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Con el manierismo comenzó el arte moderno: las cosas ya no se representan tal como son, sino

tal como las ve el artista. La belleza se relativiza, se pasa de la belleza única renacentista,
basada en la ciencia, a las múltiples bellezas del manierismo, derivadas de la naturaleza.
Apareció en el arte un nuevo componente de imaginación, reflejando tanto lo fantástico como
lo grotesco, como se puede percibir en la obra de Brueghel o Arcimboldo. Giordano Bruno fue
uno de los primeros pensadores que prefiguró las ideas modernas: decía que la creación es
infinita, no hay centro ni límites –ni Dios ni hombre–, todo es movimiento, dinamismo. Para
Bruno, hay tantos artes como artistas, introduciendo la idea de originalidad del artista. El arte no
tiene normas, no se aprende, sino que viene de la inspiración. 9
Los siguientes avances se hicieron en el siglo XVIII con la Ilustración, donde comenzó a
producirse cierta autonomía del hecho artístico: el arte se alejó de la religión y de la
representación del poder para ser fiel reflejo de la voluntad del artista, centrándose más en las
cualidades sensibles de la obra que no en su significado. 10 Jean-Baptiste Dubos, en Reflexiones
críticas sobre la poesía y la pintura (1719), abrió el camino hacia la relatividad del gusto,
razonando que la estética no viene dada por la razón, sino por los sentimientos. Así, para Dubos
el arte conmueve, llega al espíritu de una forma más directa e inmediata que el
conocimiento racional. Dubos hizo posible la popularización del gusto, oponiéndose a la
reglamentación académica, e introdujo la figura del ‘genio’, como atributo dado por la naturaleza,
que está más allá de las reglas.

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