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Homosexualidad en la antigua Roma

Las fuentes históricas disponibles sobre la práctica homosexual en la antigua Roma, sus actitudes y
aceptación del hecho son abundantes. Hay obras literarias, poemas, grafitos y comentarios sobre las
predilecciones de todo tipo de personajes incluso de emperadores solteros y casados. Por otro lado,
las representaciones gráficas son más escasas que en la Grecia clásica. Las actitudes hacia la
homosexualidad fueron cambiando con los tiempos según el contexto histórico, oscilando desde la
fuerte condena hasta una considerablemente amplia aceptación. De hecho, fue considerada una
costumbre cultural en ciertas provincias.

Tratando estos comportamientos es fundamental recalcar que el término homosexualidad es


problemático e impreciso aplicado al mundo antiguo, ni siquiera había una palabra traducible como
tal en latín ni en griego antiguo, con el mismo significado que el moderno concepto de
homosexualidad. La bisexualidad parece que era la norma, pero ya autores antiguos reconocen que
en la antigua Roma había hombres que mantenían relaciones sexuales exclusivamente con hombres.

Historia
República inicial

En los comienzos de la república romana las relaciones homosexuales entre hombres libres
estaban penadas incluso con la muerte por la ley Scantinia. No se conocen los términos
exactos de la ley, aunque es citada varias veces por los legisladores posteriores,[1] [2] [3] [4] pero
parece que legislaba contra ciertas formas de contacto sexual, como la pederastia que era
considerada una práctica griega degenerada y como tal y generalmente reprobada, y también
contra aquellos casos en los que un ciudadano ejercía un papel pasivo en la práctica del sexo
anal. Por lo que en realidad no prohibía todas las prácticas homosexuales, no haciendo
ninguna restricción legal al uso sexual de los esclavos varones por parte de su dueño, ni
aquellos casos en los que el hombre libre ejerciera el papel activo.

Mediados y finales de la república

Las costumbres griegas fueron siendo aceptadas gradualmente por la sociedad romana a
finales de la república y principios del imperio. Sin embargo, las relaciones con el mismo
sexo surgieron de una forma bastante diferente de como era la homosexualidad en la antigua
Grecia. Como los hombres ostentaban, en particular el pater familias, completamente la
autoridad en la sociedad romana, las relaciones con el mismo sexo a menudo se establecen
como interacciones del tipo amo/esclavo. Usar a los esclavos para la satisfacción sexual del
amo era considerado legítimo, incluso en contra de los deseos del esclavo. Por lo tanto era
aceptable que un ciudadano romano adulto penetrara a su esclavo, ya fuera hombre o mujer,
pero no estaba bien visto que fuera él el penetrado. El término catamita, joven sirviente
sexual pasivo, era usado comúnmente para insultar o ridiculizar a alguien.

Imperio

La pederastia había perdido las restricciones que tenía en su estatus como forma de educación
ritual hacía mucho tiempo (el proceso de cambio se había producido ya en los sofisticados y
cosmopolitas griegos) y en su lugar se convirtió en una forma de satisfacción del deseo
sexual y su práctica se generalizó compitiendo con el deseo por las mujeres, aunque los
conservadores la condenaban junto con otras formas de obtención de placer. Tácito atacó las
costumbres griegas definiéndolas como "gymnasia et otia et turpes amores" (deporte,
holgazanería y amores vergonzosos)[5] En cambio, otros escritores no condenaron la
pederastia per se, pero censuraron o alabaron varios de sus aspectos.

En el siglo I Suetonio y Tácito constatan la generalización de matrimonios entre hombres sin


trabas, ya que el matrimonio en la sociedad romana era un contrato privado. El emperador
Nerón fue el primer emperador romano que se casó con otro hombre, y lo hizo en tres
ocasiones. Edward Gibbon ya en 1776 confirma que de los doce primeros emperadores solo a
Claudio le interesaban exclusivamente las mujeres. Todos los demás tuvieron chicos u
hombres como amantes.[6] El hecho de que Claudio no tuviera ningún amante masculino fue
objeto de crítica por parte de Suetonio en su obra Las vidas de los doce césares.

Existen numerosos ejemplos de literatura lírica ensalzando el amor y las relaciones


homoeróticas. Los poetas latinos de la época dan por hecho que todos los hombres sienten
deseo homosexual en algún que otro momento. Ejemplos de poetas con alguna obra que
alaban estas relaciones son Cátulo, Horacio, Virgilio u Ovidio.[7] Petronio en su obra el
Satiricón describe la sociedad imperial y sus costumbres y en ella se alude frecuentemente a
relaciones homosexuales entre sus personajes. Por su parte Marcial defiende las relaciones
pederastas ensalzando el amor hacia el efebo, no su mero uso sexual. En un pasaje anecdótico
menciona que es descubierto por su esposa "dentro de un chico", ella le recrimina con
desprecio diciéndole que no le podría dar lo mismo que ella. Él replica con una lista de
personajes mitológicos que, a pesar de estar casados, tienen un joven amante masculino y
termina diciendo que la diferencia con una mujer es solo que ella tiene dos "vaginas".[8]

La práctica de la pederastia tiene su cenit durante el reinado del emperador de origen hispano
y helenófilo Adriano, que comparte la pasión por los muchachos con su antecesor Trajano. Es
famoso su amor por el joven griego Antínoo. Tras su prematura muerte ahogado, Adriano
erigió templos en Bitinia, Mantineia y Atenas en su honor, y hasta le dedicó una ciudad,
Antinoópolis.

Cabe destacar al joven emperador Heliogábalo, conocido por sus numerosos amantes y que a
principios del siglo III escandalizó a sus contemporáneos casándose públicamente dos veces
vestido de mujer, adoptando así explícitamente el papel pasivo en la relación. Son múltiples
las anécdotas sobre su comportamiento lascivo, y los soldados de su guardia personal eran
conocidos como los rabos de burro por ser reclutados en las termas entre los mejor dotados.[7]
El también emperador del siglo III Felipe el árabe, a pesar de que se cree que fue el primer
emperador cristiano, fue conocido por su afición a los muchachos.

La aceptación social de las relaciones pederastas y homoeróticas fue decayendo a lo largo de


los siglos a medida que se fue implantando el cristianismo.

Preferencias

Aunque fue la norma en Grecia y Roma que el eromenos, miembro joven de la pareja, fuera
el pasivo y el mayor, o erastés, fuera el activo, existen (especialmente en el periodo romano)
evidencias de que había hombres mayores que preferían el papel pasivo. Marcial, por
ejemplo, describe el caso de un hombre mayor que adoptaba el papel pasivo y dejaba que su
joven esclavo ocupara el de activo.[9] Existían muchos prejuicios contra los hombres que
adoptaban el papel de pasivo. Se creía que solo el participante activo obtenía placer del
encuentro sexual. En general el papel pasivo se equiparaba con el papel de la mujer, que en
una sociedad patriarcal como la romana era muy bajo. Suetonio dice que el emperador Nerón
tomaba el papel pasivo durante las relaciones sexuales con el liberto Doriforo.[10] Además se
les acusa de dedicar demasiado tiempo en su apariencia física para atraer y complacer a sus
amantes. Así eran usualmente aludidos de forma despectiva con términos como kinaidos o
cinaedus (palabras también aplicadas a los eunucos).

Hay citas sobre el gusto hacia varones que no eran adolescentes. Otra vez Suetonio informa
que el emperador Galba se derretía por los hombres fuertes y experimentados.[11] Más de una
vez hubo informes de que soldados eran sexualmente acosados por algunos de sus oficiales
superiores.[12]

Además de las repetidamente mencionadas relaciones anales también hay muchas evidencias
de que el sexo oral era frecuente. Este grafito de Pompeya es inequívoco: "Segundo es un
chupapollas muy habilidoso"[13]

A diferencia de la antigua Grecia, en Roma un pene grande era considerado un signo de


atractivo y masculinidad importante, a imagen del dios de la fertilidad Príapo. Petronio
describe con admiración cómo un hombre con un pene enorme en un baño público buscaba
encuentros excitado.[14] Muchos emperadores romanos son satirizados por rodearse de
hombres con grandes órganos sexuales.[15]

Subcultura

Hay unos pocos indicios de que algo parecido a una subcultura homosexual estaba ya empezando a
desarrollarse en la antigua Roma, aunque ciertamente no es comparable con la moderna subcultura.
En Roma alrededor del 200 d. C. había una calzada donde se reunían los prostitutos masculinos,
especializándose en los papeles de activo y pasivo. Había hombres que buscaban marineros en las
proximidades del distrito cercano al Tíber. Los baños públicos también son referidos como lugares
para encontrar compañeros sexuales. Juvenal señala que allí los hombres se rascaban la cabeza con
un dedo para identificarse ante los demás.

Homosexualidad femenina

La sociedad romana era muy machista y rechazaba cualquier actividad de la mujer fuera del papel de
esposa y madre, por lo que debió existir en secreto. En el siglo I d. C. hay una gran cantidad de
referencias a la posibilidad de la homosexualidad femenina. Ovidio llega a negar la posibilidad de
que tal cosa exista. Hay citas posteriores muy hostiles hacia estas prácticas, tanto que mencionan el
asesinato de una mujer a manos de su marido. Marcial mismo, que se jacta de practicar relaciones
con chicos, tiene una opinión muy negativa del amor lésbico.

Se ha encontrado una prueba de su existencia durante el imperio, en Egipto, un hechizo de amor en


griego redactado claramente por una mujer, llamada Sarapias, con el propósito de ganar el corazón
de otra mujer, Herais. Lo que podría suponer que, fuera de Roma, en las provincias con influencia
griega no fuera visto tan negativamente.

Moralidad
Hubo muchos vaivenes respecto a la consideración social de las prácticas homosexuales en la
sociedad romana. En los principios de la república, la pederastia era reprobada y despreciada
como un signo de afeminamiento de los griegos. A mediados de la república, los actos
homosexuales eran ampliamente aceptados si el activo era un romano y el pasivo un esclavo
o un no-romano. Las desviaciones de este patrón eran moralmente censuradas, pero
aparentemente tenían pocas consecuencias legales. Marcial y Plauto califican un amplio
rango de comportamientos homosexuales, principalmente mofándose de ellos como de otras
desviaciones menores del comportamiento normal, pero sin moralizar realmente. Aunque
existe alguna condena, como la sentencia del año 108 contra C. Vibius Maximus, un oficial
romano en Egipto que tuvo una relación con un joven de la nobleza.

Juvenal critica algunos aspectos de la homosexualidad masculina, y especialmente censura


que romanos de alta cuna presuman de moralidad públicamente pero que en secreto asuman
la sexualidad pasiva, que siempre estuvo mal vista. Encuentra digno de lástima que haya
hombres que abiertamente desempeñen el papel pasivo pero los considera más honestos. En
cambio alaba el amor verdadero de un hombre hacia un chico.[22]

Aunque los actos homosexuales eran comúnmente aceptados en el ámbito de lo privado,


existía cierta hipocresía y la opinión pública generalmente censuraba todas las expresiones
públicas de homosexualidad. Cuando el joven conquistador Julio César estaba destinado en
Macedonia tuvo una relación con el rey de Bitinia Nicomedes, se dice que asumiendo el
papel de pasivo, aunque dañó un poco su reputación (se mofaron de él llamándole la reina de
Bitinia) no tuvo ninguna consecuencia legal.[23] La relación de Adriano con el joven Antínoo
también fue criticada.

Con la llegada del cristianismo al poder, aunque quizá un poco antes, cualquier expresión de
amor homosexual se convirtió en tabú y se proscribió su práctica. En 390 Teodosio I
proclamó una ley prohibiendo definitivamente todas las relaciones sexuales con los del
mismo sexo, castigándolas con la pena de muerte.[24] Y la condena se mantendría en la
legislación de Justiniano I.

Las circunstancias que provocaron la masacre de Tesalónica al final del siglo IV dan una
prueba de que incluso en la era cristiana la homosexualidad era todavía aceptada por gran
parte de la población aunque estuviera oficialmente perseguida. Todo ocurrió cuando un
popular auriga fue acusado de acoso sexual a un funcionario del emperador y fue arrestado.
La ciudad se sublevó para pedir su liberación, demostrando que la homosexualidad no era
vista como un delito en esta parte del imperio.[25]

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