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Sapienciales
7 de septiembre de 2020
Se podría decir que, ante las grandes preguntas que la humanidad se hace, la
sabiduría elabora respuestas (o incluso nuevas preguntas), pero lo hace en la concreción de
un grupo cultural. Puesto que es el resultado de una mentalidad, es decir, del conjunto de
representaciones de una colectividad que le da identidad a un grupo concreto. Es desde esta
visión colectiva que se puede comprender que la sabiduría emerge de un humus cultural
que la nutre de las tradiciones de este, siendo ella misma parte de éstas. El humus cultural
es la forma y manera de expresar el contenido de las sentencias que van desarrollándose.
Así, la sabiduría brota de los saberes de un pueblo concreto, que se va gestando en el
convivir diario, donde, en colectividad, se aprende a enfrentar peligros, se instruye sobre el
uso y valor de las cosas, y se le da forma al tiempo y al espacio de una manera determinada.
La sabiduría puede ser una tradición, para esto es importante reafirmar lo que dice
Soublette cuando afirma que toda cultura ha nacido en la historia bajo el influjo de una
fuerza espiritual de enorme potencialidad creativa en el espacio-tiempo, y esto trastoca
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todos los valores. Es así que la tradición sapiencial emerge del humus cultural, pues se
enraíza en la producción cultural de un pueblo y se desarrolla a partir de ese mismo pueblo.
Y para expresarse usa códigos, símbolos y lenguajes propios de ese determinado pueblo y
su relación con el entorno. A su vez, es capaz de irse transmitiendo, por lenguaje poético o
metafórico. Entonces la sabiduría toma la forma de un juego del lenguaje que se traduce en
una relación profunda y poética entre el ser humano y su tierra, su paisaje y su entorno.
Siendo así una secreta y cuidada cosmovisión que le otorga identidad.
Las abuelas mapuches dejan claro esto cuando afirman la importancia de la tierra,
pues ellas dicen que nunca la dejan, siempre volvemos a casa, afirman. La tierra es la raíz,
la madre, aquella que dotó un paisaje y entorno determinados, que produjo una
cosmovisión concreta y una identidad específica. La tierra es el cimiento del humus cultural
del cual nace la sabiduría. Incluso si el mapuche deja su tierra físicamente, nunca la dejará
interiormente, sino que la irá nutriendo con otros saberes. Aunque para las abuelas, el
problema de la dispersión de las familias y la comunidad es debido a que no hay tierra
suficiente.
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El sabio es entonces la persona que posee maestría y habilidad en cualquier ámbito
de la actividad humana, no solo en el intelecto, y es capaz de enseñar a otros lo que ha
aprendido. Esta habilidad no sólo es natural, sino que es adquirida. Es por ello que la
sabiduría implica también entrar en el modo de pensar del otro, de la otra, de lo otro. Para
comprender la sabiduría del otro es necesario hacer un ejercicio de alteridad. Lo que
significa aceptar esa sabiduría como un alter a la propia y dialogar con ella. Por eso es
fundamental comprender la realidad como algo dinámico, para no caer en peligro de
saberse poseedores de verdades absolutas e inmutables, desenraizadas y meramente
abstractas y conceptuales. Si no, por el contrario, saberse herederos de una sabiduría
colectiva generada en un contexto específico desde una perspectiva determinada. Sólo así
es posible compartir la propia perspectiva del mundo y de la vida, a otro que posee también
la sabiduría desde su mirar, su realidad y contexto, desde su raíz.
Toda sabiduría expresa relaciones, formas de ver la vida. Por ejemplo, según las
abuelas mapuches, a ellas desde niñas se les transmitió el respeto a la naturaleza -la tierra,
el lago, el mar y el cielo-, a la cual deben tratar como alguien, no como algo. Deben pedirle
permiso a la tierra cuando se le va a alterar y debe mirarse esta naturaleza con docilidad
para poder tener un conocimiento humilde, puesto que el ser humano no es lo central, sino
uno más. Igualmente, para el pueblo de Israel -después de la crisis generada por la tensión
entre los profetas y sabios en el siglo VIII a. C.- el sabio es quien toma en cuenta a Dios y
su ley, por lo cual lo conoce y sabe cómo actúa. La sabiduría le permite entrar en relación
con la divinidad de un modo particular, con el mismo respeto y docilidad, entablando una
relación viva y dinámica. Por eso es sabio quien conoce a Dios y su actuar.
De manera que, para entrar en la sabiduría del otro, especialmente en un mundo tan
diverso, es necesario retomar algunos criterios ya mencionados. Uno muy importante es
escuchar. Bien dicen las abuelas mapuches que, desde casa, donde fueron aprendiendo de
la sabiduría oral, les repetían una y otra vez: “escucha”. Tenían que estar atentas a las
conversaciones y escuchar los consejos y valores que primaban en la plática o que les eran
explícitamente transmitidos. Estas conversaciones las grabaron en su memoria y se
quedaron en su vida. Por eso era importante que las familias vivieran cerca pues esa era el
semillero de la sabiduría mapuche. La escuela no era un pupitre sino muchas veces el
fogón, alrededor del cual se transmitían la sabiduría desde la palabra que había que
escuchar. Por eso dicen las abuelas que cuando la gente escucha, nunca deja de aprender.
Tan es así que la primera instrucción al pueblo de Israel es “Escucha Israel” (Dt 6, 4),
porque así es como es posible empezar a relacionarse con el otro, en este caso con su Señor.
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primero, como es que el mundo va cambiando poco a poco. Ver la naturaleza en
magnificencia; ver a la familia y la comunidad, su roles comunitarios y sociales; ver como
la divinidad está presente en la historia. El lenguaje aprendido de la sabiduría a partir del
humus cultural no solamente es fonético, está plasmado de signos y símbolos, de gestos y
comportamientos que es necesario aprender, lo cual solo es posible viendo. Solo así se
puede entrar a la sabiduría del otro, al verlo desde su realidad y alteridad.
Considero que, un criterio más para entrar a la sabiduría del otro es recordar. La
memoria es fundamental, pues como dicen las abuelas mapuches, el tiempo de ahora es
distinto, pero volvemos nuestra mirada hacia atrás. Utilizando el método de reflexión de la
antigua sabiduría los mapuches iluminan su realidad. Asimismo, los consejos que se
transmiten a los niños son para que éstos los guarden en su memoria y así conozcan la
propia vida. También, una de las labores de los profetas fue recordarle al pueblo de Israel la
Alianza con Dios, su providencia y sus promesas. Recordar nos hace tener presente la
propia historia donde se fue gestando la sabiduría, y es eso lo que se comparte con el otro:
la propia experiencia; no los dogmas ni estatutos, sino la propia vivencia de cómo la
sabiduría se fue formando desde la comunidad. Ante la experiencia no hay afirmaciones
universales, sino realidades concretas y reales.
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Referencias
Yáñez Poblete, Rosa Estela. Sapienciales, TBS030-1. Apuntes de clase de Luis Rodrigo
Galindo de agosto-septiembre 2020.