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El inevitable gozo del egoísmo.

Sobre Emmanuel Levinas y su análisis ontológico de la soledad.

"A cada alma le pertenece un mundo distinto;


para cada alma es toda otra alma un trasmundo [...]"
Nietzsche, F., Así habló Zaratustra.

1. Introducción. ¿Es posible superar la soledad?


La filosofía de Emmanuel Levinas puede caracterizarse como un intento de llevar al pensamiento
a los límites de la subjetividad. Trascender dichos límites significa tender hacia el otro, ese otro
que es irreductible a la subjetividad misma y que, precisamente por ello, ha sido marginado por
la tradición filosófica occidental (la moderna, digamos a partir del "cogito ergo sum" de
Descartes). Trascender hacia el otro no es sino ir más allá de la vida cotidiana, la cual se vive en
la más indefectible soledad; trascender hacia el otro es quebrantar la materialidad que determina
nuestro día a día y que mantiene fijo o, mejor, encadenado al yo a su sí mismo en indisoluble
identidad (pues no es posible no ser yo mismo); trascender hacia el otro, no es sino superar
aquella soledad que se deriva de la más inmediata relación del existente con su propio acto de
existir. Al trascender hacia lo otro, en fin, es posible ser en el tiempo, pues la soledad -dice
Levinas- es "ausencia de tiempo". Cuando estamos solos vivimos en un presente eterno, en un
presente que no transcurre; cuando superamos nuestra soledad transcurrimos, quebrantamos
nuestra propia identidad, la negamos, y así, somos en el tiempo.
Sin embargo, dicha superación no puede llevarse a cabo si no es, precisamente, a través de un
análisis de ese estado de soledad. Siendo así, la filosofía de Levinas pretende remontarnos a los
límites de la subjetividad a través de un análisis de la subjetividad misma, pero no de una
subjetividad abstracta, sino de la subjetividad más concreta e inmediata; esa subjetividad terrenal
que vivimos en el día a día, cada quien en soledad. De esta manera, dichos límites (una vez
llevado a cabo un análisis o, mejor, deconstrucción de la subjetividad) podrían llegar a ser
trascendidos, quebrantados en tendencia hacia el otro.
Es pretensión del siguiente ensayo poner de relieve los caracteres más esenciales de la
soledad, ello siguiendo el análisis que lleva a cabo Levinas en las conferencias tituladas El
Tiempo y el Otro. Ahora bien, exponer dichos caracteres esenciales de la soledad no tiene otra
finalidad que la de poner de manifiesto la noción de gozo y felicidad que conlleva dicho estado.
Si bien es importante tener en consideración que -como ya he mencionado- para Levinas es
posible trascender la soledad, e incluso quizá necesario, ello no impide resaltar "las virtudes" y
delicias que implica encontrarse o, mejor, existir en soledad pues de cualquier manera -desde la
perspectiva de Levinas- la soledad misma forma parte integral de "la economía general del ser",
estamos solos en tanto que existimos. Existir en soledad es, pues, vivir en la más inmediata e
íntima relación con nuestro propio acto de existir. De manera que un análisis ontológico de la
soledad permitiría, según Levinas, "decir de la soledad cosas distintas de la desdicha que
comporta y de su oposición a la colectividad, a esa colectividad a la que se suele asociar la
felicidad en oposición a la soledad".

2. Sobre la noción de hipóstasis o de cómo el existir se concretiza en un existente.


En términos generales, para Levinas la expresión "hipóstasis" designa un acontecimiento (?acaso
un Ereignis?) en virtud del cual, un existente se vincula a su acto mismo de existir. En otras
palabras, la hipóstasis hace referencia a aquél acontecimiento "que encadena al sujeto dentro de
sus propios límites"1. Comprender este término resulta importante, en la medida en que la noción
de soledad -al menos desde la perspectiva de Levinas- surge ontológicamente a partir de dicha
hipostasis. De esta manera, el esclarecimiento de aquel acontecimiento que Levinas llama
"hipóstasis" permite asignarle a la soledad un lugar dentro de "la economía general del ser",
dentro de la estructura dialéctica de éste.
Ahora bien, según Levinas la hipóstasis no se produce en otro lugar sino en el mismo seno del
"existir sin existente"2, la hipóstasis surge en medio del "hay". Pero ?que quiere decir Levinas
cuando habla de un existir sin existente, es decir, de un simple y pleno "hay"?
Pues bien, comenzaré mencionando que, a lo largo de la historia tradicional de la metafísica y
la ontología, la distinción entre el ser y el ente ha llegado a constituir un punto de partida y un
locus imprescindible para quien pretenda desarrollarse dentro de dicha disciplina. Ahora bien,
aquí no pretendo hacer una exégesis ontológica acerca de dicha distinción, antes bien sólo haré
alusión al hecho de que, para Levinas, la mentada distinción entre ser y ente puede llevarse a
cabo a partir de los términos "existir" y "existente" 3. En efecto, "por razones de eufonía" Levinas
concibe al ser como "existir" y al ente como "existente". Y mientras aquél (el existir) puede ser
comprendido como la "acción misma de ser"4, como acto pleno que no está adherido a existente
(o ente) determinado alguno y que, por ello mismo, es anónimo e indeterminado; en cambio, el
existente puede ser comprendido como cualquier cosa o persona determinada y concreta, de la
que se puede decir, precisamente, que es algo determinado. Así pues, el mero acto de existir
puede llegar a vislumbrarse como un plenum, un "vacío lleno" que contiene en sí una infinitud de
posibilidades y que no obstante, en virtud de su carácter indeterminado y anónimo, es "ausencia
de todas las cosas"5. El existir, el mero y puro hay, no tiene -dice Levinas- ni comienzo ni fin, de
ahí que pueda ser definido "mediante la noción de eternidad" 6. El existir no es, sino una nada que
no debe ser entendida en sentido negativo, sino positivo, como pura e infinita potencia en donde
puede llegar a tener lugar cualquier acto. En todo caso, es en esta nada positiva, en este existir
anónimo e indeterminado, existir sin existente, donde surge la hipóstasis.
Ya he venido mencionando que la hipóstasis, en una primera aproximación, puede ser
entendida como el acontecimiento "merced al cual un existente se liga o vincula al existir" 7. En
1 Ham, C., Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas, p. 302.
2 Levinas, E., El Tiempo y el Otro, p. 86.
3 Ibídem, p. 82.
4 Ibídem, p. 85.
5 Idem.
6 Ibídem, p. 88.
7 Ibídem, p. 86.
ese mismo sentido, la hipóstasis da lugar a "la aparición de un algo (determinado) que es", y por
ello puede ser considerada como "la ruptura de la vigilia [sin comienzo ni fin] anónima [e
indeterminada] del [mero y puro] hay"8. En efecto, la "aparición de algo que es" implica a la
conciencia (considerando que la conciencia "fenomenológica", en virtud de su carácter
intencional, es "siempre conciencia de algo"), la cual, según Levinas, no es sino una "fuga de la
plenitud"9 del existir indeterminado. En otras palabras, la aparición de "algo que es", y la
conciencia implicada en ello, representan la concreción de algo determinado a partir de lo
indeterminado, es decir, a partir del mero existir, pleno, sin principio ni fin. La "hipóstasis", en
suma, hace referencia al acontecimiento, en virtud del cual, el existente se vincula con su existir;
al acontecimiento en donde se origina la subjetividad concreta y terrenal; acontecimiento en
donde ocurre la aparición de algo para una conciencia, "encadenando al sujeto dentro de sus
propios límites", límites que enmarcan su más propia e íntima subjetividad.

3. Estamos solos porque existimos... ¿o existimos porque estamos solos?


La soledad, dice Levinas, "remite a la acción de la hipóstasis" 10. Ello se debe a que la soledad, tal
como la entiende el filósofo Levinas, representa la "unidad indisoluble entre el existente y el
existir"11. Vivimos en soledad cuando nos vinculamos de la manera más inmediata con nuestro
propio acto de existir. Así pues, si la hipóstasis remite al acontecimiento a partir del cual el
existente se vincula a su existir, entonces la soledad (en tanto que sea considerada como la
unidad, siempre idéntica a sí misma, del existente) no es sino la consecuencia misma de la
hipóstasis, la consecuencia misma del hecho de que un existente exista.
De esta manera, la soledad, más que ser considerada como la oposición a la colectividad,
como un estado psicológico o como una situación que se vive dentro de una determinada
sociedad, es concebida, más bien, como "parte integral de la economía del ser", como rasgo
esencial de todo existente, en tanto que existente. La soledad es la consecuencia misma del
acontecimiento merced al cual un existente se vincula a su existir. De ahí que, se "precise de la
soledad para que haya existente"12. Quien existe es, él mismo, uno y no otro, por ello mismo, está
solo. Su existir mismo es intransferible. "Soy monada en cuanto que soy" 13, dice el filósofo
Levinas. Así, la soledad se muestra como el rasgo más esencial (ontológicamente hablando) de la
subjetividad humana.
Cabe aclarar, para finalizar el presente apartado, que la subjetividad de la que hablamos,
siguiendo los razonamientos del filósofo Levinas, no es una subjetividad abstracta o una mera
categoría que pretenda aplicarse a un número indefinido de casos particulares; cuando hablamos
de subjetividad (ya lo he mencionado) hablamos de la más concreta e inmediata; de la

8 Idem.
9 Ibídem, p. 88.
10 Ibídem, p. 92.
11 Idem.
12 Ibídem, p. 94.
13 Idem.
materialidad misma a la que está indefectiblemente encadenado el sujeto a través de su vida
cotidiana.

4. La soledad de la vida cotidiana.


A largo de nuestro día a día, no nos ocupamos o, mejor, no nos cuidamos sino de nosotros
mismos, esto constituye, dice Levinas, la materialidad misma del sujeto. Dicha materialidad
compromete al sujeto consigo mismo, lo responsabiliza de sí mismo y de sus propios actos. En la
medida en que el sujeto está fijado a sí mismo, fijado a su unidad idéntica a sí misma, de la cual
no puede escapar, el sujeto es material. De esta manera, existir materialmente no es sino estar a
cargo de uno mismo; existir materialmente es no poder escapar de uno mismo y de la situación
concreta y particular en la que se vive el día a día. De ahí que Levinas mencione que "la soledad
y la materialidad son inseparables"14. O en otras palabras: la soledad es la "compañera de la
existencia cotidiana atormentada por la materia" 15. En todo caso, la vida cotidiana, el trabajo y el
empeño, el esfuerzo y la preocupación por mantenernos y conservarnos a nosotros mismos
"constituye la realización misma de la soledad"16.
Así pues, conservarnos y mantenernos "a salvo", buscar permanecer en la existencia misma, a
través de nuestra vida cotidiana ?no es el rasgo más concreto e inmediato de nuestra existencia,
en tanto que existentes? ?no es la soledad el rasgo más esencial de todo existente, en tanto que
existe?

5. El inevitable gozo del egoísmo.


"La vida cotidiana es una preocupación por la salvación" 17, dice Levinas. Esto quiere decir que, a
través de nuestro dia a dia, de nuestra vida mas concreta, cotidiana e inmediata, no nos
ocupamos, no nos cuidamos sino de mantener y conservar nuestra integridad personal y
subjetiva, en todo caso: nuestra integridad mas material, mas terrenal. La vida cotidiana se
muestra como un constante afán y empeño de “permanecer en nuestra propia existencia” 18, esa
existencia concreta, material y terrenal. De esta manera, nuestra existencia mas inmediata revela
un ser práctico y productivo que trabaja y transforma la realidad. Sin embargo, cabe aclarar que
este trabajo “retorna a fin de cuentas al consumo de un ser solitario” 19; es decir, el trabajo del día
a día, “retorna hacia nosotros mismos”, en la medida en que nos proporciona la posibilidad de
“conservar nuestra propia existencia”. Y es, precisamente, en esta conservación de nuestra propia
integridad material en donde podemos, dice el filósofo Levinas, experimentar una alegría y un
goce. De ahí que él mismo mencione que “el gozo es la conciencia última de todos los
contenidos que llenan mi vida, los abarca”20. No es sino por la conservación de nuestra propia
integridad, digamos subjetiva, que experimentamos un goce; conservarnos íntegros,
14 Ibídem, p. 27..
15 Idem.
16 Idem.
17 Ibídem, p. 97.
18 Ham, C., Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas, p. 309.
19 Levinas, E., El Tiempo y el Otro, p. 102.
20 Levinas, E., op. Cit., p. 130.
autoafirmarnos, en un sentido material, deriva en la simple y mas llana alegría y disfrute de
autodeterminarnos y perseverar en el “movimiento mismo de vivir, de perseverar en la
existencia”21. A esto le llamamos “egoísmo de vivir”22.
Ahora bien, seamos un poco mas precisos acerca de las implicaciones que tiene para el otro
(sea lo que sea el otro) el trabajo, tal como lo hemos expuesto a través del presente apartado; es
decir, como una actividad que “retorna” al sujeto mismo, como una actividad que redunda en la
conservación y mantenimiento de la existencia del existente mismo, en su preservación en la
existencia. Pues ciertamente, a través del trabajo, mediante el empeño y el afán por conservarse
integro, el existente se vincula con lo otro. Cada individuo, en la soledad de su existencia,
necesita del otro para poder conservar, precisamente, esa existencia. No obstante, si el existente
necesita del otro, ello no es sino para consumirlo. En efecto, según Levinas, “el gozo representa
asimismo la libertad en la cual el ego no se esclaviza sino que vive la plenitud de su existir” 23 y
vivir esta “plenitud del existir” significa autoafirmarse, autodeterminarse mediante el trabajo y
en detrimento del otro, consumiendolo y “explotandolo”. “Todo esto nos habla de un sujeto en
soledad y encerrado en su egoísmo, que aun teniendo necesidad de otro no advierte su presencia
sino cuando la capta como objeto de satisfacción”24. Así pues, para el sujeto material, la relación
con el otro se torna incipiente, pues el otro no es concebido sino como objeto de consumo con
miras a la autoafirmación y al dominio del sujeto y de su existencia misma. No por nada Levinas
alude a los nutrimentos, los cuales permiten conservar y mantener la existencia, y ciertamente no
solo podemos hablar de alimentos sino también de objetos de conocimiento, pues estos últimos
son también "consumidos"25, con miras a la autoafirmación y dominio del sujeto. Es necesario
pues, si se pretende trascender los límites de la propia subjetividad y, de esa manera, superar el
estado de soledad, ir mas allá del mero gozo de vivir y de la satisfacción que se deriva de
autoafirmarse y conservarse íntegro perseverando en la existencia.

6. Conclusión.
Ya he mencionado que la filosofía de Emmanuel Levinas puede ser concebida como un intento
de llevar al pensamiento a los límites de la propia subjetividad; trascender dichos límites
equivale a quebrantar la materialidad que enmarca el afanoso vaivén de nuestra vida cotidiana;
trascender los límites de nuestra propia subjetividad es tender hacia el otro y así superar nuestra
soledad. Sin embargo, de esta soledad (pese a la necesidad de ser superada) no puede decirse que
sea un simple estado patético de abandono y desamparo, de desdicha y amargura, en oposición a
las aparentes ventajas del colectivismo. Más bien, a partir del análisis expuesto, podemos decir
que la soledad forma parte integral de nuestra propia existencia, vivimos en soledad en tanto que
somos existentes. ¿Como superar la soledad si no es quebrantando nuestra propia existencia?

21 Ham, C., Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas, p. 309


22 Idem.
23 Levinas, E., Totalidad e Infinito, p. 133
24 Ham, C., Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas, p. 310.
25 Ibídem, p. 310.
¿Cómo transcurrimos hacia lo otro si no es a través del misterio de la muerte? Ser en el tiempo es
¿ser para la muerte?

7. Bibliografía.

Ham, Carlos, Lenguaje y subjetividad en el pensamiento de Emmanuel Levinas (en


IZTAPALAPA 50, enero-junio 2001).

Levinas, Emmanuel, El Tiempo y el Otro, Ed. Paidós. Barcelona, 1993.

Levinas, Emmanuel, Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Ediciones Sígueme.


Salamanca 2001.

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