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administrativo tributario
SANDRA SEVILLANO CHÁVEZ
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SUMARIO
INrRODUCCIÓN. 1. fACULTADE5 DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y PROCEDIMIENTOS
ADMINISTRATIVOS. 1.1. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN LAS ACTUACIONES DE LA
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. 1.2. EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO. 1.3. C ARÁCTER
JURISDICCIONAL DEL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO. 1.4. LA FACULTAD
1.4.1. LA REVOCACIÓN DE LOS ACTOS DE
DE REVISIÓN DE LOS ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN.
LA ADMINISTRACIÓN. 1.4.2. LA FACULTAD ANULATORIA DE LA ADMINISTRACIÓN. 2. LAS
REGLAS SOBRE NULIDAD DE LOS ACTOSEN LA LPAG YSU APLICAOÓNEN EL ÁMBITO TRIBUfARIO.
2.1. LA SUPLETORIEDAD DE LAS NORMAS DE LA LPGA EN MATERIA TRIBUTARIA. 2.2. Los
REQUISITOS DE VALIDEZ DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS. 2.3. LAS CAUSAS DE NULIDAD DE LOS
ACTOS DE LA ADMINISTRACIÓN. 2.4. ÓRGANOS COMPETENTES PARA DECLARAR LA NULIDAD Y
EFECTOS DE LA DECLARACIÓN. 2.5. LA REVOCACIÓN Y LA NULIDAD DE OFICIO. 3. EL
PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO TRIBUfARIO Y LA NULIDAD DE LOS ACTOS TRIBUTARIOS. 3.1.
PREÁMBULO. 3.2. BREVE DESCRIPCIÓN DE LAS ETAPAS DEL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO
TRIBUTARIO. 3.3. ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE EL TRATAMIENTO DE LAS NULIDADES AL
INTERIOR DEL PROCEDIMIENTO CONTENCIOSO TRIBUTARIO. 4. REFLEXIÓN FINAL.
INTRODUCCIÓN
Las primeras líneas de este trabajo son de reconocimiento para mi maestro y
amigo Armando Zolezzi Moller, por su impecable trayectoria profesional, su exce
lencia como profesor y, sobre todo, por su calidad humana.
Con el presente estudio pretendemos establecer cómo se deberían afrontar
los problemas planteados por las nulidades de la actuación de la Administración
Tributaria ya que siendo ésta una situación contraria a toda lógica del Derecho,
no se puede soslayar el hecho que, de no contarse con adecuadas vías para sanear
los actos viciados, se entorpecería y dilataría de tal forma la solución de las con
troversias derivados de ellos que, una justicia que tardara tanto ya no podría
preciarse de serlo.
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En tal sentido, ensayamos una reflexión acerca de las normas que regulan las
nulidades en el procedimiento administrativo general y las del procedimiento tri
butario, en particular, para determinar si se ajustan a la exigencia que todo ordena
miento jurídico debería ofrecer a sus contribuyentes, es decir, contar con un proce
dimiento tributario sometido, claro está, al cumplimiento de lo que la ley ordena,
pero también al respeto de los derechos de los contribuyentes.
1 GARCÍA DE ENTERRfA. Curso de Derecho Administrativo I. lüma. Edición. Madrid: Civitas, 2000, p. 445.
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similar vía para interactuar con ella, cumpliendo con sus obligaciones o defendien
do sus derechos.
2 DROMI, Roberto. Derecho Administrativo. lOma. Edición. Buenos Aires: Ciudad Argentina, 2004, p.
1165.
3 GARCÍA DE ENTERRIA_. Ob. cit., p. 434.
4 DROMI. Ob. cit., p. 1166.
5 DROMI, Roberto. El Procedimiento Administrativo. Buenos Aires: Ciudad Argentina, 1999, p. 31.
6 CANOSA, Armando. Los recursos administrativos. Buenos Aires� Abaco, 1996, p. 70.
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Pública le otorga una posición privilegiada que le permite volver sobre sus propios
actos y corregirse a sí misma sin necesidad de acudir a la tutela judicial.
Dicha posición privilegiada deriva de la denominada autotutela administrati
va, la cual forma parte de los atributos especiales -o también llamadas facultades
exorbitantes- que la ley otorga a la Administración Pública y, en este caso particu
lar, es una consecuencia directa de la presunción de legitimidad que recubre a los
actos administrativos.
A decir de Canosa7 los recursos impugnativos de los particulares ponen de
relieve dos tipos de control que la Administración debe que debe efectuar sobre sus
actos. El primero consiste en la evaluación de la legalidad formal del acto y su
justeza, justicia o razonabilidad para el restablecimiento del ordenamiento jurídico
violado; y, el segundo, es denominado control de oportunidad, mérito o convenien
cia, que se centra en el acierto que tenga dicho acto con relación al interés público
que la administración persigue y que no puede estar totalmente disociado del con
trol de legalidad.
De acuerdo a las dos etapas del accionar de la Administración, a las que líneas
arriba nos hemos referido, definiremos al procedimiento administrativo, entonces,
como el instrumento normativo que regula y, a la vez, otorga habilitación a la Admi
nistración Pública para que ejerza sus prerrogativas y dé cumplimiento a sus fun
ciones. Sin un procedimiento previsto en la ley, la Administración carecería de
iniciativa para poder cumplir con sus fines.
El artículo 29 de la Ley del Procedimiento Administrativo General (LPAG),8
define el procedimiento administrativo de manera amplia como «el conjunto de
actos y diligencias tramitados en las entidades, conducentes a la emisión de un acto
administrativo que produzca efectos jurídicos individuales o individualizables sobre
intereses, obligaciones o derechos de los administrados».
Tal definición, por su amplitud, resume de modo adecuado la idea de que el
procedimiento administrativo es, ante todo, el conjunto de pasos organizados que
se deben seguir para obtener la manifestación de voluntad de la Administración.
Aunque no lo recoge expresamente, tal definición no excluye los procedimientos
originados por la impugnación de los actos de la Administración, puesto que en
tales casos también habrá un acto administrativo final (resolución) que produzca
efectos jurídicos individuales o individualizables. Sin embargo, haciendo nuestra
la distinción planteada por Dromi, preferimos denominar como procedimientos
contenciosos administrativos aquellos en los cuales los particulares ejercen el con
trol de los actos de la Administración a través de recursos impugnativos.
10 Ibídem, p. 574
11 DANÓS ÜRDÓÑEZ, Jorge. «Régimen de la nulidad de los actos administrativos en la nueva Ley 27444
del Procedimiento Administrativo General». En AA. VV. Comentarios a la Ley del Procedimiento
Administrativo General. Lima: Ara Editores, 2003, p. 228.
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de un particular puede declarar, entonces, la revocación del acto, caso en que habrá
una manifestación a favor del administrado, o, de lo contrario, declarar su confir
mación.
Como una forma de extinción de los actos administrativos, mediante la revoca
ción se consigue una nueva manifestación de voluntad de la Administración que
deja sin efecto aquélla contenida en el acto revocado. Así, García de Enterría 12
señala que «se entiende por revocación la retirada definitiva por la Administración
de un acto suyo anterior mediante otro de signo contrario».
La extinción de un acto administrativo es la forma de detener sus efectos, los
cuales han sido validados por la presunción de legitimidad de que goza todo acto_
administrativo desde su emisión. La extinción de un acto administrativo puede
ocurrir sea porque recae sobre él una declaración de nulidad, porque un acto poste
rior lo revoca por otras razones o porque pierde validez por circunstancias poste
riores a su emisión.
No es fácil encontrar acuerdo en la doctrina sobre los casos en los que procede
la declaración de revocación de un acto administrativo. Por el contrario, existen
serias confusiones que no permiten distinguir con claridad ni las causas que moti
van una revocación ni quién es el órgano competeµte para declararla. Como mues
tra de ello podemos referimos a las controversias generadas al tratar de establecer el
criterio diferenciador entre la revocación y la declaración de nulidad de los actos
administrativos.
En efecto, Dromi y García de Enterría, por citar dos casos, consideran que la
revocación es la manifestación de la facultad de autocontrol de sus actos que tiene
la Administración y, por ende, procede por razones de oportunidad (causa política)
o de legitimidad (causa jurídica). Es decir, para ellos la revocación es como el
género que engloba la revisión de los actos en sede administrativa.
Dromi13 sostiene que, en sentido lato, la revocación es sinónimo de alteración
del acto por la propia Administración y, en tal medida, puede ser sustituido o
simplemente dejado sin efecto por el propio emisor o por su superior jerárquico, de
tal modo que desaparece del orden jurídico o subsiste pero modificado.
Garrido Falla se adhiere a la doctrina que sostiene, por el contrario, que nuli
dad y revocación se diferencian justamente por la causal de extinción que se invoca:
si la modificación del acto ocurre por razones de oportunidad (por agraviar el
interés público) se trata de la revocación, y si obedece a razones de legitimidad
(puesto que el acto está viciado de modo tal que afecta su validez), se trata de la
declaratoria de nulidad. Así el referido autor señala: «Esta distinta motivación es la
que, por otra parte, determina una diversidad de tratamiento jurídico. Aquí está,
pues, la razón de que entendamos que la anulación se refiere siempre a los actos
nulos o anulables y que la revocación se refiere a actos inoportunos o contrarios al
interés público». 14
Otros autores, manifiestan que lo determinante en la distinción de ambas figu
ras es quién tiene la potestad para realizarlas, así se considera que la nulidad es
siempre declarada por el superior jerárquico en tanto que la revocación la puede
efectuar el órgano emisor. Algunos autores han preferido diferenciarlas en base a si
interviene el órgano judicial o no, reservando la nulidad para las declaraciones
judiciales y la revocación para las producidas en sede administrativa. 15
Sin ánimo de ahondar en dicha discusión, creemos que en términos generales
la revocación se puede definir como la manifestación concreta del control que ejerce
la Administración sobre sus propios actos, sea que ocurra de oficio o impulsada por
los recursos impugnativos de los administrados, y conlleva, en consecuencia, que
por el ejercicio de dicha facultad se dicte un acto autónomo e independiente que va
a generar sus propios efectos de modo inmediato y va a devolver al ordenamiento
jurídico el equilibrio perdido por la emisión del acto original defectuoso. El control
revocatorio podría ser efectuado por el propio órgano emisor o por su superior
jerárquico, pero es siempre una declaración efectuada en sede administrativa.
14 Cf. GARRIDO FALLA, Fernando. Tratado de Derecho Administrativo. Madrid: Instituto de Estudios Políticos,
1966, p. 544.
15 Cf. CASSAGNE, Juan Carlos. El acto administrativo. 2da. Edición. Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 1981, p. 380.
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16 CoMADIRA, Julio Rodolfo. La anulación de oficio del acto administrativo. La denominada «Cosa Juzgada
Administrativa». 2da. Edición actualizada. Buenos Aires. Ciencias de la Administración División de
Estudios Administrativos, 1998, p. 56.
17 GARRIDO FALLA. Oh. cit., pp. 551-553.
18 DANós. Ob. cit., p. 253.
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Poder Judicial por habérsele vencido el plazo para hacerlo de oficio en sede admi
nistrativa.
Esta última figura -que la doctrina ha denominado la acción de lesividad
constituye una expresión más de la potestad anulatoria de la Administración pues
sea que anule el acto de oficio o sea que demande su nulidad, en ambos casos la
voluntad administrativa de extinguir el acto es la misma.
Al respecto, Comadira 19 señala que«[...] desde un punto de vista amplio, existe,
a nuestro modo de ver, despliegue de poder o potestad anulatoria, tanto cuando la
Administración extingue un acto por ilegitimidad«por sí y ante sí», sin acudir para
ello a la justicia, como cuando para lograr la realización de su pretensión anulatoria
se ve precisada a requerir la intervención judicial [ ... ]». En las dos situaciones, pues,
la autoridad administrativa invoca su propia torpeza, es decir, vuelve sobre sus
propios actos haciendo excepción a la prohibición que se impone, como regla, en el
derecho privado.
20 Rumo CORREA, Marcial. Nulidad y anulabilidad. La invalidez del acto jurídico. Lima: Fondo Editorial de la
PUCP, 2003, p. 22.
/' .
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Así, se consideran actos nulos los dictados por órgano incompetente, en razón
de la materia; los dictados prescindiendo totalmente del procedimiento legal esta
blecido; y, cuando por disposición administrativa se establezcan infracciones o se
apliquen sanciones no previstas en la ley. Mientras que serán sólo anulables los
dictados sin observar los requisitos formales de las resoluciones de determinación
y de multa (contenidos en el artículo 77 del Código Tributario); y los emitidos por
órganos sin respetar la jerarquía a la que estén sometidos.
Los tres casos de nulidad citados se refieren, en general, a supuestos en los que
el acto de la Administración Tributaria ha sido emitido, en los términos de la LPAG,
en contravención de lo dispuesto por las leyes. En efecto, la incompetencia del
órgano, el incumplimiento del procedimiento y el exceso de la Administración para
aplicar sanciones no previstas en la ley, son todas formas de violentar las disposi
ciones vigentes. No hay duda que, además, la citada causal de nulidad, por su
amplitud, podría tener plena aplicación en otros casos en el campo tributario.
1
tributario, por lo que la aplicación supletoria resulta evidente. Lo mismo cabría decir
de la nulidad de los actos que confieren potestades o derechos que son contrarios al
ordenamiento jurídico, aunque éstos sean menos frecuentes en el ámbito tributario.
Por el contrario, la nulidad vinculada al incumplimiento de los requisitos de
validez de los actos no considerados intrascendentes (es decir, cuando no sea de
aplicación la conservación del acto) plantea algunas particularidades en el campo
tributario, puesto que a tenor de lo dispuesto por el artículo 109 del Código Tributa
rio no siempre estaremos frente a un caso de nulidad.
De inicio, se debe tener en cuenta que la redacción de la primera causal del
artículo 109, sanciona con nulidad los actos «dictados por órgano incompetente en
razón de la materia», y sólo con anulabilidad aquéllos dictados sin respetar la
jerarquía. Lo mismo sucede con el incumplimiento de los requisitos de validez
(llamados formales por el artículo 77 del Código Tributario) de las resoluciones de
determinación y de multa, pues en tales casos la sanción es también la anulabilidad.
Respecto del incumplimiento de otros requisitos de validez previstos en la
LPAG, cabe anotar que sí podrían ser materia de nulidad en el campo tributario a
no ser que les sean aplicables -también de modo supletorio-- las normas sobre
conservación de los actos administrativos previstas en el artículo 14 de la LPAG
que antes hemos comentado.
22 MORÓN URBINA, Juan Carlos. Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. Lima: Gaceta
Jurídica, 2001, p. 95.
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El segundo párrafo del artículo 110 del Código Tributario contiene una nor
ma en el mismo sentido en la que se precisa que los deudores tributarios plantea
rán la nulidad de los actos med_iante el procedimiento contencioso tributario o
mediante la reclamación prevista en el artículo 163 del mismo (artículo referido a
la impugnación de resoluciones denegatorias de solicitudes de devolución de
tributos).
En virtud de dicha norma, que no excluye la posibilidad de que la nulidad de
un acto pueda ser materia de un recurso de reclamación (que es el recurso con el que
se da inicio al procedimiento contencioso tributario) es que, en materia tributaria, se
acepta que la impugnación de un acto por motivo de nulidad, pueda ser planteada
por los deudores tributarios, incluso, ante la Administración emisora y no por me
dio del recurso de apelación ante el Tribunal Fiscal que es el órgano jerárquicamente
superior. Tal interpretación está ratificada por la jurisprudencia fiscal, por lo que
se trata de una particularidad tributaria.
'
Por otro lado, cabe mencionar que el artículo 11.3 ordena que la resolución que
declara la nulidad de un acto administrativo debe disponer lo conveniente para
hacer efectiva la responsabilidad del emisor del acto inválido. Con ello, como afir
ma Morón,23 se busca que la declaratoria de nulidad no se considere como una
eventualidad más del procedimiento sino como actos graves que afectan al interés
público y que exigen sanción. Aunque resulta de clara aplicación al campo tributa
rio, esta norma no es usualmente cumplida en los procedimientos tributarios en los
que, como se verá en la parte correspondiente, las nulidades no son muchas veces
. afrontadas con la severidad que debe exigirse.
En lo que atañe a los efectos de la declaración de nulidad, los artículos 12 y
13 · de la LPAG establecen las reglas aplicables. De acuerdo al artículo 12 la
declaración de nulidad tiene efecto declarativo y retroactivo a la fecha del acto,
exceptuándose los casos en los que se produjera una colisión con derechos
adquiridos de buena fe por terceros, en los que tendrá efectos a futuro. Esta
. disposición está ratificada por el artículo 17.2 de la LPAG según el cual «tienen
eficacia anticipada la declaratoria de nulidad y los actos que se dicten en en
mienda».
Por su parte, el artículo 13 se refiere a los alcances de la declaración de
nulidad para sancionar que «la nulidad de un acto sólo implica la de los suce
sivos en el procedimiento, cuando estén vinculados a él», así como que la nuli
dad parcial de un acto no alcanza sino a la parte viciada y no a las que resulten
independientes.
Ambas normas son, sin duda, aplicables en materia tributaria. De hecho, aun
cuando el Código Tributario no regula la nulidad parcial, la jurisprudencia ha
23 Ibídem, p. 96.
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO ... 609
dejado sentado con carácter obligatorio que por aplicación supletoria del artículo
13.2 la declaración de nulidad parcial de un acto es perfectamente posible. 24
Finalmente, debemos hacer notar que respecto de lo señalado por el artículo
17.2 antes citado existe discrepancia con lo interpretado por la jurisprudencia en
materia tributaria. En efecto, según el artículo 17.2 queda claro que la eficacia
anticipada es otorgada para todos los actos que declaran nulidad. No obstante ello,
el Tribw1.al Fiscal ha efectuado un distingo cuando se trata de la declaración de
nulidad de actos viciados de modo leve que no hubieran sido subsanado oportuna
mente (actos anulables en los que no se aplicó las reglas sobre conservación), en tal
supuesto el referido Triblmal entiende que el efecto de la nulidad sólo se dará hacia
el futuro. No queda claro el porqué de esta distinción ni tampoco si la especificad
de la materia puede justificar este tratamiento diferenciado. Nos inclinamos a pen
sar que no.
24 Jurisprudencia de observancia obligatoria (RTF 05847-5-2002), en la que, además, se señala que para
que proceda la declaración de nulidad parcial requiere los siguientes requisitos: a) que el contenido
del acto sea divisible en unidades independientes; b) que el vicio sólo afecte una parte del acto; y, c)
que la parte no afectada por el acto se conserve firme.
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materia de 1.ma demanda en la vía judicial.25 Esta norma revela que el legislador ha
considerado que, en el conflicto seguridad jurídica-ilegitimidad de los actos, 1.ma
solución intermedia es permitir que la Administración pueda sanear sus actos in
válidos pero sólo por t.m periodo restringido con el fin de proteger de eventuales
perjuicios los intereses de los administrados que hubieren resultado favorecidos
por dichos actos.
La declaración de nulidad de oficio cuando se trata de actos de Tribunales
cuyas resoluciones ponen fin a la instancia administrativa (como es el caso del
Tribunal Fiscal) no es posible en virtud de lo dispuesto por el artículo 202.5 de la
LPAG. En tales casos, corresponde que la autoridad de mayor jerarquía de la Admi
nistración involucrada demande, a través del proceso contecioso-administrativo,
la declaración de nulidad de resolución emitida por el órgano colegiado. En mate
ria tributaria, sería el Ministro de Economía y Finanzas.
Con el reconocimiento de la facultad anulatoria, nuestra legislación recoge lo
sefi.alado por la doctrina sobre la importancia de dotar a las Administraciones de
posibilidad de anular los actos que emite cuando, reconociendo el yerro cometido y
la vulneración al interés público, se considera impostergable la restitución del or
den quebrado con el acto ilegítimo.
Como nos dice Morón26 «si como se sabe la Administración está sujeta al prin
cipio de legalidad, y ello constituye antecedente necesario para cualquier interés
público de su actuación, no se podría entender cómo un acto reconocidamente
inválido, no podrá nt.mca satisfacer el interés que anima la administración. Por
ello, que la posibilidad de la anulación de oficio implica en verdad, una vía para la
restitución de la legalidad afectada por 1.m acto administrativo».
Por su parte, la revocación de oficio está regulada de modo restrictivo en cuan
to a las razones para su procedencia, mas no así en cuanto al plazo para que se
produzca, pues el ejercicio de dicha facultad carece de límite temporal. En efecto, de
acuerdo a lo dispuesto por el artículo 203 de la LP AG la revocación de oficio por
razones de oportunidad, mérito o conveniencia con el interés público está, como
regla general, prohibida cuando se trata de actos administrativos declarativos o
constitutivos de derechos o intereses legítimos.
Así, está proscrita por regla general la revocación, modificación o sustitución de
oficio de los actos declarativos o constitutivos de derechos o intereses legítimos, salvo
que se tratara de algt.mo de los supuestos expresamente regt.tlados por la Ley, caso en
el cual sólo la más alta autoridad de la entidad competente podrá declararla.
25 Salvo el caso de los actos emitidos por consejos o tribunales regidos por leyes especiales competentes
para resolver controversias en última instancia administrativa, quienes no pueden declarar de oficio
la nulidad de sus actos.
26 MORÓN. Ob. cit., p. 433.
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO ... 611
Pese a reconocer algunos los límites que pueden imponer los derechos o intere
ses de los administrados, la doctrina es más receptiva con el control de los actos por
motivos de oporhmidad o conveniencia.
Por ejemplo, Drorni27 sostiene que «oporhmidad, conveniencia, mérito, son
elementos que integran la potestad jurídica que el legislador ha conferido al admi
nistrador, habilitándolo para que pueda realizar concretamente su función de tal,
en orden a satisfacer las necesidades públicas[ ...] A ningún ente público puede el
legislador darle potestades públicas de imposición unilateral para que actúe de
modo inconveniente, de manera inoporhma, de forma ineficaz. Tal achiación viola
la normativa, envilece la flmción jurídica que le ha sido atribuida y perturba la paz
de la corn1.midad. Se transforma su decisión en achiación antijurídica por no utili
zar sus poderes de acuerdo al Derecho».
En nuestro ordenamiento, por lo dispuesto en el artículo 203 de la LPAG28 sólo en
tres casos excepcionales se ampara la revocación de oficio de los actos por razones de
mérito o conveniencia, por lo que se puede afirmar que se trata de una facultad residual.
Para que se produzca la revocación de oficio, hará falta la emisión de un nuevo acto
con las mismas formas y requisitos del revocado, con motivación suficiente, que sea
resultado de un procedimiento previo contradictorio en el cual el administrado pueda
presentar su alegato, de ser el caso, así corno generar y controlar la prueba necesaria.29
De lo expuesto, se concluye que la revocación y la nulidad de oficio en nuestro
ordenamiento administrativo son distintas en cuanto a sus causales de proceden
cia, limitación temporal o no para su ejercicio, así corno en los efectos que tendrán
en el tiempo, pues mientras la declaratoria de nulidad tiene efectos retroactivos, los
actos de revocación sólo los tendrán a futt1ro.
La aplicación supletoria en materia tributaria de las normas que hemos venido
comentando no siempre resulta terna sencillo. Corno iremos viendo, en el campo
tributario existen algunas normas especiales que, por tanto, priman al momento de
regular los aspectos bajo análisis.
En lo que concierne a la revocación de oficio de los actos de la Administración
Tributaria, el Código Tributario no contiene una disposición que expresamente
diga que tal facultad se ejercerá «de oficio».
ni del texto del artículo 108 del Código Tributario corno tampoco de la Resolución
de SUNAT que regula su presentación, lo que además es correcto.
Con la calificación de reclamación especial sometida a un plazo, ¿no se vulne
ra acaso el derecho de los contribuyentes de poder solicitar la revocación de los
actos de la Administración? Si para que la Administración revoque un acto se
puede recurrir normalmente al recurso de reclamación ordinario, ¿cuál sería enton
ces la ventaja de optar por la alternativa de conseguir tal declaración a través de la
presentación del formulario 194 si debe hacerse en similar plazo? ¿En caso de
vencerse dicho plazo, SUNAT ya no tendría competencia para revocar el acto?
Creernos que la observancia de un plazo no previsto por el Código para la presenta
ción del citado formulario carece de fundamento y no guarda relación con la ratio
del artículo 108 del Código Tributario.
Toca ahora comentar los supuestos regulados por el citado artículo 108 para
que proceda la revocación, modificación, sustitución o complementación de los
actos de la Administración.
El primer supuesto se refiere a los casos en los que se hubiera detectado los
hechos contemplados en el numeral 1 del artículo 17832 del Código Tributario, así
corno en los casos en los que se hubiere producido connivencia entre el personal de
la Administración Tributaria y el deudor Tributario. Ambas circunstancias presu
ponen que los actos de la Administración Tributaria son resultado de una fiscaliza
ción cuyas conclusiones no han sido certeras pues han sido fruto, en el primer caso,
de información tergiversada por el contribuyente, sea en el segundo porque se ha
incurrido en un verdadero supuesto de responsabilidad penal.
En otros términos, la seguridad jurídica que garantiza la estabilidad de los
actos de la administración queda en segundo plano y debe primar, por tanto, la
correcta aplicación de la ley, quedando habilitada la vía para que la administración
vuelva a determinar las deudas del contribuyente, esta vez, basada en la informa
ción omitida o que se había presentado con falsedad.
Es del caso mencionar que, las infracciones contenidas en el numeral 1 del
artículo 178 del Código Tributario están tipificadas de modo tal que atribuyen al
deudor tributario una conducta casi intencional, pues se señala que la «omisión de
datos» en las declaraciones «influyen en la determinación de la obligación
32 El numeral 1 del artículo 178 del Código Tributario dispone que constituye infracción tributaria, «No
incluir en las declaraciones ingresos y/ o remuneraciones y/ o retribuciones y/ o rentas y/ o patrimonio
y/ o actos gravados y/ o tributos retenidos o percibidos, y/ o aplicar tasas o porcentajes o coeficientes
distintos a los que les corresponde en la determinación de los pagos a cuenta o anticipos, o declarar
cifras o datos falsos u omitir circunstancias en las declaraciones, que influyan en la determinación de
la obligación tributaria; y/ o que generen aumentos indebidos de saldos o pérdidas tributarias o
créditos a favor del deudor tributario y/ o que generen la obtención indebida de Notas de Crédito
Negociables u otros valores similares».
614 SANDRA SEVILLANO CHÁVEZ
cedentes. En tal supuesto, quizá valdría la pena que el procedimiento bajo comen
tario pueda ser utilizado y permita, por economía procesal y, por cierto, para que el
contribuyente no deba pagar la deuda antes de reclamar, rectificar los actos de la
Administración luego de su notificación.
Sin embargo, SUNAT es muy reacia a este tipo de solución y, lamentablemente,
tanto ella como los deudores tributarios se deben ver envueltos muchas veces en
largos procedimientos que incluso llegan al Tribunal Fiscal, cuando se sustentan
en actos manifiestamente improcedentes.
Por citar un ejemplo, es lo que sucede cuando se trata de los pagos a cuenta
por rentas de primera categoría (arrendamientos) realizados por uno de los
condóminos y que posteriormente, son imputados, proporcionalmente, por los
otros en su declaración anual del Impuesto a la Renta. SUNAT por sistema desco
noce dicho crédito y emite órdenes de pago absolutamente improcedentes (que
además son nulas, pues contravienen lo dispuesto por el inciso b del artículo 53
del Reglamento de la Ley del Impuesto a la Renta que expresamente admite que
un condómino pague a cuenta por el íntegro de la renta). Nos preguntamos, en tal
caso ¿es legal tener que pagar la orden de pago antes y reclamar? ¿O sería más
saludable seguir el procedimiento de revocación de actos después de notificados?
La respuesta parece clara y no niega, de ningún modo, que a posteriori la Adminis
tración pueda fiscalizar la adecuada detérrninación del impuesto anual que ha
efectuado cada condómino.
Como ha quedado expuesto, entonces, la revocación de los actos de la Ad
ministración Tributaria tiene reglas muy particulares que no admitirían
supletoriedad de las previstas por la LPAG pues implicarían s u
desnaturalización. Piénsese, por ejemplo, en lo residual que e s dicha facultad
para la LP AG y en la exigencia que sea efectuada por la autoridad de mayor
jerarquía de la entidad competente.
En lo que respecta a la corrección de errores materiales tales corno los de redac
ción o de cálculo, como se ha visto, tal facultad está comprendida en lo dispuesto en
el artículo 108 que es aplicable a las rectificaciones que correspondería realizar la
Administración Tributaria.
En el caso del Tribunal Fiscal, el artículo 153 del Código Tributario prevé que
dicho órgano podrá, a pedido de parte o de oficio, podrá corregir errores materiales
o numéricos después de haber emitido y notificado su resolución, dentro del plazo
de cinco días hábiles contados a partir de la notificación. Como queda claro, en este
caso tampoco podría ser invocado el artículo 201 de la LP AG, que establece que la
rectificación de los actos no está sujeta a plazo, pero sí resulta pertinente en lo que
a la formalidad del acto rectificatorio se refiere.
El citado artículo también resulta de aplicación para que, dentro del mismo
plazo, el Tribunal Fiscal de oficio o a pedido de parte, pueda ampliar su fallo sobre
puntos omitidos o aclarar algún concepto dudoso de la resolución.
616 SANDRA SEVILLANO CHÁVEZ
3.1. Preámbulo
La relación jurídico tributaria que surge por la aplicación de los tributos vincu
la, detm lado, a los particulares (deudores) y, del otro, al Estado (acreedor) e impone
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO... 617
34 En esta afirmación, que sólo pretende hacer una síntesis, no queremos insinuar que la única función
de las Administraciones Tributarias sea la recaudación; pero sí se puede decir que, en términos
generales, todas las facultades de las que gozan pueden ser resumidas en el procurar el correcto pago
de los tributos y, por ende, que el Estado recaude lo que de acuerdo a ley le corresponde.
618 SANDRA SEVILLANO CHÁVEZ
cación en la ley que la habilita para ello) sino también en la razón de ser de la
actividad administrativa, cual es la satisfacción del interés publico.
Siendo así, el respeto del debido procedimiento administrativo y el respeto, por
consiguiente, del acceso a la justicia aun cuando sea en sede administrativa son
principios rectores y, además, derechos fundamentales de los particulares, en sus
relaciones con la Administración Tributaria.
No se puede olvidar que todo procedimiento administrativo no es sino tm
«conjunto de formas jurídicamente reguladas, cumplidas por y ante los órganos
que tienen atribuido el ejercicio de la función administrativa, con el fin de preparar
la emisión de actos que satisfacen directa e inmediatamente el bien común». 35
En consecuencia, para garantizar el respeto a los derechos del contribuyente
así como para preservar la legalidad de las actuaciones de la Administración
Tributaria, el Código Tributario establece las normas procedimentales a las que
debe ceñirse la actuación administrativa así como, también, las normas aplicables
a los procedimientos de impugnación de sus actos.
Al abordar en este punto de nuestro trabajo el estudio del procedimiento con
tencioso, queda claro que no nos referiremos a la etapa de formación de los actos
tributarios, o sea �quélla que correspondería a la de fiscalización y control que
realiza la Administración Tributaria del cumplimiento de obligaciones por parte de
los deudores tributarios, en la que se llevan a acabo todas las comprobaciones
necesarias que sustentan la emisión de los actos administrativos que pueden ser,
posteriormente, materia de revisión.
En este aspecto, si los procedimientos contenciosos no resultan idóneos para
enfrentar los problemas generados por la emisión de un acto nulo, ello puede jugar
contra del cumplimiento de la prontitud y celeridad con las que deberían desarro
llarse todos los procedimientos administrativos, además, claro está, de perjudicar
con ello a los contribuyentes.
Por otra parte, las resoluciones administrativas emanadas del procedimiento
contencioso tributario pueden estar también viciadas de nulidad, pues por más que
en ellas los órganos competentes hubieran puesto todo su empeño, no pueden que
dar del todo exentos de incurrir en alguno de los supuestos de invalidez de sus
actos. Habida cuenta que la nulidad de un acto es contraria a toda lógica del
Derecho, se debe contar con normas que permitan subsanar o reemplazar los actos
por ella viciados para alcanzar una pronta e inmediata atención al interés público
violentado.
No sería aceptable, por tanto, que las normas vigentes estén teñidas de inefica
cia para garantizar dicho objetivo y para procurar respeto a los derechos de los
36 Según lo dispuesto por el artículo 135 del Código Tributario, en general, es reclamable «cualquier
acto que tenga relación directa con la determinación de la obligación tributaria», por lo que los que
mencionamos no son los únicos actos impugnables.
37 DROMI. El procedimiento ..., p. 128.
620 SANDRA SEVILLANO CHÁVEZ
38 De acuerdo al artículo 125 del Código Tributario sólo se admiten como medios probatorios los
documentos, la pericia y la inspección del órgano encargo de resolver.
39 Artículo 141 del Código Tributario.
40 Artículo 127 del Código Tributario.
41 Artículo 139 del Código Tributario.
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO... 621
impugnativo. Por el contrario, a menudo, las resoluciones que resuelven los recur
sos de reclamación no ahondan en el análisis de los argumentos expuestos por los
contribuyentes, en las pruebas (que además no siempre se ordenan de oficio) sino
que se limitan a repetir los h.mdamentos del acto impugnado, sin que se aprecie tm
verdadero propósito de enmienda que no sólo ampare los derechos invocados por
los recurrentes sino, como ya se ha dicho, permita tm restablecimiento oporhmo de
la legalidad vulnerada. A falta de un análisis consistente, la Administración peca
por insistir en sus criterios sin mostrar permeabilidad a otras consideraciones y sin
reconocer sus evenhrnles conductas ilegítimas.
En cambio, si las Administración Tributaria volvieran sobre sus propios actos
para revisarlos e incluso si, haciendo uso de su facultad de reexamen, dilucidara el
meollo del astmto controvertido, podrían tener una mayor amplitud de criterio para
no repetir de modo automático los mismos argumentos que, en muchos casos, in
cluso el Tribunal Fiscal ya ha descartado.
De lo contrario, los principios que respaldan la revisión administrativa por el
propio órgano emisor del acto tributario pierden razón de ser y se convierten en
letra muerta, transformando la instancia de la reclamación, en un paso forzado y
engorroso por el que debe transitar el contribuyente antes de poder alcanzar la
justicia que reclama ante el Tribunal Fiscal.
Piénsese, además, que si la Administración Tributaria no procede correcta
mente al revisar sus actos podría entorpecer y dilatar el procedimiento, incurriendo
en nuevas nulidades o insubsistencias que impidan resolver al Tribunal Fiscal en
segunda instancia.
Como ya se ha mencionado, el procedimiento administrativo tributario con
cluye con la apelación ante el Tribunal Fiscal, quien resuelve en dicha instancia
después de haber valorado tanto los argumentos de la Administración Tributaria
como los del apelante (contribuyente). Según la ley,42 en esta etapa del procedimien
to la Administración Tributaria será considerada como parte, pudiendo contestar
la apelación, presentar medios probatorios y demás actuaciones que correspondan.
El plazo para presentar el recurso de apelación es dentro de los 15 días hábiles
siguientes a aquél en que se efectt1ó la notificación de la resolución de primera
instancia. En vía apelación, no podrán ser materia de discusión aquellos aspectos
que el contribuyente no hubiera impugnado al reclamar, salvo que hubieran sido
incorporados por la Administración Tributaria al resolver. 43
Respecto de las pruebas que se pueden ofrecer en esta instancia rigen similares
reglas a las ya comentadas en la etapa de la reclamación, pues no son admitidas aquellas
44 Salvo que se trate del pedido de corrección de errores materiales o numéricos, ampliación de fallo
sobre puntos omitidos o aclaración de algún concepto dudoso de la resolución (Artículo 153 del Código
Tributario).
45 Con la reforma introducida por la Ley 27584, que regula el Proceso Contencioso Administrativo, esta
vía ahora no sólo sirve para impugnar o atacar las resoluciones que provienen de la administración
sino que se h a regulado el denominado proceso de «plena jurisdicción» en el que también cabe que
se solicite el amparo del interés concreto del administrado (acción subjetiva) y no tan sólo el control
formal de los actos de la administración pública (acción objetiva).
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO... 623
nistrativo sino que deben hacerlo a través de los recursos ordinarios de reclamación
o apelación que correspondan al estado del procedimiento. Tal regulación es acor
de con lo dispone la LPAG que tampoco prevé un recurso de nulidad independien
te pues su propósito es que no haya diversidad de recursos administrativos sino
que se usen sólo expresamente recogidos en dicha ley.
Ante un acto de la Administración Tributaria que adoleciera de vicios de nuli
dad, el contribuyente deberá cumplir con los requisitos de admisibilidad para la
presentación de las reclamaciones,46 entre ellos, el del plazo y la formalidad de
acompafiar los escritos con la denominada hoja de información sumaria con la que
se les da trámite.
La pregunta que surge es, qué sucede en el caso que se haya vencido el plazo
para interponer la reclamación pues, el Código Tributario establece que igualmente
se podrán presentar las reclamaciones, pero en tal supuesto se tendrá que acreditar
el pago del íntegro de la deuda reclamada -vale decir, será de aplicación el discu
tido principio del salve et repete- o alten1.ativamente, se podrá presentar una carta
bancaria o financiera por dicho monto hasta por seis meses posteriores a la fecha en
que se interponga la reclamación.
Como es de notar, si aplicamos estas reglas a la impugnación de actos cuya
nulidad se deduce, tendríamos como consecuencia que no obstante tratarse de un
acto inválido, el contribuyente tendría que pagar el monto indebidamente exigido
para que luego de concluido el procedimiento, tal monto le sea devuelto. Esa cir
cunstancia no sólo sería por demás injusta sino que atenta contra el derecho de
defensa del contribuyente, el que más que nunca debería ejercerse con plenitud si se
trata de denunciar la invalidez absoluta de un acto de la Administración.
Se podría pensar que la exigencia del pago previo es fnlto de la presunción de
legitimidad que recubre los actos administrativos y que, en tal sentido, no podría ser
de otra forma. Sin embargo, el asunto no es así pues como se ha visto, la reclamación
de un acto administrativo no requiere de dicho pago si es que se presenta dentro del
plazo, por lo que, en este caso, frente a la presunta ilegitimidad del acto administrati
vo se estaría imponiendo un asunto formal como es la observancia de un plazo.
Afortunadamente, la jurisprudencia fiscal ha sabido ponderar adecuadamen
te esta situación y, en consecuencia, ha dejado establecido que cuando se trata de
reclamaciones y apelaciones en las que se impugna un acto inválido, no es exigible
el pago previo de la deuda.
En la etapa de la reclamación, si la Administración Tributaria debe enfrentar
un recurso en el que se fundamenta la nulidad de un acto suyo, debería, en mérito a
los principios que sustentan su actuación, tener una pronta y adecuada reacción
para que, de ser el caso, proceda a su corrección y así evitar que un acto invalido
permanezca con apariencia de legítimo por mucho tiempo.
Como ya sabemos, el propio Código Tributario es enfático en este aspecto al permi
tir, en virtud del primer párrafo del artículo 110, que la Administración Tributaria (es
decir, el propio órgano emisor del acto nulo) pueda declarar la invalidez de sus actos.
Esta es una regla especial respecto de lo que sucede en el Derecho Administrativo,
donde la facultad de anular siempre corresponde al superior jerárquico.
Creemos que la razón por la que existe una norma de tal naturaleza sólo puede
responder a que el legislador ha querido privilegiar, en el ámbito tributario, la pron
titud en la corrección de los actos nulos pues haciéndolo el órgano emisor (que ya
conoce de que astmto se trata) se puede ganar tiempo respecto del que tomaría que
lo haga el superior jerárquico (Tribunal Fiscal) que recién estudiaría el tema para
sancionar la nulidad.
Sin embargo, es lamentable que esta norma casi nunca sea invocada y que, por
el contrario, la instancia de la reclamación no resulte idónea para que se puedan
solucionar los problemas ocasionados por un acto tributario nulo. Siendo así, sólo
se puede esperar que en la instancia siguiente, sea el Tribunal Fiscal quien declare
la nulidad del acto.
Esta situación (la no aplicación de la facultad conferida por el artículo 110 del
Código Tributario) convierte el otorgamiento de la facultad especial de anulación
de la Administración Tributaria en vana y empeora la situación del procedimiento
tributario respecto del procedimiento administrativo general. En efecto, si en un
momento dijimos que pudiendo la Administración Tributaria declarar la nulidad
de sus actos se ganaba en tiempo y oporttmidad para la corrección, ahora resulta
que, en realidad se pierde, pues no pudiendo ir directamente en vía de apelación
necesariamente se debe transitar por la reclamación aunque se sepa que no se al
canzará el objetivo de la declaración de nulidad del acto inválido.
Por otro lado, hay una circunstancia que puede empeorar la solución de las
controversias en materia tributaria. Nos referimos a aquellos casos en los que la
Administración Tributaria no ha desarrollado adecuadamente sus funciones, ha
emitido actos nulos y encima, no los revisa en la etapa de la reclamación. Con ese
antecedente nefasto, es posible que al llegar al Tribunal Fiscal, éste declare la nuli
dad de la apelada pero, en el astmto de fondo no se habrá avanzado nada pues a
través de la declaración de nulidad sólo se conseguirá volver al estado anterior del
procedimiento pero no dar por solución la controversia de fondo. Es decir, la nuli
dad en la que puede incurrir una Administración Tributaria -y la falta de anula
ción de los actos por ella misma- puede traer secuelas y prolongar los procedi
mientos tributarios indebidamente.
Se debe tomar en cuenta que, además, el tercer párrafo del artículo 150 del
Código Tributario establece para el Tribunal Fiscal tma restricción importante: el
colegiado no podrá pront.mciarse sobre aspectos que, considerados en la reclama-
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO... 625
49 En el caso de SUNAT contando con autorización previa del Ministro de Economía y Finanzas.
RÉGIMEN DE LAS NULIDADES EN EL PROCEDIMIENTO ... 627
4. REFLEXIÓN FINAL
En un sistema tributario que se precie de eficaz y equitativo resulta imprescin
dible que exista una adecuada regulación de la facultad de revisión de los actos de
la Administración Tributaria, sea que ésta sea ejecutada de oficio o animada por la
interposición de los recursos impugnativos de los deudores tributarios.
Creemos que ello es así porque las amplias facultades de las que se dota a las
Administraciones Tributarias, deben estar de cierta forma compensadas o equili
bradas con una auténtica obligación de vigilar la legitimidad de sus actos. En todo
caso, por el riesgo que tal cosa no ocurriera, el desarrollo del procedimiento conten
cioso tributario debería ser una vía idónea para corregir el proceder de la Adminis
tración Tributaria pero, a su vez, para que paralelamente se permita atender el
asunto de fondo que origina la controversia con el deudor tributario.
La nulidad de un acto administrativo es la negación de todo el sistema de
legitimación de las actuaciones de la Administración Pública. En tal sentido, la
respuesta de la legislación debe ser por procurar soluciones rápidas al
resquebrajamiento del orden legal que ella produce.
Las Administraciones Tributarias deben tomar conciencia de la importancia
de ejercer a cabalidad las facultades excepcionales que la ley les concede, corno es el
caso de poder anular sus propios actos, en cualquier momento antes que recaiga
sobre ellos decisión definitiva del Poder Judicial o del Tribunal Fiscal.
La función primordial de toda Administración Pública es procurar el bien
común y servir con sus actuaciones al interés público. Dicho interés no siempre
está bien representado por el interés de la Administración Pública en su enfrenta
. miento con los deudores tributarios cuando éste se sustenta en actos inválidos, y
peor aún si se le concede la posibilidad de impugnar las resoluciones de su supe
rior jerárquico por no haberse pronunciado a su favor.
En conclusión, las normas de Derecho Tributario deben conducir a que el celo
de las Administraciones Tributarias por no incurrir en actos nulos sea máximo, que
el esfuerzo por extinguirlos o reemplazarlos si acaso se produjeran, no obstante su
diligencia, sea aun mayor y a que existan las vías procedimentales adecuadas para
estos fines.