Siete Palabras Dialogadas

También podría gustarte

Está en la página 1de 15

Las siete palabras de Jesús en la cruz

Angel Esteban Gonzalez, cmf

Con esta celebración queremos invitaros a escuchar, contemplar, meditar y aplicar a


nuestra vida humana y cristiana las palabras postreras, el testamento humano y teologal
que nos dejó Jesús, para recorrer el camino de nuestra vida y devolver a la historia el
rostro de la nueva humanidad.
Hemos preparado esta celebración a través de las palabras de Jesús crucificado.
Intentaremos penetrar el misterio de las vocaciones de Jesús y María, al mismo tiempo
que ellos nos interrogarán sobre nuestra propia vocación y sobre la respuesta que vamos
a dar.
En diálogo abierto con Cristo y con la Madre iremos viendo cómo también en la historia
de nuestro hoy hay gentes, de una u otra manera crucificadas, que pronuncian palabras
unas veces llenas de fe, otras llenas de angustia y de sed, otras cargadas de perdón.
¿Seremos capaces nosotros de traducir e interpretar estas palabras de Cristo
crucificado, como las interpretó en su tiempo María, su madre?
Necesitaremos mucho amor, vivo y joven, para ser los fieles intérpretes de las vivencias
dolorosas y esperanzadas de Cristo, de María y de los crucificados por nuestra sociedad.

ESCENIFICACIÓN

Aparecerá una gran cruz con el Cristo crucificado en un lugar bien visible de la asamblea.
Un joven vestido de Nazareno se colocará delante de la Cruz, de suerte que se vea casi
todo el Crucifijo, quedando el joven en un nivel más bajo que la Cruz. Este joven hará la
voz del Cristo cuando Este dialogue con la asamblea.
A un lado de la cruz y del joven que hace las veces de Cristo estará de pie una muchacha,
que interpretará el papel de la Virgen María.
Al otro lado de la cruz estará también de pie un muchacho, que representará a Juan
evangelista. Cerca de ellos, el narrador del evangelio y el presidente de la celebración.

ILUMINACIÓN

Toda la escena puede estar iluminada con la luz indirecta, pero lo suficientemente clara
para que tanto el que hace la voz de Cristo, como la que representa a María, puedan leer
sin complicaciones. También la Asamblea deberá tener luz abundante para leer.
Puede existir un doble juego de luces o, sencillamente, unos cirios junto a la cruz, para
que solamente permanezcan éstos encendidos cuando se escuche el texto evangélico de
cada palabra. Una vez escuchado el texto pueden encenderse las luces necesarias para que
todos puedan leer.

SONORIZACIÓN

Antes de comenzar la celebración puede escucharse la «Crucifixión», del disco Superstar,


o bien las siete palabras del disco «Pasión según san Mateo», de J. S. Bach.
Para el curso de la celebración se tendrá preparada una cinta-casete en la que estén
grabadas, por orden de sucesión, las canciones que se hayan de cantar y las palabras que
Jesús pronuncia en la cruz, con los efectos sonoros que parezcan más oportunos. Así la
cinta podrá usarse en los momentos que correspondan a la celebración.
Procúrese que haya micros o megáfonos para hablar. Sería necesario que entre la cruz y la
asamblea hubiera algo de espacio libre en el que los jóvenes -si así parece conveniente-
puedan dejar u ofrecer objetos simbólicos relacionados con las palabras de Jesús, como
indicaremos a su debido tiempo.
Procúrese también que los miembros de la asamblea no estén demasiado juntos y
apiñados, sino que tengan espacio suficiente para salir del grupo: sea para ir a pedir
perdón o perdonar, sea para cercarse a la cruz, sea para presentar algún testimonio.
PERSONAJES

Para la buena representación eran necesarios, además de toda la asamblea:


Un muchacho que haga la voz de Cristo.
Una muchacha que haga las voces de la Virgen.
Un narrador de los textos evangélicos.
Un muchacho o muchacha que interpele a Cristo y a la Virgen desde la asamblea.
Dos muchachos que hagas las veces de los dos ladrones y de san Juan Evangelista.
El Presidente de la asamblea, que invitará a la oración en algunas ocasiones.

CONTENIDO

Seguramente el contenido de la celebración es muy amplio. En este caso pueden


escogerse algunas palabras de Jesús, o bien se pueden reducir los textos de Cristo y de la
Virgen, a gusto del animador de la celebración, siempre que respete la línea central
teológica del texto. Igualmente pueden hacerse varias celebraciones en varios días.

Rito de Entrada

Estando ya colocado el gran crucifijo en un lugar visible, y estando reunida la asamblea,


salen a escena: el muchacho que hará la voz de Cristo, la muchacha que interprete el
personaje de la Virgen, Juan Evangelista, el narrador del texto evangélico y el presidente
de la celebración, quienes se colocarán como quedó indicado en la ambientación.
Nos podemos dar la espalda a las crucifixiones que continúan siendo realidad en nuestro
mundo. Mientras tanto va sonando la música de la «Crucifixión», del Superstar, o «La
Pasión según San Mateo», de J.S. Bach. Todos en silencio escuchan la música, y una vez
S terminada, dice el presidente de la asamblea éstas o parecidas palabras:

Presidente: Amigos, una vez más nos reunimos con talante cristiano en torno a Cristo y a
María para intentar vivir la fabulosa experiencia que el mismo Cristo y la Madre vivieron
en y junto a la cruz.
A través de las palabras que Cristo pronunció en la cruz haremos lo posible por penetrar
el misterio de la vocación de Cristo y de María. Pensaremos también en las gentes que de
una y otra manera viven su crucifixión en la historia de nuestro hoy. Escucharemos las
voces de tantos crucificados, que nos interpelan y nos comprometen a dar una respuesta
cristiana a su dolor. Necesitaremos mucho amor y mucha valentía.

Todos: Señor, reunidos en torno a la gran cruz que es el mundo, en el que están sufriendo
Jesús y su madre, te pedimos infundas en nosotros un amor vivo y joven, capaz de
emprender y capaz de entregarse -como Cristo lo hizo- en el Viernes Santo de la
Humanidad.
Que las palabras de Jesús no nos dejen insensibles, que broten en nosotros como un
torrente de generosidad hacia los crucificados de nuestra sociedad. Te pediremos por
Cristo y por María, la Madre, cuyo dolor vamos a meditar y cuyas palabras iluminarán
nuestro compromiso. Amén.

Canto: Dolorosa. (JA. Espinosa. Disco y folleto «Madre nuestra»).


Dolorosa de pie junto a la cruz,
Tú conoces nuestras penas,
penas de un pueblo que sufre.
Tú conoces nuestras penas,
penas de un pueblo que sufre.
Dolor de los cuerpos que sufren enfermos,
el hambre de gentes que no tienen pan,
silencio de aquellos que callan por miedo
la pena del triste que está en soledad.
Dolor de los hombres sin tregua oprimidos,
cansancio de brazos en lucha sin fin;
cerebros lavados a base de «slogans»,
el rictus amargo del pobre infeliz.
El llanto de aquellos que suman fracasos,
la cruz del soldado que mata el amor;
pobreza de muchos sin libro en las manos,
derechos del hombre truncados en flor.
(¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?).
Silencio (Durante unos instantes).

Una voz : Dinos, Cristo, si Tú eres el Hijo de Dios, ¿por qué te sientes abandonado del
Padre?

Todos: Si Tú eres Dios, ¿por qué gritas tu terrible soledad?

Jesús (habla con calma): Amigos, es difícil explicarlo. Yo creo en el Padre; yo sé que el
Padre está conmigo, pero soy un hombre y siento en mí una tremenda soledad. Una cosa
es saber y creer, y otra cosa es sentir. El Padre así lo ha permitido.
Miren, yo tengo vocación de profeta, y como todos los profetas, estoy solo ante el
peligro; solo ante la deslealtad del pueblo; solo ante la persecución de los poderosos.
Además, mi vocación me impulsa a asumir la soledad del hombre pecador, que se siente
lejos de Dios. Esa es la soledad más terrible; ustedes lo saben bien, amigos.
He venido a rescatarlos. Tomo en mí esa soledad. Por eso me siento solo ¿comprenden?
Oro al Padre porque sé que me escucha, aunque me haya abandonado. (Silencio).

Una voz: Y tú, María, ¿no dices nada?

PRIMERA PALABRA: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has


abandonado? Jesús tiene que asumir la soledad ante la proximidad de la muerte,
para rescatamos a los hombres.
Texto bíblico: Mateo 27, 45-46.

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.

Narrador: Desde la hora de sexta se extendieron las tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora de nona. Hacia esta hora exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo:

Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Eli, Eli, lemasabachtani»

Todos: ¿No te sientes sola, abandonada, desilusionada, defraudada?

María: También yo siento esa terrible soledad de mi Hijo, pero no estoy defraudada. Mi
Hijo nunca me ha defraudado. Eso forma parte de mi vocación. Dios me escogió para ser
la Madre de Jesús; su soledad ha sido siempre mi soledad; su abandono, mi abandono
Estuve sola cuando -joven como ustedes- sentí el abandono de José. Sola en Egipto,
desterrada y sin porvenir. Sola cuando Jesús se fue a cumplir su misión. Sola ahora.
Dios me ha dado como vocación el ser la Madre de todos los pecadores.
Yo asumo en mi corazón de madre la soledad de todos mis hijos, vuestra propia soledad.
¿No se sienten solos? ¿No ven a su alrededor, en el mundo, abandono y soledad?
Cuéntenmelo, hijos.
Ahora, si algunos miembros de la asamblea conocen casos de soledad o de abandono, sea
a su alrededor, sea en el mundo, van saliendo al micrófono y los cuentan. Es mejor que
sean experiencias personales que han vivido directamente. Procúrese que no sean más de
tres.

Una voz: Después de todo esto...

Todos: Dinos, Madre, ¿qué podemos hacer nosotros?

María: Hijos, también ustedes tienen vocación para el rescate de soledades. Asuman la
soledad y el abandono de sus hermanos, y pregúntense: dónde, cómo, en qué forma de
vida podrán luchar contra la soledad y el abandono. Ustedes pueden ser como lo es Jesús,
sacerdotes que hagan morir con ellos la soledad del mundo.
¿No tienen ningún símbolo de las soledades de los hombres que quisieran presentar al
Padre con Jesús y conmigo, para que el Señor nos ayude a desterrarlas?
Ahora, si alguno quiere presentar un símbolo que refleje algo de soledad y abandono
entre los hombres, que salga ante el Cristo y lo deje allí, explicando el significado que
tiene.

Presidente: Oremos.
En algunas ocasiones sentimos en nuestra vida el abandono de la cruz y el sufrimiento.

Todos (de pie): Cristo, María. La verdad es que nos da miedo ser profetas, afrontar solos
el mal del mundo, presentarnos solos ante el peligro y la tentación. Somos cobardes.
Huimos de los más abandonados, huimos de los incomprendidos.
Ayúdennos a responder con valentía a nuestra vocación de ser rescatadores de soledades
materiales y espirituales.

Canto: ¿Por qué me has abandonado? (R. Cantalapiedra, Salmos de muerte y


gloria).

¡Oh, Dios, por qué nos has abandonado!


¡Oh, Dios, por qué nos has abandonado!
Al vernos nos maltratan, gritan a nuestro lado:
«Si esperaron en Dios que Él les ponga a salvo».
Los grandes nos acechan, sujetan nuestras manos.
Señor, no quedes lejos y ven pronto a ayudarnos.
Te busco y no respondes;día y noche te llamo.
Malvados me acometen, se burlan de mi llanto.
Mis huesos se dislocan, la muerte está llamando.
Señor, ven a ayudarme; me tienes en tus manos.
(Se puede utilizar cualquier otro canto o recitación que se conozca y que
ayude a la meditación y reflexión de los textos).

SEGUNDA PALABRA: Padre, perdónalos porque no saben lo que


hacen
Texto bíblico: Lucas 23, 33-34. (De pie).

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas. En un casete pueden estar grabadas las palabras que
pronuncia Jesús sobre la Cruz, ambientadas con efectos sonoros o musicales. En el
preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: «Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí y a los dos
malhechores; uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen». (Silencio).

Una voz: Cristo, esto que dices suena a poesía. ¡Perdonar al enemigos!... No es fácil
comprenderlo.

Todos: Sabemos que los crucificados morían maldiciendo, perjurando, insultando a los
verdugos. Tú, sin embargo, pides serenamente perdón para tus enemigos y los disculpas.
¿Qué clase de hombre eres Tú?

Jesús: Amigos, ¡que tardos sois para comprender las cosas de Dios! Dije una vez a los
hombres que perdonasen a sus enemigos y orasen por ellos. Ahora quiero ser consecuente
con lo que he enseñado. Amigos, tengo vocación de sacerdote que intercede por los
pecados de sus hermanos. Tengo vocación de ser testigo del perdón del Padre para la
Humanidad.
Tengo vocación de reconciliador de todas las cosas. Por eso perdono, aun
muriendo crucificado. ¿Entendéis ahora? (Silencio).

Una voz: Cristo, quisiéramos comprender, pero no es fácil. Aunque debe ser verdad,
cuando Tú lo dices y lo haces.

Todos: Quisiéramos saber, Madre, cómo lo entiendes y lo vives tú.

María: Hijos, también para mí es difícil comprender y perdonar. Pero intuyo que el
perdón es algo sublime, algo nuevo en la historia de los hombres. Creo que es algo
divino. Lo acepto desde la fe y perdono desde el amor.
He llegado a creer que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que viva.
Por eso mi Hijo perdona. Yo tengo vocación de madre. Las madres siempre perdonamos,
porque tenemos en nosotras algo del corazón bueno del Padre Dios.
Soy la madre del que perdona; por eso simplemente les digo que perdono de corazón. Y
entre ustedes, hijos, ¿cómo se entiende y se vive el perdón? ¿No tienen nada que
contarnos?
Pueden aportarse testimonios personales o ajenos de perdón o de venganzas que los
jóvenes hayan vivido, oído, o leído.

Una voz: Creemos, Madre, que aún no hemos comprendido suficientemente a Dios.

Todos: A nosotros nos cuesta mucho perdonar, pero ¿qué hacer?

María: Hijos, ¿saben por qué les cuesta perdonar? Porque no tienen bien asimilada la
experiencia de ser perdonados. Si un día... si ahora mismo acogieran de verdad el perdón
que mi Hijo les ofrece, comprenderían lo maravilloso que es perdonar y lo felices que
hacen a los que perdonan.
Ustedes tienen vocación a ser perdonados y a perdonar como lo hizo Cristo. ¡Qué bonito
sería que de entre ustedes, jóvenes, surgieran vocaciones sacerdotales que hicieran
presente cada día el perdón de Jesús que fuesen testigos del perdón del Padre.
Ahora los invito a que ofrezcan el perdón. No duden en perdonar y en ser perdonados.
Adelante, hijos. Pueden decir algunas peticiones de perdón a los compañeros o a Dios
Padre, y darse el perdón.
Ahora algunos pueden pedir perdón a otros en voz alta. Otros pueden ofrecer su perdón,
diciendo: «Yo perdono a... por...» Otros pueden acercarse a la Cruz y pedir perdón a
Cristo, o pedir a Cristo que interceda por él al Padre.
Presidente: Oremos.

Todos (de pie): Cristo, María Madre. Gracias por enseñarnos a perdonar. Gracias por su
perdón. Ayúdennos a vivir la experiencia del perdón en nosotros, entre nosotros; a ser
reconciliadores universales. Dénos valor para aceptar la vocación a ser dispensadores del
perdón del Padre, como lo fuiste Tú, Cristo Sacerdote; como lo fuiste tú, María, asociada
al perdón de tu Hijo.

Canto: Padre Dios, ten Piedad (Música Kumbaya).

Ten piedad Señor, ten piedad.


Ten piedad Señor, ten piedad.
Ten piedad Señor, ten piedad.
Padre Dios, ten piedad.
Cristo está en la cruz. Ten piedad.
Cristo sufre hoy. Ten piedad.
Cristo muere hoy. Ten piedad.
Padre Dios, ten piedad.
Cristo ama hoy. Ten piedad.
Cristo reza hoy. Ten piedad.
Cristo grita hoy. Ten piedad.
Padre Dios, ten piedad.
Padre Dios, discúlpalos
Padre Dios, ayúdales.
Padre Dios, lo pido yo.
Padre Dios, perdónales.

TERCERA PALABRA: En verdad, en verdad te digo: hoy estarás


conmigo en el paraíso.
Texto bíblico: Lucas 23, 39-43. (De pie).

Para la interpretación del texto pueden salir de la asamblea dos muchachos previamente
advertidos. Se colocarán uno a cada lado de la cruz y encamarán uno al buen ladrón y
otro al malo.

Narrador: Crucificaron allí dos malhechores. Uno de ellos insultaba a Jesús diciendo:

Mal ladrón: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros.

Narrador: Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía diciendo.

Buen ladrón: ¿Ni tú que estás sufriendo el mismo suplicio temes a Dios? En nosotros se
cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo
ha hecho. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».

Voz de Jesús (en casete y ambientada). «En verdad, en verdad te digo hoy estarás
conmigo en el paraíso».

Una voz: Cristo, hay dos cosas que nos extrañan:

Todos: Que un ajusticiado crea en tu poder cuando estás humanamente acabado, y que
Tú, que vas a morir, prometas vida y felicidad a ese pobre ladrón. ¿Por qué eso, Cristo?

Jesús: Amigos, si este buen ladrón cree en Mí es porque está viviendo estos
acontecimientos con corazón sencillo y ve las cosas con ojos limpios.
Yo le prometo felicidad porque estoy seguro de que el Padre dará una vida nueva a los
que saben orar con corazón humilde como este ajusticiado, compañero mío, lo ha hecho.
Mi vocación es ser portador de felicidad aun en los momentos trágicos como éste. Yo
asumo la tristeza del buen ladrón y le doy la paz en su muerte y en su eternidad.
(Silencio).

Una voz: Madre, tu Hijo acaba de decirnos que es portador. de alegría.

Todos: Y tú, ¿crees que puedes procurar alegría aun en medio de tu dolor?

María: Hijos, yo también llevo en mí la vocación de ser portadora de alegría. Yo


traje al mundo la verdadera alegría en Belén; llevé la alegría a Juan y a Isabel en Ain
Karin, llené de alegría el corazón de dos jóvenes que se amaban en Caná.
Y ahora -aun en medio del dolor- yo sé que estoy contribuyendo a que ustedes puedan
vivir en alegría cuando de verdad comprendan el valor de la cruz..., cuando comprendan
de verdad la bienaventuranza de los que lloran, de los que sufren persecución como mi
Hijo. Miren, hoy hay muchos que lloran en el mundo, muchos que piden a gritos que se
les recuerde. ¿Conocen alguno?
(Pueden aportarse testimonios sobre personas tristes, sin felicidad, que se conozcan).

Una voz: Todo eso es cierto.

Todos: Pero, ¿cómo podremos ser nosotros portadores de alegría y felicidad? En medios
de las guerras e injusticias de este mundo Jesús nos prepara un paraíso: Hijos, ustedes
tienen un reino de bienestar, de placeres, de consumo.
Acuérdense de los que lloran, ahora que están en ese su reino; despójense de muchas de
esas cosas.
Para ello tienen que tener un corazón sencillo, un corazón de pobres; capaces de dejar
todo si fuera necesario, para seguir a Cristo levando la alegría a todos los hermanos del
mundo como misioneros. Si ahora alguno quiere desprenderse de algo como símbolo de
lo que él daría para hacer felices a los demás..., que lo haga ante la luz de mi Hijo, que
dio todo.
Pueden presentarse objetos simbólicos de lo que podemos desprendernos para hacer
felices a los demás. Si alguno quiere dejar algo propio para darlo a los pobres, que lo
haga ante los demás.

Presidente: Oremos (de pie).

Todos: Cristo y María. Nos falta ese corazón sencillo y esos ojos limpios para ver y
comprender nuestra vida, nuestra vocación.
No sabemos gritar que se acuerden de nosotros.
No sabemos escuchar a los que mendigan nuestro lado.
Ayúdennos a ser verdaderamente libres, para ser portadores de alegría, comprometidos
con nuestra vocación, quizás desde la castidad.

Canto: Cristo libertador (Carmelo Erdozáin. Cristo leñador).

Cristo nos da la libertad.


Cristo nos da la salvación.
Cristo nos da la esperanza.
Cristo nos da el amor.
Cuando luche por la paz y la verdad, la encontraré;
cuando cargue con la cruz de los demás, me salvaré.
Dame, Señor, tu palabra. Oye, Señor, mi oración.
Cuando sepa perdonar de corazón, tendré perdón;
cuando siga los caminos del amor, veré al Señor.
Dame, Señor, tu palabra. Oye, Señor, mi oración.
Cuando siembre la alegría y la amistad, vendrá el amor;
cuando viva en comunión con los demás, seré de Dios.
Dame, Señor, tu palabra. Oye, Señor, mi oración.

Terminado el canto, los muchachos que han interpretado los papeles de los dos ladrones
se retiran de la escena.

CUARTA PALABRA: Mujer he ahí a tu hijo; Hijo he ahí a tu madre.


Texto Bíblico: Juan 19, 25-27. (De pie).

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales. En el preciso momento en que vaya a
hablar Jesús se pone el casete.

Narrador: Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la


de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba
que estaba allí, dijo a la Madre y al discípulo: ustedes y todos. Jesús no ha hecho más que
decir en voz alta el plan de Dios. Yo soy su madre, ustedes son mis hijos. Acéptenme
como yo los acepto.
Pero siempre me duelen los hijos sin madre y las madres sin hijos, ¿los conocen?
Si alguno de la asamblea que no tenga madre quiere dar su testimonio personal, puede
hacerlo. Si en la asamblea hay alguna madre que ha perdido a su hijo, también puede dar
su testimonio. Si el testimonio no es personal, puede citar un caso que conozca:
accidentes, guerras, injusticias...

Una voz: Madre, conocemos también a gentes que no saben que Tú eres su madre, ni que
Dios es su Padre.
Jesús en la cruz nos ofrece todo lo que tiene incluida a su madre que se convierte en
madre nuestra

Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Mujer, he ahí a tu Hijo Hijo, he ahí a tu
madre». (Silencio).

Una voz: Cristo, eres extrañamente extraño. Creíamos que una madre es propiedad
privada que nunca se vende y nunca se presta. Pero Tú...

Todos: Por otra parte, ¿quién eres Tú para dar a tu madre nuevos hijos? ¿Qué poder
tienes Tú sobre los hombres? ¿Con qué derecho...? Cristo, de verdad, no te
comprendemos.

Jesús: Si no entienden esto, amigos, es porque aún no han comprendido mi misión, mi


vocación, que es formar un solo pueblo de hermanos con un mismo Padre y una misma
Madre.
Yo conozco a mi madre y sé que mi palabra ni la venden ni la ceden. Yo le doy lo que es
suyo: ustedes mismos. Yo les doy lo que es de ustedes: Ella. (Silencio).

Una voz: María, tú no dices nada.

Todos: Tú dejas hacer. Dinos por qué.

María: Hijos, Jesús sabe lo que hace. Él sabe que mi vocación es una vocación a la
maternidad universal. Mi corazón consagrado al Padre ha quedado poblado de hijos en
este día triste y de soledad:

Todos: ¿Qué nos dices, después de todo esto?

María: Hijos, sepan que Dios no abandona a su Pueblo. Da fuerzas a las madres solas y a
los hijos huérfanos. Yo estoy siempre junto a ellos.
Dios suscita también en el mundo padres y madres universales, como Raúl Fallerau,
como Madre Teresa de Calcuta, que se ocupan de tantos hijos sin padre y sin madre, de
tantos padres y madres sin hijos. Dios insinúa a los valientes a seguir la vocación
consagrada, a tener un corazón abierto a las necesidades del mundo. (Silencio).

Presidente: Oremos (de pie).

Todos: Cristo, gracias por este don tan formidable que es tu Madre. Madre, nosotros te
aceptamos porque nos perteneces. Eres nuestra para siempre y nosotros tuyos también
para siempre. Gracias también por esa insinuación y ser como tú y como María los
hermanos universales, las madres universales en este mundo donde faltan hermanos,
donde faltan madres.
Aquí, ante la cruz, les rogamos por las madres solas, por los hijos abandonados, por
nuestras propias madres. Que Juan te acompañe. Ven a nuestra casa, vive con nosotros,
ora con nosotros.

Presentación de María en la asamblea:


Juan se acerca a María, la toma del brazo y la hace descender en medio de la asamblea,
como signo de donación. Toda la asamblea se va volviendo hacia María, mientras se
canta.

Canto: Madre de nuestro pueblo (E. Vicente Matéu. Disco «Madre del pueblo»).
Madre de nuestro pueblo,
los hombres abren el corazón;
quieren llamarte madre en sus palabras,
en su canción.
Madre te llaman los pobres,
pobres sin pan ni calor,
pobres sin libro en las manos,
pobres sin una ilusión.
Madre te llama el que sufre,
penas de llanto y dolor,
penas de verse oprimido,
penas que evocan amor.

Una vez terminado el canto, María y Juan pueden volver al lado de la cruz.
Es necesario descubrir en la cruz la claridad de un nuevo día, la esperanza de un mundo
mejor que María continúe en el plano de la asamblea, en cuyo caso se necesitará un
micro -si la asamblea es numerosa- para que se oigan sus palabras en las siguientes
escenas.

QUINTA PALABRA: Tengo sed.


Texto bíblico: Juan 19, 27 (De pie)

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la Cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba consumado, para que se
cumpliera la Escritura dijo.

Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Tengo sed». (Silencio).

Una voz: Dinos, Cristo, nos has dicho que eres Dios. ¿Por qué gritas que tienes sed?

Todos: Una vez más nos pareces sólo y únicamente un hombre. ¿Qué nos respondes?

Jesús: Amigos, la verdad es que no sé muy bien cómo decíroslo. Tengo sed, sed de
agua..., me estoy desangrando..., me estoy asfixiando..., el calor es agobiante. Y soy un
hombre. Mi vocación es también ser hombre entre los hombres; vivir y sufrir como ellos
viven y sufren, tener sed como ellos, para quitar su sed.
Pero, se lo repito, también soy Dios... Tengo sed de ustedes, sed de sus almas. Existen
tantos jóvenes que tienen sed de Dios..., tantos hombres y mujeres con sed de amor, con
sed de gracia. Esta misma sed la siento yo por ustedes, por ellos. Por eso grito con rabia:
«Tengo sed».
Sólo ustedes podrán quitarme la sed, bebiendo del agua viva que yo les ofrezco: mi
amistad, mi gracia. (Silencio).

Una voz: Madre, recordamos que tu Hijo dijo una vez que sus amigos jamás tendrían
sed.

Todos: Y tú que eres su madre, ¿no tienes sed?


Jesús también pide, necesita de nosotros, quiere nuestro rostro y nuestra vida para la
misión.

María: Hijos, sí tengo sed, como una madre atormentada. Tengo el corazón y los labios
resecos como los de una madre llena de angustia. Llevo sin dormir algunas noches. Mis
ojos están cargados de preocupación y lágrimas.
También mi vocación es ser una mujer entre las mujeres; pasar sed como todas las madres
de los ajusticiados inocentes. Yo soy la madre de los sedientos. Esa es también mi
vocación: Madre de los sedientos de Dios; vuestra madre, porque también ustedes tienen
sed de gracia, de amor y de Dios, ¿verdad hijos?, la tienen.
Aunque yo paso sed, quisiera apagar su sed. La de ustedes y la de todos, porque debe
haber mucha gente que pasa sed, ¿no es verdad?
Pueden aportarse testimonios de gente que se conozca en el mundo con sed material o
espiritual: drogas... y de alguien que tuvo sed de Dios y encontró a Dios.

Una voz: Nosotros somos jóvenes que no resistimos la sed.

Todos: Bebemos de todo aquello que nos gusta. Consumimos día tras día y cada vez
tenemos más sed. Nos importa poco la sed de los demás. Pero, ¿qué hacer?

María: Hijos, están aquí porque creen, ¿no es verdad? Todo creyente tiene vocación al
sacrificio, a beber del agua viva que salta hasta la vida eterna.
Con la fuerza de Jesús y con el agua de su fuente podrán apagar su sed.
No olviden que tienen vocación de dar de beber al sediento de agua y de Dios. Hijos,
Jesús, desde la cruz, los invita a ser como Él: valientes, capaces de privarse de tantas
bebidas de consumo y de despilfarro; capaces además de llevar a los hombres el agua de
la Palabra de Dios y el perdón ¡Animo, hijos! ¿No tienen nada que ofrecer?
Algunos miembros de la asamblea pueden presentar algunos objetos simbólicos de su
consumo de bebidas y otros símbolos de la sed material o espiritual de los hombres. Al
ofrecerlos, los acompañarán de una oración.
Presidente: Oremos (de pie).

Todos: Cristo, Madre, gracias por intentar apagar nuestra sed, gracias por pasar sed por
nosotros, gracias por habernos hecho comprender que tenemos sed de Dios.
Ahora dennos valentía ante el sacrificio de afrontar una sociedad de consumo, valentía
para apagar nuestra sed de gracia, valentía para responder a nuestra vocación de
portadores de la Palabra de Dios a los que tienen sed de Él. Amén.

Canto: Sed de eternidad. (Alberto Iglesias. Disco «juntos cantamos»).


Hemos de ser sinceros,
que no hay en el mundo entero,
amor que nos llene el alma,
pasión que colme el deseo.
Hemos de ser sinceros,
que no hay en el mundo entero,
amor que nos llene el alma y el corazón.
Con sed de eternidad hemos nacido,
con sed de eternidad y ha crecido,
esta sed de eternidad que nada puede saciar.
Hemos de ser...
Vivir la inmensidad yo sólo aspiro,
a vivir la inmensidad y yo suspiro,
por vivir la inmensidad llena de felicidad.
Hemos de ser sinceros,
Parece que todo ha terminado,
pero sabemos que esto
no es el final todavía hay esperanza
que no hay en el mundo entero,
amor que nos llene el alma,
pasión que colme el deseo.
Somos como viajeros,
que corren por el sendero
y van buscando la calma del corazón.

SEXTA PALABRA: Todo está consumado.


Texto bíblico: Juan 19, 29-30 (De pie).

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.

Narrador: Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en una rama de hisopo una
esponja empapada en vinagre y se la llevaron a la boca. Cuando hubo gustado el vinagre,
dijo Jesús:

Voz de Jesús: (en cassette y ambientada): «Todo está consumado». (Silencio).

Una voz: Cristo, ¿valía la pena trabajar tanto, dar la cara por los demás, sufrir tanto para
termina-con esta frase?

Todos: Dinos, Cristo, ¿no eres Tú el gran derrotado de la historia?

Jesús: Así parece, amigos, humanamente hablando: Yo he sido el gran derrotado.


Ese es el verdadero sentido de mi historia. Pero mi frase quiere decir otra cosa. No es lo
mismo decir «Todo se acabó» que «Todo está ya consumado, cumplido».
Yo he sido fiel a mi vocación, a mi misión. He cumplido la voluntad del Padre y lo
anunciado por los profetas. He sido fiel a mi compromiso histórico. Y esto constituye mi
triunfo, aunque no lo veáis. Salvar al mundo. (Silencio).

Una voz: Madre, ¿vale la pena tanta fidelidad como la de Cristo?

Todos: Y Tú ¿has sido fiel? ¿Vale la pena ser fiel en un mundo en que no se aprecia la
fidelidad?

María: Hijos, la fidelidad siempre vale la pena. Yo así lo veo. He procurado ser fiel al
«Sí» que un día di a Dios. Por eso estoy aquí junto a mi Hijo. Madre hasta el final, madre
por siempre. Creo que ser fiel es ser consecuente con la vocación hasta que todo el plan
de Dios se haya cumplido.
Si el mundo estuviera lleno de jóvenes fieles, de hombres y mujeres fieles, todo sería más
bello. Pero..., ¿no veis vuestro alrededor lleno de infidelidades? ¿Quieren narrarlas?
Ahora se pueden narrar algunos hechos de vida que demuestren la infidelidad: amistad,
promesas, matrimonios, sacerdotes.

Una voz: Madre, ¿no te parece duro -casi imposible-permanecer fiel toda la vida?

Todos: ¿Cómo podremos nosotros permanecer fieles a una palabra dada?

María: Sí, es duro. Lo ha sido, lo está siendo para Jesús y para mí. Pero no duden. La
felicidad está en la fidelidad a la propia vocación. Serán felices cuando puedan decir
«todo está cumplido».
No sean cobardes, hijos. Sean valientes para seguir la vocación a la que están llamados
hasta el final. Su fidelidad ayudará a otros a ser fieles y felices. De todas formas,
créanme: Ni Jesús ni yo los abandonaremos.
Siempre estaremos con ustedes.
Ahora si algunos quieren adelantarse hasta la cruz, pueden hacerlo, allí harán una
promesa de fidelidad a Jesús u ofrecerán un símbolo que signifique fidelidad.

Presidente: Oremos (de pie).

Todos: Cristo, Madre, gracias por su fidelidad, gracias por su «Todo está consumado»,
gracias por su «Sí».
Queremos ser fieles a nuestra propia vocación: a nuestra amistad, a nuestra realización
humana, a la llamada de Dios. Les pedimos, desde nuestra pobreza, su ayuda para
descubrirla y para mantenerla con todas las consecuencias. Amén.

Canto: Canto del siervo de Yahvé. (R. Cantalapiedra. Salmos de muerte y de gloria).

Con su muerte nos justificará y nuestras culpas soportará (bis).


Despreciable, desecho de hombres, varón de dolores colmado de injurias,
son nuestras dolencias las que El llevaba y nuestros dolores los que
soportaba.
El fue herido por nuestros pecados; murió por nosotros, desecho de
hombres. Con sus sufrimientos seremos salvados y con sus dolores
seremos curados.
Por haberse ofrecido a sí mismo, tendrá descendencia, sus días serán
largos. Cuando a Yahvé plazca lo hará por su mano y verá la luz... seremos
salvados.
En caso que este canto sea difícil, aconsejamos cantar «Cerca de Ti,
Señor», con estas estrofas.
Mi pobre corazón inquieto está por esta vida voy, buscando paz. Mas sólo
Tú, Señor, la paz me puedes dar; cerca de Ti, Señor, yo quiero estar (bis).
Pasos inciertos doy, el sol se va; mas si contigo estoy, no temo ya. Himnos
de gratitud, alegre cantaré y fiel a Ti, Señor, siempre seré (bis).

SÉPTIMA PALABRA: Padre, en tus manos entrego mi Espíritu.


Texto bíblico: Lucas 23, 44-46 (De pie).

El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
Jesús dijo: «He venido a cumplir la voluntad de Dios», por ello en sus manos entrega su
espíritu. En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.

Narrador: Era ya como la hora sexta y las tinieblas cubrieron la tierra hasta la hora nona.
Se oscureció el sol y el velo del templo se rasgó por medio. Jesús, dando una gran voz,
dijo:

Voz de Jesús: Padre, en tus manos entrego mi espíritu (Silencio).

Una voz: Cristo, a lo largo de tu vida has hablado de seguimientos, de amor, de


hacer la voluntad del Padre, de entrega, de ser entregado.

Todos: Y ahora hablas también de entregar tu espíritu al Padre. ¿Qué significa todo esto,
Cristo? La muerte de Jesús puede parecemos absurda y sin sentí como tantas muertes
actuales.

Jesús: Amigos, es duro hablar de entrega. Les hablo desde mi vocación que es entrega:
Soy un enviado del Padre; todo lo que tengo le pertenece a El: mi ser, cuerpo, alma, vida,
muerte. Ahora no me queda más que un pequeño chorro de vida. Esto es lo que entrego al
Padre. Lo entrego porque los amo: también Yo les pertenezco. (Silencio).

Una voz: Es verdad lo que dice Cristo; pero madre, también Jesús te pertenece a Ti; es tu
Hijo, ¿no?

Todos: ¿Qué sientes Tú ahora que tu Hijo ha entregado su espíritu? ¿No estás
defraudada?

María: Hijos, una vez más les digo que no estoy defraudada. Mi vocación es entrega,
como la de Jesús. Yo pertenezco al Padre, a Jesús y a ustedes.
Todo lo que tengo es para entregarlo, incluso mi Hijo vivo y mi Hijo muerto.
Él ha cumplido su misión y yo la mía. No estoy defraudada porque la muerte de Jesús
tiene sentido. Pero miren a su alrededor, ¿no ven muertes sin sentido?
Es el momento de compartir a propósito de muertes que no tengan sentido, que son
realmente absurdas, que no han servido de nada.

Una voz: Madre, es doloroso morir con muerte absurda.

Todos: Mas, ¿cómo das verdadero sentido a la muerte?

María: Dando verdadero sentido a la vida en la entrega de nosotros mismos.


¿No sienten en ustedes una llamada a la entrega? Yo sé que aman su cuerpo y deben
amarle siempre. Yo sé que aman su vida y deben amarla siempre. Yo sé que aman su
tiempo y deben amarlo siempre.
Pero también sé que no hay mayor amor que el de dar todo eso por los que se ama.
Si aman a Dios y a sus hermanos, entréguenles todo como Cristo y Yo lo hemos hecho.
Eso sería consagrar su vida, su alma, su cuerpo, su tiempo. Con su ayuda muchos podrán
entregar su espíritu al Padre en paz. Y como Cristo, también ustedes lo entregarían así: en
las manos de Dios.
Aquí sería muy conveniente que algún religioso o religiosa renovaran su consagración
ante la cruz. Si hubiera seminaristas o algunos jóvenes que hayan decidido ingresar en los
noviciados o seminarios, podrían -si lo creen conveniente- anunciarlo a los compañeros,
dando así su testimonio de entrega incondicional.

Presidente: Oremos (de pie).

Todos: Cristo, madre. Gracias por este ejemplo de amor entregado.


Nosotros debemos confesarles que nos cuesta enormemente dejarlo todo..., dudamos que
seamos capaces de darlo con generosidad hasta la muerte.
Pero confiamos en ustedes. Ayúdennos a ser valientes y generosos. Ayúdennos -en
nuestra última hora- a entregar con elegancia y amor nuestro espíritu al Padre. Amén.

Canto: A ti encomiendo mi vida (R. Cantalapiedra. Salmos de muerte y de gloria).


A Ti, Señor, yo me acojo ¡Padre!
que no quede confundido ¡Padre!
mis enemigos se burlan ¡Padre!
y me olvidan mis amigos.
Estoy solo en mi tristeza ¡Padre!
y ya no tengo cobijo ¡Padre!
pero me pongo en tus manos ¡Padre!
y no seré confundido.
En Ti yo busco el refugio ¡Padre!
a Ti mis males confío ¡Padre!
mi vida pasa en tristeza ¡Padre!
y mi espíritu en peligros.
Señor eres Tú mi fuerza ¡Padre!
Tú me enseñas el camino ¡Padre!
líbrame, Dios de mis padres ¡Padre!
de la red que me han tendido.
Conclusión

María: Hijos, juntos hemos recordado y vivido las horas que Yo pasé al pie de la Cruz.
Les agradezco su presencia.
Griten ahora ante todos los hombres lo que han visto y oído. Esto que vamos a resumir
cantando todos.

Canto: ¿Estabas tú? (Negro espiritual).


Al subirlo a la cruz ¿estabas tú?
Al subirlo a la cruz ¿estabas tú?
¡Oh!... Pensando siempre en Él tiemblo..., tiemblo...
Al subirlo a la cruz ¿estabas tú?
Al clavarlo a la cruz ¿estabas tú?
Al clavarlo a la cruz ¿estabas tú?
¡Oh!... Pensando siempre en Él tiemblo..., tiemblo...
al clavarlo en la cruz ¿estabas tú?
(Boca cerrada)...
Y el narrador dice ...«Y por qué está rojo su vestido, y tu ropaje como el de un lagarero.
El lagar le he pisado yo solo, de mi pueblo nadie hubo conmigo»
Al clavarle la lanza ¿estabas tú?
Al clavarle la lanza ¿estabas tú?
¡Oh!... Pensando siempre en Él tiemblo..., tiemblo...
Al clavarle la lanza ¿estabas tú?
Al morir en la cruz ¿estabas tú?
Al morir en la cruz ¿estabas tú?
¡Oh!... Pensando siempre en Él tiemblo..., tiemblo...
Al morir en la cruz ¿estabas tú?
Hemos de buscar y encontrar los caminos y las sendas que Jesús nos ha trazado

Presidente: Nada más tenemos que añadir a las palabras de la madre. Ahora podemos ir
en paz.

Todos: Damos gracias a Dios.

También podría gustarte