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PARA SER FIELA DIOS no basta con tener la intención de cumplir con nuestros
deberes morales, sociales y espirituales. La verdadera fidelidad conlleva estricta
obediencia a la palabra divina. Ello significa que si Dios nos ordena avanzar
hacia la derecha, aunque nos parezca más atractivo y holgado irnos por la
izquierda, deberíamos elegir siempre el camino señalado por Dios aunque este
nos parezca más intrincado y embarazoso.
Hay muchos que suponen que las buenas intenciones son suficientes para
hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, estas son solo una herramienta entre
las piezas que conforman el conjunto que nos ayudan a practicar el estilo de
vida cristiano. Las buenas intenciones son el primer peldaño de la escalera que
nos lleva hacia la fidelidad.
La Biblia contiene varios relatos que nos pueden ayudar a comprender
correctamente este tema. Consideremos uno de esos episodios, a fin de fijar en
nuestra mente la enseñanza de que la voz de Dios constituye el fundamento
por el que debemos guiarnos y antecede a nuestros razonamientos y a las
buenas intenciones.
Una fiesta que terminó en tragedia
David era el rey de Israel y disfrutaba de mucha tranquilidad. Habían cesado las
conquistas y las invasiones de los pueblos vecinos. En esta situación podía
dedicarse con más sosiego a realizar algunos de sus sueños. Uno de esos
proyectos añorados era trasladar el arca a Jerusalén, la capital del reino.
Durante mucho tiempo el mueble sagrado, símbolo de la presencia divina,
había estado en Qiriat-jearím, en casa de Abinadab; pero ahora el rey David
deseaba transportarla de regreso a la capital del reino (ver 2 Samuel 6).
Cuando Dios ordenó la construcción del arca también dispuso cómo tenía que
ser transportada. El Señor describió minuciosamente cada uno de los aspectos
que los israelitas debían tener en cuenta cuando el arca fuera trasladada. Si
hubieran respetado esos pormenores cuando David decidió transportar el arca
todo habría salido bien. Hubiera sido una bendición para el pueblo si se
hubiesen seguido al pie de la letra las instrucciones divinas.
Transcurrieron tres meses antes de que David lograra llevar el arca a la capital.
La lección aprendida con lágrimas lo llevó a tomar la firme decisión de hacer las
cosas conforme a lo establecido por Creador. Entonces, David convocó al
pueblo para llevar el arca a la capital. En esta ocasión todos fueron cuidadosos
de obedecer al pie de la letra cada de talle. Así lo describió Elena G. de White:
«Al cabo de tres meses, decidió hacer un nuevo esfuerzo para transportar el
arca, y esta vez tuvo especial cuidado de cumplir en todo detalle las
instrucciones del Señor» (ibíd., p. 697).
Una vez más sonaron los instrumentos musicales; las entonadas voces de la
multitud se elevaron hacia el cielo y marcharon reverentemente con contrición
y apegados a las leyes establecidas por Dios. Al aproximarse a la capital, el
espectáculo era indescriptible. Una explosión de cánticos acompañó a la
multitud que estaba a punto de entrar por las puertas de las murallas, y
cantaban los versos del Salmo 24:7-10:
Conclusión
Esta experiencia nos enseña que Dios jamás aceptará una obediencia
condicionada o circunstancial. También nos muestra cuán honrado se siente
Dios cuando sus hijos deciden obedecer sus requerimientos. El enemigo ha
promovido la idea de que cada quien puede obedecer a su manera. Trata de
convencernos de que Dios es tan misericordioso que aceptará que definamos
nuestro propio patrón de obediencia, y que no es un asunto grave adaptar los
pedidos de Dios a las circunstancias del momento y a lo que cada uno
considere que es mejor.