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''Avete [orse piú timare voi nel pronunciare questa sentenza que iD nel riceverla"***
Giordano Bruno
. Esta ponencia es la revisión y profundización del artículo periodístico que con el mismo nombre fue
publicado en la columna del autor en "Actualidad Económica", en el diario La República, el 1 de junio
del 2010, y que se reproduce a continuación: "Los órganos de la Administración Pública (ministerios,
municipios, gobiernos regionales, organismos de regulación, entre otros) tienen la potestad de sancionar
ciudadanos cuando estos infringen normas que les exigen un comportamiento debido. La sanción genera
un perjuicio al infractor que tiene que sufrir un menoscabo en su patrimonio con el pago de una multa
o la imposibilidad de seguir desarrollando la actividad cuando se trata de una orden de cese. La sanción
administrativa expresa el poder del Estado para doblegar conductas resistentes y es un instrumento muy ...
poderoso para la finalidad de asegurar la convivencia. Precisamente por ello, porque se trata del ejercicio
del poder estatal, también es una actividad que debe estar precedida del sentido común y del estricto
respeto a la ley. Los funcionarios que aplican sanciones deben hacerlo con cuidado y con respeto a sus
atribuciones. Salirse de dicho marco configura un abuso de autoridad que tiene carácter delictivo. La
sanción administrativa debe ser el resultado del respeto democrático de una serie de principios, algunos
de los cuales se identifican a continuación. La identificación de la conducta prohibida debe efect~arse
de manera previa a la realización del comportamiento infractor. Con ello se garantiza que el ciudadano
esté advertido de lo que la ley espera de su comportamiento. La falta de claridad en la descripción de la
prohibición impide el ejercicio de la potestad de sanción. No es posible definir interpretativamente los
alcances de una prohibición y sancionar al ciudadano en el mismo acto en que la definición se produce. La
prohibición debe estar contenida en una ley. La tipificación de conductas por la vía del reglamento -tan
difundida en nuestro medio- es ilegal, pues solo procede excepcionalmente en casos de habilitación por
la propia ley. La investigación debe respetar principios elementales como la imputación cierta y precisa
de la conducta infractora; la presunción de inocencia; el derecho de defensa; los plazos máximos y los
razonables. De lo que se trata es de no mantener al ciudadano indefinidamente en la incertidumbre y en
el gasto que significa enfrentar un procedimiento de sanción. En el caso de la sanción, debe distinguirse
entre aquella por omisiones formales, identificables objetivamente y de multa tasada; y aquella otra, de
fondo, que conlleva la evaluación de la culpabilidad del agente y la definición de una cuantía de la multa.
El monto de las multas no puede quedar al arbitrio de la autoridad o a la mera cita de criterios legales
en aparente justificación; es necesario un desarrollo sustentado y explícito de los motivos. La igualdad
ante la ley exige que se sancione por igual a todos los infractores y no solo a algunos. La incapacidad de
la autoridad para procesar a todos los infractores no es justificación suficiente para seleccionar a unos
sin justificación, esto es arbitrariedad. En el Perú, lejos del respeto a estos principios, los organismos
que aplican sanciones los desconocen de manera contumaz y reiterada y, lo que es peor, en la mayoría
de los casos se siguen financiando con las propias multas que imponen a los ciudadanos. ¿Dónde están el
Congreso y la Defensoría del Pueblo para poner freno a toda esta situación?".
.. Profesor de Derecho Administrativo y Derecho de la Competencia en la Pontificia Universidad Católica
del Perú, Universidad de Lima, y Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
~'''Probablemente tengan ustedes mayor temor en expedir esta sentencia, que yo en recibirla".
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¿Cómo conciliar dos acciones tan distantes y lejanas? ¿Cómo conciliar la belleza es-
tética con la ineludible afectación de la esfera patrimonial y psicológica de un ciudadano
para dar paso al "arte de la sanción administrativa'? En el marco de un Estado Consti-
tucional de Derecho el objetivo se puede y se tiene que lograr respetando los principios
constitucionales que rigen la relación Estado/ciudadano y cumpliendo escrupulosamente
con las garantías legales que acompañan a toda intervención punitiva del Estado. La le-
gitimidad, que tiene muchas manifestaciones, y que el ideario popular grafica en el con-
sabido dicho (algo machista) de "lo justo varón", debiera ser la sensación subyacente en
todo aquel ciudadano que enfrenta una acción punitiva del Estado. La legitimidad, es
convencimiento, es ética, y ella debe estar presente cuando el ciudadano recibe del Estado
la punición que ciertamente merece y que le ha sido impuesta legítimamente.
Los órganos del aparato estatal que investigan, procesan, y definen infracciones, de-
bieran estar comprometidos con la justicia y el Derecho; seguros y firmes de que su ac-
tuación punitiva contribuye a construir legitimidad para el Estado; contribuye a brindar
1 "Por sanción entendemos aquí un mal iliflilJido por la Administración a un administrado como
consecuencia de una conducta ilegal. Este mal (fin aflictivo de la sanción) consistirá siempre en la privación
de un bien o de un derecho, imposición de una multa; anteriormente a la Constitución, como veremos, incluso
arresto personal del infractor". Garda de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón. Curso de Derecho
Administrativo. Tomo 1I. 9na. Edición. Civitas. Madrid, 1999. Pág. 159.
Z En el Perú, las sanciones administrativas no pueden afectar la libertad personal de los ciudadanos en
atención a la prohibición constitucional que establece expresamente que la detención de las personas
únicamente es posible mediante mandato judicial (art. 20, inciso 20, literal f). La historia en España
es muy ilustrativa: "Según las sanciones administrativas sean disciplinarias estrictamente tales o de
otro carácter tendrán un diferente contenido. Las primeras son típicamente sanciones de privación de
derechos no personales o funcionariales (del derecho al cargo: separación o suspensión temporal; o
a la residencia: traslado; o a la retribución: pérdida de remuneraciones; cfr. arto 14 del Reglamento de
Régimen Disciplinario de 10 de enero de 1986) o de los derecho creados por los actos administrativos
de cuya titularidad se ha abusado, según la técnica rescisoria ya expuesta más atrás. En materia de orden
público, es característica la clausura de las fábricas, locales o establecimientos de un día a dos años (art.
28.1 e de la Ley de Seguridad Ciudadana de 1992), o la expulsión del ten-itorio español si el infractor es
extranjero (ibídem, art, 28.3). Fuera de estos casos, la medida sancionatoria administrativa por excelencia
es la multa. Hasta la Constitución lo fue también la detención personal, aunque ello resulte asombroso".
García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, op. cít., p. 190.
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seguridad jurídica a los ciudadanos; y es la expresión más pura de la actuación que privi-
1egia el bien común en una sociedad. Los órganos del aparato estatal deben actuar con arte
en la construcción de una obra que merezca ser apreciada, incluso con dolor, por el que
la debe sufrir, y con alegría o sana satisfacción, por la colectividad que con ello aprende
cómo el Estado se legitima y crece; se acerca y cumple; se preocupa por el bienestar común
y corrige las conductas lesivas que pueden afectar la vida en colectividad.
El plano ideal permite proyectarse y especular, aspirar al logro del deber ser. Por el
contrario, la constatación de la realidad nacional pone en evidencia que
la actuación de
los órganos del aparato estatal peruano en la primera década del siglo XXI, dista mucho
de acercarse al objetivo de integrar arte al ejercicio del poder punitivo en la función ad-
ministra tiva. La revisión de la estructura punitiva peruana en el ámbito administrativo es
más bien la experiencia de ponerse frente a acciones que expresan impunidad y mucho
desconocimiento de derechos fundamentales de los ciudadanos, es decir, sostenida des-
trucción de legitimidad.
Una garantía en la construcción de legitimidad para el sistema, y un pilar central del Es-
tado Constitucional de Derecho, consiste en que ningún ciudadano sea sancionado por'
una conducta que, corno tal, no haya sido previamente prohibida mediante una norma de
rango idóneo3 . La prohibición de conductas es -en estricto- una limitación a la libertad de
3 La Constitución Política del Perú de 1993, eleva a categoría de norma constitucional, el principio
penal del nu/Jum crimen, nulla poena sine praevia lege, cuando en el artículo 2, inciso 24, declara que
toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal, y en el literal d) establece: "Nadie será
procesado ni condenado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté previamente calificado
en la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción punible, sin sancionado con pena no prevista
en la ley". El Tribunal Constitucional peruano tiene un muy interesante desarrollo de este principio en
la Sentencia N 2192-2004-AAjTC, en los siguientes términos: "( ...) Principio de legalidad y subprincipio
de taxatividad en el derecho administrativo sancionador 3. El principio de legalidad constituye una
auténtica garantía constitucional de los derechos fundamentales de los ciudadanos y un criterio rector
en el ejercicio del poder punitivo del Estado Democrático. La Constitución lo consagra en su artículo 2,
inciso 24, literal d), con el siguiente tenor: "Nadie será procesado ni condenado por acto u omisión que
al tiempo de cometerse no esté previamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como
infracción punible; ni sancionado con pena no prevista en la ley" (subrayado nuestro). 4. Sobre esta base,
este Tribunal, en el Expediente 0010-2002-AIjTC, ha establecido que el principio de legalidad exige no
solo que por ley se establezcan los delitos, sino también que las conductas prohibidas est~n claramente
delimitadas por la ley, prohibiéndose tanto la aplicación por analogía, como también el uso de cláusulas
generales e indeterminadas en la tipificación de las prohibiciones. A partir de esta consideración del
principio de legalidad y sus implicancias en la estructuración del derecho penal moderno, este Tribunal
también ha establecido, en el Expediente 2050-2002-AAjTC, que "( ...) que los principios de culpabilidad,
legalidad, tipicidad, entre otros, constituyen principios básicos del derecho sancionadO!; que no solo se
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acción de los ciudadanos. Es una cesión de libertad individual, en aras de un objetivo ma-
yor de carácter social. Es el límite que todo derecho individual tiene para que su ejercicio
pleno y justo sea posible en un colectivo, en una sociedad4 •
aplican en el ámbito del derecho penal, sino también en el del derecho administrativo sancionador ( ...)".
(Fundamento Jurídico N 8). 5. Este Colegiado también ha establecido que: "( ...) no debe identificarse el
principio de legalidad con el principio de tipicidad. El primero, garantizado por el ordinal "d" del inciso
24) del artículo 2 de la Constitución, se satisface cuando se cumple con la previsión de las infracciones
y sanciones en la ley. El segundo, en cambio, constituye la precisa definición de la conducta que la ley
considera como falta ( ...)" (Exp. 2050-2002-AA/TC, fundamento jurídico 9). El subprincipio de tipicidad
o taxatividad constituye una de las manifestaciones o concreciones del principio de legalidad respecto
de los límites que se imponen al legislador penal o administrativo, a efectos de que las prohibiciones
que definen sanciones, sean estas penales o administrativas, estén redactadas con un nivel de precisión
suficiente que permita a cualquier ciudadano de formación básica, comprender sin dificultad lo que se
está proscribiendo bajo amenaza de sanción en una determinada disposición legal ( ...)". Lo que deja claro
que la exigencia de norma con rango de ley en la determinación de la conducta punible y la sanción, es
extensible al Derecho Administrativo Sancionador.
4 El profesor Cabo resefía la sentencia del Tribunal Constitucional Español, 45/1994, del 15 de febrero
de 1994 en la que se consolida la jurisprudencia sobre la interpretación del artículo 25, inciso 1, de la
Constitución Española de 1978 ("Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que
en el momento de producirse no constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación
vigente en aquel momento") y que fija y define el tema de la siguiente manera: "El derecho fundamental
contenido en el art. 25.1 CE, extensible al ordenamiento administrativo sancionador, incorpora una doble
garantia: la primera de orden material y alcance absoluto, refleja la especial trascendencia del principio
de seguridad jurídica en dichos ámbitos limitativos de la libertad individual y se traduce en la imperiosa
exigencia de predeterminación normativa de las conductas ilícitas y de las sanciones correspondientes.
La segunda, de carácter formal, se refiere al rango necesario de las normas tipificadoras de aquellas
conductas y reguladoras de tales sanciones, por cuanto el término "legislación vigente" contenido en
el citado arto 25.1 es expresivo de una reserva de ley en materia sancionadora". Cabo Olvera, Tomas. El
procedimiento a4ministrativo sancionador tipo. Tercera edición. Bosch. Barcelona, p. 32.
5 "El principio de legalidad posee una vertiente material conocida como principio de tipicidad o, más
precisamente, de taxatividad. Consiste en la exigencia de que tanto los comportamientos prohibidos, o
preceptuados, como las sanciones a imponer, sean descritos clara e inequívocamente, de forma que no se
genere inseguridad jurídica. Se trata, en definitiva, de que los ciudadanos puedan en todo momento prever las
consecuencias sancionadoras que se pueden derivar de su conducta." Gómez Tomillo, Manuel y Sanz Rubiales,
Íñigo. Derecho administrativo sancionador. Parte general. Aranzadi. Tercera edición. Pamplona, 2013, p. 159.
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EL ARTE DE LA SANCIÓN ADMINISTRATIVA
Así, por ejemplo, la interpretación que "descubre" un aspecto conformador del tipo
prohibido, y que determina o configura aspectos centrales de descripción de la conducta
prohibida, no puede ser aplicada directamente en el procedimiento en el que dicho descu-
brimiento interpretativo se produce. En otras palabras, si en un procedimiento sancionador,
la discusión se centra en el contenido de la prohibición, y este contenido es definido por la
autoridad en lo que constituye una interpretación de la prohibición, el criterio "descubridor"
no puede ser aplicado al ciudadano involucrado en dicho procedimiento, pero sí advertido
y anunciado por la autoridad -a futuro- como criterio para definir la existencia de una con-
ducta infractora, merecedora de sanción. La misma regla es de aplicación cuando lo que se
produce en el tiempo es un cambio de criterio interpretativo en los aplicadores de la norma,
salvo que la nueva interpretación o el retorno a una interpretación anterior, resulte más fa-
vorable para el ciudadano que soporta el procedimiento sancionador6.
De esta forma el ciudadano tiene plena libertad y conciencia para decidir si realiza
un acto contrario a la prohibición, pues la conoce, pudiendo evaluar de manera previa sus
costos y consecuencias al incurrir en la ejecución de dicha ac,dón ilícita.
Finamente, la autoridad tiene que realizar docencia, orientar con su accionar, asegu-
rando el cambio de conducta de los ciudadanos con información e incentivos, antes que
6 Este principio básico en virtud del cual se respeta la exigencia de prohibición previa a la realización
de la conducta, ha sido tratado por el legislador peruano en la Ley del Procedimiento Administrativo
General, Ley N 27444, al abordar el tema del precedente administrativo y su mutabilidad. Así, en
el artículo VI del Título Preliminar, se señala: Artículo VI. Precedentes administrativos. 1. Los actos
administrativos que al resolver casos particulares interpreten de modo expreso y con carácter general
el sentido de la legislación, constituirán precedentes administrativos de observancia obligatoria por la
entidad, mientras dicha interpretación no sea modificada. Dichos actos serán publicados conforme a las
reglas establecidas en la presente norma. 2. Los criterios interpretativos establecidos por las entidades,
podrán ser modificados si se considera que no es correcta la interpretación anterior o es contraria al
interés general. La nueva interpretación no podrá aplicarse a situaciones anteriores, salvo que fuere más
favorable a los administrados. 3. En todo caso, la sola modificación de los criterios no faculta a la revisión
de oficio en sede administrativa de los actos firmes. (Las cursivas son mías).
7 "La equidad, término que proviene del latín aequitas que significa igualdad o justicia, constituye un
principio de interpretación de las leyes o un principio general del Derecho que traduce la interpretación
objetiva del derecho natural. Aun cuando no sea fuente del ordenamiento jurídico, en la aplicación
del derecho la equidad acuerda un sentido valorativo o de justicia a las normas, a fin de evitar que la
igualdad abstracta de la ley, en su aplicación al caso concreto, se traduzca en desigualdad o injusticia.
Se ha afirmado que se trata en definitiva de un principio general del Derecho que no aparece diferente
de aquellos que nos inducen a dar a cada uno lo suyo en la proporción que corresponde y a tratar por
igual a los iguales. Se trata, en definitiva, de la justicia del caso concreto." Cassagne, Juan Carlos. Derecho
administrativo. Séptima edición. Abeledo-Perrot. Buenos Aires, 2002, p. 200.
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rUAN FRANCISCO ROrAS LEO
hacer cumplir la Constitución y los tratados, leyes y demás disposiciones legales. ( ...)".
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El Estado es el resultado de un juego de poderes; los ciudadanos libremente renun-
cian al ejercicio del poder personal para cederlo en exclusiva a la organización política,
con el objetivo de que este Poder -ahora público- sea utilizado por esta organización úni-
camente al servicio de los fines que la propia Ley, generada por acción democrática, haya
establecido o establezca en el tiempo. Así, la Ley está a la base de la relación de tensión
natural entre libertad/restricción que acompaña al ciudadano libre en su relación con el
Estado democráticamente regulador!I.
11 "El Derecho Administrativo surgió como manifestación de las concepciones jurídicas de la Revolución
Francesa y como una reacción directa contra las técnicas de gobierno del absolutismo. Este partía de un
principio, básico: la fuente de todo Derecho es la persona subjetiva del Rey en su condición de representante
de Dios en la comunidad, lo que implica que pudiese actuar tanto por normas generales como por actos
singulares o por sentencias contrarias a aquellas. Los revolucionarios rechazaban ambas cosas: la fuente
del Df~recho no está en ninguna instancia supuestamente trascendental a la comunidad, sino en esta misma,
en su voluntad general; y, a la vez, solo hay una forma legítima de expresión de esta voluntad, la Ley general
(lex sin,gularis o privilegio es una contradictio in terminis para la filosofía naturalista del iluminismo que
alimenta a la Revolución), Ley general que ha de determinar todos y cada uno de los acto,s singulares del
poder". Carda de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, op. cit, p. 426.
12 Sobre la materia, también ampliamente discutida en la doctrina y jurisprudencia española, el Tribunal
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un despropósito, es que, ante las presiones de la burocracia local, el legislador dejara abierta
la posibilidad de que la propia Ley renuncie a su función natural y constitucional, y traslade
la labor de definir las conductas prohibidas (tipificar) a un reglamento posterior que, para
estos efectos, -sería una especie singular de "reglamento autorizadd'13 14. En este último su-
puesto, de acuerdo con la ''concesión'' legal contenida en la norma general de procedimiento
administrativo, el reglamento podría tipificar sin ningún límite previo de la Ley.
Lo más grave es que muchas veces, por la especialización de las materias y la importancia
de los bienes jurídicos protegidos, la tipificación de conductas prohibidas también viene ile-
galmente acompañada del señalamiento de drásticas consecuencias, particularmente multas,
que incluso podrían tener carácter confiscatorio, y atentan contra la seguridad jurídica de los
habilitación que le confiere expresamente el órgano Legislativo. Es una ampliación de las facultades
reglamentarias del Ejecutivo mediante autorización del Legislativo ( ...) En estos casos la ley establece
el principio jurídico generaL dejando a la Administración la facultad de completar, interpretar e integrar
ese principio, precisándolo circunstancialmente." Dromi, Roberto. Derecho administrativo. Sexta edición.
Ciudad Argentina. Buenos Aires. Pág. 300.
14 El sustento para una decisión de esta naturaleza podría encontrarse en alguna doctrina que establece
diferenciación entre la tipificación penal y la administrativa. Así, "la diferencia entfl~ el principio de
reserva absoluta de la Ley -que opera en materia penal- y de "cobertura legal" -aplicable a las sanciones
administrativas- es que en el primer caso la Ley legitimadora ha de cubrir por entero tanto la previsión
de la penalidad como la descripción de la conducta ilícita (tipicidad) sin posibilidad de recurso alguno a
un reglamento de aplicación o desarrollo; mientras que el principio de "cobertura legal" de las sanciones
administrativas solo exige cubrir con Ley formal una descripción genérica de la conductas sancionables
y las clases y cuantías de las sanciones, pero con posibilidad de remitir a la potestad reglamentaria la
descripción pormenorizada de las conductas ilícitas, es decir, la tipicidad" (Parada Vásquez, Ramón. El
régimen jurídico de fas administraciones públicasy procedimiento administrativo común. 1993, p. 385).
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s
Los grandes cambios se construyen por acción de los propios órganos de la Adminis-
tración Pública, quienes debieran renunciar "de jacto" al ejercicio de una facultad de tipi-
ficación reglamentaria autónoma contraria al orden constitucional y promover más bien la
discusión abierta de la definición de las conductas que deben ser prohibidas y el contenido
de las sanciones en el ámbito del Congreso de la República. Obviamente, también debieran
dejar de lado la inconstitucional e ilegal actividad de definir el contenido de las sanciones
mediante reglamentos. Esto, además, ayudaría a construir conciencia sobre la verdadera
necesidad de la prohibición de determinados comportamientos y sería importante escuela
respecto de la advertencia natural que significa sancionar solemnemente una prohibición,
como incentivo para la no ejecución de dichos actos una vez incorporados en una Ley.
El concepto de Ley alcanza también a todas aquellas normas a las que la Constitución.
Política del Perú reconoce el rango legal, tales como Decretos Legislativos, Decretos de
Urgencia, Ordenanzas, entre otras. Esto como consecuencia natural de reconocer la pri-
macía de un sistema legal, constitucionalmente diseñado.
15 Una explicación al fenómeno en España puede encontrarse en lo señalado por la profesora LOZANO:
"Esta expansión de la potestad sancionadora administrativa ha ido acompañada, además, por un progresivo
endurecimiento de las sanciones económicas que puede poner la Administración. En el ámbito de la
protección del medio ambiente, por ejemplo, las leyes suelen atribuir a la Administración competencia para
imponer sanciones multimillonarias, que pueden llegar a sobrepasar los dos millones de euros. Un poder
sancionador tan exorbitante se explica por el principio de responsabilidad directa de las personas jurídicas
que rige en el ámbito sancionador administrativo, que lleva a que las multas se fijen pensando en las grandes
empresas y con la intención de que superen los beneficios que estas obtengan de su actuación ilícita y /lO
resulten integrables en sus costes de producción." Lozano Cutanda, Blanca. "El principio de oficialidad de
la acción sancionadora administrativa y las condiciones necesarias para garantizar su Efectividad". En
Revista de la Administración Pública. Número 161. Mayo-agosto, 2003.
16 "La suficiencia de la tipificación es, en definitiva, una exigencia de la seguridad jurídica y se concreta,
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•
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cada vez mejor comprendido, principio de legalidad)7, Es precisamente a través del some-
timiento de la Administración Pública al mandato legal que las sociedades democráticas
ejercen control del poder otorgado a los órganos públicos y se aseguran que estos utilicen
dicha capacidad únicamente para aquello que les ha sido previamente mandado y que se
encuentra definido positivamente por la Ley18.
A diferencia del caso anterior, en que el legislador dejó abierta una situación incons-
. titucional para la posible participación del Reglamento en la tipificación de conductas,
ahora fue contundente. En efecto, al aprobar la Ley del Procedimiento Administrativo Ge-
neral, Ley 27444, no cedió a presiones y ratificó el principio de que la potestad sanciona-
17 La mejor compresión del principio es la que proviene de los clásicos. Así, los profesores García de
Enterría y Fernández citan a Ballbe, a quien identifican como el primero en abordar el concepto
lúcidamente, en los siguientes ténninos: "La conexión necesaria entre Administración y Derecho y la
máxima que lo cifra -quae non sunt permissae prohibita intelliguntur 00 que no está permitido ha de
entenderse prohibido, por diferencia, dice el mismo autor en otro lugar, del principio que rige la vida
privada: permissum videtur in omne quod not prohibitum: ha de entenderse permitido todo lo que no
está prohibido)- implica, ... que toda acción administrativa concreta, si quiere tenerse certeza de que
se trata de una válida acción administrativa, ha de ser examinada desde el punto de vista de su relación
con el orden jurídico; y solo en la medida en que pueda ser referida a un precepto jurídico, o partiendo
del principio jurídico se pueda derivar de él, puede tenerse como tal acción administrativa válida.. Para
contrastar la validez de un acto no hay, por tanto, que preguntarse por la existencia de algún precepto que
lo prohíba, bajo el supuesto de que ante su falta ha de entenderse lícito; por el contrario, hay que inquirir
sI algún precepto jurídico lo admite como acto administrativo para concluir por su invalidez en ausencia
de tal disposición". García de Enterria, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, op. cit., p. 434.
10 "El principio de legalidad de la Administración, con el contenido explicado, se expresa en un mecanismo
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EL ARTE DE LA SANCiÓN ADMINISTRATIVA
dora, esta grave atribución de poder público, únicamente puede ser conferida válidamente
por una norma con rango de Ley y que es también este mismo instrumento legal, la Ley,
el que tiene necesariamente que definir el contenido de las sanciones que correspondan a
las conductas previamente identificadas como infractoras.
"Legalidad. Solo por norma con rango de ley cabe atribuir a las entidades la potestad
sancionadora y la consiguiente previsión de las consecuencias administrativas que a
título de sanción son posibles de aplicar a un administrado, las que en ningún caso
habilitarán a disponer la privación de libertad."
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que el inciso 2 del artículo 229 contemple ahora el siguiente texto: "(... ) Los procedimien-
tos especiales no podrán imponer condiciones menos favorables a los administrados, que las
previstas en este Capítulo."19
¿Pueden las administraciones públicas financiar su funcionamiento con las sanciones pe-
_ . cuniarias que imponen?
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EL ARTE DE LA SANCIÚN ADMINISTRATIVA
Los vientos privatistas, incluso en la función pública, hicieron que a finales de los
noventa varias de estas entidades "rechazaran" las transferencias del Tesoro, en un afán
por "poder operar con autonomía, sin deberle nada al Estado, ni depender de sus recur-
sos". Obviamente, el error de concepto, consistente en intentar convertir una actividad
de naturaleza pública en privada, trajo sus consecuencias: los recursos del Tesoro se
redujeron y el financiamiento empezó a depender de los ingresos propios por servicios
y por el rendimiento de las sanciones (multas). Con el tiempo, el rendimiento de las
sanciones se convirtió en un tema central, sin el cual, hoy los organismos públicos no
podrían operar.
La historia no es la misma para todos los organismos públicos. Cada caso tiene su
particularidad. Incluso están los organismos de reciente creación, en los que ya sin reparo
ni pudor, se establece en sus leyes de creación que el financiamiento se logrará con los
recursos recaudados por la imposición de las sanciones.
20 "En el proceso el juez actúa como un tercero imparcial e independiente. En el caso del procedimiento
administrativo la propia Administración es la que resuelve la cuestión que se le plantea, aunque esta
sea un conflicto surgido entre el particular y ella (v. gl~ resolución de un recurso administrativo);" DIEZ,
Manuel María, Derecho Procesal Administrativo (Lo Contencioso Administrativo), Editorial Plus Ultra.
Buenos Aires, 1996. Pág. 12.
21 "Es, en fin, importante notar que las potestades administrativas pertenecen en su inmensa mayorfa
(quizá todas menos las puramente organÍzatorias) a la especie llamada potestad-función, flsto es, aquellas
potestades que deben ser ejercitadas en interés ajeno al propio y egoísta del titular. Concretamente, las
potestades administrativas deben ejercitarse en función al interés público, que 110 es el interés propio del
aparato administrativo, sino el interés de la comunidad de la cual, como precisa el artículo 103.1 de la
Constitllción, (la Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales)". García de Enterría,
Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, op. cit., p. 439.
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Lo que no debe ocurrir es que el interés público se trastoque por un interés personal
o incluso de beneficio o de solidez financiera de la institución pública para la cual labora
el funcionario. Esta perversión ocurre irremediablemente, cuando los funcionarios saben
que sus remuneraciones y condiciones de trabajo, dependen de la cantidad de sanciones
pecuniarias que imponen. La motivación en la acción sancionadora deja de ser el interés
público por el cumplimiento principista del mandato legal y se desvía hacia el interés pri-
vado, particular, de aquel que impone la sanción en la expectativa de estar contribuyendo
a la viabilidad económica de la organización para la que trabaja y que le paga su remu-
neración. Peor aún, cuando la cantidad de sanciones pecuniarias son parte de los planes
operativos de la entidades y los mismos funcionarios son evaluados, e incluso premiados
o castigados laboralmente, por la cantidad de procedimientos sancionadores que tramitan
o la cantidad de multas que imponen, en un periodo determinado.
Nada justifica que los organismos públicos se financien con las multas que recaudan.
Esto es más bien una distorsión del sistema que hiere gravemente la legitimidad de las
actuaciones sancionadoras del Estado. La justicia contencioso-administrativa debiera es-
tar dispuesta a marcar la pauta constitucional y legal, y anular inmediatamente cualquier
sanción que hubiera sido colocada por un organismo público que financie su actividad
ordinaria con la recaudación de las sanciones impuestas. La valentía aquí es requerida en
los jueces de la justicia especializada.
La magnitud del problema puede apreciarse en una reciente contribución del Ins-
tituto Peruano de Economía (IPE), que ha puesto en evidencia la actuación de algunos
_ .organismos públicos que se financian con las multas que imponen. 2223
Como puede apreciarse, se trata de sumas significativas y en materias que son de re-
levancia para las actividades económicas de las empresas y de los ciudadanos. Adicional-
22 Ver: http://www.ipe.org.pe/comentario·diario/14-4-2014/onagj,
23 Ver: http://www.ipe.org.pe/sites I defau Iti files I gra Cp resupues to _p ub Bco_porjngresos_m ul taso png,
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mente, los organismos que lideran la recaudación en el cuadro que antecede, son precisa-
mente los que intervienen en actividades directamente vinculadas con el funcionamiento
de los mercados, el medio ambiente y las actividades productivas.
definitiva consagración jurisprudencial, nos da una interesante referencia del tránsito también producido
en el mismo sentido en otros países de Europa: "Lo sucedido en España corre paralelo a similares tendencias
en el Derecho comparado. En Italia y Alemania ha terminado ya consolidad la tesis de la exigencia de la
culpabilidad- como se proclama de forma expresa en el artículo 3.1 de la ley italiana de 1981 ("en-las infracciones
que lleven aparejada una infracción administrativa, cada tinO es responsable de su propia accíón u omisión,
consciente o voluntaria, sea dolosa o culposa'] yen el artículo 10 de la Ley alemana de contravenciones ("solo
puede ser castigado como infraccíón administrativa un hecho doloso, a menos que una ley expresamente
prevea una multa para un hecho culposo"), que lleva aún más lejos su rigor." Nieto, Alejandro, op. cit, p. 345.
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butos, etc.), se tendió a pensar que las sanciones debían ser impuestas únicamente con la
constatación objetiva de la lesión del bien jurídico tutelado. La práctica discurrió por ese
camino y no fue frecuente el cuestionamiento de dicha opción.
26 Una experiencia sobre el tránsito del criterio objetivo de sanción al criterio subjetivo en el sistema español,
puede verse en el interesante artículo de Baca Oneto, Víctor Sebastián. "¿Responsabilidad subjetiva u objetiva
en materia sancionadora? Una propuesta de respuesta a partir del ordenamiento peruano". Ponencia en el IV
Congreso Internacional de Derecho Administrativo, Mendoza, Argentina. Septiembre de 2010.
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la palabra determinar tiene que ver con el proceso volitivo de definir si la conducta ejecutada
es una conducta sancionable, infractora; y, en consecuencia, afirmar que la intencionalidad
estaría incorporada legalmente en la determinación de la infracción.
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cepción tendrían que tener un carácter claramente definido, entendiendo por tal conduc-
tas de sencilla identificación y nada dudosa complejidad, como podrían ser, por ejemplo,
la omisión de presentar una declaración en el plazo señalado o el incumplimiento en el
pago de una obligación o carga; y sin posibilidad alguna de que, por esta vía, se incorpora-
sen sanciones de determinación objetiva a conductas de cierta complejidad o vinculadas
a bienes jurídicos de sustantiva relevancia patrimonial.
30 Para el caso Español, la profesora LOZANO: "En el Derecho administrativo sancionador, por el contrario,
infracciones administrativas. En este caso, la infracción es cometida exclusivamente por las personas
naturales que son sus representantes, estableciéndose responsabilidad patrimonial solidaria de
la persona jurídica. "Así se ha hecho en el ordenamiento alemán, que mantiene para los ilícitos
administrativos el principio de responsabilidad de la persona física, pero con correcciones similares a las
que se aplican a los delitos: principio de <actuar a nombre de otro>(art. 9 OWiG) y aplicación a la persona
jurídica de una pena pecuniaria administrativa como consecuencia accesoria de la infracción (art. 30
OWiG), la cual <debe ser superior al beneficio económico que se ha obtenido del ilícito>. En Italia, la Ley
689/1981 respeta también en el ámbito del ilícito administrativo la responsabilidad de la persona física,
pero estableciendo, en el caso de infracciones cometidas <por el representante o el dependiente de una
persona jurídica o de un ente privado de personalidad jurídica o, en cualquier caso, de un empresario,
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Precisamente por ello, se afirma que las conductas infractoras de normas administra-
tivas están prohibidas sin necesidad de afectar un bien jurídico determinado, ni provocar
un efectivo daño concreto; están prohibidas porque la sola realización de la conducta es ya
un peligro para el bien jurídico. en abstracto32 33.
Las personas jurídicas quedan vinculadas a una forma de actuación que viene defini-
da por los parámetros fijados por la Ley. Esto implica que deben organizar su actividad y
-a su vez- obligar a su personal a actuar de una forma tal que puedan satisfacer la exigen-
cia del mandato legal, es decir, organizar la actividad societaria para satisfacer el mandato
legal. Podría decirse que, en el caso de las personas jurídicas su obligación queda mediati-
zada. No se trata específicamente de cumplir directamente con el mandato legal, sino más
bien, que organicen su actividad y, por ende, a su personal, de forma tal que la actuación
de todos sus dependientes, y por ende la suya como ente, signifique el cumplimiento sa-
tisfactorio de la Ley. Es la expresión del cumplimiento de un deber propio a través de un
típico deber de supervisión o vigilancia34 •
delito y la pena en el interesante trabajo de Baca Oneto, Víctor. "¿Responsabilidad subjetiva u objetiva en .
materia sancionadora? Una propuesta de respuesta a partir del ordenamiento peruano". Ponencia en el
IV Congreso Internacional de Derecho Administrativo, Mendoza, Argentina. Septiembre de 2010.
33 El profesor Nieto tiene, en el mismo sentido, una manera muy didáctica de explicar la diferencia entre
una y otra rama del derecho: 'A diferencia del Derecho Penal, en el que ordinariamente el bien jurídico
está individualmente identificado, en el Derecho Administrativo SancionadOl~ salvo excepciones muy
contadas, se trata de bienes jurídicos generales, colectivos o públicos. Prescindiendo, entonces de los
intereses del Estado o de las administraciones públicas, no existe una persona individual titular de un
bien jurídico agredido por el autor cuya protección justifique la declaración del ilícito. Por descontado que
el uso de aditivos venenosos en un alimento puede provocar una lesión o muerte de una persona concreta
que los haya consumido; pero la prohibición de su empleo -y el ilícito administrativo resultante- no
están concretados en ese daño preciso. Lo que la norma prohíbe -y castiga- es el uso del aditivo, no
el resultado dañoso: lo que se tiene a la vista no es el daño real sino el daño potencial o riesgo: no es la
muerte del consumidor sino el empleo del aditivo. En el Código de Circulación ni se prohíbe ni se sanciona
el atropello de los peatones sino el no respetar los semáforos; de tal manera que puede provocarse la
suerte de un peatón sin cometer infracción administrativa y cometer tal infracción sin daño real alguno
para nadie (por la mera falta de atención a la orden del semáforo)". Nieto, Alejandro, op. cit. Pág. 348.
34 La profesora Lozano, comentando la sentencia del Tribunal Constitucional Español 246/1991,
señala: "La extensión del juicio de reprochabilidad a la empresa se fundamenta de esta forma, ( ...) en <la
necesidad de estimular el riguroso cumplimiento de las medidas de seguridad>, lo que se hace mediante
la configuración de un deber de diligencia de la empresa especialmente amplio. ( ...) La persona jurídica
responde, según lo expuesto, por una infracción propia, pero debida a la conducta de los empleados,
por lo que la entidad podrá ejercer las acciones legales correspondientes contra los mismos [sic], a fin
de reclamarles los daños y perjuicios que de la actuación irregular se hayan derivado para la empresa.
( ...) En el Derecho administrativo sancionador se produce, de esta forma, una modulación o distinta
interpretación del principio de culpabilidad, necesaria desde el momento en que en éste ámbito se
mantiene la ficción jurídica que supone las personas morales. Se admite en los términos señalados, la
capacidad de acción y de culpa de las personas jurídicas, y desde esta construcción de culpabilidad, el
principio de responsabilidad personal o personalidad de las penas no resulta quebrantado". Lozano
Cutanda, Blanca, op. cit., p. 225.
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Es verdad que los supuestos de exclusión debieran ser excepcionales; y evaluados con
mucha diligencia por la autoridad. pero existen; y deben necesariamente considerarse en
la discusión de la responsabilidad administrativa de las personas jurídicas por las autori-
dades encargadas de aplicar las normas.
Precisamente por esta relación entre la persona jurídica y sus representantes es que
en algunos casos estos representantes responden también administrativamente por sus
conductas en representación de las personas que integran o dirigen 36 • Excepcionalmente,
la responsabilidad se extiende a los accionistas.
35 Abordando el interesante y polémico tema, desde una perspectiva distinta en cuanto al criterio
definidor de la culpabilidad, Gómez Tomillo y Sanz Rubiales señalan: ''Aceptada la responsabilidad de las
personas jurídicas por la comisión de infracciones, debe procederse a reformula algunas de las categorías
que concurren en la estructura del concepto de infracción administrativa ( ...) En ese contexto, caben, al
menos, tres opciones. En primer lugar, estimar que el caso de infracciones administrativas cometidas
por personas jurídicas no es posible diferenciar entre infracción dolosa o culposa, considerando que
se trata de categorías elaboradas fundamentalmente pensando en las personas físicas que no admiten
se extrapoladas a los entes colectivos. En segundo lugar, cabe realizar una construcción particular del
dolo o de la culpa de las personas jurídicas. Una tercera opción es tomar como punto de partida del
carácter doloso o imprudente de la persona o personas físicas que han actuado para la sociedad, empresa
o asociación infractora de que se trate. ( ...) Desde nuestra perspectiva, debe aceptarse la tercera de las
opciones apuntadas, esto es, tomar como punto de partida el carácter doloso o imprudente de la persona o
personas físicas que han actuado para la sociedad, empresa o asociación infractora de que se trate. Gómez
Tomillo, Manuel y Sanz Rubiales, Íñigo, Derecho adminístrativo sancionador, Parte general. Aranzadi.
Tercera edición. Pamplona, 2013, p. 388.
)6 "( ".) algunas normas han introducido la posibilidad de castigar simultáneamente a la persona
jurídica autora de la infracción y a las personas físicas que han actuado como órgano ejecutivo para su
comisión. ( ...) En estos casos se sanciona a los directivos de las sociedad por una infracción imputable
a la persona jurídica, lo que ha de explicarse, para no violar el principio de personalidad de la sanción,
como <una responsabilidad por la participación en una infracción cometida por otro, aunque sea en la
forma especialmente intensa de tomar parte en la ejecución de los hechos (art. 14.1 Código Penal».
Aunque actúen por cuenta de la persona jurídica y como órganos de la misma [sic]", se trata de individuos
responsables de sus actos y que pueden ser castigados por su participación en el ilícito. Lozano Cutanda,
Blanca, op. cit., p. 238.
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Claro está que la responsabilidad civil seguirá su propio camino y, en caso de haberse
configurado un daño, la reparación civil es la que debiera aplicarse para recomponer la
situación dañada.
¿Qué busca el principio de confianza legítima en la actuación del Poder Púbico: el caso
del tránsito vehicular?
Los principios no se crean, solo se descubren. Es decir. están siempre a la base de los sis-
temas normativos. Se acude a ellos reiteradamente cuando los tiempos hacen necesaria su
aplicación orientadora, por eso, su presencia destacada en un ámbito jurídico, puede ser
coyuntural, pero sin duda determinante37 •
Definitivamente se trata de un principio mayor. El principio que nos hace saber que.
la Administración Pública, representante del Estado, de nuestro Estado, juega limpio, es
honesta, no engaña, no fuerza interpretaciones antojadizas, ni utiliza interpretaciones
alambicadas, no se beneficia con incentivos perversos en las acciones que realiza, es equi-
librada y ponderada con el resultado de sus actuaciones. En conclusión y en una palabra,
la Administración Pública que es justa.
Es evidente que la gama de situaciones que pueden ser evaluadas bajo los alcances de
este principio es abundante. Es más, podría decirse que es un principio transversal a toda
situación que ponga en relación a una Administración Pública con un particular. Por ello,
en la necesaria selección, únicamente haremos referencia al caso de las infracciones de
tránsito vehicular.
37 "[S]iempre que en el lenguaje de los juristas aparecen los "principios" se encuentra latente el problema
de la plenitud del sistema o la necesidad de elegir entre distintos significados de una disposición
normativa dudosa; sin perjuicio de que se persiga también algún otro objetivo, como, por ejemplo, alcanza.-
soluciones moralmente plausibles cuando una determinada norma o regla conduce a un resultado que se
juzga inaceptable, vigilando "desde arriba" la corrección del Derecho en su conjunto y, de modo especial,
en su fase aplicativa." Prieto Sal1chís, Luís. Sobre principiosy normas problemas del razonamiento jurídico.
Palestra-Temis. Lima-Bogotá, 2013. p. 20.
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ciudadanos que transitan por la vía. Nótese que no se trata de decir "en estas vías tengo
instalado el control yen las otras no, por lo que, puedes hacer lo que quieras en las otras vías'~
La confianza legítima, también asume la existencia de la responsabilidad del privado, que
sabe y debe cumplir con los límites de velocidad no porque exista control. sino porque
provienen de un mandato válido.
De la misma forma, la autoridad debe ejecutar una señalización racional de los límites
de velocidad impuestos a los conductores, pues no hacerlo es generar el incumplimiento
frecuente de disposiciones imposibles o alejadas de la realidad, lo que destruye la racio-
nalidad de la obligación. Igualmente, si la autoridad utiliza instrumentos electrónicos de
medición para la velocidad vehicular, dichos instrumentos deben ser fiables y sus reportes
cercanos a la realidad. Destruye la confianza legítima que las mediciones de la autoridad
no guarden correlato alguno con los instrumentos privados o sus resultados sean fácil-
mente modificables. Por el contrario, cuando el instrumento de medición es creíble, la
justicia de la intervención queda fuera de toda duda.
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