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CIUDADANÍA

Ciudadanía en el mundo
clásico Griego
 CIUDADANÍA EN EL MUNDO CLÁSICO GRIEGO:
PARTICIPACIÓN DEL DEMOS
Existen actualmente interpretaciones históricas que señalan que el concepto de ciudadanía puede
analizarse desde su nacimiento, cerca del siglo V a.C., pasando por diversas transformaciones históricas,
hasta llegar a la actualidad en la que se llega a hablar de una ciudadanía universal. En esa dirección, se
concibe que el concepto de ciudadanía se ha ido ampliando progresivamente, pues ha transitado desde
la ciudadanía griega que solamente abarcaba a unos pocos, una ciudadanía excluyente, hasta la
actualidad en la que hablamos de una ciudadanía universal que trasciende las fronteras de las naciones,
así como las fronteras nacionales, religiosas o culturales.

No obstante, esta tesis no corresponde a la que sostendremos en este texto. A pesar de que en la
actualidad usamos con mucha frecuencia el concepto de “ciudadanía” al interior de muchos saberes
dentro de las Ciencias Sociales, ni la ciudadanía, así como tampoco las Ciencias Sociales, son fenómenos
recientes en la historia de la humanidad. Ni el concepto de ciudadanía, así como tampoco el de Ciencias
Sociales, han existido siempre. Como señalamos ya, la ciudadanía es una conceptualización de la
subjetividad política y social que emergió en un momento específico de la historia de manera novedosa
como nunca antes había sucedido. Luego, a diferencia de la tesis que insisten en la existencia de una
ciudadanía a lo largo de la historia de la humanidad, sostendremos nosotros que la ciudadanía es un
artificio exclusivamente moderno.

La ciudadanía como fenómeno moderno es un fenómeno netamente estatal. Es decir, es un fenómeno


que surge de manera concomitante a la estatalización de la política. Ahora bien, es claro que los
conceptos de Estado y ciudadanía aparecen dentro del conjunto de discursos sociales en momentos muy
específicos de la historia de Occidente. En ese sentido y adoptando una tesis que señala el sociólogo
Anthony, Guiddens en Mas allá de la izquierda y derecha: el futuro de las políticas radicales, de que la
aparición de nuevos conceptos en el escenario social indica una profunda transformación del mismo
entorno social, afirmaremos que la aparición del concepto de ciudadanía en la historia implica una serie
de transformaciones históricas y sociales que detallaremos a lo largo de este estudio. Es decir, cuando
aparece un nuevo concepto al interior de los discursos que circulan en una sociedad es porque se ha
efectuado una profunda transformación en dicha sociedad. Luego, lo que nos interesa en este aparte es
describir las condiciones históricas, sociales y políticas que dieron origen a la aparición del concepto de
ciudadanía, para así en una perspectiva histórica señalar no solo su génesis sino también el conjunto de
transformaciones a las cuales se ha visto avocada.

En ese sentido se hace necesario que identifiquemos qué es lo característico de la ciudadanía moderna,
que señalemos las condiciones sociales e históricas que confluyeron en su origen, así como
diferenciemos a la subjetividad política antigua, a la que se denomina muchas veces también ciudadanía,
de la moderna. En esa dirección, el propósito de este apartado es introducirnos a la ciudadanía a partir
de una aproximación histórica que nos permita identificar sus características más generales.

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Ciudadanía en el mundo clásico griego

Ya se ha extendido bastante el mal entendido que señala que en la antigua Grecia, alrededor del siglo V
a. C, existía una suerte de ciudadanía que como fenómeno era concomitante con la del estado griego. A
este respecto es absolutamente relevante señalar que la política y en general la vida social del mundo
antiguo, dista de asemejarse a la vida social y a la política que se originó en el mundo moderno.
Digámoslo concretamente: en el mundo griego no existe el Estado como fenómeno político, por eso la
ciudadanía que emerge allí dista de asemejarse a la ciudadanía estatal moderna. Por eso es falso señalar
que la ciudadanía como tal surgió en la Grecia clásica, cuando esta en realidad solamente es fruto de la
modernidad. Esta idea tiene que quedar muy clara: nuestra actual ciudadanía no es comparable a la
ciudadanía antigua. Si bien el concepto de ciudadanía aparece en el mundo griego, este no se asemeja a
la ciudadanía moderna que solo surge en un contexto estatal.

El concepto político de Estado como una organización social soberana y coercitiva, conformada por un
conjunto de instituciones que regula la vida de los habitantes de un territorio, no existe en el mundo
griego antiguo. Si acudimos a la definición mas clásica de Estado, que fue formulada por Hermann,Heller,
como una: unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo
continuo, con medios de poder propios, y claramente delimitado en lo personal y territorial, asumimos
solo se puede hablar de Estado como una construcción propia de las monarquías absolutas del siglo xv,
en la modernidad que constituyen un poder soberano sobre un territorio. Por eso no se puede hablar de
estado en la Antigüedad. En el mundo clásico griego no existen las instituciones soberanas del Estado
moderno, ni el mundo se encuentra dividido entre el grupo de Estados Soberanos.

La diferencia más notable entre la ciudadanía antigua y la ciudadanía moderna tiene que ver con el
carácter natural o artificioso de la política. Expliquemos. Aristóteles, pensador griego antiguo, solía
referirse al ser humano como un zoonpolitikon, es decir un animal político. Con esto quiere señalar que
el ser humano en la antigüedad es concebido como político por naturaleza, es decir, un ser al que le es
imposible vivir en soledad como un lobo estepario que desarrolla su vida en la individualidad con
independencia de los demás. Por eso para los griegos no había o era imposible pensar una vida que no
fuera política, y por eso la política misma era un fenómeno natural: en síntesis, por naturaleza el ser
humano debería ser político si deseaba ser un ser humano de verdad, de otra manera no sería más que
un animal.

Ahora bien, en el mundo moderno, a pesar de que esto lo describiremos con cuidado más adelante, la
política no es un fenómeno natural sino en verdad un artificio, una creación artificial que crean los
individuos una vez deciden pactar la vida en común en torno a unas reglas, y ahí comienza a surgir el
poder soberano del Estado como tal. Quizás el concepto más importante para referirse al ser humano en
la modernidad es la noción de individuo. En esa dirección, la sociedad conformada por un conjunto de
individuos que no sienten la política como una obligación por naturaleza, como en el mundo griego,
tienen la obligación de elaborar un artificio, un pacto, que funde el poder soberano del Estado y les
posibilite vivir juntos. Luego, si el Estado como fenómeno político es un artificio que señala que el
hombre no es político por naturaleza, en el mundo griego no hay Estado pues este no se necesita: el
hombre en el mundo antiguo vive la política como un hecho natural.

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Ahora bien, aunque es teóricamente posible relacionar en algún sentido a la ciudadanía moderna con la
antigua, cuando en la actualidad se habla de ciudadanía estamos refiriéndonos a la ciudadanía moderna
y en ningún caso a la antigua. Este equívoco sucede también cuando nos referimos a las ciudades-estado
griegas como si se trataran de Estados modernos como con los que contamos ahora. Luego, ni la
ciudadanía griega se asemeja a la ciudadanía moderna, ni mucho menos podemos señalar que en la
Grecia clásica existía como tal un Estado como los actuales. Para entender las diferencias conceptuales
entre lo que hemos denominado una ciudadanía clásica y la ciudadanía moderna, se hace necesario que
caractericemos los dos entornos sociales donde emergen estos dos tipos de subjetividades políticas.
La denominada ciudadanía griega o ciudadanía clásica, geográficamente emerge en medio de las polis
griegas, entre las que se destacaron Atenas y Esparta, entre otras. En ese entonces no es posible que
hablemos de naciones, de países y mucho menos de Estados, como lo entendemos hoy en día. La unidad
para entender una comunidad política y social en ese entonces es la polis: una ciudad pequeña de no
más de 80 o 90 kilómetros cuadrados y con un promedio entre tres mil y cinco mil habitantes. En
realidad es la dinámica de la polis la que mejor permite entender la dinámica social y política en la que
surgió la ciudadanía clásica griega.

GLas polis son centros sociales, culturales, y políticos en los cuales se desenvuelve el universo de un
individuo. Esto quiere decir que cada una de las polis se constituía en una especie de comunidad política
separada de todas las demás, con completa autonomía e independencia. La vinculación de cada
individuo con la polis era tan importante que los extranjeros (metecos), o los no nacidos en la polis, no
gozaban de los mismos derechos políticos que quienes tenían una vinculación de nacimiento con la polis.
Gráfica 1.Ruinas de Atenas1

1 Disponible en http://www.urbipedia.org/index.php/Nuevas_maravillas_del_mundo

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Como evidenciamos en las imágenes de lo que fue la antigua polis de Atenas, se trataba de una pequeña
comunidad política eminentemente urbana que emergía en torno a construcciones públicas que hoy
denominamos Acrópolis: un conjunto de edificaciones públicas entre las que sobre salen templos,
lugares de culto, auditorios, etc. No obstante, históricamente la polis que más ha tenido relevancia en
términos de valores políticos para la posteridad ha sido Atenas. Resaltamos su importancia, pues es en
Atenas donde se visibilizan valores políticos significativos para occidente como la participación del demos
(pueblo) en los asuntos públicos, la aparición de una subjetividad reflexionante y, en consecuencia, del
sujeto político que en la antigüedad se va a denominar ciudadano.
Figura 2.Grecia antigua2

Se suele señalar que en Grecia antigua, específicamente en Atenas, se inventó la política como tal. Con
esto no se quiere señalar que en otras civilizaciones no hayan existido regímenes políticos; en China,
Mesopotamia, incluso en las primigenias organizaciones sociales en América, hubo organizaciones
sociales jerarquizadas en las cuales sin duda el fenómeno del poder de unos sobre otros fue evidente. No
obstante, en la Grecia antigua se originó de manera incipiente la democracia como poder del pueblo en
la toma de decisiones políticas.

2Disponible en http://arteantiguomonteverde.wordpress.com/grecia-periodo-arcaico-o-
antiguo/

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A diferencia de otros regímenes políticos de la antigüedad, en Grecia la participación del pueblo en la
toma de decisiones fue un fenómeno novedoso que trasformará toda la política occidental. Ese es
precisamente el punto sobre el que debemos llamar la atención a la hora de hablar de una suerte de
ciudadanía griega o clásica. En eso consiste la novedad de la política griega clásica, en que allí se
configuró un ordenamiento político fundado en la participación del demos, del pueblo. Efectivamente, el
termino democracia (δημοκρατία) hizo aparición alrededor del siglo V. A.C. en Atenas y
etimológicamente significa en sus raíces griegas: δῆμος («demos», «pueblo») y κράτος (krátos, «poder» o
«gobierno»), lo cual quiere decir que la democracia es el poder o el gobierno del pueblo. Sin embargo
esta definición no es suficiente, por eso requerimos una descripción mucho más puntual sobre esta
participación del pueblo.

La aparición de esta democracia incipiente implicó la participación de los individuos en los asuntos
públicos de la polis, lejos de todos autoritarismo de los gobernantes. Es decir, a diferencia de otros
regímenes políticos, en donde se evidenciaba el poder hegemónico de un gobernante que trataba a los
demás como súbditos, en Atenas el gobierno o las decisiones sobre lo público eran tomadas en la
asamblea de los ciudadanos.

Por supuesto, la consolidación de este modelo democrático no fue inmediata, sino que implicó una serie
de reformas que a lo largo del tiempo llevarán a que cada uno de los individuos sea determinante para la
vida de la comunidad política, de tal manera que no haya una diferenciación tajante entre el gobierno y
los individuos, sino que en la ciudadanía de cada sujeto particular se haga viva la vida de la polis.
Esta última característica de la ciudadanía griega que hemos señalado es muy importante: no hay
diferenciación tajante entre el gobierno y los individuos, sino que en la ciudadanía de cada sujeto
particular se haga viva la vida de la polis. A diferencia de las instituciones políticas actuales, surgidas en
la modernidad, en las que existen unos profesionales de la política y a la vez unos funcionarios
especialistas de lo público y su administración, de tal manera que una cosa es el Estado que ejerce el
gobierno y otra muy distinta la ciudadanía, en la Atenas clásica cada uno de los ciudadanos tiene una
vinculación muy íntima con la administración y el gobierno de lo público. Señalemos ahora algunas de las
reformas políticas que le abrieron el camino a esta democracia o poder del pueblo donde va a tener
lugar la primera ciudadanía que se conoció en occidente.

La primera de las reformas que abrieron el camino a esta incipiente democracia, así como a la
ciudadanía, se dieron en la época de Solón, en el siglo VI a. C .. Allí se generó una modificación de la
estructura social y política de Atenas que llevó a los individuos a tener mayor relevancia en el gobierno.
Literalmente, se pasó de un régimen aristocrático, a un régimen timocrático. La aristocracia como
régimen afirmaba que el gobierno debería estar en manos de unos pocos, ya sea por ser los más fuertes,
los más sabios, o en el mejor de los casos de los mejores. Eso quiere decir aristocracia, “aristón =mejor y
krátos= gobierno: gobierno de los mejores. De este régimen de privilegiados se dio una transición a un
régimen mixto que involucraba no solo a los aristócratas, a los mejores, sino a la vez al pueblo, a las
clases populares.

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Este régimen mixto, que aunaba aristocracia y democracia, servía a la vez como una suerte de antídoto
en contra de la tiranía, o en otras palabras, en contra del mal gobierno ejercido por uno solo a partir de
la fuerza, el régimen completamente contrario a la democracia. A pesar de que las clases más
privilegiadas seguían ejerciendo los puestos más importantes, las clases más populares intervenían en
todo el ejercicio del gobierno. Incluso, el pueblo tenía la potestad a partir de la ley de ostracismo de
desterrar de la polis a quien atentara contra la democracia o se excediera en sus facultades
aproximándose a la tiranía. El pueblo obtenía así un poder cada vez mayor, así como una injerencia en
los asuntos públicos.

Así mismo, si bien se comenzaron a disolver las diferencias de clase que distanciaban al pueblo del
gobierno y se otorgaba este solo a los aristócratas, en ningún caso es equiparable esta suerte de
igualdad a la que emergerá en la modernidad. Encontramos que en la antigua Grecia los individuos al
obtener su condición de ciudadanos superaban la desigualdad que existía en la sociedad tradicional
aristocrática por efecto de los privilegios sociales, de clase o políticos que existían.

Ahora bien, las reformas más significativas en términos de democracia y ciudadanía se llevaron a cabo en
la época Pericles, la cual ha sido reconocida como la época de oro de Atenas. Se dio lugar entonces a lo
que se ha denominado democracia radical en detrimento del régimen mixto de la timocracia. En la
práctica, Pericles anuló la división de poderes existente, de tal manera que las funciones políticas más
significativas ya no estaban exclusivamente en manos de los aristócratas, en cambio estas eran
desplazadas hacia la Asamblea, o institución máxima que era conformada por la totalidad de los
ciudadanos. Se profundizó entonces en valores democráticos una vez se afirmaron los principios de
isonomía e isegoría. Entendemos por isonomía igualdad ante la ley de todos los sujetos, mientras por
isegoría la igualdad de palabra o de participación pública, es decir, que la voz u opinión de todos en la
asamblea pública tenía el mismo valor y debería ser respetada. Luego, mientras la isonomía afirmaba la
igualdad ante la ley, soportando la convivencia ciudadana como tal, la isegoría afirmaba una suerte de
libertad de expresión, pues afirmaba que la opinión de cada ciudadano en la asamblea pública tenía el
mismo valor, razón por la cual a nadie se le impedía expresarse respecto a los asuntos públicos.

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Figura 3.Organización política de Atenas3

Como se evidencia en el gráfico la organización política ateniense era en realidad muy compleja. Me
interesa señalar dos características significativas, en primer lugar. Primero, los esclavos así como los
metecos o extranjeros no hacían parte de los asuntos públicos de la polis, estaban excluidos de todo
espacio político. Como señalábamos ya, si no existía un vínculo de pertenencia con la polis, centro de la
vida del mundo griego antiguo, era inexistente la participación política. Luego, podríamos afirmar que la
ciudadanía entendida en términos griegos implicaba un fuerte sentido de pertenencia a la polis, un
vínculo de nacimiento.

3Disponible en: http://www.yustingarcia.blogspot.com.es/search?updated-max=2011-12-


08T22:03:00%2B01:00&max-results=20&reverse-paginate=true.

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Segundo, el ejército no hacía parte tampoco del debate político ni incidía en las decisiones acerca de lo
público. Me interesa mucho esta segunda característica, pues es desde los tiempos antiguos que se
concibe que el verdadero debate político deba excluir toda intervención de la fuerza o de las armas. Por
supuesto la misma isonomía impedía que en el debate público participaran individuos a través de la
fuerza y con ventajas que otros no tenían como el poder de las armas. Esa característica impregnó toda
la política occidental. En nuestros regímenes políticos actuales no es aceptable la intervención de las
fuerzas militares y de hecho sus miembros no poseen la posibilidad de sufragar. No es cualquier
característica. Si en la actualidad asistimos a una militarización de nuestros regímenes políticos en
América latina ello debe ser un indicador suficiente del detrimento de nuestra democracia y por
supuesto de nuestra ciudadanía. En ese sentido es un fuerte indicador de la calidad de nuestra
democracia y de nuestra ciudadanía el hecho de cuanto intervienen las fuerzas militares o los actores
armados en política: entre más intervención tengan esto incide en el detrimento de nuestra política
democrática y de nuestra ciudadanía. Los griegos tenían muy claro que no es posible el debate público
cuando existen interlocutores que detentan la fuerza o el poder de las armas.

La ciudadanía en Atenas se puede traducir literalmente como una participación absoluta en los cargos
públicos, así como participación directa en las decisiones comunes. Todos los cargos públicos se rotaban
entre los ciudadanos. En sentido estricto, a diferencia de la política moderna, en la Grecia antigua no
existían funcionarios como los especialistas en cargos públicos y política como los que existen
actualmente en nuestros estados. Un ciudadano común a lo largo de su vida debería hacer parte del
sistema judicial como juez, así como participar del Consejo y la Asamblea principal. Entre estas tres
instituciones se debatía la vida pública en Atenas.

Mientras los magistrados o jueces se ocupaban de aplicar la ley, el Consejo ejercía ejecutivamente el
gobierno del día a día. La diferencia entre la Asamblea y el Consejo es que la Asamblea estaba
compuesta por la totalidad de los ciudadanos y era convocada solo pocas veces al año o cuando había
una situación extrema que lo exigiera, como la declaración de guerra o decisiones comerciales
importantes. Así mismo, el Consejo era una institución que era regentada por cada una de las tribus que
hacían parte de la polis, asegurándose de garantizar que cada todas las tribus tuvieran la oportunidad de
gobernar.

Todo esto significaba una alternancia en los cargos públicos, lo cual garantizaba que no se fuera a caer
en una tiranía donde unos pocos se apropiaran permanentemente del poder. Por eso, en aras a la
isonomía, los cargos de magistrado ya no serán de elección permanente, sino que son sorteados entre
una serie de candidatos previamente seleccionados. Ahora bien, en consonancia con la participación
directa de los ciudadanos en los asuntos públicos, cada ciudadano tenía el privilegio de poder asistir y
participar de las reuniones de la Asamblea ateniense, órgano máximo de la política. En esta instancia se
trataban asuntos de todo tipo, por ejemplo: se elegía a los generales, se otorgaba vigencia a las leyes,
existían instancias de rendición de cuentas de los servidores, etc. La consecuencia de todo este sistema
era que Atenas no era gobernada por una clase profesional de políticos o de privilegiados, sino por la
ciudadanía misma, la política se desarrollaba en sentido de abajo hacia arriba.

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Ahora bien, a pesar de que hemos hablado de valores políticos como la igualdad ante la ley, isonomía y
de la igualdad de palabra, isegoría, esto no significa que la democracia ateniense deba trasladarse a
nuestra moderna democracia actual, así mismo, la ciudadanía ateniense no puede asemejarse a la
ciudadanía moderna. A pesar de que muchos señalan hoy equívocamente que nuestra actual democracia
se deriva de la de los griegos, la política clásica así como su concepción de la ciudadanía es radicalmente
distinta de la actual. Para “poder entender el significado de la ciudadanía en el mundo clásico griego se
hace necesario que entendamos que significaba la política y la democracia en ese entorno social.

Lo primero que hemos de señalar respecto al régimen político clásico ateniense es que este no se
fundaba en la igualdad como valor político, o por lo menos no como lo entendemos actualmente. Un
valor político significativo de la política moderna es sin duda la igualdad entendida como isonomía, es
decir igualdad ante la ley. Efectivamente, un cambio radical que implantaron las revoluciones sociales
del siglo XVII, en la modernidad, que están a la base de nuestra moderna concepción de ciudadanía, es la
idea de que todos los hombres son iguales ante la ley, es decir, que los títulos y distinciones creados
entre los hombres no tienen lugar al interior de la sociedad, pues todos nacemos iguales sin distinción de
raza, credo, sexo, raza o posición económica y social. Por eso, es en la Revolución Francesa en donde
fueron eliminados todos los apelativos que denotaban diferencia entre las personas. En ese entonces, los
revolucionarios se dirigían a los demás con el apelativo de ciudadano o ciudadana y cuando se
comunicaban entre sí a través de medios epistolares terminaban las cartas diciendo: fulano de tal, tu
igual en derechos: es decir, la ciudadanía moderna se funda en la igualdad ante la ley, en la isonomía.
Incluso, llegó a ser tan importante esta reforma de la sociedad, en términos de igualdad, que incluso al
Rey y a los demás funcionarios del Estado se los llamaba ciudadano.

No obstante, la igualdad griega antes de fundarse en la isonomía, o igualdad ante la ley, se funda en la
isegoría: ισος (isos = todos) y αγορα (agora=asamblea) y significa un sistema en el que todos hacen uso
de la palabra de igual a igual. En esa diferencia radica la distancia entre la política clásica de la política
moderna, así como entre la ciudadanía clásica o griega de la ciudadanía moderna. Si bien en la actualidad
afirmamos una ciudadanía que nos hace a todos iguales ante la ley, es decir, en la garantía de que la ley
no discrimina entre unos y otros sino que a todos nos trata por igual y bajo las mismas garantías, en la
medida que la política griega implicaba la participación directa de todos en el gobierno de lo público, la
ciudadanía así como la democracia griega se fundan es en la isegoría, o en la facultad de participar
públicamente y de manera igualitaria.

Efectivamente, en el mundo griego era inexistente nuestra idea moderna de igualdad entendida esta
como isonomía. Se trataba de una sociedad en donde no había igualdad entre las personas como tal.
Aristóteles señala por ejemplo, en su obra Política, como dentro de la sociedad no todos son iguales,
pues la mujer como los hijos no tienen el mismo estatus que el hombre adulto al interior de la sociedad.
El hombre tenía un gobierno sobre la mujer y los hijos al interior del hogar, así como poseía esclavos en
propiedad. Solo el hombre tenía la posibilidad de trascender la esfera privada de la familia y del hogar,
para acceder a la Asamblea o al ámbito de lo público y participar políticamente a partir del discurso. Se
trataba de una sociedad dividida en estamentos donde no bastaba con ser un hombre adulto, pues solo
los que hubieran nacido en la misma polis tenían la facultad de participar de los debates públicos así
como de poseer propiedades. En ese sentido se trataba de una sociedad donde no solo se discriminaba
por el género sino también por el grado de pertenencia a la ciudad, pues los extranjeros, o metecos, no
tenían la posibilidad de participar en los asuntos públicos de la ciudad.

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Luego, nos referimos a la ciudadanía en términos clásicos del mundo griego como la subjetividad política
que tiene lugar en ámbitos públicos de deliberación. Efectivamente, se trata de una definición preliminar
que tiene consonancia con la definición de política que tenía el mundo clásico griego, pues, como señala
Aristóteles, la política a diferencia de otros saberes es un saber arquitectónico. Con esto quiere señalar
que a pesar de que cada saber tiene una finalidad específica, es decir, por ejemplo, el saber o el arte de
la estrategia tiene la finalidad de ganar la guerra, así como la hípica tiene la finalidad de cuidar bien de
los equinos, la política tiene como finalidad el organizar todos los saberes de la polis, es en ese sentido
un saber jerárquico. La política se ocupa entonces de lo común, de lo público, por eso la ciudadanía
radicaba en la capacidad que tenía cada ciudadano para intervenir en la Asamblea en donde se debatían
los temas relevantes para la vida al interior de la polis, o la ciudad. El saber de la política al ser
arquitectónico no era de domino de unos pocos sino de todos, razón por la cual esto implicaba un
gobierno ejercido por el demos, el pueblo. Una democracia directa sin intervención de partidos, o de
representantes políticos como se da en la actualidad y en nuestro mundo moderno.

A diferencia de nuestra ciudadanía moderna, hemos de afirmar que la ciudadanía griega en ningún
sentido tenía algún tipo de relación con el concepto de individuo. Ciertamente la individualidad y en ese
sentido la autonomía, van a ser logros políticos hasta la modernidad. Por eso en el contexto griego la
ciudadanía es entendida en una férrea unión con el concepto de comunidad política. De hecho,
Aristóteles se refirió al ser humano como un zoonpolitikón, o animal político, haciendo énfasis en la idea
de que la única manera de vivir una vida humana a plenitud es a partir de la comunidad social y política.
No es posible pensar, según Aristóteles, la vida del hombre individual en completa soledad y sin
referencia a una comunidad política y social. La convivencia para los griegos es una necesidad, puesto
que el que vive fuera de la polis según Aristóteles es: una bestia o un dios. Con esto quiere decir que el
ser humano precisa de otros para poder vivir plenamente y por eso solo los animales, las bestias, optan
por vivir solos. Quien decide vivir solo también puede ser un Dios, pues no precisa de nadie más y es
autosuficiente, o bien es una bestia, un animal un no humano. Luego, a diferencia de nuestras
democracias y ciudadanías modernas que afirman los derechos y las libertades individuales, así como la
posibilidad de que cada persona pueda vivir replegada en su vida privada, el mundo griego concibe la
ciudadanía y la democracia desde el ámbito de lo público, de lo común, de la comunidad política.

Ahora bien, hay una diferencia mayor entre la concepción griega de la ciudadanía y nuestra actual
concepción de ella. En la actualidad hemos operado una escisión, una separación, entre ética y política.
En nuestras actuales sociedades liberales la política en ningún sentido se ocupa de la vida intima, ni de la
realización personal de cada uno de los individuos. Actualmente se permite que cada persona viva su
vida según los principios que considere adecuados, siempre y cuando esto no afecte negativamente el
modo de vida de los demás. Es en ese sentido que afirmamos que nuestras actuales sociedades afirman
un concepto de ciudadanía completamente ligado al concepto de individuo. Por eso, nuestra política
actual la mayoría de los casos se remite a lo simplemente administrativo y el gobierno de las cosas
comunes, dejando que cada cual decida individualmente y según su propio criterio como vivir la vida.

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A diferencia de esta concepción moderna, la ciudadanía y la política griegas tenían una concepción
distinta de la relación entre ética y política. Para los griegos, como señalamos ya, era imposible pensar
que alguien pudiera realizar su vida individualmente. En ese sentido la política y la ciudadanía no se
remitían exclusivamente a la administración o a la participación electoral. Para los griegos la vida política
tenía una íntima relación con la ética y en ese sentido tenía como fin llevar a los individuos al
perfeccionamiento moral. Era claro para ellos que si el ser humano precisaba realizarse como persona
debería vivir en sociedad para poder acceder a las virtudes ciudadanas.

Aristóteles era claro al afirmar que el hombre en soledad no podía acceder a la virtud, a la excelencia y
que sin virtud el hombre es el animal más impío y más salvaje, y el peor en su sexualidad y su
voracidad. La justicia, en cambio, es algo social. Para los griegos, entonces, aquel que decida
desentenderse de lo público, de lo común, para preocuparse solamente por su interés será llamado un
idiota, o idios, que es totalmente lo contrario al ciudadano, quien se caracteriza porque participa y se
vincula en la administración de justicia y en el gobierno. A diferencia de la actualidad en donde la
ciudadanía se define por el lugar de residencia, la política griega señalaba al ciudadano como la persona
completamente vinculado a la vida social y política de la polis.

Respecto a la relación entre ética y política Aristóteles señala también una cuestión importante: a veces
la ética no coincide con la política y es posible que encontremos a ciudadanos que no sean hombres
buenos y a la inversa. No obstante, la concepción de la política y de la ciudadanía griega afirma que sólo
puede darse la plenitud del hombre cuando se conjuga ética y política. Sólo en la vida política de los
individuos en medio de la comunidad es que los hombres pueden hacerse buenos. En ningún sentido los
hombres individuales alejados de las leyes comunes y de la justicia pública, pueden acceder a un
perfeccionamiento humano. Para ser ciudadano e incluso ser humano en sentido pleno, se debe
participar de las magistraturas, formar parte de la ejecución de la política en el debate público, así como
estar sometido a las leyes y a las decisiones de la comunidad política.

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