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Milton H. Erickson y
Emest Lawrence Rossi
Amorrortu editores
Buenos Aires - M adrid
Biblioteca de psicología y psicoanálisis
I (¡rectores: Jorge Colapinto y David Maldavsky
The February Man. Evolving Consciousness and Identity in Hypnotherapy, Milton
II Krickson y Ernest Lawrence Rossi
(0 Itrunner/Mazel, Inc., por acuerdo con Mark Paterson and Associates
Traducción: Zoraida J. Valcárcel
l’ rimera edición en castellano, 1992; primera reimpresión, 2001; segunda reim
presión, 2008
O Todos los derechos de la edición en castellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7o piso - C1057AAS Buenos Aires
Amorrortu editores España S.L. - C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid
www.amorrortueditores.com
Krickson, Milton H.
I'll Hombre de Febrero. Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad
en hipnoterapia / Milton H. Erickson y Ernest L. Rossi. - 1“ ed., 2a reimp. -
lluenos Aires: Amorrortu, 2008
264 p. ; 23x15 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis / dirigida por
Jorge Colapinto y David Maldavsky)
Traducción de: Zoraida J. Valcárcel
ISBN 978-950-518-524-5
1. Psicoanálisis. I. Rossi, Ernest L. II. Valcárcel, Zoraida J., trad.
III. Título
CDD 150
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de
Buenos Aires, en abril de 2008.
SESION II
SESION III
SESION IV
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Prefacio
Sidney Rosen, doctor en Medicina
9
tonizaba con fineza la relación terapéutica, con un tono que era
cuestionador pero inspiraba confianza. Como lo señala Rossi, lo
que más le preocupaba era alentar y estimular los procesos que
capacitarían a la paciente para el cambio. La búsqueda de insight
era sólo uno de estos procesos, quizás uno de los menos im por
tantes. Cuando vem os que guiaba a su paciente hacia insights
y conexiones con el pasado, podem os conjeturar que en gran me
dida respondía así a la convicción de ella de que necesitaría com
prender el pasado antes de poder ser curada.
Erickson solía decirnos: «El trabajo lo hace el paciente. El te
rapeuta se limita a proporcionar las condiciones en que este tra
bajo se pueda hacer». En cuanto a él, trabajaba concienzuda y cui
dadosamente para proveer las condiciones necesarias. Con ese fin,
exploraba y utilizaba todos los elementos imaginables en los cam
pos de la com unicación y la educación. Insistía, por ejemplo, en
la importancia de usar el poder evocador y los significados múlti
ples de las palabras (las de la paciente y las de él mismo). Vemos
una hermosa muestra de su respeto por ellas cuando, al exami
nar la escritura autom ática de la paciente, nota que una palabra
puede leerse indistintamente «living», «giving» o «diving» [vivir,
dar o zambullirse, bucear] y utiliza esta observación com o base
para organizar la terapia en torno del miedo de la paciente a na
dar, en la creencia de que, una vez superada esta fobia, quedará
más libre para «vivir» y «dar» y se librará de su depresión. Su
interpretación de esta palabra en particular, o de otras palabras,
tal vez parezca arbitraria a algunos lectores. De hecho, el mismo
Rossi lo acusa en un m om ento determinado de hacer «inferen
cias». Pero no puede dejar de impresionarnos la esmerada aten
ción que presta a cada expresión de la paciente y a cada una de
sus propias comunicaciones.
Adem ás de ver su uso hábil y cuidadoso de las palabras, pre
senciamos muchas form as de sugestión indirecta (p.ej., expresar
las sugestiones com o preguntas). M ientras efectuaba esta «ma
nipulación» con la paciente, constantem ente le pedía permiso pa
ra intervenir, y siempre estaba dispuesto a modificar sus inter
venciones en respuesta a las reacciones de ella. A sí demostraba
el respeto que caracterizó su trato con los pacientes. En este punto
cabe apuntar que, si bien mucho de lo escrito acerca de las «téc
nicas ericksonianas» pone de relieve el brillo y el ingenio del tera
peuta, cuando observam os el trabajo personal del mismo Erick
son nos impresiona más, en verdad, la presencia y la creatividad
singular de sus pacientes.
¿Qué valor tiene el uso de la regresión com o característica do
lí)
minante de esta terapia? ¡Mientras leía este libro, comprendí con
claridad la razón por la cual Erickson tendía a tratar a casi todas
las personas com o si fueran niños! De repente entendí por qué
parecía tan enamorado de los chistes vulgares, los acertijos pue
riles y los juegos, al menos en sus últimos años. Me parece ahora
que él apreciaba, probablemente por haberlo averiguado de su tra
bajo con pacientes adultos en estado de regresión hipnótica, que
es precisamente en este «estado infantil» cuando nos abrimos más
al aprendizaje, cuando nuestra curiosidad y nuestra aptitud para
el cam bio alcanzan su punto máximo. A fin de intensificar la ex
periencia regresiva de la paciente, Erickson trabajó con ahínco
por crear la ilusión notablemente convincente de que, en verdad,
él era una persona m ayor que hablaba a una niña de corta edad.
Provocó en la «niña» la reescenificación y la abreacción de sus
experiencias traumáticas y, por medio de conversaciones aclara
torias, la guió a través de un proceso de reeducación. De este m o
do, la «niña» pudo añadir a sus recuerdos experiencias novedosas
y positivas con un adulto solícito y com prensivo. Estas «expe
riencias de regresión correctiva», com o las he denominado, cau
saron un efecto duradero sobre la paciente aun después de haber
vuelto a su «self adulto».
Entre las experiencias de reeducación por las que pasó la «ni
ña», en sus conversaciones con «el Hombre de Febrero» (ella ha
cía regresión hipnótica en su edad, y Erickson «la visitó varios
años» en febrero), hubo algunas de las que se denominan «reen-
cuadradoras». Este libro contiene hermosos ejemplos de reencua-
dramiento. Veam os uno. La paciente experimentaba un persis
tente sentimiento de culpa por haber tenido deseos de muerte ha
cia su hermana menor; se culpaba del accidente en que esta casi
se ahoga. Para «reencuadrar» esto, Erickson le dijo: «E n todos
estos años usted se ha condenado a sí misma, ¿no es así? ( . . . )
¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún más su com
prensión de sí misma». (Se reencuadra la autocondena com o un
paso hacia la autocomprensión.) Y reencuadró de este m odo la
rivalidad entre las hermanas: «Cuando usted era una bebita, es
tar celosa de Helen significaba una cosa. A hora que es adulta,
tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría usted a que
una bebita apreciara su propia valía, su propia personalidad y
sus propias necesidades, tanto que las defendiera según su en
tender?».
En determinado momento, R ossi sugiere a Erickson que su
hipnoterapia se basa en «la catarsis y una reestructuración de
los procesos mentales del paciente». «N o es una reestructuración
11
—corrige Erickson—. U sted da al paciente una visión más com
pleta». Entonces Rossi puede resumir su interpretación con este
comentario: «La hipnoterapia simplemente abre paso a un punto
de vista más amplio y com pleto, y nos libera de las limitaciones
y la literalidad de la niñez». ¡Cuán lejos estam os de la creencia
de muchos terapeutas de que la hipnosis supone alguna repro
gramación!
El tratamiento de este caso nos muestra los com ienzos de una
técnica que Jay Haley denominaría «prescribir el síntoma»: cuando
la paciente parecía lista para intentar nadar, Erickson se lo pro
hibió. «Y o dicto mi inhibición a su acción de nadar», explica y,
hecho esto, señala: «¡P uedo cambiar mi dictado!». Por supuesto,
retiró su inhibición en la siguiente sesión.
Erickson ofrece asimismo una interesante fundamentación de
la presencia de otras personas durante la terapia: « . . E ste mie
do, esta angustia en torno de la natación se observa en relación
con otras personas ( . . . ) U sted necesita superar algunos de estos
miedos y angustias —que se manifiestan en relación con otras
personas a quienes usted se los oculta— sacándolos a la luz para
poder darse cuenta de que uno puede vivir aun cuando otros es
tén al tanto de ellos. Las personas nos agradan más cuando las
sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de pequeñas cosas».
Los terapeutas grupales saben esto desde hace largo tiempo, pe
ro debem os recordar que la terapia de grupo no se practicaba mu
cho en 1945.
A dm ito que cuando leí por primera vez el caso del «H om bre
de Febrero», tal com o se lo presenta en Hypnotherapy (Erickson
y Rossi, 1979) y Uncommon Therapy (Haley, 1973), me entusias
mó —com o a muchos otros— la idea de que parecía ser la primera
vez que un terapeuta había m odificado realmente la historia de
un paciente. A hora com prendo que este cambio, com o muchos
otros cam bios producidos en terapia, consiste en realidad en «am
pliar el cuadro» o expandir la percatación en el presente, y no
en el pasado. De hecho, recuerdo que Erickson solía comentar:
«La com prensión del pasado no lo cambiará». Se ha cuestionado
justificadam ente la «realidad» de la regresión de edad. Creo que
además de una «apertura» a recuerdos reales, hay en ella una parte
considerable de fantasía. Empero, la regresión no necesita ser
«real» para resultar provechosa. La simple sensación subjetiva
de ser joven puede permitirle a un paciente ver las cosas desde
perspectivas diferentes, así com o intensificar el contacto entre
él y su terapeuta y conducir a abreacciones terapéuticas.
Antes de terminar el tratamiento, Erickson ayudó a la paciente
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a exteriorizar su hostilidad hacia él. Argum entó que esto era im
portante porque, a menudo, los pacientes se enojan con el tera
peuta por haberles quitado sus síntomas y puede ocurrir que ex
presen su ira destruyendo su trabajo terapéutico. Con esto daba
otra prueba de su extrem o cuidado en mantener todos los benefi
cios obtenidos con la terapia.
Se acerca el tiempo en que veremos más reseñas críticas de
Erickson y su obra. Aun aquellos de nosotros que fuimos «hipno
tizados» por él evaluaremos nuestras experiencias de manera dis
tinta con el paso del tiempo. Sin embargo, en el m omento actual,
cuando pienso en él lo hago con cariño aunque no fue una per
sona particularmente «afectuosa» en el sentido habitual del tér
mino. Nos trasmitía su amor y su respeto —a mí y a muchísimos
otros— «diciendo las cosas com o son». Por ejemplo, una vez le
dije que deseaba más experimentar que intelectualizar, y él res
pondió: «Su conducta indica otra cosa. U sted prefiere más com
prender que experimentar». Y, en una actitud característica aña
dió esta sugerencia a su com entario incisivo: «Pero puede intelec
tualizar de diversos m odos». Por último, me introdujo, en trance,
en una experiencia que com binaba el pensar y el sentir, partiendo
de una inducción hipnótica que empezó así: «Por mi estilo de vi
da, me gusta escalar una m ontaña. . . y siempre me pregunto qué
habrá del otro lado». De esta manera, presentó un m odelo de rol
que expresaba un m odo diferente de intelectualizar: por medio
del preguntarse. ¡Y sólo ahora, ocho años después, al escribir es
te prefacio, me he dado cuenta de que hizo eso!
Para quienes hemos trabajado con Erickson, siempre habrá
mucho más que aprender de él con el repaso y estudio de su obra,
en especial las trascripciones textuales de sus trabajos y pensa
mientos tal com o se presentan aquí. A la gran mayoría de los
lectores —para quienes este es, quizás, el primer libro, o el segun
do, que leen acerca de Erickson— les resultará muy útil leerlo
sea rápidamente o con detenimiento. Una lectura rápida les hará
palpables las razones por las que se le ha dedicado recientemente
tanto interés. Un estudio despacioso sugerirá ideas enriquecedo-
ras para el trabajo de un terapeuta. Gracias, Ernest Rossi, por
ofrecernos este don.
13
Introducción
Ernest Lawrence Rossi, doctor en Filosofía
15
los comentarios detallados del propio Erickson acerca de sus ac
tos; y sin ellos es casi imposible comprender su trabajo. E ste v o
lumen es, pues, la última vendimia de la cepa Erickson. Ya no p o
drem os tener más sus com entarios en grado sumo esclarecedores
sobre la naturaleza humana, la apertura hacia la conciencia de
sí, la esencia del trabajo psicoterapéutico y los aspectos medula
res de sus originales e innovadoras técnicas hipnoterapéuticas.
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rincón había una mesa llena de libros, papeles y objetos de uso personal.
El escritorio de la taquígrafa estaba cubierto de separatas, cartas y toda
clase de materiales por contestar o archivar. Empecé a leerlos y clasifi
carlos.
Durante los dos primeros días, el doctor Erickson sólo me dictó una
carta. Yo leía, apilaba y procuraba reducir mis preguntas al mínimo. Un
pensamiento volvía una y otra vez a mi mente: quizá me esté metiendo
en camisa de once varas. Pero al retirarse del consultorio al término del
segundo día, el doctor Erickson comentó que disfrutaría con mi colabo
ración. Fue un momento de orgullo; me erguí en todo mi metro y medio
de estatura.
Pocos días después me preguntó si sabía dibujar. Le respondí con
franqueza que ni siquiera era capaz de trazar una recta con una regla.
Me hizo copiar una ilustración que usaba en las disertaciones para sus
estudiantes de medicina. El resultado fue un esperpento, pero él dijo que
era «adecuado» y de ahí en adelante utilizó ese dibujo. Cada vez que se
lo llevaba del consultorio, me ruborizaba hasta las orejas.
El doctor Erickson me enviaba con frecuencia a tomar taquigráfica
mente las expresiones verbales de un paciente, que luego utilizaba para
enseñar a sus estudiantes de medicina a distinguir los diferentes tipos de
problemas mentales. Una mujer, que había sido tratada en Eloise duran
te muchos años, hablaba sin parar con palabras sueltas o frases breves
que parecían totalmente inconexas. Era una dama menuda y encantado
ra; me habló durante varios minutos y en ese lapso pronunció tan sólo
una oración completa: «Chase e hijo es el nombre».* Habría sido fácil
suponer que la mujer había escuchado la propaganda radial del café Cha
se and Sanborn, una marca muy publicitada por entonces, pero el doctor
Erickson fue al meollo de la cuestión: una asistente social averiguó que
la paciente, que era soltera, había tenido un hijo muchos años atrás, en
su juventud, cuando eso se juzgaba deplorable. Fue característico del
estilo de Erickson para comprender las crisis en la vida de aquellos con
quienes trabajaba y a quienes trataba.
Las personas que venían a estudiar y trabajar con él hacían que mi
empleo resultara especialmente gratificante. Los doctores y estudiantes
de medicina que lo visitaban por entonces parecían interesarse muchísi
mo por la hipnosis y los métodos de tratamiento del doctor Erickson,
en especial con pacientes que habían manifestado recientemente algún
problema. Cada vez que se anunciaba que daría una conferencia, el lugar
designado se colmaba de gente. Siempre que les decía a sus estudiantes
que se reuniría con ellos a tal hora de la tarde o la noche, parecía correr
la voz por todo Eloise con una rapidez que aventajaba de lejos a las seña
les de humo o los tambores de la jungla. Era asombroso. A la hora pre
vista, la seda se llenaba no sólo de estudiantes y gente de Eloise, sino
también de una buena cuota de desconocidos. El doctor Erickson siem
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pre ejercía un dominio increíble sobre el gentío. Como aficionada fanáti
ca del teatro y ex empleada teatral, me maravillo cada vez que lo recuer
do. Si lo hubiesen visto, la mayoría de los actores se habrían puesto com
pletamente verdes de envidia.
Uno de los pasatiempos favoritos del doctor Erickson parecía atraer
el interés de muchos visitantes. Sobre el alféizar de la ventana situada
detrás de su escritorio había un grupo de vasijas de diversas formas y
tamaños, hechas por él, cada una de las cuales contenía diferentes varie
dades de cactus. Según explicaba él, eran excelentes plantas de interior
porque los niños no las toqueteaban.
Una cena ocasional con los Erickson siempre era un acontecimiento
grato. La señora Erickson era una anfitriona encantadora y cada hijo
poseía un estilo netamente individual. Tal vez usted esté al tanto de es
to; de ser así, sea indulgente conmigo. Los estimulaban a trabajar y aho
rrar. Cuando estuve en Eloise, Bert y Lance cuidaban la huerta y la fa
milia compraba sus productos; cada chico recibía una paga por sus ta
reas domésticas y, a fin de año, un aguinaldo equivalente a lo depositado
en su cuenta de ahorros, fuera cual fuese su monto. Esta idea me ha
parecido siempre tan estupenda, que la trasmito constantemente a los
padres jóvenes que conozco.
Trabajar como secretaria del doctor Erickson fue una oportunidad
privilegiada de observar y aprender. En verdad, marcó el cénit de mi
experiencia en oficinas. Me alegra saber que su obra recibe un reconoci
miento tan difundido —sin duda que esto se debe en mucho a los esfuer
zos de usted— y se convertirá en una parte importante del mundo del
mañana.
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dente. El que sigue es un informe sobre el desarrollo de la situa
ción terapéutica:2
19
mente con un caso de fobia. Yo había trabajado con Milton todos los
años desde que cursé el segundo año en la Facultad de Medicina. Bajo
sus auspicios, había dado clases de hipnosis a estudiantes del último año
cuando era sólo un estudiante del penúltimo año. Milton y yo éramos
muy, pero muy unidos.
Siempre experimenté cierta necesidad de ser aceptado y adquirí una
pericia excepcional en hipnosis, probablemente por sus características
tan impresionantes, Luego, los demás empezaron a apodarme Svengali
y a temerme mucho, pues pensaban que en mi roce con Erickson él me
estaba trasmitiendo su intuición y yo podía «adivinarles el pensamien
to». Hubo una gran agitación dentro de nuestro grupo psicoanalítico y
el mensaje fue: «Si quieres ser psicoanalista, más te valdría rechazar a
Erickson». No tengo tiempo para entrar en detalles, pero el conflicto aca
rreó finalmente la disolución de la sociedad psicoanalítica de Detroit.
R yan: ¿Se oponían a la personalidad de Erickson o al tipo de trabajo
que hacía?
Fink: Creo que se oponían a su modo de trabajar. Era tan intuitivo. . .
Recuerdo que con ocasión de una visita que hice a la Clínica Menninger
para disertar ante un grupo de estudiantes de medicina, el jefe del cuer
po médico me dijo que Erickson era detestablemente intuitivo. Me contó
que él se había pasado tres meses estudiando un caso; llegó a la conclu
sión de que la paciente sufría de esquizofrenia catatónica. Durante una
visita a la clínica, Erickson la examinó treinta segundos y dijo: «Y bien,
esta muchacha es una esquizofrénica catatónica». Le pregunté cómo ha
bía llegado Erickson a esta conclusión y él me respondió citando la expli
cación de aquel: «Tal vez hayan advertido que esta muchacha movía in
concientemente su pulgar desde la palma de la mano hasta la punta de
sus dedos. No sabía dónde estaban los límites de su yo. No sabía si ella
terminaba en sus codos o fuera de su cuerpo».
Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajé con Erickson como miem
bro del cuerpo de examinadores psiquiátricos de la junta de enrolamien
to del Ejército y vi muchísimos casos como ese. Su intuición era esplén
dida pero, para ser sincero, no creo que en esa etapa de su carrera estu
viera tan organizado en su vida profesional que fuera conciente de todos
los detalles que se examinan en la presentación de este caso, tal como
los discute con Rossi en el libro.
R yan: Usted cree que Erickson estaba haciendo algo que sabía hacer en
un nivel intuitivo. Después se puede discutir el hecho a posteriori desde
cualquier punto de vista teórico, pero eso no significa que Erickson lo
haya visto así en aquel momento.
Fink: E xacta m en te. Eso es exactamente lo que sucedió.
R yan: En suma, Erickson hizo mucho de lo que dijo haber hecho, sólo
que no obró así por las razones que todos imaginan p o s t hoc.
Fink: ¡Exactamente! Retrospectivamente, todos parecen tener una vi
sión perfecta. La dificultad que sentí al leer la trascripción de este libro
fue que en muchos, muchísimos momentos, el doctor Rossi preguntaba:
«¿Usted hizo tal y tal cosa?». Y Erickson respondía: «Ajá». A mi modo
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de ver, es muy posible que Erickson nunca hubiera considerado las co
sas desde cierto punto de vista hasta que Rossi se lo preguntó y enton
ces contestó que sí.
Erickson me dio esta pila de trascripciones entre el I o de julio de
1945 y el I o de mayo de 1946. (Se refiere a los originales en que se basó
ese libro.)
R yan: ¿Le parecieron representativas de lo ocurrido en las sesiones? ¿O
le parecen falseadas?
Fink: Aún no estoy del todo seguro. Hay un pasaje al comienzo de la
trascripción en que el doctor Rossi pregunta: «¿Realmente hizo estas co
sas con un propósito preconcebido? ¡¿Por qué?! ¡No puedo creer que ha
ya hecho realmente esto! Llevo ya siete años estudiando con usted, y
todavía me cuesta creer que no se está burlando de mí con toda clase
de intrincadas intelectualizaciones p o s t hoc acerca de un caso como este.
Sin embargo, tenemos aquí, frente a nosotros, esta evidencia que data
de hace más de treinta años. ¿Por qué me cuesta tanto creer en ella?».
Pienso que el doctor Rossi hizo bien al atreverse casi a cuestionar
al Maestro. Creo que Erickson siempre experimentó esta necesidad de
tener razón en todo momento y, en mi opinión, Rossi «daba en el blan
co»* con su sentimiento de duda. Muchas de las psicodinámicas discuti
das eran intelectualizaciones p o s t hoc. Erickson era un tipo excepcional
mente intuitivo y no cabe duda de que curó a esta muchacha. Lo que
cuestiono es que lo previera de verdad todo.
Conocí muy bien a Erickson cuando él era más joven. El y Betty vi
nieron a nuestra casa infinidad de veces, en visita social. Fui su protegi
do durante unos cuatro años. En 1942, siendo yo un estudiante de se
gundo año de la Facultad de Medicina, Erickson empezó a dictarnos cla
ses sobre hipnosis. Llegamos a conocernos muy bien y, por decirlo así,
él me tomó bajo su ala.
Siempre me ha sido imposible entrar en un trance hipnótico; tengo
un bloqueo absoluto. Erickson hizo varios intentos muy serios, incluidos
uno o dos con mi consentimiento, pero por alguna razón nunca pude en
trar en trance con él. Ignoro por qué. Supongo que tenía mucha resisten
cia, mucho descreimiento. Llegué a ser un buen operador, pese al hecho
de no poder entrar en trance para nadie.
Este libro me parece muy meritorio, pero es preciso tomar «con una
pizca de sal» algunos de los conceptos desarrollados en él. Como ya dije,
Erickson era excepcionalmente intuitivo pero no pudo haber imaginado
todas las psicodinámicas en ese momento y en forma conciente. Nunca
había visto a la sujeto antes de la primera sesión prolongada.
R yan: ¿Es posible que a pesar de ello algunos de los conceptos desarro
llados en este libro tengan validez? Dejando a un lado que tuviera con
ciencia de ellos o no, aún queda la posibilidad de que los pusiera en prác
tica en un nivel intuitivo.
* Fink hace aquí un juego de palabras intraducibie con «to be right» (tener
razón) y «to be right on» (ir derecho a, apuntar directamente a). (N. de la T.)
21
Fink: ¡Oh, de eso no hay duda! Operaba de ese modo, ¡pero creo que
era el único hombre, en todo el país, capaz de operar así!
22
minando cada palabra, cada frase, cada oración, con una minu
ciosidad reiterativa y tediosa, a fin de asegurar una comprensión
adecuada de las sutilezas de sus métodos. Otros profesionales for
mados por Erickson (Marión M oore, Robert Pearson, Sandy Sil-
vester) participaron de manera casual e intermitente en tal o cual
sesión de comentario; hacían preguntas y aportaban sus puntos
de vista a nuestro proceso de com prensión creciente. Corregí es
tos com entarios y, en una segunda serie de sesiones de com enta
rio, leí la m ayoría de ellos a Erickson para que él formulara las
aclaraciones finales y diera su aprobación definitiva.
E sta versión del texto original se com pletó entre la primave
ra y el otoño de 1979, o sea, el año anterior al fallecimiento de
Erickson. Habría sido nuestro cuarto libro escrito en colabora
ción. Sólo necesitaba una introducción para darle una forma ade
cuada, com o requisito previo a su publicación, pero la muerte de
Erickson en la primavera de 1980 me sumió en un estado de due
lo y no pude mirar el original por otros och o años. Durante ese
lapso estuve ocupado en lo exterior en la sosegada tarea de coe
ditar una serie de volúmenes sobre los seminarios, talleres y con
ferencias de Erickson (Rossi y Ryan, 1985, 1986; Rossi, Ryan y
Sharp, 1984) y en hacer unas pocas incursiones independientes
en la psicobiología de lo que Erickson denominó la base psico-
neurofisiológica de la hipnosis terapéutica (Rossi, 19866; Rossi
y Cheek, 1988).
Pero, en lo interior, tuve una serie de sueños en los que Erick
son siempre se me aparecía com o un m aestro de unos cuarenta
o cincuenta años. E sto era sorprendente, por cuanto sólo lo cono
cí cuando ya era septuagenario, pero aquella era la edad que te
nía Erickson en la época en que creó la técnica del Hom bre de
Febrero y ofreció las conferencias, seminarios y talleres que yo
editaba a la sazón. A l parecer, lo más recóndito de mi mente asi
milaba las enseñanzas de Erickson que databan de esa etapa más
temprana de su carrera, antes de que yo lo conociera.
En 1987 pude retornar finalmente a este texto original con
una perspectiva renovada, ávido de averiguar si aún tenía senti
do y contenía algo de valor para una nueva generación de estu
diantes abrumada por el cúmulo de libros y artículos publicados
recientemente sobre Erickson. A medida que repasaba este testi
monio de su pensamiento cuidadoso y matizado, me di cuenta
de que este volumen podría ser un correctivo importante para
quienes describen el trabajo de Erickson com o algo totalmente
intuitivo e idiosincrásico. Sin duda, fue intuitivo en el sentido de
que confiaba a menudo en sus asociaciones inconcientes espontá
23
neas para iniciar la exploración psicodinámica de un caso nuevo.
H asta podría dar la impresión de haber sido idiosincrásico en al
gunos de sus métodos poco ortodoxos de disponer «experimen
tos de cam po» con el fin de evaluar la realidad fenomenológica
de la experiencia hipnótica. Pero Erickson siempre insistió en que
sus procedimientos verbales y no verbales destinados a facilitar
experiencias hipnóticas, preparados con esmero, eran esencialmen
te racionales en tanto recurrían a la individualidad y a los poten
ciales singulares del paciente. Los com entarios de Erickson con
tenidos en este volumen son un testam ento de la profundidad y
la naturaleza innovadora de su pensamiento y su práctica tera
péutica, con esta técnica específica que procura expandir la con
ciencia de sí y abrir el camino hacia el desarrollo de una nueva
identidad en hipnoterapia.
24
Sesión I. Primera parte 1
Enfoques de hipnosis terapéutica
25
Fink: Por cierto que debería ser capaz de montar a caballo igual
que él.* ¿O acaso eso no tiene sentido com ún? ¡He salido con mal
pie! ¿Que si me gusta Gene A utry?
Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con un jardín?
Fink: Bueno, aporta fertilizante a un jardín.
Erickson: ¿Cóm o pasa de volteado a jardín y a Gene A utry?
Fink: Es absolutamente esquizoide.
Erickson: ¿La puede tararear? [El doctor Fink tararea Drifting
Along with the Tum bling Tumbleweed.]
Fink: Voltear. rodante planta rodadora. . . Gene Autry.
Erickson: Sí, eso es. El no está rodando. Pregunté por su jardín. . .
Gene A u try canta The Tumbling Tumbleweed.
Fink: Es una canción inolvidable.
Erickson: No es una canción. . . ¡sólo es harina de otro costal!
Sujeto: ¿¡Y yo que trataba de relacionarlo c o n . . .!? [Se bloquea,
confundida.]
Fink: Y sin em bargo se me escapó.
Erickson: E stoy muy seguro de que él no lo recuerda. Y la obser
vación de usted debería haberle refrescado la memoria, pero su
memoria no fue refrescada. Por consiguiente, él no la oyó. [La
sujeto se acerca más a la señorita D ey.]
Fink: Bueno, esta vuelta lo perdí yo.
Sujeto: ¿Qué está haciendo ella?
Fink: Está escribiéndole una carta a una amiga.
26
no se da cuenta de que Erickson le provoca esa confusión in
directamente. Se diría que Erickson ni siquiera se dirige a ella;
sabe que los escucha, pero actúa com o si sólo entretuviera la
atención del doctor Fink.
La sujeto pronto da muestras de tratar de unirse al des
concertante juego asociativo que se desarrolla en torno de ella,
cuando exclama «¡Y y o que trataba de relacionarlo con. . .!»
y se bloquea, indicando con ello que está confundida; y este
es un estado ideal para iniciar la hipnosis, porque evidente
mente su atención se centra en la dinámica progresiva que es
tá iniciando Erickson y, sin embargo, necesita una orienta
ción esclarecedora que espera recibir de Erickson o del doctor
Fink. Esta necesidad de un esclarecim iento indica que ahora
se encuentra en un estado de aprestamiento para la respues
ta: está lista para responder mediante la aceptación de cual
quier sugestión o sugestiones esclarecedoras. Erickson consi
dera que este estado de aprestamiento para la respuesta es
una preparación ideal para iniciar una experiencia hipnotera-
péutica.
27
Erickson: Fue fácil hacerlo, después que me lo presentaron for
malmente.
Fink: Fue una especie de verde bilioso.
Erickson: ¿P or qué la desafió Jerry con la escritura automática?
Sujeto: Aquí debo inventar una respuesta apropiada.
Erickson: Démosle a Jerry una ayuda excelente. ¿Cuál fue mi pre
gunta?
Sujeto: No creo poder ayudarlo. Me perdí tres o cuatro cuadras
más atrás.
Rossi: Aunque resulte difícil seguir estos pasajes, hay un punto
sobradamente claro. La sujeto vuelve a admitir su confusión
cuando dice «M e perdí tres o cuatro cuadras más atrás». Aquí
vem os el comienzo de las cinco etapas típicas de la microdiná-
mica del trance y la sugestión (Erickson y Rossi, 1976/1980,
1979):
1. su atención ha sido centrada en los temas que usted
[Erickson] está introduciendo;
2. sus disposiciones mentales habituales han sido despo
tenciadas y queda confundida al tratar desesperadamente de
seguir el hilo de la conversación;
3. es lanzada a búsquedas interiores creativas dentro de
su propia mente, sin que lo advierta;
4. las búsquedas interiores activan procesos inconcientes
que, a su vez,
5. establecen un estado de aprestamiento para una respues
ta hipnótica creativa.
En este contexto, ciertamente, produce usted la primera
alusión al futuro trabajo hipnótico, cuando pregunta: «¿Por
qué la desafió Jerry con la escritura autom ática?». La sujeto
responde con perplejidad («Aquí debo inventar una respuesta
apropiada») y usted aumenta al punto su confusión presen
tando un nuevo non sequitur acerca de ayudar al doctor Fink
y contestar su propia pregunta.
Erickson: ¡Parece que en cada vida entra una cuota de confu
sión, y también una cuota de esclarecimiento!
Rossi: La confusión es necesaria para quebrar las limitacio
nes aprendidas por la paciente, a fin de que lo nuevo pueda
ser acogido por su conciencia. En la siguiente sección usted
prosigue con esta técnica de desconcierto; se vale de una serie
de preguntas y formulaciones que provocan una sensación adi
cional de no saber. A su vez, esta sensación activa los proce
sos inconcientes de búsqueda interior que pueden suscitar la
respuesta hipnótica de la escritura automática.
28
1.2 Enigmas, acertijos y sobrecarga cognitiva; activación de los
potenciales de la sujeto; la ética de los «juegos mentales»
* En inglés: «Sí. Peter ought to catch halibut. W hy?». Las iniciales de las pa
labras de la oración y la «y» de « w hy» forman casi la palabra enigma, «splotchy»
(emborronado). Erickson propone finalmente una variante que incluiría la «1» fal-
tante: «St. Peter's lady » (la esposa de San Pedro . (N. de la T.)
29
Fink: Usted la contesta.
Erickson: [Toma una tablilla con un sujetapapeles.] Pero el que
miraba era usted.
Fink: La palabra era «em borronado».
Erickson: Bien, ¿y eso qué tiene que ver con esta página?
Fink: ¡Oh, caramba!
Erickson: ¿Cóm o describiría esa página?
Fink: Quiere decirme que en todo este tiem po en que traté de de
ducir esa palabra. . .
Erickson: Con esa oración, y o sólo le describía la apariencia de
la página; usted está todavía allí, y no aquí.
Fink: ¡No, ahora estoy exactamente allí!
Erickson: Muy bien. Y ahora, ¿qué tiene que ver eso con Ella Fink?
Fink: Supongo que am bos som os unas bestias.
Erickson: E sto fue simple.
Fink: M uy simple.
Erickson: ¿Le gustó su proceso deductivo?
Sujeto: Fue hermoso.
Señorita Dey: ¿Por qué tom ó la s y la t de saint y dejó el resto?
Fink: St. es la abreviatura de saint.
Erickson: Utilicé la form a St. Peter para recordarle el enigma.
Empecé y terminé con el recordatorio para embarullar sus pensa
mientos.
Fink: Y o estaba siguiendo la pauta que usted había aplicado allí.
Erickson: Ahí había cuatro cosas en juego. Por eso no lo pudo
deducir. Si tan sólo se me hubiera ocurrido la oración «La esposa
de San Pedro debería pescar halibut», tal vez usted lo habría pes
cado.
Fink: San Pedro no tenía esposa. ¡Si la hubiese tenido, reinaría
en el otro imperio!
Señorita D ey: ¿Tiene pruebas de eso?
Fink: No, y tam poco me interesa llevar más adelante esa afirma
ción.
Sujeto: Todavía quiero conocer ese detalle de cuatro letras.
Erickson: Constantinopla es una palabra larga, ¿puede deletrear
la? ¿«E sto» significa algo? H ay cuatro letras, ¿no es así?
Sujeto: Es tan sim ple. . . una vez que alguien nos lo ha resuelto.
Fink: E sto fue muy bueno.
Erickson: E sta noche ha trabajado con muy buena voluntad,
Jerry.
Sujeto: Por supuesto, está bromeando.
Erickson: A puesto a que no parece ser así.
Sujeto: No, no lo parece. Sin embargo, es tan com plicado. . .
30
Rossi: [En 1987] En esta sección se llega a tal grado de confu
sión y non sequitur que uno tiene la sensación de asistir a un
juego de ping-pong mental bastante caótico. Podem os detec
tar una sensación lúdica mientras observam os el alegre ir y
venir de Erickson entre el doctor Fink y la sujeto. En verdad,
una parte nada pequeña de su encanto residia en su costum
bre de contar a la gente, en m om entos cuidadosamente elegi
dos, la técnica que empleaba para practicar los juegos menta
les al mismo tiem po que los practicaba. Mientras ofrecía es
tas explicaciones, su rostro solía tener una expresión más bien
dulce, pero a la vez muy alerta e inquisitiva. Como siempre,
había muchos niveles de significado en su conducta y él acos
tumbraba observar con detenimiento aquellos que el sujeto
aprehendía.
En un nivel, se divertía de veras participando en juegos
mentales que descolocaban los procesos asociativos de las per
sonas, llevándolos de aquí para allá por caminos que solían
ser indiscernibles para ellas. En otro nivel, estos juegos cons
tituían una form a im portante de la experimentación de cam
po,4 en la que exploraba la naturaleza de la conciencia de sí
y el proceso hipnótico. En un tercer nivel, sus explicaciones
aparentemente ingeniosas sobre el m odo en que manipulaba
los procesos asociativos del sujeto eran una dem ostración cla
ra y generosa de su destreza: si el sujeto deseaba continuar
el juego, su propia expectativa y su confianza en Erickson po
tenciarían aún más los pasos siguientes del proceso hipnótico.
E ste es un ejemplo interesante de nuestras concepciones,
todavía en elaboración, acerca de lo que podría llamarse la éti
ca de los juegos mentales. Un principio básico de esta nueva
ética exige que el sujeto se percate de algunas de las técnicas
en uso y haya accedido a someterse al proceso con propósitos
preestablecidos.
Cuando Erickson describe cóm o «em pecé y terminé con el
recordatorio para embarullar sus pensamientos», da un ejem
plo de lo que posteriorm ente hemos denominado amnesias es
tructuradas:5 todas las asociaciones que vienen a la mente en
tre el recordatorio inicial y el final tienden a perderse en una
laguna amnésica, de manera tal que el pensamiento conciente
del oyente queda confundido y despotenciado.
31
Cuando la sujeto cierra esta sección, desconcertante pero
ti Iii ve/, lancinante, con el com entario «Sin embargo, es tan
«■oinplicado», admite su estado de sobrecarga cognitiva. Esta
Ni'cción i««, por cierto, un ejemplo de los extrem os en aparien
cia irascibles y tediosos a los que solía llegar Erickson en su
empleo de enigmas, acertijos y ju egos asociativos arcanos.
Obraba así porque reconocía la importancia de confundir los
procesos mentales concientes del sujeto, y activar al mismo
tiem po aquellos procesos asociativos inconcientes que produ
cirían el eventual trabajo hipnótico. M ás aún, Erickson afir
mó repetidas veces que tal estado de activación interna —en
el que los potenciales del sujeto eran activados hasta un um
bral de trabajo terapéutico— era el ideal de su técnica hipno-
terapéutica.6 Este punto de vista contrasta marcadamente con
la noción errónea, aunque todavía generalizada, de que la hip
nosis es un estado de franquía en blanco en el que el sujeto
se convierte en un autóm ata pasivo, a merced de las sugestio
nes y program aciones del hipnotizador.
32
m ovim iento inconciente hacia el lápiz, usted inicia una confu
sión que tenderá a despotenciar su conciencia de si y allanará
el camino hacia el m odo hipnótico, dentro del cual ella debe
limitarse a esperar que se produzcan las respuestas automáticas.
Marión Moore, doctor en Medicina: E so siempre hace que el
paciente se pregunte por lo que ve el doctor Erickson sin que
él lo perciba aún.
Rossi: Sí, las preguntas que la mente conciente del paciente
no puede responder con facilidad sirven para activar procesos
inconcientes.
Erickson: Una criatura empieza a aprender en el m omento en
que oye algo: se pregunta por lo que dicen, por lo que signifi
ca, y así sucesivamente.
Moore: Emprende una búsqueda interior para hallar un signi
ficado a lo que se dice.
Rossi: Con este tipo de preguntas, usted además convoca una
disposición temprana que se remonta directamente a los dos
primeros años de vida.
33
Rossi: ¿Esa es su verdadera intención al formular tal aserto:
convocar indirectamente recuerdos no relacionados con esta
habitación?
Erickson: Sí.
Rossi: Ella pregunta entonces «¿Qué se pretende que haga?»,
y usted responde con otra pregunta, «¿Qué dije?», que activa
una nueva búsqueda interior. E sto acrecienta la confusión y
obliga a la sujeto a interrogarse a sí misma sobre lo que usted
dijo primeramente. ¿E sto sugiere además una duda acerca de
ella misma y, de ese modo, despotencia aún más sus disposi
ciones concientes?
Erickson: Ajá.
Rossi: Usted observa su mano con mucha paciencia, en una
actitud de expectativa interesada, esperando que haga otros
m ovim ientos automáticos. Ella com enta que es un «proceso
tedioso», pero usted lo refuerza positivamente con la perogru
llada de que «un buen trabajo debe hacerse despacio». Ella
no puede discutírselo y, por eso mismo, también debe aceptar
la implicación de que está haciendo un «buen trabajo», que
presumiblemente culminará en la escritura automática. En
tonces com enta con cierta impaciencia que ella sabe que todo
ese trabajo terminará en que su mano responda que sí. Usted
le pregunta qué significa eso, pero ella levanta rápidamente
una defensa: se rehúsa a responder y le niega todo significa
do. Usted admite esta verdad vivencial de ella pero, aun así,
procura motivarla valiéndose de su curiosidad natural y le pre
gunta: «Quiere saber, ¿no?». Al responder «Por supuesto», ella
revierte de hecho su actitud anterior de negar todo significa
do a la escritura automática; es probable que en este momen
to se encuentre totalmente abierta, lista para recibir un nue
vo significado.
Erickson: Sí.
34
da interior tendiente a facilitar aún más la escritura automá
tica.
Erickson: Sí.
35
Sujeto: Sí. Pero usted no puede pensar en nada. Y o sólo puedo
optar entre decir sí o no.
Erickson: ¿E so se relaciona de algún m odo con un dolor desde
aquí |señala el hombro de la sujeto] hacia abajo?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Se relaciona de algún m odo con un dolor desde aquí
hacia arriba?
Sujeto: No.
Erickson: ¿H a olvidado algo?
Sujeto: Sí. No me pregunte qué. No lo sé.
Erickson: ¿Se relaciona con algo que usted ha olvidado?
Sujetó: Sí.
Erickson: ¿Cree haberlo olvidado?
Sujeto: No.
Erickson: ¿L o ha olvidado?
Sujeto: Sí. No tiene sentido.
Erickson: ¿N o lo tiene? ¿Querría discutir consigo misma?
Sujeto: No mucho.
Erickson: ¿N o sería divertido?
Sujeto: Sí.
Erickson: Veam os su respuesta a esto. ¿Tiene sentido?
Sujeto: No.
Erickson: V ea lo que escribe su mano.
Sujeto: Probablemente dirá que sí.
Erickson: Ella siempre dice lo que usted no dice.
Sujeto: Las más de las veces sé lo que va a decir.
36
den te ha olvidado algo. Su respuesta negativa a la pregunta
«¿Cree haberlo olvidado?» puede ser la respuesta de su incon
ciente que admite no haber olvidado nada.
V istas en conjunto, su confusión, su búsqueda interior y
su escritura automática indican que la sujeto entra en el m o
do hipnótico de responder sin intencionalidad conciente. . .
aunque usted no haya inducido un trance con ningún ritual
formalizado.
37
de ella. En otras palabras, trato de evitar que obtenga la in
form ación en relación con un punto de vista elegido concien-
temente. No quiero que la reciba presumiendo que proviene
del doctor Fink o de mí.
Ros si: Usted le allana el camino hacia un proceso general de
búsqueda interior que no esté influido por sus marcos de refe
rencia concientes. La esencia de la hipnoterapia ericksoniana
no es «poner» algo en los pacientes, sino más bien evocar o
suscitar algo en ellos sin que ese algo esté influido por sus
propios marcos de referencia concientes y sus limitaciones
aprendidas. E sto es importante, porque el público en general
y muchos profesionales todavía creen que la hipnosis se usa
para controlar o programar a las personas, com o si fueran autó
matas carentes de inteligencia.
Moore: Esa es la idea equivocada que se tiene de la hipnote
rapia.
Rossi: El propósito esencial de la hipnoterapia es provocar res
puestas y despertar potenciales no deformados que surjan den
tro mismo del paciente. ¿Están de acuerdo con esto?
Erickson: ¡Sí! [.Erickson narra el caso de un investigador poli
cial que dejó de usar el polígrafo para detectar las declaracio
nes falsas porque podía hacerlo mejor con hipnosis: hacía pre
guntas que 1) abarcaran todas las posibilidades de respuesta;
2) provocaran confusión; 3) tuvieran en cuenta tanto las res
puestas negativas como las afirmativas.]
38
Erickson: Si usted prometiese no tomar un ómnibus para regre
sar a su casa, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría el ómnibus.
Erickson: Pero si lo prometiera de veras, ¿qué haría?
Sujeto: Probablemente regresaría a pie.
Erickson: Si tuviera que ir al centro de la ciudad, ¿qué haría?
Sujeto: Tomaría un taxi. . . o un tranvía.
Erickson: ¿Por qué preferiría tomar un taxi?
Sujeto: Los tranvías no me gustan mucho.
Erickson: ¿A lgún otro comentario en favor de los taxis?
Sujeto: Son más rápidos.
Erickson: Son más rápidos, ¿verdad? La llevan a destino mucho
antes, de m odo que al prometer no tomar un ómnibus usted ace
leraría su viaje al centro, ¿no es así? Bien.
Sujeto: Aquí va a pasar algo.
Erickson: Ahora dejaré que el doctor Fink se haga cargo del asun
to. Hasta ahora me hice cargo de todo. Veamos, por un rato, qué
hace él. ¿Qué cree que hará?
Sujeto: Es difícil decirlo.
Erickson: ¿Puede decirse?
Sujeto: Sí. ¡Oh, hermano!
39
Moore: Por el recurso de conseguir que la paciente haga todo
el trabajo.
Rossi: Entonces la frase sea renuente a responder es en reali
dad una sugestión indirecta de que busque «lo reprimido».
Tiende a provocar la tercera etapa de nuestro paradigma de
la microdinámica de inducción del trance y la sugestión, o sea,
la etapa de búsqueda interior inconciente.
[En 1987] La expresión com pleta de Erickson «Querría que
usted fuera renuente a responder a esta pregunta: ¿hay algo
en esas flores que no le agrade?» puede ser un ejemplo de su
increíble intuición. En efecto, com o veremos sobre el final del
caso, la sujeto ha tem ido a las flores sin percatarse de ello.
Las flores estaban asociadas a su principal problema presen
tado: el miedo al agua.
¿Qué es exactamente una intuición? Erickson la ha descri
to com o una respuesta inconciente a señales mínimas. Por
ejemplo, en esta situación podríam os suponer que Erickson
había captado inconcientemente una respuesta conductal mí
nima negativa de la sujeto en relación con algunas flores que
había en el consultorio. Tal vez notó que había fruncido leve
mente el entrecejo, que evitaba mirarlas o, quizá, que fruncía la
nariz para bloquear su aroma. Luego, el proceso inconciente
de Erickson, de naturaleza «intuitiva» y asociativa, trajo a un
nivel conciente esta respuesta mínima negativa de la sujeto
con su formulación asertiva/interrogativa; y todo ello sin que
ninguno de los dos captara aún el significado más profundo
de las flores.7
[En 1979] Milton, ¿usted ideó realmente todo esto de ante
mano? ¿Lo planificó por adelantado, com o una técnica que
abriera el camino hacia el descubrimiento de un recuerdo trau
m ático? ¿Sabía, en ese momento, que su problema concreto
era un recuerdo traum ático reprimido?
Erickson: No. Sólo estaba buscando.
Rossi: ¿Pero cóm o supo en ese m omento que debía empezar
a buscar un recuerdo traumático? ¿El doctor Fink le había ade
lantado algún dato?
Erickson: No. El doctor Fink ignoraba cuál era el problema.
Simplemente barruntaba que algo andaba mal en la sujeto.
Era una enfermera de su equipo auxiliar que de vez en cuando
parecía deprimida. No era una paciente regular.
40
1.10 Concesión de que la mente candente de la sujeto gane algu
nas batallas de menor importancia; niveles múltiples de respues
ta y significado
41
este fenóm eno de los niveles múltiples con su declaración fi
nal, que representa muy bien el conflicto que viene experimen
tando entre sus dos interpretaciones (conciente e inconciente)
de lo que sucede en su terapia.
* El doctor Fink se vale aquí del efecto fonético adormecedor de las íes largas
en las palabras «sleep» (dormir, sueño), «deep» (profundo) y sus derivados; lo mis
mo hace después el doctor Erickson. (N. de la T.)
42
comprensión de que todo está bien y seguirá estando bien. ¿Es
agradable?
Sujeto: Sí.
Erickson: Si le hablo al doctor Fink no la molestaré, ¿verdad?
Sujeto: No.
43
do profundamente. Cuando usted sienta que en verdad está pro
fundamente dormida, su mano derecha se elevará para hacérme
lo saber. Y su mano se está elevando, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
44
mente. ¿L o hace a menudo? ¿Le gustaría hacer otro ensayo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Vea si puede escribir eso en form a invertida. Lo hizo
muy bien, ¿no? ¿E s la primera vez que lo intenta? U sted no sabía
que podía hacer eso, ¿verdad? Ahora le pasaré el lápiz a la otra
mano; escriba al revés el día de su nacimiento. M uy bien. ¿Cree
que realmente podría escribirlo más rápido? Le daré una ayudi-
ta. Ponga este lápiz ahí y ese otro allí y empiece a escribir con
ambas manos. Lo ha hecho verdaderamente muy bien. ¿Le gus
taría ver esto luego de que la despierte? De acuerdo, retiraremos
esta hoja. De paso, usted no sabe cuál es, puesto que no tenía
los ojos abiertos. ¿E stá bien así?
Sujeto: Sí.
45
1.14 Comunicación en dos niveles: sugestión pos-hipnótica de fas
cinación, responsabilidad y alivio ante lo que acongoja; reencua-
dramiento de un trauma por medio de tareas estructuradas
Erickson: ¿Cree que sería fascinante para usted que, una vez des
pierta, se devane los sesos acerca de esto y descubra lo que escri
bió cada mano? Insertaremos la hoja aquí, al final de este bloc,
y su tarea será simplemente tener presente que ha de recordarme
que le traiga a colación el tema más adelante. Usted puede asu
mir esa responsabilidad. Si y o lo olvidara, usted se encargará de
recordármelo, ¿no? ¿A hora está durmiendo profundamente?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Empieza a tener la impresión de que podría llevar a
cabo su propósito, del mismo m odo en que escribió enero al revés
y con las letras invertidas? Es toda una tarea, ¿no? Y, en verdad,
usted puede comprender muchas más cosas durante su sueño que
cuando está despierta, ¿no es así? Y se sentirá cóm oda con ello,
¿no? ¿N o le resulta agr.adable sentirse cóm oda con ello? ¿Sentir
se cóm oda acerca de cosas que podrían perturbarla cuando está
despierta?
46
1.15 Conversión de lo negativo en positivo: despotenciación de
las limitaciones aprendidas y microdinámica del trance; la opo
sición de proceso y contenido es la esencia del enfoque erickso-
niano
47
este modo, se despotrncian las disposiciones concientes de la
paciente y sus Utnihicioncs aprendidas, y la microdinámica de
la búsqueda intvrior y los procesos inconcientes intervienen
para facilitar una respuesta hipnótica.
48
Rossi: A l preguntarle «Cuando estaba despierta, ¿creía que
nunca había sido hipnotizada?», ¿hubo una nueva inducción
de trance que no percibi?
Erickson: Bueno, si ella ha estado en trance, va a estar en
tran ce.
Rossi: ¿Eh?
Moore: Cuando los pacientes han estado en trance con usted,
sea de manera formal o informal, toda vez que vuelvan a tra
bajar con usted estarán parcialmente en trance. Cuando dan
respuestas de esta clase, es indicio de que están en un trance
de segundo o tercer nivel, o com o quiera usted definirlo. Des
pués que se hubo inducido un trance entre M ilton y ella, bas
ta presentar estas preguntas desconcertantes para reinducirlo.
Rossi: Com prendo. . ¡no puede dejar de machacarme cons
tantemente la cabeza con eso! [Risas prolongadas.] Una vez
que un terapeuta estuvo asociado con la conducta de trance
de un paciente, en adelante siempre habrá cierta asociación
entre ese terapeuta y el previo estado alterado de trance del
paciente. El terapeuta puede reinducir el trance indirectamente
con sólo emplear el mismo tono de voz, modo, curso del inte
rrogatorio, o lo que sea, con miras a volver a provocar ese tran
ce anterior por asociación. El paciente puede percatarse o no
de estos trances ulteriores. A menudo son tan sutiles o m o
mentáneos que pueden pasar totalmente inadvertidos tanto
para el terapeuta com o para el paciente, a menos que pesqui
sen con cuidado los indicadores de microtrances. Estas expe
riencias de trance de segundo y tercer nivel, sutiles e intermi
tentes, pueden servir de base a toda clase de reacciones de
trasferencia y contratrasferencia mal entendidas entre el te
rapeuta y su paciente, precisamente a causa de la falta de per-
catación.8
49
instante. Recuérdelo hasta que pueda sentir que sus manos escri
ben hasta que sienta que sus manos escriben. Continúe sin
tiéndolo con la misma certeza con la que sabe dónde está ahora,
y sabe también que hay muchas otras cosas que puede hacer, co
mo hace esa. [La sujeto escribe.] Fue una experiencia placentera,
¿no?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y hacerlo con la mano derecha, y con la izquierda, y
en forma invertida, no fue com o escribir simplemente el día de
su nacimiento, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Fue com o si estuviera haciendo una tarea. Durante su
experiencia han sucedido muchas otras cosas que puede repasar,
y puede hacerlo a m odo de tarea, ¿no es así? Como una tarea que
es preciso llevar a cabo, examinar, comprender e interpretar pos
teriormente. ¿N o es así? Ahora bien, esta noche participé en un
juego con el doctor Fink basándome en esa frase que compuse.
Los enigmas fueron un ju ego agradable, ¿no? En nuestra propia
experiencia hay muchos enigmas, ¿no es cierto? Querría sugerir
le que vea en ellos unos enigmas que procurará resolver por di
versión y con satisfacción, y que luego descubra lo simple que
es el acertijo y la satisfacción que produce su resolución. Ahora
bien, la otra noche olvidó muchas cosas. Se olvidó de marzo de
1945, de febrero de 1945, de enero de 1945 y hasta de diciembre
de 1944, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Podría hacerlo otra vez, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y podría hacerlo de manera muy, pero muy completa,
¿no es cierto? Y aun al reflexionar sobre eso le resulta un poco
nebuloso, ¿no? Eso la mueve a preguntarse quién soy yo, ¿no es
así?
Sujeto: Sí. .
50
tijos del com ienzo de la sesión, a fin de introducir en la situa
ción una nueva confusión despotenciadora junto con la «di
versión y satisfacción» por resolver un acertijo (que consis
tirá, para la sujeto, en comprender la dinámica de su propia
psique).
Cuando le dice «A hora bien, la otra noche olvidó muchas
cosas», ¿se refiere de manera implícita a una sesión anterior
a esta?
Erickson: Si. Lam ento no haberlo llevado cronológicamente.
[Se refiere a un registro com pleto de las sesiones.]
Rossi: De acuerdo. Lo im portante es registrar con exactitud
lo ocurrido para que nuestros lectores comprendan que usted
y la sujeto mantuvieron una reunión previa no registrada. Co
mo esta sujeto no era una paciente común, la primera vez que
la vio probablem ente ni se le ocurrió que haría con ella un tra
bajo hipnoterapéutico tan significativo. En verdad, le estamos
agradecidos por haber contado con una taquígrafa en esta se
gunda reunión.
Usted continúa después con la acotación «Y aun al refle
xionar sobre eso le resulta un poco nebuloso», lo que despo
tencia todavía más sus disposiciones limitativas concientes y
la impele a una búsqueda interior. Termina dándole un indicio
bastante enigm ático («Eso la mueve a preguntarse quién soy
yo») que ahonda la búsqueda interior al par que le señala un
rum bo y una expectativa específicos. En efecto, usted ha es
tablecido todas las bases para la primera regresión de edad y
la presentación del Hom bre de Febrero, que ocurre en la si
guiente sección.
51
Sesión I. Segunda parte 1
Creación de la identidad del Hombre de Febrero
53
este comentario haya provocado en la sujeto una respuesta
afirmativa interna. También ella debe reconocer que «es muy
difícil recordar ( . . . ) el día siguiente a aquel en que estrechó
por primera vez la mano de alguien». Por lo tanto, a esta altu
ra ella ya tiene una fuerte disposición afirmativa.
Erickson: Con esa búsqueda de recuerdos tempranos la pre
dispongo a una regresión de edad.
Rossi: Luego, añade la sugestión crítica para la regresión de
edad: «Si olvida un montón de cosas que le han sucedido des
de la primera vez que estrechó la mano de alguien, en verdad
se acercará cada vez más a ese recuerdo, ¿no?». Esta suges
tión crítica emana en forma natural de las que la precedieron
y ratifica el fenómeno de disposición afirmativa. Incluso, su
lógica inherente es indiscutible: ella realmente «se acerca más
y más» a ese recuerdo, porque todas las amnesias que ha teni
do desde la primera vez que estrechó la mano de alguien se
convierten, de manera efectiva, en lagunas de su memoria. Se
produce una verdadera contracción del tiempo hacia un nivel
de edad más temprano y, como veremos en la próxima sec
ción, la paciente se encuentra en un estado de regresión de
edad.
La dinámica de regresión de edad, tal como la muestra es
ta sección, es pues, algo más que el simple hecho de poner a
la sujeto en estado de trance y decirle que tendrá menos años
de edad. Usted sigue una secuencia compleja, cuya descrip
ción aproximada sería esta:
1. Pone en marcha las dos primeras etapas de la microdi-
námica del trance cuando acapara la atención de la paciente
y despotencia sus disposiciones mentales habituales. Usted
sabe que esas etapas han sido activadas en el momento en
que ella manifiesta una extrema atención de respuesta: sigue
sus sugestiones de manera tan completa que se contradice a
sí misma sin percatarse siquiera de ello.
2. Tiende un puente afectivo hacia los recuerdos tempra
nos por medio de tareas desconcertantes que convocan una
disposición temprana a aprender.
3. Formula preguntas que (a) no pueden ser contestadas
por la mente conciente de la sujeto y (b ) la orientan todavía
más hacia los aprendizajes y recuerdos de su niñez más tem
prana (p.ej., recordar la primera vez que estrechó la mano de
alguien).
4. Luego viene la sugestión crítica, mediante la cual usted
equilibra cuidadosamente procesos opuestos; es lo que en un
trabajo anterior denominamos aposición de contrarios (Erick-
son y Rossi, 1979). Usted pone de relieve todo lo que ella ha
olvidado desde la primera vez que estrechó la mano de alguien
y, paradójicamente, esto la acerca más y más a un recuerdo
temprano. Aprovechando el precario equilibrio de su estado
mental, usted utiliza todos sus olvidos para activar súbita
mente un recuerdo temprano y una regresión de edad.
Si damos por sentada la existencia de una disposición men
tal que controla la recordación y el olvido, podemos decir que
usted ha hallado un medio de activarla. Lleva el mecanismo
del proceso de recordación-olvido a un estado naciente de apres-
tamiento para la respuesta y lo descarga súbitamente, encau
zándolo por el canal de su sugestión. En esto radica la esencia
de la sugestión hipnótica: se despotencian las disposiciones
mentales habituales de un sujeto (o sus limitaciones aprendi
das) a fin de poder activar ciertos mecanismos mentales (un
estado naciente de aprestamiento para la respuesta) y descar
garlos por un canal de sugestión. Es un procedimiento mucho
más complejo que la simple sugestión directa utilizada en el
pasado. Fue la notoria falta de confiabilidad de que adolecía
esta última la que movió a muchos psicólogos a dudar de la
validez de la regresión de edad como auténtico fenómeno hip
nótico. Aunque la técnica que usted aplica impone al opera
dor unas exigencias enormemente mayores, quizá conduzca
a resultados más confiables una vez que otros terapeutas ha
yan aprendido a usarla.
Me pregunto si existe algún modelo neurológico que pue
da ayudarnos en este trabajo. ¿Cree que el enfoque holográfi-
co de Karl Pribram (1971) puede encerrar algunas posibili
dades?
Erickson: Sí, pero no estoy suficientemente informado acerca
de él.
55
Sujeto: No.
Erickson: ¿Te gustaría averiguar en qué año estamos? ¿Sabes es
cribir?
Sujeto: No.
Erickson: ¿No sabes escribir?
Sujeto: No.
Erickson: Pero sabes hablar, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Pero el mes es febrero?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y sabes cómo sabes que es febrero?
Sujeto: No.
Erickson: Yo lo sé. Sé cómo sabes tú que es febrero. ¿Te lo diré?
¿Te lo diré ahora mismo o esperaré hasta más adelante? ¿Te gus
taría saberlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Estamos conversando, ¿no es así? ¿Sabes quién soy?
¿Conoces mi voz?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Me conocerías si abrieras los ojos y me miraras?
Sujeto: No lo creo.
56
1.20 Tercera etapa en la creación de la identidad del Hombre de
Febrero: se establece una relación agradable; la dinámica vocal
y la exploración de la regresión de edad mediante objetos reales
y juegos
57
Rossi: Usted emplea ese modo de hablar suave y agradable
que utiliza la gente cuando trata con amabilidad a un niño.
Naturalmente, eso tiende a reforzar el estado de regresión de
edad asumido por la sujeto. Luego, usted avanza en su explo
ración de esa regresión mediante un juego sencillo: coloca en
tre sus dedos dos objetos, aparentemente un anillo y un lápiz
o varios lápices. Las respuestas infantiles que da ella a sus
preguntas simples acerca de los objetos ratifican la realidad
de su regresión de edad y establecen una disposición a res
ponder a preguntas simples que le permite a usted empezar
a formular preguntas más específicas sobre la edad que «tie
ne», su cumpleaños y lo que sucede en su vida. Ahora explora
el estado de regresión de edad, en busca de aquellas situacio
nes de la infancia que puedan requerir intervención terapéutica.
Erickson: Sí.
58
lo reconozca no causará problemas, porque «por el tono de mi
voz, puedes suponer que probablemente me querrás mucho».
En esta sección establece con Claridad su nuevo papel tera
péutico por medio de las preguntas «¿Te gustaría adivinar
quién soy?» y «¿Debo darte una ayudita?» y las aseveraciones
«Algún día volverás a verme. Me verás una y otra vez. Es
una promesa. Algún día me contarás un chiste y te divertirás
contándomelo».
De este modo, al tiempo que mantiene todavía cierto ano
nimato en tanto no le revela su nombre ni su relación con ella,
le bosqueja claramente la naturaleza de esa relación. En reali
dad, le proporciona sugestiones pos-hipnóticas que la predis
ponen a recibir las apariciones constantes de usted a lo largo
de esa infancia que revivirá en su regresión de edad. Esta pro
mesa de reaparición constante tiene por sí misma un valor te
rapéutico para la sujeto, porque vivió una infancia solitaria
en la que su padre desapareció por muerte. Al mencionar de
pasada los chistes, usted también le da a entender que sus
apariciones futuras serán alegres y divertidas, en un nuevo
y marcado contraste con la disposición emocional originada
en su infancia. Pone especial cuidado en no abrumar su mente
infantil; le dice tan sólo lo suficiente para establecer la índole
confiable y agradable de su presencia, y se lo dice con el tipo
de lenguaje que ella puede comprender. Cuando al concluir es
ta sección la sujeto responde que cree en lo que usted le ha
dicho, se ratifica el nuevo papel que usted desempeñará en
el trance terapéutico y quedan claramente establecidas las ba
ses para llevar adelante la relación.
59
Sujeto: ¿No tiene que hacerlo todo el mundo?
Erickson: Aun cuando te cases con un hombre rico. Sí. ¿Hay algo
que no te guste o que no entiendas?
Sujeto: ¡Oh, hay montones de cosas!
Erickson: ¿Cuáles son esas cosas?
Sujeto: Oh, sólo. . . montones de cosas.
Erickson: Dime una . . la más penosa.
Sujeto: ¿Adonde fue papito cuando murió?
Erickson: ¿En verdad no lo sabes?
Sujeto: No estoy segura.
Erickson: ¿Querrías estarlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Bien, a una niña pequeña, como tú, hay que explicarle
eso de manera tal que lo entienda, ¿no es así?
Sujeto: Ajá.
Erickson: Cuando seas más grande y mayorcita habrá que cam
biar esa explicación, ¿verdad?, porque entenderás otras cosas.
Ahora bien, cuando murió, tu papito se fue al cielo. Esa es la ex
plicación, ¿no?
Sujeto: Eso es lo que dicen ellos.
Erickson: Y cuando eras muy pequeñita te dijeron que Dios era
un anciano grande y bueno, ¿no es cierto? ¿Crees que tu madre
imagina así a Dios?
Sujeto: No.
Erickson: Ella es mayor y comprende muchas cosas. Los niños
pequeños van a la escuela, aprenden que uno más uno son dos
y eso les parece difícil. Cuando aprenden que dos más dos son
cuatro, eso es realmente difícil. ¿Crees que a tu madre le resulta
difícil?
Sujeto: No.
Erickson: Es muy fácil para ella, porque sabe mucho más. ¿Te
parece que un niño se equivoca al decir que es difícil aprender
a sumar uno más uno?
Sujeto: Sí.
Erickson: No se equivoca, porque eso es difícil para un niño. ¿Crees
que tu madre se equivoca cuando dice que es fácil?
Sujeto: No.
Erickson: Es fácil para la madre y difícil para el niño. Bien. Así,
pues, hay que explicarte que papito se fue al cielo; cuando seas
más grande y mayorcita tendrás la misma clase de comprensión,
pero será una comprensión mejor y más grande aunque, en reali
dad, será la misma. ¿Eso responde a tu pregunta?
Sujeto: [Vacilante.] Sí . . .
60
Rossi: Al comenzar esta sección con la pregunta orientadora
«¿Qué crees que serás cuando seas grande?», usted vuelve a
reforzar implícitamente su estado de regresión de edad. Des
pués empieza a sondear en busca de los tipos de intervención
hipnoterapéutica que requerirá el caso, porque el propósito glo
bal es ayudar a la paciente a no experimentar ningún males
tar ante la idea de tener hijos. ¿Puede decir algo acerca del
concepto infantil del lenguaje y el fundamento de la técnica
que utiliza en esta sección?
Erickson: Es difícil para un niño aprender a sumar uno más
uno, y más aún aprender a sumar dos más dos, pero no lo es
para tu madre. En un tiempo le resultó difícil a tu madre, cuan
do era una niñita como tú. Por lo tanto, las cosas cambiarán
para ti cuando crezcas.
Rossi: Las cosas resultarán más fáciles. Por eso responde pru
dentemente a su punzante pregunta «¿Adonde fue papito cuan
do murió?» recurriendo a una analogía terapéutica comprensi
ble para su marco de referencia infantil. Al mismo tiempo, le
ha impartido una sugestión terapéutica indirecta con el enun
ciado «habrá que cambiar esa explicación» cuando ella sea
grande.
61
a crecer exactamente sobre tu cabeza? Así es como crecemos. Eso
es lo lindo que tiene el crecimiento. A veces tienes ganas de co
mer carne y papas, y a veces no. ¿Tu estómago te explicó eso
en alguna ocasión?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Cuando pasas demasiado tiempo jugando, ¿qué te dice
tu cuerpo? Te dice que te vayas a dormir, ¿no es así? ¿Alguien
te enseñó alguna vez a dormir?
Sujeto: No.
Erickson: Así somos todos. Y así es como los pájaros saben cuándo
deben regresar y cuándo deben partir, y las hojas saben cuándo
deben caer de los árboles y cuándo deben brotar y desarrollarse.
Y por eso las flores saben cuándo deben abrirse. ¿No es un mun
do bonito y agradable?
Sujeto: Sí.
62
bre». Se había destetado por sí solo. ¡No más biberones! ¡Y
se había destetado por completo!
Rossi: ¡Conque su método de destete fue estrellar las mama
deras!
Erickson: [Continúa relatando que sus hijos, cada uno a su
modo y a su tiempo, anunciaron su autodestete a los adultos.
H ay muchas risas entre los miembros del grupo, al que se ha
incorporado el doctor Robert Pearson.]
Pearson: ¡Ahora yo ser nene grande!
Erickson: Cada niño posee una pauta de conducta individual.
Rossi: Cada persona posee una pauta de aprendizaje única y
exclusiva. La hipnoterapia que usted practica procura convo
car estas pautas, más que sobreimprimir en la mente del pa
ciente ideas o contenidos ajenos. Muchos terapeutas todavía
aplican este enfoque tradicional e imponen sus propios pun
tos de vista.
Moore: Si se comprendiera realmente que esta es la verdadera
técnica, ¡causaría una revolución! [en el campo de la hipnote
rapia].
Rossi: Milton, ¿no podría hacer un comentario sobre este pun
to de vista? Me refiero a que su técnica hipnoterapéutica —y
todas las formas indirectas de sugestión que utiliza— tiene
por objeto convocar los procesos de aprendizaje exclusivos de
cada paciente, en lugar de imponer las ideas del terapeuta. Esta
es la esencia de su técnica de utilización.
Erickson: Sí. ¿Cómo sq si mis ideas causarán algún efecto?
Rossi: Esa es una forma sutil y precisa de resumir su enfoque:
usted convoca determinados procesos con la certeza de que
causarán un efecto, puesto que pertenecen al paciente: usted
no impone sus propias ideas, porque le es imposible saber los
efectos que causarían en otra persona. Es muy difícil hacerle
entender esta idea al terapeuta profesional, y lograr que la
acepte, porque es mucho más fácil decir al paciente: «Quiero
que aborde tal o cual cuestión». . . pero no es eso lo que usted
está haciendo.
Visitante: [Una persona no identificada que acaba de incorpo
rarse al grupo.] ¿No reorienta en realidad los procesos? Al me
nos, a veces quiere que los pacientes usen sus procesos como
nunca los han utilizado hasta entonces. Por lo común, presu
mo que en algún momento de su vida el paciente ha adquirido
un mal hábito.
Rossi: Una limitación aprendida.
Visitante: ¿Usted reorienta los procesos, doctor Erickson?
63
Erickson: Una vez que usted / el hipnoterapeuta] ha convoca
do los procesos, el paciente puede valerse de ellos. E sto con
duce a una corrección espontánea.
M oore: ¿Eso es lo que hice algunos años atrás, cuando de
sempeñé el papel del «señor August»* para una de mis pa
cientes? Su padre había muerto cuando ella tenía ocho años,
de modo que me presenté como «el señor August» [durante
una regresión de edad en hipnoterapia]. El señor August le
dijo que podía soñar que los dos iban juntos al zoológico, al
campo de juegos y a cualquier parte; podía soñar que el señor
August le compraba pequeños regalos, le hacía pequeños fa
vores y le brindaba la atención que tanto había ansiado reci
bir de niña, tras la desaparición del padre. Pero siempre eran
sus propios sueños e ideas acerca de lo que el señor A ugu st
habría hecho con ella y por ella.
Erickson: ¡Sus propias ideas! Cuando su padre murió, ella de
be de haber tenido algunos pensamientos de ese tipo.
M oore: Pero en sus sueños acaso tuvo además pensamientos
que no quería afrontar de la otra manera [o sea, conciente-
mente],
Erickson: Sí.
64
Sujeto: ¿Seguro?
Erickson: Volverás a las cosas que quieres y que te gustan. Lo
mismo da que estemos aquí o allá, ¿verdad? ¿Crees que alguna
vez te gustará otra casa?
Sujeto: No.
Hrickson: ¿Te gustan todas las personas que conoces?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Crees que alguna vez querrás a otras personas?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Piensas lo mismo de las que conoces ahora?
Sujeto: Quizá. . .
Erickson: ¿No crees que, tal vez, algunas de ellas te podrían agra
dar más que algunas de las personas a las que quieres mucho,
pero no muchísimo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Eso me parece muy cierto. Esta casa te gusta. ¿Crees
que alguna vez aprenderás a tener cariño a otra casa?
Sujeto: Podría, pero no quiero.
Erickson: ¿No quieres? Me parece muy lindo tener una casa que
te guste cuando eres una niña; una casa que te guste cuando eres
mayorcita; una casa que te guste cuando eres grande, adulta. Me
parece lindo tener una casa que te guste cuando eres vieja. ¿No
es lindo eso?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: Me parece que eso es lo que te ocurrirá, y así lo espero.
En todo momento tengo la esperanza de que te suceda algo im
portante y bueno; que poseas muchas cosas nuevas. . . cosas por
las que sientas el mismo cariño que sientes por las que ahora te
rodean. Así, pues, tendrás muchas cosas que ahora ni siquiera
conoces y a las que querrás tanto como quieres ahora a esta ca
sa. . . de manera diferente, pero las querrás. Esta casa tiene co
sas muy especiales, muy de ella, que te gustan; muchas otras co
sas tendrán también algo suyo, tendrán esas cosas especiales que
te gustan mucho. Puedes comprender eso, ¿verdad?
Sujeto: Sí.
65
Mi afirmación «Te dije que te vería una y otra vez» la tran
quiliza, al asegurarle que aun cuando se vaya [o sea, aunque
crezca] me seguirá teniendo.
Luego, su respuesta afirmativa a mi pregunta «¿Crees que
alguna vez querrás a otras personas?» refuerza su crecimien
to: cuando crezca, querrá a los demás.
Rossi: [En 1987] Erickson termina esta sección con una metá
fora terapéutica: la de tener una casa (una visión del mundo)
apropiada para cada etapa de la vida. En compensación por
tener que crecer, «tendrás muchas cosas que ahora ni siquiera
conoces y a las que querrás tanto como quieres ahora a esta
casa. . . de manera diferente, pero las querrás». Es una forma
indirecta y abierta de sugerirle que, a medida que crezca y
envejezca, irá enriqueciéndose con muchas cosas que todavía
no conoce. Utiliza el no saber como una sugestión indirecta,
para que el inconciente haga su trabajo creativo independien
temente de las limitaciones adquiridas por su mente concien-
te. En su vida ulterior, ella no se verá constreñida por las li
mitaciones de su infancia. ¡Al ir creciendo, superará sus limi
taciones aprendidas!
66
Erickson: No te gusta tropezar y golpearte un dedo del pie, pe
ro . . ¿acaso crees que deberlas crecer sin tropezones?
Sujeto: Seria lindo.
Erickson: ¿No te sentiste contenta cuando se te cayó un diente,
uunque te doliera?
Sujeto: Si.
Erickson: Porque eso significaba que estabas creciendo. ¿Pero no
te parece que todos deberíamos tropezar también, para saber real
mente qué se siente?
Sujeto: Sí.
Erickson: Quizás, algún día, le hablarás a una niñita acerca de
h u s tropezones. En verdad, querrás saber lo que se sentía al gol
67
realidad de los cambios afectivos y cognitivos. . . ¡son tan abs
tractos!
Rossi: La mayoría de los adultos tampoco comprenden sus pro
pios cambios afectivos y cognitivos. Se enojan y «actúan» [act
out] su ira; están deprimidos y, por consiguiente, «actúan» pa
sivamente su depresión. Podríamos decir que la « actuación»
es una forma de rigidez de conducta: no comprendemos que
el estado que ahora experimentamos cambiará, y tampoco com
prendemos que podemos allanar y orientar ese cambio. ¿Qué
otra alternativa nos queda, sino la de «actuar» nuestro estado
como si fuera una función autónoma?
[En 1987] En esta sección, Erickson también comienza a
reencuadrar los miedos de la paciente en función del concepto
de la relatividad de la edad, que había introducido previamen
te (sección 1.22); así como aprender a sumar uno más uno es
difícil para el niño, pero fácil para el adulto, del mismo modo
el «perrazo que está allá, en la esquina» es aterrador para el
niño, pero hace reír al adulto. De manera similar, reencuadra
el dolor causado por la caída de un diente en función de su
significado de valor madurativo («eso significaba que estabas
creciendo»), y reencuadra el dolor provocado por un tropezón
en función de sus significados de valor relacional y experien-
cial («Quizás, algún día, le hablarás a una niñita acerca de sus
tropezones. En verdad, querrás saber lo que se sentía al gol
pearse un dedo del pie»).
Este tipo de reencuadramiento podría parecer contradic
torio si lo comparamos con el empeño manifestado anterior
mente por Erickson (sección 1.23) en suscitar procesos psico
lógicos en un paciente sin añadir ideas o contenidos nuevos.
En aquel momento no le pedimos que aclarara esta posible
contradicción. Sin embargo, al reconsiderar este punto en 1987,
puedo conjeturar la importante diferenciación que probable
mente habría hecho Erickson para demostrar que, de hecho,
no estaba añadiendo algo, sino despertando los conocimien
tos latentes de la sujeto mediante la expresión verbal de unas
ideas presentes, pero inactivas (o sea, inconcientes). Esto que
da confirmado por las respuestas que da la sujeto ante las «nue
vas» ideas de Erickson. En el primer reencuadramiento, ella
misma provee la nueva idea («Me reiré de él») en respuesta
a la pregunta incitante de Erickson («¿Qué le harás a ese pe
rro?»). En los dos reencuadramientos siguientes, donde Erick
son utiliza como analogías las típicas experiencias infantiles
de perder los dientes y golpearse los dedos de los pies al tro-
68
pezar, la sujeto responde expresando prestamente su acuer
do. Sus contestaciones afirmativas, inmediatas e incondicio
nales, sugieren que en realidad Erickson sólo encendió la luz
moviendo el interruptor —por decirlo así—, pero no insertó
las lámparas.
Esto nos lleva a señalar una importante diferenciación con
ceptual entre las técnicas de manipulación mental no éticas,
como el lavado de cerebro, y las que procuran una apertura
ética de la mente, como el reencuadramiento. En las primeras,
se impone al individuo unas ideas que le son ajenas, o aun per
judiciales, valiéndose de algún medio de presión, destitución
o estímulo negativo. En cambio, en las aperturas éticas de la
mente se traen a la conciencia del individuo unas ideas que
quizás estaban presentes en él pero en forma inconciente, por
medio de implicaciones terapéuticas que pueden despertar sus
potenciales de autocomprensión y elección de conducta.
69
Sujeto: Sí.
Erickson: Volveré a verte después de tu próximo cumpleaños.
Sujeto: Pero no estaré aqui.
Erickson: Volveré a verte, estés donde estés. Es una promesa.
¿De acuerdo? ¿Me crees capaz de cumplir esa promesa? Quizá
deberías cerrar los ojos y descansar un poco. La próxima vez que
te vea, volveré a estrecharte la mano.
70
1.27 Segunda «visita» del Hombre de Febrero: ratificación de la
primera «visita» como un recuerdo del pasado de trance y del éxi
to obtenido con el reencuadramiento; procesos asociativos de la
sujeto como creadora de la identidad del Hombre de Febrero
71
papel del Hombre de Febrero. Ahora se establecen dentro de
ti unos recuerdos terapéuticos que funcionarán como recuer
dos reales cuando despiertes».
¡Todo lo contrario! Erickson nunca se apodó a sí mismo
el Hombre de Febrero. Tan sólo daba a la sujeto una suges
tión y una señal pos-hipnóticas para una visita ulterior. Fue
ron los procesos asociativos de la sujeto los que asumieron
el control y «decidieron» que la próxima visita ocurriría nue
vamente en febrero, un año después, porque al parecer esa era
la condición necesaria. La sujeto fue quien decidió que las vi
sitas se producirían en febrero y, en consecuencia, fue ella la
que identificó a Erickson como el Hombre de Febrero.
¿La primera visita tuvo algún valor terapéutico? Nótese
con qué sutileza lo comprueba Erickson, interrogándola sim
plemente acerca de aquel perro temible del que habían habla
do en la primera visita. Ahora, ella dice: «Algún día volveré
y le daré una patada». Esto significa que el reencuadramiento
establecido por Erickson en la sección 1.25, cuando insinuó
que con el tiempo crecería y vencería su miedo al perro, está
empezando a efectivizarse. Ahora la paciente hace comenta
rios espontáneos indicadores de que su yo se fortalece lo sufi
ciente como para darse cuenta de que, en verdad, ella podrá
«darle una patada algún día». Habiendo ratificado así el pro
ceso espontáneo y adecuado mediante el cual ella utiliza las
sugestiones a través de su recuerdo del «pasado», Erickson
abre la siguiente sección con una pregunta que inicia otra ex
ploración; esta, una vez más, tendrá como única guía los pro
cesos asociativos de la sujeto para determinar el próximo te
ma de conversación.
72
Sujeto: Un poquito.
Erickson: ¿Ahora haces algo distinto de lo que hacias la última
vez que te vi?
Sujeto: Si.
Erickson: ¿Qué haces ahora?
Sujeto: Sé escribir. Sé hacerlo con letra de imprenta y eso es casi
escribir.
Erickson: En verdad es una buena manera de aprender a escri
bir. ¿Alguna otra cosa? ¿Puedes decirme dónde estamos?
Sujeto: En Kapac. No me gusta. Es demasiado chica.
Erickson: ¿Crees que siempre vivirás aqui?
Sujeto: ¡Ajá!
Erickson: ¿Crees que volveremos a vernos?
Sujeto: Oh, no lo sé. . .
Erickson: ¿Ibamos a hablar de algo?
Sujeto: Natación.
Erickson: ¿Qué pasaba con la natación?
Sujeto: Usted me preguntó por qué no me gustaba ir a nadar.
Pensé en algo. Una vez mi hermanita, Helen, se cayó dentro de
una tina llena de agua y se puso toda azul. Yo la empujé dentro
de la tina. . . estaba tratando de llevarla en brazos.
Erickson: ¿Cómo está Helen ahora?
Sujeto: Muy bien.
Erickson: ¿Alguna vez averiguaste qué le hiciste realmente? ¿Qué
hubo de malo en eso?
Sujeto: Nada.
Erickson: ¿Te reprendieron?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Te sentiste mal?
Sujeto: Lloré.
Erickson: ¿Lloraste muchísimo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué harás con respecto a eso?
Sujeto: No habría pensado en eso si usted no me lo hubiera pre
guntado.
Erickson: Ahora estás realmente contenta de habérmelo dicho,
¿verdad? ¿Cuántos años tenías cuando hiciste eso?
Sujeto: Unos tres años o quizá cuatro. . . no recuerdo.
Erickson: ¿Entonces querías a Helen?
Sujeto: Yo creía que sí.
Erickson: ¿Qué hicieron por ella?
Sujeto: Mamá la levantó y le golpeó la espalda, nada más.
Erickson: ¿Le dolió?
73
Sujeto: No.
Erickson: ¿Por qué la golpeo?
Sujeto: Para hacerla respirar supongo
Erickson: ¿Helen tragó agua?
Sujeto: Sí. Tosía. Tosió mucho
Erickson: /.Alguna vez tragaste al«o uu*- alorara v te hiciera
toser?
Sujeto: Sí.
Erickson: Es horrible, ¿no9
Sujeto: El agua vieja y sucia también lo es
Rossi: [En 1987] Erickson comienza esta sección con una pre
gunta abierta: «¿De qué otra cosa hablaremos?». Se ve recom
pensado con una serie de asociaciones que conducen a la reve
lación de un recuerdo traumático reprimido: la sujeto, a los
tres o cuatro años de edad, casi ahogó accidentalmente a su
hermana menor. Erickson puso al descubierto este recuerdo
en forma casual, mediante una astuta pregunta de prueba.
«¿Ibamos a hablar de algo?». Era un tanteo astuto y sutil pa
ra averiguar si había «prendido» la sugestión hipnótica impar
tida por él en la sección 1.26, cuando dijo: «La próxima vez
que te vea, quiero que me cuentes un poco más acerca de la
natación, y que lo hagas con gusto».
En esta sección, la sujeto responde a esa sugestión ante
rior con la rememoración de que estuvo a punto de ahogar a su
hermana menor. ¿Por qué no dio grandes muestras de emo
ción, llanto y angustia, como ocurre con tanta frecuencia cuan
do los pacientes rememoran un recuerdo traumático de su pa
sado? Adviértase cómo termina la sugestión de Erickson: «y
que lo hagas con gusto». Esto significa que la sujeto no ten
drá que sufrir las emociones dolorosas que suelen ir asociadas
con los recuerdos traumáticos. Puede rememorar simplemen
te el hecho en forma desapasionada, sin los efectos distorsio
nantes de la emocionalidad.
Este enfoque difiere mucho de los métodos psicoterapéuti
cos tradicionales, que se apresuran a provocar directamente
la catarsis emocional antes de haber comprendido la situación
en su totalidad. A lo largo de su carrera, Erickson se sintió
fascinado por lo que él llamaba la separación o disociación del
pensamiento, el sentimiento y la acción,3 mediante la cual un
3 Para un análisis detallado de este tipo de disociación, véase «An audio-visual
demonstration of ideomotor movements and catalepsy: The reverse set to facilita-
te hypnotic induction» (Erickson y Rossi, 1981).
74
paciente podía recibir tranquilamente insights sobre una si
tuación traumática reprimida (pensamiento) sin experimentar
las emociones perturbadoras que la acompañaron (sentimien
to y acción). De este modo, ese paciente podía sobrellevar des
pués una catarsis adecuada a partir de esta base más protegi
da de comprensión y perspectiva, como lo veremos en seccio
nes ulteriores de este caso.
75
Rossi: Su primer enfoque terapéutico consiste en reencuadrar
el trauma con una metáfora simple: la culpabilidad de la suje
to por el «error» cometido con su hermana menor no es mayor
que aquella que le cupo por el error natural de tomar una rosa
y lastimarse con las espinas. En vez de procurar persuadirla
en forma directa de que no hizo nada «malo», usted usa una
metáfora que le comunica el sentimiento de estar exenta de
culpa («Tú no intentaste hacerle daño a la rosa, ¿verdad? Sim
plemente te gustó y la tomaste») y, al mismo tiempo, una ex
periencia de aprendizaje positiva («¿Crees que realmente apren
diste de eso algo bueno y agradable?»).
La metáfora terapéutica de la rosa y las espinas inicia una
disposición afirmativa hacia el aprendizaje positivo por me
dio de la experiencia dolorosa. Es una forma de aprendizaje
muy común y natural: todos hemos tenido innumerables ex
periencias dolorosas de las que aprendimos algo importante
y bueno. La metáfora de la rosa y las espinas tiende a convo
car una disposición al deutero-aprendizaje (Bateson, 1979) que
todos hemos aprendido «incidentalmente» de la vida diaria.
A continuación, usted enlaza directamente la metáfora con
su trauma, al preguntarle: «¿Te parece que aprendiste algo
bueno y agradable acerca de ti y de Helen, cuando la empu
jaste dentro del agua?», pero lo hace de manera tal que activa
sus propios procesos inconcientes para que busquen sus pro
pios correlatos reencuadradores. Esta activación se produci
rla, en parte, por obra de la hábil yuxtaposición que usted es
tableció entre la experiencia positiva y placentera de apren
der «algo bueno y agradable acerca de ti y de Helen» y la
presentación sin atenuantes del episodio traumático («cuando
la empujaste dentro del agua»). Esta yuxtaposición actúa co
mo un nuevo puente asociativo que tiende a despotenciar su
perpetua interpretación del accidente como un suceso total
mente malo. No obstante, como veremos en la próxima sec
ción, en este accidente operaron otros mecanismos que en de
finitiva lo convirtieron en un trauma psicológico.
Erickson: [Asiente en silencio.]
R ossi: Usted emplea a menudo estas metáforas en apariencia
sencillas, fácilmente comprensibles en el nivel de experiencia
de un niño. Si las metáforas no bastan, usted sabe que hay
algo más en la situación abordada.
76
1.30 Reencuadramiento del trauma por medio de analogías tera
péuticas y silogismos informales
77
solían bañarse. La sujeto empujó a la beba, metiéndola en el
agua, y la criatura se puso azul, tosió y estuvo a punto de
ahogarse. Tal vez esta no sea la versión exacta de los hechos
pero, por lo que recuerdo, su madre fue muy severa con ella
a causa del episodio.
Luego ocurrió otro incidente con el padre de la sujeto que,
según se descubrió posteriormente, era tuberculoso. El padre
se metió en el agua, a nadar, empezó a toser y se puso azul.
(Es probable que esto haya sucedido en el lago Michigan, que
es espantosamente frío.) Al cabo de unos seis u ocho meses
murió, por lo que la sujeto estableció la siguiente ecuación:
agua equivale a toser, ponerse azul y morir. Así fue como le co
bró fobia a toda agua. Ya mencioné que no podía ducharse
ni bañarse, y sólo se lavaba con una esponja.
78
Erickson: ¿Tú también estabas asustada?
Sujeto: Si.
Erickson: ¿Tu madre se asusta alguna vez acerca de ti?
Sujeto: No lo creo.
Erickson: No lo crees. Tal vez recuerdes algo. .
Sujeto: Ella nos hace poner chanclos.
Erickson: ¿Por qué les hace ponerse chanclos? Para que no to
san, para que no tomen frío. ¿Por qué no quiere que se enfermen?
Sujeto: Porque no iríamos a la escuela.
Erickson: ¿Por qué tienen que ir a la escuela?
Sujeto: Tenemos que saber algo.
Erickson: ¿Te importa si el perro sabe algo? ¿Te importa que lle
gue a aprender o no algunas gracias?
Sujeto: No.
Erickson: No te importa porque no lo quieres. ¿Por qué desea tu
madre que ustedes vayan a la escuela y aprendan algo?
Sujeto: Ella nos quiere.
Erickson: ¿Estás segura de eso?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Nos queda algo más de que hablar?
Sujeto: Me parece que no.
Erickson: Volveré a verte. ¿Te gustaría que lo hiciera? ¿Te pare
ce que febrero sería un buen momento? ¿En febrero próximo? Aho
ra veam os. . . Conversé contigo en febrero del año pasado y aho
ra. Me pregunto si en el próximo mes de febrero podrás contar
me algunas cosas más. Esta vez me contaste que pensabas en
algo que habías olvidado. ¿Recordarás algunas otras cosas para
el próximo febrero? Tú nunca sabes si las recordarás hasta que
llegue el siguiente mes de febrero, ¿me equivoco? Ha sido una
visita muy agradable. Me alegra verte crecer tanto.
Sujeto: Toda la ropa me está quedando chica.
Erickson: Supongo que estarás cansada. ¿Qué te parece si des
cansas? Ahora puedes irte a dormir por un rato.
79
Itossi: Podemos inferir de esta sección que la percepción tem
prana de una pérdida del amor de su madre acaso sea la ver
dadera causa del persistente trauma psicológico surgido del
episodio en el que Helen estuvo a punto de ahogarse. Usted
pone mucho cuidado en usar analogías terapéuticas dentro de
su marco de referencia infantil en su esfuerzo por reencuadrar
esta experiencia temprana de pérdida del amor materno. Con
cluye la visita en un tono positivo al destacar su crecimiento;
y el reconocimiento, por parte de ella, de que la ropa ya le que
da chica indica que sigue sus sugestiones, y que acepta espe
ranzada sus analogías terapéuticas. En su opinión, ¿esta es
la base del cambio terapéutico que eventualmente conducirá
a la resolución de su trauma y la «cura» de su miedo a nadar?
Erickson: Se le están aclarando las ideas. Como se dice vul
garmente; le crecen cosas en la cabeza.
Rossi: Comprendo. Estas analogías terapéuticas que usted pre
senta en un lenguaje popular, ¿constituyen la base de la rees
tructuración de sus marcos de referencia y la cura de su fobia?
Erickson: ¡Sí!
R ossi: Utiliza el lenguaje popular como un medio de consoli
dar las ideas introducidas.
Erickson: El lenguaje popular es un idioma que compartimos
hasta con los niños.
Pearson: Por eso resulta más difícil enseñarles los rudimentos
de la gramática y, más adelante, una buena sintaxis inglesa.
R ossi: Supongo que el lenguaje popular es también una apela
ción al hemisferio cerebral derecho.
Erickson: [Cuenta varias anécdotas sobre las ideas que sus hi
jo s tenían del crecimiento. Un día en que la familia fue a na
dar, uno de sus hijos menores le dijo a un hermano mayor:
«¡Caramba, Burt, estás madurando para mayor!». Burt repli
có: «La edad está madurando vello pubiano».]
Pearson: Me pregunto si una de las principales característi
cas de la hipnosis no es que pone fin a las «discusiones» entre
los dos hemisferios, lo que por sí mismo es una analogía. En
la hipnosis, un hemisferio no puede decirle que no al otro. Es
to reduce la angustia generada por esa riña constante entre
los hemisferios, en la que se dicen el uno al otro: «¡Tu punto
de vista es absurdo!». La hipnosis ayuda a comunicar la idea
de que los puntos de vista de uno y otro hemisferio son válidos.
R ossi: La hipnosis permite que cada hemisferio posea su pro
pia esfera de acción sin interferencia del otro. El aspecto diso
ciativo de la hipnosis reduce la discusión o conflicto entre los
80
hemisferios, con lo que posibilita el uso apropiado de sus res
pectivas intelecciones. Sería interesante comprobar experimen
talmente esta hipótesis.
81
Sujeto: ¿Sabe cóm o llama Eddie a su auto? «Saltacharcos», ¡por
que aterriza justo en el medio de todos los charcos!
Erickson: Cuando llueve a cántaros, ¿el auto salta justo en medio
de un caniche? ¿Has visto alguna vez un caniche?*
Sujeto: ¿Quiere decir un charco o un caniche?
Erickson: ¿De qué hablaremos esta vez? ¿De cómo estás crecien
do o de otra cosa?
Sujeto: De otra cosa. Todo el mundo crece.
Erickson: Yo no.
Sujeto: Pero usted ya es grande.
Erickson: ¿De qué hablaremos?
Sujeto: ¿De qué quiere hablar?
Erickson: De cualquier tema que te dé alegría y comprensión. ¿Qué
opinas del cigarrillo? ¿Crees que algún día fumarás?
Sujeto: No. Tía Mary dice que eso es terrible.
Erickson: Yo pienso que fumar es terriblemente bueno. ¿Cuántos
años tienes ahora?
Sujeto: Ocho.
Erickson: ¿De qué hablaremos?
Sujeto: Bueno la escuela sigue bastante igual. ¿Sabe una co
sa? Tío Quimby y tía Mary cuidan los chicos de todos. Si quieren
tanto a los chicos, ¿cómo es posible que no tengan ninguno pro
pio? Cuidan los de todos los demás.
Erickson: Algunas personas no siempre consiguen las cosas que
más desean en este mundo. Las personas sabias son las que tra
tan de hacer aquellas cosas que les ayuden a tener la felicidad
que les daría la posesión de las cosas deseadas. A tus tíos les
gustan los niños, ¿verdad?, y sin embargo no tienen hijos. ¿Pero
cuántos niños guardarán muchos recuerdos felices de ellos?
Sujeto: Comprendo.
Erickson: ¿No te parece bueno eso, algo que todos querrían te
ner: niños que crezcan guardando recuerdos felices de ellos? En
tonces, ¿estás segura de que no tienen hijos? Los tienen de una
manera especial, ¿no es así? Y todos los recuerdos de estos niños
serán recuerdos felices.
* Aquí hay un doble retruécano con las palabras «puddle» (charco) y «poodle»
(caniche) y la expresión idiomática «to rain cats and dogs» (literalmente: llover
gatos y perros). (TV. de la T.)
82
me ve en casa de su tío Quimby; ha pasado un tiempo y, por
consiguiente, ella ha crecido un poco. Después viene el chiste
infantil acerca del auto de Eddie, el «Saltacharcos», y mi re
truécano, no menos infantil, con «charco» y «caniche».
R ossi: ¿Por qué hace eso?
Erickson: Para establecer la realidad del Hombre de Febrero
que conversa con una niñita.
R ossi: Correcto. Así promueve la formación gradual de una
disposición mental en la paciente: la realidad hipnótica de su
relación con el Hombre de Febrero. ¿Hay alguna otra razón
que explique la inclusión del retruécano en ese punto de la con
versación?
Erickson: [Cita la analogía de la llamada telefónica que dis
trae nuestra atención y nos hace olvidar lo que estábamos ha
ciendo antes de atenderla.]
Rossi: ¿De modo que la distrae para producirle una amnesia?
¿Por qué?
Erickson: ¡Para aclararle la mente!
R ossi: Oh así despeja el campo para pasar a otro tema con
su pregunta siguiente, «¿De qué hablaremos esta vez?».
Erickson: Sí.
R ossi: En esta tercera visita usted empieza, como de costum
bre, orientándose con respecto a la realidad de trance de la
sujeto. Luego enlaza esa realidad con el tema de los trances
anteriores por medio de preguntas que: 1) afirman el «creci
miento» constante de la sujeto; 2) ratifican y consolidan su
identidad como el Hombre de Febrero, y 3) solicitan el chiste
que ella habría de devolverle, según le dijo usted en la sección
1.1. De este modo, usted genera una continuidad entre sus
visitas del Hombre de Febrero; construye una « realidad hip
nótica» estable, o un marco de referencia terapéutico de alcan
ce global, entre cada experiencia de trance-visita. A sí crea una
realidad hipnótica que se convertirá. . .
Erickson: . . . ere una actitud básica hacia la vida.
Rossi: ¡Correcto! Se convertirá en parte de su sistema mné-
mico inconciente. En otro nivel, usted refuerza realmente es
ta idea de lo importante que es tener recuerdos felices mediante
su reinterpretación de la situación de los tíos, Quimby y Mary,
que no tienen hijos. Los recuerdos felices que usted deja en la
sujeto en su papel del Hombre de Febrero serán cálidos y sus
tentadores, del mismo modo que los recuerdos del tío Quimby
y la tía Mary fueron cálidos y sustentadores para los chicos
que cuidaron. Estos recuerdos se convertirán luego en la base
83
de su futura autoestima y confianza con respecto a la crianza
de sus propios hijos.
Erickson: Ajá. . .
85
Tal vez sea interesante señalar que muchas formas de con
ducta «actuante» (si no todas) pueden ser respuestas del he
misferio derecho a situaciones en las que la sociedad quizás
habría esperado obtener una respuesta verbal, o sea, del he
misferio izquierdo. Este concepto podría ampliarse en la si
guiente hipótesis: muchas formas de asociaciones y conduc
tas ideodinámicas (si no todas) se gestan por intermedio del
hemisferio derecho, en tanto que las asociaciones lógicas y ver
bales se producen por intermedio del hemisferio izquierdo. ¿Qué
opina de eso? ¿Es un nuevo insight en la dinámica de la con
ducta «actuante»?
Erickson: Solían llamarlo catarsis. La «actuación» es otro mo
do de expresar un significado.
Rossi: Enseguida usted procura orientarse en la situación pre
guntando a la sujeto si pronto tendrá nueve años. Ella res
ponde: «Creo que tengo cuatro». Pocos minutos antes había
dicho que tenía ocho (sección 1.32), o sea que ha experimenta
do espontáneamente una regresión de cuatro años para «ac
tuar» la contestación a su pregunta sobre la natación. Usted
se queda perplejo y, prudentemente, pone fin a la visita di-
ciéndole que cuando vuelva a verla tendrá nueve años y po
drá hablarle del señor Smith.
Erickson: Sí. Creo que ella hizo un retruécano involuntario [al
final] cuando creyó que yo decía domingo en vez de algún día.
Eso trasladó la acción del hemisferio derecho al izquierdo.
Rossi: Es una interesante especulación p ost hoc, porque fue
una expresión cognitiva la que trasladó la acción a su hemis
ferio izquierdo. Por cierto que en 1945 usted no pensó en una
acción recíproca entre los hemisferios cerebrales; en efecto, esto
sucedió mucho antes de que Sperry introdujera tal concepto
en la década de 1950.
Erickson: Hola.
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: Nueve.
Erickson: ¿Dónde te he visto antes?
86
Sujeto. No lo sé. [Se muestra muy confundida.]
Hrickson: Tú me has visto antes.
Sujeto: No me acuerdo.
Hrickson: ¿Recuerdas cuándo me ves?
Sujeto: En febrero. Ahora lo recuerdo. Usted es el Hombre de
Febrero.
Hrickson: Creo que tienes que hacer algo por mí.
Sujeto: Tengo que hacer algo por usted. Usted siempre está ha
ciendo cosas por mí.
Hrickson: Pero esta vez tú harás algo por mí.
Sujeto: Sé que le hablaría del señor Smith.
Hrickson: ¡Adelante!
Sujeto: No sé qué decirle de él. Vivía en la casa de al lado y tenía
dos hijos pequeños, Alicia y Barney. Ellos eran verdaderamente
encantadores. El era alemán. . . rubio. . muy alto.
87
recuerdo traumático del pasado. Cada vez que un paciente en
estado de hipnosis repasa un recuerdo traumático, tiene oca
sión de diluirlo añadiéndole nuevos contenidos placenteros y
no traumáticos hasta que, finalmente, el trauma se convierte
en una parte pequeña e insignificante del todo.
El estado de trance facilita una rememoración o activación
ideodinámica más vivida del recuerdo traumático original; por
lo tanto, los nuevos contenidos más placenteros que se le aña
den tienen una oportunidad de quedar ligados o asociados al
trauma de un modo más adecuado. De ese modo se produce
una dilución efectiva. Empero, cuando el trauma se rememora
en la forma menos vivida característica del estado de vigilia
común, los nuevos contenidos agregados no se ligan tan bien
al trauma, y la dilución es menos significativa. Esta es una
heurística que permite conceptualizar la manera en que la hip
nosis facilita la curación del estrés postraumático por medio
de alteraciones terapéuticas introducidas en los mapas de la
memoria.
88
Sujeto: No quería que me aprendiera a nadar. Supongo que le te
nía m iedo. . . o algo así.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Te hizo algo que no te gustó?
Sujeto: No. Sólo que él les frunce el entrecejo a todos.
Erickson: ¿Te metió en el agua?
Sujeto: Sí. Eso no me gustó.
Erickson: Todavía no me has hablado de eso. . .
Sujeto: Me estaba enseñando a nadar y cuando le dije que no,
simplemente me alzó y me metió en el agua. Me entró agua en
los ojos, los oídos y la boca; le di una patada y rompí a llorar.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: No quería aprender a nadar.
90
Sujeto: Sí.
Erickson: Tal vez lo hagas algún día.
Sujeto: No lo creo.
Erickson: Yo creo que sí lo harás. ¿Quieres que venga a verte
el año próximo o debo saltar un año?
Sujeto: Puede saltar un año, si quiere. Para entonces, seré real
mente grande.
Erickson: ¿Qué altura tendrás?
Sujeto: Le apuesto a que seré tan alta como mamá.
Erickson: Me parece que sería muy agradable verte para entonces.
Sujeto: Por supuesto, ella es muy alta.
Erickson: No sabemos qué altura alcanzarás. Sólo tienes que cre
cer y descubrirlo. ¿Qué te parece si vuelvo a verte cuando tengas
once años? Debes tenerme preparado un chiste para entonces,
¿qué opinas?
Sujeto: No s é . . . Lo intentaré.
Erickson: Bueno, dispones de un par de años. ¿Y de qué hablare
mos la próxima vez que te vea?
Sujeto: Habré avanzado en la escuela. Tal vez ya no viva más aquí.
Erickson: Te encontraré. ¿Qué piensas de esto?
Sujeto: Probablemente lo hará.
Erickson: Eso es. Y cada vez que me ves, yo vengo a visitarte
y tú descansas, ¿no es cierto? Y nunca me ves en los períodos
intermedios. Así hacen todos los Hombres de Febrero: Quizás un
día seré un Hombre de Marzo. ¿Sabes qué es un abejorro de ju
nio? Y a lo mejor seré más bajito.
Sujeto: A já. . .
Erickson: Me parece que te estás cansando.
Sujeto: [Cae en un estado de reposo.]
91
perturbada por unos sentimientos de miedo y culpa que no
sabe cómo manejar. Usted la estimula a recordar o revivir el
contenido emocional del episodio, pero ella se mantiene rígi
damente dentro del marco de referencia materno.
Ante esto, usted introduce la analogía terapéutica del diente
que duele al caerse y explora la posibilidad de separar el pen
samiento del sentimiento,4 con la esperanza de liberar los as
pectos cognitivos de su carga emocional represiva. Como en
ese momento ella parece oponer bastante resistencia, usted
le dice: «Tal vez, un día puedas reírte de lo asustada que esta
bas. Eso sería lindo, ¿no?». En realidad le imparte con esto,
como al pasar, una sugestión pos-hipnótica para que reencua
dre sus miedos. Pero ella aún duda de que pueda hacerlo.
Entonces usted le presenta un doble vínculo temporal, al
preguntarle: «¿Quieres que venga a verte el año próximo o de
bo saltar un año?». Sea cual fuere la alternativa que elija, ella
se compromete a reunirse nuevamente con usted. Quiere sal
tar un año, porque «para entonces seré realmente grande». Es
ta puede ser una sutil insinuación de que para esa fecha podrá
abordar sus recuerdos traumáticos de manera más efectiva,
porque «será realmente grande».
Usted termina esta visita destacando los temas del creci
miento y el humor: desde el punto de vista de un niño, ¡por
cierto que una persona adulta parece ir achicándose a medida
que él crece en estatura! Aquí también hallamos una sutil im
plicación de que ella será más grande, más madura y más ca
paz de enfrentar las emociones difíciles. ¿Concuerda con este
análisis?
Erickson: Sí. Termino planteando la posibilidad de trasformar-
me en un Hombre de Marzo y asocio esta idea con el abejorro
de junio, para dar pie a un posible chiste ulterior de la pacien
te. Ella será más alta y yo más bajo. Así confirmo su idea
de que será más alta y mayor. Dejo esto en claro para su cog
nición. Las ideas están todas presentes.
R ossi: Todas las ideas están presentes por implicación. Usted
utiliza la implicación, en vez de una formulación directa, para
soslayar cualquier posibilidad de crítica.
Erickson: Así es.
92
1.37 Quinta « visita» del Hombre de Febrero: un buen reencuadra-
miento de las emociones en el crecimiento psicológico; alteración
de los « mapas de la memoria», no del trauma original
93
Erickson: Deberías usarlo con mucha discreción.
Sujeto: No me pondré mucho.
Erickson: De paso, ¿cómo te sientes con respecto a la natación?
¿Todavía te asusta el agua?
Sujeto: No tanto.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que te asuste?
Sujeto: No.
94
Erickson: ¿Recuerdas una de las primeras cosas que me pregun
taste? Qué me preguntaste. . . ah, sí: «¿Adonde se fue papito?».
Ahora que ya eres grande, ¿qué piensas de aquella explicación
mía?
Sujeto: Quizá me estaba tomando el pelo. ¿Lo hizo?
Erickson: ¿Crees que te estoy tomando el pelo?
Sujeto: No todos van al cielo.
Erickson: ¿Quién crees que va al cielo?
Sujeto: Oh, no sé. . . No muchos.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Supongo que porque a todos nos gusta divertirnos dema
siado.
Erickson: ¿Y qué le hace la diversión a la gente?
Sujeto: No la lleva al cielo. De todos modos, eso dice mi abuelita.
Erickson: Yo creo que la diversión hace feliz a la gente.
Sujeto: ¿Le parece que puede ser feliz e ir al cielo?
Erickson: No me parece que debas ser una persona triste.
Sujeto: Aquí tenemos a una anciana que no hace otra cosa que
leer la Biblia. No se divierte en absoluto. Pero es probable que
vaya al cielo.
Erickson: Yo pienso que el cielo es para la gente feliz.
95
su nivel de comprensión es un rasgo demasiado común de los
padres, maestros y personas investidas de autoridad. De ahí
que se abra una brecha generacional, con toda su carga de
Sturm und Drang: hay una trágica ruptura de relaciones, den
tro de la cual la generación mayor afirma no entender «de dón
de ha salido» la generación más joven, y esta abandona la lu
cha, desesperada ante la estupidez, la mala voluntad y la apa
rente falta de confianza de sus mayores. La generación mayor
no sabe cómo aprehender las implicaciones de crecimiento de
la generación más joven, a menudo ocultas tras la incertidum-
bre y el sentimiento de inferioridad de los jóvenes.
En el nivel intrapersonal, podemos inferir que la mayoría
de los jóvenes tampoco detectan las implicaciones de su pro
pio proceso interno de crecimiento psicológico. No saben cómo
sustentar sus nuevos niveles fenomenológicos de percatación
y comprensión, que se desarrollan de una manera espontánea
dentro de ellos.5 Nuestro sistema educacional todavía aplica
primordialmente el método de «memorización y castigo»: en
vez de enseñar a los niños a reconocer y nutrir su proceso crea
tivo interno, el sistema educacional común enseña contenidos
que el niño debe tragar enteros (memorización) para luego re
gurgitarlos en exámenes (castigo) que constituyen los llama
dos criterios de aprendizaje. De este modo, los alumnos o es
tudiantes no ven su propio proceso interno de aprendizaje y
descubrimiento; y este proceso es esencial para adquirir la ca
pacidad de practicar cualquier forma de creatividad. Esta ce
guera interior es la que conduce a las llamadas enfermedades
mentales y desajustes psicológicos, en los que el individuo no
sabe cómo reconocer, reforzar e integrar el nuevo crecimiento
psicológico que se está generando espontáneamente y desde
adentro. Vista bajo esa luz, la función esencial de la psicotera
pia es abrir el camino hacia esta comprensión del proceso de
crecimiento, a fin de que las personas puedan resolver sus pro
blemas.6
96
1.39 Uso de una formación moral para reencuadrar los estados
de sentimiento; visión integradora de Erickson acerca de una hi
pótesis sobre las analogías terapéuticas (hemisferio derecho) y el
reencuadramiento (hemisferio izquierdo)
Sujeto: Papito era bastante feliz, pero estaba algo enfermo, así
que, quizá, no era tan feliz. . . Quizás iría al cielo. No lo sé; su
pongo que eso no tiene importancia.
Erickson: Me parece que el cielo es para las personas que disfru
tan de la vida, son felices y obran lo mejor que pueden.
Sujeto: El trabajó duro todo el tiempo. Supongo que también fue
bastante feliz. Tosía mucho; eso no puede haberlo hecho feliz. [Me
nea la cabeza.]
Erickson: Pienso que a Jesús le ocurrieron muchas cosas.
Sujeto: Pero El no se divirtió mucho.
Erickson: ¿Crees que no disfrutó algunas de las cosas que le su
cedieron? Me parece que le pasaron cosas felices.
Sujeto: El nunca reía.
Erickson: ¿Por qué dices eso?
Sujeto: Nadie habla nunca de su risa. Hablan de cuando El llora
ba o rezaba, pero El nunca reía. Sin embargo, fue al cielo.
Erickson: ¿Alguna vez hizo una buena obra?
Sujeto: Muchísimas.
Erickson: ¿Qué haces tú cuando llevas a cabo un buen trabajo?
Sujeto: Me doy una palmadita en la espalda.
Erickson: ¿Te sientes feliz y lo disfrutas?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: Cuando estás disfrutando de algo, ¿necesitas reírte a
carcajadas o puedes reír para tus adentros?
Sujeto: ¡Claro que puedo!
Erickson: ¿Y qué supones que hacía Jesús cuando realizaba una
buena obra? El también reía para sus adentros. ¿Hay algo que
te preocupe o inquiete?
Sujeto: No.
98
cho al izquierdo, que es más conciente. De ser cierto esto, su
terapia abordaría más bien el hemisferio derecho. ¿O usted di
ría que siempre entraña una integración de ambos hemisferios?
Erickson: Siempre entraña una integración.
99
Erickson: ¿Sea lo que fuere?
Sujeto: Sí, por supuesto.
Erickson: ¿Sea cual fuere tu edad?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuándo volveré a verte?
Sujeto: Será mejor que vuelva en febrero.
Erickson: ¿En febrero del año próximo, del año subsiguiente o
del otro? ¿Qué te parece si me lo dices?
Sujeto: Más vale que espere un poco.
Erickson: ¿Cuánto tiempo? ¿Qué edad quieres tener cuando vuel
va a verte?
Sujeto: Supongo que tendré. . . ¿quiere esperar hasta que vaya
al secundario?
Erickson: Te veré cuando tú quieras. . . donde quieras. . . Hasta
podría convertirme en un Hombre de Octubre.
Sujeto: Usted me gusta como el Hombre de Febrero.
Erickson: La conversación te está cansando un poco, ¿verdad?
Ahora puedes descansar.
100
nes más directamente relacionadas con problemas adultos, en
este caso, su miedo al agua. No se ocupa del hábito de comer
se las uñas, porque ya sabe que ese problema se resolverá por
sí solo. ¿Hay algo más que quiera decir con respecto a esta
sección?
Erickson: No. Me sorprende la gran prudencia que manifiesto
en ella.
R ossi: Sí. Esto ocurrió en 1945. [Por entonces, Erickson se ha
llaba en un período creativo de transición de la investigación
hipnótica en laboratorio a este nuevo proceso de exploración
hipnótica en el trabajo clínico. La prudencia fue, en realidad,
una actitud importante en ese trabajo exploratorio.]
Erickson: Yo le pregunto «¿Cuándo volveré a verte?». He ga
nado su confianza absoluta en mi papel del Hombre de Febre
ro, y ella quiere mantener ese estado de cosas cuando contes
ta «Será mejor que vuelva en febrero». Entonces, le planteo
una opción ilusoria: «¿En febrero del año próximo, del año sub
siguiente o del otro? ¿Qué te parece si me lo dices?». Cuando
le propongo convertirme en el Hombre de Octubre, le estoy
haciendo admitir su preferencia por el Hombre de Febrero, evi
denciada en su propia respuesta: «Usted me gusta como el
Hombre de Febrero».
Rossi: Ella prefiere la seguridad de esa alternativa.
Erickson: Sí. Le doy libertad, pero en realidad ella no la recibe.
101
Sujeto: Trece.
Erickson: ¿En qué grado estás?
Sujeto: En el primer año del secundario. Eso es malo, malísimo,
¿sabe usted? En toda la clase sólo hay una alumna menor que
yo. Eso es malo. Todas las demás son mayores.
Erickson: ¡Oh, no sé si es así! Ustedes serán todavía jóvenes cuan
do ellas sean casi solteronas.
Sujeto: ¡Oh, ya no hay más solteronas!
Erickson: ¿Y qué son?
Sujeto: Muchachas solteras, supongo.
102
Erickson: Ajá . . [Cita como ejemplo adicional el caso de Jim-
mie, un niño de corta edad que se chupaba el pulgar. Sus pa
dres querían que Erickson le aplicara un tratamiento hipnóti
co.] Me senté junto a él y le dije: «Bien, Jimmie, tu padre y
tu madre quieren que impida que sigas chupándote el pulgar».
Jimmie asintió, porque ya sabía eso, y yo añadí: «¡Todos los
nenitos de seis años deberían poder chuparse el pulgar! ¡Na
die debería meterse! Por supuesto, cuando llegan a los siete
años, todos los chicos dejan de chuparse el pulgar. Falta poco
para tu cumpleaños, de modo que más te valdría chuparte mu
cho el pulgar». Esto ocurrió apenas seis semanas antes de su
séptimo cumpleaños. ¡Aquí utilicé los conceptos cambiantes !
Rossi: En este ejemplo encantador también muestra el uso del
reencuadramiento, la prescripción paradójica del síntoma y una
especie de vínculo temporal.
Erickson: [/Vos deleita con nuevos ejemplos humorísticos de
comentarios «precoces» de sus nietos que revelan sus metani-
veles de comprensión (o sea, su modo de comentar su propia
experiencia mental). Por ejemplo, una nieta dijo: «¡Pero ma
má, a los seis años todavía no he tenido experiencia suficiente
para estar enterada de eso!».]
Rossi: [En 1987] Estas preocupaciones por la vida cotidiana
de la familia nos recuerdan, una y otra vez, que la visión crea
tiva de Erickson surgía de estos intereses. Su trabajo tera
péutico era una aplicación de los procesos naturales de creci
miento psicológico que presenciaba en su familia y en sus alle
gados. Aprendía de estas experiencias, más que de los libros
y la teoría. Si hemos de aprender a emular parte del proceso
de su labor creativa —en vez de limitarnos a copiar de memo
ria el contenido de su método terapéutico—, la lección es cla
ra: disfruta de tu percatación cada vez más fina del desarrollo
que experimentan en la vida diaria quienes te rodean; goza
con la sorpresa y el humor que nacen de la tarea de ayudar
a tus «pacientes» a aprender a reconocer y utilizar estas lec
ciones de la vida; aprecia el derecho innato de cada genera
ción de crear sus propias y exclusivas pautas de comprensión
y de conciencia de sí.
103
1.42 Desplazamiento y descarga del resentimiento y lo negativo;
comunicación dirigida a dos niveles: el cognitivo y el literal-
concreto; la implicación como vehículo de una sugestión indirec
ta; polarización de las respuestas afirmativas y negativas
104
Erickson: Ajá.
Rossi: Ella dice que no sabe cuánto tardará en gastar por com
pleto la excusa que aduce para no nadar. Este tipo de respuesta
es muy característico del modo en que abandonamos natural
mente nuestras viejas limitaciones y malos hábitos: ellos de
jan paso a nuevas aptitudes y capacidades que han sido sinte
tizadas en un nivel inconciente de tal manera que solemos sor
prendernos al descubrir que estamos mejor. De hecho, solemos
ignorar por qué nos va mejor. Con frecuencia, este no saber
es la rúbrica del trabajo inconciente.
Erickson: Advierta el resentimiento contenido en su réplica
«Usted es como los maestros, exactamente igual. Una tenía
que responder sí o no». ¡Pero responde «sí»!
R ossi: ¿Qué busca usted con eso?
Erickson: [Lee el diálogo en voz alta, con un énfasis creciente,
hasta llegar a l« sí» final, cuando la sujeto dice: «Una tenía que
responder sí o no. Sí».]
Rossi: Por eso le pregunta dos veces «¿Crees que alguna vez
lo harás?». ¿Lo hace para obtener ese «sí»?
Erickson: ¡Sí!
Rossi: Usted insiste casi con fanatismo en lograr que la suje
to diga realmente que sí cuando le formula una pregunta im
portante. ¿Es porque requiere de ella un compromiso claro?
Erickson: Aquí, ella dio el «sí» a regañadientes: eso es lo que
hacen siempre los maestros cuando lo obligan a uno a contes
tar sí o no. A continuación, le digo: «Ahora hace mucho frío
para ir a nadar, ¿no?». Con esto me apropio de su actitud ne
gativa y la intensifico, ¡pero ella no se da cuenta de que estoy
diciéndole implícitamente que puede nadar cuando hace calorl
Rossi: Ella por cierto capta esa implicación cuando responde
«¿No podría esperar hasta el verano próximo?». Usted desplazó
su negatividad y, así, polarizó a la sujeto en la tendencia contra
ria, de respuesta afirmativa: ella podría ir a nadar más adelante.
Erickson: Correcto.
Rossi: ¡Usted descargó y desplazó su negatividad de modo tal
que ella pudo dar un paso en una dirección terapéutica!
Erickson: Ella pregunta «¿No podría esperar hasta el verano
próximo?» y yo le respondo contento «Quizá podría suceder
el verano próximo, pero no lo sabemos, ¿verdad?».
Rossi: Al añadir «pero no lo sabemos, ¿verdad?» vuelve a uti
lizar una implicación, esta vez la de que su inconciente lo sa
be. La implicación sirve de vehículo para esa importante su
gestión indirecta.
105
Erickson: Cuando ella termina diciendo «T a l vez piense que
soy terrible», quizá desplaza sobre sí misma la sensación tan
desagradable, o «terrible», que experimentamos cuando tene
mos que responder sí o no a los maestros.
Rossi: Por eso tiene que tranquilizarla, respondiendo directa
mente «N o. De eso estoy bien seguro». Una vez más, usted
pronuncia el «n o» y lo desplaza con optimismo, apartándolo
de ella.
[En 1987] Este es un ejemplo más del modo en que Erick
son se comunica en dos niveles simultáneos: en un nivel pura
mente cognitivo, da a la sujeto una positiva tranquilidad con
las palabras «N o. De eso estoy bien seguro»; al mismo tiem
po, en un nivel más primitivo-literal «se apropia» del no para
que el sistema de la sujeto no tenga que «cargar» con él. Diri
girse a este nivel más primitivo-literal-inconciente-concepto pa
rece ser una característica especialmente privativa de deter
minadas formas de comunicación terapéutica ericksoniana en
dos niveles.
10«
Erickson: Piénsalo un poco más, hasta que estés verdaderamen
te segura, porque más bien creo que quieres que lo lea y, al mis
mo tiempo, deseas que no lo lea. ¿No es así? Entonces proceda
mos del mejor modo posible, para que o bien puedas no permitir
me en absoluto su lectura, o bien decidas que puedo leerlo y que
realmente esperas que lo lea.
Sujeto: Creo que será mejor que lo lea.
Erickson: Crees que será mejor que lo lea. De acuerdo. Ahora bien,
me dices eso porque esperas que yo comprenda realmente lo que
escribiste y te ayude realmente a comprenderlo mejor.
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Figura 1. Prim era escritura de trance de la sujeto, hecha durante la sexta visita
del H om bre de Febrero; en ella escribe la palabra prohibida: «sexo». «M e pregunto
acerca de tantas cosas de las que nadie quiere hablar. Cosas como citas, mucha
chos, sexo, religión. P o r qué algunas cosas son correctas y otras son incorrectas
y p o r qué la gente no quiere hablar de cosas de las que todos quieren hablar».
Sujeto: Sí.
Erickson: M uy bien. ¿Lo tomo ahora?
Sujeto: Sí.
Erickson: Aún no lo he mirado. ¿Estás inquieta o molesta?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Hay algo de malo en eso?
Sujeto: No.
107
Erickson: ¿Hay algo en lo que has escrito que te moleste o in
quiete especialmente?
Sujeto: Palabra prohibida.
Erickson: ¿Querrías escribir esa palabra prohibida?
Sujeto: [Escribe la palabra sexo debajo del párrafo reproducido
en la figura 1.]
Erickson: Pero esa no es una cosa prohibida, ¿verdad? Es una
cosa terriblemente importante, ¿no es así? Y una cosa muy nece
saria, ¿no? Y es algo acerca de lo cual tú aprenderás. ¿Así lo es
peras, no? Y espero que lo aprendas del modo más fácil. ¿Qué
supones que quiero decir con eso del modo más fácil?
Sujeto: ¿Por lo que la gente nos dice?
Erickson: Cuando digo «del modo más fácil» me refiero a aquel
en que se comete la menor cantidad de errores. Es como el bebito
que aprende a caminar. La primera vez que aprende a caminar,
alza su pie derecho y lo mueve un paso hacia adelante. Después
de haber tenido la experiencia de mover su pie derecho, vuelve
a moverlo y da otro paso hacia adelante. No aprende a andar de
golpe, adelantando primero un pie y luego el otro, sino que aprende
a caminar de esta manera y se cae. Pero el bebé debe aprender
a adelantar primero un pie y luego el otro. Las criaturas cometen
errores al aprender a caminar y aprenden a hacerlo con la menor
cantidad posible de caídas y sin tratar de apurarse demasiado.
Ahora tú vas a aprender acerca de todas estas cosas, pero hay
algo que quiero decirte ahora mismo, para que lo recuerdes, y es
esto: en este momento no puedo hablarte demasiado de estas co
sas, pero llegará un día en que serás mayor y entonces podré dar
te las respuestas a todas estas preguntas. Empero, eso significa
que tendrás que esperar las respuestas. No puedo explicarte aho
ra por qué tendrás que esperar, pero tendrás que esperar. Y aun
que tengas que esperar, hay una cosa que puedes hacer realmen
te y que te ayudará mucho. Recuerda todas las preguntas que
tienes en mente en este instante; así, en algún momento futuro,
cuando yo vuelva a verte y responda esas preguntas, las recorda
rás todas. Las recordarás todas y me las formularás sin ninguna
vacilación, incertidumbre, inquietud o desasosiego. Y a me cono
ces desde hace bastante tiempo y te darás cuenta de que en todo
este tiempo, desde que te conozco, te he ayudado. ¿No es cierto?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y una ayudita por aquí, y otra ayudita por allí, van acu
mulándose . . ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te molesta si guardo esta hoja en mi bolsillo?
108
Sujeto: No.
Erickson: ¿Y me permites conservarla hasta que algún día, quizá
dentro de varios años, pueda sacarla y mostrártela?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Está todo ahí?
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: ¿Cómo crees que me querrás dentro de tres o cuatro
años?
Sujeto: Será un placer.*
Erickson: Creo que será grato volver a verte para entonces. ¿Por
qué supones que vine aquí en este mes de octubre?
Sujeto: ¿Por el colegio? Tal vez quería saber qué pensaba de él.
Erickson: ¿Qué piensas de él?
Sujeto: Está bien.
Erickson: ¿Qué crees que serás cuando seas grande?
Sujeto: ¡Oh, algo terriblemente complicado! Odio la enseñanza
escolar. Todas esas mujeres estúpidas corriendo de aquí para allá.
M e gustaría ser secretaria, sólo que no quiero pasarme el día en
tero sentada ante una máquina de escribir.
Erickson: Pero empiezas a pensar en eso, ¿no?
Sujeto: Estudiaré todas las materias difíciles.
Erickson: ¿Estudiarás natación?
Sujeto: N o tenemos natación.
Erickson: ¿Cuándo volveré a verte?
Sujeto: No concertaré una cita con usted por un par de años.
¿Cuándo quiere regresar?
Erickson: En cualquier momento en que pienses que puedo serte
útil o prestarte ayuda.
Sujeto: Dentro de dos años estaré en el penúltimo año del secun
dario. Quizá debería venir para entonces.
Erickson: De acuerdo. ¿No es un placer encontrarse de vez en
cuando? Y ese encuentro también se hará realidad, ¿no es así?
Sujeto: Siempre se realiza.
Erickson: Siempre se realiza.
109
chos, el sexo y la religión, por intermedio de la escritura de
trance. La llamaré así porque ella escribe en estado de trance
y lo escrito expresa sus inquietudes en su estado de regresión
de edad. Empero, no parece tener el carácter típicamente di
sociado de la escritura automática.
Erickson: Sí. En la escritura automática, los sujetos no saben
qué escribieron. En la escritura de trance lo saben en un nivel
cognitivo, pero todavía no pueden abordarlo emocionalmente.8
Rossi: Sin embargo, la palabra sexo que ella escribió poco des
pués de haber escrito el párrafo principal sí encierra en mayor
medida esa disociación característica de la escritura automá
tica. No obstante, usted reserva a esta escritura de trance el
mismo respeto que a la escritura automática corriente. Pone
especial cuidado en pedirle permiso para leerla y respeta sus
deseos sobre el particular. Aquí no hay ninguna «violación»
del inconciente; usted siempre permite que el material vaya
emergiendo a un ritmo y de una manera aceptables para el
estado existencial de la paciente. En este estado de regresión
a una adolescencia naciente, usted le permite escribir la pala
bra sexo en vez de hacerle hablar audaz y abiertamente del
tema. Ella aún no se siente preparada para abordar la cues
tión de la natación, de modo que usted no insiste.
Erickson: Y o le pregunto si está segura de que quiere que yo
lea su escritura de trance: «Y o puedo leerlo, ¿pero querrías
que lo leyera?». La opción es exclusivamente suya.
Rossi: En el párrafo que empieza «Piénsalo un poco m ás. . . »
y termina « . . . y que realmente esperas que lo lea», ¿por qué
le da todas esas opciones de un modo tan rebuscadamente des
concertante? ¿Es una disposición afirmativa?
Erickson: No es una disposición afirmativa, sino una disposi
ción óptima: «Entonces procedamos del mejor modo posible».
Permitirme simplemente su lectura y tener la esperanza de
que lo lea son dos cosas muy distintas.
Rossi: De modo que la hace pasar de un permiso renuente,
a la esperanza expectante de que usted leerá lo escrito. Con
vierte esto en algo positivo de su parte. De ahí que ella acabe
por decir «Creo que será mejor que lo lea».
Erickson: ¡A lgo positivo de su parte!
Rossi: Quien hace algo a regañadientes, en realidad no lo está
haciendo.
8 Véase Erickson (1980), vol. I II, sección 4, «Autom atic writing and drawing»,
págs. 143-87.
110
Erickson: Ellos no lo están haciendo La escritura de tran
ce le permite expresar a la vez su mente inconciente y sus nue
vos sentimientos de adolescente.
Rossi: Sí, correcto.
Erickson: ¡Y mi vacilación en leer lo que escribió compele lite
ralmente su atención hacia el aspecto emocional, con lo cual
altera la escritura! [Véase la figura 1, donde la palabra sexo
aparece escrita con un estilo de letra diferente del resto.]
Rossi: Comprendo. A l tratar con tanto respeto lo escrito, le
confiere una mayor carga emocional.
Erickson: Sexo es una mala palabra.
Rossi: Sí; ese era su problema.
Erickson: Es un problema de aprendizaje. Yo uno sexo y ca
minar en una analogía terapéutica.
Rossi: Usa el aprender a caminar paso a paso como una analo
gía terapéutica para aprender paso a paso lo referente al sexo.
Erickson: Ajá. Ella sabe caminar y lo sexual se puede apren
der de igual modo, o sea, cometiendo la menor cantidad posi
ble de errores. Estoy echando las bases de sus futuras actitu
des en la vida. [Narra la anécdota del pequeño Johnnie, que
le pidió a una niñita que se bajara la bombacha en un lugar
recóndito del patio y luego exclamó: «¡Conque esa es la dife
rencia entre católicos y protestantes!».]
Rossi: Qué e traño parece. . ¡usted trabaja aquí en tantos
niveles simultáneos!
Erickson: Uno trabaja en los niveles que se presentan natu
ralmente . . . y crece. [Cuenta la historia conmovedora de una
de sus hijas que se deshizo con pesar de una imaginaria com
pañera de juegos al percibir que ya era demasiado grande pa
ra tenerla.] ( . . . ) Además, cuando cambio mi identidad al visi
tarla en octubre. . . abordo una situación diferente. Octubre
es más tardío que febrero; ha aumentado mi edad. M e con
vierto más en su confidente.
Rossi: Su actitud respetuosa hacia su escritura de trance no
sólo es un enfoque ético; también es una sugestión indirecta
para que ella se involucre profunda y emocionalmente con esa
escritura, lo que facilitará el proceso terapéutico.
Erickson: Y aumento mi edad de febrero a octubre para des
tacar esto. M i envejecimiento implica que también ella es ma
yor. Confirmo su crecimiento. Le pregunto «¿Qué crees que
serás cuando seas grande?», y ella responde «Odio la enseñan
za escolar». Nuestras actitudes hacia la escuela van cambian
do de un estado a otro. Terminada-la escuela primaria, algu
111
nos tienen demasiado miedo de seguir adelante y desertan; al
final de la secundaria, algunos temen demasiado el college y
desertan; al término del college, algunos temen demasiado los
cursos de doctorado. . . y también desertan.
Rossi: Todos ellos son víctimas de las limitaciones aprendidas.
Erickson: Cuando pregunto a la sujeto «¿Cómo crees que me
querrás dentro de tres o cuatro años?», he establecido un buen
rapport con ella. Responde «Será un placer» y yo replico «Creo
que será grato volver a verte para entonces», despotenciando
así un pequeño amorío de niña.
Rossi: Comprendo. No tenía la menor idea de que en ese mo
mento usted estaba trabajando sobre la trasferencia.
Erickson: «¿Por qué supones que vine aquí en este mes de oc
tubre?» . . para restarle importancia a mi identidad de Hom
bre de Febrero.
Rossi: ¿Para disminuir la trasferencia?
Erickson: Ajá.
Rossi: ¡Hace estas cosas de un modo tan literal y concreto!
Erickson: ¡Y, por consiguiente, con gran facilidad!
Rossi: [En 1987] Aunque en ese momento concordé con Erick
son, ahora no estoy seguro acerca de la efectiva dinámica que
a su parecer empleaba para despotenciar la trasferencia de la
sujeto en este punto. Puedo hacer la siguiente especulación:
La palabra « nice» tiene numerosos niveles de significado,
según la forma en que se diga, a quién se dirija y en cuál de
los diversos niveles de contexto se presente. Aparentemente,
Erickson tuvo la sensación de que la sujeto respondió «Será
un placer» connotando un amorío de niña, o bien con cierta
ambigüedad en su entonación, y en los gestos faciales y cor
porales concomitantes, que sugerían una posible trasferencia
sexual. Cabe suponer que en esta situación ambigua pugna
ban por expresarse muchos elementos contrapuestos de su per
sonalidad en desarrollo: ella era en parte una niñita agradeci
da por la seguridad y el apoyo que le brindaba un Hombre
de Febrero paternal, pero al mismo tiempo era una adolescen
te en desarrollo, con impulsos sexuales que buscaban una ex
presión incierta. Con toda probabilidad, su mente conciente
no se percataría de esta lucha interior entre elementos disími
les que se expresaban en su modo de usar la palabra «raíce».
Erickson se percató de estas ambigüedades y la protegió con
su réplica: «Creo que será grato volver a verte para entonces».
Las connotaciones vocales y gestuales que acompañaron su
respuesta resolvieron, reinterpretaron o reencuadraron su «m-
112
ce » ambiguo y lo trasformaron en un «m ee» claramente no se
xual. A fin de reforzar esta connotación no sexual, despoten
ció aún más la trasferencia con el amago de cambiar su identi
dad de Hombre de Febrero por el hecho de venir en octubre.
No obstante, la sujeto vuelve a dar una respuesta en dos nive
les cuando dice «N o concertaré una cita con usted». Por su
puesto, « cita» tiene connotaciones románticas que su nivel de
respuesta más conciente niega, al expresar « N o concertaré una
cita con usted».
Si estas especulaciones son de algún modo admisibles,
muestran una vez más la tremenda sutileza y habilidad con
que Erickson recibía las comunicaciones en varios niveles y
respondía a ellas en los niveles correspondientes.
113
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U ^ j C k ^ ^ C -f®-©- V viA^cX/ V ^
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114
en algo desde aquellos tiempos en que eras una alumna de primer
año. [Erickson señala a los presentes la catalepsia del pie izquier
do de la paciente.] ¿Todo listo?
Sujeto: Todo listo. [Escribe el párrafo superior de la figura 2.)
Erickson: ¿Es así como recuerdas la página que escribiste?
Sujeto: No, pero la recuerdo.
Erickson: ¿Hay alguna omisión?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cuál?
Sujeto: Muchachos, citas y sexo.
Erickson: [Señalando el prim er párrafo de la figura 2.] Eso es fas
cinante, ¿verdad? ¿Cómo lo leerías ahora. . tal como se ve, co
mo podría leerlo cualquiera que ignore que se trata de un error?
¿Cómo crees que lo leerían los demás?
Sujeto: «Livin g, giving, diving» [vivir, dar, zambullirse o bucear],
Erickson: ¿Qué opinas de ese error? Hace que uno lea «zambu
llirse».
Sujeto: No puedo imaginarme que alguien se zambulla por esa
razón.
Erickson: ¿Supones que alguna vez te zambullirás por alguna ra
zón?
Sujeto: Probablemente lo haga tan sólo para demostrarme a mí
misma que no estoy asustada.
Erickson: De todos modos, recuerdas lo que está escrito en esta
hoja. [Sostiene en alto el papel con el texto de la figura 1, pero
de manera tal que ella no pueda leerlo.] Escribe lo que dice aquí,
sea lo que fuere, lo mejor que puedas recordarlo. [La sujeto escri
be el segundo párrafo de la figura 2.] ¿Puedo tomar ese papel?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Qué opinas ahora de este párrafo? ¿Te sientes tan preo
cupada e inquieta acerca de estos sentimientos como cuando cur
sabas el primer año?
Sujeto: Eran un tanto infantiles. . .
Erickson: Te sientes mucho más madura. ¿Crees que, en verdad,
podría explicarte muchas de estas cosas para satisfacción y be
neficio tuyos?
Sujeto: Probablemente.
Erickson: Algún día, más adelante, te las explicaré.
Sujeto: Para entonces sabré todas las respuestas.
Erickson: ¿Las sabrás?
Sujeto: Creo que sí.
115
Rossi: El «error» cometido en el primer párrafo de su escritu
ra de trance muestra una parapraxis interesante, donde se com
binan las palabras « v iv ir», «dar» y « zambullirse, bucear». En
este punto podríamos atribuirles el siguiente sentido: zambu
llirse o bucear (o sea, afrontar con éxito su fobia a la natación
y al agua) guarda relación con el hecho de viv ir la vida en ple
nitud, lo cual implica hallar un equilibrio adecuado entre ob
tener y dar. ¿Compartiría esta opinión?
Erickson: Uno se zambulle y bucea en la vida, se lanza a ella.
Rossi: ¿De modo que miedo al agua tiene algo que ver con
su manera de participar en la vida?
Erickson: Ajá.
Rossi: Su miedo al agua es una especie de metáfora de su ti
midez frente a la vida. Por lo tanto, el tratamiento de un solo
síntoma puede influir colateralmente en todo el estado de v i
da existencial de una persona.
Erickson: Uno se zambulle, se lanza a las actividades propias
de la vida, al matrimonio. Creo que esto debería entenderse
como una pregunta. Sólo cabe especular: «zambullirse» puede
tomarse como sinónimo de «arrojarse, lanzarse», y esta equi
paración puede igualarse a su vez con el dicho popular «lan
zarse a trabajar», «lanzarse al matrimonio», pero son meras
especulaciones.
Además, la sujeto está adquiriendo una nueva perspectiva
cuando dice: «Eran un tanto infantiles».
Rossi: Y usted la refuerza, replicando «T e sientes mucho más
madura».
116
Sujeto: Está muy bien.
Erickson: ¿La disfrutas?
Sujeto: No sé nadar. No soy tan valiente.
Erickson: ¿Crees que alguna vez lo harás?
Sujeto: Quizás. . . algún día. . .
117
ció de uso general para adquirir mayor facilidad de palabra?
Erickson: [Describe « Preparación de un léxico», que sirve de
tema a dos tesis doctorales en las que, al parecer, colabora co
mo consultor.]
Rossi: ¿Así que su tesis doctoral versa sobre los significados
múltiples de las palabras?
Erickson: [Explica que su hijo Robert, maestro de escuela y
fanático de los diccionarios, ayuda a preparar la tesis propor
cionando ejemplos del modo en que se enseña a los niños los
múltiples significados de las palabras.] Creo que la sujeto atri
buye diversos significados a sus palabras. El de «mojarse los
p ie s ». . .
Rossi: ¿Dónde ve usted el indicador de estos significados múl
tiples?
Erickson: En sus respuestas «Está muy bien», «N o sé nadar»
y "¿Qué haría yo zambulléndome?».
Rossi: ¿Quiere decir que « zambullirse» tiene más de un signi
ficado?
Erickson: ¡Está en su misma respuesta!
Rossi: ¿Qué quiere decir con eso?
Erickson: «¿Qué haría yo zambulléndome?».
Rossi: ¿Cómo explica eso?
Erickson: Si tomamos la expresión en un sentido simple, al
zambullirnos nos arrojamos al agua. Pero ella pregunta qué
haría con zambullirse. Debe tener en mente un tipo de signifi
cado diferente del literal.
Rossi: De acuerdo, ¡pero eso lo infiere usted partiendo del mo
do en que ella formula su pregunta!
119
dado en la orilla tan asustada, vio que estaba a punto de ahogar
se y le entró tal temor por su hermana que olvidó su gran miedo
al agua, se metió corriendo en ella, chapoteó y nadó a lo perro
en el agua profunda, agarró a su hermana y la trajo de regreso
a la playa. Después de eso aprendió a nadar. ¿Qué le sucedió?
Sujeto: Supongo que olvidó su miedo porque tenía que hacer algo
importante.
Erickson: Tenía dos miedos. Uno era un espanto intensísimo y
el otro un miedo discapacitante, pero aquel distrajo su mente de
este, ¿no es cierto? Fue un modo muy desagradable, pero al mis
mo tiempo muy lindo, de aprender a nadar. Terriblemente desa
gradable, pero terriblemente bueno. E sa mujer, ¿no te inspiraría
mucho respeto mucha simpatía y admiración? Hay otra co
sa más que desearía hacerte comprender. Ese miedo discapaci
tante, que le impedía caminar en el agua, era en realidad una for
ma de medir su fuerza. ¿No es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Le demostró que por terrible que fuera su miedo, su
fuerza era tanto mayor que, en la situación apropiada, ella era
realmente capaz de afrontar ese miedo y vencerlo. Por supuesto,
ese miedo discapacitante pudo ser utilizado de una manera dis
tinta y beneficiosa. El recuerdo de su gran temor y la percata-
ción de que se había adentrado con é x ito en las aguas profundas
sin saber nadar le hicieron comprender que podía tomar ese mie
do y trasformarlo en confianza. Y así lo hizo. Me pregunto qué
harás con tu miedo al agua. Bajo u n fuerte estímulo y en una
situación de emergencia, podemos hacer cosas inesperadas. A ve
ces, podemos hacerlas en una situación inesperada que sólo sus
cita sentimientos agradables. Podem os hacer algo movidos por
un sentimiento de amor, de aprecio p o r nosotros mismos. Es lo
que sucede con algunos bebés, que aprenden a caminar de golpe
porque descubren súbitamente: «B ueno, ¿por qué preocuparse?
Tengo que soportar tantas caídas y tantos porrazos». Y siguen
adelante, y caminan. Tú no sabes corno aprenderás a nadar, ¿pe
ro no sería delicioso poder nadar alg ú n día?
Sujeto: Sí.
Erickson: Me pregunto si lo que te he «dicho te ha ayudado en algo.
Sujeto: Creo que sí.
Erickson: Tendremos que esperar y v e r , porque volveré por aquí.
¿Cuándo volveré a verte? ¿Lo sabes? 'Volveré a visitarte. ¿Tienes
algo más que decir, antes de que m e vaya? Este es el Hombre
de Febrero, que corta la comunicación por un tiempo.
120
Erickson: [Señala la palabra instructor en la primera frase pro
nunciada p o r la sujeto en esta sección: « Creo que lo mejor se
ría conseguir un in stru ctor».]
Rossi: Quiere un instructor para aprender a nadar. ¿Qué ve
usted en eso ahora? ¿Qué implicaciones tiene para usted?
Erickson: Bueno, quiere que otra persona intervenga en su na
tación.
Rossi: ¿Con eso quiere decir que la palabra tiene una connota
ción sexual? ¿Y que, además, debe ser alguien capaz de ense
ñarle?
Erickson: [Asiente tentativam ente y examina la trascripción
con gran detenim iento y una concentración absoluta.] La pa
labra «a m o r ». . .
Rossi: La introdujo usted, ¿qué. . . ?
Erickson: ¡A m or! Despotencié su miedo con respecto a Helen.
[Alude al accidente en el que la hermana estuvo a punto de
ahogarse.]
Rossi: ¿Cómo lo hizo?
Erickson: Presté mucha atención en la situación que siguió
a mi comentario « M e pregunto qué harás con tu miedo al
agua».
Rossi: ¿Es como una analogía terapéutica?
Erickson: Ajá.
Rossi: Y usted trajo a colación la asociación con «am or» por
si ella quería sacarla a relucir nuevamente.
Erickson: «M e pregunto si lo que te he dicho te ha ayudado
en algo». Estoy ligan-do a Helen con el amor. Es una acción
fu ga z. . . ¡uno tiende a pasarla por alto!
Rossi: Tiene razón. E n la mente de la sujeto hay conexiones
internas que sacarán a relucir ese vínculo, trasformándolo en
fuerza reactiva.
[En 1987] Erickson destaca aquí lo fácil que es>pasar por
alto la estrategia que emplea en esta sección, cuando reinter-
preta el trauma psicológico de la sujeto (el cuasi ahogo de su
hermana menor) y lo l i g a a una resolución más flexible del epi
sodio. Logra esto de manera indirecta, asociando una situa
ción traumática sim ilar con las cualidades de confianza («po
día tomar ese miedo y trasformarlo en confianza») y amor («Po
demos hacer algo m o v id o s por un sentimiento de amor»).
Erickson: Cuando e lla dice «Creo que sí», yo respondo «Ten
dremos que esperar y ver . .».
Rossi: ¿Le está dando a entender que esas asociaciones de con
fianza y amor continuarán desarrollándose?
121
Erickson: Sí, «porque volveré por aquí».
Rossi: En suma, en esta sección le proporciona una serie de
analogías terapéuticas que describen algunas de las formas
en que la gente puede aprender a nadar. Inicia cierto reencua-
dramiento interesante al señalar: «Ese miedo discapacitante,
que le impedía caminar en el agua, era en realidad una forma
de medir su fuerza».
Erickson: Y reinterpreto aquel trágico incidente con Helen.
Rossi: Más adelante, usted utiliza el no saber, combinado con
una sugestión positiva, cuando añade: «Tú no sabes cómo
aprenderás a nadar, ¿pero no sería delicioso poder nadar al
gún día?». Con ello da prioridad al aprendizaje inconciente que
la mente conciente también puede disfrutar, ¿no es así?
Erickson: Sí, y creo que usted debería señalar esto mismo con
respecto al amor.
Rossi: Correcto. Usted trae a colación esa referencia al amor
para captar cualquier otra asociación, o asociaciones, con zam
bullirse, sexualidad y amor.
Erickson: Sí.
Rossi: ¡Fantástico! Usted está sondeando. . . ese es su modo
de explorar y facilitar resoluciones terapéuticas indirectas de
traumas psicológicos.
Erickson: Sí, y ahora su miedo a «caminar en el agua era en
realidad una forma de medir su fuerza». Sabía que podía ca
minar y la fuerza de esa capacidad estaba asociada con su mie
do al agua.
Rossi: De modo que usted despotencia su miedo al agua dilu
yéndolo con su fuerza y su capacidad de caminar.
122
Fink: Usted no parece muy triste que digam os. . .
Sujeto: No estoy precisamente triste. ¿A qué vienen esas sonri
sas tontas?
Erickson: ¿Cree que puede ser hipnotizada?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Cree que le gustaría?
Sujeto: No en este momento.
123
implicaciones, quizás inconcientemente. ¿Diría usted que es
así?
Erickson: Sí.
Rossi: O sea que nos adentramos una vez más en los niveles
de comunicación múltiples. . .
Erickson: Además, ella misma lo está sugiriendo. Cuando se
arreglaban el maquillaje, las mujeres solían decir que se da
ban «una pasada a la ligera». L o de «refrescarse un poco» v i
no después.
Rossi: ¿Conque realmente debemos mantenernos al día con res
pecto al lenguaje popular?
Erickson: Y mi pregunta fue «¿N o quiere un cigarrillo?».
Rossi: «¿Qué está haciendo con eso?. . .».
Erickson: Un placer cabal fáüco-oral.
Rossi: En el momento en que usted dijo eso, ¿tenía en mente
estas asociaciones?
Erickson: ¡Oh, sí!
Rossi: ¿No fue una mera conversación casual?
Erickson: [Menea la cabeza.]
Rossi: ¡No hay ninguna conversación casual!
Erickson: Los cigarrillos eran tan útiles y estaban tan a ma
no. . . Por aquel tiempo, yo fumaba. En 1938 los usé mucho
en mis investigaciones.11
Rossi: M e gustaría preguntarle algo acerca de una paciente
mía que tuvo un episodio psicótico leve. Durante una semana,
aproximadamente, creyó ser la pecadora más grande del mun
do y no sé cuántas cosas más. Entretanto era un poco para-
noide y decía que yo le hacía cosas; que mis comentarios con
tenían muchas implicaciones; que yo no era totalmente franco
y honesto con ella y que formulaba mis sugerencias con disi
mulo. Ahora bien, en un nivel conciente yo no estaba impli
cando nada. ¿Cree usted que durante este período de sensibi
lidad psicótica ella captó más niveles múltiples de significado
de los que yo empleaba a sabiendas? ¿Es a eso a lo que nos
referimos cuando hablamos del « insight psicótico»?
Erickson: Sí.
Rossi: Así, pues, los pacientes psicóticos no están completa
mente locos. . son hipersensibles a los múltiples niveles de
significado de las palabras. En verdad, deberíamos respetar
su hipersensibilidad y aprender de ella.
124
Erickson: Sí. Recuerdo el caso real de un paciente muy per
turbado, que dijo «Actu é con mucho disimulo . le di un ci
garrillo a mi hermana». Su historia clínica indicaba que había
tenido trato sexual con la hermana.
Rossi: En su ideación psicótica, trasformó el trato sexual en
esa frase «Actu é con mucho disim ulo. . . le di un cigarrillo a
mi hermana». Esto ciertamente corrobora la teoría freudiana
sobre el uso de objetos fálicos y sus asociaciones sexuales.
Erickson: Sí, pero fue una «teoría poética» desde mucho antes
de Freud. Usted toma nota de una gran cantidad de estos co
mentarios inconexos de pacientes psicóticos, los examina con
detenimiento, espiga en el folklore, en el lenguaje popular, y
a menudo obtiene un bonito cuadro de lo que quieren decir
realmente.
[Luego, la sujeto dice] «M u y bien, muchachos, ¿qué he es
tado haciendo?».
Rossi: ¿Allí hay una connotación sexual, eh? Y ella añade: «¡T o
dos parecen tan contentos, tan satisfechos consigo mismos!
¡Todos!».
Erickson: Cuando dice «N o en este momento», quiere decir sí.
Rossi: Eso da a entender que luego habrá un «sí». Todas las
respuestas que da la sujeto en esta sección sugieren una am
nesia total de la experiencia de trance vivida durante la sesión.
125
Sujeto: ¡Con razón se quejan de mis anotaciones en los cuadros
clínicos! Esto se parece a lo que hago por la mañana, cuando ya
estoy lista para irme a dormir. Debo haberlo escrito con la mano
izquierda.
Erickson: ¿Con cuál?
Sujeto: N o sé. . . Aquí hay tal confusión de garabatos. . .
Erickson: ¿Puede escribir con la mano izquierda?
Sujeto: He probado un par de veces, pero hice tal desastre. . .
Esto debo haberlo escrito con la mano izquierda.
Erickson: ¿Es todo lo que puede decirme?
Sujeto: Por cierto que mis erres tienen jorobas. Es todo cuanto
tengo que decir.
126
güísticas constantemente renovadas, que permiten expresar
los impulsos con descaro y de un modo que los libera del peso
inhibidor de antiguas asociaciones desafortunadas. En cam
bio, los términos obscenos constituyen un ataque agresivo con
tra la estructura asociativa del oyente: dislocan y demuelen
sus actitudes y su cosmovisión, de manera tal que el hablante
puede imponer las suyas. En realidad, el lenguaje vulgar em
pieza como un delicado esfuerzo creativo por expresar impul
sos nuevos o socialmente reprimidos. Empero, en cuanto un
término vulgar se populariza, queda tan cargado de las aso
ciaciones negativas que la sociedad atribuye al impulso refe
rente, que se trasforma en una palabra grosera u obscena. A
partir de allí, y ya como palabrota, pasa a cumplir por un tiem
po una función totalmente distinta dentro del uso social: sir
ve de garrote para atacar y demoler las defensas psicológicas
del oyente. Cuando esa palabrota envejece y se populariza de
masiado, la mayoría de la gente levanta defensas adecuadas
contra ella. La obscenidad pierde su fuerza disociadora, tien
de a caer en desuso y acaba por morir de una muerte lingüísti
ca natural, convirtiéndose en arcaísmo.
Podríamos ver aquí una nueva teoría dinámica psicosocial
sobre la evolución y la función de los lenguajes vulgar y obs
ceno. Es psicológica en tanto se ocupa de la estructura aso
ciativa intrapersonal del individuo; es social en tanto aborda
la dinámica por la cual los impulsos portadores de una carga
emocional se trasmiten de un individuo o grupo a otro. La evo
lución de los lenguajes vulgar y obsceno, tal como se presenta
aquí, podría tener connotaciones para una teoría más general
de la evolución de nuevas formas lingüísticas, sus funciones,
sus trasformaciones y su muerte. El lenguaje no es un medio
de comunicación estático, como querrían creer algunos. Más
bien, la invención lingüística es una manifestación de la evo
lución de la conciencia y de su lucha p o r liberarse para siem
pre de las limitaciones y constreñimientos impuestos p o r los
usos y costumbres antiguos.
127
Sujeto: Creo que es esto, pero no lo juraría. ¿Es ese?
Erickson: Querría que señalara uno, me dijera que es ese y su
dictamen fuera absolutamente correcto. Tan pronto lo haga, se
dará cuenta súbitamente de otra cosa pero no sabrá cómo de
mostrarlo.
Sujeto: [Sosteniendo el cigarrillo con su mano izquierda.] ¿Eso va
al fichero X?
Erickson: La X indica lo desconocido.
Sujeto: Lo pesqué.
Erickson: ¿Qué pescó?
Sujeto: Lo desconocido
Erickson: ¿Le gusta ese lápiz?
Sujeto: [Cambia de lápiz.] Este es un lápiz bastante bueno. Me
quedo con él.
* Los anglosajones suelen remplazar la palabra «besos» por varias X sil final
de sus cartas, tarjetas o notas dirigidas a personas de confianza. (N . de la T.)
128
y, al mismo tiempo, despertar en el sujeto ciertas sendas aso
ciativas internas.12
129
Erickson: Ahora pare y trate de ver lo que tiene aquí, antes de
terminar.
Sujeto: Conque lo escribí al revés. . .
Erickson: Sí. Escribió este al revés y este al derecho, ambos al
mismo tiempo. ¿Qué le parece?
Sujeto: ¡Esto está fuera de este mundo!
Erickson: Vea este párrafo inferior. Si doy vuelta la hoja, queda
rá arriba, ¿no? Vea, ahora puede leerlo, ¿verdad? Pero en esta
posición la Y y la N aparecen invertidas. Simplemente, da la ca
sualidad de que usted lo escribió al revés y en posición invertida.
Sujeto: ¡Soy toda una experta!
Erickson: Sí que lo es. Puede escribir al revés y en posición inver
tida y, por alguna razón, también sabe que esta es su letra.
Sujeto: ¡Oh, sí! ¡Nadie más podría hacer semejante embrollo!
Erickson: Y este embrollo, visto como se debe, es enero.
Sujeto: ¡Oh, hermano!
Erickson: Basta una lucecita para que sea perfectamente legible,
¿no?
Sujeto: ¡Estoy pasmada!
130
Rossi: Creo que sí. De modo que el verdadero propósito de
esta escritura al revés es darle a la sujeto una nueva disposi
ción para el aprendizaje. Usted trata de activar en su mente
unas sendas no utilizadas aún, con el fin de ayudarla a apren
der algo nuevo.
Erickson: ¡Unas sendas que están allí!
Rossi: Utiliza pautas ya existentes para un nuevo aprendiza
je. Despierta en la sujeto nuevas disposiciones a aprender por
que le presenta tareas que la obligan a inhibir su modo habi
tual de escribir y a explorar otras modalidades desconocidas
e insólitas. También esto se convierte en una metáfora que
induce a abandonar las viejas formas de abordar los proble
mas personales para explorar las nuevas. . que, para ella, son
de igual modo insólitas. ¿Es así?
Eñckson: Ajá.
Rossi: Por consiguiente, esto puede formar parte de cualquier
sesión de terapia en la que el terapeuta desee abrir el camino
hacia un cambio interior. Usted logró el mismo resultado va
liéndose de acertijos para despertar pensamientos y esfuerzos
nunca utilizados hasta entonces. Esto ayuda a los pacientes
a considerar su problema desde una nueva perspectiva. ¿Con
cuerda conmigo?
Eñckson: [Asiente.] ¿Conoce el Test de Asociación [de Pala
bras] Kent-Rosanoff? [Explica que solía pedirles a sus pacien
tes que escribieran asociaciones de palabras con ambas ma
nos a la vez; y luego obtenía asociaciones verbales indepen
dientes para cada lista, en lo que parecía ser una penetración
y aprovechamiento de las asociaciones propias de cada hemis
ferio cerebral, muy anterior a las investigaciones de Sperry
(véase Sperry, 1968). También recuerda la rigidez con que mu
chos psicólogos aplicaban el método estándar de uso del Test
Kent-Rosanoff y lo escandalizados que quedaron cuando Erick-
son introdujo su <<escritura con ambas manos», con asociacio
nes verbales independientes.] M e metí en un lío espantoso en
Worcester, porque nunca hacía las cosas como los demás
¡o sea, en forma correcta y ordenada!13 [Erickson trabajó en
Worcester entre 1930 y 1934; empezó como médico subalterno
y terminó siendo Psiquiatra Principal.]
Rossi: Es una lástima que tantos psicólogos se hayan escan-
13 Para una descripción detallada del modo en que usaba Erickson el Test
de Asociación de Palabras Kent-Rosanoff, véase Huston, Shakow y Erickson
(1934/1980).
131
dalizado. Las investigaciones basadas en su técnica de asocia
ción de palabras escritas con ambas manos pudo haber antici
pado en una generación algunos aspectos de las investigacio
nes de Sperry sobre los hemisferios cerebrales.
Erickson: Sí. Aquí [en esta sección] enseño a la sujeto las co
sas que puede hacer sin que ella supiera de antemano que po
día hacerlas. Cuando exclama «¡E so está fuera de este mun
d o!» y «¡E stoy pasmada!», está verdaderamente sorprendida.
Eso le ayudará a asimilar una parte cada vez mayor del traba
jo de trance.
Rossi: Ella ha hecho todo este trabajo de trance previo despo
tenciando su miedo al agua y facilitando el trabajo psicológi
co, para el que tiene una amnesia. Pero, antes de terminar es
ta sesión, usted quiere cerciorarse de que está mentalmente
dispuesta a asimilar todo ese nuevo aprendizaje de trance.
Erickson: Sí, ese aprendizaje total.
Rossi: No le imparte una serie de sugestiones pos-hipnóticas
directas, limitándose a decirle que asimile, aprenda y crezca,
sino que despierta de manera efectiva una nueva disposición
a aprender facilitándole una ejercitación de sus capacidades
no realizadas. Con ello le demuestra que puede aprender y ha
cer cosas sin saber de antemano que posee la aptitud o capa
cidad necesaria.
Podríamos decir que esta es una de sus innovaciones en
hipnoterapia: despierta ciertas disposiciones o procesos men
tales para aprender y para revivir experiencias, sin decir al
paciente lo que usted hace. Despertar estas disposiciones men
tales a hacer el trabajo interior apropiado en el momento opor
tuno es, en verdad, la esencia de su técnica indirecta. En reali
dad utiliza el principio de generalización del aprendizaje: la
mayoría de las personas temen las situaciones nuevas, pero
usted les ayuda a generalizar los éxitos obtenidos con apren
dizajes anteriores, y aplicarlos a sus situaciones nuevas.
Erickson: [Narra un ejemplo pintoresco de una situación de
aprendizaje que él presenció de niño en la granja: para adies
trar a un caballo novato, los granjeros solían engancharlo a
otros dos bien adiestrados, uno a cada lado; a medida que es
tos ejecutaban los diferentes pasos, el caballo novato se adies
traba automáticamente.]
Rossi: ¡Está bien, basta de caballos! ¿Podemos continuar con
los seres humanos? Pero allí, en la granja, es donde aprendió
realmente sus técnicas terapéuticas. . . ¡nada de laboratorios
lujosos para usted!
132
1.51 Octava «v is ita » del Hombre de Febrero: una distracción pa
ra despotenciar la resistencia y facilitar la reinducción del trance;
regresión espontánea de dos años; capacitación en el trance so-
nambúlico
133
[En 1987] Esta brevísima reinducción del trance por me
dio de la distracción —tomarle aparentemente el pulso mien
tras que, en realidad, le estrecha la mano— fue quizá la res
puesta de Erickson al aserto de la paciente de que estaba «de
masiado despierta», en el que quizás él reconoció una posible
resistencia. La mente inconciente de la sujeto necesitaba una
demostración de que, en verdad, había sido condicionada pa
ra entrar en hipnosis no bien se le administrara la señal apro
piada (estrechar la mano). Erickson refuerza así la inducción
de trance; además, utiliza este breve trance final para fortale
cer la señal con una sugestión pos-hipnótica directa referente
a ella: «En cualquier momento, en cualquier lugar, puedo es
trecharte la mano así, pero sólo yo puedo hacerlo. Sólo yo pue
do hacerlo y únicamente con un propósito lícito y justifica
do». Nótese el precepto ético implícito en el uso de la expre
sión «lícito y justificado». Es una sugestión bastante indirecta,
formulada de manera casual, pero es un elemento tranquiliza
dor muy importante para la mente inconciente de la sujeto
porque le asegura que su integridad siempre será respetada.
Adviértase también, empero, que Erickson termina esta se
sión de una manera muy astuta y nada tradicional. En nin
gún momento dice a la sujeto que despertará de su trance.
Concluye esta visita del Hombre de Febrero con una seudo
sugestión pos-hipnótica: «En algún momento te estrecharé la
mano y será el 30 de marzo de 1945» y, una vez que ella expre
se su conformidad, añade: « Y quiero que entonces te encuen
tres, en general, en un estado muy similar al actual, que estés
como hoy, 30 de marzo de 1945. ¿Ahora puedo decirte adiós?».
Aparentemente, esta sugestión pos-hipnótica sirve de cie
rre a la sesión terapéutica; sin embargo, Erickson nunca pide
a la sujeto que despierte del trance. Por el contrario, conti
nuará sumida en él cuando Erickson vuelva a estrechar su ma
no. Sólo la reorientará en el tiempo, trayéndola a la fecha ac
tual: 30 de marzo de 1945. En ese momento, ella seguirá ha
llándose «en general, en un estado muy similar al actual». En
otras palabras, la sujeto será reorientada hacia el tiempo co
rrecto, pero permanecerá en trance. Específicamente, el suyo
será un trance sonambúlico: actuará de manera normal en la
vida diaria, parecerá estar despierta y bien orientada, pero per
manecerá en su relación de trance con Erickson —una rela
ción profundamente íntima—, con lo cual los procesos hipno-
terapéuticos iniciados por él continuarán actuando en forma
autónoma en muchos niveles internos. Esta es una de las téc-
134
nicas a que suele recurrir Erickson para enseñar a los pacien
tes a experimentar el trance sonambúlico y adiestrarlos en él.
Y termina esta visita del Hombre de Febrero con una pre
gunta que, en realidad, es una sugestión directa: «Ahora pue
do decirte adiós».
135
neamente de un nivel de respuesta de trance en relación con
Erickson. Este contesta con una comunicación en dos niveles,
en forma de retruécano non sequitur, que satisface ambos as
pectos de los dos niveles de respuesta que posee ahora: «N o
soy demasiado alto. . . y febrero es un mes corto». Este apa
rente retruécano endeble permite que la paciente responda des
de su estado conciente de vigilia con un quejumbroso «¡Oh,
hermano!». No obstante, para su simultánea conciencia de tran
ce en relación con Erickson, este flaco retruécano contiene el
reconocimiento indirecto por parte de Erickson de que, efecti
vamente, él guarda una relación especial con febrero. Erick
son viene a decirle: sí, para usted yo soy el Hombre de Febre
ro en nuestra relación de trance.
El mal retruécano y la respuesta que provoca en la sujeto
sirven, además, para reintroducir y continuar el tipo de jue
gos, acertijos, retruécanos y situaciones emocionalmente des
concertantes que caracterizaron el comienzo de esta larga se
sión. En tal función, el retruécano estructura una amnesia que
allana aún más su amnesia hipnótica para todas las «visitas»
del Hombre de Febrero, lo cual le ayuda a restablecer su per
sonalidad normal y cotidiana en su relación conciente con
Erickson.
Puesto que la sujeto ya está bien afirmada en su capaci
dad de respuesta simultánea en dos niveles (su «personalidad
normal de vigilia» y su nueva relación de trance hipnotera-
péutico con Erickson), él se vale de sus comentarios finales
para infundir a su personalidad normal la seguridad tranquili
zadora de que «esta noche, usted ha trabajado enormemente;
todo ese trabajo es para beneficio suyo y de máximo interés
para usted. Por eso el tiempo ha pasado con tal rapidez». [Es
una ratificación del trance mediante la experiencia de distor
sión del tiempo.]
136
A sí concluyó la primera sesión hipnoterapéutica de la sujeto
con Erickson. Había durado alrededor de dos horas, incluyendo
unas ocho «visitas» del Hombre de Febrero deslindadas unas de
otras. La segunda sesión hipnoterapéutica, que ampliaría y pro
fundizaría el trabajo establecido en esta, se desarrolló unos dos
meses después.
137
Jj 4<*Á^>& ;»». A l.W»{¿-jm[ÍJ* A w .¿i » inlf-m*íi^'¡aP^&yrVj f
-a... ' Mt^""Tflí^4Tf>'ij '*
;'#*00* v. I. '1
139
respecto al trabajo que usted efectuó con ella en su papel del
Hombre de Febrero. Su queja de que no ha aprendido nada
proviene de su nivel conciente que quiere pensar »no», pero
hay algo en su interior, algo distinto, que quiere decir «sí».
No cabe duda de que experimenta por lo menos dos niveles
o tendencias de respuesta simultáneos y opuestos.
Cuando nos sucede algo así espontáneamente, en la vida
diaria, tendemos a vivirlo como una perturbación o un conflic
to. Sería mejor comprenderlo como una oportunidad de poner
nos en sintonía con nuestros diversos niveles de existencia,
en vez de identificarnos simplemente con nuestra experiencia
personal de conflicto aparente, que es la más superficial. En
realidad, la confusión y el conflicto son manifestaciones de los
nuevos estados existenciales internos desarrollados en forma
espontánea en un nivel inconciente, que ahora interfieren (o
sea, han entrado en conflicto) con las actitudes, estados e iden
tidades de la conciencia yoica largamente arraigados.2
140
Sujeto: Ninguno, salvo saber un poco más.
Erickson: ¿Quiere decir realmente eso. saber un poco más?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Podría hipnotizarla?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: ¿Tiene en mente alguna otra respuesta?
Sujeto: Un sí, pero no sé por qué.
141
do usted esté profundamente dormida, pero no antes de que se
haya sumido en un sueño sosegado y profundo, muy profundo.
Y su mano derecha se elevará para darme a entender que dormi
rá un sueño continuo y profundo, que dormirá un sueño continuo
y profundo, como se lo sugiero. Ahora su mano izquierda se ha
elevado para hacerme saber que está profundamente dormida, y
su mano derecha se está elevando para hacerme saber que dormi
rá en forma continua. Y eso está bien, ¿no? ¿Y eso la hace sentir
se cómoda? Muy bien. De ahora en adelante, puede sentir que
sus brazos se relajan. Relájese y esté cómoda. Y yo puedo hablar
conmigo mismo, o con cualquier otra persona, sin que eso signifi
que nada para usted, ¿no es así? [La sujeto asiente. Erickson re
sume al doctor Fink las acciones de la paciente.] La mano izquier
da se elevó primero y luego la derecha. Les impartí la sugestión
de que podían bajar. La mano izquierda había sido la primera en
elevarse; en consecuencia, fue la primera en descender. Luego lo
hizo la derecha. [Dirigiéndose nuevamente a la sujeto.] ¿Hablaba
con alguien?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Prestó atención?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Le agrada lo que dije? A uno le gusta hacer las cosas
bien. Ahí tiene algo que aprender, ¿no le parece? ¿Ya sabe qué
es? ¿Estará dispuesta a aprender aunque le resulte arduo? Ha
pasado mucho tiempo desde que la vi, ¿verdad? [La sujeto asien
te.] Han pasado meses. . . semanas, meses, ¿no es así? ¿Puede
decirme cuánto tiempo ha pasado? Ha sido un largo tiempo, ¿no?
¿Puede decirme qué día es hoy?
Sujeto: Domingo.
Erickson: ¿De qué mes?
Sujeto: Junio.
Erickson: ¿Y de qué año?
Sujeto: De 1945. [Su respuesta es correcta; la señorita S está bien
orientada con respecto al tiempo presente.]
142
«S í».
«¿Prestó atención?».
«S í».
Con esto indico [indirectamente] a la sujeto que aprenda a no
prestar atención, a no hacer caso.
Rossi: ¿Le dice a su mente conciente que no preste atención,
mientras otra parte de ella aprehende lo que se dice?
Erickson: Sí. Hilgard llama a esto «el observador oculto» (Hil-
gard y Hilgard, 1975). Aquí lo uso adrede.
Rossi: En resumen, en esta sección usted emplea su técnica
corriente de inducción de trance: guía hacia arriba la mano
izquierda de la paciente: le imparte sugestiones de sueño y
comodidad, y utiliza la directiva implícita «Su mano izquier
da se elevará despacio para hacerme saber que está profunda
mente dormida» a fin de que ella pueda indicarle con una se
ñal el momento en que entra en trance. A continuación, usted
imparte otra directiva implícita: una vez que esté sumida en
un sueño «continuo y profundo», deberá indicárselo alzando
su mano derecha. Ella da estas señales, y luego responde a
su pregunta asertiva «H a pasado mucho tiempo desde que la
vi, ¿verdad?» asintiendo en silencio. Como parece hallarse en
un adecuado estado de trance, usted le da las señales de la
regresión de edad: «Han pasado meses. . . semanas, meses, ¿no
es así? ¿Puede decirme cuánto tiempo ha pasado?». Usted abri
gaba la esperanza de que ella regresara espontáneamente a
su última «visita » en el papel del Hombre de Febrero, pues
así podría situar su «visita» actual unos pocos meses después,
pero no tuvo esa suerte. La paciente responde a sus pregun
tas indicándole que aún está en el presente, que todavía no
se ha producido ninguna regresión de edad. ¿Esto se debe acaso
a que han trascurrido un par de meses desde su última en
trevista, y ella necesita un poco más de tiempo para volver
a familiarizarse con el trabajo de trance y lograr la regresión
de edad?
Erickson: No. Se está autorregulando.
Rossi: ¿Qué quiere decir con eso?
Erickson: Ella se percata de que se ha dormido y yo le hago
saber que dormirá un sueño p^-fundo, cómodo y constante.
Rossi: Entonces, ¿esta autorregulación en la inducción hipnó
tica es una etapa previa a la regresión de edad?
Erickson: Sí. Ella tiene que autorregularse para saber dónde
está. Después podrá autorregularse. . .
Rossi: . . . para la regresión de edad en sí. ¿Puede decir algo
143
más acerca de esta regulación, Milton? ¿En ella el yo observa
atentamente el proceso de entrada en trance? ¿El yo ayuda
a gobernar el proceso de inducción hipnótica?
Erickson: Cuando usted emprende la ascensión de un cerro,
¿le basta llegar hasta la mitad del camino? ¿Quiere trepar los
dos tercios de la ladera, o sus tres cuartas partes? ¿El 80%?
Ella tiene que saber hasta dónde quiero yo hacerla llegar. Se
autorregula para cerciorarse de que responde plenamente.
Rossi: ¿Usted diría entonces que hay una autorregulación cons
tante durante el trance?
Erickson: No; tan sólo en el momento en que se asigna una
tarea.
Rossi: ¿Cuando usted asigna una nueva sugestión el yo vuel
ve a coadyuvar al proceso. . o qué?
Erickson: Ella tiene que medir la profundidad alcanzada en
su trance. Una vez que alcance la profundidad suficiente, po
drá hacer ciertas cosas.
144
Y siga durmiendo cómodamente. Podrá decirme qué mes es de
1944. Tan pronto esté en condiciones de decírmelo, hágalo.
Sujeto: No s é . . .
Erickson: Es sorprendente, ¿verdad? Casi la aterra. Y sin embar
go puede sentirse cómoda, porque me recordará. ¿Puede decirme
qué año es?
Sujeto: Sí, 1942.
145
Erickson: . . entre el 1 y el 10.
Rossi: ¿Qué intenta demostrar con eso?
Erickson: Le he demostrado que se puede ir del 1 al 10 sin
dejar que los demás lo sepan. Todos reconocerán los otros nú
meros, los intermedios entre 1 y 10. [Se refiere a que esos nú
meros distraerán su atención.]
Rossi: ¿Para qué lo hace?
Erickson: Para contar hasta 10 sin permitir que el otro lo se
pa concientemente.
Rossi: ¿Como en aquella situación en que usted condicionó al
paciente para que entrara en trance cuando usted contara de
1 a 10? Si usted disimula el recuento, el paciente entrará en
trance sin advertirlo.
Erickson: El paciente aún trata de descubrir alguna otra rela
ción entre los números.
Rossi: El paciente entra inconcientemente en trance, con una
especie de deslizamiento rápido, mientras su mente conciente
se distrae tratando de dilucidar las desconcertantes relacio
nes entre los números intermedios entre 1 y 10. ¡De modo que
usted lo induce al trance sin que se percate!
Erickson: Es una de mis técnicas favoritas. «Puedo contar has
ta 20 y usted entrará en trance», digo, y poco después comen
to: «Fulano tiene ocho hijos y ellos vienen más baratos por
docena».4
Rossi: A usted le gusta este tipo de inducción de trance por
que la mente conciente no puede interferir en ella. N i siquiera
sabe que está experimentando el trance.
Erickson: Exactamente. Cuando una persona trata de resol
ver un problema que ha venido evitando durante años, usted
derriba sus defensas [con esta inducción encubierta].
Rossi: De manera tal que los pacientes pueden entrar en un
trance hipnoterapéutico sin sus pautas de evitación habitua
les. Quizá se sorprendan al descubrir que han resuelto el pro
blema, sin saber siquiera que han estado en trance. Se podrían
H(>
hacer muchas y buenas investigaciones basándose en esta téc
nica del trance sin percatación.
Erickson: [Cita varios ejemplos de pacientes que entraron en
trance sin darse cuenta, p or la sencilla razón de que habían
sido condicionados para hacerlo cuando el terapeuta indujera
el trance mediante alteraciones de su voz. Toda vez que el te
rapeuta empleaba determinado tono de voz, el paciente entra
ba en trance sin percatarse de ello.]
147
Sujeto: Seis.
Erickson: ¿Cuánto hace que los cumpliste?
Sujeto: Hará un mes.
Erickson: ¿Sabes quién soy?
Sujeto: Claro que sí.
Erickson: ¿Quién soy?
Sujeto: El Hombre de Febrero.
Erickson: ¿Cuántas veces me has visto?
Sujeto: Montones de veces.
Erickson: ¿Volverás a verme algunas veces más?
Sujeto: ¡Seguro! Usted dijo que volvería a verlo.
148
M fJUiu A hí es. Eres una niñita muy lista, ¿verdad?
■ f e f " |<laro que lo soy!
Entonces no crees que ese reloj es muy listo. Sólo es
Mt Ikii' ii M'loj, ¿no te parece? ¿De qué color es?
O i o o plata. Supongo que es oro. Oro o plata, eso es lo
ijttt i | | | n h n r r y .
¿Quién es Larry?
Mi liormano.
I Mt' "i ¿Quó crees que te pasará cuando seas más grande?
|<Hi. no lo sé! No lo sabré hasta dentro de mucho tiempo.
M i íiih ¿Quién más está aquí? ¿Hay alguna otra persona aquí?
< M h.i No,
fr'ii * ... ,• filamos solos, tú y yo?
fW **" NI,
Alguna vez, cuando seas más grande y tengas más años;
■ f t t t N V»», q u i z á , cuando seas más grande y tengas más años,
Iun nuil o desdichada por algún motivo. . . tal vez pue-
•-.« ....... „ ....I<> ¿De acuerdo?
H m h ¡Mii^uro!
M*' •• MI mIk<> te hace sentir desdichada, ¿qué harías?
fafplm l'iiilmbli'inente me pondría furiosa.
Mito) Mupón que algo te hace sentir muy desdichada, ¿qué
(
M ln ' i" illi ni mitin.
4»c" l( mil inon te lo guardarías para ti y no dirías nada. ¿Me
l,,l 1
M il I *•ii *i111>i11<mIo .
lll.H ll , lililí I?
1)1 I »1 vr/
|ftt«M Mi 11m'iii que fuera algo en lo que pudiera ayudarte. .
M Miibwr sí puede ayudarme. Tal vez me está enga
ta m i'tnlii iinmmlo.
m V ii un nngaflo. No tomo en broma este tipo de cosas.
Mi ilii IiinY
*.i Mt
él)iu 1 1' mi un ingiiru de que lo harías?
Mi Mi
Iti.. Mli.i i , .limo, voy a dejarte, pero regresaré y volveré a
1 mui |iinmi<Mii. No sé exactamente cuándo volveré a ver-
H ftlN iM l" Iii luiga te tomaré la mano, así, y contaré tus de-
É l |())M lion, cuatro. Nadie más te estrechará la mano de
■ N i |«‘t" V'» «I Y volveré a verte algún día, porque ahora
||fe|H!li ilom iiiinur. (Cuando regrese, te estreche la mano y
149
cuente tus dedos, sabrás que he vuelto. Ahora te pediré que ha
gas algo muy interesante. Te pediré tan sólo que te duermas plá
cidamente por un minuto. Duerme, y duerme, y duerme, y duer
me . . . Duerme profundamente. Y sabrás que estás en 1945. [Pau
sa.] De paso, señorita S, ¿qué día es hoy?
Sujeto: [Da la fecha correcta.]
Erickson: ¿Está dormida?
Sujeto: No, ¿se supone que lo esté?
Erickson: ¿Para qué cree que la hice venir aquí?
Sujeto: Supongo que usted quiere ayudarme, pero no necesito nin
guna ayuda.
Erickson: ¿En qué podría querer ayudarla?
Sujeto: No tengo la menor idea.
150
Erickson: Ajá.
Rossi: A menudo, mientras escribo me digo a mí mismo «No,
no es eso», precisamente cuando se me ocurre una idea nueva.
Lo nuevo suele venir disimulado bajo la máscara de lo negativo.
Erickson: La pequeña Becky [una de sus nietas] tiene dos años
y en su fiesta de cumpleaños se portó cabalmente como una
«niñita terrible» de esa edad. No hizo más que repetir «E s mío,
mío, mío, mío», refiriéndose a todo, y luego «Déjenme, déjen
me, déjenme, déjenme». Primero definió lo que era suyo y des
pués definió su capacidad de valerse por sí misma.
Rossi: De modo que cuando afloran en los niños nuevas capa
cidades o aptitudes, es importante para ellos establecer ese
hecho afirmando la posesión de las nuevas capacidades o ap
titudes y negando toda necesidad de ayuda (uso del negati
vo). Esto me recuerda algo: una de las primeras discrimina
ciones importantes para un recién nacido es decir que no vol
viendo la cabeza, apartándola del pecho materno cuando ha
mamado lo suficiente. Me pregunto si la costumbre de menear
la cabeza para expresar una negación no derivará de esto.
Erickson: Logré hacerle superar ese «tal vez». [A l promediar
la sección, la sujeto dijo dos veces «ta l vez» antes de respon
der por dos veces que «sí» al ofrecimiento de ayuda de Erick
son.]
Rossi: A sí pues, utilizamos con frecuencia estos mecanismos
defensivos de negación, tan primitivos, tanto contra otras per
sonas como contra lo nuevo que emerge dentro de nosotros.
Erickson: Y los utilizamos desde una edad muy temprana.
151
Erickson: ¿Y qué hace al respecto?
Sujeto: Depende. . . Si no puedo evitarlo, me acerco al agua, me
to un pie en ella con mucha cautela, doy alguna excusa y corro
a encerrarme en el auto.
Erickson: ¿Desde cuándo le tiene miedo a la natación?
Sujeto: ¡Cielos, no lo sé!
Erickson: ¿Le gustaría nadar?
Sujeto: Creo que sí. Odio tenerle miedo a algo. El miedo me opri
me, me acongoja
Erickson: ¿Cómo empezó?
Sujeto: Lo ignoro.
Erickson: ¿Desde cuándo experimenta ese grado de temor al agua?
Sujeto: No puedo recordarlo. M i madre dice que cuando éramos
pequeñas solíamos meternos en el agua hasta las orejas antes de
que pudiera hacernos volver a la orilla.
Erickson: ¿Cuándo dejó de meterse en el agua?
Sujeto: No lo sé. Lo único que sé es que ahora entrar en el agua
representa un verdadero esfuerzo para mí. Simplemente no lo dis
fruto en absoluto.
Erickson: La última vez que fue a nadar, ¿qué hizo después?
Sujeto: M e sequé y regresé a casa.
Erickson: ¿Cómo se sentía?
Sujeto: Bastante asustada.
Erickson: ¿Cuánto duró esa sensación?
Sujeto: No mucho. Bajamos del Hogar de Enfermeras a l. . . ¿dón
de queda e s o . . . ? al Salón Henry y en todo el camino sentí que
mi viejo corazón saltaba enloquecido en mi pecho, pero luego,
cuando ya había salido del agua y regresaba al hogar, me sentí
muy renovada y fresca. Esa agua era estupenda.
Erickson: ¿Le gustaría vencer esa sensación de espanto?
Sujeto: ¡Por supuesto! Creo que todo el mundo debería saber na
dar. Varias veces estuve a punto de aprender, pero echaba a co
rrer enloquecida, huyendo del agua.
Erickson: ¿Quiere decir que realmente corría como loca?
Sujeto: Sí. Salgo del agua de un salto y corro un buen trecho,
alejándome de ella.
Erickson: Bien. Ahora dígame, ¿de veras le gustaría aprender a
nadar?
Sujeto: Claro que sí.
Erickson: ¿Cree que puede hacerlo?
Sujeto: No lo sé. He probado toda clase de métodos. Me he ser
moneado a mí misma; me he dicho que no debía tener miedo, pe
ro de nada sirvió.
152
Erickson: No sirvió de nada, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Sermonearse a sí misma no la ayudará, ¿no es cierto?
Nada de cuanto usted se diga la ayudará.
Sujeto: A veces sí, pero no con respecto a eso.
Erickson: ¿Qué supone que podría ayudarla?
Sujeto: Barrunto que tendré que gastar tres mil o cuatro mil dó
lares y psicoanalizarme.
Erickson: Pero hablarse a sí misma del tema no la ayudará.
Sujeto: Aparentemente, no. A menos que no haya sido suficien
temente severa conmigo misma.
Erickson: ¿Quiere hacer una apuesta consigo misma?
Sujeto: Sí, estoy dispuesta a hacerla.
Erickson: ¿Apostará a que hay un modo de superar ese miedo?
Sujeto: Sin duda lo hay.
Erickson: ¿Está segura?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Positivamente segura?
Sujeto: Absolutamente.
Erickson: ¿Cuánto tiempo cree que le llevará vencer ese miedo?
Sujeto: No lo sé.
Erickson: Y le gustaría superarlo por completo, ¿verdad?
Sujeto: ¡Oh, absolutamente!
Erickson: ¿Tiene en mente algún tipo de ayuda en particular? ¿Al
guna ayuda que le gustaría recibir?
Sujeto: El señor Menninger dice que originariamente debe haber
algo que lo haya causado.
Erickson: Sí.
Sujeto: Y si tan siquiera pudiese pensar cuál fue esa causa, tal
vez me ayudaría.
Erickson: ¿Querría pensar cuál es?
Sujeto: Sí, pero no puedo. Sencillamente, no puedo. . .
Erickson: Por sí sola. Quizá pueda hacerlo, pero no por sí sola.
Sujeto: Tal vez, ¿pero quién puede ayudarme a recordar algo, sal
vo yo misma? Tal vez estoy padeciendo represiones. ¿Diría usted
eso, doctor Fink? ¡El doctor es una esfinge!
Erickson: Eso rima con Fink.* Usted puede recordar o no puede.
Puede o no puede, o puede o no puede, o puede. ¿Qué haría si
alguien le ayudara a recordarlo?
Sujeto: Tal vez podría analizar la situación y darme cuenta de
que era algo que no debería haberme asustado.
153
Erickson: Pero en esa situación quizás algo la haya amedrentado.
Sujeto: En tal caso, supongo que estaría asustada. Si hubo algo
que me asustó, debería recordarlo, porque recordamos casi todo
lo que nos ha amedrentado.
Erickson: Debería recordarlo y comprenderlo, ¿no es así? ¿Quiere
dar otro paso? Quizá debería recordarlo, pero no quiere.
Sujeto: Pero lo he intentado
Erickson: Puede intentarlo, ¿pero querría lograrlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Está segura?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Antes no querría terminar de fumar su cigarrillo?
Sujeto: Sí. A lo mejor no consigo otro por un tiempo. [Termina
de fumarlo.]
154
Rossi: Eso inicia una expectativa y un divertido juego de adi
vinanza que provocarán en la niña el deseo de poseer el jugue
te. Aquí hay una analogía: superar el miedo a nadar es un acer
tijo que puede ser objeto de curiosa indagación para la paciente.
Erickson: Ella queda catectizada para desear una curación.
Rossi: Queda catectizada y comprometida a desear la cura
ción y, además, siente curiosidad. Usted ha desarrollado en
ella una disposición expectante con respecto a la curación an
tes de iniciar el trabajo de trance y las sugestiones terapéuti
cas. Esta disposición expectante es el «suelo» fértil que usted
ha preparado, y sobre él dejará caer las «semillas» de las su
gestiones terapéuticas. Acrecienta la actividad inconciente de
la sujeto en torno de las asociaciones traumáticas y activa ca
nales inconcientes para el trabajo terapéutico.
Erickson: ¡Canales inconcientes favorables!
155
I ii i «lu c id o la e n tra d a en trance inm ediatam en te d espu és de re
cibida la NOflal.
Ericknon SI. Yo no quería perder ese condicionamiento, pero
como ora una tarea interrumpida, la sujeto estaría ansiosa por
completarla.
Rossi: Si; se lo llama el efecto Zeigarnik.5
Erickson: Y cuantas más inducciones podamos hacer, tanto
más afianzaremos el trance.
156
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cree que será fácil? ¿Cree que será cómodo? [La suje
to asiente.] ¿Cree que será cómodo?
Sujeto: Tal vez no.
Erickson: ¿Está resuelta a hacerlo?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: Lo está de veras.
Sujeto: Ciertamente.
Erickson: ¿Experimenta esta noche un sentimiento de culpa o pe
sar en relación conmigo?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por qué? No tiene por qué sentir ninguna culpa o pe
sar acerca de eso. Quiero poner mucho cuidado en hacer exacta
mente lo correcto, en el orden correcto. Y yo hice algo que no
fue verdaderamente cómodo, ¿no es así? De modo que usted no
tiene por qué apesadumbrarse a causa de su vaga sensación de
que algo no marchó del todo bien, porque eso la ayudará. ¿Sabe
de qué le estoy hablando? Probablemente no lo sepa, pero yo sí.
Quiero que se sienta cómoda con respecto a eso.
157
todo su trabajo noto cada vez más algo que la mayoría de los
profesionales no comprenden: usted siempre aborda procesos
mentales, mecanismos mentales. . .
Erickson: ¡Dentro de la persona!
R os si: Dentro de la persona, de un modo muy peculiar ¡que
casi parece concreto! Aún después de ocho años de estudios
intensivos con usted, y de haber escrito Hypnotic Realities
e Hypnotherapy, soy un poco ingenuo, como dijo usted hoy
mismo. Este modo de trabajo es difícil de comprender. Usted
no se limita a analizar y entender; más bien activa y utiliza
de manera efectiva los procesos mentales internos del indivi
duo. La mayoría de los profesionales no entienden esta técni
ca, ni siquiera después de haber leído casi todas sus obras.
¡En verdad, activa y utiliza mecanismos y procesos mentales
en vez de limitarse a hablar, analizar y comprender! Su técni
ca consiste esencialmente en esto, ¿no? Podríamos decir que
usted es un mecanicista mental. . . siempre trabaja con los
mecanismos mentales. ¿Estaría de acuerdo con esto?
Erickson: Sí.
Rossi: Entonces esta es la esencia del trabajo del terapeuta:
utilizar, facilitar, trasformar o activar diversos procesos men
tales, ¿correcto?
Erickson: [Asiente.]
Rossi: Díganos algo más acerca de esta técnica. Realmente,
es una cosmovisión de terapia diferente de la tradicional. La
mayoría de los terapeutas suelen analizar y explicar al pacien
te lo que comprenden acerca de él.
Erickson: Creo haberle hecho ya esta pregunta: ¿cómo pasa
de esta habitación a aquella otra?
Rossi: Correcto. . . hay muy diversos caminos. Puedo salir por
esta ventana, ir a China y volver por esa puerta. Hay una infi
nita variedad de caminos. ¿Por qué ha vuelto a preguntarme
eso?
Erickson: Porque la gente [los profesionales] es muy rígida en
sus pensamientos.6
Rossi: Sí, lo es, y el grueso de la terapia es mera conversación.
La mayoría de los terapeutas creen que su trabajo consiste
en analizar y comprender lo que sucede en la vida del pacien
te, para luego poder explicarle: «En su vida sucede esto». ¡Pe
ro eso no es hacer terapia!
158
Erickson: No. ¡Hacer terapia es conseguir que un paciente use
sus propios procesos!
Rossi: Hacer terapia es conseguir que el paciente use sus pro
pios mecanismos y procesos mentales. La misión del terapeu
ta no es ser el hombre que sabe todas las respuestas, o el sa
bio que comprende al paciente y, desde su altura, le trasmite
esa comprensión. ¡Eso es ridículo! A menudo, esa compren
sión sólo consiste en los prejuicios y proyecciones del terapeu
ta. La misión del terapeuta no es trasmitir al paciente su filo
sofía del mundo.
Erickson: Las circunstancias personales varían para cada in
dividuo.
R ossi: Así es. Cada persona vive en un mundo propio, privati
vo de ella. No podemos pedir al paciente que deseche su mun
do fenomenológico y adopte el nuestro. Sólo podemos ayudar
lo a funcionar dentro de su mundo. Este es un cambio para
digmático muy grande, un modo fundamentalmente diferente
de hacer terapia. ¡Es tan diferente de la vida diaria! Muchas
personas que se interesan por la psicología dicen: «¡Oh, me
gusta hablar con la gente! Yo entiendo a la gente. Creo que
seré psicoterapeuta porque a la gente le gusta hablar conmi
go y yo la comprendo». Pero no basta comprenderla, compren
der sus pautas de vida. Debemos aprender a provocar o acti
var procesos que la ayuden a cambiar sus propias pautas de
vida. Esa es la esencia de la psicoterapia. ¿Concuerda conmi
go en esto?
Erickson: [Asiente.]
Rossi: La esencia de la terapia es trabajar con esos procesos
mentales.
159
Erickson: ¿Quién soy?
Sujeto: El Hombre de Febrero.
Erickson: ¿Tienes seis años?
Sujeto: No me parece.
Erickson: Cierra los ojos y duérmete por un momento. Quiero que
tengas seis años de edad, que tengas seis años de edad. Y quiero
que me hables.
Sujeto: Hola.
Erickson: ¿Cuántos años tienes?
Sujeto: Seis.
Erickson: ¿En qué mes estamos?
Sujeto: En febrero.
Erickson: En febrero.
Sujeto: Usted siempre viene a verme en febrero.
Erickson: Así es.
160
Erickson: Pero en el caso de un niño no hablamos de creencia.
¡E s una realidad!
Erickson: «No entiendo qué quiere decir con “ hasta cierto pun
to” »; «Creo que me gustó». Cuando ella contesta «Hasta cier
to punto», está haciendo una concesión al pasado de su propia
realidad. Yo insisto por esa vía, hasta que ella dice «Creo que
me gustó». . . «¡me gustó!».
Rossi: Usted le permite saborear los aspectos positivos de la
experiencia para que pueda decir «me gustó».
Erickson: Ajá. Es un proceso de crecimiento natural.
Rossi: Es un proceso paso a paso, mediante el cual la sujeto
accede gradualmente al pleno reconocimiento de algo nuevo
que puede disfrutar: vencer su terror al agua. Esta es su téc
nica naturalista: imitar un proceso de crecimiento natural.
161
Sujeto: No.
Erickson: ¿Nunca?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Alguna vez supo de alguien a quien creyó ahogado?
Sujeto: Una vez creí que Helen se había ahogado.
Erickson: ¿Quién es Helen?
Sujeto: Mi hermana.
Erickson: ¿Cuándo ocurrió eso?
Sujeto: No pasó aquí.
Erickson: ¿Dónde ocurrió?
Sujeto: Allá, en la otra calle.
Erickson: ¿Cómo ocurrió?
Sujeto: Ya se lo conté.
Erickson: Cuéntamelo otra vez.
Sujeto: Traté de alzar a Helen y la tiré al agua.
Erickson: ¿Y qué sucedió entonces?
Sujeto: Mamá vino y la sacó del agua.
Erickson: ¿Y ella cómo estaba?
Sujeto: Estaba toda azul.
Erickson: ¿Cómo te sentiste?
Sujeto: Espantosamente mal. La creí muerta.
Erickson: La creiste muerta.
Sujeto: Sí.
Erickson: Jane, vendré a verte muchas veces más y quiero que
algún día, cuando seas más grande y mayorcita, me cuentes esto.
Quiero que lo recuerdes todo y me lo cuentes. ¿Harás eso por mí?
Quiero que algún día, cuando seas más grande y mayorcita, re
cuerdes esto muy detenidamente. Algún día, cuando seas más
grande y mayorcita, te hablaré. Te llamaré Jane y te diré: «Jane,
cuéntamelo todo acerca de Helen. Todo». ¿No te olvidarás de ha
cerlo? Quiero que me lo cuentes, pero no ahora, sino algún otro
día cuando seas más grande y mayorcita, cuando seas adulta. Y
quiero que me lo cuentes lo más rápido que puedas, como si fuera
un trabalenguas: «Paco Pico pica unos pocos pickles». ¿Alguna
vez aprendiste a decir eso? Quiero que algún día, cuando seas
más grande y mayorcita, me cuentes esta historia en todos sus
detalles. Entonces recordarás incluso algunos de los detalles que
ahora has olvidado. Entonces hasta recordarás detalles que aho
ra has olvidado. ¿Lo prometes?
Sujeto: Sí.
Erickson: Bien, ¿qué haré cuando te llame Jane, para que no olvi
des contarme todo eso?
Sujeto: Puede recordármelo preguntándome.
162
Erickson: Y tú me lo contarás, cuando seas más grande y mayor-
cita. Me contarás todo acerca de Helen y me lo contarás rápida
mente. Y no te olvidarás de hacerlo. ¿Lo prometes? Hasta me
contarás los detalles que ahora has olvidado.
Sujeto: A lo mejor no los recuerdo. . .
Erickson: Pero los recordarás, aunque tengas que contármelo dos,
tres, cuatro o cinco veces. ¿No es así? [La sujeto asiente.] Y tal
vez sería muy bueno que cuando me hables de eso, cuando seas
más grande y mayorcita, me cuentes no sólo lo sucedido, sino
también cómo te sentiste. No te sentiste muy bien cuando ocu
rrió aquello, ¿verdad? Quiero que me cuentes qué sentiste. ¿Lo
harás?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Te dejo dormir un ratito ahora?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y todos tus recuerdos volverán a tu memoria.
Sujeto: Sí.
Erickson: Y entonces algún día, cuando seas más grande y ma
yorcita, vendré a verte, Jane, y te diré: «Jane, háblame de He
len». Y tú me hablarás de eso, así tengas diez años, o doce, o die
ciséis, o diecinueve o aun veinticinco.
Sujeto: Quizá lo haya olvidado para entonces.
Erickson: Creo que cuando una niñita hace una promesa, debe
cumplirla. ¿No es así?
Sujeto: Sí.
163
Rossi: ¡Es fantástico!
Erickson: «La familiaridad engendra el desprecio». Cuantas
más veces cuenten los pacientes una historia traumática, tan
to menos traumática se volverá.
Rossi: Usted va desensibilizando a la sujeto con sus reitera
dos pedidos de que cuente la historia traumática.
Erickson: Voy desensibilizando la historia para convertirla en
un asunto trillado. [Cuenta que su madre, cuando tenía trein
ta años, encontró un día a su hijita de un año sentada en el
piso de la cabaña, mirando una serpiente de cascabel enrosca
da delante de ella.] Mi madre decía: «Así que agarré la escoba
y arrojé fuera de la cabaña al señor Serpiente de Cascabel con
tal rapidez que él ni se dio cuenta de lo sucedido». Cuarenta,
cincuenta, sesenta años después, ella seguía diciendo que ha
bía echado a escobazos al «señor Serpiente de Cascabel». Siem
pre anteponía ese respetuoso «señor» y su voz siempre se en
durecía cuando contaba cómo había agarrado aquella escoba.
Fue una experiencia traumática de la que nunca se desensibi-
lizó por entero.
Rossi: De modo que un buen relato de un hecho real, o una
buena narración oral, conmueve porque la persona no está de-
sensibilizada a todos sus elementos emocionales originales. El
narrador es presa de la emoción original, y es precisamente
esa emoción la que el oyente recibe y a la que responde o reac
ciona.
164
Erickson: ¡Noten cómo dijo eso!
Señor Beatty: No abrió la ventana lo suficiente como para que
yo fume mi pipa, ¿verdad? Mi esposa siempre me hace dormir
o fumar en mi habitación.
Erickson: Espero que disfrute su cigarrillo.
Señor Beatty: ¿Le molesta mi pipa?
Sujeto: No. Mi abuelito me ha cubierto de humo desde que era
muy chica.
Señor Beatty: V aya. . . mencioné que fumaba mi pipa en mi cuarto
y empecé diciendo que dormía en mi habitación. Es cierto, duer
mo en otro cuarto porque ronco demasiado. ¿Hay en esto algún
significado psicológico o psicoanalítico?
Erickson: Ya es suficiente tratar un problema por vez.
Sujeto: ¿Le está resolviendo otro? ¿Tiene muchos problemas?
Señor Beatty: Sí, tengo muchos problemas.
Erickson: Le agradará saber que durante mi estadía en la Funda
ción Menninger he utilizado muchísimo el conocimiento que ten
go de usted.
Sujeto: ¡Aleluya! Sirvo para algo.
Erickson: Dicté conferencias allí y tomé mis apuntes de su caso.
Sujeto: Bueno, para algo sirvo, ¿no es maravilloso? Le dije |a mi
amiga] si no sería divertido que esta noche, al venir aquí, usted
esperara que yo cayese en estado de hipnosis y yo me quedara
ahí sentada, riendo. Ella me contestó: «No bromees».
Señor B eatty: ¿Usted trabaja en Menninger?
Sujeto: No. Estudio enfermería en Providence. Espero terminar
algún día y salir de allí.
Erickson: ¿Puede decirme algo acerca de este asunto de la nata
ción? ¿Puede hacerlo, señorita SI
Sujeto: No sé qué podría decirle.
Erickson: ¿Está relacionado con algo que usted conoce?
Sujeto: No.
Erickson: Su mano está aquí [indica la posición] y usted dice ig
norar cuándo empezó ese miedo. ¿A los ocho años ya tenía temor
a nadar?
Sujeto: No recuerdo. Todo cuanto sé es que le he temido al agua
desde que tengo memoria. Solía ir, de todos modos, pero no me
gusta. Por supuesto, puedo ir si es preciso; uno puede hacer mu
chas cosas por obligación. . . pero no me gusta.
Erickson: ¿Con qué rapidez puede hablar?
Sujeto: Depende de cuán furiosa o frenética esté.
Erickson: ¿Con qué rapidez puede recitar este trabalenguas: «Pa
co Pico pica unos pocos pickles»?
165
Sujeto: «Paco Pico pica unos pocos pickles», pero ese no me gusta.
Erickson: Tal vez este le guste más: «¿Cuántos postes pica el pi
capostes si el picapostes postes pica?».
Sujeto: Ese me gusta. Cuando éramos chicos, mi abuelita solia
repetírnoslo una y otra vez. Nunca pude comprender por qué.
Erickson: Dígame, ¿se está sintiendo totalmente dispuesta?
Sujeto: ¿A qué debería estar totalmente dispuesta?
Erickson: ¿Lo está?
Sujeto: Por supuesto.
Erickson: ¿Qué significa ese «por supuesto»? ¿Es una respuesta
cortés o lo dice en serio?
Sujeto: Bueno. . . No sé a qué debo estar totalmente dispuesta,
si es eso lo que usted quiere decir. Dígamelo y estaré dispuesta.
¿Está bien así?
Erickson: Sí, está bien, pero aguardaremos a que termine ese ci
garrillo.
Sujeto: ¿Cuando lo termine estaré totalmente dispuesta?
Erickson: Así es.
166
tienen sentido para un nivsl inconciente correspondiente a una
edad más temprana.
Erickson: Si.
Rossi: Cuando le pide que recite el trabalenguas «Paco Pico
pica unos pocos pickles», ¿en realidad le está dando una se
ñal, con la esperanza de que ella convoque las sugestiones im
partidas en la sección anterior para que le hable más de su
problema con la natación?
Erickson: No, pero sí le di ese trabalenguas («Paco Pico pica
unos pocos pickles») a modo de señal, para que la sujeto si
guiera el proceso real de trasferir la perturbación de lo dicho
por mí a lo que le gustaría a ella.
Rossi: ¿De qué modo trasfiere la perturbación por medio de
esa señal?
Erickson: El trabalenguas de Paco Pico fue idea mía. Le di
la oportunidad de pasar a otro más de su agrado: «¿Cuántos
postes pica el picapostes si el picapostes postes pica?».
Rossi: ¿Así que le da la posibilidad de elegir?
Erickson: Ajá. Con «Paco P ico. . . » estaría respondiendo a mi
orientación. Cuando le ofrezco otra senda, le doy la posibili
dad de optar.
Rossi: Con eso quiere decir que ella puede optar porque usted
desea activar su propia dinámica interior. La importancia de
dar a otros la posibilidad de elegir radica en eso: en que activa
sus mundos interiores, aun cuando la opción sea ilusoria. De
todos modos, ellos actuarán como usted lo desea.
Erickson: El propósito de estos trabalenguas, dichos a esca
pe, es preparar a la sujeto para que no tenga dificultades, ni
interrupciones, cuando me comunique los materiales traumá
ticos.
Rossi: Sus juegos con trabalenguas son, pues, otro ejemplo
del modo en que suscita usted determinadas disposiciones men
tales tendientes a facilitar la terapia. En este caso, genera una
«disposición a hablar rápido y de un tirón» cuando la paciente
deba contarle algo penoso. Una vez más, usted provoca un
proceso que abra el camino hacia la disposición a responder
a la terapia.
Erickson: ¡Es un doble vínculo!
Rossi: ¿Cuál es el doble vínculo?
Erickson: Al decir «Cuando lo termine estaré totalmente dis
puesta», la sujeto se está ligando a un compromiso, pero yo
la predispuse a ello al proponerle «Pero aguardaremos a que
termine ese cigarrillo».
167
Rossi: Es lo que denoriiinamos originariamente un vínculo tem
poral (Erickson y Rossi, 1975/1980).
168
Sujeto: Sí, pero se sorprendería si supiera hasta dónde se pueden
fumar.
Erickson: No me sorprendería.
Sujeto: Tengo fama de ser la que deja las colillas más cortas en
el solarium. Siempre me parece que sería un pecado mortal no
hacerlo. Tenemos una hora para almorzar y tardamos unos diez
minutos en comer lo que nos sirven. Luego nos peinamos y nos
quedan unos cinco minutos para fumar un cigarrillo. Las mucha
chas fuman los suyos hasta donde lleguen, y yo me quedo ahí
sentada, mirándolas, y me siento cada vez peor.
Erickson: No está fumando ese cigarrillo; sólo sacude la cenizas.
¿No le parece que sería mejor darle una pitada?
Sujeto: Oh, no s é . . . Cuanto más se lo fuma, tanto más se acor
ta. Sin embargo, dejarlo consumirse así es en cierto modo un de
rroche. En este quedan por lo menos tres pitadas.
Erickson: ¿Podrá darlas?
Sujeto: Así lo espero. ¿No fue en el Sahara donde se juntaban
donde seis tipos compartían un cigarrillo? Y pensar que yo solía
tomar notas taquigráficas. . . Si regreso a casa sin dedos, puede
explicárselo a mi madre.
Erickson: Quizá regrese sin alguna otra cosa.
Sujeto: ¿Se refiere a que dejaré aquí algunos recuerdos? ¿Qué ha
ría usted con ellos?
Erickson: Los pondría en orden.
Sujeto: ¿Sin mi presencia?
Erickson: Tal vez. . . [La sujeto apaga finalmente el cigarrillo.]
Jane, quiero que me cuente todo lo referente a Helen. Pronto,
rápido, de prisa, hábleme de Helen, Jane.
Sujeto: Helen. . . Veam os. . .
Erickson: Rápido, con todo lo que usted sintió.
Sujeto: P ero. . . es posible que eso tenga que ver con el agua. Una
vez, cuando éramos chicas, no puedo recordar dónde vivíamos
pero mamá estaba fregando los pisos y usaba una de esas gran
des . . . no son palanganas, creo que las llaman tinas. A mí me
parecía que ella siempre estaba fregando pisos. Helen era una be
ba, pero era casi tan grande como yo. Mamá fue al cuarto conti
guo y dejó la tina sobre el piso. Helen estaba jugando dentro de
ella. Le dije a mamá que Helen estaba metida en el agua, y ella
respondió: «Está bien, no es nada». Le dije que Helen se mojaría
toda y ella contestó: «¡Oh, déjala en paz, por amor de Dios!». En
tonces intenté alzarla: la abracé por la cintura y traté de levan
tarla, pero era demasiado pesada para mí, dio una especie de vol
tereta hacia atrás y cayó al agua. Le grité a mamá que Helen
169
estaba en el agua, pero no me hizo caso. Volví a gritarle y luego
empecé a dar alaridos hasta reventar. Entonces mamá vino a ver
qué pasaba y, de un tirón, sacó a Helen del agua.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Le salía agua por la nariz y la boca. Mamá le palmeó la
espalda. . . supongo que le dio unas palmadas en la espalda, y
yo lloraba.
Erickson: Ahora cuénteme realmente qué le ocurrió a Helen.
Sujeto: Pasó un largo rato sin respirar. Yo me sentía horrible.
Erickson: ¿Qué cosa horrible creía haber cometido?
Sujeto: La levanté, quise ayudarla, pero casi se ahogó.
Erickson: ¿No estaba un poquito furiosa contra Helen?
Sujeto: Sí, estaba furiosa porque era tan pesada. . . Se había aga
rrado a la tina y no quería soltarla.
Erickson: Describa todos sus sentimientos, describa todos sus
sentimientos.
Sujeto: Ella no se soltaba. Tendría que haberla dejado caer, pero
no lo hice. Supongo que perdí un poco el equilibrio.
Erickson: Quiero que recuerde todo aquello. Cuénteme el resto
acerca de Helen, Jane.
Sujeto: Ella tenía puesto un vestido rosado. Ese día yo no quería
que le sucediera nada. ¡Estaba tan linda aquella mañana! La gente
solía venir a casa y decir que era muy linda, muy hermosa, y que
a los niñitos bonitos, como ella, había que cuidarlos, porque po
dían morir.
Erickson: ¿Estaba celosa de Helen?
Sujeto: No.
Erickson: Diga la verdad.
Sujeto: Un poquito, tal vez.
Erickson: ¿Estaba celosa?
Sujeto: Sí.
Erickson: Continúe. . . Continúe
Sujeto: Es absurdo.
Erickson: ¿Qué tiene que ver todo eso con la natación? Póngase
a pensar y empiece a comprender. ¿Qué tiene que ver eso con su
miedo a la natación?
Sujeto: El agua estaba sucia y jabonosa. Había jabón por toda
la tina. . . y a Helen le salían burbujas por la boca.
Erickson: ¿Qué tiene que ver eso con su miedo a la natación?
Sujeto: Debo tener miedo de empujar a alguien dentro del agua
y ahogarlo. Debe ser eso. Tal vez temo empujarme a mí misma.
Temo que alguien se ahogue.
170
Erickson: Esta es su primera descripción completa de la si
tuación traumática.
R ossi: Esta descripción completa aparece, finalmente, en el
momento exacto en que se activan dos de sus técnicas indi
rectas de utilización de las disposiciones mentales: 1) el doble
vínculo o vínculo temporal entra automáticamente en acción
cuando la sujeto termina, por fin, de fumar su cigarrillo; 2)
usted atrapa al vuelo ese momento crucial para dar la señal
inductora de la disposición a «hablar rápido, de un tirón» que
había introducido en la sección anterior con su trabalenguas
de Paco Pico. El vínculo temporal y el habla rápida son dos
disposiciones mentales que, juntas, reunieron y encauzaron por
fin sus asociaciones traumáticas dispersas, convirtiéndolas en
una sola historia completa y coherente. Creo que esta es, qui
zá, la demostración textual más clara de que se guarde regis
tro de su uso simultáneo de dos disposiciones mentales a fin
de recuperar un recuerdo traumático perdido en el que se basa
una fobia.
Erickson: Sí, y le permite a la sujeto introducir recuerdos vi
suales que lo completan aún más. Por primera vez, ella expo
ne toda la historia de manera tal que puede empezar a separar
el trauma, por un lado, del agua y la natación, por el otro.
R ossi: De modo que en realidad Jane fue una heroína incom-
prendida; la verdadera culpable de que Helen casi se ahogara
fue la madre. Jane trató de advertir a la madre que Helen es
taba metida en el agua, pero la madre no vino. Jane intentó
alzar a Helen para sacarla del agua, pero en ese instante, por
casualidad, Helen dio una voltereta hacia atrás y cayó al agua.
Tan sólo cuando J ane empezó a «dar alaridos hasta reventar»
la madre acudió por fin en su ayuda. . . en buena hora.
171
la sujeto baja hasta quedar apoyado sobre su regazo.] ¿Sabe qué
ha estado haciendo? ¿Recuerda qué me estaba contando?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sabe por qué quería que me contara eso?
Sujeto: No.
Erickson: Estaba terriblemente asustada cuando me lo contó,
¿verdad?, y retuvo algo, ¿no es así? Ahora quiero que vuelva a
contármelo mientras duerme, y esta vez cuéntemelo todo. Y diga
toda la verdad. Hará un buen trabajo, un trabajo verdaderamen
te bueno. Lo hará cómodamente, para que pueda comprender su
miedo a nadar. No quiere tener más ese miedo, ¿no es cierto? Y
quiero que a medida que me cuente ese incidente, vaya saliendo
a luz todo lo que se relacione con su miedo a nadar. ¿Está dis
puesta a hacerlo? Y ahora, mientras duerme, ¿no querría sentar
se un rato a pensarlo? Muy bien. Cuando esté lista, puede bajar
su mano derecha. ¿Cree que tendrá suficiente coraje para hacerlo
o debo ayudarla? [La sujeto asiente.] Muy bien, la ayudaré. Y es
ta vez no retendrá nada, sino que lo hará pasar y se liberará de
eso, tomándolo a risa. No alejará detalle alguno de su mente; los
dirá todos. Así está bien, ¿no?, y además es lo correcto. Y ahora,
¿hay algo en especial que usted querría que yo hiciese para ayu
darla? ¿Algo en especial? ¿O simplemente tendrá fe en mí, con
fiará en que haré todo cuanto pueda y se contentará con eso?
Sujeto: Sí. [Pausa.] Una vez, cuando Helen era muy pequeña, es
taba sentada en la silla alta, jugando con unos broches para ro
pa. Mamá estaba tendiendo ropa en el patio del fondo y Helen
quería acercarse más a la puerta para verla. Quise acercarla a
la puerta, así que le pedí a papito que viniera y la acercara más
a la puerta, pero él se negó. Entonces le pedí a mamá que lo hicie
ra y ella no lo hizo, de modo que intenté empujarla. Mientras ti
raba de la silla, esta se me vino encima, lastimándome un brazo,
y_ Helen se cayó. Lloraba y lloraba. . . Papito vino a ver qué ha
bía pasado; me preguntó qué había hecho y le expliqué que esta
ba tratando de acercar más la silla alta a la puerta. «No deberías
hacer lo que se te dice que no hagas», replicó. Estaba terrible
mente furioso y me pegó. Nunca me había pegado hasta enton
ces. Nunca me había pegado antes de aquello.
Erickson: Y eso le dolió, ¿no?
Sujeto: [Llorando.] Después de aquello, nunca volvió a pegarme.
Creo que lo odié por un tiempo.
Erickson: Lo odió por un tiempo, ¿verdad?
Sujeto: ¡Claro que lo odié! Eso estaba mal, pero quería matarlo.
El estaba tan ciego que no veía que yo sólo trataba de ayudar.
172
Erickson: Continúe.
Sujeto: Mamá lloraba. Me ordenó que me fuera a mi cuarto y me
quedara allí. Los odié a todos.7 Quería matarlos a todos. Me sen
tía mal. Hasta ese momento nunca había querido matar a nadie,
pero entonces quise matarlos a todos.
Erickson: Continúe.
Sujeto: [Tras una pausa.] Papito solía jugar conmigo; nos diver
tíamos mucho. Pero luego vino Helen y a partir de entonces él
no jugó más conmigo. Y después se enfermó, además. Supongo
que yo era demasiado pequeña para comprender que estaba en
fermo. Mamá nos decía constantemente que no debíamos moles
tarlo, porque estaba enfermo. Acostumbrábamos subir a su cuar
to, apoyar la cabeza sobre él y dar vueltas de carnero sobre su
regazo. Después de la llegada de Helen, no nos permitió más ese
juego, pero entraba a menudo en el cuarto de Helen a jugar con ella.
Luego, cuando lo hacíamos agitarse, quedaba totalmente sofocado.
Erickson: Usted solía enfurecerse contra él, cuando él jugaba con
Helen.
Sujeto: Yo solía ponerme terriblemente furiosa.
Erickson: Siga hablando. Cuente todas esas cosas.
Sujeto: Ella era A?, menor y abuelita decía que al más pequeño
siempre lo miman. Sé que Helen era pequeña y tenía que recibir
una mayor atención. Cuando fuimos más grandes, acostumbrá
bamos rehuirla. Nos escondíamos en el piso alto y ella nos busca
ba; al no poder encontrarnos, rompía a llorar y nosotros la dejá
bamos llorar. Nos sentábamos a escuchar su llanto y, simplemente,
reíamos. Cuando fui mayor, pensé qué tonto había sido todo aque
llo. Helen no tenía la culpa; toda la culpa era de mamá.
Erickson: Hábleme de eso.
Sujeto: Oh, no es así. . . mamá no tenía la culpa. Abuelita solía
decir que si nosotras le importásemos un comino a mamá, ella
acudiría en nuestra ayuda, pero nunca lo hizo. Cuando dejé caer
a Helen en el agua, mi madre no me regañó. Se limitó a mirarme
como si yo fuera horriblemente malvada, pero yo no era mala.
Después adquirí la costumbre de acercarme a la puerta y mirarla
a hurtadillas. . . me refiero a Helen. La miraba apenada y arre
pentida por mis sentimientos, pero no podía evitarlos. A menudo
me ponía horriblemente furiosa contra todos. Entonces me reti
raba por mi voluntad, sin que nadie me lo ordenara; me iba a 11o
7 Jane es la tercera hija del matrimonio; tiene un hermano y una hermana ma
yores (Larry y Lisa) y una hermana menor (Helen).
173
rar, pero no quería que nadie me viera llorar. Nunca quise que
nadie me viera llorando.
Erickson: Continúe. Describa toaos les sentimientos, todos los
sentimientos. Continúe.
Sujeto: Un día, cuando Helen ya era m ayor. . . Era verano. Ma
má, papito y nuestros vecinos. . . tenían una hija llamada Dotty,
era encantadora y buena con nosotros, los chicos. . . bajamos to
dos al lago. Helen había empezado a caminar sola y mamá me
pidió que la vigilara, pero yo me asusté. Me asustó tener que vi
gilarla.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Pensé: «¿Y si se pone otra vez toda azul?». Mamá se ha
bía ido a nadar y no había nadie cerca, salvo Larry, pero Larry
estaba jugando a la pelota y si Helen se ahogaba yo no podría
hacer nada. Simplemente se moriría y yo tendría toda la culpa,
de modo que no la dejé meterse en el agua. Pero ella se puso a
llorar y mamá me retó; me trató de tonta y me ordenó llevarla
al agua, así que me quedé vigilándola mientras ella jugaba en el
agua. Me quedé parada a su lado, rodeándole la cintura con mis
brazos para que no se hiciera daño.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Entonces vino Larry y se hizo cargo de ella. Se adentró
en el lago con Helen y la dejó cabalgar sobre su espalda; eso le
gustaba. Yo me fui a jugar con Lisa y ella me preguntó «¿Qué
te pasa? ¿No te gusta vigilar a Helen?». «No, la odio», respondí.
I íespués me sentí mal por haber dicho eso, porque yo no odiaba
a Helen. . . la quería.
Erickson: ¿Hay algo que no me haya contado acerca de lo ocurri
do con Helen en la tina?
Sujeto: Mamá no vino cuando la llamé; no quiso venir. La llamé
y le dije que Helen estaba toda mojada. Le dije que se enferma
ría. Cuando empecé a llorar tan fuerte, ella me dijo: «Bueno, no
llores por eso». Luego vino a ver qué pasaba y, cuando vio a He
len dentro de la tina, simplemente me miró.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Helen tosió todo el día. Yo estaba muy asustada de sólo
pensar que había hecho algo indebido. No quise que se hiciera
daño, nada más.
Erickson: No obstante, estaba furiosa contra ella por haberla me
tido en ese lío.
Sujeto: No sé por qué se aferró a la tina. Creo que si se hubiera
soltado yo habría podido levantarla, pero no quería soltarse.
174
Rossi: Al comienzo de esta sección usted reinduce un trance
hipnoterapéutico más profundo, alzando su mano y brazo y
sugiriéndole «Duérmase profundamente, muy profundamen
te». Esta es una de sus características inducciones por cata-
lepsia.8 A continuación, le iinparte una directiva implícita al
añadir: «En cuanto se quede profundamente dormida, deje que
su brazo izquierdo descienda hasta apoyarse sobre su rega
zo». Cuando ello ocurre, usted lo toma como una señal de su
inconciente de que todo está listo para que usted prosiga con
su trabajo hipnótico.
Usted vuelve a impartir una directiva implícita, esta vez
dirigida al otro brazo: «Cuando esté lista, puede bajar su ma
no derecha». Esta es una señal para que la sujeto le cuente
de nuevo toda la historia «cómodamente». Repetir con como
didad la recordación del trauma es importante tanto para el
proceso constante de desensibilización de la paciente como para
su esfuerzo, no menos constante, por sonsacarle todos los de
talles significativos.
La directiva implícita es una técnica indirecta muy útil que
actúa como una señal de biorrealimentación: les indica a am
bos cuándo el sistema psicofísico de la sujeto está listo para
continuar el trabajo con un grado óptimo de comodidad.
Erickson: El entrelazamiento de todos estos recuerdos es im
portante para la teoría formalizada.
R ossi: Sí. Freud hablaba de la «sobredeterminación de los sín
tomas», según la cual un síntoma psicológico (como la fobia
a la natación) es el resultado de una concatenación de muchos
factores psicológicos estresantes entrelazados. Nos enteramos
de que cuando su hermana menor era «muy pequeña», Jane
quiso ayudarla para que pudiera ver a la madre. El vuelco de
la silla fue en verdad accidental, pero los padres no lo com
prendieron y empezaron a sospechar que Jane deseaba hacer
le daño a Helen. Este malentendido los llevó a castigar a Jane
y retirarle su amor. Y por primera vez en su tierna vida, Jane
odió a su padre y luego «a todos ellos» y quiso matarlos: «Los
odié a todos. Quería matarlos a todos».
Empero, aun antes de que ocurriera este accidente, la si
tuación había cambiado considerablemente con la venida al
mundo de Helen. Por ese tiempo el padre, el «papito», dejó
de jugar y divertirse con Jane; también fue por entonces cuan
175
do enfermó. En cuanto a la madre, Jane dice que si dejó de
atenderla al nacer su hermana «Helen no tenía la culpa; toda
lu culpa era de mamá». Cuando sucedió el accidente en la tina,
en el que Helen estuvo a punto de ahogarse, la verdadera cul
pable fue la madre por no haber acudido ante el primer llama
do de advertencia de Jane, mas para entonces tanto la madre
como el padre creían tener motivps para recelar de las relacio
nes de Jane con Helen. Por consiguiente, aunque Jane había
tratado de ayudar a Helen, la madre la culpó del accidente
y la miró «como si yo fuera horriblemente malvada».
Un verano, cuando Helen era ya un poco más grande, Jane
volvió a encontrarse en una situación en la que se sintió res
ponsable de la seguridad de su hermana junto a una masa acuá
tica (el lago). Naturalmente, no la dejó meterse en el agua por
temor a que se pusiera «otra vez toda azul» y «simplemente
se moriría» pero, una vez más, hubo un malentendido y Jane
fue castigada por su proceder precavido y bienintencionado.
Cabe suponer que entonces generalizó su miedo al agua ex
tendiéndolo a sí misma y que esto originó lo que denomina
mos su «fobia a la natación».
A juzgar por lo relatado hasta ahora, podemos inferir que
el retiro del amor y la atención parentales condujo a una serie
de malentendidos que culminó con Jane sintiéndose «horrible
mente furiosa contra todos», al verse acusada sin razón de in
tentar hacerle daño a su hermanita. En este caso al menos,
parecería que la así llamada «rivalidad entre las hermanas»
fue una consecuencia directa del retiro involuntario de la aten
ción parental dispensada a la hermana mayor, al nacer la her
mana menor.
[Algunas de estas causas entrelazadas del estrés psicológi
co que condujo a la formación de la «fobia a la natación» de
Jane aparecen diagramadas en el cuadro 1, al final de la sec
ción 2.15.]
176
pués, cuando ella me lo ordenó, no quise hacerlo; sencillamente
no quería hacer nada que ella me mandara hacer o que alguien
me pidiera que hiciese. Cuando el señor Smith me pidió que fuera
a mirar el agua, la vi negra y profunda. Me pregunté dónde esta
ría Helen y busqué a mamá, pero no vi a nadie. Entonces él me
preguntó si no me gustaría aprender a nadar y le respondí que
no. El me preguntó si no querría meter los pies en el agua; luego,
me arrojó al agua de un empujón y trató de enseñarme a nadar.
Me asusté y empecé a patearlo. Estaba tan furiosa que quería
matarlo, pero no podía con él porque era demasiado pequeña. El
nunca sumergió a nadie en el agua; decía que no era agradable.
Pero me zambulló de un empujón cuando yo miraba hacia otro
lado y eso tampoco fue agradable. No me da miedo que me hun
dan la cabeza en el agua; es divertido observar cómo ascienden
las burbujas.
Erickson: ¿Como lo fue observar las burbujas que exhalaba Helen?
Sujeto: Eso no fue divertido. Yo la creía muerta.
Erickson: ¿Hay alguna otra cosa que guarde relación con su mie
do a nadar?
Sujeto: Yo solía remontar el río Rouge hasta un lugar donde ha
bía un enorme cable de ajambre, una especie d e . . había un ca
ble arriba y otro en el fondo. Los muchachos grandes acostum
braban vadear el río, colgándose del cable. Yo era demasiado pe
queña para hacer eso, pero seguía a Larry a todas partes sin que
a él le importara. Una vez bajó al río en ese punto y lo seguí.
Me dijo que lo cruzaría agarrándose al cable y que me llevaría,
si yo me colgaba de su cinturón. A medio camino me asusté de
veras, pero él logró llevarme hasta la otra orilla. Allí jugamos
y recogimos flores, pero luego tuvimos que tirarlas porque no po
díamos cruzar el río con ellas. Tuve miedo de vadearlo sola. Tuve
miedo de meter el pie en el agua y Larry debió trasportarme. No
le importó; le pareció divertido, pero le dije que no se lo contara
a nadie. Tenía ganas de llorar, pero no lloré. No quería que nadie
supiera lo asustada que estaba.
Erickson: ¿Y qué más. . . qué más?
Sujeto: Hace un par de años. . . o quizá tres. . . antes de que Cari
se enrolara en el Ejército, salí con él y otra pareja. Fuimos a un
lago cercano a Pontiac. Nos metimos en el agua sólo para pasar
el rato. Yo estaba asustada, pero en cierto modo me divertía. Cari
me llevaba a remolque en el agua, sin importarle si yo tenía mie
do o no. Finalmente, Paul consiguió un bote y pudimos salir a
navegar por el lago. Parecía avecinarse una tormenta, pero ellos
dijeron que la lluvia tardaría mucho en venir probablemente,
177
no llovería hasta el anochecer. Serían las tres de la tarde. Salí
mos en el bote y empezó a llover, entre truenos y relámpagos.
Siempre me gustaron las tormentas, pero las olas eran realmente
grandes y no podíamos avanzar en absoluto contra ellas. Yo es
taba asustada. Temblaba como loca. Cari me preguntó si tenía
frío, pero yo no tenía frío, simplemente estaba muerta de miedo.
Por fin logramos volver a la orilla y les dije que quería regresar
a casa. Ellos querían ir a ver un espectáculo nocturno, pero no
me importó. Supongo que les arruiné la noche, pero les dije en
tono tajante que no iría.
Erickson: ¿Ha retenido algunos sentimientos?
Sujeto: Sí, pero no sabría describirlos.
Erickson: Escúcheme, Jane. Todavía duerme, ¿verdad? Ahora
bien, hay algo que quiero que comprenda muy claramente. Esta
noche, usted vino aquí por motivos graves, muy graves, que son
importantes y significativos para usted. El miedo a nadar no tie
ne objeto; de él no puede resultar nada bueno, ¿no es cierto? Este
miedo a nadar la ha inquietado mucho más de lo que usted admi
te, ¿o me equivoco? La ha inquietado al extremo de hacerla sen
tirse incómoda sólo con ver unas flores en un florero con agua.
Sujeto: A veces me siento horriblemente incómoda. Además, siem
pre compro flores para regalarlas a otras personas; no sé por qué
lo hago.
Erickson: ¿No será porque las asociamos con los funerales?
Sujeto: No me gustan los funerales.
178
en su mente. Cuando responde a su pregunta «¿Ha retenido
algunos sentimientos?» diciendo «Sí, pero no sabría describir
los», su no saber es, una vez más, un indicador de procesos
inconcientes autónomos que pugnan por expresarse en su con
ducta.
La actividad peligrosa de cruzar el río con Larry, colgán
dose de un cable, reforzó su miedo al agua; luego, ese miedo
se generalizó, extendiéndose a las flores que debieron tirar pa
ra poder cruzar el río. Años después, el nexo entre el agua y
la muerte se reforzó aún más cuando ella «simplemente esta
ba muerta de miedo» al verse atrapada en un bote, junto con
Cari y la otra pareja, en medio de una tormenta peligrosa. Es
tas etapas en la formación, refuerzo y generalización de su mie
do al agua aparecen diagramadas en el cuadro 1.
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Erickson: ¿Por qué asunto?
Sujeto: No lo sé. Quiero decir. . usted me dijo que volvería a
verme.
Erickson: ¿Cree que irá a nadar este verano?
Sujeto: No lo sé. Tal v e z . . .
Erickson: ¿Tiene en mente dos respuestas?
Sujeto: Sí y no, como de costumbre.
Erickson: ¿Ha tenido ya alguna vez esta experiencia de pensar
«sí y no» con respecto a la natación?
Sujeto: No; por lo común contesto enfáticamente que no. En al
gunas ocasiones, finalmente me veo obligada a ir a nadar, porque
no siempre puedo salir del paso de manera elegante. Tome, fume
mis cigarrillos.
181
verano. Luego, cuando usted le formula esa pregunta aguda
y directa, «¿Tiene en mente dos respuestas?», ella da una res
puesta ambivalente: «Sí y no, como de costumbre». Creo que
esta ambivalencia es la primera prueba real de que usted in
troduce una cuña en la cortina de hierro de su actitud derro
tista hacia la natación.
Erickson: Sí.
Rossi: Esta ambivalencia es un indicio clásico de que en su
interior se desarrolla otra actitud o capacidad.
Erickson: [Asiente enérgicamente.]
Rossi: Su respuesta «Sí y no, como de costumbre» significa
que en su interior hay dos niveles de respuesta que presionan
a la vez por expresarse: su habitual actitud negativa y la nue
va posibilidad terapéutica afirmativa. En este momento, ella
está suspendida a medio camino entre el síntoma y la cura.
Cuando, al despertar, dice esa agudeza aparentemente sar
cástica («Me siento como si hubiese perdido una guerra libra
da por mí misma, sin ayuda de nadie») usted le responde de
un modo más bien críptico: «No cabe duda de que es increíble
mente inteligente. ( . . . ) ¿Qué guerra perdió?». ¿A qué se refe
ría con eso?
Erickson: [Señala un pasaje de la sección 2.23 en que Jane es
cribe automáticamente las letras t-e que, añadidas a war, for
man water.* Ya en este punto de la sesión, Erickson reconoció
con notable perspicacia que la agudeza de Jane acerca de ha
ber perdido una guerra era, en realidad, una referencia crípti
ca a la pérdida de su síntoma referente al agua, o sea, una res
puesta en dos niveles .]
182
desde aquí para abajo o para arriba [sección 1.6], yo dije que no,
pero pensé: «Eso es mentira». Supongo que fue mi inconciente.
Después, la enfermera Dey comentó que yo le decía constante
mente que no podía continuar mi guardia y ella me había respon
dido: «Ha de ser por algo que contenía la bebida». Yo le dije: «Es
pera a que lo vea a él la próxima vez» y luego me olvidé del asunto.
Erickson: Bien. Y ahora hay algo más que quiero que haga esta
noche. Ha estado en trance y también ha estado despierta. Ha
llándose despierta, nos ha hablado de la angustia que le provoca
la natación; asimismo, discutió el tema en estado de trance. . .
e hizo un trabajo mucho mejor. Ahora quiero que recuerde real
y completamente todas las ideas, pensamientos y sentimientos
que le vengan a la mente, así como los ya descritos. Y quiero que
los examine retrospectivamente y los discuta de manera abierta,
sincera y completa, y que lo haga hallándose totalmente despierta.
Sujeto: ¿Por dónde debo empezar?
Erickson: ¿Por dónde quiere empezar?
Sujeto: Ni siquiera me designará un área. . . Bueno, veamos
En primer lugar, me doy cuenta de que estaba locamente celosa
de Helen. Fue una actitud estúpida pero, probablemente natural.
Erickson: Más natural que estúpida.
Sujeto: Sí, si usted quiere.
Erickson: Si usted quiere.
Sujeto: Si yo quiero. Hasta que ella nació, yo fui la hija menor.
Sin duda, me mimaron. Deben haberme mimado, porque al hijo
menor siempre lo miman con cierto exceso. ¡Vaya, tal vez Larry
me odia! Tendré que preguntárselo. . . Yo solía ponerme horri
blemente furiosa contra Helen. Ella era tan pequeña. . . Se supo
ne que no debemos enfurecernos con los bebés, pero yo solía po
nerme furiosa con ella, lo bastante furiosa como para estrangu
larla. No tome mis palabras en su sentido literal. Estaba lo
bastante furiosa como para matarla, pero no creo que lo hubiera
hecho aun cuando me sintiese tentada. El incidente con la silla
alta. . . creo que nunca lo olvidaré. Estaba totalmente asqueada
de la vida y la gente. Tal vez sea por eso que la gente continúa
hastiándome las más de las veces. Es tan tonto. . . La gente se
rehúsa a ver lo obvio y ve todo lo que no es obvio. Todos lo con
funden todo. No recuerdo que papito nos haya hablado jamás en
tono airado, hasta ese momento; podíamos tirarle del pelo casi
hasta arrancárselo de raíz, sin que él dijera nada. Pero cuando
hice caer a Helen de la silla alta, se enfureció. Puedo comprender
su ira, porque uno no anda por ahí arrojando bebés al piso, pero
no debió dejarse dominar por ella. Yo estaba tan indignada con
183
1
184
abierta, sincera y completa, y que lo haga hallándose total
mente despierta». Es muy propio de usted aplicar este enfo
que abierto, sincero y directo, en un solo nivel, al final de los
períodos difíciles de trabajo hipnoterapéutico, cuando «les
cuenta todo» a sus pacientes: cómo obró indirectamente so
bre ellos, etc.9 Es muy importante subrayar en forma directa
que ella «lo haga hallándose totalmente despierta», por cuan
to usted no quiere que ella recaiga en su pauta condicionada
de trance sonambúlico mientras examina retrospectivamente
para usted estos sucesos de trance. La sugestión pos-hipnótica
que le impartió en la sección anterior, cuando le dijo «En bre
ve la despertaré y quiero que recuerde todo cuanto dijo mien
tras dormía», cumplía el mismo propósito.
Le diré de paso que me gusta mucho la forma tan directa
y concisa con que no permite que Jane se rebaje a sí misma
tildando de estúpidos sus sentimientos.
Entonces, por primera vez, la sujeto expresa concientemen-
te una comprensión de sí misma y de sus relaciones familiares
tempranas que es al mismo tiempo clara y bien equilibrada
desde el punto de vista emocional. ¿Cree que esta es la chis»«
de conocimiento y comprensión de sí misma que usted hii pro
curado ayudarle a alcanzar?
Erickson: Ella sólo ha recorrido parte del camino.
Rossi: ¿Qué más necesita hacer?
Erickson: Necesita comprender qué es la muerte.
Rossi: ¿Por qué es importante esa comprensión a esta altura?
Erickson: Cuando mencionó a la abuela en relación con la muer
te, no se le permitió comprender qué era realmente.
Rossi: Jane está integrando esta importante comprensión de
qué es la muerte. Ese es el panorama total que usted integra.
Erickson: Y eso está relacionado con su comprensión de lo que
significa ahora .la guerra que ella libró.
185
Erickson: Deje que su mano escriba la respuesta. ¿Está satisfe
cha con su desempeño actual?
Sujeto: [Escribe automáticamente «no».] Vayámonos, Harry. Pe
ro no se me ocurre ninguna otra cosa.
Erickson: ¿Jane puede ir a nadar? Deje que su mano responda
a esa pregunta. Quiero que responda rápidamente.
Sujeto: [Escribe «sí».] No tiene sentido. Eso es lo que sucede cuan
do me pregunto a mí misma cómo se llaman esos tres hombres.
Doctor Fink, ¿quiere empezar de nuevo a tomar apuntes?
Fink: ¿Puede escribir mejor con este lápiz?
Sujeto: No. Pensé que tal vez volvería a escribir algo. . . algo acer
ca de ese estúpido asunto de Ann Arbor-Grand River.
Fink: Usted sabe algo con respecto a Ann Arbor, ¿verdad?
Sujeto: Pasé por allí.
Fink: ¿Alguna vez anduvo por sus alrededores?
Sujeto: No por mucho tiempo.
Erickson: Deje caer su mano izquierda si me permite interrum
pirla, Jane.
Sujeto: [La mano izquierda desciende lentamente.] Me agrada no
tener que. . . trascribir esto.
Erickson: «¡M e agrada no tener que. . . trascribir esto!».
Sujeto: ¿Qué significa eso? ¡Vamos, edúqueme!
Erickson: [Dirigiéndose al señor Beatty.] ¿Comprende ahora por
qué dije que no era un proceso tan simple?
Sujeto: ¿Qué significa eso?
Erickson: No tiene por qué preocuparse.
Sujeto: Nunca tengo que preocuparme por nada. El silencio es
oro. ¿Qué significa eso?
Erickson: Lo averiguaremos.
Sujeto: Esto me recuerda los tiempos en que Helen solía escribir
cartas cuando aún no sabía escribir. . . todos estos garabatos [se
refiere al papel que se pasan entre sí el doctor Fink y Erickson].
Se supone que tampoco debo mirar eso, ¿no? Mañana lo odiaré.
Erickson: Veo que su mano izquierda está bajando bien. ¿No di
ría que es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: Muy bien. [Al doctor Fink.] La respuesta es «sí», pero
logró escribir la s mediante un movimiento disimulado del lápiz.
Le siguen la palabra lunes y un garabato que motivó su comenta
rio acerca de la trascripción. Antes había mencionado que toma
ba notas taquigráficas.
Sujeto: Continúe. Esto es muy interesante.
Erickson: ¿Qué sucederá mañana?
186
Sujeto: ¿Mañana?
Erickson: Sí.
Sujeto: Asistiré al doctor Young en una operación. Usted conoce
al doctor Young; de hecho, conoce a dos médicos con ese apellido.
Erickson: ¿Qué más sucederá mañana?
Sujeto: Devolveré un libro a la biblioteca. . . gracias por recor
dármelo.
187
Sujeto: Yo iba a la escuela de Romulo y solíamos caminar hasta
Cusic dos, tres o cuatro veces por semana. A veces íbamos allí
a nadar.
Erickson: Continúe.
Sujeto: Por lo común, yo me asustaba terriblemente. Creo que
era rematadamente estúpida, porque no había nada que temer.
Los chicos se reían de mí y yo también reía, porque aquello era
cómico. Me llevaban con ellos, agarrándome uno de cada lado,
y caminábamos hasta que el agua me llegaba al cuello. Para en
tonces no creo que estuviera verdaderamente asustada, pero sen
tía de algún modo la necesidad de volver a la orilla. Me desasía
de los muchachos y echaba a correr como loca hacia el desembar
cadero. Pensaba constantemente: «Si tan sólo pudiera obligarme
a mí misma a ir al agua y nadar. . .». Ideaba diversos modos de
hacerlo. Una vez fui sola. Cusic se veía muy hermosa. La noche
era muy oscura y el agua presentaba un feo aspecto, pero pensé:
«¡Ahora o nunca!». Entré y salí del agua varias veces y me aden
tré caminando hasta que me llegó a los hombros. Entonces, no
sé por qué, pensé en las personas que se ahogaban y me dije: «Tal
vez sea mejor que regrese», pero no lo hice. Seguí caminando, por
que suponía que si podía compelerme a mí misma a hacer eso
aprendería a nadar. Después. . . sólo sé que me encontré de vuel
ta en la orilla.
Erickson: Continúe. [Pausa.] ¿Sabe qué está escribiendo su mano?
Sujeto: P-i-e-d-a-d.
Erickson: Muy bien. Hábleme de eso.
Sujeto: Eso no significa nada.
Erickson: ¿Ahora sabe cómo será el resto?
Sujeto: Será la razón.
Erickson: ¿Puede explicarlo ahora?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Teme saber qué significa eso?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Esa palabra piedad significa algo?
Sujeto: No lo creo.
Erickson: Veamos qué dice la mano, Jane. ¿Esa palabra piedad
significa algo? [La sujeto escribe.] ¿Sabe qué ha escrito su mano?
[La sujeto asiente.] ¿Puede decirme qué significa? ¿Teme saber
lo? ¿Teme saberlo porque hay otras personas presentes?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Teme hacérmelo saber? [La sujeto respira con dificul
tad y manifiesta una gran congoja.] ¿Teme hacérmelo saber? ¿Te
me saberlo? [La sujeto asiente.] ¿Le gustaría que hiciera algo pa
188
ra que usted tuviera el coraje de saber? [Ella asiente.] Muy bien.
Supongamos que logra aprehender una idea vaga y fugaz de qué
e s . . . no es una idea muy clara, sino una débil vislumbre. ¿Lo
ha hecho? [Ella asiente.] ¿Puede percibirla un poco más? [Jane
asiente.] Todavía puede percibirla un poco mejor, apenas un po
quito mejor [ella asiente] hasta llegar a apresarla en su totalidad.
No es tan aterradora como usted creía, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: Es perturbadora, sí, pero está bien que lo sea, ¿no? Y
usted puede saber realmente qué significa, ¿no es cierto? Bien.
¿Accede a que yo lo sepa? [La sujeto asiente.] ¿Todo? [Asiente
otra vez.] ¿Le gustaría decírmelo ahora? ¿Le gustaría decírmelo
ahora? [Ella asiente.] Muy bien, Jane, dígamelo. Puede hacerlo
sin peligro alguno. Puede decírmelo, ¿verdad? Muy bien, adelan
te, adelante. . .
Sujeto: Ayer, Ann (Dey) se me acercó y me dijo que su familia
había alquilado una casita de campo, en México, por unas tres
semanas. Nuestras vacaciones no coinciden. Siempre hemos des
potricado contra eso por considerarlo muy injusto, pero Ann me
dijo que sus padres querían que yo fuera a pasar un fin de sema
na con ellos. Salimos en fines de semana alternados, y ella me
propuso: «Puedes venir e iremos a nadar». Cuando dijo eso, fue
como si me arrojara agua fría a la cara. He estado pensando en
eso aquí mismo. . . tengo que ir. No puedo decirle sencillamente
que no quiero ir. Y ni siquiera tengo un motivo para no hacerlo.
Erickson: Sí. Ahora bien, ¿qué tiene que ver con eso la piedad?
Sujeto: No sé. . . Ann sabe nadar y con ella me siento mejor.
Erickson: ¿Por qué le pareció una idea tan aterradora?
Sujeto: En realidad no fue aterradora; sólo me pareció que lo era.
Erickson: ¿Sólo está garabateando distraídamente o trata de de
cirme alguna otra cosa?
Sujeto: Es un mero garabateo.
Erickson: ¿Piensa que es un garabateo? ¿Todavía piensa que es
un garabateo?
Sujeto: Debe de serlo.
Erickson: Vea lo que escribe aquí su mano, ¿son garabatos? No
garabateó distraídamente, ¿verdad? ¿Cree ahora que tendrá el co
raje de comprender qué era realmente ese garabato? ¿Cree que
lo hará? ¿Cree que tendrá el coraje de saberlo? Muy bien, será
muy interesante escudriñar sus recuerdos y descubrirlo. ¿O bien
le gustaría que su mano la sorprendiera escribiendo la palabra
más significativa, la que le daría la clave para esclarecer ese ga
rabato? Tan sólo alce la mano hasta aquí y deje que escriba la
189
palabra significativa que define el garabato. Pienso que debería
ser interesante ver qué escribe su mano, pues usted no lo sabe,
¿verdad? Su mano sí lo sabe. [La sujeto escribe .] ¿Puede decirme
qué palabra es?
Sujeto: «Tratando».
Erickson: Ahora introduzcamos otra palabra significativa y vea
mos si esta vez su mano puede escribirla con más rapidez y soltu
ra. ¿Qué palabra es esa? [La sujeto escribe «fracaso».] Ahora es
criba algo informativo; escríbalo aún más rápido. ¿Qué represen
ta ese garabato? [La sujeto escribe «muchacha con gorra de baño».]
Entonces, en realidad me está haciendo una pregunta, ¿no? ¿Le
molestaría expresarla verbalmente?
Sujeto: Sé que si no trato de nadar no me asustaré. Si lo hago,
una vez más me esforzaré en vano.
190
Moore: No. Algunos hombres, no pocos, lo tuvieron, pero yo no.
Rossi: ¡Ustedes, los caballeros sureños, rara vez tienen mie
do! [El doctor Moore es oriundo de Tennessee.]
Erickson: Entonces usted les diría algo por el estilo a los sol
dados más jóvenes, para tranquilizarlos. . .
Rossi: De modo que en esta sección usted [Erickson] tranqui
liza a la sujeto y avanza en la «reelaboración» de su fobia. Sus
preguntas, los garabatos y la escritura automática coadyuvan
a evocar nuevamente el material no resuelto referente a sus
miedos al «fracaso» y a la «muchacha con gorra de baño».
Erickson: Sí, le infundo tranquilidad y seguridad.
191
para nosotros, por cuanto podemos ver claramente que detrás de
toda esa conducta encantadora hay una persona muy humana.
Uno quiere hallar en una persona algo más que una conducta en
cantadora. Uno quiere saber que detrás de ese encanto hay un
ser humano, que hay algo real, y no una mera agudeza de inge
nio, facilidad de palabra, una sonrisa fácil y una respuesta jo
vial . . en suma, puras apariencias. Las personas nos agradan
más cuando las sabemos de carne y hueso en un sinnúmero de
pequeñas cosas. Y usted creerá realmente en lo que le digo, por
que sabe que es cierto y sabe que todos cuantos me están escu
chando saben que lo es.
192
bargo, experimenta algunos miedos demasiado fuertes. ¿Me equi
voco? En adelante, lo manejará de un modo totalmente distinto.
No permitirá que la compela a intentarlo una y otra vez. Lo pri
mero que necesita hacer es recordar por sí sola todo lo que me
contó, recordar todas esas cosas y comprenderlas plenamente.
Además, debe recordar que cuando niña pequeña era mucho más
honesta y sincera en lo concerniente a sus sentimientos de lo que
lo ha sido después, porque no ha dejado que la gente la viera llo
rar y, en verdad, tal actitud no era honesta, puesto que usted
lloraba. El llanto no era un signo de debilidad, como usted creía.
Cuando usted piensa en eso ahora, se da cuenta de que tanto los
fuertes como los débiles lloran ocasionalmente. Usted compren
derá que los fuertes deben tener sus momentos de felicidad y de
tristeza. ¿No es así? En todos estos años ha venido presentando
una fachada falsa, fingiendo no haber llorado nunca, ni sentirse
mal, ni sentirse miserable. No quiere afrontar el hecho de que es
taba horriblemente celosa de Helen y odiaba de veras a su padre
y a su madre. Empero, no acaba de comprender todo eso. No lo
comprende, Jane, y en realidad es muy simple. Lo que usted no
comprende es esto: le agradan algunas cosas que hicieron sus pu
dres y odió otras, y esto es muy diferente de odiarlos a ellos. Odió
algunos de sus actos y otros le gustaron, y hay una gran diferen
cia entre lo que la gente es y lo que hace. Hay una gran diferen
cia entre lo que ellos quieren hacer y lo que logran hacer. Usted
respetará y admirará la honestidad de las intenciones, y respeta
rá plena y apreciativamente a quienes fallan en esto o en aquello.
¿Empieza a comprender eso?
Lo que necesita realmente es sentarse a reflexionar en vez de
tratar de discutir consigo misma su capacidad de ir a nadar. No
necesita hacer ese tipo de cosas. Lo que sí necesita es sentarse
a solas y hacer un examen real, honesto, apreciativo y completo
de sus recuerdos e interpretaciones. Debe sentirse muy satisfe
cha de haber tenido de pequeña un carácter tan fuerte; no debe
condenarse porque aquella niñita, incapaz de comprender las im
plicaciones y significaciones, hacía y quería hacer cosas que, pa
ra usted, carecían de verdadero significado. ¿Qué significaba en
tonces para usted el estar muerto? Significaba alejarse por un
tiempo, estar en otro lugar. No significaba «morir» en el sentido
en que ahora, como adulta, entiende la muerte. Cuando usted era
una bebita, estar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora que
es adulta, tiene un significado totalmente distinto. ¿Se opondría
usted a que una bebita apreciara su propia valía, su propia perso
nalidad y sus propias necesidades, tanto que las defendiera, se
193
gún su entender? En todos estos años usted se ha condenado a
sí misma, ¿no es así?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Por qué? Tal vez para poder mejorar y ampliar aún
más su comprensión de sí misma. Tal vez por pura casualidad.
Pero usted puede sacar provecho de sus vivencias, sean cuales
fueren. Quiero que contemple retrospectivamente esos celos de
Helen como el núcleo de un sentimiento de personalidad, de una
apreciación personal del propio ser. Como el sentido del propio
valer que tiene una niña de corta edad. Cuando volteó a Helen
de su silla alta y ella cayó sobre usted, lastimándole el brazo, us
ted actuó motivada por razones perfectamente buenas y válidas;
fue desagradable, exasperante, enloquecedor, que su intento de
ayudar a Helen diera por resultado un brazo dolorido y una pali
za a manos de su padre, a quien usted amaba y que la traicionó
al castigarla por algo que él no había comprendido. Visto retros
pectivamente, el episodio aparece en verdad como una buena ac
ción muy mal retribuida. Usted falló, su padre falló. Pero en la
vida también hay fracasos. Ellos forman parte de una vida lo
grada.
194
a un nivel de comprensión más adulto y maduro: «Pero en la
vida también hay fracasos. Ellos forman parte de una vida
lograda».
R ossi: Cuando usted dice «Hay una gran diferencia entre lo
que la gente es y lo que hace» y «Respetará plena y apreciati
vamente a quienes fallan en esto o en aquello», utiliza el trau
ma de la niñez como un escalón hacia una mejora y acrecenta
miento de su comprensión más adulta. Por lo tanto, el trauma
presente en su memoria queda reencuadrado en un nuevo nú
cleo de personalidad de manera positiva, y no de un modo no
civo como lo estaba antes.
Erickson: Sí, y lo mismo hago al decirle «Cuando usted era
una bebita, estar celosa de Helen significaba una cosa. Ahora
que es adulta, tiene un significado totalmente distinto».
Erickson: Cuando dice que no sabe qué hacer con respecto al via
je a M éxico. . bien, ese problema podría quedar resuelto. Se lo
puedo resolver con mucha elegancia. ¿Me cree capaz de hacerlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: Puedo resolverlo de varias maneras, pero todavía no
diré cómo. Volveré a entrevistarla, pues tiene mucho trabajo por
hacer. Dígame, ¿para cuándo es ese viaje?
Sujeto: Para julio.
Erickson: ¿Y estará en Detroit hasta entonces?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cree que tenemos tiempo suficiente para resolverlo?
Sujeto: Sí.
Erickson: El doctor Fink me escribió una nota y quiere que usted
la conteste. ¿Desea que la señorita Dey la acompañe en nuestra
próxima sesión o cree que podremos arreglarnos sin ella?
Sujeto: Sí, podremos arreglarnos sin ella.
Erickson: Bien, resumamos la situación. Usted ha puesto al des
cubierto muchos recuerdos olvidados, muchos miedos olvidados.
Le indiqué varios puntos de vista posibles con respecto a ellos
y creo que empieza a coincidir conmigo, ¿no es así? La próxima
vez que nos veamos podremos ocuparnos de este problema de su
miedo al agua. ¿Ya le parece más trivial?
Sujeto: Sí.
Erickson: Y ahora quiero impartirle una sola directiva, que es es
195
ta: hasta la próxima sesión, no debe esforzarse en absoluto por
ir a nadar. Tiene que prometérmelo, ¿comprende? No debe ir a
Webster Hall. Puede aceptar la invitación de la señorita Dey de
ir a México, pero desentendiéndose por completo de la cuestión
de la natación. Así como no se pondrá a pensar desde ahora qué
comerá cuando llegue a México, tampoco tiene por qué pensar
si nadará allí. Así como no se preocupará por la comida, tampoco
necesita preocuparse por la natación. La comida es una cosa, un
aspecto del viaje, y no tiene que pensar en ella, ni en qué cama
dormirá, precisamente del mismo modo en que no tiene por qué
pensar en el otro aspecto: la natación. Bien, ¿hay algo que quiera
decirme?
Sujeto: No.
196
ración, sin que interfieran en absoluto las distorsiones y los
miedos de su mente conciente.
La prescripción del síntoma también ejerce, en otro nivel,
el efecto implícito de permitirle a usted controlar el síntoma:
si la sujeto puede activar el síntoma cuando usted así se lo
sugiere, cabe presumir que más adelante podrá aprender a de
sactivarlo por sugestión suya.11
11 En Rossi (19866) y en Rossi y Cheek (1988) hay muchos ejemplos del uso
que se puede hacer de la prescripción del síntoma para facilitar el acceso de los
pacientes al control de sus propias reacciones sintomáticas.
197
rra fue esa? ¿Hay otras dos letras en la palabra « war» [guerra]?
Responda con su mano. [La sujeto escribe « s í » . ] ¿Sabe cuáles son?
[Ella escribe «sí» y luego las letras t-e.] Cuando perdió la guerra,
¿qué significaba? Algo perturbador, angustiante, ¿verdad? Per
dió algo perturbador, algo de lo que resulta agradable librarse,
¿no? Ahora empieza a comprender por qué no me preocupa su
viaje. ¿Lo comprende? ¿No es delicioso? [La sujeto ríe.] Le diré
otra cosa: quiero que sepa que agradezco su generosidad, su bon
dad, al permitirme actuar a mi modo. Las aprecio enormemente.
Fue muy amable al dejarme actuar a mi manera; se lo retribuiré
tratando de hacer muchas cosas a su modo. ¿Le parece bastante
justo?
Sujeto: Sí.
198
Erickson: Sí, ¡puedo cambiar mi dictado!
Rossi: A ella le resulta mucho más difícil cambiar el suyo. De
modo que ese es el desplazamiento importante que acontece
en la prescripción del síntoma: ¡usted desplaza la inhibición
de nadar de la mente de la sujeto a la suya!
Erickson: Sí. [Cuenta el caso de una pareja a la que ayudó a
consumar el matrimonio un jueves, insistiendo en que lo hi
ciera el viernes.12 La clave estuvo en que la joven esposa se
sintió «ofendida porque Erickson había tenido el tupé de fijar
le el día», de modo que lo hizo en la víspera «pues quería ele
gir ella misma la fecha».]
Rossi: En ese caso, prescribió el síntoma al ordenar a los cón
yuges que no consumaran el matrimonio hasta una fecha de
terminada, ¡provocando así a la esposa a hacer valer su elec
ción, consumándolo un día antes de la fecha permitida por
usted!
199
Fink: ¿En el segundo estante de la biblioteca hay alguna obra
sobre la que desearía consultar. . . ?
Sujeto: ¿Se refiere a la del señor Estabrooks? Eso me recuerda. . .
[Dirigiéndose a Erickson.] Usted conoce al señor Estabrooks; es
un amigo suyo. Dice cosas desagradables de usted. . . en reali
dad no lo son, pero dice que usted no cree que una persona hipno
tizada sea capaz de matar a otra. El sostiene que todo depende
de la actitud del operador: si usted creyera de veras que sus pa
cientes hipnotizados son capaces de hacer eso, lo harían. Dice al
gunas cosas bastante desagradables con respecto a usted.
Señor Beatty: Debe ser muy ocurrente y ducho en e so . . . ¡y qué
amigo!
Erickson: Es que. . verán, yo destrocé su libro del modo más
cruel.
Señor Beatty: Me pregunto si habrá vendido muchos ejemplares.
[Se refiere a Estabrooks, 1943.)
Sujeto: Francamente, el que tienen en la biblioteca está muy gas
tado.
Fink: ¿Lo vio hace poco?
Sujeto: Ann y yo hemos estado leyendo algunos libros. El padre
Patrick acababa de dictarnos su conferencia sobre psicoanálisis,
exhortándonos a mantenernos alejados de las obras de Freud, de
modo que fuimos a la biblioteca y sacamos una. Tenemos que
esconderla, porque de tiempo en tiempo vienen a inspeccionar
nuestras habitaciones para ver qué libros estamos leyendo.
Erickson: Evidentemente, ese sacerdote hizo un excelente traba
jo para despertar en ustedes el interés por Freud. ¿Se siente algo
cansada?
Sujeto: Un poquito. . . bueno, no mucho. Acabo de asistir al doc
tor Roberts en tres operaciones y, como de costumbre, nada es
tuvo bien.
Erickson: ¿Quiere hacerme alguna pregunta?
Sujeto: No, no se me ocurre ninguna. Probablemente piense en
ellas cuando ya esté en casa.
Erickson: ¿Querría hacerlo ahora, mientras está aquí?
Sujeto: No. . . n o . . .
200
capacidad de la paciente de ejecutar las sugestiones pos-
hipnóticas?
Erickson: [Asiente a todo indistintamente.]
Rossi: Termina esta sesión dándole una oportunidad de des
ahogar cierta hostilidad hacia usted. A su juicio, es un paso
importante e inevitable, por cuanto los pacientes experimen
tan de algún modo concreto un resentimiento hacia quien les
quita sus sintomas. Entonces, les da una oportunidad de re
conocer, descargar y desplazar su hostilidad de una manera
directa, para que no la expresen aferrándose al síntoma.
Al parecer, la sujeto no recoge su sugerencia de que des
ahogue su hostilidad abiertamente, sino que la expresa en for
ma velada contando que el doctor Estabrooks «dice cosas des
agradables de usted». Un momento después, lanza un nuevo
dardo al señalar que el libro de Estabrooks está muy gastado
(queriendo decir con ello que es muy leído) aunque usted lo
haya destrozado en su lectura.
201
Wfm tß
«W m m m á
}■ i . ïftistikffl‘' , bp l' i
Sesión I I I 1
203
Erickson: ¿Algo más?
Sujeto: Sí. Sé que he olvidado algo.
Erickson: ¿Cómo se sintió después de esa sesión?
Sujeto: Tuve una jaqueca espantosa, como si hubiese ido de juer
ga. Fuera de eso, fue una reunión muy esclarecedora. Quiero de
cir que nunca imaginé que pudiera querer estrangular a mis pa
dres y también a Helen; nunca imaginé que pudiera desearlo en
absoluto.
Erickson: ¿Qué opina acerca de ese descubrimiento?
Sujeto: Es muy interesante. Probablemente, también sería útil
si tan sólo supiera cómo utilizar esos conocimientos que ahora
poseo. Es como tener un automóvil y no saber manejarlo.
Erickson: Eso se aprende.
Sujeto: Sí.
Rossi: Esta sesión ocurre hacia fines de junio, unas tres sema
nas después de la entrevista anterior, en la que Jane experi
mentó un considerable insight psicodinámico. Al término de
aquella sesión, usted le sugirió que todavía no intentara na
dar. Y empieza esta con su típica evaluación del trabajo pre
vio. Cuando le pregunta cómo se sintió después de la sesión,
ella declara: «Tuve una jaqueca espantosa, como si hubiese
ido de juerga». ¿Tiene alguna idea de por qué experimentó esa
jaqueca? Por comentarios anteriores de la propia sujeto, sabe
mos que también le dolió la cabeza luego de sus sesiones hip
nóticas con el doctor Fink.
Erickson: Sí. En la última sesión, ella puso al descubierto to
dos sus recuerdos, pero aquí ha vuelto a tener amnesia. Ha
perdido toda perspectiva y sólo rememora una pequeña parte
de lo recordado entonces.
Rossi: ¿Porque aún tiene conflicto en torno de ello?
Erickson: No. Ella odia a Helen. ¿Por qué? Porque Helen era
pesada y se aferró a la tina, de modo que Jane no fue la culpa
ble del accidente. Su madre y su padre interpretaron equivo
cadamente todos los hechos que ella mencionó [véase la rese
ña en el cuadro 1, sección 2.15]. Como verá, la situación era
muy amplia e incluía muchos elementos.
Rossi: Y la comprensión de esos elementos, tomados indivi
dualmente, resulta crucial.
Erickson: Y a ella le duele la cabeza de tanto esforzarse por
separarlos y clasificarlos mentalmente.
R ossi: De modo que ese duro trabajo, ese arduo esfuerzo men
tal, son los causantes de su jaqueca.
204
3.1 Inducción de trance con preguntas motivadoras que la mente
conciente no puede responder; resistencia aparente a la inducción
de trance como medio de obtener un quid pro quo; resistencia y
risa como manifestaciones del equilibrio y la liberación emocio
nales en la trasferencia
205
Erickson: ¿Esta vez podía decir sí o no?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Le parece justo que yo le haya solicitado esa promesa?
Sujeto: Claro que sí. Quiero decir. . . de no haber sido justo ese
pedido, no me lo habría hecho.
Erickson: A veces, esas cosas nos parecen injustas.
Sujeto: Si me hubiese estado muriendo por ir a nadar. . . pero
me agradó tener una excusa para no ir.
Erickson: ¿Cuándo se va de veraneo?
Sujeto: El 15 de julio, ¿no es así, Ann?
Erickson: ¿Y ya está haciendo algunos preparativos especiales?
Sujeto: De aquí al 7 de julio gastaré mucho dinero.
Erickson: ¿En qué?
Sujeto: Sé qué quiere que le diga. Quiere que le diga que debería
comprarme una malla de baño. Supongo que tendré que hacerlo.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Porque no se puede ir a nadar sin malla de baño.
Erickson: ¿Por qué ha de ser nueva?
Sujeto: Es una celebración. Después de todo, hay que hacer al
gún festejo de vez en cuando.
Erickson: ¿Hay algo más que quiera mencionar?
Sujeto: ¡Oh, sí! Descubrí un error en mi relato anterior. Le dije
que cuando hice caer a Helen de su silla alta la estaba empujando
hacia la puerta. Consulté a mi madre y ella me contestó que, se
gún creía, yo trataba de llevarla de vuelta al comedor, donde es
taba papá. Tal parecía, al menos, por la posición en que estába
mos Helen, la silla y yo.
Erickson: Desde luego, lo esencial es el modo en que usted recor
daba ese episodio. ¿Eso lo altera realmente en algo?
Sujeto: No. Sólo me preguntaba cómo surgió el error. En teoría,
esas cosas no suceden, ¿verdad?
Erickson: Supongamos que recuerda algo acerca de ese libro rojo
que está ahí, en la biblioteca, y luego va a la biblioteca y descu
bre que en realidad no es rojo, sino azul. Es el tipo de error que
puede cometer. Es su propia actitud hacia el libro. ¿Aún tiene
algo más que decir?
Sujeto: Veam os. . . No, creo que no.
Erickson: ¿Ahora sabe qué siente realmente?
Sujeto: ¿Con respecto a qué?
Erickson: A la natación.
Sujeto: Bueno. . . supongo que ahora puedo intentarlo. Quiero de
cir que no hay ninguna razón lógica, ninguna en absoluto, por
la que deba tener miedo. Naturalmente, tampoco la había antes.
206
No sé si tendría m iedo. . creo que no.
Erickson: ¿De veras le gustaría averiguar qué siente?
Sujeto: Sí, por cierto.
Erickson: ¿Cómo procedería?
Sujeto: Simplemente iría a nadar y vería qué pasaba.
Erickson: ¿Hay algún otro modo?
Sujeto: No me parece.
Erickson: ¿Le gustaría averiguar si hay otro modo?
Sujeto: ¿Cuál?
Erickson: ¿Le gustaría averiguarlo?
Sujeto: [.Dirigiéndose a los oíros.] El no contesta ninguna pregun
ta. [A Erickson.] ¡Claro que sí!
Erickson: ¿Qué le parece si se duerme ahora mismo?
Sujeto: No me dormiré. Veré si el señor Estabrooks tiene o no
razón.
Erickson: ¿De veras lo hará?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Le gustaría saber si yo tengo razón?
Sujeto: Por supuesto, ¿por qué no? [Erickson coteja algunas reim
presiones. La sujeto se dirige a los otros.] Está revisando toda
su biblioteca.
Erickson: Verá, he publicado lo mismo que Estabrooks.
Sujeto: ¡Qué lástima!
Erickson: De modo que concuerdo con él. En su libro hay algu
nas cosas correctas; ese es un punto en el que coincido con él.
Sujeto: ¿Uno de los pocos puntos?
Erickson: Sí. ¿Cuánto tiempo quiere emplear en averiguar si Es
tabrooks tiene razón?
Sujeto: Si usted lo dice, supongo que le creeré. ¿Qué me cuenta
del hecho de hipnotizar a una persona dormida? El dice que si
nos acercamos a una persona dormida y empezamos a hablarle,
no obtenemos su consentimiento o su desaprobación.
Erickson: No recuerdo en qué páginas, Estabrooks dice que la
hipnosis y el sueño son dos cosas totalmente distintas. También
dice que la una puede trasformarse en el otro. Después dice que
son idénticas. No se decide.
Sujeto: Entonces, ¿cuál es la verdad?
Erickson: La verdad es que si usted quiere hipnotizar a una per
sona dormida, tiene que despertarla primeramente.
Sujeto: Tendré que apuntarlo. «El doctor Erickson dice . ».
Erickson: ¿Qué le parece si se duerme?
Sujeto: ¿Cree que debería hacerlo?
207
Rossi: Esta es una de sus técnicas favoritas para facilitar la
inducción de trance: formula una serie de preguntas motiva-
doras que la mente conciente no puede responder. La paciente
sólo puede obtener una respuesta volviéndose hacia sí misma,
hacia su propio interior, y reflexionando por breves instantes.
Este ensimismamiento puede profundizarse fácilmente, y con
vertirse en trance, calificándolo de «sueño» e insinuando que
la paciente está entrando en un estado de hipnosis, de manera
tal que su inconciente pueda revelar la respuesta. Desde lue
go, muchas de sus preguntas que la mente conciente de la su
jeto no puede responder movilizan, en realidad, las disposicio
nes mentales que abrirán el camino hacia la experiencia de pro
gresión de edad, que tendrá lugar muy pronto.2 Mencionaré
como ejemplo su pregunta «¿Le gustaría averiguar si hay otro
modo?».
No cabe duda de que la sujeto manifiesta una resistencia
a dejarse inducir el trance, al no responder a sus preguntas
acerca de sus emociones, ni a su sugerencia «¿Qué le parece
si se duerme ahora mismo?». Usted está dando a entender que
ella necesita entrar en trance para averiguar la verdadera na
turaleza de sus emociones. Sin embargo, a continuación pare
ce percatarse de que tal vez lo mejor sería seguir la corriente
de sus preguntas sobre Estabrooks que, como sabemos desde
la última sesión, es su forma indirecta de expresar su hostili
dad hacia usted. ¿Por qué es tan reacia esta vez?
Erickson: En la vida diaria, si queremos que alguien haga al
go por nosotros, lo mejor es hacerle antes muchos favores. Por
eso la dejo enzarzarse en una discusión conmigo.
Rossi: ¿De modo que le cede el control?
Erickson: En ese momento.
Rossi: ¿Para que después ella se lo ceda a usted en un quid
pro quo ?
Erickson: Ajá.
Rossi: Y como ha tomado mucho, muchísimo de usted, tam
bién tiene que soltar algo y dárselo a cambio.
Erickson: Así es.
Rossi: Este es un aspecto corriente de su trabajo. Ayuda a
las personas a descargar su hostilidad y resentimiento por lo
que han debido tomar de usted, sea lo que fuere. La mayoría
de los terapeutas no lo hacen. Tal vez oponer una gran resis-
208
tencia es, en realidad, un modo de equilibrar la chequera emo
cional entre el terapeuta y el paciente.
Erickson: ¿Notó la risa estentórea? [Se refiere a otro caso re
ciente, observado por los doctores Moore y Rossi, en el que
la risa del paciente delató la liberación de una gran hostilidad
y resistencia reprimidas.]
209
y disfrútela, sin dejar de dormir cada vez más profundamente.
Profunda y cómodamente. ¿Quiere darle otra pitada? Hágalo. [La
sujeto apaga el cigarrillo.] Le escribiré una pregunta en este pa
pel. Deje que su mano escriba la respuesta. Sí o no. Responda
sí o no.
210
sas diferentes. Y quiero que esas cosas le sucedan despacio. Quiero
que pasen por su m ente. . . cada día de julio y cada día de la pri
mera semana de agosto. Quiero que esos días aparezcan en su
mente con claridad hasta que, de a poco, usted empiece a reme
morar hasta la última semana de junio de 1945. Ahora duerma
y deje trascurrir el tiempo hasta llegar a agosto de 1945. Tan
sólo siga durmiendo, mientras pasa el tiempo y le suceden co
sas muchas cosas. En agosto de 1945 vendrá a verme. Lo ha
rá, ¿verdad? Cuando sea agosto de 1945, quiero que duerma con
los ojos abiertos, me hable y me cuente lo ocurrido en la última
semana de junio, en las semanas de julio y en la primera semana
de agosto. Tendrá que hablarme de la natación, de lo que hizo
al respecto y cómo lo hizo. [La sujeto abre los ojos.] Hola. [Ella
sonríe.] Aquí estamos otra vez, los mismos de siempre.
Sujeto: ¡Los cinco malvados! [Se refiere a las cinco personas que
asisten a esta sesión.] ¿Hay algún voluntario para el cráneo del
escritorio?
3 Véase Erickson y Rossi (1980).
4 Véase también Erickson (1954a/1980).
211
Erickson: ¿Qué cráneo?
Sujeto: El que debería haber allí.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: ¿No le parece que debería haber uno?
Erickson: Tengo en mi poder dos cráneos. De hecho, llevo uno
conmigo.
Sujeto: «Sonríe, oh tú, hueca calavera». . .
Fink: ¿Eso tendrá algo que ver con el esqueleto en el armario?*
Sujeto: ¿Qué quiere decir con eso del esqueleto en el armario?
Erickson: No quiero que me hable en absoluto de cómo vino aquí
esta noche, pero tiene que contarme toda una historia, ¿verdad?
¿Cuándo me vio por última vez?
Sujeto: En junio.
Erickson: Sí. Todavía llevo puesto mi mejor traje. [La sujeto ob
serva la vestimenta de los presentes.] No se preocupe, yo lo dis
puse así.
Sujeto: No me preocuparé.
* «The skeleton in the closet»: expresión coloquial con que se alude a un secre
to de familia, vergonzoso o desagradable, que se guarda celosamente. (TV. de la T.)
212
Sujeto: ¿Esta semana? Acostumbro ir todos los sábados o lunes.
Erickson: ¿Qué día de la semana es hoy?
Sujeto: No puedo ver ese calendario.
Erickson: Yo no confiaría en él, de todos modos. . .
Sujeto: ¿Está escrito en griego?
Erickson: ¿Qué día de la semana es hoy?
Sujeto: Veam os. . .
Erickson: En realidad no lo sabe, ¿verdad?
Sujeto: No. Es absurdo. Raras veces me olvido de qué día de la
semana es.
Erickson: Tiene otras cosas más importantes en que pensar.
Sujeto: Pero debería recordar qué día es. ¿Tenemos que pasar por
ese proceso para averiguarlo?
Erickson: ¿Qué le ha pasado? La vi en junio, ¿no es así?
213
Erickson: ¿Pero este verano lo fue?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Sobre qué asunto me vio en junio?
Sujeto: Sobre la natación.
Erickson: Es un buen punto de partida.
Sujeto: ¿La natación?
Erickson: Sí. ¿Adonde fue?
Sujeto: A la casa de Ann; ella estaba en su segunda semana de
licencia.
Erickson: ¿Cuánto duró la suya?
Sujeto: Dos semanas, pero Ann y yo no salimos de vacaciones
al mismo tiempo.
Erickson: Su segunda semana de vacaciones, ¿coincidió con las
de ella?
Sujeto: No. Por entonces traté de obtener una semana de licen
cia, pero me dieron franco el domingo, en vez del sábado. ¿O lo
conseguí? No sé qué hice. Usted me ha confundido por completo.
Erickson: Bien, quiero saber qué pasó. Hábleme de la natación.
Sujeto: Bueno, veam os. . . El sábado fuimos al centro en auto,
con Paul, y me compré esa malla de baño.
Erickson: ¿La compró? ¿De qué color?
Sujeto: La compré en la tienda Demery. Creo que fue en De-
m ery. . . no, no fue en Demery, sino en un pequeño local cercano.
No puedo recordar el nombre. Era una malla de baño amarilla,
de dos piezas, muy llamativa.
Erickson: ¿De esas que les hacen gritar a las polillas «Aquí viene
otra época de escasez»?
Sujeto: Sí.
Erickson: Prosiga.
Sujeto: No recuerdo. Tenía que regresar el domingo por la noche.
Debemos haber ido a nadar. La casa queda a orillas del lago.
Erickson: Sí, continúe.
Sujeto: Tengo amnesia. ¿Cuándo fuimos a nadar?
Señorita D ey: Deberías saberlo.
Sujeto: Pero no lo sé.
Erickson: ¿Lo disfrutó?
Sujeto: Ciertamente. Fue maravilloso, pero no recuerdo cuándo
fui. La próxima vez llevaré un diario.
Erickson: ¿Fue realmente maravilloso?
Sujeto: ¡Oh, sí! ¡El agua estaba fría!
Erickson: ¿En qué pensó mientras nadaba?
Sujeto: En lo agradable que era. . . ¡y en cómo mojar a Ann más
de lo que ya estaba!
214
Erickson: ¿Recordó cuánto miedo le había tenido a la natación?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo la afectó eso?
Sujeto: Me pareció ridículo y divertido, muy divertido.
Erickson: ¿De veras le gustó nadar?
Sujeto: Ajá.
Erickson: ¿Cuántas veces fue a nadar?
Sujeto: No lo sé. Esta noche estoy atontada. No puedo recordar
nada, ¡y tengo muy buena memoria!
Erickson: ¿Por qué mira constantemente por la ventana?
Sujeto: Parece tan fresco allá fuera, y sé que no lo está. Me re
cuerda la casa de Lisa, mi hermana, con todos esos árboles y . . .
Un río atraviesa la finca; se asemeja a esos ríos del Oeste salvaje,
que el héroe cruza a caballo como un relámpago. Es hermosísimo.
Erickson: ¿Ha pensado alguna vez, en alguna ocasión anterior,
que ese río era hermoso?
Sujeto: ¡Oh, sí! Es muy lindo, pero hasta ahora nunca quise me
terme en él. Probablemente contraería alguna enfermedad horri
ble; uno se contagia forzosamente algo si se mete en un río con
aguas contaminadas. Presumo que lo están, aunque no hay nin
guna señal evidente.
Erickson: ¿Cuántas veces fue a nadar allí?
Sujeto: Una sola vez.
Erickson: ¿Cuándo fue eso?
Sujeto: El 31 de julio. Tenía una cita con el dentista. Realmente
debería dormir más, doctor Fink.
215
3.7 Interrogatorio insistente que allana el camino hacia seudo re
cuerdos de una superación lograda de la fobia a la natación: uso
de la aposición de contrarios para motivar el trabajo hipnótico
216
gios porque era verano. En junio pasó de todo. Ahora bien, si
me pregunta qué sucedió en ju n io. . .
Erickson: Digame, ¿la cuestión de la natación la tuvo muy preo
cupada en junio?
Sujeto: No creo haberme preocupado por eso.
Erickson: ¿Cómo se sentia en junio ante la expectativa de ir a
nadar?
Sujeto: Estaba realmente angustiada. Iba a someterme a un auto-
examen efectivo y objetivo, para ver si en verdad le temía o no.
Erickson: Cuando fue a nadar, en julio, ¿pensó en el tiempo que
había pasado conmigo?
Sujeto: ¡Oh, sí! Y se lo agradecí cien millones de veces.
Erickson: ¿De veras?
Sujeto: Ajá.
Erickson: Dígame, ¿siempre fuma Luckies?
Sujeto: No.
Erickson: ¿No?
Sujeto: Justamente me preguntaba cómo los conseguía usted.
Erickson: ¿Le gustan los Luckies?
Sujeto: Un cigarrillo es un cigarrillo . . . a menos que sean Philip
Morris.
Erickson: ¿En tal caso qué son?
Sujeto: Debe haber un nombre para ellos. También para los Chel-
seas y Raleighs.
Erickson: ¿Todavía le desagradan los Chelseas?
Sujeto: ¿Alguna vez fumó uno?
Erickson: Sí.
Sujeto: Fíjese en el doctor Fink.
Fink: Cuando esta semana termine, me alegraré.
Sujeto: Por supuesto, cuando se es médico residente no hay que
correr constantemente de aquí para allá, ¿no? ¿Lo hace usted?
Erickson: ¿Eso es todo cuanto va a decirme acerca de su veraneo?
Sujeto: Pasé una semana en casa de mi abuelita, pero no fui a
nadar. Ella siempre piensa en los detalles más ridículos; por ejem
plo, que podría pescarme una pulmonía y un millón de cosas más.
También se inquieta cuando salimos: «Me pregunto si realmente
van adonde dijeron que iban», comenta. Se siente mucho más tran
quila si no vamos a nadar.
Erickson: ¿Y usted cómo se sintió a causa de ello?
Sujeto: ¿A causa de no ir? Me hubiera gustado ir porque hacía
mucho calor. Pero si a abuelita la hace feliz que no vayamos, pues
no iremos.
Erickson: ¿Recuerda la noche que estuvo conmigo a fines de junio?
217
1
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Cómo se sintió usted con respecto a la natación en
ese momento? ¿Cómo creyó que podría sentirse? ¿Recuerda có
mo se sentía en jimio?
Sujeto: Me preguntaba si aún tendría miedo y fingiría no tenerlo,
o si simplemente no lo tendría.
Erickson: ¿Y qué opina ahora de lo que pensaba entonces?
Sujeto: Ahora sé.
Erickson: ¿Hay algo más que quiere decirme sobre la natación?
218
Sujeto: En el quirófano hacía un calor espantoso. Nos asábamos.
A todos los médicos les dan bolsitas con hielo para que se las
pongan al cuello; yo deseaba ser doctora para poder tener una
Cuando Ann salió de licencia, a fines de junio. . ¡no diré que
te extrañaba, pero me sentí bastante sola!
Señorita D ey: Gracias.
Sujeto: No tenía a nadie con quien conversar hasta la una de la
mañana; a nadie que viniera a despertarme a la una y charlara
hasta las dos.
Erickson: ¿El agua estaba fresca cuando fue a nadar?
Sujeto: Sí, mucho. El oleaje va y viene, y contenemos el aliento
hasta que la ola vuelve a golpearnos.
Erickson: ¿Hay algo más que pueda contarme?
Sujeto: Sé que debe haber sido un verano ajetreado, porque los
veranos siempre lo son, pero no sé en qué estuve ocupado en todo
ese tiempo.
Erickson: ¿Logró llevar a cabo un porcentaje razonable de todas
esas actividades?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿A su entera satisfacción?
Sujeto: No. Nunca hago todo lo que desearía hacer. Los días no
son suficientemente largos; las semanas tampoco lo son y no hay
bastantes noches en una sola noche.
Erickson: ¿Cuándo volverá a nadar?
Sujeto: Puedo ir en cualquier momento, pero los natatorios están
atestados. Webster Hall queda muy cerca del hospital.
Erickson: Dice eso con mucha facilidad, ¿no?
Sujeto: Es fácil.
Erickson: Pero lo dice con mucha soltura y tranquilidad. En ma
yo pasado no habría hablado así, ¿verdad?
Sujeto: No.
Erickson: ¿Cuándo volverá a nadar?
Sujeto: Siempre puedo ir a nadar. A mi madre le gusta ir a la
playa Crystal; no entiendo por qué prefiere ese lugar.
219
un ejemplo de su afición a la aposición de contrarios:5 utiliza
la incomodidad causada por el calor para motivarla a explorar
la comodidad del frescor, como una asociación positiva para
lu natación. Recurre en todo lo que puede a las preguntas mo-
tivadoras, emocionales y de orientación sensorial, a fin de pro
fundizar su construcción imaginaria de una experiencia nata
toria lo más vivida y lograda posible. Pero ahí hay algo más
que imaginación; usted procura abrir los potenciales de la su
jeto, su verdadera aptitud para la natación, estimulando un
ensayo interior en el que ella integra la mayor cantidad posi
ble de componentes cognitivos, sensoriales, emocionales y con
ducíales positivos del acto de nadar.
»20
se ha unido a nosotros .] ¿Se siente mayor desde que comió su
cena de Navidad? [Estamos en marzo.]
Doctora Syluester: No, pero me siento mayor desde que aprendi
a encuadrar una imagen. [Ríe complacida, porque «encuadrar
una imagen» fue una clave para parte de su propio trabajo hip-
noterapéutico de la maduración, llevado a cabo recientemente
con Erickson.]
Erickson: Le pregunté a la señorita S «¿Ahora se siente ma
yor, en comparación con mayo pasado?» con el propósito de
apartarla de su experiencia. La frase «encuadrar una imagen»
resume una experiencia de Sandy que le permitió sentirse más
madura.
Rossi: Cuando somos capaces de resumir objetivamente una
experiencia anterior, nos sentimos mayores y más maduros.
Erickson: Sí.
Doctora Sylvester: [Sonríe, rebosante de alegría; Erickson y
R ossi intercambian miradas elocuentes. Erickson aprovecha
la ocasión para reforzar indirectamente las recientes experien
cias de maduración de la doctora Sylvester, haciendo que ella
las confirme delante de un tercero. En otras palabras, so capa
de una pregunta formulada para ayudar a aclarar el material
del caso, Erickson pide indirectamente a la doctora Sylvester
que hable de sus recientes experiencias hipnoterapéuticas de
crecimiento en presencia de otro profesional. E s un modo de
confirmar y reforzar públicamente su madurez y su crecimien
to en la dimensión interpersonal; véase la sección 2.20.]
221
vehículo para desplazar y descargar la hostilidad, toda vez que
la siente acumularse en esta sesión hasta un punto en que po
dría desbaratar su labor terapéutica?
Erickson: No. Le demuestro que Estabrooks debería coincidir
conmigo. El triunfo es mío. Ella intentó interponer una barre
ra entre Estabrooks y yo, y le señalo que no hubo barrera al
guna.
Rossi: Así, pues, no se deja perturbar por ella. ¿Por qué no
le dejó ganar esa batalla? ¿Por qué no manifestó cierto dis
gusto, como ella quería?
Erickson: Sólo dejamos que el paciente gane una batalla cuando
ese triunfo es valioso para él. En este caso, la victoria no en
trañaba ventaja alguna para Jane.
222
Erickson: ¿Y qué me dice de los Luckies?
Sujeto: Tengo dudas de que envejezcan mucho. Están envueltos
en celofán.
Erickson: Este paquete no lo está.
Sujeto: Qué raro. . . creía que todos venían envueltos en celofán.
Erickson: No en los meses de verano.
Sujeto: ¿No? ¿Por qué?
Erickson: No traen ningún celofán aproximadamente desde ju
nio pasado.
Sujeto: Entonces no me figuro que vayan a conservarse muy fres
cos que digamos.
223
iuó día es. Le pregunto a alguien y, por lo común, Ann me lo
lice. Pero ahora ella no querrá decírmelo.
señorita D ey: No le preguntes al doctor Fink. . . se durmió.
<Jrickson: ¿Qué le parece si entra en trance?
■iujeto: ¿Por qué habría de hacerlo?
•'rickson: Me gustaría que lo hiciera.
uijeto: Uno debería entrar en trance con un propósito determi-
íado. Yo no tengo ninguno.
24
Erickson: ¿Recuerda que en junio pasado usted quería ver si yo
podía ponerla en trance?
Sujeto: Sí.
Erickson: ¿Y entonces no obtuvo realmente una respuesta a ese
interrogante?
Sujeto: Sí, aunque de un modo un tanto indirecto. Le hice otra
pregunta que usted nunca contestó. Creo que se rió. ¿A qué se
refería. . . a la actitud del operador? Cuando volví a casa, pensé
en ella y se la comenté a Ann.
Erickson: Esa es una expresión de Estabrooks.
Sujeto: Creo que se refiere a usted.
Erickson: El inventó esa expresión para explicar por qué y >no-
día lograr ciertas cosas con los sujetos y él no.
Sujeto: ¡Vamos! Eso no es muy amable de su parte. . .
Erickson: Creo que nos deja en la misma situación en que se ha
lla Estabrooks. Es una expresión amable pero inservible. Duér
mase. Duérmase. Duérmase profundamente, muy profundamen
te. Duérmase profundamente, muy profundamente. Duérmase pro
fundamente, muy profundamente. Duérmase profundamente, muy
profundamente. Duérmase profundamente, muy profundamente.
Duérmase profundamente, muy profundamente. Duérmase muy
profundamente. Aún más profundamente. Duérmase profunda
mente. Y siga durmiendo profundamente, muy profundamente,
en un sueño continuo.
Y quiero que mientras duerma profundamente, en un sueño
profundo y continuo, despacio, poco a poco, llegue a comprender
la situación actual. Quiero que se percate de que está profunda
mente dormida. Quiero que se percate de que cambié el tiempo
para usted. Quiero que se percate de esas cosas que me contó
y las crea. Quiero que las considere seriamente, con ahínco, en
su totalidad. Y quiero que comprenda que constituyen una de
mostración del verdadero pensamiento existente en su mente.
Quiero que sepa que estamos en junio y no en agosto. Quiero que
se dé cuenta de que pareció haber vuelto ya de sus vacaciones
y recordar vividamente todo cuanto me contó; así puede saber
de veras cómo, estando en junio, ha anticipado en lo más recóndi
to de su ser cómo pasará sus vacaciones. ¿Comprende lo que quiero
decir? No necesitó ir a nadar para averiguar cuál sería su actitud
al respecto, ¿verdad? En lo más profundo de su ser, sabe cuál
es. ¿No es un hecho cierto? No sólo se refirió a cómo nadaría en
el lago, sino que también anticipó cómo nadaría en el río, ¿no es
así? Y se encontró previendo cómo nadaría en Webster Hall. Des
cubrió cuál era su verdadera actitud hacia la natación.
225
Ahora bien, cuando entró en esta habitación ya poseía este
conocimiento, pero no sabía que lo poseía. ¿Estoy en lo cierto?
Quiero que guarde este conocimiento en su inconciente. ¿Com
prende? Quiero que guarde este conocimiento en su inconciente
y no lo descubra hasta más adelante, en este verano. ¿Me entien
de? Quiero que así como en el pasado reprimió y olvidó ciertas
cosas penosas, reprima este conocimiento hasta que llegue el mo
mento oportuno para que irrumpa en su entendimiento de mane
ra tal que le permita tener la experiencia real de bajar al lago,
meterse en el agua y disfrutarlo de veras. ¿Comprende? Y quiero
que sea una sorpresa agradabilísima para usted. Así, hasta en
el momento de bajar al lago se preguntará cómo se sentirá y lue
go, al meterse en el agua, seguirá preguntándoselo y desjfüé'á, al
adentrarse aún más en ella, todavía seguirá preguntándoselo. Y
entonces descubrirá súbitamente que lo disfruta de veras. . . ese
descubrimiento la sorprenderá. ¿Le parece buena mi sugerencia?
¿Cooperará conmigo? ¿Totalmente? ¿Y de veras no querrá saber
nada al respecto hasta que eso suceda? ¿De acuerdo? Eso signifi
ca que tendrá una amnesia y olvidará cuanto ha ocurrido aquí
esta noche. Y eso no le importará. Tendrá una amnesia completa
para cuanto ha ocurrido aquí esta noche. Por supuesto, puede pen
sar en Estabrooks y en cualquier otro dato que no venga al caso.
226
Ros si: Usted le advierte que más adelante ella puede «descu
brir súbitamente que lo disfruta de veras . ese descubrimien
to la sorprenderá». Cuando lo inconciente da un salto impre
sionante hacia adelante, es común que el sujeto se sorprenda.
Todas estas sugestiones forman una red asociativa que va acu
mulando cierto grado de tensa expectativa, que Jane sólo po
drá descargar en la experiencia natatoria real. Usted le ha per
mitido descubrir y sentir «cuál era su verdadera actitud hacia
la natación» por vía de seudo orientación hacia el futuro, y
ahora estructura una sugestión pos-hipnótica que le permiti
rá soslayar las resistencias concientes que aún puedan sub
sistir.
Erickson: Dado su temor a la natación, ella sabía que debería
aprender y que, en consecuencia, tendría miedo de aprender.
Ahora la predispongo para eso con mis alusiones al hecho de
«preguntarse». Uno se interroga a sí mismo acerca de cosas
agradables.
Rossi: El «preguntarse» va asociado a cosas agradables. Us
ted convirtió el temor en intriga, en «preguntarse», como un
paso hacia una evolución positiva. Es una técnica radicalmen
te distinta de la simple sugestión pos-hipnótica directa de que
el paciente modifique su conducta. Convoca constantemente
su psicodinámica interior para que la conducta deseada seu
el producto natural de las tensiones activadas por usted. Us
ted provoca y utiliza procesos psicodinámicos en vez de limi
tarse a analizarlos o comentarlos. ¿Diría usted que esta es una
descripción acertada de su técnica?
Erickson: Sí.
Rossi: Utiliza y actualiza los procesos psicodinámicos del pa
ciente en vez de limitarse a analizarlos. En dos trabajos tem
pranos publicados en 1939 (Erickson, 1939a y bl1980) usted
ejemplificó la provocación y utilización de mecanismos men
tales y elementos psicopatológicos aislados, pero sólo en 1948,
cuando escribió aquel artículo sobre la psicoterapia hipnótica
(Erickson, 1948/1980), describió y ejemplificó por primera vez
su uso hipnoterapéutico de la psicodinámica del propio pacien
te. Esta técnica, ¿la inventó usted?
Erickson: Que yo sepa, sí.
227
Erickson: Y ahora hay algo más que quiero que haga, y quiero
que sea una sorpresa para usted. [Toma un paquete de cigarrillos
y escribe sobre la marquilla.] Abra los ojos y mire esto. Dice: «In
mediatamente después». Le daré estos cigarrillos. Quiero que los
proteja inconcientemente; tan sólo sienta curiosidad por ellos, pero
no los fume. Luego, una vez que entre en el agua, que empiece
a nadar y disfrute de la natación, quiero que recuerde estos ciga
rrillos y piense que puede fumarlos no bien salga del agua. ¿Me
entiende?
Erickson: Usted está segura de que hará esto y de que por el res
to del mes y durante julio, hasta después de haber ido a nadar,
conservará este paquete de cigarrillos y se preguntará muy va
gamente por qué lo guarda. Lo cuidará mucho, ¿verdad? ¿Está
228
segura de eso? Lo pondré en su bolso. Lo protegerá de todo daño,
¿no es cierto? Y si le ocurriese algo, si lo perdiese, tendrá una
respuesta para ello que le impedirá pensar y recordar. Bien, ¿tie
ne una idea perfectamente clara de la cuestión? ¿Quiere bajar es
te otro brazo? [Se lo baja.] ¿Hay algo que quiera decirme? Mien
tras está profundamente dormida, puede reconocer con cuánta
expectativa aguarda el verano. Pero no podrá saber nada hasta
que esté despierta, y no sabrá cuando lo esté. Eso equivale a guar
dar el secreto ocultándoselo a sí misma, ¿no? Y este es un mo
mento en el que puede guardar realmente un secreto ocultándo
selo a sí misma, ¿no es así? Simplemente reflexione sobre todo
cuanto le he dicho, hasta que se haya formado una idea muy, pe
ro muy clara. Y programe en su mente cómo apartará y protege
rá ese paquete de cigarrillos; no obstante, cerciórese de que lo
llevará consigo. Si por casualidad lo perdiese, ¿qué haría?
Sujeto: No lo perdería.
Erickson: No, pero puedo decirle qué podría hacer si lo destruye
ra un rayo: comprar otro paquete y preguntarse por qué escribía
en él «Inmediatamente después». Podría preguntarse simplemente
por qué. Pase lo que pase, aún podría tener un paquete de cigarri
llos, ¿no es así? Y como todavía está profundamente dormida
le ha perdido el miedo al agua en grado sorprendente, ¿no es cier
to? Eso es muy cómodo y agradable, ¿verdad? ¿Ahora puede de
cirme qué día es hoy?
Sujeto: Junio.
Erickson: Sí, el mes es junio, ¿pero puede decirme qué día es?
Sujeto: Es el 27.
Erickson: Y mañana será 28, ¿correcto? ¿Ahora se siente perfec
tamente cómoda en su inconciente con respecto a todas estas co
sas? Recuerde, además, que tiene una cita conmigo en agosto,
o antes, si se siente ansiosa e impaciente por contarme lo bien
que salió todo. Y si alguna vez la señorita Dey abre la boca para
hacerle tomar conciencia de esto, desvíe el curso de sus pensa
mientos. ¿Lo hará?
Sujeto: [.Dirigiéndose a la señorita D ey.] ¡Te estrangularé!
Erickson: Aguardo con enorme interés su ejecución completa de
este programa complicado. ¿Usted no siente lo mismo? ¿Hay al
gún otro asunto que desee discutir ahora?
Sujeto: Creo que no.
Erickson: ¿Recuerda de qué hablamos cuando estuvimos solos?
Y quiero que adopte esa actitud general. ¿Lo hará, verdad? Muy
bien. Y ahora, para ser breve, la despertaré y se podrá marchar
preguntándose cuál fue el propósito de esta visita, pero ese será
229
un secreto exclusivo de su inconciente. ¿Está lista para despertar?
Sujeto: Sí.
Erickson: Muy bien. Despierte cómodamente, con facilidad. Lo
que pasó esta noche es un secreto para usted. . . Y ahora, ¿cuál
sería una buena dedicatoria para este libro?
230
le dijo directamente que lo envolviera en la malla de baño?
Erickson: Obré así para que su mente conciente no se entera
ra, para que fuera un secreto exclusivo de su inconciente.
Rossi: De modo que una acción no verbal tiende a ser asimila
da por el hemisferio derecho y, en consecuencia, a constituir
un secreto para la mente conciente.
Erickson: Cuando usted asiste a una cena especial con música
de fondo, no presta mucha atención a la música, ¿verdad?
231
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Sesión I V 1
233
maravillosos, que me gustaría volver allí y empezar de nuevo las
vacaciones. En verdad, estaba dispuesta a volver al día siguien
te . . . ¡Oh! Le pregunté por qué no se tomaba nunca una licencia.
Erickson: Sí. ¿Me dijo alguna otra cosa?
Sujeto: Dígamelo usted. ¿Es importante?
Erickson: Sí.
Sujeto: No pudo haberlo sido; siempre recuerdo las cosas impor
tantes. Usted dijo «hola» y yo respondí «hola». . .
Erickson: ¿Está segura de eso?
Sujeto: Me identifiqué y usted me preguntó si había tenido unas
vacaciones placenteras. Le contesté que habían sido maravillo
sas y le pregunté por qué no se tomaba una licencia. Me respon
dió que nunca salía de vacaciones. . . simplemente esperaba que
los demás le hablaran de las propias. Repliqué que eso me pare
cía muy bonito, pero que en mi opinión debería tomarse una li
cencia. Creo que me preguntó adonde había estado. . . no, tam
poco me preguntó eso. . . ¡sí, lo hizo! Y yo se lo dije. Creo que
le pregunté cuándo podría verlo. Usted me contó que su hermano
estaba aquí y que esa semana estaría muy ocupado. . . me refie
ro a la semana pasada. Dijo que el doctor Fink estaría en Detroit
esta noche y podría recogernos en su auto. Respondí que me pa
recía estupendo y convinimos en que todo quedaba arreglado. Lue
go nos despedimos. ¿Olvidé algo?
Erickson: No, en realidad no. Sólo fue el modo de expresarlo.
Sujeto: ¡No pongan caras de sabihondos, ustedes tres! ¡Usted tam
poco!
Erickson: Usted me compadeció.
Sujeto: ¡Oh, sí! Le dije que me daba lástima que nunca saliera
de vacaciones.
Erickson: No, no me dijo eso.
Sujeto: ¿Lo compadecí por alguna otra razón?
Erickson: Sí.
Sujeto: ¿Por qué habría de compadecerlo?
Erickson: Porque tenía que quedarme sentado, escuchando a los
otros mientras me contaban las vacaciones maravillosas que ha
bían pasado. ¿Lo recuerda?
Sujeto: S í. . . porque, en realidad, no es ningún placer escuchar
los. Ya sabe cómo es e s o . . . en la residencia de enfermeras todas
las chicas van regresando de sus vacaciones, una les pregunta
dónde estuvieron, se lo dicen y una se limita a quedarse ahí sen
tada y comentar «¿Qué lindo, no?». Se las interroga y eso es todo.
Erickson: ¿Cree que aquí pasa lo mismo?
Sujeto: No, no con usted, quizá, pero sí con la gente común.
234
Erickson: En este momento, ¿nota en usted algún cambio respec
to de la última vez que estuvo aquí?
Sujeto: No. . . He cambiado. . . Mis mejores amigas no quieren
decírmelo. . . Doctor Fink, ¿se siente mal?
Fink: No.
Señorita D ey: Qué lástima. . .
Sujeto: No, no creo haber cambiado. No más de lo que cambia
cualquier persona en ese lapso. . . No soy entrometida, sino sim
plemente curiosa.
Fink: ¿No le molesta que le dé esto al doctor Erickson? [Muestra
una anotación.]
Sujeto: Sí, como si pudiera impedírselo. Como comprenderá, pue
do soportar cualquier cosa, menos una curiosidad insatisfecha.
Fink: ¿No le molesta?
Sujeto: No-o-o. . . Sólo está tratando de encolerizarme.
Erickson: ¿Se bronceó mucho?
Sujeto: Un poco, pero desapareció enseguida. De veras me tosté
un poquito, pero al día siguiente ya había desaparecido.
Señorita D ey: Lo mismo me pasó a mí.
Erickson: ¿Cómo se sintió con respecto a esta visita?
Sujeto: Me sentí deseosa de venir. . . ansiosa por venir.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Por curiosidad.
Erickson: ¿Por qué tiene curiosidad?
Sujeto: La mayoría de la gente se siente intrigada por aquellas
cosas de las que nada sabe. Yo soy una entre diez mil.
Erickson: ¿Qué ignora? ¿Qué la intriga?
Sujeto: Usted. Sí, así es. Las personas que piensan me intrigan.
Usted piensa; luego, usted me intriga.
235
a sí misma, una y otra vez, en busca de algo que los satisfaga
a usted y al grupo. Dicho de otro modo, mientras mantiene
una conversación aparentemente normal, en realidad usted la
encamina hacia las tres etapas iniciales de su inducción de tran
ce: 1) fija su atención; 2) despotencia sus marcos de referencia
habituales; 3) induce búsquedas inconcientes. ¿Está de acuer
do con que eso es lo que hace al formularle estas preguntas?
¿Básicamente induce una disposición exploratoria?
Erickson: Sí.
Rossi: Y, como es natural, con esta técnica despierta en la su
jeto una sensación de curiosidad y expectativa, ¿correcto?
Erickson: Sí.
Rossi: Esa sensación es exacerbada por la evidente confabu
lación entre usted y los otros miembros del grupo, la cual que
da manifestada en el hecho de que el doctor Fink le pase a
usted una nota. ¿Está provocando adrede esta sensación de
curiosidad, intriga y expectativa, como parte del proceso te
rapéutico? ¿Hace un esfuerzo conciente por intrigar a su pa
ciente?
Erickson: Sí. [Intercambia miradas significativas con la doc
tor Sandra Sylvester, que ha tenido una experiencia similar
de sensación de intriga provocada por el trabajo terapéutico
de Erickson.]
Doctora Sylvester: Esto se asemeja a una experiencia de déjà
vu. [Recuerda algunos aspectos de su propio trabajo reciente
con Erickson .]
236
biera preguntado si aquello era posible, le habría respondido: ¡no!
¡Absoluta y rotundamente no!
Erickson: ¿Qué proyección hacia el futuro?
Sujeto: Cuando me preguntó si había nadado durante mis vaca
ciones. ¡Y yo no había nadado, ni había salido de vacaciones! Le
hablé de mi estada en la casa de Ann, pero aún no había ido allí.
¡Oh, y me acordé de los cigarrillos! Eso fue algo sobrenatural.
Erickson: Cuéntemelo.
Sujeto: Llegué allí a eso de las ocho de la noche. Teníamos un
bote, así que remamos por el lago. Ann me miraba constantemen
te, a la expectativa de que hiciera algo. Como no pasó nada, vol
vimos a casa. A la mañana siguiente fuimos a nadar a la playa
pública. Nadamos un poco, subimos a la balsa y de pronto pensé:
¡los cigarrillos! Fue una idea súbita e inesperada. . . algo muy
notable.
Erickson: Aún quiero saber más al respecto.
Sujeto: ¿Se refiere a mis vacaciones?
Erickson: Me refiero a la natación y los cigarrillos.
Sujeto: Los cigarrillos fueron maravillosos.
Erickson: ¿Le costó mucho trabajo guardar ese paquete de ciga
rrillos?
Sujeto: Ninguno. Los oculté de mí mism a. . . para no tentarme.
Los puse lejos de mí, en un cajón de la cómoda, dentro de la ciga
rrera y escondidos debajo de las toallas.
Erickson: ¿Le costó mucho mantenerlos ocultos?
Sujeto: No mucho. Creo que habrían estado seguros aun sobre
la cómoda, sólo que alguien podría haber entrado y haber repara
do en ellos. No fue difícil guardarlos.
Erickson: ¿Cómo reaccionó cuando los descubrió?
Sujeto: [Dirigiéndose a la señorita D ey.[ Yo me encontraba en el
auto, ¿no? En un primer momento, no supe dónde los había con
seguido. Supuse que debía haberlos comprado sin verlos. ¡Imagí
nese usted, comprar cosas que uno no ve! Pero pensé: «Bueno,
los habré conseguido en alguna parte», y eso es importante. Lue
go vi que alguien había escrito en la marquilla «Inmediatamente
después» y supe que era su letra, porque ya lo había visto escri
bir. Luego interrogué a esa criatura [señala a la señorita D ey] y
ella respondió: «No sé dónde los conseguiste. No me preguntes
dónde consigues tus cosas». Entonces supe que me los había da
do usted y que debían de cumplir algún propósito. Y me dije: «Al
gún día lo sabré. . . ¡ aunque, tal vez, para entonces sea ya una
vieja con anteojos!», y los puse a un lado a la expectativa.
Erickson: Así que anduvieron remando en un bote, y al día si-
237
guíente fueron a nadar y usted se acordó de los cigarrillos cuan
do estaban en la balsa. ¿Qué hizo?
Sujeto: Me sentí ansiosa por volver a casa.
Erickson: ¿Cómo volvieron?
Sujeto: Remando, y ella me dijo que no me dolerían los músculos.
Y no me dolieron ni ese día ni el siguiente.
Señorita D ey: No te prometí nada. A mí no me dolían.
Erickson: ¿Cuántas veces nadó, después de eso?
Sujeto: Nadamos por la mañana. . . pasamos casi toda esa maña
na nadando. . . y otra vez justo antes de mi regreso.
Erickson: ¿Lo disfrutó?
Sujeto: Muchísimo.
Erickson: ¿Por qué?
Sujeto: Ya no tenía miedo. Le estaba diciendo a Ann. . . no es
como si fuera a zambullirme desde un trampolín de seis metros
de altura, todavía no soy tan valiente, pero antes cada vez que
cruzaba un puente en mi auto estaba ansiosa por llegar a la otra
orilla y ahora no siento nada. Todavía me desagrada mojarme
la cara, pero con la práctica llegará a gustarme.
Erickson: ¿Disfruta de veras la natación?
Sujeto: Sí, muchísimo.
Erickson: ¿Recuerda cómo solía sentirse?
Sujeto: Sí. Me sentía preocupada por eso. Me preguntaba si ten
dría que ir, si no lograría hallar una excusa aceptable para es-
cabullirme.
238
Erickson: Sí. Sabe que es algo que yo le di y que ahora es par
te de su ser.
Rossi: ¿Ya es parte de su identidad corriente? Si brincara y
gritara de alegría, indicaría con ello que la resolución de su
fobia todavía es un logro reciente y precario con el que puede
impresionarlo. Es una situación similar a la que discutimos
en la sección precedente: podemos ser objetivos y realistas acer
ca de cuestiones emocionales pasadas cuando hemos dado un
auténtico salto hacia un mayor crecimiento y madurez.
De paso, he notado que ella también indica la resolución
de otro tipo de miedo al agua, relacionado con su fobia, cuan
do dice: «Pero antes cada vez que cruzaba un puente en mi
auto estaba ansiosa por llegar a la otra orilla y ahora no sien
to nada». Estas palabras revelan la resolución espontánea de
otras importantes experiencias traumáticas tempranas, vivi
das por Jane cuando Larry cruzó un río con ella asido de un
cable (véase el cuadro 1). He aquí un ejemplo de su «teoría
del dominó» aplicada a problemas psicológicos y al crecimien
to: cuando se trata con éxito un problema, otros problemas
afines tienden a seguir la corriente y curarse solos.
239
Sujeto: ¿Se refiere a lo que dije la última vez acerca del río?
Erickson: ¿Por qué no fue a chapotear en él?
Sujeto: ¿Porque estaba contaminado? ¿Quiere decir porque no era
muy profundo?
Erickson: Sí.
241
4.4 Evaluación del cambio terapéutico: extensión de los miedos
fóbicos
242
Erickson: ¿Lo averiguamos?
Sujeto: Pensemos un poco . quizá yo era zurda.
Erickson: ¿Algo más?
Sujeto: ¡Ayúdenme, por favor! ¡Instrúyanme, se los ruego!
Erickson: El público está autorizado a instruirla .
Sujeto: Ahora necesito ayuda. Después de todo, el público siem
pre parece saber más que yo.
Fink: ¿Recuerda algún cambio de actitud con respecto al matri
monio?
Sujeto: ¿Al matrimonio? No sabía que tuviera una actitud deter
minada hacia él. Es un mal necesario. Veam os. . . cambio de acti
tud con respecto al matrimonio. . .
243
Sujeto: ¿No le parece muy poco probable?
Erickson: Bueno. . manténgase alerta, porque tiene la mano de
recha libre.
Sujeto: Ese es el poder de la sugestión. Si me dijese que estaría
más cómoda en esa silla que en esta, lo estuviera o no, me levan
taría e iría a sentarme allí.
Erickson: Muy bien. Si los guantes quedan en posición invertida,
usted dirá qué otra fobia ha perdido.
Sujeto: Barrunto que más me valdría pensar rápidamente en una
fobia.
Erickson: Pero la fobia no vendrá a usted hasta tanto el guante
no haya cambiado de posición. . . a menos que no haya ninguna
fobia.
Sujeto: Pero es probable que la haya. ¿Y no podré pensar en ella
hasta tanto no haya dado vuelta el guante?
Erickson: No.
Sujeto: Lo mismo daría que lo diera vuelta o no, porque heredé
esa costumbre.
Señorita D ey: Deja de echar la culpa a otros.
Sujeto: ¿De qué tengo miedo? Recuerden que está permitido de
sasnarme. Fíjese con qué avidez e impaciencia me miran. De acuer
do. Si doy vuelta el guante, pensaré en algo que haya temido.
[Lo da vuelta.]
Erickson: Lo averiguaremos.
Sujeto: ¿Mis alardes religiosos?
Erickson: ¿Ha cambiado algún hábito? Ninguno de los presentes
sabe adonde quiero llegar.
Sujeto: ¿Lo sé yo?
Erickson: Estoy tratando de sonsacárselo.
Sujeto: Fumo más.
Erickson: ¿Le molestaría si llevo a la señorita Dey al vestíbulo
y le pido cierta información?
Sujeto: No, hágalo. Ann, recuerda que algún día es posible que
quieras pedirme prestado algún dinero. Todo esto es tan fasci
nante. . .
244
en que su mente inconciente podría tener algo que su mente
conciente aún no poseía?
Erickson: [Asiente en silencio.]
245
Rossi: Su análisis de esta última fobia no acaba de convencer
me. Tal vez sea correcto, pero parece indemostrable con la in
formación disponible. Si ella evitara llenar una bañera y prefi
riera ducharse, ciertamente se tomaría como evidencia de una
fobia a ver llenarse una bañera. Pero usted lo interpreta a la
inversa: su ansia de que se llene de una vez demuestra la mis
ma fobia. La teoría psicoanalítica clásica lo explicaría así: ella
tiene una formación reactiva a su fobia a ver llenarse una ba
ñera que le hace ansiar que se llene. Es una especie de doble
vínculo, lamentablemente incrustado en la estructura de la teo
ría psicoanalítica, que puede demostrar sus propias hipótesis
de un modo espurio, sin considerar las acciones del paciente.
Este tipo de procedimiento enmaraña y estropea la ciencia,
pero puede ser útil como paradoja terapéutica.
Erickson: Cada vez que llenamos una tina o bañera y lavamos
algo, el agua desciende.
Rossi: Correcto. Su nivel disminuye.
Erickson: Pero cuando su hermanita se echó hacia atrás y ca
yó dentro de la tina, el nivel del agua aumentó.
Rossi: Correcto. De ahí su miedo a ver subir el nivel del agua.
Comprendo . . Conque usted pensaba en eso cuando supuso
que tenía fobia a ver llenarse una bañera. De hecho, Jane an
siaba que acabara de llenarse y perdió ese miedo sin darse cuen
ta de ello, hasta que usted lo comentó en esta sección. ¡Real
mente pensaba en todo eso! Supuso que puesto que la herma
na de la señorita S había caído de espaldas en la tina, el agua
había subido y, en consecuencia, la sujeto temería al agua as
cendente de una bañera. De acuerdo, me convenció. Leí tan
detenidamente este c as o. . . y, sin embargo, olvidé aquel tem
prano incidente en la tina. No lograba imaginar por qué o de
dónde había sacado usted esta idea, aparentemente tan falta
de fundamentos. Ahora tiene sentido.
246
Sujeto: Sí, estaban separadas. Después de todo, ¿qué hay de ex
traño en eso? Si usted dice dos palabras, no las une. ¡Oh, bueno,
la vida es magnífica!
Erickson: Bien, me alegra mucho que ahora disfrute de la nata
ción. Y mantuvo efectivamente la promesa implícita que me hizo
por teléfono, ¿verdad?
Sujeto: ¿Qué promesa?
Erickson: Ahora duérmase. Se dormirá, ¿no? ¿Se dormirá, Jane?
Duérmase profundamente, muy profundamente. ¿Está profunda
mente dormida, muy profundamente dormida? [La sujeto asien
te.] Y en verdad me ofreció un relato preciso de sus vacaciones.
Y en verdad fue a nadar. Y en verdad perdió la mayor parte de
esa angustia y ya no teme a los puentes. Y ya no siente esa an
gustia al ver llenarse una bañera. Y eso le agrada muchísimo. Ha
perdido realmente muchas preocupaciones de las que preferiría
no hablar ahora, y es agradable perder esas otras angustias. Y
las ha perdido, ¿no? Hay un modo de manejar las cosas conforme
al sentido común, y el sentido común nos dice que perdamos las
angustias sin distorsionar nuestra vida, y usted sabe eso, lo sabe
de veras. Ya no necesitará dejarse dominar por la angustia, ¿no
es así? Bien. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted? [La suje
to menea la cabeza.] ¿No tendrá reparos en recurrir a mí en cuul-
quier momento? ¿Y yo puedo tener el privilegio de recurrir algu
na vez a usted en busca de ayuda? [Al parecer, la sujeto asiente.]
¿Está segura de eso? Uno nunca sabe cuándo puede necesitar ayu
da; podría darse el caso de que yo necesitara de su ayuda, de su
colaboración, y me gustaría tener el privilegio de llamarla. Y aho
ra, al echar una mirada retrospectiva, sólo tiene media docena
de meses más de los que tenía cuando me vio por primera vez,
pero en cuanto a su experiencia y comprensión efectivas, es mu
cho mayor. . . mucho mayor que esos seis meses. Ese es uno de
los cambios que se notan en usted con sólo observarla. Y ahora,
¿hay alguna otra cuestión que debamos discutir esta noche? ¿Hay
algo que quiera decirme a solas?
Sujeto: [Tras una larga pausa.] En realidad, tengo cigarrillos de
una marca mejor. El asunto que teníamos entre manos ha sido
resuelto. El asunto que teníamos entre manos ha terminado.
247
Rossi: Su firme convicción de que la mayoría de las llamadas
fobias simples son, en realidad, de naturaleza panfóbica es muy
importante. Usted siempre busca las fobias conexas y procu
ra resolverlas junto con el principal problema fóbico presenta
do por el paciente, ¿es esta una característica de su técnica?
Erickson: Sí. No vivimos en un mundo aislado.
Rossi: La fobia presentada resulta ser sólo una entre muchas.
Usted se percata de esta pluralidad y trata de resolver el pro
blema global. La fobia simple no existe. Siempre hay una reac
ción panfóbica ante muchas cosas.
Erickson: Una persona afectada de fobia a los gatos visita a
otra que tiene uno y luego descubre que no le gustaron los
muebles, ni la comida, ni su anfitrión, ni el lugar. En suma,
todo le pareció desagradable. Ahora bien, ¿por qué no habrían
de gustarle?
Rossi: No lo sé. ¿Por qué?
Erickson: ¿Ha oído hablar de los muebles tapizados en tela
de crin?
Rossi: ¡Oh, sí, he oído hablar de ellos!
Erickson: Y los gatos tienen pelaje. . .
Rossi: Comprendo . conque así fue como se generalizó la fo
bia. De modo que la mayoría de las fobias y los miedos se ge
neralizan efectivamente de diversas maneras, sin que la per
sona afectada ni siquiera se dé cuenta.
Erickson: Sí.
Doctora Sylvester: Quisiera hacerle otra pregunta. ¿Por qué
la interrogó con tanto detenimiento acerca de todo cuanto po
dría causarle temor? ¿Fue otro modo de integrar la experien
cia terapéuticamente? ¿Es como si la mano izquierda ignora
ra lo que hace la derecha y usted se lo hiciera saber. . para
que la experiencia quede totalmente integrada?
Erickson: Sí. Y decirlo en voz alta ayuda a la mente conciente
a aceptar lo que en su nivel inconciente ya sabe.
Rossi: [En 1987] El modo en que Erickson resuelve la trasfe-
rencia es característico de sus demostraciones. Como este ca
so fue una demostración, más que una situación clínica común
en la que el paciente busca un terapeuta y paga por el trata
miento, Erickson creyó necesario resolver los problemas de
trasferencia en forma cuidadosa y abierta. En tales situacio
nes aplicaba un método insólito, pero muy cómodo y práctico,
para resolver la trasferencia: dejaba abierta la posibilidad de
que el sujeto recurriera a él en el futuro, si necesitaba alguna
ayuda adicional; al mismo tiempo, solía preguntarle si podía
248
«tener el privilegio de pedirle ayuda en algún momento».
El sentido habitual de este tipo de comentario era que al
gún día Erickson podría solicitar la participación del sujeto
en una investigación o una demostración profesional. Erick
son pensaba que esto era a menudo un quid pro quo justo:
«Yo te ayudé proporcionándote la terapia; ahora ayúdame tú
en mi trabajo científico y profesional». De este modo, la tras-
ferencia no resuelta y la sensación de endeudamiento que la
terapia gratuita pudo haber generado en el paciente quedan
«pagadas» con la donación de la misma cantidad de tiempo
para ayudar a otros.
mmmm
fe w fp w 1*
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Biblioteca de psicología
Obra en preparación
Obras en preparación
André Green, El pensamiento clínico
Sylvie Le Poulichety Vladimir Marinou, comps., Adicciones, anorexia y fragilida
des del narcisismo
Milton H. Erickson / Ernest L. Rossi
El Hombre de Febrero
Apertura hacia la conciencia de sí y la identidad
en hipnoterapia
TERAPIA FAMILIAR
E
muestra el uso de una profunda regresión de edad en el trata
miento de una joven afectada de depresión crónica y una fo-
bia grave y disfuncional: un miedo al agua derivado del re
cuerdo traumático, profundamente reprimido, de haber sido
responsable de un accidente de su hermana menor. Erickson la asiste
asumiendo el papel de «Hombre de Febrero», quien «visita» muchas ve
ces a la paciente en el curso de cuatro sesiones psicoterapéuticas prolon
gadas. Utiliza fenómenos hipnóticos clásicos como la regresión de edad,
la distorsión del tiempo, la escritura automática y la amnesia, para inda
gar toda la infancia y adolescencia de la paciente. En el papel de «Hom
bre de Febrero», le proporciona las simientes de nuevas expansiones de
su personalidad adulta.