Entre mitos y políticas:

informalidad y pueblos indígenas

Hugo Maúl y Lisardo Bolaños*

Los pueblos indígenas, la economía informal y la política latinoamericana en siete mitos analizados es
lo que proponen los autores del presente artículo, catedráticos de la Universidad Francisco Marroquín,
de Guatemala. El estudio se centra en los menos favorecidos de ese país, en su gran mayoría indígenas.
¿Hay exclusión étnica, entonces? ¿Qué es de las mujeres, los de la tercera edad, los pobladores rurales? Lo
cierto es que la exclusión es múltiple y no siempre sigue una lógica étnica, etaria, de género, geográfica o
sectorial.

“Los indígenas somos mayoría y por lo tanto

nos tienen miedo de que si llego es peligroso...
Usan un miedo falso como el miedo a Evo Morales,
que va a venir Evo Morales y que va a levantar los campesinos”.
Rigoberta Menchú

Existe el mito que algunos países como Guatemala
corren el riesgo de que la histórica exclusión contra
los indígenas pueda convertirse en combustible para
cambios políticos abruptos. La aparición en la escena
política de grupos indígenas, muchas veces con cla-
ros nexos con movimientos ideológicos radicales de
izquierda, representa un reto para las reformas eco-
nómicas liberales que los países iniciaron a inicios de
la década de 1990. Reformas que, a pesar de mejorar
las condiciones generales de operación de la econo-
mía, no han logrado incluir a grandes sectores de la
población dentro de sus dinámicas virtuosas. Este es
un asunto de vital importancia en países como Gua-
temala, donde la población indígena representa cerca
del 40% del total y en su mayoría viven en condicio-
nes de pobreza.
En el año 2006 un grupo de investigadores ini-
ciamos el estudio acerca de los nexos entre la econo-
mía informal y las culturas indígenas1. El objetivo
inicial de nuestra investigación era descubrir nuevos
elementos que abonaran en la construcción de ins-
tituciones incluyentes que ayudaran a consolidar la
democracia en Guatemala. En la medida que pro-
fundizamos en ese tema nos dimos cuenta de que era
necesario replantear muchas de nuestras concepcio-
nes originales. Esto implicaba acercarse, entre otros
temas, a las críticas2 que se han esbozado en torno
a la dicotomía “indígena-ladino”3 como método de
análisis de la informalidad de los grupos indígenas y
buscar formas alternas de explicación. Es decir, aban-
donar los mitos que tácitamente se dan por sentados
cuando se analizan fenómenos económicos y socia-

Revista de Economía y Derecho, Vol. 4, Nº 16 (Primavera 2007). Copyright © Sociedad de Economía y Derecho UPC. Todos los derechos
reservados.
* Maúl es director del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Francisco Marroquín en Gua-
temala y director de Investigación Económica del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales. Bolaños es director del Programa de
Apoyo al Legislativo del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales y profesor de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad Francisco Marroquín.

REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO PRIMAVERA 2007 / 33

les en relación con la cultura indígena. Mitos que se
transforman en horizontes de interpretación y que
determinan la forma particular en que se percibe la
realidad. En los términos de Barthes, los “modos de
significación”, las “formas” en que nos aproximamos
a la realidad4. Aunque resulta imposible prescindir
de horizontes de interpretación5, es importante estar
consciente de la forma en que estos operan y el papel
que juegan en la interpretación de temas como los
pueblos indígenas y su relación con la política y el
desarrollo económico.
En este ensayo pretendemos aportar elementos
de análisis que permitan una discusión menos inge-
nua alrededor de los pueblos indígenas, la economía
informal y la política latinoamericana. Para ello, en
las siguientes secciones se analizan siete mitos que,
a nuestro juicio, dificultan o impiden la aproxima-
ción del pensamiento liberal a la política latinoame-
ricana. Los primeros mitos van desde la negación de
la exclusión étnica como un fenómeno histórico-
institucional�����������������������������������������
hasta la visión reduccionista que recla-
ma que el único tipo de exclusión es la étnica, pasan-
do por los mitos de lo que pueden y no pueden hacer
los movimientos políticos de izquierda y derecha,
respectivamente, sin olvidar la tendencia a sobresim-
plificar la solución de problemas estructurales que
comparten ambas visiones. Los mitos cinco y seis se
orientan a comprender cómo el pensamiento liberal
puede convertirse en política, cuestionando que los
pueblos indígenas sean necesariamente de izquierda
y que las soluciones deban ser exclusivamente étni-
cas. Se finaliza el ensayo cuestionando uno de los
principales mitos del pensamiento de derecha latino-
americano: la idea de que las políticas liberales, para
ser sostenibles en el tiempo, no necesitan absorber el
costo de la inestabilidad política.
1 Primer mito: no hay exclusión étnica
El primer mito se deriva de la “ceguera” que aparen-
temente sufren ciertos sectores de la derecha latinoa-
mericana. Los cuales, ante la diferencia étnica, sostie-
nen que no deberían establecerse políticas públicas
diferenciadas, en aras de mantener la igualdad ante
la ley. Lo cual equivale a suponer que los procesos
de exclusión no son (ni han sido) suficientemente
importantes como para repensar la legitimidad del
orden jurídico imperante.
¿Qué tan cierto es esto?
Guatemala, por ejemplo, cuenta con una población
de 13 millones de habitantes, donde se estima que
un poco más del 40% es indígena y en donde existen
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
24 grupos étnico-lingüísticos. En términos de pobre-
za, se estima que un 56% de la población indíge-
na se encuentra en extrema pobreza, frente al 43%
de la población no-indígena6. Según un estudio del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) del 2005, al momento de realizar la estra-
tificación socioeconómica de la población guatemal-
teca “más del 80% de la población indígena se ubica
en los estratos bajo y bajo extremo; es decir que, de
cada 10 indígenas, 8 se encuentran en el fondo de
la estructura social. Mientras que su participación
en el estrato medio es del 5% en total. En el sector
alto es casi inexistente la participación indígena, este
segmento está compuesto casi exclusivamente por
población no-indígena (95%)”.
Respecto a indicadores de salud, la mortalidad
materna es mayor entre la población indígena. Para
el año 2000, se estimó que murieron 211 mujeres
por cada 100 mil nacimientos, mientras que en el
caso de las mujeres no-indígenas dicha cifra era tres
veces menor (70). En el caso de la mortalidad infantil
es mayor entre los niños indígenas (49 por cada mil
niños), frente a la mortalidad entre los no-����������
indígenas�
(40). Además, una mayor proporción de la población
no-indígena (87,3%) goza de acceso físico adecuado
a los servicios de salud, frente a la proporción de la
población indígena (12,2%). Finalmente, en cuanto
a los indicadores de educación, la escolaridad prome-
dio de una persona indígena es de 3,8 años, mientras
que la una persona no-indígena es de 6,5 años. Si
bien se han hecho esfuerzos por reducir las brechas
étnicas y de género en el analfabetismo, el proceso ha
sido lento7.
Atribuir este tipo de resultados al azar o la mala
fortuna equivale a negar la evolución histórica de
ciertas instituciones básicas como los derechos de
propiedad, las leyes laborales y los derechos políti-
cos8. De cierta manera la “ceguera” de la derecha gua-
temalteca (¿y latinoamericana?) es producto de negar
el sesgo histórico de estas instituciones contra todos
aquellos que han estado fuera de los círculos de po-
der, sean indígenas o no. Aunque no se niega que los
pueblos indígenas han sido las principales víctimas
de estos procesos de exclusión, tampoco puede caerse
en otro tipo de “ceguera” que sostenga que el único
tipo de exclusión ha sido la étnica.
2 Segundo mito: la principal exclusión es
étnica
Ante el tipo de posiciones extremas comentadas en
el mito anterior, no sorprende que surjan posiciones
contrarias. Por eso, para muchos analistas de izquier-
PRIMAVERA 2007 / 34
da, la principal exclusión que se genera en Guate-
mala es la que existe en contra de los indígenas. Sin
embargo, aunque la exclusión que sufren los pueblos
indígenas es evidente, sería un error concluir que
esta es la única forma de exclusión existente o la más
importante. Históricamente algunas de las institu-
ciones económicas y sociales en países como Gua-
temala han excluido (y excluyen) a muchos otros
grupos: mujeres, jóvenes, adultos de la tercera edad,
población rural, etc. La característica fundamental
que comparten todos estos grupos es la exclusión
política a la cual han estado sujetos. Lo que existe en
Guatemala es un Estado capturado por ciertas élites
políticas y económicas, en donde todo aquel que no
pertenece a los grupos que controlan el poder pú-
blico ha estado (y está) sujeto a quedar fuera de los
beneficios que promueven las políticas que dichos
grupos han puesto (y ponen) en práctica. Es decir, la
exclusión es múltiple y no siempre sigue una lógica
étnica, etaria, de género, geográfica o sectorial9. La
exclusión se genera fuera del círculo de compadrazgo
de la élite.
La principal exclusión no es étnica, sino política.
La carencia de mecanismos para influir en la toma de
decisiones políticas limita la posibilidad de grupos
ajenos a las élites que controlan el Estado puedan be-
neficiarse de las acciones del mismo. Históricamente
las pequeñas élites económicas y políticas que han
controlado el Estado no han tenido el incentivo de
“democratizar” los beneficios que se derivan de las
políticas públicas10. Élites que, a través de la legis-
lación, han promovido la idea de un Estado y de
un ciudadano (el ciudadano “formal”), acorde a sus
intereses11.
El Estado no fue diseñado para funcionar en fa-
vor de los informales; el Estado ha sido creado para
funcionar en favor de “lo formal”. Si la madre de “lo
formal” es la Constitución Política de la República,
su padre es el legislador. Aquí es válida la distinción
que hace Ortega y Gasset entre tipos ideales y ar-
quetipos, la cual señala que “los ideales son las cosas
según estimamos que deberían ser [y] los arquetipos
son las cosas según su ineluctable realidad”. Lo que
“debería ser” se dicta en función de los intereses de
quienes utilizan la legislación y el sistema político en
su beneficio, “la formalidad”. La “ineluctable reali-
dad” son todos aquellos que quedan fuera de lo que
debería ser, “la informalidad12.
En Guatemala, “lo formal”, el tipo ideal que da
vida a nuestro arreglo institucional formal, implica
ser alfabeto, no-indígena, heredero intelectual de
Occidente y practicante de religiones judeocristia-
nas. Si se trata de “lo formal” en el ámbito empre-
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
sarial, el tipo ideal es un empresario dueño de una
gran empresa, preferentemente de corte industrial y
localizada en el área urbana, cuya única ventaja son
las economías de escala, protegido de la competen-
cia por la protección arancelaria y las barreras de
entrada, produciendo productos no diferenciados y
obteniendo rentas extras normales. En lo laboral “lo
formal” equivale a ser un empleado, preferentemen-
te un obrero industrial, con un nivel de educación
mínima que le permite realizar actividades de cierta
complejidad y donde la creatividad y adaptación no
son importantes. Sin ser peyorativos, lo formal –en
cuanto a lo empresarial– correspondería al tipo ideal
que hoy sirve de marco de referencia para publicacio-
nes como el Doing Business, del Banco Mundial; en
el ámbito laboral, lo formal correspondería al traba-
jador que hoy sirve de ideal a instituciones como la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Al menos, esa es la lectura que se obtiene al juz-
gar la legislación económica a la luz del “tipo ideal”,
para el cual el legislador creó dichos cuerpos de ley.
En contraposición, “lo informal” sería todo aquello
que se desvía de dichos tipos ideales. Y por tanto, al
ser diferente, no está supuesto a quedar dentro del
ámbito protegido por la ley. Se le excluye por diseño
legislativo, independientemente de su condición ét-
nica. Los resultados de una encuesta realizada entre
empresarios informales urbanos en Guatemala du-
rante el 2006 demuestran que no existen diferencias
importantes entre indígenas y no-indígenas en cuan-
to a los beneficios esperados de ser considerados for-
males (ver gráfico 1).
Dados estos resultados, conviene explorar la na-
turaleza de este tipo de exclusión. Aparentemente
es multidimensional, no es particular a ningún gru-
po poblacional específico. A partir de la Encuesta
Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI) 2004, se
pueden identificar una serie de características que
alumbran sobre este carácter de la exclusión llamada
“informalidad”:
– La economía informal en Guatemala ascien-
de a 73,7% de la población económicamente activa
(PEA). Afecta de igual forma a mujeres y hombres;
afecta por igual a jóvenes y ancianos (la participación
de la informalidad en la PEA de 15 a 34 años de edad
es menor al 70%, mientras que para aquellos de edad
mayor llega a superar el 90%).
– La informalidad guarda una relación negativa
con la escolaridad. Mientras el 94% de las personas
ocupadas con ninguna educación se emplean en la
economía informal, tan solo el 20% de las personas
ocupadas con estudios universitarios laboran en el
sector informal.
PRIMAVERA 2007 / 35
 Gráfico 1
Beneficios esperados por cumplir con los requisitos de la formalización.

25%

20%

15%

10%

5%

0%
Derecho a Ninguno Obtiene Otros No aplica Genera Se evita NS/NR
vender propiedad ingresos problemas

Indígena No-indígena Total

Fuente: Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN) de Guatemala (2006).

Tabla 1
Economía informal como porcentaje de la PEA, 2004.
Por grupo étnico (en porcentaje)

Grupo étnico Informalidad Grupo étnico Informalidad

K’iche’ 91,1 Q’anjo’bal 94,9
Kaqchikel 82,5 Itza’ 80,6
Mam 92,6 Jacalteco 92,7
Q’eqchi 91,2 Achi 91,6
Garífuna 58,8 Awakateco 95,7
Xinca 90,7 Ch’orti 98,7
Ixil 96,2 Chuj 91,6
Poqomam 65,1 Extranjero 46,6
Poqpomchi 88,8 No-indígena 67,0
Otros indígenas 71,7

Fuente: CIEN (2006).

Tabla 2
Ingreso promedio en los sectores formal e informal.

Trabajadores formales Trabajadores informales

Ingreso mensual Q 2.495 Q 961
Ingreso total anual del hogar Q 66.298 Q 32.668

Fuente: CIEN (2006).

REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO PRIMAVERA 2007 / 36

 – La informalidad es del 89% en el área rural y de
60% en áreas urbanas.
– Alrededor del 95% de los trabajadores en acti-
vidades agrícolas son informales. En la industria es el
66% y en servicios el 65%.
– La informalidad se encuentra presente entre in-
dígenas, no-indígenas y extranjeros. En la tabla 1 se
evidencia que la PEA informal no-indígena y extran-
jera no asciende a más de dos tercios de cada grupo.
Sin embargo, para la población indígena, la informa-
lidad supera, para la mayoría de los casos, el 90%.
Un efecto directo de la exclusión “informal” se ve
reflejado en el ingreso. Como se aprecia en la tabla
2, el ingreso del trabajador formal es 2,6 veces más
grande que el del trabajador informal. Asimismo, el
trabajador informal requiere que más miembros de
su familia trabajen para que, en promedio, el ingreso
total anual del hogar del formal solo sea 1,7 veces
más grande que el del hogar informal. Muchas veces
esto implica el trabajo de niños que, ante la necesi-
dad de trabajar, dejan a un lado sus estudios.
Esta información evidencia que el fenómeno de
la informalidad no es un asunto que pueda reducirse
a un asunto de blanco o negro. La informalidad es
un asunto de múltiples tonalidades de gris, donde
la exclusión se materializa en distintos márgenes y
obedece a distintas razones en cada uno de ellos. La
informalidad no puede reducirse a un fenómeno pu-
ramente económico o puramente institucional. Al
final, tal y como lo muestran las dos definiciones si-
guientes, dependiendo del margen analizado así será
más efectiva una aproximación u otra.
– Informalidad central o económica: desde esta
perspectiva la exclusión es el producto de un análisis
costo-beneficio donde el ciudadano evalúa lo que im-
plica cumplir con la normativa formal y los beneficios
que recibirá de ello. Esta clasificación se aplica a las
personas para quienes fue diseñado el arreglo institu-
cional, para los “tipos ideales” que el legislador tenía
en mente. Personas que pudiendo ser formales deci-
den quedarse afuera por decisión propia; son produc-
to de la disfunción institucional de la formalidad.
– Informalidad periférica o institucional: esta cla-
sificación se aplica a aquellas personas para las cuales
no fue diseñado el arreglo institucional existente y
que, por lo tanto, nunca se pensó que deberían estar
dentro del sistema. Es decir, donde el análisis costo-
beneficio no tiene mayor aplicación ya que el menú
de opciones disponibles fue diseñado de entrada para
dejarlos fuera. Estas personas son todas aquellas para
quien, de cierta manera, el sistema político decidió
por ellos. Si hubo un análisis costo-beneficio este se
dio en la legislatura, al momento de diseñar el marco
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
institucional formal. El Estado, de manera delibera-
da o no, es “ciego” ante ellos. No se trata que ellos
opten por la “salida”, ya que desde siempre han es-
tado afuera.
La clasificación anterior no significa que pasamos
de “formal o informal” a “formal o informal econó-
mico o informal institucional”. Lo que esta última
clasificación busca reconocer son las limitaciones que
conlleva reducir este fenómeno a uno de mejorar los
incentivos, ya sea mediante la reducción de costos o
la ampliación de beneficios. En algunos casos, esta
estrategia dará resultados (informalidad económica)
y en otros no tendrá mayor efecto (informalidad ins-
titucional). Cualquier propuesta de reforma econó-
mica debe integrar ambos aspectos de la formalidad:
ser amigable a la diferencia (considerar de manera
directa al Otro en el diseño e implementación de
la política pública), a la vez de introducir mejores
incentivos para todos. Un asunto con el cual las de-
rechas latinoamericanas tienen, en el mejor de los
casos, poca experiencia y en muchos otros casos ni
siquiera está consciente de ello, lo cual nos lleva al
siguiente mito.
3 Tercer mito: la inclusión solo puede
generarla la izquierda
La derecha guatemalteca, en su rol conservador del
poder de las élites, ha tenido un papel protagónico en
generar políticas de exclusión. Un breve recuento de
algunas de las políticas asociadas con quienes histó-
ricamente han tenido el poder en Guatemala podría
ayudar a comprender mejor el mito en cuestión.
En el siglo XIX, los terratenientes guatemaltecos
se hicieron pasar por “liberales”, pero carecían de las
condiciones y los intereses similares al de los burgue-
ses europeos, lo cual ocasionó que los ideales del libe-
ralismo fueran comprendidos y aplicados a través del
“muro de la mala fe”, como lo llamó Octavio Paz13.
Dado que las instituciones liberales decimonónicas
fueron promovidas por grupos con intereses en man-
tener las relaciones de poder preexistentes, como la
que se tenía sobre el indígena (como los regímenes de
semiesclavitud), no es de extrañar que estos pueblos
no hayan recibido casi ningún beneficio de dicho
arreglo institucional.
De 1944 a 1954 el modelo fue replanteado por
la izquierda, pero será continuado por la derecha
militar durante los siguientes treinta años. En dicho
modelo, el Estado promueve la industrialización di-
rigiendo su apoyo a ese tipo de empresa, dejando
de lado a empresas que no respondían al modelo
ideal de la política económica de ese entonces. La
PRIMAVERA 2007 / 37
industrialización perjudicó a empresas comercia-
les, de servicios, mipymes y pequeños agricultores
productores de alimentos para consumo interno14,
y otras que, al no encontrarse dentro del modelo de
industrialización fueron, en el mejor de los casos,
ignoradas.
Algunos pensarán que la falta de interés del Es-
tado generó cierto laissez faire que catapultó el cre-
cimiento de este tipo de actividades empresariales
que quedaron al margen. Nada más distante de la
realidad, a pesar de ese “aparente” olvido por parte de
la política pública subsistieron desventajas importan-
tes, como la dificultad para articularse con otros mer-
cados, debido a los altos costos de seguridad jurídica
y transporte, y el incremento de los costos de pro-
ducción, debido a que la industrialización estableció
artificialmente una estructura de precios favorable a
las empresas protegidas15.
La crisis de la década de 1980 obliga a replan-
tear el modelo político y económico. En lo político,
se da el resurgimiento de los procesos democráticos,
pero sigue siendo lento el proceso de representativi-
dad e integración política de grandes grupos de la
población que habían permanecido excluidos. En
lo económico se apostó por la apertura comercial y
el replanteamiento del rol del Estado dentro de la
economía, dentro de lo que podría considerarse el
Consenso de Washington. A pesar que se apostaba a
que la apertura tuviera un impacto mayor en mejorar
la calidad de vida de la población, el mismo no se
ha logrado en la magnitud que crecieron las expec-
tativas. En parte esto es producto de que la alianza
entre poder político y económico siguió operando
como lo hacía antes. Si bien, un tanto disminuida
por el surgimiento de grupos empresariales y políti-
cos competitivos, la lógica básica de esta alianza se ha
mantenido. Podría decirse que se cambió de discur-
so16, pero no de método.
Tabla 3
Estratificación socioeconómica en Guatemala.
Porcentajes de la población
Estrato
1989
Alto 4,3
Medio 8,7
Medio bajo 14,5
Bajo 48,9
Bajo extremo 23,6
Fuente: PNUD (2005).
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
¿Cuál ha sido el impacto de estos cambios políticos
y económicos?
Se ha generado una tímida apertura democrática,
permitiendo la participación de indígenas en cargos
de elección pública. Aunque los resultados no son
los que muchos grupos esperan, la participación de
las mujeres e indígenas como alcaldesas, diputadas y
ministras han venido en aumento. También, se ha lo-
grado que muchos empresarios indígenas se integren
exitosamente al comercio internacional. Además, la
clase media se ha expandido. Según PNUD (2005),
siguiendo el Índice de Estratificación Socioeconómi-
ca17, la clase media y media baja se han incrementado
en Guatemala de 1989 a 2004, a la vez que se ha
reducido el grupo de nivel socioeconómico bajo (ver
tabla 3).
A pesar de ciertos logros en el ámbito político y
económico, parece que los mismos no han logrado
llenar totalmente las expectativas que desató el pro-
ceso de apertura política y económica18. Tomando
en cuenta este “desalineamiento” entre resultados y
expectativas creadas la derecha guatemalteca, y por
añadidura para la derecha en Latinoamérica, tiene
dos opciones frente a los ofrecimientos de la izquier-
da, y su promesa de incluir dentro de la “repartición
de beneficios” a grandes segmentos poblacionales
tradicionalmente excluidos:
1. Puede mantener su discurso “liberal decimo-
nónico” de la “mala fe” y seguir defendiendo prin-
cipios como la propiedad privada y la libre empresa
como artilugios para mantener el statu quo de es-
tructuras empresariales que han crecido al amparo de
los privilegios del Estado y del abuso a la población.
Esta sería una opción desastrosa y sin ningún futuro
político.
2. Por otro lado, puede aprender del discurso de
la izquierda y poner en práctica lo que esta siempre
promete: articular mecanismos de inserción (para
2000 2004
4,7 3,2
11,7 15,5
19,6 20,4
40,9 32,1
32,1 28,8
PRIMAVERA 2007 / 38
grupos como los indígenas, las mujeres y los jóvenes)
que promuevan mayores niveles de bienestar; esfor-
zarse por mejorar el impacto de sus políticas sociales;
y, en pocas palabras, aprender a hacer políticas libe-
rales de forma democrática e incluyente, logrando el
apoyo de la población.
Ahora bien, para muchos esta última opción no
vale la pena ser considerada porque están convenci-
dos que las políticas públicas implementadas por la
derecha latinoamericana han tenido éxitos suficien-
tes como para contar con el apoyo de la población.
¿Qué tan cierto es esto?
4 Cuarto mito: la derecha logra grandes
resultados
La derecha latinoamericana se jacta de comprender
el proceso económico y de apuntalar políticas que sí
logran resultados. Si eso fuera así, la izquierda popu-
lista no tendría futuro, necesariamente no ofrecería
más que puro fracaso, el fracaso que decenas de mi-
llones de habitantes en nuestro continente conocen
tan bien. Sin embargo, parece que la población no
cataloga a la izquierda necesariamente con políticas
fracasadas. ¿Qué es lo que ofrece la izquierda a los
indígenas latinoamericanos? ¿La posibilidad de cam-
biar discurso y políticas?
Aunque la derecha, como una alianza entre élites
políticas y económicas, ha logrado ciertos resultados,
la magnitud de estos avances no ha sido congruente
con las crecientes expectativas de mejora de la pobla-
ción. Esto ha redundado en un ambiente favorable a
ideas contrarias, que hacen creer a la gente que otra
situación es posible siempre y cuando la “alianza pro-
fana” entre élites políticas y económicas tradicionales
sea suplantada por una nueva estructura20. Un cambio
en el equilibrio de fuerzas que permita vender el sueño
de la corrección de las “injusticias históricas”. Al pro-
mover el divorcio entre la élite política y la económica,
los movimientos de izquierda populista podrían estar
en capacidad de tomar decisiones que tradicionalmen-
te no serían posibles bajo gobiernos de derecha.
A lo anterior hay que agregar un elemento adi-
cional: la escasa identificación de los ciudadanos con
el Estado, con el statu quo. Como era de esperar, los
informales, sean indígenas o no, mantienen un bajo
nivel de interacción con las instituciones formales del
Estado nacional. Esta ausencia de las instituciones
básicas del Estado en la vida diaria de los informales,
representadas en el gráfico 2 a través de la presencia
de organismos estatales emblemáticos, explica mucho
del por qué grandes grupos poblacionales no se ven
identificados con el arreglo institucional existente.
Ante estos hechos no sorprende que los informales no

Gráfico 2
Presencia institucional19.

90% 87%
78%
75%

60%

45%

30%
21%
16%
15% 11% 12% 13%
4% 3%
1% 0% 0% 1% 2%
0%
Municipalidad MSPAS SAT PNC Tribunal de MAGA Mineco
Justicia

Acercamiento por parte de los informales

Acercamiento por parte de las Instituciones Públicas

Fuente: CIEN (2006).

REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO PRIMAVERA 2007 / 39

se sientan tomados en cuenta en las decisiones respec-
to de la modificación e implementación de políticas
públicas a nivel local y/o nacional. Esa incapacidad de
generar gobierno es lo que hace que la población crea
que la política es “irreal”21, que consideren a la políti-
ca como un espejismo; una imagen de participación
popular y representación de los intereses públicos que
resulta ser falsa.
Por todo esto, no resulta raro que muchos, aun-
que sea por pura desesperación, terminen apoyando
a quien tan solo promete escucharlos y tomarlos en
cuenta. La pura “opción de la voz”, para utilizar el tér-
mino de Hirschman22, puede ser suficiente para que
muchos crean en promesas difíciles de cumplir. En el
espíritu de S. Huntington, el discurso de izquierda
ofrece generar gobierno, legitimidad y orden23, cues-
tiones que la derecha, al menos en Guatemala, no ha
logrado ni se ha preocupado por ofrecer.
Al no integrar la importancia de la legitimidad
dentro de su discurso, no enfatizar la importancia de
remover las “alianzas profanas” y no adoptar la nece-
sidad de reconocer la diferencia, la derecha latinoa-
mericana da paso a que movimientos de izquierda
tomen como bandera estas causas. En países como
Guatemala, donde los pueblos indígenas han sido
excluidos históricamente, dicha actitud da vida a que
surjan mitos que sostienen que los pueblos indígenas
son esencialmente de izquierda.
5 Quinto mito: los pueblos indígenas son
de izquierda
Dadas las debilidades que muestra la derecha, resulta
importante cuestionar hasta qué punto los pueblos
indígenas son de izquierda. ¿Hasta qué punto es re-
conciliable el liberalismo con su cosmovisión? Uno
de los mejores ejemplos sobre lo ambiguo de esta res-
puesta es la discusión entre Cojtí y Zapeta24. Por un
lado, Demetrio Cojtí expresa:
“En Guatemala, los principios del liberalismo (li-
bre competencia, igualdad de oportunidades, igualdad
ante la ley, etc.) son válidos solamente para el ladino.
No se aplican al maya y este no debe utilizarlos”.
Por su parte, Estuardo Zapeta señala:
“De hecho, (los indígenas) somos liberales, quie-
nes creemos en la democracia liberal, quienes acepta-
mos sin tanto problema que el proceso intercultural
es posible. Son los izquierdistas trasnochados, con
su absurdo centralismo, su ineficiente estatismo, y
su inhumana homogeneización cultural, quienes se
oponen a abrir espacios en donde puedan ampliar-
se y enriquecerse las oportunidades para el proceso
intercultural”.
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
¿Quién tiene la razón? ¿Quién dice la verdad? ¿Es
posible que exista la verdad en torno a dicho tema?
¿Qué ganamos imponiendo un criterio de verdad
sobre ese tema?
En el fondo, el problema es que el modelo interpre-
tativo “indígena y no-indígena” solo reconoce los
mecanismos de imposición y resistencia, pero ignora
los procesos de alienación y negociación, que han res-
quebrajado, hace mucho tiempo, la validez de dicho
modelo. El cual, asumiría homogeneidad dentro del
grupo autodenominado indígena, incluso en cuanto a
estilos de vida y posiciones ideológicas, pero muchos
factores han abonado en sentido contrario. Desde
condiciones históricas, como el bando elegido en el
conflicto armado interno que terminó en 1996, hasta
otros más recientes y de tipo económico: la posibili-
dad de consumir productos del extranjero, gracias a la
apertura comercial25; la influencia cultural y el envío
de remesas de los familiares que se han ido de “moja-
dos” a trabajar a Estados Unidos; el turismo; el acceso
a medios masivos de comunicación, como la radio,
los periódicos, la televisión y el Internet; un mayor
nivel educativo, etc. Quien lo dude, puede visitar
cualquier mercado municipal en cualquier municipio
de población indígena y contrastar los ladinos e indí-
genas “ideales”, que a veces tienen en mente quienes
enfatizan en las diferencias étnicas, con los guatemal-
tecos del día a día. Pero este no es solo un ejercicio de
ver sus hábitos y ropas, sino también de hablar con
ellos, cuestionarlos, comprenderlos. La hibridación
de las culturas ladinas, indígenas y extranjeras ha ido
generando múltiples culturas, múltiples identidades.
Y lo que sucede en términos de las ropas que usan,
palabras que hablan, hábitos de consumo y expecta-
tivas también sucede en términos de sus inclinacio-
nes políticas. Posiciones como las de Cojtí y Zapeta
muestran posiciones ideológicas poco representativas
para millones de ellos. Si a lo anterior se suma la poca
confianza y escasa vinculación que suele tenerse con
las instituciones políticas, no hay razón para creer que
los pueblos indígenas tienen inclinaciones “naturales”
o “culturales” hacia las políticas de izquierda, o hacia la
derecha. Al igual como sucede con los que son no-in-
dígenas. Además, finalmente la adscripción de un in-
dígena, o un no-indígena, a determinadas propuestas
políticas y/o ideológicas depende más de su situación
económica y social, y de consideraciones prácticas y
cortoplacistas, que de su identificación con valores y
principios abstractos de una determinada cultura.
Tenemos dos ejemplos:
1. La doctora Rigoberta Menchú, Premio Nobel
de la Paz, indígena, empresaria y ex candidata para
la Presidencia de Guatemala en las recientes eleccio-
PRIMAVERA 2007 / 40
nes. Aunque su plataforma era de centroizquierda, su
candidato a vicepresidente fue presidente de la aso-
ciación empresarial más fuerte de Guatemala.
2. La Asociación de Labradores Mayas, liderada
por Mario Canú, es un ejemplo de una asociación
de hombres indígenas, dedicada a productos agríco-
las. No solo ofrecen sus productos a multinacionales
como Wal-Mart, sino que también se ven entusias-
mados por la vigencia del Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos (DR-CAFTA, por sus siglas en
inglés). “Nuestros productos cumplen con todos los
requisitos para exportar, y contamos con la experien-
cia para hacerlos competitivos [...] somos unidos,
leales y honestos”; esa es la clave, aseguró Canú26.
El hecho de que los pueblos indígenas no se incli-
nen naturalmente por una u otra ideología o filosofía
da vida al mito que sostiene que la solución no debe
buscarse ni en la izquierda ni en la derecha, sino en
el ámbito puramente étnico.
6 Sexto mito: la solución debe ser, sobre
todo, de carácter étnico
El arreglo institucional que hoy existe no cambiará
por arte de magia, ni en dirección de la eficiencia ni
de la inclusión. Ante tal situación, lo más seguro es
que siempre exista el riesgo de que, tarde o temprano,
se dé “vuelta a la tortilla”: cambios abruptos, violencia
política, ajustes de cuentas, etc. Lo que, sin embargo,
no representa más que una esperanza de cambio, ya
que, al final de cuentas, el sistema vuelve a dar los
mismos resultados que antes. Si lo que se anhela es un
cambio permanente en la tendencia de largo plazo, la
única forma de lograrlo es mediante una nueva acti-
tud de los políticos, actuales y venideros, respecto de
la autoridad, la legislación y la informalidad.
En sociedades donde la diversidad étnica y cul-
tural es tan importante como en Guatemala, resulta
de vital importancia considerar el papel que las ins-
tituciones formales deben jugar dentro de ese con-
texto. En ese sentido, según algunos indígenas, no-
indígenas e instancias internacionales, países como
Guatemala deberían refuncionalizar el poder a partir
de posturas políticas de carácter étnico, donde el ele-
mento aglutinante sea la identidad étnica. Para otros,
el camino debería ser el interétnico o intercultural,
resaltando la posibilidad de generar un ordenamien-
to mínimo que, en lugar de subrayar las diferencias
étnicas en el debate político, facilite el surgimiento
de instancias de cooperación entre personas con cul-
turas distintas, pero que también permita la genera-
ción de espacios donde pueden practicar y fomentar
sus propias culturas.
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
¿Son estas las únicas posibilidades de articular la
diversidad cultural de nuestros países?
No. La articulación de la diversidad cultural cobra
otro matiz cuando se juzga desde perspectivas dis-
tintas a la sociológica, antropológica o política. Por
ejemplo, cuando personas pertenecientes a diferen-
tes herencias culturales (o étnicas) se encuentran en
el mercado asumen un conjunto de reglas comunes
(instituciones informales) para interactuar. Lo cual
no significa borrar las diferencias culturales o de iden-
tidad, sino vivir un grupo adicional de normas, que
permitan la interacción social en otros ámbitos. Algo
que también se puede ver en otros en los parques, los
barrios, las ferias, los partidos de fútbol y el patio de
juego de las escuelas.
Frente a esta realidad, el Estado tiene una doble
tarea. Primero, reconocer, conocer y respetar la exis-
tencia de la pluralidad y de los procesos culturales
que permiten la convivencia pacífica y próspera entre
personas con diferentes culturas. Segundo, comple-
mentar las instituciones informales que ha nacido
dentro de ese contexto con instituciones formales
que potencien los aspectos positivos de los arreglos
informales. Por ejemplo, reformar el sistema de justi-
cia en torno a las instituciones basadas en la confian-
za que caracterizan a los arreglos informales.
Al día de hoy, cada vez son más notables los casos
de resolución de conflictos por medio de autoridades
indígenas en cuestiones como robo y problemas de
tenencia de la tierra27. Sin embargo, es poco lo que
se ha avanzado en este sentido en materia mercantil,
a pesar que esto podría ser un elemento catalizador
de encadenamientos productivos en el sector infor-
mal y de condiciones que permitan a estos gozar de
los beneficios de economías cada vez más abiertas y
competitivas. Un Estado más incluyente y legítimo,
que reconozca la realidad de todos los que están al
margen de la ficción jurídica de la legalidad, “lo for-
mal”, sería el camino para integrar gradualmente a
este sector independiente dentro de la formalidad.
En lugar de concebir a la informalidad como un obs-
táculo para el desarrollo, debería concebirse como
una oportunidad para el mismo. Si el marco insti-
tucional pudiera retroalimentarse con las lecciones
ejemplares, casos exitosos, usos y costumbres y la in-
formación y conocimiento disperso en la economía
informal, otra realidad sería posible.
Todo lo anterior tiene un problema: no es sufi-
ciente. La derecha latinoamericana no puede come-
ter el error que tantas veces ha criticado a los mo-
vimientos de izquierda, sobre todo a los populistas:
pensar que es factible ofrecer almuerzos gratis.
PRIMAVERA 2007 / 41
7 Sétimo mito: el “mercado libre” es un
“almuerzo gratis”
La famosa expresión de Milton Friedman “there is
no such thing as a free lunch” (no hay tal cosa como
un almuerzo gratis), para referirse a que toda acción
involucra un costo de oportunidad, sirve de marco
para mostrar la importancia de reconocer que la bús-
queda del desarrollo puede involucrar inestabilidad
política. La gente no solo quiere mejoras paulatinas
en su calidad de vida: quiere influir en cómo se to-
man las decisiones, porque quiere que el proceso de
mejora sea mucho más rápido y más legítimo. Al no
lograrlo, se genera inestabilidad, se rompe la tranqui-
lidad, los equilibrios políticos anteriores.
La derecha, ofrece ampliar la economía de mer-
cado, pero no consolida aquellos elementos que per-
mitirían afrontar la inestabilidad política y así pro-
fundizar las reformas y mejorar los mecanismos de
inclusión. Hay varios caminos que deben explorarse.
En general, son tres los lineamientos a seguir:
1. Debilitar la “alianza profana” y fortalecer el
apoyo popular. Esto implica promover reformas de
apertura económica en una serie de sectores protegi-
dos que impacten la calidad de vida de la población.
En el caso de Guatemala, dichos sectores podrían
ir desde el sector eléctrico, cuya estructura implica
elevados costos para la clase media y las pequeñas y
medianas empresas, hasta el sector bancario, que no
se somete a la disciplina de la competencia interna-
cional.
2. Modificar los mecanismos de decisión de las
políticas. Una mayor participación, si bien puede
ser menos eficiente, también pueden implicar mayor
apoyo de la población y mayor posibilidad de éxito.
Hay muchas opciones para lograr esto: otorgar au-
tonomías, promover la descentralización, facilitar la
participación política de distintos grupos sociales o
sensibilizar las instituciones públicas a las diferencias
de los guatemaltecos.
3. Fortalecer los mecanismos de acción del Es-
tado. En esencia son tres: a) reprimir, b) disciplinar
y c) implementar políticas sociales. Ambas implican
costos y beneficios distintos, así como plazos para
empezar a percibir sus consecuencias. Las políticas
liberales de derecha suelen centrarse en el aspecto re-
presivo. Las políticas positivistas de derecha se han
enfocado en la represión y en la disciplina, especial-
mente a través de la educación. Por su parte, las po-
líticas sociales solo se han logrado consolidar como
parte de la agenda de la derecha en los últimos veinte
años. En las tres acciones, la actual derecha guate-
malteca ha tenido contados éxitos.
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
Todo lo anterior implica costos, no solo fiscales,
sino también en términos de menores ganancias y
menor poder político. Si las políticas liberales tienen
interés en prosperar en América Latina, deberán re-
solver cómo pagarán este costo.
Resumiendo, Guatemala, al igual que muchos
otros países en América Latina, afronta un problema
de inestabilidad política debido al carácter excluyen-
te e inflexible de sus instituciones. Históricamente
muchos grupos han quedado excluidos (los indíge-
nas son uno de ellos) de los beneficios de “lo for-
mal” y actualmente el arreglo institucional no es lo
suficientemente flexible para incluirlos a todos ellos.
Por eso, se llega a extremos como las “maras” que re-
curren a la violencia para lograr el espacio económico
y político que no logran a través de las instituciones
formales del Estado y la sociedad. Ante este escena-
rio, la viabilidad de la convivencia en estos países
será posible solo en la medida que aquellos políticos
que defienden los ideales de la economía de mercado
reconozcan que “no hay almuerzo gratis”. Nada ga-
rantiza que el precio de tener una economía de mer-
cado sea bajo. No obstante, bien vale la pena pagar el
precio que conlleve promover instituciones políticas
y económicas más incluyentes. Más caro nos ha sa-
lido negarnos a pagar dicho precio y dejar abierta la
posibilidad de que otros, mediante políticas de “al-
muerzo gratis para todos”, experimenten con ideas
que casi siempre terminan en fracaso.
Notas
1 El presente ensayo se realiza a partir de los resultados de
la investigación realizada por el Centro de Investigaciones
Económicas Nacionales (CIEN): “Economía informal:
superando las barreras de un Estado excluyente” (2006).
Los autores agradecen el apoyo financiero del Center for
Internacional Private Enterprise (CIPE), sin el cual este
proyecto no hubiera sido posible. En este ensayo se hará
referencia a la experiencia guatemalteca, por ser el motivo
directo de este estudio.
2 Por ejemplo: Salazar, O. 1996. Historia moderna de la
etnicidad en Guatemala. La visión hegemónica: de 1944
al presente. Guatemala: Instituto de Investigaciones Eco-
nómicas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar y
Morales, M. 2002. La articulación de las diferencias o el
síndrome de Maximón: los discursos literarios y políticos del
debate interétnico en Guatemala. Guatemala: Editorial
Palo de Hormigo.
3 Principal dicotomía que en Guatemala se emplea para
analizar la diferencia social, política y económica entre el
indígena y el no-indígena.
4 ���������������������������������
Roland Barthes, “Myth Today”, en Mythologies.
PRIMAVERA 2007 / 42
5 En este ensayo se utilizan, a propósito, los mitos de lo
que representan la “derecha” y la “izquierda” en América
Latina o, por lo menos, lo que podrían significar en Gua-
temala. La izquierda será entendida como un proyecto
que busca fortalecer el poder estatal para regular la mayor
cantidad de aspectos económicos y sociales. La derecha
puede ser entendida desde dos perspectivas: a) como un
proyecto interesado en mantener el poder político y eco-
nómico de las élites existentes; o b) como un proyecto
que busca limitar los poderes del Estado y promover la
apertura de la economía. Aunque estas dos perspectivas
difieren de manera sustancial, muchas se veces se con-
funden y se considera a la derecha como un movimiento
homogéneo.
6 Según el Instituto Nacional de Estadística, en los últimos
seis años, la pobreza se incrementó entre los indígenas
(de 55,7 a 56,25%), mientras que se redujo en los no-
indígenas����������������
(44,3 a 43,7%).
7 PNUD (2005). Informe Nacional de Desarrollo Humano
2005: Guatemala: Diversidad Étnico-Cultural. Guatemala.
8 Un desarrollo más detallado de esta evolución histórica de
las “instituciones del capitalismo”, para utilizar el sugesti-
vo nombre acuñado por Williamson, ver “Economía in-
formal: superando las barreras de un Estado excluyente”,
CIEN: Guatemala, 2006.
9 Una muestra adicional de la exclusión multidimensional de
las instituciones guatemaltecas es el incremento de la vio-
lencia urbana por parte de grupos juveniles de pandilleros
conocidos como “maras”. Ante la falta de mejores oportu-
nidades, acuden a la violencia para acceder al poder, ganar
notoriedad social y obtener satisfactores económicos.
10 El ascenso a la Presidencia de Manuel Estrada Cabrera y
Alfonso Portillo, son datos anómalos y que, a su manera,
retan el statu quo.
11 Legislación en oposición a ley, entendiendo por esta úl-
tima a las normas generales de aplicación universal (los
nomos hayekianos).
12 Ortega y Gasset, J. Obras completas. Santillana: Madrid,
2005. Tomo IV, p. 195.
13 Paz, O. 1993. El laberinto de la soledad. Madrid, España:
Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.).
14 Una consecuencia de las políticas centralistas y de protec-
ción de la clase media asalariada urbano fue la desprotec-
ción de quienes no se integraron al modelo reinante. El
impacto de los precios topes sobre los alimentos de origen
agrícola (maíz, trigo, frijol, etc.) es un ejemplo de una de
tantas políticas que se promovieron para beneficiar a las
regiones urbanas, en detrimento de las regiones agríco-
las. La apreciación del tipo de cambio real podría ser otro
ejemplo de esto.
15 Cabe señalar que la izquierda fue una de las promotoras
de la exclusión generada durante esta época. Los mecanis-
mos de aculturación y de ladinización promovidos desde
REVISTA DE ECONOMÍA Y DERECHO
el aparato estatal, principalmente mediante la educación
pública, fueron iniciados y propulsados por la izquierda.
La derecha, posteriormente, se apropió de ellos y conti-
nuó el proceso iniciado por sus opositores políticos.
16 Segovia, Alexander. Modernización empresarial en Guate-
mala. ¿Cambio real o nuevo discurso? Guatemala: F & G
Editores, 2004.
17 El Índice de Estratificación Socioeconómica considera los
siguientes elementos: ingreso de los hogares, escolaridad
del jefe del hogar, servicios básicos (acceso a agua, alcan-
tarillado y electricidad) características de la vivienda (bási-
camente, tamaño de la vivienda en relación con el tamaño
del hogar).
18 El acceso a bienes culturales, como los libros, la radio y
la televisión por cable, pueden impulsar esta presión por
deseos de un mayor bienestar. Otro elemento puede ser la
política nacional. Los ofrecimientos de los partidos políti-
cos resultan ser imposibles de cumplir en los cuatro años
que dura el periodo presidencial.
19 MSPAS: Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social.
SAT: Superintendencia de Administración Tributaria.
PNC: Policía Nacional Civil. Maga: Ministerio de Agri-
cultura. Mineco: Ministerio de Economía.
20 Traducción de los términos unholy alliance, acuñados por
J. Sullivan, presidente del Centro Internacional para el
Desarrollo de la Empresa Privada (CIPE).
21 Grupo focal en el mercado La Terminal, ciudad de
Guatemala.
22 Hirschman, A. 1977. Salida, voz y lealtad. México D. F.:
Fondo de Cultura Económica.
23 Huntington, S. 1990. El orden político en las sociedades en
cambio. Madrid: Paidós.
24 Morales, M. 2002. Ambos personajes se autoidentifican
como indígenas.
25 Un estudio, para el caso de Chile, que alumbra sobre la
importancia cultural de la importación de productos es:
“Tendencias hacia la globalización en Chile”, de Arturo
Fontaine Talavera. Dicho estudio se encuentra en el libro
de Berger, P. y S. Huntington (ed.). 2002. Ediciones Pai-
dós Ibérica.
26 Prensa Libre. Edición 9 de marzo de 2007.
27 No es tan fácil generar mecanismos de reconocimiento
y coordinación entre la formalidad estatal y procesos al-
ternativos, como es el caso de la resolución alternativa
de conflictos, como se puede apreciar en: http://www.
elperiodico.com.gt/es/20070826/actualidad/42908/.
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