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MARCIA MUÑOZ DE ALBA MEDRANO

Coordinadora

Violencia social

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


VIOLENCIA SOCIAL
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie ESTUDIOS JURÍDICOS, Núm. 31
Coordinador editorial: Raúl Márquez Romero
Edición y formación en computadora al cuidado de Isidro Saucedo
VIOLENCIA SOCIAL
MARCIA MUÑOZ DE ALBA MEDRANO
Coordinadora

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2002
Primera edición: 2002

DR © 2002. Universidad Nacional Autónoma de México


INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva, s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 970-32-0170-9
CONTENIDO

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Marcia MUÑOZ DE ALBA MEDRANO

Psicología y constructivismo jurídico: apuntes para una


transición paradigmática interdisciplinaria . . . . . . . 7
Enrique CÁCERES NIETO

El control social formal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39


Ignacio CARRILLO PRIETO

La violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Bruno ESTAÑOL VIDAL

La dimensión demográfica en la causalidad de la vio-


lencia social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
René A. JIMÉNEZ ORNELAS

Violencia social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Graciela RODRÍGUEZ ORTEGA

Bases psicológicas de la violencia social . . . . . . . . . 97


Jorge SILVA GARCÍA

El modelo “Comunidad segura”, una propuesta para


combatir la inseguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
Nelia TELLO PEÓN
Carlos GARZA FALLA
VII
Violencia social, editado por el Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM, se terminó de imprimir en
ENACH, Impresión de Libros y Revis-
tas, el 6 de septiembre de 2002. En
su edición se utilizó papel cultural de
57 x 87 de 37 kgs. para las páginas in-
teriores y cartulina couché de 162 kgs.
para los forros; consta de 1,000 ejem-
plares.
INTRODUCCIÓN

Dentro del binomio salud y derecho, el tema de la violencia


social presenta importantes aristas, mismas que fueron abordadas
por expertos dentro de los trabajos del Núcleo de Estudios In-
terdisciplinarios en Salud y Derecho del Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas de la UNAM.
Efectivamente, contando con la brillante participación de una
distinguida universitaria, la doctora Graciela Rodríguez, psicó-
loga de amplia trayectoria, un conjunto de destacados especia-
listas imprimieron a la problemática de la “violencia social” un
giro importante. Dentro de la dinámica social, los caracteres de
la convivencia humana dan a los “excesos” una categoría valorativa,
que en algunos momentos llega a estar incluso vetado por la norma
jurídica. Sin embargo, las aportaciones de los expertos reunidos en
este debate nos muestran puntos de vista que en la mayoría de los
casos, nos hacen tomar una segunda opinión al respecto.
En esta forma, el profesor Bruno Estañol Vidal, en su ponen-
cia “La violencia”, manifestó que las causas de la violencia entre
los seres humanos son múltiples, ya que se trata de seres com-
plejos, biológica y culturalmente hablando.
En su opinión, existen elementos biológicos que predisponen
al individuo a la agresión, así como existen factores o elementos
culturales que lo “orillan” a situaciones de violencia, o bien, que
le evitan caer en ella. Pero el factor determinante es de naturaleza
bioquímica.
Sin embargo, para Estañol la evolución cultural del ser hu-
mano ha hecho que éste tenga nuevas necesidades, como la ener-
gética o la simbólica, que se constituyen en una causa inequívoca
para que el individuo ejerza la violencia en contra de sus seme-
jantes.
1
2 INTRODUCCIÓN

Por otro lado, dentro de la dinámica social, el trabajo expuesto


por los licenciados Nelia Tello Peón y Carlos Garza Falla, “El
modelo ‘Comunidad Segura’ una propuesta para combatir la in-
seguridad”, constituye el producto de las experiencias de un gru-
po de trabajo originado en la Escuela Nacional de Trabajo Social,
que ha sido aplicado en la zona de “Los Pedregales” de la de-
legación Coyoacán de esta ciudad.
Estos especialistas afirman, gracias al trabajo de campo de-
sarrollado con su modelo, que el problema de la violencia cre-
ciente en la sociedad y la insuficiencia de las instituciones en-
cargadas de prevenirla, investigarla y sancionarla, atenta contra
uno de los principios básicos de la vida en sociedad: proveer a
sus miembros de seguridad en todos los órdenes de su existencia.
Efectivamente, en los últimos años, el tema de la inseguridad
se ha vuelto una de las principales preocupaciones de la sociedad
mexicana, sin tener soluciones claras para prevenirla.
El modelo de “Comunidad segura” es una construcción abs-
tracta con base en la cual es posible orientar acciones y dar
seguimiento a resultados; se compone de dos fases, la primera
que consiste en un diagnóstico, con el cual se busca la percepción
del problema en el ámbito comunal e individual y de las posibles
soluciones, así como medir la participación y la relación de los
diversos factores causantes de la inseguridad; y la segunda fase,
denominada de estudio, donde se forman equipos de trabajo con
los diversos grupos que conforman a la comunidad (maestros,
padres de familia, adolescentes, policías) para el análisis y dis-
cusión de determinados temas (inseguridad, violencia, corrup-
ción, legalidad).
En estos equipos de trabajo creados se buscó pasar de una
primera etapa de responsabilizar a otros de la situación, hacia
la aceptación y la responsabilidad de su propia participación,
para así acceder, entonces, a la búsqueda de soluciones conjuntas,
en las que trabajaría toda la comunidad en su conjunto.
El proyecto todavía sigue en aplicación y se siguen evaluando
sus resultados.
INTRODUCCIÓN 3

Dentro de las reflexiones “El control social formal”, expuesto


por el licenciado Ignacio Carrillo Prieto, éste afirma que el delito
es una enfermedad social, lo cual se manifiesta día tras día, por
los medios masivos de comunicación. Para el autor, este formato
pareciera acercarse más a una “apología de la violencia”, ale-
jándose del derecho a ser informados objetiva y racionalmente.
El debate sobre la reforma penal en su opinión debe ser in-
tegral, sin perder de vista el paradigma penal clásico de estricta
legalidad, certeza y garantismo, obteniendo un derecho penal,
que encargado de tutelar los bienes y derechos fundamentales, se
conjugue con un derecho procesal que minimice la discrecionalidad
aumentando así la certeza jurídica. Se debe pretender la eficacia,
independencia, la legitimidad y la legalidad del Poder Judicial.
Por su parte, el licenciado René A. Jiménez Ornelas, en su
trabajo “La dimensión demográfica en la causalidad de la vio-
lencia social”, afirma:

La violencia social es multidimensional, ya que sus efectos y sus


consecuencias, tanto objetivas como subjetivas, tienen relación con
hechos naturales y son asociados con el resultado del proceso basado
en la aplicación de la fuerza por el ejercicio del poder de una persona
contra otra.

En esta lógica, para el autor, el estudio y análisis de la vio-


lencia deben ser multidisciplinario. De ahí que la demografía
social contribuya al análisis creando sistemas de encuestas sobre
la victimización y la percepción de la seguridad pública, las cua-
les ayudan a conocer causas, efectos y consecuencias para en-
contrar soluciones completas y lograr la prevención.
Ahora bien, dentro del enfoque psicológico, la “Violencia so-
cial”, según la doctora Graciela Rodríguez Ortega, la violencia
es un objeto de preocupación social, debido a que afecta la ca-
lidad de vida, así como el nivel de salud de los individuos que
la integran, y en un conjunto más amplio, afecta la situación
económica, política y social de los países. Es un problema que
debe ser ubicado en multiniveles y a nivel multidisciplinario.
4 INTRODUCCIÓN

En este respecto, la ONU ha sugerido que se compatibilicen


los métodos de medición de los índices de criminalidad (proce-
dimientos epidemiológicos de la violencia) en todos los países,
clasificando la violencia por los factores motivacionales subya-
centes (políticos, económicos, sociales).
Las medidas para combatir la violencia deben ser apropiadas
tanto en el ámbito regional como en el subrregional, tomando
en cuenta las características, necesidades, nivel de desarrollo y
tradiciones de cada Estado en lo concerniente a las interrelacio-
nes de criminalidad; con aspectos como la estructura de la po-
blación, el crecimiento, la urbanización, las oportunidades de em-
pleo, etcétera.
En este sentido es que la doctora Rodríguez estima que tanto
la violencia como la criminalidad son fenómenos multifacéticos
y multicausales (estructural, institucional, interpersonal, indivi-
dual).
La realización de encuestas de victimización, la formación de
grupos focales sobre temas y soluciones prioritarias para la co-
munidad se han de practicar evaluando la convivencia rural y
urbana, formando rutas críticas, diagramas de flujo que agrupan
los elementos del proceso para así conocer el fenómeno y lograr
su prevención.
En la misma línea, el doctor Jorge Silva García, en su trabajo,
“Bases psicológicas de la violencia social”, identifica a la vio-
lencia como una agresión destructiva, en pocas palabras, son ac-
tos o acciones de los hombres contra los hombres. La violencia
sólo existe —afirma— entre seres humanos porque tenemos con-
ciencia y podemos distinguir el bien del mal.
Por otro lado, comenta que la violencia se forma por las tres
perversiones humanas, señaladas por Fromm: sadismo, crueldad
y destructividad, que junto con la decadencia de los seres hu-
manos (narcisismo, necrofilia, fijación a la madre) y junto con
el aburrimiento, la depresión, la desesperanza y el egoísmo, dan
lugar al surgimiento de la violencia social, que también tiene
como causas: la autoridad irracional (impunidad, corrupción), el
INTRODUCCIÓN 5

modelo de destructividad imperante en la sociedad y en los me-


dios de comunicación masiva; que forman un círculo vicioso, el
cual sólo se puede romper con la prevalencia de un Estado de
derecho racional y objetivo y con la educación de las nuevas
generaciones en valores positivos.
En las reflexiones vertidas por el doctor Enrique Cáceres Nie-
to, “Psicología y constructivismo jurídico: apuntes para una tran-
sición interdisciplinaria”, se afirma que en la construcción de la
realidad participan múltiples variables, dentro de las cuales des-
taca el derecho, mismo que incide cuando completa un ciclo
que inicia con la existencia del texto jurídico positivo, conti-
nuando con el procesamiento de este insumo cognitivo por parte
del sujeto cognoscente.
En su opinión, el mencionado proceso da lugar a determinados
estados psicológicos que culminan con la conducta social llevada
a cabo sobre la base de los estados referidos, en los términos
prescritos por la norma. Esta conducta social es, según el autor,
la conducta jurídica.
Pero la existencia de la norma jurídica no es suficiente para
que la conducta jurídica tenga lugar, ya que puede suceder que
en el trayecto de la norma a la acción no ocurran determinados
fenómenos psicosociales.
La conjunción de sicología y derecho nos puede ayudar a que
se dé efectivamente la conducta jurídica, producto de la con-
frontación de los enunciados prescriptivos del derecho y los
enunciados descriptivos de la sicología, modificando así el ca-
rácter ideológico del derecho.
La recopilación de materiales y la revisión de los originales
de autor fueron realizados por la maestra Eugenia Maldonado de
Lizalde.

Marcia MUÑOZ DE ALBA MEDRANO


Coordinadora del Núcleo de Estudios Interdisciplinarios
en Salud y Derecho del Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO: APUNTES
PARA UNA TRANSICIÓN PARADIGMÁTICA
INTERDISCIPLINARIA

Enrique CÁCERES NIETO1

A Jorge Carpizo, cuyas cualida-


des como jurista sólo pueden ser
superadas por su calidad humana

SUMARIO: I. Cuestiones metodológicas. II. Análisis diacróni-


co-sincrónico de la interdisciplinariedad. III. Consideracio-
nes epistemológicas acerca de la relación entre psicología
y derecho. IV. Las limitaciones epistemológicas del para-
digma normativista. V. Constructivismo jurídico: un esbo-
zo. VI. El discurso jurídico como insumo cognitivo genera-
dor de praxemas type, token de praxema y conductas
jurídicas. VII. El discurso jurídico como insumo cognitivo
generador de esquemas de percepción y conductas jurídi-
cas. VIII. Constructivismo jurídico y realidad. IX. Ideología
jurídica e investigación empírica. X. A manera de conclusión.

I. CUESTIONES METODOLÓGICAS

1. Argumento central

Las restricciones epistemológicas impuestas por el normativismo


positivista, paradigma en el que somos socializados los juristas,
impiden que podamos percibir, identificar, explicar, comprender

1 Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

7
8 ENRIQUE CÁCERES NIETO

y manipular los procesos mediante los cuales el derecho incide


en la realidad social.
La realidad social no es necesaria, sino contingente: es un
“constructo”, resultante de los fenómenos psicosociales que están
en la base de las interacciones que tienen lugar entre los miem-
bros de toda sociedad.
En la construcción social de la realidad participan múltiples
variables, una de las cuales es el derecho.
El derecho incide en la construcción social de la realidad cuan-
do completa un ciclo que inicia con la existencia del texto ju-
rídico positivo, continúa con el procesamiento de este insumo
cognitivo por parte del sujeto cognoscente, da lugar a determi-
nados estados psicológicos (que incluyen estados mentales) y
culmina con la conducta social llevada a cabo sobre la base de
los estados referidos, en los términos prescritos por la norma.
Esta conducta social es la conducta jurídica.
De lo anterior se sigue que la norma jurídica, entendida como
proposición lingüística, es simplemente un inicio, una condición
necesaria, pero no suficiente para que la conducta jurídica tenga
lugar.
Puede acontecer que las normas jurídicas no tengan impacto
en los procesos de construcción social de la realidad debido a
que en el trayecto que va de la norma a la acción no ocurran
determinados fenómenos psicosociales (por ejemplo, el conoci-
miento del derecho). Esto puede ser el resultado de la no satis-
facción de condiciones necesarias para la verificación de dichos
fenómenos (verbigracia, que no haya forma de conocer los textos
legales).
También puede ocurrir que en el trayecto referido surjan fe-
nómenos adicionales a los requeridos para que opere la eficacia
normativa, así como que incidan en la construcción de una re-
alidad social contraria a la prescrita (por ejemplo, que el derecho
se conozca y, no obstante, se incumpla porque la interacción
social eficaz en un trámite administrativo requiera del soborno).
En ciertos casos, la conducta contraria al derecho se construye
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 9

mediante un ejercicio deliberado en el que se “manipulan” las


normas jurídicas para producir la conducta ilícita; es decir, pa-
radójicamente, la norma jurídica es condición de la conducta con-
traria a la que prescribe (un caso: para que la corrupción admi-
nistrativa tenga lugar debe ser realizada por un funcionario con
determinadas facultades definidas en la ley).
De todo lo anterior se concluye que para comprender el papel
del derecho en la construcción social de la realidad, es necesario
complementar al enfoque normativista con un enfoque psicolo-
gista, i.e., realizar una investigación interdisciplinaria. La meto-
dología resultante de dicha interacción constituiría la base de un
paradigma alternativo que proponemos denominar “constructi-
vismo jurídico”.

2. Definiciones

La familiarización con el significado de algunas expresiones


es requerida durante el resto del trabajo. A continuación, pro-
porciono una definición informal de las mismas.
a) “Diacronía” y “sincronía”. Son términos que denotan dos
enfoques metodológicos desde los que puede ser estudiado un
mismo fenómeno.

—Desde la perspectiva diacrónica, el objeto de estudio es con-


siderado de manera dinámica y evolutiva.
—Desde la perspectiva sincrónica, el objeto de estudio es con-
siderado de manera estática.

El origen de ambos conceptos se encuentra en el Curso de


lingüística general de Ferdinand de Saussure,2 donde se refiere
a los enfoques desde los que puede ser estudiado el lenguaje;
2 Cfr. Saussure, Ferdinand de, Curso de lingüística general, México, Ed.
Nuevomar, publicado por Bally Charles, Sechehaye, Albertt y Riedlinger, Al-
bert, tr., Mario Armiño, 1982.
10 ENRIQUE CÁCERES NIETO

sin embargo, pronto trascendieron las fronteras de esta disciplina


y su uso se expandió a otras áreas del conocimiento, como la
antropología estructuralista de Levi-Strauss.
De forma metafórica, suele ejemplificarse a la perspectiva dia-
crónica con el análisis de una cinta cinematográfica, integrada
por diversos cuadros cuya sucesión da lugar a la acción, mientras
que la perspectiva sincrónica, al estudio de un cuadro particular.
Un ejemplo de análisis diacrónico en el terreno del arte podría
ser el estudio evolutivo de la pintura de Picasso, pasando por
sus periodos azul, rosa, cubismo analítico y cubismo sintético;
mientras que un enfoque sincrónico se centraría en el estudio
de un periodo e incluso de una obra determinada, por ejemplo
“Guernica”.
b) “Estado de cosas”. Por estipulación lingüística, realizada
mediante el uso de la técnica de definición por designación, di-
remos que “estado de cosas” significa: “el producto resultante
de observar un fenómeno desde una perspectiva sincrónica”.
Un ejemplo sencillo consistiría en suponer que en un tiempo
1 alguien toma una fotografía de un grupo de estudiantes en un
salón de clases e inmediatamente, en un tiempo 2, toma otra
fotografía del mismo lugar. Al comparar ambas fotografías, se
pone de relieve que son prácticamente iguales, con la única di-
ferencia de que en la segunda alguien aparece con los ojos ce-
rrados debido a que ha parpadeado.
La fotografía 1 correspondería a un estado de cosas 1 y la
fotografía 2 a un estado de cosas 2.
La sucesión de las fotografías correspondería a la perspectiva
diacrónica y el proceso evolutivo podría determinarse mediante
la “fórmula”: la evolución es el resultado de sustraer al estado
de cosas 2, la diferencia con respecto al estado de cosas 1 y
que, en el ejemplo concreto, sería la acción consistente en el
parpadeo.
c) “Type-texto-token”; praxema type-texto-token de praxema.
El término “texto” designa a todo aquello que es susceptible de
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 11

ser interpretado; “type” al esquema a partir del cual se interpreta


un texto y “token” al producto resultante de percibir cierto texto
desde cierto type.
Una forma simple de ejemplificar lo anterior sería la siguiente:
imagínese una habitación con paredes blancas a la que se entra
llevando puestas unas gafas cuyos vidrios son de color verde:
el resultado sería ver la pared verde. Metafóricamente hablando,
los vidrios de las gafas vendrían a representar un type, la pared
el texto y el hecho de ver las paredes de color verde el token
correspondiente al type.
Desde luego, si en un estado de cosas 2, un par de personas
entráramos a la misma habitación después de habernos cambiado
las gafas con vidrios de color verde por otras de color rojo, el
mismo texto sería interpretado de manera diferente, es decir, es-
taríamos ante un token distinto como resultado del cambio de
type.
El significado de type y token, hasta el momento referidos a
la interpretación de textos estáticos, puede ser extendido para
cubrir casos en los que el texto lo constituyen procesos. En estos
supuestos, “praxema type” designa el esquema desde el que se
interpreta y “token de praxema” al producto de la interpretación.
Dentro de los procesos denotados por estas dos expresiones se
encuentran las interacciones sociales.
Un ejemplo de praxema type correspondería a las reglas del
ajedrez a partir de las cuales adquieren sentido los movimientos
realizados en una partida, mismos que vendrían a ser el token
de praxema.
Un mismo proceso de interacción social es susceptible de ser
“decodificado” de manera distinta en función del praxema type
activo. Por ejemplo, la misma secuencia de hechos puede ser
interpretada como una pelea o como un combate de boxeo tai-
landés, es decir, un encuentro deportivo.
Tanto type, como praxema type tienen en común constituir
condiciones no únicamente de interpretación del texto, sino de
12 ENRIQUE CÁCERES NIETO

pensabilidad del token y token de praxema, respectivamente. Cla-


ro está, no se podría pensar en un jaque mate, si se desconocieran
las condiciones en que éste puede tener lugar de conformidad
con las reglas del juego.
d) “Esquema de percepción” (desechando la escalera). El ob-
jeto de introducir los conceptos expuestos en el punto anterior
ha sido contar con un recurso provisional que nos permitiera
llegar a un concepto más complejo. Dicho en otros términos, su
función ha sido la de la escalera wittgensteiniana que nos sirve
para subir a un segundo nivel que, una vez alcanzado, permite
arrojarla por haber cumplido su objetivo.
En este segundo nivel, podemos prescindir del texto entendido
como algo estructurado con independencia de los procesos cog-
nitivos del sujeto cognoscente. Como sucede en los experimentos
de gestalt o cuando contemplamos un cuadro puntillista, la es-
tructura significativa es el resultado de la forma en que estruc-
turamos “constelaciones” de inputs. Usando la terminología an-
terior, diríamos que en muchas ocasiones el type (o praxema
type) emerge de la forma en que estructuramos dichas conste-
laciones y produce un token (o praxema token) sin que podamos
señalar un referente preestructurado como texto. A los types (y
praxemas type) que emergen sin texto los denominaremos con
la expresión “esquemas de percepción”.
e) “Paradigma”. Siguiendo de cerca las ideas expuestas por
Kuhn en su Estructura de las revoluciones científicas,3 es posible
sostener lo siguiente: designa los esquemas de percepción que
caracterizan a una tradición científica y determinan lo que pue-
den “ver” los científicos, los problemas considerados relevantes,
así como las reglas adecuadas para resolverlos.
Una parte importante de los paradigmas son las teorías cien-
tíficas, de las que se puede decir, parafraseando a Einstein: de-
terminan lo que podemos percibir como realidad, contrariamente

3 Cfr. Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, Mé-


xico, Fondo de Cultura Económica, 1985.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 13

a la suposición de que es la realidad la que determina nuestras


teorías.
En un mismo estado de cosas puede haber varios paradigmas
en competencia, pero suele predominar aquel que tenga más
éxito en la explicación de los problemas considerados impor-
tantes por la comunidad científica.
Un paradigma entra en crisis cuando no permite percibir y/o
resolver los nuevos problemas que han surgido en la comunidad
científica.
El paradigma en crisis suele ser remplazado por otro que per-
mita responder a los problemas insolubles por aquél. Desde luego
puede haber coexistencia de paradigmas, sobre todo cuando la
crisis ha recién iniciado.
f) “Explanans” y “explanandum”. El término explanans de-
signa al objeto de una explicación, mientras que explanandum
designa a la explicación que se da acerca del explanans.
g) “Insumo cognitivo” e “insumo cognitivo jurídico”. “Insumo
cognitivo” designa a todo dato o información proveniente del
exterior, susceptible de ser procesado, transformado en el interior
de un agente psicológico (sujeto cognoscente).
El procesamiento de los insumos cognitivos implica la acti-
vación de reglas cognitivas de procesamiento, su integración con
información existente en el interior del sujeto, así como la ge-
neración de estados mentales y psicológicos emergentes suscep-
tibles de funcionar como disparadores de conducta.
Ejemplos de insumos cognitivos serían: un libro de filosofía,
un manual técnico de reparaciones mecánicas, una partitura mu-
sical, un enunciado lingüístico prohibitivo.
Cada uno de estos insumos, al ser interiorizado por un sujeto
cognoscente, es incorporado a su acervo de conocimientos y da
lugar a una modificación de sus estados mentales con base en
los cuales pueden tener lugar modificaciones conductuales. Así,
en el caso del libro de filosofía, los cambios ocurren en la con-
ducta verbal del sujeto, cuyo discurso se ve modificado a partir
de la asimilación de la nueva obra; en el caso del manual técnico,
14 ENRIQUE CÁCERES NIETO

ocurre un cambio en las conductas físicas con las que se mani-


pulan objetos físicos; en el caso de la partitura, las modifica-
ciones conductuales son también físicas, pero no se traducen en
una modificación de objetos físicos sino en el despliegue de cier-
ta habilidad; en el caso de la prohibición, el enunciado es sufi-
ciente para disparar una conducta omisiva, contraria a nuestras
tendencias naturales.
A partir de la definición de “insumo cognitivo” y mediante
una definición por género próximo y diferencia específica, es
posible decir que: insumo cognitivo jurídico designa aquellos
insumos cognitivos pertenecientes al discurso jurídico de derecho
positivo, de dogmática jurídica o teoría general del derecho.

II. ANÁLISIS DIACRÓNICO-SINCRÓNICO


DE LA INTERDISCIPLINARIEDAD

Considerada desde un enfoque diacrónico, la interdisciplina-


riedad corresponde a un estado de cosas 3, cuyo estado de cosas
1 se caracteriza porque los paradigmas de dos o más áreas de
conocimiento son concebidas como compartimentos estancos. En
el estado de cosas 3, paradigmas de las distintas disciplinas del
estado de cosas 1, han constituido una zona de intersección en
la que ha tenido lugar una integración metodológica (no sincré-
tica) con características propias y adecuada para resolver la nue-
va clase de problemas. El estado de cosas 2 corresponde al pro-
ceso de formación de la zona de intersección y se asemeja al
intento de diálogo en una Torre de Babel científica donde poco
a poco se va conformando el nuevo lenguaje correspondiente al
estado de cosas 3.
De la totalidad de paradigmas de una disciplina en un estado
de cosas 1, algunos pueden ser no aptos para lograr una inte-
gración interdisciplinaria que culmine exitosamente en un estado
de cosas 3. Ello ocurre con el paradigma normativista positivista
en el que somos socializados los juristas.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 15

III. CONSIDERACIONES EPISTEMOLÓGICAS ACERCA


DE LA RELACIÓN ENTRE PSICOLOGÍA Y DERECHO

No obstante que la psicología presta importantes servicios al


derecho en tanto ciencia auxiliar (por ejemplo en la criminología,
la victimología, etcétera), lo cierto es que respecto a una posible
interdisciplinariedad, se encuentran en un estado de cosas 1, i.e.,
ambas áreas de conocimiento se conciben como disciplinas in-
dependientes.
Para constatar esta situación es suficiente recordar las consi-
deraciones epistemológicas sobre ambas disciplinas por parte de
algunos de sus expositores más representativos:

1. Consideraciones epistemológicas sobre psicología y derecho


desde el lado jurídico. La postura de Hans Kelsen

Para el autor de La teoría pura del derecho,4 obra con la que


se inicia el paradigma predominante contemporáneo:

En la evidente afirmación de que el objeto de la ciencia del derecho


es el derecho, se encuentra —menos evidentemente— incluida la
afirmación de que el objeto de la ciencia del derecho lo constituyen
las normas jurídicas, y también la conducta humana, pero sólo en la
medida en que está determinada en las normas jurídicas como con-
dición o efecto; en otras palabras, en cuanto la conducta humana es
contenido de las normas jurídicas.5

Más adelante y en relación con la diferencia entre ciencias


normativas y ciencias causales agrega:

En cuanto se determina al derecho como norma (o, más precisamen-


te, como un sistema de normas, como un orden normativo), y se

4 Cfr. Kelsen, Hans, La teoría pura del derecho, México, Instituto de


Investigaciones Jurídicas, UNAM, 1983.
5 Ibidem, p. 83.
16 ENRIQUE CÁCERES NIETO

limita la ciencia del derecho al conocimiento y descripción de las


normas jurídicas y de las relaciones que ellas constituyen entre los
hechos por ellas determinados, se acota al derecho frente a la natu-
raleza, y a la ciencia del derecho, como ciencia normativa, frente a
todas las demás ciencias que aspiran a un conocimiento por leyes
causales de los acontecimientos fácticos. Así se logra por fin un
criterio seguro, para separar unívocamente la sociedad de la natura-
leza y la ciencia social de la ciencia natural.6

En alusión específica a la psicología, Kelsen dice:

La psicología, la etnología, la historia, la sociología, son ciencias


cuyo objeto es el comportamiento humano en tanto está causalmente
determinado; es decir, en cuanto se desarrolla en el dominio de la
naturaleza o de la realidad natural... La diferencia esencial sólo se
da entre las ciencias naturales y aquellas ciencias sociales que inter-
pretan la interacción humana, no causalmente, sino conforme al prin-
cipio de imputación, ciencias que no describen cómo se va desarro-
llando el comportamiento humano, determinado por leyes naturales
en el dominio de la realidad natural, sino cómo debe producirse,
determinado por normas positivas, esto es, por normas establecidas
mediante actos humanos... Por consiguiente, el objeto de las ciencias
sociales no es irreal, puesto que le corresponde cierta realidad, sino
que se trata de una realidad distinta de la natural, a saber: una reali-
dad social. Ciencias sociales de este tipo son la ética, o sea: la ciencia
moral, y la jurisprudencia: la ciencia del derecho.7

2. Consideraciones epistemológicas sobre psicología y derecho


desde el lado de la psicología. La postura de Piaget.

Para este autor:

Las ciencias jurídicas ocupan una posición muy diferente debido a


que el derecho constituye un sistema de normas y una norma se

6 Ibidem, p. 89.
7 Ibidem, p. 100.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 17

distingue, por su misma obligatoriedad, de las relaciones más o me-


nos generales buscadas por las ciencias nomotéticas, de la simple
constatación de relaciones existentes: es una categoría aparte, que es
la del deber ser. Lo propio de una norma es, pues, prescribir un cierto
número de atribuciones y de obligaciones que siguen siendo válidas
aun en el caso de que el sujeto las viole o no haga uso de ellas,
mientras que una ley natural se apoya en un determinismo causal o
en una distribución estocástica y su valor de verdad depende exclu-
sivamente de su adecuación a los hechos.8

3. Convergencia en las consideraciones epistemológicas


de psicología y derecho

Como puede observarse, para ambos autores la ciencia del


derecho constituye un metadiscurso de carácter descriptivo cuyo
discurso objeto es el derecho positivo, i.e., no es una reflexión
sobre hechos sociales, sino sobre cierta clase de normas, que
son entidades lingüísticas.9 Por tanto, la jurisprudencia no es con-
siderada una ciencia que pertenezca al mundo del ser, sino al
del deber ser, a diferencia de la psicología que no es un meta-
discurso, sino un discurso teórico que habla acerca de cierta rea-
lidad: la conducta. En síntesis, mientras una se ocupa de enun-
ciados normativos, la otra lo hace de hechos sociales.

8 Cfr. Piaget, Jean, Tendencias de la investigación en ciencias sociales,


Madrid, Alianza Universidad, p. 50.
9 No entraré a la discusión acerca de si las normas quedan denotadas o
no por el término “hecho social”; en todo caso, me parece incontrovertible
que, aun en este supuesto, su naturaleza es distinta a la de las interacciones
sociales.
18 ENRIQUE CÁCERES NIETO

IV. LAS LIMITACIONES EPISTEMOLÓGICAS


DEL PARADIGMA NORMATIVISTA

Tal como quedó establecido precedentemente, un paradigma


constituye un esquema de percepción que determina lo que pue-
den “ver” los miembros de una comunidad científica, los pro-
blemas que discriminan como relevantes, así como las teorías y
reglas de investigación que conforman las posibles formas de
solución de sus problemas.
Como también se indicó, un paradigma puede ser fuente ge-
neradora de modelos o explanandums aptos para representar una
porción de explanans más complejos cuya parte complementaria
no puede ser vista debido a los alcances limitados del propio
paradigma. Esto se puede ilustrar de modo metafórico suponien-
do que un paradigma está constituido por las técnicas topográ-
ficas que permiten elaborar mapas para representar sistemas hi-
drográficos, pero que resultan insuficientes para representar a
otros elementos configurantes de un territorio como son el sis-
tema montañoso, sus divisiones políticas, corrientes marinas, et-
cétera.
La parte complementaria del explanans plantea problemas di-
ferentes a los que pueden ser discriminados y considerados re-
levantes desde el paradigma restrictivo y requieren de métodos,
teorías y, en general, reglas de investigación propias.
Sostengo que el normativismo constituye un paradigma res-
trictivo que impide percibir, explicar y comprender una parte
importante del explanans complejo que consiste en dar cuenta
de las formas en que el derecho incide en los procesos de cons-
trucción de la realidad social.
Ello se muestra mediante el siguiente argumento: una ciencia
que se ocupa de enunciados lingüísticos y pertenece al mundo
del deber ser no es apta para explicar fenómenos sociales per-
tenecientes al mundo del ser.
Como conclusión de lo anterior se sigue que al pertenecer a
un mundo diferente al de las explicaciones causales, el paradigma
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 19

normativista tampoco permite pasar del estado de cosas 1 al es-


tado de cosas 3 de la interdisciplinariedad entre psicología y
derecho, que es, precisamente, la zona de intersección que per-
mite percibir la parte complementaria del explanans y buscar
nuevas formas de responder al problema consistente en la des-
cripción de la forma en que el derecho incide en los procesos
de construcción de la realidad social.
Al paradigma alternativo lo denominaremos con la expresión
“constructivismo jurídico”.

V. CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO: UN ESBOZO

Con el término constructivismo jurídico designo el enfoque


teórico cuyo objeto de estudio son el discurso jurídico positivo
y sus metadiscursos, en tanto parte de los insumos cognitivos
que contribuyen a la generación de los estados psicológicos (in-
cluyendo estados mentales y esquemas representacionales) de-
terminantes de la forma en que se percibe jurídicamente la vida
social y con base en los cuales tienen lugar las conductas jurí-
dicas mediante cuya realización los agentes jurídicos inciden en
los procesos de construcción de la realidad social. Estas con-
ductas pueden ser fundamentalmente de dos clases: acciones co-
municativas (por ejemplo, dictar una sentencia) o alterando el
mundo físico (verbigracia, privando de la vida a otro sujeto).
Como se pone de relieve en la estipulación anterior, el cons-
tructivismo jurídico presupone el paradigma normativista. Su di-
ferencia fundamental es que mientras el segundo concibe a las
normas como proposiciones lingüísticas, el primero, asumiendo
dicho estatus, las concibe como insumos cognitivos.
Una segunda diferencia radica en que mientras el normativis-
mo caracteriza a la ciencia jurídica en tanto metadiscurso, el
constructivismo jurídico la considera dentro de la misma cate-
goría conceptual que al derecho positivo, i.e., como insumo cog-
nitivo jurídico.
20 ENRIQUE CÁCERES NIETO

Una tercera diferencia estriba en que el normativismo jurídico,


fiel a la idea de pureza metódica, concibe a las normas como
entidades autónomas y abstractas, mientras que el constructivis-
mo jurídico las pone en contacto con los sujetos cognoscentes,
la forma en que las procesan, los estados psicológicos que emer-
gen a partir de dicho procesamiento, las conductas sociales que
tienen lugar con base en esos estados y la forma en que estas
conductas se transforman en interacción social que influya en
la generación de estados de cosas mediante los cuales se modi-
fica la realidad social.
Como se puede constatar, el enfoque constructivista produce
una ampliación del explanans con respecto al paradigma norma-
tivista: permite percibir otras cosas que desde el normativismo
no es posible percibir y da lugar a nuevos problemas que re-
quieren del desarrollo de una metodología y reglas de investi-
gación propias cuyo carácter principal radica en su interdiscipli-
nariedad.
Algunos de los problemas sugeridos por el constructivismo
jurídico que no tendrían lugar dentro del paradigma normativista
son los siguientes:

1. La descripción de los procesos psicológicos involucrados


en la discriminación de ciertos insumos cognitivos como
relevantes para resolver un conflicto jurídico. Por ejemplo,
como se determinan los enunciados de derecho positivo y
dogmática jurídica a partir de los cuales se realizan recons-
trucciones normativas utilizadas para fundamentar una de-
cisión judicial, o qué variables inciden en la construcción
de argumentos cuya fundamentación no se construye con
base en material identificable como parte del sistema nor-
mativo, sino con base en otros insumos (principios éticos,
políticas, definiciones, etcétera).
2. La determinación del sistema de motivaciones a partir del
cual se configura el conocimiento heurístico característico
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 21

de cierta comunidad de profesionales (por ejemplo, de los


jueces de distrito)
3. La descripción y predicción de la forma en que dicho co-
nocimiento heurístico es activado cuando en el sujeto cog-
noscente ocurre el input de datos provenientes del exterior
(demanda, contestación de demanda, prueba testimonial,
pruebas periciales, etcétera), la manera en que sistematiza
cognitivamente dichos datos integrándolos a estructuras
cognitivas preexistentes y el tipo de outputs comportamen-
tales (incluyendo la conducta verbal) que tendrán lugar a
partir de las mismas
4. La determinación de las condiciones psicológicas cognitivas
y/o motivacionales de cuya presencia o ausencia depende
que los sujetos de derecho se comporten o no según lo
prescrito por las normas jurídicas conducentes (realización
de conductas jurídicas).
5. La determinación de los factores cognitivos y/o motivacio-
nales que están en la base de la institucionalización de con-
ductas contrarias a las prescritas por las normas jurídicas
aplicables (por ejemplo, la corrupción administrativa).

VI. EL DISCURSO JURÍDICO COMO INSUMO COGNITIVO


GENERADOR DE PRAXEMAS TYPE, TOKEN
DE PRAXEMA Y CONDUCTAS JURÍDICAS

Un ejemplo simple de la manera en que el discurso jurídico


participa en la generación de estados psicológicos determinantes
de la forma en que se percibe el mundo y de las conductas ju-
rídicas que de ellos se derivan, sería el siguiente:

Imagine el lector que, en calidad de observador imparcial, presencia


parte de la rutina cotidiana de Nacho, un siniestro personaje al que
encuentra durante la mañana en una habitación contigua a otra en la
que se encuentra un sujeto sentado en una silla eléctrica. Ante una
inclinación de cabeza de otro individuo, Nacho acciona la palanca
22 ENRIQUE CÁCERES NIETO

que activa la descarga eléctrica que despiadadamente quita la vida al


pobre infeliz atado a ella. Tras haberse cerciorado del fallecimiento
de su víctima, Nacho se quita la bata blanca y se retira del lugar
despidiéndose amigablemente de los policías que resguardan la en-
trada del recinto.
Suponga que durante la noche, encuentra a Nacho en la misma
habitación, quien repite exactamente el mismo rito produciendo la
muerte de otro individuo; sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió
en la mañana, los policías irrumpen en la habitación, esposan a Na-
cho y se lo llevan detenido.
Habiendo acontecido exactamente los mismos hechos, ¿qué ha
producido la diferente reacción por parte de los policías? De los
elementos a la vista no parece desprenderse ninguna explicación.
Si preguntáramos a uno de los policías qué es lo que ha ocasio-
nado tan diferente reacción, su respuesta podría ser la siguiente:
“En la mañana Nacho privó de la vida a un sujeto que había sido
sentenciado a la pena de muerte, desempeñando su papel de verdugo,
i.e., en calidad de funcionario del Estado, lo que determinó que su
acción fuera absolutamente legítima e incluso obligatoria, pues si no
hubiera ejecutado al reo se hubiera hecho acreedor a una sanción por
falta de cumplimiento a sus obligaciones como funcionario público,
en términos de lo establecido por la Ley de Responsabilidad de Ser-
vidores Públicos.
Sin embargo, durante la noche, Nacho privó de la vida a un in-
dividuo como miembro de una secta asesina, aprovechando el acceso
que tenía a las instalaciones del lugar de ejecución. En este supuesto,
el mismo acto constituyó el delito de homicidio, de conformidad con
lo establecido en el Código Penal y lo detuvimos in fraganti, según lo
establecido en el Código de Procedimientos Penales”.10

Los siguientes comentarios sobre el pasaje anterior son sig-


nificativos para una descripción constructivista:
1. Como puede observarse, el mismo texto (hechos brutos)
da lugar a dos token de praxema diferentes como resultado
10 Cfr. Cáceres Nieto, Enrique, Lenguaje y derecho. Las normas jurídicas
como sistemas de enunciados, México, Cámara de Diputados. LVII Legisla-
tura-Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2000, pp. 9 y 10.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 23

de los diferentes praxema type desde los que se les con-


templa.
2. La diferencia no está en los hechos sino en la forma en
que son percibidos.
3. La fuente generadora de los praxemas type son insumos
cognitivos diferentes (en un caso la Ley de Responsabilidad
de Servidores Públicos y en el otro el Código Penal), y
ambos corresponden al discurso del derecho positivo.
4. Dado que las normas de una ley son proposiciones lingüís-
ticas, los praxema type son generados a partir de lenguaje.
5. Cada uno de los token de praxema activan reacciones con-
ductuales diferentes entre los mismos sujetos.
6. Así como el lenguaje activa los praxemas type, los token
de praxema activan reacciones conductuales.
7. En conclusión: la conducta jurídica es el resultado de un
proceso que inicia con el lenguaje, pasa por el pensamiento
y concluye con la acción.

VII. EL DISCURSO JURÍDICO COMO INSUMO COGNITIVO


GENERADOR DE ESQUEMAS DE PERCEPCIÓN
Y CONDUCTAS JURÍDICAS

A pesar de las virtudes didácticas de las consideraciones an-


teriores, no dejan de constituir una simplificación de procesos
mucho más complejos. Una vez más, las nociones de praxema
type y token de praxema han servido para ascender a un segundo
nivel y estamos en condiciones de desecharlas.
El aspecto más llamativo de la simplificación estriba en con-
siderar que las fuentes de los praxema type son enunciados sim-
ples del tipo “Los servidores públicos que ostenten el cargo de
verdugo serán los responsables de ejecutar las sanciones impues-
tas por juez competente” (caso matutino) y “A quien prive de
la vida a otro se le sancionará con una pena de 10 a 40 años
de prisión” (caso nocturno). De igual manera se considera que
24 ENRIQUE CÁCERES NIETO

desde los praxema type respectivos se contempla un texto con-


sistente en el momento en que los sujetos son privados de la
vida en los contextos referidos. Sin embargo, en las prácticas
jurídicas los jueces y abogados casi nunca están ante ningún tex-
to, i.e., no han presenciado directamente los hechos brutos que
podrían constituirlo, sino que juzgan con base en sus repre-
sentaciones sobre los hechos, las cuales son construidas por me-
dio de la sistematización cognitiva de diversos inputs, como son:
pruebas testimoniales, dictámenes periciales, declaraciones de los
presuntos responsables, pruebas documentales, la demanda, la
contestación de demanda, etcétera.
El procesamiento de esa información culmina en una siste-
matización cognoscitiva que integra el nuevo caso con los esque-
mas preexistentes en la memoria del jurista, que a su vez cons-
tituyen parte de su conocimiento heurístico. Este proceso de
sistematización frecuentemente implica la organización coheren-
te de información contradictoria: Las afirmaciones de la contes-
tación de la demanda evidentemente son contradictorias con las
de la demanda, los testimonios de algunos testigos pueden con-
tradecir lo dicho por otros, un dictamen pericial puede convalidar
lo dicho en una testimonial y refutar lo que se dice en una de-
claración, etcétera. Por si fuera poco, la sistematización de estos
insumos cognitivos (que podríamos calificar de “fácticos”) debe
ser integrada con la información proveniente de otro tipo de in-
sumos correspondientes al derecho positivo (legislación y juris-
prudencia), la dogmática jurídica y la teoría general del derecho.
En este caso, el procesamiento implica la identificación de dichos
insumos cognitivos jurídicos de entre la totalidad de las propo-
siciones constitutivas de dichos discursos y, frecuentemente, la
organización de enunciados contradictorios en estructuras cohe-
rentes (interpretación sistemática sobre normas contradictorias).
Desde luego, la sistematización que integra tanto los insumos
cognitivos fácticos como a los jurídicos, no se realiza en un solo
momento, sino que se va construyendo a lo largo de un proceso,
i.e., en un eje diacrónico. El resultado final es la generación de
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 25

un esquema de percepción que actúa como disparador de con-


ducta jurídica que puede ser meramente comunicativa (por ejem-
plo, la determinación del ejercicio de la acción penal) o de una
conducta jurídica que modifica estados de cosas físicos (verbi-
gracia, la aprehensión de un presunto responsable como resultado
de un acto lingüístico consistente en librar una orden de búsqueda
y captura).
La inexistencia de textos correspondientes a “hechos brutos”
en el derecho se pone de relieve en muchos de los problemas
cotidianos del ejercicio profesional, como acontece en los casos
de calificación jurídica en los que propiedades del lenguaje na-
tural como la vaguedad de los enunciados que constituyen in-
sumos cognitivos jurídicos desempeñan un papel importante. Por
ejemplo, la determinación de si la conducta ilícita de un sujeto
fue o no dolosa.
Otro ejemplo de las múltiples codificaciones de los mismos
insumos cognitivos fácticos se pone de manifiesto en las distintas
vías que se pueden seguir para activar diferentes conductas y
consecuencias jurídicas. Por ejemplo, en algunos lugares, el adul-
terio puede ser considerado una causal de divorcio (vía civil),
pero también un delito (vía penal). En este ejemplo debe des-
tacarse que el adulterio no existe como “hecho bruto”, ya que
no todo acto biológico consistente en tener relaciones sexuales
constituye un adulterio. Lo mismo sucede en casos como el in-
fanticidio, parricidio u homicidio calificado, ninguno de los cua-
les existe como hecho bruto ya que no todo acto consistente en
privar de la vida a otro se identifica con cada una de dichas
categorías.
Con lo anterior se pone de manifiesto que así como la realidad
de los físicos está poblada de electrones, protones, neutrones,
partículas cuánticas, etcétera, la realidad de los juristas lo está
de derechos subjetivos, obligaciones, tácitas reconducciones, pre-
terintencionalidades, etcétera.
26 ENRIQUE CÁCERES NIETO

VIII. CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO Y REALIDAD

A lo largo de este trabajo se ha hablado, en repetidas oca-


siones, de la construcción social de la realidad. Con ello se quiere
decir que la realidad no constituye una categoría necesaria, sino
contingente, integrada por sistemas de creencias, esquemas de
percepción, secuencias de pensamientos, actitudes y conductas
socialmente compartidas.
Un modelo de la forma en que la realidad social es construida
puede expresarse de la manera siguiente:
Decimos que una realidad social ha tenido lugar cuando se
satisfacen las siguientes condiciones:

a) Existe un grupo “G” de individuos históricamente determinado;


b) Los miembros de “G” han llegado a un mundo cultural prefa-
bricado “M”, que constituye la matriz que da sentido a los procesos
de interacción comunicativa “C” que entre ellos tiene lugar;
c) Los miembros de “G” tienen en común un sistema cognitivo
“S”, integrado por diversos subsistemas representacionales tales
como el visual, auditivo, olfativo-gustativo y kinestésico.
d) Al ocurrir “C” entre los miembros de “G”, significan y estruc-
turan su experiencia de modo semejante por el funcionamiento de
“S” y el hecho de compartir “M”.11

El derecho incide en el proceso de construcción de la realidad


social cuando completa el siguiente ciclo:
1. Existe un texto o sistema de textos de derecho positivo
(“D”);
2. Los elementos de “D” constituyen insumos congnitivos
“I” que son procesados por los sujetos cognoscentes miem-
bros de “G” mediante la activación de ciertas reglas o prin-
cipios psicológicos “R”, incorporados a su “S”;
11 Id., “Institucionalismo jurídico y constructivismo social”, Boletín Mexi-
cano de Derecho Comparado, México, nueva serie, año XXXIV, núm. 100,
enero-abril de 2001, p. 15.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 27

3. Como resultado de la activación de “R”, en el interior del


sujeto cognoscente emergen estados psicológicos “P” que
incluyen la generación o reforzamiento de estados mentales,
creencias, secuencias de pensamiento, sentimientos, actitu-
des y esquemas de percepción;
4. Los estados “P” actúan como disparadores de conductas
sociales “A”, acordes con lo prescrito por las normas con-
tenidas en “D”;
5. Las conductas sociales “A” constituyen insumos cogniti-
vos “I”, recibidos y procesados por otro u otros sujetos
cognoscentes miembros de “G”;
6. Del intercambio descrito emergen estados de cosas socia-
les “E” que modifican el “M” de “G” (por ejemplo, la ce-
lebración de un contrato).

De lo anterior se concluye que la norma jurídica, entendida


como proposición lingüística, es simplemente un inicio, una con-
dición necesaria, pero no suficiente para que la conducta jurídica
tenga lugar, lo cual queda oscurecido por el paradigma norma-
tivista que enfrenta a los problemas sociales con modificaciones
discursivas en “D”. Un razonamiento típicamente jurídico sería
el siguiente: “Si encuentro un problema social, lo resuelvo mo-
dificando las leyes”; como si de su modificación se siguiera di-
rectamente un cambio social. La ineficacia de las reformas le-
gislativas da cuenta de lo inadecuada de esta suposición.
A pesar de la existencia de normas válidas en “D”, puede
acontecer que las normas jurídicas no tengan impacto en los pro-
cesos de construcción social de la realidad debido a que en el
trayecto que va de la norma a la acción no ocurran determinados
fenómenos psicosociales (por ejemplo, el conocimiento del de-
recho), lo a su vez puede ser el resultado de la no satisfacción
de condiciones necesarias para la verificación de dichos fenó-
menos (por ejemplo, que no haya forma de conocer los textos
legales).
28 ENRIQUE CÁCERES NIETO

También puede ocurrir que en dicho trayecto surjan fenóme-


nos adicionales a los requeridos para que opere la eficacia nor-
mativa y que incidan en la construcción de una realidad social
contraria a la prescrita (por ejemplo, que el derecho se conozca
y, no obstante, se incumpla porque la interacción social eficaz
en un trámite administrativo requiera del soborno).
En ciertos casos, la conducta contraria al derecho se construye
mediante un ejercicio deliberado en el que se “manipulan” las
normas jurídicas para producir una conducta ilícita; es decir, pa-
radójicamente, la norma jurídica es condición de la conducta con-
traria a la que prescribe (por ejemplo, para que la corrupción
administrativa tenga lugar debe ser realizada por un funcionario
con determinadas facultades definidas en la ley).

Para describir este tipo de situaciones, y de manera un tanto meta-


fórica propongo adoptar la expresión “psicopatología jurídica” cuya
estipulación por definición designativa sería: todo comportamiento
considerado una mala ejecución de la “partitura de un derecho posi-
tivo específico” (incluyendo la no acción), resultante de la deficien-
cia o carencia de variables cognitivas y/o motivacionales necesarias
para que se produzcan conductas correspondientes a las definidas por
el derecho en un contexto determinado. Dicho en otros términos,
“psicopatología jurídica” se refiere a aquellas conductas consideradas
jurídicamente anormales por no corresponder a lo establecido nor-
mativamente (metafóricamente patológicas) y cuya rea-lización es el
resultado de condicionamientos psicológicos no adecuados.12

Las conductas contrarias al derecho pueden estar perfectamen-


te institucionalizadas. Por ejemplo, a ningún abogado litigante
de nuestro medio le sorprende tener que dar dinero a los actuarios
para agilizar las notificaciones. La interacción está completamen-
te estandarizada, de tal suerte que el abogado sabe perfectamente
cuánto dinero tiene que darle al funcionario por realizar la di-
ligencia y, a su vez, éste sabe a cuánto puede aspirar. Ambas

12 Idem.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 29

partes conocen también las consecuencias de ir en contra del


patrón de conducta establecido.
Buena parte de la ineficacia del derecho para generar realidad
social es consecuencia de las limitaciones epistemológicas del
paradigma normativista, que no permite percibir las variables que
entran en juego en el proceso de construcción de dicha realidad.
Un ejemplo puede ilustrar lo anterior.
Supóngase el siguiente estado de cosas: un agente de tránsito
hace una señal a un automovilista para que se detenga, éste obe-
dece, y después de un breve intercambio de palabras, el segundo
entrega al primero una suma de dinero para que no le levante
la infracción.
Desde el paradigma normativista (simplificando la explica-
ción) la fuente del praxema type jurídico desde el que el texto
(la situación descrita) es interpretado como un token de praxema
equivalente a la comisión del delito de cohecho, radica en un
conjunto de enunciados lingüísticos contenidos en el código pe-
nal. Como resultado del ilícito, se supone, deberán aplicarse las
sanciones previstas en la ley. A partir de una teoría ingenua de
la disuasión, los juristas asumen que la consagración de las penas
en el discurso del derecho positivo es suficiente para inhibir con-
ductas sociales consideradas inadecuadas. Con base en ese su-
puesto, juristas preocupados por erradicar al cohecho recurrirían
a una reforma legislativa en la que incrementarían la sanción
i.e., aplicarían más de lo mismo, obteniendo el mismo resultado.
Desde un praxema type constructivista, el mismo texto ofrece
un token de praxema completamente distinto, en el que se ponen
de relieve aspectos no atendibles desde el paradigma normati-
vista.
Si se considera que una decisión racional es aquella en la que
se opta por la alternativa que procura más beneficios que costos,
las conductas vistas como ilícitas desde el normativismo, desde
el constructivismo son consideradas decisiones racionales, lo que
explica su subsistencia a pesar de la amenaza de las sanciones
legales. Efectivamente, en nuestro medio “M”, un conductor que
30 ENRIQUE CÁCERES NIETO

se encuentre en la situación descrita (texto), sabe que no dar al


agente de tránsito la consabida “mordida” significará un mayor
costo económico, de tiempo y de molestias. Por su parte, el agen-
te de tránsito sabe que de aplicar el derecho no podrá entregar
el “entre” exigido por sus superiores, lo que le hará objeto de
estímulos aversivos y tampoco podrá quedarse con parte del di-
nero recibido. Como es evidente, la convergencia de las con-
ductas racionales de ambos partícipes es la causa de la inefi-
ciencia del derecho. Si se desea modificar este aspecto de la
realidad social, lejos de promover un incremento en las sanciones
se debe procurar una alteración del contexto motivacional que
define el balance costo-beneficio que da sustento a las conductas
no deseadas, de tal suerte que sea la conducta prescrita por la
norma la que procure un mayor beneficio por encima de los
costos. Desde luego, esto puede implicar cosas bastante más
complejas que una simple reforma legislativa, como son: un in-
cremento en el sueldo de los policías, capacitación, la definición
de procedimientos administrativos claros, campañas de concien-
tización dirigidas a la comunidad jurídica, etcétera.

IX. IDEOLOGÍA JURÍDICA E INVESTIGACIÓN EMPÍRICA

A lo largo del tiempo, los juristas han generado una ideología


conformada por creencias expresadas en enunciados descriptivos
no susceptibles de falsación debido a la falta de investigación
empírica que los refute.
Dicha ideología ha desempeñado un papel importante en la
conformación de la actual concepción del derecho y de las ac-
titudes sociales que se tienen frente a su función social.
No se puede imputar al paradigma normativista la creación
de la ideología jurídica ya que con frecuencia su fuente se en-
cuentra en concepciones anteriores. Por ejemplo, la creencia de
que los jueces aplican el derecho de forma silogística parece
provenir de la jurisprudencia de conceptos, así como la creencia
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 31

en que en los enunciados integrantes de “D” se encuentra la


solución a cualquier conflicto social tienen su origen en la es-
cuela de la exégesis. De todos modos y a pesar de no crearlos,
los supuestos de dicha ideología subsisten paralelamente al nor-
mativismo y en ocasiones se han fusionado con él. Así, por ejemplo,
se ha llegado a sostener que los jueces realizan una aplicación
mecánica, ya no de conceptos sino de enunciados normativos
que constituyen la premisa mayor de un argumento cuya premisa
menor son los hechos y cuya conclusión es la decisión judicial.
Contrariamente a lo que pudiera suponerse, los presupuestos
de la ideología jurídica han estado a salvo de la refutación em-
pírica incluso durante el predominio de las concepciones posi-
tivistas del derecho, debido a la ubicación epistemológica de la
ciencia jurídica en el mundo del deber ser.
A continuación, trataré de mostrar que la investigación em-
pírica que tiene lugar cuando la psicología actúa como ciencia
auxiliar del derecho permite refutar al menos parte de esos pre-
supuestos, para lo cual eligiré dos casos: la supuesta función del
derecho como medio para lograr la justicia igualitaria y la ve-
rificabilidad de los enunciados sobre hechos mediante pruebas.

1. Las decisiones judiciales y la justicia igualitaria

Con frecuencia se suele asumir que cuando los jueces aplican


el derecho actúan como impartidores de justicia, que dan un trato
igual a los iguales y ante casos de la misma clase identifican el
mismo material normativo como relevante y a partir de él rea-
lizan una operación lógica que permite concluir la solución co-
rrecta de alguna manera ya contenida en las premisas del silo-
gismo. No entraré en detalles acerca de esta tesis que considero
simplista y me concreto a dejar apuntado que una investigación
constructivista sumamente interesante consistiría, precisamente, en
determinar cuáles son los procesos cognitivos que tienen lugar
en la mente de un juez. Atacaré este presupuesto ideológico me-
32 ENRIQUE CÁCERES NIETO

diante la exposición de contraejemplos provenientes del ámbito


experimental:

Diversos estudios han confirmado algo que siempre se intuyó en


medios judiciales y en la sociedad en general: ante casos semejantes,
las sentencias de diferentes jueces pueden ser muy dispares. Ya en
1974, Patridge y Eldridge presentaron los mismos 20 casos a una
serie de jueces con el fin de que éstos recomendaran la sentencia que
les pareciera más oportuna. Sintéticamente, podemos resumir sus
resultados, diciendo que en 16 de los casos hubo desacuerdo respecto
a una cuestión básica: si el presunto delincuente debía ser encarce-
lado o no.13

En otra investigación, Diamond y Zeisel, en 1975, mediante


una estrategia de archivo consistente en dar a diversos jueces
un caso real concreto: “encontraron una importante evidencia de
disparidad: al comparar las sentencias de triadas de jueces se
comprobó que existía, en el 30% de los casos, desacuerdo res-
pecto a algo tan grave como el encarcelamiento o no del acu-
sado”.14
Posteriormente a esta investigación y con el objeto de deter-
minar las causas de disparidad, realizaron un estudio documental
sobre 510 casos reales en Chicago y 471 en Nueva York. Entre
las causas de la disparidad aparecieron:
1. Conflicto entre factores agravantes y atenuantes: en la me-
dida que existiera un conjunto de factores agravantes y ate-
nuantes más equilibrado, mayor era la disparidad.
2. El sexo del acusado: mayor acuerdo entre los jueces, con ten-
dencia al no encarcelamiento cuando el acusado era mujer.
3. La severidad del delito: mientras menos grave fuera el de-
lito, más se incrementaba la disparidad.

13 Cfr. Sobral, Jorge y Bernal, Mar, “Lo extrajurídico en las decisiones


judiciales: el asunto de la disparidad”, Manual de psicología jurídica, Sobral,
Jorge, Arce, Ramón y Prieto, Ángel (eds.), Barcelona, Paidós, 1994, p. 76.
14 Idem.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 33

4. Relaciones personales, educación, edad: mientras más es-


tables fueran las relaciones personales del presunto delin-
cuente, buena educación y mayor edad, más se incremen-
taba la discrepancia.15

En otra investigación, la realizada por Palys y Divorski se ha


puesto de relieve que los jueces no siempre discriminan de la
misma manera los hechos relevantes:

En el estudio canadiense los jueces fueron más allá de otorgar un


peso diferencial a hechos y características del caso: simplemente
tendieron a tomar en consideración hechos y características diferen-
tes. Ello nos alerta ante una disparidad cualitativamente diferente y,
potencialmente, más grave. Además hubo una gran discrepancia en-
tre los objetivos sociolegales que los jueces quisieron maximizar con
sus sentencias.16

Por último, cabe mencionar que uno de los supuestos injus-


tamente atribuido al normativismo jurídico, pero que desempeña
un papel importante en la ideología jurídica, sostiene que los
jueces, al aplicar derecho, únicamente toman en consideración
normas reconocidas como parte del sistema jurídico. Al respecto,
Hogart ha encontrado que: “el conjunto de percepciones y acti-
tudes ‘morales’, legales y sociopolíticas de los jueces está deter-
minando de modo fundamental el output de sentencia emitido”.17
Respecto a la influencia de las actitudes morales y sociopolíticas
de los jueces en las decisiones, nos ha alertado Ronald Dworkin,
considerado por muchos el promotor de un nuevo paradigma en
la filosofía del derecho contemporánea.
Como puede verse, la investigación psicológica muestra que
aun en un mismo caso, diferentes jueces pueden llegar a solu-
ciones diferentes e incluso contradictorias en función de factores

15 Ibidem, p. 78.
16 Ibidem, p. 82.
17 Idem.
34 ENRIQUE CÁCERES NIETO

no estrictamente jurídicos sino vinculados con los prejuicios per-


sonales de los jueces, algo que el realismo jurídico norteameri-
cano (aunque a mi juicio, de manera exagerada) había destacado
hace tiempo.

2. La verificabilidad de los hechos: el caso


de la prueba testimonial

Durante miles de años, la decisión sobre la credibilidad se dejó a


instancias de carácter divino. Así, hace 3,000 años, los chinos deci-
dían sobre la honestidad del testigo haciéndole masticar polvos de
arroz, para posteriormente escupirlos. Si el polvo de arroz expulsado
estaba seco, quedaba probado que el testigo había mentido; si, por
el contrario, lo escupía húmedo, se entendía que había dicho la ver-
dad. Los antiguos bretones empleaban un procedimiento similar. En
este pueblo se hacía masticar al testigo sospechoso una rebanada de
pan seco y queso. Si el testigo lo podía tragar sin problemas era
prueba de que decía la verdad; los problemas de deglución eran signo
de que mentía. Por su parte, los israelitas sometían a sus sospechosos
al llamado “juicio de Dios”. El testigo debía tocar una barra de hierro
al rojo vivo con la punta de la lengua. Si se quemaba era prueba de
que estaba mintiendo; si, por el contrario, su lengua aparecía sin
daño probaba su sinceridad.18

Como señala Larry Laudan, durante la Edad Media estuvieron


vigentes las ordalías, juicios caracterizados por la supuesta in-
tervención de Dios en la demostración de la culpabilidad o ino-
cencia de los presuntos responsables de delitos. A pesar de que
podían asumir diversas formas, su rasgo común consistía en la
creencia en que Dios protegía a los inocentes mediante la ope-
ración de un milagro por el que se suspendía momentáneamente
leyes naturales para probar su inocencia. Por ejemplo, haría que
su cuerpo flotara en el agua a pesar de haber sido atado y su-

18 Cfr. Alonso-Quecuty, María L., Psicología forense experimental: el tes-


tigo deshonesto, Manual de psicología..., cit. supra nota 11, p. 139.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 35

mergido en un río, o que su piel no sufriera quemaduras después


de haber tocado con las manos o los pies carbones o hierros
candentes.
Pero fuera cual fuese su naturaleza específica, las ordalías eran conce-
bidas como procesos infalibles. Su veredicto, que era posible presen-
ciar públicamente, no podría ser objetado de manera plausible, ya que
dudar era herético.19

A pesar de su carácter incontrovertible durante un periodo de


la historia:
En 1215, el Cuarto Concilio de Letrán prohibiría oficialmente la
ordalía, apoyado tanto en argumentos teológicos como epistemológi-
cos. El argumento teológico decía que el juicio de ordalías, que era una
creación humana, requería de la intervención divina para determinar la
culpabilidad o la inocencia. Empero, aducían los teólogos, ¿qué podría
hacernos suponer que Dios debe sujetarse a los deseos humanos? Lo
cierto es que Él no ejecuta milagros sobre pedido... Desde luego, este
argumento acarreaba un corolario epistemológico crucial, a saber, que
nos es imposible establecer, cuando alguien sobrelleva exitosamente
un juicio de ordalías, si el resultado significa una intervención divina
directa, o más bien representa una simple casualidad natural... Fue este
conjunto de preocupaciones el que llevó al concilio de obispos católi-
cos a insistir, en 1220, que no se permitirían las ordalías bajo ninguna
circunstancia, a menos de que sea imposible conocer la verdad de otra
manera.20

Afortunadamente en la mayor parte del mundo este tipo de


procedimientos ha desaparecido, lo que muestra el relativismo
19 Los argumentos sobre las ordalías fueron expuestos por el profesor Larry
Laudan en una conferencia titulada “El desarrollo y la resolución de las crisis
epistemológicas: estudios de caso en la ciencia y el derecho durante el siglo
XVII”, impartida en la Universidad Autónoma Metropolitana, en abril de 2000.
Agradezco al doctor Ambrosio Velasco del Instituto de Investigaciones Filo-
sóficas de la UNAM, el haberme proporcionado una copia de la versión escrita
de la conferencia, de donde se toman las citas. El trabajo aparecerá bajo el
sello del mismo instituto coordinado por el propio profesor Velasco.
20 Idem.
36 ENRIQUE CÁCERES NIETO

de los medios mediante los cuales verificamos la verdad o fal-


sedad de enunciados sobre hechos en el ámbito jurídico. En algún
sentido, podemos decir que a lo largo de la historia el derecho
probatorio se ha manejado con determinadas “teorías de la ver-
dad” y bajo ciertos presupuestos epistemológicos que evolucio-
nan y cambian con el transcurso del tiempo.
Algo semejante está ocurriendo actualmente gracias a la psi-
cología que, mediante experimentos de carácter científico, nos
lleva a cuestionar el papel asignado a determinados medios pro-
batorios, entre ellos, las testimoniales, objeto de una especialidad
conocida como “memoria de testigos”.
Gracias al desarrollo de la psicología de la memoria, se ha
podido determinar que los juristas realizan una sobrevaluación
de esta prueba como medio para verificar los enunciados sobre
hechos vertidos por los litigantes en un juicio.
Así, por ejemplo, se ha puesto de relieve que los no expertos
en memoria no toman en cuenta factores como la manera en
que la información contextual puede impactar en el recuerdo del
testigo; o el acuerdo intra e intersubjetivo del testigo:

el evaluador no experto de la memoria de un testigo suele interpretar


la falta de acuerdo entre varias declaraciones del testigo, o entre
distintas partes de su declaración (“me sujetó con las dos manos”, y
luego, “con la mano derecha, me amenazó con una navaja”) como
fallos en la memoria del testigo sobre ese detalle... Claramente, el
evaluador puede equivocarse al interpretar el acuerdo como exacti-
tud, ya que dos testigos pueden cometer el mismo error...21

Algo semejante puede acontecer si el evaluador considera


que la seguridad con la que se brinda la declaración es indi-
cativo de la credibilidad del testimonio; o no toma en cuenta
que la memoria tiende a llenar sus huecos con las propias
percepciones del sujeto quien puede no llegar a distinguir entre

21 Cfr. Diges, Margarita, “El psicólogo forense experimental y el testigo


honrado”, Manual de psicología..., cit. supra nota 11, p. 130.
PSICOLOGÍA Y CONSTRUCTIVISMO JURÍDICO 37

lo que efectivamente aconteció y la variante en cuya construcción


ha participado sin darse cuenta.22
Esto lleva a una necesidad de replantearse el valor que puede
darse a este medio probatorio como mecanismo para verificar
enunciados sobre hechos y a cuestionar la supuesta objetividad
de los medios conforme a los cuales, se supone, los juristas efec-
túan reconstrucciones de hechos sobre cuya base se realizan las
operaciones cognitivas que llevan a dictar sentencias justas.

X. A MANERA DE CONCLUSIÓN

La interrelación entre psicología y derecho constituye un pro-


metedor campo que apenas se encuentra en un estado de cosas1.
El objetivo de este trabajo es motivar la reflexión que pueda
llevarnos rápidamente a un estado de cosas 2 y en un tiempo
no muy lejano a un estado de cosas 3: a aquel en el que la
intersección entre ambas disciplinas permita confrontar enuncia-
dos prescriptivos del tipo: “La ignorancia de la ley no exime el
cumplimiento de la misma”, con otros de carácter descriptivo
que desenmascaren su carácter ideológico como el que evidencia
que: “La ignorancia de la ley es causa del incumplimiento de
la misma”.

22 Idem.
EL CONTROL SOCIAL FORMAL

Ignacio CARRILLO PRIETO*

Nadie ignora que violencia e inseguridad acompañan ominosa-


mente a estos días de normalidad democrática, y es comprensible
que se preste atención a esas enfermedades sociales que son los
delitos. Lo que no resulta justificable es convertir la imagen y
la realidad mexicanas de nuestros días en la guerra de todos
contra todos (el hombre, lobo del hombre, dijera el clásico) que
aparece cotidianamente en los televisores, empobreciendo y en-
rareciendo nuestra vida colectiva y desviando la atención ciuda-
dana de los problemas mayores que reclaman su voz y su voto.
Una suerte de apología de la desintegración social parece
apropiarse del discurso público conformado en esos mecanismos
de creación de opinión, los que sin duda están urgidos de dictarse
autónomamente las normas éticas profesionales que los pongan
al abrigo de tentaciones sensacionalistas, que convierten el ser-
vicio público y el derecho a la información en una retahíla de
anécdotas insustanciales aunque disolventes y paralizantes. La
opinión publica es una suerte de orientación general política pre-
dominante en la comunidad y, como ya se dijo hace muchos
años, no cabe gobierno sin tener en cuenta las imágenes en la
cabeza de los hombres (Hume).
Los medios que contribuyen a la formación de la opinión pú-
blica son, también, medios de gobierno, instrumenta regni, y no
cabe desentenderse de esa responsabilidad.
Uno de los rasgos definitorios del Estado y del derecho (y
del Estado de derecho) es el monopolio legítimo de la violencia.
En la pedagogía de la democracia es indispensable enseñar con
* Fiscal especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado.

39
40 IGNACIO CARRILLO PRIETO

el discurso del saber los límites y consecuencias legales de la


violencia, comenzando con el aprendizaje del gobierno, que ha
de tener presente, en todo momento, “que no se puede pisar sobre
cadáveres para beneficio del Estado”. El discurso de los poderes
(gubernamentales, económicos, mediáticos, religiosos) debe ser
contrastado (controlado) con el discurso de los saberes (éticos,
normativos) cuya articulación y textura abierta los democratiza
y corrige. Su interacción es necesaria en la construcción de las
nuevas instituciones de la transición mexicana.
Los comunicadores del sensacionalismo requieren de crimi-
nólogos, penalistas, sociólogos, psicólogos y médicos, pues la
sociedad tiene derecho a ser informada objetiva y racionalmente,
ya que es ella la que ha ido edificando la nueva casa de nuestra
vida política que impone a todos un “derecho pragmáticamente
condicionado, a medio camino entre lo justo y lo provechoso”
(Vázquez Montalbán).
La opinión pública, se sabe, es un elemento constitutivo de
la democracia: no lo son, en cambio las imágenes que inundan
de golpes y sangre, noche a noche, los hogares de los mexicanos.
“La captación de la relevancia de los medios en el debate de la
opinión pública exige tener en cuenta que los medios no son
transmisores inocentes de la realidad”.
No pueden serlo en la medida en que la información y la
opinión no son comunicables “sino a través de una intervención,
de ordenación y filtro, cuasi constitutiva y no simplemente me-
dial” (Solozábal). Al parejo de las sanguinarias ondas, se trans-
mite la otra cara del asunto: las imágenes y los juicios sobre
los cuerpos de seguridad simplificando sus ineficiencias como
si sólo se tratara de desviaciones individuales y no de deficien-
cias estructurales que impiden organizarlos como la administra-
ción policial del Estado, administración profesionalizada que pre-
serva la seguridad y la eficacia de asuntos que nos afectan a
todos. Administración autónoma frente a la política que se pre-
serva no sólo mediante un estatuto de la función pública que
garantice la profesionalidad de los agentes sino también mediante
CONTROL SOCIAL FORMAL 41

un sistema de controles de su actividad, basado en la objetividad


y sobre todo en el que deriva del principio de legalidad .
El delito, dato permanente desde siempre, hoy se ha visto pro-
pulsado al centro de nuestras preocupaciones sociales. Los me-
dios de comunicación de masas constituyen su escenografía y
provocan reacciones colectivas pero también inducen a las ins-
tituciones de la justicia a conducirse de modo distinto al que le
asignaba su tradicional sitio en la sociedad: “ahora el juez hace
política, el político la hace de moralista y lo público y lo privado
se interpenetran” (Garapon). Peor aun: el discurso político no
tiende ya a articularse alrededor de ideas sino de emociones y
la práctica del escándalo del delito procesado en los medios es,
sin duda, recurrente y monopolizadora. El delito se convierte en
una experiencia moral central cuando las emociones del mesia-
nismo político entran en hibernación.
Hay que tener presente, frente al fenómeno de movilización
social alrededor del delito por obra de los medios, que el político
debe convertir la emoción en adhesión a principios y transformar
las pulsiones racionalizándolas, transmutándolas en instituciones.
Entre los recursos jurídicos de los que se echa mano hoy en
día, el penal es el favorecido. Se utiliza éste, el más poderoso
y significativo, para hacer frente a múltiples situaciones, preten-
diendo resolver problemas que no se satisfacen con tratamientos
penales que, se sabe, constituyen expedientes de ultima ratio.
Es la peligrosa penalización de la vida colectiva, auspiciada por
los medios de comunicación. Se dibuja una tendencia a crimi-
nalizar los problemas sociales que no se logran resolver de otra
manera. Se pretende que el Estado de derecho abandone su neu-
tralidad para erigirse en legislador de una cierta moralidad (cam-
biante y emocional).
La democracia se asegura en la medida en que los individuos
gozan de ámbitos de libertad en los que se despliega el desarrollo
de la personalidad humana. Pretender regular toda actividad por
la vía jurídica y pugnar, para todo movimiento e iniciativa, por
el reconocimiento del Estado equivale a poner en riesgo el sen-
42 IGNACIO CARRILLO PRIETO

tido y alcance del Estado de derecho, uno de cuyos mayores


enemigos es la tentación actual de resolver nuestros problemas
en la sede del derecho penal y la no menos ominosa codificación
de lo “políticamente correcto”, uniformidad puritana inversamen-
te proporcional a la pluralidad (política, jurídica y moral) de la
democracia.
El binomio policía y delito, entendido rectamente, dice de la
facultad de un cuerpo de funcionarios estatales para prevenir,
investigar y perseguir los actos antisociales. Pero aquí y ahora,
el binomio ha sido perversamente trastocado de modo tal que
esa función pública se ha puesto —por obra de algunos— al
servicio del mal que debiera combatir sin excepción. Tal amal-
gama execrable es justificado motivo de alarma social que hace
años ha quedado activada permanentemente respecto de la ine-
ficacia e ilegalidad de las tareas policiales a lo largo y a lo ancho
de la República. Puede decirse, sin exageración, que el servicio
publico de seguridad constituye ya no un “rezago”, sino un bal-
dón que nos afrenta a todos.
Pareciera que, sumado al descuido y desaprensión de antaño
sobre este tema central para toda sociedad y gobierno, ahora
aparecen buenos propósitos de enmienda y plausibles iniciativas
gubernamentales que no acaban por significarse en la reforma
técnica, jurídica y política, exigente y lúcida, que reclaman y
aguardan los mexicanos. Exitosos en otros ámbitos (electoral,
financiero) los promotores del cambio, cuando se trata de los
asuntos de la seguridad pública se estrellan, una y otra vez, en
un muro infranqueable de corrupción, ineficacia y crimen, que
abriga los peores excesos de poder; de ahí que su saneamiento
deba ser entendido y procesado como asunto político. De otro
modo, una y otra vez, como lo enseña la historia de esas pato-
logías, no podrá ni siquiera ser analizado y mucho menos ser
proscrito este proteico engendro albergado y alimentado en los
sótanos del Estado, por complicidad o por incuria.
Se ha dicho, y con razón, que el tema policíal está signado
por una contradicción inicial: la policía, guardián irremplazable
CONTROL SOCIAL FORMAL 43

del orden que condiciona el ejercicio de la libertad es, al mismo


tiempo, históricamente, una amenaza para dicho ejercicio. La
contradicción no puede resolverse sino buscando el equilibrio
entre las facultades policiales estrictamente circunscritas y las
garantías efectivas que permitan a los ciudadanos prevalecerse
del abuso de dichas potestades públicas (Jean Rivero, Droits del
l’individu et police). Nunca se insistirá lo suficiente al privilegiar,
en la definición de las tareas policiales, la protección del libre
ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, sean o
no transgresores de la ley. En el difícil aprendizaje democrático,
este principio debe ser motivo de intensa pedagogía, sin conce-
sión alguna. Y tampoco puede ya soslayarse que, sin la parti-
cipación ciudadana, no habrá remedio capaz de invertir el sentido
de la ominosa ruta por la que han circulado y circulan, en con-
tubernio hipócrita, numerosos agentes de la justicia y delincuen-
tes de toda laya.
Asimismo, la legitimidad y la legalidad del Poder Judicial es
imprescindible sobre todo en las horas aciagas del surgimiento
de aberraciones policiales disfrazadas de requerimientos penales
preventivos. El resultado ha sido un vaciamiento de casi todas
las garantías penales y procesales y una creciente administrati-
vización del derecho penal, transformando el sistema estricta-
mente retributivo, dirigido a prevenir los delitos futuros sólo me-
diante la punición de los ya cometidos y probados, en un sistema
tendencialmente preventivo, dirigido a hacer frente a la mera
sospecha de delitos pasados o al mero peligro de delitos futuros.
En la lógica del Estado de derecho, las funciones policiales
deberían quedar limitadas a tres únicas actividades: la investi-
gación de los delitos e ilícitos administrativos, la prevención de
unos y otros, así como la ejecución y colaboración con la juris-
dicción y la administración (Ferrajoli). El Poder Judicial y el
cuerpo legislativo, de consuno, son el mejor valladar a las pa-
tologías policiales cuya erradicación es insoslayable. La justicia
es, hoy en día, aquí y en todas partes, el nuevo escenario de
la democracia y su pulcritud es también, tarea de todos. De ahí la
44 IGNACIO CARRILLO PRIETO

obligada transparencia de sus sedes y de la conducta de sus ac-


tores.
Postulemos, rigor penal, que no rigorismo, que equivale a dis-
tinguir lo indispensable del exceso de severidad. Cuando Zedillo
convocó a enriquecer sus iniciativas legales en la materia y
reiteró el rigor con el que, a su entender plausible, habían de
enfrentarse las conductas delictivas, era preciso traer al debate
los principios centrales del derecho penal moderno, racionalista,
democrático, a fin de impedir ese peligroso salto del rigor al
rigorismo, ese deslizamiento de la necesaria adecuación perma-
nente de las normas al apresuramiento febril e ilusorio que, sin
criterios sólo dos de política criminológica pretendían, con meros
golpes coyunturales, enderezar los torcidos caminos y renglones
de la justicia penal. No valen aquí plebiscitos ni consultas po-
pulares que serían inadecuadas también en otros asuntos tras-
cendentales que requieren de reflexión, de conocimiento teórico,
de pericia profesional, de probada experiencia. Nada más peli-
groso que acogerse a soluciones de dureza injusta revestidas de
legalidad.
La recordación de nuestra tradición jurídica humanitaria, que
arranca con Lardizábal, es referencia obligada en la tarea a la
que convoca el presidente Zedillo. También las formulaciones
más actuales sobre el problema de la normación penal de la con-
ducta. Ferrajoli (razón y derecho) ha sintetizado éstas y merecen
reflexión y debate:

1. La pena, cualquiera que sea la forma en que se la justifique


y circunscriba, es una segunda violencia que se añade al
delito; es el más terrible de los poderes (Montesquieu); ella
manifiesta, de la forma más conflictiva, la relación entre el
Estado y el ciudadano, entre autoridad y libertad, entre se-
guridad y derechos individuales.
2. Fue la crítica de los sistemas penales y procesales el origen
de la definición de los valores de la cultura jurídica mo-
derna: el respeto a la persona humana, los principios fun-
CONTROL SOCIAL FORMAL 45

damentales de la vida y de la libertad personal, el nexo


entre legalidad y libertad, la separación entre derecho y
moral, la tolerancia, la libertad de conciencia y de palabra,
los límites a la actividad del Estado y la función de tutela
de los derechos ciudadanos como su fuente primaria de le-
gitimación.
3. En el debate penal actual hay los interrogantes fundamen-
tales de siempre: si, por qué, cuándo y cómo castigar; si,
por qué, cuándo y cómo prohibir; si, por qué, cuándo y
cómo juzgar.
4. En toda indagación sobre un sistema penal deben identifi-
carse los peligrosos perfiles de irracionalidad, injusticia e
invalidez que aparecen siempre, en mayor o menor medida.
El caso mexicano no es, por cierto, excepción en esas pa-
tologías. Ellas discurren por diversas vías: la formulación
vaga e indeterminada de las figuras delictivas; la previsión
de delitos de sospecha; la prisión provisional; los diversos
ataques a la presunción de inocencia; las medidas de limi-
tación cautelar de la libertad personal atribuidas a la Policía
Judicial. Las prácticas policiales, y aun las judiciales, están,
frecuentemente, un escalón por debajo de las leyes, aunque
sólo sea porque éstas reflejan modelos de deber ser, mien-
tras aquéllas están sujetas, además, a imperativos de efi-
ciencia contingentes que, inevitablemente, chocan con los
primeros, percibidos a menudo como embarazosos obstáculos
antifuncionales.
5. Es indispensable tener presente, en todo momento y sobre
todo, a la hora de las reformas, el paradigma penal clásico
de estricta legalidad, igualdad y certeza y encontrar las con-
cesiones indebidas al autoritarismo en detrimento del ga-
rantismo.

Para, en verdad, enriquecer el debate sobre la reforma penal,


han de repasarse, integralmente, principios y valoraciones; fun-
damentos y legitimaciones, conocimiento técnico y experiencia
46 IGNACIO CARRILLO PRIETO

a fin de no perder de vista que la complejidad del problema a


resolver no admite simplismos rigoristas cuando exige rigor sa-
piente y prudente tal y como lo producen facultades e institutos
jurídicos de nuestra República, cuya voz es indispensable en este
nuevo momento del debate.
Herida por graves afrentas, pero no exánime, la República ve
multiplicada la hidra de la violencia, en uno y otro lugar, una
y otra vez, contra unos y otros.
En el fondo se enfrentan dos maneras de entenderla: algunos
quieren mirarla como el legítimo recurso en la reivindicación
de derechos que se sitúan en el orden jurídico que no se reconoce
como único medio para adquirirlos. Se la justifica en aras del
“perfeccionamiento” del orden jurídico y, por ende, como pa-
lanca del cambio justiciero. Es, en el fondo, la milenaria tesis
de la rebelión contra el tirano, derecho natural inderogable. El
levantamiento zapatista es su expresión más visible entre noso-
tros.
Otros la esgrimen en virtud del monopolio estatal del uso de
la fuerza: el derecho como motivación indirecta de la conducta,
motivación que estriba en la amenaza del uso de la fuerza como
reacción a las conductas contrarias al orden jurídico. No debe
olvidarse, empero, que tal monopolio, para ser legal ha de ser,
al propio tiempo, legítimo. No lo es cuando su operación no
viene precedida de la confección democrática de la norma que
la autoriza.
Hay, sobre todo, la violencia cotidiana del secuestro, viola-
ción, lesiones y robo, multiplicada sin necesidad de justificación
alguna, expresión desnuda y consecuencia de una grave descom-
posición social, cuyo análisis y remedios no acaban de imponerse
y que quiere ser reducida con simples medidas policiales, cuando
no policiacas, infructuosas siempre que se recetan aisladas. Es
entonces violencia sobre violencia, la espiral diabólica que qui-
siera adueñarse de nuestras vidas.
La reformulación de las medidas legales de fuerza y la erra-
dicación de las ilegales es la urgencia de estos días.
CONTROL SOCIAL FORMAL 47

De nueva cuenta se manifiesta entre nosotros la necesidad de


entender que la vida democrática no se agota en elecciones y
partidos: pasa crecientemente por las sedes de la justicia que
requieren de máximo reforzamiento y vigilancia. Es preciso re-
cordar la lección de la ilustración: en política, como en medicina,
los remedios violentos son siempre riesgosos; no debe empleár-
seles sino cuando el exceso de males los convierte en absoluta-
mente necesarios (Holbach). Pero también debe tenerse presente
la sentencia de Sartre: la violencia aparece siempre como una
contraviolencia, como una respuesta a la violencia de otro.
Las voces de la sociedad y sus afanes son impulso inicial y
destino final de la tarea por convertir el Leviatán al credo del
Estado democrático de derecho.
Entre las múltiples demandas que hoy se erigen inequívoca-
mente importa recoger primeramente la de la justicia, instrumen-
tal y axiológica. De las numerosas desgracias que hemos pade-
cido y padecemos, naturales y humanas, quizá ninguna es más
dolorosa que la de la injusticia y sus secuelas. El quebranto de
la justicia institucional y el menosprecio de la justicia como valor
superior de todo empeño digno de recibir el sello del hombre,
es la mayor tragedia que puede arrostrar un pueblo. México sabe,
históricamente, que si algo puede doblegarlo, lo sería el hundi-
miento de las instituciones y normas que presiden la convivencia
nacional.
De ahí que no admita ya dilación alguna encarar, con obje-
tividad y prudencia, sin estridencias ni meros propósitos de en-
mienda, los graves asuntos de la reforma de los sistemas, sedes
y momentos de la justicia mexicana. Con la mayor energía des-
terremos un “infra-Estado clandestino”, que tiene códigos y di-
neros, armas y súbditos propios, ajenos a los principios de la
democracia: legalidad, publicidad, transparencia, representativi-
dad, responsabilidad política y control popular del funcionamien-
to del poder.
Admitamos, por otra parte,
48 IGNACIO CARRILLO PRIETO

la crisis del derecho, y el desarrollo de un derecho penal de emer-


gencia mediante el cual se ha tratado de hacer frente a diversas
formas de criminalidad organizada. La inflación legislativa, coinci-
dente con la inflación penal se encuentra en el origen de una cre-
ciente falta de certeza, oscuridad y dificultad de conocimiento del
derecho, que favorece una adicción al ilegalismo difuso, resta credi-
bilidad y eficacia a la acción penal y ofrece el mejor caldo de cultivo
a la corrupción y al arbitrio.
Derecho penal mínimo, y refundación garantista de la jurisdicción
penal pueden ser respuestas a la crisis que sacude, al mismo tiempo, al
Estado de derecho y a la razón jurídica... sólo un derecho penal
reconducido únicamente a las funciones de tutela de bienes y derecho
fundamentales pueden conjugar garantismo, eficiencia y certeza jurí-
dica. Y sólo un derecho procesal que, en garantía de los derechos del
imputado, minimice los espacios impropios de la discrecionalidad
puede ofrecer un sólido fundamento a la independencia de la magistra-
tura y a su papel de control a las ilegalidades del poder.
En fin, sólo un efectivo pluralismo institucional y una efectiva
separación de poderes puede garantizar la rehabilitación de la lega-
lidad en la esfera pública según el paradigma del Estado democrático
de derecho (Ferrajoli).
LA VIOLENCIA

Bruno ESTAÑOL VIDAL*

Aunque Blas Pascal declaró que el ser humano se encuentra entre


el ángel y la bestia, la historia ha demostrado que se encuentra
más cerca de la bestia.
El siglo XX, que se encuentra en sus postrimerías, ha mos-
trado cómo el hombre ha utilizado la tecnología y la ciencia
para ejercer la violencia en gran escala, desde la cima del poder.
Así han surgido todas las armas modernas incluyendo la bomba
atómica. Albert Einstein y Robert Oppenheimer han lamentado,
a posteriori, su participación en la creación de esta arma mor-
tífera porque se dieron cuenta que pusieron la ciencia al servicio
del poder. De tal suerte que aunque el ser humano ha seguido
una carrera ascendente en la evolución científica y tecnológica
desde el punto de vista moral —y tal vez emocional— no ha
mostrado grandes adelantos. El mandamiento fundamental, desde
el punto de vista ético, no matarás, permanece sin ser cumplido.
El hombre ejerce la violencia entre sus semejantes por la dife-
rencia de nacionalidad, económica, religión, color, o ideológica
sobre todo, por la búsqueda de poder político y económico. Du-
rante el siglo XX han habido dos guerras entre múltiples naciones
llamadas guerras mundiales y un sinnúmero de guerras entre na-
ciones grandes y pequeñas. El genocidio entre las naciones, por
cuestiones étnicas, religiosas o ideológicas, persiste. Durante el
largo periodo de rivalidad entre las naciones más grandes del
orbe, llamada la guerra fría, hubo inclusive dilatadas dudas sobre
* Jefe del departamento de neurología del Instituto Nacional de Ciencias
Médicas y de la Nutrición “Salvador Zubirán”.

49
50 BRUNO ESTAÑOL VIDAL

la supervivencia del hombre como especie. No hay duda que se


requiere un nuevo contrato social que nos permita vivir en la
pluralidad y convivir entre nosotros mismos.
Estas reflexiones nos pueden llevar al pesimismo y a la idea
fundamental de que el ser humano no tiene remedio si no fuera
porque muchas naciones e individuos han mostrado con pasión
que se puede lograr una convivencia en la pluralidad no violenta.
Importa mucho, pues, reflexionar sobre los orígenes de la vio-
lencia y educar a las nuevas generaciones en una ética que nos
permita sobrevivir como especie y como individuos.
Las causas de la violencia intra-especie, en los seres humanos,
son, sin duda múltiples, ya que los seres humanos somos entes
biológicos y culturales. (Hay sin duda elementos biológicos que
nos predisponen a la agresión pero existen también, por otro
lado, elementos culturales.) El hombre, como ser vivo, tiene una
larguísima historia que se remonta al inicio de la vida en nuestro
planeta, hace quizás unos tres mil millones de años. Comparte
la misma molécula básica que transmite la información de la
especie, que es el ácido desoxirribonucleico, con las amibas y
los protozoarios y no se diga con los grandes mamíferos. La
diferencia genética entre el ser humano y el chimpancé es de
sólo el 1.5%. Tiene, junto con los animales y con las plantas,
el mismo mecanismo para la producción y almacenamiento de
energía que es adenosin-rifosfato, resto de los seres vivos, nace,
crece, se diferencia, se reproduce y muere. Está sujeto como los
demás seres vivos a una flecha de tiempo vital. Está, como el
resto de los seres vivos, encadenado a la muerte. Como cualquier
ente biológico tiene que obtener energía libre para los procesos
de mantenimiento, crecimiento, reproducción y diferenciación.
Esta energía la obtiene ingiriendo otros seres vivos. Las plantas
tienen un mecanismo llamado autotrófico que permite captar di-
rectamente el nitrógeno de la tierra y el bióxido de carbono del
aire y con estos recursos elaborar carbohidratos complejos. El
resto de los animales, entre los que se incluye el hombre, tienen
que obtener esta energía libre comiendo plantas y otros animales.
LA VIOLENCIA 51

Hay animales herbívoros que sobreviven ingiriendo vegetales y


plantas, y hay animales carnívoros que sólo comen carne. Los
depredadores, como el hombre, pueden comer todo tipo de ser
vivo. Los seres vivos se comen y se nutren entre sí y ello cons-
tituye la gran cadena ecológica y la gran cadena del ser. El hom-
bre no se puede liberar de esta condena energética. La biología
es destino, tanto para las especies como para los individuos. Sin
embargo, no queremos reconocer nuestra condición de depreda-
dores biológicos. Preferimos simular que somos ángeles y no
aceptar simplemente que formamos parte de la naturaleza y que
la naturaleza está constituida por una dependencia energética.
Sentimos la naturaleza como ajena a nosotros y nos sentimos
con derecho a utilizarla a nuestro arbitrio y no pensamos que
al destruirla nos situamos nosotros mismos en una frágil posi-
ción.
El ser humano tiene, pues, una larga evolución biológica.
Como especie, su evolución biológica no tiene quizás tanto tiem-
po porque se considera que el homo sapiens vagó sobre la tierra
buscando alimento, en su etapa de cazador y recolector hace
apenas cien mil años. Sin embargo, mucho antes de esa época
los homínidos homo habilis y homo erectus habitaron la tierra
por lo menos un millón de años. No hay que subestimar a los
primates homínidos porque se sabe que el homo erectus en las
cuevas de Chou Ku Tien en China ya había descubierto el fuego.
Este descubrimiento quizá dio inicio a la primera evolución cul-
tural del hombre al permitirle estar despierto durante parte de
la noche, cocinar los alimentos y protegerse de otros depreda-
dores. El descubrimiento del fuego es un hecho fundamental en
la evolución cultural y le permite, quizás por vez primera, un poco
de tiempo libre y así plasmar su actividad con pinturas en las
paredes de las cuevas. No en vano Prometeo es un símbolo del
hombre en su capacidad de manejar a la naturaleza por medio
del fuego. Los dioses griegos, que eran muy sabios, lo castigaron
porque consideraron que el uso del fuego no debía ser usurpado
por los hombres.
52 BRUNO ESTAÑOL VIDAL

El homo sapiens realiza otros descubrimientos fundamentales


antes del descubrimiento de la agricultura y éste incluye el des-
cubrimiento o la invención del arco y la flecha alrededor de
hace cincuenta mil años. El ser humano, nace pues, con un ce-
rebro que le permitía sobrevivir en su vagancia sobre las praderas
buscando alimento. No tiene quizás tiempo para ninguna otra
actividad. Alimentarse consume la mayoría del tiempo de todos
los animales.
Hace diez mil años el hombre inicia la llamada evolución cul-
tural con el descubrimiento o la invención de la agricultura. Este
descubrimiento le permite, por primera vez, tener un alimento
seguro. Deja la vida nomádica y se puede asentar en lugares
fijos. El descubrimiento de la agricultura permite la creación de
pueblos y pequeñas ciudades. Ya no vive en pequeños grupos
sino que los grupos se hacen mayores. Se puede diferenciar la
actividad y no todos se dedican ya a la obtención del alimento.
Aparecen los artesanos que hacen casas, que construyen arcos
y flechas, que hacen vestidos, telas, zapatos, etcétera. Surgen
individuos dedicados a actividades como la preparación de ali-
mentos, la medicina, la elaboración de edificios, etcétera. El len-
guaje oral se diversifica para designar a las nuevas actividades
que se relacionan con la agricultura y las artesanías. El vocabu-
lario se expande así como se expanden las actividades y los ob-
jetos. En la época de nómadas el vocabulario probablemente es-
taba restringido a las actividades de caza y recolección y no
podía existir un lenguaje común para grandes grupos de indivi-
duos ya que los grupos eran pequeños, la así llamada horda pri-
mitiva. Esta convivencia entre grandes grupos de individuos tam-
bién debe haber conllevado a un nuevo código de convivencia
social.
Hace apenas cinco mil años que el ser humano inventa la
escritura. Con la invención de un lenguaje, el hombre se huma-
niza. Por un lado, puede acumular conocimientos y transmitirlos
a sus descendientes. El lenguaje verbal era muy frágil y sólo
permitía la transmisión de los conocimientos entre grupos pe-
LA VIOLENCIA 53

queños de individuos. Se inicia así el desarrollo de la ciencia,


el arte, la tecnología, la religión, la filosofía. Por otro lado, el
hombre se convierte, como lo ha declarado Ernest Cassirer, en
un animal simbólico. El ser humano no sólo vive con objetos
físicos sino también simbólicos. Los códigos de convivencia so-
cial surgieron como una necesidad de supervivencia. Aparecen
así los códigos escritos. El Código de Hammurabi entre los an-
tiguos habitantes de Mesopotamia es ya muy elaborado y refleja
la organización de una sociedad compleja. Es un compendio de
leyes o indicaciones de tipo económico, laboral, administrativo
y penal que comprende 282 párrafos. El código mosaico es re-
lativamente reciente y muestra una visión compleja del hombre.
Estos códigos aparecen, sin duda, para promover una convivencia
pacífica entre los seres humanos. ¿Por qué aparecen estos códi-
gos? Sin duda para limitar la violencia. Llama la atención que
el código mosaico exige respetar a los padres lo que refleja la
idea freudiana de la agresión del hijo contra el padre. Ahora
tenemos códigos completos en todas las áreas humanas y sin
embargo, la violencia persiste. El ser humano, a pesar de haberse
convertido en un animal simbólico, no ha podido erradicar la
violencia.
Si el hombre tiene una historia biológica y otra cultural, sería
un reduccionismo absurdo limitar los orígenes de la violencia a
elementos puramente culturales o biológicos. Es muy difícil, so-
bre todo en casos individuales, deslindar estos elementos. La
violencia entre los animales ocurre fundamentalmente para la
supervivencia. Mata a otros animales para obtener alimento.
Ahora el hombre no sólo necesita alimento real, sino también
alimento simbólico. Esto aparece expresado en la Biblia con la
frase “no sólo de pan vive el hombre”. Sin embargo la lucha
por el alimento persiste. Algunos hombres se apoderan de las
tierras y de los animales domésticos. Caín ofrece a Dios los fru-
tos de la tierra mientras que Abel le ofrece sacrificios de ani-
males. La domesticación de los animales no es una actividad
altruista. Se genera para tener alimentos a la mano. Posterior a
54 BRUNO ESTAÑOL VIDAL

esto hay una lucha por apoderarse no sólo del alimento sino de
la energía. Con el cambio de la economía del trueque a una
economía simbólica de las monedas, la lucha se establece entre
los que han podido acumular el dinero y los que no lo tienen.
Se ha llegado así a una distribución muy desigual, entre los in-
dividuos y los pueblos, del alimento, de la energía, del dinero,
del poder y de la información. La lucha para obtener estos bienes
es quizá, al mismo tiempo, uno de los generadores más impor-
tantes de la violencia. Esta lucha tiene una base biológica que
es la lucha, de todos los animales, por obtener alimento, y al
mismo tiempo, tiene una base cultural, ya que el ser humano,
como animal simbólico, desea ahora obtener mayor dinero e in-
formación. Es evidente que la distribución asimétrica de la ri-
queza seguirá generando violencia y que es urgente que vivamos
en un mundo más equitativo desde el punto de vista económico
y también desde el punto de vista educativo. Esto se debe aplicar
tanto a las naciones como los individuos. Este anhelo de igualdad
y de justicia social es quizás una utopía, pero sin duda debemos
luchar por ella con todas nuestras fuerzas.
Nunca llegaremos a estar cerca del ángel como quería Pascal,
pero es un deber moral alejarnos lo más posible de la bestia.
LA DIMENSIÓN DEMOGRÁFICA EN LA CAUSALIDAD
DE LA VIOLENCIA SOCIAL1

René A. JIMÉNEZ ORNELAS2

SUMARIO: I. Presentación. II. Objetivos. III. Propuesta na-


cional de un sistema de encuestas sobre victimización y
percepción de la seguridad pública. IV. Algunos resultados
relevantes. V. Conclusiones. VI. Bibliografía.

I. PRESENTACIÓN

La sociodemografía de la violencia es uno de los caminos para


profundizar en el conocimiento de la causalidad de las diversas
manifestaciones de este fenómeno social. La pertinencia de su
herramienta metodológica y sus diversos instrumentos de análi-
sis, permiten transitar de lo individual a lo colectivo y viceversa;
principalmente cuando se trata de desentrañar redes complejas
de distintos hechos económicos, sociales, históricos, demográfi-
cos, psicológicos, etcétera, que han rechazado la exclusividad
del espacio de la reflexión académica, pública y privada, para
convertirse en un verdadero problema de salud y seguridad pú-
blicas.

1 Esta ponencia se presentó en la VI Reunión Nacional de Investigación


Demográfica en México: Balance y Perspectivas de la Demografía Nacional
ante el Nuevo Milenio. Asimismo, se contó con la colaboración de Marypaola
Janett Maya López y Andrea Flores Amador, ambas investigadoras Asociadas
al PIIVIOS/UNAM.
2 Coordinador del Proyecto de Investigación Interinstitucional sobre Vio-
lencia Social en México (PIIVIOS/UNAM) e investigador del IIS-UNAM.

55
56 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

Con la finalidad de profundizar en el conocimiento de esta


temática en la Universidad Nacional Autónoma de México, se
creó en junio de 1996 el Proyecto de Investigación Interinstitu-
cional Sobre Violencia Social en México (PIIVIOS-UNAM),
para atender la necesidad manifiesta en la sociedad mexicana
de lograr un mejor entendimiento de los procesos que dan origen
a la violencia social y generar propuestas de solución dado que
la violencia es un problema que no sólo debe ser controlado
sino también satisfactoriamente resuelto.
Dentro de los estudios que se han desarrollado en el PIIVIOS-
UNAM, destacan los relacionados con la mortalidad en el país
y sus principales causas, en especial los que tienen origen en
hechos violentos que van desde los trabajos específicos de la
violencia intrafamiliar, violencia institucional, violencia étnica,
etcétera. Sin embargo, dada la amplitud y complejidad del pro-
blema de la violencia, fue necesario desarrollar un importante
esfuerzo interdisciplinario que permitiera ampliar los marcos teó-
ricos, redefinir metodologías y seleccionar nuevos objetos de es-
tudio. Así, se lograron avances significativos en el estudio de
temas relacionados con los factores sociodemográficos de la vio-
lencia, específicamente en el campo de la mortalidad y la desi-
gualdad social; también, se avanzó en la identificación de la nue-
va estructura de las causas de muerte, que dependen en buena
medida, de los procesos y condiciones de bienestar regional; se
ha detectado el incremento de la violencia urbana en sus múl-
tiples manifestaciones: robo, homicidio, lesiones, secuestro, ame-
nazas, violaciones, etcétera, asociadas con otros factores socioe-
conómicos que repercuten dentro de la estructura familiar, y que
en muchos casos desembocan en hechos de violencia intrafami-
liar.
En la actualidad, las causas violentas aparecen como un pro-
blema de seguridad pública si se considera la dimensión que ha
adquirido la muerte por dichas causas. En nuestro país se pre-
sentan algunas conductas delictivas como son: la impunidad, el
soborno, el crimen organizado y el vandalismo, que amenazan
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 57

la integridad individual y colectiva; es decir, la victimización


de la violencia como producto de incertidumbre en la población,
que es en lo cualitativo el resultado de la crisis económica, social,
política y cultural del México de fin de milenio.
El concepto de violencia adquiere distintas interpretaciones
según el área de conocimiento que se trate, desde la perspectiva
jurídica la violencia se relaciona con transgresiones a la ley y
los acontecimientos violentos se enmarcan dentro de hechos cri-
minales. Para la salud pública, la violencia se define en relación
con la agresión física que provocan intencionalmente daños ca-
paces de producir secuelas temporales o permanentes e incluso
llegar a la muerte.3
Lo cierto es que la violencia se registra desde el nacimiento
de la humanidad (aparece en todo tipo de leyendas y mitologías
que tratan de explicar el origen del mundo). Sin embargo, durante
siglos no fue considerado un objeto de reflexión por los grandes
filósofos occidentales; sólo hasta la segunda mitad del siglo XIX,
el teórico y político social francés Georges Sorel se dedicó a
estudiarla de manera específica.4
En las distintas concepciones, la violencia se asocia con agre-
siones físicas objetivas y también con acciones subjetivas, pero
cualquiera que sea la manifestación de la violencia ésta no puede
estar al margen del contexto social, de la causalidad, medios y
fines en que se desarrolla. En este sentido, la definición que el
derecho penal hace de la violencia sirve para ubicar este tipo
de construcciones conceptuales, dentro de la diversidad de as-
pectos de la violencia.

Violencia es la fuerza que se usa en contra de alguno para obligarle a


hacer lo que no quiere por medios a los que no puede resistir. No hay
consentimiento en donde hay violencia y así es que la violencia ejercida

3 Arellano Alegría, Rocío, Aidé, Indicadores sociodemográficos para el


análisis de la delincuencia en seis ciudades de la República mexicana, México,
Facultad de Ciencias, UNAM, tesis, junio de 2000, p. 5.
4 Híjar, Martha, Lozano, Rafael e Híjar, Beatriz, “Violencia y salud pú-
blica”, ¿Cómo Ves?, México, año 2, núm. 17, 2000, p. 26.
58 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

en contra del que en su virtud contrae una obligación, es causa de


nulidad o de rescisión de contrato, aunque se haya ejercido por un
tercero que no ha tenido parte alguna en la utilidad. Puede ser cierto que
a pesar de la violencia haya voluntad, pero no elige sino entre dos cosas
igualmente contrarias a su voluntad y, por consiguiente, no presta un
consentimiento que pueda producir una obligación. Hay verdadera vio-
lencia cuando es capaz de hacer impresión a una persona razonable
inspirándole temor de exponer su persona o su fortuna, o las personas
a quienes ama, a un mal grave y presente: bajo el concepto de que, para
graduar el efecto de la violencia se ha de tomar en consideración la edad,
el sexo y la condición de las personas, pues un anciano y una mujer se
sobrecogen más fácilmente que el hombre que se halla en la fuerza de
la edad; y el mal ha de ser presente, pues la amenaza de un mal futuro
no causa violencia. Además de la nulidad del acto en que interviene la
fuerza, incurre el forzador en varias penas según circunstancias.

Se debe destacar que las preocupaciones no paran en los as-


pectos jurídicos, sociales o psíquicos, sino que van desde ins-
cribir a la violencia en sus aspectos “naturales” biológicos, hasta
en sus representaciones institucionales. En el primer caso, se dice
que un humano responde con los patrones típicos de agresividad
de su especie frente a episodios agresivos de otros humanos,
según algunos autores, debido a la capacidad de respuesta con-
génita agresiva en situaciones de conflicto, sin olvidar las causas
de la conducta agresiva.5
Dentro de los trastornos del sistema nervioso o causantes de la agresi-
vidad se cuentan también los de tipo genético. El doctor Nicolini señala
que se ha encontrado que individuos con ciertas alteraciones en los
genes que regulan la acción en el cerebro de dos sustancias llamadas
serotonina y dopamina presentan una acentuada agresividad, de esto se
desprende la existencia de sujetos genéticamente predispuestos a ob-
servar comportamientos agresivos (sin olvidar las circunstancias y
estímulos que propician este tipo de conductas), así pues para que se
dé un brote de agresividad incontrolable suelen intervenir tres factores,

5 Macías García, Constantino, “¿Somos agresivos por naturaleza?”, ¿Cómo


Ves?, México, año 2, núm. 17, 2000, p. 20.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 59

una patología mental, como la epilepsia, una alteración en los sistemas


de neurotransmisión y un estímulo capaz de generar exaltamiento, y
por ende desencadenando paroxismos que lleven a observar dicha
agresividad.6

En un segundo grupo de reflexiones desde la psicología, por


ejemplo, Janine Puget y Rene Kaes señalan que

la violencia es un mecanismo inherente al aparato psíquico al procurar


deshacerse de aquello que lo perturba... la expulsión, la proyección y
automutilación son mecanismos reconocidos en diferentes teorías psi-
coanalíticas en tanto modalidades primarias empleadas con el fin de una
vivencia insoportable... pero ante todo se debe entender el fenómeno
de la violencia como la violencia ejercida por el Estado como paradig-
ma de la violencia social, puesto que aquellos encargados de proteger
e imponer la ley son justamente quienes detentan un poder mortífero.7

Otras construcciones teóricas definen a la violencia como la


manifestación de la agresión, del instinto de muerte, de la pulsión
de una entidad diferente y la revisten tanto de Eros como de
Tanatos.8 Algunos más la conceptualizan en términos de narci-
sismo o de mecanismos inherentes a la inermidad del infante y
la consiguiente necesidad de recibir significantes de un Yo pro-
tésico (parental).9
Estos diversos campos de reflexión dimensionan las enormes
dificultades que tiene el estudio de la violencia. Lo que podemos
establecer es que la violencia social actual se nutre de factores
históricos, demográficos, psicológicos, económicos, genéticos,
sociales, entre otros, lo que lleva a considerar que el análisis de
esta manifestación social debe profundizarse y delimitar los cam-
pos de estudio que se aborden.
6 Briseño, L. F. (comp.), Salud y equidad: una mirada desde las ciencias
sociales, Río de Janeiro, Ed. Briseño-León, 2000, p. 14.
7 Janine Puget y Rene Kaes, La institución y las instituciones, Buenos
Aires, Paidós, 1989.
8 Hacker, F., Agresión, Barcelona, Grijalbo, 1973.
9 May, R., Fuentes de la violencia, México, EMECE, 1974.
60 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

En resumen, es claro que la violencia social requiere de di-


versas investigaciones sobre su origen y su causalidad, no es
terreno exclusivo de una sola disciplina, y no debe de circuns-
cribirse a posiciones teóricas únicas y definidas, como teorías
sociales o del área médica, de la genética, teoría de la transición
demográfica, la epidemiológica, o a la aplicación de métodos
con alto riesgo estadístico teórico, es decir, lejos de adecuar la
realidad a las necesidades metodológicas de teorías y modelos
con limitaciones históricas, culturales y de construcción concep-
tual, el análisis de los factores causales de la violencia debe con-
siderar el carácter multidimensional de esta problemática, que
involucre un trabajo conjunto a los especialistas de diversas áreas
del conocimiento desde las ciencias sociales como la demografía,
la geografía, la economía, la sociología, la criminología, la his-
toria y la antropología, hasta las relacionadas con la salud como
la medicina, la psicología y la psiquiatría, sin olvidar la incor-
poración de las nuevas metodologías e instrumentos de análisis
cuantitativo y cualitativo, que ofrecen la aplicación de modelos
matemáticos, la propia estadística, e inclusive la genética.
El estudio de la violencia actual también debe incorporar nue-
vos factores que van apareciendo o redescubriéndose. Entre estos
factores, podemos referirnos a la problemática que genera la glo-
balización económica a las sociedades, y que en lo inmediato
ha fomentado el desarrollo del crimen organizado, caracterizado
actualmente por la presencia de las bandas criminales nacionales
e internacionales. En cuanto a la reaparición aguda de factores
acumulados destaca en especial la impunidad y la corrupción en
todas las capas sociales, que no es exclusiva de los países en vías
de desarrollo o del Tercer Mundo, pues la droga o los autos
robados en México, llegan sin grandes dificultades al mercado
de los Estados Unidos, Europa, Rusia, Asia, África, etcétera. La
corrupción forma parte indisoluble de las estrategias globales del
crimen organizado y en muchos casos de las mismas estructuras
financieras de un gran número de países del primer mundo, es
decir, de los beneficiarios de los esfuerzos mundiales.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 61

El tema de la violencia social y de algunas de sus manifes-


taciones como la delincuencia, la violencia intrafamiliar, la in-
seguridad, y otras problemáticas, han adquirido un alto grado de
interés entre los diversos sectores de la sociedad. Sin embargo,
la inexistencia de investigaciones que sustenten las características
del fenómeno delictivo, su tendencia, así como sus análisis com-
parativos, imposibilitan las afirmaciones de carácter científico
respecto al comportamiento del fenómeno, objeto de nuestro es-
tudio. Además, a diferencia de otras épocas, los diversos me-
dios de comunicación juegan un papel clave en la difusión de
los eventos asociados con la violencia, y en la mayor parte de los
casos pueden influir en la percepción del público receptor. Lo
anterior muestra la prioridad que posee la realización de inves-
tigaciones sobre el tema, pues la investigación científica garan-
tiza en mayor grado la objetividad de los resultados y el sustento
de soluciones de largo plazo.
El estudio de la violencia en México posee un elemento co-
mún, la gran dificultad para desarrollar análisis de tipo cuanti-
tativo y cualitativo. Uno de los principales impedimentos es la
carencia de información confiable, pues es perfectamente cono-
cido que este tipo de información presenta un gran subregistro
o, en caso contrario, el acceso a ella es muy limitado. Así, la
existencia de la fuente de información con base en la cual se
desarrolla este trabajo, generará una perspectiva para la futura
realización de instrumentos similares y optimizados, pues se trata
de una alternativa viable para generar conocimientos imprescin-
dibles que permitirán la planeación de estrategias tendentes a la
transformación de la situación actual y propiciar así, un entorno
favorable para el desarrollo físico, emocional e intelectual de
nuestra sociedad. Para entender de manera integral este hecho
social, es necesario avanzar no sólo en su cuantificación sino
en su conceptualización a nivel regional y nacional.
Mucho se ha escrito sobre la mala calidad de la información,
de la incapacidad o inconveniencia para las autoridades respon-
sables de ello; pero poco se habla de las formas de explotación
62 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

de la información existente, de las aportaciones de los datos ofi-


ciales y de las herramientas que pueden ser implementadas para
resarcir la carencia de información. Esta investigación presentará
aportaciones sobre estos temas; quizá la perspectiva pueda pa-
recer fría desde otros puntos de vista; sin embargo, en muchas
ocasiones el análisis de los datos y su comparación entre ciu-
dades o regiones pueden concientizar sobre la gravedad real que
está adquiriendo la delincuencia, principalmente cuando cada uno
de los datos analizados representarán no sólo pérdidas económi-
cas o materiales, sino además la violación a uno de los derechos
más importantes como puede ser la vida, o la libertad.
Para esta investigación, circunscribimos la violencia a los
efectos y consecuencias objetivas y subjetivas del acto mismo
que tiene relación con hechos naturales y asociados con el re-
sultado de procesos basados en la aplicación de la fuerza por el
ejercicio del poder de alguien contra algún individuo, un colec-
tivo o contra el mismo, dentro de procesos históricos, sociales,
originados y ejecutados bajo condicionamientos individuales y
sociales que la constituyen también como un problema de salud
pública.10

II. OBJETIVOS

En México en los últimos años, se registran en diversos cam-


pos del conocimiento hechos socioeconómicos y poblacionales,
el ejercicio institucional de manejo de las cifras y la creación
de mayor desconfianza de la ciudadanía. En febrero de 2000
éramos 97.36 millones de habitantes (INEGI), cuando cifras ofi-
ciales ubican para junio del 2000 en 99.6 millones (Conapo);
Francisco Labastida mencionó que somos 100 millones, y según
académicos nacionales e internacionales no ligados a las deci-
siones de política gubernamental, consideran que ya llegamos a

10 Híjar, M., Lozano, R. e Híjar, B., op. cit., p. 27.


CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 63

106 millones, con base en tendencias demográficas registradas.


Lo mismo ocurre cuando sistemáticamente se reitera que los ín-
dices delictivos disminuyen mientras que la población siente o
experimenta que cada día es más cercana en amigos, familiares
o en uno mismo, el padecer de alguno de los innumerables delitos
que a diario y durante las 24 horas ocurren en el país, lo que
manifiesta que en los diversos hechos se manipula la información
en función de los objetivos de quien la posee, lo que ha produ-
cido investigaciones limitadas y resultados raquíticos de solu-
ciones inmediatistas, que se llevan a cabo sin el sustento cuan-
titativo y cualitativo de la investigación teórico metodológica.
Un primer paso necesario será profundizar en el análisis de
la información disponible y generar los datos necesarios para su
estudio, que permitan formular propuestas para lograr la dismi-
nución de la violencia y la concertación de acciones de políticas
y programas para enfrentar eficientemente la alta incidencia del
fenómeno delictivo.
Uno de los caminos que desarrolla el PIIVIOS es la creación
de proyectos de investigación que utilicen la información de cau-
sas de muerte violenta ya existente en las procuradurías y el
INEGI, al mismo tiempo la creación de un sistema de encuestas
sobre victimización y percepción de la seguridad pública, que
permita complementar la información existente pero, sobre todo,
que genere nueva información acerca de las características que
asume el problema en los diferentes sectores de la población y
en los ámbitos regional y nacional.
Dicha información es fundamental para observar el compor-
tamiento del fenómeno delictivo en cada una de las zonas ana-
lizadas, verificar los factores que incrementan el riesgo para cier-
tos tipos de delitos (demográficos: edad, sexo, ocupación, grado
de escolaridad; temporales: hora, día de la semana, mes; sitio de
ocurrencia.); desarrollar análisis de tipo comparativo entre las
diversas poblaciones y posteriormente proponer explicaciones de
la incidencia delictiva de acuerdo con las características regio-
nales que presenta el fenómeno violento en las áreas estudiadas.
64 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

La generación de esta información en un momento oportuno pue-


de propiciar el perfeccionamiento en la planeación de acciones
de seguridad pública.
Dentro de esta propuesta, se plantea la creación de medidas
resumen, como los índices de riesgo y la aplicación de modelos
de significación estadística, para la cuantificación de la crimi-
nalidad y su análisis mediante la selección de diversas variables
socioeconómicas y demográficas de mayor relación con el fe-
nómeno. Sin dejar de considerar la percepción de la población
sobre las acciones de seguridad pública en el país. Todo lo an-
terior deberá analizarse dentro del entorno histórico social, cul-
tural y psicológico donde ocurre, es decir, las condiciones y de-
sigualdades sociales donde se genera y a su vez lo reproduce.
En esta dirección, la ponencia que aquí se presenta constituye
un primer avance en el análisis estadístico, y de mayor profun-
didad, que estamos realizando en el PIIVIOS, y que en los pro-
ximos meses dará origen a diversas publicaciones, donde con
mayor amplitud se describen instrumentos y metodologías abor-
dadas.

III. PROPUESTA NACIONAL DE UN SISTEMA DE ENCUESTAS


SOBRE VICTIMIZACIÓN Y PERCEPCIÓN
DE LA SEGURIDAD PÚBLICA

La propuesta de un sistema de encuestas sobre victimización


y percepción de la seguridad pública a nivel nacional y estatal,
tiene como estrategia la generación de información sobre la ocu-
rrencia real de la delincuencia y los factores causales que se
asocian a los hechos delictivos. La importancia de este tipo de
encuestas es que al entrevistar a la población acerca de sus ex-
periencias como víctimas de un delito, se obtiene información
que permite planear el combate a la delincuencia sobre bases
más firmes. La información recopilada es sobre los delitos que
han sido cometidos en contra de las personas o sus propiedades,
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 65

(el lugar y la hora del incidente, el daño ocasionado, y si éste


fue denunciado o no a las autoridades); sobre las víctimas (su
edad, sexo, situación socioeconómica, sus actitudes y conductas
respecto al hecho delictivo); así como la percepción que tiene
la población sobre las políticas de seguridad pública; también
se incluyen preguntas acerca del comportamiento de las autori-
dades con las víctimas, con el fin de crear una base de datos
que pueda ser utilizada para evaluar el desempeño del sistema
de seguridad y justicia, así como desarrollar políticas de acción de
seguridad con carácter integral.
El PIIVIOS ha luchado durante dos años en diversos espacios,
académicos, gubernamentales, civiles y privados para que el sis-
tema de encuesta, como primer paso, constituya un quehacer in-
terinstitucional con la participación de diferentes sectores socia-
les, y de aplicación cuando menos cada dos años, es decir, que
la sociedad, la academia, la iniciativa privada y las organizacio-
nes no gubernamentales, cuenten con cifras creíbles y metodo-
lógicamente sustentadas, para la creación de acciones de política
de seguridad pública, que ataquen con prevención y no sólo con
represión a la violencia en sus diversas manifestaciones. El “Ya
Basta” esté integrado de conocimiento y acciones reales.
El PIIVIOS en coparticipación con el Centro Regional de In-
vestigaciones Multidisciplinarias de la UNAM inició en octubre
de 1997 el diseño de la primera encuesta de victimización en
el estado de Morelos; y con la delegación Gustavo A. Madero
la Primera Encuesta de Conducta Antisocial y Percepción de la
Seguridad Pública en dicha delegación, en junio de 1999.
La Encuesta que se levantó en Morelos correspondió a las
zonas metropolitanas de Cuautla y Cuernavaca. Para fines de
este estudio, la primera zona quedó integrada por los municipios
de Cuautla y Yautepec, y la segunda por los municipios de Cuer-
navaca, Emiliano Zapata, Jiutepec, Temixco y Xochitepec. El
periodo sobre del cual se registró información fue de doce meses,
de octubre de 1997 a octubre de 1998.
66 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

Para el cálculo del tamaño de muestra se consideró que la


diferencia entre los índices de criminalidad de Cuautla (4.6) y
Cuernavaca (5.4) era mínima, por lo que se determinó una mues-
tra de 1,320 viviendas por zona, es decir un total de 2,640 vi-
viendas. La muestra fue de tipo probabilístico con un nivel de
confianza del 95%.
En cada vivienda seleccionada, se entrevistó a las personas
de 15 o más años y se les aplicaron dos cuestionarios. Uno ge-
neral para conocer la percepción de la ciudadanía sobre la se-
guridad pública y uno individual para conocer las características
de la victimización en las dos zonas metropolitanas.
La Encuesta en la delegación Gustavo A. Madero también se
aplicó en los hogares. El periodo sobre del cual se registró in-
formación fue de doce meses, de junio de 1998 a junio de 1999.
El tamaño de muestra fue de 800 cuestionarios en vivienda (ho-
gar) con un 3.5% de error, el muestreo se realizó de tipo polie-
tápico probabilístico con un nivel de confianza de 95%.
Al interior de las viviendas seleccionadas, se entrevistó a las
personas de 15 años o más, y también se les aplicaron dos cues-
tionarios, uno general y otro de victimización individual.

IV. ALGUNOS RESULTADOS RELEVANTES

En 1976 se realizó una de las primeras encuestas sobre vic-


timización en México que reportó que “Tres son los delitos de
mayor frecuencia, el robo con 31.3%, las lesiones con 14.5% y
las injurias con 13%, entre estos tres se reúne el 58.8% de todas
las ofensas”.11 Se registró la incidencia del delito con mayor ries-
go en las personas que ya lo sufrieron (36.75%). Una de cada
tres personas ha sido robada más de una vez, una de cada cuatro
lesionada y una de cada dos injuriada. Por lo contrario, los delitos

11 Rodríguez Manzanera, L., Victimología, 5a. ed., México, Porrúa, 1999.


CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 67

de menor ocurrencia y repetición son la violación (10.3%), el


estupro (7.6%) y el abandono de hogar (2.9%).
Los lugares de ocurrencia son transporte público y vía pública,
que alcanzan el 51% de los hechos victimales.

Para las mujeres el lugar de mayor victimización es la casa-habita-


ción, pues el 36% de las victimizaciones sucedieron ahí (frente al
17% de los hombres). Contra lo que pudiera suponerse el lugar más
inseguro es la propia casa, seguido de la calle lejos de casa. Para los
hombres es más peligrosa la calle, lejos o cerca de casa.12

Rodríguez Manzanera encontró que en Xalapa la reacción de


la víctima después del hecho delictivo fue “coraje” o “rabia”,
seguido por el temor, la huida, la lástima y los deseos de ven-
ganza. Solamente el 22.24% de las víctimas denunció el delito,
los motivos de la no denuncia es porque “Es inútil notificar,
nada se hace (34.7%), porque no era de mucha importancia,
(22.2,%), porque se pierde mucho tiempo (10.7%) y por miedo
a la venganza (10.7%)”.
En 1993 se levantó otra encuesta de victimización (EID93)
que abarcó seis ciudades de la República mexicana, zona me-
tropolitana de la ciudad de México (ZMCM), Monterrey, Oaxa-
ca, Veracruz, Ciudad Juárez y Cuernavaca, que junto con la en-
cuesta que se realizó en Xalapa, constituyen los antecedentes, a
nivel del país, de las encuestas que el PIIVIOS levantó en 1998
y 1999.
La mayor proporción de delitos

tuvo lugar en el Distrito Federal y su zona conurbada, asimismo, el


delito que reportó mayor frecuencia para todas las poblaciones ana-
lizadas es el robo, entre 66% y 85.7%, y el peso de cada uno de los
delitos restantes varía de manera diversa, el tamaño y desarrollo de
una zona urbana no determina el nivel de incidencia de los delitos

12 Rodríguez Manzanera, L., Criminología. Criminalidad femenina (teorías


y reacción social, 3a. ed., México, Porrúa, 1998, p. 113.
68 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

patrimoniales, el porcentaje de lesión es mayor al 5% en algunas


ciudades como Oaxaca, Veracruz, Ciudad Juárez y Monterrey.13

Uno de los resultados sobresalientes es que la distribución de


los delitos resultó similar en todas las ciudades, con una ten-
dencia mensual de disminución durante los meses de marzo y
abril, para cuatro de las seis zonas, situación diferente de incre-
mento en ZMCM y Veracruz. Con respecto al sitio de ocurrencia,
la vía pública es donde ocurren el mayor número de los hechos
delictivos, esto se relaciona con la elevada frecuencia que pre-
senta el robo, en las otras ciudades, la casa habitación es el de
mayor ocurrencia en Veracruz y Ciudad Juárez y la vía pública
y el transporte público en la ZMCM (55.6% y 16.2%), Oaxaca
(47.1% y 8.1%), Monterrey (49% y 4.2%) y Cuernavaca (43%
y 13%); las últimas tres ciudades se caracterizan por un alto
porcentaje en lesiones y la ZMCM por delitos cometidos por
servidores públicos.
En cuanto al registro del hecho delictivo, se tiene que las
denuncias que presentaron mayor porcentaje fue el delito de robo
en Ciudad Juárez, cerca del 40%. La baja denuncia captada por
la EID’93 para la Zona Metropolitana de la Ciudad de México
(20%), hace evidente que, necesariamente la disponibilidad de
infraestructura y servicios son insuficientes para motivar a la
víctima a tomar alguna acción legal contra el delincuente, “el
27% de denuncias que se da en la zona de Veracruz debe con-
siderar a la elevada proporción de robos en casa-habitación y
mujeres victimizadas”.14 Los hechos señalados en Jalapa y en
las seis ciudades mantienen en la actualidad situaciones simila-
res, como se verá a continuación
En esta perspectiva, ya histórica de las encuestas de victimi-
zación, el país experimenta uno de los picos en los ciclos que
ocurren en la delincuencia (en 1996 y 1997 se registraron los

13 Arellano, R. A., op. cit., p. 72.


14 Ibidem, p. 81.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 69

mayores índices, en particular en marzo de 1997). Los dos años


siguientes, el número de delitos denunciados mostró tímidas re-
ducciones de alrededor del 6% en 1998 y de poco menos del
3% en 1999; sin embargo, la disminución en el número de de-
nuncias sólo toca a los delitos menores, pero los graves y los
violentos no muestran indicios de frenar su crecimiento. Y no
lo hay porque se ignora si el descenso en el número de crímenes
denunciados corresponde a una disminución en el número de
crímenes cometidos o, como sucede en el Distrito Federal, aun-
que la delincuencia sigue en aumento, la ciudadanía, decepcio-
nada de las autoridades cada vez denuncia menos. Una de las
formas de saberlo es a través de (que ha sido sugerida hasta el
cansancio): una encuesta victimológica con muestras repre-
sentativas por estado, la que permitiría un diagnóstico objetivo.15

DIAGNÓSTICO DE INCIDENCIA DELICTIVA EN EL D.F. (1997-marzo de 2000)


MES 1997 1998 1999 2000
Enero 630 689 605 508
Febrero 687 698 672 515
Marzo 658 658 665 523
Abril 709 620 640 0
Mayo 704 644 654 0
Junio 734 669 659 0
Julio 714 660 621 0
Agosto 701 627 612 0
Septiembre 712 642 603 0
Octubre 736 654 609 --
Noviembre 722 658 589 --
Diciembre 696 603 546 --
Fuente: PGJDF

Dentro de este periodo, se levantó la encuesta en dos zonas


metropolitanas de Morelos (octubre 1998) y la encuesta en la
delegación Gustavo A. Madero GAM (junio 1999). En la primera
se registra el “Robo” como principal delito, con 59%, el “Asalto”
con 29%, en tercer lugar las “Lesiones” con 4%; en la encuesta
realizada en la GAM, el “Robo” y “Asalto” registran un 88%

15 Ruiz Harrel, Rafael, “Índice delictivo PGDF”, Reforma, abril de 2000.


70 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

Distribución de delitos ocurridos en Morelos

Robo 59%

Asalto 29%

Secuestro 1%
Violación 1% Lesiones 4%
Abuso Sexual 1% Otros 2%
Hostigamiento 1% Fraude 1%
Abigeato 1%

Distribución de delitos ocurridos en la GAM


Robo o asalto
88%

Otros* Lesiones
3% 4%
Amenaza
Daño
en propiedad ajena Abuso de autoridad 3%
1% 1%
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 71

y “Lesiones” 4%. Estas cifras confirman homogeneidad entre


las dos encuestas, en cuanto a los principales delitos cometidos,
hay diferencias en cuanto al “Abigeato” en la primera y el “Abu-
so de autoridad” en la segunda.
Por ejemplo, destacan los datos obtenidos de la encuesta de-
lictiva aplicada en la delegación Gustavo A. Madero por el pre-
sente proyecto: tan sólo el 28% de los encuestados sí denunciaron
y un 71% no denunciaron el delito, las principales razones fueron
pérdida de tiempo, no detuvieron a los culpables y trámites lar-
gos, estos resultados son básicos para un buen manejo de las
estrategias y acciones de una efectiva política de seguridad pú-
blica.
Del total de delitos, los morelenses de Cuernavaca denuncian
menos que los de Cuautla (59% y 67%, respectivamente). Debido

Razón de no denuncia GAM

Pérdida de tiempo
39

No detienen a los culpables 21


Trámites largos 10

El daño no fue relevante 8

Por miedo a alguna represalia 7

No tenía pruebas 5

Por miedo a que lo extorsionaran 3

Otro 3

No contestó 4
72 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

principalmente por pérdida de tiempo (30%), no tenía pruebas


(13%), o no creyó que se detuvieran a los culpables (13%). En
ambos casos el miedo está presente como quinta y cuarta causa
respectivamente. El panorama nos habla de una situación que
refleja los mecanismos que tradicionalmente se usan para generar
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 73

desconfianza y posibilidades de corrupción y consecuencias pos-


teriores a la denuncia.
La mayor proporción de no denuncia en ambas encuestas es
cuando el delito ocurre en transporte público, mercado o camino
y en la calle, esto principalmente porque el tipo de delito es el
robo y si recordamos las causas de no denuncia, estaría indicando
que perder tantas horas frente a las autoridades por el monto
del hecho delictivo, no vale la pena. La denuncia también se
encuentra asociada al robo en el hogar (40% GAM). En esta
última el miedo, el coraje y la impotencia está relacionada al
tipo de delito, robo o asalto. En la gráfica, el lugar de ocurrencia,
clarifica el porqué no se denuncia el robo o asalto en la calle,
por no tener pruebas, y en el transporte público la mayor pro-
porción es porque no detienen a los culpables y no tenían prue-
bas. En el hogar el miedo es la razón principal de la no denuncia.

¿Estaría dispuesto a participar en programas


de prevención de delitos en su colonia?
GAM

Sí 57

No 36

No sabe 7
74 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

En ambas encuestas se registra una mayor incidencia de delitos


en la población masculina con una diferencia de 35 puntos por-
centuales más en robo con respecto a las mujeres y 18 puntos
en lesiones para los morelenses, diferencias que aumentan en
10 y 5 puntos en la delegación Gustavo A. Madero. Situación
que confirma los resultados observados en las seis ciudades de
la encuesta (EID93) y lo registrado en estudios estadounidenses
y holandeses, donde se comprueba que en asaltos con violencia
el sexo masculino tiene mayor probabilidad de ser víctimas.16
Un dato de mayor importancia es la disponibilidad de ambas
poblaciones en participar en programas de prevención del delito
(86% en Morelos y 57% en Gustavo A. Madero).

¿Conoce alguno de los siguientes programas contra


la delincuencia? ¿Cómo calificaría dicho(s) programa(s)
en cuanto a su efectividad para combatir la delincuencia?

14 20 56 24
P olicí a de barrio

Comités vecin ales de 12 22 56 22


promoción

É ch ale u n ojo a la 9 35 50 15
es cuela

9 41 48 11
P revención del delit o

4 37 42 21
R edes ciudadanas

3 41 49 10
S en dero s egu ro

16 Rodríguez Manzanera, op cit.


CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 75
76 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

Aquí cabría preguntarse el porqué no se instrumentan progra-


mas de participación de la ciudadanía como formas de preven-
ción cuando existe la disponibilidad, o no será que en realidad
la preocupación de las autoridades está en la represión del delito,
ya que esto último está relacionado en el mundo del negocio,
las compras de armas, patrullas, chalecos antibalas, etcétera,
mantienen una cadena de utilidad, y la prevención rompe y es-
tructura formas de vigilancia y exigencia de cumplimiento.
La encuesta permite un diagnóstico sobre los programas de-
legacionales y estatales, en la GAM el más conocido fue el de
“policía de barrio”, donde tan solo un 14% de los encuestados
lo conoce y de éste, sólo el 20% lo califica como eficiente, el
56% ineficiente y el 24% no sabe del programa. Como se ve,
realmente poca gente conoce los programas, y ésta los considera
deficientes, o simplemente los ha escuchado pero no saben de
su aplicación y efectividad. Es claro que el costo y beneficios
de dichos programas dejan grandes vacíos entre la acción del
gobierno y el beneficio del ciudadano.
Aquí valdría la pena observar el tiempo en que ocurren los
principales delitos: el robo o el asalto en la Gustavo A. Madero
ocurre entre las 10:00 y las 15:00 horas; el abuso de autoridad
entre las 15:00 y las 19:00 horas, y la violación entre las 15:00
y las 19:00 horas. Es interesante observar que tanto el robo como
el abuso de autoridad registra incidencia similar fuera de estas
horas pico; en cambio, en las zonas metropolitanas de Cuerna-
vaca y Morelos, el robo y el asalto se distribuyen a lo largo de
todo el día, y la violación antes de las 10 de la mañana. Cabe
mencionar que en el caso de violación, sólo se registraron dos
casos en Morelos y uno en la Gustavo A. Madero; de ahí que
sea riesgoso llegar a alguna conclusión sobre el horario de mayor
ocurrencia de los delitos, por ello es necesario una mayor pro-
fundización y controles de la colinealidad de las variables.
La escolaridad, que hipotéticamente hablaría de una relación
directa con la percepción de seguridad en el Distrito Federal y
en Morelos, no se registra claramente, ya que mientras en GAM
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 77
78 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

la menor escolaridad (no tiene escolaridad, primaria y secunda-


ria), está asociada con mayor seguridad; la poca seguridad e in-
seguridad se registra en los de secundaria y primaria con mayor
claridad en Morelos. Para este último, el muy inseguro y total-
mente inseguro aparecen en primaria y profesional, es decir la
escolaridad no registra una relación directa con la percepción
de seguridad. Para poder encontrar la relación de variables sería
necesario aplicar otro tipo de inferencias estadísticas como prue-
bas de hipótesis, tablas de contingencia, etcétera.
Los anteriores resultados que aquí se presentan dan cuenta de
la calidad cuantitativa y cualitativa que se tiene con esta infor-
mación que al complementarla con otras fuentes de información
y análisis de la delincuencia, permiten generar un mejor diag-
nóstico y acercamiento del panorama de la delincuencia actual,
lo que invita a esperar el contenido completo de esta investiga-
ción.

V. CONCLUSIONES

La propuesta metodológica e instrumentos que ha aportado la


sociodemografía, constituyen una herramienta fundamental para
el estudio de hechos sociales, como es la violencia, y se convierte
en una vía para la conjugación de elementos cuantitativos y cua-
litativos en su explicación.
El análisis de la edad, escolaridad, índices de riesgo, lugar y
hora de ocurrencia, etcétera, son elementos esclarecedores de los
principales impactos y sus implicaciones en cuanto a constituir
el conocimiento científico como elemento sustantivo en la pla-
neación, realización y evaluación de las políticas de seguridad
pública.
A pesar de que los resultados aquí presentados corresponden
a la primera etapa de análisis de las dos encuestas, su contenido
descriptivo y su riqueza analítica dan justificación a la creación
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 79

de un sistema de encuestas sobre victimización y percepción de


la seguridad pública.
Algunos hallazgos que no aparecen y los que contienen este
documento podemos resumirlos en la siguiente propuesta.
La aparición del robo en la calle y en el transporte público
con mayor preponderancia en la delegación Gustavo A. Madero,
debe reorientar los programas preventivos que se proponen como
prioritarios. En tanto que los robos a casa-habitación constituyen
un elemento de preocupación. Ante la percepción ciudadana de
situaciones de miedo, impunidad y corrupción, también habrá
que reorientar las ocasiones al respecto.
La cifra mayoritaria de los delitos no denunciados en ambas
encuestas enfrenta las tesis de las autoridades de bajas en los
índices de delincuencia, e induce a nuevas acciones para recu-
perar la confianza y credibilidad ciudadana.
La mayor presencia masculina en la victimización de ninguna
manera satisface a la tranquilidad femenina, dado que en estas
dos encuestas, su participación se acentúa y permite establecer,
para análisis futuros, la constitución y participación de éstas en
la dupla víctima y victimario.
Las características socioeconómicas y sociodemográficas en
ambas zonas, dan elementos adicionales a la explicación, y queda
claro que no es un solo elemento el que se relaciona directa o
indirectamente con el mayor riesgo de ser víctima, sino que es
la conjugación de diversas características. En sí, esto se convierte
en una línea que actualmente estamos trabajando.
Un resultado que queda claro es que la percepción de la po-
blación, así como las relaciones entre situaciones de desigualdad,
pobreza, marginación y bienestar de vida, proporcionan un mo-
saico de significaciones estadísticas y elementos cualitativos fun-
damentales, para la elaboración de políticas de seguridad pública
reales en el combate contra la delincuencia, es decir, combatir
la práctica dinosáurica de que la criminalidad únicamente se ter-
mina con el incremento de policías, balas, patrullas; en una pa-
labra, con represión.
80 RENÉ A. JIMÉNEZ ORNELAS

Finalmente, la academia, en especial la dedicada al estudio


de la población, debe contribuir con su conocimiento a la erra-
dicación de la violencia, ya que bien lo sabe, el hombre es mucho
más que sólo su genoma, y su tranquilidad actual será la tran-
quilidad futura de los hijos de sus hijos.

VI. BIBLIOGRAFÍA

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VIOLENCIA SOCIAL

Graciela RODRÍGUEZ ORTEGA1

La violencia se define jurídicamente desde dos ángulos distintos;


en la teoría de las obligaciones, consiste en la coacción física o
moral que una persona ejerce sobre otra, con el objeto de que
ésta le otorgue su consentimiento para la celebración de un acto
jurídico que, por su libre voluntad, no hubiera otorgado. Por otro
lado, la violencia se entiende como la conducta de una persona
(agresor), que atenta o ataca a otra u otras, en su integridad física,
psíquica o ambas.2
En los años recientes, la violencia ha llegado a ser reconocida
como un objeto de preocupación, tanto dentro de la esfera na-
cional como de la internacional. En nuestros días, los crímenes
violentos afectan varios aspectos de la vida moderna, por ejem-
plo, la calidad de vida y los niveles de salud de los individuos,
así como la situación económica, política y social de los países.
De acuerdo con los diferentes organismos internacionales, vivi-
mos en una de las regiones más violentas del mundo3 en una
época particularmente peligrosa.4
1 Facultad de Psicología de la UNAM.
2 Chávez, M. F. y Hernández, J. A., La violencia familiar en la legislación
mexicana, México, Porrúa, 2000.
3 OPS7 1994, World Bank, 1993, en Zurita, B. y Ramírez, T., “Trends
and empirical causes of violent crime in México”, 1999 (http://www.world-
bank.org).
4 Organización de las Naciones Unidas, Compendium of United Nations
Standards and Norms in Crime Prevention and Criminal Justice, 1998 (http:
//www.un.org); y Global Report on Crime and Justice, 1999 (http://www. un.org).

83
84 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

Existen, sin embargo, teóricos que afirman que la variabilidad


interregional en los índices de criminalidad se deben en gran
medida a defectos en la colecta de los datos.5 Este fenómeno se
ejemplifica con los altos índices de ataques sexuales reportados
en Canadá, que triplican las tasas de Estados Unidos, quintupli-
can las de Suecia y son cien veces mayores que las de Japón.
Canadá, hace unos años, emprendió una reforma metodológica
en la colecta de datos sobre violencia sexual, que no ha tenido
par en otros países, para resolver muchos de los problemas de
subreporte.
Gracias las críticas a los procedimientos epidemiológicos en
violencia, se han emprendido esfuerzos por hacer compatibles
los índices de criminalidad de todos los países.6 Shrader propone
un esquema de clasificación de la violencia basado en los fac-
tores motivacionales subyacentes a la misma. Las tres dimen-
siones sugeridas no son necesariamente excluyentes entre sí, sino
que representan un continuo a través del cual los actos violentos
son perpetrados por razones múltiples, usualmente complejas.

—Violencia política. Es la comisión de actos violentos mo-


tivados por la obtención o mantenimiento de poder político.
—Violencia económica. Es la comisión de actos violentos mo-
tivados por la obtención o mantenimiento de poder econó-
mico.
—Violencia social. Es la comisión de actos violentos moti-
vados por la obtención o mantenimiento de poder social.
La primera se manifiesta por fenómenos como la guerrilla y
asesinatos políticos, la segunda por crímenes callejeros, robos
de autos y tráfico de drogas, y la tercera por violencia doméstica,
ataques sexuales y racismo. Sin embargo, es menester prestar
atención a los móviles de cada acción, pues mientras que un

5 Shrader, 2000, “Methodologies to measure the gender dimensions of


crime and violence”, World Bank Group (http://www.worldbank.org).
6 ONU, 1999, cit., supra nota 4; Sharer, op. cit.
VIOLENCIA SOCIAL 85

grupo guerrillero puede secuestrar a un funcionario público como


manifestación ideológica (violencia política), puede asimismo se-
cuestrar a un empresario para financiar sus acciones con las ga-
nancias económicas del rescate (violencia económica). De la misma
manera en que un miembro de una pandilla puede atacar a una
víctima como rito de iniciación en el grupo (violencia social), así
como atacarla para robar sus pertenencias (violencia económica).
Los datos de epidemiología conductual, a través de indicado-
res como las tasas de homicidio, victimización y ataque domés-
tico, revelan que los niveles de violencia fluctúan ampliamente
a través de las localidades, las regiones y los países. Los Estados
latinoamericanos y del Caribe muestran las tasas más altas de
homicidio y crímenes violentos en el mundo. Para esta región,
un estimado del 3% de los años de vida ajustados a la discapa-
cidad (DALY)7 se pierden debido a la violencia; sin embargo,
esta figura fluctúa ampliamente dentro de la región, con las tasas
de homicidio y ataque en países extremadamente violentos, como
Colombia, provocando hasta el 25% de los DALY.8
En México, uno de los problemas más graves es la violencia
a grupos vulnerables, como las mujeres y los niños. La violencia
intrafamiliar está presente en todas las edades, sexos, niveles
culturales, creencias y posiciones económicas. Sin embargo, hay
diferencias: del total de víctimas de la violencia, el 89.5% son
mujeres, y en 75% de los casos, el responsable suele ser un
familiar. El DIF reporta como las cuatro primeras causas de de-
nuncia el maltrato físico, el maltrato emocional, el maltrato se-
xual, y las omisiones del cuidado, siendo los agresores princi-
pales la madre (48.1%) y el padre (26.2%).9
Las grandes divergencias entre los niveles de criminalidad y
violencia en distintas regiones reflejan que la conducta violenta

7 Disability Adjusted Life Expectancy Years, por sus siglas en ingles: años
de vida perdidos por discapacidad.
8 Shrader, E., “Methodologies to measure the gender dimensions of crime
and violence”, 2000 (http://www.worldbank.org).
9 Chávez y Hernández, op. cit.
86 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

es modificable y, por tanto, sujeta a acciones preventivas. Las


medidas que se tomen para atacar a la violencia no deben in-
terpretarla meramente como un problema de comportamiento ile-
gal y fortalecimiento de las leyes, sino también como un fenó-
meno íntimamente asociado con el desarrollo económico, social
y cultural de los pueblos. Es por esto que la Organización de
las Naciones Unidas10 exhorta a sus miembros a implementar
medidas apropiadas, especialmente en los niveles regional y su-
bregional, tomando en cuenta las características, necesidades, ni-
vel de desarrollo y tradiciones culturales propias de cada Estado,
particularmente en lo concerniente a las interrelaciones de la cri-
minalidad con aspectos como la estructura poblacional, el cre-
cimiento, la urbanización, la industrialización, las oportunidades
de empleo, la equidad en el reparto de la riqueza y la migración.
En tanto que la tecnología y los nuevos esquemas de participa-
ción global han visto emerger nuevos esquemas transnacionales
de violencia y crimen, estas medidas deberán ser apoyadas por
los demás miembros, a través de su conocimiento y pericia en
el campo, así como por medio de tratados bi y multilaterales de
combate al crimen, respetando siempre la soberanía de los países
y vigilando constantemente la observancia de los derechos hu-
manos de los individuos.
En las exhortaciones de la ONU se trasluce que la violencia
y la criminalidad son fenómenos multifacéticos, no sólo por las
diferentes categorías que están presentes en ella, sino también
por su multicausalidad. La evidencia empírica indica que no to-
dos los individuos son igualmente violentos, que las comunida-
des varían en la intensidad de sus conflictos, y que en distintas
sociedades, los niveles de tolerancia a la violencia son diferentes.
Las circunstancias relativas a los contextos individual, familiar,
de la comunidad y nacional se combinan para matizar la perpe-
tración de cada crimen. Es por tanto útil referirnos a un marco
conceptual que integre los distintos niveles de causalidad de la

10 ONU, 1998, cit., supra nota 4.


VIOLENCIA SOCIAL 87

violencia: A saber, los niveles estructural, institucional, inter-


personal e individual.11 Este marco reconoce los papeles mutua-
mente reforzantes desplegados por los factores en distintos ni-
veles de causalidad y que ningún nivel es individualmente capaz
de explicar al fenómeno del crimen aisladamente; empero, cuan-
do se les combina, pueden arrojar luz sobre los factores asociados
a la comisión de un acto violento.
El nivel estructural se refiere a la estructura política, econó-
mica y social de alto nivel de una región, así como a las políticas
ambientales; y también incorpora las opiniones, creencias y nor-
mas culturales que permean a la sociedad. Como ejemplo, en
México, durante el sexenio en curso, la tasa de modificación al
código penal alcanza un promedio de más de tres reformas se-
manales, lo que dificulta a los servidores públicos actuar con la
actualización adecuada. El nivel institucional comprende a las
instituciones y asociaciones sociales formales e informales; y a
las redes sociales y grupos de identidad en que las relaciones
interpersonales se desarrollan cotidianamente. El nivel interper-
sonal está integrado por los contextos inmediatos en que la vio-
lencia sucede; las interacciones sociales entre los individuos; los
factores situacionales que implican a la familia, el mantenimiento
del hogar, y las relaciones de intimidad o casualidad. Finalmente,
en el nivel individual, se contemplan a la historia personal y la
estructura biofísica; así como la personalidad que moldea las
respuestas ante el estrés interpersonal e institucional.
Los instrumentos con los que contamos actualmente para
medir la violencia, como las tasas de homicidio y violación, ca-
recen de la sensibilidad adecuada a toda esta dimensión, amén
de las deficiencias metodológicas y el bajo reporte a las autori-
dades de que adolecen. Por lo tanto, es urgente que desarrollemos
medidas comprehensivas de la violencia, adecuadas a las particu-
laridades de cada región y que guíen apropiadamente los esfuer-
zos para combatir los distintos tipos de violencia.

11 Shrader, op. cit.


88 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

Las encuestas de victimización son instrumentos desarrollados


explícitamente para salvar las deficiencias en que incurren los
reportes oficiales de violencia, que investigan la cantidad y gra-
vedad percibida de los ataques criminales, reportados o no a las
autoridades. Uno de los índices más valiosos arrojados por estas
técnicas son los niveles de subreporte a las autoridades. Con
base en uno de estos instrumentos, el CATTI,12 se determinó
que, globalmente, dos de cada tres víctimas de robo con allana-
miento de morada lo reportan a las autoridades, y entre las mu-
jeres, menos de una de cada tres lo hace. En Latinoamérica y
Asia, sólo uno de cada cinco casos de violencia severa son re-
portados a las autoridades. De entre las personas que reportan
la victimización, dos terceras partes no encontraron satisfecha
su necesidad de auxilio, y menos de la mitad de las víctimas
que reportaron su caso a la policía se sintieron satisfechos con
la respuesta, especialmente en Latinoamérica, Europa Central y
del Este y África.13
Los psicólogos contamos con otros instrumentos para evaluar
violencia que pueden coadyuvar a la solución este problema glo-
bal. Las metodologías cualitativas y las aproximaciones partici-
pativas para medir la violencia pueden ser usadas para probar
la confiabilidad y robustez de los índices criminales clásicos,
evaluando si éstos efectivamente reflejan la realidad experimen-
tada por estratos marginados de la población. Las metodologías
cualitativas también pueden iluminar a los investigadores acerca
de las causas de las variaciones en la violencia a lo largo del
tiempo. Finalmente, este estilo de investigación permite el diseño
de políticas y programas que incorporen la participación de la
población, las comunidades y las instituciones afectadas.
Para la identificación de temas y soluciones prioritarias para
las víctimas, existen entrevistas a profundidad asociados a ge-

12 United Nationd Crime and Justice Information Networt, “The Interna-


tional Crime Victims Surey”, 1996 (http://www.un.org).
13 ONU, 1999, cit., supra nota 4.
VIOLENCIA SOCIAL 89

nogramas, que pueden ser útiles para documentar visualmente


grandes cantidades de información acerca de las estructuras fa-
miliares e incluir información acerca de cada uno de sus miem-
bros. También se cuenta con autopsias verbales, una serie de
entrevistas a profundidad conducidas con personas cercanas a
las víctimas de homicidio, que determinan los detalles del ase-
sinato y proveen del contexto del estilo de vida y las circuns-
tancias relacionadas con la muerte de la víctima.
En la identificación de temas y soluciones prioritarias a la
comunidad, los grupos focales son una herramienta poderosa y
relativamente económica para provocar la manifestación de con-
sensos acerca de las normas y percepciones colectivas, así como
para descubrir las opiniones divergentes. Esta técnica es un ex-
celente foro para determinar las normas, actitudes y percepciones
culturales relacionadas con la violencia y la victimización, y los
factores causales asociados, asimismo, generan el nicho adecua-
do para las evaluaciones cualitativas individuales discutidas an-
teriormente.
Los métodos de evaluación participativa rural y urbana, en-
fatizan el conocimiento local y permiten a los miembros de la
comunidad elaborar sus propias evaluaciones, análisis y planes
de acción. En este estilo de intervención se subrayan las inves-
tigaciones a fondo en una pequeña cantidad de comunidades y
se utilizan muestreos propositivos para identificar comunidades de
estudio consideradas representativas del tema de investigación.
Las rutas críticas son particularmente útiles para investigar la
demanda, el acceso y la calidad de los servicios ofrecidos por
instituciones formales e informales. Con esta modalidad, se pue-
de describir el proceso de toma de decisiones que las personas
emprenden tras ser victimizadas o para prevenir la violencia. Con
base en estos estudios, las comunidades usualmente diseñan pro-
gramas para abatir la criminalidad. La manifestación visual de
las rutas críticas son los diagramas de unión o de flujo, que
agrupan los diferentes elementos de un proceso social lineal. El
flujo indica los pasos en el proceso de toma de decisiones, una
90 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

secuencia cronológica o una jerarquía de actividades que uno o


más individuos llevan a cabo. Estas técnicas pueden ser afinadas
con el uso de diagramas de Venn, en los que se utilizan formas
y símbolos para representar actores particulares o instituciones
dentro de la comunidad. Los participantes del grupo seleccionan
el tamaño o la forma para indicar la importancia relativa de cada
actor en el medio, y con las distancias relativas entre los ele-
mentos, se representa el acceso a cada uno de ellos.
Otra modalidad de aportaciones de la psicología al campo de
la prevención de la violencia es el uso de los recursos psicoló-
gicos aplicados en los criminales y los procesos de administra-
ción de justicia. El instrumento de evaluación psicológica más
extensamente usado en los ambientes clínicos, y una de las he-
rramientas con mayor auge para aplicaciones forenses, es el In-
ventario Multifásico de la Personalidad Minnesota (MMPI) en
sus versiones II y para adolescentes (A), debido a que es un
instrumento que cuenta con varias medidas sobre el nivel de
credibilidad del respondente, porque: a) puede ser interpretado
de manera objetiva, b) las mediciones que ofrece son consistentes
a lo largo del tiempo, c) los resultados que arroja son descriptivos
de diversos aspectos de la personalidad, y d) es relativamente
fácil comunicar los descubrimientos a personas no instruidas en
psicología.14
Con base en esta prueba de la personalidad, se desarrolló una
tipología de los criminales que describe 10 diferentes tipos de
prisioneros de acuerdo con sus respuestas al MMPI, asociados
cada uno a una serie de estilos conductuales y pronóstico.15
Un paso adelante en las intervenciones psicológicas relacio-
nadas con los ambientes forenses es la predicción del riesgo de
cometer un crimen. En este campo, existe una línea de investi-
gación extensa en Ontario, Canadá, que fructificó en un instru-
14 Pope, H. S., Butcher, J. N. y Steelen, J., “The M.MPI, MMPI2 and
MMP-A in court. A practical guide for exert witnesses and attorneys”, Ame-
rican Psychological Association, Washington, 1993.
15 Idem.
VIOLENCIA SOCIAL 91

mento para evaluar los factores en la historia personal de un


sujeto relacionados con la probabilidad de volver a cometer actos
violentos.16 Los factores más salientes son: haber vivido con am-
bos padres hasta los 16 años, ajuste escolar, historia de problemas
con el alcohol, estado civil, historia de crímenes no violentos,
edad del mayor índice delictivo, lesiones infligidas a las víctimas,
género de las víctimas, cubrir los criterios de algún desorden de
la personalidad, ser diagnosticado con esquizofrenia y tener ras-
gos de psicopatía.
Aún más adelante, la psicología ha identificado ya algunos
factores asociados con la violencia para todas las personas, no
solamente para quienes ya han delinquido,17 que se clasifican en:

1. Factores bioconductuales.
2. De socialización.
3. Cognoscitivos.
4. Situacionales.

De acuerdo con el tipo 1, la conducta agresiva se asocia con


algunos tipos de daño cerebral, resultado de traumas durante el
nacimiento, tumores o lesiones traumáticas en la cabeza. Asi-
mismo, niveles menos severos de violencia se relacionan con
variaciones naturales en la cantidad de neurotransmisores, como
la serotonina; o el funcionamiento hormonal, como el de la tes-
tosterona. Por otro lado, algunos síndromes, como el déficit de
atención e hiperactividad en la infancia, también correlacionan
con riesgo de conducta agresiva en la adolescencia. Finalmente,
algunas características generales del funcionamiento corporal,
como el ritmo cardiaco lento, y la baja excitabilidad fisiológica,
se ligan a mayores niveles de violencia.

16 Quinsey, V. L., Harris, G. T., Rice, M. E. y Cormier, C. A., “Violent


Offenders Appraising and Managing Risk”, American Psicological Association,
Washington, 1998.
17 American Psychological 80, Reducing Megaviolence. A Research Agen-
da, APA, Washington, 1996.
92 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

Según el tipo 2, se han documentado conductas violentas


aprendidas por ensayo y error, o vicariamente, en la infancia,
desarrolladas como respuesta a situaciones particulares, por
ejemplo, la frustración. La falta de atención de los padres a la
conducta de los hijos, e inconsistencias en la disciplinas son
grandes contribuyentes a la violencia futura. En la adolescencia
y la preadolescencia, la pertenencia a un grupo de padres vio-
lentos predice el comportamiento legislativo del menor. A su
vez, algunas condiciones socioculturales, como la pobreza, están
fuertemente asociadas con patrones conductuales agresivos. El
riesgo de morir asesinado para los varones adolescentes de gru-
pos minoritarios en Estados Unidos es tan alto como 1 por 333.18
En cuanto a los medios masivos de comunicación, está clara-
mente establecido que la propensión a la agresividad está robus-
tamente correlacionada con la exposición a la violencia en la
televisión.
Con relación al tipo 3, la socialización impacta a largo plazo
en los procesos mentales de los individuos. Las personas más
violentas procesan la información de manera distinta al resto de
la población: perciben hostilidad en situaciones en que los demás
no lo hacen, son menos eficientes para pensar en vías no vio-
lentas para la solución de conflictos, son más tolerantes con las
agresiones y las consideran un estilo aceptable de comporta-
miento.
Por último, para el tipo 4, las situaciones aversivas (ruido
intenso y continuo, la hacinación, las privaciones crónicas, los
fracasos laborales o los eventos estresantes de la vida-divorcio,
muerte de personas cercanas o problemas familiares) pueden pro-
vocar agresividad en cualquiera durante un periodo específico.
El alcohol y otras sustancias tóxicas tienen el mismo efecto.
Claves ambientales que sugieren violencia, como armas o riñas
callejeras, también disparan comportamientos agresivos. Y, final-

18 Idem.
VIOLENCIA SOCIAL 93

mente, el estar inserto en una multitud, debilita los mecanismos


que frenan la agresión individual.
Debido a que la conducta criminal se asemeja mucho a lo
que en la actualidad llamamos padecimientos psicológicos, al-
gunos autores sugieren que el crimen debe ser visto como una
patología, más que como una desviación del comportamiento ju-
rídico.19 Esta es una afirmación extremista que, sin embargo, ha
dado lugar a la aparición de diversas intervenciones psicológicas
dirigidas a tratar a los criminales esperando disminuir su peli-
grosidad. Pero sobre todo, ha permitido la evaluación de las in-
tervenciones preventivas en el campo de la violencia.
A la fecha, se sabe que no hay programas basados en la co-
munidad con suficiente respaldo empírico para demostrar su uti-
lidad, pero que en los ambientes familiares, las visitas frecuentes
por enfermeras y maestras reducen el abuso de menores; asi-
mismo, el entrenamiento de los padres de menores en riesgo de
delinquir, también disminuye la probabilidad de que éstos incu-
rran en conductas delictivas.20
En las escuelas, las actividades extra académicas, la clarifi-
cación y comunicación de normas de comportamiento y los cur-
sos sobre competencia social y habilidades de pensamiento, han
demostrado abatir los índices de agresión.21
En los mercados de trabajo, el entrenamiento laboral de ex
criminales disminuye su probabilidad de reincidencia. Y en la ciu-
dad, penalizar a los dueños de inmuebles por no reportar pro-
blemas asociados a drogas, patrullar intensivamente zonas peligrosas,
vigilar cercanamente a ex convictos en riesgo de reincidir y arres-
tar con prontitud a quienes comentan violencia intrafamiliar, son
medidas que han demostrado científicamente su utilidad.22

19 Raine, A., The psychopathology of crime. Criminal behavior as a clinical


disorder, San Diego, Ca., Academic Press, 1993.
20 Sherman, L. W. et al., “Preventing Crime: what Works, what doesn’t,
what’s Promising”, NlJResearch in brief, 1998.
21 Idem.
22 Idem.
94 GRACIELA RODRÍGUEZ ORTEGA

Finalmente, los psicólogos contamos con intervenciones diri-


gidas a las víctimas de la violencia. Un padecimiento asociado
a la victimización es el síndrome de estrés postraumático (SEP),
que implica el desarrollo de síntomas característicos (como irrup-
ción de sueños y recuerdos del evento traumático, retraimiento
de mundo exterior y sentimientos exacerbados relacionados con
él) que siguen a un evento psicológicamente traumático, gene-
ralmente mayor a las experiencias humanas esperables.23
La violencia, un problema prioritario en nuestros días, parti-
cularmente en las grandes ciudades de Latinoamérica y el Caribe,
para ser mejor entendido, debe ser abordado por profesionistas
de diversas formaciones. Las mediciones clásicas de la violencia
y las intervenciones segmentarias al problema no han demostrado
gran efectividad hasta el momento.24 Hoy se presentó una mues-
tra de las intervenciones psicológicas que coayuvan a la evalua-
ción más comprehensiva de la violencia, que derivan en trata-
mientos especialmente diseñados para la rehabilitación de
agresores y para la atención a víctimas.
El modelo multinivel recién presentado, justifica que estemos
en esta mesa de trabajo reunidos un grupo de científicos y miem-
bros de la sociedad interesados en el fenómeno de ia violencia,
problema muy serio en nuestros días. Espero que las brillantes
personalidades que tuvieron la amabilidad de aceptar colaborar
con esta empresa sean la avanzada de una serie de esfuerzos
académicos inter, multi y transdisciplinarios para atacar a este
gran mal de nuestro tiempo, la violencia.

23 Saigh, P. A., Posttraumatic Stress Disorder. A Behavioral Approach to


Assessntent and Treatment, Massachusets, Alln and Bacon, 1992.
24 ONU, 1998, cit., supra nota 4.
VIOLENCIA SOCIAL 95

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BASES PSICOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA SOCIAL

Jorge SILVA GARCÍA

Violencia viene del latín violentia= acción violenta o contra el


natural modo de ser. Acción de violar a una mujer. Violento=
que está fuera de su natural estado. Que obra con ímpetu y fuer-
za. Aplícase al genio arrebatado, impetuoso.1
La violencia como la define el Diccionario de la Lengua Es-
pañola, siempre se refiere a actos o acciones de los seres hu-
manos. Toda violencia implica la propensión a la agresión des-
tructiva, por lo que debemos señalar que en el ser humano existen
dos tipos de agresión enteramente diferentes entre sí:

El primero lo comparte con todos los animales; es un impulso filo-


genéticamente programado para luchar o para huir cuando están
amenazados intereses que le son vitales; esta “agresión benigna”,
defensiva, está al servicio de la sobrevivencia, es biológicamente
adaptativa y cesa cuando cesa la amenaza. El otro tipo es la agresión
maligna, la crueldad y la destructividad, son exclusivas de la especie
humana; no están programadas filogenéticamente, ni son biológica-
mente adaptativas y su gratificación puede resultar un excitante las-
civo.2

De hecho Fromm, precisa que el sadismo, la crueldad y la


destructividad son las únicas perversiones humanas.
1 Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, 19a. ed.,
1970. Sólo en inglés se habla de la “fuerza destructiva, violenta, injuriosa de
los elementos naturales, así: a violent wind, a violent sea...
2 From, Erich, Anatomía de la destructividad humana, México, Siglo XXI
Editores, 1975, pp. 15 y ss.

97
98 JORGE SILVA GARCÍA

La idea de que la crueldad y la destructividad son determi-


nadas por un instinto todopoderoso que proviene de nuestros an-
tepasados animales, no deja de ser un intento desesperado para
justificar tanto sadismo, crueldad y destructividad humanos. Pero
un hecho es que el ser humano intente justificar su agresión
maligna con el supuesto origen animal de la agresión, como lo
hace Conrad Lorenz,3 y otro muy diferente es justificar lo in-
justificable, por lo cual nos vemos obligados a buscar las raíces
de la agresión maligna y, en consecuencia, los medios para hu-
manizar a nuestra sociedad.
La violencia es un término que sólo se puede aplicar a actos
de un ser humano, porque es el único dotado de conciencia,4 de
la capacidad de distinguir el bien del mal y, consecuentemente,
es el único capaz de maldad, de malevolencia, de hacer el mal
por el mal mismo, a la vez que es el único capaz de crear belleza,
armonía, amor, lo más bello y lo más excelso.
El mito del paraíso perdido, aunque se vea la expulsión de
Adán y Eva bajo una perspectiva autoritaria o humanista, refleja
con claridad que el nacimiento del ser humano es un acto ne-
gativo, puesto que se ven obligados a dejar de ser uno con la
naturaleza, y al hecho de que no podrán regresar jamás al Paraíso
de donde nacieron. Este hecho existencial marca dos tendencias
en conflicto, en el ser humano: una, de emerger del útero, del
modo animal de existencia, a una modalidad que debiera ser
cada vez más humanizada; la segunda es la tentación de regresar
al útero, al regazo materno, a la naturaleza, a la certitud y a
la seguridad del paraíso.5 En la vida del ser humano se percibe la
impronta de esta dicotomía ineludible de regresión; entre el retorno

3 Lorenz, Conrad, On Aggression, London, Methuen & Co. Ltd., 1963.


4 Conciencia con c es la cualidad humana de distinguir entre el bien y
el mal; en tanto que consciencia, es función del conocimiento: sabemos o no
sabemos algo, somos conscientes o no somos conscientes de algo (por lo tanto,
no son inconscientes).
5 Fromm, Erich, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, 8a. ed., Mé-
xico, Fondo de Cultura Económica, 1967.
BASES PSICOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA 99

a un tipo de existencia que bien podemos llamar animal, por la


notable disminución de la capacidad para razonar, porque es un
negar la individualidad propia, en un proceso siempre doloroso,
causal de enfermedad mental, pues se deja de ser quien se puede
ser; fomenta a la inclinación necrófila por lo muerto, por las
cosas, por todo lo carente de vida. En cambio, el proceso de
progresión aunque lento y también doloroso, es un esfuerzo hacia
la individuación y el desarrollo posible de las potencialidades
humanas creativas; es la inclinación a la biofilia, a la vida y a
lo vivo, es proteger y cuidar de la biosfera y todo lo que ésta
abriga; es la toma de consciencia del amor y de la libertad.
La alternativa a la regresión inclina hacia lo más negativo del
ser humano, no sólo a una dependencia creciente que anula aún
más al yo propio, al irlo paralizando, sino incluso a la emergencia
de lo más mezquino y malévolo, a la crueldad y a la destructi-
vidad. Resulta difícil encontrar malevolencia en quien en verdad
busca su individualidad y maduración en su progresión.
En El corazón del hombre Fromm6 señala un “síndrome de
decadencia”, caracterizado por la triada siguiente: por una intensa
fijación a la madre, un narcisismo acentuado y rasgos marcados
de inclinación a la necrofilia.
Podemos decir que el proceso de maduración del ser humano,
ese ir del gatear al correr como ejemplo posible de vida inde-
pendiente, consiste en un proceso gradual de liberarse de las
intensas ataduras emocionales a la madre (esté ausente, muerta
o presente), a la tierra y a la sangre. No se debe confundir el
amor, con la dependencia, ya que todo amor, como lo señala
Platón, sólo es posible entre seres libres, independientes, es ser
dos y al mismo tiempo ser uno. Entre mayor sea la fijación a
la madre, se es menos objetivo en las áreas afectivas, aunque
el desarrollo ocupacional o intelectual sean arriba de lo normal,
porque la demanda de trabajar es un imperativo social, en ge-

6 Fromm, Erich, El corazón del hombre: su potencia para el bien y para


el mal, México, Fondo de Cultura Económica, 1966.
100 JORGE SILVA GARCÍA

neral, hoy en día. A la sociedad no le importa la felicidad o la


desdicha de los seres humanos.
La fijación a la madre ayuda a no percibir la “otredad”, ni
de mujeres ni de hombres y perpetúa tanto la guerra implícita
entre los géneros, como la violencia explícita entre ellos. Resulta
innecesario abundar en el hecho que son las madres de los cón-
yuges las causales directas o indirectas de riñas en el hogar,
como pueden ser las madres quienes recomiendan prudencia y
logran que impere el compartir y la armonía.
Resulta evidente la ética autoritaria de las normas sociales
que exigen obediencia a la madre (y/o al padre), como requisito
para ser juzgados buena hija o buen hijo, autoritarismo muy le-
jano a toda crítica objetiva. La sumisión a la madre puede llegar
hasta la abyección humillante, levadura de grandes violencias
inclusive en contra de las misma madre.
No nos extenderemos en la explicación freudiana del narci-
sismo;7 nos limitaremos a señalar que al recién nacido, aprisio-
nado en su ser, no expresa un mayor interés por el mundo ex-
terior salvo cuando le otorga satisfactores o le causa malestares.
Su mundo es su “yo” y los demás son una extensión de éste;
tardará unos meses en descubrir que hay un “yo” y un “no-yo”;
vale agregar que para la persona demente, el mundo exterior
dejó de ser real, por lo que podemos decir que a mayor narci-
sismo, menor capacidad de raciocinio. Agrega Fromm:

Un ejemplo particular de narcisismo, en la frontera entre la cordura


y la locura puede verse en personas quienes alcanzaron un grado
extraordinario de poder: Calígula y otros césares romanos, Alejandro
Borgia, Hitler, Stalin, Trujillo... con su poder absoluto, sin límite
alguno para hacer lo que quieran por lo que no son considerados
dementes; son dioses con tan sólo las limitantes de la enfermedad,
la vejez y la muerte.8

7 Ibidem, pp. 68 y ss.


8 Ibidem, p. 72.
BASES PSICOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA 101

Otro ejemplo de narcisismo patológico lo observamos en la


violencia fanática, destructiva que presentan hordas embraveci-
das por la derrota de su equipo de futbol (o la victoria, para el
caso da lo mismo); o aquellos grupos fanáticos violentos hacia
todo aquel que no concuerde con sus ideas y hasta arremeten
en su locura, con quienes sí concuerdan. En verdad, el fanatismo
resulta ser una nueva forma de idolatría. El xenocidio es otro
ejemplo de nuestros días. Todos estos casos están investidos de
una carga excesiva de narcisismo que, como hemos visto, ex-
cluye toda capacidad de raciocinio. Es probable que en muchos
de estos sujetos violentos encontremosm, además, evidencias de
fijación a la madre y necrofilia.
Hay un narcisismo que es normal y necesario para valorar
nuestra vida y cuidar de ella; sin este narcisismo normal, sería-
mos presa fácil del gran riesgo que para la vida tiene el salir a
la calle. El narcisismo normal funciona siempre en defensa de
nuestra vida, salvo en aquellos numerosos ejemplos de altruismo,
como cuando las propias convicciones nos llevan a dar nuestro
único y último pedazo de pan o a ofrendar nuestra vida por una
causa en la que creemos.
La necrofilia es otro elemento en el síndrome de decadencia;
la idea surgió cuando el general franquista Millán Astray, mu-
tilado de guerra, apoyó el grito de sus falangistas de “Viva
la Muerte”, y Miguel de Unamuno se vio obligado a acuñar la
palabra “necrófilo” para calificar a este “hombre desarbolado por
la guerra”, en medio de una pieza de oratoria notable por su
depurada sencillez literaria, la firmeza y la valentía moral del
maestro.9
Los necrófilos prefieren la cosas, los objetos, lo muerto, a
todo lo que es vida y está vivo, lo cual puede ser desastrozo en
su momento, por ejemplo: los mandos norteamericanos que se
basaron en el valor de las cosas y en lo conmensurable durante
la guerra de Vietnam, razón primordial por la que fueron derro-

9 Unamuno, Miguel, Pensamiento político, selec. de textos y estudio pre-


liminar por Elías Díaz, Madrid, Tecnos, 1965.
102 JORGE SILVA GARCÍA

tados; nunca entendieron el significado de valentía moral, de li-


bertad y del amor a la patria de los vietnamitas... porque estos
afectos son datos blandos, no computarizables.10
En la clínica se ven con cierta frecuencia a mujeres y hombres
que prefieren permanecer en una vida conflictiva, desagradable,
inhumana cuando no violenta, por aferrarse a las cosas, que sim-
bolizan el poder, como lo son la casa, dinero, joyas... y aban-
donan sus opciones a una mejor calidad de vida. Claro que con
la independencia vienen responsabilidades, los temidos riesgos
posibles y/o eludidos... y no pocas veces, la tan temida soledad.
Un disparador frecuente de la ira, del coraje, de la furia, es
el miedo y/o la sensación de impotencia que también tras de sí
oculta el miedo... miedo a dejar de ser, a ya no ser capaz de
defender la propia integridad. Otro disparador es la depresión
crónica y el aburrimiento inducidos por una sociedad enajenada
basada en el mercantilismo, en el consumo y el desperdicio, po-
tencializados por una sobrepoblación excesiva, que tan sólo por
las necesidades de sus números, destruye la biodiversidad y los
ecosistemas tan indispensables para el bien-vivir. Agréguese a
la depresión crónica y al aburrimiento, la desesperanza y la in-
seguridad, además de que contamos con detonadores potenciales
fuertes, de violencia.
Si cada uno de los tres factores del síndrome de decadencia
puede provocar la violencia, la unión de los tres resulta terrible
y los podemos ver en acción en el “síndrome de destrucción y
saqueo” donde todo indica “que el núcleo psicodinámico radica,
no en una pasión sexual frustrada, sino en tener un poder ilimi-
tado sobre las personas y las cosas. La finalidad de todo empeño
sádico es el dominio absoluto, la omnipotencia”.11
En este síndrome, lo que no se puede llevar se aplasta, se
destroza y se ensucia, para que nadie más lo pueda utilizar.

10 Chomsky, Noam, Vietnam y España: los intelectuales liberales ante la


revolución, México, Siglo XXI Editores, 1974.
11 Fromm, Erich, Lo inconsciente social, obra póstuma 2, Barcelona, Paidós
Ibérica, 1990, pp. 124 y ss.
BASES PSICOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA 103

Un gran provocador de la violencia social es la autoridad y


aquí nos referimos, de modo exclusivo, a una autoridad irracional
(autoritaria, dictatorial), sea ésta impositiva o bien, permisiva.
Un factor causal que favorece el autoritarismo irracional, es la
pugna por el poder y el dinero, y el abandono de toda noción
racional de buen gobierno. Un ejemplo clásico de violencia social
instigada por la autoridad lo fue “La Noche de San Bartolomé”
del 24 de agosto de 1572, cuando, instigado el rey Carlos IX
de Francia, por su madre Catalina de Medici, fueron masacrados
varios cientos de hugonotes protestantes. Ejemplos recientes nos
muestran la capacidad de la permisividad como estimulante a la
violencia. No debemos olvidar que la impunidad y la corrupción
son dos estimulantes a la violencia que la autoridad permite; de
estos dos, el más fácil de combatir es la impunidad porque resulta
del todo evidente que el desmán no está recibiendo el castigo
legal que se impone. Sin duda alguna, el antídoto en todos estos
casos de violencia social, es la prevalencia de un Estado de de-
recho racional y objetivo.
La sociedad misma se puede constituir en un modelo de des-
tructividad y violencia, como es el caso de los chulua mexica
(aztecas), educados en y para la guerra, la expansión imperialista,
el derramamiento de sangre y la muerte. Como ellos, los dobúes
de la Isla Dobu12 eran educados para la violencia, pero a dife-
rencia de los aztecas, no había trampa, transa, ni engaño, que
no les fuese enseñado al igual que la duplicidad, la hipocresía
y la mentira; es consecuente que la desconfianza prevaleciera
entre ellos, hasta entre cónyuges y agréguese a todo ello, que
para los dobúes era muy importante la riqueza y los bienes ma-
teriales, muebles e inmuebles.13 No dejan de ser la codicia y la
envidia, por sí solas, estímulos para la violencia.

12 La Isla Dobu se encuentra en el Pacífico Sur en el área comprendida


entre Nueva Guinea al poniente y las islas Tobrian al este-noreste.
13 From, Erich, Anatomía de la destructividad humana, México, Siglo XXI
Editores, 1975.
104 JORGE SILVA GARCÍA

Hay una constante acción y reacción entre los grupos sociales


y los medios de comunicación masiva, tanto escritos como au-
diovisuales en que unos influyen sobre los otros y viceversa;
nuestra impresión es que los medios masivos de comunicación
son los que más influyen, en este caso, sobre la sociedad. Se
perciben estos cambios interactivos si observamos películas ci-
nematográficas de las décadas de los treinta y los cuarenta y las
comparamos con las hechas a partir de la década de los cin-
cuenta: hay un aumento decidido en la violencia, cada vez mayor
entre hombres y mujeres, hecho prohibido en la cinematografía
de las décadas anteriores, si acaso se permitía alguna escena en
que se implicaba que un hombre golpeaba a una mujer o a un
niño. A partir de los cincuenta y sobretodo de los sesenta, los
golpes son explícitos y cada vez más y más sangrientos; aumenta
la violencia destructiva con que se mata y las torturas abundan.
Es cierto que se dio fin al tabú del amor entre blancos y negras,
negros y blancas, poniendo fin a una discriminación vergonzante
e indigna. Si antes el beso indiscreto era mostrado con sensibi-
lidad artística y la intimidad sexual se insinuaba, ahora los besos
son voraces y el sexo, explícito en todas sus variantes. Lewis
Mumford14 escribió un artículo revelador del influjo social sobre
los medios, al describir en “La moralidad de exterminio”, la cau-
salidad del aumento de la violencia y la brutalidad con la Se-
gunda Guerra Mundial. Expone nuestro autor, con su lucidez
acostumbrada, el desastrozo contagio que sufrieron las fuerzas
armadas aliadas, ante la vesania destructiva y xenocida de Hitler,
las tropas alemanas y de las fuerzas armadas del Japón. El contagio
fue tal, que sin pudor alguno fueron bombardeadas las ciudades
alemanas abiertas de Dresden y Hamburgo con “tempestades de
fuego”, sin contar el incendio de Tokio y los bombardeos ató-
micos de Hiroshima y Nagasaki... locura que los norteamericanos
prosiguieron implacablemente en Vietnam del Norte y del Sur...

14 Mumford, Lewis, “The Morals of Extermination”, en Seymour Melman


(ed.), No place to Hide: fallout shelters-fact and fiction, Nueva York, Grove
Press Inc., 1962, pp. 193-206.
BASES PSICOLÓGICAS DE LA VIOLENCIA 105

¡y que decir de Panamá! Los ejemplos continuados que los me-


dios masivos de comunicación y sobre todo la televisión exhiben
de las lacras sociales, aduciendo que su público lo pide (lo cual
es cierto en su sentido negativo de la decadencia de los valores
humanos), no están al servicio del bien-vivir ni de la familia ni
de la sociedad, cuando tales medios masivos de comunicación
debieran fomentar, estimular, los rasgos sociales y los valores
humanos positivos.
Es cierto que se educa con el ejemplo y las criaturas aprenden
a vivir en la violencia y a ejercerla. Freud decía que si la criatura
vive la violencia pasivamente, la ejercerá en forma activa en
cuanto pueda, sobre quien esté a su cuidado y así sucesivamente
en un vis-a-tergo trágico. Es hasta épocas recientes, que se co-
mienza a enseñar, también por el ejemplo, a erradicar la violencia
de los hogares y poco a poco se educa a hombres y mujeres a
vivir en armonía; se les enseña el debido respeto a la dignidad
humana y el amor. Se necesita educar para acabar con los re-
manentes del machismo ancestral y habrá que enseñar a todos
y especialmente al varón, que no es cierto que él ha sido creado
a hechura y semejanza de Dios.15
Resulta increíble que se ha privilegiado tanto la vida del ser
humano y se ha olvidado que es una de tantas formas en que
ha evolucionado la vida y es el único ser consciente de que hay
bien y mal; y por ser el único ser consciente, capaz por lo tanto
de ser testigo del macro y del microcosmos, está obligado de
ser el guardián de la naturaleza, no su dueño, y debe propiciar
el vivir armónico de todas las manifestaciones de vida que hay
en ella, así como cuidar de los ecosistemas que las propician.

15 Génesis, Orígenes. 1. 26: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra


imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domésticos y todos los reptiles”.
EL MODELO “COMUNIDAD SEGURA”,
UNA PROPUESTA PARA COMBATIR
LA INSEGURIDAD

Nelia TELLO PEÓN1


Carlos GARZA FALLA2

SUMARIO: I. Introducción. II. El modelo “Comunidad segu-


ra”. III. La experiencia en la zona de Los Pedregales, Co-
yoacán. IV. Algunas reflexiones.

I. INTRODUCCIÓN

No es exagerado afirmar que un consenso amplio, que se puede


constatar hoy en día en los diversos diagnósticos sobre la so-
ciedad mexicana, se refiere al hecho de que ésta atraviesa por
un agudo proceso de descomposición, expresado en una creciente
violencia y en una insuficiencia de las instituciones para aco-
tarla.
Se trata sin lugar a dudas de un fenómeno de múltiples causas,
y que es, a la vez, factor básico en múltiples situaciones a la
que como miembros de la sociedad nos enfrentamos cotidiana-
mente.

1 Profesora de carrera de la Escuela Nacional de Trabajo Social y coor-


dinadora general del Proyecto Comunidad Segura.
2 Asesor de la Coordinación de la Reforma Universitaria y coordinador
académico del Proyecto Comunidad Segura.

107
108 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

Octavio Paz, en ese magistral poema que es “Piedra del Sol”,


afirma:

Para que pueda ser he de ser otro


salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros.3

Afirmación que pone en el centro el drama qué significa ha-


blar de descomposición social en lo que nos recuerda que la
única posibilidad de ser, es precisamente ser en la sociedad y
nos deja en claro que asistir impasibles a la desintegración social,
es en cierto sentido, cancelar nuestra propia posibilidad de ser.
La dinámica de violencia creciente en la sociedad y de insu-
ficiencia de las instituciones para acotarla, trastoca de raíz uno
de los principios básicos de lo que es y significa la vida en
sociedad: proveer a sus miembros de seguridad en todos los ór-
denes de su existencia.
Cuando se constata, en nuestro país, que la preocupación más
importante de los individuos es su seguridad, lo que se está cons-
tatando es una profunda insatisfacción con la manera en la que
una sociedad concreta está organizada y se aboca a materializar
el pacto social elemental que la constituye.
En otras palabras, esa sociedad ha dejado de ser funcional
para los individuos que la conforman por lo que resulta indis-
pensable y urgente un nuevo pacto social que permita a dicha
sociedad su restructuración.
Hoy en día, y frente a lo anterior, uno de los problemas a
los que nos enfrentamos en los diagnósticos que se formulan
respecto de la inseguridad tiene que ver con el hecho de que se
no se le reconoce su dimensión social, así como con el hecho
de que para enfrentarla suelen proponer estrategias fragmentadas,
3 Paz, Octavio, “Piedra del Sol”, Obra poética (1935-1988), México, Seix
Barral, 2000, p. 275.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 109

que, o bien sólo atienden algún factor, o que cuando atienden


más de uno, se hace de manera aislada.
Ejemplos de diagnóstico que se resisten a reconocer la di-
mensión social del problema de la inseguridad son todos aquellos
que suelen privilegiar un factor como su causa principal; por
ejemplo, los que se centran en la dinámica de desigualdad eco-
nómica que se considera inherente el neoliberalismo económico
y ven en el combate a la pobreza la pieza central;4 o bien los
que señalan que con una reorganización administrativa de las
áreas de procuración de justicia y la adopción de modelos de
“calidad total”, se avanzará notablemente.5

4 La plataforma electoral del PRD para el Distrito Federal que presentó


en su campaña política para acceder a la jefatura de gobierno Andrés Manuel
López Obrador, sostiene en el capítulo V referido a “Seguridad pública, pro-
curación e imparticipación de justicia”, la siguiente tesis: “la solución de fondo
al problema de la delincuencia pasa por combatir la pobreza que socaba la
cohesión de la familia e induce a la delincuencia”.
Se trata a todas luces de una tesis muy discutible sobre todo cuando asocia
pobreza y delincuencia, ya que como bien lo señalan Pedro José Peñaloza y
Felipe Espinoza Torres “no resiste el menor análisis y confrontación con la
realidad al no poder explicar por qué no todos los pobres son delincuentes y,
en cambio, por qué se genera la delincuencia entre los estratos económicos
altos; o por qué el delito ha aumentado en los países desarrollados en las
épocas de mayor prosperidad y mejor seguridad social; o por qué no se esta-
blece una relación directa de los índices delincuenciales con los niveles de
empleo o por qué en algunos países de América Latina los mayores índices
de violencia se encuentran en las ciudades de mayores ingresos”. Cfr. Peñaloza,
Pedro José, Espinoza Torres, Felipe, “Los desafíos de la prevención del delito
en América Latina”, Este País, México, núm. 116, noviembre de 2000, p. 4.
El señalamiento anterior no quiere decir por supuesto que no valoremos la
prioridad que debe tener el combate a la pobreza; al contrario, es evidente
que cualquier propuesta de un nuevo “pacto social” lo tiene que poner en el
centro, lo que queremos señalar es que para hacer frente al problema de la
inseguridad no es suficiente y probablemente resulta irrelevante disminuir el
número de pobres.
5 En entrevistas publicadas por el periódico La Jornada, a los coordina-
dores del equipo del presidente electo Vicente Fox en el área de justicia y
seguridad aparecen ideas de este tenor. Cfr. La Jornada, 31 de octubre de
2000, p. 8.
110 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

En lo que se refiere a estrategias fragmentadas, se pueden


citar aquellas que privilegian la profesionalización de los cuerpos
policiacos y su desarrollo tecnológico, o las que lo hacen con
las modificaciones en el marco jurídico, por ejemplo.
Desde el punto de vista de los resultados, la manera en la
que se plantea un problema, como la inseguridad, no ha condu-
cido a un avance en su solución; al contrario, todo parece sugerir
que la celeridad de la dinámica en la que crece y afecta la vida
de los individuos es tal, que resulta imposible imaginarse siquiera
las probabilidades de solución.
Ha llegado el momento de romper con las viejas visiones e
internarse en la exploración de nuevas alternativas que, aunque
puedan parecer utópicas, indiscutiblemente nos ubicarán frente
a nuevos horizontes.
El modelo “Comunidad segura” que hemos venido constru-
yendo un grupo de académicos de la UNAM de unos años a la
fecha, y que gracias a la confluencia afortunada de diversos fac-
tores hemos podido poner en práctica de manera integral en una
zona popular de la ciudad de México durante el presente año,
se ubica precisamente en el contexto de la exploración de nuevas
alternativas.
En los siguientes apartados describiremos en primer lugar en
qué consiste el modelo “Comunidad segura”, cuáles son sus fun-
damentos, qué objetivos persigue y cuál es la estrategia usada.
A continuación, presentamos lo que ha sido su puesta en práctica
en la subdelegación de Los Pedregales, en la delegación Coyoa-
cán, para concluir con algunas reflexiones.

II. EL MODELO “COMUNIDAD SEGURA”

En el contexto del desarrollo creciente de las ciencias sociales,


la idea de “modelo” ha cobrado carta de ciudadanía. Sin em-
bargo, como suele ser frecuente en ellas, es factible encontrar
tantas y diversas acepciones como autores la emplean, de ahí
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 111

que consideramos pertinente iniciar este apartado con una breve


referencia al sentido en el que la empleamos.
Un modelo es, en lo fundamental, una construcción abstracta
con base en la cual es posible orientar acciones y dar seguimiento
a sus resultados.
Se trata por lo general de construcciones que, al estar vincu-
ladas a la acción y ser retroalimentadas por ésta, se encuentran
en procesos de permanente elaboración por lo que su carácter
es siempre dinámico.
Son también construcciones abstractas que tienen, entre otras,
las siguientes características:

—No constituyen una entidad abstracta en sí misma, sino una


ayuda para llegar a conseguir y/o hacer algo en el futuro.
—Sirven de ayuda a la imaginación para tratar de comprender
lo que está sucediendo y los modos de acción para plani-
ficar y crear el futuro.
—Resulta útil para criticar la realidad actual y no planificar
acerca del futuro más de lo mismo, que ya existe y es cla-
ramente insatisfactorio.
—No se queda en ideas abstractas, sino que hace énfasis en
la exploración intelectual que conduce a la experimenta-
ción, destacando cómo deberían ser las cosas y lo que se
debería hacer.6

En consecuencia, es claro que hablamos de modelo en un sen-


tido instrumental, un medio para alcanzar un determinado fin.
Cuando hablamos del modelo “Comunidad segura”, lo que es-
tamos queriendo subrayar es que se trata de una propuesta orien-

6 Un desarrollo más amplio de estas ideas se pueden encontrar en War-


tofsky, Max, Representation and the Scientific Understanding, Publishing Com-
pany Holland, y en Tello, Nelia, “Modelos de trabajo social: notas para su
discusión”, Anales de Trabajo Social, Escuela Universitaria de Trabajo Social
Universidad de Murcia, España, Escuela Nacional de Trabajo Social, Univer-
sidad Nacional Autónoma de México, núm. 1, 1999.
112 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

tadora de acciones que pretenden construir espacios sociales (co-


munidades) en donde quienes los ocupan se reconozcan, tanto
objetiva como subjetivamente seguros.

1. La génesis del modelo “Comunidad segura”

El modelo “Comunidad segura”, tal y como se expresa, ha


tenido un largo proceso de gestación en el que es posible iden-
tificar por lo menos dos vertientes fundamentales, producto de
experiencias que se dieron en la Escuela Nacional de Trabajo
Social en años recientes.
La primera de dichas experiencias fue constatar a partir de
los reportes de los grupos de práctica, en los primeros años de la
década de los noventa, el problema que la inseguridad despla-
zaba, en el universo de preocupaciones de los grupos sociales
con los que se trabajaba, a otros que, como el económico, tra-
dicionalmente se reconocía como el principal, y de manera muy
acelerada se convertía en la preocupación más aguda y signifi-
cativa.
La segunda experiencia consistió en la prestación, en 1995,
de un servicio a las autoridades de esa época, en los procesos de
selección de candidatos a ingresar en los cuerpos policiacos, lo
cual nos permitió introducirnos en ese mundo y conocer, en cier-
ta medida y desde dentro, algunas de las dificultades estructurales
a las que el gobierno se enfrenta para configurar una institución
de prevención y protección a la altura del reto que la sociedad
plantea.
Al vincular ambas experiencias, se vio la pertinencia de pro-
ponerse el tema como objeto de trabajo.
Una de las primeras tareas a las que nos avocamos fue el
análisis de las estrategias que se seguían para hacer frente al
problema, y pronto constatamos su carácter fragmentario. Todas
ellas contemplaban acciones que, o bien se centraban en algún
aspecto del problema, o bien sólo consideraban alguno de los
actores y ahí se concretó la hipótesis de que sólo una estrategia
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 113

integral, que visualizara al problema como un todo e involucrara


de manera simultánea a todos los actores, podría ser eficaz.
El paso siguiente fue precisamente darnos a la tarea de ela-
borar esa estrategia integral; el resultado es el modelo “Comu-
nidad segura”.

2. El modelo

Para a la construcción del modelo “Comunidad segura” esta-


blecimos como punto de partida los siguientes principios básicos:

—Plantear el problema de la inseguridad desde lo social, esto


es, desde el sistema de interacciones y la orientación recí-
proca que conllevan, constitutivos de una sociedad.
—Hablar de sociedad, poniendo el énfasis en lo que la co-
hesiona.
—Reconocer la posibilidad de cambio de los individuos y los
grupos sociales.
—Ubicar a todos los actores sociales desde la función que
desempeñan.

A. Finalidad

Contribuir a mejorar las condiciones de seguridad en una so-


ciedad concreta.

B. Objetivo general

Favorecer el surgimiento y desarrollo de una cultura de lega-


lidad y de la seguridad que permee el todo social.
114 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

C. Objetivo específico

Resignificar la interacción de los principales actores involu-


crados en la problemática de la inseguridad: autoridades, policías
y sociedad.

D. Metas

1. Modificar la percepción que los principales actores invo-


lucrados en la problemática de la inseguridad tienen de la
violencia, la corrupción, la legalidad y la inseguridad, así
como del papel que desempeñan en ella.
2. Crear especios de interrelación entre los principales actores
involucrados en la problemática de la inseguridad que den
pie a nuevas relaciones y permitan la formulación de ac-
ciones conjuntas.

E. Líneas estratégicas

—Análisis y reflexión colectiva a partir del reconocimiento


de la inseguridad como problema.
—Participación conjunta de los diversos actores sociales in-
volucrados en la problemática de la inseguridad asumién-
dolos como sujetos sociales.
—Conciencia y decisión de cambio.
—Descubrir potencialidades.
—Transformaciones que se expresen en la cotidianidad.

F. Fases del modelo

a. Diagnóstico integral
—Percepción del problema visto por los actores.
—Sobre cómo perciben las soluciones al problema.
—Sobre cómo perciben su propia participación.
—Sobre la relación entre los diversos actores involucrados.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 115

b. Estudio sobre la percepción que los principales actores


en la problemática tienen de:

—inseguridad
—violencia
—corrupción
—legalidad
—policías

Este estudio de la percepción está concebido en dos fases; la


primera de ellas, previa a la puesta en práctica de las acciones
propias del modelo, y la segunda, pasado un tiempo de su rea-
lización; Se trata con ello de contar con elementos cuantitativos
en relación con la eficacia del modelo.

Talleres

Los talleres están concebidos como sesiones de reflexión y


análisis con una duración de 20 horas y un promedio de 20 par-
ticipantes. Tiene dos momentos diferentes; en el primero, que
abarca 16 horas, se reúnen actores de un mismo tipo (policías
con policías; miembros de la comunidad con miembros de la
comunidad; estudiantes con estudiantes) en sesiones de reflexión
y análisis sobre:

—inseguridad,
—violencia,
—corrupción,
—legalidad.

El segundo momento es una sesión denominada “un nuevo


equipo de trabajo” en la que interactúan policías, autoridades y
comunidad, y en ella se busca se contraigan compromisos con-
cretos a la luz de una nueva interacción.
116 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

El proceso de trabajo en los talleres contempla la siguiente


dinámica:

—Conceptualización: que los participantes hagan explícita la


manera en que la definen y entienden cada uno de los temas
planteados.
—Autodiagnóstico: que los participantes expresen y sociali-
zen como vivir la problemática en el ámbito individual,
familiar, comunitario y social.
—Responsabilidad individual y social: que los participantes
reconozcan y verbalicen el papel que juegan en la proble-
mática señalada y asuman su responsabilidad individual y
como parte de una comunidad.
—Posibilidades de cambio: que los participantes identifiquen
que las cosas pueden ser diferentes y asuman sus poten-
cialidades de cambio.
—Soluciones y compromisos: que los participantes expresen
alternativas de solución y asuman compromisos de reali-
zación en el orden individual y en el grupal.
—Esta última etapa que se contempla es la denominada, se-
gundo momento de los talleres: “Un nuevo equipo de tra-
bajo”, pues lo que se pretende es que las soluciones y
los compromisos partan de una nueva relación de y entre los
actores.7

Los talleres son conducidos por dos facilitadores previamente


capacitados para ello. Si bien es cierto que no existe una guía
rigida que se deba cumplir en cada sesión del taller, toda vez
que el modelo pone énfasis en un proceso de reflexión grupal
en el que sea la dinámica del grupo la que marque el ritmo, las

7 Este proceso de trabajo está desarrollado en los manuales para facilita-


dores de los cuales hablaremos más adelante. También se puede ver una des-
cripción en Cid del Prado, Sally, “Seguridad vecinal y participación ciudadana”,
ponencia presentada en la Magna Convención de Trabajo Social, ENTS, Mé-
xico, octubre de 2000.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 117

orientaciones generales de lo que se deben abordar son las si-


guientes:

Legalidad

—¿Por qué vivimos en sociedad?


—Costumbres, reglas, normas, leyes: nuestra responsabilidad.

Violencia

—Concepto social, grupal e individual.


—Delincuencia.
—La ilegalidad como alternativa de supervivencia.
—Origen, generación y reproducción de la violencia.
—Formas de combatir la violencia.

Corrupción

—Conceptualización: de la autoridad, de la sociedad. ¿Son


posibles formas de interrelación sin corrupción?

Seguridad

—Concepto.
—Cómo se generaliza la inseguridad.
—Cómo se combate la inseguridad.
—¿Qué papel tiene la sociedad?
—¿Es posible una sociedad segura?

Un nuevo equipo de trabajo

—¿Es posible una relación distinta?


—¿Qué papel nos corresponde a cada actor en una nueva re-
lación?
—¿Qué acciones podemos impulsar juntos?
118 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

III. LA EXPERIENCIA EN LA ZONA DE LOS PEDREGALES,


COYOACÁN

La elección de Los Pedregales, Coyoacán, como espacio geo-


gráfico para poner en práctica el modelo “Comunidad Segura”,
obedeció entre otras a las siguientes razones.
Se trata de una zona de la que ya teníamos conocimiento pre-
vio y respecto de la cual disponíamos de mucha información
reunida a través del tiempo.
En particular, sabíamos que la forma en la que la zona surgió
en el panorama urbano de la ciudad a finales de la década de
los sesenta y en los primeros de la década de los setenta, le
imprimía un sello característico de organización y lucha. Se trató
de una invasión de terrenos que en su momento fue calificada
como la más importante, por el número de personas que movilizó
y por el grado de organización que mostraron, de todas aquellas
que en esas épocas proliferaron en toda América Latina.8
Sabíamos también que en ella se expresa ahora un mosaico
sociocultural muy similar al de las denominadas zonas urbano-
populares de la ciudad de México, por lo que sin forzar las cosas,
se le podía considerar un espacio urbano representativo.
En segundo lugar, existía el hecho de que en los primeros
meses de 1999, Nelia Tello, entonces directora de la Escuela
Nacional de Trabajo Social, y Laura Itzel Castillo, delegada po-
lítica en Coyoacán, habían suscrito un convenio de colaboración
para la creación del “Centro de Investigación y Desarrollo Co-
munitario”, que se ubicó precisamente en Los Pedregales.

8 Jorge Montaño en su libro Los pobres de la ciudad y los asentamientos


espontáneos (México, Siglo XXI), analiza este fenómeno y llega a la conclusión
de que se trató de una invasión promovida y dirigida por profesionales. Ahora
bien, el alto nivel de organización y lucha no sólo se hizo patente en el mo-
mento de la invasión, sino que se prolongó durante varios años exigiendo la do-
tación de servicios básicos, hasta alcanzar una urbanización aceptable de lo
que eran unos terrenos totalmente inhóspitos.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 119

Cabe señalar aquí —aunque ello no tiene que ver con la zona
de trabajo pero sí con la posibilidad real de poner en práctica de
manera integral el modelo “Comunidad segura”— que se contó
con el apoyo económico de la Fundación Bradley de la Univer-
sidad de Georgetown, Estados Unidos, lo cual significó tener la
autonomía necesaria para avanzar de manera expedita en la rea-
lización de las diversas etapas.

1. El diagnóstico

Tal como quedó señalado en la descripción del modelo “Co-


munidad segura”, el primer paso que contempla su puesta en
práctica es la realización de un diagnóstico acotado en tres as-
pectos centrales, inseguridad, instituciones orientadas a atender
la problemática vecinal y la organización social.
Las conclusiones a las que llegamos son las siguientes:9
1. Si bien es cierto que en términos generales Coyoacán com-
parte con el conjunto de las delegaciones que constituyen
la ciudad de México, rasgos y características similares, tam-
bién es cierto que su proceso histórico, y en particular la
forma en la que se incorporó a la dinámica urbana en las
últimas décadas, le conceden características particulares.
2. La manera tan explosiva en la que la delegación Coyoacán
se incorporó a la dinámica de la expansión urbana, sobre
todo en lo que corresponde a la zona de Los Pedregales,
generó un desfase significativo entre necesidades y capa-
cidad de las autoridades para satisfacerlas. Desfase que aún
subsiste en muchos aspectos y que está en la base de múl-
tiples conflictos.
3. La génesis de la actual zona de Los Pedregales por la vía
de la invasión de terrenos requirió de quienes invadían, una

9 Evidentemente el diagnóstico es más amplio de lo que aquí se presenta,


existe una publicación titulada “Algunos aspectos de la problemática social en
Los Pedregales. Delegación Coyoacán, Ciudad de México”, de la cual somos
autores y que da cuenta del diagnóstico en toda su extensión.
120 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

capacidad de organización y lucha que hoy forma parte de


su tradición y de la cual se sienten orgullosos.
4. Los habitantes de la zona de Los Pedregales reconocen en
la inseguridad el problema que más les preocupa.
5. Los habitantes de la zona de Los Pedregales tienden a res-
ponsabilizar a las autoridades del problema de la insegu-
ridad y a esperar de ellas su solución.
6. En el cuadro que se presenta a continuación se muestra
esquemáticamente, con base en los resultados del estudio,
la interrelación de los fenómenos que están en la base del
problema de la inseguridad en Los Pedregales.

Red de inseguridad pública

Deterioro físico Desarrollo económico Deterioro social Incidencia delictiva

Falta de drenaje Comercio en vía Drogadicción Robo a transeúnte


pública

Falta de poda de Desempleo Alcoholismo Robo de autopartes


árboles

Falta de manteni- Indigencia Robo a negocio


miento de áreas
recreativas

Desazolve Pandillerismo y
vandalismo

Recolección de basura

Falta de luz

Bacheos y banquetas

Falta de agua

Grafiti
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 121

7. El 44.3% de personas entrevistadas de una muestra repre-


sentativa,10 dijo que ha sido víctima de algún delito.
De ese 44.3%, el 63.5 dijo que el delito del cual había
sido víctima era el robo en la calle.
De ese 44.3%, sólo el 23.5% dijo haberlo denunciado.
8. Los datos oficiales de incidencia delictiva reportan como
el de mayor frecuencia el robo a transeúntes, seguido por el
robo de vehículos y autopartes y, por último, el robo a
casa habitación.
Estos datos coinciden con el punto de vista de los entre-
vistados, quienes señalaron también en ese orden los ilícitos
más frecuentes en la zona.
9. Tanto las autoridades como los entrevistados expresaron
una particular preocupación en cuestiones de seguridad,
principalmente en materia de tráfico de drogas, por las es-
cuelas secundarias.
10. En la zona de Los Pedregales la participación comunitaria
se encuentra en estado latente; su principal expresión (hoy)
se da en el ámbito religioso.
11. Dado que la zona de Los Pedregales es un espacio urbano
amplio y heterogéneo, la aplicación del modelo “Comuni-
dad segura” en esta etapa se realizó en cuatro colonias: la
colonia Ajusco, la Adolfo Ruiz Cortines, el Pedregal de
Santa Úrsula y el Pedregal de Santo Domingo, las cuales
reúnen un total de 169,287 habitantes, esto es el 72.58%
de la zona y presentan, tanto desde el punto de vista de
su conformación histórica como desde el nivel socioeco-
nómico, características similares.

10 La muestra a la que nos referimos fue de 384 personas, habitantes de


las trece colonias que comprende la zona de Los Pedregales, con un nivel
de confianza del 95% y un margen de error +/- 5%.
122 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

2. Estudio de la percepción sobre la inseguridad


y temas afines

Dado que el modelo “Comunidad segura” centra su estrategia


en la modificación de la percepción que se tiene del problema
de la inseguridad y de cuestiones como la corrupción, la lega-
lidad, la violencia y los policías, además del papel que se juega
en él, el segundo paso que se contempla es la realización de un
estudio orientado precisamente a conocer esa percepción.
Dicho estudio tiene dos objetivos, en primer lugar servir como
material de apoyo en el trabajo que se realiza en los talleres y
en segundo, cumplir la función de pre-test con objeto de servir
de punto de referencia en una segunda aplicación del mismo
instrumento, una vez que hayan concluido las acciones del mo-
delo.
A continuación presentamos los resultados más relevantes de
la primera aplicación, Aquí, como en el caso del diagnóstico,
sólo presentamos un resumen de la información. Existe eviden-
temente el banco de datos y un documento de trabajo amplio,
en los que se puede consultar la información completa.

A. Perfil de la población entrevistada11

Se trata de una población que en cuanto a la variable sexo


quedó distribuida en un 52% del sexo femenino y 48 del masculino.
Su distribución por edades refleja una pirámide acorde con
la correspondiente a nivel nacional en la que el 56% de la po-
blación entrevistada se ubicó en el rango de 16 a 30 años.
Un porcentaje alto, el 55.2%, se percibe como perteneciente
a la clase media; es insignificante el dato de los que dicen per-
tenecer a la clase alta (0.9).
11 En este caso la muestra fue de 542 personas habitantes de las cuatro
colonias elegidas para poner en práctica el modelo. El margen de error se
estima de +/- 2.5% con un nivel de confianza de 95%.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 123

Una población en la que el 29.7% es propietaria de un auto-


móvil.
En cuanto a la ocupación principal, destaca que es insignifi-
cante el porcentaje (1.7) de los entrevistados que se reconocen
en situación de desempleo; el que el 36.7% se ubica en categorías
de dependencia económica (amas de casa y estudiantes) y que
el 49.7% de los entrevistados se ubiquen en el sector servicios.
Los entrevistados son también, en un porcentaje significativo
(71.8), personas con más de 10 años de residencia en la zona.
Por último, se trata de una población en la que un porcentaje
significativo (43.5) ha sido víctima de un delito, dato muy si-
miliar al que arrojó el estudio diagnóstico, el cual como ya se
señaló fue de 44.3%.

B. Percepción sobre la violencia

El 62% de los entrevistados dio por sentado la presencia om-


niabarcante de la violencia en la vida cotidiana, al pronunciarse
de manera afirmativa respecto a que los “los niños y los jóvenes
están acostumbrados a vivir en medio de la violencia”.
Se detecta una tendencia en los entrevistados a sustraerse de
la responsabilidad como individuos y como sociedad, de la pre-
sencia de la violencia y responsabilizar de ella al gobierno.
Un 62.4% le concede al “ambiente familiar en el que se vive”
un importante papel en el comportamiento violento de los indi-
viduos y un 50.5% de los entrevistados estuvo de acuerdo con
la afirmación “las personas que crecen en un ambiente violento,
de grandes son criminales”.
En cierta contradicción con los resultados anteriores, el estu-
dio arroja también que, frente al planteamiento “que los adultos
se peleen influye poco en los niños”, 29.7% se manifestó de
acuerdo en contraposición a un 51.7% de los entrevistados que
se dijo en desacuerdo.
En cuanto al tema violencia-niños, los resultados señalan una
tendencia por parte de los entrevistados a manifestarse por el
124 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

deber ser, ello es contundente en el caso en el que el 89.1% de


los entrevistados se manifestó de acuerdo con la afirmación “la
mejor manera de frenar la violencia es enseñarles a los niños el
valor de la paz”.
La misma tendencia anterior se observa al hablar de la manera
de resolver el problema de la violencia.
En cuanto a calificar distintas situaciones de violencia que
están presentes en la sociedad, los entrevistados subrayaron dos:
“unos padres que educan a golpes a sus hijos” y “unos policías
que golpean a unos estudiantes”.

C. Percepción sobre la corrupción

El 85.8% de los entrevistados está de acuerdo con la afirma-


ción “En México el problema de la corrupción es muy grave”;
El 46.3% de los entrevistados está en desacuerdo con la afir-
mación “Los que hablan de corrupción en México siempre exa-
geran”; en contraposición a 30.5% de entrevistados que sí están
de acuerdo con la afirmación.
El 82.5% de los entrevistados se manifestó de acuerdo con
la afirmación “Darle un regalito a un funcionario para que le
agilice un trámite es corrupción”.
Con relación a la afirmación “En México todos somos co-
rruptos”, las opciones se polarizan: 38% se dijo en desacuerdo;
47% se dijo de acuerdo.
Con relación a la afirmación “En México los únicos corruptos
son las autoridades” las opiniones de los entrevistados también
se polarizan: 38.8% se dijo de acuerdo; 42.3% se dijo en desa-
cuerdo.
El 73.6% de los entrevistados reconocen a las autoridades
(39.7%) y a los políticos (33.9%) como los más corruptos.
El 42.5 de los entrevistados piensa que para resolver el pro-
blema de la corrupción se requiere castigo (26.8%) y vigilancia
(15.7%), aunque el 36.9% se inclinó por “que la gente sea más
responsable”.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 125

D. Percepción sobre la legalidad

Para el 82.7% de los entrevistados en México, o bien la ley


no sirve para nada (21.2%), o sólo sirve a los intereses de las
autoridades (29.2%) o de los políticos y los ricos (32.3%).
El 80.8% de los entrevistados identifican a las autoridades
(53.7%) y a los políticos (27.1%) como el principal obstáculo
para que México sea un país de leyes.
El 74.5% de los entrevistados señala a las autoridades (57.2%)
y a los políticos (17.3%) como los principales responsables que
las leyes no se cumplan.
Sólo el 14.6% de los entrevistados estuvo de acuerdo con la
frase: “En México la gente sí respeta la ley”.
El 65.8% de los entrevistados estuvo de acuerdo con la frase:
“Las leyes sólo se deben cumplir y respetar cuando son justas”.
Asimismo, 65.8% de los entrevistados se manifestó de acuerdo
con la frase: “Si el gobierno no hace que se cumplan las leyes,
uno tiene derecho de hacerse justicia por su propia mano”.

E. Percepción sobre la inseguridad

Son múltiples los indicios que muestran que el concepto de


seguridad que poseen los entrevistados está referido a aspectos
básicos de la mínima y elemental convivencia social. Así, tene-
mos, por ejemplo, que a la pregunta directa sobre lo que quiere
decir para ellos seguridad, el 44.1% eligió la opción “que puedo
andar por la calle tranquilo”, y el 22.6% se refirió a “que si
pasa algo, siempre habrá a quien pedirle ayuda”.
Es de destacar el hecho de que en dos de las preguntas con-
sideradas (“¿qué es lo más importante para que me sienta seguro
en la calle?” y “Cuando usted tiene que dejar la casa por varios
días: (vacaciones, viaje familiar, etcétera) ¿qué hace?”, se refle-
jan diferencias significativas al relacionarlas con el sexo de los
entrevistados, lo cual significa que en ciertos aspectos relativos
126 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

a la manera de conceptualizar la inseguridad, la variable sexo


explica comportamientos diferentes.

F. Percepción sobre los policías

El 62.2% de los entrevistados han tenido relaciones personales


con la policía, de ellos el 26.7% las califica de malas y sólo el
10.4% las reconoce como buenas.
Del 43.5% de los entrevistados que han sido víctimas de un
delito, 75.8% señala que ha tenido experiencias personales con
la policía y de ellos, el 30.2% expresa que éstas siempre han
sido malas.
Al introducir la variable sexo resulta que es significativamente
mayor (47.9%) en las mujeres entrevistadas que dicen no haber
tenido experiencias personales con la policía, con relación a los
hombres (26.9%) que se reconoce en esta situación.
El 54.6% de los entrevistados se refiere a que los policías
son “como todas las personas, unos buenos y otros malos”.
En el ámbito específico de las relaciones policía-comunidad,
sólo el 25.6% de los entrevistados afirma que sí hay problemas,
siendo éstos principalmente los que se refieren al desempeño de
sus funciones.
El 36.1% de los entrevistados se pronunció, por otra parte,
de acuerdo con la afirmación “Aquí en Los Pedregales los po-
licías y la comunidad no se llevan bien”.
El 58.7% de los entrevistados afirma que “nunca hay un po-
licía a quien pedirle ayuda cuando pasa algo”.
De una lista de cinco opciones, el 26.6% de los entrevistados
señaló que los problemas de inseguridad en Los Pedregales se
deben a que faltan policías y un 21.6% expresó que los proble-
mas de inseguridad se resolverían con más vigilancia policiaca.
Del 43.5% de los entrevistados que han sido víctima de un
delito, 28.8% de ellos señaló que “En una zona como la de Los
Pedregales el problema de la inseguridad se resuelve con au-
mentar la vigilancia policiaca”, mientras que sólo el 16.6% de
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 127

los entrevistados que no han sido víctimas de un delito, eligieron


esta opción.
El 62.7% de los entrevistados se pronunció de acuerdo con
la idea de que “Los niños y los policías deben ser amigos”. Al
relacionar este dato con el sexo de los entrevistados aparece que
es mayor el número de hombres (70.7%) que se expresan de
acuerdo con ella, que el de mujeres (55.4%), en la misma si-
tuación.
A la pregunta “¿Qué haría usted si un hijo suyo le dijera que
quiere ser policía?”, 39.9% de los entrevistados respondió que lo
desalentaría; asimismo, encontramos diferencias en este mismo
indicador al relacionar los datos con las variables sexo y si se
ha sido o no víctima de un delito. El 42.7% de los entrevistados
hombres hablaron de “tratar de convencerlos de que no”, con
relación al 37.2% de las mujeres. Y el 44.1% de los entrevistados
que sí habían sido víctimas de un delito se pronunció en este
sentido; por su parte, el 36.6% de los que no fueron víctimas
de un delito eligieron esta opción.
El 59.4% de los entrevistados está de acuerdo con la frase
“En México, los policías no respetan la ley”.
El 58.5% de los entrevistados está de acuerdo con la frase
“Los policías se llevan mejor con los delincuentes que con la
gente”.
En las opciones vertidas por los entrevistados con relación a
los aspectos de legalidad, corrupción y violencia se expresa una
tendencia a reconocer que el desempeño de los policías está aco-
tado por otros factores.
El 58.5% de los entrevistados considera en términos de deber
ser, que para ser policía es necesario “querer a la gente”.
El 46% de los entrevistados se expresan en desacuerdo con
la idea de que “para que los policías cumplan mejor su función
deberían estar mejor armados”.
El 57.2% de los entrevistados opinan que el principal proble-
ma de los policías es que les falta formación.
128 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

Un porcentaje bajo de entrevistados, 10.5%, asocia su idea


de seguridad con presencia de policías.
Un 22% de los entrevistados asocia la idea de sentirse seguros
en la calle, con el que haya policías.

3. Los talleres

De manera simultánea a la realización del estudio de la per-


cepción, se abordó lo que es desde el punto de vista estratégico
el punto nodal del modelo, los talleres.
En esta etapa son dos los momentos diferenciables: la prepa-
ración y organización de los talleres, por una parte, y la reali-
zación, por la otra.

A. Preparación y organización de los talleres

En esta fase del modelo el trabajo se centró en tres aspectos:


a) elaboración de manuales para impartir los talleres “Comu-
nidad segura”.
b) Capacitación de los facilitadores de los talleres.
c) Entrevista con autoridades, policías, grupos organizados de
la comunidad y directivos de escuelas secundarias para presen-
tarles el proyecto y convenir los detalles operativos para la rea-
lización de los talleres.
Los manuales a los que se hace referencia están orientados a
los facilitadores; son guías generales y material de apoyo auxi-
liares en las tareas que éstos deben realizar.
Es interesante comentar que la gran tentación a la hora de
elaborar los manuales fue siempre construir documentos acaba-
dos que detallaran paso a paso las actividades a desarrollar y el
contenido que se debía abordar en cada sesión del taller. Hubo
que vencer dicha tentación, no haberlo hecho era atentar contra
la filosofía misma de los talleres. Es decir, al ser concebidos
los talleres como espacios de encuentro para tener en ellos una
experiencia vivencial sobre los temas en cuestión, resulta fun-
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 129

damental que sea la dinámica del grupo la que marque la pauta


y no que exista una pauta a la que el grupo se deba plegar.
La capacitación de facilitadores de los talleres abarcó a un
grupo de 120 estudiantes universitarios, en su mayoría de la Es-
cuela Nacional de Trabajo Social. Aquí, al igual que con la ela-
boración de los manuales, el punto más sensible fue que se en-
tendiera en su verdadera acepción el rol de “facilitador”, ya que
la tendencia natural era pensar asumirse como “maestro” o “con-
ductor” del taller. Con frecuencia se requirió en las sesiones de
capacitación que se dieran recetas o contenidos específicos res-
pecto, por ejemplo, a cómo se resuelve el problema de la co-
rrupción, o bien, que se les dijera qué era lo que la gente debía
de aprender en el taller sobre la violencia, frente a lo cual hubo
que insistir una y otra vez que no era eso de lo que se trataba,
sino de detonar un proceso de reflexión y análisis en el que la
materia prima la debían suministrar los participantes.
Es importante señalar que una figura clave en la puesta en
práctica del modelo es precisamente el facilitador, ya que al fin
de cuentas es quien, como su nombre lo indica, facilita u obs-
taculiza el proceso.
La entrevista con autoridades, policías, grupos organizados de
la comunidad y directivos de las escuelas está en fase de apli-
cación del modelo, ya que podemos afirmar que aquí se inicia
su puesta en práctica al invitarles a sumarse a la experiencia.
No cabe duda que en muchos casos depende de esta entrevista
la suerte que corra el desarrollo posterior del proceso.
A este respecto, y en términos generales, la experiencia que
se tuvo fue muy positiva en función del interés y deseo de par-
ticipar. Sin embargo, cabe señalar también que se detectaba una
gran expectativa para que en esos talleres se brindaran fórmulas
para resolver problemas de seguridad. “¿Me van a enseñar cómo
defenderme?” fue una pregunta que se repitió con frecuencia.
El caso de los directivos de escuelas secundarias merece men-
ción aparte, toda vez que fue el grupo al que costó más trabajo
convencer que su comunidad educativa participara en la expe-
130 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

riencia. Entre las explicaciones posibles, dos son las que nos
parecen más plausibles: el control que existe por parte de auto-
ridades centrales respecto a la distribución de actividades en las
escuelas; y los mecanismos de defensa frente a la intervención
de actores externos a la comunidad educativa que pudieran de
alguna manera alterar sus equilibrios básicos. En general, nos
encontramos con resistencias a reconocer por parte de los direc-
tivos problemas de violencia, drogadicción, indisciplina e inse-
guridad en las escuelas a su cargo, en contra evidencias al res-
pecto, o bien de opiniones calificadas. Pese a lo anterior, hay
que subrayar que finalmente fue posible trabajar en algunas es-
cuelas, y aunque las resistencias se mantuvieron, se nos dieron
las facilidades.

B. La realización de los talleres

a. Datos cuantitativos

En mayo, junio y julio de 2000, se efectuaron en total 78


talleres, en los que participaron 2,456 personas; de ellos, cuatro
fueron con policías y participaron 86 elementos asignados a la
zona; ocho con comunidad abierta, en los que participaron 95
personas; 66, con comunidad educativa; dos con padres de fa-
milia en los que participaron 11 personas; dos con maestros de
secundaria con una participación de 16 maestros y 62 con es-
tudiantes de secundaria con una participación de 2,248 estudian-
tes de este nivel.
Es interesante señalar que posteriormente a las fechas seña-
ladas se han continuado realizando talleres con comunidad abier-
ta, a solicitud de grupos que se enteraron de su existencia y han
querido participar. Este hecho tiene un gran significado para no-
sotros, ya que da sustento a una de las hipótesis que nos plan-
teamos al inicio de la puesta en práctica del modelo y que con-
sistía en la idea de que en la medida en que se corriera la voz
de la existencia de los talleres, se iría despertando el interés por
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 131

participar en ellos. Es evidente que es muy pronto para poder


confirmar de dicha hipótesis; sin embargo, el hecho ahí está y
cabe registrarlo.

b. Aspectos cualitativos

De los talleres con policías

Un primer rasgo que se hizo evidente en los talleres con los


policías fue un alto grado de participación; en general, el tiempo
de las sesiones resultó siempre insuficiente para que los parti-
cipantes externaran sus puntos de vista.
Quienes actuaron como facilitadores en estos talleres, coinci-
den en señalar que se trata de personas con una gran necesidad
de ser escuchados y de confrontar la problemática que los rodea.
Un segundo rasgo que también se puso de manifiesto fue el
reconocimiento de la distancia entre su actuar y el deber ser,
así como la expresión de una voluntad de cambio.
Los facilitadores reportan que no tuvieron dificultades para
que los participantes se involucraran en la dinámica del taller y
pasaran de una primera fase en la que atribuían a sus jefes y a
las autoridades la responsabilidad del estado existentes de las
cosas, a una segunda fase en la que reconocían su propia res-
ponsabilidad y una tercera, en la que se manifiestan dispuestos
a colaborar para que las cosas cambiaran.
Se informó también que no se encontraron con dificultades
para que los participantes conceptualizaran la temática de las
sesiones y pudieran vincularla con su propia experiencia.
Algo notable, de los cuales hablaremos más adelante, fue su
disposición para participar en las sesiones “Un nuevo equipo de
trabajo”, así como su desempeño en ellas.
Al consultarlos sobre qué les había parecido el taller, todos
coincidieron en señalar que se debía continuar con la experiencia
y fueron enfáticos en sugerir que se hicieran extensivos a otros
132 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

actores, como sus jefes, los agentes del Ministerio Público, los
policías judiciales, etcétera.
Es interesante subrayar que los policías que participaron en
los talleres manifestaron gran claridad respecto de lo que po-
dríamos denominar la problemática estructural que afecta el de-
sempeño de sus funciones, a la vez que reconocieron que esa
problemática sólo se resolvería con el concurso de todos.
El ejemplo más claro de esto lo expresaban en relación con
la corrupción, en donde subrayaban que si no se da un cambio
en la conducta de los ciudadanos, aunque se den cambios en
sus corporaciones que a ellos los beneficien, como serían mejores
condiciones de trabajo, el problema difícilmente se erradicaría.
Otro caso que planteaban con frecuencia es la poca disposición
de los ciudadanos a colaborar para realizar las diligencias nece-
sarias ante el Ministerio Público; en su decir, los ciudadanos se
resisten a ello, con lo que ellos se quedan sin elementos para
actuar.
Por último, cabe señalar que aunque ello no era tema de los
talleres, se expuso mucha información sobre sus condiciones la-
borales, lo cual sin lugar a dudas es fundamental que se revise
pues es a todas luces inadmisible y es un factor que influye en
su ineficiente desempeño. Nos referimos a sueldos, turnos, do-
tación de uniformes, dotación de equipos, seguridad social, pres-
taciones, etcétera.

De los talleres con comunidad abierta

El perfil de los grupos de comunidad abierta con los que se


trabajó fue altamente heterogéneo, tanto en cuanto el tipo de
grupos como a la conformación de cada uno de ellos, con va-
riables del tipo edad, sexo, nivel socioeconómico, nivel socio-
cultural, por ejemplo.
El rasgo más relevante que se puede señalar es su participa-
ción por interés propio; en la mayoría de los casos, los talleres
se realizan después de la jornada laboral, lo que si bien implica
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 133

que se les note cansados, denota también el interés que tienen


por participar.
En las primeras sesiones son muy notorias dos actitudes; la
primera de ellas responsabilizar a las autoridades de la situación,
y la segunda, exigir soluciones. Sin embargo, es también fre-
cuente que sean miembros del mismo grupo los que van intro-
duciendo elementos que ayudan a desvelar las propias respon-
sabilidades y que van dejando en claro que no existen soluciones
preconstruidas.
En general, se da un nivel bastante aceptable de análisis sobre
la situación, en particular sobre la brecha que separa el deber
ser de la realidad y suele hablarse de la educación como la varita
mágica que en el futuro todo lo puede resolver.
Hay dificultades en temas como el de la violencia para esta-
blecer relaciones entre las vivencias propias y las expresiones
sociales, es decir, no es frecuente que se reconozca que en el
propio ámbito familiar existe un ambiente de violencia y menos
aún que se puede proyectar al ámbito social.
En el terreno de la legalidad, se manifiesta más una conciencia
de los derechos que de las obligaciones. En cierto sentido, las
obligaciones se visualizan como imposición arbitraria de la au-
toridad y suele ser difícil acceder a una visión equilibrada, en
términos de garantía de la convivencia social, de derechos y obli-
gaciones.
Se involucran en la dinámica y suelen arribar al final del taller
con entusiasmo y ánimos de intentar cambiar las cosas. Un dato
significativo es que se dieron pocas deserciones, y si bien algunas
personas faltaron a alguna sesión, en la siguiente se reincorpo-
raron.
En la medida en la que se aproximaba la sesión “Un nuevo
equipo de trabajo”, la expectativa crecía y era frecuente que se
planteara la idea de que había que prepararla, en algunos casos
queriendo decir con ello que había que elaborar algo así como
el “pliego petitorio”, pero otros tenían la idea de que entre todos
había que encontrar algunas soluciones y que para ello era im-
134 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

portante conocer el punto de vista de autoridades, policías, co-


munidad.

De los talleres con comunidad educativa

En este grupo de talleres, los correspondientes a padres de


familia tuvieron una dinámica similar a los de comunidad abierta,
por lo que poco se puede añadir a lo ya dicho.
Dentro de ese poco, lo más relevante es la preocupación por
el entorno escolar, como un entorno de riesgo, principalmente
en cuanto a venta de droga.
a) Talleres con maestros. La participación de maestros fue,
al igual que en el caso de los de comunidad abierta, por propio
interés. El argumento que empleaban para explicar dicho interés
era su compromiso social.
A diferencia de los grupos de talleres de comunidad abierta,
en este caso los grupos fueron más homogéneos, lo que les per-
mitía procesar con más facilidad identidades grupales y com-
promisos personales y sociales.
Reconocieron que muchos de los asuntos planteados en el ta-
ller están contemplados en los planes de estudio, sobre todo en
la materia “Formación ciudadana y ética”. Subrayaron que ca-
recen de un enfoque vivencial.
Su principal requerimiento fue contar con auxiliares didácticos
que les permitieran ir más allá de los contenidos formales.
Expresan una gran conciencia de su papel a la vez que se
reconocen muy limitados para poderlo desempeñar. Entre los lí-
mites que mencionan se encuentran, por una parte, la rigidez
del sistema educativo, y por la otra el poco apoyo de los padres
de familia a su labor; se refieren mucho a la televisión como
“deseducadora”.
b) Talleres con estudiantes. Dentro del conjunto de talleres
realizados, éstos resultaron los más difíciles debido, entre otros
factores, al tamaño de los grupos (40 en promedio) y la poca
disciplina a la que están sujetos.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 135

Los facilitadores coincidieron en reportar el predominio de


un ambiente violento (empujones, gritos, insultos, amenazas),
poco o nulo aprecio por las normas y una exagerada inquietud.
Se dieron casos de acciones inauditas como el que algunos
se acostaron a mitad del salón, el que se enfrascaran en una
gritería ensordecedora y el caso de un estudiante que previo al
inicio de la sesión, estaba haciendo strip.
Sin embargo, también resaltan aspectos que conviene señalar.
En primer lugar es un hecho que el tema interesa y sí está en
el universo de preocupación de los jóvenes. Ello se manifestó
en dos situaciones; casi en la totalidad de los grupos se dio una
dinámica en la que se pasó del desinterés, indiferencia y poca
participación en la primera sesión, a un involucramiento total al
final del proceso. Algunos grupos, por ejemplo, tuvieron la ini-
ciativa de desarrollar periódicos murales en los que se continuaba
explorando la temática de los talleres.
Un 70% de los grupos solicitó que se les diera continuidad
a los talleres. Un segundo aspecto que se hizo manifiesto fue
detectar que no existen en los estudiantes de secundaria expe-
riencias previas de reflexión en las que se busque identificar la
problemática en el ámbito personal.
Una constante reportada por los facilitadores fue la dificultad
con la que se encontraron para lograr que los participantes en
el taller hablaran de sus propias experiencias y ello fuera la ma-
teria prima de la reflexión. Cabe señalar —así lo establecen los
reportes de los facilitadores— que esta situación es más aguda
en la medida en la que el tema es más abstracto. Así, por ejem-
plo, señalan que al hablar de violencia, sí se logra después de
un rato y de no quitar el dedo del renglón, que se haga referencia
al ámbito personal. Mencionan que al abordar el tema de la le-
galidad, no se logra.
En este rubro, algo que afloró en varios grupos fue la pro-
puesta de abordar el tema de la sexualidad en una dinámica de
taller como la que se estaba realizando.
136 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

Un tercer aspecto que se hizo evidente fue el dominio de un


discurso de doble moral. Se detectó que a nivel de discurso los
estudiantes de secundaria saben y reconocen cómo deberían de
ser las cosas. Se manifiestan en contra de la violencia por con-
siderar que ésta es negativa y afecta la convivencia. Pero, tam-
bién a nivel de discurso, desarrollan múltiples argumentos para
justificarla, llegando incluso a considerarla necesaria e indispen-
sable para obtener ciertos fines.
Algo similar ocurre con la corrupción. En cuarto lugar los
reportes de los facilitadores coinciden en señalar que de los temas
abordados, el de la legalidad fue el que mayores dificultades
presentó.
A este respecto el comentario que se hace es que si bien es
cierto que existe un conocimiento formal de lo que es la ley y
para qué sirve, todo pareciera indicar que dicho conocimiento
es totalmente ajeno a la vida cotidiana. En muchos de los in-
formes se refleja la idea de que los participantes no se imaginan
una sociedad en la que sus miembros cumplan con las leyes.
En quinto lugar y último retomamos el asunto de un ambiente
generalizado de violencia. Aquí cabe señalar que la mayor parte
de los reportes de los facilitadores que hacen referencia a este
hecho, lo registran principalmente en el ámbito verbal, aunque
también señalan haber presenciado conatos de bronca.
Algunos reportes registran el hecho de que ante la ausencia
de algunos “cabecillas”, en algunas de las sesiones cambiaba la
dinámica, principalmente incrementándose la participación.
Los facilitadores coinciden en advertir que no percibieron di-
ferencias de sexo en cuanto a involucramiento en el ambiente
de violencia señalado y se dan casos en los que explícitamente
registran “cabecillas” y “bandas” femeninas.

De las sesiones “Un nuevo equipo de trabajo”

Hemos dejado para un apartado especial este punto por la


importancia que tiene para la lógica del modelo.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 137

El modelo afirma, como uno de sus elementos claves, la re-


construcción del tejido social a partir de una nueva articulación,
de los actores sociales, en este caso autoridades, policías y co-
munidad.
Para nosotros es evidente que esa nueva articulación pasa ne-
cesariamente por la construcción de espacios de interacción en
donde las acciones de los actores sociales, orientadas recíproca-
mente, puedan ser confrontadas y a partir de ello resignificadas.
La sesión de los talleres que denominamos “Un nuevo equipo
de trabajo” es precisamente uno de tales espacios.
Se trata, por una parte, de la conclusión del ciclo en el que
lo que ha estado en discusión es la percepción que los diversos
actores ubicados en su grupo de referencia tienen de ellos mis-
mos y de los otros actores y, por otra parte, se trata del inicio
de un nuevo ciclo en el que se busca una nueva articulación
entre ellos.
Ya hemos mencionado cómo, en general, se trata de una se-
sión en la que previamente a su realización, se generan muchas
expectativas, que van desde el enunciado de agravios (pensar en
ella como una oportunidad de externar agravios), pasando por
la presentación de un pliego petitorio, hasta la más modesta del
“A ver qué se puede hacer”.
La experiencia en estas sesiones ha sido de una gran riqueza
y en general se ha contado con la disposición de los participantes
por aprovecharlas al máximo; de hecho, salvo las de los grupos
de estudiantes acotadas por los horarios escolares, las demás se
han extendido en tiempo y en varias se han citado para un nuevo
encuentro.
Se trata de sesiones que han tenido una dinámica similar en
todos los casos.
Un primer momento de tensión normalmente aligerado por
alguna dinámica introducida por el facilitador; un segundo mo-
mento en el que algunos de los participantes, estudiantes o miem-
bros de la comunidad ponen en el tapete el tema de la corrupción
policiaca, o bien, el de su ineficiencia, generándose un primer
138 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

espacio de comunicación en el que los policías externan sus con-


sideraciones.
La mayoría de las veces se trata de consideraciones en las
que el policía se presenta como víctima de un sistema que no le
permite actuar de otra manera. Se recurre a expresiones como que
el policía “tiene un pie en el panteón y otro en la cárcel”,
que “está en la mira de los derechos humanos”, que “el Minis-
terio Público y los delincuentes los hacen sándwich”, que “la
gente siempre los deja solos”, etcétera.
Sin lugar a duda, son consideraciones que forman parte de
una discurso aprendido y que pueden ser rebatidas una a una.
Es interesante subrayar que de hecho logran el objetivo de ge-
nerar comprensión y hasta cierto punto compasión por parte de
los demás participantes.
A partir de lo anterior, se da un tercer momento en la dinámica
en el que se amplía el horizonte de la comunicación y empiezan
a plantearse cuestiones como ¿qué habría que hacer para cam-
biar? ¿qué tenemos que hacer para contar con mejores policías?
¿cómo nos podemos ayudar?, etcétera.
En este tercer momento, sobre todo en los talleres con los
estudiantes, los policías adoptan un discurso “moralista” de ex-
hortación a la “buena conducta”, dejando en claro que en caso
de no ser así, pueden ser castigados.
El cuarto momento es algo así como una lluvia de ideas sobre
lo que se podría hacer para transformar la relación y asumir el
problema de la inseguridad como un problema de todos. Evi-
dentemente aquí aparecen, desde ideas que apuntan a cambios
culturales de fondo, por ejemplo afirmar que hay que compro-
meterse y no dar ya nunca más una “mordida” y negarse a re-
cibirla; hasta ideas verdaderamente sencillas y próximas como
la de comprometerse a saludarse.
Esta última idea —el comprometerse a saludarse— que se
estableció en todos los talleres, se trata, como decíamos antes,
de un compromiso muy simple; sin embargo, consideramos que
bien analizado es un compromiso trascendente. En primer lugar,
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 139

porque se trata de un compromiso que está al alcance de todos


y en consecuencia las posibilidades de cumplirlo son muy altas.
En segundo lugar, porque expresa y materializa el deseo de no
considerarse ajenos el uno del otro. En tercero, porque tiene un
canal de comunicación que puede ser enriquecido y ampliado,
lo cual, a su vez, como todos sabemos, puede generar un entra-
mado de relaciones (tejido social) que hoy por hoy está erosio-
nado.
No se trata de sobrevaluar el asunto ni minusvaluarlo; lo que
queremos es ubicarlo en su justa dimensión, tanto simbólica-
mente (voluntad de cambio) como en su dimensión real (nueva
forma de relacionarse).
Otro ejemplo de compromiso concreto anotado en este mo-
mento del taller es el establecer mecanismos fluidos de comu-
nicación que favorezcan la acción conjunta de comunidad, po-
licías y autoridades.
Para concluir con este apartado es pertinente recordar que lo
que se pretende con el modelo “Comunidad segura” es detonar
un proceso que propicie el surgimiento y desarrollo de una cul-
tura de la seguridad y de la legalidad. En este sentido, nos parece
que en lo expuesto hasta aquí hay indicios suficientes para
pensar que el camino que hemos recorrido en su puesta en prác-
tica es adecuado; somos conscientes que no basta con ello, que
se requiere entre muchas otras cosas, darle continuidad a lo avan-
zado y sobre todo continuar fortaleciendo la conciencia de res-
ponsabilidad y cambio de los individuos como individuos y como
parte de un grupo social.

A. La campaña

Una vez concluida la etapa intensiva de realización de talleres,


se lanzó la campaña de comunicación orientada a reforzar lo
abordado en los talleres.
Dicha campaña, que incluyó la “pinta” de 10 bardas ubicadas
en la zona con mensajes, cambiados en dos ocasiones: “El pro-
140 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

blema de la inseguridad es de todos, todos debemos resolverlo”;


“En Los Pedregales todos somos responsables de que la ley se
cumpla”; la “pega” de 10,000 pósteres en diversos puntos y la
instalación de una carpa informativa durante cuatro fines de se-
mana en un punto de alta afluencia de personas.
La campaña, además del objetivo explícito de reforzar lo abor-
dado en los talleres, pretende crear un ambiente que contrarreste
el dominante de inseguridad. Su impacto está por medirse. Sin
embargo, es pertinente comentar dos detalles. El primero es el
respeto, tanto a las bardas como a los pósteres, y el segundo,
que varios de los grupos que se han acercado a solicitar que se
organice un taller con ellos lo han hecho motivados por esa in-
formación.

B. Los resultados

A lo largo de la exposición de “La experiencia en Los Pe-


dregales, Coyoacán” hemos ido enunciando muchos elementos
que podrán ser considerados como resultados; no está de más
advertir que en sentido estricto son sólo indicios, ya que es aún
prematuro hablar de resultados.
Y es prematuro hablar de resultados porque en los términos
mismos del diseño del modelo se requiere dejar pasar cierto tiem-
po para realizar la segunda medición de la percepción, ya que
de acuerdo con nuestra hipótesis, ahí se debe manifestar alguna
modificación. Ahora bien, esa medición dará un referente em-
pírico importante y ahí radica su valor, pero no lo es todo.
Esa medición no dará cuenta, por ejemplo, del interés con el
que fueron acogidos los talleres, así como del entusiasmo y res-
ponsabilidad con el que se participó en ellos. Este dato es en sí
un resultado que cabría calibrar en todo su significado. Para no-
sotros significa entre otras cosas expresión de una doble volun-
tad; voluntad de cambio y voluntad de participación. Voluntad
de cambio en cuanto a insatisfacción con el estado de cosas exis-
tentes y convicción de que las cosas pueden ser mejores; volun-
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 141

tad de participación en cuanto disposición de explorar alterna-


tivas aun cuando ellas impliquen asumir nuevas responsabili-
dades.
Una de las cosas que mayor impacto nos produjeron los ta-
lleres, fue constatar el tránsito desde posiciones en las que el
principal y único responsable de la inseguridad es el gobierno,
hacia posiciones en las que se reconoce que todos tenemos que
ver y que no basta sólo exigirle a los otros que cumplan con
sus responsabilidades si antes, cada uno de nosotros, desde el
lugar que ocupamos en la sociedad, no asumimos las propias.
Otro elemento también significativo fue el hecho del encuen-
tro entre los diversos actores. Previo a él, el ambiente que se
percibía en los distintos grupos era de actores ajenos unos a
otros, lo único que los vinculaba era un listado enorme de agra-
vios. Sentarse cara a cara e intercambiar puntos de vista propició
reconocer al otro y por ello reconocerse como parte de un todo.
Tenemos el dato, por ejemplo, de que en el caso de los es-
tudiantes de secundaria muchos de ellos nunca habían intercam-
biado palabras con un policía y, sin embargo, tenían un juicio
descalificante de ellos, o bien que la única relación había sido
problemática y ello los distanciaba necesariamente.
Nos parece también importante registrar como indicio de que
en algo es significativa la dinámica como la de los talleres, el
hecho de que en la mayoría de ellos, del orden del 70%, se
formuló explícitamente la petición de que hubiera continuidad.
En otro orden de ideas, pero también producto de la reflexión
suscitada a partir de la puesta en práctica del modelo, nos parece
importante señalar la ausencia de una cultura de la legalidad.12
Dicha ausencia se manifiesta de diversas formas, pero quizá
las más típicas serían el reconocerse sujeto de derecho, mas no
de obligaciones, y la otra, la de asumir como algo dado, ina-
movible y hasta cierto punto natural, que el derecho, las leyes,

12 Este tema lo hemos desarrollado en el artículo “La cultura de la lega-


lidad, antídoto de la inseguridad”, Este País, núm. 116, noviembre de 2000.
142 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

las normas, corresponden al mundo del deber ser que poco o


nada tiene que ver con el mundo real en el que se desenvuelven.
Una expresión muy clara entre policías era, por ejemplo,
reconocer que su conducta estaba muy distante del deber ser,
para inmediatamente señalar que “no les quedaba de otra”, ya
que no asumir la cultura real del gremio implicaría ser ex-
cluidos del mismo; o en el caso de los estudiantes era fre-
cuente escuchar el argumento de “¿por qué respetar la ley,
sin nadie lo hace?”
Por último cabe comentar que la metodología misma de los
talleres en la que uno de los facilitadores actuaba como obser-
vador participante hace que contemos con una riqueza de infor-
mación que en este momento está siendo organizada para ser
analizada. Se trata de un resultado importante pues estamos se-
guros que aportará conocimientos relevantes sobre la dinámica
comunitaria, la participación y los procesos de cambio.

C. Las perspectivas

La primera y más importante se refiere al cierre del ciclo de


la puesta en práctica del modelo, ya que como se ha señalado
en distinto momentos a lo largo de esta exposición, son todavía
varios los asuntos que quedan por concluir.
Una segunda perspectiva tiene que ver con la idea de poner
en práctica el modelo en otras zonas, tanto de la ciudad de Mé-
xico como en otras ciudades del país; en particular, nos interesa
poderlo probar en algunos espacios con características diferentes,
sobre todo en lo que se refiere a niveles socioeconómicos y cul-
turales, a las de los habitantes de Los Pedregales, ya que ello
significaría contar con más elementos para su validación.
Una tercera y última perspectiva se refiere a la difusión del
modelo, tanto en los ámbitos académicos como en la toma de
decisiones, con la intención muy clara de incorporar a él nuevos
elementos que lo enriquezcan y amplíen su horizonte de inci-
dencia.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 143

En este sentido y dado que la experiencia nos lo ha arrojado


como un asunto central, nos parece fundamental interactuar con
los expertos en materia de derecho para profundizar el tema de
la cultura de la legalidad.
Evidentemente no son ellos los únicos que tienen una palabra
que decir al respecto; la de los antropólogos, los psicólogos, los
sociólogos, los pedagogos, etcétera; es fundamental, lo que les
concede un lugar particular es el hecho de que sea la ley su
objeto de trabajo.
Con ello no queremos decir que su participación se limite a
la difusión de las leyes, aspecto que con frecuencia se considera
indispensable, sino a una participación más amplia en la que
podría ser interesante empezar por preguntarse: ¿en qué medida
es la propia práctica del derecho un obstáculo importante para
la emergencia de una verdadera cultura de legalidad?; y a partir
de ese cuestionamiento, explorar cuáles podrían ser algunas es-
trategias para que esa práctica se reoriente y sea ella misma una
expresión de dicha cultura.
Hemos ejemplificado esta tercera y última perspectiva con re-
ferencia al derecho. Se trata de crear en el ámbito académico
espacios inter y multidisciplinarios, que generen los conocimien-
tos transdisciplinarios que se requieren para hacer frente a pro-
blemas de gran complejidad como el de la inseguridad.

IV. ALGUNAS REFLEXIONES

En el universo de la problemática social cada día son mayores


las evidencias de que nos enfrentamos a situaciones con un alto
grado de complejidad, sin embargo y pese a ello, también son
muchas las evidencias de que continúan dominando en los he-
chos perspectivas que se aproximan a ellos de manera parcial y
fragmentada.
Así, continuamos escuchando planes y programas de gobierno
que repiten una y otra vez; fórmulas que han demostrado una
144 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

total ineficacia para conseguir las metas que se dice se proponen


alcanzar y, peor aún, suman a los rezagos existentes nuevos
saldos.
El caso más obvio y crítico, por su contundencia en términos
de resultados no deseados, es el de los programas económicos
que, etiquetados como neoliberales, se han ido adoptando siste-
máticamente en todos los países del mundo.
Se trata de programas que se imponen desde el poder con el
espejismo de que ordenada la macroeconomía por el conjuro cua-
si mágico del imperio del mercado, los beneficios se sentirán
tarde que temprano en los bolsillos de la población. Dos hechos
irrebatibles contradicen día con día tan extraordinarios augurios:
el incremento cotidiano del número absoluto de personas que
viven en la pobreza y la agudización de las desigualdades so-
ciales.
Frente a lo anterior son cada vez más las voces que se vuelven
hacia las ciencias sociales, o desde las mismas ciencias sociales,
y que reclaman la formulación de nuevos paradigmas que reúnan
lo que una vez separaron, que integren lo que en su momento
fragmentaron.
Dichas voces han puesto en el centro del debate académico
los temas de la interdisciplina, la multidisciplina y la transdis-
ciplina como métodos viables para dar cuenta de la complejidad.
Se trata aún de un debate que se encuentra en fases prelimi-
nares y al que aún le falta un largo camino por recorrer. Sin
embargo, lo que va quedando ya como aprendizaje y conclusión,
es que se requieren nuevas formas de aproximarse a la proble-
mática social, así como de nuevas estrategias para hacerle
frente.
En un contexto así, a nosotros nos parece que un problema
como el de la inseguridad en el México contemporáneo tiene
que ser visualizado en tanto síntoma de una problemática aguda
y profunda de descomposición social, y que es precisamente di-
cha problemática la que debe de ser atacada si en verdad lo que
se busca es que el síntoma desaparezca.
MODELO ‘‘COMUNIDAD SEGURA’’ 145

Por ello insistimos en la idea de ubicar la inseguridad como


un problema en la esfera de lo social y sugerimos que sea en
esa esfera en la que debe ser atendido.
Atender la inseguridad en la esfera de lo social significa, entre
otras cosas, poner en el centro aquello que cohesiona a una so-
ciedad y que se expresa en un pacto social.
El pacto social como elemento cohesionador de una sociedad
es una figura que sintetiza múltiples y diversos elementos, entre
los cuales el cultural es quizá el más relevante. De ahí que no
nos debe parecer extraño que sea precisamente en el orden cul-
tural donde se expresan hoy las más profundas grietas y rupturas
de la sociedad mexicana, pero también donde se presentan las
más alentadoras oportunidades.
Se presentan las más profundas grietas y rupturas simple y
sencillamente porque la cultura entendida como “el significado
y los valores de un modo determinado de vida”,13 que durante
buena parte del siglo XX fue funcional para la sociedad mexi-
cana, ya no lo es ahora.
Por otra parte, se presentan las más alentadoras oportunidades
porque hay evidencias de que lo que la sociedad mexicana quiere
y anhela es un cambio, una nueva edición de sus valores cultu-
rales.
En esa nueva edición de los valores culturales, los mexicanos
tendremos que plantearnos de manera radical el tema de la le-
galidad, el cual, como hemos señalado, está íntimamente vincu-
lado con el de la seguridad. ¿Queremos una sociedad segura, en
la que la violencia y la delincuencia estén acotadas a márgenes
manejables por la sociedad y sus instituciones? Si la respuesta
es afirmativa, tendremos que extirpar de raíz la corrupción y la
impunidad, de otra manera difícilmente alcanzaremos metas sig-
nificativas en estos asuntos.

13 Centro “Tata Vasco”. Por un cambio con proyecto nuevo. Análisis de


la realidad Nacional, México, Edición del Centro Tata Vasco, primer semestre
de 1996, p. 97.
146 NELIA TELLO PEÓN / CARLOS GARZA FALLA

Ahora bien, cabe señalar que no todo es ni puede ser plan-


teamiento abstracto; se requiere explorar caminos de acción con-
cretos que, desde la cotidianidad de los individuos, se orienten
a resignificar sus relaciones y crear nuevos espacios de interac-
ción que den pie a nuevas acciones se materialicen un tejido
social renovado. El modelo “Comunidad segura” se ubica en ese
horizonte, esa es su apuesta.

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