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¿De dónde le viene esa actitud de insumisión permanente que tanto le define?
He ido, a lo largo de los años, tratando de darle vueltas a los claros misterios de la
gramática, la maquinaria de la lengua, aunque haya de ser a través de la de un idio-
ma en particular. Así lo he ido haciendo en los tres tomos de Del lenguaje y en otros
sitios. Estos días estaba intentando fabricar unos elementos gramaticales con consulta
y puesta a prueba entre algunos de los que más me acompañan en esto. Están dirigi-
dos para docentes que trabajen con chicos de alrededor de los 17 años y que aco-
metan la descabellada empresa de meterse en la práctica de la enseñanza media,
sustituyendo las grandes y tradicionales mentiras que a los niños se les cuenta acerca
del lenguaje. Tenga la suerte que tenga, creo que vale la pena el intento, ya que sien-
to claramente que las confusiones reinantes acerca de la lengua se deben a la sobra-
da estupidez de pensar que pueden mandar, a través de sus academias o literatos, en
la propia lengua, que es la sola máquina gratuita que se le da a la gente. Mientras
esas confusiones no se derrumben, cualquier discurso político, científico, periodístico,
estará marcado de raíz por esas confusiones más dedicadas a servir al Capital y al Es-
tado que a descubrir sus falsedades.
Existe un debate semántico en la actualidad sobre si la situación de conflicto interna-
cional que vivimos es o no una guerra. ¿En qué medida cree que puede influir que le
llamemos guerra o no?
Más triste y más desgarrador que las noticias de la violencia y horrores que los Medios,
fabricantes de la Realidad, transmiten cada día, mucho más es la falsedad y la estú-
pida aceptación como moneda corriente de la manera en cómo se trata. Por ejem-
plo, usar el nombre arcaico de "guerra", perteneciente a otras realidades de la historia
-a lo largo de las cuales ha venido ciertamente sosteniendo la matanza de reclutas y
la creencia de que donde no había guerra lo que había era paz-, usar ese nombre
para los trapicheos económicos del Capital en los Estados que están a su servicio, a las
necesidades de mover capital -no sólo por vía armamentística sino por la fabricación
de noticias, que es la principal industria de nuestro Régimen-. Ese nombre -"guerra"-y el
de otros nombres como "soldados", "milicias" o "fieles de Alá" -que vienen a ser lo mis-
mo-, son como heridas diarias para lo que nos queda de sentido común o corazón.
La guerra empieza de una manera política como rebelión de lo que nos queda de vi-
vo, de sentido común y de pueblo contra el Poder, en sus formas de Estado y Capital.
Es decir, contra la administración de la muerte, del futuro, que es lo que hacen estas
instituciones. Ahora bien, no creyendo en que la Realidad -las cosas, entre las cuales
estamos nosotros mismos-, sea algo dado de por sí eterno, fatalmente descubrimos
cómo la Realidad está instituida y sostenida por el Poder, que a su vez está sostenido
por la fe en la Realidad. Es así como las cuestiones físicas, científicas y filosóficas se en-
trelazan y confunden con las políticas, y cómo la guerra contra el Poder no puede ha-
cerse con armas más eficaces que la rotura y el desmentimiento de la fe en la Reali-
dad. Se trata de llevar esa guerra con el arma que nos es dada, que es el hablar, no
personalmente, no exponiendo ideas, sino dejándonos llevar por la lengua común, la
razón común.