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NUEVA HISTORIA DE LA

NACIÓN ARGENTINA

ToMo II

PLANETA
7. LA MONARQUÍA.
PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

Víctor Tau Anzoátegui

EL MARCO GENERAL aparecieron Inglaterra, Holanda y Francia co­


mo nuevas potencias, con aspiraciones a par­
LA MONARQUIA ESPAÑOLA: ESPLENDOR ticipar en el dominio de los mares y tierras ini­
y DECLINACION cialmente descubiertas por castellanos y por­
tugueses, y también a extender su hegemonía
La Monarquía española fue una entidad a otros territorios y continentes. Esta segunda
política, surgida y consolidada entre los siglos colonización europea tuvo características dis­
XV y XVII. Agrupaba un vasto conjunto de tintas de la hispana, pues desplegó nuevos ob­
reinos y otros territorios, de distinta naturale­ jetivos y medios de expansión económicos y
za, en América, Europa y Oceanía, cada uno culturales.
con su peculiar organización. La nueva enti­ En la organización del poder, ya se obser­
dad política se constituyó empíricamente ocu­ va en la Castilla bajomedieval la presencia de
pando espacios de poder, en parte nuevos, en ciertos elementos de tipo estatal. Sin embargo,
parte originarios de aquéllos. Su base territo­ sólo en la época del descubrimiento se produ­
rial fue el reino de Castilla. De él afirmaba en jo el desarrollo de esas formas embrionarias,
1520 el emperador Carlos V que era el funda­ principalmente en razón de la necesidad de
mento, amparo y fuerza de los demás reinos. adoptar rápidas y enérgicas respuestas para
Allí se estableció la Corte, primero en Vallado­ atender el gobierno del Nuevo Mundo. Fue,
lid, luego de modo definitivo en Madrid. Pau­ sin duda, un proceso político creativo, pues el
latinamente lo español tendió a identificarse único modelo desenvuelto en gran escala que
con ¡lo castellano y así la lengua, el derecho, la el hombre europeo de entonces podía tener en
historia de Castilla pasaron a ser los de Espa­ cuenta era el del Imperio Romano. Pero si
ña. A este reino en ascenso se incorporaron bien este antiguo precedente tuvo peso histó­
durante el siglo XVI las islas y tierras que se rico y político en la configuración de la nueva
fueron conquistando en las Indias. entidad, ni por su característica ni por el tiem­
La Monarquía tuvo su mayor expansión y po histórico resultaba enteramente aplicable.
esplendor durante esa centuria y las primeras La consolidación de la Monarquía permitió
décadas del XVII. Era el mayor imperio de la absorber ciertas formas de tipo feudal o seño­
Cristiandad. Desde principios del Seiscientos, rial que se insinuaron tempranamente en el 211
LA MONARQLIÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

Nuevo Mundo y fueron útiles para llevar a ca­ económica europea, muestra en contraposi­
bo la conquista y primeras etapas de la coloni­ ción una notable consolidación de las provin­
zación, hasta la configuración de los reinos y cias indianas, tanto en el orden material como
provincias. en el plano político. Durante la primera mitad
Cuando se produjo el asentamiento defi­ del siglo XVIII, dichas provincias alcanzaron
nitivo de los españoles en el actual territorio una cierta “autonomía” económico-financiera
argentino, ya estaba definido el régimen insti­ y también administrativa, que hizo posible por
tucional general, luego de las experiencias ini­ entonces el acceso de criollos a las plazas de las
ciales realizadas en otras regiones del conti­ audiencias y tribunales de cuentas. En general
nente. No obstante, hubo nuevas modalidades se percibe en la época un fortalecimiento de la
políticas que surgieron de la experiencia local sociedad hispano-criolla.
y que alcanzaron vigor a través de la autono­ A partir de 1750 y en forma coincidente
mía de esas provincias. con un proceso de recuperación de la Monar­
Equilibrio y flexibilidad fueron pilares de quía —esta vez con el aporte de los reinos pe­
sustentación de la Monarquía. Su poder era ninsulares periféricos—, la Corona introdujo
superior, el más alto, pero no exclusivo. Se re­ reformas administrativas, judiciales y hacen­
conocía la existencia de poderes dispersos en­ dísticas tendientes a recobrar el control de las
tre otras jurisdicciones e instancias interme­ provincias indianas y a colocar nuevamente a
dias. Aquélla debía atender al equilibrio de los los peninsulares en las principales plazas de
intereses constituidos y mantener la paz y jus­ gobierno y justicia. La pretensión de imponer
ticia entre los diversos poderes en juego en ca­ una racionalidad uniformadora y un centra­
da territorio, guardando las normas y prácti­ lismo absorbente perturbó el antiguo equili­
cas arraigadas en sus corporaciones y sus gen­ brio, pues quedaron desplazados los arraiga­
tes. Esto mismo estimulaba un constante in­ dos particularismos, las variadas jurisdiccio­
tercambio entre centros y periferias, para em­ nes y los intereses locales consolidados. El
plear una expresión representativa del nuevo avance en esa dirección generó no pocas resis­
ángulo con que hoy se observan estas cuestio­ tencias y vino a alterar aquel armónico cultivo
nes. Pueden así descubrirse comunes prácticas de la variedad. Nos adentramos ya en el proce­
normativas que constituyen el núcleo de una so que condujo a la desmembración de la Mo­
constitución política que excede el mero texto narquía española, cuyo primer gran golpe
escrito. aconteció en el cuarto de siglo inicial del
Esta situación se vio modificada con el Ochocientos.
tiempo por la aparición de nuevos factores. En La peculiaridad de tan compleja entidad
el orden interior se detecta la grave declinación política, como lo es en su constitución y tra­
de Castifia en lo demográfico, económico y yectoria histórica la Monarquía española de la
cultural en medio de una crisis cuyos primeros época, hace difícil —por no decir imposible- su
síntomas surgen a principios del siglo XVII, sin adscripción a los modelos o tipos de Estado di­
que ello haya impedido el avance de la castella­ señados por la ciencia política contemporánea.
nización de la Monarquía. Esa centuria, carac­ Se discute entre los estudiosos si puede ha­
212 terizada también por una fuerte depresión blarse de "Estado moderno” -denominación
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

preconizada principalmente por Maravall—,


pero lo cierto es que se pueden observar ya ele­
mentos que con el transcurso del tiempo con­
figurarán la idea de Estado contemporáneo,
aunque cabe precaverse contra los intentos de
una simple proyección anacrónica.

TÍTULOS PARA LA DOMINACIÓN POLÍTICA

La expansión castellana en el Nuevo Mun­


do se apoyó en el hecho del descubrimiento,
en el acuerdo directo entre Castilla y Portugal
-tratados de Alcacovas y Tordesillas- y en las
concesiones pontificias —plasmadas en las bu­
las Inter caetera de 1493-. De acuerdo con las
concepciones de la época se hallaban contem­
plados todos los recaudos para dar legitimi­
dad a la empresa colonizadora.
La cuestión, empero, adquirió nuevo sesgo
cuando los teólogos y religiosos, principal­ Bartolomé de las Casas.

mente de la orden de Santo Domingo, empe­


zaron a denunciar el maltrato que conquista­ condiciones de aplicación, fue utilizado en
dores y encomenderos daban a los aborígenes las empresas de conquista hasta 1542 por lo
y a plantear, de modo indirecto e interrogati­ menos, y constituyó un testimonio de la
vo, el derecho de los españoles a ocupar esos preocupación de la Corona por convalidar
territorios y dominar su población. El punto los títulos originarios con el acatamiento de
de partida de esta exteriorización fue el ser­ los naturales. Esa búsqueda por perfeccionar
món pronunciado en 1511 por fray Antonio los títulos al dominio político llevó más tarde
de Montesinos en la isla La Española, con in­ a obtener la renuncia o sumisión de los prín­
mediata repercusión en la Corte. Aquella base cipes indígenas —lo que ocurrió en México- y
jurídica que parecía inconmovible era atacada a declarar la ilegitimidad de los reyes incas,
por los propios españoles. en el Perú.
La respuesta de la Corona fue rápida. En Mientras se acopiaban estos títulos con­
1512-1513, las leyes de Burgos establecieron cretos, surgía la duda y hasta la negación de la
el primer estatuto indígena. Coetáneamente donación papal como título justificatívo de la
se elaboró un documento destinado a reque­ conquista. El dominico Francisco de Vitoria
rirles a los aborígenes su sometimiento al Pa­ fue quien elaboró en este sentido la tesis más
pa y al Rey, y el consentimiento para predicar sólida, apoyándose en los hechos americanos
la religión cristiana. El Requerimiento —tal fue y en los precedentes doctrinarios medievales,
su denominación—, más allá de sus precarias especialmente en Tomás de Aquino. En suma, 213
LA MONARQUÍA Y LA (JRGANIZACIÓN LOCAL

el alcance de las bulas quedaba reducido a la conciencia de conquistadores y encomenderos


concesión de un derecho para difundir el a través de la fuerte presión espiritual que, irn­
Evangelio y proteger su predicación, negán­ buidos de la bondad de estos criterios, ejercie­
dosele valor jurídico como donación tempo­ ron obispos y religiosos en suelo americano.
ral. Para Vitoria, en cambio, los verdaderos tí­ Así la huella lascasiana, con la consiguiente
tulos españoles se asentaban en la sociabili­ obligación de restituir a los aborígenes los bie­
dad universal de todos los hombres y nacio­ nes que se les habían quitado injustamente,
nes, que daban a los españoles el derecho de dio origen a disposiciones testamentarias y
viajar, vivir y predicar el Evangelio y comer­ otros actos de reparación que el historiador
ciar en las Indias, sin que los aborígenes pu­ Guillermo Lohmann Villena ha puesto en evi­
diesen impedirlo. dencia con respecto al Perú.
Otro dominico, fray Bartolomé de Las Ca­ Pese a las impugnaciones efectuadas, el
sas, menos sólido en su preparación teológico­ título pontificio no fue abandonado por la
jurídica, pero muy firme y decidido en la de­ Corona, aunque se trató de afirmarlo con
fensa de los aborígenes, también abordó la otros justificativos. Mientras en los territo­
cuestión, aunque dentro de un planteo más rios ocupados por poblaciones aborígenes se
general. Sin rechazar la validez del título pon­ buscó obtener el reconocimiento de éstas, en
tificio, limitó sus alcances. Al principio, reco­ las tierras no ocupadas se insistía en la toma
noció a los reyes un dominio pleno con juris­ de posesión de las mismas, sin hacer agravios
dicción, pero a partir de 1544 lo redujo a un a los indios. Por esto mismo, en 1573, se dis­
poder universal supremo, sin privar del suyo a puso sustituir la palabra conquista por pacif­
los príncipes indígenas. Tiempo después, sólo cación. Este cuidado lexjcográfico aún persis­
admitió que dicho poder se hiciese efectivo tía dos siglos después en conquistas menores
por la vía pacífica, ganando los ánimos y las y refleja la absorción de aquellas doctrinas
voluntades de esas gentes para que libremente éticas, que se conjugan con el pragmatismo
consintiesen el dominio. Las Casas condenó político. Se fue así pasando de una guerra de
siempre las distintas formas de conquista vio­ conquista a una expansión pacífica, plasma­
lenta para someter a los indígenas. da nítidamente en la legislación de la segun­
Estas doctrinas provocaron un prolonga­ da mitad del siglo XVI e inserta en la moral
do .e intenso debate intelectual. Muchos fue­ práctica. Era éste un sector de la realidad que
ron los tratados, memoriales, alegatos y otros presionaba constantemente, con éxitos y fra­
escritos menores que durante el siglo XVI y casos, sobre otra parte de esa misma realidad
parte del siguiente mantuvieron en vilo la que, sin miramientos, procuraba explotar al
cuestión. La Universidad de Salamanca, donde indígena en provecho propio o al menos con­
Vitoria había enseñado, fue epicentro de algu­ sideraba la voz conquista como la que mejor
nas de estas discusiones. Pero es importante definía sus acciones cotidianas. Una vez más,
destacar que, más allá del ámbito estrictamen­ se daban los grandes contrastes, propios de
te intelectual, las doctrinas influyeron, de una nuestra América.
parte, en el gobierno y legislación indianas, es­ Las potencias europeas que, a partir del
214 pecialmente bajo Felipe II, y de otra, sobre la siglo XVII, exteriorizaron sus apetencias por
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

la conciencia autocrítica española del siglo


KE LEC T l O XVI se ponían parcialmente al servicio de las
nuevas potencias que enfrentaban a la Mo­
cuamdr adnwdmn Iafm. E, ‘Fïmqfi
narquía española e iniciaban su propio rum­
'17! unflon ¡’mp/wa rfmzzigla mqfi . 4: mjd
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bo colonizador.
Esta nueva situación, que ya se hacía evi­
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á Jïmfr. ¿img a (Ífifllmfiafllúlífirua 1 g 39 ‘.’¡_. dente en las primeras décadas del siglo XVII,
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papal hy!!! ¿las ¡P títulos justificativos hizo el jurista Juan de So­
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¡ATI lórzano (Política indiana, 1647). En primer lu­
miazxz, .,z.,l.z,f, 43.1., ,5,­ gar, colocaba el designio de la voluntad divina,
no. "Jr-sil. infirÍnnalïbuyrunnunl/Drot

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ÉÏMNÁYLIÏÁIIÏQ}! ¡INV-D . luego los títulos de descubrimiento y ocupa­
lnvnclamnun OA u url ción de los territorios deshabitados y la con­
‘urtflnflmm rultljnuur un) MNII-"VF- ¡una IL;
ÏñïT-«Iofi n-u-Xlvnnrt JI I": nélhl. ¿‘alpjfi-p‘ ryïruu‘: quista por justa guerra de los poblados por in­
Huamán:
1 -a una-hn¡ra-D
. ¿a numiu-ÍIWI-Kzpt rin-aqui; ' 'rg
aro-Du! fm? ‘¡Hvefiíuupfijcm dígenas para llevarles la luz del Evangelio. La
2;‘. ¡y Pull-or,‘ Wffifiñfifl mm»?
bula pontíficia era para Solórzano el título
más concreto, en cuanto estaba asentado en
Í Manuscrito de las Relaciones, de Francisco de Vitoria. un documento y se inclinaba a considerar que
a través del mismo se les había concedido a los
obtener nuevos espacios marítimos y terres­ reyes católicos el dominio y jurisdicción gene­
tres, atacaron el dominio político español, ral y absoluto. Siguiendo esta misma línea, la
desconociendo valor a la donación pontífi­ Recopilación de Leyes de Indias de 1680 colo­
cia, al mero descubrimiento y a los tratados có dicho título pontificio como primer funda­
de Tordesillas. Frente a la concepción del mar mento del derecho de la Corona sobre las In­
exclusivo hispano-portugués, se desenvolvió dias. También se invocaban el descubrimiento
la doctrina de la libertad de los mares. Asi­ de los territorios; el favor y protección de Dios
mismo, se dio relieve a la posesión territorial y la obligación de llevar a cabo la labor evan­
-originada en el Derecho romano- como gélica entre los aborígenes. De tal modo, en
fuente de derechos en el orden internacional ambas obras fijadoras del orden indiano, una
de los tiempos modernos. En la argumenta­ postura pragmática había llevado a acentuar
ción que los autores desenvolvían eran sagaz­ la estimación de las controvertidas bulas, a
mente aprovechadas las razones esgrimidas alegar los títulos de descubrimiento, ocupa­
por Vitoria —en cuanto negaban el título pa­ ción y justa conquista y, en fin, a invocar otro
pal— y las acusaciones de Las Casas, en cuan­ argumento que gozaba de favor en la coetánea
to permitían exhibir ante la opinión europea literatura política: el providencialismo.
algunas crueldades de los conquistadores con En cuanto a la recepción de aquellas direc­
respecto a los indígenas. De este modo, y sin tivas reales acerca de la forma de llevar a cabo
habérselo propuesto sus autores, los frutos de las empresas de conquista, se puede observar 215
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACION LOCAL

que en la primitiva provincia del Río de la Pla­ La voz provincia -utilizada imprecisamen­
ta, las doctrinas y leyes encauzaban la acción te en Castilla- parece seguir en su uso indiano
de los conquistadores, pero aquí -como en el modelo romano, que lleva ínsita la noción
otras partes— aparecieron las variantes y los de distancia, que separaba lejanas comarcas
matices locales, dadas las realidades o tiempos del centro del poder político. No se conocía la
diferentes que se vivían en estas comarcas. Así, voz colonia en la acepción que le darán los
por ejemplo, la suspensión temporal de nue­ otros procesos colonizadores de potencias eu­
vos descubrimientos como medida general or­ ropeas que se producirán siglos después.
denada en 1552, ante las fuertes presiones es­ Es dable observar a través de la documen­
pirituales de los teólogos, provocó visibles de­ tación de los siglos XVI y XVII que las pro­
sajustes con la vivencia local del Paraguay, vincias indianas ocupaban una posición que
donde precisamente era imperioso afianzar el puede ser institucionalmente equiparable a
proceso conquistador. De igual modo, la or­ otros territorios de la Monarquía, incluso rei­
den de buscar una relación pacífica con los in­ nos y provincias peninsulares, y en ningún
dios interfería en el desarrollo de lo que se caso aparece una ordenación de tipo colo­
creía una guerra justa. Para superar este desa­ nial. Las provincias indianas eran considera­
juste se recurría a.l consejo de los moralistas, das como “accesoriamente” unidas a Castilla,
quienes con su dictamen ayudaban a acomo­ nervio nuclear de la Monarquía. Esta situa­
dar aquellos imperativos generales a las palpi­ ción lleva probablemente a que ellas sólo ju­
tantes situaciones concretas. rasen al nuevo rey, sin intervenir en el acto de
su aceptación.
¿PROVINCIAS, REINOS o COLONIAS? Las Indias fueron estimadas por la Monar­
quía en razón de la vastedad y riqueza de su
La condición político-jurídica de las In­ territorio y de la grandeza política que daba su
dias tiene su propia evolución. Una primera posesión. La distancia que las separaba de la
etapa, de corta duración, hasta 1516, muestra Península, la peculiaridad de sus distintas re­
esos territorios como señoríos de los reyes ca­ giones y las gentes que las poblaban hacían de
tólicos. En los años siguientes y bajo la expre­ estas comarcas una realidad bien diversa de la
sión de “islas y provincias”, las nuevas tierras europea. La creación de órganos de gobierno
quedaron incorporadas a la Corona de Casti­ propios y de un Derecho especial fue otorgán­
lla. La misma denominación de “provincias” doles una fuerte personalidad política. Y si
comenzó a utilizarse en la segunda mitad de la bien la influencia cultural, política, económica
centuria para individualizar las tierras que se y jurídica castellana animó la vida en el Nuevo
fueron conquistando y poblando, y perduró Mundo, no hay duda de que la recepción tuvo
hasta el final de la época hispana para designar matices particulares y hubo aportes autócto­
los grandes distritos desde un punto de vista nos, que incluso iniciaron caminos de reflujo
territorial. Es lo que se observa en la coloniza­ hacia la Península.
ción del territorio argentino y de modo gene­ Sin embargo, no por eso debe suponerse
ral queda fijado algo más tarde en la Política que las provincias indianas estuvieran en un
216 indiana de Solórzano. pie de igualdad con Castilla u otros reinos
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

europeos. Las diferencias de nivel en lo políti­ “estos y aquellos Dominios”, o de modo pose­
co, económico o cultural producían en el sivo “mis dilatados Dominios de América”. En
mundo de entonces —como en el de hoy— na­ el borrador de un decreto real de 1720 en el
turales y variables situaciones de hegemonía y que se usan las palabras dominios, reinosy pro­
dependencia de unos y otros. En este punto vincias para designar al Perú, se advierte que
cabe señalar que la mira política de la Monar­ en el resumen marginal del texto la expresión
I”
quía era fundamentalmente europea y como “Reino del Peru aparece testada y sustituida
tal muchas veces dejaba rastros concretos de por la de “los Dominios del Perú”. Se trata de
esa subordinación con que se pensaba la rela­ un testimonio que sutilmente revela los aires
ción con las lejanas comarcas del Nuevo Mun­ cortesanos de entonces, aunque el intento sus­
do. El planteo de esta igualdad -como cues­ titutivo no alcanzase repercusión.
tión abstracta- no parece haber preocupado a También se debió al influjo francés la uti­
los hombres de la época y tal vez sólo apareció lización ocasional de la voz colonia en la se­
tardíamente. gunda mitad del siglo XVIII. Surgió en la épo­
La aplicación de la voz reino en las Indias ca de Carlos III para designar regiones subor­
merece también ser considerada. Ya en 1506 se dinadas, pero sin afectar el antiguo uso de pro­
la utilizaba oficialmente y hasta el final de la vincias y reinos. Las razones que originaron el
dominación española fue de uso frecuente, ge­ uso del vocablo no son fáciles de determinar.
neralmente en plural. Su presencia más noto­ Puede suponerse que se trataba de un intento
ria es en el título de la Recopilación legislativa de emular en prestigio a las nuevas potencias
de 1680 y en la misma ley que la promulgó. De europeas poseedoras de “enclaves coloniales”
modo particular, la denominación aparece pa­ en diversas partes del mundo o también de
ra designar provincias a cuya cabeza se encon­ marcar un brote de la autoridad peninsular,
traban gobernador y audiencia, o en las que con la mira de sujetar más los territorios ultra­
había una fuerte comunidad indígena, como marinos. O ambas a la vez. Pero lo cierto es
Chile, Perú, Guatemala, Nueva España. En que, a la hora de establecer jurídicamente esa
nuestras comarcas no se empleó habitualmen­ condición, no quedaban dudas. Hacía 1776 el
te esta voz, pese a que con motivo de la crea­ mismo Carlos III expresaba que los “Reinos y
ción del Virreinato, el cabildo de Buenos Aires Dominios” de América “son provincias de mi
decía en 1778 que la ciudad “ha pasado a ser Corona de Castilla”, con lo que afirmaba el
cabeza de reino cuando antes no era mas que añoso perfil constitucional de las Indias.
de provincia”. Es más. Por entonces había conciencia de
En el siglo XVIII, se agregaron otras voces la diferencia existente entre las profincias in­
para designar los territorios, sin que sustituye­ dianas y las colonias de otras naciones. Así, un
sen a las tradicionales. Fueron las de dominios autor dieciochesco utilizaba las voces domi­
y colonias, habitualmente en plural. La prime­ nios y provincias para referirse a la América es­
ra, de origen francés, tenía un sentido político pañola y colonia para los enclaves franceses e
que servía para revelar las tendencias absolu­ ingleses. Esta misma idea es explícitamente
tistas en auge y se aplicaba tanto a territorios afirmada en el conocido decreto del 22 de ene­
europeos como a los americanos. Así se decía ro de 1809 expedido por la Junta Central de 217
LA MUNARQUÍA Y LA (lRGANllAClÓN LOCAL

Sevilla, cuando al convocar a los diputados trono, la guardia, etc. Este poder simbólico ri­
americanos, decía que “los vastos y preciosos tual tiene enorme trascendencia en la conso­
dominios que España posee en las Indias no lidación de una entidad política que se hace
son propiamente Colonias o Factorías, como visible a través de su cabeza, y sobre todo
los de otras naciones, sino una parte esencial e cuando es el mismo príncipe titular de varios
integrante de la Monarquía española”. reinos y otros territorios integrados en la Mo­
Según se acaba de ver, los vocablos apro­ narquía. Es precisamente en esta circunstancia
piados para definir la constitución política de cuando más nítidamente sobresale la figura
las Indias son el de provincias y en menor me­ del monarca como artífice de esa entidad po­
dida el de reino. En cambio, las voces dominio lítica. En el caso de la Monarquía española se
y colonia surgieron con algún uso político en produjo el tránsito espectacular del rey caste­
el siglo XVIII, pero sin sustituir la denomina­ llano con una corte ambulante que recorría el
ción tradicional. reino al monarca universal que establece su
asiento fijo en una ciudad capital. Los pobla­
EL REY.‘ SÍMBOLO y PODER dores de los reinos y provincias indianos, co­
mo también los de otros reinos europeos, no
La Monarquía española era una organiza­ tenían ya ese contacto visual directo con el
ción de poder monocrática hereditaria. Su ti­ príncipe y fue entonces cuando se hizo más
tular, monarca o rey, gozaba del ejercicio su­ patente la fuerza de ese poder simbólico, re­
premo de la jurisdicción. Le correspondía la presentado en el sello real y encarnado en los
dirección superior de los negocios indianos. oidores y principalmente en los Virreyes y sus
Esto no significaba que acumulara en sí todos cortes.
los poderes jurisdiccionales y normativos, dis­ La Monarquía tenía sustentación en diver­
persos en diversos niveles y corporaciones, si­ sas teorías políticas antiguas y modernas, que
no que sólo actuaba cuando a él se recurría en se combinan y funden conforme a la dinámi­
instancia suprema. Existían otros poderes re­ ca del proceso histórico y a las necesidades de
conocidos con esfera propia, primaria, no de­ las situaciones particulares. No puede hablar­
rivada del rey. se así de una sola teoría o de varias sucesivas,
El rey aparecía ante todo como símbolo sino de un entramado que se exterioriza a tra­
político, respaldado por una estructura de po­ vés de los tres siglos del régimen indiano.
der. Hacia él se dirigían las adhesiones con En las Partidas del siglo XIII, la concep­
prescindencia de la persona que ocupara el ción del rey como señor natural puesto por
trono, como resplandece en aquel difundido Dios para gobernar la comunidad está acom­
anuncio mortuorio: ¡El rey ha muerto! ¡Viva pañada de preceptos que establecen que rey y
el rey! Esto permite al antropólogo Lisón To­ reino deben amarse, honrarse y guardarse fi­
losana afirmar que “el rey es su imagen” y que delidad recíprocamente. Esta concepción go­
detrás de ella se halla agazapado un hombre zó de buena difusión y estimación bajo la tu­
de carne mortal. El rey debía representar dig­ tela del código alfonsino. Desde la segunda
namente su realeza en el escenario de su Cor­ mitad del siglo XIV, empezó a desenvolverse
218 te, con uso estratégico del espacio, la corona, el en Castilla una nueva idea que llevó a conce­
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

bir la función del rey como un oficio, que de­ arraigó en.las comunidades hispanas ni pudo
sempeñaba, conforme. a determinados lími­ desplazar las antiguas concepciones que rea­
tes, enbeneficio de la comunidad. La misma parecían cuando la ocasión era propicia para
fue acogiday desenvuelta por algunos teólo­ invocarlas, como aconteció finalmente en el
gos y juristas del-siglo XVI. Hastase suele ha­ momento de crisis de la Monarquía, a co­
blar de un contrato callado o pacto entre arn­ mienzos del siglo XIX..
bos, rey y comunidad. La existencia de doctrinas contrapuestas
En el Nuevo Mundo, el poder real surgió actuó como elemento de estabilidad y firmeza
de la conquista y de la donación pontificia, pe­ de un régimen político que, más allá de discre­
ro también del consentimiento de las comuni­ pancias y algunas graves-alteraciones, encon­
dades aborígenes -cuando ello ocurrió—. Ha­ tró en la dilatada comunidad que regia el apo­
cia 1540 se percibían los ecos pactistas caste­ yo necesario para mantener en la cúspide la fi+
llanos en la relación entre rey y conquistado-­ gura de un monarcaucuyo alto poder simbóli­
res. Esta ideaztuvo diversosie interesantes mo­ co encubría las debilidades carnales de algu­
dos de expresión hasta la misma época de la nos de los príncipes que ocuparon el trono;
emancipación. En cuanto a la adhesión que en tal sentido‘
La consolidación de la Monarquía -he­ suscitó la imagen delirey en suelo americano,
chura del rey, según se ha visto— llevó a consi­ no hay suficientes estudios para determinarla.
derar a éste como dotado de un poder y unas­ El tema está abierto, con muchos interrogan­
regalías que le eran propios, sin que se consi­ tes y escasos aportes de interés. Enuno de és­
deraran recibidos de los reinos ni de la comu­ tos, Néstor Meza Villalobos ha examinado lo
nidad. Por otro conducto se desenvolvía una que denomina “la conciencia política chilena”
concepción providencialista, que asociaba el desde fines del siglo XVI hasta comienzos del
triunfo y apogeo de la Monarquía española XIX. Así comprueba que los pobladores de ese
con el designio de la Providencia Divina. Esta reino tuvieron “un claro concepto de la finali­
concepción, que cobró fuerza durante los rei­ dad del poder público y de sus límites, y que
nados de los reyes católicos, Carlos V y Felipe desde fines del XVII, con el apoyo del iusnatu­
II, no dejó de invocarse en los siguientes. ralismo, se vigorizó la convicción de que el
Ambas vertientes de ideas, unidas a cir­ pueblo era fin del poder. Ello les dio libertad
cunstancias fácticas, favorecieron la introduc­ para solicitar al rey lo que consideraban nece­
ción de una nueva teoría más radicalizada sario y era de su resorte otorgar y también pa­
que, desplegada en Inglaterra y Francia en el ra reclamar de aquellas resoluciones que esti­
XVII, gozó de seguidores en la España diecio­ maban perjudiciales. Estos vasallos —agrega el
chesca. Según ésta, el rey recibía el poder di­ autor citado- estaban conscientes de que toda
rectamente de Dios, sin intervención del pue­ actividad gubernativa era propia del rey, por
blo y se consideraba dueño y señor de la Mo­ lo que este reconocimiento llevaba aparejada
narquía. Así se explica el uso de ciertas expre­ la subordinación a sus mandatos.
siones, como la de llamar al rey “Amo” y a los Con respecto a las comunidades indíge­
reinos, “sus dominios”. Esta doctrina, pese al _ nas, la cuestión es aun más difícil de apreciar,
vigor con que aparece en‘piezas políticas, no dada la diversidad de situaciones, culturas y 219
LA MONARQUIA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

mentalidades. Un sugestivo estudio de Daisy las distintas provincias indíanas. En territorio


Rípodas Ardanaz sobre la actitud de los indios rioplatense ese cambio en la administración
ante la figura jurídica del rey en el siglo XVI local se hizo patente en la segunda mitad del
permite observar que la imagen aprehendida siglo XVIII, aunque ya con anterioridad fue­
por ellos no coincidía en todo con la de los es­ ron apareciendo parcialmente algunos rasgos
pañoles, dada la permanente asociación que configurativos del nuevo orden.
hacían con sus propios señores. Así, por ejem­ La extendida burocracia de la Monarquía
plo, el rey aparecía como lejano, muy grande y estaba encabezada por los Consejos Reales
poderoso, sin superior en la tierra. En él mu­ que, instalados en la Corte, rodeaban al rey,
cho apreciaban su actitud protectora, a la cual hasta casi confundirse con él en la elaboración
frecuentemente se acogían. En la relación in­ y sanción de las normas legales. Desde 1524,
mediata aplicaban esta idea al acudir a la au­ las Indias tuvieron el suyo propio, desgajado
diencia o al virrey, como representantes direc­ del de Castilla. Subsistió hasta el siglo XIX más
tos de ese poder regio. allá de la gran crisis de comienzos de la centu­
ria, aunque desde l7l7 experimentó notorias
EL APARATO GUBERNATIVO.’ SU ESTRUCTURA limitaciones en sus funciones al verse obligado
a compartir ese inmenso poder con las Secre­
Una estructura administrativa hizo posi­ tarías de Despacho.
ble el desenvolvimiento orgánico de la coloni­ Era el Consejo órgano supremo de gobier­
zación americana. La misma se fue tejiendo en no y justicia en las Indias. Le estaban subordi­
el seno de Castilla desde la Baja Edad Media. nados las autoridades y tribunales indianos,
Predominó al comienzo un primitivo régimen empezando por la Casa de Contratación. Por
de oficios, convenientemente apoyado por su antigüedad, era el tercero de la Monarquía,
empleados dependientes del titular, que éste después de los de Castilla y de la Inquisición.
designaba, retribuía y cesanteaba. Paulatina­ Por su categoría, era el segundo, detrás del cas­
mente, la relación fue haciéndose más desper­ tellano. Estaba integrado por un presidente —o
sonalizada. El empleado cobraba un sueldo gobernador, como se le llamó después- varios
del erario, adquiría estabilidad —era uno de los consejeros —al principio 5, luego hasta 19-,
atractivos- y entonces su ingreso, cese y régi­ uno o dos secretarios -del Perú y de Nueva Es­
men de trabajo ya no dependían del arbitrio paña—, un fiscal y un conjunto de oficiales que
del jefe sino de un reglamento. Del régimen de se ocupaban del trámite oficinesco. En su
oficios se pasa al de oficinas, en expresión de composición predominaban los letrados.
Bravo Lira. Aparece entonces la carrera admi­ Siempre se insistió en la necesidad de que es­
nistrativa y la corporización del expediente. Al tos ministros tuviesen experiencia en los ne­
mismo. tiempo, el conocimiento oficinesco gocios indianos, pero, de otro lado, influyeron
empírico era reemplazado por un saber técni­ las presiones cortesanas para disimular este
co y racional. Se trata de una tendencia que se requisito. Algunos destacados juristas india­
fue desplegando paulatinamente a lo largo de nos, como Iuan de Ovando, Gregorio López,
casi tres centurias, sin imponerse uniforme­ Iuan de Solórzano Pereira, Antonio Alvarez de
220 mente ni al mismo tiempo en la Península y en Abreu, Antonio Porlier, Benito de la Mata Li­
LA MONARQLIIA. P()lï)lïI{ (LÏENTRAL Y PODERES IÁNÏALES

El Consejo de Indias en deliberación. Grabado de la segunda mitad del siglo XVII.

nares, ocuparon a lo largo de estos siglos pla­ glo XVII, cuando asumen un papel propio,
zas en el Consejo. que intentaba diferenciarse del de los conseje­
La historia del Consejo que hoy se conoce ros y hasta parangonarse con éstos. El tono
es muy parca en mostrar el funcionamiento de con que defendían ante el rey sus preeminen­
los mecanismos internos del poder, el eventual cias hace pensar, ya entonces, en una función
liderazgo de determinados presidentes o mi­ en ascenso, que alcanzará consagración formal
nistros, la vinculación con el rey, sus validos y un siglo más tarde.
secretarios, la relación de fuerzas con otros ór­ Los memoriales, recursos y peticiones que
ganos de la Corte, etc. La falta de actas de las desde las comarcas indianas se dirigían al rey
sesiones del Consejo es, sin duda, un escollo iban directamente a su Consejo. Desde el
para penetrar en esos vericuetos del poder su­ principio, se dio preferencia a los asuntos gu­
premo. Todo ello se esconde en la monumen­ bernativos, tanto temporales como espiritua­
tal masa de papeles que, atesorados en el ar­ les. Contrariamente a lo que ocurría en el
chivo del propio Consejo, hoy constituyen Consejo de Castilla, se determinó que las cues­
gran parte de los fondos del Archivo General tiones contenciosas de justicia quedaran ter­
de Indias. En este centro de poder y en directa minadas con el fallo de las audiencias ameri­
vinculación con el trono, se destacaba el papel canas y sólo en ciertas causas interviniese la
cumplido por los secretarios del rey, cuya fun­ sala de justicia del Consejo. A su vez, la cons­
ción apareció realzada desde principios del si­ titución de las juntas de guerra y hacienda —en 22]
LA MONARQUIA Y LA ORGANIZACIÓN LocAL

la que participaban consejeros indianos- llevó menor, en el ejercicio del poder directo por
a estos órganos los negocios especializados. De parte del Consejo.
tal modo, se dejó expedito el camino a los mi­ Según se advierte, el Consejo ejercía “un
nistros para ocuparse específicamente de los gobierno por relación”, es decir fundado en la
asuntos de gobierno, bajo cuya denominación información que recibía y raramente en el co­
se encerraba un vasto conjunto de materias. nocimiento directo de la realidad. De allí que
La atracción que ejercía la Corte determi­ le era necesario abrir todos los cauces posibles
nó‘ que se dirigieran hacia allí -aun en los para constatar la veracidad de esa informa­
tiempos de mayor autonomía indiana- virre­ ción. Reiteradamente se enfatizó que los mi­
yes, obispos, audiencias, gobernadores, cabil­ nistros debían poseer acabada noticia sobre la
dos, tribunales de cuentas, capitanes genera­ geografía, población, economía y constitución
les, prelados religiosos y cualquier otro vasa­ política y eclesiástica de las comarcas indianas
llo —indios incluidos—. La masa de papeles lle­ para mejorar su capacidad de análisis y deci­
gaba con el arribo de las flotas y galeones -pe­ sión de los casos. En parte, esta necesidad po­
ro también en los navíos de registro, como los día ser paliada con la experiencia indiana de
que comunicaban directamente Buenos Aires algunos consejeros o de otros antiguos minis­
con la Península- y daba lugar al despliegue tros que residían en la capital de la Monar­
de un trámite burocrático, con intervención quía. Sin embargo, esa experiencia era relativa,
dthfiseal. Gon su dictamen y a veces también pues sólo alcanzaba a las provincias donde ha­
con el de otros ministros, el Consejo delibera­ bían residido. Con todo, a través de esas opi­
ba y resolvía. Lo hacia en torno de una mesa, niones se solía lograr un acercamiento a la va­
alrededor de la cual se sentaban los ministros, riada realidad de las Indias. Al leer escritos de
presididos por el gobernador, según se regis­ Solórzano, en el siglo XVII, o de Mata Linares,
tra en un grabado del siglo XV-II. No satisfe­ a principios del XIX, se aprecia cómo ellos in­
chos los consejeros, en algunos casos segreca­ tentaban universalizar sus experiencias parti­
baba la opinión de otros expertos o ex minis­ culares en el Perú, Chile o Buenos Aires. Valga
tros residentes en la Corte; no faltaban oca­ recordar, como ejemplo « no desdeñable, la
sionesxen las que.el dictamen sesolicitabaa fuerza que tuvo a mediados del siglo XVIII la
órganos o autoridades residentes en América. opinión requerida por el Consejo a don Iuan
Finalmente, seformalizaba porescrito la con­ Vázquez de Agüero, que había residido cinco
sulta que contenía la decisión del Consejo, años en Buenos Aires, para dar un giro favora­
elevada al rey en forma directa.A-l margen del ble a la controvertida permanencia de los por­
documento, se asentaba ademodo breve la re­ tugueses en la ciudad.
solución regia. Era entonces cuando se proce-­ Una de las tareas nuclearesdel Consejo era
día aaredactar el despacho, real cédula o pro­ la de proponer al reylas personas para ocupar
visión, según correspondiera. De tal modo, el los oficios secuiares y eclesiásticos en las pro­
Consejo no expedia disposiciones por sí, sino» vincias indianas, así como el- otorgamiento de
actuaba a través del rey. Una excepción -a esta las-mercedes y gracias. Estas apreciadas atribu­
regla fue la carta acordada, de uso frecuente ciones, que dabam prestigio y autoridad al
222 en el siglo XVII, que sugiere un matiz, acaso cuerpo, no siempre fueron , ejercidas por el
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

Consejo en pleno. En un tiempo, fue tarea ex­ organismos indianos, luces y sombras. Para
clusiva de su presidente, en otra época, de la las primeras, basta pensar en el papel trascen­
Cámara de Indias, integrada por el presidente dental que cumplió en la articulación del apa­
y tres consejeros. Cuando estas funciones no rato gubernativo. Entre las segundas, caben
ocupaban al Consejo en pleno, el organismo recordar las quiebras, corruptelas, infidelida­
caía en un vacío funcional de tal considera­ des que desfilaron por distintos niveles de su
ción que los negocios que le ocupaban eran administración.
escasos, según testimonios coetáneos. Com­ En el siglo XVIII, se produjeron importan­
probación ésta que tiene interés para estimar tes modificaciones -incubadas en el siglo an­
el grado de distribución de los poderes juris­ terior, según se ha visto- que alteraron el fun­
diccionales y normativos entre las autoridades cionamiento de este régimen gubernativo pe­
centrales y periféricas. ninsular. El Consejo sufrió su más fuerte em­
El Consejo, en la cúspide del aparato gu­ bate con la reforma de 1717, que en teoría dis­
bernativo, tenía su sede en la propia Corte, minuyó drásticamente sus atribuciones, que
instalada definitivamente en Madrid desde fi­ pasaron en gran parte a la nueva Secretaría de
nes del siglo XVI. A su vez, el núcleo de la co­ Indias, una de las cuatro que formaron el con­
municación marítima con las Indias se encon­ sejo de gabinete creado por Felipe V. El objeti­
traba en Sevilla, a más de quinientos kilóme­ vo buscado en las sucesivas reformas fue dar
tros de la Corte. Era en esa ciudad donde se ordenación racional y uniforme a la adminis­
organizaban las expediciones, se despachaban tración central, a través de un replanteamien­
y recibían los navíos que cruzaban el Atlánti­ to de los órganos existentes. Dados los reitera­
co. Ya en 1503, se había establecido allí la Casa dos cambios e incumplimientos de las reglas
de Contratación, que fue el primer órgano de establecidas, se hace difícil verificar el efecto
gobierno indiano creado en la Península. A práctico de esas reformas.
partir de la creación del Consejo, quedó su­ Con el nuevo orden, se estableció la deno­
bordinada a éste. Desde fines del XVI, la Casa minada “vía reservada”, que dio lugar a una
quedó integrada por dos grupos bien caracte­ suerte de gobierno paralelo, que provocó ten­
rizados: los jueces oficiales, de carácter admi­ siones y disputas. Con todo, el Consejo pudo
nistrativo; y los jueces letrados que constituían mantener íncólume cierta porción de la anti­
la llamada Audiencia de la Contratación. gua autoridad. En efecto, no sólo subsistió su
La Casa había tenido desde su creación un competencia en algunas materias —como la
cúmulo de variadas funciones administrati­ judicial y la consultiva- sino que, ya sea por
vas, fiscales, náuticas, comerciales, judiciales, expresos reconocimientos o por incumpli­
propias de un organismo que actuaba como miento de las nuevas pautas, según fuesen las
nexo vital en la comunicación entre la Corte y épocas, ejerció, de modo oscilante, también
las provincias americanas. A ello tuvo que funciones en las áreas del gobierno temporal
agregar más tarde su dedicación al apresto y y espiritual.
seguridad de las flotas y navíos para proteger­ Luego de algunas vicisitudes, la Secretaría
los de los corsarios, piratas y filibusteros. En la de Indias fue finalmente suprimida en 1790,
historia de la Casa hay, como en todos estos y se encomendaron sus asuntos a las demás 223
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

secretarías de Estado. La pretendida unifor­ periencia que se recogía en los sucesivos inten­
midad racional en el tratamiento de los nego­ tos y a las circunstancias que se modificaban
cios de gobierno de la Monarquía que se plas­ constantemente.
mó en esta reforma finisecular benefició al El primer atisbo ordenador se percibe en
alicaído Consejo, que volvió entonces, por su las capitulaciones de Santa Fe de 1492, cuan­
reconocida especialidad, a ser llamado a pro­ do se otorga a Cristóbal Colón los títulos de
nunciarse acerca de importantes asuntos in­ almirante -en el mar y en las costas- y de vi­
dianos. Lo cierto es que el Consejo subsistió rrey y gobernador —en las islas y tierra fir­
más allá de los tiempos de la independencia me—, a imitación del modelo castellano. Fue
americana. En cambio, la suerte de la Casa de una corta experiencia, imprecisa en cuanto al
Contratación fue menos favorable, ya que alcance de estos títulos con amplísimos po­
perdió parte de sus atribuciones y la razón deres e insatisfactoria por la falta de aptitu­
misma de su existencia. El núcleo de las co­ des gubernativas del Almirante. Este régimen
municaciones con América se fue desplazan­ inicial, sin ser suprimido expresamente, que­
do hacia Cádiz y aunque se dispuso en 1717 dó superado por otro nuevo antes de expirar
que allí se trasladase, su papel fue languide­ el siglo XV.
ciendo hasta su extinción en 1790. En efecto, al ampliarse el ámbito territorial
con los incesantes descubrimientos, surgió un
nuevo intento ordenador consistente en la
EL GOBIERNO PROVINCIAL Y LOCAL creación de algunas provincias, con una exten­
sión limitada, a cuyo frente se establecía un
Los COMIENZOS gobernador. De este plan sólo se concretó la
designación de Nicolás Ovando como gober­
La organización territorial indiana se fue nador de la Isla Española, en sustitución de
delineando de modo lento e impreciso, con­ Colón, suspendido en sus funciones de virrey.
forme se iban descubriendo y colonizando las El crecimiento aquí y acullá de los descu­
distintas regiones. Aquella no respondía a un brimientos y conquistas impedía por el mo­
esquema previo. Era dúctil y empírica, sobre mento alcanzar una organización estable. La
todo en el siglo XVI. No había precedentes de conquista de México por Hernán Cortés
situaciones análogas. Mares, montañas, cordi­ (1518-1521), la expedición de Magallanes y
lleras, llanuras, istmos, poblaciones autócto­ Elcano, las primeras noticias hacia 1525 del
nas, difícilmente cabían en un primer diseño fabuloso imperio de los Incas y en general el
ordenativo. Se avanzaba en el descubrimiento interés despertado por explorar otras costas e
y conquista con asombrosa fuerza vital. No islas inmediatas, junto con la creación del
había tiempo para la reflexión ni para el cono­ Consejo de Indias en 1524 y poco después la
cimiento a fondo de cada región. No eran desaparición del oficio hereditario de virrey
tiempos de plantear una racional y jerárquica con la muerte del hijo del Almirante, determi­
ordenación de autoridades y órganos de go­ naron en esa misma década la vuelta al régi­
bierno. La organización se fue adaptando a las men de capitulaciones. Estas se empezaron a
224 peculiaridades de la tierra y de la gente, a la ex­ conceder en forma apreciable, con la consi­
LA M(i)N/\RQlll/\. PODER (IEÏNTRAL Y PUHLÏRFÏS I,()(ÍAI,,I<ÍS

Fachada principal de la Casa de los Reales Consejos, uno de los cuales era el de Indias. Según Viaje de España,
de Antonio Ponz. 1776.

guiente multiplicación de las provincias exis­ de justicia como en el ejercicio de tareas de


tentes, algunas sobre regiones más conocidas, gobierno, hacienda o guerra encomendadas
otras sobre la base de territorios por explorar. por el rey. Virreyes y audiencias representa­
En este marco cabe ubicar la empresa del Río ban la real persona, usaban su sello y dicta­
de la Plata. Desde 1524 se concedía a los go­ ban provisiones. En algunas provincias se es­
bernadores instituidos por capitulaciones el / tableció un virrey con audiencia; en otras, la
título de adelantado, que tendía a acentuar la audiencia sola para gobernar el territorio. Se
superioridad de aquel oficio sobre cualquier impuso por entonces la creencia de que el go­
otro en la provincia. También se le acumulaba bierno colectivo de los oidores podía ser más
a aquél el cargo de capitán general -con man­ conveniente que el de los gobernadores y así,
do militar. por unas tres décadas, las audiencias-gober­
Este régimen de provincias directamente nadoras —junto con los virreyes— aparecieron
dependientes del Consejo de Indias se alteró en el nivel jerárquico superior de los grandes
con la reaparición en 1535 del oficio de virrey, distritos.
esta vez no con carácter vitalicio y amplísimos Sin embargo, el gobierno colegiado de la
poderes -como había sido el de Colón- sino audiencia no resultó satisfactorio por diversas
diferenciado de la gobernación y del mando razones. Las más visibles fueron la falta de
militar y controlado por la audiencia. En aquel ejecutividad y de responsabilidad personal. Se
año, don Antonio de Mendoza fue designado hizo imperioso el retorno a un gobierno uni­
virrey y gobernador de Nueva España y presi­ personal, aunque controlado por la audien­
dente de la audiencia. Pocos años después se cia, situación que se produjo hacia 1565. En
hizo otro tanto en el Perú. Estos Virreyes per­ estos tanteos se percibe el propósito de ins­
filaban ya una nueva organización, aunque taurar una “administración reglada” —en pala­
por el momento su jurisdicción no compren­ bras de García-Gallo—, donde el papel del le­
día todas las provincias. trado fuese decisivo. Se trataba entonces de
La aparición de las audiencias dentro de impedir o sancionar las arbitrariedades y vio­
esta organización marca la presencia institu­ lencias propias del vertiginoso proceso de la
cional de los letrados, tanto en los negocios conquista y de constantes conflictos entre los 225
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

grupos de conquistadores. Los letrados, sin Nueva Granada y Filipinas tenían cada uno un
embargo, no fueron ajenos a este clima y ca­ presidente de audiencia que ejercía funciones
yeron también en las extralimitaciones de gubernativas, con independencia de aquellos
otros ministros. Virreyes. En estos casos, era la audiencia, y no
Esta ordenación se manifestó con la incor­ el presidente, quien representaba al rey. El pre­
poración de las gobernaciones del Tucumán y sidente, que empezó siendo habitualmente le­
del Río de la Plata a la jurisdicción de la Au­ trado, dejó de serlo a partir del siglo XVII
diencia de Charcas, que convirtió a ésta en au­ cuando surgió la necesidad de contar en esos
diencia-gobernadora, pero la situación duró oficios con hombres de armas, para atender
muy poco tiempo, porque en 1567 se enco­ las guerras y conflictos con otras potencias eu­
mendó al virrey del Perú el gobierno superior ropeas, que ocurrían en lugares estratégicos de
de ambas provincias. la Monarquía.
Lo cierto es que en esa década de 1560, se La sujeción de estos gobiernos superiores
establecieron las bases de una ordenación te­ al rey era directa. Cada uno tenía bajo su juris­
rritorial general que se mantuvo sin alteracio­ dicción varias provincias. Los Virreyes y presi­
nes sustanciales hasta la segunda mitad del si­ dentes actuaban como gobernadores en las
glo XVIII. provincias donde residían. Había excepciones.
Por entonces se hizo más nítido el deslin­ Así, durante el corto período de funciona­
de entre las diferentes materias en las que ac­ miento de la audiencia de Buenos Aires entre
tuaban las autoridades: gobierno, justicia, gue­ 1663 y 1672, su presidente tuvo el gobierno
rra y hacienda. La distinción no impedía que superior de las provincias del Río de la Plata,
su ejercicio se pudiese acumular, mediante Tucumán y Paraguay, pero estaba subordina­
distintos títulos, en una misma persona. Se do al virrey del Perú.
abandonó el criterio de encargar a las audien­
cias el ejercicio colectivo de las tareas de go­ LA ORGANIZACION EN EL ACTUAL TERRITORIO

bierno, que fueron encomendadas a sus presi­ ARGENTINO

dentes. Aquellas dedicaron desde entonces su


actividad a los asuntos de justicia. Tres distritos políticos quedaron delinea­
No parece, sin embargo, que la separación dos como resultado de las expediciones de
fuese demasiado absoluta si nos atenemos a don Pedro de Mendoza en el Río de la Plata, de
ciertas tareas de tipo gubernativo que las au­ Iuan de Núñez de Prado en el Tucumán y de
diencias desempeñaron en determinadas oca­ Pedro del Castillo en la región de Cuyo. A par­
siones. Además, los oidores actuaban como tir de 1561 en Cuyo, 1563 en Tucumán y 1593
órgano de consulta en asuntos de gobierno y en el Río de la Plata se estableció el régimen de
hacienda, a través del real acuerdo. gobernadores. Esta ordenación, salvo algunas
En consonancia con estas líneas directivas, modificaciones, se mantuvo hasta la creación
quedaron dos distritos de gobierno superior, a del Virreinato en 1776.
cargo de sendos Virreyes, que representaban a A fines del siglo XVI el actual territorio ar­
la real persona: Nueva España y Perú. A su vez, gentino se encontraba comprendido dentro de
226 los distritos de Santo Domingo, Guatemala, tres grandes provincias, las del Río de la Plata,
LA MONARQUIA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA ARGENTINA EN EL PERÍODO HISPÁNICO


Según Ricardo Zorraquín Becú, Buenos Aires, 1959.

|_\ o l: ‘
"CHARCAS
I-IUQUISACA ó mu,“ SANTIAGO
DE JEREZ
l 580 - 1632
VIL RICA DEL mo
ESPIRITU SANTO DE JANE]
1570 - 1631 SAN
¡PABLO
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SANTOS LOS
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LA ¡NUEVA 1553
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a 62
30°

EL TERRITORIO ARGENTINO
EN l600
l Gobernación del Rio
de la Plata
2 Gobernación del Tucumán
3 Gobernación de Chile
--- Limites actuales
227
LA MUNARQUÍA Y LA ORGANIZACION LOCAL

Tucumán y Chile, y una cuarta, la del Estre­ Uruguay. De las 30 doctrinas establecidas en
cho, que abarcaba lugares poco explorados y el siglo XVIII, 22 se encontraban dentro de la
aún no colonizados por los españoles. provincia.
Por otra parte, a mediados del siglo XVIII
l. La del Río de Ia Plata, extendida desde se incorporaron a la gobernación rioplatense
los 15° 40’ hasta los 46° 25’ de latitud Sur tenía los territorios de la Patagonia oriental y la Tie­
por límites orientales el meridiano de Tordesi­ rra del Fuego, y también comenzó a traslucir­
llas y el océano Atlántico. Por el occidente lle­ se en documentos de la época la pertenencia
gaba hasta el meridiano 62° y desde los 34° 08’ de las tierras de la Patagonia hasta la cordille­
de latitud Sur seguía por una línea ubicada a ra de los Andes.
cien leguas contadas desde el océano Pacífico. La provincia rioplatense fue alcanzando
Llegaba por el oeste hasta las gobernaciones una natural preeminencia. Las ciudades de
de Santa Cruz de la Sierra y del Tucumán, ya Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes consti­
establecidas como provincias, sin que los lírni­ tuían el eje fluvial del distrito, que era su prin­
tes estuviesen estrictamente fijados. La sede de cipal medio de comunicación. La primera ser­
las autoridades estaba en Asunción. vía de puerto al interior y de residencia a las
La gran extensión de esta provincia moti­ autoridades políticas y eclesiásticas. Como
vó que por real cédula de 16 de diciembre de consecuencia del desarrollo bonaerense, los
1617 se establecieran dos gobernaciones sepa­ gobernadores aparecían elevados en su jerar­
radas: la del Guayrá —más tarde denominada quía, logrando en algunas materias cierta su­
del Paraguay-, que comprendía las ciudades perioridad militar y política sobre los que go­
de Asunción, Santiago de Ierez, Villarica y bernaban Tucumán y Paraguay. Más tarde, a
Ciudad Real; y la del Río de la Plata, que abar­ mediados del siglo XVIII, los gobernadores de
caba Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y los nuevos distritos de Montevideo, Malvinas
Concepción del Bermejo —despoblada en y Misiones quedaron subordinados al de Bue­
1632-, además de otros vastos territorios aún nos Aires. Se anunciaba así una tendencia que
no ocupados. Los límites entre ambas gober­ lentamente culminaría con la creación del Vi­
naciones no quedaron fijados taxativamente rreinato, con sede en la capital bonaerense.
en dicha cédula y debían surgir, por lo tanto,
de las jurisdicciones de cada una de las ciuda­ 2. La del Tucumán, que se extendía en el te­
des mencionadas. Asunción y Buenos Aires rritorio ubicado entre los límites septentrio­
fueron residencia de las respectivas autorida­ nales de Iujuy y su prolongación hacia el este
des, que estaban sometidas en lo político al vi­ en 22° 05’ de latitud Sur el meridiano 62° que
rrey del Perú y en lo judicial a la audiencia de la separaba del distrito rioplatense, el paralelo
Charcas. 34° 08’, llegaba por el Oeste hasta la cordillera
Dentro de los límites de la provincia rio­ de los Andes a través de una línea que pasaba
platense se asentaron, tiempo después, los por el nordeste de San Luis y San Iuan. Si bien
pueblos de las misiones jesuíticas situados al los límites de esta provincia nunca quedaron
sur del alto Paraná y aquellos otros que se estrictamente definidos, puede decirse que
228 fundaron con posterioridad al oriente del con la ocupación progresiva del territorio lle­
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

gó a comprender las actuales provincias de Iu­ bajo la dependencia del gobierno chileno, su­
juy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San­ bordinado a su vez al virrey del Perú. A partir
tiago del Estero y Córdoba. de 1574, Cuyo se constituyó en corregimiento,
Esta comarca fue el núcleo fundador de con sede en Mendoza, sujeto a la jurisdicción
nuestro actual territorio mediterráneo. Sus sucesiva de las audiencias de Lima y Santiago,
orígenes son vagos en razón de que, a partir de con un breve interregno dependiente de la au­
1543, actuaron distintas expediciones con­ diencia instalada en Concepción.
quistadoras provenientes tanto de Chile como La Iunta de Poblaciones de Chile dispuso
del Perú. En tales ocasiones se suscitaron con­ en 1752 que los territorios ubicados al sur de
flictos jurisdiccionales y personales entre au­ Mendoza y dentro de los límites asignados a la
toridades y grupos de conquistadores. Asimis­ gobernación de Chile se incorporasen al co­
mo, era difícil la convivencia entre los nuevos rregimiento cuyano.
pobladores y los naturales. Luego de veinte Al crearse en 1776 el Virreinato del Río de
años de indefinición, el virrey del Perú, conde la Plata, Cuyo fue incorporada a la nueva enti­
de Nieva, creó en 1563 la provincia, que sepa­ dad política. No se trató de una decisión pre­
ró de Chile, y nombró a Francisco de Aguirre cipitada, ya que desde principios de esa centu­
como gobernador y capitán general. ria la región había incrementado su relación
Hasta fines del siglo XVII, las autoridades comercial con el eje Buenos Aires-Potosí y en
residieron en Santiago del Estero. Luego el 1716 llegó a solicitar concretamente su segre­
obispado se instaló en Córdoba y la sede de la gación del reino de Chile para incorporarse a
gobernación, en Salta. La provincia quedó de­ la gobernación del Tucumán, a lo que el Con­
pendiendo del virrey del Perú y en lo judicial sejo de Indias no accedió.
de la audiencia de Charcas.
El camino real que unía el Litoral con 4. La del Estrecho, provincia de extensión
Charcas fue el eje de desarrollo de esta provin­ incierta, comprendía el resto de la Patagonia
cia. A su vera prosperaron las ciudades de y la Tierra del Fuego. Fracasadas las sucesivas
Córdoba, Santiago del Estero, Salta y Iujuy. empresas destinadas a su ocupación, la ma­
Más tarde, también San Miguel de Tucumán. yor parte del territorio quedó incorporada a
la gobernación de Chile por real cédula del
3. La de Chile abarcaba las actuales provin­ 29 de mayo de 1555. También Tierra del Fue­
cias argentinas de Mendoza, San Iuan y San go quedó como dependencia chilena a partir
Luis, además del territorio trasandino que da­ de 1573. Posteriormente se intentó convertir
ba nombre al distrito. Sus límites se extendían este último territorio en una gobernación,
a cien leguas de ancho a contar desde las cos­ pero fracasó la expedición. Desde entonces,
tas del Pacífico. según Zorraquín Becú, “el extremo Sur del
Cuyo fue ocupada por disposición del go­ continente quedó como una región desocu­
bernador de Chile, que envió al capitán Pedro pada y vacante”. A mediados del siglo XVIII
del Castillo como teniente de gobernador y la Patagonia oriental y la Tierra del Fuego
capitán general. Una vez fundadas las ciuda­ fueron incorporadas a la provincia del Río de
des de Mendoza y San Iuan, la región quedó la Plata. 229
LA MONARQUÍA Y LA oR(;AN¡zAcI(‘)N LOCAL

EL OFICIO DE GOBERNADOR cia. En su inmensa mayoría fueron militares o


funcionarios con experiencia en el oficio. No
El embrionario régimen político de las pri­ hubo letrados ni personas con título nobilia­
meras entradas en nuestro territorio se conso­ rio. A fines del siglo XVII y principios del
lidó hacia fines del siglo XVI. Las experiencias y XVIII, el cargo entró temporalmente en el ré­
tanteos ya se habían realizado, como se ha vis­ gimen de beneficios, es decir que para su ob­
to, en otras regiones colonizadas más tempra­ tención era preciso que el interesado abonara
namente, de manera que el Río de la Plata y el un servicio pecuniario a la Corona.
Tucumán vinieron a convertirse, sin perjuicio Cuando el gobernador llegaba a su distri­
de sus propias peculiaridades, en receptores de to, se presentaba ante el cabildo, donde exhi­
un orden previamente diseñado en otros luga­ bía su título, prestaba juramento y ofrecía a los
res del continente. Así se estableció el régimen fiadores que garantizaban eventuales irregula­
de provincias, a cuyo frente aparece el goberna­ ridades en su desempeño. La ceremonia per­
dor, auxiliado por sus tenientes y por un mo­ mitía verificar la legalidad del título y fijar fe­
desto aparato administrativo. hacientemente el momento de iniciación del
Aun cuando el oficio de gobernador tiene período de gobierno. Asimismo marcaba la
precedentes medievales, en Indias se puede disposición del nuevo magistrado frente al or­
considerar que fue una nueva magistratura, den local, lo que se solía reflejar en la misma
con la cual se designaba, en un sentido amplio, fórmula de juramento.
a todo aquel que ejercía la función de gobier­ Al reunir las funciones de gobierno, justi­
no, tanto los que habían contratado con la Co­ cia y guerra, los gobernadores acumulaban
rona como los que eran funcionarios de ella. amplios poderes, pero encontraban diversas
Abarcaba el amplio abanico que iba desde los limitaciones que les impedían proceder a su
mismos Virreyes, presidentes y audiencias has­ arbitrio. En primer lugar, aquellas funciones
ta aquellos que ejercían las funciones en pro­ de gobierno y justicia eran compartidas con
vincias subordinadas. En el ámbito del Tucu­ los cabildos y los alcaldes. También convergían
mán y el Río de la Plata, el régimen de los go­ sobre aquéllos varios organismos de control
bernadores designados por la Corona y sujetos que se ponían en movimiento apenas se perci­
a ella comienza con la designación de Francis­ bían excesos en su conducta. En nivel supe­
co de Aguirre en 1563 y Hernando de Zárate rior, el virrey, la audiencia y el Consejo de In­
en 1593, respectivamente. En Cuyo, desde dias actuaban ante las denuncias recibidas. Los
1574, un corregidor estaba al frente del distri­ cabildos hacían valer su poder, según situacio­
to, que dependía del gobernador de Chile. nes y posibilidades. Los oficiales reales apare­
Los gobernadores designados por la Coro­ cían gozando de independencia y autoridad
na —sólo interinamente lo hacía el virrey­ para informar directamente a los niveles más
ejercían el cargo por un período que duraba altos del poder. Los obispos y otros eclesiásti­
entre tres y cinco años, según estuviesen resi­ cos, en informes y memoriales, se ocupaban
diendo en América o proviniesen de España, de la actuación de los gobernadores. Si a todo
pero estos plazos no eran muy estrictos. Hubo esto se agrega la existencia de resortes institu­
230 casos de prórroga y aun de designación vitali­ cionales de control, como las visitas y los jui­
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

cios de residencia, surge una red de limitacio­ XVIII. Las designaciones corrían a cargo de los
nes que en la práctica tendían a encauzar la la­ mismos gobernadores, sin retribución fijada
bor de los gobernadores, que controlaban y por la real hacienda. Algunos de ellos interve­
reducían su poder efectivo. nían sólo en determinados asuntos. Fue por
Dentro de este esquema, las atribuciones real cédula del 28 de septiembre de 1716 que
de los gobernadores no eran uniformes. Apa­ facultó al gobernador Bruno Mauricio de Za­
recían enumeradas en sus respectivos títulos, vala para designar un asesor que atendiera “los
pero el uso y la costumbre del lugar podían pleitos y materias de justicia”. Sin embargo, la
ampliar o restringir esas facultades e incluso práctica observada en otros distritos y la cos­
agregar otras no previstas en aquéllos. Aten­ tumbre local fueron dando al oficio de asesor
dían en general todas las materias que ordina­ una mayor amplitud hasta abarcar los nego­
riamente constituían la gobernación espiritual cios de gobierno y guerra. En 1738, se consoli­
—el orden eclesiástico y el ejercicio del Real Pa­ dó este diseño burocrático con la creación en
tronato, la evangelización de los indígenas y el el Río de la Plata de un teniente general letra­
cuidado del culto- y la gobernación temporal do, auditor de la gente de guerra y la designa­
—el orden de la vida social, la seguridad y el ción real de su titular por cinco años, que re­
abasto de las ciudades, la promoción de la in­ cayó en el licenciado Florencio Antonio Mo­
dustria y el comercio, etcétera-. Para ello po­ reyras. La actuación de este letrado se prolon­
dían dictar autos de gobierno que se publica­ gó hasta 1761, cuando lo reemplazó Iuan Ma­
ban por medio de bandos. nuel de Labardén.
Un modesto aparato administrativo aten­ El gobernador resolvía los negocios ante el
día el despacho de los negocios gubernativos. escribano, quien extendía y refrendaba los des­
La situación sólo se modificó con la creación pachos y se encargaba de la custodia de los ex­
del Virreinato y la implantación de las Inten­ pedientes. Era un oficio comprado que produ­
dencias. Dentro de esta organización, estaba cía al titular los beneficios provenientes de los
en primer lugar el teniente general de la go­ derechos y aranceles que cobraba a los parti­
bernación, quien recibía el nombramiento y culares interesados. A medida que fueron cre­
facultades del titular. Cuando era letrado sus­ ciendo las tareas burocráticas, se sumaron a
tituía al gobernador en su función judicial y los escribanos de gobierno otras escribanías
también actuaba como asesor en los negocios que atendían cuestiones de guerra y hacienda
gubernativos. Reemplazaba interinamente al y también una para los asuntos de Cámara.
gobernador cuando éste se ausentaba o había Desde 1588 aparece en Buenos Aires el escri­
fallecido. Los tenientes generales rioplatenses bano de gobierno.
residían habitualmente en Buenos Aires. En El gobernador estaba obligado a despachar
cambio, los del Tucumán solían instalarse en ante el escribano pero como éste no siempre
la ciudad de Córdoba, en tanto el gobernador era persona de su confianza, se admitía que
tenía su asiento en Santiago del Estero o Salta. despachase con su secretario los negocios se­
La asesoría de los gobernadores en el Río cretos. Al registrarse una tendencia paulatina a
de la Plata y en el Tucumán no estuvo a cargo ampliar la participación de los secretarios en
de funcionarios permanentes hasta el siglo detrimento de los escribanos, éstos se vieron 231
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

desplazados y perjudicados en sus intereses. cuyano- estaban al frente de comarcas de me­


En la transformación administrativa del siglo nor extensión o importancia que formaban
XVIII, la figura del secretario cobró prestigio y parte de un Virreinato o de una provincia ma­
se convirtió en una pieza importante de la bu­ yor, y por lo tanto estaban sometidos a su titu­
rocracia, como cabeza de una oficina. De una lar. Dependiente del reino de Chile, Cuyo es­
designación que al comienzo realizaba la auto­ tuvo a cargo de corregidores designados casi
ridad local y era transitoria, se pasó a una si­ siempre por los gobernadores chilenos desde
tuación de estabilidad adquirida con el nom­ 1574 hasta 1776, cuando se incorporó al vi­
bramiento regio. rreinato rioplatense.
En la época de los gobernadores rioplaten­ La extensión de las provincias y la dificul­
ses, los secretarios permanecían en el cargo tad de las comunicaciones hizo necesaria la
mientras duraba el mandatario que los había presencia de autoridades reales en diversos lu­
designado. Dirigían varios empleados que no gares de las mismas. Así los tenientes consti­
tenían sueldo del erario y estaban a cargo del tuían una jerarquía administrativa inferior y
gobernador. Con el Virreinato se creó una se­ ejercían funciones en apoyo de los gobernado­
cretaría de Cámara y del Virreinato, integrada res y corregidores con las atribuciones que los
por un secretario y tres oficiales con sueldo fi­ titulares asignaban. Dentro de este tipo de
jo a cargo de la real hacienda. La nueva ofici­ funcionarios, se destacaban los tenientes de go­
na adquirió carácter con la existencia de un bernador-de corregidor, en su caso-, que esta­
archivo, precario en los primeros tiempos —los ban al frente de las ciudades subalternas de las
papeles más antiguos datan de 1639- y ya con­ provincias. Sus funciones solían abarcar las
solidado desde mediados del siglo XVIII, materias de gobierno, justicia y guerra, y en tal
cuando aparecieron nuevas preocupaciones y caso unían a su título principal los de capita­
también el personal idóneo para asegurar su nes de guerra y justicia mayores. Presidían el
clasificación y conservación. cabildo de la ciudad y estaban subordinados
directamente a quien los había designado.
CORREGIDORES, IENIENTES, CACIQUES A fin de hacer más efectivo el gobierno di­
recto de los aborígenes, la Corona mantuvo la
La estructura gubernativa se completaba institución prehispánica del cacicazgo. Era un
con otros funcionarios. Así la región de Cuyo vínculo ancestral que se transmitía por vía de
durante esta época fue gobernada por corregi­ sangre. Para la política hispana se componía
dores. Era una institución castellana que se de dos elementos: la dignidad cacical heredita­
trasladó a las Indias en la primera mitad del si­ ria y la titularidad del gobierno. Este desdobla­
/ glo XVI. Como en el caso de los gobernadores, miento permitía que en caso de incapacidad
en una primera época hubo corregidores de­ para desempeñar esta última función, el titu­
signados en las capitulaciones para dirigir lar pudiese ser reemplazado por otro cacique
conquistas de menor entidad, pero finalmente interino o coadjutor. La acción del cacique es­
sólo quedaron los asignados a distritos ya or­ tuvo mediatizada por el corregidor español y
ganizados, fuesen poblados de indios o de es­ el cura. La realidad cotidiana muestra tanto
232 pañoles. Estos últimos —como era en el caso los abusos y agravios que recibía de aquéllos
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

como los que a su vez infligía a sus subordina­ gislativa" como rasgo de la colonización espa­
dos. La institución se mantuvo durante la do­ ñola en América y marcó una orientación en
minación española, aun cuando en los últimos oposición precisamente hacia la creencia en un
tiempos, los aires reformistas se mostraran régimen de tipo estatal moderno que domina­
contrarios al reconocimiento de la dignidad ba la mentalidad de los historiadores. Pero es­
cacical. ta senda abierta por el maestro español no fue
entonces profundizada.
EL REPARTO DE PODERES.’ CENTROS En el nuevo enfoque cabría atender a los
Y PERIFFRIAS variados mecanismos de poder, desde el que
proviene de las relaciones clientelares y corpo­
En el estudio de la organización política rativas hasta el engendrado por la propia bu­
indiana, los historiadores han utilizado gene­ rocracia, todo ello entramado en sutiles arti­
ralmente el paradigma estatal contemporáneo culaciones variables conforme a las coyuntu­
como único referente de ordenación. Esto ha ras. Esto lleva a prestar atención más a una or­
llevado a construir la difundida imagen de denación horizontal que vertical en la concep­
una Monarquía que ejercía un poder político ción del poder y reconocer la existencia de
dominante y exclusivo sobre todos sus territo­ ámbitos de acción reservados a cada esfera de
rios a través de las órdenes expedidas desde poder. Así, por ejemplo, observa Zorraquín
sus órganos de gobierno peninsulares, o al Becú que la dependencia del gobernador res­
menos, por medio de facultades expresamente pecto del virrey y la audiencia —que eran sus
delegadas en determinados funcionarios resi­ controles- nunca fue precisada y se ponía en
dentes en América. evidencia sólo cuando sus resoluciones guber­
Los nuevos enfoques historiográficos, en nativas eran apeladas ante la audiencia del dis­
cambio, sin desconocer la existencia de una trito o cuando el virrey dictaba disposiciones
fuerte tendencia hacia la centralización y uni­ de interés general. Pero el gobernador dispo­
formidad desenvuelta paulatinamente, procu­ nía de un ámbito de poder propio, que no po­
ran superar aquella visión un tanto simple, ob­ día ser invadido por dichas autoridades sin
servando esa entidad política como un orden mediar causas graves.
complejo en equilibrio, con poderes repartidos Muestra representativa de lo señalado es el
entre centros de autoridad reconocidos y sus ejercicio del denominado “gobierno superior”
respectivas periferias, donde el monarca ocu­ por parte del virrey del Perú. Su distrito com­
paba una posición preeminente y no domi­ prendía las presidencias de Panamá y Chile y
nante. Esta nueva mirada parece compaginar­ los territorios incluidos dentro de la jurisdic­
se mejor con el análisis de una realidad donde ción de las audiencias de Charcas y Quito. Es
la vastedad, variedad y especialidad de sus ele­ decir, cinco audiencias -incluida la de Lima,
mentos sumados a la distancia que separaba a que presidía- y hasta diez gobernaciones. Ese
los territorios de la Corte real hacía imposible gobierno superior -dice Zorraquín Becú- era
la práctica de un gobierno directo desde la Pe­ de especial naturaleza. No existía una depen­
nínsula. Ya hace muchos años, Rafael Altamira dencia orgánica respecto del virrey y se ejercía
destacó la “autonomía y descentralización le­ esporádicamente cuando las circunstancias lo 233
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

aconsejaban, sin inmiscuirse en las funciones


ordinarias del gobierno local. Las provincias
l

gozaban así de cierta autonomía y sus titulares


!

se comunicaban directamente con el rey.


En cuanto a la relación mantenida entre Í

las autoridades locales del Río de la Plata y los


1

organismos peninsulares, se puede observar,

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siguiendo las consultas del Consejo de Indias,


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de la Cámara y de la Junta de Guerra en el si­ su-m.

glo XVII, que las cuestiones allí tratadas gira­ , k _,_..r


ban en torno de estos temas: nombramientos
de oficios reales y eclesiásticos; concesión de
mercedes y gracias; tratamiento y evangeliza­
ción de indios; licencias para viajes; control
del comercio y de los extranjeros; defensa y
fortificación del territorio. Se destaca también
una superior injerencia en asuntos de justicia,
cuando había denuncias graves sobre violen­
cia, abusos o excesos de magistrados y gober­
nadores. Es decir, se está en presencia de un Buenos Aires en i734. Grabado de F. da Silva.

poder acotado a determinadas materias que


dan contenido y ejercicio práctico a ese poder propio las relaciones entre centros y periferias.
selectivo y eminente del monarca. En esta nueva mirada, es patente la relevancia
de la ciudad y la comarca aledaña, que se des­
LA CIUDAD COMO ÁMBITO DE PODER taca por una vigorosa autonomia que le per­
pounco mite disfrutar de poderes jurisdiccionales y
normativos propicis, indisponibles para cual­
La ciudad, núcleo de la colonización espa­ quier autoridad superior. Ello no impide la in­
ñola, es considerada como célula primaria en tegracion de la ciudad en estructuras politicas
la formación social. Es centro de vida admi­ más ¿implias —provincias, reincvs, Nlcmarquia­
nistrativa, económica y religiosa y ámbito en y el reconocimiento de JUÍOFÍÓJÓGS que actua­
donde se implantan los elementos culturales ban en niveles superiores para asegurar esa in­
del Viejo Mundo en conjunción con los influ­ tegracion y también el ejercicio efectivo de los
jos autóctonos. El paradigma del Estado con­ poderes locales.
temporáneo ha creado la imagen de la ciudad, La ciudad como ensamble scicial autosufi­
sometida enteramente a un poder exterior, ciente, que alcanza a convertirse en una
fuerte y centralizado, desde donde se imparten “comunidad perfecta”, es una noción cultural
las normas. Se impone matizar, y en buena europea con antiguas raíces y amplio desen­
parte rectificar, dicha imagen y atender a una volvimiento en la época del Renacimiento. El
234 organización del espacio donde cobran valor principio reside en la familia cuyo modelo se
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

proyecta en la organización urbana. Leemos no. Este germen encontró tierra abonada para
en Castillo de Bovadilla (1596): “La casa es su desarrollo en el contexto mismo de la con­
una pequeña ciudad y la ciudad es una casa quista, como esforzada empresa política y mi­
grande”. El agrupamiento urbano realiza una sional y como medio de obtener enormes ri­
primera unión entre los intereses privados y quezas materiales. La formalidad de las nuevas
dispersos de las familias, que busca una com­ fundaciones, el reconocimiento hacia sus pri­
prensión del bien común y del interés general. meros pobladores, la obtención de libertades y
Para denominar su perfil político, se usa la voz franquicias, los servicios que se prestan al rey,
república. inflaman el ánimo de quienes poblaban estos
Durante los siglos XVI y XVII, se desarro­ núcleos urbanos. Algunos de éstos pueden os­
lla en España -con notorio influjo itálico y de tentar títulos y gracias especiales.
la filosofía medieval- una intensa literatura Es indudable que la tardía colonización
sobre las ciudades —principalmente peninsula­ del actual territorio argentino y la falta de
res, pero también americanas- donde los au­ atractivos que excitaran la codicia o el ardor
tores tratan de cumplir con las pautas que misional -falta de metales preciosos, de anti­
conforman la ciudad ideal: el buen emplaza­ guas culturas aborígenes y de indios para re­
miento material; el conveniente clima y entor­ partir- provocaron que el proceso fundacio­
no natural; las gentes ilustres e instituciones, nal se desarrollara más lentamente y con esca­
las obras de caridad y difusión de la fe; y la fi­ sos estímulos. A fines del siglo XVI existían 15
delidad guardada al rey. Lugar destacado en ciudades, un siglo después eran sólo 13, aun­
esta historia ocupan sus antiguos privilegios y que sus situaciones locales estaban consolida­
otras prerrogativas que anudan la relación das. La fundación de Orán en 1794 hizo crecer
contractual con los reyes. Cualquiera sea el el número al transcurrir una nueva centuria.
móvil último de esta abundante literatura, lo El marco urbano de la época que interesa
cierto es que al ir en busca de los remotos orí­ mostrar debe completarse con otras ciudades
genes, se pone de relieve una organización po­ de las gobernaciones del Paraguay, Tucumán y
lítico-jurídica del espacio anterior a cualquier Río de la Plata, así como de la Capitanía gene­
jurisdicción real y que se confunde en los co­ ral de Chile y del Virreinato del Perú que man­
mienzos, con mitos y leyendas. tenían estrecha vinculación con aquellas ubi­
Esta imagen de la ciudad es la que tienen cadas en este territorio, pues todas reconocían
los conquistadores que llegan a América. Un una común pertenencia política.
punto de referencia inicial puede encontrarse La fundación de ciudades en América se
en el propósito de bautizar las nuevas ciuda­ hacía en nombre del rey por parte de capitu­
des con antiguos nombres urbanos europeos. lantes, conquistadores y capitanes. La ceremo­
Sin embargo, la grandeza y la majestad predi­ nia reviste cierta solemnidad, con presencia de
cadas para aquellas ciudades relevantes del un escribano, que la deja registrado en acta. El
Viejo Mundo, con sus míticos orígenes y sus fundador toma posesión formal del lugar ele­
antiguos fueros y privilegios, sólo constituyen gido, le da nombre a la ciudad y establece sus
un germen cultural en las primitivas poblacio­ términos, planta un madero que sirve de rollo
nes que se fueron erigiendo en suelo america­ y picota, como símbolo de jurisdicción, traza 235
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

La ciudad de Córdoba en 1713, según dibujo a pluma de lose’ Cipriano de Herrera y Loizaga.

la planta urbana, distribuye solares y tierras blo, y tiene la potestad suya, como su cabeza".
entre los vecinos y también reparte indios Tan tajante afirmación estaba ubicada dentro
cuando los hay. En algtmos casos, el fundador de un párrafo en el que si bien se reconocía que
otorgaba franquezas, libertades y privilegios a se trataba de una parte de la potestad que no
los pobladores y sus descendientes y también había sido transferida al príncipe, quedaba en
prescribía ciertas obligaciones para ellos. Este claro que en el ejercicio de la misma había una
conjunto normativo inicial integrará, según se cierta subordinación al rey y a sus tribunales.
verá, el derecho propio de cada ciudad. Aunque la institución provenía de Casti­
lla, tuvo en las Indias su carácter y desarrollo
EL CABILDO.’ IMAGEN Y PODER propios. Todo núcleo fundacional que alcan­
zaba el rango de ciudad tenía su cabildo. Así
Desde el momento mismo de la fundación, hubo en nuestro territorio un número de ca­
el gobierno de la ciudad quedaba encomenda­ bildos similar al de las ciudades existentes.
do al cabildo, justicia y regimiento. Con esta También lo tuvieron siete poblaciones que re­
denominación completa que se utilizaba con cibieron durante la segunda mitad del siglo
frecuencia en los documentos de la época se XVIII y comienzos del XIX el rango menor de
enfatizaban las dos funciones esenciales que villas. Nos encontramos así ante un número
tenía a su cargo: hacer justicia y regir la ciudad. de cabildos que tiene su particular trayectoria
Según decía Hevia Bolaños en la Curia Filipica histórica, en la mayoría de los casos poco o
236 (1603), el cabildo “es y representa todo el Pue­ mal conocida.
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

El mismo régimen capitular aparece en los gobierno “por menor” de la ciudad, entendido
intentos de congregar a los indios en reduccio­ en un sentido amplio, y sólo la ejecución de lo
nes o pueblos. Los cabildos, junto con el caci­ que se disponía estaba a cargo de los goberna­
que, constituían la estructura política de estos dores o corregidores, como cabezas de la cor­
pueblos de naturales. En las gobernaciones del poración. Para ello se invocaba —dos veces
Tucumán y del Río de la Plata estos proyectos dentro de un corto párrafo- conjuntamente a
pobladores escasamente prosperaron y los ca­ las leyes reales y al derecho común. Las prime­
bildos indígenas corrieron igual suerte. Tuvie­ ras eran poco explícitas en estas cuestiones,
ron mayor importancia los que funcionaron mientras la literatura del derecho común abría
en las misiones jesuíticas. De los restantes, se anchas vías para reforzar esta potestad de los
destaca el cabildo indígena de Itatí, cuyos cuerpos capitulares.
acuerdos de fines del siglo XVIII y principios Una aproximación a la práctica gubernati­
del XIX permiten conocer su funcionamiento. va permite observar las siguientes atribucio­
Disponemos de un texto útil para conocer, nes concretas —a veces compartidas con la au­
por boca de sus protagonistas, las atribuciones toridad real o convertidas en centro de contro­
de estos órganos. Se trata de una manifesta­ versias-: el reparto y venta de tierras; la regu­
ción asentada en una acta del cabildo bonae­ lación de carácter edilicio; la fijación de pre­
rense en 1674: “a los cabildos y magistrados de cios de las mercaderías de consumo corriente
todas la villas, ciudades y lugares de su majes­ y de los aranceles de servicios; la organización
tad les está concedido por sus reales leyes y de­ de fiestas cívicas y religiosas; la regulación del
recho común el conocimiento y dominio de la abasto de la ciudad; el control del régimen de
ciudad en gobernarla por menor atendiendo pesas y medidas; el cuidado del orden, seguri­
al reparo de sus frutos, sementeras, sustento dad e higiene urbanas; la distribución y el uso
de ellas y de sus vecinos, su quietud, precio y del agua; la concesión de licencias para las pul­
medida y repartimiento en el mayor útil, que perías; la atención de la enseñanza de las pri­
reconocieran convenir en cualquier tiempo meras letras; la fijación del valor de las espe­
acordando lo que les pareciere conveniente, la cies monetizadas a falta de numerario, etc. Ex­
ejecución de lo cual está cometida en las mis­ tendía su jurisdicción a la zona rural y regula­
mas leyes y derecho a los señores Gobernado­ ba las tareas que en la misma se desarrollaban
res y Corregidores como cabeza de ello sin que en cuanto concernían a los intereses mismos
se les pueda privar del conocimiento de los ca­ de la ciudad. En este sentido, se destaca la ac­
sos que les son concedidos antes si ampliarles tividad del cabildo bonaerense relativa a la ex­
su jurisdicción y favorecérsela en lo determi­ plotación del cuero del ganado silvestre, ya en
nado cuyo orden han seguido y siguen los ca­ la concesión de las licencias para su matanza,
bildos de todo este Reino y provincias”. Lo in­ ya en su comercialización posterior.
teresante del texto es que fue redactado, como Desde otro ángulo, el ejercicio de esa pro­
expresión capitular, durante una de las tantas clamada “potestad de todo el pueblo” llevaba
luchas de poder, y lo decisivo es que fija de al cabildo a ejercer la representación de la ciu­
manera conceptual el criterio dominante en­ dad en solicitudes, recursos o cualquier otra
tonces. Función de los cabildos era atender el gestión ante diferentes niveles de poder: au­ 237
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

Dibujo de la faichada del cabildo de San Luis. Archivo General dc la Nación.

toridades reales y eclesiásticas, cabildos de lo que daba jerarquía material a la sede. En


otras ciudades, virrey, audiencia y ante el rey esa casa se celebraban los acuerdos, uno o dos
mismo, en directa comunicación. días por semana, bajo la presidencia del go­
La imagen del poder capitular se exterio­ bernador o su teniente. Un estricto y cuidado­
rizaba cuando los altos funcionarios de los ra­ so ceremonial rodeaba la celebración de las
mos de gobierno, justicia y hacienda -salvo sesiones, la deliberación y votación de los
virreyes y oidores- que llegaban a la ciudad asuntos. De igual modo la concurrencia del
para tomar posesión de sus cargos, debían cabildo en corporación a los actos públicos,
presentar al cabildo su título, prestar jura­ religiosos y cívicos, estaba rodeada de un
mento y ofrecer fianzas destinadas a asegurar ajustado protocolo preparado para evidenciar
su desempeño. Correspondía al cuerpo capi­ ante la población y otros poderes su jerarquía
tular examinar el título y disponer su cumpli­ política. La preservación de estas reglas proto­
miento. También se encargaba de dar licencia colares originó muchas fricciones y pleitos,
a quienes pretendían ejercer su profesión en algunos de los cuales llegaron ante el mismo
el ámbito urbano, como médicos, maestros y, trono real. Y aunque no siempre salió victo­
cuando no había audiencia, a los mismos rioso en sus demandas, constituyó un medio
abogados. eficaz para preservar su imagen. Esta también
Los cabildos tenían su propio edificio, se refuerza al comprobar que aun en épocas
238 ubicado en lugar principal de la traza urbana, de vida urbana bastante rudimentaria, los ca­
LA MONARQUIA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

bildos poseían una base administrativa, que tros, militares y prelados. Las materias trata­
les permitía mantener un cuidadoso registro das eran de diversa índole, como las relativas a
de los acuerdos y atesorar otros papeles gu­ la defensa de la población contra ataques de
bernativos y judiciales. los aborígenes, las contribuciones para costear
En este sentido, es preciso destacar la pre­ obras públicas como el arreglo edilicio, el
sencia del escribano y del abogado, a través de abastecimiento del agua y el cuidado de la ace­
los cuales se encauzaba la actividad capitular quia, la edificación del templo y la confección
en carriles formales. El escribano aparece tem­ de imágenes del Patrono, etc. El número y fre­
pranamente extendiendo las actas, certifican­ cuencia de estas reuniones no ha sido objeto
do resoluciones y expidiendo testimonios. de un estudio global que permita extraer con­
Atendía los negocios del cabildo en su oficina clusiones, pero se advierte, según épocas y ca­
ubicada en la casa capitular y tal era a veces su bildos, una cierta periodicidad, si nos atene­
dedicación que se le facilita la trastienda para mos a los 22 celebrados en Montevideo entre
vivir, como ocurrió en Buenos Aires en 1610. 1730 y 1797, y a los 10 reunidos en San Luis
Probablemente en algunos casos su conoci­ durante el siglo XVIII. La expresión mayor de
miento práctico sirvió de apoyo en la decisión este tipo de reuniones fue la conocida como
capitular. Se desempeñaba también como se­ cabildo abierto revolucionario, cuyos ejempla­
cretario de los alcaldes en los asuntos de justi­ res bonaerenses entre 1806 y 1810 son los más
cia. El oficio entró en el régimen de ventas, pe­ sobresalientes, sin omitir algunos otros, como
ro alternativamente hubo quienes fueron los celebrados en Montevideo entre 1808 y
nombrados por el cabildo o por el goberna­ 1814. La materia estrictamente política domi­
dor, lo que suscitó controversias al respecto. naba estas reuniones, caracterizadas por una
Desde la primera mitad del siglo XVII, en numerosa concurrencia en medio de una con­
Buenos Aires y Córdoba apareció el cargo moción pública. Como es sabido, en estos ca­
concejil de abogado, para asesorar al cuerpo en bildos se plasmaron las grandes transforma­
determinadas cuestiones y a los alcaldes en ciones que iniciaron el proceso de emancipa­
asuntos de justicia, pero no tuvo regularidad. ción de las provincias rioplatenses.
Sólo a fines del XVIII se hizo estable. La descripción esquemática de las funcio­
Los recursos de los cabildos no eran holga­ nes proporciona una idea sobre el significado
dos. Contaban con el producido de los bienes de la institución. Lo expuesto permite inferir
propios —que administraban- y de los arbitrios, que el cabildo era el depositario de una parte
provenientes de las tasas o contribuciones fija­ sustancial del poder político y como tal asu­
das sobre el comercio o la industria local. Pa­ mía la representación del pueblo, preservaba
ra atender una obra pública de interés general la economía y la vida social en todo su entor­
se establecían contribuciones extraordinarias. no y custodiaba la memoria cívica. Ahora
Cuando a juicio de los capitulares, algún bien, el efectivo desempeño de estas funcio­
asunto importante requería la consulta u opi­ nes y su alta imagen representativa dependie­
nión de todos los vecinos o de una parte de ron, según los tiempos y los lugares, de un
ellos, se convocaba a cabildo abierto, en el cual sinfín de acontecimientos y circunstancias
también participaban, según los casos, minis­ que sólo podrían conocerse siguiendo la hue­ 239
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

lla —a veces tortuosa- de cada uno de los ca­ pese a “cualquiera usos y costumbres que haya
bildos existentes en nuestro territorio duran­ en contrario”, desconociendo así antiguas pre­
te esas centurias. A través del tiempo, se mo­ rrogativas. Para entonces, ya se les había quita­
dificaron la composición social, el sistema de do a los ayuntamientos la administración de
acceso a los oficios, el vigor político frente a los recursos y hasta se discutía la jurisdicción
las autoridades reales y aun el interés mismo sobre sus bienes propios, todo ello en aras de
de los vecinos por participar en las activida­ la reforma hacendística de la Corona. Tam­
des capitulares. En este sentido, debieron in­ bién la intromisión llegó a la misma elección
fluir ciertos lapsos de declinación en la mis­ de los capitulares. La confirmación de estas
ma vida urbana y también los distintos meca­ elecciones, concebida como un medio de con­
nismos de poder que se fueron dando en la trolar la legitimidad del acto, pasó a veces a
sociedad y en la burocracia. El interés por los convertirse en una decisión dependiente del
cargos capitulares pudo decaer así en los gru­ arbitrio del gobernante.
pos superiores locales cuando ellos encontra­ Con todo, y aun en estos tiempos difíciles,
ron otros instrumentos más aptos para ejer­ se pueden rescatar testimonios que mantienen
cer ese mismo poder, sobre todo en la ascen­ en alto el reconocimiento sustancial a la irna­
dente burocracia administrativa, judicial y gen del cabildo. Como resultas de un enojoso
militar de la segunda mitad del siglo XVIII. conflicto de ceremonial con el regente de la
Puede hablarse así, como enunciado hipoté­ audiencia, el cabildo bonaerense logró que el
tico general, de pronunciados claroscuros en rey definiera en 1791 el orden y grado de re­
la trayectoria de cada cabildo y de apreciables presentación de los poderes públicos actuan­
diferencias entre unos y otros, sin dejar de tes en la Buenos Aires finisecular. Según tal de­
considerar la existencia de factores que les cisión, el virrey representa la real persona, y
eran comunes. como tal se le deben rendir los respetos y ho­
Sin duda, uno de los campos de mayor menajes por parte de los tribunales, el pueblo
fricción para los cabildos fue el de las relacio­ y los cuerpos particulares y subalternos; la au­
nes con la autoridad real local, dado que el go­ diencia, que ejerce parte de esa soberanía, “es
bernador, el corregidor o el teniente de gober­ la cabeza y centro de todos los tribunales” y
nador -o aun los delegados de éstos- se arro­ por lo tanto es la voz de su regente quien en
gaban a veces facultades que consideraban primer término debe cumplimentar al virrey;
privativas de ellos, y aun intentaban imponer el cabildo que “en estos actos representa al
su autoridad al propio cuerpo capitular. Esta pueblo” y aunque se halla subordinado a la
situación se hizo más notoria y recurrente al audiencia en lo relativo a la administración de
avanzar el siglo XVIII. En 1773, el cabildo de justicia, en los actos de obediencia, fidelidad y
Santiago del Estero se quejaba ante el rey del respeto tiene representación propia e inde­
despotismo de los gobernadores que se apro­ pendiente, ocupando el lugar inmediato a la
piaban de “más jurisdicción que la que se les audiencia. Pese, pues, a los continuos someti­
comunica en sus títulos...” y en 1809, en el cur­ mientos y presiones, el cabildo mantenía un
so de una dura confrontación, el virrey insis­ lugar que le permitía en todo momento rei­
240 tía que el cabildo porteño cumpliese su orden vindicar sus antiguos derechos.
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

La gestión en defensa de los intereses de la su orden, las sesiones del cabildo en ausencia
ciudad y sus términos era preciso a veces ha­ del gobernador o su teniente. Se renovaban
cerla fuera de la sede por medio de procurado­ anualmente. Los regidores, en número variable
res. En primer lugar, se distingue una negocia­ pero que no fue mayor de seis -salvo Buenos
ción de carácter provincial o regional, concre­ Aires que alcanzó los doce en 1715-, compo­
tada con participación de los procuradores en nían el núcleo del cuerpo capitular que parti­
los cabildos provinciales y en los concilios y sí­ cipaba en las deliberaciones. Bajo la denomi­
nodos. De los primeros sólo se conocen las nación de funcionarios especiales pueden
tres reuniones celebradas dentro de la gober­ agruparse aquellos que en razón de su cargo o
nación del Tucumán durante el siglo XVIII título tenían también participación en el ca­
para tratar lo relativo al impuesto de sisa. A su bildo, con nombramiento expedido por el rey
vez, los procuradores de las ciudades estuvie­ o el gobernador, o, más tarde, por adquisición
ron casi siempre presentes en los ocho conci­ del título en remate público. Hasta principios
lios y sínodos celebrados en la región entre los del siglo XVII, los oficiales reales integraban el
siglos XVI y XVIII para tratar asuntos de inte­ cabildo, con preferencia sobre los regidores en
rés mixto, relativos al gobierno espiritual y el asiento, voto y firma. Su participación fue
temporal de españoles y naturales. muy resistida y luego de diversas vicisitudes
Otra era la gestión que se llevaba ante el fue finalmente prohibida en 1621 por disposi­
trono real empleando los servicios de un pro­ ción regia. Dentro de la nómina de aquellos
curador. Algunos de los cabildos lo hicieron, funcionarios especiales, se destacan: el alférez
particularmente el de Buenos Aires, enviando real, el alguacil mayor, el fiel ejecutor, el alcal­
sus propios representantes. Paulatinamente, de provincial de la Santa Hermandad, el depo­
con el fin de dar mejor orden a la tramitación sitario general, el receptor de penas de cáma­
de los asuntos y evitar la presencia en la Corte ra. Con frecuencia fueron los mismos regido­
de un crecido y asaz variado número de procu­ res quienes desempeñaron esos oficios, princi­
radores ocasionales, se restringió la asistencia palmente los de alférez real y fiel ejecutor.
de estos representantes de las ciudades -y de Para ocupar cargos capitulares se requería
otras corporaciones- a la misma Corte y se ser vecino, es decir residir con casa propia y fa­
dispuso que los trámites se encauzaran a través milia en la ciudad, figurar como tal en el regis­
de agentes o procuradores asentados y regis­ tro pertinente y haberse comprometido a
trados en número reducido, estableciéndose “sustentar armas y caballos” para el servicio
para éstos un estatuto profesional. real. Estaban excluidos los religiosos, militares
en servicio activo, ministros reales, hijos de fa­
Los OFICIOS CAPITULARES milia y dependientes. Tampoco podían acce­
der deudores del fisco, parientes del goberna­
Los cabildos se integraban con alcaldes, re­ dor o de los cabildantes.
gidores y otros funcionarios especiales. Los al­ Los primeros nombramientos de cabil­
caldes ordinarios, de primero y segundo voto, dantes eran efectuados por el fundador de la
eran los encargados de administrar justicia en ciudad, y luego, anualmente, el cuerpo se re­
asuntos civiles y criminales, y de presidir, por novaba mediante la elección que los salientes 241
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

hacían de nuevos regidores. Excepcionalmen­ pra del cargo. Según Zorraquín Becú, ello con­
te, hubo elecciones con participación de todos dujo a que languideciera la vida de los ayunta­
los vecinos. Ello ocurrió en Corrientes en mientos y se manifestara un mayor someti­
1669 y en Santiago del Estero entre 1557 y miento a las autoridades reales. El oficio que
1770, donde actuaron cabildos abiertos elec­ se mantuvo con más vigor y actividad fue el de
torales. En algunas ciudades, como Córdoba, los alcaldes, aunque su elección quedó reduci­
se buscó en los comienzos que se equilibrara da a diminutas votaciones. Hubo cabildos con
la composición distribuyendo los cargos entre muy escasa actividad, como el de San Luis en
encomenderos y vecinos que no lo eran. En el siglo XVIII, donde en determinados perío­
algún caso la distribución se hizo entre penin­ dos no hubo regidores y además un evidente
sulares y criollos. La tendencia general fue desinterés de los vecinos. Otros, en cambio,
evitar la reelección de alcaldes y regidores. Los experimentaron cambios importantes dentro
alcaldes no podían ser nuevamente electos del mismo siglo. Por ejemplo, y para seguir
hasta dos años después de haber desempeña­ dentro del corregimiento cuyano, el de Men­
do el oficio y una vez sometido al juicio de re­ doza muestra en la primera mitad una etapa
sidencia, pero también en este caso hubo al­ de decaimiento y sometimiento que llegó has­
gunas excepciones. ta su supresión entre 1732 y 1736, pero a par­
A principios del siglo XVII, se introdujo el tir de 1748, se inició un período de vitalidad y
régimen de venta de los oficios concejiles. Pri­ autonomía que lo convirtió en órgano guber­
mero, fueron los de funcionarios especiales. nativo imprescindible y protector de los inte­
En 1604, se remató en Córdoba el título de al­ reses comerciales de la región. Pese a los inten­
férez real y tres años después, el de deposita­ tos centralizadores de la Corona, al finalizar el
rio general en Buenos Aires. Más tarde, lo siglo, el cabildo poseía un considerable poder,
mismo ocurrió con las plazas de regidor. Los gobernado por una red de familias de la bur­
oficios así adquiridos se convertían en vitali­ guesía local: los Corvalán, los Martínez de Ro­
cios y a veces en perpetuos y transmisibles a zas y los Sotomayor.
otra persona. La difusión de este régimen lle­ En Buenos Aires, desde la segunda mitad
vó a que en la segunda mitad del siglo XVII, del siglo XVIII, se produjo una transforma­
las elecciones capitulares quedaran reducidas ción, con motivo de la concesión real de que
a la de los alcaldes ordinarios, oficio que nun­ pudiese designar seis regidores, que pasaron a
ca fue vendible. ser de elección anual al no haberse comprado
El sistema introducido no tuvo resultados los oficios. De este modo, desde 1754 y hasta
favorables, ni tampoco lo alcanzó el de arren­ 1810, se eligieron cada año esos seis regidores,
damiento anual de los oficios vacantes que se al tiempo que continuaron desempeñando sus
intentó por un breve lapso. La dotación de los cargos otros que los tenían por título perpe­
cabildos no alcanzaba a cubrirse debido a que tuo. La tendencia se extendió, hacia fines de la
los oficios vendibles quedaban vacantes por el centuria, a otros ayuntamientos.
escaso interés en adquirirlos, por la pobreza Sin integrar propiamente el cuerpo, fue el
de los vecinos o porque no se daba cumpli­ procurador general un funcionario importan­
242 miento a los requisitos exigidos para la com­ te que era elegido anualmente por el cabildo y
LA MONARQUÍA. PoDER CENTRAL Y PODERES LOCALES

participaba en los acuerdos con voz pero sin La visita en sí misma no se reducía a infor­
voto. Tenía a su cargo velar por los intereses de mar al superior sobre lo visto y oído, sino que
la ciudad y formular peticiones en este senti­ el visitador solía asumir un papel activo en el
do, ya ante el propio cabildo, ya ante las auto­ ejercicio del gobierno o de la justicia, dictando
ridades regias. A fines del siglo XVIII, recibió normas o resolviendo directamente asuntos
el nombre de síndico procurador general. que le sometían. Entre nosotros el ejemplo
más conocido de una “visita de la tierra” es la
EL CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN.’ del oidor de la audiencia de Charcas, licencia­
VISITAS Y RESIDENCIAS do Francisco de Alfaro, quien cumplió su mi­
sión en las gobernaciones del Tucumán y Pa­
Dos procedimientos principales se pusie­ raguay, dictando ordenanzas que tuvieron
ron en práctica para controlar el desempeño mucha repercusión. Fue la primera visita que
de los ministros del rey: la visita y el juicio de se despachó desde la audiencia de Charcas ca­
residencia. Un tercero era el juicio de cuentas, si medio siglo después de su establecimiento.
al que estaban sometidos todos aquellos que Es un dato elocuente sobre las dificultades que
tomaran parte en la recaudación, administra­ tenían estos tribunales para cumplir con la pe­
ción o inversión de la hacienda real. riodicidad prevista, en razón de las largas dis­
La visita fue una institución de inspec­ tancias, el escaso número de oidores y la mis­
ción vastamente usada en distintas jerarquías ma resistencia de éstos a afrontar largos y aza­
de la administración indiana, tanto en el or­ rosos viajes.
den secular como en el eclesiástico. Servia por El otro medio de control era el juicio de
parte del superior para averiguar los proble­ residencia, dirigido a determinar la conducta
mas que se suscitaban en el territorio someti­ observada por el agente en el desempeño de su
do a su jurisdicción, recoger las quejas que se oficio. Su estructura provenía de Castilla. En
manifestaban contra los funcionarios y ob­ principio, todos los funcionarios indianos,
servar la conducta de éstos. Se hacían visitas desde el virrey hasta el alcalde, estaban obliga­
al Consejo de Indias, a los virreinatos, a las dos a someterse al juicio al finalizar su actua­
audiencias, a las cajas reales. Los oidores, a su ción, pero podía hacérselo en cualquier mo­
vez, debían por turno visitar periódicamente mento. Se prohibía ocupar un nuevo oficio sin
las provincias que abarcaba la audiencia. De haber rendido la residencia del anterior. En los
manera análoga, los obispos visitaban su dió­ oficios vitalicios o perpetuos —por compra—,
cesis. La actividad gubernativa cerraba su cír­ era periódica.
culo con este instrumento. El propio rey en­ El juicio se sustanciaba por un juez especial,
carecía al virrey, en 1568, la conveniencia de que con frecuencia era el sucesor del residen­
visitar su provincia, ya que le permitiría “no ciado. En el Río de la Plata así ocurrió con los
sólo por relación y oídas, mas por vista de gobernadores. En cambio, los Virreyes fueron
ojos", entender la disposición y calidad de la residencíados por jueces especiales. Constaba
tierra y de los sitios y lugares, y proveer mu­ de dos partes: una secreta, en la que se averigua­
chas cosas que, por medio de otras personas, ba de oficio la conducta del residenciado, y otra
no se pueden hacer. pública, durante la cual los particulares podían 243
LA MONARQUIA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

promover demandas y querellas para obtener fortalecer la institución, que restableció la re­
satisfacción de los agravios denunciados. En la sidencia en toda su plenitud para los empleos
parte secreta, se acudió fundamentalmente a las superiores -virreyes, presidentes, gobernado­
declaraciones de testigos. Se buscaba que com­ res e intendentes- y la suprirnió o la dejó fa­
parecieran personas de los diferentes estratos cultativa para otros de menor jerarquía.
de la sociedad, incluidos indígenas, y de todo el El autor que seguimos considera que “la re­
territorio gobernado por el residenciado. sidencia no era una comedia intrascendente si­
En algunas de las residencias de los virre­ no una temida realidad”. Pese a todos sus defec­
yes rioplatenses, el número de testigos superó tos y vicios, era un mecanismo que actuaba pre­
los 200. Luego de sustanciarse la prueba, el ventivamente sobre la conducta de los funciona­
juez dictaba sentencia, con eventual apelación rios y obraba como válvula de escape para los
ante el Consejo de Indias o la audiencia, según vasallos afectados. La frecuencia con que las sen­
se tratase de oficios de provisión real o no. In­ tencias impusieron considerables penas pecu­
tereses, luchas políticas, odios o favoritismos niarias o inhabilitaciones para ejercer empleos
políticos o personales son abundantes ingre­ en el futuro prueba su carácter ejemplificador.
dientes contenidos en estas abultadas piezas
documentales, cuidadosamente guardadas en LAS PERSONAS DENTRO DEL ORDEN POLÍTICO
los archivos.
Esta estructura del juicio de residencia es­ Después de haber atendido a una estruc­
tuvo sometida a variantes y fue objeto de múl­ tura política en sus diversos niveles, cabe ubi­
tiples críticas. Entre las observaciones que se car a las personas como individuos dentro de
formularon caben destacar las que lo atacaban ese contexto. Esta pretensión ofrece grandes
por los crecidos costos que implicaba su tra­ escollos, pues según los criterios de aquella
mitación, por las rencillas que solía provocar y época no se concebía la existencia aislada del
por el efecto pernicioso que tenía sobre la ac­ individuo frente a la sociedad y al mismo Es­
ción emprendedora de algunos gobernantes. tado, como ocurriría en teorías sociales poste­
A mediados del siglo XVIII —según Mari­ riores, ni tampoco era irnaginable una con­
luz Urquijo- el juicio de residencia había per­ cepción política igualitaria que abarcara a to­
dido prestigio. Las dispensas de la residencia, dos los que habitaban una comarca o país.
en su parte secreta, se hicieron corrientes en la Más bien las personas -entiéndase españoles
segunda mitad de la centuria. Entre los prirne­ peninsulares y criollos, mestizos, indios y ne­
ros agraciados estuvo el gobernador rioplaten­ gros libres o esclavos- aparecían agrupadas
se Domingo Ortiz de Rozas. De los Virreyes dentro de los diversos estamentos, gozaban de
hubo algunos dispensados al cesar en su man­ regímenes jurídicos particulares, con algunas
dato -Vértiz y Arredondo—, y a otros se les re­ garantías comunes. Es más, había instancias
chazó la solicitud —marqués de Loreto y Ioa­ intermedias en esa incorporación social del
quín del Pino—. El más excepcional fue el caso individuo. La principal era la familia, en don­
del primer virrey Cevallos, a quien se le exi­ de irnperaba un orden interno que marcaba
mió del juicio secreto antes de asumir el cargo. desigualdades entre sus miembros. Se trataba,
244 En 1799, se hizo una reforma destinada a en suma, de una sociedad jerarquizada.
LA MONARQUÍA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

Con estas salvedades, es posible puntualizar tía de inviolabilidad de la correspondencia. Es


una tradición hispana de protección a la perso­ cuestión de cierto espesor. Estaba de por me­
na y sus bienes, que en América adquirió ciertas dio no sólo la comunicación natural entre
peculiaridades. Su florecimiento se remonta a los particulares sino el mismo servicio real
los siglos XI y XII, quedando asentado en los necesitado de conocer y atender las peticio­
fueros locales de Castilla y, sobre todo, en los nes y denuncias de sus vasallos. Así decía Fe­
Decretos de la Curia de León de 1188 -la cono­ lipe II en real cédula del 14 de septiembre de
cida Carta Magna leonesa- y algo más tarde en 1592, que las cartas “han sido y deben ser in­
el Fuero Iuzgo y en las Partidas. Se trata de pre­ violables a todas las gentes: pues no puede
ceptos concretos casuistas, ajenos a la idea de haber comercio, ni comunicación entre ellos
una declaración general y abstracta, como por otro camino, ni la hay para que Yo sea
acontecerá con posteriores formulaciones euro­ informado del estado de las cosas de esas
peas y norteamericanas de fines del siglo XVIII. partes, ni para que los agraviados que no
El régimen de libertades y garantías que se pueden venir con sus quejas, me den cuenta
observa en América hispana aparece docu­ de ellas...”.
mentado en forma dispersa y referido a cues­ Desde la primera mitad del siglo XVI, se
tiones concretas. No es cerrado y exclusivo y reiteran las disposiciones dirigidas a todas las
parece tener un relativo poder de irradiación provincias indianas motivadas por los exce­
hacia grupos sociales inferiores, sobre todo en sos cometidos y, sobre todo, por los entorpe­
sus puntos esenciales, y así llega hasta el mis­ cimientos que sufrían los escritos enviados al
mo régimen de la esclavatura. Sin embargo, rey. La infracción era siempre considerada
sólo funciona como tal cuando se suscitan delito grave, con fuertes sanciones. Por vía de
conflictos concretos. excepción, se autorizaba la apertura de la co­
Los principales valores que sustentan esta rrespondencia en caso de “manifiesta sospe­
tradición son la vida, el honor y la hacienda. cha de ofensa de Dios nuestro Señor o peli­
Por encima de todo está el honor, que procede gro de la tierra”. Entre esas disposiciones, en­
de Dios y es expresión de la dignidad humana. contramos la que en 1546 ordenaba al gober­
Testimonio de esta triada son los difundidos nador rioplatense que no impidiese a los ofi­
versos de Calderón de la Barca: ciales, vecinos y moradores escribir libre­
mente a la Corona y otra de 1665, referida al
AI rey la hacienda y la vida modo de obrar contra los infractores.
se ha de dar, pero el honor Un bando del gobernador Baltasar García
es patrimonio del alma Ros en 1715, siguiendo estos precedentes, rei­
y el alma es sólo de Dios. teraba la vigencia del principio al disponer
que en el distrito rioplatense ninguna perso­
Algunas muestras del régimen de liberta­ na “sea osada de tomar, abrir, registrar ni de­
des y garantías permiten observar su alcance y tener cartas, pliegos o despachos que viniesen
aplicación en nuestro territorio. para este gobierno ni los que escribiesen en­
Es manifiesta la protección dispensada a tre personas particulares ni impidan ningún
“la libertad de palabra” a través de la garan­ género de recíproca y secreta corresponden­ 245
LA MONARQUÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

cia entre los habitantes de esta Jurisdicción”. y no se incurriera en “prender y sentenciar


Análogas prescripciones contenían los sino­ ningún vasallo sin formar autos ni oírle”.
dos del Tucumán. Junto a estas garantías, se agrupaba un
La “libertad de mudar de suelo" era, para conjunto de privilegios y franquicias que
Solórzano, amplia para los vasallos y otras eran constitutivos de la relación rey-vasallo.
gentes. Aquéllos necesitaban licencia real pa­ Mercedes, beneficios, oficios y franquezas
ra viajar a América, siendo una de las princi­ eran reclamados por conquistadores, prime­
pales restricciones la de que los hombres ca­ ros pobladores y sus descendientes conforme
sados no lo podían hacer dejando a sus mu­ a los méritos y servicios prestados. Exencio­
jeres en la Península. La franquicia también nes tributarias y eximición de ejecuciones y
fue concedida a los indígenas por cédulas en prisiones por deudas civiles eran otras exte­
el siglo XVI, pero luego se limitó para evitar riorizaciones de los beneficios que esperaban
que abandonasen sus pueblos o reducciones. recibir del trono.
Esta libertad tenía su otra cara en el derecho Los extranjeros no podían residir en las
dado al vasallo de conservar su lugar de resi­ Indias, tratar ni contratar, aunque fuese por
dencia. No es lícito expulsar a los hombres interpósita persona, bajo pena de perder las
por humildes que sean de las tierras y pro­ mercaderías y los bienes que tuviesen. No
vincias donde residen, puntualiza Solórzano. obstante, la aplicación de este precepto fue
Y el rey ordenaba en 1551 al gobernador rio­ objeto de dispensas y composiciones que es­
platense que cuando alguien fuese desterra­ timularon la actividad comercial de los ex­
do, se le oyeran los descargos que quísiese tranjeros. La situación de los portugueses re­
dar. sulta particularmente destacable. En Buenos
En este mismo orden, cabe destacar la ga­ Aires y Córdoba residieron muchos portu­
rantía de la inviolabilidad de domicilio. Su ex­ gueses, cuya estadía y trato tuvieron varian­
tensión es mucho mayor que una fórmula ju­ tes a través del tiempo, de acuerdo con las
rídica. Se vincula directamente con aquellos cambiantes relaciones hispano-portuguesas.
valores superiores. En este caso, significaba la Recientes estudios permiten señalar que en
protección de la vida privada de las personas, el período de unión de las Coronas, sin mo­
expresada en la casa particular, donde se de­ dificarse la legislación sobre extranjería que
senvuelve el ámbito familiar. La protección se les era aplicable, los portugueses en Córdoba
extiende a la seguridad de los bienes materia­ disfrutaron de plenos derechos, siendo con­
les que en ella se encuentran. siderados vecinos o moradores, y llegaron a
Los vasallos no podían ser privados de los ocupar oficios públicos, entre ellos los de al­
derechos adquiridos y debían ser oídos y juz­ calde y regidor en el cabildo local, con las
gados conforme a derecho. En 1775, se pre­ honras, privilegios y obligaciones que les co­
sentaba al cabildo bonaerense una disposi­ rrespondía. Los portugueses también actua­
ción real que censuraba el atentado y tropelía ron en las expediciones de descubrimiento y
cometidos por un gobernador y reiteraba el conquista y gozaron de encomiendas y tie­
principio de que la tramitación de los proce­ rras. El Tucumán fue ámbito propicio para
246 sos criminales se hiciera conforme a las leyes su actuación.
LA MONARQUIA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

En lo que respecta a los indígenas, cabe se­ situaciones de servidumbre hasta particulares
ñalar que a raíz de tempranas denuncias sobre formas de esclavitud.
abusos cometidos y los posteriores debates El espíritu protector de aquella legislación no
suscitados entre teólogos y juristas sobre la se extendió a los negros esclavos, provenientes de
conquista misma, la Corona formuló declara­ otro continente. Sin embargo, a través de los ca­
ciones concretas en favor de su libertad y buen sos judiciales, se puede observar la existencia en
tratamiento. Son considerados vasallos e igua­ el Río de la Plata, al menos en época tardía, de un
les a los labradores de Castilla, equiparación cierto propósito tutelar, que difería del trato que
que difícilmente se compagina con una reali­ se les daba en otras regiones americanas.
dad distinta. Se les impuso el trabajo obligato­ Lo apuntado en estas líneas sólo pretende
rio dentro del régimen de encomcndas y se marcar las direcciones más generales de la
dictó una abundante legislación que, en los cuestión, pues la realidad se presentaba rica,
comienzos de la Edad Moderna, se destaca por variada y mutable y la situación jurídica de las
su carácter tutelar. Sin embargo, tales declara­ personas tenía una relativa movilidad y una
ciones y normas sufrieron restricciones y ne­ abundante matización que hace difícil soste­
gaciones en la práctica, desde la admisión de ner nociones excesivamente esquemáticas.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Es abundante la bibliografía que ha abor­ revisada, págs. 643-837. Esta obra supera hol­
dado los temas tratados. Hay autores y obras gadamente su anunciada condición de texto
clásicas que mantienen aún vigencia, ya sea a universitario. En algunos temas, el autor
través de obras de conjunto o de monografías asienta el resultado de sus propias investiga­
fundamentales. En los últimos años la dimen­ ciones no expuestas en otras publicaciones.
sión política ha sido objeto de nuevos enfo­ De GARCIA-GALLO son importantes otros es­
ques, a veces sobre la base de aquella biblio­ tudios reunidos en dos obras misceláneas: Es­
grafía, otras veces al margen de ella. En este ca­ tudios de Historia del Derecho Indiana, Ma­
pítulo se ha tratado de marcar, en la medida drid, 1972 y Los orígenes españoles de las insti­
de lo posible, ese estado de la cuestión. tuciones americanas. Estudios de Derecho In­
diano, Madrid, 1987.
[MARCO GENERAL También: MARIO GONGORA, EI Estado en el
Derecho Indiana. Epoca de fundación. 1492­
Como obras generales son de lectura re­ 1570, Santiago de Chile, 1951; IOSE A. MARA­
comendada: SILVIO A. ZAVALA, Las institucio­ vALL, Estado moderno y mentalidad social. Si­
nes jurídicas en la conquista de América, Ma­ glos XV a XVII, dos tomos, Madrid, 1972;
drid, 1935. La segunda edición (México, HORsT PIETscHMANN, Staat und Staatliche Et­
1971) está revisada y aumentada; ALFONSO wicklung am beginn der Spanischen Kolonisa­
GARCIA-GALLO, Manual de Historia del Dere­ tion Amerikas, Münster Westfalen, 1980. Ver­
cho Español, tomo I, Madrid, 1964, 2° edición sión castellana con el título EI Estado y su evo­ 247
LA MONARQLJÍA Y LA ORGANIZACIÓN LOCAL

lución al principio de la colonización española dos del mismo autor, I, 55-161). Se trata de un
en América, México, 1989; RICARDO ZORRA­ examen esclarecedor de la cuestión.
QUIN BECU, Estudios de Historia del Derecho, Sobre los títulos para la dominación polí­
tomos I y II, Buenos Aires, 1988-1990; JOSE M. tica hay una antigua y abundante bibliografía.
MARILUZ URQUUO, El agente de Ia administra­ Se remite a la síntesis de VICTOR TAU ANzOATE­

ción pública en Indias, Buenos Aires, 1998. GUI, “Los derechos de España a la conquista de
Recientes estudios han apuntado contra el América. Conciencia autocrítica y defensa
uso indiscriminado de la voz “Estado”. Centro pragmática”, en ERNESTO I. A. MAEDER y SONIA
de esas críticas ha sido la obra de Maravall, ya STENGEL (coord.) América y España. El encuen­
citada. De esas críticas menciono el estudio de tro de dos mundos, Buenos Aires, 1988, págs.
JESUS LALINDE ABADIA, “España y la Monarquía 29-41, con elenco bibliográfico selectivo.
Universal (En torno al concepto de ‘Estado Para la historia del Consejo de Indias, sigue
moderno’)”, Quaderni Fiorentini per la Storia siendo obra básica la antigua investigación de
del Pensiero Giuridico Moderno, N° 15, Milán, E. SCI-IAFER, El Consejo Real y Supremo de las In­
1986, págs.109-l66. Un tratamiento recomen­ dias. Su historia, organización y labor adminis­
dable en nivel teórico véase en MAURIZIO PIO­ trativa hasta la terminación de la Casa de Aus­
RAVANTI, “Stato (Storia)”, Enciclopedia del Di­ tria, Sevilla, 1935, dos volúmenes. Para el siglo
ritto, tomo XLIII (Giuffre Editore, 1990), págs. XVIII, es necesario acudir a GILDAS BERNARD, Le
708-758. Es atractiva la tesis de BERNARDINO Secrétariat d ’Btat et le Conseil espagnol des Indes
BRAVO LIRA sobre las distintas formas de ex­ 1700-1808, Geneve-Paris, 1972, aunque no de­
pansión europea y el surgimiento del orden dica mucha atención al funcionamiento del
estatal en “l-Iispaniarum et Indiarum Rex. Consejo. Es sugerente el aporte de ALFONSO
Monarquía múltiple y articulación estatal de GARCIA-GALLO en “El Consejo y los Secretarios
Hispanoamérica y Filipinas, Contrastes entre en el gobierno de Indias en los siglos XVI y
formas estatales de expansión europea y las XVII”, Revista Chilena de Historia del Derecho,
formas imperiales y coloniales”, XI Congreso N° ll, Santiago, 1985, págs. 329-353. Para las
del Instituto Internacional de Historia del Dere­ relaciones entre los Secretarios de Estado y el
cho Indiana, Actas y Estudios, tomo II, Buenos Consejo en el siglo XVIII, remitimos al estudio
Aires, 1997, págs. 407-460. de ANA M. BARRERO GARCIA, “La vía ordinaria y
En cuanto a la condición político-jurídica la vía reservada en la Administración arnerica­
de las Indias, el libro de RICARDO LEVENE, Las na en el siglo XVIII”, Estructuras, Gobierno y
Indias no eran colonias, Buenos Aires, 1951, tu­ Agentes de la Administración en la América espa­
vo en su época gran difusión y su título sirvió ñola. S. XVI, XVII y XVIII, Valladolid, 1984,
de eje para la controversia, casi siempre muy págs. 233-250. Un estudio general, no específi­
superficial. Su contenido está hoy ampliamen­ camente indiano, sobre los secretarios, es el de
te superado por otros estudios, principalmen­ JOSE ANTONIO ESCUDERO, Los Secretarios de Es­
te el de RICARDO ZORAQUIN BECÚ, “La condi­ tado y del Despacho UniversaL Madrid, 1964,
ción política de las Indias”, Revista de Historia cuatro volúmenes.
del Derecho (RHD), N° 2, Buenos Aires, 1974, Para la historia de la administración india­
248 págs. 285-380 (reeditado en los Estudios cita­ na es fundamental el libro ya citado de MARI­
LA MONARQUIA. PODER CENTRAL Y PODERES LOCALES

LUZ URQUIIO. Los antecedentes castellanos Con relación a la organización de nuestro


conviene verlos en IOSE GARCIA MARIN, La bu­ actual territorio, está vigente el excelente libro
rocracia castellana bajo los Austrias, Sevilla, de RICARDO ZORRAQUIN BECÚ, La organización
1976. También ofrece interés el ensayo de BER­ política argentina en el período hispánica, Bue­
NARDINO BRAVO LIRA, “Oficio y oficina, dos nos Aires, 1959, reeditado sin modificaciones.
etapas en la historia del Estado Indiano”, ídem, En este capítulo se ha seguido lo relativo a ju­
Derecho común y derecho propio en el Nuevo risdicciones, autoridades, cabildos y oficios
Mundo, Santiago, 1989, págs. 219-244. capitulares. En posteriores monografías Zo­
La mención de los cuatro autores siguientes rraquín Becú profundizó algunos puntos. Por
que se hace en el texto del presente capítulo co­ su interés para este capítulo cabe mencionar:
rresponde a los siguientes trabajos: GUILLERMO “El oficio de gobernador en el Derecho india­
IOI-IMANN VILLENA, “Notas sobre la estela de la no”, Estudios, cit., I, 267-390; “La creación de la
influencia lascasiana en el Perú”, Anuario de gobernación de Tucumán”, RHD, N° 12, 1984,
Historia del Derecho español, XLI, Madrid, 1971, págs. 355-378.
págs. 373-423; CARMELO LISON ToLoSANA, La Con relación a las jurisdicciones, el libro
imagen del rey. Monarquía, realeza y poder ritual de OSCAR R. NOCETTI y LUCIO B. MIR, La dispu­
en la Casa de los Austrias, Madrid, 1991; NESTOR ta por la tierra. Tucumán, Río de la Plata y Chi­
MEZA VILLALOBOS, La conciencia política chilena le (1531-1822), Buenos Aires, 1997, constituye
durante la Monarquía. Santiago de Chile, 1958 y un minucioso y documentado estudio sobre la
DAISY RIPoDAs ARDANAz, “Los indios y la figura pertenencia de la Patagonia.
jurídica del Rey durante el Quinientos”, justicia, Sobre aspectos de nuestra administración
Sociedad y Economía en la América Española, Va­ virreinal, son recomendables los estudios de
lladolid, 1983, págs. 275-322. MARILUZ URQUUO, Orígenes de la burocracia
rioplatense. La secretaría del Virreinato, Bue­
EL GOBIERNO PROVINCIAL Y LOCAL nos Aires, 1974, y “El asesor letrado del Virrei­
nato del Río de la Plata”, RHD, N° 3, 1975,
Para una visión panorámica de la organi­ págs. 165-228.
zación territorial de las Indias es recomenda­ Con respecto a la organización política de
ble el estudio de ALFONSO GARCIA-GALLO, “La los aborígenes, véase CARLOS I. DIAz REMENTE­
evolución de la organización territorial de las RIA, El cacique en el Virreinato del Perú. Estudio
Indias de 1492 a 1824”, ídem, Los orígenes, cit., histórico-jurídico, Sevilla, 1977, y del mismo
págs. 311-333. autor, “Fundación de pueblos de indios en la
Sobre la autonomía política de las provin­ gobernación de Tucumán (siglos XVII­
cias indianas —un tema necesitado de estudios XVIII)”, RDH, N° 8, 1980, págs. 81-82.
monográficos- cabe recordar, como precur­ El tema de las visitas ha sido especialmen­
sor, el extenso trabajo de RAFAEL ALTAMIRA, te estudiado en el orden general indiano y con
“Autonomía y descentralización legislativa en cierta inclinación hacia México por ISMAEL
el régimen colonial español. Siglos XVI a SANCHEZ BELLA. Sus trabajos están reunidos en
XVIII”, Boletim da Faculdade de Direito, vols. Derecho Indiana. Estudios, I, Las visitas genera­
XX y XXI, Coimbra, 1944-1945. les en la América Española (siglos XVI-XVII), 249
LA MONARQLJÍA Y LA ORGANIZACION LOCAL

Pamplona, 1991. Para nuestras regiones son EDUARDO MARTIRÉ, “Los derechos personales
ilustrativas dos monografias que abordan as­ en Indias”, Revista del Instituto de Historia del
pectos parciales: EDUARDO MARTIRE, “Una ins­ Derecho Ricardo Levene, N° 26, Buenos Aires,
titución de visita en la intendencia de Potosí 1980-1981, págs. 79-92. Tiene valor referen­
mas)”, RHD, N° 4, 1976, págs. 427-449, con cial la síntesis que hace GARCIA-GALLO en
bibliografía; y GASTON GABRIEL DOUCET, “Gé­ Manual, cit., págs. 729-737. De modo parti­
nesis de una ‘visita de la tierra’. Los orígenes de cular interesa lo que dedica a la libertad, ca­
la visita de las gobernaciones de Tucumán y pacidad y condición jurídica de los indios
Paraguay por el licenciado don Francisco de (págs. 713-716).
Alfaro”, RHD, N° 14, 1986, págs. 123-220. Pa­ En cuanto al régimen de la esclavitud en el
ra el tema de las residencias en general, con re­ Río de la Plata, remitimos al documentado
ferencias particulares al Río de la Plata, sigue trabajo de ABELARDO LEVAGGI, “La condición
vigente la clásica obra de MARILUz URQUUO, jurídica del esclavo en la época hispánica”,
Ensayo sobre los juicios de residencia indianos, RHD, N° 1, 1973, págs. 83-175.
Sevilla, 1952. Sobre los extranjeros, puede encontrarse
Lo relativo a libertades y garantías es te­ primera orientación bibliográfica en VÍCTOR
ma aún poco atendido por los historiadores. TAU ANZOATEGUI, “Una defensa de los ex­
El más sugestivo de los estudios por el plan­ tranjeros en el Buenos Aires de 1743”, VI
teamiento y marco general es el de BERNARDI­ Congreso Internacional de Historia de Améri­
NO BRAVO LIRA, “Derechos políticos y civiles ca. Academia Nacional de la Historia, Bue­
en España, Portugal y América latina. Apun­ nos Aires, 1982, tomo IV, págs. 275-283. Pa­
tes para una historia por hacer”, Revista de ra los portugueses en Córdoba, véase EDUAR­
Derecho Público, N° 39-40, Santiago de Chile, DO GREGORIO GoULD, “La condición del ex­
1986, págs. 73- l 12. La monografía más com­ tranjero en América: los portugueses en
pleta es la de MARIA ANGELICA FIGUEROA Córdoba del Tucumán entre 1573 y 1640” y
QUINTEROS, “Apuntes sobre el origen de las “Los extranjeros y su integración a la vida de
garantías a los derechos humanos en la legis­ una ciudad indiana: los portugueses en Cór­
lación hispano-chilena”, Estudios de Historia doba del Tucumán. 1573-1640”, ambos en
de las Instituciones Políticas y Sociales, N° 2, RHD, N° 19, 1991, págs. 245-279, y N° 24,
Santiago, 1967, págs. 33-101. Véase también 1996, págs. 63-112.

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