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vida silvestre?
I. El hombre y la naturaleza
¿Cuál es la situación en nuestros días? Lo que señalan todos los expertos no deja
lugar a dudas: nos enfrentamos a una erosión de la biodiversidad cargada de
consecuencias para el futuro del planeta.
Actualmente, un gran número de estas especies han sido tan transformadas por el
hombre que no podrían sobrevivir sin su ayuda. Este proceso de domesticación de
la vida silvestre sigue en marcha. El siglo XX, por ejemplo, ha visto el desarrollo de
la domesticación de los peces para la acuicultura. Además, el hombre también ha
transformado paisajes enteros, dando como resultado una naturaleza cada vez
más artificial.
Paisajes artificiales
Dicho de otra manera: hubiera hecho falta 1.3 planetas Tierra para responder
permanentemente a las necesidades de la humanidad. En consecuencia, los
ecosistemas se agotan y los desechos se acumulan.
La biodiversidad en la ciudad
Algunas especies no pueden tolerar este nivel de estrés y huyen de las ciudades,
mientras que otras se adaptan sin problema (gorriones, estorninos, palomas,
conejos, erizos, dientes de león, ortigas…). Al comparar las especies urbanas con
sus congéneres del medio rural, los científicos han demostrado varias
adaptaciones específicas. Los individuos urbanos son en general más grande que
los del campo y su régimen de alimentación se modifica.
Una adaptación genética aparecida tras solamente unos doce años de evolución.
Un zoológico ambulante
Numerosas especies sólo viven en
presencia del hombre, sin haber sido
sin embargo domesticadas. Por
ejemplo, en los 10 mil años que el
hombre lleva almacenando cereales,
el ratón común le acompaña por todos
lados. Asimismo, el hombre transporta
miles de millones de microorganismos
que viven en su piel, en la nariz, en
los intestinos, etc. Según dataciones
realizadas en cráneos humanos, esta
estrecha relación con los
microorganismos existe desde hace al menos 195 mil años.
Entre 1980 y 2007, 8 mil 400 catástrofes de las que denominamos “naturales”
(inundaciones, terremotos, tormentas, sequía…) ocasionaron la muerte de unos
dos millones de personas y causaron destrozos y pérdidas económicas valuadas
en más de 1.5 billones de dólares. A comienzos de este año, un sismo dejó en
Haití más de 220 mil víctimas y ahora el cólera ha matado ya más de mil.
El gran catálogo de los seres vivos aumenta cada año en unas 18 mil nuevas
especies gracias a las distintas expediciones de naturalistas y también a
descubrimientos en genética o a modificaciones en la clasificación de los seres
vivos. Cerca del 75 por ciento de las especies descritas en 2007 eran
invertebrados. Estos dos últimos decenios los científicos han descubierto un
promedio de veinticinco especies de mamíferos y cinco especies de aves por año.
Un balance desequilibrado
La necesidad de nombrar e inventariar los seres vivos que nos rodean se remonta
a más de 3 mil años, aunque debemos la primera clasificación científica de los
animales a Aristóteles, 350 años
antes de nuestra era.
La lista roja
Al respecto, ciertos cálculos muestran que menos del 1 por ciento de los
organismos planctónicos estarían fosilizados en los sedimentos del fondo
oceánico. Si bien no reflejan toda la biodiversidad pasada, los estudios
paleoecológicos convergen hacia una tasa media de extinción natural de
aproximadamente un 0.002 por ciento cada siglo. O sea, una extinción de 2
especies sobre un total de 100 mil. Ahora bien, las observaciones directas de
extinciones durante el siglo pasado, particularmente la de plantas y vertebrados
bien inventariados, revelan una tasa de extinción mucho más elevada: del 0.1 por
ciento al 1 por ciento.
Un reciente informe que revisa 634 especies de primates del mundo mostró que
cerca de la mitad de ellas estaban en peligro de extinción. Una cifra que se eleva
al 71 por ciento para los primates asiáticos. Las razones principales de este
declive son la destrucción de su hábitat, especialmente por la deforestación
masiva, los conflictos armados, la caza y el comercio ilícito de animales. Las
primeras víctimas esperadas son los grandes simios: chimpancés, bonobos,
orangutanes, gorilas.
En el delta del Ayeyanwady, gravemente afectado por este ciclón, la superficie del
manglar se ha reducido a la mitad desde 1975.
Degradaciones costosas
Este deterioro debería acentuarse durante los próximos decenios a causa del
crecimiento demográfico y del cambio climático. Ahora bien, estos servicios que
nos aporta la naturaleza de forma gratuita y, que muy a menudo son invisibles,
tienen un costo cuando hay que reemplazarlos.
Un costo que podría alcanzar 14 billones de euros en 2050 (7 por ciento del PIB
estimado para esa fecha) si no se hace nada para detener la erosión de la
biodiversidad.
Se buscan polinizadores
Más del 80 por ciento de los cultivos de frutas y verduras depende directamente
de los insectos polinizadores. Y al mismo tiempo, las abejas domésticas son
víctimas de una misteriosa enfermedad denominada “problema de colapso de
colonias”. Un equipo de científicos franco-alemanes estimó recientemente que si
desaparecieran, la economía mundial dejaría de ganar alrededor de 150 mil
millones de euros anuales.
Los ecosistemas de las zonas húmedas son de los más ricos del mundo, aunque
también están entre los más amenazados. Estos espacios de transición entre la
tierra y el agua aseguran el 25 por ciento de la alimentación mundial a través de la
pesca, la caza y la agricultura. Asimismo, contribuyen a la alimentación en agua
potable y sirven de murallas contra las tormentas y los tsunamis. Durante el siglo
pasado desapareció la mitad de las zonas húmedas del mundo a causa del
drenaje para regar otras zonas, la urbanización o el calentamiento de la Tierra.
Cuanto más rico en especies es un ecosistema, menos riesgo hay que una
enfermedad se desarrolle en él. Esta regla es válida para muchos tipos de
infección y muchos medios. Por ejemplo, un campo con una buena variedad de
especies diferentes se infectará menos con hongos patógenos que un campo en
monocultivo.
Una ventaja que podría explicarse por la presencia de esta diversidad de especies
naturalmente resistentes a estos hongos, reduciendo así el riesgo de contagio.
Otro ejemplo: al eliminar de manera selectiva las presas debilitadas por los
parásitos o las enfermedades contagiosas, los predadores atenúan
considerablemente la incidencia de ciertas enfermedades en los animales, y el
hombre se beneficia de ello.
Los países con ingresos bajos dependen más que los otros de los ecosistemas en
los que viven, bien sea para el aprovisionamiento (alimentos, energía) o para la
salud de sus habitantes (medicina tradicional).
Los países ricos obtienen lo esencial de sus ingresos del capital manufacturero,
humano y social utilizando masivamente energías fósiles que son el producto de
ecosistemas del pasado. Un informe del Banco Mundial revela que el “capital
natural”, es decir, los ingresos asociados a los servicios aportados por la
naturaleza (agricultura, explotación forestal, caza, pesca, turismo…), representan
por término medio un 26 por ciento del capital total de los países con bajos
ingresos, contra el 3 por ciento de los países ricos.
Los arrecifes de corales, particularmente apreciados por los submarinistas, son los
más ricos en biodiversidad. Sin embargo, se encuentran entre los ecosistemas
más amenazados por las actividades humanas. Los arrecifes de las islas
caribeñas han perdido el 80 por ciento de su superficie en treinta años. En
consecuencia, el Instituto de Recursos Mundiales prevé una disminución del 5 por
ciento de los ingresos relacionados con el submarinismo en esta región del
mundo: unos 221 millones de euros anuales antes del 2015.
¿Qué determina el rendimiento de los ecosistemas y, por tanto, los servicios que
aportan? ¿La presencia de ciertas especies clave o el número de especies que
abrigan estos medios? Este debate agita a la comunidad científica desde hace
varios años y todavía no hay consenso. Tras haber llevado a cabo cerca de 150
experimentos en diferentes ecosistemas, tanto en laboratorio como en el medio
natural, los investigadores estadounidenses descubrieron que un medio
diversificado produce, en promedio, 1.7 veces más de materia orgánica que uno
formado por una sola especie.
La homogeneización de la naturaleza
Por ejemplo, actualmente hay 15 veces más de especies de peces de río comunes
entre dos estados de Estados Unidos, que antes de la llegada de los europeos en
el siglo XVI, como consecuencia de la introducción de peces (carpas, truchas…)
para la pesca con fines de alimentación o deportivos.
El pez celacanto pertenece a un grupo que anda por los mares desde hace más
de 400 millones de años y que se creía extinto. Es muy particular: esconde un
resto de pulmón y sus aletas están compuestas de huesos que podrían ser
precursores de los elementos de vertebrados. Su estudio, como el de todos
aquellos a los que se les apoda “fósiles vivientes”, nos permite saber algo más
sobre la evolución de la vida en la Tierra. Así, cuando una especie se extingue,
una parte de la historia de la evolución desparece para siempre.
Más del 20 por ciento de las especies en peligro de extinción se encuentran fuera
de estas zonas protegidas.
Los grandes simios pueden suponer una importante fuente de ingresos para los
países que los protegen gracias al desarrollo del ecoturismo.
En Ruanda, los gorilas de las montañas que viven en el Parque Nacional de los
Volcanes han permitido el desarrollo del turismo estos últimos años. Actualmente,
es la primera fuente de divisas para el país: más de 100 millones de euros
anuales, según el Ministerio de Turismo Ruandés. No obstante, el turismo
asociado a los grandes simios requiere tomar importantes precauciones a fin de
no perturbar el modo de vida de los animales y protegerlos de las enfermedades
de los humanos.
¿Debemos otorgarles un estatus particular que los proteja por el bien de todos?
¿O dejar a cada Estado decidir su futuro? En este contexto, algunos expertos
proponen crear un nuevo estatus internacional denominado “bien común”,
“república” o “patrimonio universal”, que se aplicaría a recursos vitales presentes
en territorios nacionales. Otros expertos estiman que se trata de una nueva forma
de intromisión de los países del Norte en los países del Sur, que perderían así su
soberanía sobre gran cantidad de recursos.
Por tanto, la clave en nuestros días es obtener ese precio. El objetivo sería hacer
que los comportamientos y los proyectos que degradan la naturaleza sean
costosos, a la par que valorizar las iniciativas respetuosas con el medioambiente.
Pero surgen muchas dificultades, empezando por la identificación de todos los
servicios aportados por la naturaleza y la asignación de un valor monetario.
Algunos servicios, como la estabilización del suelo por medio de un bosque, son
por el momento imposibles de calcular. Incluso si los científicos lograran hacerlo,
¿poner un precio a todos los elementos de la naturaleza impediría su
degradación? No es nada seguro que así fuera. Con mucha frecuencia, el costo
de los servicios ecológicos parece despreciable a corto plazo frente al alcance de
los proyectos que pudieran degradarlos.
Tras la disminución del 75 por ciento de las poblaciones de atún rojo (Thunnus
thynnus) en el Mediterráneo desde 1957, varios países europeos, entre ellos
Francia, han propuesto prohibir el comercio de este pez. Sin embargo, en marzo
de 2010, tras intensas presiones políticas de Japón, el Convenio sobre el
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre
(CITES) rechazó finalmente la proposición.
“Reservas de la biosfera”
Las primeras medidas de protección del medio ambiente han implicado la
exclusión de las actividades humanas y, a veces, la expulsión de poblaciones
humanas. Sin embargo, actualmente, dada la extensión de la población, es cada
vez más difícil planificar la conservación de la biodiversidad únicamente en los
territorios no ocupados por el hombre. Para muchos ecólogos, las políticas de
conservación deben ampliar sus objetivos a los territorios habitados y acondicionar
estos espacios para que acojan el mayor número de especies posible.
¡Ginko eterno!
El ginkgo biloba es el último representante vivo de un grupo muy antiguo del que
se han encontrado hojas fósiles que datan de hace… ¡270 millones de años! Por
tanto, ha sobrevivido a todos los cambios climáticos radicales.
Por ejemplo, han hecho falta más de treinta años de esfuerzos, especialmente en
el tratamiento de las aguas negras de París, antes de obtener una calidad de agua
en el río Sena que permitiese la vuelta de los salmones silvestres.
No obstante, después de los balances presentados por los países signatarios, las
principales presiones que originan la pérdida de biodiversidad siguen siendo
constantes, incluso cobran intensidad. A fin de proteger la biodiversidad, se está
elaborando un plan estratégico 2011-2020 en la ONU.