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Pror. F. J. J. BUYTENDIJK. DIRECTOR DEL INSTITUTO FINOL0G1G0 DE GRONINGEN EL JUEGO Y SU SIGNIFICADO EL JUEGO EN LOS HOMBRES Y_ EN LOS ANIMALES COMO MANI- FESTACION DE IMPULSOS VITALES THADUCCION Det ALEMAN POR EUGENIO IMAZ Revista de Occidente Avenida de Piy Margall, 7 Madrid Copyright by Revista de Occidente Madrid 2 i935 Imprent de Galo Sire. Messin de Ballon, 6, Teléfono 11946 PROLO el juego nos muestra, m cimiento, una abundancia extraordinaria de relaciones con los sucesos y problemas més varios, con la fantasia ¥ Ia irrealidad, con el problema de la lucha y del amor, de la Afiadamos que ol “lugar cientifico” de este problema hace deseable su tratamiento precisamente en el estax dio actual de desarrollo de la Psicologia. Este proble- ma incide en la interseccién de a cuestién de las loyes “generales” con los problemas Psicologia infantil, de le Psi cologia de los pueblos. En esta salta especialments unificacién cons- tructiva de tesis tedricas generales y de abarcamiento de Lo individual. conereto, y aqui encontraré también su de problemas re- quier otro dominio, némenos a considerar. & parece una parties i te feliz poner on rolactén. Un estudio fenor ciales del juego, juego de los animales con el de los nifios, olégico nos aportaré los rasgos esen- le se revelan por igual en los hom- bres y en los animales. La amplitud de horizonte y Ia * aotitud acogedora, casi se diria de hombre de mundo, que distingue a F. J. J. Buytendijk en sus trabajos criss | talizan en este unas cuantas jérmulas especial: mente caracteristicas. En razén del campo especial de su trabajo, la atencién principal de Buytendijk se g¢ al jucgo en los animales. Pero también en la Psico- logia infantil el estudio de los rasgos generales del jue 0 y la patentisacién de la conesién entre el juego ¥ lo juvenil ofrecen, de seguro, ma base fecunda para ine vestigaciones posteriores. Pror. Kurr Lew, EL PROBLEMA La vida es simple y evidente en sv curso ininterrum- pido, y so convierte en problema cuando el hombre se coloca en una actitud nueva—inquisidora—en y por la vida, gPor qué acontece algo en Ia naturaleza? Esta 00 la progunta, surgida de Js sorpresa que nos causan los fe- némonos, que da impulso a cada ciensia. Pero en ol campo de los seres vivos, In pregunta cobra una signi- ficacién doble, Si preguntamos: zpor qué palpita el corazén?, {por qué construye el pajaro eu nido?, inquirimos la emusa eel fin. Los fenémenoe de Ja vida tionen una causa y un oen- de ambos nos puede pro- cura una imeligencia de dichos fendmenos, En Ia vida corriente estainos acostumbrados a orien tar ‘nuestro interés muy especialmente hacia el sentido y finde Ja conducta humana, También lu observacién el mundo animal nos cmpuja a proguntarnos por ef “sentido del comportamiento animal més que por su ‘eausa, Si nos preguntamos: {por qué juega el animal?, que- bene ga cl animal? Este fi Lo 0 fundamental de una smenos vi observas In Biologia, Ja Incha prosperan eélo numerosos fonémenos todos Jos hiochos en los mto de vista. En Ja regién de Io vivo, se dan fuerzas primord inan con necesidad forzosa el curso de tos sin ateneién a finalided ninguna. El estudio de estas fuerzas y sm accién en enda eso particular constituye wna de les tarens fundementales de Ia Biologia. Al proguntarnos, pues, zpor qué juega el animal?, no eélo proguntamos por cl sentido y findlidad de ese juego, sino también por eus causas. Sélo una mirada al campo de problemas que s¢ 0 centran alrededor de este enando estudia- mos este actuar sorprend. jordialidad, tal como se presenta en el mundo de Ios nifior y de los ani- males, nos informamos ya sobre Ie importincia que ¢o- rreaponde a una investigactén cerca de la naturales y do del juego. Fe menoster ontrogarso al estudio con cl mayor sosiego p. Propésito previo alguno. — 0 leo y las plantas desde ese contemplacién ores de- lecuados para preocupa’ En general, son semejante hombre: Tales _gentes saben © on Ta naturaleza, presue men acao el problematismo que eneubre lo visto, pero les faltan condiciones y empefio para darse cuenta dol problema ¢ intentar una solucién. sean un objeto que se con arreglo le tener sus peligr El juego ee cor problema para Ios psies! gos de la infa ra Tos pedagogos. También la nologia ha deserito Tos juogos, en especial de los puc- blos primitivos, Pero ¢] juego noes ocupacién exclusiva de los nifi x de los pueblos primitives, sino también de los ani- males y del civilizado adulto. Por esto, ol bidlogo, no menos que el médieo, tienen que prestar atencién al “problema del juego. A medida que la vida en el hombre va logrando su desarrollo y plenitad més plenos, seré tarea especial del médico, que deade siempre ha dediendo aus cuidados al hombre, ocuparse del juego. E] juego en cl hombre—Io mismo que en el animal 0 preconta con expresiva inmediatez, sin eegundas, sin yoluntad, sin conciencia. Surge de la vida misma, y min Propiamente que cl psledlogo, es el bidlogo el Namado a interprotar este suceso prodigioso. Hl affin de juego ea tan general como el hambre o Ja aod, on circunstaneias, no menos apremiante. Cla- ro que la satisfoccién del hambro y de la eed es de un cae Te hambre y de Ia « cidn al juego. La marcha reciente de las diversas tin embargo, 0. Tampoco Ia torios, ofrecia teligencia pro- del hombre, tanto sano co: logia, tal como ee practicaba en los 1 a los médicos grandes apoyos para una funda del hombre, Por eso tenemos que en Ja eliniea, sobre todo en los establecimientos psiquiatricos, se van estableciendo, por exigencias de la préctica médica, las buscs para una ciencia que abarque a todo cl hombre. Loe conocimientos adquitidos acerea de la relacién en- twe la configuracién corporal y el caricter, entre las seere- ciones internas y la vida sentimental, han orientado la atencién hacia Ia unided de Je existencia humana; La divisién de Ja cienoia que estudia In vida en uma Fisio- logia orientada fisico-quimicamente y una Paicologia apartade de In vida, se considera ¢: obetaculo reciente pare una comprensin honda de los fenémenos vitales. Pere es significative que en Ia naturaleza no nos ene contramos sino con seres vivos, que respiram y so muc- ven, comen, beben, andan, saltan, vuelan; pero tam- bién buscan, apresan, huyen, ete. Numea se nos de ta la separacién no pasa de ser ién aea posible. todos los fe- muchas cosas de una vez, sobre todo tra- indore de xeres vivos, y por esto resulta que casi todon Jos métodos aplicados a su cetudio excluyen siempre ‘algo. No scria comprensible, de lo contrario, que lax eiencius de Ja vida se desenvuelto en tant: i. recciones, Por Io tanto, si tra er Jo que es peculiar al juego, odmo hha surgi compuesto, qué es lo que contienc, ce menester poseer ya de antemano una idea acerca del caracter general de cada fenémeno. Pero y es nos encontramos con que esta investigacién previa, que tiene que conducirnos a la cleccién de método, e3 bas- tante dificultosa. Pero también tenemos que contar con la posibilidad de que Ja causa del juego no sc halle en modo alguno en el organismo. Una inirada euperficial nos advierte ya que Ia acciém del embicnte sobre el organismo no es indiferente en In ap: del fenémeno del juego y sobre todo de su forma, —B— ta-naturaleza seria un Libro, De x de entender Ja natura. abla 0 se escribe ex compren. le que conozeamos el lengaaje con el nuestro, ¥ asi suede ‘ouiprendemos su sentido. Pero enando mura algo: un arroyo, una Prodigioso juego, banal, sexe Si nos asomamos al interior, ‘ondura. A creciente distancia, le los fenédmenos se desvanecen. todo fluye y confluye, lineas, murmallos, se halla Ja vida en en su informe figura, en su in- illo, de los seres vivos. vemos como una gran h Jos contornos y limites d En el titimo fondo, don Juees, sombras, colore: su primigenia plenitud, division, Y¥ no podemos hablar del do este suerte, como Asunto dificil, conceptos. Por es! Juego sino deseribiéndole Puerta, como entrada y ealida, Pues que nos faltan las palabras, los 10 8 imposible enstitair la observa. -Khe— ion personal con un conscimicnto bibliogratieo tan y In deserip- jones no son sino palidos esquemas, contornos indicativos. Aunque Jogremos captar algo, sofocaremos lo vivo con el peso muerto de nuestros palabras. Tan menguadamente como las guirnaldas de trapo que adornan una calle le pres- tan el aire de un campo floreciente, ipciones de nen que ver © dcepertarén, como las con esto habrin eum, sién. En razén de esta inuficiencia esencial, he aiiadido al libro—a las palabras—-unas cuantas imagenes, Acaso nos ayuden para dar con el camino de la unidad y pe- culiaridad expresables de la realidad. De ésta suerte son el jugar y el problema o misterio que Ieva escondide. Pretendemos comprender y resolver; queremos cono- cor sus propiedades, sus cansas, sus coneriones con lo pasado, Jo presente y Jo futuro eu Ia vida, EY problema del jugar y del juego encontrard eabida en la Biologia moderna cuando ésta sea comprendida como una ciencia unitaria de la vida escindida en Fisiologia, Zoologia, Psicologi Una ciencia de este ltimo t Spoca en que, por razones no nado en una mente extremade de lo orginico, si bien ha enriqueci- do sobremanera nuestros conocitnientos, ha supucsto, por otro Indo, Ja cegnera para toda una serie de fenémenos que no tenim cabida en ninguno de los capitulos tra- —-b- 8 con los demis fenémenos de Ia vida humana n de los fenémenos E] estudio del um mirada en el e hombres y animales, tal como se va desenvolviendo en cada individuo desde dentro y va siendo conformada por el mundo ambiente. Nos hallamos frente a una funcién tas paginas tratan de resolver lo propuesto. Comen- os con una exposicién de las cars de lo juvenil, estadiando, sobre todo, mica, Jenguaje, el uso de las palabras “jugar” y “juego”, us compuestos y derivados, nos conduciré a las tican cacncialee del jugar tal como han eos de In palabra. jugar en el mundo al y entre Ios hombres nos evan « descubrir co- s diversas. La relacién del jugar con el afin de la dindmica rollo. dio y eon Ios impulsos, nos descubr de Ia actividad juguetona y su des tentaremos exponer una teoria del jue- nuitivamente a Ia esencia y sentido del en muy diferen hombre se halla evtimulada o refrenada por toda una serie de condi La Psicologia, gracias sobre todo al influjo de Fread, » hha deseubierte todo un mundo de relaciones it chadas entre los fenémenos més clementales y a de Is vide—hambre, umor, muerte—, y la diversidad de las sotividades y succeos al parceer més banales de vida cotidiana, como son los hiibitos, los estados de aili- , mo, los suetios, los descos, ete. También en cota direo- ciéa habré de estudiarse el juego. Finalmente, el jugar | ¢a, sobre todo, una funcién del individuo joven, y. par esta razén los conocimientos acerca de las etapas dela vida pueden contribuir a ln solucién de muchos pro blomeas. Pero también Jo juvenil nos es poco conocido, a pasar de que poseemos toda una serie diversa de invest ciones sobre sus propicdades. Gontemplativanents tratazemon de spacer dal cial do lo accidental, para descubrir de esta suerte. estructura propia del objeto de estudio y con ello sus —6— a Ta SICNIFICADO DE LAS PALABRAS JURG Y JUGAR ‘el lenguaje corriente de ahora se scfialan con esta pal bra toda una rion serie de fonémenos; fenémenos que, a Ja verdad, nada parecen tener de comtin entro ellos. Sin embargo, la cleccién de esa expresién no cs ¢: chosa; por cl contrario, ce de esperar que In calificay oién de un hecho con Jas palabras juego o jugar obedez- ea a que, en cl hecho de referencia, algo se deseubre en su fenomenolégico vivislo, que determina la seleccién adjetiva. De todos modos, no siempre sera el mismo he cho, Ia misma yocablo. Se podra creer que vocablo nos conducira al conocimiento de una signifi- cacién primaria; pero no es éate el caso. En las épocas cayo empleo del vocablo nos es conocido encontramos una cignificacién varia, que se corresponde con el fené- meno mismo. ¥ poco sabemos acerca del lenguaje vivo de épocas anteriores. Reaulta que e centro de los Paises Bajos perdura —p— todavia un sentido que existié en la vieja Germania retozar, agitarse en un » ensultare), ro de los Evangel ego de armas, manes. Muy interesant cer en el agua, y cuando esté eocido, échale azticar). ‘Me parece que en este caso lo que determiné el uso del vocablo no fué el ir y venir de las burbujas de va- por al hervir, sino Io que tiene de repentino y de e pontineo el fenémeno. Encontramos también otros pasajes en que parceidos moviznientos espontineos, que surgen de —por si, son designados con Ia palabra juego. En In Edad Media se ponfan compresas sobre In hherida: Opdat het bloed weer speelen ga (Para que Ia sangre entre otra vex en juego). Como se ve, hasta nuestros dias Io eapontineo, lo libre, es una de las ¢: as esenciales del jugar. Como Schiler considera esta Tibertad destino smpremo del hom- bre, nada de extrafio tienen aqnellas palabras auyas: “E] hombre es hombre completo cuando juegn.” Otra aplicacién, también muy antigua, ec mucvo den- tro de Ia esfera del amor. El Minnespiel de la Edad din, el Spilwip (mujer para retorar), maneras de hablar como Des spiles des si gespilite, Lia tart suanger (Del —2— , de Offrid, ee usa Ia pa- labra Spil, cn el sentido de “broma en comin”, y en el i jén de Heliand nos encontramos con toépno-spil, Asi encontramos todas las variantes en ejemplos ale- © gne el agitarse en un ix y : Doet dit al spelen in wate- re ende alst gesoden is, so doeter in sukere (Déjalo o0- que jugs, Lia quedé prefinda), nos demuestran mente que en log escareeos, en Jos arrumacos, as carantofias y en los galanteos sv dan las cualida- idad, son caracteristicas evenciales del a muchas expresiones. jt g0, jugar con In El concepto de ligereza tiene en este caso muchos ignificados, Ainkmico, de la broma y de la alegria. Precisamente en fencién « cata significacién multiple se conoce sa pa iteseo con el juego. En el juego hay también algo sin ‘esfuerzo, como Jo que se expresa en esas expresiones tan irientes “cosa de juego”, “como de juego”, “lo hace jugando”, Asi, Wieland: “El hombre cs sano de alma ¥ cuerpo cuando todas eus ocupaciones espirituales y Te conviertan en cosa de juego.” én tiene importancia una variante ea que se el affn de dominio, et deseo de destruceisn, de hostigamiento, que nos revela que hay cierta male dad en relacién eon cl juego. Asi, “ha jugndo con esa ibertad en el juego y que da lugar 2 muchas extensio- nce metafériens. —2— ciones sobre e] 1”, Mae tarde nos asi como a las desig. jabras “juego” y “ju referiremos 2 otros usos figurai naciones que Ilevan diversas aciones del hombre moderno y del nie. Particularmente el nifio es quien distingue muy fina- mente lo que es juego y lo que no merece cate nombre, sn el uso que hace de Ia palabra el camino comprensién del fenémeno. LOS CARACTERES OS DE LA DINAMI- CA JUVENIL Y SU CONEXION LOGICA 6 caracteres tendré que reunir un movimiento, iin wee ait, phy, i we y una actividad espontinea, lo miamo que Ja constitu. ciém de un organiemo, para que los podamos celificar de “joven” por oposicién a “adulto”? No hay duda que semejantes caracteres son inmedia- tamente perceptibles y que no es menester una inver tigacién—es decir, algo asi como un anélisis cientifico 0 datos histéricos—que’ nos lo dé a conocer. Del mismo mode que una actividad, una manera de movimiento o la forma de una parte del cuerpo se nos muestran inmediatamente como masculinos o femeninos, existen también sefiales inequivocas de lo juvenil. peri se da cuenta inmedia- animal joven 0 de un individuo Un ojo un poco ta si se trata de adulto cord a este respceto en presencia de un perro poqueiio 0,de otro mamiforo. ¥ si tiene Ingar la equivocacién, nos proguntaremos en seguida cémo ha sido posible onéles fueron Jos caraetores visiblee que nos condujeron a ello, una especie mas pequefia, J — 23 — Para comprender bien la importancia que tiene el es- tudio preciso de Jas cualidad jiatamente percep- tibles de una fase de la vida, por ejemplo, Ia javenil, reeordemos lo siguiente: En primer Ingar, todas las formas, figuras y_ estractus xas—y sobre todo las orginicas—, poscen propiedad quo sélo pueden cer descubiertos intuitivemente. saben todos los morfélogos, y de lo que quisiéramos (a tar ahora es de Ja morfologia general de lo juvenil. En segundo lugar, las propiedades de las figuras no constitucin de nna ciencia de las figuras (la Geometria) , con reglas, leyes, demosiraciones, supuesios, ete., en 16- gica conexién. En tercer lugar, no eélo oe seres vivos poseen una fom ino también las acoiones de los animales ofrecen un decurao formal. Estas formas dindmicas no se puede derivar de Ins partes que contienen (por ejemplo, diversos reflejos), como tampoco se puede derivar Ie constitueién del cuerpo de Iss diversas células, ni se” puede comprender un tridngulo com los punto o lineas que lo constituyen. En cuarto Tugar, em el decurso formal de las acciones ¥ de las expresiones de animales o personas, sc revela Io que nosotros eefialamos como su ser 0 cardcter. Las propiedades formales comuncs a todas las accio- nes de un determined su vide impulsiva y constitayen In forma de relacién del animal con ou ambiente. En qninto lugar, mos enefia Je experiencia que las relaciones que guardan ante sf esas propiedades intui- das de uma figura viva, no sélo percibidaa inmediata- mente, sino que pueden ver también comprobadae expe- — ido podré poner en relacién jente comprobados con los rimentalmento, EL numerosos hechos caracteres Finalmente, debemos tener presente que no 8 po- sible identificar un estudio de In naturaleza de lo jue venil.con el de 1a naturaleza de la juventud, 0 del hom- ‘hve o del animal j6venes. También los adultos pueden ~~ ofrecernos Jos caracteres de lo juvenil, y entre los carac- teres de un nifio o de un animal joven hay muchos que del jugar que surja el juego. He aqui la idea fundamental del presente trabajo que In esencia del juego mo ve comprende sino partien- do de In esencia de lo juvenil, que se desprende nece- sariamente de ella. ‘La primera propiedad do lo juvenil la designo: Indi- reccién. Observemos un nific, un animal joven, eémo esti, cémo mueve los miembros, c6mo nos mira, come, apresa algo, ete, y pronto nos daremos cuenta de un carfeter comm a toda su postura estitica o dinémica. Designamos como indireccién Ia ausencia de un sentido tinico en las linews, la ausencia de un gobierno, de una direceién, de un estar orientado a un fin, Pudiera sor- prender que fijemos como earacteristiea formal de lo juvenil una falta de sentido 0 de direcoién. Pero con- sideremos dos figuras; por ejemplo: une eafora (o un Anevo) y un cubo o una pirdmide, y cacremos cn cucn- tw de lo sludido. Dicho sea de paso, las primeras figu- ras tienen un aire maa “juvenil” que las segundas. Para actualizar los caracterca gencrales de lo diné- rico hay que rememorar toda una serie de eagos ex los = 8. ‘quivocamente como f juvenil y difiere movimiento maseuy lino o femenino, 0 del movimiento del individuo ya of joven, Con ese esfuerzo, obtendremos Jo siguiente: | ) El movimiento de! nifio vuelve « recomenzar din- ceeantemente, ¢¢ ara por cualquier causa (oto podrfamos decir que no ticnc una razén determinads) y por Io mismo no esti enderezado, pues el concepto partida y otro de 0 In velocidad que el modo de moyerse se revela bio de veloci consigaiente. b) Lo dinamico no ofrece el caracter de un movie miento recto poco el de un ripido cambio de direccién con sentido. No sefala un progreso ni un des arrollo. Aunqne en cl nifio observamos con frecuencia el tipo de mosimiento cerrado en si mismo, se distin- gue, por ejemplo, de la preoempada agitacién ciroular de Ja mnjer, pues en ésta se da una clara determinacién y de tensién con respecto a um punto central una reli en reposo, mientras que cn el nifio cl tipo de movi el impulso de af mismo y se acer miento cerrado re ca mis a un movimiento de expresién que a una actua- ibrido de expresién je finalided algae fnora ‘0, el individuo nos mues: quisiera cumplir con un sentido que reside fuera de su actuacién. ©) Ls indiferencia de ponibilidad para el cam tives externos o por In oscilacién de eabex en =a55 es momento produce la dis: ceién, ya sea por mo- ores. Por esta razén y To facil que se pro- ién en el nifio, son expresiones tfpices de Jo juvenil. 4) Entre los caracteres de la dinimica juvenil se en- cuentra también que no se halle adaptads, como tampo- co el cuerpo, « las circunstancias exteriores. De aqui re- sultan toda clase de torpezas, que no deben ser consi deradas, sin embargo, mas que en conexién con los de- mis caracteres de Jo dindmico. La torpezn despierta Ia sospecha da origen, en los nifios y en rersos fenémenos como empleo de miembros inadecuados, tropezonca, reshaloncs y, on general, una actnacién poco econémica. Pero a Ia falts de direceién de lo dinfimico le acompafian necesaria- mente otros caracteres. El carfctor de Ja “plenitud”. Es un coneepto que tomo prestado de Romano Guardini, y quiere decir lo contra rio del concepto de “forma”. La “plenitud” aludo a un impulzo informe, y se halla vineulada a la espontanci- dad (en oposicién a la regla) y a Te inmanencia (en opo- ioién a Ia trascendencia). Lo conereto vivo comprende siempre todos los contrarios. Asi, todo movimiento ofre- co plenitad y forms, espontaneidad y regle, inmanencia y trascendencia, ete. Pero, a ‘menudo, prepondera uno de los elementos. Asi, la dinémica juvenil no posee direceién ni referen- cia determinada, y muy poca forma, pero tanto mie plenitud. De este deeplazamiento de Jn vida en un sentido, que se nos acusa en Jo juvenil, se deduce necosariamente que ar por en ausencia la armonfa, el equil- —2a— tienen que by brio, la “medida (Guardini), Efectivamente, lo pode con el eepeoticulo de un nifio 1a de direceién, plenitud, ex anente, desmesura, se ofrecen ous partes. Las scecioncs de la actuacién no se ponden ni conciertan, ni en medida, duracién o ritmo, En Fisiologia se tiene el coneepto de incoordinacién sta clase de fenémenos, Ya hemos indicado arriba Diéa de eu plenitud y de su formacién inmanente, que estudiaremos mas de cerca en calidad de afin de movi; ‘Los earacteres de Ia dinémica juvenil se presentan también en el cuadro estético de la constitueién juvenil. No trato ahora de detenerme en detalles, y bastaré con indicar que la ausencia de esta orientacién en Ie cons- eién del enerpo o en una parte de él eugicre Ja ima- gen de lo juvenil. Un perro adulto puede ofrecer aspec- to de “infantil” si, por ejemplo, endereza ma oreja y deja la otra caida. Quion tenga sensibilidad para captar el cardcter ex- presivo de Ins formas animales comprendera Jo que ma ver me dijo un amigo: “Un clefante parece mucho més joven que una mosea.” Ya la misma urdimbre del eabello puode provocar reforzar la impresién de lo juvenil. Asf, un eabello al- borotedo, que marche en todas direceiones. Por lo de- mis, los cabellos de los anim enes—Jo mismo que — 262— Pero esta falta do direccién no sélo afecta a la ac cién juvenil en conjunto, sino también a cada = ‘ Jas plumas do los pajaros jévenes—eon de longitud di- ferente, sin proporeién alguns. Una sogunda caracteristica eaencial de 1a dindmiea jue /» yenil es el afin de movimiento. organismo joven ofreco en grado maximo este afin imigenio, cepontanco. El nifio agita brazos y piernas, nimal joven se agita, ealta y brinca, rueda y corre. 3 algunas partes del cuerpo se mneven de por sf, sin fivo alguno. El animal joven mueve en ocasiones In expresién de interior tiene deseanso. Es! ido. por Ia ciencia durante largo tiempo. No rente. El organismo, y el animal joven y el nifio pe- no mostrarian, segin esa opinién, mis que reac: a Tas excitaciones del ambiente, y sélo la gran dad y Ia ménguada educacién de los ‘ceutros dos del sistema nervioso explican ese afin, apa- remente espontineo, de movimiento. ero hace poco, él investigader norteamericano Cog: Be hha demostrado experimentalmente que 1 comien- S2ieetdel movimiento animal lo mares Ia actividad ospon- Frtinea. Sn afirmacién “the organism. cots first on the en rimment” nos asegura que ese cardcter perceptible del ovimiento juvenil que calificamos nosotros de afin fc movimiento no es tan sélo mma propiedad aparente, fento resulta otra propiedad que Imaremos “ince tabilidad”. En wna caracteristion tipica de lo juvenil. Mistabién la Fisiologia nos confirma esta ineetabilidad. jén reciente nos muestra que toda Ia es a ~tabilidad, conétancia, regularidad, inva fenémenos organicos, no procede, como en las nas, do una estructura fija, de une arquiteetura prefor- mada, sino que es un resultado sccundario del equili brio de cada funcidn. Los procesos al parecer ples do que conoce Ja Fisiologia, por ejemplo, una re- accién invariable a una excitacién, el reflojo, Jn per lo exterior inmévil, son, embar- nos es Jo que produce Jucgo una vimientos. Como que cl movimiento jo se pre- senta més tarde en Ja vida. Nos lo ha mostrado tambi entre otros, Coghill con sus experimentos. Asi, un ca- rieter especial de Jo juvenil, a saber, el predominio de Jos comovimientos, cobra mayor significaciin. Todo ‘el mundo sabe lo frecuentes que son entre nifios y anima- Jes jévenes. Los impulsos dinémicos no se mantienen en ponderada mesura mediante procesos entorpecedo- res, limiténdose a una parte del sistema nervioso y a Jos miembros adherentes. especial con el ambiente. Apoyindome en Erw Io calificaré de aetitnd pética. Imprime a Ja dinfmica ju- venil un sello especial que se revela claramente al obser- var la criatura humana o snimai dentro de su ambiente. Erwin Straus opone Ja actitud patica a Ja gnéstica. Scgtin Ia bella y certera expresién de Straus, lo patio consiste en un “ser captado”, y Io gndstico, en un “cap- tar”. Lo patico es una comunidad sentimental, un ser tocado y conmovido, mientras que Ia actitnd gnéstien cs, por esencia, no e al, orientada hacia objetos, — 30 — imal joven, o de © pueda derivar de otros caracteres. Si queremos compr ud patica de Ia jue cin 0s Por Jo tanto, mientras no se desarrolle lo gnéstico resultaré siemp esta explicacién no parece mny convineente. Un insecto joven no posee experiencia alguna, y ein embargo, no e juvenil. Falta tembién In relacién pética con el am- biente. Pero se podria objetar que semejantee animales poseen un “conocimiento congénito” que determina eu comprender y su prender o captar. Pero Ja inexperiencia y la falta de sentido o indi- reecién nos suministran juntas una razén suficiente do ln aetitud patica que nos ofrecen el animal joven y el nifio. El joven no con ntado hacia consiste preci- les de vida, en su diferenciacién y configuracién. Lo mismo: medio ambiente. =o Keto vivir p también de t com las ¢ nos prosentan. Las impresiones nos “cx ir, que los Srganos de los eentidos no nos ofrecon en primer Iugar In presencia de un mundo de cosas y fe- Seguin Straus, se refiere al “ La potencia, gnéstico depende del orga xo de los fendmenos. Hay sucess del mundo exterior que también en el hombre adnlto pueden desatar una vivencia pitica. Un ejemplo nos lo pondré en claro. Cuando oigo algo, sobre todo un tonido go In vivencia de Ia percepcién de un “alg sonido #0 halla en mi prese: capta y me obliga a convivir su De esta snorte sc hallan unidos el nifio y cl animal inexperimentado a todas Jas imagenes perceptibles, La actitud patica de lo juvenil constituye Ja expresién ge- neral de una eerie de propiedades que no e6lo pertene- cen a los nifios y a los animales jévenes, sino que tem {én conocemos nosotros y podemos experimentarlas de modo inmediato como imica juvenil. Reeuerdo: Ia sensibilidad para los tos, para Iuces brillan- tea, claras, chispeantes, parpadeantes, para el juego de colores, para las dimensiones cepaciales como grande ¥ pequefio, ancho y estrecho, Iejano y préximo, para cualidades téctiles como rugoso y liso, blando y duro, caliente y fri 1 Tos “eémo” en , es decir, cen vivir una forn miento poseen sn caracteristica cualidad vivible Este predominio de lo patico condiciona también otras ala vive Lon cara gméstico, cl no estar orientado ha “algo”, nos ofroce los earactcres nuidad primitiva, que Ia psicologia infantil recuerda constantemente y qne son inmediatamente pereeptibles en el cuadro de Io juvenil. Como hace notar Straus en tu ensayo sobre las formaa de lo espacial, cl espacio que nos rodea se vive de modo completamente distinto cuando predomina lo pitico. Nos describe el espacio en oc in del baile, que, en su calidad de movimiento no orientado espacialmente ni Timitado, pierde toda relacién con objetos, con distan- oi espaciales 0 temporales. Marchamos « tra pacio. hailamos en on espacio. Este espacio se halla unido a nosotros por el momento frenta con nosotros. Con ello ee pi Ie ofrece atica. Asi, por ejem- plo, el espacio signifieacin pro- pia, Le mayoria de los hombres tienen que forzarse, por ejemplo, para marchar hacia atrés, ann en una he- da que una puc' erta trae ellos, o que detriix de Ta sills 0 I 3 le—como el ocasiones— con ol ha perdido ew 0, sit “and” De esta referencia cscucta de vaciones de Strans se deriva de esa ansencia de miedo por cl ex pacio, que es una propiedad de } puede menos de presentarse. El niiio y ol animal joven no conocen miedo espacial alguno. no sélo en razén de doa Tos ris en un bastant esp mia peligrose baile? Tampoco tiene m forma 4 de la altura, To joven vive alto ym en otro espacio que lo can él otra relacién. Finalmente, Ja dinamica juvenil muestra en su con tacto con cl ambiente que le rodea otro curdcter intui- tive que, segin creo, es también completamente oie ginario. Esta cualidad es a timidez, el reparo. Sobre todo en los nifios y en los animales superiores jéve- nes, Lo juvenil es timido. Todo el mundo conoce por experiencia Ja sonrisa perpleja del rifio al sorprender- ee de un nuevo juguete. de una melodia nueva o de una persona extraiia. ;Y qnién no conoce esto mismo entre monos y perros? Se trata de una actitud ambivalente, un ir y volver, y no sélo esto tiltimo, como es cl caso en el retirarse temeroso. Lo juvenil no es temeroso; al contrario, no conoce el miedo. La timidez la considero como Ja manifestacién pa- ” tente—en determinadas circunstanciss—de dos tenden- cias primarias que encuentran su origen en cl nacimien- to, Estas tendencias deben present cl organismo en el mundo. joven cuando penetra independ gga eva comunidad de vida. Y, antemente, cuando el nifio o cl animal joven se ntra de nuevo en comunidad de vida con algo y jeparado ie ella, se repite Ia aparicién de dos ten- 1 trau- te sn cons convivencia, unidad de do primitivo. %) La formacién de wna nueva comunidad cerrada vida. Ejemplos de esta fundamental ordenacién Jos in In Fisiologia del sistema orginico (eir- tema nervioso central), como tam- da de los animales sociales. ‘Tambien al herir animales inferiores encontramos les feontramos formas de reaceién. y la mecdnica del desarrollo entra las dos tendencias al intervenir en el em- ilo una nueva unid — 3 — ambiente. iste es el caso en Aqui no nos vai tente fenémeno de la ti casi todo movimiento juve jes de esta dinimica esto es, cosas que, da con lo juve — 36 — jez y 1s propiedades r sino del concreto y pa- Jez, con su conducta aml que sc manifiesta en forma y modo diveraos en Uno de los caracteres mn, ol afin de 8 para provoear In a En el juego—cale genera de comportanitentota ir ramos [4 inoei LA EXTENSION DEL JUEGO Los fendmenos que solemos designar, sin eompro- 0 ulterior, con Ja palab masa muy heterogénea. ‘Cuando el nifio en su cuna eacude el sonajero, deci- Femos que el nifio juega. Cuando un perro me persigue en la habitacién ¢ in- "venta repetidos ataques a mi pantalén o a mis zapatos, es que quiere “jugar”. Un gato puede coger un ratén, pero “vtambien puede jugar con él antes de devorarlo, Toda “wna compaiiia de perros se reune en la plaza para ju- © gar. Los monos juegan entre si com objetos juego”, constituyen una Pero también decimos jugar a una serie de activida- des ordenadas segin reglis de un grupo de nifios 0 de adultos, como el tenis, el fi deramos eomo tal al jue , y también consi- de damas, o de ajelxer y @ diversos entretenimientos de sociedad. Tgualmente, decimos que alguien juega nervio ‘mente con su lapicero, o con el timbre eléctrico que { ga junto a Ja lampara. Mientras que el correr y sal- tar, cabalgar y regatear, los designamos acaso como di- 4 yersiGn, yn veces como deporte, pero no como juego, 1 — 39 — jo, que los haga ya tes. Este cambio no c+ posible en pues nunca hablamos del deporte ignacion tiene propésito de ordenar las experiencias, y ver abareadas sobre todo se as suclen le aparicién, gne Jos yocablos juego y jugar ce empleen para designar succsoa tan se explica porque en el juego “real” (el de un ejemplo) se dan intuitivamente toda una serie de earac- teres que Inego aparecen también, sislados o en gru- pos, en los juegos “aparentes”. Por esta razén, el estur dio de lo amplitud gue aleanza el juego reoulta a Ie ver un estudio de aquello que suele ealifiearse con el nom- au modo mo nombre. Se dice, por ejemplo, que un pai una luz “alegre”, un dia ot int co “risueiio”, Con estas adje- esas cosas, mica, ofr tivaciones quere su “eer-asi”, on su fig nm Fabgos que Torman parte de las propledades cenciales | del alegrarse auténtico, de la trie re con cl juego? ¢ muy instructive el examen de las expresiones me- tafdricos de Ja vida cotidiana. Se dice, por ejemplo, “la uz juega sobre el haz de las aguas”, pero no se dice via jueza con los cristales”. También ee dice . sino que Meva ervacién. En los ningin jugar in juegos pero la nica de los fenémenos posee rasgos que se identifican lo bastante con los ras gos del juego real como para arrancar el calificativo igual. Todavia hay otras expresiones, como “aprender jus gando”, “esto es un juego de palabras, de colores”, etcé- que son importontes, y las utilizaremos para nues- sjemplos escogi hecho nmuy notable. Entre cl arte existe uma relacién que se expresa en ne s6lo en Ia mnisica se emplean las alabras juego y jugar? gEs (Recuérdese 1x exprosin fran- eesa juer, como cl alemin spielen.) {Un cantante ean- ta, pero no juega! Q un fenémeno tan simple y al parecer tan transparente como este del jue ys aunilfares a que recurri- ynos cuenta de roo nece mos aqui nosoli la neces la ext decidir qué es lo que tiene que ser consilerado como tal, intentemos dar una definicién del mismo, 0 de exa- minar lo que contenga do verdad une definicién usual Jo dificil que es obtener una defi+ correspor a el fendmeno Jo To qu ry a dificil Ja de- 6 activ mareacién de frontera entre cl jugar y des placenteras y entre estos dos grupos y los puros movie mientos expresivos. Pero 1a tarea impuesta no es s6lo conveniente para obtener una definicién, una delimitacién, sino que esta indagacién nos ofrece toda una serie de cuestiones que tienen gue ser resnelt Pensemos, por ejemplo, en cl hecho de que no sélo Jos hombres juegan, sino también toda una serie de animales, lo eual eneierra un problema. El que, lo mis mo entre los hombres que entre los animales. sean los erios Jos que juegan, nos indica que tendremos que bus ear on To juvenil Ja causa de esta manifestae Pero las delic ciones que el lenguaje nos revela en su uso, y de las que nosotros suministramos Ivierien que caminemos con algunas muestras, nos precaucién. Cuando un perro se revuelea en la hierba y la muer- de, agitando sus patas 0 su rabo; cuando dos anima- les se amagan, cuando un cabritillo da saltos locos, un contra los dedos de — 42 — gato echa Ta zarp ln mano en mo~ © ¥imiento o contra un | jucgo? {No seri que estos nis nas de las ego? jAcaso mo juegan estos anint fo con las hojas? Este cs el tema a indagar. Acaso las estamos en presencia del imientos poseen nada acteristicas dindmicas deb es como el viens palabras juego y jugar amparen también fendmenos sélo ofrecen superficiales analogias con el juego. aqui una cuestién que no puede ser resuelta de an- Yemano. Comencemos examinando Ia exte al y entre Ios hombres; ten- que aleanza el mundo ani dejarnos guiar, seguramente, por el uso del lenguaje. Los animales juegan: pero zcudles? Frecuentemente he oido decir que los mosquitos dan- xan cn las tardes de verano, pero nunea que juegun. ‘Algo habra en su dinimica que autorice este uso del Jonguaje. ‘Tampoco las mariposas revoloteadoras, las moscas zumbadoras, Ins laboriosas abejas o las hacendosas hor- © migas jucgan. Escherich cree que las hormigas juegan algunas veces. Observs cémo, en ocasiones, pascan sus Jarvas sin sentido alguno, o atrapan material de cons- teuceién para dejarlo en cualquier parte, y cémo rea- Jizan simulacros de combate. Todos estos hechos son sorprendentes. Pero pasar de aqui a decir que las hor- migas juegan es exeesive. No ha sido la dinamiea de Jos moyimientos Jo que le ha empujado a esta ealifiea- cién, simo una econelusién de tipo abstracto, Es muy notable que el retozar de los delfines en el mar, 0 de los pececillos en el sobrebaz de un soleado arroyo se considere como “jugar”. Aqui no cabe duda que ¢s cl tipo de movimiento lo que empuja a cada observador a emplear su verbo. — 3 diar con alguna mayor exactitud la cuestién propuest —extensién que aleanza cl fenémeno del juogo—dentro en un campo de caza estructursimente complicado y diferenciado. Hay, claro es, excepeiones. Los mureié- lagos, que, como Jos pajaros inscctivoros, encuentran eu alimento en cl aire homogénco. Jes que cazan sobre el terreno esti voros no juegan, o aponas. Us 08. Pero también éstos viven, a dife- le presa cs, precisamente, su forma cerse con Ia alimentacién, ¢] apresar, coger o captar. Ademés, Jos cada, Esto se la ma ones apresan en forma més compli- jebe al desarrollo de sus articulaciones, Ninguna especie ex tan aficionada al juego, sun en edad provecta, como Los monos y los a cia cosas concretas y ai saltar, rebuscar de una reaccién de fuga, independiente de la figura de Jas cosas que provocan los fenémenos en el contorno. sales: vos y muestran un inimico homogéneo y regular en husea de ali- Me atreverfa a llamar a lox animales de presa y 2 los monos “animeles de acercamicnto a cosas”. En general, los herbivoros viven cn rebafios, en Tibres, Los sexos se contorno. Jos monos tan los paja- renden a corre. el danzar ni jugar es siempre jugar con algo. Ya veremos. on el curso de meatra investiga otr: ningy de paseo constituye la intencién, y cuanto mis largo sen tanto mayor sevd ef sarado Pero si quoremos ir a alguna purte, la socioded allf reanids w otro motivo cualquiera prosta intencidn Ruestro paseo ¥ escogemos a zusto el cam Precisamente es 10 mas corto,” consideracién de Je propia experien- * puede corroborar Ia afire © se diferencian esencialmente dle las dos anteriores. Estas actividades podemos age Parlas como ejercicios corporates, deportes, baile. Pero también existen movimientos expresivos placenteros que surgen de Is vida espiritual. El hecho de que muchas de estas actuaciones, que constituyen el hacer de ar. istas y cientificos, ofrezcan gran parentesco con el ju- Bar, se basa en el tipo de sus relaciones con Jos obje- fos y tendremos que referirmos de muevo a ellas més 16 juegan rdecidamento, que los adultos. Pero este tiene que ser inter Ja juventud existicra un impulso de jugar. una predis. pos 1 de otros impulsos que se manifiestan durante un determinado perfodo de Ja vida, estan or: ada finslided copeién del a de Gross y de otros. de «que la tenden- dos hacia una determi vital. Semejante idea nos Hevaria a una © juego muy y supone. finalmen ratar de comprender juego partiende de Jos caracteres generales de lo juvenil, que dan oxigen /a un tipo de relacién con los objetos posible en todos “Jos animales y en los hombres todos. Nos ensefia la experiencia no sélo que, en determina- jas cireunstanciae, el adulto propende a jugar, sino que dan condiciones en Jas cuales casi estamos forsodos a jugar. Estae eincunstancias varian en el hombre sogtin el género de vida, la edad, el sexo, Ja cultura, etc. Y con ello se diferencian tam! Jos juegos mismos. Pero esto se aplica de igual modo a los niitos. Porque también el nifio juega sélo en determinadas circunstancias. Sélo una vez que conocemos esto, y especialmente enando co- nozcamos mejor los impedimentos que se oponen al Jngar, comprendoremos mejor el juego de los mayores. Cuando un nifio hace algo, un trabajo con su finali. ded, ya sea comer o aprender, recoger 9 traer algo, mic rar 0 escuchar, ¢s desir, cuando de un modo o de otro se halla fijado, atedo a algo, disminuye Ja inclinacién al jucgo © cesa por completo. Si antes estaba jugando, se vera impedide; su conducta cambiard, sobre todo Jos movimientos expresivos. También interiormente, como Jo sabemos por experiencia, se cambia el estado go en los nifies, en= funci6n ocasionado por contraremos este cambio acontecimientos “fijadores”. To de estos cambios representa el trénsite de} juego al deporte. Este cambio tiene lugar ya, en principio, en nifies muy pequefios, y cuando juegan con la pelota po- dremos veysas fuses de represién del — 9 4 mue cuponen cada vez una 1 hacer, una fijacién de Jos apuntados por tre el juego y cl deporte, Por lo tanto, ives muy vitales y primi Habra, pues, que distinguir los juegos que son juegos “paras” de Jos movimientos placenteros, por una par- bres. Partiendo de este pum jugar, en su forma del mun- Pero se explica tan fécilmente en de- chico — 50 — te. Los factores deportives loz encontramos muy tempranamente en el juego explica por Ia diferencia La actividad masculina Jos machuchos. Esto se m y lo fe. rade, por xazones vie nea con sui objeto, Jo que nos ee conocido como “preocu- su estadio mas avanzado, mayores también—con tanta seriedad como si estuvieran cumplicndo una misién muy grave. Su juego—por cjem- plo, lanzaree Ia pelots, saltar a la cuerda—ofrece un de- curso homogéneo, un caracter de continnida eorresponde con el carfcter general de 1a dina ‘menina. Entre muchachos el juego ficilmente degenera en de~ porte, en formas deportivas, Un ejemplo interesante de esta generacién lo tenemos en ese juego frag pole sitting, que durente algin tiempo se oxtendié tanto on algunas juesta sobre quién tiempo sin tomar colocada a lo alto de un poste. Si 's americanas. Consistia en una uchachos se manteni ciuda de los slimento en una tabl bien degencraciones mente y bajo ciertas condiciones sociolgieas muy espe- ciales, sabemos, sin embargo, que desnaturalizaciones se- mejantes se producen facilmente entre muchashos. Y los ‘eonzas, cambian fécilmen- 1s sobre todo por las porlias uguetén con el objeto. je esta categoria se produrem rara- juegos més sencillos, con ax te de naturaleza y son a que dan Tugar y no por el trato wa Shia ue los tontos 0 que muest jdud. Sin embargo, las fore mas de juego cscogides por los nifios ee hallan en rola ta medida de atencién, in previa para hacer as Tacultades Jos nifios propensos cavilar encontramos poca inclinacién ima vinculacién a un objeto, Ja mindson- iversos “algos” coneretos, consti- tuyon, en este caso, la causa general que explica que no se constituya una situacién de juego. EI nifio—o el animal—que es Ievado a un dintorno extraiio © es presa de una impresién extratia, suspende El decurto desersbarazado, ihre, sin dizeecién (en des juvenil), de los acontecimientos queda fijado, por fin, Da eate mado vemos que el estudio de la extensién del juego y de los impedimentos lux para 1a inteligencia de esta set parazo acttia entorpeciendo lo explica que con la edad el juego tenga menos aplica- cién. El envejecer reconoce un rasgo esencial: Ja tiegura, a distansiacién de o vital y concreto, del cambio ac- aa BB ia dio arquen un curso loa y espiri es del mos perfecia cuenta de este declinar la jropensin al juego con Ia edad si nos fijamos on la Jacién que mantenemos con los objetoa de Ia vida inrcemplazable. Podemos aficionarnos a perros y ga as flore ‘una habitacién confortable; pero la yincnlacién con- peta desaparece. Esta cocxistencin patica con los ob jetos constituye en la juvehtud el suclo firme sobre el ¢ descansa el incansable jugar. ta coexistencia se debe a la capa vilal de la que ta Ia vida espiritual del hombre. Aunque no es este un amor. Un amor da Smpetu al penear, amor limpio de deseo; un “raro mor”, como Io calified alguna vez Max Scheler: “Un amor que ¢s una sed ardiente 5, al mismo tiempo, a r de Tas cosas y i hoe rrosotros aitiitanios, reconocenmios 6 aquello a que obedecemos, to es, todo aquello con que nos po- nemos en relacién mor sin codieia, no. es nunca objeto de juego en sentido vital, Se trata de otra forma de cocxistencia que aguclla que constituye im del puro jugar. ¥, sin embergo, también en Ja vide espiritnal se dan, como en toda vida, Jos compor- tamientos propios de Ia vida en si. que se presentan po- forma de vida. Por eso pero #élo juvenil. A cate jucgo se referia Schiller on ens profundas par Jabras: “El hombre con Ia helleza sélo jugaré y jugaré sélo con Ia belleza.” Pero esto h. que verlo con claridad. Cuando Ia vida espiritual es joven y dindmica, Ia persona se encuentra sin direceién o intimidada en el Mmite entre Ja actitud patica y Ia gnéetica. Pero si se ha logrado una actitud estrictamente gnéstica y ¢] interés se orienta hacia cl “gué" y no hacia el “cémo” del fenémeno, el hombre ce hallaré sitmado fuera de toda esfera de juego. Por lo tanto, In cesacién del jugar con In edad cncnentra su causa en In desaparieién de lo juvenil en Jn vida vital y espiritnsl. pero también en que hace su aparicién una nueva actitud wejecer que hemos tes. “mo pasan Tas cosas en cl mundo animal? Tame bién nos encontramos con que el jugar va desaparecien- do con Ja entrada en atioz, Pero no es cl desarrollo de nal lo que ensirse al individuo de Ta es 9 que Ja explicacién tendré qne ente en un cam Aveta vital. Ne x Tos = que a los hombres, Con Ix entation witos-se-presente- un niento. un menor afin de moverse, una orientacién de las ai ines, un acomoda- ides a tareas y cuidader. miento fijo de todae la Pero todavia hay wna c mis profunda que explica adultos. Eata cauas reside en el modo cémo el va crianie junto con su medio. La comunidad entre cl animal y s ambiente tiene Ingar poco a poco bajo Ja influencia de ste in. Como cién y de a abandona sn ea] un mundo al que s adapta el mamifero se ve constitayendo en sa juventud este mundo por un proceso de seleceién y repudiacién. Asi resulta que el envejecer del animal significa un des- aparecer de objetos, de snerte que sélo queda lo bio- logicamente adeenado. El animal adulto ve y hace tan sélo lo que cs “necesario”, esto es, Jo que se halla con- @icionado por Ia necesidad de In vide. Claro que esta Timitacién no es nunca completa, pero va pareja eon una pérdida progresiva de la atencién y de la diversi- dad de Tos morimientos. La posterior actividad del onimal, Iejos de haber sido preformada, come se dice a menndo, por el juego, es Io sne aplicaciGn tan que ha quedado después de él. Lo que 1 sultado de un desarrollo auténomo, Este es el caso en to- das aquellas actueciones que no proceden de una vincula- cién a ohjetos concretos, como es el caso del correr, volar, ividades ewelen eer ojéreitadas animales no son. sélo cuando los mov nador, saltar, ete, Estat fen In jnventud. claro que también durante el juego. — 55 ~ j 1 ‘Todo el mundo exe To a a un perro o a un gato yi dan sem mente importantes. Si ex raro encontrar Jas formas puras, pri juego entre adultos, tanto miis frecuentes son a juegos que, o bien reprecentan formas de transicién al ames. Estos jmegos son ai fans, en el sentido mas amplio, que so realizan sin ne- cesidad in alguna. Con Ia ennmeracién de gtinos de estos juegos se nos pone de manifiesto cuan heterogéritos son Jos fendmenos que sbarca este grape, Entre los Hamados juegos sociolégicos tenemos no sélo Ins fiestas populares, los eimulacros, danzas (tam- bi€n les religionas), representaciones teatrales, musica. deportes, et 0 también Ja Ioteria, los juegos de azar, cartas, Nos Mevaria fuera del am! Jamas, ajedrez, ef to de ideas biolégican en qué se mueve la presente obra detalle el os jueyos puros, enameraré brevemente algunas de Tas mentan 0 émbarazan estos juegos de thos porque de ese modo damos con el rasiro dr fend- menos también biolégicamente importante a) La riqueza favorece el juego. bre bajos y cusidados, de Ins necesidades ignition = 56 Je trae e 1a riqueza—esto os, poscer de se explica por la J eamos con este Sacompaiia de una sensacién de fatiga, Pero puede “ner los origenes més diversos, Puede que haya ocui dp un agotamiento de la fuerza muscular (fatiga motriz). Bntonces se produce un cutorpecimiento del jucgo. Un poca propensién a ju- Hjecién de que Inego de un largo empiczan, sin embargo, a jugar, se apoya en una jin escasa de Ins formas y causas de car de uno larga ten: arrollo de encrgi eansancio si mii También eansa en seguida Ia flexién de un miisenlo, Esta fatiga producida por un trabajo es una fatiga sensorial que desaparcce mediante la relajacis pero con mayor tensidn la d como “hartura™. S dos a repetir siempre un aburrimie de Ja sensorial. Es una deszana 0 fatiga del impulso, y Ja incapacidad de trabajo encuentra su exp Ja ausencia de acicate para cl movimiento. Con m tra cultura téeniea, en Ja fabrica, en la oficina, en I esenela y en Ia faena doméstica, casi todo el po de saturacién: on todo caso, do fatiga det debe 2 Je hartura, pu na una cegana de reerco (1). ya sea ‘Fi oficinista siente més ganas de jugar que el Tab dor: ef que trabaja en Is taller. Pero tam! miento del acicate, sobre mas que cl hombre én Ios animales conocen este embota los animales que se emplean en un trabajo forzoso. Ahora podemos comprender mejor Ja objecién hecha arriba a la teoria de In superabundancia de fucrzas. Un paseo perro o para un nifio, conducido de Ja mano. un trabajo sin eontido, abner . Monétono, que conduce el perro casa con seguida a jugar. Pero ol h pone que Ia t ncias. que Herzen ndos Ios signos del eansaneio. se pongan falsa no ria contra la que se di no lo sca In teorfa de Spencer. cc) Como es sab bres cet muy influenciada por el clima. Podemos com- prender esta influencia partiendo de un punto de vista més amplio. Porque no sélo el clima, sino también otros caracteres generales del ambiente, como son In Juz, el espacio, In super Ja exten cilmente al juego on una playa. en una pradera, en Ta igia Mas tarde nos oruparcmos mas al detalle de e. Ja al ra, ete., influyen en cl jucgo. Tarabién cl adulto propende f4- fluencias del ambiente montafia, en cl agua. Bat podemos considerarlas, junto con las climatoligicas. nulos permanente. Estos estimulos permar es ejercen su ace en cl hombre eivilizad Jes y bucales sob en Jas muco componen de to currentes 9 sucesivos, enya de de su conexién conjunta. jo. El clima y \s nai yen Ie pituit do estimolos aislados, con- (én de conjunto depen- de Ia cuelidad del comple- 1s cstimulos permanentes actéian ~ 59 nelodia excitante usieal, pueden Jo mismo que la melodia to en el estado do ani- icionen socioligiea- una manera general, la extensién del juego. portante entre los hombres tiene importaneia también entre los animsles y entre los nifios para In extensién del puro jugar biolégico, como sorfa facil de cxplicar, con lo antes dicho, valiéndose de ejemplos. d) Con das cof Pero este factor tan i descorporalizante tendencia de los sen sontidos, si cipalmente profesional. Estos sentidos a “ ido de ancan al hombre de su . Mediate esta iva se produce un sentimicnto de enaje- istencia”, del sei cuery actitud exch nacién, de extraficza de sf mismo. La vida es sentida como una serie de impresiones, de cosas que se hallan fuera de nosotros mismos, como fenémenos pasajeros, pero no como una permanente unidn con ellos. “S6lo con las impresiones corporales recobra el sen- timiento del yo su acento de realidad.” De esta suerte explica Poppelhaum, acogiéndose a Steiner, Ia necesi- dad que siente el hombre moderno de practicar ejer cios corporales. Pero eon ello tenemos también una invi- tacién al juego. Esto se debe a umn carécter fundamental que inhiere al pes, 08 dicho. antes, jngar cs siempre jugar con algo. Este vinculo con ol objeto no nace por la recepein de impresiones. por ver u ofr, sino, sobre todo, con ell tocar, palpar, esto es, de una unidad de percepcién y movim' No todos Jos sentidos tienen Ja misma importaneia en To que respecia al jucgo — 69 — Jan también una re- cua veneia de nuestro propio existir. Si una atencién de direceién doble para concienciar en un vontacto Jo tocado y la parte del cuerpo que toca, de todos modos, de Ja posibilidad de este hacerse cons iente surge la presencia del material doble de la vi Al palpo, las sensaciones y Jos movi cireulo més, este circulo. fu vencia de una forma ochu que se sucede en el tiempo. El palpo tiene tenden- cia a la perduraciém, ya que las impresiones desencade- nan movimicntos y cstos, a eu vez, nuevas impresiones. Lo mis cercano al sentido del tacto es el ofdo, tanto en el aspecto fisiolégico como en el de la vivencia. Lo oido no slo provoca movimientos (reales o virtuales) , que en esta unidad de sensaciones y movimientos se constimye una forma dinémica temporal que a su vex tampoco tiende en un principio a ser algo coneluso, Pero hay una diferencia, y esencial, entre el palpar y el oir. Al palpar, son siempre los movimientos los que provoean sensaciones, y al oft, los sonidos ailuyen dese fuera Sélo al tocar misiea (juer) se produce una situacién parecida a la del palpar. Mientras que cl tocar misica es un juego del espirity con una forma din: nos sum sino una vi jew que ya surgiendo en un hacer, el palpar es una forma, acaso la primigenia, del jugar vital. Alo que alude Steiner con el efecto descorporalizador de los sentidos nobles a In influenc de las impresio- nos suministra toda wma sucesisn L6i 5 tiva por una par tra—de une multitud de impresiones visuales, a y también olfativaa). Como se puede convencer fieilmente cualquiera, estos ruidos sincopados y eax sucesidn no coordinada de im- presiones visuales despiertan, efectivamente, un senti- idad, de soledad, de exchusién de toda convivencia. De este modo experi- miento de irr comunidad, de » que vivir como mo- come una en cesién y cont En conson: nif jel entendimiento, que tiene que descomponer Ia co- rriente de la vida en partes aisladas inméviles. Si bien esta concepcién no cs justa sino en parte, se puede afixe mar, no obstante, que la actitud racional del hombre ei vilizado y Ia forma de vivir de Ja vida moderna condu- cen a un extrafiamiento de Ja vida. No queremos decir que el espiritu sea el antagonista de a vide, como opins Klages, sino que cn una cultura orientada ténicamen- te puede ubién un alejamiento de la cspiritual y del cxistir unimico puramente vital y cor poral. Con esto quisiera poner término a mis consideracio- nes sobre Ia extensién del jucgo. Nos han hecho ahon- dar en Ja prob! del juego. Su extensién nos en- fia que ¢s importante para su estudio la investigacién fenomenoligie jones sengorisles y motrices, jumto con el de la viveneia de las formas, Eetas oues- tiones ce hallan icamente s6lo en parte resueltas, de modo que en este aspecto no podremos conocer 60- bre el problema del juego sino las concxiones generales y los raagos fondamentales, ~~ nos vamos a seguir ocupando el afin de movimiento, que sefialamos como cardcter intuitivo de lo juvenil. ) Y AFAN DE MOVIM tes esenciales nos géneros : juegos de sociedad, que preseinden del elemento moter. Pero esta ausencia sc da tan sélo om cuanto faltan mo- yimientos reales del cuerpo y de los miembros. Pero asia—se realizan mu- de una manera virtual—en Ia fe chos movimientes en los juegos citados. Hay que tener 1 clara de To que son movimientos virtuales. con ello tanto a movimientos producidos representativamente, sino uxis bien a intenciones de mo- vimientos, que s6lo producen un sentimiento del mo- No se alu men cl mismo vimiento. Estos movi valor que los reales, ya que se producen sin interven- cién de 1a voluntad 0 de procesos mentales mientos realmente Jes se hallan condicionados de igual modo por el mum do imerno y por el ambiente, y forman parte ambos de ital. Y del mismo modo a como low — 6 — 5 ‘aparta én Tos dos grupos que fe sefialan de mo. afion 9 mem limos se perei- ben exteriormes inimi- ca de Ja reaccién virtual o intencionalidad. Eston movie mientos acompaiiantes son los que expresen Ja reaceién © direccién de 1a voluntad, y nos son conocidos bajo el nombre de movimientos expresivos 0 actuaciones sim- hélieas. En el tocar la miisiea. Jos movimientos virtua “op a en el juego de en. por les cons Tos componen la viveneia, que tambi son conocidos de todas. ejempl En los juegos de sociedad de Tos tivos de los mayores los movimi tmyen parte esencial en el transenrso del juego. Sin ellos no teria posible esa simpatia y convivencia con los oa maradas durante el juego, De una manera virtual ee Meran a efecto también los movimiontos del objeto de juego, como Io sabe cualquier jagador de billar o fut bolista. También los cepectadores jucgan virtualmente y viven, en cierto modo, Jos sentimientos placenteros de los jugadores. Si encontramos, por tanto, en juegos primitivos o m= periores movimientos reales 0 virtales, In ejecucién de estos movimientos no constituye todavia el jugar. A eatoa mavimientos tiene «que acompatiar nna viven- cia fuerte de eapontaneidad, esto es, un impulso diné- ne To jue mico que surge de dentro, Ya cl hecho de venil muestra siempre un afin de movimiento y gran inclinacién al juego, era sofial de que cxiste una re- Jacién muy especial entre el juego y el afin de movi miento. Para conocerla major es menester que nos ocupemos més detenidamente de Ia cnestién qué sen propiamente — 6 — inoviintento yqae FF cae akan ep gmarda con Tos entos reactivos. El ejemplo de movimiento espontineo mejor oxtu- diado analiticamente Jo consti las Jarvas de Amblyostoma, estudindos por Coghill. Fl oxamen histolgico del sistema nervioso ha mostrado qno los primeros movimientos se producen antes de que jentos de ayen los movi tenga lugar el enlace entre las vas y motoras, ex decir, antes que se dé 1a posibilidad En estos animales lo primario oun proceso re el ney rece eardoter seeundario. jemplo Je movimiento espontinee estudiado neo. y el movin Otro experimentalments ha glé Graham Brown. Un perro con Ia mei seecionada Ievé 1 cabo, con las patas traseras, movi= jo deserito por ol fi la. espinal mientos capontincos de Tocomocién, aun despnés de se- parar todos Ios nervios sensitivos. Estos: movimientos ritmieos no son, por tanto, movimientos reflejos, sino gue eon provocadss por Ia actividad interna. El ejemplo mejor y més natural de movimiento ex ponténeo son los movimientos respiratorios. Bste ejem- plo no et sdlo un fenémeno que se presenta en todo animel sin intervencién alguns, sino qe constituye también cl primero y siltimo movimiento de un orga- nismo. También nosotros respitamos, asi que podemos conocer introspectivamente los sentimict que acompafian.a estos moyimientos. Desile hace muchos afios In Fisiologia admite dos cansas de In respiracién. En primer Tngar, los movi- mientos respiratorios representarfan reacciones a Tas ex: citaciones que parten de Ios pulmones, de Ia traquea y Tos bronquios, y que on parte son provocados por cl orio, Asi qne Ta respiracién seria S@7 ax morimiento resp tratado on parte de redacirlos uno al otro, Pero Ia vivencia del afgn—como en nesiro ojemplo—se difermoia clara« mente de una act bien es verdad yo en algunes 1 Ja mano al toca presar la exp que retirar Ia man: Contra esta objecién, lo siguiente: En primer lugar, Ie rodilla es um ejemplo puro de un movie miento provecado por una excitacién exterior. En ac- por ejemplo, cuan que abrasa. Se fgniente modo: “Yo tnve En ambos casos se origina—t versas—uh empuje i pero que cs experimen tado siempre como yo tengo que mover, como un movi- miento espontineo, no como reflejo ni como accién vo- condicionada por fenémenos “intornes”: por un lado, Ja constitucién de Jn sangre y Ja exoitabilidad del contro respiratorio; por Ja exclusion de los fendmenos reac! autor han pedido tema nervioso rar representa un movimiento espontineo ejecucién, ritmo y profundidad estan tam- bién condicionados por las sensaciones. Desde el punto de vista fisiolégico, esta espontaneidad no tiene na de misteriosa. Con el concepto de excitabilidad de los centros y el de cutonomia de Ins células ganglionales, que se cree poder xeducir a fendmenos fisicoquimicos, se emtien- de haber resuelto el problema en principio. En todo caso, el movimiento espontineo es un mo- vimiento que tiene que presentarse por motivos inter- noe, y que, por lo tanto, es tan poco libre como una tenidamente la di+ compafiantes, Pero tratemos de indagar m jad es mis bien “quisie- cn cl momento en que no puedo contencr més El mo pero de mane- jes y no vivimos en realidad mis que el movimiento esponténco. También solemos designar a ‘ojo esos movimientos como espontineos, Si en la xes- piracién el impulso dinémico Jo dan Jas sensaciones in- ortante para nuestro do es que Ja Psico- patologia y la Psicologia animal han observado que para que se produzean reacciones normales es también investigador observ en la reaccién de las larvas, no sélo el enlace de los elementos nerviosos sensoriales y motores, sino, ademis, la presencia de un centro supe- rier, “suprasensory clements”. El respirar constituye, a mi entender, el ejemplo puro y completo de Jos m ales (por Jo tanto, tam- bién de las reacciones) inado por la espoma neidad del centro; pero est4 condicionado y determi: nado en su forma de ejecncién por un cfreulo funcio- nal de fenémenos sensoriales y motores. Después de esta excursion por los dominios de Ja Bio- psicologia, volvames a nuestro problema: juego y afin de movimiento, Lo que reconociamos en Jos organismos jévenes como afin dindmico es un querer moverse y tener que mo- nas, como espontineos © propios y no como reaeciones ni tampoco como movimientos axbitrarios, se debe a que a os movimientos juveniles, a causa precisamente de su je direccidn, no seitalan su condicionalidad por exeitante externo 0 por un motivo in- erno, Los niftos y los animales jévenes se muoven como nosotres suponfamos, gracias a un impulso dindmico de una direccién en el movi- nada por el vinculo que en un cireulo funcional ee establece ontre ciertas partes mo- cs y las sensaciones o por el embarazo de otras par- Este impedimento puede eer originado por proce- 808 externos lo mismo que por procesos internos. to—primera miento—esta cor do, propia de'la actuacién .e mueve por dentro y no tos rasgos de Ja falta de se juvenil. EF] organismo jo ja fuera, por decirlo asi. s, el juego—y lo ha subrayado mucho Grose—es una actividad que no posee ninguna finalidad fuera de sma, esto se basa en la peculiaridad del movimien- to juvenil en general, aun cuando éste no haya adqui- do todavia ol especial cardeter de juego. Porque, hay que repotirlo: cl agitaree, revolverse, arrastrarse, no son juegos, sino meras manifestaciones del afin de mo- nto de direccién carece de sentido, de referencia aun fin, ai sen sk aa Jes movimientos sc descompongan en Jados de ir y vonir, tal como lo vemos on eae saci piernas de Jos nifios y agitar Ins manos y Jos brazos. Un movimiento realmente sin sentido, que no con: duce a nada, os aquel que refluye sobre si ani cabo un mo tendremos que el mo- ar es un ejemplo tipico de actuacién ju- vimiento cin venil. Pero si el movimiento circular resulta de una re- Jacién con sentido, de Ja tensién con respecto a un con- tro, tondremos un movimiento alrededor de algo, Ia forma fundamental de la dindmica femenina de pre- ocupacién. El parentesco ontre <1 modo dinémico ju- venil y el femenino ha sido reconocide por muchos au- tores y puede ser captado fenomonolégicamonte. Sin embargo, Ja diferencia, come docimos, reside en que lx dindmica juvenil mo enciera finalidad, mientras que Ja femenina trata de Henar un sentido, El movimiento circular Jo encontramos come forma fundamental en toda una sorie diversa de jucgos infantiles y cierra todo eu significado en si, como movimiento sin meta, que re- fluye hacia of mismo. Ademis, sélo este tipo de mo- vimiento ¢s repetible, Una accién encuentra su fin natural en el Jogro de eu Gnalided. Un movimiento ein sentide—es decir, que no esté determinado por una lad_condicionada interna 0 externamente—, puede cesar tan sélo pi causa—incidental—que reside fuera del plan de iento, de por #f, no a al movimento circular, pre = Bs vimiento. El movi Lo mismo se ap Jar juvenil la repeticién es ny el sentimiento de pla- Pero tampa y abajo, ‘en Io juvenil, y se conserva en el juego como dinan hfsiea, A menudo es condicién de muchas formas juego y encuentra también expresién en muchas re- gles de juego. Tenemos, pues, que el afin de movimiento conduce a movimientos sin sentido, que tienen que producirse como movimiontos que refluyen, contenicndo asi el prin- cipio de Ja repeticién, De este modo comprendemos ahora la conexién del afin dinémico juvenil con lo ritmico, Al movimiento de ir y venir del cuerpo y de los miembros se le impone, en razén de Ja estructura, Ion- gitud y xeparto del peso de las diversas partes del eucrpo, un ritmo especial. Lo vemos en los nifios y en Jos animales jévenes, Los primeros movimientos espon- téncos sc manificstan necesariamente en flexiones ¥ ex- jembros, en inflexiones del tronco. tensiones de los Los impulsos gasto pequefio de energia impulsiva (y de ). Cosa, mortignindose al extin« a, 0 de una manera tajante 4 otro cauce, 0 al ser obstacn- én, © por otras hay otros estimulos, por ejemplo: una ‘a it dptica, o un contacto, que impi- den Ja actividad ritmica. Algo parecide tei piel provoca un movimiento rit demostrado que cl reflejo del rascarse rrumpido en Ios perros con un pel cualquier otra impresién fuerte. Tenemos, pues, que ol movi ico. Estos movimi impresin acti nto juvenil es funcio- 1 rite micos poseen—como podemos experimentar fécilmente en nosotros—un valor sentimental propio. Al decir que Ja realizacién de movimientos ritmicos es agradable, placentera, expresamos muy imperfectamente la viven- cia respectiva, Falta por completo el anélisis fenomenclégico de loa sentimientos que acompaiian a estos movimientos, y sé ria menester Ievarlo 2 cabo para ahondar en los supues- tos necesarios para la inteligencia de lo juvenil. Qui- siera ofrecer en este punto algunas indicaciones sobre 1a direceién en que habriamos de dirigir Ja ate po de investigacién. En primer Iugar, demos tener en cuenta que en el aburrimiento, la el dolor, ete, propende- mos ti ‘os. Y no sélo el home casos semeja sensacion desugradable, Esto se puede demostrar bella- mente con Ia contencién de Ia respiracién. Cuando Ja sensacién de la (1) opresién cobra una intensidad casi insoportable, se aminora sensiblemente apelando a mo- 108 xitmicos, que hacen posible que contengamos lad desordenada que acompaiian a la sensacién de hambre, Acaso nos hallamos a punto de dar con la razén del afm dinémico juvenil. Los psicélogos de la infancia han Mamado repetidas veces la atencién sobre cl estado afectivo de “hambre”, de “insatisfaccién”, de los nifios. iio, el animal joven “quisiera” algo, aunque no qué. Vive con un tono de sentimiento de “opre- que, como lo expresa muy bien la a pala- bra, es un sentimiento de falta de libertad, de emba- raro, de peso, de resistenci Este sentimiento Jo expcrimentamos, no tan sélo al contener largo rato Ja respiracién, sino también al per- wasgsfiihl, que no podemos traducir, vento de opresién. Gefitht en palabras univocas, por ha- fa, en el paso, sin lo sentimental, Pero 10 que el autor se refiere en este ca- sensaciones—W. del T. —b— Por eso me parece ver en el impulso dinémico esponté- neo de lo juvenil un afin primario de libertad, el cual se halla emparentado, lo mismo en su vivencia que de hecho, con todos Jos afance—aun los superiores—de li- bertad. Este afin de libertad de animales y hombres, y es pecialmente de los seres javenes, es un protofenmen conocide y que desde el comienzo d civiliz we ha expresado em una de formas. Podemos observar este afin de libertad, en forma con- creta y elemental, cuando retenemos ¢ un perro o a un niiio, sin hacerles daiio. Es una experiencia sencilla, con un resultado sencillo y reproduetible. Se producen mo- vimientos de Jiberacién, que ce manifiestan en ritmi- cas y desordenadas agitaciones de los miembros. Agi- tacién que ee prosenta también en el behé en su cuna, aun cuando no parezea impedido. El nifio 0 el perrito quisieran liberarse; pero el im- puleo liberatorio conduse a una serie de movimien- tos sin sentido que representan Jo que los movimien- tos sensatos de liberacién en el adulto. El hacer del organismo juvenil os “figura” (csto ¢s, adquiero una for- ma figura que Ueva el sentido de lo xepresentado, pero que no es ste) de una Tiberacién adecuada. El afin de movimiento conduce a movimientos en general. Su duracién o repeticién puede obedecer a dos razones: 0 bien « la simple duracién del impulso dini- mico, o a wna intencién que inhiere al empuje pri- mario y que no se cumple. Todo el mundo sabe cémo se manificstan movimien- tos ritmicos a propésito de diversos modos de comp: tamiento y sus correspondicntes estados de inimo. No menciono maz que Ia “perplojidad” (no sé cémo voy a —6— salir de esta hacer), y expe no se presentan més que cn los iderados, estos modos de compor- tarse aon fendmenos pura jol6gicos. Asi, encon: tramos también entre I rreapondientes movimientos, claro e Pero el movimiento de ir y venir, el rit cular, se convierte ahora en expresién de Ia situacién especial y conserva, por tanto, un minimum de decurco formal. Cuando el hombre, perplejo. chasca Jos dedos, pasea de un lado para otro, sacnde la cabeza en preocupada duda o retueree sus manos, estos movimientos expre- can cu estado de énimo, También es éste ol caso entre animales 7 on los niffos, Cada eual eabe por experiencia oun ficilmente esos movimiento derivan en juego, Modiante cl enlace de Jos movimientos a un objeto se refuerza su fuerza ex- presiva. El nifio porplejo juega con eu gorra; la nifia timida, con cl pafiuclo; cl megociante preoenpado, con ol lipiz. También ho podido chservar en los perros Ia presen- cia del juego en caso de una situacién ambivalente. Si obsorvamos con atencién estos juegos (primitives), notaremos emo se busea en cllos la desviacién de la sensacién de opresién ¥ cémo la situacién de énimo em- ‘valente encuentra sw cxpresién simbélica. Hasta ahora hemos estudiado los movimientos des- ordenados, ent parte ritmicos, més bien como efectos, —1— como dindmica, como movimientos, por tanto, que si motor de una tendeneia de libe- fican el puro efec racién, Pero en la accién que ce produce en estas situa: ciones ambivalentes se ve claramente que los movi- mientos producen una impresién en el organism euya forma le conduce a nuovos movimientos a su ver, Por esta razén puede producirse el juego con un objeto, por- que de esta suerte se constituye Ia unidad cerrada de movimiento y sensacién en un cirenlo funcional. Si bien—como Io veremos més detalladamente—ni el movimiento ni Ia sensacién, Ia actuacién o 1a percep- cidn, se presentan separadas de por si en Ja unidad de Ja existencia animal, nos vemos obligados a dirigir mies tra atencién a aquel 0 a este fendmeno, Y asi procede vida—como los sujetos el investigador—que entiende que se mueven y sienten, Nos demos cuenta entonces que los movimientos micos y desordenados del orgenismo son realizados tam bién merced a las formas de la excitacién. Consideremos de mas cerca este aspecto sensorial de un movimiento ritmico. Tenemos la primera constata- cién de que los estfmulos que se repiten ritmicamente —eon cierta frecuencia, pero con independencia de Ia enalidad del excitante mismo—despiertan un sentimien- to de “placer”. Esto se debe a que Ia reaparicién de un fenémeno Ieva consigo vivencias de espera y de cumplimiento que se corresponden con Ia dindmica de tensién y relajamiento. Ee como una promesa que s¢ cumple. ‘Ya veromos més tarde eémo la sucesién tensién-rela- jacién condensa la dinamiea esencial del juego. Anticipemos por ahora tan sélo la relacién intima existente entre los movimientos ritmicos y el jugar, sin por ello descuidar Ia diferencia subsistente. El niio, —B— } ' en un concrete estado de animo, puede, Bien mecerse, t & jugar, pero deseando en ambos ese su- coderse de la tensién y el relajamiento. Una fuerza que act Drar uma pesada campana, guar una vibracién anterior. Su accién dependera del en marcha ‘mente puede hacer vi+ ro también puede amorti- ritmo que cl efecto dé esa fuerza componga con el tiem- po pendular y de la fase de vibracién en Ja que esa fuerza actie. Co 80, que una excitacién nervioso y se origina una acti Ja es la funcién primaria del sistema nervio- extiende a todo cl sistema lad en la que partici. pan todas las partes del cuerpo. Asi en Jas larvas j6ve nes de las experiencias de Coghill, y en los embriones rata en Jas experiencias de Angulo y Gonzélez, y también en animales adultos con una excitacién bas tante intensa (susto), con sensibilidad hipertenaa (cn- venenamiento por estricnina). En todo caso, sabemos que que Ia conocida limitacin de Ia actividad y de Ia reaccién a determinadas partes del cuerpo no se halla prescrita por las vias anatémicas ni esta condicio- nada estructuralmente. La limitacién, 1a localizacién, la automatizacién son fenémenos vitales posteriores, dependientes siempre de un equilibrio entre las fun- clones. Asi se comprende que, en prineipio, cualquier esti- mulo puede poner a todo el cuerpo en movimiento, cosa que ocurre sobre todo en Ios nifios y en los animales jévenes. Si nos figuramos tan sélo fisiolégicamente—y cesta representacién seria también 1a imagen adecuada del contenido de 1a vivencia—que la excitacién representa Ja rotura de equilibrio (por ejemplo, de un gmpo de células), en el que Ia vuelta a Ja situacién primitiva —p— ‘omprenderemos. efecto mis fuerte Piéneese que Ia propagi brio tiene lugar en un campo continuo homogéneos—como ocurre con Ia perturhaci elementos én de Ja particularmente fase de su efect jue producen los movimientos rit- olos, ya dentro del juego. ade a toda Ta musculatue ra corporal es reforzada 0 amortiguada, Y como—para mantenernos dentro de Ia imagen de-la sobrohaz del a—con él choque de retroceso de Ia onda de exeita- cién en Ja periferia ex cuando se origina Ia imagen ex tatiea de la exeitacién, que nosotros designamos tono, se comprende que exietan ritmoe que refuercon este tono © que lo amortigiien. Como os eabido, ambos efectos ce experimentan y se busean al tocar In misica, y en otros movimientos 0 exc jones_placenteros. No puedo menos de afiadir a lo dicho la ind! de que aqui eurge un campo casi inagotable para el tr bajo experimental, que también puede darnos ocasién para ensayar modelo 8. ‘Tenemos que considerar todavia un efecto de Ios mo vimientos ritmicos, que no puede ser comprendido den- tro de la dualidad tono y atonia, Me reficro a Je pro- duc de ese estado, mis o menos marcado, de em- \guez, que puede surgir, como es sabido, en el jue — 8 — go y con algunas formas de movimiento (a danza), no s6lo catre pueblos primitives, eino también, aunque no de una manera tan clara, en los nifios y en Jo: les. La ex aguex ea, on lo esencial, una ser, un perderse; pero no como en el suefio, sino para seguir viviendo en una existencia no delimitada pereo- nalmonte. Se rompe, por tanto, la oelusién, ex decir, la frontera enya existencia hace posible que se pre- sente la es a imagen de excitacién de Ia forma, Si quercmos una comparacidn, imperfecta como todas, con- vendra pensar en una copa de cristal, euya vib: puede intensifiear iguar, pero que ta puede exaltar hasta hacer aiticos Ja copa. Mientras que con esta imagen nes representamos el salto de la forma més alli del aumento de Ia excitacién (del tono), cuan- do desborda Ja superficie del agua nos encontramos con una anulacién de fronteras y una extensién do la onda de excitaeién 2 un campo mayor. También esta forma de embriaguez se conoce entre hombres, Creo que tiene importancia para muchos dominios de la investigacién Sociologia del juego, Psicologia religiosa, P gia y también Peicologia del pensamiento—la de dos tipos de embriaguez: una que nace més allé de la in tOniea, y otra que se produce por ete desbor- damiento primario, Los eetados de embriagnez, que pueden preeentarse en el juogo con intensidades diversas, se originan, bien merced a movimientos y excitaciones ritmicas, que ac- tian como golpes de litigo y que conducen facilmente a una rotura de le personalidad, bien mediante movi- mientos que se repiten, refluyen homogéneamente. Estos ntos poseen la forma de circulo o de un ir y yenir sin un punto fijo de orientacién y sin cambios de velocidad (baile). —sl— 6 Sa Consideremos evo el afin de m go de haber exeminado sus formas de accién. En los vegetales no se da este afin de movimiento, que es peculiar a los animales, y que se explica por la existencia cerrada que distingue al animal de Ia plane ta, Asi resulta también que todos los automovimien- tos son actuaciones liberadoras., Tratan de libri sea de la coucciéa, de la opresién, de la excitacié sea del apetito, del deseo, de 1a exigencia. eulta el acento placentero de cada movimiento on si mis- ya mo, porque representa Ja satisfaccién primaria y funda- mental del impulso vital mas profund. J instinto de una existencia propi te, libre, el protoinstinto de lo animal, ‘También se comprende cémo on cl movimiento se acentiia Ja sensacién de Ja propia existencia, y, lo mis- mo el hombre que el animal, buscan un determinado quantum de movimiento para vivir 1a propia existencia. Este ee el sentido de esa formula que tanto corre en la literatura sobre ejercicios eorporales y deportivos. Mediante el movimiento—se dice—, a la alegria de la existencia, al refuerzo del sentimiento del yo, a elimi- nar el complejo de inferioridad, a potenciar la per- conalidad, a consclidar cl caréeter, etc., ete. El hombre necesita pan y juegos, Pan para crecer y exiétir; juegos para “vivir” 0 sentir esta existenci El movimiento es colmo de sentido de la existencia animal; pero, recordemos otra vez, el movimiento no 8 todavia: juego. Como lo veremos mejor en el capitulo siguiente, la dindmica del jugar se halla condicionada por los impul- eos fundamentales de Ja vida y por Ia forma do xelecién con el objeto de juego. Es siempre un jugar con algo, y no sélo movimiento placentero. EL JUEGO Y LOS IMPULSOS (1) La Biologia, fundéndose cn la armonia de los fené- menos vitales y en Ia adaptacién reeiproca de forma y funeiéa, ha puesto en primer plano la consideracién teleclégica de los fenémenos vitales. También en los tiempos modernos Ja idea evolucionista en su forma oxi- ginal, darwiniana o Jamarckiana, ha contribuido a que se extienda In opinidn que todos los fenémenos que se producen en un organismo tienen que ser considera dos como adccuados a un fin 0 como restos de un pro- ceso finalista. El fin a que se orientan todas las cuslie dades de un ser vivo fué determinade por Darwin como “conservacién de la especie y del individuo”. Asi se formé una teoria do los impuleos y de las ae contexto.—N. — 8 rior, ni a las propiedades anatémico-fisiolégieas del sis- tema nervioso, ni tampoco se explican suficientemente por la aceién de Ja experiencia individual. Se trata de aquellas actuaciones que se denominan instintos. En los insectos y otras especies inferiorcs, estas actuaciones estan cspecializadae y con poco variables. En lov ani- males superiores, por el contrario, raramente mos en- contramos con rueiones complicadas se even a cabo, sin experiencia, en forma especifiea, excitacién. Sin embargo, suponemos también en catos animales impulsos cuya accién es posible tan sélo me- diante la intervencién complicada, en figura, del am biente y por la accién de la experiencia. Podemos abar= car estos hechos considerando los impulsos de los ani males superiores como impulsos generales de movimien- to cuyo funcionamiento se halla condicionado por cone diciones generales de situacién, mientras que las actua- ciones, ellas, no recibirian su forma especifica del im- pulso mismo. Asi, un tigre posee un impulso ‘cazador, el cual, bajo ciertas condiciones generales, conduce a movimientos que sélo poco a poco—mediante la experiencia y la préctica—adquicren Ja forma de una caza, Baséndose en esta idea darwiniana de adecuacién para interpretar los fenémenos de la vida, se ha desenvuelto uma teoria del juego que ha sido reconocida general- mente, Inego de cu exposicién detallada y sistemitica por Groos. “Todos los juegos juveniles se basan en No existe, al entender de Groos, instinto especializado del juego, sino que los diversos instintos se manifiestan en una edad, en Ia que todavia no es posible su ejerci- — 4 — cio en serio, en forma de juego, Estos juegos tienen le finalidad de ojercitar las diversas actu: vas import jpersos. juegos. a de la teoria de Groos, qne ha pasado a los dominios pedagégicos y se ha convertido en el eriterio de los juegos infantiles. Este para se refiere a Ia utilidad del juego con respecto ala lucha por Ia Los numerosos trabajos acerca de Ia utilidad de Ios divorsos juegos infantiles para cl desarrollo del cuerpo files en Ia vida, nos dela- mas pedagégi No se puede neger que, en los animales superiores, las actusciones instintivas suclen ser ejercitadas por la experiencia, adoptindolas mejor a las ciremmstancias va riables del ambiente, Pero tengo algunas objeciones que oponer a Ia teoria de Groos. En primer lugar, no se ha demostrado que animales que en su juventnd han tenido pocas ocasiones de ju- gar, pues, por ejemplo, se han criado separados de sus camaradas de especie, realicen sus acciones instintivas con menor perfeccién. 2Es que, por ejemplo, un gato que no haya jugedo a carar o a pelear en su jnventnd Incha peor o coge menos ratones? Ninguna respuesta podemos dar que se base en un volumen suficiente de experiencia. Pero hay otro ejemplo, que corresponde al instinto sexnal. Groos ha considerado Ios ‘juegos de amor” como un grupo especial en los juegos de animales y de nifios, Estos juegos no con, en modo alguno, necesarios — 85 — para Ia realizacién posterior del acto sexual. Aqui vemos bastante claramente Is insuficiencia de esa concepeién “fimalista” del. juego. En segundo lugar, la especi. Ja organizacién, la adaptacién: on una palabra, la prictica de las acvio- nes instintivas, que tienen lugar ya en Ia juventud, no es un jugar en modo alguno. El aprendizaje de andar, volar, saltar, agarrar, etc, no constituye juego alguno, sino un andar, volar, saltar, cte., cfectivo, si bien im- perfecto en su realizacién. Una ver que cl nifio sabe andar, empiezan los juegos de andar. Pero cojamos el ejemplo preferido por Groos: el jue- £0 de cazar. otros animales, se ejercitan a cabo en compafifa d \dependientes de estos ejereicios son los en los que se pueden mezclar elementos de las a ciones de cara. La diferencia se puede destacar Sécilmente. Mientras que en los Hamados juegos de oaza se mantiene el ca- nacter de juego y se persigne la repeticién, mejor que un fin determinada, en los ejercicios de enza observa mos algo muy diferente. Se trata jempre de caza au desde un principio evan Tos carsctores eveuciales de las accioncs cazado- rus, a saber: una biisqueda efectiva, una persecn: apresamiento, muerte de Ja presa, con el consiguien- te destrozo y devoramiento. En tercer lugar, me permito observar quo Groos ha partido de una clasificacién de los instintos para ¢ fiear los juogos, clasificacién que sc corresponde con Jas funcionce fundamentales de los animales en su I por la existencia. A la hase del libro Spiele der Tiere (Juegos de los animales) sc halla una clasificacién que a segundo lugar, las funciones que represen- an las relaciones con otros animales (e2za, lucha, eui- lo, cte.), ¥ que so practican en los juegos de caza, de pelea, ete.; finalmente, un instinto de imitacién, que se practica on los juegos de eete tipo. En el libro sobre Jo 108 de cl de lucha y el de imitacién, que dan Iugar a los .08 correspondientes. ita clasificacién parece, a primera vista, accrtada. talmente en Ja finalidad y orden de las fun- 1¢8 de los animales y en las reacciones correspon- tes a determinadas circunstancias de Ia vida. Sin embargo, me parece bastante discutible el que stinto de lucha o el de caza se puedan aceptar como isposiciones instintivas especializadas. Si este cxiterio se motiva en Jas formas ten cepecia- lizadas que distinguen a las acciones de caza, por ejem- lo de un gato, con cl mismo fundamento po ablar de un instinto de huida, de otro de bitsca, otro le espera, de olisqueo, de escucha, pues también estas laciones se caraeterizan por claras formas en su de- empo, em a picolo- wicologia de las facultades, cuya in- t= ‘ipulo de Pawlow trataba costumbre perro, Tampoco confirman Ios hi disposicién jerérquica de Jos impu tro ‘a de los centros en el sis im del problema hay que buscarla on otra direc mnte Ia vide del animal se va formando vidad propia o una reactividad, ¥ ce diferencia on m chos tipos particulares de a También esta con- cepcidn se basa en tendencias congénitas, pero muy redu- cidas en nimero, y que se manifiesten desde un princi- pio, si bien dan Ingar primeramente a otras actuaciones gue luego on posteriores fases de la vida. Finalmente, y esto me parece lo més importante, estos impulsos fu dementales deben cer comprensibles mediante los ca- s de la vida animal. En todo caso, como Jo ha visto muy falta todavia un sistema y un eanon de Io: Si la concepcién de Groos, que los jueyos finalidad de ser una prictica anticipada de actuaciones que habrin de ser decisivas para Ix vide, fuera just seria de esperar que todos los juegos con tales actuaciones ¢ impulsos. Cuando los chicos marcan el paso y na far @ con un instinto m: ma esto. Pero cojamos otro ejemplo. Un gato juegn mny a gusto con un papel ‘estrujado u otro objeto ecmefante, ans Lo empuja. se arrastra tras él, salta y vuelve a empu- jarlo con sus patitas. {Se trata de un ojercicio pado de caza? Me parece muy dudoso, En primer lugar, este juego se manifiesta on ta edad en la que también se prac: tica, aunque imperfectamente, la caza de ratones. En segundo lugar, el animal se comporta en cada caso de ferente. Ademis, encontramos un juego scme- jante en el juego de canicas o con una pelota, en los fos. Especialmente Ios muchachos poscen un “impul- so” para agarrar, coger, marrar, saltar, ete. Esto no ee explica ficilmente apclondo « instintos los por Jos antepasados, sino por Ia dinamica masculina, que posee su forma propia de desarrollo, que ee expreea en toda actividad masculina, y que conduce x escoger y perfeccionar una scrie de actnaciones. Si, per lo tanto, tenemos que admitir en los anima: Jes de preca y en loa muchachoe un mismo impulso, que da ocasién a formas parecidas de juego, este impulso no puede ser un impulso de eaza rudimentario o sin desorrollar. Mis bien parece que, a base de un proto- impulso en esoncia idéntico, se desarrollan los juegos, y también la caza, en el gato, y muchas actuaciones pa- recidas en el hombre. En uma edad en que los nifios se pelean tan a gusto, cl “impulso de Incha” es menos fuerte que més tarde, en que el joven o el adulto se pegan, pero jugando, aunque practiquen otros juegos. Si es el impulso de Icha el que empuja a jugar a pelearse, por qué en una edad en Ia que no se nota el menor rastro de una yerdadera inclinacién a Ta Tucha? En Ia pubertad, cuando precieamente se deepierta también el instinto maternal en Ins muchachas, oesa el jugar con mufiecas. ;No sera més bien que Ia dindmicn ig. modo femenina ericuentra en cada edad su forma corre de Ia concepeién combatida, si observa. mos los juegos de los animales superiores, de los mo- nos antropoides. ‘Traslado del conocido libro de Kehler las siguientes descripeiones: “Un chimpaneé esti sentado junto a una vasija con agua. Con un bote, el animal va sacando el agua y Ia Jo lentamente. El animal sc encuentra pro- fundamente absorbido en su juego, y To varia, metien- do la mano en ¢l agua y viendo atentamente cémo caen las gotas de la mano en alto. Repite el juego con un pedazo de pan, que empapa de agua y Inego xpre- taja.” Este mismo juego podemos observar en los nitios y en Jos adultos. ;Quién no se ha visto alguna vez sen- tado en la playa, viendo deslizarse morosamonte la arena entre Jos dedos? Los chimpancés practican un juego oxtraordinario con las gallinas. “Cuando Ios chimpanoés comen su pan, las gallinas de Je finea vecina se agrupan junto a Ia red metéliea, probablemente porque entre tanto han cafdo algunas migejas. Como los chimpancés se interesan a eu vex por las-gallinas, ocurre que los monos empiezan a desmigar ou pan junto a Ia red y ee ponen a exami- nar a las aves, o las espantan de una patada contra Ia alambrada. De aqui se han desenvuelio tres juegos que -a erefdo postbles, de no haberlos visto dia 1. Entre bocado y boeado, el chimpancé sostione ol pedazo de pan en algin hueco de Ia xed; la gallina se acerca a picotear, y cl mono retira répidamente el pan. En una comida, la brome se repite unas eineuenta veces, - 9 = AE rprrcrperremeerrnreese sgn er PHI SPH eae eee REE cea fit 2. Rana, ol dad a las gallinas y de propésito. En ese juego que acabamos de deseribir sostienc su pan como los demis y deja que una gallina pique varias voces; su mirada, bonachona, deccansa en cl animal. Como tiene que sen- tir Ia sacudida de cada picotazo en cu mano, te halla fijo en To que Ja gallina hace, y sigue sosteniendo el pedazo de pan en su Ingar, hasta que le vienen ga- nas de dar otro mordisco. Podemos hablar con toda pro- piedad de “dar de comer” a Ja gallina. 3. La gallina, con el ccbo del pan, se acerca mas a Ja red, y en el momento en que trata de dar el picota- 20 inocentemente, Ia mano ola de otro chimpancé en cuclillas alli cerca, le saeude el cuerpo con un palo o con un alambre. Cuando son dos Joa chimpancés que Hevan el juogo con papeles distintos, no cs que ce hayan puesto de acuerdo, Las circunstan- cias coneurren en que Ins actividades de los dos se coordinan; se dan cuenta, y siguen el juego.” Si leemos con atencién estas deseripciones concretas de Jos juegos de animales y los comparamos con la ac- tividad de nifios y adultos, comprenderemos cudn difi- es derivar los juegos de impulsos especiales y con- sidorarlos como ejercicios anticipados de serias activi- dades vitales, Los impulsos que determinan el curso de la activided en Jos juegos de caza y Incha ¢on Tos mis- mos que en Ins actunciones arriba desoritas. La necesidad de una teoria bien fundada de los impulsos es de la mayor urgencia, lo mismo para la Psicologia que para la Biologia y todas las cicneies afines. Los juegos espontineos no sélo m mas formas y los mismos cambios de estructura en pueblos independientes entre —91— paneé més tonto, alimenta de ver- jestan Jas mise hecho nos pone de relieve cémo el juego tiene sus rafees en Ins funciones mas escondidas de Is vida, Si el oscuro empuje autéetono que provoca estas fun- ciones lo Hamames el “impulso”, hay que preguntar no sélo si hay muchos 0 pocos de ellos, sino también eémo se explica lo particular de cada actuacién como dife- reneiaciones de Ta vida de los impulsos, Desde el campo de Ia eiencia se ha dedicado desde siglos capecial atencién a los juegos de Tos nifios. Se crefa que en los nifios existe un corto niimero de im- pulsos, y lus correspondientes actuaciones instintivas; como, por ejemplo, el mamar. los movimientos de defen- sa, el gritar, ete. Biihler se did clara enenta de la dife- rencia entre los impulsos del nifio y los de los anima- les inferiores cuando eseribié: “Gn comparacién con Ja vida regulada de Jos inseor tés, los instintos del hombre parecen como desvancei- dos, disueltos, deshechos...” Nadie ha sentido mejor la necesidad de una investi- gacion sistemitica de los impuleos que Simon Freud. Aunque no es posible, dentro de los limites de nues- tro trabajo, enfrentarnos detalladamente con Ja doctri- na de Frend, me parece necesario detenernos un poco en esta teorfa biolégica tan amplia y penetrante, y en Ia aplicacién del concepto de libido a In explicaciin del juego. Fl hecho que Freud y su escuela hayan dedicado a la vida de los sentimientos en el infante atencién ¢s- pecial, desenbriendo ma conexién insospechada de Ios fendmenos vitales, otorga a Jos psicoanalistas un dere- cho de preferencia aobre Jos demas psieélogos para ha- blar sobre el sentido y esencia del juego. —2— Antes de ocuparme de las opiniones de Freud acerea de la mexién entre el jugar y los impulsos, me refe- algunas objeciones eritieas que sngieren laa con- cepeiones nuevas, En primer lugar, el concepto de libido ha ido trans- forméndose poco a poco, adquiriendo cada vez un con- tenido menos circunserito y més formal. Asi, este con- cepto se aplica ahora para designar cl deseo que se ms- nifiesta ya en el infante hacia una serie diversa de sen- saciones que tienen de comin lx calidad de vivenci: de voluptuosidad cia” hacia Ja plenitud de vida en general, y también para cualquier forma del impulso cexual sin objeto. Especialmente esta wltima determinacién del concep- to ha conducido 2 explicaciones sistemiticas del com- portamiento, cuyas aplicaciones en casos coneretos no tienen a menudo la evidencia de su parte. Sobre todo se recibe esta impresién cuando los psicoanalistas, ba- séndose en su teoria, ponen en relacién inmediata cier- tas actuaciones infantiles con sentimientos y actividades sexuales, Por otra parte, la consideracién genético-causal de la vida unfmica—especialmente por algunos diseipulos de Froud—choca con resistencias cada vez mayores al cer aplieada a funciones espirituales superiores. Pero estas observaciones no tratan de menguer Ia gran significacién de Freud para una comprensién mis honda del juego. En mi opinién, ningin investigador hha visto con més penctracién el acaccer dentro del alma’ del nifio, aunque a veces no le hays sido posible cap tar en conceptos Jo visto. también se aplica Asi se explica que s menudo las manifestaciones, al Freud sean equivocas, y se pasa por alto fécilmente st porcidn de verdad. — 93 — 4 Freud supone en eada ser vivo dos tipos de imp so: 6, ambos con- servadores en esencia y 3 en el sentido de res- tauracién de situaciones vitales originariaa, Estos dos impuisos fundamentales so unen y mezelan pulsos presentamos In polaridad del amor y el odio. No hay mayor dificuliad en sefialar un representante del eros; pero nos damos por satisfechos si cor como un ropresentante del impulso de muerte, tan diffeil de captar, al impulso destructive, que abre ea mino al odio. La observacién clinica nos enseiia que el odio n0 s6lo es el inesperado scompafiante del amor (ambivalencia) ; no sélo, 2 menndo, su precursor en Jas relaciones humanas, sino también que el odio. se trucea, en diversas circunstancias, en amor, y al xevés.” Quien lea este texto im prester a las palabrae “amor” y “odio” el estrecho contenido conceptual que les com- pete por relacién a In vida humana, comprenderé eudn importantes son las ideas de Freud para facilitar una inteligencia de algunas formes determinadas de En éstas encontramos a menudo reunidas on forma am- hivalente comunidad y propia conservaeién, tendencia destructor y formacién de estruoturas, Al reconocer Ja importancia de las actuaciones simbé- ado un jemos ofr jeas o representativas, Freud nos ha sumi segundo motivo importante pera Ja interpretacién del intonciones que oe do earéctor placentero y orétio, gue pueden provocer ae! Jos movimientos simbélicos del juego poscen una rarén 6b ‘is general que la antedicha, quisiera, sin embargo, rar en un ejemplo tomado de prestado al libro de Freud, Mas allé del principio del placer, la significaci que corresponde a este investigador on el capitulo de las conexiones entre el juego y los impulsos: “He aprovechado una ocasién de poder explicar el primer juogo, de propia ereacién, de un nifio de un afio y medio. No se trata de una observacién fugar, pues tuve ocasién de vivir algunos dias bajo el mismo techo con Ja eriatura y eon sus padres, y pasé algtim tiempo antes de que diera yo con ¢l sentido de una accién mis- teriosa y constantemente repetida. BI nifio no ofrecia en modo alguno un desarrollo ine telectual precoz, pues a su edad hablaba muy pocas palabras inteligibles y disponia, , de algunos so- nidos expresivos, inteligibles para los que Je rodeaban. Pero mantenia una buena relacién con sus padres y Ia muchacha, y era alabado por su “buen” carécter. No molestaba de noche a los padres, obedecia Ia prohibi- én de no tocar algunos objetos o de ir a alguna hal tacién, y, sobre todo, nunca Woraba cuando Ia madre Je abandonaba horas enteras, aunque estaba muy ape- gado a ella, pues Ie madre no sélo le habia criado, sino que Je cuidaba ella sin ayuda de nadie. Este nifio mo- delo de pronto cogié In costumbre, en ocasiones molee- ta, de arrojar todos Jos pequefios objetos que tuviera a mano lejos de sf: a-un rineén del cuarto, debajo de la cama, etc, de suerte que no simpre resultaba fécil reunir todos sus juguetes, Al mismo tiempo, acompafiae ba a una expr interés y complacencia con un fuerte y largo 0 , segtin el parecer de Ja ma- dre y el nifio, no ern & ria decir “fuera”. Me juego y que él nifio utilizaba todos ~ oo dem: cuenta que se trataba de un aus juguetes para Si 0”, El nifio tenia un ca- . No se le ccurrié, por elo, jugando al coche, samente el carrete sobre el nego volvié a ante sus ojos y excl como juego, a pesar de taba el sogundo claro. En co} 1 nifio, con pulso), consistia en consentir on la marcha de la ma- dre sin protesta.” De propésito he reproducido integramente esta des cripeiém del gran psicoanalista para mostrar cémo aqui se nos abre un camino que conduce a les oscuras pro- fundidades de Ia vida. Nos encontramos en tinieblas, rodeados del misterio de Ta vida, que dificulta la visién segura de Jas formas, el conocimiento de los fenémenos y de sus relaciones. Por esto, frente a las interpretacio- nes pticoansliticas, sentimos una inseguridad que pro- viene del Iugar a que hacen referencia estas interprete- ciones, También en el ejemplo reproducido me atreve- ria a afirmar: “Acaso Ja explicacién de Freud es certe- raj acaso no Io sea.” En todo caso era de desear, para aumentar la seguri- ridad de In explieacién, que Freud hubiese investiga. do cémo se desenvolvié el juego del nifio y, sobre todo, c6mo comenzé. Ademés, surge Ia cucstion de si tam- bién en otros casos en que se presenta un juego pare- 96 = muy placentero—despierta en el nifio 0 en el imicnto que cl snccso psicoandlisis ha podido demostrar con innumerables ejemplos coneretos Ja relacién entre la figura y la més- cara, no aélo en cuanto a la expresién de Ia figura esta tia de Ia persona, sino, y mi ‘imica cambiante de la vide. La vieja frase de que cada uno desempefia su papel en el teatro de Ia vide, ha sido ahondada ‘por Fread, y acaso nos Heve a dar con el rasgo més general del jugar. Sobre todo, vemos que se presentan las actuaciones simbélieas on Is imposihilidad de qne se produzea 1a accién efectiva, enderazeda a un fin. Cuando un nifio o un animel joven poses ya una in- tencionslidad dirigida, ex decir, que quisiera ir a algu- ne parte, pero no puede realizar Jos movimientos con ducentes, ya sea por incapacidad corporal, ya sea por obeticulos exteriores, vomos que se presentan actuacio- el mismo ect especialmente, en Ia Slicas representativas, Cuando, por ejemplo, un nifio de pecho quiere ende- rezarse, levanta Ta cabesa o extiende las manos hi adelante. Si estos movimientos no tienen la cabeza o las manos vuelven a su sitio; yuelven a repetirse y variarse mtos, y pueden resultar asf movimientos al- ternativos. Por eso el perro encerrado escarba entre Tas barras de Ia reja o en Ia puerta, y el animal o el nifio co pasean do un lado para otro tras las rejas del jardin, ¥ un nifio o un mono joven, o un sefior grueso, alzan 7 7 Jas patas cuando, colgados en wna rama, quisicran cubir iba, pero no También observamos en el juego toda una serio de Lien representan in- dos, y los reprodu- m tenciones, cen simbélicamente. Pero cuando—como suele ocurrir también en Jos jue- ‘ientos representativos jen movimientos.perci gos infai plicados—los movimientos hacen re- Jacién a vivencias anteriores y les sirven de expresién, entonces tenemos que estos fenémenos pertenccen al deseubiertas antes que 0 de actuaciones simbol nadie por Freud. Claro es que las actuaciones simbi expresan lo ofrecido a Ia percepcién, 0 movimientos ‘vidos anteriormente, pueden ser repetidas sin difi del mismo modo que él nifio del ejemplo de Freud re- petia sin embarazo alguno su actuacién. Con cada repeticién los sentimientos son despertados de continuo, y precisamente la desaparicién del sentimiento de placer después de cada actnacién empuja a renovarlo. De igual modo a como el nifio va tirando de un che jeto cualquiera y repite de esta suerte, en forma sim- Bélica, Ia dindmica de un viaje hecho en ferrocan toda aceién representativa es acompaiinda de los senti- mientos que acompafiaron a Jo representado, Sin cm- argo, el ejemplo arriba expesto nos mmnestra que Ia actividad en juego no aleanza nunca Ia plenitud de Ia aécién representada jugando. Pero, por eso mismo, pue~ de repetirse con més frecuencia porque Ia hartura no se produce tan répidamente. Frend explica las repeticiones por una “fuerza de re- peticidn” que, a su entender, tiene el cardcter de un impulso vitel. Voy a reproducir sus mismas palabras, para que nos demos mejor cuenta. — % — s tanto las que Es muy de notar que Freud trate también de explicar temprana de la vida anfmica infantil y de las vivenclas de In cura psicoanaliticn, muestran en alto grado un aricter de impulso, y cuando se presentan en oposi- del placer, um onricter demoninco. Tratindose de juegos de nifios, nos parece comprensible qne cl nifio repita también vivencins no placenteran pore que, mediante su actividad, logra aduefiarse mucho méa hondamente de Ja impresién fuerte que con Ia mera vivencia pasi este ensefioreamiento perseguido, y tampoco, tratindose de vivenciss placenteras, el nifio se canta de repetir mantiene implacablemente on Ia identidad do Ja im- presién. Este es un rasgo del caracter que desapareceré despuss. Un chiste ofdo por segunda vex no produce apenss efecto; una representactén teatral nunca pro- duce, por Ja segunda vez, Ia impresién que en Ia prime- ra; sord diffeil que un adulto vuelva a releer en seguida un libro que le ha gustado mncho. Siempre habré de ser Ia novedad condicién del placer. Pero el niiio no eo cansa jamés de pedir a un mayor Ia repeticién de um juego que se Ie ha mostrado o que ee ha ini I, hasta que aquél se declera vencide y no sigue méas y enando se Te ha contado un enento bonito quiere que to Ie repita siempre y no que ee le cuente otro nnevo, con avidex implacable de la identidad en la repeticién, y corrige todas Tas variantes on que incurré el relator, que a veces habrén sido intencionadas para diverttrlo mie, No contradice esto al principio del placer; sata a Ia vista que Ia repeticién, el volver a encontrar Io idéntico, es en ef una fuente de placer.” —»— ' Estas breves citas de In obra de Froud nos muestran emo ha tratado de buscar una visién profinda de In naturaleza de las actividades que fos y Jos animales por impulko interior, sin propésito 0 re- presentacién alguna. Hemos encontrado una tendencia general en Io ani« imal, un afan de movimiento inorientado. El eonduce esto a repeticio naneia, La repet econ ritmica alter- in de Ias acciones tiene, por tanto, cuando menos, un origen doblet en primer Iugar, pne- de ser la comsecuencia necesaria de ese afan dinami- co, Io mismo que se repite la respiracién. En segun- do lugar—y esto ha sido subraysdo especialmente por Frend—, puede hallarse el motivo en la tendencia a in de un sentimiento de placer. ‘Ya el hecho de que todo eentimiento de placer (tem- Bign en Jo sexual) decapareee répidamente al sleanzar su objeto y también después de ejecutada Ia accién Hiberadora—es decir, que’ sélo se produce durante el movimiento hacia cl objeto placentero o durante el mo- vimiento de Iiberacién—, es un motivo’ suficiente para explicarnos por qué se busea el alejamiento del objeto placontero o Ia cituacién embarazada (1a opresién) : s6lo de este modo #0 logra Ia ropeticién del placer, que de todos modos cs mas fuerte on In representacién simhé- Tica de una #elacién sexual 0 de una accién liberadora. que el desagrado que produce el alejamiento del ob- jeto amoroso o de Ia situacién de embararo. Cuando, por ejemplo, el nifio (0 el animal) lanza una pelota y eo» re tras ella, iri ganando jplicer en este juego repe- tido. $i, como Freud, queremos suponcr uma tendencia a Ia “repeticién, queda todavia In cnestién do qué movi- — 10 — | mientos suclen ser repetides y qué en realidad se “pide” de nuevo. No se ha dos los se: sa con hechos que to- ni que las conoce por experiencia directa, no pasen de ser mas que derivaciones de los sentimientos sexuales, de la libido, Por lo demée, Jos psicoanalistas, y cobre todo Freud, relaciones y tam: es concep: én lograda fenomenolégicamente. Ademés, le debemos a Freud el descubrimiento del narcisismo, o desviacién de la Libido sobre la propia persona, De esta suerte ce pueden explicar algunos juegos infantiles basindose en eonceptos psicoanaliticos. Pero no mo-es posible sacar una teoria del juego pri- itive de nifios y animales en csa direecién psieoana- fica, Junto a Froud, es a Klages a quien corresponde el mérito mayor en el estudio profundo de los impulsos primarios. Klages distingue los impulsos sensuales, di- \dolos en dos grupos: “necesidad de entrega sen- ganas de vivir, anhelo de embriagarse, frenesi de abandono); y su contraria, la “neeesidad de placer sen- snal (avidez de placer, de diversiones, anhelo sexual, » Aunque las expli ciones de Klages son muy ingeniosas, no es muy eonvincente tal divisién. Con estos conceptos, casi todas las vivencias sentimentales concre- tas nos dejan perplejos, y mos veremos obligados’a su: poner formas mixtas de sentimientos que pertenecen a , siondo asf que la vivencia misma se earac- teriza por su rasgo unitario, Pero acaso sea el origen polivalente de eada acto ani- mal la razén de que Jas vivencias que les acompafian — 101 — presién de colores brillantes, que son cosa muy dis los colores mixtos, Producen su efecto segtin Ia direccién en que se encuentra ¢l ob- servador y aquella en que la luz eae sobre los colores. No conocemos nucstras vivencias més que on una de- terminada orientacién y a la lax de sitnaciones deter produzean minadas. Cuanto con més atencién se las mire, tanto més tor- nasolan las vivencias y mudan el tono de eu color. Por esto—en mi entender—, la cucstién de la vida instintiva de los hombres y de Jos animales hay que considerarla como no resuelta y mirar con toda clase de reservas Ja fundamentaeién, a priori, del juego sobre los impulsos. Sin embargo, ensayaria por otro camino—siguiendo Jos fenémenos biolégicos objetivamente perceptibles y comparéndolos eecundariamente con las’ viveneias hu- manas—, de encontrar una relacién de los impulsos pri- marios con la actividad del juego. En parte, volvemos a Jo dicho anteriormente. El comportamiento de Jos animales (y del hombre) ofreceré, do uma mancra general—indopendientemente, por tento, de toda for- ma especial do manifestacién—, dos direcciones que s0 siguen de los principios fundamentales de la vida animal, En primer lugar existe una actividad que, aniloga- mente a la respiracién, tiene lugar de “dentro afuera”. El impedimento, el embarazo, 1a opresién, no ea expe- rimentada ni como un “algo” (gnésticamente) ni como un “como” (patieamente). Quiero decir que lo otro, esto es, el no-yo (el mundo circundante) os experimentado negativamente, Esta actividad es fundamentalmente libe- racién, la ruptura y destruceién de obstéculos. Al empuje interno que vorresponde a esta actividad — 102 — mpulso de libertad (1). La satisfaccién de de vida auténoma (placer de vivir), el de Ja afirmacién propia (gusto de mandar). Todo el mundo sabe eémo estos sentimientos poseen el resplan- dor colorado arriba indicado y con ello—mereed a la propia y al efeoto de la situacién—nos ofre- a diverafsima forma de manifestacién (y de vie veneia) Este impuleo hacia una existencia individual inde- pe hacia la liberacién de Ia presién que pesa sobre ella, es el impulso primario de todo animal recién nacido. También, légicamente, es el impulso primario, pues 3 expresién de la forma que adopta el principio fundamental de la vida animal en la materia orgénica, que al mismo Aristételes reconocié como un “ser para si”. Aqui se da, efectivamente, un impulo (como que- rencia o voluntad). El feto quiere nacer, puja por na+ cor, rompe Jas envolturas del huevo, como nos lo mues- tra con toda claridad cualquier pollito. El mamifero joven tiene, a cierta edad, la tendencia a abendonar el nido, « escapar de sus padres. El nifio quiere marchar fuera, independizarse, desentenderse del cuidado de los padres, Siempre ee presenta, a partir del nacimiento, el afin de libertad; pero siompre en actuaciones diversas, se gin sean Ia situacién del animal y Ja situacién externa, El hambre y Ja sed no son, :para mi, los acompafiantes afectivos de una actividad dirigida hacia “algo” (ali- mento o bebida), sino una forma de manifestacién de Ja sensacién de opresién, que es disipada por el comer (@) Traducimos Bejreiwigstried por impulso de libertad, y no }6n, como Vereiniguugstrieb por impulso de wniinm vo — 103 — y el beber. El hambre y la aed detencadenan el impulso de libertad, y vemos en Jos animales inexperimentados producirse movimientos ain direccién. En segundo lugar, existe en los animales y en los hom- res una actividad que os desencadenada por la atrac- cidn del mundo cireundante. Lo otro (el no-yo), el mun- do circnndante, es experimentado positivamente, acaso como un “‘como” que se presenta delante. Esta actividad be dirige, desde un principio, a hacer algo, y e2 genéti- camente, y también légicamente (como ya Jo vimos an- tes), posterior a aquella ott d que corresponde al impuleo de libertad, Esta actividad no pose la inten jad de un rechazar, expulsar, sino de un acadir, seguir, aceptar, entregurse, perderse. Si queremos dar nombre a este primario impulso, general en Io snimal, surge una dificultad que chedece # que Ia atraccién pue- de ser ejercida por las cosas y sucesos més diferentes, que son tan divereos entre si que las acciones corres- pondientes ofrecen una variedad inaharcable. Me atre- yeria a proponer un nombre neutral, “impulso de unién”. Este concepto no dice sino lo que muestra su efecto, Ja coneecuencia de la atraccién, No s¢ halla xe- ducido, como el concepto de libido, a la esfera de lo sexual, sino que también se aplica a éste. El impulso de én, como impulso fundamental general, aparece tam- bién en los amados instintos sociales, Jo mismo que al seguir las atracciones de los alimentos, etc. También el instinto de imitacién es una forma del seguir fenéme- nos dinémieos que poscen un cardoter de provocacién (0 atraccién). Los dos impulsos fundamentales—el de libertad y el de unién—son contrarios, Pero mientras toda liberacién representa una forma de movimiento centrifugo, un re- chazo de Jo otro en todas direcciones, el impulso de — 108 por sus efectos, dos direeciones distintas. er lugar, una direccién conservadora, un vol- wane hacia cl nido, hacia la madre (hacia casa, en el ). He aqui la primera atraccién, consecuencia ne- del impulso primario de libertad. a medida en que el animal joven (y el a de Ja primaria unin de vida y os] efecto atractivo y provoca Ja tendencia a unirse. Cual- quicra que sca Ja direccién del movimiento, siempre es una unin Jo que tiene lugar por impulso, trata- el fondo, es una anulacién de la independehcia vidual, y aquél, un tender a la dependencia. Claro es que todo apetito, o bien supone una jusién del sujeto con el objeto, un cesar, un desfallecer en otro —como ee ve claramente en el impulso sexual—, o un anhelo de recibir el objeto en el sujeto, un afin de agarrar, eaptar, tragar, lo que significa en el fondo una falta de libertad, una renuncia a la existencia, libre. Ya al desribrir la concepeién freudiana hemos Illlmado la atencién sobre la relacién fundamental entre amor y- muerte; mejor dicho, entre cada apetito en particular y Ja muerte, Seguramente que se haré un poco dificil para mu- chos ver en el “apetito“juna forma fundamental de un’ instinto de unién. Se powria creer que, al apetecer algo, Jo que quiero es que Jo otro venga a mi, que yo lo po- sea, y no al revés, que yo me pierda en lo otro. Siguiendo a Freud, podremos dar facilmente con la realidad que importa, Freud ha hecho ver, hasta en pequeiios detalles, que el apetito a algo implica siempre el deseo de recepeién de este” algo (por ejemplo, én la fase “oral” de la libido). Pero, — 105 — entregarse en toda forma de apetito de algo sé ra Ja tendencia de entregarse al algo, Cuando tn desea (0 quiere) tener una pelota, no se limita a objeto hacia si, sino que se arroja a la letra amos que dentro de él. Se pierde, ee olvida, caté ausente, como nos lo muestra el que no ros- ponda a las Iamadas, que olvide los dolores, eastigos, ligros; en general, todos los acontecimien- tos que pondrian en peligro la existencia, Quien yerdaderamente apetece algo acaba con 2u pro- pia existencia. El apetito es siempre autoentrega, empe- fio en unirse, en perder Ja libertad. El que quiere agua vo unc a ella sin reparar en Ja propia existencia; el que codicia oro o gloria, los ama mas que a eu propia vida. EI impuleo de libertad y el de dependencia condicio- nan, en recfproca conorecién, el hacer de Ja vida ani- mal desde ¢l primer aliento hasta el ultimo. Caalquier entendido on Ja materia cacré en Ia cuenta del parenteseo entre la doctrina de Freud y esta con- sepeiéa biolégica de los impulsos primarios, Pero la diferencia sc marca en Ja oposicién de libertad y eu- jecién, y también en la concepeién de que Ja actividad fuvenil no represents una subespecie de lo sexual, sino que, por el contrario, Jo eexual cs una forma de mani- festacién de esos impulsos primarios de lo animal en determinada fase de la vida. No son el hambre y el amor, ni el amor y la muerte, Jos que rigen Ia animal existencia, sino la libertad y Ia sujecién, 0, ci se quiero, la libertad y Ja muerte, Porque Freud tiene razén cuando dice que el apetito, al anular Ia propia existencia, es figura de la muerte, En el acto de rendirse a un stractivo cualquiera, se repre- senta cl sentido del morir, sirviendo de figura de la muerte no el pasivo desvanccimiento de Ja propia exis- — 106 — teneia, sino Ia entrega de la existencia independiente. jos estos dos impuleos humanos, el de unién, no ineurramos en pensar que eetas dos tendeneiae contrarias imperan on el ani- mal (y on el hombre) sin relacién ninguna entre ei, como si se tratase de dos potencias enemigas, sino que cn cada hacer de la ‘oda aceién vital normal cst dominada por am- bos impulsos, que constituyen una unidad construida Vamos a aclarar esta ambivalen- toda accién natural a le luz de uuos cuantos ejemplos. Escojamos un ejemplo como el de Ja respiracién, ac- in primaria de Ja vida animal, tan naturel como sencilla. En cada respiracién—y esto lo podemos experimen- tar conscientemente si incrementamos Ia necesidad de eélo ocurre respirar conteniende Ia respiraciéa—, que el esdfago es liberado de una opresién, y to ticne Ja sensacién de librarse de una presién, de una garra, sino que, al mismo tiempo, se aspira el aire con frui- cién, se une uno a éh Otro ejemplo. Un hombre sediento bebe. Aqui tam- bién, no séle tenemos Ja sensacién de librarnos de una carga opretora y sofocante, sino también el afecto de la unién, que en este caso, especialmente, se halla vinoulado a una entrega, Quien, Inego de una larga caminata en un dia de ver rano, se siente atormentado por la sed, a la vista de una fuente fresca quisiera uniree al agua, ealtar dentro, per derse en ella. La unidad ambivalente del impulso de libertad y det de en el detalle concreto de Ja vida, no excluye que, en muchos casos, el aconto recaiga més en un as — 10 — ecto que en otro, Pero siempre se hallan ambos impul- s03 juntes. En Ja vida no existe separacién absoluta de fenémenos. E] recluso puesto en libertad, no sélo sien te la satisfeccin de eu afin de libertad, sine que goza también de la unién con un nucvo mundo circundante, con 1a nueva existencia. Este cardeter ambivalente de Ja actuacién natural se expresa con especial claridad en Ja esfera sexual. En el mismo acto se produce, no sélo Ia liberacién del deseo oprimente, sino también la fusién, Es menester tener siempre presente esta estructura polar y esta base impulsiva de todos los suceeos con- eretos de la vida para tratar de comprender el juego. ‘Ningan juego ce halla dominado con exclusividad por el impulso de libertad o por el de unién, Siempre se hallan estos dos impulsos primarios en juego. ‘Tenemos que afiadir otra segunde observacién, Como dijimos antes, no hay que actividad espontinea y reactividad, de suerte que el ani- mal realizara dos actuaciones fundamentalmente dife- rentes. Pues toda actividad espontanea es provocada por una excitacién y toda reaccién incluye un factor impul- sivo esponténeo. En este aepecto, los impulsos primarios son anélogos. Especialmente entre los psicoanslistas encontramos a menudo Ia de que la Libido es un impulso que, sin necesidad de provocacién, tiende a Ja ac cién, ¥ por eo los términos impulio de liberacién y de unién pudieran sugerir la misma idea. Pero creo, no obetante, que no se dan estos impulsos sin un con- dicionamiento por la situaeién interior 0 exterior, Es una idea equivocada Ja de creer que los impulsos na~ cen con une eomo fuerzas on disponi so de liberacién y el de unién tienen que ser siempre — 108 — excitados. El desco es siempre provocado por la atrac- cién de un objeto. No pulso sexual ain Ia at in. Un perro no empi perra, Sin cmbargo, vemos cémo en Ia primavera los gatos y los pAjaros se ponen “nerviosos”, lo Tos adolescentes. No es facil de determinar si en estos casos no ha habido atraccién alguna que haya actuado de excitante, o si eélo se trata de una endégena sed de amor. En todo easo—y esto tiene importancia para Ta cuestién de Ia relacién entre los impulsos y los juegos—pueden producirse excitaciones por objetos y hechos que posean cierta analogia con los objetos adecusdos del deseo. Por esto, en el aspecto puramente biolégico, existen simbo- los, figuras que representan alusivamente él sentido de Tos earseteres dinfmicos del objeto que excita normal- mente, Claro que estos cazacteres no residen sélo en cl objeto simbélico, que representa al objeto del deseo, independientemente del enjeto. Pero esto se aplica tam- bién para los mismos objetos normales del desco. Cuando, por ejemplo, un dfa de primavera ejerce cier- ta influencia en un adolescente, quiere decir esto que en Ia convivencia del enjoto y.del objeto, no sdlo curgen Jas caracteristicas de este iltimo, sino también los im- pulsos del primero, Antes de que tuviera lugar cl en- cuentro, no habia ni Io uno ni Io otro; pero, lo en el sujeto que en el objeto, existian propiedades que, en eoncurrencia, harian posible que s¢ formara lo qao se ha formado. Asi como no es cl dia de primavera el que esté alte- rado, ni tampoco In Tuna Ia que es romantica, tampoco se puede hablar de un ii 0 sexual anténomo y pu- ramente interior. Recordemos Ja conclusién a que Iegibamos al decir — 109 — caracteres que pudicran provocar impulos eréticos, pero también estas caracte- rigticas surgen en Ja concurrencia, Esta reeiproca con: jonalidad de Tos impulsos y de Tos caracteres de Tos objetos Heva, entre otras cos. 6 acién del jne- Ja conexién g0. Con este hecho nos expli entre el juego y el foti analitica nos describe tan a menudo. Como es sabido, on los juegos de los animales y de Ios nifios encontramos una propensién a la i Esta tendencia se da con cl impulso de w deseo provocado por Ja atraccién de un objeto no sélo conduce a Ia anulacién de Ia propia existencia, también eva consigo Ja tendencia a destruir 1a existen- cia del objeto. Este centido doble del acto reside on el fenémeno con- ereto de Ia unién, esto es, en que dos cosas pierden su propia existoncia y se hacen una. El impulso de mo- rin—para hablar con Freud—es, a Ia ver, un impulso a matar, Como lo ha demostrado repetidamente Frend—tobre todo en 1a psicopatologia—, en Ia esfera sexual es de especialmente se da de manera exprosa esta relacién del impulso de unin y el de destruccién. También se puede comprobar a menudo biolégicamente esta concu- rrenoia en Ie entrega sexusl. Sin embargo, no quisiera concluir de aqui que esta unidad ambivalente que ec da en el jucgo de animales y de nifion ofréce una prueba fustificante de Ia concepeién del juego como derivado de — 0 — oe il (inconsciente) del impulso sexual. esa tendencia a la destruccién, tan fe los impuleos primarios patente en Io javenil, deriva de Jo animal, del de n—destruccién de obstien- Jos—y del de unién. El nifio destroza eu jugucte por- que en 41 actiian ambos impultos. Destroza el jnguete porque Ie ofrece resistencia y porque quisiera fundirse con él. Una ojeada a animal y en al gos mas extendidos en cl mundo fantil nos revela lado. Me refiero a los juegos de de ospecic, o también ani m simulacro, se poco aetiia de por si cada pelea, entre dos camarad males de especies mordisquean, acometon, andan a zarpazos, ote. No sélo actian de consnno cl impulso Hberador y el aunador, ino que el ataque y Ia defensa, Ia hu(da y Ie persecu- cién es provocada por toda la vida impulsive. Esta debe ser Ia-razén que explica por qué este juego sumi- nistra corriente tan fuerte y continua de placer. Pero no se puede comparar esta corriente con un eandal regular, © con una luz invariable, sino mas bien al alboroto del mar en un rompeolas, o al chisporroteo de las Hamas de un troneo. Los cambios de animo durante el si Incro poseen también un caréeter de juego; ee trata de tun juego con Jos sentimientos, comparable al juego do Jas olas 0 al de las Hamas, Por mi a que sex In relacién entre el juego y Jos impulsoe, existe, sin embargo, en los hombres un gar que no se halla vinculado a Tos sucesoe vitales. Existen muchas coincidencias entre los juegos de los animales y el del hombre, pero también ae da a mex nudo una diferencia de principio, Mientras on la imal no ocurre nada que no sea explieshle por Ia concurrencia del animal y del ambiente, Ia vida espi- —m— en Ta y pronto calif. camos de admiracién. En este amor limpio de deseo so busca y encuentra Ia existencia propia del objeto, su valor, mejor, y el impulsa sunador y el destenctor no actian. Del mismo modo a como esto cl amor ain deseo cs In fuente piritual y, con ello, del juego espir Aunque sahemos que los i dan nunca por separado en la inguirlos. Pos © aunadores. Pero no hay jnego sin repeticién. Aunque este im- pulso de repeticién representa todavia menos que los impulsos fundamentales una fuerza vital especial, en« contramos, sin embargo, cn cada animal y en cada nifio Ja propensién a la repeticién del placer. Sélo Ia activi- dad ‘que Weva consigo placer ee trata de roproducir, y Jo miemo sncede con el juego. La fuente de energia comtin que hace posible Ia ae- tuacién’ del impuleo liberador y del aunador hemos vi to que era un afin de movimiento sin orientacién. He- mos ttatado de demostrar también que los movimientos no con en &f actividades de juego, pues no se puede ha- Blar‘de tal juego'mas que cuando esas actividades ofre- cén Ia relacién de un objeto y un sujeto, y esta rclacién, a su ver, ciertak caracterfstieas, que enunciaremos al dctalle en el capitulo de Ia dindmiea del juego. Finalmente, tenemos que contestar a la cuestién de si bera meneéter aceptar junto a los ‘impulsos primarios — 18 4d y al afan de repeticién otro de imitacién, como hacen muchos autores, mm de movimientos des- importante en la vida animal. Jugan- | do, los in sus respectivos movimientoss «todos Jos animales que, como los rebafiegoa o loa do- 2 eme- ialmente los pajaros son muy propicios a cepeién del xevoloteo de un is la imitacién. Mediante lo, en comin de los paj formacién de los hébitos més simples, los pollitos, desempefia la imitacién un gran papel. Lloyd Morgan obseryé que los polluelos de faisin, abandonados entre granos de cerea- lea, estiin abocados a morir, porque son incapaces de pow nerse a picar esponténeamente, Pero basta con tocar rit- micamente con un Japieero sobre 1a mesa junto al joven faisin para que éste comience a imiter ¢l movimiento y a tragar granitos. Asi aprende el pajarillo en Ia na- turaleza, mediante imitacién, a buscar alimento, a volar ya " cida en los loros, se da en todos los pajaros. El canto del pinzén €9 distinto en Jas diversas regiones, a causa do Ia imitacién, hechoe—y otros semejantes—nos podrfan inclie nar a la aceptacién de un impulso imitativo, si no fuera porque, con un examen més detenido, esta imitacién se nos revela como un caso especial de toda reproduccién de movimientos. Una reproduccién de movimientos puede tener Ingar suocsiva © simultineamente. En cl primer caso nos hhallamos ante Ia reproducoién de movimientos tal como — 1s — 8 1 muestran costnmbres sonidos. La imitacién de sonidos, tan cono- & tiene lugar desde las locomociones més simples de los animales hasta sus actuaciones habituales mia compli- cadas. En el segundo caso tenemos los innumerables mo- vimientos que se ofrecen como reproduceién simultinea de un movimiento dado. Una mirada superficial sobre la vida animal nos pone ya de manifiesto que Ia reproduccién simultines de los movimientos es anterior a lu sucesiva, Hemos rocordado antes los nuevos criterios acerca de la conexién entre percepeién y movimiento, que destacan la unién de am- bos en un cireulo funcional, y también Ia importancia del movimiento sensorial, En los organiamos jévenes en- contramos mucho mds extendidos loe co-movimientos que en los adultos, en los que se presentan cuando la fijacién de Jas actuaciones por la orientacién a un fin 8 menos fuerte. ¥ aquellos miisculor—como ocurre eon los de Ia cara en el hombre—que no estin dirigidos hacia un fin se hallan prediepuestos para la imitacién, aun en los adultos. La imitacién es una reproduccién mediante co-movi- mientos. No se reproduce un movimiento propio, sino un movimiento percibido visualmente, Ya sabemos cuén fécikmente las pereepciones épticas desencadenan mo- vimientos virtuales y resles, y cudn fécilmente los mo- vimientos de los ojos son acompaiiados de co-movimien- tos. del cuerpo. Podemos convencernos facilmente de la interna unidad entre imitacién de movimientos y co- movimientos de los propios movimientos, ei comparamos Jas reacciones de un animsl-y de un nifio ante un movie miento pendular con nuestros propios movimientos y vivencias ante la pereepeién dptica de oscilaciones pen- dulares, Como es imposible, en este caso, reprimir los movimientos de imitacién. -m— i é ece equivocado hablar de un im- ién como predisposicién especial, Las ea, que juegun tan gran papel en Ia vida ani- son formas capeciales de manifestarse el co-movi- miento simulténeo, que encuentra su explicacién, a su vez, en Ia fisiologia de la unidad de percepeién y mo- vimiento. Sabido es, también, que los co-movimientos de toda forma, también los imitativos, condicionan fuertemente el curso del juego, y ello se explica por el desemba- razo y falta de direceién de lo jnvenil. También es pat ¥ el afin de ropet cepto mismo de repet fenémeno primario de 1a vida y se nos ofrece, como pro- piedad fundamental del sistema nervioso, en los fené- menos fisiolégicos y on los psicolégicos. Resumiendo, podemos decir que Ja relacién entre el juego y los impulsos se basa en la relacién entre los earscteree esenciales de lo animal, a saber: cl afin de libertad, de unién y de repeticiém, que se halla Ja base de todas las actuaciones coneretas de los ani- males. te 1a conexidn entre las imitaciones LA DINAMICA PROPIA DEL JUGAR os ya que el jugar es siempre jugar con algo, y que se realiza, por tanto, con movimientos que tie nen lugar on le coexisteneia de un eujeto con determi- \jetos 0 con otros seres ijimos que estos movie mientos tienen que ofrecernos el ir y venir desde un 0 punto, puce éste es cl cardeter esencial de una jad sin orientacién, manifestacién del juvenil afan linamico. i Consideremos un ejemplo concreto—ya sea una primic tiva pelea, en juego, de dos animales, o un juego de hom- bres, como el futbol o el ajedrez, de tipo superior—, veremos que todo juego tiene que desarrollarse. Esto quiere decir que no se presenta plenamente desde su principio, sino que poco a poco va cobrando intonsidad y 0 constituye otra caracteris- de los juegos. El pasear, bailar, remar, patinar, ete., es decir, todos los movimientos placonteros del enerpo, que, -u- ~ fin 1a misma forma. Su curso es homogén muestran un cambio de intensidad y de ritmo, :pero sin modificacién importante del curso formal del movimien- to eéemo. Plasticamente podemos captar Ja diferencia dinamica recordando las exprosiones del viento quo arrastra Jas hojas secas y del viento que ‘juega” con ellas. En este Ultimo caso cmpleamos la palabra “juego” porque Ia d todos os juegos, de una manera dél y va siendo poco « poco fuerte y maa, tenemos un juger con algo, y también el movimiento de ir y venir se nos ofre- ce en el remolino que forman las hojas, También se nos dan en este juego metafSrico las oceilaciones de intensi- dad, las amortiguaciones y las exaltaciones, como en una pelea de gatitos. Dedicaremos un capitulo aparte al desarrollo de Ia ac- tividad de juego. Pero convendria en este momento de- dicar atencién a los cambios de intensidad y de forma de Jos fenémenos de juego, En todos los juegos verda- deros, y en, todas sus representaciones cambios tienen algo de comin, Se trata cambio imprevisible, esto es, que lo que precede nunca es motivo de comprensién suficiente de lo que sigue. Lo que acaece tiene algo de salto, y cada fase se pre- eenta, no en razén de lo ya sucedido, sino que pro- cede de una fuente desconacida, imprevisible, esponté- nea. Por esto, en la dinémica del jugar radica siempre un clemento de “sorpresa”, de “aventura”, de “ocu- rrencia”. Si nos damos cuenta de este clemonto esencial del jue- 0, comprenderemos también por qué se habla de “jue — 1B — jolent: Bi y por qué, al tomar parte en una lot Ia mesa de ruleta, realmente se “juoga”. Imente, no parece que en esos casos hacemos nada; pero el curso de lo que acaece—vivido interior- mente—Heva consigo tan expresamente el elemento de evisible, de azar, que ya con ello ee jus tifica In designacién de “juego”. Vivimos con la fortuna, con cl azar, con uni dios 0 un demonio, en todo caso con una poteneia imprevisible, de suerte que el juego trae consigo Ia eorpresa de una aventura. Una ver que nos pereatamos de esta conexién, encontramos también lo sorprendente, lo imprevisible, lo fantéstico cn aquellos casos en que hablamos de juego. (Schan-spiel, juego de ver 0 comedia, juego de colores, ete.) Todo juego comienza con un movimiento cuyo séquic to no cs plenamente previsible: eva consigo un cle- mento de sorpreia. Kéto se debe « que el movimien- to tiene Iugar sobre el objeto del juego -(por ejem- plo, una pelota), 0 se dirige a un camarada de juego, y porque este objeto o camarada poseen también propie- aden dinémicas que, por Jo menos en parte, eon impre- visibles. Una pelota o un cemarada son un poco iréni- cos, un “poeo obstinados, como si se movieran por razo- nes internas. En segundo lugar, vemos que el movimiento que ‘par- te del jugador y quo se comunica al objeto tiene como consecuencia que revierte en cl jugador. Lo que hace Ja cosa o el compafierd dé juogo vuclve « provoear Ja actividad del jugador, Esta actividad, por tanto, no se decenvuslve con regularidad a partir de un punto, como ocnrre en une actuacién progresiva, sine que es desper- tada y excitada siempre de nuevo. La impulsién, que tiendo lejos del jugador, vuelve como efecto a él. El ir y venir, como consceuencia ‘necesarin de Ia impre' —n9— ‘mica fund: 1a pelota Io d te sin mis. También en el caso ya citado, de un gato que juega con un papel estrajedos la misma dinimica observamos en sus reacciones de juc- go anto un objeto con oscilacién pendular. Pero también en Jos juegos superiores, como cl fiithol, tenis, ajedroz, del movimiento y sus euencias, Io mismo que Io inesperado e imprevi constituyen los caraeteres esenciales de la din: En una palabra: jugar no consiste sélo en que uno juegue con algo, sino también en que algo juegue con el jugador. Cuando més se Iene esta viltima condicién, tanto m: intensa y duradera ser Ja forma del juego. Este sora tanto més el caso cuando el objeto de juego posea una posibilidad de sorpresa que corresponda a las esperan- zas del jugador. Podromos reconocerlo- on soguida con ‘una comparacién entre el juego de un animal con otro y el juego de un animal con un objeto inanimado, Si uh perro juega con un pafio, con um bastén, con un bramante, el juego cs casi siempre de corta dura- cién, Sélo utilizando una forma adecuada 0 reforzando €l influjo de lo fantastico del objeto sobre Tas activida- des del animal se puede hacer l juego mas intenso y duradero, Lo he podido observar con mi perro, ofre- ndole diversos objetos de juego en diversas sitna: cionce. Cuando el perro juega con otro, el juego cont niia casi ilimitadamente y ecea tan s6lo cuando uno de Jos camaradas no responde ya y se rompe In dindmica del ir y venir del movimiento, También en Jos j En el juego con del juego mediante un equilibrio entre Ia act — 19 — jngador y Ja del objeto (o del eamarada). Las prefer ren juego en ayor parte des fios y mayores se explican en su este punto de vista. En el futbol, m cierto equilibrio entre Jas fuerzas contrarias permite que se desarrolle un juego “bonito”, En caso contrario, cl juego es “aburrido”. De la dinémica del juego sefislada hasta shora se de- riva todavia un hecho importente, Todo juego exige un eaapo de juego, en su caso reglas de juego. Jas de juego prestan virtualmente el mismo servieio que un eampo de juego delimitado. Ambos ha- wan de obtener que el juego se mantenga dentro de tas frontoras. Mientras que en ol juego primitive cetas fronteras se nos ofrecen, en cierto modo, como de- marcaciones reales del campo, en los juegos euperiores se ponen fronteras a cada una de Ias actividades ais- ad: Tedricamente nos podemos dar cuenta de cuén ne- cesaria es esta demarcacién, 0, si se quiere, este campo de juego. Sila movi imamica del jugar es siempre un ir ¥ venir del to, tendré que haber limites ftonteras en Jos que el movimiento perente, para repercutir. Esto puede conseguirse mediante In estabilidad de los mie mos jugadores que permanecen juntos, y asf forman el fimbito del juego. Si se arroja una pelota y no es de- vuelta, no ee forma juego alguno. Pero si ec lanza la pelota contra una pared o contra el suelo, éstos forman Jas fronteras del campo do juego. Sin esto campo a actividad de los jugadores se perdetla, pues no devuelta en consecuencia. Todo el mundo sabe Ta i port 1e tienen el imbito de juego y les fronteras intermas (reglas de jucgo) en los juegos superiores. En alemén se dan oxpresiones como Dieser Mord oe Bie Tetra: Este eri n se jugé ‘scheinungon spielen sich im menos se juegan (tienen lu- que en si no ofrecen caricter alguno de juego, pero que presentan una demarcacién de su curso. Se justifica en parte, porque esta demarcacién espacial del curso del movimiento impera sobre éste de enerte que a cada ionado por la reglas de juego? También operan una limitacién. Pero las reglas de juego no son leyes del movimiento, no determinan Io que tiene que acontecer, sino lo que no puede aconte- cer. Las roglas de juego Yienen, por tanto, una cignifi- negativa para el juego, ya que no prefiguran anticipadamente el curso del juego en todas sus partes. Dentro de las reglas se posee libertad de actnacién y el juego puede mostrarnos el cambio imprevisible que co- rresponde a su dindmica. En esto consiste, precisamen- te, una de las caracteristions del juego, en ser incierto dentro de un margen, indeterminado, al contrario de Jo que ocurre con muchas actuaciones, como las instintivas de los animales inferiores 0 el trabajo téenico, euyo curso de desarrollo esté previsto hasta en sus iiltimos detalles. La consideracién del efecto propio de las preseripcio- nes o reglas nos Heva a apreciar Ja diferencia entre juego y deporte. La regla que en eljuego pone marge- fe, en el deporte se convierte de cémo tiene que ser uma accién. Esto Jo vemos muy claro en los deportes de, cross, natseién, remo, ete. No son tanto re- — 12 — emplean como patrén para juz; i de Ja accién. Las normas puro no Y per jalmente dis- ilo el hombre es deportis- 1 deporte no es posible sin normas, es decie, tenece tal tinta, Los animale tratamos de deseubrir To esencial de una cosa el deber primero es dar con lo qu donde se presente sin mezola alguna, sin velo alguno. Pero también alli donde se ofrezea en toda su plenitud y eficacia. Para encontrar la dinémica del jugar podemos con- siderar toda clase de juegos, pues de este modo se nos ofrece Ja posibilidad que em un caso sea este cardcter y en otro aquél el que con més claridad se nos paten- ce. Ademis, el estudio comparative hace posible tam- jén um cierto control respecto a si los earacteres des- cubiertos en uno de los cjemplos estudiados proceden preeisamente del caracter de juego del hecho. ‘Ya hemos visto que en cl uso consegrado del idioma Jn palabra “jugar” sc emplea a propésito de las relacio- nes sexuales de Ios animales y de los hombres, y toda: via calificamos como juegos de amor—Liebesspiel, en alemién—a lo que acaece entre dos personas que se en- uentran en Ia esfera erdtiea, La propia experiencia, Ja fa ¥ la literatura noe ofrocen una eerie i de estos ejemplos de jucgo amorose, que nos cs coneci- do on todos los catadios de su desarrollo y que pode- ensamente de punta a cabo. Ningdn otro — 133 — al puro de to- ucgos; ademés, constituyen un juego prim: de animales y personas que muestra todos Jos ceracte- res del juego en su plono desarrollo, Ya los caracteres que erumeramos sntes los volvemos sin dude alguna, a regla que cons- tituye el juego mismo y que nos dice lo que no dehe pasar. Si ocurte, cesa el juego amoroso. En la dinamica de los juegos de amor no sdélo des+ taca claremente el jugar juntos, ol ir y venir del mo- vimiento y de Ja intencionalidad, sino que esa dinémica posee siempre la forma fundamental del dar y el re- cibir. La esfera amérosa, el clima de amor, se halla cargado de estas actuadiones placenteras. Contiene también la resonaritia émotiva que el curso desconocido del juego provoodi 1a sorfresa procedente de los dones reciprocos de amér, las cilidades de placer, siempre nnevas, des conocidas, insotpechadas, 0, en todo caso, oseuramente presenitidas El juego de amor se practica de tal suerte que bfisca las torpresas. y tan elo Jas sorpresas, que acumila hasta el momento propicio. Los jugadores in- yentail obitictilos, reglas, costumbres, situaciones, asegufar 4 las sorpreaas todo su efecto y hacer pos de elte mibdo &1 desarrollo del juego, su diferencia orgahizaéién, incremento y duracién. E] juego de ‘amor —a4— juego en el sentido més pleno, puee que jez, el afin de mow 10, especialmente, es lo esencial, En los ani- males inferiores, en los que las relacioues sexnalee estén desde un principio orientadas a fin, no se produce un auténtico juego de amor. Sin embargo, es curioso que este juogo de amor sea el tinico que #¢ manifiesta en un alten toda otra clase de juegos. g0 de amor es el més pri- mm animal. Me refiero a la firme unién de los movimientos con las percepeiones y de ambos con le fantasia vital. La imaginaciGn acta eoncretamente, todo morimiento esté acompaiiado de sensaciones y toda sen- sacién de movimientos virtnales y reales. También el co-mmovimiento sucesivo y ¢l simultineo (la imitacién) se revela en el juego amoroso, en for ma que ce facilmente captable su curso y oa declina- cidn, su relacién con el seni Cuando Pelegy, en ou bello anilisis de las sensacio- nes, nos dies que “todo sentir es un encontrar” (Jedes Ennjinden ist cin Finden), en afirmacién puede corrobo- yarse de manera inmediata, objetiva y subjetivamente, con el cardcter de seneacién y de encuentro de los con- tactos erdticos y de las percepeiones visuales, ete, Ade- més, en el juego de smor tiene un sentido biolégico pleno el que algo se busca en él que al “sentirlo” es eusndo se da por encontrado. El juego de amor nos descubre una propicdad de la 185i ré como el carieter ter que, surgiendo de Ja ereute objetiva y subjetivamente jugador a su partner. Me refiero wl tensién y relajacién 0 resolucién. Este alternaree lo encontramos ya en el curso cle- mental de todo movi en Ja formacién del im- los impulsos primarios. En la res. mos ante un proceso eielico en el que ‘e—tiene Inger mediante una tensién museu- Jar, mientras que Ja espiracién es, objetiva y sub jetiva- mente, resolucién. En un doble sentido: resolviendo Ja tensién y retolviendo © dando suelta al aire.”Asi resulta el respirar, modelo también, en este sentido, de una actuacién plena de vida, en la que es esencial Ja fusién de fenémenos Al respirar no nos damos cuenta, si no paramos Ja atencién, de este alternar continuo de tensién y rela- jacién. En el juego, y especialmente en el de amor, este or den elemental de la dinémica vital, esta “tensién y re- Injacién”, tiene Jugar con un contenido més amplio. El poderoso impulso tensor—nacido de un ansia violenta de liberacién y de una fuerte atraccién de la exeitacién intensiva del ambiente—zesuena on todo el sistema nervio- #0 central y conduce a un complejo de movimientos en el que se resuelve el impulso; es decir, que, a la letra, resulta una ‘solucién. Interiormente sentimos también una disipacién de la presién, de la tensién, del deseo, ete. — 126 — jernos y externos. 1c hemos considerad Iacer de Ia vida” y 1ego, y mucho menos en el juego de amor, lo contrario de lo que ocurre en el baile, no es Jo esencial wimiento ondulatorio, aun- ma dinamica juvenil que Ja danza. Pero Ja funcién de estas propiedades es hacer de medio gue provoca la tensién y relajamiento, y 1 vemos con m: en otros juegos primitivos el incremento de la ten- sién en el ansia del “eneontrar”, que se resuelve Inego en Ja distensién del “sentir”. Asi comprendemos por qué en el juego de amor—como en otros juegos tam- ién—reaparece de continuo la “broma”; el restableci- to artificioso de una distancia, y con ello de una tensién, impnlsa de nuevo al encuentro y se resuelve en Je sensacién, Innumerables juegos infantiles nos dan lo mismo: se procura una situacién en Ia que el jugedor tiene que volver a encontrar el objeto de juego o el camarada. A muchos Jes parecer cbvio que la dindmica central del juego de amor sea el complejo de tensién y relaja cién, Sin embargo, cra neccsario aislar conceptualmenta esta forma dinémica fundementel, porque de esta suer- te se hacen inteligibles otros muchos hechos. ‘Todas las alternativas de tensién y distensién tienen algo de dramético en si que, de todos modos, no surge sino con una intensidad suficiente del fenémeno y en circunstancias especiales, externat, sobre un fondo de — uw sucesién elaridad que terminado. Asi se explica, no sélo que el juego de emor gran sabe todo drama, t tenga que albergar como su mas hondo elemento ¢s- tructural oste orden fundamental de tensién y reiaja- ci6m, que casi siempre se encarna en un juego de amor. En toda lucha encontramos también este sucederse de la tensién y y forma el pendant de esa otra alternative y descanso en el trabajo pueda ofrece: procament orientado y #uj Asi se exp! sea Ia esfera de la lu al, lo mismo en animales, nifios o adultos. No se debe esto a un impulso de pelea o de propia afirmacién, sino a la estructura dinémiea del fendmeno. Ya en la Edad Media. cl duclo se califiea de juego. Leaiferencia entre los escareeos amorosos y los simu- Jacros, con respecto al acto sexual verdadero y a las peleas de verdad, es que en ambos juegos se busea tan sélo la dinémica de tensién y relajacién, mientras que en Ins actuaciones en serio el sentido se halla fuera de Ia actuscién misma; es decir, en el fin, en el éxito, en el resultado. Pero como toda actuacién posee en su modo do reslizarse caracteres expresivos —propios, €8 decir, que posec un sentido por sf, comprendemos que en cl acto sexual y en In Incha real se vivan sen- axciones que suelen acompaiiar a los juegos correspon- dientes. ‘Al juego le falta una terminacién definitiva, Comien- za con un desarrollo de tensién que aboca en una re- solucién; pero de la situacién en el juego—incluyendo al objeto de juega o al partner—vuelve a surgir Ia oca- sién para un nuevo desarrollo de Ia tensién. Ast se constituye el efroulo funcional con caracterizacién tipica — 128 — nés de la esfera de lo erdtieo, a una esfera de juego, que no seria posible sin 1a conenrrencia con el objeto de juego dentro del campo de juego. ‘También en los juegos de azar, loteria, juegos de cartas, de ajedrez, que Hevan este calificativo de juego gracias al elemento de sorpresa, se produce el suceder- se de tensién y distensién. En esta dinimiea do Ia tensién y relajacién podemos constatar una propiedad que me atreveria a designar con el nombre de amplitud. Se comprende, sin mas, Jo qne qniero decir. Veamos cémo se com plitud cl Figurémonos el sencillo juego de un pelota. El nifio arroja Ia pelota (iensién y relajacién muscular), 1a pelota vuelve gracias a sus propiedades y a Jas propiedades del campo de juego (suelo, pared, com- paiiero), y provoca una nueva tensién. Cuando Ia al- ternativa de tensién y distensién posee una amplitud demasiado pequeia, se produce pronto el hartazgo y se desvanece el juego. La introduccién de una regla, do une resistencia u obstéculo, puede reforzar Ia am- plitud. Por eso el nifio se propone recoger Ia pelota que vuelve con Ins manos juntas, o en revés, ete, et nto. cétera. Sin embargo, la amplitud de Ja tensién y relajactén se mantiene en el juego dentro. de determinados limi- tes. También el juego reclama “medida” para poder du- rar y evar una vida conereta, pues reune én s{ confor- macién (figura) y plenitnd {ansia informe). is Mis alla del limite minimo, el juego se pierde en un movimiento ritmieo y sleanza el Mmite o frontera que separa el juego de Ix danza, del columpiarse, ot- cétera, Pero también cuando la amplitud es excesiva pierde cl juego su cardcter. El juego de amor se con- vierte en acto de amor; la comedia (Schauspiel), on —129— 9 drama; el juego con Ia polota, en juego de pelota; el simulacro, en Jucha. El paso del juego al deporte es un fendmeno que, como veremos mis tarde, no se funda exclusivamente en cl'sumento de amplitud. ‘Volvamos ahora a la cucstién por qué la mmisica se allma jucgo (reouérdese juer y juglar) y por qné es un juego de verdad y se presenta en muchos juegos como elemento de compafifa que refuersa el cardcter juglar. © de jnego. Plessner, en su importantisimo estudio sobre La uni- dad de los sentidos, ha desarrollado los siguientes pensa- amientos sobre 1x misica: La materia actstica (acordes, tonos, sonidos) es por naturaleza conforme a In estructura elemental del “es- piritu”, a ou orden més elemental, que es el de tonsién y relajacién. Esta alternative tige todas Ins’ formas de orden es piritual, representa su rasgo esencial mas gener se°nos ofrece también, por decirlo pendiente, como el tipo de toda artistica perceptibi- Mdad. Esta concordancia (parenteseo en Ia estructura) entre el-sonido:y sus derivados con él sentido (que ni “eig- nifica” ni “comprende”). propio de aquel orden de ten- sign y relajacién, esta afinidad entre Ja enslidad sensi- Blelde lo actistico y Ia cualidad espiritnal del orden més elemental, hace: posible 1armiisica. Estas consideraciones de’ Plesener se apoyan en ef in- timo parentesco de estructura entre Ia sensibilidad aciis- tica y la cuslidad del. espiritu, déndosonos ambas feno- menoldgicamente. En lugar de “estructura clemental del espritn”, diria yo “dinémien de-la vida cepiritual”. Sélo em Ia medida en que el: espiritu vive encontremos on — 30— esta vida, como en todos Jos aeaeceres vitales, 1a alter- Jos instrumentos, provoco un sonido como conse- euencia de mi impulto tensor; sonido que, volviendo a mi por el offo, da mtisica (1 wikepielen) es jugar con Ia ris no o el violin es juego, que es In mits prendemos por qué ‘cantamos una eancién, con su principio y su fin, con en sentido, Falta—aunque no completamente—cl desarro- Tlo de tensién que siempre ynelve, que es potible por Ja naturaleza interna del objeto de juego (a materia que el inetrumento da, e¢ algo que se nos presenta no como “el qué” gnéstico, sino como cl “eémo” pi ilidades y. como ha Ja estructura correspondiente a cualquier acto de ahi resulta el parenteseo de los objetos Pero en To que se refiere a In vida del espiritu se da otra rolacién, Ia que existe entre Ia vida (con su cetructura de tensién y relajacién) y In bellerza. a Ta relajacién dentro d ura de Ia esfera del juego y de los caracteres del objeto de juego. 2Qné es Jo que hace a algo objeto de juego? Para responder 2 esta cnestién acudamos de nuevo x Ja dise in entre To 0 y To pitico, que Straus nos su ente con aquello que se halla De otra forma: cl animal y 0 imdgenes (1). Un hombre juegan sélo con 10, €8 objeto de juego en uras y con ello Ta esfera de las . Esta coneepetén de Ia natn- go cs In eafera de las posibitidades, de la fantas ralera del objeto de juego nos adentra en Ia teorfa del lento. Excede a mi preparacién en este terreno <1 mero intento de contestar a Tas cuestiones que eur gen en él. Me limitaré, pues, a observaciones a sola finalidad de csclarecer on qué consist esta figura- Bilidad de Tos objetos, qué significacién posee esta cua- Hdad para el jugador, lo mismo joven que adulto. jen los criterion proceden de terrenos completa- miente distintos a los mios, coinciden, sin embargo. con mi concepeién. Véase esta cita del optiseulo de Theo- Jadas, con In (0) Ta palabra Bild, puede traducirse, entre otras cosas, por figura 0 imagen, Se verk cbmo damos preferencia a ta palabra figura para evitar ta alesién inmediata a To imaginado—sor den sual y, en segundo lugar, para qj eién constante de la fantasia en tas gercenciones cotidianas.— Nota del Troductor. ramos presente la interven- — 12 — dor Haceker: Warheit und Leben (Verdad y vida): “Las imagenes © ¢ comportan mucho més libre- mente con respecto a la verdu los conceptos. Lo veremos claramente en cuanto nos fijemos en el com cepto juego. Quién mis quién menos, y aunque no puc- da explicarlo, siente una xepugnancia secrota contra el juego conceptual, contra el jugar con lov eouceptos, El conceplo es parte cons! e, por razon de 1a mat gurosa y seca. Un sano instinto considera todo juego de conceptos como Srivolo, como cente, como una deeadencia de! juego con imégenes? El que no pueda jugar con ellas, no es artista, y of que no lo comprende, no comprende el arte. {Es que exigimos acaso que las imagenes de nuestra fontasia correspondan « la realidad conocida, lo mismo que exigimos la adaeguatio rei et intellectus? Por el contrario, preferimos més bien las imagenes que no se adecuan a la realidad y de las que deseariamos que la realidad se acomodase a ellas. Este juego libre que nos permitimos con las imagenes corresponde, como tal libertad de juego—no cada imagen, sino el todo—, 2 una verdad superior, a saber: que Ja riqueza de la crea cién visible es, frente a la riqueza de lee imagenes po- sibles para nuestra imagingcién, una infinitud mayor que esta tiltima con respecto a la parte minima que nos ‘otros conocemos de lo creado. Cémo es, empero, la relacién de Ja imagen con la verdad, de Ia imagen que forma esencialmente parte de la vida, tal como la lleva el hombre, como cuerpo y alma?” He subrayado algunos pirrafos para destacar su pa- Tenteseo con mis propias sfirmaciones. Lo que nosotros Hamamos “figur: — 133 — smisma, una univocidad 1 ja forma de mar do las cosas y de los hechos em su cardeter patico, Es lo eertero, lo chocante, que los fendmenos po- seen para nosotros. Pero no es sdlo esto. No existen figuras pu fenémenos con mayor o menor cardcter figurative. Esto quiere decir que Jo que nosotros Uamamos figuras po- seen siempre una naturaleza doble, Son para nosotros conocidas y desconocidas. Cada figura es mis de lo que farece, posce en su perceptibilidad posibilidades in- mediatas. La figura o imagen, tal como 1a con concretamente, es figurada por la fantasia, por la imaginacién, si a ésta le damos Ia signific: a propiedad que r: meramente en lo vital, ahora el caso en opinién de Pelagysi. Como ha puesto de manifiesto este investigador (y después de é Stein), cada percepeién ee produce sélo por Ia fuerza do la imaginacién. Esto so aplica a las pereepciones de Ja vida cotidiana, en-euya formacié nos damos cuenta de la intervencién de Ia fantasia vital. Conocemos todos Jos grados de transicién hasta el efec- to fantastico claramente perceptible. La figura de un paisaje, la de una obra de arte, la imagen dindmi- ea de una melodia, se mos manifiestan slo por efecto do la fantasia, que ha sido considerada falsamente como una cualidad del espiritu y hasta de Is razén. No se juega sino con figuras. E} objeto de juego del animal y del nifio nunca Jectualmente detei c6mo, que s¢ forma o fi ene el cardeter de un objeto no es un algo, sino un ra en el proceso circular de la del mover y scr movi do, aungue el que jucga no sepa nada de este proceso. También el animal juega con. figuras, Los fen atraccidn y de Ja reaceién a te tienen casi siempre, para él, una signifieacién d — 184 — presa 0 enemigo. Todo lo ido. El animal ns el cielo, ni los aérboles o las casas, si éstos no guardan ninguna relacién vital con él. Por cato, cl medio del animal se distingue en medio conocido y deseonceido. Hate eaquema es valedero pars Jos animales inferiores, especialmente para aquellos que iaposicién heredada no reaccionan més que @ presiones completamente determinadas. En Jos animales superiores, empero, se dan impresio- nes que slo parcialmente le son conocidas al ani- mal. Esto sc aplica, naturalmente, sobre todo a los ani- males jévenes 0 a aquellos animales que, como los mo- nos, también en la edad adulta miran con curiosidad Jos objetos nuevos. Pongamos delante de un perrito o de un mono un objeto nuevo; por ejemplo, una pelota o un animal di- secado, Les es desconocido l objeto, pero posce ciertas semejanzas con objetos conocidos. Estas semejanzas puc- den ser de tamafio, de colores, de estructura superficial, eteétera. De no sex éste el caso, el animal no reaccions ante el objeto. Pero el animal queda vineulado al ob- jeto, Es afectado por él, El objeto de juego debe poscer, ademis, posibili- dades de movimiento, gCémo sabe el animal esto?) Si tenemos en cuenta nuestra propia experiencia nos yemos cuenta de que es necesaria cier! para sospechar est ta cobre su figurab ‘uta algo, conticne eualidades, vé- idedes, Kn cl mundo animal estas de tipo motor, antes que nada. Se ego de un movimiento de prucha rea animal, y cuando este movimiento de ‘xito, por ejemplo, hace rodar la pelota 0 hace caer In muiieca, lo que posee figurabilidad en el sentido indicado, se dan lae condiciones para jugar. es Ja esfera de Ins figuras, d La esfera del jues 's, de lo patico y de lo nte desconocido y de Ia fantasia vital. Jos hombres. También en su Esto se aplica tom juego hay descubrimiento, encontrar algo era conocido en tal aspecto, y el jugador va aglomeran- do experiencia vital y no cognoscitiva. El bign el adulto—descubre las “posibilidades” contenidas en Ia “figurabilidad” del objeto de juego. La consideracién conereta de un juego podré acla- rarnos lo dicho mejor que Ja exposicién teériea, Como ejemplo ofrezco un anilisis del yo-yo, al que se aficio- naron chicos y mayores, y que recientemente se exten- ¢ antes no ié epidémicamente por Europa. El que empieza a jugar el yo-yo, prosigue. Unos més y otros menos. Ello no depende solamente de la capacidad de compenctraree con Ia dinémica de este objeto de juego sorprendente, sino también del valor que Jas vivencias vitales y los sentimientos acompaiian- tes poseon para cl eujeto en cuestién. No es dificil en- contrar las eausae que en el juego determinan la des- aparicién de la tendencia jugler en los hombres. Sobre todo la edad, cl pensar y los enidades, son Jos que nos alejan de los valores vitales. Un movimiento rapido, giratorio, produce un gran efecto en lot hombres. No sélo un zarandeo enérgico, — 136 — ua, sino también el giro de una peott olino de a de un carrouscl, nos impresiona y provoca en nos- otros un tone afectivo que oscil entre un ser atraido, un marco, una limitucién de la conciencia y un estado de embriaguez, EL parentesco entre un movimiento el baile, y un sentimiento de independencia, de desliga- nto de Jas ataduras espaciales de Ja tierra, o Ja sen atorio, como o Ia sensa- oa una libre es amente en Ja e movimiento a de mareo, embriaguez, lo vemos significacién y extensién que a esta forma correspond entre los pueblos primitivos. in el juego, y Jo mismo ocurre con el yo-yo, estas afee- ciones tienen naturalmente una intensidad mucho me- nor, ¥ con ello una cualidad neutral indiferente. El in« cremento de intensidad en el sentir coincide con una disgregacién de formas, con una diferenciacién. Una segunda particularidad del yo-yo consiste en que a pieza giratoria—lo contrario de Jo que ocurre con la peonza—sigue vinculada al jugador, y no mecinicamen- te slo, sino en comunidad patica y vital. La relacién, que se siente en Ja cambiante tensién del hilo y que se pereibe visualmente, depende tanto de la actividad propia del que juega como de la autouomia vivida de la pieza, Pues parcee que posce una cxistencia, una vide propias. Sube hacia el jgador, en aparente contra- diccién com todas las leyes fisicas. Devora su hilo como una arafia; e6 imprevisible, casi caprichosa, y requicre por lo mismo atencién y cuidado. Posee “posibilida- des” que sdlo en el juego salen a relucir. En tercer lugar, el juego del yo-yo semeja una repeti- cidn de tensién y resolueién, de venir y alojarse, de aban donar y recuperar, que trae consigo un ritmo emocio- nal, que se manifiesta en cada juego—ya sea con la pe- — 137 — sin esos pun reversién que ocurren en algunos deportes. EI movimiento deslizante que no tiene fin se corres Este movimie: piarse, se com: a todo el cuerpo del j juego del yo-yo es, por plica su imperio durante el rocoed, aun entre Es un juego totalmente infentil, sin un pm te de direccidn, sin ningiin momento fuer sim, y enlazado con una vibracién de poco axarosa, Esta cualidad constituye un cari preso del juego femenino y del de muchachos tee de la pubertad. Lo comprendemos teniendo en cae ta Ja diversidad esencial entre el curso dinémico varo1 y el femenino. No es—como pretende Frend—desde eafera de lo sexual desde donde se pueden explicar las ‘ocupaciones diarias y la eleccién de jucgos, sino am- bos grupos de diferencias, las sexuales y las otras, re- conocen un fonds comin en Ia protoforma del to varonil y del femenino, que donde més mente se expresa es en el cardcter di jo en avance, por una parte, y de Ja preocu finida, circular, por. otra. La.sctuacién del que juega al yo-yo preocupacién con el objeto de juego, un entr nodo, una charla sin sentido; pucs no n. Se trata de un juegi mico del tr: que y femenino. Un juego puede a como abnrren las fi — 138 — que se contemplan. 1 demas jiado rato, que no albergan nin- |, que nos son totalmente cono- yoyo aburriré pronto al jugudox. lo que ocurre jugando con una pe- Jota—, no se du avane inguna formacién de jades nuevas micntras dura el juego. Pronto es- 1 pose valor vital esto es, aburre. por eso todo juego se da un centimiento fuerte de la pro- plenitud de vida, que se produce en Ja comunidad con el objeto de juego. Lo vemos en los juegos deporti- vos de Joz adultos, en los chicos, con sus caballos de palo, y-cn los juegos de las muchachas con una pe- lota. Las exhibiciones de um virtuoso hacen vacilar la con- fianza gn la propia fuerza vital y destruyen con ello el curso libre del impulso creador de relaciones, actuali- zador de posibilidades. Las exhibiciones de un virtuoso del yo-yo con admi- ‘les, pero extraiias, que ni se pueden sentir por den- tro ni tampoco imitar, Le causa tercera de cesacién del juego, a saber, su trinsito al deporte, no se puede dar en el yo-yo. Los records de velocidad y duracién, la sujectén a reglas, etestera; las cualidades todas del deporte, es imposible que se den en el yo-yo. {Por lo menos, mantengimonos en Ia esperanza! Por eso siguen todavia con el yo-yo muchos nifios y adultos que ee contentan con el ejercicio de una figura nto femenino-infantil, en vinculacién eon un — 139 — enen le un jucgo determ ado el enlace de lo impulsive con los cle- imicos. De este modo, la realidad nos ad- expuesto también el mas verupuloso anilisis fenomenolégico, como en general eaptacién conceptual de Jo conereto vivo, Este por mente sila comunicacién presenta algo ante . Erréneam Ja demostracién o ilust tifica corresponde metodolégicamente una exhibi directa de Ja realidad. Este eerfa un procedimicnto na- turalmente falso, puesto que cargaria a cuenta del ob- servador toda Ia tarea que ineumbe al investigador que demuestra, a saber, mostrar Ja forma y estructura esen- cial del hecho natural. Lo que el fisiélogo hace con su 0 con el estilete 0 Tas pinzas, es des jar, mostrar, funcién que el eseritor de vena pue' grar con el Jenguaje. Pero la deseripeiém eonstituye una idad artistica que hay que separar limpiamente del trabajo cientifico. No sé hasta qué punto es esto posi: ble en los dominios de Ia Fisica. En la ciencia de lo vivo, empero, “la exposicién artistica de los hechos” (Hel holtz) es Ja tiniea posibilidad de salvar cn cierto modo Ja forma y plenitud de lo real. Y éste ea el caso muy es pecial de una actividad como el jugar, en Ia que el or- ganismo y su medio ambiente establecen a una Ia uni- dad dinémi de la vida, donde ce entrelazan oscuros motivos, tensiones contrarias, comportamientos ambi- 0 = lo valentes, clarividencia de Joe sentidos (Klages), fantasia vital, posibilidad y actualidad, pacado, presente y fu- turo. Confesemos Ja insuficiencia de nuestros métodos y la de mi arte expos en Ja prosecucién del estud Con el concepto de “fgarabilided” hemoe desigado an carfcter del ol jugador, desata Ia dindi dad y las pos lades que alberga ofrecer también carécter dinémico. Asi nos encontramos ante un grupo de objetos que ruyen objetos de juego para el animal, el adulto, y que dan ocasién para le mayoria de los juegos vo, pero no nos dejemos intimidar jugar. Claro es primitivos, a. Una pelota es un juguete preferido, no sélo por isi to los nifics, sino también por los mayores y por dos los animales inclinados al juego. gPor qué la pe- lota invita a jugar? ‘Ya una pelota quieta produce un efecto en el obser- vador. La figura de este objeto—en el que Ia mirada puede pasearse desde el centro que da a nosotros en to- das Jas direeciones hasta el contorno, alli donde Ja cu- perficie se flexiona y comionza Ia parte “‘cenlta”—dei- pie j6n. Virtualmente, ef movimien- to visual se prosigue y da Ia vuelta a Ja bols. Cuando es de cierto tamafio, se proveca una reproduccién de mo- vimientos en forma de coger, de abarcar, Ya Volkelt, apoyndose en su investigacién experimental, ha Iamia- do Ja atencién sobre Jos elementos téctiles-motores y emocionales en la percepeién de una esfera. Los nifios aprecian el tamaiio de una bola con mucha mayor apro- ximacién que el de Iineas 0 efrculos. En’ segundo lugar, In pelota posee una inestab’ —Ml—

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