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LA TIERRA DE LOS ABANDONADOS.

Aquella era la primera vez que Éiren salía del hormiguero como parte de su servicio
militar; acompañada por otros cien soldados y liderada por el sargento Lafarga, por fin
conoció el mundo que querían recuperar y lo devastado que estaba. Sin lluvia, las tierras
y la vida se habían secado pronto, siendo pocos los animales que aún luchaban por
permanecer en la superficie.
— Tarde o temprano este lugar volverá a ser verde. Cuando muera el último dahíla,
el clima volverá a ser nuestro —había dicho el sargento Lafarga en la primera
noche de la exploración, mientras armaban el campamento—…, o bien, cuando
nos maten a todos, ellos dejarán que la naturaleza siga su curso.
Porque cuando un territorio está libre de humanos, los dahíla permiten las lluvias y el
florecimiento de la vida. Ellos eran los invasores y los humanos eran la plaga a
exterminar.

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