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LA VISIÓN AMERICANA
La primera piedra
Los rascacielos son los edificios característicos de las grandes ciudades del mundo en
los que su componente vertical es significativamente mayor que sus dimensiones horizontales.
Surgieron a finales del siglo XIX como alternativa ante la congestión de las grandes
aglomeraciones urbanas, en donde el suelo disponible era escaso y demasiado oneroso, en las
que había que conseguir el máximo aprovechamiento de cada parcela.
Si bien esta era la motivación principal que llevo a su concepción, se necesitaban dos
importantes avances técnicos que pudieran posibilitar su desarrollo: el acero estructural y el
ascensor.
Acero estructural
Los primitivos rascacielos se veían seriamente limitados por el espesor que era
necesario alcanzar en los macizos muros de mampostería que transmitían las cargas verticales.
Para aguantar todo el peso, en la base era necesario que dichos muros tuvieran espesores del
orden de 1,5 o 2 metros.
Debido a la exagerada masa que se alcanzaban en algunas de estas construcciones,
como el Monadnock Building, incluso se producían hundimientos en el terreno que obligaban
a dotar de escaleras adicionales y desniveles en la planta baja.
A partir del año 1850 comienza a llegar a Estados Unidos, desde Inglaterra, la práctica
de incorporar elementos metálicos en la construcción de edificios. Si bien al principio se
adopta un sistema mixto en el que los muros exteriores siguen siendo de mampostería y los
entramados internos se realizan a base de vigas y pilares de hierro. Se comienzan así a saciar
los deseos de los arquitectos, que quieren reducir a toda costa el grosor de los elementos
portantes y aumentar los espacios internos aprovechables.
El siguiente paso consiste en elaborar estructuras que carguen tanto con el peso de los
suelos como de los muros, que verán como disminuye su importancia dentro de estas
construcciones. Así, el primer edificio de este tipo, el primero considerado como rascacielos,
será el Home Insurance Building de Chicago, ideado por el estadounidense William Le Baron
Jenney y construido entre 1883 y 1885.
El sistema adoptado, el que fue definitivo por casi la totalidad del siglo XX, consiste en
realizar el entramado portante enteramente en acero y una cortina de delgados muros externos
apoyada en la estructura metálica.
Ascensor
Este ingenio fue absolutamente indispensable, pues resolvía el problema del transporte
RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
vertical entre las diferentes plantas del edificio. A medida que se elevaban la alturas, los
usuarios se sentían menos inclinados a subir interminables escaleras empinadas.
Los primeros aparecieron en Nueva York en el año 1857, pero al ser hidráulicos sus
posibilidades prácticas se limitaban a servir a edificios con alturas del orden de 20 plantas. El
incremento en la demanda de estos fue paralelo al auge en la construcción de grandes
almacenes comerciales, en donde se hacía indispensable trasladar verticalmente cargas y
clientes.
Fue 30 años más tarde, en 1887, cuando se introdujo la tracción eléctrica en los
ascensores. La cabina estaba unida mediante unos cables y guías verticales a unos contrapesos
que apoyaban el movimiento generado por un motor eléctrico.
La última innovación corresponde a Frank Lloyd Wright, arquitecto estadounidense que
concibe la idea de aglutinar en torno a un núcleo principal tanto soportes verticales como
ascensores, cuartos de aseo, conductos de ventilación y otros servicios que pudieran restar
espacio a los pisos.
Home Insurance
Con tan solo 10 plantas y 42 metros de altura, el Home Insurance Building fue
considerado como el primer rascacielos construido en el mundo durante mucho tiempo, hasta
la segunda mitad del siglo XX, cuando se reconoció que el Ditherington Flax Mill
(Shrewsbury, Inglaterra) fue el primer edificio construido con una estructura de acero
(terminado en el año 1797).
El HIB fue ideado por el arquitecto estadounidense William Le Baron Jenney y
construido entre los años 1883 y 1885 en Chicago, Illinois. Aunque no bastó con la meta
alcanzada y, cinco años después, se decidió elevar dos plantas adicionales sobre el edificio.
Si bien su estructura interna estaba hecha enteramente de soportes y vigas de acero
remachados, una parte importante de su peso y de la fuerza que ejercía el viento eran
soportados por los muros de granito de la base y de su parte trasera.
Debido a este novedoso sistema, se consiguió que el peso total del edificio fuera solo de
un tercio de lo que podría haber pesado si se hubiese construido conforme a los métodos
tradicionales que predominaban en la época en todo el mundo. Se ahorró mucho dinero y se
pudo aprovechar mayor cantidad de espacio.
Como curiosidad cabe mencionar que, durante su construcción, la gente de la ciudad
estaba tan preocupada que el Ayuntamiento se vio obligado a paralizar los trabajos para
verificar la idoneidad de la estructura proyectada, por miedo a que esta no pudiera soportar el
peso del edificio o la fuerza del viento.
Una vez terminado, se vieron cumplidos los deseos de la Home Insurance Company y
pudo disfrutar de un edificio en el que se consiguiera la máxima luminosidad para todas sus
dependencias ya que, al liberar a los muros de su característica primitiva ahora se los podía
dotar de mayores aberturas en las que colocar grandes ventanales.
Fue demolido en el año 1931 y en su lugar se levantó el LaSalle National Bank Building
(antiguo Field Building), de 163 metros de altura. En su vestíbulo de entrada se aloja una
placa conmemorativa que dice:
This section of the Field Building is erected on the site of the Home Insurance Building
which structure, designed and built in eighteen hundred and eighty four by the late
William Le Baron Jenney, was the first high building to utilize as the basic principle of
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Hacia los 100 metros: Chicago contra Nueva York
its design the method known as skeleton construction and, being a primal influence in
the acceptance of this principle was the true father of the skyscraper, 1932
El arquitecto (e ingeniero) que ideó este edificio fue educado en la École Centrale des
Arts et Manufactures de Paris. A su regreso a Estados Unidos, ingresó como ingeniero en el
ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión.
Una vez terminada la guerra se mudó a Chicago, en donde fundó su propio estudio
especializado en edificios comerciales y planeamientos urbanísticos.
A partir del Gran Incendio del año 1871, que destruyó la mayor parte del centro
histórico, se implicó activamente en la reconstrucción de la ciudad junto a otros arquitectos de
fama internacional. Chicago resurgió como ciudad importante y consiguió albergar en el año
1893 la Exposición Universal.
Mientras que sus contemporáneos se centraron en los aspectos artísticos de sus
edificaciones, Jenney destacó precisamente por la lógica constructiva que caracterizó a sus
edificios.
Murió en Los Ángeles, California, el 14 de junio de 1907.
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
Masonic Temple
Fue el primer edificio construido en la ciudad de Chicago que superó los 300 pies de
altura (llegando a los 302 pies, 92 metros). Diseñado en 1892 por John Wellborn Root, un
arquitecto al que no le gustaba demasiado la idea de los rascacielos y estaba convencido de
que la altura debía de estar en proporción con la base del edificio, al estilo del edificio
Monadnock.
En las primeras nueve plantas el elemento más característico era el inmenso atrio,
rodeado por tiendas de todo tipo. A partir de la décima planta se encontraban las oficinas y
salas de reuniones “más caras de la ciudad”, como gustaba decir a los propietarios.
La estructura seguía el sistema visto para el Home Insurance y The World, pero a partir
de la planta número 10 se introdujo un refuerzo perimetral de barras de acero diagonales entre
los distintos soportes verticales contenidos en la fachada. Aun así, y siguiendo las ordenes de
la propiedad que quería maximizar el aprovechamiento de la luz solar, se pudieron introducir
grandes ventanales en toda la altura desde el suelo al techo de cada planta.
Aunque la estructura fuera superada por la del edificio New York World, el Masonic
Temple podía presumir de contar con la planta ocupada más alta de todo el mundo.
Fue la construcción más alta de toda la ciudad de Chicago hasta que en esta se decidió
flexibilizar las normas urbanísticas referentes a la altura de los edificios en 1920.
En 1939 sus tiendas, oficinas y dependencias se consideraban ya demasiado obsoletas
para su aprovechamiento lucrativo por lo que la propiedad decidió demoler el edificio.
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Hacia los 100 metros: Chicago contra Nueva York
corporativo.
Fue demolido en 1930 para hacer sitio a la nueva sede del Irving Trust Bank, la
referencia Art decó de la One Wall Street.
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La evolución de «Mannahatta»
15 Park Row
Impulsado por el promotor William Mills Ivins, es uno de los primeros rascacielos que
se construyeron con el objetivo de dar el pelotazo urbanístico, al que posteriormente se
unieron diferentes grupos inversores dirigidos por August Belmont, el fundador de la
Interborough Rapid Transit Company, la operadora original del primer metro de Nueva York.
Después de levantar 8.000 toneladas de acero y 12.000 de ladrillo y terracota durante un
trienio de construcción, e invertir 2.400.00 $, se inauguró en 1899, convirtiéndose en el
edificio más alto del mundo con sus 120 metros hasta el año 1908.
Inicialmente, sus 29 plantas se diseñaron para alojar casi 1.000 oficinas y unos 4.000
trabajadores, lo que generaba que, según algunas estimaciones, por el edificio pasaran
alrededor de unas 25.000 personas cada día de trabajo.
El estar ubicado en la conocida como Newspaper Row, fue un importante foco de
atención para atraer en el año 1900 a sus oficinas la nueva sede neoyorquina de la agencia de
noticias Associated Press, junto a las sedes de los periódicos The World, The Tribune y The
Times.
La fachada principal, hacia Park Row, es un alto rectángulo dividido en seis secciones
horizontales por balcones y bordes ornamentales. Tiene unas llamativas pilastras y esculturas
de cal en la tercera y cuarta planta.
A modo de coronación, destacan sus dos miradores gemelos de 3 pisos, rematados cada
uno con sendas cúpulas de cobre que hicieron las delicias de los críticos de la época, que
consideraban que a estos edificios había que darles una terminación acordes a su estatus.
En el año 2002 sufrió una importante remodelación, en la que desde la planta undécima
en adelante se convirtieron los espacios, originalmente concebidos como oficinas, en
apartamentos residenciales debido a la alta demanda de estos en el centro de Manhattan y al
peso de los años que ya atesoraban las dependencias del edificio.
Singer Building
Tras las Torres Gemelas, el demoler este monumento es el atentado más grande que ha
sufrido la ciudad de Nueva York y sigue siendo el edificio más alto jamás demolido, por
medios pacíficos, de toda la historia. Fue incluido en la lista de los 'New York Landmarks' en
1963, al nivel de otras joyas que a día de hoy sería impensable destruir como el edificio
Woolworth o la Torre Metropolitan Life. Pero vamos por partes.
Frederick Bourne, hombre inteligente que llegó a dirigir la Singer Building Company
tras pasar varios años como administrativo o vendedor de máquinas de coser, comenzó a
pensar en ampliar las instalaciones que la sociedad tenía en el cruce de Broadway con la calle
Liberty. Hizo el encargo del nuevo proyecto en 1902 al arquitecto Ernest Flagg y,
RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
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La evolución de «Mannahatta»
inspiraron en la torre del campanario de la basílica de San Marcos, en la plaza del mismo
nombre de la italiana ciudad de Venecia.
Una vez terminada la construcción, en el año 1909, con 213 metros y 50 plantas se
convirtió en el edifico más alto de Nueva York y, por extensión, en el más alto del mundo tal y
como quería John Rogers Hegeman.
El acabado del edificio fue tal que se le dio un aspecto con reminiscencias muy
renacentista y numerosos adornos y florituras hechas de mármol blanco de Tuckahoe.
Además, se le añadieron cuatro impresionantes relojes, uno por cada fachada de la torre, de
ocho metros de diámetro, mayores que los del Big Ben londinense.
El conjunto ha sufrido varias remodelaciones: un aumento hasta las 15 plantas del
edificio anexo y la inclusión en el mismo de una estación del metro de la ciudad y, la más
crítica, en 1960, cuando se renovó toda la fachada. La mayoría de adornos y detalles
ornamentales que se habían incluido en el diseño original fueron retirados y el mármol blanco
de la fachada fue sustituido por piedra caliza, dando un aspecto más sobrio y moderno para
los estándares de la época.
Años más tarde, a principios del nuevo milenio, sufrió otra profunda remodelación en la
que se invirtieron 30 millones de dolares. La intervención más característica tuvo lugar en la
coronación del edificio: se aplicó un nuevo recubrimiento en la pirámide superior de oro de 24
quilates acompañado de un moderno y potente sistema de iluminación nocturna para tanto
para cúspide como para los relojes.
Antes de contar con este sistema, trabajadores contratados por la compañía debían de
colgarse a 200 metros de altura para aplicar pinturas acrílicas manualmente a los focos y
poder cambiar el tono de la iluminación: rojo y verde en Navidad o rojo, blanco y azul cada 4
de julio, día de la independencia.
El sistema actual hace una mezcla automática regulando los tres colores primarios (cian,
magenta y amarillo) que da como resultado cualquier tono de la escala cromática.
Edificio Woolworth
Es el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, quien el 24 de
abril del año 1913 se encarga de pulsar el botón que prende, desde su despacho en la Casa
Blanca de Washington, todas las lámparas interiores de cada uno de los pisos y la iluminación
exterior del Woolworth Building. Paralelamente, y a la vista del impresionante lobby de
entrada, el reverendo Cadman declara entusiasmado “Queda inaugurada la Catedral del
Comercio Mundial”.
No es para menos: en la impresionante entrada de planta cruciforme se incluyeron miles
de piezas de oro, adornos de mármol, impresionantes mosaicos, estatuas góticas y, lo más
característico, pinturas al fresco de estilo medieval que representaban a Frank Woolworth, el
dueño, contando monedas y a Cass Gilbert, el arquitecto, acunando una maqueta de su
edificio.
El promotor del proyecto fue el señor Woolworth, un hombre que hizo fortuna al darse
cuenta del tirón que tenían los productos baratos. Su imperio se cimentó sobre la base de sus
famosas tiendas de 5 y 10 centavos.
A principios del siglo pasado estaba convencido de que lo que su negocio necesitaba era
renombre mundial y nada mejor para conseguirlo que levantar una impresionante sede en la
ciudad de Nueva York, siguiendo la moda de la época.
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
Para ello se hizo con los servicios del arquitecto Cass Gilbert, acérrimo defensor de los
rascacielos de entonces, quien le presentó unos bocetos iniciales de un edificio que llegaba
hasta los 190 metros de altura. No bastaba para superar la nueva torre de la Metropolitan Life,
por lo que Woolworth ordenó un nuevo diseño: quería construir el edificio más alto del
mundo.
Una vez aprobado el nuevo proyecto, con 57 plantas y 241 metros de altura, al
comerciante no le importó hacer frente al incremento de 5 millones de dolares sobre el
presupuesto de construcción hasta los 13.500.000 $ que pagó al contado y en efectivo,
demostrando el poderío de su imperio.
El edificio construido es un bloque uniforme de 24 plantas en forma de 'U' sobre el que
se eleva una torre, admirada por su esbeltez, hasta los 57 pisos y los 241 metros de altura. De
esta forma, y conforme a la corriente predominante y las normas urbanísticas de la época, se
aseguraba el soleamiento y la ventilación de las calles aledañas. Factor muy importante aquí
debido a la proximidad del ayuntamiento neoyorquino.
La parte superior el edificio se encuentra coronada por una gran cúpula dorada y
circundada por numerosos, incluso excesivos, detalles y gárgolas ornamentales que
provocaron las críticas de arquitectos como Frank Lloyd Wright.
Se equipó al edificio con ascensores de alta velocidad, para la época, que consiguió
mantener un ratio muy rentable de oficinas/ascensores reduciendo el número de los
elevadores hasta el mínimo imprescindible.
Después de 85 años de propiedad, y tras declarar la bancarrota en 1998, la F. W.
Woolworth Company se vio obligada a vender su emblemática sede al Witkoff Group por 155
millones de dolares. Todavía mantuvo de manera testimonial una tienda Foot Locker, la
antigua Woolworth, en el mítico edificio.
Actualmente, dado el bajo número de ascensores que hacen inviable su utilización para
oficinas de alto standing, se encuentra en planes de reconversión a edificio de apartamentos
residenciales.
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La evolución de «Mannahatta»
perjudicaba seriamente a los edificios aledaños: les arrebata el acceso al sol y les privaba de
una correcta ventilación, lo que provocaba un deterioro en las rentas percibidas.
El miedo a una ciudad eternamente a oscuras provocó la promulgación de la '1916
Zoning Resolution', una ordenanza urbanística que evitaba el modelo del EB y volvía su
mirada hacia algo más sensato y respetuoso con el entorno como lo conseguido con el edificio
Woolworth.
La nueva norma era un documento relativamente sencillo que establecía límites de
altura e imponía retranqueos en las fachadas de los edificios en función de la anchura de las
calles. Además, clasificaba ciertos distritos como netamente residenciales y establecía una
serie de usos incompatibles en los mismos.
La Ley traza en cada parcela o manzana de la isla una envolvente imaginaria que define
los contornos de la máxima edificación permitida y acepta que el proceso de multiplicación
pura y simple llegue hasta determinada altura. A partir de ahí el edificio debe retranquearse
según cierto ángulo desde la alinación del solar para que la luz llegue a las calles. Además, se
permite que los rascacielos se eleven sin restricciones en un máximo del 25% de la superficie
del solar. En las últimas disposiciones se fomenta la tendencia de las construcciones
singulares a conquistar la superficie más extensa posible con objeto de que ese porcentaje sea
lo más grande y rentable posible.
Con los años, se ha constatado que la Ley de Zonificación no solo era un documental
legal, si no también una regla de diseño. En un clima de euforia comercial en el que el
máximo legal permitido se traduce inmediatamente en realidad, los restrictivos parámetros
tridimensionales de la norma sugieren toda una nueva idea de la metrópolis.
Si al principio Manhattan fue solo una colección de más de 2.000 manzanas similares,
ahora es una reunión de otras tantas envolventes invisibles. Aunque sigue siendo una ciudad
fantasma del futuro, los perfiles de la isla se han trazado de una vez por todas.
La Ley de Zonificación define Manhattan para siempre como una colección de colosales
casas imaginarias que juntas forman una mega-aldea. Aunque cada casas se llena de
alojamientos, programas, servicios, infraestructuras, maquinarias y tecnologías de una
originalidad y complejidad sin precedentes, el formato primordial de 'aldea' nunca se pone en
peligro. La explosión de escala de la ciudad se controla mediante la drástica reafirmación del
módelo más primitivo de cohabitación humana. Esta simplificación radical del concepto es la
fórmula secreta que permite su crecimiento infinito sin la correspondiente pérdida de
legibilidad, intimidad o coherencia.
Esta Ley, redactada por un grupo de expertos técnicos, se basaba en consideraciones
puramente prácticas. Al restringir el volumen de un edificio, el número de ocupantes quedaba
limitado, había menos gente que necesitaba acceso y salida y el tráfico en las calles
adyacentes se reducía.
A partir de 1916, ninguna construcción de Manhattan podía superar los límites
establecidos y, para sacar el máximo beneficio financiero de cualquier manzana, los
arquitectos de la isla se vieron obligados a aproximarse a la envolvente teórica tanto como
pudieron. En ese momento adquirió una reconocida fama el arquitecto Hugh Ferriss, que se
mudó a Nueva York para trabajar en el estudio de Cass Gilbert, donde se estaba gestando una
arquitectura norteamericana autóctona, en la que los ingenieros y los artistas trabajaban juntos
con entusiasmo y hasta el pueblo apreciaba y aplaudía calurosamente su alianza.
A comienzos de la década de los años veinte Ferriss se establece como artista
independiente en su propio estudio, dedicado plenamente a la delineación de planos y
perspectivas de edificios. Con el tiempo sus dibujos al carboncillo se hicieron muy populares
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
entre los arquitectos y todos los grandes proyectos de rascacielos de la ciudad pasaban por sus
manos.
Al mismo tiempo que hace su trabajo comercial, indaga en los problemas de la ciudad
con otros colegas arquitectos. Esta investigación se centra en el potencial inexplorado de la
Ley de Zonificación y en la envolvente teórica que la norma define para cada una de las
manzanas de la isla de Manhattan. Estudia las posibles formas y la manera de maximizar el
volumen de los edificios.
Sus dibujos son las primeras revelaciones de las infinitas variaciones contenidas dentro
de la figura básica que impone la ley. Después de agotar las categorías individuales, Ferriss se
lanzaría a trazar la primera imagen concreta de su montaje final: el destino último de
Manhattan como una mega-aldea global.
Gracias a la pujanza de Nueva York y a la categoría alcanzada en la arquitectura de sus
rascacielos, consecuencia del cumplimiento de la ley, sus formas y su estilo, a la vez impuesto
y a la vez asumido, serían imitados en todas las grandes metrópolis del planeta, desde Chicago
a Shanghái.
40 Wall Street
A principios de 1929, finalizando los felices años veinte, el banquero de la Manhattan
Company George Ohrstrom y el constructor William Starrett, motivados por la buena marcha
de la economía y las perspectivas inmobiliarias de la ciudad de Nueva York, fundan la 40 Wall
Street Corporation con el objetivo de construir el edificio capaz de destronar al Woolworth
Building de su trono de edificio más alto del mundo.
El encargo se hace al equipo formado por los arquitectos Craig Severance y Yasuo
Matsui, antiguos socios de William van Alen que, por aquel entonces, recibió a su vez un
encargo de similares características por parte del magnate automovilístico Walter Chrysler. La
carrera había comenzado.
En mayo del mismo año se comenzó la construcción en una parcela situada en el
centrico cruce entre Wall y Broad Street, en pleno distrito financiero de la isla de Manhattan.
Mientras tanto, el fuerte boom especulativo que había llevado a cientos de miles de
norteamericanos a invertir en el mercado variable del New York Stock Exchange llegó a su
cima el 24 de octubre de 1929: el Jueves Negro.
El valor de las acciones en la Bolsa de Nueva York se colapsó: tras un mes de
'moderada' caída, 13 millones de títulos fueron puestos a la venta ese día a precios fuera de
mercado y no encontraron comprador, lo que provocó el hundimiento de todos los índices
bursátiles.
A pesar de los intentos de los grandes banqueros americanos por evitar la catástrofe
comprando grandes bloques de acciones a precios muy elevados, la semana siguiente los
títulos siguieron cayendo y se superó con creces el volumen de negocio que se alcanzó el
fatídico jueves. La Gran Depresión había comenzado.
A consecuencia de esto, en aquella época la mano de obra era abundante y muy barata
por lo que, al igual que el edificio Chrysler, la construcción del Manhattan Company
Building, como se le conocía en un principio, siguió a muy buen ritmo y tan solo fueron
necesarios 11 meses para completarlo en su totalidad.
Una vez terminado en abril de 1930, con sus 70 plantas y 283 metros de altura, superaba
por más de 40 metros al edificio ideado por el arquitecto Cass Gilbert 17 años antes. Pero, lo
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La evolución de «Mannahatta»
más importante, es que superaba por 2 simbólicos pies (menos de un metro) la altura que se
tenía previsto que alcanzase la construcción del magnate automovilístico Walter Chrysler.
Habían conseguido levantar el rascacielos más alto del mundo, aunque no les duraría mucho
la euforia ya que el arquitecto rival se guardaba un as en la manga que todavía no había
enseñado.
Una vez inaugurado, dada la mala situación de la economía mundial, muchas de las
firmas que se habían comprometido a arrendar oficinas en el edificio se veían incapaces de
hacer frente a nuevos gastos o, simplemente, se habían declarado en bancarrota. No sería
hasta 15 años después cuando los promotores consiguieran tener completamente ocupados los
casi 80.000 metros cuadrados de superficie disponible en el inmueble, la mayor operación de
este calibre que se dio en el periodo comprendido entre la Primera y la Segunda Guerra
Mundial.
La mala suerte le duraría todavía un poco más y, en el año 1946, un avión de la Guardia
Costera de Estados Unidos que se había extraviado en la niebla colisionó violentamente
contra el Manhattan Company Building, matando a cinco personas.
Como curiosidad, cabe destacar que, a pesar de estar clasificado enteramente como un
inmueble de uso comercial, el Gobernador republicano del Estado de Nueva York, Thomas
Dewey, estableció su residencia oficial en las plantas más altas del edificio, justo bajo el gran
observatorio de la ciudad.
Hacia los años finales del siglo XX, el 90 % de edificio necesitaba una profunda
renovación y había caído en un profundo estado de abandono. Fue el famoso magnate Donald
Trump quien se hizo con el inmueble en el año 1992 por solo ocho millones de dolares.
Se colocaron 3.500 nuevas ventanas, se renovaron todos los sistemas de comunicación,
se implantó la tecnología más puntera y se redecoró el lobby de entrada con caras piezas de
bronce y gran cantidad de mármol italiano.
Como la ambición principal del señor Trump, convertir la mitad superior del edificio a
usos residenciales, no pudo verse materializada se decidió sacar a la venta el inmueble
después de acometer las reformas y haberlo puesto en valor. El precio de salida: 300 millones
de dolares.
Ante la falta de compradores, Donald Trump se quedó con el edificio y le puso su
reconocible nombre.
Edificio Chrysler
Gracias a su sorprendente cúpula de siete pisos, sus arcos escalonados, sus ventanas
triangulares y su característico recubrimiento con el raro acero Nirosta, que refleja el sol de
una manera espectacular en su coronación, el edificio Chrysler se ha convertido, por méritos
propios, en el inmueble preferido por muchos arquitectos y expertos como referente
indiscutible del Art decó más representativo de la ciudad de Nueva York.
El primer impulsor de este edificio fue el senador William H. Reynolds, promotor
inmobiliario y presidente de Dreamland, un parque de atracciones construido a principios del
siglo XX en Coney Island, el lugar de recreo por excelencia de los neoyorquinos. En el centro
del mismo se encontraba la Torre del Faro, la construcción más pequeña y, tal vez, la más
importante del complejo. Se elevaba más de 100 metros por encima del extenso parque y es la
nota dominante en torno a la cual se concentraba el esquema general. Es la construcción más
llamativa en muchas millas a la redonda, iluminada con más de 150.000 luces eléctricas
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
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La evolución de «Mannahatta»
construida sobre la Tierra pero a nadie le importó: al día siguiente la Bolsa de Nueva York
colapsó y los periódicos del día siguiente tuvieron asuntos más serios de los que tratar.
Resulta irónico ya que durante meses la guerra que libraron los dos colosos les había
alimentado páginas y páginas de información para llegar hasta aquí y luego desdeñar la que
debía ser la culminación perfecta soñada por el industrial automovilístico Walter Chrysler.
El edificio construido pronto se convertiría en una de las joyas mas admiradas de la
ciudad. A su inconfundible cúpula de acero inoxidable Nirosta había que sumarle la inclusión
en el diseño final de unos impresionantes adornos del mismo material: las características
águilas de la planta 61 y los radiadores 'alados' 30 pisos más abajo. La elección de este
material fue del propio Chrysler, que lo había utilizado para algunas piezas de sus coches y
sabía que podía conservarse en perfectas condiciones durante muchísimos años, sin ver
alteradas ni mermadas ninguna de sus propiedades.
Todo el edificio es un homenaje a la compañía de coches, la cual ubicó sus oficinas y
una sala de exposiciones en las mejores y más lujosas dependencias del inmueble. Aunque el
conjunto del mismo no desmerecía e, incluso, llegó a recibir gran cantidad de críticas el día de
su inauguración (el 27 de mayo de 1930) por lo recargado y excesivo de la decoración.
El vestíbulo principal estaba decorado muy teatralmente gracias al conjunto de sus
lámparas de araña, los azulejos, la ornamentación en acero inoxidable o, lo más impactante,
una impresionante pintura al fresco en el techo de casi 1.000 metros cuadrados que, por aquel
entonces, era la más grande de los Estados Unidos.
Cada uno de sus 32 ascensores era capaz de recorrer 330 metros en un minuto y todos
estaban decorados de distinta manera, pero con las mejores maderas nobles del país
norteamericano. Uno de ellos era exclusivo para uso del dueño y solo desembarcaba en la
planta 65, donde el señor Walter Percy Chrysler dispuso su despacho privado.
A finales de mayo del año 1930, en el mismo mes de su inauguración, la ocupación del
edificio ya rondaba el 70 % del espacio disponible a pesar de la gran crisis económica que
sufría el país. El industrial había hecho firmar los contratos de arrendamiento antes de
finalizar el edificio, lo que evitó que se produjera la difícil situación por la que pasaron sus
rivales de la Manhattan Company, que vieron como su gigantesco edificio del número 40 de
Wall Street estuvo vacío hasta bien entrada la década siguiente.
Meses más tarde, en el verano de 1930, William Van Allen se disponía a cobrar los
honorarios por el diseño del edificio que estaban estimados en el 6 % del coste total de la
obra, según las prácticas habituales de la época, pero el señor Chrysler se negó a pagarle
porque sospechaba que había cobrado comisiones de las constructoras y no había contrato
firmado por escrito. Como las comisiones no se pudieron demostrar, el arquitecto denunció al
dueño y obtuvo una orden de embargo del edificio. Al final llegaron a un acuerdo, pero Van
Allen puso en peligro su carrera al denunciar al hombre que le había encargado su mejor
proyecto. Este nunca se recuperó y murió en 1954 a los 71 años sin recibir el reconocimiento
de la magnífica obra. Walter Chrysler había muerto a principios de la década de los 40 a los
65 años de edad.
A partir de 1953, la familia Chrysler fue vendiendo las participaciones del edificio y, en
la década de los 70, el 'Club de las Nubes' (un selecto centro de reunión de la élite de la
ciudad, situado dos pisos sobre el despacho del industrial) carecía de socios y acabó
desapareciendo. Las nuevas empresas comenzaron a instalarse en inmuebles más modernos y
el edificio Chrysler llegó a clausurarse.
En 1976, una reforma fiscal de la ciudad de Nueva York otorgaba ventajas tributarias a
los propietarios de edificios comerciales históricos que invirtieran en su restauración, lo que
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
El Empire State
El Empire State, el edificio del imperio neoyorquino, es el faro que, como metáfora de
la sociedad capitalista más puramente americana, ha alumbrado al mundo dirigiéndolo desde
los peores momentos de la Gran Depresión que vivió en su nacimiento hasta los posteriores
triunfos económicos, industriales, tecnológicos y morales que han marcado la personalidad
del mundo occidental durante todo el siglo XX.
Para empezar, conviene repasar la historia de la parcela en la que se ubica el edificio,
que desde antes de comenzar a elevar el rascacielos ya apuntaba ligeros trazos de una
grandeza que le acompañaría desde sus inicios hasta nuestros días, doscientos años después.
Para principios del siglo XIX, tras dividir la isla de Manhattan mediante 12 avenidas en
dirección norte-sur y 155 calles en dirección este-oeste, el ayuntamiento de Nueva York vende
una de las 2.000 manzanas resultantes a John Thompson por 2.600 dólares, quien se ocupa de
cultivarla.
Por aquel entonces la familia Astor estaba alcanzando importantes cotas de estatus en
los Estados Unidos. Habían llegado al continente americano desde el Sacro Imperio Romano
Germánico y se pusieron manos a la obra con lo único que sabían hacer: flautas y pianos de
calidad. Posteriormente, una vez que habían acumulado suficiente capital, fueron ampliando
sus fronteras hacia negocios más boyantes como el mercadeo de pieles y las inversiones
inmobiliarias. Fue en 1827 cuando se hicieron con la granja y los terrenos adyacentes del
señor John Thompson por 20.500 dólares.
Durante lo que resta del siglo XIX la familia construye en la parcela dos impresionantes
mansiones señoriales y con los años, tras demolerlas, edifica en su lugar el Waldorf Hotel en
primer lugar y Astoria Hotel seguidamente. Para el año 1897 ambos establecimientos forman
un complejo hotelero perfectamente adaptado y equipado y ya se lo conoce con el nombre de
Waldorf-Astoria Hotel y es el lugar de reunión habitual del grupo conocido como 'Los
cuatrocientos de Nueva York', una especie de asamblea de notables en la que se concentraba
lo más granado de norteamérica.
En el año 1928 la familia Astor vende el complejo y los terrenos aledaños, por 20
millones de dólares, a Thomas Coleman Du Pont y traslada el negocio a un rascacielos art
decó de 47 plantas en Park Avenue.
Paralelamente Coleman Du Pont, su hermano Pierre Samuel y el secretario de este John
Jakob Raskob, que habían sido los verdaderos impulsores del éxito de la General Motors,
gracias a su idea de conceder créditos para la financiación de los vehículos vendidos, fundan
la compañía Empire State Incorporated y nombran a Alfred Smith para dirigirla.
El señor Smith fue sheriff del condado y gobernador de Nueva York durante cuatro
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La evolución de «Mannahatta»
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
isla.
Aunque la primera piedra la colocó Alfred Smith el 17 de septiembre del mismo año, la
construcción efectiva había comenzado seis meses antes, el día de San Patricio.
La tarea que habían asumido los arquitectos de Shreve, Lamb & Harmon Associates y la
constructora Starrett Brothers & Eken fue titánica:
– Debían de realizar un sótano enterrado 11 metros bajo tierra
– Había que ensamblar una estructura compuesta por 210 columnas y 60.000 toneladas
de acero
– Colocar casi 30.000 metros cuadrados de piezas y plazas de mármol
– 10.000.000 de ladrillos cerámicos para revestir la fachada
– 6.500 ventanas
– 73 ascensores
– Sistema de calefacción formado por 80 km de tubos y radiadores.
– 120 km de tuberías de distribución de agua, que han de satisfacer una demanda de 780
metros cúbicos al día.
– Instalación eléctrica formada por un cableado de 750 km que suministra los 40
millones de kw/hora utilizados por los usuarios del edificio.
– 400 Bocas de Extinción de Incendios
– Casi 1.700 km de cable telefónico que dieran servicio a 18.000 teléfonos
– …
Según los cálculos realizados por el gabinete de arquitectos, para no exceder los costes
y el presupuesto disponible, las obras no debían de extenderse más allá de los 20 meses. Para
ello se optó por recurrir a la prefabricación en todos los elementos en los que fuera posible y,
sobre todo, en la estructura.
A diferencia de sus colegas europeos, quienes construían con hormigón armado y se
veían seriamente influenciados por las condiciones climáticas, los constructores americanos
usaban preferentemente los entramados de acero. Es una construcción 'en seco' que no
depende de las inclemencias del tiempo, ni necesita unos días para 'fraguar' ni nada por el
estilo. Además, conforme avanzan las obras y los trabajadores se adaptan al sistema
constructivo, los tiempos entre ciclo y ciclo se disminuyen. Así, gracias al empleo de una
estructura de acero idéntica para todas las plantas, se llegó a un vertiginoso ritmo de
construcción de nueve plantas cada dos semanas.
Este ritmo constructivo, al igual que para el edificio Chrysler, se vio favorecido por el
estallido de la Gran Depresión, que ponía a disposición de los constructores una ingente
cantidad de mano de obra a unos precios muy competitivos, casi abusivos. Lo que resulta
curioso, ya que el presidente de la corporación, Alfred Smith, había llegado a ser Gobernador
con unos programas electorales en los que se comprometía a luchar por mejorar las
condiciones económicas e higiénicas de los trabajadores del Estado de Nueva York.
Así, gracias al empleo de 3.400 trabajadores (nativos americanos e inmigrantes
europeos en su mayoría), a la prefabricación de varios elementos, a la optimización de los
tiempos de entrega y a la buena organización en general se consiguió terminar el edificio en
solo un año y 45 días. Siete meses antes de lo previsto inicialmente, todo un récord para la
época.
Fue el primer día de mayo del año 1931 cuando, imitando lo hecho para el edificio
Woolworth 18 años antes, el Presidente Hoover acciona un botón en Washington DC que
acciona las luces y da por inaugurado oficialmente el edificio Empire State de Nueva York.
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La evolución de «Mannahatta»
Con sus 102 plantas y sus 381 metros (443 hasta lo alto de la aguja) se convierte,
superando el edificio Chrysler, en el edificio más alto de la ciudad de Nueva York y, por
extensión, del mundo. También fue el primero en superar la barrera de las 100 plantas
construidas y aprovechables. Semejante empresa costó el montante de 40 millones de dólares
(incluyendo los 20 del terreno) que fueron 10 menos de los estimados en el presupuesto de
ejecución inicial.
El nuevo mastodonte tiene un volumen cercano a un millón de metros cúbicos y pone en
el mercado de la ciudad 200.500 metros cuadrados de nuevas oficinas de primera calidad.
Tiene un vestíbulo de 3 plantas elevado unos 14 metros sobre el nivel de la calle. En él, ocho
escaleras mecánicas de alta velocidad se encargan de llevar a los usuarios hasta las zonas de la
segunda planta y en su interior se dispusieron 8 murales muy característicos: las 7 maravillas
del mundo por un lado y, por otro, una representación con la silueta del Empire State sobre el
Estado de Nueva York. Se dejaba claro de este modo que este edificio era la octaba maravilla
del mundo, como ya venía anunciando la American Society of Civil Engineers.
En los primeros años de vida del edificio, a causa de la difícil situación financiera y la
depresión económica generalizada, fue muy complicado conseguir contratos importantes que
atrajeran empresas a las oficinas y solo se ocupó el 25% del espacio disponible. Durante los
primeros 12 meses de vida, el mirador de la planta 86 dio unos beneficios de 1.000.000 $,
mucho más de lo que se consiguió por las dependencias que había arrendadas unas plantas
más abajo.
Una vez finalizado el edificio comenzaron las pruebas para la terminal de amarre de
dirigibles, el 'sombrero' del edificio. A 400 metros de altitud, a las propias corrientes de esa
altura hay que sumarle los remolinos que provocan las características formas del edificio en
su coronación por lo que, tras un par de intentos fallidos, se dio por desechada la idea. Tal y
como habían previsto y avisado los proyectistas.
Dado el éxito y los retornos económicos que proporcionaban a los dueños el mirador del
edificio, se decidió aprovechar el ascensor que subía hasta la fallida terminal y se equipó al
edificio con un segundo observatorio panorámico en la planta 102. Posteriormente se añadió a
la coronación una impresionante torre de telecomunicaciones que da servicio a los estados de
Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Connecticut y Massachusetts. En días despejados,
desde el nuevo mirador, también se pueden llegar a divisar territorios de estos estados.
A las 9:40 del sábado 28 de julio de 1945, un bombardero B-25 de la Fuerza Aérea de
los Estados Unidos que iba perdido por la espesa niebla se estrelló en el lado norte del
edificio, entre los pisos 79 y 80. Una parte del motor salió despedida hacia un inmueble
contiguo y el resto del avión penetró en el interior y se incrustó en la caja de uno de los
ascensores. A pesar de que el fuego causado fue extinguido en 40 minutos, no se pudo evitar
la pérdida de catorce personas en el incidente, incluyendo la tripulación del aparato. El
Empire State no sufrió mayores daños y fue reabierto a los trabajadores de las oficinas unos
días más tarde.
En 1951, el edificio es vendido por los herederos del promotor Jakob Raskob por 34
millones de dólares al grupo dirigido por Roger I. Stevens. Al mismo tiempo, la compañía de
seguros Prudential Insurance Company of America compra el edificio por 17 millones de
dólares y firma un contrato de arrendamiento a largo plazo con los propietarios. En 1954, un
grupo de Chicago dirigido por el Coronel Henry J. Crown compra el edificio por 51,5
millones de dólares, convirtiendo la operación inmobiliaria en la de mayor envergadura que se
había hecho hasta entonces.
En 1965, el director de operaciones encargado de explotar el Empire State tuvo una
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
excelente idea para promocionar el edificio de nuevo: subir hasta el observatorio del piso 86
un Ford Mustang, el coche más vendido de la historia de los Estados Unidos, con nueve
millones de unidades. A los encargados de Ford les pareció una excelente idea y enviaron de
inmediato una tropa de trabajadores que se encargaron de tomar medidas de las puertas,
pasillos y ascensores por los que tendría que pasar el vehículo.
Como subirlo de una vez parecía imposible, se decidió elevarlo en cuatro piezas por los
ascensores destinados a los trabajadores de las oficinas y ensamblarlo en el mirador. Una vez
logrado, se fotografió desde un helicóptero y más tarde, el mismo día, se volvió a desmontar y
montar para introducirlo en el interior del mirador, hasta donde descansaría para ser
'destrozado' por última vez cinco meses más tarde, el 16 de marzo del año 1966.
A lo largo de los años, más de treinta personas se han suicidado desde la parte superior
del edificio. El primero de ellos se produjo incluso antes de su finalización, cuando un
trabajador que había sido despedido por la constructora Starrett Brother & Eken decidió
quitarse la vida desde su último lugar de trabajo. En el año 1947, después de que cinco
personas se quitaran la vida en menos de tres semanas, los dueños, instados por el propio
Ayuntamiento de la ciudad, colocaron una vaya alrededor del perímetro de la terraza del piso
86.
En el año 2009, el ex Presidente de los EEUU, Bill Clinton, y el alcalde de Nueva York,
Michael Bloomberg, se propusieron convertirlo en un edificio sostenible y eficiente
energéticamente. En el plan se pretende reducir un 38% su gasto de energía aislando cada una
de sus 6.500 ventanas y mejorando la eficiencia de la iluminación, la ventilación y el sistema
de aire acondicionado.
Las obras están presupuestadas en 500 millones de dólares, de los cuales un 20% están
sufragados por la Fundación Clinton para el Cambio Climático y con ellas se pretenden
concienciar de lo importante que es sumarse al ahorro energético generalizado en los
edificios. Se calcula que en torno al 70% de la emisión de gases de efecto invernadero de la
ciudad lo producen los rascacielos como este.
Actualmente el edificio es sede de más de 1.000 empresas, tiene su propio código postal
y en él trabajan más de 21.000 personas y lo visitan a diario unas 13.000 adicionales. Es el
segundo mayor complejo de oficinas de los Estados Unidos solo por detrás del Pentágono, en
Washington DC.
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El rascacielos y sus
complejos: La revancha de
Chicago
Rockefeller Center
Raymond Hood tiene una teoría discreta y personal sobre lo que espera del futuro de
Manhattan: quiere que la isla se convierta en un océano de torres sutilmente conectadas y
dependientes unas de otras, rodeadas por amplios espacios de zonas sin construir de modo que
la ciudad pudiera recuperar su integridad. No le basta con el mero hecho de coger las parcelas
existentes y extruirlas hasta donde permita la Ley de Zonificación.
Sabe que su idea no es del todo descabellada: los nuevos rascacielos pueden
acomodarse a las manzanas existentes apoderándose, poco a poco, del urbanismo de la ciudad
existente sin mayores impedimentos.
Con el paso del tiempo Hood va poniendo sus ideas en práctica en los distintos
proyectos que le encargan, hasta que se topa con un pastor protestante que quiere construir la
iglesia más grandiosa del mundo.
Representa a una congregación de hombres de negocios y el emplazamiento era
sumamente valioso por lo que no sólo querían construir la iglesia más grandiosa del mundo,
sino incorporarle empresas que produjeran ingresos como un hotel, un albergue juvenil, un
edificio de viviendas con piscina, etc. Al nivel de la calle habría tiendas para obtener altos
alquileres y en el sótano estaría el garaje más grande de Columbus (Ohio). El garaje era muy
importante porque, al ofrecer a los miembros de la congregación un sitio donde aparcar el
coche al venir a trabajar los días laborables, el pastor lograría sin duda que la iglesia fuese el
centro de sus vidas.
Sería la primera vez que Raymond trabajara en un edificio multifuncional en el que
poner en marcha varias de sus ideas. Crearía así un cisma vertical en el proyecto, apilando
esas actividades tan dispares directamente una encima de otra, sin preocuparse de su
compatibilidad simbólica.
Todos los hombres de negocios de la ciudad deben haberse percatado de lo ventajoso
que sería ampliar las posibilidades de lo propuesto por Hood. Podrían vivir en el edificio
donde está instalada su oficina y esta podría estar directamente por encima de las industrias
que la sirven. Consideran que hacia ese ideal debería orientarse el trabajo de las empresas
inmobiliarias y de los estudios de arquitectura.
Industrias enteras debería agruparse en conjuntos interdependientes con clubes, hoteles,
almacenes, viviendas e incluso teatros. Tal disposición permitiría un gran ahorro de tiempo,
así como disminuir el desgaste natural de nuestro sistema nervioso. Colocando a un trabajador
dentro de un conjunto unificado apenas tendría que poner el pie en la acera durante todo el
RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
día.
De esta manera se concibe una solución para Manhattan: aliviar la congestión con más
congestión. Propone que los futuros rascacielos sean ciudades dentro de la ciudad. Núcleos
perfectamente funcionales que copen todas las demandas de sus inquilinos.
Así, todo el movimiento horizontal que contribuye a la congestión de la ciudad se
reemplaza por un movimiento vertical en el interior de los rascacielos, provocando la
descongestión de las calles.
Llevando más allá su idea, piensa en agrupar varias de estas torres en torno a los cruces
de las grandes avenidas creando varias 'montañas' de acero y hormigón que descienden
paulatinamente hasta el nivel de la calle.
Estas 'montañas' se convertirían en la materialización de la Ley de Zonificación de
1916: la megaaldea, el Manhattan definitivo plenamente habitable y funcional.
Mientras tanto, al arquitecto Benjamin Wistar Morris se le hizo el encargo de buscar un
nuevo emplazamiento para la Ópera metropolitana. La búsqueda se convierte en toda una
paradoja: si se quiere un buen lugar, el terreno sería tan caro que habría que rodear el edificio
de otras funciones comerciales que lo hicieran rentable. De esta manera correría peligro de
verse enterrada entre las mismas actividades comerciales que la hicieran rentable.
Finalmente descubre un terreno de unas tres manzanas, con edificios de apartamentos
que son propiedad de la Columbia University, entre las avenidas Quinta y Sexta y las calles 48
y 52. Ahí proyecta un conjunto final: un edificio exento para la Ópera, que permita admirar
toda su belleza Beaux arts, flanqueada por cuatro magníficos rascacielos en cada esquina de
una gran plaza central.
Cuando esta propuesta se presenta oficialmente en el Metropolitan Club, cuyos socios
han patrocinado el proyecto, John D. Rockefeller Jr. empieza a mostrar interés y se ofrece
para asumir la responsabilidad de la planificación y la financiación, ya que la Ópera no tiene
medios para construir su nueva sede.
Como Rockefeller no es un experto en este tipo de operaciones, delega las
responsabilidades organizativas en su amigo John R. Todd, hombre de negocios, contratista y
promotor inmobiliario.
Todd, junto con sus propios arquitectos Reinhard y Hofmeister, escudriña la propuesta
inicial de Morris basada en esa paradoja de la máxima congestión combinada con la máxima
belleza. Pero tiene un punto débil: se desentiende completamente de la envolvente máxima
que permite la Ley de Zonificación de 1916, que por aquel entonces es tanto una necesidad
financiera como un modelo arquitectónico en sí mismo. Al contrario que la 'montaña' de acero
y hormigón que proponía Raymond Hood, el proyecto de Morris, con el vacío de la explanada
en el centro, es como el cráter de un volcán.
El promotor y su equipo de arquitectos deciden reparar el error deciden colocar una
supertorre en el centro, circundada por las cuatro torres más pequeñas de las esquinas.
Sin embargo, meses más tarde vendría el colapso de la economía y la Gran Depresión. A
partir de ahora el proyecto dejaría de ser una empresa razonable en el aspecto financiero y se
convierte en algo irracional en el aspecto comercial. Paradójicamente, sería la Ópera, que
había dado el impulso inicial, el primer elemento en considerarse prescindible en el futuro
complejo.
John D. Rockefeller no se amedrenta y sigue adelante con el proyecto. Se invita a
participar a varios arquitectos y se le pide a cada uno que desarrolle una propuesta personal en
competencia con los demás.
La propuesta de Raymond Hood reincide en su obsesión. Debido a las tres manzanas
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
bastante explícito: en un espacio de unos 24.000 metros cuadrados debía desarrollar más de
1.000.000 de metros cuadrados de superficie aprovechable, incluyendo una nueva estación de
metro. Además, el presupuesto del proyecto no debía de superar los 500 millones de dólares.
El arquitecto
Tras el recibir el encargo, Yamasaki estudió más de 100 combinaciones diferentes que
cumplieran con los objetivos marcados antes de decidirse por la fórmula definitiva. Una sola
torre sería irracionalmente grande, además de estructuralmente inviable para aquel entonces, y
un número superior a dos no implicaba altura suficiente para destacar sobre los edificios
vecinos. Así que se optó por la solución más equilibrada y más atractiva visualmente: dos
torres gemelas, rodeadas de un pequeño séquito de edificios de apoyo.
Las Torres Gemelas, con 110 plantas y más de 400 metros de altura sería los edificios
más altos jamás construidos por el hombre. Desde sus miradores en las últimas plantas, en los
días despejados, sería posible divisar más de 70 km a la redonda desde su ubicación en el Sur
de Manhattan.
Pero un proyecto de semejante magnitud requería avances técnicos y la optimización de
la eficiencia de dos factores clave en cualquier rascacielos: la estructura y el sistema de
ascensores.
Para la estructura el arquitecto eligió un sistema, al que más tarde se daría en llamar
'estructura en tubo', que ya había puesto en práctica en el edificio IBM de Seattle. Este, a
diferencia del WTC, era solo de 20 plantas, pero ya había convencido a Yamasaki de las
bondades y beneficios de aplicarlo en futuros rascacielos.
Al ya tradicional núcleo resistente central, que alojaría los servicios, instalaciones y
ascensores, se le sumaría el marco estructural en el que se convierte la fachada. De esta
manera la piel del edificio deja de ser un simple recubrimiento pasivo para pasar a ser la pieza
clave de la sustentación del mismo. Es su compleja estructura, pero simple a la vez, la que se
encarga de soportar todos los esfuerzos horizontales provocados por el viento. Por su parte, el
núcleo se encarga de recoger todas las cargas verticales que recibe a través del entramado que
forma el forjado de cada planta. De esta manera el resto del edificio queda completamente
diáfano y se libera mucha mayor cantidad de espacio para ser aprovechado ya que hasta
entonces la costumbre de los arquitectos era situar, como mínimo, un soporte vertical cada 9
metros. Lo que provocaba que el interior de los rascacielos fuera un auténtico bosque de
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
columnas de acero.
Con respecto a los ascensores, era evidente que había un problema que solventar.
Irónicamente, a la vez que el ascensor hizo posible la consecución del rascacielos, era él
mismo quien limitaba su futuro crecimiento hacia el cielo. Mientras más plantas se querían
construir, más gente había que transportar, lo que implicaba un mayor número de elevadores.
Y mientras más elevadores se necesitaran, más espacio ocupaban y menos cantidad de metros
aprovechables se podían conseguir. Esta era una de las razones, y no los impedimentos
económicos, de que los rascacielos raramente crecieran mas allá de las 80 plantas.
Así que para conectar las 110 plantas de las torres entre si y la calle había que equiparlas
con un sistema muy voluminoso que limitaría el futuro aprovechamiento comercial del
edificio. Para solucionarlo el equipo se sacó de la manga una importante baza: los 'Sky
lobbys', inspirados en el sistema de intercambio entre zonas locales y zonas rápidas del metro
subterráneo de la ciudad.
Estos Sky lobbys, o vestíbulos de intercambio, se encontraban en las plantas 44 y 78 de
cada una de las dos Torres Gemelas. Hasta ellos se accedía desde la calle en ascensores de alta
velocidad y después, mediante los sistemas locales, se llegaban a las distintas plantas de las
respectivas zonas verticales, tres en total, en que se dividieron los rascacielos. Estos
vestíbulos eran una extensión del principal de la planta baja y en ellos se alojaban tiendas,
restaurantes y diversos servicios generales.
Con la inteligente combinación de la estructura en tubo y el sistema de Sky lobbys con
'solo' 99 ascensores por torre, se consiguió liberar el 50% de la superficie de cada planta para
aprovechamiento comercial. Hasta este momento en los rascacielos lo máximo que se
conseguía amortizar era solamente el 25% de la totalidad de cada piso.
Como los ingenieros sabían, para que un gran rascacielos no se quiebre necesita ser
flexible para poder amortiguar los efectos que podría producir el viento. Si bien, a esta escala,
en sus plantas más altas las Torres Gemelas solo podrían alojar empleados con estómagos a
prueba de bombas. Así que para minimizar los efectos se dotó a cada una de las torres, en las
uniones entre las columnas y los forjados, de 11.000 amortiguadores hechos de material
viscoelástico.
De esta manera se conseguía contrarrestar los efectos que el viento producía en el
edificio incluso antes de que los usuarios se pudieran percatar del vaivén.
Fruto de la perfecta conjunción de todas estas innovaciones tecnológicas, del carácter
sobrio y funcional que el arquitecto quería imprimir a los edificios y de la determinación de la
Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey de llevar a cabo un complejo magnánimo
nació el diseño final del World Trade Center. A las dos Torres Gemelas, conocidas
posteriormente como WTC 1 y 2, les acompañarían en su andadura varios edificios:
– WTC 3: El Hotel Marriot, con 22 plantas y 825 habitaciones, diseñado por SOM.
– WTC 4: Edificio de oficinas de 9 plantas, sede del Deutsche Bank
– WTC 5: Edificio de oficinas, también de 9 plantas. Sería sede de US Airways,
American Airlines, varias oficinas gubernamentales y, en sus plantas subterráneas, se
encontraba la estación de metro del complejo.
– WTC 6: Edificio de oficinas del gobierno de 7 plantas. Albergaba también la Aduana
de los Estados Unidos.
– WTC 7: Edificio de 186 metros de altura y 47 plantas dedicadas a órganos federales
(Servicio Secreto, Departamento de Defensa, Inmigración, etc).
Todos ellos formarían un complejo sincronizado en perfecta armonía y articulado en
torno a una gran plaza central, que permitiría al ciudadano contemplar maravillado las
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
colosales dimensiones de las Torres Gemelas, auténtico corazón bicéfalo del conjunto.
El diseño final de Minoru Yamasaki se presentó en sociedad el 18 de enero de 1964,
causando gran controversia. El New York Times declaró al día siguiente: “Su impacto en la
ciudad de Nueva York, para bien o para mal, económica y urbanísticamente, será enorme”.
Así mismo, se dijo que el diseño perjudicaría el carácter de la ciudad, empobrecería la
señal de TV y arruinaría el skyline de Nueva York, convertido para entonces en una perfecta
montaña de edificaciones que descendía paulatinamente desde la aguja del Empire State hasta
la costa de Manhattan.
Uno de los críticos que más lejos llegó en sus afirmaciones fue Charles Jencks,
arquitecto y crítico conocido por popularizar el término 'posmoderno', al afirmar: “Es un tipo
de arquitectura tan repetitiva que uno podría dormirse observándola. Tanto Hitler como
Mussolini usaban un estilo parecido para controlar el pensamiento de las masas, llevándolas
hacia una especie de letargo hipnótico, completamente aburrido”.
La construcción
A pesar de las duras críticas que la Autoridad Portuaria estaba recibiendo, en las que se
la calificaba como una agencia pública especuladora e intervencionista, la operación siguió
adelante.
Antes de comenzar las obras, en marzo del año 1965, fue necesario cerrar cinco calles
enteras y derribar más de 160 edificios para hacer sitio a las máquinas que levantarían el
futuro complejo. Seguidamente comenzarían los trabajos de excavación, pero previamente
había que solucionar un gran problema. La mitad de los terrenos sobre los que se pretendía
construir el complejo habían sido previamente arrebatados al Hudson hacía un par de siglos,
por lo que había que para asentar las torres habría que excavar hasta el lecho rocoso luchando
contra las infiltraciones de agua, manteniendo alejado el río.
De la tarea se encargó Guy Tozzoli, hombre con una dilatada experiencia en la gestión y
dirección de grandes proyectos de la Autoridad Portuaria. Él y el experto Jack Kyle, Ingeniero
Jefe de la misma agencia, se pusieron manos a la obra con un ingenioso plan: la conocida
como Bathtub. Esta sofisticada 'bañera' consistía en rodear todo el perímetro con lo que en
España llamamos 'muros-pantalla'.
Mediante grúas equipadas con bivalvas se excavaban secciones de 90 cm x 6 m hasta
topar con el lecho rocoso, a unos 21 metros de profundidad (el equivalente a 7 pisos).
Mientras tanto se iba rellenando las zanjas con un lodo de bentonita, un tipo de arcilla de
grano muy fino que se hincha en contacto con el agua, que sostenía y apuntalaba contra
posibles derrumbes de las paredes.
A continuación se introducían las armaduras de acero corrugado y se bombeaba
hormigón hasta el fondo de la zanja. Era el mismo concreto el que provocaba la ascensión de
la mezcla bentonítica, que se recogía posteriormente en la superficie para aprovecharla en la
siguiente sección.
Una vez que se hubo realizado esta operación 152 veces la bañera ya se dio por
terminada y ya podían comenzar los trabajos de excavación. Había que remover casi un
millón de metros cúbicos de tierras que Guy Tozzoli decidiría donar a la ciudad para ganar al
río las diez hectáreas que ocupa el actual Battery Park, la zona verde más importante en el Sur
de Manhattan, justo en el extremo del distrito financiero.
Cuanto más avanzaban los trabajos mayores debían de ser las precauciones ya que a
través de la zona de excavación circulaban los tubos de hierro fundido que alojaban la línea de
metro que cruzaba el río hasta Nueva Jersey. Línea que debía de seguir operativa mientras
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
duraran las obras, por lo que sería necesario apuntalarla mientras los trenes continuaban su
trayecto subterráneo, transportando más de 80.000 personas diariamente entre ambos estados.
Con el tiempo, una vez que las nuevas vía entraron en servicio, sería reubicada y los viejos
conductos eliminados.
En el año 1966 comenzaron a elevarse las primeras columnas de acero de la Torre Norte
(WTC 1), a la que posteriormente seguirían las de la segunda torre. En cada uno de los
núcleos era necesario ensamblar más de cincuenta pilares y en cada forjado había que dejar
hueco para los hasta 56 ascensores (incluyendo los sistemas locales y los de alta capacidad)
que había en algunas de las plantas intermedias.
Conforme se iba elevando el núcleo central de cada una de las torres, unas plantas más
abajo, continuaba la ascensión del marco perimetral. Este estaba formado por módulos
prefabricados de secciones huecas de acero recubiertas de aluminio que solo había que izar y
ensamblar, como si de un puzle gigante se tratara.
Una vez levantados tanto el núcleo central (un rectángulo de 24 x 42 metros) como el
marco exterior (un cuadrado de 64 x 64 metros), se colocaban las vigas que soportarían los
forjados, con una luz entre ambos apoyos de 18 metros. Una vez que ambos rascacielos
estuvieran terminados, estas vigas serían las encargadas de actuar de diafragma entre ambas
secciones, absorbiendo parte de las deformaciones que pudiera producir el viento al golpear
en la fachada.
Este sistema permitió que las Torres Gemelas del World Trade Center fueran los
primeros rascacielos construidos por el hombre sin necesidad de levantar ningún muro o pared
de mampostería.
Una vez terminada la fachada, daría la impresión de que toda ella estaba copada por
ventanas, pero en realidad el vidrio constituía solamente el 30% de la superficie de las
fachadas. Según todos los cálculos realizados por los ingenieros, no era necesario que los
módulos estructurales en su conjunto ocuparan el 70% de la superficie, pero era una exigencia
del propio Minoru Yamasaki, que sufría pánico a las alturas y prefirió equipar el edificio con
ventanas más estrechas.
Iban pasando los meses y los 3.500 empleados contratados para los trabajos iban
cumpliendo, poco a poco, con el programa de objetivos previsto: había que ensamblar
200.000 toneladas de columnas y vigas de acero, bombear 325.000 metros cúbicos de
hormigón hasta sus respectivos encofrados, colocar 300.000 metros cuadrados de superficie
acristalada correspondientes a 43.600 ventanas e instalar casi 200 ascensores y 71 escaleras
automáticas entre las dos torres.
La primera en terminarse fue la Torre Norte (WTC 1) en diciembre del año 1972. Con
110 pisos y 417 metros de altura (526 hasta la punta de la antena) se convertiría en el edificio
más alto de la ciudad de Nueva York, y del mundo.
En cambio, para ver terminada la Torre Sur habría que esperar unos meses más hasta
enero de 1972, cuando con sus 110 plantas y 415 metros de altura se convertiría en el segundo
rascacielos más alto del mundo, al no superar a su hermana mayor.
La inauguración del complejo entero se haría al año siguiente, el día 3 de abril de 1973.
Para entonces en las dos torres se había invertido una cantidad de dinero cercana a los 900
millones de dólares, casi el doble de los 500 que se había marcado como limite la Autoridad
Portuaria.
Finalmente, a pesar de todos los problemas que habían surgido desde los inicios de los
primeros planes (recordemos que los primeros movimientos en este sentido se habían
producido a comienzos de la década de los 50, más de 20 años antes) y de las múltiples
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
denuncias y críticas que había sufrido el proyecto, el World Trade Center se dio por
terminado.
Con el paso del tiempo ambos rascacielos alojarían en 800.000 metros cuadrados de
superficie la sede de más de 500 empresas de importante relevancia mundial. En ellas
trabajarían alrededor de 50.000 empleados y por sus ascensores subían y bajaban cada día
hasta 150.000 personas al día.
Por méritos propios, el complejo se había convertido en foco de atracción mundial. Las
Torres Gemelas fueron el símbolo que necesitaba la ciudad para colocarse en el mapa
nuevamente como ciudad eternamente global. Construidas en un tiempo en el que el futuro se
veía cargado de nubarrones sobre la isla, el World Trade Center devolvió el esplendor a Nueva
York, como una prueba de que la Gran Manzana creía en sí misma y en el sistema capitalista
que las había hecho posible.
Philippe Petit
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
espacio entre las torres hasta que fueron capaces de pasar el cable de acero de 80 metros, 3 cm
de grosor y más de 200 kilos de peso. Una vez terminada esta operación, que le había costado
toda la noche, por primera vez en la historia las Torres Gemelas se encontraban unidas por un
cable que casi ni se veía desde la calle, a más de 400 metros de altura.
Wall Street estaba amaneciendo cuando, un poco más tarde de las 7 de la mañana,
Philippe Petit comenzó su histórico paseo entre ambos rascacielos. Mientras tanto, en la calle,
a nivel de los mortales, la gente se iba congregando en torno al World Trade Center,
intentando adivinar qué es lo que estaba pasando allí arriba.
El sargento Charles Daniels, del departamento de policía de la Autoridad Portuaria, que
fue enviado para hacer descender a Petit, contó posteriormente: “Observé al bailarín
aproximadamente a medio camino entre las dos torres. Cuando nos vio, sonrió y comenzó a
reír, a la vez que se arrancaba a bailar temerariamente sobre el cable. Más tarde, llegó al
edificio y le pedimos que bajara de la cuerda pero, en lugar de eso, se dio la vuelta y corrió de
nuevo hacia la otra torre balanceándose arriba y abajo. Sus pies realmente volaban sobre el
cable y volvían a posarse de nuevo sobre este, una y otra vez. Realmente increíble, todos nos
encontrábamos hechizados mientras le observábamos”.
Philippe fue advertido por unos de sus amigos en la Torre Sur que un helicóptero de la
policía vendría a sacarle del cable. Había comenzado a llover y Petit pensó que ya había
corrido suficientes riesgos tras haber cruzado hasta 8 veces entre ambos rascacielos, por lo
que decidió entregarse a la policía que le esperaba junto a sus amigos y fue arrestado nada
más bajar del cable. La policía, provocada por sus mofas mientras se encontraba en mitad de
su hazaña, le esposó y tiró por unas escaleras; algo que posteriormente describiría como la
parte más arriesgada de la acrobacia.
Para deleite de la Autoridad Portuaria, dueña del complejo, el hecho atrajo las miradas y
provocó portadas alrededor de todo el mundo para las Torres Gemelas del World Trade
Center. La inmensa repercusión mediática y admiración pública del número tuvo como
resultado la retirada de todos los cargos que se le habían imputado. La corte, sin embargo,
sentenció a Petit a realizar un espectáculo para los niños de Nueva York, que transformó en un
nuevo ejercicio de funambulismo, esta vez en Central Park, sobre el lago Belvedere.
Por cortesía de la agencia pública, Philippe fue obsequiado con un pase vitalicio para la
plataforma de observación de las Torres Gemelas y se le invitó a que estampara su firma en
una viga de acero próxima al punto donde comenzó su paseo.
El atentado
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RASCACIELOS: LA VISIÓN AMERICANA
La Torre Willis
Chicago, avanzadilla y centro de investigación de la vanguardia arquitectónica mundial,
fue la ciudad que vio nacer el concepto de rascacielos gracias a los ligeros entramados
metálicos que ideara William Le Baron Jenney allá por el año 1883 para el Home Insurance
Building. Fue la Torre Sears, construida casi un siglo después, la que devolvió a la capital de
Illinois el honor de poseer entre sus calles el edificio más alto del planeta. Edificio que,
todavía hoy, sigue siendo el más alto de todo el mundo occidental.
La Sears, Roebuck and Company, dedicada a los supermercados, contaba con 350.000
empleados repartidos por las tiendas y oficinas de todo el país y allá por finales de los años
sesenta sus dirigentes decidieron concentrar el volumen de sus oficinas en torno a la ciudad de
Chicago. Para ello contrataron los servicios del reconocido estudio de arquitectos SOM
(Skidmore, Owings & Merrill), adalides de los nuevos edificios corporativos que estaban
surgiendo a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Según sus propias estimaciones, se iba a necesitar un edificio con mínimo de 280.000
metros cuadrados de espacio de oficinas que, además, debería cubrir un más que posible
incremento posterior de la demanda por parte de la compañía. Estos números, junto con los
propios que atesoraban los arquitectos fruto de sus años de experiencia con rascacielos, daban
la certeza de que el edificio a proyectar sería, si no el que más, uno de los más altos del
mundo.
Al comenzar el diseño los ingenieros encargados de la estructura se dieron cuenta de
que el primer escollo que debían superar habría de ser el comportamiento de la torre frente a
los fuertes vientos que azotan Chicago, también conocida como Windy City (La ciudad del
viento).
El sistema ideado rizaba el rizo visto en la estructura 'en tubo' vista para las Torres
Gemelas. Para conseguir optimizar el espacio a la vez que se maximiza la resistencia a los
esfuerzos horizontales el edificio está formado por nueve 'tubos' huecos perfectamente
independientes entre sí.
Los tubos son entramados formados por módulos metálicos prefabricados dispuestos de
manera secuencial formando un cuadrado de 23 metros de lado. Estos se disponen en una
cuadrícula de 3x3 que va subiendo desde la calle hasta la planta 50, cuando comienzan a
detenerse a distintas alturas y dejan que los demás continúen su ascensión imparable hasta los
cielos, donde ya solo llegan los dos últimos.
Esta novedosa disposición coloca los 104 ascensores en el tubo central, dejando las
demás cuadrículas de 23 x 23 m totalmente disponibles para oficinas lo que hace que en
algunas plantas la superficie disponible supere los 4.000 metros cuadrados. De esta manera el
edificio pone a disposición de la Sears casi 40 hectáreas de espacio amortizable, el mayor de
los EEUU para un solo edificio, solo por detrás del Pentágono (Virginia).
Una vez que los bocetos tomaron su forma final a las órdenes del arquitecto Bruce
Graham (conocido por aquel entonces por su diseño para el John Hancock Center, también en
Chicago), la construcción comenzaría en agosto del año 1970. Tras meses y meses de duros
trabajos, el día 3 de mayo del 1973 se alcanzó el techo de la estructura con la colocación de la
última viga, firmada para la posteridad por trabajadores de la constructora, de la Sears y
ciudadanos de Chicago (más de 12.000 personas en total).
Tras el ensamblaje de 76.000 toneladas de acero, la colocación de 16.000 ventanas, 40
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El rascacielos y sus complejos: La revancha de Chicago
km de tuberías, 2500 km de cable eléctrico, 800 grifos y 145.000 puntos de luz; en junio del
año 1974 se pudo dar por inaugurado el nuevo techo del mundo. Con sus 108 plantas y sus
442 metros de altura arrebataba el título a las Torres Gemelas del World Trade Center de
Nueva York, tan solo un año después de que estas lo consiguieran. El coste total de la obra fue
de 160 millones de dólares de aquel entonces, unos 1.000 millones de los de ahora.
Las nueves secciones de la estructura provocan que el edificio adopte una forma distinta
dependiendo del ángulo desde el que se le mire. Además, gracias al recubrimiento de la
fachada con aluminio negro, en los atardeceres el sol refleja sus rayos contra la superficie y da
a la torre un curioso tono dorado. Se podría decir que hay una Torre Sears para cada ángulo
con el que se la mire y para cada hora en que se la observe, siempre diferente a las demás.
Para el año 1982, cuando todavía estaba a medio ocupar, se le añadieron dos antenas de
televisión de 78 metros, que incrementaban el conjunto hasta los 520 metros de altura (y hasta
los 527 con un añadido posterior que se hizo a principios del siglo XXI para mejorar la señal
de una de las filiales de la NBC).
El mismo día de la inauguración se abrió al público el observatorio de la planta 103,
más conocido como Skydeck, que permite a los visitantes observar, en días despejados, hasta
80 km a la redonda. A el se llega a través de dos ascensores de alta velocidad que trasladan,
sin paradas y en menos de un minuto, a los visitantes desde la calle hasta los 412 metros de
altura. Aquí arriba, además, se puede sentir como azota el viento en los peores días cuando la
torre oscila hasta 20 cm de un lado a otro. Pero no hay que asustarse: la estructura está
preparada para soportar vaivenes de hasta 90 cm, que nunca se han producido.
Con los años la capacidad económica de la Sears, Roebuck and Company fue
mermándose hasta que en 1994 se vio obligada a desprenderse del rascacielos, su activo más
valioso. Pasó por varias manos, incluyendo los dueños de la CN Tower de Toronto, antes de
que recayera en las de los actuales titulares, un gran holding de inversores que pagó casi 1.700
millones de dólares.
Para 2009 la Willis Group Holdings, una aseguradora de Londres, había alquilado un
vasto espacio de oficinas, por lo que decidió pujar por los derechos del nombre, que consiguió
retener hasta el año 2024. Actualmente, el nombre de Willis Tower provoca mofas y chanzas
por parte tanto de los ciudadanos de Chicago como de todos los periódicos locales, por lo que
no es descabellado pensar que para entonces se vuelva a cambiar.
También en el año 2009, los dueños le añadieron el que ahora es una de sus mayores
atracciones: The Ledge. Unos balcones hechos completamente de cristal que se han adosado
al edificio, junto al Skydeck, que permiten, literalmente, tener Chicago a tus pies.
Actualmente es sede de más de 100 empresas, en ella trabajan diariamente más de
10.000 empleados y ha provocado un desplazamiento del centro financiero de la ciudad hacia
su zona de influencia, desde el downtown original de la urbe. Sin duda el gran rascacielos a
ayudado y le ha dado un gran impulso a la capital de Illinois para convertirse en una de las
metrópolis más dinámicas y vibrantes de los Estados Unidos.
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