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Casa en Cuarentena
Casa en Cuarentena
La brisa nocturna chocando con mi rostro, la lluvia que me emparamaba sin piedad alguna,
o incluso la sonrisa jovial de alguna desconocida al sentir vergüenza por su torpeza, son
hoy cosas sencillas; que aunque antes no habrían sido dignas de apreciación alguna, pues
eran tan insignificantes que quedaban opacadas por otras sensaciones mucho más
excitantes, hoy son tan anheladas como podría haberlo sido perderse en una fantasía. Hoy
debo admitir que reniego de no haber valorado lo suficiente cada uno de esos simples y
pequeños detalles vividos con anterioridad.
A pesar de toda la angustia que la situación actual pueda generar en mí por diversos
motivos, siempre he intentado, aunque no en todas las ocasiones lo logre, mantenerme
alejado del agobiante sentimiento de desesperación, en el que muchos nos podemos ver
sumidos, sin siquiera darnos cuenta. Encontrar portales de distracción, sin caer nuevamente
en la opaca monotonía, no es tan sencillo, pero al menos logro distraerme incursionando en
los diversos misterios y lugares desconocidos que el mundo de las letras puede esconder
detrás de sí mismo.
Los días ya no pasan tan lento como al inicio de este embrollo, quizá porque ya todo se
volvió normal después de un día abrir los ojos, y dar cuenta de que ya son más de cinco
meses los que llevamos aislados. Las voces electrónicas, los mails constantes y los “se me
cayó el internet”, “no se escucha bien” o “déjense ver la cara, muchachos”; aunque lo
deteste, se han vuelto parte esencial del día a día.