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Espíritu empresarial.

Características, habilidades y competencias

emprendedoras

Muy pocos discutirían la importancia del “espíritu empresarial” en el desarrollo de

la industria y el comercio. Ahora bien, ¿qué es el espíritu empresarial? ¿Cuál ha sido

su papel en el avance social y económico? Para entenderlo, primero tendríamos que

comprender el significado de la palabra espíritu.

La Real Academia Española ofrece varias acepciones para este término, pero

tres se destacan por su relación con el contexto del emprendimiento: 1) Vigor natural y

virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. 2) Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo.

Y 3) Vivacidad, ingenio. Como se puede notar, cada una de estas definiciones tiene

palabras que comunican una idea similar. Hablamos de palabras como vigor, virtud,

ánimo, brío, vivacidad, que transmiten la imagen de una fuerza interior que es activa,

no pasiva. Así, podríamos decir que al hablar del “espíritu empresarial”, hablamos de

una fuerza interior que mueve a una persona, o grupo de personas, a actuar, y que sus

acciones están dirigidas a la creación y sostenimiento de una empresa.

De lo anterior, se destaca la importancia de la acción. El emprendimiento no

puede tener éxito si no se acompaña de acciones. El simple deseo de crear una

empresa no dará como resultado una empresa. Por otro lado, para tener éxito estas

acciones deben ser previamente analizadas, programadas y bien orientadas. Es por

eso, que un emprendedor debe tener ciertas características, habilidades y

competencias.
¿De qué características, habilidades y competencias hablamos? Sobre sus

características, podemos decir que un emprendedor es visionario, con iniciativa,

resuelto, y con capacidad de aprendizaje. De sus habilidades, se destaca su

conocimiento sobre gestión de negocios, su capacidad de adaptación, y de motivar a

los que lo rodean, para mencionar solo algunas. Finalmente, con relación a las

competencias, podemos decir que busca oportunidades, persiste, cumple sus

compromisos, y toma riesgos calculados, entre otras. Estas “características,

habilidades y competencias”, hacen que el emprendedor ejecute acciones que, en la

gran mayoría de casos, resultan en empresas fuertes y estables.

Esto se ilustra con casos de emprendimiento reales. Por ejemplo, Alejandro

Ángel Londoño fue un importante empresario antioqueño que vivió durante la segunda

mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX. Él dio comienzo a la arriería como un

negocio en el sector transporte, fue gestor del Ferrocarril de Amagá, y el más

importante vendedor del café colombiano en Estados Unidos en las primeras décadas

del siglo XX.

¿Por qué se le puede citar a él como un ejemplo de alguien con características,

habilidades y competencias de emprendedor; alguien con espíritu empresarial? A la

edad de 15 años fue visionario. Notó que la ausencia de medios de transporte y la

difícil topografía antioqueña representaban una buena oportunidad para abrir una

empresa que satisficiera este servicio. No lo dudo, aprovechó la oportunidad, empezó a

trabajar y abrió una “flota de mulas”. Por otra parte, a comienzos del siglo XX, vio en la

excelente calidad del café colombiano otra gran oportunidad. Esa “fuerza interior” lo

impulsó a actuar. Puso manos a la obra, viajó a Nueva York y asumió el riesgo de
empezar a vender el café colombiano puerta a puerta y a crédito. Fue un éxito rotundo.

Fue él quien dio a conocer el café de Colombia al mundo.

Después de este breve análisis, podemos decir que el espíritu empresarial ha

sido fundamental e imprescindible en la creación de nuevas empresas y en el

desarrollo social y económico. Sin él, no habría iniciativas para atender las necesidades

de la sociedad, no se asumirían riesgos, no habría mano de obra calificada. Si tantas

personas no lo hubieran tenido, muy probablemente no conoceríamos marcas como

Arturo Calle, Bossi, Vélez, Ramo, Rico Helado, Postobón, Rimax, Coltejer, entre tantas

otras.

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