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Historia y génesis
1. El sistema solar
Plutón. Para llegar a él, un destello que parta del Sol demora cuatro horas y
media. A nuestra escala terrestre. el sistema solar es ciertamente muy grande.
La estrella más próxima a nuestro sistema solar es Alfa Centauri. Un
destello luminoso proveniente de ella demora 4.3 años en llegar hasta nosotros.
En otras palabras, nuestro conjunto de planetas solares ocupa una región del
espacio cuyo diámetro es apenas 1/30000 de la distancia a la estrella más próxi-
ma. El movimiento de los planetas ciertamente está influı́do por la estrella más
próxima a ellos, el Sol, pero el efecto de las demás estrellas es despreciable. El
sistema solar y nosotros —por lo tanto— estamos terriblemente aislados.
Aunque se tenı́a la sospecha desde hace años, ahora se tiene evidencia
directa de que Plutón, el planeta más distante, no es un planeta aislado, sino
que está constituı́do por un par de objetos de masas no muy diferentes, algo
ası́ como el par Tierra–Luna.
Nuestra estrella vecina, el Sol, domina en cuanto a tamaño, masa y
temperatura a todos los demás miembros del sistema solar. El planeta más
grande es Júpiter, pero su masa es apenas un milésimo de la masa solar y su radio
un décimo del radio del Sol. Debido a este predominio del Sol, los demás planetas
(Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón) se
mueven con una alta precisión, como si solamente los atrayese el Sol. Excepto en
el caso de Plutón, que puede ser un recién llegado al sistema solar, sus órbitas
son elipses practicamente coplanarias. Estas elipses tienen excentricidades muy
pequeñas (menores que 1/10), excepto en los casos de Mercurio y Plutón, cuyas
excentricidades son aproximadamente 0.21 y 0.25.
Plutón también es excepcional en cuanto a la inclinación de su órbita
respecto a la órbita de la Tierra, ya que está inclinada 17 grados. La distancia
mı́nima de Plutón al Sol es menor que la distancia promedio de Neptuno al
Sol. Esto hace que, durante cierto tiempo, en cada revolución en torno al Sol
la órbita de Plutón esté dentro de la órbita de Neptuno. Si no fuese por esa
gran inclinación de la órbita de Plutón respecto a la eclı́ptica, la probabilidad
de choque entre Plutón y Neptuno hubiera sido muy grande; tan grande, que
seguramente este choque ya habrı́a ocurrido en la historia del sistema solar y a
Rn = 0.4 + 0.3 × 2n
2. Johannes Kepler
a3 ω 2 = constante
Veamos ahora por qué la ley de las áreas implica que la fuerza que actúa
sobre el planeta es una fuerza central, es decir, una fuerza que constantemente
apunta hacia el Sol.
~ = 1 ~r × ~v ∆t
∆A
2
DA
r+vDt
vDt
r
~
∆A 1
= ~r × ~v (1)
∆t 2
~
dA ~l
=
dt 2m
F~ = f (r)b
r. Si calculamos el torque de estas fuerza respecto al Sol, en el producto
~r × F~ aparece el producto cruz de dos vectores paralelos, de modo este torque
es cero.
La segunda pista de Kepler —su ley de las áreas— ya ha dado frutos:
escondida en ella se encuentra la información de que la fuerza sobre el planeta
está siempre dirigida hacia el Sol. Esta ley también implica otra propiedad de
las órbitas planetarias: como ~l es constante y siempre perpendicular con ~r, las
órbitas deben ser planas.
Para esto, basta correr el origen del sistema anterior en a, que es la distancia
entre el centro de la elipse y el foco. No hace falta girar los ejes, de modo que
si a los nuevos ejes los seguimos llamando XY, pero con letras mayúsculas, las
ecuaciones paramétricas de la misma elipse anterior, referidas a estos nuevos
ejes, son
y por lo tanto,
X Ẏ − ẊY = C (5)
de donde,
C
φ̇ = (6)
ab(1 − cos φ)
−C sen φ C cos φ
Ẋ = , Ẏ =
b(1 − cos φ) a(1 − cos φ).
−C 2 a X
Ẍ = ,
b2 R 3
−C 2 a Y
Ÿ = .
b2 R 3
~
d2 R C 2a R
b
2
=− 2 2 (7)
dt b R
πab 2
C 2 = (2Ȧ)2 = 2
T
2π 2
2 2
= a b .
T
a
C2 = ω 2 a3 (8)
b2
~
d2 R Rb M b
2
= −ω 2 a3 2 = − 2 R (9)
dt R R
Según Kepler, M es una constante que tiene el mismo valor para toda la
familia de planetas que giran en torno al Sol. Esto es solamente otra manera de
decir que M no depende de los planetas, sino de alguna propiedad del sol. Más
adelante veremos que esta conclusión no es totalmente cierta (ver Las virtudes
del mal medir).
Entonces, para poner énfasis en que M depende del Sol, vamos a escribir
la ecuación anterior poniendo Msol , en vez de M,
~
d2 R Msol b
=− 2 R (10)
dt2 R
¡No nos dejemos intimidar por los nombres! El nombre que demos a la
constante Msol realmente no interesa. Bien podrı́amos llamarla “atractividad
del Sol”, “sex-appeal solar” o cualquier otra cosa. Durante mucho tiempo se
Rb
F~ps = −mp Ms 2 (11)
R
Ahora parece inevitable tener que hacer una hipótesis extra: si el Sol
atrae al planeta, con igual intensidad el planeta atrae al Sol. En sı́mbo-
los,
F~ps = −F~sp
Rb
F~sp = ms Mp 2 . (12)
R
mp Ms = ms Mp
o lo que es equivalente
Mp Ms
= = constante.
mp ms
Gm1 m2
F~ = r̂
r2
~r
F~21 = −Gm1 m2 3 .
r
El que la suma de fuerzas anterior sea cero, no significa que las fuerzas
se anulen, que no produzcan efecto alguno. Por el contrario, ămbas partı́culas
aceleran. Las fuerzas F~12 y F~21 n̆o se anulan porque actúan sobre cuerpos dis-
tintos. Pensar que se anulan es como creer que servirá de algo dar un antı́doto
a Adán cuando la intoxicada es Eva.
la ley de gravitación: apenas hemos mostrado una ruta posible, un camino que
no está labrado en la roca firme de la más pura lógica, sino que, por el contrario,
es un camino lleno de puentes, tendidos por la intuición para atravesar abismos
en los que la pura lógica es inservible. Poco a poco vamos a ir revisando algunos
de estos pasos, que son los que distinguen a la fı́sica de las matemáticas.
6. Newton y la constante G
El primero en tener una idea bastante buena del valor de G fue Newton,
quien lo calculó a partir del valor de la aceleración de gravedad local, del radio
de la Tierra y de una ingeniosa estimación de la masa de ésta. Veamos cómo.
Según la ley de gravitación, el valor de la aceleración de gravedad en la
superficie de la Tierra es g = GM/R2
Tomando para radio de la Tierra el valor R = 6376 km y para la acele-
ración de gravedad el valor g = 9.8 m/s2 , se obtiene
Nótese que este valor más reciente es apenas un poco más preciso que
los anteriores.
Disponemos ahora de todo lo necesario para calcular la fuerza de atrac-
ción entre partı́culas. Sin embargo a Newton le interesaba conocer la fuerza de
atracción entre la Tierra y la Luna, digamos la fuerza entre dos esferas. Este
es un problema mucho más formidable que calcular la fuerza entre partı́culas,
tan formidable, que al aismı́simo Newton lo mantuvo ocupado durante muchos
años.