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Sobro M ilton H .

Erickson en esta biblioteca

'IVnipia no convencional. Las técnicas psiquiátricas


ilr Milton H. Erickson
Jay Haley

Un seminario didáctico con Milton H. Erickson


Jeffrey K. Zeig
El Hombre de Febrero
Apertura hacia la conciencia de sí
y la identidad en hipnoterapia

Milton H. Erickson y
Emest Lawrence Rossi

Amorrortu editores
Buenos Aires - M adrid
Biblioteca de psicología y psicoanálisis
I (¡rectores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
The February Man. Evolving Consciousness and Identity in Hypnotherapy, Milton
II Krickson y Ernest Lawrence Rossi
(0 Itrunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson and Associates
Traducción: Zoraida J. Valcárcel
l’ rimera edición en castellano, 1992; primera reimpresión, 2001; segunda reim­
presión, 2008
O Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7o piso - C1057AAS Buenos Aires
Amorrortu editores España S.L. - C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid

www.amorrortueditores.com

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ción, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de in­
formación, no autorizada por los editores, viola derechos reservados.
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723

Industria argentina. Made in Argentina


ISBN 978-950-518-524-5
ISBN 0-87630-545-1, Nueva York, edición original

Krickson, Milton H.
I'll Hombre de Febrero. Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad
en hipnoterapia / Milton H. Erickson y Ernest L. Rossi. - 1“ ed., 2a reimp. -
lluenos Aires: Amorrortu, 2008
264 p. ; 23x15 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis / dirigida por
Jorge Colapinto y David Maldavsky)
Traducción de: Zoraida J. Valcárcel

ISBN 978-950-518-524-5
1. Psicoanálisis. I. Rossi, Ernest L. II. Valcárcel, Zoraida J., trad.
III. Título
CDD 150

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de
Buenos Aires, en abril de 2008.

Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares.


Indice general

9 Prefacio, Sidney Rosen


15 Introducción, Ernest Lawrence R ossi

25 Sesión I. Primera parte. Enfoques de hipnosis


terapéutica

53 Sesión I. Segunda parte. Creación de la identidad


del Hombre de Febrero

139 Sesión II. Niveles múltiples de comunicación y


existencia

203 Sesión I II. Provocación y uso de procesos


psicodinámicos

233 Sesión IV . Trabajo de trance terapéutico activo

251 Referencias bibliográficas


Lista de los que participaron en las sesiones y comentarios

SESION I. PRIM ER A PARTE

Presentes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, se­


ñora Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los com entarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore.

SESION I. SEGUNDA PARTE

P resen tes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la


sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
Presentes en los com entarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi, doctor Marion Moore, doctor Robert Pearson y un visi­
tante no identificado.

SESION II

P resen tes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la


sujeto («señorita S» o «Jane») y el señor Beatty.
P resen tes en los com entarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctor Marion Moore.

SESION III

P resen tes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la


sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
P resen tes en los com entarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester.

SESION IV

P resen tes en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jerome Fink, la


sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga «Ann Dey».
P resen tes en los com entarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor
Ernest L. Rossi y doctora Sandra Sylvester.

8
Prefacio
Sidney Rosen, doctor en Medicina

¡Qué bueno es volver a oír la voz de Erickson! Y Ernest Ros-


si, nuestro guía firme y confiable, nos trae su comprensión madu­
ra, después de haber estudiado y practicado las técnicas de Erick­
son durante más de quince años, a la vez que nos hace presenciar
el proceso que lo condujo a esa comprensión. Com o lo consiguió
en sus anteriores libros en colaboración, R ossi no se entromete
entre Erickson y el lector. Presenta una trascripción que nos de­
ja ver a Erickson en su trabajo en 1945. Tras esto, con su m odes­
tia habitual, actúa al m odo de un estudiante inquisitivo, lo mue­
ve a explicar el pensamiento que sustenta sus técnicas terapéuti­
cas. Además, ambos discuten muchos otros temas interesantes;
entre estos, la naturaleza de la terapia, la naturaleza humana, el
desarrollo de la conciencia de sí y hasta la evolución y la función
de los lenguajes vulgar y obsceno.
Rossi pudo obtener respuestas casi directas, para algunas de
sus preguntas, en lugar de las coloridas y m etafóricas que Erick­
son parecía preferir. A caso fue porque este, un año antes de m o­
rir, estaba más dispuesto que antes a explicarse. No hay duda
de que esas respuestas metafóricas, «a lo gurú», han estimulado
el pensamiento y el desarrollo de centenares de discípulos, pero
no dejamos de dar la bienvenida a formulaciones más simples,
de aprehensión más fácil. La propia M argaret M ead (1977) ha re­
ferido que ella y otros alumnos de Erickson pedían «dem ostracio­
nes más simples, más reiterativas, más tediosas». Con su pacien­
cia y perseverancia, Rossi pudo conseguir tales explicaciones más
sencillas y claras, que nos ayudan a comprender la esencia del
trabajo de Erickson.
En este libro podem os apreciar todo el esfuerzo desplegado por
Erickson en la preparación de su paciente para el cambio. A un­
que trabajó con ella de un m odo juguetón y, a veces, repentinista
—ju gó con palabras, le hizo escribir con las letras invertidas y
con ambas manos a la vez, consiguió que admitiera anticipada
y «absolutamente» que se curaría—, se advierte que Erickson con­
sideraba imprescindible esta preparación. Al mismo tiempo sin­

9
tonizaba con fineza la relación terapéutica, con un tono que era
cuestionador pero inspiraba confianza. Como lo señala Rossi, lo
que más le preocupaba era alentar y estimular los procesos que
capacitarían a la paciente para el cambio. La búsqueda de insight
era sólo uno de estos procesos, quizás uno de los menos im por­
tantes. Cuando vem os que guiaba a su paciente hacia insights
y conexiones con el pasado, podem os conjeturar que en gran me­
dida respondía así a la convicción de ella de que necesitaría com ­
prender el pasado antes de poder ser curada.
Erickson solía decirnos: «El trabajo lo hace el paciente. El te­
rapeuta se limita a proporcionar las condiciones en que este tra­
bajo se pueda hacer». En cuanto a él, trabajaba concienzuda y cui­
dadosamente para proveer las condiciones necesarias. Con ese fin,
exploraba y utilizaba todos los elementos imaginables en los cam­
pos de la com unicación y la educación. Insistía, por ejemplo, en
la importancia de usar el poder evocador y los significados múlti­
ples de las palabras (las de la paciente y las de él mismo). Vemos
una hermosa muestra de su respeto por ellas cuando, al exami­
nar la escritura autom ática de la paciente, nota que una palabra
puede leerse indistintamente «living», «giving» o «diving» [vivir,
dar o zambullirse, bucear] y utiliza esta observación com o base
para organizar la terapia en torno del miedo de la paciente a na­
dar, en la creencia de que, una vez superada esta fobia, quedará
más libre para «vivir» y «dar» y se librará de su depresión. Su
interpretación de esta palabra en particular, o de otras palabras,
tal vez parezca arbitraria a algunos lectores. De hecho, el mismo
Rossi lo acusa en un m om ento determinado de hacer «inferen­
cias». Pero no puede dejar de impresionarnos la esmerada aten­
ción que presta a cada expresión de la paciente y a cada una de
sus propias comunicaciones.
Adem ás de ver su uso hábil y cuidadoso de las palabras, pre­
senciamos muchas form as de sugestión indirecta (p.ej., expresar
las sugestiones com o preguntas). M ientras efectuaba esta «ma­
nipulación» con la paciente, constantem ente le pedía permiso pa­
ra intervenir, y siempre estaba dispuesto a modificar sus inter­
venciones en respuesta a las reacciones de ella. A sí demostraba
el respeto que caracterizó su trato con los pacientes. En este punto
cabe apuntar que, si bien mucho de lo escrito acerca de las «téc­
nicas ericksonianas» pone de relieve el brillo y el ingenio del tera­
peuta, cuando observam os el trabajo personal del mismo Erick­
son nos impresiona más, en verdad, la presencia y la creatividad
singular de sus pacientes.
¿Qué valor tiene el uso de la regresión com o característica do­

lí)
minante de esta terapia? ¡Mientras leía este libro, comprendí con
claridad la razón por la cual Erickson tendía a tratar a casi todas
las personas com o si fueran niños! De repente entendí por qué
parecía tan enamorado de los chistes vulgares, los acertijos pue­
riles y los juegos, al menos en sus últimos años. Me parece ahora
que él apreciaba, probablemente por haberlo averiguado de su tra­
bajo con pacientes adultos en estado de regresión hipnótica, que
es precisamente en este «estado infantil» cuando nos abrimos más
al aprendizaje, cuando nuestra curiosidad y nuestra aptitud para
el cam bio alcanzan su punto máximo. A fin de intensificar la ex­
periencia regresiva de la paciente, Erickson trabajó con ahínco
por crear la ilusión notablemente convincente de que, en verdad,
él era una persona m ayor que hablaba a una niña de corta edad.
Provocó en la «niña» la reescenificación y la abreacción de sus
experiencias traumáticas y, por medio de conversaciones aclara­
torias, la guió a través de un proceso de reeducación. De este m o­
do, la «niña» pudo añadir a sus recuerdos experiencias novedosas
y positivas con un adulto solícito y com prensivo. Estas «expe­
riencias de regresión correctiva», com o las he denominado, cau­
saron un efecto duradero sobre la paciente aun después de haber
vuelto a su «self adulto».
Entre las experiencias de reeducación por las que pasó la «ni­
ña», en sus conversaciones con «el Hombre de Febrero» (ella ha­
cía regresión hipnótica en su edad, y Erickson «la visitó varios
años» en febrero), hubo algunas de las que se denominan «reen-
cuadradoras». Este libro contiene hermosos ejemplos de reencua-
dramiento. Veam os uno. La paciente experimentaba un persis­
tente sentimiento de culpa por haber tenido deseos de muerte ha­
cia su hermana menor; se culpaba del accidente en que esta casi
se ahoga. Para «reencuadrar» esto, Erickson le dijo: «E n todos
estos años usted se ha condenado a sí misma, ¿no es así? ( . . . )
¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún más su com ­
prensión de sí misma». (Se reencuadra la autocondena com o un
paso hacia la autocomprensión.) Y reencuadró de este m odo la
rivalidad entre las hermanas: «Cuando usted era una bebita, es­
tar celosa de Helen significaba una cosa. A hora que es adulta,
tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría usted a que
una bebita apreciara su propia valía, su propia personalidad y
sus propias necesidades, tanto que las defendiera según su en­
tender?».
En determinado momento, R ossi sugiere a Erickson que su
hipnoterapia se basa en «la catarsis y una reestructuración de
los procesos mentales del paciente». «N o es una reestructuración

11
—corrige Erickson—. U sted da al paciente una visión más com ­
pleta». Entonces Rossi puede resumir su interpretación con este
comentario: «La hipnoterapia simplemente abre paso a un punto
de vista más amplio y com pleto, y nos libera de las limitaciones
y la literalidad de la niñez». ¡Cuán lejos estam os de la creencia
de muchos terapeutas de que la hipnosis supone alguna repro­
gramación!
El tratamiento de este caso nos muestra los com ienzos de una
técnica que Jay Haley denominaría «prescribir el síntoma»: cuando
la paciente parecía lista para intentar nadar, Erickson se lo pro­
hibió. «Y o dicto mi inhibición a su acción de nadar», explica y,
hecho esto, señala: «¡P uedo cambiar mi dictado!». Por supuesto,
retiró su inhibición en la siguiente sesión.
Erickson ofrece asimismo una interesante fundamentación de
la presencia de otras personas durante la terapia: « . . E ste mie­
do, esta angustia en torno de la natación se observa en relación
con otras personas ( . . . ) U sted necesita superar algunos de estos
miedos y angustias —que se manifiestan en relación con otras
personas a quienes usted se los oculta— sacándolos a la luz para
poder darse cuenta de que uno puede vivir aun cuando otros es­
tén al tanto de ellos. Las personas nos agradan más cuando las
sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de pequeñas cosas».
Los terapeutas grupales saben esto desde hace largo tiempo, pe­
ro debem os recordar que la terapia de grupo no se practicaba mu­
cho en 1945.
A dm ito que cuando leí por primera vez el caso del «H om bre
de Febrero», tal com o se lo presenta en Hypnotherapy (Erickson
y Rossi, 1979) y Uncommon Therapy (Haley, 1973), me entusias­
mó —com o a muchos otros— la idea de que parecía ser la primera
vez que un terapeuta había m odificado realmente la historia de
un paciente. A hora com prendo que este cambio, com o muchos
otros cam bios producidos en terapia, consiste en realidad en «am­
pliar el cuadro» o expandir la percatación en el presente, y no
en el pasado. De hecho, recuerdo que Erickson solía comentar:
«La com prensión del pasado no lo cambiará». Se ha cuestionado
justificadam ente la «realidad» de la regresión de edad. Creo que
además de una «apertura» a recuerdos reales, hay en ella una parte
considerable de fantasía. Empero, la regresión no necesita ser
«real» para resultar provechosa. La simple sensación subjetiva
de ser joven puede permitirle a un paciente ver las cosas desde
perspectivas diferentes, así com o intensificar el contacto entre
él y su terapeuta y conducir a abreacciones terapéuticas.
Antes de terminar el tratamiento, Erickson ayudó a la paciente

12
a exteriorizar su hostilidad hacia él. Argum entó que esto era im­
portante porque, a menudo, los pacientes se enojan con el tera­
peuta por haberles quitado sus síntomas y puede ocurrir que ex­
presen su ira destruyendo su trabajo terapéutico. Con esto daba
otra prueba de su extrem o cuidado en mantener todos los benefi­
cios obtenidos con la terapia.
Se acerca el tiempo en que veremos más reseñas críticas de
Erickson y su obra. Aun aquellos de nosotros que fuimos «hipno­
tizados» por él evaluaremos nuestras experiencias de manera dis­
tinta con el paso del tiempo. Sin embargo, en el m omento actual,
cuando pienso en él lo hago con cariño aunque no fue una per­
sona particularmente «afectuosa» en el sentido habitual del tér­
mino. Nos trasmitía su amor y su respeto —a mí y a muchísimos
otros— «diciendo las cosas com o son». Por ejemplo, una vez le
dije que deseaba más experimentar que intelectualizar, y él res­
pondió: «Su conducta indica otra cosa. U sted prefiere más com ­
prender que experimentar». Y, en una actitud característica aña­
dió esta sugerencia a su com entario incisivo: «Pero puede intelec­
tualizar de diversos m odos». Por último, me introdujo, en trance,
en una experiencia que com binaba el pensar y el sentir, partiendo
de una inducción hipnótica que empezó así: «Por mi estilo de vi­
da, me gusta escalar una m ontaña. . . y siempre me pregunto qué
habrá del otro lado». De esta manera, presentó un m odelo de rol
que expresaba un m odo diferente de intelectualizar: por medio
del preguntarse. ¡Y sólo ahora, ocho años después, al escribir es­
te prefacio, me he dado cuenta de que hizo eso!
Para quienes hemos trabajado con Erickson, siempre habrá
mucho más que aprender de él con el repaso y estudio de su obra,
en especial las trascripciones textuales de sus trabajos y pensa­
mientos tal com o se presentan aquí. A la gran mayoría de los
lectores —para quienes este es, quizás, el primer libro, o el segun­
do, que leen acerca de Erickson— les resultará muy útil leerlo
sea rápidamente o con detenimiento. Una lectura rápida les hará
palpables las razones por las que se le ha dedicado recientemente
tanto interés. Un estudio despacioso sugerirá ideas enriquecedo-
ras para el trabajo de un terapeuta. Gracias, Ernest Rossi, por
ofrecernos este don.

Sidney Rosen, doctor en Medicina, Presidente


Sociedad M ilton H. Erickson
de Psicoterapia e Hipnosis, de Nueva York
A utor de M y Voice Will Go With You:
The Teaching Tales of Milton H. Erickson

13
Introducción
Ernest Lawrence Rossi, doctor en Filosofía

Este libro sobre el «H om bre de Febrero» va más allá del típi­


co informe de caso que encontram os en las publicaciones de psi­
coterapia. Sobrepasa las formas habituales de análisis y psicote­
rapia para centrarse en la posibilidad de facilitar la apertura de
nuevos desarrollos de la conciencia de sí y la identidad. El extin­
to Milton H. Erickson, a quien muchos consideran el hipnotera-
peuta más creativo de su generación, ideó los singulares enfoques
y técnicas documentados en este libro. La característica más nota­
ble y valiosa de este material es que constituye la única trascrip­
ción textual com pleta de un caso de hipnoterapia tratado por
Erickson al promediar su carrera, cuando su genio innovador ha­
bía alcanzado su plenitud.
Además, tenemos la fortuna de poder añadir los comentarios
detallados del propio Erickson acerca de este caso. Las quince
horas de debates grabados proporcionan una comprensión única
de su pensamiento y sus métodos.
El Hombre de Febrero es un fascinante estudio de caso que
muestra el uso de una profunda regresión de edad en el trata­
miento de una joven afectada de depresión crónica y una fobia
grave y disíuncional: un miedo al agua derivado del recuerdo trau­
ma! ico, profundamente reprimido, de haber sido responsable de
un accidente en el que su hermana menor, una beba, estuvo a pun­
to de morir ahogada. Al tratar su caso, Erickson le presta apoyo
asumiendo el papel de «H om bre de Febrero», quien «visita» mu­
chas veces n la mujer en el curso de cuatro sesiones psicoterapéu-
ticas prolongadas. En ellas, Erickson utiliza fenómenos hipnóti­
cos clásicos (p.ej., la regresión de edad, la distorsión del tiempo,
la escritura automática, la amnesia, etc.) para indagar toda la in­
fancia y adolescencia de la paciente. En el papel de «H om bre de
l el a oro», le proporciona las simientes de nuevas expansiones de
su personalidad adulta.
Es improbable que alguna vez salgan a luz otras trascripcio-
inv¡ textuales más completas de lo hecho por Erickson en esa épo­
ca Aun cuando se encontraran de algún modo, no tendríamos

15
los comentarios detallados del propio Erickson acerca de sus ac­
tos; y sin ellos es casi imposible comprender su trabajo. E ste v o­
lumen es, pues, la última vendimia de la cepa Erickson. Ya no p o­
drem os tener más sus com entarios en grado sumo esclarecedores
sobre la naturaleza humana, la apertura hacia la conciencia de
sí, la esencia del trabajo psicoterapéutico y los aspectos medula­
res de sus originales e innovadoras técnicas hipnoterapéuticas.

L a historia de este volumen

E s una larga historia, ya que el libro fue desarrollándose lenta­


mente durante más de cuarenta años. Todo empezó allá por 1945,
cuando Erickson hizo una dem ostración informal de su singular
enfoque de la hipnoterapia ante un pequeño grupo de colegas te­
rapeutas y de estudiantes,1 utilizando com o sujeto a una enfer­
mera (la «señorita S» o «Jane»), Sólo m antuvo con ella cuatro
sesiones hipnoterapéuticas, registradas taquigráficamente y en
form a com pleta por la señorita Cameron y mecanografiadas con
apenas unas pocas omisiones insignificantes. M uchos años des­
pués, en 1986, pude comunicarme con la señorita Cameron y pre­
guntarle por sus recuerdos sobre Erickson de aquella época. Res­
pondió con la siguiente carta.

Recuerdos de una secretaria, la señorita Cameron

Mientras se registra taquigráficamente una reunión, una debe con­


centrarse casi con exclusividad en su trabajo. No obstante, recuerdo ha­
ber sentido una tensión casi intolerable en el consultorio del doctor Erick­
son, en Eloise, cuando la sujeto afrontó sus sentimientos de hostilidad
extrema hacia su familia. En ese momento pensé que aquello era cirugía
emocional. La última sesión a la que asistí fue ciertamente alegre; la su­
jeto reía mucho y se la veía relajada y feliz.
El doctor Erickson fue en verdad un gran jefe. Comprendía las limi­
taciones de los demás mejor que ellos y, naturalmente, esto se traducía
en un trato considerado. Mis primeros días en su consultorio fueron me­
morables. Al parecer, no había tenido secretaria por un tiempo. En un

1 Jerome Fink, doctor en Medicina; la señora Mary Fink; el señor Beatty y


la señorita Ann Dey, amiga de la sujeto.

16
rincón había una mesa llena de libros, papeles y objetos de uso personal.
El escritorio de la taquígrafa estaba cubierto de separatas, cartas y toda
clase de materiales por contestar o archivar. Empecé a leerlos y clasifi­
carlos.
Durante los dos primeros días, el doctor Erickson sólo me dictó una
carta. Yo leía, apilaba y procuraba reducir mis preguntas al mínimo. Un
pensamiento volvía una y otra vez a mi mente: quizá me esté metiendo
en camisa de once varas. Pero al retirarse del consultorio al término del
segundo día, el doctor Erickson comentó que disfrutaría con mi colabo­
ración. Fue un momento de orgullo; me erguí en todo mi metro y medio
de estatura.
Pocos días después me preguntó si sabía dibujar. Le respondí con
franqueza que ni siquiera era capaz de trazar una recta con una regla.
Me hizo copiar una ilustración que usaba en las disertaciones para sus
estudiantes de medicina. El resultado fue un esperpento, pero él dijo que
era «adecuado» y de ahí en adelante utilizó ese dibujo. Cada vez que se
lo llevaba del consultorio, me ruborizaba hasta las orejas.
El doctor Erickson me enviaba con frecuencia a tomar taquigráfica­
mente las expresiones verbales de un paciente, que luego utilizaba para
enseñar a sus estudiantes de medicina a distinguir los diferentes tipos de
problemas mentales. Una mujer, que había sido tratada en Eloise duran­
te muchos años, hablaba sin parar con palabras sueltas o frases breves
que parecían totalmente inconexas. Era una dama menuda y encantado­
ra; me habló durante varios minutos y en ese lapso pronunció tan sólo
una oración completa: «Chase e hijo es el nombre».* Habría sido fácil
suponer que la mujer había escuchado la propaganda radial del café Cha­
se and Sanborn, una marca muy publicitada por entonces, pero el doctor
Erickson fue al meollo de la cuestión: una asistente social averiguó que
la paciente, que era soltera, había tenido un hijo muchos años atrás, en
su juventud, cuando eso se juzgaba deplorable. Fue característico del
estilo de Erickson para comprender las crisis en la vida de aquellos con
quienes trabajaba y a quienes trataba.
Las personas que venían a estudiar y trabajar con él hacían que mi
empleo resultara especialmente gratificante. Los doctores y estudiantes
de medicina que lo visitaban por entonces parecían interesarse muchísi­
mo por la hipnosis y los métodos de tratamiento del doctor Erickson,
en especial con pacientes que habían manifestado recientemente algún
problema. Cada vez que se anunciaba que daría una conferencia, el lugar
designado se colmaba de gente. Siempre que les decía a sus estudiantes
que se reuniría con ellos a tal hora de la tarde o la noche, parecía correr
la voz por todo Eloise con una rapidez que aventajaba de lejos a las seña­
les de humo o los tambores de la jungla. Era asombroso. A la hora pre­
vista, la seda se llenaba no sólo de estudiantes y gente de Eloise, sino
también de una buena cuota de desconocidos. El doctor Erickson siem­

* En inglés: « Chase and son is the ñame». (N. de la T.)

17
pre ejercía un dominio increíble sobre el gentío. Como aficionada fanáti­
ca del teatro y ex empleada teatral, me maravillo cada vez que lo recuer­
do. Si lo hubiesen visto, la mayoría de los actores se habrían puesto com­
pletamente verdes de envidia.
Uno de los pasatiempos favoritos del doctor Erickson parecía atraer
el interés de muchos visitantes. Sobre el alféizar de la ventana situada
detrás de su escritorio había un grupo de vasijas de diversas formas y
tamaños, hechas por él, cada una de las cuales contenía diferentes varie­
dades de cactus. Según explicaba él, eran excelentes plantas de interior
porque los niños no las toqueteaban.
Una cena ocasional con los Erickson siempre era un acontecimiento
grato. La señora Erickson era una anfitriona encantadora y cada hijo
poseía un estilo netamente individual. Tal vez usted esté al tanto de es­
to; de ser así, sea indulgente conmigo. Los estimulaban a trabajar y aho­
rrar. Cuando estuve en Eloise, Bert y Lance cuidaban la huerta y la fa­
milia compraba sus productos; cada chico recibía una paga por sus ta­
reas domésticas y, a fin de año, un aguinaldo equivalente a lo depositado
en su cuenta de ahorros, fuera cual fuese su monto. Esta idea me ha
parecido siempre tan estupenda, que la trasmito constantemente a los
padres jóvenes que conozco.
Trabajar como secretaria del doctor Erickson fue una oportunidad
privilegiada de observar y aprender. En verdad, marcó el cénit de mi
experiencia en oficinas. Me alegra saber que su obra recibe un reconoci­
miento tan difundido —sin duda que esto se debe en mucho a los esfuer­
zos de usted— y se convertirá en una parte importante del mundo del
mañana.

La trascripción del estudio del caso de la señorita S, m ecano­


grafiada por la señorita Cameron, descansó en paz en los archi­
vos de Erickson durante unos treinta años, hasta que él me la
dio para que la estudiara en privado cuando empecé a trabajar
con él, a com ienzos de la década de 1970. Empero, en esos prime­
ros años simplemente fui incapaz de comprender la importan­
cia del caso y por qué Erickson se refería constantemente a él
para ejem plificar tal o cual característica exclusiva de su labor.
Mi perplejidad frente a este caso se comprenderá fácilmente a
la luz de las opiniones de Jerom e Fink, doctor en Medicina, que
fue el verdadero responsable del encuentro inicial entre Erickson
y la paciente.

El trabajo de Erickson, visto por el doctor Jerome Fink


El doctor Fink fue otro integrante del pequeño grupo original
que presenció este caso de terapia; por entonces era médico resi­

18
dente. El que sigue es un informe sobre el desarrollo de la situa­
ción terapéutica:2

Fink: La paciente, la señorita S, era una estudiante de enfermería de die­


cinueve años, dotada de una inteligencia y un talento extraordinarios.
Originalmente la invité a mi casa en atención a su interés por la psiquia­
tría. El propósito de esa visita vespertina fue presenciar el comporta­
miento hipnótico y participar en él, con miras a una mejor comprensión
de la psicodinámica elemental.
Durante la conversación preliminar sobre la hipnosis, en cuya opor­
tunidad se discutieron las pautas de conducta «comunes» en estado de
trance, la señorita S dio muestras de prestar suma atención. Advertí al
punto que estaba desarrollando una trasferencia intensa y que sentía
un vivo 'deseo de ser puesta en trance. Se le dijo entonces que tendría
el honor de ser la primera sujeto.
Se le indujo fácilmente un trance profundo por el método de levita-
ción de la mano y, como disponíamos de poco tiempo, se la introdujo
con presteza en los diversos fenómenos hipnóticos. A menudo, los suje­
tos menos capaces se rehúsan a cooperar cuando no se les asigna el tiem­
po adecuado. Si el sujeto era novato, yo acostumbraba permitirle escri­
bir algo durante su primera experiencia de trance. La mayoría de los
sujetos se abstienen de escribir cualquier cosa que pueda revelar un anti­
guo conflicto; por ejemplo, suelen escribir su nombre. En cambio, la se­
ñorita S escribió «Esta maldita guerra». Para evitar una confrontación
psicodinámica prematura, se le retiró el papel y se la despertó con la
sugestión de que olvidara lo ocurrido durante ese trance. También que­
dó demostrado, para asombro de la sujeto, que era capaz de escribir auto­
máticamente. Este último hecho pronto habría de adquirir un valor adi­
cional para la paciente.
Algunos días después me encontré con la señorita S en una sala del
hospital y ella me interrogó al instante acerca de lo acontecido en su
período de amnesia. Me limité a responderle con evasivas y frases indefi­
nidas. Ella insistió en su interrogatorio, al que añadió una declaración
aparentemente inconciente de su «miedo al agua», por lo que sospeché
que este era un ruego indirecto de su inconciente que así solicitaba trata­
miento psicoterapéutico. Le hice varias preguntas, expresadas de mane­
ra tal que sólo resultaran comprensibles para su personalidad inconcien­
te, y sus respuestas confirmaron mi sospecha. Poco después me abordó
su amiga, «Ann Dey», quien me trasmitió su pedido de una segunda ex­
periencia hipnótica vespertina.
Convinimos la cita e introduje en la situación al doctor Erickson por­
que yo no pertenecía al cuerpo médico estable del hospital, sino que era
un facultativo residente, y esta joven se me había presentado inopinada­

2 Estos cdmentarios resumen lo dicho por el doctor Fink en varias conversa­


ciones mantenidas con Ernest Rossi y Margaret Ryan.

19
mente con un caso de fobia. Yo había trabajado con Milton todos los
años desde que cursé el segundo año en la Facultad de Medicina. Bajo
sus auspicios, había dado clases de hipnosis a estudiantes del último año
cuando era sólo un estudiante del penúltimo año. Milton y yo éramos
muy, pero muy unidos.
Siempre experimenté cierta necesidad de ser aceptado y adquirí una
pericia excepcional en hipnosis, probablemente por sus características
tan impresionantes, Luego, los demás empezaron a apodarme Svengali
y a temerme mucho, pues pensaban que en mi roce con Erickson él me
estaba trasmitiendo su intuición y yo podía «adivinarles el pensamien­
to». Hubo una gran agitación dentro de nuestro grupo psicoanalítico y
el mensaje fue: «Si quieres ser psicoanalista, más te valdría rechazar a
Erickson». No tengo tiempo para entrar en detalles, pero el conflicto aca­
rreó finalmente la disolución de la sociedad psicoanalítica de Detroit.
R yan: ¿Se oponían a la personalidad de Erickson o al tipo de trabajo
que hacía?
Fink: Creo que se oponían a su modo de trabajar. Era tan intuitivo. . .
Recuerdo que con ocasión de una visita que hice a la Clínica Menninger
para disertar ante un grupo de estudiantes de medicina, el jefe del cuer­
po médico me dijo que Erickson era detestablemente intuitivo. Me contó
que él se había pasado tres meses estudiando un caso; llegó a la conclu­
sión de que la paciente sufría de esquizofrenia catatónica. Durante una
visita a la clínica, Erickson la examinó treinta segundos y dijo: «Y bien,
esta muchacha es una esquizofrénica catatónica». Le pregunté cómo ha­
bía llegado Erickson a esta conclusión y él me respondió citando la expli­
cación de aquel: «Tal vez hayan advertido que esta muchacha movía in­
concientemente su pulgar desde la palma de la mano hasta la punta de
sus dedos. No sabía dónde estaban los límites de su yo. No sabía si ella
terminaba en sus codos o fuera de su cuerpo».
Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajé con Erickson como miem­
bro del cuerpo de examinadores psiquiátricos de la junta de enrolamien­
to del Ejército y vi muchísimos casos como ese. Su intuición era esplén­
dida pero, para ser sincero, no creo que en esa etapa de su carrera estu­
viera tan organizado en su vida profesional que fuera conciente de todos
los detalles que se examinan en la presentación de este caso, tal como
los discute con Rossi en el libro.
R yan: Usted cree que Erickson estaba haciendo algo que sabía hacer en
un nivel intuitivo. Después se puede discutir el hecho a posteriori desde
cualquier punto de vista teórico, pero eso no significa que Erickson lo
haya visto así en aquel momento.
Fink: E xacta m en te. Eso es exactamente lo que sucedió.
R yan: En suma, Erickson hizo mucho de lo que dijo haber hecho, sólo
que no obró así por las razones que todos imaginan p o s t hoc.
Fink: ¡Exactamente! Retrospectivamente, todos parecen tener una vi­
sión perfecta. La dificultad que sentí al leer la trascripción de este libro
fue que en muchos, muchísimos momentos, el doctor Rossi preguntaba:
«¿Usted hizo tal y tal cosa?». Y Erickson respondía: «Ajá». A mi modo

20
de ver, es muy posible que Erickson nunca hubiera considerado las co­
sas desde cierto punto de vista hasta que Rossi se lo preguntó y enton­
ces contestó que sí.
Erickson me dio esta pila de trascripciones entre el I o de julio de
1945 y el I o de mayo de 1946. (Se refiere a los originales en que se basó
ese libro.)
R yan: ¿Le parecieron representativas de lo ocurrido en las sesiones? ¿O
le parecen falseadas?
Fink: Aún no estoy del todo seguro. Hay un pasaje al comienzo de la
trascripción en que el doctor Rossi pregunta: «¿Realmente hizo estas co­
sas con un propósito preconcebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que ha­
ya hecho realmente esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y
todavía me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase
de intrincadas intelectualizaciones p o s t hoc acerca de un caso como este.
Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta evidencia que data
de hace más de treinta años. ¿Por qué me cuesta tanto creer en ella?».
Pienso que el doctor Rossi hizo bien al atreverse casi a cuestionar
al Maestro. Creo que Erickson siempre experimentó esta necesidad de
tener razón en todo momento y, en mi opinión, Rossi «daba en el blan­
co»* con su sentimiento de duda. Muchas de las psicodinámicas discuti­
das eran intelectualizaciones p o s t hoc. Erickson era un tipo excepcional­
mente intuitivo y no cabe duda de que curó a esta muchacha. Lo que
cuestiono es que lo previera de verdad todo.
Conocí muy bien a Erickson cuando él era más joven. El y Betty vi­
nieron a nuestra casa infinidad de veces, en visita social. Fui su protegi­
do durante unos cuatro años. En 1942, siendo yo un estudiante de se­
gundo año de la Facultad de Medicina, Erickson empezó a dictarnos cla­
ses sobre hipnosis. Llegamos a conocernos muy bien y, por decirlo así,
él me tomó bajo su ala.
Siempre me ha sido imposible entrar en un trance hipnótico; tengo
un bloqueo absoluto. Erickson hizo varios intentos muy serios, incluidos
uno o dos con mi consentimiento, pero por alguna razón nunca pude en­
trar en trance con él. Ignoro por qué. Supongo que tenía mucha resisten­
cia, mucho descreimiento. Llegué a ser un buen operador, pese al hecho
de no poder entrar en trance para nadie.
Este libro me parece muy meritorio, pero es preciso tomar «con una
pizca de sal» algunos de los conceptos desarrollados en él. Como ya dije,
Erickson era excepcionalmente intuitivo pero no pudo haber imaginado
todas las psicodinámicas en ese momento y en forma conciente. Nunca
había visto a la sujeto antes de la primera sesión prolongada.
R yan: ¿Es posible que a pesar de ello algunos de los conceptos desarro­
llados en este libro tengan validez? Dejando a un lado que tuviera con­
ciencia de ellos o no, aún queda la posibilidad de que los pusiera en prác­
tica en un nivel intuitivo.

* Fink hace aquí un juego de palabras intraducibie con «to be right» (tener
razón) y «to be right on» (ir derecho a, apuntar directamente a). (N. de la T.)

21
Fink: ¡Oh, de eso no hay duda! Operaba de ese modo, ¡pero creo que
era el único hombre, en todo el país, capaz de operar así!

E sta entrevista franca y atractiva con el doctor Fink pone de


relieve las limitaciones de cualquier análisis post hoc de un caso.
Simplemente no sabem os hasta qué punto el com prom iso tera­
péutico altamente intuitivo de un clínico brillante se puede com ­
prender a la luz de un análisis cognitivo posterior. De hecho, mu­
chas investigaciones de reciente data indican con firmeza que las
posteriores explicaciones racionales de «hemisferio izquierdo» son
simplemente historias tendientes a darle un sentido confortador
—sea cual fuere— a los procesos no concientes de «hemisferio de­
recho» (Gazzaniga, 1985). Aun teniendo presentes estas limita­
ciones, he persistido en mis esfuerzos por comprender el enfoque
ericksoniano.

La técnica del H om bre de Febrero

Entre 1973 y 1981 fui coautor, junto con Erickson, de varios


artículos (Erickson y Rossi, 1974, 1975, 1976, 1977, 1980) y tres
libros (Erickson, R ossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979,
1981) sobre hipnoterapia. Asim ism o, edité cuatro volúmenes de
sus artículos com pletos (Erickson, 1980). A lo largo de este perío­
do fui penetrando cada vez más en sus formas de pensar y, poco
a poco, pude comprender parte de los vastos alcances de lo que
él llamaba «la técnica del Hom bre de Febrero». En 1979 publica­
mos una versión abreviada del caso com o capítulo final de nues­
tro libro Hypnotherapy: An Exploratory Casebook. En ese ejem­
plo, puse de relieve el m odo en que Erickson había utilizado al
H om bre de Febrero para abrir el camino hacia la creación de una
nueva identidad y conciencia de sí en pacientes que, en su tem­
prana infancia, habían experimentado varios niveles de destitu­
ción. E ste enfoque im plicó un rebasamiento significativo de to­
das las formas de terapia precedentes, centradas en el análisis
y la reelaboración de problem as psicológicos a partir del pasado.
Con estos antecedentes preparatorios, estuve finalmente en
condiciones de explorar con m ayor detenimiento las cuatro sesio­
nes presentadas en este volumen. Erickson y y o grabamos unas
quince horas de com entarios sobre estas cuatro sesiones,3 exa­

3 Estas cintas magnetofónicas están disponibles, para su investigación y es­


tudio, en la Milton H. Erickson Foundation, :)60(> N. 24th St„ Phoenix, Arizona,
85016 - Estados Unidos de Nortoanióricu.

22
minando cada palabra, cada frase, cada oración, con una minu­
ciosidad reiterativa y tediosa, a fin de asegurar una comprensión
adecuada de las sutilezas de sus métodos. Otros profesionales for­
mados por Erickson (Marión M oore, Robert Pearson, Sandy Sil-
vester) participaron de manera casual e intermitente en tal o cual
sesión de comentario; hacían preguntas y aportaban sus puntos
de vista a nuestro proceso de com prensión creciente. Corregí es­
tos com entarios y, en una segunda serie de sesiones de com enta­
rio, leí la m ayoría de ellos a Erickson para que él formulara las
aclaraciones finales y diera su aprobación definitiva.
E sta versión del texto original se com pletó entre la primave­
ra y el otoño de 1979, o sea, el año anterior al fallecimiento de
Erickson. Habría sido nuestro cuarto libro escrito en colabora­
ción. Sólo necesitaba una introducción para darle una forma ade­
cuada, com o requisito previo a su publicación, pero la muerte de
Erickson en la primavera de 1980 me sumió en un estado de due­
lo y no pude mirar el original por otros och o años. Durante ese
lapso estuve ocupado en lo exterior en la sosegada tarea de coe­
ditar una serie de volúmenes sobre los seminarios, talleres y con­
ferencias de Erickson (Rossi y Ryan, 1985, 1986; Rossi, Ryan y
Sharp, 1984) y en hacer unas pocas incursiones independientes
en la psicobiología de lo que Erickson denominó la base psico-
neurofisiológica de la hipnosis terapéutica (Rossi, 19866; Rossi
y Cheek, 1988).
Pero, en lo interior, tuve una serie de sueños en los que Erick­
son siempre se me aparecía com o un m aestro de unos cuarenta
o cincuenta años. E sto era sorprendente, por cuanto sólo lo cono­
cí cuando ya era septuagenario, pero aquella era la edad que te­
nía Erickson en la época en que creó la técnica del Hom bre de
Febrero y ofreció las conferencias, seminarios y talleres que yo
editaba a la sazón. A l parecer, lo más recóndito de mi mente asi­
milaba las enseñanzas de Erickson que databan de esa etapa más
temprana de su carrera, antes de que yo lo conociera.
En 1987 pude retornar finalmente a este texto original con
una perspectiva renovada, ávido de averiguar si aún tenía senti­
do y contenía algo de valor para una nueva generación de estu­
diantes abrumada por el cúmulo de libros y artículos publicados
recientemente sobre Erickson. A medida que repasaba este testi­
monio de su pensamiento cuidadoso y matizado, me di cuenta
de que este volumen podría ser un correctivo importante para
quienes describen el trabajo de Erickson com o algo totalmente
intuitivo e idiosincrásico. Sin duda, fue intuitivo en el sentido de
que confiaba a menudo en sus asociaciones inconcientes espontá­

23
neas para iniciar la exploración psicodinámica de un caso nuevo.
H asta podría dar la impresión de haber sido idiosincrásico en al­
gunos de sus métodos poco ortodoxos de disponer «experimen­
tos de cam po» con el fin de evaluar la realidad fenomenológica
de la experiencia hipnótica. Pero Erickson siempre insistió en que
sus procedimientos verbales y no verbales destinados a facilitar
experiencias hipnóticas, preparados con esmero, eran esencialmen­
te racionales en tanto recurrían a la individualidad y a los poten­
ciales singulares del paciente. Los com entarios de Erickson con­
tenidos en este volumen son un testam ento de la profundidad y
la naturaleza innovadora de su pensamiento y su práctica tera­
péutica, con esta técnica específica que procura expandir la con­
ciencia de sí y abrir el camino hacia el desarrollo de una nueva
identidad en hipnoterapia.

24
Sesión I. Primera parte 1
Enfoques de hipnosis terapéutica

Las primeras secciones de esta presentación son muy difíciles


de apreciar cuarenta años después de su registro taquigráfico.
La mera trascripción de las palabras —sin los tonos de voz y los
ademanes que imprimían matices importantes al significado de
los chistes, acertijos y juegos contenidos en estas secciones— re­
sulta muy desconcertante. El propósito general de esta conver­
sación inicial entre Erickson, el doctor Fink y la sujeto es atraer,
motivar y comprometer la atención de ella en forma indirecta (pri­
mera etapa de la microdinámica de inducción del trance, Erick­
son y Rossi, 1976/1980) para luego despotenciar sus disposicio­
nes concientes habituales por medio de la confusión, el cambio
de los marcos de referencia, la distracción, la sobrecarga cogniti-
va y los non sequitur (segunda etapa de la microdinámica de in­
ducción del trance). Si el lector se siente confundido y abrumado
en sus intentos de hallar un sentido a estas primeras secciones,
sólo le queda el consuelo de considerar cuánto más perpleja debe
de haberse sentido la su je to . . aunque ella trata de mantener una
actitud valiente frente a la violenta embestida verbal asociativa
de la que ella es, a la vez, centro y ob jeto.2

1.0 Confusión: juegos y acertijos asociativos tendientes a iniciar


el aprestamiento para la respuesta y el proceso hipnótico

Erickson: . . . Apartándonos de las valvas de berberecho, ¿le gus­


ta Gene A utry?

1 Presentes en 1945, en esta Primera parte de la Sesión I: doctor Milton H.


Erickson, doctor Jerome Fink, señora Fink, la sujeto (también llamada «señorita
S» y «Jane») y su amiga, la «señorita Dey». Presentes en los comentarios de 1979:
doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor Marión Moore.
2 Las palabras u oraciones en negrita son recogidas en los comentarios de 1979
y 1987.

25
Fink: Por cierto que debería ser capaz de montar a caballo igual
que él.* ¿O acaso eso no tiene sentido com ún? ¡He salido con mal
pie! ¿Que si me gusta Gene A utry?
Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con un jardín?
Fink: Bueno, aporta fertilizante a un jardín.
Erickson: ¿Cóm o pasa de volteado a jardín y a Gene A utry?
Fink: Es absolutamente esquizoide.
Erickson: ¿La puede tararear? [El doctor Fink tararea Drifting
Along with the Tum bling Tumbleweed.]
Fink: Voltear. rodante planta rodadora. . . Gene Autry.
Erickson: Sí, eso es. El no está rodando. Pregunté por su jardín. . .
Gene A u try canta The Tumbling Tumbleweed.
Fink: Es una canción inolvidable.
Erickson: No es una canción. . . ¡sólo es harina de otro costal!
Sujeto: ¿¡Y yo que trataba de relacionarlo c o n . . .!? [Se bloquea,
confundida.]
Fink: Y sin em bargo se me escapó.
Erickson: E stoy muy seguro de que él no lo recuerda. Y la obser­
vación de usted debería haberle refrescado la memoria, pero su
memoria no fue refrescada. Por consiguiente, él no la oyó. [La
sujeto se acerca más a la señorita D ey.]
Fink: Bueno, esta vuelta lo perdí yo.
Sujeto: ¿Qué está haciendo ella?
Fink: Está escribiéndole una carta a una amiga.

Rossi: [En 1987]3 La sesión comienza con una conversación


aparentemente ajena al caso, en la que M ilton Erickson pre­
gunta al doctor Fink si le gusta Gene A utry (un vaquero can­
tor que gozaba de popularidad por aquel entonces).
El doctor Fink replica con vivacidad, pero sus retruécanos
acerca del sentido común y de salir con mal pie son malos.
Erickson introduce entonces un juego asociativo y pregunta
estos non sequitur: «¿Qué tiene que ver eso con un jardín?»
y «¿C óm o pasa de volteado a jardín y a Gene A utry?».
No obstante, el resultado de este primer juego de palabras
salta a la vista de inmediato en el efecto que produce en la
conciencia de la sujeto: es evidente que está confundida, pero

* El siguiente juego mental sigue básicamente estas asociaciones: «horse» (ca­


ballo) —» «horse sense» (sentido común) —> « tumble» (rodar, voltear, volcar una
carga) —» «tumbleweed» (planta rodadora de las praderas) —►«a horse o f another
color» (harina de otro costal). (N. de la T.)
3 Los comentarios escritos por Rossi en 1987 se indican con la fecha entre
corchetes: (En 1987).

26
no se da cuenta de que Erickson le provoca esa confusión in­
directamente. Se diría que Erickson ni siquiera se dirige a ella;
sabe que los escucha, pero actúa com o si sólo entretuviera la
atención del doctor Fink.
La sujeto pronto da muestras de tratar de unirse al des­
concertante juego asociativo que se desarrolla en torno de ella,
cuando exclama «¡Y y o que trataba de relacionarlo con. . .!»
y se bloquea, indicando con ello que está confundida; y este
es un estado ideal para iniciar la hipnosis, porque evidente­
mente su atención se centra en la dinámica progresiva que es­
tá iniciando Erickson y, sin embargo, necesita una orienta­
ción esclarecedora que espera recibir de Erickson o del doctor
Fink. Esta necesidad de un esclarecim iento indica que ahora
se encuentra en un estado de aprestamiento para la respues­
ta: está lista para responder mediante la aceptación de cual­
quier sugestión o sugestiones esclarecedoras. Erickson consi­
dera que este estado de aprestamiento para la respuesta es
una preparación ideal para iniciar una experiencia hipnotera-
péutica.

1.1 Preguntas, confusión, sensación de no saber y non sequitur


tendientes a facilitar la microdinámica de inducción de trance

Erickson: ¿D e qué color es eso pardo?


Sujeto: No tengo la menor idea. Lo único que sé es que eso es
pardo [brown].
Erickson: ¿Qué estudio se mencionó?*
Fink: Evidentemente un estudio en pardo.
Sujeto: M e alegra saber qué significa esa palabra.
Erickson: ¿Quién se halla profundamente ensimismado [in a brown
study]?
Fink: Yo. Es un pardo oscuro y ondulante.
Sujeto: ¿E so significa algo?
Erickson: No. Simplemente está fascinado por el sonido de las
palabras.
Señora Fink: D octor Erickson, ¿cóm o puede engañar [tell brown]?

* Aquí juegan con «study» (estudio, despacho, meditación) y la expresión


idiomática «£o be in a brown study» (hallarse profundamente ensimismado) que
podría significar «estar en un despacho pardo». Además, en la última respuesta
de la sujeto, « blocks» puede querer decir indistintamente «cuadras» o «bloqueos».
(.N. de la T.)

27
Erickson: Fue fácil hacerlo, después que me lo presentaron for­
malmente.
Fink: Fue una especie de verde bilioso.
Erickson: ¿P or qué la desafió Jerry con la escritura automática?
Sujeto: Aquí debo inventar una respuesta apropiada.
Erickson: Démosle a Jerry una ayuda excelente. ¿Cuál fue mi pre­
gunta?
Sujeto: No creo poder ayudarlo. Me perdí tres o cuatro cuadras
más atrás.
Rossi: Aunque resulte difícil seguir estos pasajes, hay un punto
sobradamente claro. La sujeto vuelve a admitir su confusión
cuando dice «M e perdí tres o cuatro cuadras más atrás». Aquí
vem os el comienzo de las cinco etapas típicas de la microdiná-
mica del trance y la sugestión (Erickson y Rossi, 1976/1980,
1979):
1. su atención ha sido centrada en los temas que usted
[Erickson] está introduciendo;
2. sus disposiciones mentales habituales han sido despo­
tenciadas y queda confundida al tratar desesperadamente de
seguir el hilo de la conversación;
3. es lanzada a búsquedas interiores creativas dentro de
su propia mente, sin que lo advierta;
4. las búsquedas interiores activan procesos inconcientes
que, a su vez,
5. establecen un estado de aprestamiento para una respues­
ta hipnótica creativa.
En este contexto, ciertamente, produce usted la primera
alusión al futuro trabajo hipnótico, cuando pregunta: «¿Por
qué la desafió Jerry con la escritura autom ática?». La sujeto
responde con perplejidad («Aquí debo inventar una respuesta
apropiada») y usted aumenta al punto su confusión presen­
tando un nuevo non sequitur acerca de ayudar al doctor Fink
y contestar su propia pregunta.
Erickson: ¡Parece que en cada vida entra una cuota de confu­
sión, y también una cuota de esclarecimiento!
Rossi: La confusión es necesaria para quebrar las limitacio­
nes aprendidas por la paciente, a fin de que lo nuevo pueda
ser acogido por su conciencia. En la siguiente sección usted
prosigue con esta técnica de desconcierto; se vale de una serie
de preguntas y formulaciones que provocan una sensación adi­
cional de no saber. A su vez, esta sensación activa los proce­
sos inconcientes de búsqueda interior que pueden suscitar la
respuesta hipnótica de la escritura automática.

28
1.2 Enigmas, acertijos y sobrecarga cognitiva; activación de los
potenciales de la sujeto; la ética de los «juegos mentales»

Fink: E ste no es un pardo cálido, ¿verdad?


Erickson: Le daré la ayuda que necesita; sólo tiene que tomarla.
A qui la tiene: San Pedro debería pescar halibut. ¿Por qué?*
Señorita D ey: Dejarem os que usted lo deduzca. Eso le dará las
pistas.
Fink: ¿M e com pletaría dos letras faltantes?
Sujeto: A hora se hace la luz. Es tan simple. . . ¿verdad?
Erickson: M e equivoqué, Jerry.
Fink: Tal vez debería ser San Andrés.
Erickson: Me equivoqué. Corregiré mi error, pero si lo hago aho­
ra revelaré seguramente el enigma.
Sujeto: ¿L o dejará seguir así?
Erickson: Algún pobre muchacho gritó desde el otro lado del des­
filadero «¿Por qué?».
Sujeto: Ahora yo también lo veo claro.
Erickson: M ary, si estás sufriendo tanto, te llevaré a la cocina
y te lo explicaré.
Fink: Por eso él es un genio y y o no lo soy.
Señorita Dey: ¿E s verdaderamente un enigma, no?
Fink: ¿Contestaría una pregunta?
Erickson: Sí.
Fink: ¿M e está dando las letras que com ponen la palabra?
Erickson: Y a he respondido a su pregunta. Me preguntó si con­
testaría una pregunta y dije «Sí». ¿A dm ite eso?
Fink: Sí, ¡vaya si lo admito! Veamos, ¿cóm o puedo decirlo de otro
m odo? ¿Cada palabra da la pista de una letra?
Erickson: ¿Creen ustedes que él trata de hacerme responder a una
segunda pregunta, ahora que ya he contestado una?
Fink: ¡A já!
Erickson: Correcto. Ahora bien, ¿cuánto se retrasó ese tren?
Fink: Unos veinte minutos.
Erickson: Pensé que usted nunca daría en la tecla.
Fink: ¡E s tan simple! ¿E so significa algo que es muy importante,
relacionado con algo que en este m om ento debería saberse?
Sujeto: ¡D ios! ¡Guau! ¡Conteste esa!

* En inglés: «Sí. Peter ought to catch halibut. W hy?». Las iniciales de las pa­
labras de la oración y la «y» de « w hy» forman casi la palabra enigma, «splotchy»
(emborronado). Erickson propone finalmente una variante que incluiría la «1» fal-
tante: «St. Peter's lady » (la esposa de San Pedro . (N. de la T.)

29
Fink: Usted la contesta.
Erickson: [Toma una tablilla con un sujetapapeles.] Pero el que
miraba era usted.
Fink: La palabra era «em borronado».
Erickson: Bien, ¿y eso qué tiene que ver con esta página?
Fink: ¡Oh, caramba!
Erickson: ¿Cóm o describiría esa página?
Fink: Quiere decirme que en todo este tiem po en que traté de de­
ducir esa palabra. . .
Erickson: Con esa oración, y o sólo le describía la apariencia de
la página; usted está todavía allí, y no aquí.
Fink: ¡No, ahora estoy exactamente allí!
Erickson: Muy bien. Y ahora, ¿qué tiene que ver eso con Ella Fink?
Fink: Supongo que am bos som os unas bestias.
Erickson: E sto fue simple.
Fink: M uy simple.
Erickson: ¿Le gustó su proceso deductivo?
Sujeto: Fue hermoso.
Señorita Dey: ¿Por qué tom ó la s y la t de saint y dejó el resto?
Fink: St. es la abreviatura de saint.
Erickson: Utilicé la form a St. Peter para recordarle el enigma.
Empecé y terminé con el recordatorio para embarullar sus pensa­
mientos.
Fink: Y o estaba siguiendo la pauta que usted había aplicado allí.
Erickson: Ahí había cuatro cosas en juego. Por eso no lo pudo
deducir. Si tan sólo se me hubiera ocurrido la oración «La esposa
de San Pedro debería pescar halibut», tal vez usted lo habría pes­
cado.
Fink: San Pedro no tenía esposa. ¡Si la hubiese tenido, reinaría
en el otro imperio!
Señorita D ey: ¿Tiene pruebas de eso?
Fink: No, y tam poco me interesa llevar más adelante esa afirma­
ción.
Sujeto: Todavía quiero conocer ese detalle de cuatro letras.
Erickson: Constantinopla es una palabra larga, ¿puede deletrear­
la? ¿«E sto» significa algo? H ay cuatro letras, ¿no es así?
Sujeto: Es tan sim ple. . . una vez que alguien nos lo ha resuelto.
Fink: E sto fue muy bueno.
Erickson: E sta noche ha trabajado con muy buena voluntad,
Jerry.
Sujeto: Por supuesto, está bromeando.
Erickson: A puesto a que no parece ser así.
Sujeto: No, no lo parece. Sin embargo, es tan com plicado. . .

30
Rossi: [En 1987] En esta sección se llega a tal grado de confu­
sión y non sequitur que uno tiene la sensación de asistir a un
juego de ping-pong mental bastante caótico. Podem os detec­
tar una sensación lúdica mientras observam os el alegre ir y
venir de Erickson entre el doctor Fink y la sujeto. En verdad,
una parte nada pequeña de su encanto residia en su costum ­
bre de contar a la gente, en m om entos cuidadosamente elegi­
dos, la técnica que empleaba para practicar los juegos menta­
les al mismo tiem po que los practicaba. Mientras ofrecía es­
tas explicaciones, su rostro solía tener una expresión más bien
dulce, pero a la vez muy alerta e inquisitiva. Como siempre,
había muchos niveles de significado en su conducta y él acos­
tumbraba observar con detenimiento aquellos que el sujeto
aprehendía.
En un nivel, se divertía de veras participando en juegos
mentales que descolocaban los procesos asociativos de las per­
sonas, llevándolos de aquí para allá por caminos que solían
ser indiscernibles para ellas. En otro nivel, estos juegos cons­
tituían una form a im portante de la experimentación de cam­
po,4 en la que exploraba la naturaleza de la conciencia de sí
y el proceso hipnótico. En un tercer nivel, sus explicaciones
aparentemente ingeniosas sobre el m odo en que manipulaba
los procesos asociativos del sujeto eran una dem ostración cla­
ra y generosa de su destreza: si el sujeto deseaba continuar
el juego, su propia expectativa y su confianza en Erickson po­
tenciarían aún más los pasos siguientes del proceso hipnótico.
E ste es un ejemplo interesante de nuestras concepciones,
todavía en elaboración, acerca de lo que podría llamarse la éti­
ca de los juegos mentales. Un principio básico de esta nueva
ética exige que el sujeto se percate de algunas de las técnicas
en uso y haya accedido a someterse al proceso con propósitos
preestablecidos.
Cuando Erickson describe cóm o «em pecé y terminé con el
recordatorio para embarullar sus pensamientos», da un ejem­
plo de lo que posteriorm ente hemos denominado amnesias es­
tructuradas:5 todas las asociaciones que vienen a la mente en­
tre el recordatorio inicial y el final tienden a perderse en una
laguna amnésica, de manera tal que el pensamiento conciente
del oyente queda confundido y despotenciado.

4 Véase Erickson (1964/1980).


5 Véase Erickson y Rossi (1974/1980).

31
Cuando la sujeto cierra esta sección, desconcertante pero
ti Iii ve/, lancinante, con el com entario «Sin embargo, es tan
«■oinplicado», admite su estado de sobrecarga cognitiva. Esta
Ni'cción i««, por cierto, un ejemplo de los extrem os en aparien­
cia irascibles y tediosos a los que solía llegar Erickson en su
empleo de enigmas, acertijos y ju egos asociativos arcanos.
Obraba así porque reconocía la importancia de confundir los
procesos mentales concientes del sujeto, y activar al mismo
tiem po aquellos procesos asociativos inconcientes que produ­
cirían el eventual trabajo hipnótico. M ás aún, Erickson afir­
mó repetidas veces que tal estado de activación interna —en
el que los potenciales del sujeto eran activados hasta un um­
bral de trabajo terapéutico— era el ideal de su técnica hipno-
terapéutica.6 Este punto de vista contrasta marcadamente con
la noción errónea, aunque todavía generalizada, de que la hip­
nosis es un estado de franquía en blanco en el que el sujeto
se convierte en un autóm ata pasivo, a merced de las sugestio­
nes y program aciones del hipnotizador.

1.3 Pregunta, insinuación y autointerrogación que convocan in­


directamente una temprana disposición de aprendizaje para faci­
litar la escritura automática

Erickson: ¿Qué le ocurre a su mano? Se alzó verticalmente de su


regazo. . . ya se acerca más al lápiz.
Sujeto: A quí una ni siquiera puede tomarse un respiro.
Erickson: Claro que puede. Inténtelo.
Sujeto: De acuerdo. Conque tom é el lá p iz. . . ¿y qué? Anoche ella
me hizo levantar y mirar el despertador. ¡Me puse tan furiosa!

Rossi: ¿Qué pasaba realmente cuando usted le preguntó qué


le ocurría a su mano? ¿Simplemente estaba elevándose en un
m ovim iento al parecer casual, y usted aprovechó la oportuni­
dad al vuelo para com entar que el m ovim iento podría indicar
que la mano se acercara al lápiz para escribir autom ática­
mente?
Erickson: Sí.
Rossi: Con sólo formular esa pregunta, con la mera insinua­
ción de que tal vez, sin darse cuenta, ella estaba haciendo un

6 Véase Erickson y Rossi (1979), capítulo 1.

32
m ovim iento inconciente hacia el lápiz, usted inicia una confu­
sión que tenderá a despotenciar su conciencia de si y allanará
el camino hacia el m odo hipnótico, dentro del cual ella debe
limitarse a esperar que se produzcan las respuestas automáticas.
Marión Moore, doctor en Medicina: E so siempre hace que el
paciente se pregunte por lo que ve el doctor Erickson sin que
él lo perciba aún.
Rossi: Sí, las preguntas que la mente conciente del paciente
no puede responder con facilidad sirven para activar procesos
inconcientes.
Erickson: Una criatura empieza a aprender en el m omento en
que oye algo: se pregunta por lo que dicen, por lo que signifi­
ca, y así sucesivamente.
Moore: Emprende una búsqueda interior para hallar un signi­
ficado a lo que se dice.
Rossi: Con este tipo de preguntas, usted además convoca una
disposición temprana que se remonta directamente a los dos
primeros años de vida.

1.4 Preguntas que evocan recuerdos; expectativa que provoca una


impresionabilidad automática

Erickson: Lo que suceda a continuación se referirá a algo ajeno


a esta habitación.
Sujeto: ¿Qué se pretende que haga?
Erickson: ¿Qué dije?
Sujeto: [Tras una pausa.] Es un lápiz muy bueno. [Silencio abso­
luto.] Siempre me deja maravillada. Qué proceso tedioso, ¿no?
Erickson: Un buen trabajo debe hacerse despacio.
Sujeto: Tendré que pedirle a él que venga a hablarles a los super­
visores. Sé lo que dirá. Dirá que sí. Es tan com plicado. . . Tanto
trabajo para arrancarle un sí. [Ella se refiere a su escritura auto­
mática.]
Erickson: ¿Qué cree que significa?
Sujeto: M e rehúso a contestar esa pregunta. No creo que signifi­
que nada.
Erickson: Se rehúsa a contestar eso. Quiere saber, ¿no?
Sujeto: Por supuesto.

Erickson: Cuando digo «L o que suceda a continuación se refe­


rirá a algo ajeno a esta habitación», con voco recuerdos que
ella no adquirió en esta habitación.

33
Rossi: ¿Esa es su verdadera intención al formular tal aserto:
convocar indirectamente recuerdos no relacionados con esta
habitación?
Erickson: Sí.
Rossi: Ella pregunta entonces «¿Qué se pretende que haga?»,
y usted responde con otra pregunta, «¿Qué dije?», que activa
una nueva búsqueda interior. E sto acrecienta la confusión y
obliga a la sujeto a interrogarse a sí misma sobre lo que usted
dijo primeramente. ¿E sto sugiere además una duda acerca de
ella misma y, de ese modo, despotencia aún más sus disposi­
ciones concientes?
Erickson: Ajá.
Rossi: Usted observa su mano con mucha paciencia, en una
actitud de expectativa interesada, esperando que haga otros
m ovim ientos automáticos. Ella com enta que es un «proceso
tedioso», pero usted lo refuerza positivamente con la perogru­
llada de que «un buen trabajo debe hacerse despacio». Ella
no puede discutírselo y, por eso mismo, también debe aceptar
la implicación de que está haciendo un «buen trabajo», que
presumiblemente culminará en la escritura automática. En­
tonces com enta con cierta impaciencia que ella sabe que todo
ese trabajo terminará en que su mano responda que sí. Usted
le pregunta qué significa eso, pero ella levanta rápidamente
una defensa: se rehúsa a responder y le niega todo significa­
do. Usted admite esta verdad vivencial de ella pero, aun así,
procura motivarla valiéndose de su curiosidad natural y le pre­
gunta: «Quiere saber, ¿no?». Al responder «Por supuesto», ella
revierte de hecho su actitud anterior de negar todo significa­
do a la escritura automática; es probable que en este momen­
to se encuentre totalmente abierta, lista para recibir un nue­
vo significado.
Erickson: Sí.

1.5 Pregunta tendiente a facilitar aún más la escritura automática

[La sujeto escribe «sí» con la lentitud y vacilación características


de la escritura automática.]
Erickson: Le haré una pregunta y usted me dará la primera res­
puesta que se le ocurra. Ese «sí», ¿es una contradicción de algo
que usted ha dicho?

Rossi: Usted no sabe realmente si este «sí» contradice algo que


ella ya ha dicho. Tan sólo inicia un nuevo proceso de búsque­

34
da interior tendiente a facilitar aún más la escritura automá­
tica.
Erickson: Sí.

1.6 Contradicción y confusión en el nivel conciente para profun­


dizar automáticamente la búsqueda interior y el estado de trance

Sujeto: Diré que no.


Erickson: E sta vez responda con una sola palabra. ¿E s una con­
tradicción de algo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha dicho?
Sujeto: Sí. E so no tiene sentido.
Erickson: ¿L o dijo fuera de aquí, en otro lugar?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Sólo lo dijo aquí?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sólo aquí?
Sujeto: No.

Erickson: El sí y el no finales se contradicen mutuamente.


Rossi: Luego, a esta altura, su mente conciente está verdade­
ramente confundida.
Erickson: ¡A sí es!
Moore: E sta confusión ahonda su búsqueda interior, la que,
a su vez, profundiza automáticamente su estado de trance.
Rossi: Casi todas las preguntas y afirmaciones que hace us­
ted, en esta sección y en la siguiente, no pueden ser contesta­
das con facilidad por la mente conciente de la sujeto. Por lo
tanto, se provoca el m odo hipnótico: su mente conciente y su
intencionalidad quedan en parte desconectadas, mientras ella
espera que las respuestas le lleguen desde las búsquedas y los
procesos inconcientes que se activan en su interior.
Erickson: Sí.

1.7 Nuevas contradicciones, confusiones y el doble vínculo con-


ciente-inconciente en la profundización del trance; respuestas afir­
mativas y negativas en dos niveles; el modo hipnótico

Erickson: Lo que ha venido diciendo, ¿es la verdad, o esa contes­


tación indica la verdad con más exactitud?

35
Sujeto: Sí. Pero usted no puede pensar en nada. Y o sólo puedo
optar entre decir sí o no.
Erickson: ¿E so se relaciona de algún m odo con un dolor desde
aquí |señala el hombro de la sujeto] hacia abajo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Se relaciona de algún m odo con un dolor desde aquí
hacia arriba?
Sujeto: No.
Erickson: ¿H a olvidado algo?
Sujeto: Sí. No me pregunte qué. No lo sé.
Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?
Sujetó: Sí.
Erickson: ¿Cree haberlo olvidado?
Sujeto: No.
Erickson: ¿L o ha olvidado?
Sujeto: Sí. No tiene sentido.
Erickson: ¿N o lo tiene? ¿Querría discutir consigo misma?
Sujeto: No mucho.
Erickson: ¿N o sería divertido?
Sujeto: Sí.
Erickson: Veam os su respuesta a esto. ¿Tiene sentido?
Sujeto: No.
Erickson: V ea lo que escribe su mano.
Sujeto: Probablemente dirá que sí.
Erickson: Ella siempre dice lo que usted no dice.
Sujeto: Las más de las veces sé lo que va a decir.

Erickson: Note la serie contradictoria de respuestas afirmati­


vas y negativas que da a mis preguntas, a partir de «¿H a olvi­
dado algo?». Primero contesta que sí y lo mismo responde a
mi pregunta «¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?»,
pero cuando continúo con «¿Cree haberlo olvidado?», dice que
no. Y o insisto: «¿L o ha olvidado?», y ella dice: «Sí. No tiene
sentido». Ella misma admite la contradicción.
Rossi: ¿Se contradice a sí misma porque está confundida?
Erickson: Sí.
Rossi: En realidad, al estudiar este pasaje con mayor deteni­
miento, me da la impresión de que su confusión podría rela­
cionarse con su captura dentro del doble vínculo conciente-
inconciente. Responde alternadamente que sí y que no a la mis­
ma pregunta, desde dos sistemas o niveles de respuesta dife­
rentes: el conciente y el inconciente. Su respuesta afirmativa
puede ser su respuesta conciente: ella sabe que su mente con­

36
den te ha olvidado algo. Su respuesta negativa a la pregunta
«¿Cree haberlo olvidado?» puede ser la respuesta de su incon­
ciente que admite no haber olvidado nada.
V istas en conjunto, su confusión, su búsqueda interior y
su escritura automática indican que la sujeto entra en el m o­
do hipnótico de responder sin intencionalidad conciente. . .
aunque usted no haya inducido un trance con ningún ritual
formalizado.

1.8 El uso de la sorpresa para allanar el centramiento y la bús­


queda interiores; la esencia de la hipnosis ericksoniana consiste
en despertar potenciales y soslayar las limitaciones aprendidas

Erickson: Podríamos interrumpir aquí. ¿Será sorprendida esta no­


che?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Quién la sorprenderá?
Sujeto: Usted.
Erickson: Yo.
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿U sted ayudará?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Alguien más?
Sujeto: El doctor Fink.
Erickson: ¿Qué dice su mano? ¿Alguien más ayudará?
Sujeto: Probablemente dirá que sí.

Rossi: U sted ha vuelto a centrarse en los procesos internos


mediante el fenómeno de la sorpresa. Ella cree que la sorpresa
vendrá de afuera, de usted o del doctor Fink. La mayoría de
los pacientes buscan las soluciones en el mundo exterior, pero
usted le da a entender que le vendrá desde adentro, cuando
le formula sutilmente una pregunta que, en realidad, es una
declaración asertiva («Usted ayudará»). Procura abrirle aún
más el acceso a un foco de atención interior, y para ello le pre­
gunta qué dirá su mano, porque la escritura automática cen­
tra su atención en respuestas que le llegan desde adentro de
su ser. . . y allí es donde se resolverá el síntoma.
Erickson: Sí. Quiero sacarle algo que lleva dentro. Como ella
no sabe qué es y y o tam poco lo sé, hago que se contradiga
y admita que otra persona podría ayudarla. E sto implica que
ella recibirá la información, venga de donde viniere: de mí o

37
de ella. En otras palabras, trato de evitar que obtenga la in­
form ación en relación con un punto de vista elegido concien-
temente. No quiero que la reciba presumiendo que proviene
del doctor Fink o de mí.
Ros si: Usted le allana el camino hacia un proceso general de
búsqueda interior que no esté influido por sus marcos de refe­
rencia concientes. La esencia de la hipnoterapia ericksoniana
no es «poner» algo en los pacientes, sino más bien evocar o
suscitar algo en ellos sin que ese algo esté influido por sus
propios marcos de referencia concientes y sus limitaciones
aprendidas. E sto es importante, porque el público en general
y muchos profesionales todavía creen que la hipnosis se usa
para controlar o programar a las personas, com o si fueran autó­
matas carentes de inteligencia.
Moore: Esa es la idea equivocada que se tiene de la hipnote­
rapia.
Rossi: El propósito esencial de la hipnoterapia es provocar res­
puestas y despertar potenciales no deformados que surjan den­
tro mismo del paciente. ¿Están de acuerdo con esto?
Erickson: ¡Sí! [.Erickson narra el caso de un investigador poli­
cial que dejó de usar el polígrafo para detectar las declaracio­
nes falsas porque podía hacerlo mejor con hipnosis: hacía pre­
guntas que 1) abarcaran todas las posibilidades de respuesta;
2) provocaran confusión; 3) tuvieran en cuenta tanto las res­
puestas negativas como las afirmativas.]

1.9 Comienzo de la búsqueda indirecta de un recuerdo traumáti­


co: «ser renuente a responder»; la intuición de Erickson como res­
puesta inconciente a señales mínimas

Erickson: Podem os interrumpir allí. Querría que usted fuera re­


nuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo en esas flores que
no le agrade?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿L o escribirá?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Conque no quiere escribir eso?
Sujeto: No.
Erickson: ¿E stá segura?
Sujeto: No debería decir que sí, pero lo haré.
Erickson: Quiero una promesa.
Sujeto: De acuerdo, se lo prometo.

38
Erickson: Si usted prometiese no tomar un ómnibus para regre­
sar a su casa, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría el ómnibus.
Erickson: Pero si lo prometiera de veras, ¿qué haría?
Sujeto: Probablemente regresaría a pie.
Erickson: Si tuviera que ir al centro de la ciudad, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría un taxi. . . o un tranvía.
Erickson: ¿Por qué preferiría tomar un taxi?
Sujeto: Los tranvías no me gustan mucho.
Erickson: ¿A lgún otro comentario en favor de los taxis?
Sujeto: Son más rápidos.
Erickson: Son más rápidos, ¿verdad? La llevan a destino mucho
antes, de m odo que al prometer no tomar un ómnibus usted ace­
leraría su viaje al centro, ¿no es así? Bien.
Sujeto: Aquí va a pasar algo.
Erickson: Ahora dejaré que el doctor Fink se haga cargo del asun­
to. Hasta ahora me hice cargo de todo. Veamos, por un rato, qué
hace él. ¿Qué cree que hará?
Sujeto: Es difícil decirlo.
Erickson: ¿Puede decirse?
Sujeto: Sí. ¡Oh, hermano!

Rossi: ¿Qué diablos se propone con ese curioso pedido de que


sea renuente a responder a esta pregunta acerca de las flores?
Erickson: Flores es la palabra importante, si hay algo en su
mente que ella haya reprimido. En general las flores son agra­
dables, ¡pero es frecuente que en algo agradable haya ciertas
cosas que a uno no le gusten!
Rossi: No com pren d o. . .
Erickson: Supongo que B etty [la esposa de Erickson] ha olvi­
dado que Roger, su perro favorito, murió. Lo quería mucho
pero no le gustó verlo muerto, de m odo que se olvidó com ple­
tamente de él.
Rossi: Conque, muy a menudo, las cosas que no nos gustan
van asociadas a otras que sí nos gustan.
Moore: Com o las espinas a la rosa.
Rossi: De m odo que usted suscita en la sujeto una disposición
a buscar algo que no le agrada. . . algún recuerdo traumático
que sea importante y precioso para ella, ¿no es así?
Erickson: Sí, es un m odo de buscar un recuerdo traumático
sin dejar que su mente conciente sepa que lo hago.
Rossi: ¡¿Este es un m odo indirecto de buscar un recuerdo trau­
m ático?!

39
Moore: Por el recurso de conseguir que la paciente haga todo
el trabajo.
Rossi: Entonces la frase sea renuente a responder es en reali­
dad una sugestión indirecta de que busque «lo reprimido».
Tiende a provocar la tercera etapa de nuestro paradigma de
la microdinámica de inducción del trance y la sugestión, o sea,
la etapa de búsqueda interior inconciente.
[En 1987] La expresión com pleta de Erickson «Querría que
usted fuera renuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo
en esas flores que no le agrade?» puede ser un ejemplo de su
increíble intuición. En efecto, com o veremos sobre el final del
caso, la sujeto ha tem ido a las flores sin percatarse de ello.
Las flores estaban asociadas a su principal problema presen­
tado: el miedo al agua.
¿Qué es exactamente una intuición? Erickson la ha descri­
to com o una respuesta inconciente a señales mínimas. Por
ejemplo, en esta situación podríam os suponer que Erickson
había captado inconcientemente una respuesta conductal mí­
nima negativa de la sujeto en relación con algunas flores que
había en el consultorio. Tal vez notó que había fruncido leve­
mente el entrecejo, que evitaba mirarlas o, quizá, que fruncía la
nariz para bloquear su aroma. Luego, el proceso inconciente
de Erickson, de naturaleza «intuitiva» y asociativa, trajo a un
nivel conciente esta respuesta mínima negativa de la sujeto
con su formulación asertiva/interrogativa; y todo ello sin que
ninguno de los dos captara aún el significado más profundo
de las flores.7
[En 1979] Milton, ¿usted ideó realmente todo esto de ante­
mano? ¿Lo planificó por adelantado, com o una técnica que
abriera el camino hacia el descubrimiento de un recuerdo trau­
m ático? ¿Sabía, en ese momento, que su problema concreto
era un recuerdo traum ático reprimido?
Erickson: No. Sólo estaba buscando.
Rossi: ¿Pero cóm o supo en ese m omento que debía empezar
a buscar un recuerdo traumático? ¿El doctor Fink le había ade­
lantado algún dato?
Erickson: No. El doctor Fink ignoraba cuál era el problema.
Simplemente barruntaba que algo andaba mal en la sujeto.
Era una enfermera de su equipo auxiliar que de vez en cuando
parecía deprimida. No era una paciente regular.

7 En Erickson (1980), vol. I, sección 2, se hallarán muchos ejemplos del modo


en que usaba Erickson las señales mínimas en la inducción de trance.

40
1.10 Concesión de que la mente candente de la sujeto gane algu­
nas batallas de menor importancia; niveles múltiples de respues­
ta y significado

Fink: ¿Y a ha decidido todo lo que se ha de decir y hacer para


el doctor Erickson?
Sujeto: No. Lo dejaré con el enigma.
Fink: ¿Quiere dejarlo con el enigma?
Sujeto: Sí.
Fink: ¿Quiere dejarme con el enigma?
Sujeto: Sí.
Fink: ¿Quiere permanecer usted misma con el enigma?
Sujeto: No.
Fink: ¿A hora tom a taxis?
Sujeto: Sí. No sé qué lógica tiene eso.

Rossi: La sujeto parece haber captado el estilo del juego y aho­


ra intenta invertir las posiciones, jugando a dejarlo con el enig­
ma a usted.
Erickson: ¡Oh, sí! Uno siempre deja que el paciente gane es­
tos juegos y lo aventaje en toda batalla de menor importancia
que pueda librar.
Rossi: Lo im portante es que el doctor Fink le hizo expresar
claramente su deseo de no quedarse con el enigma sobre ella
misma. En otras palabras, ella quiere saber aquello, sea lo que
fuere, que ha venido representando un enigma para todos. En­
tonces Fink le pregunta «¿A hora tom a taxis?». Esta pregun­
ta carecería completam ente de sentido en el nivel conciente.
En un nivel inconciente, en cambio, es probable que se asocie
con la búsqueda indirecta de un recuerdo traumático iniciada
en la sección precedente. Por eso su inconciente responde con
un sí claro e inmediato, que significa: sí, ahora avanza rápida­
mente a resolver el enigma de un recuerdo traumático. Enton­
ces su mente conciente añade una confusa pos-reflexión: «N o
sé qué lógica tiene eso».
E sta es una dem ostración estupenda de los diversos nive­
les de significado mediante los cuales usted logra sus fines
terapéuticos. En un nivel, la transacción anterior parece ser
un diálogo superficial y un tanto repetitivo, que concluye con
la pregunta sobre los taxis, aparentemente ambigua y sin sen­
tido. Empero, en otro nivel, el contenido literal del diálogo fun­
ciona com o una especie de código de los significados más pro­
fundos que de hecho se abordan. La sujeto confirma bellamente

41
este fenóm eno de los niveles múltiples con su declaración fi­
nal, que representa muy bien el conflicto que viene experimen­
tando entre sus dos interpretaciones (conciente e inconciente)
de lo que sucede en su terapia.

1.11 Confusión que facilita una inducción tradicional de sueño


hipnótico; metáfora y centramiento asociativo indirecto como me­
dios de iniciar una conversación acerca de la depresión

Fink: ¿E stá pensando en algo relacionado con Ichabod Crane?


Sujeto: No.
Fink: ¿Y eso también era un taxi?
Sujeto: Sí.
Fink: Siga adelante con eso.
Sujeto: H asta he olvidado la cuestión original.
Fink: Duérmase profundamente. Duérmase profundamente, muy
profundamente. Continúe durmiendo. Hasta puede cerrar los ojos
y sumergirse más y más. Continúe durmiendo profundamente.
Y duerma profundamente, muy profundamente, muy sumergida
en un sueño muy profundo. Para poder dormirse mucho más pro­
fundamente todavía, puede bloquear todo salvo la voz del doctor
Erickson, la mía y la de usted. Sumérjase en un sueño cada vez
más profundo. Continúe durmiendo profundamente, profundamen­
te. Duérmase fácilmente, profundamente. Sumérjase en un sue­
ño aún más profundo, más profundo, más profundo, y proteja ese
sueño. Simplemente duerma a su m odo, así podrá realizar todo
cuanto quiera realizar. Y duerma sosegadamente, confiadamen­
te, muy relajada. Profunda, profundamente dormida. Afiance ese
sueño. Siga durmiendo más y más profundamente.*
Erickson: Y siga durmiendo m uy profundamente. M uy profun­
damente, muy profundamente dormida. Quitaremos este lápiz,
así podrá dormir más profundamente aún y sentirse más cóm o­
da. Y quitaremos esta hoja de papel graduado para que usted
pueda dormir más profundamente aún. Y usted se duerme con
un propósito. Y usted cumplirá ese propósito de una manera có­
moda. Y usted se dormirá en verdad profundamente, para que
sólo pueda oírnos al doctor Fink y a mí, tan sólo con una vaga

* El doctor Fink se vale aquí del efecto fonético adormecedor de las íes largas
en las palabras «sleep» (dormir, sueño), «deep» (profundo) y sus derivados; lo mis­
mo hace después el doctor Erickson. (N. de la T.)

42
comprensión de que todo está bien y seguirá estando bien. ¿Es
agradable?
Sujeto: Sí.
Erickson: Si le hablo al doctor Fink no la molestaré, ¿verdad?
Sujeto: No.

Rossi: ¿Qué significa la pregunta sobre Ichabod Crane?


Erickson: Era un personaje temible y deprimente, que vestía
ropas oscuras. A l mencionarlo, introducim os una posible ma­
niobra para que ella se abra y hable de su depresión.
Rossi: Ese es un ejem plo de centramiento asociativo indirec­
to. Luego se asocia a Ichabod Crane con la m etáfora de los
taxis, al preguntarle «¿Y eso también era un taxi?». A l res­
ponder que sí ella confirma en realidad que se acerca rápida­
mente a su área de problemas.
Erickson: Sí. También es un medio de confundirla; al cabo ad­
mite «H asta he olvidado la cuestión original».
Rossi: Cuando admite haber olvidado la cuestión original, se
halla evidentemente en un estado de perplejidad pero de pre­
disposición a la respuesta. A l parecer, el doctor Fink no pue­
de dejar pasar la oportunidad y de repente, con el entusiasmo
propio de un bisoño, inicia una inducción hipnótica enérgica
y directamente tradicional, diciendo a la sujeto que se duer­
ma. Parece paradójico que todas las secciones precedentes se
hayan demorado en unos preparativos tan cuidadosos y com ­
plejos para activar sus procesos asociativos, tan sólo para que
ahora se haga exactamente lo contrario y se le pida de mane­
ra abierta que se duerma. Sin embargo, la paradoja se resuel­
ve si admitimos que, para usted, el sueño sólo es una m etáfo­
ra más (y una sugestión indirecta) que induce a la conciencia
a abandonar su intencionalidad autorrectora y da mayor li­
bertad al inconciente para expresar los procesos asociativos
que usted activaba.

1.12 La directiva implícita y una señal conductal involuntaria de


trance profundo: despotenciación de la resistencia de la paciente
que se consigue diciéndole « Usted lo hará, ¿no?»

Erickson: Creo que debería limitarse a seguir durmiendo para sí


unos pocos minutos más, hasta que sienta realmente dentro de
sí que duerme en forma satisfactoria para usted, para el doctor
Fink y para mí. Y usted lo hará, ¿no? Simplemente siga durmien­

43
do profundamente. Cuando usted sienta que en verdad está pro­
fundamente dormida, su mano derecha se elevará para hacérme­
lo saber. Y su mano se está elevando, ¿no es así?
Sujeto: Sí.

Rossi: U sted utiliza una directiva implícita para señalar que


su mano derecha se elevará cuando ella esté «profundamente
dormida». Usted suele valerse de alguna señal involuntaria de
esta índole para obtener la prueba de que la paciente respon­
de a sus sugestiones y se encuentra preparada para el paso
siguiente. Cuando ella reconoce que «en verdad está profun­
damente dorm ida», en realidad indica que coopera con usted
y, presumiblemente, está lista para recibir la sugestión si­
guiente.
Erickson: Sí, aquí hay un uso de esa frase que elaboré con su­
m o cuidado: «Y usted lo hará, ¿no?».
Rossi: ¿Por qué la elaboró con tanto esmero?
Erickson: No quiero que ella diga no. Si le parece que debería
pronunciar la palabra no, no puede hacerlo porque ya la dije
yo y, al decirla, se la quité.
Rossi: U sted ha despotenciado cualquier no —cualquier nega-
tividad o resistencia— que ella pueda haber experimentado en
relación con usted y con lo que usted le presentaba. En ese
momento, ¿tuvo la sensación de que era una sujeto resistente?
Erickson: No, pero ella vacilaba.

1.13 La escritura al revés y la invertida allanan el camino hacia


una disposición mental a hacer y una nueva disposición a apren­
der: la metáfora de acción

Erickson: ¿Le gustaría aprender a m over su mano con rapidez?


M e agradaría hacerle practicar un m ovim iento suelto, fácil y có­
modo de la mano. Es muy fácil, ¿no? Ahora suponga que me mues­
tra cóm o hacer otros m ovim ientos de la mano con facilidad y co­
modidad. Y ahora, movimientos de los dedos. ¿Alguna vez se quita
el anillo? Ahora siga durmiendo, pero quíteselo y póngaselo des-
lizándolo por el dedo. N o se lo quite del todo, tan sólo hasta la
mitad del dedo. Ahora vuelva a deslizarlo a su sitio. A hora puede
m over ambas manos con soltura, facilidad y com odidad. Y ahora
otra c o s a . . puede tom ar este lápiz y escribir el día de su naci­
miento. No escriba el año, sólo el día. M uy bien. Ahora escríbalo
al révés. Es una tarea bastante difícil para ejecutarla tan rápida­

44
mente. ¿L o hace a menudo? ¿Le gustaría hacer otro ensayo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Vea si puede escribir eso en form a invertida. Lo hizo
muy bien, ¿no? ¿E s la primera vez que lo intenta? U sted no sabía
que podía hacer eso, ¿verdad? Ahora le pasaré el lápiz a la otra
mano; escriba al revés el día de su nacimiento. M uy bien. ¿Cree
que realmente podría escribirlo más rápido? Le daré una ayudi-
ta. Ponga este lápiz ahí y ese otro allí y empiece a escribir con
ambas manos. Lo ha hecho verdaderamente muy bien. ¿Le gus­
taría ver esto luego de que la despierte? De acuerdo, retiraremos
esta hoja. De paso, usted no sabe cuál es, puesto que no tenía
los ojos abiertos. ¿E stá bien así?
Sujeto: Sí.

Rossi: ¿Por qué la inicia en estas tareas extrañas, com o eso


de escribir al revés y en form a invertida?
Erickson: E stoy introduciendo una determinada disposición
mental a hacer.
Rossi: ¿Una disposición mental a hacer algo insólito? ¿Una
nueva disposición exploratoria para aprender?
Erickson: Sí. Pruébelo ahora mismo. [Erickson le hace tomar
un lápiz con cada mano y escribir simultáneamente al revés
y al derecho. Rossi acaba por echarse a reír al comprobar la
sensación peculiar y curiosa que le provoca todo aquello: se
pregunta qué vendrá después, y experimenta cierta necesidad
de recibir más directivas de Erickson.]
Rossi: E stá despotenciando sus esquemas mentales habitua­
les al proporcionarle la experiencia física de escribir de una
manera totalmente diferente de la consuetudinaria. Escribir
al revés y en form a invertida es, en verdad, una especie de
metáfora de acción para aprender a pensar de formas diferen­
tes. Para eso vienen los pacientes a la terapia: para salirse de
sus limitaciones aprendidas y desarrollar nuevas pautas de
vida. Pero, ¿de dónde sacó la idea de inducir en los pacientes
una nueva disposición exploratoria para aprender?
Erickson: Se me ocurrió en la escuela primaria.
Rossi: ¿P or las preguntas que se hacía sobre la operación de
sus propias sensaciones y percepciones?
Erickson: En parte, pero también por la sencilla razón de que
noté que algunos chicos escribían con la mano derecha y otros
con la izquierda . . y eso me hizo pensar.

45
1.14 Comunicación en dos niveles: sugestión pos-hipnótica de fas­
cinación, responsabilidad y alivio ante lo que acongoja; reencua-
dramiento de un trauma por medio de tareas estructuradas

Erickson: ¿Cree que sería fascinante para usted que, una vez des­
pierta, se devane los sesos acerca de esto y descubra lo que escri­
bió cada mano? Insertaremos la hoja aquí, al final de este bloc,
y su tarea será simplemente tener presente que ha de recordarme
que le traiga a colación el tema más adelante. Usted puede asu­
mir esa responsabilidad. Si y o lo olvidara, usted se encargará de
recordármelo, ¿no? ¿A hora está durmiendo profundamente?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Empieza a tener la impresión de que podría llevar a
cabo su propósito, del mismo m odo en que escribió enero al revés
y con las letras invertidas? Es toda una tarea, ¿no? Y, en verdad,
usted puede comprender muchas más cosas durante su sueño que
cuando está despierta, ¿no es así? Y se sentirá cóm oda con ello,
¿no? ¿N o le resulta agr.adable sentirse cóm oda con ello? ¿Sentir­
se cóm oda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está
despierta?

Erickson: Ahora la oriento para que asuma la responsabilidad


por sus propias producciones, que serán para ella un enigma
fascinante cuando despierte.
Rossi: Usted utiliza una com unicación de dos niveles: en uno
le habla de su ejercicio de escritura manual; en el otro, de la
fascinante recuperación de su recuerdo traumático, por el que
ahora puede responsabilizarse. Si hubiere algún olvido, será
de usted y no de ella («Si y o lo olvidara, usted se encargará
de recordármelo»).
Erickson: Sí. En mis comentarios finales —«¿Empieza a tener
la impresión de que podría llevar a cabo su propósito?» y «¿N o
le resulta agradable sentirse cóm oda con ello? ¿Sentirse có­
moda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está des­
pierta?»— le estoy diciendo que puede estar tranquila con res­
pecto a ese recuerdo traumático.
Rossi: U sted reencuadra el trauma, lo trasform a de algo que
debe mantenerse sepultado y olvidado en algo que ella puede
recordar con la misma tranquilidad con que aprendió una nue­
va manera de escribir.

46
1.15 Conversión de lo negativo en positivo: despotenciación de
las limitaciones aprendidas y microdinámica del trance; la opo­
sición de proceso y contenido es la esencia del enfoque erickso-
niano

Erickson: Ahora bien, ¿recuerda aquel sí escrito cuando estaba


despierta? ¿Sabe a qué se refería?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Le gustaría adivinarlo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿D ijo que no?
Sujeto: Sí.
Erickson: M uy bien. ¿H e de decirle lo que tenía y o en mente?
Sujeto: Sí.

Erickson: Fíjese en esta serie de respuestas, en la que dos ne­


gativas se convierten en un «sí» cuando pregunto «¿D ijo que
no?».
Rossi: ¿Realmente hizo estas cosas con un propósito precon­
cebido? ¡¿P or qué?! ¡No puedo creer que haya hecho realmen­
te esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y todavía
me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase
de intrincadas intelectualizaciones post hoc acerca de un caso
com o este. Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta
evidencia que data de hace más de treinta años. ¿Por qué me
cuesta tanto creer en ella? [La incredulidad de Rossi hace reír
largo y tendido a Erickson y Moore.] Quizá cuesta tanto creerlo
porque la mayoría de los terapeutas todavía centran más su
atención en el contenido de lo que se dice que en utilizar los
procesos de la dinámica mental com o lo hace usted aquí. Pa­
rece casi de un pensar concreto creer que dos negativas con­
vertidas en una respuesta positiva mediante un cambio de sig­
nificado tengan significaciones de la índole que usted sugiere
aquí. ¿Cuál es el propósito de esta conversión? ¿E stá despo­
tenciando una vez más alguna resistencia negativa, o qué?
Erickson: A l término de la siguiente sección, verá que ella ad­
mite que no comprende concientemente pero sí comprende in­
concientemente.
Rossi: ¡¿A l convertir estas negativas en una respuesta positi­
va la predispone realmente a aceptar esto?! Es muy caracte­
rístico de su técnica. La paciente acaba por reconocer que lo
inconciente sabe más, que lo inconciente es la sede de la reso­
lución del síntoma y el cambio (Erickson y Rossi, 1979). De

47
este modo, se despotrncian las disposiciones concientes de la
paciente y sus Utnihicioncs aprendidas, y la microdinámica de
la búsqueda intvrior y los procesos inconcientes intervienen
para facilitar una respuesta hipnótica.

1.1 (i Inducción de trance por asociación sin percatación: compren­


sión inconciente; trances sutiles en varios niveles y fenómenos
de trasferencia

Erickson: Cuando estaba despierta, ¿creía que nunca había sido


hipnotizada? ¿A lguna vez tuvo esa creencia? Procuré formular
mi pregunta de manera tal que usted la comprendiera inconcien­
temente. ¿T uvo alguna vez esa sensación?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y eso le está doliendo desde aquí hacia arriba?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿L o com prendió concientem ente?
Sujeto: No.
Erickson: ¿L o com prendió inconcientemente?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Le m olestó que y o lo supiera?
Sujeto: No.
Erickson: Ahora le pediré al doctor Fink que trabaje un poco más
con usted. ¿Le parece bien que le hable en su presencia?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y que él me hable?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿U sted escuchará?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Podría no escuchar?
Sujeto: Sí.
Erickson: Suponga que nos escucha y, si la conversación resulta
carente de interés, no nos presta atención. No es preciso que preste
atención, ¿verdad? Pero puede hacerlo si lo desea. M uy bien. [Di­
rigiéndose al doctor Fink.] ¿Qué piensa usted acerca de la reo­
rientación?
Fink: Pensaba en la reorientación mediante el establecimiento de
actitudes correctas.
Erickson: [Dirigiéndose a la sujeto.] ¿Sabe de qué hablábamos?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué le pareció eso? ¿E stá bien?
Sujeto: Sí.

48
Rossi: A l preguntarle «Cuando estaba despierta, ¿creía que
nunca había sido hipnotizada?», ¿hubo una nueva inducción
de trance que no percibi?
Erickson: Bueno, si ella ha estado en trance, va a estar en
tran ce.
Rossi: ¿Eh?
Moore: Cuando los pacientes han estado en trance con usted,
sea de manera formal o informal, toda vez que vuelvan a tra­
bajar con usted estarán parcialmente en trance. Cuando dan
respuestas de esta clase, es indicio de que están en un trance
de segundo o tercer nivel, o com o quiera usted definirlo. Des­
pués que se hubo inducido un trance entre M ilton y ella, bas­
ta presentar estas preguntas desconcertantes para reinducirlo.
Rossi: Com prendo. . ¡no puede dejar de machacarme cons­
tantemente la cabeza con eso! [Risas prolongadas.] Una vez
que un terapeuta estuvo asociado con la conducta de trance
de un paciente, en adelante siempre habrá cierta asociación
entre ese terapeuta y el previo estado alterado de trance del
paciente. El terapeuta puede reinducir el trance indirectamente
con sólo emplear el mismo tono de voz, modo, curso del inte­
rrogatorio, o lo que sea, con miras a volver a provocar ese tran­
ce anterior por asociación. El paciente puede percatarse o no
de estos trances ulteriores. A menudo son tan sutiles o m o­
mentáneos que pueden pasar totalmente inadvertidos tanto
para el terapeuta com o para el paciente, a menos que pesqui­
sen con cuidado los indicadores de microtrances. Estas expe­
riencias de trance de segundo y tercer nivel, sutiles e intermi­
tentes, pueden servir de base a toda clase de reacciones de
trasferencia y contratrasferencia mal entendidas entre el te­
rapeuta y su paciente, precisamente a causa de la falta de per-
catación.8

1.17 Puente afectivo, disociación, enigmas y juegos mentales ten­


dientes a iniciar una disposición a la regresión de edad

Erickson: Me gustaría que recordara exactamente lo que sintió


la primera vez que escribió «enero» para mí. Quiero que lo recuer­
de en form a tan vivida que parezca que lo escribe en este preciso

8 Para un panorama detallado de los muchos signos conducíales indicadores


de estos trances sutiles y momentáneos, que pasan inadvertidos para la mayoría
de nosotros, véase Rossi (1986a).

49
instante. Recuérdelo hasta que pueda sentir que sus manos escri­
ben hasta que sienta que sus manos escriben. Continúe sin­
tiéndolo con la misma certeza con la que sabe dónde está ahora,
y sabe también que hay muchas otras cosas que puede hacer, co­
mo hace esa. [La sujeto escribe.] Fue una experiencia placentera,
¿no?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y hacerlo con la mano derecha, y con la izquierda, y
en forma invertida, no fue com o escribir simplemente el día de
su nacimiento, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Fue com o si estuviera haciendo una tarea. Durante su
experiencia han sucedido muchas otras cosas que puede repasar,
y puede hacerlo a m odo de tarea, ¿no es así? Como una tarea que
es preciso llevar a cabo, examinar, comprender e interpretar pos­
teriormente. ¿N o es así? Ahora bien, esta noche participé en un
juego con el doctor Fink basándome en esa frase que compuse.
Los enigmas fueron un ju ego agradable, ¿no? En nuestra propia
experiencia hay muchos enigmas, ¿no es cierto? Querría sugerir­
le que vea en ellos unos enigmas que procurará resolver por di­
versión y con satisfacción, y que luego descubra lo simple que
es el acertijo y la satisfacción que produce su resolución. Ahora
bien, la otra noche olvidó muchas cosas. Se olvidó de marzo de
1945, de febrero de 1945, de enero de 1945 y hasta de diciembre
de 1944, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Podría hacerlo otra vez, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y podría hacerlo de manera muy, pero muy completa,
¿no es cierto? Y aun al reflexionar sobre eso le resulta un poco
nebuloso, ¿no? Eso la mueve a preguntarse quién soy yo, ¿no es
así?
Sujeto: Sí. .

Rossi: Usted comienza esta sección pidiendo a la sujeto que


recuerde lo que sintió la primera vez que escribió «enero» pa­
ra usted, o sea que utiliza un puente afectivo (Watkins, 1949)
para llegar hasta un recuerdo reciente con el fin de iniciar una
disposición a la regresión de edad. A bre el camino hacia esa
regresión de edad poniendo en marcha un proceso disociativo
por medio de la escritura invertida y con ambas manos, de
manera tal que «no fue com o escribir simplemente el día de
su nacimiento, ¿verdad?». A socia esto con los enigmas y acer-

50
tijos del com ienzo de la sesión, a fin de introducir en la situa­
ción una nueva confusión despotenciadora junto con la «di­
versión y satisfacción» por resolver un acertijo (que consis­
tirá, para la sujeto, en comprender la dinámica de su propia
psique).
Cuando le dice «A hora bien, la otra noche olvidó muchas
cosas», ¿se refiere de manera implícita a una sesión anterior
a esta?
Erickson: Si. Lam ento no haberlo llevado cronológicamente.
[Se refiere a un registro com pleto de las sesiones.]
Rossi: De acuerdo. Lo im portante es registrar con exactitud
lo ocurrido para que nuestros lectores comprendan que usted
y la sujeto mantuvieron una reunión previa no registrada. Co­
mo esta sujeto no era una paciente común, la primera vez que
la vio probablem ente ni se le ocurrió que haría con ella un tra­
bajo hipnoterapéutico tan significativo. En verdad, le estamos
agradecidos por haber contado con una taquígrafa en esta se­
gunda reunión.
Usted continúa después con la acotación «Y aun al refle­
xionar sobre eso le resulta un poco nebuloso», lo que despo­
tencia todavía más sus disposiciones limitativas concientes y
la impele a una búsqueda interior. Termina dándole un indicio
bastante enigm ático («Eso la mueve a preguntarse quién soy
yo») que ahonda la búsqueda interior al par que le señala un
rum bo y una expectativa específicos. En efecto, usted ha es­
tablecido todas las bases para la primera regresión de edad y
la presentación del Hom bre de Febrero, que ocurre en la si­
guiente sección.

51
Sesión I. Segunda parte 1
Creación de la identidad del Hombre de Febrero

1.18 Presentación del Hombre de Febrero. Primera etapa: diná­


mica de la regresión de edad

Erickson: Pero, de un m odo u otro, usted se dará cuenta de que


está segura y a salvo, de que hay alguien a quien usted conoce,
en quien puede confiar y a quien puede reconocer, que estará con
usted; puede hablar con él y estrecharle la mano. Y usted apren­
dió a estrechar la mano cuando era muy pequeña. Veía a la gente
grande estrecharse las manos, ¿no es así? Es tremendamente di­
fícil recordar la primera vez que los vio hacer eso y comprendió
qué era. Es tremendamente difícil recordar la primera vez que
estrechó la mano de alguien. Es muy difícil recordar eso, el día
siguiente a aquel en que estrechó por primera vez la mano de al­
guien. Si olvida un m ontón de cosas que le han sucedido desde
la primera vez que estrechó la mano de alguien, en verdad se acer­
cará cada vez más a ese recuerdo, ¿no? A hora querría que usted
adivinara algo. ¿Cree saber en qué mes estam os?
Sujeto: En febrero. [En realidad, están en marzo. Como se verá
en las secciones siguientes, la señorita S ha regresado a un punto
de su temprana infancia.]

Erickson: Tan sólo con hablarle de la primera vez que estre­


chó la mano de alguien se inicia una búsqueda inconciente de
ese recuerdo, aunque no llegue hasta su conciencia. Esta bús­
queda interior facilita por sí sola el proceso de regresión de
edad que estoy estructurando.
Rossi: U sted admite después lo difícil que es «recordar la pri­
mera vez que estrechó la mano de alguien». Es probable que

1 Presentes en 1945, en esta Segunda parte de la Sesión I: doctor Milton H.


Erickson, doctor Jerome Fink, la sujeto (también llamada «señorita S» y «Jane»)
y su amiga, la «señorita Dey». Presentes en los comentarios de 1979: doctor Mil­
ton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi, doctor Marión Moore, doctor Robert
Pearson y un visitante no identificado.

53
este comentario haya provocado en la sujeto una respuesta
afirmativa interna. También ella debe reconocer que «es muy
difícil recordar ( . . . ) el día siguiente a aquel en que estrechó
por primera vez la mano de alguien». Por lo tanto, a esta altu­
ra ella ya tiene una fuerte disposición afirmativa.
Erickson: Con esa búsqueda de recuerdos tempranos la pre­
dispongo a una regresión de edad.
Rossi: Luego, añade la sugestión crítica para la regresión de
edad: «Si olvida un montón de cosas que le han sucedido des­
de la primera vez que estrechó la mano de alguien, en verdad
se acercará cada vez más a ese recuerdo, ¿no?». Esta suges­
tión crítica emana en forma natural de las que la precedieron
y ratifica el fenómeno de disposición afirmativa. Incluso, su
lógica inherente es indiscutible: ella realmente «se acerca más
y más» a ese recuerdo, porque todas las amnesias que ha teni­
do desde la primera vez que estrechó la mano de alguien se
convierten, de manera efectiva, en lagunas de su memoria. Se
produce una verdadera contracción del tiempo hacia un nivel
de edad más temprano y, como veremos en la próxima sec­
ción, la paciente se encuentra en un estado de regresión de
edad.
La dinámica de regresión de edad, tal como la muestra es­
ta sección, es pues, algo más que el simple hecho de poner a
la sujeto en estado de trance y decirle que tendrá menos años
de edad. Usted sigue una secuencia compleja, cuya descrip­
ción aproximada sería esta:
1. Pone en marcha las dos primeras etapas de la microdi-
námica del trance cuando acapara la atención de la paciente
y despotencia sus disposiciones mentales habituales. Usted
sabe que esas etapas han sido activadas en el momento en
que ella manifiesta una extrema atención de respuesta: sigue
sus sugestiones de manera tan completa que se contradice a
sí misma sin percatarse siquiera de ello.
2. Tiende un puente afectivo hacia los recuerdos tempra­
nos por medio de tareas desconcertantes que convocan una
disposición temprana a aprender.
3. Formula preguntas que (a) no pueden ser contestadas
por la mente conciente de la sujeto y (b ) la orientan todavía
más hacia los aprendizajes y recuerdos de su niñez más tem­
prana (p.ej., recordar la primera vez que estrechó la mano de
alguien).
4. Luego viene la sugestión crítica, mediante la cual usted
equilibra cuidadosamente procesos opuestos; es lo que en un
trabajo anterior denominamos aposición de contrarios (Erick-
son y Rossi, 1979). Usted pone de relieve todo lo que ella ha
olvidado desde la primera vez que estrechó la mano de alguien
y, paradójicamente, esto la acerca más y más a un recuerdo
temprano. Aprovechando el precario equilibrio de su estado
mental, usted utiliza todos sus olvidos para activar súbita­
mente un recuerdo temprano y una regresión de edad.
Si damos por sentada la existencia de una disposición men­
tal que controla la recordación y el olvido, podemos decir que
usted ha hallado un medio de activarla. Lleva el mecanismo
del proceso de recordación-olvido a un estado naciente de apres-
tamiento para la respuesta y lo descarga súbitamente, encau­
zándolo por el canal de su sugestión. En esto radica la esencia
de la sugestión hipnótica: se despotencian las disposiciones
mentales habituales de un sujeto (o sus limitaciones aprendi­
das) a fin de poder activar ciertos mecanismos mentales (un
estado naciente de aprestamiento para la respuesta) y descar­
garlos por un canal de sugestión. Es un procedimiento mucho
más complejo que la simple sugestión directa utilizada en el
pasado. Fue la notoria falta de confiabilidad de que adolecía
esta última la que movió a muchos psicólogos a dudar de la
validez de la regresión de edad como auténtico fenómeno hip­
nótico. Aunque la técnica que usted aplica impone al opera­
dor unas exigencias enormemente mayores, quizá conduzca
a resultados más confiables una vez que otros terapeutas ha­
yan aprendido a usarla.
Me pregunto si existe algún modelo neurológico que pue­
da ayudarnos en este trabajo. ¿Cree que el enfoque holográfi-
co de Karl Pribram (1971) puede encerrar algunas posibili­
dades?
Erickson: Sí, pero no estoy suficientemente informado acerca
de él.

1.19 Segunda etapa en la creación de la identidad del Hombre


de Febrero: el terapeuta procura orientarse dentro de la regresión
de edad de la paciente

Erickson: ¿En qué año estamos? En febrero de 1929, ¿no es así?


Sujeto: No lo sé. [De aquí en adelante habla con voz infantil.]
Erickson: No lo sabes.
Sujeto: No.
Erickson: ¿Te importa?

55
Sujeto: No.
Erickson: ¿Te gustaría averiguar en qué año estamos? ¿Sabes es­
cribir?
Sujeto: No.
Erickson: ¿No sabes escribir?
Sujeto: No.
Erickson: Pero sabes hablar, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Pero el mes es febrero?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y sabes cómo sabes que es febrero?
Sujeto: No.
Erickson: Yo lo sé. Sé cómo sabes tú que es febrero. ¿Te lo diré?
¿Te lo diré ahora mismo o esperaré hasta más adelante? ¿Te gus­
taría saberlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Estamos conversando, ¿no es así? ¿Sabes quién soy?
¿Conoces mi voz?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Me conocerías si abrieras los ojos y me miraras?
Sujeto: No lo creo.

Rossi: Basándose en el trabajo anterior, usted conjeturó que


la sujeto había regresado a febrero de 1929, pero ella no puede
confirmarlo porque ha regresado a una edad en la que aún no
sabe escribir y ni siquiera sabe cómo sabe que el mes es febre­
ro. Por consiguiente, aunque usted tuvo cierta participación
en la provisión de señales que facilitaran la regresión de edad,
no ejerció control alguno sobre el período exacto al que ella
regresó. Fue una opción exclusiva de la paciente, ¿no es así?
Erickson: Sí.
Rossi: La realidad de su regresión de edad se confirma aún
más cuando ella niega conocerlo a usted o reconocer su voz.
Usted ha prolongado el primer indicio de cambio de identidad
en usted mismo (proporcionado en la sección 1.17: «Eso la mue­
ve a preguntarse quién soy yo») y ha pasado a la primera eta­
pa crítica: borrar su verdadera identidad. Aun siendo todavía
frágil, este anonimato recién establecido le abre un amplio es­
pacio para empezar a explorar y reforzar la regresión de edad
de la sujeto.

56
1.20 Tercera etapa en la creación de la identidad del Hombre de
Febrero: se establece una relación agradable; la dinámica vocal
y la exploración de la regresión de edad mediante objetos reales
y juegos

Erickson: No habrá problemas por eso, ¿verdad? Por el tono de


mi voz, puedes suponer que probablemente me querrás mucho.
Ahora pondré tu mano sobre tu regazo, así. Y pondré allí dos co­
sas: una entre el meñique y este dedo, y otra entre este dedo y
este otro dedo. Ahora quiero que me digas qué son las cosas ama­
rillas que ves sobre tu mano. Tendrás que abrir los ojos, ¿no?
Sujeto: Sí.
Erickson: Abre los ojos y dime qué son las cosas amarillas que
ves ahí.
Sujeto: [Abre los ojos.] Parece oro.
Erickson: Señálalo con tu mano izquierda. ¿Y ves alguna cosa
ahí? ¿Qué es?
Sujeto: Anillo.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa amarilla ahí?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Hay allí algo de plata?
Sujeto: No sé distinguir la plata del oro.
Erickson: ¿Esto es plata?
Sujeto: Creo que es oro.
Erickson: ¿Y esto?
Sujeto: Es oro.
Erickson: ¿Qué son esas cosas?
Sujeto: Lápices.
Erickson: ¿Cómo lo sabes?
Sujeto: [Con una voz más manifiestamente infantil.] P ues. . .
Erickson: ¿Ahora sabes cómo sabes que es febrero?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Quieres que te lo diga? ¿Qué sucedió el mes pasado?
Sujeto: Abuelita se fue a su casa.
Erickson: ¿Qué te sucedió a ti el mes pasado?
Sujeto: Solamente me quedé aquí.
Erickson: ¿Pero qué me dices de tu cumpleaños?
Sujeto: Tuve un cumpleaños.
Erickson: Eso fue el mes pasado, ¿no? ¿Y en qué mes tienes un
cumpleaños?
Sujeto: En enero.
Erickson: Puedes ser rápida para comprender las cosas, ¿verdad?
Sujeto: A veces.

57
Rossi: Usted emplea ese modo de hablar suave y agradable
que utiliza la gente cuando trata con amabilidad a un niño.
Naturalmente, eso tiende a reforzar el estado de regresión de
edad asumido por la sujeto. Luego, usted avanza en su explo­
ración de esa regresión mediante un juego sencillo: coloca en­
tre sus dedos dos objetos, aparentemente un anillo y un lápiz
o varios lápices. Las respuestas infantiles que da ella a sus
preguntas simples acerca de los objetos ratifican la realidad
de su regresión de edad y establecen una disposición a res­
ponder a preguntas simples que le permite a usted empezar
a formular preguntas más específicas sobre la edad que «tie­
ne», su cumpleaños y lo que sucede en su vida. Ahora explora
el estado de regresión de edad, en busca de aquellas situacio­
nes de la infancia que puedan requerir intervención terapéutica.
Erickson: Sí.

1.21 Primera «visita» del Hombre de Febrero: sugestiones pos-


hipnóticas que establecen seguridad y alegre despreocupación co­
mo bases de la «nueva» relación

Erickson: ¿Quitaré esto? ¿Te gustaría adivinar quién soy?


Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Ni siquiera puedes adivinarlo? ¿Debo darte una ayu-
dita?
Sujeto: Es como si lo hubiera visto antes.
Erickson: Algún día volverás a verme. Me verás una y otra vez.
Es una promesa. Algún día me contarás un chiste y te divertirás
contándomelo. ¿Te gusta contar chistes?
Sujeto: No sé ningún chiste.
Erickson: Te gusta reír, ¿no?
Sujeto: Ajá.
Erickson: Te prometo que algún día, dentro de mucho tiempo,
me verás y te reirás de lo lindo. ¿Crees en lo que te digo?
Sujeto: Ajá.

R ossi: Aquí asistimos a la culminación del cuidadoso trabajo


con que usted se creó una nueva identidad de trance en rela­
ción con la señorita S. En la primera etapa (sección 1.18) creó
una expectativa por «alguien que estará con usted»; en la se­
gunda (sección 1.19) estableció su propio anonimato, y borró
así su identificación por la sujeto como el doctor Erickson;
en la tercera (sección 1.20) le asegura que el hecho de que no

58
lo reconozca no causará problemas, porque «por el tono de mi
voz, puedes suponer que probablemente me querrás mucho».
En esta sección establece con Claridad su nuevo papel tera­
péutico por medio de las preguntas «¿Te gustaría adivinar
quién soy?» y «¿Debo darte una ayudita?» y las aseveraciones
«Algún día volverás a verme. Me verás una y otra vez. Es
una promesa. Algún día me contarás un chiste y te divertirás
contándomelo».
De este modo, al tiempo que mantiene todavía cierto ano­
nimato en tanto no le revela su nombre ni su relación con ella,
le bosqueja claramente la naturaleza de esa relación. En reali­
dad, le proporciona sugestiones pos-hipnóticas que la predis­
ponen a recibir las apariciones constantes de usted a lo largo
de esa infancia que revivirá en su regresión de edad. Esta pro­
mesa de reaparición constante tiene por sí misma un valor te­
rapéutico para la sujeto, porque vivió una infancia solitaria
en la que su padre desapareció por muerte. Al mencionar de
pasada los chistes, usted también le da a entender que sus
apariciones futuras serán alegres y divertidas, en un nuevo
y marcado contraste con la disposición emocional originada
en su infancia. Pone especial cuidado en no abrumar su mente
infantil; le dice tan sólo lo suficiente para establecer la índole
confiable y agradable de su presencia, y se lo dice con el tipo
de lenguaje que ella puede comprender. Cuando al concluir es­
ta sección la sujeto responde que cree en lo que usted le ha
dicho, se ratifica el nuevo papel que usted desempeñará en
el trance terapéutico y quedan claramente establecidas las ba­
ses para llevar adelante la relación.

1.22 Abordaje del primer trauma infantil declarado, dando a en­


tender, por medio de la analogía terapéutica y la relatividad de
la edad, que «las cosas cambiarán»

Erickson: ¿Qué crees que serás cuando seas grande?


Sujeto: Nada. Simplemente me casaré con un hombre rico. Eso
es lo que dice mamá.
Erickson: ¿Crees que será divertido que pudieras mirar hacia el
futuro y ver cómo serás?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Crees que tendrás que trabajar mucho?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por qué crees que tendrás que trabajar mucho?

59
Sujeto: ¿No tiene que hacerlo todo el mundo?
Erickson: Aun cuando te cases con un hombre rico. Sí. ¿Hay algo
que no te guste o que no entiendas?
Sujeto: ¡Oh, hay montones de cosas!
Erickson: ¿Cuáles son esas cosas?
Sujeto: Oh, sólo. . . montones de cosas.
Erickson: Dime una . . la más penosa.
Sujeto: ¿Adonde fue papito cuando murió?
Erickson: ¿En verdad no lo sabes?
Sujeto: No estoy segura.
Erickson: ¿Querrías estarlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Bien, a una niña pequeña, como tú, hay que explicarle
eso de manera tal que lo entienda, ¿no es así?
Sujeto: Ajá.
Erickson: Cuando seas más grande y mayorcita habrá que cam­
biar esa explicación, ¿verdad?, porque entenderás otras cosas.
Ahora bien, cuando murió, tu papito se fue al cielo. Esa es la ex­
plicación, ¿no?
Sujeto: Eso es lo que dicen ellos.
Erickson: Y cuando eras muy pequeñita te dijeron que Dios era
un anciano grande y bueno, ¿no es cierto? ¿Crees que tu madre
imagina así a Dios?
Sujeto: No.
Erickson: Ella es mayor y comprende muchas cosas. Los niños
pequeños van a la escuela, aprenden que uno más uno son dos
y eso les parece difícil. Cuando aprenden que dos más dos son
cuatro, eso es realmente difícil. ¿Crees que a tu madre le resulta
difícil?
Sujeto: No.
Erickson: Es muy fácil para ella, porque sabe mucho más. ¿Te
parece que un niño se equivoca al decir que es difícil aprender
a sumar uno más uno?
Sujeto: Sí.
Erickson: No se equivoca, porque eso es difícil para un niño. ¿Crees
que tu madre se equivoca cuando dice que es fácil?
Sujeto: No.
Erickson: Es fácil para la madre y difícil para el niño. Bien. Así,
pues, hay que explicarte que papito se fue al cielo; cuando seas
más grande y mayorcita tendrás la misma clase de comprensión,
pero será una comprensión mejor y más grande aunque, en reali­
dad, será la misma. ¿Eso responde a tu pregunta?
Sujeto: [Vacilante.] Sí . . .

60
Rossi: Al comenzar esta sección con la pregunta orientadora
«¿Qué crees que serás cuando seas grande?», usted vuelve a
reforzar implícitamente su estado de regresión de edad. Des­
pués empieza a sondear en busca de los tipos de intervención
hipnoterapéutica que requerirá el caso, porque el propósito glo­
bal es ayudar a la paciente a no experimentar ningún males­
tar ante la idea de tener hijos. ¿Puede decir algo acerca del
concepto infantil del lenguaje y el fundamento de la técnica
que utiliza en esta sección?
Erickson: Es difícil para un niño aprender a sumar uno más
uno, y más aún aprender a sumar dos más dos, pero no lo es
para tu madre. En un tiempo le resultó difícil a tu madre, cuan­
do era una niñita como tú. Por lo tanto, las cosas cambiarán
para ti cuando crezcas.
Rossi: Las cosas resultarán más fáciles. Por eso responde pru­
dentemente a su punzante pregunta «¿Adonde fue papito cuan­
do murió?» recurriendo a una analogía terapéutica comprensi­
ble para su marco de referencia infantil. Al mismo tiempo, le
ha impartido una sugestión terapéutica indirecta con el enun­
ciado «habrá que cambiar esa explicación» cuando ella sea
grande.

1.23 Hipnoterapia como apertura hacia la pauta de aprendizaje


exclusiva de cada individuo; el autodestete de Burt; las pregun­
tas infantiles imposibles de contestar; cómo infundir seguridad
emocional con la metáfora de los conocimientos inconcientes del
cuerpo: la técnica de utilización

Erickson: ¿Hay alguna otra pregunta que te gustaría hacer, o al­


guna otra cosa que quieras decir y que te preocupe mucho?
Sujeto: Hay un montón de cosas.
Erickson: Dime una más.
Sujeto: En realidad no me preocupa. ¿Cómo saben los pájaros lo
suficiente para regresar al nido?
Erickson: Lo saben porque los pájaros entienden las cosas por
sí solos. Veamos ahora, ¿cómo entiende un bebito por qué tiene
que tragar?
Sujeto: No lo sé. Tragan y ya está.
Erickson: Cuando tienes sed, no le pides a nadie que te explique
que debes beber, ¿verdad? Así es como creces. Cuando algo viene
hacia tus ojos, los cierras, ¿no? ¿Alguien te dijo alguna vez que
lo hicieras? Simplemente lo aprendiste. ¿Y cómo aprendió tu pelo

61
a crecer exactamente sobre tu cabeza? Así es como crecemos. Eso
es lo lindo que tiene el crecimiento. A veces tienes ganas de co­
mer carne y papas, y a veces no. ¿Tu estómago te explicó eso
en alguna ocasión?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Cuando pasas demasiado tiempo jugando, ¿qué te dice
tu cuerpo? Te dice que te vayas a dormir, ¿no es así? ¿Alguien
te enseñó alguna vez a dormir?
Sujeto: No.
Erickson: Así somos todos. Y así es como los pájaros saben cuándo
deben regresar y cuándo deben partir, y las hojas saben cuándo
deben caer de los árboles y cuándo deben brotar y desarrollarse.
Y por eso las flores saben cuándo deben abrirse. ¿No es un mun­
do bonito y agradable?
Sujeto: Sí.

Erickson: Aquí estoy respondiendo a esas preguntas imposi­


bles de contestar, propias de la infancia.
R ossi: ¿Por qué hace eso en este momento?
Erickson: Los niños tienen una cantidad infinita de pregun­
tas. Por eso le señalo a la sujeto: tu cuerpo puede decirte cuán­
do debes crecer; a veces te dice que no quieres carne o papas,
pero tienes hambre. De este modo, trasferimos a los conoci­
mientos del cuerpo nuestra incapacidad de responder a cier­
tas preguntas: «Tu cabello sabe cómo crecer».
Rossi: La sujeto puede experimentar una gran seguridad emo­
cional al saber que la respuesta a sus problemas terapéuticos
puede venirle desde adentro, aun cuando su mente conciente
la ignore.
Erickson: Sí. [Cita un ejemplo de esto, refiriéndose a uno de
sus hijos.] Burt tomaba la mamadera. Una mañana despertó
con hambre. Le preparé la leche pero, al volverme para abrir
la puerta del refrigerador, oí un estrépito de vidrios rotos. Burt
me había estado observando, sentado en una silla junto a la
mesa. No sé cómo, todas las mamaderas que había sobre ella
habían caído al piso, ¡todas estaban rotas! Saqué otro juego
de biberones y preparé una segunda ración de leche, pero esta
vez no perdí de vista a Burt cuando me volví para abrir la
puerta de la heladera y vi que tiraba cuidadosamente del en­
vase que contenía las mamaderas, acercándolo al borde de su
silla. Interrumpí su acto [para que el segundo juego de bibero­
nes no se estrellara también] y entonces Burt se bajó de la
silla, fue al comedor, se sentó a la mesa y dijo: «Tengo ham-

62
bre». Se había destetado por sí solo. ¡No más biberones! ¡Y
se había destetado por completo!
Rossi: ¡Conque su método de destete fue estrellar las mama­
deras!
Erickson: [Continúa relatando que sus hijos, cada uno a su
modo y a su tiempo, anunciaron su autodestete a los adultos.
H ay muchas risas entre los miembros del grupo, al que se ha
incorporado el doctor Robert Pearson.]
Pearson: ¡Ahora yo ser nene grande!
Erickson: Cada niño posee una pauta de conducta individual.
Rossi: Cada persona posee una pauta de aprendizaje única y
exclusiva. La hipnoterapia que usted practica procura convo­
car estas pautas, más que sobreimprimir en la mente del pa­
ciente ideas o contenidos ajenos. Muchos terapeutas todavía
aplican este enfoque tradicional e imponen sus propios pun­
tos de vista.
Moore: Si se comprendiera realmente que esta es la verdadera
técnica, ¡causaría una revolución! [en el campo de la hipnote­
rapia].
Rossi: Milton, ¿no podría hacer un comentario sobre este pun­
to de vista? Me refiero a que su técnica hipnoterapéutica —y
todas las formas indirectas de sugestión que utiliza— tiene
por objeto convocar los procesos de aprendizaje exclusivos de
cada paciente, en lugar de imponer las ideas del terapeuta. Esta
es la esencia de su técnica de utilización.
Erickson: Sí. ¿Cómo sq si mis ideas causarán algún efecto?
Rossi: Esa es una forma sutil y precisa de resumir su enfoque:
usted convoca determinados procesos con la certeza de que
causarán un efecto, puesto que pertenecen al paciente: usted
no impone sus propias ideas, porque le es imposible saber los
efectos que causarían en otra persona. Es muy difícil hacerle
entender esta idea al terapeuta profesional, y lograr que la
acepte, porque es mucho más fácil decir al paciente: «Quiero
que aborde tal o cual cuestión». . . pero no es eso lo que usted
está haciendo.
Visitante: [Una persona no identificada que acaba de incorpo­
rarse al grupo.] ¿No reorienta en realidad los procesos? Al me­
nos, a veces quiere que los pacientes usen sus procesos como
nunca los han utilizado hasta entonces. Por lo común, presu­
mo que en algún momento de su vida el paciente ha adquirido
un mal hábito.
Rossi: Una limitación aprendida.
Visitante: ¿Usted reorienta los procesos, doctor Erickson?

63
Erickson: Una vez que usted / el hipnoterapeuta] ha convoca­
do los procesos, el paciente puede valerse de ellos. E sto con­
duce a una corrección espontánea.
M oore: ¿Eso es lo que hice algunos años atrás, cuando de­
sempeñé el papel del «señor August»* para una de mis pa­
cientes? Su padre había muerto cuando ella tenía ocho años,
de modo que me presenté como «el señor August» [durante
una regresión de edad en hipnoterapia]. El señor August le
dijo que podía soñar que los dos iban juntos al zoológico, al
campo de juegos y a cualquier parte; podía soñar que el señor
August le compraba pequeños regalos, le hacía pequeños fa­
vores y le brindaba la atención que tanto había ansiado reci­
bir de niña, tras la desaparición del padre. Pero siempre eran
sus propios sueños e ideas acerca de lo que el señor A ugu st
habría hecho con ella y por ella.
Erickson: ¡Sus propias ideas! Cuando su padre murió, ella de­
be de haber tenido algunos pensamientos de ese tipo.
M oore: Pero en sus sueños acaso tuvo además pensamientos
que no quería afrontar de la otra manera [o sea, conciente-
mente],
Erickson: Sí.

1.24 Promoción de los medios naturales para poner fin a limita­


ciones, excusas y malos hábitos; sorpresa y no saber, dos señales
características del trabajo inconciente; metáforas terapéuticas de
crecimiento psicológico

Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que te preocupe mucho? ¿Algo


que te cause temor?
Sujeto: No quiero irme.
Erickson: ¿Adonde crees que te irás?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Eso te asusta mucho? ¿Qué crees que pasará?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Te dije que te vería una y otra vez. Yo cumplo mis pro­
mesas, de modo que volveré. ¿Sabes eso?
Sujeto: Sí.
Erickson: Te he dicho que te vería una y otra vez. Siempre cum­
plo mis promesas, de modo que aun cuando te vayas, volverás.

* Significa indistintamente «agosto» o «Augusto». (N. de la T.)

64
Sujeto: ¿Seguro?
Erickson: Volverás a las cosas que quieres y que te gustan. Lo
mismo da que estemos aquí o allá, ¿verdad? ¿Crees que alguna
vez te gustará otra casa?
Sujeto: No.
Hrickson: ¿Te gustan todas las personas que conoces?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Crees que alguna vez querrás a otras personas?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Piensas lo mismo de las que conoces ahora?
Sujeto: Quizá. . .
Erickson: ¿No crees que, tal vez, algunas de ellas te podrían agra­
dar más que algunas de las personas a las que quieres mucho,
pero no muchísimo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Eso me parece muy cierto. Esta casa te gusta. ¿Crees
que alguna vez aprenderás a tener cariño a otra casa?
Sujeto: Podría, pero no quiero.
Erickson: ¿No quieres? Me parece muy lindo tener una casa que
te guste cuando eres una niña; una casa que te guste cuando eres
mayorcita; una casa que te guste cuando eres grande, adulta. Me
parece lindo tener una casa que te guste cuando eres vieja. ¿No
es lindo eso?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: Me parece que eso es lo que te ocurrirá, y así lo espero.
En todo momento tengo la esperanza de que te suceda algo im­
portante y bueno; que poseas muchas cosas nuevas. . . cosas por
las que sientas el mismo cariño que sientes por las que ahora te
rodean. Así, pues, tendrás muchas cosas que ahora ni siquiera
conoces y a las que querrás tanto como quieres ahora a esta ca­
sa. . . de manera diferente, pero las querrás. Esta casa tiene co­
sas muy especiales, muy de ella, que te gustan; muchas otras co­
sas tendrán también algo suyo, tendrán esas cosas especiales que
te gustan mucho. Puedes comprender eso, ¿verdad?
Sujeto: Sí.

Erickson: «No quiero irme». ¿Qué significa eso?


Rossi: ¿Que ella disfruta estando aquí?
Erickson: [Narra una anécdota acerca de una de sus hijas, que
se entristeció el día de su cumpleaños al darse cuenta de que
dejaba atrás la infancia.] «No quiero irme» es un dicho que
se oye a menudo en esta situación. Nuestra sujeto no quiere
irse de esta niñez temprana para pasar a ser una niña grande.

65
Mi afirmación «Te dije que te vería una y otra vez» la tran­
quiliza, al asegurarle que aun cuando se vaya [o sea, aunque
crezca] me seguirá teniendo.
Luego, su respuesta afirmativa a mi pregunta «¿Crees que
alguna vez querrás a otras personas?» refuerza su crecimien­
to: cuando crezca, querrá a los demás.
Rossi: [En 1987] Erickson termina esta sección con una metá­
fora terapéutica: la de tener una casa (una visión del mundo)
apropiada para cada etapa de la vida. En compensación por
tener que crecer, «tendrás muchas cosas que ahora ni siquiera
conoces y a las que querrás tanto como quieres ahora a esta
casa. . . de manera diferente, pero las querrás». Es una forma
indirecta y abierta de sugerirle que, a medida que crezca y
envejezca, irá enriqueciéndose con muchas cosas que todavía
no conoce. Utiliza el no saber como una sugestión indirecta,
para que el inconciente haga su trabajo creativo independien­
temente de las limitaciones adquiridas por su mente concien-
te. En su vida ulterior, ella no se verá constreñida por las li­
mitaciones de su infancia. ¡Al ir creciendo, superará sus limi­
taciones aprendidas!

1.25 Reencuadramiento de los miedos y el dolor por medio de los


conceptos de la relatividad de la edad: evocación de conceptos
aprendidos sobre el cambio físico, mental y emocional; la «actua­
ción» como rigidez de conducta; aspectos éticos de la oposición
entre apertura y manipulación de la mente; primer indicio del mie­
do a nadar

Erickson: ¿Hay algo que te cause ansiedad? ¿Tienes miedo de


algo?
Sujeto: Montones de cosas. Le tengo miedo a ese perrazo que es­
tá allá, en la esquina. No me gusta mucho ir a nadar.
Erickson: ¿Cuántos años tiene ese perro?
Sujeto: No lo sé. Es grande, muy grande.
Erickson: ¿Qué crees que pensarás de ese perro cuando seas gran­
de? ¿Qué le harás a ese perro?
Sujeto: Me reiré de él.
Erickson: Y, sin embargo, recordarás que en un tiempo le tuviste
miedo. Pero entonces simplemente te reirás de él, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Es malo tenerle miedo?
Sujeto: No me gusta asustarme.

66
Erickson: No te gusta tropezar y golpearte un dedo del pie, pe­
ro . . ¿acaso crees que deberlas crecer sin tropezones?
Sujeto: Seria lindo.
Erickson: ¿No te sentiste contenta cuando se te cayó un diente,
uunque te doliera?
Sujeto: Si.
Erickson: Porque eso significaba que estabas creciendo. ¿Pero no
te parece que todos deberíamos tropezar también, para saber real­
mente qué se siente?
Sujeto: Sí.
Erickson: Quizás, algún día, le hablarás a una niñita acerca de
h u s tropezones. En verdad, querrás saber lo que se sentía al gol­

pearse un dedo del pie. ¿No es así?


Sujeto: Sí.
Erickson: Tropezar no me parece divertido, pero me alegro de ha­
ber dado tropezones porque así sé cuánto duelen y, cuando al­
guien habla de ellos, sé de qué habla. ¿No te parece que es así?
Sujeto: Sí.

Erickson: Al llegar a su edad actual, ha aprendido que no pue­


de eludir sus futuros cambios físicos. Una niña aprende que
ahora es demasiado pequeña para llegar hasta la parte supe­
rior de una mesa, pero pronto tendrá la altura suficiente. Esa
niña ya ha aprendido que «hubo un tiempo en que no podía
gatear, y un tiempo en el que pude gatear; hubo un tiempo
en que no podía caminar, y un tiempo en el que pude cami­
nar». Y usted está relacionando todo con ese concepto apren­
dido del cambio.
Rossi: Usted evoca y refuerza constantemente el concepto
aprendido del cambio, que proviene de nuestra experiencia na­
tural de vida.
Erickson: Y lo convierto en algo continuo. [Cita varios ejem­
plos de adolescentes que necesitan ayuda para aprender a acep­
tar la realidad de los cambios buenos que se producen cons­
tantemente en su cuerpo, sus emociones y su entendimiento. ]2
Rossi: Aprender a apreciar nuestra naturaleza cambiante es
un requisito indispensable para la salud mental.
Erickson: Sí. El niño puede aprender a reconocer la realidad
de los cambios físicos, pero le resulta más difícil aprender la

2 Véase la sección 9 del volumen TV de Erickson (1980), «Facilitating new iden-


tity», donde se hallarán numerosos ejemplos de las técnicas aplicadas por Erick­
son en este campo.

67
realidad de los cambios afectivos y cognitivos. . . ¡son tan abs­
tractos!
Rossi: La mayoría de los adultos tampoco comprenden sus pro­
pios cambios afectivos y cognitivos. Se enojan y «actúan» [act
out] su ira; están deprimidos y, por consiguiente, «actúan» pa­
sivamente su depresión. Podríamos decir que la « actuación»
es una forma de rigidez de conducta: no comprendemos que
el estado que ahora experimentamos cambiará, y tampoco com­
prendemos que podemos allanar y orientar ese cambio. ¿Qué
otra alternativa nos queda, sino la de «actuar» nuestro estado
como si fuera una función autónoma?
[En 1987] En esta sección, Erickson también comienza a
reencuadrar los miedos de la paciente en función del concepto
de la relatividad de la edad, que había introducido previamen­
te (sección 1.22); así como aprender a sumar uno más uno es
difícil para el niño, pero fácil para el adulto, del mismo modo
el «perrazo que está allá, en la esquina» es aterrador para el
niño, pero hace reír al adulto. De manera similar, reencuadra
el dolor causado por la caída de un diente en función de su
significado de valor madurativo («eso significaba que estabas
creciendo»), y reencuadra el dolor provocado por un tropezón
en función de sus significados de valor relacional y experien-
cial («Quizás, algún día, le hablarás a una niñita acerca de sus
tropezones. En verdad, querrás saber lo que se sentía al gol­
pearse un dedo del pie»).
Este tipo de reencuadramiento podría parecer contradic­
torio si lo comparamos con el empeño manifestado anterior­
mente por Erickson (sección 1.23) en suscitar procesos psico­
lógicos en un paciente sin añadir ideas o contenidos nuevos.
En aquel momento no le pedimos que aclarara esta posible
contradicción. Sin embargo, al reconsiderar este punto en 1987,
puedo conjeturar la importante diferenciación que probable­
mente habría hecho Erickson para demostrar que, de hecho,
no estaba añadiendo algo, sino despertando los conocimien­
tos latentes de la sujeto mediante la expresión verbal de unas
ideas presentes, pero inactivas (o sea, inconcientes). Esto que­
da confirmado por las respuestas que da la sujeto ante las «nue­
vas» ideas de Erickson. En el primer reencuadramiento, ella
misma provee la nueva idea («Me reiré de él») en respuesta
a la pregunta incitante de Erickson («¿Qué le harás a ese pe­
rro?»). En los dos reencuadramientos siguientes, donde Erick­
son utiliza como analogías las típicas experiencias infantiles
de perder los dientes y golpearse los dedos de los pies al tro-

68
pezar, la sujeto responde expresando prestamente su acuer­
do. Sus contestaciones afirmativas, inmediatas e incondicio­
nales, sugieren que en realidad Erickson sólo encendió la luz
moviendo el interruptor —por decirlo así—, pero no insertó
las lámparas.
Esto nos lleva a señalar una importante diferenciación con­
ceptual entre las técnicas de manipulación mental no éticas,
como el lavado de cerebro, y las que procuran una apertura
ética de la mente, como el reencuadramiento. En las primeras,
se impone al individuo unas ideas que le son ajenas, o aun per­
judiciales, valiéndose de algún medio de presión, destitución
o estímulo negativo. En cambio, en las aperturas éticas de la
mente se traen a la conciencia del individuo unas ideas que
quizás estaban presentes en él pero en forma inconciente, por
medio de implicaciones terapéuticas que pueden despertar sus
potenciales de autocomprensión y elección de conducta.

1.26 Uso de la sugestión pos-hipnótica con miras a ulteriores ex­


ploraciones terapéuticas: reconocimiento del miedo a nadar; dis­
torsión del tiempo para facilitar las sucesivas visitas del Hombre
de Febrero

Erickson: ¿Y no te gusta nadar?


Sujeto: No.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Qué me dices del hecho de nadar?
Sujeto: La gente se ahoga.
Erickson: ¿Conoces a alguien que se haya ahogado?
Sujeto: No, pero se ahogan.
Erickson: ¿Alguna vez se te llenaron de agua la boca y la nariz?
Sujeto: Muchas veces.
Erickson: ¿Eso te asustó muchísimo?
Sujeto: Oh. . . muchísimo, no.
Erickson: Alguna vez, cuando vuelva a verte, te estrecharé la ma­
no. . . alguna otra vez. ¿Te gustaría volver a verme?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuándo volveré a verte? ¿Después de tu próximo cum­
pleaños? ¿Te parecería bueno?
Sujeto: Sí.
Erickson: La próxima vez que te vea, quiero que me cuentes un
poco más acerca de la natación, y que lo hagas con gusto. ¿Lo
harás?

69
Sujeto: Sí.
Erickson: Volveré a verte después de tu próximo cumpleaños.
Sujeto: Pero no estaré aqui.
Erickson: Volveré a verte, estés donde estés. Es una promesa.
¿De acuerdo? ¿Me crees capaz de cumplir esa promesa? Quizá
deberías cerrar los ojos y descansar un poco. La próxima vez que
te vea, volveré a estrecharte la mano.

Rossi: Aquí usted aborda por primera vez su miedo a nadar,


que en las sesiones ulteriores se convertirá en una importantí­
sima preocupación terapéutica. En este momento usted intu­
ye su importancia; por eso le imparte cuidadosamente una su­
gestión pos-hipnótica para un futuro encuentro con el Hom­
bre de Febrero, en el que ella le dará más información sobre
el tema: «La próxima vez que te vea, quiero que me cuentes
un poco más acerca de la natación, y que lo hagas con gusto».
¿Hay algo más que quiera decir con respecto a su preparación
hasta este punto? Estamos aún en su primer encuentro con
ella en el papel del Hombre de Febrero, iniciado en la sección
1.21, y el Hombre de Febrero la «visitará» muchas veces du­
rante esta misma sesión hipnoterapéutica.
Erickson: La señal consiste en estrecharle la mano.
Rossi: Estrechar su mano se convierte para ella en la señal
de que el Hombre de Febrero vuelve a visitarla, en trance, a
una edad posterior («¿Después de tu próximo cumpleaños?»).
Cada vez que usted estrecha su mano, de hecho vuelve a visi­
tarla en el papel del Hombre de Febrero en un nuevo encuen­
tro miniterapéutico y, de ese modo, puede condensar muchas
visitas terapéuticas en una sola sesión de hipnoterapia. En
el tiempo real, apenas si trascurren unos instantes entre una
visita y otra, pero en el tiempo subjetivo de trance de la pa­
ciente los intervalos entre sus visitas podrían durar semanas,
meses o años.
Erickson: Sí.
Fink: [Hizo este comentario en 1987, al releer el original com­
pleto .] El primer punto que deseo señalar es que no se trataba
de un simple miedo a nadar. . . eso no habría sido, ni con mu­
cho, una fobia importante. En realidad, le tenía miedo al agua
en general. A veces, esta muchacha era incapaz de ducharse
o tomar un baño de inmersión, ¡durante años se limpió única­
mente con la esponja! Si el auto en el que viajaba cruzaba un
puente sobre un curso de agua, ¡quedaba paralizada de terror!

70
1.27 Segunda «visita» del Hombre de Febrero: ratificación de la
primera «visita» como un recuerdo del pasado de trance y del éxi­
to obtenido con el reencuadramiento; procesos asociativos de la
sujeto como creadora de la identidad del Hombre de Febrero

Erickson: [Estrechándole la mano.) ¡Hola! Me pregunto si te acuer­


das de mí . . .
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te acuerdas de mí? ¿Cuándo te vi antes?
Sujeto: Sí. Hace mucho tiempo.
Erickson: ¿Puedes recordar cuándo fue?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuándo?
Sujeto: En febrero. . . después de mi cumpleaños.
Erickson: ¿En qué mes estamos?
Sujeto: En febrero.
Erickson: ¿Siempre vendré en febrero?
Sujeto: Tal vez. . .
Erickson: No me sorprendería. Tuvimos una pequeña visita agra­
dable y la recordaste, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué opinas de nuestra visita?
Sujeto: Fue agradable.
Erickson: ¿Crees que esta vez pasaremos otro rato agradable?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo está el perro?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Después de todo, supongo que era un perro bueno. Pe­
ro no te gustaba, ¿verdad?
Sujeto: Algún día volveré y le daré una patada.

Rossi: [En 1987] Erickson da la señal, estrechándole la mano,


e inicia la segunda visita del Hombre de Febrero. Su pregunta
«¿Te acuerdas de mí?» es un medio de restablecer su rapport
con ella. Al recordar efectivamente que lo ha visto «hace mu­
cho tiempo», ella ratifica el hecho de que la primera visita ha
quedado asentada en su pasado de trance como un recuerdo.
Adviértase con cuánta suavidad y sutileza, y de qué manera
indirecta, ha establecido Erickson este «recuerdo del pasado».
No le imparte ninguna orden hipnótica directa de este tipo:
«Esta es la segunda vez que me reúno contigo, niñita. Ahora
estamos en febrero, un año después de la primera vez que te
vi, cuando entablé por primera vez mi relación contigo en el

71
papel del Hombre de Febrero. Ahora se establecen dentro de
ti unos recuerdos terapéuticos que funcionarán como recuer­
dos reales cuando despiertes».
¡Todo lo contrario! Erickson nunca se apodó a sí mismo
el Hombre de Febrero. Tan sólo daba a la sujeto una suges­
tión y una señal pos-hipnóticas para una visita ulterior. Fue­
ron los procesos asociativos de la sujeto los que asumieron
el control y «decidieron» que la próxima visita ocurriría nue­
vamente en febrero, un año después, porque al parecer esa era
la condición necesaria. La sujeto fue quien decidió que las vi­
sitas se producirían en febrero y, en consecuencia, fue ella la
que identificó a Erickson como el Hombre de Febrero.
¿La primera visita tuvo algún valor terapéutico? Nótese
con qué sutileza lo comprueba Erickson, interrogándola sim­
plemente acerca de aquel perro temible del que habían habla­
do en la primera visita. Ahora, ella dice: «Algún día volveré
y le daré una patada». Esto significa que el reencuadramiento
establecido por Erickson en la sección 1.25, cuando insinuó
que con el tiempo crecería y vencería su miedo al perro, está
empezando a efectivizarse. Ahora la paciente hace comenta­
rios espontáneos indicadores de que su yo se fortalece lo sufi­
ciente como para darse cuenta de que, en verdad, ella podrá
«darle una patada algún día». Habiendo ratificado así el pro­
ceso espontáneo y adecuado mediante el cual ella utiliza las
sugestiones a través de su recuerdo del «pasado», Erickson
abre la siguiente sección con una pregunta que inicia otra ex­
ploración; esta, una vez más, tendrá como única guía los pro­
cesos asociativos de la sujeto para determinar el próximo te­
ma de conversación.

1.28 Revelación del recuerdo traumático reprimido de un cuasi


ahogo accidental: separación del pensamiento, el sentimiento y
la acción en las exploraciones iniciales del material traumático,
por oposición a la catarsis tradicional

Erickson: ¿De qué otra cosa hablaremos?


Sujeto: ¿Le gusta Kapac?
Erickson: ¿Qué es Kapac?
Sujeto: Una ciudad. ¿No sabe qué es? No es buena.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No me gusta.
Erickson: Has crecido mucho, ¿no?

72
Sujeto: Un poquito.
Erickson: ¿Ahora haces algo distinto de lo que hacias la última
vez que te vi?
Sujeto: Si.
Erickson: ¿Qué haces ahora?
Sujeto: Sé escribir. Sé hacerlo con letra de imprenta y eso es casi
escribir.
Erickson: En verdad es una buena manera de aprender a escri­
bir. ¿Alguna otra cosa? ¿Puedes decirme dónde estamos?
Sujeto: En Kapac. No me gusta. Es demasiado chica.
Erickson: ¿Crees que siempre vivirás aqui?
Sujeto: ¡Ajá!
Erickson: ¿Crees que volveremos a vernos?
Sujeto: Oh, no lo sé. . .
Erickson: ¿Ibamos a hablar de algo?
Sujeto: Natación.
Erickson: ¿Qué pasaba con la natación?
Sujeto: Usted me preguntó por qué no me gustaba ir a nadar.
Pensé en algo. Una vez mi hermanita, Helen, se cayó dentro de
una tina llena de agua y se puso toda azul. Yo la empujé dentro
de la tina. . . estaba tratando de llevarla en brazos.
Erickson: ¿Cómo está Helen ahora?
Sujeto: Muy bien.
Erickson: ¿Alguna vez averiguaste qué le hiciste realmente? ¿Qué
hubo de malo en eso?
Sujeto: Nada.
Erickson: ¿Te reprendieron?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Te sentiste mal?
Sujeto: Lloré.
Erickson: ¿Lloraste muchísimo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué harás con respecto a eso?
Sujeto: No habría pensado en eso si usted no me lo hubiera pre­
guntado.
Erickson: Ahora estás realmente contenta de habérmelo dicho,
¿verdad? ¿Cuántos años tenías cuando hiciste eso?
Sujeto: Unos tres años o quizá cuatro. . . no recuerdo.
Erickson: ¿Entonces querías a Helen?
Sujeto: Yo creía que sí.
Erickson: ¿Qué hicieron por ella?
Sujeto: Mamá la levantó y le golpeó la espalda, nada más.
Erickson: ¿Le dolió?

73
Sujeto: No.
Erickson: ¿Por qué la golpeo?
Sujeto: Para hacerla respirar supongo
Erickson: ¿Helen tragó agua?
Sujeto: Sí. Tosía. Tosió mucho
Erickson: /.Alguna vez tragaste al«o uu*- alorara v te hiciera
toser?
Sujeto: Sí.
Erickson: Es horrible, ¿no9
Sujeto: El agua vieja y sucia también lo es

Rossi: [En 1987] Erickson comienza esta sección con una pre­
gunta abierta: «¿De qué otra cosa hablaremos?». Se ve recom
pensado con una serie de asociaciones que conducen a la reve­
lación de un recuerdo traumático reprimido: la sujeto, a los
tres o cuatro años de edad, casi ahogó accidentalmente a su
hermana menor. Erickson puso al descubierto este recuerdo
en forma casual, mediante una astuta pregunta de prueba.
«¿Ibamos a hablar de algo?». Era un tanteo astuto y sutil pa
ra averiguar si había «prendido» la sugestión hipnótica impar
tida por él en la sección 1.26, cuando dijo: «La próxima vez
que te vea, quiero que me cuentes un poco más acerca de la
natación, y que lo hagas con gusto».
En esta sección, la sujeto responde a esa sugestión ante­
rior con la rememoración de que estuvo a punto de ahogar a su
hermana menor. ¿Por qué no dio grandes muestras de emo­
ción, llanto y angustia, como ocurre con tanta frecuencia cuan­
do los pacientes rememoran un recuerdo traumático de su pa­
sado? Adviértase cómo termina la sugestión de Erickson: «y
que lo hagas con gusto». Esto significa que la sujeto no ten­
drá que sufrir las emociones dolorosas que suelen ir asociadas
con los recuerdos traumáticos. Puede rememorar simplemen­
te el hecho en forma desapasionada, sin los efectos distorsio­
nantes de la emocionalidad.
Este enfoque difiere mucho de los métodos psicoterapéuti­
cos tradicionales, que se apresuran a provocar directamente
la catarsis emocional antes de haber comprendido la situación
en su totalidad. A lo largo de su carrera, Erickson se sintió
fascinado por lo que él llamaba la separación o disociación del
pensamiento, el sentimiento y la acción,3 mediante la cual un
3 Para un análisis detallado de este tipo de disociación, véase «An audio-visual
demonstration of ideomotor movements and catalepsy: The reverse set to facilita-
te hypnotic induction» (Erickson y Rossi, 1981).

74
paciente podía recibir tranquilamente insights sobre una si­
tuación traumática reprimida (pensamiento) sin experimentar
las emociones perturbadoras que la acompañaron (sentimien­
to y acción). De este modo, ese paciente podía sobrellevar des­
pués una catarsis adecuada a partir de esta base más protegi­
da de comprensión y perspectiva, como lo veremos en seccio­
nes ulteriores de este caso.

1.29 La metáfora terapéutica de la rosa y las espinas: los errores


como parte natural del crecimiento y el aprendizaje; preguntas,
yuxtaposición de lo positivo y lo negativo, y aposición de contra­
rios para suscitar los correlatos reencuadradores del propio pa­
ciente

Krickson: ¿Crees que eso [tose] le haría algún daño a Helen?


Sujeto: No.
Krickson: En verdad, fue agradable oírla toser.
Sujeto: También lloró.
Krickson: ¿Te parece malo que haya pasado eso?
Sujeto: Sí.
Krickson: ¿Qué dirías si te dijera que no fue malo?
Sujeto: Ella se puso toda azul.
Krickson: Me parece que en todo eso hay algo que tú no entien­
des. ¿Has vuelto a tropezar y a golpearte los dedos del pie?
Sujeto: Sí.
Krickson: ¿Te importó mucho?
Sujeto: No.
Krickson: ¿Crees que cometerás errores a medida que crezcas?
¿Qué harás con respecto a esos errores? ¿Aprenderás de ellos?
Sujeto: Un poco . . y los olvidaré.
Krickson: ¿Alguna vez tomaste una hermosa flor, color púrpura,
y descubriste que tenía espinas?
Sujeto: Sí, lo hice.
Krickson: ¿Qué flor era?
Sujeto: Rosas.
Krickson: Es un modo feísimo de aprender que las rosas pinchan,
pero ¿no estás contenta de haber aprendido de esa experiencia?
Alguna otra vez podrías haber recibido un pinchazo mucho peor.
Tú no intentaste hacerle daño a la rosa, ¿verdad? Simplemente
te gustó y la tomaste. ¿Crees que realmente aprendiste de eso
algo bueno y agradable? ¿Te parece que aprendiste algo bueno
y agradable acerca de ti y de Helen, cuando la empujaste dentro
del agua?

75
Rossi: Su primer enfoque terapéutico consiste en reencuadrar
el trauma con una metáfora simple: la culpabilidad de la suje­
to por el «error» cometido con su hermana menor no es mayor
que aquella que le cupo por el error natural de tomar una rosa
y lastimarse con las espinas. En vez de procurar persuadirla
en forma directa de que no hizo nada «malo», usted usa una
metáfora que le comunica el sentimiento de estar exenta de
culpa («Tú no intentaste hacerle daño a la rosa, ¿verdad? Sim­
plemente te gustó y la tomaste») y, al mismo tiempo, una ex­
periencia de aprendizaje positiva («¿Crees que realmente apren­
diste de eso algo bueno y agradable?»).
La metáfora terapéutica de la rosa y las espinas inicia una
disposición afirmativa hacia el aprendizaje positivo por me­
dio de la experiencia dolorosa. Es una forma de aprendizaje
muy común y natural: todos hemos tenido innumerables ex­
periencias dolorosas de las que aprendimos algo importante
y bueno. La metáfora de la rosa y las espinas tiende a convo­
car una disposición al deutero-aprendizaje (Bateson, 1979) que
todos hemos aprendido «incidentalmente» de la vida diaria.
A continuación, usted enlaza directamente la metáfora con
su trauma, al preguntarle: «¿Te parece que aprendiste algo
bueno y agradable acerca de ti y de Helen, cuando la empu­
jaste dentro del agua?», pero lo hace de manera tal que activa
sus propios procesos inconcientes para que busquen sus pro­
pios correlatos reencuadradores. Esta activación se produci­
rla, en parte, por obra de la hábil yuxtaposición que usted es­
tableció entre la experiencia positiva y placentera de apren­
der «algo bueno y agradable acerca de ti y de Helen» y la
presentación sin atenuantes del episodio traumático («cuando
la empujaste dentro del agua»). Esta yuxtaposición actúa co­
mo un nuevo puente asociativo que tiende a despotenciar su
perpetua interpretación del accidente como un suceso total­
mente malo. No obstante, como veremos en la próxima sec­
ción, en este accidente operaron otros mecanismos que en de­
finitiva lo convirtieron en un trauma psicológico.
Erickson: [Asiente en silencio.]
R ossi: Usted emplea a menudo estas metáforas en apariencia
sencillas, fácilmente comprensibles en el nivel de experiencia
de un niño. Si las metáforas no bastan, usted sabe que hay
algo más en la situación abordada.

76
1.30 Reencuadramiento del trauma por medio de analogías tera­
péuticas y silogismos informales

Sujeto: No debería haberla alzado en brazos.


Erickson: Aprendiste algo, ¿no? Suponte que, en vez de intentar
ulzarla en brazos en ese momento, hubieses esperado hasta que
fuera más grande y pesada y la hubieses dejado caer, causándole
mucho más daño. Eso habría sido peor que empujarla dentro de
la tina.
Sujeto: Se puso toda azul . .
Erickson: ¿Qué supones que indicaba eso?
Sujeto: Que se estaba muriendo.
Erickson: ¿Alguna vez te quedaste demasiado tiempo dentro del
agua?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Hasta que te castañetearon los dientes? ¿Qué aspecto
tenías entonces?
Sujeto: Estaba azulada.
Erickson: ¿Crees que te estabas muriendo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Crees que Helen se puso azul porque se estaba mu­
riendo?
Sujeto: Pero tosía . . y mamá estaba terriblemente asustada.
Erickson: ¿Has tosido alguna vez?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te estabas muriendo?
Sujeto: No.
Erickson: De modo que ponerse azul y toser no significa que uno
se esté muriendo, ¿no es así? ¿Crees que es bueno saberlo? ¿Te
parece que deberías recordarlo?
Sujeto: Sí.

Rossi: Ahora usted se vale de analogías terapéuticas, en un


nuevo esfuerzo por reencuadrar su comprensión del accidente
en el que su hermana estuvo a punto de ahogarse, pero ella
no está satisfecha. En la siguiente sección, la sujeto revela
por qué ese simple accidente se trasformó en un trauma psi­
cológico tan grande para ella.
Fink: [En 1987] En mi opinión, en esta fobia había varios fac­
tores que constituían una especie de ecuación; esta es, quizás,
una interpretación un tanto psicoanalítica. Ante todo, había
una intensa rivalidad entre la sujeto y su hermana. Y no fue
por accidente que la empujó dentro de la gran tina en la que

77
solían bañarse. La sujeto empujó a la beba, metiéndola en el
agua, y la criatura se puso azul, tosió y estuvo a punto de
ahogarse. Tal vez esta no sea la versión exacta de los hechos
pero, por lo que recuerdo, su madre fue muy severa con ella
a causa del episodio.
Luego ocurrió otro incidente con el padre de la sujeto que,
según se descubrió posteriormente, era tuberculoso. El padre
se metió en el agua, a nadar, empezó a toser y se puso azul.
(Es probable que esto haya sucedido en el lago Michigan, que
es espantosamente frío.) Al cabo de unos seis u ocho meses
murió, por lo que la sujeto estableció la siguiente ecuación:
agua equivale a toser, ponerse azul y morir. Así fue como le co­
bró fobia a toda agua. Ya mencioné que no podía ducharse
ni bañarse, y sólo se lavaba con una esponja.

1.31 Reencuadramiento de una amenaza de pérdida del amor ma­


terno mediante el lenguaje popular y las analogías terapéuticas;
¿reduce la hipnosis el conflicto entre los hemisferios cerebrales?

Erickson: ¿Hay algo más de lo que deberíamos hablar?


Sujeto: Sí. ¿Crees que mamá nos ama?
Erickson: ¿Qué te parece si me dices lo que realmente piensas?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Porque puedes hablarme con soltura, ¿no es así?, y con
mucha sinceridad. ¿Sabes que en realidad ya me respondiste a
la pregunta de si tu madre te ama de veras? ¿Cómo se sentía tu
madre cuando le palmeaba la espalda a Helen?
Sujeto: Estaba terriblemente asustada.
Erickson: Ahora dime, si vieras a ese perro viejo y detestable tem­
blando, tosiendo y atorándose, ¿qué harías?
Sujeto: Me escaparía corriendo.
Erickson: ¿Te sentirías terriblemente asustada? ¿Te sentirías muy
mal?
Sujeto: No.
Erickson: Pero tu madre se asustó y se sintió mal, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: Ella quería a Helen; de eso estás segura. Bien, tú sabes
cómo te sentirías con respecto al perro. Si ese perro te gustara,
no querrías que tosiera. ¿Te agradó que Helen se pusiera fría y
azul?
Sujeto: No.

78
Erickson: ¿Tú también estabas asustada?
Sujeto: Si.
Erickson: ¿Tu madre se asusta alguna vez acerca de ti?
Sujeto: No lo creo.
Erickson: No lo crees. Tal vez recuerdes algo. .
Sujeto: Ella nos hace poner chanclos.
Erickson: ¿Por qué les hace ponerse chanclos? Para que no to­
san, para que no tomen frío. ¿Por qué no quiere que se enfermen?
Sujeto: Porque no iríamos a la escuela.
Erickson: ¿Por qué tienen que ir a la escuela?
Sujeto: Tenemos que saber algo.
Erickson: ¿Te importa si el perro sabe algo? ¿Te importa que lle­
gue a aprender o no algunas gracias?
Sujeto: No.
Erickson: No te importa porque no lo quieres. ¿Por qué desea tu
madre que ustedes vayan a la escuela y aprendan algo?
Sujeto: Ella nos quiere.
Erickson: ¿Estás segura de eso?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Nos queda algo más de que hablar?
Sujeto: Me parece que no.
Erickson: Volveré a verte. ¿Te gustaría que lo hiciera? ¿Te pare­
ce que febrero sería un buen momento? ¿En febrero próximo? Aho­
ra veam os. . . Conversé contigo en febrero del año pasado y aho­
ra. Me pregunto si en el próximo mes de febrero podrás contar­
me algunas cosas más. Esta vez me contaste que pensabas en
algo que habías olvidado. ¿Recordarás algunas otras cosas para
el próximo febrero? Tú nunca sabes si las recordarás hasta que
llegue el siguiente mes de febrero, ¿me equivoco? Ha sido una
visita muy agradable. Me alegra verte crecer tanto.
Sujeto: Toda la ropa me está quedando chica.
Erickson: Supongo que estarás cansada. ¿Qué te parece si des­
cansas? Ahora puedes irte a dormir por un rato.

Erickson: Aquí vemos la diferencia entre el comportamiento


del adulto y el de un niño.
Rossi: ¿Los está diferenciando? ¿Por qué?
Erickson: Porque su madre actuó correctamente y ella se equi
voca [se refiere a su comprensión infantil].
R ossi: Yo diría que usted reencuadra una amenaza de pérdida
del amor materno. ¿Concordaría usted con esto?
Erickson: [Asiente.] Supongo que la amenaza de pérdida es
un malentendido de la niña.

79
Itossi: Podemos inferir de esta sección que la percepción tem­
prana de una pérdida del amor de su madre acaso sea la ver­
dadera causa del persistente trauma psicológico surgido del
episodio en el que Helen estuvo a punto de ahogarse. Usted
pone mucho cuidado en usar analogías terapéuticas dentro de
su marco de referencia infantil en su esfuerzo por reencuadrar
esta experiencia temprana de pérdida del amor materno. Con­
cluye la visita en un tono positivo al destacar su crecimiento;
y el reconocimiento, por parte de ella, de que la ropa ya le que­
da chica indica que sigue sus sugestiones, y que acepta espe­
ranzada sus analogías terapéuticas. En su opinión, ¿esta es
la base del cambio terapéutico que eventualmente conducirá
a la resolución de su trauma y la «cura» de su miedo a nadar?
Erickson: Se le están aclarando las ideas. Como se dice vul­
garmente; le crecen cosas en la cabeza.
Rossi: Comprendo. Estas analogías terapéuticas que usted pre­
senta en un lenguaje popular, ¿constituyen la base de la rees­
tructuración de sus marcos de referencia y la cura de su fobia?
Erickson: ¡Sí!
R ossi: Utiliza el lenguaje popular como un medio de consoli­
dar las ideas introducidas.
Erickson: El lenguaje popular es un idioma que compartimos
hasta con los niños.
Pearson: Por eso resulta más difícil enseñarles los rudimentos
de la gramática y, más adelante, una buena sintaxis inglesa.
R ossi: Supongo que el lenguaje popular es también una apela­
ción al hemisferio cerebral derecho.
Erickson: [Cuenta varias anécdotas sobre las ideas que sus hi­
jo s tenían del crecimiento. Un día en que la familia fue a na­
dar, uno de sus hijos menores le dijo a un hermano mayor:
«¡Caramba, Burt, estás madurando para mayor!». Burt repli­
có: «La edad está madurando vello pubiano».]
Pearson: Me pregunto si una de las principales característi­
cas de la hipnosis no es que pone fin a las «discusiones» entre
los dos hemisferios, lo que por sí mismo es una analogía. En
la hipnosis, un hemisferio no puede decirle que no al otro. Es­
to reduce la angustia generada por esa riña constante entre
los hemisferios, en la que se dicen el uno al otro: «¡Tu punto
de vista es absurdo!». La hipnosis ayuda a comunicar la idea
de que los puntos de vista de uno y otro hemisferio son válidos.
R ossi: La hipnosis permite que cada hemisferio posea su pro­
pia esfera de acción sin interferencia del otro. El aspecto diso­
ciativo de la hipnosis reduce la discusión o conflicto entre los

80
hemisferios, con lo que posibilita el uso apropiado de sus res­
pectivas intelecciones. Sería interesante comprobar experimen­
talmente esta hipótesis.

1.32 Tercera «visita» del Hombre de Febrero: consolidación de


la realidad hipnótica y del marco de referencia terapéutico por
medio de preguntas, retruécanos, chistes y amnesia; creación de
realidades hipnóticas

Erickson: [Tras una breve pausa estrecha la mano de la sujeto,


dándole la señal para recibir la tercera visita del Hombre de Fe­
brero'.] Hola.
Sujeto: ¿Cómo está?
Erickson: Bien, ¿y tú?
Sujeto: Muy bien.
Erickson: ¿Qué debería notar en ti?
Sujeto: He crecido muchísimo.
Erickson: ¿Lo lamentas?
Sujeto: No.
Erickson: Crecer es realmente emocionante y divertido, ¿verdad?
¿Dónde estamos?
Sujeto: En casa de tío Quimby.
Erickson: ¿Quién soy yo?
Sujeto: No lo sé, pero lo he visto antes.
Erickson: ¿Cuándo me viste?
Sujeto: En febrero.
Erickson: ¿Me habías visto en alguna otra oportunidad anterior?
Sujeto: Sí, varios meses antes.
Erickson: ¿Cómo me llamarás? ¿El Hombre de Febrero?
Sujeto: ¡Por supuesto!
Erickson: ¿Eso te recuerda algo? ¿Recuerdas que hace mucho
tiempo te dije que volvería a verte?
Sujeto: Lo recuerdo.
Erickson: ¿Cómo era?, volverías a verme y nos estrecharíamos
la mano.
Sujeto: Pude charlar con usted.
Erickson: Y hasta pudiste reír conmigo. ¡Soy el Hombre de Fe­
brero!
Sujeto: Ese no es un verdadero chiste.
Erickson: Pero te reiste. Y te reiste de veras. ¿Conoces algún chiste
bueno?

81
Sujeto: ¿Sabe cóm o llama Eddie a su auto? «Saltacharcos», ¡por­
que aterriza justo en el medio de todos los charcos!
Erickson: Cuando llueve a cántaros, ¿el auto salta justo en medio
de un caniche? ¿Has visto alguna vez un caniche?*
Sujeto: ¿Quiere decir un charco o un caniche?
Erickson: ¿De qué hablaremos esta vez? ¿De cómo estás crecien­
do o de otra cosa?
Sujeto: De otra cosa. Todo el mundo crece.
Erickson: Yo no.
Sujeto: Pero usted ya es grande.
Erickson: ¿De qué hablaremos?
Sujeto: ¿De qué quiere hablar?
Erickson: De cualquier tema que te dé alegría y comprensión. ¿Qué
opinas del cigarrillo? ¿Crees que algún día fumarás?
Sujeto: No. Tía Mary dice que eso es terrible.
Erickson: Yo pienso que fumar es terriblemente bueno. ¿Cuántos
años tienes ahora?
Sujeto: Ocho.
Erickson: ¿De qué hablaremos?
Sujeto: Bueno la escuela sigue bastante igual. ¿Sabe una co­
sa? Tío Quimby y tía Mary cuidan los chicos de todos. Si quieren
tanto a los chicos, ¿cómo es posible que no tengan ninguno pro­
pio? Cuidan los de todos los demás.
Erickson: Algunas personas no siempre consiguen las cosas que
más desean en este mundo. Las personas sabias son las que tra­
tan de hacer aquellas cosas que les ayuden a tener la felicidad
que les daría la posesión de las cosas deseadas. A tus tíos les
gustan los niños, ¿verdad?, y sin embargo no tienen hijos. ¿Pero
cuántos niños guardarán muchos recuerdos felices de ellos?
Sujeto: Comprendo.
Erickson: ¿No te parece bueno eso, algo que todos querrían te­
ner: niños que crezcan guardando recuerdos felices de ellos? En­
tonces, ¿estás segura de que no tienen hijos? Los tienen de una
manera especial, ¿no es así? Y todos los recuerdos de estos niños
serán recuerdos felices.

Erickson: Noten el cuidado con el que construyo mi encuen­


tro con la sujeto en mi papel del Hombre de Febrero. Ahora

* Aquí hay un doble retruécano con las palabras «puddle» (charco) y «poodle»
(caniche) y la expresión idiomática «to rain cats and dogs» (literalmente: llover
gatos y perros). (TV. de la T.)

82
me ve en casa de su tío Quimby; ha pasado un tiempo y, por
consiguiente, ella ha crecido un poco. Después viene el chiste
infantil acerca del auto de Eddie, el «Saltacharcos», y mi re­
truécano, no menos infantil, con «charco» y «caniche».
R ossi: ¿Por qué hace eso?
Erickson: Para establecer la realidad del Hombre de Febrero
que conversa con una niñita.
R ossi: Correcto. Así promueve la formación gradual de una
disposición mental en la paciente: la realidad hipnótica de su
relación con el Hombre de Febrero. ¿Hay alguna otra razón
que explique la inclusión del retruécano en ese punto de la con­
versación?
Erickson: [Cita la analogía de la llamada telefónica que dis­
trae nuestra atención y nos hace olvidar lo que estábamos ha­
ciendo antes de atenderla.]
Rossi: ¿De modo que la distrae para producirle una amnesia?
¿Por qué?
Erickson: ¡Para aclararle la mente!
R ossi: Oh así despeja el campo para pasar a otro tema con
su pregunta siguiente, «¿De qué hablaremos esta vez?».
Erickson: Sí.
R ossi: En esta tercera visita usted empieza, como de costum­
bre, orientándose con respecto a la realidad de trance de la
sujeto. Luego enlaza esa realidad con el tema de los trances
anteriores por medio de preguntas que: 1) afirman el «creci­
miento» constante de la sujeto; 2) ratifican y consolidan su
identidad como el Hombre de Febrero, y 3) solicitan el chiste
que ella habría de devolverle, según le dijo usted en la sección
1.1. De este modo, usted genera una continuidad entre sus
visitas del Hombre de Febrero; construye una « realidad hip­
nótica» estable, o un marco de referencia terapéutico de alcan­
ce global, entre cada experiencia de trance-visita. A sí crea una
realidad hipnótica que se convertirá. . .
Erickson: . . . ere una actitud básica hacia la vida.
Rossi: ¡Correcto! Se convertirá en parte de su sistema mné-
mico inconciente. En otro nivel, usted refuerza realmente es­
ta idea de lo importante que es tener recuerdos felices mediante
su reinterpretación de la situación de los tíos, Quimby y Mary,
que no tienen hijos. Los recuerdos felices que usted deja en la
sujeto en su papel del Hombre de Febrero serán cálidos y sus­
tentadores, del mismo modo que los recuerdos del tío Quimby
y la tía Mary fueron cálidos y sustentadores para los chicos
que cuidaron. Estos recuerdos se convertirán luego en la base

83
de su futura autoestima y confianza con respecto a la crianza
de sus propios hijos.
Erickson: Ajá. . .

1.33 E n una regresión de edad espontánea, la paciente revive una


traumática lección de natación: ¿son la «actuación» y la conducta
ideodinámica respuestas del hemisferio derecho?

Erickson: ¿Hay algo que te preocupe o inquiete?


Sujeto: Nunca veo a mamá.
Erickson: ¿Eso te preocupa?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Hay algo en eso que quieras contarme?
Sujeto: Nunca viene por aquí. Está trabajando.
Erickson: ¿Para quién trabaja?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Por qué trabaja?
Sujeto: Por dinero.
Erickson: ¿Para quién?
Sujeto: Para nosotras, supongo.
Erickson: ¿Quieres pensar un poco en eso? Piénsalo y dime para
quiénes necesita ella ese dinero.
Sujeto: Para Helen, y para mí, y también para ella.
Erickson: Tiene que cuidar de sí misma para poder cuidar de us­
tedes. ¿No te alegra tener una madre a quien le gusta trabajar
para cuidar de sus hijas?
Sujeto: Desearía que no trabajara.
Erickson: ¿Acaso a algunos adultos no les gusta trabajar?
Sujeto: Supongo que sí.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que te preocupe?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Qué pasó con aquel perro viejo?
Sujeto: Tal vez se murió de repente.
Erickson: ¿Y qué me dices de la natación?
Sujeto: No he nadado. No desde hace mucho tiempo. Nadie va
muy a menudo a nadar y a mí no me gusta ir. El agua no me
gusta mucho.
Erickson: ¿Puedes decirme por qué? [Pausa.] ¿Puedes decirme por
qué?
Sujeto: No produce una sensación muy agradable.
Erickson: ¿En qué sentido?
Sujeto: Y . . . siempre pienso en eso de morir ahogada.
Erickson: ¿Puedes recordar la primera vez que pensaste en eso?
Sujeto: Cuando Helen se puso toda azul.
Erickson: ¿Qué harás al respecto?
Sujeto: Mantenerme apartada del agua.
Erickson: ¿Te gustaría aprender a nadar?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Crees que algún día podrás aprender a nadar?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa de la que puedas hablarme?
Sujeto: No. [.Empieza a toser y a ahogarse.]
Erickson: ¿Estás pensando? ¿Estás pensando? [Ella tose y se aho­
ga. Erickson le agarra la mano.] ¿Por qué toses?
Sujeto: [Sofocándose.] Tengo la boca llena de agua. El señor
Smith. . . tampoco dejaré que me muestre cóm o. . .
Erickson: Pronto tendrás nueve años, ¿no?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: Creo que tengo cuatro.
Erickson: Algún día tendrás nueve años.
Sujeto: No, no los tendré.
Erickson: Algún día tendrás nueve años.
Sujeto: Creí que decía domingo.*
Erickson: ¿Me prometes una cosa? Algún día, cuando tengas nue­
ve años, me contarás todo acerca del señor Smith. ¿Lo harás?
Sujeto: Probablemente me olvidaré de él.
Erickson: Cuando te hable lo recordarás todo, ¿verdad? Ahora
descansa un rato. Volveré a verte cuando tengas nueve años.

Erickson: Su regresión a los cuatro años de edad significa que


está emergiendo algo. [Se refiere a algún trauma.]
Rossi: No cabe duda de que usted quedó perplejo ante este
giro súbito y, al principio, inexplicable en el que la sujeto revi­
vió espontáneamente una desafortunada lección de natación
con el señor Smith. Fue una respuesta ideodinámica provoca­
da, al parecer, por sus preguntas «¿Te gustaría aprender a na­
dar?» y «¿Hay alguna otra cosa de la que puedas hablarme?».
Ella no le da una contestación racional y verbal que provenga
de su hemisferio izquierdo; más bien redramatiza una situa­
ción de cuasi ahogo con atoramiento y sofocación, o sea que
responde con un lenguaje propio del hemisferio derecho.

* La sujeto confunde «someday» (algún día) con «Sunday» (domingo). {N. de


la T.)

85
Tal vez sea interesante señalar que muchas formas de con­
ducta «actuante» (si no todas) pueden ser respuestas del he­
misferio derecho a situaciones en las que la sociedad quizás
habría esperado obtener una respuesta verbal, o sea, del he­
misferio izquierdo. Este concepto podría ampliarse en la si­
guiente hipótesis: muchas formas de asociaciones y conduc­
tas ideodinámicas (si no todas) se gestan por intermedio del
hemisferio derecho, en tanto que las asociaciones lógicas y ver­
bales se producen por intermedio del hemisferio izquierdo. ¿Qué
opina de eso? ¿Es un nuevo insight en la dinámica de la con­
ducta «actuante»?
Erickson: Solían llamarlo catarsis. La «actuación» es otro mo­
do de expresar un significado.
Rossi: Enseguida usted procura orientarse en la situación pre­
guntando a la sujeto si pronto tendrá nueve años. Ella res­
ponde: «Creo que tengo cuatro». Pocos minutos antes había
dicho que tenía ocho (sección 1.32), o sea que ha experimenta­
do espontáneamente una regresión de cuatro años para «ac­
tuar» la contestación a su pregunta sobre la natación. Usted
se queda perplejo y, prudentemente, pone fin a la visita di-
ciéndole que cuando vuelva a verla tendrá nueve años y po­
drá hablarle del señor Smith.
Erickson: Sí. Creo que ella hizo un retruécano involuntario [al
final] cuando creyó que yo decía domingo en vez de algún día.
Eso trasladó la acción del hemisferio derecho al izquierdo.
Rossi: Es una interesante especulación p ost hoc, porque fue
una expresión cognitiva la que trasladó la acción a su hemis­
ferio izquierdo. Por cierto que en 1945 usted no pensó en una
acción recíproca entre los hemisferios cerebrales; en efecto, esto
sucedió mucho antes de que Sperry introdujera tal concepto
en la década de 1950.

1.34 Cuarta « visita» del Hombre de Febrero: confusión momentá­


nea en los niveles de regresión de edad; una heurística curativa
para el estrés postraumático mediante cambios sutiles en los ma­
pas de la memoria

Erickson: Hola.
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: Nueve.
Erickson: ¿Dónde te he visto antes?

86
Sujeto. No lo sé. [Se muestra muy confundida.]
Hrickson: Tú me has visto antes.
Sujeto: No me acuerdo.
Hrickson: ¿Recuerdas cuándo me ves?
Sujeto: En febrero. Ahora lo recuerdo. Usted es el Hombre de
Febrero.
Hrickson: Creo que tienes que hacer algo por mí.
Sujeto: Tengo que hacer algo por usted. Usted siempre está ha­
ciendo cosas por mí.
Hrickson: Pero esta vez tú harás algo por mí.
Sujeto: Sé que le hablaría del señor Smith.
Hrickson: ¡Adelante!
Sujeto: No sé qué decirle de él. Vivía en la casa de al lado y tenía
dos hijos pequeños, Alicia y Barney. Ellos eran verdaderamente
encantadores. El era alemán. . . rubio. . muy alto.

Erickson: [Yo le pregunto:] «¿Dónde te he visto antes?». [Ella


responde «No lo sé», porque en la sección anterior había expe­
rimentado una regresión súbita.] En consecuencia, tenía que
estar confundida.
Rossi: Aunque dice tener nueve años, está confundida porque
todavía se halla bajo el influjo de esa poderosa regresión es­
pontánea a los cuatro años de edad, cuando aún no conocía
al Hombre de Febrero. Usted le da una pista que la sitúe en
el nivel de los nueve años, preguntándole: «¿Recuerdas cuán­
do me ves?». La pregunta constituye una ayuda y un refuerzo
suficientes para despertar en ella la rememoración inmediata
del Hombre de Febrero, así como el acatamiento de su ante­
rior sugestión pos-hipnótica de que le hablara del señor Smith
(sección 1.33). Luego responde a su pregunta con esa rara in­
diferencia que caracteriza el esfuerzo de un niño por relatar
algo desagradable.
Erickson: El señor Smith es el recuerdo de un hombre que co­
metió una mala acción, pero Alicia y Barney son sus amigui-
tos. Ellos no eran malos como el señor Smith.
Rossi: «Ellos eran verdaderamente encantadores».
Erickson: ¡Ahora ella está alterando su recuerdo!
Rossi: Así, pues, esta es una parte importante del proceso hip-
noterapéutico. La paciente introduce en el recuerdo original
del señor Smith de naturaleza traumática, otros recuerdos más
agradables referidos a sus encantadores compañeros de jue­
gos. Así altera o diluye el recuerdo traumático original. Po­
dría decirse que ya modifica de manera sutil el «mapa» de su

87
recuerdo traumático del pasado. Cada vez que un paciente en
estado de hipnosis repasa un recuerdo traumático, tiene oca­
sión de diluirlo añadiéndole nuevos contenidos placenteros y
no traumáticos hasta que, finalmente, el trauma se convierte
en una parte pequeña e insignificante del todo.
El estado de trance facilita una rememoración o activación
ideodinámica más vivida del recuerdo traumático original; por
lo tanto, los nuevos contenidos más placenteros que se le aña­
den tienen una oportunidad de quedar ligados o asociados al
trauma de un modo más adecuado. De ese modo se produce
una dilución efectiva. Empero, cuando el trauma se rememora
en la forma menos vivida característica del estado de vigilia
común, los nuevos contenidos agregados no se ligan tan bien
al trauma, y la dilución es menos significativa. Esta es una
heurística que permite conceptualizar la manera en que la hip­
nosis facilita la curación del estrés postraumático por medio
de alteraciones terapéuticas introducidas en los mapas de la
memoria.

1.35 Lenguaje infantil que convalida la regresión de edad: distrac­


ción, y formación temprana de un hipnoterapeuta

Erickson: Cuéntame algo más.


Sujeto: El solía venir a casa y algunas veces jugaba a las cartas.
Pero no me gustaba. A veces era un poco rezongón.
Erickson: ¿Recuerdas algo más acerca de él?
Sujeto: Era tremendamente grande.
Erickson: ¿Y qué más?
Sujeto: El siempre iba a mostrarme cómo se nadaba y yo no lo
dejaba. Entonces, una vez me metió en el agua y yo le di una
patada.
Erickson: ¿Qué impresión tienes de eso?
Sujeto: ¿De aprender a nadar? Estaba asustada.
Erickson: ¿Pensaste que eras una niña mala?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Qué pensó tu madre de eso?
Sujeto: Mamá quería que yo aprendiera a nadar, pero no me im­
portó y le di un puntapié.
Erickson: ¿Por qué lo pateaste?
Sujeto: No quería aprender a nadar.
Erickson: ¿Por qué no querías aprender a nadar?

88
Sujeto: No quería que me aprendiera a nadar. Supongo que le te­
nía m iedo. . . o algo así.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Te hizo algo que no te gustó?
Sujeto: No. Sólo que él les frunce el entrecejo a todos.
Erickson: ¿Te metió en el agua?
Sujeto: Sí. Eso no me gustó.
Erickson: Todavía no me has hablado de eso. . .
Sujeto: Me estaba enseñando a nadar y cuando le dije que no,
simplemente me alzó y me metió en el agua. Me entró agua en
los ojos, los oídos y la boca; le di una patada y rompí a llorar.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No quería aprender a nadar.

Erickson: «No quería que me aprendiera a nadar».


Rossi: El uso de un lenguaje infantil en «me aprendiera» tien­
de a convalidar su estado de regresión de edad.
Erickson: Sí. Lo mejor [de esta sección] es cómo pasa del sus­
to al puntapié. Recuerdo que cuando era muchacho recorría
el campo vendiendo libros. Un verano, di con un granjero que
tenía un perro al que había adiestrado para que atacara a quien­
quiera entrara en su patio. Cuando entré en el patio, el perro
se me vino encima. Era tan sólo un perro y no conocía otro
procedimiento mejor. Saqué mi pañuelo y lo sostuve en alto,
así. Aquel perro tonto le echó una dentellada, cerrando las fau­
ces, ¡y yo le di una patada justo aquí! [Señala su garganta.]
Le aseguro que, ante aquello, el perro tuvo que pensarlo dos
veces. El granjero quedó tan sorprendido que exclamó: «¡Es
la primera vez que veo a mi perro salir malparado!» y me
invitó a cenar.
Rossi: Y así fue como usted desplazó la agresión del perro.
¡Publicaré esta anécdota, para que se sepa que Milton apren­
dió hipnoterapia pateando perros en la garganta!
Erickson: Bueno. . . ¡aquello fue tan estúpido, de parte del pe­
rro! Siempre queremos saber qué hará el otro, pero no debe­
mos ponerlo sobre aviso de lo que haremos nosotros. El gran­
jero y yo nos entendimos tan bien que me invitó a quedarme
esa noche en su casa.
Rossi: Es una anécdota para un futuro biógrafo: ¡la forma­
ción temprana de un hipnoterapeuta, cómo aprender técnicas
de distracción en la vida diaria!
1.36 Disociación de un recuerdo traumático: implicación y analo­
gía terapéutica; separación del pensamiento y el sentimiento; reen-
cuadramiento pos-hipnótico de las emociones; un doble vínculo
temporal

Erickson: ¿Puedes decirme algo más acerca de eso? ¿Por qué. . . ?


El te levantó y te metió en el agua; tú no querías entrar en el
agua y empezaste a atorarte y a toser. ¿Qué te recordó eso?
Sujeto: Supongo que pensé en Helen, cuando la empujé dentro
del agua, y no quise ponerme toda azul igual que ella.
Erickson: A ver si puedes recordar lo que sentiste. . .
Sujeto: Estaba asustada.
Erickson: Estabas terriblemente asustada. Paralizada de terror.
Y tosiste. Tú tosiste y Helen tosió. Helen también estaba bas­
tante asustada.
Sujeto: Era demasiado pequeña para asustarse.
Erickson: Pero a ella tampoco le gustó, ¿no es así?
Sujeto: Ella lloró.
Erickson: Y tú tosiste y ella tosió. Ella se sintió desdichada y
tú también te sentiste desdichada. Sucedieron muchas cosas igua­
les. ¿Qué harás al respecto? ¿Lo recordarás?
Sujeto: No quiero recordarlo.
Erickson: Simplemente no quieres recordarlo. ¿Crees que podría
ser algo bueno para recordar?
Sujeto: No. Mamá dice que sólo deben recordarse las cosas lin­
das y agradables.
Erickson: Cuando tu diente se cayó, ¿te dolió?
Sujeto: No mucho.
Erickson: ¿Te dolió?
Sujeto: ¡Por supuesto!
Erickson: ¿Te agrada haberlo recordado?
Sujeto: Claro que si.
Erickson: ¿Fue agradable o simplemente algo que debía suceder?
Sujeto: Fue ambas cosas.
Erickson: ¿Crees que podría ser una buena idea recordar este asun
to de la natación? ¿Y olvidarte sencillamente de tener una mala
impresión con él?
Sujeto: Me asusta.
Erickson: ¿Crees que deberías asustarte de lo que puedes recordar?
Sujeto: No.
Erickson: No, en verdad no deberías asustarte de las cosas que
puedes recordar. Tal vez un día puedas reírte de lo asustada que
estabas. Eso sería lindo, ¿no?

90
Sujeto: Sí.
Erickson: Tal vez lo hagas algún día.
Sujeto: No lo creo.
Erickson: Yo creo que sí lo harás. ¿Quieres que venga a verte
el año próximo o debo saltar un año?
Sujeto: Puede saltar un año, si quiere. Para entonces, seré real­
mente grande.
Erickson: ¿Qué altura tendrás?
Sujeto: Le apuesto a que seré tan alta como mamá.
Erickson: Me parece que sería muy agradable verte para entonces.
Sujeto: Por supuesto, ella es muy alta.
Erickson: No sabemos qué altura alcanzarás. Sólo tienes que cre­
cer y descubrirlo. ¿Qué te parece si vuelvo a verte cuando tengas
once años? Debes tenerme preparado un chiste para entonces,
¿qué opinas?
Sujeto: No s é . . . Lo intentaré.
Erickson: Bueno, dispones de un par de años. ¿Y de qué hablare­
mos la próxima vez que te vea?
Sujeto: Habré avanzado en la escuela. Tal vez ya no viva más aquí.
Erickson: Te encontraré. ¿Qué piensas de esto?
Sujeto: Probablemente lo hará.
Erickson: Eso es. Y cada vez que me ves, yo vengo a visitarte
y tú descansas, ¿no es cierto? Y nunca me ves en los períodos
intermedios. Así hacen todos los Hombres de Febrero: Quizás un
día seré un Hombre de Marzo. ¿Sabes qué es un abejorro de ju­
nio? Y a lo mejor seré más bajito.
Sujeto: A já. . .
Erickson: Me parece que te estás cansando.
Sujeto: [Cae en un estado de reposo.]

Erickson: «Y tú tosiste y ella tosió. Ella se sintió desdichada


y tú también te sentiste desdichada. Sucedieron muchas co­
sas iguales». Pero «mamá dice que sólo deben recordarse las
cosas lindas y agradables».
R ossi: En esta sección, la sujeto es capaz de aportar los he­
chos sobre las asociaciones traumáticas cruciales entre su tos
y su atoramiento en aquella lección de natación y los de su
hermana menor cuando estuvo a punto de ahogarse. Pero no
desea recordar ni uno ni otro trauma. En esta extraña disocia­
ción, ella capta los nexos entre ambos episodios y, sin embar­
go, no quiere recordarlos porque, según dice su madre, sólo
debe recordar «las cosas lindas y agradables». Tal es el poder
represivo hipnótico de una sugestión materna sobre una niña

91
perturbada por unos sentimientos de miedo y culpa que no
sabe cómo manejar. Usted la estimula a recordar o revivir el
contenido emocional del episodio, pero ella se mantiene rígi­
damente dentro del marco de referencia materno.
Ante esto, usted introduce la analogía terapéutica del diente
que duele al caerse y explora la posibilidad de separar el pen­
samiento del sentimiento,4 con la esperanza de liberar los as­
pectos cognitivos de su carga emocional represiva. Como en
ese momento ella parece oponer bastante resistencia, usted
le dice: «Tal vez, un día puedas reírte de lo asustada que esta­
bas. Eso sería lindo, ¿no?». En realidad le imparte con esto,
como al pasar, una sugestión pos-hipnótica para que reencua­
dre sus miedos. Pero ella aún duda de que pueda hacerlo.
Entonces usted le presenta un doble vínculo temporal, al
preguntarle: «¿Quieres que venga a verte el año próximo o de­
bo saltar un año?». Sea cual fuere la alternativa que elija, ella
se compromete a reunirse nuevamente con usted. Quiere sal­
tar un año, porque «para entonces seré realmente grande». Es­
ta puede ser una sutil insinuación de que para esa fecha podrá
abordar sus recuerdos traumáticos de manera más efectiva,
porque «será realmente grande».
Usted termina esta visita destacando los temas del creci­
miento y el humor: desde el punto de vista de un niño, ¡por
cierto que una persona adulta parece ir achicándose a medida
que él crece en estatura! Aquí también hallamos una sutil im­
plicación de que ella será más grande, más madura y más ca­
paz de enfrentar las emociones difíciles. ¿Concuerda con este
análisis?
Erickson: Sí. Termino planteando la posibilidad de trasformar-
me en un Hombre de Marzo y asocio esta idea con el abejorro
de junio, para dar pie a un posible chiste ulterior de la pacien­
te. Ella será más alta y yo más bajo. Así confirmo su idea
de que será más alta y mayor. Dejo esto en claro para su cog­
nición. Las ideas están todas presentes.
R ossi: Todas las ideas están presentes por implicación. Usted
utiliza la implicación, en vez de una formulación directa, para
soslayar cualquier posibilidad de crítica.
Erickson: Así es.

4 Para un tratamiento más detallado de esta disociación, véase la Segunda


parte del capítulo 8 de Erickson y Rossi (1979).

92
1.37 Quinta « visita» del Hombre de Febrero: un buen reencuadra-
miento de las emociones en el crecimiento psicológico; alteración
de los « mapas de la memoria», no del trauma original

Erickson: [Tras una breve pausa, vuelve a estrechar la mano de


la sujeto para iniciar la quinta visita.] Hola.
Sujeto: Hola. Recuerdo quién es.
Erickson: ¿De veras?
Sujeto: ¿Cómo es posible que usted me conozca siempre?
Erickson: Los Hombres de Febrero siempre recuerdan. Y yo soy
el Hombre de Febrero.
Sujeto: Sí, estimo que lo es.
Erickson: Estás creciendo mucho. Ya eres bastante señorita.
Sujeto: Casi lo suficiente para ser una novia.
Erickson: ¿Estás pensando en novias?
Sujeto: ¡Oh, no! Pero Lisa sí.
Erickson: ¿Cuántos años tiene Lisa?
Sujeto: Catorce. Una puede casarse a los dieciséis.
Erickson: ¿Lisa piensa casarse?
Sujeto: No. No lo creo.
Erickson: Veamos. ¿Recuerdas de qué hablamos la última vez que
te vi?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿De qué?
Sujeto: Del señor Smith.
Erickson: Tú pensabas que tal vez te olvidarías de eso.
Sujeto: Pensaba que lo olvidaría, pero barrunto que no lo olvidé.
Erickson: Ahora que lo piensas, ¿cómo te sientes con respecto
a eso?
Sujeto: Con respecto al señor Smith, no debería haberme asustado.
Erickson: ¿Por qué no?
Sujeto: Probablemente no me habría hecho daño. Sólo quería en­
señarme a nadar.
Erickson: ¿Qué opinas acerca de tu furia y de las patadas que
le diste?
Sujeto: No debería haberlo pateado, pero él no debió haber trata­
do de enseñarme a nadar si yo no quería aprender.
Erickson: En verdad, ya estás teniendo pensamientos de persona
adulta. Son mejores que esos sentimientos de pánico, ¿no te pa­
rece? ¿No es maravilloso ser grande?
Sujeto: Ahora puedo usar colorete.
Erickson: ¿Te pones mucho?
Sujeto: No.

93
Erickson: Deberías usarlo con mucha discreción.
Sujeto: No me pondré mucho.
Erickson: De paso, ¿cómo te sientes con respecto a la natación?
¿Todavía te asusta el agua?
Sujeto: No tanto.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que te asuste?
Sujeto: No.

Erickson: La paciente dice acerca del señor Smith «Pensaba


que lo olvidaría, pero barrunto que no lo olvidé». Luego dice
«No debería haberme asustado». Ahora está repercibiendo sus
procesos emocionales.
Rossi: De modo que este es un proceso hipnoterapéutico bási­
co: la repercepción de los procesos emocionales constituye la
esencia de su reencuadramiento.
Erickson: No se altera la experiencia original, sino su percep­
ción, y eso se convierte en el recuerdo de la percepción.
Rossi: No podemos alterar la percepción original, pero sí po­
demos alterar nuestra experiencia del recuerdo o su «mapa».
Erickson: Ella dice: «Probablemente no me habría hecho da­
ño. Sólo quería enseñarme a nadar».
Rossi: Aquí tenemos, pues, una revaluación o reencuadramien­
to totales del incidente traumático temprano.
Erickson: Ella continúa diciendo que «no debería haberlo pa­
teado, pero él no debió haber tratado de enseñarme a nadar
si yo no quería aprender». [Si¿ comprensión global del hecho
ha cambiado por completo. Ha pasado del susto y la ira a una
visión bilateral y equilibrada de la situación.] Entonces, yo le
digo: «En verdad, ya estás teniendo pensamientos de persona
adulta. Son mejores que esos sentimientos de pánico, ¿no te
parece? ¿No es maravilloso ser grande?».
Rossi: Este diálogo refuerza y consolida su crecimiento con
una comprensión más madura de las cosas.
Erickson: Y ella lo demuestra con su acotación «Ahora puedo
usar colorete».

1.38 Refuerzo de señales mínimas de crecimiento psicológico orien­


tado hacia la diversión y la felicidad; la brecha generacional: ba­
jar del pedestal lo viejo en favor de lo nuevo

Erickson: ¿Cuánto tiempo hace que vengo visitándote?


Sujeto: Un largo tiempo.

94
Erickson: ¿Recuerdas una de las primeras cosas que me pregun­
taste? Qué me preguntaste. . . ah, sí: «¿Adonde se fue papito?».
Ahora que ya eres grande, ¿qué piensas de aquella explicación
mía?
Sujeto: Quizá me estaba tomando el pelo. ¿Lo hizo?
Erickson: ¿Crees que te estoy tomando el pelo?
Sujeto: No todos van al cielo.
Erickson: ¿Quién crees que va al cielo?
Sujeto: Oh, no sé. . . No muchos.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Supongo que porque a todos nos gusta divertirnos dema­
siado.
Erickson: ¿Y qué le hace la diversión a la gente?
Sujeto: No la lleva al cielo. De todos modos, eso dice mi abuelita.
Erickson: Yo creo que la diversión hace feliz a la gente.
Sujeto: ¿Le parece que puede ser feliz e ir al cielo?
Erickson: No me parece que debas ser una persona triste.
Sujeto: Aquí tenemos a una anciana que no hace otra cosa que
leer la Biblia. No se divierte en absoluto. Pero es probable que
vaya al cielo.
Erickson: Yo pienso que el cielo es para la gente feliz.

Erickson: Trato de hacerle comprender que está muy bien di­


vertirse. Ella comenta con perspicacia: «De todos modos, eso
dice mi abuelita». ¡Y todos sabemos que las abuelas son terri­
blemente anticuadas! [Ríe.]
Rossi: El hecho de que la abuela sea anticuada implica que
no está al día. Esta implicación se convierte en el medio sutil
con que la sujeto baja del pedestal la opinión de su abuela de
que la diversión no conduce al cielo. Este rebajamiento de la
generación anterior, propio de una adolescente, demuestra el
crecimiento psicológico de la paciente. Ahora está orientada
hacia la diversión y la felicidad, y usted apoya enérgicamente
tal inclinación al afirmar «Yo pienso que el cielo es para la
gente feliz». No le impone esta idea; simplemente, refuerza su
propio rebajamiento sagaz de la noción moralista y anticuada
de que no se puede tener a la vez la diversión y el cielo.
La gran importancia que atribuye usted a su «comentario
perspicaz» —que lo es, y mucho— constituye un ejemplo exce­
lente del aprendizaje que ha hecho para aprehender las impli­
caciones de crecimiento contenidas en las «señales mínimas»
de desarrollo psicológico. La ceguera frente a las manifesta­
ciones sutiles de los saltos que da un niño o adolescente en

95
su nivel de comprensión es un rasgo demasiado común de los
padres, maestros y personas investidas de autoridad. De ahí
que se abra una brecha generacional, con toda su carga de
Sturm und Drang: hay una trágica ruptura de relaciones, den­
tro de la cual la generación mayor afirma no entender «de dón­
de ha salido» la generación más joven, y esta abandona la lu­
cha, desesperada ante la estupidez, la mala voluntad y la apa­
rente falta de confianza de sus mayores. La generación mayor
no sabe cómo aprehender las implicaciones de crecimiento de
la generación más joven, a menudo ocultas tras la incertidum-
bre y el sentimiento de inferioridad de los jóvenes.
En el nivel intrapersonal, podemos inferir que la mayoría
de los jóvenes tampoco detectan las implicaciones de su pro­
pio proceso interno de crecimiento psicológico. No saben cómo
sustentar sus nuevos niveles fenomenológicos de percatación
y comprensión, que se desarrollan de una manera espontánea
dentro de ellos.5 Nuestro sistema educacional todavía aplica
primordialmente el método de «memorización y castigo»: en
vez de enseñar a los niños a reconocer y nutrir su proceso crea­
tivo interno, el sistema educacional común enseña contenidos
que el niño debe tragar enteros (memorización) para luego re­
gurgitarlos en exámenes (castigo) que constituyen los llama­
dos criterios de aprendizaje. De este modo, los alumnos o es­
tudiantes no ven su propio proceso interno de aprendizaje y
descubrimiento; y este proceso es esencial para adquirir la ca­
pacidad de practicar cualquier forma de creatividad. Esta ce­
guera interior es la que conduce a las llamadas enfermedades
mentales y desajustes psicológicos, en los que el individuo no
sabe cómo reconocer, reforzar e integrar el nuevo crecimiento
psicológico que se está generando espontáneamente y desde
adentro. Vista bajo esa luz, la función esencial de la psicotera­
pia es abrir el camino hacia esta comprensión del proceso de
crecimiento, a fin de que las personas puedan resolver sus pro­
blemas.6

5 En Rossi (1972a/1985), Primera parte, se discute la heurística de salida del


cascarón en relación con el crecimiento psicológico.
6 Véanse también los artículos de Rossi (1967-1980) citados en las «Referen­
cias bibliográficas».

96
1.39 Uso de una formación moral para reencuadrar los estados
de sentimiento; visión integradora de Erickson acerca de una hi­
pótesis sobre las analogías terapéuticas (hemisferio derecho) y el
reencuadramiento (hemisferio izquierdo)

Sujeto: Papito era bastante feliz, pero estaba algo enfermo, así
que, quizá, no era tan feliz. . . Quizás iría al cielo. No lo sé; su­
pongo que eso no tiene importancia.
Erickson: Me parece que el cielo es para las personas que disfru­
tan de la vida, son felices y obran lo mejor que pueden.
Sujeto: El trabajó duro todo el tiempo. Supongo que también fue
bastante feliz. Tosía mucho; eso no puede haberlo hecho feliz. [Me­
nea la cabeza.]
Erickson: Pienso que a Jesús le ocurrieron muchas cosas.
Sujeto: Pero El no se divirtió mucho.
Erickson: ¿Crees que no disfrutó algunas de las cosas que le su­
cedieron? Me parece que le pasaron cosas felices.
Sujeto: El nunca reía.
Erickson: ¿Por qué dices eso?
Sujeto: Nadie habla nunca de su risa. Hablan de cuando El llora­
ba o rezaba, pero El nunca reía. Sin embargo, fue al cielo.
Erickson: ¿Alguna vez hizo una buena obra?
Sujeto: Muchísimas.
Erickson: ¿Qué haces tú cuando llevas a cabo un buen trabajo?
Sujeto: Me doy una palmadita en la espalda.
Erickson: ¿Te sientes feliz y lo disfrutas?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: Cuando estás disfrutando de algo, ¿necesitas reírte a
carcajadas o puedes reír para tus adentros?
Sujeto: ¡Claro que puedo!
Erickson: ¿Y qué supones que hacía Jesús cuando realizaba una
buena obra? El también reía para sus adentros. ¿Hay algo que
te preocupe o inquiete?
Sujeto: No.

Erickson: Básicamente, estoy moralizando. Proporciono un


marco de referencia moral para su comprensión de que el fun­
damento o requisito esencial de la felicidad es trabajar y obrar
lo mejor posible. Todo eso encaja con su formación católica.
Establezco una comparación: Jesús sufrió; así pues, fue al cie­
lo. La vida no es un bol lleno de cerezas, pero poder reír y
sentirnos bien para nuestros adentros cuando hacemos una
buena obra es una compensación.
Rossi: Usted utiliza la formación moral de la sujeto para ra­
cionalizar un proceso de sensación interna de bienestar con
respecto a sí misma. Además, le está sugiriendo que su padre
probablemente se sentía bien «por dentro», aun hallándose muy
enfermo, del mismo modo en que Jesús experimentó ese sen­
timiento de bienestar interior pese a sus muchos sufrimien­
tos. Por consiguiente, en realidad la ayuda a revaluar, y posi­
blemente a reencuadrar, algunas de sus ideas tempranas en
torno de la muerte de su padre y algunas de sus ideas religio­
sas, bastante convencionales.
Erickson: Sí.
Rossi: Usted proporciona estímulos y señales, habitualmente
en forma de preguntas y situaciones, que posibilitan la mani­
festación de la dinámica inconciente de la sujeto. Luego debe
seguir sus procesos asociativos, que indicarán el tipo de tra­
bajo terapéutico que debe hacerse. En estas visitas del Hom­
bre de Febrero, ese trabajo parece consistir esencialmente en
el simple acto de responder las preguntas infantiles acerca del
mundo, formuladas por la sujeto en su regresión de edad. Suele
contestarlas con analogías y metáforas terapéuticas, o bien
reencuadrando sus orientaciones y marcos de referencia de­
masiado rígidos y limitados. Las analogías terapéuticas dan
a menudo la impresión de constituir un lenguaje del hemisfe­
rio derecho, en tanto que el reencuadramiento acaso esté orien­
tado hacia las pautas de comprensión del hemisferio izquierdo.
Erickson: [Entrega a Rossi una nota, aparentemente escrita
luego de una de nuestras discusiones sobre la dinámica de la
interacción entre los hemisferios cerebrales en la hipnosis.]
R ossi: Aquí usted dice: «La vivencia, el recuerdo y la percep­
ción son cosas totalmente diferentes, y el funcionamiento [de
los hemisferios] izquierdo y derecho son combinaciones dife­
rentes de estas tres cosas».
Erickson: No creo que exista ninguna función que correspon­
da «puramente» al hemisferio derecho o al izquierdo. Sin em­
bargo, es posible que algo esté localizado en el hemisferio, de­
recho antes de que lo percibamos en forma completa. [Erick­
son cita muchos ejemplos del proceso de aprendizaje en perso­
nas y animales, que le sugieren la imposibilidad de separar
las funciones psicológicas y atribuirlas a uno u otro hemisfe­
rio, como acaba de hacerlo R ossi al formular sus hipótesis.]
Rossi: Algunos han especulado con la idea de que los conteni­
dos del hemisferio derecho son más inconcientes, de modo que
el insight requeriría un desplazamiento del hemisferio dere-

98
cho al izquierdo, que es más conciente. De ser cierto esto, su
terapia abordaría más bien el hemisferio derecho. ¿O usted di­
ría que siempre entraña una integración de ambos hemisferios?
Erickson: Siempre entraña una integración.

1.40 Un doble vínculo que utiliza actitudes morales; tratamiento


de los problemas de hábitos en la regresión de edad; prudencia
y « dejar bastante tranquilo» al paciente en la exploración hipnó­
tica; opción ilusoria

Erickson: ¿Hay algo en ti que crees que debería advertir ahora?


Sujeto: Tengo el cabello largo. . . pero me como las uñas; las muer­
do, nada más.
Erickson: ¿Por qué las muerdes?
Sujeto: Porque tienen buen sabor, supongo.
Erickson: ¿Realmente tienen buen sabor?
Sujeto: No, pero es divertido mascarlas.
Erickson: ¿En qué piensas cuando te comes las uñas?
Sujeto: A veces me pongo furiosa y entonces las masco a fondo.
Erickson: ¿Mascarlas a fondo es tan bueno como patear a la gente?
Sujeto: Una no puede ir por ahí pateando a la gente. A abuelita
no le gusta.
Erickson: ¿Le gusta que te masques las uñas?
Sujeto: No, pero yo se lo digo simplemente.
Erickson: ¿Algún día cambiarás de parecer acerca de eso?
Sujeto: ¡Oh, sí! No quiero comerme las uñas cuando sea grande.
Erickson: ¿He cambiado algo?
Sujeto: No.
Erickson: Pensé que mi estatura disminuiría.
Sujeto: Tal v e z . . . pero no se mide así a la gente. Hay que parar­
la contra una pared. No puedo recordar qué altura tengo, pero
estoy creciendo. Abuelita asegura que puede decir cuánto he cre­
cido por lo cortos que me están quedando los vestidos.
Erickson: Es un buen método de medición. ¿De qué hablaremos
la próxima vez que te vea?
Sujeto: No sé. . .
Erickson: ¿Crees que me contarás alguna desdicha o algo desa­
gradable?
Sujeto: No creo que vaya a ser desdichada.
Erickson: Pero si ocurriera algo desagradable o desdichado, ¿crees
que podrías contármelo. . . en cualquier tiempo y lugar, donde sea?
Sujeto: Claro que sí.

99
Erickson: ¿Sea lo que fuere?
Sujeto: Sí, por supuesto.
Erickson: ¿Sea cual fuere tu edad?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuándo volveré a verte?
Sujeto: Será mejor que vuelva en febrero.
Erickson: ¿En febrero del año próximo, del año subsiguiente o
del otro? ¿Qué te parece si me lo dices?
Sujeto: Más vale que espere un poco.
Erickson: ¿Cuánto tiempo? ¿Qué edad quieres tener cuando vuel­
va a verte?
Sujeto: Supongo que tendré. . . ¿quiere esperar hasta que vaya
al secundario?
Erickson: Te veré cuando tú quieras. . . donde quieras. . . Hasta
podría convertirme en un Hombre de Octubre.
Sujeto: Usted me gusta como el Hombre de Febrero.
Erickson: La conversación te está cansando un poco, ¿verdad?
Ahora puedes descansar.

Erickson: Este es un vínculo total. [Se refiere a sus palabras:


«Pero si ocurriera algo desagradable o desdichado, ¿crees que
podrías contármelo. . . en cualquier tiempo y lugar, donde
sea?»] Ella responde «Claro que sí»; me lo contará inevitable­
mente, sea lo que fuere.
Rossi: De modo que usted consigue hacerle decir «Sí, por su­
puesto» a una declaración muy general y global. La está cons­
triñendo a contarle cualquier experiencia desagradable. Esto
actúa a modo de vínculo para ella, porque es una persona con
principios morales que cumple con su palabra. Usted utiliza
sus actitudes morales para producir este vínculo. Sus «actitu­
des morales» resultan tendencias de respuesta interna que fun­
cionan como un metanivel constriñéndola, por medio de un
doble vínculo, a contarle a usted cualquier experiencia des­
agradable.7
También advierto en esta sección que usted «la deja bas­
tante tranquila» con respecto a su temprano problema de há­
bito (comerse las uñas). Supongo que lo hace porque, en su
estado de regresión de edad, ella puede decir que no se come­
rá las uñas cuando sea más grande (y, en efecto, no lo hará).
En este tipo de reconstrucción de la personalidad por medio
de la regresión de edad, usted trata en lo posible las cuestio­

7 Véase Erickson y Rossi (1975/1980).

100
nes más directamente relacionadas con problemas adultos, en
este caso, su miedo al agua. No se ocupa del hábito de comer­
se las uñas, porque ya sabe que ese problema se resolverá por
sí solo. ¿Hay algo más que quiera decir con respecto a esta
sección?
Erickson: No. Me sorprende la gran prudencia que manifiesto
en ella.
R ossi: Sí. Esto ocurrió en 1945. [Por entonces, Erickson se ha­
llaba en un período creativo de transición de la investigación
hipnótica en laboratorio a este nuevo proceso de exploración
hipnótica en el trabajo clínico. La prudencia fue, en realidad,
una actitud importante en ese trabajo exploratorio.]
Erickson: Yo le pregunto «¿Cuándo volveré a verte?». He ga­
nado su confianza absoluta en mi papel del Hombre de Febre­
ro, y ella quiere mantener ese estado de cosas cuando contes­
ta «Será mejor que vuelva en febrero». Entonces, le planteo
una opción ilusoria: «¿En febrero del año próximo, del año sub­
siguiente o del otro? ¿Qué te parece si me lo dices?». Cuando
le propongo convertirme en el Hombre de Octubre, le estoy
haciendo admitir su preferencia por el Hombre de Febrero, evi­
denciada en su propia respuesta: «Usted me gusta como el
Hombre de Febrero».
Rossi: Ella prefiere la seguridad de esa alternativa.
Erickson: Sí. Le doy libertad, pero en realidad ella no la recibe.

1.41 Sexta «visita» del Hombre de Febrero: nuevas pautas de com­


prensión psicológica en la adolescencia; señales mínimas, reen-
cuadramiento, prescripción del síntoma y vínculos temporales; los
metaniveles en los niños

Sujeto: ¡Vaya, ni siquiera me dirige la palabra!


Erickson: ¡Oh sí, hablaré contigo! Simplemente, me pregunto en
qué mes estamos.
Sujeto: En octubre.
Erickson: ¿Me he retrasado?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: ¿Qué año es?
Sujeto: ¿No lo sabe?
Erickson: Sólo te pregunté en qué mes estamos.
Sujeto: ¿No sabe qué año es? 1939. [En realidad, es 1945.]
Erickson: [Le da la señal, estrechándole la mano.] ¿Cuántos años
tienes?

101
Sujeto: Trece.
Erickson: ¿En qué grado estás?
Sujeto: En el primer año del secundario. Eso es malo, malísimo,
¿sabe usted? En toda la clase sólo hay una alumna menor que
yo. Eso es malo. Todas las demás son mayores.
Erickson: ¡Oh, no sé si es así! Ustedes serán todavía jóvenes cuan­
do ellas sean casi solteronas.
Sujeto: ¡Oh, ya no hay más solteronas!
Erickson: ¿Y qué son?
Sujeto: Muchachas solteras, supongo.

Erickson: El que Jane sea una de las dos alumnas de menor


edad otorga al resto de la clase el prestigio de ser mayores.
Evidentemente, lo importante aquí es la edad. Para una ado­
lescente quinceañera, un hombre de veinticinco años es «vie­
jo». Por eso al introducir el comentario «Ustedes serán toda­
vía jóvenes cuando ellas sean casi solteronas» estoy introdu­
ciendo la duda, y esto la induce a no llamarlas «solteronas»,
sino «muchachas solteras».
Rossi: Otra sutil diferenciación lingüística que constituye una
señal mínima de su creciente madurez. Su generación tiene nue­
vas actitudes psicológicas y la sujeto le habla de ellas. Este
hecho encierra implicaciones interesantes sobre las razones de
los cambios de lenguaje de una generación a otra: estos vira­
jes lingüísticos codifican la nueva percatación naciente y las
pautas de comprensión privativas de cada generación. Los nue­
vos modos de describir situaciones, relaciones y posiciones so­
ciales no son meros eufemismos, sino más bien nuevas pautas
de penetración y comprensión psicológicas. Inhibir estas nue­
vas pautas de lenguaje (como la jerga popular) equivale a in­
hibir la nueva percatación naciente. Por lo tanto, los «puris­
tas» del idioma son en realidad unos «viejos pomposos y quis­
quillosos» cuando ridiculizan lo nuevo, si bien cumplen una
función muy importante al insistir en el mantenimiento de
aquellos significados y distingos de términos laboriosamente
creados por las generaciones pasadas.
Erickson: [Narra varias historias y anécdotas acerca de seña­
les mínimas de lenguaje y conducta que modelaron ciertos
acontecimientos de su vida familiar.]
Rossi: Gran parte de su hipnoterapia es una simple continua­
ción de aquellos conceptos cambiantes que emergen de mane­
ra natural en la vida diaria.

102
Erickson: Ajá . . [Cita como ejemplo adicional el caso de Jim-
mie, un niño de corta edad que se chupaba el pulgar. Sus pa­
dres querían que Erickson le aplicara un tratamiento hipnóti­
co.] Me senté junto a él y le dije: «Bien, Jimmie, tu padre y
tu madre quieren que impida que sigas chupándote el pulgar».
Jimmie asintió, porque ya sabía eso, y yo añadí: «¡Todos los
nenitos de seis años deberían poder chuparse el pulgar! ¡Na­
die debería meterse! Por supuesto, cuando llegan a los siete
años, todos los chicos dejan de chuparse el pulgar. Falta poco
para tu cumpleaños, de modo que más te valdría chuparte mu­
cho el pulgar». Esto ocurrió apenas seis semanas antes de su
séptimo cumpleaños. ¡Aquí utilicé los conceptos cambiantes !
Rossi: En este ejemplo encantador también muestra el uso del
reencuadramiento, la prescripción paradójica del síntoma y una
especie de vínculo temporal.
Erickson: [/Vos deleita con nuevos ejemplos humorísticos de
comentarios «precoces» de sus nietos que revelan sus metani-
veles de comprensión (o sea, su modo de comentar su propia
experiencia mental). Por ejemplo, una nieta dijo: «¡Pero ma­
má, a los seis años todavía no he tenido experiencia suficiente
para estar enterada de eso!».]
Rossi: [En 1987] Estas preocupaciones por la vida cotidiana
de la familia nos recuerdan, una y otra vez, que la visión crea­
tiva de Erickson surgía de estos intereses. Su trabajo tera­
péutico era una aplicación de los procesos naturales de creci­
miento psicológico que presenciaba en su familia y en sus alle­
gados. Aprendía de estas experiencias, más que de los libros
y la teoría. Si hemos de aprender a emular parte del proceso
de su labor creativa —en vez de limitarnos a copiar de memo­
ria el contenido de su método terapéutico—, la lección es cla­
ra: disfruta de tu percatación cada vez más fina del desarrollo
que experimentan en la vida diaria quienes te rodean; goza
con la sorpresa y el humor que nacen de la tarea de ayudar
a tus «pacientes» a aprender a reconocer y utilizar estas lec­
ciones de la vida; aprecia el derecho innato de cada genera­
ción de crear sus propias y exclusivas pautas de comprensión
y de conciencia de sí.

103
1.42 Desplazamiento y descarga del resentimiento y lo negativo;
comunicación dirigida a dos niveles: el cognitivo y el literal-
concreto; la implicación como vehículo de una sugestión indirec­
ta; polarización de las respuestas afirmativas y negativas

Erickson: Bien, veamos . . ¿Por qué habría de venir en octubre?


Sujeto: No lo sé. Quizá porque ese mes le gusta.
Erickson: ¿Cómo explicaré ahora que haya llegado en octubre?
¿O acaso he de convertirme en el Hombre de Octubre? ¿Diremos
que mi tren se retrasó?
Sujeto: Es una buena excusa pero vieja.
Erickson: ¿Qué excusas viejas conoces?
Sujeto: Hay numerosas excusas para todo.
Erickson: ¿Qué viejas excusas esgrimes que no querrías usar?
[Pausa.] ¿No vas a responderme?
Sujeto: Cuando los muchachos van a nadar, siempre les digo que
estoy resfriada, pero no lo estoy. Sólo es una excusa.
Erickson: ¿Te estás cansando de esa excusa? ¿Quieres otra mejor?
Sujeto: Por supuesto. Esa ya está muy gastada.
Erickson: ¿Cuánto tardará en gastarse por completo?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Crees que alguna vez querrás ir a nadar?
Sujeto: Lo deseo ahora mismo.
Erickson: ¿Crees que alguna vez lo harás?
Sujeto: Así lo espero.
Erickson: ¿Crees que alguna vez lo harás?
Sujeto: Usted es como los maestros, exactamente igual. Una te­
nía que responder sí o no. Sí.
Erickson: Ahora hace mucho frío para ir a nadar, ¿no?
Sujeto: ¿No podría esperar hasta el verano próximo?
Erickson: Quizá podría suceder el verano próximo, pero no lo sa­
bemos, ¿verdad? ¿Hay alguna otra cosa que te preocupe? ¿Tie­
nes alguna otra preocupación?
Sujeto: Tal vez piense que soy terrible.
Erickson: No. De eso estoy bien seguro.

Rossi: ¿Qué significa todo este diálogo en torno de las excusas?


Erickson: «¿Te estás cansando de esa excusa? ¿Quieres otra
mejor?» [y la sujeto responde] «Por supuesto. Esa ya está muy
gastada». ¡Usted deja que las excusas se gasten por comple­
to! Deja que los hábitos se gasten completamente.
Rossi: En otras palabras, las personas, al crecer, superan sus
limitaciones en forma natural; usted no hace sino facilitar ese
método naturalista de crecimiento psicológico. ¿No es así?

104
Erickson: Ajá.
Rossi: Ella dice que no sabe cuánto tardará en gastar por com­
pleto la excusa que aduce para no nadar. Este tipo de respuesta
es muy característico del modo en que abandonamos natural­
mente nuestras viejas limitaciones y malos hábitos: ellos de­
jan paso a nuevas aptitudes y capacidades que han sido sinte­
tizadas en un nivel inconciente de tal manera que solemos sor­
prendernos al descubrir que estamos mejor. De hecho, solemos
ignorar por qué nos va mejor. Con frecuencia, este no saber
es la rúbrica del trabajo inconciente.
Erickson: Advierta el resentimiento contenido en su réplica
«Usted es como los maestros, exactamente igual. Una tenía
que responder sí o no». ¡Pero responde «sí»!
R ossi: ¿Qué busca usted con eso?
Erickson: [Lee el diálogo en voz alta, con un énfasis creciente,
hasta llegar a l« sí» final, cuando la sujeto dice: «Una tenía que
responder sí o no. Sí».]
Rossi: Por eso le pregunta dos veces «¿Crees que alguna vez
lo harás?». ¿Lo hace para obtener ese «sí»?
Erickson: ¡Sí!
Rossi: Usted insiste casi con fanatismo en lograr que la suje­
to diga realmente que sí cuando le formula una pregunta im­
portante. ¿Es porque requiere de ella un compromiso claro?
Erickson: Aquí, ella dio el «sí» a regañadientes: eso es lo que
hacen siempre los maestros cuando lo obligan a uno a contes­
tar sí o no. A continuación, le digo: «Ahora hace mucho frío
para ir a nadar, ¿no?». Con esto me apropio de su actitud ne­
gativa y la intensifico, ¡pero ella no se da cuenta de que estoy
diciéndole implícitamente que puede nadar cuando hace calorl
Rossi: Ella por cierto capta esa implicación cuando responde
«¿No podría esperar hasta el verano próximo?». Usted desplazó
su negatividad y, así, polarizó a la sujeto en la tendencia contra­
ria, de respuesta afirmativa: ella podría ir a nadar más adelante.
Erickson: Correcto.
Rossi: ¡Usted descargó y desplazó su negatividad de modo tal
que ella pudo dar un paso en una dirección terapéutica!
Erickson: Ella pregunta «¿No podría esperar hasta el verano
próximo?» y yo le respondo contento «Quizá podría suceder
el verano próximo, pero no lo sabemos, ¿verdad?».
Rossi: Al añadir «pero no lo sabemos, ¿verdad?» vuelve a uti­
lizar una implicación, esta vez la de que su inconciente lo sa­
be. La implicación sirve de vehículo para esa importante su­
gestión indirecta.

105
Erickson: Cuando ella termina diciendo «T a l vez piense que
soy terrible», quizá desplaza sobre sí misma la sensación tan
desagradable, o «terrible», que experimentamos cuando tene­
mos que responder sí o no a los maestros.
Rossi: Por eso tiene que tranquilizarla, respondiendo directa­
mente «N o. De eso estoy bien seguro». Una vez más, usted
pronuncia el «n o» y lo desplaza con optimismo, apartándolo
de ella.
[En 1987] Este es un ejemplo más del modo en que Erick­
son se comunica en dos niveles simultáneos: en un nivel pura­
mente cognitivo, da a la sujeto una positiva tranquilidad con
las palabras «N o. De eso estoy bien seguro»; al mismo tiem­
po, en un nivel más primitivo-literal «se apropia» del no para
que el sistema de la sujeto no tenga que «cargar» con él. Diri­
girse a este nivel más primitivo-literal-inconciente-concepto pa­
rece ser una característica especialmente privativa de deter­
minadas formas de comunicación terapéutica ericksoniana en
dos niveles.

1.43 Escritura de trance a diferencia de escritura automática; dis­


posición óptima; tratamiento de las nacientes inquietudes sexua­
les mediante analogías terapéuticas; trasferencia despotenciado-
ra y reencuadradora en un nivel literal-concreto: especulaciones
en tom o de los múltiples significados de «nice»; limitaciones apren
didas y negación; comunicación en dos niveles

Erickson: ¿No te parece que es terriblemente conveniente tener


a mano este bloc? Suponte que escribes ahí la razón, sea cual fue
re, que a tu juicio podría hacerme creer que eres terrible. Por su­
puesto, reténlo para que puedas leerlo tú misma y decide si está
bien que yo lo sepa. Creo que sería muy importante para ti apren
der también eso, antes de que me digas nada. ¿Te parece una bue­
na idea? Suponte que lo escribes, nada más, y sostienes el bloc
de manera tal que yo no pueda leer lo que has escrito. Suponte
que lo piensas bien, pero a prisa, antes de decidir si quieres que
yo lo lea.
Sujeto: [Escribe el texto que aparece en la figura 1 y frunce el
entrecejo.] Creo que puede leerlo.
Erickson: Puedo leerlo. ¿Pero quieres que lo lea?
Sujeto: Creo que puede hacerlo.
Erickson: Y o puedo leerlo, ¿pero te gustaría que lo leyera?
Sujeto: Pienso que sí.

10«
Erickson: Piénsalo un poco más, hasta que estés verdaderamen­
te segura, porque más bien creo que quieres que lo lea y, al mis­
mo tiempo, deseas que no lo lea. ¿No es así? Entonces proceda­
mos del mejor modo posible, para que o bien puedas no permitir­
me en absoluto su lectura, o bien decidas que puedo leerlo y que
realmente esperas que lo lea.
Sujeto: Creo que será mejor que lo lea.
Erickson: Crees que será mejor que lo lea. De acuerdo. Ahora bien,
me dices eso porque esperas que yo comprenda realmente lo que
escribiste y te ayude realmente a comprenderlo mejor.

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Figura 1. Prim era escritura de trance de la sujeto, hecha durante la sexta visita
del H om bre de Febrero; en ella escribe la palabra prohibida: «sexo». «M e pregunto
acerca de tantas cosas de las que nadie quiere hablar. Cosas como citas, mucha­
chos, sexo, religión. P o r qué algunas cosas son correctas y otras son incorrectas
y p o r qué la gente no quiere hablar de cosas de las que todos quieren hablar».

Sujeto: Sí.
Erickson: M uy bien. ¿Lo tomo ahora?
Sujeto: Sí.
Erickson: Aún no lo he mirado. ¿Estás inquieta o molesta?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Hay algo de malo en eso?
Sujeto: No.

107
Erickson: ¿Hay algo en lo que has escrito que te moleste o in­
quiete especialmente?
Sujeto: Palabra prohibida.
Erickson: ¿Querrías escribir esa palabra prohibida?
Sujeto: [Escribe la palabra sexo debajo del párrafo reproducido
en la figura 1.]
Erickson: Pero esa no es una cosa prohibida, ¿verdad? Es una
cosa terriblemente importante, ¿no es así? Y una cosa muy nece­
saria, ¿no? Y es algo acerca de lo cual tú aprenderás. ¿Así lo es­
peras, no? Y espero que lo aprendas del modo más fácil. ¿Qué
supones que quiero decir con eso del modo más fácil?
Sujeto: ¿Por lo que la gente nos dice?
Erickson: Cuando digo «del modo más fácil» me refiero a aquel
en que se comete la menor cantidad de errores. Es como el bebito
que aprende a caminar. La primera vez que aprende a caminar,
alza su pie derecho y lo mueve un paso hacia adelante. Después
de haber tenido la experiencia de mover su pie derecho, vuelve
a moverlo y da otro paso hacia adelante. No aprende a andar de
golpe, adelantando primero un pie y luego el otro, sino que aprende
a caminar de esta manera y se cae. Pero el bebé debe aprender
a adelantar primero un pie y luego el otro. Las criaturas cometen
errores al aprender a caminar y aprenden a hacerlo con la menor
cantidad posible de caídas y sin tratar de apurarse demasiado.
Ahora tú vas a aprender acerca de todas estas cosas, pero hay
algo que quiero decirte ahora mismo, para que lo recuerdes, y es
esto: en este momento no puedo hablarte demasiado de estas co­
sas, pero llegará un día en que serás mayor y entonces podré dar­
te las respuestas a todas estas preguntas. Empero, eso significa
que tendrás que esperar las respuestas. No puedo explicarte aho­
ra por qué tendrás que esperar, pero tendrás que esperar. Y aun­
que tengas que esperar, hay una cosa que puedes hacer realmen­
te y que te ayudará mucho. Recuerda todas las preguntas que
tienes en mente en este instante; así, en algún momento futuro,
cuando yo vuelva a verte y responda esas preguntas, las recorda­
rás todas. Las recordarás todas y me las formularás sin ninguna
vacilación, incertidumbre, inquietud o desasosiego. Y a me cono­
ces desde hace bastante tiempo y te darás cuenta de que en todo
este tiempo, desde que te conozco, te he ayudado. ¿No es cierto?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y una ayudita por aquí, y otra ayudita por allí, van acu­
mulándose . . ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te molesta si guardo esta hoja en mi bolsillo?

108
Sujeto: No.
Erickson: ¿Y me permites conservarla hasta que algún día, quizá
dentro de varios años, pueda sacarla y mostrártela?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Está todo ahí?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: ¿Cómo crees que me querrás dentro de tres o cuatro
años?
Sujeto: Será un placer.*
Erickson: Creo que será grato volver a verte para entonces. ¿Por
qué supones que vine aquí en este mes de octubre?
Sujeto: ¿Por el colegio? Tal vez quería saber qué pensaba de él.
Erickson: ¿Qué piensas de él?
Sujeto: Está bien.
Erickson: ¿Qué crees que serás cuando seas grande?
Sujeto: ¡Oh, algo terriblemente complicado! Odio la enseñanza
escolar. Todas esas mujeres estúpidas corriendo de aquí para allá.
M e gustaría ser secretaria, sólo que no quiero pasarme el día en­
tero sentada ante una máquina de escribir.
Erickson: Pero empiezas a pensar en eso, ¿no?
Sujeto: Estudiaré todas las materias difíciles.
Erickson: ¿Estudiarás natación?
Sujeto: N o tenemos natación.
Erickson: ¿Cuándo volveré a verte?
Sujeto: No concertaré una cita con usted por un par de años.
¿Cuándo quiere regresar?
Erickson: En cualquier momento en que pienses que puedo serte
útil o prestarte ayuda.
Sujeto: Dentro de dos años estaré en el penúltimo año del secun­
dario. Quizá debería venir para entonces.
Erickson: De acuerdo. ¿No es un placer encontrarse de vez en
cuando? Y ese encuentro también se hará realidad, ¿no es así?
Sujeto: Siempre se realiza.
Erickson: Siempre se realiza.

Rossi: En esta prolongada interacción en varios niveles, us­


ted ayuda a la sujeto a expresar sus nacientes inquietudes o
desasosiegos de adolescente en torno de las citas, los mucha­

* En inglés: «m ee» (placentero, grato; bonito, atractivo, lindo; bueno; gentil,


amable; decente; delicado, refinado; preciso; escrupuloso, quisquilloso). Antigua­
mente, también significaba «lujurioso, lascivo». Véase el análisis que hace Rossi
del uso de esta palabra, al final de la presente sección. (N. de la T.)

109
chos, el sexo y la religión, por intermedio de la escritura de
trance. La llamaré así porque ella escribe en estado de trance
y lo escrito expresa sus inquietudes en su estado de regresión
de edad. Empero, no parece tener el carácter típicamente di­
sociado de la escritura automática.
Erickson: Sí. En la escritura automática, los sujetos no saben
qué escribieron. En la escritura de trance lo saben en un nivel
cognitivo, pero todavía no pueden abordarlo emocionalmente.8
Rossi: Sin embargo, la palabra sexo que ella escribió poco des­
pués de haber escrito el párrafo principal sí encierra en mayor
medida esa disociación característica de la escritura automá­
tica. No obstante, usted reserva a esta escritura de trance el
mismo respeto que a la escritura automática corriente. Pone
especial cuidado en pedirle permiso para leerla y respeta sus
deseos sobre el particular. Aquí no hay ninguna «violación»
del inconciente; usted siempre permite que el material vaya
emergiendo a un ritmo y de una manera aceptables para el
estado existencial de la paciente. En este estado de regresión
a una adolescencia naciente, usted le permite escribir la pala­
bra sexo en vez de hacerle hablar audaz y abiertamente del
tema. Ella aún no se siente preparada para abordar la cues­
tión de la natación, de modo que usted no insiste.
Erickson: Y o le pregunto si está segura de que quiere que yo
lea su escritura de trance: «Y o puedo leerlo, ¿pero querrías
que lo leyera?». La opción es exclusivamente suya.
Rossi: En el párrafo que empieza «Piénsalo un poco m ás. . . »
y termina « . . . y que realmente esperas que lo lea», ¿por qué
le da todas esas opciones de un modo tan rebuscadamente des­
concertante? ¿Es una disposición afirmativa?
Erickson: No es una disposición afirmativa, sino una disposi­
ción óptima: «Entonces procedamos del mejor modo posible».
Permitirme simplemente su lectura y tener la esperanza de
que lo lea son dos cosas muy distintas.
Rossi: De modo que la hace pasar de un permiso renuente,
a la esperanza expectante de que usted leerá lo escrito. Con­
vierte esto en algo positivo de su parte. De ahí que ella acabe
por decir «Creo que será mejor que lo lea».
Erickson: ¡A lgo positivo de su parte!
Rossi: Quien hace algo a regañadientes, en realidad no lo está
haciendo.

8 Véase Erickson (1980), vol. I II, sección 4, «Autom atic writing and drawing»,
págs. 143-87.

110
Erickson: Ellos no lo están haciendo La escritura de tran­
ce le permite expresar a la vez su mente inconciente y sus nue­
vos sentimientos de adolescente.
Rossi: Sí, correcto.
Erickson: ¡Y mi vacilación en leer lo que escribió compele lite­
ralmente su atención hacia el aspecto emocional, con lo cual
altera la escritura! [Véase la figura 1, donde la palabra sexo
aparece escrita con un estilo de letra diferente del resto.]
Rossi: Comprendo. A l tratar con tanto respeto lo escrito, le
confiere una mayor carga emocional.
Erickson: Sexo es una mala palabra.
Rossi: Sí; ese era su problema.
Erickson: Es un problema de aprendizaje. Yo uno sexo y ca­
minar en una analogía terapéutica.
Rossi: Usa el aprender a caminar paso a paso como una analo­
gía terapéutica para aprender paso a paso lo referente al sexo.
Erickson: Ajá. Ella sabe caminar y lo sexual se puede apren­
der de igual modo, o sea, cometiendo la menor cantidad posi­
ble de errores. Estoy echando las bases de sus futuras actitu­
des en la vida. [Narra la anécdota del pequeño Johnnie, que
le pidió a una niñita que se bajara la bombacha en un lugar
recóndito del patio y luego exclamó: «¡Conque esa es la dife­
rencia entre católicos y protestantes!».]
Rossi: Qué e traño parece. . ¡usted trabaja aquí en tantos
niveles simultáneos!
Erickson: Uno trabaja en los niveles que se presentan natu­
ralmente . . . y crece. [Cuenta la historia conmovedora de una
de sus hijas que se deshizo con pesar de una imaginaria com­
pañera de juegos al percibir que ya era demasiado grande pa­
ra tenerla.] ( . . . ) Además, cuando cambio mi identidad al visi­
tarla en octubre. . . abordo una situación diferente. Octubre
es más tardío que febrero; ha aumentado mi edad. M e con­
vierto más en su confidente.
Rossi: Su actitud respetuosa hacia su escritura de trance no
sólo es un enfoque ético; también es una sugestión indirecta
para que ella se involucre profunda y emocionalmente con esa
escritura, lo que facilitará el proceso terapéutico.
Erickson: Y aumento mi edad de febrero a octubre para des
tacar esto. M i envejecimiento implica que también ella es ma­
yor. Confirmo su crecimiento. Le pregunto «¿Qué crees que
serás cuando seas grande?», y ella responde «Odio la enseñan­
za escolar». Nuestras actitudes hacia la escuela van cambian
do de un estado a otro. Terminada-la escuela primaria, algu

111
nos tienen demasiado miedo de seguir adelante y desertan; al
final de la secundaria, algunos temen demasiado el college y
desertan; al término del college, algunos temen demasiado los
cursos de doctorado. . . y también desertan.
Rossi: Todos ellos son víctimas de las limitaciones aprendidas.
Erickson: Cuando pregunto a la sujeto «¿Cómo crees que me
querrás dentro de tres o cuatro años?», he establecido un buen
rapport con ella. Responde «Será un placer» y yo replico «Creo
que será grato volver a verte para entonces», despotenciando
así un pequeño amorío de niña.
Rossi: Comprendo. No tenía la menor idea de que en ese mo­
mento usted estaba trabajando sobre la trasferencia.
Erickson: «¿Por qué supones que vine aquí en este mes de oc­
tubre?» . . para restarle importancia a mi identidad de Hom­
bre de Febrero.
Rossi: ¿Para disminuir la trasferencia?
Erickson: Ajá.
Rossi: ¡Hace estas cosas de un modo tan literal y concreto!
Erickson: ¡Y, por consiguiente, con gran facilidad!
Rossi: [En 1987] Aunque en ese momento concordé con Erick­
son, ahora no estoy seguro acerca de la efectiva dinámica que
a su parecer empleaba para despotenciar la trasferencia de la
sujeto en este punto. Puedo hacer la siguiente especulación:
La palabra « nice» tiene numerosos niveles de significado,
según la forma en que se diga, a quién se dirija y en cuál de
los diversos niveles de contexto se presente. Aparentemente,
Erickson tuvo la sensación de que la sujeto respondió «Será
un placer» connotando un amorío de niña, o bien con cierta
ambigüedad en su entonación, y en los gestos faciales y cor­
porales concomitantes, que sugerían una posible trasferencia
sexual. Cabe suponer que en esta situación ambigua pugna­
ban por expresarse muchos elementos contrapuestos de su per­
sonalidad en desarrollo: ella era en parte una niñita agradeci­
da por la seguridad y el apoyo que le brindaba un Hombre
de Febrero paternal, pero al mismo tiempo era una adolescen­
te en desarrollo, con impulsos sexuales que buscaban una ex­
presión incierta. Con toda probabilidad, su mente conciente
no se percataría de esta lucha interior entre elementos disími­
les que se expresaban en su modo de usar la palabra «raíce».
Erickson se percató de estas ambigüedades y la protegió con
su réplica: «Creo que será grato volver a verte para entonces».
Las connotaciones vocales y gestuales que acompañaron su
respuesta resolvieron, reinterpretaron o reencuadraron su «m-

112
ce » ambiguo y lo trasformaron en un «m ee» claramente no se­
xual. A fin de reforzar esta connotación no sexual, despoten­
ció aún más la trasferencia con el amago de cambiar su identi­
dad de Hombre de Febrero por el hecho de venir en octubre.
No obstante, la sujeto vuelve a dar una respuesta en dos nive­
les cuando dice «N o concertaré una cita con usted». Por su­
puesto, « cita» tiene connotaciones románticas que su nivel de
respuesta más conciente niega, al expresar « N o concertaré una
cita con usted».
Si estas especulaciones son de algún modo admisibles,
muestran una vez más la tremenda sutileza y habilidad con
que Erickson recibía las comunicaciones en varios niveles y
respondía a ellas en los niveles correspondientes.

1.44 Séptima «v is ita » del Hombre de Febrero: escritura de trance


y especulaciones acerca de los múltiples niveles de significado
en una parapraxis; un síntoma fóbico de un estilo de vida; refuer­
zo de una nueva perspectiva

Erickson: [Da su señal habitual, estrechando la mano de la sujeto.]


Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cómo estás?
Sujeto: M uy bien, ¿y usted?
Erickson: Muy bien.
Sujeto: Dijo que volvería.
Erickson: A sí lo dije y lo hice. ¿En qué mes estamos?
Sujeto: En octubre.
Erickson: Otra vez esos horarios de trenes. . . ¿Qué supones que
trasportaba ese tren?
Sujeto: N o lo sé.
Erickson: Tengo un nombre especial para ese tren . . . y espero
que estuviera bien cargado. ¿En qué andas?
Sujeto: Oh . . en fiestas, estudios. . . de todo un poco.
Erickson: ¿Cómo te va con las materias difíciles?
Sujeto: No nos dictan ninguna materia difícil.
Erickson: ¿Te gusta el trabajo escolar? ¿Qué piensas ahora al re­
memorar tus duros tiempos de alumna de primer año?
Sujeto: Ahora no estudio.
Erickson: ¿Qué puntajes sacas?
Sujeto: Siempre he estado en el cuadro de honor.
Erickson: Veam os. . . De paso, ¿recuerdas mi última visita?
Sujeto: Sí.

113
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Figura 2. Escritura de trance de la sujeto hecha durante la séptima « visita» del


H om bre de Febrero. P rim e r párrafo: « Todavía me interrogo a m i misma acerca
de unas pocas cosas. Los asuntos mundiales, el futuro, el matrimonio & cómo apro­
vechar al máximo la vida sin sufrir demasiado & al mismo tiem po tener una razón
para v ivir (bucear, o zambullirse, dar)». Adviértase el «e r r o r » cometido p o r la suje
to al combinar las palabras living, diving y giving.
Segundo párrafo: «M e pregunto acerca de tantas cosas muchachos, citas, sexo,
religión, p o r qué algunas cosas son correctas y otras son incorrectas, & p o r qué
la gente no quiere hablar sobre las cosas de las que quiere hablar».

Erickson: [.Extrae del bolsillo una hoja de papel.] ¿Adivinarías qué


hay ahí?
Sujeto: Por supuesto. Sé qué contiene.
Erickson: Supon que escribes lo que figura en ese papel y lo sos­
tienes en alto, para que yo no lo lea. Veamos si has cambiado

114
en algo desde aquellos tiempos en que eras una alumna de primer
año. [Erickson señala a los presentes la catalepsia del pie izquier­
do de la paciente.] ¿Todo listo?
Sujeto: Todo listo. [Escribe el párrafo superior de la figura 2.)
Erickson: ¿Es así como recuerdas la página que escribiste?
Sujeto: No, pero la recuerdo.
Erickson: ¿Hay alguna omisión?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuál?
Sujeto: Muchachos, citas y sexo.
Erickson: [Señalando el prim er párrafo de la figura 2.] Eso es fas­
cinante, ¿verdad? ¿Cómo lo leerías ahora. . tal como se ve, co­
mo podría leerlo cualquiera que ignore que se trata de un error?
¿Cómo crees que lo leerían los demás?
Sujeto: «Livin g, giving, diving» [vivir, dar, zambullirse o bucear],
Erickson: ¿Qué opinas de ese error? Hace que uno lea «zambu­
llirse».
Sujeto: No puedo imaginarme que alguien se zambulla por esa
razón.
Erickson: ¿Supones que alguna vez te zambullirás por alguna ra­
zón?
Sujeto: Probablemente lo haga tan sólo para demostrarme a mí
misma que no estoy asustada.
Erickson: De todos modos, recuerdas lo que está escrito en esta
hoja. [Sostiene en alto el papel con el texto de la figura 1, pero
de manera tal que ella no pueda leerlo.] Escribe lo que dice aquí,
sea lo que fuere, lo mejor que puedas recordarlo. [La sujeto escri­
be el segundo párrafo de la figura 2.] ¿Puedo tomar ese papel?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué opinas ahora de este párrafo? ¿Te sientes tan preo­
cupada e inquieta acerca de estos sentimientos como cuando cur­
sabas el primer año?
Sujeto: Eran un tanto infantiles. . .
Erickson: Te sientes mucho más madura. ¿Crees que, en verdad,
podría explicarte muchas de estas cosas para satisfacción y be­
neficio tuyos?
Sujeto: Probablemente.
Erickson: Algún día, más adelante, te las explicaré.
Sujeto: Para entonces sabré todas las respuestas.
Erickson: ¿Las sabrás?
Sujeto: Creo que sí.

115
Rossi: El «error» cometido en el primer párrafo de su escritu­
ra de trance muestra una parapraxis interesante, donde se com­
binan las palabras « v iv ir», «dar» y « zambullirse, bucear». En
este punto podríamos atribuirles el siguiente sentido: zambu­
llirse o bucear (o sea, afrontar con éxito su fobia a la natación
y al agua) guarda relación con el hecho de viv ir la vida en ple­
nitud, lo cual implica hallar un equilibrio adecuado entre ob­
tener y dar. ¿Compartiría esta opinión?
Erickson: Uno se zambulle y bucea en la vida, se lanza a ella.
Rossi: ¿De modo que miedo al agua tiene algo que ver con
su manera de participar en la vida?
Erickson: Ajá.
Rossi: Su miedo al agua es una especie de metáfora de su ti­
midez frente a la vida. Por lo tanto, el tratamiento de un solo
síntoma puede influir colateralmente en todo el estado de v i­
da existencial de una persona.
Erickson: Uno se zambulle, se lanza a las actividades propias
de la vida, al matrimonio. Creo que esto debería entenderse
como una pregunta. Sólo cabe especular: «zambullirse» puede
tomarse como sinónimo de «arrojarse, lanzarse», y esta equi­
paración puede igualarse a su vez con el dicho popular «lan­
zarse a trabajar», «lanzarse al matrimonio», pero son meras
especulaciones.
Además, la sujeto está adquiriendo una nueva perspectiva
cuando dice: «Eran un tanto infantiles».
Rossi: Y usted la refuerza, replicando «T e sientes mucho más
madura».

1.45 Analogías terapéuticas y reencuadramiento: ejercicios con


los significados múltiples de las palabras; las palabras como sím­
bolos, como metáforas y como «ladrillos en la Torre de Babel te­
rapéutica»

Erickson: ¿Cuántas veces puedes alzar los pies y meterlos en el


agua?
Sujeto: No muchas.
Erickson: No avanzarías ni un solo paso sin levantar primero los
pies, ¿no es así? Pero no debemos olvidar la palabra « zambullir­
se» o «bucear».
Sujeto: ¿Qué haría yo zambulléndome?
Erickson: ¿Y qué me dices de nadar?
Sujeto: ¿Qué le digo?
Erickson: ¿Qué te parece la natación?

116
Sujeto: Está muy bien.
Erickson: ¿La disfrutas?
Sujeto: No sé nadar. No soy tan valiente.
Erickson: ¿Crees que alguna vez lo harás?
Sujeto: Quizás. . . algún día. . .

Rossi: Las analogías terapéuticas y el reencuadramiento pa­


recen ser dos de sus enfoques básicos en este caso.
Erickson: Sí.
Rossi: En 1945, ¿los concebía como técnicas terapéuticas de­
finidas, o se limitaba a hacer lo que hacía sin entrar en clasifi­
caciones?
Erickson: Estaba clasificando. M i primera oración dice « Va­
dear el mar del matrim onio».
Rossi: ¿De dónde saca eso?
Erickson: «¿Cuántas veces puedes alzar los pies y meterlos
en el agua?». Allí, agua constituye una palabra simbólica. Uno
desciende por la «montaña de la vida» hacia el «mar del ma­
trimonio».
Rossi: ¿Pero cómo logra introducir aquí el matrimonio? ¡Ella
no ha hablado de él!
Erickson: No, pero habla de zambullirse. Cuando uno exami­
na las palabras. . . «R u n » [correr] tiene cien significados. . .
no, creo que son ciento cuarenta o más.
Rossi: De modo que cuando una persona oye la palabra «ru n »
puede tomar cualquiera de las ciento cuarenta direcciones aso­
ciativas.
Erickson: ¡Exactamente!
Rossi: Y usted se vale de eso para sondear toda clase de áreas
asociativas. . . de áreas problema.
Erickson: Verá usted, el primer libro que leí de veras fue un
diccionario no abreviado.9 Eso me hizo enormemente conciente
de la riqueza semántica de las palabras.
Rossi: De sus significados múltiples. . .
Erickson: En una ocasión, revisé con un psicólogo ruso más
de cien palabras que significaban « embriagado».
Rossi: De modo que usted hizo esto como un ejercicio perso­
nal que pudo haber acrecentado su flexibilidad en el uso de
las palabras y en la toma de contacto con las diversas áreas
asociativas de sus pacientes. ¿Lo recomienda como un ejerci-

9 Véase Erickson y Rossi (1977/1980).

117
ció de uso general para adquirir mayor facilidad de palabra?
Erickson: [Describe « Preparación de un léxico», que sirve de
tema a dos tesis doctorales en las que, al parecer, colabora co­
mo consultor.]
Rossi: ¿Así que su tesis doctoral versa sobre los significados
múltiples de las palabras?
Erickson: [Explica que su hijo Robert, maestro de escuela y
fanático de los diccionarios, ayuda a preparar la tesis propor­
cionando ejemplos del modo en que se enseña a los niños los
múltiples significados de las palabras.] Creo que la sujeto atri­
buye diversos significados a sus palabras. El de «mojarse los
p ie s ». . .
Rossi: ¿Dónde ve usted el indicador de estos significados múl­
tiples?
Erickson: En sus respuestas «Está muy bien», «N o sé nadar»
y "¿Qué haría yo zambulléndome?».
Rossi: ¿Quiere decir que « zambullirse» tiene más de un signi­
ficado?
Erickson: ¡Está en su misma respuesta!
Rossi: ¿Qué quiere decir con eso?
Erickson: «¿Qué haría yo zambulléndome?».
Rossi: ¿Cómo explica eso?
Erickson: Si tomamos la expresión en un sentido simple, al
zambullirnos nos arrojamos al agua. Pero ella pregunta qué
haría con zambullirse. Debe tener en mente un tipo de signifi­
cado diferente del literal.
Rossi: De acuerdo, ¡pero eso lo infiere usted partiendo del mo­
do en que ella formula su pregunta!

[En 1987] M i réplica final, bastante áspera e incrédula, re­


fleja mi incapacidad para comprender —y mucho menos aun
aceptar— plenamente la explicación que propone Erickson. Sus
inferencias acerca del uso de los significados simbólicos y me­
tafóricos de las palabras me parecieron exageraciones total­
mente fantásticas, producto de su imaginación. En la sección
anterior, Erickson, con tino, había calificado de especulativas
mis interpretaciones de la parapraxis « zambullirse-vivir-dar».
Sin embargo, a mi entender, en esta sección parece actuar con
temeraria precipitación al inferir los significados múltiples de
la pregunta «¿Qué haría yo zambulléndome?». A mi juicio, la
pregunta de la sujeto reflejaba en forma bastante directa su
vieja fobia al agua y la natación: si tenía miedo hasta de me­
terse en el agua, en verdad, ¡qué haría zambulléndosel
A sí es la «Torre de Babel» en la que vivimos. La multiplici­
dad de significados de las palabras hace que cada persona ex­
traiga diferentes niveles de confianza en las inferencias, im­
plicaciones, marcos de referencia y sistemas de creencias que
ella crea en función de su experiencia de vida, de su peculiar
convivencia con estas palabras. De ahí que la inferencia razo­
nable de una persona pueda parecerle absurda o ridicula a otra.
Este es el problema básico en todos los esfuerzos por crear sis­
temas de creencias y técnicas psicoterapéuticas consensúales.

1.46 Reencuadramientos, implicaciones y analogías terapéuticas


que ligan y despotencian el trauma psicológico por medio del amor;
resolución indirecta del trauma psicológico; despotenciación de
los miedos p or asociaciones con capacidades fuertes: no saber y
aprendizaje inconciente

Erickson: Dime, ¿cómo te gustaría aprender a nadar?


Sujeto: Pues. creo que lo mejor sería conseguir un instructor,
pero a Linda simplemente la empujaron al agua desde una balsa
y aprendió. Ese es un buen método.
Erickson: Recuerdo que un niño a quien conocí, llamado Jason,
solía bajar todos los años al remanso contiguo a la represa que
hacía las veces de piscina y quedarse ahí sentado sobre el parape­
to. Iba allí todos los días y solía decir: «E ste verano aprenderé
a nadar. Eso es tan cierto como que Dios hizo las manzanitas
verdes. ¡Tan cierto como que Dios hizo las manzanitas verdes!
¡Sí, este verano aprenderé a nadar!». Todavía no ha aprendido.
¿Qué piensas que debería hacerse por él?
Sujeto: Supongo que podrían arrojarlo al agua de un empujón,
pero eso lo asustaría. Alguien debería haberlo ayudado.
Erickson: ¿Cómo deberían haberlo ayudado?
Sujeto: Deberían haberle dicho que el agua era agradable, que
no debía temerle y que nadar era divertido.
Erickson: El sólo decirle que no tuviera miedo no lo ayudaría,
¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Ahora puedo contarte otra historia. Una mujer le tenía
mucho, pero mucho miedo al agua y ansiaba muchísimo apren­
der a nadar. Sin embargo, cada vez que se acercaba al agua se
asustaba a tal punto que no podía avanzar si el agua le pasaba
de los tobillos. Un día, su hermana se adentró en el agua; sabía
nadar, pero sufrió un calambre. La otra hermana, que había que­

119
dado en la orilla tan asustada, vio que estaba a punto de ahogar­
se y le entró tal temor por su hermana que olvidó su gran miedo
al agua, se metió corriendo en ella, chapoteó y nadó a lo perro
en el agua profunda, agarró a su hermana y la trajo de regreso
a la playa. Después de eso aprendió a nadar. ¿Qué le sucedió?
Sujeto: Supongo que olvidó su miedo porque tenía que hacer algo
importante.
Erickson: Tenía dos miedos. Uno era un espanto intensísimo y
el otro un miedo discapacitante, pero aquel distrajo su mente de
este, ¿no es cierto? Fue un modo muy desagradable, pero al mis­
mo tiempo muy lindo, de aprender a nadar. Terriblemente desa­
gradable, pero terriblemente bueno. E sa mujer, ¿no te inspiraría
mucho respeto mucha simpatía y admiración? Hay otra co­
sa más que desearía hacerte comprender. Ese miedo discapaci­
tante, que le impedía caminar en el agua, era en realidad una for­
ma de medir su fuerza. ¿No es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Le demostró que por terrible que fuera su miedo, su
fuerza era tanto mayor que, en la situación apropiada, ella era
realmente capaz de afrontar ese miedo y vencerlo. Por supuesto,
ese miedo discapacitante pudo ser utilizado de una manera dis­
tinta y beneficiosa. El recuerdo de su gran temor y la percata-
ción de que se había adentrado con é x ito en las aguas profundas
sin saber nadar le hicieron comprender que podía tomar ese mie­
do y trasformarlo en confianza. Y así lo hizo. Me pregunto qué
harás con tu miedo al agua. Bajo u n fuerte estímulo y en una
situación de emergencia, podemos hacer cosas inesperadas. A ve­
ces, podemos hacerlas en una situación inesperada que sólo sus­
cita sentimientos agradables. Podem os hacer algo movidos por
un sentimiento de amor, de aprecio p o r nosotros mismos. Es lo
que sucede con algunos bebés, que aprenden a caminar de golpe
porque descubren súbitamente: «B ueno, ¿por qué preocuparse?
Tengo que soportar tantas caídas y tantos porrazos». Y siguen
adelante, y caminan. Tú no sabes corno aprenderás a nadar, ¿pe­
ro no sería delicioso poder nadar alg ú n día?
Sujeto: Sí.
Erickson: Me pregunto si lo que te he «dicho te ha ayudado en algo.
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: Tendremos que esperar y v e r , porque volveré por aquí.
¿Cuándo volveré a verte? ¿Lo sabes? 'Volveré a visitarte. ¿Tienes
algo más que decir, antes de que m e vaya? Este es el Hombre
de Febrero, que corta la comunicación por un tiempo.

120
Erickson: [Señala la palabra instructor en la primera frase pro­
nunciada p o r la sujeto en esta sección: « Creo que lo mejor se­
ría conseguir un in stru ctor».]
Rossi: Quiere un instructor para aprender a nadar. ¿Qué ve
usted en eso ahora? ¿Qué implicaciones tiene para usted?
Erickson: Bueno, quiere que otra persona intervenga en su na­
tación.
Rossi: ¿Con eso quiere decir que la palabra tiene una connota­
ción sexual? ¿Y que, además, debe ser alguien capaz de ense­
ñarle?
Erickson: [Asiente tentativam ente y examina la trascripción
con gran detenim iento y una concentración absoluta.] La pa­
labra «a m o r ». . .
Rossi: La introdujo usted, ¿qué. . . ?
Erickson: ¡A m or! Despotencié su miedo con respecto a Helen.
[Alude al accidente en el que la hermana estuvo a punto de
ahogarse.]
Rossi: ¿Cómo lo hizo?
Erickson: Presté mucha atención en la situación que siguió
a mi comentario « M e pregunto qué harás con tu miedo al
agua».
Rossi: ¿Es como una analogía terapéutica?
Erickson: Ajá.
Rossi: Y usted trajo a colación la asociación con «am or» por
si ella quería sacarla a relucir nuevamente.
Erickson: «M e pregunto si lo que te he dicho te ha ayudado
en algo». Estoy ligan-do a Helen con el amor. Es una acción
fu ga z. . . ¡uno tiende a pasarla por alto!
Rossi: Tiene razón. E n la mente de la sujeto hay conexiones
internas que sacarán a relucir ese vínculo, trasformándolo en
fuerza reactiva.
[En 1987] Erickson destaca aquí lo fácil que es>pasar por
alto la estrategia que emplea en esta sección, cuando reinter-
preta el trauma psicológico de la sujeto (el cuasi ahogo de su
hermana menor) y lo l i g a a una resolución más flexible del epi­
sodio. Logra esto de manera indirecta, asociando una situa­
ción traumática sim ilar con las cualidades de confianza («po­
día tomar ese miedo y trasformarlo en confianza») y amor («Po­
demos hacer algo m o v id o s por un sentimiento de amor»).
Erickson: Cuando e lla dice «Creo que sí», yo respondo «Ten ­
dremos que esperar y ver . .».
Rossi: ¿Le está dando a entender que esas asociaciones de con­
fianza y amor continuarán desarrollándose?

121
Erickson: Sí, «porque volveré por aquí».
Rossi: En suma, en esta sección le proporciona una serie de
analogías terapéuticas que describen algunas de las formas
en que la gente puede aprender a nadar. Inicia cierto reencua-
dramiento interesante al señalar: «Ese miedo discapacitante,
que le impedía caminar en el agua, era en realidad una forma
de medir su fuerza».
Erickson: Y reinterpreto aquel trágico incidente con Helen.
Rossi: Más adelante, usted utiliza el no saber, combinado con
una sugestión positiva, cuando añade: «Tú no sabes cómo
aprenderás a nadar, ¿pero no sería delicioso poder nadar al­
gún día?». Con ello da prioridad al aprendizaje inconciente que
la mente conciente también puede disfrutar, ¿no es así?
Erickson: Sí, y creo que usted debería señalar esto mismo con
respecto al amor.
Rossi: Correcto. Usted trae a colación esa referencia al amor
para captar cualquier otra asociación, o asociaciones, con zam­
bullirse, sexualidad y amor.
Erickson: Sí.
Rossi: ¡Fantástico! Usted está sondeando. . . ese es su modo
de explorar y facilitar resoluciones terapéuticas indirectas de
traumas psicológicos.
Erickson: Sí, y ahora su miedo a «caminar en el agua era en
realidad una forma de medir su fuerza». Sabía que podía ca­
minar y la fuerza de esa capacidad estaba asociada con su mie­
do al agua.
Rossi: De modo que usted despotencia su miedo al agua dilu­
yéndolo con su fuerza y su capacidad de caminar.

1.47 Su til reorientación hacia un despertar aparente, con amne­


sia del trabajo de trance; el insight psicótico y los significados
múltiples de las palabras: el lenguaje vulgar y las asociaciones
sexuales

Sujeto: [Aparentemente despierta.] ¿Nadie dice nada?. . . ¿Por


qué? G o tt in H im m el! ¿Dónde he estado? ¡Silencio de muerte!
Erickson: No es de muerte.
Sujeto: Bueno, de todos modos es silencio. Indudablemente, me
están dando. una pasada a la ligera.
Erickson: ¿No quiere un cigarrillo?
Sujeto: Gracias. M uy bien, muchachos, ¿qué he estado haciendo?
¿Qué he hecho en todo este tiempo? ¡Todos parecen tan conten­
tos, tan satisfechos consigo mismos! ¡Todos!

122
Fink: Usted no parece muy triste que digam os. . .
Sujeto: No estoy precisamente triste. ¿A qué vienen esas sonri­
sas tontas?
Erickson: ¿Cree que puede ser hipnotizada?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Cree que le gustaría?
Sujeto: No en este momento.

Rossi: Con su última observación de la sección anterior, «E s­


te es el Hombre de Febrero, que corta la comunicación por
un tiempo», reorienta sutilmente a la sujeto hacia un estado
de vigilia aparente. No le indicó que despertara, de modo que
aún podría hallarse en un estado de sonambulismo, pero cuan­
do dice «¿Nadie dice nada?. . . ¿Por qué? ¡Silencio de muer­
te !» su atención abarca a todos los que están en el consultorio.
Erickson: Y o le respondo «N o es de muerte».
Rossi: Cuando dice «M uy bien, muchachos, ¿qué he estado ha­
ciendo?», evidencia una amnesia del trabajo de trance efectua­
do por usted.10
Erickson: ¿Cómo reacciona usted ante eso?
Rossi: Bueno, tiene una amnesia de su trabajo de trance. ¿Qué
más infiere usted?
Erickson: Ha estado en alguna parte, «no muerta». ¡En ver­
dad, se ha pasado la gran vida! Por eso le digo «N o es de
muerte».
Rossi: ¿También aquí hay una implicación sexual por medio
de una comunicación en dos niveles?
Erickson: Ella dice «una pasada a la ligera».
Rossi: ¿Y allí hay una asociación sexual, fuera de toda duda?
¿Sin que ella se dé cuenta?
Erickson: Ajá. «Una pasada a la ligera». . ¿Dónde solía usarse
esa expresión por entonces [en 1945]? Usted iba a una pelu­
quería y pedía «una pasada a la ligera».
Rossi: ¿Eso implica prepararse para asistir a una cita?
Erickson: En el lenguaje vulgar de entonces, cuando uno con­
curría a una cita iba a «una pasada a la ligera».
Rossi: Una mujer podía decir, al maquillarse, que iba a «una
pasada a la ligera». En la sección anterior, usted introdujo la
palabra «amor»; y en esta, la sujeto responde a algunas de sus

10 Se hallarán otros ejemplos de este uso de la amnesia hipnótica, así como


la teoría en que se basa, en Erickson (1980), vol. I II , Segunda parte, sección 1,
págs. 35-90, particularmente en «Varieties of hypnotic amnesia» (págs. 71-90).

123
implicaciones, quizás inconcientemente. ¿Diría usted que es
así?
Erickson: Sí.
Rossi: O sea que nos adentramos una vez más en los niveles
de comunicación múltiples. . .
Erickson: Además, ella misma lo está sugiriendo. Cuando se
arreglaban el maquillaje, las mujeres solían decir que se da­
ban «una pasada a la ligera». L o de «refrescarse un poco» v i­
no después.
Rossi: ¿Conque realmente debemos mantenernos al día con res­
pecto al lenguaje popular?
Erickson: Y mi pregunta fue «¿N o quiere un cigarrillo?».
Rossi: «¿Qué está haciendo con eso?. . .».
Erickson: Un placer cabal fáüco-oral.
Rossi: En el momento en que usted dijo eso, ¿tenía en mente
estas asociaciones?
Erickson: ¡Oh, sí!
Rossi: ¿No fue una mera conversación casual?
Erickson: [Menea la cabeza.]
Rossi: ¡No hay ninguna conversación casual!
Erickson: Los cigarrillos eran tan útiles y estaban tan a ma­
no. . . Por aquel tiempo, yo fumaba. En 1938 los usé mucho
en mis investigaciones.11
Rossi: M e gustaría preguntarle algo acerca de una paciente
mía que tuvo un episodio psicótico leve. Durante una semana,
aproximadamente, creyó ser la pecadora más grande del mun­
do y no sé cuántas cosas más. Entretanto era un poco para-
noide y decía que yo le hacía cosas; que mis comentarios con­
tenían muchas implicaciones; que yo no era totalmente franco
y honesto con ella y que formulaba mis sugerencias con disi­
mulo. Ahora bien, en un nivel conciente yo no estaba impli­
cando nada. ¿Cree usted que durante este período de sensibi­
lidad psicótica ella captó más niveles múltiples de significado
de los que yo empleaba a sabiendas? ¿Es a eso a lo que nos
referimos cuando hablamos del « insight psicótico»?
Erickson: Sí.
Rossi: Así, pues, los pacientes psicóticos no están completa­
mente locos. . son hipersensibles a los múltiples niveles de
significado de las palabras. En verdad, deberíamos respetar
su hipersensibilidad y aprender de ella.

11 Véase Erickson (1980), vol. I I I , Segunda parte, sección 5, «M ental mecha-


nisms», págs. 188-228.

124
Erickson: Sí. Recuerdo el caso real de un paciente muy per­
turbado, que dijo «Actu é con mucho disimulo . le di un ci­
garrillo a mi hermana». Su historia clínica indicaba que había
tenido trato sexual con la hermana.
Rossi: En su ideación psicótica, trasformó el trato sexual en
esa frase «Actu é con mucho disim ulo. . . le di un cigarrillo a
mi hermana». Esto ciertamente corrobora la teoría freudiana
sobre el uso de objetos fálicos y sus asociaciones sexuales.
Erickson: Sí, pero fue una «teoría poética» desde mucho antes
de Freud. Usted toma nota de una gran cantidad de estos co­
mentarios inconexos de pacientes psicóticos, los examina con
detenimiento, espiga en el folklore, en el lenguaje popular, y
a menudo obtiene un bonito cuadro de lo que quieren decir
realmente.
[Luego, la sujeto dice] «M u y bien, muchachos, ¿qué he es­
tado haciendo?».
Rossi: ¿Allí hay una connotación sexual, eh? Y ella añade: «¡T o ­
dos parecen tan contentos, tan satisfechos consigo mismos!
¡Todos!».
Erickson: Cuando dice «N o en este momento», quiere decir sí.
Rossi: Eso da a entender que luego habrá un «sí». Todas las
respuestas que da la sujeto en esta sección sugieren una am­
nesia total de la experiencia de trance vivida durante la sesión.

1.48 E l lenguaje vulgar sexual y lo obsceno: una teoría dinámica


de su evolución y función psicosociales

Erickson: La señorita Dey parece un poco soñolienta


Señorita Dey: H oy trabajé mucho.
Sujeto: [Tomando el bloc.] Aquí debajo hay algo que debo ver.
Usted lo sabe. Me dijo que se lo recordara.
Erickson: ¿Qué supone que hay allí?
Sujeto: No lo sé. Escribí algo. Debo decir que mi letra se ha arrui­
nado definitivamente. [Da vuelta el papel.] ¡Guau! ¿Ve lo que quie­
ro decir cuando comento que mi escritura carece de significado?
¡Esto parece setenta y cinco formas distintas de escribir «enero»!
Erickson: ¿No significa nada, verdad?
Sujeto: Lo escribí en una forma muy esquemática.
Erickson: ¿No sería divertido averiguar cómo lo escribió, ir des­
cubriéndolo de a poco, para disfrutar el descubrimiento? Tal vez
le gustaría tomar lápiz y papel, y ver si puede descubrir cómo
escribió eso.

125
Sujeto: ¡Con razón se quejan de mis anotaciones en los cuadros
clínicos! Esto se parece a lo que hago por la mañana, cuando ya
estoy lista para irme a dormir. Debo haberlo escrito con la mano
izquierda.
Erickson: ¿Con cuál?
Sujeto: N o sé. . . Aquí hay tal confusión de garabatos. . .
Erickson: ¿Puede escribir con la mano izquierda?
Sujeto: He probado un par de veces, pero hice tal desastre. . .
Esto debo haberlo escrito con la mano izquierda.
Erickson: ¿Es todo lo que puede decirme?
Sujeto: Por cierto que mis erres tienen jorobas. Es todo cuanto
tengo que decir.

Erickson: «Debo haberlo escrito con la mano izquierda», dice


ella, y yo le pregunto «¿Con cuál?».
Rossi: ¿Qué quiso decir con eso?
Erickson: H ay una mano izquierda en el estado de vigilia y
una mano izquierda en los estados de trance.
Rossi: Ella escribiría cosas diferentes en uno y otro estado.
Erickson: [Señala otro uso del lenguaje vulgar sexual en la pa­
labra jorobas,* cuando la sujeto dice «P o r cierto que mis erres
tienen jorobas».] Sé que se usaba en ese sentido fen la década
de 1940],
Rossi: ¡¿Quiere decir que la gente escribía las erres con más
jorobas a causa de su connotación sexual?!
Erickson: Ajá.
Rossi: ¡Eso es muy difícil de creer!
Erickson: ¡El lenguaje vulgar cambia ta n to !. . .
Rossi: H oy en día, la palabra «jorobas» está pasada de mo­
da. . . y, en verdad, se la considera un poco «grosera».
Erickson: ¡Oh, sí! [Menciona en broma algunas otras palabras
del lenguaje vulgar, igualmente anticuadas, con que se desig­
naba el acto sexual.]
Rossi: Tan pronto una de esas palabras se populariza en exce­
so, suena demasiado grosera y la gente tiene que inventar un
nuevo término del lenguaje vulgar que contenga menos aso­
ciaciones sexuales y, por eso mismo, sea más excitante.
[En 1987] Estos comentarios proponen la base de una teo­
ría novedosa e interesante en torno de la función que cumple
el lenguaje popular. Los términos vulgares son invenciones lin­

* En inglés: « humps». En el lenguaje obsceno, «to hum p» significa «copular,


joder». [N. de la T.)

126
güísticas constantemente renovadas, que permiten expresar
los impulsos con descaro y de un modo que los libera del peso
inhibidor de antiguas asociaciones desafortunadas. En cam­
bio, los términos obscenos constituyen un ataque agresivo con­
tra la estructura asociativa del oyente: dislocan y demuelen
sus actitudes y su cosmovisión, de manera tal que el hablante
puede imponer las suyas. En realidad, el lenguaje vulgar em­
pieza como un delicado esfuerzo creativo por expresar impul­
sos nuevos o socialmente reprimidos. Empero, en cuanto un
término vulgar se populariza, queda tan cargado de las aso­
ciaciones negativas que la sociedad atribuye al impulso refe­
rente, que se trasforma en una palabra grosera u obscena. A
partir de allí, y ya como palabrota, pasa a cumplir por un tiem­
po una función totalmente distinta dentro del uso social: sir­
ve de garrote para atacar y demoler las defensas psicológicas
del oyente. Cuando esa palabrota envejece y se populariza de­
masiado, la mayoría de la gente levanta defensas adecuadas
contra ella. La obscenidad pierde su fuerza disociadora, tien­
de a caer en desuso y acaba por morir de una muerte lingüísti­
ca natural, convirtiéndose en arcaísmo.
Podríamos ver aquí una nueva teoría dinámica psicosocial
sobre la evolución y la función de los lenguajes vulgar y obs­
ceno. Es psicológica en tanto se ocupa de la estructura aso­
ciativa intrapersonal del individuo; es social en tanto aborda
la dinámica por la cual los impulsos portadores de una carga
emocional se trasmiten de un individuo o grupo a otro. La evo­
lución de los lenguajes vulgar y obsceno, tal como se presenta
aquí, podría tener connotaciones para una teoría más general
de la evolución de nuevas formas lingüísticas, sus funciones,
sus trasformaciones y su muerte. El lenguaje no es un medio
de comunicación estático, como querrían creer algunos. Más
bien, la invención lingüística es una manifestación de la evo­
lución de la conciencia y de su lucha p o r liberarse para siem­
pre de las limitaciones y constreñimientos impuestos p o r los
usos y costumbres antiguos.

1.49 Nuevas asociaciones sexuales que predicen la conducta fu­


tura; inducción hipnótica encubierta p or medio del modo en que
se coloca un objeto y del término vulgar asociado a él

Erickson: Querría sugerirle que señale lo que escribió con la ma­


no izquierda, lo que usted sepa que escribió con la mano izquierda.

127
Sujeto: Creo que es esto, pero no lo juraría. ¿Es ese?
Erickson: Querría que señalara uno, me dijera que es ese y su
dictamen fuera absolutamente correcto. Tan pronto lo haga, se
dará cuenta súbitamente de otra cosa pero no sabrá cómo de­
mostrarlo.
Sujeto: [Sosteniendo el cigarrillo con su mano izquierda.] ¿Eso va
al fichero X?
Erickson: La X indica lo desconocido.
Sujeto: Lo pesqué.
Erickson: ¿Qué pescó?
Sujeto: Lo desconocido
Erickson: ¿Le gusta ese lápiz?
Sujeto: [Cambia de lápiz.] Este es un lápiz bastante bueno. Me
quedo con él.

Erickson: [Sosteniendo un cigarrillo con la mano izquierda.]


«¿Eso va al fichero X?».
Rossi: ¿Tanto el cigarrillo como la X tienen connotaciones se­
xuales?
Erickson: La X equivale al beso.*
Rossi: De modo que durante la terapia no se habló conciente-
mente de todas estas asociaciones sexuales. ¿Hizo algún se­
guimiento al respecto?
Erickson: Sé que después de esto ella tuvo una aventura amo­
rosa.
«L a X indica lo desconocido».
«L o pesqué».
«¿Qué pescó?».
«L o desconocido».
Ahora le pregunto «¿Le gusta ese lápiz?» y, tras cambiar de
lápiz, ella contesta «Este es un lápiz bastante bueno».
Rossi: Entonces, ¿usted le pregunta si le gusta el lápiz para
centrar la atención en la connotación sexual?
Erickson: Usé ese medio con fines inductivos. . . Fue un uso
encubierto.
Rossi: [En 1987] En esta y otras conversaciones mantenidas
con Rossi, Erickson describió el modo en que solía emplear
el lenguaje vulgar, asociado con determinadas posiciones o co­
locaciones de un cigarrillo o un lápiz, para inducir la hipnosis

* Los anglosajones suelen remplazar la palabra «besos» por varias X sil final
de sus cartas, tarjetas o notas dirigidas a personas de confianza. (N . de la T.)

128
y, al mismo tiempo, despertar en el sujeto ciertas sendas aso­
ciativas internas.12

1.50 La escritura al derecho y al revés: métodos para investigar­


la asociación de palabras en los hemisferios derecho e izquierdo;
la técnica indirecta de Erickson consiste esencialmente en des­
pertar disposiciones para el aprendizaje

Erickson: ¿Por qué no toma el otro?


Sujeto: Con dos lápices parecería una boba. Llamarían a los hom­
bres con los chalequitos blancos. [Sostiene ambos lápices.] Creo
que escribí las dos a la vez.
Erickson: ¿Cómo lo sabe?
Sujeto: No lo sé. Eso es imposible. ¡No se puede hacer!
Fink: Es asombroso.
Sujeto: Vaya si lo es, ¡estoy estupefacta!
Erickson: ¿Cuáles escribió a la vez?
Sujeto: Está tratando de confundirme. [Señala dos palabras.]
Erickson: Está muy acertada y muy equivocada.
Sujeto: Sus aseveraciones son las más malditas. . .
Erickson: Está muy acertada. Si yo estuviera tratando de averi­
guar algo por el estilo, con un lápiz en cada mano, ¿qué supone
que haría?
Sujeto: ¿Intentaría escribir? ¿Me está tomando el pelo? ¿Alguna
vez me vio intentando escribir con ambas manos al mismo tiempo?
Fink: Sí . . . ¡pero le digo que sí!
Erickson: ¿Qué le parece si ahora, por pura diversión, pone esta
mano aquí y esta otra aquí? Copie esto, tal como lo escribió.
Sujeto: Por supuesto, lo dice en broma. No querrá que escriba
esa atrocidad por segunda vez.
Erickson: Sí. Creo que disfrutará observándose a sí misma. ¡Ade­
lante! Con la otra mano también.
Sujeto: ¿Se está burlando de mí? La otra ni siquiera se menea.
Esto no se parece a nada que haya visto jamás. Me estoy olvi­
dando de cómo se deletrean
Erickson: Sin duda, está haciendo un lío.
Sujeto: Tengo que explicarlo a medida que avance. No se parece
a lo que escribí, ¡pero escribí eso!

12 Véase Erickson (1980), vol. I II , Segunda parte, sección 5, «M ental mecha­


nisms».

129
Erickson: Ahora pare y trate de ver lo que tiene aquí, antes de
terminar.
Sujeto: Conque lo escribí al revés. . .
Erickson: Sí. Escribió este al revés y este al derecho, ambos al
mismo tiempo. ¿Qué le parece?
Sujeto: ¡Esto está fuera de este mundo!
Erickson: Vea este párrafo inferior. Si doy vuelta la hoja, queda­
rá arriba, ¿no? Vea, ahora puede leerlo, ¿verdad? Pero en esta
posición la Y y la N aparecen invertidas. Simplemente, da la ca­
sualidad de que usted lo escribió al revés y en posición invertida.
Sujeto: ¡Soy toda una experta!
Erickson: Sí que lo es. Puede escribir al revés y en posición inver­
tida y, por alguna razón, también sabe que esta es su letra.
Sujeto: ¡Oh, sí! ¡Nadie más podría hacer semejante embrollo!
Erickson: Y este embrollo, visto como se debe, es enero.
Sujeto: ¡Oh, hermano!
Erickson: Basta una lucecita para que sea perfectamente legible,
¿no?
Sujeto: ¡Estoy pasmada!

Erickson: Ella escribió realmente con ambos lápices a la vez.


Rossi: Usted le pide que escriba al revés y en posición inverti­
da para impartirle una tarea que no ha hecho nunca. . para
despertar una nueva disposición a aprender, ¿no es así? ¿De
veras escribió simultáneamente al derecho y al revés? ¡¿De
veras lo hizo?!
Erickson: ¡Pruebe a hacerlo!
Rossi: ¡Imposible! No puedo hacer eso. [Intenta escribir al de­
recho y al revés varias letras aisladas: una A, una X y una
R .] ¡Es fascinante! ¿Pero no tenemos constancia alguna de có­
mo lo hizo, verdad?
Erickson: No.
Rossi: ¡Qué lástima que se haya perdido! [Sigue tratando de
escribir otras letras al derecho y al revés, en forma simultá­
nea, y su torpeza le causa una risa tonta.]
Erickson: Tengo la impresión de que usted es terriblemente
cándido. [¿Se refiere a que despierta de modo deliberado en Ros-
si una nueva disposición a aprender, sin que él se dé cuenta?]
Rossi: ¿Le parezco terriblemente cándido? ¡Otros ya han opi­
nado lo mismo! Me es más fácil escribir al revés con letra de
imprenta que con letra cursiva.
Erickson: ¿Cómo aprendió a escribir? ¿Trazando primeramen­
te letras de imprenta?

130
Rossi: Creo que sí. De modo que el verdadero propósito de
esta escritura al revés es darle a la sujeto una nueva disposi­
ción para el aprendizaje. Usted trata de activar en su mente
unas sendas no utilizadas aún, con el fin de ayudarla a apren­
der algo nuevo.
Erickson: ¡Unas sendas que están allí!
Rossi: Utiliza pautas ya existentes para un nuevo aprendiza­
je. Despierta en la sujeto nuevas disposiciones a aprender por­
que le presenta tareas que la obligan a inhibir su modo habi­
tual de escribir y a explorar otras modalidades desconocidas
e insólitas. También esto se convierte en una metáfora que
induce a abandonar las viejas formas de abordar los proble­
mas personales para explorar las nuevas. . que, para ella, son
de igual modo insólitas. ¿Es así?
Eñckson: Ajá.
Rossi: Por consiguiente, esto puede formar parte de cualquier
sesión de terapia en la que el terapeuta desee abrir el camino
hacia un cambio interior. Usted logró el mismo resultado va­
liéndose de acertijos para despertar pensamientos y esfuerzos
nunca utilizados hasta entonces. Esto ayuda a los pacientes
a considerar su problema desde una nueva perspectiva. ¿Con­
cuerda conmigo?
Eñckson: [Asiente.] ¿Conoce el Test de Asociación [de Pala­
bras] Kent-Rosanoff? [Explica que solía pedirles a sus pacien­
tes que escribieran asociaciones de palabras con ambas ma­
nos a la vez; y luego obtenía asociaciones verbales indepen­
dientes para cada lista, en lo que parecía ser una penetración
y aprovechamiento de las asociaciones propias de cada hemis­
ferio cerebral, muy anterior a las investigaciones de Sperry
(véase Sperry, 1968). También recuerda la rigidez con que mu­
chos psicólogos aplicaban el método estándar de uso del Test
Kent-Rosanoff y lo escandalizados que quedaron cuando Erick-
son introdujo su <<escritura con ambas manos», con asociacio­
nes verbales independientes.] M e metí en un lío espantoso en
Worcester, porque nunca hacía las cosas como los demás
¡o sea, en forma correcta y ordenada!13 [Erickson trabajó en
Worcester entre 1930 y 1934; empezó como médico subalterno
y terminó siendo Psiquiatra Principal.]
Rossi: Es una lástima que tantos psicólogos se hayan escan-

13 Para una descripción detallada del modo en que usaba Erickson el Test
de Asociación de Palabras Kent-Rosanoff, véase Huston, Shakow y Erickson
(1934/1980).

131
dalizado. Las investigaciones basadas en su técnica de asocia­
ción de palabras escritas con ambas manos pudo haber antici­
pado en una generación algunos aspectos de las investigacio­
nes de Sperry sobre los hemisferios cerebrales.
Erickson: Sí. Aquí [en esta sección] enseño a la sujeto las co­
sas que puede hacer sin que ella supiera de antemano que po­
día hacerlas. Cuando exclama «¡E so está fuera de este mun­
d o!» y «¡E stoy pasmada!», está verdaderamente sorprendida.
Eso le ayudará a asimilar una parte cada vez mayor del traba­
jo de trance.
Rossi: Ella ha hecho todo este trabajo de trance previo despo­
tenciando su miedo al agua y facilitando el trabajo psicológi­
co, para el que tiene una amnesia. Pero, antes de terminar es­
ta sesión, usted quiere cerciorarse de que está mentalmente
dispuesta a asimilar todo ese nuevo aprendizaje de trance.
Erickson: Sí, ese aprendizaje total.
Rossi: No le imparte una serie de sugestiones pos-hipnóticas
directas, limitándose a decirle que asimile, aprenda y crezca,
sino que despierta de manera efectiva una nueva disposición
a aprender facilitándole una ejercitación de sus capacidades
no realizadas. Con ello le demuestra que puede aprender y ha­
cer cosas sin saber de antemano que posee la aptitud o capa­
cidad necesaria.
Podríamos decir que esta es una de sus innovaciones en
hipnoterapia: despierta ciertas disposiciones o procesos men­
tales para aprender y para revivir experiencias, sin decir al
paciente lo que usted hace. Despertar estas disposiciones men­
tales a hacer el trabajo interior apropiado en el momento opor­
tuno es, en verdad, la esencia de su técnica indirecta. En reali­
dad utiliza el principio de generalización del aprendizaje: la
mayoría de las personas temen las situaciones nuevas, pero
usted les ayuda a generalizar los éxitos obtenidos con apren­
dizajes anteriores, y aplicarlos a sus situaciones nuevas.
Erickson: [Narra un ejemplo pintoresco de una situación de
aprendizaje que él presenció de niño en la granja: para adies­
trar a un caballo novato, los granjeros solían engancharlo a
otros dos bien adiestrados, uno a cada lado; a medida que es­
tos ejecutaban los diferentes pasos, el caballo novato se adies­
traba automáticamente.]
Rossi: ¡Está bien, basta de caballos! ¿Podemos continuar con
los seres humanos? Pero allí, en la granja, es donde aprendió
realmente sus técnicas terapéuticas. . . ¡nada de laboratorios
lujosos para usted!

132
1.51 Octava «v is ita » del Hombre de Febrero: una distracción pa­
ra despotenciar la resistencia y facilitar la reinducción del trance;
regresión espontánea de dos años; capacitación en el trance so-
nambúlico

Erickson: ¿Cree que puede ser hipnotizada?


Sujeto: No; probablemente no ahora. Estoy demasiado despierta.
Erickson: ¿Quiere conservar esto? [Señala la escritura de trance.]
Sujeto: No, no específicamente. Preferiría no guardarla. Es asom­
brosa.
Erickson: ¿Cuál es su técnica para tomar el pulso? [Extiende su
mano hacia la de ella, como para tomarle el pulso.]
Sujeto: Lo único que importa es percibirlo.
Erickson: [Estrechándole la mano.] Hola.
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿En qué fecha estamos?
Sujeto: En febrero.
Erickson: ¿De qué año?
Sujeto: De 1943.
Erickson: ¿Y quién soy yo?
Sujeto: El Hombre de Febrero.
Erickson: Qué simple e infantil es esto, ¿verdad? En cualquier
momento, en cualquier lugar, puedo estrecharle la mano así, pero
sólo yo puedo hacerlo. Sólo yo puedo hacerlo y únicamente con
un propósito lícito y justificado. En algún momento te estrecha­
ré la mano y será el 30 de marzo de 1945. ¿Tú querrías verme
entonces?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: De acuerdo. Y quiero que entonces te encuentres, en
general, en un estado muy similar al actual, que estés como hoy,
30 de marzo de 1945. ¿Ahora puedo decirte adiós?
Erickson: «¿Cuál es su técnica para tomar el pulso?».
Rossi: ¿Por qué le hace esa pregunta en este momento, cuan­
do ella acaba de negar que la puedan hipnotizar porque está
demasiado despierta?
Erickson: «¿Quiere conservar esto?» significa conservarse en
la escritura [de trance]. Ella dice: «Es asombrosa». Bueno. .
que se asombre. Extiendo la mano para tomarle el pulso.
Rossi: Comprendo. Su pregunta le permite acercar más la ma­
no, como si fuera a tomarle el pulso, pero en realidad la sor­
prende estrechándole la mano y reinduciendo un nuevo trance
con otra «visita » del Hombre de Febrero antes de que su re­
sistencia pueda bloquearla.

133
[En 1987] Esta brevísima reinducción del trance por me­
dio de la distracción —tomarle aparentemente el pulso mien­
tras que, en realidad, le estrecha la mano— fue quizá la res­
puesta de Erickson al aserto de la paciente de que estaba «de­
masiado despierta», en el que quizás él reconoció una posible
resistencia. La mente inconciente de la sujeto necesitaba una
demostración de que, en verdad, había sido condicionada pa­
ra entrar en hipnosis no bien se le administrara la señal apro­
piada (estrechar la mano). Erickson refuerza así la inducción
de trance; además, utiliza este breve trance final para fortale­
cer la señal con una sugestión pos-hipnótica directa referente
a ella: «En cualquier momento, en cualquier lugar, puedo es­
trecharte la mano así, pero sólo yo puedo hacerlo. Sólo yo pue­
do hacerlo y únicamente con un propósito lícito y justifica­
do». Nótese el precepto ético implícito en el uso de la expre­
sión «lícito y justificado». Es una sugestión bastante indirecta,
formulada de manera casual, pero es un elemento tranquiliza­
dor muy importante para la mente inconciente de la sujeto
porque le asegura que su integridad siempre será respetada.
Adviértase también, empero, que Erickson termina esta se­
sión de una manera muy astuta y nada tradicional. En nin­
gún momento dice a la sujeto que despertará de su trance.
Concluye esta visita del Hombre de Febrero con una seudo
sugestión pos-hipnótica: «En algún momento te estrecharé la
mano y será el 30 de marzo de 1945» y, una vez que ella expre­
se su conformidad, añade: « Y quiero que entonces te encuen­
tres, en general, en un estado muy similar al actual, que estés
como hoy, 30 de marzo de 1945. ¿Ahora puedo decirte adiós?».
Aparentemente, esta sugestión pos-hipnótica sirve de cie­
rre a la sesión terapéutica; sin embargo, Erickson nunca pide
a la sujeto que despierte del trance. Por el contrario, conti­
nuará sumida en él cuando Erickson vuelva a estrechar su ma­
no. Sólo la reorientará en el tiempo, trayéndola a la fecha ac­
tual: 30 de marzo de 1945. En ese momento, ella seguirá ha­
llándose «en general, en un estado muy similar al actual». En
otras palabras, la sujeto será reorientada hacia el tiempo co­
rrecto, pero permanecerá en trance. Específicamente, el suyo
será un trance sonambúlico: actuará de manera normal en la
vida diaria, parecerá estar despierta y bien orientada, pero per­
manecerá en su relación de trance con Erickson —una rela­
ción profundamente íntima—, con lo cual los procesos hipno-
terapéuticos iniciados por él continuarán actuando en forma
autónoma en muchos niveles internos. Esta es una de las téc-

134
nicas a que suele recurrir Erickson para enseñar a los pacien­
tes a experimentar el trance sonambúlico y adiestrarlos en él.
Y termina esta visita del Hombre de Febrero con una pre­
gunta que, en realidad, es una sugestión directa: «Ahora pue­
do decirte adiós».

1.52 Ratificación de la continuidad de una relación de trance en


un estado de vigilia aparente; dos niveles de comunicación simul­
táneos: una amnesia estructurada y una ratificación del trance
mediante la distorsión del tiempo

Erickson: [Da la señal, estrechando la mano de la sujeto.] Hola,


¿qué tal?
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Se acuerda de mí?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo me llamo?
Sujeto: Tiene un par de docenas de nombres.
Erickson: ¿Cuáles son?
Sujeto: ¡Suena terriblemente estúpido! ¡El Hombre de Febrero!
Erickson: Verá usted, no soy demasiado alto. . . y febrero es un
mes corto.
Sujeto: ¡Oh, hermano!
Erickson: Le diré de paso que este ha sido un encuentro gratísi­
mo para mí. Esta noche usted ha trabajado enormemente; todo
ese trabajo es para beneficio suyo y de máximo interés para us­
ted. Por eso el tiempo ha pasado con tal rapidez. Y ahora supon­
go que es hora de que regrese al hospital.

Rossi: [1987] A l darle la señal para reorientarla hacia el pre­


sente, mientras permanece en trance en relación con él, Erick­
son pone a prueba el estado de la paciente preguntándole «¿Se
acuerda de mí?» y «¿Cómo me llamo?». Ella responde en for­
ma ambigua: «Tiene un par de docenas de nombres» y, como
él insiste, exclama «¡Suena terriblemente estúpido! ¡El Hom­
bre de Febrero!». Este comentario indica que ahora ella es ca­
paz de responder en dos niveles, como mínimo. En su nivel
normal y cotidiano, en el que su conciencia —global y de sí
misma— se halla despierta, el nombre «suena terriblemente
estúpido» porque su amnesia hipnótica le impide recordar sus
encuentros con el Hombre de Febrero. El hecho de que men­
cione al «Hombre de Febrero» indica que ella dispone simultá-

135
neamente de un nivel de respuesta de trance en relación con
Erickson. Este contesta con una comunicación en dos niveles,
en forma de retruécano non sequitur, que satisface ambos as­
pectos de los dos niveles de respuesta que posee ahora: «N o
soy demasiado alto. . . y febrero es un mes corto». Este apa­
rente retruécano endeble permite que la paciente responda des­
de su estado conciente de vigilia con un quejumbroso «¡Oh,
hermano!». No obstante, para su simultánea conciencia de tran­
ce en relación con Erickson, este flaco retruécano contiene el
reconocimiento indirecto por parte de Erickson de que, efecti­
vamente, él guarda una relación especial con febrero. Erick­
son viene a decirle: sí, para usted yo soy el Hombre de Febre­
ro en nuestra relación de trance.
El mal retruécano y la respuesta que provoca en la sujeto
sirven, además, para reintroducir y continuar el tipo de jue­
gos, acertijos, retruécanos y situaciones emocionalmente des­
concertantes que caracterizaron el comienzo de esta larga se­
sión. En tal función, el retruécano estructura una amnesia que
allana aún más su amnesia hipnótica para todas las «visitas»
del Hombre de Febrero, lo cual le ayuda a restablecer su per­
sonalidad normal y cotidiana en su relación conciente con
Erickson.
Puesto que la sujeto ya está bien afirmada en su capaci­
dad de respuesta simultánea en dos niveles (su «personalidad
normal de vigilia» y su nueva relación de trance hipnotera-
péutico con Erickson), él se vale de sus comentarios finales
para infundir a su personalidad normal la seguridad tranquili­
zadora de que «esta noche, usted ha trabajado enormemente;
todo ese trabajo es para beneficio suyo y de máximo interés
para usted. Por eso el tiempo ha pasado con tal rapidez». [Es
una ratificación del trance mediante la experiencia de distor­
sión del tiempo.]

Sigue a esto una despedida final y directa, dirigida a su


identidad cotidiana de enfermera: « Y ahora supongo que es
hora de que regrese al hospital». Para todo fin práctico, ella
funcionará tan bien como lo hace normalmente en la vida dia­
ria, pero además, en otro nivel simultáneo, persistirá su rela­
ción hipnoterapéutica con el Hombre de Febrero. Cabe supo­
ner que mientras ella atiende a sus actividades diarias norma­
les, en un nivel más inconciente continúa desarrollándose el
trabajo terapéutico interno puesto en marcha por las «visitas»
del Hombre de Febrero.

136
A sí concluyó la primera sesión hipnoterapéutica de la sujeto
con Erickson. Había durado alrededor de dos horas, incluyendo
unas ocho «visitas» del Hombre de Febrero deslindadas unas de
otras. La segunda sesión hipnoterapéutica, que ampliaría y pro­
fundizaría el trabajo establecido en esta, se desarrolló unos dos
meses después.

137
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Sesión I I 1
Niveles múltiples de comunicación y existencia

2.0 Dos niveles de existencia y respuesta: confusión y conflicto


como niveles múltiples del existir e indicadores de lo nuevo

Fink: ¿Le trasmitiremos al doctor Erickson su primera queja? Ella


no está aprendiendo nada.
Erickson: Y esta noche no hay flores.
Sujeto: No, no hay flores.
Erickson: ¿Hay algo aquí que no le guste?
Sujeto: No, creo que no.
Erickson: ¿Conque no ha aprendido nada? ¿Qué quiere decir con
eso?
Sujeto: Creí que aprendería algo de psiquiatría o psicología, pero
hasta ahora no he aprendido nada.
Erickson: ¿Quiere apostar?
Sujeto: No.
Fink: Ya se lo pregunté. No me parece que quiera apostar, ni aun
consigo misma.
Erickson: ¿Por qué no? ¿No cree que quizás ha aprendido algo?
Sujeto: ¡Ahí va otra vez! Quiero pensar «n o» y digo «sí». Pero
no podemos tener dos pensamientos simultáneos, ¿o sí?
Erickson: ¿Entonces ha aprendido algo?
Sujeto: Sí. Supongo que esa es una de las cosas que he aprendi­
do: que las personas pueden tener a la vez dos pensamientos dia­
metralmente opuestos. ¿Acerté?

Erickson: H a aprendido algo en un nivel inconciente, pero aún


no lo sabe en forma conciente.
Rossi: Sí. Esta sesión se produce dos meses después de la an­
terior y, aparentemente, la señorita S tiene una amnesia con

1 Presentes en la Sesión I I , en 1945: doctor M ilton H. Erickson, doctor Jero-


me Fink, la sujeto (■■señorita S » o «Jane») y el señor Beatty. Presentes en los co­
mentarios de 1979: doctor M ilton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y doctor
Marión Moore.

139
respecto al trabajo que usted efectuó con ella en su papel del
Hombre de Febrero. Su queja de que no ha aprendido nada
proviene de su nivel conciente que quiere pensar »no», pero
hay algo en su interior, algo distinto, que quiere decir «sí».
No cabe duda de que experimenta por lo menos dos niveles
o tendencias de respuesta simultáneos y opuestos.
Cuando nos sucede algo así espontáneamente, en la vida
diaria, tendemos a vivirlo como una perturbación o un conflic­
to. Sería mejor comprenderlo como una oportunidad de poner­
nos en sintonía con nuestros diversos niveles de existencia,
en vez de identificarnos simplemente con nuestra experiencia
personal de conflicto aparente, que es la más superficial. En
realidad, la confusión y el conflicto son manifestaciones de los
nuevos estados existenciales internos desarrollados en forma
espontánea en un nivel inconciente, que ahora interfieren (o
sea, han entrado en conflicto) con las actitudes, estados e iden­
tidades de la conciencia yoica largamente arraigados.2

2.1 Un no saber que indica una amnesia original del trabajo de


trance efectuado previamente con el Hombre de Febrero

Erickson: M e pregunto si usted sabe por qué ha venido aquí esta


noche.
Sujeto: El doctor Fink me pidió que viniera.
Erickson: ¿Y usted tuvo alguna razón para hacerlo?
Sujeto: Sí. Quería verlo a usted, para enterarme de cómo funcio­
naba la cosa.
Erickson: ¿Qué cosa?
Sujeto: El hipnotismo.
Erickson: ¿Ha sido hipnotizada alguna vez?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por quién?
Sujeto: Por el doctor Fink y . . . ¡oh, sí, por la señorita Jones!
Erickson: ¿Y por alguien más?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Qué opina de la hipnosis?
Sujeto: Me parece una técnica muy buena.
Erickson: ¿Le gustaría ser hipnotizada?
Sujeto: ¡Seguro que sí!
Erickson: ¿Quiere lograr algún propósito específico?

2 Para un desarrollo detallado de este concepto, véase Rossi (1972a/1985).

140
Sujeto: Ninguno, salvo saber un poco más.
Erickson: ¿Quiere decir realmente eso. saber un poco más?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Podría hipnotizarla?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Tiene en mente alguna otra respuesta?
Sujeto: Un sí, pero no sé por qué.

Rossi: Los comentarios que formula la sujeto en esta sección


indican claramente que, en su nivel conciente, ha olvidado la
hipnoterapia que hizo con usted. ¿Esta amnesia obedece tan
sólo a que la paciente es un sujeto hipnótico excepcionalmen­
te bueno, o se relaciona más con su necesidad (harto real) de
recibir una terapia?
Erickson: No. Una vez que usted recibe su terapia, deja que
se convierta en parte de su ser.
Rossi: Cuando ella responde a su pregunta «Un sí, pero no sé
por qué», tiene una amnesia original del trabajo hipnótico que
hizo con usted.
Erickson: Correcto.

2.2 Inducción de trance mediante la levitación de la mano y la


directiva im plícita: empleo del « observador oculto»; autorregula­
ción en la experiencia de trance; señales conducíales y profundi­
dad del trance

Erickson: ¿Cómo debería proceder?


Sujeto: Veam os. . . H ay varias técnicas, ¿no? La primera vez que
el doctor Fink me hipnotizó, levanté las manos.
Erickson: [Levantándole una mano.] ¿Ahora puede dormir?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: ¿Le gustaría hacerlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: M uy bien, adelante. Puede dormirse. Puede cerrar los
ojos y entregarse a un sueño profundo, muy profundo. Puede dor­
mirse sintiéndose cómoda. Puede dormirse sintiéndose cómoda
y disfrutar del sueño; así estará muy cómoda. Relájese y siéntase
completamente cómoda. Relájese hasta sentirse cómoda, hasta
dormirse profundamente, muy profundamente. Un sueño sosega­
do, profundo, muy profundo. . . Y duerma profundamente, muy
profundamente. Su mano izquierda se elevará despacio para ha­
cerme saber que está profundamente dormida. Se elevará cuan­

141
do usted esté profundamente dormida, pero no antes de que se
haya sumido en un sueño sosegado y profundo, muy profundo.
Y su mano derecha se elevará para darme a entender que dormi­
rá un sueño continuo y profundo, que dormirá un sueño continuo
y profundo, como se lo sugiero. Ahora su mano izquierda se ha
elevado para hacerme saber que está profundamente dormida, y
su mano derecha se está elevando para hacerme saber que dormi­
rá en forma continua. Y eso está bien, ¿no? ¿Y eso la hace sentir­
se cómoda? Muy bien. De ahora en adelante, puede sentir que
sus brazos se relajan. Relájese y esté cómoda. Y yo puedo hablar
conmigo mismo, o con cualquier otra persona, sin que eso signifi­
que nada para usted, ¿no es así? [La sujeto asiente. Erickson re­
sume al doctor Fink las acciones de la paciente.] La mano izquier­
da se elevó primero y luego la derecha. Les impartí la sugestión
de que podían bajar. La mano izquierda había sido la primera en
elevarse; en consecuencia, fue la primera en descender. Luego lo
hizo la derecha. [Dirigiéndose nuevamente a la sujeto.] ¿Hablaba
con alguien?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Prestó atención?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Le agrada lo que dije? A uno le gusta hacer las cosas
bien. Ahí tiene algo que aprender, ¿no le parece? ¿Ya sabe qué
es? ¿Estará dispuesta a aprender aunque le resulte arduo? Ha
pasado mucho tiempo desde que la vi, ¿verdad? [La sujeto asien­
te.] Han pasado meses. . . semanas, meses, ¿no es así? ¿Puede
decirme cuánto tiempo ha pasado? Ha sido un largo tiempo, ¿no?
¿Puede decirme qué día es hoy?
Sujeto: Domingo.
Erickson: ¿De qué mes?
Sujeto: Junio.
Erickson: ¿Y de qué año?
Sujeto: De 1945. [Su respuesta es correcta; la señorita S está bien
orientada con respecto al tiempo presente.]

Erickson: ( . . . ) Supongamos que el señor A y el señor B están


en una habitación cerrada discutiendo un tema polémico.
¿Cuántas personas hay en esa habitación? B etty [la esposa
de Erickson] contestó al punto; «Seis. El señor A tal como
es, el señor A como cree ser y el señor A como el señor B cree
que es. Lo mismo vale para B ». Y o establezco las bases de
esto, ahí [con la secuencia]:
«¿Hablaba con alguien?».

142
«S í».
«¿Prestó atención?».
«S í».
Con esto indico [indirectamente] a la sujeto que aprenda a no
prestar atención, a no hacer caso.
Rossi: ¿Le dice a su mente conciente que no preste atención,
mientras otra parte de ella aprehende lo que se dice?
Erickson: Sí. Hilgard llama a esto «el observador oculto» (Hil-
gard y Hilgard, 1975). Aquí lo uso adrede.
Rossi: En resumen, en esta sección usted emplea su técnica
corriente de inducción de trance: guía hacia arriba la mano
izquierda de la paciente: le imparte sugestiones de sueño y
comodidad, y utiliza la directiva implícita «Su mano izquier­
da se elevará despacio para hacerme saber que está profunda­
mente dormida» a fin de que ella pueda indicarle con una se­
ñal el momento en que entra en trance. A continuación, usted
imparte otra directiva implícita: una vez que esté sumida en
un sueño «continuo y profundo», deberá indicárselo alzando
su mano derecha. Ella da estas señales, y luego responde a
su pregunta asertiva «H a pasado mucho tiempo desde que la
vi, ¿verdad?» asintiendo en silencio. Como parece hallarse en
un adecuado estado de trance, usted le da las señales de la
regresión de edad: «Han pasado meses. . . semanas, meses, ¿no
es así? ¿Puede decirme cuánto tiempo ha pasado?». Usted abri­
gaba la esperanza de que ella regresara espontáneamente a
su última «visita » en el papel del Hombre de Febrero, pues
así podría situar su «visita» actual unos pocos meses después,
pero no tuvo esa suerte. La paciente responde a sus pregun­
tas indicándole que aún está en el presente, que todavía no
se ha producido ninguna regresión de edad. ¿Esto se debe acaso
a que han trascurrido un par de meses desde su última en­
trevista, y ella necesita un poco más de tiempo para volver
a familiarizarse con el trabajo de trance y lograr la regresión
de edad?
Erickson: No. Se está autorregulando.
Rossi: ¿Qué quiere decir con eso?
Erickson: Ella se percata de que se ha dormido y yo le hago
saber que dormirá un sueño p^-fundo, cómodo y constante.
Rossi: Entonces, ¿esta autorregulación en la inducción hipnó­
tica es una etapa previa a la regresión de edad?
Erickson: Sí. Ella tiene que autorregularse para saber dónde
está. Después podrá autorregularse. . .
Rossi: . . . para la regresión de edad en sí. ¿Puede decir algo

143
más acerca de esta regulación, Milton? ¿En ella el yo observa
atentamente el proceso de entrada en trance? ¿El yo ayuda
a gobernar el proceso de inducción hipnótica?
Erickson: Cuando usted emprende la ascensión de un cerro,
¿le basta llegar hasta la mitad del camino? ¿Quiere trepar los
dos tercios de la ladera, o sus tres cuartas partes? ¿El 80%?
Ella tiene que saber hasta dónde quiero yo hacerla llegar. Se
autorregula para cerciorarse de que responde plenamente.
Rossi: ¿Usted diría entonces que hay una autorregulación cons­
tante durante el trance?
Erickson: No; tan sólo en el momento en que se asigna una
tarea.
Rossi: ¿Cuando usted asigna una nueva sugestión el yo vuel­
ve a coadyuvar al proceso. . o qué?
Erickson: Ella tiene que medir la profundidad alcanzada en
su trance. Una vez que alcance la profundidad suficiente, po­
drá hacer ciertas cosas.

2.3 Técnicas de regresión de edad mediante el «parecer», la diver­


sión, el olvido, la incertidumbre, el no saber y la confusión; contar
de 1 a 20; el trance sin percatación, una de las técnicas de induc­
ción preferidas p or Erickson

Erickson: La fecha es esa pero el tiempo puede variar, ¿no? Y


quiero que olvide algo. No le diré qué es, pero irá olvidándose
de algo de un modo paulatino, lento, fácil y cómodo. Casi parece
que podría ser un lunes, o quizás un sábado o aun podría ser un
viernes. Quiero que parezca así, y me gustaría que usted se sin­
tiera un poquito divertida al empezar a confundir las fechas y
lo disfrutara. [La sujeto sonríe.] Es lindo, ¿no? [Ella ríe.] Y como
no sabe qué día es, le será difícil decir qué semana es. Tiene que
ser esta semana, pero. . . ¿qué semana es esta semana? ¿Es la
última semana de mayo o la primera de junio? Tal vez no sea
ni la una ni la otra. Quiero que disfrute con eso. [Ella vuelve a
reír.] Junio, mayo, mayo, junio, y cuando menos lo piense le ven­
drá a la mente la idea de que es abril, y no puede ser junio, no
puede ser mayo, no puede ser abril. Y quiero que ahora, al experi­
mentar esa sensación, usted se dé cuenta de que ha olvidado otra
cosa. Ha olvidado que el mes es mayo, y si piensa que es abril
o marzo, o aun si piensa que es febrero. . . se ha olvidado de mar­
zo, abril, mayo y junio. Y ahora quiero que descubra que no sabe
con certeza si el año es 1944 ó 1945. [La sujeto frunce el entrecejo.]

144
Y siga durmiendo cómodamente. Podrá decirme qué mes es de
1944. Tan pronto esté en condiciones de decírmelo, hágalo.
Sujeto: No s é . . .
Erickson: Es sorprendente, ¿verdad? Casi la aterra. Y sin embar­
go puede sentirse cómoda, porque me recordará. ¿Puede decirme
qué año es?
Sujeto: Sí, 1942.

Rossi: En esta sección la sujeto retrocedió tres años. ¿Cómo


lo consiguió? Usted parece valerse del olvido, la confusión y
el no saber.
Erickson: «Casi parece que podría ser un lunes, o quizás un
sábado, o aun podría ser un viernes». El viernes precede al
sábado y el sábado precede al lunes. Retrocedo en el tiempo.
Rossi: Este es su modo de facilitar la regresión de edad.3 En
la vida diaria, la experiencia del «parecer» (imaginación), la di­
versión, la incertidumbre y la confusión son procesos o reac­
ciones que en general no creemos controlar. Pensamos en ellos
como nuestras reacciones naturales ante situaciones de la vi­
da exterior que no controlamos. En cambio, en esta situación
de trance, usted hace que la sujeto utilice estas reacciones na­
turales en forma controlada, a fin de facilitarle la regresión
de edad.
Erickson: Lo importante es que el lunes no precede al sábado.
El sábado precede al lunes cuando se añade otro día, como
el viernes.
Rossi: El sólo hablar de estas cosas, ¿facilita la regresión?
Erickson: Ajá.
Rossi: ¿Las palabras provocan un cambio de significado?
Erickson: Lo provoca el modo en que usted las usa. El lunes
puede ser un lunes anterior a un sábado pero, si añade el vier­
nes, tiene que ser el lunes posterior al sábado.
Rossi: [Relee la oración en negrita, en actitud dubitativa.]
Erickson: Cuando usted cuenta hasta 10, tiene: 7, 8, 9, 10. Prue­
be a contar así: 1, 7, 2, 5, 8, 8, 4, 6, 9, 10.
Rossi: Repita eso.
Erickson: 1, 7, 2, 5, 8, 8, 4, 6, 9, 10.
Rossi: No comprendo. . .
Erickson: Conté de 1 a 10, empecé con el 1 y terminé con el 10.
Rossi: Pero alteró el orden. . .

Sobre las técnicas ericksonianas de regresión de edad (teoría y práctica), véa­


se Erickson (1980), vol. I I I , Segunda parte, sección 3, págs. 102-42.

145
Erickson: . . entre el 1 y el 10.
Rossi: ¿Qué intenta demostrar con eso?
Erickson: Le he demostrado que se puede ir del 1 al 10 sin
dejar que los demás lo sepan. Todos reconocerán los otros nú­
meros, los intermedios entre 1 y 10. [Se refiere a que esos nú­
meros distraerán su atención.]
Rossi: ¿Para qué lo hace?
Erickson: Para contar hasta 10 sin permitir que el otro lo se­
pa concientemente.
Rossi: ¿Como en aquella situación en que usted condicionó al
paciente para que entrara en trance cuando usted contara de
1 a 10? Si usted disimula el recuento, el paciente entrará en
trance sin advertirlo.
Erickson: El paciente aún trata de descubrir alguna otra rela­
ción entre los números.
Rossi: El paciente entra inconcientemente en trance, con una
especie de deslizamiento rápido, mientras su mente conciente
se distrae tratando de dilucidar las desconcertantes relacio­
nes entre los números intermedios entre 1 y 10. ¡De modo que
usted lo induce al trance sin que se percate!
Erickson: Es una de mis técnicas favoritas. «Puedo contar has­
ta 20 y usted entrará en trance», digo, y poco después comen­
to: «Fulano tiene ocho hijos y ellos vienen más baratos por
docena».4
Rossi: A usted le gusta este tipo de inducción de trance por­
que la mente conciente no puede interferir en ella. N i siquiera
sabe que está experimentando el trance.
Erickson: Exactamente. Cuando una persona trata de resol­
ver un problema que ha venido evitando durante años, usted
derriba sus defensas [con esta inducción encubierta].
Rossi: De manera tal que los pacientes pueden entrar en un
trance hipnoterapéutico sin sus pautas de evitación habitua­
les. Quizá se sorprendan al descubrir que han resuelto el pro­
blema, sin saber siquiera que han estado en trance. Se podrían

4 Véanse las variaciones de su técnica de inducción hipnótica del trance y el


despertar contando de 1 a 20, en Erickson, Rossi y Rossi (1976) y en « A transcript
o f a trance induction with commentary», Erickson (1980), vol. I, págs. 206-57.
A veces, Erickson contaba de 1 a 8 y luego preguntaba con curiosidad «¿Los hijos
son realmente más baratos por docena?», para completar encubiertamente la cuenta
hasta 20. ¡8 más una docena es igual a 20! E l paciente resolvía este acertijo en
su nivel inconciente —y, de este modo, era inducido a entrar en trance— antes
de que la respuesta (8 + 12 = 20) llegara a su conciencia. Por lo tanto, entraba
en trance antes de haber tomado conciencia de las connotaciones de la respuesta.

H(>
hacer muchas y buenas investigaciones basándose en esta téc­
nica del trance sin percatación.
Erickson: [Cita varios ejemplos de pacientes que entraron en
trance sin darse cuenta, p or la sencilla razón de que habían
sido condicionados para hacerlo cuando el terapeuta indujera
el trance mediante alteraciones de su voz. Toda vez que el te­
rapeuta empleaba determinado tono de voz, el paciente entra­
ba en trance sin percatarse de ello.]

2.4 Novena «v is ita » del Hombre de Febrero: escritura de trance


tendiente a poner cómoda a la paciente y profundizar su regre­
sión de edad

Erickson: Es 1942. ¿Y quién soy yo? [La sujeto se muestra muy


perturbada.) ¿Te acuerdas de mí?
Sujeto: Sí. Es el Hombre de Febrero.
Erickson: ¿Qué te perturba tanto? ¿Puedes decírmelo? En ver­
dad puedes decírmelo, ¿no es así? ¿Quieres decírmelo ahora?
Sujeto: No tiene mucha importancia.
Erickson: Querría ayudarte. No fue cómodo, ¿verdad? Fue real­
mente incómodo, y no quiero que tengas nada en mente que te
haga sentir incómoda. Creo que deberías compartirlo conmigo.
¿Quieres decírmelo? Puedes pensarlo un poquito más. Aquí tie­
nes un lápiz. Tal vez no quieras decirlo, pero puedes escribirlo.
A lo mejor no te gusta decirlo, pero quizá te agrade escribirlo.
¿Puedes hacerlo? Muy bien, escríbelo rápidamente. Ahora escu­
cha con atención lo que tengo que decir. Soy el Hombre de Febre­
ro. No está del todo claro qué significa eso, pero sí significa que
puedes contarme muchas cosas para poder llegar a comprender
mejor muchísimas cuestiones. ¿Está claro eso? Cosas que podrías
haberme contado cuando eras una niña pequeña; que podrías ha­
berme contado ayer, y el año pasado o el anterior. ¿Me compren­
des? Y bien, ¿es preciso discutir este punto? [La sujeto menea
la cabeza.] Ahora escúchame con atención. Estamos en 1942, ¿no
es cierto? El tiempo está cambiando, cambiando, y pronto no se­
rá 1942. Pronto no será 1941. Muchas cosas van resbalando, es­
cabullándose de tu mente; estás olvidando, y olvidando, y olvi­
dando, y olvidando, y eres apenas una niñita de corta edad. . .
tan sólo una niñita y te sientes feliz. Ahora puedes hablarme.
¡Hola!
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?

147
Sujeto: Seis.
Erickson: ¿Cuánto hace que los cumpliste?
Sujeto: Hará un mes.
Erickson: ¿Sabes quién soy?
Sujeto: Claro que sí.
Erickson: ¿Quién soy?
Sujeto: El Hombre de Febrero.
Erickson: ¿Cuántas veces me has visto?
Sujeto: Montones de veces.
Erickson: ¿Volverás a verme algunas veces más?
Sujeto: ¡Seguro! Usted dijo que volvería a verlo.

Ros si: Usted extiende su regresión espontánea de tres años;


para ello le da primero la oportunidad de escribir lo que no
pueda expresar verbalmente, sea lo que fuere. Es obvio que
usted percibe señales faciales que indican cierta sensación de
incomodidad; por eso le ofrece la oportunidad de expresar y
dejar en claro cualquier dificultad que pueda tener en su avan­
ce hacia una regresión de edad más profunda. Después le im­
parte sugestiones más directas que vuelven a familiarizarla
con el Hombre de Febrero, y entonces ella logra regresar a
los seis años de edad. ¿Usted concordaría con esta interpreta­
ción básica de lo sucedido?
Erickson: [Asiente.]

2.5 Regresión de edad múltiple; ejercitación en el trance sonam-


búlico; tranquilización para diferentes niveles de edad; la nega­
ción y lo negativo como formas de enmascarar las nuevas perca-
taciones y capacidades

Erickson: Correcto. ¿Y cómo debo llamarte?


Sujeto: Tengo muchos nombres.
Erickson: ¿Cómo te gustaría que te llamara?
Sujeto: Me gustaría que me llamara Jane.
Erickson: ¿Por qué habría de llamarte Jane?
Sujeto: Porque nadie me llama así.
Erickson: De acuerdo, Jane, te llamaré así. Conque tienes seis
años. ¿Te gustaría ver algo que yo tengo, algo de cristal? Conse­
guí un reloj muy, pero muy listo. Dile que se abra.
Sujeto: Abrete. [Erickson abre de golpe su reloj de bolsillo; la su­
je to ríe.] ¡Qué lindo! Hágalo otra vez. Tiene que apretar un botón
en la parte de arriba.

148
M fJUiu A hí es. Eres una niñita muy lista, ¿verdad?
■ f e f " |<laro que lo soy!
Entonces no crees que ese reloj es muy listo. Sólo es
Mt Ikii' ii M'loj, ¿no te parece? ¿De qué color es?
O i o o plata. Supongo que es oro. Oro o plata, eso es lo
ijttt i | | | n h n r r y .
¿Quién es Larry?
Mi liormano.
I Mt' "i ¿Quó crees que te pasará cuando seas más grande?
|<Hi. no lo sé! No lo sabré hasta dentro de mucho tiempo.
M i íiih ¿Quién más está aquí? ¿Hay alguna otra persona aquí?
< M h.i No,
fr'ii * ... ,• filamos solos, tú y yo?
fW **" NI,
Alguna vez, cuando seas más grande y tengas más años;
■ f t t t N V»», q u i z á , cuando seas más grande y tengas más años,
Iun nuil o desdichada por algún motivo. . . tal vez pue-
•-.« ....... „ ....I<> ¿De acuerdo?
H m h ¡Mii^uro!
M*' •• MI mIk<> te hace sentir desdichada, ¿qué harías?
fafplm l'iiilmbli'inente me pondría furiosa.
Mito) Mupón que algo te hace sentir muy desdichada, ¿qué
(
M ln ' i" illi ni mitin.
4»c" l( mil inon te lo guardarías para ti y no dirías nada. ¿Me
l,,l 1
M il I *•ii *i111>i11<mIo .
lll.H ll , lililí I?
1)1 I »1 vr/
|ftt«M Mi 11m'iii que fuera algo en lo que pudiera ayudarte. .
M Miibwr sí puede ayudarme. Tal vez me está enga­
ta m i'tnlii iinmmlo.
m V ii un nngaflo. No tomo en broma este tipo de cosas.
Mi ilii IiinY
*.i Mt
él)iu 1 1' mi un ingiiru de que lo harías?
Mi Mi
Iti.. Mli.i i , .limo, voy a dejarte, pero regresaré y volveré a
1 mui |iinmi<Mii. No sé exactamente cuándo volveré a ver-
H ftlN iM l" Iii luiga te tomaré la mano, así, y contaré tus de-
É l |())M lion, cuatro. Nadie más te estrechará la mano de
■ N i |«‘t" V'» «I Y volveré a verte algún día, porque ahora
||fe|H!li ilom iiiinur. (Cuando regrese, te estreche la mano y

149
cuente tus dedos, sabrás que he vuelto. Ahora te pediré que ha­
gas algo muy interesante. Te pediré tan sólo que te duermas plá­
cidamente por un minuto. Duerme, y duerme, y duerme, y duer­
me . . . Duerme profundamente. Y sabrás que estás en 1945. [Pau­
sa.] De paso, señorita S, ¿qué día es hoy?
Sujeto: [Da la fecha correcta.]
Erickson: ¿Está dormida?
Sujeto: No, ¿se supone que lo esté?
Erickson: ¿Para qué cree que la hice venir aquí?
Sujeto: Supongo que usted quiere ayudarme, pero no necesito nin­
guna ayuda.
Erickson: ¿En qué podría querer ayudarla?
Sujeto: No tengo la menor idea.

Rossi: En esta sección, usted restablece el estado de trance


con regresión de edad y retorna a los temas que conectan a
la paciente con sus ocho visitas previas (crecimiento, desdi­
cha). Termina la parte de regresión de edad de esta breve visi­
ta reorientando a la sujeto hacia el presente, tras haber refor­
zado su señal (estrecharle la mano) con otra adicional: contar
sus dedos. Empero, al reorientarla para que vuelva al presen­
te, usted no la despierta realmente de su trance. Cuando le
pregunta «¿Está dormida?» y ella contesta «No, ¿se supone
que lo esté?», un observador casual podría presumir que ella
está despierta y bien orientada con respecto al momento pre­
sente, pero no es así. Usted no le ordenó que despertara del
trance; por lo tanto, ella está ahora en un trance sonambúlico
en el que actúa como si se hallara en un estado de vigilia nor­
mal, cuando en realidad se encuentra en una relación de tran­
ce con usted. Este es uno de sus métodos favoritos, tanto pa­
ra ejercitar al paciente en el trance sonambúlico como para
evaluar la realidad del trance en su condición de estado segre­
gado de la realidad de la vigilia. ¿Está de acuerdo con eso?
Erickson: Ajá. Y toda esa tranquilidad que le infundo en dife­
rentes niveles [de regresión de edad] le quitará cualquier duda
que aún pueda tener acerca de mi disposición a ayudarla.
Rossi: Con todo, ella termina diciendo «Supongo que usted
quiere ayudarme, pero no necesito ninguna ayuda».
Erickson: Empieza a reconocer que quizá la necesita en serio.
Rossi: Cuando necesitamos algo de veras, la mente conciente
suele expresar su primer reconocimiento de esa necesidad re­
curriendo a la defensa de la negación. Decimos: « N o lo nece­
sito».

150
Erickson: Ajá.
Rossi: A menudo, mientras escribo me digo a mí mismo «No,
no es eso», precisamente cuando se me ocurre una idea nueva.
Lo nuevo suele venir disimulado bajo la máscara de lo negativo.
Erickson: La pequeña Becky [una de sus nietas] tiene dos años
y en su fiesta de cumpleaños se portó cabalmente como una
«niñita terrible» de esa edad. No hizo más que repetir «E s mío,
mío, mío, mío», refiriéndose a todo, y luego «Déjenme, déjen­
me, déjenme, déjenme». Primero definió lo que era suyo y des­
pués definió su capacidad de valerse por sí misma.
Rossi: De modo que cuando afloran en los niños nuevas capa­
cidades o aptitudes, es importante para ellos establecer ese
hecho afirmando la posesión de las nuevas capacidades o ap­
titudes y negando toda necesidad de ayuda (uso del negati­
vo). Esto me recuerda algo: una de las primeras discrimina­
ciones importantes para un recién nacido es decir que no vol­
viendo la cabeza, apartándola del pecho materno cuando ha
mamado lo suficiente. Me pregunto si la costumbre de menear
la cabeza para expresar una negación no derivará de esto.
Erickson: Logré hacerle superar ese «tal vez». [A l promediar
la sección, la sujeto dijo dos veces «ta l vez» antes de respon­
der por dos veces que «sí» al ofrecimiento de ayuda de Erick­
son.]
Rossi: A sí pues, utilizamos con frecuencia estos mecanismos
defensivos de negación, tan primitivos, tanto contra otras per­
sonas como contra lo nuevo que emerge dentro de nosotros.
Erickson: Y los utilizamos desde una edad muy temprana.

2.6 Prom oción del compromiso con el trabajo terapéutico y la ex­


pectativa de curación: preguntas que reabren y utilizan canales
inconcientes favorables

Erickson: Ahora veamos . junio ya está aquí; julio vendrá pronto


y luego agosto. ¿Alguna vez fue a nadar?
Sujeto: No, si puedo evitarlo sin entrar en conflictos. El agua no
me gusta mucho.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No lo sé. Es como si me sobresaltara. . . Me siento ate­
rrada y no sé por qué, pero quedo absolutamente aterrada.
Erickson: ¿Cómo es ese terror?
Sujeto: Me asusto terriblemente. Me entran ganas de echar a co­
rrer como loca, alejándome del agua.

151
Erickson: ¿Y qué hace al respecto?
Sujeto: Depende. . . Si no puedo evitarlo, me acerco al agua, me­
to un pie en ella con mucha cautela, doy alguna excusa y corro
a encerrarme en el auto.
Erickson: ¿Desde cuándo le tiene miedo a la natación?
Sujeto: ¡Cielos, no lo sé!
Erickson: ¿Le gustaría nadar?
Sujeto: Creo que sí. Odio tenerle miedo a algo. El miedo me opri­
me, me acongoja
Erickson: ¿Cómo empezó?
Sujeto: Lo ignoro.
Erickson: ¿Desde cuándo experimenta ese grado de temor al agua?
Sujeto: No puedo recordarlo. M i madre dice que cuando éramos
pequeñas solíamos meternos en el agua hasta las orejas antes de
que pudiera hacernos volver a la orilla.
Erickson: ¿Cuándo dejó de meterse en el agua?
Sujeto: No lo sé. Lo único que sé es que ahora entrar en el agua
representa un verdadero esfuerzo para mí. Simplemente no lo dis­
fruto en absoluto.
Erickson: La última vez que fue a nadar, ¿qué hizo después?
Sujeto: M e sequé y regresé a casa.
Erickson: ¿Cómo se sentía?
Sujeto: Bastante asustada.
Erickson: ¿Cuánto duró esa sensación?
Sujeto: No mucho. Bajamos del Hogar de Enfermeras a l. . . ¿dón­
de queda e s o . . . ? al Salón Henry y en todo el camino sentí que
mi viejo corazón saltaba enloquecido en mi pecho, pero luego,
cuando ya había salido del agua y regresaba al hogar, me sentí
muy renovada y fresca. Esa agua era estupenda.
Erickson: ¿Le gustaría vencer esa sensación de espanto?
Sujeto: ¡Por supuesto! Creo que todo el mundo debería saber na­
dar. Varias veces estuve a punto de aprender, pero echaba a co­
rrer enloquecida, huyendo del agua.
Erickson: ¿Quiere decir que realmente corría como loca?
Sujeto: Sí. Salgo del agua de un salto y corro un buen trecho,
alejándome de ella.
Erickson: Bien. Ahora dígame, ¿de veras le gustaría aprender a
nadar?
Sujeto: Claro que sí.
Erickson: ¿Cree que puede hacerlo?
Sujeto: No lo sé. He probado toda clase de métodos. Me he ser­
moneado a mí misma; me he dicho que no debía tener miedo, pe­
ro de nada sirvió.

152
Erickson: No sirvió de nada, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Sermonearse a sí misma no la ayudará, ¿no es cierto?
Nada de cuanto usted se diga la ayudará.
Sujeto: A veces sí, pero no con respecto a eso.
Erickson: ¿Qué supone que podría ayudarla?
Sujeto: Barrunto que tendré que gastar tres mil o cuatro mil dó­
lares y psicoanalizarme.
Erickson: Pero hablarse a sí misma del tema no la ayudará.
Sujeto: Aparentemente, no. A menos que no haya sido suficien­
temente severa conmigo misma.
Erickson: ¿Quiere hacer una apuesta consigo misma?
Sujeto: Sí, estoy dispuesta a hacerla.
Erickson: ¿Apostará a que hay un modo de superar ese miedo?
Sujeto: Sin duda lo hay.
Erickson: ¿Está segura?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Positivamente segura?
Sujeto: Absolutamente.
Erickson: ¿Cuánto tiempo cree que le llevará vencer ese miedo?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Y le gustaría superarlo por completo, ¿verdad?
Sujeto: ¡Oh, absolutamente!
Erickson: ¿Tiene en mente algún tipo de ayuda en particular? ¿Al­
guna ayuda que le gustaría recibir?
Sujeto: El señor Menninger dice que originariamente debe haber
algo que lo haya causado.
Erickson: Sí.
Sujeto: Y si tan siquiera pudiese pensar cuál fue esa causa, tal
vez me ayudaría.
Erickson: ¿Querría pensar cuál es?
Sujeto: Sí, pero no puedo. Sencillamente, no puedo. . .
Erickson: Por sí sola. Quizá pueda hacerlo, pero no por sí sola.
Sujeto: Tal vez, ¿pero quién puede ayudarme a recordar algo, sal­
vo yo misma? Tal vez estoy padeciendo represiones. ¿Diría usted
eso, doctor Fink? ¡El doctor es una esfinge!
Erickson: Eso rima con Fink.* Usted puede recordar o no puede.
Puede o no puede, o puede o no puede, o puede. ¿Qué haría si
alguien le ayudara a recordarlo?
Sujeto: Tal vez podría analizar la situación y darme cuenta de
que era algo que no debería haberme asustado.

* En inglés, «esfin ge» es « sphinx»; de ahí la acotación de Erickson. (N. de la T.)

153
Erickson: Pero en esa situación quizás algo la haya amedrentado.
Sujeto: En tal caso, supongo que estaría asustada. Si hubo algo
que me asustó, debería recordarlo, porque recordamos casi todo
lo que nos ha amedrentado.
Erickson: Debería recordarlo y comprenderlo, ¿no es así? ¿Quiere
dar otro paso? Quizá debería recordarlo, pero no quiere.
Sujeto: Pero lo he intentado
Erickson: Puede intentarlo, ¿pero querría lograrlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Está segura?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Antes no querría terminar de fumar su cigarrillo?
Sujeto: Sí. A lo mejor no consigo otro por un tiempo. [Termina
de fumarlo.]

Ros si: Esta sección indica que la fobia a la natación de la suje­


to aún conserva toda su virulencia. A l advertir que ella es con-
ciente de estar «padeciendo represiones», usted encauza su in­
dagación por un nuevo curso que acrecentará sus expectati­
vas de que un mayor trabajo terapéutico la ayudará a recordar
su problema y, en consecuencia, a resolverlo. Usted logra fi­
nalmente que ella se comprometa a lograrlo de veras, en vez
de limitarse a un mero intento («Puede intentarlo, ¿pero que­
rría lograrlo?»). He notado con frecuencia que, antes de im­
partir sugerencias o sugestiones terapéuticas a sus pacientes,
hace que se comprometan firmemente a desear la curación o
el cambio. ¿Este compromiso es un componente necesario del
proceso hipnoterapéutico?
Erickson: [Señalando la respuesta de la sujeto: «Absolutamen­
te».] Se ve que está definitivamente dispuesta a hacerlo.
Ros si: Usted quiere que su disposición anímica sea aún más
terminante, y entonces ella responde: «¡Oh, absolutamente!».
¿Por qué quiere que sea tan terminante en este punto?
Erickson: ¡Tiene que vencer su miedo!
Rossi: De modo que usted está tratando, una vez más, de ac­
tivar y utilizar ciertos mecanismos mentales. Aquí facilita más
un proceso de certidumbre que un proceso de incertidumbre.
Para superar el síntoma, ella debe tener la certeza de que lo
logrará, y comprometerse firmemente a ello.
Erickson: Sí. Supongamos que usted tiene un simple juguete
y lo mantiene oculto a sus espaldas. Ese juguete podría no
gustarle a su pequeña paciente, por lo que usted le hace adivi­
nar en qué mano lo tiene.

154
Rossi: Eso inicia una expectativa y un divertido juego de adi­
vinanza que provocarán en la niña el deseo de poseer el jugue­
te. Aquí hay una analogía: superar el miedo a nadar es un acer­
tijo que puede ser objeto de curiosa indagación para la paciente.
Erickson: Ella queda catectizada para desear una curación.
Rossi: Queda catectizada y comprometida a desear la cura­
ción y, además, siente curiosidad. Usted ha desarrollado en
ella una disposición expectante con respecto a la curación an­
tes de iniciar el trabajo de trance y las sugestiones terapéuti­
cas. Esta disposición expectante es el «suelo» fértil que usted
ha preparado, y sobre él dejará caer las «semillas» de las su­
gestiones terapéuticas. Acrecienta la actividad inconciente de
la sujeto en torno de las asociaciones traumáticas y activa ca­
nales inconcientes para el trabajo terapéutico.
Erickson: ¡Canales inconcientes favorables!

2.7 Una inducción de trance interrumpida: el afianzamiento del


trance por medio de inducciones reiteradas y el efecto Zeigarnik

Erickson: Permítame estrecharle la mano.


Sujeto: De acuerdo.
Erickson: Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres cuatro. [E l doctor
Fink pasa un papel a Erickson.]
Sujeto: Déjeme verlo. Quiero ver qué había en ese trozo de papel
que tiene en la mano.
Erickson: ¿En la mano de quién?
Sujeto: Del doctor Fink. Bueno, quiero verlo.
Erickson: Despierte. Despierte del todo. ¿Querría ver esto? [Le
muestra el papel.]
Sujeto: Usted actúa sin sentido, igual que los otros.

Rossi: En el momento en que usted le estrecha la mano, dán­


dole la señal para una regresión hipnótica y una nueva visita
del Hombre de Febrero, el doctor Fink distrae involuntaria­
mente la atención de la sujeto entregándole a usted un papel.
Usted se apresura a revertir sus sugestiones inductoras («Des­
pierte. Despierte del todo») y le deja ver el papel. Este contie­
ne algunas anotaciones evidentemente incomprensibles para
ella («Usted actúa sin sentido, igual que los otros»). Frente
a esta interrupción, usted maniobra ordenando a la sujeto que
despierte, no sea que el proceso de condicionamiento iniciado
al estrecharle la mano se extinga, en parte, por no haberse

155
I ii i «lu c id o la e n tra d a en trance inm ediatam en te d espu és de re­
cibida la NOflal.
Ericknon SI. Yo no quería perder ese condicionamiento, pero
como ora una tarea interrumpida, la sujeto estaría ansiosa por
completarla.
Rossi: Si; se lo llama el efecto Zeigarnik.5
Erickson: Y cuantas más inducciones podamos hacer, tanto
más afianzaremos el trance.

2.8 Activación y empleo de mecanismos y procesos mentales co­


mo esencia de la técnica ericksoniana; reaseguramiento del pa­
ciente p or el terapeuta que lo hace sentir cómodo y se muestra
cómodo

Erickson: Ahora duérmase. A medida que vaya durmiéndose pro­


fundamente, quiero que su mano quede apoyada descansadamente
sobre su regazo. Vaya durmiéndose profundamente y, según se
vaya durmiendo, quiero que su mano quede apoyada descansa­
damente sobre su regazo. Duerma profundamente, muy profun­
damente; continuará durmiendo, ¿verdad? Continuará, ¿verdad?,
continuará durmiendo, ¿verdad? Y dormirá un sueño continuo y
profundo. Ahora querría pedirle que me hablara de algo. ¿Puede
hacerlo? Quiero que duerma y me hable de eso. ¿Puede hacerlo?
Tómese su tiempo, hasta que esté totalmente preparada y dis-
pucstu a hablarme de eso.
Sujeto: No hay nada que decir, salvo que me asusto. Tengo visio­
nes horribles sobre ponerse azul y ahogarse. No me veo totalmente
a mí misma poniéndome azul y ahogándome, sino a otras personas.
Erickson: Visiones horribles de personas que se ponen azules y
se ah ogan ...
Sujeto: Sí.
Erickson: Y su corazón acelera sus latidos.
Sujeto: Habitualmente s í. . . por supuesto, con una excusa razo­
nable.
Erickson: ¿Y esa excusa no le gusta?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Cree que tal vez podamos descubrir el porqué?
Sujeto: Tal vez.
Erickson: ¿Le gustaría que lo hiciéramos?

r’ E l efecto Zeigarnik designa la tendencia a retornar a una tarea inconclusa


trus una interrupción; véase W oodworth y Schlosberg (1954).

156
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cree que será fácil? ¿Cree que será cómodo? [La suje­
to asiente.] ¿Cree que será cómodo?
Sujeto: Tal vez no.
Erickson: ¿Está resuelta a hacerlo?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: Lo está de veras.
Sujeto: Ciertamente.
Erickson: ¿Experimenta esta noche un sentimiento de culpa o pe­
sar en relación conmigo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por qué? No tiene por qué sentir ninguna culpa o pe­
sar acerca de eso. Quiero poner mucho cuidado en hacer exacta­
mente lo correcto, en el orden correcto. Y yo hice algo que no
fue verdaderamente cómodo, ¿no es así? De modo que usted no
tiene por qué apesadumbrarse a causa de su vaga sensación de
que algo no marchó del todo bien, porque eso la ayudará. ¿Sabe
de qué le estoy hablando? Probablemente no lo sepa, pero yo sí.
Quiero que se sienta cómoda con respecto a eso.

Rossi: En esta sección, usted reconstruye y vigoriza la dispo­


sición expectante de la sujeto para hacer un buen trabajo hip-
noterapéutico. Reinduce el trance sugiriéndole que se duerma
y después la interroga acerca de sus temores a la natación.
Ella admite que tal vez resulte fácil o cómodo superarlos. Us­
ted parece tener la sensación de que ella no está tan relajada
como otras veces, a causa de la inducción interrumpida; por
eso le asegura: «N o tiene por qué sentir ninguna culpa o pe­
sar», y añade que pondrá «mucho cuidado en hacer exacta­
mente lo correcto, en el orden correcto». ¿Alude aquí a que
primero la induce al trance sugiriéndole que se duerma y des­
pués estrecha su mano, como lo hace en la sección siguiente,
dándole la señal de regresión de edad?
Erickson: Sólo en parte. «Quiero que su mano quede apoyada
descansadamente sobre su regazo». Quería que su mano estu­
viera cómoda.
Rossi: ¿Por qué?
Erickson: La paciente podrá sentirse desdichada, pero una par­
te de ella estará cómoda y descansada.
Rossi: Usted puede infundir e irradiar comodidad a todo su
sistema haciendo que una parte de él se sienta cómoda. Una
vez más, emplea la técnica de activar y utilizar mecanismos
y procesos mentales a fin de facilitar la terapia. Milton, en

157
todo su trabajo noto cada vez más algo que la mayoría de los
profesionales no comprenden: usted siempre aborda procesos
mentales, mecanismos mentales. . .
Erickson: ¡Dentro de la persona!
R os si: Dentro de la persona, de un modo muy peculiar ¡que
casi parece concreto! Aún después de ocho años de estudios
intensivos con usted, y de haber escrito Hypnotic Realities
e Hypnotherapy, soy un poco ingenuo, como dijo usted hoy
mismo. Este modo de trabajo es difícil de comprender. Usted
no se limita a analizar y entender; más bien activa y utiliza
de manera efectiva los procesos mentales internos del indivi­
duo. La mayoría de los profesionales no entienden esta técni­
ca, ni siquiera después de haber leído casi todas sus obras.
¡En verdad, activa y utiliza mecanismos y procesos mentales
en vez de limitarse a hablar, analizar y comprender! Su técni­
ca consiste esencialmente en esto, ¿no? Podríamos decir que
usted es un mecanicista mental. . . siempre trabaja con los
mecanismos mentales. ¿Estaría de acuerdo con esto?
Erickson: Sí.
Rossi: Entonces esta es la esencia del trabajo del terapeuta:
utilizar, facilitar, trasformar o activar diversos procesos men­
tales, ¿correcto?
Erickson: [Asiente.]
Rossi: Díganos algo más acerca de esta técnica. Realmente,
es una cosmovisión de terapia diferente de la tradicional. La
mayoría de los terapeutas suelen analizar y explicar al pacien­
te lo que comprenden acerca de él.
Erickson: Creo haberle hecho ya esta pregunta: ¿cómo pasa
de esta habitación a aquella otra?
Rossi: Correcto. . . hay muy diversos caminos. Puedo salir por
esta ventana, ir a China y volver por esa puerta. Hay una infi­
nita variedad de caminos. ¿Por qué ha vuelto a preguntarme
eso?
Erickson: Porque la gente [los profesionales] es muy rígida en
sus pensamientos.6
Rossi: Sí, lo es, y el grueso de la terapia es mera conversación.
La mayoría de los terapeutas creen que su trabajo consiste
en analizar y comprender lo que sucede en la vida del pacien­
te, para luego poder explicarle: «En su vida sucede esto». ¡Pe­
ro eso no es hacer terapia!

6 Véase «The limiting preconceptions of most ‘ ‘schools of psychotherapy"»,


en Erickson (1980), vq!. IV, Introducción general.

158
Erickson: No. ¡Hacer terapia es conseguir que un paciente use
sus propios procesos!
Rossi: Hacer terapia es conseguir que el paciente use sus pro­
pios mecanismos y procesos mentales. La misión del terapeu­
ta no es ser el hombre que sabe todas las respuestas, o el sa­
bio que comprende al paciente y, desde su altura, le trasmite
esa comprensión. ¡Eso es ridículo! A menudo, esa compren­
sión sólo consiste en los prejuicios y proyecciones del terapeu­
ta. La misión del terapeuta no es trasmitir al paciente su filo­
sofía del mundo.
Erickson: Las circunstancias personales varían para cada in­
dividuo.
R ossi: Así es. Cada persona vive en un mundo propio, privati­
vo de ella. No podemos pedir al paciente que deseche su mun­
do fenomenológico y adopte el nuestro. Sólo podemos ayudar­
lo a funcionar dentro de su mundo. Este es un cambio para­
digmático muy grande, un modo fundamentalmente diferente
de hacer terapia. ¡Es tan diferente de la vida diaria! Muchas
personas que se interesan por la psicología dicen: «¡Oh, me
gusta hablar con la gente! Yo entiendo a la gente. Creo que
seré psicoterapeuta porque a la gente le gusta hablar conmi­
go y yo la comprendo». Pero no basta comprenderla, compren­
der sus pautas de vida. Debemos aprender a provocar o acti­
var procesos que la ayuden a cambiar sus propias pautas de
vida. Esa es la esencia de la psicoterapia. ¿Concuerda conmi­
go en esto?
Erickson: [Asiente.]
Rossi: La esencia de la terapia es trabajar con esos procesos
mentales.

2.9 Décima «visita» del Hombre de Febrero: el «sueño» facilita


una profunda regresión a los seis años de edad; justificación tera­
péutica de la regresión de edad

Erickson: Ahora le estrecharé la mano. Uno, dos, tres, cuatro.


Muy bien. ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿No lo sabes? ¿Cuántos años crees tener?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Sabes quién soy?
Sujeto: Sí.

159
Erickson: ¿Quién soy?
Sujeto: El Hombre de Febrero.
Erickson: ¿Tienes seis años?
Sujeto: No me parece.
Erickson: Cierra los ojos y duérmete por un momento. Quiero que
tengas seis años de edad, que tengas seis años de edad. Y quiero
que me hables.
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: Seis.
Erickson: ¿En qué mes estamos?
Sujeto: En febrero.
Erickson: En febrero.
Sujeto: Usted siempre viene a verme en febrero.
Erickson: Así es.

Rossi: Me interesan vivamente todas esas pequeñas cosas que


hace usted y que, sumadas, producen una firme inducción hip­
nótica y una regresión de edad. Ella ha regresado a su reali­
dad hipnótica con usted en su papel del Hombre de Febrero,
pero usted quiere retrotraerla a los seis años de edad y, para
ello, le pide simplemente que cierre los ojos, se duerma por
un momento y tenga seis años.
Erickson: Cuando le pregunto si tiene seis años, ella puede dis­
crepar con mi pregunta. Cuando le digo «Cierra los ojos y duér­
mete por un momento. Quiero que tengas seis años de edad»,
ella está haciendo algo.
Rossi: Pero no lo está haciendo en un nivel conciente e inten­
cional; lo hace su inconciente en el estado de «sueño».
Erickson: Correcto.
Rossi: Esta es la modalidad hipnótica: cuando lo inconciente
es capaz de operar en forma autónoma bajo la apariencia del
sueño. Ella no está verdaderamente dormida. «Duérmete » es
tan sólo una palabra-señal, una metáfora para que su mente
inconciente asuma el control y haga algo.
Erickson: En verdad, una niña o niño de seis años puede creer
cualquier cosa.
Rossi: Comprendo. Esa es una razón interesante para hacer
hipnoterapia en un estado de regresión de edad. A diferencia
de la mentalidad escéptica del adulto, la mente del niño tiene
una disposición receptiva que le permite creer en las sugestio­
nes terapéuticas y hacer que estas actúen con mucha más ra­
pidez y facilidad.

160
Erickson: Pero en el caso de un niño no hablamos de creencia.
¡E s una realidad!

2.10 Una técnica naturalista para superar gradualmente la fobia


a la natación: crecer de la ambivalencia a la certidumbre; yuxta­
posición de la especulación y la realidad

Erickson: Dígame, señorita S, ¿el verano pasado fue a nadar?*


Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Le gustó?
Sujeto: Hasta cierto punto.
Erickson: No entiendo qué quiere decir con «hasta cierto punto»
Sujeto: Creo que me gustó.

Erickson: «No entiendo qué quiere decir con “ hasta cierto pun­
to” »; «Creo que me gustó». Cuando ella contesta «Hasta cier­
to punto», está haciendo una concesión al pasado de su propia
realidad. Yo insisto por esa vía, hasta que ella dice «Creo que
me gustó». . . «¡me gustó!».
Rossi: Usted le permite saborear los aspectos positivos de la
experiencia para que pueda decir «me gustó».
Erickson: Ajá. Es un proceso de crecimiento natural.
Rossi: Es un proceso paso a paso, mediante el cual la sujeto
accede gradualmente al pleno reconocimiento de algo nuevo
que puede disfrutar: vencer su terror al agua. Esta es su téc­
nica naturalista: imitar un proceso de crecimiento natural.

2.11 Desensibilización de la experiencia traumática por medio de


la repetición: uso del tiempo, del futuro y de la «promesa » para
facilitar la recordación; ahuyentamiento a escobazos de la serpiente
de cascabel

Erickson: ¿Qué la induce a decir eso?


Sujeto: A veces me causaba cierto temor.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: La gente se ahoga.
Erickson: ¿Alguna vez supo de alguien que haya muerto ahogado?

* En todo este pasaje, Erickson se dirige a la sujeto como si ya fuera «una


señorita», utilizando giros propios de un lenguaje más adulto, que ella comprende.
Al promediar la sección siguiente, la sujeto retoma el lenguaje infantil. (N. de la T.)

161
Sujeto: No.
Erickson: ¿Nunca?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Alguna vez supo de alguien a quien creyó ahogado?
Sujeto: Una vez creí que Helen se había ahogado.
Erickson: ¿Quién es Helen?
Sujeto: Mi hermana.
Erickson: ¿Cuándo ocurrió eso?
Sujeto: No pasó aquí.
Erickson: ¿Dónde ocurrió?
Sujeto: Allá, en la otra calle.
Erickson: ¿Cómo ocurrió?
Sujeto: Ya se lo conté.
Erickson: Cuéntamelo otra vez.
Sujeto: Traté de alzar a Helen y la tiré al agua.
Erickson: ¿Y qué sucedió entonces?
Sujeto: Mamá vino y la sacó del agua.
Erickson: ¿Y ella cómo estaba?
Sujeto: Estaba toda azul.
Erickson: ¿Cómo te sentiste?
Sujeto: Espantosamente mal. La creí muerta.
Erickson: La creiste muerta.
Sujeto: Sí.
Erickson: Jane, vendré a verte muchas veces más y quiero que
algún día, cuando seas más grande y mayorcita, me cuentes esto.
Quiero que lo recuerdes todo y me lo cuentes. ¿Harás eso por mí?
Quiero que algún día, cuando seas más grande y mayorcita, re­
cuerdes esto muy detenidamente. Algún día, cuando seas más
grande y mayorcita, te hablaré. Te llamaré Jane y te diré: «Jane,
cuéntamelo todo acerca de Helen. Todo». ¿No te olvidarás de ha­
cerlo? Quiero que me lo cuentes, pero no ahora, sino algún otro
día cuando seas más grande y mayorcita, cuando seas adulta. Y
quiero que me lo cuentes lo más rápido que puedas, como si fuera
un trabalenguas: «Paco Pico pica unos pocos pickles». ¿Alguna
vez aprendiste a decir eso? Quiero que algún día, cuando seas
más grande y mayorcita, me cuentes esta historia en todos sus
detalles. Entonces recordarás incluso algunos de los detalles que
ahora has olvidado. Entonces hasta recordarás detalles que aho­
ra has olvidado. ¿Lo prometes?
Sujeto: Sí.
Erickson: Bien, ¿qué haré cuando te llame Jane, para que no olvi­
des contarme todo eso?
Sujeto: Puede recordármelo preguntándome.

162
Erickson: Y tú me lo contarás, cuando seas más grande y mayor-
cita. Me contarás todo acerca de Helen y me lo contarás rápida
mente. Y no te olvidarás de hacerlo. ¿Lo prometes? Hasta me
contarás los detalles que ahora has olvidado.
Sujeto: A lo mejor no los recuerdo. . .
Erickson: Pero los recordarás, aunque tengas que contármelo dos,
tres, cuatro o cinco veces. ¿No es así? [La sujeto asiente.] Y tal
vez sería muy bueno que cuando me hables de eso, cuando seas
más grande y mayorcita, me cuentes no sólo lo sucedido, sino
también cómo te sentiste. No te sentiste muy bien cuando ocu­
rrió aquello, ¿verdad? Quiero que me cuentes qué sentiste. ¿Lo
harás?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te dejo dormir un ratito ahora?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y todos tus recuerdos volverán a tu memoria.
Sujeto: Sí.
Erickson: Y entonces algún día, cuando seas más grande y ma
yorcita, vendré a verte, Jane, y te diré: «Jane, háblame de He
len». Y tú me hablarás de eso, así tengas diez años, o doce, o die
ciséis, o diecinueve o aun veinticinco.
Sujeto: Quizá lo haya olvidado para entonces.
Erickson: Creo que cuando una niñita hace una promesa, debe
cumplirla. ¿No es así?
Sujeto: Sí.

Erickson: Todo este relato es mucho menos doloroso.


Rossi: Ella ha hecho un progreso terapéutico; ha llegado a un
punto en el que puede mirar retrospectivamente con mayor
objetividad todo el episodio en el que su hermana casi se aho­
gó. En este punto, ¿por qué optó usted por impartirle la su
gestión pos-hipnótica de que le hable de su fobia a la natación
más adelante? ¿Por qué no la interroga ahora que mantiene
un buen rapport con usted y se encuentra en un estado exce­
lente de regresión de edad?
Erickson: En general, los pedidos perentorios angustian a la
gente; por eso fijamos nuestro pedido para una fecha futura,
para cuando esa persona pueda estar preparada pero ob­
tenemos una promesa. Cuando uno promete hacer algo en el
futuro, ese futuro añade peso a la promesa.
Rossi: Cuanto más tiempo pase, tanto mayor será ese peso,
de modo que la expectativa y la motivación van en aumento
Erickson: Usted utiliza el tiempo y el futuro.

163
Rossi: ¡Es fantástico!
Erickson: «La familiaridad engendra el desprecio». Cuantas
más veces cuenten los pacientes una historia traumática, tan­
to menos traumática se volverá.
Rossi: Usted va desensibilizando a la sujeto con sus reitera­
dos pedidos de que cuente la historia traumática.
Erickson: Voy desensibilizando la historia para convertirla en
un asunto trillado. [Cuenta que su madre, cuando tenía trein­
ta años, encontró un día a su hijita de un año sentada en el
piso de la cabaña, mirando una serpiente de cascabel enrosca­
da delante de ella.] Mi madre decía: «Así que agarré la escoba
y arrojé fuera de la cabaña al señor Serpiente de Cascabel con
tal rapidez que él ni se dio cuenta de lo sucedido». Cuarenta,
cincuenta, sesenta años después, ella seguía diciendo que ha­
bía echado a escobazos al «señor Serpiente de Cascabel». Siem­
pre anteponía ese respetuoso «señor» y su voz siempre se en­
durecía cuando contaba cómo había agarrado aquella escoba.
Fue una experiencia traumática de la que nunca se desensibi-
lizó por entero.
Rossi: De modo que un buen relato de un hecho real, o una
buena narración oral, conmueve porque la persona no está de-
sensibilizada a todos sus elementos emocionales originales. El
narrador es presa de la emoción original, y es precisamente
esa emoción la que el oyente recibe y a la que responde o reac­
ciona.

2.12 Comunicación en dos niveles: opción ilusoria de superar en


forma natural una perturbación; un doble vínculo temporal; mo­
do de suscitar una disposición mental a hablar rápidamente y de
un tirón

Erickson: Muy bien. Ahora duérmete, porque me iré. Simplemen­


te, duerme. Duerme hasta junio de 1945, para que hoy sea el 3
de junio de 1945. [£7sa es la fecha actual. La sujeto despierta.]
Las mismas caras de siempre. . .
Sujeto: No cambian nunca.
Erickson: ¿Querría fumar un cigarrillo?
Señor B eatty: Aquí estamos.
Sujeto: ¿Está seguro de que tiene otro atado?
Erickson: Sí.
Señor Beatty: Yo daré el fuego.
Sujeto: Qué lástima que usted no fume.

164
Erickson: ¡Noten cómo dijo eso!
Señor Beatty: No abrió la ventana lo suficiente como para que
yo fume mi pipa, ¿verdad? Mi esposa siempre me hace dormir
o fumar en mi habitación.
Erickson: Espero que disfrute su cigarrillo.
Señor Beatty: ¿Le molesta mi pipa?
Sujeto: No. Mi abuelito me ha cubierto de humo desde que era
muy chica.
Señor Beatty: V aya. . . mencioné que fumaba mi pipa en mi cuarto
y empecé diciendo que dormía en mi habitación. Es cierto, duer­
mo en otro cuarto porque ronco demasiado. ¿Hay en esto algún
significado psicológico o psicoanalítico?
Erickson: Ya es suficiente tratar un problema por vez.
Sujeto: ¿Le está resolviendo otro? ¿Tiene muchos problemas?
Señor Beatty: Sí, tengo muchos problemas.
Erickson: Le agradará saber que durante mi estadía en la Funda­
ción Menninger he utilizado muchísimo el conocimiento que ten­
go de usted.
Sujeto: ¡Aleluya! Sirvo para algo.
Erickson: Dicté conferencias allí y tomé mis apuntes de su caso.
Sujeto: Bueno, para algo sirvo, ¿no es maravilloso? Le dije |a mi
amiga] si no sería divertido que esta noche, al venir aquí, usted
esperara que yo cayese en estado de hipnosis y yo me quedara
ahí sentada, riendo. Ella me contestó: «No bromees».
Señor B eatty: ¿Usted trabaja en Menninger?
Sujeto: No. Estudio enfermería en Providence. Espero terminar
algún día y salir de allí.
Erickson: ¿Puede decirme algo acerca de este asunto de la nata­
ción? ¿Puede hacerlo, señorita SI
Sujeto: No sé qué podría decirle.
Erickson: ¿Está relacionado con algo que usted conoce?
Sujeto: No.
Erickson: Su mano está aquí [indica la posición] y usted dice ig­
norar cuándo empezó ese miedo. ¿A los ocho años ya tenía temor
a nadar?
Sujeto: No recuerdo. Todo cuanto sé es que le he temido al agua
desde que tengo memoria. Solía ir, de todos modos, pero no me
gusta. Por supuesto, puedo ir si es preciso; uno puede hacer mu­
chas cosas por obligación. . . pero no me gusta.
Erickson: ¿Con qué rapidez puede hablar?
Sujeto: Depende de cuán furiosa o frenética esté.
Erickson: ¿Con qué rapidez puede recitar este trabalenguas: «Pa­
co Pico pica unos pocos pickles»?

165
Sujeto: «Paco Pico pica unos pocos pickles», pero ese no me gusta.
Erickson: Tal vez este le guste más: «¿Cuántos postes pica el pi­
capostes si el picapostes postes pica?».
Sujeto: Ese me gusta. Cuando éramos chicos, mi abuelita solia
repetírnoslo una y otra vez. Nunca pude comprender por qué.
Erickson: Dígame, ¿se está sintiendo totalmente dispuesta?
Sujeto: ¿A qué debería estar totalmente dispuesta?
Erickson: ¿Lo está?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: ¿Qué significa ese «por supuesto»? ¿Es una respuesta
cortés o lo dice en serio?
Sujeto: Bueno. . . No sé a qué debo estar totalmente dispuesta,
si es eso lo que usted quiere decir. Dígamelo y estaré dispuesta.
¿Está bien así?
Erickson: Sí, está bien, pero aguardaremos a que termine ese ci­
garrillo.
Sujeto: ¿Cuando lo termine estaré totalmente dispuesta?
Erickson: Así es.

Erickson: Una vez más, estoy hablando en diferentes niveles:


«Dígame, ¿se está sintiendo totalmente dispuesta?» [y ella di­
ce finalmente:] «Estaré dispuesta».
R ossi: Su estado de ánimo es muy aquiescente.
Erickson: Tiene un buen rapport conmigo y con el doctor Fink,
y está totalmente dispuesta con respecto a otra cosa . . . y no
tan sólo para complacernos.
Rossi: Esa «otra cosa» es importante para ella desde el punto
de vista personal.
Erickson: Ajá. Cuando termine su cigarrillo, estará «totalmente
dispuesta» en relación con su propia comodidad al fumar. Su
mano está cómoda, su boca está cómoda; está «totalmente
asentada, acomodada».*
R ossi: Está «totalmente dispuesta y cómoda» para hacer al­
gún trabajo terapéutico importante. Esta secuencia es muy
característica de su técnica de comunicación en dos niveles
(Erickson y Rossi, 1976/1980). Usted se dirige a su mente con-
ciente y despierta (aunque, en realidad, ella aún se encuentra
en trance sonambúlico en relación con usted) y, sin embargo,
muchos de sus comentarios acerca de «con qué rapidez puede
recitar. . . » y lo de ir sintiéndose «totalmente dispuesta» sólo

* En inglés, «all set» significa indistintamente «acomodada, asentada, lista,


totalmente dispuesta». (N. de la T.)

166
tienen sentido para un nivsl inconciente correspondiente a una
edad más temprana.
Erickson: Si.
Rossi: Cuando le pide que recite el trabalenguas «Paco Pico
pica unos pocos pickles», ¿en realidad le está dando una se­
ñal, con la esperanza de que ella convoque las sugestiones im­
partidas en la sección anterior para que le hable más de su
problema con la natación?
Erickson: No, pero sí le di ese trabalenguas («Paco Pico pica
unos pocos pickles») a modo de señal, para que la sujeto si­
guiera el proceso real de trasferir la perturbación de lo dicho
por mí a lo que le gustaría a ella.
Rossi: ¿De qué modo trasfiere la perturbación por medio de
esa señal?
Erickson: El trabalenguas de Paco Pico fue idea mía. Le di
la oportunidad de pasar a otro más de su agrado: «¿Cuántos
postes pica el picapostes si el picapostes postes pica?».
Rossi: ¿Así que le da la posibilidad de elegir?
Erickson: Ajá. Con «Paco P ico. . . » estaría respondiendo a mi
orientación. Cuando le ofrezco otra senda, le doy la posibili­
dad de optar.
Rossi: Con eso quiere decir que ella puede optar porque usted
desea activar su propia dinámica interior. La importancia de
dar a otros la posibilidad de elegir radica en eso: en que activa
sus mundos interiores, aun cuando la opción sea ilusoria. De
todos modos, ellos actuarán como usted lo desea.
Erickson: El propósito de estos trabalenguas, dichos a esca­
pe, es preparar a la sujeto para que no tenga dificultades, ni
interrupciones, cuando me comunique los materiales traumá­
ticos.
Rossi: Sus juegos con trabalenguas son, pues, otro ejemplo
del modo en que suscita usted determinadas disposiciones men­
tales tendientes a facilitar la terapia. En este caso, genera una
«disposición a hablar rápido y de un tirón» cuando la paciente
deba contarle algo penoso. Una vez más, usted provoca un
proceso que abra el camino hacia la disposición a responder
a la terapia.
Erickson: ¡Es un doble vínculo!
Rossi: ¿Cuál es el doble vínculo?
Erickson: Al decir «Cuando lo termine estaré totalmente dis­
puesta», la sujeto se está ligando a un compromiso, pero yo
la predispuse a ello al proponerle «Pero aguardaremos a que
termine ese cigarrillo».

167
Rossi: Es lo que denoriiinamos originariamente un vínculo tem­
poral (Erickson y Rossi, 1975/1980).

2.13 Uso de dos disposiciones mentales para evocar un recuerdo


traumático completo; un vínculo temporal y la disposición a ha­
blar rápido

Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que pueda decir acerca de su


fobia al agua?
Sujeto: [Frunciendo el entrecejo.] ¡Oh, el doctor Fink iba a resol­
ver el problema! [Al doctor Fink.] ¿Recuerda aquella vez que nos
visitó, cuando yo estaba en Obstetricia? [A Erickson.] El vino y
habló de todos esos miedos que tiene la gente. Yo le dije que te­
nía miedo al agua y él replicó que lo resolvería. . . así tal cual.
Erickson: ¿Hay algo más que quiera decir?
Sujeto: Tal vez lo haya heredado. Mi papá nunca quiso nadar,
pero no por temor al agua . . tenía bronquitis, asma y un millón
de achaques y no podía nadar. Fue una lástima. De hecho, mamá
solía enojarse con nosotras cuando le pedíamos con insistencia
a papito que nos llevara al agua. Eramos chicas, a menudo lo im­
portunábamos para que nos llevara al agua y mamá se disgusta­
ba con nosotras. Siempre queríamos que se adentrara en el agua
con nosotras.
Erickson: ¿Cómo aprendió?
Sujeto: ¿A nadar? No aprendí. ¡Oh, varias veces estuve a punto
de hacerlo! Teníamos un vecino, un tal señor Sm ith. . un tipo
detestable. Un día fuimos a nadar. . . no logro recordar si estaba
asustada y ni siquiera sé adonde fuimos, pero sí recuerdo que ha­
bía uno de esos desembarcaderos largos y enormes. El me pre­
guntó «¿Quieres aprender a nadar?». Le contesté «No». Enton­
ces me dijo «Ven conmigo a mirar el agua». Me tomó de la mano,
avanzamos por el desembarcadero y no sé cómo, sin que me diera
cuenta, me encontré en el agua junto con él. Me puse tan furiosa
que casi lo maté a patadas y arañazos, intenté morderlo. . . recu­
rrí a todos los medios. El me sacó del agua (supongo que me con­
sideró un caso perdido) y, luego, mamá me retó.
Erickson: ¿Por qué lo mordió y lo pateó?
Sujeto: No lo sé. Simplemente estaba furiosa. No esperaba que
me metiera en el agua de ese modo. El quería enseñarme a nadar,
pero esa no era la manera correcta de hacerlo. . . así que me en­
furecí.
Erickson: Su cigarrillo se está acortando.

168
Sujeto: Sí, pero se sorprendería si supiera hasta dónde se pueden
fumar.
Erickson: No me sorprendería.
Sujeto: Tengo fama de ser la que deja las colillas más cortas en
el solarium. Siempre me parece que sería un pecado mortal no
hacerlo. Tenemos una hora para almorzar y tardamos unos diez
minutos en comer lo que nos sirven. Luego nos peinamos y nos
quedan unos cinco minutos para fumar un cigarrillo. Las mucha­
chas fuman los suyos hasta donde lleguen, y yo me quedo ahí
sentada, mirándolas, y me siento cada vez peor.
Erickson: No está fumando ese cigarrillo; sólo sacude la cenizas.
¿No le parece que sería mejor darle una pitada?
Sujeto: Oh, no s é . . . Cuanto más se lo fuma, tanto más se acor­
ta. Sin embargo, dejarlo consumirse así es en cierto modo un de­
rroche. En este quedan por lo menos tres pitadas.
Erickson: ¿Podrá darlas?
Sujeto: Así lo espero. ¿No fue en el Sahara donde se juntaban
donde seis tipos compartían un cigarrillo? Y pensar que yo solía
tomar notas taquigráficas. . . Si regreso a casa sin dedos, puede
explicárselo a mi madre.
Erickson: Quizá regrese sin alguna otra cosa.
Sujeto: ¿Se refiere a que dejaré aquí algunos recuerdos? ¿Qué ha­
ría usted con ellos?
Erickson: Los pondría en orden.
Sujeto: ¿Sin mi presencia?
Erickson: Tal vez. . . [La sujeto apaga finalmente el cigarrillo.]
Jane, quiero que me cuente todo lo referente a Helen. Pronto,
rápido, de prisa, hábleme de Helen, Jane.
Sujeto: Helen. . . Veam os. . .
Erickson: Rápido, con todo lo que usted sintió.
Sujeto: P ero. . . es posible que eso tenga que ver con el agua. Una
vez, cuando éramos chicas, no puedo recordar dónde vivíamos
pero mamá estaba fregando los pisos y usaba una de esas gran­
des . . . no son palanganas, creo que las llaman tinas. A mí me
parecía que ella siempre estaba fregando pisos. Helen era una be­
ba, pero era casi tan grande como yo. Mamá fue al cuarto conti­
guo y dejó la tina sobre el piso. Helen estaba jugando dentro de
ella. Le dije a mamá que Helen estaba metida en el agua, y ella
respondió: «Está bien, no es nada». Le dije que Helen se mojaría
toda y ella contestó: «¡Oh, déjala en paz, por amor de Dios!». En­
tonces intenté alzarla: la abracé por la cintura y traté de levan­
tarla, pero era demasiado pesada para mí, dio una especie de vol­
tereta hacia atrás y cayó al agua. Le grité a mamá que Helen

169
estaba en el agua, pero no me hizo caso. Volví a gritarle y luego
empecé a dar alaridos hasta reventar. Entonces mamá vino a ver
qué pasaba y, de un tirón, sacó a Helen del agua.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Le salía agua por la nariz y la boca. Mamá le palmeó la
espalda. . . supongo que le dio unas palmadas en la espalda, y
yo lloraba.
Erickson: Ahora cuénteme realmente qué le ocurrió a Helen.
Sujeto: Pasó un largo rato sin respirar. Yo me sentía horrible.
Erickson: ¿Qué cosa horrible creía haber cometido?
Sujeto: La levanté, quise ayudarla, pero casi se ahogó.
Erickson: ¿No estaba un poquito furiosa contra Helen?
Sujeto: Sí, estaba furiosa porque era tan pesada. . . Se había aga­
rrado a la tina y no quería soltarla.
Erickson: Describa todos sus sentimientos, describa todos sus
sentimientos.
Sujeto: Ella no se soltaba. Tendría que haberla dejado caer, pero
no lo hice. Supongo que perdí un poco el equilibrio.
Erickson: Quiero que recuerde todo aquello. Cuénteme el resto
acerca de Helen, Jane.
Sujeto: Ella tenía puesto un vestido rosado. Ese día yo no quería
que le sucediera nada. ¡Estaba tan linda aquella mañana! La gente
solía venir a casa y decir que era muy linda, muy hermosa, y que
a los niñitos bonitos, como ella, había que cuidarlos, porque po­
dían morir.
Erickson: ¿Estaba celosa de Helen?
Sujeto: No.
Erickson: Diga la verdad.
Sujeto: Un poquito, tal vez.
Erickson: ¿Estaba celosa?
Sujeto: Sí.
Erickson: Continúe. . . Continúe
Sujeto: Es absurdo.
Erickson: ¿Qué tiene que ver todo eso con la natación? Póngase
a pensar y empiece a comprender. ¿Qué tiene que ver eso con su
miedo a la natación?
Sujeto: El agua estaba sucia y jabonosa. Había jabón por toda
la tina. . . y a Helen le salían burbujas por la boca.
Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con su miedo a la natación?
Sujeto: Debo tener miedo de empujar a alguien dentro del agua
y ahogarlo. Debe ser eso. Tal vez temo empujarme a mí misma.
Temo que alguien se ahogue.

170
Erickson: Esta es su primera descripción completa de la si­
tuación traumática.
R ossi: Esta descripción completa aparece, finalmente, en el
momento exacto en que se activan dos de sus técnicas indi­
rectas de utilización de las disposiciones mentales: 1) el doble
vínculo o vínculo temporal entra automáticamente en acción
cuando la sujeto termina, por fin, de fumar su cigarrillo; 2)
usted atrapa al vuelo ese momento crucial para dar la señal
inductora de la disposición a «hablar rápido, de un tirón» que
había introducido en la sección anterior con su trabalenguas
de Paco Pico. El vínculo temporal y el habla rápida son dos
disposiciones mentales que, juntas, reunieron y encauzaron por
fin sus asociaciones traumáticas dispersas, convirtiéndolas en
una sola historia completa y coherente. Creo que esta es, qui­
zá, la demostración textual más clara de que se guarde regis­
tro de su uso simultáneo de dos disposiciones mentales a fin
de recuperar un recuerdo traumático perdido en el que se basa
una fobia.
Erickson: Sí, y le permite a la sujeto introducir recuerdos vi­
suales que lo completan aún más. Por primera vez, ella expo­
ne toda la historia de manera tal que puede empezar a separar
el trauma, por un lado, del agua y la natación, por el otro.
R ossi: De modo que en realidad Jane fue una heroína incom-
prendida; la verdadera culpable de que Helen casi se ahogara
fue la madre. Jane trató de advertir a la madre que Helen es­
taba metida en el agua, pero la madre no vino. Jane intentó
alzar a Helen para sacarla del agua, pero en ese instante, por
casualidad, Helen dio una voltereta hacia atrás y cayó al agua.
Tan sólo cuando J ane empezó a «dar alaridos hasta reventar»
la madre acudió por fin en su ayuda. . . en buena hora.

2.14 Reinducción de trance por catalepsia de los brazos: una re­


cordación más completa de la pérdida temprana de amor como
origen de la rivalidad entre las hermanas; comodidad y directiva
implícita como mecanismos de biorrealimentación

Erickson: [Guía suavemente sus brazos, elevándolos en el aire.]


Ahora duérmase. Duérmase. Duérmase. Duérmase profundamen­
te, muy profundamente. En cuanto se quede profundamente dor­
mida, deje que su brazo izquierdo descienda hasta apoyarse so­
bre su regazo, y seguirá durmiendo, ¿no? [El brazo izquierdo de

171
la sujeto baja hasta quedar apoyado sobre su regazo.] ¿Sabe qué
ha estado haciendo? ¿Recuerda qué me estaba contando?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sabe por qué quería que me contara eso?
Sujeto: No.
Erickson: Estaba terriblemente asustada cuando me lo contó,
¿verdad?, y retuvo algo, ¿no es así? Ahora quiero que vuelva a
contármelo mientras duerme, y esta vez cuéntemelo todo. Y diga
toda la verdad. Hará un buen trabajo, un trabajo verdaderamen­
te bueno. Lo hará cómodamente, para que pueda comprender su
miedo a nadar. No quiere tener más ese miedo, ¿no es cierto? Y
quiero que a medida que me cuente ese incidente, vaya saliendo
a luz todo lo que se relacione con su miedo a nadar. ¿Está dis­
puesta a hacerlo? Y ahora, mientras duerme, ¿no querría sentar­
se un rato a pensarlo? Muy bien. Cuando esté lista, puede bajar
su mano derecha. ¿Cree que tendrá suficiente coraje para hacerlo
o debo ayudarla? [La sujeto asiente.] Muy bien, la ayudaré. Y es­
ta vez no retendrá nada, sino que lo hará pasar y se liberará de
eso, tomándolo a risa. No alejará detalle alguno de su mente; los
dirá todos. Así está bien, ¿no?, y además es lo correcto. Y ahora,
¿hay algo en especial que usted querría que yo hiciese para ayu­
darla? ¿Algo en especial? ¿O simplemente tendrá fe en mí, con­
fiará en que haré todo cuanto pueda y se contentará con eso?
Sujeto: Sí. [Pausa.] Una vez, cuando Helen era muy pequeña, es­
taba sentada en la silla alta, jugando con unos broches para ro­
pa. Mamá estaba tendiendo ropa en el patio del fondo y Helen
quería acercarse más a la puerta para verla. Quise acercarla a
la puerta, así que le pedí a papito que viniera y la acercara más
a la puerta, pero él se negó. Entonces le pedí a mamá que lo hicie­
ra y ella no lo hizo, de modo que intenté empujarla. Mientras ti­
raba de la silla, esta se me vino encima, lastimándome un brazo,
y_ Helen se cayó. Lloraba y lloraba. . . Papito vino a ver qué ha­
bía pasado; me preguntó qué había hecho y le expliqué que esta­
ba tratando de acercar más la silla alta a la puerta. «No deberías
hacer lo que se te dice que no hagas», replicó. Estaba terrible­
mente furioso y me pegó. Nunca me había pegado hasta enton­
ces. Nunca me había pegado antes de aquello.
Erickson: Y eso le dolió, ¿no?
Sujeto: [Llorando.] Después de aquello, nunca volvió a pegarme.
Creo que lo odié por un tiempo.
Erickson: Lo odió por un tiempo, ¿verdad?
Sujeto: ¡Claro que lo odié! Eso estaba mal, pero quería matarlo.
El estaba tan ciego que no veía que yo sólo trataba de ayudar.

172
Erickson: Continúe.
Sujeto: Mamá lloraba. Me ordenó que me fuera a mi cuarto y me
quedara allí. Los odié a todos.7 Quería matarlos a todos. Me sen­
tía mal. Hasta ese momento nunca había querido matar a nadie,
pero entonces quise matarlos a todos.
Erickson: Continúe.
Sujeto: [Tras una pausa.] Papito solía jugar conmigo; nos diver­
tíamos mucho. Pero luego vino Helen y a partir de entonces él
no jugó más conmigo. Y después se enfermó, además. Supongo
que yo era demasiado pequeña para comprender que estaba en­
fermo. Mamá nos decía constantemente que no debíamos moles­
tarlo, porque estaba enfermo. Acostumbrábamos subir a su cuar­
to, apoyar la cabeza sobre él y dar vueltas de carnero sobre su
regazo. Después de la llegada de Helen, no nos permitió más ese
juego, pero entraba a menudo en el cuarto de Helen a jugar con ella.
Luego, cuando lo hacíamos agitarse, quedaba totalmente sofocado.
Erickson: Usted solía enfurecerse contra él, cuando él jugaba con
Helen.
Sujeto: Yo solía ponerme terriblemente furiosa.
Erickson: Siga hablando. Cuente todas esas cosas.
Sujeto: Ella era A?, menor y abuelita decía que al más pequeño
siempre lo miman. Sé que Helen era pequeña y tenía que recibir
una mayor atención. Cuando fuimos más grandes, acostumbrá­
bamos rehuirla. Nos escondíamos en el piso alto y ella nos busca­
ba; al no poder encontrarnos, rompía a llorar y nosotros la dejá­
bamos llorar. Nos sentábamos a escuchar su llanto y, simplemente,
reíamos. Cuando fui mayor, pensé qué tonto había sido todo aque­
llo. Helen no tenía la culpa; toda la culpa era de mamá.
Erickson: Hábleme de eso.
Sujeto: Oh, no es así. . . mamá no tenía la culpa. Abuelita solía
decir que si nosotras le importásemos un comino a mamá, ella
acudiría en nuestra ayuda, pero nunca lo hizo. Cuando dejé caer
a Helen en el agua, mi madre no me regañó. Se limitó a mirarme
como si yo fuera horriblemente malvada, pero yo no era mala.
Después adquirí la costumbre de acercarme a la puerta y mirarla
a hurtadillas. . . me refiero a Helen. La miraba apenada y arre­
pentida por mis sentimientos, pero no podía evitarlos. A menudo
me ponía horriblemente furiosa contra todos. Entonces me reti­
raba por mi voluntad, sin que nadie me lo ordenara; me iba a 11o­

7 Jane es la tercera hija del matrimonio; tiene un hermano y una hermana ma­
yores (Larry y Lisa) y una hermana menor (Helen).

173
rar, pero no quería que nadie me viera llorar. Nunca quise que
nadie me viera llorando.
Erickson: Continúe. Describa toaos les sentimientos, todos los
sentimientos. Continúe.
Sujeto: Un día, cuando Helen ya era m ayor. . . Era verano. Ma­
má, papito y nuestros vecinos. . . tenían una hija llamada Dotty,
era encantadora y buena con nosotros, los chicos. . . bajamos to­
dos al lago. Helen había empezado a caminar sola y mamá me
pidió que la vigilara, pero yo me asusté. Me asustó tener que vi­
gilarla.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Pensé: «¿Y si se pone otra vez toda azul?». Mamá se ha­
bía ido a nadar y no había nadie cerca, salvo Larry, pero Larry
estaba jugando a la pelota y si Helen se ahogaba yo no podría
hacer nada. Simplemente se moriría y yo tendría toda la culpa,
de modo que no la dejé meterse en el agua. Pero ella se puso a
llorar y mamá me retó; me trató de tonta y me ordenó llevarla
al agua, así que me quedé vigilándola mientras ella jugaba en el
agua. Me quedé parada a su lado, rodeándole la cintura con mis
brazos para que no se hiciera daño.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Entonces vino Larry y se hizo cargo de ella. Se adentró
en el lago con Helen y la dejó cabalgar sobre su espalda; eso le
gustaba. Yo me fui a jugar con Lisa y ella me preguntó «¿Qué
te pasa? ¿No te gusta vigilar a Helen?». «No, la odio», respondí.
I íespués me sentí mal por haber dicho eso, porque yo no odiaba
a Helen. . . la quería.
Erickson: ¿Hay algo que no me haya contado acerca de lo ocurri­
do con Helen en la tina?
Sujeto: Mamá no vino cuando la llamé; no quiso venir. La llamé
y le dije que Helen estaba toda mojada. Le dije que se enferma­
ría. Cuando empecé a llorar tan fuerte, ella me dijo: «Bueno, no
llores por eso». Luego vino a ver qué pasaba y, cuando vio a He­
len dentro de la tina, simplemente me miró.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Helen tosió todo el día. Yo estaba muy asustada de sólo
pensar que había hecho algo indebido. No quise que se hiciera
daño, nada más.
Erickson: No obstante, estaba furiosa contra ella por haberla me­
tido en ese lío.
Sujeto: No sé por qué se aferró a la tina. Creo que si se hubiera
soltado yo habría podido levantarla, pero no quería soltarse.

174
Rossi: Al comienzo de esta sección usted reinduce un trance
hipnoterapéutico más profundo, alzando su mano y brazo y
sugiriéndole «Duérmase profundamente, muy profundamen­
te». Esta es una de sus características inducciones por cata-
lepsia.8 A continuación, le iinparte una directiva implícita al
añadir: «En cuanto se quede profundamente dormida, deje que
su brazo izquierdo descienda hasta apoyarse sobre su rega­
zo». Cuando ello ocurre, usted lo toma como una señal de su
inconciente de que todo está listo para que usted prosiga con
su trabajo hipnótico.
Usted vuelve a impartir una directiva implícita, esta vez
dirigida al otro brazo: «Cuando esté lista, puede bajar su ma­
no derecha». Esta es una señal para que la sujeto le cuente
de nuevo toda la historia «cómodamente». Repetir con como­
didad la recordación del trauma es importante tanto para el
proceso constante de desensibilización de la paciente como para
su esfuerzo, no menos constante, por sonsacarle todos los de­
talles significativos.
La directiva implícita es una técnica indirecta muy útil que
actúa como una señal de biorrealimentación: les indica a am­
bos cuándo el sistema psicofísico de la sujeto está listo para
continuar el trabajo con un grado óptimo de comodidad.
Erickson: El entrelazamiento de todos estos recuerdos es im­
portante para la teoría formalizada.
R ossi: Sí. Freud hablaba de la «sobredeterminación de los sín­
tomas», según la cual un síntoma psicológico (como la fobia
a la natación) es el resultado de una concatenación de muchos
factores psicológicos estresantes entrelazados. Nos enteramos
de que cuando su hermana menor era «muy pequeña», Jane
quiso ayudarla para que pudiera ver a la madre. El vuelco de
la silla fue en verdad accidental, pero los padres no lo com­
prendieron y empezaron a sospechar que Jane deseaba hacer­
le daño a Helen. Este malentendido los llevó a castigar a Jane
y retirarle su amor. Y por primera vez en su tierna vida, Jane
odió a su padre y luego «a todos ellos» y quiso matarlos: «Los
odié a todos. Quería matarlos a todos».
Empero, aun antes de que ocurriera este accidente, la si­
tuación había cambiado considerablemente con la venida al
mundo de Helen. Por ese tiempo el padre, el «papito», dejó
de jugar y divertirse con Jane; también fue por entonces cuan­

8 Para una exposición detallada de su uso de la catalepsia a fin de profundi­


zar la inducción del trance, véase Erickson y Rossi (1981).

175
do enfermó. En cuanto a la madre, Jane dice que si dejó de
atenderla al nacer su hermana «Helen no tenía la culpa; toda
lu culpa era de mamá». Cuando sucedió el accidente en la tina,
en el que Helen estuvo a punto de ahogarse, la verdadera cul­
pable fue la madre por no haber acudido ante el primer llama­
do de advertencia de Jane, mas para entonces tanto la madre
como el padre creían tener motivps para recelar de las relacio­
nes de Jane con Helen. Por consiguiente, aunque Jane había
tratado de ayudar a Helen, la madre la culpó del accidente
y la miró «como si yo fuera horriblemente malvada».
Un verano, cuando Helen era ya un poco más grande, Jane
volvió a encontrarse en una situación en la que se sintió res­
ponsable de la seguridad de su hermana junto a una masa acuá­
tica (el lago). Naturalmente, no la dejó meterse en el agua por
temor a que se pusiera «otra vez toda azul» y «simplemente
se moriría» pero, una vez más, hubo un malentendido y Jane
fue castigada por su proceder precavido y bienintencionado.
Cabe suponer que entonces generalizó su miedo al agua ex­
tendiéndolo a sí misma y que esto originó lo que denomina­
mos su «fobia a la natación».
A juzgar por lo relatado hasta ahora, podemos inferir que
el retiro del amor y la atención parentales condujo a una serie
de malentendidos que culminó con Jane sintiéndose «horrible­
mente furiosa contra todos», al verse acusada sin razón de in­
tentar hacerle daño a su hermanita. En este caso al menos,
parecería que la así llamada «rivalidad entre las hermanas»
fue una consecuencia directa del retiro involuntario de la aten­
ción parental dispensada a la hermana mayor, al nacer la her­
mana menor.
[Algunas de estas causas entrelazadas del estrés psicológi­
co que condujo a la formación de la «fobia a la natación» de
Jane aparecen diagramadas en el cuadro 1, al final de la sec­
ción 2.15.]

2.15 Las sobredeterminantes de la fobia a la natación: causas, re­


fuerzo y generalización de los miedos; no saber y procesos incon­
cientes

Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que quiera contarme? Cuénte­


me todo lo demás.
Sujeto: Mamá me dijo que si iba a nadar con el señor Smith, él
me enseñaría y yo sería una nadadora verdaderamente buena. Des­

176
pués, cuando ella me lo ordenó, no quise hacerlo; sencillamente
no quería hacer nada que ella me mandara hacer o que alguien
me pidiera que hiciese. Cuando el señor Smith me pidió que fuera
a mirar el agua, la vi negra y profunda. Me pregunté dónde esta­
ría Helen y busqué a mamá, pero no vi a nadie. Entonces él me
preguntó si no me gustaría aprender a nadar y le respondí que
no. El me preguntó si no querría meter los pies en el agua; luego,
me arrojó al agua de un empujón y trató de enseñarme a nadar.
Me asusté y empecé a patearlo. Estaba tan furiosa que quería
matarlo, pero no podía con él porque era demasiado pequeña. El
nunca sumergió a nadie en el agua; decía que no era agradable.
Pero me zambulló de un empujón cuando yo miraba hacia otro
lado y eso tampoco fue agradable. No me da miedo que me hun­
dan la cabeza en el agua; es divertido observar cómo ascienden
las burbujas.
Erickson: ¿Como lo fue observar las burbujas que exhalaba Helen?
Sujeto: Eso no fue divertido. Yo la creía muerta.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que guarde relación con su mie­
do a nadar?
Sujeto: Yo solía remontar el río Rouge hasta un lugar donde ha­
bía un enorme cable de ajambre, una especie d e . . había un ca­
ble arriba y otro en el fondo. Los muchachos grandes acostum­
braban vadear el río, colgándose del cable. Yo era demasiado pe­
queña para hacer eso, pero seguía a Larry a todas partes sin que
a él le importara. Una vez bajó al río en ese punto y lo seguí.
Me dijo que lo cruzaría agarrándose al cable y que me llevaría,
si yo me colgaba de su cinturón. A medio camino me asusté de
veras, pero él logró llevarme hasta la otra orilla. Allí jugamos
y recogimos flores, pero luego tuvimos que tirarlas porque no po­
díamos cruzar el río con ellas. Tuve miedo de vadearlo sola. Tuve
miedo de meter el pie en el agua y Larry debió trasportarme. No
le importó; le pareció divertido, pero le dije que no se lo contara
a nadie. Tenía ganas de llorar, pero no lloré. No quería que nadie
supiera lo asustada que estaba.
Erickson: ¿Y qué más. . . qué más?
Sujeto: Hace un par de años. . . o quizá tres. . . antes de que Cari
se enrolara en el Ejército, salí con él y otra pareja. Fuimos a un
lago cercano a Pontiac. Nos metimos en el agua sólo para pasar
el rato. Yo estaba asustada, pero en cierto modo me divertía. Cari
me llevaba a remolque en el agua, sin importarle si yo tenía mie­
do o no. Finalmente, Paul consiguió un bote y pudimos salir a
navegar por el lago. Parecía avecinarse una tormenta, pero ellos
dijeron que la lluvia tardaría mucho en venir probablemente,

177
no llovería hasta el anochecer. Serían las tres de la tarde. Salí
mos en el bote y empezó a llover, entre truenos y relámpagos.
Siempre me gustaron las tormentas, pero las olas eran realmente
grandes y no podíamos avanzar en absoluto contra ellas. Yo es­
taba asustada. Temblaba como loca. Cari me preguntó si tenía
frío, pero yo no tenía frío, simplemente estaba muerta de miedo.
Por fin logramos volver a la orilla y les dije que quería regresar
a casa. Ellos querían ir a ver un espectáculo nocturno, pero no
me importó. Supongo que les arruiné la noche, pero les dije en
tono tajante que no iría.
Erickson: ¿Ha retenido algunos sentimientos?
Sujeto: Sí, pero no sabría describirlos.
Erickson: Escúcheme, Jane. Todavía duerme, ¿verdad? Ahora
bien, hay algo que quiero que comprenda muy claramente. Esta
noche, usted vino aquí por motivos graves, muy graves, que son
importantes y significativos para usted. El miedo a nadar no tie­
ne objeto; de él no puede resultar nada bueno, ¿no es cierto? Este
miedo a nadar la ha inquietado mucho más de lo que usted admi­
te, ¿o me equivoco? La ha inquietado al extremo de hacerla sen­
tirse incómoda sólo con ver unas flores en un florero con agua.
Sujeto: A veces me siento horriblemente incómoda. Además, siem­
pre compro flores para regalarlas a otras personas; no sé por qué
lo hago.
Erickson: ¿No será porque las asociamos con los funerales?
Sujeto: No me gustan los funerales.

Erickson: Nos estamos acercando a la historia completa: Jane


ha sido censurada, condenada, por su madre, su padre y otras
personas.
Rossi: Sólo ahora, en este estado de trance más profundo y
cómodo, usted obtiene un panorama claro y completo de los
muchos factores cuya combinación generó y reforzó su miedo
al agua y la natación. También se comprueba la generaliza­
ción de este miedo a muchas otras cosas accidentalmente aso­
ciadas a él, como esta relación entre el agua de un florero, las
flores y los funerales.
Erickson: Es posible que la conexión [inocente] entre las flo­
res y los problemas de la sujeto se haya establecido cuando
ella y Larry tiraron las flores que habían recogido, porque no
podían llevarlas consigo al vadear aquellas aguas peligrosas.
Rossi: Ella no sabe por qué siempre compra flores para otros,
porque todavía no se ha percatado de las múltiples asociacio­
nes entre las flores, el agua [trauma] y la muerte, establecidas

178
en su mente. Cuando responde a su pregunta «¿Ha retenido
algunos sentimientos?» diciendo «Sí, pero no sabría describir­
los», su no saber es, una vez más, un indicador de procesos
inconcientes autónomos que pugnan por expresarse en su con­
ducta.
La actividad peligrosa de cruzar el río con Larry, colgán­
dose de un cable, reforzó su miedo al agua; luego, ese miedo
se generalizó, extendiéndose a las flores que debieron tirar pa­
ra poder cruzar el río. Años después, el nexo entre el agua y
la muerte se reforzó aún más cuando ella «simplemente esta­
ba muerta de miedo» al verse atrapada en un bote, junto con
Cari y la otra pareja, en medio de una tormenta peligrosa. Es­
tas etapas en la formación, refuerzo y generalización de su mie­
do al agua aparecen diagramadas en el cuadro 1.

2.16 Despertar del trance y reelaboración de la resistencia en el


nivel conciente: especulaciones sobre los hemisferios cerebrales;
la ambivalencia como una respuesta en dos niveles que oscila en­
tre síntoma y cura
i
Erickson: Ahora bien, usted vino aquí con un propósito muy se­
rio: llegar a comprender su fobia al agua, sus miedos y sus an­
gustias. ¿Desea realmente superar esos miedos y angustias? ¿Cree
que ha dado un paso en tal sentido? Ahora le pediré que dé otro,
¿está dispuesta a darlo? En breve la despertaré y quiero que re­
cuerde todo cuanto dijo mientras dormía: que odiaba a su madre,
y odiaba a Helen, y odiaba a su padre, y todo lo demás. Y quiero
que trate realmente de discutirlo conmigo en forma inteligente
y comprensiva. ¿Lo hará? Quiero que recuerde todas esas cosas,
sin excepción, y hable de ellas. ¿Lo hará?
Sujeto: De acuerdo.
Erickson: Ahora despierte. Ahora despierte. ¿Cómo se siente?
¿Cansada?
Sujeto: Exhausta. Me siento como si hubiese perdido una guerra
librada por mí misma, sin ayuda de nadie.
Erickson: No cabe duda de que es increíblemente inteligente. Con­
que libró una guerra por sí sola y la perdió. ¿Qué guerra perdió?
Sujeto: Sólo Dios lo sabe, pero la perdí. Estoy segura de eso
o tal vez la gané. No lo sé. De todos modos, ambos bandos esta­
rían cansados.
Erickson: ¿Por qué vino aquí esta noche?
Sujeto: Supongo que deseaba volverlo a ver.

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Erickson: ¿Por qué asunto?
Sujeto: No lo sé. Quiero decir. . usted me dijo que volvería a
verme.
Erickson: ¿Cree que irá a nadar este verano?
Sujeto: No lo sé. Tal v e z . . .
Erickson: ¿Tiene en mente dos respuestas?
Sujeto: Sí y no, como de costumbre.
Erickson: ¿Ha tenido ya alguna vez esta experiencia de pensar
«sí y no» con respecto a la natación?
Sujeto: No; por lo común contesto enfáticamente que no. En al­
gunas ocasiones, finalmente me veo obligada a ir a nadar, porque
no siempre puedo salir del paso de manera elegante. Tome, fume
mis cigarrillos.

Erickson: Cuando usted se psicoanaliza semana tras semana


sin que pase nada, dicen que hay una resistencia. Yo evito esa
resistencia dando un rodeo: hago que ella recuerde estos epi­
sodios traumáticos en relación con el estado de vigilia.
Rossi: Le imparte una sugestión pos-hipnótica muy directa:
«Recuerde todo cuando dijo mientras dormía» y «trate real­
mente de discutirlo conmigo en forma inteligente y compren­
siva».
Luego le ordena en forma muy directa: «Ahora despierte».
No más trance sonambúlico. La sujeto está completamente
despierta, de modo que puede discutir con inteligencia, en es­
tado de plena vigilia, todo el material traumático que acaba
de recordar. Si me permite continuar mis especulaciones en
torno del papel que desempeñan en su técnica las respuestas
de los hemisferios derecho e izquierdo, diría que ahora usted
le hace «reelaborar» sus recuerdos traumáticos procurando que
su conciencia yoica —su proceso más desapegado, analítico
y lógico, propio del hemisferio izquierdo— reciba e integre lo
que antes estuvo guardado bajo llave en sus procesos más in­
concientes o más propios del hemisferio derecho. En estos úl­
timos procesos, sus traumas sólo podían «actuar» por inter­
medio del miedo a nadar y sus generalizaciones: miedo a las
flores, la muerte, los funerales, etcétera.
Erickson: Ella sabe que ha pasado por una guerra, pero tiene
amnesia en lo que respecta al trabajo de trance que acaba de
realizar.
Rossi: Sí. Ya despierta, responde «No lo sé» a su pregunta
de por qué ha venido esta noche, y vuelve a contestar «No
lo sé» ante su pregunta decisiva acerca de si irá a nadar ese

181
verano. Luego, cuando usted le formula esa pregunta aguda
y directa, «¿Tiene en mente dos respuestas?», ella da una res­
puesta ambivalente: «Sí y no, como de costumbre». Creo que
esta ambivalencia es la primera prueba real de que usted in­
troduce una cuña en la cortina de hierro de su actitud derro­
tista hacia la natación.
Erickson: Sí.
Rossi: Esta ambivalencia es un indicio clásico de que en su
interior se desarrolla otra actitud o capacidad.
Erickson: [Asiente enérgicamente.]
Rossi: Su respuesta «Sí y no, como de costumbre» significa
que en su interior hay dos niveles de respuesta que presionan
a la vez por expresarse: su habitual actitud negativa y la nue­
va posibilidad terapéutica afirmativa. En este momento, ella
está suspendida a medio camino entre el síntoma y la cura.
Cuando, al despertar, dice esa agudeza aparentemente sar­
cástica («Me siento como si hubiese perdido una guerra libra­
da por mí misma, sin ayuda de nadie») usted le responde de
un modo más bien críptico: «No cabe duda de que es increíble­
mente inteligente. ( . . . ) ¿Qué guerra perdió?». ¿A qué se refe­
ría con eso?
Erickson: [Señala un pasaje de la sección 2.23 en que Jane es­
cribe automáticamente las letras t-e que, añadidas a war, for­
man water.* Ya en este punto de la sesión, Erickson reconoció
con notable perspicacia que la agudeza de Jane acerca de ha­
ber perdido una guerra era, en realidad, una referencia crípti­
ca a la pérdida de su síntoma referente al agua, o sea, una res­
puesta en dos niveles .]

2.17 Integración plenamente conciente de los recuerdos traumá­


ticos: comunicación directa y abierta con respecto a todos los pro­
cesos hipnoterapéuticos; comprensión de la muerte

Erickson: Veamos. Esta noche usted vino aquí con un propósito


determinado. ¿Hasta ahora ha estado en trance esta noche?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y por eso se siente cansada?
Sujeto: Sí. Nunca olvidaré la noche en que el doctor Fink me hip­
notizó y después achaqué mi dolor de cabeza a la bebida que us­
ted me ofreció. Esa noche, cuando usted me preguntó si me dolía

* Significan respectivamente «guerra» y «agua». (TV. de la T.)

182
desde aquí para abajo o para arriba [sección 1.6], yo dije que no,
pero pensé: «Eso es mentira». Supongo que fue mi inconciente.
Después, la enfermera Dey comentó que yo le decía constante­
mente que no podía continuar mi guardia y ella me había respon­
dido: «Ha de ser por algo que contenía la bebida». Yo le dije: «Es­
pera a que lo vea a él la próxima vez» y luego me olvidé del asunto.
Erickson: Bien. Y ahora hay algo más que quiero que haga esta
noche. Ha estado en trance y también ha estado despierta. Ha­
llándose despierta, nos ha hablado de la angustia que le provoca
la natación; asimismo, discutió el tema en estado de trance. . .
e hizo un trabajo mucho mejor. Ahora quiero que recuerde real
y completamente todas las ideas, pensamientos y sentimientos
que le vengan a la mente, así como los ya descritos. Y quiero que
los examine retrospectivamente y los discuta de manera abierta,
sincera y completa, y que lo haga hallándose totalmente despierta.
Sujeto: ¿Por dónde debo empezar?
Erickson: ¿Por dónde quiere empezar?
Sujeto: Ni siquiera me designará un área. . . Bueno, veamos
En primer lugar, me doy cuenta de que estaba locamente celosa
de Helen. Fue una actitud estúpida pero, probablemente natural.
Erickson: Más natural que estúpida.
Sujeto: Sí, si usted quiere.
Erickson: Si usted quiere.
Sujeto: Si yo quiero. Hasta que ella nació, yo fui la hija menor.
Sin duda, me mimaron. Deben haberme mimado, porque al hijo
menor siempre lo miman con cierto exceso. ¡Vaya, tal vez Larry
me odia! Tendré que preguntárselo. . . Yo solía ponerme horri­
blemente furiosa contra Helen. Ella era tan pequeña. . . Se supo­
ne que no debemos enfurecernos con los bebés, pero yo solía po­
nerme furiosa con ella, lo bastante furiosa como para estrangu­
larla. No tome mis palabras en su sentido literal. Estaba lo
bastante furiosa como para matarla, pero no creo que lo hubiera
hecho aun cuando me sintiese tentada. El incidente con la silla
alta. . . creo que nunca lo olvidaré. Estaba totalmente asqueada
de la vida y la gente. Tal vez sea por eso que la gente continúa
hastiándome las más de las veces. Es tan tonto. . . La gente se
rehúsa a ver lo obvio y ve todo lo que no es obvio. Todos lo con­
funden todo. No recuerdo que papito nos haya hablado jamás en
tono airado, hasta ese momento; podíamos tirarle del pelo casi
hasta arrancárselo de raíz, sin que él dijera nada. Pero cuando
hice caer a Helen de la silla alta, se enfureció. Puedo comprender
su ira, porque uno no anda por ahí arrojando bebés al piso, pero
no debió dejarse dominar por ella. Yo estaba tan indignada con

183
1

sólo pensar que él era incapaz de advertir que yo deseaba ayudar


a Helen, para que viera a mamá y se dejara de berrear a voz en
cuello, como una tonta. Luego, cuando mi padre me pegó, pensé:
«Nadie me quiere. Soy una paria». Y desde entonces los odié a
todos, incluida Helen. No creo haber experimentado sentimiento
alguno hacia Lisa y Larry; era inmune a ellos o ellos eran inmu­
nes a mí. Pero aquella vez que lancé de cabeza a Helen. . . Re­
cuerdo que los vecinos solían venir y comentar: «¡Es una niña
tan hermosa! Parece salida de un cuadro. Tiene exactamente el
aspecto de la beba ideal». Recuerdo que una señora dijo: «Tienen
que tener cuidado, porque una beba tan hermosa podría no so­
brevivir». Y yo pensé: «Si me mantengo firme en mi odio, ella
nunca vivirá». Supongo que por eso creyeron que intentaba ma­
tarla. Quizá lo intenté. . . sí, supongo que sí. Era muy pequeña
para asesinar. Luego, se sucedieron rápidamente el accidente de
la tina y la mirada fulminante de mamá. Aún después de que He­
len se recuperó, yo seguía pensando que se moriría. Tosió todo
el día y toda la noche; creo que mantuvo en vela a mamá. Pero
después de eso fui una paria. . . por supuesto, por muy breve tiem­
po. Por otra parte, yo siempre parecía tener cierta tendencia a
hacer lo que me ordenaban que no hiciera.
Posteriormente ocurrió el episodio con el señor Sm ith. . . era
todo un personaje. Por supuesto, ahora que lo recuerdo, proba­
blemente era un buen tip o . . . pero entonces no opinaba así. Te­
nía mellizos de muy corta edad. Desde luego, nosotros también
éramos pequeños, pero ellos lo eran aún más. Por entonces te­
nían seis años —debían tenerlos— y acostumbrábamos ir a jugar
con ellos. Recuerdo que mamá nos dijo que el señor Smith era
alemán. Antes de que nacieran los mellizos, quería que su esposa
regresara a Alemania para que diera a luz allí y sus hijos fueran
ciudadanos alemanes en vez de norteamericanos. Eso me hizo pen­
sar inmediatamente que jamás había pisado la Tierra un tipo peor
que ese, pero supongo que su actitud era natural, puesto que era
oriundo de Alemania. Estaba muy enojado con su esposa porque
ella no quiso volver allá. Siempre fue bastante amable con noso­
tros, los chicos. Solía llevarnos a pasear y jugaba con nosotros,
pero yo me mantenía a distancia, como fuera de su alcance.

Rossi: Ahora está completamente despierta y, por primera vez


en todo este encuentro terapéutico, usted parece actuar en for­
ma abierta y directa cuando le dice «Ha estado en trance y
también ha estado despierta». Quiere que ahora «recuerde real
y completamente todas las ideas (. . .) y las discuta de manera

184
abierta, sincera y completa, y que lo haga hallándose total­
mente despierta». Es muy propio de usted aplicar este enfo­
que abierto, sincero y directo, en un solo nivel, al final de los
períodos difíciles de trabajo hipnoterapéutico, cuando «les
cuenta todo» a sus pacientes: cómo obró indirectamente so­
bre ellos, etc.9 Es muy importante subrayar en forma directa
que ella «lo haga hallándose totalmente despierta», por cuan­
to usted no quiere que ella recaiga en su pauta condicionada
de trance sonambúlico mientras examina retrospectivamente
para usted estos sucesos de trance. La sugestión pos-hipnótica
que le impartió en la sección anterior, cuando le dijo «En bre­
ve la despertaré y quiero que recuerde todo cuanto dijo mien­
tras dormía», cumplía el mismo propósito.
Le diré de paso que me gusta mucho la forma tan directa
y concisa con que no permite que Jane se rebaje a sí misma
tildando de estúpidos sus sentimientos.
Entonces, por primera vez, la sujeto expresa concientemen-
te una comprensión de sí misma y de sus relaciones familiares
tempranas que es al mismo tiempo clara y bien equilibrada
desde el punto de vista emocional. ¿Cree que esta es la chis»«
de conocimiento y comprensión de sí misma que usted hii pro­
curado ayudarle a alcanzar?
Erickson: Ella sólo ha recorrido parte del camino.
Rossi: ¿Qué más necesita hacer?
Erickson: Necesita comprender qué es la muerte.
Rossi: ¿Por qué es importante esa comprensión a esta altura?
Erickson: Cuando mencionó a la abuela en relación con la muer­
te, no se le permitió comprender qué era realmente.
Rossi: Jane está integrando esta importante comprensión de
qué es la muerte. Ese es el panorama total que usted integra.
Erickson: Y eso está relacionado con su comprensión de lo que
significa ahora .la guerra que ella libró.

2.18 Evaluación conciente e inconciente del trabajo terapéutico:


uso de las señales ideomotrices para inducir trance

Erickson: ¿Está satisfecha con su desempeño actual?


Sujeto: No.

9 Se hallarán otros ejemplos de este enfoque de «contarles todo» en los estu­


dios de casos incluidos en Erickson y Rossi (1979).

185
Erickson: Deje que su mano escriba la respuesta. ¿Está satisfe­
cha con su desempeño actual?
Sujeto: [Escribe automáticamente «no».] Vayámonos, Harry. Pe­
ro no se me ocurre ninguna otra cosa.
Erickson: ¿Jane puede ir a nadar? Deje que su mano responda
a esa pregunta. Quiero que responda rápidamente.
Sujeto: [Escribe «sí».] No tiene sentido. Eso es lo que sucede cuan­
do me pregunto a mí misma cómo se llaman esos tres hombres.
Doctor Fink, ¿quiere empezar de nuevo a tomar apuntes?
Fink: ¿Puede escribir mejor con este lápiz?
Sujeto: No. Pensé que tal vez volvería a escribir algo. . . algo acer­
ca de ese estúpido asunto de Ann Arbor-Grand River.
Fink: Usted sabe algo con respecto a Ann Arbor, ¿verdad?
Sujeto: Pasé por allí.
Fink: ¿Alguna vez anduvo por sus alrededores?
Sujeto: No por mucho tiempo.
Erickson: Deje caer su mano izquierda si me permite interrum­
pirla, Jane.
Sujeto: [La mano izquierda desciende lentamente.] Me agrada no
tener que. . . trascribir esto.
Erickson: «¡M e agrada no tener que. . . trascribir esto!».
Sujeto: ¿Qué significa eso? ¡Vamos, edúqueme!
Erickson: [Dirigiéndose al señor Beatty.] ¿Comprende ahora por
qué dije que no era un proceso tan simple?
Sujeto: ¿Qué significa eso?
Erickson: No tiene por qué preocuparse.
Sujeto: Nunca tengo que preocuparme por nada. El silencio es
oro. ¿Qué significa eso?
Erickson: Lo averiguaremos.
Sujeto: Esto me recuerda los tiempos en que Helen solía escribir
cartas cuando aún no sabía escribir. . . todos estos garabatos [se
refiere al papel que se pasan entre sí el doctor Fink y Erickson].
Se supone que tampoco debo mirar eso, ¿no? Mañana lo odiaré.
Erickson: Veo que su mano izquierda está bajando bien. ¿No di­
ría que es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Muy bien. [Al doctor Fink.] La respuesta es «sí», pero
logró escribir la s mediante un movimiento disimulado del lápiz.
Le siguen la palabra lunes y un garabato que motivó su comenta­
rio acerca de la trascripción. Antes había mencionado que toma­
ba notas taquigráficas.
Sujeto: Continúe. Esto es muy interesante.
Erickson: ¿Qué sucederá mañana?

186
Sujeto: ¿Mañana?
Erickson: Sí.
Sujeto: Asistiré al doctor Young en una operación. Usted conoce
al doctor Young; de hecho, conoce a dos médicos con ese apellido.
Erickson: ¿Qué más sucederá mañana?
Sujeto: Devolveré un libro a la biblioteca. . . gracias por recor­
dármelo.

Rossi: Usted evalúa cuidadosamente su grado de satisfacción


con el trabajo terapéutico en los dos niveles, conciente e in­
conciente. En el primero dice no estar satisfecha; en el segun­
do, se vale de la escritura automática para dar una respuesta
también negativa. Sin embargo, es capaz de escribir automá­
ticamente «sí» cuando usted le pregunta si podrá ir a nadar.
Se ha logrado cierto beneficio terapéutico, pero hay que tra­
bajar más.
A continuación, usted le pide en realidad al inconciente de
la sujeto que le indique con un ademán si no tiene inconve­
niente en que interrumpa a su mente conciente («Deje caer su
mano izquierda si me permite interrumpirla, Jane»). Su mano
izquierda desciende lentamente, en la forma característica en
que se hacen las señales ideomotrices inconcientes. I )esde lue­
go, este es también un modo de empezar a reinducir el trance
sin que ella se percate totalmente.

2.19 Inducción de trance, garabateo y escritura automática como


medios de desensibilizar y tranquilizar aún más a la sujeto

Erickson: Duérmase. Duérmase. Duerma tranquila y profunda­


mente. ¿Está dormida? Duerma profundamente; ya está dormi­
da, ¿no? Muy bien. Ahora quiero que vuelva a escribir con esta
mano, libremente y con tranquilidad, lo que estuvo escribiendo
antes. Escríbalo libremente y con tranquilidad. [La sujeto escri­
be.] ¿Puedo leerlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: «Ayer fue lunes. La caminata hasta Cusic fue aburridí­
sima. Reflexiona, Jane. Debe haber un modo». ¿Está tratando
de introducir otro asunto o se mantiene dentro del tema de ese
problema con el agua? ¿O está tratando de introducir otro asun­
to? ¿Le parece bien que siga durmiendo, pero me hable de eso
para que yo pueda entenderlo mejor? Siga durmiendo y hábleme
de eso con entera libertad.

187
Sujeto: Yo iba a la escuela de Romulo y solíamos caminar hasta
Cusic dos, tres o cuatro veces por semana. A veces íbamos allí
a nadar.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Por lo común, yo me asustaba terriblemente. Creo que
era rematadamente estúpida, porque no había nada que temer.
Los chicos se reían de mí y yo también reía, porque aquello era
cómico. Me llevaban con ellos, agarrándome uno de cada lado,
y caminábamos hasta que el agua me llegaba al cuello. Para en­
tonces no creo que estuviera verdaderamente asustada, pero sen­
tía de algún modo la necesidad de volver a la orilla. Me desasía
de los muchachos y echaba a correr como loca hacia el desembar­
cadero. Pensaba constantemente: «Si tan sólo pudiera obligarme
a mí misma a ir al agua y nadar. . .». Ideaba diversos modos de
hacerlo. Una vez fui sola. Cusic se veía muy hermosa. La noche
era muy oscura y el agua presentaba un feo aspecto, pero pensé:
«¡Ahora o nunca!». Entré y salí del agua varias veces y me aden­
tré caminando hasta que me llegó a los hombros. Entonces, no
sé por qué, pensé en las personas que se ahogaban y me dije: «Tal
vez sea mejor que regrese», pero no lo hice. Seguí caminando, por­
que suponía que si podía compelerme a mí misma a hacer eso
aprendería a nadar. Después. . . sólo sé que me encontré de vuel­
ta en la orilla.
Erickson: Continúe. [Pausa.] ¿Sabe qué está escribiendo su mano?
Sujeto: P-i-e-d-a-d.
Erickson: Muy bien. Hábleme de eso.
Sujeto: Eso no significa nada.
Erickson: ¿Ahora sabe cómo será el resto?
Sujeto: Será la razón.
Erickson: ¿Puede explicarlo ahora?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Teme saber qué significa eso?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Esa palabra piedad significa algo?
Sujeto: No lo creo.
Erickson: Veamos qué dice la mano, Jane. ¿Esa palabra piedad
significa algo? [La sujeto escribe.] ¿Sabe qué ha escrito su mano?
[La sujeto asiente.] ¿Puede decirme qué significa? ¿Teme saber­
lo? ¿Teme saberlo porque hay otras personas presentes?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Teme hacérmelo saber? [La sujeto respira con dificul­
tad y manifiesta una gran congoja.] ¿Teme hacérmelo saber? ¿Te­
me saberlo? [La sujeto asiente.] ¿Le gustaría que hiciera algo pa­

188
ra que usted tuviera el coraje de saber? [Ella asiente.] Muy bien.
Supongamos que logra aprehender una idea vaga y fugaz de qué
e s . . . no es una idea muy clara, sino una débil vislumbre. ¿Lo
ha hecho? [Ella asiente.] ¿Puede percibirla un poco más? [Jane
asiente.] Todavía puede percibirla un poco mejor, apenas un po­
quito mejor [ella asiente] hasta llegar a apresarla en su totalidad.
No es tan aterradora como usted creía, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Es perturbadora, sí, pero está bien que lo sea, ¿no? Y
usted puede saber realmente qué significa, ¿no es cierto? Bien.
¿Accede a que yo lo sepa? [La sujeto asiente.] ¿Todo? [Asiente
otra vez.] ¿Le gustaría decírmelo ahora? ¿Le gustaría decírmelo
ahora? [Ella asiente.] Muy bien, Jane, dígamelo. Puede hacerlo
sin peligro alguno. Puede decírmelo, ¿verdad? Muy bien, adelan­
te, adelante. . .
Sujeto: Ayer, Ann (Dey) se me acercó y me dijo que su familia
había alquilado una casita de campo, en México, por unas tres
semanas. Nuestras vacaciones no coinciden. Siempre hemos des­
potricado contra eso por considerarlo muy injusto, pero Ann me
dijo que sus padres querían que yo fuera a pasar un fin de sema­
na con ellos. Salimos en fines de semana alternados, y ella me
propuso: «Puedes venir e iremos a nadar». Cuando dijo eso, fue
como si me arrojara agua fría a la cara. He estado pensando en
eso aquí mismo. . . tengo que ir. No puedo decirle sencillamente
que no quiero ir. Y ni siquiera tengo un motivo para no hacerlo.
Erickson: Sí. Ahora bien, ¿qué tiene que ver con eso la piedad?
Sujeto: No sé. . . Ann sabe nadar y con ella me siento mejor.
Erickson: ¿Por qué le pareció una idea tan aterradora?
Sujeto: En realidad no fue aterradora; sólo me pareció que lo era.
Erickson: ¿Sólo está garabateando distraídamente o trata de de­
cirme alguna otra cosa?
Sujeto: Es un mero garabateo.
Erickson: ¿Piensa que es un garabateo? ¿Todavía piensa que es
un garabateo?
Sujeto: Debe de serlo.
Erickson: Vea lo que escribe aquí su mano, ¿son garabatos? No
garabateó distraídamente, ¿verdad? ¿Cree ahora que tendrá el co­
raje de comprender qué era realmente ese garabato? ¿Cree que
lo hará? ¿Cree que tendrá el coraje de saberlo? Muy bien, será
muy interesante escudriñar sus recuerdos y descubrirlo. ¿O bien
le gustaría que su mano la sorprendiera escribiendo la palabra
más significativa, la que le daría la clave para esclarecer ese ga­
rabato? Tan sólo alce la mano hasta aquí y deje que escriba la

189
palabra significativa que define el garabato. Pienso que debería
ser interesante ver qué escribe su mano, pues usted no lo sabe,
¿verdad? Su mano sí lo sabe. [La sujeto escribe .] ¿Puede decirme
qué palabra es?
Sujeto: «Tratando».
Erickson: Ahora introduzcamos otra palabra significativa y vea­
mos si esta vez su mano puede escribirla con más rapidez y soltu­
ra. ¿Qué palabra es esa? [La sujeto escribe «fracaso».] Ahora es­
criba algo informativo; escríbalo aún más rápido. ¿Qué represen­
ta ese garabato? [La sujeto escribe «muchacha con gorra de baño».]
Entonces, en realidad me está haciendo una pregunta, ¿no? ¿Le
molestaría expresarla verbalmente?
Sujeto: Sé que si no trato de nadar no me asustaré. Si lo hago,
una vez más me esforzaré en vano.

Rossi: Una vez que usted recibe de la sujeto la señal ideomo-


triz inconciente de que puede interrumpir a su mente concien-
te, procede a reinducir un trance más profundo por medio de
sugestiones directas: «Duerma tranquila y profundamente»,
«[Escriba] libremente y con tranquilidad».
Erickson: Tiene una profusión de ideas dando vueltas en su
mente. Se está gestando un tumulto en torno de algo. Tengo
que intervenir ahí mismo para reconfortarla; así podrá comu­
nicar eso «libremente y con tranquilidad». Ella puede pasar
por toda clase de agitaciones y tumultos porque la sostengo
y respaldo.
Rossi: Unas pocas secciones antes, en estado de vigilia, la su­
jeto pareció alcanzar una introvisión y una reelaboración con-
ciente de su fobia a la natación aparentemente satisfactorias.
No obstante, volvemos a encontrar una especie de resistencia
emocional aun al mero intento de nadar. ¿Por qué? ¿Raciona­
lizaba su problema cuando estaba despierta, y ahora, en esta­
do de trance, sus miedos vuelven a abrumarla? ¿O esto sólo
es parte del típico proceso de desensibilización gradual por un
repetido recordar y una revivencia parcial del trauma?
Erickson: [Dirigiéndose al doctor Marión M oore .] Tal vez us­
ted pueda contestar esa pregunta, con su experiencia de en­
trar en combate junto a soldados más jóvenes.
Moore: Yo solía mostrarme más fuerte que ellos. Uno se arma
de coraje hasta desempeñarse mejor que lo haría de ordinario,
a fin de mostrarles a los soldados más jóvenes lo que tienen
que hacer para no ser cobardes o lo que sea.
Erickson: La primera vez que entró en combate, ¿tuvo miedo9

190
Moore: No. Algunos hombres, no pocos, lo tuvieron, pero yo no.
Rossi: ¡Ustedes, los caballeros sureños, rara vez tienen mie­
do! [El doctor Moore es oriundo de Tennessee.]
Erickson: Entonces usted les diría algo por el estilo a los sol­
dados más jóvenes, para tranquilizarlos. . .
Rossi: De modo que en esta sección usted [Erickson] tranqui­
liza a la sujeto y avanza en la «reelaboración» de su fobia. Sus
preguntas, los garabatos y la escritura automática coadyuvan
a evocar nuevamente el material no resuelto referente a sus
miedos al «fracaso» y a la «muchacha con gorra de baño».
Erickson: Sí, le infundo tranquilidad y seguridad.

2.20 Aspectos interpersonales de la recuperación de las fobias:


compartiendo los miedos con otros, se posibilita el acceso al ser
humano oculto tras su conducta superficial

Erickson: Usted no quiere volver a esforzarse en vano, ¿verdad?


Sujeto: No.
Erickson: De acuerdo. Ahora le diré algunas cosas, Jane. Cuando
estaba despierta, le pedí expresamente que me hablara de todo
cuanto me había dicho durante un trance y eso no le gustó mu­
cho, ¿verdad? No obstante, quiso ser amable y cortés y observar
todas las reglas de la etiqueta, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y no logra acabar de comprender por qué traigo a gen­
te extraña al consultorio cuando hago terapia, ¿no es cierto? Eso
la perturba mucho; no le parece muy justo u honesto, ¿eh? Tal
vez esto le ayude a comprenderlo un poco. Este miedo, esta an­
gustia en torno de la natación, se observa en relación con otras
personas. Este caballero que está aquí esta noche es totalmente
desconocido para usted. No significa nada para usted, ni usted
para él, salvo que ambos comparten muchos temas de interés.
Usted no sabe con qué propósito lo he traído a él aquí, pero ese
propósito existe. No puede explicárselo, del mismo modo en que
usted no ha podido explicarse a sí misma muchas cosas. Usted
necesita superar algunos de estos miedos y angustias —que se
manifiestan en relación con otras personas a quienes usted se los
oculta— sacándolos a luz para poder darse cuenta de que uno pue­
de vivir aun cuando otros estén al tanto de ellos. ¿Comprende?
Para eso utilizamos a estas personas. Esta noche nos ha dicho
cosas que ni siquiera se atrevía a recordar para sus adentros, ¿no
es así? Y con ello se ha hecho tanto más simpática y agradable

191
para nosotros, por cuanto podemos ver claramente que detrás de
toda esa conducta encantadora hay una persona muy humana.
Uno quiere hallar en una persona algo más que una conducta en­
cantadora. Uno quiere saber que detrás de ese encanto hay un
ser humano, que hay algo real, y no una mera agudeza de inge­
nio, facilidad de palabra, una sonrisa fácil y una respuesta jo ­
vial . . en suma, puras apariencias. Las personas nos agradan
más cuando las sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de
pequeñas cosas. Y usted creerá realmente en lo que le digo, por­
que sabe que es cierto y sabe que todos cuantos me están escu­
chando saben que lo es.

Erickson: En la psicoterapia formal hay que mantenerlo todo


tan en secreto. . . Un matrimonio se psicoanalizó durante más
de un año, cada uno por su lado y tratando de ocultárselo al
otro. Les dije que podrían ahorrarse mucho dinero con sólo
ser recíprocamente francos con respecto a algo que todo el
mundo sabía.
Rossi: Entonces usted cree de veras en lo que dice aquí acerca
de la importancia de que la sujeto comparta sus miedos con
otros, y aun con desconocidos. Puesto que aprendió sus mie­
dos en relación con otras personas, la mejor forma en que pue­
de librarse de ellos es compartirlos con otros.10
Erickson: [Cita nuevos ejemplos del trabajo secreto que llevó
a cabo para la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados
Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, junto con Mar-
garet Mead y Gregory Bateson, entrevistando a prisioneros
de guerra japoneses y alemanes. Esta información todavía es
ultrasecreta y no se puede dar a conocer públicamente .]

2.21 Catarsis y reencuadramiento emocionales como elementos


básicos de la técnica ericksoniana: no es una reestructuración de
la personalidad, sino « una visión más completa»; el fracaso como
parte de una vida lograda

Erickson: Veamos ahora este miedo suyo a nadar. En su manejo


de ese miedo, usted comete un error muy grave que deberá corre­
gir. Usted trata de ir a nadar una y otra vez, quiere ir y, sin em­

10 Jay Haley (1963, 1973, 1985) ha documentado bien el componente inter­


personal del trabajo de Erickson,

192
bargo, experimenta algunos miedos demasiado fuertes. ¿Me equi­
voco? En adelante, lo manejará de un modo totalmente distinto.
No permitirá que la compela a intentarlo una y otra vez. Lo pri­
mero que necesita hacer es recordar por sí sola todo lo que me
contó, recordar todas esas cosas y comprenderlas plenamente.
Además, debe recordar que cuando niña pequeña era mucho más
honesta y sincera en lo concerniente a sus sentimientos de lo que
lo ha sido después, porque no ha dejado que la gente la viera llo­
rar y, en verdad, tal actitud no era honesta, puesto que usted
lloraba. El llanto no era un signo de debilidad, como usted creía.
Cuando usted piensa en eso ahora, se da cuenta de que tanto los
fuertes como los débiles lloran ocasionalmente. Usted compren­
derá que los fuertes deben tener sus momentos de felicidad y de
tristeza. ¿No es así? En todos estos años ha venido presentando
una fachada falsa, fingiendo no haber llorado nunca, ni sentirse
mal, ni sentirse miserable. No quiere afrontar el hecho de que es­
taba horriblemente celosa de Helen y odiaba de veras a su padre
y a su madre. Empero, no acaba de comprender todo eso. No lo
comprende, Jane, y en realidad es muy simple. Lo que usted no
comprende es esto: le agradan algunas cosas que hicieron sus pu­
dres y odió otras, y esto es muy diferente de odiarlos a ellos. Odió
algunos de sus actos y otros le gustaron, y hay una gran diferen­
cia entre lo que la gente es y lo que hace. Hay una gran diferen­
cia entre lo que ellos quieren hacer y lo que logran hacer. Usted
respetará y admirará la honestidad de las intenciones, y respeta­
rá plena y apreciativamente a quienes fallan en esto o en aquello.
¿Empieza a comprender eso?
Lo que necesita realmente es sentarse a reflexionar en vez de
tratar de discutir consigo misma su capacidad de ir a nadar. No
necesita hacer ese tipo de cosas. Lo que sí necesita es sentarse
a solas y hacer un examen real, honesto, apreciativo y completo
de sus recuerdos e interpretaciones. Debe sentirse muy satisfe­
cha de haber tenido de pequeña un carácter tan fuerte; no debe
condenarse porque aquella niñita, incapaz de comprender las im­
plicaciones y significaciones, hacía y quería hacer cosas que, pa­
ra usted, carecían de verdadero significado. ¿Qué significaba en­
tonces para usted el estar muerto? Significaba alejarse por un
tiempo, estar en otro lugar. No significaba «morir» en el sentido
en que ahora, como adulta, entiende la muerte. Cuando usted era
una bebita, estar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora que
es adulta, tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría
usted a que una bebita apreciara su propia valía, su propia perso­
nalidad y sus propias necesidades, tanto que las defendiera, se­

193
gún su entender? En todos estos años usted se ha condenado a
sí misma, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún
más su comprensión de sí misma. Tal vez por pura casualidad.
Pero usted puede sacar provecho de sus vivencias, sean cuales
fueren. Quiero que contemple retrospectivamente esos celos de
Helen como el núcleo de un sentimiento de personalidad, de una
apreciación personal del propio ser. Como el sentido del propio
valer que tiene una niña de corta edad. Cuando volteó a Helen
de su silla alta y ella cayó sobre usted, lastimándole el brazo, us­
ted actuó motivada por razones perfectamente buenas y válidas;
fue desagradable, exasperante, enloquecedor, que su intento de
ayudar a Helen diera por resultado un brazo dolorido y una pali­
za a manos de su padre, a quien usted amaba y que la traicionó
al castigarla por algo que él no había comprendido. Visto retros­
pectivamente, el episodio aparece en verdad como una buena ac­
ción muy mal retribuida. Usted falló, su padre falló. Pero en la
vida también hay fracasos. Ellos forman parte de una vida lo­
grada.

Rossi: En esta sección, usted hace un reencuadramiento muy


completo de sus pautas de comprensión infantiles con respec­
to al fracaso y los celos. Reencuadra sus celos de Helen incor­
porándolos al núcleo del desarrollo de una personalidad más
madura y positiva. Esta idea se ha generalizado bastante hoy,
gracias al avance de la psicología humanista, pero allá por 1945
constituía una novedad. ¿Concordaría conmigo en que aquí ve­
mos que la catarsis emocional y el reencuadramiento de las
interpretaciones infantiles son elementos esenciales de su téc­
nica hipnoterapéutica? ¡Eso es! Provocar la catarsis y ayudar
a los pacientes a reencuadrar y reestructurar su personalidad,
¿correcto?
Erickson: No es una reestructuración. ¡U sted da al paciente
una visión más completa!
Rossi: De modo que la hipnoterapia no tiene poderes mágicos.
Simplemente abre paso a un punto de vista más amplio y com­
pleto, y nos libera de las limitaciones y la literalidad de la niñez.
Erickson: Sí, como cuando digo «Cuando usted piensa en eso
ahora, se da cuenta de que tanto los fuertes como los débiles
lloran ocasionalmente. Usted comprenderá que los fuertes de­
ben tener sus momentos de felicidad y de tristeza». Es un des­
plazamiento de su nivel infantil, excesivamente simplificado,

194
a un nivel de comprensión más adulto y maduro: «Pero en la
vida también hay fracasos. Ellos forman parte de una vida
lograda».
R ossi: Cuando usted dice «Hay una gran diferencia entre lo
que la gente es y lo que hace» y «Respetará plena y apreciati­
vamente a quienes fallan en esto o en aquello», utiliza el trau­
ma de la niñez como un escalón hacia una mejora y acrecenta­
miento de su comprensión más adulta. Por lo tanto, el trauma
presente en su memoria queda reencuadrado en un nuevo nú­
cleo de personalidad de manera positiva, y no de un modo no­
civo como lo estaba antes.
Erickson: Sí, y lo mismo hago al decirle «Cuando usted era
una bebita, estar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora
que es adulta, tiene un significado totalmente distinto».

2.22 Prescripción del síntoma para provocar una disposición afir­


mativa y reforzar, por implicación, las sugestiones pos-hipnóticas

Erickson: Cuando dice que no sabe qué hacer con respecto al via­
je a M éxico. . bien, ese problema podría quedar resuelto. Se lo
puedo resolver con mucha elegancia. ¿Me cree capaz de hacerlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Puedo resolverlo de varias maneras, pero todavía no
diré cómo. Volveré a entrevistarla, pues tiene mucho trabajo por
hacer. Dígame, ¿para cuándo es ese viaje?
Sujeto: Para julio.
Erickson: ¿Y estará en Detroit hasta entonces?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cree que tenemos tiempo suficiente para resolverlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: El doctor Fink me escribió una nota y quiere que usted
la conteste. ¿Desea que la señorita Dey la acompañe en nuestra
próxima sesión o cree que podremos arreglarnos sin ella?
Sujeto: Sí, podremos arreglarnos sin ella.
Erickson: Bien, resumamos la situación. Usted ha puesto al des­
cubierto muchos recuerdos olvidados, muchos miedos olvidados.
Le indiqué varios puntos de vista posibles con respecto a ellos
y creo que empieza a coincidir conmigo, ¿no es así? La próxima
vez que nos veamos podremos ocuparnos de este problema de su
miedo al agua. ¿Ya le parece más trivial?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y ahora quiero impartirle una sola directiva, que es es­

195
ta: hasta la próxima sesión, no debe esforzarse en absoluto por
ir a nadar. Tiene que prometérmelo, ¿comprende? No debe ir a
Webster Hall. Puede aceptar la invitación de la señorita Dey de
ir a México, pero desentendiéndose por completo de la cuestión
de la natación. Así como no se pondrá a pensar desde ahora qué
comerá cuando llegue a México, tampoco tiene por qué pensar
si nadará allí. Así como no se preocupará por la comida, tampoco
necesita preocuparse por la natación. La comida es una cosa, un
aspecto del viaje, y no tiene que pensar en ella, ni en qué cama
dormirá, precisamente del mismo modo en que no tiene por qué
pensar en el otro aspecto: la natación. Bien, ¿hay algo que quiera
decirme?
Sujeto: No.

Rossi: Como la sesión se acaba sin que la sujeto haya resuelto


todos sus miedos, usted utiliza su sensación de no saber para
asumir aparentemente la responsabilidad de hacer frente a su
miedo a la natación en relación con el proyectado viaje a Mé­
xico («Se lo puedo resolver con mucha elegancia»). Empero,
antes de esto introduce una importante sugestión pos-hipnótica
de manera indirecta y casual, diciéndole como al pasar: «La
próxima vez que nos veamos podremos ocuparnos de este pro­
blema de su miedo al agua». Y en el mismo tono indiferente,
le hace admitir a continuación que el problema parece «más
trivial», o sea, se ha empequeñecido.
Enseguida alivia sus temores prescribiendo directamente
el síntoma : «Hasta la próxima sesión, no debe esforzarse en
absoluto por ir a nadar. Tiene que prometérmelo, ¿compren­
de?». En apariencia, es una sugestión pos-hipnótica totalmen­
te franca y directa. Pero lo que logra indirectamente por im­
plicación es lo que a usted más le importa. Sin duda, a la suje­
to le será fácil llevarla a cabo, por cuanto de hecho es su
síntoma y está respaldada por toda la fuerza de su perpetua
fobia a la natación. Esa misma facilidad de ejecución abre en
la sujeto una disposición afirmativa o aceptante, que tiende
a reforzar positivamente las otras sugestiones terapéuticas im­
portantísimas recién impartidas por usted en un tono tan ca­
sual (sobre el tratamiento adicional de la fobia y su empeque­
ñecimiento). El alivio considerable que la prescripción del sín­
toma ha traído a su mente conciente absorbe toda su atención,
con lo cual las otras dos sugestiones terapéuticas (más impor­
tantes, pero impartidas como al pasar) tienden a caer en su
inconciente. Allí podrán establecer las bases de la futura cu­

196
ración, sin que interfieran en absoluto las distorsiones y los
miedos de su mente conciente.
La prescripción del síntoma también ejerce, en otro nivel,
el efecto implícito de permitirle a usted controlar el síntoma:
si la sujeto puede activar el síntoma cuando usted así se lo
sugiere, cabe presumir que más adelante podrá aprender a de­
sactivarlo por sugestión suya.11

2.23 No saber y prescripción del síntoma en el trabajo terapéuti­


co: una agudeza resulta ser una forma de comunicación críptica
en dos niveles

Erickson: Este garabato que hizo aquí abajo, ¿representa algo


que usted quiera discutir? Deje que su mano escriba la respues­
ta. [La sujeto escribe ««o».] ¿Está segura de eso? Bien, una vez
que despierte, quiero que prefiera un cigarrillo Lucky Strike. ¿Lo
hará?
Sujeto: Sí.
Erickson: También quiero que, una vez despierta, aprecie cabal­
mente lo bien que ha trabajado esta noche; lo ha hecho con mu­
cha inteligencia y habilidad, a tal punto que me resulta tremen­
damente difícil explicarle cuán capaz ha sido. No tiene la forma­
ción ni el grado de comprensión necesarios para darse cuenta del
formidable trabajo que ha hecho esta noche. Como enfermera, pue­
de apreciar el trabajo importantísimo del cirujano que efectúa una
colostomía, pero su misma profesión le permite apreciar también
que, detrás de ese éxito quirúrgico, hay muchos años de forma­
ción y experiencia; detrás de esa operación hay toda una base
de talento, estudios, ejercitación y habilidad. ¿No es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Así, pues, cuando le digo que ha trabajado con una com­
petencia asombrosa, lo digo de veras, aunque usted no sepa real
y exactamente qué hizo, ni cómo lo hizo. No se da cuenta de lo
que quiso decir o dijo cuando declaró que había perdido una gue­
rra librada por sí sola. Quiso hacer un comentario chistoso, pero
no lo fue del todo y creo que se ha percatado de esto en lo más
profundo de su mente. Había perdido la guerra. ¿Sabe qué gue­

11 En Rossi (19866) y en Rossi y Cheek (1988) hay muchos ejemplos del uso
que se puede hacer de la prescripción del síntoma para facilitar el acceso de los
pacientes al control de sus propias reacciones sintomáticas.

197
rra fue esa? ¿Hay otras dos letras en la palabra « war» [guerra]?
Responda con su mano. [La sujeto escribe « s í » . ] ¿Sabe cuáles son?
[Ella escribe «sí» y luego las letras t-e.] Cuando perdió la guerra,
¿qué significaba? Algo perturbador, angustiante, ¿verdad? Per­
dió algo perturbador, algo de lo que resulta agradable librarse,
¿no? Ahora empieza a comprender por qué no me preocupa su
viaje. ¿Lo comprende? ¿No es delicioso? [La sujeto ríe.] Le diré
otra cosa: quiero que sepa que agradezco su generosidad, su bon­
dad, al permitirme actuar a mi modo. Las aprecio enormemente.
Fue muy amable al dejarme actuar a mi manera; se lo retribuiré
tratando de hacer muchas cosas a su modo. ¿Le parece bastante
justo?
Sujeto: Sí.

Rossi: Usted expresa su característico aprecio por el trabajo


de la paciente, así como sus puntos de vista acerca de no sa­
ber «qué hizo, ni cómo lo hizo». Con ello otorga primacía y
potencia a su inconciente, aun habiéndola ayudado a alcanzar
el mayor grado posible de comprensión conciente.
Erickson: ¿Cómo perdió su miedo al agua? Añade las letras
t-e a la palabra « war» [guerra] para perder la « water» [agua].
Rossi: No entiendo. . .
Erickson: Le dije a Jane que perdería algo. Ella pierde dos
letras de « water» para formar «war».
Rossi: En verdad, sus explicaciones resultan casi increíbles:
¡ella ha perdido tan sólo unas letras! Me preguntaba si había
algún nexo simbólico entre «war» y «water», pero no daba con
él. [Resume el desarrollo global del caso hasta ese momento,
guiándose por el cuadro 1 .] Al término de esa sección [la 2.15]
la mayoría de los terapeutas orientados hacia el insight tal
vez habrían dado por terminado el caso, presumiendo que al
haber logrado Jane la plena comprensión y reelaboración de
sus traumas, sus síntomas desaparecerían. Pero en vez de in­
citarla a ir a nadar, usted hace todo lo contrario: en efecto,
prescribe el síntoma [sección 2.22]. Después de todo ese insight,
¿por qué le pareció que Jane no estaba lista para nadar?
Erickson: Usted sólo teje suposiciones en torno de su situa­
ción en la niñez; en realidad no posee certeza alguna, ni aun
después de haber especulado tanto. Al prescribir el síntoma,
yo dicto mi inhibición a su acción de nadar.
Rossi: O sea que esa inhibición es ahora suya, y no ya de la
paciente. Ese es el punto importante en la prescripción del sín­
toma: usted puede cambiar su inhibición más adelante.

198
Erickson: Sí, ¡puedo cambiar mi dictado!
Rossi: A ella le resulta mucho más difícil cambiar el suyo. De
modo que ese es el desplazamiento importante que acontece
en la prescripción del síntoma: ¡usted desplaza la inhibición
de nadar de la mente de la sujeto a la suya!
Erickson: Sí. [Cuenta el caso de una pareja a la que ayudó a
consumar el matrimonio un jueves, insistiendo en que lo hi­
ciera el viernes.12 La clave estuvo en que la joven esposa se
sintió «ofendida porque Erickson había tenido el tupé de fijar­
le el día», de modo que lo hizo en la víspera «pues quería ele­
gir ella misma la fecha».]
Rossi: En ese caso, prescribió el síntoma al ordenar a los cón­
yuges que no consumaran el matrimonio hasta una fecha de­
terminada, ¡provocando así a la esposa a hacer valer su elec­
ción, consumándolo un día antes de la fecha permitida por
usted!

2.24 Despertar del trance: cumplimiento de una sugestión pos-


hipnótica secundaria; ofrecimiento a la sujeto de una oportuni­
dad de descargar y desplazar su hostilidad volcándola en el tera­
peuta

Erickson: Si quiere enojarse conmigo, hágalo sin vacilar. Un psi­


quiatra es alguien con quien es posible enfurecerse sin que él lo
tome como una ofensa personal. Ahora duérmase y luego despier­
te. Cierre los ojos y duérmase profundamente. ¿Quería decir algo
más? Cierre los ojos y duérmase profundamente. Muy bien. Aho­
ra tómelo con calma y despierte; siéntase reanimada, alegre y lle­
na de vida, aunque un poco cansada. Disfrute realmente el estar
despierta.
Sujeto: ¡Hola a todos! [Tiende la mano para tomar un cigarrillo.]
¿Puedo tomar uno de los suyos [/os Lucky Strike]? ¿No querría
un Philip Morris?
Erickson: ¡Muy bien dicho! No, gracias.
Sujeto: ¡Si la hermana Louise me viera! Esto no se lo conté: el
sacerdote que nos dio una conferencia sobre el psicoanálisis. .
Quiero que se haga cargo de e sto . . . yo estoy jugando con el dia­
blo, ¡y usted también!
Erickson: Bueno, creo que podré desconcertarlo me refiero al
diablo.

12 Véase el caso del «paciente / /» , en Erickson (19546/1980).

199
Fink: ¿En el segundo estante de la biblioteca hay alguna obra
sobre la que desearía consultar. . . ?
Sujeto: ¿Se refiere a la del señor Estabrooks? Eso me recuerda. . .
[Dirigiéndose a Erickson.] Usted conoce al señor Estabrooks; es
un amigo suyo. Dice cosas desagradables de usted. . . en reali­
dad no lo son, pero dice que usted no cree que una persona hipno­
tizada sea capaz de matar a otra. El sostiene que todo depende
de la actitud del operador: si usted creyera de veras que sus pa­
cientes hipnotizados son capaces de hacer eso, lo harían. Dice al­
gunas cosas bastante desagradables con respecto a usted.
Señor Beatty: Debe ser muy ocurrente y ducho en e so . . . ¡y qué
amigo!
Erickson: Es que. . verán, yo destrocé su libro del modo más
cruel.
Señor Beatty: Me pregunto si habrá vendido muchos ejemplares.
[Se refiere a Estabrooks, 1943.)
Sujeto: Francamente, el que tienen en la biblioteca está muy gas­
tado.
Fink: ¿Lo vio hace poco?
Sujeto: Ann y yo hemos estado leyendo algunos libros. El padre
Patrick acababa de dictarnos su conferencia sobre psicoanálisis,
exhortándonos a mantenernos alejados de las obras de Freud, de
modo que fuimos a la biblioteca y sacamos una. Tenemos que
esconderla, porque de tiempo en tiempo vienen a inspeccionar
nuestras habitaciones para ver qué libros estamos leyendo.
Erickson: Evidentemente, ese sacerdote hizo un excelente traba­
jo para despertar en ustedes el interés por Freud. ¿Se siente algo
cansada?
Sujeto: Un poquito. . . bueno, no mucho. Acabo de asistir al doc­
tor Roberts en tres operaciones y, como de costumbre, nada es­
tuvo bien.
Erickson: ¿Quiere hacerme alguna pregunta?
Sujeto: No, no se me ocurre ninguna. Probablemente piense en
ellas cuando ya esté en casa.
Erickson: ¿Querría hacerlo ahora, mientras está aquí?
Sujeto: No. . . n o . . .

Rossi: En esta última sección, Jane manifiesta su preferencia


pos-hipnótica por los cigarrillos Lucky Strike, tal como usted
se lo sugirió en la sección anterior: «Bien, una vez que despier­
te, quiero que prefiera un cigarrillo Lucky Strike». ¿Por qué
hizo eso? ¿Sólo como una demostración de sugestión pos-
hipnótica, o como un marcador que le ayudase a evaluar la

200
capacidad de la paciente de ejecutar las sugestiones pos-
hipnóticas?
Erickson: [Asiente a todo indistintamente.]
Rossi: Termina esta sesión dándole una oportunidad de des­
ahogar cierta hostilidad hacia usted. A su juicio, es un paso
importante e inevitable, por cuanto los pacientes experimen­
tan de algún modo concreto un resentimiento hacia quien les
quita sus sintomas. Entonces, les da una oportunidad de re­
conocer, descargar y desplazar su hostilidad de una manera
directa, para que no la expresen aferrándose al síntoma.
Al parecer, la sujeto no recoge su sugerencia de que des­
ahogue su hostilidad abiertamente, sino que la expresa en for­
ma velada contando que el doctor Estabrooks «dice cosas des­
agradables de usted». Un momento después, lanza un nuevo
dardo al señalar que el libro de Estabrooks está muy gastado
(queriendo decir con ello que es muy leído) aunque usted lo
haya destrozado en su lectura.

201
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Sesión I I I 1

Provocación y uso de procesos psicodinámicos

3.0 Evaluación y reiteración del trabajo hipnótico previo; una ja­


queca originada como posefecto de la hipnoterapia

Erickson: Bien, Jane, ¿qué tenemos para esta noche?


Sujeto: Desde la última vez que vine aquí, he estado tratando
de recordar mi taquigrafía. . . Se supone que esta noche saldré
de aquí sin temer al agua ni a la natación, ¿correcto?
Erickson: Saldrá comprendiendo mejor la cuestión. ¿Recuerda có­
mo debe hacer?
Sujeto: No. Recuerdo algunas cosas. ¿Lo recuerda usted, doctor
Fink? Le hablé de «esta maldita guerra» y luego se añadían una
t y una e [para convertir « war» en « water»); después había una
palabra larga, pero aún no sé cuál era.
Erickson: ¿Recuerda algo más?
Sujeto: ¡Oh, sí! Odié sinceramente a mi madre, mi padre y mi
hermanita. Veamos . También podría decir que no debería te­
ner miedo al agua. Eso fue algo así como una pantalla. Yo estaba
muy furiosa contra mis padres y, en vez de persistir en esa furia,
odié el agua. Estas son deducciones m ías. . . Había otra cosa . .
Usted dijo algo acerca de las emociones reprimidas. Al parecer,
pensaba que llorar y hacer tonterías eran para mí otros tantos
signos de debilidad, pero no creo que lo sean.
Erickson: ¿Qué cree?
Sujeto: No, no creo que los interprete así. De todos modos, no creo
que crea que los interprete así. Cuando veo que alguien llora y
hace otras cosas por el estilo, nunca pienso que esa persona es
débil.
Erickson: Pero si es usted quien llora, piensa que es una debili­
dad de su parte.
Sujeto: Todo depende de la razón del llanto.

1 Presentes en la Sesión III, en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jero-


me Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga («Ann Dey»). Presentes en
los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y
doctora Sandra Sylvester.

203
Erickson: ¿Algo más?
Sujeto: Sí. Sé que he olvidado algo.
Erickson: ¿Cómo se sintió después de esa sesión?
Sujeto: Tuve una jaqueca espantosa, como si hubiese ido de juer­
ga. Fuera de eso, fue una reunión muy esclarecedora. Quiero de­
cir que nunca imaginé que pudiera querer estrangular a mis pa­
dres y también a Helen; nunca imaginé que pudiera desearlo en
absoluto.
Erickson: ¿Qué opina acerca de ese descubrimiento?
Sujeto: Es muy interesante. Probablemente, también sería útil
si tan sólo supiera cómo utilizar esos conocimientos que ahora
poseo. Es como tener un automóvil y no saber manejarlo.
Erickson: Eso se aprende.
Sujeto: Sí.

Rossi: Esta sesión ocurre hacia fines de junio, unas tres sema­
nas después de la entrevista anterior, en la que Jane experi­
mentó un considerable insight psicodinámico. Al término de
aquella sesión, usted le sugirió que todavía no intentara na­
dar. Y empieza esta con su típica evaluación del trabajo pre­
vio. Cuando le pregunta cómo se sintió después de la sesión,
ella declara: «Tuve una jaqueca espantosa, como si hubiese
ido de juerga». ¿Tiene alguna idea de por qué experimentó esa
jaqueca? Por comentarios anteriores de la propia sujeto, sabe­
mos que también le dolió la cabeza luego de sus sesiones hip­
nóticas con el doctor Fink.
Erickson: Sí. En la última sesión, ella puso al descubierto to­
dos sus recuerdos, pero aquí ha vuelto a tener amnesia. Ha
perdido toda perspectiva y sólo rememora una pequeña parte
de lo recordado entonces.
Rossi: ¿Porque aún tiene conflicto en torno de ello?
Erickson: No. Ella odia a Helen. ¿Por qué? Porque Helen era
pesada y se aferró a la tina, de modo que Jane no fue la culpa­
ble del accidente. Su madre y su padre interpretaron equivo­
cadamente todos los hechos que ella mencionó [véase la rese­
ña en el cuadro 1, sección 2.15]. Como verá, la situación era
muy amplia e incluía muchos elementos.
Rossi: Y la comprensión de esos elementos, tomados indivi­
dualmente, resulta crucial.
Erickson: Y a ella le duele la cabeza de tanto esforzarse por
separarlos y clasificarlos mentalmente.
R ossi: De modo que ese duro trabajo, ese arduo esfuerzo men­
tal, son los causantes de su jaqueca.

204
3.1 Inducción de trance con preguntas motivadoras que la mente
conciente no puede responder; resistencia aparente a la inducción
de trance como medio de obtener un quid pro quo; resistencia y
risa como manifestaciones del equilibrio y la liberación emocio­
nales en la trasferencia

Erickson: ¿Pensó mucho en la natación?


Sujeto: La semana pasada estuve a punto de ir a nadar.
Erickson: ¿Por qué no fue?
Sujeto: Decidí que más valía no ir.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Creo que usted me dijo que no lo hiciera. Entonces, decidí
que sería mejor no ir.
Erickson: ¿Cómo se siente con respecto a esa decisión?
Sujeto: No muy mal que digamos. De todos modos, no sentía
reales deseos de ir. Yo solía ir a nadar cuando no podía evitarlo.
Erickson: ¿Le fue difícil excusarse?
Sujeto: No, en absoluto. Le dije lisa y llanamente que no podía ir.
Erickson: ¿Cómo se sintió al respecto?
Sujeto: No tan mal. No sé por qué. Ella me preguntó si no quería
ir a nadar y le contesté que no, aunque no debería haberle res­
pondido de ese modo.
Erickson: ¿Después se disculpó consigo misma?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Qué habría hecho en mayo pasado?
Sujeto: Pues. . . probablemente habría ido. Ella es bastante in­
sistente y se ofende sólo con que una la mire torcido.
Erickson: ¿Qué más habría sentido en mayo pasado?
Sujeto: Veam os. . . Probablemente le habría dado mil y una ex­
cusas, pero no le habría dicho que simplemente no quería ir a na­
dar. Luego me habría enojado mucho conmigo misma o, de no
haber podido excusarme, habría ido y habría odiado cada minuto
de esa salida.
Erickson: ¿Y esta vez no lo hizo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Cree que alguna vez podría volver a hacerlo?
Sujeto: Probablemente no.
Erickson: ¿Esta invitación la aterró, como la habría aterrado en
mayo pasado?
Sujeto: No. No creo haberme asustado. Sencillamente no quise ir.
Erickson: ¿En mayo habría sido una invitación aterradora?
Sujeto: Bueno por supuesto, cuando me invitaban siempre en­
contraba una buena excusa para no ir.

205
Erickson: ¿Esta vez podía decir sí o no?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Le parece justo que yo le haya solicitado esa promesa?
Sujeto: Claro que sí. Quiero decir. . . de no haber sido justo ese
pedido, no me lo habría hecho.
Erickson: A veces, esas cosas nos parecen injustas.
Sujeto: Si me hubiese estado muriendo por ir a nadar. . . pero
me agradó tener una excusa para no ir.
Erickson: ¿Cuándo se va de veraneo?
Sujeto: El 15 de julio, ¿no es así, Ann?
Erickson: ¿Y ya está haciendo algunos preparativos especiales?
Sujeto: De aquí al 7 de julio gastaré mucho dinero.
Erickson: ¿En qué?
Sujeto: Sé qué quiere que le diga. Quiere que le diga que debería
comprarme una malla de baño. Supongo que tendré que hacerlo.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Porque no se puede ir a nadar sin malla de baño.
Erickson: ¿Por qué ha de ser nueva?
Sujeto: Es una celebración. Después de todo, hay que hacer al­
gún festejo de vez en cuando.
Erickson: ¿Hay algo más que quiera mencionar?
Sujeto: ¡Oh, sí! Descubrí un error en mi relato anterior. Le dije
que cuando hice caer a Helen de su silla alta la estaba empujando
hacia la puerta. Consulté a mi madre y ella me contestó que, se­
gún creía, yo trataba de llevarla de vuelta al comedor, donde es­
taba papá. Tal parecía, al menos, por la posición en que estába­
mos Helen, la silla y yo.
Erickson: Desde luego, lo esencial es el modo en que usted recor­
daba ese episodio. ¿Eso lo altera realmente en algo?
Sujeto: No. Sólo me preguntaba cómo surgió el error. En teoría,
esas cosas no suceden, ¿verdad?
Erickson: Supongamos que recuerda algo acerca de ese libro rojo
que está ahí, en la biblioteca, y luego va a la biblioteca y descu­
bre que en realidad no es rojo, sino azul. Es el tipo de error que
puede cometer. Es su propia actitud hacia el libro. ¿Aún tiene
algo más que decir?
Sujeto: Veam os. . . No, creo que no.
Erickson: ¿Ahora sabe qué siente realmente?
Sujeto: ¿Con respecto a qué?
Erickson: A la natación.
Sujeto: Bueno. . . supongo que ahora puedo intentarlo. Quiero de­
cir que no hay ninguna razón lógica, ninguna en absoluto, por
la que deba tener miedo. Naturalmente, tampoco la había antes.

206
No sé si tendría m iedo. . creo que no.
Erickson: ¿De veras le gustaría averiguar qué siente?
Sujeto: Sí, por cierto.
Erickson: ¿Cómo procedería?
Sujeto: Simplemente iría a nadar y vería qué pasaba.
Erickson: ¿Hay algún otro modo?
Sujeto: No me parece.
Erickson: ¿Le gustaría averiguar si hay otro modo?
Sujeto: ¿Cuál?
Erickson: ¿Le gustaría averiguarlo?
Sujeto: [.Dirigiéndose a los oíros.] El no contesta ninguna pregun­
ta. [A Erickson.] ¡Claro que sí!
Erickson: ¿Qué le parece si se duerme ahora mismo?
Sujeto: No me dormiré. Veré si el señor Estabrooks tiene o no
razón.
Erickson: ¿De veras lo hará?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Le gustaría saber si yo tengo razón?
Sujeto: Por supuesto, ¿por qué no? [Erickson coteja algunas reim­
presiones. La sujeto se dirige a los otros.] Está revisando toda
su biblioteca.
Erickson: Verá, he publicado lo mismo que Estabrooks.
Sujeto: ¡Qué lástima!
Erickson: De modo que concuerdo con él. En su libro hay algu­
nas cosas correctas; ese es un punto en el que coincido con él.
Sujeto: ¿Uno de los pocos puntos?
Erickson: Sí. ¿Cuánto tiempo quiere emplear en averiguar si Es­
tabrooks tiene razón?
Sujeto: Si usted lo dice, supongo que le creeré. ¿Qué me cuenta
del hecho de hipnotizar a una persona dormida? El dice que si
nos acercamos a una persona dormida y empezamos a hablarle,
no obtenemos su consentimiento o su desaprobación.
Erickson: No recuerdo en qué páginas, Estabrooks dice que la
hipnosis y el sueño son dos cosas totalmente distintas. También
dice que la una puede trasformarse en el otro. Después dice que
son idénticas. No se decide.
Sujeto: Entonces, ¿cuál es la verdad?
Erickson: La verdad es que si usted quiere hipnotizar a una per­
sona dormida, tiene que despertarla primeramente.
Sujeto: Tendré que apuntarlo. «El doctor Erickson dice . ».
Erickson: ¿Qué le parece si se duerme?
Sujeto: ¿Cree que debería hacerlo?

207
Rossi: Esta es una de sus técnicas favoritas para facilitar la
inducción de trance: formula una serie de preguntas motiva-
doras que la mente conciente no puede responder. La paciente
sólo puede obtener una respuesta volviéndose hacia sí misma,
hacia su propio interior, y reflexionando por breves instantes.
Este ensimismamiento puede profundizarse fácilmente, y con­
vertirse en trance, calificándolo de «sueño» e insinuando que
la paciente está entrando en un estado de hipnosis, de manera
tal que su inconciente pueda revelar la respuesta. Desde lue­
go, muchas de sus preguntas que la mente conciente de la su­
jeto no puede responder movilizan, en realidad, las disposicio­
nes mentales que abrirán el camino hacia la experiencia de pro­
gresión de edad, que tendrá lugar muy pronto.2 Mencionaré
como ejemplo su pregunta «¿Le gustaría averiguar si hay otro
modo?».
No cabe duda de que la sujeto manifiesta una resistencia
a dejarse inducir el trance, al no responder a sus preguntas
acerca de sus emociones, ni a su sugerencia «¿Qué le parece
si se duerme ahora mismo?». Usted está dando a entender que
ella necesita entrar en trance para averiguar la verdadera na­
turaleza de sus emociones. Sin embargo, a continuación pare­
ce percatarse de que tal vez lo mejor sería seguir la corriente
de sus preguntas sobre Estabrooks que, como sabemos desde
la última sesión, es su forma indirecta de expresar su hostili­
dad hacia usted. ¿Por qué es tan reacia esta vez?
Erickson: En la vida diaria, si queremos que alguien haga al­
go por nosotros, lo mejor es hacerle antes muchos favores. Por
eso la dejo enzarzarse en una discusión conmigo.
Rossi: ¿De modo que le cede el control?
Erickson: En ese momento.
Rossi: ¿Para que después ella se lo ceda a usted en un quid
pro quo ?
Erickson: Ajá.
Rossi: Y como ha tomado mucho, muchísimo de usted, tam­
bién tiene que soltar algo y dárselo a cambio.
Erickson: Así es.
Rossi: Este es un aspecto corriente de su trabajo. Ayuda a
las personas a descargar su hostilidad y resentimiento por lo
que han debido tomar de usted, sea lo que fuere. La mayoría
de los terapeutas no lo hacen. Tal vez oponer una gran resis-

2 En Erickson (1980), vol. II, sección 4, se trata in extenso este fenómeno y


la aplicación terapéutica de la distorsión del tiempo.

208
tencia es, en realidad, un modo de equilibrar la chequera emo­
cional entre el terapeuta y el paciente.
Erickson: ¿Notó la risa estentórea? [Se refiere a otro caso re­
ciente, observado por los doctores Moore y Rossi, en el que
la risa del paciente delató la liberación de una gran hostilidad
y resistencia reprimidas.]

3.2 Inducción de trance por medio de una sugestión contingente


que aprovecha la motivación y la conducta de la paciente

Erickson: ¿Qué le parece si se duerme?


Sujeto: De acuerdo, lo haré. ¿Puedo seguir fumando mi cigarrillo?
Erickson: Una vez que se haya dormido, sí. Ahora duérmase. Duér­
mase. Duérmase profundamente. No bien esté profundamente dor­
mida, quiero que empiece a fumar. No bien esté dormida, profun­
damente dormida, quiero que le dé una pitada a su cigarrillo.
Y que duerma profundamente, profundamente. Muy profunda­
mente. Duérmase muy profundamente, con un sueño cómodo y
tranquilo. Duérmase profundamente, profundamente. Duérmase
profundamente. Duérmase profundamente. No bien se haya dor­
mido, déle una pitada a ese cigarrillo. [Así lo hace la sujeto .) Duér­
mase más profundamente que nunca y disfrute ese cigarrillo. Lo
hará, ¿verdad? Y seguirá durmiendo profundamente, en un sue­
ño profundo y satisfecho. Está dormida, ¿no? Y seguirá durmien­
do, ¿verdad? ¿Lo hará? Y disfrutará su cigarrillo. Siga fumando.
[Dirigiéndose a los observadores .] Noten cómo un objeto de resis­
tencia se trasforma en un objeto de cooperación. [A la sujeto.]
¿Ahora está profundamente dormida? [Ella asiente.] ¿Está recor­
dando y comprendiendo sus vivencias pasadas? ¿Se siente cómo­
da con respecto a ellas? ¿La deprimen?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Le agrada comprenderlas?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Se siente confiada acerca de lo que sucederá esta no­
che?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cree que hay algún otro modo de averiguar cómo se
sentirá al ir a nadar, aparte de probar a hacerlo?
Sujeto: Probablemente lo haya.
Erickson: ¿Se le ocurre cuál podría ser? Quiero que simplemente
siga durmiendo, en un sueño constante y cada vez más profundo.
¿Le gusta fumar? ¿Le agradaría dejar de hacerlo? Dé otra pitada

209
y disfrútela, sin dejar de dormir cada vez más profundamente.
Profunda y cómodamente. ¿Quiere darle otra pitada? Hágalo. [La
sujeto apaga el cigarrillo.] Le escribiré una pregunta en este pa­
pel. Deje que su mano escriba la respuesta. Sí o no. Responda
sí o no.

Rossi: Usted utiliza su deseo de fumar como un medio de faci­


litar la inducción hipnótica, valiéndose de una sugestión con­
tingente: «No bien esté profundamente dormida, quiero que
empiece a fumar». Este es un claro ejemplo de su Técnica de
Utilización: estimula cualquier conducta para la que la sujeto
esté motivada y sencillamente engancha a ella, de remolque,
sus sugestiones hipnóticas. De este modo, hasta las conduc­
tas que aparecen como manifestaciones de resistencia pueden
reencuadrarse dentro del proceso de terapia.
Erickson: Sí, y eso prepara la situación para hacer que su ma­
no escriba la respuesta afirmativa o negativa.
Rossi: De paso, he observado que cuando usted trató este ca­
so, en 1945, parecía repetirse a sí mismo mucho más, en el
tradicional estilo hipnótico autoritario.
Erickson: Procedí así porque era un caso experimental y nos
centrábamos en los aspectos psicodinámicos.

3.3 Seudo orientación hacia el futuro: directiva implícita con una


señal conductal para el estado de sonambulismo

Erickson: Duerma profundamente. Siga durmiendo profundamen­


te. Y ahora quiero que rememore algunos de aquellos sucesos.
Quiero que recuerde que el tiempo ha cambiado muy rápidamen­
te. Y eso ocurrió, ¿no? Y ahora quiero que comprenda, que escu­
che atentamente y comprenda que el tiempo volverá a cambiar.
Estamos en junio de 1945 y cambiaré nuevamente el tiempo. Quie­
ro que se olvide de junio de 1945. Olvídese de junio de 1945, pero
mantenga su capacidad de escucharme y comprenderme. El tiem­
po cambiará y usted no sabrá qué día es, ni qué mes, ni siquiera
le importará saberlo. Simplemente se sentirá cómoda durmiendo
profundamente. Ni siquiera le importará saber qué día es. Sólo
querrá dormir. Ahora el tiempo está cambiando; quiero que se
dé cuenta de que el tiempo ha cambiado muy rápidamente. Toda­
vía no sabe qué día es, ni le importa. Pronto será agosto de 1945.
A gosto de 1945. Realmente será agosto de 1945 y, antes de que
sea agosto de 1945, deben sucederle muchas cosas. Muchas co­

210
sas diferentes. Y quiero que esas cosas le sucedan despacio. Quiero
que pasen por su m ente. . . cada día de julio y cada día de la pri­
mera semana de agosto. Quiero que esos días aparezcan en su
mente con claridad hasta que, de a poco, usted empiece a reme­
morar hasta la última semana de junio de 1945. Ahora duerma
y deje trascurrir el tiempo hasta llegar a agosto de 1945. Tan
sólo siga durmiendo, mientras pasa el tiempo y le suceden co­
sas muchas cosas. En agosto de 1945 vendrá a verme. Lo ha­
rá, ¿verdad? Cuando sea agosto de 1945, quiero que duerma con
los ojos abiertos, me hable y me cuente lo ocurrido en la última
semana de junio, en las semanas de julio y en la primera semana
de agosto. Tendrá que hablarme de la natación, de lo que hizo
al respecto y cómo lo hizo. [La sujeto abre los ojos.] Hola. [Ella
sonríe.] Aquí estamos otra vez, los mismos de siempre.

Rossi: Todo ese pasaje, «Cuando sea agosto de 1945, quiero


que duerma con los ojos abiertos (. . .) y cómo lo hizo», resulta
un claro ejemplo de la manera en que usted utiliza la directiva
implícita3 para hacer que la sujeto le dé una señal conductal
cuando se encuentre en estado de sonambulismo (o sea, en tran­
ce profundo, con los ojos abiertos y actuando como si estuvie­
ra despierta) y esté aprestada para reorientarse hacia el futu­
ro. Usted sabe que Jane tendrá ocasión de nadar en julio, cuan­
do se vaya de vacaciones. Por consiguiente, la seudo orienta
hacia el futuro, hacia agosto, para cuya fecha tendrá una se­
sión con usted después de sus vacaciones. Entonces le conta­
rá «cómo lo h izo». . esto se refiere presumiblemente a cómo
fue a nadar. Usted no le dice directamente que nadará en sus
vacaciones, pues una sugestión directa podría suscitar en ella
una resistencia excesiva aun hallándose en trance. En cam­
bio, sus sugestiones soslayan toda la resistencia acumulada
contra un esfuerzo o sugestión de nadar. La seudo orienta­
ción hacia el futuro le permite suponer que ella ha logrado na­
dar y que ahora sólo tiene que contarle cómo lo hizo.4
Erickson: Sí.

3.4 Integridad, de la personalidad en el trance sonambúlico

Sujeto: ¡Los cinco malvados! [Se refiere a las cinco personas que
asisten a esta sesión.] ¿Hay algún voluntario para el cráneo del
escritorio?
3 Véase Erickson y Rossi (1980).
4 Véase también Erickson (1954a/1980).

211
Erickson: ¿Qué cráneo?
Sujeto: El que debería haber allí.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: ¿No le parece que debería haber uno?
Erickson: Tengo en mi poder dos cráneos. De hecho, llevo uno
conmigo.
Sujeto: «Sonríe, oh tú, hueca calavera». . .
Fink: ¿Eso tendrá algo que ver con el esqueleto en el armario?*
Sujeto: ¿Qué quiere decir con eso del esqueleto en el armario?
Erickson: No quiero que me hable en absoluto de cómo vino aquí
esta noche, pero tiene que contarme toda una historia, ¿verdad?
¿Cuándo me vio por última vez?
Sujeto: En junio.
Erickson: Sí. Todavía llevo puesto mi mejor traje. [La sujeto ob­
serva la vestimenta de los presentes.] No se preocupe, yo lo dis­
puse así.
Sujeto: No me preocuparé.

Rossi: Usted ha insistido con frecuencia en que los pacientes


conserven su personalidad en estado de trance; el humor sar­
cástico de que hace gala la sujeto en esta sección es un ejem­
plo de ello. El doctor Fink intenta responder con un retruéca­
no acerca del esqueleto en el armario, con la esperanza de pro­
vocar el flujo de algún material psicodinámico, pero la señorita
S no quiere saber nada de eso. Actúa como si estuviera des­
pierta, pero en realidad está en un trance de sonambulismo.
Erickson: Sí. Ella cree estar despierta.

3.5 Confusión en la orientación del tiempo: implicación y pregun­


tas tendientes a sostener y extender el tiempo futuro; ¡no se mien­
te, se da a entender!

Erickson: No tiene por qué preocuparse. De usted depende que


conversemos un poco. ¿Qué pasó la última semana de junio?
Sujeto: Usted sabe cómo es eso. Uno se muere por salir de vaca­
ciones, por decirlo así, observa cómo todos los demás se aprestan
para el veraneo y los odia. Después, ellos se van y el lugar queda
absolutamente desierto.
Erickson: ¿Estuvo e n __________ esta semana?

* «The skeleton in the closet»: expresión coloquial con que se alude a un secre­
to de familia, vergonzoso o desagradable, que se guarda celosamente. (TV. de la T.)

212
Sujeto: ¿Esta semana? Acostumbro ir todos los sábados o lunes.
Erickson: ¿Qué día de la semana es hoy?
Sujeto: No puedo ver ese calendario.
Erickson: Yo no confiaría en él, de todos modos. . .
Sujeto: ¿Está escrito en griego?
Erickson: ¿Qué día de la semana es hoy?
Sujeto: Veam os. . .
Erickson: En realidad no lo sabe, ¿verdad?
Sujeto: No. Es absurdo. Raras veces me olvido de qué día de la
semana es.
Erickson: Tiene otras cosas más importantes en que pensar.
Sujeto: Pero debería recordar qué día es. ¿Tenemos que pasar por
ese proceso para averiguarlo?
Erickson: ¿Qué le ha pasado? La vi en junio, ¿no es así?

Rossi: Es interesante ver cómo Jane le busca una explicación


racional a su incapacidad de ver un calendario que, aparente­
mente, tiene ante sus ojos. Luego se vale de la confusión para
eludir el conocimiento de la fecha. Todo esto sirve para que
ella pueda mantenerse firme y coherente con respecto a sus
sugestiones que la orientan hacia el futuro. Usted refuerza es­
ta seudo orientación apremiándola con insistencia para que
le cuente lo sucedido desde su última entrevista, en junio. Con­
tinúa actuando como si estuviera en agosto de 1945 (o sea,
en el futuro) y la presiona: «¿Qué le ha pasado? La vi en junio,
¿no es así?». En realidad no le miente, pero sí le da a entender
que están en el futuro. Por lo tanto, aun cuando al abrir los
ojos ella no hubiera estado seudo orientada hacia el futuro,
usted persiste en recalcar esa implicación y, así, le da más tiem­
po a su inconciente para aprender a reorientarse y a represen­
tar su papel en el futuro.

3.6 Confusión y amnesia en la seudo orientación hacia el futuro:


las digresiones «no pertinentes» siempre vienen al caso

Sujeto: Sí. Tiene una memoria extraordinaria; se acuerda de toda


la gente que pasa por aquí. ¡Es asombroso!
Erickson: Continúe.
Sujeto: Veamos . . Me dijo que le contaría lo que había hecho.
Le diré algo . no lo recuerdo.
Erickson: ¿Fue un buen verano?
Sujeto: La mayoría de los veranos son bastante buenos.

213
Erickson: ¿Pero este verano lo fue?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sobre qué asunto me vio en junio?
Sujeto: Sobre la natación.
Erickson: Es un buen punto de partida.
Sujeto: ¿La natación?
Erickson: Sí. ¿Adonde fue?
Sujeto: A la casa de Ann; ella estaba en su segunda semana de
licencia.
Erickson: ¿Cuánto duró la suya?
Sujeto: Dos semanas, pero Ann y yo no salimos de vacaciones
al mismo tiempo.
Erickson: Su segunda semana de vacaciones, ¿coincidió con las
de ella?
Sujeto: No. Por entonces traté de obtener una semana de licen­
cia, pero me dieron franco el domingo, en vez del sábado. ¿O lo
conseguí? No sé qué hice. Usted me ha confundido por completo.
Erickson: Bien, quiero saber qué pasó. Hábleme de la natación.
Sujeto: Bueno, veam os. . . El sábado fuimos al centro en auto,
con Paul, y me compré esa malla de baño.
Erickson: ¿La compró? ¿De qué color?
Sujeto: La compré en la tienda Demery. Creo que fue en De-
m ery. . . no, no fue en Demery, sino en un pequeño local cercano.
No puedo recordar el nombre. Era una malla de baño amarilla,
de dos piezas, muy llamativa.
Erickson: ¿De esas que les hacen gritar a las polillas «Aquí viene
otra época de escasez»?
Sujeto: Sí.
Erickson: Prosiga.
Sujeto: No recuerdo. Tenía que regresar el domingo por la noche.
Debemos haber ido a nadar. La casa queda a orillas del lago.
Erickson: Sí, continúe.
Sujeto: Tengo amnesia. ¿Cuándo fuimos a nadar?
Señorita D ey: Deberías saberlo.
Sujeto: Pero no lo sé.
Erickson: ¿Lo disfrutó?
Sujeto: Ciertamente. Fue maravilloso, pero no recuerdo cuándo
fui. La próxima vez llevaré un diario.
Erickson: ¿Fue realmente maravilloso?
Sujeto: ¡Oh, sí! ¡El agua estaba fría!
Erickson: ¿En qué pensó mientras nadaba?
Sujeto: En lo agradable que era. . . ¡y en cómo mojar a Ann más
de lo que ya estaba!

214
Erickson: ¿Recordó cuánto miedo le había tenido a la natación?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo la afectó eso?
Sujeto: Me pareció ridículo y divertido, muy divertido.
Erickson: ¿De veras le gustó nadar?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Cuántas veces fue a nadar?
Sujeto: No lo sé. Esta noche estoy atontada. No puedo recordar
nada, ¡y tengo muy buena memoria!
Erickson: ¿Por qué mira constantemente por la ventana?
Sujeto: Parece tan fresco allá fuera, y sé que no lo está. Me re­
cuerda la casa de Lisa, mi hermana, con todos esos árboles y . . .
Un río atraviesa la finca; se asemeja a esos ríos del Oeste salvaje,
que el héroe cruza a caballo como un relámpago. Es hermosísimo.
Erickson: ¿Ha pensado alguna vez, en alguna ocasión anterior,
que ese río era hermoso?
Sujeto: ¡Oh, sí! Es muy lindo, pero hasta ahora nunca quise me­
terme en él. Probablemente contraería alguna enfermedad horri­
ble; uno se contagia forzosamente algo si se mete en un río con
aguas contaminadas. Presumo que lo están, aunque no hay nin­
guna señal evidente.
Erickson: ¿Cuántas veces fue a nadar allí?
Sujeto: Una sola vez.
Erickson: ¿Cuándo fue eso?
Sujeto: El 31 de julio. Tenía una cita con el dentista. Realmente
debería dormir más, doctor Fink.

Rossi: Cuando publiquemos esto, ¿debemos suprimir algunas


de estas digresiones no pertinentes? Por ejemplo, su último
comentario dirigido al doctor Fink.
Erickson: ¡No, esas digresiones vienen al caso! Me mantengo
atento a la inmediatez [de su experiencia imaginaria]. . . a lo
que podría haber sido desagradable. Ella lo evade diciéndole
al doctor Fink que «debería dormir más».
Rossi: ¿Y de ese modo soslaya su desagradable cita con el den­
tista?
Erickson: Sí.
Rossi: En esta sección, la sujeto se debate entre la confusión
y la amnesia, quizá porque su inconciente aún no sabe cómo
responder a las sugestiones suyas que lo orientan hacia el
futuro.

215
3.7 Interrogatorio insistente que allana el camino hacia seudo re­
cuerdos de una superación lograda de la fobia a la natación: uso
de la aposición de contrarios para motivar el trabajo hipnótico

Erickson: Hábleme de este asunto de la natación.


Sujeto: Mi licencia empezó el 28. Salí el viernes y volví el 30. Me
llamó el doctor McNally.
Erickson: ¿Empezó el 28 de qué mes?
Sujeto: Julio.
Erickson: ¿El 28 de julio?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y cuándo fue a nadar a la casa de la señorita Dey?
Sujeto: Como ya sabe, ella tuvo su licencia antes que yo.
Erickson: ¿Fue un fin de semana?
Sujeto: Tenía que conseguir una remplazante. Ellos no querían
darme una semana de licencia. Debía encontrar a alguien que me
remplazara todos los días. Por ejemplo, Ann; ella podía regresar
y hacer mi trabajo.
Erickson: ¿Tuvo dificultad en respirar en el agua?
Sujeto: ¿Alguna vez se le llenaron de agua la boca, la nariz y los
oídos?
Erickson: Sí.
Sujeto: Entonces le cuesta un poco respirar.
Erickson: ¿Tuvo que persuadirse a sí misma para ir a nadar?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Puede ser un poco más explícita acerca de lo sucedido
en todo el mes de julio? ¿Cómo fue a parar a la casa de Lisa?
Sujeto: ¿Cómo fui a parar allí? Es lo más natural. Me gusta ir
allí y me divertí mucho.
Erickson: ¿Qué la indujo a nadar en el río?
Sujeto: Simplemente había salido a dar un paseo. Caminaba por
la orilla y el río estaba tan lindo . .
Erickson: ¿Y tenía puesta la malla de baño?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Dónde se cambió de ropa?
Sujeto: Volví a la casa. A Lisa no le gustó mucho la idea, ¡las
aguas estaban contaminadas! ¡Se la ve tan linda, tan encantado­
ra, cuando se agita!
Erickson: ¿Ella sabe que usted solía temer la natación?
Sujeto: No. Nunca le cuento nada, salvo lo que me causa gracia,
y eso podría causarle gracia a ella.
Erickson: Dígame, ¿recuerda mejor junio que julio?
Sujeto: ¡Oh, sí! Tuvimos clases y nos concedieron ciertos privile­

216
gios porque era verano. En junio pasó de todo. Ahora bien, si
me pregunta qué sucedió en ju n io. . .
Erickson: Digame, ¿la cuestión de la natación la tuvo muy preo­
cupada en junio?
Sujeto: No creo haberme preocupado por eso.
Erickson: ¿Cómo se sentia en junio ante la expectativa de ir a
nadar?
Sujeto: Estaba realmente angustiada. Iba a someterme a un auto-
examen efectivo y objetivo, para ver si en verdad le temía o no.
Erickson: Cuando fue a nadar, en julio, ¿pensó en el tiempo que
había pasado conmigo?
Sujeto: ¡Oh, sí! Y se lo agradecí cien millones de veces.
Erickson: ¿De veras?
Sujeto: Ajá.
Erickson: Dígame, ¿siempre fuma Luckies?
Sujeto: No.
Erickson: ¿No?
Sujeto: Justamente me preguntaba cómo los conseguía usted.
Erickson: ¿Le gustan los Luckies?
Sujeto: Un cigarrillo es un cigarrillo . . . a menos que sean Philip
Morris.
Erickson: ¿En tal caso qué son?
Sujeto: Debe haber un nombre para ellos. También para los Chel-
seas y Raleighs.
Erickson: ¿Todavía le desagradan los Chelseas?
Sujeto: ¿Alguna vez fumó uno?
Erickson: Sí.
Sujeto: Fíjese en el doctor Fink.
Fink: Cuando esta semana termine, me alegraré.
Sujeto: Por supuesto, cuando se es médico residente no hay que
correr constantemente de aquí para allá, ¿no? ¿Lo hace usted?
Erickson: ¿Eso es todo cuanto va a decirme acerca de su veraneo?
Sujeto: Pasé una semana en casa de mi abuelita, pero no fui a
nadar. Ella siempre piensa en los detalles más ridículos; por ejem­
plo, que podría pescarme una pulmonía y un millón de cosas más.
También se inquieta cuando salimos: «Me pregunto si realmente
van adonde dijeron que iban», comenta. Se siente mucho más tran­
quila si no vamos a nadar.
Erickson: ¿Y usted cómo se sintió a causa de ello?
Sujeto: ¿A causa de no ir? Me hubiera gustado ir porque hacía
mucho calor. Pero si a abuelita la hace feliz que no vayamos, pues
no iremos.
Erickson: ¿Recuerda la noche que estuvo conmigo a fines de junio?

217
1

Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo se sintió usted con respecto a la natación en
ese momento? ¿Cómo creyó que podría sentirse? ¿Recuerda có­
mo se sentía en jimio?
Sujeto: Me preguntaba si aún tendría miedo y fingiría no tenerlo,
o si simplemente no lo tendría.
Erickson: ¿Y qué opina ahora de lo que pensaba entonces?
Sujeto: Ahora sé.
Erickson: ¿Hay algo más que quiere decirme sobre la natación?

Rossi: Al principio se muestra muy reacia a seudo orientarse


hacia el futuro, en el que saldrá airosa de una experiencia na­
tatoria. Manifiesta confusión, incoherencia, amnesia y una fan­
tasía escapista (el frescor en la casa de su hermana). Usted
insiste en formularle preguntas orientadoras que ella sólo puede
contestar fabricando un seudo recuerdo de una experiencia na­
tatoria lograda. ¿Estoy en lo cierto?
Erickson: Sí.
Rossi: Todas sus preguntas y comentarios implican que ya ha
tenido esa experiencia y sólo necesita contársela. ¿Diría usted
que este tipo de incitación constante es un elemento funda­
mental de su empleo eficaz de la seudo orientación en el tiempo?
Erickson: Si mentimos con suficiente frecuencia, la gente aca­
ba por creernos.
Rossi: Quizá se deba a eso mi fracaso en el uso de esta técni­
ca. No he acosado a los pacientes con preguntas orientadoras
que les den a entender constantemente que están en un tiem­
po futuro. . hasta que ellos mismos caen en la cuenta y en­
tran en el juego.
Erickson: [Cita varios ejemplos que muestran la necesidad de
recurrirá estas insinuaciones y señales en todo procedimiento
de reorientación temporal.]
Rossi: ¿Por qué le preguntó al promediar esta sección si «siem­
pre fumaba Luckies»? ¿Estaba verificando si persistía su su­
gestión pos-hipnótica de que al despertar prefiriera un Lucky
Strike? [Véase la sección 2.23.]
Erickson: Debe haber alguna omisión [en la trascripción]. La
interrogaba acerca de su preferencia en materia de cigarrillos.

3.8 Apertura de los potenciales humanos mediante el ensayo in­


terior y la integración cognitivo-conductal: la aposición de con­
trarios

218
Sujeto: En el quirófano hacía un calor espantoso. Nos asábamos.
A todos los médicos les dan bolsitas con hielo para que se las
pongan al cuello; yo deseaba ser doctora para poder tener una
Cuando Ann salió de licencia, a fines de junio. . ¡no diré que
te extrañaba, pero me sentí bastante sola!
Señorita D ey: Gracias.
Sujeto: No tenía a nadie con quien conversar hasta la una de la
mañana; a nadie que viniera a despertarme a la una y charlara
hasta las dos.
Erickson: ¿El agua estaba fresca cuando fue a nadar?
Sujeto: Sí, mucho. El oleaje va y viene, y contenemos el aliento
hasta que la ola vuelve a golpearnos.
Erickson: ¿Hay algo más que pueda contarme?
Sujeto: Sé que debe haber sido un verano ajetreado, porque los
veranos siempre lo son, pero no sé en qué estuve ocupado en todo
ese tiempo.
Erickson: ¿Logró llevar a cabo un porcentaje razonable de todas
esas actividades?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿A su entera satisfacción?
Sujeto: No. Nunca hago todo lo que desearía hacer. Los días no
son suficientemente largos; las semanas tampoco lo son y no hay
bastantes noches en una sola noche.
Erickson: ¿Cuándo volverá a nadar?
Sujeto: Puedo ir en cualquier momento, pero los natatorios están
atestados. Webster Hall queda muy cerca del hospital.
Erickson: Dice eso con mucha facilidad, ¿no?
Sujeto: Es fácil.
Erickson: Pero lo dice con mucha soltura y tranquilidad. En ma­
yo pasado no habría hablado así, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Cuándo volverá a nadar?
Sujeto: Siempre puedo ir a nadar. A mi madre le gusta ir a la
playa Crystal; no entiendo por qué prefiere ese lugar.

Rossi: Ella inicia esta sección con un aparente non sequitur,


quejándose del calor reinante en el quirófano en un aparte di­
rigido a la señorita Dey. Parece resistirse a sus preguntas en
torno de los detalles de sus seudo recuerdos natatorios. No
obstante, usted utiliza ingeniosamente su comentario acerca
de lo incómoda que se había sentido en aquel quirófano calu­
roso para traerla de vuelta a su tarea inmediata, preguntán­
dole «¿El agua estaba fresca cuando fue a nadar?». Este es

219
un ejemplo de su afición a la aposición de contrarios:5 utiliza
la incomodidad causada por el calor para motivarla a explorar
la comodidad del frescor, como una asociación positiva para
lu natación. Recurre en todo lo que puede a las preguntas mo-
tivadoras, emocionales y de orientación sensorial, a fin de pro­
fundizar su construcción imaginaria de una experiencia nata­
toria lo más vivida y lograda posible. Pero ahí hay algo más
que imaginación; usted procura abrir los potenciales de la su­
jeto, su verdadera aptitud para la natación, estimulando un
ensayo interior en el que ella integra la mayor cantidad posi­
ble de componentes cognitivos, sensoriales, emocionales y con­
ducíales positivos del acto de nadar.

1.9 La madurez como criterio para juzgar la validez del trabajo


'tipnoterapéut.ico; refuerzo social indirecto del crecimiento y la ma-
lurez psicológicos

Krickson: Descubrió algo más acerca de la natación, ¿no es así?


Sujeto: ¿Algo más?
Krickson: Sí. ¿Por qué solía tenerle miedo a la natación?
Sujeto: Probablemente haya sido un residuo de todas las locuras
jue hice cuando era chica. Probablemente tenía que temer algo
y no quería temerle a la gente.
Krickson: ¿Ahora se siente mayor, en comparación con mayo pa­
tudo?
Sujeto: No mucho.
Krickson: ¿Se siente más cómoda?
Sujeto: Sí.
Krickson: ¿En relación con todo?
Sujeto: Sí.

Rossi: Creo que usted toma un sentido subjetivo de mayor ma­


durez interior, por parte de la paciente, y lo usa como criterio
para juzgar la validez del trabajo hipnoterapéutico. El hecho
de que ella no se sienta mayor en este momento, ¿indica la
necesidad de un trabajo exploratorio o psicodinámico adicional?
Krickson: No. [Dirigiéndose a la doctora Sandra Sylvester, que

' Véase Erickson y Rossi (1980). Jung (1960) se ha ocupado de la significa-


■ión general que tienen «los contrarios» para una teoría del funcionamiento men-
nl. Kinsbourne y Smith (1974) presentan un estudio neurológico más reciente de
n organización de los procesos cerebrales como sistemas antagónicos.

»20
se ha unido a nosotros .] ¿Se siente mayor desde que comió su
cena de Navidad? [Estamos en marzo.]
Doctora Syluester: No, pero me siento mayor desde que aprendi
a encuadrar una imagen. [Ríe complacida, porque «encuadrar
una imagen» fue una clave para parte de su propio trabajo hip-
noterapéutico de la maduración, llevado a cabo recientemente
con Erickson.]
Erickson: Le pregunté a la señorita S «¿Ahora se siente ma­
yor, en comparación con mayo pasado?» con el propósito de
apartarla de su experiencia. La frase «encuadrar una imagen»
resume una experiencia de Sandy que le permitió sentirse más
madura.
Rossi: Cuando somos capaces de resumir objetivamente una
experiencia anterior, nos sentimos mayores y más maduros.
Erickson: Sí.
Doctora Sylvester: [Sonríe, rebosante de alegría; Erickson y
R ossi intercambian miradas elocuentes. Erickson aprovecha
la ocasión para reforzar indirectamente las recientes experien­
cias de maduración de la doctora Sylvester, haciendo que ella
las confirme delante de un tercero. En otras palabras, so capa
de una pregunta formulada para ayudar a aclarar el material
del caso, Erickson pide indirectamente a la doctora Sylvester
que hable de sus recientes experiencias hipnoterapéuticas de
crecimiento en presencia de otro profesional. E s un modo de
confirmar y reforzar públicamente su madurez y su crecimien­
to en la dimensión interpersonal; véase la sección 2.20.]

3.10 Concesión a los pacientes de triunfos que los beneficiarán

Erickson: ¿Se acuerda de aquella vez, en junio pasado, que usted


quiso ver quién tenía razón, Estabrooks o yo?
Sujeto: Quería ver cómo reaccionaba.
Erickson: ¿Y cómo reaccioné?
Sujeto: Con una calma absoluta, como ante algo previsible. ¡Fue
repulsivo!
Erickson: ¿Le causé zozobra?
Sujeto: Yo esperaba otra cosa.
Erickson: ¿Qué?
Sujeto: Esperaba que se mostrara muy disgustado, pero no reac­
cionó en absoluto.

Rossi: En esta breve sección, integra indirectamente la hosti­


lidad de Jane hacia usted. ¿Está usando a Estabrooks como

221
vehículo para desplazar y descargar la hostilidad, toda vez que
la siente acumularse en esta sesión hasta un punto en que po­
dría desbaratar su labor terapéutica?
Erickson: No. Le demuestro que Estabrooks debería coincidir
conmigo. El triunfo es mío. Ella intentó interponer una barre­
ra entre Estabrooks y yo, y le señalo que no hubo barrera al­
guna.
Rossi: Así, pues, no se deja perturbar por ella. ¿Por qué no
le dejó ganar esa batalla? ¿Por qué no manifestó cierto dis­
gusto, como ella quería?
Erickson: Sólo dejamos que el paciente gane una batalla cuando
ese triunfo es valioso para él. En este caso, la victoria no en­
trañaba ventaja alguna para Jane.

3.11 Acondicionamiento de una sugestión pos-hipnótica; construc­


ción de una red asociativa: «¿Qué me dice de los Luckies?»

Erickson: ¿Recuerda cómo encendió su cigarrillo y le dio largas


al asunto?
Sujeto: Me temo que en verdad estaba demorándome.
Erickson: ¿Recuerda qué hice con respecto a ese cigarrillo?
Sujeto: ¡Oh, sí! Se limitó a decir «No importa, siga fumando» o
algo por el estilo.
Erickson: ¿Qué efecto le causó el cigarrillo?
Sujeto: Ninguno. Tenía buen sabor.
Erickson: ¿Recuerda que entró en trance mientras fumaba? [Véa­
se la sección 3.2.]
Sujeto: ¡Oh, sí! Me preguntó si me gustaba fumar o prefería de­
jar el cigarrillo. Le contesté que no, porque si hubiese querido
dejarlo, lo habría hecho.
Erickson: Bien. ¿Cree que debería darle un paquete de cigarrillos
en premio por haber nadado?
Sujeto: No. No necesito ningún premio. Ya tuve mi recompensa.
Erickson: ¿Por cuánto tiempo se mantiene fresco un paquete de
cigarrillos?
Sujeto: ¿Cuánto tiempo?
Erickson: Sí.
Sujeto: ¿Abierto o sin abrir?
Erickson: Sin abrir.
Sujeto: Veam os. . . Por supuesto, nunca los tuve dando vueltas
lo suficiente para saber si envejecen muy pronto o no. Los Ca-
mels recorren todo el mundo; probablemente no se secan nunca.

222
Erickson: ¿Y qué me dice de los Luckies?
Sujeto: Tengo dudas de que envejezcan mucho. Están envueltos
en celofán.
Erickson: Este paquete no lo está.
Sujeto: Qué raro. . . creía que todos venían envueltos en celofán.
Erickson: No en los meses de verano.
Sujeto: ¿No? ¿Por qué?
Erickson: No traen ningún celofán aproximadamente desde ju­
nio pasado.
Sujeto: Entonces no me figuro que vayan a conservarse muy fres­
cos que digamos.

Rossi: Para el no iniciado en las técnicas ericksonianas, esta


sección podría parecer una mera charla intrascendente en tor­
no de los cigarrillos. En realidad, usted construye una red aso­
ciativa con Luckies, tiempo, entrar en trance fumando, junio
pasado y mantener frescos los cigarrillos. Estos componentes
se reunirán en una importante sugestión pos-hipnótica sobre
la natación, que usted le impartirá bien pronto. ¿No es así?
Erickson: Sí.

3.12 ¿Un « trance dentro del trance»?: estructuración de la amne­


sia y aumento de la confusión para despotenciar aún más las dis­
posiciones mentales y las limitaciones aprendidas

Erickson: Dígame, ¿cree que podría entrar en trance esta noche?


Sujeto: Probablemente sí, pero no sé por qué habría de hacerlo.
Erickson: ¿Quiere entrar en trance? ¿Puede decirme realmente
en qué día del mes estamos?
Sujeto: Estaba pensando que era 20 de agosto, pero no estamos
a 20.
Erickson: Correcto, no es el 20.
Sujeto: ¿Nadie sabe qué día es hoy?
Erickson: Sí, yo lo sé, pero usted no.
Sujeto: ¿Por qué no me lo dice?
Erickson: Lo he dejado pendiente como un motivo para que us­
ted entre en trance.
Sujeto: ¿Quiere decir que no cree que yo pueda averiguarlo, salvo
si entro en trance? Yo pienso que sí podría; estoy segura de ello.
Cuando despierto por la mañana, no corro en busca del doctor
Erickson para pedirle que me ponga en trance, así puedo decir

223
iuó día es. Le pregunto a alguien y, por lo común, Ann me lo
lice. Pero ahora ella no querrá decírmelo.
señorita D ey: No le preguntes al doctor Fink. . . se durmió.
<Jrickson: ¿Qué le parece si entra en trance?
■iujeto: ¿Por qué habría de hacerlo?
•'rickson: Me gustaría que lo hiciera.
uijeto: Uno debería entrar en trance con un propósito determi-
íado. Yo no tengo ninguno.

liossi: Al comienzo de esta sección, la sujeto ya está en un


trance sonambúlico en el que habla y actúa con los ojos abier­
tos, como si estuviera despierta. [Este proceso de sonambu­
lismo se inició en la sección 3.3.] Ahora, por lo que parece, us­
ted estructura una amnesia reorientándola hacia el principio
de esta sesión con su comentario inicial: «Dígame, ¿cree que
podría entrar en trance esta noche?».
Erickson: Sí.
liossi: Aun estando ya en trance, ella se resiste. Luego, de un
modo totalmente apabullante, usted le da un motivo para en­
trar en trance haciéndole ver, con su pregunta, que no sabe
qué día es. ¿Pero qué sentido tiene motivarla a entrar en tran­
ce, si ya está en un trance de sonambulismo? ¿Qué intenta
hacer? ¿Está tratando de obtener «un trance dentro del tran­
co» o, simplemente, es un medio de profundizar el trance ya
existente?
l'Jrickson: Estoy aumentando su desorientación.
liossi: ¿Existe realmente el estado de «trance dentro del tran­
ce» o es un modo de decir?
l'Jrickson: Sólo es un modo de decir.
liossi: Ella ya está en trance, pero usted finge que no lo está
y que quiere hacerla entrar en ese estado. En realidad, emba­
rulla sus disposiciones mentales como un medio de aumentar
su confusión y despotenciar sus disposiciones concientes y sus
limitaciones aprendidas.
Erickson: [Asiente en silencio .]

. 13 Provocación y uso de procesos psicodinámicos; niveles múl-


iples de recordación y olvido en la aposición de contrarios; no
aber, confusión, intriga y sorpresa

Jrickson: Pero yo tengo un propósito.


¡ujeto: ¿Además de averiguar qué día o fecha es?

24
Erickson: ¿Recuerda que en junio pasado usted quería ver si yo
podía ponerla en trance?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y entonces no obtuvo realmente una respuesta a ese
interrogante?
Sujeto: Sí, aunque de un modo un tanto indirecto. Le hice otra
pregunta que usted nunca contestó. Creo que se rió. ¿A qué se
refería. . . a la actitud del operador? Cuando volví a casa, pensé
en ella y se la comenté a Ann.
Erickson: Esa es una expresión de Estabrooks.
Sujeto: Creo que se refiere a usted.
Erickson: El inventó esa expresión para explicar por qué y >no-
día lograr ciertas cosas con los sujetos y él no.
Sujeto: ¡Vamos! Eso no es muy amable de su parte. . .
Erickson: Creo que nos deja en la misma situación en que se ha­
lla Estabrooks. Es una expresión amable pero inservible. Duér­
mase. Duérmase. Duérmase profundamente, muy profundamen­
te. Duérmase profundamente, muy profundamente. Duérmase pro­
fundamente, muy profundamente. Duérmase profundamente, muy
profundamente. Duérmase profundamente, muy profundamente.
Duérmase profundamente, muy profundamente. Duérmase muy
profundamente. Aún más profundamente. Duérmase profunda­
mente. Y siga durmiendo profundamente, muy profundamente,
en un sueño continuo.
Y quiero que mientras duerma profundamente, en un sueño
profundo y continuo, despacio, poco a poco, llegue a comprender
la situación actual. Quiero que se percate de que está profunda­
mente dormida. Quiero que se percate de que cambié el tiempo
para usted. Quiero que se percate de esas cosas que me contó
y las crea. Quiero que las considere seriamente, con ahínco, en
su totalidad. Y quiero que comprenda que constituyen una de­
mostración del verdadero pensamiento existente en su mente.
Quiero que sepa que estamos en junio y no en agosto. Quiero que
se dé cuenta de que pareció haber vuelto ya de sus vacaciones
y recordar vividamente todo cuanto me contó; así puede saber
de veras cómo, estando en junio, ha anticipado en lo más recóndi­
to de su ser cómo pasará sus vacaciones. ¿Comprende lo que quiero
decir? No necesitó ir a nadar para averiguar cuál sería su actitud
al respecto, ¿verdad? En lo más profundo de su ser, sabe cuál
es. ¿No es un hecho cierto? No sólo se refirió a cómo nadaría en
el lago, sino que también anticipó cómo nadaría en el río, ¿no es
así? Y se encontró previendo cómo nadaría en Webster Hall. Des­
cubrió cuál era su verdadera actitud hacia la natación.

225
Ahora bien, cuando entró en esta habitación ya poseía este
conocimiento, pero no sabía que lo poseía. ¿Estoy en lo cierto?
Quiero que guarde este conocimiento en su inconciente. ¿Com­
prende? Quiero que guarde este conocimiento en su inconciente
y no lo descubra hasta más adelante, en este verano. ¿Me entien­
de? Quiero que así como en el pasado reprimió y olvidó ciertas
cosas penosas, reprima este conocimiento hasta que llegue el mo­
mento oportuno para que irrumpa en su entendimiento de mane­
ra tal que le permita tener la experiencia real de bajar al lago,
meterse en el agua y disfrutarlo de veras. ¿Comprende? Y quiero
que sea una sorpresa agradabilísima para usted. Así, hasta en
el momento de bajar al lago se preguntará cómo se sentirá y lue­
go, al meterse en el agua, seguirá preguntándoselo y desjfüé'á, al
adentrarse aún más en ella, todavía seguirá preguntándoselo. Y
entonces descubrirá súbitamente que lo disfruta de veras. . . ese
descubrimiento la sorprenderá. ¿Le parece buena mi sugerencia?
¿Cooperará conmigo? ¿Totalmente? ¿Y de veras no querrá saber
nada al respecto hasta que eso suceda? ¿De acuerdo? Eso signifi­
ca que tendrá una amnesia y olvidará cuanto ha ocurrido aquí
esta noche. Y eso no le importará. Tendrá una amnesia completa
para cuanto ha ocurrido aquí esta noche. Por supuesto, puede pen­
sar en Estabrooks y en cualquier otro dato que no venga al caso.

Erickson: ¡La estoy atando de pies y manos!


Rossi: Está despotenciando sus disposiciones concientes. ¡Es
desconcertante! Al principio, usted le dice que recordará y com­
prenderá, pero luego le dice que no será así. Al preparar el
terreno para su importante sugestión pos-hipnótica sobre la
natación, usted yuxtapone cuidadosamente la recordación y
el olvido en una forma que parecería satisfacer dos niveles de
necesidad: uno corresponde a la necesidad que experimenta
la personalidad de Jane de saber qué está pasando; el otro,
a una necesidad de amnesia conciente que deje a su inconcien­
te en libertad de acción, para que facilite a su modo la expe­
riencia natatoria real. Es un claro ejemplo del modo en que
utiliza usted la aposición de procesos mentales contrarios pa­
ra allanar el camino hacia la experiencia hipnótica.
Erickson: [Asiente en silencio.]
Rossi: Despotencia sus disposiciones mentales concientes con
su insistencia en que ella no sepa cómo se desarrollará el pro­
ceso. Puede preguntárselo a sí misma, con lo que acrecentará
su expectativa. ¿Estoy en lo cierto?
Erickson: Sí.

226
Ros si: Usted le advierte que más adelante ella puede «descu­
brir súbitamente que lo disfruta de veras . ese descubrimien­
to la sorprenderá». Cuando lo inconciente da un salto impre­
sionante hacia adelante, es común que el sujeto se sorprenda.
Todas estas sugestiones forman una red asociativa que va acu­
mulando cierto grado de tensa expectativa, que Jane sólo po­
drá descargar en la experiencia natatoria real. Usted le ha per­
mitido descubrir y sentir «cuál era su verdadera actitud hacia
la natación» por vía de seudo orientación hacia el futuro, y
ahora estructura una sugestión pos-hipnótica que le permiti­
rá soslayar las resistencias concientes que aún puedan sub­
sistir.
Erickson: Dado su temor a la natación, ella sabía que debería
aprender y que, en consecuencia, tendría miedo de aprender.
Ahora la predispongo para eso con mis alusiones al hecho de
«preguntarse». Uno se interroga a sí mismo acerca de cosas
agradables.
Rossi: El «preguntarse» va asociado a cosas agradables. Us­
ted convirtió el temor en intriga, en «preguntarse», como un
paso hacia una evolución positiva. Es una técnica radicalmen­
te distinta de la simple sugestión pos-hipnótica directa de que
el paciente modifique su conducta. Convoca constantemente
su psicodinámica interior para que la conducta deseada seu
el producto natural de las tensiones activadas por usted. Us­
ted provoca y utiliza procesos psicodinámicos en vez de limi­
tarse a analizarlos o comentarlos. ¿Diría usted que esta es una
descripción acertada de su técnica?
Erickson: Sí.
Rossi: Utiliza y actualiza los procesos psicodinámicos del pa­
ciente en vez de limitarse a analizarlos. En dos trabajos tem­
pranos publicados en 1939 (Erickson, 1939a y bl1980) usted
ejemplificó la provocación y utilización de mecanismos men­
tales y elementos psicopatológicos aislados, pero sólo en 1948,
cuando escribió aquel artículo sobre la psicoterapia hipnótica
(Erickson, 1948/1980), describió y ejemplificó por primera vez
su uso hipnoterapéutico de la psicodinámica del propio pacien­
te. Esta técnica, ¿la inventó usted?
Erickson: Que yo sepa, sí.

3.14 Sugestiones pos-hipnóticas de una experiencia natatoria con


recompensa, tendientes a reforzar los beneficios terapéuticos: fu­
mar «inmediatamente después»

227
Erickson: Y ahora hay algo más que quiero que haga, y quiero
que sea una sorpresa para usted. [Toma un paquete de cigarrillos
y escribe sobre la marquilla.] Abra los ojos y mire esto. Dice: «In­
mediatamente después». Le daré estos cigarrillos. Quiero que los
proteja inconcientemente; tan sólo sienta curiosidad por ellos, pero
no los fume. Luego, una vez que entre en el agua, que empiece
a nadar y disfrute de la natación, quiero que recuerde estos ciga­
rrillos y piense que puede fumarlos no bien salga del agua. ¿Me
entiende?

Rossi: Aparentemente, esta parte de la trascripción es incom­


pleta; no están todas sus instrucciones. Comienza a presentar­
le la sugestión pos-hipnótica para la que empezó a preparar
el terreno en la sección 3.11.
Erickson: La hice nadar hasta una balsa que habría en un la­
go. Debía subir a la balsa, sentarse, mirar el agua y descubrir
en su malla de baño un bolsillo secreto e impermeable. . .
Rossi: . . en el que llevaría los cigarrillos que usted le dio,
con la anotación «Inmediatamente después». . .
Erickson: ¡y fósforos! Disfrutaría plenamente del placer
de fumar. Podría disfrutarlo después de haber nadado.
Rossi: Con lo cual el placer de fumar pasa a depender del acto
de nadar; al leer las palabras «inmediatamente después», ella
ve en esos cigarrillos una recompensa y una señal.
Erickson: Esa señal viene a consolidar los beneficios terapéu­
ticos aportados por la natación.
Rossi: ¿Cómo supo que en sus vacaciones tendría oportuni­
dad de nadar hasta una balsa?
Erickson: Su amiga Ann me habló de eso por anticipado, cuan­
do me comunicó que Jane y ella pensaban pasar las vacacio­
nes juntas.

3.15 Una red asociativa pos-hipnótica utiliza la intriga, la amne­


sia y el no saber (secretos) para programar y suscitar enérgica­
mente unas respuestas terapéuticas; directivas no verbales im­
partidas al hemisferio derecho a fin de ocultar a la conciencia esas
sugestiones

Erickson: Usted está segura de que hará esto y de que por el res­
to del mes y durante julio, hasta después de haber ido a nadar,
conservará este paquete de cigarrillos y se preguntará muy va­
gamente por qué lo guarda. Lo cuidará mucho, ¿verdad? ¿Está

228
segura de eso? Lo pondré en su bolso. Lo protegerá de todo daño,
¿no es cierto? Y si le ocurriese algo, si lo perdiese, tendrá una
respuesta para ello que le impedirá pensar y recordar. Bien, ¿tie­
ne una idea perfectamente clara de la cuestión? ¿Quiere bajar es­
te otro brazo? [Se lo baja.] ¿Hay algo que quiera decirme? Mien­
tras está profundamente dormida, puede reconocer con cuánta
expectativa aguarda el verano. Pero no podrá saber nada hasta
que esté despierta, y no sabrá cuando lo esté. Eso equivale a guar­
dar el secreto ocultándoselo a sí misma, ¿no? Y este es un mo­
mento en el que puede guardar realmente un secreto ocultándo­
selo a sí misma, ¿no es así? Simplemente reflexione sobre todo
cuanto le he dicho, hasta que se haya formado una idea muy, pe­
ro muy clara. Y programe en su mente cómo apartará y protege­
rá ese paquete de cigarrillos; no obstante, cerciórese de que lo
llevará consigo. Si por casualidad lo perdiese, ¿qué haría?
Sujeto: No lo perdería.
Erickson: No, pero puedo decirle qué podría hacer si lo destruye­
ra un rayo: comprar otro paquete y preguntarse por qué escribía
en él «Inmediatamente después». Podría preguntarse simplemente
por qué. Pase lo que pase, aún podría tener un paquete de cigarri­
llos, ¿no es así? Y como todavía está profundamente dormida
le ha perdido el miedo al agua en grado sorprendente, ¿no es cier­
to? Eso es muy cómodo y agradable, ¿verdad? ¿Ahora puede de­
cirme qué día es hoy?
Sujeto: Junio.
Erickson: Sí, el mes es junio, ¿pero puede decirme qué día es?
Sujeto: Es el 27.
Erickson: Y mañana será 28, ¿correcto? ¿Ahora se siente perfec­
tamente cómoda en su inconciente con respecto a todas estas co­
sas? Recuerde, además, que tiene una cita conmigo en agosto,
o antes, si se siente ansiosa e impaciente por contarme lo bien
que salió todo. Y si alguna vez la señorita Dey abre la boca para
hacerle tomar conciencia de esto, desvíe el curso de sus pensa­
mientos. ¿Lo hará?
Sujeto: [.Dirigiéndose a la señorita D ey.] ¡Te estrangularé!
Erickson: Aguardo con enorme interés su ejecución completa de
este programa complicado. ¿Usted no siente lo mismo? ¿Hay al­
gún otro asunto que desee discutir ahora?
Sujeto: Creo que no.
Erickson: ¿Recuerda de qué hablamos cuando estuvimos solos?
Y quiero que adopte esa actitud general. ¿Lo hará, verdad? Muy
bien. Y ahora, para ser breve, la despertaré y se podrá marchar
preguntándose cuál fue el propósito de esta visita, pero ese será

229
un secreto exclusivo de su inconciente. ¿Está lista para despertar?
Sujeto: Sí.
Erickson: Muy bien. Despierte cómodamente, con facilidad. Lo
que pasó esta noche es un secreto para usted. . . Y ahora, ¿cuál
sería una buena dedicatoria para este libro?

Rossi: Aquí pone en marcha la red asociativa que empezó a


preparar en la sección 3.11. El paquete de cigarrillos Lucky
Strike, en el que escribió «Inmediatamente después», se con­
vierte en una señal que refuerza constantemente la sugestión
pos-hipnótica: la sujeto disfrutará de los cigarrillos después
de haber disfrutado de la natación. El acto de fumar un ciga­
rrillo pasa a depender del goce de la natación. Las sensacio­
nes positivas asociadas al acto de fumar quedan ligadas a la
conducta deseada: nadar. Le imparte muchas sugestiones pa­
ra que «programe en su mente cómo apartará y protegerá ese
paquete de cigarrillos», con lo cual pone en marcha un proce­
so inconciente y activo que la inducirá a trabajar constante­
mente sobre algo que culminará con la ejecución de la suges­
tión pos-hipnótica implícita: nadar logradamente. Al ser esto
un secreto para su mente conciente («Ese será un secreto ex­
clusivo de su inconciente», «Lo que pasó esta noche es un se­
creto para usted»), el trabajo terapéutico inconciente y activo
queda a salvo de sus críticas y sus limitaciones aprendidas.
Esto es muy característico del modo en que usted enfoca
la sugestión pos-hipnótica.6 En vez de presumir que por el solo
hecho de hallarse en trance la sujeto llevará a cabo sus suges­
tiones pos-hipnóticas, usted construye una red asociativa que
utiliza su propio proceso motivacional; sugiere toda una cade­
na de conductas que conducirán paso a paso, pero en forma
inevitable, al resultado terapéutico deseado. Me refiero, por
supuesto, al resultado final. ¿Está de acuerdo con eso?
Erickson: Sí. La trascripción dice que bajé el brazo de la suje­
to pero, en realidad, puse en su mano el paquete de cigarrillos
y luego dirigí su mano para que lo envolviera entre los plie­
gues de la falda. Fue una señal no verbal que le indicó el modo
en que, más adelante, envolvería el paquete de cigarrillos en
su malla de baño y lo guardaría en secreto, ocultándoselo a
sí misma.
Rossi: ¿Esperaba que ella generalizara esa sugerencia no ver­
bal, sustituyendo la falda por la malla de baño? ¿Por qué no

6 Véase Erickson y Rossi (1979), capitulo 4, «Posthypnotic suggestion».

230
le dijo directamente que lo envolviera en la malla de baño?
Erickson: Obré así para que su mente conciente no se entera­
ra, para que fuera un secreto exclusivo de su inconciente.
Rossi: De modo que una acción no verbal tiende a ser asimila­
da por el hemisferio derecho y, en consecuencia, a constituir
un secreto para la mente conciente.
Erickson: Cuando usted asiste a una cena especial con música
de fondo, no presta mucha atención a la música, ¿verdad?

231
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Sesión I V 1

Trabajo de trance terapéutico activo

4.0 Evaluación del trabajo hipnoterapéutico previo: preguntas que


suscitan incertidumbre, duda, intriga, curiosidad y expectativa

Fink: Hablando de conflictos interesantes, esta mañana estuve


conversando sobre filosofía con el psiquiatra del hospital, un hom­
bre ya entrado en años, y me contó un hecho de lo más insólito
que, según cree, explicaría en parte sus conflictos religiosos. Su
madre falleció hace cuarenta y cuatro años. Al morir, su padre
dejó dispuesto en el testamento que exhumaran el cuerpo de su
esposa y lo depositaran nuevamente en la tumba junto al suyo.
Y él asistió a la remoción de los restos para depositarlos en otro
receptáculo. ¡Imagínese! ¡Su propia madre!
Sujeto: ¿Por qué tuvo que ir?
Fink: No me lo dijo. El pedido de exhumación pasó por el Tribu­
nal Testamentario y debió ser aprobado por el Departamento de
Salud Pública. Hubo un papeleo espantoso antes de que pudie­
ran tocar siquiera el ataúd. Fue algo asombroso.
Erickson: ¿Adonde fue de vacaciones?
Sujeto: Oh, anduve vagabundeando. . . Fui a pasar unos días en
la casa de mi hermana; eso fue todo. Por supuesto, ellos no que­
rrían salir de viaje estando yo de vacaciones y tampoco era de
esperar que el día de nuestra victoria sobre Japón coincidiera con
mi licencia.
Erickson: ¿Cuándo regresó?
Sujeto: El 18. Volví el 17 por la noche.
Erickson: ¿Recuerda lo que me dijo por teléfono?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué fue?
Sujeto: Déjeme pensarlo. . . Le dije que había pasado unos días

1 Presentes en la Sesión IV, en 1945: doctor Milton H. Erickson, doctor Jero-


me Fink, la sujeto («señorita S» o «Jane») y su amiga («Ann Dey»). Presentes en
los comentarios de 1979: doctor Milton H. Erickson, doctor Ernest L. Rossi y
doctora Sandra Sylvester.

233
maravillosos, que me gustaría volver allí y empezar de nuevo las
vacaciones. En verdad, estaba dispuesta a volver al día siguien­
te . . . ¡Oh! Le pregunté por qué no se tomaba nunca una licencia.
Erickson: Sí. ¿Me dijo alguna otra cosa?
Sujeto: Dígamelo usted. ¿Es importante?
Erickson: Sí.
Sujeto: No pudo haberlo sido; siempre recuerdo las cosas impor­
tantes. Usted dijo «hola» y yo respondí «hola». . .
Erickson: ¿Está segura de eso?
Sujeto: Me identifiqué y usted me preguntó si había tenido unas
vacaciones placenteras. Le contesté que habían sido maravillo­
sas y le pregunté por qué no se tomaba una licencia. Me respon­
dió que nunca salía de vacaciones. . . simplemente esperaba que
los demás le hablaran de las propias. Repliqué que eso me pare­
cía muy bonito, pero que en mi opinión debería tomarse una li­
cencia. Creo que me preguntó adonde había estado. . . no, tam­
poco me preguntó eso. . . ¡sí, lo hizo! Y yo se lo dije. Creo que
le pregunté cuándo podría verlo. Usted me contó que su hermano
estaba aquí y que esa semana estaría muy ocupado. . . me refie­
ro a la semana pasada. Dijo que el doctor Fink estaría en Detroit
esta noche y podría recogernos en su auto. Respondí que me pa­
recía estupendo y convinimos en que todo quedaba arreglado. Lue­
go nos despedimos. ¿Olvidé algo?
Erickson: No, en realidad no. Sólo fue el modo de expresarlo.
Sujeto: ¡No pongan caras de sabihondos, ustedes tres! ¡Usted tam­
poco!
Erickson: Usted me compadeció.
Sujeto: ¡Oh, sí! Le dije que me daba lástima que nunca saliera
de vacaciones.
Erickson: No, no me dijo eso.
Sujeto: ¿Lo compadecí por alguna otra razón?
Erickson: Sí.
Sujeto: ¿Por qué habría de compadecerlo?
Erickson: Porque tenía que quedarme sentado, escuchando a los
otros mientras me contaban las vacaciones maravillosas que ha­
bían pasado. ¿Lo recuerda?
Sujeto: S í. . . porque, en realidad, no es ningún placer escuchar­
los. Ya sabe cómo es e s o . . . en la residencia de enfermeras todas
las chicas van regresando de sus vacaciones, una les pregunta
dónde estuvieron, se lo dicen y una se limita a quedarse ahí sen­
tada y comentar «¿Qué lindo, no?». Se las interroga y eso es todo.
Erickson: ¿Cree que aquí pasa lo mismo?
Sujeto: No, no con usted, quizá, pero sí con la gente común.

234
Erickson: En este momento, ¿nota en usted algún cambio respec­
to de la última vez que estuvo aquí?
Sujeto: No. . . He cambiado. . . Mis mejores amigas no quieren
decírmelo. . . Doctor Fink, ¿se siente mal?
Fink: No.
Señorita D ey: Qué lástima. . .
Sujeto: No, no creo haber cambiado. No más de lo que cambia
cualquier persona en ese lapso. . . No soy entrometida, sino sim­
plemente curiosa.
Fink: ¿No le molesta que le dé esto al doctor Erickson? [Muestra
una anotación.]
Sujeto: Sí, como si pudiera impedírselo. Como comprenderá, pue­
do soportar cualquier cosa, menos una curiosidad insatisfecha.
Fink: ¿No le molesta?
Sujeto: No-o-o. . . Sólo está tratando de encolerizarme.
Erickson: ¿Se bronceó mucho?
Sujeto: Un poco, pero desapareció enseguida. De veras me tosté
un poquito, pero al día siguiente ya había desaparecido.
Señorita D ey: Lo mismo me pasó a mí.
Erickson: ¿Cómo se sintió con respecto a esta visita?
Sujeto: Me sentí deseosa de venir. . . ansiosa por venir.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Por curiosidad.
Erickson: ¿Por qué tiene curiosidad?
Sujeto: La mayoría de la gente se siente intrigada por aquellas
cosas de las que nada sabe. Yo soy una entre diez mil.
Erickson: ¿Qué ignora? ¿Qué la intriga?
Sujeto: Usted. Sí, así es. Las personas que piensan me intrigan.
Usted piensa; luego, usted me intriga.

R ossi: Usted inicia esta sección con una serie de preguntas


orientadas ostensiblemente a repasar y evaluar el trabajo hip­
nótico previo. No obstante, desde el comienzo mismo, desde
que le pregunta a la sujeto «¿Recuerda lo que me dijo por
teléfono?», en realidad fija su atención por medio de pregun­
tas y le provoca incertidumbre y duda. La interroga de mane­
ta tal que ella intenta responderle dándole hasta el último de­
talle, pero inevitablemente olvida algunos. Trata de protestar
por esto ante los miembros del grupo, al recriminarles «¡No
pongan caras de sabihondos, ustedes tres!». Esto significa que
ya se siente colocada en una posición de incertidumbre y du­
da. Sus disposiciones concientes habituales ya están siendo
despotenciadas, por lo que debe sondearse desesperadamente

235
a sí misma, una y otra vez, en busca de algo que los satisfaga
a usted y al grupo. Dicho de otro modo, mientras mantiene
una conversación aparentemente normal, en realidad usted la
encamina hacia las tres etapas iniciales de su inducción de tran­
ce: 1) fija su atención; 2) despotencia sus marcos de referencia
habituales; 3) induce búsquedas inconcientes. ¿Está de acuer­
do con que eso es lo que hace al formularle estas preguntas?
¿Básicamente induce una disposición exploratoria?
Erickson: Sí.
Rossi: Y, como es natural, con esta técnica despierta en la su­
jeto una sensación de curiosidad y expectativa, ¿correcto?
Erickson: Sí.
Rossi: Esa sensación es exacerbada por la evidente confabu­
lación entre usted y los otros miembros del grupo, la cual que­
da manifestada en el hecho de que el doctor Fink le pase a
usted una nota. ¿Está provocando adrede esta sensación de
curiosidad, intriga y expectativa, como parte del proceso te­
rapéutico? ¿Hace un esfuerzo conciente por intrigar a su pa­
ciente?
Erickson: Sí. [Intercambia miradas significativas con la doc­
tor Sandra Sylvester, que ha tenido una experiencia similar
de sensación de intriga provocada por el trabajo terapéutico
de Erickson.]
Doctora Sylvester: Esto se asemeja a una experiencia de déjà
vu. [Recuerda algunos aspectos de su propio trabajo reciente
con Erickson .]

4.1 Resolución del síntoma: fin de la fobia a la natación y los con­


comitantes miedos al agua; la «teoría del dominó» y los proble­
mas psicológicos; la objetividad viene con los saltos hacia una
mayor madurez; una pregunta de doble vínculo

Erickson: Bien, y ahora, ¿seguiré interrogándola mientras está


despierta o la pondré en estado de trance?
Sujeto: Creo que puedo contestarle estando despierta.
Erickson: Adelante.
Sujeto: Pero no hay nada que contar.
Erickson: ¿Nada que contar?
Sujeto: Lo he recordado todo.
Erickson: Sí.
Sujeto: Recordé todo cuanto sucedió aquí esa noche. Y esa pro­
yección hacia el futuro. . . si seis semanas atrás alguien me hu­

236
biera preguntado si aquello era posible, le habría respondido: ¡no!
¡Absoluta y rotundamente no!
Erickson: ¿Qué proyección hacia el futuro?
Sujeto: Cuando me preguntó si había nadado durante mis vaca­
ciones. ¡Y yo no había nadado, ni había salido de vacaciones! Le
hablé de mi estada en la casa de Ann, pero aún no había ido allí.
¡Oh, y me acordé de los cigarrillos! Eso fue algo sobrenatural.
Erickson: Cuéntemelo.
Sujeto: Llegué allí a eso de las ocho de la noche. Teníamos un
bote, así que remamos por el lago. Ann me miraba constantemen­
te, a la expectativa de que hiciera algo. Como no pasó nada, vol­
vimos a casa. A la mañana siguiente fuimos a nadar a la playa
pública. Nadamos un poco, subimos a la balsa y de pronto pensé:
¡los cigarrillos! Fue una idea súbita e inesperada. . . algo muy
notable.
Erickson: Aún quiero saber más al respecto.
Sujeto: ¿Se refiere a mis vacaciones?
Erickson: Me refiero a la natación y los cigarrillos.
Sujeto: Los cigarrillos fueron maravillosos.
Erickson: ¿Le costó mucho trabajo guardar ese paquete de ciga­
rrillos?
Sujeto: Ninguno. Los oculté de mí mism a. . . para no tentarme.
Los puse lejos de mí, en un cajón de la cómoda, dentro de la ciga­
rrera y escondidos debajo de las toallas.
Erickson: ¿Le costó mucho mantenerlos ocultos?
Sujeto: No mucho. Creo que habrían estado seguros aun sobre
la cómoda, sólo que alguien podría haber entrado y haber repara­
do en ellos. No fue difícil guardarlos.
Erickson: ¿Cómo reaccionó cuando los descubrió?
Sujeto: [Dirigiéndose a la señorita D ey.[ Yo me encontraba en el
auto, ¿no? En un primer momento, no supe dónde los había con­
seguido. Supuse que debía haberlos comprado sin verlos. ¡Imagí­
nese usted, comprar cosas que uno no ve! Pero pensé: «Bueno,
los habré conseguido en alguna parte», y eso es importante. Lue­
go vi que alguien había escrito en la marquilla «Inmediatamente
después» y supe que era su letra, porque ya lo había visto escri­
bir. Luego interrogué a esa criatura [señala a la señorita D ey] y
ella respondió: «No sé dónde los conseguiste. No me preguntes
dónde consigues tus cosas». Entonces supe que me los había da­
do usted y que debían de cumplir algún propósito. Y me dije: «Al­
gún día lo sabré. . . ¡ aunque, tal vez, para entonces sea ya una
vieja con anteojos!», y los puse a un lado a la expectativa.
Erickson: Así que anduvieron remando en un bote, y al día si-

237
guíente fueron a nadar y usted se acordó de los cigarrillos cuan­
do estaban en la balsa. ¿Qué hizo?
Sujeto: Me sentí ansiosa por volver a casa.
Erickson: ¿Cómo volvieron?
Sujeto: Remando, y ella me dijo que no me dolerían los músculos.
Y no me dolieron ni ese día ni el siguiente.
Señorita D ey: No te prometí nada. A mí no me dolían.
Erickson: ¿Cuántas veces nadó, después de eso?
Sujeto: Nadamos por la mañana. . . pasamos casi toda esa maña­
na nadando. . . y otra vez justo antes de mi regreso.
Erickson: ¿Lo disfrutó?
Sujeto: Muchísimo.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Ya no tenía miedo. Le estaba diciendo a Ann. . . no es
como si fuera a zambullirme desde un trampolín de seis metros
de altura, todavía no soy tan valiente, pero antes cada vez que
cruzaba un puente en mi auto estaba ansiosa por llegar a la otra
orilla y ahora no siento nada. Todavía me desagrada mojarme
la cara, pero con la práctica llegará a gustarme.
Erickson: ¿Disfruta de veras la natación?
Sujeto: Sí, muchísimo.
Erickson: ¿Recuerda cómo solía sentirse?
Sujeto: Sí. Me sentía preocupada por eso. Me preguntaba si ten­
dría que ir, si no lograría hallar una excusa aceptable para es-
cabullirme.

Rossi: Le encuentro cierto aire amenazador a su pregunta ini­


cial («¿Seguiré interrogándola mientras está despierta o la pon­
dré en estado de trance?») que establece un doble vínculo y
encauza a la sujeto por un rumbo terapéutico: puede optar en­
tre ser interrogada en estado de vigilia o entrar en trance pe­
ro, sea cual fuere su opción, avanzará en una dirección tera­
péutica. Ella se lanza, pues, a contarle alegremente el asombro­
so cumplimiento de su sugestión pos-hipnótica que la condujo a
disfrutar de la natación y resolver, aparentemente, su fobia.
¡Cabría suponer que ella relataría a gritos esta cura maravi­
llosa, rebosante de alegría! Sin embargo, parece mostrarse cu­
riosamente insípida. En verdad, usted tiene que sonsacarle la
historia a tirones. ¿A qué se debe eso?
Erickson: A que ahora todo eso es parte de su ser, y lo es en
gran medida.
Rossi: ¿Ya ha incorporado la resolución de su fobia a la nata­
ción al extremo de hablar de ella con indiferencia y hastío?

238
Erickson: Sí. Sabe que es algo que yo le di y que ahora es par­
te de su ser.
Rossi: ¿Ya es parte de su identidad corriente? Si brincara y
gritara de alegría, indicaría con ello que la resolución de su
fobia todavía es un logro reciente y precario con el que puede
impresionarlo. Es una situación similar a la que discutimos
en la sección precedente: podemos ser objetivos y realistas acer­
ca de cuestiones emocionales pasadas cuando hemos dado un
auténtico salto hacia un mayor crecimiento y madurez.
De paso, he notado que ella también indica la resolución
de otro tipo de miedo al agua, relacionado con su fobia, cuan­
do dice: «Pero antes cada vez que cruzaba un puente en mi
auto estaba ansiosa por llegar a la otra orilla y ahora no sien­
to nada». Estas palabras revelan la resolución espontánea de
otras importantes experiencias traumáticas tempranas, vivi­
das por Jane cuando Larry cruzó un río con ella asido de un
cable (véase el cuadro 1). He aquí un ejemplo de su «teoría
del dominó» aplicada a problemas psicológicos y al crecimien­
to: cuando se trata con éxito un problema, otros problemas
afines tienden a seguir la corriente y curarse solos.

4.2 Hipnosis terapéutica como proceso interno activo

Erickson: ¿Qué le pareció la proyección hacia el futuro?


Sujeto: Fue divertida. Le dije que deseaba tener una malla de ba­
ño amarilla. Vi a una muchacha de nuestra residencia probarse
una malla de baño amarilla y me pareció estupenda. También le
conté que había nadado en el río. No sé por qué le dije eso; creo
que no nadaría en él ni para ganar una apuesta. No es bastante
hondo y el agua se ve muy barrosa; no es la clase de río donde
se nadaría.
Erickson: Prosiga.
Sujeto: Veam os. . . No sé por qué le dije eso. Una proyección ven­
dría a ser nuestros planes para el futuro. Describiría el futuro
tal como suponemos que será.
Erickson: No.
Sujeto: ¿No? Muy bien, explíquemelo.
Erickson: Su proyección hacia el futuro fue una afirmación de
sus anhelos, esperanzas, deseos, miedos y angustias, todos ellos
refirmados en una versión corregida. Ahora usted no quiere cha­
potear en ese río y ha dado la razón adecuada y esperada. ¿Re­
cuerda lo que dijo?

239
Sujeto: ¿Se refiere a lo que dije la última vez acerca del río?
Erickson: ¿Por qué no fue a chapotear en él?
Sujeto: ¿Porque estaba contaminado? ¿Quiere decir porque no era
muy profundo?
Erickson: Sí.

R ossi: Aquí usted pone mucho cuidado y empeño en definir


qué es para usted una proyección mental hacia el futuro. No
es describir el futuro como ella lo imaginaba, sino más bien
es «una afirmación de sus anhelos, esperanzas, deseos, miedo
y angustias, todos ellos refirmados en una versión corregida».
O sea que en su seudo orientación hacia el futuro, la señorita
S no se limitó a relatar en forma pasiva una fantasía en torno
de sus esperanzas, sino que se comprometió más activamente
en un proceso interno de cambio y corrección de las imágenes,
expectativas y programas de conducta pretéritos. ¿Eso es lo
que usted quiere decir? Su técnica terapéutica entraña un pro­
ceso interno activo de cambio de dinámica mental, en lugar
de la expresión pasiva de una mera esperanza o fantasía. ¿Es­
toy en lo cierto?
Erickson: [Asiente en silencio.]
Rossi: En su trabajo original sobre la seudo orientación en el
tiempo como un procedimiento hipnoterapéutico (Erickson,
1954a/1980), informa que el paciente manifiesta muchas seña­
les de tensión, excitación y esfuerzo durante el trabajo de tran­
ce y queda exhausto tras un período de seudo orientación ha­
cia el futuro. En la tercera sesión, la señorita S evidenció una
gran resistencia, confusión y dificultad durante la fase activa
de su seudo orientación, y usted tuvo que interrogarla insis­
tentemente para orientarla hacia su tarea terapéutica. De na­
da servirá una fantasía feliz e idealista acerca del futuro; el
paciente tiene que hacer un trabajo de trance duro y activo.
¿No es así?
Erickson: Sí.
R ossi: Entonces, esto es muy diferente de lo que opina, por
ejemplo, T. X. Barber; según él, en la hipnosis el paciente se
Umita a «pensar e imaginar juntamente» con el terapeuta (Bar­
ber, 1972, 1978, 1984). Usted describe este proceso como una
participación interna activa y comprometida, en lugar de una
simple experiencia pasiva de deseos. Eso es lo que debe hacer
realmente el paciente en la seudo orientación hacia el futuro.
Tal vez por eso fracasé al aplicarla: yo les hacía hablar pasiva­
mente de lo que sería bueno y agradable para ellos. El trabajo
de trance no es un trance oniroide, sino un proceso activo que
se desarrolla progresivamente dentro de la persona.
Erickson: [Describe una situación análoga: cuando se le de­
muestra a una «muchacha de la ciudad» cómo se ordeña una
vaca, mientras observa la demostración posiblemente haga de­
terminados movimientos mínimos —activos pero, quizá, sólo
semiconcientes— con su mano dominante y con los dedos, imi­
tando y ensayando los movimientos reales que les imprimirá
cuando trate de ordeñar la vaca.)
Ros si: A já . . . De modo que lo aprende paso a paso, con ensa­
yos internos activos, antes de ejecutarlo. De manera similar,
la hipnosis no implica una fantasia pasiva, sino un abordaje
y un cambio activos de la propia experiencia interior para ac­
tivar nuestros potenciales.

4.3 Rechazo de hipótesis terapéuticas inapropiadas

Sujeto: Ahora cuénteme, ¿qué decia ese papelito que le pasó el


doctor Fink?
Erickson: Era una de esas ideas de Jerome. . . [Le da el papel.)
Sujeto: Es un anuncio del jabón Life Buoy.* Muestra una boya
flotando en el agua.
Fink: ¿Le interesaban los muchachos que estaban metidos en el
agua?
Sujeto: Es una pregunta muy impertinente. No viene al caso.

Rossi: Se ve que la señorita S no tiene ningún problema en


rechazar una hipótesis terapéutica que considera errónea: su
fobia a la natación estaría relacionada de algún modo con su
miedo a los muchachos; por eso no puede mantenerse a flote
en el agua. Niega de plano que los homófonos « buoy-boy » ten­
gan para ella algún significado psicodinámico real. ¿Qué opi­
na usted?
Erickson: Pienso que su miedo podría asociarse en parte con
los varones [pero hay algo más en él.]
Rossi: Este fue un bonito ejemplo de paciente que rechaza una
hipótesis terapéutica errónea o demasiado parcial. No pode­
mos inventar cualquier cosa y hacer que el paciente la acepte.

* «Boya de salvamento; cinturón salvavidas». Las palabras inglesas <>buoy»


(boya; boyar, mantenerse a flote) y «boy» (niño, muchacho) son homófonas. De
ahí la pregunta del doctor Fink. (N. de la T.)

241
4.4 Evaluación del cambio terapéutico: extensión de los miedos
fóbicos

Erickson: ¿Cuántas veces, aproximadamente, fue a nadar?


Sujeto: ¿Cuando estuve con Ann? Unas cuatro veces.
Señorita D ey: Tres veces.
Erickson: ¿La última vez fue inmediatamente antes de que par­
tiera su ómnibus?
Sujeto: Sí, lo atrapamos al vuelo.
Erickson: ¿Ha vuelto a nadar desde entonces?
Sujeto: Sí, fui al río Rouge.
Erickson: ¿Y qué sabor tenía su cigarrillo cuando lo fumó?
Sujeto: ¡Oh, muy bueno! Desde entonces me gustan mucho los
Luckies.
Erickson: Ahora dígame, ¿en qué ha cambiado? ¿Ha experimen­
tado algún cambio desde la última vez que la vi?
Sujeto: No mucho. Creo que ya no me amedrento mucho.
Erickson: ¿Qué otros miedos ha perdido? Perdió el miedo a cru­
zar los puentes. . .
Sujeto: Sí.
Erickson: Nunca me habló de él, ¿por qué?
Sujeto: Simplemente porque nunca se me ocurrió.
Erickson: ¿Qué otros miedos ha perdido?
Sujeto: No me daba cuenta de que los tuviera. ¿Qué he estado
ocultando?
Erickson: Bien. ¿Cuánto tiempo hace que se percató de su miedo
a cruzar los puentes?
Sujeto: No sé. . . fue hace mucho tiempo.
Erickson: ¿No lo tapó, en mayor o menor medida, bajo su miedo
al agua?
Sujeto: Probablemente.
Sujeto: ¿Descubrió algo más?
Sujeto: [Refiriéndose al doctor Fink.] Miren cómo ha mascado su
cigarro para no tener que fumarlo hasta el final. . .
Erickson: ¿Qué cambios ha habido en sus hábitos?
Sujeto: ¡Oh, ahora estoy cambiando de hábitos!
Erickson: Señorita Dey, ¿sabe de alguno?
Señorita D ey: Me parece notar uno en este preciso instante.
Sujeto: ¿En este momento?
Señorita D ey: Ella dijo que al fumar siempre sostenía el cigarri­
llo con la mano izquierda, pero acaba de tomar ese con la derecha.
Sujeto: Yo también lo he notado, pero no creo que exista una re­
lación.

242
Erickson: ¿Lo averiguamos?
Sujeto: Pensemos un poco . quizá yo era zurda.
Erickson: ¿Algo más?
Sujeto: ¡Ayúdenme, por favor! ¡Instrúyanme, se los ruego!
Erickson: El público está autorizado a instruirla .
Sujeto: Ahora necesito ayuda. Después de todo, el público siem­
pre parece saber más que yo.
Fink: ¿Recuerda algún cambio de actitud con respecto al matri­
monio?
Sujeto: ¿Al matrimonio? No sabía que tuviera una actitud deter­
minada hacia él. Es un mal necesario. Veam os. . . cambio de acti­
tud con respecto al matrimonio. . .

Rossi: ¡Con todo este cambio en curso, ella todavía no quiere


admitir nada!
Erickson: ¿Recuerda cuánto resentimiento le provocaba el te­
ner que bañarse?
Rossi: ¿Que yo me enojaba por tener que bañarme? Sí, tal
v e z . . . [Todos ríen.]
Erickson: ¿Sólo «tal vez»? ¿Por qué se muestra tan indiferen­
te ahora?
Rossi: ¡Oh, ya com prendo!. . . Es una dificultad resuelta hace
ya largo tiempo. Todavía me siento ridículo cuando me dicen
que mi cabello se ve mucho mejor, ahora que me peino bien.
Pienso: «¡Caramba! ¿Realmente se veía tan mal antes?». Co­
mo no he resuelto ese problema, todavía no hablo de él con
indiferencia. De modo que según usted mostrarse indiferente
con respecto a un problema significa que está positivamente
resuelto.
Doctora Sylvester: Además, ya es parte de su identidad.
Rossi: Es cierto. Está tan bien resuelto y liquidado. .

4.5 Preguntas que predisponen al inconciente para dar respues­


tas ideomotrices automáticas

Erickson: ¿Averiguamos si perdió alguna otra fobia?


Sujeto: Creía no tener ninguna.
Erickson: ¿Averiguamos si ha perdido algunas otras?
Sujeto: Por supuesto, pero no se puede perder lo que no se tiene.
Erickson: Se lo diré. Estos guantes tienen los dedos dispuestos
de esta manera. Bien, si usted invierte su posición, eso significa­
rá que ha perdido algunas otras fobias.

243
Sujeto: ¿No le parece muy poco probable?
Erickson: Bueno. . manténgase alerta, porque tiene la mano de­
recha libre.
Sujeto: Ese es el poder de la sugestión. Si me dijese que estaría
más cómoda en esa silla que en esta, lo estuviera o no, me levan­
taría e iría a sentarme allí.
Erickson: Muy bien. Si los guantes quedan en posición invertida,
usted dirá qué otra fobia ha perdido.
Sujeto: Barrunto que más me valdría pensar rápidamente en una
fobia.
Erickson: Pero la fobia no vendrá a usted hasta tanto el guante
no haya cambiado de posición. . . a menos que no haya ninguna
fobia.
Sujeto: Pero es probable que la haya. ¿Y no podré pensar en ella
hasta tanto no haya dado vuelta el guante?
Erickson: No.
Sujeto: Lo mismo daría que lo diera vuelta o no, porque heredé
esa costumbre.
Señorita D ey: Deja de echar la culpa a otros.
Sujeto: ¿De qué tengo miedo? Recuerden que está permitido de­
sasnarme. Fíjese con qué avidez e impaciencia me miran. De acuer­
do. Si doy vuelta el guante, pensaré en algo que haya temido.
[Lo da vuelta.]
Erickson: Lo averiguaremos.
Sujeto: ¿Mis alardes religiosos?
Erickson: ¿Ha cambiado algún hábito? Ninguno de los presentes
sabe adonde quiero llegar.
Sujeto: ¿Lo sé yo?
Erickson: Estoy tratando de sonsacárselo.
Sujeto: Fumo más.
Erickson: ¿Le molestaría si llevo a la señorita Dey al vestíbulo
y le pido cierta información?
Sujeto: No, hágalo. Ann, recuerda que algún día es posible que
quieras pedirme prestado algún dinero. Todo esto es tan fasci­
nante. . .

R ossi: Ahora usted y la señorita Dey conversan a solas en el


vestíbulo, ¿no es así?
Erickson: [Asiente en silencio.]
R ossi: ¿Qué se propone al montar, en este punto de la sesión,
un interrogatorio automático de su inconciente?
Erickson: Averiguar si yo había pasado por alto algo.
R ossi: ¿Por qué no confió en su mente conciente? ¿Confiaba

244
en que su mente inconciente podría tener algo que su mente
conciente aún no poseía?
Erickson: [Asiente en silencio.]

4.6 Dinámica y resolución de una fobia oculta: el miedo a ver lle­


narse una bañera

Erickson: ¿Cuánto duraron sus vacaciones?


Sujeto: Tres semanas.
Erickson: ¿Y dónde las pasó?
Sujeto: E n __________ .
Erickson: ¿Y dónde disfrutó más de su baño?
Sujeto: En una bañera.* ¿Qué hay de malo en eso?
Erickson: ¿Por qué no bajo una ducha?
Sujeto: Pues. . . me gusta sentarme en la bañera a leer una revis­
ta y fumar un cigarrillo. . . quedarme ahí sentada horas enteras,
mientras todos claman al otro lado de la puerta: «¡Déjame en­
trar!». Yo les contesto: «Lo siento, pero me estoy bañando».
Erickson: Antes de enero pasado, ¿hasta qué punto le gustaban
los baños de inmersión?
Sujeto: Siempre me gustaron, pero no me agrada esperar que se
llene la bañera. Si se llenara instantáneamente con sólo apretar
un botón, sería perfecto.
Erickson: ¿Cuál es su actitud actual con respecto a eso?
Sujeto: Ahora no me importa, probablemente porque ya no le ten­
go miedo al agua, aunque una bañera llena de agua nunca me
causó temor.
Erickson: ¿Y ahora no le importa esperar?
Sujeto: No. Siempre puedo fumar un cigarrillo mientras espero.
Erickson: Ese miedo a ver llenarse una bañera es otra fobia per­
dida.
Sujeto: ¡Qué tontería! Nunca le tuve miedo. Siempre ansiaba que
se llenara de una vez por todas, pero si eso fuese un temor, ¿por
qué no me contentaría con llenarla muy despacio?
Erickson: Eso la obligaría a reprimir sus miedos en un nivel in­
conciente. La información que le pedí a la señorita Dey fue qué
disposiciones regían en la residencia de enfermeras en cuanto al
uso de las bañeras. De eso hablamos.
Sujeto: Es asombroso. . .

* En inglés: «tu6»; en el lenguaje coloquial, significa indistintamente «tina»


o «bañera», aunque el término correcto para la segunda es «bathtub». (N. de la T.)

245
Rossi: Su análisis de esta última fobia no acaba de convencer­
me. Tal vez sea correcto, pero parece indemostrable con la in­
formación disponible. Si ella evitara llenar una bañera y prefi­
riera ducharse, ciertamente se tomaría como evidencia de una
fobia a ver llenarse una bañera. Pero usted lo interpreta a la
inversa: su ansia de que se llene de una vez demuestra la mis­
ma fobia. La teoría psicoanalítica clásica lo explicaría así: ella
tiene una formación reactiva a su fobia a ver llenarse una ba­
ñera que le hace ansiar que se llene. Es una especie de doble
vínculo, lamentablemente incrustado en la estructura de la teo­
ría psicoanalítica, que puede demostrar sus propias hipótesis
de un modo espurio, sin considerar las acciones del paciente.
Este tipo de procedimiento enmaraña y estropea la ciencia,
pero puede ser útil como paradoja terapéutica.
Erickson: Cada vez que llenamos una tina o bañera y lavamos
algo, el agua desciende.
Rossi: Correcto. Su nivel disminuye.
Erickson: Pero cuando su hermanita se echó hacia atrás y ca­
yó dentro de la tina, el nivel del agua aumentó.
Rossi: Correcto. De ahí su miedo a ver subir el nivel del agua.
Comprendo . . Conque usted pensaba en eso cuando supuso
que tenía fobia a ver llenarse una bañera. De hecho, Jane an­
siaba que acabara de llenarse y perdió ese miedo sin darse cuen­
ta de ello, hasta que usted lo comentó en esta sección. ¡Real­
mente pensaba en todo eso! Supuso que puesto que la herma­
na de la señorita S había caído de espaldas en la tina, el agua
había subido y, en consecuencia, la sujeto temería al agua as­
cendente de una bañera. De acuerdo, me convenció. Leí tan
detenidamente este c as o. . . y, sin embargo, olvidé aquel tem­
prano incidente en la tina. No lograba imaginar por qué o de
dónde había sacado usted esta idea, aparentemente tan falta
de fundamentos. Ahora tiene sentido.

4.7 Naturaleza panfóbica de la mayoría de las fobias; maduración


de la personalidad; resolución de la relación de trasferencia

Erickson: Sabe de dónde me vino esa idea, ¿verdad?


Sujeto: No. ¡Oh! ¿Qué cambios ha experimentado, doctor Fink?
Vaya, está fumando un cigarro.
Erickson: El modo en que usted dijo aquella palabra, « lifebuoy »,
partiéndola en dos.
Fink: Bueno, eran dos palabras separadas.

246
Sujeto: Sí, estaban separadas. Después de todo, ¿qué hay de ex­
traño en eso? Si usted dice dos palabras, no las une. ¡Oh, bueno,
la vida es magnífica!
Erickson: Bien, me alegra mucho que ahora disfrute de la nata­
ción. Y mantuvo efectivamente la promesa implícita que me hizo
por teléfono, ¿verdad?
Sujeto: ¿Qué promesa?
Erickson: Ahora duérmase. Se dormirá, ¿no? ¿Se dormirá, Jane?
Duérmase profundamente, muy profundamente. ¿Está profunda­
mente dormida, muy profundamente dormida? [La sujeto asien­
te.] Y en verdad me ofreció un relato preciso de sus vacaciones.
Y en verdad fue a nadar. Y en verdad perdió la mayor parte de
esa angustia y ya no teme a los puentes. Y ya no siente esa an­
gustia al ver llenarse una bañera. Y eso le agrada muchísimo. Ha
perdido realmente muchas preocupaciones de las que preferiría
no hablar ahora, y es agradable perder esas otras angustias. Y
las ha perdido, ¿no? Hay un modo de manejar las cosas conforme
al sentido común, y el sentido común nos dice que perdamos las
angustias sin distorsionar nuestra vida, y usted sabe eso, lo sabe
de veras. Ya no necesitará dejarse dominar por la angustia, ¿no
es así? Bien. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted? [La suje­
to menea la cabeza.] ¿No tendrá reparos en recurrir a mí en cuul-
quier momento? ¿Y yo puedo tener el privilegio de recurrir algu­
na vez a usted en busca de ayuda? [Al parecer, la sujeto asiente.]
¿Está segura de eso? Uno nunca sabe cuándo puede necesitar ayu­
da; podría darse el caso de que yo necesitara de su ayuda, de su
colaboración, y me gustaría tener el privilegio de llamarla. Y aho­
ra, al echar una mirada retrospectiva, sólo tiene media docena
de meses más de los que tenía cuando me vio por primera vez,
pero en cuanto a su experiencia y comprensión efectivas, es mu­
cho mayor. . . mucho mayor que esos seis meses. Ese es uno de
los cambios que se notan en usted con sólo observarla. Y ahora,
¿hay alguna otra cuestión que debamos discutir esta noche? ¿Hay
algo que quiera decirme a solas?
Sujeto: [Tras una larga pausa.] En realidad, tengo cigarrillos de
una marca mejor. El asunto que teníamos entre manos ha sido
resuelto. El asunto que teníamos entre manos ha terminado.

Rossi: ¿La despertó antes de que dijera eso?


Erickson: Allí hay una pausa.
Rossi: ¿Qué sucedió durante esa pausa?
Erickson: Simplemente despertó e hizo algunos comentarios
al despertar.

247
Rossi: Su firme convicción de que la mayoría de las llamadas
fobias simples son, en realidad, de naturaleza panfóbica es muy
importante. Usted siempre busca las fobias conexas y procu­
ra resolverlas junto con el principal problema fóbico presenta­
do por el paciente, ¿es esta una característica de su técnica?
Erickson: Sí. No vivimos en un mundo aislado.
Rossi: La fobia presentada resulta ser sólo una entre muchas.
Usted se percata de esta pluralidad y trata de resolver el pro­
blema global. La fobia simple no existe. Siempre hay una reac­
ción panfóbica ante muchas cosas.
Erickson: Una persona afectada de fobia a los gatos visita a
otra que tiene uno y luego descubre que no le gustaron los
muebles, ni la comida, ni su anfitrión, ni el lugar. En suma,
todo le pareció desagradable. Ahora bien, ¿por qué no habrían
de gustarle?
Rossi: No lo sé. ¿Por qué?
Erickson: ¿Ha oído hablar de los muebles tapizados en tela
de crin?
Rossi: ¡Oh, sí, he oído hablar de ellos!
Erickson: Y los gatos tienen pelaje. . .
Rossi: Comprendo . conque así fue como se generalizó la fo­
bia. De modo que la mayoría de las fobias y los miedos se ge­
neralizan efectivamente de diversas maneras, sin que la per­
sona afectada ni siquiera se dé cuenta.
Erickson: Sí.
Doctora Sylvester: Quisiera hacerle otra pregunta. ¿Por qué
la interrogó con tanto detenimiento acerca de todo cuanto po­
dría causarle temor? ¿Fue otro modo de integrar la experien­
cia terapéuticamente? ¿Es como si la mano izquierda ignora­
ra lo que hace la derecha y usted se lo hiciera saber. . para
que la experiencia quede totalmente integrada?
Erickson: Sí. Y decirlo en voz alta ayuda a la mente conciente
a aceptar lo que en su nivel inconciente ya sabe.
Rossi: [En 1987] El modo en que Erickson resuelve la trasfe-
rencia es característico de sus demostraciones. Como este ca­
so fue una demostración, más que una situación clínica común
en la que el paciente busca un terapeuta y paga por el trata­
miento, Erickson creyó necesario resolver los problemas de
trasferencia en forma cuidadosa y abierta. En tales situacio­
nes aplicaba un método insólito, pero muy cómodo y práctico,
para resolver la trasferencia: dejaba abierta la posibilidad de
que el sujeto recurriera a él en el futuro, si necesitaba alguna
ayuda adicional; al mismo tiempo, solía preguntarle si podía

248
«tener el privilegio de pedirle ayuda en algún momento».
El sentido habitual de este tipo de comentario era que al­
gún día Erickson podría solicitar la participación del sujeto
en una investigación o una demostración profesional. Erick­
son pensaba que esto era a menudo un quid pro quo justo:
«Yo te ayudé proporcionándote la terapia; ahora ayúdame tú
en mi trabajo científico y profesional». De este modo, la tras-
ferencia no resuelta y la sensación de endeudamiento que la
terapia gratuita pudo haber generado en el paciente quedan
«pagadas» con la donación de la misma cantidad de tiempo
para ayudar a otros.
mmmm

fe w fp w 1*
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Carol M. Anderson, Douglas J. Reiss y Gerard E. Hogarty, Esquizofrenia y familia.
Guía práctica de psicoeducación
Harlene Anderson, Conversación, lenguaje y posibilidades. Un enfoque posmoderno
de la terapia
Maurizio Andolfi, Claudio Angelo y otros, Detrás de la máscara familiar. La fami­
lia rígida. Un modelo de psicoterapia relacional
Giampiero Arciero, Estudios y diálogos sobre la identidad personal. Reflexiones
sobre la experiencia humana
Michael Argyle, Análisis de la interacción
Gregory Bateson, Espíritu y naturaleza
Luigi Boscolo y Paolo Bertrando, Terapia sistémica individual
Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin, Lynn Hoffman y Peggy Penn, Terapia familiar
sistémica de Milán. Diálogos sobre teoría y práctica
Ivan Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark, Lealtades invisibles
Isabel M. Calvo, Frida Riterman y colaboradores, Cuerpo-Vínculo-Trasferencia
Isabel M. Calvo, Frida Riterman y Tessie Calvo de Spolansky, Pareja y familia.
Vínculo-Diálogo-Ideología
Morag Coate, Más allá de la razón. Crónica de una experiencia personal de locura
Milton H. Erickson y Ernest Lawrence Rossi, El Hombre de Febrero. Apertura ha­
cia la conciencia de sí y la identidad en hipnoterapia
Joen Fagan e Irma L. Shepherd, comps., Teoría y técnica de la psicoterapia guestál-
tica
Celia Jaes Falicov, comp., Transiciones de la familia. Continuidad y cambio en el
ciclo de vida
H. Charles Fishman, Terapia estructural intensiva. Tratamiento de familias en su
contexto social
Steven Friedman, comp., Terapia familiar con equipo de reflexión. Una práctica de
colaboración
James L. Griffith y Melissa Elliott Griffith, El cuerpo habla. Diálogos terapéuticos
para problemas mente-cuerpo
David R. Grove y Jay Haley, Conversaciones sobre terapia. Soluciones no conven­
cionales para los problemas de siempre
Philip J. Guerin (h.), Thomas F. Fogarty, Leo F. Fay y Judith Gilbert Kautto, Trián­
gulos relaciónales. El a-b-c de la psicoterapia
Jay Haley, Aprender y enseñar terapia
Jay Haley, Terapia de ordalía. Caminos inusuales para modificar la conducta
Jay Haley, Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Eric­
kson
Jay Haley, Terapia para resolver problemas
Jay Haley, Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar
Jay Haley y Lynn Hoffman, Técnicas de terapia familiar
Evan Imber-Black, Familias y sistemas amplios. El terapeuta familiar en el la­
berinto
Don D. Jackson, comp., Etiología de la esquizofrenia
Bradford P. Keeney y Jeffrey M. Ross, Construcción de terapias familiares sistémi-
cas. «Espíritu» en la terapia
Carol J. Kershaw, La danza hipnótica de la pareja. Creación de estrategias erick-
sonianas en terapia marital
JUrgen Kriz, Corrientes fundamentales en psicoterapia
Eve Lipchik, Terapia centrada en la solución. Más allá de la técnica
Cloé Madanes, Terapia familiar estratégica
PeterA. Martin, Manual de terapia de pareja
Joseph A. Micucci, El adolescente en la terapia familiar. Cómo romper el ciclo del
conflicto y el control
Patricia Minuchin, Jorge Colapintoy Salvador Minuchin, Pobreza, institución, fa­
milia
Braulio Montalvo, María B. Isaacs y David Abelsohn, Divorcio difícil. Terapia para
los hijos y la familia
Augustus Y. Napier y Cari A. Whitaker, El crisol de la familia
Irving H. Paul, Cartas a un joven terapeuta. Sobre la conducción de la psicoterapia
Frank Pittman, Mentiras privadas. La infidelidad y la traición de la intimidad
Erving y Miriam Polster, Terapia guestáltica
Giuliana Prata, Un arpón sistémico para juegos familiares. Intervenciones preven­
tivas en terapia
Michele Ritterman, Empleo de hipnosis en terapia familiar
Cari R. Rogers, Grupos de encuentro
Cari R. Rogers, Barry Stevens y colaboradores, Persona a persona
Clifford J. Sager, Contrato matrimonial y terapia de pareja
William C. Schutz, Todos somos uno. La cultura de los encuentros
Peter E. Sifneos, Psicoterapia breve con provocación de angustia. Manual de tra­
tamiento
Fritz B. Simón, Mi psicosis, mi bicicleta y yo. La autoorganización de la locura
Leonard Small, Psicoterapia y neurología. Problemas de diagnóstico diferencial
Ross V. Speck y Carolyn L. Attneave, Redes familiares
Thomas S. Szasz, El mito de la enfermedad mental. Bases para una teoría de la
conducta personal
Thomas S. Szasz, Ideología y enfermedad mental
Michael Tomasello, Los orígenes culturales de la cognición humana
Cárter C. Umbarger, Terapia familiar estructural
Ellen Wachtel, La clínica del niño con problemas y su familia
Froma Walsh, Resiliencia familiar. Estrategias para su fortalecimiento
Cari Whitaker, De la psique al sistema. Jalones en la evolución de una terapia: es­
critos compilados por John R. Neill y David P. Rniskern
Jeffrey K. Zeig, Un seminario didáctico con Milton H. Erickson
Jeffrey K. Zeig y Stephen G. Gilligan, Terapia breve. Mitos, métodos y metáforas

Obra en preparación

Giampiero Arciero, Tras las huellas de Sí Mismo


Biblioteca de psicoanálisis

Mauricio Abadi, El psicoanálisis y la otra realidad


Nicolas Abraham y Maria Torok, La corteza y el núcleo
Aída Aisenson Kogan, El yo y el si-mismo
Alcira Mariam Alizade, Clínica con la muerte
Alcira Mariam Alizade, La sensualidad femenina
Nadine Amar, Gérard Bayle e Isaac Salem, Formación en psicodrama analítico
E. James Anthony y Therese Benedek, comps., Parentalidad
Didier Anzieu y colaboradores, Las envolturas psíquicas
Paul-Laurent Assoun, Lacan
Piera Aulagnier, El aprendiz de historiador y el maestro-brujo
Claude Balier, Psicoanálisis de los comportamientos sexuales violentos. Una pa­
tología del inacabamiento
Willy Baranger y colaboradores, Aportaciones al concepto de objeto en psicoanáli­
sis
Silvia Bleichmar, Clínica psicoanalítica y neogénesis
Silvia Bleichmar, En los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia
Silvia Bleichmar, La fundación de lo inconciente. Destinos de pulsión, destinos del
sujeto
Peter Bios, La transición adolescente
Peter Bios, Los comienzos de la adolescencia
Christopher Bollas, Fuerzas de destino. Psicoanálisis e idioma humano
Christopher Bollas, La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado
Gérard Bonnet, La trasferencia en la clínica psicoanalítica
Mikkel Borch-Jacobsen, Lacan. El Amo absoluto
César y Sára Botella, La figurabilidad psíquica
Denise Braunschweig y Michel Fain, La noche, el día. Ensayo psicoanalítico sobre
el funcionamiento mental
Bernard Brusset, El desarrollo libidinal
Patrick Casement, Aprender del paciente
Piera Castoriadis-Aulagnier, La violencia de la interpretación. Del pictograma al
enunciado
Janine Chasseguet-Smirgel, El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la «enfer­
medad de idealidad»
Roland Chemama (bajo la dirección de), Diccionario del psicoanálisis
Roland Chemama y Bernard Vandermersch (bajo la dirección de), Diccionario del
psicoanálisis
Madeleine Davis y David Wallbridge, Límite y espacio. Introducción a la obra de D.
W. Winnicott
Robert Desoille, El caso María Clotilde. Psicoterapia del ensueño dirigido
Robert Desoille, Lecciones sobre ensueño dirigido en psicoterapia
Catherine Desprats-Péquignot, La psicopatología de la vida sexual
Joël Dor, Estructuras clínicas y psicoanálisis
R. Dorey y colaboradores, El inconciente y la ciencia
Alberto Eiguer, El parentesco fantasmático. Trasferencia y contratrasferencia en
terapia familiar psicoanalítica
Alberto Eiguer, André Carel, Francine André-Fustier, Françoise Aubertel, Albert
Ciccone y René Kaës, Lo generacional. Abordaje en terapia familiar psicoanalí-
tica
Anthony Elliott, Sujetos a nuestro propio y múltiple ser. Teoría social, psicoanáli­
sis y posmodernidad
R. Horacio Etchegoyen, Los fundamentos de la técnica psicoanalítica
Nicole Fabre, El triángulo roto. Psicoterapia de niños por ensueño dirigido
Jean-Baptiste Fages, Para comprender a Lacan
Haydée Faimberg, El telescopaje de generaciones. A la escucha de los lazos narcisis-
tas entre generaciones
Paul Federn, La psicología del yo y las psicosis
Pierre Fédida, Crisis y contra-trasferencia
Silvia I. Fendrik, Psicoanálisis para niños. Ficción de sus orígenes
Sándor Ferenczi, Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1932
Alain Fine y Jacqueline Schaeffer (bajo la dirección de), Interrogaciones psicoso-
máticas
Sigmund Freud, Cartas a Wilhelm Fließ (1887-1904). Nueva edición completa
John E. Gedo y Arnold Goldberg, Modelos de la mente
André Green, De locuras privadas
André Green, El lenguaje en el psicoanálisis
André Green, El tiempo fragmentado
André Green, El trabajo de lo negativo
A ndré Green, Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Desconoci­
miento y reconocimiento del inconsciente
André Green, Jugar con Winnicott
A ndré Green, La causalidad psíquica. Entre naturaleza y cultura
André Green, La diacronía en psicoanálisis
André Green, La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud. Aspectos funda­
mentales de la locura privada
André Green, Las cadenas de Eros. Actualidad de lo sexual
André Green, Narcisismo de vida, narcisismo de muerte
André Green, Jean Laplanche y otros, La pulsion de muerte
Harry Guntrip, El self en la teoría y la terapia psicoanaliticas
Philippe Gutton, El bebé del psicoanalista. Perspectivas clínicas
Roberto Harari, ¿Cómo se llama James Joyce? A partir de «El Sinthoma», de Lacan
Roberto Harari, El Seminario «La angustia», de Lacan: una introducción
Roberto Harari, Las disipaciones de lo inconciente
René-R. Held, Problemas actuales de la cura psicoanalítica
R. D. Hinshelwood, Diccionario del pensamiento kleiniano
Jacques Hochmann, Hacia una psiquiatría comunitaria
Edith Jacobson, Depresión. Estudios comparativos de condiciones normales, neu­
róticas y psicóticas
Philippe Julien, Psicosis, perversión, neurosis. La lectura de Jacques Lacan
René Kaës, El grupo y el sujeto del grupo. Elementos para una teoría psicoanalítica
del grupo
René Kaës, La palabra y el vínculo. Procesos asociativos en los grupos
René Kaës, Las teorías psicoanalíticas del grupo
René Kaës, Haydée Faimberg, Micheline Enriquezy Jean-José Baranes, Trasmisión
de la vida psíquica entre generaciones
René Kaës, André Missenard, Olivier Nicolle, Morris Benchimol, Anne-M arie
Blanchard, Michelle Claquin y Joseph Villier, El psicodrama psicoanalítico de
grupo
Heinz Kohut, Análisis del self. El tratamiento psicoanalítico de los trastornos nar-
cisistas de la personalidad
Bernardo Kononovich, Psicodrama comunitario con psicóticos
Léon Kreisler, Michel Fain y Michel Soulé, El niño y su cuerpo. Estudios sobre la
clínica paicosomática de la infancia
Ronald D. Laing, Herbert Phillipson y A. Russell Lee, Percepción interpersonal
Jean Laplanche, El extravío biologizante de la sexualidad en Freud
Jean Laplanche, Entre seducción e inspiración: el hombre
Jean Laplanche, La prioridad del otro en psicoanálisis
Jean Laplanche, Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción origina­
ria
Jean Laplanche, Problemáticas, vol. 1: La angustia; vol. 2: Castración. Simboliza­
ciones; vol. 3: La sublimación; vol. 4: El inconciente y el ello; vol. 5: La cubeta.
Trascendencia de la transferencia
Jean Laplanche, Vida y muerte en psicoanálisis
Serge Lebovici, El lactante, su madre y el psicoanalista. Las interacciones precoces
Serge Leclaire, Escritos para el psicoanálisis, vol. 1: Moradas de otra parte; vol. 2:
Diabluras
Serge Leclaire, Matan a un niño. Ensayo sobre el narcisismo primario y la pulsión
de muerte
Michel H. Ledoux, Introducción a la obra de Françoise Dolto
Claude Le Guen, El Edipo originario
Claude Le Guen, La represión
Jean Lemaire, Terapias de pareja
Eugénie Lemoine-Luccioni, La partición de las mujeres
Sylvie Le Poulichet, La obra del tiempo en psicoanálisis
Sylvie Le Poulichet, Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo
David Liberman y colaboradores, Semiótica y psicoanálisis de niños
Alfred Lorenzer, Bases para una teoría de la socialización
Alfred Lorenzer, Crítica del concepto psicoanalítico de símbolo
Alfred Lorenzer, El lenguaje destruido y la reconstrucción psicoanalítica
Alfred Lorenzer, Sobre el objeto del psicoanálisis: lenguaje e interacción
Henry W. Maier, Tres teorías sobre el desarrollo del niño: Erikson, Piaget y Sears
David Maldavsky, Casos atípicos. Cuerpos marcados por delirios y números
David Maldavsky, El complejo de Edipo positivo: constitución y trasformaciones
David Maldavsky, Estructuras narcisistas. Constitución y trasformaciones
David Maldavsky, Pesadillas en vigilia. Sobre neurosis tóxicas y traumáticas
David Maldavsky, Teoría y clínica de los procesos tóxicos. Adicciones, afecciones
psicosomáticas, epilepsias
Pierre Mâle, Alice Doumic-Girard y otros, Psicoterapia de la primera infancia
Ricardo Malfé, Fantásmata. El vector imaginario de procesos e instituciones so­
ciales
Octave Mannoni, La otra escena. Claves de lo imaginario
Pierre Marty, La psicosomática del adulto
Norberto Carlos Marucco, Cura analítica y transferencia. De la represión a la des­
mentida
Gérard Mendel, Sociopsicoanálisis, 2 vols.
George A. Miller, Lenguaje y comunicación
Roger Misés, El niño deficiente mental
André Missenard y colaboradores, Lo negativo. Figuras y modalidades
Arnold H. Modell, El psicoanálisis en un contexto nuevo
Michel de M ’Uzan, La boca del inconciente. Ensayos sobre la interpretación
Juan David Nasio, Los ojos de Laura. El concepto de objeto a en la teoría de J.
Lacan
Juan David Nasio, Topologería. Introducción a la topología de Jacques Lacan
Juan David Nasio, comp., El silencio en psicoanálisis
Hermán Nunberg, Principios del psicoanálisis. Su aplicación a las neurosis
Pacho O’Donnell, Teoría y técnica de la psicoterapia grupal
Gisela Pankow, El hombre y su psicosis
Marión Péruchon y Annette Thomé-Renault, Vejez y pulsión de muerte
Jean Piaget, Paul Ricoeur, René Zazzo y otros, Debates sobre psicología, filosofía y
marxismo
Gérard Pommier, El amor al revés. Ensayo sobre la transferencia en psicoanálisis
Gérard Pommier, El orden sexual
Gérard Pommier, Louis de la Nada. La melancolía de Althusser
Jean-Michel Quinodoz, La soledad domesticada
Susana E. Quiroga, comp., Adolescencia: de la metapsicología a la clínica
Ginette Raimbault, Pediatría y psicoanálisis
Benno Rosenberg, El yo y su angustia. Entre pulsión de vida y pulsión de muerte
René Roussillon, Paradojas y situaciones fronterizas del psicoanálisis
Isca Salzberger-Wittenberg, La relación asistencial. Aportes del psicoanálisis klei-
niano
Sami-Ali, El cuerpo, el espacio y el tiempo
Sami-Ali, El espacio imaginario
Sami-Ali, El sueño y el afecto. Una teoría de lo somático
Sami-Ali, Lo visual y lo táctil. Ensayo sobre la psicosis y la alergia
Irwin G. Sarason, comp., Ciencia y teoría en psicoanálisis
Thomas J. Scheff, El rol de enfermo mental
María E. Sirlin, Una experiencia terapéutica. Historia de un grupo de niños de 5
años
Jorge H. Stitzman, Conversaciones con R. Horacio Etchegoyen
Marta Tenorio de Calatroni, comp., Pierre Marty y la psicosomática
Serge Tisseron, Maria Torok, Nicholas Rand, Claude Nachin, Pascal Hachet y
Jean Claude Rouchy, El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Clínica
del fantasma
Francés Tustin, Barreras autistas en pacientes neuróticos
Francés Tustin, El cascarón protector en niños y adultos
Denis Vasse, El ombligo y la voz. Psicoanálisis de dos niños
Earl G. Witenberg, comp., Exploraciones interpersonales en psicoanálisis
Roberto Yañez Cortés, Contribución a una epistemología del psicoanálisis

Obras en preparación
André Green, El pensamiento clínico
Sylvie Le Poulichety Vladimir Marinou, comps., Adicciones, anorexia y fragilida­
des del narcisismo
Milton H. Erickson / Ernest L. Rossi
El Hombre de Febrero
Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad
en hipnoterapia

TERAPIA FAMILIAR

l «Hombre de Febrero» es un fascinante estudio de caso que

E
muestra el uso de una profunda regresión de edad en el trata­
miento de una joven afectada de depresión crónica y una fo-
bia grave y disfuncional: un miedo al agua derivado del re­
cuerdo traumático, profundamente reprimido, de haber sido
responsable de un accidente de su hermana menor. Erickson la asiste
asumiendo el papel de «Hombre de Febrero», quien «visita» muchas ve­
ces a la paciente en el curso de cuatro sesiones psicoterapéuticas prolon­
gadas. Utiliza fenómenos hipnóticos clásicos como la regresión de edad,
la distorsión del tiempo, la escritura automática y la amnesia, para inda­
gar toda la infancia y adolescencia de la paciente. En el papel de «Hom­
bre de Febrero», le proporciona las simientes de nuevas expansiones de
su personalidad adulta.

Es improbable que alguna vez salgan a la luz transcripciones textuales más


completas de lo hecho por Erickson en un período tan fecundo de su ca­
rrera. Aun cuando se las encontrara, no tendríamos los comentarios deta­
llados del propio Erickson acerca de su proceder; y sin ellos es casi impo­
sible comprender su trabajo. Este volumen es, pues, la última vendimia de
la cepa ericksoniana. Ya no recibiremos más sus comentarios en grado su­
mo esclarecedores sobre la naturaleza humana, la apertura hacia la con­
ciencia de sí, la esencia del trabajo psicoterapéutico y los aspectos medula­
res de sus originales e innovadoras técnicas hipnoterapi micas.
Cubierta: Diseño A

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