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Menos todavía se dirige este libro a las almas que creen ser
místicas (y que en un tiempo como el nuestro no son, ¡ay!,
legión). Pues, aunque imiten éxtasis y arrobamientos que casi
llegan a confundir, y aunque a menudo lo hagan con una
inconsciencia de la cual son las primeras víctimas; aunque a
veces realicen obras casi extraordinarias, les falta en el Interior
ese «no sé qué» sencillo humilde, abierto, llano, que hace huir
al iluminismo y los ofrece a una auténtica iluminación
sobrenatural. Haría falta que se dejasen abrir los ojos, que
aceptasen, por así decirlo, cepillarse con el buen sentido de los
verdaderos místicos. San Juan de la Cruz les aconsejaría que
tomasen una «comida sustancial» siguiendo un poco más a su
razón en lo que tiene de legítima (pues tal es el tema de una
de sus máximas). Y Santa Teresa, por su parte, les propondría
sencillamente otra comida: la que imponía a sus falsas
visionarias: carne y descanso.
LA VIDA INTERIOR.
Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida
interior es como una eclosión de Dios en el alma.
EL DESORDEN Y LA LUCHA.
DESPOJO DE LA IMAGINACIÓN.
HUMILDAD.
AMOR A LA CRUZ.
PACIENCIA
LA FE.
«Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le
aman. Amad, pues, a Dios, o al menos tened un sincero deseo
de amarlo; eso basta. Conservad la paz.
EL AMOR.
MORAD EN CRISTO.
Morad en Mi.
Y Yo en vosotros.
A LA SOMBRA DE LA EUCARISTÍA.
EL ESPÍRITU DE ORACIÓN.
EL DESEO DE LA PERFECCIÓN.
Sí, sólo Tú, Dios mío, eres el que empiezas, continúas y acabas
esta hermosa labor.
Sin duda que pides el consentimiento y, cuando ha lugar el
concurso del alma. Pero eres Tú quien primero le enseñas que
posee en el fondo de sí misma esa perla preciosa, ese
tesoro oculto del Evangelio. Pues ella ignoraba su verdadera
riqueza.
Para amar a Dios, para amar a las almas como conviene, nos
hace falta un corazón puro, desinteresado. Pureza de los
sentidos, pureza del espíritu y de la intención:
ésas son las dos condiciones y también los dos frutos de la
verdadera dilección.
ÉXTASIS Y ORACIÓN.
Mientras no otorgas esta gracia al alma, por muy cerca que
esté de Ti, se da cuenta de que no está totalmente cogida por
Ti. Siente como un malestar espiritual, como una especie de
inseguridad. No querría ser perturbada en su dulce ocupación.
Pero podría suceder que lo fuera. Lo teme. Y su temor es
fundado. No están todavía rotos todos los vínculos con lo que
no eres Tú. Aún mantiene cierta comunicación con este mundo
sensible que nada puede darle y que, por el contrario, podría
volver a llamarla a él, ¡ay!, arrebatándola todo. Sin duda ese
temor es débil, sordo, casi inaprehensible, pero existe. Hace
sufrir, es una traba. Verdaderamente el alma no puede
elevarse para hablarte a sus anchas, cuando siente dentro de
si un deseo
tan vivo de hacerlo.
Mientras que cuando te dignas desligaría por completo, aunque
no sea más que por un instante, ¡qué alegría al encontrarse a
solas contigo, casi cara a cara, y al poder decirte sin palabras
todo lo que guarda para Ti en el corazón desde hace tanto
tiempo! Hace entonces como si Tú no supieras nada de ello. Te
lo dice todo. Se abre hasta el fondo. ¡Mira, Padre, todo es tuyo,
todo es para Ti! Ya no hay criaturas que puedan estorbar tu
mirada y herir tu Corazón. Ya no hay ningún obstáculo entre
nosotros. Yo te hablo y Tú me escuchas. Yo te miro y Tú me
contemplas complacido. Nadie nos oye, nadie nos ve. Nadie
sabe que yo estoy aquí contigo, en Ti. Lo ven los ángeles…, lo
ven los Santos… Pero ellos no sabrán de nuestra intimidad más
que lo que Tú quieras revelares. Además, que su mirada no es
indiscreta; por el contrario, se sienten dichosos de lo que ven.
Y si es necesario, excitarán mi alma para alabarte, para
bendecirte, para amarte todavía más.
Si, Dios mío, que nuestro corazón se funda de amor por Ti.
Que, para ser más libre de amarte sin trabas, deje nuestra
alma su cuerpo y que se arroje en Ti como en el foco del amor.
¡Que muera allí totalmente para no vivir ya más que en Ti y
por Ti! Oh amor, las palabras son demasiado pequeñas para
contenerte, y por eso las destrozas; son demasiado débiles
para expresarte, y por eso las aplastas! Pero es a mayor gloria
suya, puesto que proclaman así por su misma impotencia tu
grandeza
y tu fuerza.
Pues Jesús tiene otras ovejas a las que ama y de las que se
ocupa. Y ellas constituyen su rebaño.
_____________________________________________
Pero Dios continúa ocultándose y pasan las horas. La
esperanza persiste en nuestro corazón. Puesto que Dios se
oculta, ¿no tendremos que buscarlo? Y si sigue ocultándose
siempre, como es su derecho, ¿no será menester que lo
sigamos buscando siempre, como es nuestro deber?
El alma interior debe entonces, sobre todo, proclamar muy alto
y sinceramente, a pesar de que le cueste, el derecho de su
Dios a entregarse cuando le plazca.
Todavía no ha mucho le bastaba con recogerse, con volverse
hacia el fondo de sí misma para encontrar allí a su Dios y para
disfrutar en paz del gozo de su presencia y de su posesión.
Pero he aquí que ahora, por más que hace para volver a ese
fondo íntimo que es como el lugar de su descanso para
encontrar en él a «Aquel a quien su corazón ama», queda sola
allí pues Dios así lo quiere. ¡Dolorosos momentos de la vida
interior, en los cuales parece como si las gracias de antaño no
hubieran sido más que un relámpago que se extinguió en la
noche y que nunca más volverá a brillar ya! Si la fuerza divina
no la sostuviera sin ella saberlo; si la paz, una paz de fondo,
no. le diera una cierta seguridad de que todo está bien así, el
alma interior abandonaría su búsqueda y se desalentaría. Pero
no hemos de hacer tal cosa, tenemos que perseverar siempre.
INTIMIDAD.
"MATRIMONIO" ESPIRITUAL.
SU MODESTIA.
LLAGA DE AMOR.
Todas las almas, Dios mío, deberían ser heridas por este
misterioso mal. ¿No eres Tú la Bondad perfecta y la Belleza
infinita? Nuestro corazón, hecho por Ti, ¿no está hecho para
Ti? ¿Por qué, pues, hay tan pocas almas que te amen de
veras? Pero no hemos de volvernos contra Ti, Dios mío, sino
contra nosotros mismos. Pues Tú te mantienes a la puerta de
nuestro corazón, y llamas a él de mil maneras. Pero nosotros
no oímos tu voz, pues hay en nosotros demasiado ruido. O si la
oímos, no nos decidimos a abrir y a darle para siempre y por
completo nuestra voluntad. En el fondo, nuestra alma está
enferma, y de un mal que la mata; el amor de sí misma;
cuando debería estar enferma de un mal que la haría vivir en
plenitud y para siempre: el mal de tu amor, Dios mío.
CONOCIMIENTO DIVINO.
Sí, Dios mío, Tú eres todo Bondad, todo Belleza, todo Gracia.
Tú has hecho muchas criaturas bellísimas y, sin embargo, su
belleza no puede contar junto a la tuya.
Todo lo que hay de bello y de bueno viene únicamente de Ti. Y
lo que das, no lo pierdes, pues lo posees infinitamente.
EL ALMA EXULTA.
EL ALMA CANTA.
De tu Gracia, Dios mío, podemos decir que «es más bella que
la belleza».
Bien miradas las cosas, Dios mío, parece que esa alma
privilegiada, verdaderamente única, a la que llamas en el
Cantar de los Cantares:
¿De dónde viene este poder sobre las almas y sobre el mundo?
Sin duda del amor, pero de ese amor que se alimenta de
sacrificios. Hay que decirlo: la vocación a la vida interior
profunda es una, vocación al martirio. Efectivamente, el alma
llamada por Dios no sólo debe pasar por las duras
refundiciones de su sensibilidad y por las impotencias, todavía
más dolorosas, de sus facultades superiores obligadas, como, a
pesar suyo, a renunciar a su manera normal y natural de
obrar, sino que se le
piden nuevas inmolaciones, no tanto para ella como para los
demás. Sufre por no poder amar a su Dios como Él merece
serlo. Sufre al verlo tan poco conocido y tan poco amado. Más
aún: siente gravitar sobre ella con todo su peso al mundo y sus
pecados. El misterio de la agonía y de la Cruz se renueva para
ella, y comulga en él en la medida de su amor. Su vida, como
la de Jesús, es «cruz y martirio». Pero hay que decirlo
también: es un martirio amado. ¿Qué mejor prueba de afecto
puede dar a Jesús y a sus hermanos que aquélla? ¿Dónde
encontrar una prueba de amor más auténtica? Y el fruto de la
caridad es el gozo, un gozo totalmente espiritual, gustado en lo
más íntimo del alma y compatible con el verdadero dolor, que
llega a ser como su fuente. ¡Qué no sufriría Jesús sobre la
Cruz! Y, no obstante (sin hablar de la visión beatífica), ¡cuál no
sería su gozo al glorificar a su Padre y salvar a sus hermanos
por sus mismos sufrimientos! Profundo misterio, es cierto,
¡pero cómo ilumina el de las almas esposas y víctimas y cómo
hace entrever el de su dulce Madre, Nuestra Señora de los
Dolores!
MATERNIDAD ESPIRITUAL.
Gracias, Dios mío, por tanta bondad. No tengo nada que decir,
sólo tengo que amar. Sí, te amo. Sí, querría repetirte noche y
día esta frase como la única que te agrada y que es digna de
Ti; soy tuyo, Jesús mío, Dios mío; querría también ser Tú
mismo, Salvador mío; quiero todo lo que Tú quieres, es decir,
te quiero para mí, todo para mí, cada vez más para mí y para
siempre.
Quédate, Jesús mío. Consúmeme. Úneme a Ti. Divinízame.