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‘Titulo original: The New Art of Personal Reportage ‘THE LITERARY JOURNALISTS Traduceién: Nicoliés Suesctin JOHN McPHEE - JOAN DIDION ‘TOM WOLFE - RICHARD RHODES - MARK KRAMER JANE KRAMER - TRACY KIDDER - SARA DAVIDSON RICHARD WEST - MARK SINGER - BARRY NEWMAN, RON ROSENBAUM - BILL BARICH Los periodistas literarios o el arte del reportaje personal SELECCION Y PROLOGO DE NORMAN SIMS nen espafiol: El Ancora Ealtores Bogota, 1996 ISBN 958-36-0022-9 Portada: disefio de Camila Cesarino Costa © 1984 by Norman Sims, All rights reserved. © Para esta edicién: 1996, El Ancora Editores ‘Apartado 085832 Fax (57-1) 283-92-35/283.90-40 Bogoté, Colombia Composicién y fotomecinica: Servigraphic Ltda. Separacién de color: Elograph Impreso en los talleres de Formas ¢ Impresos Panamericana Impreso en Colombia Printed in Colombia CONTENIDO AGRADECIMIENTOS PROLOGO JOHN McPHEE Viajes por Georgia JOAN DIDION El Salvador (OM WOLFE Tings RICHARD RHODES La muerte todo el dia MARK KRAMER © Procedimientesivasores JANE KRAMER Vaquero ‘TRACY KIDDER Volando al revs ‘SARA DAVIDSON Propiedad rais m1 ns 129 131 158 160 180 1sz 201 203 229 231 PROLOGO Las come ue, 308 Wulgnccs 7 Gillon en Ya movin Fancionan maravilloaamente en cl peril porque son cietas. Por eso hay que tener cuidado de no com- pendliarlas, porque se trata del poder fundamental que Juno tiene en sus manos. Hay que disponerlo y presen- {arlo. Hay en ello mucho de habilidad artisuca, Pero ‘no se debe inventar Jon McPhee Hace afios que los periodistas practican su oficio sentados cerca de los centros de poder: el Pentégono, la Casa Blanca, Wall Street. Como perros bajo la mesa, han esperado que les caigan sobras de informacién de Washington, de Nueva York y de sus visitas a los juzgados, las alcaldias y las estaciones de policia. Hoy en dia, las sobras de informacién no satisfacen el deseo de los lectores de saber cémo hace las cosas la gente. En su vida diaria, los lectores manejan explicaciones psicolégicas de los hechos que suceden a su alrededor. Pueden vivir en mundos sociales complejos, en medio de tecnologias avanzadas, donde “Ios hechos” apenas empiezan a explicar lo que esta sucediendo. Las historias cotidianas que nos hacen penetrar en la vida de nuestros vecinos solian encontrarse en el mundo de los novelistas, mientras que los reporteros nos traian las noticias de lejanos cen. twos de poder que a duras penas afectaban nuestras vidas. 12 Norman Sims Los periodistas literarios retinen las dos formas. Al informar sobre las vidas de las personas en el trabajo, en el amor, 0 dedicadas a las rutinas normales de la vida, confirman que los, momentos cruciales de la vida diaria contienen gran dramatismo y sustancia, En lugar de merodear en las afueras de poderosas instituciones, los periodistas literarios tratan de penetrar en las culturas que hacen posible que funcionen. Los periodistas literarios siguen su propio conjunto de reglas. Al contrario del periodismo normal, el literario exige sumergirse en complejos y dificiles temas. La voz del escritor sale a la superficie para mostrar a los lectores que hay un autor trabajan- do. La autoridad se hace manifiesta. Ya sea el tema un vaquero yu esposa en el “Panhandle”! tejano 0 un equipo de disefiadores de computadores en una agresiva compaiifa, s6lo reporteros persistentes, competentes y comprensivos podrin revelar sus detalles dramaticos. La vor trae a los autores a nuestro mundo. ‘Cuando Mark Kramer descubre los olores en una sala de opera- ciones y no puede dejar de pensar en un bistec, “a su pesar”, su voz ¢s tan fuerte como una bofetada. Cuando John McPhee pide “gorp”?y sus compaiieros de viaje en Georgia discuten sile deben dar un poco al “pequefio bastardo yanqui”, su momento de humildad determina nuestra énimo. Al contrario de los novelistas, los periodistas literarios deben ser exactos. A los personajes del periodismo literario se les debe dar vida en el papel, exactamente como en las novelas, pero sus sensaciones y momentos dramdticos tienen un poder especial porque sabemos que sus historias son verdaderas. La calidad literaria de estas obras proviene del choque de mundos, de una confrontacién con los simbolos de otra cultura real. Las fuerzas esenciales del periodismo literario residen en la inmersiGn, la voz, la exactitud y el simbolismo. La mayor parte de los lectores conoce bien una rama del periodismo literario, el “nuevo periodismo”, que empez6 en los afios sesentas y duré hasta mediados de los setentas. Muchos de Panhandle: Trozo largo y estrecho de territorio de un estado, en este caso Texas, que se interna en el de otros en forma de cufa(N. del T}) 2. Gorp: mezcla de semillas de soya y de girasol, avena, pretzels, cereal de ‘rigo, uvas pasasy algas marinas, (N. del T.). | | | i i i j Prélogo 13 los nuevos periodistas, como Tom Wolfe y Joan Didion, han seguido produciendo libros extraordinarios. Pero periodistas literarios como George Orwell, Lillian Ross y Joseph Mitchell Nevaban mucho tiempo trabajando antes de que aparecieran los nuevos periodistas. Y ahora ha surgido una generacién de escri- tores mas jévenes que no necesariamente se consideran nuevos periodistas, pero para quienes la inmersi6n, la voz, la exactitud y ¢l simbolismo son caracteristicas de su obra. Durante afios he coleccionado y admirado esta forma de escritura. Ocasionalmen- te, los lectores de revistas la déscubren en Esquire, The New Vorker, ‘The Village Voice, New York, algunas de las mejores publicaciones regionales como el Texas Monthly, y hasta en The New York Review of Books. Los suscriptores reconoceran muchos de los trabajos reunidos en este libro. Esta forma de escribir ha sido Hamada periodismo literario y ‘a mf me parece un término preferible a otras propuestas: perio- dismo personal, nuevo periodismo y paraperiodismo. Algunos colegas —soy profesor de periodismo— sostienen que no es sino un hibrido, que combina las técnicas del novelista con los hechos que retine el reportero. Puede ser asf. Pero las peliculas combi- nan la grabacién de la voz con la fotografia, y sin embargo este hibrido merece un nombre. Al tratar de definir la novela, Ian Watt encontré que los, primeros novelistas no eran de mucha ayuda. No habian rotulado sus libros como “novelas” y no trabajaban dentro de una tradi- cin. El periodismo literario leva justo el tiempo necesario para haber adquirido un conjunto de reglas. Sus practicantes saben dénde estan sus limites. Las “reglas” de la armonia en la musica se han derivado de lo que hicieron los compositores de éxito. EI mismo método puede ayudar a explicar lo que los escritores de éxito han hecho al crear el género del periodismo literario. Interrogué a varios de ellos sobre su oficio, y sus respuestas cubren la mayor parte de esta introduccién. También la forma tiene una historia respetable; no llegé hecha y derecha con los nuevos periodistas de los sesentas. AJ. Liebling, James Agee, George Orwell, John Hersey, Joseph Mitchell y Lillian Ross ha- ian descubierto el poder que podian generar las técnicas del periodismo literario mucho antes de que Tom Wolfe anunciara el “nuevo periodismo”. “4 Norman Sims Los nuevos periodistas de los sesentas llamaron la atencién hacia sus propias voces; concientemente le devolvieron al repor- taje la caracterizaci6n, los motivos y la voz. Los reporters nor- males, y algunos novelistas, no tardaron en criticar el nuevo periodismo. Sostenfan que no siempre era exacto. Era ostentoso, vanidoso y violaba las reglas periodisticas de la objetividad. Pero Jo mejor ha perdurado. Los perigdistas literarios de hoy com- prenden claramente la diferencia entre los hechos y la mentira, pero no admiten las diferencias tradicionales entre la literatura y el periodismo. “Algunas personas tienen una idea muy elinica del periodismo,” me dijo Tracy Kidder en el estudio de su casa en los montes Berkshire de Nueva Inglaterra. “Es una idea anti- séptica, la idea de que no se puede presentar una serie de hechos cen una forma interesante sin viciarlos. Es una completa tonteria. Es la maxima tendencia maquinista”. Kidder gané tanto el premio Pulitzer como ¢l American Book Award en 1982 por El alma de una nueva méquina, un libro que sigui6 a un equipo de disefio en Ia ereacién de un nuevo computador. Construye en él la narracién con una voz que permite Ia complejidad y la contiadivci medios literarios—una fuerte linea narrativa y una voz personal—, atraen al lector hacia algo quizés mas reconocible como un mundo real que la clase de reportaje basada “s6lo en los hechos”. Como lector, reacciono en forma diferente ante el periodismo literario que ante los cuentos o al reportaje normal. Saber que sto sucedié realmente cambia mi actitud mientras leo. Si descu- briera que una obra de periodismo literario ha sido hecha como un cuento, mi decepcién arruinaria cualquier efecto que hubiera creado cn cuanto literatura. Al mismo tiempo, me siento a leer esperando que el periodismo literario cause emociones que no producen los reportajes normales. Me ayude 0 no a vivir el periodismo literario diferentemente de otras formas literarias, 1o leo como si asf fuera. Los periodistas literarios se meten en su narraciones en mayor © menor grado, y admiten tener debilidades y emociones huma- nas. A través de sus ojos, observamos a personas normales en contextos cruciales, Mark Kramer presencié muchas operaciones de cancer en las que peligraban las vidas de otras personas en la mesa de operaciones. Contextos cruciales, sin duda, y mas ain cuando Kramer un dia se descubrié una mancha y temi6 que Sus Prologo 18 significara que tenfa cancer. En El Salvador, Joan Didion abrié, la cartera y oy6, en respuesta, “el clic del metal sobre el metal de un lado a otro de la calle” al montar los soldados las armas. En tales momentos, involuntariamente, tomamos partido en asuntos sociales y personales. Estos autores comprenden y trans- miten sensaciones y emociones, las dindmicas internas de las culturas. Como los antropélogos y los socidlogos, los reporteros literarios consideran que comprender las culturas es un fin. Pero al contuario de esos académicos, dejan libremente que la accion dramética hable por s{ misma. Bill Barich nos Ileva a las carreras de caballos y da vida al deseo del jugador de controlar las fuerzas aparentemente magicas de la vida moderna; se propone encon- trar las esencias y las mitologias del hipédromo. En contraste, el reportaje normal presupone causas y efectos menos sutiles, bbasados en los hechos referidos més que en una comprensién de la vida diaria, Cualquiera que sea el nombre que le demos, esta forma ¢s ciertamente tanto literaria como periodistica, y es mas que la suma de sus partes. Dos generaciones activas de reporteros literarios trabajan hoy en dia, Ambas estén representadas en este libro. John McPhee, Tom Wolfe, Joan Didion, Richard Rhodes y Jane Kramer encontraron sus voces durante la época del nuevo periodismo, de mediados de los sesentas a mediados de los setentas. El nombre de Wolfe sugiere visiones de extravagante experimentacién con el lenguaje yla puntuacién. Esta pirotecnia ha disminuido en sus trabajos mas recientes. Durante veinte afios de constante produccién, Wolfe’ ha comprobado el poder de resistencia del enfoque literario del periodismo. Escritores como Wolfe, McPhee, Didion, Rhodes y Jane Kra- mer han influido en una nueva generacién de periodistas lite- rarios. Entrevisté a varios de estos escritores mas jévenes. Me contaron que crecieron dentro del nuevo periodismo y que lo veian como modelo de su oficio en desarrollo. Richard West, de 43 aiios, que ayud6 a lanzar el Texas Monthly Y que después escribi6 para las revistas New York y Newsweek, recuerda haber descubierto los escritos de Jimmy Breslin, Gay Talese y Tom Wolfe cuando era estudiante de periodismo. “Fsos tipos eran maravillosos escritores. Asombrosos. Era como ofr rock 16 Norman Sims ‘n'rollen lugar de Patti Paige. Le abrian a uno los ojos a nuevos panoramas si uno queria ser escritor de literatura no novelesca”, me dijo West. Mark Kramer, de 40 afios, autor de Invasive Procedures, dijo que la obra de George Orwell lo introdujoal periodismo literario, sobre todo Down and Out in Paris and London, en la que Orwell scribe sobre sus peripecias de vagabundo antes de la Segunda Guerra Mundial, Los nuevos periodistas fueron para Kramer un modelo més inmediato. “Lef temprano a Tom Wolfe”, dijo. “Soy un nuevo periodista de la segunda generaci6n. Lei a McPhee cuando estaba empezando a formarme. El libro de Ed Sanders sobre Manson, La familia, two una enorme influencia en mi. El se permiti6 hablar. Era la primera vez que sentia una voz con- fiable en la escena, en lugar de una voz institucional”. Sara Davidson, de 41 afios, aprendié las rutinas del reportaje normal a finales de los sesentas, en la Escuela de Periodismo de Columbia y en el Boston Globe. “Cuando empecé a escribir en Tas revistas, Lillian Ross era mi modelo”, dijo. “Yo iba a hacer lo que Lillian Ross habia hecho. Nunca usaba el "yo", pero era obvio que habia una conciencia orientadora que lo guiaba a uno”, Después, Davidson descubrié que sus historias necesitaban la primera persona. Las fuertes voces narrativas de Joan Didion, ‘Tom Wolfe y, recientemente, la de Peter Matthiessen en The Snow Leopard, han sido sus modelos. ‘Tracy Kidder, de 38 afios, admiraba a Orwell, Liebling, Capote, Mailer, Rhode, Wolfe y muchos otros. Pero cuando le pregunté si habfa algtin escritor que se destacara en su desarrollo, dijo répidamente: “McPhee ha sido mi modelo. Creo que es el mas clegante de todos los periodistas que estan escribiendo hoy”. ‘Mark Singer, a los 83 afios el mas joven del grupo incluido aqui, resume el rumbo de descubrimiento que siguieron los periodistas literarios mas jvenes. En Yale se especializ6 en inglés ¥ se limité a leer. “Creo que mis modelos eran los periodistas. En realidad, estudié a los periodistas. Era muy consciente de ‘quiénes y qué escribian. A principios de los setentas, los perio- distas empezaban a volverse estrellas. S6lo cuando entré a The New Yorker en 1974 tuve contacto con personas como Liebling y John Bainbridge, que escribié The Super Americans, un libro bri- Prélogo wv ante sobre Texas. Pas6 cinco aiios viviendo en Texas. Me puse a leer todo lo que Bainbridge habia escrito”. Singer, que se crié en Oklahoma, también fue influenciado por Norman Mailer y por escritores de The New Yorker como Lillian Ross, Calvin Trillin y Joseph Mitchell. “Estas cosas las han escrito ciertos escritores en todas las épocas”, me dijo. “La gente habla sobre Defoe 0 Henry Adams 0 muchos otros. Cuando Francis Parkman escribié The Oregon Trail estaba haciendo una especie de periodismo como historia. Creo que todas las épocas han tenido escritores asi. Simplemente sucede que yo soy lo bastante miope como para concentrarme s6lo en mis contempordneos”. Durante esos meses de visitas a los escritores, me hablaron sobre los placeres de su oficio, sobre las dificultades que han encontrado, sobre los puntos esenciales del periodismo literario (las “regias del juego"), y sobre los limites de la forma. El perio dismo literario no fue definido por los criticos; los escritores mismos han reconocido que su oficio requiere inmersién, es- tructura, voz y exactitud. Conjuntamente con estos términos, caracterizan al periodismo litetario contemporanco un sentido de responsabilidad hacia los temas y una blisqueda del signifi- cado fundamental del acto de escribir. La inmersion Vivo en el valle del rio Connecticut al oeste de Massachu- setts, donde tiene su hogar un sorprendente ntimero de no- velistas, periodistas independientes, artistas y hombres de letras. Cuando le mencioné a algunos amigos que pronto iria a visitar a John McPhee en Princeton, New Jersey, la reaccién cera siempre la misma: “Pregiintale si ley6 mis libros”. Querfan que le mencionara sus nombres. Los escritores, profesores de inglés y lectores avidos que conozco sienten por él un enorme respeto. AI mismo tiempo, como profesor de historia del peridismo y reportaje en la Universidad de Massachusetts, sé que a algunos de la vieja guardia no les gusta. Los periodistas literarios son los herejes de la profesion. Un anciano de Ia tribu de los “viejos periodistas” me escribié una ver, usando una extraiia metafora 18 Norman Sims mixta, para informarme que “McPhee es un ilusionista del pe- riodismo, eso es todo... La urdimbre periodistica del seior McPhee y su trama literaria son una tela demasiado delgada para que cualquiera de nosotros en la profesién remendemos nuestras gastadas trivialidades”. Pero la media docena de periodistas lite- rarios que vi antes de entrevistar a McPhee mostraron todos respeto. En cl tren a Princeton, pgnsé en la frase de Tracy Kidder ("McPhee ha sido mi modelo") y me di cuenta de que habia influenciado a muchos otros escritores jévencs. McPhee es un hombre reservado, amigable pero cauteloso. Al entrar en su oficina en la Universidad de Princeton, examiné los recuerdos que dan fe de su inmersi6n en temas como la geologia, las canoas de remo y los osos de New Jersey. En una Pizarra tenia pegado un letrero de advertencia: Peligro. Trampa die osos. No se acerque. Tomé a pecho el mensaje. En la pared opuesta tiene un mapa geoldgico de los Estados Unidos del tamaio de una ventana. Del mapa cuelga un hilo de nailon verde, pegado con alfileres, que va de costa a costa. El hilu ataviesa los Apalaches, pasa derecho sobre las planicies y las Montaiias Rocosas, y Iuego oscila en la region de la Cuenca y la Sierra (las montaiias yvalles de Utah y Nevada) donde, dice McPhee, las formaciones de roca de color en el mapa “parecen marcas elisticas". La linea verde traspasa la Sierra Nevada y termina en el Océano Pacifico. El hilo de nailon sigue Ia autopista Interstate 80 de costa a costa; es la cinta narrativa que ata los dos recientes libros de McPhee sobre la geologia de Norteamérica. Estos empezaron como un tinico articulo sobre los atajos en las carreteras en torno a la ciudad de Nueva York. Un gedlogo le dijo después que la mejor manera de representar la geologia de Norteamérica ¢s con una linea de este a oeste, y McPhee se puso a pensar entonces en la Interstate 80. “Desarrollé una ambicién salto- na,” me dijo. “Por qué no ir a California?

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