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Libro de Lecciones, Nivel 4 La Vida Conocer y Experimentar La Vida Divina
Libro de Lecciones, Nivel 4 La Vida Conocer y Experimentar La Vida Divina
La vida—
Conocer y experimentar la vida divina
CONTENIDO
Este libro forma parte de una serie de lecciones orientadas a enseñar la verdad
específicamente a estudiantes de secundaria y preparatoria en nuestras “escuelas de la
verdad”. Los libros pueden variar en cuanto a estilo y formato, debido a que fueron
escritos durante un período de varios años.
Este es el cuarto libro de dicha serie. Todas las lecciones están basadas en escritos
recopilados de los hermanos Watchman Nee y Witness Lee, aunque no fueron revisados
por ellos.
En los libros anteriores, hemos tratado los temas de la salvación completa que Dios nos
otorga, el Dios Triuno y la Persona y obra de Cristo, y los dos Espíritus: el Espíritu
divino y nuestro espíritu humano. El tema del presente volumen es la vida divina, la cual
es la esencia intrínseca de todo lo que se revela en la Biblia. La salvación completa sólo
puede llevarse a cabo por medio de la vida divina y en la esfera de la misma. Nuestro
Dios, el Dios Triuno, es viviente y desea impartirse a nosotros en la Persona de Cristo,
quien es nuestra vida. La relación que existe entre el Espíritu Santo y nuestro espíritu
humano está absolutamente relacionada con la vida divina y está completamente en la
esfera de la vida divina. Por lo tanto, la vida divina es un factor crucial en lo que se
refiere a la economía de Dios. Esa vida divina y eterna la debemos conocer completa y
minuciosamente, así como experimentarla a cabalidad.
El título de cada lección establece el tema que se tratará en ella. Los versículos que
aparecen en la lectura bíblica se pueden leer u orar-leer. El bosquejo provee una visión
general de cada lección y es muy provechoso leerlo antes de empezar la lección. El texto
de la lección sigue la estructura del bosquejo. Las citas que aparecen entre corchetes [ ]
son citas textuales tomadas de las publicaciones de los hermanos Watchman Nee y
Witness Lee. Las preguntas al final de cada lección tienen el propósito de ayudar al
alumno a entender y asimilar la lección. Además, se incluye una lista de libros con su
autor, casa publicadora y número de página de todo el material citado. Finalmente, se
provee otra lista de libros como referencia adicional para los diferentes temas de cada
lección. El nombre “Nee” se refiere al hermano Watchman Nee, y el nombre “Lee”, al
hermano Witness Lee. Las siglas “LSM” significan Living Stream Ministry.
Las citas bíblicas del Antiguo Testamento fueron tomadas del Texto Revisado o de la
versión Reina Valera 1960, y para los versículos del Nuevo Testamento, se usó la Versión
Recobro.
El libro de lecciones no reemplaza la Biblia; más bien, se basa en ella. Este libro es
simplemente una serie de lecciones basadas en la Biblia, que nos ayuda en el estudio de
la misma. No lo use como fuente de autoridad para respaldar las verdades o enseñanzas
bíblicas. Antes bien, debe utilizar la propia Biblia como el único fundamento, es decir,
que debe citar específicamente el libro, capítulo y versículo bíblico que apoyan lo que se
afirma. También debe adiestrarse en cómo combinar los versículos afines relacionados
con el tema. Invierta el tiempo necesario para conocer la Palabra de Dios y citarla con
certeza.
La esencia de la Palabra de Dios es el Espíritu; por ende, siempre que acudamos a ella
debemos usar nuestro espíritu, y la mejor manera de hacerlo es orar. Debemos orar
antes, durante y después de estudiar el libro de lecciones. También es importante tener
comunión con otros mientras estudiamos. No es suficiente leer para uno mismo sin
tener comunión con otros creyentes. La comunión del Cuerpo es necesaria y nos ayuda a
obtener la visión celestial.
Sugerencias para efectuar la escuela de la verdad
Se sugiere que la escuela de la verdad tenga una duración de seis semanas. Cada semana
podía dividirse en cuatro días y en cada día se podrían asignar tres horas de estudio, lo
cual daría un total de veinticuatro días, con tres horas cada día. Esto proveerá suficiente
tiempo para orar, preparar las lecciones y tener comunión. Recomendamos que cada
estudiante desarrolle el hábito de escribir profecías basadas en cada una de las
lecciones, y que profetice, es decir, que hable de parte de Cristo, que proclame a Cristo
cuando habla a los demás. Cada estudiante debe esforzarse por experimentar individual
y corporativamente lo que vaya aprendiendo.
Hemos orado y continuaremos orando por ustedes, para que disfruten de la Escuela de
la Verdad, avancen en el pleno conocimiento de la verdad y sean edificados en su
localidad. ¡Amén!
Junio de 1990
Paul Hon
Pleasant Hill, California
Lección uno
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Existen tres palabras griegas que significan vida. La primera palabra es zoé, que alude a
la vida de Dios, la cual es divina, eterna, increada e indestructible. Todo hombre puede
recibir esta vida en su espíritu, el cual fue creado por Dios. La segunda palabra es
psujé, que se refiere a la vida del alma, la cual fue creada por Dios. La tercera, es bíos,
que es la vida física del hombre, también creada por Dios. Una persona salva posee estas
tres clases de vida; en cambio, un incrédulo sólo tiene psujé y bíos.
Aunque existen tres clases de vida para el hombre, en realidad, sólo la vida de Dios es
verdaderamente vida. Las otras dos clases de vida: psujé y bíos, son simplemente la
vida creada, la cual es frágil y temporal. Sólo la vida de Dios es divina, eterna e
indestructible. Dicha vida ya existía antes de todas las cosas y permanecerá aún después
de que todas las cosas dejen de existir.
[En 1 Juan 5:12 leemos: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de
Dios no tiene la vida”. Juan 3:36 también dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que no obedece al Hijo no verá la vida”. Estos dos versículos de la Biblia afirman
que si un hombre no tiene la vida de Dios, no tiene vida. Esto muestra que a los ojos de
Dios, sólo Su vida es verdadera vida. Aparte de ella, ninguna otra clase de vida puede
considerarse verdadera vida. Únicamente la vida de Dios es divina y eterna.]
Sólo la vida zoé es divina; no así la vida psujé ni la bíos. [¿Qué significa la palabra
“divina”? Significa ser de Dios, tener Su naturaleza divina, la cual lo trasciende todo y es
distinta a todo. Únicamente Dios es verdadero Dios, sólo El posee la naturaleza de Dios
y sólo El lo trasciende todo y es distinto a todo; por consiguiente, sólo El es divino. La
vida de Dios es Dios mismo (más adelante desarrollaremos este tema), y por ende, posee
la naturaleza divina.] Por lo tanto, sólo la vida de Dios es divina; cuando tenemos esta
vida, tenemos la persona divina de Dios.
Esta vida es eterna; por eso, numerosos versículos contienen el término “vida eterna”
(Jn. 3:15-16). [¿Qué significa eterno? Significa increado, es decir, que no tiene principio
ni fin, que existe por sí mismo y para siempre, y que su esencia es inmutable. Dios es el
único ser que no fue creado, sólo El existe “de eternidad a eternidad” (Sal. 90:2, heb.), es
decir, que no tiene principio ni fin.]
Aunque esta vida es divina y eterna, ha venido a la humanidad en el tiempo. Vino por
medio de Jesucristo para ser nuestra vida. El Señor dijo en Juan 10:l0b: “Yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Por causa de nuestros
pecados, El tuvo que morir para obtener nuestra redención. Luego, en resurrección,
llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para impartir vida a los que creemos.
Desde entonces, los creyentes tenemos Su vida, y podemos experimentarla diariamente.
La vida de Dios no entra en nosotros sólo para permanecer allí; sino también para
producir la vida cristiana, que es piadosa, es decir, que expresa lo que Dios es, y tiene la
victoria sobre el pecado, el mundo, la carne, el yo, la vida natural y el individualismo.
Esta vida, según Juan 15, también lleva fruto, o sea, es infundida en otros por medio de
la predicación del evangelio. Como resultado, la iglesia, en conformidad con el propósito
y norma de Dios, será edificada. Finalmente, esta vida producirá la Nueva Jerusalén, la
cual es la mezcla del Dios Triuno procesado y el hombre tripartito escogido, redimido,
regenerado y transformado. La Nueva Jerusalén estará en la esfera de la vida, estará
llena de vida y expresará la vida por toda la eternidad. ¡Aleluya!
C. Mantener esta vida
Ya que esta vida es tan maravillosa y crucial para nosotros los creyentes, debemos
esforzarnos por cuidarla y preservarla a cualquier precio. Debemos dejar todo aquello
que nos impida crecer en esta vida. También necesitamos ejercitarnos en todas las
prácticas vitales tales como: invocar el nombre del Señor, leer la Palabra, orar, orar-leer,
alabar, tener comunión, etc. Cuando practicamos esto, disfrutaremos esta vida día tras
día, desde la mañana hasta la noche. Si experimentamos esta vida en nuestro vivir
cotidiano, esto nos dará la fuerza para vencer toda situación negativa que se nos
presenta en la escuela y en el hogar, y nos hará estudiantes e hijos apropiados. No
necesitamos esperar hasta que maduremos o hasta que el Señor regrese para
experimentar esta vida. Podemos crecer hoy al ocuparnos de esta vida. De este modo,
cumpliremos el propósito eterno de Dios, que es la edificación de Su iglesia (Ef. 4:16b).
Preguntas:
1. ¿Cuáles son las tres palabras griegas que denotan vida, y cuáles son sus significados?
2. ¿En qué sentido es la vida de Dios eterna? ¿Cuáles son sus tres características?
3. ¿Por qué únicamente la vida de Dios es verdadera vida?
4. Busque uno o dos versículos que se refieran a cada clase de vida.
5. Cite versículos que digan cómo podemos experimentar esta vida y crecer en ella.
1. Versión Recobro, 1 Jn. 1:2, nota 3; Jn. 10:11, nota 1; Ro. 5:17, nota 3; He. 7:16, nota
1; 1 P. 1:3, nota 4.
2. El conocimiento de la vida, págs. 9-10.
3. Estudio-vida de Hebreos, págs. 416-419.
4. Life-study of First John [Estudio-vida de 1 Juan], págs. 33-34.
Lección dos
Bosquejo
Texto
[En Juan 14:6 el Señor Jesús dijo que El es la vida. Después de declarar esto, desde el
versículo 7 hasta el 11, dio a conocer a los discípulos que El y Dios eran uno (y al afirmar
esto, el propio Dios era quien hablaba en El). Jesús es Dios hecho carne, Dios en la carne
(Jn. 1:1, 14; 1 Ti. 3:16). Cuando El declara que El es la vida, es Dios mismo quien lo dice.
Por consiguiente, Sus palabras muestran que la vida es, verdaderamente, Dios mismo.
Estrictamente hablando, cuando recibimos vida, no sólo recibimos la vida de Dios, sino
a Dios mismo como vida. Dios no solamente nos dio Su vida, sino que El mismo vino a
nosotros para ser nuestra vida. Ya que Dios mismo es la vida, Su vida es Su propio ser.
Entonces, ¿qué es la vida? Es Dios mismo. ¿Y qué significa tener esta vida? Implica
tener al propio Dios. ¿Qué quiere decir expresar esta vida en nuestro diario vivir?
Significa expresar y vivir a Dios mismo. La verdadera vida y Dios mismo no difieren en
lo más mínimo. Si fuera así, ella no podría realmente llamarse vida. Debemos entender
esto claramente. No es suficiente saber que tenemos la vida; además, debemos entender
que esta vida, que está en nosotros, es Dios mismo. Tampoco es suficiente saber que
debemos experimentar esta vida; más bien, debemos darnos cuenta de que la vida que
debemos expresar en nuestro diario vivir, es Dios mismo.]
Dios es amor y luz, El es santo y justo. Cuando tenemos a Dios como nuestra vida, Dios
mismo llega a ser nuestra vida, y lo podemos expresar como amor, luz, santidad y
justicia. Cuando tenemos a Dios como nuestra vida, no odiamos a nuestros enemigos;
más bien, los amamos (Mt. 5:44). No andamos en tinieblas ni practicamos cosas ocultas
ni vergonzosas (2 Co. 4:2), sino que andamos en la luz, así como El está en luz (1 Jn.
1:7). No somos mundanos, sino santos; estamos separados del mundo y llenos de la
naturaleza santa de Dios (2 P. 1:4; 1 Ts. 5:23). No somos injustos, sino que somos la
propia justicia de Dios (2 Co. 5:21). Esto es maravilloso. Dios puede ser vida en nosotros
a fin de que seamos todo lo que Dios es.
Dios es la vida, y esto es maravilloso. Pero, ¿cómo es posible que pecadores caídos como nosotros
podamos tocar a Dios y recibirlo como vida? Dios hizo esto posible, al venir a nosotros en Su Hijo
Jesucristo. La Biblia revela que Dios se hizo carne en Cristo (Jn. 1:1, 14). Ya que Cristo es Dios
(He. 1:8), El tiene la vida de Dios (Jn. 1:4); por tanto, El también es la vida (1 Jn. 5:12). El Señor
declaró varias veces que El es la vida (Jn. 11:25; 14:6), y que vino a esta tierra para que nosotros
tuviéramos vida (Jn. 10:10). Por consiguiente, los que hemos creído en El y le hemos recibido, lo
tenemos como nuestra vida (Col. 3:4).
[Así como la vida es Dios mismo, así también la vida es Cristo. Y del mismo modo que al tener la
vida, tenemos a Dios mismo, así también, al tener esta vida tenemos a Cristo. Ya que
experimentar Su vida significa experimentarle a Él, así también, experimentar esta vida también
es experimentar a Cristo. Así, igual que la vida divina no difiere en lo más mínimo de Dios,
tampoco difiere en nada de Cristo. Si la más leve desviación de Dios nos aleja de la vida, esta
misma desviación también nos aleja de Cristo. Esto se debe a que Cristo es Dios mismo como
vida. Por medio de Cristo y en Cristo, Dios se manifiesta en nosotros como vida. En conclusión,
Cristo es la vida divina, y esta vida es Cristo.]
Sin Cristo, no tenemos a Dios ni tampoco tenemos vida (Ef. 2:12; 1 Jn. 5:12). Al recibir a Cristo,
recibimos a Dios como vida. Entonces, todas las riquezas de Dios, las cuales están en Cristo,
vienen a ser nuestras, para que las disfrutemos diariamente.
En Juan 14:6, después de que el Señor Jesús declaró que El es la vida, dio a conocer a
Sus discípulos que no sólo El y Dios eran uno (vs. 7-11), sino que el Espíritu Santo y El
también lo eran (vs. 16-20). En los versículos 16 y 17, el Señor hizo alusión al Espíritu
Santo al hablar de Él en tercera persona, pero en el versículo 18 cambió de la tercera
persona a la primera al decir: “Vengo a vosotros”. Este cambio de persona implica que el
Señor estaba revelando que Aquel de quien hablaba en los versículos 16 y 17, o sea, el
Espíritu Santo, era El mismo. En los versículos del 7 al 11, el Señor manifestó que El era
la corporificación de Dios, es decir, que El está en Dios, y Dios está en El. Por ende, el
hecho de que El sea vida significa que Dios mismo es vida. Además, en los versículos del
16 al 20, El reveló que el Espíritu Santo es Su misma corporificación, Su otra forma; y
que cuando Su presencia física nos deja, este Espíritu de realidad, quien es El mismo en
otra forma, la del Consolador, entra en nosotros y mora con nosotros. Este Espíritu que
vive en nosotros y mora con nosotros es Su misma persona, Su propio ser, que vive en
nosotros como vida, para que podamos vivir. Por lo tanto, estos dos pasajes muestran
que debido a que Dios está en El y que El es el Espíritu Santo, El mismo es la vida. Dios
está en El cómo vida, y El es el Espíritu Santo como vida.]
En 1 Corintios 15:45 dice que “el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante”. El postrer
Adán es el Señor Jesús, quien fue crucificado para terminar con la raza adámica caída.
En Su resurrección, El llegó a ser el Espíritu vivificante; así que, todo lo que Cristo ha
recibido del Padre, está ahora en el Espíritu. Este Espíritu se llama el Espíritu de vida en
Romanos 8:2. Como tal, El puede liberarnos de la ley del pecado y de la muerte.
Además, El es también vida en nuestro espíritu, quiere ser vida en nuestra mente y
desea incluso impartir vida en nuestros cuerpos mortales (Ro. 8:10, 6, 11).
[En resumen, la vida es el Dios Triuno. Sin embargo, para nosotros esta vida no es el
Dios Triuno que está en los cielos, sino el Dios Triuno que fluye a nosotros. Este fluir del
Dios Triuno indica que Su contenido, que es El mismo, primero fluyó a través de Cristo,
y luego fluyó como Espíritu para que lo recibiéramos como vida. Así que, cuando
tocamos a Dios en Cristo, quien es el Espíritu, tocamos la vida misma, porque la vida es
Dios en Cristo, quien es el Espíritu.]
Preguntas
Lección tres
TRES VIDAS Y CUATRO LEYES
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Para entender más acerca de la vida divina y de cómo experimentarla, debemos conocer
las tres clases de vida que hay en el hombre. Ciertamente el hombre es muy complejo.
Los animales tienen un solo tipo de vida, pero nosotros tenemos tres. Esto prueba
rotundamente que el hombre no es un animal. El ser humano está constituido de tres
partes: cuerpo, alma y espíritu. A cada una de ellas le corresponde un determinado tipo
de vida.
La vida que está en el alma del hombre es la vida humana creada. Esta vida fue
depositada en el hombre cuando Dios lo creó. [Cuando Dios formó al hombre del polvo
de la tierra, sopló en él el aliento de vida y “fue el hombre un ser [alma, heb.] viviente”
(Gn. 2:7). Esto significa que la vida humana que el hombre obtuvo cuando fue creado, se
halla en el alma.]
El alma consta de tres partes: la mente, que es el órgano para pensar; la parte emotiva,
que nos permite amar u odiar; y la voluntad, que nos capacita para tomar decisiones.
Dios creó el alma en el hombre con el fin de que éste lo exprese.
La intención de Dios al crear al hombre fue que éste lo expresara. Para lograr esto, Dios
tiene que entrar al espíritu del hombre para ser su vida. La vida de Dios está
representada por el árbol de la vida (Gn. 2:9). Antes de que el hombre recibiera a Dios
en su espíritu, fue engañado por Satanás y así recibió la vida maligna en su cuerpo (Gn.
3:1-6). Tal vida satánica está representada por el árbol del conocimiento del bien y del
mal (Gn. 2:9).
[En aquel día, Adán, habiendo sido engañado por Satanás, comió del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Desde entonces, la vida satánica entró en el hombre,
causando su corrupción. Así que, además de su propia vida original, creada por Dios, el
hombre recibió la vida caída de Satanás.
Cuando Adán pecó y cayó, no sólo ofendió a Dios al actuar de una manera pecaminosa,
sino que, peor aún, él mismo fue envenenado por Satanás, lo cual causó que la vida del
hombre se contaminara y corrompiera.]
Romanos 5:12 dice que “el pecado (la vida maligna de Satanás) entró en el mundo por
medio de un hombre (Adán)”. De esta manera, todos los hombres fueron constituidos
pecadores (Ro. 5:19). Ahora el hombre peca debido a que es un pecador, y está
completamente bajo la condenación de Dios (Ro. 5:16).
¡Alabado sea el Señor porque no todo está perdido! A pesar de que la condición del
hombre se volvió tan miserable, Dios es lo suficientemente sabio y poderoso para
salvarlo. Por tanto, Dios en el Hijo se hizo carne, esto es, un hombre genuino (Jn. 1:1, 14;
He. 2:14a), cuyo nombre es Jesús (Mt. 1:21). El llevó una vida humana perfecta y sin
pecado (He. 4:15). Luego, fue a la cruz y murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), y en la
cruz dio muerte a la vida maligna de Satanás que estaba en nosotros (Jn. 3:14; He.
2:14b). Ahora, todos los que creímos en El, hemos recibido Su vida divina y eterna en
nuestro espíritu (Jn. 3:15).
Por medio del pecado que Adán cometió en el huerto del Edén, Satanás inyectó su vida
maligna en la carne. Pero mediante el acto de justicia de Cristo, nosotros los que hemos
creído, estamos bajo la justificación de vida (Ro. 5:18). Ya no estamos bajo condenación,
sino bajo la vida. A pesar de que fuimos dañados por la vida maligna de Satanás, ahora
somos salvos en la vida divina y eterna de Dios (Ro. 5:10b).
[Damos gracias al Señor porque la vida que nosotros los salvos tenemos hoy día no se
limita a la vida humana y la vida satánica; más bien ya tenemos también la vida de Dios.
Así como Satanás, por medio de su sedición, inyectó su vida corrupta en nosotros, lo
cual nos unió a él, nos derrotó, e hizo que poseyéramos todas las características
malignas de su naturaleza, así también Dios, al librarnos, introdujo Su vida en nosotros,
lo cual nos une a Él, nos recobra, y hace que poseamos toda la bondad divina de Su
naturaleza. Así que, tanto en la caída como en la salvación el asunto crucial es la vida
que se recibe.]
La vida que nosotros los salvos tenemos es más compleja que la de los incrédulos,
porque ellos solamente tienen dos clases de vidas, pero nosotros tenemos tres: la vida
del hombre, la de Satanás y la de Dios. Los creyentes somos como un huerto del Edén en
miniatura, porque tenemos dentro de nosotros los mismos tres elementos que estaban
en el huerto. Diariamente tenemos que elegir entre disfrutar y vivir por la vida divina y
eterna de Dios en nuestro espíritu, o vivir por la vida de Satanás en nuestra carne. Cada
vez que escogemos vivir por la vida divina y eterna, experimentamos dicha vida y
crecemos en ella. ¡Jóvenes, elijan la vida!
Somos más complejos de lo que imaginamos. Pues además de las tres clases de vida que
tenemos como creyentes, estamos regidos por cuatro leyes que operan en nosotros.
[Cada una de las tres vidas que poseemos, tiene una ley. Por lo tanto, no sólo existen tres
tipos de vida en nosotros, sino también tres leyes que pertenecen a estas tres vidas. Y
además de estas tres leyes que hay en nosotros, tenemos una cuarta ley, la ley de Dios, la
cual se halla fuera de nosotros. Por consiguiente, por dentro y por fuera, se hallan un
total de cuatro leyes. Esto es lo que revela Romanos 7 y 8.] Excepto por la ley de Dios
que está fuera de nosotros, las tres leyes que hay en nuestro interior no son ordenanzas,
sino principios que operan y funcionan automáticamente en estas vidas distintas.
[La ley de Dios, escrita en tablas de piedra, fue dada por Dios a los hombres por medio
de Moisés durante los tiempos del Antiguo Testamento. Esta es una ley que se encuentra
fuera de nosotros. La ley de Dios se compone de Sus estatutos, y su naturaleza es santa,
justa y buena. Esta ley, al hallarse fuera de nosotros, nos permite saber lo que Dios
condena y lo que justifica; también demanda que rechacemos lo que Dios condena y que
hagamos lo que El justifica, a fin de que seamos conformados a los estatutos divinos, los
cuales son santos, justos y buenos.] A pesar de que la ley de Dios es buena, no tiene
poder para ayudarnos a ser también buenos, debido a que está debilitada por causa de
nuestra carne de pecado (Ro. 8:3). Por medio de la ley podemos conocer lo que Dios es y
lo que El desea; sin embargo, no estamos capacitados para cumplirla.
[La ley del bien, que se encuentra en nuestra mente, procede de la vida humana creada
por Dios, la cual es buena por naturaleza, y corresponde fielmente a la naturaleza de la
ley de Dios, la cual está fuera de nosotros. Esta ley externa crea en nosotros, es decir, en
nuestra mente, el deseo de hacer el bien. Especialmente cuando la ley de Dios, la cual
está fuera de nosotros, exige que seamos buenos, la ley del bien nos da el deseo de hacer
el bien.]
La ley del bien desea practicar lo que corresponde a la ley de Dios (Ro. 7:15), está de
acuerdo con la ley de Dios (Ro. 7:16) y se deleita en dicha ley (Ro. 7:22). Sin embargo,
cuando la ley del bien trata de hacer el bien, la ley del pecado, que mora en la carne, se
rebela contra ella (Ro. 7:11, 23). De manera que, la ley del bien es ineficaz para hacer el
bien y así cumplir con las exigencias de la ley de Dios.
[La ley del pecado, que mora en los miembros, proviene de la vida caída y maligna de
Satanás. Ya hemos dicho que debido a que Adán cayó por haber pecado, es decir, por
haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de Satanás
entró en el hombre. En esta vida satánica está contenida la ley del mal, es decir, la ley
del pecado que mora en los miembros. Puesto que la vida de Satanás es maligna, la ley
que proviene de su vida espontáneamente hace que el hombre peque y haga el mal.]
Esta ley es más poderosa que la ley del bien que mora en nuestra mente. Aunque nos
esforcemos por hacer el bien, no podemos cumplir la ley de Dios (Ro. 7:17-23). Por lo
tanto, necesitamos ser salvos y liberados de la esclavitud de la ley del pecado (Ro. 7:24).
¡Alabado sea el Señor porque El vino para que tuviéramos vida (Jn. 10:10)! Por Su vida
somos salvos (Ro. 5:10b). “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la
ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). [La ley del Espíritu de vida proviene del
Espíritu de vida que está en nuestro espíritu, y de la vida increada y divina de Dios.
Cuando recibimos al Señor y fuimos salvos, el Espíritu de Dios, junto con la vida de
Dios, entró en nuestro espíritu y se mezcló con éste, para ser en nosotros el Espíritu de
vida. En la vida de este Espíritu se halla una ley que es la ley del Espíritu de vida, es
decir, la ley de vida.]
Preguntas
1. Mencione las tres partes del hombre y la clase de vida que corresponde a cada una de
ellas.
2. En Romanos 7 y 8 se mencionan cuatro leyes, busque un versículo que se relacione con
cada una de ellas.
3. ¿Cuál es la ley que tiene la vida más alta y el poder más elevado, la cual nos capacita para
llevar una vida cristiana victoriosa?
4. Comparta una experiencia acerca de cómo la ley del Espíritu de vida opera en usted.
5. Busque dos versículos que hablen acerca de las partes del hombre.
Lección cuatro
LA LEY DE VIDA Y LA LUZ DE VIDA
Lectura bíblica
Bosquejo
I. La ley de vida
A. La definición de la ley de vida
B. La función de la ley de vida
C. El deseo de Dios se cumple por la ley de vida
II. La luz de vida
A. La vida proviene de la luz
B. La luz está en la Palabra de Dios
C. La luz es el sentir interior de vida
D. La manera de ser iluminados
Texto
I. LA LEY DE VIDA
El término “la ley del Espíritu de vida”, presentado en Romanos 8:2, es usado
únicamente en este pasaje de la Biblia. Sin embargo, el concepto se revela en otros
versículos, tales como Hebreos 8:10 y 10:16, Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:25-28. La ley
de vida en nosotros comenzó a operar cuando fuimos regenerados. La regeneración
consiste en que recibamos la vida de Dios en nuestro espíritu, la cual conlleva la ley de
vida.
[Una ley es un reglamento natural, una norma constante e inmutable. La ley que opera
en una vida es la característica natural o función innata y automática de esta clase de
vida. Cuanto más elevada sea esta vida, más alta será su correspondiente ley. De aquí
que, la ley de la vida divina es la característica natural, la función innata y automática de
la vida de Dios, y puesto que esta vida es la más elevada, su ley es la más alta. Esta ley de
vida tan elevada es la función u operación de la vida divina. Dicha función u operación
es innata, espontánea, natural y automática.
Cualquier tipo de vida, ya sea vegetal, animal, humana o divina, posee una función.
Todo lo que no tiene una función, en realidad no es vida. Tomemos el ejemplo de un
árbol de durazno. Su función es florecer y producir duraznos. Del mismo modo, un
perro posee la habilidad de ladrar, y un gato, la de atrapar ratones. Cada vida tiene una
función automática e innata, y dicha función es la ley de esa vida. En tanto un árbol de
durazno tenga vida, ciertamente producirá duraznos. No es necesario que el agricultor le
enseñe cómo hacerlo, diciéndole: “Pequeño árbol de durazno, mi deseo es que
produzcas duraznos. Eso es lo que quiero que hagas”. Si el árbol de durazno pudiera
hablar, diría: “Caballero, váyase a su casa a descansar. No es necesario que me enseñe lo
que debo hacer. ¿Acaso no sabe que mi propia vida posee la ley que produce duraznos?
Hay una ley en mi vida que me impide producir otro tipo de fruto. Esta ley me hace
producir duraznos, justamente el fruto que usted desea”. De la misma manera, un gato
atrapa ratones, porque en su vida está la ley que lo hace atrapar ratones, y un perro
ladra, porque en su vida está la ley de ladrar. ¿Qué es la ley de vida? Es la función innata
y automática de la vida divina. Esta vida es viviente, activa y dinámica. Siempre está
activa y opera conforme a la ley automática de la vida.]
Debemos recordar que esta vida, igual que esta ley, es una persona: el propio Dios
Triuno. [La ley del Espíritu de vida es precisamente el Dios Triuno que está en nosotros
funcionando, operando, moviéndose y ungiéndonos. El es nuestra ley de vida.]
C. El deseo de Dios se
cumple por la ley de vida
La ley de vida es un regalo maravilloso que hemos recibido de Dios nuestro Padre. Esta
ley produce en nosotros todo lo que Dios desea.
[Dios no es solamente nuestro Dios, sino también nuestro Padre. El desea ser nuestro
Dios según la ley de vida. Por otra parte, nosotros no somos solamente criaturas de
Dios, sino también Sus hijos. Por lo tanto, El desea que seamos Su pueblo, conforme a la
ley de vida. El no sólo desea ser nuestro Dios según la ley externa de la letra, sino
también nuestro Padre, conforme a la ley de vida en nuestro interior. La observancia de
la ley externa de la letra no puede satisfacer el deseo de Dios. Podemos agradarlo
solamente si vivimos de acuerdo con la ley de vida en nuestro interior. El no sólo desea
que seamos Sus criaturas, carentes de Su vida, sino que también seamos Sus hijos,
aquellos que poseen Su vida. Así que, El quiere que seamos Su pueblo, conforme a la ley
de vida, o sea, que vivamos conforme a la ley de vida en nuestro interior y no según la
ley externa de la letra. La relación que exista entre Él y nosotros debe ser una relación en
la ley de vida. La letra de la ley sólo trae la muerte, pero la ley de vida trae la vida, y
solamente ésta puede satisfacer el deseo divino.]
En Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Y en Juan
8:12 Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida”. Vemos que la luz está estrechamente relacionada con
la vida.
[La Biblia entera revela que la vida proviene del resplandor de la luz. Cuando la luz
brilla, se produce la vida. Donde hay luz, existe vida. La cantidad de vida está en
proporción directa con la cantidad de luz. En Génesis 1 y 2 se narra que antes de que
Dios iniciara Su obra de recobro, la tierra se encontraba vacía y en tinieblas, lo cual
significa que estaba llena de muerte, pues la oscuridad es el símbolo de la muerte. Así
que, el primer paso en la obra de Dios fue enviar la luz. Cuando vino la luz, ésta acabó
con la muerte, que era el producto de la oscuridad, y comenzó a producir vida. Por
consiguiente, la vida viene de la luz, es decir, que proviene de la luz.
Existe una línea de vida a través de toda la Biblia, y la luz va juntamente con esta vida.
Donde hay luz, hay vida. Este es un principio importante en la Biblia. Salmos 36:9 dice:
“Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz vemos la luz”. Esto también
indica la relación que existe entre la vida y la luz. La vida siempre sigue a la luz y
solamente la luz puede producir la vida.]
[Hemos dicho que la vida reside en la luz, pero ¿dónde reside la luz? En la Biblia vemos
que la luz reside en la Palabra de Dios. Esto también es un principio bíblico de suma
importancia. Salmos 119:105 dice: “Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi
camino”. Y el versículo 130 añade: “La exposición de Tus palabras alumbra”. Estos
versículos muestran que la luz reside en la Palabra de Dios. Cuando tomamos la Palabra
de Dios, obtenemos la luz. Carecemos de luz porque no acudimos a la Palabra.
Lo que somos en nosotros mismos es muy distinto a lo que El es. El ama, y nosotros
odiamos. El es santo, y nosotros somos mundanos, El es justo, y nosotros somos
injustos. Ante El, somos puestos en evidencia, debido a lo que somos, pues somos
completamente lo opuesto a lo que El es. Sabemos esto por el sentir interior de vida. Por
ejemplo, cuando criticamos a un hermano o bromeamos sin consideración, no es el
Señor quien hace esto, sino la ley del pecado en nuestra carne. Entonces sentimos de
inmediato que hemos hecho mal. Este sentir no es otra cosa que la luz, el sentir de vida
interior. ¿Qué debemos hacer cuando esto ocurre? Lo que debemos hacer es decir: “Oh,
Señor Jesús, perdóname. Eso que dije no provino de Ti. Lléname de Tu persona”. En
cuanto oramos en concordancia con lo que la luz nos hizo ver; el Señor nos perdona, nos
limpia y crece en nosotros, a fin de conformarnos a la imagen de Cristo.
Primero, debemos anhelar ser iluminados por Dios. Dios está en nosotros, y El siempre
está brillando. Si no hacemos caso a la luz o si nos negamos a aceptar su veredicto, es
evidente que no anhelamos ser iluminados. Sin embargo, si deseamos la luz, la
aceptaremos y la recibiremos y, como resultado, seremos iluminados.
Segundo, debemos abrir nuestro ser al Señor y volvernos a Él. En 2 Corintios 3:16 se nos
dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Cuando invocamos
Su nombre, oramos o leemos Su Palabra, nos estamos volviendo al Señor y, sin duda, El
nos alumbrará. Pero cuando nuestro corazón se distrae con otras cosas; nos internamos
en la oscuridad y es probable que, lejos de expresar al Señor, lleguemos incluso a hacer
cosas en contra de Él.
Tercero, debemos aceptar el veredicto de la luz. Cuanto más argüimos en su contra, más
permanecemos en tinieblas, y el sentir de muerte se extiende. Si el Señor le redarguye a
usted por haber discutido con su madre, no debe argumentar que fue ella quien le
provocó. Simplemente confiese en concordancia con la luz recibida, y el Señor le
perdonará y crecerá en usted.
Si aprendemos a experimentar la vida por medio de la luz, creceremos en Cristo en
todas las cosas, y Dios será expresado a través de nosotros.
Preguntas
Lección cinco
EL CRECIMIENTO DE LA VIDA DIVINA
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
La vida cristiana está integralmente vinculada a la vida divina. Ser regenerados consiste
en recibir la vida de Dios en nuestro espíritu. Desde ese momento, debemos crecer en
vida diariamente hasta alcanzar la plena madurez de la vida divina. Debido a que éste es
un proceso diario que nos toma toda la vida, es menester que ahora pongamos toda
nuestra atención en este asunto tan crucial. Primero, debemos ver qué es lo que las
personas generalmente confunden con el crecimiento de la vida divina; segundo,
necesitamos conocer el verdadero significado del crecimiento de la vida divina; y
tercero, debemos saber cómo podemos crecer en la vida divina.
Aunque es cierto que necesitamos conocer más del Señor en Su Palabra; sin embargo,
dicho conocimiento no necesariamente proviene de la vida. [Aunque un creyente
experimenta cierto crecimiento al adquirir conocimiento espiritual escuchando
mensajes de la Palabra de Dios, conociendo más verdades, entendiendo mejor la Biblia y
comprendiendo más términos espirituales, el crecimiento de la vida no consiste en esto.
La adquisición de tal conocimiento solamente hace que su mente se desarrolle, que se
haga más versado, y que su comprensión y habilidad intelectual se incremente. Pues,
esto no significa que el Espíritu Santo le haya dado más revelación interior, ni que la
vida haya ganado más terreno en su ser, haciéndolo crecer en el conocimiento verdadero
y en la experiencia de Cristo como vida. Antes bien, sólo es un aumento de
conocimiento, lo cual causa que el hombre se envanezca (1 Co. 8:1). Este tipo de
conocimiento no tiene ningún valor delante de Dios (1 Co. 13:2) y no tiene nada que ver
con la vida. Por lo tanto, el crecimiento de la vida no es el simple aumento de
conocimiento.]
[Adquirir más del elemento de Dios significa que Dios mismo se mezcla más con
nosotros, es decir, que obtenemos más de Dios, y que El viene a ser nuestro elemento
mismo. Hemos dicho que la vida es el propio Dios, y que experimentar esta vida es
experimentar a Dios mismo; por lo tanto, el crecimiento de la vida divina es el
incremento del elemento de Dios en nosotros, hasta que todo lo que pertenece a la
Deidad sea forjado plenamente en nosotros y nos llene hasta la medida de toda la
plenitud de Dios (Ef. 3:19).]
[Mientras que la vida es Dios mismo, Dios, al ser nuestra vida, es Cristo; y es por eso que
la Biblia dice que Cristo es nuestra vida. Podemos decir que cuando somos regenerados,
Cristo nace nuevamente dentro de nosotros para ser nuestra vida. Pero cuando
recibimos la vida inicialmente, ésta aún es muy incipiente e inmadura, lo cual significa
que al inicio de nuestra vida cristiana, la estatura de Cristo en nosotros aún es muy
pequeña. Pero al amar más a Cristo, al buscarlo y al permitirle que El viva y se extienda
dentro de nosotros, ganamos más de Él, y la estatura de Cristo aumenta gradualmente
en nuestro ser. En esto consiste el crecimiento de la vida divina. Ya que esta vida es
Cristo que vive en nosotros, el crecimiento de esta vida es el aumento de la estatura de
Cristo en nuestro ser.]
C. La expansión de los
dominios del Espíritu Santo
[Hemos mencionado que la vida no es solamente Dios, sino también Cristo, pero
podemos también decir que la vida es el Espíritu Santo. Podemos decir que
experimentar vida es experimentar al Espíritu Santo; por lo tanto, crecer en la vida
divina también significa permitir que el Espíritu Santo expanda Sus dominios en
nuestro ser. Cuando cooperamos con el Espíritu Santo para que Su obra avance en
nosotros, y cuando obedecemos diligentemente lo que nos enseña interiormente como
unción, entonces El podrá extenderse libremente en nosotros, y de esta manera la vida
interior crecerá sin restricción dentro de nuestro ser. Por lo tanto, el crecimiento de la
vida significa también que el Espíritu Santo expande Sus dominios en nuestro ser.]
[Los tres puntos anteriores revelan que sólo cuando el elemento de Dios y la estatura de
Cristo aumentan en un creyente, y cuando el dominio del Espíritu Santo se extiende en
él, entonces la vida divina ha crecido en él. Los tres aspectos anteriores los
contemplamos desde la perspectiva divina. Ahora analizaremos el crecimiento desde la
perspectiva de nuestra experiencia humana. En este sentido, el crecimiento de la vida
divina significa, primero, la disminución del elemento humano. La disminución del
elemento humano en el hombre es la disminución de Adán, la vieja creación, lo cual
también indica que el sabor humano y natural que nos caracteriza, va menguando,
mientras que el sabor divino va aumentando. Si el creyente realmente ha crecido en
vida, su lenguaje, su comportamiento, su vivir y laborar, deberán dar la impresión de
que no provienen de sí mismo, sino de Dios; que no son fruto de su propia sabiduría,
sino que responden a la gracia de Dios. Por lo tanto, todas estas expresiones humanas
no tendrán el sabor del hombre, sino el de Dios, lo cual indicará que el elemento
humano ha disminuido y el elemento de Dios ha incrementado. Por consiguiente, el
crecimiento de la vida divina no sólo es el incremento del elemento de Dios, sino
también la disminución del elemento del hombre.]
En conclusión, la manera en que podemos crecer en la vida divina es ser llenos del
Espíritu cada día y vivir por el Espíritu todo el día para vencer todo aquello que estorba
el crecimiento de esta vida.
Preguntas
Lección seis
EXPERIMENTAR LA VIDA DIVINA
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Ahora que tenemos cierto conocimiento básico de lo que es la vida divina, tenemos que
seguir adelante para ver cómo podemos experimentarla. Todo lo que la Biblia dice
acerca de la vida tiene como fin que sea parte de nuestra experiencia hoy. Tenemos que
descubrir qué es la vida y cómo experimentarla. Si carecemos de experiencias acordes
con lo que la Palabra revela, debemos volver a estudiarla y luego, orar pidiendo tales
experiencias. El Señor nos concederá todas las experiencias de la vida divina que
necesitamos, siempre y cuando las procuremos.
A. Experimentar a Dios
B. Experimentar a Cristo
C. Experimentar al Espíritu
El Espíritu Santo de vida es quien causa que experimentemos al Cristo que mora en
nosotros, y también hace que experimentemos el poder de resurrección de Dios en
Cristo (Ro. 8:9-11). Además, es el Espíritu Santo de vida quien nos guía a hacer morir las
obras malignas del cuerpo, y es este Espíritu Santo de vida quien ora en nosotros (Ro.
8:13, 26). Todas nuestras experiencias de vida, sean profundas o superficiales, son
producidas por el Espíritu Santo; por lo tanto, en realidad son del Espíritu Santo de
vida.]
II. NUESTRA PRIMERA EXPERIENCIA
DE LA VIDA: LA REGENERACIÓN
A . ¿ p o r q u é e s n e c e s a r i a l a r e g en e r a c i ón ?
[¿Por qué necesitamos ser regenerados? Hay dos razones. El primer motivo y el más
básico es que la regeración es necesaria porque nuestra vida se ha corrompido y se ha
vuelto maligna (Jer. 17:9; Ro. 7:18), y su condición no puede ser cambiada, de mala a
buena (Jer. 13:23). Esta es la explicación que solemos dar para nuestras necesidad de
ser regenerados. Debido a que nuestra vida es (1) corrupta y maligna, y (2) no puede
mejorarse, necesitamos ser regenerados. Los sabios del pasado y del presente han
apoyado la doctrina de la superación personal para mejorar al hombre. Pero la salvación
que se Dios efectúa no corrige ni mejora al hombre, sino que lo regenera, puesto que
nuestra vida humana es corrupta; y o se hará buena aunque sea mejorada. Esta es la
primera razón porque necesitamos ser regenerados.
En segundo lugar, existe otra razón porque necesitamos ser regenerados y esta es más
elevada. Cuando fuimos creados, únicamente obtuvimos la vida creada, pero no
adquirimos la vida increada de Dios. Dios tiene el propósito de que nosotros los
seres humanos obtengamos Su vida increada y que seamos transformados a Su
imagen, a fin de que seamos tal como El es. Por lo tanto, aun si nuestra vida
humana no se hubiese corrompido, necesitaríamos ser regenerados.
Preguntas
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Toda clase de vida posee sentidos. Cuando nace un bebé, inmediatamente, los sentidos
de su vida humana empiezan a funcionar. Aunque sus sentidos no estén plenamente
desarrollados, el niño comienza a ejercitar y desarrollar estos sentidos, tales como el
tacto, el oído, la vista, etc.
Asimismo nosotros, una vez que somos regenerados, poseemos el sentir de la vida
divina, al cual llamamos el sentir de vida. Este sentir es simplemente el sentir del
espíritu. Por medio de este sentir sabemos que somos salvos. La experiencia de la vida
divina está íntimamente relacionada con el hecho de conocer este sentir, desarrollarlo y
vivir en concordancia con el mismo.
A. Su base bíblica
Percibimos el sentir de muerte por haber prestado atención a la carne, mientras que
percibimos el sentir de vida y paz por haber atendido al espíritu. Cuando vivimos en el
espíritu, le hacemos caso y atendemos a su sentir, nos sentimos fuertes y satisfechos
interiormente; también nos sentimos llenos de vida, radiantes, cómodos y tranquilos.
Por ejemplo, si el Espíritu Santo produce un sentir en usted, y le presta atención y lo
obedece, esto hará que se sienta fuerte y satisfecho interiormente; y al mismo tiempo se
sentirá lleno de vida, radiante, cómodo y tranquilo. De esta manera, tendrá un sentir de
vida y paz, porque presta atención al espíritu.
[El segundo pasaje de la Escritura relacionado con el sentir de vida es Efesios 4:19,
donde dice que los gentiles “después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la
lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Esto revela que el motivo por
el cual las personas de este mundo cometen pecados y perversidades voluntariamente,
es porque han desechado toda sensibilidad. Cuando un hombre peca y comete
perversidades, no podemos decir que carece de sentir alguno; más bien, los hace a un
lado. Mientras más peque y cometa perversidades, más tendrá que hacer caso omiso de
su conciencia. Por lo tanto, podemos decir que un hombre maligno y perverso carece de
sentimientos, mientras que una persona buena y bondadosa es rica en éstos.
Ahora bien, ¿quién tendrá un sentir interior más fuerte? ¿Un cristiano o un gentil? Sin
duda alguna, nuestros sentimientos son mucho más intensos que los de los gentiles,
porque además de los sentimientos que comúnmente ellos tienen, nosotros poseemos
un sentir de vida interior, que ellos no tienen. Por lo tanto, si nosotros pecamos y
hacemos perversidades, se debe a que nos hemos esforzado mucho más que ellos por
hacer a un lado nuestros sentimientos. Por esta razón, la Escritura nos exhorta a no
desechar nuestros sentimientos como lo hacen los gentiles. Así, la Escritura nos insta a
tomar en cuenta nuestro sentir interior. Por supuesto, esto se refiere a prestar atención
al sentir de la vida divina.
Más aún, casi todas las epístolas de los apóstoles contienen palabras de bendición y
salutación, en las cuales se mencionan la gracia y la paz. La gracia es Dios obtenido por
nosotros y la paz es la sensación que resulta de esta experiencia. La gracia es Dios
mismo obtenido por nosotros para ser nuestra vida y nuestro deleite. Esta gracia en
nosotros produce paz y nos da cierta tranquilidad en nuestro ser interior. Cuando los
apóstoles les deseaban paz a los creyentes, en realidad ellos querían que tuvieran la paz
interior, la cual brota del sentir de la vida divina. El sentir interior de paz equivale al
sentir de la vida divina. Por eso, los apóstoles expresaban su deseo de que los creyentes
tuvieran el sentir interior de paz, que prestaran atención al sentir interior de la vida
divina.]
B. Su origen
[¿De dónde proviene este sentir de la vida? ¿De qué se produce? Proviene de todo lo que
obtuvimos mediante la regeneración, es decir, brota de la vida de Dios, de la ley de vida,
del Espíritu Santo, de Cristo y de Dios. La vida de Dios, la ley de vida, el Espíritu Santo,
Cristo y Dios generan una serie de sentimientos internos; a este sentimiento interno es
al que llamamos el sentir de la vida divina.
Toda clase de vida tiene sentimientos que le son inherentes y cuanto más elevada sea
esta vida, más agudos serán estos sentimientos. La vida de Dios es la vida más poderosa;
por lo tanto, cuando esta vida está en nosotros, no sólo genera cierto sentir, sino que
además es un sentimiento muy poderoso.
El Espíritu Santo como ungüento nos unge y se mueve en nosotros; Cristo vive
activamente en nosotros; y Dios lleva a cabo Su obra en nosotros. Los tres de la Deidad
actúan en nosotros de una manera muy activa. No están quietos ni estáticos; por lo
tanto, producen sentimientos en nosotros.]
C. Su función
El sentir de la muerte nos permite saber que no estamos viviendo en el espíritu sino en
la carne. El sentir de la muerte produce debilidad, vacío, depresión, oscuridad y dolor.
Cuando tenemos tales sentimientos, sabemos que el sentir de la vida en nosotros nos
está indicando que algo no está bien, que no estamos viviendo en el espíritu, sino en la
carne.]
El sentir de la vida divina [nos da sentimientos de vida y paz, en otras palabras, nos hace
sentir fuertes, satisfechos, vivientes, resplandecientes y cómodos. Cuando nos sentimos
de esta manera, esto constituye una prueba interna de que estamos bien ante Dios y que
estamos viviendo en el espíritu. La vida y la paz son sentimientos positivos que el sentir
de vida produce en nosotros interiormente, confirmando de esta manera que nuestra
condición en vida es normal.]
[Examinemos ahora la comunión de la vida divina, que está íntimamente ligada al sentir
de la vida divina.]
[¿De qué proviene la comunión de vida? En 1 Juan 1:2-3 dice: “(Los apóstoles) os
anunciamos (a los creyentes) la vida eterna... para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con Su
Hijo Jesucristo”. Estos versículos muestran que los apóstoles nos predicaron “la vida
eterna” para que pudiéramos tener “comunión”. La vida eterna es la vida de Dios, y
cuando esta vida entra en nosotros, nos capacita para tener comunión. Ya que esta
comunión proviene de la vida de Dios, se le llama la comunión de vida. La vida de Dios,
por lo tanto, es la fuente de tal comunión.]
[La vida de Dios reside en el Espíritu Santo de Dios, y es mediante este Espíritu que la
vida de Dios entra en nosotros y vive en nosotros. Por lo tanto, la comunión que la vida
de Dios nos trae, se obtiene mediante el Espíritu Santo de Dios, aunque proviene de la
vida misma de Dios. Es por eso que la Biblia también llama a esta comunión “la
comunión del Espíritu Santo” (2 Co. 13:14). Por consiguiente, si deseamos tener la
comunión de la vida divina, no sólo tenemos que poseer esta vida, sino que también
debemos vivir en el Espíritu Santo de Dios. La vida de Dios es la fuente de la comunión
de vida, y el Espíritu Santo de Dios es el medio por el cual tenemos la comunión de
vida.]
Esta vida [surgió de Dios como un fluir y entró en miles de santos, incluyéndonos a
nosotros. Esta vida que fluye, procede de Dios, y pasa a través de Dios así como a través
de miles de santos, incluyéndonos a nosotros, haciendo que tengamos comunión con
Dios y con miles de santos.]
[La comunión de vida también es el fluir de vida. Este fluir de vida no está separado de
la vida misma, sino que es la comunión de dicho fluir. Esta comunión requiere que
andemos y vivamos continuamente obedeciendo y cediendo a ella. En cualquier
momento que no obedecemos ni cedemos a ella, la vida deja de fluir. Entonces, la
comunión entre Dios y nosotros se interrumpe, y la comunión entre nosotros y los
santos, también.
En 1 Juan 1:6 leemos: “Si decimos que tenemos comunión con El y andamos en
tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Tener comunión con Dios es tener un
contacto íntimo y viviente con El, en el fluir de la vida divina, conforme a la unción del
Espíritu en nuestro espíritu (2:27). Esto nos mantiene en la participación y disfrute de la
luz divina y el amor divino.]
[Es crucial que nos demos cuenta de que la relación en vida entre los creyentes y Dios, es
inquebrantable. Sin embargo, la comunión con El sí puede ser interrumpida. Lo primero
es incondicional; lo segundo es condicional. Una vez que somos regenerados, somos
hijos de Dios y obtenemos una relación en vida con nuestro Padre celestial. Nuestra
relación con Dios tiene como base la propia vida divina y es establecida una vez y para
siempre. Por lo tanto, la relación en vida con Dios es incondicional e inquebrantable.
Pero, nuestra comunión con Dios sí requiere ciertas condiciones y puede resquebrajarse
o fluctuar.] Por lo tanto, debemos cuidarla y preservarla. Siempre que percibimos que la
comunión ha sido interrumpida, tenemos que arrepentimos y confesar, a fin de
restaurarla.
El sentir de la vida divina nos revela si estamos viviendo de acuerdo con Dios o no.
Además, la comunión de vida nos suministra continuamente todo lo que pertenece a la
vida. Cada vez que se interrumpe el suministro de vida, la comunión de vida se
interrumpe también. Si vivimos continuamente en la comunión de vida, el suministro de
vida nos llegará también continuamente y sin cesar.] Tal suministro nos ayuda a llevar
una vida cristiana normal.
En 1 Juan 1:1-7 vemos [el ciclo de la vida espiritual, el cual consta de cuatro elementos
cruciales: la vida eterna, la comunión de la vida eterna, la luz divina y la sangre de Jesús
el Hijo de Dios. La vida eterna trae la comunión de la vida divina, la comunión de la vida
externa trae la luz divina y la luz divina incrementa nuestra necesidad de la sangre de
Jesús el Hijo de Dios] para que podamos tener más vida eterna. Cuanto más
disfrutamos de la vida eterna, más participamos de su comunión. Cuanta más comunión
de la vida divina disfrutamos, más luz divina obtenemos. [Cuanta más luz divina
recibimos, más somos lavados por la sangre de Jesús. Tal ciclo nos hace avanzar en el
crecimiento de la vida divina hasta alcanzar la madurez.] De este modo, obtenemos todo
lo que necesitamos para experimentar la vida, para crecer en esta vida y para madurar
en vida. ¡Aleluya!
Preguntas
1. ¿Cómo se revela el sentir de vida en Romanos 8:6? ¿Ha tenido tal experiencia hoy?
2. Conforme a Efesios 4:19, ¿cuál es el resultado de desechar nuestro sentir interior de
vida?
3. ¿Puede el medio ambiente afectar nuestra paz interior? Explique.
4. Nombre algunos sentimientos producidos por el sentir de vida y el sentir de muerte.
5. ¿Cuál es la función del sentir de vida?
6. ¿Cuál es la fuente de la comunión de vida? ¿La ha disfrutado hoy?
7. ¿Qué puede causar que la comunión de vida se interrumpa?
8. Use 1 Juan 1:1-7 para explicar el ciclo de nuestra vida espiritual.
Lección ocho
LA CONSAGRACION
Lectura bíblica
2 Ti. 4:7-8; 1 Co. 6:20; 1 P. 1:18-19; Gá. 4:5; 2 Co. 5:14-15; Ro. 12:1; Lv. 3:5, 11
Bosquejo
I. La base de la consagración
II. El motivo de la consagración: el amor de Dios
III. El significado de la consagración: ser un sacrificio
IV. El propósito de la consagración: laborar para Dios
V. El resultado de la consagración: renunciar a nuestro futuro
Texto
I. LA BASE DE LA CONSAGRACION
[¿En qué nos basamos para consagrarnos a Dios? ¿Sobre cuál base Dios requiere que
nos consagremos a Él? En todo lo que hacemos, necesitamos una base sobre la cual
actuar. Por ejemplo, cuando nos mudamos a una casa y vivimos en ella, es porque la
hemos alquilado o comprado pagando cierto precio, o sea, el alquiler o compra
constituye la base que nos permite habitar aquel edificio. Nuestro Dios es recto, o sea,
actúa de manera legal y razonable. Todos Sus hechos son legales y tienen una base. El
nunca obtiene algo en el universo sin pagar un precio, ni jamás exige algo de nosotros
sin tener una base. De modo que, para que Dios demande que nos consagremos a Él,
debe basarse en algo. Así que, con respecto a la consagración, El tiene una base muy
sólida, la cual consiste en que El ha pagado un precio por nosotros, es decir, que nos ha
comprado. Por lo tanto, puede exigir que nos consagremos a Él.
En 1 Corintios 6:20 dice: “Habéis sido comprados por precio”. Nuestra consagración se
basa en esta compra que Dios ha efectuado. El nos ha comprado con nada menos que la
sangre preciosa derramada por Su Hijo amado en la cruz (1 P. 1:19). Esta preciosa
sangre fue el precio que Dios pagó para comprarnos, a fin de que podamos pertenecerle.
Gálatas 4:5 dice: “Para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la filiación”. Debido a que nos convertimos en pecadores, fuimos puestos
bajo la ley de Dios y quedamos recluidos y guardados bajo dicha ley. Por consiguiente, si
Dios quería liberarnos de Su justa ley, tenía que pagar el precio necesario para satisfacer
los requisitos de esta ley. Este precio fue la sangre preciosa derramada por Su Hijo.
Antes pertenecíamos a la ley, pero ahora pertenecemos a Dios. El derecho de propiedad
sobre nosotros ha sido transferido de la ley, a Dios. Es sobre la base de esta
transferencia de derechos, que Dios demanda que nos consagremos a El.]
Puede ser que muchos de nosotros seamos esclavos fugitivos. Tenemos que
arrepentirnos ante el Señor ahora mismo, y consagrarnos a El nuevamente, o quizás por
primera vez. Si hacemos esto, inmediatamente experimentaremos vida y creceremos.
II. EL MOTIVO DE LA CONSAGRACION:
EL AMOR DE DIOS
[El motivo de la consagración tiene que ver con nuestro corazón. Para tener una buena
consagración, no sólo necesitamos entender la base de ésta, sino también el motivo. Si
Dios hubiese comprado objetos inanimados, como una silla o un vestido, El podría
usarlas directamente según le placiera. Pero lo que Dios ha redimido son personas vivas,
con mente, afectos y voluntad. Aunque Dios desea que vivamos para El, tal vez nosotros
no estemos dispuestos a ello. A pesar de que Dios tiene el derecho legal y la base para
poseernos, es posible que no deseemos que lo haga. Por tanto, cuando Dios quiere que
nos consagremos a Él, le es necesario conmover nuestro corazón. Tiene que motivarnos
con Su amor de modo que estemos dispuestos a consagrarnos a Él.
En 2 Corintios 5:14-15 dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe (la palabra
‘constriñe’ en el original conlleva el significado de torrentes de agua)... y por todos
murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y
fue resucitado”. En otras palabras, estos versículos nos dicen que el amor que Cristo
manifestó al morir, es como torrentes de aguas para nosotros, los cuales nos compelen
más allá de nuestro control a consagramos a Dios y a vivir para El.]
En el capítulo dos de Apocalipsis, Jesús dijo que la iglesia en Efeso había dejado su
primer amor. Ella necesitaba arrepentirse. ¿Estamos nosotros locamente enamorados
de Jesús? ¿Es El nuestro primer y mejor amor? ¡Oh Señor Jesús! Si también hemos
dejado nuestro primer amor, necesitamos volvernos a Aquel que nos amó primero.
Necesitamos arrepentirnos y amarle solamente a Él.
[Cuando el amor del Señor nos conmueva y nos demos cuenta de lo precioso que El es,
entonces nos consagraremos absolutamente a El.] Si El no nos conmueve con Su amor,
la consagración es algo amargo; de hecho, es casi imposible. La seguridad de nuestra
consagración depende de su base; pero la vitalidad y dulzura de nuestra consagración
depende de cuán poderoso es el motivo que nos impulsa a consagrarnos, y ese motivo es
el amor de Dios.
Por lo tanto, primero tenemos que consagrarnos para que Dios trabaje en nosotros.
Entonces Su vida fluirá y crecerá en nuestro ser, y de esta manera nos preparará para
laborar con miras a cumplir Su propósito eterno.
V. EL RESULTADO DE LA CONSAGRACION:
RENUNCIAR A NUESTRO FUTURO
Una persona verdaderamente consagrada es alguien que ha roto sus lazos con el mundo
y se ha atado a Dios. Para él, su todo es Dios, su esperanza y su futuro dependen
absolutamente de Dios. Es alguien cuya vida diaria tiene como propósito tener contacto
con Dios, disfrutarle y ser lleno de El hasta rebosar. Es alguien que se entristece cuando
no se logra lo que Dios desea, y se alegra cuando se realizan los deseos de Él. Tal clase de
persona está completamente ocupada con Dios, de modo que toma para sí los
pensamientos, deseos y objetivos de Dios y hace a un lado los suyos. Ya que está
consciente de que su lugar es el altar, su futuro es ser cenizas para Dios.
Conclusión
[Cuando nos consagramos por primera vez, nuestra experiencia es similar a un embrión
en el vientre de una mujer, en el cual no se distingue la oreja, el ojo, la boca ni la nariz. A
medida que crecemos en la vida divina, los cinco puntos arriba mencionados, los cuales
se relacionan con la experiencia de la consagración, poco a poco se irán formando en
nosotros. Entonces con certeza sentiremos que Dios nos compró y que todos nuestros
derechos le pertenecen a Él. Seremos prisioneros de Su amor, porque Su amor conmovió
nuestro corazón. Así, nos convertiremos en un verdadero sacrificio puesto sobre el altar
para el disfrute y satisfacción de Dios. Dios le habrá culminado Su obra en nosotros, y
entonces seremos capaces de laborar para El. Nuestro futuro será un puñado de cenizas.
No nos quedará ningún modo de escapar de la voluntad de Dios, y El mismo será
nuestro futuro y nuestro camino. En esta etapa, la experiencia de nuestra consagración
habrá madurado. Que todos nosotros, por la gracia del Señor, sigamos adelante juntos.]
Preguntas
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
¡Aleluya! Hemos sido salvos y regenerados; la ley de vida y la luz de la vida están en
nosotros; tenemos el sentir interno de la vida divina y hemos sido introducidos en la
comunión de esta vida; Dios nos compró para Su satisfacción, y por causa de Su amor,
hemos consagrado todo nuestro ser a Él. Al parecer ya tenemos todo lo que necesitamos
y hemos hecho todo lo que se tiene que hacer; sin embargo, hay todavía muchas
experiencias por vivir en nuestra vida cristiana. Tal vez lo hayamos obtenido todo, pero
ahora necesitamos que todas estas cosas pasen a formar parte de nuestra experiencia
diaria, una por una, de modo que crezcamos en la vida divina hasta la madurez plena.
En esta lección, aprenderemos cómo preservar todo nuestro ser —espíritu, alma y
cuerpo— para llegar a ser personas constituidas de la vida divina. [Por causa de la caída
nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu murió.
Sin embargo Dios, en Su obra de plena salvación, está salvando todo nuestro ser,
haciéndolo absolutamente completo y perfecto. Para esto Dios está preservando nuestro
ser, al no permitir que nuestro espíritu sea contaminado con ningún elemento de la
muerte (He. 9:14), que nuestra alma siga siendo natural y parte de la vieja creación (Mt.
16:24-26), ni que nuestro cuerpo sea arruinado por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). Esta
obra de preservación y santificación detallada nos ayuda a llevar una vida santa con el
propósito y finalidad de que maduremos plenamente para poder presentarnos ante el
Señor en Su parusía (Su segunda venida)].
Cada vez que nosotros los cristianos vamos a una reunión de la iglesia, necesitamos
participar activamente en ella. Debemos orar, alabar o dar una palabra de testimonio.
Esto es ejercitar nuestro espíritu y no dejar que permanezca inactivo o en una condición
de muerte. Lamentablemente muchos santos no preservan su espíritu al ejercitarlo así;
al contrario, dejan que su espíritu permanezca pasivo e inerte, como que dejaron su
espíritu en la tumba]. Y usted, ¿está su espíritu ahora mismo en una tumba? ¡Oh, Señor
Jesús! En 1 Corintios 12:3 dice que “nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el
Espíritu Santo”. Invoque al Señor para que ejercite su espíritu y sea vivificado.
El apóstol Pablo dijo: [“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo,
porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros. No apaguéis al
Espíritu” (1 Ts. 5:16-19). Regocijarnos, orar y dar gracias equivale a ejercitar nuestro
espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, hacemos que se vivifique.
Ejercitar el espíritu para mantenerlo viviente es la primera de las maneras en que
podemos resguardarlo.
Por causa de la caída, nuestro espíritu ha entrado en una condición de muerte. Nuestro
espíritu, por lo tanto, debe vencer esta condición. El espíritu de un incrédulo está
absolutamente muerto. La mayoría de las personas que nos rodean, sea en la escuela, en
el trabajo o en el vecindario, están completamente muertas en sus espíritus. ¿Ha sido
usted santificado, separado de la condición de muerte espiritual?] Nosotros debemos
luchar para rescatar nuestro ser de aquella condición ejerciendo nuestro espíritu.
“¡Alabad a Jehová, invocad Su nombre! Haced célebres en los pueblos Sus obras,
recordad que Su nombre es engrandecido” (Is. 12:4). Cuando hacemos esto nosotros
[sacamos nuestro espíritu de su condición de muerte y cooperamos con el Dios Triuno,
quien está operando para santificarnos. El desea separarnos de todos aquellos cuyos
espíritus están muertos. Debido a que hemos sido regenerados, tenemos que ser
diferentes. Necesitamos mostrar que nuestro espíritu está viviente, esto es, que no está
en condiciones de muerte. Así que nuestro espíritu debe regocijarse, orar y dar gracias al
Señor.]
Aunque tratamos de resguardar nuestro espíritu, muchas veces somos afectados por la
muerte y la contaminación que impera nuestro alrededor. Nuestra conciencia, la parte
más notable de nuestro espíritu, se sentirá perturbada. Estos sentimientos nos indican
que tenemos un problema con Dios, que la comunión en la vida divina ha sido
interrumpida. Es posible que aunque hayamos intentado ejercitar nuestro espíritu, no
obtengamos ningún alivio. Para que la comunión se restablezca y disfrutemos de nuevo
la vida divina, debemos resolver toda ofensa que haya en nuestra conciencia hasta que
no quede ninguna (Hch. 24:16). Esto se cumple cuando nos arrepentimos y confesamos
nuestros pecados (1 Jn. 1:7-9) hasta que la comunión en la vida divina sea restaurada y
recobremos la paz interior.
[Podemos clasificar estos sentimientos de la conciencia en tres categorías: la primera es
el sentimiento que tenemos hacia el pecado. Si hemos pecado ante Dios o ante el
hombre, la conciencia inmediatamente percibirá condenación. La segunda categoría es
el sentimiento que tenemos hacia el mundo. Si amamos otras cosas o estamos ocupados
con otras cosas aparte de Dios, la conciencia también nos comunicará un sentimiento de
condenación.] La tercera categoría es el [sentimiento que tenemos respecto a cualquier
otra cosa que no sea pecado o del mundo. Por ejemplo, el descuido y la falta de rigor en
nuestra vida diaria no son cosas pecaminosas ni mundanas, pero aún así, nuestra
conciencia se siente perturbada por ellas. Si alguien deja tirada por todos los lados ropa
y otras cosas, dejando el cuarto en desorden, la conciencia le reprimirá.]
[Todas estas categorías de sentimientos que nuestra conciencia genera, son producto de
las ofensas que hemos cometido, ya sean ofensas contra Dios o pecados en contra del
hombre, los cuales hemos cometido a propósito, con ciertos motivos, palabras o
acciones. Por lo tanto, estos sentimientos pueden considerarse como sentimientos de
ofensa. En sí mismo, este sentimiento de ofensa perjudica seriamente nuestra condición
espiritual. Cuando este sentimiento agobia nuestra conciencia, nuestra comunión con
Dios será obstaculizada, y nuestra condición espiritual decaerá. Por lo tanto, siempre
que un cristiano tenga este sentimiento de ofensa que afecta su conciencia, debe ir
inmediatamente al Señor para confesar su pecado y reclamar el lavamiento de la sangre
preciosa. Algunas veces también es necesario ir ante los hombres para resolver el
problema. Entonces el sentimiento de ofensa se desvanecerá, y la conciencia será
liberada del mismo. Por consiguiente, resolver los problemas de la conciencia, hará que,
por un lado, nuestra conciencia adquiera agudeza y sensibilidad en su capacidad
perceptiva y por otro lado, se sentirá segura, en paz y libre de toda ofensa.
La sangre del Señor es la única arma que podemos usar para vencer las acusaciones y
ataques de Satanás. Apocalipsis 12:10-11 nos dice que Satanás nos acusa delante de
nuestro Dios día y noche, pero que podemos vencerlo por medio de la sangre del
Cordero. En 1 Juan 1:7 y 9 nos dice que si confesamos nuestros pecados, Dios perdonará
nuestros pecados, y la sangre del Señor nos limpiará de toda injusticia.]
Así que, cada vez que confesamos en conformidad con el sentimiento de nuestra
conciencia, estaremos libres de condenación, y debemos tener la sensación de vida y
paz. Si la condenación persiste, simplemente debemos declarar ante Satanás que él tiene
que irse, porque Dios nos ha perdonado según Su palabra. ¡Aleluya! Dios es recto y
justo; El nos perdona y nos lava de nuestros pecados tan pronto confesamos los mismos.
Mientras estamos diciendo: “Oh Señor, perdóname”, El ya nos ha perdonado.
Después que somos salvos, el sentimiento de nuestra conciencia aumenta a medida que
la vida divina crece en nosotros. En la medida en que esta vida crece, el sentir de nuestra
conciencia también crece. Mientras más crece la vida divina en nosotros, más rico y
agudo es el sentimiento de nuestra conciencia. El crecimiento en vida afecta el sentir de
nuestra conciencia, y el sentir de nuestra conciencia ayuda el crecimiento en vida. Estos
dos, en una relación recíproca de causa y efecto, nos llevan hacia adelante en el sendero
de la vida.
[Nuestro corazón psicológico tiene tres arterias principales. Estas arterias son también
las tres partes del alma: la mente, la voluntad y la parte emotiva. Es importante conocer
de una manera práctica cómo mantener estas arterias descongestionadas. La manera de
hacerlo es realizar una confesión exhaustiva y cabal ante el Señor. Por experiencia he
aprendido que necesitamos permanecer un largo período de tiempo delante del Señor
confesando nuestros defectos, fracasos, derrotas, errores, maldades y pecados.]
A. En cuanto a la mente
[Podemos empezar confesando toda inmundicia y pecado que ocupa nuestra mente y
pensamientos. La arteria de nuestra mente se puede comparar con un conducto
obstruido con lodo, que necesita ser limpiado para permitir el libre curso del agua. Al
confesar nuestros pensamientos uno por uno, estaremos removiendo toda obstrucción
de dicha arteria. Cuando confesamos así, debemos reconocer delante del Señor cuán
natural es nuestro conocimiento respecto a muchos asuntos.] Puede ser que nuestro
conocimiento del Señor, de la iglesia, de los santos y de nuestros padres sea conforme a
nuestro concepto natural y no conforme al Espíritu ni a la palabra de Dios. Necesitamos
confesar al Señor y decir: “Señor, perdóname. Aunque te amo, mi entendimiento sobre
muchas cosas es todavía natural. Libérame”. [Esto ejemplifica la clase de confesión que
debemos hacer con respecto a nuestra mente.]
B. En cuanto a la voluntad
[¿Qué hay con respecto a nuestra voluntad? Si al respecto vamos al Señor, El nos
expondrá completa y detalladamente al punto que tendremos la impresión de estar
siendo examinados bajo un microscopio divino, pues, los gérmenes que anidan en
nuestra voluntad saldrán a luz uno por uno. En particular, nos daremos cuenta de lo
rebeldes que somos y lo poco que entendemos lo que significa ser sumisos al Señor.
Necesitamos confesar uno por uno los gérmenes de rebelión que abriga nuestra
voluntad. Es posible que el Señor le muestre que hace muchos años usted estaba
equivocado en cierto asunto, y luego quizás El prosiga a mostrarle en qué erró al tratar
con cierto hermano o hermana. Cada vez que le sea revelado algo, necesitará confesar.
Debe agradecer al Señor que está siendo expuesto bajo Su luz. Al confesar todo lo que el
Señor expone en cuanto a nuestra voluntad, descongestionamos la arteria de nuestra
voluntad.]
[La arteria de nuestra facultad emotiva también necesita ser descongestionada. Darnos
cuenta de la seriedad del problema que tenemos con respecto a nuestras emociones hará
que nos sintamos profundamente afligidos. Tal vez desfallezcamos y nos sintamos
sumamente avergonzados ante el descubrimiento de nuestra verdadera condición
emocional. Nos daremos cuenta de que en muchas ocasiones odiamos lo que
debiéramos amar, y amamos lo que debiéramos odiar. Al penetrar en la luz del
santuario, veremos que nuestra parte emotiva constituye el aspecto más horrendo de
nuestro ser porque no la usamos apropiadamente. Tanto nuestro gozo como nuestra
tristeza pueden ser naturales. Mientras el Señor nos expone, quizás nos sintamos
avergonzados por la manera en que hemos expresado gozo y tristeza, y porque éstas han
tenido a menudo características naturales y carnales, incluso fueron la carne misma.
Con razón nuestro corazón psicológico no funciona normalmente.
Si tomamos el tiempo necesario para quitar todo lo que obstruye las tres arterias
principales de nuestro corazón psicológico, percibiremos que todo nuestro ser habrá
sido vivificado. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva estarán en una condición sana.
Todo el “lodo” en estas “zanjas” habrá sido removido.]
[Para preservar nuestro cuerpo, debemos llevar una vida que nunca obedezca al viejo
hombre ni a nuestra alma. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con Él para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que
no sirvamos más al pecado como esclavos”. Si no vivimos conforme al viejo hombre, el
cuerpo de pecado será anulado. Esto significa que el cuerpo de pecado no tendrá función
alguna, estará “desempleado”. Pero si vivimos de acuerdo al alma, usaremos nuestro
cuerpo para servir al viejo hombre. Por tanto, lo primero que necesitamos para
preservar nuestro cuerpo es dejar de vivir conforme a nuestra alma.
[El mundo de hoy está lleno de contaminación e inmundicia, lo cual hace que nos es
muy difícil preservar nuestro cuerpo; por todos los lados nos encontramos con
elementos contaminantes.] Los jóvenes no deben probar, ni siquiera acercarse a nada
que los contamine. Si huyen (2 Ti. 2:22) de tal contaminación, entonces podrá crecer en
vida con otros que invocan al Señor. Mientras vivamos en esta tierra, necesitamos
preservar nuestro cuerpo.
Preguntas
Lectura bíblica
Bosquejo
I. El significado de la unción
A. El Espíritu Santo
B. El tipo del Antiguo Testamento
C. El Espíritu Santo se mueve en nosotros para santificarnos
II. La unción y el propósito de la salvación
III. La unción y la comunión de la vida divina
IV. La unción y la aplicación de la sangre
V. Conocer la enseñanza de la unción
A. La unción
B. El entendimiento de la mente
C. El sentir de la conciencia
VI. Obedecer la enseñanza de la unción
A. Andar conforme al espíritu
B. Vivir en la comunión
C. Vivir en la presencia de Dios
D. El resultado
Texto
I. EL SIGNIFICADO DE LA UNCION
A. El Espíritu Santo
Ya que el Espíritu es una persona viviente, siempre se está moviendo. Es por eso que en
el capítulo dos de 1 Juan, El no sólo es llamado el ungüento, sino la unción. Nosotros,
por naturaleza, no somos santos, pero El sí lo es. Así que, El se mueve en nosotros para
santificarnos, esto es, para separarnos de las cosas mundanas y comunes, a fin de que
seamos llenos de la naturaleza santa de Dios. El mata en nosotros todo lo que no es de
Dios ni para Dios. Luego, nos añade todo lo que Dios es. Por lo tanto, seguir la
enseñanza de la unción es crucial para nuestra experiencia y crecimiento en vida.
El propósito central de la obra salvadora de Dios es que El se forje a Sí mismo en los seres
humanos hasta ser uno con ellos, formando una sola entidad. Del mismo modo, el trabajo de la
unción es ungirnos con Dios mismo, para que seamos mezclados con Dios y hechos uno con El.
Así que, en términos prácticos, el propósito de la salvación se logra a través de la unción. Si no hay
unción, el propósito de la salvación no puede cumplirse. Por lo tanto, la unción es un factor muy
significativo en la salvación.
Cuando el Dios Triuno entró en nosotros como Espíritu Santo, se mezcló con nosotros. De esta
manera, el propósito de la salvación, es decir, la mezcla de Dios con el hombre, es llevada a cabo
en nosotros de una manera práctica.
Sin embargo, la obra de Dios de mezclarse con el hombre no se logra instantáneamente. Desde
que fuimos regenerados y el Espíritu Santo entró en nosotros, esta mezcla ha estado avanzando
continuamente. A lo largo de la vida de un creyente, la obra del Espíritu Santo en él tiene como fin
consumar la mezcla de Dios con el hombre.
¿Cómo lleva a cabo el Espíritu Santo esta mezcla en nosotros? Lo hace al ungirnos como
ungüento. Hemos dicho que el mover del Espíritu Santo representa la unción misma. El no está
inmóvil en nosotros, sino que siempre está en movimiento y es muy activo. Este mover y
actividad es un aspecto de la unción, que nos unge cada vez más con Dios. Por lo tanto, cuanto
más nos unge el Espíritu Santo, más se mezcla Dios con nosotros.
[Existe una relación muy estrecha entre la unción y la comunión de vida. La comunión
de vida es el fluir de la vida divina, o sea, el fluir de Dios conjuntamente con todos los
que poseen Su vida. La unción es la mezcla que ocurre entre Dios y todos los que le
pertenecen. El propósito del fluir de la vida es que Dios mismo fluya en nuestro ser,
mientras que el propósito de la unción es ungirnos con Dios. Estos son dos aspectos de
una misma cosa; ambos están íntimamente vinculados y es difícil separarlos.
Veamos ahora por qué decimos que la unción y la comunión de vida son dos aspectos de
una misma cosa. Sabemos que Dios es vida y que Dios es el Espíritu. Como vida, El fluye
en nosotros sin cesar, lo cual es la comunión de vida. Y como Espíritu, El se mueve en
nosotros continuamente, lo cual constituye la unción. Sin embargo, la vida y el Espíritu
son inseparables, porque el Espíritu incluye la vida, y la vida está en el Espíritu. La vida
es el contenido del Espíritu, y el Espíritu es la realidad de la vida. Estos dos conforman
el Espíritu de vida (Ro. 8:2), el cual es dos en uno y es indivisible. Así que, la comunión
de vida y la unción son inseparables, ya que son dos aspectos de una misma entidad.]
Por lo tanto, en cuanto a lo negativo, la sangre nos limpia de todo lo que no debemos poseer y en
cuanto a lo positivo, la unción nos unge con todo lo que debemos poseer. Lo que no debemos
tener son los pecados y lo que sí debemos tener es a Dios mismo. Por la continua limpieza de la
sangre y la unción del ungüento, mantenemos nuestra unión con Dios.
[Cuanto más apliquemos la sangre y permitamos que ésta nos lave continuamente, más
experimentaremos la unción y más sentiremos la presencia viviente de Dios y Su mover; así,
tendremos comunión con Dios. Por lo tanto, la unción y la aplicación de la sangre son también
inseparables.]
A. La unción
B. El entendimiento de la mente
[Hemos dicho que el sentir normal de la conciencia proviene del Espíritu Santo, quien
está en nuestro espíritu, y que pasa a través de nuestra mente para iluminarnos. Esta
iluminación es también un aspecto de la unción del Espíritu Santo en su calidad de
ungüento. Por lo tanto, el sentir de la conciencia y la enseñanza de la unción provienen
del sentir de la unción. La unción, después de haber pasado a través de la intuición del
espíritu y de haber sido entendida por la mente, llega a ser la enseñanza de la unción;
pero después de pasar a través de la conciencia y ser entendida por la mente, viene a ser
el sentir de la conciencia; ésta es la relación que guardan entre sí.
[Ya que la vida está en el Espíritu Santo, la comunión de vida se lleva a cabo a través del
movimiento, o sea, de la unción del Espíritu Santo. Cada aplicación del ungüento nos
unge con el Señor por dentro y también nos introduce más en la persona del Señor; así
que, esto crea un fluir de vida entre el Señor y nosotros. Por lo tanto, cuando
experimentamos la unción, también disfrutamos de la comunión de vida.
[Conforme a la verdad, Dios ha estado siempre con nosotros desde el día en que fuimos
salvos. Su presencia nunca nos abandonó ni la podremos perder. Esta presencia es el
propio Espíritu Santo. El Espíritu Santo en nosotros es la presencia misma de Dios. Por
lo tanto, esta presencia no es ni un determinado objeto ni un cierto estado de ánimo,
sino una Persona. Esta Persona es el Espíritu Santo, cuya presencia en nosotros es la
presencia de Dios. Desde el día en que fuimos salvos, esta presencia nunca se ha
desvanecido.
D. El resultado
[Ya que la unción es vital para experimentar la presencia de Dios, requerimos obedecer
la enseñanza para así poder experimentar más esta unción. Entonces podemos vivir en
todo tiempo y en todo lugar en la presencia de Dios, viviendo a la luz de Su rostro y
tocando Su presencia en todo momento. De este modo, experimentaremos la realidad
del himno que dice:
Cuando el hombre pasa a través del velo de la carne y vive en la presencia de Dios, entra
en el Lugar Santísimo y vive en el espíritu, teniendo comunión con Dios cara a cara. Es
en ese momento que nuestra experiencia espiritual alcanza el nivel más elevado.
Preguntas
Lección once
SER LLENOS DEL ESPIRITU SANTO
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
I. LA NECESIDAD DE SER
LLENOS DEL ESPIRITU SANTO
En las diez lecciones anteriores hemos compartido cierto conocimiento básico en cuanto
a la vida divina y también ciertas experiencias básicas necesarias para el desarrollo de
esta vida. En todo esto usted debe de haber notado un factor común: el Espíritu. La vida
por excelencia, la verdadera vida, es la vida zoé, la cual es divina, eterna e
indestructible. Aparte del Espíritu, no tenemos la vida zoé. Dios es la vida, pero sin el
Espíritu, el Dios inaccesible no puede ser nuestra vida. Cristo también es la vida, pero
sin el Espíritu, el Cristo entronizado en los cielos tampoco puede ser nuestra vida. Sin el
Espíritu, Dios no podría fluir en nosotros para ser nuestra vida, ni tampoco tendríamos
vida en nuestro espíritu humano. Sin el Espíritu no tendríamos la ley de vida en
nosotros, y por ende no podríamos ser librados de la ley del pecado y de la muerte. Sin el
Espíritu, no tendríamos luz y viviríamos en tinieblas. Sin el Espíritu, quien nos añade
los elementos divinos, tampoco podríamos crecer en vida. Incluso el inicio de nuestra
vida cristiana, la regeneración, no es otra cosa que la entrada del Espíritu a nuestro
espíritu humano. El sentir del Espíritu equivale a nuestro sentir de vida, y el fluir del
Espíritu en nosotros constituye la comunión de vida. Aunque entendamos claramente
que necesitamos consagrarnos al Señor, quien nos compró, el verdadero motivo de
nuestra consagración —el propio amor de Dios— ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu (Ro. 5:5). En conclusión, el poder que preserva todo nuestro
ser, es el Espíritu.
Por consiguiente, debemos ser llenos del Espíritu Santo diariamente y en todo
momento, desde el día de nuestra regeneración hasta el día de nuestro arrebatamiento,
desde nuestra juventud hasta nuestra vejez. Ya sea que estemos en victoria o en derrota,
animados o desanimados, alegres o tristes, necesitamos ser llenos del Espíritu. Sólo así
tendremos el poder, la fuerza y la autoridad para vencer todo lo que obstaculiza el
crecimiento de la vida divina. Ser llenos del Espíritu es fundamental para nuestra vida
cristiana; es normal en nuestro diario vivir; es indispensable para ganar experiencias de
la vida divina; y es crucial para crecer en esta vida. Es un milagro que el hombre pueda
ser lleno de Dios, aún así, ser lleno de Dios es, en realidad, una condición normal del
cristiano; en efecto, es tan normal como la regeneración. Por lo tanto, ser llenos del
Espíritu es una condición milagrosamente normal e indispensable para avanzar en el
Señor.
El Espíritu Santo es el propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso. ¿Por qué Dios ha
pasado por tal proceso? Porque El tiene un plan, una economía. [Dios administra Su
plan conforme a Su economía. El primer paso que El realizó fue crear al hombre. Pero
cuando este hombre cayó, Dios tuvo que dar el segundo paso, la redención. Su obra
redentora tiene que ver con el Padre, el Hijo y el Espíritu. En la eternidad, el Padre
concibió, diseñó y previó todo lo necesario conforme a Su plan. En el transcurso del
tiempo, en la plenitud del tiempo, el Hijo vino y se hizo un hombre, vistiéndose de la
carne humana, la cual poseía la naturaleza y la semejanza del hombre, y vivió entre los
seres humanos por treinta y tres años y medio. En Su cuerpo humano, con la forma y
naturaleza humanas, El trabajó, predicó, hizo milagros y dispuso que Sus discípulos
vivieran y anduvieran con Él durante tres años y medio. Después, fue a la cruz,
dispuesto a internarse en el ámbito de la muerte y pasar por ella. El Señor, en Su carne
entró en el sepulcro, pero en Su espíritu y Su alma se internó en el Hades y se quedó allí
por un período de tres días. Al estar en el Hades, se exhibió a los principados de la
muerte, para mostrarles que la muerte no podía retenerle, pues El la había vencido, y
luego resucitó de entre los muertos. El se internó en el ámbito de la muerte por Sí
mismo, y de la misma manera salió de allí por Sí mismo. En resurrección fue
transfigurado de la semejanza de la carne, a la semejanza del Espíritu. Así que, en
resurrección, llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este Espíritu vivificante es la
máxima consumación del Dios Triuno.]
La palabra “económico” aquí se usa en relación a una economía; esto es, indica lo que se
necesita para llevar a cabo la administración doméstica de Dios; por lo tanto, tiene que
ver con el poder y la obra. Con respecto al aspecto económico, el Espíritu nos reviste con
poder a fin de que llevemos a cabo la obra de Dios, la cual consiste en predicar el
evangelio, pastorear a los nuevos creyentes, perfeccionar a los santos y edificar la iglesia.
El hombre fue redimido y regenerado para que sea colaborador de Cristo en la
edificación de la iglesia conforme a la economía de Dios. Este aspecto del Espíritu nos
capacita para realizar esto.
En Lucas 24:49 el Señor Jesús dijo: “He aquí Yo envío la promesa de Mi Padre sobre
vosotros... hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”, y en Hechos 1:4-8, también
dijo: “...sino que esperasen la promesa del Padre... pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. En ambos casos, el Señor hizo referencia al
Espíritu de poder que El había prometido después de Su resurrección y antes de Su
ascensión. Aunque los discípulos ya habían recibido al Espíritu Santo como vida y
suministro de vida, aún necesitaban recibir el poder del Espíritu Santo que los
capacitaría para llevar a cabo la obra de Dios. A fin de predicar el evangelio, les era
necesario atar al diablo y desatar a los pecadores, adquirir denuedo y recibir varias
manifestaciones de los dones del Espíritu. Por lo tanto, debían esperar hasta que fuesen
investidos de poder por medio del bautismo del Espíritu Santo.
Esto se cumplió en el día de Pentecostés conforme a Hechos 2:1-4: “Al cumplirse, pues,
el día de Pentecostés... fueron todos llenos del Espíritu Santo”. La palabra griega usada
aquí para “llenos” es plétho que significa llenar exteriormente. En Pentecostés ellos
fueron equipados para cumplir Su comisión al ser llenos exteriormente, es decir, al ser
investidos desde lo alto. Entonces inmediatamente pudieron predicar el evangelio con
denuedo y poder. Todos necesitamos esta clase de experiencia diaria en la vida de
iglesia.
¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo? Según el concepto incorrecto de muchos
cristianos, ser lleno del Espíritu es una experiencia muy especial y difícil de obtener.
Muchos piensan que es necesario orar y pedirle al Padre que les conceda esta
experiencia especial. Otros ayunan y oran durante días. Algunas veces, cuando creen
que ya lo recibieron, hacen cosas extrañas, fingiendo que son manifestaciones del
Espíritu, tales como hablar en lenguas, rodar por el piso, llorar y gritar audiblemente,
etc.
Somos llenos del Espíritu al invocar al Señor. Invocar el nombre del Señor es la manera
más fácil y rápida de ser llenos del Espíritu. En 1 Corintios 12:3 dice: “Nadie puede
decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Cuando invocamos al Señor, estamos
en el Espíritu. Cuanto más invocamos, más obtenemos al Espíritu. El Espíritu es como el
aire, y el invocar es como respirar. Mientras más invocamos al Señor, más nos llenamos
de Él. Invóquele hasta que sea lleno. El Señor es rico para con todos los que le invocan.
El nos salvará de nosotros mismos cuando le invoquemos (Ro. 10:12-13). Invoque Su
nombre todos los días, e incluso durante todo el día.
También podemos ser llenos del Espíritu al orar en unanimidad. Tal vez ésta sea nuestra
mayor carencia. Vemos que en la historia de la iglesia, la primera vez que los discípulos
fueron bautizados en el Espíritu Santo fue en Hechos uno y dos, después de haber orado
unánimes por diez días. Desde ese entonces, cada vez que hay unanimidad al orar, el
Espíritu es derramado sobre nosotros.
Además, podemos ser llenos por medio de la fe. Necesitamos creer la palabra que afirma
que, si nos arrepentimos y confesamos, El Señor nos perdonará y nos limpiará,
recibiremos al Espíritu y la comunión (el fluir del Espíritu) será restaurada (Hch. 2:38; 1
Jn. 1:7-9).
También, podemos ser llenos del Espíritu al hablar. Esta es una manera de ser llenos del
Espíritu y, a la vez, es el resultado de ser llenos del Espíritu (Ef. 5:18b-19a; Hch. 2:38;
4:31). Una vez que nos arrepentimos y confesamos nuestras faltas, debemos ejercitar
nuestra fe y hablar. Podemos hablarle al Señor, a nosotros mismos, al diablo, a otros, y
aun al gato, al perro y a la mesa. Háblele a cualquier persona o cosa. Descubriremos que
mientras más hablemos de esta manera, más llenos del Espíritu seremos, y más fe y
denuedo poseeremos. Cuanto más salgamos resueltamente a predicar el evangelio, más
el Espíritu nos llenará; entonces, llevaremos con nosotros el amor de Dios, la autoridad
de Cristo y el poder del Espíritu Santo. Muchos serán salvos a través de nosotros, y
bautizaremos a un gran número de ellos. De este modo realizaremos la obra de Dios
para el cumplimiento de Su economía por el poder del Espíritu.
¿Cuáles son las manifestaciones que denotan haber sido llenos del Espíritu Santo? y
¿cómo sabemos que hemos sido llenos? [Ya que el Espíritu Santo que está en nosotros
es el Espíritu de vida, y ya que al ser llenos del Espíritu Santo interiormente maduramos
en la vida divina, la manifestación de ser llenos interiormente del Espíritu Santo debe
ser una expresión de vida abundante y desbordante, la cual fluye como ríos de agua viva
desde nuestro ser interior (Jn. 7:38-39)]. Gálatas 5:22-23 dice que nosotros también
tenemos amor, gozo, paz, etc., que son nuestras condiciones y virtudes internas. De
acuerdo con Hechos 4:31, poseemos denuedo, poder y autoridad para hablar la Palabra
de Dios al predicar el evangelio y al profetizar en las reuniones. La Biblia menciona más
de veinte manifestaciones diferentes que son el resultado de ser llenos del Espíritu
Santo.
Lección doce
TERMINAR CON EL PASADO
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
[No existe una enseñanza específica en las Escrituras acerca de la necesidad de dar fin a
nuestro pasado, pero vemos dos ejemplos muy claros acerca de ello: uno de ellos se
encuentra en Lucas 19:1-10, donde vemos la historia de cómo Zaqueo puso fin a su
pasado después de haber sido salvo; y el otro ejemplo se halla en Hechos 19:18-19,
donde se presenta el relato de cómo los efesios terminaron con su pasado luego de haber
sido salvos.
En Lucas 19 vemos que en el momento en que Zaqueo fue salvo, comprendió que había
extorsionado a muchos en el pasado y que, por lo tanto, era un hombre injusto; también
se dio cuenta de que amaba el dinero y que hasta ese día se había conducido como un
avaro. Por eso, le dijo al Señor que si había tomado algo de alguien de una manera
fraudulenta, voluntariamente lo restituiría cuadruplicado. Además, estaba dispuesto a
dar la mitad de sus bienes a los pobres. Esta fue la manera en que él terminó con su
pasado. Hechos 19 relata que muchos de los santos de Efeso, después de que Pablo los
llevó a la salvación, fueron a él confesando y dando cuenta de sus hechos y que muchos
de buena gana trajeron sus libros de hechicería y los quemaron delante del pueblo.
El precio de los libros que fueron incinerados ascendió a cincuenta mil piezas de plata.
Ya que cada pieza de plata era aproximadamente un día de salario, podemos ver que
estos libros les costaron mucho dinero.] Fue así como ellos dieron fin a su pasado.
[¿Cuáles son los aspectos de nuestro pasado con los que debemos terminar una vez que
hemos sido salvos? ¿Qué es aquello con lo cual debemos terminar y de lo cual nos
debemos deshacer? Podemos clasificar la totalidad de estos asuntos en cuatro categorías
diferentes: 1) lo injusto, 2) lo impropio, 3) lo maligno e impuro, y 4) la antigua manera
de vivir. Después de que hayamos sido salvos es necesario que nos deshagamos de todo
esto y que les demos fin]. Es posible que incluso después de haber sido salvos hagamos
aún estas cosas, en tal caso, debemos aplicar el mismo principio, el cual es válido en
ambas instancias.
A. Lo injusto
[La palabra “injusto” se refiere a algo que no es recto, que no es legal. Todo lo que hemos
obtenido en el pasado por medios injustos e ilegales; ya sea robar, estafar, tomar por la
fuerza, meternos en lo que pertenece a otros, quedarnos con cosas que otros han
perdido, no devolver cosas prestadas, y tener relaciones ilegítimas y tratos injustos hacia
los demás; a todo este tipo de cosas injustas debemos ponerles fin.]
B. Lo impropio
C. Lo maligno e impuro
[Lo maligno e impuro es todo aquello que se relaciona con la idolatría, como por
ejemplo, ídolos e imágenes, ropa que lleva la imagen del dragón, escritos de religiones
mundanas, objetos impuros tales como libros de horóscopos, amuletos, etc. También se
refiere a prácticas malignas e impuras, tales como adorar ídolos, adorar a los
antepasados, adivinación, leer el futuro, etc. Dios aborrece todo esto más que lo que sea
mencionado bajo las dos primeras categorías. Estas cosas son ciertamente intolerables
para la vida divina que está en nosotros, la cual es santa y pura. Así que, con mayor
razón, todas estas cosas deben ser erradicadas totalmente de nosotros.]
[Al hablar de la antigua manera de vivir nos referimos a la forma en que solíamos vivir
antes de ser salvos. Al ser salvos, no sólo debemos dar fin a todo lo injusto, impropio,
maligno e impuro, sino también a nuestra antigua manera de vivir, y debemos tener un
nuevo comienzo.
Entonces, ¿qué significa para nosotros terminar con nuestra antigua manera de vivir e
iniciar una nueva vida? No significa que una persona, después de ser salva y regenerada,
debe cambiar de oficio, o debe abandonar la escuela, abandonar su negocio,
desentenderse de su familia, e irse a predicar. Dar fin a la antigua manera de vivir
significa que una persona regenerada puede continuar con su profesión original,
siempre y cuando ésta sea apropiada, pero que su gusto ya no es el mismo, y su estado
de ánimo y sentir hacia su ocupación anterior también ha cambiado. No importa cuál
haya sido el trabajo de una persona antes de ser regenerada, su gusto, su estado de
ánimo y su sentir estaban inclinados hacia el mundo y totalmente centrados en lograr
algo en él. Cuanto más trabajaba, más apreciaba su trabajo y más profundamente se
involucraba en él. Pero después de la regeneración, al entrar la vida de Dios en dicha
persona, lo que le gustaba se ha vuelto insípido, sus antiguas inclinaciones y
preferencias han cambiado y hasta sus sentimientos han cambiado. Incluso tiene un
gusto distinto por sus alimentos, su ropa y sus necesidades cotidianas. En este sentido,
su antigua manera de vivir ha llegado a su fin, y su antigua vida ha terminado.]
Puede ser que muchos de los jóvenes que se reúnen con nosotros hayan sido salvos a
una edad muy temprana; y por ello, tal vez no hayan experimentado muchas de las cosas
que los impíos practican. Aún así, la antigua manera de vivir está siempre
acechándonos, esperando la oportunidad de poder ejercer su influencia bajo el disfraz
de la presión de grupo, en cosas tales como: bromear con el afán de herir los
sentimientos de otros, decir palabras ofensivas e insultantes, usar palabras de jerga,
participar en ciertas conversaciones y comportamientos que involucran relaciones entre
ambos sexos, vestirse a la moda, escuchar música que incite la carne, mirar con
desprecio a los estudiantes más dedicados, manifestar actitudes que denotan rebeldía
contra las personas en autoridad, etc. Debemos estar alertas para no ser afectados por
esta antigua manera de vivir de las personas mundanas. Y debemos desarrollar una
nueva manera de vivir, una manera de vivir en el espíritu.
[Aunque poner fin a la antigua manera de vivir es una experiencia preliminar del
cristiano; no obstante, tiene un efecto profundo sobre su futuro andar con el Señor.
Cuando nuestra antigua manera de vivir termine, nuestra ambición e interés por el
mundo sufrirá un cambio, nuestra evaluación y puntos de vista respecto de las personas
y todos los asuntos humanos experimentarán una transformación, y nuestro propósito
en la vida ya no será el mismo. Así pues, huimos de toda ansiedad, dejamos atrás todas
nuestras cargas y corremos la carrera que tenemos por delante en el camino del Señor.]
[El fundamento en el cual nos basamos para terminar con nuestro pasado no es el de
demandas o reglamentos externos, sino el del sentir interior de la vida divina. Los
cuatro aspectos ya mencionados, los cuales tenemos que resolver, sólo nos ayudan a
reconocer ciertos principios. Estos principios no son reglamentos que nos exigen a que
demos fin a tales aspectos de nuestro pasado. Cuando, en la práctica, damos fin a
nuestro pasado, en realidad es el sentir de la vida divina el que determina a qué
debemos poner fin. Por consiguiente, terminamos con nuestro pasado basándonos en el
sentir de la vida divina.
Todas las religiones del mundo se fundan en diversos preceptos religiosos. Sus
seguidores viven y se comportan de acuerdo con tales preceptos o reglas. Pero la
salvación que el Señor efectúa no es así. Al salvarnos mediante la regeneración del
Espíritu Santo, el Señor nos da una nueva vida. Al tener tal vida nueva, podemos vivir y
comportarnos en la presencia de Dios, siendo guiados por el sentir de esta nueva vida.
Este es el principio que rige nuestro vivir como cristianos. El hecho de que terminamos
con el pasado también está basada en este principio. Cuando una persona es regenerada
y obtiene la vida de Dios, esta vida se mueve en ella, dándole el sentir de que ha
cometido muchos actos injustos, impropios y perversos en su pasado, y que tales
asuntos, junto con su antigua manera de vivir, son incompatibles con su estado actual de
cristiano. De modo que comienza a dar fin a su pasado, según se lo indica el sentir
interior.
Los ejemplos de Zaqueo y de los cristianos de Efeso, quienes pusieron fin a su pasado,
nos muestran que ni el Señor Jesús ni el apóstol Pablo enseñaron expresamente el
asunto de resolver el pasado. No dieron ninguna regla que dijera lo que tenemos que
hacer para terminar con nuestro pasado. El “fin” de Zaqueo y de los cristianos de Efeso
se debió a que una vez que la salvación del Señor vino a ellos y la vida del Señor entró en
ellos, tuvieron un fuerte sentir hacia las cosas injustas e impuras que habían cometido
en su pasado y hacia su antigua manera de vivir, que los llevó a dar fin a todo aquello. El
hecho que ellos dieron “fin” a su pasado demuestra que no lo hicieron basados en reglas
ni enseñanzas externas, sino en el sentir interior de la vida divina.
Puesto que la práctica de poner fin a nuestro pasado se basa en el sentir interno de la
vida divina, debemos asirnos a este principio cuando guiamos a otros a terminar con su
pasado. No debemos imponer ninguna regla externa para enseñarles que deben dar fin a
esto o a lo otro; más bien, hemos de procurar despertar en ellos el sentir interno de la
vida divina, y conducirlos a obedecer ese sentir. Primero debemos ayudarles a que se
den cuenta de que la vida de Dios está en ellos y a que conozcan el sentir de esta vida.
Luego, con la ayuda del ministerio de la Palabra, de la literatura espiritual y de los
testimonios de otros santos respecto a terminar con el pasado, hemos de despertar
también en ellos algún sentimiento o, tal vez, una sensación profunda respecto a cuáles
asuntos de su pasado necesitan ser finiquitados. Una vez que se despierta en ellos este
sentir y se hace más agudo, podemos dirigirlos a que den fin a su vida pasada, de
acuerdo con su propio sentir. Esta forma de terminar con el pasado está de acuerdo con
el principio de la salvación que el Señor efectúa en nosotros y es capaz de ayudar a otros
a crecer en vida.]
[¿A qué extremo debemos llegar para dar fin a las cosas del pasado? Con respecto a este
asunto, ¿a qué grado debemos llegar? El grado de esto se muestra en Romanos 8:6 con
las expresiones “vida y paz”.
Ya hemos visto que la práctica de terminar con nuestro pasado tiene como fundamento
el sentir interno de la vida divina. Este sentir es generado en nosotros mediante la
unción del Espíritu Santo en nuestro interior. Puesto que hemos dado fin a nuestro
pasado basándonos en tal sentir, el procedimiento es el mismo que se menciona en
Romanos 8:5-6, a saber: seguir al Espíritu o poner la mente en el Espíritu. El resultado,
naturalmente, será el mismo: “vida y paz”. Así que, la vida y la paz determinarán a qué
extremo debemos llegar para ponerle fin a nuestro pasado de manera concluyente.]
Preguntas
1. ¿Cuáles son las cuatro categorías que representan aquello a lo cual debemos poner fin?
2. ¿En qué nos basamos para poner fin al pasado? ¿Cómo debemos conducir a otros para
que también pongan fin a su pasado?
3. ¿Hasta qué extremo debemos llegar para dar fin a nuestro pasado?
4. Mencione un ejemplo en la Biblia de una persona que dio fin a su pasado.
5. Comparta una experiencia que haya tenido con respecto a esta práctica.
Lección trece
RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS PECADOS
Lectura bíblica
Bosquejo
I. La base bíblica
II. Aquello que requiere resolución
III. El fundamento en base al cual resolvemos el problema de los pecados
IV. El extremo al cual debemos llegar al intentar resolver el problema de los pecados
V. La práctica de resolver el problema de los pecados
VI. La resolución de los pecados y la vida espiritual
Texto
[De entre todos los obstáculos que tienen que ser enfrentados, los pecados son los más
grotescos, dañinos y evidentes. Después de habernos consagrado, el primer obstáculo
que debemos resolver son los pecados. Resolver los pecados es la primera lección en
nuestra experiencia con respecto a los tratos disciplinarios que recibimos de parte de
Dios.]
I. LA BASE BIBLICA
[Los siguientes pasajes establecen la base bíblica para la resolución del problema de los
pecados:
Mateo 5:23-26: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda ante el altar, y allí te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y
ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte a
buenas con tu adversario cuanto antes, mientras estás con él en el camino, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil y seas echado en la cárcel. De cierto te
digo: De ningún modo saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante”. En este
pasaje, “reconcíliate” y “ponte de acuerdo” se refieren a la acción que debemos tomar
con respecto a nuestras relaciones con otros.
En 1 Juan 1:9 leemos: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. Aquí “confesamos”
alude a la resolución de los pecados.
Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y
se aparta alcanzará misericordia”. De nuevo aquí, las expresiones “confiesa” y “se
aparta” hablan de acciones tomadas al traer a cuenta nuestros pecados.
En los pasajes citados, vemos cómo debemos resolver el problema de los pecados: en
cuanto a los hombres, debemos reconciliarnos y concordar con ellos; con relación a
Dios, debemos confesar nuestros pecados; y con respecto al pecado, debemos
apartarnos de éste. Dichas maneras de traer a cuenta nuestros pecados representan
aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de resolver el problema de los
pecados.]
[Los pecados mismos son exactamente aquello que requiere resolución. Existen dos
aspectos con respecto al pecado: la naturaleza del pecado interiormente y la acción del
pecado exteriormente. Al referirse a la naturaleza del pecado que mora en nosotros, se
usa la forma singular, mientras que al referirse a la acción del pecado fuera de nosotros,
se usa la forma plural. En su forma singular, esta expresión se refiere a la vida de
Satanás en nosotros, con la cual no tenemos forma de tratar, pues cuanto más nos
enfrentamos a él, más vida cobra. Por tanto, cuando afirmamos que debemos resolver el
problema de los pecados, queremos decir que debemos traer a cuenta los pecados que
cometemos, los pecados que se manifiestan en nuestra conducta externa.]
[Nuestro objetivo al resolver el problema de los pecados, es confesar todos los pecados
que hayamos cometido. Sin embargo, al llevarlo a cabo, Dios no requiere que
confesemos todos los pecados en un solo acto, sino sólo los pecados que reconocemos
mientras tenemos comunión con El. Por consiguiente, el fundamento en base al cual
resolvemos el problema de los pecados es la consciencia que tenemos de ellos al pasar
tiempo en comunión con Dios.
Podemos dejar a un lado por algún tiempo los pecados de los que no estamos
conscientes, hasta que llegue el momento en que en la comunión con Dios nos conduzca
a estar conscientes de ellos. En la práctica, ocuparse del problema de los pecados no es
una ordenanza dictada por la ley, sino un requisito para tener comunión.] Cada vez que
nuestra comunión con Dios es obstruida por los pecados que no han sido confesados,
nuestra experiencia espiritual y nuestro crecimiento en vida se volverá anormal. Por lo
tanto, al tener comunión con el Señor, debemos confesar nuestros pecados tan pronto
como El los ponga en evidencia. Entonces tendremos vida y paz continuamente.
[Los límites al proceso de resolver los pecados son similares a los que usamos para
poner fin al pasado, es decir, la vida y la paz. Cuando intentamos resolver el problema
de nuestros pecados, debemos perseverar en ello hasta que tengamos vida y paz
interiormente. Si obedecemos a nuestra conciencia al confesar nuestros pecados, nos
sentiremos interiormente satisfechos, fortalecidos, refrescados y avivados; también nos
sentiremos gozosos, tranquilos, cómodos y seguros. Nuestro espíritu estará fuerte y
viviente, y nuestra comunión con el Señor estará libre de impedimentos. Nuestras
oraciones liberarán la carga del Señor y tendrán autoridad, y lo que digamos tendrá
fuerza y poder. Todas estas sensaciones y experiencias conforman una condición de vida
y paz. Esto determina el límite al que debemos llegar cuando confesamos nuestros
pecados además del resultado que debemos obtener después de nuestra confesión. En
suma, lo que hemos dicho en este capítulo con respecto a nuestra confesión exhaustiva
de los pecados implica que debemos perseverar en ello hasta que tengamos vida y paz.]
[¿Qué debemos hacer cuando hemos pecado? Si hemos ofendido a Dios, debemos
resolver este asunto delante de Él y pedirle perdón. Si pecamos contra el hombre,
también debemos confesarlo ante él pidiéndole perdón. Si nuestras acciones
pecaminosas en contra de nuestro prójimo es sólo de índole moral, bastará con
confesarlas y pedir disculpas ante él. Pero si además causa algún perjuicio monetario o
le priva de ganancias, entonces debemos pagar la cantidad que le debemos. Este acto de
pedir perdón y restituir cualquier pérdida se aplica no sólo a los pecados cometidos
después de ser salvos, sino también a aquellos pecados cometidos antes de haber sido
salvos. Debemos resolver los pecados uno por uno conforme a los dictámenes de nuestra
conciencia interior. Resolver los pecados de manera adecuada ante los hombres forma la
parte principal del proceso de traer a cuenta nuestros pecados, y debemos poner
atención en practicarlo.
Todo pecado que cometemos, al ser conocido por otros (independientemente que les
haya causado daño o no), resulta en una condición de discordia entre nosotros y ellos.
Por ejemplo: si agraviamos o maldecimos a otra persona, por un lado, tenemos una
cuenta de pecado ante Dios, y por otro, hemos dado una mala impresión a la persona
que ofendimos y también a cualquier otra persona que haya estado presente. Por
consiguiente, nos será difícil disfrutar la armonía que teníamos anteriormente. Así que,
si al recibir la iluminación de Dios, llegamos a estar conscientes de ello, tenemos, por un
lado, que confesarlo ante Dios y pedir Su perdón, y por otro, tenemos que ir a las
personas afectadas, esto es, a la persona que hemos injuriado y a cualquier otra persona
que hubiera presenciado el hecho, para disculparnos con ellos y asumir la
responsabilidad debida por lo que dijimos. Al hacer esto, la mala impresión que hemos
creado será erradicada, y podremos vivir en armonía con ellos como antes. Erradicar
toda situación de discordia tiene que ver con nuestra relación con otros, pero poseer una
conciencia limpia, libre de ofensa, está relacionado con nosotros mismos.
Si el pecado que hemos cometido involucra cosas materiales o ganancias, debemos hacer
restitución. Cuando devolvemos lo que hemos tomado, debemos pagar de acuerdo al
valor original, y añadir un poco más para compensar la pérdida. En el Antiguo
Testamento, en Levítico 5, se indica que un quinto debe ser añadido. En el Nuevo
Testamento tenemos el ejemplo de Zaqueo (Lucas 19), quien les devolvió cuadruplicado
a aquellos a los que había defraudado. Estas no son leyes ni ordenanzas, sino principios
y ejemplos que muestran que cada vez que hagamos restitución, debemos añadir una
cantidad adicional al valor original.]
[Puesto que confesar nuestros pecados está estrechamente ligado a nuestra vida
espiritual, debemos esforzarnos por poner esta lección en práctica continuamente. A
pesar de que esta experiencia no es tan profunda, con todo, nadie puede ser tan
espiritual como para decir que no tiene necesidad de traer a cuenta sus pecados. Es
difícil graduarse de esta lección. Por lo tanto, no sólo debemos preguntarnos si hemos
tenido esta experiencia anteriormente, sino que también debemos preguntarnos si
estamos viviendo tal experiencia ahora mismo. No sólo tenemos que lavarnos la cara,
sino que debemos hacerlo todos los días. Si nos lavamos la cara hace tres años y desde
entonces no lo hemos vuelto a hacer, ¡seguramente tenemos un rostro espantoso! De
igual manera, a diario necesitamos confesar nuestros pecados, a menos que no
cometamos pecados diariamente.]
Tenemos que llevar una cuenta actualizada ante el Señor en relación a nuestros pecados.
Cuando El nos muestre nuestros pecados, debemos confesarlos (concordar con El),
entonces El nos perdonará y limpiará, nuestra comunión con El será restaurada,
recibiremos vida, seremos llenos del Espíritu y creceremos en vida. Esto es maravilloso.
¿Por qué argumentar con Él? De esta forma obtenemos todo lo que Dios es. Su elemento
se incrementará en nosotros, y nuestro elemento humano natural disminuirá. ¡Qué
manera de crecer en vida! ¡Qué salvación tan completa! ¡Alabado sea el Señor!
Preguntas
Lección catorce
DESHACERNOS DEL MUNDO
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
La contaminación del pecado y la del mundo son distintas. [La contaminación del
pecado es feroz, grotesca y repugnante, mientras que la contaminación del mundo es
más civilizada y refinada, frecuentemente atractiva para los hombres. La contaminación
del pecado es como una salpicadura de lodo o de tinta negra en una camisa blanca. En
cambio, la contaminación del mundo es como un hermoso y colorido diseño impreso en
una camisa blanca.] [El mundo aparenta ser mejor que el pecado, pero en cuanto a
pureza, ambos contaminan igualmente y debemos separarnos de los dos. En efecto, el
daño que causan el pecado y el mundo en el hombre difieren enormemente: el pecado
contamina al hombre, mientras que el mundo no sólo lo contamina, sino que también lo
posee. Es mucho más grave ser poseído por el mundo que ser contaminado por el
pecado.]
[El pecado es el paso inicial, rudimentario y superficial en la caída del hombre, pero el
mundo es el paso final, grave y trascendente de la caída. Muchos sólo le dan importancia
a la victoria sobre el pecado, pero la Biblia le da aún más importancia al hecho de vencer
el mundo (1 Jn. 5:4). Es imprescindible para el creyente vencer el mundo. Si deseamos
crecer en vida y que el Señor nos posea completamente, tenemos que hacer todo lo
posible por separarnos del mundo esclavizante.]
La Biblia [divide las necesidades del hombre en tres categorías principales: provisión,
protección y placer. Para mantener su existencia, el hombre no sólo necesita provisiones
tales como ropa, comida, etc., sino también protección, y alguna forma de diversión para
obtener felicidad. Todas las necesidades del ser humano están incluidas en estas tres
categorías.
Antes de la caída, Dios era responsable de satisfacer estas tres necesidades básicas del
hombre. Primero, antes de que el hombre fuera creado, Dios hizo provisión para todas
las necesidades de la vida humana. Cuando Adán estaba en el huerto del Edén, Dios le
proveyó toda clase de frutas y vegetales, así como agua, aire, luz solar y un lugar donde
albergarse.
[El hombre cayó al pecar y fue expulsado del huerto del Edén. Como consecuencia, su
relación con Dios se volvió anormal. Sin embargo, Dios, con miras a la redención del
hombre, le preparó un abrigo de pieles, permitiéndole así permanecer en Su presencia.
Hasta aquí, el hombre no había perdido completamente a Dios. Sin embargo, en el
tiempo de Caín, el hombre cayó aún más en pecado. Caín le dijo a Dios: “He aquí me
echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé” (Gn. 4:14). “Salió, pues, Caín de
delante de Jehová” (v. 16). De este modo, el hombre abandonó la presencia de Dios
completamente y perdió su comunión con Dios.
Génesis 4 revela esta situación claramente. Después de la caída de Caín, él procreó a los
fundadores de una civilización autosuficiente, que prescindía de la ayuda de Dios para
satisfacer estas tres necesidades primordiales del hombre. Estos fundadores fueron los
tres hijos de Lamec: Jabal, Jubal y Tubal-caín. Jabal fue el padre de los que habitaban
en tiendas y criaban ganado. Las tiendas y el ganado proveen para la subsistencia del
hombre, y por lo tanto, pertenecen a la categoría de las provisiones. Jubal, el segundo
hijo, fue el padre de todos los que tocaban el arpa y la flauta. Tocar el arpa y la flauta se
relaciona con el placer, así que estas actividades pertenecen a la categoría de la
diversión. Tubal-caín, el tercer hijo, fue el artífice de todo instrumento de bronce y
hierro; estos instrumentos se crearon con el propósito de defenderse, por lo tanto,
pertenecen a la categoría de la protección. Debido a que estos tres importantes inventos
se originaron en ese tiempo, la humanidad no tuvo más necesidad de Dios, pues el
hombre procuraba satisfacer por sí mismo su necesidad de sustento, protección y
diversión. Esta fue la civilización que se produjo una vez que el linaje humano hubo
perdido su comunión con Dios, originándose así el estilo de vida creado por el hombre:
una vida sin Dios.]
C. El sistema de Satanás
[Cuando la humanidad comenzó a llevar una vida sin Dios, Satanás inmediatamente se
disfrazó y utilizó los inventos humanos como medios para poseer al hombre. El hizo que
el hombre invirtiera todos sus esfuerzos en conseguir alimento y vestido para su propio
sustento, que inventara armas para defenderse y que diseñara formas de diversión para
entretenerse.]
[Al principio, las diversas ocupaciones en que se envolvió el hombre buscando satisfacer
sus necesidades parecían actividades triviales, aisladas y espontáneas. Pero después,
Satanás las organizó y creó un mundo sistematizado, enredando de ese modo a la
humanidad en un sistema cada vez más complejo.]
[Por consiguiente, la formación del mundo consta de cinco pasos. Primero, el hombre
abandonó a Dios. Segundo, nació en el hombre el temor y la desesperación por causa de
sus necesidades. Tercero, desarrolló un estilo de vida carente de Dios. Cuarto, Satanás
se disfrazó y utilizó las propias necesidades del hombre. Quinto, Satanás organizó las
maneras en que el hombre abastecía sus necesidades para formar un sistema. Mediante
estos cinco pasos, el mundo quedó finalmente formado.]
En 1 Juan 2:15 leemos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. La palabra griega traducida
mundo, es kósmos, y tiene más de un significado. [En Mateo 25:34, Juan 17:5, Hechos
17:24, Efesios 1:4 y Apocalipsis 13:8, denota un universo material como un sistema
creado por Dios. En Juan 1:29, 3:16 y Romanos 5:12, denota la humanidad caída, a la
cual Satanás corrompió y usurpó para que los humanos fueran los componentes de su
sistema mundial maligno. En 1 Pedro 3:3 denota adorno u ornamento. Aquí, como en
Juan 15:19; 17:14 y en Jacobo 4:4, denota un orden, una forma establecida, un arreglo,
por lo tanto, un sistema ordenado (establecido por Satanás, el adversario de Dios) y no
la tierra. Dios creó al hombre para que viviese en la tierra con miras al cumplimiento de
Su propósito. Pero Su enemigo, Satanás, a fin de usurpar al hombre creado por Dios,
estableció en la tierra un sistema mundial opuesto a Dios al sistematizar a los hombres
usando la religión, la cultura, la educación, la industria, el comercio, el entretenimiento,
etc., valiéndose de la naturaleza caída de los hombres, de sus concupiscencias, placeres,
pasatiempos, y aun del exceso con que atienden a las cosas necesarias para su
subsistencia, tales como el alimento, la ropa, la vivienda y el transporte.]
[Hemos visto que el mundo presentado en 1 Juan 2:15 denota un sistema que se opone a
Dios, un sistema maligno y satánico compuesto de las cosas que Dios había creado.
Satanás usó estas cosas para formar su sistema. Sin embargo, las cosas creadas por Dios
no son el contenido mismo del satánico sistema mundial.] Entonces, ¿cuál es el
contenido de este sistema satánico?
[En 1 Juan 2:16 dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la
carne, la concupiscencia de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre,
sino del mundo”.
[Podemos usar la posesión de un automóvil para ilustrar la diferencia que existe entre lo
que Satanás usa para formar su sistema, y el verdadero contenido de ese sistema. ¿Cómo
puede el enemigo utilizar un automóvil para formar su sistema maligno? El automóvil
en sí no es el problema, ni tampoco forma parte del contenido del sistema satánico. El
problema está en la concupiscencia de la carne, en la concupiscencia de los ojos y, en
particular, en la vanagloria de la vida presente. Si no fuera por la vanagloria del hombre,
un automóvil no podría convertirse en un problema. Sin embargo, muchos desean
comprar un automóvil caro sólo para presumirse. En este caso, se valen del automóvil
que conducen para su propia vanagloria. En la actualidad, el automóvil es una necesidad
del hombre. Así que, el problema no está en el automóvil, sino en la concupiscencia de
los ojos y en la vanagloria de la vida. Cuando usted ve cierto tipo de automóvil, quizás
desee tenerlo. Algunos pueden pensar día y noche en determinado automóvil. El
automóvil no es el problema, las personas son el problema. El problema no es que
necesiten un automóvil; más bien, el problema reside en la concupiscencia de la carne,
en la concupiscencia de los ojos y en la vanagloria de la vida.]
[Mediante el bautismo somos liberados del mundo a través del agua. La familia de Noé
fue salva por medio del diluvio que destruyó el mundo, y de este modo fue librada del
mundo corrupto. Los israelitas fueron salvos por medio de las aguas del Mar Rojo que
ahogaron al ejército egipcio; de esta manera fueron librados del mundo egipcio que los
gobernaba. El bautismo está tipificado por estos dos eventos en los que se pasaron por
las aguas de la muerte (1 P. 3:20-21; 1 Co. 10:1-2). El bautismo por inmersión nos libera
del mundo. Por lo tanto, cuando un creyente ha sido bautizado, ha pasado tanto por el
diluvio como por el Mar Rojo. Y el hecho de que haya emergido de las aguas, nos da a
entender que ha sido separado del mundo.]
VI. AQUELLO QUE REQUIERE
RESOLUCION CON RESPECTO AL MUNDO
[El mundo, en nuestra vida diaria, consiste en las personas, las actividades y las cosas
que usurpan el lugar de Dios en nosotros. Por eso, tenemos que hacer frente a estas
cosas.
¿Cómo sabemos qué es lo que nos usurpa y cómo determinamos esto? En primer lugar,
tenemos que ver si hay cosas que exceden nuestras verdaderas necesidades diarias.
Podemos decir que todo lo que excede nuestras necesidades básicas, usurpa el lugar de
Dios y nos posee; por ende, tal cosa tiene que ser juzgada. Nuestra existencia depende
de ciertas personas, actividades y cosas, tales como nuestros padres, esposo, esposa,
familia, ropa, comida, vivienda, transporte, ocupación, etc., los cuales son
indispensables para nuestra existencia. Si estas cosas contribuyen a una vida que es
dedicada a Dios, tales cosas no conforman nuestro mundo. Pero si estas personas,
actividades o cosas exceden a nuestras necesidades diarias, entonces, vienen a ser
nuestro mundo. Por ejemplo, el vestido como necesidad primordial no es mundano,
pero si uno presta mucha atención al atavío y a los adornos, o si malgasta el dinero por
el afán de seguir la moda, entonces está excediendo el límite de sus necesidades básicas.
En consecuencia, tales excesos llegan a ser su mundo. Otro ejemplo sería los lentes.
Cuando son usados para corregir la vista defectuosa, no son mundanos, pero muchos los
usan para estar a la moda, entonces, esto ya no es una necesidad, sino que constituye el
mundo que ellos aman.
¿Cuál es la norma que debe regular nuestras necesidades diarias con relación a las
personas, actividades y cosas? En la Biblia no se menciona ninguna norma específica
que gobierne estos asuntos.] [Así que, nosotros mismos, al orar buscando conocer la
mente de Dios, debemos imponernos la norma por la cual determinamos cuáles son
nuestras necesidades diarias. No podemos comparar nuestra norma personal con la de
otros, ni exigir que otros estén de acuerdo con nuestro punto de vista o con nuestro
sentir. Además, nuestros propios tratos delante de Dios también deben concordar con la
norma de nuestro diario vivir ante El. No debemos ir más allá ni tampoco quedarnos
cortos.]
[Desde la perspectiva divina, existe cierta regla de medida en cuanto al mundo. Esta
regla es Dios mismo. Así como medimos el pecado conforme a la ley de Dios, también
debemos medir nuestra relación con el mundo según Dios. La norma que seguimos en
cuanto al trato que tenemos con el mundo se basa en Dios. Si Dios está ausente en
nuestra vida, no podremos percibir qué es el mundo. Dios y el mundo se oponen el uno
al otro. Dondequiera que esté el mundo, allí no estará Dios; y donde esté Dios, no estará
el mundo].
[La base para hacer frente al mundo es la misma que para hacer frente al pecado.
Depende del sentir de la vida divina que obtenemos en nuestra comunión con Dios. Dios
no pide que nos separemos inmediatamente de todo lo profano y de todas las cosas que
nos usurpan, sino que quiere que nos deshagamos de las cosas que consideramos
profanas y que nos usurpan. En la práctica, puede ser que haya cien cosas profanas en
nosotros, pero durante nuestra comunión con Dios sólo estamos conscientes, quizás, de
diez. Entonces, Dios sólo nos hace que seamos responsables de estas diez; y no de las
noventa restantes. No es sino hasta que hayamos alcanzado cierto grado de comunión
en vida que podremos percibir las noventa restantes, y tratar con ellas.]
[Hay dos factores que influyen decisivamente en nuestro sentir interior hacia el mundo:
nuestro amor hacia Dios y nuestro crecimiento espiritual en la vida divina. Hemos dicho
que Dios mismo es la norma en que nos basamos para deshacernos del mundo. Si
estamos lejos de Dios, no estaremos conscientes de nuestra condición mundana. Pero
una vez que nos acercamos a Él, descubriremos muchas cosas mundanas en nosotros.
Sólo aquellos que aman a Dios desean acercarse más a Él. Por lo tanto, si deseamos
deshacernos del mundo, debemos primero amar a Dios.]
[Los extremos a los cuales llegamos para separarnos del mundo están determinados por
la “vida y paz” (Ro. 8:6) que tengamos. Siempre que decidamos separarnos de aquel
aspecto del mundo del cual estamos conscientes, debemos hacerlo hasta que tengamos
paz y vida interiormente. Ya que estas decisiones dependen del sentir de vida que deriva
de la comunión con Dios, en realidad son experiencias de la vida divina. Adoptar esta
posición frente al mundo de esta manera hace que experimentemos vida y nos sintamos
frescos, radiantes, satisfechos, fuertes, gozosos y en paz. En otras palabras, debemos
separarnos del mundo a tal punto que tengamos vida y paz].
A. No amar el mundo
[En 1 Juan 2:15 se nos manda que no amemos al mundo ni las cosas que están en el
mundo. Nos dice que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros. No
amar al mundo es la base para vencer al maligno. Si amamos al mundo aunque sea sólo
un poco, le estamos dando al maligno terreno para que nos venza y nos subyugue.] Cada
vez que abrimos nuestro ser al mundo, al sistema de Satanás que es contrario a Dios,
perdemos la batalla contra él.]
[Conforme a 1 Juan 5:4, todo lo que es nacido de Dios vence al mundo.] En este
versículo “todo” se refiere al espíritu humano. [Por lo tanto, el espíritu humano
regenerado es el que vence al mundo. En cuanto a vencer al mundo, no debemos confiar
en nuestra propia habilidad o esfuerzo. Nuestro espíritu tiene la capacidad de vencer a
Satanás y al mundo, o sea, al sistema maligno. Pero por nosotros mismos no podemos
vencer. Cuando ejercitamos nuestro espíritu, permanecemos en nuestro espíritu y
andamos conforme a él, descubriremos que nuestro espíritu tiene la capacidad,
mediante la vida divina, de vencer a todas las cosas negativas. Es por eso que
necesitamos ejercitar nuestro espíritu para tener comunión con el Señor y orar
buscando disfrutarle. Necesitamos también ejercitar nuestro espíritu al invocar el
nombre del Señor y al orar-leer la Palabra. Este ejercicio estimula la habilidad de
nuestro espíritu para vencer al mundo.
Fuimos creados por Dios, redimidos por Cristo y regenerados por el Espíritu; por lo
tanto nosotros somos sólo para El. Pertenecemos a Dios; por consiguiente, debemos ser
poseídos y ocupados únicamente por El. Tenemos que deshacernos de cualquier cosa del
mundo que nos usurpe. Experimentamos vida y crecemos en vida a medida que
renunciamos al mundo. El Espíritu es la fuente de estos tratos disciplinarios y El los
lleva a cabo con miras a que crezcamos en la vida hasta alcanzar la madurez en vida.
Preguntas
Lección quince
QUEBRANTAR LA CARNE Y EL YO
Lectura bíblica
Ro. 7:23 Gá. 5:19-21; Fil. 3:3-6; Ex. 30:31-32; Ro. 8:8; Gá. 2:20; Ro. 6:6; Gá. 5:24;
Ro. 8:13; Mt. 16:21-25
Bosquejo
I. La definición de la carne
A. El cuerpo corrupto
B. La totalidad del hombre caído
C. El aspecto bondadoso del hombre
II. La posición que tiene la carne ante Dios
A. Dios no puede mezclarse con la carne
B. Dios y la carne no pueden existir juntos
C. Dios ha determinado erradicar la carne
D. La conclusión de la Biblia acerca de la carne
III. El quebrantamiento de la carne
A. El hecho objetivo
B. La experiencia subjetiva: por el Espíritu
IV. La definición del yo
A. El yo es la vida del alma
B. El daño causado por el yo
V. La negación del yo
A. El hecho objetivo
B. La experiencia subjetiva
C. Tomar la cruz
VI. La aplicación práctica de negarnos al yo
A. En la comunión del Espíritu Santo
B. Permitir que el Espíritu Santo nos aplique la crucifixión de Cristo
Texto
El pecado es terrible y el mundo es avasallador, pero los dos son elementos externos.
Necesitamos profundizar más para ver cómo podemos experimentar la vida de una
manera profunda, y así solucionar el problema de la carne y el yo. La mayoría de los
habitantes de este mundo no son cristianos. Se dice que Estados Unidos es una nación
cristiana, ya que casi la mitad de su población profesa ser cristiana. No obstante, la gran
mayoría de ellos ni siquiera ha sido regenerada, es decir, ellos no han recibido la vida de
Dios. De aquellos que sí han sido regenerados, muchos viven aún en el pecado. Los
creyentes más maduros se apartan del pecado, pero son muy pocos los que no están
poseídos por el mundo. En el recobro del Señor los creyentes hablan de la necesidad de
resolver el problema de nuestro yo y de nuestra carne, el cual es un aspecto más
profundo de la experiencia de la vida divina. En esta lección tan breve no podemos
desarrollar adecuadamente ambos temas. Así que, sólo obtendremos un entendimiento
básico. Uno debe leer el libro La experiencia de vida para obtener más detalles al
respecto.
I. LA DEFINICION DE LA CARNE
[En la Biblia podemos encontrar por lo menos tres definiciones acerca de la carne:]
A. El cuerpo corrupto
[En la Biblia, la carne se define primero como el cuerpo corrupto. Nuestro cuerpo fue
creado por Dios, pero la carne es algo corrupto. Dios no creó la carne; únicamente creó
el cuerpo. Sin embargo, Satanás se infiltró en los miembros de este cuerpo. Romanos
7:23 dice claramente que la ley del pecado está en los miembros de nuestro cuerpo.
Cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, ese fruto
entró en los miembros de su cuerpo. Así que, aunque ciertamente el cuerpo fue creado
por Dios, el pecado, que es la personificación de Satanás mismo, entró en el hombre,
inyectándose en su cuerpo. Desde entonces el cuerpo del hombre creado por Dios se
corrompió y se arruinó. Así, el cuerpo corrupto y arruinado se convirtió en la carne.]
[La carne no alude al cuerpo caído y corrupto del hombre; más bien, se refiere a la
totalidad del hombre caído. Por consiguiente, la carne es la máxima expresión del
hombre tripartito caído. Por lo tanto, en este sentido la carne incluye el cuerpo, el alma y
el espíritu del hombre. Si examinamos las obras de la carne enumeradas en Gálatas
5:19-21, descubriremos que algunas de éstas, como fornicación, inmundicia, lascivia y
borracheras, tienen que ver con la concupiscencia del cuerpo corrupto; y otras, como las
enemistades, contiendas, iras y las divisiones, se relacionan con el alma caída; y aún
otras, tales como la idolatría y las hechicerías, están relacionadas con el espíritu que ha
caído en una condición de muerte. Esto muestra que las tres partes de nuestro ser caído
están involucradas con la carne maligna. Así que, en el libro de Gálatas, la carne denota
el ser caído del hombre en su totalidad. En este sentido, la carne no es solamente una
parte del hombre caído, sino que incluye la totalidad del hombre tripartito caído.]
C. El aspecto bondadoso del hombre
[Cuando mencionamos la carne, solemos pensar que la carne es corrupta y maligna, tal
como se menciona en Gálatas 5:19-21. Pero la Biblia nos muestra que la carne también
tiene un aspecto bondadoso. La carne bondadosa desea hacer el bien, adorar y servir a
Dios. En Filipenses 3:3-6 Pablo indica que había algunos que adoraban a Dios en la
carne, y se jactaban en la carne. La carne mencionada en estos versículos,
indudablemente se refiere a la carne en su aspecto bondadoso, porque por ella el
hombre adora a Dios y a través de ella se jacta.
¿Por qué decimos que existe un lado bueno del hombre, o sea, de la carne? Porque a
pesar de que el hombre cayó tan bajo, todavía tiene un elemento bueno que fue
originalmente creado por Dios. Por lo tanto, a menudo deseamos hacer el bien y servir a
Dios. Pero, a pesar de esto, el hombre o la carne en su aspecto bondadoso, es débil y no
tiene poder; así que no es capaz de hacer ni lo uno ni lo otro. Ante los ojos de Dios, el
hombre caído está controlado por la carne, y ha venido a ser completamente carne. Así,
todo lo que se origina en nosotros, sea bueno o malo, proviene de la carne y no puede
agradar a Dios. Por eso, no sólo son carnales nuestro mal carácter, nuestro rencor o
cualquier otra actitud nuestra que va en contra de Dios, sino que también nuestra
gentileza, nuestro amor y aun el servicio que surge de nosotros y se rinde a Dios. Todo lo
que se origina en nosotros, sea bueno o malo, es de la carne. Tenemos que conocer lo
que es la carne hasta tal grado; entonces conoceremos verdaderamente su significado.]
[¿Cuál es la posición que tiene la carne ante Dios? ¿Qué actitud guarda Dios hacia la
carne? Este asunto está claramente definido en muchos pasajes de la Biblia; sin
embargo, aquí sólo nos queda lugar para mencionar los pasajes más importantes.]
[En Éxodo 30:32 dice: “Sobre carne de hombre no será derramado (el aceite de la santa
unción)”. El aceite de la santa unción tipifica al Espíritu Santo, el cual es Dios mismo.
En consecuencia, la declaración de que el aceite de la santa unción no sería derramado
sobre la carne del hombre, muestra que Dios no puede mezclarse ni unirse con la carne.]
[Éxodo 17:14 y 16 declaran: “Y Jehová dijo a Moisés... raeré del todo la memoria de
Amalec de debajo del cielo... Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en
generación”.] [Los israelitas, como descendientes de Jacob, tipifican parte de nuestro
ser interior que ha sido regenerada y escogida, la cual es el nuevo hombre en nuestro
espíritu que pertenece a Cristo. Los amalecitas, como descendientes de Esaú, tipifican la
parte de nuestro ser que es natural y caída, esto es, el viejo hombre en la carne, que
pertenece a Adán. Esaú y Jacob eran gemelos, pero sus descendientes, los amalecitas y
los israelitas, eran enemigos entre sí y no se toleraban el uno al otro. Del mismo modo,
nuestro viejo hombre carnal está muy cercano a nuestro nuevo hombre espiritual; los
dos son enemigos entre sí y no pueden ser uno. El hecho de que Dios tuviera guerra con
Amalec, muestra cuánto aborrece Dios la carne, y cómo desea exterminarla. Si la carne
no es exterminada y no le hacemos frente, nuestra vida espiritual no podrá crecer. Estos
dos no pueden armonizar ni coexistir.]
[En el Antiguo Testamento, Dios realizó algo específico para expresar Su actitud hacia la
carne: estableció la circuncisión. El primer hombre a quien Dios mandó circuncidarse
fue Abraham (Gn. 17). Dios prometió a Abraham que sus descendientes serían como las
estrellas de los cielos y como la arena del mar. Pero debido a que Dios se demoraba en
cumplir Su promesa, Abraham tomó a Agar por esposa, y ésta dio a luz a Ismael. Así
que, Abraham usó la fuerza de su carne para cumplir la promesa de Dios, lo cual no
agradó y por trece años Dios se ocultó a los ojos de Abraham. Posteriormente, cuando
Abraham tenía noventa y nueve años de edad, Dios se le apareció otra vez (Gn. 16:15; 17:
l). En esa ocasión Dios le mandó que Abraham y todos los suyos fuesen circuncidados.
Esto significa que Dios quería que la carne fuera erradicada, a fin de que en lo sucesivo,
ellos no le sirvieran más en la carne.]
[Romanos 8:8 dice: “Y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. La Biblia
habla mucho acerca de la carne, y en este pasaje afirma que la carne no puede agradar a
Dios. Si el hombre pertenece a la carne, se ocupa de la carne y vive por la carne, nada de
lo que haga, sea bueno o malo, puede agradar a Dios.] ¿Y qué de usted? ¿Quiere agradar
a Dios? Si es así, tiene que vivir en el espíritu y permitir que la carne sea quebrantada.
[Todo lo que pertenece a nuestro ser, debido a que es carne, tiene que llegar a su fin.
Pero ¿cómo podemos poner fin a la carne? Discutiremos esto según dos aspectos: el
hecho objetivo y la experiencia subjetiva.]
A. El hecho objetivo
[El hecho objetivo de hacer frente a la carne se relaciona completamente con Cristo.
Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Y por otra parte Romanos
6:6 afirma: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”. Estos dos pasajes
muestran claramente que cuando Cristo fue clavado en la cruz, nosotros fuimos
crucificados juntamente con El. Nuestro ser carnal ha sido anulado en la cruz de Cristo.]
[El hecho de que fuimos crucificados con Cristo sirve como base para que la carne sea
quebrantada. Si nunca hubiéramos sido crucificados con Cristo, no podríamos renunciar
la carne. Así que, permitir que la carne sea quebrantada tiene como fin experimentar el
hecho de que ya morimos con Cristo.]
Gálatas 5:24 dice: “Pero los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y concupiscencias”. Y Romanos 8:13 añade: “Porque si vivís conforme a la
carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo,
viviréis”. Aunque en términos objetivos, ya fuimos crucificados, debemos experimentar
la realidad de esto en nuestro espíritu, al igual que con todas las realidades espirituales.
El Espíritu Santo es el Espíritu de realidad. Este Espíritu es capaz de hacer que todos los
hechos objetivos que Cristo ha efectuado nos sean reales cada día. Si descubrimos que
tenemos un apetito carnal por algo o alguien, inmediatamente necesitamos invocar al
Señor y orar: “Señor perdóname. Eso provino de la concupiscencia de la carne, y por lo
tanto, no te agrada. Tú quieres erradicar todo ello, y yo también lo quiero. Señor, me
vuelvo a Ti ahora mismo. Líbrame de mi carne”. Si usted ora de esta manera, estará
ejercitando su espíritu para crucificar la carne y hacerla morir. Esta práctica es algo muy
simple pero eficaz. No debemos pensar: “Debo esperar hasta que crezca en vida,
entonces automáticamente haré morir la carne por el Espíritu”. No. La manera de crecer
en vida es ejercitar nuestro espíritu para hacer morir la carne.
En Mateo 16:21-25 Jesús habló del hecho de que iba a la cruz a morir y que resucitaba
en el tercer día. Tanto la crucifixión como la resurrección tenían como fin llevar a cabo
la redención y edificar la iglesia conforme a la voluntad de Dios. Pero Pedro tenía una
opinión diferente, y después de que lo expresó, el Señor lo reprendió y dijo: “¡Quítate de
delante de Mí Satanás!”. Luego Jesús prosiguió y dijo: “Si alguno quiere venir en pos de
Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame... el que la pierda [la vida de su alma]
por causa de Mí, la hallará”. Para el Señor, el yo es simplemente la vida del alma, la
expresión del yo es la opinión, la cual a su vez es una expresión de Satanás. Pedro estaba
preocupado por la seguridad del Señor. Pero en su preocupación, no tomó en cuenta la
voluntad de Dios; en cambio, permitió que Satanás se expresara a través de él. Por lo
tanto, el Señor lo reprendió llamándole Satanás.
[Una persona que está centrada en el yo, siempre causa muchos problemas a la iglesia.
Las numerosas divisiones que existen hoy en el cristianismo no sólo se deben a que el
hombre es pecaminoso y mundano, sino, y principalmente, a su yo.] A través de la
historia, lo que más ha dañado a la iglesia no ha sido la persecución u otras calamidades,
sino el yo. Martín Lutero dijo una vez que aunque temía al papa, temía aún más al papa
que tenía en su corazón, refiriéndose a su yo. Ninguna cosa daña ni perjudica más la
edificación de la iglesia que el yo. El yo es la corporificación del alma, la cual se expresa
a través de la mente. Por lo tanto, el yo, el alma y la mente son tres en uno. Detrás de
estos tres se halla Satanás, quien manipula al yo con la finalidad de perjudicar la vida de
la iglesia. Debemos prestar atención a esta palabra con respecto a nuestro propio caso.
Una persona que no es salva, vive en el pecado. Un cristiano que no ama al Señor, se
halla en el mundo. Pero aun cuando amamos al Señor y nos preocupamos por la iglesia,
podemos expresar opiniones que la dañen. Esto no significa que no debamos decir nada
en la iglesia. Necesitamos orar para estar en el espíritu. Luego, no debemos insistir en
nuestro propio punto de vista, sino que siempre debemos hablar en el temor del Señor y
estar dispuesto a ser corregido.
V. LA NEGACION DEL YO
[¿Cómo podemos negarnos al yo? Es decir, ¿cómo podemos resolver el problema del yo?
La Biblia dice simplemente que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, pero no
dice específicamente que nuestro yo fuese crucificado juntamente con el Señor. A pesar
de eso, al igual que para quebrantar la carne, la manera de negarnos al yo es la cruz. Al
considerar este asunto, lo dividiremos en el hecho objetivo y la experiencia subjetiva.]
A. El hecho objetivo
[El hecho objetivo de poner fin al yo, al igual que dejar que la carne sea quebrantada,
descansa en Cristo, es decir, en el hecho de que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con El. Esto se debe a que el yo es parte de la expresión del viejo hombre.
Puesto que para Dios, el problema del viejo hombre ya ha sido resuelto; el problema del
yo, al cual pertenece al viejo hombre, también ha sido resuelto. Por lo tanto, por el lado
objetivo, el hecho fundamental es que nuestro viejo hombre ha sido crucificado.]
B. La experiencia subjetiva
C. Tomar la cruz
[Hoy, en el cristianismo caído, muchas verdades han sido mal entendidas. La verdad en
cuanto a tomar la cruz es una de éstas. Muchos interpretan mal el hecho de tomar la
cruz, y lo confunden con el sufrimiento. Ese es un concepto erróneo que hemos
heredado del catolicismo romano. Debemos darnos cuenta de que el énfasis de la verdad
de la cruz no es el sufrimiento, sino la muerte. Cuando una persona va a la cruz, no va
allí principalmente para sufrir, sino para morir. Hoy en día cuando decimos
fusilamiento, entendemos que eso significa muerte. De la misma manera, en los tiempos
del Señor Jesús, cuando se mencionaba la cruz, lo que el hombre entendía con ello era
muerte.]
Si sufrimos, esto significa que aún no hemos tomado la cruz. Recuerde que en el
ungüento compuesto había mirra, que representa la dulzura de la muerte de Cristo.
Cuando ejercitamos nuestro espíritu para poner nuestro yo en la cruz, no debemos
experimentar sufrimiento; más bien, debemos disfrutar Su dulce muerte, la cual es
eficaz para dar fin a nuestro yo. Además de esto, Su poder de resurrección ha de operar
en nosotros a fin de capacitarnos para seguirlo.
[Si vivimos en la comunión del Espíritu Santo y disfrutamos al Espíritu Santo, tenemos
que permitir que El aplique la crucifixión de Cristo a todo nuestro vivir y acciones. Al
hacer esto cooperamos con el Espíritu Santo. Cuando permitimos que el Espíritu Santo
realice Su obra en nosotros, estamos cooperando con El. Así, por un lado, aplicamos la
crucifixión de Cristo por medio del Espíritu Santo, y por otro, permitimos que el
Espíritu Santo nos aplique la crucifixión de Cristo. Por una parte, ésta es nuestra obra, y
por otra, es también la obra del Espíritu Santo, ya que es imposible separar una de la
otra si estamos en la comunión del Espíritu Santo. Al cooperar de esta manera, vivimos
en Romanos 8, o sea en la ley del Espíritu de vida, dando muerte, por medio del Espíritu
Santo, a toda expresión del viejo hombre.
Si uno ama a Dios, tiene una voluntad dócil y está dispuesto a cooperar con el Espíritu
Santo, El lo introducirá cada vez más profundamente en la experiencia de la cruz, y dará
fin a su yo definitivamente.] Mediante estas experiencias, la vida de Dios crecerá en
nosotros. El elemento de Dios aumentará en nosotros, y nuestro elemento humano
disminuirá.
Preguntas
Lección dieciséis
HACER FRENTE A NUESTRA
CONSTITUCION NATURAL, AL
INDIVIDUALISMO Y A LA DIVISION
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
A. Una definición
Quebrantar nuestra constitución natural es una experiencia más profunda. Tal vez usted
se pregunte: “¿Qué es la constitución natural?” [La palabra “constitución” según se
utiliza aquí, significa “el conjunto de las facultades físicas y mentales del hombre”. En la
Biblia no encontramos la expresión “constitución natural”, y rara vez la mencionan los
cristianos; no obstante, sí existe tal cosa en nuestra experiencia. La constitución natural
es una característica del hombre que vive centrado en el alma y es una expresión
predominante del vivir del viejo hombre, en el cual se ve la habilidad, la capacidad, la
sabiduría, el ingenio, las maquinaciones y las destrezas humanas.]
La razón por la cual Jacob era tan astuto por naturaleza, residía en la fuerza de su
constitución natural. A causa de esto, durante toda su vida Dios estaba trabajando en su
constitución natural. Las aflicciones, sufrimientos y problemas que le sobrevinieron,
tenían como fin quebrantar su constitución natural. La crisis de su vida ocurrió cuando
Dios tocó el tendón de su muslo en Peniel. Finalmente, en Génesis 35, Dios le pidió a
Jacob que fuera a Bet-el y edificara allí un altar para El, quien se le había aparecido
cuando huía de la presencia de su hermano. Desde aquel momento, Jacob dejó todas sus
maquinaciones y su hombre natural fue quebrantado ante Dios. Toda su habilidad,
astucia, inteligencia y destreza, evidentemente desaparecieron, cesaron. Así, su ser fue
cambiado completamente.]
[La carne, el yo y nuestra constitución natural son la expresión del viejo hombre. Por lo
tanto, el principio bajo el cual permitimos que ellos sean quebrantados es el mismo: por
un lado, tenemos el hecho objetivo, y por otro, necesitamos la experiencia subjetiva. El
hecho objetivo es que Cristo ya ha crucificado nuestro viejo hombre, mientras que la
experiencia subjetiva, es la aplicación de la muerte de Cristo a nosotros, la cual es
efectuada por el Espíritu Santo. Al aplicar esta experiencia a la carne, anulamos la carne;
si la aplicamos a nuestra propia opinión, anulamos el yo; y si la aplicamos a nuestra
habilidad y capacidad naturales, anulamos nuestra constitución natural.]
No debemos pensar que ya no es necesario estudiar porque Dios quiere tocar nuestras
habilidades naturales. Aunque ciertamente Dios quiere trabajar en ellas, como quiera
debemos educarnos y adiestrarnos en cada área de nuestra vida humana. Tal vez usted
se pregunte: ¿Por qué? Porque Dios quiere vasos que le contengan, le expresen, le sirvan
y que, junto con El, edifiquen Su iglesia. Si alguien no aprende a leer, ¿cómo podrá el
Señor mostrarle Su revelación a través de Su palabra santa? Si alguien no aprende a
escribir, no podrá redactar un folleto del evangelio. Por consiguiente, necesitamos
educarnos, cuanto más, mejor.
[En Hechos 7:22 dice: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era
poderoso en sus palabras y obras”. Bajo el arreglo soberano de Dios, Moisés aprendió
toda la sabiduría de los egipcios mientras vivió en el palacio real como el hijo de la hija
de Faraón. Mediante esta educación egipcia, llegó a ser una persona muy culta y obtuvo
la educación más elevada del mundo.] [No piense que Dios usará la energía y fuerza
naturales de usted para cumplir Su propósito. Si deseamos que Dios nos use, debemos
ocuparnos sólo de Él y de Sus intereses y al mismo tiempo dejar a un lado nuestras
fuerzas naturales.] [Dios tomó los primeros cuarenta años de la vida de Moisés para
formar un hombre que era fuerte en su vida natural y luego usó otros cuarenta años para
despojarle de toda su habilidad natural.] De esta manera, Dios perfeccionó a Moisés.
El principio es el mismo para nosotros hoy en día. Tenemos que esforzarnos por
aprender todo lo que es útil, aun sabiendo que Dios quebrantará todas nuestras
habilidades naturales para luego usarnos después. Los jóvenes deben aspirar a obtener
las mejores calificaciones y el grado más elevado, pero no deben aferrarse a tales cosas
ni depender de ellas.
II. EL INDIVIDUALISMO
A. Una definición
B. Quebrantar el individualismo
A. Una definición
¿Ha actuado alguna vez de una manera facciosa? ¿Ha hablado en contra de otro santo
alguna vez? ¿Ha tenido pensamientos sectarios? Incluso si escucha a alguien que es
faccioso, causa división. ¿Ha escuchado alguna vez a alguien hablar en contra de un
anciano o en contra del ministerio que lo introdujo a usted en la economía
neotestamentaria? Debemos rechazar tal hablar y huir de él. Y si nosotros mismos
hemos sido facciosos, tenemos que arrepentirnos ante el Señor y ante aquellos de
quienes hemos hablado negativamente. O aun si tan sólo lo hemos pensado, aunque no
hayamos verbalizado tales cosas, debemos arrepentirnos ante el Señor, y con eso será
suficiente. Si hemos escuchado a otros hablar de cosas facciosas, también debemos
arrepentirnos ante el Señor y decirle al que pronunció tales cosas que ni el Señor ni
nosotros estamos de acuerdo con su hablar faccioso. Debemos encarar cualquier
división entre nosotros, a fin de ser plenamente maduros en Cristo y ser edificados en el
Cuerpo de Cristo y así llegar a ser la plenitud de Dios.
Preguntas
Lección diecisiete
DOS CLASES DE FRUTO
PRODUCIDAS POR LA VIDA DIVINA
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
En esta lección [veremos las dos clases de fruto que provienen de la vida divina.
Conforme a la revelación de las Escrituras, existe un principio divino que Dios ha
establecido como Su plan, Su economía. Este plan consiste en que Dios se imparta en
nosotros, los seres humanos, a fin de vivir en nosotros y ser nuestra vida. Esta vida
divina es una vida fructífera que produce dos clases de fruto. La intención de Dios con
respecto al hombre se revela en los primeros dos capítulos de Génesis. Dios creó al
hombre a Su imagen con la intención de que éste fuera un vaso que lo contuviera y lo
expresara (1:26). Dios mismo deseaba ser el contenido del hombre. En Génesis 2 El
puso al hombre frente al árbol de la vida porque deseaba entrar en él para ser su vida
(vs. 8-9). Este árbol de vida, único en su género, el cual vemos al principio de la Biblia,
también aparece en la conclusión de ésta, en Apocalipsis 22. Dicho árbol representa al
propio Dios como vida para nosotros.]
[En Apocalipsis 2:7 el Señor dijo: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el
cual está en el Paraíso de Dios”. Conforme al libro de Apocalipsis, el Paraíso de Dios que
se menciona en Apocalipsis 2:7 es la Nueva Jerusalén (3:12; 21:2, 10; 22:1-2, 14, 19), de
la cual la iglesia es un anticipo hoy. Hoy el Paraíso de Dios es la iglesia y mañana será la
Nueva Jerusalén. Actualmente somos la iglesia, y en el futuro la iglesia será la Nueva
Jerusalén. La vida de iglesia hoy es el paraíso de Dios. En la vida de iglesia, saboreamos
algo que nos indica que estamos en el paraíso de Dios. Puede ser que a veces discutamos
o hablemos negativamente; pero cuando nos reunimos a cantar, alabar y orar, tenemos
la sensación de estar en el paraíso. A veces estando en las reuniones nos hallamos en
una especie de éxtasis. En dichas reuniones, cuando veo los rostros los santos, veo
sonrisas en casi todos rostros. Esto se debe a que nos alegra estar en el paraíso de Dios.
El mundo en que vivimos es un lugar terrible. Hasta los incrédulos también afirman lo
mismo. En la sociedad humana de hoy, en ningún lado se prueba el sabor del paraíso;
por el contrario, en todo lugar se percibe el sabor del infierno. Pero cuando estamos en
la vida de iglesia, estamos en el paraíso. ¡Encontramos el paraíso de Dios en las iglesias
locales! Estar en la vida de iglesia es vivir en el paraíso. Finalmente, tanto en la era
venidera como en la eternidad futura, la consumación de la vida de iglesia será la Nueva
Jerusalén. En la Nueva Jerusalén se halla el árbol de la vida que crece junto al río del
agua de vida para que comamos y bebamos. Este será nuestro disfrute por la eternidad.
Incluso hoy tenemos el privilegio de comer del árbol de la vida y de beber “de la fuente
inagotable” (véase Himnos, #155). En la vida de iglesia, estamos en el paraíso de Dios
disfrutando a Cristo como el árbol de la vida.
Hoy en día, Cristo como corporificación de Dios es nuestro árbol de vida, el cual está
creciendo en nosotros. El Señor Jesús nos contó una parábola acerca de un sembrador
que salió a sembrar la semilla (Mr. 4:1-20). El es tanto el sembrador como la semilla de
vida. El se siembra a Sí mismo como la semilla de vida en nosotros, quienes somos la
tierra en la que Cristo está siendo cultivado. El día en que fuimos regenerados, Cristo se
sembró en nuestro ser. Nuestro propio ser es la tierra donde Cristo se ha sembrado y
está siendo cultivado. Hemos recibido la ubérrima vida divina, la cual está
desarrollándose en nosotros. Así pues, nuestra responsabilidad es cultivar a Cristo.]
[Conforme a la Biblia y según nuestra experiencia, los frutos producidos por la vida
divina pueden clasificarse en dos categorías. En 2 Pedro 1 y en Gálatas 5 vemos la
primera categoría, la de las virtudes cristianas. En 2 Pedro 1:1 se afirma que a todos se
nos ha asignado “una fe igualmente preciosa”.] [Dios, quien se nos entregó para ser
nuestra porción, está en nosotros como nuestra fe. Entonces, si ponemos toda diligencia
en desarrollar en nuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento,
dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la
piedad afecto fraternal; y en el afecto fraternal, amor; llegaremos a tener a Dios mismo,
quien es la sustancia del amor divino. El resultado de que la fe como la simiente de vida
crezca dentro de nosotros hasta alcanzar su desarrollo pleno, es que Dios y nosotros
llegaremos a ser una sola entidad. Así, la divinidad se mezcla con la humanidad para
constituirnos Dios-hombres.
Todas las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son una especie de fruto (2 P. 1:8). Si
expresamos estas virtudes día tras día, seremos muy fructíferos. Día tras día, en nuestro
diario andar, debemos llevar tal fruto. De otro modo, otros no podrán ver la fe, la virtud,
el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el amor fraternal ni el amor
divino en nosotros, y como resultado seremos estériles en cuanto a estas virtudes. Si
tomamos a Cristo como nuestra vida, día tras día llevaremos el fruto de las virtudes
cristianas. Las virtudes que se mencionan en 2 Pedro 1 son, en realidad, los atributos de
Dios. Dios es fe, es amor y es todas nuestras virtudes cristianas. Los atributos o
características de Dios llegan a ser nuestro suministro en las diferentes áreas de nuestra
vida. Cuando estos atributos son expresados en nuestro diario andar, llegan a ser
nuestras virtudes. Estas virtudes cristianas están imbuidas de los atributos divinos. Por
lo tanto, las virtudes cristianas son los atributos divinos que se expresan en nuestras
virtudes humanas, las cuales constituyen la expresión final, el fruto, que nuestro
carácter ha de exhibir.
Gálatas 5 es otra porción de la Palabra que nos habla de esta clase de fruto. El versículo
16 dice que tenemos que andar por el Espíritu y así no satisfaremos los deseos de la
carne. Durante todo el día el Espíritu y la carne llevan una lucha entre sí. Si andamos
por el Espíritu, obtendremos el fruto del Espíritu, que es amor, gozo, paz, longanimidad,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (vs. 22-23). Por tanto,
también las virtudes divinas son el fruto del Espíritu.
En Gálatas 5 Pablo toca el mismo tema que Pedro trató en su segunda epístola, pero
desde otro punto de vista. En 2 Pedro el poder divino, es decir, el poder de la vida
divina, nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (1:3). Este
poder divino es el propio Dios, el Ser divino, la vida divina. Cada clase de vida tiene su
propio poder. Dios es divino, y por ende, Su vida es divina. El es todopoderoso y ahora
El está dentro de nosotros como nuestra vida. En Gálatas 5 Pablo no menciona nada del
poder de la vida divina, sino que nos remite al Espíritu Santo mismo. El declara que es
por medio del Espíritu que podemos producir el fruto de las virtudes cristianas.
Por un lado, el poder de la vida divina nos da la energía necesaria para generar todas las
hermosas expresiones de esta vida, las cuales llamamos virtudes. Por otro, es por medio
del Espíritu Santo que producimos fruto espiritual. De hecho, el Espíritu Santo es el
poder de la vida divina, el poder divino. El Espíritu Santo es una Persona, mientras que
el poder divino es una especie de energía. En realidad, esta Persona es la energía misma.
Debemos andar por el Espíritu Santo, por esta Persona, y cuando lo hacemos, El llega a
ser nuestra energía, el poder divino. Cuando tomamos un buen desayuno, tal desayuno
se convierte en nuestra energía, la cual nos vigoriza durante todo el día, dándonos la
fuerza para actuar. Los creyentes tenemos la energía divina en nosotros, la cual nos
vigoriza durante todo el día. En realidad, esta energía es una Persona, el Dios Triuno
consumado quien mora en nosotros como el Espíritu que lo es todo. Por medio de esta
Persona, nuestra vida manifiesta muchas virtudes, las cuales son el fruto que
producimos a diario.]
[Si somos aquellos creyentes que producen el fruto de las virtudes cristianas,
generaremos también la segunda categoría de fruto, la cual se menciona en Juan 15. El
Señor dijo que El es la vid y que nosotros somos los pámpanos (v. 5). Los pámpanos de
la vid no sólo llevan el fruto de las virtudes cristianas, pues el fruto producido en Juan 15
son las personas salvas, las que han sido regeneradas con la vida divina por medio de la
impartición de los pámpanos (v. 16b). Esto está comprobado por el hecho de que, quien
lleve fruto, debe “ir” (v. 16a). Para producir el fruto de virtudes en el ámbito ético y
moral, no necesitamos ir a ningún lado, pero para producir el fruto de personas que son
regeneradas al impartirles la vida divina, sí se requiere que salgamos a ponernos en
contacto con ellas. Los cristianos debemos llevar tanto el fruto de las virtudes, como el
fruto de las personas regeneradas.
Si un creyente no lleva la primera categoría de fruto, esto es, el fruto de las virtudes, su
predicación del evangelio no tendrá impacto, a pesar del método que use. Para que
nuestra predicación prevalezca, tenemos que llevar el fruto de las virtudes. Debemos
vivir por el poder divino que está en nosotros y andar conforme a la Persona del Espíritu
Santo. Debemos vivir teniendo a Cristo como nuestra vida y conducirnos teniendo al
Espíritu Santo como nuestro compañero, a fin de llevar el fruto de las virtudes en
abundancia. Entonces, cuando hablemos Cristo en nuestra predicación del evangelio,
produciremos la segunda categoría de fruto, el fruto de las personas salvas. Si todo el día
usted vive conforme a la carne y a la vida natural, por la tarde usted será como una
“llanta desinflada” y no tendrá la posición ante el enemigo de Dios para poder predicar
el evangelio. Pero si usted toma a Cristo como vida para su vivir diario y anda por el
Espíritu, ciertamente su vida estará llena de virtudes, llena de expresiones hermosas.
Entonces, cuando tenga contacto con los pecadores, los demonios le temerán. Es por eso
que los apóstoles eran tan prevalecientes en la predicación del evangelio. La palabra de
los apóstoles tenía peso. Es posible que esas mismas expresiones, proferidas por
nosotros, resulten débiles y vanas. Por tanto, tenemos que ser personas que lleven el
fruto de las virtudes cristianas, las cuales son la expresión misma de los atributos
divinos. Así, seremos aptos y estaremos llenos de poder al hablar impartiendo a Cristo.
Las palabras que salgan de nuestra boca llevarán el poder que salva a la gente. En
conclusión, la predicación del evangelio depende de la persona, no del método que se
use. Si no somos las personas apropiadas, no importa qué método utilicemos, porque
será vano.]
Preguntas
1. La vida es activa y viviente. Cuando usted fue salvo, recibió la vida de Dios. Explique
brevemente cuál es el primer propósito y resultado de la vida que Dios ha depositado en
usted.
2. Escriba las citas bíblicas que hablan de las dos clases de fruto que la vida divina produce.
3. ¿Ha experimentado el crecimiento de la vida divina? ¿Ha experimentado las virtudes de
la vida divina en su vida?
4. ¿Ha compartido acerca del Señor recientemente con alguien? ¿Fue salva esta persona a
través de su predicación?
5. Explique brevemente por qué debemos llevar fruto.
Lección dieciocho
EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO EN UNIDAD
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
El segundo resultado que la vida divina produce es la edificación del Cuerpo de Cristo.
Cuando por primera vez creímos en el Señor, recibimos la vida de Dios en nuestro
espíritu. Por un lado, fuimos hechos hijos de Dios (Jn. 1: 12); por otro, llegamos a ser
miembros del Cuerpo de Cristo (1 Co. 12:27). Como hijos de Dios, individualmente,
necesitamos crecer en vida y producir las dos categorías de fruto en nuestro diario vivir.
Pero como miembros del Cuerpo de Cristo, necesitamos ser constituidos con Cristo
como nuestra vida, y ser edificados en unidad, a fin de que, corporativamente,
lleguemos a ser la plenitud de Dios. Por lo tanto, el Cuerpo de Cristo, la iglesia, no es
una organización humana, sino un organismo, un cuerpo orgánico. Sin estos dos
resultados no habría evidencia alguna de nuestra experiencia y crecimiento en vida.
Estos dos resultados vienen a ser la manifestación de la vida que está en nosotros.
Los jóvenes deben entender esto claramente. Muchos dicen que disfrutan al Señor y han
crecido en El; sin embargo, ¿qué evidencia externa tienen que comprueba lo que
afirman? Nuestra prueba está en los dos resultados que la vida divina produce. ¿Cómo
es su vida diaria? ¿Es propia de quienes están el mundo o corresponde a Cristo? ¿Sigue
siendo su carácter superficial y descuidado o han experimentado ellos cierta
transformación? ¿Han ganado algunos amigos y familiares para el Señor o siguen siendo
estériles? ¿Están siendo edificados con los santos por medio de la comunión y la
oración, o sólo hay murmuraciones, razonamientos, quejas y disensiones? No se trata
simplemente de lo que uno dice, sino de que uno produzca los dos resultados de la vida
divina. Todo árbol se conoce por sus frutos (Mt. 7:17-18). El mal árbol da malos frutos,
pero el buen árbol, produce buenos frutos. Una persona que vive en sí misma no puede
producir los frutos de la vida divina. Sólo una persona llena de la vida divina producirá
tales frutos.
Por ser el Cuerpo de Cristo, no podemos ser independientes los unos de los otros, pues
esto denotaría carencia de vida. [En la economía de Dios y en el Cuerpo de Cristo,
“independencia” es una palabra diabólica. Los creyentes nunca debemos ser
independientes. No debemos ser independientes ni de Dios ni de los demás creyentes. Si
nos independizamos, no podremos avanzar en la vida cristiana.] Ninguna iglesia local,
ningún santo, ningún anciano ni servidor debe ser independiente el uno del otro. La
vida de Dios en nosotros cuida de esta unidad entre los miembros. Cualquier
independencia y división representa escasez de vida divina en nosotros; así que, la
independencia no procede de la vida divina ni es parte del Cuerpo orgánico de Cristo.
Lo primero que debemos hacer para edificar el Cuerpo de Cristo es predicar el evangelio.
Una de las definiciones de la vida es: la vida es Dios el Padre en el Hijo como el Espíritu
que fluye en nosotros, a través de nosotros y desde nosotros. Por eso, antes de que el
Señor fuera crucificado, encargó a Sus discípulos a que llevaran fruto (Jn. 15:16), y
después de Su resurrección, El comisionó a Sus discípulos a que fueran e hicieran
discípulos a las naciones (Mt. 28:19). A medida que disfrutamos la vida divina, la
experimentamos y crecemos en ella, tiene que producirse la predicación del evangelio
como resultado. Esto, a su vez, dará por resultado que más miembros sean añadidos al
Cuerpo de Cristo. Nuestra ciudad está llena de personas que todavía no han sido salvas;
en contraste, ¿cuántas personas hay en la iglesia? El número de personas que están en la
iglesia es muy pequeño comparado con las multitudes que nos rodean. ¿Cuántos
estudiantes hay en tu escuela, y cuántos están en la iglesia? Debemos predicar el
evangelio a nuestros amigos, familiares y vecinos para que sean traídos al Señor y a Su
Cuerpo. Sin la predicación del evangelio, nadie sería salvo. Y sin personas que sean
salvas, la iglesia no tendría muchos miembros. Por lo tanto, lo primero que debemos
hacer es predicar el evangelio para traer pecadores al arrepentimiento, lo que dará por
resultado más miembros para el Cuerpo de Cristo.
B. El crecimiento en vida
Tanto nosotros como los miembros que acaban de ser salvos, necesitamos crecer en la
vida divina para edificar el Cuerpo de Cristo (1 P. 2:2). Ya que el Cuerpo no es una
organización, el número de miembros que lo componen no tiene mayor significado.
Necesitamos más miembros que disfruten la vida divina, la experimenten y crezcan en
ella, sean llenos de la misma y estén constituidos de ella. Es menester que el crecimiento
en números apareje con el crecimiento en la vida divina. Por lo tanto, debemos crecer al
poner en práctica todo lo que vimos en las lecciones anteriores, y ayudar a los nuevos a
hacer lo mismo. Las principales prácticas, o hábitos de vida, son: 1) invocar al Señor y
orar para que nuestro espíritu regenerado se mantenga fuerte; 2) orar-leer, leer,
estudiar y memorizar la Palabra de Dios para ser equipados con la verdad; 3) vivir cada
día guiados por el sentir de vida en nuestro espíritu; 4) ser llenos del Espíritu a diario y
durante todo el día confesando nuestros pecados y haciendo a un lado todo
impedimento espiritual; 5) predicar el evangelio; 6) asistir a las reuniones en las casas,
en grupos pequeños y con toda la iglesia para profetizar y testificar. Por medio de estas
prácticas, usted y los nuevos creyentes crecerán en la vida divina y serán miembros
apropiados del Cuerpo de Cristo.
Efesios 4:3 dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Sin la unidad, no hay manera de edificar el Cuerpo de Cristo; así que, todos debemos ser
diligentes en guardar la unidad del Espíritu. Esta unidad es del Espíritu. Ya que tenemos
al Espíritu, tenemos la unidad del Espíritu. No es necesario orar para guardar la unidad
del Espíritu; más bien, lo que tenemos que hacer es ejercitar nuestro espíritu para
mantenerla. Algunas veces puede ser que queramos decir algo en contra de las
decisiones tomadas por los ancianos, contestar con insolencia a nuestros padres o
murmurar sobre algún hermano o hermana en la iglesia. Todo esto sólo divide el
Cuerpo. Debemos volvernos a nuestro espíritu y abandonar estas cosas para que
podamos mantener la unidad del Espíritu. Esta es la manera de edificar la iglesia. El
hablar negativo sólo destruye; pero el Espíritu edifica. Una persona que no vive en el
espíritu, no está en unidad. Pero una persona llena de vida, siempre estará en el espíritu
y en unidad.
Efesios 4:11-12a dice: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a
otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos”. Hay algunas personas en el Cuerpo de Cristo que son dones para el Cuerpo.
Estas personas tienen funciones especiales con las cuales han de perfeccionar a los
santos. Perfeccionar aquí significa nutrir, adiestrar y capacitar. Cuando un niño nace,
puede ser que traiga consigo todas las facultades para tocar el piano, pero si no es
adiestrado, nunca tocará bien. El adiestramiento es necesario para que los seres
humanos desarrollen sus habilidades. De la misma manera, el creyente es regenerado
con la vida divina, eterna e indestructible. Pero, para que esta vida edifique el Cuerpo de
Cristo, se necesita cierto adiestramiento con respecto a predicar el evangelio, nutrir a
otros, enseñar la verdad, hablar por Dios y edificar el Cuerpo de Cristo. ¿Ha sido usted
adiestrado? Todos necesitamos que los miembros dotados nos adiestren, de modo que
edifiquemos el Cuerpo de Cristo.
Todos los santos son necesarios para edificar al Cuerpo de Cristo. Aunque hay algunos
especialmente dotados en el Cuerpo, ellos no edifican el Cuerpo directamente. Ellos sólo
pueden edificar el Cuerpo indirectamente al perfeccionar a los santos. Por lo tanto, los
santos perfeccionados deben funcionar conforme a la medida en que han sido
perfeccionados para edificar el Cuerpo de Cristo. ¿Sabe usted cómo orar? Si sabe, debe
orar para edificar el Cuerpo. ¿Sabe usted predicar el evangelio? Si no sabe, necesita ser
adiestrado, porque todos nosotros debemos predicar el evangelio. Pero si usted sabe
cómo predicar el evangelio, entonces debe ejercer su función y predicarlo. Lo que no
sepa, debe aprenderlo. Pero en todo lo que sepa, debe ejercer su función según le
corresponde. Es por medio de su función que el Cuerpo será edificado.
Si usted quiere que el Cuerpo sea edificado, debe perfeccionar a otros en aquello en que
usted ha sido perfeccionado. Por ejemplo, si usted ha sido adiestrado en la predicación
del evangelio, puede a su vez adiestrar a los más jóvenes a predicar. Entonces usted se
convertirá en un pequeño maestro que pastorea, es decir, un pequeño don para el
Cuerpo. Si usted ha sido adiestrado en orar-leer, ciertamente puede adiestrar a un nuevo
creyente en esta práctica; así, usted se convertirá en un pequeño maestro que pastorea.
Si usted ha aprendido a componer una profecía durante la semana y a profetizar en la
reunión del día del Señor, entonces podrá ayudar a alguien que sea tímido mostrándole
cómo usted ora, lee, recibe la luz y redacta una profecía y profetiza en la reunión.
Aquellos que usted ha ayudado vendrán a ser los miembros perfeccionados y ejercitarán
su función para edificar el Cuerpo de Cristo. Cuanto más sean perfeccionados los santos
y cuanto más ejerzan su función, más se edificará el Cuerpo de Cristo. Si usted ejerce su
función y perfecciona a otros con miras a edificar el Cuerpo de Cristo, entonces usted
será un pequeño apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro. Así, al crecer en vida,
tanto espiritual como físicamente, llegará a ser un apóstol, profeta, evangelista, pastor y
maestro en plena madurez.
En resumen, los resultados, o frutos, que la vida divina produce, son el fruto de las
virtudes, el fruto de las personas salvas y la edificación del Cuerpo de Cristo en unidad.
Preguntas
1. Mencione cuál es el segundo resultado producido por la vida de Dios. Busque algunos
versículos de la Biblia que revelen esto. ¿Corresponde esto a su experiencia actual?
2. Usando un versículo de la Biblia, explique qué es la iglesia.
3. ¿Cuál es una de las cosas que Dios más aborrece, la cual debemos poner bajo nuestros
pies?
4. Dé un resumen de las cinco maneras de edificar el Cuerpo de Cristo.
5. ¿Ha experimentado o practicado alguna de las anteriores? Si no lo ha hecho, ¿sabe por
qué? Si lo ha hecho, ¿puede describirnos sus experiencias?
Lección diecinueve
REINAR EN VIDA, LA RECOMPENSA
DEL REINO Y LA NUEVA JERUSALEN
Lectura bíblica
Gn. 1:26; Fil. 3:11, 21; Mt. 25:10, 12, 21, 23, 30;
1 Co. 3:15; Ap. 2:26; 20:4; 22:12; Ef. 5:25-27;
Ap. 21:10-11, 23; 22:1-2, 5
Bosquejo
I. Reinar en vida
II. La recompensa del reino
III. La Nueva Jerusalén
A. Una ciudad de vida
B. Una ciudad sometida a la autoridad de Dios
C. Una ciudad de comunión
D. Una ciudad de luz
E. Una ciudad que produce fruto
F. Una ciudad de unidad
G. Una ciudad de bendición
H. Una ciudad de hombres transformados
I. Una ciudad que expresa a Dios
J. Una ciudad que ejerce el señorío de Dios
Texto
I. REINAR EN VIDA
El reinar en vida es otro de los resultados que la vida divina produce y que podemos
experimentar en esta era. [En términos sencillos, reinar es ejercer la autoridad de Dios,
o sea, es gobernar todas las cosas y, en particular, poner fin a Su enemigo. Hemos
mencionado en el pasado que en la creación del hombre Dios tenía una doble intención
y deseo. Por un lado, Dios deseaba que el hombre tuviera Su imagen para que le
expresara. Por otro, Dios quería que el hombre le representara con Su autoridad, a fin
de derrotar a Su enemigo. Por lo tanto, cuando Dios creó al hombre, por una parte lo
creó a Su imagen y conforme a Su semejanza para que el hombre fuera como Él, y por
otra, hizo que el hombre señorease “en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26).
Esto quiere decir que Dios le dio autoridad al hombre para que reinara por El.]
[Así, desde el punto de vista de la autoridad, la meta final de la salvación de Dios es que
reinemos. Esta es la cumbre de nuestra experiencia espiritual. En lo que a Dios se
refiere, si El no nos hubiera salvado al grado de que pudiéramos reinar por El en la
esfera celestial, la meta de Su salvación no se habría cumplido plenamente. Además,
aunque este asunto de reinar no se realizará completamente sino hasta que vengan el
reino y la eternidad futura, hoy Dios desea que comencemos a reinar en la tierra. En
cuanto a nosotros, si algún cristiano todavía no ha tenido la experiencia de reinar por
Dios, aún no ha llegado al nivel máximo. Todo creyente que haya alcanzado este nivel,
no sólo habrá sido librado del pecado, habrá vencido al mundo y dejado que su carne y
su constitución natural sean quebrantadas, habrá sido lleno del Espíritu Santo y estará
sentado en la esfera celestial, sino que también estará reinando con Cristo sobre todas
las cosas. Ya sea en la obra de Dios, en la vida de iglesia, en la vida familiar o en
cualquier situación que tal creyente encuentre en su vida cotidiana, podrá reinar y regir
sobre aquello que Dios quiere que él gobierne. Es necesario que haya tal clase de
personas, aquellas que Dios ha obtenido para que, a través de ellas, la autoridad de Dios
sea ejercida y el reino de Dios venga a la tierra.]
La Nueva Jerusalén será el producto final de la vida divina, la máxima consumación del
crecimiento de la vida divina, eterna e indestructible del pueblo Dios, el cual habrá sido
escogido, redimido y regenerado. Esta ciudad será la mezcla del Dios Triuno procesado
con el hombre tripartito transformado. No es una ciudad física como muchos creen, sino
una ciudad espiritual. Es la madurez total de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, Su novia
(Ap. 21:2; Ef. 5:25-27). “Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la
ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y
su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe,
diáfana como el cristal” (Ap. 21:10-11). “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna
que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara” (Ap.
21:23). “Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el
árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol
son para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:1-2). El trono de Dios y del Cordero está en
la cima y en el centro de la ciudad. De él fluye el Espíritu como el río de agua de vida en
medio de la calle de oro. “No habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara,
ni de luz del sol porque el Señor Dios los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos” (Ap. 22:5).
La Nueva Jerusalén es una ciudad de vida, en la cual hay un río de agua de vida y el
árbol de la vida. No es la ciudad del conocimiento. El árbol del conocimiento se ha
desvanecido; allí sólo está el árbol de la vida creciendo en medio del río de agua de vida.
Es totalmente una ciudad de la vida zoé, esto es, de la vida divina.
La Nueva Jerusalén es una ciudad que produce fruto. El árbol de la vida produce doce
frutos. El árbol de la vida es un árbol muy fructífero. No produce sólo un fruto, sino
doce, dando cada mes su fruto. Esto indica vida en abundancia.
La Nueva Jerusalén es la ciudad de bendición. En ella está la bendición triple del Dios
Triuno. Disfrutamos al Dios creador, al Cordero redentor y al Espíritu que regenera.
La Nueva Jerusalén es la ciudad que expresa a Dios. Apocalipsis 4:3 dice que Aquel que
está sentado en el trono tiene la apariencia de jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén
tiene también la apariencia de una piedra de jaspe. El pueblo de Dios ha crecido en vida
hasta alcanzar la plena madurez; por lo tanto, tiene la expresión de Dios.
La Nueva Jerusalén es la ciudad que ejerce el señorío de Dios. No solamente Dios reina
en Su trono, sino que también todo el pueblo de Dios reina en vida.
Lección veinte
MANTENER UN ESPIRITU
FUERTE INVOCANDO EL
NOMBRE DEL SEÑOR Y ORANDO
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Invocar el nombre del Señor es la manera más fácil, rápida y práctica de ejercitar y tocar
nuestro espíritu para mantenerlo fuerte. Comenzamos nuestra vida cristiana invocando:
“Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hch. 2:21).
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando
Su nombre” (Hch. 22:16). ¡Que invoquemos continuamente Su nombre para ser salvos!
(Ro. 10:13).
[La práctica de invocar al Señor comenzó en la tercera generación del linaje humano,
con Enós, el hijo de Set (Gn. 4:26), y la historia de esta práctica continúa a través de
toda la Biblia, con Abraham (Gn. 12:8), Isaac (Gn. 26:25), Moisés (Dt. 4:7), Job (Job
12:4), Jabes (1 Cr. 4:10), Sansón (Jue. 16:28), Samuel (1 S. 12:18), David (2 S. 22:4),
Jonás (Jon. 1:6), Elías (1 R. 18:24) y Jeremías (Lm. 3:55). Los santos del Antiguo
Testamento no sólo invocaron al Señor, sino que además profetizaron que otros también
invocarían Su nombre (Jl. 2:32; Sof. 3:9; Zac. 13:9). Aunque muchos están
familiarizados con la profecía de Joel respecto al Espíritu Santo, pocos han prestado
atención al hecho de que invocar el nombre del Señor es un requisito para recibir al
Espíritu Santo que ha sido derramado. Por una parte, Joel profetizó que Dios
derramaría Su Espíritu; por otra, profetizó que las personas invocarían el nombre del
Señor. Esta profecía se cumplió en el día de Pentecostés (Hch. 2:17a, 21). Para que Dios
se derrame sobre nosotros, es necesario que cooperemos invocándole.]
[Invocar el nombre del Señor fue una práctica de los creyentes del Nuevo Testamento
desde el día de Pentecostés (Hch. 2:21). Mientras Esteban estaba siendo apedreado, él
invocaba el nombre del Señor (Hch. 7:59). Los creyentes del Nuevo Testamento
invocaban al Señor constantemente (Hch. 9:14; 22:16; 1 Co. 1:2; 2 Ti. 2:22). Saulo de
Tarso recibió autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que
invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:14). Esto indica que los primeros santos
invocaban incesantemente a Jesús. El hecho de que invocaran el nombre del Señor era
una señal o marca de que eran cristianos. Si llegamos a invocar el nombre del Señor de
esta manera, esta práctica nos marcará como creyentes.
En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dio mucho énfasis al asunto de invocar al
Señor. El dijo: “Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo Señor es
Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan; porque: Todo aquel que
invoque el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:12-13). Pablo también habló de invocar
al Señor en 1 Corintios, cuando escribió las palabras: “Con todos los que en cualquier
lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co.
1:2). Más aún, en 2 Timoteo le dijo a Timoteo que siguiera las cosas espirituales con los
que de corazón puro invocaban al Señor (2 Ti. 2:22). En todos estos versículos vemos
que en el primer siglo los cristianos practicaban diariamente el invocar el nombre del
Señor. Así que, a lo largo de todo el Antiguo Testamento, como también en los primeros
días de la era de la iglesia, los santos invocaban el nombre del Señor. ¡Cuán lamentable
es que la mayoría de los cristianos lo haya descuidado durante tanto tiempo! Creemos
que hoy el Señor quiere recobrar el invocar Su nombre y hacer que lo practiquemos de
nuevo, para que así disfrutemos las riquezas de Su vida.]
[¿Por qué necesitamos invocar el nombre del Señor? El hombre necesita invocar el
nombre del Señor para ser salvo (Ro. 10:13). Orar en silencio sí ayuda a las personas a
ser salvas, pero no de una manera tan rica. Pero invocar en voz alta, les ayuda a ser
salvos de una forma más rica y más completa. Por eso, debemos animar a las personas a
que abran su ser e invoquen el nombre del Señor Jesús. El salmo 116 dice que podemos
participar de la salvación del Señor al invocarle: “Tomaré la copa de la salvación, e
invocaré el nombre de Jehová” (v. 13). En este salmo, se menciona cuatro veces el
invocar al Señor (vs. 2, 4, 13, 17). Como vimos anteriormente, la manera de sacar agua
de los pozos de la salvación es invocar el nombre del Señor (Is. 12:2-4). Hay muchos
cristianos que nunca han invocado al Señor. Si usted nunca le ha invocado ni ha gritado
ante el Señor, es dudoso que le haya disfrutado de una manera rica. “Invocad Su
nombre... Clama y grita de júbilo...” (Is. 12:4, 6). Pruebe esto, grite ante El. Si usted
nunca ha gritado lo que el Señor es para usted, pruébelo. Cuanto más grite: “¡Oh, Señor
Jesús, eres tan rico para mí!”, más liberado será de su yo y más lleno estará del Señor.
Miles de santos han sido liberados y enriquecidos al invocar el nombre del Señor.]
En este momento, sería bueno que usted pare de leer e invoque el nombre del Señor en
voz alta, por lo menos durante cinco minutos, para que experimente lo rico que El es
para con todos los que le invocan. Si lo hace, fortalecerá su espíritu.
[¿Cómo debemos invocar al Señor? Debemos invocarle de corazón puro (2 Ti. 2:22).
Nuestro corazón, el cual es la fuente de donde proviene nuestro invocar, debe ser puro,
sin buscar otra cosa excepto al Señor mismo. También debemos invocar con labios
puros (Sof. 3:9). Debemos vigilar lo que decimos, pues nada contamina tanto nuestros
labios como hablar indebidamente. Si nuestros labios son impuros, por causa de haber
hablado indebidamente, nos será difícil invocar al Señor. Además de un corazón puro y
unos labios puros, requerimos abrir nuestra boca (Sal. 81:10). Necesitamos abrir
ampliamente nuestra boca para invocar al Señor. Más aún, necesitamos invocar al Señor
corporativamente, como Su Cuerpo. En 2 Timoteo 2:22 dice: “Huye de las pasiones
juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan
al Señor”. Necesitamos reunirnos con el propósito de invocar el nombre del Señor.
Salmos 88:9 dice: “Te he llamado, oh Jehová, cada día”. Así, debiéramos invocar
diariamente Su nombre. Además, Salmos 116:2 dice: “...por tanto, le invocaré en todos
mis días”. Mientras que vivamos, debemos invocar el nombre del Señor.]
[Invocar el nombre del Señor no es simplemente una doctrina; es una práctica de vida.
Necesitamos practicarlo diariamente y a cada momento. Nunca deberíamos detener
nuestra respiración espiritual. Esperamos que muchos más del pueblo del Señor,
especialmente los nuevos creyentes, comiencen a ponerlo en práctica. Hoy en día
muchos cristianos han descubierto que pueden conocer al Señor y ser introducidos en el
poder de Su resurrección, que pueden experimentar Su salvación espontánea y andar en
unidad con El, al invocar Su nombre. En cualquier situación, en cualquier momento,
simplemente invoque: “¡Señor Jesús, oh Señor Jesús!” Si lo practica, descubrirá que ésta
es una manera maravillosa de disfrutar de las riquezas del Señor.] Por medio de esta
práctica tan placentera, nuestro espíritu será fortalecido de modo que experimentamos
la vida divina cada día. Y el resultado será que creceremos en vida.
La mayor parte del tiempo preferimos hablar o hacer cualquier otra cosa en lugar de
orar; por consiguiente, muchas veces nuestro espíritu carece de fortaleza. Necesitamos
orar para tener contacto con nuestro Dios viviente. Ya que El es viviente y es el Espíritu
vivificante, siempre que oramos, recibimos vida y nuestro espíritu es fortalecido. Esto
disipa cualquier sensación de muerte en nosotros. Si nos sentimos tristes, deprimidos,
oprimidos y confundidos, necesitamos orar. La oración hace que disfrutemos la vida. El
sentir de la vida divina nos levantará de nuestra horrible fosa. Esta clase de oración nos
mantendrá en la comunión del Espíritu Santo. A veces, mientras estamos orando para
disfrutar al Señor, es posible que El nos haga recordar nuestros pecados pasados.
Entonces, debemos confesar dichos pecados para mantener nuestra comunión con El (1
Jn. 1:7-9). Así que, debemos orar siempre para llevar una vida cristiana apropiada y
para experimentar en nuestro espíritu la vida divina, eterna e indestructible. Ahora es
un buen momento para orar por cinco minutos, disfrutar al Señor, y así absorber a Dios
mismo en nuestro ser.
La oración que ofrecemos a Dios para tener contacto con El, disfrutarle y tener
comunión con El, se convertirá en una oración dirigida al cumplimiento del propósito
eterno de Dios. A medida que usted disfruta a Dios en oración, es posible que el Señor le
recuerde de que un amigo suyo aún no ha sido salvo, y que su destino eterno es el lago
de fuego. Así que, debe orar por su salvación, pidiéndole al Señor que prepare el corazón
de su amigo para que pueda escuchar el evangelio. También usted puede pedir que el
Señor ate al enemigo, a fin de que su amigo sea liberado y reciba la salvación de Dios.
Después de orar, necesita ir a predicarle el evangelio y debe continuar orando por él
mientras que está en camino y mientras que le está predicando. Si su amigo sigue
desinteresado, entonces debe orar de nuevo por él e ir otra vez a visitarlo. Esto es ejercer
la autoridad que el Señor le dio a la iglesia para atar y desatar (Mt. 8:18-19). En
ocasiones es mejor orar con sus compañeros. Al Señor le gusta contestar este tipo de
oraciones (Jn. 15:16). Muchos de nosotros tenemos experiencias de este tipo de oración,
pero todavía necesitamos más práctica. Al orar de esta manera, nuestro espíritu será
fortalecido y la economía eterna de Dios será llevado a cabo por medio de nosotros.
Invocar el nombre del Señor y orar son maneras excelentes de crecer en vida.
Preguntas
1. ¿Cuáles son las dos maneras más sencillas de mantener nuestra comunión con Dios?
2. ¿Cuándo fue la primera vez que se invocó al Señor en la Biblia?
3. Enumere los beneficios que recibimos al invocar Su nombre; mencione un versículo para
cada uno.
4. ¿Cuál es el verdadero significado de la oración?
Lección veintiuno
ENRIQUECIDOS CON LA PALABRA
ORANDO, LEYENDO, ESTUDIANDO Y MEMORIZANDO
Lectura bíblica
Jn. 1:1, 14; 6:63; 1 P. 1:23; 2:2; Mt. 4:4; Jer. 15:16;
Job 23:12b; Ef. 6:17-18a; Col. 3:16;
Ec. 12:1; Sal. 119:11
Bosquejo
Texto
I. LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA
DE DIOS PARA EL CREYENTE
[Después de ser salvos, debemos conocer la Biblia para crecer espiritualmente. Por dos
mil años los cristianos han reconocido un solo hecho, que nadie puede conocer bien al
Señor sin conocer la Biblia.
La herencia espiritual que Dios nos ha dado incluye, por un lado, al Espíritu Santo
invisible, y por otro, la Santa Biblia visible. Por un lado, el Espíritu está dentro de
nosotros; por otro, la Escritura está fuera de nosotros. Un cristiano apropiado debe ser
equilibrado con respecto a estos dos elementos. Si sólo tenemos al Espíritu Santo por
dentro, pero no tenemos la Escritura por fuera, fácilmente nos equivocaremos. Por otro
parte, si sólo tenemos la Escritura por fuera, pero no tenemos al Espíritu Santo por
dentro, estaremos muertos, sin vida ni vitalidad alguna.
El creyente es como un tren, el cual necesita tanto de la fuerza interna que lo impulsa,
como de los rieles por fuera que lo llevan. Al contar con estos dos elementos, el interior y
el exterior, el tren puede moverse y avanzar muy bien. Esto es exactamente lo que
ocurre con el Espíritu Santo por dentro y las Santas Escrituras por fuera. Si usted
interiormente está lleno del Espíritu Santo y exteriormente conoce la Biblia, entonces
será un cristiano viviente y estable así como también activo y exacto.]
[La mayoría de los cristianos saben que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero muchos no conocen
la esencia misma de la palabra santa que se trasmite en la Biblia. Todo lo que es sólido posee un
elemento y una esencia. Debemos considerar cuál es la esencia de la palabra del Señor. La palabra
santa, la cual ha sido hablada por Dios a través de las generaciones, es la corporificación misma
del Dios Triuno. Esto se basa en Juan 1: 1 y 14. El versículo 1 afirma categóricamente que la
Palabra, el Verbo santo, es Dios mismo. La palabra hablada a través de las generaciones, es en
esencia Dios mismo. La Palabra es Dios mismo, no en persona sino en esencia. Esto quiere decir
simplemente que la Palabra contiene a Dios. Ciertamente Dios es Espíritu, y un espíritu es
misterioso e invisible. Pero la Palabra está escrita, en blanco y negro, de manera tangible, visible y
sólida. Por tanto, la Palabra es la corporificación del Dios misterioso e invisible. Aunque Dios es
invisible y misterioso, la Palabra no lo es. La Palabra, la cual es sólida y visible, contiene al propio
Dios. Además, la Palabra define, explica y expresa a Dios mismo.]
[El capítulo uno del Evangelio de Juan declara que la Palabra era Dios mismo corporificado en
Jesús. Cuando Jesús habla la Palabra, lo que El habla es espíritu y vida. El Señor Jesús dijo en
Juan 6:63: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Hoy la Palabra es el
Espíritu y la vida.] [Si nos acercamos a la Biblia únicamente con nuestra mente, este libro será
para nosotros simplemente letras. Pero cuando acudimos a cualquier pasaje de la Biblia con
nuestro espíritu, tal porción de la Biblia se convierte en espíritu y vida para nosotros.]
A. Regenera al hombre
[Al principio, cuando somos salvos, no tenemos una comprensión adecuada acerca de
las cosas espirituales. Algunas porciones de las Escrituras son como leche que nos puede
alimentar y hacer crecer en nuestra vida espiritual (1 P. 2:2). Por consiguiente, un
creyente recién regenerado debe anhelar la palabra de la Biblia; el nuevo creyente debe
ser como un bebé recién nacido que anhela la leche de la palabra dada sin engaño. De
otro modo, no podrá desarrollarse en su vida espiritual y seguirá siendo un niño en
Cristo (1 Co. 3:1-2).]
[Las Escrituras también son nuestro pan de vida espiritual (Mt. 4:4). Tal como nuestra
vida física requiere comida, así también nuestra vida espiritual necesita alimento. Sólo
la palabra de la Biblia puede proveer este alimento. Si queremos ser vivientes y fuertes
ante Dios, no debemos depender sólo de pan, sino de toda palabra, esto es, la palabra de
la Biblia, la cual procede de la boca de Dios. Debemos tomar la Palabra de Dios como
nuestro alimento y comerla (Jer. 15:16); inclusive deberíamos considerar la palabra de la
Biblia más importante que nuestra comida (Job 23:12b); de otro modo, nuestra vida
espiritual no podrá crecer. Debemos ejercitar nuestras facultades al recibir la palabra de
la Biblia, para así entender aquellas palabras que sean difíciles de interpretar; es decir,
como creyentes maduros, debemos aprender a tomar el alimento sólido (He. 5:13-14).
De otra forma, nuestra vida espiritual será muy débil.
En 1 Pedro 2:2 se nos dice que podemos crecer por medio de la leche espiritual de la
palabra dada sin engaño. La expresión “de la palabra” en griego es logikós. [Esta
misma expresión, traducida “racional” en Romanos 12:1, es un adjetivo que se deriva del
sustantivo lógos, la palabra; por ende, “de la palabra”; es decir, relativo a la mente, (en
contraste con el cuerpo), al raciocinio, y por consiguiente, racional, lógica, razonable. La
leche de la palabra no es leche para el cuerpo, sino para el alma, para el ser interior. Esta
leche es trasmitida por la Palabra de Dios para nutrir a nuestro hombre interior por
medio del entendimiento de nuestra mente racional, y es asimilada mediante nuestras
facultades mentales.] [Aunque la leche nutritiva de la palabra alimenta el alma a través
de la mente, finalmente nutre nuestro espíritu, haciendo que seamos espirituales y no
personas centradas en el alma; además nos hace aptos para ser edificados como la casa
espiritual de Dios.]
[El Señor indicó que, a fin de dar vida, El llegaría a ser el Espíritu. Luego declaró que las
palabras que El habla son espíritu y son vida. Esto significa que Sus palabras habladas
contienen el Espíritu de vida. El es ahora el Espíritu vivificante en resurrección, y Sus
palabras contienen el Espíritu. Cuando recibimos Sus palabras ejercitando nuestro
espíritu, obtenemos al Espíritu mismo, quien es vida.] [La Escritura contiene y
comunica a Dios como Espíritu. Por tanto, El Espíritu es la esencia y substancia mismas
de la Escritura. Tal como el fósforo es la substancia esencial de los cerillos, si queremos
obtener el fuego divino, debemos encender el Espíritu de la Escritura usando nuestro
espíritu.]
A. Al orar-leer
B. Al leer
También necesitamos leer la Biblia de principio a fin. Tome una decisión delante del
Señor de cuánto leerá cada día. Si diariamente lee tres capítulos del Antiguo Testamento
y uno del Nuevo Testamento, le tomará alrededor de un año terminar toda la Biblia. Y si
lee un capítulo del Nuevo Testamento todos los días, le tomará nueve meses leer todo el
Nuevo Testamento. Es necesario establecer una meta para la lectura de la Biblia, y
llevarla a cabo fielmente. A medida que lee, ore tomando los versículos que más le
toquen, escriba lo que le sea revelado y luego compártalo con los que le rodean.
Compártalo con sus padres, hermanos, compañeros y amigos.
C. Al estudiar
Debe también usar la mente al estudiar la Palabra de Dios. Debe permitir que la Palabra
de Cristo llene su mente, y que more ricamente en usted (Col. 3:16). Mientras estudie,
debe pensar; y mientras piensa, debe orar y disfrutar. Esta práctica le ayudará a recibir
la leche de la palabra mediante sus facultades mentales y nutrirá su espíritu. También se
puede estudiar un solo libro de la Biblia, tal como Juan o Romanos, con la ayuda de las
notas y las referencias en la Versión Recobro, y usar los mensajes del estudio-vida
correspondiente. Gracias al Señor, contamos con la Versión Recobro y con los mensajes
de los estudios-vida para cada libro del Nuevo Testamento. Así, puede usted estudiar
cualquier libro del Nuevo Testamento con la ayuda de las publicaciones, las cuales son
muy útiles. Además, puede estudiar los libros de lecciones diseñados para jóvenes de la
escuela secundaria y la preparatoria. También se pueden estudiar las Lecciones de vida y
las Lecciones de la verdad. Existen muchas maneras para estudiar la Palabra. Tenga
comunión con sus padres, servidores y ancianos en cuanto a la mejor manera de
estudiar la Palabra de Dios.
D. Al memorizar
También debe memorizar la Palabra de Dios. La mayoría de los santos descuida esta
práctica, pero memorizar la Palabra de Dios es muy útil. ¿Alguna vez ha sentido que
cuando usted predica el evangelio le hace falta la Palabra de Dios? Puede ser que no
sepa qué decir al predicarle a un amigo. Si memoriza un versículo por día, en tres años,
habrá memorizado más de mil versículos. De esta manera no tendrá qué preocuparse de
qué hablar o cómo encontrar los versículos que desea citar. Indudablemente, los jóvenes
deben memorizar versículos. Lo que se memoriza en la juventud, nunca se olvida. Podrá
citar esos versículos por el resto de su vida. Nuestra mente se llena de demasiadas cosas
a medida que envejecemos. Eclesiastés 12: 1 dice: “Acuérdate de tu Creador en los días
de tu juventud”. Una de las mejores formas de recordar al Señor es memorizar Su
Palabra. Salmos 119:11 dice: “En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar
contra Ti”. Lo que usted guarde en su corazón (principalmente en su mente) le ayudará
a mantenerse apartado del pecado y a ser formado según el deseo de Dios.
En conclusión, debemos usar nuestro espíritu y nuestra mente para acudir diariamente
a la Palabra de Dios, a fin de recibir el Espíritu y la vida y ser enriquecidos. Entonces
tendremos un espíritu fuerte, experimentaremos la vida y creceremos en vida hasta
alcanzar la plena madurez.
Preguntas
Lección veintidós
HABLAR LA PALABRA DE CRISTO
PARA PERMANECER EN LA VIDA DIVINA
Lectura bíblica
Hch. 5:20; Jn. 15:2, 6; Ef. 5:4; Col. 3:8; Ef. 4:29;
1 Co. 12:2, 3; Ef. 5:18-19; 2 Co. 4:13; Ro. 10:14, 17;
1 Co. 14:26, 4-5, 12, 31
Bosquejo
Texto
Una vez que nuestro espíritu regenerado es fortalecido al invocar el nombre del Señor y
al orar para tener contacto con Dios, disfrutarle, tener comunión con El y absorberle en
nuestro ser, y para atar al enemigo y desatar a las personas y las situaciones con miras a
la economía de Dios; una vez que hemos sido enriquecidos y equipados con la Palabra al
orar-leer, al leer, al estudiar y al memorizar, necesitamos aprender a hablar la palabra
de Cristo en el espíritu. En lecciones anteriores hemos visto que la vida es Dios el Padre
en Cristo Jesús el Hijo quien, como Espíritu que fluye, entra en nosotros, actúa en
nosotros y sale fluyendo de nosotros a otros. Recibimos a Dios mismo como vida al
invocar, al orar y al asirnos de la Palabra. Al hablar la palabra de Cristo, permitimos que
Dios fluya a través de nosotros y salga de nosotros para ser vida a otros. De esta manera
somos verdaderos canales de vida para la economía de Dios. En Hechos 5:20 se nos
exhorta a ir “y hablar al pueblo todas las palabras de esta vida”. Por un lado, debemos
estar abiertos para poder recibir del Señor a través de Su Palabra, y por otro, debemos
impartir al Señor mediante nuestras palabras. Llevar fruto, es decir, ganar personas
para el Señor, consiste en recibir el suministro de vida del Señor al permanecer en El y
en impartir Su vida al predicar el evangelio a nuestros amigos. Si no hablamos, nos
estancaremos como el mar muerto. Por lo tanto, en Juan 15, después de que el Señor
mandó a Sus discípulos a que llevaran fruto, les advirtió que serían cortados del disfrute
de la vida si no permanecían en El y si no daban fruto (vs. 2, 6). Debemos, fielmente,
disfrutar a Dios como vida e impartirlo como vida a los que nos rodean.
Dios nos creó con órganos maravillosos que nos permiten hablar e impartir a Dios como
vida en otros. [Al crearnos, Dios nos dio cuerdas vocales, una lengua, labios y dientes
con el fin de que pudiéramos ser llenos de Cristo, quien es la palabra de Dios. Cuando
Cristo como palabra de Dios nos llena, hablamos; proclamamos a Cristo en idiomas
como el chino, el inglés, el griego o el hebreo, pero no con palabras disparatadas sin
sentido alguno. Impartimos Cristo en nuestra lengua materna, o en nuestro segundo
idioma, y todo lo que hablamos se centra en una Persona única y maravillosa, Cristo.]
No debemos usar estos órganos creados por Dios para hablar palabras necias, para
contar chistes groseros ni proferir palabras obscenas (Ef. 5:4; Col. 3:8). Efesios 4:29
dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para
edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. Debemos usar la
facultad para hablar con que fuimos creados para proclamar las palabras de Cristo, a fin
de ministrar vida a los demás, con miras a que sean edificados en el Cuerpo de Cristo.
[No es solamente para el beneficio personal] que uno sea lleno en el espíritu con la
Palabra, sino que es para suministrar vida a otros, es para producir algo. Todo ser
humano fue hecho por Dios para propagarse, para engendrar descendientes. ¡Por lo
tanto, todos debemos tener hijos! Los creyentes tenemos que aprender cómo producir
vida en otros, cómo impartirles lo que nosotros mismos hemos recibido en nuestro ser.
Esto es reproducirnos, es producir, es decir, es hacer nacer creyentes nuevos a través de
nuestras palabras. En conclusión, hablar es producir, es impartir y dar vida a otros.]
Cuando les hablemos a nuestros amigos, debemos ejercitar nuestro espíritu de fe para
impartirles fe, la cual es el espíritu, que es la vida impartida en ellos. Puede ser que al
principio de la conversación ellos no tengan fe. Pero al oír la palabra de Cristo proferida
por nuestra boca, la fe será generada en ellos. Romanos 10 dice que este tipo de hablar
coloca la palabra de fe en la boca de nuestros amigos y en sus corazones. Así pues,
mientras cumplamos en hablarles, no tenemos que preocuparnos si nuestros amigos
creen o no; nosotros simplemente hablamos por el espíritu de fe para impartirles la
capacidad de creer, es decir, la fe. Su respuesta a nuestro hablar en el espíritu de fe será
su fe. Por consiguiente, su salvación no dependerá de ellos, sino de nuestro hablar.
Ya que nuestro Dios es el Dios viviente, El habla. El habla todo el tiempo, porque tiene
mucho que decir. Cuanto más estamos en el espíritu y somos enriquecidos con la
palabra de Dios, más nosotros deseamos hablar. De hecho, debemos hablar en todo
tiempo y en todo lugar a todas las personas. Todo el tiempo que tenemos es para
proclamar a Cristo. Desde la mañana hasta la noche podemos proclamar a Cristo y
debemos hacerlo. Cualquier lugar es bueno para este hablar. No debemos estar
restringidos sólo al local de reunión. Podemos hablar tanto en las reuniones, en camino
a la reunión y de regreso, en la casa, en la escuela, en camino hacia la escuela y de
regreso de ella, en los parques, etc. Cualquier lugar es nuestro lugar de reunión para
hablar. Podemos hablar a cada persona que vemos cada día. Todos necesitan oír la
palabra de Cristo. Hable a sus padres, y a sus hermanos y hermanas. Las palabras que
les habla vienen a ser para ellos comunión de parte del Dios Triuno. Debe hablarles a
sus amigos incrédulos, para que ellos puedan recibir el evangelio de Dios. Lo que les
habla ministrará a Cristo como vida a los oyentes y hará que usted disfrute al Señor
como la vida y así crecerá en vida.
[Todos debemos dedicar todo nuestro ser a cultivar el hábito de hablar en las reuniones
(1 Co. 14:26, 4-5, 12, 3l). Debemos cultivar con gran ahínco el hábito de hablar. Este
hábito tiene que ser cultivado universalmente en el recobro del Señor. No tenemos tal
hábito debido a la influencia del cristianismo y, por esta causa, nuestra función ha sido
anulada. Muchos chinos no hablan buen inglés porque no cultivaron el hábito de hablar
inglés mientras crecían, ni lo cultivan ahora. Yo no adquirí el hábito de hablar inglés
sino hasta que comencé a ministrar la Palabra en los Estados Unidos en 1962. Fue difícil
para mí adquirir este hábito, pero para mis nietos fue fácil, porque ellos crecieron en un
ambiente donde se hablaba inglés. Si cultivamos el hábito de hablar en cualquier
reunión, nuestros hijos, los creyentes nuevos, espontáneamente tendrán el hábito de
hablar. Los nuevos seguirán el curso y la atmósfera de la reunión; fácilmente adquirirán
el hábito de hablar. Debemos practicar esto, ya que no es sólo para nosotros mismos,
sino por el beneficio del recobro del Señor.]
Tal vez usted argumente que no sabe qué decir en las reuniones. Eso es fácil de
solucionar. Simplemente ore-lea algunos versículos cada mañana, y lea o estudie la
Biblia todos los días. Escriba lo que le fue revelado por esos versículos o lo que más
disfrutó. Puede ser que escriba unas cuantas palabras, una oración, o un párrafo corto
que causó en usted cierta impresión. Y luego, el sábado, podría hacer una composición
basada en las notas que escribió durante la semana. Así, en la reunión del día del Señor,
tendrá preparado algo muy rico y significativo para hablar. Entonces podrá, con toda
confianza, hablar con el espíritu de fe a los santos, basándose en lo que compuso, a fin
de ministrar vida en la reunión. Nunca hable monótonamente sin ejercitar el espíritu. Al
hablar en el Espíritu Santo de esta manera, edificará la iglesia.
Nosotros, los hijos de Dios, debemos ser como nuestro Padre, quien siempre habla.
Debemos hablar la palabra de Cristo todo el tiempo, en todo lugar y a toda persona. De
esta manera experimentaremos la vida, creceremos en vida, e impartiremos vida a otros
y como resultado, llevaremos fruto y la iglesia será edificada.
Preguntas
1. ¿Por qué Dios nos creó con órganos para hablar? ¿Está usando usted esos órganos
conforme al propósito de Dios?
2. ¿Cuáles son las tres cosas que tenemos que hacer a fin de hablar la palabra de Dios con
autoridad y poder?
3. Escriba los dos elementos que debemos impartir en otros al hablarles con el espíritu de
fe.
4. Resuma brevemente los elementos con los que necesitamos estar llenos a fin de
proclamar el Señor.
5. Nuestro hablar en el espíritu debe ser todo-inclusivo. Resuma los diferentes tipos de
hablar que se mencionan en esta lección.
1. The Divine Speaking [El hablar divino], págs. 45-46, 52, 27-28.
2. Elder’s Training, Book Six, The Crucial Points of the Truth in Paul’s
Epistles [Entrenamiento ancianos, libro seis, Temas cruciales sobre la verdad hallados
en las epístolas de Pablo], págs. 47-48.
3. Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ [Hablar
impartiendo Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo], pág. 50.
Lección veintitrés
LLEVAR UNA VIDA CRISTIANA NORMAL
Lectura bíblica
Bosquejo
I. Amar al Señor
II. Ser reavivados cada mañana
III. Llevar una vida victoriosa cada día
IV. Permanecer en comunión con el Señor diariamente y a cada momento
V. Ser una persona de oración
VI. Andar por nuestro espíritu mezclado y conforme a él
VII. Vivir a Cristo con el fin de magnificarlo
Texto
I. AMAR AL SEÑOR
En esta lección tendremos comunión acerca de llevar diariamente una vida cristiana
normal en el espíritu, la cual expresa a Cristo. Lo primero y más importante en dicha
vida es amar al Señor. [Si amamos al Señor, ciertamente seremos llenos de Él. Al ser
llenos hasta rebosar, el excedente saldrá de nosotros. Experimentamos este
desbordamiento al estar llenos interiormente. Si amamos al Señor, El nos llenará.] En
Apocalipsis, los capítulos dos y tres contienen siete epístolas dirigidas a las siete iglesias
que estaban en Asia. El primer aspecto de la degradación que estas iglesias
experimentaron fue la pérdida del primer amor, por parte de la iglesia que estaba en
Efeso (Ap. 2:4). A pesar de que ellos habían realizado muchas buenas obras, la pérdida
de su posición como iglesia era inminente porque habían perdido su primer amor (Ap.
2:5). Debido a la pérdida del primer amor, las iglesias se volvieron tibias, y por eso el
Señor quería vomitarlas de Su boca (Ap. 3:14-16). De aquí que, lo primero que debemos
hacer es arrepentirnos y orar: “Oh Señor, perdóname por no amarte como mi primer
amor, por no amarte sobre todas las cosas, hasta lo máximo. Señor, reconozco que aún
amo muchas cosas del mundo; incluso me amo a mí mismo. Oh Señor, perdóname,
lávame con Tu preciosa sangre. Señor, quiero declarar ante Ti y ante todo el universo
que ahora mi amor es para Ti. Te amo más que a cualquier cosa en el mundo. No me
amo más a mí mismo; sólo te amo a Ti. Lléname con Tu Espíritu. ¡Amén!” Si usted ora
de esta manera, comenzará a amar al Señor nuevamente. Su primer amor será
restaurado, y usted será lleno de Su Espíritu.
Nuestra vida cristiana comienza de nuevo cada mañana. Debemos [disfrutar al Señor en
la Palabra cada día a la madrugada a fin de tener un nuevo comienzo diariamente (Sal.
119:147-148). Conforme al principio establecido por Dios en Su creación, El ordenó que
hubiera periódicamente un nuevo año, un nuevo mes, una luna nueva y un nuevo día.
Así, en un año podemos tener trescientos sesenta y cinco nuevos comienzos. Si
fracasamos trescientas sesenta y cuatro veces, aún tendremos otra oportunidad de tener
un éxito. Tal vez fallemos hoy, pero gracias al Señor, mañana nos espera otro día.
Mañana por la mañana tendremos otra oportunidad para comenzar de nuevo. Cada
veinticuatro horas hay una nueva oportunidad para tener un nuevo comienzo y ser
renovados.]
[Luego, debemos orar-leer una breve porción de la Palabra, unos dos o cuatro
versículos.] Podemos escoger nuestros propios versículos o tomar los versículos
sugeridos por la iglesia. [Así, ciertamente disfrutaremos al Señor en Su Palabra al orar-
leer. Debemos hacer esto cada día por la mañana para tener un nuevo y buen comienzo.
Podemos hablar la Palabra a nosotros mismos, al Señor, y aun a los ángeles. Podemos
recitar la palabra a nuestras mascotas y hasta a los muebles. Cuando hablemos la
palabra de esta manera, nosotros seremos los primeros en ser nutridos.] Es muy
beneficioso escribir en pocas palabras lo que hemos disfrutado. [No necesitamos invertir
mucho tiempo para disfrutar al Señor en Su Palabra temprano por la mañana. De diez a
quince minutos es suficiente para ser nutrido y comenzar bien un nuevo día. ¡Cuánto
necesitamos practicar esto!]
Luego, debemos llevar una vida victoriosa por la cual podremos vencer el pecado, el
mundo, nuestro yo, nuestra carne, nuestra desobediencia para con los padres y aun las
discusiones con nuestros hermanos. Después de que usted pase un tiempo maravilloso
siendo reavivado por la mañana, no debe detenerse ahí; más bien, debe continuar
viviendo en el espíritu. En su relación diaria con sus padres y hermanos, no murmure ni
discuta; antes bien, tenga comunión con ellos sobre lo que ha visto en la Palabra, y sobre
la luz que recibió del Señor. Si ellos dicen algo que lo ofenda, invoque el nombre del
Señor interiormente y aun dele gracias por tal situación. De este modo, con toda certeza
conseguirá llevar una vida victoriosa.
[Otro aspecto es que debemos ser personas de oración. Debemos orar sin cesar, todo el
día. Esto quiere decir que debemos invocar Su nombre. Debemos clamar: “Oh Señor”.
No crea que cuando invoca así al Señor, por ser muy breve, no sea importante. Al
contrario, esto es muy valioso. Cuando estamos] en la escuela o haciendo los quehaceres
del hogar, [podemos invocar: “Oh Señor Jesús”. Esta práctica de invocar brevemente al
Señor tiene mucho valor y significado en nuestra vida cristiana. Invocar el nombre del
Señor hace posible que oremos sin cesar.] A fin de llevar una vida cristiana normal,
tenemos que ser personas de oración.
[También necesitamos aprender a andar por nuestro espíritu, el cual está mezclado con
el Espíritu, y conforme al mismo (Gá. 5:16; Ro. 8:4) ¡Alabado sea el Señor porque
tenemos un espíritu, y que nuestro espíritu está mezclado con el Espíritu divino! ¡Qué
provisión! Cuando nuestro Dios nos creó, nos dio un espíritu, y ahora ha regenerado
nuestro espíritu. Una vez que nos regenera, El permanece con nosotros como Espíritu
para ser uno con nosotros y mezclarse con nosotros como un sólo espíritu (1 Co. 6:17).
Ahora poseemos tal espíritu mezclado. Así que, después de tener un buen comienzo por
la mañana, debemos continuar durante todo el día andando, viviendo y haciendo todo
por este espíritu mezclado y con él. ¡Cuánto necesitamos practicar esto!]
Muchos jóvenes no pueden evitar tener problemas con sus hermanos carnales. Son
pocos los que pueden evitar estos problemas que se originan porque, al conocerse tan
bien y tenerse tanta confianza, [ellos piensan que no necesitan ser cuidadosos en su
relación mutua, y por eso siempre se presentan oportunidades para dejarse llevar por el
yo o por la carne. Estas oportunidades son trampas para engañarnos. Muchas veces,
Satanás enviará] a su hermano [específicamente para tentarle. Quizás él o ella diga una
palabra punzante que lo incomode. Pero en ese momento es preciso recordar cómo debe
ser nuestro andar, cómo debemos comportarnos, y que debemos permanecer en el
Espíritu y vivir por El. Nunca hable con su hermano en su yo. Háblele [valiéndose de su
espíritu mezclado. Esta es la manera en que siempre estará listo para hablar] e impartir
a Cristo en todo lugar.
¿Qué clase de cristiano desea ser usted? ¿Un cristiano frío, callado, inactivo, moribundo,
tibio, derrotado y que retrocede? ¿O quiere ser un cristiano que ame al Señor y que sea
viviente, fresco y activo? ¿Por qué el cristianismo carece de poder? Porque la mayoría de
los cristianos que están en las denominaciones han sido despojados de sus riquezas.
Han sido anulados y reprimidos hasta la muerte. Por eso necesitan un servicio religioso
en el cual una persona les hable. Sin embargo, el recobro del Señor debe ser diferente. El
Señor desea recobrar una reunión en donde todos los miembros hablen y funcionen.
Pero esto depende de nuestro andar como creyentes. Debemos amar al Señor.]
[Debemos disfrutarle en la Palabra temprano por la mañana, a fin de tener un nuevo
comienzo cada día.] [También debemos llevar una vida victoriosa, permanecer en
comunión con el Señor diariamente y a cada momento, y ser personas de oración.
Además, nuestro andar debe ser conforme al espíritu mezclado, y debemos vivir a
Cristo. Si somos tales personas día a día y a cada momento, estaremos listos para hablar
en las reuniones, y algo de Cristo estará rebosando siempre en nosotros. El Espíritu será
como una corriente que fluye desde nuestro interior y derrama las riquezas de Cristo por
el Espíritu (Jn. 7:37-39).]
Esta es una vida cristiana normal que se realiza conforme a la vida divina, eterna e
indestructible. No debemos llevar una vida que sea inferior al nivel de vida que esta vida
exige. Esto es lo normal. Es nuestra norma de vida. Y a la vez, esto nos llevará a
experimentar la vida divina y a crecer en esta vida, lo cual nos preparará para la vida
apropiada de iglesia y para la segunda venida del Señor. Si vivimos de esta manera, el
Señor nos dará el galardón.
Preguntas
1. Speaking Christ for the Building Up of the Body of Christ, págs. 33-39.
Lección veinticuatro
LLEVAR UNA VIDA NORMAL DE LA IGLESIA
Lectura bíblica
Bosquejo
Texto
Necesitamos que tanto nuestra vida cristiana como nuestra vida de iglesia sean
normales. Individualmente, tenemos que crecer en vida, y corporativamente, tenemos
que ser edificados en vida. Diariamente necesitamos llevar una vida normal por causa de
la vida de iglesia; a la vez, una vida de iglesia normal nos ayuda a llevar una vida
cristiana normal. Una de las primeras necesidades que tenemos en la vida de iglesia es
la de compañeros. Todos los creyentes son compañeros de Cristo y como tales han de
llevar a cabo la economía de Dios junto con El (He. 1:9; 3:14). El propio apóstol Pablo
tenía compañeros como Silas, Timoteo, Tito, Filemón y muchos otros (Hch. 15:40; Ro.
16:21; 2 Co. 8:23; Flm. 17). En términos prácticos, es bueno que tengamos uno o dos
santos de nuestra edad como compañeros. Así podremos invocar al Señor juntos y
ayudarnos mutuamente a huir de las pasiones juveniles (2 Ti. 2:22). También podremos
instarnos y alentarnos, recíprocamente, al amor por el Señor y al estudio de Su Palabra.
Tener compañeros hace posible, además, orar con otros por nuestros amigos e ir a
predicarles el evangelio acompañados. Por todo ello, ¡es tan bueno tener compañeros en
Cristo! para, juntos, experimentar la vida divina y crecer en ella. Nuestros compañeros
hacen que la vida de iglesia sea más real y más querida para nosotros.
II. PREDICAR A CRISTO BUSCANDO
ENGENDRAR MIEMBROS PARA
EL CUERPO DE CRISTO
[El Cristo que es la corporificación del Dios Triuno procesado y que llega a nosotros
como Espíritu consumado, cual Espíritu es la consumación del Dios Triuno dado a
nosotros para que lo disfrutemos, es el mismo evangelio del cual hablamos.] [Quisiera
dejar en usted la profunda impresión de que en este universo y, específicamente, hoy en
esta tierra, existe lo que llamamos el evangelio; y a nosotros se nos recalca y ordena que
la propagación de este evangelio debe ser nuestra única preocupación. ¿Para qué
vivimos en esta tierra? ¿Vivimos dedicados a nuestra profesión o a nuestro trabajo con
el fin de ganar mucho dinero? ¿Para qué vive el hombre hoy? Esta lastimosa sociedad
humana está llena de actividades pero no tiene una meta. Y nosotros mismos, ¿tenemos
una meta? Nuestra meta es el evangelio, y el evangelio es el Dios Triuno que se procesó
para ser el Espíritu que, en nosotros, es nuestra salvación, nuestra vida, nuestro
suministro de vida y todo el disfrute que necesitamos. ¡Qué maravilla y gloria dedicarse
absolutamente a propagar este evangelio! Yo me he dedicado exclusivamente a ello por
más de cincuenta años. ¡Aleluya por el evangelio! ¡Esto sí vale la pena!]
Predicar el evangelio es llevar a cabo la economía de Dios en la esfera de la vida divina. Muchos
de nuestros amigos, vecinos y familiares nunca han oído el evangelio y, por ende, no son salvos.
Su destino es la perdición eterna, en la que estarán sin Dios y sin esperanza alguna. Debemos
permitir que la vida en nosotros fluya hacia ellos mediante la predicación del evangelio. Haga una
lista de sus amigos, vecinos y familiares. Si usted no tiene muchos amigos, haga nuevos amigos en
la escuela. Ore en privado y con sus compañeros, por aquellos por quienes reciba una carga
específica. Su oración atará al diablo, quien los aprisiona, y los desatará para que vengan a formar
parte del Cuerpo de Cristo (Mt. 18:19). Luego, vaya a visitarlos en la autoridad de Cristo (Mt.
28:18) y predíqueles el evangelio, las buenas nuevas. Puede usar el folleto “El misterio de la vida
humana”, o cualquier otra literatura apropiada. Si ellos no creen, no discuta, simplemente
continúe orando por ellos. Si responden amistosamente a lo que usted les diga, puede deducir
que está tratando con hijos de paz (Lc. 10:6). Esto significará que la predicación suya ha generado
fe en ellos (Ro. 10: 17). Después, debe conducirlos al arrepentimiento, a invocar el nombre del
Señor, a orar y a creer. Después que oren, estarán listos para ser bautizados inmediatamente en el
Dios Triuno (Hch. 2:38; 8:36-38; 16:33; 22:16; Mt. 28:19). Debemos practicar esto cada semana.
Los nuevos creyentes, una vez que han creído y han sido bautizados, son salvos (Mr.
16:16) y han nacido de Dios (Jn. 1:12) para ser miembros del Cuerpo de Cristo (1 Co.
12:12-13). Debido a que han sido regenerados por la palabra viva que permanece para
siempre, son ahora bebés que necesitan ser alimentados con la leche de la Palabra, a fin
de que puedan crecer (1 P. 2:2).
En primer lugar, necesitamos usar versículos tales como Juan 3:5-6; 4:23-24 y 1
Corintios 6:17 para mostrarles que el Espíritu Santo ha entrado al espíritu de ellos para
darles vida, y que estos dos espíritus se han mezclado como uno sólo. Desde ese
momento, ellos deben fortalecer este espíritu mezclado, su espíritu regenerado, al
invocar el nombre del Señor (1 Co. 12:3) y al orar (Ef. 6:18). En segundo lugar, debemos
usar versículos tales como Juan 6:63, 2 Timoteo 3:16, 1 Pedro 2:2 y Mateo 4:4 para
mostrarles que la palabra de Dios es Espíritu y vida y, por ende, puede suministrarse a
su espíritu regenerado en calidad de aire, bebida y comida espiritual. Ellos necesitan
orar-leer y leer la palabra de Dios todos los días para llenarse del Espíritu y crecer en la
vida divina. En tercer lugar, debemos usar versículos tales como Romanos 8:6 y Gálatas
5:16 para mostrarles que el sentir interno de la vida divina está en ellos, el cual proviene
del espíritu regenerado y mezclado. De ahí en adelante ellos necesitan vivir y andar por
el sentir de vida; es el sentir del espíritu regenerado y mezclado. Sentimos vida y paz
cuando actuamos conforme al espíritu. Pero percibimos muerte cuando actuamos
conforme a la carne.
Estos tres puntos son las tres rocas fundamentales que sirven de cimiento para la vida
cristiana. Los creyentes nuevos deben entender claramente estos tres asuntos y
practicarlos para ser confirmados en su fe. Hay muchos puntos adicionales que se
pueden compartir con los nuevos para ayudarles. El capítulo diecinueve del libro, La
manera bíblica de reunirse y de servir para edificar el Cuerpo de
Cristo, ofrece más ayuda al respecto.
Una vez que los nuevos estén más conformados en la fe, usted tiene que procurar
perfeccionarlos aún más. Debe enseñarles todo lo que usted ha aprendido (Mt. 28:20; 2
Ti. 2:2). Debe lograr que ellos sean tal como usted es: deben amar al Señor, observar el
avivamiento matutino, llevar una vida victoriosa, etc. En la medida que usted vaya
sembrando a Cristo en ellos como semilla de vida (Jn. 12:24), ellos crecerán hasta amar
al Señor tanto como usted. Si usted ha guardado su primer amor hacia el Señor, ellos
también lo experimentarán como su primer amor. Si usted se dedica de manera absoluta
a evangelizar, ellos harán lo mismo. Si usted ayuda a sus amigos a ser salvos, ellos
también podrán ayudar a sus propios amigos a recibir la salvación. Cualquier cosa que
usted sea intrínsecamente en cuanto a la vida, ellos lo serán. Y cualquier cosa en la que
usted es perfeccionado, ellos serán perfeccionados por usted en lo mismo (Ef. 4:11-12).
El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.
Tal vez usted puede decir lo mismo a sus nuevos, y si verdaderamente para usted el vivir
es Cristo (Fil. 1:21a), entonces para ellos también el vivir será Cristo. ¡Esto es
maravilloso! Usted será un pequeño apóstol, un pequeño evangelista, un pequeño
profeta, un pequeño pastor y maestro. Si practica esto por diez años, ciertamente tendrá
muchas experiencias de la vida divina y crecerá en ella. Después de diez años, alcanzará
la plena madurez, ya sea como apóstol, evangelista, profeta o pastor y maestro.
El último paso que tiene que dar es profetizar y ayudar a los creyentes nuevos bajo su
cuidado a profetizar en las reuniones de la iglesia, a fin de edificar la iglesia, el Cuerpo
de Cristo. En 1 Corintios 14:4b dice: “El que profetiza edifica a la iglesia”. [Profetizar en 1
Corintios 14 no es predecir sino hablar por el Señor, proclamar al Señor e infundir al
Señor en otros por nuestro hablar, ministrándolo (impartiéndolo) a los demás. ¡Qué
hecho tan precioso y valioso es ministrar o impartir a Cristo en otros! Tenemos que
aprender a hablar de Cristo e impartirlo en otros.]
[En 1 Corintios se revela que necesitamos disfrutar a Cristo como nuestro todo. De
hecho, lo que disfrutemos producirá un resultado. En primer lugar, el disfrute de Cristo
conduce a nuestro crecimiento en vida y así produce los materiales necesarios para la
edificación de la iglesia (3:6, 9-14).] [El disfrute de Cristo también desarrolla los dones,
de los cuales el don de profecía es el más excelente, para que seamos activos en nuestra
función como miembros para edificar el Cuerpo de Cristo (1 Co. 14:1, 12, 39a). En
cualquier edificación, además de contar con los materiales apropiados, se requieren
ciertas destrezas, es decir, el desarrollo de ciertas funciones. Por consiguiente, el disfrute
de Cristo produce no sólo el crecimiento de la vida divina, sino también el desarrollo de
los diversos dones para desempeñar nuestras variadas funciones.] [Impartir a Cristo por
nuestro hablar, o sea, al profetizar, es el nivel más elevado al que se puede llegar en el
desarrollo de los dones como resultado de disfrutar al Señor.
Si usted y todos los santos que están en las iglesias se determinan a experimentar la vida
divina, a crecer en la vida divina, a hacer a un lado todo impedimento mediante su
arrepentimiento y confesión, a mantener un espíritu fuerte invocando el nombre del
Señor y orando, a ser enriquecidos con la palabra de Dios orando-leyendo, leyendo,
estudiando y memorizando, a hablar de Cristo todos los días en todo lugar y a todas las
personas, a llevar una vida cristiana normal diariamente y a experimentar una vida
normal de iglesia, entonces el Cuerpo de Cristo será edificado, el Señor regresará,
ustedes entrarán en el reino milenario como recompensa, y finalmente serán parte de la
Nueva Jerusalén por la eternidad. ¡Aleluya! Este es el fruto final que la vida divina
produce. Debemos alabar al Señor por ser la vida divina, eterna e indestructible en
nosotros, la cual produce estos maravillosos resultados. ¡Alabado sea el Señor!
Preguntas
1. ¿Cuáles son los cinco pasos para llevar una vida normal de iglesia?
2. Defina el evangelio. ¿Es el evangelio la meta de su vida?
3. ¿Cuáles son las tres rocas fundamentales que sirven como cimiento para la vida
cristiana? ¿Puede citar dos versículos para cada una?
4. ¿En qué ha sido usted perfeccionado? ¿Ha perfeccionado a otros en eso mismo?
5. Escriba una profecía de cincuenta palabras acerca de esta lección y compártala con su
grupo.
1. Living Uniquely for the Gospel [Vivir exclusivamente para el evangelio], págs.
31-32.
2. Luz adicional con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo, págs.
8-9.