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Primer ejercicio
Como saben muy bien, una forma de completar nuestros conocimientos es aterrizándolos del
armario mental abstracto a la vida vivida de cada día. Las artes son medios fabulosos para esa
“encarnación”, y la poesía y la música son maestras en ello.
De los mil –y otros mil y más y más…- poemas de amor, he seleccionado cuatro poemas de
grandes poetas y un bolero cuya letra es magnífica, todos para el objetivo que ahora les
propongo.
b. Elegiremos, libre y mediante oportuna reflexión, dos de entre los cuatro poemas o el bolero,
buscando en dichos textos algunos de los componentes de la estructura del encuentro.
Mi cómplice, mi todo
“Cuando me miras
un fuego incesante”.
“Contigo aprendí,
Que existen nuevas y mejores emociones,
Contigo aprendí,
A conocer un mundo lleno de ilusiones.
Aprendí,
Que la semana tiene más de siete días,
A hacer mayores mis contadas alegrías,
Y a ser dichosa, yo contigo lo aprendí.
Contigo aprendí,
A ver la luz del otro lado de la luna,
Contigo aprendí,
Que es dichosa no la cambio por ninguna.
Segundo ejercicio
El caso es un extracto de una consulta real, que se ha resumido en lo esencial para solicitarles
un diagnóstico y un consejo que, obviamente, no podrá contar con el conocimiento de mil
detalles necesarios. El alumno puede centrarse exclusivamente en lo que se cuenta o, si se
atreve, puede imaginar, exponiéndolo expresamente en su ejercicio, otros detalles
complementarios de su propia cosecha. La cuestión es examinar este “encuentro”.
Jessica: “Hace un par de semanas apareció por mi sección un joven comprador. Buscaba un
perfume para regalo de cumpleaños de su madre. Desde un primer momento, me comió
literalmente con los ojos. Me halagaba eso y le coqueteé un poco. Desde entonces, no dejó de
asediarme. Me esperaba a la salida del trabajo. Me obsequiaba con flores, pequeños regalos y
un trato que nunca había yo recibido. Se que gusto a muchos, pero siento que me sopesan el
atractivo. Este joven no. Está embelesado, pero derretido, vamos. Lo nunca visto. Yo me dejo
querer… A veces, sus caricias me agobian. El sábado pasado insistiendo que no vea usted cómo,
se emperró en llevarme a su casa… casa de sus padres, donde él vive. Tanto insistió que, sin
decirle que si o que no, ya estábamos allí. ¡Menuda casa…! Entramos, tenían servicio, me
presenta a su padres, al poco la conversación toca nuestra relación y me preguntan… Alfredo se
pone ansioso, rojo, me suplica con la mirada… Yo me quedo sin saber qué decir, en blanco. No
se me ocurre otra cosa que solicitar ir al baño…”
Consejero: “Entonces, si usted decidió avanzar y tiene a Alfredo tan rendido ¿dónde está el
problema?”
Jessica: “Pues está en que me siento confusa, dividida… Verá, hace una semana apareció un
nuevo empleado, en la sección de relojes que está pegada a la mía. Muy guapo y atractivo. Pasó,
pues, pasó que nos miramos y volvimos a mirarnos, persiguiéndonos con la mirada mientras
trabajábamos. ¡Qué cosquilleo, Dios mío! Se me acercó el otro día y, no sé cómo se enteró, pero
pronuncia mi nombre y me pregunta cuatro cosas…y si me encuentro cansada. Buenoooo…!!!
Oírme mi nombre en su voz… y me recorre un escalofrío, se me pone el corazón en la garganta y
me tiemblan las piernas…”
“Mi madre me dice que ¡ojo!, que ponga cabeza, que no me juegue mi futuro… que los
“escalofríos” se pasan. Y una amiga, muy amiga, que tengo, me dice que funcione como los
hombres y no sea una mujer tonta y del pasado… que para los hombres hay “una mujer para la
obligación y otras para la devoción…” ¿Qué le pongo a esto…cabeza y disimulo… o corazón y que
me quiten lo “bailao”?