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LA GRAN PARADOJA
El Chocó Biogeográfico no es el único lugar del mundo donde la presencia de una gran
riqueza en recursos naturales coincide paradójicamente con niveles muy bajos de
desarrollo social y económico de sus habitantes, como ocurre en algunas regiones del
continente americano, en África y en el sur y sureste asiáticos. Cabe entonces
preguntarse: ¿para qué sirve toda esa riqueza biológica y mineral, si no se traduce en
bienestar para la población humana? ¿Por qué en medio de la riqueza somos tan
pobres? ¿No existe la capacidad de aprovechar los privilegios que la naturaleza ha
concedido? Lejos de ser un problema técnico–científico, la paradoja de la relación
pobreza–biodiversidad tiene sus raíces en la política y en las relaciones de poder que
giran alrededor de la conservación, del manejo y del uso de los recursos naturales por
parte de los sistemas sociales y económicos. Así, las economías de muchos países en
desarrollo no han logrado establecer un esquema que les permita superar la llamada
«trampa de la pobreza», que da origen a la gran paradoja: son pobres porque son ricos
en recursos naturales. Estos países le han apostado prioritariamente a la extracción de
recursos naturales, muchas veces sin esquemas de sostenibilidad y al hacerlo han
marginado otras formas de generación de riqueza fundamentadas más en el esfuerzo
humano que en la generosidad de la naturaleza.
BLANCOS Y MESTIZOS
Debido en gran parte a problemas relacionados con la tenencia de tierra en cada una de
sus regiones, a desplazamientos forzados por situaciones de violencia y a la generación
de empleo en las grandes empresas agrícolas establecidas en la zona de Urabá, desde
mediados del siglo XX han arribado en oleadas, a las zonas selváticas relativamente
deshabitadas del Chocó Biogeográfico o a los territorios (reservas) de grupos étnicos,
colonos campesinos provenientes de la región andina. Simultáneamente y en especial a
partir de 1970, la parte norte y media de la región ha visto llegar comerciantes y
pequeños empresarios, en su mayoría provenientes de Antioquia y Valle, que han
establecido sus negocios —tiendas de mercancía, ferreterías, hoteles— en poblados y
ciudades como Buenaventura, Dagua, Istmina, Bahía Solano, Nuquí, Tumaco, Guapi,
Apartadó, Turbo, Capurganá y Necoclí. En particular Buenaventura por su condición de
puerto pesquero y mercante, que moviliza más del 40% de la carga de importaciones
nacionales y está comunicada por carretera con el interior del país, ha experimentado un
crecimiento poblacional vertiginoso y desordenado, a partir de mediados del siglo XX; una
buena parte de estos inmigrantes son mestizos y blancos de otras regiones de
Colombia. Aunque la población negra predomina, alrededor del 20% de los casi 330.000
habitantes que tiene actualmente Buenaventura son mestizos y blancos.