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1864 - 1870
Bartolomé Mitre
1
La esclavitud llegó en una lengua extraña.
2
La agricultura y la industria
de la máquina y el hombre.
3
El inglés miró de reojo. Como el tuerto aquel
II
4
Le susurra ambiciones, echa odio en su sangre,
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Cortan a cuchillos sus promesas
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una insurgencia sombría,
III
7
noches de fuegos oscuros, misteriosos,
IV
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La heroica Paysandú
Venancio el degollador
cabalga su matanza.
De Cañada de Gómez
Mitre aplaude
el saqueo y el degolladero
y llama exterminadora
a la cruzada.
Mitre, el unitario,
el celebrador de la muerte.
se da por satisfecho.
Su sonrisa de sangre
lo dice todo.
Venancio el matarife
hurga en la tierra
el primer defensor
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de venganza.
Es su ofrenda al Imperio
Los defensores
tocan su espada,
y sus rosarios.
puro coraje,
besan de a uno
la bandera sagrada.
Gómez es Paysandú,
de la gloria uruguaya.
Piriz es Paysandú,
estandarte y aullido
y toda valentía.
Venancio y Tamandaré
se abrazan conquistadores
y prometen aniquilar
a los patriotas,
prometen escalofríos
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extraídos de las mazmorras porteñas
para la conquista.
Prometen amarrarlos
al árbol de la muerte,
hasta deshacerlos
y dejar de ellos
un excremento negro
de los calabozos
del Imperio,
hasta despellejarse.
Paysandú resiste
hasta la muerte.
Toca el infierno
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que en humo se elevan
en la clara mañana.
Es un azote nuevo,
un desamparo único,
La libertad es arrasada.
Venancio, el verdugo,
La patria americana
observa su martirio.
Los matadores
Un luto extraordinario
envuelve la tierra
hasta desaparecerla.
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¿Por qué no se oye tu voz, Justo José de Urquiza?
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es sólo polvo, memoria del subsuelo de la pampa uruguaya
VI
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escuchando palabras que nunca antes
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VII
Venancio el degollador
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y exhiben la muerte entre gritos de victoria.
VIII
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y los que elucubran un abordaje entre banderas
IX
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en sus entrañas. Mueren de un lado y del otro
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y Albuquerque se rinde en la misma confusión;
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Allí auscultará las murallas que emergen
21
Sabe de imponer fronteras y deshacer naciones
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son apenas un número contable en el Imperio,
XI
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soltaron los antiguos dolores para devolverlos
XII
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en tres meses en Asunción”.
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La caliente garganta de Medrano
y el patrimonio de su colonialismo,
XIII
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que lucen sus escamas de pétalos de piedra.
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desde el recinto de la noche eterna,
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del fermento de sus barros empavonados,
XIV
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siembra patriarcal su salvaje patria verde
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Reza bajo la cúpula del cielo y Dios lo escucha.
XV
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Los matadores de América enarbolan la guerra premeditada.
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por las uñas partidas, las lenguas resecadas.
XVI
Riachuelo
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El Tacuarí surge desde una sombra que las lunas esparcen
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de los puertos verdes de los ríos verdes,
XVII
Yatay
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sincopando las oraciones y las canciones de los vagabundos.
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Urquiza llama a defender la patria.
¿Y el Imperio es la patria?
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y rompe la soberanía de las aguas.
38
en todas las direcciones.
39
que guarda en un subsuelo la extensión de la muerte.
XVIII
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Sitio de Uruguayana
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llenas de filos las manos sangrientas.
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XIX
Pehuajó
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escucha a la multitud que astilla sus osamentas
44
Sabe que Hornos está a caballo a la distancia de una legua
XX
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en toda la dimensión del Amazonas.
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dorado pez que migra donde no estén los matadores,
47
Es diciembre. Arriban las jaurías
48
La tropa carga sus cicatrices e inmundicias
XXI
49
piedra a piedra, tierra a tierra,
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y hablará en portugués de la muerte
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las arengas sanguinarias de los capitanes.
52
mueren en cada arruga del río mueren sin predecirlo
XXII
La invasión
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y sepultar los encantos de sus melodías,
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la hoguera de la guerra invasora
55
Los invasores se reúnen y preparan el asalto
XXIII
Estero Bellaco
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su pendón imperial se alza carnívoro, maldito,
Díaz espera con la tropa que duerme con los ojos abiertos
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prolijamente almacenados en las bodegas
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desollando a los hombres hasta sus blancas osamentas.
59
que nadie escucha entre las mutilaciones
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Cesa el combate. Se respira el acero del cuchillo
XXIV
Camino a Tuyutí
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desde las latitudes de los campamentos
XXV
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Primera batalla de Tuyutí
Tuyutí nuestro,
blanco campo
al galope la mañana,
el sol azul
se abre paso
desciende serpentino
y espera.
encarnizada,
rabiosa,
se hunde la palmada
en la espalda,
de mascar el coágulo,
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de ahogarse
en la leche negra
de la madrugada.
A donde se mire
implacables,
se predice
el rencor de la espada,
la sangrienta estrategia
de la bayoneta,
donde la luz
se desgarra,
se descuartiza,
se desangra.
muerte roja,
golpe de sangre
en el blanco barro
paraguayo.
América se mata
rabiosa,
hostil,
ciega de porvenir
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hasta que no queda
nada.
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rechaza el galope audaz de los caballos
XXVI
Yatayty Corá
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Recorre la infantería paraguaya
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Noche de julio, fría noche de julio.
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descansa entre matanza y matanza
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subido a la lujuria de los exterminios.
XXVII
Boquerón
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al yugo de la nueva esclavitud de los imperios.
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los que no saben la corta distancia que hay
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el primero en la defensa de los sagrados territorios,
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durante el tercer día del helado julio.
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y a sus héroes en la verde tierra prometida.
XXVIII
viene a caballo.
Lleva la arquitectura
y su bandera, la tricolor,
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y en cada una la independencia.
Aquí viene
el Mariscal de América,
la Patria Grande
lo contempla.
Es pan,
es maíz,
es yerba,
es el acero nuevo,
se extienden infinitos.
Este es Mariscal
El que la da la espalda
al Imperio,
a Pedro el conquistador,
el matador de esclavos,
usurpador de tierras
y de ríos.
Es quien enfrenta
a la soberbia,
al odio mitrista,
a las degolladuras
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de los invasores,
a los mercenarios
del dinero,
a los mercaderes
de la muerte.
Lleva levita
de paño oscuro,
sin charreteras,
sin charreteras.
bien granaderas,
bien granaderas.
que le corona
la cabellera,
la cabellera.
Poncho redondo,
redondo poncho,
vicuña y pana,
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algo bordado,
vicuña y pana,
algo bordado,
a cada lado.
Aquí viene
el Mariscal,
viene a caballo,
monta el noble
“Mandiyú”,
su preferido.
el Comandante en Jefe
de la tropa invasora.
Casaca negra,
como su alma.
Chamberguito negro
de filtro negro
y negra pluma,
adorno negro,
como su alma.
Los presidentes
hablaron a solas
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Árboles de testigos
sin compañía.
Palabras y cenizas,
El pacto secreto
de los aliados
lleva la sangre
del fratricidio.
Paraguay
fue sentenciado,
Mitre un verdugo,
Venancio otro,
el Emperador
quiere la muerte
del Mariscal,
quiere el fin
de la patria paraguaya.
Su Majestad la Reina
celebra la matanza.
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XXIX
Fuerte de Curuzú
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Navega el “Rio de Janeiro”, acorazado,
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Recorren el camino a la fortaleza de Curuzú
XXX
Curupayty
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fresca. Los bandoleros agrupados en las proas
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cuando se dé la orden. Los combatientes
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lustrosas calaveras a la azul intemperie, espaldas.
85
O centauro de Luvas quiere escapar del holocausto
irremediablemente, se extendió
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que baja con la tarde hasta sus pálidos rostros,
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donde no cabe la cólera ni un instante,
XXXI
Los aparaguayados
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donde los ojos miren, se multiplicarán abrumadoras
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Fueron llevados como se arrean los hombres
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sus desembocaduras, y le llevó sus trozos
91
el odio al mando y la voz tenebrosa,
tu homicida, tu exterminador.
Yo, como vos, soy también río que pasa hacia el mar,
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Soy la revolución de los aparaguayados,
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de Fulgencio Yegros, de Pedro Caballero,
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XXXII
Tuyú Cué
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cargando sus mutilaciones en las pesadas alforjas
XXXIII
La peste
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al vuelo verde de la mosca verde. Paciente
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XXXIV
Paso de Curupayty
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cuando Caseros terminó con Rosas de la mano de Urquiza
99
muertes al hombro de los marineros que acodados
XXXV
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contra el atrevimiento de los invasores.
XXXVI
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los soldados de la patria cantan un himno
XXXVII
Isla Tayí
102
trota al grito que cruza entre los muertos
Es Caballero el comandante,
XXXVIII
Tatayibá
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Cabalgata abrasadora, la tierra extrae
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cuando la traición adquirió la pompa de la eucaristía.
XXXIX
Potrero Obella
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como magníficos mármoles, estalactitas
XL
Humaitá
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y puro coraje en la sorpresa poderosa.
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Es febrero, se oye el calor pulsar el aire
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La muerte lenta en la congregación de los fusiles,
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salidas del azufre y de la fragua. Siembran
XLI
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de ralos matorrales donde garzas y loros habladores
111
anticipaban las banderas en organizada
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mientras lanzan sus gusanos y burdos juramentos
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XLII
Ytororó
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pisa verdugo la húmeda orilla del arroyo.
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como un animal rabioso que empuja hacia adelante,
116
El reducido ejército de Caballero resiste
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sus cañones ya cayeron uno a uno
XLIII
Arroyo Avay
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lo que queda de niños que llevan
XLIV
Itá Ybaté
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en la madruga empapa a Acosta y deja algo
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de la guerra, niños y viejos defienden como pueden
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astilla los huesos, rompe los dientes,
“¡Ríndase!”
se repartirá en pedazos,
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se acallará el murmullo de los vientos,
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centenarias. Cada hombre será devorado
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Están a una estocada del mariscal Solano López,
no hay municiones,
no hay caballos,
XLV
Peribebuy
el vendaval de la bravura,
de la raíz de piedra,
de la mano en la sangre,
de la sortija rota.
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Peribebuy es la guerra patria,
única y formidable,
el reservorio de la gloria
titánico y milenario,
el de la antorcha de Yegros
y de Caballero;
al tajo despiadado,
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a la maldita altura de las bombas,
Peribebuy es esposas,
hermanas,
hijas,
mujeres combatientes,
úteros prodigiosos
de la patria,
madres de la patria,
hijas de la patria.
Peribebuy
es Basilia Domeque,
es Cándida Cristaldo,
es Anita Segovia,
es Hilaria Medina
es Venancia Acosta.
¡Bendito tu vientre,
¡Bendita tú eres
entre todas
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con el atesorado
la infancia muerta
a culatazos;
los degollados
los desollados
los descuartizados
lentamente,
la sórdida espuela
los incinerados
de la pira siniestra
en el Hospital
de las lamentaciones.
¡asesinada!
XLVI
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Acosta Ñu
sátrapa de Orleans,
bruto asesino,
de tu minué de jaurías
enloquecedoras, ladrando
de la humanidad quemada,
exterminador,
degollador de críos,
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construidos de cadáveres
de niños combatientes
contemplando la muerte
como un pasatiempo,
un juego de salón,
echando tu inquisición
vaginas rosas
tu semen podrido,
la alimaña de tu saliva,
sangre y espuma,
baba mortuoria,
y luego el fuego
repetido desde
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los pastos, las piedras,
la carne breve
de los moribundos,
la estirpe americana,
mugre de Orleans,
en Caacupé comulgó
a los torturadores
disfrazados de soldados,
de tu veneno negro,
tu inmundicia,
trozo a trozo,
fue celebración
de tu matanza.
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XLVII
Elegía
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lleva uniforme de patria, tiene algo de estandarte
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XLVIII
“Si los restos de mis ejércitos me han seguido hasta este final momento es que sabían
que yo, su jefe, sucumbiría con el último de ellos en este último campo de batalla. El
vencedor no es el que se queda con vida en el campo de batalla, sino el que muere por
una causa bella. Seremos vilipendiados por una generación surgida del desastre, que
nuestra inmolación. Yo seré más escarnecido que vosotros, seré puesto fuera de la ley
también llegará mi día y surgiré de los abismos de la calumnia, para ir creciendo a los
ojos de la posteridad, para ser lo que necesariamente tendré que ser en las páginas de
la historia.”
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