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El agua como espacio de tensión en dos poemas de Coral Bracho.

Matías Quevedo Severino

La mexicana Coral Bracho, en 1976, cuando cumplía ya 25 años, se encuentra con una
nueva propuesta teórico-filosófica venida de Francia de la mano de Deleuze y Guattari
contenida en Rhizome (Introduction) (Imboden 304). Cuestión que, tras fascinarle, le
entrega algunos elementos que, presentes en su poesía, adquieren forma concreta, en tanto
isotopías presentes al modo del rizoma. Es decir, emergiendo sin un lugar claro dentro del
texto, pero sí con una función que acaba otorgándole una totalidad integral (Imboden 305).
Este fenómeno es perfectamente observable en su obra de manera explícida, sobre todo en
El ser que va a morir (1982), donde, además del epígrafe citando el Rizoma, el cuerpo es el
lienzo donde, además de aquello rizomático, adquiere forma lo que Severo Sarduy llama
neobarroco (Imdoben 303-304) y que en la escritura de Bracho no dejará de hacerse
presente.
Siguiendo la línea de análisis que Rita Catrina Imboden presenta en su texto “Desde el
cuerpo: la poesía neobarroca de Coral Bracho”, se desprenden las propuestas anteriormente
expuestas y que, considero, llegan a tocar de forma transversal la obra de Bracho pero
pasadas por tamiz. Por esto, es que al leer La voluntad del ámbar (1998), vuelvo a
identificarlas en cierta medida. Así, las cinco nociones del neobarroco que Imboden
menciona: como el cultivo de una sintaxis compleja, o la ambigüedad e indeterminación de
espacios-tiempo-actores, la visión microscópica y caleidoscópica, la obsesión barroca por
lo desbordante o monstruoso figurado en los límites, y la renuncia a la autenticidad u
originalidad (303-304), se reducen y acotan solo a tres. 1) Ambigüedad de tiempo-actores,
2) visión microscópica y caleidoscópica y 3) la obsesión por lo desbordante figurado en los
límites.
Esto lo menciono porque estoy prestándole especial atención solo a dos textos del
poemario. “Una avispa sobre el agua” y “Una piedra en el agua de la cordura”, creo, son el
asidero ideal para ejemplificar la relación de aquello rizomático y neobarroco que tan bien
caracteriza Imboden en la obra de Bracho y que intento delimitar un poco más. Poemas que
escojo por la especial presencia que adquiere la isotopía del agua como un espacio donde
ocurren cosas más allá de lo representativo, o al menos eso intentaré presentar.
Comenzando por la idea de lo rizomático, cabe mencionar que estos poemas no
aparecen de forma correlativa dentro del texto, sino que, son parte de dos momentos
distintos del poemario. Siendo “Una avispa sobre el agua” el que primero encontramos en
la página 21, en el segundo apartado, que es, además, un apartado que constituye a lo
microscópico como eje poético. Luego, “Una piedra en el agua de la cordura” (32), aparece
en el tercer apartado, el que es algo más abstracto, donde hallamos poemas sobre el tiempo
o el lenguaje, por ejemplo. Lo rizomático lo veo en la aparición de la isotopía del agua, en
dos momentos distintos esparcidos dentro del texto, como una superficie que sostiene la
tensión que supone la imagen que se nos presenta “La superficie del agua es tensa /para una
avispa, /es un sendero múltiple fluyendo siempre” (21).
La tensión que menciono se presenta en ambos poemas como algo que logra aflojarse
en la medida en que el agua ha sido abatida en su rigidez. El movimiento de la avispa
convierte al agua en “un sendero múltiple fluyendo siempre /como el tacto del tiempo
/sobre la hondura quieta /de un corto espacio” (21). La “piedra en el agua de la cordura
/abisma las coordenadas que nos sostienen /entre perfectos círculos” (32). Esta tensión y su
rotura, es lo que presento como la obsesión neobarroca por lo desbordante figurado en los
límites. ¿La rigidez se constituye como una fuerza externa o interna? Pensar la respuesta es
en sí un ejercicio de rigidez. Bracho, conociendo la respuesta, nos lleva a este juego con las
imágenes, a una incomodidad inevitable que se nos presenta flotando en líquido. Pero que
textualmente es constatable incluso en la distribución espacial del poema dentro de la
página, como en la selección semántica y de aliteraciones que se hace, especialmente en
“Una piedra en el agua de la cordura” (ver figura 1). El poema está centrado a la página,
como si poseyera una columna vertebral que fuera sosteniendo los versos. Cosa no menor
si, además, observamos que, la columna, además en su segunda estrofa, presenta una
repetición de versos, dos específicamente “entre este punto / y aquél/ entre este punto / y
aquél” (32). Puntos que unen el hilo de la cordura, cosa no menor si hablamos de una
tensión límite con lo monstruoso, que sería perder la razón.
Otro aspecto que mencioné fue la presencia de una visión microscópica y/o
caleidoscópica. El lado microscópico de esto salta a la vista incluso con lo analizado hasta
ahora. Donde una avispa y una piedra son actantes, por así decirlo, dentro de la imagen que
el poema nos muestra. Pero el lado caleidoscópico aún no lo vemos. A mí parecer, en “Una
avispa sobre el agua”, sucede que, al moverse la avispa, el agua abre sus ondas hacia una
espiral que no acaba. “Corto es el tiempo / en que flota; corta / la distancia en que gira / por
incesantes laberintos, / remolinos inciertos, llamas, / y transparencia / inextricable” (32).
Pasamos de lo microscópico de la avispa a lo estremecedor de lo incierto, de un fuego que
no halla lugar en el agua, y de la nada misma. Lo inextricable como un lugar que nace
desde la pisada de un insecto. Cuestión que de igual manera ocurre en “Una piedra en el
agua de la cordura”. La piedra cayó hasta el fondo y nos mostró el hilo de la cordura, que se
quiebra en formas geométricas “y si uno / se columpia / sobre sus rombos, /verá el
espacio /multiplicarse / bajo los breves arcos de la cordura, verá sus gestos / recortados e
iguales / si luego baja / y se sienta / y se ve meciéndose.” (32). Situación irregular, que nos
lleva a mencionar esa ambigüedad de tiempo y actores que antes enumeré. El texto nos trae
hacia sí “y si uno se columpia…”, pero no hay un desarrollo de ese sujeto. Al contrario, cae
a la indeterminación de mirarse, meciéndose mientras ve el espacio multiplicarse en las
mismas ondas acuosas donde la avispa nos dejó prendados en lo inextricable.
Indeterminación que, paradójicamente está determinada por el texto. Sensación, que, del
mismo modo que el juego isotópico con lo líquido como tensor. Aparece y desaparece entre
estos dos poemas que a simple viste parecía que no guardaban mayor relación que llevar al
agua como parte de su título.
Para cerrar este breve análisis e intento de relación con la interpretación de Imboden,
debo mencionar que ella lleva su lectura hacia un análisis estructural en diálogo con aquello
rizomático y neobarroco que iba detectando. En mi caso, me acoté una lectura que velaba
más por una ampliación del primer estadio de su texto, donde se presentan las
características de la obra de Coral Brach pero en sus textos más “iniciáticos” y relacionados
al cuerpo como medio para la transmisión de los conceptos que de Deleuze y Guattari,
Brach recogiera.
Personalmente, cerrando y comentando, debo mencionar que la obra de esta autora la
desconocía completamente. Me fue y seguirá siendo una grata sorpresa hallar a quienes han
optado por el camino de buscar en la filosofía una aliada para la poesía. Sobre todo, cuando
se trata de aliados que se han puesto tan en boga actualmente a nivel teórico y han traído
consigo nuevos aires al quehacer literario e incluso al político. Por lo cual, rescatar su obra
del olvido editorial, es también rescatar a una actora de una literatura comprometida con el
cambio. Cuestión fundamental para la construcción de una nueva concepción sobre lo que
somos como latinoamericanos.

Referencias.
Brach, Carl. (1998). La voluntad del ámbar. D.F, México: Ediciones Era, 1998. PDF.
Imboden, Rita C. “Desde el cuerpo: la poesía neobarroca de Coral Bracho”. Las dos orillas:
XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Monterrey, México: Jul, 19-
24, 2004. Monterrey, México: CVC, 2007:301-318. PDF.

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