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TAQUICARDIA

(1926)

DEL SUENO ALA CREACIÓN

Todo el presente de uno rodando por las calles del mundo con sus
choques del alma y su asistencia a tiempo.

Embriaguez. Taquicardia.

La vida nos hace caminar como locos.

En las pupilas llevamos los paisajes suspendidos. Las visiones nos


asaltan de noche en cajas de noche, de muerto. A veces, una mano
—nuestra mano — abre una puerta. Y se está durmiendo dormido en otra
casa y hasta en otro sueño.

En las mañanas resulta que nos han cepillado los ojos y amarrado
las pestañas. Y no podemos salir de nuestro sueño como si hubiéramos
entrado a dormir en casa ajena.

Los viejos de una moral alegórica y lúgubre, en los arcos de las


puertas, nos dictan estúpidamente la experiencia. Esto es cierto. Todo
viene a nosotros —la razón— cuando estamos durmiendo. Nos estira-
mos en la noche y oímos mejor el mundo. Nos vamos. Pero viene una
gran pena de nuestra carne que nos devuelve a la mañana.

* * *

[H9]
Estamos en dos naturalezas a un paisaje sin ruedas, baldado, casi
enajenado, ausente, sin grandes pruebas de verdor.

Nos encontramos en un hospital. Pero en la sala han desaparecido


las puertas y no hay salida.

Hasta el día siguiente.

No se recuerda sino que se estuvo hablando, ¡y la última palabra


con un sabor a sangre en la garganta!

Por toda bondad nos han puesto un vaso de leche y un espanta-


moscas. Es todo lo que se tiene de la demente y mísera sociedad burguesa
en medio de la pérdida de nuestra memoria. La llegada de un amigo le ha
dado a la habitación una ceja de asombro y de dolor. He abierto los ojos
desde el cielo a nube de tranquilidad. Me quedé en suspenso de una
cuerda de sangre que me halaba desde la aorta aortado.

Ni una sola noche se ha podido pegar los ojos. Y se espera amar-


gamente el alba. Se ha de tener luz en los párpados para dormir libre-
mente, pues los sobresaltos llenan de sombras y fantasmas la noche.

Asalta el sueño blanco, silencioso, huido, de las sábanas.

* * *

Estamos angustiados sin noche suave para nuestra vida. ¡Si recor-
dase todo lloraría hasta por la carne!

Recuerdo. El cerebro golpeábase contra el cráneo y no se veía ni la


oscuridad.

Salimos en busca de lo que hemos perdido y no encontramos cami-


no. Y se va hablando solo, y se quisiera estar en todas partes. Pero en una
esquina ha silbado un pito y todo se ha parado como un automóvil o
como la gente que podría ser otra cosa: la humanidad está loca de bús-
queda y alguien se ha quedado con el importe miserable de nuestro día.
¡De nuestro trabajo al fondo de la vida!

¿Y qué es lo que pasa? ¡Que el dolor da vueltas en nuestra cabeza! ¡A


algunos les trepana el cráneo!

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A veces todo se ha vuelto ruedas. El blanco es el color de telaraña en
que se ha caído, durmiendo. Quizás cuando movemos los ojos nos late el
vientre como a animal o hacemos muecas grotescas. Todo esto puede
suceder sin que lo sepamos.

He pensado lleno de terror — ¡tantas noches! — si estarán durmien-


do dentro del colchón. Cuando se está nervioso se hace lo posible por no
juntar las uñas porque el ruido se sentiría desesperante toda la noche
corriendo y arrastrándose por la médula.

Han tocado una puerta, pero tan despacio, que el aire parece haber-
se vuelto un hombre tímido. Y tampoco se puede abrir por el temor de no
encontrarme con nadie. Porque a veces han tocado en otra parte y no han
abierto.

Ya son muchas noches que no se ha podido dormir. Hay una cama


vacía en la que están durmiendo los vagabundos.

* * *

Las camas desocupadas en la noche dan terrible abandono. Por las


ventanas abiertas del alba llegan a los caminos blancos.

Recuerdo las noches sin luna y sin sueño. Noches al fondo mismo
de nuestra impotencia. Iba caminando. Las narices frías. Y tomándome
el pulso por miedo a la taquicardia. Se ha sufrido bastante. Lo he sentido
honradamente en el correr angustioso, a surcos, de la sangre.

Y siempre he esperado estar bueno para la aurora del día.

Muchas veces he querido morir en la oscuridad a pesar del miedo y


del temblor hasta en los dientes. Pero las sábanas son frías y me han
cambiado. Se vuelve uno brujo y no se quiere pensar en lo que se piensa.

Se ve un paisaje de manos que ajustan las sienes. ¡Se desgarran! Los


nervios hacen ruidos que andan eternamente sobre nosotros.

La vida del hombre en la noche es la de un ratón.

He olvidado la noche y no sé qué multiplicidad de manos amarillas


abren las puertas de sombras al insomnio.

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¡Los esqueletos! Y con las sábanas me he cubierto los ojos para que
no penetren en ellos.

Sin que lo supiera me he ido a otra parte. Me he llevado un color que


ya en una hilera de noches quería atrapar.

La noche me sigue hasta la cama. Enciendo la luz para que me vele.


En tanto oigo mi nombre y voy en busca de la puerta. Mas es inútil: las
manos de la noche la han cerrado.

* * *

Salgo al balcón y en la calle ya no hay noche.

Hay que esperar el día.

Nada de miedo a la mañana. Entra la luz por los vidrios y las


tinieblas se han refugiado en los vestidos negros de la percha. Parecen
ahorcados.

Hay un gran olvido de todo hasta el toque de las sirenas y el canto de


los gallos, espués de esto la necesidad de vivir. Porque del sueño a la
mañana nos hemos dado de boca con la vida.

* * *

Todavía voy embriagado de la noche con un cosquilleo de aire bizco


en las pestañas. Oigo que pasan a mi lado los automóviles y la gente, y en
un sentir vago me parece que marcho con la muchedumbre a un entierro.

Las manos se me han dormido y las creo ajenas. Estas manos no son
de aquí. Entonces veo mi fuga. ¡Me voy! Pero cada vez más la angustia
me golpea los ojos que van fuera y lejos de mí, despavoridos.

No se duerme. Imposible. La oscuridad me sepulta más adentro de


mi carne. Me levanto varias veces en la noche a encender la luz; camino
cerca del espejo para poder constatar mis movimientos de hombre vivo.
Es bueno siempre saber que se está vivo.

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Otro día cruzaba por los vidrios de los ventanales y sin hacer rui-
do. Veo mi propia fuga. Se es el mismo gozando, sufriendo, caminando,
durmiendo.

Las cuatro de la mañana y estoy detrás de los visillos viendo la


muerte de la ciudad. Se apagan las luces y no se oyen pasos en las calles.

Todo está a ras de las fachadas, a un lado blanco de los ojos.

* * *

Muy pocos saben lo que sucede en las noches. Los que duermen,
naturalmente, no tienen sino buenas digestiones. Pero los que no dormi-
mos y traspasamos las noches con nuestras miradas, sabemos a qué
exacta y huérfana palidez nos vamos. Conocemos el destino vacío de la
noche y el económico del día.

La taquicardia nos va matando la carne. Ya no se puede con el pe-


cho. Uno quisiera estar en el aire para no ahogarse. ¡Pegado al oxígeno!

Se pasan noches atroces y no se puede más. Pero también nos olvi-


damos. ¡Qué diablos! si uno es un hombre y no una cucaracha.

* * *

Huía de los ruidos y de las paradas del ejército. Esto último daba
náuseas como un criadero de piojos con las cabezas blancas.

Había que salir por las calles con la angustia del cuarto encima,
haciendo esfuerzos por no pensar. ¡Pero maldita la idea! si me tembla-
ban las manos y los pies me pesaban como enraizados a la tierra.

El cuarto me seguía a todas partes. En las noches rondaba la puerta


una, dos horas antes de entrar. Atisbaba por los visillos su soledad que
se movía en viento por los rincones. ¿Y cuántas veces me han sorprendi-
do los rayos de la madrugada, ladrón junto a mi puerta. Ladrón de lo
suyo, quién no lo es?

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Me da por las m a n í a s . E s u n d í a que me levanto morado. Hablo m a l
del arte y de sus secuaces. M a t a r í a a cuanto imbécil que con u n poco de
inteligencia encontrara. Porque esto es lo peor: ¡ese poco de inteligencia
en los imbéciles!

H a y veces que se tiene ganas de decir: ¡Eso no me importa! ¡Aquello


tampoco! ¡Es una necedad! ¡Una estupidez! Y se lo diría al primer tran-
s e ú n t e de escarpines y guantes blancos.

T a m b i é n se quisiera interrumpir el tráfico y recolectar individuos


gordos para una f u n c i ó n de Circo.

Y todo esto para nada. Pues en la realidad no se estira n i u n elástico.

* * *

Las manos que a b r í a n las puertas. ¡Horror! No había cosa m á s terri-


ble. Sabía miedosamente que eran las que h a b í a n perdido los obreros en
el accidente de la fábrica.

Me quedaba convulso, unido a la pared. No servían para nada los


brazos n i las piernas. Sólo los ojos atormentados y el cerebro apuntaban
las vueltas en carrousel de las tragedias.

H a b í a necesidad de irse por uno mismo. Treparse por la carne y


asesinar los ojos.

De buena gana me e s c o n d e r í a tras de m i pellejo hasta la muerte.


Pero hay que v i v i r . H a y que sostener la casa y, a diario, tener limpia la
camisa y el cuello.

Y para todo esto los viajes que no nos alejan nunca de la playa m á s
mísera. Porque, al contrario, pensamos m á s en nuestra pobreza. E n la
casa cuya chimenea no ha de echar humo.

* * *

No se ha sentido nada. N i u n dolor r e u m á t i c o . Hemos estado des-


contentos y n i lo s a b í a m o s . Como u n descontento para los d e m á s . Por-
que, en verdad, a veces no se sabe cuando se tiene algo.

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Y después venimos a caer en la cuenta, que es lo peor. Pues el pensa-
miento nos da vueltas en un lugar en el que no estamos.

Se quisiera uno engañar y se olvidaría de lo que se piensa, simulan-


do ratón blanco por salir de su hueco, si no fuera porque esto mismo nos
cierra y ajusta en media vida dolorosa, llevándonos a una pura desola-
ción de playas sin orillas.

Es el día en que nos iríamos desterrados por nuestra propia cuenta,


ya que no se piensa en el suicidio y hay que vivir.

Un golpe de mar o una tempestad en el Atlántico nos volvería


duros para las empresas. Pues hay gran necesidad de algo más fuerte.
De una trompa que venga como golpe de tierra a cambiarnos esta piel
de adolescencia.

* * *

Es una vergüenza. No se puede hacer otra cosa que pensar. Pero en


cambio no podemos ni mover los brazos. Sólo pensar y en la cabeza,
porque de lo contrario nos encontraríamos llenos de cadenas.

- «NO SE PUEDE A L Z A R L A VOZ. ESTÁ TERMINANTEMENTE


PROHIBIDO. A L QUE CONTRADIJERA ESTA ORDEN SE L E APALEA-
RÍA DESNUDO A L A VISTA DE TODOS E N L A PLAZA PÚBLICA». La
autoridad.—

Esto nos va comiendo hasta los huesos. Sube un gran asco a nues-
tras narices.

Y desde todos los dolores caeremos un día en el gran dolor SOCIAL


del que saldremos vivos. Es la única manera de salir.

* * *

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GUÍA DE SUEÑO
(1925-1928)

El olor de mis axilas


es más puro que la plegaria.
W A L T WHITMAN

ESTADO DE LIBERTAD

Me apesadumbro en lo más y en lo menos.

Échome sobre el dolor y línea a línea póngome a salir de mi cuerpo.

Ya no necesito de las palabras.

Ferrocarril por los dientes y por la muerte, estiróme.

Nada de recuerdo en el último momento de cruzar por la pared.

Línea por línea y sin gravedad, sin densidad, sin volumen, heme
puesto a mirar fuera de mí.

INSTINTO

Muévese hasta la curva el instinto. Yo estoy afuera. Momento sobre-


natural en que me olvido y me caigo a lo largo de mis brazos.

Esto tiene para mí candor de otro tiempo. Cuando todavía no llega-


ba a entrometer mis dedos sino en mi boca.

Me asusto a veces, cuando doyme en otro tiempo sexual, en cama de


un hotel lejano.

Se ponen a reír en mis costados y se me cae todo por la palma de las


manos.

Decididamente, es mi adolescencia que viene a arrebatarme.

[127]
CONCIENCIA

Heme aquí junto a mi nueva conciencia. De pezón a pezón.

Si me alegrara más caería debajo de mis huesos.

Es el caso de quedarse sentado. De mirarse junto a su conciencia. De


verla en todo su calor por los costados.

Hace infinito mes del calendario que ha estado por nacerme esta
conciencia. Y hoy que me sale a los ojos, suéltola a toda correr — sacando
tierra — en la senda de recién nacidos.

Y como a doler no quiero que masturbada quede, doile mi cuerpo a


voluntad, sereno, para su vida Par, uva entre la vida.

EXPERIENCIA

Olvidarme de que a dolor existo. Y que en existir riego mi vida. De


que en mi infancia no contaba a diez. No restaba el cero.

Por esto, por lo más y por lo menos, quiero tizarme de color a colori-
do desde la cabeza hasta los pies.

Ya no es posible despertarse a diario a mismo sobresalto y hueco


más.

PUREZA

Dando vueltas por el idioma me desnudé de las palabras hasta que-


dar a pie sobre las íes.

— ¿Quién ha dicho antes esto que oigo ahora sonorizado mito? —

Y ni para qué hablar de cuando a sentir sentime menos que un ani-


mal sin patas.

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RIGORDELSER

No quiero decir nada que esté fuera del ritmo que me calza. Y que
todo sea sencillo como mis pies al caminar o como cuando echado sobre
mi cama en expansión de brazos, ciñóla y doime a ella a toda gana, hasta
quedarme libre línea de serenidad.

DESESPERACIÓN

Siento un descontento ácido en los huesos y no tengo ganas de caer-


me en nada. ¡Qué bien me iría por las huellas de bajo tierra donde corren
las sustancias animales!

No os asustéis. Ya tengo experiencia de muerto. Y descontento de


hoyo, de barro y mala horma.

¡Qué se le va a hacer a los diablos!

Mis huesos se aflojan en un camino suave entre dos nubes de vuelo


para dos recién nacidos.

Y mis ojos de fuego quemarán el cielo y las alas de los ángeles.

RETORNO A LO PERDIDO

a PABLO

[E]n la su villa de Ocaña


vino la muerte a llamar
MANRIQUE

Esta vez que vuelvo de viaje no hallo a mi madre muerta. Sólo la casa
vacía, hundida del lado de su ausencia. E n las paredes agrietadas de
desconsuelo, trepan la yedra y el tiempo.

He visto a mi padre en el toque del alba oyendo la voz de mi madre.

Mas ella me falta como puede faltarme el corazón, la boca, las manos
o el despertar.

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CASA AUSENTE

Me acuerdo de mi casa lejana del Perú. ¡Aquella casa viva en la


memoria! La misma y diversa a través de los años y de la ausencia. Casa
de la infancia, de los primeros asombros, de las alegrías y de los dolores.
En ella me armé de vida, de experiencia amarga, de hondas caídas pre-
maturas.

Casa distante, brumosa, agobiada por tradicionales pesadillas. Pa-


redes curvadas, negra pátina, yedra trepadora y obstinada como las des-
gracias de la casa.

Cuanto pasó aún transcurre por lo sutil del tiempo. Los recuerdos
de imágenes familiares afinan estremecimientos sombríos, patéticas ago-
nías, ahogados silencios nocturnos.

Acida soledad de la casa herida de presagios.

Me invade el día en que murió mi madre. Cuando la sacaron para


enterrarla, se quedó sin fondo, temblando, la morada.

Casa desmoronada como la copa de los cipreses. Sombra mohosa


del tiempo en las aldabas. La calle pesarosa, la puerta cerrada. Ya están
en ella otros inquilinos del dolor. La vida y la muerte clavan sus garfios
en la casa.

DEFENSADELAVIDA

Lo más inútil de la existencia tiene mi voto, mi consonancia entera.

Agotaría todos mis movimientos desde el centro de mis nervios.


Volveríame antiguo en perfecta tensión de ayer. Y lo demás sería cosa de
ponerse de pie. Y quien no lo crea que anime su Verbo para batallar
duros mitos. Opondría azules cálculos que bajen de cero. A la soledad
horizontal de las estepas, ejércitos rojos en marcha.

LUCHA Y VIDA

A cualquier esfuerzo o mito que me sea enemigo, opongo mi palabra,


puesto que mi vida exígeme tal lucha. Movimiento. Y cuanto me sale de

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las ganas de querer. De hombre contra hombre. O bien de amor contra
amor.

A cada vuelta estoy en pugna conmigo mismo hasta encontrar argo-


lla. De tal suerte que m i vida siempre empieza en donde batallo a garra
de animal y piel de Santo.

PARÍS

a JEAN CASSOU

La vertu américaine
L'alcool de peau et le pain des yeux
La richesse du riche et le vice d'hiver
Le rire tiéde et l'algue d'urine.
RlBEMONT

A q u í todo me es cierto. E l dolor me es cierto. L a Revolución me es


cierta.

Sufro por aquello que me es cierto. V i v o puro ciudadano. Duermo y


no s u e ñ o .

Me reconozco en cuanto es cierto.

Presencio las existencias. A m o lo que se mueve y lucha en son de


verdad. H e seguido el hilo de cuanto hase martirizado y me es ahora
cierto.

DESESPERACIÓN DELO DICHOSO

U ñ a s fuera de las u ñ a s . Dedos entre los dedos. Desesperación en u n


cero.

A q u í me adentro y doy cabida a la porfía para hacerme feliz. Y todo


lo digo en razón de ser y de haber sido y de ser así como soy.

De u n día a otro noto con entusiasmo que las líneas se me ofrecen en


su última virginidad.

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CANTO DE MAR EN SOLEDAD

Hay días en los que uno no se levantaría. Días hechos con las pastas
de las biblias viejas que leyeron antiguos señores.

Este día de abordo me pesa en puro coral náufrago de soledad.

Este día movido de agua hacia costas de plata es el mismo día en que
yo nací. Lo reconozco en el desorden de tanto amor.

Armonizo las plantas marinas sólo con tu deseo. Yo sé que allí, en


situación geométrica de color, llegan tus manos de cazador inmortal del
tiempo. Allí, señalo de señalarme en futuro.

NATURALEZA

No alcanzaré a ser puro mientras no crezca yerba de mis pies. Hasta


no saber oscuramente, que en mí fluye el agua, crece el fuego, trashuman
animales.

PODERÍO DEL SUEÑO

Nada me es ajeno puesto que todo lo poseo. El ferrocarril, la noche y


el buen sueño. El corazón que late más acá. La luz apenas entrevista. Los
golpes de los coches cuando la marcha es incesante, tendida hacia las
ciudades. También la nerviosidad del comerciante que duerme en pron-
titud de números es mía.

La parada del tren en una estación con sus pequeños detalles, es


cosa que sucede con la mayor tranquiÜdad de frenos, de amor y de ino-
cencia.

El maquinista ofrece su candor cuando toca la sirena como en la


infancia.

SANGREYTIERRA

Me alineo en tus caderas. Y al encontrar senda infinita suavízase la


carne en tierra de la más pura vida.

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Siéntome a tu costado y entre tus venas me pierdo, Así, caigo en la
sanguínea cuenta de que para entonces se habrá vuelto cuna tu sonrisa.

Sufro cuanto es posible. Y a dolores de tierra buena es la cama.

¿Qué pasa? Siento que sufren los dedos menores. El cardio. El círcu-
lo rojo en mi cuello y fuera de mi cuello. ¿Hasta qué número se va a
sufrir? ¿Hasta qué golpe de sangre y qué escalera de huesos habré de
bajar, subir, rodar?

Y por fin caer en mí, despedazado, del andamio que hice de este
sufrir cuanto es posible.

Recordar después hasta acercarme a gatas a mi cadáver. Sin tener


miedo de tenerme que salir hasta los pasos. Borrarme por completo de
señal y de ojo abierto. Yo no sé. Nadie me va a creer. Y caería de honradez
a cotizarme en lo que vale un animal, un hombre. ¡Nadie me va a creer! Y
sin embargo, he estado el tiempo justo en que media vida —saliendo de
la madre— me miraba al sesgo y doblada en toda la curva que aspira
aire.

IMPRESIÓN

No tengo una gran idea de la vida. Conozco sus desaguaderos, sus


puntos normales, sus algodones sucios. En todas las ciudades de la tie-
rra los seres sufren y se arrastran curvados por la explotación. Viven en
una miseria de subsuelo, oscura a la pantalla.

En los hospitales las gentes mueren desengañadas. Mueren en mala


forma. En las salas todo está unido: el dolor, la muerte y la convalecen-
cia. Las plegarias y las maldiciones.

ADVERSIDAD

Estoy enfermo y sé por dónde corren los malos vientos, a dónde van
a perderse las miradas de los enfermos. Conozco la aproximación de los
árboles en el invierno. E l agua y el fuego luchan como animales en las
entrañas de la tierra.

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En mi oído percibo el sumergirse de náufragos que se vuelven plan-
tas en el mar o los que sueñan con ir al Polo y establecer un hotel como un
buen negocio.

Tal vez en el hospital nadie oiga nada. Pero va a morir el hombre que
está junto a mí. ¡Horror! Por la manera de mirar la luz sé cómo terrible-
mente va a morir, ahogado y con los ojos salidos como algodones.

Voy a morir. De mi enfermedad no salvan ni los ladrones. Pero antes


quisiera que se contagiaran los que estúpidamente piensan que mi enfer-
medad es grave. Aquellos que acaso tienen como en análisis de laborato-
rio las posibilidades dramáticas de mi sangre.

La taquicardia es como un pulpo que late y corre y se enfría en mi


pecho.

PERSECUCIÓN

Entraría en donde no se produce nada. Donde no existe atmósfera


para vivir. Me fugaría hasta quedarme solo y auroral. Ajustaríame a
ritmos eternos y musicales. Allí, donde principia a gatear el terrible ins-
tinto y va la pureza en cuatro patas. Y se inicia en suave curva de Madre.

POEMA A LOS PARADOS

Los hombres que se mueren de hambre cantan mejor.

En las ramas de los árboles lejanos sus miradas cuelgan y el instinto


del Sol siempre las quema.

E l hambre de los parados ha vuelto lívidos los mármoles de las


casas lujosas.

Y saben esos hombres que el cementerio sostiene a la ciudad desde


su fondo.

LIBERTAD DEL CIELO

Todavía no me he libertado del cielo. Me falta la Übertad del cielo. De


la tierra. La libertad del espacio. L a libertad del silencio y del agua. Y

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también la mía. La de mis brazos. La libertad en fuga de mis deseos por
los tejidos finos a través de las noches lentas.

Me falta pues la libertad. Cuando salgo de un dedo caigo en otros


dedos. Pero he aquí también la vida. Libertad debe ser sin vida y sin
muerte. Tal la vida del agua. La salida de un tren o una cosa que no se
hace. Esto mismo de que no tenga la libertad del cielo está iluminado de
ángeles.

Vivo de mi falta de libertad. De no salir y de salirme de mí. De cuanto


hago de pie y en el sueño. De pisar a veces tierra con cascos de caballo.

Comprendo que los ratones busquen su libertad. Es natural el deseo


de una libertad inmediata. En cambio, yo busco mi libertad cósmica. La
libertad de la música.

La lluvia me libera de la ciudad. De las miradas de las gentes. Gusto


de la lluvia que viste resplandores. Amo a la lluvia que arrastra deseos.
Que destila el goce en la tierra que hace correr los ríos.

POEMA DEL SUEÑO DORMIDO

E l hombre desvelado es más fino que la brisa nacida en la frente de


las mujeres dormidas. Y si pronuncia palabra es más silencioso que la
llegada del alba.

La soledad de los árboles es menos penetrante que el desvelo. E l


insomnio está Heno de ratones y dientes y pestañas. Verdadera fauna
nerviosa de la que se sale sólo por milagro.

INTIMIDAD

Estás en mí tan lenta que pareces agua continua. Te veo caer en mis
últimos sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia mínima
del deseo y de la belleza.

Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.

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SÍNTESIS DE VIDA Y DE POEMA

Esta alegría no me cuesta nada.

Este dolor no me cuesta nada.

Así la vida no me cuesta nada.

DESIGNIO

No se puede hablar. No se puede estar en silencio. No se puede estar


en sombra. No se puede estar debajo de la sombra. Bajo la luz.

No se puede estar ya en el mundo. Está completamente usado el


mundo. Se ha muerto la Pascua, el año nuevo y mis siete años.

PAÍS SURREALISTA

1,° Hay otro lejano, verde, cielo país sin nombre, pero en el que pien-
so siempre, en el día, en la media noche; cuando duermo y no duermo, y
yaces en ese país que tiene el color de tus manos salidas del sueño.

2. ° A veces no sé si está en el mar, bajo el mar, junto a la desespera-


ción, ese país. Lo veo luchando, armado de rayos, entre nubes y tempes-
tades. Y en mi alucinación, en mi esqueleto de miedo.

PAISAJE EN EL SUEÑO

De tu sueño al mío no hay sino olvido. E n amorosos mares nos


olvidamos. Tú animas el alba al moverme los brazos. Yo sigo el curso del
día y de la noche. Y en la noche comprendo tu cabellera. Tu cabellera
hace nacer los astros y los jardines.

Tu cabellera es el reino vegetal.

La Luna nace de tu cabellera.

Yo veo los ríos sutiles fotografiados en tu cabellera.

Tu pureza me asusta como un incendio en África.

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INVITACIÓN A LA VIDA

Existo. Hay que existir.

Exijo que existáis.

ELOGIO DE LA LOCURA

La locura es mi constante existencia. Vivo de mi locura. La locura es


mi clima. Por todas partes yo voy a la locura.

Un caballo blanco es mi locura. La carpa de un circo a donde no


llega el tiempo, es mi locura. La trompa del elefante, además de un niño
con miedo cerca del elefante, es mi locura. La butaca vacía de un teatro es
mi locura. Y una playa con huesos de náufragos.

Soy una manera de la locura. La libertad de la locura. E l fondo, si


queréis, de la locura.

Sé que me aproximo a la vida perfecta de la locura.

NOCHE

Abstraído, solo, lejano, entre el sonido de la lluvia. Debo vérmelas


con mi fantasma nocturno. Estoy cerrado entre las vigas de la noche. Se
apaga mi garganta. Mis manos se alargan con el fuego. Yo que podría
volver a nacer, me pierdo, caído de la voz, en el silencio.

ORIGEN

El deseo de Adán viértese en mi vida. Eva nace oscura y en puro


sentido botánico.

Estoy cruzado de ríos y tempestades. Eva es la finura de mis huesos.

Eva aparece pintada por animales en el Paraíso

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VOCACIÓN DE SOLEDAD

Yo trabajo mejor en la oscuridad. Cuando no distingo el mundo. A


pura soledad me es dable caerme, herirme sin sollozar.

Las raíces del cielo se han profundizado en mi pecho. No sé verda-


deramente qué distancia puede haber de mi oscuridad al cielo; de mi
cuerpo auroral al Cosmos.

Soy un primitivo y un santo. En el agua y el fuego hallo el origen de


mi canto.

No temo a la lengua de llama ardiente.

Los ríos pasan lejanos por mi espíritu.

E l cielo me es desconocido en la medida que una mujer virgen.

FORMA DE LA NIÑA MUERTA

(Aire y pluma, a RAVEL)

Miran los ojos de venado la tarde alta, en vuelo, junto a la niña


muerta.

E l sueño de la flor enamora a la niña muerta.

Los ríos circulan con una pureza envidiable.

Las palomas comentan el cielo ai lado de la niña muerta.

Un gallo canta por la niña muerta. El día amanece por la niña muer-
ta. El sol muere por la niña muerta.

Está en mi soledad la niña muerta. Por lo demás, ella no ha muerto.


Su madre la ve rosada junto al pájaro que canta y a la flor que la perfuma
en el jardín.

La flor perfuma la soledad. Mi soledad. La soledad de la niña muerta.

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SENTIDO NUEVO DE LA CIUDAD

La ciudad ama su crimen pero lo condena. Ama la alegría de una


clase pero la condena en el hombre más humilde. Ama al traficante de
las mujeres que la ciudad sostiene. La ciudad es la Bolsa y el Panteón.
Dos cosas serias de la ciudad, que siente únicamente lo que gana y lo que
pierde.

LA CIUDAD ERÓTICA

Aquí, por donde paso, han gozado. En esta cama en donde duermo,
han gozado. A l lado de este cielo, frente a los ojos de mi novia, han
gozado. El mundo lo han gozado. Salido de mi pureza, siento que mis
formas han gozado.

HOGARENLA REVOLUCIÓN

Comprendo la honradez de esta palabra. Vivo en la sangre de las


flores que anuncian a los niños tras de las verjas de las casas.

— Ha vuelto a nacer rojo para los hombres el nuevo hogar del mundo.

Es el Ubre amor, la armonía de nacer y de vivir en una sola madre: la


Revolución.

VAGABUNDA

Me gusta su piel curtida por el mundo —en el placer de las ciuda-


des; en los largos días soleados del desierto; en las fugas de noche; en las
esquinas de las ciudades de Europa—; sus altas cejas claman el paisaje
entrevisto de las palmeras de Túnez, la luna de yeso, las carpas blancas
del mediterráneo donde hacen bailar fuego los gitanos en las noches de
mar bravo. Me agrada su condición favorable para el placer, su piel de
carpa de circo, de ambulatoria desgracia cósmica. Su vida es el equilibrio
falso. En este equilibrio de la cuerda su cuerpo es más puro. Los anima-
les opinan favorablemente. Tiene algo de bestia: su pureza de líneas en el
arrebato de su piel de circo.

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DIFÍCIL T R A B A J O
(1929)

CREACIÓN

Cuando era de diamante la creación y el mar ardía, las palabras


asumieron una responsabilidad inaudita. Las alas de las palabras no
habían sido dibujadas, y menos aún el desvelo intentaba forzar las puer-
tas. Nada de esto había sucedido al terciar el gallo en la pelea del alba.

La pena de muerte fue el primer invento del hombre. Y el crimen, su


creación primera.

No se comprendió la flor hasta que la sangre no tuvo un sentido.


Con el duelo nació la más alta categoría del corazón. Cuando frío y calor
eran las únicas dimensiones sin hospedaje de la tierra.

FANTASMAS

Las escalinatas, en las noches, daban al vacío, de suerte que sólo los
fantasmas bajaban por ellas sin hacerse daño. Las escalinatas se per-
dían musgosas y húmedas en un secreto de naturaleza. No caían a nin-
guna parte que no fuera a lo desconocido, en certero golpe, en materia
sufrida y por sufrir.

INTIMIDAD DEL SER

¿Quién removía los huesos desde la lejana posición de la ceniza?


¿Quién hacía crecer los dedos a los desesperados de bajo tierra, desde
viviendas habitadas por penas sin reposo?

[141]
Y no comprendimos jamás el significado de un herraje y una palo-
ma sobre el corazón de un hombre muerto.

Lo silenciábamos en nuestra conciencia pavorida.

FUEGO OCULTO

(Un monasterio bizantino de hombres y mujeres ciegos, libertinos,


oscurecíase en la dura noche roquera, en la playa del mal agüero. Azul
de venas perdido; nariz carcomida, sin perfil, de oro muerto, egeo.)

Las cúpulas del cielo, sin fieles, tumbadas al mar de lo deshecho, de


lo que sin espuma clama. Y sin dientes. La furia de la resaca resucita
beodez antigua de bizantinos suplicios: los más premiosos placeres de
uña sin existencia.

El azul y el oro difuntos ocultan los senos de las vírgenes en retablos


de musgo.

El azul languidece en rito y el oro en goce sepultado.

E l fuego oculto de las ruinas aviva y violenta perfiles desdibujados,


curvas cruentas, aristas punzantes, grietas, sexos y lenguas.

Olas bravas tiran de las estatuas y de las rejas; enfurecidas olas,


corrientes adversas cavan tumbas antiguas que mudaron de sitio.

(Pájaros asesinados son descritos en palabras prehumanas, en sím-


bolos. La geometría basta a la verdad, al misterio. De esta suerte, el dolor
queda grabado; nadie lo negará sino en batallas.)

Las fechas borrosas en las lápidas; el amor en las fechas y en las


flores, renovados días.

Los huesos dispuestos en el silencio, en fosos, trabajan al fondo del


tiempo, entre corrientes mortales de gas.

RIESGO

En la rocalla caí de bruces, herime, al punto de no poder pensar sino


en la mala ventura del que sin hembra cae y no se levanta. Amoratado

142
entre el silencio y la dureza de los guijarros, pensé en las formas del
mundo bestia y árido de ternura. La piedra dábame tal susto en su natu-
ral soledad, que no podía articular mis rodillas. Mi pensamiento era
nulo. No pasaba a las rótulas. Por no querer desfallecer no me di lástima
en soledad tan propicia. En el momento de la ira sentí despeñarme. Pero
un cardo que salió de su borrosa y oculta grieta —como de ausencia de
mujer — sin más lamento que su propio tinte, me hizo caer en un mundo
cerrado y penitenciario en que, por igual, hombres, piedras y vegetales
habernos de sufrir.

No es más solo el hombre caído que la flor oculta. Y no es más sola la


flor, ni más solo el hombre. Hay aún pequeñas cosas como para no pen-
sar más en lo que sucede. El mundo es verdaderamente obsceno. Y esto
mata la flor.

En el fondo de nosotros — aunque no lo sintamos — mueren las pri-


meras flores. Vivimos sólo para velarlas. Nuestras vidas ¿qué son? Un
continuo lindar de pétalos caídos, de colores vagos, de sueños no preci-
sos, ni de hechos consumados. Así y todo, no puede ser más triste nues-
tra situación. La nuestra y la de lasflores.No nos olvidemos de la propia
soledad que crece atardecida y tenaz en los peñascos. Los cactus que
hieren el cielo. Y cierzos endemoniados que tiran de la noche en las
ventanas desesperan al hombre que quiere reposar oculto con su mujer.
Porque la unión sexual no es sino para defendernos. En el hondo sentido
del acto, no vive otra esencia que ésta. Unidos en la lucha por el mundo,
hombres y mujeres avanzan nocturnos de dolor y de duelo.

Aún la soledad y el temor. ¿Quién no cae en estos dos principios de


humanidad? El hombre lleva dura la cuenta que olvidar no podría. Ni
olvida.

NOMBRE DE ALGO DESCONOCIDO

Voy por el mismo aire ilustrado de peces de las estampas antiguas.


Adaptaría el aire, este clima, a mi cuarto perdido. Compraría las tierras
perdidas bajo los pasos de hombres perdidos —los dientes, las uñas y
las enfermedades; los ruidos de las noches perdidas en el polo; los ata-
ques de epilepsia de los espejos sin azogue —; el color del hambre ya sin
ojos ni recuerdo del ser. Y una parte del mundo la compraría para per-
derla definitivamente en el mundo.

143
L a s mismas flores envenenadas por ocultos suicidas de primavera,
por el olvido de la respiración de p e q u e ñ a s plantas extrañas y apagadas.
Los frascos de las boticas donde se hacen las grandes tranquilidades.

Pierdo la estación en que me encuentro. Me olvido de mis manos que


apresuraron el grito y la destrucción. Y el s u e ñ o me olvida. Me olvido de
la laringe y de una cantidad de menudos sucesos parecidos — de la pro-
pia humedad de m i laringe.

De las escenas desconcertantes de los ratones cuando encienden la


luz los cabellos rubios o arden los p á r p a d o s cerrados donde duermen
las aguas fatigadas. J a m á s heme perdido fuera de la luz de los desenga-
ñ a d o s o en la sombra donde m á s de un dedo ha llorado de furia. Donde
me crecen las u ñ a s y llego a perder noción y desconozco. Donde el hueso
es m á s puro. Y la r ó t u l a sufre tuberculosis. Y sale la voz por la rótula y
por la rótula sale la voz. Donde el vello cubre apenas el terror, las venas.
Y el espanto quema los p á r p a d o s , el vivir.

E l ruido del a u t o m ó v i l que v a hacia el infierno cobra u n alto color


animal.

TRÓPICO

para CARLOS

Los ratones dialogan a los pies de las mujeres con malaria, ocultas
en el trayecto de la fiebre del bosque, en la extensión perdida de las
manos, en los remansos. Los ratones viven d o m é s t i c a m e n t e con los ojos
en blanco aletargados por u n s u e ñ o faquírico donde crecen flores y ani-
males, avispas, ojos y ñ o r e s . L o s hombres venidos de A s i a claman en
medio cuerpo la temperatura del p l á t a n o , único color del trópico. En
p ó s t u r a s horribles, en las formas del s u e ñ o y de las cejas del silencio. E n
la forma del p á r p a d o o del grito o de la piel o de la madera o del animal
dormido. E n la forma del diente o de la piel reseca del vegetal o en la
forma de la cabeza que cae por lo alto de la muerte dejando en el espacio
una hebra de l á g r i m a s sin ojos.

Los ratones v i v e n en los esqueletos de las mujeres con malaria. E n la


siesta del trópico los ratones recuerdan melancólicos los dedos de las
mujeres con malaria. Las terribles u ñ a s de los ratones entre el sexo de la
malaria, en el s u e ñ o de la malaria, en toda la caída de los hombros, en la
tierra h ú m e d a , cálida, gaseosa. E n la flora amarilla los ratones fornican

144
a las mujeres con malaria. Las u ñ a s de los ratones fornican y fornican los
ratones. Nacen lindos ejemplares japoneses que no son precisamente
flores sino ratones. Que no son l ó g i c a m e n t e ratones sino u ñ a s con mala-
ria y horribles ojos, y lo que es peor t o d a v í a , con patitas blancas, lívidas,
p e q u e ñ i t a s , afiebradas.

RECUERDO DE ANIMALES

a E . A. VON WESTPHALEN

T o d a v í a tengo presentes las paredes azules y los p á r p a d o s de la


vigilia. E l temblor con que silenciabas la m ú s i c a y el vuelo. T u presencia
daba siempre c u r v a a mis dolencias. ¿Pero d ó n d e están, no esas horas
verdes, marinas, sino esos movimientos indolentes de tus brazos que
anunciaban la mejoría de la voz, y sobre todo, de los ojos, paredes azules
y cucharadas de bromuro? Q u é s é yo d ó n d e e s t a r á n sino es en el secreto
í n t i m o , en el silencio del pelo. Debajo de la piel, q u é bien se duerme. Se
está suave, sin sobresaltos, fluido, morado. E n perfecta concordancia
con el aire fino, con los vellos que la a t m ó s f e r a sensualiza, adaniza.
Debajo, sí, y adentro, sin s u e ñ o , por entre la carne no se duerme, se evade
uno del mundo. Se abstiene en la linde del deseo. E s la línea, temperatu-
ra, espacio, soledad. Se vive a la distancia m á s conveniente del mundo.
Como el hombre del roedor. Esta es la hora del paraíso con animales
dorados. E l cielo, culpabilidad del instante o culpabilidad. L a cebra her-
mana del cielo, del alba, del rayado s u e ñ o . L o s h i p o p ó t a m o s sagrados y
el horrible silencio de los insectos rojos.

P o d r í a ser el recuerdo de u ñ a s crecidas a los muertos o de ojos v a -


cíos antes de vivir. S i no quién habla, sí, q u i é n dice la palabra. M u d a
sensualidad que brilla en los ojos: las ojeras de toda creación donde
duerme e l amor. Muslo que viene precediendo a la nube, a la primavera.

U n animal de fuego, desde los orígenes, sale de su aliento. ¿Podría


yo agarrarle antes del aire, de su lenta respiración?

SENTIMIENTO SIN RECUERDO

a J . M . EGUREN

Sus pies casi de m ú s i c a me hicieron pensar en la flor no nacida; en


los ojos cerrados antes del cielo y del color; en el aire y los cabellos sin

145
cuerpo; en los cabellos que caen solos de la muerte; en los cabellos que
viven d e s p u é s de la muerte. M i ojo g o z ó la línea que y a no es la flor sino
el perfume, que no es el perfume sino la flor no nacida.

V i en el bosque perdido a la gacela que perseguía el color de sus ojos.


Llovía sobre sus cuernos como en u n j a r d í n de A s i a . O m á s cerca toda-
vía, en la m ú s i c a que ayudaba el nacimiento de la flor.
i

P e r d í la frente cuando la línea de su pelo subía por el alba cantando;


p e r d í el propio color que me viene desde el p a r a í s o . U n animal raro que
ya no recuerdo, del último s u e ñ o , desdobló entre mis p á r p a d o s un lejano
c o r t i n ó n rojo con crestas. Y desesperaron en dibujo, apenas insinuado,
los cabellos. E l mar tiraba del bosque, de la media luna y del cuerno de la
gacela.

Bajé la nube que c u b r í a m e u n ojo, y sólo v i el esqueleto de una flor


muerta sin amigo. Luego, el color s u b i ó en la gacela, y otra v e z el s u e ñ o .
E n la nube pintados, el seno y los cabellos; las u ñ a s h a b í a n quedado al
filo de u n paisaje naciente, figurado; las cejas no pensaban morir, se las
veía ir dibujadas en m ú s i c a hacia el olvido. U n hongo que había nacido
entre los huesos de la flor, creció del susto de ver una oreja v i v a entre la
tierra. E l hongo sentóse en una butaca y lloró a mares la muerte de la flor.
E n los huesos de la flor murieron los novios azules, azules. Dijo su ora-
ción el hongo sin acordarse de las sustancias amarillas; d u r m i ó s e y el
aire batió sus ojos tan horriblemente, que daba pena verle y a ido (nada,
s u e ñ o , gacela, bosque), conversando con sus hermanitos menores.

O y ó la m ú s i c a y el desprenderse del bosque y de l a muerte.

ESTATUAS, MOHO Y YEDRA

a MARCEL BRION

Las p e q u e ñ a s plantas silvestres son menudos insectos. Las peque-


ñas plantas de la L u n a , monstruosos insectos.

E l musgo es fantasma del tiempo gótico. L a yedra nace en las difun-


tas estatuas góticas. E n los jardines antiguos donde el amor ha olvidado
el eco de su nombre. Allí, nacen y mueren estatuas. Algunas son m á s
oscuras que las colinas que han cerrado los ojos. (Moho de las rotas
estatuas del j a r d í n de Clouny, en Saint Michel.) ¡Esa misma vida de las

146
estatuas carcomidas, sin senos, sin amantes! Yo me siento todavía co-
barde cuando recuerdo que las he abandonado en los días oscuros de lo
gótico.

Mis pequeñas amantes difuntas, las estatuas de la yedra melancóli-


ca. Las más dolidas, yacen casi enterradas. A veces los ojos de las esta-
tuas muertas tienen más abierta ternura que el cielo. Los párpados de las
estatuas, ¡nidos de golondrinas!

Las pequeñas florecitas negras que nacen entre los dedos de las
estatuas. La luz, también en forma de florecitas.

La muerta pared de la iglesia prendida en el aire. La oración en el


musgo entre un cortejo de hormigas en una hoja, en el vientre de una
estatua ya sin sexo. ¡Ah!, el perdido sexo de las estatuas al contacto con
los monjes antiguos.

El mundo terrible de las estatuas rotas, muertas, sin nariz. Las esta-
tuas feas, cuyos brazos están dispuestos bajo la tierra.

GEOMETRÍA

Una línea, casi tus brazos, el alba, tú al nacer, es la vida —; una línea
más pura que el agua, más suave que la muerte de los peces—; una línea
es el secreto del mar y de tu sexo —; una línea el narciso de la geometría —;
qué sencilla es la vida: una línea; qué suave la muerte; nada, principio de
línea, niebla, música, seno y goce: vientre donde se insinúa la línea.

Muerte: mujer fea —; mujer bella, siempre muerte.

ÁNGULO DE LUZ

Canto, digo mi voz, y mi esqueleto rosado; mi mano toma al recién


nacido; gozo una ducha exacta de números, de pequeños gritos sucesi-
vos que dan el color, la temperatura, los orines.

Principio a subir en música, a comprender en sombra la matriz y el


grito que lleva hasta el hombre. Después, la más cerrada Lógica del cuer-
po me da su luz, y quedo en el ángulo de la Música y del número.

147
He bajado a la línea del color, de la carne en 39°. Eso, sí, los párpa-
dos qué pesados corchos rosas; he sido constante con un pequeño ani-
mal muy parecido a la uña, una uña grande y además con baba. El vidrio
era también un pequeño animal. Solamente había una diferencia en el
cuello, en la manera correcta de ponerse la corbata.

Era una uña enorme, un hombre enano y un animal de sólo agujas.


¡Imposible! Era aún peor, la caída detrás del vidrio, que luego ya no se
veía. L a uña siempre se sale con su gusto: con su media luna. La uña,
pequeño paisaje en medio de la noche, ¡horrible animal!

Sin fiebre, hombre cabal y hasta sin uña.

MATERIAS

Está en los límites de la tierra, entre dos llamas, junta al mar. E l


fuego es ya su cuerpo: ojos, senos y cabellos; sus uñas son fuego y su
boca es de fuego. Me asusta el animal encendido de su lengua en un
arrecife de coral y peces. Quémame cuerpo de materiales rabiosas, de
dichosas materias jóvenes respiradas en una brisa defloressubmarinas,
casi estelares en su misión de abandono. Las materias gozadas calien-
tan el desierto. El dromedario crece en una monstruosa necesidad. San-
gra el vivir de arena, y la garganta se aplica a la esperanza cerrada de la
lluvia. La perdida respiración reclama al amante y el cuerpo da sus últi-
mos rayos. Conforme la naturaleza requiere, entre dos llamas.

CALLES ANTIGUAS

a EDUARDO

Voy por las calles de piedra, las antiguas calles de piedra, por las
casas de piedra y los hombres de piedra, a la soledad entre el barro y la
lluvia de piedra. Estoy más solo que nunca entre la historia y los muros
de piedra. Penetro a una iglesia gótica do piedra. Y los fieles negros de
piedra. Y la seguridad de estar completamente perdido en este mundo de
piedra. Anduve solo por las calles, errando entre los seres de piedra, los
terribles seres de piedra y de plegaria. Fui olvidado de los designios de la
luz en esta ciudad sin cielo. En esta ciudad del humo y de la piedra.

148
HISTORIADEL GERANIO

Para SONJA PRINS, en Amsterdam

(Los gamos fueron flores antes de la palabra.)

Antes de la lluvia, mucho antes de la a p a r i c i ó n del ángel, el geranio


había nacido en los ojos de los locos. Se conocía su nombre en el dialecto
de las flores y de los rubios animales feroces, nacidos de la gracia, de la
m á s pura sonrisa.

Se t e m í a su fluido —pétalos, perfume, color — , su propia luz y s u


ambiente asombrado.

Los ojos de u n animal asustado en el geranio, debajo de la tierra y


del origen. M á s antiguo que el primer rocío.

Detrás del Tiempo, de las corrientes de aire, pintó de rojo el geranio.


Mucho antes de la locura en los ojos, en la piel del aire, en la flor. E n el
vuelo asustado de los pájaros del fuego, en las líneas del cielo. Cuando
a ú n no h a b í a nacido el hombre, n i el tallo, el geranio anunció color,
d e s e s p e r a c i ó n de animal geranio.

MUERTE

Vino la muerte por entre la corriente del vidrio y del mineral—; aso-
m ó el ojo y la cabeza, el blanco y la nada. E l aire s i n n i n g ú n ejemplo de la
muerte, pinceló con ternura casi de flores la m á s c a r a donde m o r í a el
propio ruido, el gas, las cartas y la voz. ( E n los ojos del muerto: la madre,
la casa, el j a r d í n y las p e q u e ñ a s necesidades.)

L a verdad está en los ojos del que quiere revelarlo todo —; oscurezco
de terror —; veo los p á r p a d o s vendados de u n m í n i m o cielo —; compren-
do el vagar de u n ojo sólo, de un dedo o de u n a tibia. Y comprendo todo
esto como la muerte dibujada cuando niño. Q u i é n sabe adonde lleven los
p á r p a d o s cerrados, llenos de humo negro — ; los p á r p a d o s cerrados de
los vendedores de cuero y de a l g o d ó n — ; los p á r p a d o s cerrados de la
m á q u i n a — ; los horribles p á r p a d o s cerrados del que no puede abrirlos
por el azul violento que el cielo dispara a los c a d á v e r e s .

E l desvelado color que en las madrugadas sin cielo hace crecer la


muerte para los n i ñ o s recién nacidos desde 1914.

149
PERDIDO

Después de largas curas, estoy ahora enfermo de los sanatorios, de


los biombos blancos, de pequeñas sombras, de ruidos de insectos, de
caca de insectos parecida a dibujos de niños en los reservados públicos.
Origen del surrealismo en los dibujos desnudos. Sexos, vellos, vientres
horribles, narices grotescas, tumores. Fresas con orines que toman los
degenerados. Malas palabras en francés y en otros idiomas; en ruso, en
alemán, peores palabras. Enfermo de gritos sin cielo con los más terribles
colores, con sobresaltos. Así he dado honradamente. He sido leal. En
ningún momento he huido de él.

Cansancio de una cosa que no se sabe qué es. Si el pensamiento, el


olvido o el silencio. Itinerario de un viaje submarino a través de las algas
y las estaciones de estrellas por una débil luz delgada de pez. Desde la
sombra, siento la angustia, el peso azul de los párpados. En la sombra, el
perdido cuerpo borroso en la sala de los experimentos. Los medios cuer-
pos, ojos, narices; las manos en las puertas, los huesos blancos en las
llaves. Las oscuridades. Las llaves, elementos de fotografía pura. El va-
cío y las noticias de los pies perdidos. Las niñas alocadas cruzan los
patios con los aros de los sueños. Las altas paredes, el color, la luz de los
gatos, el blanco espantado. El negro y el blanco. Los canarios azulados.
El azul vuelto canario o reja cerca del cielo, cerca, cerca. La frágil salida
de los cuerpos, la fácil subida del color por el tallo que le crece a la niña
loca, rosa. Término del sueño, alba de la locura. Niña sin seno. Angustia,
límite o, más bien, paloma deshojada. Vuelo por el fuego. ¡Alerta! Los
ojos del sueño. Los cuerpos perdidos, los pequeños barcos, las nubes y
los babadores. Pérdida de la angustia. Pérdida del fuego y de la paloma.
Pérdida de la ascensión y de la iglesia. Pérdida, pérdida, pérdida.

El estómago descompuesto. Malestar de la comunión-


Pérdida de la corrección,
pérdida completa de las cópulas,
completa pérdida.
Nada se pierde. Uno se pierde lo más bien.

EXALTACIÓN

Emoción de un año pasado: exaltación de la sangre en primavera.


Conducto abisinio del goce, de la nube en el perdido aire del bosque
crujiente.

150
El paraíso negro lleno de animales divinos, del bisonte amante de la
virgen y de las estatuas bizantinas.

NIEBLA Y MÚSICA DE LA CASA DESVELADA

La casa desvelada en el alba, en el paseo, medio sonámbula, con las


pestañas aún teñidas de la noche, amanecía sola, abiertas las ventanas.
Sus habitantes dormían en el sótano marino entre música de cámara y
caracola. Por la escala del sueño descendían. Había una leve capa de
marisco, de musgo o de alga verde en las cabelleras de las sonámbulas
del mar. En el día estaban vestidas de toca negra, de luto por el pez del
sueño. La atmósfera, aérea, blanca — en vuelo suspendida —, tenía algo
de venitas azules dibujadas. A veces, un pez fabuloso contaba cuentos a
los pececitos con un solo movimiento extraño de la cola o con la luz de
sus escamas.

El pez conocía los cielos de la paloma, la luna de los cuernos de los


búfalos, los ojos de leche de las gacelas. Había dormido en mi sueño y
sabía deletrear el nombre de alga de mi amiga. Ese pez nació en mis
venas azules.

Relataba el pez a los animales que vuelan. Creía que los geranios
eran ojos de animales encendidos. Un pez con ojos de estampa, de esas
estampas en que los chinos tienen ochenta años de seda.

Por la casa desvelada, se veían las axilas de la señora —; el pequeño


ombligo de la recién nacida y las manitas que tenían cuerpos de pez.

El aire salía por los vidrios con tiernos colores. Una enferma de
asma convalecía lo más bien en la avenida de los crisantemos a la vista
de aquariums que parecían dibujos de ángeles. Una tosecita era en la
mañana como el abrirse de una flor.

San Miguel es un pueblecito que se encuentra en el viaje de la noche


al alba. Pueblecito de vidrio: — aquarium con peces locos, rojos, sin sue-
ño, — que da a las olas y a la luz novia.

La casa desvelada era yo mismo —; ahora que ha pasado el tiempo,


siento que era un espantado de noche, perseguidor amante del pez y del
alga. Un insatisfecho del color y del canto de los pájaros, de la atmósfera
en la reja del cielo. El pez, hombre sin sueño de una época.

151
AMBIENTE

V
Bastante feroz estoy ante el ambiente del perfume. Hay una flor muerta
debajo de mi sueño.

Entraría en el silencio de la sala de cirugía cuando lo blanco ataca a


lo blanco y el crimen está durmiendo.

A la mañana, el jardín, el loro, la niña loca o su cabellera rubia


enferma.

2 o

Geranio o pequeño crimen del perfume.

Oriente de la flor, hombre. Viajero del perfume y del mar.

Encontré el cielo al lado de su reposo. Y me es casi imposible regre-


sar del Paraíso.

DIAGNÓSTICO DELALUZ

El sol viene a la línea: Sombra y Luz. E l horizonte de frente o de


perfil: Oriente u Occidente de la nariz del día.

En la jaula, canario. Idea de tiempo y color. Canto. Una niña nacida


a la distancia del pico y del movimiento del amarillo.

Aquarium: noviazgo de la luz y del pez.

ELEGÍA

¡Cómo recuerdo la delgadez de las flores del cementerio protestante


de Reding! Las palabras de aroma dichas en perfecto inglés.

Con cuánta alucinación la yedra ha crecido sobre los ojos de Dorita.


La siento entre el sueño y el mar en un abandono de algas. Sus ojos son
alegres como la muerte oculta de las flores.

152
Sus cabellos, sus manos y sus senos desvelados abdican lo absolu-
to. Todo esto vive menos ella que no existe sino en la frágil pronuncia-
ción de los tallos o de algún viento dorado, mago de geometría. Todo lo
demás es sueño. Menos ella que es mar y es olvido, yedra y espectro de
idioma pronunciado en el albor de sus dientes y de su emocionado estar
en la vida y en la flor, en el mar y en la muerte.

[Dedicatoria que aparece al final de la copia que sirvió


de base para esta edición]

153
CRISIS
(1928-1929)

ALUCrNACIÓN

Fuga de la uña a la nube,


leve rasguño, caída leve debajo de la marina ensenada;
criatura del mar en la ternura de mis ojos convalecientes;
línea, casi hijo que me dejó un sueño—;
duro dolor de las pestañas buscando un sueño,
tras el dolor, tras el dolor,
bajo el sueño, bajo su muerte, bajo la ola,
cerca de la rosa, más allá de la nube,
ella muere como los ángeles
sostenida sólo de las lágrimas — ;
en su pecho recién agonizante hace clima de recién nacido;
bien podría nacer agua, flor, desesperación—;
susto tremendo de la piel que se muere sin amado,
sin el querido que asesinaba las flores enanas del bosque,
a las hortensias que abría la media luna,
a los nacidos luceros de la noche
que los brindaba en la alcoba de araña,
en la que su cabellera era su locura — ;
y los espejos donde se murió antes del alba
y mi dolor que agarrado al desvelo
la seguirá toda la noche del mundo.

[15S]
ÁNIMA PERDIDA

al D r . OLIBER PASCUAL

Larga desesperación en promontorios


dispuestos al atardecer
entre luces tristísimas
vueltas de espanto
a la mar salada y última.

Hondos barrancos,
huellas de aves
y huesos humanos que endurecen
el acantilado de muerte.

Penden neblinas
del ¡ay! más ténebre y oculto.

La playa sin memoria


de seres ausentes,
de algas fallecidas
— en hora blanquecina —
sepulta dolor
y restos marinos.

Esqueletos cavan
su propia soledad
en piedra olvidada
para los ojos y la luz.

Los hechos extinguidos


claman al mar
en arenosa pérdida
de maderos oxidados.

Sin haber reposo


para la padecida intimidad
que sufre uno.

La resaca trabaja al fondo


del ser perdido.

156
Las olas ayudan
el oscilar angustioso de las sombras.

La locura en las playas


anda suelta.

Si se la mirara,
las cabelleras caerían largas
sobre la ausencia y el desfallecimiento.

El cielo apenas
madura enternecido
en lágrimas vivas

que nadie siente


pero que surcan orillas
no en balde.

A tientas,
el bulto de la tarde
tropieza
en la grande soledad
con el esqueleto del hombre.

¿Qué fluye aun de lo perdido


con tanta saña
que seca pozo y llanto?

El resignado cuerpo
ofrece a la luz muriente
el cadáver del cielo.

Y las olas baten


el refugio del hombre
y su sentido.

La posición borrada ábrese


y en olvido yacen:
la yedra, ia grieta y la morada.

F i n del alma.
VOZ OCULTA

Oculto en la primavera.
Buscadle.
Con el aire daréis en su lenta respiración.
Os enseñe el galgo
la ruta de los setos
y de las lomas,
que en césped albea el corazón
y los ojos del animal
ven siderales flores,
los diminutos nacimientos,
las estrellas,
y todo lo que en la vida nos es dado.

ITINERARIO DE LA LOCURA

Para que grite tanto, tanto,


y tan decididamente,
ha menester el odio, la desesperación.

Sale, en grito de pelo,


desde la sexual raíz;
en presidio de aire,
a eco de mar, de remolino,
al naufragio de sus dientes.

Y nadie más la oye


que lo blanco, la pura línea, el borde.

Si su grito se cierra y oscurece,


la noche lo hace crecer en árbol,
en espanto que tira de su cuarto al mar;
su cabellera tira de la ola,
de la terrible marejada del fuego.

Su uña, uña, uña,


palidece en esqueleto
debajo de su voz que la ahoga,
junto a la nariz del aire,
¡aire, aire, aire!

158
Su grito hace rodar el cielo,
cerrar los p á r p a d o s de la noche,
al recién nacido de la noche.

Y su memoria hueca, hueca, hueca,


del grito que en la noche daba.

Tendida, larga, tendida,


— ¡así mejor se quedara!
que s u pelo rubio
en a l e m á n me habla.

Locura, locura tiene;


en caja negra, negra,
—cortado el pelo desde la nuca—
encerradla.

Gritad al grito: ¡apaga, apaga!


echadle lobos, canes.

Sola la flor, la lluvia,


— m ú s i c a pura —, canto de la linde.

Locura, locura, locura.

DIAFANIDAD

para ALICIA DE MOCTEZUMA

Dime la clara luz


donde le encuentras;
dime q u i é n clama
o q u i é n silencia.

E l bosque no será
ni el cielo de tu senda.

A p á g a t e silenciosa,
mas no te vayas de esta soledad,
mas no tires de m i alma
que a interiores se queja,
en despoblados silencios, desamada.

159
MANDATO

a CÉSAR VALLEJO

L a especie ordena al tiempo


la rudeza del alma,
la hoja c a í d a y sin aire,
la estatua ciega,
la casa sin cielo,
la nube negra en los ojos.

L a oscuridad del pozo,


el agua muerta:
sed s i n agua, s i n boca,
alargada lengua.

Y la dificultad para v i v i r
que es nuestra vida,
de la noche a la aurora
y del s u e ñ o a la muerte.

OSCURIDAD DE LOS PERDIDOS

M á s abajo, abajo encontraréis las caras de los desaparecidos,


por las playas corren animales huidos del cielo,
f u g a n de la ternura de los ángeles;
la resaca mata el e n s u e ñ o de las piedras
y al aire voraz parado en los riscos;
el cielo da vueltas a los seres de esta tierra,
la o r a c i ó n prende en lo m á s frágil, en los labios de los perdidos;
el mar llama a los perdidos —;
todo se muere en nuestra piel:
la flor que apenas se abre al calor de los sexos,
a la lucha de los sexos — los sexos vagos — ;
la oscuridad del goce aumenta para mataros —;
cuidaos bien de p e q u e ñ a s a r a ñ a s ,
las cabezas se pierden en los sótanos — ;
el mar se lleva cada verano lo mejor de vuestros cuerpos —;
huid de l a dicha y se os o l v i d a r á en el mundo —;
cumplid vuestra v i d a de planta y alcanzaréis el itinerario
de los cuerpos perdidos —;

160
llegaré al cielo del m á s fino goce —;
adelgazo la idea de viajar por sus caderas
en la latitud de los cuerpos perdidos
que amenazan sangrientos la última epopeya.

ÚLTIMA CRISIS

a NORMAN MACLEOD

Pienso en mitad del c o r a z ó n de los hombres


de c ó m o es cierto el amor, el odio,
la desolación, la huella animal,
el poblado dolor, las tinieblas,
el deseo insatisfecho, el desgarramiento,
el resuelto golpe de la v i d a
en nuestras cabezas.

L a persecución de una moneda tiránica,


el s u e ñ o sin almohada,
la muerte sin reposo,
las rejas eternas de la sociedad.

E l cuerpo y la mente en d e s v a r í o
entregados al e n g a ñ o de l a relación
y del pensar cobardes.

Los temblores de! alma


a lo largo de la noche,
y el duelo y la intimidad
de un amor no conseguido
que demacra y desvela
la existencia febril.

E l fracaso de los sentidos,


el agobiante peso de cálculos muertos
en s u e ñ o s y realidades truncas:
todo lo que es nuestra erizada vida.

Esta forma de formas


se precipita en el vacío de nuestro ser
como clausura de lo viviente
que ama, sufre y se arrastra.

161
Esta noche estoy asido
a mi propio terror.

En mi recóndito naufragio
se oscurece el cielo del mundo,
se apagan sus ojos encendidos
y quiébrase el vivir.

Me encuentro en los límites de lo creado,


más allá de la alegría del nacimiento
y de la belleza,
de acuerdo con el destino:
mi mal vivir y mi morir a tientas.

162
DESCUBRIMIENTO DEL ALBA
XAVIER ABRIL

DESCUBRIMIENTO
DEL A L B A

EDICIONES FRONT
COLECCION POESIA

1937
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[Dedicatoria que aparece al inicio del ejemplar que sirvió


de base para esta edición]
POESÍA

L a Poesía es una dificultad que se vence a fuerza de perforarse el


hueso íntimo, de quemarse diariamente la sangre, incluso de perderse
uno mismo más allá de toda intención y todo límite. No creo en las rece-
tas preceptivas. La Poesía es un duelo a muerte que se realiza sin que
nosotros podamos resistirnos, al contrario, gana y nos enajena. Esta es
su virtud. No hay zonas neutrales para la terrible experiencia que signi-
fica. Todo el ser le pertenece. En la medida que nos devora, salvamos en
pura imagen lo perdido. Salimos ilesos de sus furias. No puede haber
engaño: su temblor espásmase en la muerte.

ESTÉTICA

(Realidad, incierta realidad o sueño.


Mujer siempre dormida en el poema.
Gacela despierta en suave paisaje de nube,
ausente de césped y horizonte.
POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO).

PRIMERA LUZ DEL MUNDO AL FONDO DE LA LL UVJA


O ROCÍO EN LAS FLORES

He descubierto la inocencia del rocío


sorprender a las flores recién nacidas,
al borde de la noche, antes del alba,
en la sombra, entre el dormido silencio
que no hiere la delgadez de un tallo.

[167]
Así la Poesía nos desnuda a los hombres
sin que haya tiempo para sentir la muerte.
Nuestras vidas son un agudo o leve temblor
que apenas se diferencia de los minutos de la flor eterna.

PAISAJE DE MUJER

(Tú vives justamente en el momento


en que muere la flor.
Ni más ni menos:
parecida al olvido).

Tú vives lenta y suave en tono de nube antigua.


Tu país se eleva a la altura del canto elemental
de las aves y de las florecillas silvestres.

No te ignoran los regatos perdidos


ni las huellas ocultas en el invierno.

El temblor de un tallo responde en tu despertar.

Tu cabellera es la flora del paraíso.

ELEGÍA A LA MUJER INVENTADA

(Sin formas la conocéis:


es la yedra obstinada,
la reja y el amor,
apenas lágrima de otro tiempo).

Una mujer o su sombra de yedra


llena esta soledad de lámparas vacías.

En la memoria del corazón


está marchita una flor,
un nombre de mujer.

Los ojos de la ausencia


están llenos de lluvia, de paisajes helados y sin árboles.

¿Quién conoce el nombre de esa mujer


que olvida su cabellera en los ríos del alba?

168
¡Qué difícil es distinguir entre la noche
y una mujer ahogada hace tiempo en un estanque!

El desmayo de una flor no se compara


al silencio de sus párpados cerrados.

OTRO TIEMPO DE ELEGÍA

Pastores los que fuerdes


allá por las majadas al otero,
si por uentura uierdes
aquel que yo más quiero
dezildc que adolezco, peno y muero
JUAN DE LA C R U Z

A la vista del amor ya me has deshecho,


la paz del corazón no tiene remedio.

Está transida el alma


y la voz y mi mirada.

Cuanto en ti mis ojos


desmayaban,
la sombra de la noche sepultaban.

¿Dónde te has ido que no has dejado huella?

Yo en mi noche tenaz me martirizo.


Veo la estela blanca de tu vida
en el terror sin cielo de la nada.

No más con tus ojeras perfumadas


me he quedado en la vida,
sorteando el infortunio
de la noche y la sombra, tu voz y tu mirada.

169
tu s u e ñ o al m í o no hay sino olvido)
SILENCIO DE JAZMÍN

Esta soledad de luna muerta


sabe el secreto del alba
y de las flores dormidas

EXALTACIÓN DE LAS MATERIAS ELEMENTALES

(En desnudez intacta,


escalofrío, desmayo y sueño.
Debajo de sus senos nace un río
que olvida los temblores de su cuerpo).

¿Te quieres dar a mí hasta palidecer


desmayada en la noche?
¿Y que tu cabellera encienda
los trópicos íntimos del amor?

¿Sentir la claridad del alba


anegada en tus senos?
¿Hundirte en mí,
en la temeraria orfandad de la sangre?

Yo sueño verte un día


desnuda de tallos y de aurora,
señalando la transformación de las esferas,
alta de mediodía, cenital y luminosa,
solitaria, única: ¡eterna rosa!

RECUERDO DE LA MUJER ENTREGADA ENTRE VEGETALES

En Toledo la buena, essa villa real


que iaze sobre Taio, essa agua cabdal
BERCEO

(Fue en los montes de Toledo,


en márgenes de luna y río).

Ayer estabas suelta en los bosques


donde la alta y señera luna cierra su pureza,
cuando la noche brama en los pozos del alma
y la soledad limita con la propia esperanza.

171
Tu cuerpo está cruzado por las tempestades
desde que el mundo existe y el hombre es responsable
de cuanto habita y crece de floral en la vida.

Las estrellas no saben sino por lejanía


del vibrar tan profundo y musical de tus ojos;
ignoran la aurora de tus senos boreales:
el paisaje absoluto y universal de tu vientre.

ALBA O LUZ DE LOS TRIGOS

Tú le das a las flores el silencio nocturno,


las estrellas, la sombra, el misterio de los ojos,
la palidez ahogada a la alcoba del sueño.

Las playas de tu vientre


donde el viento peina
los solitarios trigos del alba.

PLENITUD DELOS SERES MATINALES

(Alba en el arco del violin íntimo,


exaltación de los brazos fugitivos.
Entre los sueños de un color distinto
sólo los ojos que nos quedan vieron
cielo, palidez, desvelo).

La leve teoría de su cuello floral,


curvado de alba y de perfume en el atardecer,
aduerme un cielo tiernísimo de inocente piel.

Se confunden en su ser
las materias dichosas del mundo.

Sus brazos son como dos ríos perdidos


en el puerto oscuro de su cabellera.

Los paisajes de nieve se ocultan bajo sus párpados


donde la soledad del corazón se duerme.

172
ELEGÍA FINAL DELOS RECUERDOS
BAJO CIELOS OSCUROS Y TORMENTAS

(Se ¡a reconoce perdida ya entre las brumas:


solitaria, azul, puros cabellos.
Su voz se oye en los bronces de las tardes ocultas,
entre las ojeras y los crepúsculos,
en los ecos, en los tallos dormidos al borde de los lagos.
Una paloma herida sangra en fondos de trigo,
no muy lejos del piano,
cerca del olvido).

Si tú has venido a desnudarte ante mis ojos


en una noche que es aún muy lenta,
¿no recuerdas, caída de palidez y cabellos,
hacia qué amanecer o vacío te perdías?

Ya estás lejos del recuerdo,


en el fondo quizá de lunas sin historia,
donde se lastiman las raíces de los suspiros
y no cantan flores ni animales.

Esto ha sido así, en tiempo de sombra,


bajo la nube de una mirada.

No eres más que silencio,


apenas el rocío sobre la muerte:
¡flor, minuto, perfume, olvido!

NOCTURNO

(Sin sombras,
amor sin eco
y silencio).

¡Cómo has podido entrar así, nebulosa,


en el silencio de esta noche vacía de amor,
rota de dolor,
a iluminar la soledad de mi vida!

Oculto estaba dentro de mí mismo,


sordo y perdido en la mina del odio.

173
Fue un suave rumor,
una mirada,
¡y me sangró la vida en lo interior!

ELEGÍA A LO PERDIDO Y YA BORRADO DEL TIEMPO

(La sombra de yedra


que aflige tu semblante,
apaga la hondura de tus ojos
como un sepulcro en el fondo del bosque).

Lápida borrosa y oculta en el bosque,


más allá de la muerte del mármol
y de la pátina del tiempo.

Testigos son las bravas corrientes,


los últimos resplandores,
las adelfas y el silencio.

Podéis confundir sus ojos con las letras


blancas de la muerte,
con el negror que cae del cielo todas las noches de la muerte,
con ella misma si la luz la hubiera conocido.

¡La piedra que la cubre desde la muerte,


la sombra que la oculta desde la muerte!

Olvidad el paisaje que la secuestra a fondo de mares y de llanto.


Así será mejor para el olvido,
dura piedra, leve flor.

Muerta en el alba despertará en el aire la música dormida de las flores.

Piérdanse costas de espanto y cabelleras,


piérdese el mundo en sitio tan pequeño:
tumba, oscuridad, tragedia vegetal, mar de su cuerpo.

Y todo lo que es música la exalta en alto vacío,


en bosque incinerado:
¡nube, piedra de martirio, tabla de naufragio,
mudo fuego de sacrificio!

174
Considerad d e t r á s del tiempo de m ú s i c a s y lluvias,
su definitiva posición, su color personal,
su nombre y a perdido y las palabras de su boca.
Como si lo supieran, los p á j a r o s dialogan a duro pico
con arbustos y p e ñ a s de la quietud natural.

A l fondo del cielo, al borde de su lápida,


la tempestad bate boques y cuernos de animales.
L a tempestad, la m ú s i c a total,
envuelve al ser y cuanto ha sido.
L a frágil muerte bajo la piedra, bajo la sombra.
E l olvido, el silencio, la m ú s i c a total.

SENTIMIENTO DEL HOMBRE Y DEL SURCO

Como dice [Aristóteles], cosa es verdadera,


el mando por dos cosas trabaja: por la primera,
por haber mantenencia; la otra cosa era
por haber juntamiento confembra placentera.
ARCIPRESTE DE HITA

Insisto en la estética silueta vegetal


que nos proclama el señorío del paisaje,
la paz de la m o n t a ñ a .

L a libertad que existe entre la tierra y el cielo


es cosa de hoja simple
o de transcurrir de agua.
N o se equivoca el campesino cuando toma los cielos con las lluvias
en las ocultas cisternas del tiempo
y en verdad agrícola se acuesta
como eterna semilla acostumbrada.

E l aire que se agita es prez de la cosecha


y la luz decora lo preciado, dicha y gala.

E l hombre es el paisaje y es su historia


y por tal necesidad trabaja, come y descansa.

Tiene familia que mantiene y duerme


en suave tierra abonada en m á r g e n e s de ríos
que se atreven a inundar dulce floresta,
domicilio y s u e ñ o .

175
Es el padre, son los hijos
quienes tumban los árboles del tiempo
y que en parcelas de quietud
reposarán exentos de tributo,
ausentes del ozono y de la magia de los espantapájaros
que desvalija el vendaval.

Ausentes, perdidos ya para las duras tormentas.

Bajo tumbas removidas duerme el rayo


y todo cuanto fue hombre, trabajo,
apuro, soledad, quebranto.

Pasan guerras civiles de los años


y dejan los campos descarnados,
mutilados los hombres y las rosas.

Cuanto mis ojos han visto,


no digo dónde ni cuándo,
me consuela de morir.

Si duelos fueron, si alegrías,


olvídeme de los nombres, de las fechas.

Ya no son horas ni son flores lo que me aflige.


Es tu ausencia vacía en cada cosa:
soy yo mismo perdido entre mis voces.

ASESINADO EN EL ALBA

La muerte me está mirando


desde las torres de Córdoba.
F . GARCÍA LORCA

(Recuerdo de F. García Lorca)

¿Quién canta dentro el pecho, en vacío de rosa,


en declive de pájaros y finales de aurora,
hacia las luces últimas que fugan de la tierra?

Es la curva del aire sobre trigos teñidos en sangre,


la piel fundamental de la hembra o del toro,

176
es la guitarra muerta en las venas o en los ojos del vino,
la voz seca y gastada, terrosa de la copla que amanece
dolida en las grietas lamentables del hombre,
el desgarro a filo de una reja.
(Una palabra ahogada bordonea en un corazón sin respuesta).

Yo guardo ese paisaje, oculto esa calle, esa sombra dignísima,


ese lento callarse de los arcos a media luna del silencio,
el luto riguroso de un caballero antiguo y medio loco
desterrado del sueño por las proyecciones de su sombrero de copa,
una tarde detenida en las lindes del crepúsculo,
precisamente en el aire que sostiene el verdor de las flores.

Es la tierra de las posadas, Castilla de los mesones,


donde hacen noche la pasión y el crimen,
el trato de los goces y la muerte lograda.

¡Para qué recordar lo que golpea el alma


de luto y de duelo entre jazmines!
La sangre que desnuda el leve olvido
en sombras, músicas, ojos vacíos.

Cantan aún las heridas guitarras de sus venas


en cármenes de luna arrepentida.

Los cielos lo descubren permanente


tal como era, dichoso, lleno de alba en la voz,
alto de muerte.
Me han dicho sierras de dolor,
vegas de sangre,
cuán parecido estaba a la soledad,
bajo el cielo, su grito intenso, amortajado.
LOS OJOS MÁS ABIERTOS QUE E N L A VIDA.

PENETRA CIÓN DE LAS MATERIAS FRÁ GILES

(Plenamente en el éxtasis
de la sangre violenta,
rodo en sus venas despiertas
o flor desvanecida en los senos).

Ill
Si te confunde el cielo, si te descubre la luz en las espigas,
dime, ¿qué haremos con la cabra salvaje que rasga el amanecer?

¿No sientes cómo se desconocen los corazones que reposan juntos?


¿Acaso eres responsable del tiempo que nos separa?

¡Qué suave es la flor nacida en los párpados!


¡Qué lenta la pausa entre el suspiro y el ahogo!

Se pierde el jazmín desvanecido en sus sienes.


Tú misma eres olvido.

Tomemos las quebradas, el verde de las praderas matutinas,


los ocultos cantos, las primeras aguas.
¡Desierta, que nos invade
el alba de los puros animales!

178
La tranquilidad es una rama de olivo
que los pájaros llevan en el pico.
PATÉTICA

Caída del éxtasis,


en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.

Tu frente se eleva como el fuego.

Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.

La hoja independiente, la gota de agua,


iguales a un cosmos o poema.

Estás allí donde la sangre canta,


en lo desnudo del aire, en la vena del alba.

ELEGÍA OSCURA EN EL VIEJO


TONO DE JOR GE MANRIQ UE

Se lastiman los olvidos,


qué apenados, qué dolidos.
Los ensueños dormidos,
¡tan queridos!

¡ Ay, los ojos cerrados,


qué perdidos,
qué apagados,
¡tan heridos!

Los amores recordados,


ya fallidosy llorados,
¡tan hundidos!

Las almas, qué llagadas,


los cuerpos, qué caídos.
¡Se mueren las miradas,
Se lastiman los olvidos!

180
LA ARREPENTIDA DEL AIRE

Es el alba,
la luz nacida en los ojos del caballo.
El río,
corriente perdida de sus manos.

No la despertéis. Dejadla que se pierdaen vegetales músicas.


Duerme en la pausa de los perfumes,
en la nada de los claveles.

Apenas se deriva del rocío o la flor,


quiere ser luna,
lenta curva,
silencio de formas naturales.

No ahondéis olvido. Yace sola,


inútil en su sangre derramada.
Espántanse animales, grita el cielo,
se deshace el alba.

En pendientes precipitadas,
en la luz alta y perfecta,
parece fuga de los aires, intocada.

RETORNO A LO PERDIDO

En la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar.
MANRIQUE
a PABLO

Esta vez que vuelvo de viaje no hallo a mi madre muerta. Sólo la casa
vacía, hundida del lado de su ausencia. En las paredes agrietadas de
desconsuelo, trepan la yedra y el tiempo.

He visto a mi padre en el toque del alba oyendo la voz de mi madre.

Mas ella me falta como puede faltarme el corazón, la boca, las manos
o el despertar.

181
VOZ OCULTA

Oculto en la primavera.
Buscadle.
Con el aire daréis en su lenta respiración.
Os enseñe el galgo
la ruta de los setos
y de las lomas,
que en césped albea el corazón
y los ojos del animal
ven siderales flores,
los diminutos nacimientos,
las estrellas,
y todo lo que en la vida nos es dado.

CANTE EN LAS PROFUNDIDADES


DE LA SANGRE

Aquellos viven, los otros han muerto.


Nadie conoce el sitio, la oscuridad,
la nada de los perdidos.

¿Quién recuerda al asesino,


la noche del delirio, el final de los hombres,
la muerte de las albas y las rosas?

E l corazón no guarda sino memorias y pasos siniestros.


Tumba de los engaños, colmena de los amores.
Es nuestra sangre corriente de los ríos mortales,
vértigo de los espasmos, fuga de las corolas.

¿Alguien ha visto arder la llama en los mares perdidos,


la espada del rayo rasgar los cielos,
los caballos de fuego entre las nubes?

Crujen ios bosques en la noche,


se levantan las furias,
arden los animales,
ocúltanse los relámpagos de la muerte.

Delicados jinetes, fúnebres clavileños,


tierras calcinadas del desgarro.

182
Os recuerdo entre s u e ñ o s , Dulcineas,
guitarras situadas en la sangre,
a l desamparo del aire.

Estáis enterradas en las oscuras calles,


en los fondos en que el dejo se desmaya,
en el ambiente de i m á g e n e s familiares,
en los apagados semblantes de madera,
allí los muertos, guitarras y palabras, se desangran.

TONO ÍNTIMO DEL ALBA

A una sola línea del s u e ñ o , del color que es su vida. E l mundo de mis
manos se vuelve sutil en s u cuello. Luego, se pierde el mundo. Esto y a es
el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axilas veo emerger
la estación, el verano.

Adormecida en el alba entre dos rayos.

183
LA ROSA ESCRITA Y OTROS POEMAS
(VERSO Y PROSA)
(1987)
XAVIER ABRIL

LA ROSA ESCRITA

EDICIONES FRONT
COLECCION POESIA
Vol. V I I I
HISPANOAMERICA
DIALÉCTICA DE LA ROSA

A Valéry Larbaud, Homenaje.

«... a travers la Bulgaria pleine de roses...»


(Les Poésies de Bernabooth)

Ágil escorza la rosa


Despierta en su claridad.
El alto cielo reposa
En el color de la rosa
Dibujada en soledad.

En su ausencia es siempre rosa


Y perfume en su presencia.
Vuela rauda, sutil, posa
En el aire de su esencia.

Espacio..., física rosa


Propensa a la Eternidad.
¡ Ay, dolor, muere la rosa!
¡Corre el tiempo de verdad!

LAROSA ETERNA

En la mañana nacía
Vestida de su alborada.
En la tarde fenecía
Cual la rosa de la nada.

[189]
Estaba abierta de día,
De noche estaba cerrada.
Cantaba como gemía,
Sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,


Que sólo el alma adivina,
De su tallo se alejaba
A ser la rosa divina

LA ROSA DE SUNOMBRE

La rosa, la rosa siempre,


La rosa que me acompaña.
Aquí estoy de rosa a rosa
Esperando la condena
Del que a la rosa se entrega,
Disperso bajo la Luna,
Soñando la rosa que era.

No busquéis rosa ninguna.


Descubridla en Primavera.

LA ROSA 13

En el dolor del que goza,


En el placer del que muere,
Vuelve a su nacer la rosa
En los ojos del que viere.

En la suerte del que quiere


Su destino de querido,
En el perfume que fuere
Amo la rosa que olvido.

De modo que nada espere


El hombre que ama la rosa
Y en amándola perdiere.

190
La espina del que sufriere
Punza el alma que solloza,
Hiere aire con que nos hiere.

NACIMIENTO Y ELEGÍA DE LA ROSA

Nacida en la frágil hora,


Madrugada de la rosa,
Traslucida de su aurora,
Grácil, aérea, olorosa.

Señera de su deshora,
Arcana Luna brumosa,
AI tallo del aire aflora
Vago sexo de la rosa.

¡Ay, que todo goce muere


En la mengua del que goza
Rosa convertida en nieve!

Es el tiempo que nos hiere,


Roce frío de la rosa
Eterna de ser aleve.

LAROSAHUMANA

(Entre sombra y rosa)

Rosa que sueña, espina.


Afila el aire,
¡Ay, hiere la sangre!

Rosa despierta, perfume,


Aroma la muerte,
¡Ay, hiela la sangre!

Rosa viva, permanece,


Goza el tacto,
¡Ay, sufre la sangre!

191
Rosa quieta, vista,
Angustia el ojo,
¡Ay, quema la sangre!

Rosa que vuela, ida,


Desgarra el cielo.
¡Ay, calla la sangre!

Rosa ausente, fija,


Brote de idea,
¡Ay, piensa la sangre!

Rosa pura, geometría,


Color de línea,
¡Ay, forma la sangre!

Rosa en los ojos, olvido.


Sombra del ciego,
¡Ay, mira la sangre!

Rosa al aire, espacio,


Tiempo en el tallo,
¡Ay, vive la sangre!

Rosa que fue, sepulcro,


Sombra en la rosa,
¡Ay, sombra la sangre!

Rosa sola, neurosis,


Queja dormida,
¡Ay, sueña la sangre!

Rosa cerrada, párpados,


Sexo entrevisto,
¡ Ay, mustia la sangre!

Rosa que amé, distante,


Suma el alma,
¡Ay, siente la sangre!

Rosa a la Luna, erguida,


Fuga de música,
¡Ay, siente la sangre!

192
Rosa a la Luna, erguida,
Fuga de música,
¡Ay, eco la sangre!

Rosa íntima, perseguida,


Sien oculta,
¡Ay, ciega la sangre!

Rosa de terror, asida,


Rostro de espanto,
¡Ay, grieta la sangre!

Rosa de noche, clausura,


Cabellera del odio,
¡Ay, huye la sangre!

Rosa que torna, conoce,


Amado cuerpo,
¡Ay, mundo de sangre!

Rosa del alba, lograda,


Abierta pupila,
¡Ay, crece la sangre!

Rosa de alto cristal, día.


Fuego del árbol,
¡Ay, luz en la sangre!

Rosa en la casa, pródiga,


Pájaro que arde,
¡Ay, canta la sangre!

INTERMEDIO DE LA ROSA

Esta Primavera habría que dedicarla a un poema sobre la Rosa que hu-
biera escrito, sin duda, en el caso de haber sido persa. La poesía de la
abstracción atrae más que el objeto fijo y realista. La flor es un pretexto,
en este caso, para embellecer el mundo. Hay que bregar, pues, en la tenaz
locura de dar con la forma de un poema que sea más delicado que el ser
que piensa y que el perfume que aspira. Insistir siempre en la rosa que
recuerde su nombre. ¿Nacerá esta flor que devora la mente? Que ocupe

193
un lugar en el espacio, de una piedra derruida por el tiempo, de un grito
incendiado en el pecho, de un rayo detenido en la frente. En fin, se ha de
confundir con la vida y la muerte. Que sea una rosa sin límites: la rosa
cósmica.

LA ROSA IMPOSIBLE

Me encuentro dibujando la rosa pura. Mi raíz es la llama del mundo.


Me quemo, yo sé, en una tarea harto difícil y hasta se podría decir que en
el fondo es hostil. Quien lucha contra la facihdad se nutre de espacio, de
libertad, de congoja libérrima. ¡Oh, cómo pudiera crear una rosa que no
luzca jamás en el pequeño jardín cotidiano! ¡Una rosa para los vecinos
ciegos! Una rosa para mí mismo que no veo sino la rosa.

ETERNIDAD DE LA ROSA

Lograda sangre perdida


Que la Eternidad revierte:
Cuerpo que pierde la vida,
Alma que logra la muerte.

Lejana forma sentida


Recordará tallo inerte:
Rosa de intención buida
En éxtasis se convierte.

A la sombra es luz lograda,


Pasmo de rosa pasmada,
En sí misma contenida.

Sólo del secreto amada,


Por la mano es acabada
Y en el aire consumida.

L UNA Y ROSA EN EL MISTERIO

Luna cernida en su arcano


Torna rosa los destinos;
El misterio, leve mano,
Dibuja teoría y sinos.

194
Figuras de gobelinos
Beben nostalgias en vano;
El recuerdo de los vinos
Trasunta lagar humano.

La Luna, la rosa, el vino,


El sueño, la parra, el seno,
Sangre de ardiente destino.

La luz, la paja, el estío,


La siesta, el ojo, el sereno:
Amante el cielo del río.

LA ROSA ABSTRACTA

Eres la sublime flor


Cuyo tallo es el olvido.
Eres olvido de flor
En el sueño de mi olvido.

ELEGÍA A UNA ROSA

Mira tú la rosa pura,


Mira tú su sombra muerta.
¡Cómo estaba sin figura,
Sin color, la rosa abierta!

Mira tú, ya no es albura.


Mira tú, ya no es la cierta.
¡Cómo se vuelve futura
La rosa que estaba yerta!

Ama la rosa segura


En el ensueño perdida
O retenida en la mente.

Odia la flor que perdura


En la sien desvanecida
De otra rosa que la siente.

195
LA ROSA DE LA SANGRE
(Sonetillo flamenco)

A Rafael Alberti,
viejo amigo y admirado poeta.

Rosa y guitarra, lamento


De una garganta encendida;
Fuga y fuga del aliento
Que se acuerda de la vida.

Desgarra su sentimiento
—Sombra de saeta herida —
Por el ruedo del tormento
AI toro de la cogida.

Azora la plaza el viento


Negro de ganaderías
Sangrando la soledad.

La vida y muerte que siento


— En guitarras de agonías —
Lidiando la Eternidad.

LAROSAPÓSTUMA

Esa rosa ciega


Que mira en la tiniebla,
Ya no distingo entre ruinas —
Ebrio de mármoles y ocasos —,
Si el corazón se hirió contra la rosa.
Si la muerte también se bebió el vino.

Me veo, distraído.
Hablar con la neblina,
Transitar en la noche,
Agostadamente por las venas,
Si cabe, del sollozo,
A l lado del destino.

Unas veces olvidóme en la rosa


Y otras en el sueño.

196
El transparente hueso
Gime endecasílabo.

El modo de ser, propio.


La sombra de uno:
Eco del cuerpo.
Así la voz,
Onda del esqueleto:
Música de rosa adentro.

LA ROSA DE LA DISIPA CIÓN

Es la rosa disipada
En la noche de la orgía;
Senos de la encantada
Forma que se consumía.

Es la rosa del destino


Que una sola vez nos hiere;
En la embriaguez del vino,
En el amor que se muere.

(Madrid, 1927)

LAROSAQUEFUE

La elegía es una lágrima


Postuma que socava
A la rosa que fue rocío,
Claro amanecer lucífugo
Y que perdura indemne
Oculta en uno mismo.

Rosa interior, secreta,


Lúcida, abstracta que yace
Fija en el obscuro cristal
De la tumba del olvido
Donde sólo acierta a cantar
Un pájaro desconocido
Mensajero del acaso.

197
OTROS POEMAS

PATÉTICA OLVIDO
(Poema dramático)

PRIMER CUERPO DEL POEMA


- I -

Otra vez el fondo sin pupilas mirando dentro del ocaso.


Hojas que han muerto en un jardín de olvido.
Sólo las huellas de los ojos en el aire, en el vacío.
Sombras de los amantes.

-H-

El perdido cielo nos convoca en sus ruinas,


A vuelta de los ecos, tempestades vacías,
Mármoles violentados, clamores, destrucciones,
Desnudos patéticos, raíces de crímenes o sueños,
Silencios que la muerte ocupa,
Vagares de viento y sombra.

-m-

Está ciega al paso de la tarde, oculta en la noche.


Sus ojos guardan las ternuras de las verdades que fueron vivas:
El pequeño jardín, la rosa intransitable,
El retrato que el tiempo ha descolorido,
Las manos inmóviles, la mirada fija en el vacío del mundo,
Los niños enterrados en un pequeño cementerio,
Entre la brisa y el Alba.

[1991
-IV-

¿No respondéis a aquella voz que llama


De los bosques del olvido?
Una voz que no se oye. Voz de nadie.
La madre ciega, la luz ciega, el tiempo ciego.
Verdad que impone silencio,
Limitación despiadada de tierra y de sepulcro.

-V-

Nos seguiremos mirando, ciegos,


En medio del rencor pausado,
Heridos en el Alba.

Es otro cielo, otro color.


Escuchad:
¡Cómo me ahonda el mundo obscuro.
La luz purísima,
El fuego, sus pupilas!

SEGUNDO CUERPO DEL POEMA


- I -

Patética Olvido está sola en su tumba


Cerrando los ámbitos del cielo.
Veo el paisaje internado en su muerte.
Palabras dichas por la misma tierra
Sollozan que murió una mañana sin límites.

Está allí, en el rumor y el viento,


En la corriente de las eras.

Podéis verla cruzar las tempestades


En la música oculta.
Sentirla apagada. Oírla.
La confundiréis con una nube muerta
O con un canto olvidado.

200
-n-
A nadie se parece ni es parecida a nadie.
Está envuelta en las nebulosas de la huida
Deshaciendo las rosas eternas del tiempo.

La piedra es fiel a su forma y el aire la transporta.


¡Oh niebla, obscuridad, sangre, música y silencio del ser!
¡Oh vientos, retened la amarga fuga de sus cabellos!
¡Oh tumba, guardad su sueño en música cerrada!

TERCER CUERPO D E L POEMA


- I -

Patética Olvido nace como el día.


No la podéis diferenciar del rumor
Que produce un río oculto
En los cauces remotos de la sangre.

Patética Olvido está naciendo,


Abierta a la palabra,
En el aire de las nuevas hojas
A la quietud verde.

-n-
AIlí la tenéis: en la rosa abierta,
En la luz del cielo permanente;
Es el Alba que nace en el esparto,
El silencio de una flor jamás vista
Ni reconocida en la sombra de la Luna.

-m-

Patética Olvido, muda y eterna,


Confundida en el cielo, a la vera del aire,
Con un dejo de soledad y lluvias.

201
CUARTO CUERPO DEL POEMA
- I -

Podías haber sido este momento de garzas,


Esta altura de silencio,
El frágil corazón en desvelo
Que ignora si son suaves los labios
O es la flor la sangre que circula.

No quisiera insistir en el tono


Que no sea una lágrima ni un herraje mortal
Ni el hierro de una sombra antigua de muralla
Lo que oculte y disipe su canto en el ser abandonado,
En el dormido ser que perece en el agua,
En los ecos de un estanque,
Rodeado de su familia pálida de olvido.

-n-

Sí, nos vamos a encontrar otra vez


En la misma calle que hemos amado tanto,
Recogida de música, cerrada como flor.
¿Qué digo, si eres sueño que baña dulcemente
La sangre dormida del Alba?
¿Dónde estás tú si no has vivido nunca,
Si no te conoce el aire ni la calma
De una tibia vega adormecida?

-BJ-

Aquellos ojos que jamás hemos visto,


De la mujer que no existe
0 de la que conduce un rebaño de auroras.

Hombre y mujer de un destino perdido,


Somos la forma vacía de un goce.
El eco de la palabra viva,
Un vegetal erguido,
Discurriendo en los jardines que nostalgia el vino,
Entre las sombras y las fuentes.

202
-IV-

Tú no eres, tú no has sido ni podrás ser diferente


A la flor que nace mientras se duerme,
A la palidez que invade el mundo,
Un mundo que no existe fuera de los senos
O de la música perdida en el tiempo.

-V-

Estatuas y quebrantos de ventanas,


Lunas que se han obscurecido
En el entierro de una niña desaparecida.
Nada os extrañe entonces que esté azul una palabra
Allí donde nacía antes un trébol de inocencia.

EPÍLOGO
- I -

Conf iad en la voz que no se apaga


Sino en los pechos que se duermen a vuestro lado,
Cuerpo a cuerpo, silencio a silencio;
Frágil reposo, sueño, cabelleras del sueño
Que la noche secuestra a los amantes.
Pensad en lo que un día no será sino lágrimas,
Una flor, unas palabras, una lápida.

-n-

Estás con un dejo de olvido


Entre pájaros de olvidarte.
Sólo yo te distingo, ciego,
Pura llama, viento, nada.

PRIMER POEMA

al arpa, al rincón,
la lágrima y los mur-
ciélagos de la propia
noche del arpa.

203
Porque el arpa es la atmósfera de la música íntima, del rincón amado, de
la lágrima lenta. E n la amena floresta del entresueño, los párpados se
ocultan y los labios ahóganse en tenaz mutismo. La indiferencia le musita
al Olvido una secreta palabra de tristeza. A l lado del arpa sólo sobrevive
con decoro el silencio. Viste el traje negro de la melancolía o la mortaja
obscura de un recuerdo: sombra de camafeos, indescifrable fisonomía de
ternura remota.

Muérese el rincón, bórranse las miniaturas, arde la levita, sécanse las


lágrimas, piérdense desvanecidas postales eróticas, pero el arpa vive en
escondido misterio, jorobada, lleno de murciélagos, perseguido por infi-
nitas notas de su propio cuerpo sepulturero.

En la indemne quietud noble de la sala, el desmayado cortinón del es-


panto acompaña el arpa solitaria que mátese al fondo de sí misma.

Sólo el arpa y el silencio moran en inhóspita Eternidad.


m

(Buenos Aires, 8/12/1951)

SEGUNDOPOEMA

¡Cómo mueren las casas en el tiempo


y aparecen los fantasmas'.

]'ai revé tant et plus, mais je n'y entends note.


RABELAIS

Las casas mueren inevitablemente. Las que son no fueron Jas mismas en
otro tiempo. ¿Quién advierte el penoso fallecimiento de las casas, de los
hogares? ¿Alguien acierta a percibir cómo mueren, en dónde se inicia la
caída, en qué momento? Hay quienes sospechan que algo se pierde o que
cambia, incluso que desaparece para siempre. E l caso es que una casa
principia a morirse de la misma manera que sus inquilinos. Hubo épo-
cas en que una casa principiaba a decaer, a morirse, por el salón; otras en
las cuales la decadencia se originaba en el comedor y, por último, cabe
recordar, sin intención alguna, que la ruina se señalaba en la alcoba. En
este punto, no mueren los enseres sino las personas: el amor, los pensa-
mientos, los sueños, el quehacer íntimo. Algunas veces, muy pocas, la

1
Se mantiene la concordancia que figura en el original. En el poema, 'arpa' se usa también
como sustantivo masculino. (N. del E . )

204
muerte se iniciaba en la Biblioteca, la cual constituía una especie de
funeral de la frustrada dicha doméstica, en la que sobra la fantasía y
huelga la imaginación. De la cocina no hablemos: muere sólo con la
miseria.

En el salón muere, primero, el órgano, el piano, el arpa. Después sigue,


generalmente, el sofá, el medallón, el desairado camafeo, la aristocrática
miniatura y la inevitable «marina» del 900. Nadie se da cuenta de la
muerte del salón, tal vez porque suele estar cerrado a piedra y lodo. E n
este melancólico inventario faltan el espejo, el cortinón y la alfombra.
Pero el espejo no muere fácilmente, al contrario se obstina en recordar el
pasado del salón muerto. Los espejos que veis en los remates tienen, por
ello mismo, una rara y azogada tristeza elegiaca. El cortinón y la alfom-
bra le dan énfasis a toda mudanza; pregonan un espíritu de transacción,
de cambio, de acomodo. Si la alfombra ha merecido el desprecio, dado
su bajo uso, el cortinón que ha tenido trato con lo pornográfico y clan-
destino, al amparo de una inventada penumbra propicia y fugaz, desde
luego, goza de cierto prestigio táctil que se palpa en la pátina de la
desvergüenza.

Olvidarse de la triste suerte de un florero sería deslealtad y prueba de


desafecto, ya que en el deteriorado florero radicaba el equilibrio del ho-
gar que la coquetería vulnera con una rosa de engaño. E l florero es la
víctima (primera, quizás), que uno retiene de la catástrofe del salón. Nada
se le parece más, sin embargo, que aquellas cinturas que todavía se es-
conden en las páginas de los álbumes, con cierto rubor de época, de
violeta o de postal prohibida. El florero es lo más delicado de la concien-
cia femenina: el enlace de las manos y la flor en complicidad con nubiles
secretos de piel y pétalos.

Peor aún que la desaparición total de la alcoba, es la muerte de uno de los


cónyuges y la ocupación subsiguiente del lugar vacío del lecho por un
aparecido (o aparecida, según los casos) que nada tenía que ver con el
proceso de la casa, ni con el amor, ni con la vida, ni con la muerte. Predo-
mina, en estas circunstancias, un ambiente frustrado de amnesia de es-
píritus nupciales de funeraria.

En el salón muere rigurosamente el piano; se posesiona de él un langoroso


esqueleto con el pavor de la clave en la sonrisa. Pesa el silencio de made-
ra del viejo ataúd familiar. El piano tiene no sé qué complicidad con el
sepelio, con la capilla ardiente, con las exequias.
2
En el original figura el plural irregular 'albums". (N. del E.)

205
E l piano muere a pesar del jardín próximo, del gato hechicero e incluso,
no obstante, de la lluvia nocturna que cala al piano hasta las cuerdas del
sonido. E l piano muere con la dignidad de un antiguo señor de levita y
chistera. Pero, sobre todo, muere el piano, indefectiblemente, cuando lo
toca en una hora increíble una niña difunta. Nadie descubre con qué
decoro de laurel extinguido se evade el piano por entre la sombra de su
propia tortura. El piano entonces acredita el recuerdo de un polaco ge-
nial y maniático que se moría de eso: de Luna abstracta y de piano con-
creto y contumaz. ¿Morirse? Nadie se ha muerto, como Chopin, de piano.
El propio piano sabe de esto. Id a buscar entre la herrumbre de un jardín
abandonado el piano muerto, el acorde insistente, la estatua del amor,
desnarizada, absorta, ciega, pero que sigue oyendo la melodía extingui-
da del piano desaparecido.

Un piano muerto en plena tempestad es más hermoso que un navío


heroico.

Con el piano muere lo individual, lo profundo: el pecho y las vértebras.


El arpa muere sola; la cítara languidece trémola, se desmaya en las ma-
nos de la desesperación, pero no muere. El violin no acierta a morirse del
todo: siempre logra tregua y sobrevive siempre, porque le falta acudir a
una cita de flébiles sollozos delirantes. E l arpa representa otra época:
asila en su atmósfera separada y propia, arrinconada y brumosa, a los
más auténticos fantasmas. Representa el orden de la dignidad onírica,
corporal, abstracta. Fantasma de madera, resto de naufragio.

Los fantasmas nunca tuvieron sitio, lugar, en el salón: no se les quería, se


les echaba con un movimiento desdeñoso de abanico o, todavía, lo que es
peor, se Ies espantaba, sin gracia alguna, con el impertinente. Los fantas-
mas han estado acostumbrados, en cambio, a los ojos vacíos, a las catara-
tas, a los lobanillos de las señoras y a toda clase de protuberancias, pero
se desconcertaban, eso sí, ante la amenaza de ese adminículo óptico que
tiende, no sé por qué, a establecer una extraña relación secreta entre la
miopía y la menopausia.

Los fantasmas no toleran sino las cosas serias. Hace falta adultez en el
trato para ganar su confianza. Los fantasmas no disfrutan del aprecio
social, cortesano. Ellos, por eso, sólo viven en los sueños de los durmien-
tes. Ocupan las alcobas. Nadie se entera, desde luego, cuando un niño
asustado dice papá y algo clandestino se oculta en el fondo del ropero o
en la intimidad de la sangre.

206
E l fantasma está perdido en el mundo: no ha logrado entrar en la edad
adulta de los mortales. M á s bien, s i queréis, se ha salvado, y a que perte-
nece ligado a la infancia, feéricamente, como u n fuego fatuo disfrazado
de m u r c i é l a g o . Los fantasmas no envejecen n i se jubilan. No pertenecen
a ninguna burocracia sino al reinado de la tiniebla.

(Buenos Aires, 8 / 1 2 / 1 9 5 1 )

UN POEMA QUE INTEGRA EL COSMOS

Este verso
línea del horizonte
ojo profundo
luz aire semilla
U n hondo vacío
el hombre
sumergido
en sí
mismo
Es el pasado
actual
Dijo HOMERO
Su HEXÁMETRO FLORIDO
Cantó el rayo
atravesando el
ESPACIO y el T I E M P O
que aún no son palabras ecos
el MAÑANA de SIEMPRE

(1958)

207
BIOMBO ORIENTAL

(Poema a un bulbul pintado en el vergel del sueño)

A la niña Anahí Blanco, futura Delmira


Como
canta trina

la pintura el bulbul
en

persa
De hoja en

hoja
ta nota
desciende

al color
de la música

pura
La escala baja
a la fontana
en el
TIEMPO se diluye en gota
de

agua.

(1973)

208
SONETOS

- I -
LA MIRADA EN LA SANGRE

Antes había, de nacer, mirado


Ensueño y claustro del dolor querido;
En la ternura de la curva, dado,
Gusté la gracia del amor bebido.

Se ve el mundo, la cosa, lo acabado,


En pausa de placer y de sentido;
Llega un día de ritmo terminado
Y comienza de nuevo lo sufrido.

Entre el ser y no ser y haber amado,


Hay la sorpresa apenas de haber sido
Clandestino licor de lo gozado.

No importa cómo, si se nace herido...


Si se ha de amar viviendo lo llorado,
Se ha de morir mirando lo vivido.

- U -
PLENITUD DE AMOR

Amante de la dicha en lo señero.


Amada del amor en lo logrado;
Estás en mí soñando lo primero,
Sintiendo el comenzar de lo acabado.

[209]
Aliento en el escorzo, flor, venero,
Tallo de ardor, fluir desesperado,
Que traspasa el cristal de lo sincero
Cayendo en el placer avergonzado.

Eres la noche, sombra en el sendero,


Que ignora cómo vivo y cómo muero,
Ojos del sueño, ser alucinado.

En el dolor vacío del desvelo


Surges fugaz y eterna de mi cielo,
Cautiva del infierno más amado.

-Ill-
CONFIDENCIAL

No le digas a nadie que te quiero,


Que estoy dentro tu sangre derramado;
De tu cuerpo y de tu alma, prisionero,
Por la vida y la muerte, sólo amado.

En playas de silencio sufro y muero,


— sueño de vida en cuerpo desmayado —;
Busco en el mar el rumbo que prefiero
Aunque puerto de amor nunca es hallado.

Este soneto, amada, el más sincero,


Si no puro, dolido y desolado,
Hijo es de la pasión y del esmero.

Cúmplese aquí rigor que es lo primero,


Presencia del amor en io gozado:
Suave es la rosa y duro es el acero.

(1939)

-IV-
AUTORRETRATO

Si fuera lengua larga y viperina,


Desmesurado deslenguado fuera.

210
Es el dicterio a veces medicina
Que cura vanidades sin mollera.

Figura lenguaraz que vaticina


En nocturno de bruma y calavera,
No se conforma a mi alma matutina
Despierta siempre en luz de Primavera.

Habla aquí mi pasado y mi presente


En el diálogo de oro permanente
Que no amengua jamás en su denuedo.

Esta mi ejecutoria y mi simiente:


El verbo agudo como sangre ardiente.
Nuevo brote en el árbol de Quevedo.

(1940)

- V -
SEPULCRO DEL TIEMPO

El día antiguo, nuevo y sucesivo,


Torna del fondo de su cráter puro,
Yendo en la luz, multiplicado, solo,
En frío fuego apenas sostenido.

Es el nacer y sucumbir constante,


Hecho, deshecho en el contorno fijo;
Flujo y reflujo siempre construido 3

De la apariencia del correr distinto.

Cristal alzado súbito a la altura,


Libre su curso de diamante ciego
Al contrapunto de la orilla obscura.

Germinales destellos, vivos sones,


Batiendo tintes muertos del ocaso
En la secreta tumba de las horas.

Mantenemos el acento para conservar el endecasílabo. (N. del E . )

211
COLOFÓN 4

L a obra poética titulada La rosa escrita y otros poemas como «Patética


O l v i d o » , dos poemas en prosa y cinco sonetos, fueron escritos, la prime-
ra y la segunda, el a ñ o 1937, y los poemas en prosa y los sonetos en a ñ o s
sucesivos. Se editan, pues, por v e z primera, en libro en la ciudad de
Montevideo, a través de las E d i c i o n e s
Front, como recuerdo de la revista Front
que se editaba dirigi- da por Sonia Prins,
en Amsterdam, H o - landa, en que Xavier
estaba encargado de la Sección de Litera-
tura americana, los a ñ o s 1930 y 1931, al-
c a n z a n d o a cuatro n ú m e r o s los que vie-
ron la luz en tres Ien- guas; a l e m á n , f r a n -
cés e inglés. Los edi- tores responsables
fueron cuatro: A b r i l , Ikeda, Macleod y
Prins. L a revista res- p o n d í a a u n fervor
r r i n s . L a revista res- \ <A\
radical a n t i b u r g u é s , £y ^ con u n p r o g r a m a
consistente en la uni- dad de la literatura
avanzada de izquier- •ft da, dirigida, obvia-
mente, contra el fascismo y el nazismo, que por esos años amenazaba,
como hoy, la paz mundial, con los mismos y peores propósitos de domi-
n a c i ó n universal del Imperialismo complotado. L a autora del dibujo es
la pintora Sara Acosta, del Atelier A n d r é Lothe, de París, los años 1955¬
1956. Consta esta edición p r í n c i p e de 300 ejemplares numerados.

Antes del pie de imprenta hay una página que lleva el título de colofón. Al final de esta
figura la numeración del ejemplar: «095». L a incluimos por [a información que brinda.
(N. del E . )

212
LA ROSA ESCRITA
(1996)
XAVIER ABRIL

LA ROSA ESCRITA

Presentación de Sandro Chiri Jaime

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA D E L P E R U


lo vidi ghiaccio e li presso la rosa
PETRARCA

Muchos poetas provenzales hay que hasta cultivan la oscuridad para con los literatos
mismos y se encierran en ese trobar clus o poetizar arcano que constituye la deses-
peración de los filólogos e intérpretes modernos.

RAMÓN MENÉNDEZ FIDAL


(Poesía juglaresca y juglares)

Lo que más hizo pensar que la poesía tradicional era producto misterioso de edades
primitivas, es el hecho de que se va extinguiendo en un país conforme en él va avan-
zando la cultura moderna. Pero también la cultura moderna está en peligro de extin-
guir toda poesía, según profetizan algunos, y, sin embargo, no debemos participar de
tales temores. Claro es que la excesiva exaltación moderna de la individualidad del
artista compromete mucho, no sólo la universalidad de la obra de arte, sino su más
elemental eficacia; la poesía, cada vez más, renuncia a ser expresión de sentimientos
dilatadamente humanos, para encerrarse en cavilaciones reservadas a un cenáculo
de iniciados; las escuelas luchan por crear nuevos tipos de poesía singulares en su
totalidad, apartadizos, aislados, atormentándose tras algún preciosismo que, como
lenguaje cifrado, no quiere ser comprensible para todos, y, más aún, se avergonzaría
de llegar a ser demasiado comprendido de cualquiera. Pero es indudable que, por
último, se afirmará en definitiva el artista que arrogante y sencillamente afronte el
peligro de ser entendido de todos, el que, como los más grandes poetas de todos los
siglos, tenga algo que decir, lo mismo a la muchedumbre que al hombre selecto y
podemos esperar que, aún más allá, una educación más elevada, efectiva e integral
del hombre, podrá traer que la poesía vuelva a ser sentida en común, expresando y
uniendo emociones colectivas, como en los mejores días de otras épocas de gran flore-
cimiento que hoy miramos con admirativa envidia y siendo entonces el arte lo más y
el artista lo menos, podrá renacer cualquier forma de poesía anónima y tradicional,
pues la vida de ésta no depende de la cronología de la cultura, sino de la orientación
del hombre.

RAMÓN MENÉNDEZ PTDAL


(Poesía juglaresca y juglares)
ADVERTENCIA

Me encuentro dibujando la rosa pura: el edificio permanente de la


soledad.
Mi raíz es la llama del mundo. Me quemo contra todo vecino y vecin-
dad. Quien lucha contra la facilidad se nutre de espacio, de libertad, de
congoja libérrima. ¡Oh, cómo pudiera crear una rosa íntima que no luzca
jamás en el pequeño jardín cotidiano! ¡Una rosa para los vecinos ciegos!
Una rosa para mí mismo que no veo sino la rosa.

[217]
1
DIALÉCTICA DE LA ROSA

Crear una sola flor es trabajo de siglos.


WILLIAM BLAKE

Ágil escorza la rosa


despierta en su claridad;
el alto cielo reposa
en el color de la rosa
dibujada en soledad.

En su ausencia es siempre rosa


y perfume en su presencia;
vuela rauda, sutil, posa
en el aire de su esencia.

Espacio... Física rosa


Propensa a la Eternidad.
¡Ay, dolor, muere la rosa!
Corre el tiempo de verdad.

2
NACIMIENTO Y ELEGÍA DELAROSA

Nacida en la soñada hora,


madrugada de la rosa,
traslucida de su aurora,
frágil, aérea, olorosa.

Señera de su deshora,
arcana luna brumosa,
al tallo del aire aflora
vago sexo de la rosa.

¡Ay, que todo goce muere


en la mengua del que goza
rosa convertida en nieve!

Es el tiempo que nos hiere,


roce frío de la rosa
eterna de ser aleve.

[219]
3
LAROSA VACÍA

Esta es la rosa vacía


en su propio ser diverso;
abstracta de mediodía,
teoría de puro verso.

Evade su aire sombría


rosa que ama el universo;
aljofarada armonía
en extraño cielo terso.

Ya no es la rosa que fuera,


tono de amor, primavera,
relación de la sonrisa.

Que soñara hasta el olvido


esencia que había sido
en el jardín de la brisa.

4
LAROSADELDÍA

Vibra la rosa del día


abierta voz de su vida;
florece la melodía
en su alba raíz herida.

Cambia de color, desñora


la sutil forma sagrada;
agoniza en donde mora
vacía de su alborada.

Sueña la rosa perdida,


lejana de nuestra vida,
ensimismada en su sino.

Ausente de primavera,
que la memoria venera
vagando por su destino.

220
5
VARIACIONES SOBRE EL MISMO TEMA DE LA ROSA

En la rosaleda trina
la color pausada y leve;
rosa que nos ilumina
con su mirada tan breve.

En el ocaso la rosa
sueña soñando su herida;
desmayada, dolorosa,
fugaz, lejana, dolida.

¡Ay, la rosa, rosa, rosa,


llama que nos es querida,
principio de eterna cosa,
mudanza de nuestra vida!

Es la rosa de la herida
quebranto del ser querido
que nos olvidará la vida
en jardines del olvido.

6
LA ROSA MÚLTIPLE

¡Oh rosa de lejanía,


rosa de rosa lejana,
que su nostalgia bebía
en jardines de Nirvana!

Así la rosa se hacía


al misterio más liviana;
en los sueños revivía
el tiempo que fue lozana.

La rosa toma a la rosa


en vuelo de luz, dichosa,
del cielo rosa al devenir.

Integra forma volvía


a sentir lo que sentía
en soledad de vivir.

221
7
LA ROSA ETERNA

En la mañana nacía
vestida de su alborada;
en la tarde fenecía
cual la rosa de la nada.

Estaba abierta de día,


de noche estaba cerrada;
cantaba como gemía,
sentía cuanto lloraba,

La flor del mundo ignorada,


que sólo el alma adivina,
de su tallo se alejaba
a ser la rosa divina.

8
LA ROSA DE SUNOMBRE

La rosa, la rosa siempre,


la rosa que me acompaña.
Aquí estoy de rosa a rosa
esperando la condena
del que a la rosa se entrega,
disperso bajo la luna,
soñando la rosa que era.

No busquéis rosa ninguna.


Descubridla en Primavera.

9
LA ROSA DELA SANGRE

Rosa y guitarra, lamento


de una garganta encendida;
fuga y fuga del aliento
que se acuerda de la vida.

222
Desgarra su sentimiento
en sombra de saeta herida,
por el ruedo del tormento
al toro de la cogida.

Azora la plaza el viento


negro de ganaderías
sangrando la soledad.

La vida y muerte que siento


— en guitarras de agonías —
lidiando la Eternidad.

10
ETERNIDAD DE LA ROSA

Lograda sangre perdida


que la eternidad revierte:
cuerpo que pierde la vida,
alma que logra la muerte.

Lejana forma sentida


recordará tallo inerte:
rosa de intención buida
en éxtasis se convierte.

A la sombra es luz lograda,


pasmo de rosa pasmada,
en sí misma contenida.

Sólo del secreto amada,


por la mano es acabada
y en el aire consumida.

11
LA ROSA 13

En el dolor del que goza,


en el placer del que muere,
vuelve a su nacer la rosa
en los ojos del que viere.

223
En la suerte del que quiere
su destino de querido,
en el perfume que fuere
amo la rosa que olvido.

De modo que nada espere


el hombre que ama la rosa
y en amándola perdiere.

La espina del que sufriere


hinca el alma que solloza,
aroma el aire con que le hiere.

12
ELEGÍA A UNA ROSA

Afín que vif ct morí ton corps ne soit que roses.


PIERRE DE RONSARD

Mira tú la rosa pura,


mira tú su sombra muerta.
¡Cómo estaba sin figura,
Sin color, la rosa abierta!

Mira tú, ya no es albura,


mira tú, ya no es la cierta.
¡Cómo se vuelve futura
La rosa que estaba yerta!

13
LA ROSA

Esta era la rosa altiva,


la desnuda, frágil, pura,
apenas de luz, ardida,
la rosa que estaba viva,
olvidada en su hermosura,
ajena a su propia vida;
soñaba a su sombra, esquiva,
cómo guardar su blancura
sin tocar su leve herida,
los ojos de su figura.

224
14
LUNA YROSA EN EL MISTERIO

Luna cernida en su arcano


torna rosa los destinos;
el misterio, leve mano,
dibuja teoría y sinos.

Figuras de gobelinos
beben nostalgias en vano;
el recuerdo de los vinos
trasunta lagar humano.

La Luna, la Rosa, el Vino,


el Sueño, la Parra, el Seno,
sangre de ardiente destino.

La Luz, la paja, el Estío,


la siesta, el Ojo, el sereno,
amante el cielo del río.

15
LAROSAHUMANA

A Edith, entre sombra y rosa.

Thou art a dreaming thing,


A fever of thyself.
JOHN KEATS

Rosa que sueña, espina,


afila el aire,
ay, hiere la sangre.

Rosa despierta, perfume,


aroma la muerte,
ay, hiela la sangre.

Rosa viva, permanece,


goza el tacto,
ay, sufre la sangre.

225
Rosa quieta, vista,
angustia el ojo,
ay, quema la sangre.

Rosa que vuela, ida,


desgarra el cielo,
ay, calla la sangre.

Rosa ausente, fija,


brote de idea,
ay, piensa la sangre.

Rosa pura, geometría,


color de línea,
ay, forma la sangre.

Rosa en los ojos, olvido,


sombra del ciego,
ay, mira la sangre.

Rosa al aire, espacio,


tiempo en el tallo,
ay,vive la sangre.

Rosa que fue, sepulcro,


sombra en la rosa,
ay, sombra la sangre.

Rosa sola, neurosis,


queja dormida,
ay, sueña la sangre.

Rosa cerrada, párpados,


sexo entrevisto,
ay, mustia la sangre.

Rosa que amé, distante,


suma el alma,
ay, siente la sangre.

Rosa a la Luna, erguida,


fuga de música,
ay, siente la sangre.

226
Rosa a la luna, erguida,
fuga de música,
ay, sigue la sangre.

Rosa íntima, perseguida,


sien oculta,
ay, ciega la sangre.

Rosa de terror, asida,


rostro de espanto,
ay, grieta la sangre.

Rosa de noche, clausura;


cabellera del odio,
ay, huye la sangre.

Rosa que torna, conoce,


amado cuerpo,
ay, mundo de sangre.

Rosa del Alba, lograda,


abierta pupila,
ay, crece la sangre.

Rosa de alto cristal, día,


fuego del árbol,
ay, luz en la sangre.

Rosa en la casa, pródiga,


pájaro que arde,
ay, canta la sangre.

16
COPLA

Eres la sublime flor


cuyo tallo es el olvido.
Eres olvido de flor
en el sueño de mi olvido.

227
17
COPLA

La rosa que no olvida


espina de soledad,
descarnada de la vida,
esencia de su verdad.

18
COLOFÓN

Ya retorno de la rosa
sin brisa ni amanecer.
El ensueño: toda rosa;
la pena: toda mujer.

228
LAS ESTATUAS DE LA SANGRE

I
SONETO A EDITH

No le digas a nadie que te quiero,


que estoy dentro tu sangre derramado;
de tu cuerpo y de tu alma, prisionero,
por la vida y la muerte, sólo amado.

En playas de silencio sufro y muero,


— sueño de vida en cuerpo desmayado —;
busco en el mar el rumbo que prefiero
aunque puerto de amor nunca es hallado.

Este soneto, Edith, el más sincero,


si no puro, perfecto y acabado,
hijo es de la pasión y del esmero.

Cúmplese aquí rigor que es lo primero,


presencia del amor en lo gozado:
suave es la rosa y duro es el acero.

n
LA MIRADA EN LA SANGRE

Antes ya de nacer había mirado


ensueño y claustro del dolor querido;
en la ternura de la curva, dado,
gusté la gracia del amor bebido.

[229]
Se ve el mundo, la cosa, lo acabado,
en pausa de placer y de sentido;
llega un día de ritmo terminado
y comienza de nuevo lo sufrido.

Entre el ser y no ser y haber amado,


hay la sorpresa apenas de haber sido
clandestino licor de lo gozado.

No importa cómo, si se nace herido...


si se ha de amar viviendo lo llorado,
se ha de morir mirando lo vivido.

III
PLENITUD DE AMOR

Amante de la dicha en lo señero,


amada del amor en lo logrado;
estás en mí soñando lo primero,
sintiendo el comenzar de lo acabado.

Aliento en el escorzo, flor, venero,


tallo de ardor, fluir desesperado,
que traspasa el cristal de lo sincero
cayendo en el placer avergonzado.

Eres la noche, sombra en el sendero,


que ignora cómo vivo y cómo muero,
ojos del sueño, ser alucinado.

En el dolor vacío del desvelo,


surges fugaz y eterna de mi cielo,
cautiva del infierno más amado.

230

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