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No mates al mensajero

Koraj (Números 16-18)

por Rav Baruj Leff

Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.

"No mates al mensajero" es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona
que trae malas noticias en vez de a la verdadera fuente de las mismas. El judaísmo también nos
enseña que debemos ignorar al mensajero y aceptar (o, en ocasiones, "matar") el mensaje. Esto
queda claro en Kóraj, nuestra parashá.

Kóraj diseñó una rebelión en contra de la autoridad y el liderazgo de Moshé. Dentro del grupo de
rebeldes se encontraban Datán y Aviram. Moshé los convocó para que se reunieran con él con el
objetivo de discutir sobre sus quejas, pero ellos se negaron categóricamente. Ellos criticaron a
Moshé, diciendo:

¿No alcanza con que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel (Egipto) para hacernos
morir en el desierto? ¿Ahora también quieres señorear sobre nosotros? Además no nos trajiste a
una tierra que mana leche y miel (Israel), ni nos diste campos ni viñedos. Incluso si nos amenazas
con arrancarnos los ojos, no subiremos (a reunirnos contigo)  (Bamidbar 16:13-14).

¡Vaya muestra de jutzpá  judía! Datán y Aviram atacaron a Moshé y con cinismo llamaron "la tierra
que mana leche y miel" a Egipto en lugar de Israel. Luego culparon descaradamente a Moshé por
el pecado de los espías y su fracaso  en liderar al pueblo judío para conquistar la tierra de Israel.
También lo acusaron de señorear  sobre ellos por su propio honor. Sin duda esta fue una crítica
falsa pero devastadora hacia Moshé.

¿Cómo reaccionó Moshé? Al parecer como lo hubiera hecho cualquiera de nosotros. Moshé se


enojó  (Bamidbar  16:15). Pero Rashi (en el mismo versículo) nos dice que, en realidad, la respuesta
de Moshé fue radicalmente diferente. Rashi nos dice que Moshé no estaba enojado, sino triste y
molesto.

¿Qué tendría de malo que Moshé se enojara? Si bien es cierto que Moshé es descrito como la
persona más humilde (Bamidbar  12:3), ser humilde no significa que debas ser sumiso, en especial
al enfrentar semejante rebelión y descaro. ¿Qué es lo que nos está diciendo Rashi?

La solución es esta. Hay un mundo de diferencia entre quienes actuan con odio y quienes actuan
por necesidad. La diferencia es si al ver el mal que cometen los criminales y opresores
reaccionamos con odio hacia los perpetradores o a los males que cometieron. ¿Odiamos a la
persona o a la acción? Si odiamos a la persona, entonces nuestra respuesta será principalmente
una venganza personal. Por otro lado, si sólo detestamos la acción malvada, reaccionaremos con
un fuerte deseo de eliminar tan sólo los actos malvados.

Puede ser que en la práctica estos dos sentimientos no lleven a acciones diferentes. En ambos
casos se necesitarán grandes batallas para enfrentarse al mal, y a veces se llegará a guerras y a
muerte. Pero la diferencia en la motivación al luchar contra el mal es inmensa.
Debemos sentir dolor y angustia al desarraigar el mal y castigar a sus perpetradores. No debemos
dejar que nos dominen nuestros sentimientos de enojo y furia. Si no lo logramos, nos arriesgamos
a perder el control sobre nosotros mismos, a luchar por motivos personales y no en defensa de la
verdad y de Dios.

Una de las grandes lecciones que aprendemos de la nación de Israel con las tremendas amenazas
terroristas y guerras que enfrentamos constantemente, es lo humano que es el pueblo judío.
Incluso después de cientos de muertos y miles de heridos (muchos de gravedad) a causa del
terrorismo palestino, continuamos siendo humanos tanto en el campo de batalla como en nuestra
sociedad.

Lejos de la provocación, demonización, odio y glorificación del asesinato de víctimas civiles


inocentes que plagan la sociedad palestina, Israel nunca se enorgulleció ni se alegró de enfrentar o
matar a sus enemigos. Las guerras y las luchas violentas de Israel siempre tienen el objetivo de
prevenir futuros ataques terroristas y salvar vidas.

Sí, realmente debemos desear que termine el mal, pero no el fin de quienes lo perpetran. A
menudo, esto involucra la destrucción y el asesinato de los malvados, pero no debemos matar con
alegría, sino apesadumbrados. El Talmud, en Brajot 10a, expresa esta idea:

El versículo en Salmos (104:35) dice: “que sean exterminados los pecados”, no los pecadores.
Debemos rezar para que los pecadores se arrepientan, no para que mueran.

Volvamos a la parashat Kóraj. Moshé no se enojó con Kóraj, Datán, Aviram ni ninguno de los
rebeldes. Sus sentimientos no fueron personales. Moshé estaba muy perturbado, triste y
deprimido porque esas personas cayeron en las profundidades del pecado. Como explica Rashi,
Moshé no estaba furioso (como parece a primera vista), sino molesto ante el mal. Pero no estaba
enojado con los malhechores.

Este enfoque ayuda a explicar también un evento del final de la parashá. Después de que Dios
matara a Kóraj y a sus seguidores con plagas y castigos, sorprendentemente el pueblo se quejó
ante Moshé y Aharón, diciendo: ¡Mataron a las personas de Dios!  Primero Dios envió más plagas
que destruyeron a muchos de los que se quejaron, pero luego le ordenó a Aharón que tomara una
vara y que también lo hicieran los príncipes de cada una de las 12 tribus, y que las colocara en la
tienda sagrada del Tabernáculo. La vara del hombre al que Yo elija florecerá, y yo quitaré de sobre
Mí las quejas del pueblo de Israel  (Bamidbar 17:20). A la mañana siguiente, la vara de Aharón
había florecido con retoños y almendras y los que se quejaban quedaron silenciados y calmados.

¿Cuál fue la queja de los judíos en contra de Moshé y Aharón? ¿No entendieron la seriedad de los
crímenes de la rebelión de Kóraj y sus seguidores? Y como sea que respondamos a esa pregunta,
¿cómo es posible que se calmaran porque floreció la vara de Aharón?

El pueblo judío lamentó la pérdida de muchos de sus miembros y de sus líderes por la necedad de
Kóraj, y culparon por esos horribles eventos a Moshé y a Aharón. Sin duda sabían que la rebelión
de Kóraj debía ser aplacada con fuerza, pero cuestionaron la metodología. Se preguntaron en voz
alta por qué Moshé y Aharón no rezaron para que Kóraj y sus seguidores se arrepintieran (como ya
citamos, Brajot  10a). ¿Acaso la maldad de Kóraj era tan grande que no cabía lugar para el
arrepentimiento? Dado que Moshé y Aharón no rezaron por Kóraj, ¿eso no sugiere que
simplemente querían que Kóraj muriera y quedara fuera de la competencia  debido a sus intereses
personales y egoístas?

La belleza de los retoños del almendro simbolizó que Moshé y Aharón actuaron de manera
agraciada, pacífica y afectuosa. Si Kóraj hubiera tenido el potencial para arrepentirse y cambiar,
Moshé y Aharón seguramente hubieran rezado por él. Pero no era así. Kóraj debía morir, porque
ese era el único curso de acción posible para eliminar su mal.

Cuando criticamos, ¿nuestro objetivo es darle su merecido al perpetrador con ira o cambiar su
accionar con amor?

Debemos aplicar las enseñanzas de Moshé en esta difícil saga con Kóraj. Debemos aprender a
actuar con fuerza cuando es necesario, pero siempre con amor en nuestro corazón, no con odio.

Debemos odiar las acciones, no a las personas.

En ocasiones, puede ser que nos veamos obligados a matar, pero tenemos que hacerlo con amor y
no con odio

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