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redi Una de las mujeres atiza un pequeño las mujeres, madre de tres pequeñnelos, sin duda para pedirle
fogón sobre el que hierven dos pnche- sucios y andrajosos. Me asegura que es su inspiración soberana
ros de bario. La vista de este espectáculo impositile encontrar casa. cuando tenía en provecto
me obhga á pararme aun contra mi volun- ! —No crea usted que es por no pagar, algún robo de importancia.
tad. Pienso que sin duda es gente qu3 no no—agrega—; es porque no encontramos Yo no sospecho que el Cristo
tiene hogar. Lss dirijo varias preguntas y habitüCión. le concediese su gracia
me e;:tero de que no hallan dumicilio por ¿Y duermen ustedes aquí, á la intem- ni su inspiración divina
la escasez de viviendas. , perif ? para poder á mansalva
—¿Y dónde duermen ustedss?—les pre- I —No; mi marido, los chicos y yo nos re- apropiarse de lo ajeno
gunto. {cogemos por la noche en la Casa-Galera, y trasladarlo á sus arcas;
—Ahí, en un lavadero—dice una mnjer ' adonde van también esas... ya compren- pero sea que la suerte
señalan jome una casa pintada de rojo —; derá usted, esas mujeres de mal vivir. Allí sus favores le otorgara;
pero no sabemos si nos dejarán estar en él dormimos, mi mando y yo en una cama, ó que el Caimán fuese nn Séneca
mucho tiempo, porque como eso depende y al lado en otra cama, los niños, pero pa- para esta clase de hazañas,
de lo que quieran hacer los concejales y ra eso pagamos tres pesetas á la ssmana lo cierto es, señares míos,
el gobernador... por cala cama. Y ya vi usted, menos es que en sus faenas diarias
No quiero fír más y subo por uno de nacía. L J malo es que cualquier día nos siempre salió victorioso
los pintorescos senderoa de Los Caños, van á quitar de dormir alü. ¡Si vieran es- con fabulosas ganancias,
Siquiera la Naturaleza disipará el mil hu- ta) cosas esos señores que juegan tanto y en toda su vida tuvo
mor que me ha producida el caadro que dinero en lá Saciedad Bilbainal Aquí de- nn encaentro con la guardia
acabo de ver. El vitrnto, fortisimoj agita á bían venir á ver cómo lo pasamos. civil, que le perseguía
ras déí suelo v en remolinos rápidos las —¿Pero usted cree que á ellos les im- sin conseguir darl caza.
secas hcj is caídas de los árboles. E :> mu- porta algo todo esto?—dice adelantándose Según las crónicas cuentan,
chos bancos se ven parejas de enamora- un hombre en quien no había yo reparado. cuando al final de sa larga
dos. ¿Hablarán sólo de amor? ¿S; acorda- Está pobremente vestido y se expresa con carrera murió el famoso
rán, en esos momentos apasionados, de las ademanes violentos. bandolero, cay a audacia
miserias de la vidi»? Lt ignoro. Los pája- —¿Saben ustedes lo que haria yo—con- hoy las historias refieren
ros cantan y cruzan el aire volando de ár- tinúa diciendo—si fuera alcalde ó gober- y las leyendas ensalzan,
bol en árbol, de rama en rama, posándose nador? Paes, una cosa bien sencilla. Co- dejó, como buen cristiano,
sobre los hilos del telégrafo, persiguién- mo en Bilbao hay más ás quinientos ricos ttaa kU fortuna intacta
dose, lanzando trinos, acaio rindiendo al qae tienen cuatro ó cinco palacios aquí y I par» sostener «1 culto
amor -sus más delicadas ofrendas. Siga en los alrededores, en Deasto, en Porta- del Cristo de la Solana!
embelesado su vuelo durante algún tiem- galete, en Santarce, en Algorta y en Ne- MANUEL SORIANO
po. iQaé Mices son los pájaros, sin reyes, guri, yo les obligaría á todos á ceder por
ain miaistros, sin diputados, sin goberna- lo menos una buena habitación á cada fa-
dores, sin concej s^les! Los pitos y sirenas milia que careciera de hogar. Y ai esos se-
d é l a s máquinas del f rrocarril, las cam- ñores no estuvieran conformes, les envia-
La hora de la justicia
panas de lüs tranvías eléctricos y las boci- ría la Guardia civil con órdenes severí- Ha llegado también para nosotros, ami-
nas de los automóviles lanzan á menú lo simas... 'go Nakens.
notas estridentes <|ue suenan desagrada- Los qae uno y otro día, con constancia
blemente en mis cíios. Una impetuosa ráfaga de viento des-
mantela la cubierta del sitio en qae ae co- digna de mejor suerte vivimos combatien-
Llego despacio hasta Santucha y me di- bija la pobre gente y arranca los palos de do al clericalismo, viendo en él al enemi-
rijo hacia Bebona por una carretera que su sitio. Cae todo ello sobre los chicos, ero que con tanto acierto ssñaló el gran
desconocía. Pesvio después mi caminata que ae echan á llorar asustados. La faerza Gambetts; los que por ello fuimos victi-
y á faerza de andar entro en lo alto de So- del viento arroja también al suelo los aten- mas de todos los dicterios, no de nuestros
coloeche. En sus alrededores forman un silioa colgados en la pared. Es nn caadro enemigos, sino de nuestra propia gente,
conjunto desigual, pero significativo á los desolador. de los militantes en la extrema izgaierda
ojos de un observador, cinco edificios, la —Ya sólo nos faltaba esto—exclama an- de los partidos avantados; los que uno y
Casa-Galera, paradero de giróvagos y de gustiada la mujer, acudiendo a s u hiji- otro día oími s negar la existencia del pro-
las personas que sufren arresto menor, la tos—. ¡Pobres de nosotrosl blema clerical, y habimos de agnantaire-
^ Cárcel, la Casa de Expósitos, el Colegio signados que se nos tildara de visionarioa,
Diez minutos después me encaentio á de monomaniacos por nuestro anticlerica-
' de los Angeles Custodios, donde se explo- bastante distancia de tan triste paraje, em-
ta únicamente á las muchachas desampa- bargado el ánimo por amargas reflexione*. lismo á ultranza qus se consideraba como
radas, y el Convento del Carmelo, man- ana antigualla, una preocupación seme-
La impresión que he recibido hoy vien- jante á la del «oro iisglés» y la <mano de
sión de frailes. Los cuatro primeros esta- do semejantes cuadros de miseria, no se
blecimientos son mal administrados por borrará de mi memoria. la ;|reacción> á la que nuestros abuelos
religiosas. He »hi, en ese conjunto de cin- atributan todos los maleficios que azota-
co edificios simbolizado casi enteramente VOLNKY CONDÍ-PELAYO ban á este desgraciado pueblo, estamoi
el funcionamiento de-nuestra civilización Portugalete. al fia de enhorabuena.
cristiana y burguesa. ¡El dolor, la ptotec- Ha llegado paraj.nosotros la hora de la
ción y la piedad en manos de personas que justicia.
carecen de todo sentimiento piadoso!
Sopla nn viento huracanado. Me acerco
AGRADECIAIENTO Los anticlericales teaiamos razón; los
que señalábamos ei paligro del avance de
A la Escuela Normal de Maestras. Unidas la «la negra, estábamos en lo justo; el peli-
á ella hay unas verjas por entre las cuales Seguido de una docena gro mayor para que España ocupara un
contemplo á Bilbao: la mnltitod de tejados de mozos de su calaña, puesto decoroso entre los países civiliza-
qae ocultan las calles cfrece ua aspecto todos reaaeltos y bravos dos, lo constituía nuestra sumisión al pode-
antiestético. Las torres de las iglesias se para los golpes de audacia río clerical, esa atrofia que en nuestros ce-
alzan por todas partes sobre el nivel de en qae se juega la vida rebros había producido' el peso enorme de
los tejados. Doy un rodeo á la Escuela con aterradora calma, la tiara de los papas en cópala liberticida
Normal y veo otro espectáculo deprimen- era el Caimán el constante con la corona.
te. Junto á un paredón hay un grupo de terror de aquella comarca, Un diario^de extrema izquierda republi-
mujeres y niños. Se cobijan al abrigo de en donde no habla finca cana, un diario de cuya redacción tai
una m^ila tela llena de girones y sujeta que su gente no asaltara expulsado sin explicación ni adverten-
con cnerdas á la pared, y á dos palos hun- ni persona que no faera cia, sólo por ;>er anticlerical, anticleri-
didos en el suelo. También hay desparra- víctima de ana emboscada. cal ante todo y sobre todo, volviendo al
mados pequeños bancos de madera, silUs £1 Caimán, aanqae bandido camino de la razón, recobrándola vista
rotas, trastos viejos, ana escoba y varios de nada envidiable fama, ante el extravío de nuestros gobernantes
utensilios caseros colgados en la pared. que asaltábalas iglesias qae intentan coñvenrtirnos en dóciles
Me aproximo. Más allá se distingue atro lo mismo que las cabafiaa, siervos de Roma, escribe estas palabras
grupo parecida y más lejos otros dos. Este era terviente devoto qae son de oro y en las qae está la justi-
espectáculo me recuerda al de Z^s Caños del Cristo de la Solana, cia plena hecha á nuestra conducta:
pero es más horrible el hacimamiento
aqal. Entablo conversación con una de ante el cual todos los días «Los modernos hombres progresivos,
humilde se prosternaba, los qae quieren dar lecciones á Toa repn- '