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En cuanto a la libre distribución de anticonceptivos orales en establecimientos de salud,

siempre existen posturas polarizadas, se tiene a los que popularmente se conoce como
“puritanos” que están en contra de esta actividad por considerarla sacrilegio y/o promoción de
la irresponsabilidad al solucionar fácilmente un embarazo no deseado. Contrarios a ellos están
quienes catalogan esta distribución como una medida efectiva para ayudar a mayormente los
jóvenes que producen embarazos no deseados o que fueron víctimas de abusos sexuales.
Distribuir esta pastilla libremente, es para nosotros una actividad benéfica que debería
oficializarse y dejar de ser controversia, dado que lo único malo que se obtiene de esto, es
atentar contra la idiosincrasia de ciertas personas; en contraparte, evitar embarazos jóvenes y
más aún salvaguardar la vida de jóvenes abusadas es el enorme beneficio de distribuir estas
pastillas.

De acuerdo al Consorcio Latinoamericano de Anticoncepción de Emergencia (2011), siempre se


repiten los mismos argumentos para hacer notar que la utilización de esta pastilla es
perjudicial para la salud y más que ser un anticonceptivo, es un método abortivo porque daña
al embrión, sin embargo, diversos estudios científicos demuestran que la pastilla
anticonceptiva no tiene efectos negativos en la paciente y no tiene ninguna reacción tóxica en
el organismo.

Acorde con Daniel Deza (2017), en su tesis afirma que el impedimento de la libre distribución
de la pastilla anticonceptiva es una plena vulneración a los derechos humanos y cívicos de la
mujer. Esto lo sustenta con la emisión de dos resoluciones de parte del Tribunal constitucional
y además lo estudia con respecto a los efectos que tiene el no distribuir la pastilla.
Concluyendo que evitar distribuirla afecta la salud reproductiva de las mujeres, es una forma
más de discriminación y solo un capricho de sectores, en su mayoría religiosos cuyo conflicto
es solo una cuestión de fanatismo.

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