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Carlos A. Giraldo A.

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Contemporánea (Electiva)

LA FILOSOFÍA FANTÁSTICA DE BORGES

La metafísica idealista declara que añadir a esas percepciones una sustancia


material (el objeto) y una sustancia espiritual (el sujeto) es aventurado e inútil; yo
afirmo que no menos ilógico es pensar que son términos de una serie cuyo
principio es tan inconcebible como su fin. Agregar al rio y a la ribera percibidos por
Hulk la noción de otro rio sustantivo, de otra ribera, agregar otra percepción a esa
red inmediata de percepciones, es, para el idealismo injustificable; para mí, no es
menos injustificable agregar una precisión cronológica: el hecho, por ejemplo, de
que lo anterior ocurrió la noche del 7 de junio de 1849, entre las cuatro y diez y las
cuatro y once. Dicho sea con otras palabras: niego, con argumentos del idealismo
la vasta serie temporal que el idealismo admite. Hume ha negado la existencia del
espacio absoluto, en el que tiene su lugar cada cosa; yo, la de un solo tiempo, en
el que se eslabonan todos los hechos. Negar la coexistencia no es menos arduo
que negar la sucesión. (Borges, 1947, p.761)

El argentino inserta este relato a modo de ejemplo para exponer


aquellos elementos que suprime la metafísica idealista que abandera
Hume, a saber: la sustancia material o objeto, y la sustancia espiritual
o sujeto. Borges niega que ambos elementos se inscriban dentro de
una serie sucesoria en que normalmente se acogen, el tiempo. Me
parece que el tiempo en Borges personifica el mundo circular o
laberinto, aquel dónde el tiempo no tiene punto de partida ni de meta,
este es el problema del carácter sucesivo e indeterminado del tiempo
que separa la figura del laberinto de la del Jardín que Borges pretende
restituir. Al refutar el tiempo, Borges rompe esta cadena arbitraria que
el hombre ha labrado dónde cada instante es independiente, infinito,
perdurable y eterno. Un constante presente. En el tiempo laberintico
no hay novedad, pues nada pasa que no haya pasado antes, hay una
repetición que nos provoca agobio y termina en despertar en nosotros
una repulsión hacia la existencia misma.
Cuando Borges habla sobre la prolongación excesiva de lo sucesivo y
contemporáneo afirmando que cada estado vivido es absoluto, que
cada instante es autónomo, me parece muy rescatable su apreciación
sobre el número de variaciones, las cuales no considera infinitas 1.
Sugiere el argentino que cuando en la mente de un individuo opera un
mismo proceso, llámese sentimiento o reminiscencia, esta repetición
perturba o desmonta la serie del tiempo. Así sólo experimentamos un
mismo momento, repetido sin precisión, con variaciones, que es
reflejado falsamente en bastos espejos. El tiempo como lo conocemos
no es más que una colección de momentos infinitos que se suceden,
las variaciones son a mi juicio placebos que nos convencen de
novedad cuándo realmente sólo hay o puede haber un solo hecho o
proceso que la mente identifica uniformemente.

BIBLIOGRAFÍA

 Borges, J. L. (1947). Nueva refutación del tiempo.


 Prieto Fernández, D. R. (2013). Metafísica del tiempo en la obra de Jorge
Luis Borges.

1
Aquí aparece el principio de los indiscernibles de Leibniz para de un modo especial vincular los procesos
mentales que se manifiestan en los momentos que el tiempo convencional reconoce bastamente sucesivos
poniéndole un límite a sus variaciones.

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