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LIBRO 7 - LA HIJA DE THOR 2

Este libro transcurre años después de las aventuras de formación de Thor.


Encontramos a un Thor experimentado, el héroe completo, que se enfrenta a un desafío
de un tipo nuevo. Lo que está en juego es el amor de su hija Thrud. El héroe aprende
que no siempre el amor protector mantiene cerca a un hijo y que los deseos de un
padre son distintos de los de su hijo. Con este aprendizaje, entiende mejor las acciones
a veces indescifrables de su propio padre, Odín.

Todo esto debería ir en la entrevista con Gunnur, lo corregiré.

CAPÍTULO 1

Tengo que solucionar el capítulo 4.

Elementos.

Thrud siente el desprecio de las demás valkirias. Sobre todo, de Skalmold, que
se supone debe instruirla en el manejo de la espada. En realidad, aquella valkiria de
áspero carácter —podríamos decir montaraz— actuaba como si Thrud no existiera. Ella
se presentaba al despertar cada día tras su breve descanso, pero Skalmold siempre
parecía tener otra cosa que hacer. Thrud descubrió que había algo peor que verse
obligada a llevar a cabo tareas agobiantes: no hacer nada.

Aungrey se ofreció a ayudarla con la esgrima. La valkiria combatía muy bien,


pero la diferencia con Thrud no era tan grande. Lo hacían en secreto, buscando rincones
apartados de la espesura que rodeaba Vingolf. Con espadas de madera. Los duelos con
metal eran raros: no solo podían herirse, sino que las hojas de acero se acababan
mellando.

Una espada debería salir de su vaina para derramar sangre, no para entrenarse ni
exhibirse, decía Aungrey.

En realidad, Aungrey fingía un poco: en el duelo que tiene con ella cuando
pretende quemar el Valhalla, descubre que es mucho mejor de lo que creía.

Más elementos:

El fuego es una fórmula mágica.

Como lo es la propia transformación de Aungrey. Se trata de la magia seid.


Como señala Odín 4, el seid alteraba la percepción. Así se lo dice Aungrey:
—No siempre las cosas son lo que parecen, Thrud. Del mismo modo que una
cosa puede aparentar lo que no es en realidad.

La magia abre desgarros en el tejido de la realidad. La realidad, le dijo Aungrey,


era como un tapiz, compuesto de infinitos hilos en una textura más espesa que el bosque
más frondoso. Pero, de igual modo que a golpe de hacha o machete uno puede abrirse
paso entre la espesura, gracias a la magia seid, mucho más sutil, se podían abrir trochas
y claros en la realidad. Así es como viaja tu abuelo entre los mundos.

En 13 señala que el seid “remueve potencias con las que no se debe jugar”.

En 45 se dice: empleada con medios y fines espurios, la magia se volvía terrible


e incontrolable.

En 51: el seid no era la única manifestación de estos poderes que existía en los
nueve mundos. Había otras formas de convocar a las fuerzas misteriosas que eran
capaces de violentar el orden natural de las cosas. Sin embargo, nadie sabía demasiado
de ellas. Por fortuna —se decía la diosa—, ningún ser individual o mucho menos
ninguna estirpe de los seres vivos era depositaria de un conocimiento tan completo
sobre la magia como los vanes lo eran del seid.

—Nuestros secretos han dejado de serlo —murmuró Frey atribulado—. Hace


tiempo que el seid ha encontrado acomodo y practicantes espurios en regiones remotas
y sombrías. Sería terrible para todos que Odín tuviera acceso a él por medios corruptos.
No hay orden sin caos ni caos sin orden. ¿Cómo distinguir cada cual si no existe su
contrario? El regreso al caos es la tentación permanente de la vida….

Después habla de los trolls. Son grandes, tres criaturas de gran envergadura.
Pero los rasgos eran incluso más bestiales, más deformes que los que había visto en su
aventura en Jötunheim en busca de la roca celestial. A éstos los tengo en Odín 4, 54.

Los trolls pueden surgir de la nada. Lo hacen en pleno Valhalla. Son las últimas
horas de la noche, que en Valhalla parece alargarse de forma innatural. Antes de que
resucite el jabalí, mientras el cocinero duerme cerca, con ronquidos que atraviesan las
paredes. No es fácil que despierte, pues Aungrey lo había drogado.

El incendio podría partir del barreño de hidromiel. Producirse ahora, mientras


los guerreros dormitan: las salas están llenas de einherjar que también roncan,
borrachos, ahítos de comida, entre restos de huesos, piel… Charcos de cerveza e
hidromiel, que tendrán que limpiar las sirvientas como hizo Thrud durante un tiempo
humillante para ella.

Aungrey tienta a Thrud. Esta se siente desesperada, rechazada. La maestra que


debería atenderla no quiere saber nada de ella. De nuevo, la pone a limpiar: de hecho,
Thrud tendría que limpiar los salones al día siguiente. «Así adquirirás manejo de la
muñeca para la espada. Ya que de la lengua no tienes control», le dijo Skalmold. Pues
corría la voz de que era Thrud quien había aconsejado a Brunilda que desobedeciera.

Thrud había visto de lejos a su abuelo en un par de banquetes. Pero no se había


atrevido a acercarse a él, y el único ojo del Padre de Todos parecía ver a través de ella,
como si se hubiera vuelto de cristal.

Lo que hace Aungrey es simular otras personalidades. Primero Odín, que dice
sentirse muy decepcionado con ella. La cuestión es que lo hace vestido de vagabundo en
el bosque. Esto extraña luego a Thrud, que se da cuenta de que Odín nunca aparece con
ese atavío en las tierras de Asgard.

Tal vez no necesite que se haga pasar también por Skalmold. Esta la desprecia
de veras… y después el engaño haciéndose pasar por Odín. Que le revelará Aungrey
cuando adquiera la forma suya verdadera, la de una giganta.

Orden de los hechos:

Thrud se siente fatal por lo que le ha ocurrido a Brunilda. Odín únicamente le ha


contado el castigo a su esposa, por lo corren rumores. Nadie sabe de cierto qué puede
haberle ocurrido a la brava valkiria.

Para buscar la desesperación de Thrud, y que su conciencia se atormente,


Aungrey hace correr el rumor de que Odín la ha desterrado a las llamas de
Musspelheim. O como se diga.

Mejor: hay varios rumores. Que le dio muerte. Lo del reino de las llamas. Que la
ha entregado como esclava a gigantes de Jötunheim que se sirven de ella de todas las
maneras posibles, a cuál más humillante.

Esta última puede ser la versión que le da Aungrey a Thrud. Al mismo tiempo,
corre el rumor de que Thrud ha sido culpable de la desobediencia de Brunilda. Aungrey
le confesará después, cuando todo se revele, que ha sido ella misma.

Porque Thrud confiesa ante Odín. Luego puede pensar que es su abuelo quien ha
hecho correr el rumor que hace que las demás la miren mal.

Así pues, de momento la primera escena es cuando Thrud habla con su abuelo. Que en
realidad no es tal: empezamos a descubrir quién es cuando la joven se aleja,
compungida por el destino de Brunilda. Además, deberíamos sospechar, porque lo que
dice el supuesto Odín es mentira.

Elementos de la escena.
Han pasado unos días. Una nueva batalla en Midgard, a la que Odín convoca a
varias valkirias. Skalmold, que estaba entrenando con Thrud, le dijo que siguiera sola.
En realidad, sola podía seguir, para la compañía que hacía aquella adusta valkiria.
Tengo que solucionar también el asunto de la espada de Thrud.

Thrud observaba que Skalmold era buena espadachina, pero estaba convencida
de que Brunilda habría podido superarla en nueve de cada diez duelos. La echaba
mucho de menos. Sobre todo, se sentía atormentada pensando que era ella quien la
había incitado a desobedecer a su abuelo.

Al que había intentado pedir audiencia, pero en vano. Para acudir al palacio de
Odín, buscar nombre, tenía que pedir permiso a su maestra de turno, que en este caso
era Skalmold. Ella se lo negaba, del mismo modo que no le permitía visitar Bilskirnir. Y
cuando vio a Odín en la sala de banquetes, el ojo del Padre de Todos parecía atravesarla
como si fuera de cristal.

La actitud de Skalmold era distante al principio. Luego empeoraría.

Al quedarse sola, Thrud miró a las alturas. Sobre las copas de los abetos,
agitadas por el viento como lanzas que se batieran en duelo entre sí, era un día
desapacible, escuchó el canto guerrero de las valkirias. Pasaron sobre su cabeza, sus
corceles batiendo las alas, las cabelleras y las capas ondeando en el aire tras de ellas, y
no tardaron en desaparecer de la vista.

Tengo que mirar, pero diría que llevan capas.

Lo había tenido tan cerca… Había llegado a cabalgar con ellas, aunque fuera por
detrás, como novicia, sin permiso todavía para entonar el himno en honor de Sigfodr, el
Padre de la Victoria.

Ese abuelo con el que deseaba hablar y on podía

Esto es para el capítulo 4: lo pegaré después.

Había un vagabundo saliendo de entre los árboles, agitando los helechos con su bastón
de viajero. Thrud tardó un momento en reconocerlo. Luego copio lo de la ropa de
vagabundo. Tenía oído que su abuelo a veces se disfrazaba de esa guisa cuando visitaba
otros mundos, en particular cuando vagaba de incógnito por las tierras de Midgard. Ni
en su palacio de… ni en sus visitas a Bilskirnir ni al Valhalla lo había visto así, sino
ataviado con ropas lujosas y formales o incluso armado como un guerrero.

¿Aquel hombre encorvado y andrajoso era su abuelo? Cuando se enderezó y


clavo en ella su único ojo, comprendió que sí, aunque había algo extraño en él, algo
indefinido que no sabía precisar si se debía a la ropa andrajosa que llevaba o a la fría
hostilidad que emanaba de su gesto.
Es normal, pensó ella.

–Sé que has intentado hablar varias veces conmigo. ¿Qué deseas, Thrud?

Ella se arrodilló ante él.

–Mi señor Odín, Padre de la Victoria. Quiero implorarte piedad para Briseida. El
error que cometió al malinterpretar tu voluntad no fue solo suyo, sino también mío. Fui
yo quien la convenció para que…

Odín hizo un gesto con la mano para acallarla.

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