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Lengua y Literatura
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La maquinaria literaria
Carolina Cuesta
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Diseño gráfico
Dirección pedagógica GrupoDiseño
Rosa Rottemberg
Corrección
Inés Gugliotella
Dirección de arte
Ilustración de tapa e interior
Paula Lanzillotti
Silvia Mato
Edición Fotografía
Xavier Martín
Diana Paris
El Correo de la UNESCO
Archivo Longseller
Costa Rica 5238 (B1615GKT) Grand Bourg cluso fotocopia y cualquier otro sistema de ISBN 978-987-683-319-6
Malvinas Argentinas Bs. As. Argentina almacenamiento de información. Cual-
1. Lengua . I. Título
(03327) 41-4600 quier reproducción sin el previo consenti- CDD 410.712
1
Lengua y Literatura
3
La maquinaria literaria
Carolina Cuesta
Es profesora en Letras, egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Es docente e investigadora en la
cátedra de Planificación Didáctica y Prácticas de la Enseñanza en Letras, en la misma
institución. Se desempeña como docente en el Eje de Lengua y ha realizado tareas de
investigación en Didáctica de la Lengua, en la Universidad Nacional de Quilmes.
Ha trabajado como docente en el Bachillerato de Bellas Artes –colegio dependiente
de la Universidad Nacional de La Plata–, en diversas escuelas de la provincia de
Buenos Aires en el Tercer Ciclo de EGB y en el Polimodal, y en institutos terciarios.
Ha dictado cursos de capacitación para docentes y bibliotecarios.
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Actividad inicial
Expone los supuestos y los co-
nocimientos previos sobre los
temas, con textos e imágenes
que invitan a realizar comen-
tarios y reflexiones.
Actividades Ejemplos
Promueven un aprendizaje gra- Son fácilmente identificables en
dual y se intercalan en el desarro- la página. Favorecen la compren-
llo teórico de los temas. Pueden sión de los contenidos.
ser individuales o grupales.
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Lectura y escritura
Esta sección cierra cada capítulo
con consignas que orientan la
interpretación y la escritura de
textos en función de los concep-
tos trabajados.
Guía de profundización
Se proponen actividades para
sistematizar lo aprendido. És-
tas guían el estudio y el alcan-
ce de conclusiones parciales
que se irán enriqueciendo a lo
largo de los capítulos.
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Índice
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LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
LO QUE PENSAMOS
12 CUANDO NOSTEXTO?
¿QUÉ ES UN DICEN “LITERATURA” El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Los científicos aún no han podido establecer que se perdían en el cielo como una lluvia de
con certeza las causas que, en la antigüedad, fuegos artificiales.
producían la piroclasis, enfermedad mortal El hecho angustiaba a los sepultureros y fas-
que aniquilaba al hombre en el día. Atacaba cinaba a los pirománticos, quienes, según las
sigilosamente, por la mañana, con los mismos estelas trazadas en el firmamento por las di-
síntomas de un simple estado febril que paula- ferentes partes del cuerpo, elaboraban la
tinamente se iba agudizando hasta llegar, por carta mortal que vaticinaba cómo sería la vi-
la noche, a producir la muerte. da del finado en el más allá.
Se estimaba que el agente patógeno de esta te- Más tarde a los pirománticos se los acusó de
rrible enfermedad era el mismísimo demonio. herejes. Sus cartas mortales y demás estudios
Durante la Inquisición se consideraba lícito realizados acerca del Mal de los Muertos fue-
matar a quien amaneciera afiebrado, lo cual ron a parar, junto con ellos, a la hoguera.
no era precisamente una solución, ya que la Los científicos jamás podrán explicar el ver-
piroclasis o Mal de los Muertos se incubaba dadero origen de la piroclasis puesto que
hasta el momento de morir. Sus efectos se todas sus hipótesis parten de un mismo
manifestaban postmortem. error: considerar al hombre como receptor
Si al expirar fosforescía el cuerpo del difunto, de una enfermedad que en realidad no ata-
inmediatamente se lo trasladaba a un lugar al caba a los seres humanos...
aire libre. El cadáver se hinchaba y abrillan-
taba gradualmente hasta explotar en pedazos Juan Carlos García Reig, en Bacará.
❚ Al texto le falta su parte final. Continúenlo y escríbanle un final a partir de las con-
clusiones a las que arribaron en la actividad anterior. Una vez finalizada esta tarea,
pónganle un título.
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Juan Carlos García Reig fue un escritor marplatense, lamentablemente poco conocido
en el resto de nuestro país. No obstante, lo que interesa saber de él es cómo son sus tex-
tos literarios. Si nosotros leemos varios cuentos de García Reig, vamos a notar que pre-
sentan una característica en común: la parodia.
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LENGUA Y LITERATURA
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14 LO
¿QUÉ
QUE
ESPENSAMOS
UN TEXTO?CUANDO... El universo
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de los
literaria
textos
Así, por medio de la parodia a la ciencia, nos replanteamos la idea que de ella teníamos,
es decir que ya no creemos más que sea perfecta y que pueda explicar las causas de todo
lo que sucede en el mundo.
Por otro lado, existen otros textos literarios que no utilizan la parodia, o que la utilizan de
otro modo, a veces parcialmente, para plantear este distanciamiento crítico en relación
con la ciencia y la tecnología, y con sus intervenciones en el desarrollo natural de la vida.
viola acherontia
Lo que deseaba aquel extraño jardinero, era crear la flor de la muerte. Sus
tentativas remontaban a diez años, con éxito negativo siempre, porque conside-
rando al vegetal sin alma, ateníase exclusivamente a la plástica. Injertos, com-
binaciones, todo había ensayado. La producción de la rosa negra ocupóle un
tiempo; pero nada sacó de sus investigaciones. Después, interesáronlo las pa-
sionarias y los tulipanes, con el único resultado de dos o tres ejemplares mons-
truosos, hasta que Bernardin de Saint-Pierre lo puso en el buen camino, ense-
ñándole cómo puede haber analogías entre la flor y la mujer encinta, supuestas
ambas capaces de recibir por “antojo” imágenes de los objetos deseados.
Aceptar este audaz postulado, equivalía a suponer en la planta un mental sufi-
cientemente elevado para recibir, concretar y conservar una impresión; en una
palabra, para sugestionarse con intensidad parecida a la de un organismo supe-
rior. Esto era, precisamente, lo que había llegado a comprobar nuestro jardinero.
Según él, la marcha de los vástagos en las enredaderas obedecía a una delibe-
ración seguida por resoluciones que daban origen a una serie de tanteos. De
aquí las curvas y acodamientos, caprichosos al parecer, las diversas orienta-
ciones y adaptaciones a diferentes planos, que ejecutan las guías, los gajos, las
raíces. Un sencillo sistema nervioso presidía esas oscuras funciones. Había
también en cada planta su bulbo cerebral y su corazón rudimentario, situados
respectivamente en el cuello de la raíz y en el tronco. La semilla, es decir, el
ser resumido para la procreación, lo dejaba ver con toda claridad. El embrión
de una nuez tiene la misma forma del corazón, siendo asaz parecida al cere-
bro la de los cotiledones. Las dos hojas rudimentarias que salen de dicho em-
brión, recuerdan con bastante claridad dos ramas bronquiales cuyo oficio de-
sempeñan en la germinación.
Las analogías morfológicas suponen casi siempre otras de fondo; y por esto la
sugestión ejerce una influencia más vasta de lo que se cree sobre la forma de
los seres. Algunos clarividentes de la historia natural, como Michelet y Fries,
presintieron esta verdad que la experiencia va confirmando. El mundo de los
insectos pruébalo enteramente. Los pájaros ostentan colores más brillantes en
los países cuyo cielo es siempre puro (Gould). Los gatos blancos y de ojos
azules son comúnmente sordos (Darwin). Hay peces que llevan fotografiadas
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en la gelatina de su dorso las olas del mar (Strindberg). El girasol mira cons-
tantemente al astro del día, y reproduce con fidelidad su núcleo, sus rayos y
sus manchas (Saint-Pierre).
He aquí un punto de partida. Bacon en su Novum Organum establece que el
canelero y otros odoríferos colocados cerca de lugares fétidos, retienen obsti-
nadamente el aroma, rehusando su emisión, para impedir que se mezcle con
las exhalaciones graves...
Lo que ensayaba el extraordinario jardinero con quien iba a verme, era una su-
gestión sobre las violetas. Habíalas encontrado singularmente nerviosas, lo cual
demuestra, agregaba, la afección y el horror siempre exagerados que les profesan
las histéricas, y quería llegar a hacerlas emitir un tósigo mortal sin olor alguno:
una ponzoñosa fulminante e imperceptible. Qué se proponía con ello si no era
puramente una extravagancia, permaneció siempre misterioso para mí.
Encontré un anciano de porte sencillo, que me recibió con cortesía casi humil-
de. Estaba enterado de mis pretensiones, por lo cual entablamos acto continuo
la conversación sobre el tema que nos acercaba.
Quería sus flores como un padre, manifestando fanática adoración por ellas.
Las hipótesis y datos consignados más arriba, fueron la introducción de nues-
tro diálogo; y como el hombre hallara en mí un conocedor, se encontró más a
sus anchas.
Después de haberme expuesto sus teorías con rara precisión, me invitó a cono-
cer sus violetas.
–He procurado, decía mientras íbamos, llevarlas a la producción del veneno que
deben exhalar, por una evolución de su propia naturaleza; y aunque el resultado
ha sido otro, comporta una verdadera maravilla; sin contar con que no desespe-
ro de obtener la exhalación mortífera. Pero ya hemos llegado; véalas usted.
Estaban al extremo del jardín, en una especie de plazoleta rodeada de plantas
extrañas. Entre las hojas habituales, sobresalían sus corolas que al pronto to-
mé por pensamientos, pues eran negras.
–¡Violetas negras! Exclamé.
–Sí, pues; había que empezar por el color, para que la idea fúnebre se graba-
ra mejor en ellas.
El negro es, salvo alguna fantasía china, el color natural del luto, puesto que
lo es de la noche, vale decir de la tristeza, de la disminución vital, y del sueño,
hermano de la muerte. Además, estas flores no tienen perfume, conforme a mi
propósito, y éste es otro resultado producido por un efecto de correlación. El
color negro parece ser, en efecto, adverso al perfume; y así tiene usted que so-
bre mil ciento noventa y tres especies de flores blancas, hay ciento setenta y
cinco perfumadas y doce fétidas; mientras que sobre dieciocho especies de flo-
res negras, hay diecisiete inodoras y una fétida. Pero esto no es lo interesante
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tierra: son seres inversos. Por esto me he fijado más en la influencia del medio
como elemento fundamental. Obteniendo el color negro de las violetas, estaba
conseguida la primera nota fúnebre. Planté luego en torno los vegetales que
usted ve: estramonio, jazmín y belladona. Mis violetas quedaban, así, someti-
das a influencias químicas y fisiológicamente fúnebres. La solanina es, en
efecto, un veneno narcótico; así como la daturina contiene hioscyamina y
atropina, dos alcaloides dilatadores de la pupila que producen la megalopsia,
o sea, el agrandamiento de los objetos. Tenía, pues, los elementos del sueño y
de la alucinación, es decir, dos productores de pesadillas; de modo que a los
efectos específicos del color negro, del sueño y de las alucinaciones, se unía el
miedo. Debo añadirle que para redoblar las impresiones alucinantes planté
además el beleño, cuyo veneno radical es precisamente la hioscyamina.
–¿Y de qué sirve, puesto que la flor no tiene ojos?, pregunté.
–Ah, señor, no se ve únicamente con los ojos, replicó el anciano. Los sonám-
bulos ven con los dedos de la mano y con la planta de los pies. No olvide usted
que aquí se trata de una sugestión.
Mis labios rebosaban de objeciones; pero callé, por ver hasta dónde iba a lle-
varnos el desarrollo de tan singular teoría.
–La solanina y la daturina, prosiguió mi interlocutor, se aproximan mucho a
los venenos cadavéricos –ptomainas y leucomainas— que exhalan olores de
jazmín y de rosa. Si la belladona y el estramonio me dan aquellos cuerpos, el
olor está suministrado por el jazminero y por ese rosal cuyo perfume aumento,
conforme a una observación de De Candolle, sembrando cebollas en sus cer-
canías. El cultivo de las rosas está ahora muy adelantado, pues los injertos
han hecho prodigios; en tiempo de Shakespeare se injertaron recién las prime-
ras rosas en Inglaterra...
Aquel recuerdo que tendía a halagar visiblemente mis inclinaciones literarias,
me conmovió.
–Permítame, dije, que admire de paso su memoria verdaderamente juvenil.
–Para extremar aún más la influencia sobre mis flores, continuó él sonriendo
vagamente, he mezclado a los narcóticos plantas cadavéricas. Algunos arum y
orchis, una stapelia aquí y allá, pues sus olores y colores recuerdan los de la
carne corrompida. Las violetas sobreexcitadas por su excitación amorosa natu-
ral, dado que la flor es un órgano de reproducción, aspiran el perfume de los
venenos cadavéricos añadido al olor del cadáver mismo; sufren la influencia
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Leemos literatura o no la leemos porque creemos que es aburrida y no sirve para nada;
leemos algunos textos y no otros, leemos a algún autor y no a otro.
Todos nosotros concebimos la realidad, el mundo que nos rodea, por medio de creen-
cias, es decir, de imágenes que ya tenemos elaboradas de antemano acerca de lo que
las cosas o las personas son. Estas creencias se llaman representaciones sociales. Son
ideas consolidadas que una comunidad comparte, que son comunes a todos sus inte-
grantes. Por ejemplo, el hecho de creer que la televisión es nociva, que todo lo que
transmite atenta contra la formación de las personas, es una representación social
acerca de la televisión.
❚ Trabajen con los cuentos de No existe una única representación social de las cosas o de las personas, sino varias,
Lugones y García Reig que que pueden compartir algunas características pero diferenciarse en otras. De este mo-
han leído, teniendo en cuen- do, es probable que no todos pensemos lo mismo acerca de la televisión. Quizá tenga-
ta las diferencias que pre- mos algunas críticas para hacerle o no tengamos ninguna.
sentan. Luego conformen un
Las distintas representaciones sociales acerca de la literatura muchas veces son utiliza-
corpus (un grupo) junto con
das para definirla. Una definición de la literatura debería poder explicar las caracterís-
los que ustedes escribieron
ticas que relacionan a todos los textos literarios existentes.
a partir de ellos. Debatan en-
tre todos si esos cuatro tex- Sin embargo, esas representaciones sociales que suelen emplearse a modo de defini-
tos literarios presentan ras- ción para la literatura no explican varias de sus características. Por ejemplo, es proba-
gos en común que les permi- ble que ustedes piensen que nada de lo que han escrito hasta ahora, a partir de las ac-
tan elaborar una definición tividades de escritura que les hemos propuesto, sean textos literarios. Tal vez la razón
de la literatura. principal de esto es que ustedes crean que no poseen la habilidad para escribir, que so-
lamente los escritores, como Lugones o García Reig, pudieron o pueden elaborar textos
literarios. Pero, por otro lado, ustedes han inventado historias, cuando continuaron o
reescribieron sus textos; entonces, sus textos pueden ser considerados literarios.
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El concepto de ficción
Si tomamos los resultados de la actividad anterior, relacionada con una definición de la
literatura, veremos que las diferencias o las similitudes que en parte han encontrado en
los cuatro textos responden, por un lado, a las representaciones sociales que ustedes
tienen de la literatura, aunque crean que no la conocen demasiado. Nuestras represen-
taciones sociales acerca de la literatura nos permiten establecer qué es para nosotros la
literatura. Y también, como hemos señalado anteriormente, esa representación social se
relaciona y/o convive con otras, compartidas por toda nuestra comunidad.
Así, aunque la literatura no se pueda definir, esas representaciones sociales nos permi-
ten establecer un punto de partida para conocerla mejor: la literatura son los textos
que nosotros y nuestra cultura creemos que le pertenecen.
Otro hecho que nos ayuda a comprender qué es la literatura, aunque no nos permita
definirla por completo, es su carácter ficcional. Ficción no significa “mentira”, sino in-
vención. Nosostros y nuestra sociedad consideramos que un texto es literario cuando
percibimos que es una ficción, es decir, una invención de la realidad, más allá de cuán-
to se acerque o se aleje de lo que percibimos como real.
Pero el concepto de ficción no puede ser concebido como rasgo común de toda la lite-
ratura, porque no todas las sociedades, en tiempos pasados y en el presente, compar-
tieron o comparten los mismos criterios en cuanto a lo que es la ficción. Por ejemplo,
algunas personas leen las biografías de personajes famosos como literatura,
como ficción, porque perciben que parte de esa historia de vida que se relata
allí fue inventada por el biógrafo; por el contrario, otras personas las leen co-
mo si fueran textos históricos, considerándolas relatos que cuentan sucesos
verdaderos. También, como explicaremos más adelante en relación con el mi-
to y la literatura oral, el concepto de lo que es ficción y lo que no lo es ha
cambiado a través del tiempo, y cambia, de acuerdo con los distintos grupos
sociales que conforman una cultura.
En este libro, tomaremos como uno de los ejes centrales para conocer más a la
literatura su carácter ficcional, ya que estamos en condiciones de afirmar que,
en la actualidad, nosotros llamamos “textos literarios” a
aquellos que presentan ficciones, las que pueden estar,
como señalamos antes, más cercanas a lo que percibimos co-
mo real o muy alejadas de ello.
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4. –Digan lo que quieran, en el mundo se dan semejantes sucesos... aunque raras veces, pero suceden.
Por lo tanto, nosotros ya sabemos de antemano que cuando nos enfrentamos a un li-
bro éste puede ser literario o de algún otro tipo de los que estamos acostumbrados a
ver en ese formato.
En otras palabras, si un texto forma parte de un diario y está transmitiendo y/o comentan-
do una noticia de actualidad, o si ese texto pertenece a un libro que no es vendido ni pre-
sentado en una biblioteca como un texto literario, sino como una investigación realizada
por un historiador o un periodista, seguramente no será considerado literatura.
Entonces, las personas saben si un texto es literario o no, porque se lo presenta como
tal: en los libros, en sus tapas y contratapas, las editoriales se encargan de indicar si ese
texto es literario. En este sentido, si tomamos un libro de un autor conocido, cuyo nom-
bre aparece en la tapa –por ejemplo, Borges–, aunque nunca lo hayamos leído, sabe-
mos que es un texto literario.
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A su vez, otros factores que las personas tienen en cuenta a la hora de determinar si
un texto es literario o no es qué cuentan, es decir, qué historias o qué temas tratan (el
amor, la muerte, los miedos, y otros), y cómo los cuentan (qué palabras se utilizan, có-
mo se las combina o quién habla en un texto).
Pero, aunque las editoriales indiquen en sus presentaciones el tipo de texto que se
leerá en un determinado libro –por ejemplo, uno literario–, cuando una persona lo
lee puede llegar a pensar que no lo es. Algunas personas piensan que los textos lite-
rarios no tratan temas como la política o la sexualidad, o que no pueden contener
“malas palabras” y/o “groserías”. Entonces, no considerarán que un texto con esas ca-
racterísticas es literario, aunque la editorial que lo comercializa diga que lo es.
De este modo, si pensáramos que una definición posible de la literatura podría ser
“todo texto presentado por una editorial es literario”, no contemplaríamos la situa-
ción que acabamos de explicar. Esa definición tampoco contemplaría otro caso: que
una persona no lea un texto literario como ficción, aunque haya sido presentado
así por el mercado. Un ejemplo de esta situación puede ser la novela histórica o las
biografías y autobiografías, como hemos comentado anteriormente. A su vez, una
definición de esa clase tampoco tendría en cuenta que algunas personas pueden
leer como literario, como ficcional, un libro presentado por la editorial como no fic-
cional; por ejemplo, el relato de una experiencia vivida por alguien, que, por lo tanto,
es entendida como verdadera.
1. Entrar en el aula y consultar este cuadro es conocer en unos pocos minutos cómo marcha la ❚ Lean estas frases e indiquen
escuela entera, en qué está trabajando cada grupo y cada niño... cuáles pueden pertenecer a
textos literarios y cuáles no. Ar-
2. De eso me encargo yo, había dicho el coronel Lago, y explicó que entrar a un cuartel es fácil.
gumenten sus respuestas.
Jodido va a ser salir, dijo Anselmo, riéndose.
3. Todo el mundo sabe que la Tierra está separada de los otros astros por una cantidad variable
de años luz. Lo que pocos saben (en realidad, solamente yo) es que Margarita está separada de
mí por una cantidad considerable de años caracol.
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❚ 1. Iglesias, Luis F., Los guiones didácticos. Técnica para la conducción del aprendizaje, Bue-
Si ustedes observan el ordenamiento de los datos de los libros, verán que básicamente se
repite: el apellido y el nombre del autor, los títulos entre comillas (si es de una parte, un
capítulo o un cuento) o en bastardilla (si se refiere a la obra completa), el lugar de edición,
el nombre de la editorial y el año de edición. Pero hay algunas diferencias, como en el pri-
mer caso, donde al final aparece “s/d”. Esto significa “sin dato”, es decir que en el libro no
figura el año de edición, que no es lo mismo que el de impresión. Esta manera de colocar
y escribir los datos son “convenciones”.
Los datos bibliográficos, en especial los títulos, nos ayudan a saber más de los libros, es
decir, a anticipar cuál puede ser su contenido y de qué tipo de libro se trata.
En el caso de los autores, puede ser que nos les sirvan de mucho para determinar, junto
con el análisis de las frases, si éstas corresponden o no a la literatura. Pero los títulos
pueden ayudarnos un poco más.
En el primer caso, se deduce por el título y la editorial que se trata de un estudio peda-
gógico. Si a esto le agregamos el análisis de la frase que figura en la actividad, compro-
baremos fehacientemente que no está pensado como un texto literario: es una des-
cripción lo más objetiva posible de una técnica de enseñanza.
En la segunda nota bibliográfica, el título del cuento se correspondería con nuestra idea
de literatura, y si averiguamos quién es Abelardo Castillo, sabremos que es un escritor de
textos literarios. Si consideramos la frase que extrajimos de ese cuento, veremos que ese
diálogo entre el coronel y su subalterno Anselmo está hilado por un narrador impersonal.
No sabemos quién es y no se indica, ni con rayas de diálogo ni con comillas, cuándo hablan
estos personajes ni cómo hablan; tampoco, cuándo utilizan términos de la oralidad.
En el tercer caso, además de tratarse de un texto del escritor Julio Cortázar, el título del
libro lleva la palabra “cuento”. Además, si vinculamos estos datos al análisis de la frase
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En conclusión, y retomando los tres casos, los datos que aparecen en las presentaciones
editoriales de los libros, vinculados a sus contenidos y a la manera en que están escritos
sus textos, no siempre nos ayudan a establecer si se trata de textos literarios o no.
1. Y ese día tuvimos la primera pelea, la pri- 2. La seducción del convite de Mefistófeles ❚ Lean estos dos fragmentos,
mera discusión seria. Me prohibió que vol- confunde al ya entregado Fausto. Desde la extraídos de textos que per-
viera a quejarme de la estupidez de nuestros profundidad de sus propias dudas, Goethe tenecen a distintos forma-
invitados, ejecutivos y consorte. Yo no podía advertía el eterno engaño al que se expone el tos comercializados por las
dar crédito a mis oídos. ¿Por qué lo ofendía hombre en su afán de poder. Desde el confín editoriales. No les damos las
tanto que yo criticara a esa gente? ¿Acaso no de la avaricia se lanza hoy otro pérfido plan correspondientes notas bi-
era todo un jueguito comercial y nada más? para capturar un alma en pena (...) bliográficas, para que uste-
Qué feo es eso, la primera vez que pasa, ahí des, solamente a partir de lo
encerrada en el dormitorio, como en un ring que lean, determinen cuál
de box o peor, la arena de los romanos, con de ellos puede ser conside-
la fiera ahí adelante, que por fin muestra los rado literatura y cuál no.
dientes. Durante años me pregunté por qué se Fundamenten sus respuestas.
había enojado tanto ese día.
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1 | LIBRO 3
26 LO
¿QUÉ
QUE
ESPENSAMOS
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de los
literaria
textos
Pero, en realidad, ese fragmento fue extraído de una nota de opinión del suplemento
deportivo del diario La Nación, escrita por Daniel Gallo, en 1997, y titulada “La ayuda es
interesada”. Esta nota comenta los hechos en relación con casos de doping que involu-
craron a Diego Armando Maradona. Para opinar acerca de la comercialización que de
estos casos hicieron los medios masivos de comunicación, el texto periodístico de Ga-
llo compara a Maradona con Fausto y a Mefistófeles, con los medios: el costo del pacto
es que Maradona debe exponer su vida privada en los medios.
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El primer fragmento que tuvieron que analizar en la actividad anterior parece extraído
de una declaración judicial o de una crónica policial en la que se entrevista a alguna de
las personas implicadas en un hecho delictivo. En este texto, no hay ninguna evidencia
de autorreferencialidad ni un uso particular de la lengua. Por el contrario, las palabras
utilizadas nos parecen comunes, es decir, términos que pueden aparecer en los tipos
de textos antes señalados. La comparación con el circo romano (la arena de los ro-
manos) suele utilizarse en la oralidad argentina cuando se quieren remarcar situacio-
nes de acecho o de exposiciones públicas. Puede ser que ustedes no utilicen en su ha-
bla cotidiana esta comparación, pero las generaciones anteriores a las suyas –sus pa-
dres, sus abuelos o sus profesores– quizá la empleen. Es también el caso de otra
comparación con el circo romano muy usada, que se ha convertido casi en un dicho en
nuestro país, y que se refiere a ciertos políticos cuando toman decisiones arbitrarias,
sin fundamentos lógicos para la opinión pública. Esa frase es “pan y circo”.
En realidad, ese primer fragmento es parte de la novela de Manuel Puig Pubis angelical,
en la que, por momentos, una mujer enferma, internada en una clínica, narra a modo de
diario íntimo sus experiencias pasadas. Este fragmento corresponde a un momento de
un texto literario donde la ficción, la invención, se asemeja a lo que percibimos como
real: el relato oral de una mujer que cuenta un episodio doméstico con su marido.
De este modo, podemos concluir que no existen ni temas ni maneras de escribir que
caractericen únicamente a la literatura y que, en consecuencia, estos aspectos no po-
drían pensarse como los únicos puntos de referencia para definirla.
Otra conclusión a la que podemos arribar es que existen una serie de factores que
deben tenerse en cuenta a la hora de determinar si un texto es literario o no. Pero no
debemos tomar esto como un concepto cerrado porque, si no, caeríamos en el error de
creer que la literatura puede tener una definición.
| LIBRO
LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
28 LO
¿QUÉ
QUE
ESPENSAMOS
UN TEXTO?CUANDO... El universo
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de los
literaria
textos
❚ LA MANERA EN QUE ESTÁN ESCRITOS LOS TEXTOS. Hay que tener en cuen-
ta que, como hemos señalado anteriormente –a partir de los ejemplos
de los textos de Daniel Gallo y Manuel Puig–, este factor resulta bas-
tante relativo. No existen temas ni maneras de utilizar la lengua que
caractericen únicamente a la literatura. Este factor debe relacionarse
con los anteriores porque, como ustedes ya experimentaron, si se lo
toma solo es el que menos nos ayuda a determinar si un texto perte-
nece o no a la literatura.
Esta cantidad de factores nos demuestran que la literatura no se puede definir de una
vez y para siempre. Además, cada texto literario es un mundo aparte y tiene sus propias
características; entonces, dar una definición de la literatura que pueda explicar cómo
son todos los textos que pertenecen a ella sería imposible.
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29
La asturiana, que toda recogida y callando iba con las manos delante buscando ❚ Lean estos fragmentos ex-
a su querido, topó con los brazos de don Quijote, el cual, la asió fuertemente de traídos de diversos textos li-
una muñeca, y tirándola hacia sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sen- terarios. Analicen y expliquen
tar sobre la cama; tentóle luego la camisa, y aunque ella era de arpillera, a él le las semejanzas que adviertan
pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de entre ellos, a fin de determi-
vidrio, pero a él le dieron vislumbres de preciosas piedras orientales. Los cabe- nar una posible definición de
llos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísi- literatura. Para ello, recurran
mo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mismo sol oscurecía. Y el aliento, que a los factores que comenta-
sin duda alguna olía a ensalada de fiambre y trasnochada, a él le pareció que mos antes. Luego expliquen
arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su los motivos por los que se les
imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros de la otra pudo haber complicado llegar
princesa que vino a ver al malherido caballero, vencida de sus amores, con todos a esta definición.
los adornos que aquí van puestos.
Cervantes Saavedra, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Yo, aquel que en otro tiempo modulé cantares al son de leve avena, y dejando
luego las selvas, obligué a los vecinos campos a que obedeciesen al labrador,
aunque avariento, obra grata a los agricultores, ahora canto las terribles armas
de Marte y el varón que, huyendo de las riberas de Troya por el rigor de los ha-
dos, pisó el primero la Italia y las costas Lavinias. Largo tiempo anduvo errante
por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses, por el furor de la ren-
corosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes de que lograse edificar la gran
ciudad y llevar sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino y los senado-
res Albanos, y las murallas de la soberbia Roma.
Virgilio, La Eneida.
| LIBRO
LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
30 LO
¿QUÉ
QUE
ESPENSAMOS
UN TEXTO?CUANDO... El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
El tiempo y la literatura
Seguramente, los fragmentos de los textos literarios con los que trabajaron en la acti-
vidad anterior les hayan parecido “antiguos”, es decir, pertenecientes a una literatura
alejada del tiempo actual.
Además, es probable que antes de realizar esa actividad ustedes tuvieran la idea de que
la literatura de siglos pasados era toda igual: que siempre trataba los mismos temas (el
amor, la muerte y otros) y del mismo modo (con palabras complicadas).
Pero eso no es así. La literatura ha cambiado, y cambia, de acuerdo con las épocas y las
inclinaciones estéticas de sus autores: acerca de qué quieren escribir y de qué modo, si
se suman a una manera de hacer literatura que prevalece en un determinado momen-
to o quieren imponer otro modo.
Una estética literaria es, en principio, una manera de escribir literatura que se registra en
un momento y en un país o varios. Por ejemplo, a partir del momento histórico conocido
como Revolución Industrial (siglos XVIII y XIX), una de las estéticas literarias que surgieron,
también llamadas “escuelas”, fue el naturalismo (siglo XIX).
Esta estética buscaba representar la realidad por medio de la literatura de la manera más
real posible, como si el texto fuese una fotografía de los sucesos narrados. Esto ya había
sido planteado por otra estética anterior llamada, precisamente,“realismo”. Balzac,
Flaubert y Pérez Galdós, entre otros, son autores representativos de esta última escuela.
En el caso del naturalismo, uno de los intereses específicos de sus escritores era denun-
ciar los problemas sociales que había generado la Revolución Industrial, como la explo-
tación y el abuso de los trabajadores por parte de las clases dominantes. Esto se puede
apreciar, por ejemplo, en las novelas de Émile Zola Naná y Germinal.
Algunos autores realistas también se interesaron por este problema social, más parti-
cularmente apuntando a la marginación, la explotación y el abuso de niños pertene-
cientes a los sectores oprimidos. Es el caso del escritor inglés Charles Dickens.
Observemos cómo comienza una de sus novelas más famosas, Oliver Twist. En este frag-
mento, no sólo se puede apreciar parcialmente la temática antes comentada, sino tam-
bién ese tipo de escritura que intenta representar los hechos del modo más real posible:
Entre los edificios públicos de cierta ciudad, cuyo nombre por muchas razones
creo prudente no mencionar, y a la que, por otro lado, no deseo asignarle otro
ficticio, había ese que no falta en casi ninguna población grande o chica de mi
país: El Asilo de Pobres. Ahí nació, un día que no vale la pena citar, ya que no
puede ser de ningún interés para el lector –al menos a esta altura del relato–, el
pequeño mortal cuyo nombre figura a la cabeza de este capítulo (Oliver Twist).
Después de haber hecho su entrada en este valle de lágrimas con la ayuda del
médico de la parroquia, por un buen rato fue dudoso que el niño llegara a vivir
el tiempo suficiente para que pudiese llevar algún nombre, en cuyo caso hubiese
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31
sido más que probable que estas memorias no hubiesen aparecido jamás, o,
cuando mucho, estarían condensadas en un par de páginas y tendrían el inesti-
mable mérito de ser la más breve, concisa y fiel biografía existente en la literatu-
ra de cualquier época y país. (...) El caso es que hubo una dificultad para indu-
cir a Oliver a avenirse al trabajo de respirar –trabajo muy molesto por cierto,
pero indispensable para nuestra existencia–, y durante un tiempo, acostado en
un colchoncito de lana, jadeante,trató en vano de conseguir aire. Su vida osci-
laba en forma bastante desigual entre este mundo y el otro (...)
Los textos literarios cambian de acuerdo con las diversas situaciones políticas y cultu-
rales que cada país ha vivido y vive a través del tiempo. Este hecho hace que los auto-
res tengan ciertos intereses a la hora de escribir.
Por ejemplo, la mayor parte de la literatura medieval toma a la religión como eje cen-
tral, porque ésta representaba un interés fundamental en la vida de aquellos hombres,
como se puede apreciar en el fragmento del texto de Gonzalo de Berceo.
Por último, hay que señalar que las ideas en relación con lo que es la literatura han variado
en el transcurso del tiempo. Por ejemplo, en sus orígenes, los mitos narraban una historia
sagrada y hoy los mitos griegos son tratados como literatura.
En la Antigüedad, esto no era así, porque para los griegos los mitos eran una realidad;
explicaban hechos de la realidad o sus orígenes, aunque narraran historias que pare-
cían irreales. Es decir que los griegos poseían otro concepto de ficción, diferente del
que hoy manejamos nosotros.
Lo mismo sucede con las leyendas. En nuestro país, como en todos, existen innumera-
bles leyendas. Los mitos y las leyendas se caracterizan por ser literatura de transmisión
oral: son historias inventadas por los pueblos, no por un escritor, que se mantienen y
se conocen porque la gente las conserva en su memoria –no en un papel– y las cuen-
ta. Para la mayoría de estas personas, esas leyendas no son ficciones, es decir, literatu-
ra. Nosotros les otorgamos esa característica porque las percibimos como historias in-
ventadas, que cuentan hechos que no pueden suceder en la realidad.
Por otro lado, existen diferentes versiones o variantes de una misma leyenda, que se trans-
miten de generación en generación: algo parecido al juego del teléfono descompuesto. Este
tipo de literatura no tiene menor valor que la escrita por un autor reconocido.
Es decir que los conceptos de belleza o fealdad también cambian en el tiempo, al igual
que el concepto de la literatura.
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❚ Las versiones de la leyenda Nelly Pastrami es una estudiante de Antropología a punto de recibirse. Para ello, debe realizar un
del Pombero varían según ca- trabajo final acerca de las leyendas del norte litoraleño argentino, tema que le impuso su profesor,
da provincia. Interpreten el sig- después de que Nelly intentara aprobar la materia con una monografía en la que explicaba que unos
nificado de cada una de ellas, grafitos que había hecho la hinchada de Excursionistas en un vagón de tren, en realidad, eran pintu-
es decir, qué hecho de la reali- ras rupestres. Los antropólogos analizan e interpretan todas las manifestaciones culturales de las
dad estarían explicando. personas, es decir, todo lo que hacen y aquello en lo que creen.
Parece que a Nelly le cuesta la parte de la interpretación. Por eso, ahora está desesperada por-
que no entiende qué estarían explicando las siguientes dos versiones de la leyenda del Pombero;
no del “bombero”, como pensó ella en un principio.
Las versiones de esta leyenda varían según cada provincia, lo que a Nelly la complica aún más.
1 LITERATURA | LIBRO 3
H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
GP 1 1 GUÍA DE PROFUNDIZACIÓN Lo que pensamos cuando nos dicen “literatura”
1. Repasen cuáles son los factores que deben tenerse en cuenta a la hora de determinar si
un texto es literario o no. Completen explicando las razones y ejemplificando cada factor
con algún cuento.
Por ejemplo
Por ejemplo
c. La presentación editorial
¿Por qué?
Por ejemplo
Por ejemplo
2. Lean el siguiente texto y expliquen si puede ser considerado literatura o no. Fundamenten
sus respuestas.
teseo
Teseo era hijo de Egeo, rey de Atenas, y de Etra, hija del rey de Trezenas. Fue criado en
Trezenas, y cuando alcanzó la madurez debió dirigirse a Atenas y presentarse ante su pa-
dre. Egeo, al separarse de Etra antes del nacimiento de su hijo, colocó una espada y unas
sandalias debajo de una gran piedra y le indicó a su esposa que le enviara al niño cuando
fuera bastante fuerte como para quitar la piedra y sacar dichos objetos. Cuando creyó
que había llegado el momento, la madre condujo a Teseo hasta la piedra, y él la removió
con facilidad y tomó la espada y las sandalias. Como los caminos estaban llenos de la-
drones, su abuelo insistió en que tomara el camino más corto, y menos peligroso, para
llegar a la ciudad de su padre: ese camino era el mar. Pero Teseo, que sentía en su inte-
rior el espíritu y el alma de un gran héroe, y estaba deseoso de sobresalir como Hércules
exterminando a los malhechores y monstruos que oprimían a Grecia, se decidió por el más
peligroso de los viajes a través de la tierra.
Su primer día de viaje lo llevó a Epidauro, donde vivía un hombre llamado Perifeto, hijo del
dios Vulcano. Este feroz salvaje iba siempre armado con un garrote de hierro, y todos los via-
jeros estaban aterrorizados por su brutalidad. Cuando vio que Teseo se acercaba, lo atacó,
pero cayó bajo los golpes del joven héroe, que tomó posesión del garrote y lo llevó desde en-
tonces como recuerdo de su primera victoria. Se sucedieron varias luchas similares con los ti-
ranos y asaltantes del país, en todas las que Teseo salió victorioso. Uno de estos criminales era
Procusto o “el Estirador”. Tenía una cama de hierro, sobre la cual ataba a todos los viajeros
que caían en sus manos. Si éstos eran más cortos que su cama, estiraba sus miembros para que
calzaran justo; si eran más largos que la cama, les cortaba las partes sobrantes de los brazos y
las piernas. Teseo hizo con Procusto lo que éste había hecho con los otros.
Después de superar todos los peligros, Teseo llegó a Atenas. Sus habitantes estaban, en
ese entonces, profundamente afligidos a causa del tributo que se veían obligados a dar a
Minos, rey de Creta. Dicho tributo consistía en siete jóvenes y siete doncellas, que eran
enviados todos los años para ser devorados por el Minotauro, un monstruo con cuerpo de
toro y cabeza humana. El Minotauro era enormemente fuerte y feroz, y se hallaba ence-
rrado en un laberinto construido por Dédalo, ideado tan ingeniosamente que cualquiera
que se metía adentro no podía encontrar la salida sin ayuda. Aquí rondaba el Minotauro y
se alimentaba con víctimas humanas. Teseo decidió liberar a sus compatriotas de esta cala-
midad, o morir en el intento.
Adaptado de AA. VV., Diccionario enciclopédico de la lengua española.
1 LITERATURA | LIBRO 3
H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
LE 1 1 LECTURA Y ESCRITURA Lo que pensamos cuando nos dicen “literatura”
1. Lean el siguiente texto y analicen por qué se lo puede considerar literario. Fundamenten
sus respuestas.
clotilde ifrán
Lloró todo el día por el traje de diablo que no le habían hecho. Faltaban tres días para Car-
naval, la fecha de su cumpleaños. Su madre no tenía tiempo para ocuparse de esas cosas.
–Buscate una modista. Ya tenés nueve años. Sos bastante grande para ocuparte de tus cosas.
El canto de las chicharras, las flores de las catalpas con elocuencia señalaban el verano y el
maravilloso misterio de las proximidades de Carnaval. Clemencia buscó la libreta vieja donde
estaban anotados los números de teléfono. En la letra M encontró el número de una modista
que había muerto hacía ocho años. Decía así: Clotilde Ifrán (la finada). Pensó: ¿por qué no
la voy a llamar? Sin vacilar marcó el número. La atendieron en el acto. Interrogó:
–¿Está Clotilde Ifrán?
La voz de Clotilde Ifrán respondió:
–Soy yo.
Con todos los pormenores de sus desventuras Clemencia explicó lo que le sucedía. Clotilde
Ifrán con bondad la escuchó. Prometió buscar el género. Tenía las medidas de Clemencia.
Recordó que no hacía un año le había hecho un vestido de fiesta. Iría a probarle el vestido al
día siguiente, a la hora de la siesta.
Clemencia no dijo nada: era la pequeña venganza que utilizaba en contra de su madre
por no haberse ocupado del traje de diablo. Durante las horas que esperó a Clotilde
Ifrán, Clemencia no comió ni durmió. Cuando llegó Clotilde Ifrán se sentía envejecida.
No había nadie en la casa. Se hubiera dicho que los relojes se habían detenido. Clotilde
Ifrán desenvolvió el traje, sacó las tijeras y los alfileres de su cartera, se enjugó la frente
y, arrodillada frente al espejo, le probó el traje de diablo, que olía a aceite de ricino. Le
quedaba muy bien, salvo los cuernos del gorro y las costuras del pantalón que en cinco
minutos se podían corregir con unas puntadas.
–¿Cuántas diabluras harás? –musitó la modista con una sonrisa distraída.
Clemencia sintió una gran simpatía por Clotilde Ifrán y se echó en sus brazos.
–Te llevaría conmigo a mi casa. Tengo bombones y una careta preciosa –exclamó con ternu-
ra–, pero tengo miedo que tu mamá no te dé permiso.
–Tengo aquí la plata para pagarle la hechura –dijo Clemencia abriendo un monedero de
material plástico.
–Es mi regalo de cumpleaños –respondió Clotilde Ifrán, al despedirse. Una luz oscura res-
plandeció en sus ojos enormes.
–Quiero irme con vos ahora mismo –protestó Clemencia–. No me dejes.
–Vamos –dijo Clotilde.
Envolvieron el traje de diablo en un papel de diario para llevarlo y dejaron la valija con el
cepillo de dientes y el camisón.
Las dos salieron tomadas de la mano.
Silvina Ocampo, en Cuentos completos.
2. Lean el comienzo de este texto y continúenlo, manteniendo las marcas literarias que plantea.
en la calle
Calle abajo, calle abajo por uno de esos barrios que los carruajes atraviesan rumbo al
Peralvillo, hay una casa pobre, sin cortinas de sol en los balcones ni visillos de encaje en
las vidrieras, deslavazada y carcomida por las aguas llovedizas, que despintaron sus pa-
redes blancas, torcieron con su peso los canales y hasta llenaron de hongos y de moho la
cornisa granujienta de las ventanas. Yo, que transito poco o nada por aquellos barrios,
fijaba la mirada con curiosidad en cada uno de los accidentes y detalles. El carruaje en
que iba caminaba poco a poco, y, conforme avanzábamos, me iba entristeciendo grave-
mente. Siempre que salgo rumbo a Peralvillo me parece que voy a que me entierren. Dis-
traído, fijé los ojos en el balcón de la casita que he pintado. Una palma bendita se cru-
zaba entre los barrotes del barandal y, haciendo oficios de cortina, trepaba por el muro y
se retorcía en la varilla de hierro de una modesta enredadera cuajada de hojas verdes y
de azules campanillas. Abajo, en un tiesto de porcelana, erguía la cabecita verde, redon-
da y bien peinada, la albahaca. Todo aquello respiraba pobreza, pero pobreza limpia;
todo parecía arreglado primorosamente por manos sin guante, pero lavadas con jabón de
almendra. Yo tendí la mirada hacia el interior, y cerca del balcón, sentada en una gran
silla de ruedas, entre dos almohadones blancos, puestos los breves pies en un pequeño ta-
burete, estaba una mujer, casi una niña, flaca, pálida, de cutis transparente como las
hojas de la porcelana china, de ojos negros, circuidos por las tristes violetas del insom-
nio. Bastaba verla para comprenderlo: estaba tísica. Sus manos parecían de cera; respi-
raba con pena, trabajosamente, recargando su cabeza, que ya no tenía fuerza para er-
guir, en la almohada que le servía de respaldo, y viendo con sus ojos, agrandados por la
fiebre, esa vistosa muchedumbre que caminaba en son de fiesta a las carreras, agitando
la sombrilla de raso o el abanico de marfil, la caña de las indias o el cerezo.
Los carruajes pasaban con el ruido armonioso de los muelles nuevos; el landó, abriendo su
góndola, forrada de azul raso, descubría la seda resplandeciente de los trajes y la blancura
de la epidermis; el faetón iba saltando como un venado fugitivo, y el “mail coach”, coro-
nado de sombreros blancos y sombrillas rojas, con las damas coquetamente escalonadas en
el pescante y en el techo, corría pesadamente, como un viejo soltero enamorado, tras la
griseta de ojos picarescos. Y parecía que de las piedras salían voces, que un vago estrépito
de fiesta se formaba en los aires, confundiendo las carcajadas argentinas de los jóvenes, el
rodar de los coches en el empedrado, el chasquido del látigo que se retuerce como una ví-
bora en los aires, el son confuso de las palabras y el trote de los caballos fatigados. Esto es:
vida que pasa, se arremolina, bulle, hierve, bocas que sonríen, ojos que besan con la mi-
rada, plumas, sedas, encajes blancos y pestañas negras; el rumor de la fiesta desgranando
su collar de sonoras perlas en los verdosos vidrios de esa humilde casa, donde se iba extin-
guiendo una existencia joven e íbanse apagando dos pupilas negras, como se extingue una
bujía lamiendo con su llama arandela, y como se desvanecen y se apagan los blancos luce-
ros de la madrugada. (...)
Manuel Gutiérrez Nájera, en Cuentos frágiles.
2 La literatura y otros
discursos sociales
La poesía, los cuentos, las novelas y el teatro
cambian sus formas y despistan a los lectores.
Son las particularidades de sus escrituras las que
les otorgan una identidad y no su forma,
su distribución espacial en un papel.
En este capítulo, estudiaremos los géneros
discursivos literarios y sus relaciones con otros
géneros discursivos.
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1 | LIBRO 3
38 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Es verdad que se cometieron algunos errores, pero es culpa de los once que es-
tamos en la cancha. Lo importante fue que el equipo supo reaccionar en el
segundo tiempo y, por suerte, llegamos a empatar, y si hubiésemos tenido un
poco de suerte a nuestro favor, la victoria la podríamos haber obtenido.
Sí... Si la gente nos apoya vamos a terminar con la corrupción en este país.
También implementaremos planes sociales para erradicar la falta de trabajo,
brindarles una educación pública y gratuita a los más desposeídos y asegurar-
les la atención hospitalaria.
39
Seguramente, no les debe de haber resultado muy difícil. Esto es así porque aunque los
textos y/o las manifestaciones orales de la lengua (conversaciones, programas de radio y
televisión, y demás) son únicos –es decir, tienen características particulares–, también
poseen algo en común.
Pensemos en la mayoría de las radios de FM. Éstas se diferencian, por ejemplo, por el ti-
po de música que transmiten: clásica, pop clásico o contemporáneo, música alternati-
va, música tropical, y otras. Sin embargo, hay algo que las hace reconocibles a todas,
más allá de estas diferencias, como las voces de sus locutores, el hecho de que los
oyentes llamen para pedir temas y mandar saludos, o que casi no presenten progra-
mas periodísticos, lo que sí ocurre en las radios de AM.
Esas características en común, que permiten que nosotros reconozcamos una radio de
FM sin ver el dial, nos demuestran que existe una particularidad mayor que las englo-
ba, como si cada una de estas radios de FM, fuesen pequeños conjuntos dentro de un
conjunto más grande que las encierra. Podríamos decir que ese conjunto más grande
es un género discursivo.
Por eso, si escuchamos que en la radio del vecino se dice:“Florencia nos pidió el último
tema de Luis Miguel para Juampi y dice que lo re-ama”, inmediatamente sabemos que
se trata de un programa de radio de FM porque conocemos cómo son en su mayoría,
aunque no sepamos específicamente qué radio está escuchando el vecino. En realidad,
conocemos el género discursivo de las radios de FM.
Todos nosotros tenemos en nuestra cabeza una inmensa variedad de géneros discursi-
vos, que reconocemos cuando los escuchamos o los leemos, o que usamos en distintas
situaciones en las que queremos comunicarnos, ya sea en forma oral o escrita.
Así, sabemos que si vamos a la panadería de nuestro barrio a comprar pan, más allá de
cómo sea nuestra relación con la vendedora o el vendedor, en algún momento nos va a
preguntar qué vamos a llevar. Además, sabemos que ante esa pregunta no respondere-
mos “las vacas vuelan”, sino “quiero medio kilo de pan flauta”.
En esa situación, se puso en juego un género discursivo, que es el que usamos cuando
nos comunicamos en un negocio con el propósito de realizar una compra.
Este conocimiento acerca del género discursivo “literatura” se activaba en sus men-
tes cuando leían los textos y, a partir de lo que leían, indicaban si ese texto era lite-
rario o no.
Es decir que, a partir de las historias que se contaban y de cómo se contaban –en
otras palabras, desde sus componentes–, ustedes efectuaron ese reconocimiento
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40 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
porque les parecía que éstos eran semejantes a los de la literatura. Esos compo-
nentes en común se llaman enunciados.
Los enunciados son frases o conjuntos de frases con un significado preciso que se ha
mantenido a lo largo del tiempo.
Estos enunciados integran los géneros discursivos. Por ejemplo, en relación con la activi-
dad anterior, si leemos “Hace mucho tiempo, en un país muy lejano”, o si invertimos el or-
den y leemos “En un país muy lejano, hace mucho tiempo”, o si leemos “Tiempo hace que
en un muy lejano país...”, nos damos cuenta de que estamos empezando a leer un cuento
maravilloso, como “Caperucita Roja” o “La Cenicienta”.
El cuento maravilloso es un género discursivo que forma parte del género discur-
sivo “literatura”.
En otras palabras, sabemos que esos enunciados pertenecen a los cuentos maravillo-
sos porque alguien alguna vez nos contó uno, o porque los hemos leído, o porque he-
mos visto una película en el cine o en la televisión basada en uno de estos cuentos.
De este modo, la única distinción que hizo Bajtin de los géneros discursivos fue entre
primarios y secundarios. Precisamente, los primarios serían los más sencillos, como
las conversaciones, y los secundarios, los más complejos, como algunos textos litera-
rios. Esto que no significa que unos sean mejores o peores que otros, sino distintos.
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LENGUA Y LITERATURA
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42 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Es posible que hayan identificado este fragmento como parte de una poesía antes de
leerlo. Esto es así porque todos nosotros sabemos que la poesía se escribe en verso, al-
go que nos han enseñado en la escuela durante mucho tiempo. Básicamente, cuando
nos han explicado el tema de los géneros literarios, nos han dicho que existen tres:
género lírico (poesía), género narrativo (novelas y cuentos) y género dramático (obras
de teatro). Esta clasificación, llamada “géneros literarios”, se basa en distinguir a los
textos literarios a partir de su forma externa.
Analicemos algunos ejemplos para que se entienda mejor lo que queremos explicar.
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1 | LIBRO 3
44 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Este fragmento corresponde a Los fusiles de la madre Carrar, del dramaturgo Bertolt
Brecht. Si lo miramos casi sin leerlo, nos damos cuenta de que se trata de una pieza
teatral, porque presenta una tipografía diferente y porque aparece un diálogo indica-
do con el nombre de cada personaje.
Ahora bien, si nosotros tomáramos en cuenta solamente la forma de los diversos tex-
tos literarios para indicar si pertenecen o no al género lírico, al narrativo o al dramáti-
co, no podríamos explicar los motivos de otras cuestiones en las que pensamos, o a
partir de las cuales nos interrogamos, cuando los leemos.
Empezamos a leer y nos damos cuenta de que los versos (cada una de las líneas de la
poesía) riman; por ejemplo, eficazmente/resistente, lastima/rima. Entonces, reafirma-
mos la idea de que es un texto poético, porque tiene rima.
Además, vemos que no nos resulta tan sencillo entender qué está diciendo. Las pala-
bras nos parecen raras y antiguas, y están combinadas en los versos de una manera
complicada que nos dificulta la comprensión.
Parece que el poema está dirigido a alguien que no se preocupa por envejecer;
quizás a la amada, lo que sería lógico, ya que sabemos que muchas poesías están
dedicadas al amor.
Además, podemos llegar a recordar que alguna vez escuchamos hablar de Shakespeare
o que leímos alguno de sus textos en la escuela, como Romeo y Julieta, y lo ubicamos
en un pasado; aunque no podemos determinar bien cuándo, se trata de un tiempo
muy lejano. También puede suceder que no hayamos leído Romeo y Julieta, pero sí que
hayamos visto alguna de sus versiones cinematográficas.
Entonces, relacionamos esta historia de amor con la poesía e interpretamos que uno
de los temas que tomaba Shakespeare para escribir era el amor.
Así, concluimos que es un texto literario porque es antiguo y trata temas como el
amor, aunque no estemos demasiado seguros. Si continuáramos imaginando la canti-
dad de relaciones y conclusiones a las que se podría llegar mediante la lectura de este
texto, no terminaríamos nunca. Eso se debe a que los lectores –en este caso, nosotros–
tenemos una cantidad de información en nuestra mente y la utilizamos a la hora de
leer un texto para interpretarlo y comprenderlo.
Gran parte de esa información, de esos conocimientos, se refiere a los géneros discur-
sivos, y no a uno solo, sino a una variedad de ellos.
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En esa suposición de lectura del texto de Shakespeare que hicimos antes, se combina-
ron el conocimiento de, básicamente, tres géneros discursivos: el género discursivo “li-
teratura”, que es más amplio y abarca todos los factores que explicamos en el primer
capítulo; el género discursivo de cierto tipo de poesía, en este caso la poesía culta re-
nacentista, y el género discursivo cinematográfico, más específicamente las películas
románticas basadas en textos literarios, como Romeo y Julieta.
De este modo, ya podemos pensar en todos los aspectos de los textos literarios que la
clasificación de géneros literarios deja afuera, porque, como decíamos anteriormente, es-
ta clasificación solamente se basa en las diferencias de forma que presentan los textos.
Así, no tenemos dudas de que este texto es literario, porque nos cuenta una historia
que no puede concebirse como real. Si hemos leído otros textos literarios similares o
hemos visto películas parecidas, podremos decir que este texto pertenece al género
discursivo “literatura fantástica”.
El texto de Horacio Quiroga termina con el narrador que llega a su casa, finalizado el ve-
latorio, donde encuentra al muerto y a sus tres amigos, también muertos, en su cama.
Decimos que este cuento de Quiroga pertenece al género discursivo “literatura fantás-
tica”, porque presenta enunciados como “el muerto que parece cobrar vida” o “los tres
amigos muertos en la cama”, que nos indican cómo en una historia que en principio
puede ser considerada “real” o semejante a lo “real” –basada en el hecho de que un
grupo de amigos llevan el cadáver de otro para que sea velado– se produce un hecho
“irreal”: el muerto cobra vida y provoca la muerte del resto.
Éstos son enunciados característicos del género discursivo “literatura fantástica”, que
reconocemos porque se han mantenido estables y similares a través del tiempo.
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LENGUA Y LITERATURA
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46 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Bertolt Brecht fue un dramaturgo alemán que innovó en la manera de hacer teatro.
Su forma de hacer teatro se llamó “teatro épico” y su característica principal es la
de involucrar al espectador en lo que está sucediendo en el escenario, para hacerlo
reflexionar al respecto.
Así, sus textos incluyen personajes que representan al pueblo, es decir, incluyen un hi-
jo, un padre, un panadero, un soldado, un científico, y otros.
Las historias que estos personajes sin nombre protagonizan nos muestran cómo una
sociedad –y aquí podemos pensar en cualquiera que haya sufrido un gobierno dictato-
rial, como la nuestra– se degrada hasta el punto de convertirse en cómplice de los crí-
menes cometidos por este tipo de poder político.
Si leen algunas de las piezas cortas que integran Terror y miserias del Tercer Reich, del
mismo autor, podrán apreciar lo que decimos.
Lo que intentamos remarcar en este caso es que, al igual que en los otros, clasificarlo
según los géneros literarios no aportaría demasiado a la lectura que podríamos hacer
del texto: está distribuido en la hoja a partir de la diferenciación entre las indicaciones
escénicas y los diálogos entre los personajes.
Este texto forma parte de otra manifestación artística –como lo es la literatura–, que
es el teatro.
Por eso, en este caso, es muy difícil que tengamos algún conocimiento del género dis-
cursivo “teatro” que guíe nuestra lectura, porque no todos hemos ido al teatro ni lo ha-
cemos frecuentemente, como sí ocurre con el cine.
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Puede ser que ustedes hayan leído algunos textos teatrales y conozcan ciertos enun-
ciados del género discursivo “tragedia” o “comedia”, o que los conozcan por haber visto
alguna película basada en un texto teatral, como Romeo y Julieta o Hamlet.
Pero en ese caso, sucedería lo mismo que decíamos antes: tendríamos que hacer una
lectura completa del texto para poder reconocer esos géneros discursivos.
Por ejemplo, si tomamos las tragedias, tendríamos que llegar casi hasta el final de
esos textos para que aparezca el enunciado por excelencia que caracteriza a este
género discursivo teatral: la fatalidad; en otras palabras, el destino trágico.
Es decir que la tragedia es reconocible cuando la historia se resuelve con una serie de
muertes –en general, muchas– que se presentan como inevitables (se sabe que van a
ocurrir) y con otras que son accidentales o producidas por malentendidos.
Así, en Romeo y Julieta, los dos amantes mueren a causa de una confusión, y en
Hamlet, se produce la muerte accidental de la madre del príncipe.
Si no conocen estas dos historias, pídanles a sus profesores que se las cuenten,
léanlas o miren sus versiones cinematográficas, para poder apreciar mejor lo que
estamos explicando.
Carlota Peperoni es una estudiante italiana de teatro, que, más que dedicarse a la actuación, ❚ Carlota sueña con dejar su
desea convertirse en una original dramaturga. Para ello, intenta innovar en esta actividad marca en la historia del teatro
a través de la invención de un género discursivo nuevo al que ha llamado “tragedia corta a italiano, pero, aunque tiene mu-
la calabresa”. cha fuerza de voluntad, esto de
crear un género discursivo tea-
acto primero tral nuevo no le sale muy bien.
Despacho de don Corleone Ilcapito. Está fumando un habano, sentado de- Ella quiere que sus obras se ba-
trás de su escritorio y, a la vez, cuenta minuciosamente el dinero que ha sen en historias trágicas de
obtenido por medio de sus negocios turbios, realizados al margen de la ley. gángsters de la mafia italiana.
Arriba del escritorio se encuentra su revólver de alto calibre. Entra uno de Así,su primera pieza corta se lla-
sus empleados, Figaredo Calcatori, con un paquete para Ilcapito. ma Don Corleone Ilcapito, capo
mafia de toda la mafia.Ya tiene
acto segundo
el título, así como las indicacio-
Despacho de don Corleone Ilcapito. Figaredo Calcatori se ha retirado y ha
nes escénicas, pero le cuesta es-
dejado el paquete sobre el escritorio. De pronto, muy agitado y preocupado,
cribir los diálogos entre los per-
entra abruptamente el hijo mayor de don Corleone, Fabio Ilcapito. Antes de
sonajes.Les pedimos que lean lo
que éste pronuncie palabra, suena el teléfono y don Corleone contesta.
que lleva redactado y que la ayu-
acto tercero den a escribir esos diálogos. Re-
Despacho de don Corleone Ilcapito. Su hijo Fabio ha tomado el revólver del cuerden que para que este tex-
escritorio y su mano tiembla. Entra la esposa de Ilcapito, Giuseppa to teatral sea una tragedia,debe
Pimpinella, y la hija de ambos y hermana de Fabio Ilcapito, Juliana. Fuera finalizar con el enunciado típico
del despacho se escuchan gritos amenazantes. de este género: el destino trági-
co, que se resuelve con muertes
accidentales y/o inevitables.
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LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
48 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Esto es así porque, retomando lo que decíamos antes, si nos manejamos con la noción
de géneros literarios, ésta no nos aporta más datos que una clasificación de los textos
literarios a partir de cómo se disponen en las hojas, y este hecho no es importante pa-
ra la lectura que podemos hacer de ellos.
Los enunciados de los géneros discursivos nos permiten reconocerlos y podemos utili-
zarlos para interpretar los textos más allá de cómo se presenten en ellos.
Esta poesía presenta lo que podríamos llamar una disposición tradicional en versos:
cuando uno finaliza, se pasa al renglón siguiente para continuar con el otro, y así suce-
sivamente hasta el final. ¿Cambiaría el sentido de la poesía si se ubicaran esos versos
de otra manera en la hoja?
Hermosa en esta noche en que las balas zurean, sobre nuestras cabezas corre
todo un río de obuses, de vez en cuando un cohete ilumina la noche, tal flor
una flor que se abre y que desaparece, la tierra se lamenta como una marea,
el oleaje sube en mi refugio de Creta.
Pareciera que el sentido, lo que nosotros podemos interpretar de esta poesía, no cam-
biaría por el hecho de haber modificado la disposición de los versos, llevándolos a la
forma que presentan los textos literarios narrativos.
Es más, seguramente cuando ustedes leyeron la versión original, les haya parecido ex-
traño que una poesía hable de balas y cohetes porque, por lo general, hablan del amor,
de la muerte y de otras cuestiones, según los enunciados que más conocemos de este
género discursivo.
Pero existen otros enunciados que tienen más relación con el modo en que están es-
critos los textos que pertenecen a un determinado género discursivo: con las palabras
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Entonces, la disposición de los textos, su forma, no nos dice tanto como los enunciados de
los géneros discursivos, que, como en este ejemplo, hasta nos permiten reconocerlos
aunque no se correspondan en principio con la idea que teníamos acerca de ellos.
El señor Ga había sido tan asiduo, dócil y prolongado paciente del doctor
Terapeútica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes,
las amígdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora lle-
gaba el valet del señor Ga a llamar al doctor Terapeútica para que atendiera el
pie del señor Ga, que lo mandaba a llamar.
El doctor Terapeútica examinó detenidamente el pie y “meneando con grave
modo” la cabeza resolvió: “hay demasiado pie, con razón se siente mal: le
trazaré el corte necesario a un cirujano”.
¿Cambiarían los interrogantes que nos plantea la lectura de este cuento corto si tu-
viera la siguiente disposición en la hoja? Observen:
Por el contrario, sigue siendo narrativo, porque nos relata acciones que componen una
historia. Pero, además, eso no nos interesa tanto como el extrañamiento que nos
provoca su lectura.
Es decir que cuando lo leemos, no nos importa su forma, sino tratar de entender, por
ejemplo, cómo puede ser que el señor Ga viva si tan sólo es un pie, que también le será
extirpado por el doctor Terapeútica, y cómo esta situación se narra tan naturalmente.
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LENGUA Y LITERATURA
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50 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Entonces, si relacionamos este ejemplo con el anterior, con lo que vimos acerca de la
poesía de Apollinaire, podemos comprobar ya con bastante certeza que la forma, la dis-
posición de los textos en la hoja, no nos dice nada acerca de esos textos y no repercute
para nada en nuestra lectura de ellos.
Lo narrativo y lo poético
Anteriormente vimos cómo al modificar la forma de un texto poético y de otro na-
rrativo, sus enunciados no variaron. También observamos que esa forma no significa-
ba demasiado a la hora de leerlos, que nuestra lectura no se basaba en ella.
Ahora, vamos a analizar qué sucede con dos textos literarios cuyas formas no
modificaremos.
Lean el siguiente texto:
En el tiempo que me ví
más alegre y placentero
encontré con un palmero que me habló y dijo así
–¿Dónde vas caballero?
¿Dónde vas triste de ti?
Muerta es tu linda amiga
muerta es que yo la ví
duques, condes la lloraban
todos por amor de ti;
dueñas, damas y doncellas
llorando dicen así:
–¡Oh triste del caballero
que tal dama pierde aquí!
Este texto es un romance español llamado “Romance de amor”. Si lo releen, podrán no-
tar que aunque los romances presentan una disposición en versos, los que conforman
diferentes rimas: ví/así o placentero/caballero, básicamente cuentan una historia, es
decir, son más narrativos que poéticos.
51
el perro y el frasco
–Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un
excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad.
Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres
corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz
en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra,
como si me reconviniera.
–¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hu-
bieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero
de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer per-
fumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.
Charles Baudelaire, en Pequeños poemas en prosa.
A primera vista, ese texto literario pareciera ser narrativo. Sin lugar a dudas, más allá de su
forma, en su comienzo se relata una situación: quien habla le ofrece a su perro oler un per-
fume y el animal lo rechaza. Es decir que se dan una serie de acciones: el dueño llama a su
perro, el perro se acerca, huele el frasco de perfume, se echa hacia atrás y ladra.
Pero, hacia el final del texto, después de que el perro ha rechazado el perfume, quien
habla acusa al animal de miserable y lo compara con el público: tanto el perro como el
público, en este caso de literatura, no sabrían apreciar lo bueno.
En el caso del perro, no puede valorar las delicias de oler un perfume, sino que prefiere,
en cambio, oler excrementos.
Según quien habla, el público, la gente que lee literatura, prefiere un texto literario ma-
lo a uno bueno. Aquí se dan, básicamente, tres metáforas: el perro representaría al pú-
blico; los excrementos, a las obras literarias que ese público consume, y el perfume, a
los textos literarios que el público no sabe apreciar.
Como señala el título del libro del que forma parte este texto, es un poema en prosa.
Esto significa que el texto presenta la forma de un texto narrativo y que en su interior
aparece el relato de acciones que caracterizan a los textos narrativos, pero que en ellos
pesa más lo poético, es decir, el uso del lenguaje poético y el hecho de que todo el tex-
to, como explicamos, es una gran metáfora.
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LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
52 LA LITERATURA
¿QUÉ Y OTROS DISCURSOS SOCIALES
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Cuando ustedes le relatan a un amigo lo que hicieron un fin de semana, están utili-
zando la lengua en su realización narrativa. Es decir que como lo que quieren transmi-
tirle a su amigo son una sucesión de hechos –lo que ustedes hicieron ese sábado y ese
domingo–, van encadenando esas acciones de acuerdo con cómo se fueron desarro-
llando en ese lapso y cómo se fueron encadenando: si una supuso otra. Por ejemplo,
puede ser que sus primos los hayan invitado a la plaza, ustedes aceptaron, fueron a
ese lugar y jugaron: la invitación lleva a la aceptación y al hecho de jugar.
Todas son acciones que se vinculan como causas y efectos, y ésa es una de las caracte-
rísticas principales de lo narrativo.
❚ Lean los siguientes fragmen- 1. De puntillas, de puntillas, para no despertar a Piedad, entran en el cuarto de dormir el padre
tos de dos textos literarios y la madre. Vienen riéndose, como dos muchachones. Vienen de la mano, como dos muchachos.
que escribiremos de igual El padre viene detrás, como si fuera a tropezar con todo. La madre no tropieza porque conoce el
modo, es decir, con la misma camino. ¡Trabaja mucho el padre, para comprar todo lo de la casa, y no puede ver a su hija
disposición en la hoja. Esta- cuando quiere! A veces, allá en el trabajo se ríe solo, o se pone de repente como triste, o se le ve
blezcan si son más narrativos en la cara como una luz; y es que está pensando en su hija...
o más poéticos. Luego reescrí- José Martí, “La muñeca negra”.
banlos convirtiendo al narra-
tivo en poético y al poético, en 2. El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente.
narrativo. Por último, expli- –Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses.
quen los motivos por los que La tarde loca de higueras y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes.
realizaron esos cambios para Y ángeles negros volaban por el aire de poniente. Ángeles de largas trenzas y corazones de aceite.
lograr el pasaje de lo narrati- Federico García Lorca, “Reyerta”.
vo a lo poético y viceversa.
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53
Pero, aunque los géneros discursivos se diferencian entre sí, también presentan relaciones
entre ellos. Es decir que se usan unos a otros: un género discursivo puede aparecer dentro
de otro y viceversa. Para analizar esto, tomemos como ejemplo el siguiente fragmento:
En un ejemplar del primer volumen de Las mil y una noches (Londres, 1840)
de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el ma-
nuscrito que ahora traduciré al castellano. La esmerada caligrafía –arte que las
máquinas de escribir nos están enseñando a perder– sugiere que fue redactado
por esa misma fecha. Lane prodigó, según se sabe, las extensas notas explicati-
vas; los márgenes abundan en adiciones, en signos de interrogación y alguna vez
en correcciones, cuya letra es la misma del manuscrito.
Es decir que no se trata de un texto científico, sino de un texto literario: todo lo que allí
se cuenta es ficción, una invención. Lo que sucede es que este cuento, como varios
cuentos de Borges, está escrito a partir del uso de distintos géneros discursivos que in-
tegran el género discursivo científico o académico: el informe, el ensayo, el trabajo de
investigación, y otros.
Precisamente, esta cuestión hace que muchos de los textos de Borges sean complica-
dos para los lectores, porque aparecen sobrecargados de datos y de referencias a hom-
bres ilustres o a textos literarios, filosóficos, religiosos o científicos, algunos de los
cuales son reales y otros, apócrifos, es decir, inventados.
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❚ Les pedimos que elijan un El programa El rayo, producido por Cuatro Cabezas, usa una cámara vertiginosa que
programa de televisión que abruptamente cambia los planos y, por otro lado, es fragmentario, ya que pasa de una
responda a cualquiera de es- nota a otra permanentemente. Esta característica es propia de los videoclips, que son
tos tres géneros discursivos: géneros discursivos.
ficción, entretenimientos y hu-
Incluso los dibujos animados y los videojuegos son géneros discursivos; seguramente
mor, y que redacten un texto
ustedes no se los confundirían si los viesen sin sonido en una pantalla y no supieran
donde expliquen cómo son
previamente de qué se trata. Uno de los últimos videoclips de los Red Hot Chilli Peppers
sus enunciados y con qué
toma el género discursivo de los videojuegos. En él, los integrantes de ese grupo están
otros géneros discursivos se re-
dibujados con ese formato y van venciendo escollos, pasando de pantalla en pantalla
lacionan. Para ello, analicen y
para sumar puntos.
expliquen los diversos enun-
ciados que caracterizan a esos Algunos programas de televisión usan los sonidos de los dibujos animados; por ejem-
géneros discursivos. plo, Videomatch. Así, podríamos seguir estableciendo relaciones entre la gran cantidad
y diversidad de géneros discursivos.
Uno de los procedimientos que comparten la mayoría de estos géneros discursivos, del
que podríamos decir que tuvo sus orígenes en la literatura, es la parodia, explicada en
el capítulo anterior. Precisamente, la parodia muchas veces se establece como una bur-
la de otro género discursivo; entonces, podríamos decir que cuando hay parodia en un
texto literario, en un programa de televisión, en un videoclip o en una conversación,
hay relaciones entre géneros discursivos.
❚ A un extranjero debe resul- En su estadía en la Argentina, Sol Chung Wang continuó con sus estudios acerca de los géneros
tarle difícil comprender las discursivos específicos de nuestra sociedad. Por eso, la pobre estudiosa oriental, intentó analizar y
parodias que aparecen en explicar los géneros discursivos y sus relaciones con otros que aparecen en la televisión nacional.
ciertos programas de televi- Como ustedes se imaginarán, con su precario manejo del español y, más aún, de las particulari-
sión. Elijan uno y expliquen dades de nuestro modo de hablar, sumado a las diferencias que tenemos con su cultura de ori-
cómo se produce el efecto gen, no pudo comprender casi nada de lo que se decía y hacía en varios programas; sobre todo, en
paródico. La explicación que los que utilizan la parodia. De este modo, Sol Chung Wang retornó a su país bastante frustrada y
ustedes escriban será de gran con su estudio a medio terminar.
ayuda para Sol.
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1 LITERATURA | LIBRO 3
H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
GP 2 1 GUÍA DE PROFUNDIZACIÓN La literatura y otros discursos sociales
1. Ustedes deben de haber jugado alguna vez al tutti frutti. Este juego consiste en dividir una hoja
en distintas columnas, tituladas según diferentes temas: nombres propios, países, frutas, colores, y
otros. Uno de los integrantes del juego comienza a decir el abecedario en voz baja hasta que otro lo
detiene. Entonces, el primero dice en qué letra se ha detenido, por ejemplo la “m”, y los demás escri-
ben en cada columna palabras que comiencen con esa letra; por ejemplo,“María”,“Mozambique”,
“manzana”,“marrón”, y otras. Ahora ustedes van a jugar al tutti frutti de los géneros discursivos.
Para ello, les damos los nombres de algunos géneros discursivos, además de distintos enunciados
mezclados que corresponden a esos géneros discursivos. De este modo, ustedes deberán ubicarlos
por su número en las columnas que correspondan. Algunos enunciados pueden pertenecer a más
de un género discursivo.
enunciados:
1. Boronbombóm, boronbombón, es el equipo del Narigón. 2. Un saludito para Tito y le
dedico este tema. 3. La célula posee vacuolas y mitocondrias. 4. ¡Oh muerte que hoy me
visistas! 5. Hola, che, ¿cómo andás? 6. Éstos son los títulos de nuestro noticiero de hoy.
7. Te dije que hicieras los deberes. 8. Y ahora, el puesto número diez de nuestro ranking
musical. 9. Entonces, el androide comenzó a hablar. 10. El árbitro es un desastre. 11. El
9 de julio de 1816 se declaró la independencia de la Argentina. 12. Telechimentos, lu-
nes a viernes a las 15:00 hs. 13. Sí... pusimos todo lo que había que poner y ganamos.
14. Nos encontramos mañana, a la misma hora y por el mismo canal. 15. La velocidad
del sonido es menor que la velocidad de la luz. 16. Y ahora jugamos por una docena de
medialunas de la panadería Exquisitessen:¿quién es el cantante del grupo Puchinboll?
17. ¿Vio cómo está el tiempo, doña? 18. Agazapados, tenebrosos y expectantes, cuatro
ojos la observaban...
2. Reconstruyan, a partir del escrito que les presentamos a continuación, cómo era el texto origi-
nal, llamado “Una noche de verano”, del escritor español Antonio Machado. Los adulteradores no
solamente cambiaron su forma, sino que también le quitaron los signos de puntuación y coloca-
ron juntas, sin espacios, todas las palabras. Analicen este “masacote” de palabras y determinen a
qué género discursivo literario pertenece.
Unanochedeveranoestabaabiertoelbalcónylapuertademicasalamuerteenmicasaentrósefuea-
cercandoasulechonisiquieramemiróconunosdedosmuyfinosalgomuytenuerompiósilen-
ciosaysinmirarmelamuerteotravezpasódelantedemíquéhashecholamuertenores-
pondióminiñaquedótranquiladolidomicorazónayloquelamuerteharotoeraunhiloentrelosdos
3. Los escribas eran unos monjes medievales que se dedicaban a pasar por escrito la literatura que
se transmitía oralmente o que reconstituían textos cuyos manuscritos estaban incompletos. Uste-
des serán escribas del texto que les presentamos a continuación. Para completar sus partes faltan-
tes, no solamente se tienen que fijar en la historia que cuenta, sino también deben pensar a qué
género discursivo pertenece.
Después
1 LITERATURA | LIBRO 3
H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
LE 2 1 LECTURA Y ESCRITURA La literatura y otros discursos sociales L
1. Lean el siguiente cuento costumbrista de Ricardo Güiraldes, que mezcla dos géneros discursivos lite-
rarios. Expliquen, por la forma y por los enunciados, de cuáles se trata.
arrabalera
Es un cuento de arrabal para uso particular de niñas románticas.
Él, un asno paquetito.
Ella, un paquetito de asnerías sentimentales.
La casa en que vivía,
arte de repostería;
el padre un tipo grosero
que habla en idioma campero.
Y entre estos personajes se desliza un triste, triste episodio de amor.
La vio un día reclinada en su balcón, asomando entre flores su estúpida cabecita rubia,
llena de cosas bonitas, triviales y apetitosas, como una vidriera de confitería.
¡Oh, el hermoso juguete para una aventura cursi, con sus ojos chispones de tome y traiga,
su boquita de almíbar humedecida por lengua golosa de contornos labiales, su nariz im-
pertinente a fuerza de oler polvos y aguas floridas, y la hermosa madeja de su cabello ri-
zado como un corderito de alfeñique!
En su cuello, una cinta de terciopelo negro se nublaba de uno que otro rezago de polvos,
y hacía juego, por su negrura, con un insuperable lunar, vecino a la boca, negro tal vez
a fuerza de querer ser pupila, para extasiarse en el coqueto paso sobre los labios de la
lengüita humedecedora.
Una lengüita de granadina.
La vio y la amó (así sucede), y le escribió una larga carta en que se trataba de Querubi-
nes, dolores de ausencia, visiones suaves y desengaño que mataría el corazón.
Ella saboreó aquel extenso piropo epistolar. Además, no era él despreciable.
Elegante, sí, por cierto; elegante entre todos los afiladores del arrabal, dejando entrever
por sus ojos, grandes y negros como una clásica noche primaveral, su alma sensible de
amador doloroso, su alma llena de lágrimas y suspiros como un verso de tarjeta postal.
Todo eso era suficiente para hacer vibrar el corazón novelesco de la coqueta balconera.
Se dejó amar.
Rolando paseóse los domingos empaquetado en un traje estrecho y botines dolorosamente
puntiagudos, por la vereda de quien le concedía, en calidad de limosna, una que otra sonrisa
(deliciosa sonrisa) de su boca de frutilla.
Compróse para el caso un chaleco floreado de amarillos pétalos sobre fondo acuoso; una cor-
bata de moño, con colores simpáticos a los del chaleco, y una varita de frágil bambú ornada
de delicioso moño de plata.
A ella le floreció la boca, sonrojáronsele las mejillas, y sus ojeras tomaron un declive de melancolía.
–¡Amor, amor!
Divino surtidor.
Pero había un padre..., y ¡qué padre!
Bastó una circunstancia fortuita para que mostrara su alma innoble. Se precipitó sobre el
tierno jovencito y, desordenando la pétrea rigidez de sus solapas, habló así el torpe:
–Vea, so cajetilla; despéjeme la vereda, y pa siempre, si no quiere que le empastele la dentadura, ¿mi-a-óido?
¡Qué hombre grosero, tan grosero, y qué trompada en el cristal de los corazones enamorados!
¡Oh, nobles flores del balcón, vosotras supisteis el tibio rocío de las lágrimas lloradas por Azucena!
¿Y el jovencito?
¡Ay!... Escribía versos, rimando sus penas para aliviarse en actitudes interesantes; pero no tenía el genio de
Musset, y su única lectora apenas si respondía ya a sus súplicas.
¡Pobre jovencito! Sufría oyendo con infinita ternura el canto de los pajaritos y lagrimeaba en los crepúsculos.
El olor de los jazmines, que ella quería, le producía desfallecimientos. Su corazón se deshojaba como una
flor, y vivía forjando romances tristes.
Eso no podía seguir.
Enflaqueció, perdió el gusto de comer y la afición de vestirse; era un lirio sin sol, concluyendo por tomar la
fatal decisión de poner fin a su existencia.
2. Lean la siguiente poesía de Ximena Espeche. Analicen a qué género discursivo poético ha-
ce referencia. Escriban un informe en el que expliquen y fundamenten por qué el cuento de
Güiraldes y la poesía de Espeche pueden ser consideradas parodias de la poesía romántica.
ni oda
No quieras ahora hacer una oda, No cuentas 11,
Cuando lo que hay es rima: No dices ¡éste!
No amas a nadie
- ¡tienes a alguien encima! Es amor
Que no te recueste.
amor a quien tienes.
Piénsalo bien desdichada,
- cállate, Yacer y acostar y dormir y esperar
asquerosa Qué otra cosa esperas como enamorada
es sumamente olorosa la posibilidad
- no dormir no dormir no dormir
rítmica de la rima,
- por yacer por yacer por yacer
huele a sado,
asado - que amor rime primorverdorsabor
el amor osado. - que nadie diga
- puaj
eso no es rima,
- que la rima no rime.
No cuentas 11, - que la rima no lastime.
no luces bella ni eres doncella,
Para ello escribe una oda,
- ni cierras los ojos mantente en silencio, durante la hora
- ni vuelves la cabeza escucha los grillos y pide a los gritos
- ni ese hombre te besa
- no dormir no dormir no dormir
- ni nada hay que rime mejor
- por yacer por yacer por yacer
- Que amor
- Con primor que amor no rima con todo.
- Y verdor que amor no rime con todo.
- Con sabor
Puaj!
3 La construcción de la
maquinaria literaria
Una de las cosas más interesantes que nos ofrece la
literatura es hacernos observar que la realidad no es
una sola. Por ejemplo, así como el desarrollo de la
ciencia ha cambiado la manera de enfrentarse a la
realidad, de percibirla, así la literatura ha sabido
expresarlo. En este capítulo, estudiaremos los niveles
de la ficción literaria y el verosímil, los textos enmar-
cados y las relaciones de la literatura con la ciencia.
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| LIBRO
LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
LA CONSTRUCCIÓN DE
60 LA MAQUINARIA
¿QUÉ LITERARIA
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
Insertando ficciones
Como ya hemos reiterado a lo largo de los capítulos anteriores,
una de las maneras de acercarnos a la literatura es considerarla desde su ca-
rácter ficcional.
A partir de este capítulo, trabajaremos específicamente esta cues-
tión: que los textos literarios son una invención, más allá de que se acerquen o se
alejen de lo que nosotros percibimos como real, es decir, como posible de existir en
la realidad.
Lean el comienzo del cuento de Gustav Meyrink, llamado “La visita
que J. H. Oberheit hace a las tempijuelas”.
La situación que leerán en este fragmento puede ser concebida co-
mo posible, como real, aunque ustedes sepan que por tratarse de un texto literario
es una ficción, una invención.
V I
V O
❚ Continúen este texto insertándole sucesos que pensemos como irreales; por ejemplo: la
61
¿Cómo se diferencian estos niveles de ficción en sus textos? En este caso, la distin-
ción está marcada por el hecho de que, como ya dijimos, el fragmento del cuento del
que partieron presenta una situación que puede ser entendida como real y la conti-
nuación que ustedes le dieron señala un corte.
Ahora bien, los niveles de la ficción en los textos literarios pueden darse de diferen-
tes maneras. No siempre se dan desde la oposición real/irreal, porque esta distinción
es muy relativa en la literatura, ya que cada texto literario presenta su propia mane-
ra de representar la realidad o crea sus propias realidades.
Lo mismo sucede con las personas: cada uno de nosotros, por distintas circunstan-
cias, concebimos lo real y lo irreal de distintas maneras. Por ejemplo, para algunas
personas los extraterrestres existen y para otras, no. A su vez, lo real y lo irreal pue-
den variar a través del tiempo. Por ejemplo, el desarrollo de la tecnología ha hecho
que lo que parecía imposible o irreal en un determinado momento histórico luego
llegara a ser una realidad.
Así, en la década del sesenta, cuando los norteamericanos llegaron a la Luna y ese
hecho fue transmitido por televisión, muchas personas pensaron que esa llegada no
era real, sino que había sido trucada por la televisión.
Quizás algunos de ustedes piensen que lo que les sucede a los protagonistas de las
telenovelas es real: se quedan ciegos, pero recobran la vista; pierden a sus hijos y
luego los encuentran; pierden la memoria y luego la recuperan, y demás. Otras per-
sonas conciben estos hechos como irreales.
Por eso, como ya dijimos, los límites entre lo real y lo irreal son muy borrosos, muy débi-
les, y muchas veces dependen del punto de vista de quien esté percibiendo esa realidad.
| LIBRO
LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
62 LA
¿QUÉ
CONSTRUCCIÓN
ES UN TEXTO?DE... El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
En la actividad anterior, cuando ustedes señalaron las partes del texto que les parecían
reales o irreales, lo que hicieron fue indicar distintos niveles de ficción en el cuento. Éste
posee dos niveles de ficción bien diferenciados: la introducción que hace la revista y la
carta de Porcel. Además, estos niveles se distinguen por lo absurdo de la carta.
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63
ejemplo xlvii
de lo que aconteció con un pardal y una golondrina
Hablaba otra vez el Conde con Patronio, su consejero, de esta manera:
–Patronio, de ninguna manera puedo evitar tener una contienda con uno de dos vecinos que yo
tengo, y acontece que el más cercano no es ahora tan poderoso, y el más poderoso no es más mi
vecino. Ruego que me aconsejes en esto.
–Señor Conde –dijo Patronio– un hombre era flaco y se le iba la sangre al ojo con el ruido de
las voces de las aves, y rogó a su amigo que le diese algún consejo, porque no podía dormir por
el ruido que le hacían los gorriones y las golondrinas. Y aquél su amigo díjole que del todo no lo
podía ayudar; más que él sabía un encanto con que le conseguiría sacarse uno de ellos, el go-
rrión o la golondrina. Y aquél que estaba flaco respondióle que como la golondrina da muchas
voces y mayores, y porque va y viene y el gorrión habita siempre en casa, que antes quería parar
el ruido de la golondrina que iba y venía, que no el ruido del gorrión que está siempre en casa.
Y vos, Señor Conde, como que aquél que habita más lejos es más poderoso, os aconsejo que
busques más ahí la contienda, y que no con el que de vos está más cerca, aunque no sea tan po-
deroso, porque muy mala es la guerra en casa para cada día.
Y el Conde tuvo este por buen consejo, e hízolo así, y se sintió muy bien. Hízolo escribir en este
libro, e hizo estos versos que dicen así:
Este ejemplo que han leído pertenece a El Conde Lucanor, escrito por el Infante Don
Juan Manuel en el Medioevo español. Los ejemplos eran un género discursivo literario
que se utilizaba en aquel tiempo, con el propósito de formar a las personas para la vi-
da. Es decir que cada ejemplo tomaba alguna problemática cotidiana y presentaba una
solución, condensada en la moraleja final.
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xxiv
en su entrada
Leamos ahora el siguiente fragmento del cuento “La madre del soldado”, del escritor
argentino Marcelo Cohen, que también toma a los militares argentinos para constituir
un verosímil:
Después de sacarse el casquete se rascó la cabeza con las pulidas uñas redondas;
sopló el polvito de caspa que las había opacado y en ese mismo instante volvió a
sentir el aguijonazo que le había ardido toda la noche desde el estrépito del dis-
paro, y durante el desayuno, mientras en el casino de oficiales debatían qué
hacer. Buscó el aguijón a escondidas de la mirada verde del sargento. Pero no
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era posible en una piel callosa y hecha a las inclemencias como la suya. Tal vez
fuera una añoranza de heroísmo y vida militar verdadera, algo sepultado con
la academia. O los tiempos: tantas tareas por hacer y él confinado a un cuar-
tel en donde un inútil se olvidaba de ponerle el seguro al FAL. (...)
–¿Usted qué piensa, Benelli?
–¿Ahora?
–No, ahora no. Digo qué piensa de esto.
–Ah. Y, que es el destino, mi teniente. Está firmado.
El teniente supuso que el sargento era un almohadón que había perdido cate-
goría a fuerza de que lo usaran para sentarse y no para apoyar la cabeza. To-
dos los suboficiales. Servían para llegar a ciertos lugares sin error considera-
ble. Para llevar un muerto a casa de sus padres en un barrio de casas bajas,
humosas, somnolientas. (...) Se preguntó si odiaría a los parientes tanto co-
mo había odiado al soldado. Sin razón, pero con una inflexible confianza:
esas cosas se adivinaban al primer golpe de vista (...)
Este cuento de Marcelo Cohen presenta un verosímil totalmente distinto al del poema
de La Lira Argentina... aunque esté tomando, básicamente, el mismo hecho de la reali-
dad: la milicia nacional.
La “verdadera labor militar” quedó en los tiempos de la academia, y el presente del te-
niente se muestra como un trabajo relacionado con los civiles, a quienes desprecia.
¿Por qué causas se produjo un cambio tan radical en la formación de estos verosímiles
en la literatura argentina? Además de las diferencias entre los distintos autores y las
diversas estéticas a las que pertenecen, hay un punto que es fundamental para expli-
car por qué los militares eran idolatrados en las primeras décadas del 1800, pero no du-
rante casi todo el siglo XX y hasta la actualidad.
Se podría decir que, en la Argentina, desde la llamada “semana trágica”, que tuvo lu-
gar durante el gobierno de Irigoyen, en 1919, las relaciones entre el cuerpo militar
nacional y los civiles cambiaron. Para muchos, el militar dejó de ser percibido como
el héroe que lucha por la defensa y el bienestar del pueblo, y pasó a ser considerado,
por una parte importante de la comunidad argentina, como un ser capaz de hacer
peligrar la sociedad democrática. En definitiva, lo que se produjo en nuestro país fue
un cambio de percepción de esa realidad, que repercutió fuertemente en la cons-
trucción de los verosímiles.
En conclusión, como ya hemos señalado, la ficción literaria, junto con los verosímiles y
los niveles de ficción, nos presentan un modo particular de mostrar la realidad. Esa rea-
lidad ha sido muy cambiante a lo largo del tiempo, y lo sigue siendo, y las maneras en
que la literatura la representa también cambian permanentemente.
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Lo que queremos señalar es que un texto literario no necesariamente tiene que pre-
sentar a un científico haciendo un experimento, para que podamos decir que ese texto
está armando un verosímil a partir de la ciencia.
En cuanto a los niveles de ficción, se puede apreciar cómo el narrador está contando
desde un presente, cuando señala: Hace muchos años trabé íntima amistad con un tal
Mr. William Legrand.
Entonces, desde un hoy, que no sabemos cuál es, el narrador nos contará su historia
con Legrand. Ese pequeño momento del cuento es el relato marco.
Imaginen la escena: un hombre, que no sabemos quién es, nos dice que nos va a contar
lo que vivió con un amigo. Podríamos decir que es bastante parecido al relato marco de
El Conde Lucanor, en el que el Conde y Patronio conversan y este último procede a con-
tarle una historia: el narrador del cuento de Poe sería similar a Patronio.
Lo importante para señalar en este punto es que los relatos marcos y los enmarcados,
que, como ya hemos señalado, son una manera de organizar los niveles de ficción en la
literatura, no necesariamente tienen que aparecer tan diferenciados como en el texto
medieval español.
Retomando el tema de la ciencia y el verosímil que presenta este cuento de Poe, hay
❚ Investiguen sobre las carac-
que comentar un hecho muy importante en la historia del pensamiento humano, que
terísticas y las consecuencias
se produjo en la época en que Poe escribió sus textos literarios, es decir, en el siglo XIX.
sociales y culturales del mo-
En este siglo, se terminaron de consolidar lo que se conoce como “pensamiento cientí-
vimiento positivista.
fico” y la división de las ciencias, en el sentido de que cada una de ellas presentaba con
Finalicen la lectura del cuen-
claridad qué era lo que estudiaba y cómo lo hacía.
to “El escarabajo de oro”.
El movimiento positivista fue el precursor de este hecho e impregnó la totalidad de Analicen cómo aparece ese
las ciencias con su manera de entender la investigación y la explicación de todas las pensamiento científico po-
facetas de la realidad humana, desde los sucesos de la naturaleza hasta la psiquis sitivista en las figuras del na-
del hombre. rrador y de Legrand, y a par-
tir de qué hechos se hace vi-
sible o reconocible. Funda-
menten sus respuestas.
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Si pensamos que el descubrimiento del tesoro del pirata es un enigma –es decir, un
hecho que se presenta hacia el inicio del cuento sin explicación– y que ese enigma
se resuelve hacia el final –en otras palabras, se desarrolla su explicación–, podemos
señalar que el texto de Poe se enmarca dentro del género discursivo policial.
No comentaremos aquí todo lo que significa este género discursivo, sino que toma-
remos uno de sus enunciados característicos: el enigma. Es muy probable que a al-
gunos de ustedes les haya parecido que este cuento era policial porque reconocieron
el enigma, aunque en el texto no haya asesinatos ni detectives. Lo que sucede es que
los géneros discursivos, sobre todo en el caso de la literatura, pueden aparecer de di-
versas maneras, como explicábamos en el segundo capítulo.
Tener en cuenta el género discursivo policial para analizar cómo se construye el ve-
rosímil y cómo se organizan los niveles de la ficción en “El escarabajo de oro” es muy
importante porque ambos aspectos dependen de él. En otras palabras, el pensa-
miento científico que aparece en el verosímil del cuento, en la manera de mostrar la
realidad, se pone en escena porque están esos enigmas para resolver.
A su vez, los enigmas organizan los niveles de la ficción, porque aparecen distintas
historias o relatos en torno de ellos.
Por un lado, y hacia el comienzo del cuento, se los plantea: se señala que hay hechos
extraños que merecen una explicación. Por otro lado, hacia el final del cuento, esos
enigmas se van resolviendo y, entonces, aparecen los relatos o las historias de cómo
se produjeron esas resoluciones.
Por ejemplo, Legrand primero plantea el enigma en torno del escarabajo de oro y,
después de encontrado el tesoro, le cuenta al narrador la historia de cómo hizo para
resolver el enigma de la ubicación del tesoro, en la que detalla cómo develó el cripto-
grama que estaba en ese papel antiguo.
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El género discursivo policial, aunque puede darse de formas diversas, siempre se arma a
partir de los relatos de la historia que aparece fragmentada, es decir que se va contando de
a partes o se deja en suspenso para completarla en otro momento del texto.
También, por lo general, aparecen distintas versiones de los mismos hechos, que se con-
traponen, con lo que refuerzan el enigma y el suspenso de los textos. Por ejemplo, Júpiter y
Legrand dan al narrador distintas versiones acerca de lo que es el escarabajo de oro y acer-
ca de lo que le sucede al propio Legrand. De este modo, se organizan los niveles de la
ficción en el cuento de Poe.
Y le tendí el papel sin añadir nada más, no deseando exasperarle; pero me sorprendió mucho el ❚ En la explicación anterior, les
giro que tomaba el asunto. Su malhumor me intrigaba, y en cuanto al dibujo del insecto (...) hablamos de los enigmas en “El
escarabajo de oro”, pero sólo ex-
Había algo en el tono de esta nota que me causó una gran inquietud. El estilo difería totalmente del plicamos uno, el que resuelve
de Legrand. ¿Con qué podía soñar? ¿Qué nueva chifladura se había apoderado de su excitable cere- Legrand. Se podría decir que el
bro? ¿Qué “asunto de la mayor importancia” podía él tener que resolver? narrador también intenta resol-
ver un enigma. ¿Cuál es? Cita-
Me sentía especialmente irritado y perplejo, pero decidí tomarme las cosas lo mejor posible y cavar mos algunos momentos del
con toda voluntad, para convencer al visionario cuanto antes, con una prueba ocular, de cuán cuento para ayudarlos a res-
equivocada era la opinión que sostenía. ponder a esta pregunta y fun-
damentar sus respuestas.
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Si hiciéramos una especie de recorrido histórico por los distintos verosímiles que se
han conformado en la literatura a partir de la ciencia, veríamos una serie de cambios
muy notorios.
La Segunda Guerra Mundial fue uno de los tantos momentos históricos en los cuales el
hombre se preguntó si los avances científicos eran siempre beneficiosos para la humanidad.
Durante esta guerra, se utilizó la bomba atómica, producto de los adelantos en la física
moderna, inaugurada por Albert Einstein.
Por supuesto que Einstein jamás imaginó que, a partir de sus estudios acerca de la rela-
tividad, algunos técnicos idearían esa arma letal. Por el contrario, Einstein fue un pacifis-
ta y uno de los únicos científicos alemanes que se pronunció en contra del Holocausto.
Es decir que lo que empieza a percibirse de manera mucho más clara, casi llegando a la
mitad del siglo XX, es el peligro que presentan los avances científicos y su divulgación,
en relación con la tecnología que puede derivar de ellos y los usos que de ella se haga.
moebius –Existen riesgos que deben evitarse. Por ejemplo: que la humanidad
sea exterminada. Ya sabemos para qué le sirven al hombre las armas y también
sabemos lo que harían con aquellas otras que yo podría facilitarles. Ante ese
peligro lo sacrifico todo. Total, yo fui siempre un hombre pobre. Tenía una mu-
jer y tres hijos. En la Universidad me esperaba la fama; en la industria, el dinero.
Los dos caminos eran demasiado peligrosos. Hubiese tenido que hacer públicas
mis investigaciones ¿Pero cuáles hubiesen sido las consecuencias? La revolu-
ción total de la ciencia y el derrumbe del sistema económico. Esa responsabili-
dad me obligó a tomar otro camino. Abandoné mi carrera totalmente. Aban-
doné a mi familia. Elegí un disfraz, el de bufón, y empecé a decir que se me
aparecía el Rey Salomón: inmediatamente me encerraron en un manicomio.
newton –Pero eso no era la solución.
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moebius –El buen sentido común me llevó a dar ese paso. Actualmente la
ciencia ha llegado a los límites de lo que es y de lo que no debe ser. Conocemos
algunas leyes que son perfectamente claras y algunas relaciones fundamentales
entre fenómenos no comprensibles. Eso es todo. El resto sigue siendo un miste-
rio impenetrable para el razonamiento del hombre. Los físicos hemos abierto
una brecha pero los hombres no nos entienden. Nos encontramos ante el vacío.
Nuestra ciencia ha terminado por ser algo terrible. Nuestras investigaciones,
demasiado peligrosas. Nuestra sabiduría, mortal. A los físicos sólo nos resta
rendirnos ante las verdades que estamos descubriendo y... seamos sinceros, son
demasiado grandes para nosotros. Nos sobrepasan. Por eso, si esas verdades no
las podemos mantener bajo nuestro control, deben desaparecer con nosotros.
Hay que retirar del mundo nuestros conocimientos, hasta que el hombre sepa
utilizarlos para su bien. Eso es lo que yo he hecho. No existe otra solución. Tam-
poco la hay para ustedes.
einstein –¿Qué quiere decir usted con todo eso?
moebius –Que ustedes deben quedarse conmigo en este manicomio.
newton –¿Nosotros?
moebius –Sí, ustedes dos. (Silencio.)
newton –Moebius, usted no puede pedirnos eso. Pedirnos que nos quede-
mos aquí para siempre.
moebius –Cada uno de ustedes tiene oculto en su habitación un transmisor
que los pone en contacto con sus servicios secretos.
einstein –¿Y si así fuera?
moebius –Comuníquenles que se han equivocado y que yo estoy realmen-
te loco.
einstein –Si comunicamos eso nos quedaremos aquí para el resto de nues-
tros días. A un espía fracasado no lo miran ni los perros.
moebius –Únicamente en este manicomio podemos seguir pensando. Si deja-
mos que nuestras ideas corran por el mundo, se transformarían en explosivos.
newton –Pero a fin de cuentas no somos locos.
moebius –Pero sí somos asesinos. (Todos lo miran atónitos.)
(...)
La manera en que es presentada la ciencia por medio del verosímil que construye este
texto es muy clara: la producción y el avance del conocimiento científico se han trans-
formado en un arma letal para el hombre.
Así, la pieza teatral de Dürrenmatt cuenta cómo un científico, Moebius, ha tomado
conciencia del peligro que suponen para la humanidad sus descubrimientos físicos y
decide hacerse pasar por loco a fin de que los políticos no lo presionen para que desa-
rrolle tecnologías.
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Newton y Einstein son los seudónimos de dos físicos espías, que han sido enviados por
los servicios secretos de sus países para averiguar, simulando ser pacientes, si Moebius
realmente ha enloquecido. De no ser así, deberán llevarlo a estas naciones para aprove-
char sus conocimientos.
Este texto teatral, aunque parezca extraño, responde al género discursivo literario policial.
Los niveles de ficción se arman a partir de un enigma: el asesinato de enfermeras en el
manicomio. Así, un inspector comienza con la investigación, cuestión que aparece al
inicio del texto y que representa el relato marco.
Hacia el final, aparece la historia de cómo se han producido esos asesinatos y por qué.
3.
❚ La literatura de Friedrich
Von Lambert la recibió en su estudio, exigió ser filmado de inmediato, se sometió
Dürrenmatt se caracteriza
dócilmente a todos los preparativos y, sentado detrás de su escritorio, ante la cá-
por presentar verosímiles ba-
mara en marcha se declaró culpable de la muerte de su esposa, que sufría a me-
sados en la ciencia, que la
nudo serias depresiones, por haberla tratado siempre más como un caso clínico
muestran como peligrosa pa-
que como a una mujer, hasta que ella, tras haber descubierto por casualidad lo
ra la humanidad.
que él iba anotando sobre su enfermedad, abandonó sin más la casa, vestida con
Lean el capítulo 3 de su nove-
un traje tejano sobre el que se había puesto su abrigo de piel rojo y llevando sólo
la policial corta El encargo. So-
un bolso, según informó el ama de llaves, y desde entonces él no había vuelto a te-
bre el observar del observador
ner noticias suyas, aunque tampoco había hecho nada por averigurar algo sobre
de los observados. Relato en
ella, por un lado para dejarle plena libertad, y, por el otro, para ahorrarle la
veinticuatro frases, que les
sensación, si llegaba a enterarse de sus pesquisas, de que él la seguía observando,
presentamos a continuación.
sin embargo, tras un final tan horrible como el de Tina, y ahora que él reconocía
Analicen qué área de la cien-
su culpa no sólo por el método que empleara con ella, el de la fría observación
cia se está ficcionalizando, es
prescrita por la psiquiatría, sino también por no haber hecho ningún tipo de in-
decir, qué verosímil y qué ni-
dagación, consideraba un deber suyo averiguar la verdad, más aún, hacerla acce-
veles de ficción propone.
sible a la ciencia, enterarse de lo que había ocurrido, pues él ya había llegado al
Luego, siguiendo la manera
límite de las posibilidades de su ciencia, límite trazado por el destino de su esposa,
en que está escrito el texto
su estado de salud era ruinoso y no estaba en condiciones de viajar personalmente
(cada capítulo es una única
al lugar de los hechos, por eso le encomendaba a ella, la F., el encargo de recons-
oración) y el relato marco que
truir, junto con su equipo, el asesinato de Tina, del que él era causante como mé-
plantea, escriban un posible
dico y en el que el asesinato sólo representaba un factor aleatorio, en el lugar
relato enmarcado.
donde según toda evidencia se había producido, registrando lo que hubiera que
registrar a fin de que la película que filmase pudiera ser exhibida en congresos de
especialistas y en la fiscalía del Estado, pues como culpable, él había perdido, al
igual que cualquier delincuente, el derecho a mantener su delito en secreto, y di-
ciendo esto le entregó un cheque por una cantidad considerable, varias fotos de la
difunta, así como su diario y las notas que él había escrito, tras lo cual la F., para
gran asombro por parte de su equipo, aceptó el encargo.
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La maquinaria literaria
GP 3 1 GUÍA DE PROFUNDIZACIÓN La construcción de la maquinaria literaria
1. En un convento benedictino cordobés, vive el monje Jerez. Este monje, además de dedicarse a
la vida de retiro espiritual, restaura libros antiguos y, a la vez, intenta hacer profecías.
Parece que esta manía le vino de leer tanto a Nostradamus, famoso profeta. La profecía es un
texto que sugiere, sin explicitarlo, algo que sucederá en el futuro, algo que hasta el momento de
escribirla sería concebido como irreal.
Escriban alguna profecía que anticipe lo que sucederá dentro de un siglo. Elijan alguno de los si-
guientes temas:
❚ la destrucción del mundo
❚ la paz mundial
❚ el avance tecnológico
Les damos un ejemplo de las profecías escritas por el monje, para que la tengan de referencia:
nuevas especies
Cuando los continentes que hoy conocemos choquen y se entremezclen, unan sus tierras
movidas por los oceános, los hombres que siempre estuvieron distantes se unirán. Ya no
habrá países limitados por sus fronteras, ya no habrá culturas disímiles y enemigas, sino
que una nueva y única raza humana dominará al mundo. No serán tiempos de armonía.
Ya no habrá guerras porque todos los opositores a esa raza serán exterminados. Centena-
res de siglos pasarán hasta que un extraño ser comience una revolución que iniciará un nuevo
ciclo en el planeta
2. Lean el inicio del cuento “El maestro de hacer cucharas”. Luego escríbanle un relato marco posi-
ble y continúen la historia que presenta el fragmento para que se convierta en un relato enmar-
cado de lo que ustedes escribieron.
A Ramón no le podían ver ni pintado en su pueblo, porque era un holgazán como una
loma, sin oficio ni beneficio, por lo que le llamaban el maestro de hacer cucharas, que en
aquel país significa aproximadamente lo que en otros el maestro de atar escobas. Mien-
tras le duró la herencia paterna lo pasó muy bien, andando de viga derecha; pero cuando
acabó de comérsela, no encontró quién le diese para llenar la andorga, y a fuerza de
acostarse con una ración de hambre y levantarse con otra de necesidad, se iba quedando
como un alambre.
–Pero, hombre, le decían todos, ya sabes que en esta vida caduca, el que no trabaja
no manduca.
–¡Ya lo sé, por mi desgracia! Contestaba Ramón bostezando.
–Pues entonces, ¿por qué no trabajas para manducar? Dios opina que el hombre debe ga-
nar el sustento con el sudor de su frente.
–En ese punto no estoy conforme con Dios.
–¡No digas endemoniadas, hombre!
–Las opiniones son libres.
Razonando y disputando así el maestro de hacer cucharas, se moría de hambre por no querer
doblar el espinazo, y recordando e interpretando absurdamente el precepto bíblico que dice:
“Nadie es profeta en su patria”, y el refrán que añade: “El que no se aventura no pasa la
mar”, determinó irse por el mundo en busca de tierra donde pudiera comer sin trabajar (...)
Antonio de Trueba, en Nuevos cuentos populares.
3. Lean el siguiente texto. Analicen cómo construye un verosímil en relación con la tecnología, pro-
ducto de la ciencia, y cómo organiza los niveles de ficción. Pueden marcar en el texto las palabras
que ayudan a reconocer el verosímil en cuestión.
mambo urbano
En el siglo pasado, sorprender a un paseante hablando solo era un síntoma irrefutable de
que el susodicho estaba tocate un tango. Hoy todo cambió, porque entre las epidemias que
padecemos en este comienzo de milenio están los teléfonos celulares. Cualquier pelafustán
siente que suben abruptamente sus acciones ni bien comienza a sonar el aparatito que lleva
prendido en la cintura, ante la mirada curiosa de todos los pasajeros amontonados en un
bondi a la seis y cuarto de la tarde. Lo que nadie sabrá nunca es que el susodicho no está
cerrando una operación financiera cuya última palabra la tiene él. Simplemente es su jer-
mu que lo llama desde una sala de espera de dentista, y desde su prótesis celular le encarga
que antes de ir a casa pase por el super y compre pan, agua mineral y tomates.
Las cosas cambian. Años atrás una persona salía de su casa y podía sentirse un Ulises atrave-
sando mares con inesperados peligros y aventuras. Salía de su casa y lo acechaba el misterio.
Hoy el living de cualquier vivienda puede extenderse hasta la cola de un banco, el subte, un
cine, o un shopping. Es que gracias a este adminículo, con solo teclear unos números, el papá
se entera de que la nena está en un McDonald, la mamá que el marido está en camino, y así,
sin darnos cuenta, entramos en el futuro donde todos somos perfectamente controlados.
Paradójicamente el susodicho portador del aparato se siente comunicado con el mundo,
aunque hable solo en la calle.
Luis Scafati, en Boca de sapo.
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H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
LE 3 1 LECTURA Y ESCRITURA La construcción de la maquinaria literaria
1. Lean el siguiente fragmento, que corresponde al inicio de un cuento de Horacio Quiroga. Luego
analicen cómo muestra a la ciencia, es decir, cómo construye un verosímil en relación con ella, y có-
mo organiza los niveles de ficción. En este sentido, reflexionen acerca de cómo puede continuar el
cuento y cuál puede ser su final. Escríbanlos.
mi cuarta septicemia
(Memorias de un estreptococo)
Lo tuvimos que esperar más de dos meses. Nuestro hombre tenía una ridícula prolijidad
aséptica que contrastaba cruelmente con nuestra decisión.
¡Eduardo Foxterrier! ¡Qué nombre! Esto fue causa de la vaga consideración que se le
tuvo un momento. Nuestro sujeto no era en realidad peor que los otros; antes bien, hon-
raba la medicina –en la cual debía recibirse– con su bella presunción apostólica.
Cuando se rasgó la mano en la vértebra de nuestro muerto en disección –¡qué pleuresía
justa!– no se dio cuenta. Al rato, al retirar la mano, vio la erosión y quedó un momento
mirándola. Tuvo la idea fugitiva de continuar, y aun hizo un movimiento para hundirla
de nuevo; pero toda la Academia de Medicina y Bacteriología se impuso, y dejó el bistu-
rí. Se lavó copiosamente. De tarde volvió a la Facultad; hízose cauterizar la erosión,
aunque era ya un poco tarde, cosa que él vio bastante claro. A las 22 horas, minuto por
minuto, tuvo el primer escalofrío.
Ahora bien; apenas desgarrada la epidermis –en el incidente de la vértebra– nos lanza-
mos dentro con una precipitación que aceleraba el terror del bicloruro inminente, segu-
ros de las cobardías de Foxterrier.
A los dos minutos se lavó. La corriente arrastró, inutilizó y abrasó la tercera parte de la
colonia. El termocauterio, de tarde, con el sacrificio de los que quedaron selló su propia
tumba, encerrándonos.
Al anochecer comenzó la lucha. En las primeras horas nos reprodujimos silenciosamente.
Éramos muchos, sin duda; pero, como a los 20 minutos, éramos el doble (¿cómo han
subido éstos, los otros?) y a los 40 minutos, el cuádruple, a las 6 horas éramos
180.000 veces más, y esto trajo el primer ataque. Creo estar seguro de que –a no ser
por nosotros– cualquiera otra colonia hubiera sucumbido el primer día dada la fagoci-
tosis de Foxterrier. Algo era para nuestra energía nuestra propia meditación del crimen.
Si llegamos al último grado de exasperación séptica, hicimos lo posible por conseguirlo,
siquiera en honor del infierno blanco con que íbamos a tener que combatir. Nos envol-
vían sin paz posible, pero llevaban la muerte con nosotros en la propia absorción. Con-
tinuábamos incansables nuestra secreción mortífera, moríamos a trillones, multiplicába-
mos de nuevo, y a las 22 horas de esta lucha desesperada, la colonia entera vibró de ale-
gría dentro de Foxterrier: acababa de tener el primer escalofrío.
Justo es que lo diga, no abrigó ni remotamente una sola duda respecto de lo que se des-
plomaba sobre él.
(...)
2. A partir del texto que hayan escrito en la actividad anterior, piensen una historia que pueda in-
corporarse en él. Esta historia también tendrá que presentar un verosímil de la ciencia, es decir,
una manera particular de representarla. Deben tener en cuenta que el fragmento del cuento de
Quiroga que ustedes continuaron será el relato marco de la historia que agreguen.
3. Ricardo Rottweiler era uno de los compañeros de la carrera de Medicina de Eduardo Foxterrier,
que lo asistió durante su enfermedad: una septicemia.
Escriban el relato de cómo asistió a su amigo, junto con los otros, tal como se lo contó a uno de los
profesores de la Academia. Tengan en cuenta que como Ricardo Rottweiler es un médico, no debió
de haber percibido los sucesos de la misma manera que el estreptococo.
Les sugerimos cómo puede empezar el relato de Ricardo Rottweiler:
4. Lean el comienzo del cuento de Arthur C. Clarke “Los nueve mil millones de nombres de Dios”.
Analicen qué aspecto de la ciencia toma para construir su verosímil. Luego escriban el relato de la
explicación que pudo haberle dado el lama al doctor Wagner. Para ello, tengan en cuenta los re-
latos enmarcados.
El doctor Wagner se contuvo haciendo un esfuerzo. La cosa tenía mérito. Después dijo:
–Su pedido es un poco desconcertante. Que yo sepa, es la primera vez que un monasterio
tibetano encarga una máquina de calcular electrónica. No quisiera parecer curioso, pero
estaba lejos de pensar que un establecimiento de esta naturaleza tuviese necesidad de
aquella máquina. ¿Puedo preguntarle qué piensa hacer con ella?
El lama se ajustó los faldones de su túnica de seda y dejó sobre la mesa la regla de cálculo
con la que acababa de hacer la conversión de libras en dólares.
–Con mucho gusto. Su calculadora electrónica tipo cinco puede hacer, si su catálogo no
miente, todas las operaciones matemáticas hasta diez decimales. Sin embargo, me intere-
san letras y no números. Tendría que pedirles que modificasen el circuito de salida, de
modo que imprimiese letras en vez de columnas de cifras.
–No acabo de comprender...
–Desde la fundación de nuestro monasterio, hace más de tres siglos, nos hemos venido
consagrando a cierta labor. Es un trabajo que acaso le parezca extraño, y por ello le pido
que me escuche con espíritu abierto (...)
4 Los engranajes de
la maquinaria literaria
El narrador, como una cámara de cine, a veces
simula saber todo lo que sucede en la historia
que cuenta. De este modo, el lector –el especta-
dor– percibe el verosímil presentado por el texto
literario –por la película–. En este capítulo,
estudiaremos el sujeto en el género discursivo
literario, el autor, el narrador y el lector, además
de la relación de la literatura con el cine.
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LENGUA Y LITERATURA
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LOS ENGRANAJES DE
80 LA MAQUINARIA
¿QUÉ LITERARIA
ES UN TEXTO? El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
... No por nada, mi amigo y colega Pablo Aladino Puseya, inolvidable perio-
dista, desaparecido ya, que supo firmar sus columnas en “El Tero Alerta” de
Rocha con el ingenioso pseudónimo de “Banderín de Corner”, bautizó a Car-
daña como “El Hombre”. Así, a secas, con mayúscula, porque supo advertir
en Cardaña al luchador indoblegable, al deportista cabal de vergüenza invic-
ta, más allá de la circunstancial controversia sobre un puntapié a destiempo o
una fractura expuesta (...)
“Wilmar Everton Cardaña, Número 5 de Peñarol”, en El mayor de mis defectos y
otros cuentos.
81
Entonces, si nos preguntásemos cómo es el autor de estos textos, es decir, Roberto Fon-
tanarrosa, sería lógico pensar que es un hombre divertido, muy chistoso, y que a través
del humor critica diversos aspectos de la realidad.
Esta idea se completa si agregamos que muchos de ustedes quizá lo conocen por sus
historietas, como Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso.
En resumen, sería muy arbitrario y poco flexible afirmar que Fontanarrosa se ríe absolu-
tamente de todo, porque eso es lo que observamos en sus textos y en sus historietas.
En verdad, lo que se puede apreciar en esos fragmentos que han leído –que forman una
especie de cronología de la producción de sus textos– es una imagen de escritor y un es-
tilo de escritura.
La imagen de escritor se refiere a esa interpretación que las personas pueden hacer so-
bre cómo es un autor, qué piensa o cómo mira la realidad, por medio de la lectura de
sus textos literarios.
Es decir que los lectores conocen sólo la parte de la vida de un autor que se vincula a su
trabajo, al hecho de ser escritor de literatura.
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La imagen de escritor se relaciona fuertemente con el verosímil que presentan los tex-
tos, una característica de la literatura que hemos explicado en el capítulo anterior. De-
cíamos allí que el verosímil es el modo particular en que un texto literario presenta la
realidad, no cómo es la realidad en todos sus sentidos.
Entonces, el verosímil de un texto literario nos sugiere una imagen de escritor, porque se
vincula a la manera en que se muestra la realidad en un texto literario.
Como en el caso de Fontanarrosa sus verosímiles están armados a partir de una mirada
humorística y crítica de la realidad, suponemos que este autor tiene como característi-
ca personal ese aspecto. De allí, nos formamos, como lectores, su imagen de escritor.
Por otro lado, antes señalamos que otra de las características del autor que podemos
apreciar por medio de la lectura de sus textos es su estilo de escritura.
❚ Fontanarrosa los ha convo- Cuando aquella soleada mañana primaveral, Erwin Haselblad dejó su estudio de 7ª Avenida y
cado para que terminen un 34 North, nunca imaginó que un águila embravecida caería sobre él y le arrancaría un ojo.
cuento del que sólo ha escrito A pesar de esta abrupta disminución de su vista, el profesor Haselblad no le dio al suceso más im-
el comienzo, que transcribi- portancia que la que puede dársele a cualquier otro contratiempo callejero (...)
mos a continuación. Deben “Estudios etológicos del profesor Erwin Haselblad”, en El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos.
tener en cuenta que no se
pondrán en el lugar de Fonta-
narrosa como persona para
sentir y pensar como él, sino
para continuar el cuento se-
gún su imagen de escritor y
su estilo de escritura.
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En verdad, quien nos habla en un texto literario es una voz, identificada con un nombre
o no, inventada por el autor. Anteriormente, sobre todo en los dos primeros capítulos,
hemos hecho hincapié en que la literatura es ficción, es decir, una invención. Por lo tan-
to, todos los elementos que componen un texto literario son inventados, incluso la voz
que nos relata una historia. En la actividad inicial de este capítulo, les pedimos que
pensaran quién habla en esos fragmentos de los cuentos de Roberto Fontanarrosa.
Aunque en algunos de esos textos el narrador diga “mi amigo” o “mi amigo y colega”, lo
que nos haría pensar que la historia contada forma parte de alguna experiencia de vida
del autor, lo que cuenta y cómo lo cuenta –en este caso, el uso de la parodia– nos debe ha-
cer reflexionar acerca de la imposibilidad de que esos hechos sean verídicos.
En otras palabras, esos cuentos presentan un verosímil particular, una manera de mostrar
la realidad especial, que es complementada con la invención de una voz que la transmite.
Por ejemplo, cuando nosotros contamos un chiste, no somos nosotros mismos. Primero,
porque la historia en la que está basado ese chiste no la hemos vivido, no es nuestra: la
estamos reproduciendo, le damos una voz. Segundo, porque en ese momento en que
contamos el chiste, utilizamos determinados tonos de voz, nos movemos y hacemos
gestos como si estuviésemos actuando, como si fuésemos actores.
Lo mismo sucede con los autores cuando escriben sus textos literarios: inventan acto-
res. No sólo los personajes de un cuento o de una novela pueden ser comparados con
actores que llevan adelante la acción de la historia, sino también los narradores, por-
que de algún modo forman parte de ella.
En resumen, las voces que cuentan las historias en los textos literarios, los narradores,
son otra parte más de la ficción –de la invención– literaria.
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El texto literario de la actividad anterior es una poesía en prosa. Aunque a las voces de
los textos poéticos se las llame “sujeto lírico”, nosotros podemos percibir que esta voz
narra, es decir, está contando una historia.
❚ Relean el texto de Girondo y -Una cena romántica, a la luz de la luna y con velas.
reflexionen acerca de cómo ese -Las poesías dedicadas a la amada.
narrador que él ha inventado -Una serenata.
hablaría acerca del amor. Luego -Los regalos: ramos de rosas, bombones, muñequitos de peluche, y otros.
escriban un texto usando a ese -Las salidas: ir al cine, a bailar, a un bar, a ver un espectáculo, y otras.
mismo narrador y su manera de
construir verosímiles,es decir,de
mostrar la realidad; en este ca-
so, el amor.Utilicen los ejemplos
que les damos.
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En el caso de la biografía, el autor inventa una voz que contará algunos hechos –no to-
dos– de la vida del personaje que esté retratando.
Lo mismo ocurre con la autobiografía: el autor inventa a un narrador que relata su pro-
pia vida. ¿Acaso ustedes contarían todo lo que les ha sucedido si escribieran una auto-
biografía? ¿Cómo se mostrarían ante los lectores? Por otro lado, piensen cómo escribi-
rían la biografía de sus ídolos: ¿hablarían mal de ellos o intentarían justificarlos si
fuera necesario?
Leamos un ejemplo, extraído de una biografía de Lord Byron –importante poeta román-
tico inglés– escrita por Derek Parker:
Es evidente cómo el biógrafo de Lord Byron que ha escrito este texto elabora a un narra-
dor que intenta neutralizar los hechos licenciosos que marcaron la vida de Byron. En
principio, enumera lo que considera sus cualidades y luego, a modo de concesión, señala
los aspectos que percibe como negativos de la personalidad del poeta, los que han sido
puestos en mayor relevancia a la hora de escribir otras biografías de este escritor.
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❚ El siguiente fragmento co- Durante el invierno, Byron se hallaba bajo una enorme tensión psicológica. Mientras dormía sus
rresponde a otro de los mo- dientes rechinaban tan salvajemente que se vio obligado a consultar a un dentista. A comienzos
mentos de la biografía de Lord del año 1814 Byron escribió a Annabella Milbanke, con quien había mantenido una correspon-
Byron que acabamos de anali- dencia esporádica desde que le hiciera su primera proposición a través de Lady Melbourne: “Os
zar. Léanlo y señalen qué datos amaba, os amo y siempre os amaré”. Pero Annabella permaneció fría. En agosto, Byron estaba
nos indican que una biografía de vuelta en Newstead, escribiendo poco e intentando matar el aburrimiento a base de ejercitar
es un texto literario. la puntería con tapas de botellas de gaseosa que colocaba en los terrenos de la finca.
Cuando Gregorio Samsa se despertó aquella mañana, luego de un sueño intranquilo, se encontró
en su cama transformado en un insecto monstruoso. Estaba echado sobre el quitinoso caparazón de
su espalda, y al levantar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por
curvadas durezas, cuya prominencia apenas sí podía aguantar la cobija, visiblemente a punto de
escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, desproporcionadamente escuálidas en comparación
con el grosor común de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin sentido.
–¿Qué me ha sucedido?
No, no estaba soñando (...)
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Hasta este momento del texto de Kafka, se podría decir que su narrador es objetivo.
¿Por qué? Porque lo único que está haciendo es describir una situación: Gregorio Sam-
sa ha despertado convertido en un insecto. A su vez, describe cómo es la nueva forma
del personaje: su caparazón, sus patas, y demás. No efectúa comentarios en relación
con la transformación de Gregorio, en otras palabras, no la evalúa, no la califica.
Otras hubiesen sido las características de este narrador si hubiese dicho, por ejemplo,
“Insólitamente, como un hecho inexplicable, Gregorio se despertó convertido en un in-
mundo y repugnante bicho”. Esta manera de describir nos hubiese provocado a noso-
tros, como lectores del texto, una sensación de subjetividad, puesto que el narrador es-
taría dando una opinión en relación con lo que narra, nos estaría trasmitiendo la histo-
ria no solamente a partir de lo que sucede, sino también de la interpretación que hace
de los hechos.
Otro recurso que ayuda a que pensemos, como lectores de este texto, que su narrador ❚ Reescriban el fragmento de
es objetivo es que se encuentra en tercera persona gramatical, es decir que no conoce- La metamorfosis que citamos
mos su nombre, no sabemos quién es ni dónde está cuando relata, y siempre se está re- anteriormente, haciendo que
firiendo a un él; en este caso, a Gregorio. Este narrador parece un Dios que todo lo sabe. ese narrador, que hasta el mo-
mento se presenta como ob-
Por ejemplo, en el fragmento que citamos, nos aclara que Gregorio no está soñando,
jetivo, se transforme en sub-
que lo que le sucede es “real”. Precisamente, no es él quien nos dice que se pueda du-
jetivo. Para ello, deberán agre-
dar de la realidad del suceso, sino que le da la voz a Gregorio para que lo haga por me-
gar opiniones, comentarios o
dio del diálogo.
evaluaciones del narrador en
También nos cuenta cómo es el trabajo de Samsa, qué hace, más allá de la situación relación con ese hecho extra-
que está relatando. ño que está transmitiendo.
Por otro lado, este narrador tiene otra característica que lo hace parecer objetivo, es de-
cir, que hace que su relato nos dé una sensación de objetividad. Esa característica se re-
laciona con el tipo de verosímil que construye Kafka en sus textos, del que La metamor-
fosis es un ejemplo. Si observan bien, o si ya lo han notado, ese hecho tan extraño, que
nos parece irreal –que Gregorio haya amanecido convertido en un insecto–, es narrado y
mostrado de un modo natural, como si fuese normal y común. Como decíamos antes, el
narrador no se asombra de lo que está viendo y describiendo, no lo califica, solamente lo
transmite y se preocupa por reafirmar que es “verdad”.
Este recurso literario, que combina la narración con el armado del verosímil, se lla-
ma extrañamiento.
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En este caso, hay que recordar algo que hemos explicado reiteradas veces a lo largo de
este libro: la literatura es ficción. Esto significa que no existe objetividad alguna en los
textos literarios, sino modos de narrar y verosímiles, que se acercan más a lo que pode-
mos percibir como real, como posible, o que se alejan totalmente de ello.
El narrador, mediante esa ilusión de objetividad, en realidad nos está transmitiendo una
idea sumamente subjetiva de Samsa, que es fundamental para construir el verosímil de
todo el relato y crear ese extrañamiento. Analicemos este otro momento del texto:
Aquí, se observa claramente cómo el narrador descalifica lo que piensa Gregorio, cuan-
do señala que pretendía pensar que su conversión era una fantasía y cuando insiste en
contarnos cómo Samsa intentaba negar lo que le estaba ocurriendo: cerrando los ojos
para evitar ver aquel revuelto de piernas.
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Seguramente, ustedes, a lo largo de sus lecturas de esta novela corta, hayan tomado
posición en relación con Gregorio: les puede haber causado lástima o pueden haber
pensado que era un ser despreciable.
Lo mismo les pudo haber ocurrido con la familia del personaje, aunque el final del
texto quizá los haya hecho cambiar de opinión. Todas estas posibilidades y otras, por
qué no, están motivadas por la manera en que el narrador del texto maneja o mani-
pula la historia.
Si el texto hubiese estado narrado en primera persona, por ejemplo por Gregorio o por
su hermana, ¿no les parece que su verosímil hubiese sido muy distinto? Decimos esto
porque los personajes en los textos literarios pueden, además de protagonizar una his-
toria, narrarla.
Con certeza, si el texto de Kafka hubiese estado narrado por alguno de sus personajes,
su verosímil hubiese sido muy distinto. Sobre todo, porque la primera persona rompe-
ría con esa ilusión de objetividad, ya que ese narrador que hablaría desde un “yo” o
desde un “nosotros” estaría directamente involucrado en los hechos, interpretándolos
y evaluándolos permanentemente. Por ejemplo, vuelvan a pensar qué distinto hubiese
sido el verosímil, la manera de mostrar la realidad en el texto de Kafka, si el texto hu-
biese estado narrado por Gregorio o por su hermana.
reinas
Armando dice que tus ojos son parecidos a los míos. No se equivoca. También se asemejan, en el co-
lor, a la piedra preciosa del anillo de mamá. Voy a confiarte un secreto: tengo conmigo el anillo.
¿Hay algo más dulce que la venganza, Mascota?
Desde que estoy enferma, la Chabela duerme en mi cuarto, al lado de mi cama. Esta circunstan-
cia me permite vigilar el sueño de mi enemiga. Si veo dibujarse una sonrisa en sus labios de mula-
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ta, la despierto enseguida para que no alimente vanas ilusiones. Después le pido por favor que me
alcance un vaso de agua fría, o de jugo de naranja. La Chabela se incorpora en el catre, bosteza.
Aborrezco la insolencia de sus dientes blanquísimos, las zonceras que canta de mañana temprano
cuando riega las macetas del patio o limpia los azulejos del zaguán. Por suerte, hace varios días
que la Chabela anda menos alegre que de costumbre. La responsabilidad de cuidarme le ha dado
un aspecto taciturno que no la favorece. Además, el dormir poco avejenta. Ese problema no exis-
te para nosotras que dormimos a cualquier hora del día, como reinas. Mi familia no se atreve a
molestarme. “Reposo absoluto”, dijo el médico, luego de quitarse los anteojos y apoyar su cabeza
en mi pecho y mis espaldas.
Gracias a esa oportuna enfermedad, no voy a la escuela. Armando me visita por
las tardes; me cuenta el argumento de una película, jugamos al ludo, a las cartas.
Antes de que llegue, busco el espejo que guardo en la mesa de luz y ensayo una
expresión inspirada en la imgagen de una mártir a quien los paganos le arranca-
ron los pechos con unas tenazas. Quiero que Armando se compadezca. Le he men-
tido que la gran ilusión de mi vida era estudiar danzas clásicas, y por poco se po-
ne a llorar. Armando es muy sensible. Me acuerdo del gorrión moribundo que
encontró el verano pasado cuando me llevó a pasear al parque Avellaneda. Lo
alzó del suelo: había tanta ternura en su rostro que anhelé convertirme en algo
diminuto y sufriente, y que él me cobijara en el hueco de su mano. El gorrión vi-
vió un tiempo en una caja de zapatos forrada de algodones. Yo cuidaba solícita-
mente de esa basura, por amor a Armando. Hasta que lo descubriste, Mascota. Le
dije que se había volado. A él le hubiera entristecido la verdad. A mí, en cambio,
me encantó verte junto a la caja vacía, los ojos centelleantes de impiedad. Creo que
si tuvieras el tamaño de un tigre no vacilaría en ordenarte que saltaras sobre la
Chabela, esa intrusa que cometió la imprudencia de provocar a Armando. En
casa la creen un modelo de virtudes; alaban su carácter jovial, su honradez, y
hasta le regalan vestidos viejos que ella adorna con moños de colores para ir, con
otras sirvientas del barrio, a la plaza de la estación repleta de conscriptos. Hay
que verla entonces, muy emperifollada, con ese ridículo peinado que le tira los
pómulos hacia arriba y le da el aspecto de un ídolo oriental. Cola de caballo. Co-
la de yegua loca que menea las ancas, alborotada.
No me importa que la Chabela emplee sus artimañas con los ciclistas de la calle, o con el verdu-
lero, ese infeliz que la contempla embotado mientras ella sonríe como si en vez de un repollo le
ofrecieran un ramo de rosas. Pero que deje en paz a Armando. El episodio del botón acabó por
agotar mi paciencia. Esta misma noche esconderé el anillo de mamá en la pieza del fondo. La
Chabela tendrá su merecido. ¿Qué necesidad tenía de ofrecerse a pegar el botón de la camisa? Al
principio Armando se negó, de puro decente. “Con el nudo de la corbata bien ajustado, se acabó
el problema”, dijo. Ella insistió: “No es ninguna molestia, niño. Lo hago en un momentito”. Y
trajo de su pieza el costurero. Todo parecía muy natural hasta que al dar la última puntada, la
Chabela cortó el hilo de la aguja con los dientes: sus labios rozaron la nuez de Adán de Armando
que se estremeció, como tocado por una alimaña ponzoñosa. En ese instante quedó decidida la
suerte de la Chabela. Pronto mamá descubrirá la desaparición del anillo. Entonces, aprovechan-
do que la Chabela está en el mercado, se dirigirá como una flecha a la pieza del fondo; buscará el
anillo debajo del colchón (frío, frío), en el baúl de la ropa (tibio, tibio), en el costurero (calien-
te, caliente, que se quema). Luego, pálida de furia, aguardará en el vestíbulo la llegada de la in-
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grata. “No fui yo, señora, le juro que no fui yo”, gemirá la Chabela. Y mamá: “Deje de llori-
quear, farsante. Todas ustedes son cortadas por la misma tijera. Cuando mejor se las trata,
peor. Ahora mismo se manda mudar de esta casa. Ladrona, desagradecida.”
Libre de la Chabela, iré recobrando poco a poco la salud. El amor obra milagros. Estoy segura: de
aquí a unos meses, apoyada en el brazo de Armando, me dejarán ir al segundo patio. Allí nos senta-
remos a conversar, a jugar a los novios, como dicen en casa. Él y yo, los dos solos. Lo lamento, Mas-
cota, pero no voy a permitir que sigas interrumpiendo nuestro idilio con tus empalagosas zalamerías.
Armando te acaricia, compara tus ojos con los míos. Una de nosotras necesita abdicar.
Como ustedes habrán observado al leer el inicio del cuento de Hernández, un narrador, cuyo
nombre no sabemos, se dirige a alguien: Armando dice que tus ojos son parecidos a los míos.
Luego, a lo largo del cuento, nos enteramos de que se trata de una narradora, que le cuenta
a su Mascota una serie de anéctodas referidas a la criada que trabaja en su casa, llamada
Chabela, y a Armando, el hombre de quien pareciera estar enamorada.
Cuando un texto literario está narrado de ese modo, es decir, mediante un narrador que se
dirige a una segunda persona gramatical, se dice comúnmente que tiene un narrador en
segunda persona. No obstante, seguramente, a ustedes les haya dado la sensación de que
todo el cuento de Hernández está narrado en primera persona. Por supuesto, esta narrado-
ra cuenta hechos que ha presenciado o, por otro lado, proyecta y anticipa acciones que ocu-
rrirán, en las que estará plenamente involucrada.
Todo el tiempo, explicita cómo interpreta las acciones del resto de los personajes, colocada
en una posición más bien de observadora. Esto es muy notorio cuando narra las activida-
des de Chabela y el episodio con Armando, cuando la criada le cosió el botón de la camisa.
Así, los narradores en segunda persona gramatical se acercan más, por lo general, a los na-
rradores en primera persona, en el sentido de que son sumamente subjetivos.
Estos narradores nos transmiten, a nosostros los lectores, historias interpretadas desde
sus propias características, al contrario de algunos narradores en tercera persona, que
todo el tiempo intentan ocultar sus interpretaciones acerca de los hechos contados, pa-
ra generar una ilusión, una sensación, de objetividad. ¿Por qué decimos que los narra-
dores en primera y en segunda personas gramaticales interpretan los hechos de acuer-
do con sus características, lo que algunos narradores en tercera persona intentan ocul-
tar? Expliquémoslo por medio de la narradora del cuento “Reinas”.
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Pensemos cómo es esta nena o adolescente que simula estar sufriendo para que el
hombre a quien pretende se compadezca de ella, que desprecia la vida de un gorrión,
que por celos no tiene escrúpulos a la hora de pensar una trampa para que su madre
eche a la criada y que, hacia el final de su relato, pareciera anunciarle a su Mascota que
la hará desaparecer.
De acuerdo con los hechos antes enunciados, esta narradora pareciera ser envidiosa, su-
mamente celosa, resentida y hasta una potencial asesina de animales, por lo menos. Y des-
de estas características, no sólo interpreta los acontecimientos, sino que también proyecta
su modo de actuar, ya que, además, es un personaje de la historia que cuenta.
De este modo, podríamos decir que la mayoría de los narradores en primera persona
gramatical y en segunda demuestran con claridad que las historias que transmiten es-
tán interpretadas según con sus puntos de vista, sus maneras de entender los hechos
en relación con sus propias características. Por ejemplo, los narradores de “Viola ache-
rontia” y “El escarabajo de oro” son racionales e instruidos, y, en razón de esas caracte-
rísticas, tratan a los otros personajes –al jardinero o a Legrand– como delirantes, como
personas que han perdido el juicio. Entonces, podríamos señalar que la subjetividad de
estos narradores se refuerza por el hecho de que también son personajes de las histo-
rias que transmiten.
Como los narradores en tercera persona gramatical no son personajes de las historias
contadas, sino que tienen una posición de observadores de los hechos, y están distan-
ciados de ellos, pueden generar esa sensación de objetividad de la que antes hemos
hablado. Pero debemos recordar que ningún tipo de narrador puede alcanzar esa obje-
tividad absoluta.
Además, los textos literarios no presentan siempre al mismo narrador. Como hemos
analizado en el caso del cuento de Poe, los narradores pueden cambiar; por ejemplo,
cuando Legrand cuenta cómo descifró el enigma. En el cuento de Lugones, esto se da
cuando el jardinero relata cómo elaboró la flor de la muerte. Pero, además, los narrado-
res pueden cambiar en un mismo texto la persona gramatical en la que relatan.
El cuento “Reinas”, de Juan José Hernández, presenta un cambio de este tipo: solamen-
te se narra en segunda persona gramatical al inicio y al final. El resto del cuento puede
considerarse una narración en primera persona gramatical; de ahí, también, esas simi-
litudes que antes comentábamos.
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puzzle
A Rufus King
Usted había hecho las cosas con tanta limpieza que nadie, ni siquiera el muerto, hubiese podido
culparlo del asesinato.
En la noche, cuando las sustancias se sumergen en una identidad de aristas y de planos que sólo ❚ Lean el fragmento del cuen-
la luz podría romper, usted vino armado de un cuchillo curvo, de hoja vibrante y sonora, y se to “Puzzle”, de Julio Cortázar.
detuvo junto a la habitación. Escuchó, y al no hallar más réplica que la del silencio, empujó la Analicen cómo es su narra-
puerta; no con la lentitud sistemática del personaje de Poe, aquel que le tenía odio a un ojo, si- dor, es decir, en qué persona
no con alegre decisión, como cuando se entra en casa de la novia o se acude a recibir un aumen- gramatical se encuentra, y có-
to de sueldo. Usted empujó la puerta, y sólo un motivo de elemental precaución pudo disuadirlo mo constituye su punto de
de silbar una tonada. Que, no está de más decirlo, hubiera sido Gimiendo por ti. vista en relación con el vero-
símil del texto. También esta-
Ralph solía dormir de costado, ofreciendo un flanco a las miradas de los cuchillos. Usted se
blezcan en qué momento el
acercó despacio, calculando la distancia que lo separaba del lecho; cuando estuvo a un metro,
narrador cambia la persona
hizo alto. La ventana, que Ralph dejaba abierta para recibir la brisa del amanecer (y levantarse
gramatical. Por último, ter-
a cerrarla por el mero placer de dormir nuevamente hasta las diez), permitía el acceso a los le-
minen el cuento haciendo
treros luminosos. Nueva York estaba rumorosa y llena de caprichos esa noche, y a usted le causó
que el narrador transmita los
gracia observar la competencia entablada, sin cuartel, entre las marcas de cigarrillos y los dis-
hechos desde la persona gra-
tintos tipos de neumáticos.
matical que falta, según las
Pero ese no era el momento para ideas humorísticas. Había que concluir una tarea iniciada con tres que hemos explicado.
alegre decisión y usted, hundiéndose los dedos en el cabello y echando ese cabello hacia atrás, se re- Tengan en cuenta que esos
solvió a dar una puñalada a Ralph, ahorrando todo preliminar y toda “mise en scene”. cambios de narradores pue-
den darse en pequeños mo-
Acorde con tal principio, usted puso el pie derecho en la alfombrita roja que señalaba el emplaza-
mentos de los textos.
miento justo del lecho de Ralph (claro está que un paso hacia delante); olvidándose de los carteles
luminosos, giró el torso hacia la izquierda y, moviendo el brazo como si estuviera por lanzar un tiro
de golf, enterró el cuchillo en el costado de Ralph, algunos centímetros por debajo del sobaco.
Ralph se despertó en el preciso instante de morir, y tuvo conciencia de su muerte. Eso no dejó de
agradarle a usted. Prefería que Ralph comprendiera su muerte, y que la cesación de tan odiada
vida tuviera otro espectador directamente interesado en ello.
Ralph dejó huir un suspiro, y luego un quejido, y después otro suspiro, y después un borborigmo, y
nada quedó en el aire que pudiese hacer dudar de que la muerte había entrado junto con el cuchi-
llo y se abrazaba a su nueva conquista.
Usted desenterró la hoja, la limpió en su pañuelo, acarició suavemente el cabello de Ralph –lo
cual era una ofensa premeditada– y fue hacia la ventana. Estuvo largo rato inclinado sobre el
abismo, mirando Nueva York. La miraba, con gesto de descubridor que se adelanta visualmente a
la proa de su navío. La noche era antipoética y calva. Allá abajo, siluetas de automóviles regre-
saban a condición de escarabajos y luciérnagas por el imperio del color y la hora y la distancia.
Usted abrió la puerta, la cerró otra vez, y se fue por el corredor, con una dulce sonrisa de ángel
perdida fuera de los dientes.
–Buen día.
–Buen día.
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–¿Dormiste bien?
–Bien. ¿Y tú?
–Bien.
–¿Tomas el desayuno?
–Sí, hermanita.
–¿Café?
–Bueno, hermanita.
–¿Bizcochos?
–Gracias, hermanita.
–Aquí tienes el diario.
–Lo leeré, hermanita.
–Es raro que Ralph no se haya levantado aún.
–Es muy raro, hermanita.
Rebeca estaba frente al espejo, empolvándose. La policía observaba sus movimientos desde la
puerta de la habitación. El agente con rostro de pajarera celeste tenía un modo sospechoso de
mirar, presumiendo culpabilidades desde lejos.
El polvo cubría las mejillas de Rebeca. Se maquillaba de manera mecánica, pensando todo el
tiempo en Ralph. En las piernas de Ralph, en sus muslos lisos y blancos. En las clavículas de
Ralph, tan personales. En la manera de vestirse de Ralph, su artístico desaliño.
Usted estaba en su habitación, rodeado por el inspector y varios detectives. Le hacían preguntas,
y usted las contestaba, hundiéndose la mano izquierda en el cabello.
–No sé nada, señores. Ayer a la tarde lo vi por última vez.
–¿Cree en un suicidio?
–Lo creería si viese el cadáver.
–Quizá lo encontremos hoy.
–¿No había huellas de violencia en la habitación?
Los agentes se maravillaron de que usted se pusiera a interrogar al inspector, y eso le produjo a
usted una inmensa gracia. El inspector, por su parte, no salía de su asombro. (...)
En otras palabras, sus verosímiles pueden ser distintos y sus maneras de narrar las histo-
rias, también. Cuando se ve una película “basada” en un texto literario, lo que se está
viendo, en realidad, es una “versión” cinematográfica de ese texto, no una “copia”.
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Uno de los componentes que comparten la literatura y el cine son los narradores, las ❚ Lean la novela de Robert L.
maneras de narrar una historia. Aunque parezca extraño, el cine tiene narradores y la Stevenson El extraño caso del
cámara funciona como un narrador. Dr. Jekyll y del Sr. Hyde y ana-
licen cómo son sus narrado-
El público del cine no recibe la historia solamente a través de los diálogos entre los per-
res. Luego miren la película El
sonajes, de una voz en off o de carteles, sino que la cámara narra por medio del len-
secreto de Mary Reilly, versión
guaje del cine: sigue más a un personaje, hace diversos planos de una escena, se acerca
libre cinematográfica de esa
o se aleja de algo o alguien, se mueve rápida o lentamente, y demás.
novela. Analicen cómo se na-
rra la historia en la película,
El punto de vista relaciona la literatura con el cine qué hace la cámara y a qué
En la novela de Robert L. Stevenson, aparece un narrador en tercera persona, sin nom- personaje sigue más, y rela-
bre, que se encarga de organizar todo el relato de la historia: da paso a diálogos entre ciónenlo con la novela.
los personajes y, a su vez, les cede la voz a otros narradores. Es decir que él no se encarga
de transmitir ciertos momentos de la historia, sino que deja que lo hagan otros narra-
dores. Esto es lo que sucede en el texto, por ejemplo, cuando se dan a conocer las cartas.
Éste sería un caso muy claro de subjetividad en la narración. Lo que se evidencia en la confe-
sión de Jekyll es el punto de vista de un narrador. Muchos textos literarios contraponen di-
versos puntos de vista acerca de los mismos hechos. En la novela de Stevenson, aparecen
varios puntos de vista que sirven para mantener en suspenso la resolución del enigma: el
punto de vista de Lanyon, el de Jekyll y el de Utterson. Hablamos del enigma, porque lo que
importa en la historia es descubrir quién es Hyde y por qué Jekyll lo defiende. Así, esta nov-
ela presenta un enunciado del género discursivo policial.
Todo el desarrollo de los acontecimientos está dado a medida que Utterson los conoce.
Lo que sucede es que el narrador en tercera persona, sin nombre, que organiza todo el
relato, sigue permanentemente a Utterson, como si fuera una cámara cinematográfica
que lo describe y lo evalúa; como ya dijimos, transmite los sucesos a medida que
Utterson los conoce.
| LIBRO
LENGUA Y LITERATURA
1 | LIBRO 3
96 LOS
¿QUÉENGRANAJES
ES UN TEXTO?
DE... El universo
La maquinaria
de los
literaria
textos
❚ Miren, o vuelvan a ver, la pe- Esta estrategia de narración consiste en adoptar el punto de vista de un personaje. En-
lícula El proyecto Blair Witch tonces, es como si la historia fuese narrada por Utterson, porque el narrador sigue su
y debatan por qué o para qué punto de vista. Las sospechas acerca de Hyde y la manera despectiva en la que se lo
se utiliza el género discursivo presenta responden a la forma particular en que Utterson está interpretando los he-
documental en ella. Además, chos desde su punto de vista: no son ideas propias del narrador.
expliquen y fundamenten có-
Se podría señalar que lo mismo ocurre en la película El secreto de Mary Reilly. Allí Mary
mo se narra la historia por
toma el lugar de Utterson.
medio de las distintas utiliza-
ciones de la cámara. En la película, esta criada es la encargada de develar el enigma. La cámara la sigue per-
manentemente, es decir que toma su punto de vista frente a los hechos y los va trans-
mitiendo a medida que este personaje los conoce.
Al igual que en la novela, la resolución del enigma se posterga hasta el final. Aunque la
verdad parece estar frente a las narices de Mary, ella no puede verla porque está ena-
morada del doctor.
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Los textos literarios no son leídos por todas las personas de la misma manera; enton-
ces, se podría decir que parte de la ficción literaria está constituida por el lector. Como
explicábamos en los dos primeros capítulos, todos tenemos diversas representaciones
sociales acerca de la literatura, distintas informaciones acerca de los géneros discursi-
vos y distintos gustos.
Además, las vivencias de las personas no son similares y tampoco, sus intereses. Por
ejemplo, no todos pensamos lo mismo acerca de diversos aspectos de la realidad.
Los motivos de esta diversidad pueden responder al momento histórico en el que vive
o vivió un lector, a la cultura a la que pertenece, a hechos específicos que han marcado
su vida, y demás.
Al igual que los narradores, nosotros, como lectores de textos literarios, tenemos diver-
sos puntos de vista acerca de todo lo que concierne a la vida.
Entonces, no todos los lectores leen lo mismo en los textos literarios, porque cada lector
interpretará esos textos de acuerdo con su punto de vista y, también, con lo que le resulte
más significativo o más llamativo del texto que lea. Es decir que aunque decodifiquemos
los significados de las mismas palabras, en los mismos textos que estemos leyendo, co-
mo también sus sentidos globales, no todos los lectores comprendemos esos textos de
igual manera, sino que nos apropiamos de ellos de acuerdo con nuestras subjetividades.
Por ejemplo, puede ser que ustedes hayan interpretado otras cosas de los textos litera-
rios que hemos trabajado en este libro, más allá de las explicaciones que hemos dado
de ellos. Eso es así porque nosotros solamente hemos hablado de lo que creíamos que
era más importante en esos textos, de acuerdo con lo que sabemos de la literatura.
En otras palabras, no existe una única lectura de los textos literarios. En primer lugar,
porque las personas que los leen son distintas y, entonces, cada una pondrá mayor
atención en lo que les resulte más interesante de esos textos. En segundo lugar, por-
que los textos literarios abren la posibilidad de que, precisamente, se produzcan di-
versas lecturas de ellos.
Ahora bien, para poder afirmar que una persona ha realizado una interpretación
posible, por medio de su lectura, acerca de un texto literario, debe lograr funda-
mentarla con el texto. Es decir, explicar por qué características del texto está efec-
tuando esa interpretación.
Es decir que se debe aclarar que el hecho de que un texto promueva varias interpreta-
ciones de acuerdo con la variedad de lectores que tenga no significa que la lectura sea
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98 LOS
¿QUÉENGRANAJES
ES UN TEXTO?
DE... El universo
La maquinaria
de literaria
una actividad superficial. Por el contrario, los textos literarios interpelan a los lectores,
los desacomodan, los desafían, ponen en tela de juicio sus puntos de vista, los obligan
a pensar permanentemente.
1. Ustedes ya leyeron un texto de Franz Kafka, La metamorfosis. Ahora expliquen qué imagen de
escritor presenta ese texto.
3. Ramirito Pillescas es un chico de seis años. Picarón y travieso, siempre está curioseando absolu-
tamente todo. El otro día, fue de visita a la casa de su abuela y realizó todo tipo de desmanes.
Lean las siguientes acciones realizadas por Ramirito en la casa de su abuela y utilícenlas para es-
cribir el relato de lo sucedido aquel día. El niño debe ser el narrador.
4. Lean el siguiente texto de Jorge Luis Borges. Primero, establezcan a qué mito griego que
ustedes ya conocen hace referencia. Luego, analicen y expliquen cómo es el narrador que pre-
senta el texto y cómo se relaciona su verosímil. Para ello, tengan en cuenta el concepto de
punto de vista.
el hilo de la fábula
El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada)
para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza
de toro o, como quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera,
ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, a su amor.
Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el
otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.
El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si
nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es
imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontra-
mos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se
llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
En Los conjurados, en Obras Completas.
5. Tomen la interpretación que el narrador del texto de Borges hace del mito. Luego escriban
un texto en el que Teseo sea un narrador en segunda persona y, a la vez, un personaje de esa
historia, involucrado en los hechos que cuenta.
1 LITERATURA | LIBRO 3
H I STO R I A : Y
LENGUA
La maquinaria literaria
LE 4 1 LECTURA Y ESCRITURA Los engranajes de la maquinaria literaria
1. Lean el siguiente comienzo de un cuento del escritor birmano Héctor Munro, más conocido co-
mo Saki. Expliquen y fundamenten cómo es su narrador. Luego identifiquen los diversos puntos de
vista que toma de los distintos personajes que aparecen en el cuento.
Para finalizar, analicen cómo esta manera de organizar la narración de la historia influye en el ar-
mado del verosímil del texto.
avenirse al sacrificio. Cuando Clovis hizo una tardía aparición ante la mesa del desayu-
no, el trato estaba ya cerrado.
–Figúrate –dijo con voz adormecida la señora Sangrail–: Lady Bastable ha tenido la
enorme amabilidad de invitarte a quedarte con ella mientras yo visito a los MacGregor.
Clovis dijo las cosas apropiadas de una manera sumamente impropia y procedió a hacer
expediciones punitivas entre las viandas del desayuno, con un ceño fruncido que hubiera
silenciado el runruneo de una conferencia de paz. El acuerdo que había sido sellado a sus
espaldas era doblemente enfadoso para él. En primer lugar, tenía especial interés en en-
señarles a los chicos MacGregor, qué bien podían sufragar el aprendizaje, a jugar pó-
quer-solitario. Y, en segundo término, la despensa de la casa Bastable era del tipo que se
clasifica como de “tosca abundancia”, que en palabras de Clovis era una abundancia
que daba pie a toscos comentarios. Observándolo a través de unas pestañas aparente-
mente somnolientas, su madre comprendía, a la luz de una larga experiencia, que cual-
quier júbilo por el éxito de su maniobra sería claramente prematuro. Una cosa era enca-
jar a Clovis en la muesca adecuada del rompecabezas doméstico, y otra muy distinta era
lograr que se quedara allí.
Lady Bastable tenía la costumbre de retirarse con gran pompa a la salita de confianza
una vez terminado el desayuno, y allí pasaba una hora tranquila mirando los periódicos:
ahí estaban, así que más valía exprimirles el precio. La política no le interesaba mayor
cosa, pero vivía obsesionada con el caro presentimiento de que un día de estos iba a ha-
ber una gran sublevación social en la que todo el mundo sería asesinado por todo el
mundo. “Ocurrirá más pronto de lo que creemos”, solía presagiar siniestramente. Un
experto matemático con aptitudes excepcionalmente poderosas se hubiera confundido
tratando de determinar la fecha aproximada a partir del débil y confuso fundamento que
esta aseveración proporcionaba.
En aquella mañana particular, el espectáculo de Lady Bastable entronizada en medio de
los periódicos le dio a Clovis la señal que su cerebro había buscado a tientas durante to-
do el desayuno. Su madre había subido a supervisar las operaciones de empaque, y él es-
taba solo en la planta baja con su anfitriona (...)
2. A partir de las conclusiones a las que hayan llegado en la actividad anterior, imaginen y es-
criban qué le pudo hacer Clovis a Lady Bastable. Debatan entre todos cómo realizarían la ver-
sión cinematográfica de este cuento terminado por ustedes. Piensen cómo lo narrarían a tra-
vés de la cámara.
3. En 1999, se proyectó una película llamada Sexto sentido, que tuvo buena repercusión en el pú-
blico. Lo que más llamaba la atención era su imprevisto final. Mírenla, o vuelvan a mirarla si ya lo
hicieron, y analicen cómo está narrada la historia. Para ello, presten atención a los usos que se ha-
cen de la cámara: sus movimientos, cómo maneja los planos y a qué personajes sigue, es decir,
qué puntos de vista toma para narrar la historia.
Luego discutan y fundamenten sus análisis entre todos.
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