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ARTE Y TÉCNICA DE DISCERNIR 3

Avisos para animadores y guías vocacionales Madrid, abril de 2015

Explorar la intención vocacional


El ser humano es un misterio para sí mismo. Es difícil saber por qué hacemos lo que hacemos. ¿De
dónde surge el ánimo para tomar una decisión vocacional y mantenerla? En su carta 58, Spinoza
escribió: “Somos conscientes de nuestros deseos e ignorantes de las causas que los determinan”.
Cuando un joven manifiesta sus intenciones de abrazar una determinada vocación es frecuente
que quienes le tratan, por las más diversas razones y no siempre nobles, se empeñen en
“adoctrinarle”. Y así, no tardan en comenzar a presionarle en direcciones diversas con mensajes
que tratan de influir: Unos le alientarán y animarán a seguir adelante; su animador vocacional, casi
sin pretenderlo, buscará que se afiance y no retrase mucho la decision; habrá quien le amedrante
con dificultades e inconvenientes; sus padres –normalmente hoy lo hacen- utilizarán incluso el
chantaje afectivo para apartarle del deseo; sus profesores le invitarán a cursar, antes de decidirse
por nada, unos estudios para los que parece especialmente capacitado... Y, finalmente, el mismo
joven, al recogerse en el silencio de su propia conciencia, escuchará la algarabía de mensajes
contradictorios suando se coloca ante Dios o cuando se detiene a ponderar razonablemente. Con
seguridad encontrará también otros mensajes más que actúan a favor o en contra de los
anteriormente registrados.
Es que, hasta socialmente, estamos bombardeados de mensajes “tractores”: Los anuncios, las
señales de tráfico, los escaparates, el mendigo que pide unas monedas, el llanto de un niño, la
belleza de una chica, un puesto de bebidas, los programas de TV. Podríamos decir sin exagerar que
la motivación penetra toda nuestra vida y por ello se ha convertido en un gran negocio vital y
económico. Maneja deseos, juega con expectativas, gestiona premios y castigos, promete
satisfacción o penas del infierno, seduce, induce, produce, conduce, abduce. Advirtamos el “duce”
común a todos esos verbos. Implica una influencia, una imposición. Sometidos a tantos “dices”
olvidamos con frecuencia que somos –o podemos ser- nuestros propios “duces”.
Estas reflexiones iniciales exploran ese drama que vive el sujeto que vive la aventura de responder
a una vocación. La pregunta que se le debe formular con claridad es: ¿Por qué desea abrazar esa
vocación? ¿Qué es lo que le incita de verdad a acogerla o a rechazarla: el deseo de seguir a
Jesucristo o la seguridad que encuentra; el dinero y la gloria humana o los intereses del Reino; los
afectos y miedos o la seducción por el Señor,...? ¿Podemos hacer algo como animadores
vocacionales en ese proceso?
De esto queremos tratar, ciñéndonos a tres puntos solamente: En primer lugar, profundizaremos
sobre el componente motivacional de la decisión vocacional. Después, recordaremos los motivos
más frecuentes que pone en riesgo la decisión vocacional en sus inicios tal como encontramos con
frecuencia en nuestra praxis pastoral ordinaria. Finalmente recogeremos algunas indicaciones
pedagógicas para la educacion y formación de las decisiones vocacionales.
1. La motivación vocacional y sus componentes
IMPORTANCIA DE LA MOTIVACIÓN VOCACIONAL. El tema de las motivaciones ha sido siempre
uno de los más estudiados por los animadores vocacionales y por los responsables de las casas

1
de formación, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Trata de lo referido a la rectitud de
intención y libertad del candidadto. Realmente, el examen de las diversas motivaciones de un
candidato a la vida religiosa y sacerdotal es de capital importancia para comprender la
autenticidad de cada vocación.
 En el discernimiento de la autenticidad vocacional se juega mucho el proceso de respuesta y su
fidelidad posterior. De hecho pueden coexistir impulsos interiores contrarios a una vocación
declarada que afectan directamente a la congruencia vocacional (oración personal, dedicación
pastoral,…) o indirectamente (una adicción, una fijación,…etc.). En tales casos se pone en
riesgo la misma vocación.
 Por otra parte, este discernimiento nunca es controlable de manera mecánica, ni
rigurosamente exacta. Siempre se realiza por estimativa y hermenéutica en base a algunos
datos concretos recabados del trato personal, de la observación y de la confrontación.
 Un ejemplo frecuente: Con motivo de las cartas de presentación o de petición de profesión u
ordenación, muchos formadores y miembros de los Gobiernos que conocen a las personas que
les escriben se llevan las manos a la cabeza sorprendidos y preguntándose por qué esas
personas solamente aducen motivos “religiosos y muy elevados” para reforzar su petición,
olvidando por completo las sombras, dificultades y obstáculos manifiestos en su proceso
vocacional o formativo… No juzgamos moralmente. Seguramente no han pretendido engañar.
Simplemente se ha producido una “ceguera de motivación”, que mina la autenticidad de la
misma.
 LLEVAMOS DENTRO UNA MEZCLA DE MOTIVOS. Un autor del siglo XIX decía: “Ni siquiera el
mayor de los santos y ni siquiera en el mejor de sus actos, obra por puro amor de Dios” 1.
La conducta humana es más compleja de lo que ven los ojos. Hay una “mezcla de motivos”
en todo obrar humano. La selección químicamente perfecta no existe.
Pensemos en tantos sacrificios desinteresados, en tantos actos heroicos de servicio a la
humanidad, en tantas renuncias ascéticas, en la misma virginidad y en el martirio, en las
prolongadas oraciones de tantos y tantas, en su abnegada humildad y obediencia, en las
miles de acciones de hombres y mujeres buenos que con sencillez y honestidad han vivido
y viven sus vidas con la mayor coherencia que pueden. Pues bien, sobre cada uno de sus
actos se proyecta la sombra de un motivo oscuro. No se debe rebajar en lo más mínimo el
mérito y la bondad, nacidos de sus corazones generosos; pero hemos de saber cómo
funcionan esos corazones y cómo se fraguan las decisiones en el secreto de la conciencia
humana. El límite propio de la naturaleza humana afecta a lo más hondo del hombre que
es su capacidad y proceso de elegir. Los motivos para actuar son una mezcla. La debemos
conocer.
 VALORES, MOTIVOS Y ACTITUDES
El concepto de motivación es uno de los más confusos de la psicología porque incluye
muchas cosas2. «Motivación» es un término complejo, porque todo comportamiento signifi-
cativo tiene muchos motivos3. Sin pretensiones especulativas, pero sin simplismos,
debemos optar por un conepto que nos ayude. Así pues, “por motivación entendemos
todos aquellos mecanismos piscologicos en la base del dinamismo de inclinacion, del que
1
FREDERICK WILLIAM FABER, Growth in Holiness, Baltimore, 1864. Donde se trata del crecimiento en la santidad o en la
vida espiritual. Citado por C. G. Vallés, en Saber escoger: El arte del discernimiento. Sal Terrae.
2
J.A. MARINA, Los secretos de la motivación, Ariel, 2011, p. 25.
3
PAOLA MAGNA, Motivaciones vocacionales en “Diccionario de Pastoral Vocacional”, Sígueme, Salamanca, 2005; p. 731.
2
depende la manera de reaccionar del sujeto a los estímulos procedentes del ambiente”4.
motivaciones es un término colectivo y designa aquellos factores internos al sujeto que,
junto con los estímulos de la situación, determinan la dirección y la intensidad de su
conducta de ese sujeto en un determinado momento. Son mecanismos psicológicos que
están en la base del dinamismo de la inclinación y de los cuales depende el hecho que el
sujeto reaccione de una manera o de otra a los estímulos ambientales. Distingamos tres
conceptos interconectados: los valores, los motivos, las actitudes.
1. Valor. Desde el punto de vista del sujeto el valor es algo percibido como deseable en sí,
pero no lleva necesariamente a la acción.
 Por ejemplo: Es deseable dejar de fumar (valor) pero el fumador insaciable es incapaz
de abandonar el hábito que le perjudica con el solo conocimiento del valor.
2. Motivo. Sin embargo, cuando un valor mueve a la acción, lo llamamos motivo.
 Cata sigue la moda porque si no se siente “defectuosa”, incompleta… y para ello no
sólo gasta dinero, sino que se exige un serio régimen alimentario.
 Javier realiza sus ejercicios de clase, sobre todo para evitar un suspenso y las funestas
consecuencias que esto tendría para la organización de sus vacaciones.
3. Actitudes. Cuando los valores-motivos se hacen habituales, tenemos una actitud.
 Paul Gasol quiso ser jugador de basket… y se dedicó por completo a la práctica de ese
deporte, resistiendo muchas dificultades que le impulsaban a dejarlo. A fuerza de
mucho entrenamiento aprendió a hacerlo bien.
 Para saber bailar bien, se necesita anteriormente muchas horas de ensayo y de
repetición.
 DOBLE SENTIDO DE MOTIVACIÓN. Hay que subrayar el doble sentido de la motivación
humana:
1. Como ENERGÍA, es decir, como un impulso interior que lleva a actuar en una dirección
o en otra, condicionada por factores orgánicos y ambientales.
2. Como una ORIENTACIÓN, es decir, como una tendencia a realizar ciertos valores que al
comienzo son muy concretos y que después se hacen cada vez más abstractos según se
vayan desarrollando las capacidades intelectuales del sujeto.
Esta doble dimensión de la motivación humana como impulso interior y como conquista
de valores futuros, es la expresión de la libertad humana condicionada por la biología y por
la cultura.
 UN DESEO QUE ORIENTA LA LIBERTAD DE LA PERSONA. La vocación, antes de ser una
conquista mental o volitiva es una orientación afectiva, una opción pre-reflexiva de la
persona. Este dinamismo estructura su personalidad y se presenta como una emoción
privilegiada que pone en marcha un proceso vocacional. Equivale a lo que en relaciones
humanas significa el enamoramiento, o aquello que Francesco Alberioni llama "lo stato
nascente". Es el momento en que se rompe el nivel de conciencia y uno entra en un nuevo
nivel de percepción de la realidad, en un momento concreto de la vida. Paso de un estado

4
B. SEBASTIAN, Totalmente de Cristo. Aspectos psicologicos y formativos de la vida consagrada. Publicaciones
Claretianas. Madrid, 2015; p. 29
3
de indiferencia a un estado de interés. De una fe más o menos explícita, que no llama la
atención, a un interés repentino.
 SUSCEPTIBLE DE SER INFLUIDA O EDUCADA. Nos interesa saber si un deseo (que es un
componente importante de la motivación) puede ser aumentado o incluso despertado si es
que no existe. Efectivamente se puede enseñar a desear y también a intensificar o a
desactivar un deseo. Se consigue mediante tres acciones:
a) Aumentando una necesidad. Decían los clásicos acertadamente que “la privación es
causa de apetito”.
b) Proponiendo una meta más atractiva: el incentivo. El deseo y el objeto del deseo
mantienen una relación circular: El deseo hace apetecible el incentivo y el incentivo
activa el deseo.
c) Ofreciendo circunstancias facilitadoras, que hagan sentirse capaz de alcanzarla e
indicándole las estrategias debidas para que pueda hacerlo5.
 CUALIDAD DE LAS MOTIVACIONES VOCACIONALES . En PV se reconocen las motivaciones
vocacionales como válidas y, por tanto, aconsejables para el seguimiento vocacional
cuando ellas presentan todas estas notas:
a) Auténticas: Son percibidas y reconocidas por el sujeto que las acepta y actúa en
consecuencia. Las llamamos auténticas porque aparecen por lo que son. Se tienen y
se reconocen como tales. Por eso la conducta es coherente.
b) Suficientes. Se caracterizan por no estar regidas por una dirección egocéntrica y por
ser auténticas. No sería suficiente hacerse religiosa de la enseñanza solo por educar
a niños y jóvenes.
c) Adecuadas. Responden a motivos religiosos no solo válidos en cuanto tales, sino
que responden también al fin vocacional. Uno no se hace sacerdote por mero
prestigio social.
d) Positivas. Elegidas por los valores positivos que el objeto vocacional de elección
comporta y no tanto por evitar las molestias colaterales de las renuncias. No se
abraza el celibato a causa de una frustración amorosa.
2. Motivaciones enemigas de la vocación
El acto de decidirse es el más noble y profundo de todos los actos humanos, la expresión
misma de la persona y de su dignidad. Precisamente por ello es tan difícil y penoso. Al
comprometer la responsabilidad personal en una decisión concreta, se movilizan todos los
recursos personales para optar. Esa es la gran contribución que el tomar decisiones hace a la
vida: el impulsar a utilizar los propios recursos al máximo, el hacer valer todo lo que se lleva
dentro, el dar vida a todo el ser, creado para conocer, querer y decidir.
Los animadores vocacionales somos testigos de un hecho frecuente: Muchos de nuestros
jovenes, al plantearse su vocación, experimentan una crisis interior. Es aquella lucha previa
entre deseos y resistencias que se despiertan dentro. Todas ellas nacen deI hecho desnudo e

5
GOLEMAN define el liderazgo como una inteligencia emocional: “La tarea fundamental del líder es desperar
sentimientos positivos en sus seguidores. Es decir, producir el clima emocional positivo indispensable para movilizar lo
mejor del ser humano. La tarea fundamental del liderazgo es emocional”
4
irremediable de que al escoger algo hay que dejar otra cosa. La esencia de la elección consiste
precisamente en dejar algo. La misma palabra «decisión» viene de «de-cidere», que quiere
decir «cortar, separar, amputar». La decisión es cirugía y, como tal, aunque saludable, es
dolorosa. Consecuentemente, el problema de ese momento del proceso vocacional no es
tanto la claridad de la llamada sino las repulsas interiores que con furia le brotan desde dentro
a borbotones. La Biblia las reconoce como “objeciones”6 y están presentes en casi todos los
relatos vocacionales.
1. Enemigos de las decisiones
Cuando se advierten síntomas palpables de una posible vocación, automáticamente se
disparan, como se ha dicho, diversas reacciones racionales y emotivas. Tales reacciones
pueden ser expansivas (de adhesión y crecimiento) o bien defensivas (de rechazo y defensa
del yo amenazado). Estas últimas aportan motivos contrarios a la decisión vocacional y
colaboran activamente a bloquearla e impedirla.
En una clasificación elemental de estas últimas, podríamos distinguir entre enemigos
abiertos y enemigos ocultos de la decisión vocacional7. Llamamos enemigos abiertos a ese
conjunto de sentimientos que obstaculizan, impiden o retrasan la decisión vocacional.
Entre ellos contamos el egocentrismo, la codicia, la frivolidad, la autonomía total... Son
enemigos temibles, pero al atacar en campo abierto se ven enseguida y se combaten en
directo.
Junto a ellos hay otros enemigos que son más peligrosos. Los llamamos ocultos porque se
acercan sin ser vistos y atacan en la oscuridad. Se infiltran en las propias defensas y, sin
que se les advierta, acceden a lo más escondido de la bodega donde se fraguan los actos
humanos.
¿Cuáles son, en concreto, estos enemigos ocultos de la decisión vocacional? Son tres en
particular. Anestesian la voluntad impidiendo responder afirmativamente a Dios. Tienen
nombre: la parálisis, la duda y el miedo. Ellos son los grandes enemigos de las decisiones
vocacionales8.
1. LA PARÁLISIS. Es una resistencia intrapsíquica que paraliza la toma de decisiones
usando justificaciones racionales y emotivas. Es el mecanismo defensivo de la
racionalización. Es muy frecuente que la primera reacción instintiva al afrontar una
decisión sea tratar de evitarla, disimularla o posponerla. Más decisiones se toman en
este mundo por no tomarlas (que ya es una decisión) que por abrazarlas. Hay más
decisiones (vocacionales o anti-vocacionales) por inacción que por acción; por dejar
que las cosas sigan su curso que por intervenir directamente para cambiar su
trayectoria.
Tales decisiones “en vacío” son, de ordinario, las que más distancian del fin deseado. El

6
Cf. J.C.R. GARCÍA PAREDES, Teología de la Vida Religiosa, BAC, 2000; donde ofrece un esquema bíblico-teológico para
comprender la vocación particular, en las pp. 256-258.
7
Estas notas se inspiran en uno de los capítulos del libro de CARLOS G. VALLÉS, Saber escoger. El arte del discernimiento.
9
Sal Terrae, Santander, 1998 ; pp. 43 y siguientes.
8
En el relato de la vocación de María (anunciación) podemos advertir cómo, de una forma indirecta y solo sugerida,
ella misma hubo de vender las tres: La turbación inicial, las preguntas suscitas por la inédita misión que se le propone
y, finalmente, la grandeza de su fiat, sin duda la reacción más hermosa frente a muchas resistencias que sin duda
aflorarían en su conciencia despierta.
5
crecimiento humano no avanza deteniéndose, sino moviéndose hacia delante. La no-
decisión es la peor de las decisiones. La inercia volitiva es enfermedad mortal. Cada
decisión importante en la vida tiene su hora, su kairós, que hay que reconocer, respetar
y obedecer. No se puede violar impunemente el ritmo de la vida. Se retrasan las
decisiones porque cuesta tomarlas. Por esa misma razón se evita tomarlas y, en cuanto
es posible, se las sacude de encima para transferirlas a otro.
2. LA DUDA9. Es otra fuerza paralizante que también florece en el proceso de decidirse.
Nace del hecho de no contar con claridad suficiente ni con evidencias palpables de que
la decisión sea acertada o no. La duda es ese estado de zozobra de quien está abocado
a una decisión incierta, cuyo resultado y consecuencias finales no puede asegurar ni
adelantar. Al asumir una responsabilidad y, en consecuencia, al entregarse a ella, uno
quisiera contar con garantías de que acierta al tomarla de que elige bien. Como esto no
se da en la mayoría de los casos, se evitan las decisiones y se huye de las respon-
sabilidades. Normalmente se hace mediante la inercia (dejar la decisión a la deriva de
las circunstancias) o el retraso (dejarla para más adelante) o también la banalización
(rebajar la vocación a algo optativo).
Pero para desarrollar al máximo las propias facultades hay que pasar por dilemas, en-
crucijadas, perplejidades, opciones difíciles. Ellas despliegan las propias fuerzas y
plenifican. Hay que saber tomar la iniciativa, dar un paso al frente. El entendimiento, la
afectividad y la voluntad son las facultades que construyen al ser humano, y culminan
en el supremo acto de decidirse, preparado por el entendimiento, estimulado por el
deseo y llevado a cabo por la voluntad. Quien no quiere equivocaciones ni fracasos en
una duda permanente, caerá en la trampa de elevar al máximo sus equivocaciones y
fracasos. Cada persona debe tomar sus decisiones por ella misma y vivir su vida. Mejor
o peor, es la única vida que puede vivir.
3. EL MIEDO
Es el más frecuente y casi natural. Decía el filósofo Hobbes: “El día en que yo nací, mi
madre parió dos gemelos: yo y mis miedos”. El miedo es otra reacción espontánea y
casi inevitable. Opera como un mecanismo de vigilancia y alerta ante el peligro. Tiene,
en principio, una función adaptativa, de protección ante las amenazas. Sin miedo no
advertiríamos peligros, no anticiparíamos respuestas para las dificultades, no huiríamos
de las situaciones perjudiciales
Sin embargo, existen los miedos irracionales que no responden a amenazas reales.
Mark Twain decía: “¡Cuánta gente sufre por cosas que no han sucedido!”. Hay que decir
sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que juzgar y construir sobre este
tipo de miedos. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también
inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico; ya que solo ve
amenazas. Y no se puede construir una vida viviendo a la defensiva. El miedoso apuesta
siempre por el «no» ante cualquier dificultad imaginada. Se rodea de prohibiciones y
murallas y termina rechazando la vocación por miedo a comprometerse, por miedo a

9
“Sin embargo, ¿quién dudará que vive, recuerda, entiende, quiere, piensa, conoce y juzga?; puesto que si duda, vive;
si duda, recuerda su duda; si duda, entiende que duda; si duda, quiere estar cierto; si duda, piensa; si duda, sabe que
duda; si duda, huzga que no conviene asentir temerariamente; Y aunque duda de todas las demás cosas, de éstas
jamás debe dudar; porque si no existiesen, sería imposible la duda". S. AGUSTÍN, La Trinidad, X,X,14
6
definirse, por miedo a equivocarse, por miedo a dar la cara, por miedo a tener que
actuar, por miedo a cerrar otras opciones, por miedo a ser uno mismo. El miedo ciega
los canales del discernimiento, inmoviliza el mecanismo de las decisiones. Quien teme,
no elige bien, no puede elegir bien. Quizá la actitud más importante para elegir bien sea
la confianza. Más que la valentía. Muchas decisiones vocacionales se frustran porque al
tomarlas, el sujeto no se fía ni siquiera de Dios por miedo. Se necesita confianza para
entregarse a una causa y para asumir que se pueda equivocar. La confianza es el
nombre de la fe vocacional. El miedo paraliza la fe. Y por el contrario, el fiarse de Dios al
responder a su llamada, que nunca es evidente despierta la fe y expresa el amor filial.
2. Notas pedagógicas para el acompañamiento
Como esos enemigos ocultos están agazapados y pueden saltar en cualquier momento, es
bueno que los animadores vocacionales conozcan algunos recursos de urgencia que
ayuden a otros a enfrentarse con ellos. Pueden valer las siguientes sugerencias10.
1. Distinguir los “enemigos” de los “aliados”. Los aliados advierten de los peligros y ayudan
a librarse de ellos evitando caer en sus manos. Los aliados preparan para acometer, los
enemigos disuaden de hacerlo y, además, vampirizan, o sea, dejan exangüe. Hay que
conocer las estrategias de los enemigos, las circunstancias en que prefieren atacar. No
hay que olvidar que son fenómenos transaccionales, surgidos de la interacción de un
factor subjetivo —el yo— y de un factor objetivo –sus circunstancias–. Esos enemigos
están, por lo tanto, fuera y dentro de nosotros. Dentro de uno están las falsas creen-
cias que lo alimentan: el esfuerzo exigido imposible, e incluso, una intoxicación de co-
modidad. ¿Cuántas cosas asumen poderes plenipotenciarios sobre la propia vida,
cuántas cosas insignificantes se convierten en imprescindibles? «Lo que poseo, me
posee», dijo Nietzsche previendo sin duda nuestra época de hipotecas generalizadas
en lo inmobiliario y en lo anímico.
2. No identificarse con los propios enemigos. Una de las artimañas más insidiosas usadas
por los enemigos de la decisión vocacional para debilitar es conseguir que el sujeto se
identifique con él y se sienta avergonzado. Esto le condena al silencio, al secretismo y
le impide buscar ayuda.
3. Declarar la guerra a los enemigos invasores. Se trata de movilizarse y adoptar una
postura activa. Hay que reaccionar en contra porque la pasividad es una rendición.
Podemos ser colaboracionistas sin darnos cuenta. Los enemigos son invasores y como
todos los invasores tienden a corromper al invadido. Pueden apoderarse de la
conciencia y alterar sus percepciones. Por ello conviene aislarlos dentro de conciencia.
Sin intentar justificarlos. No se puede decir: «No voy a esa reunión porque va a ser
muy aburrida», cuando se debería reconocer: «No voy porque me da miedo la
posibilidad de complicarme la vida». No se puede decir: «No vale la pena pensar en mi
futuro», cuando en el fondo no se sabe cómo hacerlo o que no se atreve a ello.
4. Fortalecerse inteligentemente. Hay una fórmula, infantil por su simplicidad, que
muestra que la intensidad de la duda, el miedo o la parálisis es la resultante de dividir
la gravedad del peligro que advierten por la fortaleza personal adquirida. Por tanto,
para luchar contra esos enemigos se debe disminuir el peligro o bien aumentar los
10
Es valiosa la lúcida aportación de JOSÉ ANTONIO MARINA en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía.
Anagrama, 2006. Em especial en las páginas 183-187
7
recursos personales. Eso significa que hay que prepararse para la batalla con
entrenamiento. En ese entrenamiento no puede faltar la oración personal, la claridad
de ideas, la fuerza de voluntad, los buenos ambientes.
5. Hablarse a sí mismo como si uno fuera su propio entrenador. El modo como
conversamos con nosotros mismos, y la influencia que tiene en nuestro estado de
ánimo, nos permite acceder o no a ciertas fuentes de energía. Son las intrapalabras
que tanta fuerza de tracción tienen. Los entrenadores saben muy bien que el atleta
debe animarse a sí mismo antes de saltar a la cancha. Y los terapeutas más conspicuos
insisten mucho en preguntar al paciente los comentarios que se hace en secreto sobre
la terapia que está recibiendo. Saben que una actitud displicente o unos comentarios
acres o devaluadores van a limitar la eficacia del tratamiento.
6. Debilitar a los enemigos. Se consigue criticando las creencias erróneas en que se
basan. Desenmascarando sus mentiras. Burlándose de ellas. Desarrollando el sentido
del humor para desactivarlas. Aprovechando todo lo que se sabe para causarles daño.
Tener en cuenta que las creencias erróneas son el caballo de Troya del que se sirven
los enemigos para entrar dentro. Hay que detectar esas creencias, criticarlas,
discutirlas, arrinconarlas y, cuando estén lo suficientemente debilitadas, arrojarlas
fuera y sustituirlas por otras más adecuadas para vivir.
7. Buscar buenos aliados. Es difícil combatir esos enemigos a solas. Y si son patológicos,
imposible. Hay que valerse del consejo y de la ayuda de personas competentes. Buscar
a quien pueda y sepa ayudar abriendo con sinceridad el propio corazón. Las redes de
apoyo afectivo son la mejor solución a muchos de los enemigos vocacionales. Pero
tienen un defecto: no dependen sólo de nosotros. El gran maestro Maurice Merleau-
Ponty, repetía: «Un hombre vale lo que valen sus relaciones». No sé si tenía razón,
pero sé que me hizo ver que crear una red de afectos es una de los grandes triunfos de
la inteligencia.
3. Acompañamiento y pedagogía de la motivación vocacional
CLAVES METODOLOGÓGICAS. Instrumentos fundamentales para descubrir y purificar las
motivaciones vocacionales son la convivencia suficientemente prolongada y el diálogo
interpersonal. El animador vocacional debe servirse de ellas con esmero y frecuencia para
invitar al candidato a recorrer los siguientes pasos11 que le ayuden en su decisión vocacional:
 La exploración de lo que le sucede al candidato (fase de la percepción de experiencias).
 La interpretación de los datos de la experiencia (fase de la comprensión práctico-
intuitiva).
 La formulación de un juicio crítico (fase de la reflexión crítica y del juicio).
 La estimulación de la decisión y de la acción (fase de la decisión-acción).
El discernimiento avanza si se cuida el proceso con humildad, sabiendo que «discernir no
significa disponer del futuro, como si se pudiese saber con certeza de antemano. Significa más

11
Esto es lo que nos recuerda el riguro análisis científico que se centra en las fases de experiencia-comprensión.-
reflexión crítica-decisión que ofrece BERNARD J. F. LONERGAN, El método en teología. Sígueme, Salamanca, 1988; pp. 52-
60. Citado por A. CENCINI-A-MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos. Paulinas, 1994, p. 92.
8
bien saber leer una dirección en el presente, que va más allá del presente»12.
CRITERIOS DE INTERVENCIÓN13. Para conducir ese proceso metodológico conviene que el
animador vocacional se sirva de algunos criterios operativos que le orienten en el
acompañamiento. Esbozamos los siguientes.
1. Ayudar a reconocer y poner nombre a los propios impulsos. Las mociones que atribuimos al
Espíritu pueden estar contaminadas por otras cosas que, a veces, impiden o ralentizan el
avance en el proceso de clarificación. Además, conviene admitir de entrada la coexistencia
de motivaciones mixtas. Como el trigo y la cizaña en todos conviven motivaciones de valor
con motivaciones primarias. Lo importante es no engañarse y decidirse a vivir la vida como
itinerario de búsqueda constante de Dios y su voluntad. Esto es particularmente
importante en el momento de las crisis y en las situaciones discordantes. Objetivar es
ayudar a clarificar más que a reprimir.
 Invitar al sujeto a que exprese por escrito y sin presiones los motivos por los que ha
comenzado el proceso y los que le mueven a continuarlo.
 No hay que extrañarse de que, al principio, las motivaciones expresadas sean
inadecuadas o incluso no verdaderas, aunque el mismo joven crea sinceramente
que son auténticas.
 No olvidar que las motivaciones van cambiando a medida que el proceso avanza: es
bueno ir comprobando su evolución e ir purificando las motivaciones inadecuadas.
 Es necesario que el acompañante llegue a conocer y analice en profundidad las
verdaderas motivaciones.
2. Conectar de forma continuada entre el dentro-fuera de la experiencia personal. Una cosa es
la conducta y otra la motivación. Las mociones del Espíritu deben tener su correspondiente
verificación y concreción en la vida cotidiana de la persona (sentimientos, pensamientos,
actitudes, conductas). No se trata de buscar la adecuación absoluta entre ideales y
comportamientos, pero sí evidenciar que hay movimiento hacia la dirección que se
pretende.
3. Confrontar. La confrontación es una intervención pastoral necesaria y difícil. Su finalidad es
desenmascarar la propia existencia de todos sus disfraces; caer en la cuenta de la propia
mentira y asumir las propias responsabilidades. Entre otras, las formas más frecuentes de
confrontar son:
 Señalar las contradicciones del sujeto
 Mostrar sus ambigüedades
 Evidenciar las consecuencias de lo que se dice y/o se hace.
La confrontación no es un asunto fácil, especialmente al tratar algunos temas. Criterio que
guía es éste: “Claridad, sí; reproche, no”. No es recomendable confrontar las motivaciones
de manera frontal. Con ello se intimida y se dificulta la apertura del sujeto y su disposición
a superarse. Buscar “rendijas” por donde entrar en el mundo interior del sujeto. Una buena
confrontación debe reunir las siguientes cualidades:

12
A. CENCINI, o.c., 210.
13
Cf. LOLA ARRIETA, Vocación. Discernimiento vocacional, en “10 palabras clave sobre Vida Consagrada”, Verbo Divino,
1997; p. 187 y siguientes.
9
 Tener como único fin el bien y la clarificacion vocacional del acompañado.
 Darse en un clima de respeto y de comprensión empática
 Evitar toda sombra de agresividad.
 Buscar y eoncontrar la ocasión oportuna.
 Contar con la suficiente capacidad y apertura del acompañado.
 Referirse más al modo de obrar que al modo de ser.
4. Proponer ideales. No basta conocer las motivaciones actuales. Es imprescindible fomentar
también la motivación fundamental de toda vocación. Y ello se realiza, proponiendo el
seguimiento como la forma de vida en la que se reconoce y expresa la propia identidad.
Desde ahí preguntarse a dónde llevan los deseos actuales o qué hay detrás de su inmediata
gratificación. Por encima de contentarse con gratificaciones parciales o ilusorias... hay que
identificarse con el corazón de Dios y además cultivar actitudes acordes: generosidad,
entrega, riesgo, elaboración positiva de las experiencias de dificultad, frustración, pecado,
misericordia, justicia, paz, amor, etc.
5. Invocar al Espíritu. La oración es el lugar de la “torsión”14 de las motivaciones. El Espíritu es
el que revela el deseo divino. “Torsión” significa aquí transformación, giro del tronco sobre
sí mismo. No es anulación del deseo ni su desvitalización. Al contrario, se trata de devolver
a la motivación toda su energía pero orientada en la dirección correcta. Es como el
movimiento natural del girasol que busca el sol. Pero es también doloroso y arriesgado. La
oración elimina miedos e infunde la fuerza para afrontar la mirada hacia el corazón de
Dios.
6. Afrontar las dificultades y obstáculos para el seguimiento con realismo y fe. Las dificultades
personales no desaparecen por arte de magia. Hay que encauzarlas y tener en cuenta las
tendencias de carácter. Pero, simultáneamente, hay que aprender a vivir a la luz de la
gracia para abrirse a la acción de Dios y dejar que sea el Espíritu el que verdaderamente
vaya actuando en el proceso de transformación. En el discernimiento vocacional ni la
psicología puede tener la última palabra, ni el espiritualismo desencarnado y
descontextualizado. Psicología y fe, naturaleza y gracia se entretejen en un diálogo
creador, encarnado y presidido por las insinuaciones del Espíritu.
INDICADORES DEL DISCERNIMIENTO. La lectura de la madurez motivacional de un sujeto hay que
integrarla, obviamente, con las demás dimensiones de la personalidad y de la vocación particular.
Es un aspecto fundamental del acompañamiento porque afecta a la rectitud de intención, uno de
los elementos esenciales del discernimiento vocacional. Aquíno nos trataremos el análisis de las
motivaciones inconscientes. Normalmente no suele ser un espacio propio de la PV sino de la
formación inicial y permanente y a ellas lo remitimos, sin desconcer su importancia.
1. EXAMEN DE LA CAPACIDAD DE MOTIVARSE
La capacidad de motivarse en general se hace a través del diálogo, de la observación y la
confrontación. Se pregunta, se observa y se confronta sobre los aspectos siguientes:
 La motivación de las conductas ordinarias: ¿Cómo están motivados sus diversos
comportamientos, sus inhibiciones, sus opciones, sus reacciones, sus errores, etc.? El
14
A. CENCINI, Deseo. En “Diccionario de Pastoral Vocacional”, Sigueme, Salamanca, 2000; pp. 353-354.
10
camino de esta exploración se realiza de manera directa e indirecta:
 Directa: El acceso a las motivaciones conscientes se realiza desde una actitud de
sinceridad y autenticidad.
 Indirecta: El acceso se realiza por observación y confrontación. Teniendo en cuenta el
comportamiento de la persona: el grado de satisfacción que vive, cómo se enfrenta a
las dificultades, el tono vital, el interés,...
 La interpretacion de la conducta de los demás: ¿Cuál es su actitud ante las motivaciones
que él da a los demás? ¿Qué motivaciones da a sus padres, a sus acompañantes, a quienes
tienen una opinión diversa a la suya? ¿Juzga egocéntricamente y tiende a idealizar?
 La estructura de su motivación: ¿Cuál es la estructura habitual de las motivaciones? Puede
ser una estructura de explicación objetiva o de justificación porque se siente culpable, se
cree atacado, invoca la opinión de los demás para probar que tiene razón. O una estructura
de valorización, cuando experimenta la necesidad de subrayar lo que está bien o mal,
verdadero o falso.
2. COMPROBACIÓN DE LA ACTITUD ANTE LA CONFRONTACIÓN
a. Verificar la capacidad de dejarse confrontar
En el lenguaje espiritual clásico esta actitud es definida como la "humildad para recibir
correcciones". En la línea de la apertura a la confrontación podríamos señalar tres
momentos:
a. El primero consiste en la mera disposición a recibir la confrontación cuando ésta
ocurra. Observar si la persona es capaz de reaccionar positivamente ante ello y cómo
aprende a hacerlo poco a poco.
b. El segundo momento consiste en que dé el paso a pedir las correcciones. Esto supone
la conciencia más clara del propio yo con sus contradicciones.
c. Un tercer momento consiste en que haya adquirido tal conciencia de sí mismo que no
le extrañe la confrontación, sino al contrario, mantenga, de modo permanente, una ac-
titud crítica ante el propio comportamiento, proporcionándose a sí mismo un camino
de crecimiento.
b. Verificar la capacidad de aceptar e integrar la confrontación:
 ATENDER. En primer lugar que el acompañado "tome nota", es decir, ponga verdadera
atención a la notificación que recibe sobre sus comportamientos como contrarios a los
valores vocacionales y haga memoria de ello. Al confrontar, el acompañante pretende
que su intervención no quede como un mal recuerdo en el pasado, sino como una
ayuda fraterna que sea estimada y agradecida. Sin embargo, el acompañado puede
aceptar sinceramente la confrontación sin rechazar la gratificación que le mueve en
sentido contrario a los valores. Cuando esto ocurre tiene mayor conciencia de la
contradicción, pero ha alcanzado aún una actitud nueva; incluso puede reforzar los
comportamientos gratificantes.
 ACEPTAR. En un segundo momento la actitud ante la confrontación es de aceptación
más plena. El sujeto decide permanecer atento a este rasgo de su personalidad de
modo que prevé el impulso que va a surgir y es ya conocido para él, de esta manera se

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aproxima a un mayor control de sus reacciones.
 ASUMIR. En un tercer momento la persona ha dado una orientación precisa a sus
impulsos desde el punto de vista de la fe y de los valores de su vocación, de modo que
mira sus propias deficiencias o tendencias con afecto, como una bendición y un camino
concreto para hacer especialmente viva su opción por los valores vocacionales. En este
caso el impulso es integrado en la personalidad a partir de un significado que la
persona le otorga. Esta integración ha hecho a la persona más libre y más dueña de sí
misma.
3. ACOMPAÑAMIENTO DE LA PURIFICACIÓN DE LAS MOTIVACIONES
Este paso se da cuando han sido reconocidas y clarficadas las propias motivaciones,
distinguiendo las motivaciones válidas de las que no lo son, ya que las motivaciones
vocacionales no se dan en estado puro; las que son válidas se dan junto a otras conductas que
no lo son tanto. Realizada la primera exploración, sus resultados nos recomendarán la
purificación de las motivaciones vocacional. ¿Cómo se hace eso? Ofreciendo a la persona
instrumentos pedagógicos que le ayuden a transformar su motivación espontánea e inválida
en una motivación adecuada.

MOTIVACIÓN MOTIVACIÓN
ESPONTÁNEA E VOCACIONAL
Recursos pedagógicos
INVÁLIDA ADECUADA

a. El procedimiento puede ser el que sigue, sabiendo que se trata siempre de un ejercicio
guiado por el acompañante.
 Conocer las motivaciones reales, no siempre son las que se dicen, las que se tienen
en la conciencia.
 Ayudarle a que se despegue de las compensaciones infantiles o adolescentes, y
asumir las motivaciones más acordes con los intereses vocacionales.
 Reforzar las positivas: Mediante el apoyo personal frecuente y constante.
Importancia de la presentación de los valores (el evangelio, los testigos de la fe,…)
 Desactivar las negativas: Que consiga darse cuenta y expresar que dichas
motivaciones no le conducirán a los fines deseados y “agere contra”, es decir, tratar
de evitar la toma de decisiones simplemente orientados por ellas…
b. Hay intervenciones específicas para hacerlo. J. A. Marina establece ocho recursos
educativos para educar las motivaciones y las conductas que generan15. Manejarlos es
todo un arte, una bella destreza que se va adquiriendo con la observación, la práctica y
la permanente evaluación de lo realizado. Motivar no es más difícil que jugar bien al
golf, pero tampoco menos. Hace falta saber “qué palos” hay que utilizar, tener
paciencia, soportar la frustración y entrenarse mucho. Las indicamos someramente:

15
Cf. J.A. MARINA, Los secretos de la motivación. Ariel,Barcelona, 2011; pp. 50-56.

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1. El premio: En nosotros funciona la ley psicológica según la cual “siempre tendemos
a repetir las acciones que han sido premiadas”. Hay que recordar que cualquier cosa
asociada a un premio, funciona como premio.
2. El castigo: Sólo es eficaz para “evitar conductas”, no para suscitarlas.
3. El ejemplo: La imitación es un mecanismo de aprendizaje extraordinariamente
poderoso en el ser humano. Nuestro cerebro posee unas “neuronas espejo” que
nos incitan a imitar los comportamientos que vemos. La imitación puede ser
espontánea (un testimonio o una moda) o educada (un maestro enseña una acción
a un aprendiz y vigila cómo la realiza).
4. La selección de información y el cambio de creencias. Se ha dicho que “poder” es la
capacidad de reducir la información que llega a un sujeto (cf. censura…; una familia
actúa como mediador de las experiencias de los hijos; la influencia de la presión
social,…).
5. El cambio de deseos y de sentimientos. Las emociones y sentimientos despiertan
deseos de actuar (Vg.: si se suscita el miedo, es muy probable que reaccionen de
acuerdo con ese miedo. Lo mismo con la antipatía). GOLEMAN insiste en el papel
motivador de los sentimientos positivos (la compasión anima a la generosidad; la
gratitud a la gratuidad…). Alguien preguntó a los participantes de un experimento
cuánto estarían dispuestos a donar por ciertas causas caritativas. Cuando enseñaba
la fotografía de una niña famélica, estaban dispuestos a dar el doble que cuando les
daba los datos estadísticos sobre el hambre en África. Lo decía Teresa de Calcuta.
“Si miro a la masa no actúo nunca. Si miro a una persona, sí”.
6. El razonamiento. Persuadir es intentar hacer cambiar de opinión a otro mediante
argumentos (verdaderos o falsos). Si fuéramos perfectamente racionales, el
razonamiento seria nuestra gran herramienta para tomar decisiones, pero no lo
somos (Vg.: no seguimos los consejos del médico, hay conductas que no son nada
racionales…). Sin embargo necesitamos razones. La actividad que no entendemos o
que es inútil, o cuya utilidad no entendemos, nos resulta difícil y sin interés (Vg.: las
monjas de clausura; las órdenes militares;…). El razonamiento nos permite explicar
el sentido de lo que hacemos.
7. La repetición: El entrenamiento como repetición como medio de adquirir hábitos.
Al automatizar los comportamientos, el cerebro facilita y perfecciona su realización
y libera recursos que pueden dedicarse conscientemente. No siempre realizamos
mejor las cosas si las hacemos conscientemente (Vg. Conducir un vehículo, escribir a
máquina, tocar un instrumento musical; cocinar,…). La repetición simplifica los
comportamientos. La formación de rituales tranquiliza, da seguridad, organiza la
realidad y la hace previsible. La adquisición de hábitos es importante (orar, servir,
ser austero,…).
8. Eliminar obstáculos. A veces hay obstáculos que dificultan el inicio o el desarrollo
de la vocación. (Vg. la ignorancia sobre el valor de la vida consagrada…). Los
expertos dan mucha importancia al modo como los alumnos se hablan a sí mismos
durante los procesos de aprendizaje, cómo se comentan interiormente lo que están
haciendo (“Vaya tostón”, “¡Eso no sirve para nada!”, “Ahora podría estar jugando”,…)

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