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3 3 ques y sus prados, hasta sus animales, centauros y hurma- ‘nos no tienen otra vida, otra realidad que la de manifes- tar una atmésfera, una Stimmung, con la que se confan- den totalmente, como el combustible se confunde en la llama; y, salvo por esa atmdsfera, nada tienen que pueda ‘medirse con una realidad independiente. Asiviven, como Ja imagen de un ser querido que nos abandoné hace ‘mucho tiempo: una imagen que ha perdido todo rastro de realidad y se confunde totalmente con el sentimiento que nos colma, “Béekdin Landschate’ tial publicado en 1907, 38 PRT TROTTED LAS RUINAS ‘Slo en un art, la gran lucha entre la voluntad del expt rita y las exigencias dela naturaleza ha alcanzado una paz efectiva,en virtud de la cual la tensin entre el alma, que tiende a lo alto, y la gravedad, que tira hacia abgjo, se resuelve en un equilibrio perfecto: la arquitectura, En la poesia, la pintura ola miisica, los materiales, que se igen por sus propias leyes, han de ser silenciados y sometidas a la idea artstca la cual, al menos en la obra lograda, os absorbe por completo hasta hacerlos invisibles. Incluso fen fa escultura, el fragmento tangible de mérmol no es la ‘obra de arte; lo que de propio aportan la piedrao el bron- ce no va mis alli de ser un medio para la expresin de la intuiciOn creadora del espiritu, La arguitectura, en cam. bio, aunque utiliza y distribuye el peso y la resistencia de Ja materia siguiendo un proyecto que s6lo puede haber pergefiado el alma, permite que la materia opere, siempre dentro de ese proyecto, segiin su propia naturaleza, eject ‘ando ese proyecto, por asi deci, con sus propias fuerzas. Se trata de la més sublime de las victorias del espiritu sobre la naturaleza, como cuando se consigue guiar a una » persona de modo que cumpla nuestra voluntad sin forza Ja suya, logrando que sus actos auténomos realicen nes- tro plan, ste singular equilibrio entre la materia, mecdnica, inerte, que resiste pasivamente la presin, y el espiritu, que moldea, que tiende a lo alto, desaparece tan pronto como el edificio cae, Entonees, las fuerzas puramente naturales se sobteponen @ la obra del hombre: el equli- brio entre naturaleza y espiritu, representado en el edifi- cio, se escora a favor de la primera, Este desplazamiento produce una tragedia césmica que, aslo sentimos, aro- jaa las ruinas a las sombras de la melancolis el desmoro- nnamiento aparece como una venganza de la naturaleza Por la violencia a que Ja sometis el espiritu al pretender conformarla a su proyecto Le historia dela humanidad es Ja del paulatino dominio del espirtu sobre una naturale- a que se encuentra ahi fuera, pero también, en cierto ‘modo, dentro del propio espirtu, Sien las otras artes el cspiritu somete las formas y los hechos de a naturaleza a su dictados, en la arquitectura, conforma las masas y las fuerzas de Ia naturaleza como si elas mismas realizaran libre y visiblemente una idea que les pertenece. Pero las necesidades de la materia se adaptan a la voluntad del espirta s6lo mientras perdure la obra en su perfeccién sélo ast toda la vitalidad del espirtu se expresard através de esas fuerzas y masas. Tan pronto se desmorona el edi- ficio, desaparece la plenitud de la forma, y ambos compo- nentes vuelven a disociarse, dejando al descubierto su 0 originario y universal antagonismo, como sila conforma cidn artistica no hubiera sido mas que una violencia del ‘spiritu a la que la piedra se hubiese sometido contra su ‘voluntad, y como st ahora se sacudiera poco a poco ese ‘yugo y recobrara Ja independencia de sus fuerzas. ‘Ahora bien, esto confiere al fendmeno de is ruinas una ‘especial relevancia, un signifcacién mayor que los frag- rmentos de otras obras de arte destruidas. Un cuadtro del que se hayan desprendido algunas particulas de colot, luna estatua con sus extremidades matiladas 0 un antiguo texto postico del que se hayan perdido palabras 0 versos enteros ejercerén un efecto s6lo en virtud de lo que quede de su conformacién artistica 0 de lo que la imaginacién pueda reconstruir 2 partir de esos restos: no se oftecen ‘como una unidad estética, y si como wna obra de arte pri- vada de alguno de sus elementos determinantes. Las rui- nas de un edificio indican, por el contrario, que en las partes desaparecidas o destruidas de la obra de arte han hecho acto de presencia unas fuerzas y formas, las dela naturaleza, que crean una nueva unidad, una totalidad specifica, con ese remanente de arte que ain conservan yy esa parte de maturaleza que han recobrado. Sin dud, desde el punto de vista del fin que el esptitu quiso dar al palacio o iglesia, al castillo 0 pértico, al acueducto 0 columna conmemorativa, la ruina no deja de ser un acci- Gente absurdo, un sinsentidos pero un nuevo sentido envuelve ese accidente y Io engloba junto con la obra del esplritu en una nueva unidad que ya no se basa en la fina a lidad que quiso darle el hombre, sino en las profundida- dles donde ésta y la labor subterrinea de las fuerzas inconscientes de la naturaleza brotan de una rafz comin. De af que algunas ruinas romanas, por fascinantes que resulten, carezcan del encanto especifico de las ruinas, Por cuanto se percibe que su destruccién vino por el hombre y no por obra de la naturaleza, deshaciendo el antagonismo entre obra del espirita y accin dela natura- tera sobre la que repos a signfcactn dea ruin como tal Esta misma suspensién del antagonismo nace, no ya de la accién positiva del hombre, sino de su pasividad, cuan- do su inaccién se asemeja a una fuerza de la naturaleza. Bs Jo que suele ocurrir con algunas raines urbanas, ain habiadas, que pueden vere en calles apartadas de ali ‘que impresiona no es la destruccién por el hom Debden cb ino ue, aun causéndola la naturaleza, cl hombre permita la ruina, Este consentimiento, este dejar hacer, encierra, sin embargo, una pasividad positi- va, por asi decir, pues el hombre se hace cémplice de la naturaleva y acepta una manera de actuar diametralmen- te opuesta a su propia esencia, Esta contradiccion priva a Ja rina habitada de ese equilibrio entre lo material y lo spiritual que, aunque quebrado, caracteriza a la ruina propiamente dicha. De ahi que la visién de es0s edificios descuidados, de esos lugares abandonados por la vida pero que siguen siendo marcos de vida, resulteincdmoda Y¥ Nos genere tn desasosiego a veces insoportable. 2 SR En otras palabras l encanto de la ruina radica en que la obra del hombre se nos aparece como tn producto de Ja naturaleza. Las mismas fuerzas que, por erosién, intemperie, hundimientos © accion de la vegetacion, han dado forma a las montafas, se manifiestan en las rvinas. La fascinacién de las formas alpinas ~en su mayoria pest das, fortuitas, artisticamente insfpidas~ se debe al percep- tible juego entre dos tendencias césmicas opuestas: las elevaciones volcénicas ola lentaestraificacién han alza- dola montaia, mientras que a via y la nieve, la erosién, y los desprendimientos, la descomposicién quimica ¥ a vegetacin invasora han seccionado sus crestas y horada- do sus masas, dando asia la montafa su perfil caracteris- tico, Ante el paisjealpino, advertinios la vitalidad de esas dos fuerzas que se contraponen yal sentir instintivamen- te esa misma oposicién en nosotros mimnos, logramos apteciar, més ali de toda consideracién estética o formal, Ia significacin del perfil en cuya apacible unidad ambas, se han fundido. En las ruinas la oposicién es entre dos, ‘elementos vitales mucho més distantes entre sla volun- tad humana que erigié la construccién y la fuerza meci- nica de la naturaleza que la hizo cee. Sin embargo, mien- tras de ruinas se trate y no de un simple montén de pie- dras, el derrumbe operado por la naturaleza no habré disuelto completamente la obra del hombre en la materia informe, sino que habré hecho surgir una nueva forma que, desde el punto de vista de la naturaleza, tiene sent- do, es comprensible y distinta, La naturaleza habr& hecho “8 su propia cteacién usando la obra de arte como materi, delmismo modo que el arte usé la naturaleza como mate- ria para su obra. ‘4 tenor del urdesamiento césmico, habria una Jerar- 4qula entre la naturaleza y el espiritu por la que la natura- Jeca serfa subestructura, materia 0 producto incompleto, ‘el espirity el elemento que conforma y define la forma, En las ruinas ste orden se invierte, ya que cuanto el espi- ritu habia alzado queda sometido a esas mismas fuerzas que moldean perfiles de montafia y riberas de rfos. ‘Cuando por esta via surge algo estticament signifcati- vo, adquiere también una dimensin metafisica, parecida ala que tiene la pétina de un metal o de una madera, de ‘un marfilo un mérmol: un proceso puramente natural se aduetia dela superficie de la obra humana, recubriéndo- ta en su totalidad con una nueva piel. Que la obra resulte rs bella en virtud de un proceso quimico yfisco, que lo realizado se conwierta, auténoma e inevitablemente, en algo distinto, nuevo, a menudo més consistent y bello es enlo que consist el misterio y fasinacién de la patina. ts sn embargo ftcincn ora mismo orden: la destruccién de la forma espirtual Dorlas fueras naturals a inversion dela secucoclatip- ca, se percibe como un regreso ala “buena madre’, como ama Goethe a la naturaleza. La frase segin la cual todo lo humano "procede de la terra y ala tierra ha de volver" se proyecta aqui mis allé de su triste nihilism. Entre este aiin-no y el ya-no surge un momento postivo del espiri- “ tu caya trayectoria ya no apunta ala cima sino que, alean- zada ésta, desciende a sus origenes: e, por asi decs, el reverso del “momento fecundo’, de esa cima que fue y que Ia ruine permite vishumbrar ‘Ahora bien, el que la violencia ejercida por Ia naturale- ‘za sobre una obra dea voluntad humana pueda ser obje- to de disfrute estétco se debe a que en dicha obra, por mucho que la conformara el espiritu la naturaleza nunca perdié sus derechos. Por su materia, por su masa efectiva, la obra nunca dejé de ser naturaleza, y cuando ésta se propia de aquella tan sélo rescata el ejercicio de un dere cho que quedé en suspenso pero no eliminado. De ahi ‘que las ruinas suelansuscitar un sentimiento trdgico -que no de tristeza-, pues la destruccién que reflejan noes algo absurdo legedo de fuera sino la manifestacién de una tendencia inscrita en lo més profundo del ser de lo des- truido. De ahi que cuando decimos de alguien que es una “ruina de persona’ no suscitemos una impresiOn estétice ‘que lo relacione con lo trigico 0 con la secretajusticia de la destruccién, pues aunque demos a entender que los, rasgos animicos que Hamamos naturales en sentido stricto los impulsos o inhibiciones ligedos al cuerpo, las, inercias, los accidentes, Ios signos anunciadores de la muerte- se apoderan de los espectficamente humanos y valiosos desde el punto de vista de la raz6n, y los domi ‘nan, nuestros sentimientos no perciben precisamente ex ello que se haya cumplido un derecho implicito en aque- las tendencias. No existe, de hecho, tal derecho. 45 ‘Consideramos con razén © no~ que tales desarrolios contrarios al esprit humano no son inherentes ala natu- raleza humana. Por es0 la idea del hombre como ruina es menudo més triete que trgica y no transmie exe sosie- ‘go metafisico que si desprende la decadencia ce una obra ‘material en virtud de un a priori que lees inherente, EI mencionado "regreso al hogar” es una manera de referitse a a sensaci6n de paz que sugiere el tono espiti- tual (Stimmung) que rodea alas ruinas y que se debe tam- bign al hecho de que las dos potencias universales la ascendente y la descendente- se conjugan en ellas para configurar una imagen tranquilizante semejante alas que proporciona la naturalera. En expresiOn de esta paz, la rina forma con el paisaje circundante un todo unitario, como el drbol y la piedra, mientras que el palacio, la vila incluso la casa de campo, tin cuando mejor se armoni «en con la Stimamung de! paisaje, proceden siempre de un orden de coses distinto y se compaginan con el de la natu- raleza s6Jo como un a posteriori. Asi en los edificios may antiguos situados en pleno campo, y mas ain en las rui- nas, se observa con frecuencia una singular homogenci- dad cromtica con los tonos del terreno circundante, La ‘causa debe se probablemente andloga alo que constitaye también el encanto de las vijas telas, cayos colores, por hheterogéneos que hubiesen podido ser en un principio, tras pasar por largos usos, sequedad y humedad, calor y filo, voces y desgastes, han acabado compartiendo una tonalidad uniforme, una reduccién al mismo comin 6 -denominador cromiético que ninguna tela nueva puede imitar, De manera similar, los efectos de la via y el sol, de la vegetacion, del calor y el fio, acaban dando a Jos edifice abandonados un tono de color semejante al del paisajecircundante, con el que compatte el mismo dest 1, Estos efectos van limando los contrastes originales hasta fundislos en una serena unided. Las ruinas desprenden esa sensacién de paz también por otro motivo. El sefalado conflicto entre fuerzas con: {rapuestas tiene sus formas o simbolos externos, como én cl perfil de la montaiia moldeada por las fuerzas cons- tructivasy destructoras, pero también se manifesta den- to del alma humana, entre su dimensién natural y su dimenstn espirtual. En nuestra alma operan unas fuer a8 que sélo podemos designar con la metéfora espacial del impulso hacia arriba— que permanentemente son con- tarrestadas -interrumpidas, suspendidas, desviadas, derrotadas- por otras tendencias que cabe caracterizar como oscurss,apiticas, como "meramente naturales’, en 1 peor sentido de la palabra. La forma de nuestra alma es en cada momento el resultado del modo y proporcién en. que estas dos clases de fuerzas se van mezclando, Pero ‘nunca, ya sea por la victoria absoluta de una de ls partes, © por el compromiso permanente entre ambas, alcanzan tun estado definitivo. Pues no sélo la inguieta dinémica del alma no lo consiente, sino que, sobre todo, sucede que tras cada hecho singular, tras cada impulso individual en tuna u otra direccin, siempre hay algo que sigue con vida, a ‘unas exigencias que la decisién momenténea no consigue aquietar. De ahi que el antagonismo entre ambos princi- pos tenga un carécter insoluble, informe, ajeno a todo ‘marco estable. En esta interminabilidad del proceso ético, en esta profunda carencia de una configuracién completa y definitva transda de sosiego plistco,estriba tal vex el ‘motivo formal Giltimo de la animosidad de los caracteres «estéticos hacia los éticos. Cuando miramos con tina mira- da esidtca,exigimos que las fuerzas contrapuestas de la existencia hayan alcanzado un equilibrio, el que sea, que lalucha entre lo alto y lo bajo haya cesado. Pero el proce- 80 spiritual ético, con su incesante fluctuacién, con sus fronteras siempre movedizas, con la inagotabilidad de las fuerzas que se enfrentan en su seno, se opone aesta forma ue sélo permite contemplar. La profunda paz. que como un cftcilo mégico rodea a las ruinas responde a la siguiente constelacin: el oscuro antagonismo que condi: ciona la forma de toda existencia ya sea entre fuerzas puramente naturales, dentro de la vida del alma 0, como en las ruinas, entre la naturaleza y la materia-, aunque tampoco agui se resuelve en un equilibrio, i oftece una imagen de perfiles estables y serenos en su persistencia. El valor estético de las ruinas conjuga el desequilibrio, el eterno fluit del alma en pugna consigo misma, con el sosiego formal, con la sélida delimitacién de la obra de atte. Por eso el encanto metaffsico-estético de las ruinas se esfuma cuando ya no queda de ellas lo suficiente como para poder percibir a tendencia que empuja hacia lo ato 48 Asi, los fragmentos de columnss esparcidos por el foro romano son simplemente feos, mientras que una colum- na truncada pero en pie puede tener todo el encanto, Sin duda, cabe atribuir esa ceneacién de paz a otto ‘motivo: el. que sean pasado. Las ruinas som un escenario de la vida de donde la vida se ha ido -y esto no entrafia nada de simplemente negativo ni se reduce a un cons- tructo de la mente, como en el caso de las innumerables, cosas que antes fluian en la corriente de la vida y que wn azar ha depositado al margen de ésta pero que pot su pro- pia naturaleza bien podrian reintegrarse de nuevo adicha Corriente, En las ruinas se siente con la inmediatez de lo presente que la vida, con toda su riqueza y variabiidad, habit abi alguna vez. Las ruinas crean la forma presente de una vida pretérita, no restituyendo sus contenidas 0 ‘ss restos, sino mostrando el pasado como tal. En esto estriba tambin el encanto de las antigiiedades, de las que sélo una mente obtusa puede pretender que una imita- cién perfecta puede igualarlas en valor estético, Teniendo entre manos un objeto antiguo dominamos espivitual- ‘mente todo st curso temporal desde st misma creaci6n: cl pasado con todos sus destinos y mutaciones se concen- ‘ta en un punto del presente intuible estticamente, En el objeto antiguo, como en la ruina, donde se intensifica al ‘aximo y se realiza la forma presente del pasado, entran en juego energfas tan profundas y globales de nuestra alma que la separaci6n tajante entre percepcién y pensa- imiento deja de tener sentido. Entonces, opera en efecto ” ‘una totalidad espiitual que, de la misma manera que su objeto funde en una iinica forma el contraste entre pasa~ do y presente, aprehende toda la extensién de la visién fis y dela visiin expirtual en una untdad de yoceesté- tico, que siempre hunde sus raices en una unidad més profunda que la unidad estética. Asi, intencidn y azar, naturaleza y espiritu, pasado y presente, resuelven en este punto'la tensién de sus anta- gonismoso, mejor, atin manteniendo esa tensin, generan tuna unidad en la imagen exterior yen el efecto interior: Es como si un fragmento de a existenciadebiera convertirse en ruina para poder exponerse, sin resistencia, a todas las corriente y fuerzas que provienen de todos los rincones dela realidad. Tal vex. en esto consista el encanto de las ruinas, y de la decedencia en general; un en-canto que ‘std mas alld de fo meramente negativo y degradante. La cultura rica y diversa, la ilimitada capacidad de impresio- arse y una mente abierta a todo ~rasgos tipicos de las épocas de decadencia-,signtican precisamente esa con- fluencia de todas ls tendencias contrapuestas. Una justi- cia compensadora parece vincular esa totalidad de fuerzas hreterogéneas y antagénicas con la decadencia de aquellos hombres y aquellas obras humanas que ya sdlo pueden ceder, que ya no pueden crear y conservar con sus propias fiaerzas sus propias formas. “Die Ruine in sthetischer Versuch’ artculo publicado en la revista Der Ta, febrero 1907 0 Los ALPES La extendida idea de que la impresién estétca depende de la forma del objeto contemplado oculta demasiado 2 ‘menudo Ja importancia de otto factor: la escala en que dicho objeto se ofrece. No somos en absokuto capaces de apreciar una forma pura es decir, una mera relacion de Lineas, superficies y colores, pues nuestra condicion inte- lectus y sensible nos permite apreciar tan sélo una canti- dad limitada de formas. Esa cantidad puede varias, pero ‘oscila entre un maximo -susceptible a menudo de medi cién-en el que a forma, permaneciendo como tal inate rads, pierde su valor estético y un minimo en el que sobreviene idéntica pérdide. Mucho més profunda y cextensamente de lo que pensamos, forma y escala const\- ‘uyen tna unidad inseparable dela impresién estéticas y tuna forma revel su eseneiaestética por la manera en que, cambiando su escala, cambia su significacin. Esto resul- ta evidente, sobre todo, en la transposicién de las formas naturales en las obras de arte, pues se crea entonces una jerarquia de formas que abarca desde aquéllas que con- setvan su valor estético sea cual sea st tamaito hasta st

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