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CAPACIDAD EMPRENDEDORA Y CAPITAL SOCIAL

Cristina Castillo Gatica


Ramón A. Ramos Arriagada
Universidad de Santiago de Chile
Ana María Rusque
Universidad Central de Venezuela

ABSTRACT

This article portrait a weakness of the entrepreneurship’s students education, because the
authors have realized it has not been analyzed with emphasis enough in the correspondent
university pensums. This is particularly true from the point of view of facing the inequity
conditions, unbalance of the income distribution and deficient life quality in general
surrounding millions of people in Latin America.
Societies with resources scarcity and low per capita level, but whom know and practices the
concept of Social Capital shows best life quality levels than other countries, plenty of
resources and a high per capita income, but ignoring Social Capital, tearing down the
traditional Economy postulates. In this paper, the Social Capital concepts; its definitions;
characteristics, conditions and effects, are widely exposed to arrive in the conclusion that this
concept must be a goal for socioeconomic development. Applying the results of theoretical
and empiric works disclosed during the last decade will help a lot.
By analyzing three study cases on the social capital level existing in Latin America, and
particularly in Chile, we conclude that major efforts must be done to improve it. The inclusion
of this concept in the entrepreneurship students pensum, will be highly helpful.

TRABAJO

INTRODUCCIÓN

Al analizar la realidad social, especialmente latina, en sus niveles micro y macro, es inevitable
preocuparse al constatar sus aspectos económicos, políticos y sociales que caracterizan a
nuestros países. De allí que, en una perspectiva académica, no podemos soslayar el
inmiscuirnos en el tema, sobre todo en lo referido a las condiciones de compromiso con el
medio social y natural con el que debieran egresar los estudiantes universitarios cuando se
forman como emprendedores.
Es necesario considerar que frente a la preocupación de hacer cursos complementarios a los
planes de negocios, se hace ineludible que las universidades empiecen a buscar criterios
comunes acerca de la formación que queremos darle a nuestros emprendedores/empresarios a
fin de aprovechar las buenas experiencias llevadas a cabo en nuestras universidades y así
minimizar nuestros errores. A ello queremos contribuir con esta ponencia al resaltar la
importancia del capital social y su derivado, la responsabilidad social de los empresarios. Esto
lo vemos en una concepción paradigmática del emprendedurismo, rescatando un concepto
válido para esta perspectiva, cual es el concepto de acción social del empresario en su nuevo
rol. Este concepto que articula al sujeto con su sistema de acción, vincula al empresario con la
responsabilidad social que le corresponde.
Avanzar en esta dirección es visto en el mundo desarrollado como un esfuerzo conjunto de
diversos actores. En América Latina, en cambio, se necesita urgentemente una acción
coordinada en este sentido: se puede decir que muchos países transitan solo la primera etapa
y algunos la segunda, mientras se encuentra a una distancia considerable la idea de
participación ciudadana corporativa. Las empresas que practican la responsabilidad social en
el continente son ejemplares y, generalmente, son iniciativas de empresas transnacionales, que
tienen políticas provenientes de otros países donde existe consenso de que la clave es que
“las empresas sean percibidas como valiosas para la sociedad” (Kliskberg, 2004,122).
De lo anteriormente expuesto se desprende que la enseñanza del capital social y su derivado,
la responsabilidad social de los actores sociales, entre ellos los empresarios, trae consigo un
cambio radical en los axiomas básicos de las Ciencias Económicas y Sociales puesto que se
trata de una crítica a la economía clásica centrada en el individualismo metodológico y a la
racionalidad económica de la maximización de los beneficios
No se trata de un discurso sobre valores solamente, ni de las desigualdades, ni de denuncias
sobre el dominio de ricos sobre los pobres. Lo importante es un contenido de carácter
pluridisciplinario que debe darse en todas las universidades y en todas las carreras en forma
transversal, porque todos tenemos que ver con esta problemática. El desarrollo del capital
social es un comportamiento al que queremos llegar, apoyados en conocimientos, creencias,
hábitos y actitudes el cual no puede enseñarse en un curso aislado.
Sin embargo, como lo plantea Stephen Snack, comprender la importancia del capital social, y
la validez de la responsabilidad social, nos dice muy poco sobre cómo incrementarla. En el
campo del emprendedurismo, pensamos que puede ser abordado en el plano subjetivo, que de
acuerdo a Coleman (1990) tiene que ver con el grado de integración de un individuo, su red
de contactos sociales, implica relaciones, expectativas de reciprocidad y comportamientos
confiables. Al tener el concepto de acción social del empresario como elemento central del
aprendizaje, estamos considerando que el sistema de ese empresario es una extrapolación de
su mundo subjetivo: lo que un empresario hace, está estrechamente vinculado a la manera en
que éste interpreta lo que está ocurriendo en un sector de su medio.

MÉTODO

La investigación tuvo su origen en el análisis de respuestas abiertas dadas por alumnos de la


Universidad de Santiago de Chile, en un programa de formación en capacidad emprendedora
y empresarial de este año, acerca de lo que ellos percibían como lo más destacable de una
persona emprendedora, exitosa, independiente y también de las que han fracasado. Las
respuestas obtenidas se clasificaron de acuerdo a las cinco características que habitualmente
se le atribuyen a los emprendedores: necesidad de logro; de autonomía e independencia;
creatividad; tomador de riesgos calculados; fuerza y determinacióni. Su tabulación hizo
resaltar aspectos descuidados habitualmente en la formación de emprendedores cuando se
entienden, preferentemente, como creadores de empresas, independiente de las condiciones en
que se den y del contexto en que se formen. Se requirió, entonces, conocer más acerca de los
roles y de la relación que tienen, en la formación del emprendedor, las responsabilidades
sociales que se les está exigiendo a los empresarios, dados los cambios socio-políticos y
económicos, e incluso valóricos, que se están presentando en los países que, como Chile,
pretenden llegar a mayores niveles de desarrollo. Para ello se hizo una revisión bibliográfica
de textos y de documentos encontrados en Internet, a fin de conciliar las percepciones de los
estudiantes con las orientaciones educativas emanadas de diferentes niveles de autoridad en la
materia, nacionales e internacionales

RESULTADOS

Entre los resultados cuantitativos obtenidos, como se visualiza en la Tabla 1, donde se


presenta el número de veces que se mencionaron ideas afines, se destaca que la mayor
cantidad de opiniones se inclinan por identificar al emprendedor con la necesidad de logro, de
triunfo e independencia, rasgos todos que demuestran un fuerte individualismo por sobre
actitudes de mayor consideración hacia los otros. Tal es así que en una mínima proporción
fueron mencionadas ideas como el saber escuchar, tolerancia, recibir apoyo, capacidad de
asociarse, gusto por trabajar con otros, por ejemplo. Concordante con lo anterior, la
independencia se asocia fuertemente con la autonomía financiera y la no dependencia
jerárquica.
Un segundo resultado obtenido se refiere a la necesidad de relacionar permanentemente al
emprendedor con los distintos niveles en que le corresponde actuar, vale decir, niveles
personales, asociativos e institucionales. Esto es importante para que la acción individual
como emprendedor tenga trascendencia positiva hacia la comunidad, contribuyendo con su
accionar a obtener una sociedad más equilibrada para que sea, efectivamente, un agente que
aporte al bienestar de la comunidad y no se convierta en un destructor del capital social de
ella.
Uno de los conceptos que más se ha desarrollado en los últimos años en el ambiente
intelectual de las ciencias sociales, es el del capital social, como una forma de entender algo
que antes no se objetaba y se planteaba como una relación directa: a mayores recursos mayor
crecimiento económico, a menores recursos menor crecimiento económico. Sin embargo
ahora, tomando en cuenta las cifras que muestran los niveles de desarrollo socioeconómico
publicadas, por ya más de una década, por organismos como el BID, CEPAL, Banco
Mundial, etc., se ve que tal relación no es directa. Surgió entonces la pregunta sobre el por
qué hay sociedades que sin tener recursos, o teniéndolos muy escasamente, experimentan un
mayor nivel en la calidad de vida que otras sociedades que sí tienen más recursos y en donde
la calidad de vida no es satisfactoria.
Un tercer resultado dice relación con la necesidad de contar con una visión mutidimensional
del emprendedor a fin de concebirlo y, por ende, formarlo de acuerdo a las exigencias y
responsabilidades que se le piden hoy, sobre todo, en aquellos países como Chile donde se
requiere una alta cuota de capital social.

DISCUSIÓN

a) El emprendedor y el empresario
El interés por el tema del emprendimiento, como la capacidad de crear empresas para obtener
beneficios económicos, se le justifica habitualmente en la medida que se le asocia como un
factor gravitante en el mejoramiento en el nivel de ingresos de las personas y, por ende, de los
países. Incluso, se le atribuye la condición de ser uno de los mecanismos más efectivos para
erradicar la pobreza. Está aún muy difundido el pensamiento que el crecimiento económico,
medido por el PIB per per, por ejemplo, es la medida para calificar el bienestar social. Sin
embargo, desde hace unos años, tanto observaciones empíricas como estudios realizados por
connotados economistas y por diversos organismos internacionalesii, están demostrando que
no necesariamente se han cumplido los pronósticos de que, aplicando las recetas del
pensamiento económico convencional, se obtendría progreso económico estable y
retrocederían la pobreza y la inequidad en el mundo (Kliksberg, 1999). No sólo se cuestiona
el enfoque unilateral y reduccionista del crecimiento, sino, se aboga por una visión que tome
en cuenta, además de lo económico, las instituciones, la política, el desarrollo humano, el
medio ambiente y la ética. Tal visión multidimensional resulta ser relevante, tanto para la
orientación de la creación de empresas, como para la concepción de empresario en el que se
esté pensando formar, en la creencia que, de acuerdo a cómo se le conciba, se le atribuirá
roles a cumplir y su forma de participar en el contexto socioeconómico.
En un primer momento, se le adjudicó a los recursos naturales la razón que explicaría el
crecimiento económico. Luego se atribuyó a la capacidad empresarial y a la tecnología la
existencia de mejores niveles de vida, lo que explica el énfasis en fomentar la creación de
empresas a través de la formación de empresarios, en lo posible, tecnológicos.
Al tener visiones únicas y no contextualizar o considerar las condiciones en que se forman los
emprendedores, se pierde toda la complejidad que encierra el tema de la formación
preparatoria para futuros roles y se pierde también la riqueza de la multidisciplinariedad, más
bien, de la transdiciplinariedad en un tema que es de por sí, multidimensional.
Teóricamente, la economía convencional, como disciplina primera que comenzó a
preocuparse por la figura del empresario, lo concibe como alguien racional y que toma
decisiones en el ámbito económico para aumentar sus propios beneficios. Posteriormente, se
pone énfasis en los rasgos psicológicos y se le concibe como un individuo que, al estar dotado
de determinadas características, lo hacen distinto al resto y que, en el ámbito económico, es
capaz de generar nuevas empresas.
Uno de los motivos por los cuales en los últimos quince años ha habido mayor énfasis sobre
esta perspectiva, es porque se asociaba la capacidad de emprender, con la condiciones
personales apropiadas para crear empresas y/o hacer que las ya existentes fueran más
eficientes e innovadoras para beneficio del empresario, a la luz de las características que
ostentan los empresarios exitosos. Se asocia entonces, el emprender, con crear empresas; crear
empresas, con empresario; empresario, con actividad privada lucrativa y, por ende,
crecimiento económico para el país, en la creencia que la suma de empresas exitosas conduce
a ello. Se promociona entonces, en todo nivel y ámbitos, el fomento de la capacidad
emprendedora para crear pequeñas y mediana empresas. En definitiva, todo ello se ha
traducido en la creación de una multiplicidad de microempresas precarias, las que
escasamente pueden sobrevivir en un mundo de libre competencia. El que se creen muchas
empresas y sobrevivan, no es más importante que el que se desarrollen en el mercado. Aunque
muchos gobiernos latinoamericanos han tomado medidas incentivadoras de la
emprendedoriedad como los programas para formar pequeños y medianos empresarios, los
programas de ayudas financieras y de asistencia técnica, entre otros, se echa de menos una
visión más multidimensional del empresario, en el sentido de ligarlo a su contexto en diversos
planos, tanto para su propia retroalimentación y desarrollo como para que se convierta en el
deseado promotor del mejoramiento de la comunidad y sea válidamente aceptado.
Aún así, al menos en Chile, no es tan masificado el esfuerzo que se hace a nivel universitario
para formar emprendedores. Así lo indican las conclusiones de un estudio exploratorio
realizado por FUNDES (2002), donde se expresa que un 25% del total de universidades está
trabajando con sus estudiantes el tema de emprendimiento, siendo las carreras de ingeniería
las más proclives a ello. La actividad más recurrente por ellas realizadas es la docencia y la
de menor desarrollo, la investigación. No es extraño, entonces, el poco avance en el
conocimiento local y en el desarrollo de líneas y proyectos propios.
b) Emprendedor y capital social
Actualmente vemos que se han desarrollado otros referentes para concebir la capacidad
emprendedora, ya que no se trata sólo de crear un alto número de empresas, sino que se trata
de que sobrevivan en condiciones competitivas. Ello, porque se conocen ejemplos donde la
existencia de muchas empresas no conlleva necesariamente el desarrollo buscado. Es así que
se ha llegado a entender al emprendedor, por ejemplo, más que como un creador de empresa,
como un innovador cultural, en una interesante concepción que hace Fernando Flores (2000)
quien distingue claramente el emprendedor del empresarioiii.
Por otra parte, Lamolla (1999) subdivide en dos grandes temas el estudio sobre la
emprendedoriedad, los que han tenido un desarrollo secuencial en el proceso de creación de
una teoría del emprendedor. El primero se centra en el estudio de las características y
habilidades personales de los emprendedores, sobre todo del área privada, para que sus
empresas fueran más eficientes e innovadoras. El segundo es el de la capacidad del
emprender, pero como función social, la que es propia de una sociedad, y que va más allá de
la capacidad individual. Pasa a ser una capacidad en principio grupal, casi siempre vinculada
a las organizaciones.
Otro aporte para identificar la capacidad emprendedora como un bien social, surgida de la
expresión de capacidad de emprender de las personas, la encontramos en la teoría neo-
institucionalista de Joseph Northiv. Si bien él menciona como objetivo el desarrollo
económico, no dista su planteamiento de reconocer en las instituciones la capacidad
emprendedora. A este Premio Nobel le llama la atención que existan países que teniendo
riquezas, manteniendo un sistema político democrático emergente y aceptando las leyes de
mercado, como sucede en Chile, no obtengan necesariamente resultados exitosos. Más aún,
otros países con menores recursos, sistemas políticos autocráticos y mercantilistas, aparecen
como más prósperos. Atribuye como una de las razones a que las reformas económicas no han
ido seguidas de reformas institucionales. Es por ello que no le sorprende que políticas de
desarrollo bien formuladas fracasen o que las mismas reformas produzcan resultados
satisfactorios en un lugar y fracasen en otros. North descubrió que las economías funcionan
dentro de un amplio ámbito institucional, en el cual la cultura y la ideología pueden ayudar u
obstaculizar el crecimiento económico de una nación a través del tiempo. Las diversas
variaciones entre los ámbitos institucionales de los países es lo que provoca las diferencias
entre ellos. Optó por centrarse en la relación entre el ámbito institucional y el desempeño
económico, por lo que se ha convertido en líder de una importante rama del pensamiento
económico, la “Nueva Economía Institucional”, enfoque fuertemente desarrollado en el
período 1980-1990. Para este autor, las instituciones son como “las reglas del juego” las que
asumen dos formas: reglas formales, surgidas de un proceso de formalización, como las leyes
y la constitución, que sirven para codificar los comportamientos que rigen el funcionamiento
de una sociedad y de la economía, y luego, reglas informales que ejercen una influencia fuerte
sobre el comportamiento, más que las reglas formales. Sin embargo, la sociedad también se ve
afectada por otros códigos establecidos de conducta y normas que rigen el comportamiento en
todas las interacciones. Son estas formas las que entendemos como la capacidad social de
funcionamiento, la capacidad emprendedora. Sostiene que las ideas, ideologías, mitos,
dogmas y prejuicios sí importan. Mientras las reglas formales pueden cambiarse de la noche a
la mañana, las reglas informales, por lo general, cambian de una manera lenta. Aun cuando no
haya reglas formales, igual funciona la sociedad. Más importante que las reglas formales e
informales, son las medidas adaptadas para que se cumplan las unas y las otras. Nada se saca
con promoverlas si no se es consecuente con aquellas reglas formales e informales y con su
resultante social. Las instituciones vienen a ser, por tanto, las estructuras básicas de la
sociedad, las leyes, las actitudes, las pautas de comportamiento, formales e informales; las
creencias, las constituciones, los valores, etc. Las reglas del juego tienen como único
propósito permitir que las organizaciones y los individuos puedan llevar a cabo sus objetivos.
Las organizaciones, incluidas las empresas, las personas y los emprendedores, son los
jugadores del orden social establecido. Al decir de la teoría institucionalista, la capacidad de
emprender está en el nivel de las instituciones, en las reglas del juego, y el emprendedor, en el
nivel de las organizaciones, en el de los jugadores. Por lo tanto, las estrategias para modificar
o influir en cada uno deben ser de distinta índole, dada su naturaleza distinta.
Con tales antecedentes se llegamos al concepto de capital social, donde se resalta la necesidad
de incluir y rejerarquizar valores como la confianza interpersonal, la asociatividad, la
conciencia cívica, la ética y los valores predominantes en la cultura de una sociedad, a fin de
lograr una estrategia de desarrollo autosostenido, participativo y equitativo. En definitiva,
hace que los gobiernos y la sociedad civil sean más eficientes en la lucha contra la pobreza y
la exclusión social.
Como sucede generalmente, cuando se trata de definir una perspectiva distinta y, más aún,
cuando ésta está en pleno desarrollo, no se encuentra una sola definición de capital social.
Diversos autores y estudiosos han aportado, a contar de los años ’90, sus hallazgos y
experiencias que han llevado a su identificación y caracterización multidimensional. También
hay variedad de criterio al identificar si el capital social es un factor más para lograr el
crecimiento económico o es un fin en sí mismo.
El capital social es considerado desde una variedad de perspectivas. Por ejemplo, Vargas
Hernández las resume así: “atributo de los actores individuales (Belliveau, O’Relly, & Wade,
1996; Portes & Sensenbrenner, 1993) que tienen ciertas ventajas debido a su posición relativa
o localización en un grupo, como redes individuales (Burt, 1992), las interacciones entre
empresas (Backer, 1990). A nivel macro, Putnam (1993) describe el capital social como
atributo de las comunidades, Fukuyama (1995) como un atributo de las naciones o de las
regiones geográficas y Walker, Kogut y Shan (1997), como redes industriales. Así, las
investigaciones sobre capital social se han enfocado a variaciones en estados, regiones, países
y variaciones individuales.”
El Banco Mundial, en su sitio web, refiere el capital social “a las instituciones, relaciones y
normas que conforman la calidad y cantidad de las interacciones sociales de una sociedad”.
Destaca la cohesión social como un factor crítico para que las países prosperen
económicamente y para que el desarrollo sea sostenible. Plantea una noción restringida del
capital social, como aquella que considera “una serie de asociaciones horizontales entre
personas que incluyen redes sociales y normas asociadas que afectan a la productividad y el
bienestar de la comunidad”. Las redes sociales pueden aumentar la productividad al reducir
los costos asociados al establecimiento de negocios, facilita la coordinación y la cooperación.
Sin embargo, otros estudios (Portes y Landholt 1996) han demostrado también que aquellas
comunidades, grupos o redes que se aíslan, o tienen intereses exclusivos o contrarios a la
mayoría (redes de corrupción, carteles) pueden frenar el desarrollo económico y social. Por su
parte las asociaciones verticales y horizontales corresponderían a una noción amplia del
capital social. Las relaciones horizontales dan identidad y propósito común al grupo, pero
también podrían convertirse en justificación para la búsqueda de intereses restringidos que
impidan el acceso a la información y a los recursos por parte de otros que no pertenezcan o
mantengan esas relaciones. La noción amplia de capital social se extiende a las relaciones y
estructuras más formalizadas de la sociedad, como el gobierno, el sistema judicial y las
representaciones civiles. Se toma en cuenta así, no sólo las relaciones horizontales, sino el
reconocimiento de que la capacidad de actuación de grupos sociales, por ejemplo, las
empresas, depende fuertemente del apoyo que reciban de los órganos del estado. Igualmente,
este depende de la estabilidad de los grupos de base y del apoyo popular. Por tanto, el
desarrollo económico y social se promueven cuando los representantes del estado, del sector
empresarial y de la sociedad civil se identifiquen e interconecten, dándose así una integración
y cohesión social .
Entre las categorizaciones del capital social, encontramos la que hace Uphoffv para un mejor
entendimiento del concepto y para promoverlo y desarrollarlo. Uphoff distingue el capital
social cognitivo, vinculado a los procesos mentales, valores e ideologías y el capital social
estructural, que tiene que ver con las organizaciones e instituciones de la sociedad. En este
sentido considera los aspectos particulares y sociales del concepto. También es importante el
concepto de activos sociales y flujo de beneficios que lo distingue, porque de esta manera el
capital social puede ser considerado como un elemento que, efectivamente, puede aumentarse
en un corto plazo y que también puede lograr incrementar los flujos de beneficios de un
determinado stock de capital social, mediante la creación o reforzamiento de un adecuado
marco institucional.
Tanto la clasificación del Banco Mundial como la que hace Uphoff apuntan a distinguir dos
dimensiones de capital social: la primera entendida como la capacidad o liderazgo específico
de un grupo o conglomerado social para aprovechar los valores y recursos favorables al
desarrollo; y la segunda como el componente estructural del capital social representado por la
presencia en una sociedad, de las redes y agrupaciones que facilitan las relaciones
fundamentadas en la asociatividad, la solidaridad y la conciencia cívica.
Del paradigma de capital social propuesto por Siles, Robinson y Schmidvi se derivan
importantes implicaciones para un nuevo enfoque del desarrollo, dándole sentido humano al
mismo y por ende, al proceso de globalización. Se entiende, en base a ese modelo, que la
pobreza es consecuencia de la negación de bienes y servicios físicos y de bienes
socioemocionales y que, tal y como se ha determinado en estudios del Banco Mundial, los
pobres no son sólo el resultado del acceso limitado a bienes y servicios materiales, sino
también del acceso al respeto, al aprecio y la participación que constituyen la esencia de los
bienes socioemocionales; por tanto, esas limitaciones constituyen básicamente el déficit de
capital de los pobres.
Mientras los estudios se refirieron a países pequeños o países en desarrollo, el interés por el
capital social no fue muy grande. La preocupación se hizo pública cuando Putnam puso en
evidencia que el capital social podía aumentarse y deteriorarse en sociedades desarrolladas,
como Estados Unidos, y esto tenía consecuencias evidentes en el bienestar de cualquier país,
es decir, en el desarrollo económico. Se vio que el crecimiento económico puede destruir el
capital social, como es el caso de todo tipo de corrupción, pero en cambio, el capital social no
destruye el crecimiento económico. Como dice Hirschman, el capital social actúa como la
sinergia: en la medida que más se usa, crece, no se desgasta (Klilsberg, 1999). Para Putnam
(1993), el capital social corresponde a “las características de la organización social, por
ejemplo, la participación, las normas, la reciprocidad y la confianza en los demás, que
facilitan la cooperación en beneficio mutuo”. En realidad, la definición de capital social es
bastante sencilla. Es el medio que permite que una sociedad opere efectivamente. Esto incluye
factores intangibles, tales como, valores, normas, actitudes, confianza, redes. Es un concepto
que ha llamado la atención de investigadores, políticos y economistas, porque en la sociedad
existen relaciones significativas entre los niveles de capital social, así como indicadores
positivos de sanidad, educación, crecimiento económico, delincuencia y eficacia de las
instituciones oficiales, por citar algunos. Putnam afirma que el capital social está
comprendido por aquellos factores que se encuentran dentro de una comunidad y que facilitan
la coordinación y cooperación para obtener beneficios mutuos. Esto significa que si una
persona trabaja en una comunidad donde hay confianza, valores, redes, actitudes similares, el
resultado será más efectivo que el trabajo realizado dentro de una comunidad donde no
existan estos factores.
El concepto de capital social fue iniciado por James Coleman y más adelante desarrollado por
Pierre Bourdieu. Coleman utilizó el término para describir un conjunto de individuos que
emerge de sus “lazos sociales”, y Bourdieu lo usó para referirse a las ventajas y oportunidades
que obtienen las personas al ser miembros de ciertas “comunidades”vii.
La confianza es un factor importantísimo. Fukuyama (1995) considera que la gente que no
tiene confianza termina cooperando sólo bajo un sistema de reglas y regulaciones formales,
que deben ser negociadas, acordadas, litigadas y cumplidas muchas veces bajo medios
coercitivos. La confianza sólo puede obtenerse a través de prácticas de largo plazo; debe ser
establecida por medio de la experiencia y la repetición, luego de relaciones mantenidas por un
largo período. La confianza es inherente a las redes y, por ello, ambas se complementan.
Dentro de una red es de interés grupal mantener altos niveles de confianza.
De acuerdo a lo planteado por José Vargas Hernández, ya citado, las políticas neoliberales
que han llevado a una creciente situación de desigualdad, urgen un cambio porque amenazan
el equilibrio entre el crecimiento económico, el desarrollo socio-político, la democracia y el
bienestar de la sociedad. Si bien la globalización no puede revertirse, sí queda la posibilidad
de manejarla a través de cambios de visión del desarrollo; pasar de una visión unidireccional
de la economía a una visión mutidimensional que incluya una perspectiva ampliamente
desarrollada en diferentes ámbitos, como lo hace el concepto de capital social. Así, el BID
identifica cuatro tipos de capital: natural, artificial, humano y social, como una forma de
centrar la globalización en una mayor humanización.
Cualquier forma de crecimiento que se elija debe, necesariamente, propiciar una distribución
equitativa entre la población, generando igualdad de oportunidades efectivas y accesos al
desarrollo social. Requiere también la construcción a largo plazo de los equilibrios
institucionales necesarios a través de sistemas más pluralistas. Será necesario, como dice
North, negociar nuevas formas de interacción ajustadas a nuevas reglas del juego de tal forma
que equilibren los efectos de la globalización. Que posibiliten, además, un crecimiento
económico y social más equilibrado e incluyan a toda la ciudadanía, con la participación de
todos los sectores económicos, más equilibrado con las fuerzas e intereses capitalistas
externos, más realistas al tomar en cuenta las necesidades propias. A pesar de los buenos
deseos, la globalización económica guiada por transnacionales ya se ha expresado en crisis
financieras, con resultados desastrosos, como la quiebra de empresas y de cadenas
productivas, la polarización de la sociedad, etc., lo que demuestra cómo el crecimiento
económico puede llegar a lesionar al capital social.
La hegemonía ideológica del mercado pregonada como la única alternativa de los procesos de
globalización, que sublima la política y desdeña lo social, está socavando y dañando las bases
de convivencia. Las repercusiones de estas prácticas globalizadotas del mercado alteran la
funcionalidad de la sociedad mediante el tratamiento de las relaciones de la vida social como
simples mercaderías, cuyos derechos de propiedad son más importantes que los derechos
humanos. Los grupos sociales, a través de redes horizontales, tienen que reconstruir y
fortalecer su identidad colectiva y sus prácticas comunes, de tal forma que les permita
preservar su propia integridad y autonomía. Es la identidad colectiva la que crea el sentido de
pertenencia de los individuos a la comunidad y desarrolla lazos de solidaridad, a través de red
de relaciones creando una sólida base de capital social.
El capital social de un solo individuo o una entidad organizacional, incorpora aspectos
públicos y privados. Así, del capital social emergen dos patrones: el énfasis en los bienes
públicos y el énfasis en los bienes privados. Desde la óptica de bienes públicos, el capital
social es un atributo de unidad social. El enfoque del capital social hacia los bienes privados
se refiere al individuo y a sus activos sociales, tales como el prestigio, credenciales
educativas, membresías a clubes sociales (Leana and van Buren, 1999).
Por su parte, lo planteado por Carlos Vignolo (2002), la introducción del capital social como
objeto de atención, correspondería a uno de los cambios de paradigma en el que los
latinoamericanos podemos participar en la generación de nuevos paradigmas, propios,
pertinentes y contingentes a nuestras particulares realidades. El capital social, a su juicio, por
tener un mayor énfasis en las relaciones entre las personas, más que en las personas, tal como
las relaciones “entre las neuronas que las neuronas mismas”, lleva inevitablemente a
incorporar los factores culturales y especificidades distintivas de las sociedades latinas. Lleva,
por tanto, a estudiar el tema de la confianza, los procesos de su construcción y destrucción y
analizar prácticas sociales tan arraigadas como el “chaqueteo”, la desvalorización sistemática,
el fatalismo, la desconfianza en las instituciones, la inseguridad respecto al futuro, etc.,
características muy arraigadas, como se verá más adelante. Al mismo tiempo es un desafío
para retomar el sentido de que el grupo de seres humanos puede generar más valor si las
relaciones son de cooperación más que antagónicas, si se dan en un plano de confianza. La
razón es simple: resulta más rentable invertir en mejorar las relaciones entre las personas que
en transformar a las personas. De allí que el enfoque individualista del emprendedor sea
complementado con un enfoque de relaciones del capital social.
Patricio Valdivieso (2003) discute un interesante análisis del capital social discute en la
perspectiva de los enfoques del desarrollo en América Latina. Particularmente, en Chile, en
las décadas de 1960 y 1970, las visiones sobre modernización y desarrollo (desarrollistas,
estructuralistas, marxistas y neoliberales), enfatizaban la centralidad de las estructuras en
leyes económicas y sociales, en la necesidad de planificación y en reformas globales para salir
del subdesarrollo. En las décadas de 1980 y de 1990, adquirió gran fuerza el enfoque
neoinstitucionalista que, dejando de lado visiones extremadamente economicistas o
sociológicas, puso su acento en las instituciones y su reforma para alcanzar el desarrollo
(transición de autoritarismo a régimen político democrático, reforma del estado, etc). En
general, se coincidió en la idea que las reformas estructurales en economía y en la sociedad no
eran condición suficiente para emprender el camino del desarrollo. Los nuevos desafíos
inducen a poner énfasis, ahora, en nuevos elementos para el desarrollo, como es centrarse en
la sociedad civil, es decir, en productores y consumidores, en pequeños y grandes grupos,
ciudadanía, etc. Así también lo entienden diversos programas de Naciones Unidas, Banco
Mundial y otras organizaciones internacionales que han apoyado decididamente proyectos
orientados a promover la participación civil en las tareas de desarrollo.
De esta manera, la conceptualización del capital social en Chile, no es nueva. Se ha dado en la
Economía, Ciencia Política y Sociología. El concepto entra con fuerza en las décadas 1970 y
1980, cuando se produce un cambio de economía mixta a una regulada por el mercado. Se
pensaba que con reformas estatales ad-hoc se debería reducir la pobreza e indigencia, lo que
no fue efectivo. En la década de 1990, el modelo neoliberal económico, la globalización y el
estilo de transición, aumentan la tensión entre crecimiento y el desarrollo socioeconómico y
fue necesario incorporar conceptos de cooperación, confianza, amistad e identidad en el
proceso mismo de desarrollo, adquiriendo el concepto de capital social una nueva visión.
c) Cómo estamos en capital social
Transcurrido ya unos años en que se han hecho esfuerzos por aumentar la capacidad
emprendedora en Chile, es posible ahora acudir a algunos estudios para conocer sus
resultados. Para ello se hará referencia a tres estudios de mediciones: el Global
Etrepreneurship Monitor (GEM), el Estudio Mundial de Valores y el Latinobarómetro.
.En el primero, GEMviii, se identifica la capacidad emprendedora como la capacidad de
generar empresas o capacidad de generar nuevos negocios para obtener un mayor crecimiento
en la economía y en la creación de empleo. Para medir tal capacidad, un grupo de
investigadores de la London Business School y del Babson College decidieron, en 1997,
emprender una investigación de carácter internacional. Del análisis de los datos obtenidos
para Chile, se concluye que algunas personas emprenden porque buscan oportunidades y
otros por necesidad; hay diferencias entre hombres y mujeres; se invierte una cantidad
significativa de capital de riesgo y las políticas de gobierno son la principal fortaleza y
debilidad del país. Además, se dice que uno de cada seis chilenos, de entre 18 y 64 años, está
participando en alguna actividad emprendedora. Es decir, Chile contaría con alrededor de 1,5
millones de emprendedores, el 15,7% de una población activa de 9.388.000 personas.
Alrededor del 60% son emprendedores de oportunidad y el 40%, de necesidad. En el estudio
se destaca que los empresarios de necesidad tienen un menor nivel educacional que los de
oportunidad. En el primer caso, más del 50% ha pasado por la universidad, mientras que en el
segundo caso el porcentaje desciende a 33%. También se dice que en el caso de las mujeres,
la mayoría de ellas, un 55% emprende por necesidad. La Escuela de Negocios de la
Universidad de Los Andes indica que estas cifras pueden ser importantes en nuestra
economía, dado que los emprendedores estarían invirtiendo, en promedio, unos 6 millones de
pesos, lo que representaría a nivel agregado US$ 12.000 millones, una proporción muy
significativa del PIB.
De acuerdo al estudio, lo que más se alaba de las políticas públicas es que las instituciones
son estables en el largo plazo; que los organismos regulatorios son transparentes; que el
entorno y los fundamentos macroeconómicos estables facilitan planificar a largo plazo; la
independencia del Banco Central, manteniendo la inflación baja y estable en los últimos años;
la apertura comercial; la disminución de los aranceles y los tratados de libre comercio, como
el NAFTA y el de la Unión Europea. Por otra parte, lo que se critica de las políticas públicas
y la intervención de los partidos políticos en materias microeconómicas son el alto impuesto a
las personas, la poca fe de las autoridades en la capacidad emprendedora, la burocracia y falta
de coordinación entre los diferentes programas públicos que apoyan a los emprendedores, y el
hecho de que la ley de quiebra castigue mucho a la persona que falla en su negocio.
Por su parte, el estudio Mundial de Valores (World Values Survey, WVS) es posiblemente el
proyecto de investigación social comparada más ambicioso que se esté realizando a nivel
mundialix. El proyecto estudia la relación que muestran entre sí las sociedades actuales, en el
sistema cultural, económico, político y en sus cambios. Los resultados, fuera de dar luces
sobre las transformaciones locales, ordena a los países en torno a dos ejes: autoridad y
bienestar. El eje “escasez-bienestar” va de una orientación “materialista” (seguridad física y
económica) a una orientación “postmaterialista” (auto expresión, realización personal y
calidad de vida). El segundo eje está definido por los conceptos weberianos de “autoridad
tradicional-autoridad racional”. Al cruzar ambos ejes, aparece la expresión gráfica bajo la
forma de “clusters” de los países estudiados. En la encuesta de 2000, los países del norte de
Europa (Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda) parecen más próximos al polo “racional” y
de “bienestar”, mientras que los de África aparecen próximos al polo “tradicional” y de
“escasez”. América Latina aparece también en el mismo cuadrante, incluyendo Chile, México
y Argentina. “Valores” tan poco modernos como la desconfianza masiva, nos delata. Este
resultado se detalla más en el estudio siguiente.
Para la tesis de Inglehart, las sociedades no están determinadas en un aspecto unidimensional,
donde la dimensión valórica está atada a una económica. Lo que existe son infinitas
combinaciones entre los niveles de bienestar y conjuntos valóricos que se pueden llamar
conservadores o liberales.
En sus resultados para el caso de Chile, las orientaciones valóricas frente al trabajo, la
confianza interpersonal y las instituciones, nos delatan en esta ocasión. “Chile ha crecido a
pesar de los chilenos”, dice Marta Lagos, Directora de MORI, encargada del estudio para este
país a través de MORI (Market Opinion Research Internacional). Continúa: “Los chilenos no
creen que para obtener mejores ingresos lo mejor sea trabajar duro; mientras los niveles de
confianza en el prójimo en las sociedades desarrolladas están entre el 60 y el 80 por ciento, en
Chile apenas sobrepasa el 20 por ciento; a la hora de inculcar valores como el ahorro, esto es
minoritario frente a la obediencia.
Aún cuando hay detractores de este estudio, lo que no está en discusión es el sistema
económico: es capitalista y funciona con el mercado. Otros comentarios respecto a Chile,
derivados de la interpretación de la encuesta, sostiene que aparecen nuevos líderes que ya no
son personas, sino instituciones. En este caso, los medios de comunicación son los líderes
virtuales, Es una sociedad que se rige pro las imágenes, donde tantas veces importa más el
envoltorio, la marca, el lugar, la vitrina, que el contenido o el producto (Lagos, 2001)..
Respecto al trabajo, sólo 1 de cada 3 chilenos cree que el esfuerzo personal lleva al éxito,
mientras que en el mundo desarrollado, más de 7 a 8 personas de cada 10 creen que es así.
Las oportunidades del mercado del trabajo no están regidas sólo por calificaciones y
esfuerzos. Tenemos una estructura de oportunidades llena de irracionalidades que destruyen
las bondades del mercado como mecanismo asignador de recursos. La mayor de ellas es
trasmitir el mensaje “el esfuerzo no tiene recompensa”. Ese es el techo del desarrollo en que
estamos topando. La imaginación, la innovación, el ahorro no son valores sino para uno de
cada 3 chilenos, la persistencia de este “desvalor” es impactante. Rendimos menos, nos
esforzamos menos, no nos interesa tener tanta responsabilidad en el trabajo, tomar iniciativa.
Colaboramos sólo con aquellos que ya nos merecen confianza, dentro de la red de personas
donde nacimos, trabajamos y estudiamos. La movilidad social se produce, por tanto,
lentamente. Lo más grave de nuestra sociedad no es tanto la cantidad de pobres, sino el hecho
de que los pobres son siempre los mismos, la rigidez de la estructura de oportunidades impide
una movilidad en ambos sentidos, donde la base esté en el esfuerzo individual y no en el
origen o condición inicial de la persona. Por ello, la ola de desempleo ha tenido más impacto
político, porque por primera vez se produce algo de movilidad social descendente en un
segmento significativo de la clase media acomodada.
Por su parte, los “pitutos” y “clientismos” son elementos premodernos de nuestra cultura que
afectan el mercado de trabajo, facilitan canales de corrupción en un estado moderno,
mantienen los elementos que justifican la pasividad y deslegitiman las instituciones. El
bypass de las estructuras es la fuente más potente de la corrupción, porque una sociedad que
está acostumbrada a encontrar canales informales de acceso encuentra lugares de corrupción
en el camino. En Chile, en definitiva, no vale la pena trabajar duro; para tener éxito es
necesario ubicarse bien y no hacer mal... la ley de mínimo esfuerzo. Es la racionalidad del
sistema.
La rigidez dice relación no sólo con las condiciones estructurales formales existentes, sino,
fundamentalmente también con el comportamiento de la gran masa de la población. Son
tantos los comportamientos persistentes, que nos retienen. Estos comportamientos son
llamados “fraude social”. Como la sociedad no ofrece las oportunidades esperadas, el
comportamiento colectivo diseña elementos de compensación “justificados” por las
desigualdades, desde no pagar los impuestos, el abuso de subsidios, no pagar el bus, el
pequeño robo en el supermercado, etc. Eso es lo que Inglehart llama la “irracionalidad del
sistema”: es como bloquear los cruces de la calle, donde el resultado es para todos ineficiente
y el costo para todos, mayor.
El tercero de los resultados encontrado durante la investigación se refiere a configurar,
entonces, al emprendedor que debiera formarse para estar acorde a las necesidades que
experimentan las sociedades menos desarrolladas como son las latinoamericanas.
Para ello acudimos primero al modelo presentado por Ana María Orti González (2003), de la
Universidad de Sevilla quien en un estudio doctoral penetra una vez más en el tema de cómo
fomentar la iniciativa emprendedora de estudiantes universitarios considerando teorías
motivacionales; de la organización; del aprendizaje social y de creación de empresas. En ese
marco llega a definir el emprendedor como “la persona (u organización) que puede planificar
y ejecutar estrategias para generar valor, alineando sus expectativas personales y (o
organizacionales) con una necesidad/oportunidad identificada en su entorno y con la
capacidad de llevar eficaz y eficientemente su idea a la acción”. Cabe destacar su
preocupación por la conducta emprendedora lo que permite entender el emprendedurismo
como una capacidad social. Las organizaciones también pueden ser emprendedoras, en
referencia a la sinergia producida por conductas individuales.
La autora distingue las actividades emprendedorasx en un contexto de tres tipos que se
resumen en la Tabla 2.: a) El tipo corporativo, que pretende la reestructuración radical del
número de unidades de negocio que se llevan a cabo en una corporación. Se le identifica más
bien con las características del estratega. También considera aquí el nivel de negocio, por
ejemplo, cuando está orientado a la creación de nuevas unidades de negocio (intrapreneur)
y/o innovar en las unidades de negocio ya existentes (turnaround). El funcional, orientado a
nuevos productos, nuevos procesos y desarrollo de métodos, correspondiendo más bien a un
rol gerencial. b) Un segundo tipo, el emprendedor independiente, está asociado a los
creadores de empresas; cuando tiene un alto potencial de crecimiento, está impulsado
preferentemente por las necesidades del mercado, donde ve una oportunidad y/o por querer
aprovechar una nueva tecnología. En cambio, cuando el nivel de potencial crecimiento es
bajo, entonces, si bien está creando empresa, ello lo hace para sustituir sus ingresos,
complementarlos o por simple hobby o costumbre. Es a esta figura a la que se le identifica
comúnmente con el empresario de orientación lucrativa y sobre el cual se han centrado los
estudios y es el orientador de muchos programas de formación de los ahora llamados
emprendedores. c) En tercer lugar, está el tipo emprendedor social cuya acción se
desenvuelve en los ámbitos: político, cuando actúa desde un cargo de tal carácter y puede
modificar situaciones sociales; el religioso, que se desarrolla por vocación, orientado por una
religión y tiene la posibilidad de influir sobre las creencias de los individuos; el investigador,
que está tras la búsqueda continuada de lo desconocido y aplica lo conocido a situaciones
sociales próximas; el docente que transmite conocimientos y valores y puede llegar a
establecer modelos de comportamiento. Este tipo es uno de los menos estudiados, a diferencia
del creador de empresas, por una evidente influencia de la perspectiva económica. Se le
identifica preferentemente como el empresario de orientación social que trabaja por el bien de
los demás, desprovisto de interés lucrativo.
Un segundo estudio, para efectos comparativos, es el que hace Marta Lagos (2000) con
motivo de la Encuesta de Responsabilidad Social Corporativa (RSC)xi, para conocer las
expectativas de la población general respecto de las empresas y su rol en la sociedad. Esta
visión incorpora, en el estudio del empresario y de las empresas, los elementos de
participación e influencia social. La encuesta se realiza bajo la coordinación de la empresa
Environics (Canadá) en 20 países con un cuestionario idéntico. En Chile se aplicó en
diciembre de 2000 a 1.200 casos representando a la población de 18 y más años,
correspondientes al 70% del total de la población. La encuesta recoge las actitudes, opiniones,
evaluaciones, expectativas e imágenes de la población hacia las empresas chilenas.
Entre sus resultados que aparecen interesantes para este trabajo, Chile se sitúa como país de
“PGB medio”xii, en muchos aspectos con actitudes similares a aquellos países con PGB alto y
muestra que en el aspecto de responsabilidad social corporativa, va en la corriente de la
globalización, en cuanto a sus demandas hacia el empresariado y en sus expectativas. Las
grandes empresas chilenas son bien evaluadas en el cumplimiento de su responsabilidad
social corporativa, considerando el nivel de desarrollo PGB del país.
Para un mejor comprensión de los datos, se contextualiza el empresario de hoy en la sociedad
cumpliendo una multiplicidad de roles que se pueden dividir en los siguientes y que se
presentan en la Tabla 3: a) a nivel de persona se distingue el rol privado y el rol público. En el
primero emprende la tarea de producir bienes y servicios; en el segundo, une esfuerzos
colectivos para defender y mejorar sus posibilidades de producción de bienes y servicios. b)
A nivel de la sociedad, el empresario cumple un rol social e individual. El rol social lo
cumple cuando produce riqueza y se transforma en el motor del desarrollo en su entorno
físico inmediato, generando empleo, elevando el nivel de vida de las familias de los
trabajadores, etc. (mientras más grande es la empresa, más impacto tiene este rol). En el rol
individual se transforma en un actor social relevante, reconociéndole como un líder.
Los cuatro roles enunciados interactúan entre sí pudiéndose distinguir en el cuadrante del rol
social y público su función de responsabilidad social corporativa que mide el estudio. En su
rol individual y público, el empresario se agrupa en asociaciones gremiales para sus fines
propios. Comienza así a ser el actor en la sociedad en la medida que presenta las temáticas de
manera colectiva. En su rol social y público, influye en el entorno y trasciende su rol
productivo, generando imágenes y expectativas que generan mayor demanda. Esta
retroalimentación de los efectos secundarios de su rol productivo (que es el principal) en la
comunidad es lo que se ha denominado Responsabilidad Social Corporativa.
La visión que entregan los datos recogidos es positiva y sigue los patrones de desarrollo que
han seguido otras sociedades. Ante la pérdida de autoridad general que hay en la sociedad, el
Estado que pierde importancia frente a los ciudadanos, es reemplazado en su autoridad por
otros agentes sociales, al mismo tiempo que aumenta el nivel de ingreso, poder adquisitivo y
bienestar, en un proceso de crecimiento económico. Es allí donde el empresario empieza a ser
objeto de demandas colectivas. Las demandas se refieren al rol colectivo y social esperado.
Este rol es producto de la imagen de rol privado e individual de los empresarios y del poder
que se le asigna a su rol gremial.
En relación a las demandas de que son objeto las pequeñas y grandes empresas, resulta que a
medida que disminuye el ingreso per cápita de los países, aumenta la diferencia que hace la
población entre el rol de las compañías grandes y pequeñas. En los países menos ricos hay
más demanda hacia las empresas grandes que en los países más ricos. Sobre el liderazgo, en
el caso chileno, las expectativas sobre el liderazgo de los empresarios es superior al promedio
de los países que tienen el mismo PGB que Chile. Es decir, hay una expectativa muy alta de
liderazgo empresarial. Es interesante recalcar que el estatismo y pasividad de la gran mayoría
de la población en esperar soluciones, ha disminuido con la pérdida de autoridad del estado, y
esta demanda de soluciones no se ha traspasado toda al individuo, donde cada cual busque sus
soluciones a sus problemas, sino que se traspasa parcialmente a los empresarios como las
nuevas fuentes de poder que tienen las soluciones.
Los datos entregan como conclusión que Chile se sitúa competitivamente en cuanto a
responsabilidad social de sus grandes empresas respecto de los otros 20 países con los que se
compara. En muchos aspectos es más desarrollado que el promedio, indicando una posición
de transición entre un estado más tradicional de percepción de las empresas, a un estado más
moderno y globalizado.
Como resultado más relevante, se puede decir que se evidencia un cambio importante de
actitud hacia el empresariado y las grandes empresas, donde éstas pasan a ser actores sociales
responsables y relevantes en el resultado del desarrollo del país a la par con los otros poderes
institucionales, como es el Estado.
El que las empresas sean socialmente responsables tendrán ventajas comparativas frente a
aquellas que no lo sean, porque el consumidor ya está comenzando a esperar que lo sean. El
empresario ya no es visto en su rol individual y privado, sino mucho más y crecientemente en
su rol social y colectivo pasando a ser un protagonista en el desarrollo del país, especialmente
aquel de las grandes empresas. La población espera su liderazgo y sus soluciones. Tal vez sea
éste el momento donde la formación del empresario puede cambiar a los sistemas
tradicionales de enseñanza e incorporar valores y formas de actuación más acordes con los
referidos al capital social.

CONCLUSIONES

La prevalencia de características y visiones individualistas de alumnos que se están formando


en capacidad emprendedora y empresarial, junto con la observación de problemas sociales
que experimentan nuestras sociedades latinoamericanas, son voces de alerta para reformar
perfiles y programas estudiantiles hacia una perspectiva de mayor responsabilidad social.
Seguir o enfatizar los mismos modelos de formación acrecentará, sin dudas, las tensiones
sociales.
El cambio de perspectiva hacia una concepción de capital social se presenta como una
alternativa para introducir los cambios necesarios en las mallas curriculares, fundamentado en
las cifras de inequidad social, en Chile, que publican periódicamente organismos nacionales e
internacionales.
Siendo Chile exhibido como una muestra de éxito económico, dotado de inmensas riquezas
naturales, no es menos cierto que conlleva las peores cifras de distribución del ingreso de la
región, los peores porcentajes de participación y confianza interpersonal y aún arrastra casi
tres millones de personas que viven en extrema pobreza, hecho que se visualiza de difícil
solución, precisamente por tener rasgos de “pobreza dura” desde hace ya dos décadas.
Sin embargo, los indicadores de capital social no son fáciles de mejorar si no se tiene presente
las características culturales de la población. Y es, en este aspecto, donde se presenta el
desafío más interesante para quienes estamos en la enseñanza e investigación en la educación
superior. Es requisito, primero, el que los académicos y académicas tomemos conciencia de la
trascendental responsabilidad que nos incumbe. Así como los empresarios están llamados a
asumir nuevos roles, de mayor responsabilidad corporativa y más diversificados,
desempeñándose en distintos planos, también el rol universitario debiera presentarse
igualmente comprometido con los cambios que se están experimentando. Con la investigación
y la docencia, tan arraigada en nuestras propias identidades, podremos mantener nuestra
independencia y desarrollar nuestras propias soluciones.

APÉNDICE

TABLA 1. DISTRIBUCIÓN DE RESPUESTAS PERCIBIDAS

LOGRO AUTONO CREATI TOMADOR FUERZA Y


MÍA VIDAD DE AUTO-
INDEPEN RIESGOS DETERMI
DENCIA NACIÓN
EMPRENDEDOR 84 6 21 23 41
EXITOSO 154 5 49 40 49
INDEPENDIENTE 6 58 --- 5 5
FRACASADO 35 4 2 13 9

TABLA 2. TIPOLOGÍA DE ACTIVIDADES EMPRENDEDORAS

CORPORATIVOS CREADORES DE EMPRESAS SOCIALES


• Estratégico • Impulsados por una necesidad • Político
• Creador e innovador de • Impulsados por la tecnología • Religioso
nuevos negocios • Sustituir o complementar • Investigador
• Creador/innovador de ingresos • Docente
productos/servicios
TABLA 3. INTERRELACIÓN DE ROLES - RSC

PERSONA
ROLES
Privado Público
Social Donaciones de Caridad Responsabilidad Social
SOCIEDAD Corporativas
Individual Productivo Asociaciones Gremiales
NOTAS
i
Las características corresponden a las mencionadas en el Test de Tendencia Emprendedora (General
Enterprising Tendency Test), elaborado por la Durham University Business y ha sido utilizado en Chile por el
programa de formación de emprendedores Pronuevo y en los curso impartidos.
ii
Los Premios Nobel Joseph North, Amartya Sen, Joseph Stiglitz. Los organismos como BID, CEPAL.
iii
Fernando Flores identifica al emprendedor por ser un innovador cultural, por hacerse cargo de las anomalías
del mundo y por saber escuchar. El emprendedor se transforma en empresario cuando su idea de solución de
quiebre se convierte en una idea de negocio, la vende y se benefician los consumidores y él mismo.
iv
Citado por Peter Z. Grossman, Douglas North: Por qué algunas naciones logran sostener el desarrollo, en
http://www.cipe.org/ert/s13/nortS13.php3
v
Universidad Metropolitana, Capital social: qué es y para qué sirve, en http://www.unimet.edu.ve
vi
Id.
vii
Capital Social en http://www.aceproject.org/
viii
El GEM trata de responder tres preguntas básicas: ¿Varía la actividad emprendedora de un país a otro? Si es
así, ¿en qué grado?. ¿Qué relación existe entre el nivel de actividad emprendedora y la tasa de crecimiento de un
país y la generación de empleo?. ¿Qué hace a un país “emprendedor”?. En su inicio, en 1997, esta investigación
se concentró en el grupo de los 7 países más desarrollados y cada año se ha ido extendiendo en el número y
heterogeneidad de los participantes. En 2002 participaron 37 países representando a todas las áreas geográficas
del mundo (Europa, Norte y Sudamérica, Medio Oriente, Asia y Sudeste Asiático, África y Oceanía), abarca el
62% de la población y el 92% del PIB mundial. Por Latinoamérica participan México, Brasil, Argentina y, por
primera vez, Chile. La Escuela de Negocios de la Universidad de Los Andes realiza el estudio chileno de la
investigación.
ix
Robles, J. Amando, Estudio Mundial de Valores (WVS), en http://www. jp.org.cr/
El proyecto se originó en los años 70, cuando 10 países de Europa Occidental conformaron el European System
Study Group, En 1981-1982 se realizó el primer estudio en más de 20 países, siendo más de la mitad, europeos.
En 1990-1991 adquirió su dimensión mundial, el primer Estudio Mundial de Valores, con la participación de 43
países representando el 75% de la población mundial e incluyendo países con grandes diferencias en sus niveles
de desarrollo económico, de estructuras políticas y sistemas culturales. El estudio se realiza cada 5 años con
muestras representativas locales. Cada equipo, en cada país, realiza la suya y se comparten, luego, los resultados.
La coordinación y distribución está a cargo del Institute of Social Research de la Universidad de Michigan bajo
la dirección de Ronald Inglehart. Se reconoce que los datos no tienen todos el mismo grado de calidad y rigor
metodológico, pero se trata de un estudio macro, único en su nivel y en su naturaleza, de gran coherencia y con
alta capacidad en la verificación de hipótesis.
x
La autora distingue como características predominantes de los emprendedores, las siguientes: oportunidad,
persistencia, fidelidad al contrato, eficiencia y calidad, asunción de riesgos, busca información, designación de
metas, planificación, visión/acción, persuación, redes, deseo de independencia, autoconfianza y lucro. Y, como
motivación: el logro, la independencia, el poder, la afiliación, locus de control y económica.
xi
Lagos, Marta, Encuesta RSC MORI Resposabilidad Social Corporativa, en
http://www.mori.com/polles/2000/chile-csr.shtlm
xii
Países con PGB Alto: Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Japón, Suecia, EEUU,
Países con PGB Medio: Argentina, México, Corea del Sur, España, Turquía.
Países con PGB Bajo: Brasil, China, India, Indonesia, Nigeria, Rusia.

CONTACTO: Cristina Castillo Gatica


Avenida Bernardo O’Higgins 3363, Santiago, Chile
Teléfono: 56-2 674 0810
Fax: 56-2 674 0848
ccastill@lauca.usach.cl
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