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Siete Palabras Dialogadas
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ESCENIFICACIÓN
Aparecerá una gran cruz con el Cristo crucificado en un lugar bien visible de la asamblea.
Un joven vestido de Nazareno se colocará delante de la Cruz, de suerte que se vea casi
todo el Crucifijo, quedando el joven en un nivel más bajo que la Cruz. Este joven hará la
voz del Cristo cuando Este dialogue con la asamblea.
A un lado de la cruz y del joven que hace las veces de Cristo estará de pie una muchacha,
que interpretará el papel de la Virgen María.
Al otro lado de la cruz estará también de pie un muchacho, que representará a Juan
evangelista. Cerca de ellos, el narrador del evangelio y el presidente de la celebración.
ILUMINACIÓN
Toda la escena puede estar iluminada con la luz indirecta, pero lo suficientemente clara
para que tanto el que hace la voz de Cristo, como la que representa a María, puedan leer
sin complicaciones. También la Asamblea deberá tener luz abundante para leer.
Puede existir un doble juego de luces o, sencillamente, unos cirios junto a la cruz, para
que solamente permanezcan éstos encendidos cuando se escuche el texto evangélico de
cada palabra. Una vez escuchado el texto pueden encenderse las luces necesarias para que
todos puedan leer.
SONORIZACIÓN
CONTENIDO
Rito de Entrada
Presidente: Amigos, una vez más nos reunimos con talante cristiano en torno a Cristo y a
María para intentar vivir la fabulosa experiencia que el mismo Cristo y la Madre vivieron
en y junto a la cruz.
A través de las palabras que Cristo pronunció en la cruz haremos lo posible por penetrar
el misterio de la vocación de Cristo y de María. Pensaremos también en las gentes que de
una y otra manera viven su crucifixión en la historia de nuestro hoy. Escucharemos las
voces de tantos crucificados, que nos interpelan y nos comprometen a dar una respuesta
cristiana a su dolor. Necesitaremos mucho amor y mucha valentía.
Todos: Señor, reunidos en torno a la gran cruz que es el mundo, en el que están sufriendo
Jesús y su madre, te pedimos infundas en nosotros un amor vivo y joven, capaz de
emprender y capaz de entregarse -como Cristo lo hizo- en el Viernes Santo de la
Humanidad.
Que las palabras de Jesús no nos dejen insensibles, que broten en nosotros como un
torrente de generosidad hacia los crucificados de nuestra sociedad. Te pediremos por
Cristo y por María, la Madre, cuyo dolor vamos a meditar y cuyas palabras iluminarán
nuestro compromiso. Amén.
Una voz : Dinos, Cristo, si Tú eres el Hijo de Dios, ¿por qué te sientes abandonado del
Padre?
Jesús (habla con calma): Amigos, es difícil explicarlo. Yo creo en el Padre; yo sé que el
Padre está conmigo, pero soy un hombre y siento en mí una tremenda soledad. Una cosa
es saber y creer, y otra cosa es sentir. El Padre así lo ha permitido.
Miren, yo tengo vocación de profeta, y como todos los profetas, estoy solo ante el
peligro; solo ante la deslealtad del pueblo; solo ante la persecución de los poderosos.
Además, mi vocación me impulsa a asumir la soledad del hombre pecador, que se siente
lejos de Dios. Esa es la soledad más terrible; ustedes lo saben bien, amigos.
He venido a rescatarlos. Tomo en mí esa soledad. Por eso me siento solo ¿comprenden?
Oro al Padre porque sé que me escucha, aunque me haya abandonado. (Silencio).
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: Desde la hora de sexta se extendieron las tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora de nona. Hacia esta hora exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo:
María: También yo siento esa terrible soledad de mi Hijo, pero no estoy defraudada. Mi
Hijo nunca me ha defraudado. Eso forma parte de mi vocación. Dios me escogió para ser
la Madre de Jesús; su soledad ha sido siempre mi soledad; su abandono, mi abandono
Estuve sola cuando -joven como ustedes- sentí el abandono de José. Sola en Egipto,
desterrada y sin porvenir. Sola cuando Jesús se fue a cumplir su misión. Sola ahora.
Dios me ha dado como vocación el ser la Madre de todos los pecadores.
Yo asumo en mi corazón de madre la soledad de todos mis hijos, vuestra propia soledad.
¿No se sienten solos? ¿No ven a su alrededor, en el mundo, abandono y soledad?
Cuéntenmelo, hijos.
Ahora, si algunos miembros de la asamblea conocen casos de soledad o de abandono, sea
a su alrededor, sea en el mundo, van saliendo al micrófono y los cuentan. Es mejor que
sean experiencias personales que han vivido directamente. Procúrese que no sean más de
tres.
María: Hijos, también ustedes tienen vocación para el rescate de soledades. Asuman la
soledad y el abandono de sus hermanos, y pregúntense: dónde, cómo, en qué forma de
vida podrán luchar contra la soledad y el abandono. Ustedes pueden ser como lo es Jesús,
sacerdotes que hagan morir con ellos la soledad del mundo.
¿No tienen ningún símbolo de las soledades de los hombres que quisieran presentar al
Padre con Jesús y conmigo, para que el Señor nos ayude a desterrarlas?
Ahora, si alguno quiere presentar un símbolo que refleje algo de soledad y abandono
entre los hombres, que salga ante el Cristo y lo deje allí, explicando el significado que
tiene.
Presidente: Oremos.
En algunas ocasiones sentimos en nuestra vida el abandono de la cruz y el sufrimiento.
Todos (de pie): Cristo, María. La verdad es que nos da miedo ser profetas, afrontar solos
el mal del mundo, presentarnos solos ante el peligro y la tentación. Somos cobardes.
Huimos de los más abandonados, huimos de los incomprendidos.
Ayúdennos a responder con valentía a nuestra vocación de ser rescatadores de soledades
materiales y espirituales.
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas. En un casete pueden estar grabadas las palabras que
pronuncia Jesús sobre la Cruz, ambientadas con efectos sonoros o musicales. En el
preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: «Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí y a los dos
malhechores; uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen». (Silencio).
Una voz: Cristo, esto que dices suena a poesía. ¡Perdonar al enemigos!... No es fácil
comprenderlo.
Todos: Sabemos que los crucificados morían maldiciendo, perjurando, insultando a los
verdugos. Tú, sin embargo, pides serenamente perdón para tus enemigos y los disculpas.
¿Qué clase de hombre eres Tú?
Jesús: Amigos, ¡que tardos sois para comprender las cosas de Dios! Dije una vez a los
hombres que perdonasen a sus enemigos y orasen por ellos. Ahora quiero ser consecuente
con lo que he enseñado. Amigos, tengo vocación de sacerdote que intercede por los
pecados de sus hermanos. Tengo vocación de ser testigo del perdón del Padre para la
Humanidad.
Tengo vocación de reconciliador de todas las cosas. Por eso perdono, aun
muriendo crucificado. ¿Entendéis ahora? (Silencio).
Una voz: Cristo, quisiéramos comprender, pero no es fácil. Aunque debe ser verdad,
cuando Tú lo dices y lo haces.
María: Hijos, también para mí es difícil comprender y perdonar. Pero intuyo que el
perdón es algo sublime, algo nuevo en la historia de los hombres. Creo que es algo
divino. Lo acepto desde la fe y perdono desde el amor.
He llegado a creer que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que viva.
Por eso mi Hijo perdona. Yo tengo vocación de madre. Las madres siempre perdonamos,
porque tenemos en nosotras algo del corazón bueno del Padre Dios.
Soy la madre del que perdona; por eso simplemente les digo que perdono de corazón. Y
entre ustedes, hijos, ¿cómo se entiende y se vive el perdón? ¿No tienen nada que
contarnos?
Pueden aportarse testimonios personales o ajenos de perdón o de venganzas que los
jóvenes hayan vivido, oído, o leído.
Una voz: Creemos, Madre, que aún no hemos comprendido suficientemente a Dios.
María: Hijos, ¿saben por qué les cuesta perdonar? Porque no tienen bien asimilada la
experiencia de ser perdonados. Si un día... si ahora mismo acogieran de verdad el perdón
que mi Hijo les ofrece, comprenderían lo maravilloso que es perdonar y lo felices que
hacen a los que perdonan.
Ustedes tienen vocación a ser perdonados y a perdonar como lo hizo Cristo. ¡Qué bonito
sería que de entre ustedes, jóvenes, surgieran vocaciones sacerdotales que hicieran
presente cada día el perdón de Jesús que fuesen testigos del perdón del Padre.
Ahora los invito a que ofrezcan el perdón. No duden en perdonar y en ser perdonados.
Adelante, hijos. Pueden decir algunas peticiones de perdón a los compañeros o a Dios
Padre, y darse el perdón.
Ahora algunos pueden pedir perdón a otros en voz alta. Otros pueden ofrecer su perdón,
diciendo: «Yo perdono a... por...» Otros pueden acercarse a la Cruz y pedir perdón a
Cristo, o pedir a Cristo que interceda por él al Padre.
Presidente: Oremos.
Todos (de pie): Cristo, María Madre. Gracias por enseñarnos a perdonar. Gracias por su
perdón. Ayúdennos a vivir la experiencia del perdón en nosotros, entre nosotros; a ser
reconciliadores universales. Dénos valor para aceptar la vocación a ser dispensadores del
perdón del Padre, como lo fuiste Tú, Cristo Sacerdote; como lo fuiste tú, María, asociada
al perdón de tu Hijo.
Para la interpretación del texto pueden salir de la asamblea dos muchachos previamente
advertidos. Se colocarán uno a cada lado de la cruz y encamarán uno al buen ladrón y
otro al malo.
Narrador: Crucificaron allí dos malhechores. Uno de ellos insultaba a Jesús diciendo:
Buen ladrón: ¿Ni tú que estás sufriendo el mismo suplicio temes a Dios? En nosotros se
cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero éste nada malo
ha hecho. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Voz de Jesús (en casete y ambientada). «En verdad, en verdad te digo hoy estarás
conmigo en el paraíso».
Todos: Que un ajusticiado crea en tu poder cuando estás humanamente acabado, y que
Tú, que vas a morir, prometas vida y felicidad a ese pobre ladrón. ¿Por qué eso, Cristo?
Jesús: Amigos, si este buen ladrón cree en Mí es porque está viviendo estos
acontecimientos con corazón sencillo y ve las cosas con ojos limpios.
Yo le prometo felicidad porque estoy seguro de que el Padre dará una vida nueva a los
que saben orar con corazón humilde como este ajusticiado, compañero mío, lo ha hecho.
Mi vocación es ser portador de felicidad aun en los momentos trágicos como éste. Yo
asumo la tristeza del buen ladrón y le doy la paz en su muerte y en su eternidad.
(Silencio).
Todos: Y tú, ¿crees que puedes procurar alegría aun en medio de tu dolor?
Todos: Pero, ¿cómo podremos ser nosotros portadores de alegría y felicidad? En medios
de las guerras e injusticias de este mundo Jesús nos prepara un paraíso: Hijos, ustedes
tienen un reino de bienestar, de placeres, de consumo.
Acuérdense de los que lloran, ahora que están en ese su reino; despójense de muchas de
esas cosas.
Para ello tienen que tener un corazón sencillo, un corazón de pobres; capaces de dejar
todo si fuera necesario, para seguir a Cristo levando la alegría a todos los hermanos del
mundo como misioneros. Si ahora alguno quiere desprenderse de algo como símbolo de
lo que él daría para hacer felices a los demás..., que lo haga ante la luz de mi Hijo, que
dio todo.
Pueden presentarse objetos simbólicos de lo que podemos desprendernos para hacer
felices a los demás. Si alguno quiere dejar algo propio para darlo a los pobres, que lo
haga ante los demás.
Todos: Cristo y María. Nos falta ese corazón sencillo y esos ojos limpios para ver y
comprender nuestra vida, nuestra vocación.
No sabemos gritar que se acuerden de nosotros.
No sabemos escuchar a los que mendigan nuestro lado.
Ayúdennos a ser verdaderamente libres, para ser portadores de alegría, comprometidos
con nuestra vocación, quizás desde la castidad.
Terminado el canto, los muchachos que han interpretado los papeles de los dos ladrones
se retiran de la escena.
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales. En el preciso momento en que vaya a
hablar Jesús se pone el casete.
Una voz: Madre, conocemos también a gentes que no saben que Tú eres su madre, ni que
Dios es su Padre.
Jesús en la cruz nos ofrece todo lo que tiene incluida a su madre que se convierte en
madre nuestra
Voz de Jesús (en casete y ambientada): «Mujer, he ahí a tu Hijo Hijo, he ahí a tu
madre». (Silencio).
Una voz: Cristo, eres extrañamente extraño. Creíamos que una madre es propiedad
privada que nunca se vende y nunca se presta. Pero Tú...
Todos: Por otra parte, ¿quién eres Tú para dar a tu madre nuevos hijos? ¿Qué poder
tienes Tú sobre los hombres? ¿Con qué derecho...? Cristo, de verdad, no te
comprendemos.
María: Hijos, Jesús sabe lo que hace. Él sabe que mi vocación es una vocación a la
maternidad universal. Mi corazón consagrado al Padre ha quedado poblado de hijos en
este día triste y de soledad:
María: Hijos, sepan que Dios no abandona a su Pueblo. Da fuerzas a las madres solas y a
los hijos huérfanos. Yo estoy siempre junto a ellos.
Dios suscita también en el mundo padres y madres universales, como Raúl Fallerau,
como Madre Teresa de Calcuta, que se ocupan de tantos hijos sin padre y sin madre, de
tantos padres y madres sin hijos. Dios insinúa a los valientes a seguir la vocación
consagrada, a tener un corazón abierto a las necesidades del mundo. (Silencio).
Todos: Cristo, gracias por este don tan formidable que es tu Madre. Madre, nosotros te
aceptamos porque nos perteneces. Eres nuestra para siempre y nosotros tuyos también
para siempre. Gracias también por esa insinuación y ser como tú y como María los
hermanos universales, las madres universales en este mundo donde faltan hermanos,
donde faltan madres.
Aquí, ante la cruz, les rogamos por las madres solas, por los hijos abandonados, por
nuestras propias madres. Que Juan te acompañe. Ven a nuestra casa, vive con nosotros,
ora con nosotros.
Canto: Madre de nuestro pueblo (E. Vicente Matéu. Disco «Madre del pueblo»).
Madre de nuestro pueblo,
los hombres abren el corazón;
quieren llamarte madre en sus palabras,
en su canción.
Madre te llaman los pobres,
pobres sin pan ni calor,
pobres sin libro en las manos,
pobres sin una ilusión.
Madre te llama el que sufre,
penas de llanto y dolor,
penas de verse oprimido,
penas que evocan amor.
Una vez terminado el canto, María y Juan pueden volver al lado de la cruz.
Es necesario descubrir en la cruz la claridad de un nuevo día, la esperanza de un mundo
mejor que María continúe en el plano de la asamblea, en cuyo caso se necesitará un
micro -si la asamblea es numerosa- para que se oigan sus palabras en las siguientes
escenas.
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la Cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba consumado, para que se
cumpliera la Escritura dijo.
Una voz: Dinos, Cristo, nos has dicho que eres Dios. ¿Por qué gritas que tienes sed?
Todos: Una vez más nos pareces sólo y únicamente un hombre. ¿Qué nos respondes?
Jesús: Amigos, la verdad es que no sé muy bien cómo decíroslo. Tengo sed, sed de
agua..., me estoy desangrando..., me estoy asfixiando..., el calor es agobiante. Y soy un
hombre. Mi vocación es también ser hombre entre los hombres; vivir y sufrir como ellos
viven y sufren, tener sed como ellos, para quitar su sed.
Pero, se lo repito, también soy Dios... Tengo sed de ustedes, sed de sus almas. Existen
tantos jóvenes que tienen sed de Dios..., tantos hombres y mujeres con sed de amor, con
sed de gracia. Esta misma sed la siento yo por ustedes, por ellos. Por eso grito con rabia:
«Tengo sed».
Sólo ustedes podrán quitarme la sed, bebiendo del agua viva que yo les ofrezco: mi
amistad, mi gracia. (Silencio).
Una voz: Madre, recordamos que tu Hijo dijo una vez que sus amigos jamás tendrían
sed.
María: Hijos, sí tengo sed, como una madre atormentada. Tengo el corazón y los labios
resecos como los de una madre llena de angustia. Llevo sin dormir algunas noches. Mis
ojos están cargados de preocupación y lágrimas.
También mi vocación es ser una mujer entre las mujeres; pasar sed como todas las madres
de los ajusticiados inocentes. Yo soy la madre de los sedientos. Esa es también mi
vocación: Madre de los sedientos de Dios; vuestra madre, porque también ustedes tienen
sed de gracia, de amor y de Dios, ¿verdad hijos?, la tienen.
Aunque yo paso sed, quisiera apagar su sed. La de ustedes y la de todos, porque debe
haber mucha gente que pasa sed, ¿no es verdad?
Pueden aportarse testimonios de gente que se conozca en el mundo con sed material o
espiritual: drogas... y de alguien que tuvo sed de Dios y encontró a Dios.
Todos: Bebemos de todo aquello que nos gusta. Consumimos día tras día y cada vez
tenemos más sed. Nos importa poco la sed de los demás. Pero, ¿qué hacer?
María: Hijos, están aquí porque creen, ¿no es verdad? Todo creyente tiene vocación al
sacrificio, a beber del agua viva que salta hasta la vida eterna.
Con la fuerza de Jesús y con el agua de su fuente podrán apagar su sed.
No olviden que tienen vocación de dar de beber al sediento de agua y de Dios. Hijos,
Jesús, desde la cruz, los invita a ser como Él: valientes, capaces de privarse de tantas
bebidas de consumo y de despilfarro; capaces además de llevar a los hombres el agua de
la Palabra de Dios y el perdón ¡Animo, hijos! ¿No tienen nada que ofrecer?
Algunos miembros de la asamblea pueden presentar algunos objetos simbólicos de su
consumo de bebidas y otros símbolos de la sed material o espiritual de los hombres. Al
ofrecerlos, los acompañarán de una oración.
Presidente: Oremos (de pie).
Todos: Cristo, Madre, gracias por intentar apagar nuestra sed, gracias por pasar sed por
nosotros, gracias por habernos hecho comprender que tenemos sed de Dios.
Ahora dennos valentía ante el sacrificio de afrontar una sociedad de consumo, valentía
para apagar nuestra sed de gracia, valentía para responder a nuestra vocación de
portadores de la Palabra de Dios a los que tienen sed de Él. Amén.
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en una rama de hisopo una
esponja empapada en vinagre y se la llevaron a la boca. Cuando hubo gustado el vinagre,
dijo Jesús:
Una voz: Cristo, ¿valía la pena trabajar tanto, dar la cara por los demás, sufrir tanto para
termina-con esta frase?
Todos: Y Tú ¿has sido fiel? ¿Vale la pena ser fiel en un mundo en que no se aprecia la
fidelidad?
María: Hijos, la fidelidad siempre vale la pena. Yo así lo veo. He procurado ser fiel al
«Sí» que un día di a Dios. Por eso estoy aquí junto a mi Hijo. Madre hasta el final, madre
por siempre. Creo que ser fiel es ser consecuente con la vocación hasta que todo el plan
de Dios se haya cumplido.
Si el mundo estuviera lleno de jóvenes fieles, de hombres y mujeres fieles, todo sería más
bello. Pero..., ¿no veis vuestro alrededor lleno de infidelidades? ¿Quieren narrarlas?
Ahora se pueden narrar algunos hechos de vida que demuestren la infidelidad: amistad,
promesas, matrimonios, sacerdotes.
Una voz: Madre, ¿no te parece duro -casi imposible-permanecer fiel toda la vida?
María: Sí, es duro. Lo ha sido, lo está siendo para Jesús y para mí. Pero no duden. La
felicidad está en la fidelidad a la propia vocación. Serán felices cuando puedan decir
«todo está cumplido».
No sean cobardes, hijos. Sean valientes para seguir la vocación a la que están llamados
hasta el final. Su fidelidad ayudará a otros a ser fieles y felices. De todas formas,
créanme: Ni Jesús ni yo los abandonaremos.
Siempre estaremos con ustedes.
Ahora si algunos quieren adelantarse hasta la cruz, pueden hacerlo, allí harán una
promesa de fidelidad a Jesús u ofrecerán un símbolo que signifique fidelidad.
Todos: Cristo, Madre, gracias por su fidelidad, gracias por su «Todo está consumado»,
gracias por su «Sí».
Queremos ser fieles a nuestra propia vocación: a nuestra amistad, a nuestra realización
humana, a la llamada de Dios. Les pedimos, desde nuestra pobreza, su ayuda para
descubrirla y para mantenerla con todas las consecuencias. Amén.
Canto: Canto del siervo de Yahvé. (R. Cantalapiedra. Salmos de muerte y de gloria).
El texto bíblico será leído por un narrador, y si el texto lo admite, por quienes encarnen
los personajes protagonistas.
En un casete pueden estar grabadas las palabras que pronuncia Jesús sobre la cruz,
ambientadas con efectos sonoros o musicales.
Jesús dijo: «He venido a cumplir la voluntad de Dios», por ello en sus manos entrega su
espíritu. En el preciso momento en que vaya a hablar Jesús se pone el casete.
Narrador: Era ya como la hora sexta y las tinieblas cubrieron la tierra hasta la hora nona.
Se oscureció el sol y el velo del templo se rasgó por medio. Jesús, dando una gran voz,
dijo:
Todos: Y ahora hablas también de entregar tu espíritu al Padre. ¿Qué significa todo esto,
Cristo? La muerte de Jesús puede parecemos absurda y sin sentí como tantas muertes
actuales.
Jesús: Amigos, es duro hablar de entrega. Les hablo desde mi vocación que es entrega:
Soy un enviado del Padre; todo lo que tengo le pertenece a El: mi ser, cuerpo, alma, vida,
muerte. Ahora no me queda más que un pequeño chorro de vida. Esto es lo que entrego al
Padre. Lo entrego porque los amo: también Yo les pertenezco. (Silencio).
Una voz: Es verdad lo que dice Cristo; pero madre, también Jesús te pertenece a Ti; es tu
Hijo, ¿no?
Todos: ¿Qué sientes Tú ahora que tu Hijo ha entregado su espíritu? ¿No estás
defraudada?
María: Hijos, una vez más les digo que no estoy defraudada. Mi vocación es entrega,
como la de Jesús. Yo pertenezco al Padre, a Jesús y a ustedes.
Todo lo que tengo es para entregarlo, incluso mi Hijo vivo y mi Hijo muerto.
Él ha cumplido su misión y yo la mía. No estoy defraudada porque la muerte de Jesús
tiene sentido. Pero miren a su alrededor, ¿no ven muertes sin sentido?
Es el momento de compartir a propósito de muertes que no tengan sentido, que son
realmente absurdas, que no han servido de nada.
María: Hijos, juntos hemos recordado y vivido las horas que Yo pasé al pie de la Cruz.
Les agradezco su presencia.
Griten ahora ante todos los hombres lo que han visto y oído. Esto que vamos a resumir
cantando todos.
Presidente: Nada más tenemos que añadir a las palabras de la madre. Ahora podemos ir
en paz.