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MEDELLÍN, 2008
HISTORIA DE COLOMBIA Y VIOLENCIA SOCIO-POLÍTICA SIGLO XX
UNICLARETIANA
NOMBRE DE LA INSTITUCIÓN
Fundación Universitaria Claretiana
NÚMERO DE CRÉDITOS 2
CIUDAD Medellín
II.INTRODUCCIÓN
¿LA HISTORIA PARA QUÉ?
Realmente esa imagen de la Historia que tiene la gente es solo la imagen que produce un
tipo de historia, que es la que principalmente hemos recibido de la manera como no la han
enseñado: un inútil aprendizaje memorístico de datos y fechas sin utilidad para la vida.
Pero también existe la historia que se propone como objetivo principal ayudar a los hombres
a comprender el mundo en que viven, una historia que explica la forma como los hombres
han llegado a ser lo que son. La historia es algo más que un montón de hechos y datos
pasados. Es este tipo de historia el que nos ha hecho perder todo interés y preocupación
por los problemas en que vivimos.
“El discurso que se produce en la historia tradicional, es un discurso para ser presentado por
el educador y aprendido memorísticamente por los alumnos sin cuestionarlo”.
La historia tradicional ha sido la narración de todas las hazañas realizadas por unos cuantos
hombres que tienen las características de héroes convertidos en verdaderos mitos por parte
de los mismos historiadores.
La historia que queremos impulsar como alternativa a la “tradicional” en todos sus matices,
no es simple ciencia del pasado, sino estudio de los hombres en colectividad, que permite
estudiar a la vez, averiguar cómo ha funcionado nuestra sociedad y “ayudar a la gente a
comprender su situación”.
La historia es pues, necesaria, pero no “inocente”. Por eso los pueblos se ven obligados a
recuperar su memoria colectiva, que les ha sido arrebatada, oculta o falsificada; por ello la
historia es cosa de todos, tarea en la que todos pueden y deben colaborar. Es vital par una
colectividad que quiere ser de sus destinos.
Cuando hablamos del HECHO HISTÓRICO, en realidad nos referimos a lo que existió. Tal
hecho ya no existe. Para poderlo estudiar se recurre a los testimonios del pasado que
subsiste en el presente. A estos testimonios del pasado los llamamos fuentes.
Los datos que suministran las fuentes son abundantes. El investigador selecciona los
sucesos del pasado y el estructurarlos los convierten en HECHOS HISTÓRICOS. No todo lo
que sucedió en el pasado tiene la categoría de hecho histórico.
Un investigador selecciona de los acontecimientos del pasado los que considera hechos
históricos de acuerdo a su visión del mundo, su experiencia, sus métodos y sus
concepciones, en una palabra, de acuerdo a sus intereses. Por ello la finalidad de este
modulo es obtener un mirada general sobre la violencia socio – política sucedida en
Colombia, desde una perspectiva histórica, haciendo énfasis en la historia del siglo XX.
DE LA VIOLENCIA A LA VIOLENCIA.
Sin embargo, "el uso y abuso de esa palabra con la que nos referimos a todo lo malo, ha
alimentado miradas acríticas sobre el asunto y nos ha llevado a aceptar sin reparos, la
calificación de país más violento del planeta." 1 Esta preocupación por establecer los
alcances de esta categoría o noción explicativa en el transcurrir histórico de Colombia, ha
generado sendos debates y arduos trabajos investigativos, que desde diferentes
perspectivas han pretendido indagar sobre esta problemática.
Es precisamente en la complejidad del análisis, que el problema sigue siendo pertinente para
explicar aquella realidad histórica, pues difícilmente se puede construir un metarelato, o
una narración histórica de todo el proceso, dadas las características específicas de sus
expresiones, pues se "presentan una serie de manifestaciones supremamente
heterogéneas entre sí: luchas partidistas, luchas por la apropiación de la tierra (con rasgos
diferentes de acuerdo a las regiones según se trate de regiones de colonización, de regiones
donde existe minifundios y latifundios, etc ), desplazamientos masivos de población,
bandolerismo social y político, autodefensa campesina," 2 lo cual sugiere un conjunto de
procesos muy diversos.
Frente a ello, han corrido ríos de tinta que van desde las explicaciones del derrumbe parcial
del Estado propuesta por Paul Oquist, según el cual " El estado colombiano había perdido su
eficacia durante la violencia hasta el punto de que se pudo hablar de colapso parcial del
Estado"3, pasando por el estudio clásico de Guzmán Campos en la década de los sesenta y
los trabajos de Gonzalo Sánchez, James Handerson, Carlos Miguel Ortiz, entre otros, hasta
trabajos más recientes como los de Darío Acevedo y Carlos Mario Perea, entre otros, que
desde la perspectiva de la cultura política han analizado los símbolos e imaginarios políticos
de las élites que intervinieron en el proceso.
Así las cosas, la pretensión no es hacer un mínimo balance de los trabajos realizados, si es
pertinente señalar la riqueza académica que existe y el nunca acabado debate teórico que
pretende explicar la dinámica del proceso. La naturaleza de esta reflexión se limita al título
1
Darío Acevedo Carmona,. A qué nos referimos cuando hablamos de violencia? En revista universidad de Antioquia. Enero -
Marzo 2001. p.62.
2
Daniel Pécaut. Violencia y política en Colombia, Elementos de reflexión, Hombre Nuevo ediciones, Medellín. 2003. p.30.
3
Paul Orquist. Violencia, conflicto y política en Colombia, Bogotá, Banco Popular. 1978. p.324
de la misma: "de la violencia a la violencia", esto por algunos elementos que pretenden
aportar al escenario de la discusión. Aspectos que en los diferentes autores que se
presentan en el modulo serán objeto de estudio, debate y reflexión.
III.INTENCIONALIDADES FORMATIVAS
Este curso busca aportar fundamentalmente en los estudiantes una visión crítica sobre la
naturaleza de la violencia política en Colombia, sus fundamentos y contexto histórico. Trata
de conocer y evaluar diversas respuestas a la pregunta por la posibilidad misma de alcanzar
conocimiento político sobre uno de los problemas por los que ha transitado la sociedad
nacional en el siglo XX.
De esta manera pretende que el estudiante adquiera un panorama histórico amplio sobre las
implicaciones de carácter social y político que ha generado el fenómeno de la violencia en el
ámbito nacional. El curso pretende abordar todos estos aspectos desde una mirada histórica
que permita poner en dialogo los diversos puntos de vista que ocasiona un tema de dicha
naturaleza.
UNIDAD 1
OBJETIVO
Esta unidad abordara el problema de la guerra en Colombia, desde la perspectiva de la
memoria histórica, haciendo relación a los diversos factores que han generado el desarrollo
de la misma, sus implicaciones sociales y los efectos que en el colectivo social y en el
imaginario de la memoria mas reciente de la nación.
Camacho, Á. (1991) El ayer y hoy de la violencia en Colombia. Revista Análisis Político (N°
12) 23-39. (Envío plataforma).
Centro Nacional de Memoria histórica. (2010) Basta ya. Colombia: Memorias de guerra y
dignidad. Bogotá. (Envío plataforma)
Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. (2015) Contribución al entendimiento del
conflicto armado en Colombia. Bogotá: (Envío plataforma).
Hobsbawm, E. (1999). Historia del corto siglo XX 1914-1991. Buenos Aires: Biblioteca E.
Hobsbawm de Historia Contemporánea.
Uribe, M.T. (1994) Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá:
CIESTRA, CEREC.
Uribe, M. T. (2004). Las palabras de la guerra, Estudios políticos. (N° 25), 11-34. (Envío
plataforma)
TALLER INTRODUCTORIO.
Antes de leer el contenido de esta unidad, se sugiere realizar lal siguiente lectura:
La guerra es la forma de conflicto más grave entre tribus, pueblos o estados. Es una de las
más viejas formas de relación de seres humanos. Supone el enfrentamiento organizado de
grupos humanos armados, con el propósito de controlar recursos naturales y/o humanos, o
el sometimiento y en su caso destrucción del enemigo, y se producen por múltiples causas,
entre las que suelen estar el mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, dirimir
disputas económicas o territoriales.
Según Sun Tzu "La guerra es el mayor conflicto de Estado, la base de la vida y la muerte, el
Tao de la supervivencia y la extinción. Por lo tanto, es imperativo estudiarla
profundamente". Según Karl Von Clausewitz es "la continuación de la política por otros
medios". En Ciencia Política y Relaciones Internacionales la guerra es un instrumento
político, al servicio de un Estado u otra organización con fines políticos. Según Richard
Holmes la guerra es una experiencia universal que comparten todos los países y todas las
culturas.
Las reglas de la guerra (y la existencia misma de reglas) han variado mucho a lo largo de la
historia. El concepto de quiénes son los combatientes también varía con el grado de
organización de las sociedades enfrentadas. Las dos posibilidades más frecuentes son civiles
sacados de la población general, generalmente varones jóvenes, en caso de conflicto, o
soldados profesionales formando ejércitos permanentes. También puede haber voluntarios y
mercenarios. Las combinaciones de varios o de todos estos tipos de militares son también
frecuentes.
• "Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren."
• "Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e
invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo."
• "La guerra es la forma que tiene el ser humano para demostrar su imperfección."
Las formas de hacer una guerra dependen de los propósitos de los combatientes. Por
ejemplo, en las guerras romanas, cuyo objetivo era expandir el imperio, el objetivo militar
principal eran los combatientes de la nación a conquistar, para incorporar el pueblo una vez
conquistado al imperio.
INTRODUCCIÓN
¿Qué hacer con el pasado, no como reconstrucción histórica de algo ya consumado, pues en
este sentido no hay posibilidad alguna de intervención, sino con sus huellas, con sus efectos
sobre el presente? ¿Es la memoria, es tanto “presente del pasado”, susceptible de
modificaciones, de políticas de memoria? Es sobre la convicción de una respuesta actúan las
victimas de experiencias traumáticas, reclamando nuevos sentidos al pasado a partir del
presente, mediante la puesta en marcha de mecanismos y estrategias de resistencias a la
ocultación deliberada o inconciente, con dispositivos diversos, incluidos los jurídico-políticos.
Vista así, la memoria constituye un territorio esencialmente político. Y no solo por su
relación con los usos del poder, “la memoria nacional”, sino por su relación con grupos
sociales, la “memoria colectiva”.
1. GUERRA Y MEMORIA
Al abordar este aspecto en Colombia hay que tener en cuenta, ante todo, que no se trata de
un régimen pretoriano, lo que no es un asunto puramente retórico (hay un gobierno
popularmente elegido), pese a la utilización de practicas de violencia política organizada. El
problema se plantea de manera muy diferente a como se a abordado en el tema de las
Dictaduras, en tanto dispositivos de reacciones sistemáticas a la movilización popular o al
desafió insurgente: para decirlo en una sola frase, en Colombia se a planteado como
necesidad de olvido recurrente para las memorias subordinadas, para las acciones de los
rebeldes derrotados militar y políticamente, en contraposición a los países de experiencias
dictatoriales y terrorismos de Estado, en donde se ha planteado la reactualizacion, o se
quiere, la imposibilidad de olvido o impunidad para las atrocidades del poder, pese a los
intentos del relato oficial de igualizacion de estas con las de su contestatarios (anticipación
de la teoría argentina de los “dos demonios”), o de disolución de los actos de unos y otros
en una indiferenciada culpa colectiva.
El motor de la amnistía en estos casos, en los cuales los militares seguían teniendo
posiciones prominentes en el poder político es la “reconciliación”, el miedo al retorna de la
dictadura, la necesidad del “punto final”, así sea de alto precio de la impunidad de los
torturados, el desencanto e indignación de las victimas. En Argentina, precisamente, fue solo
a fines de los 90, que el gobierno demolió un antiguo edificio militar y construyo un
monumento a la reconciliación. Mientras tanto, desde otros polos políticos se iniciaban
diversas expresiones de protagonismo de las victimas, la resistencia a los intentos de los
militares de autoamnistiarce (matizada en 1995 con el reconocimiento oficial del jefe del
ejército de los males hechos a la nación), y la demanda por la abolición de la ley de Punto
Final4.
La violencia, pese a las propuestas de algunas prácticas estéticas, como la pintura, la obra
literaria o el cine, es relegada al dominio de lo no-representable, no-memorable, no-
ubicable. Borradas de la memoria, las victimas solo existen como fría estadística:
“doscientos mil muertos” ¿Responsables? Los que sobrevivieron, sin que al menos en el
campo simbólico se establezcan responsabilidades y jerarquías diferenciadas de los
ejecutores. El difuso nombre “violencia” con el cual se la incorpora la memoria nacional,
cumple a cabalidad la imagen de un relato sin actores, de victimas y victimarios diluidos en
el anonimato. “Que los muertos entierren a sus muertos”, es la voz que prevalece sobre la
posibilidad de enunciar la cuestión de cómo rehumanizarlos.
¿A través de que voces pueden volver a hablar? La respuesta hasta ahora es un sintomático
silencio, propio de una memoria perturbada, y a la vez perturbados de una nación que se
pretende democrática. Tremendo reto, no solo para los historiadores, sino para la sociedad
entera. La dificultad mayor reside en que incluso cuando se hace el esfuerzo de desentrañar
la dinámica de la “empresa de violencia” en los años 50, como intentamos a propósito de los
“pájaros” o asesinos a sueldo develando su estructura organizativa (los que planifican, los
que ejecutan y los que pagan)7, las percepciones sobre la responsabilidad varían
sustancialmente según la posición concreta de los sujetos frente al teatro de los
4Judith Filc. “la memoria como espacio de conflicto politico: los relatos del horror de Argentina”, en:
apuntes de investigación año II, No. 2 y 3, Buenos Aires, noviembre de 1998, pp. 37-53
5
Este fue también el dilema que se le planteo a las Brigadas Rojas de Italia de los años 70-80. ver: Snadrine Lefranc y Daniel
Mouchard. “Reconcilier, reprimer: les “années de plomo” en Italia et les transitions democratiques dans le Cone sud latinoamericain”
en: Cultures et Conflits, No. 40, Otoño, 1999, p. 80
6
Es la formula sugerida por Natalie Zemon Davis y Randolph Starn,en la introducción el numero monográfico de Representation 26,
primavera de 1989, p.1
7
Gonzalo Sánchez y Donny Meertens. Bandoleros, Gamonales y Campesinos, Bogota: el Ancora Editores, 1983, p. 160.
Las múltiples formas de resistencia a las Dictaduras, en Chile y Argentina, por ejemplo
(marchas, organizaciones de apoyo a victimas, prisioneros, exiliados o desaparecido,
estrategias de visivilizacion de las victimas, anuladas individual y colectivamente) fueron por
el contrario conformando una especie de memoria subterránea. Esta se fue acumulando
durante la era del terror y, llegado el momento de la nueva institucionalidad democrática,
encontró articulación y convergencia política en torno a la denuncia, tanto en el plano
nacional como internacional, de las violaciones de los derechos humanos perpetradas en
nombre de las doctrinas de la seguridad nacional y de el combate contra eñl enemigo que
amenazaba con la unidad interna. Pero lo hizo suprimiendo el reconocimiento de la
conflictividad inherente a las propias practicas democráticas, reproduciendo por un lado los
rasgos homogenizadores de régimen militar que pretendía superar con sus invocaciones a la
unidad nacional, y dejando abierto el camino a crisis futuras, como la que se encuentra en
curso.
8
Es la dinámica de guerras como la de Bosnia y Ruanda. Véase: Larent Gayer y Alexander Jaunait. “Discours de
guerre contre dialogues de paix. Les cas de l´ex –Yougoslavie et du Rwanda”, en: Cultures et Conflits, No. 40,
Paris, otoño, 1999,p. 109
De ahí la importancia de los testimonios. Pero recordémoslo una ves mas, los que abordan
los años cincuentas son esporádicos y fragmentados, al igual que la experiencia de la cual
era su narrativa, y esta centrados a menudo en una sola dimensión de la tragedia colectiva,
a saber, en los aspectos militares, con su sabor mas a memoria frustrante que heroica. Tales
testimonios, o practicas de memorias, son particularmente abundantes durante los noventa,
sobre las ultimas fases de la guerra, y lo que los hace mas novedosos es que, a medida que
el conflicto se degrada, van adquiriendo el tono de enjuiciamientos ceberos a las
idealizaciones de la guerra, y en evidencia descarnada de sus excesos, de sus crimines, de
sus autoritarismos, de sus mutilaciones a aspectos esenciales de la vida cotidiana, del
patriarcalismo reinante a las relaciones de genero, de las barreras, a menudo mortales, al
debate interno. Son representaciones fatalistas del pasado y el futuro de la nación
colombiana que terminan invadiendo todo el campo intelectual.
¿se puede decir en el caso colombiano que una estrategia de olvido es siempre una política
de ocultación? No lo creo. Es varias cosas a la vez. Ciertamente, el olvido es una
manifestación o preafirmación del poder que lo decreta, sea en forma unilateral, como
ocurrió en los años 50, sea en forma relativamente consensuada, como en los 90, pero
siempre a nombre de una legitimidad de la cual el poder se reclama depositario
incontestado. Pero no se puede ignorar tampoco que la amnistía es también una forma de
reconocimiento tardío a los rebeldes, así sea a menudo simplemente bajo el referente clínico
de la “sanción de las heridas”. El olvido y el perdón no son, pues, sobre el poder, sino sobre
los rebeldes. Los que lo malogra es que ese olvido no tiene costos para el poder, pues queda
exento de ese otro ejercicio de memoria que es el reconocimiento, entendido como
aceptación del sentido de sus demandas, así sean controvertibles, o no realizables con los
procedimientos invocados. Se confunde la amnistía con la paz, cuando no es más que una
figura mediadora para comenzar a hacerla.
En efecto, dada desde luego la desigual correlación de fuerzas, el olvido a los actos de los
rebeldes exonera de responsabilidades y de culpas a los detentadores del poder que
imponen como memoria social su memoria particular, reproducida en los textos, en la
escuela y en todos los medios de comunicación, a la espera de una historia critica que
remueva sus certezas. No es una tarea imposible, pero es solo con el relevo de los antiguos
verdugos, las dictaduras, por ejemplo, como puede abrirse camino el resarcimiento,
comenzando por la restauración del status de los ofendidos, que les permita pasar de
criminales a victimas, arrebatándoles su verdad a los torturadores10. En todos los casos se
trata de una compleja relación de fuerza, de equilibrio y de cálculo entre castigo y
reconciliación, perdón y justicia, venganza y catarsis, pues de poco vale denunciar las
atrocidades de la contraparte para silenciar las propias11.
9
El papel de la iglesia en este proceso, a través de la Vicaria de Solidaridad, fue crucial. Ver: Hugo Frhling.
“resistance to fear in Chile: The experience of the Vicaria de la Solidaridad”, en: Juan E. Corradi, Patricia Weiss
Fajen y Manuel Antonio Garreton (Ed.) Fear at the Edge. State Terror and Resistance in Lation America, University
of California Press, 1992, pp. 121-141
10
Judith Filc. Op. Cit. p. 41
11
Juan E. Corradi. “Toward Societies without Fear”, en: Juan E. Corradi, Weiss Fagen y Manuel Antonio Garreton
(Ed.) Fear at the Edge. State Terror and Resistance in Latin America, University de California Press, 1992, p. 287
Cada país de acuerdo con su experiencia histórica, con la naturaleza de la guerra, la forma
de la victoria o la derrota, y el carácter de los acuerdos de paz, elabora mecanismos y
funciones diferenciadas para el necesario ejercicio de memoria y de consolidación
democrática. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala, por ejemplo,
creada en 1994 para “preservar la memoria de las victimas”, se daba como función el simple
“esclarecimiento” de las violaciones de derechos humanos y hechos de violencia política
durante el conflicto armado, sin individualizar responsabilidades (con la oposición de muchas
ONG y organizaciones eclesiásticas), y sin propósitos o efectos judiciales –derecho a la
verdad- cuya función complementaria de lucha contra la impunidad –derecho a la justicia- se
le deja a los organismos judiciales componentes, limitados a menudo por amnistías previas,
pero reforzados también por leyes restrictivas o de exclusión de la amnistía a los delitos
fuera de combate o de lesa humanidad, consagrados en la legislación internacional. En el
Salvador la tarea es entregada en 1991 a un organismo internacional, las Naciones Unidas,
con capacidad de nombrar a las victimas y a los victimarios (a menudo la misma persona
tiene la doble condición), lo que algunos consideran una violación al debido proceso,
atenuada luego con una amnistía del Presidente Alfredo Cristiani 12. Muy distinto es el caso
de la Truth and Reconcilation Commission de Sudáfrica (1995), que se nutrió de las previas
experiencias latinoamericanas, y que integra las funciones de memoria, de justicia y de
restauración, haciendo no solo publicas e individualizadas las acusaciones por los crímenes
perpetrados durante la guerra que llevo al colapso del régimen de “apartheid”, sino
condicionando la opción política de la amnistía a la comparación de los implicados ante la
comisión dentro de un plazo determinado, transformando la culpa moral en responsabilidad
jurídico-política, lo que les garantizaba también a los victimarios el derecho de ser oídos
antes de ser incriminados, en un intercambio de verdad por perdón.
Las comisiones de verdad, veintiuna, desde 1974, pueden, en ciertos casos, facilitar con
mayor o menor éxito la posterior persecución judicial, suministrándole información de base
procesal y resolviendo la real o potencial contradicción entre el deber de justicia y la
necesidad de memoria, cuando existe un sistema judicial confiable y efectivo, con los
recursos necesarios para cumplir su misión. Hay pues una enorme gama de variantes en las
complejas relaciones del indisociable trípode: la necesidad de memoria, la necesidad de
justicia y la consolidación democrática. Pero si hay algo en común, al menos en los casos de
transición de un orden político a otro (dictadura-democracia, por ejemplo), es que el periodo
de la guerra aparece como una “suspensión de la memoria”, una especie de impensable que
hay que recuperar dentro de los parámetros determinados, negociados o secundados por
mediadores. De allí la importancia de la óptica centroamericana (importada de Asia y África)
según la cual el proceso de paz, mas que apuntar a la resolución del conflicto, debía
apostarle a su transformación. Muchas insustanciales cosas quedan pendientes tras las
firmas d los acuerdos.
12
José Zalaquet. “Truth, Justice and Reconciliation”, en: Cynthia J. Arnson (Ed.) Comparative Peace Processes in
Latin America, Washington: Woodrow Wilson Center Press/Stanford University press, 1999, pp. 339-348
13
Pricilla B Hayner. “In Pursuit of Justice and Reconciliation”, en: Cynthia J. Arnson (Ed.). comparative Perece
Processes in Latin America, Washigton: Woodrow Wilson Center Press/Stanford University press, 1999, pp. 363-383
Las comisiones de verdad con todos los riesgo que implican (burocratización, formalismo
legalista, tecnología de la verdad, escamoteo al entorno social y a las razones de fondo en el
conflicto) ha venido un mecanismo estándar de las sociedades post-conflicto. Se cierra hoy
toda una era de discursos sobre la democratización-transición que, según algunos críticos,
convirtió los derechos humanos en una ideología procedimental, en el lenguaje arquetipo de
la transición democrática –la “trancitologia”- que descomponen en variables
descontextualizadas el proceso de constitución nacional y los nuevos proyectos de
hegemonía estatal en formación, encubiertos tras los pactos de reconciliación 15.
En Colombia, para insistir en las diferencias, es un gobierno militar, el del general Gustavo
Rojas Pinilla, que se pretendía erigir en arbitro de la sociedad dividida, el que decreta en
1953 una amnistía general e incondicional, la mas amplia del siglo XX, por los actos de
guerra entre civiles en los años precedentes, puesto que cobijaba todos los delitos políticos
“cometidos por nacionales colombianos cuyo móvil a sido el ataque del gobierno, o que
puedan explicarse por extralimitación en el apoyo o adhesión a este, o por aversión o
sectarismo políticos”16. La amnistía evoca, de un lado, la forma extrema del conflicto, la
guerra civil y, del otro, la recurrente búsqueda de la unidad de la nación temporalmente
perdida. Ella integra simultáneamente pasado y futuro: pasado como memoria de la división,
y futuro como sueño de la unidad para construir17.
Fueron por lo demás, tales tribunales, el único instrumento de reparación material que pudo
identificar nombres, sitios, fechas. El acento del debate se puso, pues, en Colombia, a
diferencia de otros contextos, en torno a la reparación material de las victimas. Lo demás
14
Natalia Maria Springer. Setting Up a Thruth Comisión in the Middle of the Conflict. A case study of Colombia,
Lovaina: Master´s Thesis, 2001. en este texto hay por lo demas unautil tipologia de estas comiciones
15
Esta es, al menos, la vision de Richard A. Wilson, en: the politics of Truth and Reconciliation in South Africa.
Legitimizing the Post-Apartheid State, Cambridge University press, 2001
16
Gonzalo Sanchez. “de amnistias guerras y negociaciones”, en: Gonzalo Samchez y Mario Aguilera (Ed.). Memoria
de un pais en Guerra. Los mil dias 1899-1902, Bogota: Editorial planeta, 2001, p. 333
17
Stephane Gacon. L´Amnistie: de la Commune a la guerre d´Algerie, Paris: Editions de Seuil, 2002, pp. 358-360
18
Gonzalo Sanchez G. “la violencia: de Rojas al Frente Nacional”, en: nueva historia de Colombia, tomo II, Bogota:
Planeta, 1989, pp. 172-173
En las guerras del siglo XIX, las Amnistias estructuraban de manera mas simple que en la
violencia del siglo XX, puesto que losa vecinos eran, por lo general, socialmente simétricos.
Según un estudio reciente, en el siglo XIX se produjeron en Colombia, por parte tanto de los
gobiernos democráticos como de regimenes autoritarios, 17 amnistias, y otras 9 en el siglo
XX, inscritas no tanto en una intención reparadora, sino en cálculos estratégicos de los
vencedores; asi mismo hubo en el curso de esos siglos, 63 indultos. Utilizada más allá de los
grandes momentos de transición política y social, la rutinizacion del olvido alimentaba la
rutinizacion de la guerra. Raramente las amnistias lograron el propósito de desarmar
duraderamente los espíritus. Hacer como si las guerras no hubieran existido, en aras de la
reconstrucción de la unidad social y política de la nación, ha sido también una forma de
perpetuarlas, de negarse a resolverlas.
19
Gonzalo Sanchez G. “rehabilitación y Violencia bajo el Frente Nacional”, en: Gonzalo Sanchez G. guerra y política
en la sociedad colombiana, Bogota: el Ancora Editores, 1991
20
Un texto para el tema que tratamos aquí es precisamente, duelo, memoria, reparacion, Bogota: Fundacion
Manuel Cepeda Vargas, 1998
2121
Natalia Maria Springer. Setting Up a Thruth Comisión in the Middle of the Conflict. A case study of Colombia,
Lovaina: Master´s Thesis, 2001.p. 69
Salir de la guerra parece entonces una condición básica para recuperar nuestra memoria
perturbada. Pero a la postre abra una diferencia fundamental: mientras en todos los casos
citados se trata de crear las condiciones para un recomienzo, en Colombia, con su
interminable trayectoria de guerras y amnistias, se trata otra ves de una repetición. De la
guerra de hoy, que se anunciaba como ruptura con el pasado, tiende a parecerse cada ves
mas a la violencia difusa de los años 1950 22.
Esbocemos primero los trazos más gruesos del transito entre los dos momentos. Entre las
guerras civiles y esa otra guerra, mas difícil de caracterizar, que los colombianos, en un
deliberado recurso a la polisemia, decidieron nombrar la violencia, hay modificaciones
estructurales o acontecimientos históricos que les imprimen nuevos rumbos a las luchas
sociales y políticas. Como tendencia general se puede constatar, en efecto, una
confrontación creciente entre clases dominantes y clases subalternas, que coexisten, por
supuesto, con otras oposiciones no clasistas, como la populista o la partidista.
Pero la clasista, cabe insistir, exhibía rasgos frescos como resultado de la multiplicación de
los actores en el escenario social: en primer lugar, en el curso de las tres primeras décadas
se había ido construyendo un verdadero movimiento obrero independiente, marcado por
diferencias tan dispares como la Tercera Internacional, el anarquismo español y las nuevas
corrientes de la doctrina social católica,; en segundo lugar, habían aflorado las luchas
campesinas, con organizaciones autónomas como las ligas y los sindicatos agrarios, los
cuales se instalaron en el corazón de la economía cafetera y en el eje de las articulaciones
mas estrechas entre la hacienda y la política; y, en tercer lugar, el pueblo, con su vaguedad
conceptual pero también con su materialidad ruidosa, había irrumpido en la arena publica
como punto obligado de referencia en la definición de estrategias políticas. A veces invitado
hacer acto de adhesión al universo oligárquico reformado, como sucedió durante la
Republica liberal de Alfonso López Pumarejo; otras veces excluido y, en tanto ¨ inepto vulgo
¨ , simplemente denegada su capacidad de conducirse como sujeto política responsable,
variante esta prohijada por Laureano Gómez, caudillo de una extrema derecha de raigambre
hispánica,; por ultimo, y mas excepcionalmente, el pueblo era a veces ungido como
protagonista en la construcción de una prometida sociedad antioligarquica.
En fin, por encima de todas las transformaciones enumerables hay un hecho decisivo en la
primera mitad del siglo XX colombiano, y es el de que ha entrado a dominar el panorama
político un movimiento cuya gestación se confunde casi con el despunte de todos estos
nuevos signos de la modernidad: el gaitanismo.
Podría decirse entonces que todavía hacia los años cuarentas, la hacienda, la Iglesia y los
partidos seguían siendo el centro de gravedad de la sociedad colombiana, aunque habían
aparecido también nuevos núcleos de poder político, nuevas identidades colectivas, nuevas
redes de sociabilidad. En consecuencia, un obrero o campesino ya no era exclusivamente –
digamos por vía de ejemplo- un liberal (partido tradicional) católico (iglesia) al servicio de
don fulano (Hacienda), sino que también podría ser militante en formaciones partidarias
22
Gonzalo Sanchez. Guerre et Polituque en Colombie, Paris: L´Harmattan, 1998, p. 55.
Lo que hizo excepcional a Gaitan con respecto a las demás grandes figuras políticas
latinoamericanas de su tiempo, fue la convergencia en el de tres parejas de oposiciones
claramente destacadas por Daniel Pecaut 23, a saber: la del antagonismo político entre el
pueblo y la oligarquía, que hace de Gaitan un líder populista; la de las contradicciones de
clase, que al oponer clases dominantes y clases subalternas erige a Gaitan en un líder social,
y la del enfrentamiento partidista, inscrita en la contienda Liberal-Conservadora, que hace
de Gaitan un líder político (tradicional). El gaitanismo era, pues, el punto de intersección o,
si se prefiere, el punto de equilibrio entre estos tres tipos de oposiciones. No sin razón se ha
dicho que el poder de Gaitan residía justamente en su capacidad de amenazar con la ruptura
de cada una de ellas y del conjunto. Gaitan se proyecta, entonces, como dueño del
derrumbe del establecimiento t también de su conservación 24.
Así las cosas, y desde la óptica del triangulo hacienda-iglesia-partidos, al cual había que
agregar a estas alturas la fabrica, tanto el cambio social como el quiebre de viejas jerarquías
y la erupción de nuevos universos simbólicos-culturales eran interpretados no solo como
amenazantes sino incluso de precursores de una era de Apocalipsis para Colombia. La
incertidumbre parecía convertirse en fatalidad y ello ya resultaba inaceptable.
23
Daniel Pecaut, L´Ordre et la violence, Paris, EHESS, 1986.
24
Herbert Braun, Mataron a Gaitan, Bogota, Universidad nacional de Colombia, 1987.
Ahora bien, para que se aclare el alcance de nuestro enunciado según el cual este terror
concentrado es la supresión de la política, es imperioso recordar el carácter último de
nuestros partidos históricos y su enfrentamiento. Se trata, en efecto, de partidos que
responden ante todo a la dinámica de las solidaridades comunitarias, es decir, que
pertenecen propiamente hablando al orden de lo arcaico y prepolitico y que –como lo han
señalado Malcolm Deas y David Bushnell- llegaron a las gentes y alas localidades antes que
el estado el sentido de nación25.
Llevando a su limite la paradoja abría que concluir que la politización partidista (liberal-
conservadora) es una politización despolitizada. Pues bien, el terror de los años cincuentas
no hace sino exacerbar ese sentido de la politización-despolitización, que no crea actores
sino adeptos.
25
Malcolm Deas, ¨ algunos interrogantes sobre la relación guerras civiles y violencia¨, en Gonzalo Sánchez y
Ricardo Peñaranda (Eds.), pasado y presente de la violencia en Colombia, CEREC, Bogota, 1986, pp.
41-46; David Bushnell, ¨politicas y partidos en el siglo XIX ¨, en Ibid. 21-29.
26
Maurice Agulhon, la republique au village, Paris, editions du senil, 1979, p. 134.
Múltiples son los procesos que con posterioridad al asesinato de Gaitán se escriben en la
lógica de aniquilación de lo social y supresión de lo político. Tres de ellos, por lo menos, son
indescartables: el primero es el desmantelamiento ¨ a sangre y fuego ¨ de la rebelión de
abril, que se había convertido en una verdadera pesadilla, tanto mas inquietante cuanto que
se había traducido en probados actos de desorden de los cauces bipartidistas; el segundo es
el conjunto de dispositivos ideológicos, legales y de coerción encaminados a desalentar o
sofocar no solo las organizaciones obreras mas ajenas a la lógica patronal sino generar todo
vestigio de protesta cívica o social; y el tercero es, por supuesto, la generalización de la
represión en la remota provincia, que adquiere visos de cruzada de exterminio contra el
gaitanismo y demás variantes de la izquierda política primero, antes de extenderse a todo
el partido liberal después.
Desde esta dimensión de la violencia, el espacio que ocupa los conflictos es definido no en
términos de oposición, contradicción o antagonismo sino de persecución y de diáspora, de
huida en múltiples direcciones: del campo a la ciudad, del poblado a la metrópoli, de la
zona central del país a las lejanas tierras de colonización, de Colombia a las naciones
vecinas. Para subrayar la relación de continuidad de todas estas formas de destierro interior
y exterior, se las cobijaba con un término común: el exilio27.
En una sociedad en donde los contendores políticos y sociales no pueden ser pensados en
términos de rivalidad sino de desviación de una verdad o creencia originaria- de ortodoxia y
herejía, como las querrás de religión-, la regeneración social y política no puede lograrse
sino por medio de la proscripción el aniquilamiento de quienes, según los parámetros
histórico-culturales dominantes, se encuentran en estado de trasgresión. A este tipo te
representaciones de la sociedad se aproximaba la Colombia de los años cincuentas. Desde el
poder se urdían verdaderas estrategias de homogenización dentro de las cuales la guerra y a
política no podían pensarse simplemente en términos de victoria sobre el enemigo sino de
eliminación física del mismo. La diferencia se había hecho incompatible con el orden.
No se trataba, en efecto, del terror como una práctica ocasional, sino de algo más
estructurado, de una verdadera política que incluía aspectos tan diferenciables como los
siguientes:
- Hay una estrategia y una programación del terror cuyo objetivo se encuentra sintetizado
en una patética frase, repetida sin descanso por Laureano Gómez antes de acceder a la
presidencia: ¨ hay un millón ochocientas mil cedulas falsas¨. La frase equivalía a
despojar de la ciudadanía al partido mayoritario del país.
- Hay unos agentes del terror, a menudo policías, patrullas del ejército o fuerzas
combinadas que se dedican a asolar pueblos inermes.
- Hay unas organizaciones del terror, constituidas por bandas de fanáticos que ejecutan la
muerte por encargo: los tenebrosos ¨pájaros¨. Actúan estos a sueldo de políticos,
terratenientes y comerciantes, o por cuenta propia, pero en todo caso con la tolerancia o
la complicidad de las autoridades y la impotencia de las victimas desprotegidas. En el
relato ya clásico de Gustavo Álvarez Gardeazabal28,todos los dirigentes políticos de una
localidad, públicamente notificados de su muerte próxima por los secuaces de El Cóndor,
27
Carecemos todavía de un análisis del vocabulario de la violencia
28
Gustavo Álvarez Gardeazabal, cóndores no entierra todos los días, Guayaquil, Ecuador, editorial Ariel Universal,
1974.
caen acribillados uno a uno y en un orden preestablecido sin que haya poder que se
movilice para evitarlo.
- Hay unos rituales del terror, una liturgia y una solemnizacion de la muerte, que implica
un aprendizaje de las artes de hacer sufrir. No solo se mata sino que el como se mata
obedece también a una lógica siniestra, a un calculo del dolor y del terror. El despojo la
mutilación y la profanación de los cuerpos son una prolongación de la empresa de
conquista, pillaje y devastación del territorio enemigo. Los cuerpos mutilados, desollados
o incinerados parecerían inscribirse en el orden mental de la tierra arrasada. Hay un
despliegue ceremonial del suplicio, expresado a veces en actos de estudiada perversión
como el cercenamiento de la lengua (la palabra del otro), la eventración de mujeres
embarazadas (eliminación de la posibilidad de reproducción física del otro), la crucifixión,
la castración y muchos otros, dirigidos no solo a eliminar a los doscientos mil muertos o
mas del periodo sino, adicionalmente, a deja una marca indeleble en los millones de
colombianos que quedaban. También importa entonces saber como se transmite el
mensaje de intimidación y como se disponen los elementos del mensaje, como se
construye el escenario del terror: si los muertos se dejan amontonados o esparcidos en
toda una vereda, por ejemplo. A veces el mensaje es eficaz porque choca a primera
vista; otras logra su eficacia en la medida en que resulta indescifrable. El escenario del
terror debe ser, por otra parte, visible. Por eso hay ciertas preferencias espaciales: el
cruce de caminos, el paso de los ríos, los montículos reconocidos en la región o en el
vecindario. El dolor en estas circunstancias no puede ser íntimo; tiene que ser
aleccionador29.
- Hay unos instrumentos del terror. No impactan de igual manera los muertos a bala que
los que lo han sido a machete, ahorcados o a garrote. El arma a fuego puede resultar
demasiado expedita si lo que se busca es la dosificación del dolor. Los agentes
estrategas de la muerte prefieren entonces el machete, el cuchillo o el garrote. Sumado,
y no en sustitución de cualquiera de los anteriores mecanismos, el incendio, de reiterada
ocurrencia, constituía la máxima expresión de la teatralidad del terror.
- Hay, finalmente, una cronología del terror, dependiente en parte de los instrumentos
utilizados y en parte de una calcinada manipulación de la aceleración o retardo del
tiempo de ejecución o, puestos en otros términos, de la relación de unidad de tiempo y
unidad de dolor. No tiene igual impacto el asesinato escalonado de cuarenta personas
que una masacre del mismo número de victimas en una sola operación fulminante. Se
trata, en suma, de un primer escenario portador de una variadísima simbología cultural,
es decir, de un conjunto de prácticas significativas que sugiere representaciones muy
complejas no solo de la política, sino también del cuerpo, de la muerte, del más allá.
Recordemos que todo esto sucede en un país que por entonces se ufanaba de ser el mas
católico del mundo, así se tratara en buena medida de un catolicismo fanático, de
escapularios, amuletos y tatuajes. La cruzada no era, por lo tanto, incompatible con la
salvación eterna. En algunas regiones el discurso eclesiástico legitimaba cuando no
instigaba a ciertas bandas de asesinos que, por lo demás, no encontraban disonante
hacer pública profesión de fe católica y dejar signos de su religiosidad en los sitios de sus
fechorías. No sobra agregar que los mismos rastros de superstición podían encontrarse
en la otra orilla del conflicto, en los grupos guerrilleros. No hay que olvidar tampoco que
en el trasfondo de este panorama hay bandeas partidistas. Que se trata de un
enfrentamiento entre dos facciones políticas no muy nítidamente diferenciadas en su
reclutamiento, que se necesitan la una a la otra, que saben solidarias del mismo orden
29
Carlos Uribe y Maria Victoria Uribe han comenzado a incursionar con éxito en estas temáticas.
social pero que, sin embargo, arrastran ¨odios heredados¨ y sus diferencias reales se
encuentran por tanto en un pasado casi mítico, difícil de precisar. En tales condiciones la
violencia tiende a revivir el drama de la tradición bíblica y greco-romana de los hermanos
enemigos (Caín-Abel; Esau-Jacob; Rómulo-Remo). De hecho, en una literatura muy
amplia y en una retórica política, la violencia fue caracterizada durante buen tiempo
como una guerra fratricida y, en consecuencia, posteriormente, el frente nacional
(acuerdo bipartidista que pone formalmente termino a una primera etapa de la violencia)
será enaltecido como una reconciliación entre hermanos, entre miembros de la gran
familia colombiana, a la sombra de la Santa Madre Iglesia.
Mirada a través del prisma del terror, la violencia nos ha dejado una literatura defensiva
y derrotista, tanto que, en contraposición al mito de la revolución mexicana, se la ha
definido como una gran vergüenza nacional que, por lo demás, no tubo ¨ni caudillos, ni
batallas, ni ideales, ni gloria¨30no obstante, dado su carácter desestructurado de lo social
y lo político, tal ves seria mejor definirla –tomándole un termino prestado a Michel
Wieviorka- como un Antimovimiento Social31.
La magnitud y las diversas direcciones en que ello se produjo fueron oscurecidas durante
muchos años tanto por el reduccionismo partidista como por ciertas interpretaciones
bipolares del tipo feudalismo-capitalismo. Se aceptaba, es obvio, que como corolario de uno
de los procesos anteriormente analizados o por si combinación se habían producido no solo
enormes perdidas en vidas humanas, sino también pérdidas incalculables en bienes,
cosechas y lucro cesante. Pero difícilmente se llegaba a visualizar, como ha sido posible
comenzar hacerlo hoy en perspectiva, el reordenamiento de las relaciones sociales y en
algunas regiones el hundimiento de símbolos y poderes del viejo orden. Se tendía ver la
violencia como una fuerza todo poderosa y no como un escenario de lucha en donde las
victimas de hoy podían recobrar la iniciativa política o social mañana. Para ponerlo en
términos de argumentación general de este ensayo, el intento de supresión de los
adversarios sociales, que se había producido desde la lógica del terror, se revela ilusorio.
Esos adversarios están comprometidos en una guerra invisible. Solo que no se trata allí de
un simple duelo entre siervos y señores.
30
Herbert Braun, Mataron a Gaitan, Bogota, Universidad nacional de Colombia, 1987, p. 373
31
Michel Wieviorka sociétés et terrorismo, Paris, Fayard, 1988, p. 17 y sgs.
En términos de grupos sociales sus efectos tampoco son unívocos. Así, la violencia puede
significar un canal inesperado de asenso para tenderos y comerciantes inescrupulosos; en
zonas de guerrilla puede traducirse en contribuciones forzosas para los ganaderos,
convertidos en aliados naturales del ejercito y del gobierno; en zonas en donde no prospera
la resistencia es campo abierto para el despojo de millares de pequeños propietarios y de las
comunidades indígenas, todavía mas indefensas.
Bajo esta óptica de los múltiples efectos sociales encontrados, tal ves resulta mas clara la
caracterización que hizo Hobsbawn hace mas de veinte años cuando estimo la violencia era
una especie de revolución frustrada. Porque a decir verdad, mirando retrospectivamente el
panorama descrito, se siente como si en un mismo movimiento todo hubiera sido removido,
sin que nada hubiera cambiado.
32
He explorado con mayor detalle estos temas en trabajos anteriores a los cuales me permito remitir al lector.
Véase, G. Sánchez, ¨ Violencia, Guerrilla y estructuras agrarias ¨ en nueva historia de Colombia editorial planeta,
Bogota, 1989, tomo 2, pp. 127-153. ver también los dos siguientes capítulos de este libro: ¨ rehabilitación y
violencia bajo el frente nacional ¨ y ¨ tierra, violencia y desarrollo desigual de regiones ¨
UNIDAD 2
En primer lugar, tras el afán de explicar la coyuntura actual se vuelve a la violencia de los
años 50 con cierto anacronismo, que intenta explicar un eterno ciclo o un largo retorno,
como si el punto de partida de la realidad actual fuera el mismo punto de partida de aquella
realidad histórica, y se confunde el punto de llegada del momento actual, como el mismo
punto de llegada para interpretar y explicar un fenómeno particular de la historia nacional.
En definitiva, el período en mención y el problema objeto de estudio, sigue siendo una gran
tela de donde cortar y aún sigue siendo una veta que atrae a historiadores, sociólogos y
antropólogos por ahondar en la búsqueda de respuestas a preguntas que aún no se
terminan de formular.
Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. (2015) Contribución al entendimiento del
conflicto armado en Colombia. Bogotá: (Envío plataforma).
TALLER INTRODUCTORIO.
APROXIMACIÓN A LA VIOLENCIA
La violencia como fenómeno político es una práctica muy antigua. Lo mismo puede decirse
de la política, entendida como el ejercicio de la coerción y violencia; sin embargo, fue hasta
el siglo XIX cuando comenzó a estudiarse su incidencia en la historia humana, y el siglo XX
cuando hubo una aplicación exacerbada de la violencia política, con el despertar de una
fascinación por el ejercicio de algunas formas extremas de la acción política, como el uso
constante e indiscriminado de la fuerza bruta como única solución de los conflictos sociales y
políticos. Desde siempre, y como medida de sobrevivencia, el individuo ha desarrollado
mecanismos de defensa que se manifiestan en actividades agresivas individuales o
colectivas y que tienden a desaparecer cuando la amenaza que se extiende sobre él es
eliminada
INTRODUCCIÓN
La violencia no comienza el 9 de abril de 1948.. El balance de 14.000 victimas en 1947
constituye un indicativo de su existencia anterior. Tres departamentos, Boyacá y los dos
santanderes, se convierten en ese momento en el principal escenario de los
enfrentamientos. Durante los primeros meses de 1948, la ley de “sangre y fuego” se
extiende más y más.
momento las pasiones partidista, ¿Por qué los notables no logran hacer prevalecer las
exigencias de conciliación, como lo habían hecho después de 1930?
Responder este interrogante y otros mas es el interés de esta unidad que se encamina a
describir lagunas situaciones históricas y ubicar algunos temas para generar el debate sobre
uno de los fenómenos que ha marcado la historia del país: la violencia política de mitad de
siglo.
En los 12 meses de 1948 se le atribuyen más de 43.000 muertos. Ningún acuerdo en las
altas esferas tiene la posibilidad de sostenerse frente a la multiplicación de las disputas
locales. Cada evento electoral ofrece la oportunidad de establecer una nueva correlación de
fuerzas. Ninguna institución escapa a la división y, a comienzos de 1949, es ya un hecho
que los mismos notables se ven arrastrados por ella.
Cuatro acontecimientos políticos marcan en este año el rumbo hacia la organización de “la
violencia”. La ruptura de la Unión Nacional, el 21 de mayo d e1949 de adelantar la fecha de
las elecciones parlamentarias y es promovido por los liberales, que quieren así protestar
contra la “violencia oficial” practicada por los conservadores en Boyacá y Nariño. La
resolución adoptada por los liberales en julio d e 1949 de adelantar la fecha de las
elecciones presidenciales previstas para abril de 1950: la medida, destinada a evitar que sus
posiciones se debiliten, es considerada por los conservadores como un verdadero golpe de
estado, y la violencia hace su entrada –en esta ocasión- al recinto parlamentario.
Dicho estado no se creara nunca. No obstante, “la violencia se extiende a nuevas regiones.
En 1949 deja un saldo “solo” 18.500 victimas. En 1950 llega al paroxismo con más de
50.000 muertos, para alcanzar después proporciones aparentemente más modestas: 10.300
muertos en 1951, 13.250 en 1952, 8.600 en 1953.
en todo el territorio nacional. Esto quiere decir que el total de victimas presenta casi el 1%
de la población. No todas las regiones se ven afectadas de igual manera. En algunas de
ellas, el porcentaje es muy superior, tal como puede verificarse en el cuadro de la pagina
siguiente tomado de P. Oquis,33que reúne los datos de 1946 a 1957.
33
Op. Cit. , p. 67
La disminución del numero de victimas entre 1951 y 1953 no debe llevarnos hacer falsas
apreciaciones. En el centro de Colombia –Tolima, Caldas, Norte del Valle- que es igualmente
el centro de los cultivos cafeteros, la violencia atraviesa y trastorna en su totalidad el tejido
social. En el plano nacional, constituye la base y el fundamento de las representaciones de
lo político. El golpe de estado del General Rojas Pinilla, en junio de 1953, será acogido como
un alivio por una clase dirigente cada vez mas preocupada por una situación que amenaza
con salirse de sus manos, El golpe sin embargo, no pondrá fin a una violencia que se
prolongara aun por varios años.
2. SOBRE LA VIOLENCIA
El término “La Violencia” fue utilizado inicialmente para designar la convulsión en curso.
Algunos combatientes liberales, especialmente del Tolima o de los Llanos, emplearon
también el de “guerra”. Sin embargo, “La Violencia” se impuso definitivamente como
nombre propio para referirse al conjunto del periodo.
Todo lo anterior es poco discutible y debe tenerse en cuenta desde el principio. Sin embargo,
el término tiene, en otro sentido, la ventaja de no atenuar la inquietante extrañeza del
fenómeno que designa.
El 9 de abril, como ya lo hemos dicho, no constituye su comienzo. La extrañeza reside, en
primer lugar, en que esta intensa conmoción no se inicia con un acontecimiento que,
dándole un impulso, pueda pasar a convertirse en momento originario, con valor de causa o
de significación. 1946, 1948, 1949: una u otra de estas fechas puede considerarse como su
punto inmediato de partida. No obstante, los protagonistas no dudan en situar su
desencadenamiento en un pasado mas lejano: en los años 1930-1935, para los
conservadores que recuerdan las persecuciones en Boyacá y en los Santanderes al momento
del acceso de los liberales al poder en los años 1920-1935, para los campesinos de las
regiones sacudidas en esta época por los conflictos agrarios; en la guerra de los Mil días y en
los enfrentamientos del silo XIX para los que piensan que una misma división política
continua afectando y actuando sobre el cuerpo social, como si “otra historia”, inmóvil y
repetitiva, estuviera destinada a surgir en cada nueva situación. No existe tampoco,
observémoslo, un eco que pueda servir como referencia de clausura o desenlace. La
Violencia se halla indudablemente marcada por acontecimientos políticos. Sin embargo, se
desarrolla según ritmos que son ampliamente independientes de tales acontecimientos.
La extrañeza consiste, en segundo lugar, en que la unidad del proceso es difícil de precisar.
Hay una mezcla heterogénea de choques electorales, acción política y militar, terror
ejercido por mercenarios de toda clase, vendettass locales, espíritu de cruzada religiosa,
venganzas individuales, desalojo de poblaciones, transferencias de propiedad, extorsión
económica, formación de guerrillas organizadas, bandolerismo social, grandes temores
campesinos. La heterogeneidad del fenómeno se manifiesta también por la presencia de los
mas diversos protagonistas: pequeños propietarios, jornaleros, arrendatarios, grandes
propietarios, pequeña burguesía de los pueblos o de las ciudades medianas, jefes políticos
de todos los niveles, algunas veces también miembros de la burguesía urbana.
3. DIVISIÓN PARTIDISTA
34
Colombia, país formal y país real, Buenos Aires, editorial Platina, 1963
aseguraba, había sido necesaria “para garantizar la destrucción del campesino y liberar así
la fuerza de trabajo necesaria para la industria”.
Otros consideran, por el contrario que la violencia constituye una “desviación” de la vía regia
al capitalismo tal como había sido trazada por el régimen liberal desde 1930. Para algunos,
como F. Posada35, es la expresión del desquite de los grandes propietarios terratenientes en
el empeño por recuperar su antigua preeminencia política. Para muchos otros, es el
resultado de la traición de la burguesía industrial que, frente al ascenso de las masas
populares, esconde su bandera progresista; de esta manera P. Gilhodes escribe: “la
burguesía industrial, asustada, abandona la alianza (desigual) de los años anteriores con el
campesinado y los obreros para volverse hacia la oligarquía terrateniente tradicional,
momentáneamente marginalizada y representada a gran medida por el partido
conservador”36. Estas rivalidades traen como consecuencia –según P. Oquis- 37 un
“derrumbe parcial” del aparato del estado, y crean por este hecho las condiciones para la
generalización de la violencia.
Más recientemente, numerosos trabajos han sugerido que la Violencia puede explicarse por
la persistencia de tensiones agrarias, que estuvieron siempre presentes desde la segunda
mitad del siglo XIX. El resumen anterior no es exhaustivo; ha sido simplificado
voluntariamente. No se trata de discutir la argumentación de estas tesis ni la veracidad de
los hechos que las sustentan. Sino tan solo de mencionar algunas interpretaciones que se
presentan explícitamente como “globales” o “explicativas”.
Que haya habido una proliferación de conflictos sociales en la Violencia es un hecho que no
se pone en duda. Pero en cambio, es especialmente discutible que los conflictos puedan ser
considerados como expresiones diversas de un conflicto central y, más aun, que puedan
ligarse a una misma función latente. Nadie puede seguir afirmando que la Violencia
contribuyo en todas partes al avance del capitalismo; en numerosas zonas lo obstaculizo.
Que los conflictos sociales o la contraposición de intereses entre las clases dominantes
puedan “explicar” el antagonismo partidista, es todavía mas dudoso. En algunos casos estas
tesis renuncian de hecho a tomar en cuenta este último: se diferencian entonces dos
violencias, una social, que solo conlleva consecuencias estructurales, y otra política,
reducida a un arcaísmo sin importancia. En otros casos, por el contrario, se esfuerzan en
suprimir toda diferenciación, y hacen del antagonismo partidista la manifestación de una
división social. Para lograrlo recurren a menudo a un procedimiento muy cómodo,
consistente en atribuir todo el “tradicionalismo” al partido conservador, toda la “modernidad”
al partido liberal, ubicando bajo las banderas del primero a las oligarquía rurales y sus
clientelas, y bajo de las del segundo a la burguesía progresista y a las clases populares
urbanas. El procedimiento es una manera característica de forzar las evidencias: los
conservadores no muestran menos empeño que los liberales cuando se trata de promover la
“modernidad”, si se entiende por esta la expansión del capitalismo; el antagonismo
partidista atraviesa horizontalmente todos los sectores de la sociedad y se superpone a
todos los conflictos sociales sin confundirse con ellos. Destinado a sustentar la primacía de
las causas sociales o económicas, este procedimiento conduce sin advertirlo, a la
reintroducción de los factores políticos, y lo hace de la manera más convencional:
35
Violencia y subdesarrollo, Bogota, Universidad Nacional, 1968
36
“la violence en Colombie, banditisme et guerre sociale” en Cahiers du monde hispanique et lusobresilien, No. 26,
1976, paginas. 69-81
37
Violencia, conflicto y política en Colombia, op, cit. passim
asumiendo la visión que el partido liberal ha querido dar de si mismo, es decir, ratificando la
lectura de la Violencia.
No es causal que en las décadas siguientes la violencia no halla sido invocada como un mito
de los orígenes, donde pudiera estar contenida en potencia la historia posterior. Ningunos de
los participantes ha logrado instalarse en una posición desde la cual le sea posible
mantenerse por fuera de sus efectos, y dar un sentido al conjunto de los acontecimientos.
Los vencedores se han cuidado de no hacer alarde de su éxito; los vencidos no han
encontrado allí la promesa de una futura compensación. Las generaciones posteriores no
han descubierto en ella un momento de creación de una nueva representación de lo político,
y no han buscado apropiarse, por un proceso de identificación, la figura de uno u otro de los
protagonistas.
38
Cf. P. Ricoeur, temps et recits, Paris, Seuil, 1984
39
Ibid., p. 249
Asumiendo el riesgo de nadar contra la corriente, las observaciones que siguen son
consagradas a esta Violencia de conjunto. Existen diversas maneras de circunscribir lo que
puede constituir su unidad.
La tesis que nosotros pretendemos sostener es que la unidad de la violencia solo puede ser
analizada en referencia a lo político. No queremos de esta manera volver a la simple
comprobación de una división partidista que subsistirá siempre idéntica así misma: nos
proponemos mostrar como en un momento dado se produce un nuevo desciframiento de
esta división que conduce a que lo político se directamente percibido como Violencia.
Tampoco pretendemos separar lo político de lo social: la representación de lo político como
violencia esta originalmente asociado a una conciencia de la división radical de lo social, que
se traduce, en un segundo momento, en la mezcla creciente de los dos planos.
40
Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogota, el Ancora, 1983
las antiguas bases de la CTC y del gaitanismo se revelan incapaces de ofrecer una verdadera
resistencia.
La violencia no se reduce sin embargo a tal correlación de fuerzas. Esta ultima comporta
indudablemente su parte de violencia, y en efecto no se limita únicamente a los dispositivos
institucionales. Pero la violencia desborda dicha correlación de fuerzas, y sobre todo, se
manifiesta de otra manera: logra romper la solidaridad –al menos política- de las clases
dominantes; acarrea el desplazamiento del centro de gravedad política hacia las zonas
rurales; afecta solo moderadamente a las grandes ciudades que aparecen a menudo como
zonas de refugio.
Esta sección estará consagrada al análisis de las diversas formas de esa relación.
Al adoptar una ves mas la forma de la Unión Nacional, sin esperar siquiera a que las llamas
terminaran de arrastrar el centro de Bogota, las elites civiles demuestran que no quieren
descargar sobre la institución militar el cuidado de reestablecer el orden social.
Sin embargo, la unión sagrada de las clases dominantes es considera como una medida
suficiente para hacer frente a la amenaza popular. Si “la destrucción de los muros de
nuestras ciudades mutiladas significa un reproche amargo contra la indiferencia que
ostentaban, en estos últimos tiempos, las clases dirigentes de la sociedad con respecto a los
problemas políticos”, Mariano Ospina Pérez afirma que no sucede lo mismo con el nuevo
régimen de Unión Nacional: ahora “ debe ser grato para la nación saber que en esta hora
sus hombres de empresa y de trabajo, los que en la diaria faena viene construyendo
silenciosamente el progreso nacional y a levantado una fortuna a base de esfuerzos, ocupan
también sus puestos de responsabilidad en la batalla de Colombia”44. Los gremios y sus
representantes respondieron efectivamente al llamado, y la ANDI, por ejemplo, ve en el
Bogotazo “el espectáculo evidente de lo que puede hacer una minoría sin escrúpulos que
prospere a la sombra de la indiferencia y de la pasividad de los hombres de bien”. 45
41
21 de mayo de 1948
42
El Tiempo, 5 de mayo de 1948
43
Respuesta un mensaje de Alfonso López abril de 1948
44
Ospina Pérez, M. el gobierno de Unión Nacional, Bogota, Imprenta Nacional, 1950, Tomo V, p. 241
45
Comunicado publicado el 24 de abril
Pero la Unión Nacional es, no menos explícitamente, una coalición de todas las clases
poseedoras contra las clases populares.
La desorganización de las clases populares urbanas no data del Bogotazo. Como efecto
conjugado de la acción de las clases dominantes y de la fuerte influencia del gaitanismo,
comienza a producirse a partir de 1945. El movimiento gaitanista no sobrevive a las
jornadas de abril. La movilización social no desaparece, la sensibilidad antioligarquica
continua manifestándose y algunas corrientes políticas se reclaman seguidoras de Gaitán;
sin embargo, el movimiento populista se desarticula. Cuando suena la hora de los
“versalleses”, sean liberales o conservadores, civiles o militares, solo fuerzas exangües
encuentran ellos por delante.
El estado de sitio permanece en vigor hasta diciembre de 1948. Los tribunales militares se
encargan de juzgar a los insurgentes. En un sentido, la represión es política y recae sobre
los miembros “juntas
Las actividades sindicales son vigiladas muy de cerca. Hasta junio de 1948, las reuniones
solo pueden efectuarse con la autorización de los militares y depuse, con la del ministro del
trabajo. En junio de 1948, un decreto suprime la inmunidad del fuero sindical y prohíbe en la
práctica el recurso de la huelga durante la vigencia del estado de sitio. El ministerio de
trabajo es autorizado, por otra parte, para decidir y resolver sobre la legalidad de toda
acción colectiva. En mayo, la cede de la Federación de Trabajadores en Cundinamarca es
ocupada por el ejercito. En junio, los dirigentes de la FEDETA, en Antioquia, son detenidos
por haber intentado reunirse. En el Atlántico, las directivas de los sindicatos son totalmente
destruidas y, con el consentimiento del ministro del Trabajo, el conservador Evaristo
Sourdis, las autoridades locales nombran para reemplazarlas a dirigentes de su
conveniencia.
Los despidos –los gobernadores reciben pleno poder para autorizarlos- son números. El
patronato se muestra plenamente satisfecho. En Bogota la Cervecería Babaria se deshace
de centenares de trabajadores. En el Valle del Cauca, los ingenios proceden igualmente a
una sustitución masiva del personal. Solo en el Ingenio Riopaila se habla de 900 despidos.
El gobierno hace lo propio en el sector público. En el ministerio de Obras Publicas, por
iniciativa del ministro conservador Luís Ignacio Andrade. Millares de trabajadores pierden su
empleo. La purga llega incluso hasta el departamento de Nariño, donde no se puede afirmar
que el 9 de abril haya tenido fuertes repercusiones. Su colega de comunicaciones,
igualmente conservador, procede de la misma manera: en los departamentos de Atlántico,
Caldas y Cauca, se estima que los despidos afectan a 1200 empleados. Los ferroviarios no
se salvan tampoco. Durante el segundo semestre de 1948, los sindicatos ya no se atreven a
lanzarse a la negociación colectiva. Según las estadísticas oficiales solo se producen 36
“conflictos colectivos” –el término designa los pleitos alrededor de pliegos de peticiones- y
ninguna huelga. En el primer semestre de 1949, el levantamiento del estado de sitio
permite, al menos aparentemente un cierto repunte reivindicativo constado por las mismas
fuentes oficiales, que mencionan 154 (conflictos colectivos).
La “paz social reina”: esta expresión figura en el informe anual del ministro de Trabajo en
1951, y resume bien su contenido. Escrito en plena Violencia, tiene la apariencia de una
humorada, pero no lo es: las burguesías urbanas, y en primer lugar, la burguesía industrial,
abrigan motivos para congratularse por la correlación de fuerzas que se ha establecido. Que
dichas burguesías sean liberales o conservadoras no cambia de nada el asunto.
46
Informe al 12º plenum, citado por M. Torres, la naturaleza de la revolución colombiana, Bogota, editorial
iqueima, 1959, p.102
47
Cf. La sección Tercera
48
En 1949, en el Tolima y en el Valle del Cauca; en 1950 en el Cauca, en Bolívar y en Santander del Norte. En 1951
en Cundinamarca.
Durante el periodo no es raro que las elites liberales adopten posiciones que representan
una especie de esfuerzo por ver “quien va más lejos” en el rechazo de toda política social.
Para convencerse de ello, es suficiente observar las posturas tomadas por la fracción
“lopista” que se expresa en el diario El Liberal. Dos ejemplos: en diciembre de 1948 el
gobierno de Unión Nacional adopta un decreto que establece a una cierta participación en las
utilidades: el periódico da inmediatamente la voz de alerta contra “una especie de maratón
de las reformas sociales, en la que cada fuerza política se preocupa únicamente de parecer
mas audaz y mas avanzada que la otra”, 49 en enero de 1950 el gobierno conservador
reajusta el salario mínimo en la agricultura: el periódico se inquieta: “si con el mejoramiento
de las condiciones de existencia, si con el aumento de las remuneraciones no aparece
simultáneamente un adecuado incremento del porcentaje de productividad, la economía
publica no se beneficia(…) aquí se trabaja muy poco y muy mal”.50
Las elites socio-económicas tienen sin embargo todas las razones para sentirse seguras. Los
salarios obreros no crecen.
Las remuneraciones sufren una caída en 1948 y se encuentran en 1954, 14% por debajo de
su nivel de 1947. Alcanzando en este momento un índice de 102.9 sobre la base de
1938=100, los salarios son sin duda alguna muy inferiores a los de 1933 51. Esta evolución
es mas sorprendente aun si se tiene en cuenta que en 1949 comienza una fase de
prosperidad que hace recordar a la de los años 1925-1928. Las elites tampoco necesitan
preocuparse por la prodigalidad del Estado en materia de gastos sociales (salud, educación,
protección social, etc.), que representan una parte, en el conjunto de gastos del gobierno
central, muy inferior a la que se observa en la misma época en países de ingreso per capita
comparable.
Las anteriores indicaciones son suficientes para probar que las elites sacan todo el partido
que puedan de la correlación de fuerzas imperante. El que esta no se basa solamente en
prohibición y condenas legales, la cifra de muertos de 1948 citada en la introducción sirve
para recordarlo. Su afianzamiento es lo suficientemente estable a fines de 1948, para que
la represión se vuelva innecesaria. No obstante, la violencia no se reduce a la neutralización
de las masas urbanas.
Las circunstancias políticas contribuyen a ello. La condena lanza contra los “los políticos de
profesión” y la exaltación de “los hombres de trabajo” suministran a los gremios un principio
49
22 de julio de 1948.
50
27 de enero de 1950
51
Cf. Capítulos 2 y 3.
Las dos coyunturas que se presentan contribuyen por su parte, cada una por razones
diferentes, a reforzar el rol de los gremios. Desde 1947 hasta el último trimestre de 1949,
se presenta un gran pesimismo merced a la reducción de la capacidad de importación, una
vez agotadas las reservas acumuladas durante la guerra. Los gremios asignan como tarea
esencial la de conservar cada uno su parte del paste: sus querellas y sus reclamaciones se
despliegan en las primeras páginas de los periódicos y hacen resurgir, de manera particular,
la vieja oposición entre los industriales de una parte, y los exportadores de café y los
negociantes-importadores de otra. Estos últimos, que se expresan sobre todo por boca de
la Federación de Comerciantes, no se atreven sin duda a seguir hablando pura y
simplemente del carácter “artificial” de la industria. Sin embargo no están lejos de hacerlo
cuando deploran que el proteccionismo sirva “no al progreso del país sino a engendrar
nuevos sectores privilegiados”52 o permita “fabricar productos de calidad deficiente cuyo
costo de producción no tiene ninguna relación con la capacidad de consumo del pueblo
colombiano”.53 No obstante, tales fricciones no significan de ninguna manera un
antagonismo irreductible. Seria un error deducir de esto una conclusión sobre la decadencia
del sector agro exportador. La Federación Nacional de Cafeteros, fuerte por su implantación
capilar en las zonas de producción, no encuentra disputa su posición central en ningún
momento y la ANDI es la primera en celebrarlo su “justa y admirable política” 54 .
52
Comunicado del 9 de septiembre de 1948.
53
Comunicado publicas en el Colombiano, el 1º de mayo de 1951.
54
Declaración de José Gutiérrez Gomes, presidente de la ANDI el 31 de marzo de 1950.
55
La administración de una lluvia inesperada de divisas como esta plantea sin duda más desafíos que la
insuficiencia de la capacidad de importación. El gobierno conservador se ve obligado a implantar en 1951 un
sistema de compra de los dólares proveniente de las exportaciones de café a una tasa diferencial, lo que es
considerado por los cafeteros expoliación. Se ve obligado también a establecer un control de crédito que da por
resultado en 1951 un cuasi-estancamiento de la producción industrial.
56
Carta publicad en la prensa el 15 de junio de 1950.
57
Informe de José Gutiérrez Gomes a la asamblea de la ANDI, 1952
Entre las elites no existe una fracción que asuma posiciones nacionalistas y favorables a la
creación de un poderoso sector público, lo que contrasta con la actitud de numerosos
círculos civiles o militares de la misma época en el Brasil. Si los industriales colombianos se
adhieren finalmente a la creación de una empresa siderúrgica nacional, Paz del Rió, es con la
condición de que sea trasladada al dominio del sector privado, desde el momento en que se
muestra viable. La condición será respetada. Si se respalda el establecimiento de una
empresa publica nacional del petróleo, destinada a sustituir a la Tropical Oil Company, es
tan solo después de haber vanamente intentado reunir los capitales privados para controlar
el negocio.62
Obligadas a consentir en una infracción de sus principios, las elites los retoman al imponer la
puesta en práctica de una legislación sobre la prospección en las concesiones petroleras
particularmente favorables a las compañías petroleras.
58
Declaración de Arcesio Londoño Palacio, presidente de Fenalco, ante el octavo congreso de la organización, junio
19 de 1952
59
A. Berry, “implications of elitist rule for economic development in Colombia”, op. Cit., pp. 7-12
60
En 1949 se ven obligados a conceder un lugar en la dirección nacional de la ANDI a los industriales de otras
regiones. La dirección estará compuesta a partir de este momento por 16 miembros: siete por Medellín, tres por
cada uno de los otros tres polos industriales.
61
Durante este periodo se multiplican las declaraciones favorables a las inversiones extranjeras, cualesquiera que
sean las condiciones.
62
Leyendo los debates sobre la creación de la Empresa Colombiana de Petróleos, se puede medir la habilidad con
que los gremios sacan provecho de la crisis política: Fenalco declara: “es necesario exigir que la inmensa riqueza
nacional de lo que se llama `el oro negro` no desaparezca en una gestión política”. (Cf. El siglo, 25 de octubre de
1949). La ANDI exige “que sea garantizado en el presente y en el futuro que la dirección sea técnica y extraña a los
intereses de grupo o de partido” Cf. El Liberal, 8 de febrero de 1950)
Tal avance presentaría, en primer lugar, una competencia desleal desde el punto de vista
económico de la ANDI, que una obra de carácter social llegue a invadir actividades que no le
corresponden, como la de importar mercancía del exterior, la de pretender muchos de los
elementos que emplea y, en general, la de desempeñar las funciones que lógicamente
corresponden a la iniciativa privada”. La seguridad social significaría también un trastorno
de las relaciones dentro de la empresa, ya que pondría fin “a la asistencia directa de parte
de los patrones (gracias a la cual) un contacto permanente se conserva entre estos y los
trabajadores”.
Existen razones para pensar que la mayoría de los dirigentes de los gremios, comprendidos
incluso los de filiación conservadora, ven con temor la perspectiva de una candidatura de
Laureano Gómez, pues presienten que con ella puede surgir un universo político que escape
a su control. El dispositivo gremial parece no obstante lo suficientemente estable como para
sobrevivir a las agitaciones. Es así como, a pocas semanas de la elección de noviembre de
1949, ocurre el alza milagrosa de los precios del café, lo que es suficiente para permitirles
abandonar provisoriamente todos los escrúpulos. No tienen importancia las condiciones en
que se devuelve esta elección, que no cuenta sino con un candidato, para unas elites
económicas a quienes se ofrece la ocasión de sacar partido de una ocasión inesperada.
Es en vano que se endilgue a las elites económicas liberales sentimientos muy diferentes a
los manifestados por las elites conservadoras. Las dos personalidades que acabamos de
citar pertenecen en efecto al partido conservador. Sin embargo, del lado de la inmensa
mayoría de los hombres de negocios y liberales puede probarse que, predicando la
resignación frente a la elección de Laureano Gómez, lo que se anhela principalmente es
sentarse a la mesa del festín64. “La paz social reina”, “la situación no ha sido nunca mejor”:
63
Cf. El Siglo, diciembre 3 de 1949.
64
En numerosos informes, Carlos Lleras Restrepo expresa las reticencias de los industriales liberales para participar
en la resistencia contra el gobierno conservador: “para evitar la oposición del capitalista se emplea
alternativamente la amenaza del peligro comunista y los favores de una política que tiene como ejecutores
gubernamentales a los representantes mas autorizados del capitalismo loca”, dira él para explicar el rechazo de los
no se puede decir que las clases dominantes ignoraran la correlación de fuerzas que esta
detrás de la violencia.
Otro aspecto de dicha correlación de fuerzas reside en la preservación del carácter civil del
poder hasta el 13 de junio de 1953, a pesar del Bogotazo y la Violencia. En esta época
existen sin duda pocos países en América Latina en donde los civiles, confrontados a las
mismas circunstancia, no hubieran ido rápidamente a tocar a las puertas de los cuarteles; y
en donde las fuerzas armadas comprometidas en tareas represivas, en buena parte del
territorio, como lo están en Colombia a partir de 1950, no hubieran aspirado a tomar el
poder en sus manos.
Durante las jornadas de abril, solo Laureano Gómez, entre los líderes políticos de primer
plano, sugiere la formación de una junta militar. Las fuerzas Armadas habían sometido esa
salida a consideración de Ospina Pérez, pero sin insistir. En el gobierno de Unión Nacional
se les confía solo el ministerio de Guerra. En mayo de 1949, después de la ruptura de la
Unión Nacional, su participación en el gobierno se acrecienta provisoriamente con tres
carteras. Después de la toma de posesión de Laureano Gómez se reduce de nuevo. El
General Gustavo Rojas Pinilla figurara entre los ministros de esta administración, como
titular de Obras Publicas.
Las fuerzas Armadas reciben sin embargo misiones cada vez más considerables. Los
militares son nombrados alcaldes en los municipios mas afectados por las insurrecciones de
abril, y después por la violencia. El numero de ellos crece rápidamente a partir de 1949.
Cuando el gobierno conservador se muestra incapaz de imponer su autoridad en numerosas
zonas, a pela a las fuerzas armadas, que muy a menudo relevan a los políticos
“chulavitas”65. En 1952 y durante los primeros meses de 1953, las operaciones militares
tienen una cierta amplitud, como es el caso de los Llanos Orientales, donde se habían
instalado varios millares de guerrilleros liberales. No por ello se detiene el recrudecimiento
de la Violencia, que parece progresivamente escapar al control a que ocurra un incidente
personal entre Laureano Gómez y el General Rojas Pinilla, entonces “comandante general”,
para que este, y de tras de él, el conjunto de la institución militar, se decidan a dar el paso
definitivo.
Los datos relativos a la institución militar misma no pueden explicar tal demora. Es cierto
que tanto por sus efectivos como por sus medios, y en relación con el resto de América
Latina, las fuerzas Armadas de Colombia constituyen en esta época un modesto cuerpo. Sus
efectivos en 1945 llegan a 11.000 hombres. En 1945 pasan a 15.000 y permanecen en este
nivel hasta 1957. Los medios en que dispone conocen un incremento sensible: los gastos
militares cambian su participación en el presupuesto nacional
industriales a financiar las guerrillas liberales. Testis Fidelis, de Cain a Pilatos, lo que el cielo no perdona, sin
indicación de editor ni de fecha, pagina 27 spp.
65
Recordemos que este calificativo proviene del nombre de una vereda del municipio ultraconservador de Boavita,
en Boyaca, donde el gobierno recluto a numerosos policias que fueron enviados a esparcir el terror en otros
departamentos.
66
Estos datos son sacados de R. Maullin, Soldiers, guerrillas and parties in Colombia Lexington, Lexington Books,
1973. Cuadro 5.1 y 5.2 la evaluación de los gastos militares es muy aproximada.
Pero lo esencial reside en la actitud de las diversas fuerzas políticas frente a los militares.
No hay duda de que, desde 1948, algunos sectores comienzan a verlos como posibles
árbitros en el caso de un agravamiento de la violencia política. Ya hemos enfatizado los
esfuerzos de Gaitán dirigidos a captar la opinión de los jóvenes cuadros militares.
Después del 9 de abril, las corrientes que se presentan como gaitanistas se convierten en las
más solicitas demandantes de una intervención militar. La víspera de las elecciones
presidenciales de 1949, los llamamientos salen a la luz pública. El editorial de jornada, del 4
de noviembre de 1949, no puede ser mas explicito: “el pueblo pide al ejercito nacional que
este a la altura de su deber histórico; que salve al país de la destrucción; que salve la
democracia; que devuelva a la republica la paz la justicia.” Los gaitanistas insisten después
de la elección de Laureano Gómez, y por inmediato de Jornada, hacen parte de los que se
vuelven hacia el general Rojas Pinilla desde 1952.68 La evolución del liberalismo oficial, un
poco más tardía y mucho más discreta, no es muy diferente. Desde la ruptura de la Unión
Nacional en 1949, intentan obligar a las fuerzas Armadas a entrar en el juego político. Su
decisión de renunciar a tomar parte en las elecciones, y la consigna de huelga general
promulgada el 25 de noviembre, dos días antes del escrutinio, constituyen una provocación
a las Fuerzas Armadas para que intervengan.
Sus pedidos, sin embargo, son vanos. Las mismas guerrillas liberales se cuidan durante
mucho tiempo de provocar un enfrentamiento con el ejército que, a diferencia, de la policía,
no les parece directamente implicado en la Violencia. Solamente en 1951, y sobre todo en
1952 y a comienzos de 1953, la confianza depositada se atenúa, y los enfrentamientos con
los militares se multiplican. Las esperanzas del comienzo no se borran por completo. La
prueba esta en la facilidad con que la gran mayoría de los guerrilleros deponen las armas en
el momento de la toma del poder del general Rojas Pinilla. Tales expectativas hacen aun
más sorprendente la obediencia que el ejército manifiesta durante varios años a la
administración de Laureano Gómez.
Se podría sin duda imputar esta obediencia a la depuración que las fuerzas armadas sufren a
partir de 1949. No se puede desconocer que como consecuencia de la ruptura de al Unión
Nacional, se prescinde de una gran parte de los cuadros superiores liberales. Pero seria
necesario explicar por que en una institución que había concluido recientemente un proceso
de profesionalización, se permite semejante purga.
Y en efecto, los mismos militares han interiorizado, además del orden elitista, el modelo
liberal de relación entre lo civil y lo militar.69 La republica elitista de Alfonso López no ceso
un momento, como lo hemos visto, de privar a los militares de toda posibilidad de sentirse
autorizados para hablar en nombre de la nación. Cuando Laureano Gómez lanza la idea de
una Asamblea Constituyente, un almirante reclama una representación para las Fuerzas
Armadas, no sin antes recordar que el estricto respeto que estos observan con relación al
67
Sobre las explicaciones relativas de las intervenciones militares en América Latina, puede consultarse A. Stepan,
Os militares na política, Rio de Janeiro, Artenova, 1975.
68
Cf. Por ejemplo Jornada, octubre 2 de 1952. muchos seran los antiguos gaitanistas que se transformaran en
fervientes admiradores del general Rojas Pinilla durante su gobierno y, principalmente con Antonio Garcia,
comenzaran a proyectar una “tercera fuerza” política bajo la jefatura del general.
69
Sobre los modelos de relación civil-militar cf. A Stepan, o, cit., pp. 46-47
poder civil no implica que “nosotros estemos menos interesado o menos justificados para
intervenir en los problemas nacionales que por ejemplo los cafeteros o los ganaderos”. 70
Que las adhesiones partidistas se produzcan, dentro del mismo ejército, a pesar de la
profesionalización, es otro signo de un subordinado al orden elitista. Los liberales
encontraron en 1930 un ejército en el cual los oficiales conservadores eran mayoritarios. La
institución militar tiene, frente a las interferencias del gobierno conservador, todavía menos
razones que antes para manifestar un espíritu de cuerpo. Las Fuerzas Militares se
convences fácilmente de que ahora pueden evitar las humillaciones que habían sufrido en el
régimen anterior, y de que al anticomunismo decidido profesado por los nuevos
gobernantes, encontraran un papel que desempeñar, que les permitirá inscribirse en el
concierto panamericano.
En tales condiciones, las fuerzas Armadas apenas si pueden considerarse portadoras de una
vocación política o preparada para asumir el poder. En junio de 1953, presionadas por
todas partes a dar el paso definitivo, incluso por la mayor parte de los notables
conservadores, continúan vacilando. Hasta el ultimo momento, el general Rojas Pinilla
manifiesta públicamente su preferencia por una solución civil.71 Durante las discusiones otro
general reconoce: “nosotros los militares no tenemos la capacidad suficiente para gobernar
el país”72.
La modestia política de los militares no es solo un inicio de la posición subordinada que les
es asignada por el orden elitista, sino también una expresión de la precariedad de la
simbólica unión nacional. A través de ella se descubre otro de los elementos de la Violencia.
1) la crisis del Estado. Hemos mencionado la tesis de Paúl Oquis según la cual los conflictos
de interés entre las diversas elites económicas constituirían el origen de la violencia, pues
habría conducido el “derrumbe parcial” del estado. La tesis no es lo suficientemente
probatoria. Las disputas no son tan profundas como para explicar una crisis del Estado de
tal magnitud. La crisis es en principio política. Como veremos mas adelante, ele Estado se
halla hondamente inmerso en la escena política. La consolidación del poder gremial no
implica de por si un debilitamiento del Estado. A pesar de las diatribas antiestatales, tal
poder no esta necesariamente “contra” el Estado, y puede llegar a constituir una forma de
Articulación creciente entre el Estado y la economía. Sin embargo, al someter abiertamente
el Estado a la intervención de los grupos particulares, el poder gremial le arrebata la facultad
70
Carta del almirante Rubén Piedrahita, publicada en el Tiempo, 12 de noviembre de 1952
71
Solicita en particular al designado R. Urdaneta Arbelaez, que ya había gobernado durante 18 meses en reemplazo de Laureano
Gomes, con problemas de salud, ocupar de nuevo la función presidencial. Entre otros testimonios, cf. A. Escobar Camargo, en el
salón de los virreyes, Bogota, editorial Kelly, 1957.
72
Según el testimonio citado en la nota anterior.
La neutralización de las clases populares urbanas contribuye, por su parte, y de manera mas
concreta, a la deriva de lo político. Al reducir el papel de estas clases como base de apoyo
colectivo, y quitar todo contenido a la idea de ciudadanía social formulada en los años 30,
dicha neutralización favorece el desplazamiento del centro de gravedad político hacia las
zonas rurales y la reducción del tema de ciudadanía social al de identidad partidista.
Ocurrido en que las burguesías urbanas incrementan su preponderancia económica, un
desplazamiento de tal naturaleza contribuye a su vez a formar la impresión de que la escena
política se encuentra separada. Los objetivos de las burguesías urbanas no son resumidos
por la escena política, que parece organizarse tan solo alrededor de asuntos litigiosos
internos.76 La crisis no hace surgir tampoco, entre conservadores y liberales, un conflicto
sobre las orientaciones del desarrollo económico. Solo permite la instalación omnipresente
de la división “amigo-enemigo”, representada entre la rivalidad de los dos partidos. Si bien
esta división puede revelar “la esencia de lo político, según la expresión de J. Freund,
73
Cf. C. Lefort, M. Gauchet, op. Cit., pp. 13-16
74
Cf. A. O. Hirschman, les passions et les interets, Paris, P.U.F., 1980
75
Se encuentra en muchos discursos de los notables sobre el “sentimiento” partidista una teorizacion implícita sobre la cual la
noción de “residuo”, como es utilizada por Pareto, podría proyectar una claridad interesante. También la “deriva de lo político” tiene
algo que ver con la “derivación” de Pareto. Cif. Traite de sociologie Generale, *850-851.
76
Esto no significa que algunos protagonistas de la Violencia “hayan utilizado” la violencia política para fines materiales inmediatos .
UNIDAD 3
OBJETIVO
Esta unidad abordara el problema de la violencia en Colombia, desde una perspectiva
regional, haciendo relación a los diversos actores políticos que participaron en dicha
situación. Los conflictos que enfrentaron a liberales y conservadores, generaron una serie de
situaciones violentas que traspasaban la muerte del adversario político y desarrolló una serie
de aspectos culturales que se desarrollaron en la mayoría de las regiones del país.
Para entender dicha dinámica, es necesario abordar un caso particular, para entender
históricamente como se vivió el proceso y de que manera afectaba a las comunidades
locales y regionales.
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TALLER INTRODUCTORIO.
Antes de leer el contenido de esta unidad, se sugiere realizar al siguiente lectura:
TIPOS DE CONFLICTOS
En general nos encontramos con una primera gran división: de índole personal de índole
relacional
Grupales: En esta categoría debemos incluir tanto a los conflictos internos en los grupos,
como los que se desarrollan entre distintos grupos enfrentados entre sí.
En la primera división, por ejemplo, se inscriben las disputas por el liderazgo y otros roles
que se dan en el seno de casi todos los grupos, solo como ejemplo señalamos desde las
desavenencias, hasta las peleas, por el papel que cada integrante juega en el seno de la
familia.
En la segunda división nos referimos a los antagonismos, que también suelen ser
circunstanciales, como son dos grupos de jóvenes que tienen una disputa puntual, en ámbito
no habitual para ninguna de las dos partes, en general son de baja intensidad, no son
permanentes.
Sociales: Esta tercera categoría está referida a los enfrentamientos entre sectores
antagónicos, por razones culturales, artísticas, gremiales, deportivas, políticas, entre otras,
que se despliegan en una sociedad. En general responden a viejos y fuertes
enfrentamientos, por cuestiones de raza, religión, poder o alguna otra cuestión de alto valor
para sus integrantes y que incluso involucra a su identidad. Suelen ser permanentes en el
tiempo y por esa razón afectan la calidad de vida de los afectados.
INTRODUCCIÓN
El sentido de pertenencia partidista de los sectores rurales agrarios, antes de la irrupción del
capitalismo agrario, puede entenderse a la luz de dos conceptos: el de subcultura de Pecaut
y el de comunidad de Weber
En términos de Pecaut, los partidos políticos colombianos son subculturas que generan
concepciones incompatibles del orden social, fundadas en memorias familiares y locales que
hunden sus raíces en las guerras civiles del siglo XIX. Estas dos subculturas están basadas,
la conservadora, sobre principios trascendentes donde lo político y lo religioso se funden, y
la liberal en la voluntad popular.
Weber define comunidad como aquella relación social en que la actitud en la acción social se
inspira en el sentimiento sujetivo –afectivo y tradicional- de los participantes de constituir un
todo. Con el objeto de entrar a explorar el contenido de esa categoría de análisis propuesta
por Pecaut, cabe hacerse las siguientes preguntas:
¿Serán los partidos políticos, liberal y conservador, comunidades antagónicas con sistemas
clasificatorios independientes, derivados de una aprehensión de la realidad diferenciada? ¿O
se trata, más bien, de comunidades antagónicas pero complementarias, con sistemas de
clasificación compartidos en algunos niveles? Parecería tratarse del segundo caso.
Responder parte de estos interrogantes el propósito de esta unidad que propone abordar el
problema de la violencia desde una perspectiva cultural y social, haciendo énfasis en las
practicas y representaciones culturales que en una de las regiones del país se asumió el
fenómeno objeto de estudio como es el caso del departamento del Tolima
Se hacia liberal o se nacía conservador. Pero, ¿Cuál era la realidad sentida de los
campesinos respecto a esta pertenencia? Una mujer conservadora nos dice:
Las verdades nos separaban; los liberales no se juntaban con los conservadores y eso
era lo que nos dividía. Se vive en paz donde no hay revoltura. Las matanzas son en
los pueblos revueltos. Hay mucha zozobra cuando se esta revuelto” 77
“Toda la familia de nosotros era liberal y los que iban naciendo pues también
liberales. Porque mi papá, porque mi mamá, porque mis tíos, una interminable
cadena de la cual nadie escapaba. Era como un nudo de pura tradición. Eso ya
estaba escrito, digamos, en el destino de uno y de todos como señal de la cruz que a
la fuerza siempre se llevaba en la frente”78
Las veredas contrarias eran mundos paralelos que mantenían su polaridad y sus mutuas
aprehensiones con base en los rumores y en los cuentos heredados de padres a hijos.
2. LENGUAJE DE LA VIOLENCIA
Estas imágenes adquieren concreción en determinados nombres que los unos utilizan para
describir a los otros. Los conservadores llamaban a los liberales de varias maneras:
Collarejos, nombre con el que se designa a las aves que, como el cóndor, tienen un collar
de plumas en el pescuezo. Este nombre es analógico y obedece al hecho de que los
liberales solían usar un pañuelo rojo amarrado en el cuello.
Patiamarillos, nombre utilizado para llamar a cierto tipo de aves, como las mirlas y los
toches, que tienen las patas de ese color.
Nueveabrileños, este nombre se origina en el hecho de haber sido los liberales los
causantes de la asonada del 9 de abril de 1948.
Chusmeros, de chusma, multitud, tropelía; cachiporras, así se les dice a los liberales en
Santander.
Chupasangre, vampiros, palabras que asocian el rojo, color que identifica a los liberales,
con la voracidad y el ataque nocturno.
Martejos, mamíferos nocturnos, cuya piel se utiliza para hacer los carrieles antioqueños. Se
les conoce también como perros de monte.
77
Entrevista a Maria N.
78
Alape, 1989: 50
79
1989: 21
Limpios, los liberales rasos del sur del Tolima, liberales sin mezcla; comunes: liberales
influenciados o adoctrinados por el partido comunista.
Los liberales, a su vez, manejaban una serie de imágenes acerca de los conservadores
llamándolos de diversas maneras:
Godos, nombre popular con el que se conoce a los conservadores desde el sigloXIX.
Patones, paso a paso, capuchones, medio pasó, nombres que hacen referencia a la
relación de identidad que establecían los liberales entre los liberales entre los conservadores
y la policía.
Sonsos, tontos, estupidos. Nombre peyorativo que hace referencia al origen indígena de la
policía chuladita.
Plaga, nombre que hace relación al sentimiento de indefensión que tenían los liberales
cuando llegaba la policía chulativa a las veredas liberales.
Chunchullos, alimento popular muy estimado por los campesinos. Se trata de las vísceras
de la res que se comen frita o asadas.
Guates, indios, palabras que hacen referencia al origen indígena y cordillerano de la policía
chulavita. Los liberales veían la policía chulavita como extranjeros, fuereños.
Entre las palabras que servían para designar a los sujetos políticamente ambiguos están:
No solo se heredaba la pertenencia partidista. Son varios los casos de guerrilleros liberales
que heredaron su inclinación por las armas de un abuelo, abuela o tío abuelo que fueron
combatientes en la guerra de los mil días. Lo mismo sucedía con las armas: escopetas de
fisto y viejos fusiles rémington fueron desenterrados por guerrillero usados en los primeros
enfrentamientos. Lo anterior establece claras líneas de continuidad entre las guerras civiles
del siglo XIX, especialmente la de los mil días y la violencia. El abuelo de M. Marulanda
Vélez fue corneta en las filas militares y Jaime Guaracas era nieto de Viviana Duran, activa
auxiliadora de las huestes liberales.80
La línea de continuidad entre la violencia de los años 30, y la de 1948-1964 es aun más
evidente. Modesto Ávila, combatiente liberal, durante los años 30 contra los conservadores
de la vereda chachovenado en puente nacional, Santander, fue uno de los iniciadores de la
80
Alape, op. Cits. 32, 165
lucha armada en el Quindío en los años 50 81. Otro cuadrillero que vivió la violencia de los
años 30, y la reprodujo después en los 50 en el Quindío, fue Efraín González.82
Durante muchos años la persecución partidista en las áreas rurales se produjo destruir los
símbolos del adversario. Ponerse un pañuelo rojo en el cuello, en un pueblo de mayorías
conservadoras, era un reto y una provocación que siempre dejaba muertos. Lo mismo
sucedía con la palabra: un viva o un abajo era problema de vida o muerte dependiendo del
contexto donde se pronunciaba.
“Mi papá siempre nos decía: Ustedes nunca vayan a ir por un “viva” o un “abajo”,
porque de eso no vivimos. El nos contaba que allá en mi pueblo, unos conservadores
cogian a la gente buena, sin malicia, como bobos o viejitos y les decían: vayan al
pueblo y griten: Viva el partido liberal. Al final, esos viejitos y esos bobos aparecían
muertos.”83
Los cambios en la adscripción partidista no se daban por razones ideológicas sino por otras
causas entre las cuales se destacaba el sentido del honor y también el miedo.
“Yo ya tenia la cabeza caliente y estaba diciendo que ser liberal era muy difícil, que
cualquiera podía decir “viva el partido liberal”, pero que eso no era ser liberal, y que
lo mismo era ser conservador, que eso no era gritar “viva el partido conservador,
viva Cristo Rey” sino que lo que uno era había que sostenerlo frentiando, que eso era
como hacían algunos que mamaban de las dos tetas, de la de ganar y de la de
perder”84.
3. TRADICIÓN ORAL
Es evidente que la tradición oral juega un papel muy determinante al alimentar y mantener
vivo el sentimiento que liberales y conservadores tenían sobre si mismos y sobre los otros.
A todo ello contribuía la precariedad de las relaciones entre unos y otros, lo que
paradójicamente reforzaba la cohesión intracomunitaria.
81
Op. Cit, 104
82
Claver Téllez, 1987
83
Entrevista a Maria N.
84
Molano, 1985: 54
Son los muertos de uno y de otro bando los que instauran la relación de identidad y, en esta
relación, la venganza de la sangre juega un papel de primer orden. De tal forma que es
posible suponer que la venganza forma parte del tejido social de lealtades primarias que
sustentan la identificación de los campesinos con su partido político.
No hay intermediación del Estado en esta contienda bipartidista. La única presencia estatal,
personificada por los funcionarios municipales y la policía, esta permeaba por los odios
partidistas. A ello contribuían el aislamiento de las comunidades, la ausencia de relaciones
amistosas entre las veredas liberales y conservadores y la precariedad de la participación
campesina en el ejercicio del poder. Ante la ausencia de un detallado trabajo de campo que
permita establecer los orígenes de estas veredas contrarias podemos señalar ciertos indicios.
En el norte y en el oriente del departamento, zonas de grandes haciendas, estas se
originaron a partir de la descomposición de las mismas.
En la zona del sur, y especialmente en la zona indígena, las veredas surgen de los
resguardos y se articulan en torno a familias extensas y a la lucha por la tierra.
El enfrentamiento a muerte entre veredas era muy común en algunas zonas del Tolima.
Podemos mencionar algunos ejemplos: las veredas Balsillas y Malnombre, en el municipio
de Chaparral, se hostigaban continuamente, llegando incluso a llevar a cabo matanzas
colectivas como la masacre de la
Mesa del Limón, donde mueren 13 personas. 85La guerra de exterminio, con incineración de
ranchos y parcelas, entre las veredas de El Tambo, conservadora y Acevedo, liberal, en el
municipio de Coyaima, dejo incontables muertos. 86Buena parte de las matanzas llevadas a
cabo en territorio indígena en los municipios de Ortega, Coyaima, Natagaima y Chaparral se
deben a este tipo de enfrentamiento entre veredas.
85
Guzmán, et. Al., 1980: 59
86
Triana, 1983: 197. Ver masacres No. 72 y 75 en la base de Datos.
87
1983: 10-13
que gozan de prestigio dentro de la sociedad campesina y son vistos como héroes valientes
el servicio de una justa causa.
La intención aquí no es discutir a cual de las formas propuestas por Hobsbawm se acerca
más el fenómeno tolimense, sino describir y analizar sus acciones concretas. El
bandolerismo se caracterizo por invadir la vida cotidiana de centenares de campesinos en
vastas regiones del país. Departamentos como Santander, Boyacá, Tolima, Huila, Viejo
Caldas, Valle del Cauca y Cauca fueron el escenario de esta guerra bipartidista que dejo
incontables muertos.
Los actores, sin embargo, no fueron todos los campesinos de estas regiones sino algunos
individuos que, a partir de la muerte violenta de sus familiares en manos de la policía
chulativa y el posterior abandono de sus parcelas inducido por el terror, se vieron abocados
a una vida trashumante que los llevo, sin abandonar del todo sus vínculos con la tierra, a
esa doble vida de jornaleros diurnos y bandoleros nocturnos.
Los demás campesinos eran victimas de este proceso de venganzas y retaliaciones. Estaban
a la deriva, siempre en espera de ayudas gubernamentales que no llegaban, huyendo de sus
parcelas por las amenazas de las cuadrillas. Cuando el acoso se volvía insoportable,
migraban a los pueblos mas cercanos y allí, arrimados donde un pariente o viviendo de la
caridad publica, esperaban a que la normalidad retornara a la vereda para regresar. Al
hacerlo, encontraban su casa y sus parcelas quemadas, o saqueadas. Cuando tenían suerte,
estas habían sido invadías por extraños.
En tolima muchos de estos bandoleros eran jornaleros que vendían su fuerza de trabajo allí
donde fuese requerida, en la recolección de café, de algodón y de ajonjolí. Uno de ellos no
relata como llego a se bandolero:
“Tengo 24 años y soy hijo natural… No he hecho más que trabajar. Desde los 8 años
empecé a hacerlo, al lado de mi padre, en la finca denominada San Telmo, ubicada
en la vereda Los Andes del municipio de Rovira. Yo le ayudaba a desyerbar, traer
mulas, cargar plátano, picar caña, coger café. Estuve a su lado hasta los 17 años en
que él faltó. Entonces continué trabajando en la misma finca, al lado de mi madre, a
quien le correspondió una parte de dicha finca y con ella estuve hasta hoy, pues no la
he desamparado.
Hace mas o menos 4 años mi madre y mis hermanos abandonamos la finca donde
trabajábamos, por motivo de la violencia. Estuve trabajando en un puente en la
carretera que parte de Purificación, al otro lado del río Magdalena, y va hasta
Lozanía. Trabaje cogiendo café, desyerbando, en Ambalá, cerca a Ibagué. Estuve
trabajando en la hacienda el Edén de Armero, cogiendo café. Trabajé en una
hacienda situada en La Vega de los Padres; también trabaje en Sevilla, Valle y
abajito del corregimiento de Laureles en Ibagué.
Me vine para Rovira cuando estuvo de alcalde el mayor NN, quien estableció un reten
con soldados del ejercito en la vereda Los Andes.
1. Grupos móviles, de cobertura amplia, con apoyo campesino en sus áreas de influencia.
Estos grupos son esencialmente masculinos y los orienta una ideología bipartidista. Su
motivación principal es la venganza y la eliminación física de sus adversarios políticos. El
ejemplo mas representativo de este tipo de cuadrilla es el de “Chispas” o “Sangrenegra”,
ambos de filiación liberal y con zona de operaciones en el Tolima y el Quindío.
2. Grupos veredales de cobertura restringida, los cuales surgen como expresión de conflictos
veredales bipartidistas y cuya finalidad inmediata es eliminar a su adversario en las veredas
de filiación política contraria. Un buen ejemplo de este tipo de cuadrilla es la de Teodoro
Tacuma en el municipio de Natagaima o la de Vicente Tique Yara en las Lomas de
Guaguarco, en el mismo municipio, ambas de filiación conservadora.
3. Bandas formadas por unos pocos individuos dedicados al pillaje, al robo y a cometer,
preferencialmente, todo tipo de atropellos contra los campesinos. Estas surgen tardíamente
y su cohesión interna es muy precaria. Entre ellas cabe mencionar las de “poker”,
“almanegra”, “mariposo” y otros.
Al igual que en el caso de los “pájaros” conservadores de Valle de Cauca, un movimiento de
doble sentido propicio el surgimiento de las cuadrillas tolimenses: caciques, jefes de
políticos, hacendados, finqueros y comerciantes desde las capas medias y alturas rurales,
propiciaron su desarrollo.90
Sin embargo no en todos los casos es claro este enlace. Hay bandoleros actuando por
voluntad propia y con objetivos difusos. En general operaban con el apoyo y la simpatía de
sus copartidarios; sin embargo, muchas de ellas perseguían el saqueo y apropiarse de la
cosecha ajena, aterrorizando la población campesina…
“Se trataba de luchar por la cosecha. Las cuadrillas de bandoleros, -dirigidas desde
oscuros sectores de las ciudades y los pueblos- en incursiones nocturnas, atacaban
en forma sistemática e inmisericorde las grandes y pequeñas fincas cafeteras. Luego,
la gente iba al exilió, dejando atrás las fincas en completo abandono. Sin embargo la
cosecha se perdía pocas veces porque manos incógnitas la recogía siempre”. 91
La conformación de las cuadrillas sigue en patrón bien definido. Están integrados por
familiares y allegados padres, hijos, hermanos, tíos, sobrinos, compadres, ahijados-y
88
Rdo. 1156, Fl. 484, Tomo 17; Tribunal superior de Ibagué.
89
Sánchez, 1983.
90
Betancourt, 1988: 158.
91
Exp. 7078, Rdo. 647; juzgado 2 Superior de Armenia
El señalador, figura clave, sobre todo en las masacres llevadas a cabo por los “chuladitas”.
Es el informe que muestra quienes son los adversarios a quienes hay que liquidar.
Los jefes surgen por sus hazañas y su coraje y sus subalternos les temen y respetan. A él le
correspondía la mejor parte del botín, por lo general las armas encautadas; el resto, radios,
cadenas, machetes, relojes, dinero, etc., se repartía entre los demás miembros de la
cuadrilla. La repartición del botín daba lugar a escaramuzas y peleas entre los cuadrilleros.
La mayoría de las cuadrillas utilizaban, para llevar a cabo sus acciones, prendas de uso
privativo de las fuerzas militares. Los conservadores actuaban vestidos de paisano,
protegiendo su identidad detrás de una ruana y un sombrero alón. Entre muy pocas
ocasiones utilizaron mascaras para proteger sus rostros. Algunas cuadrillas conservadoras
tiznaban sus caras con hollín para camuflarse. Llevaban a cabo sus incursiones entre las 6
PM y las 6 AM., amparados por la oscuridad.
En tal caso, este puede haber tenido una propiedad mimética, como si por su intermedio el
cuadrillero pudiera hacer suya una cualidad. También hay ocasiones en el que le es
impuesto por sus compañeros de cuadrilla. Cuando esto sucede, corresponde a un rasgo del
carácter o de la apariencia física del cuadrillero. Muchas veces hace relación a un defecto
físico que lo caracteriza.
Respecto a este ultimo caso, cabe mencionar aquí el de la cuadrilla liberal de Modesto Ávila,
compuesta por quindianos y tolimenses con zonas de operaciones en los municipios de Pijao,
Génova y Córdoba en el Quindío. Los integrantes quindianos figuran con su nombre de pila
y sus alias, mientras los tolimenses, a excepción de uno de los cabecillas- Leonardo Capera,
indígena natural de Ortega- figura únicamente por sus alias.92
Parece existir una relación entre el nivel de escolaridad o de alfabetismo de los cuadrilleros,
y el papel que jugaba su alias. Entre los analfabetas absolutos, esté no solo reemplazo el
92
Exp. 7078, Rdo. 647, Fl. 55; Juzgado 2 superior de Armenia.
nombre de pila sino que lo suplanto totalmente, haciéndolo desaparecer. Entre aquellos que
sabían leer y escribir y ocupaban puestos de mando, el alias era voluntario, no impuesto, y a
veces eran tres los apodos. Cuando son varios, uno de ellos corresponde al nombre de
alguien que murió y a quien se admiraba. El gesto parece indicar una necesidad de
apropiarse de los atributos del muerto. El otro alias hace relación a un personaje del folclor
popular.
Solo los comandantes importantes llegaron a tener dos y tres alias. El alias era, por lo
tanto, una mascara tras la cual esconderse, un amuleto para protegerse y la imagen de algo
que se quería ser.
Son muchos los apodos que figuran en los expedientes judiciales. Entre ellos hay unos que
dejan transcluir admiración por un héroe cultural, un prócer de la historia, un personaje de
la Biblia o del folclor popular: Superman, Judas, sultán, tarzan, Caín, libertador,
Nariño, Santander, Córdoba, Nerón, Dimas, ministro, pielrroja, mariachi,
charronegro.
Apodos que denotan un rasgo del carácter, entre los que predominan aquellos que hacen
referencia a aspectos bondadosos. Este tipo de alias fue el preferido por los primeros
combatientes liberales del sur del Tolima: Campante, saltarín, ovejo, tranquilo, errante,
sereno, nobleza, prudente.
Y otros que denotan grandeza o fuerza: Gigante, vencedor, milagro, huracán, triunfo,
brillante, invencible
Apodos que se relacionan con un defecto físico; este tipo de apodo le era asignado al
cuadrillero por sus compañeros: Caratejo, tartamudo, mediavida, cortico, el arrugado,
la vieja, el peludo.
Apodos que se refieren a artefactos de la vida diaria. Estos eran los preferidos por los
cuadrilleros liberales analfabetas: Crisol, papel, reloj, carriel, lamparilla, merienda,
regalo.
Apodos que indican destreza o rapidez: Espada, flecha, machetazo, puntofijo, tirofijo,
puñalada, zarpazo, chorro de humo, puñalito, metralla, cartucho, gatillo.
Otros que hacen referencia a vicios o juegos. Los cuadrilleros que surgen al final del
periodo, en el momento de máxima descomposición social y cuya filiación política era
desconocida, preferían este tipo de alias: Poker, marihuana, domino, licor, cerveza,
yerbamala.
Pero la mayoría de los alias hacen referencia a animales y entre los animales, las aves son
las preferidas: Pajarito, pájaro verde, cardenal, cóndor, gavilán, pájaro azul, el pollo,
la mirla, perico, cucacho, golondrino, tijereto, canario, Aguila negra.
La proliferación de nombres de pájaros entre los cuadrilleros liberales nos hace pensar que
estos no eran exclusivos de los conservadores. Ciertos verbos empleados por los
cuadrilleros para referirse a la acción de matar, espiar y seguir los pasos de las victimas
corresponden a palabras usadas por los cazadores e indican estrategias de cacería de las
aves:
pajarear: seguir los pasos, espiar la víctima. Pavear, palomiar, matar desde los
matorrales, matar sin ser vistos.
También hay apodos que se refieren a ciertos mamíferos: Borugo macho, el lobo, caballo
grande, el ovejo, el perro, el mono, chimbetas-palabra derivada de “chimbe” que quiere
decir murciélago y se utiliza para nombrar a los que tienen la nariz chata-, pantera negra,
perrazo, zorro, pantera.
El vocabulario utilizado por los cuadrilleros esta constituido por una serie de palabras que
conforman una jerga, similar a la usada por los presos o por sectores marginales de la
sociedad. Mientras llevan a cabo sus depredaciones, maldicen, blasfeman, amenazan y
dicen palabras soeces. Ciertas frases anteceden las masacres:
“que vivan San Juan y San Pedro, que viva el partido conservador”
“que vivan los caratejos del Tolima, viva el partido liberal”
“viva Cristo rey, viva el partido conservador”
“viva Cristo Rey, ateos mal nacidos”
Al preferir estas frases, los cuadrilleros están afirmando con el viva y negando con el abajo,
pero fundamentalmente están manifestando la existencia de una relación de identidad o
unidad substancial entre la palabra, el que la grita y el partido al que se pertenece.
Estas palabras no son del uso exclusivo de los cuadrilleros. Los campesinos comunes
también las utilizan para sentirse y hacer sentir que pertenecen a determinado partido y
cuando lo hacen, por lo general, están bajo los efectos del alcohol. La repetición de las
mencionadas palabras introduce una realidad que depende del contexto en que se
pronuncian. Gritar “viva el partido liberal” entre liberales produce un jolgorio; gritar “viva el
partido liberal” entre conservadores produce disputas, amenazas y posiblemente muertes.
Sin pretender llevar a cabo un análisis semántica, resulta interesante anotar algunas de las
palabras y frases utilizadas por los cuadrilleros en la vida cotidiana.93
93
Estas han sido tomadas de los expedientes judiciales, de la prensa y del libro La Violencia en Colombia de
Guzmán, et. Al.
Palos: fusiles
La cuncia: la carabina.
Para referirse a las tácticas y a las acciones de las cuadrillas, empleaban las siguientes
palabras:
Aplanchar: golpear con la parte plana del machete. Practica muy usada por los “pájaros” y
matones conservadores.
Guatiniaba: espía
Sapear: delatar.
La mocha: la cabeza.
Existe toda una especialización, a nivel del lenguaje popular, para designar la muerte y la
acción de matar:
Otra de las características de las cuadrillas era dejar avisos, boletas o anónimos en el lugar
de los hechos. Estos se caracterizan por su pésima ortografía y deficiente redacción, lo que
los hace, en ocasiones, ilegibles:
“señor alcalde: aquí le dejamos estos godos en recompensa de los liberales que
mando matar el Espartillal: Mariposo” (liberal)
“esto es para que sigan haciendo encarcelar la gente inocente que los conservadores
de la cárcel salen y los liberales del cementerio no salen.”
“perdonen que fue de afán, que yo no soy culpable de este crimen y la culpa la tiene
Laureano Gómez que me enseño a matar amarrados. Díganle a los chulos que nos
encontraremos pronto: Tarzán” (liberal)
6. TIPOS DE CORTES
Corte de corbata
Corte de franela
Corte de pechos
Destripamiento
Decapitación
Corte de Florero
BIBLIOGRAFÍA
ACTIVIDADES E INTERACTIVIDADES
1. Enuncie algunas claves interpretativas que permitan dar cuenta de las causas que han
generado la violencia en Colombia.
2. Cuáles son los efectos que en lo social ha generado la violencia vivida en Colombia.
3. Como construir un memoria histórica que permita construir los aspectos más relevantes
de la memoria nacional sobre la violencia
2. Mediante un trabajo de búsqueda por Internet realice una breve muestra fotográfica sobre la
violencia en Colombia.
2. Parámetros de estructura:
Introducción: cada ensayo debe tener una introducción que debe dar respuesta a las
siguientes preguntas:
Conclusiones: Escriba las conclusiones del ensayo en función de los propósitos que usted
busca en el desarrollo del mismo
3. Parámetros de forma:
• Fuente: arial 11
• Interlineación: 1.5