Está en la página 1de 9

«SOLAMENTE ESFUERZATE Y SÉ MUY

VALIENTE, CUIDANDO DE OBRA CONFORME


A TODA LA LEY QUE MI SIERVO MOISES TE MANDÓ; NO
TE APARTES DE ELLA NI A LA DERECHA NI A LA
IZQUIERDA, PARA QUE SEAS
PROSPERADO EN TODAS LA COSAS QUE
EMPRENDAS» (JOSUÉ 1:7).

PARA SER FIELA DIOS no basta con tener la intención de cumplir con nuestros
deberes morales, sociales y espirituales. La verdadera fidelidad conlleva estricta
obediencia a la palabra divina. Ello significa que si Dios nos ordena avanzar
hacia la derecha, aunque nos parezca más atractivo y holgado irnos por la
izquierda, deberíamos elegir siempre el camino señalado por Dios aunque este
nos parezca más intrincado y embarazoso.
Hay muchos que suponen que las buenas intenciones son suficientes para
hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, estas son solo una herramienta entre
las piezas que conforman el conjunto que nos ayudan a practicar el estilo de
vida cristiano. Las buenas intenciones son el primer peldaño de la escalera que
nos lleva hacia la fidelidad.
La Biblia contiene varios relatos que nos pueden ayudar a comprender
correctamente este tema. Consideremos uno de esos episodios, a fin de fijar en
nuestra mente la enseñanza de que la voz de Dios constituye el fundamento
por el que debemos guiarnos y antecede a nuestros razonamientos y a las
buenas intenciones.
Una fiesta que terminó en tragedia

David era el rey de Israel y disfrutaba de mucha tranquilidad. Habían cesado las
conquistas y las invasiones de los pueblos vecinos. En esta situación podía
dedicarse con más sosiego a realizar algunos de sus sueños. Uno de esos
proyectos añorados era trasladar el arca a Jerusalén, la capital del reino.
Durante mucho tiempo el mueble sagrado, símbolo de la presencia divina,
había estado en Qiriat-jearím, en casa de Abinadab; pero ahora el rey David
deseaba transportarla de regreso a la capital del reino (ver 2 Samuel 6).

 Los preparativos. Para hacer realidad el traslado del arca a Jerusalén,


David convocó al pueblo, especialmente a los líderes de Israel, porque él
quería hacer que dicho acto un evento festivo. La ceremonia ameritaba
una preparación y una formalidad impresionante, algo que dejara una
huella en la mente del pueblo.

El rey dedicó suficiente tiempo a los preparativos y, finalmente, se llevó a


cabo la esperada ceremonia. No había en el corazón de David ningún
deseo egoísta ni nada parecido. Solamente quería honrar a Dios llevando
el arca, símbolo de su presencia, hasta la capital del reino. «David estaba
encendido de celo divino» (Patriarcas y profetas, cap. 70, p. 695).

Los preparativos incluyeron la construcción de un carro nuevo, que sería


dedicado exclusivamente para el transporte del arca. Sin lugar a dudas, el
momento ameritaba un carro nuevo que generara seguridad para el
transporte del sagrado mueble. David también quiso hacerle un
reconocimiento a Abinadab, que por mucho tiempo había cuidado
fielmente del arca. Por esto llamó a dos de los hijos de Abinadab para
que sean parte del séquito y guiaran al carro. Uza era uno de ellos, su nombre
significa fuerza. Seguramente un hombre como Uza, fuerte y muy ágil,
ayudaría a dar mayor seguridad a la transportación del arca.
 La fiesta y la alegría. El momento era único. Los treinta mil hombres de
Israel, que exultantes de alegría acompañaban el traslado del arca,
elevaban sus voces de júbilo, acompañados de un sin número de
instrumentos musicales que entonaban sublimes cánticos. La Biblia lo
expresa de forma admirable al decir: «David y toda la casa de Israel
danzaban delante de Jehová con toda clase de instrumentos de madera
de haya, con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos» (2 Samuel
6:5).
La gran multitud exaltada y llena de alegría se preparaba para entrar a
Jerusalén. El pueblo estaba sumamente feliz. Por ello querían hacer del
momento una celebración inolvidable y majestuosa, que fuese recordada
por todas las generaciones futuras. El Espíritu de Profecía lo describe con
gran precisión: «Hacía mucho que Israel no presenciaba semejante
escena de triunfo. Con solemne regocijo, la enorme procesión iba
serpenteando entre las colinas y los valles, hacia la ciudad santa» (ibíd., p.
695).
 La tragedia. En medio de la gran expectación ocurrió lo inesperado, algo
que ni el mismo David había previsto ni imaginado. Los bueyes que
tiraban el nuevo carruaje tropezaron, y el carruaje dio un giro tan brusco
que todo indicaba que el mueble sagrado caería a tierra. Uza, el hombre
fuerte y ágil que había sido puesto junto a Ahío, su hermano, para evitar
cualquier percance, reaccionó con gran rapidez y sostuvo el arca para
que no cayera a tierra. Es preciso destacar que el acto de Uza tenía un
motivo válido y razonablemente justificado desde la perspectiva
humana. Uza quizá merecía el sonoro aplauso de la expectante multitud
y una condecoración de parte del rey. Se podía suponer que, aunque el
Señor había ordenado que no debían tocar el arca, Uza lo hizo por un
motivo correcto y seguro Dios entendería y no le daría ninguna
importancia. Es más, desde el punto de vista humano, era fácil pensar
que hasta Dios se agradaría del habilidoso acto de Uza a fin de evitar que
el arca cayera a tierra.
Pero una vez más quedó demostrado que los actos de desobediencia a
los mandatos de Dios, no son justificados por las buenas intenciones que las
personas puedan tener. De un momento a otro todo cambió. La marcha
se detuvo, las voces quedaron en silencio y los instrumentos musicales
dejaron de sonar. Una gica noticia se propagaba por toda la multitud:
junto al arca yacía el cadáver de Uza, que murió por su atrevimiento de tocar el
arca (ver 2 Samuel 6:7). La multitud pasó de la alegría a la tristeza; de la
euforia al espanto; y un miedo generalizado se apoderó de la gran fiesta.
El rey mismo quedó desconcertado y estupefacto, David y la temblorosa
multitud no podían entender por qué el Señor actuó de esa manera tan
drástica con un hombre bueno que, lleno de nobles intenciones solo
trataba de evitar que el arca cayera a tierra. Todo daba a entender que
para Dios no habían contado las buenas intenciones, pero sí había
castigado el desacato a sus recomendaciones. El mensaje es claro y
contundente: las buenas intenciones no son justificación para
desobedecer lo que Dios ha ordenado. Si quieres ser considerado fiel a
los ojos del Señor, debes hacer estrictamente lo que él te ha pedido, sin
apartarte a la derecha ni a la izquierda.

 El final de la fiesta. En medio del espanto, la frustración yel temor a


correr la misma suerte, David se apresuró con la orden de dar por
terminada la fiesta y abortar el intento de regresar el arca a Jerusalén.
Por su mente pasaron como torbellinos sus propios errores aún no
confesados y temió por la seguridad de su propia vida. Con nerviosos
movimientos y desconcertados por lo ocurrido, los encargados
condujeron el arca hasta la casa de Obed-edom .

Lo que minutos antes había sido un momento de gran gozo, ahora se


había convertido en una reunión fúnebre y llena de espanto donde cada
uno quería escapar antes de ser consumido por la ira de Dios. Obed-
edom asumió con agrado el compromiso de custodiar el arca, aunque
temblando de temor y lleno de reverencia Durante tres meses, según 2
Samuel 6: 11, estuvo el arca en su casa, y las bendiciones del cielo lo
acompañaron todos los días que arca estuvo allí. Siempre que alguien
obedezca las recomendaciones de Dios, el favor divino se manifestará
en su vida.

El desconcierto y la frustración acompañarían a David y al pueblo


durante mucho tiempo. Es el mismo infortunio que podríamos
experimentar nosotros cada vez que leemos esta trágica historia. ¿Acaso
Uza no lo hizo con una buena intención? ¿Prefería Dios que el arca cayera a
tierra? ¿Por qué murió un hombre que solo quiso evitar la caída del sagrado
mueble? Estas preguntas debemos contestarlas con las Escrituras.
La orden divina

Cuando Dios ordenó la construcción del arca también dispuso cómo tenía que
ser transportada. El Señor describió minuciosamente cada uno de los aspectos
que los israelitas debían tener en cuenta cuando el arca fuera trasladada. Si
hubieran respetado esos pormenores cuando David decidió transportar el arca
todo habría salido bien. Hubiera sido una bendición para el pueblo si se
hubiesen seguido al pie de la letra las instrucciones divinas.

¿Cuáles fueron esas recomendaciones?

• El arca debía ser cargada en los hombros. Desde el principio, al pueblo se le


dieron las ordenanzas divinas en cuanto al transporte del arca. Así lo había
expresado el Señor en Éxodo 25: 10-15, cuando les dijo: «Y meterás las varas
por las argollas a los lados del arca, para llevar el Arca con ellas, Las varas
quedarán en las argollas del arca; no se quitarán de ella».
El arca era un símbolo de la presencia divina y debía ser transportada sobre los
hombros. Si Dios había dicho que debían cargarla sobre los hombros, entonces
no debían haberla llevado sobre un carro. Construir un carro nuevo para
transportar el arca parecía una buena y noble intención, pero estaba en contra
de la ordenanza divina. Aunque al parecer las intenciones eran buenas, llevarla
en un carro constituía una desobediencia a lo establecido previamente por el
Señor.
Vivimos en tiempos difíciles, cuando la infidelidad y la desobediencia a Dios se
propagan en múltiples escenarios. Muchos no solo creen, sino que también
enseñan, que nosotros podemos adaptar y hasta mejorar los pedidos de Dios.
Es innegable que dicho razonamiento es otro vil engaño del enemigo. Si Dios
nos ha indicado la manera de proceder en cuanto a un asunto, no podemos
considerar que él aceptará un ápice menos de la norma requerida. Dios no
rechazó la idea del carro nuevo, porque el Señor da libre albedrío para que el
hombre decida si obedece o no. Si dejamos que el enemigo astutamente nos
imponga sus estrategias, finalmente cosecharemos los resultados de la
desobediencia. El Señor no nos ha llamado a mejorar sus planes. Dios ha
escogido a muchos hombres y mujeres para que enseñen al pueblo a ser fieles
a las ordenanzas divinas.
 Solo los hijos de Coat debían transportar el arca. Generalmente, a los
seres humanos les cuesta acogerse a los requerimientos divinos. Aunque
Dios muestre el sendero, algunos piensan que pueden construir su
propio camino. Esto es otra argucia del enemigo para llevarnos a la
desobediencia y a la destrucción. La orden de Dios había sido bien clara y
específica: «Pero a los hijos de Coat no les dio, porque tenían que llevar
sobre sus hombros los objetos más santos» (Números 7:9). David prefirió
la fuerza y la habilidad de Uza en lugar de hacer lo que Dios había
ordenado, Pensó que ese era un detalle de poca importancia, que Dios
no lo tendría en cuenta. De esta manera no solo estaba desobedeciendo,
sino también poniendo en riesgo la vida de Uza.
Podríamos acusar directamente a David de haber sido el culpable por la
muerte de Uza. Sin embargo, es evidente que Uza también fue culpable
de desafiar la voluntad divina. Aunque el rey le estaba concediendo un
supuesto privilegio, él debió ser sincero y hablarle con claridad a David.
Pudo haberle dicho: «Mi rey, quiero agradecerle por tomarme en cuenta
para este sagrado cometido; pero recuerde que ese privilegio está
reservado solo para los hijos de Coat. Yo prefiero, mi rey, que hagamos
las cosas tal como Dios lo ha ordenado». Si por algún motivo David
hubiese tomado esto como desacato a la autoridad y lo hubiese ajusticiado,
la Biblia estaría contando la historia de un hombre que prefirió morir antes
que desafiar la autoridad divina. O, por otra parte, su razonamiento
hubiese podido conseguir que el rey reflexionara. David quizá le habría
contestado: «Uza, tú tienes la razón. Gracias por hacerme entender que
íbamos a cometer un grave error. Es cierto, son los hijos de Coat los que
deben conducir el arca. Dicho sea de paso, bajen el arca del carro nuevo
ya que Dios pidió que fuese llevada en los hombros y no de otra manera.
Gracias, Uza, por evitarme cometer un grave error». Sin lugar a dudas,
Uza tuvo la oportunidad de hacer que David corrigiera su entuerto, pero
decidió aceptar un privilegio que no le había sido concedido por Dios.
 No debían tocar el arca. La orden de Dios había sido clara:«Cuando haya
que mudar el campamento, llegarán los hijos de Coat para llevarlos, pero
no tocarán ninguna cosa santa, no sea que mueran» (Números 4: 15). El
arca no debía ser tocada ni siquiera por los coatitas, que eran los
encargados de transportarla. David y todo el pueblo conocían esa
prohibición. Por lo tanto, cuando Uza decidió tocar el arca para que no
cayera, sabía del riesgo que corría. Solo que, como ocurre hoy, muchos
tienen un concepto errado del amor de Dios y suponen que pueden
transgredir los mandamientos divinos y el Señor se lo tolerará. No
piensan en un amor fundamentado en la justicia y la rectitud, sino en un
amor permisivo y cómplice del pecado.
Elena G. de White nos hace el siguiente comentario al respecto: «La
suerte de Uza fue un castigo divino por la violación de un mandamiento
muy explícito. Por medio de Moisés el Señor había dado instrucciones
especiales acerca de cómo transportar el arca» (Patriarcas y profetas,
cap. 70, p. 695).
La dolorosa muerte de Uza fue el resultado de una cadena de errores
fundamentados en la presunción. David y su pueblo presumieron que a
Dios se le puede obedecer como uno quiera. Es como si la obediencia
fuera circunstancial y dependiera de nuestros propios criterios. Por esta razón,
la inspiración nos advierte: «Dios no aceptar una obediencia parcial ni
una conducta negligente con pecto a sus mandamientos. Mediante el castigo
infligido a Uza, quiso hacer comprender a todo Israel cuán importante es
dar estricta obediencia a sus requisitos» (ibíd., p. 696).

David decidió actuar como dijo Dios


La trágica muerte de Uza dejó una impresión perdurable en el corazón de David
y de todo el pueblo. Por muchos días no pudieron reponerse de este trágico
suceso, que fue provocado de la desobediencia a los mandatos expresos del
Señor. En todo ese tiempo de reflexiones, la casa de Obed_ edom, lugar donde
reposaba el arca, fue bendecida por Dios. Así lo reconoce las Escrituras: «Y
estuvo el Arca de Jehová en casa de Obed-edom, el geteo, tres meses; y
bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa» (2 Samuel 6: 11). Ciertamente el
problema no era el arca, sino las decisiones erradas que se tomaron en su
traslado a la capital del reino.

Transcurrieron tres meses antes de que David lograra llevar el arca a la capital.
La lección aprendida con lágrimas lo llevó a tomar la firme decisión de hacer las
cosas conforme a lo establecido por Creador. Entonces, David convocó al
pueblo para llevar el arca a la capital. En esta ocasión todos fueron cuidadosos
de obedecer al pie de la letra cada de talle. Así lo describió Elena G. de White:
«Al cabo de tres meses, decidió hacer un nuevo esfuerzo para transportar el
arca, y esta vez tuvo especial cuidado de cumplir en todo detalle las
instrucciones del Señor» (ibíd., p. 697).
Una vez más sonaron los instrumentos musicales; las entonadas voces de la
multitud se elevaron hacia el cielo y marcharon reverentemente con contrición
y apegados a las leyes establecidas por Dios. Al aproximarse a la capital, el
espectáculo era indescriptible. Una explosión de cánticos acompañó a la
multitud que estaba a punto de entrar por las puertas de las murallas, y
cantaban los versos del Salmo 24:7-10:

iAlzad, puertas, vuestras cabezas! iAlzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el


Rey de gloria! ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Jehová el fuerte y valiente, Jehová
el poderoso en batalla! ¡Alzad, puertas, vuestras cabezas! ¡Alzaos vosotras,
puertas eternas, y entrará el Rey de gloria! ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Es
Jehová de los ejércitos! ¡Él es el Rey de gloria! Ahora el arca descansaba en la
capital, tal como David y el pueblo lo habían añorado durante mucho tiempo.
La ceremonia había sido impresionante y había encendido el celo del pueblo
por Jehová, tal como David lo había soñado cuando pensó en regresar el arca a
la capital del reino.

Conclusión

Esta experiencia nos enseña que Dios jamás aceptará una obediencia
condicionada o circunstancial. También nos muestra cuán honrado se siente
Dios cuando sus hijos deciden obedecer sus requerimientos. El enemigo ha
promovido la idea de que cada quien puede obedecer a su manera. Trata de
convencernos de que Dios es tan misericordioso que aceptará que definamos
nuestro propio patrón de obediencia, y que no es un asunto grave adaptar los
pedidos de Dios a las circunstancias del momento y a lo que cada uno
considere que es mejor.

La obediencia genuina es aquella que se empeña en hacer todo conforme a la


voluntad de Dios. Es no apartarnos de lo que él ha establecido. Hacerlo es
desobediencia, y corremos el riesgo de ser considerados infieles el día cuando
el Señor venga a esta tierra.

También podría gustarte