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En la ciudad de Córdoba, a los 29 días del mes de abril de dos mil catorce, siendo las 10.45 hs.,
se reúnen en audiencia pública, los Sres. Vocales de la Sala Civil y Comercial del Tribunal
Superior de Justicia, Dres. Armando Segundo Andruet (h), Carlos Francisco García
Allocco y Domingo Juan Sesin, bajo la presidencia del primero, a fin de dictar sentencia en los
autos caratulados: “RIMOLDI CARLOS HECTOR C/LA VOZ DEL INTERIOR S.A. – ORDINARIO –
RECURSO DE CASACIÓN” (R-18/13) 1338083/36, procediendo en primer lugar a fijar las
siguientes cuestiones a resolver:
Elevadas las actuaciones a esta Sede, dictado y firme el proveído de autos (fs. 468vta.) queda
el recurso en estado de ser resuelto.
II – Las censuras que integran el memorial casatorio, en los límites en que ha sido habilitado,
admiten el siguiente compendio:
II.1. Con aval en la hipótesis del inc. 1º del art. 383 del CPCC la recurrente enrostra violación al
principio lógico de razón suficiente a la razón medular según la cual en el caso de autos no es
suficiente haber citado la fuente de la información para eximir a su parte de responsabilidad.
Desde esta perspectiva, asegura que la Cámara desechó su defensa fundada en la doctrina de
la real malicia, aunque omitió desarrollar toda consideración sobre dicha línea argumental,
razón por la cual su oposición resultó repelida sin fundamento alguno.
Añade que el razonamiento sentencial luce desprovisto de razón suficiente ya que no explica –
concretamente– por qué la reproducción –exacta y verídica– de los dichos y constancias
policiales y judiciales no era suficiente para eximirla del deber de responder. Postula que los
juzgadores se limitaron a enunciar cierta aserción de verdad (tal que “no es suficiente citar las
fuentes cuando se incluye el nombre”), mas omitieron la explicación de los motivos por los que
se consideró acertada dicha tesitura. Explicita que –a partir de la causa “Campillay”– la Corte
Suprema de Justicia de la Nación crea la regla constitucional de que un medio periodístico no
responde por la difusión de información que pudiera resultar difamatoria para un tercero si se
cumple con alguno de los siguientes parámetros: a. Se propala la información atribuyendo su
contenido directamente a la fuente; b. Se omita la identidad de los implicados, o c. Se utilice
un tiempo de verbo potencial. Argumenta que la utilización, en el precedente jurisprudencial
citado, de la conjunción disyuntiva “o”, denota alternancia excluyente, bastando con que se
cumpla con uno sólo de ellos para que se exima de responsabilidad al medio de comunicación.
Cita doctrina y jurisprudencia en sentido coincidente. De ello, concluye, que si el a quo se
apartaba de la doctrina constitucional y optaba por la necesidad de concurrencia de dos (o
tres) de los elementos mencionados, debió justificar –argumentalmente– tal solución. Empero,
añade, se limitó a establecer apodícticamente la conclusión, eludiendo toda motivación en
relación a tal extremo.
En definitiva, asevera que su parte se limitó a ejercer el derecho y el deber de informar sin que
se haya demostrado que haya actuado en forma desaprensiva, artera o dolosa, vulnerando los
principios rectores de la libertad de expresión de la OEA.
II.2. Al amparo del inc. 3º del art. 383 del CPCC, la quejosa denuncia la existencia de
jurisprudencia contradictoria, procurando la habilitación de la función de nomofilaquia de este
Alto Cuerpo.
En este sentido, afirma que la interpretación efectuada en el fallo en crisis se contrapone con
la realizada –para un caso análogo– por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de
Primera Nominación in re: “COLIN PERALTA, OSVALDO DARIO C/LA VOZ DEL INTERIOR –
ORDINARIO – DAÑOS Y PERJUICIOS – OTRAS FORMAS DE RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL – RECURSO DE APELACIÓN (EXPTE. N° 652221/36)” (Sent. nº 41 del 15-
04-10) cuya copia acompaña, debidamente juramentada (fs. 420/423).
De tales transcripciones colige que se tratan de casos fácticamente idénticos, ya que –en
ambos supuestos– se juzgó la responsabilidad que cabía a su parte por la publicación de una
noticia sobre la detención de una persona.
En dicha ocasión, el accionante relató los hechos que lo involucraron el 14 de Agosto de 2006 y
siguientes. A saber, la detención policial de la que fue sujeto pasivo, el traslado a la localidad
de San Isidro en la Provincia de Buenos Aires, los cargos penales que se le atribuían en el
secuestro extorsivo de la Srta. Pont Lezica, el sobreseimiento del que fue beneficiario del 27 de
febrero del año siguiente, la profusa y difusión periodística que tuvo el suceso, etc.
Explicita que la relación de causalidad estaría dada por la imputación de manera directa, con
verbos activos, y sin alusión a las fuentes de la comisión de hechos de los que resultó
totalmente inocente.
Fue en virtud del recurso de apelación que el actor dedujera contra dicho pronunciamiento (fs.
365/369), que la Cámara interviniente dispuso revocar la sentencia impugnada y hacer lugar –
parcialmente– a la demanda impetrada, decisión ésta que constituye el objeto del remedio
casatorio bajo examen.
V.1. Que aún cuando el detalle temporal y la sucesión de los hechos realizada por el juez de
inferior instancia no resulta coincidente con las constancias de la causa (esto es que la
publicación ocurrió el 15 de agosto y no el 16 y que la indagatoria se realizó el mismo día en
que se editó la noticia base de la acción) ello resulta insuficiente y no determinante para
definir la suerte de la pretensión indemnizatoria ya que “en definitiva lo informado
efectivamente se verificó en los momentos inmediatos siguientes” (fs. 395vta., énfasis
añadido).
V.2. Que los hechos publicitados “fueron ciertos (…) Por ello no hay falsedad” (fs. 396, la
negrita me pertenece).
V.4. Que la doctrina definida en “Campillay” no sería aplicable al caso particular “ya que los
mismos fundamentos de este antecedente, en el que se fijan las pautas doctrinarias para
establecer la responsabilidad por la publicación de ideas y noticias a través de la prensa y los
supuestos en que aquellas resultan viables, surgen las hipótesis de excepción en los que la
teoría de la real malicia no exime de responsabilidad a los medios de prensa. Lo dicho deriva
del considerando octavo del voto de la mayoría de la resolución de la Corte (…) en el que
expresamente se dice: ‘Es responsable de los daños ocasionados el editor de un periódico que
publicó noticias plagadas de subjetividad e inexactitudes respecto del actor –quien es
calificado como integrante de una asociación delictiva dedicada al robo y tráfico de
estupefacientes (…) ya que ese proceder implicó un ejercicio imprudente de su derecho de
informar, pues, un enfoque adecuado a la seriedad que debe privar en la misión de difundir
noticias que puedan rozar la reputación de las personas –admitida aún la imposibilidad fáctica
de verificar su exactitud– impone propalar la información atribuyendo su contenido a la
fuente pertinente, utilizando un tiempo verbal potencial o dejando en reserva la identidad de
los implicados en el hecho ilícito, aunque las publicaciones se hayan limitado a transcribir
prácticamente el comunicado policial respectivo” (fs. 396vta./397, la negrita me pertenece).
Acto seguido se afirmó –un tanto contradictoriamente– que “el presente encuadra dentro de
los supuestos excepcionales identificados en el considerando octavo del caso Campillay (…)
Se trata de seguir la doctrina que nace de esa posición jurisprudencial” (fs. 397vta., énfasis
añadido).
V.5. De ello se concluyó –lacónicamente– que “no es suficiente haber citado la fuente de
información para eximir de responsabilidad a los medios de comunicación” (fs. 397). A modo
de explicitación de ello se afirmó, más adelante, que “la responsabilidad continúa en cabeza
del medio de comunicación cuando no se respeten cualquiera de las tres situaciones a las que
hace alusión ese segmento del fallo” (fs. 397vta.).
V.6. Acto seguido –y con sustento un voto en disidencia de una Cámara local– se desarrollan
una serie de consideraciones teóricas vinculadas a los derechos constitucionales en punga (el
del honor y reputación del actor y el de libertad de expresión de la demanda) y su necesaria
armonización. Igualmente, se apuntan algunas cuestiones –también abstractas o dogmáticas–
del principio de inocencia. De ello se extrae que la “publicación periodística efectuada con
transcripción del nombre y de otros datos (…) canaliza la afectación a la reputación y la honra”
(fs. 398vta.). Aserto que, con iguales términos lacónicos se reitera más adelante (fs. 400),
enfatizándose que “la publicación del nombre del acto se traduce en una lesión al estado de
inocencia y en una afectación a su honra y reputación pública” (fs. 400vta.).
VII – La serena consulta del pronunciamiento opugnado ilustra acabadamente acerca de la
efectiva existencia del vicio acusado, los fundamentos desarrollados se revelan insuficientes
para resolver el caso sometido a juzgamiento.
Me explico:
VII.1. Pese a que, inicialmente, el Tribunal de Grado afirmó que el caso de marras no resultaba
subsumible a la doctrina sentada por la CSJN en el afamado caso “Campillay”, está claro que la
decisión finalmente asumida se fundamentó expresamente en tal línea jurisprudencial.
Ello así, porque luego de la inicial advertencia de que la solución no se adecuaría a tal tesitura
del Máximo Tribunal Federal, expresamente se sostuvo que “el presente encuadra dentro de
los supuestos excepcionales identificados en el considerando octavo del caso Campillay (…)
Se trata de seguir la doctrina que nace de esa posición jurisprudencial” (fs. 397vta., énfasis
añadido).
De ello se colige, con nitidez, que –a juicio– del a quo el sub lite resultaba subsumible a dicha
doctrina constitucional y, particularmente, al considerando octavo del fallo referenciado (en
rigor, es el considerando 7º).
VII.2. La conocida “doctrina Campillay” (CSJN, “CAMPILLAY, JULIO C/LA RAZÓN Y OTROS”,
Fallos 308:789) aplicada por el órgano jurisdiccional de alzada, fija los estándares mínimos de
prudencia que debe cumplir la prensa cuando brinda información, y a los fines de eximirse de
responsabilidad.
En este sentido se ha dicho que “con el estándar ‘Campillay’ la Corte Suprema fijó los
estándares mínimos para la eximición de responsabilidad por parte de la prensa (…) pautas
objetivas de prudencia que deben observarse cuando se de una información. El informador que
respeta dichas pautas no incurre en culpa y no es responsable” (FAYT, Carlos, La Corte Suprema
y sus 198 sentencias sobre comunicación y periodismo. Estrategias de la prensa ante el riesgo
de extinción”, La Ley, Bs. As., 2001, p. 165).
Así lo enseña autorizada doctrina destacando que en dicho precedente la Corte Suprema de
Justicia de la Nación establece que “los medios de comunicación quedan eximidos de
responsabilidad civil por la publicación de una noticia de interés público, cuando se cumpla
alternativamente con los siguientes requisitos: 1) atribuir directamente la noticia a su fuente y
reproducirla fielmente (…); 2) mantener en reserva la identidad de las personas involucradas, y
3) formular la noticia en términos potenciales” (BASTERRA, Marcela I., Derecho a la
Información vs. Derecho a la Intimidad, Rubinzal Culzoni, Sta. Fe, 2012, p. 265). Igualmente, se
afirma que “los medios podrán recurrir a alguna de las tres alternativas que ofrece
‘Campillay’” para que se configure la regla de exclusión de responsabilidad civil (FLORES,
Oscar, Libertad de prensa y derechos personalísimos: criterios de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, en Revista de Derecho Privado y Comunitario – Honor, imagen e identidad, 2006-
1, Rubinzal Culzoni, Sta. Fe, p. 309). En sentido análogo se aduce que ““Campillay” exige la cita
de la fuente como un modo alternativo de eximición de responsabilidad, lo que indica que en
tales casos siempre se trata de una expresión propalada por otro” (DIEGUES, Jorge A., La Corte
precisó la responsabilidad civil de los medios de prensa, LL 2012-B, 291) y que conforme tal
línea jurisprudencial “cuando un medio periodístico emite una noticia que puede afectar el
honor de los particulares, para eximirse de responsabilidad debe optar por: a) Citar
debidamente la fuente de la que obtuvo la información; b) Utilizar el tiempo verbal potencial;
c) Dejar en reserva la identidad de las personas” (PERALTA MARISCAL, Leopoldo, La protección
del honor ante la difusión de informaciones: la doctrina “Campillay”, en Revista de Derecho
Privado…, ob cit., p. 249). En la misma línea de pensamiento, pueden –también– consultarse:
PEREZ BARBERÁ, Gabriel, Sorpresas y vacíos en la jurisprudencia actual de la Corte sobre el
derecho al honor y a la información, en Estudios sobre justicia penal (Homenaje al Profesor
Julio B. J., Maier), Del Puerto, Bs. As., 2005, p. 83; TOBÍAS, José W., Derechos personalísimos y
libertad de información, LL 2008-A, 620; GULLCO, Hernán, Los alcances de la doctrina
“Campillay”, DJ 06-04-2011, 9, entre muchos otros).
Esta ha sido, por lo demás, la interpretación efectuada por este Alto Cuerpo in re: “SACUCCI
SANDRO C/LA VOZ DEL INTERIOR S.A. – ORDINARIO (DYP) – OTRAS FORMAS DE RESP. EXTRAC.
– RECURSO DE CASACIÓN” (S-66/05), Sent. nº 52 del 23.04.09) donde, se puntualizó que “el
medio periodístico se libera acreditando los tradicionales requisitos fijados en “Campillay....”
(…) a saber: mención de la fuente, uso del tiempo potencial y/o reserva de identidad.
La observancia, alternativa, de estas condiciones (es decir, reproducción por el medio
informador de la noticia emitida por una fuente identificada, la reserva de identidad del
sindicado como responsable o la utilización de un tiempo de verbo potencial) en la doctrina de
la CSJN –por regla– no comprometen la responsabilidad del medio informador, actuando como
causas jurídicas de justificación del daño causado que excluyen la ilicitud (…)Subsistiendo
incólume el argumento anterior (cita de la fuente), ello basta para mantener la solución
adversa atribuida al sub júdice. Ello así por cuanto, como se anticipara la doctrina (…) exige la
presencia “alternativa” de alguno de los tres recaudos”.
VII.3. Ahora bien, bajo el prisma de tal marco jurídico (la doctrina “Campillay”), lo cierto es que
el órgano jurisdiccional de alzada terminó concluyendo que la demandada era responsable por
cuanto, pese a que el medio periodístico se limitó “a reproducir los dichos y constancias
policiales y judiciales” (fs. 397, agregado el resaltado) la publicación se efectuó
“con transcripción del nombre y otros datos” del actor (fs. 398vta.).
Tal aserto, sin otro respaldo argumental, aparece dogmático en cuanto no se encuentra
avalado por razones y apreciaciones que a su vez lo funden.
En efecto, va de suyo que la mera alusión a que se indicó el nombre del actor o que se
vertieron otros datos para su identificación (edad, domicilio y fotografía con la cara tapada), se
erige en una manifestación genérica carente de toda entidad para demostrar –en el caso
concreto– el factor de atribución en función del cual se reprocha jurídicamente la actuación
del órgano accionado.
Además, la afirmación aparece contradictoria e ilógica con la regla de derecho colocada a título
de premisa normativa del silogismo sentencial, toda vez que –insisto– los supuestos de
eximición de responsabilidad fijados en “Campillay” son alternativos y no complementarios.
Ergo, si esa fue la norma de conducta aplicada por el Tribunal, debió explicarse por qué –en el
caso concreto– cabía apartarse de la doctrina constitucional y exigir el cumplimiento de dos
recaudos (fuente y reserva de identidad).
Dicho en otras palabras, el fallo en crisis se reduce a decir –en forma general e indeterminada–
que la publicación del nombre (y otros datos) del actor provoca –per se– la responsabilidad del
medio de prensa, siendo insuficiente que la noticia haya sido un reflejo de las fuentes que se
citan, sin indicar –empero– los fundamentos que a su turno expliquen este aserto.
Sin embargo, tales reflexiones tampoco logran asignar a la conclusión asumida la debida y
suficiente motivación.
En primer término, porque tales consideraciones fueron desarrolladas sólo con el objeto de
justificar el mayor monto del rubro daño moral.
En segundo lugar, porque conforme lo extensamente explicitado supra ello tampoco serviría
de respuesta acabada para fundamentar –conforme la doctrina “Campillay” aplicada al caso de
marras– cómo es que el cumplimiento de una de las pautas de exoneración allí previstas de
modo alternativo (la cita de la fuente) no resultó suficiente para privar de antijuridicidad a la
conducta.
Es que, lo cierto es que –nuevamente– tales consideraciones tampoco dan razón suficiente a la
conclusión asumida para el sub lite.
En efecto, pese a tal afirmación se omitió por completo justificar la pertinencia y relevancia
práctica que, en su óptica, revestiría esa apreciación en el caso que nos convoca.
Y por cierto que el aporte de dicha precisión argumental aparecía absolutamente insoslayable
en el sublite, teniendo en cuenta que la demandada –desde primera instancia– se ocupó por
alegar que, conforme la doctrina constitucional sobre la materia, su parte había citado
expresamente las fuentes policiales y judiciales de las que se extrajo la información aclarando
que Rimoldi había sido “arrestado” e “imputado” del delito de secuestro extorsivo (fs. 69).
La conclusión se impone, ni bien se lean los fundamentos dados por la prestigiosa jurista en el
fallo citado.
En tal línea, fue que se remarcó –con énfasis– que en ese caso: “No se indicó la fuente policial
o alguna otra que posibilitase inferir que sólo se había producido una detención por posible
comisión de un delito” y que el contenido principal de la noticia resultaba “rotundamente
inexacta tal como fue presentada”.
Pues bien, tales dos extremos que –reitero– justificaron la decisión del precedente
jurisprudencial citado, han sido explícitamente descartados por el Mérito en el fallo en crisis.
VIII – En definitiva, la decisión adoptada por la Cámara en orden a la responsabilidad civil que
se atribuye a la firma demandada no se encuentra adecuadamente fundada, porque las
proposiciones vertidas al efecto no constituyeron respuesta suficiente y satisfactoria desde
una perspectiva lógica.
IX – La solución postulada en los acápites que anteceden, me eximen de emitir juicio alguno en
torno a la procedencia de las demás censuras intentadas con invocación del inc. 3º del art. 383
del CPCC, por haberse tornado abstracto su tratamiento.
Adhiero a los fundamentos brindados por el Señor Vocal Armando Segundo Andruet (h). Por
ello, compartiéndolos, voto en igual sentido a la primera cuestión planteada.
Comparto los fundamentos expuestos por el Señor Vocal del primer voto.
Así voto.
I. Hacer lugar al recurso de casación deducido al amparo de la causal prevista por el inc. 1º del
art. 383 del CPCC, anulando la resolución impugnada en todo cuanto decide. Declarar
abstracto el tratamiento del recurso intentado con sustento en el inc. 3º del dispositivo citado.
IV. Fijar los honorarios profesionales de los Dres. G.P.V. y G.F.V.M., en conjunto y proporción
de ley, en el treinta y dos por ciento (32 %) del mínimo de la escala del art. 36 de la Ley 9459
(arg. arts. 36, 39, 41 y concordantes de la misma ley).
Así voto.
Coincido con la respuesta proporcionada por el Sr. Vocal Dr. Armando Segundo Andruet (h), ya
que el mismo expresa la solución correcta a la presente cuestión.
Por el resultado de los votos emitidos, previo acuerdo, el Tribunal Superior de Justicia, por
intermedio de su Sala en lo Civil y Comercial,
RESUELVE:
TERCERO. Imponer las costas propias de esta Sede extraordinaria a la parte recurrida que
resulta vencida (art. 130 CPCC).