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Cuando pase la pandemia podría venir lo peor

Tony Brun

La visión de mundo que creó la crisis, no puede ser la misma que nos saque de la crisis.
(Albert Einstein) 

Introducción

El título de esta reflexión, contiene una afirmación y un pronóstico.  Lo primero, la


afirmación está abierta a la observación y constatación de cualquier persona. Lo
segundo, el pronóstico* – al menos para mí – estaría sujeto al error pues se basa en
sospechas, suposiciones, conjeturas, indicios o señales.

La afirmación “Cuando pase la pandemia…”

Una afirmación – en general – se fundamentaría en el conocimiento que surge de la


observación y la consecuente experiencia. Aunque también, todo cuanto observamos
está inevitablemente relacionado con nuestros modos perceptivos de observación. Como
dijera uno de los científicos más grandes de la física cuántica, Werner Heisenberg: “Lo
que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestra
forma de interpretarla”.[1]  Esto quiere decir, que lo que observamos y posteriormente
afirmamos, estaría también inevitablemente influenciado por nuestra forma de observar
e interpretar.

Por otra parte, la observación y experiencia en primera persona (yo observo, yo


experimento) ha de poder comprobarse por la observación y experimentación de
terceras personas (ustedes observan, ustedes experimentan [2]).  Por tal camino,
podríamos confiar en una determinada afirmación.

Pues bien, al afirmar Cuando pase la pandemia, lo hacemos basándonos en la


observación y la experiencia. ¿Acaso hemos sobrevivido a una pandemia? No en mi
caso. Pero sí, puedo observar y experimentar que todos los fenómenos, todos los objetos
y todos los seres conocidos – del universo y este planeta – son impermanentes y
efímeros. Es decir, que pasan. Por esto la afirmación “Cuando pase la pandemia…”

No es solamente un simple deseo o una esperanza. Por supuesto, todos esperamos que
esta tragedia humanitaria pase cuanto antes! Todos ansiamos el fin de esta pandemia
que termina con la vida de miles y miles de personas, y arrastra a miles de familias a
una penuria cotidiana que seguirá por muchos años más.

Pero la mucha esperanza no nos da ninguna certeza. En otras palabras: esta crisis pasará
no porque así lo esperamos, sino porque todas las cosas pasan como las nubes en el
cielo. Nada permanece para siempre.

Esta afirmación está abierta a la observación y experiencia de cualquiera que quiera ir


más allá de lo meramente intelectual. Basta con mirarse sinceramente al espejo. Todos
nosotros notamos los cambios que ocurren en las estaciones, en nuestros cuerpos y
cosas por el estilo. Por ejemplo, una taza se rompe, cesa la tormenta, cae un árbol, una
persona muere. Advertimos estos cambios en el transcurso de días, meses o años.  Pero
también estos cambios obvios o burdos como afirma la tradición budista, son resultados
de cambios más pequeños, menos obvios y más sutiles que ocurren constantemente. 
“Cuando contemplas profundamente la impermanencia sutil, comprendes que las cosas
causadas por algo tienen una naturaleza de mutabilidad a partir del momento mismo que
surgen”.[3]

Esta afirmación es constatada también por la ciencia moderna, y forma parte de la


sabiduría perenne de la Humanidad. “Todo se transforma”, decía el filósofo griego
Heráclito. “Todo lo compuesto será descompuesto” declaraba el evangelio de María
Magdalena siglos después.[4]  “Todos los fenómenos que surgen de causas y
condiciones son por naturaleza impermanentes” afirmaba Dharmakirti el sabio budista
del siglo VII.

Más allá de estas y otras afirmaciones de las ciencias o las tradiciones contemplativas, 
podemos aprender y comprender la impermanencia por nuestra propia experiencia.  Al
escuchar esto hay quienes dicen: “Ya sé que todo es impermanente pero eso no tiene
nada de sorprendente!”.  Sin embargo, aunque intelectualmente sepamos que todo es
impermanente, la mayoría de nosotros sólo tenemos una comprensión superficial y no
directa de esta experiencia.

En otras palabras, confundimos la experiencia directa con las ideas y conceptos que nos
forjamos sobre ella.  Salir de esta confusión exige cultivar la atención
plena (mindfulness), observar las cosas como son (vipassana).  Y esto requiere tiempo,
constancia y disciplina a lo largo de los días, semanas, meses y años.  Sin embargo,
poco después de caminar por ese camino, ya comenzamos a vislumbrar que todo
cambia, que todo lo que habíamos tomado como algo sólido, permanente e inmutable,
se halla en realidad sometido a un proceso de continuo flujo y desaparición como el
humo de una vela recién apagada. Este “darse cuenta” y tornarse más y más consciente,
puede ser liberador pues irá transformando nuestra mente tan proclive al miedo, las
ilusiones y el egoísmo, con sus consecuentes acciones negativas para uno mismo y los
demás.[5]

El apóstol Pedro exhortaba a “siempre dar razón de vuestra esperanza a todo aquel que
os pida una explicación…” (I Pe 3:15). Nos equivocamos cuando respondemos con
creencias, doctrinas y con ideas especulativas o teológicas.  Esto no es razonable. Esto
no da una explicación.  Por el contrario, nos conduce a absurdas y oscuras
interpretaciones irracionales.

Por la práctica de la atención plena o la meditación cotidiana de ver las cosas como son,
explicamos razonablemente nuestra esperanza.  Experimentamos de modo directo, la
permanencia del cambio y lo transitorio.  Esta práctica es sencilla pero no fácil.  Como
dije, requiere constancia y tiempo.  Y, el hombre moderno parece no tener tiempo y
poca curiosidad en conocerse a sí mismo.

“Cuando pase la pandemia…” es una afirmación comprensiva adquirida por la


experiencia directa de que todo pasa, de que todo es transitorio, que lo que está sujeto a
nacimiento, está sujeto también a desaparecer.  En última instancia, el destino del ser
humano está en sus propias manos. No tenemos necesidad de lanzarnos en los brazos de
una trascendencia que pueda ser manipulada o ser el resultado de nuestros deseos
insatisfechos codificados en creencias y doctrinas.

La pandemia pasará – ojalá antes que después – pues nada es de naturaleza permanente.
Pero esta liberación tan esperada también podría – ojalá que no – traernos lo peor.

El pronóstico: “…podría venir lo peor”.

Decimos “podría” por dos razones. Por una parte, porque es una sospecha, sólo un
indicio aunque cargado de señales.  Por otra parte, porque – como dijimos – el destino
del hombre está en sus propias manos, y mientras sus manos sigan siendo propias,
puede siempre transformar su destino.

¿Qué podría ser “lo peor”? Como dice Leonardo Boff: “Lo peor sería que todo volviese
a ser como antes, con la misma lógica consumista y especulativa, tal vez con más furia
aún… No es suficiente reducir la dosis y continuar con el mismo veneno, no es
suficiente simplemente limar los dientes al lobo.”

Como especie hemos pasado muchos eventos globales trágicos. Estos han conducido a
cambios de paradigmas y modificaciones culturales en distintas partes del planeta. Sin
embargo, globalmente estas modificaciones no nos han alejado de un peligroso y
masivo destino ecológico, sino todo lo contrario. Nos encontramos más y más cerca de
un punto desde el cual ya no hay retorno a la posibilidad de sobrevivencia de la vida
humana.

No hay más alternativa que cambiar. ¿Cambiaremos? ¿Continuaremos eligiendo


gobiernos ambiciosos y guerreristas, que predican el odio e inventan enemigos?
¿Seguiremos empoderando gobernantes que deciden y resuelven según sus intereses de
corto plazo y se prostituyen ante las órdenes ocultas de las grandes corporaciones que
depredan la vida de los pueblos y en todo el planeta?

Durante esta pandemia e inclusive antes de la misma,  sobresalen como una vergüenza
internacional el presidente Donald Trump (EE. UU.) y Jair Bolsonaro (Brasil). Ambos
serán recordados y repudiados por las generaciones siguientes como responsables
directos tanto de destrucciones ambientales como de exclusiones sociales. No hace falta
mencionar la multitud de pruebas al respecto.

Theodore Monod (1902-2000) fue un liberal teólogo y escritor francés protestante.


Ferviente opositor a los dogmas y las armas nucleares y defensor de los derechos
humanos y de los animales.  Pero también era un científico, zoólogo y botánico
naturalista. Este incansable peregrino en la naturaleza y los desiertos del mundo,
denunciaba: “Ahora bien, el hombre es el único ser vivo que mantiene escuelas para
enseñar a los jóvenes a matar a sus semejantes. ¡Es monstruoso!  El león, que no es
loco, no enseña a sus crías a matar leones, sino a matar gacelas y cebras; yo preferiría
que los leones fuesen vegetarianos, pero nadie me ha consultado al respecto… Mientras
el hombre ame la violencia, la crueldad y la guerra, su futuro estará  amenazado. ¡No
tiene ninguna seguridad de durar mucho tiempo, este buen hombre llamado sapiens”.[6]

En su último libro, que es una especie de testamento anunciaba: “… somos capaces de


una conducta insensata y demente; a partir de ahora se puede temer todo, realmente
todo, inclusive la aniquilación de la raza humana; sería el precio justo de nuestras
locuras y crueldades”.[7]

Veamos tres ejemplos recientes.

1. La Segunda Guerra mundial desembocó en un reacomodo de potencias, que en


su etapa de “Guerra Fría” condujo a una escalada de armamentismo nuclear
hasta el día de hoy y que es capaz de exterminar toda la vida del planeta.
Simultáneamente, el consumo adictivo y voraz se tornó un modo de ser que hoy
deja sin su piel verde al planeta. Las consecuencias desastrosas para los sistemas
ecológicos y las poblaciones más vulnerables, son innegables y cada vez más
frecuentes.
2. El 26 de diciembre del 2004 un maremoto a 4000 metros de profundidad
provocó un tsunami que acabó con la vida de cerca de 300.000 seres humanos
entre África, el sudeste y sur de Asia.  Las gigantescas olas impactaron las costas
de 14 países en menos de 6 horas.  Ciudadanos de 40 naciones perdieron la vida.
La mayoría de las vidas perdidas eran mujeres, niños y ancianos pobres o
crónicamente pobres, excluidos y desplazados socio-ambientalmente.

Cerca de 2.5 millones de personas fueron afectadas, y las pérdidas se calcularon


en 10 billones de dólares. Cuando el tsunami terminó, se consideró hasta hoy el
mayor desastre de este tipo registrado en la historia.[8] La solidaridad
internacional de atención inmediata y para la reconstrucción, se movilizó
rápidamente. Fue un evento global aunque todavía regionalizado. Sin embargo,
no se aprovechó aquella tragedia y movilización internacional para generar un
cambio profundo en el sistema de desarrollo centrado en el capital y no en las
personas.[9]   Como especie seguimos favoreciendo un sistema que saquea los
limitados recursos del planeta y condena a la más absoluta exclusión a las
mayorías empobrecidas.

3. En los últimos 50 años las principales enfermedades surgieron de las selvas y


bosques tropicales en África y Asia. Estas enfermedades – incluyendo esta
nueva causada por Coronavirus 19 – son llamadas “enfermedades zoonóticas”.
Esto significa que ellas pasan de animales no humanos para los humanos.
Generalmente son nuevas para los humanos.  Por eso son tan devastadoras. No
tenemos vacunas y no tenemos terapias.

El científico, escritor y naturalista estadounidense David Quammen explica sobre las


epidemias modernas:

“La destrucción desenfrenada de la naturaleza coloca la salud humana en riesgo debido


al contacto con una gran cantidad de virus…Esto sucede en las áreas con gran
degradación ambiental. Ambientes ricos en diversidad biológica, con muchos tipos de
plantas, animales, hongos, bacterias, son también lugares que contienen muchos virus.
Estos viven allí, a lo largo de millones de años sin causar ninguna enfermedad, hasta
que de repente pasan para los humanos. Cuando hay degradación, significa que estamos
interfiriendo en ese ecosistema. Estamos cortando árboles, construyendo asentamientos
humanos, abriendo caminos en las selvas. Quienes en eso trabajan se alimentan de los
animales que cazan, también estos son vendidos en otros lugares para que otros se
alimenten, etc. Entonces hay todo tipo de perturbación en la vida salvaje, en la
diversidad, la cual contiene una gran variedad de virus. Con este tipo de interferencias
estamos invitando a los virus para que se tornen “nuestros” virus.  Los virus entran así
en una especie de mamífero más interconectado y abundante en todo el planeta. Para
nosotros, los humanos, es una situación miserable, es una pandemia, es una muerte.
Pero para los virus, es un éxito!”[10]

Investigadores del Instituto OneHealth (EE.UU) que estudian la conexión entre salud


humana, animal y ambiental, han contabilizado al menos 142 patógenos de origen
animal que provocan enfermedades en humanos.   En un estudio publicado en 2014 se
contabilizaron más de 12.000 brotes de 215 enfermedades contagiosas entre 1980 y
2013.  En ese lapso, los brotes zoonóticos aumentaron hasta suponer el 56% del total.
¿Cuáles elementos estarían detrás de la multiplicación de las zoonosis? Pues bien, para
los investigadores del Instituto OneHealth y otros, la clave está en la intrusión humana
en el entorno natural.  “La propagación de virus desde los animales es un efecto directo
de nuestras acciones sobre la vida salvaje y sus hábitats”, dice Christine Kreuder
Johnson investigadora de la Universidad de California.

En pocas palabras: esta pandemia – y otras epidemias recientes – se origina debido a la


perturbación y degradación ambiental de lugares donde naturalmente habitan muchos
virus.[11]  Como afirma David Quammen: “Puede haber comenzado con un murciélago
en una cueva, pero la actividad humana lo soltó”.

Los estudios indican que está aumentando la frecuencia de estos patógenos de origen
animal. Todo indica que las enfermedades zoonóticas continuarán, a menos que la
relación humana con la naturaleza cambie radicalmente. ¿Cambiará?  ¿Cambiaremos?

Conclusión: la vacuna eres tú

Esta pandemia también está mostrando una multitud de gestos de solidaridad y


amabilidad social por todos los rincones del planeta.  Ya sabemos de la entrega y
compromiso sacrificial de miles de personas, simbolizadas estas en nobles profesionales
de la salud, científicos, etc.  Pero, no nos engañemos.  Necesitamos con urgencia una
solidaridad capaz de repensar y restringir el capitalismo destructivo para cambiar y
salvarnos a nosotros mismos, y salvar la totalidad de la vida en este bello planeta.

Todos respondemos atemorizados pero conscientes a las órdenes para evitar la


propagación de la pandemia. Sin embargo, no tenemos la misma conciencia y cuidado
para evitar la destrucción ecológica de donde se derivan las pandemias. Cuando pase la
pandemia, podría venir lo peor. Y lo peor es que no cambiemos el modo de ser y de
hacer que provoca las pandemias. ¿Cambiaremos esto?  En verdad, la Tierra no nos
necesita. Por el contrario, nosotros necesitamos a la Tierra. Pero si no cambiamos, la
Tierra continuará su viaje sideral pero sin nosotros.

________________________________

* “Pronóstico” (prognōstikon) procede del griego (προγνωστικον).

1 Heisenberg, Werner: Physics and Philosophy: The Revolution in Modern


Science (Harper and Row. New York, 1962)p.58

2 Preferimos usar el pronombre de cortesía “ustedes”, en lugar de la indistinción “ellos-


ellas”.

3 Dalai Lama: El Camino de la Iluminación (Atria Español. Nueva York, 2009) p.189

4 O Evangelho de Maria. Míriam de Mágdala. Tradução e Comentários por Jean-Yves


Leloup (Editora Vozes. Petrópolis 2001) p. 25

5 Varios estudios neurológicos demuestran que nuestro cerebro tiene una tendencia
hacia el pesimismo, y un ejemplo es que como lectores, tendemos a escoger y recordar
más las malas noticias. Esto se ha vuelto evidente en esta pandemia global.

6 Batisse, Michael. Correo de la UNESCO. Una ventana abierta sobre el mundo,


XLVII, 1, p. 4-9 (1994). https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000096876_spa

7 Monod, Théodore: Et si l’aventurehumainedevaitéchouer [Y si la aventura humana


fallase] (Grasset. París 2000) p. 246

8 https://reliefweb.int/disaster/ts-2004-000147-idn#maps-infographics

9 http://www.solidaritat.ub.edu/observatori/esp/dossiers/tsunami/tsunami.htm#mapes

Inmediatamente después de la tragedia, la comunidad internacional se movilizó para


contribuir con ayuda a los países afectados. Además, el 6 de enero de 2005 se celebró
una conferencia internacional de donantes en Yakarta para definir las líneas a seguir y
para comprometerse a entregar dinero y ayuda por parte de los diferentes países allí
reunidos. Cinco días después, se celebraba otra reunión de donantes en Ginebra que
ponía principal atención en el desastre del sudeste asiático. Allí, el coordinador de las
operaciones de urgencia de la ONU, JanEgeland, explicó a los donantes que billones de
dólares eran necesarios para ayudar a los supervivientes de esa tragedia.  Pero Egeland
fue más lejos, y nombró 12 regiones del planeta en las que la ONU están fracasando en
poder suministrar las necesidades básicas de millones de personas. Entre otras nombró
la República Democrática del Congo, donde 1000 personas mueren diariamente a causa
de enfermedades y del conflicto armado, lo que equivaldría a sufrir un tsunami cada
cinco meses.

10 “We Made the Coronavirus Epidemic. It may have started with a bat in a cave, but
human activity set it loose”. https://www.nytimes.com/2020/01/28/opinion/coronavirus-
china.html

11 Por los análisis del seguimiento genético o del genoma, ya sabemos que este virus,
procede de una especie de murciélago.

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