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La ley en los bueyes de mi compadre…

Por Francisco Ortíz Bello

Qué curioso, el partido que “inventó” las alianzas políticas, súbitamente y sin
aparente motivo, hoy se pronuncia rabiosa y radicalmente en contra de éstas.

Al final de la década de los 80’s, el PRI daba inicio a lo que se conoció como las
“concertacesiones” que no era otra cosa que discutir y acordar, en una mesa
política, diversos temas con sus opositores políticos.

Al inicio del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, bajo una fuerte crisis de
legitimidad, el gobernante y su partido el PRI, decidieron inaugurar la época del
reconocimiento a la existencia de partidos de oposición, con este “novedoso”
esquema de las concertacesiones.

Este súbito y “generoso” reconocimiento tenía un destinatario casi único, el


PAN, no porque así estuviera diseñado, sino porque era prácticamente el único
partido de oposición real al gobierno, además el único que representaba una
fuerza potencial que ya preocupaba a los lideres priístas de entonces.

Salvo algunos esbozos de grupos radicales de izquierda, que después fueron


prácticamente “devorados” por el monstruo gubernamental, no existía en esa
época, una real oposición al gobierno más que la todavía débil y desarticulada
derecha mexicana.

Incluso algunos de estos partidos socialistas o comunistas –PDM, PMS, PCM y


otros- que vieron su nacimiento y reconocimiento en el gobierno de Luis
Echeverría Álvarez, pasaron a ser satélites del partido en el poder precisamente
merced a alianzas políticas electorales.

En la historia política electoral moderna, las alianzas del PRI con otros partidos
son mucho más abundantes, prolijas e interesantes. Se ha aliado con casi todos
los partidos políticos, y digo casi, porque con el único que no lo ha hecho
formalmente –en una elección para ser votados- ha sido, precisamente el PAN.
La Ley en los bueyes de mi compadre Francisco Ortíz Bello

Ahora, con argumentos cuasi hitlerianos el PRI y sus voceros oficiosos han
decidido descalificar las recientes alianzas entre PAN, PRD y otros partidos de
izquierda en estados como Guerrero, Oaxaca, Puebla y Sinaloa.

Alianzas que al PRI le han significado si duda alguna, las derrotas electorales
más dolorosas de su historia, entre otras razones, porque en esas entidades se
mantenían los bastiones más importantes del priismo nacional. Bastiones
forjados a base de liderazgos caciquiles que, mediante el uso de toda clase de
argucias, habían impedido que otro partido político diferente al PRI asumiera el
poder en esos estados.

Calificadas estas uniones, por el PRI y sus testaferros, como “antinatura”, “unir
el agua y el aceite”, “alianzas diabólicas” y otras lindezas por el estilo, se olvida
el tricolor que en el pasado más reciente sus alianzas políticas le han retribuido
en importantes triunfos electorales.

Sin embargo, lo más preocupante no es ese incongruente discurso basado en


una doble moral, que critica en otros lo mismo que ha hecho. Lo más alarmante
es que, bajo esos argumentos y con la ayuda de voceros a modo en diversos
medios de comunicación, lo que alienta y promueve entre la sociedad, en el
fondo, es el encono irreductible, el divisionismo social basado en las
preferencias políticas, la imposibilidad de acuerdos entre los que piensan
diferente.

El ente de millones de cabezas llamado sociedad, no es más que un abigarrado


mosaico multiforme y multicolor, que no obedece colectivamente a visiones
únicas o intereses individuales y que, cuando así lo ha hecho, ha entrado en los
procesos destructivos más dramáticos y sangrientos de la historia del mundo.

Líderes como Hitler, Mussolini o Chávez, con esta clase de discurso “purista”
han llevado a sus seguidores a los peores enfrentamientos fraternos, basados
en esta teoría de la “pureza” ideológica, doctrinaria o religiosa, alimentando
entre los propios la idea de que “el agua y el aceite” no se pueden juntar.

Hago esta reflexión con el único fin de que los juarenses y chihuahuenses no
caigamos en este perverso juego político-electoral, en el que se nos llama a
satanizar y señalar a los que no militan en tal o cual partido.

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La Ley en los bueyes de mi compadre Francisco Ortíz Bello

En Juárez el horno no está para bollos. Entre ejecuciones, secuestros,


extorsiones, inseguridad rampante, tormentas invernales y corrupción oficial,
la única salida que tenemos los ciudadanos es ignorar nuestras diferencias y
unirnos en torno a lo que nos es común: la seguridad de nuestras personas,
familiares y bienes.

Afortunadamente parece ser que en los actuales gobernantes tanto del estado,
como del municipio, pese a ser emanados del tricolor, aun no permea esta idea
del discurso priísta a nivel nacional, pero eso no garantiza que en un futuro
muy cercano no intenten hacerlo, siguiendo instrucciones o una estrategia
global de su partido el PRI.

Los políticos llegan a una posición de gobierno gracias al partido político que
los proyecta, sin embargo, una vez en el poder se deben a la sociedad en su
conjunto, su ejercicio de poder afecta a todos, a los que votaron por ellos y a los
que no, por eso, su responsabilidad deja de ser exclusivamente para con su
agrupación política, por lo menos así lo establece nuestra normatividad.

De ahí que, a un buen gobernante se le reconozca la calidad de “estadista”


cuando logra superar esta visión unilateral de las cosas desde el poder.
Estadista, un hombre de Estado, entendiendo el Estado como la suma de todas
las instituciones de un país y su sociedad.

Así pues, pese a esta poderosa inercia del aparato político tricolor por
descalificar un derecho elemental de cualquier ciudadano u organización
política, el de unirse en alianzas legales, democráticas y efectivas, nos queda a
los ciudadanos el derecho a no atender esos llamados a la indiferencia, al
divisionismo y el encono contra nuestros semejantes, tan sólo porque piensan
distinto. La sociedad es una y los políticos y el gobierno, son otros.

Francisco Ortiz Bello


fcortizb@gmail.com
Ciudad Juárez, Chihuahua
Febrero 8 del 2011.

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