Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
ACTAS DEL
CUARTO CONGRESO
INTERNACIONAL DE
HISPANISTAS
VOLUMEN I
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
SALAMANCA, 1982
los s í i C
Servantes
Inicio Índice
PRESENTACIÓN
Inicio Índice
X Presentación
autores; alguna otra, por no haber llegado a nuestras manos una versión
definitiva y completa del texto. En algún caso aislado —que sepamos—
se ha publicado ya el texto, lo que no nos ha parecido inconveniente para
recogerlo también nosotros. En cualquier caso, quisiéramos hacer patente
nuestro propósito de acertar y nuestra insatisfacción por el resultado final.
Que sólo alivia la deuda contraída con una legión de estudiosos cuyo rasgo
humano más específico ha sido siempre la generosidad: a ella quisiéramos
acogernos.
Debemos manifestar, por último, el más sincero agradecimiento a cuan-
tos nos han ayudado en el cumplimiento de la tarea que se nos enco-
mendó. En primer lugar, a los propios autores de las ponencias y comu-
nicaciones por la extraordinaria paciencia de que han dado muestra
cumplida ante los sucesivos y reiterados retrasos. Y a la Asociación Inter-
nacional de Hispanistas por haber mantenido su confianza más allá de las
desesperantes dilaciones e incluso habernos animado en momentos de des-
fallecimiento. Aunque no parece oportuno mencionar nombres de personas
concretas, sí quisiera hacer patente mi especial deuda moral con algunos
de sus miembros.
En segundo término, debemos señalar que la publicación final de las
Actas ha sido posible gracias a la generosísima ayuda económica del Con-
sejo General de Castilla y León. Desde el mismo momento en que cono-
cieron las dificultades con que veníamos tropezando, quienes lo rigen
manifestaron una voluntad decidida de ayuda que, por fin, ha llegado a
su término cumpliendo todos los complicados trámites burocráticos. Por-
que desgraciadamente no es habitual que exista una tan fina sensibilidad
ante los problemas de la Ciencia y de la Cultura, queremos subrayar que,
además de ayuda, el Consejo ha sido un constante acicate para dar término
a esta publicación.
Al finalizar estas líneas no podemos menos de evocar los días en que
el IV Congreso de Hispanistas se reunía en la aulas de nuestra Univer-
sidad. Desearía poder transmitir a todos cuantos a él asistieron la certeza
de que el recuerdo de su estancia sigue vivo entre nosotros... y permane-
cerá para siempre. Que la inmensa labor de los hispanistas de todo el
mundo nos ayuda a reconocernos en nuestra personalidad de españoles.
Si se nos permite parafrasear a un alto poeta contemporáneo, en buena
medida, España es también «una voz a vosotros debida».
EUGENIO DE BUSTOS
Salamanca, octubre 1982
Inicio Índice
ÍNDICE
Presentación IX
ÁNGEL ROSENBLAT
F E L I P E LUCENA CONDE
RAFAEL LAPESA MELGAR. Alocuciones de la sesión inaugural XV
XH índice
índice XIII
XIV índice
ALOCUCIONES
DE LA SESIÓN INAUGURAL
Inicio Índice
Señoras, Señores:
xx Ángel Rosenblat
ÁNGEL ROSENBLAT
Presidente de la
Asociación Internacional de Hispanistas
Inicio Índice
con las mías propias, pues cinco años de experiencia docente en Sala-
manca dejaron en mí hondas raíces de afecto. Iniciadas las gestiones
por el doctor Lázaro, Decano entonces de la Facultad de Filosofía y
Letras salmantina, fueron acogidas con entusiasmo por su Rector, que
nos brindó la generosa hospitalidad que hoy disfrutamos y a quien expreso
aquí solemnemente nuestro más vivo reconocimiento. El profesor Lázaro,
al frente de la Comisión formada por sus colegas salmantinos, ha llevado
el peso de la organización, especialmente difícil por el número de con-
gresistas y comunicaciones, muy superior a cuanto podíamos imaginar.
Debo poner de relieve la valiosa cooperación de su sucesor en el Deca-
nato, doctor don Eugenio de Bustos, y la abnegada labor del Secretario
de la Comisión, doctor don Ricardo Senabre. Gracias a ellos podrán
leerse y discutirse las comunicaciones agrupadas con relativa homoge-
neidad, no obstante la variedad de temas y las peticiones de muchos con-
gresistas respecto al día —a veces incluso hora— de su actuación. La mayor
dificultad ha sido la del alojamiento: Salamanca es todavía una ciudad
de dimensiones humanas y de vivir menos ajetreado que el de las grandes
aglomeraciones; pero estas condiciones, venturosas para el reposado
quehacer de los estudios, no son las más adecuadas para alojar cómoda-
mente a varios centenares de visitantes, congregados en fechas que coin-
ciden con la máxima afluencia del turismo internacional. Sé que nuestros
colegas de aquí se han desvivido para satisfacer los deseos de todos y
cada uno de los congresistas: reconozcamos la deuda que hemos cen-
traído con ellos por su ejemplar esfuerzo.
Además de la Universidad de Salamanca, otros organismos españoles
nos han prestado el auxilio económico necesario para celebrar el Congreso
o han contribuido de otro modo a alguna de sus actividades. Tales han
sido la Dirección General de Relaciones Culturales del Ministerio de
Asuntos Exteriores; el Ministerio de Educación y Ciencia, el Ministerio
de Información y Turismo, el Consejo Superior de Investigaciones Cien-
tíficas y el Instituto de Cultura Hispánica; el Gobierno Civil, la Diputación
Provincial y el Ayuntamiento de Salamanca, así como la Delegación de
Información y Turismo y el Centro de Iniciativas y Turismo de la ciudad.
A las autoridades y directivos que desde los puestos correspondientes
nos han ayudado, manifiesto el profundo agradecimiento de la Comisión
Nacional.
A otro género de cooperación he de referirme ahora: la de las univer-
sidades que nos han honrado enviando representantes suyos al Congreso.
Aparte de lo que su presencia significa como testimonio de alentadora
simpatía, nuestras tareas contarán así con la aportación de valiosos his-
panistas que enriquecerán la cosecha del Congreso.
Inicio Índice
COMUNICACIONES PLENARIAS
Inicio Índice
LA OBRA DE UNAMUNO
EN LA PERSPECTIVA DE HOY
1
'Unamuno y Europa, Fábula', Obras ampielas, 1, Revista de Occidente, pp. 128-32.
2
Véase la nota necrológica del que escribe en Bullelin of Hispánic Slutlies, XLI1I (1966).
pp. 121-23.
Inicio Índice
4 Geoffrey Ribbans
* * *
3
Obras completas. Vil, Biblioteca Nueva, Madrid 1949. p. 499.
Inicio Índice
6 Geoffrey Ribbans
4
La lectura, III, febrero de 1903, pp. 282-86.
5
'Dejar los andamios' (1900), Obras completas, Escelicer. VII, pp. 1267-69.
Inicio Índice
'Cartas literarias a una mujer". Obras completas, 6." ed. Aguilar 1949. p. 658.
Inicio Índice
8 Ceoffrey Ribbans
7
Véase AURORA uh ALBORNOZ, La presencia de Miguel de Lhumumo en Amonio Machado,
Gredos 1967, pp. 88-91, y mi ensayo 'Unamuno y Antonio Machado', en Niebla y Soledad,
Gredos 1971, pp. 288-322.
8
El Unamuno contemplativo, Méjico 1955.
Inicio Índice
9
Véase MANUEL GARCÍA BLANCO, 'Rubén Darío y Unamuno', en America v Unamuno,
Gredos 1964. pp. 53-74.
10
Véase el interesantísimo Epistolario y escritos complementarios: Unamuno-Maragall,
Seminarios y ediciones 1971, especialmente la carta XXVI de Maragall.
11
Machado consideró a Unamuno como poeta desde que dedicó Soledades a éste
'como sabio y poeta". Véase mi ensayo citado en Niebla y Soledad.
12
Ensayos de literatura hispánica, Aguilar 195X, p. 321: "la gran tragedia unamunesca
halló en sus poesías intensidad y pureza no igualada en sus demás obras'.
'•' Estudios sobre poesía española contemporánea, Guadarrama 1957. p. 90.
14
En "El porvenir de la literatura española", reproducido en 'Unamuno y «los jóvenes»
en 1904", Niebla v Soledad, pp. 47-52.
'* Poesie, Vallecchi. Florencia 1968.
16
Véase la carta del 25.iii.l898 a Jiménez Ilundáin, Revista de la Universidad de Buenos
Aires, XLIV (1948), pp. 72-76, y la de diciembre de 1903 a Pedro Múgica. Carlas inéditas
de Miguel ile Unamuno, ed. S. Fernández Larrain. Zigzag. Santiago de Chile. 1965. pp. 322-24.
Inicio Índice
10 Geoffrey Ribbans
17
"El teatro de Unamuno", Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, VII (1956),
pp. 5-29. Compárese también las palabras de Jiménez Ilundain en una carta de enero de 1899,
sobre La muerte es paz, o sea La esfinge: «Quiere usted pintar un estado de alma y se pinta
a sí mismo con toda exactitud. Supone con esto, sin duda, que ha hecho una obra real y hu-
mana y es todo lo contrario. No hay en ella nada humano en el protagonista y menos en su
mujer... Teatralmente, es obra de quien jamás ha visto el teatro y que apenas lo ha leído»,
RUBA, XLIV (1948), pp. 318-24.
1!i
Los euentos de Miguel de Unamuno, clave de su obra. Ediciones Minotauro 1965.
19
Véanse, entre otros estudios, J. MARÍAS, Miguel de Unamuno, Espasa-Calpe 1943,
L. LIVINGSTONE, 'Unamuno and the Aesthetics of the Novel', Hisapania (California) XXIV
(1941), pp. 442-50, y 'The Novel as Self-Creation' en Unamuno: Creator and Creaüon, ed.
J. Rubia Barcia y M. A. Zeitlin, California 1967. pp. 92-115.
Inicio Índice
12 Geoffrey Kibbans
~2 Capítulo XI, Obras completas, VII, p. 272. Compárese también Don Fulgencio en
Amor y pedagogía: 'Sé tú, tú mismo, único, insustituible".
23
Véase 'La tradición eterna", primer ensayo en En torno al casticismo, y CARLOS BLANCO,
El Unamuno contemplativo, pp. 44-56.
Inicio Índice
La novela tenía en efecto una larga gestación, pues sabemos que en 1902,
año de la publicación de Amor y pedagogía, la había empezado ya24. Y según
parece, corresponde a este primer momento el capítulo VII, que es donde
había de empezar la narración en un principio. Efectivamente, este capi-
tulito tiene parecidos, ideológica y estilísticamente, con Paz en la guerra
y con Amor y pedagogía: un tono más lírico, carencia de diálogo, por
una parte, reconciliación de los dos contrastes representados por las dos
hermanas: paz, pasión, por otra; parecido entre Rosa y Marina, en Amor
y pedagogía, etc., pero en el estrecho marco de esta conferencia es preciso
limitarse a la recia personalidad de Gertrudis.
Estilísticamente también Unamuno abandona en absoluto las exte-
rioridades realistas y presenta a sus personajes en la más escueta desnudez.
Se nos habla con insistencia de la espléndida belleza fisica de Rosa pero
no se nos dice en qué consiste su hermosura; de la estatura, talle, cara,
colorido, etc., de las dos hermanas no sabemos en absoluto nada; sólo
brillan en todas partes los ojazos penetrantes, graves y serenos de Ger-
trudis —es un rasgo físico que siempre le obsesionó a Unamuno25—.
De su vida tampoco sabemos nada: ni cuál de ellas es mayor, ni su lugar de
residencia, sus estudios, sus aficiones, ni aun su apellido. Todo se reduce,
podríamos decir, a los nombres de pila, los que Unamuno maneja con
certera intención. Gertrudis, celosísima de su propia intimidad virginal,
no consiente que Ramiro en especial la llame Tula, aunque es Tulilla para
su tío, Tula para Rosa y tía Tula, o mamá Tula, para los niños. Y en su
extremado recato, ella resiste llamar a Ramiro por su nombre, aunque sí
le llama hijo, con las implicaciones agónicas que esta palabra lleva siempre
para Unamuno además de su especial significado para Tula.
En el caso de ésta, no se trata, evidentemente, de una tía solterona
que se presta a recoger caritativamente a los niños de su difunta hermana
—caso de bondad bastante común por fortuna26— sino de un personaje
mucho más complejo. Entran en efecto en la constitución de ella varios
componentes: el caso real, conocido por Unamuno (véase la nota 24),
al que podríamos creer sin embargo que le falta mucho de la muy idiosin-
crática heroína unamuniana; Santa Teresa. «Quijotesa a lo divino», como
24
Véase la caria a Maragall del 3 de noviembre de 1902: 'Ahora a n d o metido en una
nueva novela, La lia, historia de una joven que rechazando novios se queda soliera para
cuidar a unos sobrinos, hijos de una h e r m a n a que se le muere. Vive con el c u ñ a d o , a quien
rechaza para m a r i d o , pues no quiere manchar con el débito conyugal el recinto en que res-
piran aire de castidad sus lujos. Satisfecho el instinto de maternidad, ¿para qué ha de perder
su virginidad? Es Virgen m a d r e . C o n o z c o el caso". Epistolario..., p. 25.
25
Véase HARRIET S. STEVBNS, ' L O S cuentos de U n a m u n o " , La Torre, IX. p p . 35-36
(1961), pp. 403-25. y la importancia de los ojos de Eugenia en Niebla.
26
Véase R I C A R D O G U L L Ó N . Autobiografías <ie Unamuno, G r e d o s 1964. pp. 208-09.
Inicio Índice
14 Geoffrey Ribbans
27
lrrequietum cor', CXVII1 de Rosario Je sonetos líricos, Obras cúmplelas. VI, pp. 406-
407.
28
Prólogo a La tía Tula, Obras completas, II. pp. 1039-43.
Inicio Índice
en seguida a fijar el día de la boda con Rosa. El episodio del perrito, pésimo
sustituto por el hijo que ella anhelaba, y el estar dispuesta a dejar morir
a Rosa antes que a la criatura, revelan hasta qué punto se va consolidando
su papel de tía mandona, que como advirtió Ricardo Gullón, tiene algo
de monstruoso y de implacable.
Luego sucede la ruptura de sus relaciones con Ricardo, para la cual
ella alega sus sagrados deberes para con los hijos de Ramiro. Los argu-
mentos —meros pretextos— que adelanta irán después desmintiéndose:
que unos hijos propios suyos podrán mermar el cariño que abriga por los
de Rosa y que en todo caso bastan los tres ya existentes para criarlos bien.
Ricardo, por su parte, es el primero de varios hombres que entienden
mal los motivos de Gertrudis: cree que le interesa a ella casarse con Ramiro.
Es otro aspecto de la compleja realidad esbozada en el Prólogo a las Tres
novelas ejemplares: lo que uno es para los demás.
La prueba más dura de la resolución cada vez más intransigente de
Tula se produce en sus relaciones con Ramiro'después de muerta Rosa.
El curioso hogar del joven viudo y la cuñada virgen nos consta que es
«de triste sosiego, de interna lucha», pero para Gertrudis «¿es que puede
haber para unos niños, hombre de Dios, un lugar mejor que éste?» Tienen
hogar, verdadero hogar, con padre y madre, y es un hogar limpio, cas-
tísimo, por todos cuyos rincones pueden andar a todas horas, un hogar
donde nunca hay que cerrarles puerta alguna, un hogar sin misterios.
¿Quieres más?» (1070) Se parece al hogar igualmente asexual de su buen
tío don Primitivo, padre en el mismo sentido en que Gertrudis era madre,
en el que se habían criado Rosa y ella. Quien busque razones psicológicas
para explicar el complejo virginal de Gertrudis, las hallará de sobra en las
circunstancias, evidentes pero apenas descritas, de su niñez.
«¿Quieres más?», preguntó Gertrudis a su cuñado, y evidentemente
la respuesta es afirmativa: sí, quería más —quería a Tula—. Confrontada
con su pasión ella se ve obligada a poner un plazo de un año, sin compro-
miso alguno, para decidir si casarse o no con él. Luego hace que la familia
busque refresco en el campo, pero esto resulta, al revés del tradicional
topos de pura aldea y ciudad corrompida, un aliciente más a la sensualidad
frustada— se nos insinúa así el grado de perversión que ha entrado en el
culto de la pureza. En un capítulo en el que entran más de lo corriente
elementos extraños al cuento —una descripción del mar, una lírica medi-
tación sobre la luna— vemos que la sana vida campesina no sirve ni mucho
menos de fuente de pureza para Gertrudis:
«No, la pureza no es del campo; la pureza es de celda, de claustro, y de ciudad;
la pureza se desarrolla entre gentes que se unen en mazorcas de viviendas para mejor
Inicio Índice
aislarse; la ciudad es monasterio, convento de solitarios; aquí la tierra, sobre que casi
se acuestan, las une y los animales son otras tantas serpientes del paraíso...» (1076)
29
Por ejemplo, el matrimonio largo tiempo infecundo de Víctor y Llena en Niebla.
Inicio Índice
18 Geoffrey Ribbans
otra vez sola, da rienda suelta a sus íntimas preocupaciones sobre las
escondidas raíces de su actitud:
«¡No, no me entiende! —se decía—. ¡No me entiende! ¡Hombre al fin! Pero ¿me
entiendo yo misma? ¿Es que me entiendo? ¿Le quiero o no le quiero? ¿No es soberbia
esto? ¿No es la triste pasión solitaria del armiño, que por no mancharse no se echa
a nado en un lodazal a salvar a su compañero?... No lo sé..., no lo sé...» (1080)
«Sí, reunirlcs y decirles que toda mi vida ha sido una mentira, una equivocación,
un fracaso... Yo le hice desgraciado, padre; yo le hice caer dos veces; una con mi
hermana, otra vez con otra...
--¿Caer?
—Caer, ¡sí! ¡Y fue por soberbia!
—No, fue por amor, por verdadero amor...
—Por amor propio, padre —y estalló a llorar.» (1098)
«Pensad bien. bien, muy bien, lo que hayáis de hacer, pensadlo muy bien.... que
nunca tengáis que arrepentiros de haber hecho algo, y menos de no haberlo hecho...
Y si veis que el que queréis se ha caído en una laguna de fango y aunque sea en un pozo
negro, servidles de remedio..., sí, de remedio. ¿Qué morís entre légamos y porquería?
no importa... Y no podréis ir a salvar al compañero volando sobre el ras del albañal
porque no tenemos alas... No, no tenemos alas, a lo más de gallina..., no somos án-
geles..., lo seremos en la otra vida..., donde no hay fango..., ni sangre. Fango hay
en el Purgatorio, fango ardiente, que quema y limpia, sí... En el Purgatorio les queman
a los que no quisieron lavarse con fango..., sí, con fango... Les queman con estiércol
ardiente..., les lavan con porquería... Es lo último que os digo, no tengáis miedo a
la podredumbre...» (1106-07)
Inicio Índice
20 • Geoffrey Ribbans
GEOFFREY RIBBANS.
University of Liverpool
•'" "Sobre la complejidad de Sun Manuel Bueno, mártir', Nueva Revista tic Filoíu^íu His-
púnica. XV (1961). pp. 569-88.
" Agradezco a mi buen amigo don Javier Herrero, que me prestó su eficaz ayuda en
pulir el texto de este estudio.
Inicio Índice
24 Guido Mancini
26 Guido Mancini
28 Guido Mancini
JQ Guido Mancini
J2 Guido Mancini
34 Guido Mancini
GUIDO MANCINI
Universita di Pisa
Inicio Índice
FRANCISCO GINER:
DE LA SETEMBRINA AL DESASTRE
1
PABLO DE AZCÁRATE, Gumersindo de Aziárate: Estudio biográfico documental, Madrid
1969, p. 250. La carta, escrita en Wimereux (Pas-de-Calais), lleva fecha de 8.x.1881.
Inicio Índice
38 Juan López-Morillas
estar solo ni en paz consigo... Vosotros, jóvenes..., huid de tales hombres
y tal compañía como de epidemia contagiosa...; debéis mirar alrededor
vuestro y a todos lados para ayudar, corregir, consolar a los que padecen
por la ignorancia, por el vicio, la enfermedad o la miseria...; el deber
manda aceptar lealmente, con todo el Hombre, el combate de la vida2».
En su sentido primario, pues, la vida es lucha, porque en todo hombre
se libra un forcejeo entre elementos de su ser que, antitéticos, aspiran a una
síntesis que los supere. Esa íntima tensión es causa e índice de todas las
demás, principio de organización de la realidad total según la metafísica
krausista3. Así, pues, la «paz consigo mismo» de que habla Sanz del Río
debe entenderse sólo como una forma de equilibrio precario, o como
un punto de momentáneo apoyo que permite al individuo lanzarse a la
lucha subsiguiente con el mundo circundante.
Los krausistas españoles comulgan en la creencia de que la vocación
menos atendida en la historia es la vocación para la vida, tanto por igno-
rancia en el individuo como por perversión en la sociedad. Aquél des-
conoce el alto fin que está llamado a cumplir, a saber, el logro de una vida
plena mediante la actualización de cuanto de potencial hay en él; y la
vida plena, como ya señalaba Krause, «sólo en forma social tiene su
definitivo cumplimiento4». Por otro lado, la sociedad es hoy por hoy
el mayor estorbo en la vía hacia la plenitud. La sociedad actual, informe
e inconsciente, es el material de arrastre que nos trae el aluvión de la his-
toria. Mucho en él es sin duda valioso; pero la tarea de apartar el metal
aprovechable de la escoria con que viene revuelto es la misión de una
estirpe de hombre nuevo consagrado a la acción racional. En la crónica
espiritual de España el grupo krausista es el primero que conscientemente
aspira a una transformación fundamental de la sociedad.
No está de más señalar lo incómoda que resulta esta tarea de fiscali-
zación sistemática. Escudriñar lo que a la mayoría no le preocupa, poner
de manifiesto la mala fe, la desidia o la estulticia, fustigar manquedades
y errores, no son medios idóneos para ganarse el beneplácito público.
Ocurre, no obstante, que los krausistas ven en ese beneplácito sólo el
síntoma de una indiferencia cínica o vergonzante que, derramada sobre
hombres, instituciones, doctrinas y usos, viene precisamente a neutralizar
2
Discurso pronunciado en la Universidad Central por el doctor D. Julián Sanz del Río...,
en la solemne inauguración del año académico de 1857 a 1858. Incluido en C. C. F. KRAUSE,
Ideal de la Humanidad para la vida. Con introducción y comentarios por D. Julián Sanz del
Río, 2.a ed., Madrid 1871, pp. 331-3.
3
Véase mi libro El krausismo español: Perfil de una aventura intelectual, México, 1956,
cap. IV, sec. 3, pp. 76-79.
4
KRAi'sn. op. cil.. p. 35.
Inicio Índice
II
40 Juan López-Morillas
111
«La j u v e n t u d y el movimiento social», OC, Vil, p. lux.
" Ibhi.. OC Vil, pp. (09-10.
12 /fó/.. OC, V i l , p. 113.
Inicio Índice
42 Juan López-Morillas
III
44 ]uan López-Morillas
IV
46 Juan López-Moríllas
)4
Véase mi Kraiisisnw. pp. 202-210: CACHO VIU. op. <•//., pp. 341-359: La polémica
Je la ciencia española. Introducción, selección y notas de Ernesto y Enrique García Camarero,
Madrid 1970. caps. V y VI.
35
«Sobre publicaciones...», OC, XV, p. 231.
« Ideal. D. 111.
Inicio Índice
48 Juan López-Morillas
37
«Sobre reformas...», OC\ II, p. 5.
« «La Universidad de Oviedo», OC, II, p. 290.
Inicio Índice
50 Juan López-Morillas
había habido juventud. Sanz del Río, en éste como en otros casos, se había
dejado arrastrar por su optimismo personal y doctrinal. Su misma impa-
ciencia por llegar a un mundo ideal le había hecho entrever en el horizonte
vislumbres inexistentes, y tales eran su fe y su capacidad suasoria que
muchos de sus discípulos llegaron a compartir el espejismo. Muerto
en 1869, cuando la revolución triunfante todavía despertaba gratas espe-
ranzas, el maestro se llevó consigo para siempre la creencia en el arribo
inminente de la Edad de Perfección. Sus discípulos, entre los que había
agentes y víctimas de los descalabros subsiguientes, no pudieron man-
tener viva la confianza nacida al calor de la palabra magistral. Giner
comprende cuan fuera de propósito está el solazarse con la utopía en un
mundo como el circunstante, en el que, como diría Unamuno más tarde,
los jóvenes, de quienes se espera la salvación, carecen de juventud, nacen
ya viejos, avezados a todas las marrullerías y concupiscencias de sus ma-
yores, y prontos a reemplazarlos, para repetir a su vez, si no para sobre-
pasar, las torpezas que de ellos han aprendido. La juventud del día, clama
Giner en 1870, no tiene vocación de sacrificio y sí ambición de poder,
«no ha sido educada para el Calvario, sino para el Capitolio»46; pero,
añade, «su conducta ha sido la que debía esperarse de todos los prece-
dentes»47; y sus precedentes son los mundanos criterios de éxito que im-
pone la sociedad.
Esta condición de la juventud es tanto más deplorable cuanto que sólo
de las nuevas generaciones puede partir un movimiento de ideas con
promesa de regeneración nacional. Mas conviene advertir que tales ideas
no deben ser meras abstracciones fraguadas more geométrico por el pen-
samiento discursivo. Giner estima que lo que más rotundamente ha fra-
casado en la cultura occidental es su arrogante intelectualismo, su pro-
pensión a dar a la inteligencia una primacía absoluta sobre las demás
facultades de la psique. Y cuando el intelectualismo se degrada, produce
una cultura retórica y sofística, en la que se atribuye más importancia
a la facilidad de palabra y el malabarismo mental que a la verdad y el
buen sentido. Ahora bien, dice Giner, el ergotismo lo «tenemos [los es-
pañoles] como vicio en la sangre y médula desde antes que hubiera esco-
lástica en el mundo»48. La «manía de la oratoria», transplantada a las
universidades, ha sido uno de los motivos principales de la perversión
de la juventud, pues la ha llevado a creer que con «charlatanería y desen-
fado» se puede ir a cualquier parte. El joven universitario español, señala
4(1
«La juventud...», OC, VII, p. 128.
47
Ibid., OC. Vil, p. 110.
«» «Sobre reformas...», OC, II, p. 77.
Inicio Índice
VI
Ahora bien, aunque el rescate del hombre es lo primero a que hay que
atender, lo que a la larga importa es habilitarle para una vida más amplia
y honda que la que ahora lleva. Sin esa meta, todo esfuerzo sería vano y
baldía toda esperanza. Hay evidencia bastante para pensar que la con-
fianza de Giner en el «ideal de la Humanidad» según el evangelio de Krause
y Sanz del Río flaquea bastante ante el embate de la «vida agria, dura,
fiera, sombría de la segunda mitad del siglo xix»51, pero no cabe decir
que se quebrante. Del horizonte, es cierto, se ha borrado la mentida aurora
de un mundo mejor. El camino será mucho más largo y penoso de lo que
se había supuesto; y. por consiguiente, amén de cargarse de paciencia,
49
«Sobre el estado de los estudios jurídicos en nuestras universidades», OC II p 174.
•"> ibid.,OC, I I , p. 175.
51
«Salmerón», en Francisco Giner de los Ríos, Ensayos v canas, México 1965. p. 168.
Inicio Índice
52 ]uan López-Morillas
54 Juan López-Morillas
de diario íntimo, el único con que contamos hasta que se recojan, ordenen
y publiquen sus papeles personales. «Hacer hombres» supone, como me-
dida preliminar, hacer a los «hacedores de hombres», es decir, a los maestros.
El magisterio, ejercido con inteligencia, sensibilidad, rectitud y sencillez,
habrá de tomar sobre sí la cura de almas y cuerpos, la «formación íntegra
del hombre». En la educación así concebida, con fe que hoy nosotros quizá
estimemos excesiva, Giner descubre la clave de la felicidad individual
y la redención social.
VII
JUAN LÓPEZ-MORILLAS
Brown Umversity
Providence, R. I., U.S.A.
1
Nos referimos al texto intitulado «Acerca de la historicidad de Víctor Hugues». En la
traducción francesa Le Siecle des Lumieres, Collection La Croix du Sud, Gallimard, Paris 1962,
debida a Rene L. F. Durand (levemente anterior a la «princeps» mejicana) no aparece la
aclaración «historicista» de A. Carpentier. ¿Habrá pensado el autor que no la necesita el
lector francés? ¿O la habrá escrilo después de publicada la traducción francesa?
2
En adelante, citaremos según la primera edición Compañía General de Ediciones, S. A.,
México, 24 de noviembre de 1962. Es preferible no usar la edición española (Seix Barral,
Barcelona 1965) por haber sido mutilada, aunque sin demasiada gravedad, por la censura.
Sobre dichas mutilaciones se puede ver EDUARDO TIJERAS (sic), «El Siglo de las Luces» en su
edición española, in Cuadernos hispnnihinicricimi>s. Madrid, abril 1%7. n. 208. p. 199.
Inicio Índice
56 Noel Salomón
«... De ahí que el autor haya creído interesante revelar la existencia de ese ignorado
personaje histórico en una novela que abarcara a la vez, todo el ámbito del Caribe»
(ed. mejicana, p. 300)4.
1
Ignoramos qué tipo de archivos se hallan en la isla de Barbados. Lo más importante
de lo que se refiere a las Antillas de expresión inglesa se encuentra, ora en Kingston (Jamaica),
ora en Londres (donde hay cartas de Víctor Hugues), De Victor Hugues se habla en el libro
antiguo pero clásico del historiador inglés BRIAN EDWARDS, Historia de las Colonias inglesas
en las Indias Occidentales. También puede consultarse S. GORDON, Sources for West-Indian
History.
Algunas minutas de notario referidas al aspecto mercantil de las actividades de corsario
de Victor Hugues en la Guadalupe existen en el «Archivo Departamental» de la Guadalupe
pero al parecer Carpentier no tuvo conocimiento de ellas.
4
En no pocas declaraciones A. Carpentier informó acerca de la circunstancia casual
que puede considerarse como causa de su descubrimiento de Víctor Hugues. Fue una escala
imprevista en la Guadalupe con motivo de un viaje a Francia «un avión qui tombe dans
un champ de potnmes de terre et l'obligation de rester six jours á la Guadalupe» (HENRY
BONNEVILLE, Renconlre avee Alejo Carpentier et Nicolás Guillen in Cuba si, 4" trimestre,
1964, n. 11).
En una entrevista concedida a la revista Cuba, abril 1964, el escritor declaró que fue allí
donde por primera vez oyó hablar de Víctor Hugues. Al llegar a París temía sobremanera
que otro escritor se hubiera inspirado antes que él en la vida del representante de la Revolu-
ción francesa en las Antillas. Afortunadamente —agrega A. Carpentier— se dio cuenta de
que se le desconocía casi totalmente. Así decidió convertirle en uno de los protagonistas de
su nueva novela 'Después de mi primer viaje a París, revista Cuba, abril 1964).
5
Puede consultarse J. SAINTOYANT, La colom^alion francaise pendan! lu Révnlulion
(1789-1799) París, Renaissance du Livre, II, 1930. (Este libro ofrece numerosos datos sobre
la Guadalupe en tiempo de Víctor Hugues.) La Biographie Universelle de Michaud, París,
1858, pp. 131-135 y la Nouvelle Biographie Genérale..., Firmin, Didot fréres, XXV, París
1958, pp. 465-466, dedican largas notas biográficas a Víctor Hugues. Veremos que A. Car-
Inicio Índice
pentier conoció al menos uno de estos dos libros. También tuvo en SUM manos otros dos «clási-
cos» sobre Víctor Huguesque vamos a mencionar detenidamente por haber sido sus principales
fuentes. Podría ser que al revés de lo que afirma Carpentier la tradición histórica anterior
a su libro le haya concedido a la figura de Victor Hugues demasiada importancia en el desa-
rrollo de la Revolución en las Antillas.
Una historiadora francesa, Anne Perotin, en una tesis eruditísima dewl'Ecole des Chai k-v.
La Conreríthm el le Dirtrloire á la Citadc/ou/H' ! 1793-17991. París, después de leer toda la his-
toriogralia dedicada a Víctor Hugues, escribe:
«... A lire certains ouvrages, on a l'impression qu'il a incarné á lui seul l'histoire de la
Guadeloupe tout entiére entre 1794 et 1798. II y a la un redoutable 'personnage historique'
don! on aura dxi mal, semble-tü, á se. dcíaircji
De ser así la visión que de Víctor Hugues nos ofrece A. Carpentier representaría un nuevo
estadio de. la «leyenda» histórica del personaje, una «leyenda» elaborada hasta un nivel ya
pre-literario por los historiadores a quienes leyó A. Carpentier.
* On. vil.
Inicio Índice
58 Noel Salomón
1
Se observará que El Siglo de las Luces ofrece anotaciones cronológicas en mayor
número que las demás novelas de A. Carpentier. No por eso son frecuentes. Volveremos sobre
este punto. En Los pasos perdidos, la tentativa para superar —e incluso borrar— las categorías
del tiempo «cronológico» es un anhelo profundo de la novela. En realidad A. Carpentier
aspira a «desligarse de las fechas».
Cf. Los pasos perdidos, Compañía General de Ediciones, S. A. México 1959, p. 286:
«La única raza humana que está impedida de desligarse de las fechas es la raza de quienes
hacen arte...»
Sobre el tiempo en A. Carpentier son ya muchos los ensayos publicados. Citemos entre
otros: ÁNGEL RAMA, Coronación de Carpanier. in Tiempos modernos, año n. 1, n. 3, Buenos
Aires, julio de 1965, pp. 8-11 (a propósito de Semejante a la noche). SOHA FISHER, Notas
sobre el tiempo en Carpentier in ínsula, Madrid, julio-agosto 1968, n. 260-261. FRANGÍS DO-
NAHUE, Alejo Carpentier: la preocupación del tiempo, in Cuadernos Hispanoamericanos,
Madrid, n. 202, p. 133. EUGENIO CASTELLI, El tiempo en la obra de Carpentier in Boletín de
literaturas hispánicas. Instituto de Letras, Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias del Hombre,
Rosario n. 7, pp. 47-73.
Inicio Índice
60 Noel Salomón
pintados con caracteres bien visibles, do /.(/ Tintamarre, La Cruelle. Qa-lra. la Sans-
Jupe. l'Alhenienne. el Poignard, la GUÍIIDIÍIW. l'Ami-du-Peuple, el Terrorista, La Bande
Joyeuse. Y la Thetis, curada de las heridas recibidas durante el bombardeo de Pointe-
á-Pitre, pasaba a llamarse L'Incorruptible, seguramente por voluntad de un Víctor
Hugues que sabía jugar con la neutralidad genérica de ciertas palabras» (ed. meji-
cana, p. 144).
La aptitud para jugar con determinadas palabras ¿no será la del es-
critor A. Carpentier tanto como la de su personaje Víctor Hugues? Una
lectura atenta de Lacour y de Sainte-Croix nos confirma que la mayoría
de los nombres arriba citados son auténticos. Sainte-Croix suminis-
tra, p. 236, una lista de los «navires corsaires» donde figuran casi to-
dos los «segundos nombres» indicados por Carpentier: la Tyrannicide,
la Carmagnole, Ca-Ira, Sans-Jupe, el Poignard, la Guillotine, el Terro-
riste, la Bande Joyeuse. También en Lacour podemos espigar aquí y
allá, por lo menos tres de los «primeros nombres»: la Calypso (Lacour,
p. 69, fragata encallada ya en Basse-Terrc en 1790; véase también pp. 102-
103), la Semillante (fragata salida de Lorient el 10 de agosto de 1790,
Lacour, p. 99), Le Lutin (brick que llegó de improviso a Basse-Terre
el 28 de enero de 1793, Lacour, p. 137). Admito la posibilidad de que
Carpentier haya sacado algunos nombres en fuentes que no sean Lacour
ni Sainte-Croix. Pero creo también que introdujo algunas invenciones
o deformaciones suyas, o por decirlo así algunas «mentiras creadoras»
determinadas por la necesidad a la par estética e ideológica de la novela.
Sirvan de ejemplo Cruelle (nombre citado p. 236 de Sainte Croix)
y Carmagnole, que presenta el escritor como «títulos nuevos». Merced
a Sainte-Croix, nos enteramos de que estos nombres se aplicaban a dos
navios antes de que empezara la guerra de corsarios: por lo tanto, no
nacieron por el camuflaje de piratería revolucionaria atribuido a Víctor
Hugues. Cruelle, era el nombre de una cañonera (cf. Sainte-Croix, pági-
na 187) y Carmagnole el de una corbeta que encalló en la costa de La Dé-
sirade, no siendo navio corsario (cf. ¡bid., p. 188)'. Sobre la base de una ver-
dad global, proporcionada por la crónica, lo que engendró la metamorfosis
de los nombres bajo la pluma de Carpentier, fue la exigencia de cristali-
* Ignoramos de dónde A. Carpentier habrá sacado que la Tin-lis pasó a llamarse LIn-
corruptible como Robespierre cuya imagen tiene una presencia inquietante en El Siglo de las
Luces. En una carta de los Comisarios V. Hugues y Lebas dirigida a la Convención el 2 «prai-
rial» año 11 (3 de junio de 1795), tenemos una lista de los nombres de los barcos entonan en-
callados en la Guadalupe (Archives nalionales. París. Col. 7A48). En dicha lista figura «la Thé-
lis». Otra carta del I de febrero de 1796 habla de la rebelión de la tripulación de «la Thetis».
siendo navio corsario (Archives de la Marine, dossier tscubard CC 7 823). De la metamor-
fosis mencionada por Carpentier nos preguntamos si no se debe decir repitiendo el proverbio
italiano: «Si non e vero e bene trovatto».
Inicio Índice
62 Noel Salomón
«... Antonio Füet, marino de Narbona, a quien Víctor había entregado el mando
de una relumbrante nave de arboladuras a la americana, con bordas de caoba reves-
tidas de cobre, estaba hecho un personaje de epopeya, aclamado por las muchedum-
bres, desde que había ametrallado una nave portuguesa cargando los cañones con
monedas de oro a falta de otros proyectiles. Luego, los cirujanos del Sans-Pan-il
10
Los críticos destacaron el valor simbólico del nombre de Sofía (en griego: la sabi-
duría) en El Siglo de las Luces.
A propósito de no pocos nombres simbólicos y alegóricos de A. Carpentier se podría citar
los versos del poeta francés Charles Aragón, en Le Román Inachevé:
«Ici commence la grande nuit des mots,
Ici le nom se détache de ce qu'il nomme,
Ici le reflet décrit de sa fantastique écriture
Un monde oú le mur n'est mur qu'autant
Que la tache de soleil s'y attache,
Que le miroir lunaire a capté l'homme passant.»
11
UDservemos que íimamarre es el nombre de un islote del archipiélago de la Gua-
dalupe, frente a la isla de Saint-Barthélémy. La palabra en francés significa 'barullo'.
Inicio Índice
64 Noel Salomón
«... Poco antes del alba, se retiró a sus habitaciones, en tanto que Modesto Füet
y el comisionado Lebas —hombre de confianza del Agente a quien algunos tenían,
tal vez infundadamente, por un espía del Directorio— se largaban a las afueras de
la ciudad en compañía de las guapas Montmousset y Jeandever» (ed. mejicana, p. 174).
12
Este personaje de una sola pierna tiene un hermano en El Reino de este Mundo.
Inicio Índice
66 Noel Salomón
físico de las telas a la par que el gozo masculino de la seducción por la ele-
gante indumentaria. De este modo se integra el mundo objetivo en el mundo
subjetivo, cosa que ocurre a menudo en Carpentier. De tal integración,
tenemos otra muestra, pero de sentido opuesto a la anterior, cuando el
conocimiento del mundo hispánico propio de Carpentier hace surgir los
«mantones de Manila». Pueden ser reminiscencias musicales de una
zarzuela harto conocida («La Verbena de la Paloma»), tanto como no-
ción de historia económica o conocimiento de una costumbre en un autor
que se somete a las sugerencias musicales, no sólo al nivel del barroquismo
descriptivo, sino también al de la estructura estética. Por fin, notemos
una de estas «habilidades» de las cuales Carpentier es maestro: lo que se
dice en el texto de Sainte-Croix chapeau de cour y plumet de couleur re-
sultaría tal vez demasiado monárquico y poco republicano, introduciendo
una disonancia en la estructura semántica de la novela. Entonces el escritor
invierte con humorismo el signo político de dicho aliño indumentario
para evitar la incongruencia e integrarlo en el sistema coherente de su
Alegoría de la Revolución. Vimos que escribe: «... sin que le faltara —y
era cuestión de pundonor— el empenachado remate del sombrero de
fieltro [densidad] medio caído de alas, adornado [volumen] con plumas
teñidas en republicanos colores». Una inversión así del signo13 demuestra
la espontaneidad creadora de un escritor capaz de liberarse del armazón
del dato histórico y anecdótico. Sabe él insertar en su narración una rea-
lidad novelística que no deja de imponer sus leyes de unidad y homoge-
neidad, lográndose así una organización móvil de las informaciones su-
ministradas por los libros de historia.
Un segundo ejemplo de amplificación descriptiva y sensorial debida
al sentido plástico de la imaginación del escritor hallamos en la evocación
de la abundancia que existía en Pointre-á-Pitre durante el maravilloso
período de los corsarios revolucionarios. Acudiendo a un estilo de enu-
meración «microépica», cuyo fin es expresar el vértigo monetario que
en aquel entonces, según él, se apoderó de tenderos, mercaderes y cor-
sarios de la próspera capital de la piratería antillana14, A. Carpentier
escribe:
1!
Invertir el signo ideológico es un recurso permanente bajo la pluma de A. Carpentier.
Ya indicamos otro ejemplo en El Siglo de las Luces. Cf. NOEL SALOMÓN ct JEAN H ARITSCHF.LHAR :
Sur le «Pays Basque» dans «El Siglo de las Luces» de Alejo Carpenlier. Les Latiguea Neo-
Latines, n. 176, Mars-Avril 1966. Un antiguo jesuíta español que se puso al servicio de la
Revolución francesa, Feliciano de Ballesteros, deñnido como «ex-jesuita» en la fuente de
Carpentier (PH. VF.YRIN, Les Basques, Paris-Grenoble 1943. p. IS4). se convierte bajo la pluma
de Carpentier en un «ex-masón» (p. 93 de la edición mejicana). Semejantes inversiones de
signos ideológicos son gobernadas por la búsqueda de la coherencia estética al nivel de la ideo-
logía transmutada en literatura.
14
Ver más adelanto nota (17)
Inicio Índice
15
tiste verbo deriva del substantivo «troquel», al parecer de origen catalán. El dic-
cionario de la Academia lo define así: «molde empleado en la acuñación de monedas, meda-
llas, etc.». El verbo «troquelar», bajo la pluma de Carpentier. podria formar parte del voca-
bulario de fines del siglo xviu y principios del siglo xix. introducido con paciencia por el es-
critor en la trama de la narración, para hacer de ella una obra de lenguaje perfectamente
Inicio Índice
68 Noel Salomón
N. 9 11. Etat des prises faites sur les Anglais par les corsaires Je la Guadeloupe ou par les
Batiments armes du gouvernement depuis l'an IV (1795) jusqu'a la fin Janvier 1810. époque
de la prise de la. Colonie.
'« Esto documento se halla en el Archivo Nacional de Paris y para los que consultaron
las cartas de Víctor Hugues en el mismo fondo, es patente que la letras no es suya. Autógrafos
de Víctor Hugues se encuentran en Archives N aliónales, Collections C A 47 - 48 et 50 ; EE t 162
(dossier V. Hugues). y Minist'ere des Armées (dossier Pélardy), Paris.
Inicio Índice
70 Noel Salomón
Aquí vemos cómo las columnas, los títulos, las cifras y los documentos
gráficos reproducidos por Sainte-Croix de la Ronciére adquieren movi-
miento merced a la espontaneidad creadora de Carpentier, pero es de
notar que dicha espontaneidad se somete a una disciplina. Se ejerce dentro
de un marco bien definido del cual no se sale. Se compagina con la lógica
interna del personaje de Víctor Hugues tal y como lo ve Carpentier y fun-
ciona como fuerza de estructuración al servicio del orden unificador
de la novela. Con su regla, su pluma y sus gestos precisos nacidos de un
cuadro anónimo de Sainte-Croix de la Ronciére, Víctor Hugues resulta
ser a la vez el que fue y el que será siempre, o sea una mecánica exacta y
sin inquietudes, que lo calcula todo. Dicho en otros términos, vemos fun-
cionar una de las leyes del sistema de explotación de las fuentes históricas
por A. Carpentier en El Siglo de las luces: la de la transformación de la
materia del documento en discurso narrativo tan bien trabado con la
estructura global de la novela que, a nivel existencial de los personajes,
se recuerdan bastantes cosas de las ya ocurridas y se anticipa algo de lo que
va a ocurrir.
Bajo la pluma de Carpentier en la elaboración de los motivos sacados
de fuentes históricas, interviene también la ley de simbolización y alego-
rización, cuya meta es sacar a relucir arquetipos «transhistóricos» y de
significado universal. Sobre el particular el estudio de la estructuración
de la trama de la guillotina como Símbolo y Alegoría del Poder revolu-
cionario en la versión de Carpentier, resulta aleccionadora. Este motivo
transcendental de la novela, mereció un estudio especial de Domingo
Pérez Minik en ínsula19, pero todavía queda algo que decir sobre él,
con tal de que se acepte nuestro método que consiste en informarse acerca
de lo «extra-literario» y lo «pre-literario» para captar mejor «lo literario».
En el caso considerado, la historicidad de la guillotina instalada por Víctor
Hugues en la Guadalupe constituye lo «extra-literario» y «pre-literario».
A dicho instrumento los historiadores otorgan un papel importante en la
formación de las estructuras sociales propias de la isla. Al cortar cabezas
[t>
DOMINGO PÉREZ MINIK, La guillotina de Alejo Carpentier, (En torno a «El Siglo de
las Luces») Insulu (ahril 1966, n. 233).
Inicio Índice
«... L'ennemi, battu, courut s'enfermer dans le Fort de l'Epée, au nombre de neuf
cents hommes.
Tandis qu'Aubert, maítre de ses mouvements, s'occupait á prendre une bonne
position et á se retrancher, Víctor Hugues jeta aux esclaves le cri de Liberté, et aux
colons une proclamation par laquelle il menacait de guillotine quiconque tarderait
á se joindre á lui pour chasser les Anglais, ees vils satellites du despolisme. On confia
á des noirs la mission d'aller porter la bonne nouvelle aux esclaves et la menace aux
maitres. Pour montrer que la menace serait suivie d'effet, le Commissaire de la Con-
vention faisait dresser en méme temps une guillotine á la poupe de la frégate La Pique.
Le pavillon national semblait, en flottant, caresser Finstrument de mort qu'on aper-
cevait de la terre.»
r.slii situación forma contraste con la de La Martinica (por haber quedado bajo
el control inglés durante la Revolución francesa) donde existe tina casia do «Becquets». fin
diciembre de 1794, depués de cinco meses de juicios del tribunal revolucionario de Pointe-
á-Pitre, Víctor Hugues escribía al Presidente de la Convención: «Six cent cinquante emigres
ont été guillotines ou fusíllés ayant porté les armes avec les Anglais» (carta del 26 Frimaire,
An III—16 décembre 1794— Archives Naliónales. París, Col. F 1 237, piéce 82, copie).
21
Decimos «versión» porque podría ser que la guillotina de Victor Hugues no haya
sido importada de Francia, y que el creerlo corresponda a una leyenda sin base de archivo:
ANNE PKROTIN, in La Cunvention el le Direcloire a la Guadeloupe, París 1970, pone en duda
esta versión tradicional al observar q u e existe una carta d e Víctor Hugues al general Pelardy
a quien m a n d a q u e se haga u n a guillotina: «Faire remarquer a u ciloyen Depaquenesse qu'il
doit étre fait une guillotine tout do suite» (Ministere des Armées, dossier Pelardy).
22
EMILE VÜLECK, Análisis e inlerpretación de «El Reino de este mundo» de Alejo Car-
pentier, in //>,/.W/HKTKWIÍ/. P U I M junMo 1967 p. 38.
Inicio Índice
72 Noel Salomón
23
Cf. NOEL SALOMÓN et JEAN HARITSCHELHAR: Sur le «Pays-Basque» dans «El Siglo de
las Luces» de Alejo Carpentier. Les Langues Neo-Latines, n. 176, Mars-Avril 1966.
Inicio Índice
piezas, correderas, bisagras, de las cajas que parecían ataúdes demasiado largos, sin
embargo, para seres humanos; con anchura suficiente, sin embargo, para ceñirles los
flancos, con ese cepo, ese cuadro, destinado a circunscribir un círculo medido sobre
el módulo corriente de todo ser humano en lo que va de hombro a hombro. Comen-
zaron a sonar martillazos, poniendo un ritmo siniestro sobre la inmensa inquietud
del mar, donde ya aparecían algunos sargazos... ¡Conque esto también viajaba con
nosotros!, exclamó Esteban.»
74 Noel Salomón
Detrás quedaba una adolescencia cuyos paisajes familiares me eran tan remotos,
al cabo de tres años, como remoto me era el ser doliente y postrado que yo hubiera
sido antes de que Alguien nos llegara, cierta noche, envuelto en un trueno de aldabas;
tan remotos como remoto me era ahora el testigo, el guía, el iluminador de otros
tiempos, anterior al hosco Mandatario que, recostado en la borda, meditaba —junto
Inicio Índice