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Agustín y el debate de Cartago

Escena 1

En la plaza Agustín y Alipio hablan


sentados en las bancas de la fuente, y
Sidonio oye conversación de Agustín y
Alipio detrás de la fuente.

NARRADOR:

Norte de África, Cartago. Segunda Roma.

Agustín, Alipio y Posidio caminan por la


plaza, mientras discuten.

AGUSTÍN:

Hemos sido acusados de ir en contra del Imperio por


no rendir culto al emperador, ni tenerlo como señor
de la historia y esto ha ocasionado ya bastantes
muertes.

ALIPIO:

Todos entendemos que no somos realmente los culpables


de esta violencia. Ya que el cristianismo se ha
fragmentado en dos grupos. Nosotros los católicos
debemos ser quienes fomentemos el respeto a los
sacramentos, debemos velemos por la paz de nuestra
comunidad. No, aquellos que se hacen llamar
Donatistas.

Sidonio se introduce a la conversación


de una manera irrespetuosa.

SIDONIO:

Pero el hecho de que estén a manos de sacerdotes


impíos, como Agustín, es una falta que los invalida.
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En seguida Posidio muestra su


inconformidad e irrumpe.

POSIDIO:

Ustedes no son más que una subdivisión del


cristianismo, si así se les puede llamar; un cisma…
una ¡herejía!

Alipio le toca el hombro a Posidio


consiguiendo que Este se calme.
Suena música progresivamente al mismo
tiempo que la voz del narrador

NARRADOR:
Sed hoc libenter finxerunt quod se
noverunt fecisse,
Quia fama jam loquebatur de librorum
traditione,
Sed qui fecerunt latebant in illa
perditione
Inde alios infamaverunt ut se ipsos
possint celare.

Al mismo tiempo Alipio habla

ALIPIO:

Calma señores, observen:


“Los henchidos de soberbia, que se dicen
justos ellos. Han creado divisiones,
altar contra altar han puesto.
Al diablo se han entregado, con
altercados muy viejos, y el crimen que
cometieron lo cargan a hombros ajenos”.

Música

Escena 2

En el areópago todos se preparan para


dar comienzo al juicio.
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NARRADOR:

Año 411. Debate de Cartago.

Susurros del público durante todo el


diálogo.

AGUSTÍN:

Sidonio me ha solicitado que no participe en el


debate ya que mis dotes de orador no permitirían una
justa discusión.

POSIDIO:

¿Y entonces quién ha de tomar la palabra, en nombre


de los 286 obispos? Yo preferiría escucharte a ti.

AGUSTÍN:

Tú, Posidio, eres quien hablará en defensa del


catolicismo. Lo que me interesa es que el pueblo sepa
que quien gana el debate es quien tiene la verdad de
los argumentos.

Música tensionante. Gritos de


inconformidad y apoyo, entra Marcelo
imponente con dos soldados y los otros
seis le hacen calle de honor. Se ubica
en el podio.
Entra Posidio, Agustín, Alipio y
Sidonio, se sientan en la silla
correspondiente.

MARCELO:

Cartagineses, permitidme hablar:


Yo Marcelo, en nombre y veces del emperador Honorio,
con el fin de preservar la paz, he sido llamado para
emitir un juicio sobre vuestro debate. Donatistas y
Católicos se enfrentarán aquí en un juicio justo con
el fin de que lo que se concluya aquí, redunde en la
paz de nuestro Imperio. Inicio el debate ahora,
invitando al obispo Sidonio a emitir su palabra.
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SIDONIO:

Erudito magistrado de la corte y Obispos en cristo,


me dirijo a ustedes por una razón que nos impacienta
a todos. A pesar de todas las herejías e injurias que
se han cometido ante el todopoderoso, hay una que no
ha sido tenida en cuenta. Una persona que ha manchado
y tiznado el título de Obispo y Sacerdote; su nombre…
Agustín. Es un hombre que ha representado a asesinos
y a individuos de la peor moral. Consumido por la
lujuria, la avaricia y el ego. No hay mayor pecador
en el Imperio que Agustín.

Donatistas gritan en contra de Agustín y


a favor de Sidonio. Católicos gritan en
contra de Sidonio y a favor de Agustín.
Poco tiempo después se calman.

POSIDIO:

Es una contravención que ustedes, que pregonan ser


los únicos autorizados por la divinidad para
transmitir la gracia en los sacramentos, estén
cometiendo injurias contra Agustín, un hombre que
está en igualdad de condiciones, pues al igual que
ustedes comete errores.

El público católico clama por Agustín.

SIDONIO:

Agustín, Obispo querido por todos y ejemplo de vida


que dice amar a los hombres combatiendo sus errores,
no es más que un fariseo, representante del pecado,
una persona con doble moral que se ha dejado guiar
por toda clase de vicios, un ambicioso y narcisista
que mediante su manejo de la retórica persuade con el
fin de conseguir todos sus deseos.

Público católico grita en contra de los


donatistas y de Sidonio.

POSIDIO:
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Este debate es sobre la verdad. Tu discurso se ha


centrado en atacar a un hombre que sólo busca la paz,
y con ella la verdad ¿Pero… Sidonio, qué consideras
que es la verdad?

Sidonio queda bloqueado, tartamudeando.


Se escuchan murmullos de todos los
presentes, más fuertes de parte del
catolicismo. Marcelino se levanta.

MARCELO:

Sí, es necesario centrarnos en el objetivo del juicio


por el cual hemos sido congregados. ¿Qué es la verdad
y quiénes son los más aptos para difundirla?

Señala a Posidio. Posidio camina dos


pasos hacia el frente y Agustín le toca
el hombro, lo mira y le hace un gesto de
calma, indicándole que no continúe el
debate.

AGUSTÍN:

Nadie puede juzgar la verdad, pero sin la verdad,


nadie puede juzgar rectamente.
La verdad no se halla ni en ti, ni en mí.
La felicidad es la aspiración de todos los seres
humanos, pero para alcanzar la felicidad el hombre
debe complacer a todas sus partes: No sólo al cuerpo
sino también el alma porque es allí donde se
encuentra la verdad y Dios.

Sidonio preocupado busca la forma de que


Agustín no participe.

SIDONIO:

Habla tú, Posidio. Agustín no es una autoridad para


participar en este debate.

Posidio mira con humildad a Agustín.


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AGUSTÍN:

Había decidido no participar pero ya que soy el


principal asunto de la discusión, es mi obligación
hablar. No niego que he pecado y he cometido actos
impuros, sin embargo Dios no me ha abandonado. Mi
madre me llevó por el camino del bien, Dios me enseñó
a amar dándome una esposa, creí que mi hijo había
sido engendrado a mi imagen y semejanza pero Dios
mismo me lo quitó para enseñarme que fue creado a su
imagen y semejanza; fui y sigo siendo un pecador pero
así como yo lo soy, lo somos todos. Aun así en el
lugar más oscuro, Dios no nos abandona, Dios es
indulgente. Él es la muestra de amor sin medida.
Alipio, tú, mi gran amigo y consejero ¿Qué juicio
tienes acerca de lo pronunciado en este debate?

ALIPIO:

Siempre has tenido razón, Agustín:


Echaron a otros la culpa para esconder su
pecado.
A partir de sus mentiras, han vivido
equivocados los jefes de su partido, por
creerlo como a hermanos.
¡Qué se acabe ya el error y la unidad
construyamos!

Se dirige al público

Vosotros, que amáis la paz ¡juzgad ahora la verdad!

El público aplaude. Marcelo hace un


ademán para calmar al público. El
público hace silencio.

MARCELO:

Me han pedido un veredicto sobre el debate. Pues


bien, cuando un juez pronuncia su opinión también
expresa un juicio de él mismo; si la decisión es
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justa, buena será su decisión. Si su decisión es


deshonesta, será evidencia de un mal juicio.

Yo, Marcelo, procurador Romano de esta provincia debo


emitir un juicio frente a este debate y una vez
escuchados los argumentos de las partes, comunico
oficialmente a los presentes que la verdad objetiva
la tiene Agustín. Por tal razón, los donatistas deben
retractarse de sus acusaciones y unirse en un solo
grupo con los católicos, favoreciendo la paz del
Imperio.

El público aplaude mientras que Sidonio


mira con desidia a Agustín y a
Marcelino. Sidonio se acerca a Agustín,
le da la mano y lo abraza.

Música de pueblo.

Escena 3

Caminando por la plaza.

AGUSTÍN:

Defendí y defenderé la verdad y con la verdad buscaré


siempre la paz.

ALIPIO:

¿Y qué es la paz, Agustín? ¿Cuánto tiempo en esta


larga búsqueda, cuántos años esperando encontrar
aquella que más cerca de nosotros no podía estar?

AGUSTÍN:

Lo verdaderamente importante es que el Imperio


consiga la paz entre los ciudadanos como un medio
para un fin superior que no sea terrenal, sino que
perdure y se alcance en la Ciudad de Dios.

NARRADOR:
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“Cantares de paz son éstos, si


escuchar queréis, hermanos.
Os recuerdo que algún día llegará
el Juez soberano:
Él es quien exige cuentas,
nosotros quienes las damos”.

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