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Pietage Hércules
Coreografía solo partiendo de video del ensayo
Fonomímica lourdes Robles
Coreografía Eva con Careoque
Texto de Pherlonger
Subtítulos muertes
Subtítulos rubén
Subtítulos Asterión
Televisor
Textos…
1. Quien les habla es una voz en Of., sobrepuesta a un material visual construido a tiempo
real. O sea, este., es importante mencionarlo para asegurar su comprensión conceptual,
Lo que habita el espacio, es una imagen construida por el artista real, que re presenta a
otro, que mas bien es un estadio imaginario del artista real y no el que actualmente les
habla. En otras palabras, este que observan no es el artista real, aunque el artista esté
detrás de la mascará jugando al rol del artista, cuya presencia tampoco corresponde a la
persona real. Este aparente desdoblamiento es simplemente un juego de palabras que
ayuda al creador a sentirse conceptualmente complejo. Pero esta complejidad es solo
aparente, es una vía pretenciosa para que este acomodado o incomodado, encuentre una
postura propia. (Pepe)
Supongamos que veo ante nosotros una muchacha de modales masculinos. Un ente
humano vulgar dirá de ella, «Esa muchacha parece un muchacho». Otro ente humano y
vulgar, ya más cerca de la conciencia de que hablar es decir, dirá de ella «Esa muchacha
es un muchacho». Otro igualmente consciente de los deberes de la expresión, pero más
animado por el afecto de la concisión, que es la lujuria del pensamiento, dirá de ella «Ese
muchacho». Yo diré «Esa muchacho», violando la más elemental de las reglas
gramaticales, que manda que haya concordancia de género, como de número, entre la voz
substantiva y la adjetiva. Y habré dicho bien: habré hablado en términos absolutos,
fotográficamente, fuera de la vulgaridad, de la norma, y de la cotidianeidad. No habré
hablado: habré dicho.
En el /fondo/, lo que sucede es que hago de los otros mi sueño, doblándome
sus opiniones para, expandiéndolas por medio de mi raciocinio y mi intuición,
volverlas mías para doblarlas a mi gusto y hacer de sus opiniones cosas emparentadas con
mis sueños. (Fragmentos editados de el ¨Libro del Desasosiego¨ de Fernando Pessoa)
Desglose de Partí-Dos
Octava Escena - Baile frente a Iglesia. Referencia a ¨DV8 group¨ The cost
of living. Primera celebración de la derrota.
Texto estructurado
Dijo Amiel que un paisaje es un estado de alma, pero la frase es una felicidad
indolente de soñador débil. Desde que el paisaje es paisaje deja de ser un estado
de alma. Objetivar es crear, y nadie dice que un poema hecho es un estado de
estar pensando en hacerlo. Ver es tal vez soñar, pero si le llamamos ver en vez de
llamarle soñar, es que distinguimos soñar de ver.
Más certeza sería decir que un estado de alma es un paisaje;
habría en la frase la ventaja de no contener la mentira de una teoría, sino tan
solamente la verdad de una metáfora.
Siempre el comienzo me resulta un problema. Trato de comenzar
constantemente, inclusive paso la mayoría de mi vida preparándome para
comenzar. Muchas veces me levanto esperanzado y siento que hasta he
encontrado mi origen. Esta experiencia me paraliza y no se lo digo a nadie.
Por que para comenzar hace falta una causa por la cual uno se mueve y te
produzca decir. Dos aspectos vitales para existir. Ante tanta desilusión, sentí la
necesidad de hablar con alguien que me ayudara a producir mis primeros
sonidos o que hablara por mi. Entonces me cité con mi amigo Fernando en
un café, fue nuestra segunda cita después de largo tiempo y no lo reconocí,
la primera vez nunca llegué, no recuerdo si escapé o si estuve disfrazado.
Pero si llegué, probablemente el tampoco me hubiese reconocido. Me
pregunto si tiene que ver con su lengua o la mía. Pues aunque comparten el
mismo origen son absolutamente distintas. Solo me queda la memoria y eso
no se lo que significa, por que no la puedo volver a ver. Algo me dice que es
una trampa perceptual y quedo atrapado en mi primer espacio.
probablemente, tanto me he
acostumbrado a sentir lo falso como lo verdadero, lo soñado tan nítidamente como
lo visto, que he perdido la distinción humana, falsa creo, entre la verdad y la
mentira.
Desasosiego
Prefacio
Primer trecho
Avenida de los doradores
Restaurante conversación hombre flaco
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(He meditado hoy, en un intervalo de sentir, en la forma de prosa que uso. En
verdad, ¿cómo escribo? He tenido, como todos han tenido, el deseo pervertido de
querer tener un sistema y una norma. Es cierto que he escrito antes de la norma y
del sistema; en esto, por tanto, no soy diferente de los demás.
Analizándome esta tarde, descubro que mi sistema de estilo se asienta en dos
principios, e inmediatamente, y con la buena manera de los buenos clásicos, erijo
estos dos principios en fundamentos generales de todo estilo: decir lo que se siente
exactamente como se siente —claramente, si es claro; oscuramente, si es oscuro;
confusamente, si es confuso—; comprender que la gramática es un instrumento, y
no una ley.
Supongamos que veo ante nosotros una muchacha de modales masculinos. Un
ente humano vulgar dirá de ella, «Esa muchacha parece un muchacho». Otro ente
humano y vulgar, ya más cerca de la conciencia de que hablar es decir, dirá de ella
«Esa muchacha es un muchacho». Otro igualmente consciente de los deberes de la
expresión, pero más animado por el afecto de la concisión, que es la lujuria del
pensamiento, dirá de ella «Ese muchacho». Yo diré «Esa muchacho», violando la
más elemental de las reglas gramaticales, que manda que haya concordancia de
género, como de número, entre la voz substantiva y la adjetiva. Y habré dicho
bien: habré hablado en términos absolutos, fotográficamente, fuera de la
vulgaridad, de la norma, y de la cotidianeidad. No habré hablado: habré dicho.
La gramática, al definir el uso, hace divisiones legítimas y falsas. Divide, por
ejemplo, los verbos en transitivos e intransitivos; sin embargo, el nombre de saber
decir tiene muchas veces que convertir un verbo transitivo en intransitivo para
fotografiar lo que siente, y no para, como el común de los animales hombres, el ver
a oscuras. Si quiero decir que existo, diré «Soy». Si quiero decir que existo como
alma separada, diré «Soy yo». Pero si quiero decir que existo como entidad que a sí
misma se dirige y forma, que ejerce junto a sí misma la función divina de crearse,…)
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Mi hábito vital de incredulidad en todo, especialmente en el instinto, y mi
actitud natural de insinceridad, son la negación de obstáculos en que hago esto
constantemente.
En el /fondo/, lo que sucede es que hago de los otros mi sueño, doblándome
sus opiniones para, expandiéndolas por medio de mi raciocinio y mi intuición,
volverlas mías y (yo, no teniendo opinión, puedo tener las de ellos lo mismo que
cualesquiera otras) para doblarlas a mi gusto y hacer de sus opiniones cosas
emparentadas con mis sueños.
De tal manera antepongo el sueño a la vida que consigo, en el trato verbal,
(no teniendo otro) continuar soñando, y persistir, a través de las opiniones ajenas y
de los sentimientos de los demás, en la línea fluida de la vida, una personalidad
amorfa.
Cada otro es un canal o una reguera por donde el agua del mar sólo corre a
gusto de ellos, marcado, con los resplandores del agua al sol, el curso curvo de su
orientación más realmente que podría hacerlo su sequedad.
Pareciéndole a veces, a mi análisis29 rápido, parasitar a los otros, lo que
sucede en realidad es que les obligo a ser parásitos de mi posterior emoción. Hábito
de vivir las /cortezas/ de sus individualidades. Calco sus pisadas en arcilla de mi
espíritu y así, más que ellos, llevándolas para dentro de mi conciencia, he dado sus
pasos y andado por su(s) camino(s). 29 Lectura dudosa. 32
En general, debido al hábito que tengo de, desdoblándome, seguir al mismo
tiempo dos, diferentes operaciones /mentales/, yo, al paso que me voy adaptando
en exceso y lucidez al sentir de ellos, voy analizando en mí su desconocido estado
de alma, haciendo el análisis puramente objetivo de lo que ellos son y piensan. Así,
entre sueños, y sin abandonar mi devaneo ininterrumpido, voy, no sólo viviéndoles
la esencia refinada de sus emociones a veces muertas30, sino comprendiendo y
clasificando las lógicas interconexas de las diferentes fuerzas de su espíritu que
yacían a veces en un estado simple de su alma.
Y, en medio de todo esto, su fisonomía, su traje, sus gestos, no se me
escapan. Vivo al mismo tiempo sus sueños, el alma del instinto31 y el cuerpo y
actitudes suyas. En una gran dispersión unificada, me ubiquito en ellos y creo y
soy, a cada instante de la conversación, una multitud de seres, conscientes e
inconscientes, analizados y analíticos, que se reúnen en un abanico abierto.
23
LA SOCIEDAD EN QUE VIVO
Toda de sueño. Mis amigos soñados. Sus familias, hábitos, profesiones y (...)
24
Mi alma es una orquesta oculta; no sé qué instrumentos tañe o rechina,
cuerdas y harpas, timbales y tambores, dentro de mí. Sólo me conozco como
sinfonía32.
25
Hoy he llegado, de repente, a una sensación absurda y justa. Me he dado
cuenta, en un relámpago íntimo, de que no soy nadie. Nadie, absolutamente nadie.
Cuando brilló el relámpago, aquello donde había supuesto una ciudad era una
llanura desierta; y la luz siniestra que me mostró a mí no reveló un cielo encima de
ella. Me han robado el poder de ser antes de que el mundo fuese. Si tuve que
reencarnar, he reencarnado sin mí, sin haber reencarnado yo.
Soy los alrededores de una ciudad que no existe, el comentario prolijo a un
libro que no se ha escrito. No soy nadie, nadie. No sé sentir, no sé pensar, no sé
querer. Soy una figura de novela por escribir, que pasa aérea, y deshecha sin haber
sido, entre los sueños de quien no supo completarme.
Pienso siempre, siento siempre; pero mi pensamiento no contiene raciocinios,
mi emoción no contiene emociones. Estoy cayendo, desde la trampa de allí arriba,
por todo el espacio infinito, en una caída sin dirección, infinítupla33 y vacía. Mi alma
es un maelstrom34 negro, vasto vértigo alrededor del vacío, movimiento de un 30
Lectura dudosa. 31 Lectura dudosa. 32 Es decir, como el sonido resultante de la mezcla de los de todos
los instrumentos. Indicación preciosa para la lectura de los heterónimos.
33 Neologismo que, lo mismo que otros, conservamos en la traducción.
34 Corriente marina. 33 océano infinito en torno a un agujero de nada, y en las aguas que son más giro
que aguas boyan todas las imágenes de lo que he visto y oído en el mundo —van casas,
caras, libros, cajones, rastros de música y sílabas de voces, en un remolino
siniestro y sin fondo.
Y yo, verdaderamente yo, soy el centro que no existe en esto sino mediante
una geometría del abismo; soy la nada en torno a la cual gira este movimiento, sin
que ese centro exista sino porque todo círculo lo tiene. Yo, verdaderamente yo, soy
el pozo sin muros, pero con la viscosidad de los muros, el centro de todo con la
nada alrededor. Y es, en mí, como si el infierno mismo riese, sin por lo menos la humanidad de
los diablos riéndose, la locura graznada del universo muerto, el cadáver rodante del
espacio físico, el fin de todos los mundos fluctuando negro al viento, disforme,
anacrónico, sin Dios que lo hubiese creado, sin él mismo que está rodando en las
tinieblas de las tinieblas, imposible, único, todo.
¡Poder saber pensar! ¡Poder saber sentir!
Mi madre murió muy pronto, y yo no llegué a conocerla...
1-12-1931.
Dijo Amiel que un paisaje es un estado de alma, pero la frase es una felicidad
indolente de soñador débil. Desde que el paisaje es paisaje deja de ser un estado
de alma. Objetivar es crear, y nadie dice que un poema hecho es un estado de
estar pensando en hacerlo. Ver es tal vez soñar, pero si le llamamos ver en vez de
llamarle soñar, es que distinguimos soñar de ver.
Por lo demás, ¿de qué sirven estas especulaciones de psicología verbal?
Independientemente de mí, crece hierba, llueve en la hierba que crece, y el sol
dora la extensión de la hierba que ha crecido o va a crecer; se hierguen los montes
desde muy antiguo, y el viento pasa del mismo modo como Homero, aunque no
existiese, lo oyó. Más certeza sería decir que un estado de alma es un paisaje;
habría en la frase la ventaja de no contener la mentira de una teoría, sino tan
solamente la verdad de una metáfora.
36
ENCOGIMIENTO DE HOMBROS41
Damos comúnmente a nuestras ideas de lo desconocido el color de nuestras
nociones de lo conocido: si llamamos a la muerte un sueño, es porque parece
un
sueño por fuera; si llamamos a la muerte una nueva vida, es porque parece
una
cosa diferente de la vida. Con pequeños malentendidos con la realidad
construimos
las creencias y las esperanzas, y vivimos de las cortezas a las que llamamos
panes,
como los niños pobres que juegan a ser felices.
Pero así es toda la vida; así, por lo menos, es ese sistema de vida particular
al
que, en general, se llama civilización. La civilización consiste en dar a algo un
nombre que no le compete, y después soñar sobre el resultado. Y,
realmente, el
nombre falso y el sueño verdadero crean una nueva realidad. El objeto se
vuelve
realmente otro. Manufacturamos ideales. La materia prima sigue siendo la
misma,
pero la forma, que el arte le ha dado, la aleja de continuar siendo
efectivamente la
misma. Una mesa de pino es pino pero también es mesa. Nos sentamos a la
mesa
y no al pino. Un amor es un instinto sexual, pero no amamos con el instinto
sexual,
sino con la presuposición de otro sentimiento. Y esa presuposición es ya, en
efecto,
otro sentimiento.
No sé qué efecto sutil de luz, o ruido vago, o memoria de perfume o música,
tañida por no sé qué influencia externa, me ha traído de repente, en pleno ir
por la
calle, estas divagaciones que anoto sin prisa, al sentarme, en el café,
distraídamente. No sé a dónde iba a conducir los pensamientos, o dónde
preferiría
conducirlos. El día es de una leve niebla húmeda y caliente, triste sin
amenazas,
monótono sin razón. Me duele un sentimiento que desconozco; me falta un
argumento no sé sobre qué; no tengo deseo en los nervios. Estoy triste por
debajo
de la conciencia. Y escribo estas líneas, realmente mal-anotadas, no para
decir
esto, ni para decir nada, sino para dar un trabajo a mi distracción. Voy
llenando
lentamente, a trazos flojos de lápiz —que no tengo sentimentalismo para
afilar— el
papel blanco de envolver los bocadillos que me han dado en el café, porque
no
necesitaba uno mejor y cualquiera servía, siempre que fuese blanco. Y me
doy por
satisfecho. Me reclino. La tarde cae monótona y sin lluvia, con un tono de luz
desalentado e inseguro... Y dejo de escribir porque dejo de escribir.