos cultivar con gran ahínco el hábito de hablar. Este
hábito tiene que ser cultivado universalmente en el recobro del Señor. No tenemos tal
hábito debido a la influencia del cristianismo y, por esta causa, nuestra función ha sido
anulada. Muchos chinos no hablan buen inglés porque no cultivaron el hábito de hablar
inglés mientras crecían, ni lo cultivan ahora. Yo no adquirí el hábito de hablar inglés
sino hasta que comencé a ministrar la Palabra en los Estados Unidos en 1962. Fue difícil
para mí adquirir este hábito, pero para mis nietos fue fácil, porque ellos crecieron en un
ambiente donde se hablaba inglés. Si cultivamos el hábito de hablar en cualquier
reunión, nuestros hijos, los creyentes nuevos, espontáneamente tendrán el hábito de
hablar. Los nuevos seguirán el curso y la atmósfera de la reunión; fácilmente adquirirán
el hábito de hablar. Debemos practicar esto, ya que no es sólo para nosotros mismos,
sino por el beneficio del recobro del Señor.]
Tal vez usted argumente que no sabe qué decir en las reuniones. Eso es fácil de
solucionar. Simplemente ore-lea algunos versículos cada mañana, y lea o estudie la
Biblia todos los días. Escriba lo que le fue revelado por esos versículos o lo que más
disfrutó. Puede ser que escriba unas cuantas palabras, una oración, o un párrafo corto
que causó en usted cierta impresión. Y luego, el sábado, podría hacer una composición
basada en las notas que escribió durante la semana. Así, en la reunión del día del Señor,
tendrá preparado algo muy rico y significativo para hablar. Entonces podrá, con toda
confianza, hablar con el espíritu de fe a los santos, basándose en lo que compuso, a fin
de ministrar vida en la reunión. Nunca hable monótonamente sin ejercitar el espíritu. Al
hablar en el Espíritu Santo de esta manera, edificará la iglesia.

Nosotros, los hijos de Dios, debemos ser como nuestro Padre, quien siempre habla.
Debemos hablar la palabra de Cristo todo el tiempo, en todo lugar y a toda persona. De
esta manera experimentaremos la vida, creceremos en vida, e impartiremos vida a otros
y como resultado, llevaremos fruto y la iglesia será edificada.

Preguntas

1. ¿Por qué Dios nos creó con órganos para hablar? ¿Está usando usted esos órganos
conforme al propósito de Dios?
2. ¿Cuáles son las tres cosas que tenemos que hacer a fin de hablar la palabra de Dios con
autoridad y poder?
3. Escriba los dos elementos que debemos impartir en otros al hablarles con el espíritu de
fe.
4. Resuma brevemente los elementos con los que necesitamos estar llenos a fin de
proclamar el Señor.
5. Nuestro hablar en el espíritu debe ser todo-inclusivo. Resuma los diferentes tipos de
hablar que se mencionan en esta lección.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. The Divine Speaking [El hablar divino], págs. 45-46, 52, 27-28.
2. Elder’s Training, Book Six, The Crucial Points of the Truth in Paul’s
Epistles [Entrenamiento ancianos, libro seis, Temas cruciales sobre la verdad hallados
en las epístolas de Pablo], págs. 47-48.
3. Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ [Hablar
impartiendo Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo], pág. 50.
 

Lección veintitrés
LLEVAR UNA VIDA CRISTIANA NORMAL

Lectura bíblica

Ap. 2:4-5; 3:14-16; Sal. 119:147-148; 2 Ti. 1:6a;


Ro. 12:11; 1 Jn. 1:6; 2 Co. 13:14; Gá. 5:16; Ro. 8:4;
1 Co. 6:17; Fil. 1:19-21; Jn. 7:37-39

Bosquejo

I. Amar al Señor
II. Ser reavivados cada mañana
III. Llevar una vida victoriosa cada día
IV. Permanecer en comunión con el Señor diariamente y a cada momento
V. Ser una persona de oración
VI. Andar por nuestro espíritu mezclado y conforme a él
VII. Vivir a Cristo con el fin de magnificarlo

Texto

I. AMAR AL SEÑOR

En esta lección tendremos comunión acerca de llevar diariamente una vida cristiana
normal en el espíritu, la cual expresa a Cristo. Lo primero y más importante en dicha
vida es amar al Señor. [Si amamos al Señor, ciertamente seremos llenos de Él. Al ser
llenos hasta rebosar, el excedente saldrá de nosotros. Experimentamos este
desbordamiento al estar llenos interiormente. Si amamos al Señor, El nos llenará.] En
Apocalipsis, los capítulos dos y tres contienen siete epístolas dirigidas a las siete iglesias
que estaban en Asia. El primer aspecto de la degradación que estas iglesias
experimentaron fue la pérdida del primer amor, por parte de la iglesia que estaba en
Efeso (Ap. 2:4). A pesar de que ellos habían realizado muchas buenas obras, la pérdida
de su posición como iglesia era inminente porque habían perdido su primer amor (Ap.
2:5). Debido a la pérdida del primer amor, las iglesias se volvieron tibias, y por eso el
Señor quería vomitarlas de Su boca (Ap. 3:14-16). De aquí que, lo primero que debemos
hacer es arrepentirnos y orar: “Oh Señor, perdóname por no amarte como mi primer
amor, por no amarte sobre todas las cosas, hasta lo máximo. Señor, reconozco que aún
amo muchas cosas del mundo; incluso me amo a mí mismo. Oh Señor, perdóname,
lávame con Tu preciosa sangre. Señor, quiero declarar ante Ti y ante todo el universo
que ahora mi amor es para Ti. Te amo más que a cualquier cosa en el mundo. No me
amo más a mí mismo; sólo te amo a Ti. Lléname con Tu Espíritu. ¡Amén!” Si usted ora
de esta manera, comenzará a amar al Señor nuevamente. Su primer amor será
restaurado, y usted será lleno de Su Espíritu.

II. SER REAVIVADOS CADA MAÑANA

Nuestra vida cristiana comienza de nuevo cada mañana. Debemos [disfrutar al Señor en
la Palabra cada día a la madrugada a fin de tener un nuevo comienzo diariamente (Sal.
119:147-148). Conforme al principio establecido por Dios en Su creación, El ordenó que
hubiera periódicamente un nuevo año, un nuevo mes, una luna nueva y un nuevo día.
Así, en un año podemos tener trescientos sesenta y cinco nuevos comienzos. Si
fracasamos trescientas sesenta y cuatro veces, aún tendremos otra oportunidad de tener
un éxito. Tal vez fallemos hoy, pero gracias al Señor, mañana nos espera otro día.
Mañana por la mañana tendremos otra oportunidad para comenzar de nuevo. Cada
veinticuatro horas hay una nueva oportunidad para tener un nuevo comienzo y ser
renovados.]

[Tener un nuevo comienzo no es difícil; por el contrario, es muy sencillo.] Simplemente,


al irse a dormir, ponga usted su Biblia y su ropa junto a la cama. [Levántese un poco
más temprano y clame: “Oh Señor Jesús, oh Señor Jesús”. No tiene que gritar fuerte, lo
que podría molestar a otros. Sencillamente clame: “Oh Señor Jesús”. Hacer esto resulta
crucial y determinante. Algunas veces yo me he olvidado de invocar el nombre del Señor
inmediatamente al levantarme. Pero en cuanto me di cuenta de esto, dije: “Señor Jesús,
perdóname por olvidarme de Ti”.]

[Luego, debemos orar-leer una breve porción de la Palabra, unos dos o cuatro
versículos.] Podemos escoger nuestros propios versículos o tomar los versículos
sugeridos por la iglesia. [Así, ciertamente disfrutaremos al Señor en Su Palabra al orar-
leer. Debemos hacer esto cada día por la mañana para tener un nuevo y buen comienzo.
Podemos hablar la Palabra a nosotros mismos, al Señor, y aun a los ángeles. Podemos
recitar la palabra a nuestras mascotas y hasta a los muebles. Cuando hablemos la
palabra de esta manera, nosotros seremos los primeros en ser nutridos.] Es muy
beneficioso escribir en pocas palabras lo que hemos disfrutado. [No necesitamos invertir
mucho tiempo para disfrutar al Señor en Su Palabra temprano por la mañana. De diez a
quince minutos es suficiente para ser nutrido y comenzar bien un nuevo día. ¡Cuánto
necesitamos practicar esto!]

A esta práctica la llamamos “el avivamiento matutino”. La palabra “avivamiento” no se


halla en la Biblia. Sin embargo, el principio se encuentra en 2 Timoteo 1:6a, el cual dice:
“Por esta causa te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que está en ti”. Muchas
veces nos enfriamos; especialmente durante la noche nuestro espíritu no es tan
ferviente. Romanos 12:11 dice que debemos estar “fervientes en espíritu”. En Apocalipsis
3:15-16 el Señor nos da una advertencia en contra de la tibieza. Así que, debemos ser
fervientes. Para ello, cada mañana debemos tener un “avivamiento matutino”, en el cual
avivemos el fuego de nuestro espíritu, a fin de estar fervientes en espíritu e
intensamente enamorados del Señor. Sin este nuevo comienzo cada mañana, no
podremos llevar una vida cristiana apropiada durante el día.

III. LLEVAR UNA VIDA VICTORIOSA CADA DIA

Luego, debemos llevar una vida victoriosa por la cual podremos vencer el pecado, el
mundo, nuestro yo, nuestra carne, nuestra desobediencia para con los padres y aun las
discusiones con nuestros hermanos. Después de que usted pase un tiempo maravilloso
siendo reavivado por la mañana, no debe detenerse ahí; más bien, debe continuar
viviendo en el espíritu. En su relación diaria con sus padres y hermanos, no murmure ni
discuta; antes bien, tenga comunión con ellos sobre lo que ha visto en la Palabra, y sobre
la luz que recibió del Señor. Si ellos dicen algo que lo ofenda, invoque el nombre del
Señor interiormente y aun dele gracias por tal situación. De este modo, con toda certeza
conseguirá llevar una vida victoriosa.

IV. PERMANECER EN COMUNION CON EL SEÑOR


DIARIAMENTE Y A CADA MOMENTO

[Además, debemos permanecer en comunión con el Señor diariamente y a cada


momento (1 Jn. 1:6; 2 Co. 13:14). Debe ser el caso que aun los ángeles podrán testificar
que estamos en comunión con el Señor. No debemos apartarnos de Él, sino perseverar
en Su comunión. No debe haber interrupciones en nuestra comunión con el Señor.
Tenemos que ser tales personas diariamente y a cada momento. Si yo no fuese alguien
que está disfrutando de esta comunión a cada instante, me sería difícil hablar en el
ministerio del Señor. Ministro basándome de una comunión continua y fresca con el
Señor. ¿Por qué no podemos hablar en las reuniones? Tal vez porque hemos descuidado
nuestra comunión con el Señor por tres días, quizás debido a una discusión con nuestro]
hermano o con un amigo. [Por causa de tal discusión, nos alejamos de la comunión del
Señor. Si hemos de hablar por el Señor, debemos recobrar la comunión que teníamos
con El confesando nuestro pecado, y disculpándonos con nuestro] hermano o nuestro
amigo. [Es menester que nos quedemos, que permanezcamos, en una comunión
constante y continua con el Señor. Esta es una exigencia inconvertible.]
V. SER UNA PERSONA DE ORACION

[Otro aspecto es que debemos ser personas de oración. Debemos orar sin cesar, todo el
día. Esto quiere decir que debemos invocar Su nombre. Debemos clamar: “Oh Señor”.
No crea que cuando invoca así al Señor, por ser muy breve, no sea importante. Al
contrario, esto es muy valioso. Cuando estamos] en la escuela o haciendo los quehaceres
del hogar, [podemos invocar: “Oh Señor Jesús”. Esta práctica de invocar brevemente al
Señor tiene mucho valor y significado en nuestra vida cristiana. Invocar el nombre del
Señor hace posible que oremos sin cesar.] A fin de llevar una vida cristiana normal,
tenemos que ser personas de oración.

VI. ANDAR POR NUESTRO ESPIRITU MEZCLADO


Y CONFORME A EL

[También necesitamos aprender a andar por nuestro espíritu, el cual está mezclado con
el Espíritu, y conforme al mismo (Gá. 5:16; Ro. 8:4) ¡Alabado sea el Señor porque
tenemos un espíritu, y que nuestro espíritu está mezclado con el Espíritu divino! ¡Qué
provisión! Cuando nuestro Dios nos creó, nos dio un espíritu, y ahora ha regenerado
nuestro espíritu. Una vez que nos regenera, El permanece con nosotros como Espíritu
para ser uno con nosotros y mezclarse con nosotros como un sólo espíritu (1 Co. 6:17).
Ahora poseemos tal espíritu mezclado. Así que, después de tener un buen comienzo por
la mañana, debemos continuar durante todo el día andando, viviendo y haciendo todo
por este espíritu mezclado y con él. ¡Cuánto necesitamos practicar esto!]

Muchos jóvenes no pueden evitar tener problemas con sus hermanos carnales. Son
pocos los que pueden evitar estos problemas que se originan porque, al conocerse tan
bien y tenerse tanta confianza, [ellos piensan que no necesitan ser cuidadosos en su
relación mutua, y por eso siempre se presentan oportunidades para dejarse llevar por el
yo o por la carne. Estas oportunidades son trampas para engañarnos. Muchas veces,
Satanás enviará] a su hermano [específicamente para tentarle. Quizás él o ella diga una
palabra punzante que lo incomode. Pero en ese momento es preciso recordar cómo debe
ser nuestro andar, cómo debemos comportarnos, y que debemos permanecer en el
Espíritu y vivir por El. Nunca hable con su hermano en su yo. Háblele [valiéndose de su
espíritu mezclado. Esta es la manera en que siempre estará listo para hablar] e impartir
a Cristo en todo lugar.

VII. VIVIR A CRISTO CON EL FIN DE MAGNIFICARLO

[Con miras a magnificar a Cristo, debemos vivirlo mediante la suministración


abundante del Espíritu de Jesucristo, la cual se halla precisamente dentro de nosotros
(Fil. 1:19-21; Gá. 2:20). El Señor nos ha dado una maravillosa provisión. Primero,
tenemos Su Palabra en nuestras manos. Segundo, poseemos al Espíritu Santo, quien es
el abundante Espíritu del Señor Jesucristo, que vive en nosotros, o sea, en nuestro
espíritu, el cual ha sido regenerado y fortalecido. Así que, tenemos tal provisión divina, y
podemos vivir a Cristo valiéndonos de ella. Si somos tales personas, siempre tendremos
algo que hablar cuando vayamos a la reunión.

¿Qué clase de cristiano desea ser usted? ¿Un cristiano frío, callado, inactivo, moribundo,
tibio, derrotado y que retrocede? ¿O quiere ser un cristiano que ame al Señor y que sea
viviente, fresco y activo? ¿Por qué el cristianismo carece de poder? Porque la mayoría de
los cristianos que están en las denominaciones han sido despojados de sus riquezas.
Han sido anulados y reprimidos hasta la muerte. Por eso necesitan un servicio religioso
en el cual una persona les hable. Sin embargo, el recobro del Señor debe ser diferente. El
Señor desea recobrar una reunión en donde todos los miembros hablen y funcionen.
Pero esto depende de nuestro andar como creyentes. Debemos amar al Señor.]
[Debemos disfrutarle en la Palabra temprano por la mañana, a fin de tener un nuevo
comienzo cada día.] [También debemos llevar una vida victoriosa, permanecer en
comunión con el Señor diariamente y a cada momento, y ser personas de oración.
Además, nuestro andar debe ser conforme al espíritu mezclado, y debemos vivir a
Cristo. Si somos tales personas día a día y a cada momento, estaremos listos para hablar
en las reuniones, y algo de Cristo estará rebosando siempre en nosotros. El Espíritu será
como una corriente que fluye desde nuestro interior y derrama las riquezas de Cristo por
el Espíritu (Jn. 7:37-39).]

Esta es una vida cristiana normal que se realiza conforme a la vida divina, eterna e
indestructible. No debemos llevar una vida que sea inferior al nivel de vida que esta vida
exige. Esto es lo normal. Es nuestra norma de vida. Y a la vez, esto nos llevará a
experimentar la vida divina y a crecer en esta vida, lo cual nos preparará para la vida
apropiada de iglesia y para la segunda venida del Señor. Si vivimos de esta manera, el
Señor nos dará el galardón.

Preguntas

1. ¿Qué es lo más importante para llevar una vida cristiana normal?


2. De un ejemplo de cómo podemos tener un nuevo comienzo cada mañana.
3. ¿Cómo podemos llevar una vida cristiana victoriosa? Enumere las cosas que debemos
vencer en nuestro andar diario para lograr esto.
4. Haga una lista de diez versículos que nos digan cómo llevar una vida cristiana normal.

Citas tomadas de las publicaciones de Lee y del LSM

1. Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ, págs. 33-39.
 

Lección veinticuatro
LLEVAR UNA VIDA NORMAL DE LA IGLESIA

Lectura bíblica

He. 1:9; 3:14; 2 Ti. 2:22; Mt. 18:19; 28:18-20;


1 P. 1:23; 2:2; 2 Ti. 2:2; Jn. 12:24;
1 Co. 14:1, 4, 12, 26, 39; Sal. 45:1; Mt. 16:18

Bosquejo

I. Tener compañeros en Cristo


II. Predicar a Cristo buscando engendrar miembros para el Cuerpo de Cristo
III. Nutrir a los que recién han creído en Cristo
IV. Perfeccionar a los nuevos en su función
V. Edificar el Cuerpo al profetizar en las reuniones de la iglesia

Texto

I. TENER COMPAÑEROS EN CRISTO

Necesitamos que tanto nuestra vida cristiana como nuestra vida de iglesia sean
normales. Individualmente, tenemos que crecer en vida, y corporativamente, tenemos
que ser edificados en vida. Diariamente necesitamos llevar una vida normal por causa de
la vida de iglesia; a la vez, una vida de iglesia normal nos ayuda a llevar una vida
cristiana normal. Una de las primeras necesidades que tenemos en la vida de iglesia es
la de compañeros. Todos los creyentes son compañeros de Cristo y como tales han de
llevar a cabo la economía de Dios junto con El (He. 1:9; 3:14). El propio apóstol Pablo
tenía compañeros como Silas, Timoteo, Tito, Filemón y muchos otros (Hch. 15:40; Ro.
16:21; 2 Co. 8:23; Flm. 17). En términos prácticos, es bueno que tengamos uno o dos
santos de nuestra edad como compañeros. Así podremos invocar al Señor juntos y
ayudarnos mutuamente a huir de las pasiones juveniles (2 Ti. 2:22). También podremos
instarnos y alentarnos, recíprocamente, al amor por el Señor y al estudio de Su Palabra.
Tener compañeros hace posible, además, orar con otros por nuestros amigos e ir a
predicarles el evangelio acompañados. Por todo ello, ¡es tan bueno tener compañeros en
Cristo! para, juntos, experimentar la vida divina y crecer en ella. Nuestros compañeros
hacen que la vida de iglesia sea más real y más querida para nosotros.
II. PREDICAR A CRISTO BUSCANDO
ENGENDRAR MIEMBROS PARA
EL CUERPO DE CRISTO

[El Cristo que es la corporificación del Dios Triuno procesado y que llega a nosotros
como Espíritu consumado, cual Espíritu es la consumación del Dios Triuno dado a
nosotros para que lo disfrutemos, es el mismo evangelio del cual hablamos.] [Quisiera
dejar en usted la profunda impresión de que en este universo y, específicamente, hoy en
esta tierra, existe lo que llamamos el evangelio; y a nosotros se nos recalca y ordena que
la propagación de este evangelio debe ser nuestra única preocupación. ¿Para qué
vivimos en esta tierra? ¿Vivimos dedicados a nuestra profesión o a nuestro trabajo con
el fin de ganar mucho dinero? ¿Para qué vive el hombre hoy? Esta lastimosa sociedad
humana está llena de actividades pero no tiene una meta. Y nosotros mismos, ¿tenemos
una meta? Nuestra meta es el evangelio, y el evangelio es el Dios Triuno que se procesó
para ser el Espíritu que, en nosotros, es nuestra salvación, nuestra vida, nuestro
suministro de vida y todo el disfrute que necesitamos. ¡Qué maravilla y gloria dedicarse
absolutamente a propagar este evangelio! Yo me he dedicado exclusivamente a ello por
más de cincuenta años. ¡Aleluya por el evangelio! ¡Esto sí vale la pena!]

Predicar el evangelio es llevar a cabo la economía de Dios en la esfera de la vida divina. Muchos
de nuestros amigos, vecinos y familiares nunca han oído el evangelio y, por ende, no son salvos.
Su destino es la perdición eterna, en la que estarán sin Dios y sin esperanza alguna. Debemos
permitir que la vida en nosotros fluya hacia ellos mediante la predicación del evangelio. Haga una
lista de sus amigos, vecinos y familiares. Si usted no tiene muchos amigos, haga nuevos amigos en
la escuela. Ore en privado y con sus compañeros, por aquellos por quienes reciba una carga
específica. Su oración atará al diablo, quien los aprisiona, y los desatará para que vengan a formar
parte del Cuerpo de Cristo (Mt. 18:19). Luego, vaya a visitarlos en la autoridad de Cristo (Mt.
28:18) y predíqueles el evangelio, las buenas nuevas. Puede usar el folleto “El misterio de la vida
humana”, o cualquier otra literatura apropiada. Si ellos no creen, no discuta, simplemente
continúe orando por ellos. Si responden amistosamente a lo que usted les diga, puede deducir
que está tratando con hijos de paz (Lc. 10:6). Esto significará que la predicación suya ha generado
fe en ellos (Ro. 10: 17). Después, debe conducirlos al arrepentimiento, a invocar el nombre del
Señor, a orar y a creer. Después que oren, estarán listos para ser bautizados inmediatamente en el
Dios Triuno (Hch. 2:38; 8:36-38; 16:33; 22:16; Mt. 28:19). Debemos practicar esto cada semana.

III. NUTRIR A LOS QUE


RECIEN HAN CREIDO EN CRISTO

Los nuevos creyentes, una vez que han creído y han sido bautizados, son salvos (Mr.
16:16) y han nacido de Dios (Jn. 1:12) para ser miembros del Cuerpo de Cristo (1 Co.
12:12-13). Debido a que han sido regenerados por la palabra viva que permanece para
siempre, son ahora bebés que necesitan ser alimentados con la leche de la Palabra, a fin
de que puedan crecer (1 P. 2:2).

En primer lugar, necesitamos usar versículos tales como Juan 3:5-6; 4:23-24 y 1
Corintios 6:17 para mostrarles que el Espíritu Santo ha entrado al espíritu de ellos para
darles vida, y que estos dos espíritus se han mezclado como uno sólo. Desde ese
momento, ellos deben fortalecer este espíritu mezclado, su espíritu regenerado, al
invocar el nombre del Señor (1 Co. 12:3) y al orar (Ef. 6:18). En segundo lugar, debemos
usar versículos tales como Juan 6:63, 2 Timoteo 3:16, 1 Pedro 2:2 y Mateo 4:4 para
mostrarles que la palabra de Dios es Espíritu y vida y, por ende, puede suministrarse a
su espíritu regenerado en calidad de aire, bebida y comida espiritual. Ellos necesitan
orar-leer y leer la palabra de Dios todos los días para llenarse del Espíritu y crecer en la
vida divina. En tercer lugar, debemos usar versículos tales como Romanos 8:6 y Gálatas
5:16 para mostrarles que el sentir interno de la vida divina está en ellos, el cual proviene
del espíritu regenerado y mezclado. De ahí en adelante ellos necesitan vivir y andar por
el sentir de vida; es el sentir del espíritu regenerado y mezclado. Sentimos vida y paz
cuando actuamos conforme al espíritu. Pero percibimos muerte cuando actuamos
conforme a la carne.

Estos tres puntos son las tres rocas fundamentales que sirven de cimiento para la vida
cristiana. Los creyentes nuevos deben entender claramente estos tres asuntos y
practicarlos para ser confirmados en su fe. Hay muchos puntos adicionales que se
pueden compartir con los nuevos para ayudarles. El capítulo diecinueve del libro, La
manera bíblica de reunirse y de servir para edificar el Cuerpo de
Cristo, ofrece más ayuda al respecto.

IV. PERFECCIONAR A LOS NUEVOS EN SU FUNCION

Una vez que los nuevos estén más conformados en la fe, usted tiene que procurar
perfeccionarlos aún más. Debe enseñarles todo lo que usted ha aprendido (Mt. 28:20; 2
Ti. 2:2). Debe lograr que ellos sean tal como usted es: deben amar al Señor, observar el
avivamiento matutino, llevar una vida victoriosa, etc. En la medida que usted vaya
sembrando a Cristo en ellos como semilla de vida (Jn. 12:24), ellos crecerán hasta amar
al Señor tanto como usted. Si usted ha guardado su primer amor hacia el Señor, ellos
también lo experimentarán como su primer amor. Si usted se dedica de manera absoluta
a evangelizar, ellos harán lo mismo. Si usted ayuda a sus amigos a ser salvos, ellos
también podrán ayudar a sus propios amigos a recibir la salvación. Cualquier cosa que
usted sea intrínsecamente en cuanto a la vida, ellos lo serán. Y cualquier cosa en la que
usted es perfeccionado, ellos serán perfeccionados por usted en lo mismo (Ef. 4:11-12).
El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.
Tal vez usted puede decir lo mismo a sus nuevos, y si verdaderamente para usted el vivir
es Cristo (Fil. 1:21a), entonces para ellos también el vivir será Cristo. ¡Esto es
maravilloso! Usted será un pequeño apóstol, un pequeño evangelista, un pequeño
profeta, un pequeño pastor y maestro. Si practica esto por diez años, ciertamente tendrá
muchas experiencias de la vida divina y crecerá en ella. Después de diez años, alcanzará
la plena madurez, ya sea como apóstol, evangelista, profeta o pastor y maestro.

V. EDIFICAR EL CUERPO AL PROFETIZAR


EN LAS REUNIONES DE LA IGLESIA

El último paso que tiene que dar es profetizar y ayudar a los creyentes nuevos bajo su
cuidado a profetizar en las reuniones de la iglesia, a fin de edificar la iglesia, el Cuerpo
de Cristo. En 1 Corintios 14:4b dice: “El que profetiza edifica a la iglesia”. [Profetizar en 1
Corintios 14 no es predecir sino hablar por el Señor, proclamar al Señor e infundir al
Señor en otros por nuestro hablar, ministrándolo (impartiéndolo) a los demás. ¡Qué
hecho tan precioso y valioso es ministrar o impartir a Cristo en otros! Tenemos que
aprender a hablar de Cristo e impartirlo en otros.]

[En 1 Corintios se revela que necesitamos disfrutar a Cristo como nuestro todo. De
hecho, lo que disfrutemos producirá un resultado. En primer lugar, el disfrute de Cristo
conduce a nuestro crecimiento en vida y así produce los materiales necesarios para la
edificación de la iglesia (3:6, 9-14).] [El disfrute de Cristo también desarrolla los dones,
de los cuales el don de profecía es el más excelente, para que seamos activos en nuestra
función como miembros para edificar el Cuerpo de Cristo (1 Co. 14:1, 12, 39a). En
cualquier edificación, además de contar con los materiales apropiados, se requieren
ciertas destrezas, es decir, el desarrollo de ciertas funciones. Por consiguiente, el disfrute
de Cristo produce no sólo el crecimiento de la vida divina, sino también el desarrollo de
los diversos dones para desempeñar nuestras variadas funciones.] [Impartir a Cristo por
nuestro hablar, o sea, al profetizar, es el nivel más elevado al que se puede llegar en el
desarrollo de los dones como resultado de disfrutar al Señor.

Siempre que invocamos al Señor u oramos-leemos la palabra, obtenemos cierto disfrute


de Cristo y algunas experiencias en la vida divina. Es recomendable tomar nota de tales
revelaciones y experiencias. Quizás el sábado podríamos usar esas anotaciones para
redactar una profecía. También debemos ayudar a los nuevos a hacer lo mismo. Y el día
del Señor, cuando toda la iglesia se reúna, usted y los creyentes nuevos que están bajo su
cuidado, tendrán una revelación o un testimonio para compartir (1 Co. 14:26). Luego,
podrán profetizar o testificar conforme a lo que hayan anotado respecto de sus
experiencias con el Señor (Sal. 45:1). Al hablar usted por el Señor de esta manera,
edificará la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Así, estará derribando el sistema degradado que
nos divide en cleros y laicos, el mismo que el Señor aborrece (Ap. 2:6), y estará
interviniendo directamente en la edificación de la iglesia (Ef. 4:12). De esta manera, la
profecía (o predicción) del Señor: “Yo edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18), se estará
cumpliendo parcialmente por medio suyo.

Si usted y todos los santos que están en las iglesias se determinan a experimentar la vida
divina, a crecer en la vida divina, a hacer a un lado todo impedimento mediante su
arrepentimiento y confesión, a mantener un espíritu fuerte invocando el nombre del
Señor y orando, a ser enriquecidos con la palabra de Dios orando-leyendo, leyendo,
estudiando y memorizando, a hablar de Cristo todos los días en todo lugar y a todas las
personas, a llevar una vida cristiana normal diariamente y a experimentar una vida
normal de iglesia, entonces el Cuerpo de Cristo será edificado, el Señor regresará,
ustedes entrarán en el reino milenario como recompensa, y finalmente serán parte de la
Nueva Jerusalén por la eternidad. ¡Aleluya! Este es el fruto final que la vida divina
produce. Debemos alabar al Señor por ser la vida divina, eterna e indestructible en
nosotros, la cual produce estos maravillosos resultados. ¡Alabado sea el Señor!

Preguntas

1. ¿Cuáles son los cinco pasos para llevar una vida normal de iglesia?
2. Defina el evangelio. ¿Es el evangelio la meta de su vida?
3. ¿Cuáles son las tres rocas fundamentales que sirven como cimiento para la vida
cristiana? ¿Puede citar dos versículos para cada una?
4. ¿En qué ha sido usted perfeccionado? ¿Ha perfeccionado a otros en eso mismo?
5. Escriba una profecía de cincuenta palabras acerca de esta lección y compártala con su
grupo.

Citas tomadas de las


publicaciones de Lee y del LSM

1. Living Uniquely for the Gospel [Vivir exclusivamente para el evangelio], págs.
31-32.
2. Luz adicional con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo, págs.
8-9.

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