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Antonio Gramsci: Escritos sobre el lenguaje

Traducción y Estudio preliminar de Diego Bentivegna

1
Estudio preliminar. Un arcángel devastador: Gramsci, las lenguas, la hegemonía.

Diego Bentivegna
(UBA – UNTREF – CONICET)

“Yo no soy alguien demasiado conocido por fuera de un círculo bastante


estrecho; de ahí que mi nombre sea maltratado en las formas más
inverosímiles: Gramasci, Granusci, Grámisci, Granísci, Gramásci, con
las fases intermedias más bizarras”.
Carta a Tania Schucht, 19 de febrero de 1927 .

1. La formación juvenil de Gramsci es sustancialmente la de un lingüista. Inscripto en la


Universidad de Turín gracias a una beca de estudio que el reino de Italia reserva para los
jóvenes destacados de la isla de Cerdeña, Gramsci conoce allí a quien reconocerá como
el primero de sus grandes maestros: Matteo Giulio Bartoli (1873-1946). Como lo recuerda
en el inicio de las lecciones de Lingüística en Turín del año 1947 Benvenuto Terracini,
recién llegado a Italia luego de su exilio en la Argentina,1 Gramsci era, para Bartoli, “un
alumno, y un alumno de excepción, como lo fueron en gran parte aquellos que prohijó
Bartoli, quizá por afinidad intelectual”2.
La de Terracini era una de las primeras menciones a la formación lingüística y a
los escritos sobre el lenguaje de Gramsci (“entre los papeles inéditos de Gramsci se
encontraron efectivamente algunos escritos de lingüística”), en un momento en que los
póstumos gramscianos –los Cuadernos y el epistolario- estaban en proceso de
desciframiento, clasificación temática y publicación.
Pero, ¿en qué podría consistir la afinidad intelectual entre Gramsci y Bartoli
señalada por Terracini? ¿Y hasta qué punto hay una huella de las concepciones del
profesor Bartoli en los escritos más estrictamente políticos y teóricos de Gramsci?

1
Benvenuto Terracini, uno de los grandes filólogos italianos del siglo XX, era profesor
de Lingüística en la Universidad Estatal de Milán en 1938, cuando fue dejado cesante de
acuerdo con las denominadas “leyes raciales” que impedían a los judíos desempeñar
cargos públicos. Se refugió con su familia en la Argentina, donde ingresó por concurso a
la Universidad Nacional de Tucumán como profesor de Lingüística. Regresó a Italia en
1947 y asumió la cátedra de Lingüística en la Universidad de Turín.
2
“Matteo Giulio Bartoli”, en Belfagor, n. III. 1948, p. 22.

2
En los años en que Gramsci frecuenta la Universidad en Turín y empieza a
comprometerse con grupos políticos afines al socialismo, el profesor Bartoli es un
relámpago académico, un agitador de las aguas de los estudios lingüísticos italianos en la
plenitud de su actividad intelectual. Gramsci es alumno del curso de lingüística de Bartoli
durante el año académico 1910-1911.3 La calificación que obtiene es las más alta de su
carrera universitaria, lo cual quizá explique su adscripción a la cátedra, para la que
elaborará la “dispensa” –esto es, los apuntes bibliográficos- correspondiente al año
académico siguiente.
El proyecto de Gramsci es, por esos años, el de convertirse en un catedrático,
experto en temas de lingüística, y en esa dirección va a ir orientando sus propios estudios:
al conocimiento de las lenguas clásicas occidentales, Gramsci incorporará en eso años el
estudio del sánscrito con el profesor Italo Pizzi; se adentra así en lo que se consideraba
como un saber ineludible en la formación de un lingüista desde el punto de vista genérico
e histórico, un recorrido académico ligado con los grandes aportes de las ciencias del
lenguaje del siglo XIX que el joven sardo no completará, absorbido por el compromiso
político con el Partido Socialista y por sus obligaciones con la prensa partidaria, en la que
descollaba con sus provocaciones un fogoso maestro de escuela primaria: Benito
Mussolini.

2. Nacido en 1873 en Albona, una pequeña localidad de la península de Istria, entonces


bajo dominio austriaco, Bartoli forma parte del influyente “contingente habsbúrguico” 4
de lingüistas, críticos y literarios –Graziadio I. Ascoli, Italo Svevo, Umberto Saba, Carlo
Michelstaedter- que se expresan en italiano y se reconocen no sin tensiones en esa lengua,
aunque en términos formales son ciudadanos del Imperio Austro-húngaro. Bartoli estudia,
por consiguiente, en la universidad de Viena con Wilhelm Meyer-Lübcke y escribe sus
primeros textos científicos en lengua alemana.
En esos trabajos se detiene en el estudio de las variedades dialectales y de la
confluencia de lenguas en una zona que reproduce, de manera traumática, el “puchero de
lenguas” que es, para decirlo con Deleuze y Guattari,5 el Imperio de los Habsburgo. Desde

3
Para los datos biográficos de Gramsci, cfr. Giuseppe Fiori, Vida de Antonio Gramsci,
Buenos Aires, Peón Negro, 2009.
4
La expresión es de Tullio De Mauro, en Idee e ricerche linguistiche nella cultura
italiana, Bolonia, Il mulino, 1980.
5
Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Por una literatura menor. México, Era, 1978.

3
1907 Bartoli enseña “Historia comparada de las lenguas clásicas y neolatinas” n la
Universidad de Turín. A partir de 1910, con la publicación del artículo “Hacia las fuentes
del neolatín”, Bartoli da forma a una posición teórica que en un principio denomina
“neolingüística” y que irá luego mutando hacia lo que designa como “lingüística
espacial”, en franca polémica con las posturas que juzga como positivistas y biologizantes
de los neogramáticos italianos.
La reflexión lingüística de Matteo Bartoli se mueve entre tres grandes
coordenadas –el Atlas lingüístico de Francia de Jules Gillièron, la doctrina dialectológica
elaborada en la segunda mitad del siglo XIX –en los años de unificación política de Italia-
por Graziadio Isaia Ascoli y el renacimiento del idealismo filiado en la Ciencia nueva de
Vico de la mano de Benedetto Croce y de Giovanni Gentile- y se centra en el problema
del cambio lingüístico desde una perspectiva eminentemente histórico-cultural. Las
lenguas no cambian por la acción inconsciente de los hablantes o por generación
espontánea –Gramsci hablará en este sentido contra la idea de un pura “partogénesis” de
las superestructuras (C 6: 71) 6- sino por la acción vivificadora de la historia, que implica
el contacto con otras lenguas y las disputas por el predominio de una determinada
variedad por sobre las otras. Esta lucha, por supuesto, no puede concebirse en términos
asépticos; tampoco puede operar aislando una zona del lenguaje puramente sistemática,
como hará la lingüística saussureana en esos mismos años- sino entendiendo los
fenómenos lingüísticos fundamentalmente como objetos históricos, insertos en un
entramado de relaciones más amplio y complejo.
El joven Gramsci se forma, pues, en el marco de una escuela lingüística atenta a
lo dialectológico y a la heterogeneidad lingüística y con un prestigio sólido en el ámbito
académico internacional, prestigio que tiene sus columnas en centros universitarios como
Turín, Milán o Pisa y en revistas como el Archivio Glottologico Italiano, fundado en 1873
por Ascoli –como Bartoli, nacido en los territorios del Imperio reivindicados por Italia-,
sus lugares más visibles expresión. En ella, Bartoli se ubicaría en el punto de máxima
condensación de lo que Tullio De Mauro (Op. cit.) ha caracterizado como una tendencia
italiana, un modo de afrontar los problemas de la lengua cuyas huellas pueden encontrare

6
En las citas del texto de los Cuadernos indicamos luego de la C el número de cuaderno
y después de los dos puntos el número de parágrafo. En el caso de los citas de pasajes que
no forman parte de la selección que antecede a esta apostilla indicamos, además, el año
asignado a cada cuaderno de acuerdo con la edición encargada por el Instituto Gramsci a
Valentino Gerratana (A. Gramsci, Quaderni del carcere, IV volúmenes, Turín, Einaudi,
1975), que tomamos siempre como edición de referencia.

4
en Dante (De Vulgari eloquentia) y en Vico (De antiquissima italorum sapientia): una
tendencia que, dada la hegemonía de las posiciones sistemáticas de matriz saussuriana y,
más tarde, de la gramática generativa chomskyana, puede entenderse como una verdadera
anomalía italiana.
En principio, se trata de una serie de investigadores que encaran estudios
“tendencialmente realistas”, más atentos a la relación de los hablantes con las formas
lingüísticas que a esas formas en sí misma. En conexión con posiciones como las
sostenidas en Alemania por Hugo Schuhardt7, la lengua no es vista, en general, como un
sistema cerrado, sino como un conjunto móvil, abierto, “expuesto de manera imprevisible
a las elecciones, transformaciones y deformaciones que realizan los hablantes” 8. Con ello
se relaciona la visión dinámica de las lenguas, la consciencia de la historicidad de los
hechos lingüísticos, la necesidad de pensar los fenómenos del lenguaje en conexión
inextricable con lo social y con lo político. Habría, pues, una concepción política del
lenguaje, que Gramsci retoma y reelabora, pero cuyos fundamentos pude encontrar en su
propia tradición formativa en las aulas de la universidad turinesa.

3. La noción de contacto lingüístico juega, en la concepción de Bartoli, un papel central.


De ese contacto entre variedades y lenguas, surge un boque lingüístico relativamente
estable en el que es posible desglosar una variedad dominante y variedades dominadas,
cuyas huellas se presentan en el bloque lingüístico en términos de sustrato. Ninguna
lengua, en este sentido, sustituye completamente a otra. Ninguna lengua sustituida
desaparece, a su vez, sin dejar restos.
No se tata, por consiguiente, de pensar en términos de una evolución puramente
interna de las lenguas, como consecuencia de una dinámica completamente
conceptualizable en términos de leyes evolutivas como las que desvelaban a los lingüistas

7
La influencia de Schuhardt sobre Bartoli –lo cual nos permite pensar que huellas suyas
permanecen en las reflexiones de Gramsci- fue señalada por Benvenuto Terracini en una
de sus publicaciones tucumanas (Perfiles de lingüistas. Contribución a la historia de la
lingüística comparada, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, 1946 116, n). Cfr. al
respecto también Franco Lo Piparo, Lingua intelletuali egemonia in Gramsci, Bari-Roma,
Laterza, 1979, que reproduce dos fragmentos de Schuhardt particularmente sugestivos
para entender la “nueva lingüística”: “No existen lenguas completamente puras (…).
Incluso en el interior de una lengua concebida como completamente homogénea
encontramos la mezcla”; “Allí donde encontramos mezcla de estirpes junto a mezcla de
lenguas, ésta no se apoya en aquella, sino que ambas lo hacen sobre una tercera. La causa
de la mezcla lingüística es siempre de naturaleza social y no fisiológica”.
8
Tullio De Mauro, Op. cit., p. 20.

5
positivistas del siglo XIX; tampoco se trata de pensar, como sucede en la línea
saussuriana, la lengua como pura inmanencia en términos de valor y sistema, sino de dar
cuenta de la dinámica histórica compleja en la que las lenguas se insertan, confrontándose
con otras y estableciendo una lucha, a veces sordas, con éstas.
Es lógico, pues, que la lingüística proyectada por Bartoli privilegie los contextos
en los que los conflictos de lenguas y de cultura se hacen manifiestos. Los Balcanes son,
desde el mirador italiano de Bartoli, un territorio especialmente fértil; lo es, en especial,
el litoral adriático, zona de expansión en su momento de la república de Venecia y en la
que conviven conflictivamente variedades latinas –italianas, dálmatas, rumanas- con
variedades eslavas, magiares y, más al sur, neohelénicas y albanesas; también lo son las
grandes islas -Cerdeña, Córcega, Sicilia-, percibidas como lugares de complejas
confluencias de pueblos y lenguajes. Ello explica probablemente que la condición sarda
de Gramsci haya resultado, para el profesor Bartoli, especialmente seductora, sobre todo
teniendo en cuenta que su maestro, Wilhelm Meyer-Lübcke, había planteado la hipótesis
de una autonomía de la lengua de Cerdeña con respecto a las demás variedades romances.9
“Del laboratorio”, los “apuntes en poète para una lingüística marxista” de Pier
Paolo Pasolini fechados en 1965, se abren con una extensa reflexión acerca del entramado
lingüístico-familiar de Gramsci:

Los aportes maternos eran aquellos estrictamente particulares de Cerdeña; los


paternos eran una italianización del ciociaro,10 de un padre empleado de Estado,
el italiano debía sonar como una lengua extraña para los sardo de Ghilarza no
ítaloparlantes (y probablemente más relacionados con América que con Italia). 11

Pasolini enfatiza de esta manera la relación conflictiva de Gramsci con la lengua


italiana, adquirida con esfuerzo, que se apropia de la variedad escrita del italiano como
un ejercicio de “liberación” y en cuyos textos juveniles se exhiben las marcas de esa
“adquisición absurda”.
Esta relación ambigua con la lengua no se limitaría al registro escrito. En la
conversación -y aquí Pasolini se basa en el testimonio de Terracini “de quien había

9
Cfr. al respecto Giancarlo Schirru, “Antonio Gramsci, studente di linguistica”, en Studi
storici, n. 4, Roma, 2011.
10
Es decir, de la zona meridional del Lazio, en el límite con la región de Campania.
11
Empirismo eretico, Milán, Garzanti, 2000, p. 51.

6
escuchado recién la conmemoración del amigo (…) dicha en un italiano oral con
estructura profundamente dialectizada, es verdad, con diagramas de misterioso
origen…”,12 alusiones quizá a la huella judía o al período tucumano- Gramsci usaba,
aparentemente, “dos lenguas orales y dos tradiciones escritas en diacronía”, en tensión,
lo que le daba a sus enunciados un carácter poco estabilizado y, en última instancia, pobre
en relación con la tradición alta de la prosa italiana.

4. En algún punto, en la biografía de Gramsci se entrecruza una serie de variables que dan
cuenta de la complejidad lingüística de la península. La condición “sarda” de Gramsci no
es, en efecto, una condición total, sin restos: su padre nació en la Italia continental, en
Gaeta, en el seno de una familia de funcionarios de la monarquía borbónica que tenía su
capital en la gran ciudad mediterránea. Se trata, además, de una familia con una rama de
origen albanés que proviene de Egipto y que se instala a principios del siglo XIX en la
Italia del Sur, donde existía una minoría consistente de albaneses, que -junto con la menos
numerosa población de origen griego- conforman “islas lingüísticas” que conservan aun
hoy, aunque de manera mermada, su idioma y su rito religioso bizantino.13
Estamos ante un entramado lingüístico-familiar que permite pensar la extrañeza
de Gramsci con respecto a su propio marco regional de origen. En principio, Gramsci se
preocupa por recoger datos de la lengua sarda, tal como surge de las cartas a su familia
fechadas en sus años de estudio. Leemos, de esta manera, por ejemplo, en una carta a su
madre escrita mientras estudia Letras en Turín:

Pídele a Teresina que me mande en una nota todas las palabras que se refieran a
la fabricación del pan, desde que se lleva el grano al molino hasta el momento en
que se come (si puede, que se haga decir incluso el nombre de todas las partes de
la “mola”), y luego, en una nota palabras que se refieran al tejido. Si quiere, que
me dibuje un telar sardo, del modo en que pueda ella, sólo para tener una idea, y
que le ponga a cada parte su nombre: la nota que pude tomar durante las
vacaciones era muy incompleta; que lo hago lo antes posible; luego quizá le

12
Ibidem, p. 54.
13
Las comunidades históricas de albaneses (denominados arbereschi y diferenciados de
la inmigración albanesa de las últimas décadas) se concentran en las regiones
meridionales y cuentan en la actualidad con aproximadamente 100.000 miembros (cfr.
Fiorenzo Toso, Le lingue d´Europa. La pluralità linguistica dei Paesi europei tra passato
e presente, Milán, Baldini, 2006).

7
indique si falta algo y le escribo: que le digan las palabras en lo que se refieren a
la ilación del lino, desde la mies inclusive. Será algo agradable para ella, y yo
trataré de reparar la molestia.14

Asimismo, según se desprende de otros pasajes del epistolario, el niño Gramsci


podía contar en sus años de formación elemental con la ventaja de conocer ya desde su
casa la lengua italiana, la lengua burocrática paterna, aun cuando, en el fondo, en los
momentos más extremos de los padecimientos físicos en las cárceles del régimen fascista,
regrese a él -como desde un profundo sustrato no negado del todo- las palabras de esa
lengua otra. Le escribe, así, a su cuñada Tatiana Schucht, en carta fechada el 21 de marzo
de 193315:

Por la noche tuve dos asaltos de frío (yo los llamo fiebre al revés); uno hacia las
9, otro hacia las 4 de la mañana: la temperatura cae, como te dije (una vez incluso
a 35, 6) y recorre el cuerpo un retorcijón, con tics repentinos en las más variadas
parte del cuerpo, especialmente en las piernas y en los brazos, son como
estiramientos, como rigideces; es como si estuviera “electrizado”, para decirlo de
alguna manera, y todo movimiento brusco e inesperado provoca una rápida
sucesión de retorcimiento y de escupitajos de sangre (se me va el corazón a la
boca, como se dice). Las piernas, sin embargo, vuelven a adquirir una cierta
estabilidad.

En esa situación al bando, en esta puesta en suspenso que supone la condición


carcelaria, afloran de los labios del prisionero palabras sardas (“hablé durante un largo
rato en una lengua que no se entendía y que era, por cierto, el dialecto sardo, porque hace
algunos días me di cuenta de que inconscientemente mezclaba palabras en el italiano
palabras, y frases en sardo”), residuos de esa lengua de infancia no del todo conocida, esa
lengua materna del que, en un punto, se ha mantenido ajeno pero que, como el sustrato
en la concepción del cambio lingüístico propuesta por Bartoli, no se borra nunca de
manera completa. En algún punto aflora. Deja rastros.

14
Carta reproducida en Schirru, Op. cit, p. 953.
15
Citamos y traducimos las cartas del período carcelario de Gramsci de acuerdo con la la
siguiente edición: A. Gramsci, Lettere dal Carcere, ed. de S. Caprioglio y E. Fubini,
Turín, Einaudi, 1975.

8
Es desde la cárcel, además, desde donde Gramsci se preocupa por la formación de
sus hijos, que viven con su esposa, Giulia Schucht, en la Unión Soviética y de sus
sobrinos, que crecen en Cerdeña. Escribe así en una carta a su hermana Teresa el 26 de
marzo de 1927 desde la cárcel de Turi:

Franco me parece muy despierto e inteligente: seguramente él ya hablará


correctamente. ¿En qué lengua habla? Espero que lo dejen hablar en sardo y no le
obstaculicen en este sentido. Fue un error, para no haber dejado que Edmea, de
chiquita, hablase libremente en sardo. Ello ha afectado su formación intelectual y
puso una camisa de fuerza a su fantasía. No debes cometer este error con tus niños
(…). Te recomiendo de corazón que no incurras en ese error y que dejes que tus
niños chupen todo el sardismo que quieran y se desarrollen espontáneamente en
el ambiente natural en el que nacieron: ello no será un obstáculo para su devenir,
sino todo lo contario. No debes cometer ese error con tus hijos. Por lo pronto, el
sardo no es un dialecto, sino una lengua, aun cuando no tenga una gran literatura,
y está bien que los niños aprenden varias lenguas, en lo posible. Además, el
italiano que ustedes le enseñen, será una lengua pobre, mutilada, hecha de esas
pocas frases y palabras que mantengan ustedes con él, lago puramente infantil; él
no tendrá contacto con el ambiente general y terminará aprendiendo dos jergas y
ninguna lengua; una jerga italiana para la conversación oficial con ustedes y una
jerga sarda, aprendida a los tumbos, para hablar con los otros chicos y con las otras
personas que encuentre por la calle y por la plaza. Te ruego de corazón: no
cometas ese error y deja que tus hijos absorban todo el sardismo que quieran y se
desarrollen espontáneamente en el ambiente.16

Son líneas en las que pueden rastrearse los choques entre lo familiar y lo político;
entre lo regional, lo nacional y lo global: condensan las tensiones que el propio Gramsci
mantiene con las lenguas.

5. Como su incunable universitario, los apuntes preparados para la cátedra del profesor
Bartoli, el último de los cuadernos redactado por Gramsci, fechado en 1935 -40 páginas
de un cuaderno escolar con un diseño de letra concentrado y potente y en el que se marca

16
Carta a su hermana Teresa, 26 de marzo de 1927.

9
la huella, el ritmo de la enfermedad-, está íntegramente dedicado a problemas
lingüísticos.
El punto de partida de las últimas reflexiones sobre el problema de las lenguas lo
constituye, como es habitual en Gramsci, un escrito de Benedetto Croce (C 29: 1). En este
caso, se trata de un breve ensayo publicado hacía más de treinta años, en 1905, en la
revista La Crítica, que la principal autoridad del renacimiento idealista italiano -en
palabras de Gramsci, el “Papa laico”- publicó durante décadas en su ciudad: Nápoles.
El ensayo de Croce se inserta en la serie iniciada por su texto más influyente, la
Estética como ciencia de la expresión y como lingüística general, publicada en su primera
versión en el año 1902 y considerada como el fundamento de su edificio filosófico: el
influyente sistema que opera sobre la distinción entre los práctico y lo teórico y que
plantea cuatro momentos fundamentales del “Espíritu”: el estético, el lógico, el
económico y el ético-político. Según la especie oral recordada por el propio Croce, luego
de leer por primera vez la Estética Bartoli blandió su ejemplar ante los alumnos de su
cátedra universitaria: “Jóvenes míos –habría exclamado en ese momento el profesor de
Lingüística- tenemos que recomenzar de cero; este libro lo prueba”.17
En el capítulo final de la Estética de Croce se proyectaba, con todo, de un camino
difícilmente transitable para la lingüística, incluso en la variante radicalmente culturalista
e historicista como la propiciada por Bartoli. Desde el idealismo total de Croce, las
distinciones con las que trabaja la lingüística, incluso la distinción básica entre léxico y
gramática, fonética y sintaxis, carecen de fundamento si se las contempla desde la
actividad del espíritu, con las consecuencias políticas que ello tiene y que Gramsci, como
veremos, evidenciará. La gramática –como la retórica- es del orden de lo empírico, no del
orden de lo filosófico, entendido como el devenir de problemas concretos en situaciones
específicas.
El artículo de Croce del que parte Gramsci se vuelve a plantear, como en la
Estética, el lugar de la gramática que, en el esquema activo pero en última instancia poco
dócil para la incorporación de elementos “externos” al Espíritu, sólo puede ser pensada
en términos estrictamente técnicos y prácticos. Para Croce, en efecto, una frase como
“Esta mesa redonda es cuadrada” -que podría ser legitimada desde argumentos puramente
gramaticales como una frase correcta del castellano- no es sólo objetable desde el punto

17
La anécdota es referida por Croce en el artículo “Filosofia del linguaggio e stdudii
linguistici”, en Quaderni della critica, a. V, Nápoles: 1949.

10
de vista lógico, sino también desde el punto de vista estético, puesto que “no hay otra
forma de conciencia fuera de la intuitiva y de la conceptual, esta proposición es expulsada
del campo del espíritu teórico”18.
La injerencia de la gramática es, pues, de un plano que no afecta a la verdad ni a
la aceptabilidad de los enunciados, que se mueven entre lo lógico y lo estético. No es
lícito, pues, plantear un juicio gramatical: la gramática no involucra un “contenido de
verdad”, sino una mera valencia empírica como “complejos de abstracciones y de
arbitrios, útiles para la memoria”19.
En la postura crociana, se plantea pues la negación de la gramática, que arrastrará
también a otros filósofos e intelectuales de la época a posiciones antigramaticalista.
Notemos la importancia, en este punto, de las tesis del pedagogo Giuseppe Lombardo-
Radice, con quien Gramsci polemiza en los apuntes sobre educación incluidos en los
Cuadernos.
Formado en el idealismo de Croce y de Giovanni Gentile y traductor con este
último de la Crítica de la razón pura de Kant, Lombardo-Radice es responsable, durante
la gestión de Gentile al frente del Ministerio de Instrucción entre 1922 y 1925 –al
comienzo del gobierno de Mussolini, antes de la deriva autoritaria que se desata con el
asesinato del socialista Matteotti y del encarcelamiento de opositores políticos, entre ellos
Gramsci (1926)-, de la redacción de los programas de estudio para la escuela elemental,
que preveían la incorporación de la enseñanza en los diferentes dialectos. Así, en un
discurso en 1923 -a un año de la marcha de los fascistas sobre Roma que da comienzo al
ventennio mussoliniano- en la ciudad de Bellinzona, en la Suiza de habla italiana -
sostenía Lombardo Radice:

Ved: la misma lengua nacional se conquista mejor refiriéndola al dialecto vivo, a


la lengua viva, a la lengua aprendida en los primeros años. Ya referir la lengua al
dialecto es obligar al mismo maestro a comprender la pobreza de la lengua
genérica que con demasiada frecuencia es la lengua de las escuelas, sin alma y sin

18
Benedetto Croce, “Questa tavola rotonda è quadrata”, en La critica, n. 3, Nápoles:
1905, p. 532.
19
Ibidem.

11
ductibilidad. El dialecto aviva la lengua, aguzando la conciencia de lo que es
verdaderamente idioma, no falsificada con ejercicios y esquemas gramaticales. 20

La posición idealista es, en sus articulaciones didácticas, fuertemente


antigramatical. La gramática es considerada, desde la perspectiva crociana, como un mero
elemento del orden de lo práctico, que admite una existencia por fuera del orden
estricamente filosófico, es decir, espiritual.

6. En los años de la cárcel, la ubicación de Bartoli en el marco de la universidad y del


diseño de políticas culturales y lingüísticas por parte del gobierno de Mussolini es cada
vez más destacada. Cuando Gramsci era arrestado, la doctrina de Bartoli alcanzaba un
alto grado de elaboración en un texto que funciona, al mismo tiempo, como una síntesis
del trabajo de dos décadas y como la proyección de una nueva lingüística posible: el
Breviario de Neolingüística, publicado en 1925 y escrito a cuatro manos con Giulio
Bertoni, un nombre recurrente en los escritos de Gramsci sobre lenguaje y en relación con
el cual se dirimen varias de sus posiciones lingüísticas.
En la primera de las cartas de Gramsci escritas desde la cárcel, Gramsci le solicita
a la propietaria de la casa que alquilaba en Turín -luego de pedirle “disculpas por las
molestias y los fastidios” causados por su detención y antes de preguntar por “el chico
que estaba con escarlatina. Quizá Marietta sepa algo…”- que le sean enviados a la cárcel
tres volúmenes: una gramática alemana, una edición de la Divina Comedia “de poco
costo…ya que la mía la he prestado”- y, precisamente, el Breviario de Bartoli y Bertoni,
a quien Gramsci llamará, con cierto tono despectivo, el Manualetto.
El pedido condensa tres de las grandes líneas que atravesarán el conjunto de los
cuadernos de Gramsci: el problema de la lengua visto desde un punto de vista histórico y
político (el Breviario), la disputa en torno a los grandes textos de la tradición literaria
italiana y a la construcción del canon nacional (la Comedia), la ampliación del horizonte
lingüístico y la traducción como una práctica cultural y política (la gramática alemana,
con la que Gramsci se ayudará en la lectura de textos de Marx y de la poderosa escuela
filológica germana). En octubre de 1927 insiste en una carta a su Tatiana que se le envíe
el Breviario, junto con otro volumen de lingüística: Die Sprachstämme des Erdkreises,

20
Giuseppe Lombardo-Radice, La reforma escolar italiana, Madrid, La lectura, 1928, p.
164.

12
de Franz Nikolaus Finck, una clasificación de las lenguas del mundo a cuya traducción
Gramsci se dedicará, en parte, en la cárcel.
No caben dudas de que Gramsci consideraba la nueva publicación de su antiguo
profesor como un material bibliográfico sustancial para parte de los estudios cuyo
proyecto esboza y al que alude en una carta fechada en la cárcel de Milán el 19 de marzo
de 1927, dirigida también a Tatiana. Además de “iniciar una investigación sobre la
formación del espíritu público en Italia durante el siglo pasado”, “un estudio sobre
Pirandello y sobre la transformación del gusto teatral italiano” y un “ensayo sobre los
folletines y el gusto popular en la literatura”, Gramsci esboza

Un estudio de lingüística comparada. Nada menos. ¿Pero qué cosa podría ser más
“desinteresada” y für ewig que ello? Se trataría, naturalmente, de abordar tan sólo
la parte metodológica y puramente teórica del tema, que no ha sido jamás tratado
de manera completa y sistemática desde el nuevo punto de vista de los
neolingüistas contra los neogramáticos. (Te horrorizaré, querida Tania, con esta
carta mía!). Uno de los mayores “remordimientos” intelectuales de mi vida es el
dolor profundo que le procuré al mi buen profesor Bartoli de la Universidad de
Turín, quien estaba persuadido de que yo era el arcángel destinado a devastar
definitivamente a los “neogramáticos”, porque él, de la misma generación y unido
con miles de hilos académicos a esa horda de hombres infames no quería ir en sus
postulados más allá de un cierto límite fijado por las conveniencias y por la
deferencia hacia viejos monumentos funerarios de la erudición.

En 1926 -año de detención de Gramsci- el “buen profesor” Bartoli es nombrado


director de la sección neolatina del prestigioso Archivio Glottologico Italiano.21 Había
comenzado, además, en 1924 el proyecto del Atlas lingüístico italiano, que se realizaría
sólo luego de la segunda guerra mundial bajo la dirección de Benvenuto Terracini. Por lo
demás, en 1929 se inicia, bajo la dirección de Bartoli, el Atlas lingüístico de Albania, que
por entonces era, desde lo geopolítico, una pieza fundamental en las aspiraciones de Italia
como potencia mediterránea y que terminará siendo absorbida por ésta en 1939.
El compromiso de Bartoli con el nacionalismo irredentista italiano, que pugnaba
por la integración al territorio nacional de zonas bajo dominio austríaco pobladas por

21
Cfr. el artículo dedicado a Bartoli en Tullio De Mauro, Idee e ricerche…, ed. cit.

13
italianos, no había nacido empero con su adhesión al fascismo. Se remontaba, incluso, a
sus primeras publicaciones, como las Cartas julianas, de 1903, y El derecho de Italia
sobre Trieste e Istria, publicado en 1915, el mismo año en que Italia ingresa en el
conflicto mundial con su declaración de guerra contra el Imperio Austro-Húngaro. Se
trata de un compromiso que adquiere una resonancia especial en los años 30, cuando la
política expansionista italiana toque su ápice con la invasión a Etiopia y la intervención
en España. Ello explica la alusión a Bartoli el parágrafo 8 del Cuaderno 29, donde
Gramsci se refiere a un artículo de su antiguo profesor en el que éste defendía la
pertenencia del dálmata al continuum de dialectos italianos y sostenía, al mismo tiempo,
la indestructibilidad de la “Italia dialectal”, con lo que no sólo legitimaba desde un punto
de vista lingüístico la compleja unificación política italiana, sino que habilitaba también,
con esos mismos argumentos, los procesos de italianización de las zonas incorporadas a
partir de 1918.22

7. El problema de la lengua universal, y en especial del esperanto, está en la base de una


de las primeras intervenciones de Gramsci que se refieren de manera explícita a la
cuestión del lenguaje. El problema también había sido abordado en su momento por Croce
en “La lengua universal”, uno de los artículos incluido en el volumen de 1910 titulado
Problemas de estética junto con “Esta mesa redonda es cuadrada”, el libro que Gramsci
toma como texto de referencia para la redacción de sus notas de 1935.
Para Croce, los esperantistas se basan en una serie de presupuestos cuya
pertinencia filosófica es nula. En principio, conciben al lenguaje como un mero
mecanismo, congegno, cuyo fin es la comunicación entre los hombres, que expresarían a

22
Una referencia oblicua a las implicancias políticas que las tesis de Bartoli asumen
durante el período fascista puede en encontrarse en la necrológica (“Matteo Giulio
Bartoli. 1873-1946”) que Benvenuto Terracini publica en la Argentina en la Revista de
Filología Hispánica (número VIII, de 1946), dirigida por Amado Alonso. Leemos allí
que el trabajo de Bartoli “descompone con cristalina claridad” una concepción del
lenguaje como lucha de prestigio y de imitación. Esa concepción, señala Terracini, gira
en torno “de la realidad viva de un problema histórico: los orígenes romanos e italianos
de su tierra natal, región fronteriza abierta a todas las contiendas de idiomas y
nacionalidades”. Terracini aclara, además, que se “corría el riesgo de poderse interpretar
en sentido imperialista y nacionalista.; no olvidemos que Bartoli se dio cuenta de ello y
se mantuvo cuidadosamente en los campos elíseos de la historia: era sobre todo y ante
todo un lingüista”. En este punto, la posición de Terracini, que ignora algunos de los
artículos de Bartoli de los años 30 y termina legitimando la supuesta autonomía del saber
lingüístico con respecto a lo política, está en las antípodas de las posiciones que Gramsci
“descompone” en los Cuadernos.

14
través de la palabra sus pensamientos. Estos, a su vez, son concebidos como preexistentes
al lenguaje, que en este sentido tendría un papel subsidiario y reproductor. Percibido
desde estos presupuestos, el lenguaje sería un agregado, un suplemento para decirlo en
términos de Derrida, cuyo textualismo, no casualmente, ha sido conectado con el
idealismo crociano por Maurizio Ferraris23, uno de los más reputados exégetas del
filósofo de la deconstrucción.
La postulación de una lengua universal es, para Croce, un residuo de las falsas
concepciones sobre el lenguaje que quedan desbaratadas con el triunfo de un idealismo
historicista como el que él mismo, por cierto, propone. Al contrario de lo que plantean las
utopías universalistas, el lenguaje es “en su realidad espontánea, individual, variable”.
Llevado al extremo, el lenguaje se identifica con el hablante, “el lenguaje es el hombre
que habla, en el acto en que habla”. No hay, por otro lado, significaciones sino en el modo
en que la palabra se realiza en frases concretas:

Ninguna palabra e algo del todo fijable abstractamente, pero cada una toma su
significado de la conexión en la se encuentra y de la cual no es separable, sino por
violenta mutación.24

En su artículo juvenil, Gramsci retoma algunos de los argumentos de Croce, como


el de la imposibilidad de pensar un espacio puramente universal para los lenguajes, en la
medida en que la puesta en acto del mismo implica su colocación en un contexto
determinado y, en consecuencia, la puesta en marca de toda una serie de rasgos propios
del resto de las lenguas “naturales”.
En febrero de ese mismo año 1918 Gramsci había enviado una carta a su amigo
Leo Galetto25 en la que el ataque al esperanto desde una perspectiva historizante y política
que encontramos en el artículo de Il grido del popolo se hace más radicalmente
manifiesto; se articula, además, en una red de citas y alusiones que van desde Heráclito
hasta la neolingüística de Bartoli y el materialismo de fundamento marxista:

23
L´ermeneutica, Roma-Bari, Latereza, 1998, p. 63.
24
Benedetto Croce, “La lingua universale”, en Problemi di estetica e contributi alla storia
dell´estetica italiana, Bari, Laterza, 1910, p. 198.
25
Reproducida en F. Lo Piparo, Lingua intelletuali egemonia in Gramsci, ed. cit., p 83.

15
¡Abajo el Esperanto! Coméntale a Serrati que no era adecuada su calificación de
“Purista”. El purismo es una forma lingüística endurecida y mecanizada, y por lo
tanto la mentalidad del purista es similar a la del Esperantista. Yo soy un
revolucionario, un “historicista”, y afirmo que son “útiles” y racionales sólo
aquellas formas de actividad social (lingüísticas, económicas, políticas) que
espontáneamente surgen y se realizan a través de la actividad de la energías
sociales libres. Por eso: abajo el Esperanto, así como abajo con todos los
privilegios, todas las mecanizaciones, todas las formas definitivas y rígidas de
vida, cadáveres que enferman y agreden la vida en devenir.
Salúdame cordialmente a Serrati,

Gramsci

¡Panta rei!
Heráclito
¡Todos se mueve!

El problema del esperanto tiene para Gramsci implicancias políticas y filosóficas


evidentes. En el artículo de Il grido… alude así a otra de las aristas más potentes de las
reflexiones de Croce sobre el lenguaje, una arista que constituye un posicionamiento
glotopolítico explícito: el antimanzonismo. En este aspecto, desde la Estética misma,
Croce adopta una postura negativa en relación con el proyecto de homogenización
lingüística que comienza a implementarse con la unificación política italiana –cuando, se
calcula, sólo un 2,5 % de la población tiene un conocimiento efectivo de la lengua
nacional y donde las tasas de analfabetismo son altas hasta llegar a un nivel abrumador
en las regiones del sur y en las islas 26-y que se fundamenta en los planteos de Alessandro
Manzoni.
En efecto, el autor de Los novios postulaba la urgencia de “italianizar” a los
habitantes dialectófonos del nuevo Estado-nación a partir de la adopción de la variable
considerada más prestigiosa: la variedad toscana, filiada históricamente con la tríada
constitutiva de la literatura italiana –Dante, Petrarca, Boccaccio-. En la concepción de

26
Cfr. Tullio De Mauro, Storia linguistica dell´Italia unita, Bari-Roma, Laterza, 1966.

16
Manzoni, que se afirma con contundencia en su escrito De la unidad de la lengua y de
los medios para difundirla (1868),27 ante la necesidad de una lengua común “ya hecha, y
no a ser hecha”, lo que debe difundirse es la variedad viva de los hablantes toscanos cultos
–y no la variedad puramente literaria postulada por los puristas-, para lo cual propone a
la escuela como instrumento privilegiado y aconseja, además de la redacción de un
Vocabulario de la lengua “viva” adaptado a las nuevas exigencias, la presencia de
maestros de origen toscano en las diferentes regiones italianas.
Hay en los planteos de Manzoni y de los manzonianos una confianza en la
potencia de la escuela como propagadora de la variedad legítima que, con el tiempo, se
demostrará poco sólida. A las críticas que en su momento habían planteado autoridades
como el crítico Francesco De Sanctis y el propio Ascoli, se suma el Croce de la Estética,
que propugnará como solución del problema de la lengua lo que, desde una perspectiva
glotopolítica, puede pensarse como “liberalismo lingüístico”28. La necesidad legítima de
que un pueblo dividido dialectalmente como el italiano se comunique no debe llevar a la
búsqueda de una lengua única e ideal, tan artificial como el esperanto propugnado por los
universalistas. Por el contario, es el juego libre y espontáneo de los hablantes,
individualmente o en grupo, lo que irá produciendo la comunidad de espíritu y de
intereses y lo que terminará dando forma a una variedad lingüística compartida. Es un
liberalismo de lo concreto, de lo singular, que entiende las limitaciones para la
implantación de una lengua solamente a partir de la acción del Estado.

8. Los contactos entre las reflexiones sobre el lenguaje en Gramsci y en Croce no se


limitan, por cierto, al denuesto del esperantismo y a la crítica al manzonismo. Es en los
artículos de temática lingüística de Croce donde Gramsci encuentra una crítica sustancial
a las tesis de Alfredo Trombetti (C 3: 86; C 6: 36), profesor de la Universidad de Bolonia
que, a partir de sus trabajos de desciframiento de la lengua etrusca, había intentado
elaborar una ambiciosa teoría sobre el origen monogenético de las lenguas humanas. Así,
para Croce las hipótesis de Trombetti acerca del origen común del conjunto de las lenguas
humanas deben reducirse al ámbito estricto de la prehistoria como una disciplina

27
Se trata de una “relación” ante el Ministerio de Instrucción luego de que Manzoni, por
entonces senador del Reino, presidiera la Comisión por la unificación de la lengua.
28
Elvira Narvaja de Arnoux, “La Glotopolítica: transformaciones de un campo
disciplinario”, en AA.VV, Lenguajes: teorías y prácticas. Buenos Aires, Instituto
Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, 2000.

17
interesante, pero sin “valor filosófico”. Plantear el problema del origen del lenguaje no
tiene sentido en la medida en que “el filósofo sabe que las diferencias de lenguaje son
infinitas son las individuaciones del espíritu”29. Incluso, Croce llega a sostener en su
crítica a Trombetti una hipótesis extrema: la del carácter no histórico del lenguaje, es
decir, la negación de su condición “particular y contingente” y la afirmación, por el
contrario, de su “naturaleza eterna” y, en definitiva, transhistórica.
Croce abre el camino para el trabajo de politización de las tesis lingüísticas que
pondrá en marcha Gramsci. Las posiciones de Trombetti adquieren, desde el momento
mismo de su formulación, un carácter político. En principio, sus tesis serán sostenidas
por la Iglesia Católica como la confirmación de la idea bíblica de un tronco común para
el conjunto de la humanidad, expresado en una lengua primigenia que, en el relato del
Génesis, se identifica con la lengua adámica. Sintomáticamente, las concepciones de
Trombetti –que se dedicó al estudio de las lenguas caucásicas y de sus conexiones con el
vasco- serán acogidas con aceptación en la Unión Soviética durante el régimen stalinista;
es más, el propio Stalin –lingüista diletante él mismo- las utilizará en su refutación de las
tesis marristas.
Es ese carácter no manifiesta pero profundamente político ya notado por Croce lo
que obsesiona a Gramsci en sus intervenciones sobre Trombetti, en el centro de una
disputa por la apropiación de sus teorías entre católicos, marxistas y fascistas (quienes
pretendían proyectar su figura como modelo de una ciencia nacional italiana). Gramsci
objeta rigurosidad científica, crítica las expresiones más patéticas del nacionalismo
académico e inserta a Trombetti en la serie de sus críticas al positivismo del antiguo
partido socialista italiano, el “lorianismo” (C 3. 86)-en alusión al economista del siglo
XIX Achille Loria, fustigado en su momento por Engels por mecanicista- como doctrina
difusa y escueta que pretende, a través de una supuesta rigurosidad científica, positiva y
ascética, legitimar lo biológico-lingüístico la génesis y el desarrollo de los fenómenos
sociales, reduciendo su complejidad y, en última instancia, quitándole potencia crítica al
conflicto de lenguas y discursos.

9. El cuaderno escolar de tapas azules numerado como 19 no es, en un sentido estricto,


un “cuaderno de la cárcel”. Redactado aparentemente en abril de 1935, cuando Gramsci,

29
Benedetto Croce, Reseña a Alfredo Trombetti, L´unitá d´origine del linguaggio, en La
Critica, n. 3., Nápoles: 1905, p. 406.

18
que gozaba desde 1934 de libertad condicional -luego de un pedido personal a Mussolini-
había sido internado en la clínica de Formia, constituye el último en la serie cronológica
de sus escritos póstumos. Es un momento particularmente agudo en lo que se refiere a la
salud de Gramsci, siempre frágil y desgastada por las condiciones de detención. “Con
fuerzas permanentemente debilitadas, la reanudación del estudio y la redacción de los
Cuaderno es aún una continuación del trabajo anterior, pero no logar ir más allá de ciertos
límites”30.
Se trata de apuntes -que llamamos “póstumos” para evitar el equívoco carcelario-
en los que se ponen en juego los dos grandes componentes de la máquina de escritura
gramsciana31: las notas y los apuntes. en algunos casos con un cierto grado de elaboración,
en otros casos más bien notas o apuntes de lectura, simles fichas para trabajos futuros,
excerpta bibliográficas, para la redacción del proyecto que, como vimos, Gramsci plantea
desde el comienzo de su etapa en la cárcel.
La recurrencia en los escritos póstumos la cuestión de la lengua permite repensar
el modo en que la producción de Gramsci ha llegado segmentado y transformado en un
conjunto orgánico de volúmenes que domestican su escritura: la desglosan de acuerdo
con parámetros aceptables, paradójicamente, desde la hegemonía cultural que en la Italia
de los años 40 suponía todavía la filosofía de Croce y no en una editorial partidaria, sino
en la más prestigiosa de las editoriales italianas de la posguerra (Einaudi, de Turín).
Al respecto, se ha planteado desde la crítica32 la construcción de un Gramsci
“humanista”, en cierto sentido domesticado y digerible como la mayor figura intelectual
de la primera mitad del siglo en Italia, una figura que la izquierda pudiera imponer a las
ya establecidas de Croce y de Gentile. En efecto, a una primera serie compuesta por las
cartas escritas desde la cárcel (1947), donde se recorren los elementos salientes de la
biografía de Gramsci y de sus relaciones con la familia y compañeros de militancia, bajo
la atenta guía de Palmiro Togliatti, el líder máximo del Partido Comunista Italiano, sigue
cronológicamente la publicación de los cuadernos según criterios temáticos que siguen
una lógica crociana.

30
Valentino Gerratana, “Prefacio” a A. Gramsci, Quaderni del carcere, ed. cit., t. I., p.
24.
31
Seguimos en este punto a Raul Mordenti,”Quaderni del carcere di Antonio Gramsci”,
en Alberto Asor Rosa (dir.), Letteratura Italiana Einaudi, Vol. IV.II, Le opere, Turín,
Einaudi, 1996.
32
Raul Mordenti, Op. cit.

19
Así, se ubica en primer lugar la reflexión filosófica (El materialismo histórico y
la filosofía de Benedetto Croce, 1948) y, en un segundo lugar, los escritos sobre los
intelectuales y la organización de la cultura y, más tarde, los textos histórico-políticos;
como coronación del conjunto, se publican la reflexiones en torno a literatura, educación,
folklore y lenguaje (Literatura y vida nacional, 1950). A ello se agregan los escritos más
heterogéneos de Pasado y presente, compilados en un volumen posterior (1951). Sin
embargo, a pesar de estas grandes líneas molares de articulación de la escritura
gramsciana, existen un conjunto de problemas, como el del lenguaje, que van apareciendo
de manera recurrente a lo largo de toda esa producción y que permiten pensar una lectura
más atenta al continuum cronológico-textual y a los efectos de ese continuum
Las reflexiones sobre el lenguaje que se despliegan a lo largo de los Cuadernos y
que, al final, ocuparán el centro de la reflexión de Gramsci, constituyen, por un lado, una
zona de disputa con otras corrientes teórica y políticas con las que se confronta y en
relación con los cuales –sólo en relación con las cuales- se elabora un posicionamiento
específico.
De una parte, Gramsci recoge en estas reflexiones lingüísticas la disputa
fundamental con la filosofía idealista de Benedetto Croce (el neoidealismo) y, en menor
medida, la filosofía que considera una derivación especialmente potente e igualmente
perniciosa desde un punto de vista político: el actualismo de Giovanni Gentile (C. 29: 6).
La “filosofía de la praxis” -que se nutre y resignifica en un todo novedoso elementos
heredados tanto de la renovación idealista de Croce y Gentile como de la tradición
marxista y revolucionaria- se pensará como una filosofía inseparable de un proyecto
político de renovación de la sociedad y de la cultura italianas, en función de los intereses
de las clases populares y de la construcción de una cultura que efectivamente funcione
como una cultura nacional-popular, frente al laissez faire encarnado en la filosofía de
Croce (C 29: 6) –que redactará en 1925 el “Manifiesto de los intelectuales antifascistas”,
que será el gran referente da la oposición de matriz liberal al régimen del Duce y que
ocupará, a partir del 46, un escaño como senador de la nueva república- y al culto al
Estado que atraviesa la filosofía de Gentile, que lleva al filósofo del actualismo a
convertirse en uno de los más sólidos sostenedores de Mussolini, hasta las últimas
consecuencias .33

33
Gentile –revalorizado en los últimos años como uno de los grandes pensadores
europeos del siglo XX por autores como Emanuele Severino, Massimo Cacciari o Toni
Negri- cae en una acción partisana en Florencia en 1944, a pocos días de la entrada de los

20
Con sus dos cabezas, el neoidealismo representa un bloque de pensamiento
orgánico -exitoso en su capacidad de difusión, articulado en las instituciones
hegemónicas, en el aparato de Estado, en la sociedad civil, transformado en gran parte en
el “sentido común” de los sectores medios italianos- que Gramsci situará en el marco de
un “bloque histórico”, de un entramado cultural en el que los grandes los dos grandes
intelectuales meridionales34 al mismo tiempo renuevan y vitalizan el pensamiento
italiano, lo llevan a un plano universal desde una perspectiva secularizada -las tesis de
Croce y de Gentile son combatidas por la Iglesia- y obturan la posibilidad de construcción
de una cultura articulada con los intereses de los sectores subalternos. Vitalizan y, en ese
mismo movimiento, anquilosan el pensamiento.
Es sintomático, pues, que Gramsci tome como punto de partida una crítica certera
a un artículo de Croce publicado treinta años atrás (C 29: 1), pero que de alguna manera
lleva hasta sus extremos la concepción de lenguaje que se plantea en la Estética. En el
ultimo cuaderno, Gramsci resignifica la cuestión de la gramática, postula un posible
desglose tipológico, atento a las variables históricas y culturales. Como afirma en las
notas al Sumario de lingüística arioeuropea de Antonino Pagliaro (C. 6: 71), experto en
lengua y cultura persas comprometido político con el fascismo que trabaja en una línea
historicista paralela y no reductible a la del idealismo de Croce, pensar el lenguaje como
objeto histórico implica pensar no en términos de acciones individuales, que remiten a un
sujeto consciente como motor del cambio y que legitiman, de esta manera, la reflexión
histórica como una reflexión en torno al estilo, sino en términos de grupos, de
comunidades, de trabajo colectivo. En realidad, afirma Gramsci, cada sector construye su
lenguaje y con él interviene en el desarrollo de la lengua nacional, apropiándose de lo que
estaba ya en uso y abriéndose, al mismo tiempo, nuevas aristas comunicativas.
Los planteos de Gramsci se enfrentan, asimismo, a los de la “autarquía lingüística”
y el purismo, aspectos que el régimen mussoliniano comienza a enfatizar a partir de 1932,
con la campaña contra las palabras extranjeras, a las que seguirán acciones glotopolíticas

aliados en la ciudad. La presencia de Gentile en Gramsci -menos explícita que la de


Croce- ha sido subrayada por Augusto del Noce en Gramsci e Gentile: il sucidio della
rivoluzione, Roma, Rusconi, 1978.
34
Croce -nacido la región de Los Abruzos en el seno de una acomodada familia
napolitana- luego de sus estudios universitarios incompletos en Roma residirá toda su
vida en la ciudad de Nápoles; Gentile, aunque formado e identificado intelectualmente
con la prestigiosa Escuela Normal Superior de Pisa, era de origen siciliano.

21
puntuales.35 Así, en 1934, el mismo año en que Gramsci redacta las notas finales, se
prohíbe el uso de palabras extranjeras en los diarios italianos y el ministro de instrucción
Giuseppe Bottai lleva adelante una encuesta nacional en torno a las relaciones entre
“lengua y revolución fascista”, tendiente a legitimar el italiano nacional por sobre las
variedades regionales, que habían sido objeto de un ataque violento por parte del propio
Mussolini desde principios de los años 30. Se acentúan además los procesos de
italianización forzada de las zonas con población no ítaloparlante, en especial en las
regiones del nordeste habitadas por hablantes del alemán (el Tirol del sur) y de lenguas
eslavas (Istria y Gorizia). Los años 30 son, en este sentido, un período de reflujo en
relación con la apertura hacia la enseñanza dialectal y al espontaneísmo propiciado en los
primeros años del régimen por Gentile y Lombardo Radice (C29: 6).
El fascismo de los años 30 se acercaba, de esta manera, a las posiciones históricas
del manzonismo, de matriz estatista: a un “jacobinismo lingüístico” que se manifiesta en
un conjunto de acciones legislativas y de movimientos glotopolíticos, como la
compilación de términos –extranjerismos o dialectismos- a ser evitados o las medidas que
afectan el creciente aparato de comunicación de masas –radio, cine, prensa escrita,
industria discográfica-, que en el período mussoliniano alcanza un desarrollo notable. Se
produce de este modo un renacimiento del purismo que se coronará en 1940 con la
instauración de una Comisión para la Italianidad de la Lengua en el seno de la Academia
de Italia. En este marco de construcción de un “purismo de Estado”, se produce una
revalorización de la gramática en el sistema educativo, en especial en los años de la
escuela elemental. Se escriben, incluso, textos como La gramática de los italianos, de
Ciro Trabalza y Giovanni Allodololi (C29: 3), publicada en 1934 y destinada a
transformarse en texto de referencia oficial de lo que restaba del período fascista. Con
esta gramática confrontará Gramsci en las notas sobre lenguaje, pues verá en ella un
regreso a posiciones –puristas, retóricas, académicas- anteriores a la irrupción del
idealismo de Croce y al historicismo de Bartoli.
El “purismo de Estado” encuentra en Giulio Bertoni a uno de sus representantes
más destacados, lo que explica probablemente el encono con el que Gramsci se concentra
en sus escritos lingüísticos. Bertoni representa para Gramsci (C3: 74, C6: 71) un retroceso
en relación con los aportes Bartoli, una interpretación errónea de las teorías de base de la

35
Cfr. Luigi Rosiello, Michele Cortelazzo et al., La lingua italiana e il fascismo, Bolonia,
Consorzio Provinciale Pubblica Lettura, 1976.

22
escuela histórica, que explican el progresivo alejamiento entre ambos. Bartoli, incluso,
dejará de hablar de “neolingüística”.36 Reemplazará el término por el de “lingüística
areal” para evitar las connotaciones asociadas con las operaciones llevadas adelante por
Bertoni: la utilización, acrítica hasta la exasperación, de “esfumaturas” provenientes del
idealismo de Croce y de Gentile, que garantizan su aceptación en el campo intelectual
italiano de los años 20 al 40, y la progresiva legitimación de una posición normativa que
tiende a discriminar una serie de formas validadas a partir de criterios presuntamente
estéticos.
Ello se manifiesta con particular énfasis en el intento de intervenir sobre el
repertorio léxico del italiano. Bertoni legitima la exclusión de términos sobre la base de
criterios difícilmente aceptables desde un punto de vista estrictamente histórico, como la
oposición entre el léxico “bello” y el “feo” (C3:74). Bertoni representa, en definitiva, el
repliegue del “arcángel devastador” de la glotología: la obturación del componente
históricamente innovativo de los estudios desarrollados en las primeras décadas del siglo
por Bartoli, a quien Gramsci señala como responsable de las derivas puristas de su escuela
por el lugar privilegiado que le da a Bertoni al haberle asignado la redacción de los
fundamentos teóricos del Breviario de Neolingüística.

10. Sin embargo, las críticas cerradas al purismo encarnado en Bertoni no llevan a
Gramsci a sostener una posición espontaneísta en torno a las relaciones entre lengua
nacional y dilectos. Se trata, en Gramsci, de una concepción de lengua que se aleja,
también, de cualquier forma de relativismo, que anula las diferencias y las tensiones
políticas entre las variedades dialectales y la lengua nacional (C. 11, 12).
Toda lengua es una lengua impura, atravesada por tensiones entre fuerzas
centrípetas y fuerzas centrífugas, entre instancias de unificación e instancias de
dispersión. Es, también, un territorio complejo, habitado por diferentes temporalidades,
que conserva huellas de un pasado lingüístico, muchas veces reprimido, que manifiesta
marcas diferenciales desde lo regional, lo etario o lo social y que se encuentra expuesta a
la influencia de otros complejos lingüísticos nacionales o internacionales, regionales o
cosmopolitas. La heterogeneidad de la lengua es un modo de la heterogeneidad de lo
social, que Gramsci expresa con claridad en su concepto teórico de “momento”, como un

36
Cfr. Tullio De Mauro, Ricerche e idee…, ed. cit.

23
todo en el que están presenten las huellas del pasado, remanentes, y están en germen
desarrollos futuros imprevisibles, no teleológicos.
La poesía no genera, por si sola, poesía; las superestructuras no generan
superestructura: en las lenguas nada se produce por partogénesis (C6, 71), sino que todo
es producto de relaciones y de conflictos En consecuencia, lo que se produce
históricamente no es la lengua como entidad aislada y analizable con instrumento
asépticos, sino una “situación” en la que la contaminación y el conflicto de las lenguas.
El problema de la lengua no se distingue, por ello, del problema de la hegemonía,
entendida como una fuerza que opera sobre un plano de diferencias y que tiende, en
principio, hacia formas contingentes de unificación, que nunca son plenas. Que dejan
siempre un resto irreductible a lo hegemónico.
El problema de la relación entre lengua y nación se conecta, de este modo, con la
cuestión del folklore, a la que Gramsci los apuntes del cuaderno 27, fechado, como el que
contiene sus escritos sobre gramática, en 1935. El folklore no es, desde la filosofía de la
praxis, un dato de color o una realidad que se plantea como pura e incontaminada, sino
que representa un espacio de luchas y apropiaciones. Así, por ejemplo, los cantos
populares, que los folklorólogos italianos vienen recogiendo desde el siglo XIX, no son
vistos por Gramsci ni como una elaboración “pura” del pueblo ni como productos
compuestos desde los estratos dirigentes para el pueblo, sino como productos “adoptados
por éste” en la medida en que puede plasmarse en ellos la visión del mundo de los grupos
subalternos.
Según se desprende de la elíptica nota de Gramsci, el problema central de una
reflexión sobre los cantos populares desde la filosofía de la praxis no es el de su origen,
sino el de las relaciones de apropiación y de contraposición entre visiones del mundo que
esos cantos operan. El folklore constituye en definitiva una concepción del mundo y de
la vida propia de determinados estratos –básicamente campesino y dialectales- que
establece relaciones tensas con la cultura hegemónica, nacional. En él es posible
distinguir elementos “fosilizados” de concepciones del mundo ancladas en el pasado, así
como elementos innovativos, “creadores y progresivos”, contrapuestos a la moral de los
estratos dirigentes. El folklore es una entidad contradictoria y compleja, sino como una
realidad compleja, heterógenea, incluso “mucho más móvil y fluctuante que las lenguas
y los dialectos”.
Las relaciones entre lenguas y el desglose entre la variedad nacional y los dilectos
regionales es un aspecto de la tensión entre la Nación y las regiones, entre la cultura de

24
los estratos dirigentes y el folklore, y, al mismo tiempo, una zona donde se manifiesta el
conflicto por la construcción de algo tal como una cultura nacional-popular que, como
desarrolla Gramsci en sus notas sobre literatura, en la Italia de la primera mitad del siglo
no ha logrado realizarse. Lo nacional y lo popular son, pues, producto de una lenta
elaboración histórica, en la que la dinámica de las lenguas cumple un papel central.
Ello explica, tal vez, la dispersión de las observaciones sobre el problema de la
lengua en los escritos póstumos de Gramsci, que abordará la cuestión en lugares en
principio tan disímiles como las notas sobre Croce, la polémica con Nicolás Bujarin y el
marxismo vulgar -en donde se retoma el problema del esperanto como forma no histórica
y desprendida de la materialidad de lo real (C11: 25 y 44)-, las observaciones sobre la
política y el Estado Moderno o el estudio de Maquiavelo.
En efecto, Gramsci va a ir insertando el problema de la difusión de la lengua
italiana en sus notas sobre la construcción del Estado moderno (C1: 73; C3: 76), en
contacto con la difusión de la variedad toscana como una forma prestigiosa y en relación
con el prestigio de la literatura producida por los autores toscanos, pero también en
función de la capacidad de difusión reticular de los mercaderes florentinos, presentes en
las diferentes regiones italianas. El vulgar ilustre como variante relacionada con la
construcción de lo nacional, capaz de difundirse por razones estrictamente relacionadas
con el prestigio, le permite a Gramsci pensar las relaciones lingüísticas en términos
hegemónicos.
De especial interés son, en este aspecto, las elaboraciones y distinciones que
Gramsci pone en juego en torno al concepto de gramática (C29: 5), que, vista desde el
funcionamiento de la hegemonía, no debe ser expulsado de la educación elemental, como
se desprende de las posiciones idealistas fundamentadas en Croce. Ello llevaría a un
“dejar hacer” que terminaría reproduciendo la distancia simbólica entre aquellos que
heredan la norma legítima en contextos no escolares –básicamente, en contextos
familiares, donde la norma no es objeto de reflexión sistemática, entre aquellos que
heredan el “tono”, como afirma Borges, uno de los más puntuales lectores de Croce, en
El Idioma de los argentinos, de 1928- y los miembros de las clases subalternas, relegados
a un conocimiento intuitivo y aproximativo de la norma nacional legítima.
Asimismo, Gramsci se detiene en la cuestión de la enseñanza del latín, a la que
considera como un ejercicio eficaz no sólo desde el punto de vista estrictamente
“formativo”, sino desde el punto de vista del conocimiento como objeto histórico-
político. Ello se plantea desde sus primeros escritos partidarios, donde el latín no es visto

25
como parte de la formación de una elite ilustrada, sino como una instancia de articulación
consciente entre el pasado de las clases subalternas y su situación contemporánea:

El estudio filológico del latín habitúa al estudiante, al futuro ciudadano, a no


desatender nada de la realidad que examina, robustece su carácter, lo habitúa al
pensamiento concreto, histórico, de la historia que fluye armónicamente, a pesar
de los sobresaltos y los golpes, porque siempre está el que continúa la tradición,
el que continúa el pasado; a menudo aquel que lo continúa no es el que parece,
sino el olvidado, el ignorado, aquel al es necesario no olvidar ni ignorar. El estudio
filológico de la lengua puede enseñar, por ejemplo, que el proletariado de Cerdeña
o de Basilicata está más cerca del mundo romano de lo que lo está Paolo Boselli,
la cigarra de la tradición italiana.37

En este fragmento juvenil fechado en 1917 Gramsci anticipa las operaciones sobre
el sentido común acerca de lo enseñable y subraya el carácter en última instancia
reaccionario de políticas impulsado por sectores progresistas. Es una aspecto que
desarrollará en sus reflexiones sobre la enseñanza de las lenguas clásicas en la escuela
secundaria italiana a partir de la reforma impulsada por Giovanni Gentile (C12: 2), notas
en las que el trabajo del alumno sobre la sintaxis y la morfología del latín y del griego son
percibidos como formas de abstracción, de distanciamiento, de objetivación de aquello
que se presenta como un organismo cerrado en sí mimo y difícilmente escrutable.
La supresión del latín de la escuela técnica debe leerse no como un avance, como
se desprende de posiciones modernizadoras ingenuas que ven en el latín un mero resabio
del pasado, sino como una manera de cortar las relaciones entre los alumnos de las clases
subalternas y el pasado histórico. Asimismo, implica obturar los puntos de relación
lingüísticos con otras tradiciones nacionales que se nutren de un mismo tronco lingüístico.

12. Gramsci no legitima por esa razón la enseñanza mecánica de las lenguas clásicas ni
de la norma escolar vetusta, abstracta, libresca y retórica, contra la que reaccionaban los
idealistas. La “gramática” no es para él un dato de partida, sino un objeto a ser construido.
No hay, además, algo tal como una gramática única, una gramática plena, sino que el
término “gramática” designa una complejidad que debe ser pensada, situada en un marco

37
Reproducido en Lo Piparo, Op. cit., p. 172.

26
concreto de discusión: en un sentido estricto, debe ser discernida. Así, para Gramsci hay
que distinguir en principio una “gramática inmanente”, una gramática que hoy -Bourdieu
mediante- podemos pensar como un habitus de tal modo internalizado, encarnado de tal
modo en el sujeto, que pasa a ser percibido como una suerte de capacidad generativa
intrínseca al que habla.38 Pero ello, desde un punto de vista histórico, es decir, (C29: 2)
desde un punto de vista que politiza el objeto, no puede pensarse sino en relación con
formas manifiestamente sociales de la gramática, es decir, con formas prescriptivas que
tienen una capacidad de generación de aquello que se considera como la norma oral y
escrita.
Se trata de la “gramática normativa”, que es a su vez objeto de reflexión, de
discernimiento, de análisis. En ella es posible distinguir una “gramática normativa
escrita”, que se manifiesta en herramientas como las gramáticas, los vocabularios, los
diccionarios, es decir, en la serie que la historiografía de las ideas lingüísticas denominará,
muchos años después de las notas gramscianas, “instrumentos lingüísticos”39. Sin
embargo, la norma hegemónica no es un producto inmediato de esas intervenciones, sino
que se construye en relación con otro aspecto, que Gramsci llama “gramática normativa
no escrita”, que implica la consideración de otras instancias en la construcción de lo que
se considera legítimo (C 29: 3), como las columnas en los diarios, las intervenciones en
la prensa, las manifestaciones religiosas y políticas, la literatura y el periodismo, la radio
y el cine, es decir, en definitiva, todo aquello que se propone, más allá de las políticas
explícita de Estado, como un modelo de normatividad para la lengua oral o escrita.
La “norma” es el producto de un conjunto de interacciones que involucran no sólo
al Estado, sino al conjunto de lo social. Pensar, en la tradición jacobina que retoma el
fascismo, que sólo a partir de disposiciones legislativas o de la producción de gramáticas
con el aval de universidades y academias se puede imponer una norma determinada es
ignorar la dinámica compleja de construcción de lo hegemónico. Como contraparte, no
percibir la instancia de unificación que supone la gramática en sus diferentes dimensiones
-como sucede en Croce y, sobre todo, en sus adláteres- es dejarse llevar por un liberalismo
lingüístico, que termina legitimando el orden de lenguas y de discursos.

38
Pierre Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos,
Madrid, Akal, 1995.
39
Cfr. Sylvain Auroux, La révolution technologique de la grammatisation. Lieja,
Mardaga, 1994.

27
Concebida como el producto de una elaboración histórica, la norma es una forma
relativamente estable, en tensión con otras formas. Es, en última instancia, una
construcción hegemónica. Ello implica, en primer lugar, pensar las relaciones de lenguaje
en términos de conflicto, en términos de disputa por la definición de aquello que se
considera una cultura legítima: lo “universal” y “cosmopolita”, relacionado con el latín
como lengua de cultura humanística, como lengua del culto católico y como lengua
administrativa del Papado; lo “nacional”, relacionado con el predominio del vulgar ilustre
toscano; lo “regional”, ligado a la persistencia de las formas que terminarán
denominándose dialectales, pero que en muchos casos tienen una tradición consolidada
en sus usos literarios (siciliano, napolitano, lombardo, etc.) e, incluso, administrativo-
burocrático (como en el caso del genovés y del véneto, que la República de Venecia
difunde como variedad prestigiosa a lo largo de sus posesiones en el Mediterráneo).
Las relaciones entre las lenguas en una situación histórica determinada no son
relaciones que reflejan las relaciones sociales, pues ello implicaría una escisión entre las
lenguas y lo político, entre lenguaje y poder, que, precisamente, la intervención de
Gramsci intenta impugnar. Nos hallamos, por el contrario, ante relaciones isomorfas –ni
de reflejo, ni de representación- entre la dinámica de las lenguas y las dinámicas del resto
de lo social, que pone en primer plano la capacidad de unificación de un área geográfica
a partir de las operaciones de fuerzas de integración que van más allá de las fuerzas
emanadas estrictamente desde el Estado.
En segundo lugar, la reflexión sobre las lenguas en términos de hegemonía
supone, par Gramsci, ubicarse en el plano de su reflexión en torno al lugar de los
intelectuales en torno a la organización de la cultura. Lingüistas, gramáticos, filósofos del
lenguaje, pedagogos: todos aquellos que producen discursos sobre el lenguaje son insertos
por Gramsci en el complejo de las disputas en torno a la hegemonía y, en este sentido,
son ubicados en un marco que historiza y que politiza de manera potente a los discursos
sobre el lenguaje. Como lo explicita el propio Gramsci, las decisiones sobre la
“gramática”, la elección y la codificación de una variedad, su uso en el ámbito
administrativo y su uso literario, constituyen actos, en sí mimos, políticos que se insertan
en relaciones de hegemonía. Incluso, Gramsci observa este funcionamiento de lo
hegemónico en la relación con los que trabajan con la norma en la práctica, escribanos,
notarios, escritores. Son reveladoras al respecto las notas dedicadas en los Cuadernos a
autores italianos -de Dante a Pirandello, de Foscolo a Ungaretti y Montale, de
D´Annunzio a los escritores de folletines- entendidos como sujetos que operan con un

28
determinado estado histórico de una lengua y con las variedades con las que esa lengua
establece relaciones conflictivas de hegemonía. Leemos en un fragmento de los
Cuadernos referido a Pirandello, cuya producción Gramsci sigue con atención desde sus
colaboraciones en L´Ordine Nuovo:

La lengua no ha adquirido todavía una “historicidad” de masa, no se ha


transformado todavía en un hecho nacional. Liolá de Pirandello in italiano literario
vale poco, aunque El difunto Matías Pascal, de la que se extrajo, puede leerse
todavía con cierto placer. En el texto italiano el autor no logra ponerse al unísono
con el público, no tiene la perspectiva de la historicidad de la lengua cuando los
personaje quieren ser completamente italianos delante de un público italiano (…)
la lengua literaria es todavía, en gran medida, una lengua cosmopolita, una especie
de “esperanto”, es decir, limitada a la expresión de sentimientos y nociones
parciales (C 23, 1934: 55-6).

Finalmente, el lenguaje se entrelaza con la hegemonía en la medida en que el


funcionamiento de esta última es un funcionamiento inseparable de lo lingüístico. La
reflexión de Gramsci sobre las relaciones entre lenguaje y pensamiento y en torno al lugar,
al mismo tiempo epistémico y político, de la metáfora constituyen aristas sustanciales de
este último aspecto. En polémica con las concepciones positivistas y naturalistas cuyas
huella Gramsci evidencia en los escritos de autores canónicos del marxismo -como el
Ensayo de sociología popular (C 6: 24) de Nicolás Bujarin- el lenguaje -como lo había
planteado Saussure en el Cours y lo estaba haciendo el Wittgenstein de la segunda época-
no es un mero agregado, no es un mero medio de de expresión de una verdad construida
previamente, sino que es en el lenguaje donde se configuran esos objetos. La metáfora no
es, pues, una figura aleatoria, sino que constituye el rasgo definitorio de todo lenguaje,
que en este sentido, nombra el mundo, lo dice, pero nunca como un todo; siempre de
manera aproximada (C 6: 24).
El lenguaje puede ser pensado como un proceso continuo de metáforas, que se
encadenan con usos metafóricos anteriores y que se proyectan hacia desarrollos
imposibles de anticipar en términos absolutos. La metáfora constituye el modo de
aproximación a una desnaturalización de las relaciones entre el lenguaje y el mundo, cuyo
antecedente puede encontrarse en los escritos juveniles sobre retórica de Nietzsche –un
autor, por cierto, poco estimado por Gramsci, pero muy transitado en Italia por

29
D´Annunzio y, a través de él, por Mussolini- y que anticipa los recorridos teóricos
relacionados con el giro lingüístico y el postestructuralismo, 40 en algunas de cuyas
versiones –Laclau y Mouffe, Homi Bhabha, Gayatri Spivak- la presencia de Gramsci es
insoslayable.

13. Los escritos sobre lingüística de Gramsci describen un arco que se abre desde su
primer acto de escritura pública (la “dispensa” de cátedra) y se cierra en un texto
manifiestamente abierto: en un “proyecto de obra”, una de las formas que en la segunda
mitad del siglo XX un autor marcado por Gramsci –incluso identificado con él al punto
de incluir su nombre en el título de su libro de poemas más notorio 41- como Pier Paolo
Pasolini adoptará como su forma madura para una literatura impura y una lengua
contaminada.42
No se trata, por supuesto, de un cuerpo sistemático de nociones, de una teoría
articulada en un todo organizado, sino de un conjunto disperso que constituye, en su
relación con el magma de escritos del que forman parte, una de las aproximaciones más
lúcidas para pensar las articulaciones entre los problemas del lenguaje, las cuestiones
histórico-culturales y la praxis crítica. La matriz teórica en la que se basa y que en muchos
aspectos discute –el modelo codificado en gran parte por su “querido maestro” Matteo
Bartoli- es un modelo de cuño historicista, atento a la heterogeneidad y el conflicto. Lo
lingüístico no funciona, como en las aproximaciones estructuralistas, como un modelo de
fijación y de reescritura en términos axiomáticos de lo social, sino como un modo
concreto en que se exhiben las complejidades y las aperturas que tensionan un momento
histórico sometido a fuerzas contrapuestas, a tendencias de unificación y a potencias
disgregadoras. Contra el dualismo entre lo económico y la cultura, la base y el lenguaje,
Gramsci sostiene la inextricabilidad de ambas instancias en una totalidad que funciona
como algo a ser construido y no como un punto de partida. Los procesos económicos y
los procesos sociales son, en definitiva, procesos lingüísticos: “juego de lenguaje”, como
sostiene Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, en las que estaría presente la

40
Cfr. al respecto Peter Ives, “Language. Agency and Hegemony. A Gramscian reponse
to Post-marxism”. Critical Review of International Social and Political Philosophy, vol.
8, no. 4, 2005.
41
Las cenizas de Gramsci, publicado por Garzanti de Milán en 1957.
42
Cfr. Carla Benedetti, Pasolini contro Calvino. Per una letteratura impura. Turín,
Bollati Boringhieri, 1998.

30
huella de los Cuadernos de Gramsci a través de la mediación del economista Piero
Sraffa.43
En esa identificación de lo lingüístico y lo social radica la actualidad gramsciana,
cuyas huellas pueden encontrarse en propuestas que siguen reivindicándose como
materialistas como las de Toni Negri o Paolo Virno pasan no tanto por la recuperación de
puntos de vista concretos, sino más bien por un modo de encarar los problemas sociales
como problemas que afectan, en algún punto sustancia, a lo lingüístico. Para Gramsci la
disputa de las lenguas no provee en rigor un modelo a aplicar a lo sociedad, sino que lo
constituye: es, ella misma, una metáfora de lo social.

14. Antes que la militancia y que la cárcel; antes que las cartas, antes que los cuadernos;
antes que Marx y el Estado corporativo, que los consejos obreros y que Stalin; antes que
el Fascio y el Partido; antes que Croce y el sindicalismo revolucionario, que Sorel y el
idealismo; antes que Cerdeña y que Rusia, antes que nada hay, en Gramsci, una cuestión
que lo atraviesa todo, una interrogación que regresa, un lugar donde se dirimen posiciones
teórico-políticas, un problema -heterogéneo y conflictivo- que lo obsesiona: el problema
del lenguaje.

43
Piero Sraffa fue amigo personal de Gramsci desde los años de militancia en el Partido
Socialista y de su participación en L´ordine nuovo. Es una de las pocas personas con las
que mantendrá correspondencia durante todo el periodo carcelario. Incluso llegó a visitar
a Gramsci en la cárcel en el año 1927 y, en 1930, visita a Giulia, la esposa de Gramsci,
residente en Moscú. Sraffa constituía el punto de contacto, además, con Togliatti y con
las estructuras del Partido Comunista. Especialista en David Ricardo y residente en
Cambridge desde 1927, Sraffa iniciará desde Inglaterra la primera campaña internacional
por la liberación de Gramsci. El economista italiano cultivará durante sus años británicos
la amistad de Wittgenstein, quien lo cita en el prólogo a las Investigaciones filosóficas
(“a este aguijón le debo las ideas más ricas en consecuencias que he escrito”). Según
algunas versiones, Sraffa habría trasladado los cuadernos de Gramsci a Inglaterra y los
habría custodiado personalmente hasta su publicación a fines de los años 40. Sraffa,
además, proveía de libros y revistas a Gramsci a través de su cuenta en la librería Sperling
& Kupfer de Milán. Cfr. al respecto Raul Mordenti, Op. cit. Para las relaciones hipotéticas
entre Gramsci y Wittgenstein, cfr. Franco Lo Piparo, I due carceri di Antonio Gramsci.
La prigione fascista e il labirinto comunista, Roma, Donzelli, 2012, donde se habla de un
supuesto cuaderno póstumo de Gramsci que, por sus criticas al Partido Comunista y por
su apertura hacia un “comunismo liberal” antitético al soviético, habría sido destruido por
Palmiro Togliatti.

31
“La lengua única y el esperanto” (Il grido del popolo, Turín, 16 de febrero de 1918).44

¿Tiene sentido debatir en este momento un problema como el de la lengua única? Si ello
representa realmente un problema, y no una mera cuestión bizantina, entiendo que sí lo
tiene. Convencido de que todo aquello que constituye la actividad histórica del hombre
es una unidad, que el pensamiento es una unidad, veo en la resolución de cualquier
problema cultural la resolución potencial de todos los otros, y entiendo como algo útil
acostumbrar los intelectos a captar esa unidad en el múltiple aspecto de la vida:

44
Traducimos según Scritti giovanili, 1914-1918. Turin, Einaudi, 1972.

32
acostumbrarlos a la búsqueda orgánica de la verdad y de la claridad, a aplicar los
principios fundamentales de una doctrina a todas las contingencias.
La intransigencia se pone en acto en primer lugar en el pensamiento, antes incluso
que en la acción; debe ponerse en acto en relación tanto con la totalidad del pensamiento,
como en cada acción puntual. Tan sólo en el momento en que nos entrenemos en cada
una de las dificultades de la lógica para captar cada congruencia entre idea e idea, entre
pensamiento y acción, estaremos en condiciones de decir que somos verdaderamente
nosotros, que somos responsables verdaderamente de nuestras obras, ya que en ese
momento podremos prever las repercusiones probables de cada una de nuestras obras en
el ambiente social y económico, y a partir de esas mismas repercusiones podemos
elogiarnos o defenestrarnos a nosotros mismos; no dejaremos, pues, librado al arbitrio, al
juego de fuerzas extrañas a nuestra comprensión, la búsqueda de una solución para
nuestras variadas actividades.

Los defensores de la lengua única se preocupan por el hecho de que, mientras en el mundo
hay una cierta cantidad de hombres que quieren comunicarse entre sí de manera directa,
existe una infinidad de lenguas diferentes, lo que limita la potencialidad comunicativa.
Es esta una preocupación cosmopolita, no internacional, propia de burgueses que viajan
por negocios o por diversión; propia de nómades, más que de ciudadanos sostenidamente
productivos. Ellos querrían provocar arbitrariamente las consecuencias, que no tienen
todavía necesariamente condiciones, y siendo sus actividades solamente arbitrarias, no
hacen sino hacer perder tiempo y energía a quien los toma en serio. Desearían dar forma
de manera artificial a una lengua completamente rígida, que no sufra cambios en el
espacio y en el tiempo, pero se estrellan contra la ciencia del lenguaje, que enseña que la
lengua es, en sí y para sí, expresión de belleza más que instrumento de comunicación y
que la historia de la fortuna y de la difusión de una lengua particular depende
estrechamente de la compleja actividad social del pueblo que la habla.

Esta preocupación por la lengua única surge en épocas diferentes y asume distintas
formas. Surgida por impulso de las doctrinas del siglo XVII y del iluminismo francés del
siglo XVIII, habría tenido que dar forma a la lengua del a Cosmópolis burguesa, de la
unidad de pensamiento burgués creada por la propaganda de los enciclopedistas. Catalina
II de Rusia hizo despilfarrar al Estado gran cantidad de recursos para compilar un

33
diccionario de todas las lenguas, capullo de la mariposa interlingüística. Pero el capullo
no evolucionó, porque no contenía germen vital alguno.
En Italia esta preocupación se transforma en algo nacional, se expresó en la
Academia de la Crusca, en el purismo, en el manzonismo. El purismo planteaba un ideal
definitivo de lengua según ciertos escritores del los siglos XIV y del XVI, un ideal que
debería haberse perpetuado en tanto representaba la única lengua bella, la única verdadera
lengua italiana. Pero la belleza de una lengua no se plantea ni en el tiempo ni en el espacio;
no existe siquiera. No es que lengua sea lo bello, sino que lo son sus grandes obras
poéticas, y esa belleza consiste en expresar adecuadamente el mundo interior del escritor.
De esta manera, es tan bello un verso de la Divina Comedia como la expresión de ingenua
maravilla de un niño que admira un juguete.
Manzoni se planteó la siguiente cuestión: una vez creada Italia, ¿cómo es posible
crear entonces la lengua italiana? Y dio esta respuesta: es necesario que todos los italianos
hablen toscano, es necesario que el Estado italiano enrole sus maestros elementales en
Toscana. El toscano reemplazará a los numerosos dialectos que se hablan en las diferentes
regiones; construida Italia, se formará también la lengua italiana. Manzoni logró
encontrar apoyo en el gobierno, logró que se emprendiera la publicación de un Nuevo
diccionario que debería haber contenido la verdadera lengua italiana. Pero el Nuevo
diccionario permaneció a medio hacer y los maestros fueron enrolados entre las personas
cultas de toda Italia. Había acontecido que un estudioso de la historia del lenguaje,
Graziadio Isaia Ascoli, había contrapuesto a las centenares de páginas de Manzoni unas
treinta páginas para demostrar que ni siquiera una lengua nacional puede generarse
artificialmente, por imposición de Estado; que la lengua italiana se había formado por sí
misma, y se formará sólo en tanto la convivencia nacional genere contactos numerosos y
estables entre las varias partes de la nación; que la difusión de una lengua particular se
debe a la actividad productora de escritos, de tráfico, de comercio de los hombres que
hablan esa lengua particular. En los siglos XIV y XVI, la región de Toscana contó con
escritores como Dante, Boccaccio, Petrarca, Maquiavelo, Guicciardini, que difundieron
su lengua: tuvo banqueros, artesanos, fabricantes que llevaban por toda Italia los
productos toscanos y los nombres de esos productos; luego, redujo su actividad de
mercancías y de libros, y restringió en consecuencia la productividad de lengua. El prof.
Alfredo Panzini ha publicado hace pocos años un diccionario de la lengua hablada
moderna, y de él se deduce la cantidad de milanesismos que llegaron incluso hasta Sicilia
y Puglia. La ciudad de Milán envía diarios, revistas, libros, mercancías, viajantes de

34
comercio por toda Italia, y envía por lo tanto algunas expresiones peculiares de la lengua
italiana que sus habitantes hablan.
Si en el estrecho campo nacional no se puede imponer una lengua única, que se habla en
una determinada región y tiene una vertiente viva a la que se puede remitir, ¿cómo podría
pues afianzarse una lengua nacional, completamente artificial, completamente mecánica,
carente de toda historicidad, de toda sugestión de grandes escritores, carente de esa
riqueza expresiva que viene de la variedad dialectal, de la variedad de las formas asumidas
en los diferentes momentos? Con todo, se suele responder que el esperanto no pretende
ser más que una lengua auxiliar, y además la mejor razón de sus consistencia que ya la
hablan más de un millón de hombres; en los congresos internacionales ello hace que se
puede prescindir de los intérpretes y que se trabaje más rápidamente. Es común oír que
los esperantistas hacen como ese hombre que caminaba delante del filósofo que negaba
el movimiento. Pero la comparación no es exacta: los esperantistas se comprenden entre
sí en congresos de esperantistas, del mismo modo que los sordomudos se comprenderían
entre sí en sus congresos con signos y gestos. No por ello aconsejaríamos a alguien que
aprendiese el lenguaje de los sordomudos. En un congreso donde deberían expresarse y
comunicarse conceptos y razonamientos que tienen una larga historia, que son el
momento actual de un desarrollo histórico que dura desde hace siglos, el uso del esperanto
sería una parodia del pensamiento, obligaría a deformaciones y generalizaciones, a
imprecisiones curiosísimas y particularísimas. Además: los representantes en los
congresos deberían ser elegidos entre los esperantistas, con lo que se introduciría un
criterio de selección completamente exterior a las ideas y a las corrientes políticas. La
razón del “movimiento” no es pues más que un sofisma, que puede impresionar sólo por
un instante. Y cae también la auxiliaridad del esperanto. ¿Cuándo sería auxiliar el
esperanto? ¿Y para quién? La mayor parte de los ciudadanos desarrolla su actividad
establemente en un lugar fijo, y no debe muy a menudo tener correspondencia epistolar
con el exterior. Convenzámonos: el esperanto, la lengua única, no es más que un prejuicio,
una ilusión de mentalidades cosmopolitas, humanitarias, democráticas, aún infértiles, no
separadas todavía del criticismo histórico.

¿Qué actitud deben tomar los socialistas con respecto a los defensores de lenguas únicas,
a los esperantistas? Sostener simplemente las doctrinas propias, y combatir a aquellos que
quieren que el partido sea sostén y propagador del esperanto (en la Sección de Milán debe
existir todavía una interpelación del compañero Seassaro que pide de manera explícita la

35
esperantización del partido). Los socialistas luchan para que surjan las condiciones
económicas y políticas necesarias para la llegada del colectivismo y de la Internacional.
Cuando la Internacional exista, entonces será posible que los contactos mayores entre
pueblo y pueblo, las inmigraciones regulares y metódicas de grandes masas trabajadoras,
lleven lentamente a una conjunción de las lenguas arioeuropeas, así como probablemente
a su difusión generalizada, por las sugestiones que la nueva civilización ejercerá sobre el
mundo. Pero ese proceso puede solo tener lugar de manera libre y espontánea. Los
procesos lingüísticos se dan sólo desde lo bajo hacia lo alto; los libros hacen obra de
regulación, de conservación de las formas lingüísticas más difundidas y más antiguas.
Aquello que sucede con los dialectos de una nación, que lentamente asimilan las formas
literarias y pierden sus rasgos particulares, sucederá probablemente con las lenguas
literarias en relación con una lengua que las supere. Pero esa lengua puede ser una de las
actuales, la lengua por ejemplo del primer país que instaure el socialismo, que por ese
hecho se haría simpática y parecería bella, porque con ellas se expresa nuestra cultura,
afirmada en una parte del mundo, porque en ella serán escritos los libros no ya de crítica,
sino de descripción de experiencias vividas, porque en ella serán escritas novelas y
poesías que vibrarán con la vida nueva instaurada, con los sacrificios para consolidarla,
con las esperanzas de que en todo lugar se dé el mismo hecho.
Sólo trabajando por la realización de la Internacional los socialistas trabajarán
para la realización posible de una lengua única. Los intentos que en este momento se
pueden emprender pertenecen al reino de la Utopía, son un resto de la misma mentalidad
que quería los falansterios y las colonias felices. Cada estrato social nuevo que aflora en
la historia, que se organiza para sus buenas batallas, inserta en la lengua nuevas corrientes,
usos nuevos, y hace estallar los esquemas fijos que los gramáticos han establecido por
comodidad ocasional para la enseñanza. No hay en la historia, en la vida social, nada que
sea fijo, rígido, definitivo. Y no lo habrá jamás. Nuevas verdades acrecientan el tesoro
del conocimiento, nuevas necesidades, siempre superiores, son generadas por las nuevas
condiciones de vida, nuevas curiosidades intelectuales y morales empujan el espíritu y lo
obligan a renovarse, a mejorarse, a innovar las formas lingüísticas de expresión, tomando
otras de lenguas extranjeras, algo que da nueva vida a formas pasadas, cambiando
significados y funciones gramaticales. Y, en este continuo esfuerzo de perfección, en este
flujo de materia volcánica derretida, se queman y se aniquilan las utopías, los usos
arbitrarios, las ilusiones vanas, como la de la actual lengua única y del esperanto.

36
De las cartas

A Vincenzo Bianco45 (28 de marzo de 1924).

[…]
Te voy a enviar esta carta-lección para intentar corregir los errores que cometes en lo que
se refiere al estilo y a la gramática. En general, con todo, expones con claridad tus

45
Compañero de militancia de Gramsci en el Partido Comunista Italiano. La carta,
enviada por Gramsci desde Viena, está incluida en 2000 pagine di Gramsci, Vol II:
Lettere edite e inedite (1912-1937) (ed. de G. Ferrara y N. Gallo). Milán, Il Saggiatore,
1964.

37
contenidos y ello es ya una gran cosa. Por cierto, sería mejor aprender a escribir de modo
tal que no se necesita corrección alguna. El hábito y el ejercicio serán muy provechosos
para lograrlo. Sería bueno, en general, que antes de escribir un artículo, hicieras un
esquema de éste, anotando todas las cosas que intentas decir. Hecho esto, debes analizar
qué cosa es la más importante y qué cosas lo son menos; qué es lo principal y qué es lo
secundario. Así, cuando escribas el artículo, podrás disponer en orden, con claridad, todo
el contenido, según un desarrollo dialéctico, que se les presentará a los lectores como algo
simple y comprensible. Para acostumbrarte a este trabajo tiene que ejercitarte sobre la
base de escritos de otros, por ejemplo, sobre el Manifiesto Comunista, que es una de las
obras maestras de claridad, de simplicidad y de dialéctica. Período por período, capítulo
por capítulo, debes analizar el Manifiesto Comunista, estudiando cómo se conecta una
afirmación con la otra, cómo se desarrolla el razonamiento de manera armónica. Debes
hacer ello por escrito, de modo tal que te habitúes a una forma propia, precisa y personal.
En el segundo número de Ordine Nuovo apareció ya la primera parte del estudio de Lenin
sobre Marx; también ese texto te servirá posiblemente para tu trabajo. De este modo, tu
ejercitación, practicada sobre textos marxistas, no será puramente formal, sino que te
servirá para absorber la doctrina. Antonio Labriola escribió que había leído más de cien
veces el Manifiesto, y que en cada lectura entendía alguna cosa que antes no había
comprendido, y era Antonio Labriola. Como ves, si también tú, para hacer este trabajo,
estuvieras obligado a leer cien veces el Manifiesto, entonces el esfuerzo no será vano. Yo,
durante la guerra, he mandado hacer un trabajo similar a compañeros más jóvenes.
Recuerdo por ejemplo a Viglongo: al principio, éste escribía artículos de seis, siete, ocho
columnas para el Grido del Popolo, que yo rechazaba: se los obligaba a rehacer según
esté método hasta tres o cuatro veces, hasta que no se hubieran reducido a una columna y
medio como máximo; y Viglongo, que antes era una madera, terminó escribiendo bastante
bien, tanto que luego imaginó que se había convertido en una gran hombre y se alejó de
nosotros. Por eso no haré más de pedagogo para los jóvenes de tu tipo; si puedo, lo haré
sólo con los obreros, que no aspiran a transformarse en grandes periodistas de la
burguesía.
Saludos afectuosos, Gr.

38
Carta a su hermano Carlo, (31 de diciembre de 1928) 46

[…]
Recibí la carta de mamá del día 24, con las palabras y la figura de Edmea. Estoy feliz de
que mamá esté bien y vaya mejorando. Dale muchos besos a Edmea de mi parte, con
algún pellizco en las partes más gorditas, y agradécele sus expresiones tan gentiles y tan
bien dichas. Me parece que, aunque redacta bastante bien y sabe poner en frases
espontáneas y vivaces sus sentimientos, comete un número de horrores de ortografía
demasiado grande, incluso para una alumna que está apenas en tercero. Seguramente es
poco atenta y siempre está algo apurada; pienso que, incluso cuando habla, se parecerá
seguramente a veces a un molinillo y se comerá la mitad de las palabras, tragándose la r
con especial placer. Es necesario estar atentos y hacerle hacer los deberes con diligencia
y con mucha disciplina. En las escuelas sardas, en los pueblos, suele suceder que una
chica, o un chico, que en su casa haya sido acostumbrado a hablar en italiano (aunque sea
poco y mal), por ese sólo hecho se encuentra en una situación superior a la de sus
compañeros, que conocen sólo el sardo y en consecuencia aprenden a leer y a escribir, a
hablar, a redactar en una lengua completamente nueva. Aparentemente, los primeros son
más inteligentes y despiertos, mientras en muchos casos en verdad no lo son, y por eso
en la familia o en la escuela se olvidan de acostumbrarlos al trabajo metódico y
disciplinado, pensando que con su inteligencia superarán cualquier dificultad, etc. Ahora
bien, la ortografía es precisamente el punto álgido de esa inteligencia. Si Mea no estudia
bien y no corrige esa deficiencia, ¿qué se podría pensar? Se podría pensar que se tratase
de una de aquellas muchas chicas que tienen moños en el pelo, con las ropitas bien
planchadas, etc., pero que tienen la ropa interior sucia …

Carta a su cuñada Tatiana Schucht, 19 de marzo de 1927

[…]
Un estudio de lingüística comparada! Nada menos. ¿Pero que cosa podría ser más
“desinteresada” e für ewig que eso? Se trataría, naturalmente, de tratar sólo la parte

46
Citamos y traducimos las siguientes cartas de acuerdo con siguiente edición: Lettere
dal Carcere, edición de S. Caprioglio y E. Fubini, Turín, Einaudi, 1975.

39
metodológica y puramente teórica del tema, que no ha sido jamás tratado de manera
completa y sistemática desde el nuevo punto de vista de los neolingüistas contra los
neogramáticos. (¡Te voy a horrorizar, querida Tania, con esta carta mía!). Uno de los
mayores “remordimientos” intelectuales de mi vida es el dolor profundo que le procuré
al mi buen profesor Bartoli de la Universidad de Turín, quien estaba persuadido de que
yo era el arcángel destinado a devastar definitivamente a los “neogramáticos”, porque él,
de la misma generación y unido a través de miles de hilos académicos a esa horda de
hombres infames, no quería ir en sus postulados más allá de un cierto límite fijado por las
conveniencias y por la deferencia hacia viejos monumentos funerarios de la erudición.
[…]

A Tatiana Shucht, 17 de noviembre de 1930


[…]

Por ahora no tienes que enviarme ningún libro. Los que tengas, ponlos aparte y espera
que yo te indique que los envíes. Antes quiero sacarme de encima todas la viejas revistas
que desde hace cuatro años vengo acumulando; antes de sacarlas, voy a volver a verlas
para tomar algunas notas sobre los temas que más me interesan y, naturalmente, ello me
lleva una buena parte del día, porque las notas de erudición la acompaño con llamadas,
comentarios, etc. Me he planteado tres o cuatro temas principales, uno de los cuales es el
de la función cosmopolita que han tenido los intelectuales italianos hasta el siglo XVIII,
que luego se subdividió en varias secciones: el Renacimiento y Maquiavelo, etc. Si tuviera
la posibilidad de consultar el material necesario, creo que se podría hacer un libro
realmente interesante, que todavía no existe; digo libro, para hablar solo de la
introducción a un cierto número de trabajos monográficos, porque la cuestión se presenta
de diferentes maneras en las diferentes épocas y, según mi parecer, sería necesario
remontarse a los tiempos del Imperio Romano. Mientras tanto, tomo algunas notas porque
las lectura de los relativamente poco que tengo me hace recordar viejas lecturas del
pasado. Por otro lado, la cosa no es completamente nueva para mí, porque hace diez años
escribí un ensayo sobre la cuestión de la lengua en Manzoni y ello exigió una cierta
investigación sobre la organización de la cultura italiana, desde que la lengua escrita (el
así llamado latín, es decir el latín escrito desde el 400 después de C. hasta el 1300) se
separó completamente de la lengua hablada por el pueblo, que, terminada la

40
centralización romana, se fragmentó en infinitos dialectos. A ese latín medo sucedió el
vulgar, que fue nuevamente sometido por el latín humanístico, lo que dio lugar a una
lengua docta, vulgar por el léxico, pero no por la fonología y tanto menos por la sintaxis,
que fue calcada sobre el latín: así continuó existiendo una lengua doble, la popular, o
dialectal, y la docta, o sea la lengua de los intelectuales y de la clases cultas… El mismo
Manzoni, al reescribir Los novios y en sus aproximaciones a la lengua italiana, tuvo en
cuenta en realidad un solo aspecto de la lengua, el léxico, y no la sintaxis que es en todo
caso parte esencial de toda lengua, de modo que el inglés, aunque tenga un 60 por ciento
de palabras latinas o neolatinas, es lengua germánica, mientras que el rumano, si bien
tiene un 60 por ciento de palabras eslavas, es lengua neolatina, etc. Como puedes ver, el
tema me interesa tanto que me he dejado llevar por su mano.
[…]

De los Cuadernos47

Cuaderno 1 (1929)

(73). La literatura italiana moderna de Crémieux: La Fiera letteraria del 15 de enero de


1938 resume un artículo, bastante idiota y desopilante, publicado por G. Bellonci en el

47
Seguimos para nuestra traducción de los Cuadernos la edición crítica del Istituto
Gramsci, al cuidado de Valentino Gerratana, A. Gramsci, Quaderni del carcere, IV
volúmenes, Turín, Einaudi, 1975. Según los criterios editoriales de Gerratana, los
fragmentos entre corchetes indican palabras o frases añadidas por Gramsci durante la
revisión de sus notas.

41
Giornale d´Italia. Crémieux escribe en su Panorama que Italia carece de una lengua
literaria moderna, lo que es acertado en un sentido muy preciso: 1) que no existe una
concentración de la culta unitaria, cuyos miembros escriban y hablen “siempre” una
lengua “viva” unitaria, es decir, difundida de manera pareja en todos los estratos sociales
y grupos regionales del país; 2) Que por lo tanto entre la clase culta y el pueblo hay una
marcada distancia: la lengua del pueblo es todavía el dialecto, con la ayuda subsidiaria de
una jerga italianizante que en gran parte es el dialecto traducido mecánicamente. Existe
además una fuerte influencia de los diferentes dialectos en la lengua escrita, porque
también la así llamada clase culta habla la lengua nacional en determinados momentos y
usa el dialecto en el habla familiar, es decir, en el habla más viva, adherida a la realidad
inmediata; por otro parte, con todo, la reacción a los dialectos hace que, al mismo tiempo,
la lengua nacional siga siendo algo fosilizada y anquilosada y cuando pretende ser
familiar se quiebra en una serie de reflejos dialectales. Además, el tono del discurso (el
cursus y la música del período) que influye en el léxico, la morfología y especialmente la
sintaxis. Manzoni enjuagó en el Arno su léxico personal, lleno de elementos lombardos,
pero en menor medida la morfología y casi en absoluto la sintaxis, que está más
connaturalizada con el estilo, la forma artística personal y la esencia nacional de la lengua.
También en Francia se verifica un fenómeno similar entre París y Provenza, pero en
medida mucho menor, y en la práctica puede dejarse de lado; en una confrontación entre
A. Daudet y Zola se ha señalado que Daudet casi no conoce ya el pasado remoto
etimológico, que se sustituye con el imperfecto, lo que en Zola se verifica sólo de manera
esporádica. Bellonci escribe contra la afirmación de Crémieux: “hasta el siglo XVI las
formas lingüísticas descienden desde lo alto, del siglo XVII en adelante suben desde lo
bajo”. Inmenso despropósito, por superficial y por ausencia de crítica y de capacidad de
distinguir. Porque justamente hasta el siglo XVI ejerce una hegemonía cultural, en
conexión con su hegemonía comercial y financiera (el papa Bonifacio VIII decía que los
florentinos eran el quinto elemento del mundo) y hay un desarrollo lingüístico unitario
desde lo bajo, del pueblo a las personas cultas, desarrollo reforzado por los grandes
escritores florentinos y toscanos. Luego de la decadencia de Florencia, el italiano se
transforma cada vez más en una lengua cerrada, sin contacto con un habla histórica. ¿No
es acaso esa la cuestión planteada por Manzoni, regresar una hegemonía florentina con
medios estables, rechazada por Ascoli, que, más historicista, no cree en las hegemonías
culturales por decreto, no sostenida por una función nacional más profunda y necesaria?
La pregunta de Bellonci: ¿”Acaso negaría Crémieux que existiera (que haya existido,

42
habrá querido decir) una lengua griega porque se distingan en ellas variedades dóricas,
jónicas, eólicas?”, es sencillamente cómica; muestra que no ha entendido a Crémieux y
no entiende nada de estas cuestiones, sino que razona a través de categorías librescas,
como lengua, dialecto, “variedades”, etc.

Goffredo Bellonci, Páginas e ideas, Edizione Sapientia, Roma. Parece que es una especie
de historia de la literatura italiana subvertida por el lugar común. Este Bellonci es tan sólo
una caricatura del periodismo literario; un Bouvard de las ideas y de la política, una
víctima de Mario Missiroli, que era a su vez una víctima de Oriani y d Sorel.

Cuaderno 3 (1930)

(74). Giulio Bertoni y la lingüística. Sería necesario escribir una refutación a Bertoni
como lingüista por las actitudes que ha asumido últimamente con su escrito en el Manual
de lingüística y en el pequeño volumen publicado por Petrini (ver el fragmento publicado
por la Nuova Italia en agosto de 1930). Me parece que es posible demostrar que Bertoni
no ha logrado dar una teoría general de las innovaciones que Bartoli introdujo en la
lingüística, así como tampoco ha logrado entender en qué consisten esas innovaciones y
cuál es la verdadera importancia práctica y teórica de ellas.
Por otro lado, en el artículo publicado hace un año en Leonardo sobre los estudios
lingüísticos en Italia, no distingue a Bartoli del conjunto, e incluso, en el juego de
claroscuros, lo ubica en una segunda línea, a diferencia de Casella que en su reciente
artículo en el Marzocco a propósito de la Miscelanea Ascoli, subraya la originalidad de
Bartoli: en el artículo de Bertoni en Leonardo hay que relevar cómo el Campus aparece

43
incluso superior a Bartoli, cuando sus estudios sobre las velares ario-europeas no son más
que pequeños ensayos en los que se aplica pura y simplemente el método del propio
Bartoli; es Bartoli quien, desinteresadamente, valorizo al Campus y ha intentado ubicarlo
en primera línea en todo momento: Bertoni, quizá no sin malicia académica, en un artículo
como el de Leonardo donde es necesario, en casi todos los casos, calcular las palabras
dedicadas a cada estudioso para dar una perspectiva adecuada, ha arreglado las cosas de
modo que Bartoli es puesto en un rincón. Error de Bartoli el haber colaborado con Bertoni
en la redacción del Manual, y digo error y responsabilidad científica. Bartoli es apreciado
por sus trabajos concretos: al dejarle redactar a Bertoni la parte teórica induce a error a
los estudiantes y los empuja por un falso camino; en este caso, la modestia y e desinterés
se transforman en culpa.
Por otro lado, Bertoni, si no entendió a Bartoli, menos aún entendió a Croce, en el
sentido de que no ha sabido deducir los cánones de investigación y de construcción de la
ciencia del lenguaje a partir de la estética crociana; no hizo más que parafrasear, exaltar,
darle una impronta más lírica a algunas impresiones; se trata sustancialmente de un
positivista que se deshace ante al idealismo porque éste está más a la moda y le permite
hacer retórica. Produce asombro que Croce haya alabado el Manual, sin señalar y sin
exhibir las incongruencias de Bertoni: me parece que Croce intentó, fundamentalmente,
tomar acto benévolamente de que en esta rama de estudios, donde el positivismo triunfa,
se intenta iniciar una vía nueva en el sentido idealista. Me parece que entre el método de
Bartoli y el crocismo no existe ninguna relación de dependencia inmediata: la relación es
con el historicismo en general, no con una forma particular de historicismo. La innovación
de Bartoli es justamente esa, que de la lingüística, concebida toscamente como ciencia
natural, ha hecho una ciencia histórica, cuyas raíces hay que buscar “en el espacio y en el
tiempo” y no en el aparato bucal fisiológicamente entendido.
Sería necesario refutar a Bertoni no sólo en este campo: su figura de estudioso
siempre me ha resultado repugnante intelectualmente; hay en él algo de falso, de no
sincero en el sentido literal de la palabra; además de la extensión y de su falta de
“perspectiva” en los valores históricos y literarios.
En la “lingüística” es crociano Vossler, ¿pero qué relación existe entre Bartoli y
Vossler y entre Vossler y aquello que se llama comúnmente “lingüística”? Recordar en
este sentido el artículo de Croce “Esta mesa redonda es cuadrada” (en Problemas de
Estética) de cuya crítica es necesario partir para establecer los conceptos exactos de esta
cuestión.

44
(76). La cuestión de la lengua y las clases intelectuales italianas. Para desarrollar el
concepto que Italia concreta de la paradoja de ser un país muy joven y, al mismo tiempo,
muy viejo (como Lao-Tse, que nace a los 80 años).
Las relaciones entre los intelectuales y el pueblo-nación estudiadas bajo el aspecto
de la lengua escrita de los intelectuales y usada en sus relaciones y bajo el aspecto de la
función que tuvieron los intelectuales italianos en la Cosmópolis medieval por el hecho
de que el Papado tenía su sede en Italia (el uso de latín como lengua docta se liga al
cosmopolitismo católico).
Latín literario y latín vulgar. A partir del latín vulgar se desarrollan los dialectos
neolatinos no sólo en Italia sino en todo el área europea romanizada: el latín literario se
cristaliza en el latín de los doctos, de los intelectuales, en el así llamado latín medio (cfr.
el artículo de Filippo Ermini en la Nuova Antologia del 16 de mayo de 1928), que no
puede ser de ninguna manera parangonado a una lengua hablada, nacional, históricamente
viviente; con todo, no debe confundirse tampoco con una jerga o con una lengua artificial
como el esperanto. De todas maneras, hay una fractura entre el pueblo y los intelectuales,
entre el pueblo y la cultura. (Incluso) los libros religiosos están escritos en latín medio,
de modo que también las discusiones religiosas escapan del pueblo, aun cuando la religión
sea el elemento cultural que prevalece: de la religión el pueblo ve los ritos y siente las
prédicas exhortativas, aunque no puede seguir las discusiones y los desarrollos
ideológicos que son monopolio de una casta.
Las variedades vulgares se ponen por escrito cuando el pueblo vuelve a adquirir
importancia: el juramento de Estrasburgo (luego de la batalla de Fontanet entre los
sucesores de Carlomagno) sobrevivió porque los soldados no podían jurar en una lengua
desconocida sin quitar validez al juramento. También en Italia los primeros trazos de
vulgar son juramentos o registros de testimonios del pueblo para establecer la propiedad
de los fondos de convento (Monte Casino). De todos modos, se puede decir que in Italia
desde el 600 d. C., cuando se puede conjeturar que el pueblo no comprendía el latín de
los doctos, hasta el 1250, cuando comienza el florecimiento de la lengua vulgar, es decir,
por poco más de 600 años, el pueblo no comprendía los libros y no podía participar en el
mundo de la cultura. El florecimiento de las Comunas dio desarrollo a los vulgares y la
hegemonía intelectual de Florencia da una unidad al vulgar, es decir, crea un vulgar
ilustre. ¿Pero qué es dicho vulgar ilustre? Es el florentino elaborado por los intelectuales

45
de la vieja tradición: es florentino por el vocabulario y también por la fonética, pero es
latín por la sintaxis. Por otro lado, la victoria del vulgar sobre el latín no era fácil: los
doctos italianos, con excepción de los poetas y los artistas en general, eran una
concentración de intelectuales cosmopolitas y no nacionales. La caída de las Comunas y
el surgimiento del principado, la creación de una casta de gobierno separada del pueblo,
cristaliza ese vulgar, del mismo modo que se había cristalizado el latín literario. El italiano
se transforma de nuevo en una lengua escrita y no hablada, de los doctos y no de la nación.
En Italia hay dos lenguas de cultura, el latín y el italiano, y este termina teniendo primacía,
con su triunfo completo en el siglo XIX a través de la separación de los intelectuales
laicos de los eclesiásticos (los eclesiásticos continúan incluso hoy escribiendo en latín,
aunque ahora incluso el Vaticano usa cada vez más el italiano cuando trata asuntos
italianos y terminará haciendo lo mismo en el caso de los otros países, coherentemente
con su actual política de las nacionalidades). De todos modos me parece que hay que dejar
en claro este punto: que la cristalización del vulgar ilustre no puede ser separada de la
tradición del latín medio y representa un fenómeno análogo. Luego de un breve paréntesis
(libertades comunales) en el cual hay in florecimiento d intelectuales surgidos de las
clases populares (burgueses) hay una reabsorción de la función intelectual de la casta
tradicional, en el que los elementos individuales son de origen popular, pero en los que
prevalece el carácter de casta sobre el origen. No es pues todo un estrato de la población
que llegando la poder crea a sus intelectuales (ello sucedió en el siglo XIV), sino que es
un organismo tradicionalmente seleccionado que asimila en sus cuadros a individuos
particulares (el ejemplo típico de ello es de la organización eclesiástica).
Es necesario tener en cuenta otros elementos en un análisis completo, y creo que
por muchas cuestiones la retórica nacional del siglo pasado y los prejuicios encarnados
por ella impidieron emprender incluso las investigaciones preliminares. Así, ¿cuál fue el
área exacta de difusión del toscano? En Venecia, por ejemplo, entiendo que se introdujo
el italiano elaborado por los doctos sobre el esquema del latín y no tuvo entrada nunca el
florentino originario, en el sentido de los mercaderes florentinos no hicieron sentir la viva
voz florentina como en Roma y en Nápoles, por ejemplo: la lengua de gobierno continúo
siendo el veneciano. Lo mismo para otros centros (Génova, creo). En este sentido no
existe todavía una historia de la lengua italiana: la gramática histórica no es todavía eso,
es más. Para la lengua francesa existen estas historias (la de Brunot -y la de Litré- me
parece que es la del tipo que estoy pensando, pero no me acuerdo bien). Me parece que,
entendida la lengua como elemento de la cultura y por lo tanto de la historia general y

46
como manifestación fundamental de la nacionalidad, este estudio no es algo ocioso o
puramente erudito.
En su artículo, interesante como información de la importancia que ha asumido el
estudio del latín medio (esta expresión, que debería significar latín medieval, creo, me
parece bastante poco apropiada y posible causa de errores entre los no especialistas) y a
la que podré remitirme para una primera bibliografía, así como a otros escritos de Ermini
que es un especialista en latín medio; Ermini afirma que, sobre la base de las
investigaciones, “es necesario cambiar la teoría de los dos mundos separados, del latín,
que esta en manos solo de los doctos y se apaga, y del latín medio, que surge y se aviva,
por la teoría de la unidad latina y de la continuidad perenne de la tradición clásica”. Ello
puede significar sólo que la nueva cultura neolatina sentía fuertemente las influencias de
la precedente cultura, no que haya sido una unidad “popular-nacional” de cultura.
Pero quizá para Ermini el latín medio tiene precisamente el significado literal de
latín que está en el medio entre el clásico y el humanístico, mientras el latín medio tiene
rasgos propios, inconfundibles: Ermini hace surgir el latín medio hacia la mitad del siglo
IV, cuando tiene lugar la alianza entre la cultura (!) clásica y la religión cristiana, cuando
una “noble pléyade de escritores, que sale de las escuelas de retórica y de poesía, siente
el vivo deseo de conducir la nueve fe hacia la belleza (!) antigua y dar vida a la primera
poesía cristiana”. (Me parece adecuado remontar el latín medio al primer surgimiento de
literatura cristiana latina, pero el modo de exponer la génesis me parece vago y arbitrario
–cfr. la historia de la literatura latina de Marchesi para este punto). (El latín medio se
ubicaría entre la mitad del siglo IV y el final de siglo XIV, entre el inicio de la inspiración
cristiana y la difusión del humanismo. Estos mil años son divididos por Ermini de la
siguiente manera: primera edad de los orígenes, desde la muerte de Constantino a la caída
del Imperio de Occidente (337-476); segunda edad, de la literatura bárbara, del 476 al
799, es decir desde la restauración del imperio por obra de Carlomagno, verdadero tiempo
de transición en el continuo y progresivo latinizarse de los bárbaros (exagerado: de la
formación de un estrato de intelectuales germánicos que escriben en latín); una tercera
edad, desde el resurgimiento carolingio, desde el 799 al 888, la muerte de Carlos el
Grande, una cuarta, de la literatura feudal, del 888 al 1000, hasta el período del papa
Silvestre II, cuando el feudalismo, lenta transformación de ordenamientos preexistentes,
abre una era nueva; una quinta, de la literatura escolástica, que corre hasta el fin del siglo
XII, cuando el saber se recoge en las grandes escuelas y el pensamiento y el método

47
filosófico fecunda todas las ciencias, y una sexta, de la literatura erudita, desde el
principio del XIII al fin del XIV y que ya marca la decadencia.

(79). La cuestión de la lengua. Ettore Veo, en un artículo de la Nuova Antologia del 16


de junio de 1928, “Roma en sus hojas dialectales”, señala cómo el dialecto de Roma
permaneció durante mucho tiempo restringido al ámbito del vulgo, aplastado por el latín.
“pero ya en momentos revolucionarios, el vulgo, como suele suceder, intenta pasar –o se
lo hace pasar- a primer plano”. El Saqueo de Roma cuenta con escritores en dialecto, pero
especialmente lo hace la Revolución Francesa. (De ahí empieza de hecho el triunfo
“escrito” del romanesco y el florecimiento dialectal que culmina en el período liberal de
Pío IX hasta la caída de la República Romana). En el 47-49 el dialecto es arma de los
liberales; luego del 70, de los clericales.

(86). Lorianismo. Alfredo Trombetti. En muchos aspectos se lo podría ubicar en el


lorianismo, siempre teniendo en cuenta que ello no implica un juicio sobre el conjunto
su obra, sino un simple juicio de desequilibrio entre la “logicidad” y el contenido
concreto de sus estudios. Trombetti era un formidable políglota, pero no es un glotólogo,
o al menos su glotolismo no se identificaba con su poliglotismo: el conocimiento material
de innumerables lenguas le hace descuidar el método científico. Además, era un
iluminado: la teoría de la monogénesis del lenguaje era la prueba de la monogénesis de
la humanidad, con Adán y Eva como punto de partida. Por ello los católicos lo
aplaudieron y él se hizo popular, es decir, fue “enlazado” con su teoría no desde el punto
de vista del honor científico, sino ideológico. En los últimos tiempos recibió
reconocimientos oficiales y fue exaltado como una gloria nacional, especialmente por el
anuncio, el marco de un Congreso Internacional de Lingüística (de La Haya, a inicios del
28), del desciframiento del etrusco. Me parece, sin embargo, que el etrusco continúa
siendo tan poco descifrado como antes y que todo se reduce a un nuevo intento fallido.
En la Nuova Antologia del 16 de julio de 1928 se publica un artículo de Pericle
Ducati, ”El Primer Congreso Internacional Etrusco” (27 de abril – 3 de mayo de 1928) en
el que se habla de un modo muy extraño, pero up to date, del “descubrimiento” de
Trombetti. En la p. 199 se habla de “exitoso desciframiento” del etrusco, “gracias sobre
todo a los esfuerzos de un italiano, de Alfredo Trombetti”. En la p. 204. el “exitoso
desciframiento” se reduce en cambio a “un paso gigantesco en la interpretación del

48
etrusco”. La tesis de Trombetti es ésta, ya establecida por él en el Convenio Nacional
Etrusco de 1926: el etrusco es una lengua intermedia, junto con otros idiomas de Asia
Menor y pre-helénicos, entre el grupo caucásico y el grupo arioeuropeo, con mayor
afinidad con este último; por ello el lemnio, como aparece en sus inscripciones en la
famosa estela, y el etrusco prácticamente se identifican. Esta tesis entra en el sistema
general de Trombetti que presupone probada la monogénesis y en consecuencia tiene una
base muy frágil. Además, presupone como verdadera la hipótesis del origen transmarino
de los etruscos, mientras esta opinión, aun cuando sea la más difundida, no es en absoluto
universal: Gaetano De Sanctis y Luigi Pareti sostienen en cambio el origen transalpino de
esa lengua, y no estamos ante dos estudiosos menores. En el Congreso Internacional
Etrusco Trombetti pasó a la más precisa determinación de la gramática y a la
hermenéutica de los textos, ensayo de su libro La lengua etrusca, publicado poco después.
Tuvo un gran éxito. Hubo polémicas, no con los extranjeros, señala Ducati, sino con los
connacionales, aunque “respetuosamente y haciendo honor a la excepcional valor de
Trombetti”. “Un joven y hoy por hoy valioso glotólogo, Giacomo Devoto, se ha
preocupado por el método, porque el rigor de esté le parece afectado por las
investigaciones y los resultados de Trombetti”. Aquí, Ducati hace una serie de
consideraciones verdaderamente portentosas sobre el método de la glotología y contra
Devoto, concluyendo así: “Miremos pues los resultados de Trombetti y no caigamos en
bizantinismos”. Luego se vio qué quería decir eso de no caer en bizantinismos. En
general, en las ciencias el método es lo más importante; en algunas ciencias, que
necesariamente se deben basar en una serie restringida de datos positivos, restringido y
no homogéneo, las cuestiones de método son todavía más importantes, si no son acaso
todo. No es difícil con un poco de fantasía construir hipótesis sobre hipótesis y darles una
apariencia brillante de logicidad y una doctrina: pero la crítica de esas hipótesis da vuelta
todo el castillo de naipes y encuentra el hueco debajo de lo brillante. ¿Ha hallado
Trombetti un nuevo método? Esa es la cuestión. ¿Ese método hace progresar la ciencia
más que el antiguo, lo interpreta mejor, etc.? Nada de eso. Se hace evidente también aquí
le modo en que el nacionalismo introduce desviaciones dañinas en la evaluación científica
y en consecuencia en las condiciones prácticas del trabajo científico. Bartoli halló un
nuevo método, aunque, en su caso, no puede jactarse de haber interpretado al etrusco;
Trombetti, en cambio, afirma que descifró el etrusco, y por lo tanto se jacta haber resuelto
uno de los más grandes y apasionantes enigmas de la historia: aplausos, popularidad,
ayudas económicas. Ducati repite, y aprueba, lo dicho en la Convención por una glotólogo

49
“muy ilustre”: “Trombetti es una excepción: se eleva mucho más arriba que nosotros y
aquello que a nosotros no nos parece lícito intentar, él lo puede realizar”.Y si, como
agudamente admite el mismo Antonielli, nuestro italianísimo Trombetti, “por la supina
sensibilidad de algunos, si se llamase Von Trombetting o Trombetty….”, porque la
cuestión se planteaba en esos términos, es necesario convenir que Devoto y los otros
oponentes fueron héroes y que hay algo de sano en la ciencia italiana. Ducati apoya esta
tendencia nacionalista en la ciencia, sin darse cuenta de las contradicciones en las que
cae: si Trombetti indicase una verdad segura, habría renovado justamente o desarrollado
o defeccionado del método y entonces sería lícito tentar a todos los estudiosos con lo que
él ha hecho. O lo uno o lo otro: o Trombetti está por sobre la ciencia por sus particulares
dotes de intuición o abre un camino para todos. “Caso curioso. Entre los glotólogos
reunidos en Florencia, Trombetti obtuvo los aplausos más cerrados de pare de los
extranjeros”. ¿Y entonces por qué Ducati señala el “Von Trombetting”? ¿O no indica eso
que la glotología italiana es más seria y avanzada que la extranjera? Al nacionalismo
científico bien puede sucederle lo siguiente: que no se de cuenta de las verdaderas
“glorias” nacionales; que él mismo sea justamente eso: el esclavo, el supino siervo de los
extranjeros.

(156). Lorianismo. Trombetti y la monogénesis del lenguaje. La Nuova Antologia, que en


un artículo de Pericle Ducati (ya citado por mí en precedencia) había exaltado la obra de
Trombetti por su interpretación del etrusco, en el número del 1ro. de marzo de 1929
publica una nota de V. Pisani, “Divagaciones etruscas”, completamente destructiva.
Pisani recuerda contra Trombetti algunos principios elementales para el estudio crítico de
la ciencia de las lenguas:
El método puramente etimológico carece de consistencia científica; 1) la lengua
no es el léxico puro, un error vulgar y muy difundido; las palabras individuales tomadas
de manera abstracta, aunque se parezcan muchísimo entre sí en una determinada fase
histórica, pueden: a) haber nacido independientemente una de la otra; el ejemplo clásico
es mysterion, en griego y en hebreo, con el mismo significado, pero en griego el
significado surge de myst- y –erion es el sufijo para los abstractos, mientras en hebreo,
por el contrario, -erion o –terion es el radical fundamental y myst- (o mys-) el prefijo
genérico; del mismo modo, haben en alemán no tiene el mismo origen que el habēre
latino, ni el to call en inglés de καλέω en griego o de calāre en latín (llamar), ni ähnlich
en griego puede unirse a ἀνάλογος en griego, etc. Littmann publicó, en la Zeitschrift der

50
Deutschen Morgenl. Gesellschaft», LXXVI, pp. 270 y ss. una lista de estas supuestas
concordancias para demostrar lo absurdo de la etimología anticientífica; b) pueden haber
sido préstamos de una lengua a otra, en época relativamente prehistórica; por ejemplo,
América fue “descubierta” por Cristóbal Colón “sólo” desde el punto de vista de la
civilización europea en su conjunto, esto es, Cristóbal Colón hizo entrar a América en la
zona de interés de la civilización europea, de la historia europea; pero ello no excluye, de
ningún modo, que elementos europeos, o de otros continentes, hayan podido llegar hasta
América, incluso en grupos relativamente considerables, y hayan podido dejar
“palabras” con formas lexicales más o menos considerables; ello se podría repetir para el
caso de Australia y para cualquier otra parte del mundo; ¿Cómo se puede afirmar, como
lo hace Trombetti, sobre un número relativamente escaso de formar lexicales (30 – 40)
que dichas formas sean un documento de la monogénesis?
2) Las formas lexicales y sus significados deben ser confrontadas de acuerdo con
fases históricas homogéneas de las respectivas lenguas, para cada forma es necesario por
ello “hacer”, más allá de la historia fonológica, la historia semántica y confrontar con
significados más antiguos.
Trombetti no respeta ninguno de estos principios elementales. a) Se contenta , en
cambio, con significados genéricos, incluso no demasiado afines (en alguno casos,
tratados de manera ridícula: recuerdo el caso muy curioso de un verbo de movimiento
arioeuropeo comparado con una palabra de un dialecto asiático que significa “ombligo”
y “sal de allí”, lo que debería corresponder, de acuerdo con Trombetti, al hecho de el
ombligo se “mueve” continuamente por la respiración (!¡); b) es suficiente para él que en
las palabras que se comparan se verifique la sucesión de dos sonidos consonánticos
semejantes entre sí, como por ejemplo t, th, d, dh, s, etc., o bien p, ph, f, b, bh, v, w, etc.,
oppure p, ph, f, b, bh, v, w, etc.; se desembaraza de las otras consonantes considerándolas
como prefijos, sufijos, infijos.
3) Si faltan los argumentos gramaticales de índole fonética y morfológica (y
también sintáctica, aunque en menor grado), entonces no puede demostrarse el parentesco
de dos lenguas por la comparación, aunque ésta estuviera justificada, de un número,
incluso muy grande, de palabras, Ejemplo: el inglés, que es lengua germánica aunque su
léxico es bastante neolatino; el rumano, que es neolatino aunque tiene muchas palabras
eslavas; el albanés, que es ilírico aunque su léxico es griego, latino, eslavo, turco, italiano;
el armenio, que contiene mucho de iranio: persa arabizado pero siempre arioeuropeo, etc.

51
¿Por qué Trombetti ha gozado de tanta fama? 1) Naturalmente, posee sus méritos,
el primero de todos el de ser un gran políglota. 2) Porque la tesis de la monógenesis es
sostenida por los católicos, que ven en Trombetti “un gran científico que está de acuerdo
con la Biblia”, y por lo tanto le otorgan sus galones; 3) El orgullo nacional. Sin embargo,
Trombetti es más apreciado por los profanos que por sus colegas en la materia. Por cierto,
la monogénesis no puede ser excluida a priori, pero tampoco puede ser probada, o al
menos Trombetti mismo no la ha probado. Recordar los epigramas de Voltaire contra el
promocionado etimologista Ménage Gilles (1613-1692) sobre la etimología de alfana >
equa, por ejemplo.
El método acrítico de Trombetti aplicado al etrusco no podía dar resultados
válidos, evidentemente. Su interpretación puede ser puesta en serie con las muchas que
no se han dado: podría llegar a ser “de casualidad” verdadera, pero de esa verdad no se
puede dar una demostración. (Ver en qué consiste el método que Trombetti llama
“combinatorio”: no tengo material; parece que significa algo así como esto: la
comparación de un término etrusco ignoto con un término conocido de otra lengua debe
ser controlado con los términos conocidos de otras lenguas afines que se asemejan como
sonido pero no coinciden entre sí en lo que se refiere a los significados; aunque quizá no
sea eso.

52
Cuaderno 5 (1930-1932)

(23) Apuntes sobre la cultura china: 1) La posición de los grupos intelectuales en China
está “determinada” por las formas prácticas que la organización material de la cultura ha
asumido históricamente en ella. El primer elemento de esta especie es el sistema de
escritura, es decir, la ideográfica. El sistema de escritura es todavía más difícil de lo que
se supone comúnmente, porque las dificultades no surgen sólo de la enorme cantidad de
signos materiales, sino que esa misma cantidad se complica aún más a causa de las
“funciones” de los signos individuales, de acuerdo con el lugar que ocupan. Por otro lado,
el ideograma no está relacionado orgánicamente con una lengua determinada, sino que se
usa en toda la serie de lenguas que son habladas por los chinos cultos, esto es, el
ideograma tiene un valor “esperantístico”: es un sistema de escritura “universal” (en el
marco de un cierto mundo cultural), teniendo en cuenta que las lenguas chinas poseen un
origen común. Este fenómeno debe ser estudiado detenidamente, porque puede ser útil
contra las pretensiones “esperantistas”, es decir, puede servir para demostrar cómo las así

53
llamadas lenguas universales convencionales, en cuanto no son la expresión histórica de
condiciones adecuadas y necesarias, se transforman en elementos de estratificación social
y de fosilización de algunos estratos. En estas condiciones no puede existir en China una
cultura popular de amplia difusión: la oratoria y la conversación se transforman en las
formas más populares de difusión de la cultura. Será necesario, en cierto momento,
introducir el alfabeto silábico: este hecho presenta una serie de dificultades: 1) La elección
del alfabeto mismo: el ruso o el inglés (entendiendo por “alfabeto inglés” no sólo la pura
notación de los signos fundamentales, igual para el inglés y las otras lenguas de alfabeto
latino, sino también al nexo diacrítico de consonantes y vocales que señalan la notación
de los sonidos efectivos, como la sh por ś, j por la g italiana, etc.): es cierto que el alfabeto
inglés tendrá ventaja en caso de tener que elegir uno y ello producirá consecuencias de
carácter internacional; esto es, una cierta cultura tendrá ventaja sobre otras.
2) La introducción del alfabeto silábico tendrá consecuencias de gran alcance en
lo que se refiere a la estructura cultural china; desaparecida la escritura “universal”,
florecerán las lenguas populares y, en consecuencia, nuevos grupos de intelectuales sobre
esta nueva base. Ello quiere decir que se rompería la unidad actual de tipo “cosmopolita”
y habría un pulular de fuerzas “nacionales” en un sentido estricto. En algunos aspectos la
situación china puede compararse con la de la Europa occidental y central en el
Medioevo, al “cosmopolitismo católico”, es decir, cuando el “latín medio” era la lengua
de las clases dominantes y de sus intelectuales: en China la función del “latín medio” la
tiene el “sistema de escritura”, propio de las clases dominantes y de sus intelectuales. La
diferencia fundamental surge de eso: de que el peligro que mantenía unida a la Europa
medieval, peligro en general musulmán –árabes, al sur; tártaros y luego turcos en Oriente
y en el sudeste- no puede ser ni siquiera lejanamente comparado con los peligros que
amenazan la autonomía china en el período contemporáneo. Árabes, tártaros, turcos, eran
todos relativamente “menos” organizados y desarrollado que la Europa de aquel tiempo
y el peligro era “meramente”, o casi, técnico-militar. En cambio, Inglaterra, Norteamérica
o Japón son superiores a China no sólo “militarmente”, sino también económicamente,
culturalmente, en suma, en toda el área social. Tan sólo la unidad “cosmopolita” actual,
de cientos de millones de hombres, con su particular nacionalismo de “raza” –xenofobia-
, le permite al gobierno central chino contar con la disponibilidad financiera y militar
mínima para resistir la presión de las relaciones internacionales y para mantener
desunidos a sus adversarios.
(…)

54
Relaciones de la cultura china con Europa: Las primeras noticias sobre la cultura china
las brindaron los misioneros, en especial los jesuitas, en los siglos XVII-XVIII. Intorcetta,
Herdrich, Rougemont, Couplet revelan a Occidente el universalismo confuciano; du
Halde (1736) escribe la Description de l´Empire de la Chine; Fourmont (1742), da
Glemona, Prémare.
En 1815, con lo formación en el Collège de France de la primera cátedra de lengua
y cultura chinas, la cultura china comienza a ser estudiada por los laicos (con fines y con
métodos científicos y no de apostolado católico, como era el caso de los jesuitas); esa
cátedra fue dictada por Abel Rémusat, considerado hoy como el fundador de la sinología
contemporánea. Discípulo de Rémusat fue Stanislas Julien, que es considerado el primer
sinólogo de su tiempo. Tradujo una enorme cantidad de textos del chino, novelas,
comedias, libros de viaje y obras de filosofía; resumió en fin su experiencia filológica en
Syntaxe nouvelle de la langue chinoise. La importancia científica de Julien surge del
hecho de que logró penetrar en el carácter de la lengua china y en las razones de sus
dificultades para los europeos, acostumbrados a las lenguas flexivas. Incluso para un
chino, el estudio de su propia lengua es mucho más complejo de lo que para un europeo
es el estudio de la suya; es necesario un doble esfuerzo, de memoria y de inteligencia; de
memoria, para recordar los múltiples significados de un ideograma; de inteligencia, para
correlacionarlos de modo tal de encontrar en cada uno de ellos la parte, para decirlo de
alguna manera, conectiva, que permite extraer del nexo de las frases un sentido lógico y
aceptable. Cuanto más denso y elevado sea el texto (en lo que se refiere a su abstracción),
más difícil es traducirlo; hasta el literato chino más experto debe hacer previamente un
trabajo de análisis, más o menos rápido, previo a la interpretación del texto que leerá. La
experiencia tiene, en el chino, un valor mayor que en otras lenguas, donde el fundamento
primero de la comprensión es la morfología, que en chino no existe. (Me parece difícil
aceptar que en chino no exista la morfología de manera absoluta; en las descripciones de
la lengua china hechas por los europeos hay que tener en cuenta que el “sistema de
escritura” ocupa el primer puesto en importancia: ¿pero el sistema de escritura coincide
plenamente con la lengua hablada, que es la “lengua real”?) Es posible que la función
morfológica en chino esté más relacionada con la fonética que con la sintaxis, esto es, con
el tono de los sonidos singulares y con el ritmo musical del período, cosa que no podría
aparecer en la escritura si no en la forma de una notación musical, pero incluso en este
caso me resulta difícil excluir una cierta función morfológica autónoma; habría que ver

55
el librito de Finck sobre los tipos principales de lenguas. 48 Recordar también que la
función morfológica incluso en la lenguas flexivas tiene como origen las palabras
independientes, transformadas en sufijos, etcétera; este rasgo puede servir tal vez para
identificar la morfología del chino, que representa una fase lingüística quizás más antigua
de las más antiguas lenguas de las que se ha conservado documentación histórica. Las
noticias que resumo aquí han sido extraídas de un artículo de Alberto Castellani, “Primera
sinología”, en el Marzocco del 24 de febrero de 1929.
En chino, “el que lee más sabe más”: en efecto, al reducirse todo a la sintaxis, sólo
una amplia familiaridad con los modos, las cláusulas de la lengua puede ser por cierto un
camino para la comprensión del texto. Entre el vago valor de los ideogramas y la
comprensión integral del texto tiene que surgir un ejercicio de la inteligencia que, en su
necesidad de adaptación lógica, prácticamente no tiene límites, si se lo compara con las
lenguas flexivas.

(151). Lingüística. Importancia del escrito de Enrico Sicardi La lengua italiana en Dante,
editado en Roma por la Casa Ed. “Optima”, con prefacio de Francesco Orestano. No he
leído la reseña de G. S. Gargano (“La lengua en los tiempos de Dante y la interpretación
de la poesía”) en el Marzocco del 14 de abril de 1929. Sicardi insiste en la necesidad de
estudiar las “lenguas” de varios escritores, si se quiere interpretar exactamente su mundo
poético. Ignoro si todo aquello que Sicardi escribe será exacto, y sobre todo ignoro si será
posible “históricamente” el estudio de las “particulares” lenguas de los escritores
individuales, dado que falta la documentación esencial. Sin embargo, la exigencia
metodológica de Sicardi es justa y necesaria (recordar en el libro de Vossler Idealismo y
positivismo en la estudio de la lengua, el análisis estético de la fábula de La Fontaine
sobre el cuervo y la zorra y la errónea interpretación de “son bec” debida a la ignorancia
del valor estético de “son”).

48
Franz Nikolaus Finck, Die Sprachstämme des Erdkreises, Leipzig, Teubner, 1909.

56
Cuaderno 6 (1930-32)

(36) Lorianismo. Trombetti y el etrusco. Cfr. Luigi Pereti, “En vísperas del I Congreso
Internacional Etrusco”, Marzocco del 29 de abril de 1928, y Pareti, “Después del
Congreso Etrusco”, Marzocco, 13 de mayo de 1928, y “Consensos y disensos histórico-
arqueológicos en el Congreso Etrusco”, Marzocco, 20 de mayo de 1918.
A propósito de las investigaciones lingüísticas, Pareti escribe en el primer artículo:
“Convencidos de la precisión de los textos transcriptos y del carácter completo de nuestras
recolecciones, se podrá reelaborarlos, de manera poco habitual, en lo que se refiere a la
lingüística. Porque es indispensable hoy por hoy no sólo llevar adelante los intentos de
interpretación, sino proceder históricamente: considerando así los términos lexicales y los
fenómenos fonéticos en el espacio y en el tiempo: distinguiendo aquello que es antiguo
de lo reciente; individualizando las diferencias dialectales de cada región. Establecida
esta base histórico-lingüística, será más fácil y seguro ya sea remontarse de los términos
y fenómenos más antiguos, en comparación con otras lenguas que sean interesantes para
el problema de los parentescos originarios; ya sea, por otro lado, remontarse desde
algunas peculiaridades de los dialectos etruscos en su últimos fase hasta términos y
fenómenos dialectales actuales. Igualmente meticulosa deber ser, naturalmente, la
indagación para establecer los diferentes estratos, utilizables históricamente, de la
toponimia. Ya que, en teoría, para cada nombre, es necesario reestablecer la edad y el

57
estrato étnico al que se remonta, es indispensable que para cada en cada uno de los casos
se recojan los más antiguos testimonios y quede registrada la forma precisa inicial, junto
a las deformaciones posteriores. Y ello para evitar la riesgosa comparación de términos
que se pueden demostrar incomparables, o por real deformidad fonética, o por
imposibilidad cronología. De todo el material relevado será luego oportuno confeccionar
léxicos y cartas topográficas, de cómoda y perspicua consulta”. Estos artículos de Pareti
están muy bien armados y dan una idea perspicua de las actuales condiciones de los
estudios sobre los etruscos.

(71). Lingüística. Antonio Pagliaro, Sumario de linguística arioueropea, Fas. I., Apuntes
históricos y cuestiones teóricas, Librerie di Scienze e Lettere del dot. G. Bardi, Roma,
1930 (en las Pubblicazioni della Scuola di Filologia Classica dell´Universitá di Roma,
Serie segunda: “Sussidi e materiali”, II, I”). Sobre el libro de Pagliaro, cfr. la reseña de
Goffredo Coppola en Pégaso de noviembre de 1930.
El libro es indispensable para ver los progresos hechos por la lingüística en estos
últimos tiempos. Considero que muchas cosas han cambiado (a juzgar por la reseña), aun
cuando no se ha encontrado aún la base sobre la que colocar los estudios lingüísticos. La
identificación de arte y lengua planteada por Croce ha posibilitado un cierto progreso y
permitió resolver (algunos) problemas, así como identificar otros como inexistentes (o
arbitrarios), pero los lingüistas, que son sobre todo historiadores, se encuentran ante un
problema diferente: ¿es posible la historia de las lenguas por fuera de la historia del arte?
¿es posible todavía la historia del arte?
Pero los lingüistas estudian precisamente las lenguas en tanto no son arte, sino
“material” del arte, en cuanto producto social, en cuanto expresión cultural de un pueblo
determinado, etc. Estas cuestiones no han sido resueltas, o lo han sido con un regreso a la
vieja retórica maquillada (cfr. Bertoni).
Para Perrotto (¿quizá también para Pagliaro?), la identificación entre arte y lengua
condujo a reconocer como algo irresoluble (¿o arbitrario?) el problema del origen del
lenguaje, que implicaría preguntarse por qué el hombre es hombre (lenguaje = fantasía,
pensamiento); me parece que en este punto no es muy preciso; el problema no puede
resolverse por falta de documentación: es, en consecuencia, arbitrario; se puede postular,
más allá de un cierto límite histórico, cierta historia hipotética, conjetural o sociológica,
pero no una historia “histórica”. Esa identificación permitiría también determinar aquello

58
que en la lengua es error, es decir, no lengua.”Es un error la creación artificial,
racionalista, rebuscada, que no se afirma porque no revela nada, que afecta al individuo
fuera de su sociedad”. Entiendo que se debería decir entonces lengua=historia y no
lengua=arbitrio. Las lenguas artificiales son como las jergas: no es verdad que sean
completamente no lenguas. porque son en cierta medida útiles: tienen un contenido
histórico-social muy limitado. Pero eso sucede también entre dialecto y lengua nacional-
literaria. Sin embargo, también el dialecto es lengua-arte. Pero entre el dialecto y la lengua
nacional-literaria algo ha cambiado: precisamente el ambiente cultural, político-moral-
sentimental. La historia de las lenguas es la historia de las innovaciones lingüísticas, pero
estas innovaciones no son individuales (como sucede en el arte), sino que son de una
comunidad social entera que ha innovado su cultura, que ha “progresado” históricamente:
naturalmente también ellas se transforman en individuales, pero no del individuo-artista,
del individuo-elemento histórico (cultural) completo determinado.
Tampoco en la lengua hay partogénesis, es decir, lengua que produce otra lengua,
sino que hay innovación por interferencias de culturas diferentes, etc., ello sucede en
modos muy diferentes y sucede incluso con respecto a masas enteras de elementos
lingüísticos; tiene lugar molecularmente (por ejemplo: el latín ha innovado en tanto
“masa” al celta de las Galias, y en cambio ha influido en el germánico “molecularmente”,
es decir, prestándole palabras y formas singulares, etc.). La interferencia y la influencia
“molecular” puede suceder en el mismo seno de una nación, entre diferentes estratos, etc.;
una nueva clase que se transforma en dirigente innova como “masa”; la jerga de los
oficios, etc., es decir de las sociedades particulares, innovan molecularmente. El juicio
artístico en estas innovaciones tiene el carácter de “gusto cultural”, no de gusto artístico,
es decir por la misma razón por las que gustan las morenas o las rubias y cambian los
“ideales” estéticos, relacionados con determinada cultura.

(20) Cuestiones de lingüística. Giulio Bertoni. Impresiona la reseña benévola que


Natalino Sapegno publicó en el Pégaso de septiembre de 1930 de Lenguaje y poesía
(Biblioteca Editora, Rieti, 1930, L. 5). Sapegno no se da cuenta de que la teoría de Bertoni
es la nueva lingüística un “sutil análisis discriminativo de las voces poéticas con respecto
a las instrumentos” es todo menos una novedad porque se trata del regreso a una vetusta
concepción retórica y pedantesca, por la que se dividen las palabras en “feas” y “bellas”,
en poéticas y no poéticas o antipoéticas, etc., así como en un sentido similar se había

59
clasificado a las lenguas en bellas o feas, civilizadas o bárbaras, poéticas o prosaicas, etc.
Bertoni no agrega nada a la lingüística; nada sino viejos prejuicios, y es maravilloso que
estas idioteces hayan pasado como válidas bajo la mirada de Croce y de los alumnos de
Croce. ¿Qué cosa son las palabras separadas o abstractas de la obra literaria? No ya
elemento estético, sino elemento de historia de la cultura, y como tales las estudio el
lingüista. ¿Y qué es la justificación que Bertoni hace del “examen naturalista de las
lenguas, como hecho físico y como hecho social”? ¿Como hecho físico? ¿Qué significa?
¿Que el hombre, además de ser concebido como elemento de la historia política, debe ser
estudiado también como hecho biológico? ¿Que en una pintura debería emprenderse
también un análisis químico? etc. ¿Qué sería inútil examinar cuánto esfuerzo mecánico
le costó a Miguel Ángel esculpir el Moisés?
Que estos crocianos no se den cuenta de todo eso es algo increíble y es útil para
dar evidenciar el tipo de equívocos que Bertoni contribuyó a difundir en este campo.
Incluso, escribe Sapegno que por esta indagación de Bertoni (sobre la belleza de las
palabras individuales y abstractas: como si el vocablo más “trajinado y mecanizado” no
readquiriese en la concreta obra de arte toda su frescura e ingenuidad primitiva) “es difícil
y delicada, pero no por ello menos necesaria: por ella la glotología, más que ciencia del
lenguaje, direccionada a descubrir leyes más o menos fijas y seguras, se ira orientando
hacia su transformación en historia de la lengua, atenta a los hechos particulares y a su
significado espiritual”. Y más aun: “El núcleo de este razonamiento (de Bertoni) es, como
cualquiera puede observar, un concepto todavía vivo y fecundo de la estética crociana.
Pero la originalidad de Bertoni consiste en haberlo desarrollado y enriquecido por una vía
concreta, que Croce tan sólo llegó a señalar, o tal vez a iniciar, pero que no fue nunca
seguida hasta el fondo y de manera firme”, etc. Si Bertoni “revive en el pensamiento
crociano”, es más, lo enriquece, y Croce se reconoce en Bertoni, entonces es necesario
decir que el propio Croce tiene que ser revisado y corregido; sin embargo, yo creo que
Croce fue tan muy indulgente con Bertoni, sólo por no haber profundizado la cuestión y
por cuestiones “didácticas”.
Las investigaciones de Bertoni son, en parte y bajo un cierto aspecto, un regreso
a los viejos sistemas etimológicos: sol quia solus est, qué hermoso es que el “sol”
contenga en sí, implícita, la imagen de la “soledad” en el inmenso cielo, etc. etc: “Qué
hermoso es que, en Puglia, la libélula con su pulgar en forma de cruz, sea llamada la
muerte”, y así todo. Recordad en un escrito de Carlo Dossi el cuento del profesor que

60
explica la formación de palabras: “Al inicio cae un fruto, haciendo pum, y de ahí surge el
pomo”, etc. “¿Y si hubiese caído una pera?”, le pregunta el joven Dossi.

(23) Neolalismo. El neolalismo entendido como manifestación patológica del lenguaje


(vocabulario) individual. Pero ¿no se puede emplear el término en sentido más amplio
para indicar toda una serie de manifestaciones culturales, artísticas e intelectuales? ¿Qué
son todas las escuelas y escuelitas artísticas y literarias sino manifestaciones de un
neolalismo cultural? En los períodos de crisis se producen las manifestaciones más
amplias y heterogéneas de neolalismo.

La lengua y los lenguajes. Cada expresión cultural, cada actividad moral e


intelectual posee una lengua específica históricamente determinada: dicha lengua es lo
que se denomina también "técnica" o "estructura". Si un literato se pusiera a escribir en
un lenguaje personalmente arbitrario (esto es, se convirtiese en un "neolálico" en el
sentido patológico de la palabra) y fuese imitado por otros (cada uno con su lenguaje
arbitrario) estaríamos ante la Torre de Babel. La misma impresión no se presenta en lo
que concierne al lenguaje (técnica) musical, pictórico, plástico, etc. Meditar y profundizar
este punto.

Desde el punto de vista de la historia de la cultura, y, en consecuencia, también de la


"creación" cultural (no confundirla con la creación artística, sino relacionarla, en cambio,
con las actividades políticas; y en este sentido puede hablarse en rigor de una "política
cultural"), entre el arte literario y las otras formas de expresión artísticas (figurativas,
musicales, orquestales, etc.) existe una diferencia que sería necesario definir y delimitar
de modo teóricamente justificado y comprensible. La expresión "verbal" tiene un carácter
estrictamente nacional, popular, cultural: una poesía de Goethe, en el original, puede ser
comprendida y vivida completamente sólo por un alemán (o por quien se haya
"germanizado"). Dante sólo puede ser entendido y revisado por un italiano culto, etc. Una
estatua de Miguel Ángel, un fragmento musical de Verdi, un ballet ruso, un cuadro de
Rafael, etc., pueden ser entendidos, en cambio, casi inmediatamente por cualquier
ciudadano del mundo, aunque tenga un espíritu no cosmopolita y no haya superado el
estrecho círculo de una provincia de su país. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo
como podría creerse ateniéndose a la superficie de las cosas. La emoción artística que
siente un japonés o un lapón ante una estatua de Miguel Ángel o al escuchar una melodía

61
de Verdi es, por cierto, una emoción artística (el mismo japonés o lapón permanecería
insensible y sordo si escuchase declamar una poesía de Dante, Goethe o Shelley o
admiraría el arte del declamador como tal); sin embargo, la emoción artística del japonés
o del lapón no sería de la misma intensidad y calor que la emoción de un italiano medio
y tanto menos que la de un italiano culto. Esto significa que junto, o mejor, por debajo de
la expresión de carácter cosmopolita del lenguaje musical, pictórico, etc., hay una
sustancia cultural más profunda, más restringida, más "nacional-popular". Más aún: los
grados de este lenguaje son diferentes, hay un grado nacional-popular (y frecuentemente,
antes de éste, un grado provincial-dialectal-folklórico), luego el grado de una determinada
"civilización" que puede establecerse empíricamente a partir de la tradición religiosa (por
ejemplo cristiana, pero diferenciada en católica, protestante, ortodoxa, etc.) y también, en
el mundo moderno, a partir de una determinada "corriente cultural-política". Durante la
guerra, por ejemplo, un orador inglés, francés, ruso, podía hablar en su lengua
desconocida, a un público italiano de las devastaciones realizadas por los alemanes en
Bélgica; si el público simpatizaba con el orador, escuchaba atentamente y lo "seguía", se
podía decir que lo "comprendía". Es verdad que en la oratoria cuentan otros elementos
además de la "palabra": el gesto, el tono de la voz, etc., es decir, un elemento musical que
comunica el leitmotiv del sentimiento predominante, de la pasión principal y el elemento
orquestal: el gesto en sentido amplio, que enardece y articula la ola sentimental y pasional.

Para establecer una política cultural son indispensables estas observaciones que
pasan a ser fundamentales para una política cultural de las masas populares. Estas son las
razones del actual "éxito" internacional del cinematógrafo y, anteriormente, del
melodrama y la música en general.

(62) La expresión lingüística en la palabra escrita y hablada y las otras artes. En algún
lugar De Sanctis señala que antes de escribir un ensayo o preparar una lección sobre un
canto de Dante, por ejemplo, leía varias veces y en alta voz el canto, lo estudiaba de
memoria, etc. Esto se recuerda para sostener la observación de que el elemento artístico
de una obra no puede ser, con excepción de raras ocasiones (y se verá cuáles), apreciado
en la primera lectura, frecuentemente ni aún por grandes especialistas como De Sanctis.
La primera lectura da sólo la posibilidad de introducirse en el mundo cultural y
sentimental del escritor, y eso ni siquiera es verdad siempre, especialmente para los

62
escritores contemporáneos, cuyo mundo cultural es y sentimental es diferente del actual:
una poesía de un caníbal sobre la alegría de un sabroso banquete de carne humana puede
ser concebida como bella, y exigir para ser artísticamente gozada, sin prejuicios
“extraestéticos” , una cierta distancia psicológica con respecto a la cultura moderna. Más
allá del mundo cultural determinado y sentimental, y es el lenguaje, entendido no sólo
como expresión puramente verbal, como puede ser fotografiado en un momento dado y
lugar de la gramática, sino como un conjunto de imágenes y modos de expresarse que no
se reducen a la gramática. Estos elementos aparecen más claramente en las otras artes. La
lengua japonesa en seguida aparece como diferente de la lengua italiana, pero no así el
lenguaje de la pintura, de la música o de las artes figurativas en general: sin embargo
existen esas diferencias de lenguaje, y ellas aparecen con mayor claridad a medida que,
de las manifestaciones artísticas de los artistas, se desciende a las manifestaciones
artísticas del folklore, en las que el lenguaje de estas artes es reducido a su elemento más
autóctono y primordial (recordar la anécdota de dibujante que hace el perfil de un negro
y los otros negros se burlan del retrato porque el pintor ha reproducido tan sólo “la mitad
de la cara”). Existe, sin embargo, desde el punto de vista cultural e histórico, una gran
diferencia entre la expresión lingüística y la de las otras artes. El lenguaje “literario” esta
estrechamente relacionado a la vida de las multitudes nacionales y se desarrolla
lentamente y sólo molecularmente; se puede decir que cada grupo social tiene su
“lengua”; con todo, es necesario observar (salvo raras excepciones) que entre la lengua
popular y la de las clases cultas hay un continuo contacto y un continuo intercambio. Ello
no sucede en los lenguajes de las otras artes, para los cuales, se puede observar que
actualmente se verifican dos órdenes de fenómenos: 1) en ellos están vivos siempre, por
lo menos en una cantidad enormemente mayor que en la lengua literaria, los elementos
expresivos del pasado, se puede decir de todo el pasado; 2) en ellos se forma rápidamente
una lengua cosmopolita que absorbe los elementos técnico-expresivos de todas las
naciones que lentamente producen grandes pintores, escritores, músicos, etc. Wagner ha
dado a la música elementos lingüísticos que el conjunto de la literatura alemana no ha
dado en toda su historia etc. Ello sucede porque el pueblo participa escasamente en la
producción de esos lenguajes, que son propios de una elite internacional, etc., mientras
puede bastante rápidamente (y como colectividad, no como individuos) llegar a su
comprensión. Todo ello para indicar que realmente el “gusto” puramente estético, si
puede llamarse primario como forma y actividad del espíritu, no es tal prácticamente, en
un sentido cronológico, es decir.

63
Alguien ha dicho (por ejemplo, Prezzolini, en el volumen Me parece….) que el
teatro no puede ser llamado arte sino una diversión de carácter mecánico. Ello porque los
espectadores no pueden gustar estéticamente el drama representado, sino que se interesan
sólo por la intriga, etc. (o algo similar). La observación es falsa en el sentido que, en la
representación teatral, el elemento artístico no se da solo en el drama en el sentido
literario, el creador no es sólo el escritor: el autor interviene con las palabras y con las
didascalias que limitan el arbitrio del actor y del régisseur, pero realmente en la
representación el elemento literario se transforma en ocasión para nuevas creaciones
artísticas, que, siendo en principio complementarios y critico-interpretativas, están
asumiendo cada vez más importancia. Es correcto sin embargo que sólo la lectura repetida
puede hacer gozar el drama de la manera en que el autor lo ha producido. La conclusión
es esta: una obra de arte es tan “artísticamente” popular como puede serlo su contenido
moral, cultural, sentimental y ligado a la moralidad, a la cultura, a los sentimientos
nacionales, y no entendidos como algo estático, sino como un actividad en continuo
desarrollo. La inmediata toma de contacto entre lector y escritor tiene lugar cuando en el
lector la unidad de contenido y forma tiene la prioridad de unidad del mundo poético y
sentimental: de otra manera, el lector debe comenzar a traducir la “lengua” del contenido
en su propia lengua: se puede decir que se forma la situación como de la de alguien que
aprendió el inglés en un curso acelerado Berlitz y luego lee a Shakespeare; el esfuerzo de
la comprensión literal, obtenida con la continua ayuda de un mediocre diccionario, reduce
la lectura a un ejercicio escolar pedante y nada más.

(118). El Renacimiento. Orígenes. Se confunden dos momentos de la historia. 1) La


ruptura con la civilización medieval, cuyo documento más importante fue la aparición de
las lenguas vulgares; 2) la elaboración de un “vulgar ilustre”, es decir, del hecho de que
se llegase a una cierta centralización entre los grupos intelectuales, es decir, mejor, entre
los literatos de profesión. En realidad los dos momentos, aun estando relacionados, no se
fundieron completamente. Las variedades vulgares comienzan a aparecer por razone
religiosas (juramentos militares, testimonios de carácter jurídico para establecer los
derechos de propiedad, efectuados por campesinos que no conocían el latín),
fragmentariamente, causalmente: que en vulgar se escriban obras literarias, cualquiera
sea su valor, es todavía un hecho nuevo, es el hecho en verdad importante. Que entre las
variedades vulgares locales, uno, el toscano, alcance una hegemonía, es otro fenómeno

64
más, que con todo es necesario limitar: éste no está acompañado de una hegemonía
político-social, y por ello queda confinado en un puro hecho literario. Que el vulgar
escrito aparezca en Lombardía como primera manifestación de un cierto alcance
constituye un hecho que se debe ciertamente destacar; que esté relacionado con el
movimiento de los patarinos es también un hecho muy importante. En realidad la
burguesía naciente impone sus propios dialectos, pero no llega a crear una lengua
nacional: si nace, se encuentra confinada a los literatos, y éstos son absorbidos por las
clases reaccionarias, por la cortes, no son “literatos burgueses”, sino “áulicos”. Y esta
absorción no tiene lugar sin contraste. El Humanismo demuestra que el “latín” es muy
fuerte, etc. Un compromiso cultural, no una revolución, etc.

65
Cuaderno 8 (1931-1932)

(109) Latín eclesiástico y lengua vulgar en el Medioevo: “La predicación en lengua vulgar
se remonta en Francia a los orígenes mismos de la lengua. El latín era la lengua de la
Iglesia; de esta manera, las prédicas para los clérigos (cleres) se hacían en latín […];
también para los frailes, e incluso para las monjas. Pero para los laicos las prédicas se
hacían en francés. Desde el siglo IX los concilios de Tours y de Reims ordenan a los
sacerdotes que instruyan al pueblo en la lengua del pueblo. Era algo necesario para
facilitar la comprensión. En el siglo XII hubo una predicación en lengua vulgar, activa,
vivaz, potente, que arrastraba a grandes y a chicos a la cruzada, llenaba los monasterios,
ponía de rodillas a ciudades enteras y las arrojaba hacia todos los excesos. Desde lo alto
de sus púlpitos, en las plazas, en los campos, los predicadores eran los directores públicos
de la consciencia de los individuos y de las masas; todo y todos pasaban debajo de su
áspera censura, y desde los desvergonzados peinados de las mujeres, ninguna zona –
secreta o visible- de la corrupción del siglo turbaba la audacia de su pensamiento y de su
lengua” (Lanson, Histoire de la littérature Française, Hachette, 19.ème
éd., pp. 160-61). Lanson da estos datos bibliográficos: Abbé L. Bourgain, La Chaire
française au
XIIe siècle, Paris, 1879; Lecoy de la Marche, La Chaire française au moyen âge, 2.ème
éd., Paris, 1886; Langlois, L'éloquence sacrée au moyen âge, «Revue des Deux Mondes»,
1° gennaio 1893.

66
Cuaderno 9 (1932)

(87). Intelectuales. Anotaciones sobre cultura inglesa. Guido Ferrando en Marzocco del
4 de octubre de 1931 publica un artículo, “Educación y colonias”, del que extraigo
algunos apuntes. Ferrando ha asistido a un gran congreso, “The British Commonwealth
Education Conference”, en la que participan cientos de docentes de todos los niveles,
desde maestros elementales hasta profesores universitarios, provenientes de todos los
rincones del Imperio, desde Canadá hasta la India, desde Sudáfrica hasta Australia, desde
Kenia a Nueva Zelandia, que tuvo lugar en Londres a fines de julio. El Congreso se
propone discutir los diferentes aspectos del problema educativo “in a changing Empire”,
en un imperio en transformación; estaban presentes varios educadores conocidos de los
Estados Unidos. Uno de los temas fundamentales del Congreso era el del interracial
understanding, sobre cómo promover y desarrollar un mejor entendimiento entre las
diferentes razas, especialmente entre los europeos colonizadores y los africanos y
asiáticos colonizados. “Era interesante ver, con qué claridad y con qué franqueza y con
cuánta agudeza dialéctica, los representantes de la India echaron en cara a los ingleses la
incomprensión del espíritu indio, que se pone en evidencia, por ejemplo, en esa sensación
de disgusto, esa actitud de despectiva superioridad que la mayoría del pueblo británico
siente todavía hacia los indios, y que incluso durante la guerra impulsaba a los oficiales
ingleses a abandonar la mesa y dejar la habitación cuando entraba un oficial indio”.
Entre los muchos temas que se discutieron estuvo el de la lengua. Se trataba de
establecer pues si era oportuno enseñar también a las poblaciones semisalvajes de África
a leer y escribir tomando como base el inglés en vez de sus lenguas nativas, si es mejor
mantener el bilingüismo o hacer desparecer las lenguas indígenas por medio de la
instrucción. Ormsby Gore, ex subsecretario para las colonias, sostuvo que era un error
intentar desnaturalizar a las tribus africanas y se declaró a favor de una educación que

67
tendiera a dar a los africanos la sensación de su propia dignidad de pueblo y la capacidad
de gobernarse a sí misma. En el debate que siguió a la comunicación de Ormsby “me
llamaron la atención las breves declaraciones de un africano, creo que se trataba de un
zulú, quien llego a sostener que sus, digámoslo así, connacionales, no tenían ningunas
ganas de transformare en europeos; se sentía en sus palabras un cierto nacionalismo, un
ligero sentido de orgullo de raza”.
“No queremos ser ingleses”: a este grito que surgía de manera espontánea del
pecho de los representantes de los indígenas de las colonias británicas de África y de Asia,
se oponía otro grito: el de los representantes de los Dominions: “No nos sentimos
ingleses”. Australianos y canadienses, ciudadanos de Nueva Zelandia y de África del Sur,
estaban todos de acuerdo en la afirmación de su independencia, no sólo política, sino
también espiritual. El prof. Cillie, decano de la facultad de Letras en una universidad
sudafricana, había observado de manera muy aguda que Inglaterra, tradicionalista y
conservadora, vivía en el ayer, mientras ellos, los sudafricanos, vivían en el mañana.

68
Cuaderno 11 (1932-1933)

(24). El lenguaje y las metáforas. En algunos puntos del Ensayo49 se afirma directamente,
sin dar ninguna otra explicación, que los primeros autores de la filosofía de la praxis
empleaban el término “inmanencia” e “inmanente” sólo en un sentido metafórico;
parecería que esa única afirmación fuera en sí misma suficientemente explicativa. Pero la
cuestión de las relaciones entre el lenguaje y las metáforas no es simple; sucede más bien
todo lo contrario. El lenguaje, por su parte, siempre es metafórico. Si acaso no puede
afirmarse exactamente que todo discurso es metafórico con respecto a la cosa o al objeto
sensible indicado (o al concepto abstracto) para no ampliar demasiado el concepto de
metáfora, se puede afirmar sin embargo que el lenguaje actual es metafórico con respecto
a los significados o al contenido ideológico que tuvieron las palabras en los anteriores
períodos de una cultura. Un tratado de semántica, el de Michel Bréal por ejemplo, puede
ofrecer un catálogo, histórica y críticamente reconstruido, de las mutaciones semánticas
de determinados grupos de palabras. Por no tener en cuenta este hecho, es decir, por no
contar con un concepto crítico e historicista del fenómeno lingüístico, se producen
muchos errores tanto en el campo de la ciencia como en el práctico: 1) Un error de carácter
estético que hoy se va corrigiendo, pero que fue en el pasado doctrina dominante, es el de
concebir como “bellas” en sí ciertas expresiones que se diferencian de otras en tanto
constituyen metáforas cristalizadas; los retóricos y los gramáticos se desviven por ciertas

49
Gramsci se refiere con la expresión “Ensayo” al volumen del teórico ruso Nicolás
Bujarin La teoría del materialismo histórico - Manual popular de sociología marxista,
publicado en Moscú, por primera vez, en 1921. La crítica al volumen de Bujarin, en quien
Gramsci ve la prolongación del marxismo de matriz positivista y mecanicista de
comienzos del siglo XX, ocupará un lugar importante en los Cuadernos de la cárcel,
donde hay toda una serie titulada “Notas críticas sobre una tentativa sobre un Ensayo
popular de sociología”. Probablemente Gramsci haya leído el texto de Bujarin en su
traducción francesa de 1927, hecha sobre la cuarta edición rusa. Bujarin será ejecutado
por el régimen de Stalin en 1938, un año después de la muerte de Gramsci, durante las
grandes purgas.

69
palabritas, en las que descubren vaya a saber qué virtudes y esencialidades artísticas
abstractas. Se confunde la “alegría” absolutamente libresca del filólogo que cae en éxtasis
con el resultado de algunos de sus análisis etimológicos o semánticos, con el gozo
propiamente artístico; recientemente, hemos visto el caso patológico del escrito Lenguaje
y poesía de Giulio Bertoni. 2) Un error práctico que tiene muchos seguidores es el de la
utopía de las lenguas fijas y universales. 3) Una tendencia arbitraria al neolalismo, que
nace de la cuestión planteada por Pareto y por los pragmatistas a propósito del “lenguaje
como causa del error”. Pareto, como los pragmatistas, en cuanto creen haber dado origen
a una nueva concepción del mundo o al menos, creen haber generado una nueva ciencia
(y creen, en consecuencia, haber dado a las palabras un significado, o al menos un matiz
nuevo, o haber creado nuevos conceptos) se encuentran delante del hecho de que las
palabras tradicionales, en especial en el uso común pero también en el uso de la clase
culta e incluso en el uso del grupo de especialistas que tratan la misma ciencia, continúan
manteniendo el viejo significado no obstante la innovación de contenido, y reaccionan.
Pareto crea su “diccionario” manifestando la tendencia a crear una lengua “pura” o
“matemática”. Los pragmatistas teorizan abstractamente sobre el lenguaje como causa de
error (ver el libro de G. Prezzolini). ¿Pero es posible quitarle al lenguaje sus significados
metafóricos y extensivos? Es imposible. El lenguaje se transforma con la transformación
de toda la cultura, con el surgimiento de nuevas clases en la cultura, con hegemonía
ejercida por una lengua nacional sobre las otras, etc., y asume precisamente
metafóricamente las palabras de la civilización y culturas precedentes. Nadie piensa hoy
en día que la palabra “des-astre” se relaciona con la astronomía, y se considera como
alguien inducido al error a quien la usa en tal sentido; así, hasta un ateo puede hablar de
“des-gracia” sin que por ello sea considerado como partidario de la predestinación, etc.
El nuevo significado “metafórico” se extiende con la extensión de la nueva cultura, que
por otro lado crea también nuevas palabras de cero y las incorpora como préstamos de
otras lenguas con un significado preciso, esto es sin el halo extensivo que tenían en la
lengua original. Así, es probable que para mucha gente el término “inmanencia” sea
conocido y entendido y usado por primera vez sólo en el nuevo significado “metafórico”
que le fue dado por la filosofía de la praxis.

(12)
[…]

70
Si es verdad que cada lenguaje contiene los elementos de una concepción del mundo y de
una cultura, también es verdad que, desde el lenguaje de cada uno, se puede juzgar con
mayor o menor complejidad de su concepción del mundo. Quien habla tan sólo su dialecto
o comprende la lengua nacional en diferentes grados, participa necesariamente de una
intuición del mundo más o menos estrecha y provincial, fosilizada, anacrónica en relación
con las grandes corrientes de pensamiento que dominan la historia mundial. Sus intereses
serán estrechos, más o menos corporativos y economicistas, no universales. Si no siempre
es posible aprender más lenguas extranjeras para entrar en contacto con vidas culturales
diferentes, es necesario al menos aprender bien la lengua nacional. Una gran cultura puede
traducirse en la lengua de otra gran cultura, esto es, una gran lengua nacional, rica y
compleja históricamente, puede traducir cualquier otra gran cultura, es decir, puede ser
una expresión mundial. Pero un dialecto no puede hacer lo mismo.
[…]

(45). Esperanto filosófico y científico. Del hecho de no comprender la historicidad de los


lenguajes y en consecuencia de las filosofías, de las ideologías y de las opiniones
científicas se deriva la tendencia, que es propia de todas las formas de pensamiento
(incluso de aquellas idealista-historicistas) de construirse a sí mismas como un esperanto
o volapuk de la filosofía y de la ciencia. Se puede afirmar que se ha perpetuado el estado
de ánimo de los pueblos primitivos con respecto a los otros pueblos con los que
establecían relaciones es algo que se ha perdido. Cada pueblo primitivo se designaba (o
se designa) a sí mismo con un término que significa también “hombre” y designaba a los
otros con palabras que significan “mudos” o “balbuceantes” (bárbaros), en la medido en
que no conocen la “lengua de los hombres” (de donde surgió la bellísima paradoja por la
cual “caníbal”, o devorador de hombres, significa originalmente –etimológicamente-
“hombre por excelencia” u “hombre verdadero”). Para los esperantistas de la filosofía de
la ciencia todo aquello que no se expresa en su lenguaje es delirio, es prejuicio, es
superstición, etc.; ellos (en un proceso análogo al que se verifica en la mentalidad sectaria)
transforman en juicio moral o en diagnosis de orden psiquiátrico aquello que debe ser un
mero juicio histórico. Muchos rasgos de esta tendencia se encuentran en el Ensayo
popular. El esperantismo filosófico está especialmente enraizado en las concepciones
positivistas y naturalistas; la “sociología” es tal vez el mayor producto de dicha
mentalidad. Así también en la tendencia a la “clasificación” abstracta, al metodologismo
y a la lógica formal. La lógica y la metodología general son concebidas como existentes

71
en sí mismas y por sí mismas, como fórmulas matemáticas, abstraídas del pensamiento
concreto y de las ciencias particulares concretas (del mismo modo en que se supone que
la lengua existe en el vocabulario y en las gramáticas; la técnica, fuera del trabajo y de la
actividad concreta, etc.). Por otro lado, no estamos obligados a pensar que la forma del
pensamiento “antiesperantista” signifique escepticismo o agnositicismo o eclecticismo.
Es cierto que toda forma de pensamiento se tiene que pensar a sí misma como la forma
“exacta” y “verdadera” y tiene que combatir a todas las otras formas de pensamiento;
pero ello se debe hacer “de manera crítica”. Por lo tanto, la cuestión que se plantea
involucra a las dosis de “criticismo” y de “historicismo” que están contenidas en toda
forma de pensamiento. La filosofía de la praxis, al reducir la “especulatividad” a sus
límites justos (esto es, negando que la “especulatividad” como lo entienden también los
historicistas del idealismo sea el carácter esencial de la filosofía), se plantea como la
metodología histórica más involucrada con la realidad y con la verdad.

Traductibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos

(46). En 1921, al abordar cuestiones de organización, Villici escribió y dijo (más o menos)
lo siguiente: no hemos sabido “traducir” a las lenguas europeas nuestra propia lengua.

(47). Hay que resolver el problema que plantea si la traductibilidad recíproca de los
diferentes lenguajes filosóficos y científicos es un elemento “crítico” propio de la filosofía
de la praxis (de modo orgánico) o sólo parcialmente apropiable por parte de otras
filosofías. La traductibilidad presupone que una cierta fase de la cultura tiene una
expresión cultural “fundamentalmente” idéntica, aunque el lenguaje es históricamente
diferente, está determinado por la tradición particular de cada cultura nacional y de cada
sistema filosófico, por el predominio de una actividad intelectual o práctica, etc. Así, hay
que ver si la traductibilidad se puede llegar a dar entre expresiones de fases diferentes de
la cultura, en tanto éstas son momentos de desarrollo una de la otra, y por lo tanto se
integran mutuamente, o si una expresión dada puede ser traducida con los términos de
una fase anterior de una misma cultura, fase anterior, fase anterior que es sin embargo
más comprensible que el lenguaje dado, etc. Aparentemente, se puede decir en sentido
estricto que sólo en la filosofía de la praxis la “traducción” es orgánica y profunda,

72
mientras que desde otros puntos de vista a menudo es un simple juego de
“esquematismos” genéricos.

(48). Giovanni Vailati y la traductibilidad de los lenguajes científicos. Pasaje de la


Sagrada Familia en el que se afirma que el lenguaje político francés de Proudhom
corresponde y puede traducirse al lenguaje de la filosofía clásica alemana. Esta afirmación
es muy importante para comprender la solución de muchas aparentes contradicciones del
desarrollo histórico y para responder a algunas superficiales objeciones contra esta teoría
historiográfica (sirve también para combatir algunos abstractismos mecanicistas).
Hay que revisar si este principio crítico puede acercarse o confundirse con
afirmaciones análogas. En el fascículo de septiembre-octubre de 1930 de Nuovi Studi di
Diritto, Economia e Politica, en una carta abierta de Luigi Einaudi a Rodolfo Benini
(“Acerca de la existencia histórica de la aparente repugnancia de los economistas hacia
el concepto de Estado productor”) en una nota en p. 303 se lee: “Si yo poseyese la
maravillosa facultad que poseía en un alto grado el desparecido amigo Vailati de traducir
una teoría cualquiera del lenguaje geométrico al lenguaje algebraico, del lenguaje
hedonista al de la moral kantiana, de la terminología económica pura normativa a la
aplicada y preceptiva, podría intentar retraducir la página del Espíritu en tu formulismo,
o sea, en el economismo clásico. Sería un ejercicio fecundo, similar a los que narra Loria,
que él emprendió en su juventud, cuando exponía sucesivamente un determinado
razonamiento económico primero en el lenguaje de Adam Smith, luego de Ricardo, y
luego de Marx, de Stuart-Mill y de Cairnes. Pero son ejercicios que luego tiene que ser
bien archivados, como precisamente hacía el propio Loria. Sirven para enseñarnos a cada
unos de nosotros a ser humildes cuando por un momento creemos haber visto algo nuevo.
Porque si esa novedad puede ser dicha con sus palabras y encuadrarse en el pensamiento
de los viejos, es un signo de que eso estaba contenido en ese pensamiento. Pero no puede
ni se debe impedir que cada generación use el lenguaje que se adapta mejor a su modo de
pensar y de entender el mundo. Si se reescribe la historia: ¿Por qué no debería reescribirse
también la ciencia económica, antes en términos de costo de producción y luego de
utilidad y después de equilibrio dinámico?”. El apunte metodológico-crítico de Einaudi
es muy circunscripto y se refiere, más que a lenguajes de culturas nacionales, a lenguajes
particulares de personalidades de la ciencia. Einaudi retoma la corriente representada por
algunos pragmatistas italianos, como Paretto, como Prezzolini. Con su carta, se plantea
objetivos críticos y metodológicos muy limitados: quiere darle una pequeña lección a Ugo

73
Spirito, para quien, muy a menudo, la novedad de las ideas, de los métodos, del planteo
mismo de los problemas, es pura y simplemente una cuestión verbal, de terminología, de
una “jerga” personal o de grupo. Sin embargo, hay que ver se esto no es el primer grado
del más vasto y profundo problema que está implícito en la afirmación de la Sagrada
familia. Cómo dos “científicos” formados en el terreno de una misma cultura fundamental
creen que están sosteniendo “verdades” diferentes sólo porque emplean un lenguaje
científico diferente (aunque eso no implica que entre ellos no haya una diferencia y que
ésta no posea su significado); así, dos culturas nacionales, dos expresiones de culturas
fundamentalmente semejantes, creen que son diferentes, opuestas, antagónicas, una
superior a la otra, porque emplean lenguajes de tradición diferente, formados sobre
actividades características y particularidades de cada una de ellas: lenguaje político-
jurídico en Francia; filosófico, doctrinario, teórico en Alemania. Para el historiador, en
realidad, estas culturas son traducibles recíprocamente, reductibles la una a la otra. Esta
traductibilidad no es por cierto “perfecta” en todas sus particularidades, incluso en
aquellas de importancia (¿pero qué lengua es exactamente traducible en otra? ¿Qué
palabra singular es traducible exactamente en otra lengua?), pero lo es en el “fondo”
esencial. Es también posible que una sea realmente superior a la otra, pero casi nunca lo
es en aquello que sus representantes y sus clérigos fanáticos pretenden, y especialmente
casi nunca en su conjunto: el progreso real de la civilización acontece por la colaboración
de todos los pueblos, por “empujes” nacionales, pero tales empujes casi siempre afectan
determinadas actividades culturales o grupos de problemas.
La filosofía de Gentile es hoy la que genera más cuestiones relacionadas con las
“palabras”, con la “terminología”, con la “jerga”, a las que le entiende como “creaciones”
novedosas, que son expresiones verbales nuevas no siempre muy felices y adecuadas. La
nota de Einaudi ha exasperado por ello a Ugo Spirito, quien sin embargo no logra brindar
una respuesta de cierta contundencia. (Ver toda la polémica en la revista citada).

(49). La observación contenida en la Sagrada Familia de que el lenguaje político francés


equivale al lenguaje de la filosofía clásica alemana fue expresada poéticamente por
Carducci en la frase “Emanuel Kant decapitó a Dios; Maximiliano Robespierre, al rey”.
A propósito de esta asociación carducciana entre la política práctica de Robespierre y el
pensamiento especulativo de E. Kant, B. Croce rastrea una serie de “fuentes” filológicas
muy interesantes, pero que para Croce tienen un alcance puramente filológico y cultural,
sin ningún significado teórico o “especulativo”. Carducci toma el motivo de Enrique

74
Heine (terce libro de Zur Geshichte der Religion und Philosophie in Deutschland, de
1834). Pero la asociación de Robespierre con Kant no es algo original de Heine. Croce,
que ha investigado el origen de la asociación, anota que encontró una antigua alusión en
una carta del 21 de julio de 1795 de Hegel a Schelling (contenida en Briefe von und an
Hegel, Leipzig, 1887, T. I, 14-16), desarrollada luego en las lecciones que dictó el mismo
Hegel sobre la historia de la filosofía y sobre la filosofía de la historia. En las primeras
lecciones de historia de la filosofía, Hegel dice que “la filosofía de Kant, de Fichte y de
Schelling contiene en forma de pensamiento a la revolución”, a la cual el espíritu en los
últimos años ha favorecido en Alemania, esto es, en una gran época de la historia
universal, de la cual “sólo dos pueblos tomaron parte, los alemanes y los franceses, por
opuestos que sean entre sí, es más, incluso porque son opuestos”; por lo que, en tanto en
Alemania el nuevo principio “hizo irrupción como espíritu y concepto”, en Francia en
cambio se explica “como realidad efectual” (cfr. Vorles. über die Gesch. d. Philo., 2 ed.,
Berlín, 1844, III, 485). En las lecciones de filosofía de la historia, Hegel explica que el
principio de la voluntad formal, de la libertad abstracta, según la cual “la simple unidad
de la autoconciencia, el Yo, es la libertad absolutamente independiente y la fuente de
todas las determinaciones universales”, “siguió siendo entre los alemanes una tranquila
teoría, pero los franceses quisieron realizarlo prácticamente” (Vorlesungen über die
Philosophie der Geschichte, 3 ed., Berlín, 1848, pp. 532-32). (Justamente este pasaje de
Hegel está parafraseado, parece, en la Sagrada Familia, donde se defiende una afirmación
de Proudhom contra Bauer, o, si no se la defiende, se la explica de acuerdo con este canon
hermenéutico hegeliano. Pero el pasaje de Hegel parece mucho más importante como
“fuente” del pensamiento expresado en las Tesis sobre Feuerbach de que “los filósofos
han explicado el mundo, pero se trata de cambiarlo”, es decir, que la filosofía debe
transformarse en política y volverse verdadera, para seguir siendo filosofía, que la
“tranquila teoría” debe ser “realizada prácticamente”, debe volverse “realidad efectual”,
como fuente de la afirmación de Engels de que la filosofía clásica alemana tiene como
heredero legítimo al “pueblo” alemán , y finalmente como elemento para la teoría de la
unidad de teoría y de práctica.
A. Ravà, en su libro Introduzione allo studio della filosofía di Fichte (Módena,
Formiggini, 1909, pp. 6-8), le señala a Croce que ya en 1791 Baggesen, en una carta a
Reinhold, relacionaba las dos revoluciones, que el escrito de Fichte de 1792 sobre la
revolución francesa está animado por ese sentido de afinidad entre la obra de la filosofía
y el acontecimiento político y que en 1794 Schaumann desarrolló especialmente el

75
parangón, señalando que la revolución política de Francia “hace sentir desde afuera la
necesidad de una determinación fundamental de los derechos humanos”, y la reforma
filosófica alemana “muestra desde adentro los medios y el camino solamente por los que
y sobre los cuales esta necesidad puede ser satisfecha”; es más, señala que el mismo
parangón motivaba en 1797 una escritura satírica contra la filosofía kantiana. Ravà
concluía que “el parangón estaba en el aire”.
El parangón fue repetido muchísimas veces a lo largo del siglo XIX (desde Marx,
por ej., en la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel) y “ampliado” por Heine. En
Italia, unos años antes que Carducci, se lo encuentra en una carta de Bertrando Spaventa
titulada “Paolottismo, positivismo y racionalismo”, publicada en la Rivista bolognese de
mayo de 1868 y reimpresa en los Scritti filosofici (ed. Gentile, p. 301). Croce concluye
con algunas reservas hacia la comparación en cuanto “afirmación de una relación lógica
e histórica”. “Porque si es verdad que al Kant jusnaturalista corresponde muy bien, en el
campo de los hechos, a la revolución francesa, también es verdad que ese Kant pertenece
a la filosofía del siglo XVIII, que precedió y dio forma a aquel movimiento político; allí
donde Kant abre el porvenir, el Kant de la síntesis a priori, representa el primer eslabón
de una nueva filosofía que se encarnó en la revolución francesa”. Se entiende la reserva
de Croce, que es, sin embargo, impropia e incongruente, porque las mismas citas de Hegel
que hace Croce evidencian que no se trata de la comparación particular de Kant con
Robespierre, sino de algo más amplio y comprensivo, del movimiento político francés
en su conjunto y de la reforma filosófica alemana en su conjunto. Que Croce sea favorable
a las “tranquilas teorías” y no a las “realidades efectuales”, que una reforma en el plano
“de las ideas” sea para él lo fundamental y no una reforman que se pone en acto, es algo
comprensible; en ese sentido la filosofía alemana tuvo influencia en Italia en el período
del Resurgimiento, con el “moderantismo” liberal (en el sentido bien estrecho de “libertad
nacional”), si bien en De Sanctis se siente la insatisfacción con este posición
“intelectualista”, tal como aparece en su pasaje a la “Izquierda” y en algunos escritos,
especialmente en Scienza e vita, en los artículos sobre el verismo, etc.
Habría que revisar todo el problema, volviendo a estudiar las referencias que dan
Croce y Ravà, buscando otras, para encuadrarlas en la cuestión que es el tema del escrito,
es decir, que dos estructuras fundamentalmente semejantes tienen superestructuras
“equivalentes” y recíprocamente traducibles, cualquiera sea el lenguaje nacional
particular que adopten. De este hecho tenían conocimiento los contemporáneos de la
revolución franceses, y eso es de sumo interés. (Las notas de Croce sobre el parangón

76
carducciano entre Robespierre y Kant se publicaron en la II Serie de las Conversazioni
critiche, pp. 292 y ss.).

Cuaderno 12 (1932)

77
(2) Observaciones sobre la escuela. La búsqueda del principio educativo: […] La eficacia
educativa de la vieja escuela media italiana, como la había organizados la antigua ley
Casati, no debería buscarse (ni negarse) en su voluntad manifiesta de ser o no ser escuela
educativa, sino en el hecho de que su organización y sus programas eran la expresión de
un modo tradicional de vida intelectual y moral, de un clima cultural difundido en toda la
sociedad italiana por una tradición antiquísima. Que ese clima y que esas formas hayan
entrado en agonía y que la escuela se haya separado de la vida ha producido la crisis de
la escuela. Criticar los programas y la organización disciplinar de la escuela no quiere
decir prácticamente nada si no se tienen en cuenta dichas condiciones. De este modo se
vuelve a la participación realmente activa del alumno en la escuela, que puede darse tan
sólo si la escuela se relaciona con la vida. Los nuevos programas, cuanto más afirman y
teorizan la actividad del alumno, y su colaboración laboriosa con el trabajo del docente,
tanto más se plantean como si el alumno fuera una mera pasividad. En la vieja escuela, el
estudio gramatical de las lenguas latina y griega, junto con el estudio de las literaturas y
de las historias políticas respectivas, era un principio educativo en tanto ideal
humanístico, que se encarna en Atenas y en Roma, estaba difundido por toda la sociedad,
era un elemento esencial de la vida y de la cultura nacional. Incluso el mecanicismo del
estudio gramatical era algo facilitado por la perspectiva cultural. Las nociones
particulares no se aprendían con un fin inmediatamente práctico-profesional; eso se
manifestaba como algo desinteresado, porque el interés estaba puesto en el desarrollo
interior de la personalidad, la formación del carácter a través de la absorción y de la
asimilación de todo el pasado cultural de la moderna civilización europea. No se aprendía
el latín o el griego para hablarlos, para trabajar como camarero, intérprete o viajante de
comercio. Se aprendían para conocer directamente la civilización de esos dos pueblos,
presupuesto necesario de la civilización moderna, es decir, para ser uno mismo y
conocerse a uno mismo conscientemente. La lengua latina y la griega se estudiaban con
gramáticas, mecánicamente; pero hay mucha injusticia e impertinencia en la acusación
de mecanicidad y de aridez. Se está tratando con muchachos, quienes tienen que adquirir
hábitos de trabajo, de exactitud, de compostura incluso física, de concentración psíquica
en determinados temas que no se pueden adquirir sin una repetición mecánica de actos
disciplinados y metódicos. ¿Sería capaz un estudioso de cuarenta años de estar en su
escritorio dieciséis horas seguidas si de chico no hubiese asumido obligatoriamente, por
coacción mecánica, los hábitos psicofísicos apropiados? Si se quiere identificar grandes
científicos, es necesario entonces comenzar con ese aspecto; es necesario presionar sobre

78
el conjunto de la escuela para lograr que surjan esos miles o cientos o tal vez tan sólo
docenas de estudiosos de gran alcance, de los que toda cultura tiene necesidad (aunque se
puede mejorar mucho en este aspecto con la ayuda de subsidios científicos adecuados,
sin necesidad de volver a los métodos de enseñanza de los jesuitas).
Se aprende el latín (o mejor, se estudia el latín), se lo disecciona incluso en sus
componentes más elementales, se lo analiza como algo muerto, es verdad, pero todo
análisis emprendido por un muchacho no puede se hecho sino sobre objetos muertos; por
otro lado, es necesario no olvidar que donde este estudio se da, de esa forma, la vida de
los romanos es un mito que, en cierta medida, ya ha interesado al muchacho, y le sigue
interesando, de modo que en lo muerto siempre hay algo más grande, algo que está vivo.
Y además: la lengua está muerta, se la analiza como a una cosa inerte, como a un cadáver
sobre la mesa de disección anatómica, pero revive continuamente en los ejemplos, en las
narraciones. ¿Se podría estudiar del mismo modo el italiano? Imposible: no se podría
estudiar ninguna lengua viva del mismo modo que el latín: sería absurdo, y lo parecería.
Ningún muchacho conoce el latín cuando comienza su estudio con tal método analítico.
Una lengua viva podría ser conocida, y bastaría que un solo muchacho la conociese para
romper el encanto: todos acudirían a la escuela Berlitz, inmediatamente. El latín (del
mismo modo que el griego) se presenta en la fantasía como un mito, incluso para el
docente. El latín no se estudia para aprender latín: el latín, desde hace mucho tiempo, a
causa de una tradición cultural-escolar de la que se podría investigar el origen y el
desarrollo, se estudia como parte de un programa escolar ideal, como elemento que
reasume y satisface toda una serie de exigencias pedagógicas y psicológicas, se estudia
para habituar a los jóvenes a estudiar de una determinada manera; para analizar un cuerpo
histórico que se puede tratar como un cadáver que continuamente se recompone en vida;
para habituarlos a razonar, a abstraer sistemáticamente, sin dejar de estar en condiciones
de partir de la abstracción, para reencauzarse en la vida real inmediata, para ver en todo
hecho lo que éste tiene de general y lo que tiene de particular, el concepto y el individuo.
¿Qué cosa implica, desde lo educativo, la constante comparación entre el latín y la lengua
que se habla? La distinción y la identificación de las palabras y de los conceptos, toda la
lógica formal, con las contradicciones de los opuestos y los análisis de los distintos, con
el movimiento histórico del conjunto lingüístico, que se modifica en el tiempo, que tiene
un devenir y no tiene sólo una estabilidad. En los ochos años del gimnasio y del liceo se
estudia el conjunto de la lengua histórica real, luego de haberla visto fotografiado en un
momento abstracto, en forma de gramática: se estudia desde Ennio (e incluso desde los

79
fragmentos de las doce tablas) hasta Fedro y hasta los cristiano-latinos: se analiza un
determinado proceso histórico desde su surgimiento hasta su muerte en el tiempo, muerte
aparente, porque se sabe que el italiano, con el que el latín es permanentemente
comparado, es latín moderno. Se estudia la gramática de una cierta época, una
abstracción, el vocabulario de un período determinado, pero se estudia (por comparación)
la gramática y el vocabulario de cada autor determinado, y el significado de cada término
en cada “período” (estilístico) determinado; se descubre de esta manera que la gramática
y el vocabulario de Fedro no son los mismos que los de Cicerón, ni los mismos que los
de Plauto, o de Lactancio y Tertuliano, que un mismo nexo de sonidos no tiene el mismo
significado en las diferentes épocas y en los distintos escritores. Se compara
continuamente el latín y el italiano; pero cada palabra es un concepto, una imagen, que
asume rasgos diferentes en cada época, cada persona, cada una de las lenguas
comparadas. Se estudia la historia literaria en los libros escritos en esa misma lengua, la
historia política, la gesta de los hombres que han hablado aquella lengua. A partir de todo
este complejo orgánico se determina la educación del joven, incluso por el mero hecho
de materialmente haya cumplido con ese recorrido, con esas etapas, etc. Se ha sugerido
en la historia, ha adquirido una intuición historicista del mundo y de la vida, que se
transforma en una segunda naturaleza, como si fuera algo espontáneo, porque no ha sido
inculcada de manera pedante por “voluntad” extrínsecamente educativa. Dicho estudio
educaba sin hacer manifiesta de manera explícita esa voluntad, con una mínima
intervención “educativa” del docente: educaba porque instruía. Se hacían experiencias
lógicas, artísticas, psicológicas, sin “reflexionar sobre” ellas, sin mirarse al espejo todo el
tiempo, y especialmente se hacía una gran experiencia “sintética”, filosófica, de
desarrollo histórico-real.
Esto no quiere decir (y sería ilícito pensarlo) que el latín y el griego, como tales,
tengan cualidades intrínsecamente taumatúrgicas en el campo educativo. Es toda la
tradición cultural, que vive también –y especialmente- fuera de la escuela, que en un
ambiente determinado produce tales consecuencias. Se ve, por otro lado, cómo,
transformada la tradicional intuición de la cultura, la escuela fue entrando en crisis y fue
entrando en crisis el estudio del griego y del latín.
Será necesario sustituir al latín y al griego como centro de la escuela formativa y
se lo terminará sustituyendo, pero no será algo sencillo determinar la nueva materia o la
nueva serie de materias en un orden didáctico que dé resultados equivalentes en lo que se
refiere a la educación y a la formación general de la personalidad, partiendo del joven y

80
hasta el umbral de la elección profesional. En dicho período, en efecto, el estudio o mayor
parte de éste debe ser (o al menos, debe parecerle a los alumnos) desinteresado, no debe
tener pues objetivos prácticos inmediatos o demasiado inmediatos, debe ser formativo, y
al mismo tiempo, sin embargo, “instructivo”, esto es, rico en nociones concretas.
[…]

Cuaderno 29 (1935): Notas sobre el estudio de la gramática

(1). Ensayo de Croce. “Esta mesa redonda es cuadrada”. El ensayo es incorrecto incluso
desde el punto de vista crociano (de la filosofía crociana). El mismo empleo que hace
Croce de la proposición muestra que es “expresiva” y, en consecuencia, injustificada: se

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puede decir lo mismo de toda “proposición”, incluso de aquellas “técnicamente” no
gramaticales, esto es: que puede ser expresiva y justificada en cuanto tiene una función,
aunque sea negativa (para mostrar el “error” de gramática se puede emplear una forma no
gramatical). El problema debe ser planteado pues de otra manera, en términos de
“disciplina de la historicidad del lenguaje” en el caso de las “formas no gramaticales”
(que son ausencia de “disciplina mental”, neolalismo, particularismo provincial, jerga,
etc.) o en otros términos (en el caso dado del ensayo crociano el error establecido por eso,
que una proposición tal puede aparece en la representación de un “loco”, de un anormal,
etc., y adquirir un valor expresivo absoluto; cómo representar a alguien que es no
“lógico”, si no haciéndole decir “cosas ilógicas”? etc. ). En realidad todo aquello que no
es “gramaticalmente exacto” puede justificarse también desde el punto de vista estético,
lógico, etc., si se lo ve no en la particular lógica, etc., de la expresión inmediatamente
mecánica, sino como elemento de una representación más vasta y comprensiva.
La cuestión que Croce intenta plantear: “¿Qué es la gramática?” no admite
solución en su ensayo. La gramática es “historia” o “documento histórico”: es la
“fotografía” de una fase determinada de un lenguaje nacional (colectivo, formado
históricamente y en continuo desarrollo) o los trazos fundamentales de una fotografía. La
cuestión práctica puede ser: ¿qué finalidad tiene dicha fotografía? ¿Hacer la historia de
un aspecto de la civilización o modificar un aspecto de la civilización?
La pretensión de Croce llevaría a negar todo valor a un cuadro que representara -
entre otras cosas- una… sirena, por ejemplo, es decir se debería concluir que toda
proposición debe corresponder a lo verdadero y a lo verosímil, etc.
(La proposición puede ser no lógica en sí, contradictoria, pero al mismo tiempo
“coherente” en un cuadro más amplio.)

(2).¿Cuántas formas de gramática pueden existir? Muchas, por cierto. Está la gramática
“inmanente” en el lenguaje mismo, por la que una habla “de acuerdo con la gramática”
sin saberlo, como el personaje de Molière hacía prosa sin saberlo, Que no parezca inútil
esta observación, porque Panzini (Guía a la gramática italiana) no parece distinguir entre
esta “gramática” y la ”normativa” (escrita) de la que pretender hablar y que para él parece
ser la única gramática -posible- existente. El prefacio de la primera edición abunda en
cosas amenas, que tienen por cierto su significado en un escritor (considerado además un
especialista) de temas gramaticales, como la afirmación de que “podemos escribir y
hablar incluso sin una gramática”. En realidad, además de la “gramática inmanente” en

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todo lenguaje, existe también, de hecho, es decir incluso si no aparece escrita, una
gramática “normativa” (o más) ; está constituida por el control recíproco, la enseñanza
recíproca, la “censura” recíproca que se manifiestan con las preguntas: “¿Qué es lo que
entendiste?”, “¿Qué es lo que quieres decir?”, “Explícate mejor”, etc., con la caricatura y
la tomada de pelo, etc., todo ese complejo de acciones y reacciones confluyen en la
determinación de un conformismo gramatical, es decir, en el establecimiento de “norma”
o juicios de corrección o incorrección, etc. Pero esta manifestación “espontánea” de un
conformismo gramatical es necesariamente inconexo, discontinuo, limitado a los estratos
sociales locales o los centros locales, etc., (Un campesino que se instala en la ciudad, por
la presión del ambiente urbano, termina adecuándose al habla ciudadana; en el campo, se
intenta imitar el habla de las ciudades; las clases subalternas intentan hablar como las
clases dominantes y los intelectuales, etc.).
Se podría esbozar un cuadro de la “gramática normativa” que opera
espontáneamente en toda sociedad, en tanto ésta tiende a unificarse sea como territorio,
sea como cultura, es decir, en cuanto existe un sector dirigente cuya función sea
reconocida y aceptada.
El número de las “gramáticas espontáneas o inmanentes” es incalculable y
teóricamente se puede decir que cada quien tiene su propia gramática. Sin embargo, junto
a esta “disgregación” de hecho hay que relevar los movimientos unificadores, de mayor
o menor amplitud, tanto como en lo que se refiere al área territorial como en lo que afecta
al “volumen lingüístico” para crear un conformismo lingüístico nacional unitario, que por
otro lado pone en un nivel más alto el “individualismo” expresivo, porque crea un
esqueleto más robusto y homogéneo para el organismo lingüístico nacional del que cada
individuo es el reflejo y el intérprete. (Sistema Taylor y autodidactismo).
Gramáticas históricas además de normativas. – Pero es evidente que un escritor
de gramática normativa no puede ignorar la historia de la lengua de la que intenta
proponer una “fase ejemplar” como la “única” digna de transformarse “orgánicamente”
y “totalitariamente” en la lengua “común” de una nación, en lucha y en competencia con
otras “fases” y tipos o esquemas ya existentes (relacionados con los desarrollos
tradicionales o con los intentos inorgánicos e incoherentes de las fuerzas que, como se ha
visto, operan continuamente sobre las “gramáticas” espontáneas e inmanentes del
lenguaje). La gramática histórica no puede no ser “comparativa”: una expresión que,
analizada a fondo, indica la íntima consciencia de que el hecho lingüístico, como
cualquier otro hecho histórico, no puede tener fronteras nacionales estrictamente

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definidas, sino que la historia es siempre “historia mundial” y que las historias
particulares viven sólo en el panorama de la historia mundial. La gramática normativa
tiene otros fines, aun cuando no se pueda imaginar la lengua nacional por fuera del
panorama de las otras lenguas, que influyen por vías innumerables y a menudo difíciles
de controlar sobre ella (¿quién puede controlar el aporte de innovaciones lingüísticas
debidas a los emigrantes repatriados, a los viajeros, a los lectores de diarios y lenguas
extranjeras, a los traductores, etc.?).
Por lo tanto, la gramática normativa escrita es siempre una “elección”, una
dirección cultural, es decir que es siempre un acto de política cultural-nacional. Podrá
discutirse sobre el mejor modo de presentar esa “elección” y la “dirección” para hacerlas
aceptar voluntariamente, es decir, podrá discutirse sobre los medios más adecuados para
obtener el fin; no puede haber duda de que hay un fin para alcanzar que tiene necesidad
de medios idóneos y adecuados, es decir, que se trata de un acto político.
Cuestiones: ¿cuál es la naturaleza de ese acto político? ¿Levantará oposiciones de
“principio”, alguna colaboración de hecho u oposiciones en los aspectos particulares,
etc.? Si se parte del presupuesto de centralizar aquello que existe ya en estado difuso,
diseminado, pero inorgánico e incoherente, parece evidente que no es racional una
oposición de principio, sino más bien una colaboración de hecho o una incorporación
voluntariosa de todo aquello que pueda servir para crear una lengua común nacional, cuya
no existencia produce reacciones especialmente en las masas populares, en las que son
más tenaces de lo que se cree los particularismos locales y los fenómenos de psicología
restringida y provincial; se trata, en suma, de un incremento de la lucha contra el
analfabetismo, etc. La oposición de “hecho” existe ya en la resistencia de las masas a
despojarse de sus hábitos y psicologías particularistas. Resistencia estúpida determinada
por los partidarios fanáticos de las lenguas internacionales. Es claro que en este orden de
problemas no es posible discutir la cuestión de la lucha nacional de una cultura
hegemónica contra otras nacionalidades o residuos de nacionalidades.
Panzini no se plantea ni siquiera lejanamente este problema y por ello sus
publicaciones gramaticales son inciertas, contradictorias, vacilantes. No se plantea por
ejemplo el problema de cuál es hoy, desde abajo, el centro de irradiación de las
innovaciones lingüísticas; que sin embargo no es algo que tenga poca importancia
práctica. Florencia, Roma, Milán. Pero por otro lado no se plantea tampoco el problema
de si existe (ni cuál sería) un centro de irradiación espontánea desde lo alto, es decir, en

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forma relativamente orgánica, continúa, eficiente, y si ello puede ser regulado e
intensificado.

(3). Focos de irradiación de innovaciones lingüísticas en la tradición y de un


conformismo nacional lingüístico en las grandes masas nacionales. 1) La escuela; 2) los
diarios; 3) los escritores de arte y los populares; 4) el teatro y el cine sonoro; 5) la radio;
6) las reuniones públicas de todo género, incluidas las religiosas; 7) las relaciones de
“conversación” entre los diferentes estratos de la población más cultos y menos cultos –
(una cuestión a la cual quizá no se da toda la importancia que se merece está constituida
por la parte de “palabras” versificadas que es aprendida de memoria bajo forma de
canzonettas, fragmentos de ópera, etc. Hay que notar de qué manera el pueblo no se cuida
de aprender bien y de memoria estas palabras, que a menudo son extravagantes,
anticuadas, barrocas, y las reduce a suertes de cantinelas para recordar el motivo musical);
8) los dialectos locales, entendidos en diferentes sentidos (desde los dialectos más
localizados hasta aquellos que cubren complejos regionales más o menos vastos: así, el
napolitano para Italia meridional; el dialecto de Palermo y el de Catania para Sicilia, etc.).
Dado que el proceso de formación, de difusión y de desarrollo de una lengua
nacional unitaria tiene lugar a través de un complejo proceso molecular, es útil tener
consciencia de todo el proceso en su complejidad para estar en condiciones de intervenir
activamente en él con el mejor resultado. Esta intervención no es necesario que sea
considerada como “decisiva” o imaginar que los fines que propone sean completamente
satisfechos en sus aspectos particulares, esto es, que se obtenga una lengua unitaria
determinada:, se obtendrá una lengua unitaria si ello es una necesidad, y la intervención
organizada acelerará los tiempos del proceso ya existente; en todo caso, si la intervención
es “racional”, estará relacionada orgánicamente con la tradición, lo que no tiene poca
importancia para la economía de la cultura.
Manzonianos y “clasicistas”. Contaban con un tipo de lengua que intentaban hacer
prevalecer. No es justo decir que sus planteos hayan sido inútiles y no hayan dejado
marcas en la cultura moderna, aunque no muy grandes. En realidad, en este último siglo
la cultura unitaria se ha extendido y por lo tanto también lo ha hecho una lengua unitaria
común. Pero toda la formación histórica de la nación italiana se venido haciendo a un
ritmo demasiado lento. Cada vez que aflora, de una manera u otra, la cuestión de la lengua,
significa que se están planteando todo un conjunto de problemas diferentes: la formación
y la ampliación de la clase dirigente, la necesidad de establecer relaciones más íntimas y

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seguras entre los grupos dirigentes y la masa popular-nacional, es decir, de reorganizar la
hegemonía cultural. Hoy se han verificado diferentes fenómenos que señalan un
renacimiento de esas cuestiones: publicaciones de Panzini, Trabalza-Allodoli, Monelli,
columnas en los diarios, intervención de las direcciones sindicales, etc.

(4). Diferentes tipos de gramática normativa. Para las escuelas. Para las así llamadas
personas cultas. En realidad, la diferencia se debe al diferente grado de desarrollo
intelectual del lector o del estudioso, y en consecuencia a la técnica diferente que es
necesario emplear para el aprendizaje o la intensificación del conocimiento orgánico de
la lengua nacional en los muchachos, con respecto a los cuales no se puede prescindir
didácticamente de una cierta rigidez autoritaria perentoria (“es necesario decirlo así”), y
en los “otros”, a los que, en cambio, es necesario “persuadir” para hacerles aceptar
libremente una solución dada como la mejor (que se demuestra así por el cumplimiento
del fin propuesto y compartido, cuando sea compartido). No se tiene que olvidar, además,
que en el estudio tradicional de la gramática normativa han sido incluidos otros elementos
del programa didáctico de enseñanza general, como el de ciertos elementos de lógica
formal: se podrá discutir si esta inserción es oportuna o no, si el estudio de la lógica formal
está justificado o no (parece justificado; parece justificado también que acompañen la
enseñanza de la gramática, más que a la aritmética, etc., por la semejanza de naturaleza y
porque junto a la gramática la lógica formal es algo relativamente vivificado y facilitado),
pero no hay que prescindir del problema.

(5). Gramática histórica y gramática normativa. Puesto que la gramática normativa es


un acto político, y que sólo partiendo de este punto de vista se puede justificar
“científicamente” su existencia, así como el enorme trabajo de paciencia que su
aprendizaje requiere (cuánto trabajo es necesario para obtener que de centenares de miles
de reclutas del más diverso origen y preparación mental resulte un ejército homogéneo y
capaz de moverse y operar disciplinada y simultáneamente: cuántos “lecciones prácticas
y teóricas” de reglamento, etc.), hay que plantear su relación con la gramática histórica.
El hecho de no haber definido esta relación explica muchas incongruencias de las
gramáticas normativas, hasta llegar a la de Trabalza-Allodoli. Se trata de dos cosas
distintas y en parte diferentes, como la historia y la política, pero que no pueden ser
pensadas independientemente: como la política con respecto a la historia. Por otro lado,

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ya que el estudio de las lenguas como fenómeno cultural nació como consecuencia de
necesidades políticas (más o menos concientes y conscientemente expresados), las
necesidades de la gramática normativa han influido en la gramática histórica y sobre sus
“condiciones legislativas” (o al menos este elemento tradicional ha reforzado en el siglo
pasado la aplicación del método naturalista-positivista al estudio de la historia de las
lenguas concebido como “ciencia del lenguaje”). A partir de la gramática de Trabalza y -
también- de la reseña negativa de Schiaffini (Nuova Antologia, 16 de septiembre de
1934), se hace manifiesto cómo también los así llamados “idealistas” no comprenden la
renovación que en la ciencia del lenguaje han producido las doctrinas de Bartoli. La
tendencia propia del “idealismo” halló su expresión más rotunda en Bertoni: se trata de
un regreso a viejas concepciones retóricas, sobre las palabras “bellas” y “feas” en sí y
para sí, concepciones recubiertas con la pátina de un nuevo lenguaje pseudo-científico.
En realidad se intenta encontrar una justificación extrínseca para la gramática normativa,
luego de haber demostrado del mismo modo extrínseco su “inutilidad” teórica y también
práctica.
El ensayo de Trabalza sobre la Historia de la gramática podrá dar indicaciones
útiles sobre las interferencias entre gramática histórica (o mejor, historia del lenguaje) y
gramática normativa, sobre la historia del problema, etc.

(6). Gramática y técnica. ¿Se puede plantear la cuestión para la gramática del mismo
modo que para la “técnica” en general? ¿La gramática es solo la técnica de la lengua? ¿En
todo caso, se justifica la tesis de los idealistas, especialmente los gentilianos, de la
inutilidad de la gramática y de su exclusión de la enseñanza escolar? Si se habla (nos
expresamos con las palabras) de una manera determinada históricamente por naciones y
por áreas lingüísticas, ¿se puede prescindir de la enseñanza de esta “manera
históricamente determinada”? Aun admitiendo que la gramática normativa tradicional
fuera insuficiente, ¿constituye eso una buena razón para no enseñar ninguna “gramática”,
es decir, para no preocuparse de ninguna manera en acelerar la enseñanza el aprendizaje
del modo determinado de hablar de un área lingüística dada, y de dejar que la lengua “se
aprenda en el lenguaje viviente” u otra expresión de ese tipo empleada por Gentile o por
los gentileanos? Se trata, en el fondo, de una forma de “liberalismo”, de las más
extravagantes y curiosas. Diferencias entre Croce y Gentile. A menudo, Gentile se basa
en Croce, exagerando hasta el fondo algunas de sus posiciones teóricas. Croce sostiene
que la gramática no se incluye en ninguna de las actividades espirituales teóricas

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elaboradas por él, pero termina encontrando en la “práctica” una justificación de muchas
actividades negadas en ámbito teórico: Gentile excluye también de la práctica, en un
primer momento, aquello que niega teóricamente, salvo que luego encuentra una
justificación teórica de las manifestaciones prácticas más superadas y técnicamente
injustificadas.
¿Se tiene que aprender “sistemáticamente” la técnica? El caso es que a la técnica
de Ford se contrapone la técnica del artesano de la aldea. De cuántas formas se aprende
la “técnica industrial”: como artesano; durante el propio trabajo en la fábrica, observando
como trabajan los otros (y en consecuencia con mayor pérdida de tiempo y de esfuerzo y
sólo parcialmente); en la escuelas profesionales (donde se aprende sistemáticamente todo
el oficio; incluso algunas nociones aprendidas allí serán útiles pocas veces en toda una
vida, o tal vez jamás); combinando varias formas, con el sistema Taylor-Ford que crea un
nuevo tipo de cualificación y de oficio restringido a determinadas fábricas, y también
máquinas o momentos del proceso productivo.
La gramática normativa, que sólo por abstracción puede ser concebida como algo
escindido del lenguaje vivo, tiende a hacer enseñable todo el organismo de una lengua
determinada y a crear una actitud espiritual que nos haga capaces de orientarnos siempre
en el ambiente lingüístico (ver la nota sobre el estudio del latín en las escuelas clásicas).
Si la gramática se excluye de la escuela y no es puesta por “escrito”, no por ello puede
ser excluida de la “vida” real, como se ha dicho ya en otra nota: se excluye sólo la
intervención organizada -unitariamente- en el aprendizaje de la lengua y, en realidad, se
excluye del aprendizaje de la lengua culta a la masa popular nacional, porque el sector
dirigente más alto, que tradicionalmente habla la “lengua”, transmite de generación en
generación, a través de un proceso lento que comienza con los primeros balbuceos del
niño bajo la guía de los padres, y continúa en la conversación (con sus “se dice así”, “debe
decirse así”, etc.). En la posición de Gentile hay mucha más política de lo que se cree y
mucho reaccionarismo inconsciente, como por otro lado ha sido observado varias veces
en otras ocasiones: hay en ella todo lo reaccionario de la vieja concepción liberal, hay un
“dejar hacer, dejar pasar” que no está justificado, como lo estaba en Rousseau (y Gentile
es más rousseauniano de lo que se cree) por la oposición a la parálisis de la escuela
jesuítica, sino que se ha transformado en ideología abstracta, “ahistórica”.

(7). La así llamada “cuestión de la lengua”. Parece claro que el De Vulgari Eloquio de
Dante deber ser considerado, esencialmente, como un acto de política cultural-nacional

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(en el sentido que nacional tenía en aquel tiempo y en Dante), del mismo modo que
siempre fue un aspecto de la lucha política la así llamada “la cuestión de la lengua”, que,
considerada desde este punto de vista, se transforma en algo interesante para estudiar.
Ello ha sido una reacción de los intelectuales a la desorganización de la unidad política
que existió en Italia bajo el nombre de “equilibrio de los Estados italianos”, al caos y a la
desintegración de las clases económicas y políticas que ser habían ido formando luego
del año Mil con las Comunas y representa el intento que en parte notable puede decirse
logrado, de conservar e incluso reforzar un sector intelectual unitario, cuya existencia
debía tener no poco significado en el siglo XVIII y XIX (en el Resurgimiento). El librito
de Dante tiene, también él, su pequeño significado para el tiempo en que fue escrito; no
sólo de hecho, sino elevando ese hecho a teoría, los intelectuales italianos del período
más conflictivo de las Comunas, “rompen” con el latín y justifican el vulgar, exaltándolo
contra el “mandarinismo” latinizante, en el mismo tiempo en el que el vulgar cuenta con
manifestaciones artísticas muy importantes. Que el intento de Dante tuvo una enorme
importancia innovadora se percibe más tarde con el regreso del latín como lengua de las
personas cultas (y aquí puede insertarse la cuestión del doble aspecto del Humanismo y
del Renacimiento, que fueron esencialmente reaccionarios desde el punto de vista
nacional-popular y progresivos como expresiones del desarrollo cultural de grupos
intelectuales italianos y europeos).

(8). De Bartoli, “Cuestiones lingüísticas y derecho nacional”, discurso pronunciado en la


inauguración del año académico en Turín en 1934, publicado en 1935 (ver la nota en
Cultura en abril de 1935). Parece, por la nota, que el discurso es bastante discutible en
sus aspecto generales: por ejemplo, la afirmación de que “la Italia dialectal es una e
indivisible”.
Noticias sobre el Atlas lingüístico publicadas en dos números del Bolletino.

(9). El título del estudio podría ser: “Lengua nacional y gramática”.

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