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Capı́tulo I

Historia y génesis

1. El sistema solar

Quien haya tenido la oportunidad de contemplar el cielo estrellado des-


de la cima de una montaña andina, jamás podrá olvidar el espectáculo. Desde
la antigüedad, esta visión nocturna ha inspirado a pastores, navegantes, poetas,
músicos y teólogos. Mientras se contempla el cielo estrellado, es difı́cil quedarse
en la simple admiración y no sentir deseos de entender. Sin exagerar demasiado,
se podrı́a afirmar que la mecánica clásica se origina en el impı́o deseo de enten-
der el movimiento de los astros. Gracias al esfuerzo de miles de cientı́ficos hoy
sabemos bastante de ese cielo estrellado, aunque deberı́amos reconocer —como
en todas las ramas de la ciencia— que todavı́a falta muchı́simo camino por re-
correr. Aprovechando lo que se ha aprendido desde la época de Tycho Brahe,
Galileo, Kepler y Newton, vamos a dar una mirada a nuestro “nicho ecológico”,
el sistema solar.
Llamamos sistema solar a un conjunto de objetos cuyos miembros son:
a) una estrella (el Sol); b) nueve planetas; y c) una gran cantidad de objetos
más pequeños (Lunas de varios tamaños, asteroides y fragmentos de rocas).
Las distancias astronómicas son tan grandes, que para apreciar el ta-
maño del sistema solar, lo mejor es aprovechar que la velocidad de la luz también
es muy grande, ∼ 300000 km/s.
Un destello de luz demora aproximadamente un segundo en llegar a la
Luna y ocho minutos en llegar al Sol. El planeta con la órbita más grande es
6 Capı́tulo I

Plutón. Para llegar a él, un destello que parta del Sol demora cuatro horas y
media. A nuestra escala terrestre. el sistema solar es ciertamente muy grande.
La estrella más próxima a nuestro sistema solar es Alfa Centauri. Un
destello luminoso proveniente de ella demora 4.3 años en llegar hasta nosotros.
En otras palabras, nuestro conjunto de planetas solares ocupa una región del
espacio cuyo diámetro es apenas 1/30000 de la distancia a la estrella más próxi-
ma. El movimiento de los planetas ciertamente está influı́do por la estrella más
próxima a ellos, el Sol, pero el efecto de las demás estrellas es despreciable. El
sistema solar y nosotros —por lo tanto— estamos terriblemente aislados.
Aunque se tenı́a la sospecha desde hace años, ahora se tiene evidencia
directa de que Plutón, el planeta más distante, no es un planeta aislado, sino
que está constituı́do por un par de objetos de masas no muy diferentes, algo
ası́ como el par Tierra–Luna.
Nuestra estrella vecina, el Sol, domina en cuanto a tamaño, masa y
temperatura a todos los demás miembros del sistema solar. El planeta más
grande es Júpiter, pero su masa es apenas un milésimo de la masa solar y su radio
un décimo del radio del Sol. Debido a este predominio del Sol, los demás planetas
(Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón) se
mueven con una alta precisión, como si solamente los atrayese el Sol. Excepto en
el caso de Plutón, que puede ser un recién llegado al sistema solar, sus órbitas
son elipses practicamente coplanarias. Estas elipses tienen excentricidades muy
pequeñas (menores que 1/10), excepto en los casos de Mercurio y Plutón, cuyas
excentricidades son aproximadamente 0.21 y 0.25.
Plutón también es excepcional en cuanto a la inclinación de su órbita
respecto a la órbita de la Tierra, ya que está inclinada 17 grados. La distancia
mı́nima de Plutón al Sol es menor que la distancia promedio de Neptuno al
Sol. Esto hace que, durante cierto tiempo, en cada revolución en torno al Sol
la órbita de Plutón esté dentro de la órbita de Neptuno. Si no fuese por esa
gran inclinación de la órbita de Plutón respecto a la eclı́ptica, la probabilidad
de choque entre Plutón y Neptuno hubiera sido muy grande; tan grande, que
seguramente este choque ya habrı́a ocurrido en la historia del sistema solar y a

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.


1. El sistema solar 7

nosotros nos hubiera tocado conocer un sistema solar distinto.


Todos los planetas, excepto Mercurio y Venus, están acompañados de
un satélite o más. Además de sus diez lunas, Saturno posee un sistema de
anillos compuestos por millones de pequeños satélites, que se mueven en órbitas
coplanarias y casi circulares en torno a su planeta madre. La Tierra tiene un
satélite natural, la Luna (cuya masa es ∼ 1/80 la masa de la Tierra) y cientos
de satélites artificiales, en órbitas de todos tipos. En la mayorı́a de los casos,
los satélites de los planetas giran en el mismo sentido en que el planeta madre
circula en torno al Sol.
Existe una “curiosidad” respecto a las distancias de los planetas al Sol,
la llamada ley de Bode, que se escribe:

Rn = 0.4 + 0.3 × 2n

en que Rn es la distancia promedio del planeta al Sol y n es un “número natu-


ral”que toma los valores −∞, 0, 1, 2, 3, . . .
Cuando esta ley fue propuesta en 1772 no se la aplaudió mucho, pues
aún no se habı́a descubierto a los asteroides ni se habı́a detectado a Urano,
Neptuno ni Plutón. Cuando en 1781 se descubrió a Urano y su distancia se
comparó con la predicción de Bode, la concordancia fue tan grande que la ley
de Bode ganó respetabilidad, por lo que se dirigió entonces la atención al hue-
co entre las órbitas de Marte y Júpiter. Muchos astrónomos emprendieron la
búsqueda del planeta que faltaba, pero, en vez de encontrar a un planeta, lo
que encontraron fue un gran número de pequeños objetos (los asteroides) cuya
distancia al Sol es casi exactamente la predicha por la ley de Bode.
A pesar de que el ajuste de Neptuno es pobre y que la órbita de Plutón
no se ajusta en absoluto (aunque está cerca de R7 ), creo que no debemos rechazar
por completo la ley de Bode. Ası́ como los nuevos estudios respecto a sistemas
dinámicos y caos han permitido entender los anillos de Saturno, es probable
que dentro de poco se encuentre la teorı́a tras la ley de Bode, al igual que a
comienzos de siglo se encontró la teorı́a tras la serie de Balmer.

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.


8 Capı́tulo I

Tabla 1 – Distancias predichas por la ley de Bode y medidas.

Objeto N Ley de Bode Medido


Mercurio −∞ 0.4 0.39
Venus 0 0.7 0.72
Tierra 1 1.00 1.00
Marte 2 1.6 1.52
Asteroides 3 2.8 2.80
Júpiter 4 5.2 5.20
Saturno 5 10.0 9.54
Urano 6 19.6 19.20
Neptuno 7 38.8 30.07
Plutón 8 77.2 39.46

Usando la distancia Tierra-Sol como unidad, la Tabla 1 muestra las


distancias predichas por la ley de Bode y las distancias medidas.
El ajuste es demasiado bueno para que se trate de una simple casua-
lidad. Cuando sepamos un poco más, seguramente también entenderemos la
ley de Bode y reconoceremos que ella contiene indicaciones valiosas respecto
a la prehistoria del sistema solar y que el pobre ajuste, en el caso de Plutón
—por ejemplo— se debe a que Plutón fue capturado por el sistema solar mucho
después de su formación. Quizás también entendamos por qué no se observan
planetas correspondientes a valores de n más altos.
La fuerza gravitatoria es la que determina muchas de las caracterı́sticas
macroscópicas del Universo, lo que convierte a la gravitación en uno de los temas
más interesantes de la Fı́sica. Desgraciadamente, para la mayorı́a de la gente,
la ley de gravitación es solamente algo que un mal dı́a, sin saber de dónde, les
cayó en la cabeza. Aunque esto sea comprensible en el caso de una ley que se
refiere a caı́das, de todos modos uno puede preguntarse de dónde salió, cómo se
la descubrió o cómo se la inventó.
La historia del progreso en la comprensión de la gravitación, es intere-
santı́sima y bien merecerı́a un curso completo. Pero como nuestra vida es finita,
nos saltaremos el prólogo —allı́ donde aparecen fenicios y babilonios— y tam-
bién nos saltaremos el primer acto —con Copérnico y Tycho Brahe—, fingiendo
llegar solamente en el segundo acto, donde aparece en escena Johannes Kepler,

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2. Johannes Kepler 9

uno de los protagonistas.

2. Johannes Kepler

Según él mismo contara, Johannes Kepler fue concebido el 16 de Mayo


de 1571 (D.C.) a las 4:37 de la mañana y nació el 27 de Diciembre a las 2:30 de
la tarde, luego de un embarazo que duró 224 dı́as, 9 hrs. y 53 minutos.
Esta información autobiográfica de Kepler corresponde al horóscopo que
él mismo se hizo. Es uno de los tantos datos curiosos y discusiones interesantes
que aparecen en un libro que recomendamos calurosamente: Los Sonámbulos,
de Arthur Koestler.
Estudiando las observaciones que Tycho Brahe hizo de las posiciones
de los planetas, en distintas fechas, Kepler descubrió algunas regularidades, las
que hoy lucen el respetable tı́tulo de leyes. Aunque conocidas, en homenaje a
su autor repetimos sus famosas tres leyes:

PRIMERA LEY DE KEPLER: Todos los planetas describen órbitas elı́pti-


cas en torno al Sol. Estas elipses tienen un foco en común y allı́ está el
Sol.

SEGUNDA LEY DE KEPLER: Los vectores posición dibujados desde el


Sol a un planeta, barren áreas iguales en tiempos iguales.

TERCERA LEY DE KEPLER: Si llamamos a al semi-eje mayor de las


órbitas y T al perı́odo de revolución de los planetas, el cociente a3 /T 2
tiene el mismo valor para todos los miembros de la familia solar.

Antes de seguir adelante notemos que, si a3 /T 2 es una constante, tam-


bién lo es 4π 2 a3 /T 2 . Por otra parte, 4π 2 /T 2 es ω 2 , —el cuadrado de la rapidez
angular promedio del planeta—, de modo que a la tercera ley de Kepler se la
puede escribir:

a3 ω 2 = constante

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10 Capı́tulo I

No sabemos cómo razonó Newton, pero vamos a inventar un cuento


de historia–ficción. Este cuento mostrará que si a las tres leyes de Kepler le
agregamos un par de inspiraciones artı́sticas, obtenemos una ley de gravitación
bastante decente.

Como es de sospechar, en lo que sigue jugará un gran papel la geo-


metrı́a de la elipse. Si ignoras casi todo de ella, pueden servirte de ayuda las
notas matemáticas relegadas a uno de los últimos capı́tulos (consulta el excelente
ı́ndice).

3. Ley de las áreas y dirección de la fuerza

Nuestro plan de viaje es el siguiente: comenzando con la ley de las áreas,


mostraremos que ella implica que la aceleración de los planetas es toda hacia el
Sol; luego se verá que si las órbitas son elipses, entonces la aceleración depende
del inverso del cuadrado de la distancia Sol–Planeta y, finalmente, veremos que
si insistimos en usar la ley F~ = m~a, debemos concluir que el Sol aplica fuerzas
a los planetas, aunque no veamos cable ni conexión alguna entre ellos. Nuestra
historia–ficción es un relato de cómo pudo haber sido el razonamiento que con-
dujo a la ley de gravitación universal, si es que sus descubridores (o inventores)
hubiesen seguido una lı́nea recta que inexorablemente conduce a la meta. Sabe-
mos que no es ası́, que se cometen errores, se siguen pistas falsas, se vuelve al
camino principal y a veces se avanza un poco más, sin saber que realmente se
ha avanzado.

Veamos ahora por qué la ley de las áreas implica que la fuerza que actúa
sobre el planeta es una fuerza central, es decir, una fuerza que constantemente
apunta hacia el Sol.

Si en cierto instante un objeto se encuentra en el punto determinado


por el vector posición ~r(t) y ∆t segundos más tarde se encuentra en la posición
~r + ∆~r, entonces el área barrida por el vector posición, en este intervalo, es
~ = 1 ~r × ∆~r.
∆A 2

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3. Ley de las áreas y dirección de la fuerza 11

Como ∆~r = ~v ∆t, podemos escribir:

~ = 1 ~r × ~v ∆t
∆A
2

DA

r+vDt
vDt
r

Figura 1 – Area barrida por el vector posición en ∆t.

De aquı́ se ve de inmediato que

~
∆A 1
= ~r × ~v (1)
∆t 2

La expresión anterior hace recordar a nuestro antiguo conocido, el mo-


mentum angular ~l = ~r × m~v , de modo que aprovechando esto y tomando un ∆t
muy pequeño, la ecuación (1) se escribe:

~
dA ~l
=
dt 2m

Podemos interpretar la relación anterior del siguiente modo: puesto que


~
la velocidad de barrido de área dA/dt es constante, también es constante el
momentum angular del planeta.
Como ya sabemos que d~l/dt = ~τ , la constancia de ~l nos permite asegurar
que si el Sol ejerce una fuerza sobre el planeta, esta fuerza debe ser una fuerza
tal que, respecto al Sol, no tenga torque. Para que esto ocurra, los vectores ~r y
F~ deben ser paralelos o anti–paralelos y esto es justamente lo que significa ser
una fuerza central.
Aceptemos la posibilidad de que el tamaño de esta fuerza dependa so-
lamente de la distancia, es decir, aceptemos que se la pueda escribir en la forma

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12 Capı́tulo I

F~ = f (r)b
r. Si calculamos el torque de estas fuerza respecto al Sol, en el producto
~r × F~ aparece el producto cruz de dos vectores paralelos, de modo este torque
es cero.
La segunda pista de Kepler —su ley de las áreas— ya ha dado frutos:
escondida en ella se encuentra la información de que la fuerza sobre el planeta
está siempre dirigida hacia el Sol. Esta ley también implica otra propiedad de
las órbitas planetarias: como ~l es constante y siempre perpendicular con ~r, las
órbitas deben ser planas.

4. La fuerza es proporcional con 1/r2

Vamos ahora a mostrar que, si las órbitas planetarias son elı́pticas,


entonces la fuerza sobre los planetas —además de estar siempre dirigida al Sol—
debe depender de la distancia Sol– Planeta; más precisamente, el tamaño de la
fuerza ha de variar inversamente con el cuadrado de esa distancia.

Figura 2 – Anomalı́a central y ángulo polar en una elipse.

Las ecuaciones paramétricas de una elipse centrada son:

x = a cos φ y = b sen φ (2)

La experiencia muestra que el punto fı́sicamente importante no es el


centro de la elipse, ya que allı́ no hay nada. Si se observa las aceleraciones de los
planetas, se encuentra que todas ellas apuntan su dedo acusador hacia el llamado
astro rey. Nuestro sistema de coordenadas lo instalaremos entonces en el Sol.

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4. La fuerza es proporcional con 1/r2 13

Para esto, basta correr el origen del sistema anterior en a, que es la distancia
entre el centro de la elipse y el foco. No hace falta girar los ejes, de modo que
si a los nuevos ejes los seguimos llamando XY, pero con letras mayúsculas, las
ecuaciones paramétricas de la misma elipse anterior, referidas a estos nuevos
ejes, son

X = a cos φ − a Y = b sen φ (3)

Es fácil expresar la distancia al foco en función de φ:

R2 = X 2 + Y 2 = a2 (cos φ − )2 + b2 sen2 φ

= a2 (cos φ − )2 + (a2 − a2 2 ) sen2 φ

y por lo tanto,

R = a(1 −  cos φ) (4)

Esta no es la expresión más común para la ecuación de una elipse. En


los libros de geometrı́a, la ecuación que se da es r = a(1 − 2 )/(1 +
 cos θ), ecuación que es correcta si se usa la anomalı́a verdadera,
pero nosotros estamos usando otro ángulo.

Aprovechando la ley de las áreas, si llamamos Ȧ a la rapidez con que


se las barre y como Ȧ = 21 |~r × ~v |, podemos escribir que

X Ẏ − ẊY = C (5)

en donde naturalmente la constante C = 2Ȧ.

Derivando las ecuaciones (3), obtenemos Ẋ y Ẏ y la ecuación anterior


la podemos reescribir:

(a cos φ − a)bφ̇ cos φ − (−aφ̇ sen φ)b sen φ = C

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14 Capı́tulo I

de donde,

C
φ̇ = (6)
ab(1 −  cos φ)

Se ve que la velocidad φ̇ no es constante, pero si conocemos C y la forma


de la órbita, la ecuación anterior nos dice cuánto es dφ/dt, en cualquier lugar.
~
Como nos interesa la aceleración, d2 R/dt2
, vamos a calcular las segun-
das derivadas de X y Y. Se tiene

−C sen φ C cos φ
Ẋ = , Ẏ =
b(1 −  cos φ) a(1 −  cos φ).

derivando otra vez, se encuentra que

−C 2 a X
Ẍ = ,
b2 R 3
−C 2 a Y
Ÿ = .
b2 R 3

Estas ecuaciones son las componentes de la aceleración de los planetas.


Juntándolas, descubrimos que la aceleración depende inversamente del cuadrado
de la distancia al Sol.

~
d2 R C 2a R
b
2
=− 2 2 (7)
dt b R

Dicho en palabras: a partir de las dos primeras leyes de Kepler, se


encuentra que la aceleración es central e inversamente proporcional con
1/r2 .

5. Usando la ley de acción–reacción

Evaluemos la constante C 2 a/b2 que aparece en la última ecuación. Si


llamamos T al perı́odo de revolución del planeta en torno al sol, entonces la
velocidad de barrido de área es Ȧ = πab/T , puesto que el área de una elipse es
πab.

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5. Usando la ley de acción–reacción 15

Por otra parte, C = 2Ȧ, asi que

 πab 2
C 2 = (2Ȧ)2 = 2
T
 2π 2
2 2
= a b .
T

Entonces, la constante que nos interesa, C 2 a/b2 , puede escribirse

a
C2 = ω 2 a3 (8)
b2

siendo ω la velocidad angular promedio.

Si la órbita es una elipse y la velocidad de barrido de área es constante,


entonces ya hay dos conclusiones: 1) la fuerza es central y 2) la fuerza varı́a
inversamente con el cuadrado de la distancia sol–planeta.

Si en vez de escribir ω 2 a3, a esta constante la llamamos M, la ecuación


(7) queda ası́:

~
d2 R Rb M b
2
= −ω 2 a3 2 = − 2 R (9)
dt R R

Según Kepler, M es una constante que tiene el mismo valor para toda la
familia de planetas que giran en torno al Sol. Esto es solamente otra manera de
decir que M no depende de los planetas, sino de alguna propiedad del sol. Más
adelante veremos que esta conclusión no es totalmente cierta (ver Las virtudes
del mal medir).

Entonces, para poner énfasis en que M depende del Sol, vamos a escribir
la ecuación anterior poniendo Msol , en vez de M,

~
d2 R Msol b
=− 2 R (10)
dt2 R

¡No nos dejemos intimidar por los nombres! El nombre que demos a la
constante Msol realmente no interesa. Bien podrı́amos llamarla “atractividad
del Sol”, “sex-appeal solar” o cualquier otra cosa. Durante mucho tiempo se

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16 Capı́tulo I

la llamó masa astronómica del Sol simplemente porque para determinarla,


habı́a que pedirle ayuda a los astrónomos, que son los que saben medir distancias
estelares y perı́odos de revolución. Por ejemplo, midiendo la distancia Tierra-Sol
y el perı́odo de revolución de la Tierra, encontraron que la masa astronómica
del Sol es 1.83 × 1011 km3/s2 .

Supongamos ahora que tenemos un planeta de masa mp . Ciertamente


esta mp no la podemos determinar con una balanza, pero, aunque no la podamos
medir directamente, vamos a suponer que es una medida de la “flojera” de este
planeta; es decir, mp serı́a lo que se suele llamar su masa inercial. Puesto que
los planetas son acelerados hacia el Sol, suponemos que sobre ellos actúa una
fuerza y naturalmente el Sol es, en este caso, el principal sospechoso. Llamaremos
entonces F~ps a la fuerza que actúa sobre el planeta, debida al Sol. De la ley
F~ = m~a y de la ecuación (10), se tiene

Rb
F~ps = −mp Ms 2 (11)
R

en que R es la distancia planeta–sol y R


b es un vector unitario que apunta desde

el Sol hacia el planeta.

Ahora parece inevitable tener que hacer una hipótesis extra: si el Sol
atrae al planeta, con igual intensidad el planeta atrae al Sol. En sı́mbo-
los,

F~ps = −F~sp

Esta es la tercera inspiración de Newton, que hoy lleva el respetable


nombre de “tercera ley”.

Entonces, ası́ como escribimos la ecuación (10), podrı́amos describir la


fuerza que el planeta ejerce sobre el Sol diciendo:

Rb
F~sp = ms Mp 2 . (12)
R

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5. Usando la ley de acción–reacción 17

De estas dos últimas ecuaciones, se desprende que

mp Ms = ms Mp

o lo que es equivalente
Mp Ms
= = constante.
mp ms

La costumbre es llamar a esta constante con el nombre de G. Por lo


tanto, en vez de ponerMs , podrı́amos poner Gms y la ecuación (12) se trans-
formarı́a en
Gmp ms
F~ = R̂
R2

Newton intuyó que esta atracción ocurrı́a no solamente entre el Sol


y los planetas, sino entre cualquier par de objetos. Para poner énfasis en la
universalidad de esta ley, la vamos a escribir sin referirnos al sistema solar:

Gm1 m2
F~ = r̂
r2

Esta es la famosa ley de gravitación: la fuerza es siempre de atrac-


ción, ocurre a lo largo de la recta que une a las dos partı́culas, es inversamente
proporcional con el cuadrado de la separación entre éstas y es directamente pro-
porcional con el producto de las masas entre las partı́culas. Además, la fuerza
de gravitación actúa a distancia. . . lo que crea problemas muy grandes a nues-
tras mentes, acostumbradas a las fuerzas de contacto. La capacidad de jalar a
distancia trajo problemas al mismı́simo Newton. Veamos lo que escribe en 1686,
en su Principia:
Hasta aquı́ hemos explicado los fenómenos del cielo y de nuestro mar
mediante el poder de la gravedad, pero no hemos atribuı́do una causa
a este poder. Con seguridad debe proceder de una causa que penetra
hasta el centro mismo del Sol y de los planetas, sin que su fuerza sufra
la menor disminución; que no opera según el tamaño de las superfi-
cies de las partı́culas sobre las que actúan (como lo hacen las causas
mecánicas), sino según la cantidad de materia sólida que contienen y
que propaga su virtud hacia todas direcciones hasta distancias enor-

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.


18 Capı́tulo I

mes, siempre disminuyendo inversamente según el cuadrado de las


distancias.

En este párrafo, Newton reconoce paladinamente que su ley no explica


cómo es que el Sol puede actuar a distancia, puesto que no hay conexiones
materiales visibles entre el Sol y los planetas.

Para que no los sorprendan con notaciones desconocidas, veamos otra


manera de escribir la ley de gravitación. En primer lugar, puesto que la fuerza
es un vector, además del tamaño de la fuerza se debe especificar su dirección.
Una manera de hacerlo es la siguiente: si nos instalamos en la partı́cula ○
1 y
desde allı́ el vector posición de la otra partı́cula es ~r, entonces la fuerza F~21 , que
actúa sobre la partı́cula ○,
2 debido a la partı́cula ○,
1 es:

~r
F~21 = −Gm1 m2 3 .
r

Si, como de costumbre, llamamos F~12 a la fuerza aplicada a la partı́cula



1 por la partı́cula ○
2 y llamamos F~21 a la fuerza que actúa sobre ○
2 debido a
○,
1 la simetrı́a de la interacción se puede expresar ası́:

F~12 + F~21 = 0 (13)

El que la suma de fuerzas anterior sea cero, no significa que las fuerzas
se anulen, que no produzcan efecto alguno. Por el contrario, ămbas partı́culas
aceleran. Las fuerzas F~12 y F~21 n̆o se anulan porque actúan sobre cuerpos dis-
tintos. Pensar que se anulan es como creer que servirá de algo dar un antı́doto
a Adán cuando la intoxicada es Eva.

Escrita la ley de gravitación, damos por terminado nuestro cuento de


historia–ficción. Hemos visto cómo se podrı́a ir desde los hechos aislados (las
observaciones de Tycho Brahe), a la descripción económica de esos hechos (las
leyes de Kepler) y, finalmente, de qué modo llegar a una ley que encierra y
organiza todo, la ley de gravitación.

No quisiera dejar la impresión de haber pretendido una “deducción” de

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.


6. Newton y la constante G 19

la ley de gravitación: apenas hemos mostrado una ruta posible, un camino que
no está labrado en la roca firme de la más pura lógica, sino que, por el contrario,
es un camino lleno de puentes, tendidos por la intuición para atravesar abismos
en los que la pura lógica es inservible. Poco a poco vamos a ir revisando algunos
de estos pasos, que son los que distinguen a la fı́sica de las matemáticas.

6. Newton y la constante G

El primero en tener una idea bastante buena del valor de G fue Newton,
quien lo calculó a partir del valor de la aceleración de gravedad local, del radio
de la Tierra y de una ingeniosa estimación de la masa de ésta. Veamos cómo.
Según la ley de gravitación, el valor de la aceleración de gravedad en la
superficie de la Tierra es g = GM/R2
Tomando para radio de la Tierra el valor R = 6376 km y para la acele-
ración de gravedad el valor g = 9.8 m/s2 , se obtiene

K = GM = gR2 = 3.97 × 1014

Para calcular la constante de gravitación universal solamente faltarı́a


conocer la masa de la Tierra, ası́ es que Newton decidió estimarla. Comenzó tra-
tando de encontrar la densidad terrestre promedio. Estudiando diversos tipos de
rocas Newton concluyó que un buen valor, para la densidad terrestre promedio,
es 3.7 g/cm3 . Si esto es cierto, la masa de la Tierra serı́a M = 4 × 1024 , lo que
conduce a 9.9 × 10−11 como valor aproximado para G.
Después de Newton, se han hecho numerosas determinaciones directas
de G. Son mediciones de laboratorio, en las que no se necesita conocer la masa
de la Tierra. La primera de estas determinaciones la hizo Henry Cavendish en
1798, setenta años después de la muerte de Newton.
La Tabla 2 muestra cómo ha ido progresando nuestro conocimiento de
las constantes fundamentales. En ella la precisión se indica en partes por millón,
de modo que, cuando en 1929 a G se le asocia el número 1140, eso significa que

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.


20 Capı́tulo I

Tabla 2 – Progreso de las constantes fundamentales.

Constante 1929 1948 1963 1973 1983


Velocidad de la luz (c) 20 20 0.3 0.004 0.004
Carga del electrón (e) 1660 156 15 2.9 1.8
Constante de Planck (h) 1800 246 25 5.4 3.6
Masa del electrón (me ) 1660 195 15 5.1 3.6
Masa del protón (mp ) 2744 100 16 5.1 3.6
(Constante estructura fina)−1 (α−1 ) 175 73 5 0.8 0.2
Constante gravitatoria (G) 1140 1140 750 615 86

en ése tienpo G se conocı́a con una precisión dG/G = 1140/1000000

Dejando de lado el hecho de que ahora la velocidad de la luz se conoce


con una precisión infinita (por definición), basta una mirada para darse cuenta
que nuestra amiga G no es de las más fáciles de medir.
Tratándose de una constante tan fundamental, uno podrı́a pensar que a
G se la conoce muy bien, pero no es ası́. Por el contrario, G parece ser la constan-
te fundamental peor conocida. Entonces, a la tabla anterior vamos a agregarle
el valor más preciso y reciente. En el Sistema Internacional de Unidades,

G = (6.6726 ± 0.0005) × 10−11

Nótese que este valor más reciente es apenas un poco más preciso que
los anteriores.
Disponemos ahora de todo lo necesario para calcular la fuerza de atrac-
ción entre partı́culas. Sin embargo a Newton le interesaba conocer la fuerza de
atracción entre la Tierra y la Luna, digamos la fuerza entre dos esferas. Este
es un problema mucho más formidable que calcular la fuerza entre partı́culas,
tan formidable, que al aismı́simo Newton lo mantuvo ocupado durante muchos
años.

Dario Moreno Osorio, 4 de octubre de 2011.

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