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BERNARD LONERGAN
A lo lago de los siglos, son muchos los escritos, meditaciones y reflexiones que nos hablan
de oración; Sin embargo, basta preguntarnos ¿Qué es necesario para entrar en oración y en
encuentro personal con Jesús? Se nos ofrecen múltiples métodos, maneras y formas, sin
embargo, es necesario reconocer que hace parte de un camino que se anda, se construye y es
infinito; desde un lenguaje espiritual diríamos que es una necesidad que requiere tiempo
espacios, disposición y una apertura al Dios que toma la iniciativa de morar en nuestro
interior.
Llegar al encuentro Personal con Dios, implica haber realizado un arduo y duro camino por
la vida, camino que implica ir trascendiendo en niveles de experiencias marcados por el
encuentro, el estar, el disponerse, el silencio, la escucha y la acogida del misterio, desde un
nivel que nos implica ir creciendo en consciencia, aun teniendo presente que hay muchos
momentos en los cuales unas veces se avanza y otras se retrocede, en cuanto a dar el paso
hacia una Fe que implica abandono y por lo tanto vaciedad de razones y adquisición de
certezas, en las que quizás se pretende tener pruebas y señales, sin embargo nos sale al paso
Jesús, cuando pone como ejemplo en su predicación, personajes como el centurión: “Basta
que lo digas de palabra, porque tengo soldados a mi cargo y le digo a uno ven y va, haz esto
y lo hace, te aseguro que en todo Israel he encontrado la fe que en este hombre”.
La oración vivida como don subraya la iniciativa de Dios; como tarea, reclama la parte del
hombre, su respuesta libre a quien le dirige una palabra de elección, vocación y misión. El
deseo de buscar a Dios es don, pero debe ser acrecentado por el trabajo incesante y
disciplinado. Esto es lo sorprendente, dirá San Agustín: “que nadie puede buscarte sino el
que te ha encontrado. Quieres, por tanto, ser encontrado para que te busque y ser buscado
para que te encuentre”
En uno de sus textos afirma Antonio Bravo, que el orante debía buscar ante todo la voluntad
del Padre “no basta decir Señor, Señor” es necesario escuchar la Palabra y ponerla en
práctica (Mat 7,21-27)
Si rememoramos nuestros pasados hemos de descubrir y reconocer que nuestro inicio hacia
la oración o quizás a las prácticas de piedad o repetición de oraciones nos iniciaron nuestros
padres, ellos hicieron camino con nosotros, pero con el pasar de los años, la madurez y los
procesos de formación, necesariamente se ha generado una trasformación, esto lo
constatamos cuando descubrimos que es Dios quien ha tomado la iniciativa, Él se abaja, se
hace cercano y se deja descubrir a través de la palabra y de los signos reales de la vida diaria.
Tomas Merton solía decir “la oración es a la religión lo que la investigación original a la
ciencia” con ello afirma que el hombre está obligado a explorar el desierto interior de su
propio ser solitario, sin permitirse huir de lo que allí encontrara, si realmente desea
encontrarse con Dios. Con esto reafirma Tomas Merton, lo que implica ir construyendo como
diría Santa Teresa, la celda interior, saber estar, constancia y permanecer aun en tiempos de
aridez y sequedad.
El contemplativo… es uno que trata de buscar el significado de la vida no solo con su cabeza
sino con todo su ser, viviendo en profundidad y pureza y uniéndose a la verdadera fuente de
la vida... La contemplación está relacionada con el arte, con la adoración y con la caridad:
estas tres cosas se alcanzan con la intuición y la consagración propia en los dominios que
trascienden la conducta material de todos los días. O mejor aún, en medio de la vida ordinaria
buscan y encuentran un significado nuevo y trascendente.
La oración es aprendizaje y cultivo, día tras día, del don de Dios, tarea ardua y arriesgada,
pues supone salir del horizonte de la cultura y la religión, en cuanto son producto del hombre,
para situarse en el horizonte del proyecto divino.
Desde esta perspectiva es necesario reconocer como Dios toma la iniciativa frene al ser
humano, Él nos llamó y nos ha conducido a lo largo de nuestras historias, pero también cuenta
con nuestra apertura y decisión para avanzar en los procesos de crecimiento y por ultimo
entrar en estado de vaciamiento, donde se hace real y verdadero el encuentro con el Padre de
Jesús y Nuestro Padre, en donde se puede concluir la plenitud de la vida.
Meditar y profundizar en el tema de la oración, nos conduce necesariamente a realizar una
mirada hacia la historia del pueblo de Israel, su proceso de fe se teje a parir de la libe
intervención del Dios que habla, dialoga, convoca e interviene en el tiempo de los hombres.
Dios guía a los suyos a través de un auténtico dialogo de amor, es así como podemos
descubrirlo a lo largo de los primeros capítulos del Génesis, en la manifestación de Dios en
los signos y en los personajes elegidos, con los cuales establecerá un dialogo personal.
Cuando Dios irrumpió en la vida de Abraham y lo eligió para ser el Padre de los creyentes,
se da una doble iniciativa de búsqueda: la tierra prometida y el encuentro personal con El,
aunque si releemos el libro del Génesis no es evidente descubrir un encuentro cara a cara con
Dios, más si es posible descubrir el dialogo personal, familiar, cercano y amoroso que teje el
uno con el oro. Abraham en actitud de fe fue capaz de entrar en su interior y desde allí
emprender caminos llenos de sorpresas y verdades inciertas, pero que poco a pocos fueron
confirmandas a través de la Revelación de Dios, es quizás aquí donde podemos encontrar el
primer signo de oración y encuentro personal con Dios, Abraham logro comprender la
grandeza del Dios que se le Desvelaba, ante lo cual fue incapaz de seguir sin antes
reverenciarle, fueron acciones como: levantar los ojos al cielo, postrarse en tierra, levantar
una tienda , sacrificar un carnero y ofrecer los primeros frutos de la cosecha, la mejor
expresión de lo que brotaba de un corazón admirado y sorprendido ante tales
manifestaciones.
Abraham a pesar de sus dudas y de encontrarse en medio de su camino, no todo como lo
esperaba, poco a poco fue descubriendo, aun en medio de las confrontaciones con Dios, la
necesidad de fiarse y continuar esperando en quien le había hecho una promesa, “Después lo
llevo afuera y le dijo: “Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes las estrellas. Y añadió:
Así será tu descendencia”. Estas palabras renovarán la fe y confianza de Abraham”. La
oración de la fe ésta en dejarse hacer por la palabra. El orante da su confianza al que habla
y promete, lo cual supone un acto de renuncia a la propia razón y experiencia. Bravo, A.
(2004)
En la escuela de Abrahán descubrimos que la oración es en última instancia, andadura de fe
en el amor. Apoyado en el dabar divino, el creyente se arriesga por el camino inédito de las
promesas. Acepta con audacia ir más allá de la experiencia razonable, de los medios
normales, el cual incluye la renuncia a tener una morada estable. Dios viaja al encuentro del
hombre y su aliado debe marchar con él en conversaciones ininterrumpidas. Bravo, A. (2004)
Si hablamos de un Dios que elige y convoca, hemos de hablar de un ser humano que acoge
y emprende caminos por inciertos que sean, si volvemos la mirada hacia los grandes
personajes del A.T, reconoceremos como Dios se les revelo de diversas maneras, El convoca,
pero cada uno decide si acepta la propuesta o la rechaza. Se instaura así el dialogo de la
alianza, en el que Dios y el hombre comprometen respectivamente sus libertades. La oración
aparece como el encuentro dialogal de dos libertades. Todos los testigos de la alianza tuvieron
una autentica experiencia de presencia y palabra, pero la experiencia de uno a otro fue
totalmente distinta, asumiendo la realidad y la disposición de cada uno. La auténtica oración
Bíblica, por tanto, se configura como encuentro de libertades. Por ello se presenta como un
camino de realización humana y divina. Dios quiere servirse de la oración para darse a
conocer.
El dialogo de la oración hace que el hombre salga de su estrechez para encaminarse hacia
Dios, en una actitud de estar, de disponerse, de fiarse, de suplicar y de alabar, fue el camino
que realizaron patriarcas y profetas y es el camino que realiza todo hombre y mujer, que
decide caminar de la mano de Dios. Solo un mundo entendido desde esta perspectiva, traerá
paz, sosiego, aunque no siempre certezas razonables.
PARA LA REFLEXION
¿Qué lugar ocupaba la oración en la vida de Jesús?
¿En qué momentos oraba Jesús?
¿Qué lugar ocupa la oración en mi vida personal?
¿En qué momentos oro y como se refleja eso en mi vida?
Las personas que viven en nuestros contextos pastorales, ¿Se acercan a nosotras
porque somos signos de la presencia de Dios, queriendo conocerle y seguirle?
¿La oración, consolida mi vida de encuentro con Dios, la relación con los hermanos
y mi vida de misión?